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A vueltas con el auge de la corrupción política

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26 Octubre, 2009 - 01:00h

MI compadre El Miscelánea, que vive en Chipiona desde que se jubiló de Marcamadrid, está
verdaderamente indignado porque ha escuchado en una emisora de radio una frase que considera
comparable a una herejía. Me cuenta de movistar a movistar, que un individuo cuyo nombre no
recuerda, dijo en una de las tantas tertulias radiofónicas: "La corrupción política es algo intrínseco
de la democracia". Y El Miscelánea se recrea en afirmar: "Creo que si hay gente que piensa así y
difunde su parecer, estamos abocados a desconfiar de todas las personas que ocupan cargos
públicos. Y yo conozco a ediles que en paralelo a sus distintas ideologías, realizan un trabajo
honrado en provecho de la ciudadanía. El hecho de que existan políticos corruptos en todos los
partidos, cada vez más, desde luego, no es razón para generalizar al respecto."

Indiscutiblemente, mi compadre El Miscelánea está en lo cierto. El porcentaje de políticos que


existe en España, entre los municipales, los autonómicos y los generales, es desmesurado. De ahí
que dentro de tamaña mayoría, sea hasta lógico que aparezcan delincuentes de guante blanco,
hasta el punto de que se revelen casos de corrupción alarmantes por su dimensión en cuanto a
dinero y corruptelas de toda índole administrativa. Lo cual no es óbice para que continuemos
confiando en la clase política de este país. No obstante, también está en lo cierto mi compadre El
Miscelánea cuando me comenta: "Lo que me causa extrañeza y me repudia, es que en los partidos
políticos no exista mayor rigor en el control de las actuaciones correspondientes a la concesión de
obras y liberación de terrenos, que es cuando y cómo, según los escándalos que se publican, hacen
los políticos corruptos su agosto". No cabe duda que los ejemplos de corrupción política están
adquiriendo últimamente un auge insospechado. Y El Miscelánea me apunta: "Igualmente se está
poniendo en evidencia que en muchos de los casos no se trata de individualidades, sino de grupos
organizados en las distintas entidades públicas, compinches dedicados a ganar dinero a mansalva.
Contubernios, en una palabra, que están creando una desconfianza del personal en la función
pública. O sea, es un asunto peligroso para la democracia".

Asentimos a su aseveración. Y le recuerdo a El Miscelánea, que ya en mil ochocientos ochenta y


siete, el inglés Lord Acton dejó escrito en una carta a un obispo: "El poder tiende a corromper y el
poder absoluto corrompe absolutamente. Los grandes hombres son casi siempre malas personas".
Advirtiéndole a El Miscelánea que estamos de acuerdo con la primera afirmación, pero no con la
segunda. Y es que tanto mi compadre como quien suscribe, sabemos que en lo concerniente a la
corrupción política tan en boga no hay que generalizar, solamente cabe repudiarla rotundamente.

https://www.diariodejerez.es/opinion/articulos/vueltas-auge-corrupcion-
politica_0_308669892.html

AUGE Y VERGENZA DE LA
CORRUPCIÓN
Independientemente de la controversia accidental sobre el tema de la moral pública en las
campañas electorales, se pregunta uno por qué el cáncer de la corrupción va resultando
superior a la capacidad o a la voluntad de erradicarlo. Desde todos los ángulos se alzan
indignadas voces condenatorias. Hasta movimientos políticos se proclaman constituidos
para combatirla. Nadie sale a su palestra. Nadie dice quererla. Grave dolencia al fin y al
cabo, se la padece con resignación, aunque no se la consienta. La corrupción, sin embargo,
resiste todos los tratamientos, se nutre a sí misma, hincha sus propios tejidos. No le valen
irradiaciones ni quimioterapias. Ni a veces se encuentra quién se resuelva a aplicarlas.
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Por: ABDON ESPINOSA VALDERRAMA

19 de agosto 1993 , 12:00 a.m.

Qué fuerza secreta la ampara? Sin duda la de sus generosos provechos, no siempre
clandestinos. La cadena de la felicidad por ella formada extiende tentadoramente sus
proditorios eslabones. Por su índole, tiene más facilidad de penetración e infiltración que el
mal también crónico de la violencia. Entra donde menos se piensa. Y, lo que es más raro,
protege con extraña inmunidad a sus agentes y validos. De los empeños concretos por
eliminarla suele salir airosa, merced a sutiles complicidades.

Al sistema político y económico ha acabado por incorporarse, como lubricante ineludible


de muchos de sus engranajes. Con velado cinismo se acepta que si no fuera por su
asistencia se atascarían o no funcionarían a tiempo. Por descontado se dan el aserrín en los
contratos, los dineros por debajo de la mesa, el aprovechamiento afrentoso de las
posiciones públicas. Una recompensa mayor que la legalmente reconocida debe haber para
el cumplimiento de determinados actos y para la prestación de diversos servicios.
Reglamentaciones hay, pero también formas de eludirlas sin aparecer violándolas, mediante
el pago de jugosos y reservados estipendios.

