Jean Laplanche .

La sexualidad

Ediciones Nueva ,Visión

Buenos Aires
 ~
Título del original en francés: Lá sexualité,
Bul/etitJ de Pbychologie, tomos XXIII y XXIV,
París, 1969-1970.
Traducción de Hugo Acevedo
Corrección técnica de Jorge Rodríguez
- Este cu:rso de Enseña~ia ·_e Irivestiga_ción de.''Iá.s Ciencias
I.S.B.N. 950-602·044-2
©por Ediciones Nueva Visión SAJC 1980
Tucumán 3748, Buenos Aires, República Argentina
Queda hecho el depósito que marca la ley ·11. 723
.Impreso en la Argentina f Printed in Argentina
I
INT~ODUCCION Ai:f;.A HISTORIA Y A LA
PROBLEMATICADE'LA SEXUALIDAD
: ~-
Bu manas Clínicas. se_ .Qasf. ~Íl,la jde!l de ifl1partir una ense-
ñanza qh~ por_ wi~ P.~.r.~é foe{ P.lM'tJciiscfplina,Ha. _y' i>ó,(la otra
se centre en la'"élíriica ·y, con''ello, en aetermihaqaJorinación
y no t¡m s.?l<? .en una ense~~nza _teórica;_ meydr'- diCho, gue ·
apunte a ltacer más dúctiles las 'ftdntera:s qué' existen; precisa-
mente; éntre eriséñanza y fbtniaéión; y entré enseñanza, prác-
tica e irivestigaé:iÓ'n.' r , · :- -; ' ' • • · • - - ·
En' esta oportiihidad deb<!mos plantearnos una ··pregunta:
¿Puede ,'impartirse ·tina·· ~enseñánza ·psitoañ'alítica de 'Índole
forrna·tfvá? Por lo demas; es ifuüy 'cierto que1'exrsté 'desde hace
años tina :for:Ihacrón ;-:-psicoan~Htítá 'precisa; , bien delimitada.
En el sentidó, univei'S'a:tmeíite''teconoddo del termino, la for-
maCión psicoarialítiéa 'irrlplíc'a -'como purith' de partida el aná-
lisis petsoria.f;o es· ;decir;: éli>fieano''ae' 1convertirseren analizando
(si queremos' retornar este ítérmiho, más' e merios criticable,
por supüesto) analizándose a sí mismo.
No es mi propósito examinar directamente las razones que
se vinculan con la naturaleza misma de la práctica psicoana-
lítica. Pero quiero establecer claramente, y desde el principio,
este límite a nuestros objetivos: impartir una enseñanza,
sin ofrecer de ningún modo una formación psicoanalítica.
También he querido establecer este marco de referencia
al propósito que me anima porque, en nuestros días, muchos
analistas van más allá de la· exigencia freudiana ·de analizarse
para .sér analista y llegan a sostener -dando algunos argumen-
7
tos sólidos- que el psicoanálisis se trasmite, pero no se enseña.
En revistas de publicación reciente podemos encontrar una
discusión ampliamente desarrollada sobre esta argumentación,
sobre el problema de saber si el psicoanálisis puede ser enseña-
do o sólo trasmitido. Pienso que no hay en ello únicamente
una referencia a la sacrosanta experiencia que, en última ins-
tancia, vendría a ser simplemente una referencia al empirismo.
Tampoco se hace referencia al psicoanálisis como una técnica
que sólo es susceptible de ser enseñada, como un arte que sólo
puede demostrarse. Pienso que hay en esto, evidentemente,
razones más profundas, que dejo en suspenso por ahora.
Decir, sin embargo, que el psicoanálisis no se enseña sino
que se trasmite es oponerse a cierto número de evidencias,
como por ejemplo el hecho de que el psicoanálisis está en
todos los niveles de nuestra cultura, que está insertado eh el
siglo, para utilizar una expresión correspondiente a otto tipo
de experiencia. ,
El psicoanálisis está en todas partes. Se redactan tratados
de psicoanálisis; incluso se presenta como ciencia constituida.
¿se trata de una ciencia .constituida en el sentido en que se
emplea este término con respecto a las ciencias exactas? Para
ello habría que demostrar que es acumulativo, esto es, que los
conocimientos que aporta vienen a sumarse a cierto tesoro y
que, por otra parte, supera sus hipótesis precedentes sin dejar
de incluirlas. Pensemos en lo que pudo ocurrir cuando se pasó
de la física de Newton a la física de Einstein: los hechos ya
descubiertos no fueron anulados sino incluidos dentro de una
hipótesis más abarcativa, de un sistema explicativo más amplio.
Por último, habría que demostrar que el psicoanálisis puede ser
olvidadizo con respecto a su propia historia. Creo que éste es
el punto más importante. ¿En qué medida se olvida una cien-
cia de su historia? ¿Hasta qué punto puede ser expuesta luego
como un sistema? Al fin y al cabo, Freud mismo escribió trata-
dos psicoanalíticos, "esquemas" de psicoanálisis, en los que in-
tentó, justamente, olvidar (pero sin ·lograrlo) la historia de su
propio descubrimiento.
El psicoanálisis parece alzar-se, pues, como ciencia consti-
tuida. El psicoanálisis está en el público. Remito a ios lecto-
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res·'a un libro al que probablemente tendré ocasión de referir-
me: El psicoanálisis, su imagen y su público, de Moscovici;·
en esta obra se intenta, precisamente, mediante. el método
de la encuesta psicosociológica, hacer un balance de la difusión
del psicoanálisis y de lo que queda de él en cada uno de noso-
tros, aunque sólo sea a través de los conceptos psicoanal íticos
adoptados.
Por último -'-Y para no hacer uso de lo que casi se ha con-
vertido en nuestro inconsciente colectivo, o sea, palabras como
"complejo", por ejemplo-"-, es evidente que el psicoanálisis
está presente en· todo lector medianamente culto; pero hay
aquí diferentes puntos que son característicos.
En ·primer lugar, la avalancha de publicaciones. Tal ve;z
~
no nos damos cuenta cabal de ellas. Pienso en algunos alurrinos
que están preparando un trabajo del tercer ciclo,* por ejem-
plo: me proponen un tema pensando que es una buena hipóte-
sis de partida y que van a trabajar en un terreno relativamente
nuevo. Ahora bien, apenas ponemos a su disposición las obras
de referencias bibliográficas, advierten que ya se ha dicho un
montón de cosas sobre todos los temas, o poco menos. (Desde
un punto de vista práctico, me permito señalar la única obra
que puede permitir realizar un trabajo personal serio en
materia de psicoanálisis: Tbe Index of psychoanalytic writings,
de Grinstein, que comprende en la actualidad nueve volúmenes
de referencias bibliográficas solamente pero que está, sin
embargo, lo bastante bien hecha como para discernir Jos temas
materia por materia.) ·
Así pues, existe una avalancha de publicaciones, y también
particularismos lingüísticos en las diferentes escuelas e incluso
las diversas sectas, que en algunos casos pueden llegar hasta el
esoterismo.
Todo lector tropieza con la dificultad (un poco como con-
secuencia de los dos puntos anteriores) de hilvanar las cosas,
de establecer por sí mismo su sistema, de formular su propia
perspectiva. El lector que se introduce en la literatura psicoa-
nalític~, no importa por qué entrada, digamos, de este inmenso
• El tercer ciclo de la carrera de Psicología en Francia corresponde aproxima-
damente a los dos últimos de la carrera universitaria en la Argentina y la prepara-
ción de la tesis. (N. del R. T.)
edificio, se ve casi necesariamente llevado a fonnarse una espe-
cie de sistema personal de puntos de vista, fof+osamente falso,
en el que se codean nociones perteneciente~ a diferentes escue-
las o épocas. Se ve llevado a relacionar nociones como la de
"yo autónomo", por ejemplo -que pertenece a la más reciente
escuela psicoanalíúca norteamericana-, y la de "trauma"
-que se vincula, por el contrario, a los orígenes del psicoanáli-
sis-, o bien la de "objeto bueno", puesta en primer plano por
una escuela muy particular: la escuela inglesa de Melanie Klein.
Otra característica del psicoanálisis para el lector mediana-
mente culto es el hecho de advertir muy pronto la existencia
de un personaje fundamental al que siempre se hace referencia.
Quiero decir que en psicoanálisis recurrimos permanentemente
a Freud, a los textos freudianos, que en cietto sentido parecen
ser una santa biblia. Pero, en resumidas cuentas, esa referencia
a un texto· no tiene el carácter de algo singular. En la Edad
Media se hacía referencia a Aristóteles, y en toda una corriente
del pensamiento socioeconómico contemporáneo, a Marx o
los autores marxistas. Pienso, por lo demás, ·que. sería muy in-
teresante realizar un tra.bajo comparado sobre esta referencia
a un texto o una serie de textos básicos, considerados el cor-
pus que se cita o se discute. Tal vez se repararía en que, pese
a su aparente similitud, los casos son muy diferentes con res-
pecto· a los tres personajes en cuestión: Aristóteles, Marx y
Freud.
Diré que, en todo caso, ,la refer.encia a Freud en psicoaná-
lisis se hace, no obstante, de manera muy cautelosa. Después
de todo, no nos aferramos ·a Freud como si fuera un argumen-
to de autoridad, y el hecho de recurrir a él quizá no sea lo que
realmente nos importa; para nosotros, lo importante es volver
a Freud. Como iniciador del psicoanálisis, Freud nos. plantea
una y otra vez un problema, porque, aun cuando no tomemos
a Freud como argumento de autoridad, la mera necesidad de
volver a los orígenes plantea un problema epistemológico con
respecto al estatuto de esta ciencia_, de este modo de conoci-
miento qu~ quiere ser el psicoanálisis. Tomando otra vez el
ejemplo. de la física, ¿se vuelve a Galileo, a Newton, o aun a
Einstein? Por cierto que no, a merios de dedicarse a la historia
de la física, lo cual constituye una especialidad muy particular.
10
Un físico puede utilizar· los descubrimientos de uno u on·o de
estós gra:ndes·físicos del pasádo, pero sin volver explíciamente
a ellos, sin reflexionar una y otra vez sobre su obra y dmodo
en que surgió. Se me dirá que entonces el psicoanálisis no es
una ciencia, que sólo es un último avatar de la filosofía. y ya
se sabe que ia filosofía se convierte cada vez más en lahistoria
de la filosofía. La filosofía es, en verdad, inseparable de una
incesante reflexión sobre sí misma y sobre Jos sistemasque ha
descubierto, desde Hegel en particular, y más aun en nuestra
época. En determinado sentido, la historia de la filosofía es a
la vez (lo dijo Marx) la muerte de la filosofía. Pero la filosofía
sigue gozando de muy buena salud, mientras realiza su propia
historia. Ahora bien, el psicoanálisis no es la historia dd psico-
análü·is; es una ciencia<: en sentido lato, o por lo menos tiende
constantemente a setlo: Apunta a decir .y formular verdades
sobre un objeto: el in'consé:iente, Pero la particularidad de esta
ciencia consiste· en que ya cuando ·surge, cuando apam:e, se
vincula con la historia de su propio objeto. Quiero decir que
el descubrimiento freudiano está necesariamente ligado_ con el
descubrimiento que }<reud ·hizo. de su propio inconsciente,
así como de ciertas dimensiones que se encuentran en el in-
consciente de cualquier hombre, por. lo menos en un período
histórico determinado.
El psicoanálisis tampoco es historia; no lo es, en tOdo caso,
en el sentido más común del término, o sea, en el de prtsentar
un desarrollo cronológico con un antes y un después. Demane-
ra que podríamos limitarnos a decir, sin tomar otros reaudos:
antes de Freud, con fi'reud y después de Freud. Quiero decir
que la c_ronología -dimensión importante en la historiade las
ideas- tal vez no ocupe en el psicoanálisis el mismo lugar que
ocupa en otras partes. Y, pese a ello, me orientaré en sentido
opuesto a lo que estoy afirmando. Es cierto que, para aquel
que participaba en la historia del descubrimiento analítico -es
decir, para Freud-, existía un probÍema de cronología, y que
cada uno de sus descubrimientos, o de sus pequeños descubrí·
miemos (por_que no siempre y a cada instante fueron ~por­
tantes), o incluso de sus seudodescubrimientos, estaba signado,
sobre todo en sus comienzos, por una especie de exclamación,
por un Eureka!: "Lo encontré"; y este momento merecía
11

ser fijado con una fecha. Para que se entienda mejor esta
dimensión cronológica -:-Y también pienso que. se trata de una
ilusión cronológica de Freud (debo explicarme sobre el proble-
ma de la ilusión, no sólo ahora sino en otras oportunidades)-,
señalo la conveniencia de consultar su libro más personal: Los
orígenes del psicoanálisis, donde figura la correspondencia
mantenida entre Freud y Fliess en los comienzos .mismos del
descubrimiento freudiano. Hay en él cartas en las que escribe
con entusiasmo a Fliess (y a veces también con el ánimo de-
primido): "Ya te he revelado un gran secreto: la histeria es tal
cosa, y la neurosis obsesiva; tal otra... ". O bien este otro pasa-
je, más entretenido, en el que comienza en t.ono de broma:
"¿crees que en esta casa se podrá leer algún. día una placa de
mármol que diga así [y en la carta figura la placa encuadra-
. da]*: Aquí, el 24 de julio de 1895, se le reveló al doctor
Sigmund Freud el enigma de los sueños?"**
Creo, ~or lo demás, que la placa fue efectivamente coloca-
da. Leamos, pues, las cartas a Fliess (a pesar de la dificultad
del texto, de las expresiones -todas ellas mezcladas con un
vocabulario neurológico propio de la época-): nos permitirán
comprender un poco qué es la historia del psicoanálisis, cómo
se va en ella de descubrimiento en descubrimiento, pero sobre
todo cómo los descubrimientos no lo son tanto como creemos,
como Freud mismo lo cree. Los descubrimientos siempre se
identifican apres-coup. No obstante, lo que a Freud le queda
es, dentro de esa especie de movimiento en espiral que lo lleva
a descubrir cosas que en el fondo ya había pensado, la necesi-
dad, en cada espira de ese movimiento, de "fijar una fecha"
por así decirlo. Veamos otro pasaje, en el que "fija una fecha"
también de manera humorística, aunque esto corresponde cier-
tamente a algo más que al humor. Carta del 14 de noviembre
• Siempre que no se indique lo contrario, los corchetes intercalados en citas
de Freud son comentarios de jean Laplanche. [N. del R. T.)
• • En la transcripción de las citas que Laplanche hace de Freud seguimos la
traducción de Biblioteca Nueva, tomos 1 y 11 (1948), y tomo III (1968}; en los
casos en que la versión de Laplanche del texto de Freud presenta diferencias con·
ceptuales con la española nos atuvimos al texto de Laplanche. En la p.l65 ofre-
cemos un listado de las obras de Freud citadas en el texto. Con respecto a la traduc-
ción _de los títulos de los trabajos de Freud seguimos el mismo criterio que con las
citas. [N. del R. T.)
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de 1897: "Mi muy querido Wilhelm: 'Erase, pues, el12 de no-
viembre de 1897; el sol se encontraba justamente en el cua-
drante oriental, con Mercurio y Venus en conjunción .. .'· iNo!
iLos anuncios de nacimientos ya no comienzan de esta mane-
ra! Fue el 12 de noviembre, un día dominado por úna hemicrá-
nea izquierda, un día.en que Ma:rtin sentóse a cierta.hora de
la tarde para componer un nuevo poema, un día en cuya noche
Oli perdió su segundo diente; fue ese día cuando, después de
los horribles dolores de parto que me atormentaron durante las
últimas semanas, pude dar a luz un nuevo trozo de mi conoci-
miento. No del todo nuevo, para decir la verdad, pues ya se
había asomado -algunas veces y vuelto a retirarse; pero esta vez
se quedó pa.ra ver la luz del día". . .
Ya vemos cómo _Freud mismo, tras haber ':.!fijado una fe-
cha", es consciente· de que todo aquello. no es nuevo sino cí-cli-
co, y cómo la comparación con el inoviq:liento astral puede
tener razones profundas. En una palabra, el descubrimiento del
p'sicoanálisis en determinado sentido -y .decirlo no es una
Óriginalidad- es en esas cartas dirigidas a Fliess el autoanálisis ,
de Freud. El descubrimiento psicoanalítico no sigue un movi-
miento cronológico; todo puede ser puesto en tela de juicio, y,
a la inversa, lo presuntamente "ignorado" viene a ser lo "siem-
pre sabido". Y hablo a la vez del descubrimiento científico y
del de su propio inconsciente por parte de quien comenzó a
analizar y a analizarse.
Para formular bien los caracteres de la historia psicoanalí-
tica con respecto a otras concepciones de la historia, creo que
puede resultar interesante referirse brevemente a lo que Al-
thusser ha convenido en denominar "ruptura epistemológica".
Al estudiar la obra de Marx, Althusser piensa descubrir en ella,
justamente, un momento en el que, a pesar de todas las apa-
riencias y de los retornos ulteriores a antiguas terminologías,
a ciertos modos con<:eptuales, los conceptos se modifican
súbitamente y adquieren un valor científico del que carecían
hasta entonces. Cualquiera que sea el valor de este concepto
para la historia del marxismo -y confieso que en esta materia
no tengo la menor competencia-, opondré a la noción de
"ruptura epistemológica", que ve a la historia como un progre-
so, como un adelanto científico, otroconcepto pertenecie:nte
13
a Freud y de importancia fundam~ental .erí· la- historicidad
fr.eudiana; me refiero aL concepto de•Nacbtriiglicbkeit, apre·s~.
coup,.* sustantivo inventado por Fteüd sóbnflaibase:del advér-
bio alemán ·-adjetivo, en rigor.;_ de naeptiiiglicb. Nacb'tréi-
glicbkeit podría ser traspuesto al francés tnediante un barba"
rismo, algo.. así como .apres-toup-ité. El apres-coup ha pasado
a ser l}n concepto fundamentaL
¿Qué quiere decir apres-coup? Quiere decir que, tanto en
lo referente al desarrollo del sujeto como a su análisis, no pue-
de utilizarse verdaderamente el concepto de causalidad pura- ·
mente lineal -es decir, que nunca el antes determina en forma
puramente mecánica el después-, ni, a la inversa, tampoco
puede emplearse de manera simétrica un concepto que sería,
lisa y llanamente, el de.r~einterpretación a posteriori, incluso el
de .ilusión retroactiva, o de una ilusión' retrospectiva. Ello
dio ·lugar a una discusión que ocupó intensamente a Freud
y que lo opuso, en· especial, a Jung. El texto niás importante
al respecto se encuentra en el análisis de· ''El hombre de los
lobos", y es aquí donde mejor se ha des-arrollado el .~oncepto
de Nacbtréiglicbkeit: Freud demuestra que ciertos aconteci-
mientos de la infancia pueden inscribirse de:manera relativa~
mente difusa en alguna parte, sin •adquirir todo su sentido e
incluso sin tener prácticamente sentido alguno para· d sujeto;
quedar allí en estado de huellas info:rmes~Lí~>'araJ posteriormente
cristalizar, adquirir sentido y esclarec~r retrospectivamente to-
do el pasado. En inglés, el término, d~ ;tan' difícil traducción,
ha sido vertido como after~effect, es ·decir, simplemente,
"efecto diferido". Pero pienso ·que hablar de efecto diferido
es caer nuevamente en un lenguaje: bastante mecanicista:
también podría hablarse de efecto antidpad'O. En psicoanáli-
sis, siempre existe la dialéctica de un dema~ado pronto (lo
he señalado hace poco: se trata de acontecimientos ocurridos
en fecha demasiado temprana para ser comprendidos, para
adquirir verdadera{Ilente su importancia) y un demasiado tar-
de, con todos los yerros¡ todos los retornos (preferimos utili-
zar el término .. de regresion) posibles. Por lo tanto, es una his-
• Por las razones expuestas por el autór en el texto hemos optado por· con·
servar el ténnino francés apres·coup. [N. dei.R. T.]
14
toria que nunca resulta. tan nueva como podría espaarse, pero
tq.mpq~<>.Ji:l:g._I,!lOJ1Óto~a
cpmopodr(a.<;_!eerse. : _ . ..·
. He hablado de recurrir a Freud y de volver a heud; ah o- -
ra hablo de reconsiderar a Freud y al movimientopsicoanalí-
tico. Reconsiderar a Freud: pues bien, Freud millao lo hizo
innumerables veces. Al leer sus te.Xtós: nos asomiD compro-
bar .cuántos pasajes están dedicados a ·¡a historia ~ sp propio
pensamiento, cómo ree~cribe su propia historia. No se trata
sólo de los textos explícitamente históricos, como Autobio-
grafía o Historia del movimiento psicoanalítico; lien puede
decirse que en. casi. todos; los textos hay un desarrollo histó-
rico; una reconsideración de Freud por él mismo, ca ese movi-
miento en espiral que hemos mencionado. Freud KCScribe su
historia, y a decir .v!i=rd~d ese es el efc::cto de apreKOUp, en el
sentido en que se dice. de· alguien: "Usted reescrik. su histo-
ria"; es decir, con poca preocupación por lo que pmle creerse
que es la objetividad his~órica .. Se trata de una mdadera e
incesante reinterpretación de su propia historia, y., es seguro
que esa reinterpretación no sea más verídica que aa historia
meramente cronológica.
Reconsideración de sí mismo en un movirniente-de espiral,
y Freud cree una y otra vez descubrir cosas que ya formuló
mucho .tiempo atrás. En 1920,, p.or ejemplo, pie1111 que hace
un gran descubrimiento ;con la ,noción de "yo", Dlimtras que
ya .se encuentra íntegra, en sus primeros escritos.lledescubre
cosas como la "defensa", y hasta es dable advertir. con la in-
troducción de un concepto. tan especial, particubr. y extrailo
corno el de "pulsión de muerte" -:-también fonmdado en la
década de 1920-, que en realidad estamos más lien ante la
ilusión de un descubrimiento que ante un descubñmiento au-
téntico. ¿y por qué es así? Porque para Freud no llay más que
un solo y gran descubrimiento, que no es el de talo cual pun-
to sino el de su propio inconsci<jnte. ·
Descubrimiento de su propio inconsciente. &o vuelve a
llevarnos a una gran exigencia planteada por los analistas,
indispensable para llegar a ser analista: emprender un análisis
personal. Ahora bien ¿de qué se trata cuando se efectúa un
análisis personal? Esto lo planteamos para señala y además
eliminar las interpretaciones más simplistas.
15
 •.

¿se trataría sencillamente de "trabajos prácticos"? ¿o se consciente, sea cuál fuere la interpretación que se le dé desde
trata de conocer en carne propia aquello.· de que se habla?
un punto de vista científico o, como decimos nosotros, metap-,
¿se tratará tal vez, más o menos en el mismo sentido, de la sicológico, se halla fuera de las categorías del tiempo, o en
trasmisión de un arte, el arte de la interpretación, de la labor todo caso del tiempo cronológico, y sin embargo se lo debe
analítica? ¿se trata, por lo contrario, deünaespecie de inicia- adquirir en el tiempo. Pensemos nuevamente en la idea de
ción que reemplaza· a tantos ritos de iniciación conocidos en "fijat una fecha"~ Con respecto al propio inc.onsciente y al
emologí.a y sociología, e incluso en nuestra sociedad contem- inconsciente en general; se trata de "fijar una feclia".
poránea? También podríamos acentuar el hecho de que todo En cuanto a la formación analítica -modo electivo de "fi-
consiste en la relación establecida a través de· la· experiencia,
jar una fecha!'-, la enseñanza del análisis no está bien vista.
de una experiencia' revivida del Edipo, o ·de una experienCia
No haría más que sumarse al fárrago del supuesto saber consti-
revivida del complejo de castración. Desde luego, el análisis
tuido, a la confusión de lenguas (ya he mencionado al pasar las
personal -una vez vez más, no deseo explayarme al respecto-
lenguas de las sectas psicoanalíticas) o bien a la defensa. El
es un poco todo esto. Freud empleó fórmulas a veces bastante
psicoanálisis es; en efecto, el primero en haber señalado la
triviales para caracterizarlo: "Familiarizarse con su propio
función defensiva representada por todo saber y toda teoría
inconsciente"; "Adquirir algunas vivencias de lo que es el aná-
con respecto a la pulsión, al inconsciente, o incluso -para
lisis". En esa época su exigencia de análisis personal establecía
'profundizar máS.:.: al deseo.:' intelectualización que es una
una duración de algunas semanas, de algunos meses, de algunas
formalización, racionalización que es la invocación demotivos
sesiones de análisis. Y tiempo después en un texto tardío
racionales para. dar cuenta de motivaciones en realidad más
-Análisis terminable e interminable (y esta vez, realmente, en
oscuras y profundas. Se trata, en verdad, de mecanismos de
un momento en que ya se ha fundado el movimiento psicoana-
lítico, que ademas ha avanzado, y en que ya ha)l psicoanalis- defensa puestos en evidencia por d análisis. Y,. sin embargo,
Freud no se impuso la prohibición de .enseñar; claro que lo
tas)-, lo vemos insistir, en cambio, en el hecho de que el
hizo en una época en que su enseñanza producía una verdadera
psicoanálisis debe ir al fondo de los problemas personales,
conmoción y' no tenía un significado de establishment. La
sobre todo a lo que él cree que es el fondo, la piedra funda-
mental, eh1úcleo de cada individuo: e\ complejo de castracibn. enseñanza de Freud seguía caminos que correspondían a su
propia marcha hacia la verdad. He intentado indicar que la
marcha hacia la verdad no puede ser otra cosa, cuando se trata
·D<mtro det ~arco de nuestro propósito actual, que -una vez
del inconsciente, que la marcha de éste hacia su propia verdad.
más- no consiste en adquirir una formación analítica sino en
En nuestros días, Freud mismo ha sido colocado en cierto mo-
alcanzar pese a todo una verdad analítica, el problema se man-
do del lado de la defensa, o, como suele decirse -utilizando
tiene íntegro: ¿cómo se puede enseñar, cómo se puede apren-
una palabra harto confusionista- del lado de la represión. Más
der algo del análisis si no se lo aprende a través de la experien-
de un analista que ejerce su profesión, o que incluso escribe,
cia analítica? Freud cita en más de una oportunidad este verso
esto es, más de un analista serio, recomendaría -y lo hace en
de Goethe: "Aquello que has ~eredado, adquiérelo con el fin
la actualidad- callarse, dejar en manos de otros, vulgarizado-
de poseerlo". Me parece que la fórmula de Goethe no tiene
res o charlatanes -o aun más serios, pero cientificistas-, la
nada de oscurantista, que no se limita a preconizar cierta habi-
tarea, necesariamente alienada y alienante, de difundir lo
lidad. Es la idea de que todo está ya ahí (hace unos instantes
que sólo son ideas, lo que no es más que teoría.
mencionábamos el apres-coup, ·~hora tenemos el "ya ahí":
Sin embargo -y volviendo a nuestro Curso-, no es posible
consid~ro que en materia de análisis ambos son inseparables)
que nuestros estudiantes no hayan aprendido y asimilado ya
pero que, sin embargo, es preciso adquirirlo, poseerlo. El in-
estas ideas, que no tengan como trasfondo de sus lecturas, de
16
17
 sus cursos, todo el contexto cultural que acabo de indicar;·
tampoco puede,.ser posible que en,e};fuwr.o, a lo largo de su vi- ~­
da profe~ional, dejen de conocer las ideas psicoanalíticas en
su medio de trabajo merced a la lectura de artículos, etc. Con
respecto a. -este Curso, no deseo aportar_ conocimientos sino
'proporcionar -puntos de referencia. Tomemos, si cabe, la ima-
gen de una especie de dos conos invertidos,. opuestos por el
vértice. Sea, de un lado, el inevitabkautodidactismo de lo que
nuestros estudiantes ya han podido acúmular en materia de
conocimientos sobre el análisis y, del otro, nueva.Illente el au-
todidactismo de su futuro, que deseo -sea lo más ,amplio y rico
posible. Pues bien, entre ambos autodidactismos deseamos in-
troducir puntos de referenciq., la posibilidad de adquirir una
perspectiva, de desdogrnatizar lo que ya .se ha recibido; si es
verdad que fárrago y dogmatismo van a la par. En los grupos
y por mí mismo, esta enseñanza será impartida .por analistas .. ·
¿Podrán éstos impartirla en su condición de tales? Esta es
nuestra apuesta. En lo que me compete, he plan.teaqo desde
un primer momento esta ambición o este ideal: tratar de ense-
ñar el análisis· como analista, ver cÓm() es. posibl_e l}acerlo. Creo
que para ello se requiere cierto número de c~mdiciones (y claro
está que hablo, una vez más, de enseñar el análisis fuera de la
situación analítica).
Pienso que toda enseñanza, para que sea enseñanza analítica
en su modalidad misma, debe ser histórica e in~eri!retativa a la
vez; además, debe hacer referencia q la estructura, _
Histórica. Ya me he referido hasta cierto punto a lo que
pienso de la historia del psicoanálisis; no se trata de una his-
toria cronológica, lineal. Me veré llevado, desde luego¡ a seguir
la misma línea, el mismo desarrollo en el tiempo. Con respecto
a las bases actuales de esta historia, contamos por lo menos
con dos textos que podrían servirnos de puntos de referencia.
Uno es de Ernest Jones: Vida y _obra de Sigmund Freud. Es
una historia inglesa, es decir, una historia decididamente anti-
histórica, un verdadero fárrago en el -que todo se reformula
una y otra vez, pero de tal manera que prácticamente resulta
dificilísimo orientarse en ella y encontrar una referencia cual-
quiera; es, en fin, una suma, una recopilación exhaustiva.
18
Jones f-oe uno de los discípulos más fieles de Fr.eud. Tuvo a
su- alcance -prácti_cam_ent~ todo lo que en aquella, época se
podía ten~r ~ce~ca :de F;eud, tod~s los fragmentos de los
papeles mas mumos, mas de~perd1gados, todas las cartas.
Espulgó todo, eliminó y censuró pro-fusamente. (Es notable,
por lo demás, cuánto censuraron los historiadores del psico-
análisis, Freud en primer lugar y muchos otros después de él.
Freud censuró su propia historia; incluso quemó varias veces
sus papeles personales; de modo que no se pudiera escribir su
historia ni la de ciertas ideas que él consideraba carentes ya
de valor. Su hija 'trabaja en el mismo sentido, que_ es el del
black-out, para utilizar una expresión inglesa.)
Contarnos, pues, con jones, que es por lo menos una
buena referencia; o en todo caso difícilmente agotable. En el
polo· opuesto, también contamos con La, revolución psicoana-
lítica, escrito por Marthe Robert. Aunque· contiene conferen-
cias- difundidas radiofónicamente, ·se trata de un libro (se
trataba asimismo de;-una apuesta) muy claro, excelente, un
libro que ofrece- un ,panorama:· auténtico de la vida y la obra
de Freud; No obstante; tiene un defecto, que no encontramos
en:•Jones:''es \:ma ~xposición' demasiado lineal, que nos permi-
te orientarnos eon demasiada facilidad; en el de Jones, en
cambio, pareciera que estamos perdidos. De todos modos,
creo'que en ambas obras falta (y esto no implica injuriar a sus
autores, cada uno :de los cuales tiene verdaderamente grandes
méritos) la dimensión histórica en el sentido psicoanalítico de
la histori'a, es decir, la utilización de lo que sabemos acerca de
la repetición, el resurgimiento incesante de lo inconsciente y
la dimensión del demasiado pronto, del demasiado tarde y del
apres-coup.: Si queremos llevar las cosas más alla de Freud,
extendiéndolas hasta la esfera del psicoanálisis y del enrique-
cimiento dado por otros a los conocimientos psicoanalí ricos
y la teoría psicoanalítica (y es un enriquecimiento de no poca
monta, pues al fin de cuentas no ha sido Freud el único en
aportar algo al análisis: enormes descubrimientos se efectua-
ron después de él o en su misma época), podemos decir que
no tenemos una historia del psicoanálisis ni una historia del
movimiento psicoanalítico sino un artículo de Freud, pero
sumamente viejo, ya que data de 1915. Queda aún por desbro-
19
 zar un campo muy amplio, falta hacer una historia del psico-
análisis. Se trata, pues, de un~ enseñanza que, si quiere ser
analítica, debe ser ante todo histórica; esta es la mejor manera
de precaverse contra el dogmatismo.
E interpretativa. Como en el plano de la historia, también
aquí tenemos que innovar, pues cuando hablamos de interpre-
tación, es evidente que pensamos en las contribuciones del pro-
pio Freud al respecto. ¿Qué aportó Freud ala interpretación en
comparación con otros métodos? (Se interpreta desde siempre,
seamos magos o paranoicos. El hombre interpreta desde que
existe, descle hace milenios.) Pues bien, es un método muy pre-
ciso. Un método que es 'un análisis, por ·supuesto, pero llevado
hasta sus últimos límites, más lejos que lo que nunca pudo llevar-
se la noción de análisis como desestructuración. A quienes sdn-
teresen en esto, me permito recomendarles la lectura de u.n ar-
tículo que escribí al respecto·y que se titula "Interpertar [con]
Freud". * Sostiene.la idea de que, para interpretar a Fr.eud, sería
necesario (lo es) utilizar algo del propio descubrimiento de
Freud en cuanto a la interpretación. De o.tro modo no hacemos
más que caer en métodos oscurantistas de interpretación. Ahora
bien, cuando se trata de interpretar a Freud y al pensamiento
analítico, carecemos del méto4o, ya que no disponemos del cam-
po en que es aplicable, es decir, el.método de la asociación
libre, para hablar de la sesión analítica. Y tampoco disponemos
del objeto, puesto que el objeto d~ la}nterpretación -la de un
sueño, por ejemplo- es, como se sabe, el deseo de ese sueño, o
sea, lo que está oculto, io que constituye su móvil. ¿cuál es la
fuerza movilizadora que pone en marcha el sueño? Esto es lo
que procuramos descubrir y hallar gracias al .método freudiano
de interpretación. Cuando. se trata. de interpretar a Freud o la
historia del movimiento analítico, sólo tenemos a nuestra dis-
posición una especie de sucedáneos del método freudiano, y a
veces ni éstos. Y, por otra parte, no podemos apuntar al deseo
último de Freud. No se trata, claro está, de hacer el análisis del
individuo Freud, o del individuo Melanie Klein, o de otros
individuos. Referirse al método, a la vivencia individual de
• Véase "Interpretar (con] Freud" en }. Laplariche, Interpretar (con] Freud
y otros ensayos, Nueva Visión, Buenos Aires, 1978, [N. del R. T.]
20
Freud o de cualquiera, puede constituir una ayuda, desde
. ,luego; pero creo qu.e, ~uand.o .se trata de interpretar, el pro-
blema es otro. A m.i juicio,se trata sencillamente de encO:ntrar
una especie de terreno intermedio (en general, en la interpre-
tación de la obra intelectual, y especialmente en la inter-
pretación del pensamiento .psicoanalítico) que no sea el del
empleo de la razón -el más superficial y· defensivo, lo sabe-
mos-:-, ni, por supuesto, el del deseo individual en su singu-
laridad. Y creo que, la mejor manera .de calificar ,ese terreno
intermedio es aplicarle; un término como el de·exigencia. La
exigencia -teórica; naturalmente; la exigencia en el nivel
científico- ·no parece. ap-untar· al inconsciente sino a su refrac-
ción en el plano de}. descubrimiento .. Por lo demás, Freud
Utiliza el vocablo exigencia cuando habla d~ "exigencia pul-
_sional": Triebanspruch-. (o. "reivindic~ción", si se prefiere).
Pues bien,. consideremos por un instante· que esta exigencia
o reivindicación teórica .es la sombra o el embajador del
deseo. Me agradaría alentar a los estudiantes a perseguir las
exigencias teóricas recurrentes que se hallan sin cesar a lo
largo de toda una historia, a lo largo de la historia de Freud
y aun mucho después de él, o por lo menos algunas de ellas.
Tercer y último aspecto: la referencia a la estructura.
La palabra estructura es un término muy rebatido. No creo ser
precisamente un estructuralista; no es este el problema. Sim-
plemente deseo atraer la atención sobre un aspecto relativo a
la estructura en psicoanálisis y, sobre todo, en la obra de
Freud. Si tomamos esta última en cortes trasversales (es decir,
haciendo una especie de corte trasversal del pensamiento freu-
diano en determinada fecha, en 1905, o en 1915, o en 1920,
etc.), se -obtiene algo que puede parecer, en efecto, una estruc-
tura, algo que puede sostenerse muy bien, orle manera cohe-
rente; esta estructura, donde los elementos remiten unos a
otros, puede ser descrita como el "sistema" freudiano de 1920,
por ejemplo: la segunda tópica, la segunda teoría de las pul-
siones. Si se intenta luego hacer una historia de esa suce-
sión de estructuras, se llega a cosas muy extrañas. Se com-
prueba, sobre todo, que en la evolución de las estructuras
(constituidas por conceptos científicos o que pretenden serlo,
ya sea el concepto de pulsión, el de sexualidad, el de yo, etc.)
21
 los conceptos no evolucionan al mismo: ritmo que aquéllas.
Quiete- decir que encontramos, -por ejemplo-; un concepto que_
cumple una función diferente, por completo, o en grán me-
dida, en cada nueva molienda del pensamiento psicoanalí-
tico. Ya se ve cuán engañoso puede ser enfocar en forma des-
prevenida la literarura: psicoanalítica, tomando un artículo
de 1900 y otro de·l940, para ver luego cómo juntarlos, a ·me- ·
nudo sin tener ideas precisas sobre qué ha podido relacionar
aquél con éste. Es engañoso no sólo .cuando se pasa de un au-
tor a otro, sino dentro de Freud mismo; Puede demostrarse
que un concepto como el d6 sexualidad, designado con el tér-
mino de Eros en los últimos años de vida de Freud, desempe-
ña en las postrimerías del pensamiento freudiano un papel
estructural prácticamente opuesto al que podía desempeñar
en los comienzos. Está claro el peligro que implica describir
los sistemas sucesivos sin tomar en cuenta· ese ret~que de los
conceptos, ese desplazamíento·de lugar; que también nos lleva
a pensar en algo perteneciente al orden de lo inconsciente, por-
que en este orden podemos encóilttar, realmente, en su forma
más aberrante, algo que se esperaba ehéontrar en otra parte.
Dentro de esta perspectiva histórica }' problemática: del
pensamiento psicoanalítico, tengo 'el' propósito de encarar
el tema de la historia de la sexuaJ.idad; No espero desarrollar-
la hasta el final, objetivo que séría muy ambicioso alcanzar
en unas pocas lecciones; petó pienso llegar bastante lejos
al respecto.
Hoy trataré el tema que versa sobre la historia y la proble-
mática de la teoría de la sexualidad, Vuelvo a hacer presen-
te que procuraré seguir una linea histórica determinada,
pero sin prohibirme -todo lo contrario....,., retornos, regresiones
y anticipaciones, y sin abstenerme, sobre todo, de subrayar
las repeticiones de los mismos problemas a lo largo de una
obra y una teoría. El psicoanálisis ha puesto en primer plano,
y de modo muy particular, el concepto de repetición, como
si éste fuera el signo de la insistencia de algo que no encon-
tró aún plena expresión.
¿Por qué he elegido el tema de la sexualidad? Evidente-
mente, en función de una opción que no es tan sólo personal,
22
de cierta interpretación del psicoanálisis, interpretdn que,
a¡mi juicio, !;.S válida; de ac.uerdo con__ ella, la sexuali<Wdesem-
péña de c~b.o a rabo, des~e el cOinie-nió'-hasta C::l fin de la
teoría anahnca y, antes que nada, dela obra freud!aJR, un pa-
pel absolutamente fundamental. . ·
En este curso se tratárá de demostrar ei·predoroilüo de la
l
sexualidad. Se habla a menudo de desviación con n:specto a
Freud, pues ya se sabe que gran número de ~nalisas y varias
1 escuelas se han separado de la ortodoxia freudiélDI.. Ahora
1:~
bien, mirándolas con detenimiento, la mayoría de CSIS desvia-
ciones, si no todas, están basadas en un abandono ckesta. pri-
macía (aunque esto no sea siempre evidente). Sería aecesario
'
'~
:!.,
·¡
,¡1
mostrar en cada caso por qué y cómo, al dejar de l.ai> la con-
cepción y la teoría freudianas de la sexualidad {y no de la se-
-xualidad como palabra, como término general), se haaabando-
nado muchas otras cosas contenidas en esta teoría. Y esta
circunstancia me lleva a introducir tres preguntas que han
de ser los mo~ivos rectores de nuestra reflexión ulterior.
tt Primera pregunta: Ws cierto que el análisis casera que
' la sexualidad está en todas partes, que no habla IIIÍs que de
esto? Tal el problema denominado del pansexuámlo; in-
sistiré en él enseguida.
Segunda preglinta: ¿Qué es la sexualidad de la que habla
el analista? He aquí, igualmente, un problema que lmdremos
que abordar de manera paulatina, justamente a m~ que se
amplíe la concepción de la sexualidad. Se. puede decir, en
efecto, que con posterioridad a Freud la noción misma de se-
xuali,dad -ha sufrido \u} a verdadera mutación, tao en su
extensión a fenómenos que· hasta ese momento ., estaban
denotados corno tales, c_omo en su sentido; comidero que
este segundo aspecto de la sexualidad, es decir, el !k su senti-
do, resuelve el de su extensión. No es suficiente decr. "Lo que
hasta ahora no reconocíais como sexual es, en efecto, sexual".
Además, hay que poder demostrar las razones y los criterios
que se tienen para decir, por eje111plo, que la activi4ad oral del
lactante es de índole sexual. ¿Qué quiere decir estoen psicoa-
nálisis?
Tercera pregunta: ¿Qué justifica la primacía Ít la sexua-
lidad, y en qué campo ca be hablar de ese preda.inio? Esta
23
es, a m1 JUICIO, la pregunta fundamental, ya que plantea el
problema de saber cuál es el campo psicoanalítico. <¿Hay. .
un campo propio del psicoanálisis? Es evidente que esta pre-
gunta se vincula con la primera de la manera siguiente: el psi-
coanálisis deslinda cierto campo, incluso correctamente -el de
la cura-, y cierto ·tipo de discurso en la cura· psicoanalíti-
ca. Verifica en él.determinados efectos y fenómenos, como,
por ejemplo, los efectos del inconsciente y el fenómeno del
retorno de lo reprimido. ¿cómo justificar entonces la rela-
ción de la sexualidad con ese campo, o, si se prefiere, con las
otras dimensiones principales que aparecen en el campo:
lo inconsciente, lo reprimido o, incluso, el simbolismo? Con-
,
•..-.·
~
¡~
cretamente, ¿existe una justificación? ¿Puede darse la razón
profunda que justifique . afirmar que lo reprimido es lo se-
xual, o que el simbolismo es fundamentalmente simbolismo
sexual?
Se sabe que, a menudo, se ha hablado de pansexualismo para
'
caracterizar la teoría freudiana. Es un término polémico, un
término que entraña un ataque contra Freud (o, asimismo,
una defensa contra la sexualidad), y que se traduce y explicita
en esta formulaéión: todo se reduce a la sexualidad. Es lo que
se oye decir con frecuencia, no sólo en los debates teóricos
o en la historia del movimiento psicoanalítico, sino también
en cualquier consulta previa a un análisis: "Sí, el psicoanáli-
sis freudiano es muy razonable, pero me suscita algunas reti-
cencias contra él; preferiría a alguien que no fuese estrictamen-
te freudiano, porque ustedes reducen todo al sexo". Dentro
de la orientación pansexualista, enuncio la tesis atribuida a
Freud: todos los fenómenos humanos de carácter psicológi-
co o sociológico tienen una significación sexual, y puede
explicárselos íntegramente por las pulsiones sexuales y sus
trasformaciones; éstas apuntan, evidentemente, a determinados
fenómenos: por. ejemplo, lo que el psicoanálisis denomina
"sublimación". Incluso cabe citar otra formulación: todo lo
que ocurre en el psiquismo podría deducirse únicamente de
la sexualidad.
Sin querer ser demasiado quisquilloso en materia de etimo-
logía, pienso que hay, no obstante, motivos para reflexionar
24
hasta cierto punto sobre el prefijo "pan" (todo) del término
pansexualismo, ·porqué ese ''todo'' puede. ·querer decir dos ·
cosas (vinculadas en estas dos afirmaciones): todo el psiquis-
me se explica únicamente por la sexualidad; por lo tanto, la
sexualidad está en_ todas partes; y, en segundo lugar, la sexua-
lidad explica todo por sí sola. Freud reaccionó a menudo
· contra estos ataques. Su respuesta permanente es la ·que sigue
(léjos de mí la intención de afirmar que las respuestas de Fr~ud
en este terreno son cabalmente satisfactorias. Pienso que tam-
bién en este punto sobran motivos para interpretar al propio
Freud, para ver más lejos, para descubrir las intenciones y las
exigencias ocultas· detrás ·de una polémica en la que suele
hallarse, hay que decirlo, incómodo). La cito textualmente:
"La sexualidad no· es lo únicorjamás hemos dicho tal cosa. El
conflicto, la noción ·misma de conflicto, nos impone el hecho
de que hay dos fuerzas enfrentadas. Siempre hemos sido dua-
listas, es decir, siempre hemos dicho que existe la sexualidad
y, además, otra cosa que se opone a ella, se trate del yo, la au-
toconservación o, en otro momento, la pulsión de muerte".
,J:i Esta respuesta, que es, por supuesto -ya que alega ser ino-
'Í
\\
~·
cente-, limitativa (cuantitativamente, la sexualidad no es un
f.
1
todo), no tiende a disminuir la repercusión de la sexualidad
sino, por el contrario, a pres<!rvarla. Y la prueba a contrario
de ello la tenemos en las doctrinas que, precisamente, estable-
cen que la sexualidad es todo, pero que pasan de la sexualidad
a la libido, de la libido a la energía psíquica y, por qué no,
de !a energía psíquica al gran "pan"; por supuesto, esto tiene
literalmente la apariencia de un pansexualisrno, pero en rigor
termina por eliminar completamente el sentido específico de la
sexualidad. En este punto me refiero en especial a la escuela de
Jung, que rechaza terminantemente el dualismo freudiano para
proponer, en cambio, una única energía psíquica, a la que lla-
ma, claro está, libitlo. Recordemos el título de su primer li-
bro importante: Metamorfosis y símbolos de la libido. Pero,
justamente a través de sus metamorfosis y símbolos, la libido
termina por no ser más que otro nombre para la energía psí-
quica, de manera que lo que podría denominarse, con un neo-
Iogis::no horroroso, "panlibidinismo", remata en una completa
desexualización de la teoría. Contamos a este respecto con un
25

