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LA MARQUESA DE LARKSPUR LOTION - Tennesse Williams, New Orleans (1941)

Una habitación pobremente amueblada en el barrio francés de Nueva Orleans. No tiene ventanas, ya que es un cubículo separado de otros semejantes por
tabiques artificiales. Un pequeño tragaluz inclinado deja pasar la escasa y deprimente luz de las últimas horas de la tarde. Hay un armario alto, negro, con lunas
rotas en las puertas, una bombilla eléctrica oscilante, una cómoda negra y carente de elegancia, una horrible estampa de un santo y, encima de la cama, un
escudo de armas en un marco.
La Sra. Hardwicke-Moore, una mujer de cuarenta años, teñida de rubio, está sentada en el borde de la cama en actitud pasiva, como si no se le ocurriera nada
mejor que hacer.
Se oye un golpe seco en la puerta.

Sra. H.: (En un tono agudo, afectado) ¿Quién es, por favor?
Sra. W.: (Desde fuera, bruscamente) ¡Soy yo!
(Con una expresión momentánea de terror en la cara, la Sra. Hardwicke-Moore se levanta muy tiesa).
Sra. H.: ¡Oh… Señora Wire, Pase! (Entra la patrona, una mujer de unos cincuenta años, gruesa y desaliñada). Precisamente iba a
pasar por su habitación para hablar con usted.
Sra. W.: ¿Sí? ¿De qué?
Sra. H.: (Con una sonrisa que quiere ser jovial, pero que resulta forzada) Señora Wire, Lamento decirle que no creo que estas
cucarachas sean compañeros de cuarto más gratos, ¿Y usted?
Sra. W.: Cucarachas, ¿eh?
Sra. H.: Sí, exactamente. No es que haya tenido muchos contactos con cucarachas en mi visa, pero las pocas que había visto hasta
ahora eran pedestres, de las que andan. ¡Estas, señora Wire, son cucarachas voladoras! Me quedé asombrada, en
realidad me quedé literalmente pasmada cuando una de ellas despegó del suelo y empezó a zumbar por el aire,
describiendo un círculo, apenas a dos pulgadas de mi cara. Señora Wire, me senté en el borde de esa cama y lloré, ¡tan
horrorizada y asqueada me sentía! ¡Imagínese! ¡Cucarachas voladoras, algo que nunca se me ocurrió que existiera,
zumbando y dando vueltas a mi alrededor! Mire, señora Wire, quiero que sepa…
Sra. W.: (Interrumpiéndola) Las cucarachas voladoras no tienen nada de extraño. Las hay en todas partes, incluso en el barrio
elegante las tienen. Pero no era eso lo que yo quería…
Sra. H.: (Interrumpiéndola) Es posible, señora Wire, pero yo también puedo decirle que me horrorizan las cucarachas, incluso las
simples cucarachas tradicionales, las pedestres; y en cuanto a este otro tipo, las que vuelan… ¡Si he de quedarme aquí,
estas cucarachas voladoras han de desaparecer, y han de desaparecer inmediatamente!
Sra. W.: ¿Cómo voy a impedir yo que las cucarachas voladoras entren por las ventanas? Pero no es eso lo que yo…
Sra. H.: (Interrumpiéndola) Yo no sé cómo, señora Wire, pero tiene que haber un procedimiento. Lo único que sé es que tienen
que desaparecer antes de que yo pase aquí una noche más, señora Wire. ¡Oiga, si me despierto por la noche y me
encuentro una en la cama me dará un ataque; le juro que, sencillamente, me moriré de convulsiones!
Sra. W.: Perdóneme que le diga, señora Hardwicke-Moore, que es mucho más probable que se muera usted de beber
demasiado que de convulsiones provocadas por cucarachas (coge una botella de la cómoda) ¿qué es esto?
¡Larkspur Lotion ¡Vaya!
Sra. H.: (Enrojeciendo) Lo uso para quitarme el esmalte de las uñas.
Sra. W.: ¡Muy delicada, sí!
Sra. H.: ¿Qué quiere decir?
Sra. W.: No hay una casa vieja en el barrio que no tenga cucarachas.
Sra. H.: Pero no en cantidades tan enormes, ¿no? ¡Le aseguro que esta habitación está realmente infestada!
Sra. W.: No hay que exagerar. Y, a propósito, no me ha pagado usted todavía el resto del alquiler de esta semana. No
pretendo cambiar de conversación, pero sí necesito cobrar ese dinero.
Sra. H.: ¡Le pagaré el resto del alquiler tan pronto como haya acabado usted con las cucarachas!
Sra. W.: Tendrá usted que pagármelo ahora mismo o marcharse.
Sra. H.: ¡Estoy decidida a marcharme si no se van las cucarachas!
Sra. W.: Entonces márchese y déjese de hablar de ellas.
Sra. H.: ¡Debe usted haber perdido el juicio, no puedo marcharme ahora mismo!
Sra. W.: ¿Entonces a qué viene lo de las cucarachas?
Sra. H.: ¡Viene a lo que ya le he dicho, que no creo que sean los seres más indicados para compartir con ellos un cuarto!
Sra. W.: ¡De acuerdo! ¡No lo comparta! ¡Haga la maleta y múdese a otro sitio donde no haya cucarachas!
Sra. H.: ¿Quiere usted decir que insiste en tener cucarachas?
Sra. W.: No, lo que quiero decir es que insisto en que me pague usted el alquiler que me debe.
Sra. H.: Ahora mismo es imposible.
Sra. W.: Imposible, ¿eh?
Sra. H.: Sí, y le diré por qué. No me han girado todavía la suma que trimestralmente me manda la persona que regenta la
plantación de caucho. Hace ya varias semanas que la estoy esperando, pero según la carta que recibí esta mañana
parece que ha habido un pequeño error en los impuestos del año pasado y…
Sra. W.: ¡Oh, basta ya! ¡Otra vez la maldita plantación de caucho! ¡La plantación de caucho del Brasil! ¿Cree usted que en
los diecisiete años que llevo en este negocio no he aprendido nada sobre las mujeres de su clase?
Sra. H.: (Muy tiesa) ¿Qué insinúa usted?
Sra. W.: Supongo que los hombres que recibe por las noches vienen a hablar de la plantación de caucho del Brasil, ¿no?
Sra. H.: ¡Debe usted estar loca para decir una cosa así!
Sra. W.: ¡Oigo lo que oigo y sé lo que pasa!
Sra. H.: ¡Ya sé que es usted una fisgona, que escucha detrás de las puertas!
Sra. W.: ¡No soy una fisgona ni escucho detrás de las puertas! ¡Lo primero que aprende una patrona del barrio
francés es que no tiene que ver ni oír, sino limitarse a cobrar su dinero! ¡Mientras me pagan, conforme, soy
ciega, sorda y muda! Pero en cuanto el dinero no llega, recupero el oído, la vista y el habla. Si hace falta, cojo
el teléfono y llamo al jefe de Policía, que es pariente de mi hermana. Anoche oí aquella discusión sobre dinero.
Sra. H.: ¿Qué discusión? ¿Qué dinero?
Sra. W.: ¡El gritaba de tal modo que tuve que cerrar la ventana de delante para impedir que el ruido llegara a la calle!
¡Y no oí nada de ninguna plantación en el Brasil! ¡En cambio, se habló de otras muchas cosas con toda
claridad en esa conversación de medianoche que tuvieron ustedes! ¡Larkspur Lotion… para quitarse el
esmalte de las uñas! ¿Se figura usted que soy una niña? ¡Es lo mismo que la maravillosa plantación de caucho!
EL JARDÍN DE LAS DELICIAS - Jorge Díaz, Chile-España (1986)

