Breve relato sobre la vida de una bandada migratoria medio.

Artemio notó en su madre una

mirada de ligera melancolía, como si le

ARTEMIO doliera despegarse del recinto en que

pasaron el verano. Y no era para menos.
Varias semanas se pasaron padre y
Carlos Rodrigo Zapata C. (*) madre preparando el nido en el que
Artemio vino al mundo.

Ya se hallaba en pleno vuelo cuando vio

Las temperaturas comenzaron a bajar.
que los pájaros que habían ido por la
De a poco el aire se va tiñendo de una
derecha volvían al centro, mientras que
humedad gélida y el verde de los árboles
los de la izquierda mantenían el curso
empieza a perder su vitalidad. Las hojas
tomado, lo que a continuación fue
empalidecen y envejecen como viejos
imitado por el resto de la bandada. Un
pergaminos de la naturaleza, de un nuevo
tramo más allá, el grupo de los pájaros de
ciclo que concluye.
la derecha que ahora volaba en el centro,
se dirigió más a la izquierda, acentuando
Los pájaros empiezan a auscultar nuevos
de este modo aún más el giro de la
horizontes. ¿Adónde iremos a
bandada en esa dirección.
refugiarnos este invierno? La pregunta es
absurda, pues para los pájaros no existe
Excitante, pensó Artemio, no se había
invierno, su vida es un verano eterno,
imaginado que de este modo la bandada
pues puntualmente al inicio del otoño
fuera buscando su rumbo, alternándose
empacan sus plumas, mejor, las
un ala de la bandada con la otra,
extienden en busca de mejores
buscando siempre la vía más directa
temperaturas. Se buscan entre ellos
posible en cada caso. Así pasó Artemio
hasta reunirse en colosales bandadas y
un largo rato siguiendo el juego de ambas
luego emprenden vuelo al poniente.
alas que se desplazaban cada vez,
¿Cómo se guían, qué los conduce hacia
acentuando una a la vez la dirección del
su objetivo?
ala que mantenía el curso
insistentemente, para buscar una nueva
Esa era también la pregunta de Artemio,
orientación que les permita abreviar su
el más joven de los pájaros, nacido a
camino.
mediados del verano cuando todos sus
compañeros de generación ya se hallaban
Artemio vio como un pájaro fue
entre los vivos. Apenas si había tenido
alcanzado por un proyectil disparado por
tiempo de volar y ya volaba, pero no
un muchachuelo. Pensó, ese es nuestro
sabía cómo era eso del verano eterno.
destino, y continuó el vuelo. Al poco rato
vio sin embargo que una partida de
La bandada se aprestó a despegar.
pájaros se posaba en la copa de un árbol
Levantaron vuelo unos pájaros allí a la
y se quedaba acompañando al pájaro
derecha y al poco rato otros a la
herido. Pobres, pensó, ya no volveremos
izquierda. Madres y recién nacidos iban al
a verlos. Al cabo de horas de volar se
medio. Por fin les tocó despegar a los del
posaron en unas frondosas copas de
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árboles inmensos y cuando se disponían
a pasar la noche, oyeron las voces de los
pájaros retrasados que acompañaban al
pájaro herido. Artemio se quedó muy
intrigado y se preguntó, cómo habían
conseguido darles alcance y, sobre todo,
cómo pudieron encontrarlos.
Al otro día, debido a su inexperiencia de
volar, al tiempo que despegaba la
bandada, Artemio chocó su ala contra
una rama y quedó tan dolorido que no
pudo levantar vuelo. Su madre y otros
pájaros de la bandada percibieron el
percance y se quedaron a acompañarle.
El estaba muy agradecido, pero
preocupado e intrigado, si podrían volver
a hallar a la bandada. Pasó la mañana, y al
empezar la tarde Artemio se sintió
mejor. Su madre sugirió emprender
vuelo y la pequeña partida de pájaros se
puso en el aire.
Para Artemio era inimaginable cómo
podrían volver a encontrar la bandada,
pero tan pronto vio el accionar de sus
acompañantes comprendió la razón.
Ningún pájaro conocía la dirección en
que debían volar, tampoco sabían dónde
se hallaba la bandada. Tan sólo sabían que
lo que querían era una temperatura
agradable a su plumaje. De modo que se
pusieron a buscar corrientes de aire tibio
y, tan pronto descubrían una más
caliente, empezaban a seguirla. Pero no
bien acababan de encontrarla, el grupo
menos afortunado se lanzaba a la
búsqueda de otra corriente, y si no tenía
suerte en su cometido, volvía al curso
tomado inicialmente y el grupo exitoso
retomaba la búsqueda por el otro lado y
así sucesivamente se iban reemplazando
y alternando en la guía y en la búsqueda
de nuevas corrientes, siendo los pájaros
del centro los encargados de mantener la
ruta que se elige cada vez, entre los que
viajaba Artemio.
De esa forma continuaron volando por
horas, hasta que encontraron a una
fracción de la bandada que andaba en
tarea semejante, de modo que