gran número _de textos, como por ejempl9 una cart::t de Freud
a Claparedé:-·Al presentar una obra de Freud, Claparede sostie-
ne, precisamente -para la crítica, por lo demás-, la idea de
que Freud es pansexualista (se hallará la mención a esta corres-
pondencia, que data de 1921, en S. Freud, Obras Completas,
Standard Edition, tomo XI, p. 214 ). Claparede hace esta críti-
ca a Freud: "El instinto sexual es el móvil fundamental de to-
das las manifestaciones de la actividad psíquica". Como se ve,
volvemos a dar con la noción de pansexualismo .. No obstante,
Freud responde: Os engañáis sobremanera; no soy yo, sino
Jung quien asimila la libido a la fuerza pulsional de todas las
facultades humanas, y él es quien, de manera concomitante,
por una parte asimila la libido a esa fuerza general, a esa fuerza
vital, pulsional, y por la otra, combate la naturaleza sexual de
la libido. Así, pues, cuando decís que soy yo quien pone a la
sexualidad en todas partes, hacéis una mezcolanza: "Tomáis de
mí la naturaleza sexual de la libido (a lo que Freud no está
decidido a renunciar a ningún precio]* y de Jung su s~ptido
generalizado". ; más, se quiere medir las desviaciones, es necesario referirse
Ya vemos que la respuesta más explícita de Freud es: ·''Os
equivocáis; leed lo que escribo: soy dualista". Es una respuesta
formulada con irritación, pero cuyo sentido latente, si no ocul-
to, es que justamente, mediante ese dualismq, Freud entiende
defender a ·la sexualidad contra esas insulseces. (tipo Jung) y
quizá también contra toda psicología psicoanalítica que sólo
se refiera a términos desexualizados. Esto lo vemos. ahora. to-
dos los días en la literatura de inspiración analítica. Términos
co~o apego, relación, protección, dependencia, etc., son, -por
supuesto, válidos dentro de determinado campo; pero cuando
comienzan a ser los únicos que se emplean, también significan
un abandono de la teoría freudiana de la sexualidad. Pero el
segundo aspecto de la respuesta de Freud no es tan sólo el de
"no soy culpable de lo que me acusáis". Es el de mantener el
otro sentido, recién mencionado, del prefijo "pan": la sexua-
lidad no es todo, desde Juego, pero está presente en todos los
niveles del ámbito psicoanalítico. Está en todas partes, y con
• Toda vez que, dentro de una cita, aparece una frase entre corchetes. se trata
de un comentario de Jean Laplanche. (N . .del R. T.]
26
.
:~~ .:~·-
esto quiero decir que desde el' principio hasta el fin de la obra
; treudiana se plantea a la sexualidad como lo reprimido funda-
mental, incluso como lo único que· se reprime. .
Ya he tenido oportunidad de referirme. al. libro· de Serge
Moscovici titulado El. psicoanálisis, su imagen y su público,
qúe. es una indagación psicosociológica sobre la difusión y las
distorsiones (¿con respecto a qué? Es evidente que se necesita
ser ortodoxo para cometer una distorsión) del psicoanálisis en
el mundo contemporáneo, especialmente en. Francia. El libro
incluye un prólogo muy interesante de Daniel Lagache, que,
por su parte, se opone a la idea de que el freudismo .es un pan-
sexualismo, e incluso a la idea. de que la sexualidad -en el se-
gundo sentido que he señalado- esté en todas partes. He aquí
lo que dice Lagache en su prólogo (op. cit. p. 9)': "Al esforzar-
se por sacar a luz, la. distorsión del psicoanálisis en la imagen
que de él se hace el público, Moscovici se refiere a un modelo
psicoanalítico centrado en la libido". Efectivamente, si se quie-
re hablar de. distorsión, hay que hablar de normas; y si, ade-
a cierta imagen verdadera. Por lo tanto, Moscovici se refiere al
1! modelo que centra el psicoanálisis en la libido, y Lagache
continúa: "Si realmente, como Jo sostengo, el conflicto de-
fensivo constituye el elemento esencial y constante. de la antro-
pología analítica, la centración del psicoanálisis en~ la 'libido
ya es una distorsión propia de ciertos momentos o de ciertas
formas de la representación social del psicoanálisis". De este
modo vemos, pues, que Lagache toma una posición muy
clara contra la idea de que la sexualidad ocupa un lugar fun-
damental én el psicoanálisis. "Históricamente -continúa-,
podemos intentar señalar esos momentos. Un primer hecho es
que la centración del psicoanálisis en la libido constituye un
. rasgo del período heroico del psicoanálisis; el descubrimiento
·.freudiano del papel de la sexualidad en la patogenia de las
neurosis y en la existencia humana ha impresionado los espí-
ritus y dado a la práctica y la investigación una orientación
sistemática y a veces hasta tendenciosa. Es un hecho corriente.
Cada vez que una idea nueva sorprende al psicoanalista, el
descubrimiento induce a éste a multiplicar sus aplicaciones.
Ley muy conocida por la psicología genética: en el curso del
27
 desarrollo del niño, una capacidad recién aparecida es explota-
da insistentemente."
Según el prólogo, pues, la primacía de la sexualidad queda
reducida a un momento transitorio de entusiasmo y juventud,
a un momento del período heroico. . uno se defiende. El Compendio comienza, pues, a desarrollar
Desde luego, no es cuestión de negar que esta concepción
nace en el período heroico. Ya me he permitido remitir a las
cartas escritas a Fliess, justamente las .cartas del período
heroico de descubrimiento del psicoanálisis [Los orígenes del
psicoanálisis]. En esos "orígenes" encontrarnos con suma fre-
cuencia la idea de que, en el caso del conflicto (tomo como
ejemplo un pasaje de la carta 18, en la que se trata el conflicto
en general), uno se defiende (das abgewehrte) siempre de la
sexualidad. Aquí, Freud. efectúa de manera explícita una vin-
culación completamente ·intrínseca entre dos elementos que
Lagache pretende disociar, o con respecto a los cuales piensa,
en todo caso, que habrán de disociarse posteriormente: por
una parte, la teoría del conflicto; por la otra, la omnipresencia
de la sexualidad en la esfera de lo reprimido.
Esta es, si se quiere, una comprobación; pero de la compro-
bación nace una exigencia explicativa. Cito otro pasaje, en el
que también habremos de insistir; se trata del Proyecto de una
psicología para neurólogos, donde, en los primeros párrafos
de un capítulo sobre psicopatología -que desarrolla, precisa-
mente, una teoría muy elaborada del conflicto en su relación
con la sexualidad-, encontramos esta frase de Freud: "Debe
de existir algún otro atributo de las representaciones sexuales
para explicar por qué sólo ellas están expuestas a la represión".
Tenemos, pues, el hecho: "Sólo las representaciones sexuales
están expuestas a la represión"; es de nuestra incumbencia
buscarle ~na explicación intrínseca en los caracteres mismos de
la representación sexual. Se trata, por supuesto, del período
heroico. Pero vayamos ahora al otro extremo de la obra de
Freud; se trata de un escrito que tampoco se publicó en vida
del autor (aunque por otras razones; es decir, sencillamente
porque a la muerte de éste se hallaba inconcluso): Compendio
del psicoanálisis. En un primer momento, esta obra parece dar
la razón a quien afirma que en adelante el psicoanálisis se ha
liberado de tal o cual contenido, para proporcionar, en cam-
28
bio un modelo general abstracto, o sea, un modelo psicoló-
~g¡có (insisto en este término) e incluso psicologizante del con-
flicto en general, sean cuales fueren los adversarios en éste,
·en todo caso, sea cual fuere el agresor, aquel contra el que
0
durante páginas y ·páginas un modelo de ese conflicto. Conoce-
mos grosso modo a los protagonistas. Por un lado, el "ello",
lá.s exigencias instintivas pero innominadas, las exigencias pul-
sionales ·(no se hace referencia a tal o cual pulsión en particu-
lar); por el otro, el "yo", Jt:lnto con las exigencias del "super-
yó". Por último, toda una tópica y toda· una estrategia que, en
efecto, puede ser descrita sin referirse en momento alguno al
hecho de que la sexualidad está presente en el plano de las exi-
gencias pulsionales. Pero·; tras haber expuesto ese modelo teó-
rico, Freud se rectifica para decir que, de manera casi univer-
sal, la sexualidad siempre está ligada con lo reprimido. Freud
insiste en algo que ya dijo en diversas oportunidades, incluso
en un texto como el Compendio, en el que habla de la pulsión
de muerte. Esto plantea el problema referente a saber qué es la
. pulsión de muerte. ¿Acaso es algo próximo a la sexualidad, o
algo no reprimido?
Así, pues, pese a haber expuesto en el Compendio del psi-
coanálisis que no hay una sola pulsión, sino por lo menos dos
clases -las pulsiones sexuales o Eros, y las pulsiones de muer-
te-, vuelve a formular la vieja idea del período heroico: la se-
xualidad está siempre del lado de lo reprimido; siempre se la
encuentra allí. Y existe -dice- una laguna entre la teoría y
la experiencia (vemos que, una vez más, toma a la "teoría",
en su sentido más abstracto de mecánica psicologizante). Aho-
ra bien, Freud intentó más de una vez establecer un puente
entre esa teoría psicologizante y la experiencia. Y en el mismo
Compendio encontramos indicaciones teóricas intrínsecas.
Freud retoma la respüesta a la pregunta que se formulara ya
en 1895, más de cuarenta años atrás; debe de existir en la re-
presentación sexual un rasgo específico que la convierte en lo
reprimido privilegiado. Y da indicaciones, por supuesto frag-
mentarias y parciales (no hace una teoría), que se relacionan
esencialmente con la gran diferencia entre la sexualidad hu-
mana y la sexualidad animal. Señala también_ -y creo que esto
29

es interesantísimo, aunque se trate de ideas en estado de. ges~
tación- un Jactar tefupofal, es "deCir' el carácter ternporal.
de la sexualidad humana como diferente de la sexualidad ani·
mal; por ejemplo, el hecho de que la sexualidad humana no
esté ligada a épocas de celo, como lo está la del animal. Por
consiguiente, Freud busca la esencia de lo que designa como
sexual y, a la vez, la raíz del conflicto defensivo, eh esa carac-
terística diferencial y, para decirlo de una.vez, en una especie
de perversión de la .sexualidad humana con respecto a un mo-
delo del instinto sexual animal. ¿oe qué modo se relacionan la
esencia de la sexualidad y el conflicto defensiyo? Es~o es lo
que procuraremos investigar, si no delimitar por completo.
Mientras tanto, vuelvq ahora, tras esta especie de preámbulo
a la primacía sexual, a la. experiencia de Freud, puesto que an-
tes que nada, y a pesar de todo, la primaCÍa· de la sexualidad
es en el psicoanálisis la primacía de un hecho, de un descubri-
miento, y no la primacía de una ,teoría . Este descubrimiento
abarca por lo menos el perí.odo 1890-1900, y culmina en
1905, con la publicación de Tres f!psayos sobre una. teoría
sexual Esquel_Iláticamente, se puede decir que se produce ~n
tres dominios, en tr~s campos de experiencia. En primerlugar,
en el campo de la histeria; _de manera más general, está .cla.;ro,
en el campo de las neurosis en conjunto. _Pero,: en resumü:las
cuentas, la histeria ocupa en ese momento un ·lugar indiscu-
tiblemente privilegiado. en d. campo de la,s ,neurosis. Ofre?-CO;
simplemente 'por razones de comodidaq, ~Jgunos puntos-dere~
ferencia. De 1887 a 1889, Fr.eud realiza los primeros trata~
miemos por hipnosis; a partir de. 1889; retoma el método
catártico de Breuer; en 1895 redacta Estudios sobre la histeria,.
a los .que nos referiremos más. de una vez; en 1900 publica
"Análisis fragmentario de una histeria" (caso Dora). Por lo
tanto, el primer campo de experiencia donde se revela la pri~
macía de la sexualidad es la histeria. El segundo campo es el
de las neurosis actuales, es el de la teoría de estas neurosis pa-
ralela a) trabajo sobre la histeria, ya que el gran período de
esta teoría es el de 1892-1895. Por último, el tercer campo:
el autoanálisis de Freud y la teoría de los sueños, difícilmen-
te disociables entre sí, pues la teoría de los sueños fue elabo-
30
rada esencialmente sobre la base del autoanálisis de los sueños
:d~l: propio freuq; _Tenemos, pues, una fecha, yá menciouada
a.propósito de la placa que Freud deseaba ver fijada en el lugar··
an que había llevado a cabo su primer análisis de sueños, el
sueño de la inyección aplicada a lrma en 189 5, y luego, a par-
tir de1897, el autoanálisis sistemático de Freud.
Al comienzo, el descubrimiento de la sexualidad va a la
par del perfeccionamiento del método psicoanalítico en el
análisis de los histéricos. E insisto una vez más en·la dificultad
de realizar un señalamiento meramente cronológico. Además
de las dificultades fundamentales, que traté superficialmente a
propósito de la noción. de historia en psicoanálisis, tenemos en
el citado período. dos tipos de documentos: por una panc.los
documentos publicados -artículos y libros-, y, por la oua, la
famos_a ·correspondencia y los manusc;ritos, que sólo se puYica~
ron posteriormente. Entre ambos tipos se intercala el desajuste
que puede haber entre el momento de'-Ia redacción y la salida
de la .,imprenta, pero en este caso el desajuste .se acentúa aun
más por el. siguiente hech_<?: Estudios sobre la histeria se publi-
ca en 1895; es.obra conjunta de Breuer y Freud, pero en el
momento de concretarse la publicación, y desde algunos años
atl-ás, Freud y Breuer estaban distanciados (en las canas a
Fliess encontramos la referencia a este re~pecto). El conflicto
entre ambos-reside precisamente -y de manera apenas encu-
bierta-. en el problema de la. sexualidad y su primacía. Por
consiguiente, Estudios sobre la histeria representa; en mis de
un aspecto, una especie de compromiso personal entre dOs au-
tores, que han .trabajado en común durante cierto tiempo, que
han decidido publicar un libro y que, en el momento de pu-
blicarlo, ya no están realmente de acuerdo; esto quiere decir
que Freud se halla a la sazón mucho más lejos, en lo que atañe
a la se:Xualidad adulta, de lo que aparentemente está en Estu-
dios sobre la histeria, en 1895, y que incluso su descubrimien-
to, que tiende mucho más a retrotraerse a la sexualidad infan-
til, ya existe en áq.uel momento. Ahora bien, en Estudios so-
bre la histeria apenas se alude a esto, o no se lo trata en abso-
luto.
Hace unos instantes me refería al segundo campo, el de
las neurosis actuales. Si leemos las cartas dirigidas a Fliess
31
durante ese período, digamos, 1893-1894-1895 -justo antes
de ia publicación de Estudios sobre la histeria-, a-dvertim~s
que Freud no habla, o poco menos, de la histeria, y que insis-
te en cambio en seguir adelante por el camino de las neuro-.
sis actuales. Parecería que traslada su interés por el descubri-
miento de la sexualidad a un cainpo menos obstaculizado, me-
nos hipotecado, donde se sentiría más cómodo que en el de
la histeria, sobre la cual, justamente, está a punto de publicar
un libro con··Breuer.
Freud define las neurosis actuales como neurosis que,
opuestamente a ·las de trasferencia, tienen su etiología y su
mecanismo en acontecimientos actuales, en una supresión
actual, podría decirse, de la sexualidad (empleo el término
de supresión y no el de represión),. porque no sólo implica la
actualidad del acontecimiento e incluso de lo social, sino tam-
bién la actualidad del .cuerpo. Las neurosis actuales se tradu-
cen esencialmente en síntomas corporales. Quiero decir que,
en la actualidad, tendemos mucho menos a aislar e identifi-
car el campo de las neurosis actuales, y mucho más a desman-
telarlo, .en parte en beneficio de las neurosis a secas, y en parte,
y cada vez más, en provecho de lo que se denomina psico-
somático.
Las dós neurosis actuales descritas por Freud son: 1) la
neurosis de angustia, caracterizada esencialmente por una an-
gustia no psicologizada, podríamos decir, en estado bruto, no
ligada a objetos, o en todo caso sólo secundariamente ligada
a objetos que suscitan miedo; 2) lo que ya Beard, antes de
Freud, había identificado con el nombre de neurastenia,
con todo un cortejo de perturbaciones somáticas de tipo de-
presivo, como cefaleas, raquialgias, etcétera.
Ahora bien, en el campo de las neurosis actuales Freud
innovaba, quizá, menos de lo que se cree -pienso que habría
que hacer una indagación al respecto- cuando ponía en pri-
mer plano la etiología sex\,lal, admitida tal vez en círculos dis-
tintos del suyo. En todo caso, era más conVincente por el he-
cho de estar más ligada con el presente, de modo que podía
disponerse de cierto número de fenómenos de supresión sexual
o de sexualidad desviada, eventualmente capaces de explicar
en última instancia los síntomas. Freud realiza en esa época
32
una serie de investigaciones. No son psicoanálisis, sino -para-
.idamenxe a.: su .tra.b:~.jo analítico- entrevistas muy breves. con
las que intenta formarse un legajo de casos de neurastenia y
neurosis de angustia. No se trata sólo de que tenga prisa en for-
mar un legajo; también piensa que, en los casos en que la etio-
logía tiene su raíz- en el presente, no hay razones para admi-
nistrar una terapia analítica, para ir muy lejos, pero sí, a me-
nudo, para buscar sencillamente un comportamiento sexual
actual que debe ser corregido o, en todo caso, elucidado.
De la teoría de las neurosis actuales nace toda 'una serie
de conceptos que serán reformuhidos tiempo >después en la
teoría general; por ejemplo, el concepto de libido; o lo que se
denomina primera teoría. de la angustia, o incluso conceptos
como elde acción específica; a esta última se la define como
una acción, como una especie de montaje instintivo destinado
a proporcionar la descarga satisfactoria, esencialmente en el
campo sexual.
No examinaré los pormenores de la teoría de las neurosis
actuales; el esquema más general estriba en la idea de que en
1\ls neurosis actuales hay una excitación sexual insatisfecha, o
imperfectamente satisfecha, que desemboca en una. retención
de la libido o en una estasis libidinal (tomamos el término de
estasis de la medicina, como se habla de estasis de tal q cual
humor). Esa libido, esa excitación sexual no satisfecha, parece
trasformarse directamente -insisto: directamente- en angus-
tia, o bien encontrar de manera directa, no diré su expresión
siquiera, sino su consecuencia en malestares somáticos como
los de la neurastenia.
Esto cala más hondo que la aseveración de que se trata
simplemente de una sexualidad no satisfecha. Q~iero decir que
hay aquí dos planos delimitados por Freud. De otro modo c;e
diría que, al fin y al cabo, aun en la teoría freudiana de la ;~,p­
gustia histérica, por ejemplo, la energía básica, que sirve :de
motor y que alimenta los síntomas, es también la libido no
satisfecha. Pienso que la teoría analítica no ha cambiado un
ápice con respecto a este punto teórico. En cambio, lo dife-
rente en la teoría de las neurosis actuales es el hecho de co~si­
derar que la angustia no sólo es una libido insatisfecha sino
además una excitación sexual que no está psicologizada siquie-
33
ra. Y el término fundamental, tanto para comprender esta
teoría en particular como la teoría psicaarialítica en conjunto,
es el concepto de elaboración psíquica, o sea, el hecho de que
una excitación se incor.pora al circuito representativo y se hga
con representaciones, es decir, entra en el dominio especí-
fico del análisis, de las fantasías, o bien, para emplear un tér-
mino muy similar puesto en vigencia por Lacan, de la simbo-
lización. Elaboración psíquica no es otra cosa que simboli-
zación. Por lo tanto, en la neurosis actual se produciría, se-
gún Freud, un cortocircuito en el nivel psíquíco; no habría,
pues, vinculación entre la sexualidad y las repre~entaciones;
sino directamente una sexualidad que, :inhibida en el plano
mismo de su descarga somática, hallaría directamente una
expresión igualmente somática. _Qui~~o decir que la angustia
es una expresión evidentemente somática. Hasta tal punto,
que es dable encontrar expresiones de esta clase que pueden
parecer paradójicas y poco comprensibles si no se. tiene en
cuentá que lo que falta en las neurosis actuales es la libido.
Lo que acabo de decir parece indicar que hay, por el contra-
rio, un excedente, úna estasis, que existe un monto muy gran-
de de libido insatisfecha; que se descarga en angustia o en los
síntomas ·más diversos. Pero Freud·dice, a propósito de las neu-
rosis actuales, que hay una ausencia de libido. Entiéndase
que, a este·respecto, Freud denomina libido justamente a la
excitacion sexual elaborada psíquicamente.. Por lo tanto, es
un excedente de excitación somática -no digamos libido,
para no embarullar más las ideas- que no consigue abrirse
paso en el nivel psíquico y convertirse en libido psíquica.
El sujeto que padece una neurosis actual vendría a ser, pues,
alguien que no está siquiera, por así decirlo, en el nivel del
neurótico, alguien que no ha efectuado el gasto psíquico re-
querido para tener un conflicto psíquico. Esto puede parecer
un poco extraño, pero a pesar de todo me siento obligado a
decir que, aun hoy, la teoría psicosomática de la que hablaba
hace unos instantes ha recurrido a veces a la idea de que jus-
tamente lo psicosomático es tal vez un dominio donde se pro-
duce una especie de cortocircuito de la elaboración psíquica.
Esto se expresa en algunas oportunidades con la idea de que en
los trastornos psicosomáticos hay una falta, una ausencia de
actividad de la fantasía.
34
"~·iJ~~bfrezco a título de cuadro, para fijar las ideas, la gran oposi-
7i'(i;tión establecidayor Fre_u._de~ esta época y quehabría de sub-
. sistir en el conjunto del campo de las neurosis, es decir, la opa-
-- sicíón entre neurosis actuales y psiconeurosis: la, subdivisión
de estas últimas en neurosis· de· trasferencia y neurosis narcisis-
tas es posterior, ya que en la época a que nos referimos no está
presente la noción de narcisismo; corresponde, en términos
·muy generales, a la distinción neurosis-psicosis, o, en todo ca-
so, a una pan:e de las neurosis igualmente descritas y denomi-
nadas neurosis narcisistas. Pero lo importante es la oposición
entre las neurosis actuales y las psiconeurosis. Está claro que
lo que llamarnos neurosis -la histeria,· por ejemplo:- es una
psiconeurosis, o sea, una neurosis en la que el conflicto se pro-
duce en el plano psíquico.
Para resumirla. oposición en el plano etiológicp en primer
lugar, digamos que en un caso es la oposición de acontecimien-
tos actuales que ejercen efecto por su actualidad misma, y en
el otro, por el contrario, la repercusión de acontecimientos pa-
sados, o sea simbolizados, reactivados por la acción de deter-
minado elemento actual, relativárnente contingente. En ambos
casos hay, por supuesto, un elemento actual, pero vernos que
su función es muy diferente en uno y otro. Podría decirse que,
en el primer caso, el elemento actual actúa por su impacto
mecánico, mientras que en el segundo sólo lo hace reactivando
un conflicto o un elemento del pasado. ·
Desde el punto de vista patogénico, del mecanismo más
general, en un caso tenernos el hecho de que una fuente de
excitación somática no puede expresarse simbólicamente, y en
el otro, en cambio, el conflicto ocurre por completo en el nivel
psíquico, es decir, en el nivel de elementos ya elaborados o
simbolizados. Por último, en el nivel de la formación de los
síntomas, ésta es puramente somática en un caso; habría, pues,
trasformación directa de la excitación en angustia o en otro
síntoma, cuya significación el psicoanálisis no puede elucidar
de manera radical porque es incompetente para interpretar
los síntomas de la neurosis actual; parece que éstos no son
interpretables. En cambio, en el caso de las psiconeurosis, la
formación de los síntomas debe de llevarse a cabo en el nivel
psíquico, esto es, siempre con una mediación simbólica, en
35
 cuyo caso el síntoma es expresión y lenguaje y, por consiguien-
te, interpretable. . te, en comprenderlo a través de la teoría de este particular
Claro está, se trata de una oposición muy esquemática. El
propio Freud no le dio jamás el carácter de una oposición radi-
cal que permitiese decir: "Fulano tiene una neurosis actual, y
Mengano, psiconeurosis pura". Es una oposición entre dos cla-
ses de neurosis, pero ambas guardan siempre cierta correlación,
cierta intrincación mutua. Puede decirse que Freud alimenta la
idea de que existe en un individuo una intrincaciá'n constan-
te entre factores actuales y factores de índole psiconeurótica,
intrincación que puede revestir diferentes modalidades; la pri-
mera de éstas es que el síntoma actual constituye el punto de
partida, el núcleo de la psiconeurosis. A la inversa,. otra modali-
dad consiste en que un cuadro sintomático con síntomas ac-
tuales -es decir, en el que aparecen esencialment~·o bien an-
gustia, o bien una especie de fatiga, o bien síntomas difusos de
carácter neurásténico- se origina, al fin y al cabo, en conflic-
tos de índole infantiL O, por último, la modalidad de que una
neurosis de trasferencia, esto es, una psiconeurosis, pueda en
determinadas circunstancias, acaso al cabo de cierto tiempo y
con una especie de enquistamiento, desembocar en síntomas
no específicos.
Sea cual fuere, pues, la intrincacióri, lo importante consiste
en que lo actual siempre se situará, con respecto a las neurosis
llamadas de trasferencia o las psiconeurosis, como algo ajeno
a la esfera analítica, en el sentido de que compete al campo de
lo reprimido, es decir, está fuera del campo del simbolismo.
Creo que también aquí hay una correlación acerca de la cual
habrá que insistir: se trata de la necesidad de que haya habido
simbolización para que un elemento sea reprimido (en el sen-
tido estricto del término), es decir, para que se convierta en un
elemento inconsciente. Por eso empleé hace unos momentos, a
propósito de las neurosis actuales, el término de supresión y no
el de represión.
Y para pasar ahora a algo mucho más actual o, en todo ca-
so, mucho más reciente, voy a referirme a Reich, quien, en su
cada vez más acentuada divergencia con Freud y con el movi-
miento psicoanalítico, llegó a hacer hincapié, de manera esen-
cial y antes que nada, en el mecanismo de las neurosis actuales.
36
Uno de los modos de comprender a Reich consiste, justamen-
sector del campo neurótico descrito por Freud, pero que nun-
ca adquirió para éste una verdadera independencia·. Para Reich,
en cambio, lo~ elementos actuales no son sólo elementos que
puede~ ser desencadenantes, sino además determinantes de la
neurosis.
Tras el anterior paréntesis sobre las neurosis actuales, he de
sesuir con la introducción de algo que gira en torno del descu-
bnmiento de la sexualidad en las psiconeurosis, haciendo al-
gunas referencias temporales (una vez más, sin embargo, ten-
go sumo interés en que se las tome únicamente c;omo medios
poco menos que mnemotécnicos). A grandes rasgos, podemos
establecer tres períodos:
1) El período de descubrimiento de la sexualidad en las
psiconeurosis se extiende hasta 1895; se da particular rele-
vancia a la sexualidad adulta, y, junto con el descubrimien-
to de la. sexualidad y _el de su papel fundamental en las psi- '
coneurosis se descubren, claro está, el método psicoanalíti-
co, el inconsciente, la defensa y la represión. Pero este perío-
do se caracteriza por el hecho de que hay poca o ninguna teo-
rización explícita entre estos dos aspectos: por una parte, el
descubrimiento de la sexualidad en los contenidos aportados,
digamos, en los psicoanálisis; por la otra, el descubrimiento
del inconsciente y del conflicto.
2) En un segundo período, al que podríamos situar apro-
xímad'amente desde fines de 1895 hasta el otoño de 1897,
prosigue el descubrimiento de la sexualidad; proseguirá mu-
cho IT!ás allá, aun, y entre 1900 y 1905 nada habrá llegado
aún a su consumación en el pensamiento freudiano. Pero,
no obstante, se ha dado un nuevo paso: remontarse cada vez
más en los recuerdos, y, al mismo tiempo, descubrir el papel
desempeñad o por la sexualidad infantil. Paralelamente se. des-
cubre algo importantísimo: la relación entre ambos aspectos,
o sea, entre el contenido, por así decirlo, y el mecanismo,
una teorización del hecho de que existe una razón para que
la sexualidad aparezca siempre y constituya lo reprimido. A
esta teorización se la llama teoría de la seducción.
37
,~ ..

• 1

.· 3) Por último, con posterioridad a 1897, el período de 11

abandono-aparente (y creo que también a este respecto habrá LA SEXUALIDAD EN LOS
mucho que decir) de la teort'a de la seducción.· ORIGENES DEL PSICOANALISIS

Ya he indicado que distingo tres momentos en el período de

los "orígenes" del psicoanálisis: el primero, hasta fines de
1895; el segundo, entre fines de1895 y el otoño de 1897,yel
último, a partir del otoño de 1897.
Como deseo abarc~r al máximo la evolución del peusa-
miento freudiano sobre la sexualidad, sólo puedo hacer dos
sondeos acerca del primer, período; uno· de ellos, muy rápido,
es más bien una referencia a la experiencia de Breuer am
Anna 0., y el otro, algo más extenso, sobre el caso lsabd de
R. Recomiendo leer y releer este último (ambos figuran en
Estudios sobre la histeria). Breuer y Freud colabor"aron en la
redacción de este libro, que se publicó en 1895, fecha que me-
rece algunos comentarios nada ajenos a nuestro propósito.
Los Estudios se componen, por una parte, de un resUJDtn
de observaciones y, por la otra, de un capítulo teórico confia-
do a Breuer y de un capítulo sobre la psicoterapia de la histe-
ria, . confiado a Fre'Qd. (En rigor, es igualmente un capíQtlo
teórico; Freud no podía dejarle a Breuer, ni aun con el título
de "Consideraciones teóricas", toda la responsabilidad de for-
mular la teoría de su descubrimiento.) El primer caso fuerra-
tado por Breuer; los otros casos pertenecen a Freud. El de
Breuer es un caso muy antiguo; lo trató de 1880 a 1882, osea,
trece o quince años antes de la publicación. Prácticamen~ es
el único caso de Breuer que quedó en los anales, y hay buenas
razones para pensar que es verdaderamente el único caso que
realmente retuvo su atención. Por lo tanto, Freud oyó hablar
38 39
 con sumo interés del caso Anna o. en 18'82, mucho antes de
que éí mismo aplicara el método denominado "catártico",.
método propio de Breuer y que se empleó en el caso Anna O.
En el ínterin, Freud llega a París para ingresar en el servicio
de Charcot, al que intenta hablar acerca de esa cura; pero Char-
cot no se interesa. En resumen, Freud abandona el asunto du-
rante siete años, puesto que sólo comienza a aplicar el método
catártico en 1889; sus casos, publicados en los Estudios, se
escalonan entre 1889 y 1893. Al revés de Breuer, tiene en esa
época numerosas pacientes histéricas, y resulta evidente que
gracias a esa experiencia evoluciona el método freudiano y se
descubre el psicoanálisis como método. Freud abandona fun-
damentalmente los medios hipnóticos, e incluso otros medios,
como el de la sugestión, a los que había recurrido en algún mo-
mento. En el caso !sabel de R. emplea aún, aunque con una
frecuencia y una sistematización cada vez menos marcadas, el
método hipnótico, o el método de la sugestión (consistente en
formular preguntas a la paciente, o ep. decirle, por ejemplo:
"En este momento, usted ha de estar pensando en algo impor-
tante", etc.). Bajo su influencia deja hablar a sus pacientes
-justamente, a Isabel-; a menudo ellas le reprochan que él no
haga lo mismo.
Freud se halla, pues, en plena evolución desde el punto de
vista metodológico cuando logra que Breuer se decida a publi-
car con él los Estudios. Para Freud, esa publicación no es más
que un momento dentro de su evolución. Es una recapitula-
ción de experiencias escalonadas en el tiempo, y el año en que
aparece el libro -1895-, Freud ya las dejó atrás. Esto se sitúa
para él en una curva, y en 189 S prácticamente ya no hac.e
bu~nas migas con Breuer, para quien, contrariamente a Freud,
los Estudios no constituyen una especie de instantánea dentro
de una evolución sino, a decir verdad, un alto en el camino.
Aconsejo, al respecto, leer los dos prólogos que contiene la
segunda edición. En 1.908 se agota la edición de Estudios;
Freud ha adquirido notoriedad y solicita a Breuer autorización
para hacer una nueva edición del libro. Breuer accede, y ahora
contamos con dos prólogos breves: uno de Breuer y el otro de
Freud. Breuer deja sentado que para él se trata de un alto y
que desde entonces no ha vuelto a preocuparse por el tema;
40
pide, lisa !'.llanamente, que las ~o~as sean. reeditada~ como lo
· fúeron ongmalm'ente. Declara que, ·a-paror de la pnrnera edi-
ción, no ha seguido en absoluto el movimiento fr<:!udiano, que
ha dejado de adherir al pensamiento de Freud y que incluso se
ha dejado arrastrar más lejos de lo que su convicción lo autori-
zaba. Deja entender esto rnuch9 an~es de 1908~ Hay un episo-
dio bastante divertido cuyo relato se encuentra én una carta in-
cluida en Los orígenes del psicoanálisis (la número 3 5, del 8 de
noviembre de 1895). Cito el pasaje correspondiente. Freud es-
cribe a su amigo Fliess: ''No· hace mucho, en el Colegio de Mé-
dicos, Breuer pronunció un gran discurso sobre mí, presentán-
dose como un convertido a la creencia en la etiología sexÚal
[vemos, pues, que el problema sexual está en el centro del de-
bate Breuer-Freud]. Cuando se lo agradecí privadamente, me
i:nalogró el placer diciendo: 'iPero si de todos modos yo no
creo en nada de eso!'. ¿puedes comprenderlo? Yo no".
Qué ambigua es, pues, la mencionada fecha de 1895. Para
Freud es un movimiento progresista; para Breuer, no sólo un '
alto, sino además un retroceso. Y para Freud, tal cual lo indica
en su prólogo de 1908, todo se encuentra ya en germen en los
Estudios (creo que este es. •. por lo demás, el interés que reviste
una atenta lecnira de -esta obra). "El lector atento -dice
Freud- hallará en germen .en este libro todo cuanto posterior-
mente se ha añadido a la teoría catártica: el p~pel del factor
psicosexual, el del infantilismo, la significación de los sueños y
el simbolismo de lo inconsciente." Hay en ello un verdadero
resumen de los puntos que van a ser dogmáticos, doctrinarios,
y con respecto a los cuales Freud nunca transigirá: d papel de
la sexualidad y el de lo inf-antil -es ~ecir, naturalmente, el
problema de los recuerdos y de la sexualidad infantiles-, la
significación de los sueños, el simbolismo de lo inconsciente:
está todo. Para Breuer hay en ese momento un bloqueo abso-
luto; que se traduce en el hecho de no adherir a lo que él.
mismo dice en público.
Ahora bien, en este curso intentamos demostrar que exis-
te una intrincación esencial entre diferentes elementos -en mi
opinión, tres:-; es menester demostrar que ninguno de ellos
puede prescindir ae los otros: la sexualidad, el inconsciente y'
por último, el n:étodo y el campo propios del psicoanálisis.
41
.¿Hace falta a.grega~_ un_ último elemento, o primero, a pro-
pósito de Anna 0.? SÍ:- el de la trapsferencia. Breuer trope-
zará -ya ha tropezado- con el elemento de la transferencia,
pese a haber tenido un punto de partida deslumbrante.
El caso Anna O.
No tengo la intención de resumirlo. Hay que leerlo Íntegro;
es un caso decididamente apasionante, corno todos los casos
descritos en Estudios sobre la histeria; Se trata de una histé-
rica como muchas de las que entonces se veían, y que pre-
sentaba, por ci_ert(), algunos elementos a los que actualmente
denominaríamos phlapsicóticos; en especial, las alucinacio-
nes. Pero también tenía síntomas de índole completamente
histérica, como parálisis con contractura, trastornos visuales
mal sistematizados o no sistematizados desde el punto de vista
neurológico, y tos n"erviosa. Por otra parte, algo evidentemente
común en aquella -y en esta- época: un aspecto de doble per-
sonalidad ·que se manifestaba en determinados momentos
del día y, en particular, en ciertas horas, en que caía en una
especie de e~tado hipnótico espontáneo o autohipnosis. Por
lo tanto, habia recuerdos diversqs, una personalidad dife-
rente en los fl.omemrs en que no estaba en esa especie de
estado segundó, y momentos de estado segundo en que resur-
gían verda¡jerament.e . contenidos completamente distintos y
una personalidad del· todo diferente., _Y esa autohipnosis,. o
ese estado¡. hipnoide -;:fa que es c~\o;.\'"fu mismo, y se trata de
un término de Breuert, es lo que éste va a utilizar a fondo
en el caso de Anna O. .,
Podemos atribuir a' Anna 0., corno a todas las enfermas
de los Estudios, una parte del descubrimiento del psicoa-
nálisis, con el mismo derecho que asiste a Breuer y al propio
Freud. Anna O. inventa4)o que ella llama talking cure (cura
hablada), que consiste en agotar -a medida que aparece, día
. tras día- la vivencia patógena o patológica. Ese agotamiento,
esa evacuación, podríamos .decir, de recuerdos y de vivencia
patógena, esa liberación, esa descarga, en fin, es lo que Breuer
llama "catarsis" y lo que Anna O. designa muy sencillamente,·
42
ccl\ un término más mgenioso y personal, "lblwllinar la
chimenea~·. . .. -.t
Considero que en el·caso de Anna O.hay úÚioterés y U"n
aspecto muy positivos. Merece ser leído al nliino tiempo
que los casos tratados por · Freud, en la medicli en que las
curas de Freud son mucho más sistemáticas y producen la
impresión de alguien que busca algo y se orientam el sentido
de· su búsqueda. Bre~er, por el contrario, peniinece en el
nivel de las fantasías de su paciente, sin tratar almente de
teorizar ni de reducir a experiencias reales la~ Í31115Ías que se
le revelan; lo imaginado no sale de su propio Dilrl. En este
sentido puede decirs~ que Breuer se anticipa a freud y a los
analistas, mientras q\le ·por aquel entonces Frellll se refiere,
·.... mucho más que .Breuer, a una realidad extel'DI y asedia al
trauma real~ Breuer permanece .en el nivel dé lit que liama-
mos -y espero que tendremos ocasión de definidt- "realidad
psíquica", confiando eri' la dinámiCa o en la diílctica de es-
ta realidad. Pero, como 'contraparte, Breuer se iilntiene ciego ,
· con respecto _a un punto esericial: se niega a ver .. fenómenos
manifiestos de la transferencia y, desde luego,· 1 controlar en
él mismo, o simplemente a señ'alar, su propia -contra trans-
ferencia. Y su rechazo de la teoría sexual no es en el fondo
otra cosa que el rechazo de la transferencia. fa d caso de
Anna O. podemos leer esta breve frasé ~e Braaer: "El ele-
mento sexual se hallaba sorprendentemente p~ acentuado
en la observación". Era una verdadera mentira, -.a escotomi-
zacibn, puesto que el problema sexual ha b'rot36J en la cura,
especialmente al finaliz'ar ésta,· de 'manera diía:ta y extre-
madamente cruda. Nada mejor puedo hacer al respecto que
atenerme a lo que dice Ernest Jones en su biqgmfía de Freud
(Vida y obra de Sigmund Freud, t. 1, pp. 235-36}: "Freud me
ha participado circunst:ancias especiales que rodearon el fin
del nuevo tratamiento, un relato más circunstaciado que el
que ha insertado en ·sus trabajos [porque Freudmismo se re-
fiere a esa fuga de Breuer ante los fenómenos tansferenciales
de su enferma; creo que lo hace, sobre todo, en ..Cincó confe-
rencias"; Parece que Breuer tuvo para con su iateresante en-
ferma 'lo que hoy calificaríamos de contratralllferencia mar-
cada: En todo caso, se hall~a tan absorbido qa su esposa se
43
 ·cansó de no oírlo hablar más que de ese único tema, y, sin
confesarlo, muy pronto experimentG unos celos que la entris-
tecieron y desvelaron. Breuer, preocupado como estaba, tardó
tiempo en advertirlo y. en comprender los motivos de ese
estado de ánimo, que no obstante prov~c6 en él una violenta
reacción, imputable, sin duda, a una mezcla de amor.,y remor-
dimientos. Decidió poner término al tratamiento y comu-
nicó su decisión a Anna 0., cuyo estado había mejorado no.:.
tablemente. Se despidió, pues, de ella; pero esa misma tarde
1olvieron a. ijam~lo, y la encontró muy agitada, más enfer-
1
ma, al parecer, que nunca. Breuer habfa sostenido desde un
primer momento que su paciente era . asexuada. En, ningún
punto de su tratamiento había hecho elia la menor alusión a
un tema tan prohibido. [Breuer decide,. pues, interrumpir el
tratamiento en razón de las repercusiones que tenía toda esa
historia en sus propios sentimientos y, a la vez, en los de su es-
posa.] Pero esta vez la encontró presa de los dolores de un
parto histérico, fin lógico de un embarazo imaginario que
había pasado inadvertido y que se había producido en respues-
ta a los cuidados prodigados por ~reuer. [Por lo tanto, en el
plano de las fantasías, Anna O. se· vio encinta de Breuer, y
fi!)giÓ estarlo.] Aunque profundamente alterado, éste la cal-
mó hipnotizándola; luego, bañado en sudores fríos, huyó
de aquella casa. Al día siguiente, su esposa y él partieron a
Venecia. para pasar· allí una segunda luna de miel, cuyo resul-
tado fue la concepción de una niña... [ ... ] La confirma-
ción de este relato se encuentra· en una carta dirigida por Freud
a Martha (su novia). En ella se cuenta la misma historia en tér-
minos poco menos que idénticos [y Martha reacciona de la
misma manera que la esposa de Breuer]. Martha se identi-
ficó inmediatamente con la esposa de Breuer y deseó que
nunca le ocurriese nada semejante. En su respuesta, Freud
le reprocha la vanidad de que da muestras al suponer que
su marido jamás podría llegar a enamorar a otras mujeres:
'Para eso se necesita ser un Breuer' :•.
Pero veamos un poco la continuación de aquel aconteci-
miento, evidentemente. cómica (aunque de una comicidad
trágica, al fin de cuentas, o que .en todo caso lleva a pensar
en qué es una cura psicoanalític~ y la manera en que se la
44
conducir): "Más o menos diez años .después, en una
; ;>epoca en la .. que Breuer y Freud estudiaban juntos cierto~ .
casos [o sea, probablemente en momentos en que comen-
zaban a redactar juntos los Estudios], Breuer llamó a· Freud
para cons-ultarlo sobre un caso de histeria. Antes de mos-
ti"arle la enferma, describió los síntomas que ésta presenta-
bá, y Freud declaró que los ~Íntomas revelaban de manera tí-
pica una fantasía de embarazo. Breuet no pudo soportar
la repetición de un hecho semejante. Sin pronunciar una
sola palabra, tomó su bastón· y su sombrero y se dio prisa en
abandonar la casa".
Vemos, pues, que, el descubrimiento de la sexualidad
en el análisis o en la cura ·catártica es un descubrimiento an-
.terior a Freud, puesto que Breuer descubrió la sexualidad en
su primera cura, para ignorarla y reprimirla de inmedüito.
Es un punto que compete a la historia, un punto interesante;
pero también deseo, sin embargo, que se reflexione e~ este he-
cho: si hay defensa, quizá no exista sólo por parte de Breuer.
Pensemos en el hecho de que .aquel que se lanzó a fondo en
el plano de las fantasías, esto es, Breuer, sin cuidarse de mante-
ner hitos ni puntos de anclaje en la realidad, como tienden a
hacerlo los analistas en nuestros días (en realidad, no puedo
pensar en Breuer sin pensar; mutatis mutandis, en lo que hace
una Melanie Klein, que vive permanentemente en el nivel de
la actividad de la fantasía; para ella, toda la cura analítica es
sólo dialéctica interna de las fantasías, sin referencia alguna
de éstas a una realidad que permita limitar su alcance, hacer
de ellas algo puramente imaginario y, eventualmente, rectifi-
carlas), aquel, pues, que se lanzó a fondo en el nivel de las fan-
tasías, se topó con la sexualidad y la transferencia. Y Freud,
que por su parte acepta el descubrimiento de la sexualidad y
poco a poco, pero de manera abierta, admite el fenómeno de
la transferencia -poco y nada nos dice de sus propias contra- ·
transferencias, es cierto, pero al fin de cuentas permite vis-
lumbrarlas, o en todo caso no huye ante ellas-, Freud, digo,
va a aferrarse, mucho más que Breuer y por muchísimo tiem-
po, a una problemática centrada en la realidad (tendremos
ocasión de volver a tratar este problema).
45
El, caso. J~l>el de. R.
Cuando se lo lea, si no ha sido leído. ya, se verá que es un
texto que sigue un desarrollo cronológico aparentemente bas-
tante embrollado. Esto se debe a varias razones: una de ellas
es que Freud insiste varias ve_ces en la misma cronología y
su exposición sigue simultáneamente el desarrollo del caso y
el de la cura. En. varias oportunidades recurre, durante la cu-
ra.; a. las mismas secuencias temporales ocurridas en la vida
de la paciente, y una y otra vez las profundiza. El mismo in-
troduce una imagen que le resulta muy conocida y de la que
espera mucho, como la del arqueólogo que descubre paula-
tinamente estratos, capas sucesivas 4e civilización. Leamos,
P.ues, el caso Isabel teniendo 'é1 cuenta ese carácter tan vivo
de .la exposición, que va siguiendo todas las alternativas del
trabajo analítico.
Por mi parte querría, para comenzar, resumir el caso de
acuerdo. con el orden cronológico, .completamente artificial,
l9 cual" ·quizá permita seguirlo mejor· y extraviarnos luego
-también en mejores condiciones..,- en cierto dédalo freudiano.
Se trata de una joven de 24 años, afectada:, piensa Freud en un
primer momento, de astasia-abasia, es decír, de incapacidad ·
para mantenerse de pie y caminar. ·Así se la presentan, pero
en rigor se da cuenta de que los síntomas no son en absoluto
tan marcados. Isabel tiene simplemente una fatiga dolorosa
a la altura de la parte anterior del muslo, por lo cual le resul-
ta difícil, cuando no imposible, caminar. Hace ya unos dos
años . que apareció el síntoma cuando; Freud emprende su
tratamiento. Veamos qué nos dice acerca de su familia: "Era
la menor de tres hijas, tiernamente apegada a. sus padres; ha-
bía pasado su juventud en un campo de Hungría. El estado
de salud de su madre dejaba mucho que desear a causa de
una afección ocular acompañada de alteraciones nerviosas.
'De allí, pues, que Isabel. sintiese· un apego muy profundo por
su padre, hombré jovial, buen disfrutador de la vida, que tenía
la costumbre de decir que para él Isabel hacía ·las veces de
un hijo y un amigo con el que. podía intercambiar ideas".
Sólo comento brevemente estos puntos, que para noso-
tros tienen muchas- resonancias en cuanto a la situación de
46
identificaciones de Isabel. "Aunque ella había ganado mu-
en esas relaciones desde el punto de vista intelectual, el
:padre comprendía que la manera de ser de su hija no era la que
nós agrada encontrar en una muchacha. A menudo ·l'epetía
que le costaría sobremanera hallar marido, y en rigor támbién
ella se sentía muy descontenta de su femineidad, forjaba to-
da una cantidad de ambiciosos planes, quería cursar estu-
dios y graduarse en- música y se rebelaba contra la idea de
tener que sacrificar en un matrimonio cualquiera sus incli-
naciones y su libertad de juicio."
Y esa idea de que el matrimonio implica- un sacrificio
-metafórico, digamos (se trata, por supuesto, .de sacrificar
-.sus inclinaciones y su libertad)-, aparece una y qtra vez en la
observación: ¿ya Isabel a decidirse o no al sacrificio?
Freud se hallaba en esa época, según lo he recordado, real-
mente en una actitud de investigador. Indagaba recuerdos,
momentos traumáticos en los que se hubiese instalado, con-
firmado y ampliado la sintomatología de la histeria, o incluso
la "conversión", término que por ahora no comento y que sig-
nifica, lisa y llanamente, el paso de ciertas fantasías a ciertos
síntomas somáticos. Retomo cr~nológicamente los mencio-
nados mome~tos traumáticos, tal como Freud consigue redes-
cubrirlos. Se clasifican en tres períodos: un período de enfer-
medad del padre, que dura un año y medio, es decir, de los 18
años cumplidos a los 20 de Isabel. Luego un intervalo libre de
dos años, de los 20 a los 22 de ésta, y por último el momento
de la histeria confirmada, que va d~ los 22 a los 24 años. Al
cabo de dos años de sintomatología confirmada, la enferma
consulta a Freud.
,l. Período de la enfermedad del padre
Isabel se agota desempeñando el papel de enfermera: "Dormía
en la habitación de su padre, se levantaba de noche a su
llamado, se ocupaba permanentemente de él y se esforzaba por
aparecer alegre, mientras el padre soportaba su estado sin
abrigar esperanzas, con una amable resignación".
El papel de enfermera no es en absoluto único en los
47

