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La obra de Eduardo Galeano, se ha distinguido por su función de denuncia social

ante las injusticias que operan en el mundo actual; éstas injusticias son producto de
la configuración desigual del mundo, desde tiempos de la conquista se han marcado
dos polos sumamente contradictorios, opresores y oprimidos, como los nombran
autores que analizan estos temas a profundidad, Enrique Dussel por ejemplo. No
obstante, lo que aquí nos interesa es dar cuenta desde qué punto se nos narran los
hechos y cómo logra el autor, a través de recursos literarios como la ironía,
proponerle y/o contarle al lector los hechos tanto históricos como cotidianos, de una
América muy peculiar.

Como ejes de nuestro estudio, tomaremos la propuesta de Caparrós, M.


(2016) y Villoro, Juan. (2005), estos dos autores nos dan su particular modo de
concebir la crónica. En Ornitorrincos Notas sobre la crónica, Juan Villoro nos
presenta su peculiar versión de lo que es la crónica. Para empezar, vuelve la mirada
hacia atrás, a los años en que él era estudiante y cómo en ésta época no era tan
bien vista la profesión de periodista, pues, menciona que uno de sus profesores de
la licenciatura hacía referencia a ésta de manera despectiva. Dicho esto, el autor
nos irá narrando cómo fue cambiando la profesión de periodista, quiénes se dedican
a ella y, lo más importante: el híbrido que se forma entre la ficción, es decir la
literatura, novela, cuento, poesía y el relato verídico, en este caso, la nota
periodística.

La crónica, se debate entre la ficción y la realidad, y hay varias razones por


las que se da este fenómeno. Una de ellas es que quienes lo cultivan, por mucho
tiempo fueron o son escritores que, para ganarse el pan, entran a trabajar como
redactores en periódicos y convierten el hecho del que fueron testigos en una
narración que sin dejar de ser objetiva, mezcla la parte subjetiva del autor para
lograr una versión y visión del hecho. Entonces, la crónica se convierte en “la
encrucijada de dos economías, la ficción y el reportaje”. (p.13) Otra de las
características de este género, es la valoración social del hecho, para muchos hay
una gran distinción entre los escritores y los periodistas, como si fueran profesiones
que nada tienen en común; esto supondría que sus creaciones no tendrían nada en
común, sin embargo, Juan Villoro destaca que la crónica lograda es literatura bajo
presión.

Para volvernos más amena la explicación de lo que es éste género, lo


compara con un animal, el ornitorrinco, un mamífero que posee cualidades de otras
especies; así es la crónica, una narración donde se encuentra un poco de cada
género literario y no ficticio, como el ensayo; de ellos se toman cualidades que le
van dando su configuración especial, porque no es ni ficción ni periodismo. Su valor
de verdad oscila entre la subjetividad del cronista, lo que él vio y atestigua y la
inalcanzable veracidad; le es imposible replicar en su narración, la totalidad del
hecho como un momento completo, que se abarca a través de todos y cada uno de
sus ángulos. Por este motivo, el cronista toma el hecho a cierta distancia y lo replica
a su manera, para ello tiene que tomar en cuenta hasta dónde comprende y se
compromete con el hecho, es decir, se pone en juego su grado de objetividad. Qué
tan cerca está del evento y para qué fin lo hace. Estas decisiones harán de su
crónica un escrito especial, único, diferente al reportaje y a la literatura, con la
posibilidad de que entre sus líneas se encuentre la magia de todos los elementos
ya mencionados.

Para Caparrós existe un tipo de periodismo particular que procede de la


literatura, en el cual se “literaturiza el periodismo”; el periodismo que practica en sus
crónicas culturales, por ejemplo. Sin embargo, denuncia que cada vez se hace
menos crónica puesto que los editores de los periódicos están más preocupados en
ganarle el público a otros medios de comunicación como la televisión y la radio, que
en hacer periodismo de calidad, incluso se han atrevido a inventar un nuevo receptor
de sus textos: el lector que no lee; causando así una grave problemática ya que los
lectores se caracterizan por leer.

Haciendo un recuento histórico, Caparrós señala que la historia de América


se formó a partir de crónicas, “de los relatos que sus primeros viajeros más o menos
letrados hicieron sobre ella”(2016, p.428) su manera de contar y describir el nuevo
mundo, era a partir de lo que ellos conocían, y es en base a ese choque y
extrañamiento, que se construye el cimiento de la crónica.
Si bien, la crónica y la palabra escrita fueron los primeros medios por los
cuales no sólo se difundía la información, sino que se daba a conocer el mundo, con
el pasar de los años y debido a conocer el mundo, con el pasar de los años y debido
al avance tecnológico, las imágenes fueron robándole espacio a las palabras y se
convirtió esta última en el medio más atractivo para comunicar los hechos.

Sin embargo, la crónica se constituye a partir de pequeños detalles que la


hacen más precisa y objetiva, como lo es la observación a detalle de los hechos,
inclusive Caparrós hace una comparación de la labor del cronista con el hombre
primitivo que estaba alerta a todo momento en el instante en que asechaba a su
presa ya que en cualquier segundo ésta podría aparecer ante sus ojos; así pueden
surgir los hechos, imprescindibles, por eso el buen cronista ha de estar atento. Es
en el momento inesperado donde se refleja la magia de lo cotidiano, donde se lucha
contra el periodismo que sólo observa a los ricos y famosos, que pretende dar una
sóla lectura de la realidad. Es ahí donde la crónica entra y narra sobre vidas
mundanas y situaciones que parecían, bajo otra óptica, intrascendentes.

Su lenguaje también es muy diferente, no busca figurar como objetivo en el


sentido de negar la subjetividad ya que en el mundo del periodismo se menosprecia
bastante éste último rasgo de la escritura puesto que se le considera como alejado
de la verdad. No obstante, para nuestro autor, es imposible que no se asome en los
escritos informativos, aunque sea un atisbo de subjetividad, pues es un sujeto quien
piensa, ve y organiza la información, quien decide lo que aparecerá y lo que queda
descartado. De ésta manera se nos desengaña de la idea socialmente aceptada de
que el periodismo es completamente neutro y objetivo; que para lograr sus objetivos
debe eliminar la primera persona y con esto no nos referimos a la forma gramatical
solamente sino a la experiencia personal que se busca transmitir dibujando los
sucesos para que el lector se cree su propio panorama y que éste no le sea
impuesto por la narración.

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