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APROXIMACION A UNA
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CIENCIA DE LAS RELIGIONES
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Roger de Lluria, 5 - 08010 Barcelona
EDICIONES CRISTIANDAD
ACADEMIA CHRISTIANA
APROXIMACION
A UNA
CIENCIA DE LAS RELIGIONES
En la portada:
Escena de los festivales panatenaicos de Atenas.
De un ánfora del s. VI a.e., atribuida
al pintor Eufiletos.
ACADEMIA CHRISTIANA
Primeros volúmenes:
APROXIMACION
A UNA
CIENCIA DE LAS RELIGIONES
EDICIONES CRISTIANDAD
Huesca, 30-32
MADRID
Este libro fue publicado por
EDITIüNS DU SEUIL, París, con el título
POUR UNE SCIENCE DES RELIGIONS
Lo tradujo al castellano
G. TORRENTE BALLESTER
de la Academia Española de la Lengua.
Printed in Spain
TORDESILLAS, ORGANIZACIÓN GRÁFICA - Sierra de Monchique, 25 - MAnRID-18
CONTENIDO
El hombre y lo sagrado ... ... ... ... ... '" ... ... ... .., 11
1
HISTORIA DE LA HISTORIA DE LAS RELIGIONES
II
CONSIDERACIONES ACTUALES
SOBRE EL FENOMENO RELIGIOSO
III
MITOS Y SIMBOLOS
HISTORIA DE LA
HISTORIA DE LAS RELIGIONES
1
LA CRITICA RELIGIOSA ANTIGUA
I Fragmento XI.
2 Fragmento XIV.
J Fragmentos XV y XVI. El eco de esta teoría volvemos a encontrarlo
en una aplicación polémica en Eusebio de Cesarea, Praeparatio Evangelica,
XIII, 13 y, con mayor comprensión del pensamiento de ]enófanes, en
Montaigne, Ensayos, II, Xii.
4 Fragmentos XXIII y XXV.
28 Historia de la Historia de las Religiones
BIBLIOGRAFIA COMPLEMENTARIA
20 1bíd., 281.
21 Ibíd., 203.
Racionalismo y sentimiento 47
menor acierto en la expresión conceptual, la necesidad de contar
con la historia, el sentimiento, y el individuo, la ciencia de las
religiones, aunque muy teórica, se abría a los múltiples elementos
de análisis y de reflexión que iban a proporcionarle las diferentes
ciencias del hombre aparecidas en la segunda mitad del siglo XIX.
BIBLIOGRAFIA COMPLEMENTARIA
religiosos. Esta idea había sido formulada también por los sociólo-
gos franceses Hubert y Mauss, que negaban la existencia de senti-
mientos religiosos sui generis: existen sólo sentimientos normales,
de los cuales la religión es a la vez producto y objeto. Al tér-
mino de su análisis, H. Leuba afirmaba que la religión sólo podía
ser considerada como verdadera en la medida en que el hombre
experimentaba la necesidad de que así fuera 4. Las convicciones
religiosas no son otra cosa que manifestaciones de instintos, de
apetitos que buscan su satisfacción. De esta manera, refutando
a la vez tanto las teorías patológicas como el pragmatismo de
James, proponía una explicación «biológica» de la religión que,
sin embargo, se revelaba como insuficiente para explicar los dife-
rentes comportamientos del hombre religioso.
