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Violencia de género: el medio es el mensaje

El equívoco, la ofensa, la estupidez, el ridículo, la confusión, la agresión y el ocultamiento son


un caldo de cultivo permanente para la reproducción de la violencia de género y la
minusvaloración continua de la mujer

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Antonio G. Valdecasas

05 diciembre 2014

Una lectura de 4 minutos

“Si tu cura te mete mano, denúnciale”. A todos nos extrañaría un anuncio semejante, porque
no existe una prolongación natural de nuestro yo que sea “tu cura”. Hay curas que meten
mano y otros que no. De la misma forma, no hay una extensión natural de ti, que sea “tu
chico”. No ha lugar a un anuncio que diga “si tu chico te maltrata, denúnciale”. Lo único
natural es que “si el energúmeno que sale contigo te maltrata, denúncialo”. Equívoco.

El 27 de noviembre de este año The Guardian informaba que Andrew Mitchell, jefe de los
conservadores ingleses, se enfrentaba a un desembolso de un millón y medio de libras tras
perder un juicio por haber llamado plebeyos a agentes de policía en Downing Street en
septiembre de 2012. Coja ahora usted el buscador de Google y ponga: “Todas las mujeres son
unas zorras y unas putas” o cualquier otro adjetivo peyorativo e insultante y cuente los
millones de páginas donde esto aparece. ¿Alguien hace algo al respecto? No consta. Imagínese
que en vez de mujer pone judío (con los ajustes gramaticales pertinentes). ¿Cuánto duraría la
página antes de enfrentarse a una denuncia y todo tipo de ciberataques? No se sabe, pues en
Google no hay ni UNA sola página con este texto completo. ¿Es una mujer menos persona que
un policía o un judío? Ofensa.

Veinte de noviembre de 2014, a Julien Blanc, denominado el artista de la seducción, se le


prohíbe la entrada en el Reino Unido. Este cretino basa su fama en actos de humillación
femenina, y todavía la prensa le llama artista. Como dijo aquel presidente conservador de la
cámara de diputados “manda huevos/ u /ovarios”. Estupidez.

En un agudo artículo en el número 1 de El Estado Mental (mayo, 2014) titulado “Notas sobre
feminidad, fotografía y publicidad”, Sánchez Ferlosio nos dice que el fotógrafo de la moda
consigue la sumisión de la mujer logrando poses que ni el más cercano amante sería capaz de
conseguir, sin que ellas sean conscientes del tremendo ridículo que suponen. No se puede
menos que recordar las fotos de las ministras del primer gobierno de Zapatero o su
equivalente en las fotos de los políticos de Alberto Schommer, con un simbolismo de cuneta,
que recuerda el cuento del rey que iba desnudo. O que decir de un desfile de ropa interior
femenina, que más parece un espectáculo para onanistas compulsivos y menos un secreto de
la victoria femenina. Ridículo.

Puede que no sea la primera vez que el grupo opresor se ponga del lado del grupo oprimido,
como sugiere el programa El Tornillo del 21 de noviembre de 2014. No hay más que pensar en
todo el movimiento abolicionista de la esclavitud en la Europa de los tres últimos siglos. Pero
lo que parece cuestionable es remitir la actividad del hombre-persona respecto a la mujer-
persona, a simple comparsa por razón de género. Así que, si la mujer-persona es una de las
tantas mujeres reaccionarias que no cuestionan los privilegios masculinos ¿debe el hombre
feminista (cualquier cosa que eso signifique) seguir mansamente semejante ejemplo por el
simple hecho de ser mujer? Confusión.

Invito a los que están mejor preparados que yo a hacer un análisis “a la John Berger” de
cualquier video pornográfico accesible a toque de clic para cualquier persona, cualquier edad,
con contenidos como el siguiente: Dos energúmenos reciben a una joven en minifalda. La
manosean groseramente, la desnudan, la penetran anal y vaginalmente a la vez de forma
bastante brutal, mientras la mantienen en el aire. Se supone que la chica tiene que dar
gemidos de placer. Que una escena como esa sea capaz de excitar a alguien, puede ser un
buen índice de lo trastornada que anda esta sociedad. Agresión.

Octubre de 2007. Homenaje al fundador de Prisa, Jesús Polanco. La foto muestra sentados en
el estrado a una serie de prohombres entre los que se encuentran Felipe González, Alberto
Ruiz-Gallardón y Juan Luis Cebrián. En una esquina, de pie, la única mujer: una azafata. Pobre
Jesús, no tuvo ninguna mujer importante en su vida que hablara de él en tan eminente
celebración. Ocultamiento.

Se podría añadir caso tras caso, en una hilazón interminable. No tiene sentido. Ya hay gente
desde hace mucho tiempo elaborando teorías al respecto. Pero parece que de lo señalado: el
equívoco, la ofensa, la estupidez, el ridículo, la confusión, la agresión y el ocultamiento, no
se habla con toda la frecuencia que se merecen y forman un caldo de cultivo permanente para
la reproducción de la violencia de género y la minusvaloración continua de la mujer.

Sinceramente, no se está haciendo nada radical para atajar de raíz este mal y en algunos casos
lo que se hace es claramente contraproducente.

(Gracias a L. Vaticon y X. Cantera por sus sugerencias).

#igualdad #machismo #violencia de género #violencia machista

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