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Universidad Industrial de Santander

Escuela de Filosofía
Sobre el argumento en la obra trágica de Esquilo
Andric Peña
Sergio Murillo

Introducción

El siguiente escrito comprende una sucinta exposición del argumento y las partes cuantitativas de
la pieza trágica. Lo que se busca con dicha exposición es poder identificar tanto el argumento y su
desarrollo y la actividad de las partes cuantitativas de la tragedia, en dos obras el poeta griego
Esquilo. Siendo así, tomaremos por un lado Los Siete contra Tebas y, allí, intentaremos mostrar una
posible evolución del argumento simple a argumento compuesto; por otro lado, en Prometeo
encadenado, identificaremos las partes cuantitativas de la tragedia y también un encuentro con un
Komo, elemento poco común y difícil de identificar en la pieza trágica.

El Argumento

El argumento como elemento fundamental de la tragedia griega

Tal como en la Poética aristotélica se expone: el argumento se entiende como el elemento más
importante de la tragedia griega. Siendo la tragedia griega el arte que imita las acciones humanas,
el trabajo del poeta trágico consiste en imitar una sola acción humana y ordenar las partes que
conforman la totalidad de esta acción. Bien lo podemos entender en palabras del estagirita: " así
como en las demás artes imitativas una sola imitación es imitación de un solo objeto, así también la
fábula, puesto que es imitación de una acción, lo sea de una sola y entera, y que la parte de los
acontecimientos se ordenen". (p. 138), -entiéndase aquí, según la traducción de la editorial Gredos,
fábula por argumento-. Se ordenen los acontecimientos, ese es quizá el trabajo del poeta y, la
actividad del argumento.

En esta medida, el fin de la tragedia, el de hacer sentir compasión y temor en el espectador, solo es
posible según se ordenen los acontecimientos que conforman la acción que se esté imitando en la
tragedia. Así, el fin del argumento constituye también el fin de la tragedia, ya que del argumento
depende la compasión y el temor. Hemos dicho que la el argumento, es parte esencial de la pieza
trágica: i) porque en el argumento, los eventos que le dan forma a la acción que la tragedia está
imitando son estructurados; ii) porque dicha estructura, determinara el fin de la tragedia, a saber,
despertar en el espectador el sentimiento de temor y compasión. En este orden de ideas, la
compasión y el temor nacen de la estructura del argumento.

Argumento simple y argumento compuesto

Por argumento ha de conocerse uno simple y uno compuesto. En todo argumento simple, el cambio
de fortuna o giro trágico no es producido por peripecia o reconocimiento. Antes bien, en el
argumento simple la estructura de los eventos que le dan forma a la acción, carecen de necesidad y
posibilidad. Es decir, los eventos se ordenan más por azar y no se sigue que cada evento sea
interpuesto por su posibilidad o necesidad. Por tanto, el argumento simple constituye uno de los
elementos que menos le favorecen a la tragedia, ya que es muy usado por los malos poetas.
Por otro lado, en todo argumento compuesto el cambio de fortuna si depende tanto de peripecia o
reconocimiento y, en algunos casos, como en el Edipo de Sófocles encontramos que el argumento
contiene a ambas. Aquí los eventos que constituyen la acción, si están seguidos unos de otros por
necesidad o posibilidad. Y en él, la tragedia toma un grado más de belleza, que el argumento
compuesto refleja al buen poeta. Por tanto, se ha dicho, que en la tragedia se pueden conocer dos
tipos de argumento, uno simple y uno compuesto. Uno más importante que otro para la tragedia.
Que en el simple los acontecimientos no son ordenados por necesidad o posibilidad y, que en el
compuesto, esta carencia de orden ya está, pues su estructura si está ligada de la necesidad o la
posibilidad de que un evento siga al otro.

