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Trabajo de cuidado y prácticas de reparación frente al racismo: salones de belleza

para mujeres afrodescendientes en Brasil1

Luz Gabriela Arango Gaviria


Universidad Nacional de Colombia

Congreso de LASA 2015

Precariedades – exclusiones – emergencias,


Del 27 al 30 de Mayo en San Juan, Puerto Rico.

Panel: Interseccionalidad de género, etnia/raza y clase en el mundo del trabajo,


escenario para la emancipación y/o para la opresión entre mujeres indígenas,
afrodescendientes e inmigrantes

                                                                                                                         
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Esta ponencia retoma ampliamente el artículo de mi autoría: Care, émotions et conditions de travail dans les
services esthétiques: le cas des salons de coiffure destinés a une clientèle noire au Brésil, en Travail, care et
politiques sociales. Débat Brésil-France, Document de travail du MAGE No. 18, Paris, Décembre 2014, pp.
193-208.

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Los servicios estéticos y corporales se inscriben en el campo del cuidado en la medida en
que se ocupan de atender a las personas, su cuerpo y su bienestar. Esta atención está
atravesada por contradicciones ligadas al mercado, a las desigualdades de clase, género,
raza, sexualidad que las atraviesan y al sentido que adquiere la apariencia en las sociedades
modernas y en el mercado de trabajo como expresión de la distinción, la individualidad o
como objeto de estigmatización. En esta ponencia me intereso por los salones de belleza
para mujeres afrodescendientes en Brasil, centrándome en dos tipos de servicios ofrecidos a
las clases medias y populares urbanas: los salones autodenominados étnicos y los salones
especializados en el tratamiento del pelo crespo. Comparo los servicios propuestos, la
concepción de la belleza negra y la forma de interpelar el racismo presentes en estos tipos
de salones y propongo la categoría de trabajo de cuidado reparador para interpretarlas
parcialmente.
I. ¿Cómo entiendo la perspectiva interseccional?
El creciente consenso dentro de los estudios feministas sobre la necesidad de incorporar
una perspectiva de análisis que articule la producción del género y de las inequidades que
lo acompañan, con otras relaciones de poder y dominación como la clase, la raza, la
etnicidad, la sexualidad o la discapacidad, entre otras, va de la mano con un debate en torno
al modo más adecuado de referirse a una perspectiva como esta. El término
interseccionalidad, cuya introducción se le reconoce a Kimberlee Crenshaw (1989) se ha
popularizado como una metáfora que designa esta preocupación teórica, metodológica y
política.
Sin embargo, la metáfora de la interseccionalidad, entendida como cruce de autopistas, ha
sido objeto de críticas que cuestionan la separación entre las distintas opresiones y el riesgo
de pensarlas de manera autónoma, obviando los modos en que se construyen
recíprocamente. También se le ha criticado la focalización en el grupo social que se
ubicaría en la intersección -originalmente las mujeres negras- y la perspectiva aditiva de la
doble o triple opresión que desestima el análisis de los grupos privilegiados que se
benefician con las relaciones de dominación.
Algunas autoras han propuesto denominaciones alternativas, como Lugones (2005) que
prefiere hablar de fusión o red de opresiones, Kergoat (2009) que se refiere a la coextensión
y a la consustancialidad de las relaciones sociales de dominación o Bhavnani (2008, en
Brah, 2013: 17) que propone el término “configuración”, entre otras. Personalmente,
concuerdo con Brah (2013) y con Yuval-Davis (2013) en que el término interseccionalidad
o mejor, la perspectiva interseccional puede usarse de manera general para aludir al
propósito de hacer visibles y comprender las dinámicas complejas de la dominación
descartando toda visión unitaria de la categoría mujer y de manera coherente, de cualquier
otra categoría de diferencia como hombre, negro, lesbiana, etc. Dicho esto, se hace
necesario delimitar el uso específico del enfoque interseccional, en función del problema
que se busca comprender, explicitando desde qué perspectivas disciplinares o

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interdisciplinares se trabaja, con qué herramientas conceptuales y metodológicas, con qué
supuestos epistemológicos y políticos.
Encuentro afinidades en los desarrollos que sociólogas o antropólogas como Kergoat, Hill
Collins, Brah, Yuval-Davis, Skeggs, Nakano Glenn, Kang o Viveros, entre otras, han
aportado al uso de una perspectiva interseccional en investigaciones sociales
multidimensionales que buscan abordar distintas escalas de la organización social y la
experiencia de la dominación y la resistencia.
En primer lugar, me interesa utilizar un enfoque interseccional para entender las relaciones
sociales de dominación (Kergoat, 2009) que atraviesan el conjunto de la sociedad a escala
local, nacional, regional y global. En ese sentido, entiendo categorías de análisis como
clase, género, raza, etnicidad como conceptos típico-ideales abstractos (Weber, xxx) que
buscan hacer inteligibles una multiplicidad de fenómenos sociales, históricos y situados que
presentan regularidades duraderas y comparables.
Estas categorías han sido construidas y reconstruidas acudiendo a diferenciaciones
históricas establecidas por las ciencias sociales entre las que es posible distinguir
dimensiones materiales (explotación, apropiación del trabajo, la capacidad reproductiva o la
individualidad corporal), dimensiones culturales, simbólicas y normativas (ideas, normas,
creencias, lenguajes, visiones y di-visiones del mundo), dimensiones políticas
(representación, luchas de poder y dominación) y dimensiones subjetivas (identidades,
corporalidades, “self”, autorreconocimiento).
Como sabemos, esta distinción analítica no es la única posible puesto que existen
numerosas modelos disponibles que articulan varias dimensiones y escalas de lo social;
siendo esta una de las tareas que más ha ocupado a las ciencias sociales a lo largo de su
historia. Dentro de las elaboraciones de las últimas décadas, me resulta especialmente
atractiva la de Pierre Bourdieu por su interés en superar algunas dicotomías de las ciencias
sociales como las que oponen agente y estructura, material y simbólico, teoría e
investigación. En las investigaciones a las que me referiré en esta presentación, así como en
varias anteriores, utilizo y adapto parte de su propuesta teórica y de sus categorías de
análisis.
Dicha propuesta permite concebir de manera articulada distintas relaciones sociales de
dominación, diferenciadas analíticamente, y comprender las experiencias situadas en su
“consustancialidad” (Kergoat, 2009) corporizada, su unicidad y su singularidad,
inscribiéndolas simultáneamente dentro de redes de relaciones de poder más amplias.
Cabe aclarar, asimismo, que comprendo el desarrollo crítico de categorías como género,
clase, raza, etnicidad, sexualidad y otras que pretenden aprehender las grandes relaciones
de dominación como resultado de una dialéctica inagotable de visibilidad e invisibilidad,
relacionada con luchas sociales y políticas y con la emergencia de nuevos agentes y puntos