Carla está sentada en un banco del parque. Junto a ella, un cochecito de bebé. Carla le habla a
una mujer invisible que está sentada junto a ella en el banco.

Carla: ¡Qué día más maravilloso, ¿verdad?! Yo vengo al parque a relajarme. Este aire, este
verdor le sueltan a una los nudos mejor que los tranquilizantes o los masajes.
(Girando hacia afuera del escenario) ¡Nachito, no le tires el pelo a ese niño! (Ahora se
vuelve hacia el cochecito y lo mueve un poco para tranquilizar a su bebé) ¡No te asustes,
rey mío! No te grito a ti, sino a tu hermanito ¡Sigue durmiendo, tesoro de mamá!
(Habla ahora a la mujer invisible del banco) A los míos también le hace mucho bien
bajar al parque. Estos dos angelitos no han nacido para estar encerrados. Son unas
plantitas delicadas que se marchitan en el interior de un departamento. (Le grita de
nuevo a su hijo que está fuera del escenario) ¡Nachito, te estoy mirando! ¡Deja de
golpear a ese niño, que está botando sangre por la nariz! (Al niño del cochecito) ¡No te
asustes, mi vida! ¡Ay, qué cosita más rica que tengo! ¡Es un sol de niño!
(A la mujer invisible) No me puedo quejar. Es una gran bendición tener estos dos hijos.
A mí me habría gustado tener cuatro, pero mi marido… bueno, no quiero hablar de
mi marido en una mañana tan radiante. Sólo hablo de él los días nublados, pero no me
mal interprete, nuestra relación es muy sólida y duradera, aunque es difícil de
explicar!
(Le grita al niño que está afuera) ¡Nachito, guarda ese cuchillo! ¿Cuántas veces tengo
que decirte que no les claves cuchillos a los niños que no conoces? ¡En el cuello no,
Nachito, que por ahí pasa la carótida!
(A la mujer invisible) ¡Estos niños! Si uno se descuidara, no sé lo que harían.
LA PEQUEÑA HISTORIA DE CHILE - Marco Antonio de la Parra, Chile (1994)