Partes cuantitativas de la tragedia

Hoy día, gracias al argumento hemos conocido una parte de lo que fue la tragedia griega. Estamos
hablando que el encuentro más real con la tragedia, es un encuentro con el argumento, que es la
pieza trágica no dramatizada, sino escrita. Leer una pieza trágica, es no tener muchos elementos en
cuenta, es decir, es no tener en cuenta esos otros cinco elementos que le daban vida a la tragedia,
como lo son: los caracteres, la elocución, el pensamiento, el espectáculo y la música. Pero, algo
puesto en la pieza escrita son las partes cuantitativas de la tragedia, a saber: el prólogo, párado,
episodio, estásimo y el éxodo. Según Aristóteles: "Esta son partes comunes a todas las tragedia". (p.
187). Pero también, tenemos partes que no son tan comunes a la pieza trágica, como lo es el como
o Komo. Dichas partes, pueden ayudarnos a despertar en algún sentido, aquellos elementos que
hoy se han perdido de la pieza trágica griega.

En este sentido, el prólogo es lo que antecede al párado, la primera intervención del coro. Asimismo,
el párado, como ya se dijo, se conoce como el primer canto del coro. A partir de aquí, vamos a
encontrar el episodio, que se intercala con estásimo, canto del coro entre el episodio y el éxodo,
que sería la intervención final. El como o komo sería una lamentación del coro acompañado también
de los personajes que están en escena. Pero se advierte que este elemento es muy complejo de
determinar en la pieza trágica. Una visión más detallada de lo anterior, la podemos encontrar
expuesta según la traducción de Cappelletti:

1. Prólogo

2. Párodo: Coro primero

3. Episodio

4. Estásimo: Coro

5. Episodio

6. Estásimo: ''

7. Episodio

8. Estásimo: ''

9. Episodio

10. Éxodo: última intervención


A continuación, daremos vista del argumento y su posible evolución de argumento simple a
compuesto en Siete contra Tebas de Esquilo y, de las partes cuantitativas de la tragedia en Prometeo
encadenado también de Esquilo.

Identificación de los elementos cuantitativos del argumento en Prometeo encadenado de Esquilo.

Como ya ha quedado explicado anteriormente, los elementos cuantitativos que hacen parte de la
tragedia son prólogo (primera parte antes del párodo), episodio (sucesión de imitaciones entre
cantos corales), éxodo (parte final marcada por la ausencia ulterior de coro) y parte coral; a su vez
ésta última se compone de párodo (primera intervención del coro), estásimo*(intervención coral
sin anapestos ni troqueos) y komo (intervención conjunta del coro y los personajes, normalmente
es una lamentación). Con respecto al estásimo es necesario destacar que al ser este texto una
interpretación hecha en un idioma diferente al idioma original en que la poesía trágica se presentaba
y posteriormente se leía, el análisis a las cuestiones métricas puede tornarse confuso, al no ser un
examen en la métrica original del poema. Este problema del estásimo será referido más adelante
como una peculiaridad en la versión de la obra sobre la que se basa este texto.

Una vez realizada esta aclaración, es posible adentrarse en el poema, buscando entre sus versos
estos elementos que son descritos por Aristóteles y comprobando así su teoría. Al realizar este
rastreo pueden darse cuenta de un prólogo, seis episodios, seis coros, cuatro komo, un epodo
(asunto que se tratará en su momento) y un éxodo.

