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“El poder de la semilla del Reino”

CITA BIBLICA: Marcos 4: 26-32.

Cuando se observa la maravillosa creación de Dios, vemos los múltiples colores,


tamaños y diseños, que nos rodean y están a nuestra disposición. Todo eso es
una muestra de la dedicación y la creatividad de Dios. Pero, no solamente nos
deleitamos con ella, sino que vamos más profundo y encontramos principios y
reglas que la gobiernan. Un principio establecido por Dios en la creación es, que
todo reino tiene su propia forma de vida, y lo vemos reflejado en toda la obra de
sus manos.

Una semilla tiene en sí misma, todo lo necesario para desarrollar una planta
exactamente igual a su progenitora. Lleva en su genética, las características de
su especie, y está programada a desarrollar un espécimen que, a lo largo de
cierto tiempo, dará como producto final, un adulto listo para reproducirse.

Otro principio de la creación es que toda vida de cada reino nace, se reproduce
y sostiene, de acuerdo a las leyes que lo gobiernan. Las plantas en su conexión
directa con la tierra, tienen su desarrollo y crecimiento natural, al tomar en cuenta
las relaciones y funciones que cumplen en la naturaleza. Cada uno fue colocado
con propósito, no están por casualidad, ni están por demás.

Este principio misterioso, aplicado al reino, lo enseñó Jesús en una de sus


parábolas. Declaró, que el poder del crecimiento está en la semilla, porque la
vida está en la semilla, y no cualquier vida, sino la que está de acuerdo a su
naturaleza. El pasaje de Marcos 4, ahora el versículo 27b: “...día y noche brota
y crece la semilla”. Consideremos la importancia de cómo Jesús relaciona el
verbo “crecer” con el Reino de Dios.

El proceso de crecimiento, involucra la necesidad del alimento adecuado, los


elementos del ambiente que activan las funciones necesarias para tal
acontecimiento. Así, en el caso de las plantas, se requiere de luz para realizar la
fotosíntesis, y agua para producir su alimento, para crecer. El proceso de
crecimiento, no solamente determina aumento de tamaño, sino también madurez
para procrear, y ser parte activa del medio donde se encuentra.

De la misma manera, el poder transformador de Dios opera en lo que creemos,


al menos, en dos sentidos: 1) Cuando se establece en nuestra vida; y 2) Cuando
crece en nosotros. Pues somos como un terreno, en el que Dios siembra la
semilla de su reino, y va creciendo dentro de nosotros para honrar y glorificar a
Dios, engendrando una nueva persona, un hijo de Dios con su naturaleza.

Es por eso que Dios, nos dio la oportunidad renacer de su semilla incorruptible,
y nos hizo participantes de su naturaleza divina, para que podamos entrar a su
reino y de forma natural crecer y desarrollar la vida que el quiere en la nuestra.
Esta acción transformadora es obra de Dios y no el resultado de nuestro propio
esfuerzo.
Para entender estas realidades y principios es imprescindible un cambio;
debemos renovar nuestro entendimiento para cambiar nuestra forma de vivir. La
Biblia, dice en la carta a los Romanos 12:2, “No os conforméis a este siglo, sino
transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que
comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”, nuestra
forma de pensar influye en nuestro rumbo y nuestras acciones construyendo
fortalezas por pensamientos que hemos heredado desde nuestro ambiente,
cultura, familia, y demás situaciones que formaron nuestra mentalidad.

Cuando llega la revelación de la Palabra de Dios, (la semilla), inicia un proceso


de rompimiento de esas fortalezas; para quebrar las fortalezas de maldad que
nos atan al mundo y para revelar los códigos de gobierno y autoridad, que nos
conducen a la plena libertad en Cristo.

Como una simple y pequeña semilla de mostaza, el Evangelio de la nueva vida


en Cristo llega al corazón del hombre por la gracia de Dios, es recibido por la fe
y continuará creciendo en el hijo de Dios, el resto de nuestras vidas; basado en
ambos principios. ¿Eres ese terreno, listo para que la semilla de su reino germine
y crezca?

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