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La Guerra

es una Estafa
Smedley D. Buttler,
Mayor General del cuerpo de Infantería de Marina
de los Estados Unidos
La guerra es una estafa.-
Cuando el 21 de agosto de 1931, Smedley D. Buttler, Mayor General
del cuerpo de Infantería de Marina de los Estados Unidos, se presentó en el
edificio de la Legión Americana de Connecticut, dispuesto a leer el discurso
para el que había sido invitado, todos guardaron un respetuoso silencio y
esperaron sus palabras.
Porque Buttler no era un militar cualquiera: era el militar más
condecorado de los Estados Unidos. Había sido condecorado por el
Congreso con dos medallas de oro y poseía además la Medalla por Servicios
Distinguidos, y participado en tantas batallas, que era difícil recordar todos
sus nombres. Ahora se había retirado y quería dedicarse a otra causa, pero
nadie sabía cuál era.
Buttler se sentó con un ademán nervioso, pasó la mano por su
escaso pelo, y miró a su audiencia fijamente, luego comenzó a hablar. Aquel
discurso sorprendió a unos y molestó a muchos, porque dijo cosas que
jamás pensaron oír de boca de un destacado militar como él.

-Señores- dijo con voz tranquila- la guerra es una estafa. Siempre lo


ha sido. He pasado treinta y tres años y cuatro meses en el servicio activo
como miembro de la fuerza militar más ágil de nuestra nación: la Infantería
de Marina. Durante este periodo dediqué la mayor parte de mi tiempo a ser
un matón de primera categoría al servicio de la grandes empresas de Wall
Street y de sus banqueros. Fui un extorsionador, un intimidador, un pistolero
a las órdenes del capitalismo. En 1924 ayude a asegurar los intereses
petroleros estadounidenses en Méjico. Colaboré en que Cuba y Haití
fueran lugares apropiados para que los muchachos del National City Bank
tuvieran buenos beneficios. Ayudé a violar media docena de repúblicas
centroamericanas en beneficio de Wall Street.
La historia de intimidaciones y extorsiones es larga: entre 1909 y
1912, “iluminé” a la República Dominicana para vender su azúcar a U.S.A,
y en 1903 “enderecé” a Honduras para que las compañías fruteras hicieran
su negocio. En 1927, colaboré para que la Standard Oil pudiera actuar en
China sin ser molestada. Tuve una abultada cartera de intimidaciones y
extorsiones, por la que fui recompensado con medallas y honores. Pude
haberle dado consejos a Al Capone, él consiguió dinero para sus empresas
en tan sólo tres ciudades: los Marines operábamos en los tres continentes.
Los oyentes comprendieron que Smedley Buttler, un cuáquero, había
elegido el difícil camino del pacifismo, un camino que siguió hasta su
muerte, acaecida tan sólo nueve años más tarde. Y los Servicios Secretos se
estremecieron ¿ Qué hacía el militar más galardonado diciendo aquellas
cosas, revelando secretos que siempre hubieran debido quedar en la sombra?

Pero Smedley mostró la misma determinación que siempre tuvo como


marine, porque la situación en Europa le hacía sospechar que una nueva
guerra se avecinaba y quería alertar a sus conciudadanos de la creciente ola
de simpatía por el fascismo: dio discursos por todo el estado y cuatro años
más tarde escribió su libro: La Guerra es una Estafa.
En realidad en un pequeño libro de cinco capítulos, de lectura fácil y muy
recomendable, pero que casi nadie ha leído hoy en día. Buttler revelaba en
su libro el gran negocio de la guerra..

“Tras la primera guerra mundial surgieron oficialmente en Estados


Unidos al menos 21.000 nuevos millonarios y multimillonarios, sin contar
los que mintieron a Hacienda en sus declaraciones y que también se
enriquecieron. Pero de ellos ¿cuántos cavaron trincheras, cuantos pasaron
hambre en los refugios subterráneos infestado de ratas, cuantos pasaron
noches terribles sin dormir, esperando los bombardeos y las balas de las
ametralladoras? ¿ cuantos de ellos murieron o fueron heridos en los
campos de batalla? Cuando una nación gana un territorio con la vida de
todos, sus recursos son explotados por unos pocos que se enriquecen
rápidamente. Pero es el pueblo el que paga la cuenta, con cuerpos
destrozados, hogares rotos, depresión económica y subidas de impuestos"

Hoy en el mundo hay cuarenta millones de hombres armados. ¿ y


nuestros estadistas tienen la temeridad de decir que no se prepara una
nueva guerra? ¿ es que acaso esos cuarenta millones de hombres se
preparan para ser bailarines?
Ahora , sin embargo, se instiga el odio contra Japón, para proteger las
inversiones privadas que nuestros banqueros han hecho en Filipinas de
menos de doscientos millones de dólares, pero que nos han costado a todos
los estadounidenses más de seiscientos millones en treinta y cinco años ¿se
debe comenzar una guerra que puede costar billones de dólares y
centenares de miles de muertos y otros tantos mutilados física o
psíquicamente por doscientos millones? Pero es que los banqueros, los
fabricantes de armas, los armadores y los especuladores, tendrían
ganancias fabulosas. Ellos están preparando ya la guerra. Los banqueros
no se contentan con ganar el seis por ciento en un país, en paz, si pueden
ganar el mil por cien con una guerra.