El prólogo constituye los versos 1-85, estos son las intervenciones orales de Fuerza y Hefesto; y la
presencia de Violencia y Prometeo. Las acciones de desarrollan en lo alto de un monte en la tierra
de Escita, Fuerza y Violencia (siervos de Zeus) sujetan a Prometeo y Hefesto debe, contra su
voluntad, aprisionarlo con unos grilletes en la roca. Los versos antes mencionados ocupan los
lamentos de Hefesto debido a su dura tarea: “¡Ay, Prometeo, por tus males lloro!” (Esquilo, 2012,
p.92, verso 66), y las amenazas de Fuerza antes su reticencia: “Te azuzo y te amenazo al mismo
tiempo. Baja de aquí y apriétale las piernas.” (Esquilo, 2012, p.92, verso 72). Luego de estar hecho
el trabajo se van y queda Prometeo solo, esto marca el final del prólogo y la inclusión del párodo
(primera intervención del coro); pero este párodo está precedido por el primer komo, que se
extiende desde el verso 90 hasta el verso 127. Son estos versos una serie de lamentaciones hechas
por Prometeo acerca del trato que ha recibido de sus iguales y las torturas a las que está siendo
sometido: “¡Ay, ay! Por el presente y el futuro mal que me aguarda estoy llorando ahora. ¿Cuándo
será el final de mis desdichas?” (Esquilo, 2012, p.94, verso 98). De modo que este lamento seguido
de la intervención del coro en los versos 130-185 constituye la aparición de las primeras dos
intervenciones que conforman el conjunto de komo. La segunda aparición del komo está entre los
versos 137-143, en estos versos Prometeo continúa con su serie de lamentaciones sobre su cruel
destino.

El primer episodio parte en el verso 185 y se extiende hasta el 277, esta sucesión tiene como objeto
dar cuenta de los hechos que llevaron a Prometeo a su trágica situación: “¿Por qué delito Zeus te
ha aprisionado y te atormenta de este modo infame?” (Esquilo, 2012, p.96, verso 195). A partir de
aquí Prometeo relata desde las razones que lo llevaron a aliarse con Zeus en la guerra contra Cronos,
hasta los planes que tenía el nuevo rey de los dioses para los humanos: “(…) Mas de los pobres
hombres en nada se ocupaba, pues quería aniquilar toda la raza humana y crear una nueva.”
(Esquilo, 2012, p.98, verso 231), ante las intenciones de Zeus y la pasividad de los otros dioses,
Prometeo decide salvar a los hombres, y la forma de oponerse al nuevo soberano y lograr su
cometido fue robando el don del fuego y otorgándoselo a ellos, de manera que pudiesen descubrir
las artes: “Pues, además, diles el don del fuego” (Esquilo, 2012, p.99, verso 251). Este primer
episodio culmina en 277 y da lugar a la primera intervención del coro que no es ni párodo, ni komo.

Los versos 278-282 conforman el coro antes mencionado y su función más parece la de concluir la
historia antes relatada, es decir, el fin de la imitación de una pequeña parte completa de todo el
conjunto. Seguidamente se da entrada al siguiente episodio; comprendido entre los versos 283-396.
Estos versos muestran la compasión que provoca el castigo de Prometeo por su acción, en sus
hermanos, tal es el caso de Océano quien luego de compadecerse de Prometeo decide acudir ante
Zeus con la intención de ablandar el corazón del rey y liberar a su hermano de sus torturas. Frente
a esta propuesta Prometeo se muestra en contra: “Mas no luches en vano, si es que acaso,
pretendes, en tu afán, salvar mi vida.” (Esquilo, 2012, p.103, verso 342), y en su cólera lanza
predicciones sobre el final del reinado del tirano. Y al marcharse Océano en 396 termina también el
segundo episodio y empieza el segundo coro.

La segunda intervención del coro (versos 397-436) marca el final del segundo episodio y reafirma
la compasión que sobre la situación de Prometeo puede hacerse, el castigo por su noble acción es
tan desmedido que todas las deidades se conmueven del dolor al que está siendo sometido, estando
unido a la roca en un alto pico, por querer en sobremanera a los hombres y propiciarles la capacidad
de la razón.

El tercer episodio inicia en el verso 437 y termina en 526, la imitación que aquí se presenta es la
confirmación de las consecuencias de haberle entregado el fuego a los hombres y además la
reafirmación del destino que acabará con el reinado de Zeus. Las implicaciones que tendría haber
entregado el fuego a los hombres se relacionan todas con el uso de la razón: “Y ahora oíd las penas
de los hombres; cómo les convertí, de tiernos niños que eran, en unos seres racionales.” (Esquilo,
2012, p.105. verso 442). Además de esto la reafirmación del destino al que está sometido Zeus, pues
aunque sea el rey de los dioses no podrá ser superior a “Las tres Moiras, y Erinia rencorosa.” (Esquilo,
2012, p.107, verso 516). Y con este enunciado del destino termina el episodio número tres.

