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Xavier Albó
Es claro que en América Latina y el Caribe ha aumentado la conciencia de que la
región y sus diversos países tienen un carácter multiétnico y pluricultural este país
(expresado ya en casi todas las reformas constitucionales recientes) y que, por tanto, es
esencial desarrollar a la vez una conciencia y estructuras interculturales para poder
organizar nuestra convivencia como país y entre países.
Los actuales procesos globalizadores, tanto desde arriba, a partir de los sectores
económicos y políticos más poderosos, como desde abajo, a partir de nuevas formas de
aglutinación desde diversos movimientos sociales (glocalización hacia “otro mundo
posible”) no eliminan la anterior constatación. Simplemente le añaden una mayor
complejidad. Aquí no abundaré en este mi propio diagnóstico sino que me concentraré
en señalar pistas sobre las perspectivas que se deberían tomar más en cuenta para
incorporar esta dimensión en un programa latinoamericano de formación política.
1. Diagnóstico
[NOTA. Para ello puede ser necesario tener ya previamente aclarados algunos
conceptos básicos de la sección 2; o, quizás, hace primer un diagnóstico en crudo en
un primer momento, y rehacerlo después, cuando ya se hayan aclarado estos
conceptos.]
1.1. Diagnóstico de la región
Tener una panorámica de toda la región, enriquecido y complementado por otros
más específicos de los países concretos de los participantes, con tres perspectivas
complementarias:
1) El proceso histórico. Lo central no debe ser la erudición del detalle, sino percibir el
proceso, de mediano y largo plazo, y cómo éste va dejando sustratos y estructuras
que siguen presentes y actuantes en el presente e incidiendo en el futuro. Considero
indispensable partir de esta perspectiva. En nuestro caso y tema , lo central es el
persistente carácter neo colonial subyacente en nuestras estructuras de poder, tanto
desde la perspectiva de las poblaciones originarias, más o menos transformadas,
según el país, como de injertos, entre los que sobresale la población afroamericana,
sin ser el único.
Será útil añadir un permanente contrapunteo entre (a) lo que ocurre a nivel de
Estado (gobiernos, nuevas leyes, voto universal, , instituciones...); (b) desde la
sociedad (cambios económicos y sociales, migraciones...), y (c) desde los
movimientos sociales, en este caso con énfasis en los indígenas, campesinos, negros
y otros que tengan rasgos culturales diversificados.
2) Mapeo de situaciones pluriculturales actuales, al nivel regional y por países. Incluir
el tema de las inmigraciones y emigraciones tanto internas como internacionales,
dentro y afuera de la región, que van modificando el mapa.
3) Proyecciones / opciones alternativas hacia el futuro cercano en los debates
actuales.
En los tres casos, será particularmente útil y productivo intentar cruzar la
dimensión étnica-cultural con la de poder y clase.
1.2. Diagnóstico específico de la Compañía de Jesús
Lo específico de la Compañía de Jesús es una institución llamada a ser muy
intercultural por su vocación a la vez universal, y por tanto, globalizada; y también, de
inserción e inculturación local.
Tomar en cuenta las obras, propias o compartidas, en que más está involucrada
en América Latina y el Caribe y ponderar a qué sectores se atiende más. ¿Refleja ello
la realidad esbozada en 1.1? ¿O muestra ciertas opciones deliberadas o de facto?
Analizar asimismo los orígenes culturales y experiencias del personal involucrado,
jesuitas o no.
1.3. Autodiagnóstico de los participantes
Historias y evoluciones propias, discutidas después en grupos de trabajo. El ideal
sería que en las instancias formativas presenciales pudieran converger participantes
de diversos orígenes y trayectorias culturales, para que esos eventos pudieran ser
talleres de vivencia y aprendizaje intercultural.
[NOTA. El objetivo de los diagnósticos 1.2 y 1.3 es sentirnos involucrados en la
problemática pluri- e intercultural, con nuestras oportunidades, limitaciones y
opciones.]