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de vista dentro –y en las fronteras- de los campos de producción de conocimiento
autorizado como el campo académico y científico.
De igual manera, quiero señalar que intento tener en cuenta que dichos artefactos
conceptuales son también categorías interpretativas y prescriptivas, esquemas de visión que
permean nuestros modos de pensamiento, tanto académico como cotidiano, que operan en
las prácticas sociales y tienen efectos sobre los cuerpos, las identidades, la configuración de
grupos o la naturalización de las diferencias. Soy consciente del riesgo de contribuir a
producir o reforzar estos marcadores de diferencia que pretendo analizar y criticar; del
riesgo de “ser pensada” por estas categorías y también de la enorme dificultad que supone
intentar reducir ese riesgo.
II. El trabajo y la ética del cuidado
Las categorías de cuidado, trabajo y ética del cuidado aportan nuevas dimensiones al
análisis de las reproducción social, el trabajo doméstico y la subordinación de las mujeres
en las sociedades capitalistas. Contribuyen a situar las discusiones sobre las desigualdades
socioeconómicas en diálogo con perspectivas éticas distintas a las de la justicia liberal y a
incorporar aspectos emocionales, afectivos y corporales que poco habían sido tenidos en
cuenta. Es posible decir que los debates actuales en torno al cuidado desde una perspectiva
de género, conjugan aportes de distintas escuelas de pensamiento político feminista: de los
feminismos de la igualdad recogen la preocupación por el derecho de las mujeres a acceder
a la ciudadanía; de los feminismos culturales, el rescate y valoración de las prácticas,
saberes y ethos, históricamente construidos, de las mujeres; de los feminismos
materialistas, la discusión sobre el papel de la explotación del trabajo doméstico y el
cuidado en la reproducción del sistema capitalista; de los feminismos negro, decolonial y
poscolonial la perspectiva interseccional para entender la imbricación entre opresiones de
género, clase, raza, colonialidad, etnicidad, sexualidad y otras.
En el contexto de crisis del modelo neoliberal de desarrollo capitalista y ante el surgimiento
de una conciencia planetaria sobre los riesgos que amenazan la supervivencia de la
humanidad, el cuidado aparece como una categoría multidimensional, presente en las
prácticas de diversos agentes, que puede guiar una reorientación de la organización social,
en distintas escalas.
Elaborando sobre la noción de “ética del cuidado” propuesta por Carol Gilligan (1982) en
su crítica clásica a la teoría moral de Kohlberg, un número creciente de autoras desde
distintas disciplinas buscan situar el concepto de cuidado en el centro de la organización
social, en tanto actividad humana que trasciende las fronteras del hogar y la familia. La
definición propuesta por Joan Tronto y Berenice Fisher da cuenta de la relevancia moral,
social, económica y política otorgada al cuidado:
Actividad característica de la especie humana que incluye todo lo que hacemos para
conservar, continuar o reparar nuestro “mundo” de modo que podamos vivir en él lo

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mejor posible. Este mundo incluye nuestros cuerpos, nuestras individualidades (selves) y
nuestro entorno que procuramos entretejer conjuntamente en una red compleja que
sostiene la vida (Tronto, 2009:37)
Esta aproximación amplia enfatiza en la vulnerabilidad como aspecto universal de la
condición humana, en las necesidades de cuidados para preservar nuestra vida a lo largo del
curso vital y llama la atención sobre las redes de cuidado en las que estamos
cotidianamente envueltos y de las que no somos conscientes. Tronto ancla la ética del
cuidado en la idea de responsabilidad hacia las otras personas, grupos o sociedades,
cercanas o lejanas, con las que nos unen lazos de interdependencia.
La perspectiva del cuidado aporta dimensiones éticas, subjetivas, emocionales y corporales
al análisis en términos de división sexual del trabajo. El cuidado comprende disposiciones
personales que remiten a la ética del cuidado, como la preocupación por el bienestar de
otras personas o la capacidad de identificar sus necesidades, pero estas son indisociables de
un conjunto de actividades que se deben realizar para brindar el cuidado que las personas
requieren. Molinier resalta el trabajo inherente al cuidado:
Cuidar a otro no es pensar en el otro o preocuparse por él de manera intelectual e incluso
afectiva; tampoco es necesariamente quererlo: es hacer algo, producir un determinado
trabajo que participe directamente del mantenimiento o de la preservación de la vida del
otro, es ayudarlo o asistirlo en las necesidades primordiales como comer, asearse,
descansar, dormir, sentir seguridad y dedicarse a sus propios intereses.” (Molinier, 2011:
49).
III. Cuidado de la apariencia, género y racismo
Como relación de dominación que transforma los rasgos fenotípicos en una marca del
grupo sometido a la discriminación, el racismo en contra de las personas negras convirtió al
pelo crespo en un signo de inferioridad. Ante esto, las organizaciones y los diversos
movimientos negros y afro-americanos, tanto en el contexto de segregación racial en
Estados Unidos como en el del mestizaje en Brasil, adelantaron luchas reivindicando la
belleza del pelo, el peinado y la estética negra.
En esta ponencia me referiré a las peluquerías femeninas en Brasil dirigidas por mujeres
negras y orientadas a un público femenino y negro, principalmente de clase media.
Compararé dos tipos de salones: los salones “étnicos” y los salones especializados en pelo
crespo. Estos se diferencian por los servicios que ofrecen, por su concepción de la belleza
negra y por la forma de interpelar el racismo.
a. La política del pelo: el caso norteamericano
El racismo condiciona luchas de poder en torno a la apariencia que se expresan en torno al
pelo « afro ». De allí surge la expresión « hair is political », citada con frecuencia en las
investigaciones norteamericanas que dan cuenta de estas luchas, de las múltiples estrategias
simbólicas y discursivas que las atravesaron y de sus transformaciones. Estos estudios

