La utilización de la emigración cubana por los gobiernos norteamericanos como "punta de
lanza" contrarrevolucionaria activa y directa de una parte y por otra indirectamente como "modelo de comunidad hispánica próspera" enfilada hacia nuestra sociedad, pero también, hacia el resto de las minorías existentes en EE.UU. y como modelo para la América Latina (con políticas gubernamentales que privilegian a esta inmigración) ha contribuido a la perpetuación de un fuerte núcleo de "cultura plattista e intolerante" de un sector muy reaccionario de esta emigración, asentado fundamentalmente en Miami. Estos pretenden conservar en una estampa congelada y apologética la "Cuba de los 50" frente a la Cuba revolucionaria, negando a priori toda la Obra de la Revolución, pero vendiendo la idea de un EE.UU. "reconstructor y salvador" de Cuba, difundiendo con poderosa exaltación a esa "Cuba congelada" como la que ha de retornarse en una transición hacia la democracia en nuestro país. Las administraciones republicanas de los 80, de Reagan y Bush (padre) regenteadas por los Informes Santa Fe I y II[81]—sin mencionar claramente el nombre de Cuba---suponían derrocar los procesos revolucionarios eliminando "la Fuente". La fuente podía ser Cuba, pero también el Socialismo, y estas administraciones, unidas al resto de Occidente, trabajaron intensamente en demostrar que los países socialistas contaban con "ventajas comparativas" para alcanzar sociedades capitalistas exitosas, pero que sus economías en crisis se debían a la disfuncionalidad de sus sistemas políticos por lo que para "transitar a la democracia" de manera rápida y a bajo costo social necesitarían: nuevos "agentes democratizadores", "reformas institucionales", "libertad de mercado" y una asistencia externa: capital, tecnología y mercado que sería proporcionado por Occidente. La estrategia de desintegración del socialismo en la Europa Oriental y la URSS, una vez concluida con el Derrumbe, ponía en marcha bajo la "teoría del Dominó", la suposición de que su empleo para Cuba podría traer los mismos efectos, estimulándose las acciones contrarrevolucionarias de "cambio de régimen" para La Habana repetidas hasta la saciedad en los volantes de "Hermanos al Rescate". En ese contexto, tal y como proyectaron su accionar contra el campo socialista lo hicieron con Cuba: financiamiento, promoción y dirección externa de la contrarrevolución, pero con una singularidad, a partir del Derrumbe, el imperio concentró todo su poderío, redobló el bloqueo, multiplicó las campañas mediáticas, presionó con más fuerza a terceros países y elevó a cientos de millones de dólares el financiamiento para acciones subversivas. Las décadas de los 80 y los 90 fueron pródigas en la gestación de grupúsculos contrarrevolucionarios (denominados así por su ínfima membresía de 2, 3, ó 5 personas, a veces las mismas en diferentes organizaciones autotituladas "nacionales", incluso algunas solo integradas por vínculos de parentescos) tanto en Cuba como en los EE.UU. Sus coordenadas ideológicas se definen por su constante proyección en la recuperación del pasado perdido, en la glorificación abierta, descarada, de los valores más conservadores, antinacionales y en el enriquecimiento parásito que propicia la politiquería (la corrupción política, todos persiguiendo el dinero que el gobierno norteamericano destina para desestabilizar a Cuba, a costa—por supuesto-- del contribuyente norteamericano.) Reagan en su cruzada anticomunista auspició las creación de la organización terrorista Fundación Nacional Cubanoamericana (FNCA) y para auxiliar la distribución de los fondos gubernamentales de su política se crean otras instituciones como la National Endowment of Development (NED- Fondo Nacional para el Desarrollo) y el Albert Einstein Institute, ambas grandes mediadores y promotores del financiamiento de la USAID (Agencia gubernamental para el Desarrollo Internacional). Nunca ha quedado claro ¿a qué "desarrollo" se dedican? salvo para la subversión.