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El que algunos hablen de embriones humanos sobrantes nos debería dejar inquietos, porque un
embrión es un ser humano. Como tú o como yo, sólo que mucho más pequeño. O, mejor, como
fuimos tú y yo y cada uno de los seres humanos cuando estábamos en el seno de nuestras
madres. Cierto es que hoy día hay embriones que están en un congelador o en una probeta de
laboratorio, o que con mucha facilidad algunas mujeres (mejor, algunas madres) abortan a sus
hijos porque temen un nacimiento no programado por ellas o por otros. Pero nos deja
preocupados el pensar que haya seres humanos tratados como si fueran una cosa para usar y
para tirar
Usar a seres humanos como ratas de laboratorio y justificar esos experimentos en función de
los resultados obtenidos es una injusticia que no tiene nombre. Un principio ético elemental nos
dice que algo es bueno o malo no según el resultado que se consigue, sino según lo que se hace
Defender los derechos humanos nos exige hoy luchar por los más débiles de los más débiles: los
embriones. No podemos permitir que sean llamados 'sobrantes', porque ningún hombre sobra.
No hay embriones 'sobrantes', ni enfermos 'sobrantes', ni ancianos 'sobrantes'. Si acaso, 'sobran'
los asesinos, también cuando matan en nombre de la ciencia, de la raza o de los fanatismos... E
incluso, en ese caso, el asesino no puede ser 'usado', sino castigado de modo justo y en el
respeto de una humanidad que no ha perdido ni siquiera con su acción homicida. Por eso, ningún
país ni pueblo civilizado puede permitir la experimentación con embriones o adultos 'sobrantes'.
Defender al hombre ha sido siempre señal de progreso y de justicia. Hoy, defender a los
embriones, es más urgente que nunca, para el bien de todos. Más vale ser pobre y honrado que
ser rico y ladrón. Más vale una medicina que experimenta desde el respeto a todos los hombres
que una medicina que pueda progresar rápidamente (en lo técnico, pero no en lo humano) a
base de la destrucción de algunos hermanos nuestros...
La enseñanza de dicha Instrucción conserva intacto su valor tanto por los principios que allí se
recuerdan como por los juicios morales expresados. Sin embargo, las nuevas tecnologías
biomédicas, introducidas en este ámbito delicado de la vida del ser humano y de la familia,
provocan ulteriores interrogantes, en particular, dentro del sector de la investigación sobre los
embriones humanos, del uso para fines terapéuticos de las células troncales (o células madre),
y en otros campos de la medicina experimental.
2. En la realización de esta tarea se han tenido siempre presentes los aspectos científicos
correspondientes, aprovechando los estudios llevados a cabo por la Pontificia Academia para la
Vida y las aportaciones de un gran número de expertos, para con frontarlos con los principios
de la antropología cristiana
En el variado panorama filosófico y científico actual es posible constatar de hecho una amplia y
calificada presencia de científicos y filósofos que, en el espíritu del juramento de Hipócrates, ven
en la ciencia médica un servicio a la fragilidad del hombre, para curar las enfermedades, aliviar
el sufrimiento y extender los cuidados necesarios de modo equitativo a toda la humanidad. Pero
no faltan representantes de los campos de la filosofía y de la ciencia que consideran el creciente
desarrollo de las tecnologías biomédicas desde un punto de vista sustancialmente eugenésico.
3. Al proponer principios y juicios morales para la investigación biomédica sobre la vida humana,
la Iglesia Católica se vale de la razón y de la fe, contribuyendo así a elaborar una visión integral
del hombre y de su vocación, capaz de acoger todo lo bueno que surge de las obras humanas y
de las tradiciones culturales y religiosas, que frecuentemente muestran una gran reverencia por
la vida.
El Magisterio quiere ofrecer una palabra de estímulo y confianza a la perspectiva cultural que ve
la ciencia como un precioso servicio al bien integral de la vida y dignidad de cada ser humano.