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revelan el papel que jugaron las profesionales de la peluquería en este proceso y muestra las
tensiones que se vivieron entre ellas y los líderes del movimiento negro.
A lo largo de las dos primeras décadas del siglo XX, numerosas mujeres participaron en los
esfuerzos realizados por las clases medias estadounidenses en pro de la « dignidad de la
raza ». La falta de reconocimiento del papel de las mujeres en asociaciones como la
National Negro Business League (NNBL), las impulsaron a crear sus propias asociaciones.
Así ocurrió con la Dora Miller que creó la Colored Women’s Business Club of New York en
1990. Asimismo, Mme J.C. Walker, una de las más célebres empresarias de la belleza,
quien logró construir una fortuna con sus productos para el pelo crespo, denuncia la falta de
respeto de los empresarios negros en la convención de la NNBL que se realiza en 1912.
Tres años más tarde, el éxito de los salones de belleza negros (2) los convierte en un tema
central de la 16ª Convención Anual de la NNBL. A partir de allí, surgen distintas
asociaciones como la National Negro Cosmetic Manufacturers Association, en Filadelfia en
1917, dirigida por Mme J.C. Walker o la National Beauty Culturists League (NBCL) en
1919, considerada la principal organización de la industria de la belleza negra (Gill, 2001).
A pesar de que varias de estas mujeres empresarias fueron también dirigentes políticas o
comunitarias, su trabajo fue objeto de fuertes críticas por parte de algunos líderes del
movimiento negro quienes las acusaron de querer imitar a las mujeres blancas, alisándose el
pelo. Ellas se defendieron, afirmando que su propósito era muy distinto: hacer que las
mujeres negras tuvieran acceso a cuidados para la salud y la belleza de su pelo, de los
cuales habían sido privadas. En esa medida consideraban que ellas estaban trabajando
también en favor de la dignidad de la raza, en la misma dirección que la National
Association for the Advancement of Colored People (NAACP) (Gill, 2001).
Los salones de belleza desempeñaron distintos papeles: sirvieron de sitios de encuentro y
de resistencia contra el racismo pero su evolución revelará también las distancias de clase
que afectarán de manera creciente a la comunidad negra. Los debates alrededor de la «
belleza negra » atraviesan las estrategias políticas del movimiento negro norteamericano a
lo largo del siglo XX y se expresan en torno a los concursos de belleza y a los discursos de
prensa. En 1968, mientras el movimiento feminista blanco denuncia los concursos de
belleza, la NAACP organiza el primer concurso Miss Black America, como forma de
protesta contra la exclusión de las mujeres negras del título de Miss America (Craig, 2002).
Los concursos de belleza negra se verán atravesados por discusiones sobre el tono de piel
más o menos claro de las participantes, la textura de su pelo, el grosor de sus labios y otros
rasgos fenotípicos que podían revelar una preferencia por las mujeres mestizas y una
discriminación hacia las mujeres con rasgos más « típicamente » negros; tensiones que
mostraban interrelaciones entre diferencias de clase, color de piel y orientación política.
Hacia mediados de la década de 1960, la frase « black is beautiful » expresa el orgullo y el
amor propio de una nueva generación que cuestiona las normas de la buena presentación
personal, vigentes entre las clases medias negras estadounidenses y que exigían a las

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mujeres llevar el pelo alisado y bien peinado. La liberación del pelo crespo y su exhibición,
llena de orgullo y rebeldía, en el espacio público transforma las experiencias subjetivas de
las niñas negras y las enfrenta a la generación precedente. Durante la década de 1960, las
políticas de identidad negra se vuelcan hacia el África, se reivindican peinados de
inspiración africana como trenzas y dreads, se afirma la apariencia natural del pelo. El
compromiso político se expresa y se mide en el estilo del peinado (Craig, 2002).
En estrecha relación con la evolución de los movimientos negros y afronorteamericanos, las
peluqueras y los peluqueros negros irán configurando una « cultura de la belleza » negra, es
decir, un conjunto de saberes, prácticas y de patrones estéticos, que compiten con la cultura
de la belleza blanca, dominante.
Susannah Walker (2007) discute la crítica expresada por Angela Davis, en contra del uso
del peinado « afro » o « black power » despojado de su contenido político. Walker sitúa
este fenómeno dentro de un proceso histórico de comercialización de la apariencia que se
inicia cuando el estilo de peinado se vuelve símbolo del orgullo negro y manifestación de
rechazo de los estándares de belleza blancos. La autora defiende la simultaneidad de lo
político y de lo « fashion » en el peinado « afro ».
Afirma que las y los profesionales de la belleza siempre celebraron la belleza de las
mujeres negras y reconocieron un abanico amplio de tonos de piel y texturas del pelo.
Lucharon simultáneamente para hacerse un lugar en la industria de la belleza dominada por
los blancos al tiempo que exaltaban la belleza negra y defendían el derecho de las mujeres
afro-norteamericanas a acceder a servicios estéticos profesionales. Walker rastrea las
trayectorias de estilistas negros norteamericanos, mujeres y hombres que lograron un
reconocimiento en la industria de la belleza internacional; algunos-as participaron en
eventos importantes de la profesión en Paris, meca de la « alta peluquería » mundial.
Asi, durante las décadas de 1920 y 1930, la cultura de la belleza negra hacía parte de un
programa de dignificación de la raza que prometía liberar a las mujeres negras de la
pobreza y la opresión del trabajo. Entre 1940 y 1960, las y los estilistas negros retoman los
ideales del movimiento por los derechos civiles, promueven la independencia económica de
los negros y la armonía entre las razas. A finales de la década de 1960, la industria de la
belleza negra adopta el estilo « afro » como expresión de juventud y desenvoltura e
incorpora la retórica del orgullo negro.
En la década de 1970, el auge de una industria de la belleza dirigida a un público negro, que
representa un inmenso mercado en Estados Unidos, es un hecho irreversible (4).
Grandes corporaciones como Avon intentan seducir a las y los consumidores
afroamericanos, ofreciéndoles segmentos de producción especializada. El nacionalismo
negro sigue presente en los esfuerzos por consolidar una industria cosmética negra con
empresas como Murray’s Superior Products, Johnson Products, Supreme Beauty Products
(Walker, 2007: 192).