Los versos 527- 608 comprenden el tercer coro y el tercer y cuarto komo, el coro cuya extensión
está entre los versos 527-560, donde se enseña la omnipotencia de Zeus, la imposibilidad de
enfrentarse con él y la obligación de obedecerle en todos sus mandatos: “Zeus, que lo rige todo, no
enfrente su poder contra mi espíritu; no sea yo remisa en acercarme, con sagrados festines y
hecatombes, a los dioses, junto al perenne curso de océano; no peque yo en mi lenguaje, y ¡dure de
por siempre sin borrarse jamás lo que yo pido!” (Esquilo, 2012, p.108, versos 527-535). Por otra
parte el tercer komo hace su aparición entre los versos 561 y 565, en esta ocasión es Ío (mujer vaca),
quien justo al aparecer comienza con una serie de lamentaciones que se extienden desde 561 hasta
572, seguidamente una nuevo intervención del coro en 573-587 y lo que constituirá el cuarto y
último komo en 588-607, en que Ío y Prometeo hacen una serie de lamentos por el cruel destino de
ella: “La que ahora se fatiga recorriendo, por la fuerza, ese dilatado curso, blanco del encono de
Hera?” (Esquilo, 2012, p.110, verso 590).

Empieza entonces el episodio número cuatro (versos 609-688) y este episodio comprende la
desgracia a la que está atada Ío y la razón de su pena. Ío, hija de Ínaco y cuya única falta fue la de
no obedecer los deseos de Zeus, quien quería tener con ella una aventura sexual y para lograrlo se
aparecía en sus sueños. Al rechazar constantemente a Zeus y seguir teniendo estos sueños
recurrentes decide contárselos a su padre, quien con ayuda del oráculo para interpretar estos
sueños, decide que lo mejor es expulsarla de la ciudad, para así evitar una reprimenda por parte del
rey de los dioses. De suerte que al ser Ío expulsada su figura cambia y queda convertida en una
especie de mujer con cuernos: “Y, al punto, mi figura, y mi espíritu cambian, y cornuda, tal como
veis, mordida por un tábano de agudo diente, en delirante salto, a la bella corriente del Cernea voy,
y a la fuente de Lerna” (Esquilo, 2012, p.112, verso 675). Cierra este episodio la aparición cuarta del
coro (versos 689-692), un coro que de nuevo marca la superioridad del destino sobre cada uno de
los personajes: “¡Ay, el destino, ay, sí, el destino! Al ver la suerte de Ío me horrorizo” (Esquilo, 2012,
p.114, verso 690).

De esta forma se da inicio al episodio número cinco, versos 693-889. En estos versos cuenta
Prometeo a Ío sobre las penas que aún debe enfrentar, la larga caminata que le espera hasta el
continente asiático cuyo camino no es del todo seguro y la gran cantidad de peligro que le aguardan
propician un nuevo compadecimiento: “¿Para qué, pues, vivir? Mejor sería precipitarme, al punto,
de esta roca escarpada y librarme de mis penas estrellándome en ella. Antes la muerte de una vez
que ir sufriendo cada día” (Esquilo, 2012, p.115, verso 747). Respecto de esta expresión de Ío,
Prometeo responde: “¡Qué mal soportarías mi destino!, que a mí la muerte no se me concede.”
(Esquilo, 2012, p.115, verso 752). Además de darle a Ío las noticias sobre su destino, da noticias
sobre el llamado a ser su salvador y quien llegará también a ser llamado rey: “En Argos esta parirá
un retoño llamado a ser un rey” (Esquilo, 2012, p.119, verso 870). Culmina de esta forma el episodio
número cinco y se da paso a la quinta intervención coral. Formada por los versos 890-900, esta parte
del coro tiene como objeto finiquitar lo pertinente al encuentro con Hera y su cruel destino, para
así dar lugar a lo que será llamado en la obra como epodo.