Estudios sobre la histeria; por el contrario, es uno de los pun-
tos que reaparecen a menudo. Breuer y Freud establecieron
poco menos que una teoría sobre el papel patógeno de esa
situación; es un aspecto que se trasluce, por así decirlo, en
una frase: la enfermera se veía sencillamente obligada a di-
simular sus verdaderos sentimientos, su tristeza, y a esforzarse
en aparecer alegre ante alguien que estaba gravemente enfer-
mo. Ahora bien, de una manera más general, Breuer y Freud
-éste después que aquél- atribuyeron a ese papel de enfer-
mera una función casi hipnótica o hipnógena. Veamos qué
dice Freud al respecto en Estudios sobre la histeria: "Hay
buenas razones para que la condición de enfermera desempeñe
un papel mqy importante en la génesis de las histerias. Mucho~
son los factores activos que evidentemente entran en juego:
perturbación del estado físico por sueño interrumpido, descui-
do del arreglo personal, repercusión en las funciones vegetati-
vas de una inquietud permanentemente desgarradora; pero en
. mi opinión es conveniente buscar por otro lado el punto más
importante. Quien se halla absorbido e incesantemente preo-
cupado por los mil cuidados que exige la atención de un pa-
ciente -cuidados que se prolongan sin interrupción, intermi-
nablemente, durante semanas y meses- se acostumbra poco
a poco a sofocar en él todos los indicios de emoción, y por
otra parte desvía su atención de sus propias impresiones, por-
que carece de tiempo y fuerza para tenerlas en cuenta. De este
modo, toda enfermera [Freud quiere decir, claro está, toda
enfermera apegada a la persona que cuida, y en este caso se
trata de un pariente] almacena una cantidad de impresiones
con carga afectiva, muy poco advertidas y a las que no s·e ha
podido atenuar por abreacción [no se las ha podido vivir y
descargar]. Debido a ello se encuentran acumulados .los ma-
teriales de una histeria de retención. Si el enfermo 'se sana,
todas esas impresiones pierden, naturalmente, su valor; per.o
si llega a morir, entonces se instaura el período de duelo, en
el curso del cual nada parece importante fuera de lo que
incumbe al difunto. También entonces llega la hora de los sen-
timientos de liberación, y tras un corto intervalo de agota-
miento aparece la histeria, cuya semilla se sembró durante
el período en que hubo que prodigar cuidados".
48
·'
Vemos, pues, que es suficiente un pasaje como el anterior
para confirmar lo que decút,Freud en su prólogo de 1908, o
sea, que son muchas las cosas qu~ se encuentran ya en germen
~ti textos como los citados. Por lo pronto tenemos dos; una
no entra directamente en nuestro propósito, pero de todos mo-
dos la señalo; es el problema del duelo. ?l hecho es que el pa-
ciente se encuentra, una vez ocurrida li muerte del enfermo,
en un conflicto de duelo: por una p3:rte aspira a liberarse, y
P.sa muerte es una liberación, y por la otra subsiste su apego
por el obje~o.amado,. es decir, por la person~ que ha fallecido.
Freud habra de r~fenrse con suma frecuencia al problema del
duelo; lo hará, sobre todo, en un texto de 1915 .incluido en
Metapsii::ologia: "Duelo y melancólía''. El otro punto, que ha-
brá de reapatecer ala vez en contextos de carácter clínico y en
diversas teorizaciones, es lo señalado más arriba conla palabra
retención; yo lo calificaría, también, como una especie de
"apartamiento". Hay en la formación del síntoma -hemos de
verlo luego, en la teorización respectiva que proporciona
Freud- una parte importante que en un primer tiempo de la
formación no se atribuye a una verdadera represión, sino a .una
especie de segregación en un rinconcito del campo de la con-
ciencia, si es lícito emplear esta metáfora; es decir, algo que
se deja a un lado y que, en un segundo tiempo pero en otras
condiciones -una vez que se lo reactive-, será reprimido. Pero
por ahora no se trata de represión; se 'trata, simplemente, de
lo que no puede expresarse, teniendo en cuenta la situación
y su estado psicológico. Por ejemplo, Isabel no puede, a la
cabecera de su padre, expresar sin más ni más su inquietud
frei1te al mal del enfermo, como tampoco puede expresar
su tristeza ni, por el contrario, su alegría, si le acontece un he-
chÓ agradable, si la atrae algo que no sea su padre. Y de ese
período de la enfermedad del padre, de ese papel de enferme-
ra, data un primer episodio de dolores en la pierna derecha, o,
con mayor exactitud, en la cara anterior del muslo. Es un
dolor que ha durado tan sólo un día y medio; por lo demás,
Freud se siente inclinado a atribuirlo, n6 a· un sÍntoma de
origen verdaderamente psíquico, sino a una afección orgá-
nica fugaz, de tipo reumático, a la ·que designa de este modo:
"Una ligera afección reumática [ ... ] enfermedad orgánica,
49
prototipo de su posterior reproducción histérica". La repro-
ducción, el síntoma $omático histérico, tendría, pues, su
punto de partida, de cris.t~lización, en- una afección somá-
tica. Gran número de recuerdos penosos datan de esa época.
Freud los hace resurgir, en _especial un recuerdo del tipo
''dejados de lado" o "retenidos". Es la escena siguiente: cor-
teja a Isabel un muchacho, o por lo menos tiene ésta estre-
chas y amistosas relaciones con un joven al que estima. Ha
considerado la posibilidad de casars_e con él -ha considerado,
tal vez, hacer por él el "sacrificio"-, y un día acept31 "dejar
la habitación del enfermo para asistir a una reunión en la
que espera.hallarlo. Tenía prisa en volver, pero la obligaron
a quedarse, y sólo cedió cuando él le hizo la promesa de
acompañarla. Nunca se había sentido tan atraída por él como
durante el camino de regreso, pero cuando, eh· pleno arroba-
miento, regresó a la casa, ya tarde, se encontró con que el
estado de su padre se había agravado, y se dirigió los más
amargos reproches". Como era una mujer decidida y sabía
cortar por lo sano, no volvió a ver a aquel amigo, o sólo
lo hizo muy ·rara vez, pensando que .el fracaso de ese primer
á.mor era lo que la hacía sufrir; en efecto, cada vez que pien-
sa en él, sufre.
En ·.esa escena, que se puede lla!Jlar escena de "supre-
sión" (no se trata de una represión, de algo que se haya vuelto
inconsciente, sino en realidad de una supresión por parte del
sujeto de algg que en su opinión no. está de acuerdo con el
resto de su actitud,. de algo que no le resulta conveniente), ve
Freud la causa de los primeros dolores histéricos, y entonces la
estigmatiza como si se tratara de una incompatibilidad, térmi-
no en el que insiste frecuentemente en esa época. El conflicto
psíquico es un conflicto de incompatibilidad. Por lo demás,
hay en los textos freudianos una especie de interesantei juego
de palabras entre incompatible e insoportable, hasta el extre-
mo de que en ciertos textos nos preguntamos, habida cuenta
de las erratas, cuál de las dos quiso escribir Freud: unertra-
glich, que quiere decir insoportable, o unvertraglich, que
significa incompatible. Y, efectivamente, lo incompatible se
vuelve insoportable. · dida de los suyos". Querría. desempeñar ante su madre un pa-
Nos habla, pues, de incompatibilidad entre aquella ''ju-
50
embri~guez experimentada" con el joven cuaado éste
·-y "la miserable condición en que se cllcuentra
padre", in~,ompa,ti~ilidad que "engen~ra. }a r~pRSÍón de
··representacwn eronca fuera de la asoc1acwn'·'. Paa Freud
._,,_~;;~'es el primer momento en que realmente hul;>o re¡nsión y
. • 2},';j~<e6nversión a la yez. Eq~ivale a decir que la represmtadón
:-:.·~:·st halla reprimida, y el afecto, por su parte, "se ha conver-
,:~·-:~[~t~:tido y sirve para aumentar o reanimar un dolor físico pre-
. <~~,:;. sénte en aquel momento (o poco antes)". Quiero insistir
· '\.:r. una v_ez más en el problema de la conversión. Pero adviértase
··,en el texto que cito (no hay que leerlo simplificáil&lolo, co-
', ·, mo lo hago en esta oportunidad, sino que hay que dejarse
· · llevar por sus ambigüedades y contradicciones) qat Freud
nunca· está seguro, a lo largo_ de toda la cura, de poder fijar
' · ia fecha del comienzo de los síntomas .. No está sqnr~ del
todo de que la mencionada esceria haya sido seguidainmedía-
timente por dolores histéricos. 'ILa oscuridad provime -nos
dice- del hecho de que el análisis hace remontar una conver-
sión de excitación psíquica en dolores físicos _a lDia época
en la que éstos no se habían observado ni habían ckjado re-
cuerdos. , ." Hay, por lo tanto, una especie de consttUccíón,
.tanto- por parte del analistá como de la paciente, c¡Ue hace
remontar el síntoma a un momento en el que realmente ··no
hay ningún recuerdo· de éste y en· el que quizá -lo ·que es
más grave aun- no· se lo ha advertido. Quiero déá que en
aquel momento el dolor pudo _no haber sido petóbido si-
quiera.
·2. Después de la muerte del padre .
Después de la muerte del padre se abre un período de dos
años que es el del duelo, pero también de cierta iberación,
en el que. por un momento parece posible un cambio en su
existencia. Isabel concibe, dice ella m~sma, "un ardiente de-
seo de ver que una nueva felicidad reemplace la felicidad per-
pel tal· que pudiera devolverle a toda la familia la felicidad.
Ahora bien, este período está signado por fracas<&, por nu-
51
 merosos acontecimientos que pueden .desempeñar un papel
traumatizante. En primer lugar, la madre: sus trastornos ocu" ,
lares, acerca de los cuales carecemos, por lo demás, de· datos
precisos en cuanto a su naturaleza y su diagnóstico, se agra-
van. Las otras dos hermanas se casan: la mayor contrae un ma-
trimonio que la aleja moral y físicamente de su familia: su
marido no quiere mantener relaciones íntimas con la fami-
lia de Isabel. Ten~mos, pues, un matrimonio bastante detes-
table de la hermana. ¡payor y otro de~asiado bueno de la
segunda hermana; pues bien, este ro::¡.trimonio es el que revis-
te principal importancia. Matrimonio dichoso co11 "un hombre
hecho para complacer a mujeres dueñas de sentimientos de-
licados" y que· ''reconcilia a Isabel con la institución del ma-
-trimonio y el pensamiento del sacrificio que éste implica".
Para Freud, el análisis: sólo habrá llegado a su términ0 cuando
haya traído a la conciencia y hecho expresar de manca emoti-
va -'-mediante la abreacción- lo que él c:onsidera la etiología
de la enfermedad: el amor reprimido de Isabel por su cuñado.
3. Tercer y último período
Tres acontecimientos lo jalonan, tres acontecimientos que fijan
definitivamente los síntomas de conversión. Isabel y su madre,
así como la hermana del medio y el cuñado, se trasladan a un
balneario, en el que Isabel, "agotada por los desvelos que la
habían agobiado durante los últimos meses, habría debido res-
tablecerse [ ... ] y en el que, por primera vez desde la muerte
del padre, sufrimientos y temores habían dejadó de abrumar a
la familia". No es la primera ni la última vez que Freud obser-
vará que los síntomas neuróticos surgen, o pueden surgir, en
un período aparentemente feliz. El neurótico, o el individuo
predispuesto a serlo, no tolera en absoluto una situación que,
por el contrario, debería proporcionarle posibilidades de ser
feliz. ·
Ahora bien, dos acontecimientos .se producen durante la
permanencia en el balneario .. En primer lugar, un paseo con el
cuñado, sin la presencia .de la hermana (ésta, encinta, se sentía
mal, y dijo a su marido y su hermana que saliesen a pasear jun-
52
; " ...un deseo la invadió -dice Freud-: el de poseer un
que .se pareciera a aqué~''.._ De,spué~~ }.lD paseo·solitari(),
ya todo el mundo se habta tdo. Isabel regresa a los mis-
lugares y se sienta a -admirar el paisaje en el mismo lugar
que había trascurrido el feliz primer paseo, y entonces la
tan realmente dolores sumamente agudos. Asimismo, al
de su paseo -creo que en oportu~idad de darse un
- , los síntomas se agudizan hasta el paroxismo. Así, pud,·
0
dos acontecimientos durante la permanencia en el bal-
. U'-"'•w• hasta que Isabel y su madre son llamadas a ·la cabecera
.:de la hermana encinta; se teme lo peor. Durante el viaje en
tiJ•t.~c}SF·Jir~n, Isabel p~ensa. de continuo qué puede h~berl~ ocurrido a
~- ;;,.:,.l],¡~:·$~ hermana, sm deJar de atreverse a esperar e unagmarlo peor.
l ~';'~,~'<Bíega por fin a la casa-, pero para", encontrarse a la cabecera de
)¡;¡~,<.úna .muerta.. Y en ese momento S\lrge en ella una idea (como
...¡,;,:f ~n ·ocasión del paseo): "A mo.do de un relámpago fugaz; un
· pensamiento había atravesadolastinieblas: 'Ahora él ha vuelto
a ser libre y yo puedo convertirme en su mujer' ". Este recuer-
do, este momento, consolida apres-coup el todo. Y, en la his-
toria del tratamiento, es también la reaparición del mismo re-
cuerdo lo que adquiere todo el valor curativo, .terapéutico. El
último acontecimiento de la historia da a ésta, apres-coup, su
sentido. Tomemos la imagen de una serie de piezas, como las
de esos rompecabezas chinos en los que hay una última pieza
que sirve de elemento clave y sustenta ·el conjunto. Exactamen-
te esto -la última pieza, el último recuerdo- configura la base
de la neurosis en conjunto. Y hay, por supuesto, todo un tra-
bajó (podemos hallarlo en este texto: una iluminación que du-
ra lo que un relámpago; iy la enferma se levanta curada!)
cuando la paciente redescubr~ y confiesa ese recuerdo, pero és-
te es la pieza clave de toda la sintomatología. Por eso Freud le
concede tanta importancia, aun cuando cronológicamente el
último episodio esté lejos de haber inaugurado los síntomas y
la enfermedad. Así, concluye Freud, "la joven había sentido
por su cuñado una tierna inclinación, pero toda su persona
moral, sublevada, se había negado a tomar conciencia de ese
sentimiento. Por fin, cuando la certidumbre terminó por
imponérsele (durante el paseo que dio con él, así como en su
ensoñación matinal, en el balneario y ante el lecho de su
53

_,__ hermana), hubo de crearse dolorés mediante una conversión
. - ···-·- .. -- ·--r - . . ..
exitosa de lo ps1quico en somátioo". ·
Deseo que el caso sea leído y .releído, pues lo- comentaré
nuevamente; lo haré refiriéndome a cuatro puntos que indican,
precisamente, mi plan al respecto:
1) elnivel clínico, el de la sintomatología;
2) el nivel de 'la motivación o de la significación del sínto-
ma; . 'altura de la cara anterior del muslo derecho. Esta idea de zona
3) el nivel del mecanismo de lo que Freud denomina "me-
tapsicología" del síntoma, es decir, la conversión;
4) el niv~l que, al fin y al cabo, me parece más interesante,
más problemático: o sea, el de la dialéctica temporal, o de lo
que 'puede captarse de una dialéctica temporal propia de la se:
xualidad. Esta dialéctica va a·· introducirnos, a su vez, en la
fase siguiente de mi exposición, esto· es, en un comentario de
un pasaje de Los orígenes del psicoanálisis.
Breuer y Freud dicen, en el prólogo de su primera edición, que
los casos incluidos en 'Estudios sobre la pisteria se ~ligieron en-
tre aquellos en los- que la sexualidad estaba· menos a la vista, y
ello por razones de discreción. Sin embargo, el caso Isabel de
R~ no desentona demasiado con nuestro problema, a pesar de
esa elección y ;esa censura. Si quisiéramos comentarlo con un
enfoque más. moderno, es evidente que encontraríamos fácil-
mente, con Freud y más allá de éste, lo reprimido como deseo
eróti~o: el deseo por el cuñado, y el deseo por el joven que
corteja a Isabel durante la enfermedad de su padre; por último,
trascendiendo el amor por este joven, el.atnor por el padre, un
padre enfermo, postrado, ·disminuido ..En este contexto, ni
una palabra explícita sobre el Edipo. El descubrimiento del
Edipo es posterior, pero está presente, y por cierto que con
toda claridad, en -su doble aspecto, y Freud mismo lo subraya
alt~rnadamente: por un lado, apego por el padre, e identifica-
ción con el padre, sobre todo después de su muerte, cuando
Isabel quiere desempeñar ante la madre y dentro de toda la
familia el papel de jefe de familia capaz de proporcionarle a
ésta la felicidad que el padre no pudo darle. Volvemos a encon-
trar igualmente el Edipo como conflicto y alternancia de las
54
;:¡:(ntíhcacwnes.mascuunas y femeninas en Isabel. Repito que
··tengo .la intención de volver a escribir o comel}~r este caso
habría podido- hacerlo ·el propio Freud; per~ sí deseo
tar, de manera sencilla y rápida, algunos puntos que se
más o menos directamente con la sexualidad. Ya
enumerado.
_,. ~;· ~-- ~ 1) En la clínica de esta yacie~te, ~n la sintomatología, el
primer plano lo ocupa la ex1stenc1a de una zona dolorosa a la
.;emite a Freud a una teoría que no es tan antigua, ya que per-
tene_ce a Cbarcot; Freud la adopta p,ara ampliarla. Se trata de
la idea de zona bisterógena. · ._
· · Históricamente, Charcot se caracteriza en el campo de la
histeria como a_lguien que deseó conferir a- ésta la dignidad de
úna enfermedad auténtica. El problema no consiste en diluci-
dar si quiso darle una signifi-cación psíquica u orgánica. Para él,
el problema consiste en aplicarse al estudio de la histeria y
'demQstrar que ésta posee una sintomatología susceptible de
ser descrita y discernida como cua~quier otra afección neuro-
lógica; ganarse, pues, un sitial (y se lo ganó) en la sintomatolo-
gía de las afecciones neurológicas en sentido lato (o neuropsí-
quicas) mediante la delimitación de la histeria. Con este desig-
nio, Charcot se vio llevado, sobre todo, a definir la "~ona his-
terógena". Para él, se trata .de una parte del cuerpo (mejor
dicho, de la superficie cutánea, de la piel) cuya excitación por
un medio cualquiera (pinchazo, pellizco) provoca un comien-
zo, incluso una crisis de histeria. Así, se discierne un primer
carácter: la zona es histerógena porque su excitación provoca
una crisis histérica. El segundo carácter del síntoma -,y aquí
es donde Charcot sigue su indi~ación hacia una sintomatología
objetiva de la histeria, lo que al fin y al cabo no es tan critica-
ble cuando se piensa en la hipersubjetivación de la histeria que
siguió a Charcot y que culminó en la idea de que la histeria es ·
una pura y simple enfermedad por sugestión, por autosuges-
tión- es: estas zonas histerógenas están bien delimitadas, y
es posible establecer una especie de mapa corporal al respecto,
prácticamente invariable de un sujeto a otro. En las obras
., de
55
 Charcot hay, por lo demás, láminas donde se.aprecia la topo-
grafía, de las zonas histerógenas. . ···
Freud define la zona dolorosa de Isabel -la cara anterior
del m1,1slo- estableciendo que está en relación con las zonas
histerógenas de Charcot; no obstante, modifica sus dos carac-
teres. Ante todo, el carácter topográfico, ya que evidentemen-
te se trata de una zona no incluida en la topografía de las zo-
nas histerógenas de Charcot; por consiguiente, se trata de una
topografía esencialmente individual, variable de un sujeto a
otro y determinada por la historia del sujeto. Es, pues, como
Freud mismo lo dice, una "zona histerógena atípica" por su
localización. Otro punto:. ~a zona histerógena es a la vez (aun
cuando esta palabra no se pronuncie aún) "erógena", lo cual
quiere decir que lo· que se desencadena debido a la excitación
de determinada zona cutánea no es tan sólo, ni esencialmente,
una crisis histérica, sino algo semejante a una excitación eró-
tica. Veamos cómo lo describe Freud en su preocupación por
establecer una sintomatología universal de la histeria y por
diferenciar esta zona y estos dolores de los que pueden hallar-
se en otras afecciones, o sea, en su afán por establecer desde
un primer momento un diagnóstico diferencial: "Cuando en el
caso de un enfermo afectado de alteraciones orgánicas, o en el
de un neurasténico, excitamos una zona· dolorosa, la fisonomía
del sujeto deja traslucir claramente una impresión de malestar
o de dolor físico; además, el enfermo se contrae, quiere rehuir
el examen y se resiste. Por el contrario, en el caso de Isabel de
R., al pincharle la piel o los músculos hiperalgésicos, o al ejer-
cer presión sobre ellos, los rasgos de la paciente tomaban una
singular expresión de satisfacción antes que de dolor. Lanzaba
unos grititos ("como volupruosos cosquilleos", me decía yo),
se ruborizaba, echaba la cabeza y el busto hacia atrás, cerraba
los ojos; todo ello sin excesiva ponderación, pero no obstante
muy claramente. Era preciso atribuir todas esas manifestacio-
nes a la histeria y pensar que la excitación había afectado una
zona histerógena ". Existen, por consiguiente, manifestaciones
voluptuosas, que para Freud representan el signo del conteni-
do sexual que se encuentra en la historia de la paciente y que
ha desembocado en la creación delsíntoma. Al respecto pode-
mos evocar la historia de las zonas eróg~nas para decir, justa-
56
1te, que la noción de zona erógena va a desempeñar un p.a·
·:determinante en la concepción freudiana de 1~ sexualidad.
Freud habrá zonas erógenas típicas -zona genital,_ oral,
pero también el cu.erpo entero; el revestimiento cutáneo
los órganos internos pueden considerarse zona.s er6ge-
Aunque no se trate todavía de sexualidad infantil. diga-
que uno de los rasgos principales de ésta ya se ha descu·
, por lo tanto, en el caso de Isabel de R. Resulta rnuy
recurrir a un texto posterior, esto es, el de los 'Tres
sobre una teoría sexual, en el que hallamos, a prop6·
la zona oral y de su excitación en el lactante; la 'evo-
de los mismos criterios, que permiten afirmar que esta
oral es una zona erógena. Recordemos lo que dice Freud
-·- de la excitación ord en el lactante: "Viendo aun niño
ha saciado su apetito y que se retira delpecho de la madre
,,,;¡.,"'~"'l-'" las mejillas sonrosadas y una bienaventurada sonrisa, para
· "'aer en seguida en un profundo sueño, hemos de reconocer en
he cuadro el modelo y la expresión de la satisfacci6n s~xual
· e el sujeto conocerá después". Se trata, como vemos, de una
, •N'·. ''" scripción completamente análoga a la que sirve para descri-
~if.,,_,,,,_t''pir la excitación de la zona anterior del muslo de Isabel.
2) Deseo abordar ahora la motivación, la significaci6n del
síntoma, e~ decir, lo que la interpretación saca a luz. Esto nos
remite a la cura, a la exploración por Freud e Isabel de tonas
dejadas en la sombra -más o menos reprimidas- del psiquis~
mo. Durante el primer período de sus entrevistas con Isabel,
Freud obtiene un relato biográfico de las desdichas de su pa-
ciente, incluyendo la escena con el joven que la acompaña du-
rante la enfermedad de su padre. Luego, e.n el segundo período
-porque Freud procede de manera bastante sistemática~, va
a partir del síntoma mismo y -cosa interesante- nos 'dice que
el propio síntoma habla en la cura, que las piernas se largan a
"hablar": "Además, también las doloridas piernas comenzaron
a 'hablar' durante nuestras sesiones de análisis [lo de que el
f slntoma "habla" es pn término que Freud empleará con moti-
¡
vo de otros pacientes, sobre todo los estudiados en los Histo-
f riales clínicos]. Expliquémonos este extraño estado de cosás.
En general, en el momento de dar comienzo a nuestro trabajo,
f
57
l
·~
 la.·enferma nC?,_ sufría; p~rocuando con mis preguntas, o al po-
nerle una· ffi!inO sobre SU frente, despertaba yo algún recuerdo,
se producía una sensación de dolor; generalmente era, incluso,
tan intensa, que la enferma se contraía y se tomaba la zona do-
Lorosa. Ese sufrimiento, así despertado, persistía mientras la
paciente seguía siendo presa del recuerdo, y alcanzaba su pun-
to culminante en el momento en que la enferma iba a revelar
hechos esenciales y decisivos, para desaparecer con las últimas
palabras de su relato. Poco a poco aprendí a valerme del des-
pertar de su dolor como de una brújula".
Hay en esto un verdadero trabajo de descomposición a
partir delsíntoma, es decir, un auténtico trabajo analítico.
El método analítico consiste precisamente en seguir, a partir
de un punto inicial (en este caso, el síntoma), diferentes cade-
nas asociativas. Cada elemento del análisis es úna cadena de
·asociaciones; es, si se quiere, un análisis en sentido cartesiano:
descomponer en elementos el hecho observado. Pero lo que va
mucho más lejos, en un sentido mucho más radical que el aná-
lisis cartesiano, es que los elementos no son partes extra partes,
es decir, no permiten necesariamente reconstruir el síntoma
(en este caso) por adición, sinó que se entrecruzan de una ma-
nera mucho más compleja. Nos hallamos en punto de transi-
ción entre una descomposición racional en sentido cartesiano
(y Freud emplea un método en efecto muy raciorralista en es-
tas especies de interrogatorios a partir del síntoma) y una des·
E:omposición que se ajusta a las vías de la fantasía, mucho más
tortuosas y entrecruzadas.
En el caso de Isabel, la descomposición del st'ntoma se
efectúa en tres direcciones. Primeramente, en una dirección
anatómica o topog'IIIÍfica. Freud señala ante todo -gracias,
por supuesto, a Isabel- un primer recuerdo, que explica, en
su opinion, el punto central del dolor (central, una vez más,
en sentido topográfico). Supongamos que hay una zona de
dolor generalizado, que hay varias zonas quizá, pero sobre to-
do una, central, a la que corresponde un recuerdo; es éste:
"La enferma comenzó sorprendiéndom~ al anunciarme que
ahora sabía por qué razón los dolores partían sie.mpre de un
determinado punto del muslo derecho, punto en el que siem-
pre eran los más violentos. Se trataba justamente de la zona
58
la que ~odas las mañanas dejaba el padre descansar su
, muy inflamada, mieritás ella· le cambiaba los vendajes.
ue la .escena se había repetido más.de cien veces, nunca
entonces había reparado la .paciente. en la mencionada
1'AiaL,ón; de este modo por· fin me .proporcionaba la. explica-
. ___ de la génesis de lazona histerógena atípica". · ·
· 'é b:;c Por lo tanto, el punto del muslo sobre el que Isabel hacía
"·~;;~;¡l'({~scansar la pierna de su padre para practicarle la cura es el
de partida topográfiCo del síntoma, y Freud piensa
sé si actualmente seríamos tan categóricos) que· puede
'''"''·\>~_omponer éste por adición,· como si a cada zot:ta de exten-
~¿,}~,.~iAn del síntoma correspondiese una extensión en el campo del
; 2.. 1 , •. ,., ....... ~erdo, como si se pudiera decir: "Tal superficie se vincula a
. . recuerdo, y tal otra superficie adicional a tal otro recuer~ .
~·\g~-,·do';, y así. por el estilo. Pero veamos qué (iice Freud al res-
··.~·.pecto: "Hallé, en efecto, que durante la hipnosis se presentaba
· d dolor en la pierna derecha .cuando se trataba de recuerdos de
:>·I:vasistencia prestada al padre en su enfermedad, de sus relacio-
.· ··hes con el joven o de Ct!alquiera otra circunstancia pertenecien-
al primer período de la época patógena, y, por el contrario,
en: la pierna izquierda no bien surgía un recuerdo relativo a la·
hermana muerta,. a los cuñados o, en general, a una impresión
correspondiente ala segunda mitad de la historia de sus pade-
cimientos. Sorprendido por esta constante particularidad de la
localización de los dolores, la hice obje!<> de una detenida in-
vestigación y pude observar que cada nuevo motivo psíquico
de sensaciones dolorosas se había ido a enlazar .c;on un lugar
distinto de la zona dolorida de la pierna.
Todo esto se halla aún, desde luego, muy influido por el
criterio de Charcot y, una vez más, por la necesidad de estable-
cer una sintomatología objetiv¡mente fundada. ·Me permito
indicar en este punto la lectura de un texto que proporciona ·
una idea muy clara de ese enfoque de la sintomatología histé-
rica. El texto integra las Primeras aportaciones a la teoría de
las neurosis y lleva por título "Estudio comparativo de las pa-
rálisis motrices orgánicas e histéricas". Freud se entrega allí
a un estudio propio de un neurólogo. Con el fin de establecer
los síntomas diferenciales entre las parálisis orgánicas y las pa-
1 rálisis de origen ~istérico, trae a colación diferentes criterios.
59
1
 Por ejemplo, el hecho de que en las parálisis his~éricas marchan
a la par una limitación topogfáfica·exacta de la sintomatología
-es decir, que siempre es atacado un determinado número de
músculos o de superficies cutáneas bien definidas- y una for-
tísima intensidad. Mientras que en las parálisis orgánicas puede
haber una sintomatología limitada, pero que sigue siéndolo en
la medida en que la intensidad es débil. No bien se produce
un.a fuerte intensidad de los síntomas, casi obligatoriamente se
produce también una irradiación de la sintomatología hacia su
delimitación topográfica. Así, pues, en el caso de la parálisis
orgánica, la limitación y la intensidad son inversamente pro-
porcionales entre sí, mientras que en el de la parálisis histérica
marchan de modo paralelo. Pero el punto más interesante in-
cumbe a la topografíamisma. . .··{estar de pie), geben (andar, caminar), sitze'n (estar sentado),
Freud saca a luz un descubrimiento "--que, en rigor, no le
pertenece a él sino a la Escuela de Charcot- según el cual la
anatomía del síntoma histérico nada tiene que ver con la ana~
tomía objetiva; es tina anatomía puramente subjetiva, popu-
lar, como la califica Freud, o fantasea4a. Un brazo está parali-
zado -a partir de su articulación con el hombro; un muslo está
insensibilizado, es insensible o hipersensible a partir del pliegue
de la ingle, es decir, según una topografía que no corresponde
a la inervación objetiva sino a la idea que uno se hace corrien-
temente -que todos nos hacemos, al margen dei.los estudios
médicos- de lo que •es una. mano, un brazo, un muslo, etc.
Veamos un pasaje característico del mencionado texto: "Sos-
tengo que !:¡.lesión de las parálisis histéricas debe. de ser com-
pletamente independiente de la anatomía del sistema nervioso,
puesto que la histeria se comporta en sus parálisis y otras mani-
festaciones como si la anatomía no existiera o como si no" tu-
viera conoCimiento alguno de ella". Y más adelante Freud se
refiere a una delimitación y una especie de anatomía popular
que es, precisamente, la que sirve de elemento rector a la sinto-
matología de la histeria.
Segunda dirección en la interpretación del síntoma: la di-
rección funcional. Se supone, claro está, que seguimos la idea
y asimismo la verificación de que, en este caso, el dolor no es
sólo dolor, sjno que además implica para la histérica de que
tratamos una impotencia funcional más o menos notable. Sin
60
hasta la "astasia-abasia", en la que la histérica no puede
ealmente·; se trata, no obstante,. de ·síntomas como
. de la "astasia-abasia". Freud va a investigar y reclasificar las
.,. ' i'd,ificultades funcionales y los dolores en las diferentes posicio-
es ligadas con las. funciones de la pierna: posición de pj.e, de
marcha, posición sentada y posición acostada. Y en cada una
d;e estas posiciones encuentra, en el trascurso de la cura, líneas
a.;.c ;·;.;••,) ..de asociación relacionadas con recuerdos generalmente trauma-
t.1zantes -o, en ~oda caso, displacenteros o dolorosos-, que
implican el carácter de estar, o bien de pie, o bien caminando,
~tcétera. En las traducciones francesas, esto no se advierte con
ta necesaria claridad,. ipero en el texto en alemán hay algunas
·· palabras subrayadas que indican las delimitaciones! Steben
liegen (estar acostado, yacer); .. .
· He ahí lo que nos dice Freud a propósito de la posición
de pie: "Descubrí que agrupaba todas las escenas vinculadas
a impresiones penosas de acuerdo con la posición, de ·pie o
acostada, en que se hallaba en el momento de producirse esas
escenas. Por ejemplo, estaba de pie delante de una puerta en el
momento en que trajeron a la casa a su padre, afectado de
· una crisis cardíaca. Se quedó entonces como clavada en su sitio
[observamos, pues, el elemento que fija el síntoma a l:,1 posi-
ción de inmovilidad provocada por el espanto]. A ese primer
recuerdo de 'espanto sufrido en posición vertical' se añadían
otros recuerdos, hasta el de la terrible escena en que se encon-
tró nuevamente paralizada ante el lecho de su hermana muer-
ta".
· Veamos, por último, la tercera dirección; Freud la denomi-
na dirección simbólica. Las dos primeras son direcciones aso-
ciativas. Quiero decir que la topografía de los dolores está
asociada con ciertas escenas; el efecto funcional ejercido por
los dolores en la función de los miembros inferiores se liga con
otras escenas mediante vínculos de concatenación, asociativos.
Freud nos dice, con todo, que esta parálisis no es sólo una pa-
rálisis funcional psíquica creada por asociaciones, o producida
asociativamente, sino además una parálisis funcional simbólica.
i y
Aquí, evidentemente, la palabra "simbólica", que tantos usos
acepciones tiene -a veces, incluso, contradictorios-, debe
f
! 61
t
f
i
 . ser tomada en un sentido específico. Sabemos que Freud suele
emplearla, -y <:oh mucho mayor razón hi emplean·los psicoana-.
listas, en un sentido muy amplio, y en este sentido puede de-
. cirse que aun el vínculo asociativo que acabo de mencionar es
un vínculo simbólico si se lo toma en una acepción amplia.
Sin embargo, Freud emplea a veces, y aun a menudo, el térmi-
no de simbólico o el de simbolismo en un sentido mucho más
restringido y preciso. Las relaciones y el determinismo simbó-
licos del síntoma pasan aquí directamente pqr el lenguaje. Pue-
de decirse que el síntoma. utiliza de manera directa el simbo-
lismo inmanente a ciertas expresiones fijadas en la lengua
corriente. Veamos qué dice al respecto Freud, aurique esto
sólo · tiene valor, naturalmente, con referencia a la lengua
alemana, y las traducciones lo expresan de manera muy
imperfecta: "Era indudable que un tercer mecanismo ha-
bía debido entrar en juego en la formación de la astasia--abasia.
Efectivamente,la enferma siempre concluía el relato de toda
nna s~rie. de incidenteS>COn la queja de haber experimentado
dolorosamente su 'soledad' [.e::l;vo.cablo "soledad" no permite
comprender lo que Freud. quiere decir .. El término alemán
es de muy difícil traducción, por supuesto, pero reza· Alleins-
teben: estar de pie sola; se refiere al hecho de estar de pie solo.
Ya vemos, pues, que hay una relación directa con la función
de caminar]. Al narrar otros hechos relativos a sus infructuosas
tentativas de establecer una nueva vida familiar, nunca se can-
saba de repetir que ·lo que en tales casos le parecía penoso era
la sensación de su 'impotenCia' [su Hilflosigkeit: su desamparo,
su incapacidad de ayudarse a sí mismo, que es lo que define al ·
niño pequeño, al lactante}, su impresión de que 'no lograba
avanzar un solo paso' [aquí la traducción francesa halló un
equivalente. "No lograr avanzar un solo paso" respeta la expre-
sión utilizada por Isabel: Icb komme nicbt von der Stelle, es
decir, "no puedo salir de esto", "no puedo salir de este lugar",
declaración que también hace referencia, evidentemente, al
acto de caminar y desplazarse en el espacio. Desde luego, el
texto en alemán es, pese a todo, mucho más expresivo, ya que
se refiere a la "impotencia" del lactante y a su incapacidad de
avanzar un paso; esto lo lleva a pensar que está detenido, que
62
seguir a sus pad~es y que se encuentra reJI.ente in-
); paralizado en'SU·sitio]". ···
bien, vemos que lo que caracteriza en este aso al sim-
-y va a continuar caracterizándolo en el deimollo ul-
;'.or del pensamiento freudiano, especialmente enfoque dirá
d al respecto en La interpretación de los sueie- es su
universal. En lo que a mí respecta, entiendo dsimbolis-
en su sentido preciso, restringido, y no en su srllido am-
·''"t'..·-· Cuando Freud e~plea el simbolismo en sentidtRstringi-
'!; do le concede valor umversal, por lo menos dentro e un área
'1'tcultural o'lingüística determinada, puesto que se tDD de una
· urtiversalidad (estamos viéndolo) muy exactamente mextensi-
va a la universalidad de determinado bagaje, de cicqa batería
de expresiones .ya inscritas en d lenguaje, gráficas, «sentidos
figurados, causantes d·e que para expresar "no puaiD salir de
esto" se diga en alemán "no puedo salir del sitio mnde es-
' ,,
toy .
Para retomar, en fin, los tres puntos de la motiración del
síntoma, digamos que éste se halla tejido -de ua manera
,_.,,¡.;:,;j;¡;<p;;,. compleja, como entrecruzada-'- con recuerdos, con lalguajes y,
claro está (aunque este último punto es menos evickirte), .con
fantasías. En efecto, el .punto referente a las famísías es el
menos explorado en esa época, pese a estar más viuallado con
la sexualidad, sobre todo con la sexualidad infanti.. Todavía
estamos en los comienzos de la investigación de·Ía fantasía;
de modo especial, cuando se repara en la escena dt la pierna
del padre sobre el muslo de Isabel, resulta evidenttciue no ha
-salido a luz.todo el trasfondo fantaseado de semejaarelación
corporal.
3) Vamos a tratar ahora el determinismo delsirltoma.o su
metapsicologt'a, término 'de uso constante en psic~isís. La
metapsicología es una construcción de modelos abggctos des-
tinados a informar acerca de cuanto se observa tallb> en el ni-
vel clínico como en el de la cura y en el de la intapretación.
Son modelos que encontramos a lo largo de toda la obra freu-
diana. Cito tan sólo tres fases de ellos: el modeleque quizá
tengamos ocasión de volver a tratar brevemente; elJtOdelo abs-
tracto presentado en el último capítulo de La intDpretación
63