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Las grandes estrellas afro-norteamericanas de la música, el cine, la moda y la televisión,
juegan un importante papel en la difusión de productos y estilos de peinado. Se desarrollan
institutos especializados en el cuidado del pelo crespo que incorporan tecnologías cada vez
más sofisticadas.
b. Identidades negras y mercado de la apariencia en Brasil
En un orden socio-racial diferente, marcado por la ideología de la democracia racial, Nilma
Gomes resume la construcción de las identidades negras en Brasil como un proceso
complejo que las redefine en distintos momentos, desde la esclavización hasta las formas
más sutiles del racismo, ligadas al mestizaje cultural y racial (Gomes, 2006).
A lo largo de este proceso histórico, el cuerpo y el pelo son un vehículo de opresión y de
negación pero también de resistencia. El pelo crespo es visto como pelo « malo », en
contraste con el pelo « bueno », liso u ondulado, de las mujeres blancas. Para las mujeres y
los hombres negros, la manera como su cuerpo y su pelo son percibidos, constituye un
aprendizaje permanente de las relaciones de raza. Ser negro-a en Brasil es « volverse negro-
a » en un contexto de discriminación (Neuza Santos Souza, 1990: 77).
De manera análoga a los activistas afro-norteamericanos, el movimiento negro brasileño
defiende el uso del pelo crespo, « al natural » como símbolo de afirmación de una identidad
negra o afro-brasileña. Cunha (1991) explica esta escogencia en términos de estrategia
simbólica de inversión del estigma:
“O discurso proferido pelo movimento negro é de estabelecer uma regra contrária à regra
vigente, e se a regra é alisar o cabelo visando a dissimular a sua condição étnica racial, a
contra-regra é afirmar os fenótipos, não alisar o cabelo (Cunha, 1991, en Figueiredo
2002:6)
La investigación de Figueiredo en la década de 1990 en Salvador, Bahía, revela que esta
posición es poco compartida por las mujeres negras, socializadas en la práctica del alisado
y dispuestas a invertir un porcentaje importante de su salario para conseguir un pelo
“bonito”, es decir, un pelo sometido a tratamientos químicos que les den flexibilidad y
suavidad. Para la mayoría de ellas, el pelo era el rasgo fenotípico que más deseaban
modificar; este era visto como una expresión de acceso a la modernidad.
De manera particular, no sin relación con lo que ocurría en Estados Unidos, el desarrollo de
un “mercado de la apariencia” para la población negra en Brasil favorece el desarrollo de
servicios profesionales de peluquería. El descubrimiento de este mercado ocurre durante la
década de 1990 y desde entonces, los productos de higiene y belleza personal ocupan un
lugar central. Figueiredo (2002) plantea que la creación de la revista Raça Brasil es uno de
los hitos de este proceso. En 1997, aparece la Guía del Círculo Negro que ofrece
información sobre servicios de profesionales negros dirigido a un público negro. Entre
estos, los servicios de cuidado corporal y cosmético representaban cerca del 25% de los
anuncios y los salones de belleza cerca del 14%.

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Hacia el año 2000, la Asociación Brasileña de Higiene Personal, Cosméticos y Perfumería
señalaba un crecimiento de 60% en el consumo de productos de belleza entre la población
negra, frente a un crecimiento total de 11%. Figueiredo llama la atención sobre el desarrollo
de la fabricación de productos de belleza para la población negra en Brasil: algunas fábricas
ya instaladas abren líneas especializadas y algunas nuevas empresas aparecen, entre las que
destaca la fábrica Umidfica, pionera en esta rama y creada en Bahía en 1994.
IV: Peluquerías, belleza negra y cuidado en Brasil
En su monografía de 1994, Figueiredo identificaba tres tipos de técnicas utilizadas por las
mujeres afro-brasileñas para embellecer su cabello: el planchado, el trenzado y los
tratamientos químicos. Algunos se hacían en las casas, con frecuencia en las cocinas
(mencionar From the kitchen to the parlor). Con el auge de la industria de la belleza y el
mercado de la apariencia, la oferta de servicios estéticos se amplía y se especializa.
Ante la ausencia de una información cuantitativa que permita tener una visión general del
número de peluquerías y salones de belleza y de los servicios ofrecidos a un público negro,
me apoyo en el trabajo de Nilma Gomes (2006) quien estudia en profundidad cuatro
salones de belleza étnicos en Belo Horizonte, en el estudio de Cintia Tamara Pinto da Cruz
(2013) sobre el Instituto Beleza Natural en Bahia y sobre cinco entrevistas que realicé en
Campinas y Belo Horizonte con estilistas negras.
Con base en esta información empírica, voy a concentrarme en dos tipos de
establecimientos : los salones étnicos, que reivindican una identidad negra y tienen una
clientela mayoritariamente, negra, femenina y de clase media (Beautiful Black y Afro Brasil
Cabeleireiros en Campinas y los cuatro salones estudiados por Gomes en Belo Horizonte) ;
salones que ofrece servicios especializados en el cuidado del pelo crespo sin hacer
alusiones étnicas o raciales y cuya clientela está constituida por mujeres negras de clases
medias y populares (cadena de salones Beleza Natural)
a. Los salones « étnicos »
Figueiredo señala que el término « étnico » está asociado a las estrategias de mercado
desarrolladas en la década de 1990 en Brasil. Agrega que, al contrario del término « negro »
que habría surgido « desde abajo » como afirmación identitaria del pueblo brasileño según
el análisis de Fernandes (1978), el término « étnico » emerge « arriba », en el lenguaje
académico y es adoptado posteriormente en las estrategias publicitarias.
Los salones de belleza que se denominan « étnicos », buscan poner en evidencia la
especificidad racial de la mayoría de la clientela o de los propietarios, la especialidad de los
servicios ofrecidos, orientados al tratamiento del pelo crespo o la existencia de un proyecto
político o cultural de exaltación de la belleza negra. El término « étnico » se usa con
frecuencia como sinónimo de « negro » (Gomes, 2006).
La « edad de oro » de los salones étnicos en Brasil se da en la década de 1990, periodo en el
cual surgen figuras importantes como Betina Borges en Belo Horizonte y se realizan

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congresos de estilistas negros-as, desfiles y concursos de peluquería afro. La
institucionalización de políticas públicas orientadas a reconocer la cultura afro-brasileña,
después de la proclamación de la constitución multicultural de 1988, también favorece este
auge. La primera feria internacional de cosméticos y de productos afro-étnicos : « Étnica »,
se realiza en 1997 y la Feria Internacional de la Belleza Negra : « Cosmoétnica » tiene
lugar en 2000 (Figueiredo, 2002).
La influencia de la industria de la belleza estadounidense está presente a través de los
productos, la difusión de estilos de peinados y la formación de estilistas brasileñas en
escuelas norteamericanas como la célebre Dudley Cosmetology University, situada en
Carolina del Norte.
Servicios
Los salones étnicos estudiados ofrecen una vasta gama de tratamientos para el pelo:
relajamiento, alisado, tintura, extensiones, implantes… En su mayoría, exigen productos
especializados que deben ser usados de manera personalizada, adaptada a las características
particulares del pelo. En contraste con la mirada racista que percibe de forma homogénea el
pelo crespo, las estilistas entrevistadas insisten sobre la gran variedad de texturas y sobre la
necesidad de conocerlas bien para poder escoger el producto adecuado y establecer el
tiempo justo de aplicación. Los tratamientos químicos exigen conocimientos especializados
en el uso de los productos para evitar dañar el pelo o generar su caída, mientras las
extensiones e implantes requieren largos procesos y un trabajo minucioso. Durante mis
visitas a las peluquerías Afro Brasil y Beautiful Black en Campinas, pude observar trabajos
que podían durar de tres a seis horas.
Son servicios bastante costosos, lo cual genera tensiones importantes con la clientela.
Betina Borges justifica sus precios con la calidad del servicio y de los productos, además de
los costos de alquiler y la ubicación de su salón. Ella piensa que la clase media negra puede
pagar pero que todavía no saben apreciar la importancia y la calidad de los servicios que
ella les ofrece (Gomes, 2006).
De modo similar, Fatima, peluquera propietaria del salon Beautiful Black, creado por ella
en Campinas en 1985 y formada en Dudley Cosmetology University, opina que las afro-
brasileñas, al contrario de las mujeres negras norteamericanas, no han entendido que el
cuidado de su pelo es el más costoso del mercado y les cuesta reconocer el valor del trabajo
que efectúan peluqueras profesionales como ella. Fatima explica que sus clientas son en
general mujeres negras que llegan a su salón después de haber sufrido mucho con su pelo,
dañado por tratamientos químicos inadecuados. Ella les ofrece facilidades de pago, práctica
frecuente en los salones étnicos.
1. Concepción del pelo y la belleza negra
Las propietarias y estilistas de los salones étnicos estudiados por Gomes coinciden en su
defensa del derecho a la belleza de las personas negras. Sus concepciones estéticas varían