El epodo es sin duda la parte más confusa y difícil de analizar, pues su relación con el estásimo no
es del todo clara, pudiendo ser esta parte, la comprendida entre los versos 901-908. Siendo esta en
todo caso, la intervención coral sin anapestos ni troqueos, pero dado que esta clase de afirmaciones
deberían hacerse basándose en el análisis métrico de la obra en su idioma original, no queda más
que destacar esta particularidad dentro del poema.

El episodio sexto, extendido desde los versos 909-1062, relata la llegada de Hermes para realizar las
averiguaciones pertinentes sobre la profecía de la que ha estado hablando Prometeo y que amenaza
con destituir del trono al todo poderoso Zeus. Ante la negativa de Prometeo decide Hermes entregar
el mensaje que estaba dispuesto a entregar en caso tal: “Y el perro alado de Zeus, entonces, águila
sangrienta reducirá tu cuerpo, impetuosa, a enorme harapo, huésped no invitado, que te irá
devorando todo el día, y con tu negro hígado un banquete celebrará.” (Esquilo, 2012, p.123, verso
1020). Y la reacción de Prometeo no es la de un héroe arrepentido de sus actos, pues antes de
decirle Hermes su cruel destino ya él lo sabía y estaba preparado para afrontarlo. Se presenta la
sexta y última intervención del coro (versos 1063-1070), y este culmina el asunto referente a lo que
sucederá Zeus, al terminar este coro se presenta el éxodo. Los versos finales (1071-1085) componen
el éxodo del poema trágico, luego de esta intervención de los personajes que quedan en escena no
sigue ningún acto coral y la obra se da por terminada: “Majestad de mi madre, Éter que hace girar
la luz común a todos: ¿ves qué injusticia sufro?” (Esquilo, 2012, p.126, verso 1085).
De modo que las categorías expuestas por Aristóteles en Poética referentes a las partes
cuantitativas de la tragedia han quedado aplicadas a la obra Prometeo encadenado de Esquilo, cuyo
argumento, al no presentar pericia ni reconocimiento, es considerado como un argumento simple.

Evolución del argumento en Los siete contra Tebas

Este capítulo tiene como objetivo responder una duda que surge a partir de la lectura de Poética:
¿Es posible que exista una evolución de argumento simple a argumento complejo? como se ha dicho
anteriormente, el argumento simple es aquel en que el paso de distensión a tensión se produce sin
peripecia ni reconocimiento. A partir de esta premisa y en contraste con la lectura de la obra Los
siete contra Tebas, es posible evidenciar como durante el desarrollo de las acciones no se presenta
peripecia ni reconocimiento en el sentido en que son explicados por Aristóteles, y en vez de
producirse el cambio por estas dos categorías, hay una línea marcada por el destino en que se van
desenlazando los acontecimientos.