Pues estas teorías basadas en el análisis psicológico de indi-
viduos excepcionales, los místicos, en los practicantes de la
mind-cure, o en abusivas comparaciones con estados mentales de
seres más o menos enfermos, sólo ofrecían una explicación exce-
sivamente limitada. Los trabajos de Wilhelm Wundt (1832-1920)
les imprimirían una mayor apertura. Si la psicología experimen-
tal podía llegar a deducir unas leyes de la aparición, el debilita-
miento, e incluso la ausencia del sentimiento religioso en el indi-
viduo, debería ser posible, teniendo en cuenta determinados im-
perativos sociales decisivos en las culturas donde el individua-
lismo religioso todavía no ha podido desarrollarse, elaborar una
Volkerpsychologie. Tanto Charcot como James, Leuba o Dela-
croix, sólo se habían preocupado de analizar unos comportamien-
tos religiosos en unos tipos de seres evolucionados pertenecientes
a nuestras sociedades occidentales. ¿Pero qué sucedía en las so-
ciedades primitivas, cuya existencia atestiguan precisamente la
etnología y la sociología contemporáneas? En Mythus und Reli-
gion, donde acumuló una inmensa erudición, Wundt negaba al
primitivo toda lógica racional y toda idea de causalidad de índole
científica 5. Y afirmaba, por consiguiente, que la religión no era
otra cosa que una percepción personificadora. De la misma ma-
nera que el niño, que ignora los más simples mecanismos, per-
sonifica los objetos que rodean su existencia, así también el hom-
bre religioso ha conferido un alma a cosas que no tienen existen-
cia real. La religión sólo es vivida colectivamente como anima-
BIBLIOGRAFIA COMPLEMENTARIA
a) La sociología positiva
b) La sociología dialéctica
son provocadas por una reacción del espíritu ante una percepción
sensorial: es la percepción del tiempo cronológico y su huida
irremediable la que promueve en el hombre la percepción de la
inmortalidad y de la eternidad de un Dios trascendente; y la
relatividad de las cosas humanas lo fuerza a creer en el absoluto
divino, en un misterio que determina el límite del conocimiento
racional en el ámbito religioso. «La religión es la experiencia del
misterio, y acontece cuando el sentimiento se abre a las impre-
siones de la realidad eterna que se insinúa a través del velo de
lo temporal. Ahí mora la verdad, que reside en el fondo de toda
exaltación y de toda imaginación mística. Tal es el fundamento
del misticismo en la religión» 1. Es, pues, evidente que, en esta
primera fase del pensamiento de Otto, el a priori religioso sólo
puede ser conocido por la fe, y que sólo puede ser captado en el
conocimiento, percepción trascendental. Pero para verificar co-
nocimiento tal de 10 sagrado, son indispensables la intuición reli-
giosa y cierta predisposición, en razón precisamente de la pre-
sencia preformal de la religión en la conciencia del hombre.
Una segunda etapa se abre ante Otto con el descubrimiento
del mundo religioso de la India, con ocasión de un viaje de estu-
dios realizado en 1911. Seducido por la teoría hindú de una
salvación que no se debe a las obras, sino a la cualidad de la
vida espiritual, Otto descubre en la literatura religiosa hindú
más antigua, los Rig-Vedas y las U panishads, la idea que va a
convertirse en armazón de toda su teoría. Lo Divino es, para el
hombre, lo Completamente-Distinto, das ganz Andere. Pues lo
divino es absolutamente diferente de todo 10 que el hombre ca-
noce y puede conocer: carece de nombre, de predicado. Es el
Ser por encima de toda forma de existencia, al margen de toda
determinación. En este encuentro con una experiencia religiosa
tan diferente del cristianismo, R. Otto halló una asombrosa con-
firmación de las teorías friesinianas, como asimismo una prueba
dirimente contra las teorías que confirman el origen naturalista
de la religión. El hombre, en efecto, no ha podido pergeñar los
dioses a su imagen, puesto que, en el origen del sentimiento reli-
gioso, figura en primer lugar una percepción psicológica de algo
que es extraño al hombre y superior a su propia condición. Gra-
cias a la antigua teología de la India, Otto comprendió todo el
valor de la teología apofática cristiana. De Dios sólo se puede
BIBLIOGRAFIA COMPLEMENTARIA
final del siglo XVIII. Y determina las tres estructuras típicas que
el cristianismo conoció en esa historia: la Iglesia, la secta y la
mística; la institución comunitaria que dispensa la salvación y la
gracia, la libre asociación de cristianos austeros que se apartan
del mundo, y la interiorización de los dogmas con vistas a una
posesión más personal y más íntima. El problema estriba enton-
ces en estudiar las influencias de estas estructuras cristianas típi-
cas a la vez sobre el conjunto de la comunidad cristiana y sobre
el resto del mundo. En otros términos, el análisis debe determi-
nar cuál haya podido ser su fuerza sociológica. Eso es muy im-
portante, pues al trasladar el análisis de lo que hasta entonces
estaba poco o bastante marcado por una connotación teológica
al plano de la sociología, Troeltsch posibilitó un estudio más
objetivo de esas demarcaciones del cristianismo precipitadamente
calificadas de «heréticas», y por lo mismo abandonadas. Porque,
como se ha podido demostrar en el caso concreto de las sectas
arrianas 10, la herejía se nos muestra ahora en su función creadora
de determinada visión del mundo, no sólo porque desarrolla una
imagen dualista de las realidades con las que se enfrenta, sino
porque informa, a través de una ética que le es propia, la con-
cepción misma del tiempo, y por lo tanto de la acción humana.
El mundo del separado queda escindido entre dos polos tempo-
rales: al rechazar la historia presente que le frustra, el «herético»
intenta justificarse invocando la experiencia del pasado. Pero sólo
puede depositar su confianza en el futuro, pues únicamente ese
tiempo aún no vivido puede proporcionarle confirmación de la
justicia de su causa y la justa recompensa de las desgracias sopor-
tadas, así como la liberación de un terrible complejo de frustra-
ción. Transferida al plano de lo religioso colectivo, nos encontra-
mos ante una motivación fundada en parte en el resentimiento.
