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Manuel Velasco
Odín
• Ek em Óðinn (Yo soy la Furia)
• Rúnatýr (Dios de las runas)
• Bági ulfs (El enemigo del lobo)
• Fjallgeiguðr (Dios cambiante de forma)
• Bölverkr (El hacedor de maldades)
• Faðr galdrs (Padre de cantos mágicos)
• Bileygr (El ojo que destella)
• Hrafnaguð (El dios Cuervo)
la idea de “hay un problema con Hildolfr”. Muy propio de los lobos llamar
así al Alföðr, como si fuera el jefe de la manada). Pero, ¿qué problema podría
tener Óðinn para que uno de sus lobos guardianes acudiese a él? ¿Y por
un problema especial.
Los einherjar que montaban guardia abrieron la puerta y los dejaron pasar.
noticias.
A simple vista, no había nada especialmente inquietante en la actitud de
había visto Hermóðr infinidad de veces. Pero lo que sí le preocupó fue que la
lanza Gugnir estaba caída y que los cuervos Hugin y Munin revoloteasen
Hermóðr acercó al trono una de las lámparas, bajo la atenta mirada de los
lobos. Nunca hubiera hecho una cosa así de no albergar la certeza de que a
uno de sus viajes; en esta ocasión sus pasos le habían llevado hasta las
tiempo atrás la cabeza de Mimir, el sabio decapitado por los Vanir. Y había
había un ojo como por las cosas, terribles sin duda, que había aprendido al
La luz dejó ver cómo los mechones del pelo blanco le caían sobre el pecho
supo que todo estaba preparado para que emprendiese un viaje en busca
del remedio para ese mal que aquejaba a Óðinn. Así que subió a lomos del
travesía.
paisaje invernal en el que la luz azulada hacía saltar destellos entre los
cristales de nieve que cubrían pinos y abedules. Era muy agradable verlo
todo desde arriba, como solo pueden hacerlo pájaros y dioses. O los
caballos capaces de traspasar las barreras entre los mundos, y que pueden
ser cabalgados por un dios; pero era algo que no harían nunca los gigantes,
Los cuervos se adelantaron cuando alcanzaron una montaña, tal vez para
figura femenina vestida con pieles, que parecía esperarlo: Skaði, la cazadora.
Así que, aquella parte del Jötunheim debía ser el reino de Thrym.
Tiempo atrás, aquella hembra gigante había llegado al Asgard hecha una
raptado a I∂unn y de sobra se merecía la muerte por todos los daños que
les ocasionó a los dioses, que de pronto se vieron privados del alimento que
que desprendían los einherjar en sus combates diarios del Valhalla. Era
ella eligiese. Pero la elección no fue muy afortunada, pues Njörðr, aquel que
eligió atraída por sus hermosos pies, amaba la esencia marina de su palacio
Nóatún, mientras que ella odiaba el ruido constante del oleaje rompiendo
aullido de los lobos y el deslizamiento sobre la dura nieve con los esquíes
regresar a Thrymheim, pero no sin antes pasar por Asgard para manifestar
de universos podría dar: los ojos del gigante Thjazi formarían parte del
cielo nocturno como nuevas estrellas. Y aquello sí que le llegó a Skaði hasta
endurecido una lágrima y esa leve sonrisa que había desaparecido desde la
muerte de su padre.
presencia del dios mensajero junto a las aves de Óðinn, y sin mediar tan
plato vacío; ella acercó otro para él y le sirvió el guiso con un cazo.
Hermóðr vio que entre el caldo había pequeños trozos de carne y, por la piel
que había visto puesta a secar en la pared exterior, comprendió que era de
ardilla. Tras unos sorbos de tanteo y aceptación, comió con ganas, aunque
hubiera tenido que dividir en dos por culpa de una visita no anunciada con
tiempo suficiente.
una belleza, ni aun entre los gigantes, y ella lo sabía. Nada que recordase ni
los graznidos de los cuervos, como dándole prisa; estaba claro que allí no
Entonces Skaði le entregó un objeto envuelto en una piel. ¿Era un regalo del
piel para ver qué era, pero ella puso sus manos encima con brusquedad.
“Que no le dé la luz”, dijo con una voz que a Hermóðr le pareció la que podría
tener un viejo árbol si pudiese hablar. “Llévaselo a él”, añadió antes de dar
Estaba claro que aquel “él” no podría ser otro que el mismísimo Óðinn; así
desenvolvió la piel para ver qué contenía. Era una bola de cristal que
desprendía una ligera luz rojiza. Se la acercó para intentar ver algo en su
hubiese librado de esa suciedad que se pega al espíritu a lo largo del tiempo
ellos también podrían compartir esa experiencia. Así que acercó la bola a
de que había entendido bien. Se apartó la placa metálica que cubría el ojo
resonó en la cabeza de Hermóðr, aunque este no pudo ver que moviese los
labios. “Ahora puedo mantener alejadas a las sombras. Un buen regalo que
preparó para hacer uno de sus viajes sin decir a dónde ni cuando regresaría.
Aunque Hermóðr se imaginó una nueva historia de amor (en este caso con
cierta giganta cazadora medio salvaje) que pronto sería cantada por Bragi
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