La obra se desarrolla en la ciudad de Tebas, Eteocles (uno de los hijos de Edipo), rey de la ciudad y
conocedor del asedio que sobre la ciudad traman los aqueos, envía exploradores y espías para
enterarse a profundidad de los planes que los aqueos hacen. El informe de estos planes es otorgado
a Eteocles por uno de sus exploradores, quien advierte del inminente peligro en que se encuentra
la ciudad: “siete jefes, valerosos caudillos de la hueste, han degollado un toro sobre un negro
escudo, y han tocado con sus manos la sangre de aquel toro, y han jurado por Ares y Enió, y por el
sangriento miedo que una de dos: o aniquilaban nuestra ciudad, y luego, por la fuerza saqueaban la
ciudad de los cadmeos, o morían, con su sangre empapando esta tierra.” (Esquilo, 2012, p.434,
versos 43-49). Cabe recordar que son siete las puertas que tiene la ciudad de Tebas y cada una de
ellas será atacada por cada uno de los siete jefes simultáneamente. Las intervenciones corales
subsiguientes marcan un constante clamor hacia los dioses, un constante retorno a las súplicas para
que estos intercedan por la ciudad: “¡Oh dioses, de esta tierra protectores, contemplad esta tropa
de doncellas que os pide que vitéis su servidumbre!” (Esquilo, 2012, p.437, versos 109-110), esta
actitud del coro que marca las tradiciones de la época, es contrario a la actitud que toma Eteocles
frente al problema, y además de tener una actitud contraria; muestra una negativa ante las acciones
del coro: “A vosotras os pregunto, insoportables criaturas: ¿Es ese el mejor modo de salvar la ciudad
e infundir ánimos a este pueblo, encerrado entre sus muros, caer ante la imagen de los dioses que
esta ciudad custodian y dar gritos y voces, actitud que execra el sabio?” (Esquilo, 2012, p.439, versos
180-186). Esta negativa de Eteocles se debe a la cobardía que se infunda en sus conciudadanos a
partir del incesante clamor del coro, pues no es rezando y gimiendo que se salvará la ciudad, es
combatiendo contra la hueste aquea. La negativa entonces no es contra honrar a los dioses, pues
es necesario tenerlos de aliados frente a la adversidad, la negativa es contra la manera en que se
hace esto, bien podría hacerse sin infundir temor en los hombres de Tebas.

Seguidamente se encamina Eteocles a realizar su plan de resistencia y batalla, enviando a cada


puerta un guerrero y siendo él mismo uno de los guerreros llamados a luchar y ofreciendo a los
dioses flamantes sacrificios: “Yo iré a apostar a las siete salidas de la muralla seis guerreros – yo el
séptimo seré-” (Esquilo, 2012, p.443, verso 280), pero antes de hacer el nombramiento oficial de los
guerreros, aparece un nuevo mensajero trayendo las noticias del guerrero aqueo que se posiciona
en cada puerta, haciendo que la elección del guerrero a combatirlo no fuese asunto del azar, sino
materia bien meditada: “Tideo rufe ya frente a la puerta de Preto (…) ¿Con qué guerrero lo
enfrentarás? ¿A quién la puerta Preta vas a confiar cuando el cerrojo salte?” (Esquilo, 2012, pp.446-
447, versos 377-396), ante las noticias del mensajero sobre los resultados de las decisiones aqueas
Eteocles decide enviar al hijo de Ástaco a defender la puerta de Preto, seguidamente el mensajero
informa del segundo guerrero aqueo, Capaneo, quien se encuentra rumbo a la puerta Electra, y
contra él Eteocles envía a Polifonte. El tercero de los guerreros es Eteoclo que atacará la puerta
Neiste, ante este contrincante Eteocles ordena a Megareo combatirle y a su vez ordena al mensajero
continuar con su informe. Quien atacará la siguiente puerta y se encuentra en Onca Atenea es
Hipomedonte, y para detenerlo Eteocles decide enviar a Hiperbio, hijo de Enopo. En cuanto al quinto
aqueo, se trata de Partenopeo y quien mejor puede hacerle frente, según Eteocles, es Actor,
hermano de Hiperbio. El sexto, quien atacará la puerta Homoloide, es Anfiaro y contra él tendrá que
enfrentarse Lástenes. Finalmente el séptimo y quien hará que lo trágico se consume, no por
peripecia alguna, sino por obra del mismo destino, se trata de Polinices, hermano de Eteocles, hijos
de Edipo condenados a darse muerte entre ellos. Y contra él, quién más si no su propio hermanos
para hacerle frente: “¿Puede haber alguien, acaso, con más razón que yo? Rey contra rey, hermano
contra hermano, y enemigo contra enemigo yo voy a enfrentarme” (Esquilo, 2012, p.455, verso
675).