tj.e los sueños, y, por último, el qu~ subyace en los textos de
1915, publicados en forma conjunta bajo el título deMetapsi-
cología, No deseo entrar en detalles sino mostrar de manera
general que estos modelos poseen una base .-acaso una corres-
pondencia- clínica muy digna de crédito, circunstancia que
justifica su existencia como una constante . dentro del pensa"'
miento freudiano. En efecto, en estos modelos abstractos siem-
pre hay dos elementos, cualquiera que sea la manera en que se
los denomine: una red por la que circula algo, y, en segundo
término, algo que circula a través de esa red. · .
En el mencionado Proyecto, .que está próximo a un lengua-
je neurológico, se trata de una red de "neuronas", y.lg que cit·
cula se llama, sencillamente, "cantidad". En el modelo de La
interpretaCión de los sueños la red está constituida por siste-
mas de: recuerdos, "sistemas mnémicos", y lo que circula es la
"excitación". Vemos, pues, que hay dos elementos indepért•
dientes; no obstante, Freud les descubre una evidente corres·
pendencia clínica. He aquí un ejemplo de esa independencia:
lo que Freud denomina, después· de Charcot y en especial a
propósito de Isabel de R., la be/le. indifférence de los histéri-
cos. Isabel sufre síntomas molestos, incómodos, dolorosos, que
limitan sus actividades .sociales, que representan, por lo tanto,
una molestia en el nivel del "yo". Pero los soporta serenamen-
te; los describe sin el menor .patetismo y -hecho más notable
aun- no sabe siquiera, en última instan"cia, describirlos bien,
como si toda su atención se hubiera vuelto hacia otra cosa, ha-
cia recuerdos o pensamientos, como si hubiera una disociación
entre aquello que es doloroso en la conciencia -el dolor físi-
co- y lo inconsciente de ese dolor, motivación a la que se pres-
ta una especie de atención. Se trata, no hay duda, de una diso-
ciación entre un elemento experimentado -lo que Freud deno-
mina "afecto"- y un elemento ideativo: escenas, pensamien-
tos, recuerdos, lo que Freud denomina "representación". El
afecto puede surgir solo; ya nos hemos referido a un ejemplo:
la excitación histerógena. A la representación se la puede evo-
car aisladamente. Por lo tanto, puede ser evocada, neutraliza-
da, sin ningún afecto aparente; el sujeto puede narrar una esce-
na sin poner en ella sentimiento alguno, como si ella, que en
mérito a su contenido debería ser muy penosa, en realidad fue:
64
·,
,~, ~- evocable de~tro de la m~s c~bal indiferencia;_ es. ~o que
·'"',.'Fteud va a destgnar con eLt~rmmo de "descatecnz.acion" de
la representación. El afecto puede, en fin, relacionarse con algo
distinto de la representación que inicialmente lo justificaba.
Este es, justamente, el caso de todo lo que _se encuentra en
las cadenas asociativas: en un primer momento, el afecto esta-
ba justificado por una determinada escena hallada al recordar,
pero, con el tiempo, el afecto se ha deslizado a lo largo de la
cadena para llevar toda su carga a otra representación.
. Con posterioridad a· Freud decimos que el modelo metap-
sicológico es un modelo que siempre conlleva tres tipos de
descripción: tópica,.. económica y dinámica. El origen de la
tópica es la descripción de aquello por donde se dectúa la cir-
culación, esa r~d que presenta cierta topografía, descriptible
en· términos de cadenas que se entrecruzan, de núcleos, de
subestructuras, etc. Si se quiere, el punto de vista tópico es
al principio el punto de vista de las redes representativas. El
punto de vista económico es.el punto de vista de las ·cantida-
des de lo que circula, de la fuerza del afecto o de la fuerza de '
la pulsión que circula en la red .. ¿Y el punto de vista dinámico?
Es el punto de vista de la circulación misma y de los conflictos
que pueden producirse en el sistema, o sea, algo que se halla en
el punto de unión de lo tópico y lo económico. ¿para qué sir-
ve el aspecto esencial de este modelo en el plano de la histeria?
Es decir, ¿para qué sirve la disociación afecto-representación?
Para dar una idea simple del síntoma somático, este> es, del
hecho de que todo conflicto psíquico desemboca, en algo que
adquiere las apariencias de una ilfección somática e incluso
neurológica. Tal es, pues, lo que Freud denomina conversión,
mecanismo descrito como fundamental en la histeria. Y al
utilizar el modelo de la conversión, Freud parte, precisamente,
de lo dinámico, del conflicto, y al partir del-conflicto termina
por describir su repercusión en lo tópico y en lo económico.
Sabido es que el descubrimiento freudiano con ~especto a
Breuer, y también con respecto a Janet -quien trabaja con-
temporáneamente en Francia con los mismos hechos-, en una
palabra, lo que aporta Freud, lo que él mismo dice aportar, es
la idea de que la histeria es una "histeria de defensa". Ahora
. bien, de una manera un tanto esquemática podemos decir que
65
 : {0rma~ión de un grypq representativo aislado, o "grupo psí-
Breuer habría favorecido el punto de vista tópico, y Janet, el
· ·¡mn'hn1é ·vista económico; Fre:ua considera, por supuesto, qtie ,.
ambos puntos de vista son indispensables, pero piensa que el
punto de partida del mecanismo es el punto de vista dinámico,
es decir, el conflicto.
Señalé el papel que atribuye Freud a la escena en que Isa-
bel de R. abandona por unos instantes el lecho de enfermo de
su padre y se va a flirtear con un joven, y luego, cuando regre-
sa, casi enloquece al comprobar que el estado de su padre se
agravó durante su ausencia. Es un conflicto al que Freud desig-
na corno conflicto de incompatibilidad entre dos grupos en los
que se mezclan, esta vez, afecto y representación (normalmen-
te, todo afecto conlleva su representación); afecto y represen-
tación vinculados al joven, por una parte, y afecto y represen-
tación vinculados al padre, por la otra. Con todo, el resultado
del conflicto de incompatibilidad es una· disociación del afecto
y de la representación. Veamos de qué modo describe· Freud,
con suma rapidez, pero de minera sugerente, el mecanismo de
l_;¡. conversión: "Convenía, pues, buscar la causa de los primeros
dolores histéricos en estos hechos y en la ya mencionada esce-
na. Del contraste entre la dichosa embriaguez sentida entonces
y la condición miserable en que se hallaba su padre cuando
Isabel regresó a su casa nació un conflicto, un caso de incom-
patibilidad. En consecuencia, la representación erótica quedó
rechazada de la asociación [.observemos que a partir de ese mo-
mento se produce la escisión: la representación es rechazada de
la circulación], y el afecto -que estaba ligado con esa represen-
tación sirv~ para aumentar o reavivar un dolor físico presente
en aquel momento (o poco antes). Se trataba, por tanto, de
un mecan~smo de conversión al servicio de una defensa; ya lo
he descrito en otra parte". · que lo justifican.
Así, pues, la conversión presenta dos aspectos: por un la-
do, la representación, al perder su afecto y consecuentemente
toda car~a emotiva, se descatectiza y por esto mismo queda
-~separada del resto del psiquismo, es decir, reprimida; por el
otro, el afecto, merced a un mecanismo que sigue siendo, evi-
dentemente, misterioso, suministra la energía requerida para
generar un síntoma somático. La represión consiste en una se-
paración de la representación y el afecto, que culmina en la
66
quico s~para.dg", T~l ~~ ·pgr a:qqeJ en~onces la: expresión co-
. triente e.nlps ~e:x;tqs q~ ~reqer y Freud. · · ·· ·
. Cabe señahu q11~ 4 ¡;:Qnversión implica, dentro•del sistema
metapsicológi.co genc;:r¡~.l .,.,..constituido por dos elementos:· una
red y algo q\1<:: ~ircqla ~n la red-; la circulación libre del quan-
tum, de 1ª c:a.ntidªd del afecto, a lo largo de las vías asociativas.
Esto significa que toda la energía puede trasladarse a un extre-
mo de la cadena, pero,los elementos de ésta no retienen nada,
al menos en el funcionamiento inconsciente .. Todo se va, todo
parte hacia un extremo de la cadena; hay en la red una especie
de pendiente que hace que cada elemento se retire ea h~neficio
del otro; no otra cosa c:s, por ejemplo, lo que se d~'Seribe en el
Proyecto como "principio ae inercia neuronal". Oo~ una ter-
·minologí~ claramente neurofísiológica, Freud quiere- decir que
las~neuronas tienden a descargar por completo su enci-gía .. Lle-
vemos- esto al :nivel afecto-representación; queremos decir que
en una qdena. inconsciente las representaciones tienden a pa-
sar por comple.to su afecto a la representación vecina. Y lo que
se describe como "proceso primario" es exactamente lo mis-
mo: la tendencia de los eslabones intermedios a no conservar
nal!a de ll;l. energía (del afecto) que se ha depositado en ellos.
·Tomemos el ejemplo del sueño. Mientras se sueña, un elemen-
tQ contiene en sí mismo .todo el afecto; -el elemento comple-
ta.ll.l<inte absurdo del sueño puede acarrear, por ejemplo, angus-
tia .0 cualquier otr() sentimiento, y ese nexo entre el afecto y
una repres~ntación del sueño se presenta, al-despertar, como
algo enteramente absurdo e injustificado. El trabajo de inter-
pretación del sueño consiste en remontar las cadenas asociati-
vas y restituir el afecto a la verdadera escena (si es lícito decir
que alguna .lo es), o a una de las escenas o una de las fantasías
.
Volviendo a Isabel de R., los dos elementos a propósito de
los cuales desarrolla Freud la noción de conversión están en
los respectivos polos de una secuencia temporal.
Esto nos lleva rápidamente a hablar del cuarto punto, es
decir, de la relación o la dialéctica temporal existente en este
caso de histeria y su cura. Por lo tanto, los dos acontecimien-
tos~límites de esta observación son: a) el. acqntecimiento ocu-
67
 rrido frente al lecho del padre, con la escena a la que me refe-
ría hace unos instantes, y ·b) el acontecimiento ante el. lecho de
la hermana. Isabel llega demasiado tarde; su hermana ya ha
muerto en el curso de un parto difícil, y bruscamente piensa:
"Ahora mi cuñado está libre y puedo casarme con él". Huelga
decir que larelación entre ambos acontecimientos es Compleja,
y Freud considera diferentes puntos de vista sin descartar nin-
guno de ellos, que más bien se complementan.
Podemos decir, en primer .lugar, que. existe una relación de
causalidad. Todo proviene del acontecimiento más antiguo, y
el más reciente no hace más que reproducirlo al retornar, sim-
bólica o asociativamente, algunos de sus rasgos principales. Por
lo tanto, el hecho causal es el más antiguo: he aquí un punto
de vista adoptado con frecuencia por una concep¿:ión del psi-
coanálisis a la que llamaremos vulgar. Siempre hay que rernon•
tarse más atrás en el tiempo; cuando se h4ya llegado a lo más
antiguo se tendrá la verdadera causa y el nudo se resolverá.
Pasemos a otro punto de vista propio de Freud; me refiero
al de la sumación. Es evidente que en este caso se vale de una
terminología de índole neurológ1ca, pues toma su idea de la de
surnación de las excitaciones, como por ejemplo en neurofisio-
logía; por lo tanto, se trata de un punto de vista cuantitativo.
Así, los dolores del muslo se habrían extendido -ya lo he se- ·
ñalado- por adiciones sucesivas de zonas relacionadas con
otras tantas escenas. Pero, á pesar de todo, Freud no puede evi-
tar una paradoja: el síntoma sólo data realmente de los últimos
momentos de toda la secuencia temporal; el resto sólo es, en' su
mayor parte, retrospectivo.
Esto nos lleva precisamente al punto de vista del nacbtrá-
glicb (del apres-coup ). Nacbtriiglicb significa que las cosas se
instalan retroactivarnente, y que retroactivarnente resultan
comprensibles. Ya Charcot proponía una noción muy pareci-
da: la noCión de "incubación". Tenía la idea de que, después
de ocurrido un trauma, el síntoma no se establece de golpe si-
no que se necesita cierto tiempo de espera, de maduración, pa-
ra desembocar en el síntoma. Freud, evidentemente, lleva mu-
cho más lejos esta idea. Releamos este pasaje: "Paso ahora a un
punto que dificulta, como ya lo he indicado, la comprensión
del presente caso., Basándome en el análisis, yo había admiti-
68
do el hecho de qu-e· en la enferma se había producido una pri-
mera conversión en la época en que cuidaba a su padre [ ... ] ;
veía en ello el prototipo de los fenómenos ulteriores [por lo
. tanto, se trata de un punto de vista causal, si se quiere: lo anti-
guo es el prototipo de lo que va a ocurrir después]. s.it:l embar-
go, de los dichos de la.paciente surge ahora la circunstancia de
que en la época de la enfermedad de su padre y en el lapso que
siguió, .al que he calificado de 'primer período', Isabel de R. no
había experimentado dolores ni alteraciones de la locomoción
[Freud cree que hubo, quizás, algunos.dolores difusos de ori-
gen reumático, y que eso es todo]. [ ... ] Si se quisiera admitir
qu~ aquel primer ataque. había resultado de una <::O'n~ersi?n hi~­
ténca como consecuencia del rechazo de sus pensamientos ero-
deos, no por ello sería menos cie_rto el hecho de que los dolo-
res desaparecieron al cabd. de unos poco~''días. Conque, la en-
ferma se había comportado en la; realidad de una manera dis-
tinta de la que el, análisis parecía indicar. Al narrar los hecfi'os
del supuesto primer período, acompañaba con manifestaciones ,
de.dolor todos los relatos acerca de la enfermedad y la muerte
de su padre, acerca de las' impresiones suscitadas por sus rela-
ciones con sus cuñados, etc., mientras que en la épbca en que
había vivido esas mismas emociones los dolores habían sido
inexistentes [hace un momento vimos que las piernas "habla-
ban", y ahora advertimos que hablaban mintiendo, ya que to-
das esas escenas evocaban dolores en el muslo, cuando muchas
y muy buenas razones llevan en rigor a pensar que éstos no
·existían en oportunidad de ocurrir los mencionados aconteci-
mientos]. ¿No habría que ver en ello una contradicción ade-
cuada para disminuir en mucho nuestra confianza en el valor
explicativo de un análisis como éste?". Y aquí tenemos la con-
clusión a que arriba Ffeud, por lo ~e~?s r:ansit~riamente:
"Creo que puedo reduc1r esta contradicc1on st adm1to que los
dolores -producto de la conversión...:.. no habían hecho todavía
su aparición en la época en que la enferma sufría la emoción
del primer período, sino que se presentaron tiempo después,
es decir, en el curso del segundo período, aquel en el que la en-
ferma reprodujo en sus pensamientos las mismas emociones
[esta es la frase importante] 1 No eran las Ímpresíones recién
experimentadas, sino su recuerdo, la .causa del surgimiento de
69
la conversión". Esto es lo esencial: para que haya conversión,
debe producirse-la r-eactivación de un recu.erdo.
Si volvemos, pues, al esquema de.Ja .represión -existencia
de una escena incompatible, conflicto dinámico y exclusión de ..
la represe_n_tación, conversión del afecto-, vemos que el asunto
se complica, puesto que la formación del· síntoma histérico ·
muy bien podría producirse, no a cos~ del afecto de la escena
misma en cuyo trascurso se produce. la conversión, sino ante
un afecto renacido en la memoria. Para que haya trauma, re-
presión y formación .de, síntomas ~y Freud insiste en ello en
una serie de casos que trae a colación eón motivo del de Isabel
de R.; ~n realidad, hay .toda una serie deobservacione~ breves
formuladas dentro del caso de. Isabel para confirmar este punto
de vista-, es-necesario que existaya-ahí un recuerdo a fin de
que un segundo acontecimiento llegue a ser patógeno, es me·
ne~r que algo se haya.dejado a unJado, sean cuales fueren las
razones de ese "dejar a un lado". Y~h~b_ía~QS menc;ionado el
acto de "dejar a un .lado", de "dejar, en suspenso", realizado
por la enfermera• y Freud recuerda asiwismq; con respecto a
este "dejar ¡:t 4n lado", la _inc;-qb¡¡ción amqr.osa .en sí, todo lo
que corresponde al~. cristalización del amor por el cuñado, un
período durante el cual este amor parece haber sido dejado en
un rincón de la conciencia. Yen,el momento en que el amor se
hace consciente, .en que se reactiva _-pero como representación
ya presente-, sólo en ese momento el amor -reactivado, des-
pertado- se reprime realmente.
70
III
·: ·l:.A TEORIA DE LA SEDUCCION
El caso de Isabel de' R. ya nos ha permitido señálar en estado
incipiente el descubrimiento de la sexualidad por Fre~d. por el
psicoanálisis, y <:n ~o que i~sisto es e~ el tip~ de tempotalidad
que ese descubrimiento deja presentir, un upo de encadena-
miento temporal, particularísimo, con escenas que se evocan y
se simbolizan mutuamente y de las que puede decirse, en una
primera aproximación, que adicionan- sus efectos. Podemos
hablar de "sumación", pero nos damos cuenta de que, más que
recurrir a este término mecánicó, cuantitativo, neurológico,
tendríamos preferiblemente que hablar de efecto de desenca-
denamiento, un desencadenamiento que se efectúa, porlo tan-
to, conforme a un ritmo temporal invertido. En el caso de Isa-
bel hemos visto que es por cierto el final, la última escena, la
que viene a rema'char, podríamos ;décit·, el conjunto del proce-
so y a organizar realmente la neurosis.- Del mismo modo, pue-
de decirse que, en una cura analítica, el final :viene a remachar
la totalidad de la cura.
Indiqué que en el citado descubrimiento pueden distinguir-
se varias épocas. Tengo ahora la intención de explorar con al-
guna rapidez la que va de 189 S a 1897, y que se caracteriza
por seguir dos direcciones en verdad paralelas: por una parte,
el ahondamiento en la investigación clínica de la neurosis, re-
montándose siempre más atrás en el tiempo para desembocar
en el descubrimiento de la sexualidad como sexualidad infan-
til; por la otra, la teoría de la neurosis y de la represión. Así,
pues, existe una clínica por un lado y una teoría por el otro:
71
 para Freud, ambas se ligan' taÍlto entre sí en esa época que
podemos reunirlas bajo un~ sola denominaéión, bajo un mis~
mo rubro: teoría.de la seducción.
La seducción es, en efecto -y con esto entro en materia~,
un tipo de escena y a la vez una teoría de las neurosis. Si se
quiere, hay escenas de seducción descubiertas y, pdr tltta pat~
te, una teoría basada en la sed1,1cción, la teoría de la defensa)'
de la tepresfón. . ro~is,"" 1:1na señora joven, quien se resistíá a reconocer, como es
Como escena, como tipo de acontecimiento, la seducción
es de índole claramente sexual: gesto, palabra, exhibki6rt y
evenrtlli.lmente un acto sexual esbozado o incluso mediaháhiefi-
. te cumplido; en el que un individuo desempeña un papel acti-
vo y otto un papel pasivo, en el que alguien le impone su se-
xualidad a otra persona. Y en ese primer descubrimiento clíhi"
. co (esencialmente, son las escenas relatadas por las histéricas,·
ya que, si b1en Freud comienza a tratar otros tipos de pacien-
tes; com(j por ejemplo a los obsesivos, todavía predóthlt!anlas
histéricas), en esas escenas, digo, el seductor es el adulto y d
seducido es e1 ni.fio. Lo aclaro porque esto no cae por su pro-
pio pés0 1 como vamos a ver. Muchas escenas de seducci6n se
deseubrleton ya antes de 1895, puesto que encontramos un
buen núm,fto de ellas en Estudios sobre la histeria; Breuer rnis-
mo las refiere. Tan s6lo cito dos casos, muy breves por lo de-
más: el casó Rdsalía y el caso Catalina, este último ya más
denso e interesante. Se trata de una cura rápida realizada por
Freud a una joven campesina a la que encuentra un día en una
hostería montafiesa. En ambos casos se trata de insinuaciones
sexuales precisas, de intentos de relaciones sexuales realizildos
por un adulto. En el textO aparecen atribuidas a un tíoj pero
en la reedición de Estudios sobre la histeria efectuada en 1924,
Freud añadió una nota en la que aclara haber disfrazado los
hechos a los efectos de su publicación, pues en realidad se tra-
taba del padre, y agrega que la impprtancia y significación de
este disfra~ disminuyen. sól.o cuando se procura alterar el Jugar
para desortentar a los md1scretos. En estas escenas; pues; el
seductor de esas damas o muchachas éra el padre, y Freud'llega
incluso a describir en una nota la escena descubierta en ptimet
lugar¡ es una nota muy interesante en sí misma. Releámosla.:
"Quiero exponer aquí el caso que me reveló por primera vez
72
e~ta relación causal [la relación causal va a ser en ·realidad el
p!.Hito. fund~iTiental de la teó~ía- ~e ~a seducción:. Es la conse-
~u~pcia suscitada en un corazon v1rgrqal por la pnmera revela-
ción dt!l mundo de la sexualidad. Es ciertamente la seducción,
}¡:~ introducción por la fuerza y acompañada de terror del mun-
do d~ la sexualidad en una .personalidad· virginal, inocente].
Teníª en tratamiento, a consecuencia de una complicada neu-
ha,l?jnu:t.l en estas enfermas, que el origen de su dolencia radica-
ba ~n su vida conyugal, con la objeción de que ya de soltera
paqecía ataques de angustia y desvanecimientos. Pese a ello,
m.antuve mi punto de vista. Cuando ya teníamos más confian-
za, l)n buen día me dijo de-repente: 'Ahora va usted a ~aber
cuál es el origen ·'de lós a,taques de angustia que me daban de
soltera. Por entonces dormía yo en una' habitación inmediata a
la alcoba de mis padres; quienes dejaban la puerta abierta y
una lamparita encendida sobre la mesa. De este modo pude
ver varias noches que mi padre se pasaba a la cama de mima-
dre y oí luego unos ruidos que me excitaron mucho. Al poco
tiempo c;omenzaron a darme los ataques'".
En este texto, del que Freud dice que es el primer descu-
brimiento de este tipo de escena, se reconoce lo que hoy deno-
minamos "escena originaria". Es una escena en la que no hay,
sin embargo, un gesto directo de los padres para seducír al ni-
ño; simplemente, e1 niño ·sorprende la relación sexual de los
padres, que se acuestan en una habitación contigua. No obstan-
te, la "escena óriginaria" entra en el rubro general de la seduc-
ción; lo hace como introducción de la sexualidad adulta en el
mundo infantil. Desde el punto de_vista terminológico, la ex-
presión "escena originaria" se ha restringido sóln de manera
paulatina a la observación del coito parental. En un primer mo-
mento, Freud hablaba de toda una serie de escenas; había una
verdadera tipología de "escenas originarias" (en alemán, Urs-
zenen). Tales escenas son .primitivas u originarias por su anti-
güedad, pero pienso que también lo son -al menos para Freud
en esa. época- porque están verdaderamente en el origen de la
sexualidad infantil. Por lo tanto, en la escena de seducción ten-
dríamos .el siguiente esquema: un niño Originariamente no se-
xual, una sexualidad que le llega del exterior -sexualidad exó-
73
. gena-, un njño pasivo y un adulto activo. El Edipo se en_cuen-
--tra ·ya, en-cierto modo, presente, a tal punto que F'reud'lo dis~.
fraza en su relato, ya qve trasforma al padre en tío. A decir
verdad, ya nos hallamos ante el descubrimiento del Edipo. Pe-
ro, en este caso, el Edipo no está invertido, como se dice. téc-
nicamente, sino tras~ocado, puesto que en el complejo de Edi-
po el amor y el odio provienen del niño: Edipo mata a su pa-
dre (el Edipo del mito)" y conquista a su madre. Por consiguien-
te, podemos decir que en el Edipo el niño ocupa una posición
de seductor; él es el elemento activo. En la escena de seducción
relatada por las histéricas hay, en alguna medida, un enmasca-
ramiento. Enmascaramiento de los protagonistas: el tío en el
lugar _del padre, y enmascaramiento por un tr.astocamiento de
los papeles:lo cual determina que quizá podamos.'decir tam-
bién que, en cierto modo, el niño seduce por su inocencia
misma. Observemos que hay en_ las histéricas una. deformación,
y además una manera de traer a colaCión escenas que sólo con-
tienen una parte de verd~d. Esto no implica; necesariamente
negar los hechos, ni negar qt]e l()S recuerdos corresponden a
hechos reales; significa que el_ rliñ"o enmascara una par~e de la
situación, esto es, su papel eventUalmente activo, su participa-
ción subjetiva en la escena de seducción. ¿Estamos ante una
mentira? Pues bien, el término de mentira nos lleva al segundo
aspecto de la seducción_: el aspecto teórico.
La· teoría de la seducción debe ser buscada enlos textos de
la época: en el Proyecto de una psicología para, neurólogos, de
1895, sobre todo en elsegundo capítulo de éste·, que lleva por
tí tul o "Psicopatología". Hallaremos, digo, la teoría de la se-
ducción en toda una serie de textos de la época, especialmente
en uno que versa sobre la etiología de la histeria, en otro acer-
ca de las psiconeurosis de defensa, etc., y en todas ias cartas
del mis~o período en las que Freud se refiere a aquélla.
Me he detenido en la teoría de la seducción ateniéndome
al propósito que señalé al principio, es decir, considerándola la
primera y' acaso la única tentatiya de vincular orgánicamente
la represión y la sexualidad, o bien -para redondear el descu-
brimiento freudiano- el descubrimiento del inconsciente por
un lado y el de la sexualidad por el otro. Digamos que no son
dos cosas separadas, descubiertas por Freud como por casuali-
74
dad,' o; rnejpr aun·,. que una: no é(~l: Góntériido fórtuito.de la
otra·, que la sexualidad nó''és el córiteriidó fortuitó'del'incons-
ciente. Freud procura demostrarnos ·p'órqué, por naturaleza, es
]a sexualidad la que débé:ser reprimida, la que debe ser incons-
Ciente. Al abordar 'lá. •lec'turá del cap ítüld! sobre ·•IP'sicopatolo-
i
gía ", recor.daremos tan sólo· que todo el Proyecto cstá-1encerra-
do en una especie dejerga neurológica; son sús''dos-términos
-repito- el de neurona y el de cantidad~ ·Y cada vez que
leamos "neurona" nos será fácil leer ''representación", y
"afecto" cada vez que leamos "cantidad". Se describe un
determinado modo de funcionamiento, la manera en que el
. afecto, la ·carga afectiva, circula a lo ·largo de las cadenas de
representaCión, representadas por cadenas de neuronas. He
intentado mostrar que nada de esto es ajeno á la clínica, que se
trata de algo que se acerca a la experiencia dínica y también a
la experiencia onírica .. Antes· de leer el segundó capítulo
-"Psicopatología"-, debe tenerse·en cuenta que- en el primero
se describen dos modos de:fliridt>namiehtO'·de;;6te aparato,
dos modos de circulación del 'afectO a lo largo· de las cadenas
de representación: uni .inodd. d(1 füncioriainiento' primario; no
inhibido, en el que la energía: éorre siri obstáéúlos- de un
extremo al otro de la cadena y tieri~e a desca:rga~se•-es lo que
Freud llama, desde· el punto de; vista de 1¡¡ energía,'':'energía
libre"-, y un modo'de funcionamiento secundario, en el que,
en oposición al flujo del afecto €fde la cantidad, nos encon-
trarnos con un funcionamieritó inhibido por defensas; 'es un
modo de (undonamiento ell· el que interviene el ''yo" (ya en
esa época se describe el ''yo" con' toda claridad_; el "yo'' en
· sentido psicoanalítico' rio es un descubrimiento de 1920, como
suele decirse, sino un descubrimiento 'qUé Freud realizó desde
el primer momento). A este modo de funcionamiénto secunda-
rio se lo denomina, desde el punto de vista energético, "ener-
gía ligada".
¿Funcionamiento primario - Energía libre - Principio de
inercia =1= Principio de placer?
¿Funcionamiento secundario - Energía ligada - Y o =F
Principio de realidad?
Indico con esto cierto número de correspondencias que
quizá le sean útiles al lector, pero bien se ve que al final de ca-
75
~
da línea hay ciertas incertidumbres; no deseo explayarme al
respecto: son incertidumbres relativas al lugar ocupado por el
principio de placer y el principio de realidad.
He mencionado el término "mentira". El hecho es que el
capítulo oiPsicopatología" hace hincapié en asuntos que llevan
un título un tanto enigmático, y por lo demás Fn~ud no se ex-
plica mayormente sobre .ello. Hay un título .en griego: El pro.-
tón seudos, o sea, la. primera mentira. justamente, me refería
a la mentira, término. que s~ ajusta bastante bien a .una teoría
de la histeria, -en la medida en que ya en aquella época solía
decirse, y por cierto que de manera tentativa, q1.1e .las histéri-
cas son mentirosas, simuladoras. Pero a lo que Ffeud apunta
con la noción de; protón"seudos -..ya hay en la primera mentira
la idea de que existe algo más originario que las mentiras co-
tidianas-, es a una especie de mentira objetiva, inscrita en los
hechos, y c1.1yas primeras víctimas serían las histéricas, antes de
ser sus autoras.
Hay en las escenas, sobre todo en su encadenamiento, en
su dialéctica, algo que resulta ser un elemento falaz y que de-
termina qu~ la histérica misma sea atrapada por la mentira del
juego de las escenas; tanto es así, que podría decirse que el
protón seudos, la primer:1; mentira, es el verdadero fundamento
de la neurosis. Está claro, por lo demás, que debe darse al
vocablo "mentira" la acepción que tiene en griego, es decir,
un sentido muc:ho más amplio que el de mentira puramente
subjetiva. Podríamos utilizar otro término para dar una idea
más precisa al respecto; por ejemplo, el de falacia. Pero siga-
mos a Freud en su desarrollo acerca de la "primera mentira"
histérica y enfoquemos el problema, antes que nada, desde u~
ángulo ligeramente diferente: el del síntoma. Freud descubrió
que la neurosis, el síntoma neurótico, reviste una significación
defensiva. Y toda defensa implica un motivo que es ~empre un
displacer, un displacer ligado con una representación. La repre-
sentación .reprimida, contra la cual se instaura la defensa -y la
represión es un mecanismo principal de defensa, sobre todo en
la histeria-, es una representación que amenaza con evocar,
con hacer resurgir el displacer. En este caso partimos de una
comparación entre defensa normal por una parte y defensa his-
térica por la otra. Freud nos hace recordar, en efecto, que. ~n la
76
vida: cotidiana utilizamos de modo completarrifiit~ normal al-
gunos mecanismos . que nos permiten defendernos, con todo
derecho y a menudo con suma eficacia, de una percepción o
de un recuerdo penoso. Freud enumera, en reiterádas oportu-
nidades, diferentes maneras eje defenderse contra un pensa-
miento doloroso. Tal es la función de atención del yo, es decir,
su capacidad de catectizar una parte del campo de la concien-
cia y de descatectizar· otra parte; o bien, la atenuación priigresi-
va por repetición, por fraccionamiento_: el pensami·ento doloro-
so, o la experiencia penosa, se ha repetido, pero de manera
fraccionada, de modo que cada vez. hubo una e-specie de hábi-
. to, una verdadera .vacunación contra la experiencia penosa.
Otro mecanismo de defensa .muy eficaz y general es el estable-
cimiento de. conexiones as.ocÜ}tiva.s. Al contrario de los meca-
nismos precedentes) que parecen preconizar, sobre todo, .uri
aislamiento, aquí se trataría de una especie de disolución, lo
que equivale a decir que el pensamiento penoso está vinculado
con un nÚm<ero mayor de otras experiencias. Es un trabajo de
ela_boración que, per~ite reorganizar y relativizar la experien-
cia penosa, volver a msertarla en un contexto. Desde el punto
de vista. energético, puede decirse que el afecto se halla distri-
buido, diluido en un campo más vasto en el que se ha inserta-
do la representación primaria. Es un mecanismo ya designado,
y así lo será permanentemente, con el término de "elabora-
ción". También tiene un lugar eri la teoría de la cura analítica,
pero con el añadido de esta idea: se trata de una elaboración
hecha· a través de todo un material. Se ha propuesto denominar
esto trabajo elaborativo (Durcbarbeitung), o sea, una elabora-
ción que prosigue a través de toda una secuencia de materiales.
De todos modos, se trata de hacer volver a la vida psíquica lo
que estaba enquP.itado.
Con respecto a la gran oposición entre proceso primario
y proceso secundario, la defensa normal pertenece, pues, al
nivel del proceso secundario. Hace intervenir al yo y sus fun-
ciones de inhibición. Unicamente porque el yo es capaz de in-
hibir la libre circulación del afecto, de dominar la descarga, son
posibles todas estas clases de defensa. Y para ello es necesario
qu.e el yo -Freud insiste en este punto- esté presente desde el
comienzo del .proceso. Debe actuar desde el principio y conse-
.~;
77
~
gu ir, _mediam:e_ una s~ri~ de actos, reducir e~ _displacer ·-contr.~
el cual se trataba de luchar- a una· simple señal, a una especie-
de símbolo, €Omo podría decirse en última instancia. Con el
tiempo, Freud retomará esta teoría en Inhibición, síntoma y
angustia. Normalmen~e, la angustia, cuando el yo funciona
bien, debe quedar reducid~ a un símbolo que. permita desenca-
denar a tiempo defensas ad.ecuadas, sin que el yo se vea invadi-
do por el displacer o la angüstia. Eh cambio, con la defensa
histérica el yo va a quedar anulado. • tia. Poco ~mporta; el af~cto puede te?e~ diferentes c~álid~d~,s. ·
En el caso de la defensa histérica liay, ya se sabe, represión;
hay escenas, o elementos de la experiehcia, que no son ya ac-
cesibles a la conciencia: es la parte negativa. Y, como contra-
parte de eS!l represión, hay formación de un síntoma, al que en
este y otros textos del mismo período se lo denomina símbo-
fo mnémico. En cuanto al recuerdo, se lo sustrae, debido a la
represión, de toda atenuación. A diferencia de la defensa nor-
mal, que debe atenuarla vivacidad del recuerdo penoso, el re-
cuerdo parec:e ser hecho a un lado; ·por consiguiente, puede
resurgir en la cura ~á:jo la forma· de una ·verdader~ explosión de
afecto, o; cotllo dicen Freud ·y BreÚer· en esa época, de una
"abreacción". Desde el·punto de vista dinámico de esta defen-
sa, hay que hacer. intervenir dos términos. Por una parte, la
escena penosa, reprimida, precisamente la escena de seducción;
por la- otra, una circunstancia acce·soriá de dicha escena -una
percepción c;ompletamente ·superficial sobrevenida durante la
escena de seélucción: un objeto cualquiera de la alcoba, un ros-
ti~, :etc.-, circunstancia accesoria que va a conv.ertirse en el
símholo de la escena. En el caso de Catalina, la circunstancia
accesoria es un rostro ~terrador, una verdadera alucinación,
que se le" presenta· a Catalina como separada de todo, en de-
terminadas circunstancias y que provoca angustia, pero ·sin
otro contenido ideativo. Así, pues, es un rostro completamen-
te separado; se presenta como una imagen recargada qe angus-
tia, pero sin vinculación asociativa con cosa alguna, sea la que
fuere. ·Puede decirse que sólo en un nivel profundo está vincu-
:lado con lo subyacente, es decif,·con la represión. A los efec-
tós de la discusión, Freud llama A al síntoma y B a la escena
reprimida. Voy a trascribir algunos pasajes de su desarrollo. He
aquí el esq~ema de un análisis que se ajusta ,a la ~encilla vi-
78
swn de Freud en e~a época. (Poco más arriba he hablado de
apálisis rápido a propósito de Catalina; léase. este caso- y s«:
verá cómo esto lo ilustra teóricamente.)
"Por regla general, el resultado de un análisis sé presenta de
este modo:
"Antes del anátisis. A es una representación de intensidad
excesiva que surge con demasiada frecuencia en el plano cons-
ciente y provoca lágrimas cada vez que aparece [aquí son lágri-
mas; en el caso de Catalina, lo que el rostro provoca es angus-
Mucho mas que saber SI se p-ata de lagr1mas, angustia, m1ed~
etc., importa saber cómo se desplaza el afecto y a lo largo dr
qué vía lo hace, para poder restituirlo al punto en que debería
estar en realidad. Por lo tanto, he aquí un suieto que tiene una
representación intensa, la cual provoca en él cierto afecto
-cierta cantidad de lágrimas, porque en verdad las lágrimas po-
drían cuantificarse como se cuantifica el afecto-, pero qtie
paca nosotros no justifica lógicamente ese afecto]. El sujeto ,
ignora por qué A lo obliga a llorar, y considera esta reacción
como absurda, sin poder, no obstante, impedirla.
"Después 'del análisis. Se ha descubierto la existencia d~
cierta idea B, que con toda razón ha provocado lágrimas [ob-
servemos cómo, presentado de una manera sumamente simple.
· lo reprimido justifica las lágrimas]. Se repite a menudo, hasta
el momento en que el sujl:to realiza contra ella un trabajo psí-
quico complicado. El efecto ejercido por B no es absurdo; d
sujeto encuentra una explicación al respecto y puede combatir:
lo. [Así, pUes, se descubre la idea B, y se logra que salga de su
estado de represión. En ese. momento, la idea vuelve a surgir y
se produce el trabajo psíquico propio de la cura, un trabajo
complejo que. permite eliminar la idea.]
"B tiene algunos puntos de contacto con A [exactamente
lo que decíamos hace un momento: el síntoma carece de con-
tacto en la superficie; está verdaderamente aislado, y sus úni-
cos con tactos se encuent'ran en el nivel profundo]. Se produce
un determinado acontecimiento; que consiste en A + B. A re-
presenta allí una circunstancia accesoria, mientras que B posee
todo lo que se necesita para producir un efecto duradero."
Esa es, pues, la manera en que se forma un símbolo, neuró-
72
 '
t;co o histérico. Y Freud va a formular inmediatamente una
e mparación con lo que él llama formación del símbolo nor-
L~: "Los símbolos se forman también de manera normal. El
soldado se sacrifica por un pedazo de trapo multicolor atado a
un asta [por lo tanto, por algo que es accesorio con respecto a
la acci.bn o al afecto, exactamente tomo ocurre en el símbolo
histérico], porque ese trapo es el símbolo de su país natal; na-
die podría considerar patológico este hecho. Pero el símbolo
histérico es distinto [por supuesto, esto puede parecernos gra-
cioso, porque pensamos que tal ve,z es p'atológico; pero vamos
a ver en qué consisten lo patológic~ y lo que no lo es]. El caba-
llero que se bate por el guante de una dama sabe muy bien que
el guante debe todo su valor a ésta, y el valor que le atribuye
no le impide en modo alguno pensar en la dama y prestarle
servicios de otras maneras [lo que no se ha dicho conrespectÓ'
a la bandera es que la verdadera causa del sacrificio ...:.la dama b
la patria- no está reprimida. La vinculación .se mantiene en el
n1vel consciente, y el sujeto se sacrifica por un símbolo cons-
ciente manteniendo el nexo entre A y B, es decir, tendiendo
hacia ambas a la vez, por lo menos en un rincón accesible de su
conciencia. Sabe que si se bate por la bandera 16 hace, en rea-
lidad, por otra cosa simbolizada por ella. Otro tanto .ocurre
con el guante: el caballero sabe muy bien que se bate por la
dama; prueba de ello es que también puede sacrificarse por la
dama de otra manera]. La histérica a'la que A hace llorar igno-
ra que sólo se trata de una asociación entre A y B en la que B
misma no desempeña papel alguno ·en su vida psíquica. En ca-
sos como éste, el símbolo ha sustituido por completo al ob-
jeto". . El fenómeno patológico es un proceso de desplazamiento, se-
En esto reside la diferencia. En un caso, el símbolo sustitu-
ye al objeto; se trata, una vez más, de un proceso primario; to-
da la carga ha pasado de un extremo al otro de la cadena, y en
B no ha quedado nada. Por el contrario, en el caso del símbolo
normal sólo una parte del afecto se ha desplazado a lo largo de
la cadena B-A, de manera que el sujeto ha mantenido parte de
su afecto· por el guante o la bandera; en efecto, no ha aportado
más que una parte de aquél: ha distribuido su afecto entre la
bandera y lo que ésta simboliza. Este es, por lo tanto, un pro-
ceso secundario, donde se ha producido una inhibición y ha in-
80
. tervenido el yo. Ve.amos ahora qué conclusión surge de com-
!}iar~r el pr<?ceso normp.J co1iel pro~eso_p~atol.~gic_o de ~i~~oli­
zactón, temendo en cuenta que la s1mbohzacwn patologtca no
es otra cosa que la formación de un síntoma histérico acompa-
ñado de represión. Desde el punto de vista cuantibrtivo, Freud
nos dice: "Todo lleva a suponer que la represión,denota, desde
el punto de vista cuantitativo, una sustracción [y no una "dis-
minución"] de cantidad, y que la suma de ambas (es decir, la
obsesión [aquí, Freud llama obsesión al símbolo; aclaremos
que esta obsesión nO implica que se trate de una neurosis obse-
siva] más la represión) es igual a lo normaL De ser así, entonces
lo que se ha modificado ~s la distribución de la cantidad".
Ya tenemos, pues, una especie de complejo representativo
A B (o A + Bt pero prefiero decir A B porque no se trata de la
. cantidad sino de la cadena) y una cantidad, que sólo ~s, en
primera instancia, una cantidad de lágrimas que debe seguir
siendo la misma, de acuerdo con un principio de constancia, de
equivalencia cuantitativa; como en física, la cantidad de
lágrimas queda írtú:gramente justificada por B. En ciertos
casos, la cantidad se distribuye de acuerdo con ifn determinado
equilibrio entre A y B; una pequeña parte pasa al guante de la
dama, y ia mayor parte queda en B. En cambio, en el caso del
síntoma histérico, toda la cantidad se ha ido y ha catectizado
umcamente a A. Luego, todo nos permite suponer que la suma
de las cantidades que catectizan a la vez la obsesión y la
represión es igual a lo normal. De ser así, lo que se ha modifi-
cado es la distribución de la cantidad.
"Algo se le ha agregado a A tras habérselo sustraído a B.
mejante a los procesos que nos han dado a conocer los sueños.
Constituye, por lo tanto, un proceso primario."
Advirtamos que se hace intervenir aquí el término despla-
zamiento, al cual encontramos fundamentalmente en La inter-
pretación de los sueños, Pues bien, este término no puede ser
comprendido sin una interpretación económica; es preciso que
algo circule de una representación a otra para que pueda afir--
marse que hay desplazamiento, y huelga decir que el mejor
ejemplo al respecto lo da, como si se tratara de un desplaza-
miento total, la imagen onírica. Así, pues, el fenómeno pato-
81
1
lógico constituye un proceso primario y se caracteriza por su
desplazamiento excesivo, regido por la ley del todo o nada·, sin
posibilidad de que iriter\iehga 'tüi 'mecanismo de atenuación' o
de fraccionamiento. Ahora bien, d hecho de que Freud haya
realizado ese· primer desarrollo y esa comparación, se debe,
ciertamente, a -que ha querido mostrar que se trata de una de-
fensa; puesto que la neurosis es una defensa, el síntoma neu-
rótico es el producto de ésta. Pero se trata de una defensa que
ocurre -cosa curiosa- conforme al proceso primario; ahora
bien, normalmente, éste no caracteriza a la defensa sino a los
fenómenos de deseo. Y, paradójicamente, la defensa -que es
por lo general un fenómeno del yo- debería ser, por defini-
ción, un proceso secundario. Pero sucede que en el caso de la
neurosis estamos ante un proceso defensivo que se produce, no
obstante, con los caracteres del todo o nada, típicos del modo
de funcionamiento del deseo y no del de la defensa. Por lo
tanto, será necesario explicar cómo puede producirse una de-
fensa contaminada por el funcionamiento primario; o bien,
cómo se produce una defensa en la que el yoquedará en cier-
to modo, y desde el principio, anulado, de manera que pueda
eventualmente reaccionár en fonna: ,cata~trófi<;a, por así decir-
lo. Téngase en cuenta que ·términos como "anulado", "catas-
trófico", etc., son descriptivamente válidos para informar acer-
ca de lo que ocurre en la defensa neurótica. Y justamente pa-
ra explicar por qué toda defensa se produce conforme al pro-
funciona el yo· sino·'a·la- -modalidad' del deseo,·es decir, de
acuerdo'· con.· el :proce·so -·':'primario':', que -se ·caracteiiD ·por la
circuláción absolutamente-libre' del afecto a: lo largocklas' ca-·
_-denas de representaciones. ·Hallateri)os algunas de-islas en el
esquema que-comentaréírib'sde inmediato, ·· ·
Freud desea demo~ttar' que este tipo de defensa-fatológica
sólo es posible en el campo dé la sexualidad, y como~rola:tio,
,si· se quiere (por ser un aspecto muy relacionado coa d proble-
ma de la sexualidad),· que úniCamente puede producirSe cuan-
do hay varios acontecimientos y no uno solo, o cumdo hay
por lo menos dos escenas traum~ti:tantes_. Estos juegas malaba-
res entre las dos escenas constituyen lo que Freud llama el seu-
dos, l:í mentira objetiva, una especie de "falacia•, como se
podría traducir. .
A los efectos de .demostrar lo dicho, me perrniD'solicitar
una nueva lectura del caso EJ:nnia, al que se refiere Freud en su
Proyecto de una psicologia·p'!ra neurólogos.
.
..-
~cmseilnU
(pospubcrtad) ..
ElementoS.· de la ii>q)cndielitet Risa
_.
, ·_ _ 1
1
Ve.tidoi

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. .~
~.

1
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·
1 ·. . \ DeacafPtiCXUal
.
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aola
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ceso primario, Freud va a introducir un elemento más: esa de-
i ·
Pasti:lcr~ A · _1-\vestidol
. ---,rw.
_::::~•.•rlCDda r:l
v;

v .
_ _ . __..,.
fensa se produce contra un afecto y contra escenas sexuales; mcmcntot Y' \ / Y · -
. cíe la

~ :~.. ~
1
y ofrece esta comprobación -extra_ída en esta oporlpnidad primera ctCCDa . - . _ .
de la clínica (aun cuando lo que acabamos de decir es asimi's-
mo una teorización muy cercana al descubrimiento clínico)-: .. .. . A ..

la defensa patológica sólo se produce cuando recae sobre un

recuerdo sexual.