Curiosamente todo el mundo habla de la intensidad de la corrupción sin que tanto


murmurar tenga consecuencias. Será por la imposibilidad de precisar sus casos? Ni mucho
menos. A la luz pública se destapan delitos e indelicadezas, pero a la larga misteriosas
aguas lustrales limpian las culpas. Tal el arma predilecta del éxito fácil. No es menester
esforzarse demasiado. Basta comprar lo que se desea, ateniéndose a las reglas y a los
precios del mercado. A su moral desembozadamente utilitarista.

En lo pertinente, Galán habrá arado en el mar? Lo cierto es que la corrupción ha invadido,


como nunca antes, la vida colombiana y latinoamericana. Igualmente la de naciones
desarrolladas de Europa y Asia.

La dolencia no se limita a los cuadros del Estado. Véanse, si no, las defraudaciones
cometidas en la órbita de la economía privada y los halagos nacionales e internacionales
que ella ofrece para perforar sus más bien complacientes redes.

No es de olvidar que una de las actividades más ramificadas y poderosas de la presente


época actúa en todo el mundo al margen de las leyes. Por los mismos obstáculos que se le
oponen, se cree obligada a recurrir a la corrupción para superarlos. Es una de sus reglas de
juego, como de todo lo prohibido, si no se aviene a su desaparición y si no apela
directamente a la violencia. Al parecer, a Galán le cupo la amarga suerte de ser una de sus
primeras víctimas.

Pero la existencia del narcotráfico no debe servir de pretexto para excusar ni para
cohonestar el auge arrollador de la corrupción. Verdad es que ha florecido con sus flores
del mal en Italia y Japón, pero en esos países se tomaron providencias eficaces para
extirparla, considerándola vinculada al largo ejercicio de un régimen político. Será el
mismo el motivo para haberse extendido en la América Latina, aun en donde ha habido
alternación de los partidos en el poder? O habrá razones de filosofía y comportamiento que
le allanan el camino? Es lo que debemos preguntarnos.

Por lo intrínsecamente malsano de la corrupción; por cuanto frustra la esperanza de los


pueblos; porque gira en torno del enriquecimiento ilícito y conspira contra la estabilidad
democrática, urge aunar las voluntades en torno de la ardua empresa de ponerle coto. Lo
primero parece ser proscribir las complacencias o complicidades que a su mantenimiento
concurren. No haya a ningún nivel, ni de representación política ni de ningún otro género,
la tendencia a disculpar, como si fueran inocuas travesuras, delitos e indelicadezas que,
escudados en la noción utilitarista del mercado, atentan contra claros principios de decencia
y moral pública.

Apertura sin aterrizaje El caso del aeropuerto de El Dorado y de otros de Colombia es


desconcertante a la luz de la apertura comercial de sus cielos. Cuando todo incitaba a
construir una nueva pista, se la aplazó con torpeza inaudita, no propiamente por falta de
recursos. Como en otros ángulos del transporte, no se tuvieron en cuenta las necesidades
que a ojos vistas estaban creándose. Se prefirió obrar a ciegas, con manifiesta
improvidencia, no obstante conocerse las dificultades con que tropezaba un tráfico de suyo
intenso.
La apertura vino a agudizar pero no a provocar el problema. Su origen radica en la desidia
culpable con se contemplaron graves deficiencias de la infraestructura nacional. Acaso la
crisis de la deuda, en la década de los ochentas, debilitara la energía constructiva de la
Nación y del Estado. A partir de entonces, no volvieron a verse las obras de aliento de otras
épocas. Del pasado empezó a vivirse, sin perjuicio de escarnecerlo y aborrecerlo. El
descuido del aeropuerto de El Dorado ha sido todo un símbolo.

Naturalmente, no podía faltar la corrupción. Es, junto con la violencia, el mal colombiano,
por no decir latinoamericano. Mientras se concentraban cuantiosos dineros en levantar
elefantes blancos, a la postre convertidos en semilleros de escándolo y frustración, se
posponía lo que era esencial y apremiante. Ojalá la reparación del error se cumpla con
perfecta diligencia y, lo que es también importante, con escrupulosa honestidad.

Integración en marcha Complace observar que la integración con Venezuela es un ideal en


marcha. No en vano el ex presidente Eduardo Santos afirmaba que nuestra relación con ese
país debía ser la pieza maestra de la política internacional de Colombia. Felizmente lo va
siendo. También a la inversa, después de un período en se volvieran la espalda y dejaran
crecer perturbadoras cizañas.

Razón tenían quienes en uno y otro lados de la frontera recomendaban echar a andar el
proceso integracionista sin esperar a que se llegara a acuerdo sobre la delimitación de las
áreas marinas y submarinas. Había que enseñar a convivir a los dos pueblos. A compartir
trabajos y esperanzas, sobre la base de beneficios recíprocos, como los que comienzan a
percibirse. Lo demás vendría por añadidura.

https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-198336

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