La Iglesia, por tanto, mira con esperanza la investigación científica, deseando que sean muchos
los cristianos que contribuyan al progreso de la biomedicina y testimonien su fe en ese ámbito
La FIVET es la técnica que permite una mayor manipulación e intervención sobre los embriones,
es la más usada, por tanto la que más embriones aporta, la más legalizada y admitida por la
sociedad, es una fuente de suministro de material biológico barato y permanente convirtiéndola
en una técnica atractiva para una posible solución al difícil problema de la necesidad de órganos
para trasplantes.
En cuanto a las relaciones del embrión con el ambiente materno y social, campo en investigación
actualmente, se observa la unicidad de este nuevo ser que comienza en el útero materno y luego
en el mundo externo de forma única y específica.En el análisis de la concepción del hombre hay
que tener en cuenta: la unidad sustancial de la persona, no es un objeto, es sujeto y la dignidad
del acto conyugal para la concepción de la nueva vida, siendo el origen natural y de donde
procedemos. La ciencia y la técnica deben estar al servicio del hombre y no a la inversa. Ambas
no pueden por sí solas indicar el sentido de la existencia y del progreso humano. Deben tener
una finalidad y un límite
Inicialmente la FIVET fue un salto cualitativo con relación a las técnicas anteriores, pero al
sustituir el acto sexual, el más íntimo de los actos humanos, se pasó a una cuestión técnica de
laboratorio.El cambio del estatuto del embrión consiste en los cambios de su condición legal,
favoreciendo las T.R.A., llegando a lo que se llama “función ideológica de la Bioética”,
convirtiendo los juicios éticos en conveniencia o lucro, aparece el término pre embrión, teoría
de la implantación y otras que surgirán con el tiempo. De esta forma se concede una doctrina
legal negativa al feto, para favorecer la aplicación de una tecnología sin límites, negando la
dignidad del embrión, tratando de redefinir y actualizar la definición de especie humana y de
ser persona, para permitir legalmente todo, llegando a justificar la investigación y
experimentación con el feto.
ASPECTOS CIENTÍFICOS
El embrión humano en la fase de la preimplantación
El término se refiere al embrión en desarrollo desde el estado de cigoto hasta el que precede la
implantación en el útero materno - el embrión en este estado se le llama blastocisto- . Durante
este periodo, que incluye etapas importantes de desarrollo y de diferenciación celular, el
embrión recorre las vías genitales femeninas antes de implantarse en el útero, estableciendo
con el ambiente materno un intenso “diálogo molecular”.
EL PROCESO DE FECUNDACIÓN
Los eventos del proceso de fecundación se pueden reagrupar en tres etapas principales:
1) la reacción acrosomial, que permite al espermatozoide atravesar los estratos que rodean el
ovocito y que se una a la zona pelúcida.
2) la fusión de los gametos o singamia, que determina la activación del metabolismo del ovocito
fecundado con el comienzo del desarrollo embrionario, y la reacción cortical, que regula la
entrada del espermatozoide en el ovocito.
Además, ha sido demostrado que la orientación de la segunda división celular puede influenciar
el destino de cada una de las dos células: de una de ellas derivarán sobre todo los precursores
del embrión, mientras que de la otra derivarán los precursores que contribuirán a la formación
de la placenta (tejido extraembrionario).
A la luz de estos resultados se puede afirmar que si los ejes de desarrollo embrionario y el
destino celular comienzan a ser definitivos de manera tan precoz, nos es posible dejar espacio a
la idea de que los embriones precoces sean considerados como “cúmulo indiferenciado de
células”
Las divisiones de segmentación están acompañadas por crecimiento celular y por tanto
subdividen al cigoto, de grandes dimensiones, en tantas células hijas más pequeñas llamadas
blastómeros: el embrión en su conjunto no cambia de dimensiones y queda encerrado en la
zona pelúcida que le protege y le impide adherir a paredes tubáricas. En el ratón, la tasa de
segmentación está controlada por el gen Ped (preimplantation embryo development gene) que
tiene su homólogo del mismo nombre en el hombre.
El resultado de estas divisiones es la llamada mórula (del latín “morum”, que significa “mora”)
por el aspecto similar a la mora; en esta fase, el embrión está compuesto por células ligeramente
unidas entre ellas.