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pero todas tienden a destacar que el cabello crespo requiere tratamientos especiales. Estos
salones ofrecen a su clientela amplias posibilidades estilísticas y medios seguros para
acceder a las tendencias de la moda en materia de peinados afro, definidas por la industria
afro-norteamericana de la belleza.
Es claro que allí también están presentes una defensa de su oficio y una estrategia de
mercado. Sin embargo, el discurso sobre la moda no se puede separar de concepciones del
pelo crespo y de sus posibilidades estéticas que cuestionan de manera ambivalente las
representaciones racistas del pelo crespo como pelo « malo ». Aunque defiende con
entusiasmo su gusto por el trabajo con el pelo afro, Fatima estima que sus características
específicas, que exigen cuidados intensos y costosos, son una especie de fatalidad: “Negro
é assim. Infelizmente”. Para ella, el mayor obstáculo para su profesión en Brasil radica en la
dificultad de las personas negras para aceptar que « tienen la etnia », que son negras y
necesitan cuidados y productos especializados:
F: ... Então o que falta às vezes nas pessoas é aceitar. É aceitar que realmente se tem a
etnia, né? E que tem que ser cuidado no cabelo no salão afro. Entendeu? Tem ondulação?
É afro. Então vai ter que ir num salão afro. Não adianta você sair daqui num salão de
cabelo liso que eles não vão saber cuidar.
Fatima opina que ese rechazo de la negritud explica los malos procedimientos infligidos a
su pelo por parte de las personas negras. Sus clientas aceptaron su negritud y reconocen que
solo una persona de su mismo color sabe cómo cuidar de su pelo.
Por su parte, Grace Kelly, peluquera negra de Afro Brasil, 30 años más joven que Fatima y
formada en una escuela de belleza tradicional que no incluía el cuidado del pelo crespo,
afirma positivamente su preferencia por el pelo afro por su gran versatilidad y por el
abanico de posibilidades estéticas que ofrece, superiores a las del pelo liso.
Vale la pena observar que las entrevistadas coinciden en afirmar que el peinado estilo «
black power » que simbolizó el orgullo negro en la década de 1960 y 1970, ya no estaría a
la moda y no se practica en sus salones.
2. Cuidado y servicio al cliente
El cuidado adquiere connotaciones particulares en los salones que se ocupan del pelo
crespo pues aquí se trata también de reparar ofensas y sufrimientos infligidos por el sistema
de dominación racial, ayudando a fortalecer la autoestima de las clientas, a revaluar el
cuerpo y la belleza de las personas negras en la sociedad. Propongo hablar de un trabajo de
cuidado « reparador » que va más allá de las pretensiones habituales en los salones de
belleza. Este trabajo tiene dimensiones simbólicas, emocionales y corporales:
Las dimensiones simbólicas se expresan en una escala que desborda el espacio del salón, al
contribuir a transformar la visión negativa sobre las personas y la estética negra. Varios de
estos salones combinan el trabajo profesional remunerado con servicios gratuitos ofrecidos
a la comunidad. Por otra parte, la existencia de servicios de peluquería de buena calidad

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tendría también un efecto reparador sobre la estima colectiva. Así piensa Dinho, propietario
asociado y peluquero de Afro Brasil: “Até ao próprio negro fica contente saber que tem um
salão, assim de ponta, para atender eles, não só aqueles salõezinhos de periferia”.
Las dimensiones emocionales y corporales del cuidado se expresan en la atención que
prestan las peluqueras a las clientas antes, durante y después de tratar su cabello. Busca
tranquilizarlas y acompañarlas en la transformación de su apariencia que tiene lugar en el
salón. Pretende asimismo fortalecer una nueva visión de sí mismas, de su pelo y de la
belleza negra, tratando de producir transformaciones « interiores » y « exteriores »
duraderas entre la clientela, que contribuya también a llevarlas periódicamente al salón.
Gomes muestra como peluqueras tan prestigiosas como Betina Borges, intervienen
personalmente ante las clientas que parecen especialmente vulnerables o confundidas en
relación con su identidad negra. Antes de definir el tratamiento o el corte, las estilistas
dedican tiempo a ayudar a cada clienta a hablar sobre su pelo y sus sentimientos en relación
con la apariencia. Tratan de construir una relación de confianza con sus clientas y a
proponerles una nueva mirada sobre la belleza negra; Betina insiste sobre la importancia de
que se « acepten » como mujeres negras y se sientan orgullosas de pertenecer a esa « raza
bella y fuerte » (Gomes, 2006: 93-94).
Para expresar el sentido de su trabajo y de su trayectoria profesional, Fatima utiliza tres
tipos de argumentos: en primer lugar, destaca su alto profesionalismo y conocimiento del
pelo « afro », nivel de excelencia que ella considera excepcional en Brasil. En segundo
lugar, señala los desafíos creativos de buscar soluciones adecuadas a las necesidades,
siempre singulares, de las clientas. Finalmente, se refiere a la satisfacción de hacer felices a
sus clientas gracias al resultado de su trabajo.
Altos conocimientos técnicos, saber-hacer y trabajo emocional se combinan para producir
un efecto « reparador » que se ejerce sobre el cuerpo material (el cabello dañado o
fragilizado) y sobre la auto-estima, lastimada por un orden social racista.
Estos propósitos reparadores están presentes en la imagen que proyecta la industria de la
belleza afro-norteamericana. Es el caso de Dudley Beauty Corporation, una de las empresas
más importantes del ramo, creada en 1967 y propietaria de Dudley Cosmetology University.
En la página web de la compañía, la actual presidenta, Ursula Dudley, es presentada como
una brillante psicóloga y abogada de Harvard, creadora de una línea de cosméticos para
mujeres « multiculturales » y de la campaña publicitaria “Change Lives by Changing
Faces”. La página informa que Ursula Dudley pertenece a la Iglesia Bautista y resalta el
propósito que guiaría su vida:
“Her definite chief aim is to give women a dose of hope bat enriching their lives so that
every time they look in the mirror, they can truly see the beauty on the outside and the
inside and know in their mind that God didn’t take time to make a NOBODY!!!”1