Se dirige Eteocles a la batalla y cumplimiento de su destino mientras las mujeres tebanas


(formadoras del coro) se desintegran en una serie de lamentos hacia los dioses por el cruel destino
que debe enfrentar la ciudad. La llegada del mensajero con las noticias de las primeras seis puertas
exhortan al coro a conservar la postura el valor, pero en cuanto a la séptima puerta es todo obra del
dios Apolo: “Todo marcha bien en seis puertas; mas la que hace siente el santo dios Apolo, que ama
el siete, para sí reservola, así cumpliendo, en la raza de Edipo, las antiguas imprudencias que Layo
cometiera.” (Esquilo, 2012, pp. 458-459, versos 800-802). Y se da la noticia de la ciudad salvada y
del destino cumplido: “… con sus manos hermanas se han matado” (Esquilo, 2012, p.459, verso 810).

Ahora bien, en el desarrollo de estas acciones no se evidencia peripecia alguna ni reconocimiento


que le acompañe, pero la sucesión de acciones que se desencadenarán a partir de aquí son propias
de una peripecia, las acciones subsiguientes comprenden los lamentos de Antígona e Ismene,
hermanas de Eteocles y Polinices (eran cuatro los hijos malditos de Edipo, Antígona, Ismene,
Eteocles y Polinices), frente al cumplimiento de la maldición dictada por Edipo, los dos hermanos se
han dado muerte mutuamente y las hermanas sufren sus actos, en esto no hay peripecia alguna,
dicha peripecia consiste en el desencadenamiento de una nueva tragedia, la de Antígona; pero antes
de continuar con esto, es propio mostrar las circunstancias que propiciarán esta nueva tragedia y su
relación con la peripecia. Posterior a la muerte de los dos hermanos y los lamentos de Antígona e
Ismene, se presenta un heraldo trayendo las noticias sobre los mandatos de los comisarios de Tebas:
“a Eteocles, por su amor hacia la patria decidieron sepultarlo, con afecto en esta tierra. (…) en
cambio, Polinices, se aprobó arrojar fuera el cadáver y, sin darle sepultura, que fuera pasto de
perros” (Esquilo, 2012, pp.465-466, versos 1007-1015). Ante estas noticias sobre cómo disponer de
los cuerpos de los hermanos Antígona muestra su semblante, pues es mandato divino enterrar a los
hermanos: “Exequias y una fosa yo, aunque sea mujer, pienso ofrecerle, mal sea entre los pliegues
de mis ropas, y yo en persona tenga que enterrarlo.” (Esquilo, 2012, pp.466-467, versos 1036-1040).

En cuanto a la peripecia, recuérdese que se anteriormente se ha mencionado que es una acción


cuya efecto es completamente contrario al deseado y la presencia de esto sumada al
reconocimiento constituyen lo que sería el argumento complejo. Como se ha evidenciado en Los
siete contra Tebas, la sucesión de acciones no está premeditada por peripecia o reconocimiento
alguno, pues la lucha entre Polinices y Eteocles estaba ya predicha por la maldición de Edipo, como
también el cruel desenlace que tiene. Ante esto Eteocles y Polinices eran conscientes, no hubo entre
ellos acción que resultara en un efecto no deseado, pero en cuanto a la relación con Antígona,
Eteocles nunca se plantea la posibilidad de que se presente la condición de su hermana, nunca se
menciona el predicamento en que puede ponerse a Antígona con la muerte de sus hermanos, de
modo que al desenlazarse el poema en la muerte de los dos hermanos, se da paso a la tragedia de
Antígona, del mismo modo en que el argumento simple de Los siete contra Tebas se convertirá en
argumento complejo en Antígona.

Referencias

- Aristóteles. (1999. Poética traducida por Ángel Capelleti. Caracas, Monteavila editores)
- Aristóteles. (1999. Poética traducida por Valentín Garcia Yebra. España, Gredos)
- Esquilo, Sófocles, Eurípides. Obras completas. (2012. España, Cátedra) bajo la dirección de:
Emilio Crespo.

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