2. Temas y contenidos clave
Los siguientes temas deben comprenderse en su complejidad polisémica
(conocimiento) y, a la vez, vivenciarse (actitudes) y actuarse (conductas y prácticas).
2.1. Cultura
Al ser éste el elemento constitutivo de partida para inter-culturalidad, habrá que
dedicar una atención particular a los múltiples y a veces contrapuestos alcances de
este concepto.
Hay que tomar a la vez en cuenta los diversos elementos culturales , que en
conjunto se agrupan en tres grandes esferas, íntimamente entrelazadas y, por tanto,
todas ellas relevantes para nuestra temática: la de relaciones con la naturaleza
(producción, alimento, vivienda...), más vinculada con toda la temática y enfoque del
desarrollo material y económico; la de relaciones sociales entre personas y grupos
(familia, comunidad, política...), directamente relacionada con nuestro tema; y la
imaginaria o simbólica que da sentido al conjunto (lenguaje, religión, arte, pero
también el sistema jurídico y legal...). Economistas y políticos tienden a reducir ‘cultura’
a sólo esta tercera esfera. Pero es indispensable ver que en realidad también lo
productivo, económico y político es cultural; de lo contrario se sigue cayendo en
propuestas etnocéntricas, por ejemplo, en los modelos de desarrollo o en las normas
de democracia formal].
En casi cualquier ámbito o esfera se combinan además dimensiones o
componentes prácticos y simbólicos. Los primeros están constituidos por todo el
conjunto de instrumentos (sean herramientas, aparatos, escritura o Internet), destrezas
y conocimientos que reflejan ante todo una forma práctica y compartida de resolver un
problema. Los segundos, trasmiten algún mensaje, más allá de lo inmediatamente
tangible y juegan, por tanto un rol clave en la construcción de identidades, prejuicios,
consensos o conflictos.
Habrá que saber distinguir también entre los elementos culturales que identifican
y diferencian a la gente de un determinado pueblo con relación a otros (es decir, su
cultura específíca) y los elementos culturales comunes compartidos por grupos
humanos cada vez más amplios, de muchos orígenes y pertenencias culturales. La
combinación entre ambos es la que hace posible la interculturalidad. En un momento
dado es posible que ciertos elementos se asocien con la cultura que les dio origen o
con las que primero los adoptaron. Pero con el tiempo ello puede cambiar. El teléfono
célular hace apenas unos años era un símbolo del status cultural de las clases
pudientes pero ahora ya es un instrumento común y generalizado.
2.2. Identidades sociales y culturales
A un nivel mayor, en la medida que un grupo social intercambia y transmite en
todos esos ámbitos sus aprendizajes más entre sí que con otros, podemos hablar de
grupos culturales o –desde la perspectiva de lo aprendido y transmitido en cada
grupo– de diversas culturas. Más aún, el o los grupos culturales que comparten
determinados rasgos suelen identificarse y ser identificados por estos rasgos, y éstos,
a su vez, los diferencian de otros grupos culturales.
Pero al entrar en este campo de las identidades –tan central en todo nuestro
tema– es preciso hacer una serie de distinciones. En primer lugar, el juego de
identidades es muy complejo, porque cada individuo está siempre en una encrucijada
entre sus varias identidades grupales: como hombre o mujer, como niño joven o viejo,
por su lugar o territorio más amplio de nacimiento y residencia, su profesión, su
religión, sus opciones y opiniones, etc. Enfatizará una u otra identidad de acuerdo a
quiénes se quiere parecer o de quiénes se quiera distanciar en determinadas
situaciones concretas. Hay siempre una serie de estrategias más estables o
cambiantes, más individuales o colectivas en el manejo de identidades.