  12  
Sin duda, habría mucho para decir sobre las relaciones que las iglesias protestantes y las
empresas afronorteamericanas jugaron en la lucha contra el racismo en Estados Unidos
pero me interesaba mostrar como la dimensión reparadora del cuidado puede ser retomada
por la industria de la belleza.
b. Los salones especializados en el pelo crespo
En Brasil, un número creciente de establecimientos ofrece servicios especializados en el
cuidado del pelo crespo sin hacer ninguna referencia a la raza, el color de piel o la
etnicidad. Entre estos, Beleza Natural ocupa un lugar particular si tenemos en cuenta su
éxito rotundo, la organización de la empresa y la trayectoria de ascenso social de « Zica »,
antigua empleada doméstica, fundadora de la empresa con otros tres socios.
“Nunca nos posicionamos como un salón afro, porque en Brasil no solo los negros tienen
pelo crespo” (Leila Vélez, socia de Beleza Natural, en Suarez, Casotti, Almeida, 2008)
El primer salón fue inaugurado en 1993 en Tijuca, Rio de Janeiro, y en pocos años, su éxito
se expresó en una demanda creciente que permitió multiplicar el número de
establecimientos. En 2007, el Instituto Beleza Natural tenía seis salones que atendían cerca
de 30.000 clientes mensuales (Suarez, Casotti, Almeida, 2008); en 2012, eran doce
establecimientos con cerca de 80.000 clientas y en 2014, la cadena posee dieciséis salones:
diez en el estado de Rio de Janeiro, dos en Bahia, tres en Sao Paulo y uno en Minas
Gerais2.
A partir de 2003, la empresa posee su propia fábrica, Cor Brasil, que produce una gama
amplia de productos para el cuidado del pelo crespo y ondulado que se venden
exclusivamente a las clientas de los salones Beleza Natural. El producto estrella es la crema
super-relajante, responsable principal de la transformación del pelo crespo en pelo rizado.
Desde sus inicios, los salones se organizaron bajo un esquema taylorista, inspirado en
McDonald. Inicialmente, los salones abrían en jornadas de 12 horas (dos turnos) pero en la
actualidad algunos abren 16 horas (tres turnos). A diferencia de lo que ocurre en la mayoría
de las peluquerías en Brasil, en donde las estilistas son trabajadoras independientes,
pagadas por porcentaje, en Beleza Natural, son llamadas « consultoras de belleza », están
especializadas en distintas etapas del proceso y son asalariadas. De acuerdo con Leila
Vélez, el 70% de estas fueron clientas de Beleza Natural (Suarez, Casotti, Almeida, 2008).
Aunque no sea un requisito para la contratación, esa relación indica el interés de la
candidata por el área de la belleza y una afinidad previa con los servicios y productos de la
empresa pues “nadie vende lo que no quiere comprar”, explica Leila Vélez, socia
propietaria. Las estilistas deben haber completado el bachillerato pero no se exige ninguna
experiencia o conocimiento previo en el ramo. La evaluación se basa en los valores y la
actitud de la candidata. La empresa tiene un centro de entrenamiento en donde las nuevas
empleadas reciben cursos de hasta tres meses, según su función y pasan una prueba antes de
empezar a atender clientas. Beleza Natural prioriza los procesos de reclutamiento interno,

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favoreciendo el ascenso de quienes se destacan: la mayoría de las gerentes trabajaron en el
área operativa.
En 2007, el instituto pagaba una remuneración por encima del promedio de su mercado y
todas las empleadas contaban con beneficios de transporte, comida, plan de salud y
odontológico y embellecimiento gratuito o con costo reducido. Leila Vélez comenta que la
motivación y el compromiso son estimulados a través de eventos mensuales: competencias
entre salones, en diversos temas en los que el equipo vencedor es el que logra cumplir con
los patrones establecidos de atención, tiempo de servicio, limpieza, innovación. También
realizan concursos entre las “colaboradoras” que valoran no sólo los aspectos físicos como
el cuidado de la apariencia y el cabello sino también el buen humor o la simpatía (Suarez,
Casotti, Almeida, 2008).
“el cuidado consigo misma es fundamental ya que eso es lo que tratamos de transmitir a
nuestras consumidoras. La consultora de belleza no puede tener un cabello horroroso.
Queremos que la clienta llegue y diga ‘yo quiero tener el cabello de ella’” (Leila Vélez, en
Suarez, Casotti, Almeida, 2008: 563)
La empresa se dirigió con éxito hacia un público descuidado por el mercado: el de las
personas de pelo crespo o rizado que representarían cerca del 70% de la población
brasileña, según lo anuncia la página web de Beleza Natural. La clientela es
fundamentalmente femenina, de sectores medios y populares. En el salón de Salvador
estudiado por Cruz (2013), el público mayoritario pertenece a las « clases D y E » que
según la clasificación brasileña perciben ingresos mensuales inferiores a $R850.
1. Servicios
Beleza Natural ofrece un servicio central: transformar el pelo de crespo tupido en rizos
suaves que permiten usar el pelo largo, con un aspecto « natural ». La empresa se presenta
como especialista en « soluciones » para ese tipo de pelo. Zica, su fundadora, luego de
múltiples ensayos a lo largo de 10 años, logró encontrar la fórmula de la crema « super-
relajante » y fue la primera en utilizarla. Su imagen de mujer bella y sonriente, de pelo
largo y rizado es el símbolo del salón: en la página web, se invita a apreciar su cambio,
comparando su imagen actual con la foto « antes » -en blanco y negro, de pelo corto y
crespo con una expresión insatisfecha-.
Las instalaciones de los salones Beleza Natural son construcciones modernas y funcionales,
decoradas con una estética sobria, en la que dominan el blanco y el rojo, desprovista de
evocaciones étnicas africanas y también de alusiones a la belleza blanca hegemónica. En la
página web, los salones se describen como « espacios amplios, femeninos, acogedores, bien
decorados ». Cruz muestra el efecto positivo de estas instalaciones entre las clientas,
encantadas de tener acceso a espacios que perciben como lujosos: son 1800 m2 de
construcción, distribuidos en tres pisos.