continuaron vuelo con una bandada
mucho mayor, "lo cual", le explicaba su
madre, "mejora nuestras posibilidades de
vuelo, ya que una fracción mayor de la
bandada tiene la posibilidad de viajar
directamente sin desvíos ni notables
cambios de altitudes".
Al cabo de dos días de vuelo
consiguieron avistar en la lejanía al
grueso de la bandada, lo cual les dio más
bríos y batieron las alas aún con más
fuerza hasta alcanzarla. Cuando posaron
en un campo de maíz recién cosechado,
se le acercó a Artemio el más anciano de
los pájaros y le dijo: "He observado tu
actitud de estos días y estoy algo
apenado, pues no diste ninguna voz de
alarma cuando nuestro compañero fue
golpeado por un proyectil. Seguramente
has pensado que ese es nuestro destino,
morir por ahí, derribados por un tiro.
Pero eso no es así. Nosotros hemos
aprendido a ayudarnos y sabemos que la
mejor ayuda que poseemos es la de
acompañarnos, pues sino, ¿cómo
podríamos encontrar la bandada? En el
invierno, próximo a llegar,
pereceríamos". Artemio bajo la mirada y
lloró desconsoladamente. El anciano
pájaro le consoló, convidándole el más
tierno grano de maíz que pudo hallar.
Desde entonces Artemio comprendió el
secreto de la sabiduría de los pájaros, tal
como se lo explicó el anciano.
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"Aquí en la bandada todos somos
discípulos y salvadores de todos. Aquí
todos dependemos de todos y cada uno,
y cada uno depende de todos y cada uno.
Imagínate que sólo tú hubieras visto al
compañero herido y rezagado y no
hubieras dado la voz de alarma. Nuestro
compañero hubiera perecido por la
herida, la soledad o el frío. Aquí nadie
piensa ser mejor que los demás, pero
todos buscamos destacarnos, pues sólo
así puede ser exitoso nuestro viaje, sino,
cómo encontraríamos nuestro objetivo?
El éxito de uno, de encontrar una
corriente de aire generosa para nuestro
cuerpo, ese es el éxito del grupo, y aquel
que insiste en señalar curso sólo es
seguido por la bandada si es que la
temperatura del aire es apropiada a
nuestras plumas. Eso es lo que nos
permite ser discípulos y salvadores,
puesto que tenemos una gran
sensibilidad ante la temperatura y
siempre nos orientamos por ella, pero
no podemos auscultar en distintas
altitudes las mejores temperaturas al
mismo tiempo. Todos para uno y uno
para todos, nadie tiene una posición
permanente y todos deben contribuir a
buscar la mejor corriente. El que la
encuentra la sigue y, dado que somos
tantos, es fácil que nos agrupemos varios
rápidamente en las corrientes más
calurosas, lo que es señal inmediata al
grueso de la bandada para que tome esa
dirección, pero también para seguir
buscando en otras. Ello no desbanda la
bandada, pues se tarda mucho en
encontrar corrientes lo suficientemente
calurosas para atraer a la bandada en
distintas direcciones. Ese permanente
hacer y deshacer nudos de pájaros, esa
es nuestra guía. Con tal que la ruta vaya
siendo marcada a cada instante por
nubes de puntos que son nuestros
cuerpos, los demás se dedican a buscar
en otras altitudes y direcciones y si no
encuentran, se aproximan a quienes
viajan juntos, esperando a su vez que
algunos de ellos se aparten de su nube en
su continuo afán exploratorio”.
“Acordeón aéreo llamamos a ese hacer y
deshacer de nubes de pájaros, así nos
comunicamos y de esa forma
encontramos nuestra dirección y la vía
más directa para alcanzar nuestro
objetivo. Algunos pájaros piensan que
debemos pasar el verano allí donde la
temperatura sea simplemente agradable,
sin tomar en cuenta cuánto tiempo
durarán esas temperaturas, pero eso es
fácil de percibir, pues a medida que nos
aproximamos a nuestro destino se hace
más trabajoso seguir buscando mejores
temperaturas, ya que tan pronto
encontramos corrientes abrigadas y con
escasas variaciones de temperatura, la
bandada comienza a dispersarse y cada
cual encuentra su cobijo. Nuestra
comunicación es producto de nuestra
coincidencia de opiniones sobre la
temperatura; nosotros no podemos
separar el pensamiento del lenguaje y la
acción. Todo eso es simultáneo en
nuestro caso. Por eso todos somos
discípulos y salvadores. Por eso quizá,
somos pájaros".
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Escrito en homenaje a Artemio Camargo y los Caídos
en la calle Harrington de La Paz, Bolivia, el 15 de enero
de 1981, que trataban de enseñarnos a volar.
*) Economista, especialista en planificación territorial. Relato
publicado originalmente el 15 de agosto de 1993 en la
Revista SEMANA del periódico Ultima Hora, La Paz, Bolivia.
carlosrodrigozapata@gmail.com
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