"EL CASOEMMA"
Hemos enfocado el problema de la seducción. Decíamos que la_
seducción no era sólo un tipo de e~cena, sino también una teo-
ría destinada a explicar la génesis de cierta clase de defensa, es-
to es, de cierto proceso del yo, como dice Freud. Y este proce-
so defensivo no se ajusta
. -cosa paradójica-
.
al modo en que
83
82
 Es un caso muy breve en que sólo nos ofrecen tres elemen-
tos (hemos -de ver de qué modo repercuten unos en otros). Por
una parte, el slntoma esd representado en el margen derecho
por la reunión de tres .elementos: "estar sola", "tienda" y
"huida". Se· trata de una fóbica histérica que tiene miedo de·
entrar sola en las tiendas y que generalmente huye si .se halla
sola en est~ clase. de negocios. Tenemos, además, los elemen-
tos de dos escenas; por lo tanto, hay dos escenas de un sínto-
ma -fobia a .entrar sola en las.. tiendas....,.: una de ellas es cons-
ciente y se. produjo hacia los 13 años, ·poco después de la
pubertad (en la edición francesa. (y en la española: Freud,
Obras completas, ed. cit., t. 111, p. 938 (N. del T.)] se ha come-
tido ·et error de traducir 11 poco antesn en vez de "poco des-
pués", cuando esto es de suma importancia); la otra, descubier-
ta por el análisis -llamémosla .· inconsciente, reprimida-,. ha
ocurrido hacia los 8 años. Las tomo. en sentido cronológico y
denomino primera escena a la de los 8 años. Freud tiene razón,
por supuesto, en mostrarnos las escenas en el orden en que son
descubiertas, describiendo en primer lugar la segunda y ense-
ñando luego cómo se remonta a la. primera, pero el sentido en
que yo las presento responde a una finalidad puramente
didáctica.
La primera escena, descubierta gracias al análisis (insisto en
ello), es una escena que también ocurre en una tienda; incluso
veremos que hay dos escenas sucesivas: "Cuando contaba ocho
años fue dos veces a una pastelería para comprarse unos confi-
tes, y en la primera de esa:s ocasiones el pastelero le pellizcó tos
genitales a través de los vestidos". La escena se repite: "Ape-
sar de esa primera experiencia, volvió una segunda y última
vez. Más tarde se reprochó haber regresado a la pastelería, co-
mo si con ello hubiese querido provocar el atentado. En efec-
to, la 'mala conciencia' que la atormentaba muy bien podía
derivar de ese incidente". Resulta realmente interesante obser-
var que la primera escena ya es repetitiva a su vez, ya está en
resonancia, y que además es ambigua en lo que concierne .., la
actividad y la pasividad. Aparentemente, desde luego ..:...y asi lo
presenta Freud-, se trata de un atentado perpetrado por el ·.
aduJto, .esto es, de ,tma seducción por parte del pastelero, que
le pellizca a la niña los órganos geni~ales. P.ese a todo, la esce-
84
na, por lo menos en su segundo episodio, e~. su repetición in-
·rnediatá', parece marcar una actitud activa en la niña, que, en .
resumidas cuentas' regresa a la pastelería y desempeña a su vez- . .
el papel de seductora .. Desde ese momento hay algo qUe per-
mite presagiar toda la ambigüedad de lo. que; podemos llamar
sentimientos edípicos, así como la ambigüe~ad de la relación
que ·puede haber entre una escena realmente vividas el deseo
que la habita por parte del niño. El adulto es el elemento acti-
vo, pero, en última instancia, su actividad está provocada por
el niño. ·
En el curso de su tratamiento, la paCiente se refirió sin am-
bages a la segu:o9a escena; considerándola directamente vincu-
lada al síntoma. Lo relacionaba ~n forma directa con esta es-
cena, descrita ~n e~J:.oS t~rmii\.os:· "Emma se encuentra dpmina-
da .por la compuls~6n d~ I).O¡,pp..der ell:trar sola en una :rienda. La
explica, esto es, .ff~plica ., ~Lsín,tpm~ -~PI}. up r~c\ler9o que;. data
de los 13 anos (po~o, qespué~-de: su pul:>értad), cualldQ~entró en
una tienda para comprar ~lgo y~ :vio ~ los dos dependientes (a
uno de los cuales recuerda) riéridos~ a. carc.ajadas, antelo cual
echó a correr presa de una espede de pánico. Tal asociación
p~rmitió· evocar ciertos pensamientos en el sentido de .que los
dos sujetos se habrían reído de sus vestidos y· de que uno de
.ellos le había agradado sexualmente". ·
Freud mismo traslada todo esto (el esquema figur·a en el
propio libro) a un gráfico que es, en verdad, un modelo de los
gráficos que reproducen lazos inconscientes, lazos asociativos,
tales como los que pueden observarse, por ejemplo, en La in-
, terpretación de los sueños. Cualquiera de los sueños analizados
en este libro es susceptible de ser trasladado a diagramas de
este género, y a menudo más complejos; es una especie de pro-
totipo simplificado.
Por una parte, tenemos la escena inconsciente, reprimida,
cuyos elementos se ligan por lazos de concomitancia y com-
prensión; por la otra, la escena consciente. Lo interesante es
que la escena consciente muestra dos tipos de vinculación. Po-
demos decir que tiene, por un lado, vinculaciones profundas,
puntuales, elemento por elemento. Por ejemplo, la risa de los
dependientes trae el recuerdo de la mueca del pastelero, un vie-
jo gesticulando. Los vestidos noocupan en absoluto la misma
85
~
posiCión; esdn allí, representando simplemente su ~ondición
de tales: en un -caso es la maná que ,pellizca a través de ellos los·
órganos sexuales, y en el otro son los propios vestidos, suscep-
tibles de ser objeto de burla. Hay, por último, un elemento
emocional de índól~ sexual, digamos, al que Freud no vacila en
designar como u_ria verdadera "descarga sexual" y que se rela-
ciona de algún modo con la escena consciente. Si se prefiere,
esto no figura. en el esquema de Freud, pero hace un momento
decíamos que los elementos conscientes tienen dos tipos de co-
nexión verdadera; una es de naturaleza inconsciente, y la otra,
una conexión racióna:l de· bien fundada apariencia, ya que la
paciente la mencionó en. su relato·de·la misma manera en que
contaría un sueño: sencillamente¡ un par de dependientes se
echaron a reír a causa de su ropa:, y ádemás' Emma tuvo la im- .
presión de· que uno de ellos la.. at:taía: sexúálmente~ Este segun-
do tipo de ~onexión,'·aparentémen~e bien fundada, racional, no
es en realidá.d; más que una especi€ detacionálizacíón; púes los
verdaderos:· vínculos' ·son·· •discontinuoS~; ·'elemento· ''f>or ele-
mento. Y; ert-Lpárticblar; el ptiiitó ínás impórtlirlte ·...:el afectó-
está. Iejdf de' hábét ''sido provocado pot la.: e:Sceria' consciente,
conid.Io·'pf~teridía'la enfetin'a1;'Eh'realidad; es preciso qúe a
partir de la eséena: consdente se· haya hecho un rodeo, pasando
por la escena inconsciente, para;llegar al·elériü~nto de eriioci6n
sexuaL ES' como -el falso érilace entre una representación A y
una representacióír·B: 3.1 que ya 'rile he referido esqtiemátiCa-
mente. Una representación B·'repriiflida e5 la' verdadera razón
del afecto, que eri el contenido manifiesto se encuentra despla-
zado sobre otra· é:ósa. Admito que nie oriento hacia cosas cada
vez más complejas: En el caso de una representación A y B, en
el que úna representación provocaba lágrimas -lo cual, ade-
más de ser absolutamente absurdo, estaba fuera de lugar-,
teníamos que pensar que forzosamente había allí algo que las
provocaba y que no conseguía ser explicado por el contenido
manifiesto. Este otro caso es mucho más sutil, porque en rigor
la escena consciente parecería justificar el afecto. Está mucho
mejor constituida, y sólo el análisis muestra que aun aquí el
· verdadero origeri ·de. la descarga libidinal es, una vez más, la
escena inconsciente .reactivada por la· escena consciente. Ade-
más, esa liberación de energía sexual nos trae el recuerdo de la
86
' de la angu~tia;y de la teoría de las neurosis actuales. Una
descarga ~d~ -~pido s_e:xual,. de afecto sexual, puede, se-
:·g(In los casqs, _traducir_~e _eh. a~gu.stia o encontrar$e ligada, re-
cqnectaqa con .otra cosa y manifes.tarse eventualmente bajo la
{prm~ del miedo. o de otr()~ .afectos. Si el elemento permanece
aislado, es ar;tgustia pura; si el sujeto logra reconectarlo a otros
. elementc;>s conscientes, en ese momento el aspecto subjetivo de
la angustia se halla de algún modo l~gado, limitado y eventual-
. mente deformado. · ·
Además, debemos comprender este esquema corno si se
produjera en un momento actual, como si fuera una estructura
en el presente y, al mismo tiempo, un esquema temporal. Es
un esquema actual, sincrónico, porque permanentemente está
subyacente la escena con el pastelero, supuesto origen de la
angustia, y porqúe cada vez que la paciente va a una tienda se
reactiva el conjunto del cuadro, Y es, a la.vez un esquema dia-
crónico, .temporal, puesto,_. que hubo una primera escena segui-
da por el surgimiento de la segunda, causante de la represión
de aquélla. ¿cómo explica Freud el hecho de que esta escena
haya sido reprimida? El elemento esencial consiste aquí en la
circunstancia de que entre ambas escenas hay un puente, algo
que determina que en realidad se hayan producido lo que po-
dríamos llamar dos universos diferentes de "comprensión". Es
deár que entre ;¡.mbas se manifestó el momento fisiológico y
psicológico de la pubertad. Compréndase, pues, la importancia
de esta breve. frase: "Una de las escenas se' produjo a los 8
años, antes de la pubertad; la otra, después": se señala a la
pubert~ como aquello que permite cqmprender de otra ma-
nera acontecimientos de la mism,a índole. Y por "compren-
sión" no sólo hay que c:ntender un conjunto de representacio-
nes, una comprensión intelectual, sino una comprensión afecti-
va e incluso somática,.si queremos ir más lejos. Significa que el
sujeto dispone de nuevas representaciones, y en especial de
representaciones precisas en cuanto a la excitaci6n sexual, por-
que ahora es capaz de tener una excitación sexual, una descar-
ga sexual.
Esto reviste, por supuesto, un valor clínico; pero es menes-
ter limitarlo, desde luego, como todo lo expuesto hasta aquí,
pues en resumidas cuentas se trata de protopsicoanálisis, de
87

psicoanálisis incipiente. Ahora bien, d modelo que examina-
mos adquiere para Freud un valor teórico, metapsicológico,
como dirá él tiempo después, esto es, un modelo abstracto del
aparato psíquico. El problema 'r>e planteaba de este modo:
¿cómo una defensa, que es por definición un proceso de con-
trol -ya que defenderse contra uri afecto, contra su sexuali-
dad, es naturalme.nte controlar lo sexual, ligarlo, trabarlo-,
puede producirse de maner¡:t cataclísmic;;a, cat<J.!itrófica, lo cual
consiste, lisa y llanamente, en reprimir todo y en no querer sa-
ber ya nada de ello? Pues bien, veamos cómo lo describe Freud
ulteriormente, Debe haber ante todo (y estoy introduciendo
términos personales) algo así como el d?pbsitQ de una primera
escena (una vez más, es la escena dibujada en círculos en blan-
co), que antes de la puber:tad ocuparía una posición comple-
tamente ambigua, es decir, que no sería c<msciente ni, pese ll
todo, verdaderamente inconsciente. No está reprimida; simple-·
mente está deposhada, como aislada en la conciencia, pero no
obstante es accesible. Y es ambigua porque no es consciente ni
inconsciente, porque es a la vez sexual y no sexual. En efecto,
para decirlo de un modo grosero, por cierto, pero válido a tí-
tulo de primer análisis, es objetivamente sexual porque tanto
para nosotros, que la conocemos a través de un relato, como
para el espectador que habría podido observarla, se trata, sin
más, de un acto sexual: el pastelero ponía su mano en los órga-
nos genitales de la niña. Siendo, pues, una escena objetivamen-
te sexual, debe de haber sido no sexual en el plano subjetivo,
o en todo caso parcialmente n"o sexual, debido precisamente a
que las capacidades psicofisiológicas de la niña no estaban to-
davía a la altura de la escena, por así decirlo. A este tipo de
escena, a esto~ acontecimientos, Freud los denomina aconte-
cimientos "sexuales-presexuales", término qu.e habla a las
claras de la ambigüedad de los acontecimientos más arcaicos.
Así, pues, la primera escena se encuentra en depósito. El
yo no ha sido alertado por una escena que no lo pone en peli-
gro ni provoca descarga de energía (en aquel momento no exis-
tía la descarga; ésta sólo fue posible en las circunstancias pro-
pias de la pubertad). Repito: el yo (para personificarlo como
una especie de personaje dentro de la persona, como hacen,
después de todo, Freud y_ los psicoanalistas) ho ha sido alerta-
88
do; no hay trauma. La pubertad implka a la vez, coino ya he
s"eñalado, las representaciones, él complemento de la represen-
tación y las posibilidades fisiológicas de reacción sexual. En
''·este punto sobreviene una segunda escena. Es un acontecí·
'miento muy sencillo:. EmñUi entra en ufiii tienda, los dos em·
': pleados se están riendo a t:arcaja_das -al fin y al cabo, quizá se
<iiíen entre ellos y no forzosamente de ella-", y Emma huye con
>precipitación, asustada. Pues bien, esta segunda .escena es
menos sexual que la prhnent. Hay, por ~u puesto¡ cierta atmós·
fera puberal -llamémoslá. así-=, una atm6sferá sex-ual, pero de
todos modos no aténtán. cofittá ella, río existe, como la prime-
ra vez, un atentado deliberado: y explldtarnénte sexual. Esta
segunda escena no seda ttaurnatizante por sí misma si no llega·
ra a reactivarla primera.. Veatfios cómo describe Fr~ud todo es·
. toa título de conclusiónJie,sus br.eves páginas sobre el protón
seudos: "Nos encontramos ,a<¡ii.Í ant~ el caso de que un recuer-
do despierta un afetw que no pudo suscitar cuando. ocurrió en .
calida.9 .de vivencia [en la época en que se produjor el recuerdo
no hábía sus~itadó el ·a.f'ect~ y la des~ar~a. fisio16gica¡ para
Freud es lo m1smo: es d. equivalente fiswlogtco], pórque en el
ínterin las modificaciones de la pubertad tornaron posible una
nueva comprensión de lo recordado.
"Ahora bien, este caso es t~pico de la représión que se pro-
duce en la histeria. Siempre cómprobamos que se reprime un
recuerdo, el cual sólo apres~coup llega a convertirse en trau·
ma". Esto es importantísimo. El trauma no está en ninguna
parte; no está en la primera eseena, que no provocó invasión
energética alguna, ningún desborde del sujeto por efecto de sus
propios· afectos o de un acontecimiento externo. Por sí mis~
mo, el segundo acontecimiento tampoco es traumático. El
trauma está, (ntegro, en el éspacio comprendido entre ambos
acontecimientos o en el juego de ambos; está en la "falacia",
en esa especie de mentira objetiva que hace que una segunda
escena reactive, con otro sentido, una escena ya depositada
allí: "Siempre comprobamos que se reprime un recuerdo, el
cuai sólo apres-coup llega a convertirse en trauma". Y Freud
subraya sólo apres-coup. Así vernos que la categotía tem-
poral del nachtraglich, del ttpres-coup; queda muy pronto
deslindada, y que Freud vil. á destacarla eh toda ocasión. No se
89
r·
trata en absoluto de un concepto presuntamente deducido por
los posfreudianos sino de'un concepto completamente freudia-
no. "El motivo de este estado de cosas reside en el retardo de
la pubertad con respecto al restante desarrollo del individuo."
Hay en lo anterior, evidentemente, una referencia a las ca-
racterísticas de la sexualidad humana y al desajuste entre el de-
sarrollo sexual en el ser humano y el conjunto de su desarrollo
general. Si se prefiere, podemos traducir esto con una metáfo-
ra más o menos aproximativa. En un primer tiempo se instala
una quinta columna en el·territorio, y en un segundo tiempo
ésta resulta súbitamente reforzada, reactivada, y llega a conver-
tirse en u!l elemento que desde el interior· ataca al sujeto. En
Estudios sobre la histeria hallamos la prueba de que esta no es
\·
una idea pasajera·de Freud por ese entonces,sino·realrriente el
eje de su pensamiento. He aquí lo que· Freud mismo· explica en
las primeras· páginas: "En lo que respecta a la relación causal
entre el tra'lill\l' psíquico motivador y.·el.fenómeno histérico
[o sea; entre el síntoma y la escena descubiert.a], hay gue cui-
darse de creer' que el· trauma actú·e:a. la manera de u~ agent
provocateur ['el 'termino está. ennftancés en él texto y alude' a
las teDfías de la histeria vigentes aila ·sazón· en; Francia] causan-
te del desencadenamiento del síntoma;· éste, ya independizado,
continuada subsistiendo [lue~o, no hay que pensar que existe
un desencadenamiento ni que· el síntoma: vive, en suma, de su
propia existencia una vez que el acontecimiento ha pasado].
Más .vale decir que el trauma psígüico y subsiguientemente su
recuerdo actúan a la manera de un cuerpo extraño que, mucho
tiempo después de su irrupción, continúa desempeñando un
papel activo. [Comprobamos, pues, que el cuerpo extraño e5
justamente la quinta columna, o, si: se prefiere, esa especie de
externo-interno instalado, depositado en un primer tiempo en
el .sujeto y luego preparado para realizarse y originar, en es(
mismo momento, un proceso de índole· primaria, es decir, um
represión]".
En este sentido, Freud realiza una verdadera revolución
con su teoría del trauma supera las dificultades, las aporía~
teóricas, provenientes, sobre todo, del hecho de que la teorú
del trauma había sido tomada de la medicina somática. La teo
ría del trauma sostiene en principio que en el equilibrio de m
90
se produce una. efracción generalizada, de amplio
,. esta efracción ocurre; -e:n primer. lugar, en el límite cu-
(o:auma "abierto':').. .. .
Ahora bien, en ~~ ~:~o del trau:A'la psíqui~o,no es süfitiente
er una trasposición de las cosas y decir ·q'!Je· hay UDa anal o-
entre el trauma .físico y lo gu.e ocurre en.elniveljlsiquico.
cierto modo, Charcot parece haber tenido c:n ..esa época esta
,dencia, aun cuando se acercó bastante a las ideas dcsurolla-
al respecto por Freud. Es preciso concebir que cl trauma
· o no es externo sino interno: el sujeto mismo se trau-
manza. y lo traumatizado -en el caso del trauma físico es el
equilibrio del organismo y su límite-, lo invadido, es algo b¡ts-
parecido al organismo, es ese pequeño sujeto que está
del sujeto,_ ese· pequeño .organismo conténido dentro
·del organismo, y al que ya en esa época se lo describe como el
yo. Se describe al yo como algo que posee un límite y una ho-
meostasis, de la misma manera.en que el orgaRÍSmO tiencun lí-
mite y una homeostasis. Pues bien, el yo se encuentra en una
situación catastrófica porque sus mecanismos de defensahabi-
.. tuales. no han .podido actuar f y' especialmente porque ano ha
sabido adaptarse. Tampoco ha podido poner en acción lo que
ya he señalado como el motor de las defensas noriDJks; me
refiero al mecanismo de la atención. Declara Freud: "El mejor
instrumento de que dispone el yo para la defensa normal es el
mecanismo de la atención. Cuando una catexia generadora de
displacer es capaz de escapar a la atención, la intervención del
yo resulta demasiado tardía. Eso es justamente Jo que ocurre
en el caso del protón seudos histérico. La atención.se concen-
tra habitualmente sobre .percepciones por lo general suscepti-
bles de desencadenar displacer. Pero aquí es una huellamnémi-
ca y no una percepción [por lo tanto, un recuerdo y no un
acontecimiento actual] la que. inopinadamente provota el dis-
placer, y el yo lo descubre demasiado tarde. Ha permitido que
~e llevara a cabo un proceso primario simplemente porque no
esperaba que ocurriera".
Todo esto es antropomórfico, como vemos; pero pienso
que debemos aceptar este antropomorfismo, tal vez (y en esto
l'oy más allá de Freud) como una de las característicasinevita-
)les de toda psicología del yo. No podemos hablar dd yo de
91
 otro modo que en términos ingenuamente antropomórficos y
decir' por ejemplo -como nos oicen aquí...,., el yo há. sido-sor- .
prendido, tomado por detrás, atacado por el lado en que no lo
esperaba. Está acostumbrado a enfrent~r percepciones, y aquí
se trata de algo que desde adentr<r ~algo que para. él ya estaba
clasificado, puede decirse, de una vez por todas-· adquiere
bruscamente. una sígnifica:ción nueva y le impide poner en jue-
go t:oda una serie de reacciones fraccionadas, moderadas, en
la~ que intervienen la atención y el hábito. Pero veamos la con-
clusión del ca,pít:ulo; "Lo es~ncial es que e.n ocasión del primer
desencadenawhmto de displa~er hayá oposición del yo, a. fin
de que el proceso no se c.fect4e a la manera de una experienci:;J.
afeét:iva primaria 'póstuma' [este es el término empleado aquí
·por Freud; se trata de un trauma póstumo, de un recuerdo
muerto que a.taca al yo, y. para que esto no se produzca es ne-
cesario que el yo haya podido actuar desde la primera vez]. T4l
es, no ob~tante, lo que se produce cua.ndo, como en el caso del
prptém $CUdQs histérico, el desencadenamiento de displacer lo
ocasiona un recuerdo. Gracia~ a esto se ve confirmada l:;t im-
portancia de un::~. de las con~iciones necesarias que la e4perien-
CÍFJ. clínica. nos ha dado a conocer: t!l retardo de la pubertad
posibi/itq/a ocurre.n~~ de pro~esos primqrios póstumos".
Nf:l.tur!J.lm~nte, si tomamos este:: modelo corno la última p:llabra
de la t~or(~ fr~udiana, corremos el ries~o de topamos con obje-
cion~s cap.ítales, No s~ trata, pues, de pr~sentarlo de tal modo.
Pero lo qye al fin ele cuentas restllt:a intere~ante -y por eso me
d~tengo en este moqelq..,... es el hecho ele que en la obra de
Freud nunc!J, hJJbo otros mod~los tan elaborados, ni siquiera
un modelo que lígara la ~exualldad cpn la represión. Por muy
hondo qye C:ale la crítica, a este modelo se debe la introduc-
ción de ·un tipo de temporalidad compktamente específica,
de la que podemos intentar eJC:traer algo referente a las relacio:
nes entre la $exu~idad y la defcm~>a,
Be hablado de objeciones, y es posible que se nos ocurra
un grªn número de ellas. El hecho, por ejemplo, de que todo
haya ocllrrido en fecha muy tardía; -se trata de recuerdos que
datan de los 8. y los l3 años. Sabemos que el análisis ~;:ohsidera
esos recuerdos en sí mismos como fachadas o, en todo caso!
92
roonio ocasiones de revivíi' acontecimientos o fantasías mucho
ihás arcaicas-, más precoces. La segunda ohje-ción apunta ·al-· ·
.. hecho de que este modelo parece implicar la noción de que
"existe ijna il)'ócencia originaría en el niño, e incluso una inocen- '.
· prepúber, lo cual se qpone por completo a los descubrí-
, mientos ulteriores y aun a lo ya dicho por Freud. En efecto,
. iflcluso en el recuerdo que data de los 8 años está presente esta
simbigüedad, ya que~ en última instancia, nada prueba que la
. chiquilina no provocó al pastelero. Por lo tanto, la inocencia
prepúber es .muy improbable. Y, por último, se plantea una ob•
,ijeción con respecto al realismo· de todo esto, al realismo de las
escenas que intervienen en este caso. Reformulemos sucinta-
mente las tres objeciones para ver- de qué manera serán eriun~
éiadas luego -y refutadas, 'en cierto modo-, o, en todo caso,
.cómo se han .desplazado' los problemas planteados por ellas.
El hecho de que todo oczlt?-iera en un periodo muy tardío.
Ante todo, el análisis realizado por Freud en los años subsi-
guientes permite remontarse a escenas sexuales mucho más ar·
· caicas y precoces; Freud las llama "originarias", y entre ellas
hay, por supuesto, escenas de seducción. Pero ~o hay sólo es-
cenas de seducción sino también -y sobre todo-lo que se de·
signa como "escena originaria", e~ ·decir, la observación por el
niño del coito parental. Yo querría limit.arme a señalar que en
la escena originaria sigue existiendo la ambigüedad entre acti~
vidad y pasividad, o sea, la incertidumbre con respecto a quién
seduce a quién, quién provoca a quién. De todas maneras, nada
impide en cierto modo concebir que la escena originaria es, en
alguna medida, el model~ más antiguo y fundamental de una
escena de seducción en que los padres seducen al niño.
Inocencia prepuberal. Es evidente que esto ha sido abando·
nado completamente en la actualidad; pero querría que se cap-
tara lo. siguiente: en este caso, lo importante no consiste en
;;aber si el individuo ha dejado de ser inocente después de la
pubertad, habiéndolo sido antes, sino en señalar que entre un
estado y otro hubo' una fase, un período de transición, un
umbral de comprensión. Por lo tanto, lo importante en este
desarrollo de Freud no son las dos fases en sí mismas sino el
hecho de que ha habido un momento de transición, un límite
9)
entre ambas. Y coQ esto introducimos lo que en psicoanálisis
llegará a. se'f' la teotí:f de los "estadiosn o' de las "fases,' una
teoría cuyo esquema más teórico está ya prefigurado aquí, al
igual que en una carta muy importante y un tanto posterior al
Proyecto; me refiero a la carta 52, del6 de diciembre de 1896.
Resulta interesante asimismo la circunstancia de que, al fin y al
cabo, mientras que la teoría de las "fases' 1 propiamente dicha
va a enriquecerse y aun fundarse en los años posteriores a 190Q
e incluso a 1905, el modelo teórico de las fases y su papel en el
proceso de defensa ya ha sido descrito mucho antes .por Freud.
En la carta 52 advertimos la coincidencia o el juego entre dos
tipos de sucesión, de clasificación: por una parte, lo que puede
denáminarse un modelo tópico; po! la otra, lo que podemos
llamar módelo temporal. · ··
El modelo tópico comist~. dice Fr~ud, en que los recuer-
dos de un individuo parecen estar clasificados de acuerdo con
ciertos modos de comprensión, con arreglo· a sistemas. Es la
prefiguración de la tópica tal ctial será desarrollada, por ejem-
plo, en La interpretación de lqs sueños; y en toda la teoría!
tópic~- posterior de Freud .. Veamós uri breve pil53.jé que versa'
sobre esa estratificación (porque de esto se trata} de capas d~
recuerdos en el sujeto: "Parto de la hipótesis de.que nuestro
mecanismo psíquico se ha establecidó por un proceso de estra-
tificación: los materiales preseñ:tes en forma de huellas mnémi~
cas se encuentran de tanto en' tanto modificados de acuerdd
con las nuevas circunstancias,. . sión del presente 'sobrevive un "cuerpo extraño interno". Por
Hay, pues, estratificaciones, y al mismo tiempo, como
vamos a verlo, transiciones, traducciones· -así se expre~a
Freud-, posibilidades de traducción,- o, por el contrario, difi-
cultades de traducción cuando se trata de pasar de un sistema
a otro. ·Ese era exactamente el caso; el problema consistía en
traducir al lenguaje presexual, o "sexual-presexual", el lenguaje
de la sexualidad pospuberal. "Lo esencialmente nuevo que hay
en mi teoría -continúa Freud- es la idea de que la memoria
está presente, no una sola vez, sino varias veces, y que se com·
pone de ·diversas especies de 'signos'. Ignoro el número de tales
registros, pero probablemente alcanza a tres y tal vez a más.
El esquema que figura a continuación ilustra este modo de
ver." [Remito al esquema que figura en la carta 52.]
94
Se trata, pues, de un modélo tópico de diferentes sistemas •
signos; a:gr:upados según "determinados modos de 'córnpreñ-
> como se indica segiiidamente. Y luego ún modelo tempo-
ejerce ·sU acdón 'sobre el modelo tópico y es similar al .
~ya examinado- sincrónico y diacrónico a la vez ..
· ~,... ,.;.....,..,.., el modelo temporal; casí lo introduce Freud: "Oebo
que las sucesivas transcripciones representan la pro-
cción psíquica de sucesivas épocas de la vida". Y continúa:
cada límite de dos de esas, épocas [vemos que lo importan·
te no estriba realmente en saber que hay épocas sino que se
tl,'ata de un asunto de límites; de un fenómeno de_ pasaje] debe
ifectuarse la traducción del material psíquico". Y he aquí el
modo en que explica ahora:la represión: "Es la falta de traduc-
[teníamos al respecto un modelo bastante mecanicista, y
aho~a tenemos un modelo que. se· asemeja más a lo que podría
:llamarse modelo lingüístico], lo que- en clínica denominamos
·· 'represión'. Su causa es siempre la producción de displacer, que
resultaría de una traducción [... ] La defensa patológica
[nuevamente distin~e entre defensa normal y defensa patoló-
gica]' sólo se dirige contra las huellas mnémicas todavía sin
traducción y pertenecientes á una fase anterior". Y además
este pasaje, que recuerda e:Xplícitarriente la teoría de la seduc-
ción: "Un suceso sexual sobrevenido en el curso de. una
determinada fase actúa durante la fase siguiente como si fuera
áttual, esto es, irreprimible. En otros términos, en la dimen-
lo tanto, la condición que determina una defensa patológica, o
sea, la represión, es el carácter .sexual del incidente y su ocu-
rrencia en el trascurso de uria fase· anterior; consiguientemente,
por supuesto, se abandona la inocencia prepúber, pero se
conserva lo esencial del mencionado esquema, a saber, el hecho
de que la psicología de la defensa· y de la represión es incom-
prensible si no se destqca sobre el telón de fondo de una
sucesión de fases. Y también vemos ahora que las fases no
desempeñan en el psicoanálisis el papel que pueden desempe-
ñar en otros ámbitos. No se trata de formular una génesis del
individuo a través de fases, aun cuando esto ocurra en el nivel
fisiológico o desde cierto punto de vista psicológico. Lo
interesante para la psicología del inconsciente es el hecho de
95
 que esa sucesión de fases implica que debe de haber diferentes
sistemas de co~prensión, así como problemas _o dificultades. de
traducción, cuando se pasa de una fase a otra. Las fases psi-
coanalíticas no son genéticas. Constituyen el telón de fondo
que hace posible la existencia de procesos inscritos en esa
temporalidad tan particular designada con términos como el de
apres-coup.
Veamos la tercera objeción, por fin -la que apunta al rea-
lismo de las escenas-, y el hecho de que el propio Freud toma
en esa época un poco demasiado en serio quizá (él mismo ha
de decirlo). lo que en otro momento designa como menri!a.
Significa que muchas escenas de seducción son, en realidad,
construcciones, o lo que poco después Freud designará con el
término de "fantasía" .. Se sabe -no quiero insistir en esto-
que muy pronto, en un momento de depresión, Freud P.arece
aoandonar la teoría de las escenas, para decir que, en rigor, to-
do debe ser reconstruido a partir de la noción de fantasía. Re-
. sulta imposible, aun material y estadísticamente, pensar que
1as seducciones reales ocurren tan a menudo en la vida de un
niño. Pero he calificado de depresivo ese momento de Freud;
en todo caso, nunca será un momento definitivo: quiero decir
que jamás abandona en forma total las escenas reales, y que es-
te abandono ocurre en el contexto de una ambigüedad que se
perpetuará en la historia del pensamiento freudiano. Por mu-
cho que Freud diga en 1897 que las escenas reales sólo son
casi siempre construcciones de las histéricas, jamás dejará de
buscar escenas reales ni de rastrear en todos sus análisis los
elementos de realidad. Uno de sus análisis más característicos
al respecto es el de "el hombre de los lobos", cuya discusión
teórica se centra, justamente, en la búsqueda de lo que pudo
ser, aun en estado rudimentario, la realidad perceptual a par-
tir de la cual se construyeron la fantasía y el sueño de los lo-
bos en cuestión. Por consiguiente, Freud continuará rastrean-
do los elementos reales y la seducción misma -me refiero a la
·seducción real- llevada a cabo por los adultos primero y,
fundamentalmente, por los padres del niño después. La seduc-
ción seguirá desempeñando un papel importantísimo; sólo mu-
cho después repetirá Freud esta afirmación, sobre todo (ya se
ve que relacionamos cosas que se ·hallan muy separadas en e]
96
tiempo) a propósito de los cuidados prodigados por la madre
al bebé. El aseo, el acunamiento, en fin, todas la·s atenciones
de carácter corporal de que se halla rodeado el bebé. corres-
ponden, según Freud, al capítulo de la seducción·, de la acti-
vidad sexual del progenitor con respecto al niño:
Pero, además, ese abandono es ambiguo en el sentido de
que esta "fantasía", que proviene del término pbantasieren
-imaginar, estE imaginación que va a reemplazar al recuerdo-,
· no puede quedar en el aire. Ella no es en sí misma una solu-
ción; debemos preguntarnos, por nuestra parte, de dónde pro-
viene la im~ginación, porque limitarse a permanecer en el terre-
no de lo imaginario, de la imaginación, implica -como perci-
bió Freud- estar muy dispuestos :a desvalorizar toda neurosis,
especialmente la -histeria; y no habría necesidad de la fanta-
sía si sólo se .tratara de convenir en que,. después de todo, los
histéricos, y los neuróticos en general, son personas que toman
sus imaginaciones por realidades, que sufren de males imagina-
rios, que son, para decirlo de una vez, enfermos imaginarios.
Esto quiere dedr que, para Freud, el problema referente a los
f~ndamentos de la fantasía, a su origen, sigue en pie y va a ser
siempre objeto de investigaciones y discusiones; señal,9, en este
punto, las tres direcciones que seguirá Freud en su afán de fun- ·
damentar la fantasía. Se apoyará, por un lado, en aconteci-
mientos reales, o por lo menos en indicios elementales de un
acontecimiento, en elementos perceptuales r.einterpretados.
Por ejemplo, en "el hombre de los lobos" formula la hipótesis
de que si el protagonista no tuvo oportunidad de observar el
coito de sus padres, quizás haya habido en el origen la percep-
ción de un coito animal susceptible de proporcionar bases rea-
les a su fantasía. Por lo tanto, la primera vía es esta: búsqueda
de elementos reales, y no ya de acontecimientos, si se prefiere.
Freud toma a veces esta segunda vía, pese a ser muy dudosa
y escabrosa: vincular lisa y llanamente la fantasía con la fisio-
logía. En este sentido, Freud dice sencillamente -como últi-
mo recurso, en mi opinión- que, al fin y al cabo, la fantasía
no es más que la florescencia de la sexualidad espontánea,
fisiológica, del niño. Podemos preguntarnos, ·a justo título,
por qué camino algo tan elaborado, complejo y estructurado
como las fantasías, con las que el psicoanálisis tiene que véP
97
~

selas, puede llegar a ~er, sin m_~diació!l,alguna, el resultado pu- junco ge gestos en los que no podemos -en los que el niño
ro.y simple de la evoluci6ñ fisiológica del niño. Por último, la no puede- dejar. de percibir o de aprehender, hasta cicito
tercera vía consiste en la idea de que hay en la fantasía algo punto, las fantasías que estructuran esos gestos. Quiero decir
que supera al individ_uo, de que hay una trasmisión. En efecto, que las fantasías maternas otorgan su particularidad a esa se-
las fantasías se repiten de determinada manera -es un hecho-; ducción,. y que el problema consiste en saber de qué manera se
poseen una resistencia que hace de ellas elementos duros, por trasmiten -yo preferiría otro término, pues éste tiene deaaa-
así decirlo, para el análisis, y también tienen una estructura y siado que ver con el aprendizaje-, de qué modo las fantasías
son universales (es decir, se las encuentra en todos los indivi- - parentales, ~n especial las maternas, están refractadas en el
duos), por lo menos dentro de un mismo medio cultural (por~ psiquismo del niño.
que sería muy presuntuoso querer trascender el tipo de cultu-
ra en que se han descubierto las fantasías). Pues. bien, Freud
intenta explicar todo éSto formulando la hipótesis de que
existe una trasmisión hereditaria de fantasías prehistóri-
cas, o, con mayor exicritiid; de recuerdos prehistóricos. Es,
en resumidas cuentas, la idea de que lo que fue acontecimiento
en la prehistoria se ha convertido en fantasía en el individuo;
por .ejemplo, la escena originaria; o el asesinato del padre o, en
fin, toda una serie de estructuras fantaseadas fundamentales
deben de tener, según Freud, un origen en la prehistoria real
de la humanidad, especialmente en la historia de la horda
primitiv~.

Está claro que ninguna de estas tres soluciones es realmente

satisfactoria. La tercera debe ser tomada como lo que -,-a mi
juicio- es para Freud: una especie de mito y no una teoría ·
histórica cabal. Pero a pesar de todo tiene el mérito -si se
accede a interpretarla, porque no hay que tomarla al pie de la
letra- de destacar el hecho de que la fantasía no es una simple
manipulación y creación del individuo, sino que supera a éste
en sus estructuras fundamentales. Si quisiéramos retomar este
problema, habría que llegar a concebir la fantasía como el mo-
do en que el individuo -con mayor precisión, lo que ya es pre-
individuo, es decir, ese animalito humano que es el lactante-,
refracta subjetivamente un universo, estructurapo a su vez por
las leyes del parentesco y constituido también por fantasías.
Creo que Freud nunca estuvo tan cerca de la ubicación -yo no
diría solución- de este problema como cuando se refirió a los
cuidados y a la seducción materna, en la medida en que esos
cuidados, o esa seducción, no son simples gestos sino un con-
99
98
IV
EL INSTINTO PERDIDO

He de referirme a ,los Tres ensayos sobre una teoría sexual,

publicados en 1905. Su plan estaba previSto mucho antes, des-
de 1899, época en que Freud terminaba su trabajo sobre La
interpretación de los sueños, de· manera que, al parecer, vol-
vemos a encontrar aql:tí algo de la dualidad que intento discu-
tir: ¿Existe, por un lado, una teoría psicoanalítica de los meca-
nismos tal como aparece sobre todo en La interpretación de
los sueños, libro en que, al fin de cuentas, se habla bastante
poco de la sexualidad, rero mucho de los procesos del sueño,
y, por el otro· (o sea, a margen de esos mecanismos), algo que
vendría a ser un descubrimiento del contenido sexual de
éstos? Ya he tratado de demostrar que esta separación no
llegó a ser, por cierto, la última palabra en el pensamiento
de Freud.
La importancia que atribuye Freud a los Tres ensayos
es muy grande, a tal punto que constituye uno de sus trabajos
que, junto con La interpretación de los sueños, modificará
permanentemente en el curso de su vida para tenerlos al día.
Las fechas de las sucesivas ediciones alemanas son: 190 S (la
primera), 1910, 1915, 1920 y 192 5, esto es, cada cinco años.
Considero que, si se leen los Tres ensayos dentro de una .pers-
pectiva que deje alguna enseñanza, que no ponga todo en un
mismo plano, sino que sea verdaderamente una lectura en va-
rias dimensiones -y la dimensión histórica es esencial-, hay
que tener muy en cuenta esas sucesivas ediciones.
Los principales agregados o modificaciones de los Tres