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El trabajo está organizado siguiendo los principios fordistas de la línea de montaje: las
clientas van circulando entre distintas salas y especialistas a medida que se desarrolla el
proceso de transformación de su pelo. De este modo, las 120 empleadas del salón logra
atender a cerca de 500 clientas al día en el salón de Salvador. Las clientas pasan por las
siguientes etapas : 1) pago anticipado en la caja ; 2) evaluación del pelo por una de las
consultoras : examen táctil y visual, acompañado de una conversación con la clienta ; 3)
preparación del pelo para la aplicación del producto químico : el pelo seco es desenredado
y separado en segmentos ; 4) sala de espera ; 5) aplicación del producto en la sala de
transformación ; 6) hidratación del cabello en la misma sala ; 7) peinado : etapa final, en la
que los rizos son moldeados con ayuda de una crema de peinar y el aspecto « cacheado » es
logrado. Después de esto, las clientas son invitadas a comprar un kit de productos para
asegurar el mantenimiento de los rizos. La crema super-relajante debe aplicarse una vez al
mes en el salón (Cruz, 2013).
2. Concepción del pelo y la belleza
Sin nombrar la raza ni la etnia, el discurso publicitario de Beleza Natural ofrece sus
conocimientos, su experticia y sus productos especializados en el pelo crespo para «
resolver » los problemas de autoestima de las personas con ese tipo de pelo. De entrada, el
pelo crespo es visto como problemático y como un elemento que afecta la autoestima,
aceptando implícitamente la idea de que el pelo crespo no es naturalmente bonito. No
obstante, el discurso asocia la transformación del pelo por medios químicos con la « belleza
natural », nombre del instituto que se enorgullece de haber ayudado a « millares y millares
de personas a hacer una revolución personal, mostrándoles que pueden ser lindas tal como
son » Si bien se busca transformar el pelo y utilizar productos químicos para ello, el
objetivo es también conservar una textura rizada –pero no crespa- y hacer reconocer su
belleza: el salón invita a las clientas a « asumir sus rizos » ; se opone al alisado pero no al
uso de tratamientos químicos.
Como lo señala acertadamente Cruz (2013), esta apariencia remite a la idea de «
morenidade », a la figura de la mulata, belleza mestiza que simboliza a la nación brasileña,
representa la democracia racial y el acceso a la modernidad. La exaltación del pelo rizado
significa simultáneamente el rechazo de signos de pertenencia « negra » como el pelo
crespo.
La escogencia del pelo rizado (« cacheado ») es un proyecto de largo plazo. Para muchas
mujeres, lograr esta transformación exige cortar el pelo muy corto para eliminar los restos
de productos químicos utilizados anteriormente y poder utilizar la crema super-relajante.
Los testimonios de las clientas, expuestos en la página web, marcan la distancia entre un «
antes » caracterizado por una búsqueda insatisfactoria de productos que les permitan «
controlar el volumen » y « poner orden » en su pelo y un « ahora » feliz en donde el
producto adecuado ha sido encontrado y la apariencia del pelo ha sido puesta bajo control –
podríamos decir, civilizada, domesticada-.

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Las clientas entrevistadas por Cruz explican su escogencia de llevar el rizado como una
manera de cambiar el estilo « black » por un pelo ondulado que les permitiría mayor éxito
en el mercado erótico y en el mercado de trabajo. Para algunas, es una manera de cuidar el
pelo crespo sin afectar su identidad negra.
3. Cuidado y servicio al cliente
En el instituto Beleza Natural, varias prácticas tienen un efecto de « reparación simbólica »
en relación con el racismo sin proponer una política de identidad negra. Las mujeres negras
de sectores populares acceden a un estatus de clientas de la industria de la belleza del que
habían sido excluidas: son objeto de una atención profesional en un espacio moderno y en
un ambiente que pone en valor la imagen, el trabajo y el éxito de mujeres negras. Además
de la imagen de Zica, se exhiben fotos de las clientas con su pelo rizado y las consultoras
de belleza son todas mujeres negras como ellas que se han convertido en profesionales de la
belleza.
“Hoy en día la gran diferencia está en el fortalecimiento de la autoestima inscrita en la
cultura organizacional. Para nuestras clientas, venir al salón no es una experiencia común
sino un día especial en el que dedican una parte importante de su presupuesto y de su
tiempo para cuidar de sí mismas. Procuramos enfatizar eso en cada una de las etapas,
reforzando la idea de que ellas están invirtiendo en sí mismas, fortaleciendo su
autoestima” (Leila Vélez, en Suarez, Casotti, Almeida, 2008: 562)
Las propietarias de Beleza Natural son conscientes del racismo y reivindican que sus
salones son espacios ajenos a las discriminaciones usuales en el mundo de la belleza:
“Cuando una mujer negra entra en un salón tradicional, muchas veces se siente
discriminada. No solo por la cuestión social, sino también porque su pelo es difícil de
manejar y por eso, los peluqueros muchas veces las miran con una expresión
desagradable. Nuestra clienta, independientemente de su clase social, busca rescatar su
autoestima. Es una mujer que se asume, está orgullosa de si misma, cree en la posibilidad
de ascenso social, quiere ser bonita a su manera y hacerse respetar” (Leila Vélez, en
Suarez, Cassoti e Almeida, 2008; p. 559)
No obstante, el servicio al cliente se distingue tanto de la atención individual y
personalizada, propia de los salones de belleza de clases medias y altas, blancas y mestizas,
como del servicio estandarizado que se presta en los salones « express » (Arango, 2013).
En Beleza Natural, el servicio es indudablemente masivo, dado el volumen de la clientela,
pero el propósito reparador del servicio, la importancia subjetiva de la transformación
buscada y las características sociales, raciales y de género de la inmensa mayoría de la
clientela, contribuyen a producir efectos de solidaridad particulares. Estos se expresan en el
trabajo emocional, individual y colectivo, realizado por trabajadoras y clientas para
apoyarse recíprocamente en un proceso de cambio que puede aparentarse a una conversión.