2. EL MAPA
Náufragos en medio del mar de pupitres. Aparecen las manos, los rostros, se cuelgan de los tableros. Suena la tormenta. Campanas de colegio que repican
como un carillón interminable.

Voces:  Buenos días. Buenos días. Buenos días. Buenos días. Buenos días. Buenos días. Buenos días. Buenos días.
Sacan la tiza. Escriben aquí y allá: Historia de Chile.
Voces: El libro. El libro. El libro. El libro. El libro. El libro. El libro. El libro.

Voces:  ¡Puntero!. ¡Puntero!. ¡Puntero!

Voces:  ¡Mapa! ¡Mapa! ¡Mapa! ¡Mapa!. ¿Mapa?... ¿mapa?... ¿mapa?... no hay mapa... no hay mapa... no hay mapa... ¡no hay mapa!, ¡No hay
mapa!, ¡No hay mapa!
Rector: ¿cómo no va a haber mapa?

Loureiro: no hay mapa.
Silencio gélido.
Rector:  es imposible que se haya perdido el mapa. ¡Señora loureiro!. ¿Qué pasó con el mapa?

Loureiro:  le digo que no sé qué pudo haber pasado con el mapa.

Rector: ¿no nos habían llegado recientemente dos mapas?

Loureiro: el ministerio nos había enviado dos mapas. Justamente. Según inventario, oficio nº 264 / 93. Pero llegó uno solo.

Rector: ¡no se detengan! ¡Pasen lista! ¡No hay tiempo que perder!

voces: Alarcón, Araya, Avellaneda, Bahamondes, Bastarrica, Bustamante, Campos, Concha, Cortés, Díaz, Donoso, Duval, Espinoza,
Fernández Roberto, Fernández Carlos, Fernández Gustavo, Fuente de la, García, Guirao, Guzmán, Herrera, Iragüen, Jiménez, Jorquera,
Julio, kowalski, López Ricardo, López Mario, Montoya, Moretti, Morgado, Núñez, Nicholls, Olavarría, Orellana, Oyanedel, Peña, Puente de
la, Puga, Romeo, Salas, Salinas, Silva, Tapia, Toledo, Ulloa, Valdés, Valle, Velásquez, Yuricich, Zapata, Zurita.
Rector: ¿protestamos?

Loureiro: ¿protestamos?

Rector: claro que sí.

Loureiro: ¿por las listas?. Son muchos alumnos pero llegó del ministerio... usted sabe...

Rector: el mapa perdido... Sra. loureiro, ¿está en la luna?

Loureiro: protestamos... en oficio 137 / 93 de abril. Se nos contestó en carta personal del 26 de junio que llegaría dentro del nuevo presupuesto del año
siguiente.
Rector: ¿llegó?

loureiro: (muy rápido) recibimos rectificación del presupuesto del año 94 en oficio 343 / 93 con corrección de la nueva normativa y orientación sobre
recursos aludiendo que el mapa debería postergarse hasta recibir acuerdo final del último arbitraje de límites cordilleranos con la república
argentina tanto en el canal del beagle como en laguna del desierto.
Rector: ¿no llegó?

Loureiro: no.

Rector: ¿y el otro mapa?

Loureiro: debería estar en bodega.

Rector: ¿quién tiene la llave de la bodega?

Loureiro: economato...

Rector: ¿quién lleva economato?

Loureiro: biblioteca...

Rector: ¿quién lleva biblioteca?

Loureiro: Muñoz.

Rector: ¡Sra. Muñoz!

Muñoz: ¿qué pasa?. Estoy pasando lista.

Rector: ¿qué sabe usted del mapa de Chile?