101
--
{,;
~<·,;
~~~: ensayos son: en el r.rirr~ro. todo el r.asaje a(:e~_ca del sadism?
y el masoquismo; en el segundo, tenemos por un lado el capi-
tulo sobre la investigación sexual, relacionado con la elabora-
ción freudiana de la teoría de la fantasía, que no data de
1905 sino de 1915, y por el otro tenemos lo que quizá tenga
mayor importancia: el capítulo consagrado a las fases de de-
sarrollo de la organización sexual, lo cual significa claramente
que Freud tuvo desde el principio la idea de fase de la sexuali-
dad, idea que se desarrolló de manera gradual. En la primera
versión de los Tres ensayos, la de 1905, se advierte una gran
oposición entre la sexualidad infantil y la sexualidad adulta,
sin que dentro de la primera se hayan distinguido aún fases;
Freud se refiere, en realidad, a tipos de organización. Por lo
tanto, no debemos pensar que este aspecto surgió en forma
acabada del cerébro de Freud, es decir, incluyendo todas lás
fases de la sexualidad infantil. Y eh la tercera parte hay un ·pa'"
saje muy importante, el de la "'Teoría de )a libido", que sé
añadió en 1920, lo cual' signifi;ca ·que integra la contribución
de la teoría del narcisismo.
En cambio, no se incorporó a' los Tres ensayos lo que
habría de venir' poco después, alrededor de 1920, con motivo
de una modificación de fondo destinada a introducir lo que
hoy se denomina "pulsión de muerte"; esta modificación fue
ta·n importante que no se incluyó en los Tres ensayos, y sólo
apareció principalmente en notas. Cabe preguntarse qué
habría podido reescribir Freud si hubiera utilizado su oposi-
ción entre ptilsión de vida-sexualidad y pulsión de muerte.
Podemos hacernos una idea de lo que habrían podido llegar a
ser los Tres ensayos modificados -por lo menos podemos
imaginarlo- remitiéndonos a un trabajo muy posterior; me
refiero al Compendio de psicoanálisis, sobre todo a su tercer
capítulo. Surge allí, por lo demás, una <;lificultad para llevar
a cabo una síntesis entre la teoría de la pulsión por antono-
masia,. o sea, la pulsión sexual -hasta el punto de que pode-
mos interpretar rápidamente diciendo que para Freud no hay
más que una pulsión: la sexual-, y la introducción, precisa-
mente, de lo que él llama pulsión. ¿se trata de lo mismo?
Aclaro: ¿se sitúa la pulsión en el mismo plano que la sex.ua-
lidad ;¡ Este es otro problema.
102
El plan de los· Tres ensayos es sencillo en sus líaeas genera-
les; es decir, en sus tres capítulos, que son: "Laslherraciones
sexuales", "La sexualidad infantil" y "Las modificaciones de
la pubertad". Es, como· vemos, un plan que mezcla a ia vez el
género históríco, puesto que tenemos la secuencia sexualidad
infantil-pubertad, y una introducción a la primera parte que no
sigue el desarrollo histórico· del asunto, pero q.: tal vez se
ajusta, en rigor, a una interesante dialéctica, cpt intentaré
. señalar a grandes rasgos.
Si trazamos un índice interno de estas partes, cacontramos-
una extrema complejidad que hace del libro un tato .difícil
de planificar y, al mismo tiempo, muy vivo. Fmld retorna>
varias veces los mismos temas, con el fin de ~~rlos.
Finalmente, se trata de un plan a la vez de_)mmigación y
de polémica, por así decirlo. Y consid~ro-qlle unotk los aspec-
tos fundamentales de esta ·obra _c.e~nsíste en dar pita una polé-
, mica que simultáneament.f}r:Sigue muy de cerca elmovimiento
de lo que describe·; Estamos, pues, si se quiere, ante un plan ,
heurÍstico, UD plan de investigaciÓn, polémico y, BO obstante,
genético.
El hilo conductor que propongo para leer lasTres ensayos
es la noción de pulsión (en alemán, Trie b) y su ~sición a la
noción de instinto (en alemán, lnstinkt). Quizá sarprenda ver
esta oposición. Pero sucede que muy a menudo -y lámenta-
blemente, porque dificulta la comprensión- se lsa traducido
Trieb por instinto, es decir, no se ha tenido el Cllidado de ad-
vertir que para Freud había explícitamente lugarno sólo para
la noción de Trieb', sino también para otra denaminada lns-
tinkt, a la que asignaba un sentido completamellte diferente.
· Está claro que Freud atribuye una significacióa diferente a
ambos términos, aun cuando en la lengua alermna suele to-
márselos por sinónimos; se oponen, por lo tanto, en su acep-
ción estrictamente freudiana, porque por lo demás son térmi-
nos que desde el punto de vista etimológico qurren decir lo
mismo. Trieb deriva de trieben, que significa impulsar, e lns-
tinkt tiene a-simismo una raíz griega y latina que significa im-
pulsar, excitar, estimular. En ambos casos se trala, en efecto,
de una fuerza que hace avanzar algo. Bien vemosque la etimo-
logía no nos sirve de mucho. Lo interesante es d uso, la dico-
103
' Pues bien, señalamos dos puntos: por una parte, con el tér-
mino de- Drang se introduce la hipótesis denominada económi-
ca, es decir, el hecho de que los procesos psíquicos conllevan
un factor cuantitativo, una especie· de X -como dice Freud en
varios textos-, que no se puede medir en términos absolutos,
quizá, pero que por lo menos se puede comparar en determi-
-nados casos. De esta manera podemos hablar de un conflicto
económico y pensar, como dice Freud utilizando una metáfo-
ra, que en el psiquismo la victoria final siempre corresponde al
batallón más fuerte. En los conflictos siempre vencen los bata-
llones mayores; no hay nada que hacerle. El empuje equivale
pues, a lo que ya se había denominado "cantidad", según vi-
mos a propósito del Proyecto de una psicología para neurólo-
gos, y que subjetivamente se traduce por 1<;>' que Freud llama
afecto. Cito uno de los primeros t(!xtos eri los que se intro-
duce la noción de cantidad; se trata de- un texto de 1894: Las
neuropsicosis de defensa. "En las funciones psíquicas debe dis-
tinguirse algo (quantum de afecto, suma de excitación) [se los
da como sinónimos] que tiene todas las propiedades de una
cantidad, aunque no poseamos medio alguno, de medirlo), algo
susceptible de aumento, disminución, desplazamiénto y des-
carga y que se extiende por las huellas mnéniicas de las repre-
-sentaciones, coll?o una carga eléctrica por la superficie de los
cuerpos." Surgejotra ve~ el dualismo de la cantidad y represen-
tación, pudiendo aquélla circular "por la superficie de esos
conductores que son las cadenas representativas';'. Y Freud va
muy lejos, pues no sólo plantea la hipóte¡~ económica, sino que
además nos'.·dice que el,t"carácter 'db efupuje' es una propie-
dad general de las pulsicfues y aun la esencia de éstas". De mo-
do, pues, que la pulsió~\ está definida por algo muy vago. Se
dice que es su esencia, pero al mismo tiempo nada se puede
decir de ésta fuera de que hay en ella cierta cantidad que em-
puja a actuar. Y los otros elementos -el fin, el objeto, la fuen-
te- van a ser sometidos 1.a una crítica; como resultado de
ésta, en ciertos momentos tendremos la impresión de que no
queda gran cosa de ellos. Lo único que queda es la mencionada
X cu~ntitativa, de la que no se sabe siquiera en qué dirección
empuja.
Ahora, veamos el fin. Se lo comprende co11: relación al ob-
106
jeto. Para captarlo··de manera aproximativa, es necesario ver
con claridad que rio se trata en absoluto de la misma cosa·. El
fin es el tipo de acciÓn; y d objeto, aquello a lo que ese tipo ·de
acCión apunta. En :}oS Tres ensayos se dice: "Comencemos
por fijar dos términos. La persona que- ejerce una atracción
sexual será designada como objeto sexual, y el acto al que .
impulsa la pulsión se denominará fin sexual". Por ejemplo, en
la relación sexual· heterosexual llamada: normal,·el fin sexual es
el coito, y el objeto sexual, la persona del sexo opues-to. Esto
es aparentemente simple, pero se trata, una vez más, de una
primera definición, y ya veremos cómo ésta se suprime un tan-
to a sí misma.
Ya indicada sutintamente la anterior oposición, tomemos
los términos. El fin es el acto al que empuja la pulsión. Y en
"Pulsiones y destinos de las pulsi()nes" se lo especifica. En
efecto, ¿qué puede buscar la pulsión al margeri del objeto en
el que ·tiene que realizarse? Sólo una cosa puede buscar, y es
su satisfacción: "El fin -sólo puede ser obtenido suprimiendo
el estado de excitación en la fuente de la pulsión". (Dejemos
por ahora a· un lado el término de "fuente".) En este caso hay,
pues, una distinción: 'El fin resultaría ser aquí algo muy vago,
muy, monótono: la Satisfacción. En realidad, este es sólo el fin
final; hay fines intermedios o preliminares, que también nos
interesan. Veamos: ¿por qué vías se puede llegar a la-satisfac-
ción? De modo que diferentes fines, más ·próximos Q interme-
dos, pueden ofrecerse a una pulsión, Son fines. que Se combi-
nan o intercambian unos 'con otros. Por lo tanto, existe un
final, pero muy vago, que no nos ensena gran cosa, pero
que es acaso efúnico que está ligado a la esencia de la pulsión,
es decir,· a su cantidad, una cantidad que debe descargarse. En
cambio, los fines intermedios; muy fragmentados, especifican
tal o cual pulsión; es lo que se denomina pulsión "parcial". Es-
to plantea, claro está, un problema, y no sólo en el caso de
Freud, sino también en el de la clínica y el movimiento psicoa-
nalíticos: ¿Qué determina esta especificidad, esta diferencia-
ción entre los fines? Hay dos formas de buscar la especifici-
dad: por el lado de la fuente, o bien por el objeto. Buscar-
la por el lado de la fuent~ equivale a decir que, en resumidas
cuentas-, la pulsión no es otra cosa que la acción de determina-
107

ton»a, si se prefiere, que establece Freud en 9os términos que
(en la lengua alemana) quieren decir más o menos ia misma
cosa.
En alemán, no siempre se había determinado, hasta Freud,
la palabra Instinkt ni su correspondiente concepto. Son raros
los pasajes de la obra de Freud en que figtJra este vocablo,
precisamente porque su objeto no es el Instinkt sino ei Trieb
humano y su relación con aquél; se considera al Instinkt muy
similar a. lo que en lerigua francesa se denomina instinct,
esto es, urt comportamiento observado más en el animal que
en el hombre, con un esquema preformado que fija, de ma-
nera estable e imperativa, su desarrollo y su objeto. En dife-
rentes pasajes de la obra .freudiana hallamos el vocablo Ins-
tinkt empleado precisamente en este sentido específico: la
idea de que existe en los animales un patrimonio filogenéti-
co. Y este es el punto en que se plantea a veces el siguiente
problema: ¿Existe en el hombre algo que determine fisioló-
gicamente, genéticamente, sus compor~amientqs? La respues-
ta no puede dejar de ser ambigua. El Trieb, la pulsión, es,
con respecto al instinto, algo que n"o se halla predetermina-
do. Y, sin embargo, existe en el hombre algo análogo al ins-
tinto: es la fantasía. La fantasía, es dec_ir, cierto guión imagi-·
nario, fija finalmente el desarrollo de la pulsión. Y la hipóte-
sis freudiana -muy tentativa y cuestionable- asevera que
las fantasías individuales se relacionan a su vez con fantasías
a las que Freud llama "originarias"; estas fantasías básicas
serían patrimonio de la especie humana y se reacnializarían
en el individuo, pero tendrían una difusión y una significa-
ción más amplias, mucho más amplias que las significaciones
indiyiduales que, al fin de cuentas, se deslizan en ellas. Veamos
este pasaje de "Lo inconsciente", perteneciente a su Metapsi-
cología: "Existen en el hombre formaciones psíquicas hereda-
das, algo análogo al instinto de los animales [vemos que no
es el instinto sino algo. "análogo"]; esto con~ituye el núcleo
del inconsciente". Menciono también otro t·exto, "El hom-
bre de los lobos", en el que Freud se refiere de manera más
precisa a este patrimonio, o sea, el patrimonio humano aná-
logo al de los animales y constituido, según él, por esas fanta-
sías básicas, esos esquemas, en suma, los más generales de la
104
especie humana, como por ejemplo la escena originaria; en
fin, todas las fantasías que ·giran en torno del complejo· de
Edipo. Incluso podría decirse que, para Freud, el complejo
de Edipo va a desempeñar finalmente en el hombre el papel
que desempeña el instinto en el animal. ·
Vamos, pues, a definir la pulsión con relación a la n·oción
de instinto. Propongo pata ello cierto número de hitos relati-
vos al concepto de pulsión, rogando que se los considere provi-
sionales. Por lo demás, ya lo son en el seno mismo de la obra
freudiana, en el sentido de que se los toma dentro de un mo-
vimiento, de manera que a menudo se llega a contradicciones
aparentes:· lo enunciado al principio termina por ser objeto de
revisión. No hay que tomarlos, pues, como cosa en sí, sino
más bien como hitos o guías, como hilos conductores, pero a
lo largo de los cuales se produce una evolución. Estos hitos
están constituidos por un cierto número de términos, o de con-
. ceptos, que permiten analizar el concepto de pulsión y que ya
están presentes en los Tres ensayos, incluso desde las primeras
páginas. Se trata de los conceptos de "empuje" (Drang), "fin"
(Ziel), "objeto" (Obfekt) y "fuente" (Que/le). Es, si se quie-
re, un análisis lógico -en cierto sentido, categorial- de la
pulsión, pero que al mismo tiempo tiende a proyectar la reali-
dad de ésta. Encontramos. este análisis en los. ](res ensayos, pe-
ro está mejor condensado en un textp de la Metapsicologia:
"Pulsiones y destinos de las pulsiones": Tomaré este texto co-
mo punto de partida. . .
Veamos en primer l~gar el empuje. Trieb quiere decir em-
puje, al igual que Instf71K't;· por lo demás. Drang significa urgen-
cia; viene de drangen. Nos enfrentamf;s, como se ve, con una
especie de tautología. Pulsión se deflne por el hecho de que
empuja. Su definición es ésta: "Por empuje de una pulsión
[y en francés existe, por lo demás, la misma homologil] se
entiende el factor motor de ésta, la suma de fuerza o la canti-
dad de exigencia de trabajo que representa. [En esta segunda
parte del enunciado se advierte hasta qué punto intenta Freud
aproximarse a la ciencia física, pues mide la fuerza por la can~
tídad de trabajo que ésta puede producir.] El carácter de 'em-
puje' es una prop1édad general de las pulsíones, y aun la esen-
cia de éstas".
]05
 do órgano. Freud, por lo demás, lo dice en ciertos momentos;
por ejemplo, cuando se refiere al voyeurismo habla de una
"pulsión de ver": aparentemente, el fin del ojo sería ver. Pero
si nos atenemos a este punto nos. acercamos mucho a cierto
aristotelismo: el fin del ojo es ver, el fin de la boca es succionar
-para tomar _la fase oral, por ejemplo-, y así sucesivamente.
En consecuencia, si se intenta especificar el fin únicamente
por un órgano determinado, se llega a una conclusión que
puede ser bastante pobre en "última instancia. Cabe, por otro
lado, especificar el. fin en función del objeto: este es el origen
de lo que con posterioridad a Freud, y _s!n parte ya -con él, se
ha designado con el término de "relaci~n de objeto". En sí
misma, esta expresión quiere decir que'•entre la acción y el
.tipo, de objeto al que se apunta hay una relación intrínseca, .
o, lo que es lo mismo, que a una acción oral corresponde un .
. objéto de tipo oral, es decir, susceptible de ser incorporado, in-
troyectado, y así sucesivamente. Cuando se intenta definir
someramente el fin, se puede decir que por una parte se en-
cuentra disociado en la fuente y el objeto, pero que por la otra
recupera su unidad en un término al que ya me he referido y
que por ahora me limito a señalar: la fantasía. Desde el punto.
de vista sexual, el fin es' una fantasía de cierta acción imagi-
nada, cierto guión calcado de un proceso corporal. ¿Qué quie-
re decir esto?.·Tomemos el ejemplo más sencillo, más fácil: el
de" la oralidad. Hay un proceso corporal elemental que consiste
en la .ingestión: introducción de alimento en el cuerpo. A par-
tir de aquí se deriva una serie de términos, los cuales adquieren
un carácter cada vez más metafórico y cada vez más ps1quico,
es decir, ·se impregnan cada vez más de fantasías: es la incorpo-
ración, que implica que al objeto se lo hace entrar en el con-
junto del cuerpo, y no tan sólo que se lo ingiere en un punto
de éste. El objeto se halla integrado, incorporado al cuerpo. En
·segundo lugar, la noción de introyección, menos somática aun
y claramente más psíquica. Se habla de objetó introyectado si-
guiendo el modelo del proceso C;Orporal, pero incluyéndolo en
el contexto de una fantasía que no es m~ramente corporal; por
ejemplo, se habla de la madre como objeto bueno o malo
introyectado. Y luego viene tod_a~ una serie de términos que se
acercan más a la descripción de mecanismos psicológicos y
108
que son, en este sentido, más abstractos, tale~ como interi 0 ri-
zar o identificarse; por último, la. identificación comointroyec-
ción. ¿De qué manera, pues, se prolonga cabal y directamente
la noción de fin y se salva de un fisiologismo puro? Por la no-
ción de fantasía, o sea, por la idea de un guión imaginado ba-
sado en el modc:!lo de los procesos fisiológicos.
Ahora, el objeto. Hay que comprenderlo como objeto de
la pulsión y disipar desde ahora mismo los malentendidos. No
se trata de decir, por ejemplo, que el objeto seopone al sujet9.
No es cuestión de decir que por el mero hecho de tener·objetos
sexuales tratamos a éstos como si fueran cosas. Quiero decir
que en semejante noción de objeto no está presente una inter-
pretación -:por no .decir una ideología personalista- de la
relación con el otr.o. Cuando se habla de objeto sexual no se
trata por ello de maltratar a éste; o, como suele decirse·, de
tratarlo como a una persona. Reparemos, por. eje~plo, en el
empleo .del término "objeto" en la lengua preciosista del
siglo XVIII: "El objeto de mi pasión"; de e~o se trata. "El
objeto de mi pasión" no quiere decir que sea una <;0sa; sim-
plemente se .define, por lo tanto, como aquello a lo que tiende
la pulsión y, en segundo lugar, como aquello en lo cual o gra-
cias a lo cual puede la pulsión alcanzar su fin. Ya vemos que
hay cierto vínculo en el sentido de la relación de objeto. Al
comienzo de los Tres ensayos, que, como pronto veremos, va
a ser luego negado, se presenta al objeto como una persona
que ejerce atracción. Podría decirse, en consecuencia, que es
la persona quien aparece subjetivamente como si estuviese en
el origen de la pulsión. Así, la pulsión no sería un empuje
sino una atracción. Tal es, si se quiere, el aspecto subjetivo
de la pulsión. Y al comienzo de. los Tres ensayos, todo esto
se describe, debido a razones simplemente propedéuticas, co-
mo persona total. Pero muy pronto advertimos que el objeto
no es forzosamente una persona total; también puede ser una
parte del cuerpo, o sea, esta vez, un objeto que se asemeja más ·
a una cosa, como por ejemplo el objeto parcial: el pecho ma-
terno, el falo, etc. Es, pues, algo que se aproxima, una vez más',·
a la noción de fantasía, porque la incorporación del pecho n.o
es en principio un proceso real. Justamente la dimensión del
objeto parcial nos lleva a pensar en un objeto fantaseado y no
109
·1
.j_,.' .
en un objeto objet!~o, en ~1 sentido de objetividad perceptual
. fin a la movilidad de ·ésta. al resistirse intensamente a toda
¡~
0 : científica. -Tambten aqu1 hay. que oponer, desde el punto de
vista ter~inológico, la noción de objeta/ y la noción de obje-
'. . ·oesde
r_,1
tivo. La noción de objeta!, es decir, de relación con cierto co-
rrelato de la pulsión, no significa que este último sea un objeto
real, palpable en la realidad; puede ser un <;>bjeto fantaseado,
incluso en el yo; al yo mismo podría considerárselo objeto de
la pulsión. Ya me he referido a la noción de narcisismo, que se
define, precisamente, de este modo. Observemos toda la
ambigüedad y la riqueza del término "objeto"' así como los
problemas que puede plantear. El problema principal plantea-
do por Freud -el que se:;. plantea dentro del movimiento
psicoanalítico- es de esta índole: ¿Es contingente el objeto?
. En otros términos:- mn sí misma la ·pulsión entraña un movi-
miento que implícitamente la lleve a buscar cierto tipo de ob-
jeto? ¿Está espedficada,,pties? ¿se relacionará estrechamente
con el instint~?. Toda 'luía e~cuelá:' psic6a!lalíticasostiene que:la
pulsión :no es 'Ccin~ebible sin una:' déterminada orientació~, sin
una iritencionalidad'·específica hada derto tipo. de objeto. La
pulsióft. está. en bu5c~ dd objeto'(iibj~clseeking~ como diceJ1
los anglosajones). O:bíen .:_y creo que 'esta es, pese a todd, la
tesis de Freud-, la pulsióri está. eh busca de su placer, y· el
objeto sólo es el fruto de un- encuentro contingente de cierto
tipo de realidad susceptible de vinculación con ese placer en
un momento histórico determinado. Pero veamos qué dice
Freud en "Pulsiones y destinos de las pulsiones": "El objeto
es lo más variable de la pulsión; no se halla enlazado origi-
nariamente con ella sino subordinado a ella en consecuencia de
su adecuación al logro de la satisfacción [ ... ] se lo puede re-
emplazar a voluntad a lo largo de los destinos que conoce la
pulsión, y a este desplazami'ento de la pulsión corresponde el
papel más importante [este desplazamiento, este intercarn bio
posible de los objetos, no excluye, sin embargo, el hecho d~
que la pulsión pueda fijarse en' tal o cual objeto, pero esta f~­
jación es una fijación histórica ... ]. Cu-ando la ligazón de ~~
pulsión con el objeto es partil;:ulatrnente íntima, la distingt(í-
inos con el término de fijación·. A menudo se realiza en lÓs
períodos más tempranos del desarrollo de la pulsión. y pone
110
disolución". .. . . .
esta perspectiva·, ¿cómo encuentra.la pulsiónm ob-
jeto, o por lo menos su tipo de objeto? Porque. el hecho es
que no se trata forzosamente de un objeto determinado, si-
no que puede ser cierto .tipo de objeto, que después smí ha-
llado a lo largo de la vida del .individuo. Pues bien, justamen-
te el proceso es lo que se. nos indica como hallazgo del objeto
y lo que se nos describe, sobre todo, en el tercero de los
Tres ensayos.
Paso a la fuente. He aquí lo que se dice de ella en el texto
de la Metapsicología: "Por fuente de la pulsión se entiende
eL proceso somático que se localiza en un órgano o en una
parte del cuerpo, y cuya excitación se representa en la vida
psíquica por la pulsión". Ya existe, cómo vem·os, la idea de
un proceso somático, químico o mecánico (se lo explicita
luego), que parece tener su tradición subjetiva .en la noción
de pulsión: "El estudio de las fuentes pulsionales desborda
a la psicología", etc. Habría que indagar en el campo de la '
fisiología. Aquí se toma a la fuente en un sentido relativamen-
te estrecho: es el órgano en que supuestamente se produce el
proceso de excitación, o sea, lo que habrá de .denominarse
"zona erógena". A veces se la considera en un sentido más
amplio y, a mi juicio, más interesante; acaso tenga oporruni-
dad de hablar de esto a propósito de los Tres ensayos y de la
noción de fuente que figura allí. Ahora bien, si a la noción
de fuente se la toma en un primer momento en el sentido es-
trecho de órgano, no hay nada que decir de ella desde d pun-
to de vista físico; por lo menos, los psicólogos nada parecen
haber dicho al respecto: sólo los biólogos podrían hablar even-
tualmente de ella; por otra parte, lo único que podernos decir
en el plano psicológico es que el fin surge de la fuente. En
otros términos, no conoceríamos la fuente si no conociéramos
el fin que se expresa en ella. Sólo conocemos la excitación oral
porque ésta exige -una vez más, al margen de la fisiología-
ciertos comportamientos para apaciguarse: en primer lugar,
la succión, y luego la incorporación. El fin se nos presenta,
por lo tanto, como· aquello que conocemos, como la manera
de conocer la fuente, y esta última, corno la razón de ser del
111
 fin. Hay aquí una especie d_e remis~ón, de atolladero d~ tipo
filosófico, que no . es muy mstruct1vo. Y por esta razqn. he
afirmado que la fuente tiene otros desarrollos que resultan
mucho más interesantes y positivos; en especial, el que figura
en los Tres ensayos.
Definidos ya los cuatro ·conceptos mencionados, deseo
señalar rápidamente que, mutatis mutandis, también podrían
ser aplicados a la noción de instinto. Por lo demás, los mo-
dernos etólogos, los psicólogos especializados en psicología
comparada, no han dejado de describir los comportamien~os
preformados ni de retomar parámetros muy semejantes a los
freudianos. Pienso sobre. todo en la escuela etológica, es de-
cir, en la escuela de Lorenz-Tinbergen. Es, por lo tanto, un.a
delimitación válida asimismo para el instinto y especialmente
para comparar el instinto con la pulsión, para definir a uno con
respecto a la otra, y viceversa.
Examinemos ahora los Tres ensayos sobre una teoría sexual.
Ya provistos -escasamente por cierto, pero no desarmados
por completo- de la anterior delimitación conceptual que
hemos hecho, ¿cómo comprender las metas a que apuntan
los Tres ensayos? Estas figuran íntegras en el comienzo, inclu-
so en las primeras líneas de la obra, por un la.do, y también
en su plan general. Tomemos las primeras líneas. En la pri-
mera página del libro se describe lo que se designa corno con-
cepción popular de la sexualidad. Pero popular no significa en
este caso "vulgar"; más bien es la concepción popular de los
científicos. Dice Freud: "para explicar las necesidades sexua-
les del hombre y del animal [observemos: de entrada se pone al
hombre en un mismo plano con el animal, cosa que será luego
criticada) nos valemos en biología de la hipótesis de que existe
una 'pulsión sexual', así como para explicar el hambre supone-
mos la pulsión de nutrición. [Primer punto, pues, siempre
dentro de la concepción popularmente científica, difundida
entre los propios investigadores: se pone al hombre y al animal
en el mismo plano, esto es, el plano del instinto. Segundo pun-
to: se pone a la pulsión sexual en un mismo plano con la pul-
sión de nutrición, es decir, se toma como modelo el hambre.)
Sin embargo, el lenguaje popular no dispone de término alguno
para la necesidad sexual que corresponda a la palabu hambre;
112
el lenguaje científico se vhle del término libido [y ya tenemos
una definición del término de libido. La libido es para la sexua-
lidad. lo que d hambre para la alimentación; es la energía de ia·
pulsión sexual. Así, pues, la lioido se sitúa en el nivel del
Drang: es un concepto cuantitativo). La opinión popular se
forma ciertas ideas bien definidas sobre la naturaleza y los .
caracteres de la pulsión sexual. De este modo se ha convenido
en decir que esta pulsión falta en la infancia,. que se constituye
en el momento de la pubertad y en estrecha relación con los·
proces'os que conducen a la madurez [otro punto de la concep-
ción popular: la evolución, mejor dicho, la génesis de la sexua-
lidad, es un proceso· puramente madurativo. Y. otro punto
más:), que se manifiesta en forma de.una atracción irresistible
ejercida por uno de· los sexos sobre el otro [por lo tanto, fije-
'za del objeto,. predeterminación del objeto heterosexual]. y
que su fin sería la unión sexual o, por lo menos, un conjunto
de actos que tienden a este fin [nuevamente un fin completa-
mente fijo y estereotipado)".
¿oe qué manera van a_criticarse estos puntos? La ecuación
; que establece una equivalencia entre la sexualidad y el hambre
nunca fue explícitamente criticada por Freud. Durante gran
parte de su obra, al menos hasta 1920, Freud sigue poniendo
en cierto plano de igualdad a la sexualidad y al hambre, o
estableciendo cierto paralelismo entre ambas, aun cuando el
hambre es, pese a todo, el prototipo de algo más amplio que
la alimentación, es decir, de todas las necesidades que apuntan
a la conservación del individuo. Tenemos, pues, la pulsión se-
xual por un lado, y las funciones de autoconservación por el
otro, a las que Freud denomina pulsiones. Es, evidentemente,
un punto para discutir, pero Freud no lo hace de manera direc-
ta. Podernos plantearnos el problema de saber si cuando habla
de pulsión está refiriéndose a las pulsiones sexuales o a las de
"autoconservación".
El segundo punto, la contradicción de la idea popular de
que la sexualidad surge en la pubertad, posibilita uno de los
grandes descubrimientos freudianos relativos a la sexualidad:
la sexualidad infantil. Cuando relacionamos esta última con la
sexualidad púber, se llega a la idea de que en el hombre hay, a
diferencia del animal, una instauración difásica -o sea, en dos
113
 fases- de la sexualidad, nocwn que queda expresada de este
modo, por ejemplo, en }!_n tex~to qHe lley_a,,ppr título Pegan a .
un niño: ,."El destino que, entr~ todos los animales, únicamente
el hombre sufre y que lo obliga a recomenzar dos veces su vida
sexual". Por último, la especificidad del fin y del objeto, lo
cual será criticado, en primer lugar, en el primero de los Tres
ensayos, titulado "Las aberraciones sexuales". Propongo una
especie de paráfrasis, tal vez más expresiva, de los tres títulos
para indicar en qué sentido comprendo los Tres ensayos. El
de las aberraciones se5l:uales podría subtitularse "El instinto
perdido"; el de la sexualidad infantil, "La pulsión"; y el de las
metamorfosis- de la pubertad, "El instinto reencontrado", o
quizás "El instinto imitado", en el sentido. de que, pese a todo,
existe en el ser humano algo que fija la pulsióny le da el carác-
ter relativamente regular, estereotipado, que en el plano de la ·
psicología animal corresponde, en rigor, al del instinto.
Doy una idea sucinta del primer capítulo, que actualmente
no es, por cierto, t1 más interesante. No creo, por lo demás,
que Freud haya tenido otro interés que no sea el de destruir
la idea de que en ~1 hombre existe un instinto sexuál. Se des-
criben las aberraciones sexuales de acuerdo con las dos grandes
vertientes aquí propuestas: por una parte,.la:s aberraciones en
cuanto al objeto, esto es, las perversiones que hacen que a me-
nudo no se adopte el 9bjeto supuestamente normal; por la
otra, las perversiones, las desviaciones en cuanto al fin. Lo inte-
resante es el movimiento mismo del texto, más que tal o cual
detalle suyo, especialmente en lo que atañe a la perversión
en cuanto al objeto y sobre todo a la homosexualidad. Cabe
decir que la teoría formulada no es una teoría muy sólida de
la homosexualidad; es una rápida revisión de las principales
teorías: degeneración, bisexualidad, etc. Pero, en resumidas
cuentas, no es esto lo que realmente le importa a Freud~ Lo
que le importa es poner de relieve una idea que él considera
destructora: la idea de que el comportamiento heterosexual
es preformado, y que la homosexualidad es, si se quiere, algo
menos marcado en la naturaleza que la heterosexualidad. Vea-
mos, por lo demás, la conclusión del capítulo sobre la inver-
sión sexual, donde Freud dice que, en efecto, no ha llegado a
un resultado satisfactorio con respecto al problema de la ho-
114
rnosexualidad: "Si en los datos de que disponemos no nos ha
sido posible hallar la explicación de la inversión, no obstante
hernos'podido.Uegar a puntos de vista que para nosotros pue-
den ser más importantes de lo que lo sería la solución·delpro-.
blema. [La solución del problema de la homosexualidad no es
en realidad mi fin, _dice; por lo menos no la he alcanzadQ, pero
he conseguido algo mucho. más importante. Esto:} Ahora esta-
mos advertidos del error que habíamos cometido al establecer
vínculos demasiado Íntimos entre la pulsión sexual y el objeto
sexual. En los casos que consideramps como anormales, la
experiencia nos enseña que entre la pulsión sexual y el objeto
sexual existe una soldadura [y el término de soldadura quiere
decir que hay dos elementos heterogéneos conectados de
ma~era casi artificial l?or el pu1_1to de soldadura] '\ue corremos .
el nesgo de no adverur en la v1da sexual normal, ~ la que la ...
pulsión ya parece contener por sí misma su objeto. Esto nos ·
induce a disociar hasta cierto punto la pulsión y el objeto, Es
lícito pensar que la pulsión sexual existe en un principio
independientemente de su objeto, y que su aparición no está
determinada por excitaciones provenientes del objeto".
Freud critica, como vemos, no sólo la concepción popular,
sino también ·la primera definición que él mismo había pro-
puesto cuando definió el objeto como la persona que ejerce
una atracción sexual. Ahora dice, en cambió, que es incluso
un error creer que la pulsión sexual esté determinada por la
excitación proveniente del objeto.
La segunda parte del mismo capítulo versa sobre lo que se
denomina "Desviaciones relativas al fin sexual". ·Se refiere, en
otros términos; a todas las pFácticas perversas, las que se reali-
zan en el seno de un acto sexual que culmina, no obstante, en
el coito, en el orgasmo -por lo tanto, lo que se ha dado en lla-
mar fines sexuales preliminares-, como a las perversiones en
que los fines sexuales no genitales,· o extragenitales, están fi-
jados, ocupan el primer plano e incluso son exclusivos. Tam-
poco en este caso entraré en detalles, pues lo que a Freud le
interesa mostrar es la fragmentación y, por lo tanto, la multi-
plicidad de los fines sexuales. El hecho es que est.os.. fines, que
parec~n ser únicos y estar incluidos ~n cierta tendencia que
culmina en el orgasmo, son, en rigor, múltiples, diversificados
115
 y susceptibles de ser inc;iept:ndientes. Por _cons.i~iente, el: fin V
sexual no es único; se halla fragmentado,.diversifica.clo.en fmes LAPULSJpN
parciales, y éstos se vinculan sobre todo con zonas o partes del
cuerpo que son, justamente, las zonas erógenas, de las que ten-
dremos ocasión de volver a hablar.
En conclusión, este primer capítulo -el del instinto perdi-
do, como yo lo llamo- destruye la noción corriente de que la
sexualidad es un instinto. La sexualidad aparenta serlo eri el
adulto calificado de normal, pero no es más que el resultado de
una soldadura, el resultado de lo que podríamos denominar
una feliz casualidad. Sin embargo, para adentrarnos un poco
más en la distinción entre fin. y objeto, la actitud no es del to-
do la misma con respecto a la especificidad o la no-especifici-
dad de uno y otro. El 'objeto se encuentra radicalmente cues- Consideraremqs _en forma poco exhaustiva el capítulo de los
tionado en su especificidad. El hecho de que se vuelva típico e Tres ensayos·sobre una teoría sexual relativo a la sexualidad in-
incluso fijo en un sujeto sólo se debe a contingencias históricas fantil. Este capítulo se refiere a un descubrimiento sumamente
(al decir "típico" quiero señalar una serie de objetos de cierto importante delpsicoanálisis, cual es, justamente, el de la exis-
tipo; .cuando se vuelve decididamente "fijo", es determinada tencia de la sexualidád infantil. Las prim~ras páginas están ·
persona, determinada parte del cuerpo). Y aun cuando se vuel- dedicadas a fa represión de dicha sexualidad; y los propios
ve típico en el sentido de la presunta normalidad, ésta no disi- títulos de ambas secciones son muy elocuentes cuando se los
mula el hecho de que también en este caso hay la misma con- relaciona: "Omisión ·del· niño en el estudio de la sexualidad",
tingencia, la misma feliz casualidad, El fin, en vez de· mostrar- por una parte, y "Amnesia· infari til", por la otra. Esto significa
se carente de ~specificidad y ligado puramente a la historia, que los teóricos, los psicólogos, omitieron hasta ese momento
ofrece una apariencia polimorfa, está fragmentado en múl- la sexualidad infantil, y que Freud relaciona esta omisión teó-
rica directamente con la: represión, que en todos nosotros se
tiples fines· parciales que pueden intercambiarse entre sí, in-
centra en la sexualidad. Se trata, por lo demás, de un criterio
venirse, reemplarse; proporcionarse su energía, para decirlo
muy frecuente en Freud, y además muy rico, pues relaciona la
en lenguaje económico. Pero, a pesar de todo, una vez efec-
represión en la teoría con la represión en la historia del indivi-
tuada esa fragmentación en: toda una serie de acciones vincula-
duo. Simplemente añado que, cuando la represión comienza a
das a actividades de tal o cual parte del cuerpo, los fines par-
ser menos sólida, cuando presenta fallas, se trasferma en con-
ciales permanecen ·determinados, fijos. Se los puede hallar
denación: condenación de la sexualidad infantil corno manifes
como especies de átomos, como elementos últimos de la pul-
tación perversa, desviada. Por lo demás, condenación y repre-
sión sexual considerada en su conjunto. No se trata aquí de
sión pueden coexistir dentro de una contradicción que no
un hallazgo meramente histórico. Pero lo que es una casuali-
causa miedo al individuo, en particular a las madres, a los pa-
dad, feliz o desdichada, lo que viene a fijar cierta tipificación,
dres. Freud lo aclara en más de una oportunidad. Podemos re
es una determinada organización, la manera en que los fines
sumir de esta manera la argumentación al respecto: la sexua-
parciales, fragmentarios, llegan a organizarse entre sí.
lidad infantil es algo malo, y de todos modos no existe.
La sexualidad infantil suscita, evidentemente, una serie de
problemas que no abordaré directamente. Por ejemplo: ¿Por
117
11 b
1
~ ··:
qué pOti'~mos denominarla ra sex~alidad? ¿Qué nos per?:ite_
....;.,
calificar de sexuales las.!!!~mfe~tactones observ.adas.en el nmo?·
y a la inversa; si se ad-mite que dichas manifestaciones son se-
xuales, ¿en -qué medida constituyen el prototipo de toda se--
xualidad humana, puesto que descubrir en el niño manifesta-
ciones sexuales es, desde luego, plantearse el problema de la se-
xualidad adulta en _sus relaciones con sus primeras formas? Y
·nuestra concepción de la sexualidad adulta no puede salir in-
cólume, intacta, de esta lectura.
Tomaré como puntos de referencia dos pasajes del segundo
Ensayo: "Manifestaciones de la sexualidad infantil" y "Fuen-
tes de la sexualidad infantil", y uno, importantísimo, del ter-
cer Ensayo:· "El hallazgo de objeto", que retoma el desarrollo :
de la lactancia y el advenimiento, dentro; . d~ ~sta, ,de la sexua-
lidad denominada oral. ·
La frase que .va a servirnos de guía es .u~ br.éve pasaje que
resume la sección .consagrada ,a ''las manifestaCiones de la se.:.
xualidad en d niño,;: ... En el acto de l::t s.ucción productora de
placer hemos podido observar los tres ~aracteres esenciales de
la sextialiciad infantil. Esta se origina apoyándose en una fun-
ción fisiológica esencial para -la. vida; no- conoce aún ningún
objeto sexual, es autoerótica -y su fin sexual está determinado
por la actividad de una zona erógena [a propósito, considero
que hay que sopesar bien todos los térrninos]. Anticiparemos
ya que estos caracteres son aplicables asimismo aJa mayoría ·de
las demás actividades de la pulsión sexual infantil".
Apoyo, autoerotismo y zona erógena: vamos a tomar estos
términ'os por separado, aunque estén muy interrelaeionaélos y
no podamos estudiar ninguno de ellos ~in referirnos a los otros
dos. Para seguirestas tres ciJmensiones1de la sexÚalidád infantil,
me permito recordar los ya indicados hilos conductores, esto
es, las nociones de fin, fuente y objeto.
Comienzo por la noción de autoerotismo. Freud nos propor-
ciona su modelo en el chupeteo. No cabe duda de que este
modelo va a signar toda la concepción freudiana del autoero-
tismo, hasta el punto de que podemos preguntarnos si el auto-
erotismo puede ser separado realmente de ese primer modelo
que es la actividad oral. Encontraremos el chupeteo particular·
118
mente en esta sección sobre "las. manifestaciones de· la sexua-
, lidad en el·niño". Se.tr;~.ta, insisto_, e_n .u_ntérrtlino diferente del
de succión.' No .se trata de la succión-del pecho sino de la acti:
vidad de chupetear, así sea .el chupeteo de los labios o el chu-
peteo del pulgar. Freud relaciona su primera descripción del
chupeteo con la obra de un psicólogo llamado Lindner, quien
lo describió en un artículo de 1879: "La succión de los labios
y los dedos en el niño.(chupeteo)".
Esta es la descripCión de Freud: "La succión y el 'chupe-
teo', que aparecen ya en los lactantes y pueden subsistir hasta
la edad adulta e incluso conservarse en ocasiones a través de
toda la vida, consist<::n en un movimiento rítmico repetido y
verificado con los labios, acto al que le falta todo fin de absor·
ción de alimento. [Se_ señalan aquí dos puntos: la idea de que
existe una actividad rítmica, algo que puede suscitar el recuer-
do de la actividad sexual en general, y, por otra parte, una ac-
tividad que carece de finalidad vital y cuyo fin no es la absor-
ción de alimento.] Una parte de los labios mismos, la lengua o
cualquier otro punto asequible de la piel del mismo individuo
(a veces hasta el dedo gordo de un pie) se toman como objeto
1
de la succión. [Por lo tanto,. no hay objeto exterior al niño;
podría decirse que el pla;cer se obtiene en el lugar, en el propio
cuerpo, y que lo más característico es evidentemente la idea
de que los labios mismos parecen ser chupeteados. Pese a todo,
se escoge un objeto distinto de los labios, otra parte de cuerpo,
en especial el pulgar, que puede llegar a ser, como dice Freud,
una especie de zona erógena secundaria. En seguida nos
indica una transición, un desplazamiento acompañado por una
masturbación ya más explícita: se explora el cuerpo, se descu-
bren zonas más particularmente adecuadas a la satisfacción.]
Al mismo tiempo aparece una pulsión de aprehensión, que se
manifiesta por un simultáneo pellizcar rítmico del lóbulo de la
oreja y que puede ta:~1bién apoderarse de esta misma o cual-
quier otra parte del cuerpo de otra persona con el mismo fin.
[ ... ] Con frecuencia se combina la succión productora de pla-
cer con el frotamiento de determinadas partes del cuerpo de
gran ser.sibilidad: el pecho o los genitales exteriores. De este
modo suelen los niños pasar de la succión a la masturbación.
[Y uno de los aspectos inherentes a la sexualidad infantil y al
119
 problema de las zonas eróge~as es el ~e prestarse a una serie de
desplazamientos]". Freud senala, en fm, como uno de los argu-
mentos ~ue le permiten afirma: que nos ~allamos ante u~a m~­
nifestacion sexual, la presencia de fenomenos de apanencta
orgásmica: " ... la voluptuosidad del chupeteo absorbe toda la
atención del niño; luego lo adormece, o puede, incluso, inducir
reacciones motrices, una especie de orgasmo". Son fenómenos
que Freud describe en otros pasajes como fenómenos vaso-
motores, de congestión, de espasmos, como una actividad
rítmica que desemboca en un adormecimiento, cuando el
placer alcanza su punto culminante.
Basándose en la descripción del chupeteo, Freud define
luego el concepto de autoerotismo. Veamos de qué modo
lo introduce: "El ejemplo que acabamos de dar merece, en
nuestra opinión, una atención particularísima. Lo que nos
parece más sorprendente de esta actividad sexual es que no se
dirige hacia otra persona. El niño se satisface con su propio
cuerpo; su actitud es autoerótica, para emplear un término
de Havelock Ellis". En efecto, Havelock Ellis acuñó el tér-
mino y formuló la sigt~;iente definición del autoerotismo:
"Por autoerotism<> entiendo los fenómenos de emoción se-
xual espontánea producidos con aus~ncia de todo estímulo
externo, ya directo, ya indirecto". Havelock Ellis es un sexó-
logo cuyo pensamiento está muy mezclado con el pensamiento
psicoanalítico. Ha dado numerosas observaciones utilizadas.
por Freud y, a la inversa, siempre se ha mostrado muy atento
al descubrimiento psicoanalítico, sin ser él mismo psicoana-
lista. Havelock Ellis describe como esencialmente autoeró-
ticas algunas manifestaciones adultas: por ejemplo, la mas-
turbación. Al mismo tiempo, relaciona con el autoerotismo, en
una adaptación del psicoanálisis un poco superficial quizá,
pero sugerente, manifestaciones como los síntomas histéricos,
pues dice que todo síntoma implica una satisfacción sexual no
relacionada con una estimulación exógena; por lo tanto, una
parálisis histérica es un goce sin objeto real, y, en consecuen-
cia, una manifestación autoerótica. No he de detenerme en la
breve discusiónJ un poco confusa, que sbbre este punto sos-
tuvieron Freud y Havelock Ellis; este último parecía definir
más bien el autoerotism:o en relación con la presencia o ausen-
120
cía de una estimulación externa o interna, mientras que par!!
Freud el peso de· la -definición del ·autoerotismo recae sobre
la relación con el objeto, ya que el autoerotismo se define por
la ausencia de objeto, una ausencia cuya significación no es
inmediata, .aun cuando, para decirlo de otro modo, no deja de
plantear problemas. .
A veces, la ausencia de objeto parece plantearse de manera
radical. Así, en 1915 definirá el autoerotismo como una acti-
vidad en la que "el objeto desaparece en favor del órgano que
es fuente de la pulsión y coincide, en general, con él". Habría
en ello .una especie de repliegue total de la actividad hacia la
zona excitada; no habría ya ninguna intencionalidad en el au-
toerotismo. Es el modelo más puro y menos frec,uente, el
modelo, podríamos decir, en el que los labios buscan el placer
en sí mismos, o acaso en otros labios, en. el beso, que no
sería más que un peor-es-nada del placer en su propio si-
tio. Veamos qué dice Freud: "La insuficiencia de esta se-
gunda zona (es decir, el pulgar] será una de las razones que
conduzcan al niño a la búsqueda de una parte de valor equiva-
lente: los labios de otra persona. 'Qué lástima que yo no pue-
da darme un.beso', podría hacérsele decir".
Fuera de esa forma del aÚtoerotismo, la más pura y tam-
bién la más abstracta, resulta evidente que, en general, el au-
toerotismo es una actividad que encuentra un correlato en el
propio cuerpo; por ejemplo, en el pulgar o en un sustituto de
éste, como el chupete. Y no es tan formal el problema consis-
tente en determinar si puede hablarse aún de autoerotismo
cuando en vez de existir una sola zona somática existen dos.
Si este placer interrelaciona necesariamente dos zonas somá-
ticas del sujeto -los labios y el pulgar, oJos labios y otra re-
gión- queda abierto el_camino que permite pasar del placer en
el órgano mismo a un placer que implique ya la totalidad del
cuerpo. El goce ya no se halla cerrado sobre sí mismo, sino
que se dirige al objeto. Pero, por otra parte, si existe un objeto
diferente de los labios, así sea una parte del cuerpo, lo impor-
""tante estriba en saber si hay una significación sustitutiva; por
ejemplo, si t;l pulgar tiene un valor .de sustituto simbólico del
pecho.
Y esto nos lleva a un segundo problema, atinente a la an-
121
 -qbjetalidac:L a la ~usencia de objeto en el autoerotismo. En d
'propio cuerpo hay ausencia de objeto exterior, pero, ¿existe
la posibiliaad de que haya un objeto que pueda denominarse
fantaseado? Freud no plantea explícitamente este problema en
el referido pasaje de los Tres ensayos, pero está claro que la .
noción de fantasía entronca de manera absolutamente indiscu-
tible con la noción de autoerotismo. Sin duda, la fantasía
masturbatoria es reprimida en las etapas púber y prepúber,
pero en psicoanálisis puede decirse que no hay clínica psicoa-
nalítica, no hay señalamiento de una manifestación mastur-
batoria sin que inmediatamente se plantee la pregunta: ¿cuál
es la fantasía, consciente o inconsciente·,. que acompaña a la
masturbación y.le da su sentido2 Freud-insiste en que el senti-
rriiénto 'éle culpa que acompaña.~ a los: actos masttirbatorios rio
es tan obvio como parece•. Un detallado examen a este respecto
se encuentra en el artículo titulado· "Pegan a un niño", en el ·
que Freud no se satisface en modo alguno·.con una explicación
vulgar, según la cual la masturbación, considerada como· un
acto reprensible; sería comph~tart)en'té ·normal¡ aunque actnn-
pañada por un sentimiento de•culpa.'Para,'Freud, lo esencial