Por esclarecedoras que estas formas de análisis resulten, dejan
no obstante intacto el problema de saber si la sociología de la
religión constituye una disciplina independiente, o si, por el con-
trario, hay que integrarla en la elaboración de un complejo más
vasto dedicado a la totalidad del fenómeno religioso. La respuesta
dada por Joachim Wach (1898-1955) es muy clara. Toda su obra
persigue la constitución de una Ciencia de las Religiones, cuyos
tres ámbitos principales serían la hermenéutica, la experiencia re-
ligiosa y sus diversas expresiones y, por último, la sociología de
c) La estructura de la Iglesia
ment des attitudes devant la mort dans les sociétés occidentales: «Archives
européennes de Sociologie» VIII (1967) 189-195.
19 T. Wach, Meister und Jünger, zwei religionssoziologische Betrachtun-
gen (Tubinga 1925). G. Le Bras, La place de l'ascétisme dans la sociologie
des religions «Arch. Soco Rel.» 18 (1964), 21-26.
108 Consideraciones sobre el fenómeno religioso
vaclOn por obra de una gracia que sólo ella puede transmitir, y
mediante el conocimiento de una doctrina revelada de la que
ella sola es depositaria. Así, pues, vemos cómo, a partir de la co-
munidad original, se desarrolla todo un sistema· racional que
objetiva e integra la realidad espiritual en un contexto socioló-
gico. Porque la noción de ortodoxia se torna inseparable de la
de Iglesia, puesto que la transmisión del mensaje, la enseñanza
doctrinal, están reservadas únicamente al magisterio eclesiástico.
Esa es la razón de que la estructura de la Iglesia promueva todas
las protestas y las discusiones posibles, en nombre de la libertad
y del individualismo religioso.
Todo el problema estriba, pues, finalmente en saber si la
Iglesia puede ser reducida a una noción sociojurídica, definida a
la vez por un derecho propio y por una teología sacramental:
una sociedad visible, una institución religiosa pública, a la que
es necesario pertenecer para salvarse. En otras palabras, ¿es po-
sible definir esa estructura en términos de autoridad y de obli-
gatoriedad, de condición necesaria y suficiente? ¿O bien, por el
contrario, cabe preguntarse si la Iglesia no es sólo una forma
de sociedad religiosa fundada por un maestro espiritual, institu-
cionalizada según un derecho interno -canónico, coránico u
otro--, pero al mismo tiempo, y acaso más todavía, una comu-
nidad de creyentes reunidos para formar y constituir sin cesar
una unidad religiosa por obra de un Dios siempre presente en
ella? La Iglesia, de esta forma, resultaría definida en primer
lugar por una teología eclesial, y concebida como estructura viva
de mediación.
Como quiera que sea -y no es el análisis sociológico lo que
puede proporcionarnos la respuesta a estas cuestiones-, la evo-
lución de una comunidad espiritual de tipo electivo en Iglesia
de multitudes no parece factible en el tiempo y el espacio al
margen de los procesos sociales. Toda economía de salvación es,
pues, colectiva en su extensión y comunitaria en sus intenciones.
Ahora bien, esto no deja de plantear amplios problemas que
corresponde a los teólogos resolver. ¿La fe religiosa es un acto
individual o de carácter social? Por supuesto, la gestión funda-
mental consiste necesariamente en una adhesión personal a una
Palabra, ¿pero no se anuncia y enseña dicha Palabra en un marco
comunitario? ¿Hay que considerar entonces que toda fe religiosa
postula una estructura eclesial como condición de su desarrollo,
proponiendo la Iglesia a los hombres el objeto de la fe, pero
también mostrándose en sí misma a sus fieles en el objeto mismo
Presupuestos sociales del fenómeno rdif!,ioso 113
BIBLIOGRAFIA COMPLEMENTARIA
pues, el origen del culto del dios de Moisés, e intenta hacer olvi-
dar el asesinato del héroe durante un largo período confuso que
coincide con el establecimiento en Israel. Con el restablecimiento
del monoteísmo, los profetas fueron los responsables del retor-
no del dios mosaico. Bajo los rasgos del dios egipcio, al que
Yahvé termina pareciéndose completamente, resurge, pues, des-
pués de un período de latencia, el acontecimiento traumático.
Así pues, el retorno al dios mosaico es la manifestación del re-
torno del traumatismo reprimido. Es el sentimiento de culpabi-
lidad experimentado por el pueblo judío respecto al dios de
Moisés, al cual había matado, 10 que ha de explicar esa constante
actitud de autoacusación manifestado por este pueblo a 10 largo
de toda su historia.