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Las dimensiones corporales y emocionales del trabajo de cuidado en Beleza Natural se
inician en la fase llamada de « anamnesis », en la que una consultora invita a la clienta a
contarle con detalle la historia de su pelo y de su relación con él, ofreciéndole
permanentemente su simpatía y su comprensión, apoyada en su propia experiencia personal
como mujer negra que también experimentó los efectos de la estigmatización social. A lo
largo del proceso, la solidaridad y el apoyo emocional de las otras clientas, en particular de
las antiguas, se expresan en sus palabras de aliento hacia las nuevas y en el relato de sus
experiencias positivas con el nuevo « look ».
« … es una solidaridad que comparte conflictos subjetivos, surgidos de la relación de estas
mujeres con el pelo crespo. Es una solidaridad que se establece en el espacio público,
entre sujetas desconocidas, a partir del pelo crespo y de los significados negativos que se
le atribuyen en la cultura en que vivimos » (Pinto da Cruz : 30).
Cuando se hace necesario cortar el pelo, esta decisión difícil y traumática para muchas de
ellas debido a las representaciones de la feminidad y de la sensualidad vigentes en la
sociedad brasileña, es apoyada emocionalmente por las empleadas y por las otras clientas.
Cada una brinda consejos y truquitos para preservar o reconstruir una apariencia femenina
pues el gran temor es parecerse al « Negro Joe », es decir, verse masculinas, ser
confundidas con un hombre negro. El corte adquiere una dimensión de rito de paso, de
sacrificio necesario para conseguir el cabello anhelado y con él, una apariencia femenina,
bonita y seductora.
Señala Cruz que la división taylorista del trabajo no es percibida negativamente por las
clientas de sectores populares pero algunas clientas de clase media consideran que genera
una despersonalización que no les gusta. Las propietarias del instituto argumentan que la
división y la estandarización del trabajo son positivas, no solamente por su eficacia sino
porque permite ofrecer un servicio igualitario, en el que todas las clientas son objeto de los
mismos cuidados (Cruz, 2013: 54).
V. Reflexiones finales
Si bien resulta imposible hacer un análisis simple y unívoco del papel de los salones de
belleza afro-brasileños en la transformación o la reproducción de un orden social racista,
sexista y clasista, si podemos identificar algunos problemas a la luz de la experiencia de los
salones étnicos y de la cadena principal de peluquerías especializadas en el pelo crespo.
En primer lugar, cabe subrayar que la existencia de esos salones está cuestionando el
monopolio de la industria de la belleza blanca en la definición de los cánones de la
apariencia y la belleza. En una escala todavía limitada, va tomando fuerza en Brasil una
industria de la belleza negra con sus productos, sus saberes, sus profesionales y clientela
negra y con concepciones estéticas propias.
La expansión extraordinaria y continua de los salones Beleza Natural da cuenta de una
estrategia económica y cultural que ha logrado conectarse con sentimientos identitarios y

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con necesidades de reconocimiento muy difundidas entre las mujeres de sectores populares
urbanos. A diferencia de los salones étnicos que apelan a una consciencia negra, la
estrategia eufemística de Beleza Natural parece recoger aspiraciones a integrarse en la
modernidad y el consumo, al tiempo que da nueva vida a la creencia en la democracia
racial.
Algunas diferencias de clase diferencian estos dos proyectos: mientras los salones étnicos
ofrecen una belleza individualizada que exige una inversión económica importante,
accesible a las clases medias; Beleza Natural amplía las posibilidades para que sectores
populares urbanos accedan a cuidados profesionales, ofreciéndoles servicios masivos y
estandarizados.
La reivindicación de una belleza negra no cuestiona el orden de género sino que pone en
competencia dos estilos de apariencia femenina: uno individualizado, centrado en las
tendencias de moda y en la diversidad de estilos y tratamientos; el otro centrado en un estilo
único con pequeñas variaciones: el cabello rizado. Los dos comparten la voluntad de
“superar” la apariencia “natural” del pelo crespo, en donde subyacen ideas sobre la
naturaleza rebelde, no presentable socialmente, del pelo crespo, asociadas a
representaciones racistas y clasistas.
En los dos casos, el servicio al cliente está explícitamente orientado por una estrategia que
pretende mejorar la autoestima de las mujeres negras. Las experiencias de las peluqueras,
de las clientas y las propietarias de los salones con su propio pelo crespo son parecidas y
revelan una sucesión de ensayos insatisfactorios para modificar su pelo. Estas experiencias
generan sufrimientos subjetivos que las estilistas negras quieren contribuir a curar.
En algún momento de sus trayectorias, las actuales profesionales de la belleza, creyeron
encontrar una respuesta a su malestar: para Fatima Maria y para Betina Borges, esto ocurrió
a través del contacto con la industria cosmética afro-norteamericana y su formación
profesional en esa escuela; en el caso de Zica, con el descubrimiento de la crema “super-
relajante”. Todas encontraron allí la oportunidad de seguir una profesión prometedora en el
contexto de cambio experimentado por la sociedad brasileña. El trabajo en peluquería les
permitió obrar simultáneamente en favor de la comunidad negra y desarrollar trayectorias
sociales ascendentes.
El análisis comparativo de los dos tipos de salón permite destacar los aspectos reparadores
del cuidado dispensado en estos salones de belleza: “reparación” simbólica de la imagen y
el cuerpo de las mujeres negras, “reparación” material del pelo y “reparación” emocional de
la autoestima. Esta reparación se realiza en el marco de una relación mercantil, bajo la
forma de servicio a la clientela prestado en empresas pequeñas, medianas y grandes. Dicho
servicio está atravesado por las leyes del mercado y de la competencia: la administración
del negocio incorpora preceptos gerenciales de servicio al cliente, las diferencias de precio
producen un acceso diferencial y desigual a estos servicios, inalcanzables para una
proporción de la población.

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A pesar de ello, estos servicios se diferencian de los que se ofrecen a la población no
marcada racialmente. Situados del lado dominado de las relaciones de raza, inevitablemente
sus discursos y prácticas tienen un efecto en el campo de las relaciones raciales y sus
concepciones de la belleza negra participan en las luchas simbólicas y las políticas de
identidad que se libran en una sociedad que sigue siendo racista. En el polo dominante de
las relaciones de raza, los salones destinados a la minoría “clara”, se benefician con el
privilegio de encarnar la norma, la normalidad, los valores del individualismo moderno y el
consumo, al tiempo que ejercen el poder de relegar a los salones “afro” del lado de la
alteridad.
Es importante resaltar que los salones estudiados solo representan una parte de las
modalidades y de los espacios en los que se produce el cuidado de la apariencia de las
mujeres afro-brasileñas. Existen otras ofertas estéticas, intercambios de cuidados al interior
de los hogares o entre amigas, en donde están presentes las trenzas y el estilo “black
power”, especialmente en sectores populares y juveniles. Vale la pena destacar también el
surgimiento con fuerza creciente de comunidades virtuales de mujeres jóvenes que afirman
una identidad negra, reivindican la belleza del pelo crespo “natural” e intercambian
conocimientos sobre la manera de cuidarlo, de asumir cambios en la apariencia, de mejorar
la autoestima. Es el caso de blogs como Cabelo crespo é cabelo bom2 ou Meninas black
power3.
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2  http://meninasblackpower.blogspot.com.br/ (10/07/14)  
3  http://www.cabelocrespoecabelobom.com.br/blog/about/ (10/07/14)  

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