Habrá que distinguir también entre las identidades adscritas (aquellas que los
individuos ya se las encuentran puestas desde un principio sin contar con su voluntad),
y las adquiridas por propia decisión, sea la misma identidad adscrita u otra nueva. No
es tampoco igual la identidad asumida por los propios interesados y con la que ellos
mismos se autoidentifican y aquellas que otros le dan; por ejemplo, alguien se puede
sentir miembro de tal pueblo (maya, afroamericano) pero rechaza que otro le llame
indio o niger, por las cargas negativas que tales nombres arrastran, aunque en ello
puede haber muchas variantes en el tiempo, el lugar o los niveles de conciencia y
militancia.
Conviene distinguir finalmente entre (a) las identidades que marcan sólo el estilo
de un determinado grupo social sectorial dentro de una sociedad más compleja –
como la cultura de los jóvenes, de las feministas, de los abogados, de los militares, de
los testigos de Jehová o la de los jesuitas – y (b) aquellas identidades más globales
que comparten diversos grupos sectoriales que constituyen la sociedad o pueblo
común, conformando un modo básico o criterio común de proceder de todos ellos sean
jóvenes, feministas, abogados o jesuitas. Estas últimas identidades más globales son
más sólidas si quedan además plasmadas en determinados territorios, más o menos
amplios y formalizados (o siquiera barrios), aunque no siempre ocurre (ej., la diáspora
judía antes de recrear el estado de Israel; y ahora las de inmigrantes en el Primer
Mundo, aunque mantengan cierta referencia a su lugar de origen). Existen también
situaciones intermedias, como, por ejemplo, la cultura rural vs urbana, los miembros
de un pueblo indígena o negro que mantienen su propio modo de ser y cohesión
interna sin tener ya una referencia territorial, por expoliación o por emigración.
Todas estas identidades, expresadas a través de elementos culturales
específicos, sobre todo de tipo simbólico, son importantes y pueden coexistir en un
mismo individuo. Pero son sobre todo las últimas identidades mencionadas, de
alcance más global, las que tienen mayor impacto y potencial político, positivo o
negativo. A ellas me refiero a continuación.
2.3. Etnia, pueblo, nacionalidad, nación, estado
Según el nivel en que ocurra esta identidad grupal más englobante, estos grupos
pueden recibir diversos nombres, como etnia, pueblo u otros muchos nombres propios
de cada grupo. Por ser identidades más globales, ligadas a los orígenes comunes y a
todo un modo de ser cultural hacen referencia a una identidad compartida sentida
como más fundamental que otras. ¿A quién se le ocurriría, por ejemplo, hablar de la
“etnia” o “nación” femenina en contraposición a la masculina o la gay? Veamos la
gama de sentidos de ciertos conceptos relacionados.
• Etnia viene del griego ethnos ‘pueblo’. Lo étnico es, por tanto y en su sentido
más original, lo propio de cada pueblo, identificado por su historia y cultura; y
etnicidad es la identificación de los pueblos según sus rasgos culturales. Pero
en el habla común e incluso en las ciencias sociales se ha ido dando un sentido
excesivamente reduccionista al vocablo, tendiendo a reserva este nombre sólo
a grupos minoritarios indígenas (ver infra); o, en países que reciben inmigrantes
de muchos orígenes culturales sólo llaman grupo étnico a ciertos subgrupos,
dejando la impresión de que los grupos culturales hegemónicos de esta
sociedad englobante ya no son tales. En realidad éstas ya son visiones
“etnocéntricas”, que no facilitan las relaciones interculturales.
• Pueblo, según lo anterior, es en su origen sinónimo de etnia. Pero ha sido
apropiado de manera distinta, más positiva, en la literatura sociológica y
política. En el derecho internacional ha habido incluso la tendencia de
identificar este término con estado soberano, aunque últimamente este derecho
ha recuperado también otras acepciones, como por ejemplo la de “pueblos
indígenas” sin identificarlos por ello con estados soberanos. (Declaración de
NN UU sobre los derechos de los pueblos indígenas, septiembre 2007),
• Nacionalidad y nación, derivados de nacer, tenían antes un sentido semejante.