A partir de esta hipótesis --cuya fantástica fragilidad en re-
lación con la historia en última instancia apenas interesa demos-
trar-, Freud desarrolla de nuevo todo un sistema explicativo
del fenómeno religioso. Su línea básica es la analogía con la vida
psíquica individual. La reaparición del monoteísmo es, como se
ha visto, comparable a una neurosis traumática. 0, más concre-
tamente, a un traumatismo de la primera infancia, reprimido
durante el período de latencia, que va desde la edad de cinco
años hasta la pubertad, y al que sigue un período de explosión
de lo reprimido: «La especie humana --escribe Freud- 8 sufre
también procesos de contenido agresivo-sexuales que dejan hue-
llas permanentes, no obstante haber sido en su mayoría alejadas
y olvidadas. Más tarde, tras un largo período de latencia, se
tornan activos y producen unos fenómenos comparables por su
estructura y su tendencia a los síntomas neuróticos. Las conse-
cuencias de estos procesos ... son los fenómenos religiosos.» Pero
Freud se da perfecta cuenta de que, al plantear la analogía entre
los procesos neuróticos y los fenómenos religiosos, pasa de la
psicología individual a la psicología colectiva, 10 que no deja
de plantear delicados problemas. En primer lugar, el de la sub-
sistencia, en el inconsciente colectivo, de traumatismo de una
edad proto-histórica. ¿Cómo, y de qué manera, se ha mante-
nido, por consiguiente, una tradición monoteísta durante el largo
período de ocultación religiosa, análogo al período psíquico de
latencia? La respuesta de Freud es afirmativa, definitiva: «Yo
creo que la concordancia entre el individuo y la multitud es en
este punto casi total: las masas, lo mismo que el individuo, con-
23 a
L'Homme la décotlverle de son ame, trad. fr. (París 1962) 346.
24 Psychologie el Religion, p. 14.
136 Consideraciones sobre el fen6meno religioso
BIBLIOGRAFlA COMPLEMENTARIA
a) Fenomenología y religión
La noción de fenomenología pura ha sido desarrrollada, como
se sabe, por el filósofo alemán E. Husserl (1859-1938). Se trata,
etimológicamente, de analizar algo que se muestra a la concien-
cia. Pero para que algo se muestre, tiene que mostrarse a alguien.
Un fenómeno no es, pues, exactamente, sinónimo de objeto. Y
menos aún, bajo la apariencia de cosa perceptible a nuestros
sentidos, podría tratarse de la expresión tangible de la verdad,
pues sólo existe objeto en función de una conciencia. El fenó-
meno es, pues, a la vez un objeto referido a un sujeto y un sujeto
relativo a ese objeto. Y de ahí la importancia de la noción de
intencionalidad que caracteriza las relaciones entre el fenómeno-
objeto y la conciencia-sujeto, pues la intención es el modo de
acceso de la conciencia a lo real, a la esencia misma de las cosas.
La fenomenología es, pues, la explicación de una relación de al-
teridad entre el sujeto y el objeto a nivel de una experiencia
vivida. Y resulta fácilmente comprensible la importancia de se-
mejante teoría en su aplicación al problema religioso.
Efectivamente, en el marco de una fenomenología de la reli-
gión, el objeto se identifica con lo sagrado, y el sujeto con el
hombre creyente: «Lo que la ciencia de las religiones denomina
objeto de la religión constituye, para la propia religión, su su-
jeto», de{:lara como base del juego G. van der Leeuw 1, porque
es la reflexión del hombre sobre lo sagrado lo que convierte a
lo sagrado en objeto, siendo así que constituye el sujeto desde
el punto de vista del hombre creyente. Ya Max Scheler, en su
obra capital Vom Ewigen im Menschen, «Acerca de lo eterno en
el hombre», aparecido en 1920, había demostrado que el papel
de la fenomenología religiosa consistía en estudiar el acto reli-
1 La Religion dans son essence et ses manifestations, Phénoménologie
de la religion, trad. fr. (Par{s 1955) 9. [La ed. original se publicó en 1933
con el título de Phenomenologie der Religion (Tubinga). Existe trad. esp.:
Fenomenología de la religi6n, México 1964.]
10
146 Consideraciones sobre el fenómeno reli[',ioso
b) Fenomenología religiosa
e historia de las religiones
BIBLIOGRAFIA COMPLEMENTARIA
a) Historia y estructura
BIBLlOGRAFIA COMPLEMENTARIA
a) Estructura y símbolo
b) El pensamiento mítico
Generalmente, el mito está considerado como vehículo de lo
sagrado. El vínculo funcional entre mitos y ritos es para el hom-
bre un medio de aproximación a lo sagrado y de posesión de su
poder. Es sabido, por otra parte, que para Mircea Eliade el pa-
pel del mito estriba en restituir al hombre al tiempo primordial
de los orígenes. Parece, pues, normal analizar la teoría estructu-
ralista del pensamiento mítico para conocer su posición frente a
lo sagrado.
