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Éxitos
Inversión en infraestructura e industria
Continuación del proyecto educativo
Continuación de la Reforma Agraria
o Creación de instituciones
- Entre 1925 y 1926 nacieron varias instituciones que mostraban el propósito
de consolidar al propio estado pero también de hacer de éste una palanca de
la modernización del país. Entre las instituciones que se fundaron destacan
dos bancos, el Banco de México, que fungiría como banca central y emisor
exclusivo de moneda corriente, y el Banco Nacional de Crédito Agrícola y
Ganadero, cuya función era apoyar la producción rural, que en esa época se
consideraba la base de la economía nacional. En 1926 se echaron a andar
dos comisiones especializadas, de Caminos e Irrigación, que mostraban las
prioridades.
Campañas de salubridad
- Influido por las políticas de salud de otros países, entre ellos la Unión
Soviética, el régimen formuló el Reglamento de Salubridad Pública en 1925
y, un año después, el Código Sanitario que reguló el ejercicio de la
prostitución e introdujo el examen prenupcial y estipuló que se establecieran
servicios sanitarios en los estados, sostenidos por el gobierno federal,
mediante "delegaciones federales de salubridad". En 1934 se expidió la Ley
de Coordinación y Cooperación de Servicios Sanitarios en la República.
Fracasos
Reforma Agraria
- Durante el Maximato no sólo se fragmentó el agrarismo, se puso además en
duda la idea misma de transformar el sistema de propiedad en el campo a
través de los ejidos. Una parte importante del grupo gobernante “los
“veteranos”—, identificados con los proyectos ortodoxos de desarrollo
económico capitalista y que constituían el grueso de los allegados al general
Calles, consideró que en 1930 había llegado el momento de terminar con la
inseguridad que la reforma agraria había creado entre los medianos y
grandes propietarios; pensaban que, de lo contrario, no se podría contar con
una economía rural dinámica y, después de todo, la agricultura seguía siendo
el corazón del sistema económico. l respecto, los casos de Obregón o el
propio Calles eran significativos, pero de ningún modo excepcionales. En
realidad, los revolucionarios sonorenses nunca estuvieron comprometidos
con una reforma agraria radical, demanda relacionada más bien con las
condiciones imperantes en el centro y el sur del país que en el norte. De
todos modos, al finalizar los años veinte era clara la existencia de una
corriente entre el grupo gobernante que favorecía un compromiso con la
hacienda2 y cuya fuerza se puede comprobar por el simple hecho de que al
dej&r Calles la presidencia, casi tres lustros después de que los
terratenientes habían perdido su poder político en beneficio de los líderes
constitucionalistas, los campesinos sin tierra apenas habían recibido 4.2
millones de hectáreas y muchas de éstas habían sido expropiadas no a las
grandes haciendas sino a los ranchos. Sólo en Morelos —y eso por la fuerza
del zapatismo— se podía decir que la antigua estructura de la propiedad de
la tierra había quedado sensiblemente transformada; en el resto del agro
mexicano, la hacienda, esa hacienda colonial que se había afianzado en el
siglo XIX, seguía siendo la unidad productiva dominante. Así pues, desde el
punto de vista de Calles, la reforma agraria no debía ser, en última instancia,
un problema de justicia social mal entendida sino de productividad puesto
que la única forma de alcanzar las metas de bienestar social en el campo era
dar prioridad a la eficacia; reducir la producción era una justicia mal
entendida. Los terratenientes apoyaron decididamente esos propósitos, pero
por su imagen reaccionaria no pudieron llegar a establecer una alianza formal
y efectiva con Calles y los veteranos. En definitiva, el gobierno de Ortiz Rubio
dio oficialmente por terminado el programa de reparto agrario en varios
estados. (Lorenzo Meyer)