del sentimiento de culpa· mastütbatetib no se vincula·con la
prohibición de masturbarse sino conlas'fantasías; por ejemplo,
con las fantasías agresivas y, de manera ·más general, con las
fantasías edípicas que subyacen en el acto masturbatorio. Por
lo tanto, tenemos ya un primer punto de referencia para
definir el autoerotismo: la ausencia de objeto, con los matices
que procuro proporcionar, es decir, que la ausencia de objeto
es correlativa a la presencia de equz·valentes simbólicos y a la
presencia de fantasías.
Segundo y constante punto de referencia para definir el au-
toerotismo: el autoerotismo se define como un estado en que
cada una de las pulsiones se satisface· por su propia cuenta, sin
que haya organización de conjunto. Es un estado de fragmen-
tación del placer: cada pulsión parcial actúa por su propia
cuenta.
Considero que la noción de pulsión parcial -pulsión oral,
anal, pulsión de ver, incluso, como Fr.eud mismo suele decir
.a propósito del voyeurisino, etc.- no equivale de ninguna ma-
nera a una multiplicación de los instintos destinada a satis-
122
.• facer las necesidades en juego. ,fr5!ud critica consuma {Kcuen-
cia la idea de que sea posible formular rrietafísicamentda exis-
tencia .. de tantos instintos como se~ necesario para expicar la
actividad humana, como por ejemplo el instinto gregario para
explicar la psicología colectiva, o el instinto maternaJ.etc, A
criterio de Freud, la idea de pulsión parcial no tiene CJUe ver
con una descdpción del ser humano en •general y sus cmden-
cias, sino con la descripción de un estado particular del ser
humano, un estado particular de la infancia: originari11nente,
el placer se halla fragmentado, vinculado a tal o cwl parte
del cuerpo.
La noción de pulsión parcial -y me veo llevado a pasar
revista a una serie de términos, a fin de organizarlos- se li-
ga, desde luego, ·con otra noción: la de perverso polimorfo.
Esto sólo quiere decir, ni más ni menos, que el niño cuenta
con tantas posibilidades como zonas capaces de proporcio-
narle placer. A través de la lectura del pasaje a ella daticado,
vamos a ver que Freud considera lo perverso polirnmfo más
como una virtualidad que como una realidad en todo niño.
El niño es virtualmente un perverso polimorfo, a ccadición
de que se despierte el polimorfismo en él; pero la definición
del niño como perverso polimorfo es quizás un pQCO apre-
surada.
· Hay otra noción más ·que va a darnos una comprensión
más amplia del autoerotismo; me refiero :t. la noción <k placer
de órgano, formulada en varias oportunidades por Frmd, es-
pecialmente, -creo, en Introducción al psicoanálisis-. Freud la
utiliza como un argumento o un pivote en su discusión sobre
qué es la esencia de la sexualidad. En cierta medida, la esencia
de la sexualidad tiene una relación muy cercana con la noción
de placer de órgano. Y entiendo qtie no es posible comprender
la introducción de esta noción sin suponer -quizás unaindaga-
ción más profunda podría demostrarlo realmente- que .hubo
a la sazón discusiones dentro del movimiento psicoanalítico y,
en especial, con los sexólogos, y que el placer de ÓipllO fue
definido en oposición a la noción de placer de [unció.. Placer
de función es el placer que acompaña a un funcionamiento
armonioso de cierto aparato, de un montaje necesario para
la vida. Pensemos ~iempre en la alimentación. En cambio, el
123
 placer de órgano es un placer que no tiene yajor ..funcional
alguno, que carece de significación vital, que no se encuentra
ligado con un montaje sino. que se vincula en verdad a u11 solo
lugar y a la excitación de éste. Si se prefiere, órgano Se opone·
a: función: en el chupeteo, los labios se oponen a la alimenta-
ción. El placer de órgano se opone al placer de objeto, justa-
mente porque lo propio de aquél es una especie de repliegue
del objeto sobre el órgano mismo. Por último, el órgano como
lugar determinado del cuerpo, de la superficie corporal, se
opo-ne a la totalidad del cuerpo. Placer de órgano quiere decir
que se deja fuera de acción a un yo que viene a contabilizar
el placer. El placer de órgano no se contabiliza, no entra en
una balanza de los placeres y los displaceres, no se comp"ara
con otros, no se suma ni se S\lstrae; está ahí: nace y muere en
el mismo sitio. · bre la histeria como en uria carta (la 52) dirigida a Fliess en
Gracias a la idea de que existe un autoerotismo que se ca~
racteriza por fragmentarse en una pluralidad de placeres,
aquél se opone a mi concepto que evidentemente se vincula a
él, pero con el que a menudo se lo. confunde, concepto al
que sólo menciono por ahora: el de narcisismo. Este implica,
en oposición a.l autoerotismo, una totalización del sujeto y,
por consiguiente, la referencia a un yo, sea cual fuere el senti-
do o la pluralidad de sentidos que pueda darse al término de
yo. Precisamente, hago hincapié en la necesidad de tomarlo
en todos sus sentidos•posibles.
La noción de autoerotismo -primera característica de la
sexqalidad jnfantil- nos conduce inmediatamentea las otras.
Por una parte, en efecto, y en la medida en que hay anobje-
talidad, ausencia de objeto; la discusión nos planteaba el pro-
blema de saber si no existen, sin embargo, equivalentes sim-
bólicos y fantaseados del olljeto, y de dónde provienen estos
equivalentes, lo cual n'os lleva inmediatamente; a la noción de
apoyo. Y, por otra parte, el aspecto del autoerotismo, en vir-
tud del cual éste es fragmentación, nos conduce a la multipli-
cidad de las fuentes de la sexualidad, o sea, al problema de las
zonas erógenas.
Me referiré a las zonas erógenas, justamente, antes de enfo-
car el punto esencial, el del apoyo. En la d~finición que ya he
124
citado, el fin de la actividad sexual es estar ligada, determi~
' nada por la actividad de una zona erógena. ¿Qué es una zona
erógena? Es toda parte del cuerpo susceptible de ser d asiento
de una excitación de tipo sexual. Las zonas erógenas -por lo
menos lo que habitualmente se llama zonas erógenas, sin pen-
. sar en la generalidad de la definición- son, esencialmente,
cíertas zonas d.ei revestimiento de la piel y de las mucosas,
en especial las zonas orificiales. Ya he tenido oportunidad de
referirme a esta idea de zona erógena, precisamente en su pun-
to de origen, que es la idea de zona histerógena. Recordemos,
a propósito del caso Isabel de R., la aparición de lo que Freud
denominaba zona histerógena atípica, una zona específica
de la cara anterior del muslo, convertida en un punto de exci-
tación sexual posible. De allí a poco, tanto en los Estudios so-
1896, en la que Freud se explaya al respecto, reaparece la no-
ción de zona erógena. Freud define las zonas que pueden ser
erógenas, en especial las bucofarí11geas y las anales. Así, pues,
mucho antes de que llegue a concretarse la idea de fase oral,
anal, etc., ya se ha formulado la de sus zonas erógenas corres-
pondientes. Y Freud establece desde un principio la idea, de-
cididamente interesante, de que aun la superficie íntegra del
cuerpo puede ser una zona erógena. Leamos este pasaje de los
Tres ensayos: "La cualidad erógena puede hallarse señalada-
mente adscrita a determinadas partes del cuerpo. Existen
zonas erógenas predestinadas, como nos enseña el ejemplo del
chupeteo; pero el mismo ejemplo nos demuestra también que
cualquier otra región de la epidermis o de la mucosa puede
servir de zona erógena, esto es, que posee a priori una deter-
minada capacidad para serlo. Así, pues, la <>CUalidad del estí-
mulo influye más en la producción de placer que el carácter
de la parte del cuerpo correspondiente". Con esto se formula
la idea· de que hay una erogeneidad general que supera amplia-
mente, como potencialidad, lo que va a concretarse como lo-
calización particular, hasta el punto de que es una erogeneidad
atribuible no sólo a la piel, sirio también a los órganos internos.
Freud seguirá esta idea cuando estudie el oroblema del narci-
sismo y el de la hipocondría, relacionado con aquél. Para él,
el fenómeno hipocondríaco se vincula con la catectización de
125
un órgano interno, que por esta razón se convierte en una es-
pecie de zona érógená .. SI. vamos ahora de la eiogeneidad'·ge-
neral a las zonas localizadas con precisión, habitualmente de-
nominadas zonas erógenas, podemos descomponer esta locali-
zación en . varios factores; un elemento fisiológico innato,
que determina la particular excitabilidad de esas zonas; el he-
cho de ·que éstas sean puntos de relación funcipnales -no por
nada son zonas orificiales- de entrada y salida, ya de alimen-
tos o. de excrementos por ejemplo, e igualmente zonas de rela-
ción que ·apelan con toda naturalidad a las relaciones interper-
sonales, se trate de la alimentación o, de manera más general,
de los cuidados. En efecto, las zonas erógenas polarizan muy
especialmente los cuidados, la atención vigilante de la madre.
Son, por último,'. zonas vinculadas lateralmente, podríamos
decir -aunque de manera muy sólida-•. con una función de
importancia vital, lo· cual determina que obligatoriamente se
exciten cuando se ejerce la función.
Por lo tanto, el placer de ~rgano se suscita necesariamente
cuando se ejercita el placer de función. Pen:Heamos otro pasa-
je: " ... como sucede en la succión, toda parte del cuerpo
puede llegar a adquirir igual excitabilidad que los genitales y
ser elevada a la categoría de zona erógemi". Y en seguida: "El
fin sexual de la pulsión infantil consiste en la satisfacción ob-
tenida por la adecuada excitación de tal o cual zona erógena.
Preciso es que el niño haya experimentado antes la satisfacción
para que desee repetirla, y debemos admitir que la naturaleza
procede de ·modo que el conocimiento de una satisfacción
como ésa no· 'quede librado al azar. Por lo que concierne a la
región bucolabial, ~onocemos los medios de que se vale la na-
turaleza para lograr sus fines [... ] [ existe una ligazón verda-
deramente intrínseca entre el placer sexual y el placer funcio-
nal]: esta parte del cuerpo sirve al mismo tiempo para la·pren-
sión de los alimentos [no creemos que estas ideas relativas a
la naturaleza sean otra cosa que una manera de hablar. El
hecho es que no por nada, efectivamente, las zonas que más
habrán de vincularse con la función son a la vez las más ex-
puestas a la excitación erótica. Luego, esta parte del cuerpo
-los labios y la zona bucal- sirve a la vez para la prensión de
126
los alimentos.: .bncoritraremos otros dispositivos que. también_..
son fúentes.de la actividad sexual". El término 'de "<Jisposi-
tivos" que pueden ser "fuentes de actividad sexual~' nos sir-
ve de punto de transición para pasar a la tercera noción, la de
apoyo, ya que, al fin de cUentas, se considera que el dispositivo
funcional en conjunto está en el origen de la sexualidad, co- ·
mo si fuera su misma fuente; en este caso, el vocablo fuente
tiene un ·sentido algo más general que el definido hasta aquí.
En cuanto al término apoyo, está muy vigente. Se tra-
taba, en verdad, de un concepto muy bien elaborado dentro
del pensamiento freudiano y que sólo pudo ser olvidado por
dos razones. Una de éstas, en mi opinión la más profunda, con-
siste en que, a pesar de todo, Freud mismo lo olvidó poco p.
poto, y un olvido de este género tiene, sin duda, sus motiVos.
Podemos pre·guntar:nos si esta noción no fue reprimida hasta
cierto punto en el desarrollo de su pensamiento. En todo caso,
esta represión se produjo en fecha relativamente tardía, y la
idea ha surgido no pocas veces. La segunda razón, más con-
tingente en apariencia, pero por cierto ligada con las mismas
fuentes inconsciente~ y profundas, es el hecho de haber sen-
tido la necesidad de traducir el vocablo apoyo -que en alemán
es un término corriente (Anlehnung, esto es, el hecho de apo-
yarse en, o apoyo, si se quiere)- tanto al inglés corno al.fran-
cés* con términos como el de anaclítico, es decir, la necesidad
de formar neologismos que, además de ser muy poco elocuen-
tes, han posibilitado toda una desviación del sentido de apo-
yarse en. Así, en una ideología maternal, el término de anaclí-
tico ha t~rminado por significar el hecho de que el niño se
apoye en la madre, y el apoyo que el niño encuentra. en suma-
dre. Fundamentalmente, por supuesto, esto puede ser un sen-
tido derivado de Anlehnung, pues el proceso del Anlebnung
no se describe en el nivel de la relación interpersonal, en el ni-
vel de la relación hijo-madre, sino en el del surgimiento de la
sexualidad y de la manera en que la sexualidad se apoya en la
función no sexual antes de liberarse de ésta. Puede ser, si se
quiere, la definición más general del apoyo. .
La idea de apoyo supone, pues, una serie de oposiciones,
• Al castellano también. [N. del R. T.)
127
 de lo que se apoyay de aquello en lo que se apoya; oposición
de la pulsión, por una parté, a la función o al instinto, por la
otra. Y oposic,ión de la sexualidad a la autoconservación; opo·
sición, en el ejemplo utilizado como model~, entre la sexuali-
dad oral y la alimentación. Voy a retomar una serie de pasajes
que son los más claros acerca de esta noción de apoyo.
Tras haber descrito el chupeteo, Freud se pregunta de dón-
de proviene éste, y es evidente que no se halla lejos de encon-
trar su origen. "Es también fácil adivinar en qué ocasión
halla por primera vez el niño este placer, hacia el cual, una vez
hallado, tiende siempre de nuevo. La primera actividad del ni-
ño y la de más importancia vital para él, la succión del pecho
de la madre (o de sus subrogados), le ha hecho conocer, apenas
nacido, este placer. Diríase que los labios del niñ-o se han con-
ducido como una zona erógena, siendo, sin duda, la excitación
producida por la cálida corriente de la leche la causa de la pri-
mera sensación de placer." Por lo tanto, un primer tiempo: el
de la alimentación. Hay, si se quiere, un ciclo de la necesidad.
Ya he señalado que el instinto mismo puede ser descrito según
las diferentes dimensiones de la fuente, el objeto e incluso el
empuje y el fin: en el funcionamiento instintual alimenticio
hay tensión, acumulación de tensión y aporte de un objeto es-
pecífico -el alimento-, y no el pecho. Proceso de relajación y
apaciguamiento, un fin fijo, todo aquello que caracteriza un
comportamiento relativamente fijado, preformado. Pero Freud
considera que junto con el comportamiento alimenticio se
produce un proceso sexual: la excitación de los labios y la len-
gua por el pezón y la leche cálida. "Esta excitación es al prin-
cipio inseparable de la función alimenticia. Al comienzo, la
satisfacción de la zona erógena estaba estrechamente ligada
con el apaciguamiento del hambre." _[Y en 1915 añade, para
precisar bien este concepto: J "La actividad sexual se ha apo-
yado ante todo en una función que sirve para conservar la
vida [ya· tenemos aquí la oposición pulsión-tunción vital], de
la que sólo con el tiempo se ha independizado." Por lo tanto,
la sexualida,d está modelada al principio por la fúnción en que
se apoya. Su objeto lo proporciona la necesidad, ya que no
hay que ir lejos para pasar de la leche al pecho, e incluso la
leche y el pecho excitan en primer lugar la zona erógena. Así,
128
pu.es, mediante un ligero desfasaje pasamos del objetó -vital
-leche- al objeto sexual -pecho-. La fuente está determina-~
da por la alimentación, como sabernos: es la zona erógena, el
hecho de que la alimentación pasa sencillamente por la boca. Y
también el fin se halla determinado por la alirnenta~ión, ya
que en un primer momento se trata tan sólo de obtener una
excitación por el paso de la leche, por el contacto. con ésta o
con el p<i:cho. Por consiguiente, apoyo quiere decir que ante to-
do la alimentación sirve de modelo a la sexualidad, y al mis-
mo tiempo significa que la sexualidad se halla por completo en
su diferencia respecto de la -función, en el movimiento que la
lleva a desviarse ligeramente con relación a aquello en que se
apoya. Para Freud, el prototipo de la sexualidad no es la suc-
ción sino el chupeteo, es decir, el momento en que el aspecto
sexual se separa: del aspecto propiamente funcional. También
podría decirse que tenemos como fuente de la sexualidad el
·conjunto de la función o del instinto, que a su vez posee su
propia fuente, su propio objeto, su propio fin. La función -o
el dispositivo-, nos dice Freud, se vuelve a su vez fuente de se-
xualidad. Y, con respecto a esta separación, podemos pregun-
tarnos en qué se han convertido los diferentes elementos de la
función. ¿Qué ocurre con el objeto? El objeto se ha perdido en
el chupeteo, lo mismo ha ocurrido con la leche;, y aun el pecho
mismo, que era su sustituto por desplazarnie*to -por meto-
nimia-, se ha perdido, o por lo menos se ha transformado en
fantasía al chupetear el pulgar. ¿y en cuanto al fin? En el ins-
tinto, el fin era la ing~,f.tión, y se ha convertido, mediante otro
tipo de desplazamienro~t.:.'"al que podríamos denominar meta-
fórico-, en la incorporación, que es ehfundamento fantaseado
de todas las acciones imaginadas a propósito de la actividad
oral. Siempre se trata de hacer entrar en mí algo. Pero, por
otra parte, el fin se ha escindido, ha pasado a ser, por un lado,
fin fantaseado, sustituto por semejanza, metáfora de la inges-
tión alimenticia, y también, por otro lado, ha pasado al domi·
nio de la excitación puramente local, de la excitación casi me-
cánica de la zona labial. De esta escisión del fin hallaremos
huellas en las vacilaciones del propio Freud para definir cuál
es el fin de la pulsión oral. Hay un pasaje en que nos díce que
la actividad sex~al no se halla separada, en la fase oral, de la'in-
'
129
gestión de alimentos; todavía no se hace presente la diferen-
ciación de las dos corrientes. Ambas actividades tienen el mis-
mo objeto, y el fin sexual está constituido por la incorporación
del objeto, prototipo de lo que ha de ser, con el tiempo, la
identificación, llamada a desempeñar un importat:tte papel en
el desarrollo del sujeto. En .este caso, el fin es, por lo tanto, un
fin desplazado con respecto a la ingestión de alimentos, es
la incorporación, y después la identificación. Pero Freud dice
además -y considero que no se contradice- que es necesario
mantener esta idea de una escisión del fin en la sexualidad,
que el fin es al mismo tiempo pura y simplemente la excita-
ción local de la zona labial.
Consecuentemente, la función provee .el objeto, el fin o
los fines y, por· último, la zona, en Ja.. que se produce una
fijación -ya lo hemos señalado suficientemente.,-, junto con
la posibilidad, después, de utilizarla .en su condición de zona .
dentro del acto sexual mism.o como punto de excitación erÓ"
ti ca, en el beso o en cualquier otra a~tivid:J.d relacionada con
la zona labial.
Pero la zona es también un signifka~te susceptible de toda
una serie de desplazamientos, que . hacen que la noción de
pasar por la boca -la ingestión- pueda desplazarse a otras
imaginaciones, ~ otras fantasías. La zona es a la vez, por con-
siguiente, una 'Zona fisiológicamente fijad'a, pero al mismo
tiempo una zona expresada en un determinado tipo de fanta-
sía y, por eso mismo, ·SUSCeptible de todas las metabolizacio-
nes propias. de la activid~d imaginaria. ·
Concluyo ·con la noción de apoyü resumiendo lo que me
parece esencial en ella. (a primera idea consiste en que en el
apoyo la sexualidad es perversión de la función; aquí habría
lugar para todo un desarrollo relativo a la noción misma de
perversión. Están, por supuesto, las perversiones sexuales.
La sexualidad puede ser calificada de perversa, pero e·sto
siempre con relación a cieha norma más o menos social y con
la dificultad, justamente, de fijar ésta. Creo, no obstante, que
lo que in,troduce Freud respecto de la noción de perversión no
es la idea de qu~ hay perversiones de la sexualidad; sino de que
la sexualidad mism~ es ya desviación: desviaci9n de la activi-
dad natural, vital. La sexualidad es perversión 9~ la función; es
130
un producto marginal de ésta., uh producto que se da por
añadidura y- a la vez, si se quiere; una especie de desecho. Esta
perversión de la función se produce de acuerdo con un doble
movimiento: un movimiento de desviación y otro de vuelta
hacia sí mismo. La desviación está compuesta por todas esas
series de desvíos que nos llevan a pasar de un fin a otro y de un
objeto a otro objeto conexo; pero derivado de los objetos
primitivos. La vuelta hacia uno mismo es el movimiento que
posibilita pasar a la fantasía. .
La segunda idea, sobre la que lamentablemente no puedo
detenerme en 'esta ocasión, es que el esquema del apoyo puede
ser aplicado, de hecho y de derecho, a toda función y aun a
toda actividad humana. Freud desarrolla con toda claridad esta
idea en etcapítvlo acerca de las fuentes de la sexualidad. Des-
cribe allí, con el nombre de "fuentes indirectas", la mayoría
de las actividades e incluso de las conm'ociones posibles en el
ser humano; no sólo las furidones vitales, sino además los actos
y actividades de índole intelectUal; emocional o muscular,
toda conmoción rítrhica, como por ejemplo el viaje en ferroca-
rril, etc. Toda función es, pues; susceptible de este desvío,
que hace de éste el productor marginal de sexualidad. Se trata,
como vernos, de un verdadero aporte a la noción de pan-
sexualismo.
Tercer punto: la idea de pérdida del objeto. En el autoero-
tismo el objeto es abandonado y se produce un vuelco hacia
uno mismo y hacia la fantasía. Esto significa que el autoero-
tisrno no es un estado primario sino un estado secundario. Es
primario en la sexualidad, pero no lo es para el ser.hurnano. In-
cluso para poder existir, presupone que hay una primera inten-
.cionalidad hacia un objeto vital, lo cual permite que éste p~eda
ser abandonado. Esto implica también, corno dice Freud, que
lo que hay que reencontrar es el objeto perdido. Encontrar el
objeto sexual es siempre, pues, reencontrarlo. Avanzando más
en la misma dirección, digamos que el objeto a reencontrar no
es el objeto perdido sino un sustituto de éste por desplaza-
miento. Claro está, esto implica la imposibilidad de un vuelco
absoluto.
La cuarta idea es la de la vuelta hacia sí mismo y de la
vuelta en uno mismo: el fin se encuentra Íntegramente tras-
131
 puesto en la _fantasía. Si recor~amos los, pri~e:os desarrollos
freudianos aonentes a la sexuahdad y a 1a teona de la seduc-
ción, veremos que existe más de una analogía con la noción
de apoyo, o en todo caso con una serie de puntos en los que
pueden articularse una y otra. En ambos casos encontramos,
por ejemplo, la idea de una desviación, de una verdadera per-
versión de la función. En el taso del apoyo, se lo describe
como una desviación espontánea; en el de la seducción, como
una desviación por medio de la fantasía del adulto, de manera
que es evidente el paso de la seducción al apoyo -de la vuelta
hacia sí mismo a la vuelta en uno mismo-, sobre todo si se
introduce, además, la idea de los cuidados parentaks, de los
cuidados maternos. Por ambos lados encontrarnos asimismo la
idea de una interiorización, que presenta la esencia misma
de la pulsión: la idea de que hay verdaderos cuerpos extraños
internos que atacan al sujeto. Y en el caso del apoyo se nos
describe nuevamente la constitución de este cuerpo extraño,
pero de otro modo, justamente corno la vuelta en uno mismo,
el hecho de que toda la sexualidad se halla ahora centrada en
la fantasía.
132
VI
EL INSTINTO REENCONTRADO
Una de las implicaciones de la teoría del apoyo, tal como
acabamos ~e des~ribirla, es la noció~, o acaso .la ex~l~~ación,
de la funcwn umversal de la s~xuahdad en ps1c0anahsts. Las
fuentes de la sexualidad se dividen en dos clases: "fuentes di-
rectas" y "fuentes indirectas". Freud considera varias veces
el problema, pero el pasaje más claro al respecto es d siguien-
te: "Si resumimos lo que los diferentes ejemplos y observa-
ciones nos han enseñado sobre las fuentes de la excitación se-
xual infantil, podemos deslindar los siguientes rasgos: causas
múltiples concurren al desencadenamiento del proceso sexual
[ ... ]. Son las excitaciones más o menos directas de las superfi-
cies sensibles (tegumentos y órganos sensoriales) y, de un
modo inmediato, las excitaciones que se producen en cier-
tas zonas erógenas. Aquí, lo que importa es la calidad de la ex-
citaci6n [por lo tanto, el primer tipo de excitación sexual:
la que está vinculada directamente con las zonas erógenas,
en la que Freud piensa que se podría ey¡contrar un proceso
cualitativo fisiológico específico. Por otra parte, las fuentes
indirectas, así descritas:] Añadamos que en el organismo se
encuentran dispositivos que hacen que la excitación sexual
se produzca como efecto sobreañadido [nosotros decimos
"efecto marginal"; es un término más exacto] en un gran nú-
mero de procesos int.ernos no bien la intensidad de éstos ha
superado cierto umbral cuantitativo . Lo que hemos denomina-
do pulsiones parciales de la sexualidad, o bien deriva directa-
mente de las fuentes internas, o bien representa un efecto
133
 combinado de éstas mismas y de la acción de las zonas eróge~
nas". [Y concluye F!eud:] "Es .p.osible que nada importante
suceda en ·el organismo que no contribuya con sus compo-
nentes a la excitación de la pulsión sexual." Estamos, pues,
ante la idea de que toda conmoción interna -y hay en ello un
factor cuantitativo puesto en· tela de juicio-, cualquiera que
sea su naturaleza, puede contribuir de manera marginal a la
sexualidad. Entre las fuentes indirectas, Freud ha enumerado y
estudiado las excitaciones de orden mecánic-o: son excitaciones
pasivas de carácter rítmico, desde la acción de mecer al bebé
hasta algo que tenga un valor personal, como el viaje en tren;
asimismo, a título de ejemplo, la actividad muscular en su
condición de tal, corno suscitadora de un placer sexual, espe-
cialment'e en la actividad deportiva. Freud estudia igualmente
lo que él llama procesos fl[ectivos. -las emocio~es~, y dice
que ~oda emoción pued{ pr9dt1cir, jtintó con ·su carácter
placentero o displacenteto, una excitac~ói1, sexual. Desde lue.:.
go, el elemento dé prueba más cabal no_ reside en las emocio-
nes placenteras sino en las displacenteras. Así, por ejemplo,
el miedo, la angustia. el susw,: pueden suscitar en el niño,
tanto como .en el adulto, una excitación sexual !)bservable. y
en este aspecto se rnencio_nan dos' aplicaciones particularmen-
te interesantes: una concerniente a un placer acerca del cual
Freud se dirigirá preguntas más de una vez, o ~ea, el placer
producido por la obra de arte, en particular el placer del ~s­
pectáculo, por penoso, dramático o trágico que sea, placer
que proviene, justamente, de este efecto erógeno marginal. La
otra aplicación, igualmente muy importante, compete al sa-
domasoquismo y al placer masoquista. Desde este texto hasta
el texto principal s~bre el masoquismo -"El problema econó-
mico del masoquismo", de 1924-, Freud sostendrá que, pese a
lo que· pueda parecerle al sentido coinún, el placer sádico, el
placer de hacer sufrir al otro, es menos evidente, mientras que
el placer masoquista se inserta con toda naturalidad dentro del
marco que hace que toda conmoción, así sea la del dolor,
provoque marginalmente, o en carácter de coexcitación (Mi-
terregung es el término que emplea en' "El problema econó.,
mico del masoquismo"); un placer. Contrariam-ente, pues, a
lo que podría pensarse; el placer sádico es secundario en el
134
sadomasoquismo: Sólo se co~prende por la existeiria de una
identificación ·-'-en el seno de ·la f-antasía- con el lugar que
ocupa el individuo que sufre, porque el placer sexuales perci-
bido en el lugar del que sufre: Un ejemplo más de lis fuentes
indirectas está· dado poF · el · pla,cer provocado por d trabajo
intelectual. Sólo dispongo de tiempo para mencia.r uno de
los aspectos que interesan en la noción de 'fuente indirecta:
el que concierne a la noción de sublimación. En el aso de la .
sublimación, el fin sexual se trasforma en actividad no sexual,
pero que eventualmente puede adquirir un sentido simbólico.
Por lo tanto, hay un trastocamiento en el nivel tld apoyo,
un recorrido en sentido opuesto. Y' la base de mo de los
elementos explicativos de la sublimación es que si las activi-
dades más diversas pueden ser sublimaciones de la sr::rualidad
es porque precisamente en sus orígenes esas actividades pue-
den, a la inversa, dar nacimiento a la excitación sexual
También quería abordar en esta oportunidad el tacer capí-
tulo de los Tres ensayos: "La metamorfosis (o lasmodifica-
ciones) de la pubertad". He anticipado que este capítulo pue-
de igualmente tit;ularse "El instinto reencontrado", o "El ins-
tinto imitado". Efectivamente, tomemos término poc término
lo que define a la sexualidad infantil.
La sexualidad infantil se define por la fragmentación de
sus diferentes zonas erógenas y sus diversas fuentes. La sexua-
lidad púber y adulta se define por la existencia deUDa organi-
zación, de una síntesis, que implica el predominio de cierta
fuente sexual, de una zona determinada: la zona de los órga-
nos genitales. La sexualidad infantil se define por d apoyo y
por el hecho de que en éste nunca hay, en el nivd infantil,
separación _total de la sexualidad. La sexualidad adalta se de-
fine, en cambio, por la idea de que puede e:Xistir cierta autono-
mía de la actividad sexual con respecto a las actividades llama-.
das de autoconservación. Por último, y sobre todo, la sexuali-
dad infantil se define por el autoerotismo y por el hecho de
que el objeto es objeto fantaseado, interiorizado. Por el con-
trario, la sexualidad púber y adulta se define por la elección
de un objeto, primero un tipo de objeto y luego un objeto ex-
terno real. ·-
135
 Para tener una visión histórica esquemátiea de la evolución
freuCiiana ..,....:y pienso que no hay mejor acceso al pensamiento
de Freud-, debemos distinguir bien la posición asumida por
Freud en los Tres ensayos de lo qtie esa posición llegará a ser
posteriormente, de la manera en que se enriqu~cerá. Hay en
los Tres ensayos una oposición global entre la sexualidad in~­
fantil y la sexualidad púber. Quiere decir que a la sexualidad
infantil en conjunto, en bloque, se le atribuyen los tres rasgos
q\le acabo de indicar. No se la describe como organizada; las
organizaciones o fases de la sexualidad no se hallan aún defini-
das en la edición de 1905 de los Tres ensayos; y, por otra par·
te, la primacía del apoyo de SU; primera fase se caracteriza -en
todo lo que describe Freud sobre la sexualidad infantil- por
el predominio de la relación calificada de ternura. Freud utiliza
este término como una gran corriente que se.opone a la de la
sexualidad; ambas corrientes se complementan mutuamente en
elamM. · :oda la teoría psicoanalítica. Menciono tan sólo dos autores
Ahora bien, la ternura se relaciona ante todo con la auto-
conservación; los objetos de la ternura son, esencialmente, la
madre que alimenta y el p_adre que protege. Así, pues, la sexua-
lidad infantil aparece, en la esquemática descripción que hace
Freud en aquella época, como perma.nentemente injertada y
renovada sobre la base de una relación fundamental: la de la
ternura con respecto a los padres. Esta sexualidad se renueva,
podría decirse, de manera· instantánea en función, sobre todo,
de las seducciones parentales, de las seducciones maternas, que
desempeñan un papel principal en su despertar, pese a lo que
pueda pensarse, por lo demás, del abandono, o del supuesto
abandono, de la noción de seducción formulada por Freud. He
aquí lo que nos dice éste en "El hallazgo de objeto": "La re-
lación del niño con las personas que lo cuidan es para él una
inagotable fuente de excitación sexual y de satisfacción de las
zonas erógenas. [Ya vemos que existe la idea inicial a partir
de los cuidados y de la ternura.] La madre, sobre todo, atiende
al niño con sentimiento procedente de sll propia vida sexual,
y lo acaricia, lo besa y lo mece tomándolo claramente como
sustituto de un completo objeto sexual. La madre se sorpren-
dería mucho probablemente el conocer esta explicación y vei
que con su ternura despierta la puisión sexuai de su hijo y
136
Jrepara su posterior intensidad. Considera sus actos como
naniíestaciones de 'puro' amor, asexual-'.. ".
Tenemos, pues, la idea de que los cuidados de los padres
;on importantes, no sólo en su aspecto material, sino también
~n lo concerniente a la meta a que apunta el adulto y, además,
:n el hecho de que esta última es inconsciente. Ya está del to- ·
jo presente la idea de fantasía parental y de su intervención
Jara suscitar la vida sexual del niño, puesto que la propia ma-
jre se espantaría si se le revelara el sentido de sus actos, es de-
:ir, el hecho de que en sus gestos de cuidados para con él niño
:onsidera a éste como el "sustituto de un completo objeto
;exúal''.
Ahora bien, esta oposición, esta polaridad entre ternura y
;exualidad, entre autoconservación y sexualidad, persistirá
iespués de Freud. Es, si se quiere, una invención de Freud,
)ero no algo efímero: volvernos a encontrarla a lo largo de
!n cuya obra puede hallarse esta id.ea: por una parte, Feren<;zi,
~ue en un artículo titulado ''Confusión de lenguas entre el ni-
)o y el adulto" opone claramente dos tipos de lo qué él cali-
:ica de "lenguajes", lenguas: el lenguaje o la lengua de la ternu-
:a, y el lenguaje de la pasión, propio de la sexualidad. Por otra
)arte, un autor como Winnicott expone la misma idea; -sin
iuda, la· desarrolla en menor medida, pero ella subyace a toda
ma parte de su argumentación, sobre todo cuando opone
ientro de la relación padres-hijos lo que él llama "relación
ranquila" y "relación excitada". -Si bien Freud logra definir
:oda la sexualidad infantil como autoerótica, es decir, como
:arente de objeto, como fantaseada, de todas maneras vemos
1ue ese predominio del tiempo autoerótico sólo significa
lue en el plano sexual es donde hay un primer período vuelto
1acia el interior y en modo alguno puede significar que duran-
:e cuatro o cinco años el niño no tenga, según Freud, la menor
·elación con el exterior. El sentido de autoerotismo proviene
ie una noción que sólo se justifica dentro de un tipo de rela-
:ión muy particular: la sexualidad.
El tercer capítulo, el del instinto reencontrado o imitado,
.1os pone en contacto con la noción de organización, que
iefine lo que ocurre progresivamente en la época púber, tras
137

el período intermedio-llamado de· latencia. Veamos de qué
modo se define la organización en los comienzos de esta ter-
cera parte: "La pulsión sexual, hasta aquí predominantemente
autoerótica, encuentra por fin el objeto sexual. Hasta este mo-
mento actuaba partiendo de pulsiones parciales y de zonas eró-
genas, que, independientemente unas de otras, buscaban como
único fin sexual determinado placer. Ahora aparece un nuevo
fin sexual, a cuya consecución tienden de consuno todas las
pulsiones par~iales, mientras que las zonas erógenas se subordi-
nan a la primacía de la zona genital". Esto significa que la
organización se comprende según dos líneas; por una parte,
según la línea del fin y las fuentes: subordinación a un único
fin y a ..una s_ola zona; por la otra, según la línea del objeto:
elección de un objeto, que viene asimismo a centrar la organi~
zación. Quiere decir, pues, que la organización (aunque los tér-
minos se hallan todavía en ese momento mal articulados en
Freud) supone la primada genital por un lado:, y el Edipo en
el plano del objeto por el otro. . "preedípico" a aquello que lo precede, esto es, la sexualidad
· La descripción de la Pfimacía de las "i<:>nas genitales figura
en el primer capítulo: "Pi'imadá de lás zonas genitales y phi:..
cer preliminar". Me atengo a él a fin_ de que se advierta cómo
en aquella época se la concibe como una primacía completa-
mente fisiológica, y cómo, también, se preocupa Freud por
comprender de qué manera puede haber una comunicación
entre diversos tipos de excitación que recaen sobre zonas
erógenas diferentes, sobre diferentes zopas del cuerpo. Esto
no quiere decir que Freud renegó del punto de vista fisioló-
gico, sino que hubo de agregarle lo que debía completarlo:
la genealogía fantaseada de la genitalidad. Y a ésta no se la
indica aún aquí porque faltan, precisamente, las etapas previas
para establecerla.
Primada de los órganos genitales, primacía del pl~cer ge-
nital: esto significa que los placeres llamados pregenitales,
los placeres de las pulsiones parciales, pasan a subordinarse
en parte al acto sexual terminal, al orgasmo, bajo la forma de
placer preliminar. Y ya tenemos todo un desarrollo, que al
mismo tiempo es una interrogación sobre el difícil problema
del placer. Esta interrogación se refiere al hecho de que pueda
haber p~aceres que constituyen una relajación completa -el
B8
placer genital, que. culmina en el orgasmo y en la descarga
... - completa de la tensión:-:-. y; por otra parte, placeres que se vin-
vez
culan. a la con ·la tensión:· placeres de las demás zonas eró-
gel}aS;-cuya excitación desemboca, dentro de una ·especie de .
visión UJl tanto .ideal. d.el acto sexual, ;en la excitación terminal
de la ,.zona genitaL
Esta es, pues, la distinción entre dos tipos de placeres: el
placer ~e satisfacción, que es relajación completa, y el placer
preliminar, ligado con la tensión y que, no obstante, ofrece,
en cada uno dé los momentos del acto sexual, su cuota margi-
nal de placer sin dejar de contribuir a crear una tensión mayor.
Por lo tanto, la primacía genital define como "prege-
nital" a la. sexualidad infantil que la precede. En esta 'tercera
parte del libro de Freud -q~e es, por lo demás, bastante bre-
ve- hay algunos capítulos intermedios, pero el que se relacio-
na con las trasformaciones de la pubertad es: "El hallazgo de
objeto". Desde luego~ esperarnos hallar, bajo el título de
"objeto", el complejo de Edipo, que define a su vez como
infantil. Pero ocurre que el complejo de Edipo en cuanto tal no
figura casi en los Tres ensayos de 190 S. Y, posteriormente,
Freud tendrá bastantes dificultades para integrarlo; tanto es
así, que sólo hablará de él en notas añadidas al texto. Co:a
esto quiero decir que Freud no hizo eri. el tercer capítulo de
su libro la modificación fundamental que habría sido necesa-
ria pára introducir completamente en él una teoría del comple-
jo de Edipo. Pm lo demás, esta teoría no se halla presente en
parte alguna; no hay siquiera un artículo específico que des-
criba exhau.stivamente el complejo de Edipo, que lo describa
totalmente. Sin embargo, el complejo de Edípo -cuyo nom-
bre ni siquiera figura en este capítulo, excepto en las notas,
que son, repetimos, posteriores- se ha descubierto, o por lo
menos está por descubrirse desde hace mucho tiempo a través
de la teoría de la seducción y el autoanálisis de Freud, y luego
de La interpretación de los sueños. No obstante, está presente
de manera marginal bajo el título del hallazgo del objetó, pues-
to que el descubrimiento del objeto -como se nos hace saber
desde un primer momento- entraña el hecho de reencontrar
el objeto perdido en la infancia. Esta es, pues, una de las ideas,
139

aunque n~ la única, del complejo de Edipo. A éste se lo des-
cribe parcialmente, en el sentido de que lo que se pone en pri-
mer plano no es tanto el clásico triángulo hijo-pareja parental
sino el lazo incestuoso por el progenitor del sexo opuesto .. No
se indica, por consiguiente, la dimensión negativa, la dimensión
de rivalidad con el progenitor del mismo sexo. Y es importante
volver a situar esta idea, pues no carece de valor: la prohibición
del incesto no es función de la dialéctica interna de una situa-
ción triangular, no definida aún verdaderamente. Se la formula
como una especie de ~priorismo de origen sociológico. El com-
plejo de Edipo está ~quí igualmente limitado en su función,
ya que sólo interviene en ese aspecto muy parcial, pese a todo,
que es la elección .del objeto. No se indica su relación con la
fuente y con el aparato genital, y Fr~ud necesitará tiempo
para establecer esta relación. Tampoco se menciona la relación
con el fin genital. Esto requerirá tiempo y, además, la inter-
calación de una secuencia evolutiva entre la sexualidad infantil
y la sexualidad adulta. En alguna parte, Freud dice que, des-
pués de todo, en este momento (está hablando, evidentemente,
en 1905) sólo contamos con los dos polos de la evolución co-
mo cosas ciertas; con respecto a lo que hay entre ambos, no
tenemos más que algunos informes muy incompletos, muy
tentativos. Lo único que Freud saca a luz en el nivel de la pu-
~ertad es, más que la función del Edipo -mal articulada, una
vez más-, la evidencia de la elección incestuosa, esto es, la
evidencia del lazo incestuoso en su momento de -mayor inten-
sidad, en el momento del despertar puberal, y especialmente
el vínculo de la hija con el padre, descrito con más precisión
quizá que el del hijo varón con la madre. Esto último se
debe a la comprobación -reformulada luego teóricamente-
de que el Edipo femenino termina de manera más progresiva
que el masculino. Con respecto a la elección de objeto, la hija
se desliza en forma mucho menos marcada desde el objeto
incestuoso hasta el objeto definitivo. En el ínterin, lo que se ha
introducido realmente es la 4l.tencia, período en que las acti-
vidades sexuales y tal vez las fantasías mismas duermen, se
hallan en gran parte reprimidas; también es el período durante
el cual se establece esa barrera contra el incesto que acabo
de destacar, en el sentido de que parece más social que fami-
140
liar, y también más moral que fantaseada, más ligada con
preceptos explicitos que con fantasías. Hablando si~mpre
de los Tres ensayos en su edición de 1905, digamos que el
Edipo se encuentra limitado en el tiempo, ya que·parece sur-
gir y desaparecer en la pubertad. Exagero un poco al respecto,
pues se nos ha indicado que se esboza en la infancia. Pero
podría decirse que, si se halla en realidad muy marcado en la
infancia, Freud considera en ese momento que el Edipo es
casi patológico.
Pues bien, entre ambos polos, entre ambos extremos del
desarrollo temporal -sexualidad infantil y sexualidad adulta-,
toda la evolución de la investigación freudiana y todas las mo-
dificaciones de. los Tres ensayos van a culminar en la interca-
lación de fases intermedias, u organizaciones que podemos
denominar pregenitales. Creo que hay motivos para distinguir
con claridad entre pregenital y preedípico, dos términos que
se confunden muy a menudo. Pregenital se refiere a un tipo
de satisfacción sexual. Preedípico se relaciona con modos de
relación interpersonal. Al principio hay, por supuesto, una
confusión entre ambos, y al psicoanálisis le toca explicar y
explicitar por qué el complejo de Edipo se realiza y, al mismo
tiempo, finaliza y se suprime en el nivel genital. Pero nada
implica que cada vez que hablemos de preedípico tengamos
que hablar de pregenital, ni que cuando hablemos de· prege-
nital haya que considerar necesariamente que la sexualidad
pregenital no es edípica. Ahora bien, lo que va a ubicarse pro-
gresivamente no es lo preedípico sino lo pregenital. Y no
sólo lo preedípico, sino también el Edipo mismo, podrán
quedar realmente definidos nada más que en última instancia.
Hace unos instantes me he referido al hecho dé que no hay,
en rigor, un texto freudiano fundamental, definitivo, sobre
el complejo de Edipo. Repito que Freud e incluso sus suceso-
res sólo podrán llegar a definir el Edipo en último análisis, y
pienso de manera especial en Melanie Klein.
Hace ya mucho tiempo -desde las primeras elaboraciones
de Freud en 1895, 1897 y 1900- se descubrió la noción de
que la actividad pregenital es una actividad fragmentaria. Las
actividades fragmentarias ya se encuentran descritas con bas-
tante precisión en la correspondencia con Fliess. Además, ya
141
antes de 1900 hay varias tentativas de lo que podríamos lla-
mar ,~~estadificación", es decir,"de ordenar en el tiempo las·.
diferentes actividades vinculadas con las zonas erógenas,
como por ejemplo la actividad anal. Ahora bien, en los Tres
ensayos no se retoman estas tentativas. Se enumeran las ac-
tividades sexuales infantiles, pero no se las inserta realmente
en una secuencia. Sólo cuando la clínica termina por coinci-
dir con las primeras intuiciones de Freud, esas actividades
son descubiertas e insertadas en un orden secuencial. En pri-
mer lugar la organización denominada anal; en este caso el
texto principal es uno que lleva por título "La predisposición
a la neurosis obsesiva"; data de 1913, y. en él Freud se ve lle-
vado a estudiar, a propósito de la neu:r:osis obsesiva, el tipo
de fijación y de regresión ,propio de esta neurosis y, asimismo,
el tipo de relación Jigado con la analidad. Curiosamente, la
organización oral es descrita en segundo lugar. Ya hemos vis-
to que la oralidad intervino muy pronto hasta como modelo
propio de la sexualidad pregenital y como tipo de organiza-
ción con toda su dimensión fantaseada. Pero sólo se la descri-
bió posteriormente, y de modo parcial, en Tótem y tabú,
donde estaba enfocada desde una perspectiva histórica y et-
nológica; en los Tres ensayos sólo aparece en la edición de
1915.
Por último, otra organización pregenital: la organización
llamada fálica, también denominada por Freud "organización
genital infantil", no descrita hasta 192 3. Evidentemente, las
fases no se suceden por completo en el mismo orden de su
descubrimiento; se sabe que las fases se ordenan de este modo:
oral, anal, fálica, y que con posterioridad a Freud, en tentati-
vas no desautorizadas por éste, autores como Karl Abraham
dieron además una orientación que consiste en subdivid.Ír
las fases, en especial la oral y la anal, eb subfases.
No tengo la intención de examinar esta subdivisión y esta
secuencia de las organizaciones;_ prefiero, en cambio, formular
·algunas preguntas al respecto. ¿En qué consiste la noción de
organización cuando se trata del nivel pregenital? ¿cuál es
la modalidad secuencial de las fases? Y, por último, ¿qué rela-
ción existe entre esa secuencia de fases que el psicoanálisis
nos deja entrever y una .psic~logía genética? Evidentemente,
142
sólo qujero sugerir algunas pregunta~ y cierto modo decnfocar
los prüoleiriás. ·· ·
¿organización en el nivel pregenital? Es cas~ paadójico
tratándose de Freud, que siempre consideró y seguirá conside-
rando que la única organización verdadera es la genilll. Y si
a la fase fálica. la denomina "organización genital ilfantil"
es porque ya ve en ella los rasgos de la organizacióa genital
púber, casi todos los rasgos de ésta, en verdad. Y allÍ, en la
organización genital infantil, que es la última en imerta_rse
en la sexualidad infantil (a los 4 años, aproximadamente),
sitúa. Freud el establecimiento pleno del complejo de Edipo.
Recordemos que en la organización genital hay suboninación
a una zona; los demás pla~eres, procurados por las otras zonas,
·. pasan a ser simplemente placeres preliminares dentro de una
secuencia de excitación creciente. Es evidente que ~ud no
puede apuntar a esto con la idea de organización oral u orga-
nización anal, por ejemplo. No se trata de que haya una se-
cuencia que de~ernboca en el· placer, oral. o anal, a partir de
los otros placeres., a los que se consideraría prelirniiJI[es. Po-
dernos comprobar que no hay aquí nada semejante al tipo de
organización fisiológica mostrado por Freud en el orgasmo
genital. . '
¿Qbjeto? La elección. de objeto define la orga.niza:íón ge-
nital definitiva. En las organizaciones pregenitales llay, por
cierto, un tipo de elección de objeto; pero, a difermcia del
objeto genital, ese objeto permanece ligado, adherido al ob-
jeto de la autoconservación, puesto que el apoyo no culmina