Para el. Lévi-Strauss, todos los mitos dependen de ese sis-
tema simbólico definido como más profundo que lo real y que
lo imaginario. A lo largo de toda su obra, principalmente en
Mythologiques, Lévi-Strauss divide el discurso mítico en elemen-
tos, en segmentos mínimos, en mitemas, análogos a los fonemas
de los lingüistas. Después, los organiza en paradigmas, es decir,
en elementos intercambiables de sustitución. «Los mitos se pien-
san entre sí», declara, tratándolos un poco al modo cómo en el
siglo XIX se aislaban los diferentes cuerpos y elementos constitu-
tivos de la materia viva y orgánica, o la materia inanimada. Ya
c) El estructuralismo y lo sagrado
La cuestión esencial planteada por el análisis estructural de
los mitos estriba en saber si todo «pensamiento salvaje» es com-
patible con una aprehensión y una expresión de lo sagrado. El
pensamiento arcaico no es únicamente clasificador y taxinómico.
Ordena lógicamente diferentes elementos típicos; organiza toda
la vida colectiva según unos rituales que la regulan escrupulosa-
1. Cl. Lévi-Strauss:
Anthropologie structurale (París 1958).
La Pensée sauvage (París 1962).
Le Totémisme aujourd'hui (París 1962).
Mythologiques: Le Cru et le Cuit (París 1964).
- Du Miel aux Cendres (París 1967).
- L'Origine des manieres de table (París 1%8).
- L'Homme nu (París 1971).
Lévi-Strauss está traducido en su integridad al español por el Fondo
de Cultura Económica de México.
n. Sobre el estructuralismo:
Número especial de «Alétheia~ (mayo 1966).
Número especial de «Esprit~ (noviembre 1963 y mayo 1967).
O. Ducrot, T. Todorov, D. Sperber, M. Safouan, Fr. Wahl, Qu'est-ce que
le Structuralisme? (París 1968).
III
MITOS Y SIMBOLOS
1
EL SIMBOLISMO RELIGIOSO
a) La función simbólica
Todo símbolo es un signo visible y activo que se revela por-
tador de fuerzas psicológicas y sociales. Originalmente, como se
sabe, el término griego designaba un fragmento de tableta que
las partes contratantes de un pacto conservaban celosamente. La
unión de los fragmentos les permitía reconocer su amistad y ates-
tiguaba que la unión concluida había permanecido intacta du-
rante la separación. Era una bonita imagen que ponía de mani-
fiesto la unidad conservada en la diversidad. En principio, el sím-
bolo es un signo de relación por el cual se reconocen los aliados
y se sienten unidos los iniciados. La primera función del símbolo
consiste, pues, en establecer un vínculo, una relación entre hom-
bres. Por esta función de referencia, el símbolo determina un
acto social. A partir de M. Mauss, el simbolismo es considerado
un hecho social, y el. Lévi-Strauss, en esta misma perspectiva,
considera los sistemas de parentesco como sistemas simbólicos
subyacentes en el lenguaje y en las relaciones socioeconómicas 1.
d) La eficacia simb6lica
Así, pues, se llega a la idea de que un símbolo posee tanta
más fuerza en la medida en que está, a la vez, lastrado con el
peso de una tradición cultural y religiosa y con sus raíces hun-
didas en una forma arquetípica que pone de manifiesto con
perfecta adecuación. Un símbolo está vivo cuando traduce un
elemento esencialmente inconsciente. Ahora bien, cuanto más
extendido está ese elemento, más general y completo es el efecto
producido por el símbolo, que de este modo toca en cada ser
humano el registro donde puede ejecutar una secreta afinidad.
Por ejemplo, el símbolo del paraíso: sabido es que el término
procede del persa avéstico y significa literalmente encinta, y de
ahí la representación espacial de un jardín cerrado, bien regado
y plantado de árboles. El mito iraní de Gayomart, el hombre
primigenio, refiere que fue creado en un paraíso-jardín, cuyo cen-
tro es un lugar rodeado de piedras dispuestas en círculo y figu-
rando estatuas. La misma imagen del paraíso-jardín existe en el
mundo romano, de donde pasó al cristianismo n, que encontró
en ella la imagen bíblica del jardín del Edén. En las visiones de
los mártires africanos de que ya he hablado, encontramos la mis-
ma representación simbólica de un jardín, con, en el centro, la
coge uno de los enormes huevos y lo arroja con todas sus fuerzas
al cielo. Allí fue a caer sobre un montón de leña y se rompió,
de forma que la yema amarilla se derramó sobre la madera y
alumbró un fuego claro, de tal modo que, para asombro de todos,
el mundo entero quedó iluminado. Hasta entonces, en efecto, se
vivía en una dulce penumbra, y ahora estaban cegados casi por
tamaña claridad. Ahora bien, en el cielo habitaba un espíritu
benévolo, que vio la magnificencia y la maravillosa belleza del
mundo cuando estaba iluminado por aquella resplandeciente cla-
ridad. Y pensó que estaría bien encender cada día un fuego simi-
lar. Y, desde entonces, no dejó de hacerlo» 9.
