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Zoé y Byos

Es poco común encontrar en lo cotidiano preguntas que reclamen un juicio

conceptual de lo que significaría la vida, pues dentro de los azares que ofrece el

vivir, la ocupación de tal concepto, no es un determinante para su decurso, es decir,

en la sociedad y en cada individuo, ya se ha dado el supuesto de vida; aquellos que

viven y participan dentro de las diferentes esferas que conforman la cultura, pero,

¿Qué es vida y qué es propiamente el vivir?

En los dos primeros libros de Aristóteles Acerca del alma, encontramos que hay un

afán por identificar cualidades pertenecientes a los seres animados, caracteres que

figuren una suerte de presentación de vida. Habla pues Aristóteles de facultades

con diferentes grados de complejidad; facultades que parten desde el simple hecho

de alimentarse, pasando por facultades como la desiderativa, la discursiva, etc., y

llegando hasta la posibilidad de adoptar los datos que recogen estas otras y

conjugarlas en una facultad superior que permita al sujeto participar en el mundo.

Esto nos permite observar que, cuando hablamos de vida, las características, los

factores y los determinantes son variados e incluso complejos de entrever, sabiendo

que lo que compete a la vida no es un concepto análogo. Pero lo interesante del

estudio de los griegos acerca de la vida, es la forma como se referían a ella, a saber,

utilizaban dos términos que polemizan una concepción moderna de lo que se ha

entendido por ésta. Tomaremos los términos Zoé y Byos de forma que permitan el

desarrollo del texto, y con la intención de no alejarnos demasiado de su concepción

diremos que, a Zoé corresponde el mero hecho de vivir, el participar en la naturaleza


con las necesidades básicas del animal; a esto lo llamaremos en adelante, vida

natural, y Byos, como la Zoé en potencia, es decir, un viviente con posibilidad de

algo; el ser vivo que, (ha de tenerse este supuesto en cuenta por la intención del

desarrollo del texto), aparece atravesado por el lenguaje. Llamaremos pues a este,

Ser posible.

Tecnologías del poder

Basta con observar y adentrarse un poco en la historia, para darse cuenta que el

hombre ya no solo participa como un mero ser vivo en la naturaleza, sino que, desde

su nacimiento, el hombre nace condicionado a factores que determinan su condición

de ser viviente, es decir, lo geográfico, la religión, las tradiciones, la cultura, incluso

la clase social, son constituyentes que rigen al sujeto desde su nacimiento para dar

a éste una dirección de lo que ofrece la cultura en un momento especifico de la

historia. Pero dentro de todos estos constituyentes encontramos estrategias o

tecnologías, por ejemplo del estado, en hacer del individuo naciente una posibilidad

de colaborador en el desarrollo de la cultura, es decir, el individuo nace y el estado

lo posibilita a ser partícipe de una sociedad en específico; y esto lo podemos

observar con el neologismo “Biopolítica”, introducido por Michel Foucault con la

intención de dar cuenta de estas estrategias que hacen al individuo un partícipe de

la sociedad desde su nacimiento. Empero, lo que queremos ver aquí, es la forma

en la que el individuo va perdiendo poder sobre su propia vida, pues con la


introducción de estas tecnologías, el individuo ya no solo es responsable de su vida,

sino que lo es también de la vida que en supuesto le pertenece, frente a los demás.

Ahora vale preguntarnos no solo por lo que sería la vida en el individuo, sino que

también habremos de preguntar por el poder que tiene el individuo sobre sí, pues

podríamos decir que el sujeto en cierta medida está obligado a responder en la

sociedad, a dar cuenta de su existencia, y sus posibilidades como ser posible lo

atan a una suerte de exigencias culturales.

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