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Las principales ventajas de este sistema son el ahorro en agua y fertilizantes, asi
como la total automatización del abonado.
1. SOLUBILIDAD
Los abonos empleados en fertirrigación son más solubles en agua que los
empleados en el abonado convencional. Cada fertilizante tiene una solubilidad
determinada, que se expresa en g/L. Este parámetro indica los gramos de
fertilizante que como máximo se pueden disolver en un litro de agua. Por ejemplo
a 20ºC, en un litro de agua se pueden disolver 1200 g de urea, mientras que de
sulfato potásico tan solo 120 g/L. Además este valor depende directamente de la
temperatura: a medida que aumenta esta, lo hace la solubilidad. Por este motivo,
muchas veces en invierno se observa que al añadir un fertilizante sólido al tanque,
le cuesta bastante más disolverse en el agua que en verano, a pesar de emplearse
la misma concentración. Por último, citar que ciertos abonos, como son los
nitrogenados, reaccionan bajando la temperatura de la solución, dificultando la
solubilidad de posteriores fertilizantes, siendo recomendable aportarlos en último
lugar o esperar a que la temperatura se restablezca.
Como norma general: la solución madre debe contener entre 100-150 g/L de
fertilizante, es decir un 10-15 por ciento, y el agua de riego no más del 1 por
mil.
2. COMPATIBILIDAD
Algunos fertilizantes no se pueden mezclar entre si, como fosfatos o sulfatos
con calcio o hierro porque producen precipitados, dejando de ser asimilables por el
cultivo y que además pueden obturar el sistema de riego localizado. Es por ello
que, exceptuando los casos en los que la solución madre viene preparada de
fábrica, que con un depósito es suficiente, lo normal es disponer de al menos dos
tanques para fertilizantes y otro con ácido para el control del pH.
3. PH
El pH óptimo la solución final, es decir, del agua de riego que sale por los goteros,
es de 5,5-6,5. Este es el rango al cual los nutrientes son mejor asimilados y que
debemos tratar de conseguir, salvo que expresamente se desee modificar el ph del
suelo. Por debajo de pH 5,5 disminuye ostensiblemente la disponibilidad de
elementos como calcio, potasio, magnesio, fósforo o azufre, mientras que por
encima de pH 7,5 se produce el bloqueo de hierro, cobre, zinc o manganeso.
4. SALINIDAD
Los fertilizantes no son más que sales, por lo que su empleo conlleva un aumento
de salinidad del agua de riego. Además hay que tener en cuenta la cantidad de
sales que trae de por sí el agua de riego, que oscila entre 0,8-2,5 dS/m
(conductividad eléctrica).
Como norma general para la mayoría de los cultivos no se deben sobrepasar los
2-3 dS/m. De sobrepasar estos valores, se debe fraccionar el abonado.
Una vez funcionando el riego y para alargar la vida útil del mismo, conviene:
– regar durante los últimos 15 minutos con agua limpia de fertilizantes, para
lavar cualquier resto de los mismos en la conducción.