Desde la primera lectura se ve perfectamente que este mito
no introduce al hombre en la esfera de lo sagrado. Sólo intenta
explicar la existencia del sol y la reaparición cotidiana de este
astro, y no de una manera racional. Un análisis correcto de este
relato debe distinguir en el mismo los dos niveles: el de una
historia que se desarrolla en una temporalidad concreta y en un
espacio geográfico determinado, entre unos protagonistas perso-
nificados; y el nivel simbólico por el que el mito intenta explicar
una realidad que no puede expresar conceptualmente. En este
orden, todos los detalles cuentan. La imagen del huevo evoca
a la vez la generación sexual, pero también, por un evidente sim-
bolismo de los colores, el propio disco solar; la paradoja de un
huevo lanzado hacia el cielo y que cae en un montón de leña,
en la que hay que ver una clara afirmación del geocentrismo,
puesto que es en la tierra donde viven los hombres donde reside
el origen del sol; la querella que estalla sin motivo entre los dos
pájaros y que hay que relacionar con la idea de fricción, que es
la operación necesaria para obtener el fuego. ¿Hay, en fin, que
subrayar el papel del azar en este acontecimiento mítico? El es-
píritu benévolo que aparece al final del relato, y que se expresa
en los mismos términos que Yahvé en el relato del Génesis, sólo
interviene para justificar la existencia de un tiempo sideral. No
es en absoluto creador del sol, sino una especie de deus otiosus;
se contenta con asegurar su diario retorno. Convierte un acci-
dente en un fenómeno regular. De una anécdota, el mito ha hecho
una verdad absoluta.
Los mitos cosmogónicos parecen, pues, responder a la necesi-
dad de explicar el mundo. Nacen de un esfuerzo del hombre por
explicar una representación más o menos sistemática del cosmos
tes entre las ciudades, donde vivía, y sus dioses, a los que vene·
raba, y la naturaleza hostil, el desierto lleno de monstruos y de
divinidades malévolas. Pero lo asombroso es que estos mitos
introduzcan en dicha oposición variantes, como si el hombre no
admitiese que la oposición naturaleza/cultura pudiera ser defini-
tiva. Y así, mezclan en los mismos relatos los oasis y los desier-
tos, los valles fértiles y la naturaleza árida. Algunos mitos sim-
bolizan al mismo tiempo el salvaje aspecto de la naturaleza y su
carácter favorable al hombre, mediante múltiples combinaciones
que responden a las técnicas mismas por las que el hombre va
dominando esa naturaleza salvaje. El mito señala así al mismo
tiempo los límites espaciales de la posible acción del hombre y
las virtualidades que se ofrecen a dicha acción. Y, así, entran en
escena no sólo las figuras de los Centauros, de que ya he hablado,
sino también las de los Cíclopes, cuyos mitos establecen, entre
la humanidad técnica y la naturaleza salvaje, toda una serie de
relaciones ambiguas a través de las cuales la naturaleza es defi-
nida como hostil al hombre y de origen divino, mientras que en
otros mitos la naturaleza salvaje es asociada a veces a la cultura
humana por intervención de figuras míticas de hombres barbu-
dos, salvajes, hirsutos, que viven en el desierto, desde el Esaú
bíblico hasta el ogro devorador de hombres y al dios-lobo. Así,
pues, el análisis de esos mitos del Oriente clásico sugiere que la
evolución de las figuras divinas que representan una naturaleza
hostil, asociada en el contexto de las ciudades humanas a los
tradicionales dioses protectores, establece claramente la voluntad
de los hombres de destacar los límites de sus instituciones, y de
relacionarlas con su contorno natural, a fin de constituir una tata·
lidad coherente, fundamento de toda vida social y punto de par-
tida del reino del hombre sobre todo cuanto le es dado conocer
y experimentar.