Muñoz: limita al norte con Perú y Bolivia, al este con Argentina y al oeste con el Océano Pacífico.

Loureiro: lo que me temo siga siendo cierto.

Rector: el mapa no es el territorio. Pregunto por el del ministerio, el que necesitamos para hacer las clases. ¿Dónde está?

Muñoz: el mapa... ¿no lo usaron los fotógrafos?

Rector: ¿los fotógrafos?

Loureiro: ah, sí... claro, lo usaron de telón para las fotos de los chicos de la básica.

Rector: ¿la básica? ¿Qué tenemos que ver con la básica?

Muñoz: es que me lo pidieron...

Rector: ¿usted lo prestó? ¿No sabe lo que dicen los estatutos? la básica es la básica, la media es la media... por favor...

Muñoz: les faltaba un telón, Sr. Gómez.

Rector: ¿sabe que si esto fuera una guerra la mandaría fusilar?

Muñoz: ¿lo haría?

Rector: lo haría, ganas no me faltan...

Muñoz: ¿lo haría de verdad?

Rector: ¿por qué esa cara?

Muñoz: tal vez sería una mejor muerte que esta.

Rector: ¿qué quiere decir?

Muñoz: ¿no ha pensado que somos almas castigadas?

Rector: todavía no estamos muertos.

Loureiro: ¿y si ya lo estamos, Rector, y por eso se pierden los mapas?

Muñoz: ¿qué otra cosa se ha perdido?

Loureiro: no sé, la campana...

Muñoz: una pizarra...

Loureiro: dos cajas de tiza...

Muñoz: los alumnos, ¿cuánto tiempo que no vemos a los alumnos?

Loureiro: la memoria...

Muñoz: la historia de chile se ha perdido...

Rector: esto es intolerable...

Loureiro: no hay mapa...

Muñoz: no hay liceo...

Loureiro: no hay nada que decir...

Rector: ¡pasen lista!
Repiten la lista.
3. TODO SE PIERDE

Sanhueza:  sr. Rector... ¿qué está pasando?


Rector:  usted, Sr. Sanhueza, no descuide su clase.
Sanhueza: ya pasé lista, no se preocupe. Ya sé mis nuevos sobrenombres. Ya sé las bromas entre ellos. Ya conozco esa historia
secreta y personal de cada curso. Y escuché la palabra guerra... ¿qué significa? y muerte... ¿no hay acaso en nuestra
historia un exceso de muertes?
Loureiro: ¿y cómo le dicen ahora, Sr. Sanhueza?
Sanhueza: pájaro loco. No me gusta. Prefiero cuchillo de palo como de decían el año pasado o el martillo de los brujos como
fui bautizado por un cuarto medio sumamente culto y sofisticado, ¿sabe usted lo que es el martillo de los brujos?
Loureiro: suena terrible.
Sanhueza: a usted le decían torquemada.
Rector: silencio. Estamos en el ojo del huracán. Las cosas no funcionan como es debido.
Sanhueza: ¿qué pasa?
Loureiro: no hay mapa.
Muñoz: tal vez estamos muertos.
Rector: no podemos hacer clases sin mapa.
Sanhueza: todo se pierde. Hace unos meses llegué a mi casa y mi mujer no estaba, y pensé si era yo el que no estaba. No
estaba mi hija. no estaba mi honra, ni mi calma. la mujer es como el mapa del hombre, ¿sabía?
Rector: no mezclemos asuntos personales... esto es como el teatro... como el ejército... como el sacerdocio... como lamedicina...
Muñoz: tal vez estemos muertos...
Rector: Sra. Muñoz, desde que la conocemos anuncia nuestra muerte... la hemos descubierto haciendo espiritismo sobre el
escritorio, pone a sus alumnos a invocar a los padres de la patria... usted comprenderá: no se puede preguntar la
historia a los espíritus.
Muñoz: ¿no es la historia, el espíritu de la nación?
Rector: sé que ha llenado cartillas de pronósticos deportivos con sus designios y, lo peor, casi le ha acertado...
Muñoz: Prat no sabe nada de fútbol.
Sanhueza: ¿Rector, qué le pasa?
Rector: nada, quiero un vaso de agua.
Muñoz: no sé si hay vasos.
Loureiro: no sabemos si hay agua.
Rector: ¿y el mar?
Muñoz: ¿ese mar que tranquilo nos baña?
Loureiro: hace mucho tiempo que no vemos el mar.
Rector: está bien... está bien...

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