Sin embargo, aún más que en el caso anterior, se ha tendido a identificarlos
como la vertiente social e identitaria de toda la población que constituye forma
un estado, en términos políticos y administrativos; o que, en una concepción
más evolucionista, ya está a punto de transformarse en éste. Con todo tal
equivalencia teórica tampoco está plenamente consensuada.
• Nación-Estado, Estado Nacional. Por lo anterior, los estados modernos se
apropiaron del término “nación” como el grupo que tiene el sentido y conciencia
de identidad y destino común por su pertenencia a un mismo estado,
implicando así que ser parte de un Estado facilita también una cultura
compartida por toda esta población. El nacionalismo es entonces una corriente
política ideológica que da alta prioridad al fortalecimiento de la nación-estado.
Cuando se habla de las Naciones Unidas, en realidad, se habla de estados; en
cambio el país llamado Estados Unidos se considera una única nación, a la que
además llaman la American Nation ignorando al resto del continente.
• Estado [-Nación] plurinacional. Los reduccionismos estatistas de “nación” no
han cuajado plenamente. Algunas autonomías españolas, por ejemplo, pelean
también para ser reconocidas como naciones dentro del Estado español.
Desde otra vertiente, los pueblos indígenas de muchos países subrayan lo
fundamental que para ellos es esta su identidad étnica llamándose también a sí
mismos nacionalidades, naciones o e incluso first nations [= originarias],
considerando peyorativo que se les reduzca a sólo culturas o etnias. Proponen
entonces que el estado del que forman parte se defina, por reconocimiento a
ellos, como estado plurinacional. Implica que reconozca sus territorios con
suficientes márgenes de autonomía para desarrollarse como pueblos y, de
manera más general, sus derechos colectivos como pueblos (por ejemplo, su lengua,
formas propias de educación, usos y costumbres) incluso si viven ya fuera de sus
territorios. Pero a la vez aceptan que todo el Estado sea también Nación a otro nivel. A
diferencia de muchas naciones europeas hoy subestatales (como Euskadi, Kosovo o
Chechenia), ellos no aspiran a convertirse además en estado-nación, ni siquiera como
estados federados, aunque sí desean consolidar tener una mayor presencia y, dado el
caso, incluso hegemonía, en el estado-nación al que ya pertenecen. Además, como
miembros de tal estado-nación, comparten con todos la ciudadanía, derechos y
obligaciones comunes a todos.
1
Territorio es un espacio geográfico socialmente apropiado. Es un concepto muy relevante en términos políticos y
puede tener también importantes implicaciones en lo pluri- e intercultural.
arriba mencionado. Es un ámbito aparentemente más académico y filosófico
pero puede tener importantes implicaciones en algunos análisis y tareas dentro
del ámbito político, como por ejemplo, en la construcción y legislación de una
nueva sociedad. De lo contrario, es probable que acabemos cayendo en el
típico error del etnocentrismo.
• El estructural, con énfasis en las nuevas modalidades que adquieren las
instituciones y estructuras sociales estatales, que vienen a ser el molde en el
cual se facilitan las relaciones interpersonales personales de convivencia. Este
ámbito estructural toca de lleno la transformación de nuestras sociedades y estados,
objetivo final de este programa de formación.
Ninguno de estos tres ámbitos se basta por sí mismo sino más bien los tres se refuerzan
mutuamente. Así, el Estado intercultural se refiere sobre todo al ámbito estructural, que queda
codificado en toda la legislación. Pero en los contenidos de ésta tienen que explicitarse ya
muchos elementos conceptuales, fruto del diálogo intercultural. Y éste es resultado de haber
logrado ya un tipo de relaciones interpersonales respetuosas y abiertas. A su vez éstas se
facilitan si toda la estructura social y estatal –incluida la educación de las nuevas generaciones,
los medios de comunicación y los demás servicios públicos– tiene ya este enfoque, tanto al
nivel global del país como al interior de los diversos niveles y unidades autonómicas y en las
relaciones entre ellas.
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