Por consiguiente, podemos pensar el mito en términos de
acción sin que por ello sea necesario suponer que el acto haya
precedido al mito. En efecto, no existe ninguna conexión inva·
riable entre los mitos y los rituales. Los primeros poseen una
significación en su misma estructura, que puede representar los
elementos constitutivos de la estructura social y de la cultura en
la que se desarrollan esos mitos, y a la vez también unas actitu·
des, unos comportamientos típicos de aquellos hombres que fa-
bricaban ellos mismos mitos. Pero los mitos nunca son especula-
ciones más o menos poéticas sobre las condiciones de existencia
del hombre. Las experiencias que exponen en términos solemnes
Sobre los mitos 237
son ante todo experiencias de tipo místico. Por eso son portado-
res de una verdad sagrada. No se contentan con situar al hombre
en un tiempo oriundo al que hacen referencia, sino que demues-
tran al hombre que, cada vez que los repite o los reactualiza a
través de los ritos, descubre de nuevo esa identidad que 10 une
al mundo natural, y que la significación que les proporcionan
acerca de las cosas entre las que el hombre vive se identifica con
su propia existencia. La verdad del mito, en otros términos, no
reside en el hecho de que cuente una historia, sagrada porque
sería la de unos dioses o unos seres superiores al hombre, sino
que estriba en el mero hecho de que, al ser lenguaje de hombres,
el mito expresa para este último una experiencia vivida en lo más
hondo de su ser, revelándole los sentidos fundamentales de cuanto
lo rodea. Felix qui potuit rerum cognoscere causam ... : en estos
versos de Virgilio no hay que ver, como se pensaba, el principio
de un proceso de desmitificación, sino, por el contrario, el fun-
damento mismo y toda la riqueza existencial del pensamiento
mítico.
c) Mito y fe cristiana
Este procedimiento seguirá siendo utilizado por los cnstlanos
de la antigüedad y de la edad media, para los cuales e! Antiguo
Testamento es un gigantesco y grandioso mito tras el que se
oculta el Lagos, que posteriormente revelaría a los hombres el
Nuevo Testamento. Desde los Padres de la Iglesia 22 a Bultmann
y a algunos teólogos de «la muerte de Dios», la teología ha sido
concebida a veces como una empresa de desmitificación, en el
sentido de que es interpretación existencial, antropológica, de
los mitos bíblicos. Lo que importa en dicho procedimiento no
es ya el contenido objetivo de las representaciones que pueda
haber en ellos, sino el entendimiento de la existencia que ponen
de manifiesto.
Aunque los límites de este libro no permiten un debate a
fondo de las relaciones entre mito y cristianismo, problema que
ha ejercido una profunda influencia en toda la vida intelectual y
religiosa de nuestro siglo xx, tendremos sin embargo que esta~
blecer algunas precisiones al respecto. La originalidad de! cris-
tianismo en comparación con otras experiencias religiosas estriba
en que mantiene que, como consecuencia de una tradición judía
llevada hasta su término lógico, la inmanencia real de 10 divino
se ha realizado, por la Encarnación, en el tiempo de la historia
humana. Este hecho, que tiene unas causas -la promesa de
Yahvé- y unas consecuencias -la salvación de la humanidad
redimida por el Hijo de Dios-, no aconteció en una tempora-
lidad mítica, sino en el transcurso de la historia humana. ¿Hay
que deducir de ello que este misterio pueda redudrse a un modo
de historicidad? La doctrina cristiana, que cree que Jesús es Dios,
y que tras su vida y pasión vuelve junto a su padre y se reintegra
a la gloria divina, «de donde vendrá a juzgar a los vivos y a los
muertos», 10 niega. La noción de un tiempo cíclico ha sido, pues,
sustituida por un tiempo lineal, o mejor dicho, por la tempora-
22 Por ejemplo, J. Daniélou, La Démythisation dans rEcole d'Alexan·
drie, en Il problema della dimitizzazione, pp. 4549.
Sobre los mitos 245
lidad de lo existencial, que es la de la salvación de cada hombre,
que debe ayudarse, para lograrla, de otra temporalidad litúrgica
circular. Esta sitúa al creyente en una contemporaneidad del illud
tempus, es decir, que le permite una conducta mítica. En efecto,
la experiencia cristiana es una imitatio Dei) repetición litúrgica de
los acontecimientos principales de la vida de Jesús, reunidos ritual-
mente en un breve tramo de tiempo sideral: nacimiento, epifa-
nía, bautismo, pasión, muerte, resurrección y ascensión, que es
su término provisional hasta que acontezca la Parusía. Por esta
proyección de la historia en el tiempo sideral, el cristianismo
apenas ha hecho otra cosa que reanudar y desarrollar lo que el
judaísmo ya había realizado con algunas fiestas temporales, seña-
lando las grandes divisiones cósmicas del año e integrándolas a
la historia de Israel (fiesta de la Pascua, del Tabernáculo, de las
Luces, de Hanuca, etc.). Pero al hacerlo tropezaba con otros usos
religiosos contemporáneos 23.
Podemos limitar el análisis de las relaciones entre mito y fe
cristiana a este aspecto de la organización religiosa del tiempo.