Nuestra participación en la Primera guerra ha costado a cada hombre,


mujer o niño americano, cuatrocientos dólares, tres o cuatro generaciones
tendrán que pagarla, pero en tiempos de guerra se apela a la solidaridad,
todos deben “arrimar el hombro”, a eso se le llama patriotismo. Pero aquí
tenemos, por ejemplo, a los Du Pont, fabricantes de pólvora. ¿No declaró
uno de ellos ante el senado que fue su pólvora la que ganó la guerra, la que
salvó la democracia mundial? Pues bien, de 1910 a 1912, los Du Pont
ganaron seis millones de dólares, pero durante los años de guerra, sus
ganancias se elevaron a cincuenta y ocho millones de dólares, es decir, diez
veces más. Y lo mismo pasa con las empresas siderúrgicas , del cuero, o de
la alimentación.

Los banqueros financiaron esta guerra y recibieron todos sus beneficios.


Por ser considerados consorcios y no empresas, no tenían por qué informar
a sus accionistas, así que sus inmensos beneficios han quedado en secreto,
incluso ante la comisión investigadora del Congreso. Porque las empresas
vendieron sus productos a amigos y enemigos: nuestras botas también se
vendieron en Alemania.

Los bonos patrióticos emitidos por los bancos, fueron otro engaño que
sólo benefició a los bancos. En otros tiempos, los soldados cobraban una
recompensa en dinero cuando se ganaba un objetivo, pero ahora no cobran
nada. Napoleón dijo hace tiempo “ los hombres viven enamorados de las
condecoraciones”
Así que se les atiborró de patriotismo y se cambió la recompensa por las
condecoraciones. Hasta Dios apoyaba matar al enemigo, porque la
guerra traería la democracia al mundo entero. Nadie les dijo que la
guerra se hacia por dólares y centavos…”

Aquel libro era un problema para los banqueros, porque Buttler era el
militar más querido entre el ejército y tras la guerra, muchos veteranos
estaban en paro y sin dinero, si la gente se ponía de su parte, habría
problemas, así que intentaron comprar a Buttler, todos los hombres tenían un
precio, seguro que Buttler también.

Los Du Pont y la banca J.P. Morgan con apoyo de los Rockefeller, la Sun
Oil y la General Motors , entre otros, habían constituido la Liga
Norteamericana por la Libertad y mandaron a Gerald. P. MacGuire para que
hablara con Buttler: querían establecer en EE.UU una dictadura fascista y
le ofrecían trescientos millones de dólares para que capitaneara un ejército
de 500.000 veteranos y desempleados que marcharían sobre Columbia;
aquella marcha provocaría la caída del gobierno. Buttler simuló estar de
acuerdo: quería llegar hasta el fondo de aquella conspiración y conocer los
nombres de los implicados. Cuando reunió toda la información lo denunció
ante el Comité de Actividades Anti Americanas.

Pero Buttler no contó con que sus enemigos dominaban los medios
periodísticos. El Nueva York Times apoyó a la Liga, dijeron que su denuncia
era exagerada, que todo había sido una charla de cóctel y muchas revistas
publicaron caricaturas y se rieron de sus temores, hasta el alcalde de Nueva
York desacreditó a Buttler por tomarse en serio una broma de un día de
fiesta. Aunque el Comité reconoció que la denuncia de Buttler era verdad,
no consiguió nada : ni un solo miembro de la Liga fue llamado a testificar o
acusado de traición.

Y cuando se creó el Consejo de Relaciones Exteriores, para llevar los


asuntos políticos americanos en el exterior, prácticamente todos los
integrantes de la Liga, eran sus mandatarios. La influencia de la grandes
fortunas continua: este consejo controla casi la totalidad de los medios de
comunicación convencionales y determina, hoy en día, la diplomacia
estadounidense.
AButtler se había retirado a vivir con su esposa a Filadelfia, pero seguía
con su guerra, daba charlas y conferencias a todos los que quisieran oírle:
era una china en el zapato de la gente poderosa. Cinco años más tarde,
después de unas semanas de encontrarse mal, fue ingresado en el Hospital
Naval de Filadelfia, su mujer trato de animarle, incluso le trajeron su coche
nuevo que acababa de comprar y que él vio con tristeza desde su ventana:
murió en pocos días, a los cincuenta y ocho años. Su médico dijo que había
muerto de un cáncer gastrointestinal o “algo similar”. No hubo autopsia.

Autor: Níssim de Alonso para revistadehistoria.e

Mayor General Smedley D. Buttler,

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