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G02 Jot ” Matthew Johnson Ariel Historia “ Teoria arqueolégica Una introduccién Editorial Aria, SA b Barcelona 216 TEORIA ARQUEOLOGICA. UNA INTRODUCCION arqueologfa en la préctica intelectual y académica. Més que répli- cas 0 refutaciones a la filosofia postmodernista, estos debates son sintomaticos de las dificultades que conlleva trabajar bajo la in- fiuencia de la condicién postmoderna. Todos los participantes de estos debates han contemplado las cosas a través del cristal de las certidumbres ingenuas de la ret6rica positivista y han experimen- tado las realidades de un mundo que es incierto y dificil de vivir. CaPiTuLo 12 CONCLUSION: CONFLICTO Y CONSENSO Un momento, por favor. Ahora me doy cuenta de que ha habido una ‘gran omisin que no podemos permitir que siga. ¢Qué es teorta? No pode- ‘mos acabar sin haber definido el término teorta Bien, vimos en el capitulo 1 que habia diferentes definiciones de teorfa. Seguin su punto de vista teorético, cada uno escoge la que ms le gusta. Recordemos la figura 4.1. Para muchos positivistas, la teorfa es un conjunto definido de proposiciones que pueden presentarse y contrastarse con relaci6n a los datos. Para los proponentes de la teorfa de alcance medio existen una serie de métodos que permi- ten contrastar la teorfa con los datos. Segiin este punto de vista, la teorfa se define de forma estrecha y precisa. Se trata de un conjunto de proposiciones generales, que puede consistir en generalizaciones acerca del registro arqueol6gi- co («la formacién de los Estados se correlaciona con la aparicién de redes redistributivas de intercambio») 0 sobre cémo debemos abordar el trabajo arqueolégico («tenemos que convertir la con- trastabilidad en el criterio central de nuestra epistemologfa»). Los datos que manipulamos no pueden cambiarse, segiin esta perspec tiva: existen independientemente de la teorfa que utilicemos. Mu- chas de las cosas que hacemos como arquedlogos (muestreos, re- cuperacién de restos esparcidos de cerémica...) son simples técni- cas. Las cuestiones que las técnicas solucionan pueden tener un contenido tedrico, pero las técnicas en s{ y los datos quedan fuera del dominio de la teorfa. En el otro extremo se mueve el punto de vista que piensa que toda la arqueologfa es teorética, por lo que la teorfa es definida de 218 ‘TEORIA ARQUEOLOGICA. UNA INTRODUCCION forma muy general, Como vimos, los postprocesualistas piensan que las técnicas y los datos conllevan una carga teérica que obliga a los arquedlogos a estar preparados para teorizar en cualquier momento del trabajo. Algunos incluso van mas lejos y siguiendo la teoria critica arguyen que muchas técnicas presentadas como neu- tras contienen una enorme carga te6rica. Recuérdese que para los postestructuralistas, incluso una frase banal sobre la realidad de los hechos, como decir «hay 23 molares de cerdo en el nivel 346», representa una suerte de declaracién, perteneciente a un texto, que puede ser deconstruida. Los postprocesualistas pueden tomar otra Ifnea de ataque: «Por supuesto que el ntimero de molares de cerdo es una afirmacién sobre unos hechos: pero ¢por qué apare- ce donde aparece en este texto? ¢Por qué el director de excavaci6n decidié poner tanto énfasis en la reconstruccién econémica de es- te yacimiento hasta el punto de excluir otros elementos?» De la misma manera que las feministas piensan que la desigualdad pe- netra a fondo la vida cotidiana, y tantos otros quieren hacer en- tender la importancia de la politica, este punto de vista sostiene que toda o casi toda actividad arqueolégica cae dentro del ambito de la teorfa, Shanks y Tilley escriben: La teorfa es totalmente subjetiva. No es un producto técnico ‘cualquiera de un especialista, sino una produccién delimitada y loca- lizada que surge de una interaccién especifica y contextualizada en- tte los individuos, las experiencias que traen consigo estos indi duos, la manera en que interactiia su vida y su trabajo, y la forma en que los arquedlogos se las componen para llegar a disponer de un cuadro del pasado basado en los restos de materiales contingentes (Shanks y Tilley, 1987: 212-213). He intentado ser comprensivo con las diferentes posiciones teoréticas, por lo que cualquiera que sea la opcién teorética que decidas adoptar, ya es cosa tuya. Definir una posicién intermedia éLo és realmente? Es tu opcién, pero hay muchas posibilida- des de que la opcién que escojas sea categorizada e interpretada antes de que tengas la oportunidad de abrir la boca para justifi- CONCLUSION: CONFLICTO Y CONSENSO 219 carte. Serds etiquetado de «extremista» o de «moderado», de forme» o de «marginal», de «empfrico ingenuo» o de «relativista resbaladizo», segiin la opcién que tomes. ¢Quién se encarga de de- finir lo que es cada cosa? ¢Quién decide qué direccién ha de to- mar la teoria? Quiero presentar al respecto cuatro puntos de vista distintos: La ciencia trabaja de forma responsable. Creamos nuestros da- tos en el presente. Procuramos mediante el uso de andlisis de reco- Rocimiento de patrones obtener un conocimiento sobre la forma de organizacién del pasado, Proponemos ideas sobre la naturaleza de las organizaciones del pasado y sobre su evolucién. En esta situa- Ci6n, el cientifico adquiere responsabilidad sobre el proceso de adquisicién de experiencias con el fin de poder proporcionar com- probaciones reales sobre la precisiGn y utilidad de sus ideas. Un aprendizaje responsable depende de hasta qué punto el perfil de la investigacién expone al investigador a ambigiedades, inadecuacio- nes ¢ imprecisiones en las ideas que gufan tanto la produccién de datos como las tentativas para comprenderlos. Pero la clave para conseguir el éxito en nuestro trabajo es el mundo de la experiencia. EI mundo externo existe por derecho propio y ello incluye las pro- piedades del registro arqueol6gico... Pretender que nuestras herra- mientas cognitivas nos afslan del mundo exterior es una falsedad (Binford, 1987: 403). Durante los aftos setenta, estructuralistas, postestructuralistas y Juego «postprocesualistas» reaccionaron contra el funcionalismo de la Nueva Arqueologfa, pidiendo un mayor énfasis en las ideas y las creencias de las sociedades de! pasado y criticando la idea de la ne- cesidad de contrastar todas las hip6tesis, puesto que todo conoci- miento es subjetivo. Los procesualistas respondicron reafirmando la importancia de la contrastacin —gde qué otra forma podriamos es- coger entre teorfas opuestas?—, aunque aceptaron la necesidad de indagar sin prejuicios en las ideas y las creencias, en los aspectos cognitivos de una cultura, y desarroilar una metodologfa acorde con la necesidad de reconocer el papel del individuo y de la estructura- cién en el comienzo del cambio. Una nueva s{ntesis cognitivo-pro- cesual parece que ha surgido en la década de los noventa. (Renfrew y Bahn, 1996: 473). La experiencia europea demuestra que podemos aceptar sin pro- blemas que el pasado y la arqueologia estan socialmente determina- dos y al mismo tiempo que no hay que renunciar a mantener un compromiso riguroso con el método cientifico... Como arqueélogos,

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