El problema planteado por las teorías bultmanianas sobre la des-
mitologización del cristianismo es muy importante. No podemos
despacharlos recurriendo simplemente a la idea de una moda pa-
sajera, que por 10 demás los Franceses, como en muchas ocasio-
nes, han acogido con demora y han propagado a contracorriente.
Todo el mundo sabe que R. Bultmann es partidario de la idea,
perfectamente evidente, de que estamos separados del Nuevo Tes-
tamento por una distancia concreta. Esta distancia es mítica, y
nosotros vivimos inmersos en una mentalidad racional y cientí-
fica. Si queremos percibir lo esencial de ese pensamiento religio-
so, resulta necesaria una interpretación. Ahora bien, según Bult·
mann, es mítica toda forma de representación en la cual 10 que
no pertenecía al mundo, o sea, lo divino, aparece como pertene~
ciente al mundo, según una formulación demasiado humana. No
solamente la cosmografía del Nuevo Testamento ha quedado del
todo caduca, sino que toda la vida de Jesús y el hecho mismo
de la Encarnación están relatados en términos míticos, en un
contexto de ángeles, de demonios, que asimismo encontramos en
la apocalíptica judía y en los mitos gnósticos. Sin embargo, la
crítica aplicada por Bultmann a los mitos del Nuevo Testamento
d) Remitificación contemporánea
La cuestión planteada por el análisis de los diferentes procesos
de desmitificación es en última instancia la de saber si, allende
las reacciones intelectuales y racionales del espíritu humano, exis-
te en el hombre una verdadera función mítica. Se sabe que la
psicología de las profundidades da a esta cuestión una respuesta
afirmativa. A un nivel de observaciones cotidianas, resulta que
nuestro mundo técnico y pragmático nos pone constantemente en
presencia de brotes míticos que se manifiestan en las conductas
colectivas e individuales de nuestros contemporáneos, aun cuan-
do estos últimos pretendan vivir en un mundo desacralizado. Es-
tos brotes atestiguan el vigor de una función mítica presente en
cada uno de nosotros. «La fuerza del mito -escribía con mucha
razón P. L. Landsberg- reside en que utiliza la facultad que
nuestros deseos tienen de producir imágenes en movimiento, y
series dramáticas de imágenes operantes en nuestros sueños» 28.
Ahora bien, este remozamiento contemporáneo del universo mí-
tico está alimentado en buena medida por los mass media 29. El
cine y la televisión marcan el retorno ofensivo de la imagen a
nuestro mundo cotidiano. Con ellos, nuestro tiempo recupera
unas cotas humanas que la civilización del libro nos había hecho
menospreciar excesivamente: en efecto, por obra de la imagen
accedemos a unos niveles de inconsciente colectivo que una cul-
tura demasiado exclusivamente intelectualista y racional nos im-
pulsaba a ignorar. Sabemos que ese mundo de las imágenes des-
dobla sin cesar la realidad vivida. Cada imagen contemplada ac-
túa como un test proyectivo y pone en movimiento, la mayoría
de las veces sin nosotros saberlo, determinadas intenciones la-
tentes, hace remontar a plena luz los arquetipos constitutivos del
BIBLIOGRAFIA COMPLEMENTARIA
S. G. F. BRANDON
DICCIONARIO DE RELIGIONES COMPARADAS
2 vals. 1553 págs. Ene. en tela
c. J. BLEEKER/G. WIDENGREN
HISTORIA RELIGIONUM
MANUAL DE H IS'fORIA DE LAS RELIGIONES
2 tomos, encuadernados en tela
Tomo 1: Religiones del pasado. 669 págs.
Tomo 11: Religiones del presente. 702 págs.
JosÉ M: BLÁZQUEZ
IMAGEN y MITO
ESTUDIOS SOBRE RELIGIONES MEDITERRANEAS E IBERICAS
529 págs. y 167 ilustraciones
GEO WIDENGREN
FENOMENOLOGIA DE LA RELIGION
628 págs. Ene. en tela
E. O. JAMES
INTRODUCCION A LA HISTORIA COMPARADA
DE LAS RELIGIONES
353 págs.
J. MARTÍN VELASCO
INTRODUCCION A LA FENOMENOLOGIA DE LA RELIGION
334 págs.
MIRCEA ELIADE
TRATADO DE HISTORIA DE LAS RELIGIONES
2 vals., 278 y 266 págs.
MIRCEA ELIADE
HISTORIA DE LAS CREENCIAS
Y DE LAS IDEAS RELIGIOSAS
3 tomos, encuadernados en tela
Tomo 1: De la Prehistoria a los misterios de Eleu-
siso 615 págs. y 114 ilustraciones.
Tomo 11: De Ruda al tri u n f o del cristianismo.
Tomo III: De Mahoma al ateísmo contemporáneo.
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