en una escisión auténtica del objeto sexual con respetro al ob-
jeto de autoconservación. Y, por otra parte, el objetoes, ante
todo, objeto parcial y no objeto total -persona-, como en la
relación genital. El objeto parcial define lo que las organiza-
ciones pregenitales tienen de más específico. Los objetos
parciales son el pecho, los .excrementos, el falo, o \:)im lo que
puede ser "tratado como ... ", lo que puede ser "mtado de
la misma manera que ... "cualquiera de estos objetos.
Por último, ül fin?· Considero que la primacía de un
fin caracteriza lo que Freud llama, con razón o, más bien,
sin ella "organización pregenital". En efecto, con respecto a
la genitalidad no puede concebirse al predominio de un fin.
143

No hay exclusividad, ni siquiera subordinación real. El predo-
minio de un fin es inseparable de un tipo de actividad que no
es real sino fantaseada. Un tipo de actividad: pensemos, por
-ejemplo, en el acto de ingerir, de incorporar, tipo de actividad
respecto del cual ya he intentado mostrar que deriva metafó-
ricamente de la actividad vital. Por último, puede decirse que
lo que parece caracterizar a la organización pregenital es, mu-
cho más que un modo real de subordinación o de organización,
cierto lenguaje, cierto código de la fantasía. Por lo demás, la
manera misma en que los analistas describen el carácter general
de las fantasías en tal o cual fase muestra a las claras que se
trata de un código. Así,- por ej~mplo, lo que se ha definido
como tríada oral: comer, ser comido y dormir. O bien lo que
se define como las dimensiones fantaseadas fundamentales
de la analidad: retener, expulsar, dominar. Hay en este código
una dialéctica que también existe, por lo general, en la orali-
dad y la analidad, o que, en todo caso, va desde la destrucción
y la pérdida del objeto has~a ciertas modalidades de conser-
vación del objeto. En la oralidad, por ejemplo, la ingestión
e incorporación implica la: desaparición del objeto, su destrl.lC-
ción; pero la fantasía oral sólo queda verdaderamente comple-
ta cuando se le añade lo que se ha dado en denominar caniba-
lismo. Esto quiere decir que en el canibalismo se imagina que
el objeto ingerido no ha sido destruido, que realmente fue
incorporado, y que el individuo conserva e integra sus cua-
lidades.
Vemos, pues, que el descubrimiento de la oralidad como
organización sólo era posible después del rodeo representado
por Tótem y tabú y mediante el expediente de los mitos y
las prácticas antropofágicas. Por lo tanto, el predominio de una
actividad sexual en la organización pregenital es un tipo de
actividad fantaseada que, además ______:y aquí es donde, en cierto
modo, se subordina a otros tipos de sexualidad-, impregna
las demás actividades. Puede hablarse de incorporación o de
canibalismo oral, si se desea -es su terreno por definición-,
pero también de incorporación anal, cutánea o visual. Todas
ellas constituyen fantasías posibles. E incluso podemos hablar
de la i~corporación oral del pene, incorporación que implica,
144
como el canibalismo, una retención del pene en el interior
del cuerpo.
Pese a todo, advertimos que la idea de organización es ten-
tativa, que -en gran medida- no es una idea realista sino, en
cierto modo, evanescente. Y Freud lo advierte con tanta cla-
ridad que llega a decir en ciertos -momentos que la organiza-
ción pregenital existe realmente, en sentido propio o en un
sentido que se asemeja al de la organización genital, sólo cuan-
do nos acercarnos a la patología. Veamos qué nos dice en
1915, con motivo de la introducción del capítulo sobre las
organizaciones sexuales: "Al estudiar, con la ayuda del psicoa-
nálisis, las inhibiciones y las perturbaciones_ del desarrollo,
reconocemos que existen rudimentos y preformaciones de una
organización de las pulsiones parciales, las que de este m_od'O
han realizado una especie de régimen sexual [reparemos en la.
cautela con que se utilizan los términos:- "rudimentos", "pre-
formaciones", "una especie de régimen sexual", comparable
esta última a la organización genital). Normalmente, el niño
pasa sin dificultades por las diversas fases de la organización
sexual, sin que éstas s.e puedan descubrir corno no sea merced
a unos p_ocos índices. Unicarnente en los casos patológicos se
acentúan y se vuelven fácilmente reconocibles''. .
Esto nos lleva a la segunda pregunta, la de saber cuál puede
ser la modalidad correspondiente a la secu"encia de estas fases.
En psicoanálisis, lo que generalmente se llama fases es, antes
que nada, fases libidinales. Estas sólo predominan en forma
imperfecta en esa época, e incluso su secuencia no siempre
está asegurada. Podemos pensar que algunas de ellas pueden
faltar por completo, o ser aun más evanescentes que otras.
La transición de una fase a otra no es tanto un progreso cuanto
una traducción. Retomemos la imagen de un lenguaje corres-
pondiente a cada una de las fases, un lenguaje de la fantasía,
entendiendo por ello un mínimo de términos simbólicos
trasmitidos por las fantasías y que se intercambian mutuamen-
te dentro de una de éstas. Si imaginamos, pues, que las fases
libidinales son otros tantos dial~ctos sucesivos, el punto central
de la trcaducción de un dialecto a otro, el eje -lo que podría-
mos comparar con lo que representó la piedra de Roseta en
el desciframiento de los jeroglíficos-, la piedra de Roseta
145
de la traducción, es el objeto parcial. El objeto parcial es el
elemento común, fundamental, a partir del cualson posibles
las traducciones de un lenguaje a otro. Y en este punto me
permito recomendar la"lectura de otro artículo, en el que todo
esto se halla claramente indicado en unas pocas páginas; es
de 1916 y se titula "Sobre la trasmutación de las pulsiones y
en especial del erotismo anal". FigUra en t;ste artículo el papel
axial desempeñado por el objeto parcial, que pertenece a las
diferentes organizaciones, entre las cuales se establecen equiva:
lencias y deslizamientos, pasando el sujeto sucesivamente de
una a otra. Los términos son numerosos: pecho, excrementos,
heces, pene, niño, regalo e incluso dinero. Encontramos un
efiquema de esas equivalencias en la evolución de la sexualidad
femenina. Este esquema no es lineal, lisa y·-llánamente crono-
lógico, sino que tiene todo tipo de desvíos, de derivaciones
y retornos.
Los caracteres generales del objeto parcial que lo convier-
ten en el centro, en el eje de toda traducción posible de una
fase a otra, pueden reducirse a uno: el objeto separable por
definición. Es separable porque introduce diferentes modali-
dades y posibilidades de fantasear un elemento esencial: la
castración, y porque introduce la posibilidad de intercambio,
como aquello que se puede dar, recibir,. pedir; y es separable,
por último, porque es lo que circula dentro del complejo de
Edipo. Ya vemos por qué el complejo de Edipo sólo podía
establecerse realmente al final, cuando estuviesen mejor defi-
nidas las organizaciones pregenitales, una vez que se hubiese
definido mejor lo que en resumidas cuentas las centra: el ob-
jeto parcial y el complejo de castración.
Tercera ·Y última pregUnta: ¿Es el psicoanálisis comparable
a una psicología genética? Me parece que lo que se pone sobre
todo de relieve son las diferencias. La secuencia más clara es
la de las fases libidinales. Pero es preciso recordar que esta
secuencia de las fases libidinales no es más que una entre otras
secuencias. De este modo, entre las diferentes evoluciones
posibles, Freud señala en part:lcular que existe una evolución
del yo .y que -hecho más importante que nos aleja "de una
psicología genética- no puede establecerse una corresponden-
cia entre la evolución del yo y las otras; precisamente el
146
desajuste de estas dos. evoll;lciones es mu~ho más importante
que su paralelismo. Freud esbozó muchas otras secuencias
además de estas dos, y nunca -insisto en· ello- lasabandonó.
Traigo a la memoria el recuerdo del apoyo y de la elección de
objeto, que hace pasar del funcionamiento en apoyo al autoe-
rotismo y a ·la fantasía, y luego a la elección de o.bjeto. O bien
la secuencia que hemos podido señalar en la teoría de la seduc-
ción, que es al mismo tiempo una teoría de la represión; esta
secuencia recurre, justamente, a la noción de que el lenguaje
de una escena se traduce a otro, o sea, primera escena- segun-
da escena - represión. Esto significa que una síntesis de esas
diferentes fases, o secuencias, sería, en última instancia, absur-
da, aun cuando este absurdo haya sido a veces énfocado en
algUnos ensayos, eriparticular los de Abraham, quelleva hasta
sus últimos límites el genetismo freudiano. No debemos con-
cebir una síntesis y un paralelismo· puntual entre las diversas
secuencias, sino la existencia '<fe ¡emporalidades diferentes,
podríamos decir' de diferentes modelos secuenciales, de regre-
sión o de apres-coup, de secuencias móviles. Pienso sobre todo
en la secuencia del apoyo, que se renueva sin cesar, pero que
puede apoyarse en tal o cual fragmento de la cronología bási-
ca. O en la secuencia de la represión. Es menester imaginar que
existe una especie de cronología puramente secum.cial, que
esas secuencias parciales, esos fragmentos de secuencia casi
instantáneos, son susceptibles de desplazarse a lo largo de ese
eje más general que configUra la continuidad de las fases libi-
dinales.
SigUe en pie, no obstante, el hecho de que las fases libi-
dinales constituyen -y no por nada- la serie básica, en la me-
dida en que son una serie de códigos sucesivos que permiten
comprender -son los únicos en permitirlo- el funcionamiento·
de las secuencias más localizadas y, en particular, el mecanismo
del inconsciente y de las defensas inconscientes, así como el
mecanismo de la represión.
147
VIII
COMPLEJO DE EDIPO Y
COMPLEJO DE CASTRACION

He procurado resumir el plan de los Tres ensayos, es decir,

el instinto. perdido, la génesis de la. sexualidad humana y, por
fin, el último estadio, sm duda el más difícil: el instinto reen-
contrado~ ¿Reencontrado? Esto parece un bappy-end, pese a
no ser este el caso_ mi instinto imitado? Es, a pesar de todo.
un poco artificial.. En fin, es el problema de la sitUación del
complejo de Edipo en la sexualidad humana, sobre el cual
me limitaré a dar algunas impresiones_ En los Tres ensayos
-he tenido ya la ocasión de decirlo-, el complejo de Edipo
aparece en forma muy parcial. No se lo menciona, sino que se
presenta esencialmente bajo la modalidad del amor poda ma-
dre, o sea, del amor por el objeto primordial, y bajo la forma
del hallazgo del objeto, mientras que, por el contrario, apenas
se ve. el camino del hallazgo de un fin; en este caso, el fin
sexual; el fin de la unión sexual. Tampoco se menciona su fun-
ción normativa, su función modificadora en el individuo,
porque reenconlirar un nuevo objeto y un nuevo fin implica
que el propio individuo se halle estructurado o reestructurado:
es el problema de la identificación en el Edipo.
En ninguna parte de la obra de Freud encontramos una
exposición del complejo de Etlipo, y me parece necesario
señalar que el tema del complejo de Edipo, a pesar de su
enorme importancia, permaneció en estado incipiente, y que
su elaboración se efectuó en forma un tanto oculta, marginal;
en otros términos, que la utilización del Edipo precedió a
sus formulaciones_ Pero el caso es que me he limitado, en lo

149

esencial, al período que llega hasta 1905. Deseo, pues, rec.or- __
dar tres etapas del descubrimiento del Edipo conforme a los
textos.
En primer término, la teoría de la sedl!cción, porque
descubrir que el progenitor es un seductor, es decir, que ama
a su hijo con un amor sexual, es descubrir realmente de mane-
ra inversa el complejo de Edipo. Y cuando Freud pasa revista
a su propia evolución, señala su presencia en el descubrimien-
to de la seducción, esto es, que en el descubrimiento de las
escenas en las que el padre· introduce la sexualidad en el niño,
ya había descubierto el complejo de Edipo. La segunda etapa,
que viene a cristalizar ~as cosas con respecto a la teoría de la
seducción (pero siempre hay en estas cristalizaciones un movi-
miento de vaivén y de apres-coup ), la constituye el au toanálisis
de .Freud de 1897, a.utoanálisis que le permite descubrir .sus
tendencias o sus mociones .pulSionales hostiles y tiernas hacia
los padres, pero qué, en realidad, estuvo signado por el mito de
Edipo y la tragedia de Sófocles.
He mencionado la retroacción. Hay, igualmente en Freud
una precesión de la tragedia de Sófocles, y:resulta muy intere-
sante observar que en las pocas cartas de Freud que se han con-
servado, muy anteriores, como se trata de cartas escritas a los
dieciséis años, ya menciona, como por casualidad, al Edipo rey
de Sófocles. Así, pues, el a1.1toanálisis estuvo signado por el
mito de Edipo. El tercer enunciado de la obra publicada -que
es, pese a todo, su punto de partida- es el capítulo de La
interpretación de los sueños. También es marginal; se trata de
un capítulo acerca de determinado tipo de sueño. Tras haber
formulado la teoría de conjunto de los sueños, Freud propone
la de ciertos sueños que él denomina típicos. Es, por ejemplo,
el sueño típico llamado de la muerte de una persona querida.
El hecho de ser típico es, por supuesto, importante, pero al
fin y al cabo hay otros sueños que también son típicos, como
por ejemplo el de la desnudez. Así vemos cómo se introduce
aparentemente en un rinconcito algo que es indudablemente
fundamental. Leamos el pasaje de La interpretación de los
sueños sobre el mito de Edipo, sobre el carácter general que
Freud otorga. a la idea de que ciertos sueños representan la
muerte de un padre querido: "Según mis observaciones, que
150
son ya muchas, los .padres desempeñan un papel esencial en
la vida psíquic¡t de· todos los nii)os que enfermarán, con el
tiempo, de, psicqneurosis. La ternura por uno y d odio al otro
pertenecen a la reservainrnutable de impulsos que se forman
en esa edad y que ocuparán un lugar tan importante enla sin-
tornatología de la neurosis posterior. [Hasta aquí tenemos el
complejo como fenóm·eno. patológico. Pero muy pr_onto so-
breviene la dimensión verdaderamente universal del Edipo.]
Pero no creo que los neurópatas se distingan, en lo que al Edi-
po se refiere, de los individuos normales. No hay ninguna crea-
ción, nada que les s~a privativo. No es posible ~ecir que unos
tienen el complejo de Edipo y otros no. Más bien parece, y la
obse~ación de los niños normales tiene la apariencia de ser la
prueba al respecto, que los deseos afectuosos u hostiles para con
los padres no son más que una ampliación de lo que sucede
de una manera menos clara e intensa en el espíritu de la mayo-
ría de los niños. La Antigüedad nos ha dejado, para confirmar
este descubrimiento, una leyenda cuyo éxito cabal y universal
sólo se puede comprender si se admite la existencia universal
de parecidas tendencias en el alma del niño. [Por lo tanto,
nuestra reacción individual ante el mito y la tragedia de Edipo
rey proviene de la existencia universal del complejo que se
representa en aquélla.]
"Deseo hablar de la leyenda de Edipo rey y del drama de
Sófocles. Edipo, hijo d~ Layo -rey de Tebas- y de Y ocasta,
se halla en peligro desde la cuna, porque ya antes de su naci-
miento un oráculo le ha prevenido a su padre que. su hijo ha-
bría de matarlo. [En otros textos, Freud considera que el·
oráculo que predice el destino de Edipo es una compulsión,
un Zwang. Es, en verdad, algo absolutamente ineluctable. Y
el oráculo, la compulsión, es el propio Edipo. És el hecho mis-
mo de tomar a Edipo en un determinado discurso y en una
estructura específica, indic-ada. por el discurso.] Lo salvan. Lo
educan, como a hijo de rey, en una corte extranjera; pero él,
ignorante de su origen, interroga a un oráculo. Este le aconseja
no volver a su patria, porque en tal caso se convertiría en el
asesino de su padre y en d esposo de su madre. Edipo huye
de la que él supone su patria; en el camino encuentra a Layo
y le da muerte en el curso de una disputa que ha estallado
151
 bruscamente. Luego llega a Tebas, donde resuelve ·el enigma
de la Esfinge que cerraba el paso y recibe de los tebanos, en
agradecimiento, el título de rey y la mano de Yocasta. Mucho
tiempo reina la paz, y tiene dos hijos y deshijas de su madre.
De pronto estalla la peste, y los tebanos interrogan nuevamen-
te al oráculo. Aquí comienza la tragedia de Sófocles. Los men-
sajeros traen la respuesta del oráculo: la peste terminará cuan-
do haya sido echado del país el asesino de Layo. Ahora bien,
¿dónde encontrarlo? '¿oónde hallaremos la difícil pista d'e un
crimen antiguo?' La obra no es otra cosa que una revelación
progresiva y muy diestramente mesurada, comparable a un
psicoanálisis, del hecho de que Edipo mismo es ·el asesino de
Layo, pero también el hijo de la víctima y de Yocasta. Espan-
tado de los crímenes que sin quererlo ha cometido, Edipo se
arranca los ojos y abandona su patria. La profecía se ha cu~­
plido".
La comparación de la tragedia de Sófoclc:s con un psicoa-
nálisis, con un autoanálisis -por cierto que también con el
autoanálisis de Freud-, y el hecho de que Edipo se haya
vuelto clarividente después de haberse cegado -esto no se
dice aqut-, parecen evocar el mismo proceso' sufrido por
Freud, que también se ha vuelto clarividente.
Volvamos a cosas más triviales, que conocemos mejor. No
deseo describir el complejo de Edipo, sino simplemente-recor-
dar que Freud comenzó a describirla en su forma masculina.
Su forma femenina, mucho más enigmática y compleja para él,
es ·un descubrimiento muy posterior. La descripción adopta
asimismo una forma simple, la del mito, que hay que enten-
derla considerando su forma invertida. En la forma simple,
el ser amado es el progenitor del sexo opuesto, y el del mismo
sexo que el niño es el rival odiado, mientras que la forma in-
vertida es, digamos, la forma homosexual. Pero una y otra
coexisten en todo individuo, de manera, pues, que la ambiva-
lencia con respecto a los padres es un elemento fundamental
del complejo de Edipo: el amor y el odio por el padre del sexo
opuesto, pero también -con mayor intensidad quizás- el
amor y el odio homosexuales. Esta ambivalencia es uno de los
motores de la superación del Edipo, de su represión o su de-
152
clinación, porque el odio por el padre se trasforma en identi-
ficación en función del amor que se siente por él.
· Lo que presenta un verdadero problema en el freudismo;
entre ~sus innumerables vacilaciones -incertidumbres del pensa-
miento de Freud, que se precisa poco a poco-, es Ja ubicación
del Edipo en el tiempo. Al comienzo de los Tres ensayos, el
hallazgo de objeto, que toma como modelo el -primer objeto,
hace las veces del Edipo y se lo sitúa en la pubertad ..Luego,
paulatinamente, Freud ubica el Edipo en períodos más tempra-
nos, hasta que termina por situarlo en el final de la evolución
de la sexualidad infantil, entre los tres y los cinco años. Es-
to es muy importante, porque situar al Edipo fuera de la
sexualidad infantil era, en resumidas cuentas, situarlo en un
plano diferente de la- sexualidad. Implicaba situarlo, más bien,
en el plano del sentimiento, del afecto por el objeto -el amor
·y el odio-, y no con relación a la sexualidad propiamente
dicha ni al placer y al objeto sexuales. Por consiguiente, poner
al Edipo en la infancia es, en verdad, hacer de él algo sexual y
no tan sólo una relación afectiva, una estructuración afectiva.
¿Por qué se introduce tan tardíamente al Edipo en la sexuali-
dad infantil? Considero que sólo era posible introducirlo en
ésta con el descubrimiento y la preponderancia cada vez mayor
del problema referente al objeto parcial.
El término de objeto parcial no es esencialmente freudia-
no; en cambio, el descubrimiento del objeto parcial es algo que
en verdad puede seguirse de un extremo al otro de la obra de
Freud, aun cuando no se mencione el término. En un primer
momento, el objeto parcial se halla ligado a la pulsión parcial;
es el objeto vinculado con esa fragmentación, con esa localiza-
ción descrita como uno de los dos caracteres del autoerotismo.
Pero el objeto parcial es también algo más, y estimo que dos
de sus elementos pasan ahora al primer plano con Freud y des-
pués de él. Son elementos, digamos, bastante correlativos: por
una parte, su carácter de separable; por la otra, el hecho de ser
un elemento de intercambio. El texto que mejor deja sentir
el peso nuevo que adquiere el objeto parcial en el pensamiento
de Freud lleva por título "Sobre las trasposiciones de la pul-
sión y en especial del erotismo anal". El objeto parcial se ca-
racteriza por ser un símbolo, por ser una cosita (Das Kleine ),
153
dice Freud; consiste en ser separable -de manera virtual,
real o fantaseada- e intercambiable. Adecir verdad, todo esto
es lo mismo.
El carácter de separable del objeto parcial nos lleva a otro
complejo, .como se suele decir: el complejo de castración, ele-
mento que ta¡pbién es completamente esencial. No más que en
el caso del complejo de Edipo, no se puede decir que sea un
complejo en el sentido de que podemos tenerlo, o no. Es un
complejo como el de Edipo: estructurado. Cierto es que pode-
mos cometer, como Freud; un error, porque durante mucho
tiempo él nos dijo que; después d_e todo, el complejo de castra-
ción no es universal, que él conoc.ía algunas personas que no
tenían el complejo ,de castración .. En la obra de Freud, la
castración aparece como una "teoda". Esto.c;:s muy importan-
te, pues es una manera de é.Xpresar, de, hacer inteligible, de_
simbolizar un hecho natural: el origen de la diferencia de los
sexos. Tanto en el caso del niño como en el del adulto; la dife-
rencia biológica de los sexos, que ,es la heterogeneidad, debe
ser relacionada con una tc;:oría que la explique dialécticamente.
Y en los enunciados freudianos del complejo de castración
hay siempre dos cosas que a Freud se.le pres~ntan como temas
distintos, pero que en mi opinión son uno solo. Existe por un
lado la percepción -percepción de la diferencia de los sexos-
cuando, digamos, el niño ve desnudo.s a sus padres o a otro
niño. Por otra parte, hay una amenaza formulada o implícita,
directa o simbólica: la de cortar el miembro. Y cuando digo
que ambos términos -percepción y amenaza, o percepción y
ley-, a los que el niño se halla sujeto, son sólo uno, quiero
decir que sin la ley, sin la idea de que el pene puede ser corta-
do, no hay percepción de la castración. Lo único que se perci-
be es, una vez más, una pura y simple heterogeneidad. Sencilla-
mente, aquí hay una cosa y allí hay otra; y esto es todo. Hay
diferenóas, pero no se trata de diferencias en más o en menos.
En la castración se trata de algo que existe en un lado y que 1ha
sido sustraído en el otro. Lamento no poder explayarme un
poco más al respecto y tener que limitarme a decir que la cas-
tración, pese a ciertas formulaciones de Freud, no es una com-
probación sino una estructura, y que la renegación de la castra-
ción que él atribuye a ciertos sujetos, sobre todo a algunos
154
tipos de perversos,'a los fetichistas y'acaso también a los psicó-
ticos, rio es ·el·rechazo' de· percibir, sino el rechazodccíertaes-
truct:ura,que ordena .la: percepción de acuerdo con'd~inado
orden simbólico.' '; ' , · ,-
,Una' ,característica del,_ "objeto parcial: su sepa_nbilidad.
es;
El otro• ete:ménto: el del intercambió; al cual tuabién nos
introduce la-noción d.e estructura. En efecto, es esuestructu-
ra·de más y menos; de1presenéiay ausencia, la que introduce al
niño en la, problematica del ·intercambio. De este modo, el
Edipo; formulado en un primer momento como relación afec-
tiva, como dóble:pdlaridad;•como amor yodio, vaaiserformu-
lado de manera mucho más• rigurosa y estructural, pRCisamen-
te cuando se introduzcan -las nociones de castración, objeto
parcial e intercambio. Considero que el aporte de la teoría
del Edipo femenino con repecto al masculino consiste: ·en abrir
esta nueva· dimensión y convertir la primera formulación en
algo más o-menos caduco, o por lo menos muy imperfecto.
Al Edipo femenino le cupo este papel. Por mucho que se afir-
me que Freud' construyó el .Edipo basándose en el modelo mas-
culino, en verdad sólo entró en la problemática estructural del
Edipo cuando tropezó con las dificultades para refcmmlarlo a
propósito de la mujer. ·
La situación de la' castración con respecto al Edipo es dife-
rente en el caso del varón· -y en el de la niña. Freudla ·expone
poco más o menos así: en el caso .del varón, la casti2CÍÓn pone
fin al Edipo. En efecto,' la ámenaza de perder su miembro viril
le ·prohibe rivalizar con el padre y lo lleva a poner su sexuali-
dad en reserva, por·así-decirlo, durante el período de latencia.
En cambio, eLEdipo femenino se instala con la castración en
vez de terminar con ,ella. En términos muy generales, este es
el esquema del Edipo .femenino: la niña advierte la castración,
o la diferencia de los sexos, y pasa luego a la idea de que
fue perjudicada por su madre. Por lo demás, el primer objeto,
tanto para la niña como para el varón, es la madre. Por lo tan-
to: comprobación de la castración considerada comoperjuicio,
y reivindicación ante la madre, en el sentido de que ésta le
dé a la hija aquello de lo que no la ha provisto. La niña pasa
después a la idea de que también la madre ha sido castrada
(Freud dice "comprobación", pero yo pienso que c:s la intro-
]'
l 155
il
!
 ducción de la ley), de que la hija no es la única que ha sido
castrada sino que la castración es una ley. Y. esto es muy im-
portante, porque la introducción de la ley de castración, lejos
de ser una sujeción -y aludo, con ello, a todas las reivindica-
ciones, especialmente las enunciadas por las psicoanalistas,
contra la teoría freudiana de la sexualidad femenina-, el pa-
saje de la castración como hecho, como insuficiencia, como
perjuicio, a la castración como ley, es un fenómeno liberador.
Gracias a la introducción de esta ley la niña se aparta de la ma-
dre y se vuelve hacia el padre. Se introduce, precisamente, en
una dialéctica de intercambio, es decir, se vuelve hacia el padre
como hacia aquel que puede darle el pene que ella no tiene.
Dar un pene tiene muchos sentidos. Dar un pene es implantar-
le un pene, hacer que ella tenga uno, somática o psíquicamen-
te. Dar un pene es dar un sustituto del pene que es el niño.
Dar un pene es, en fin, introducir un pene en el acto sexual. Y
con esto encontramos algo que estaba ausente en la primera
elaboración de Freud. Al comienzo, Freud sólo informaba
respecto del hallazgo de objeto, mientras que, al proseguir su
elaboración del Edipo, también introduce el fin sexual, el
coito, y e.l Edipo tiene igualmente que rendir cuenta de él.
A partir de este momento, la dialéctica del Edipo se centra
en la "fase fálica" u "organización genital infantil". Esta or-
ganización, que no deja de parecerse en más de un punto a la
organización adulta, se distingue esencialmente de ésta porque
la diferencia de sexos no se capta como heterogeneidad sino
como estructura binaria. Decir que los sexos son heterogéneos
es pronunciar una fórmula que no justifica obligatoriamente
que los sexos sean dos. Nada impediría imagínar, dentro de
una heterogeneidad cualitativa (la de los aparatos genitales,
por ejemplo), que hay tres, cuatro, ...n sexos, así como hay
n especies animales. Pero ocurre, nos dice Freud, que la fase
fálica no se caracteriza por la dualidad "masculino-femenino"
sino por la oposición "fálico-castrado". Y en una oposición
así planteáda no existe un tercer término ni n términos: el
individuo, o tiene el falo, o no lo tiene. Si no lo tiene, quiere
decir. que ha sido despojado de él por un acto efectivo, situa-
ción concretada por la fantasía o la "teoría" de la castración.
Observemos de qué manera vienen a articularse aquí, necesa-
156
riamente, el descubrimiento del objeto parcial, el acento
puesto· en· ~a castración reconocida como fantasía universal y
estructuran te, y, por fin, la noción de intercambio.
Por lo tanto, una vez introducida la noción de objeto par-
cial, el complejo de Edipo se convierte en: co:q¡plejo de Edipo
+ complejo de castración. La función estructurante del Edipo
consiste, justamente, en que permite introducir en una sexua-
lidad fragmentada, polivalente y polimorfa, cierto vector con
respecto al objeto, _a la genitalidad, porque sólo en la relación
genital se realiza plenamente la estructura edípica. Y su fun-
ción es estructurante en relación con las identificaciones, co-
mo ya he señalado, porque la elección del objeto y del fin
sexual implica a la vez una identificación del sujeto, cierta po-
sición,de éste dentro del triángulo. .
Me limito a mencionar las identificaciones, concepto su-
mamente complejo porque se refiere, como se sabe, a dife-
rentes instancias de Ja personalidad, no sólo al yo, sino tam-
bién al superyó (no tengo espacio suficiente para analizar este
problema); pero complejo también -y aquí entra el tema del
Edipo- en cuanto a los modos de las identificaciones, en el
sentido· de que si bien Freud descubrió desde un primer mo-
mento que hay identificación con el rival y elección de un ob-
jeto sobre la base del modelo representado por el objeto ama-
do primario -digamos de la madre en el caso del varon-, el
progreso indica que hay asimismo una segunda identificación
dentro del complejo invertido, y aquí se puede hablar además
de rival, que esta vez es el progenitor del sexo opuesto, siendo
el objeto el progenitor del mismo sexo. Hay, por último, iden-
tificación con el objeto mismo; aquí, el complejo de Edipo
está complementado por una problemática que no se da
solamente en el nivel genital sino también en el de las fases
pregenitales y, en particular, el de la fase oral. Pues las prime-
ras identificaciones en la fase oral no se efectúan con el rival
dentro de una relación triangular sino con el objeto. Esta es
una de las conexiones entre las muchas que hay entre el com-
plejo de Edipo por una parte y toda la sexualidad pregenital
por la otra.
El Edipo es estructurante; el Edípo es estructura. Digamos
que, más allá de su formulación en nuestra sociedad, que al fin
157

y al cabo ha permitido .descubrirlo, "no cabe dJida de que el
Edip.o ha podido ser descubierto en función de cierta evolu-
ción y de cierta simplificación de las relaciones familiares en
la sociedad contemporánea. Fue descubierto coino triángulo,
como estructura de intercambio y -lo que considero muy im-
portante- como estructura prohibida.
Efectivamente;· todo el movimiento del Edipo consiste en
prohibirse a sí mismo, en llevar en sí mismo una prohibición:
la prohibición del incesto, que obliga a buscar en otra parte.
Hay en ello algo comparable a lo que se intenta definir en el
campo biologico (pero, en realidad, mi comparación sólo tiene
el valor de una simple alusión): un virus es una estrUétura que
se reproduce por sí misma, y el Edipo <::s u~a ~struct:Ura que se
reproduce por sí misma porque ·s·e·pr'ohíbe·a sí misma, porque
lleva en su seno la prohibición de continuarse tal cúal. Puede
decirse que ·Freud descubrió esta función absolutamente fun~
damental de la prohibicíón en el complejo de Edipo aun antes
de haberlo descubierto. Es decir, tenemos formulaciones sobre
la prohibición del incesto que smi' mucho más fundamentales
que una formi.llación en términos de prohibición por parte de
los personajes rivales. En los Tres ensayos encontramos este
pasaje a propósito de la prohibición del incesto: "Sin embargo,
debido a la avanzada época en que ocurre la maduración se-
xual, se ha llegado al momento en que es necesario alzar, al
lado de otros diques sexuales, los que han de oponerse a la
tendencia al incesto, esto es, inculcar- al niño aquellos precep-
tos morales que excluyen de la elección de objeto a las perso-
nas queridas durante la niñez y a los parientes consanguíneos.
El respeto de estos límites es, ante todo, una exigencia civi-
lizadora de la sociedad [no se trata aquí de una exigencia
del padre; la verdad es que en este tercer ensayo se habla muy
poco del padre. En cambio, se habla de la madre como ob-
jeto deseado y prohibido, pero, ¿prohibido por quién?},
que tiene que defenderse de la concentración en la familia
de intereses que le son necesarios para la constitución de
unidades sociales más elevadas, y que actúa, por tanto, en
todos, y especialmente en el adolescente, para desatar o aflo-
jar los lazos contraídos en la niñez con la familia".
Se plantea, pues, la prohibición del incesto cÓmo una
i
(1:
158
*
1
prohibición dirigida a la familia, al triángulo familiar; para
qu~.··~? se ci~rre en. sí ,tpisma. Con ello se retienela premoni-
cio"n a-e esta idea:· el É.dipó es iiria estroctu.ra que se reproduce·
porque· se prohíbe a sí misma.· Muy tempranamente, mucho
antes de publicar los Tres ensayos, de abandonar la teoría de
la seducción, antes de lo que se llama "el descubrimiento del
Edipo", Freud había formulado la misma .idea en un manus-
1
crito de 1897; La encontramos bajo el tí tul<? de ' Definición
de la 'santidad'",. (aunque en realidad creo que habría que
decir de lo "sagrado") en una de las cartas dirigidas a Fliess:
"Lo sagrado se funda en que d .ser humano sacrifica, en aras
de la.más amplia comunidad humana, una parte de su libertad
sexual perversa. El horror al incesto (como algo impío} se basa
en el hecho de que, a consecuencia de la vida. sexual en común
.(aun en la infancia); los miembros de la familia se mantienen
permanentemente· unidos y pierden su capacidad de entablar
contacto con extraños. Así, el incesto es antisocial, y la civi-
lización, para existir; debió renunciar poco á poco a él".
Pasamos del hecho psicológico representado por la prohi-
bición del incesto mediante la amenaza o la rivalidad paterna
a un hecho que no sé si puede calificarse de so!=iológico; tal
vez sí, ya que estamos refiriéndonos a la sociedad en cuanto
unidad mayor que prohíbe encerrarse en la célula familiar. Pe-
ro creo que más allá de lo sociológico hay una estructura que
se podría llamar fundadora, presociológica, algo muy seme..:
jante a lo que Lévi-Strauss enunciará mucho después, a propó-
sito de la prohibición del incesto, como ley de exogamia, es
deci:(, como obligación de los grupos humanos de intercambiar
y no· de permanecer cerrados en sí mismos. Lévi-Strauss no ha
prestado mayor atención a este texto, que manifiestamente
decía con absoluta exactitud lo mismo que ha dicho él; en
cambio, se ha detenido en aspectos mucho más contingentes
de la teoría psicoanalítica relativos al complejo de Edipo y
al incesto. Cuando Freud introduce, en Tótem y tabú, lo que
también puede ser tomado, si existe el deseo de desacreditar-
lo, por una ficción histórica -el mito de la horda primitiva y
del asesinato del padre-, introduce algo que acaso no sea para
él la primera forma de lo social sino, en rigor, la estructura que
funda una determinada sociedad como lugar de intercambio.
159 .
 l
-~
Quiero decir, a título de prolongación del texto freudiano,
que el Edipo. no se vincula ·con la familia en sentido restrin-
gido -en el que se lo descubrió- sino con una ley que ordena
la apertura y prohíbe el cierre, que ordena, si se prefiere, el
intercambio simbólico. . un punto de vista genético, esto es, de hacer que el después
Se sabe que el problema de la univer-Salidad del Edipo fue
planteado en términos antropológicos. ·Muy a menudo se ha
objetado al psicoanálisis su pretensión de que el complejo de
Edipo es susceptible .de ser descubierto en cualquier civiliza-
ción, en cualquier grupo humano, cuando las observaciones
demuestran que en algunas civilizaciones la función represiva,
interdictora, en modo alguno ha sido asignada al padre, por
ejemplo. Creo que es una objeción de hecho, pero que no afec-
ta el valor de derecho de la estructura triangular, de la estruc-
tura que prohíbe la relación incestuosa, y a la cual se apunta
más allá de una estructura familiar determinada, como la
de nuestra civilización occidental de fines del siglo XIX.
Hablamos, pues, de extender el Edipo a otras estrucruras
sociológicas. Esto implica que, en realidad, no se quiere re-
ducir el E;dipo a su contenido. manifiesto o a su manifesta-
ción contingente en nuestra sociedad, sino que se desea ver
realmente cuál es su estructura simbólica. Por otra parte, tene-
mos la extensión del Edipo al nivel pregenital (y creo que tam-
bién esto lleva un sentido convergente), si se quiere aceptar la
disociación entre la idea de Edipo y genitalidad y la idea de
preedípico y organización pregenital, es decir, de organización ·
basada en otros tiposJ de sexualidad. Ya se sabe que el nom-
bre ilustre relacionado con la extensión del Edipo a lo pregeni-
tal es el de Melanie Klein, que suele hablar -lo hace, en parti-
cular, en un texto que lleva por título Los estadios tempranos
del complejo de Edipo- de una dialéctica edípica en el nivel
de la sexualidad anal, o, más aun, de la sexualidad oral, o sea,
desde los primeros meses de la infancia. En este caso el Edipo
se vincula con el intercambio de objetos parciales y con el
intercambio deb'ido a la castración. Y si el Edipo está ligado al
intercambio de objetos parciales, es posible que este objeto
sea en ese momento no sólo el falo, sino también los objetos
parciales precursores de éste, sobre todo los de la sexualidad
oral -e! pecho- y los de la sexualidad anal: los excrementos.
160
¡\dvertim()S que, basándonos en la noción de precursor
del objeto parcial· y de· 'precursor de la castración -puesto que
se habla de objeto oral y anal, pero también puede hablarse
de castración anal y oral-, corremos el peligro de regresar a
dependa del antes, de que todo dependa de la sexualidad oral.
Y considero que este punto de vista genealógico o genético no
~~
está ausente del todo en cierta concepción del psicoanálisis.
No es gratuito, pues, que Melanie Klein y otros· autores hablen
de castración -y no sólo de privación- cuando se refieren a la
fase oral. Tampoco es gratuito que hagan intervenir en esta
¡ fase no sólo al objeto parcial oral -el pecho-, sino también al
,rr pene del padre. Melanie Klein suele hablar, en el caso de las
~·~ fantasías ·primarias, de una introyección del pene del padre, ·
\
¡: . que ataca, que destruye el interior del cuerpo, o qué, por el
'
1'-
r.
contrario, da seguridad.· Es fácil, en fin, introducirse en esta
dimepsión de la fantasía, que es también una especie de fan-
~~ tasmágoría. Si se habla de castración en un nivel tan prima-
&, rio, y no sólo de retiro del pecho, de privación; si se habla de
ti pene del padre en un momento en que realment~ se necesita
11"'·' mucha imaginación para pensar que el bebé de seis meses
~-~
pueda tener una· idea de qué es el pene del padre, considero
que ello se debe a dos orientaciones complementarias. S.on las
mismas que ya encontrarnos en la noción de seducción y de
primera mentira, de protón seudos. Se trata, por una parte,
de la noción de apres-coup: únicamente en el apres-coup
del· Edipo se pueden organizar las fases previas, porque única-
mente allí se las puede comprender. De ahí, pues, la preerni~
nencia del Edipo y la legitimidad de hablar en términos edí-
picos de un período en el que el triángulo padre-madre-hijo
no está realmente presente; sólo lo está de manera virtual, y
se hará presente de\ todo cuando llegue a reorganizar algo que
no lo estaba. Es, repito, legítimo hablar en términos edípicos
de lo pregenital, por una parte en función del apres-coup del
Edipo, y por la otra en función del hecho de que el apres-
coup mismo supone, podríamos decir, un avant-coup, un ya-
ahí, o sea, precisamente el hecho de que la estructura e-
dípica está presente en los padres antes de actualizarse en
los hijos. La verdad de la seducción es, por lo tanto, la intJ;"O-
161

ducción en el niño de la fantasía parental y, juntó con ésta,
la introducción de la estructura en sí, antes de que la reactua-
lice efectivamente en su fase fálica.
Podemos imaginar esto de diferentes modos. Podernos
decir que, junto con el triángulo que . se reptoduce porque
se prohíbe a sí mismo el triángulo edípico, hay que concebir
que ese triángulo ya contiene en cada uno de sus ángulos un
ensamblamiento de triángulos sucesivos ante~iores, que son los
complejos de Edipo de los padres. También se puede decir,
recurriendo a una imagen, algo así: la estructura nos la come-
mos desde el primer día, desde el momento en que succi<;>na-
mos el pecho y. la leche maternos.
Querría concluir de dos maneras, aun cuaQdo, podría ha-
cerlo de varias. La distinción de. dos etapas~ .en la sexualidad
-una etapa infantil no organizada aún y· otra etapa organiza-
da y organizadora- aparece como una distinción cronológica
que incluye dos tiempos, en un principio alejados: la idea de
que la organización sólo llega con la pubertad es la tesj.s de
1905 formulada en los Tres ensayos; la organización, el Eqipo,
llega antes, a los S años, y no a los,.13. Con Melanie Klein,
resulta que llega más temprano aun:. a los 6 meses. ¿Pero
acaso el problema consiste en saber si hay que hacer remon-
tar a períodos cada vez más tempranos la organización, cuidan-
do que ésta esté .precedida siempre por la falta de organiza-
ción? Hay en estas dos etapas un problema de fondo, y es q\le
en rigor no se trata de dos etapas sino de dos dimensiones que
coexisten desde el primer momento y que se correlacionan mu-
tuamente, en el sentido de que una -y aquí concordamos con
un punto de vista biológico-, representada por la desoq1;aniza-
ción, por la prematuración del pequeño ser humano, es el pun-
to de llamada para la otra. Así como la desestructuración del
instinto, que es un hecho simbólico pero también biológico, es
la llamada al complejo de Edipo.
Pasemos a mi otro punto de vista. En el Edipo parental,
al que acabo de referirme, en ese ensamblamiento de peque-
ños triángulos que se encuentra en los dos. vértices paren-
tales del triángulo que contiene al niño -finalmente, la idea
de seducción es la precursora de esta otra-, ~l níño iw es su- ·
jeto sino objeto.
162
··:
Recordemos que en el Edípo de la madre el riiño aparece
como un sustituto susceptible de ~er intercambiado .. Y aparece
sobre todo ·en la dialéctica de la castración y de la envidia del
pene, la envidia de r~paradón de la falta de pene, y en el
hecho de que la niña se vuelve hacia el padre como aquel que
puede darle un sustituto del objeto parcial.
Se habla mucho de ser y de tener desde muchas perspecti-
vas. Freud mismo ha hablado de ello, y creo asimismo que
estos términos de ser y tener hallan uno de sus fundamentos
afectivos e ideológicos en cierta teoría existencialista; por
ejemplo, en un pensador existencialista que ha pasado de
moda, pero que pese a todo ha dejado huellas con el problema
del ser y el tener: Gabriel Marcel.
Se habla, pues, de ser y de tener, y me asombra que, por lo-
general, se denigre ellener y también, quizás, el saber corno
·tener, y que todo el problema consista, digamos, en pasar al
ser, en pasar· a ser por fin alguien y no sólo el conjunto de sus
posesiones. Pero en el caso de Freud, lejos de tratarse de pasar
del tener al ser, se trata en los orígenes de pasar del ser al te-
ner. Se trata de pasar de ser el pene, es decir, de ser objeto de
intercambio en la pareja de los padres y en el complejo de Edi-
po de los padres, a tenerlo. Cito en forma no textual una fór-
mula de Lacan que dice que, para el niño, el pasaje es el pasa-
je a una dialéctica: la de tenerlo o no tenerlo, sobre la base de
no serlo. Esto ya es, si se quiere, comenzar a rehuir el serlo
para llegar a una dialéctica del intercambio, pasar del ser al
intercambio a través del problema del tener. Acaso se suprimalil
ciertas formas del intercambio: la forma familiar no ha existi-
do siempre, como sabemos, y al fin y al cabo no hay razón
alguna para pensar que habrá necesariamente de perpetuarse.
En e! plano de la economía, también es probable que la forma
del mercado sea abolida. ¿y tal vez la trasmisión puramente
.selectivista del saber? Pero es una aberración creer que esto
habrá de ocurrir sin la creación de nuevas estructuras de inter-
cambio. La enseñanza de Freud consiste en mostrar que una
sexualidad, una sociedad y una cultura sin intercambios son
utopías peligrosas, 'si no ridículas, porque implican lisa y llana-
mente la negación del orden humano.
Del intercambio, más allá del hecho de recibir lo que no
163
 '
se tiene, retendré dos fórmulas. Una es de Goethe, y ya he Obras de Fr~ud citadas en el texto
tenido ocasión de citarla: "Lo que tú tienes, adquiérelo con el
fin de po~eerlo ". En otros términos, recibir lo que se tiene.
Otra fórmula -que, a mi juicio, complementa la anterior-
pertenece a Lacan, que con ella define,_a su entender, el amor:
"El amor es dar lo que no se tiene". O sea; recibir lo que se
tiene y dar lo que no se tiene serían quizás igualmente defi-
niciones de cierta dimensión: una, de la sexualidad masculina,
la otra de la sexualidad femenina. Pero la obligación de dar y
recibir es inseparable de la prohibición: prohibición del replie-
gue narcisista autoerótico, y prohibición de la relación de dos,
que nunca es otra cosa que espejismo o devoración. Y si de la
Año Título
enseñanza de Freud fuese posible extraer una lección más
directa, sería la. del carácter ilusorio de una ideología· de la 1887-1902 Los orígenes del psicoanálisis, t. Ill, pp. 585·882.
relación, de la autenticidad, de la implicación de persona a 1893 Primeras aportaciones a la te oda de las neurosis
persona. Es, creo, lo que nos recuerda duramente Freud con el "Estudio comparativo de las parálisis motrices orgánicas
e histéricas", t. 1, pp. 193·200.
complejo de Edipo y la prohibición que le es fundamental. 1894 Las psíconeurosis de defensa, t. 1, pp. 173·180.
1895 Proyecto de una psicología para neurólogos, t. 111, pp. 883·968.
1895 La histeria, • t. 1, pp. 25·130.
"Comunicación preliminar", t. 1, pp. 25·32.
"El caso Catalina", t. 1, pp. 73·79.
"El caso Isabel de R.", t. 1, pp. 79·104.
1900 La interpretación de los sueños, t. 1, pp. 13 3·588.
1905 Una teoría sexual, t. 1, pp. 779·832.
1912 TÓtem y tabú, t.ll, pp. 419·507,
1914 Historia del movimiento psicoanalítico, t. 11, pp. 889·919.
1915 Metapsicología, t. 1, pp. 1043·1095.
"Pulsiones y destinos de las pulsiones", t. 1, pp. 1047·1057.
"Duelo y melancolía", t. 1, pp. 1087·1095.
1916·17 Introducción al psicoanálisis, t. 11, pp. 59·299.
1917 Sobre la trasmutación de las pulsiones y en especial del ero-
tismo anal, t,l, pp. 1011·1015.
1918 Historia de una neurosis infantil (El Hombre de los Lobos),
t. 11, pp. 693·750.
1923 La organización genital in Jan ti/, t. l, 1209-1211.
1924 Inhibición, síntoma y angustia, t. 1, pp. 12 3 5-12 7 5.
1924 El problema económico del masoquismo, t. 1, pp. 1036-1041.

lt't 1925
1937
1938
Autobiografía, t. Il, pp. 921-950.
Análisis terminable e interminable, t. lll, pp. 54(}-572.
Compendio de psicoanálisis, t. III, pp. 392-440.

\ • La histeria es el título que en castellano corresponde a Estudios sobre la

histeria. En este último figuran dos textos de Breuer, "Consideraciones teóri-
cas" y "El caso Anna 0.", que fueron excluidos en la edición castellana de
las obras de Freud.

165
164
SI
ti
f IN DICE
e
I
'

1.
1 Introducción a la historia y a la proplemática de la
' sexualidad 7'

II
La sexualidad en los Orígenes del psicoanálisis 3-Y
El caso Anna O. 42
El caso Isabel de R. 46

IIl
La teoría de la seducción 71

IV
El instinto perdido 101

V
La pulsión 117

VI
El instinto reencontrado 133

VII
Complejo de Edipo y complejo de castración 149

Obras de Freud citadas en el texto 165