Você está na página 1de 90

See discussions, stats, and author profiles for this publication at: https://www.researchgate.

net/publication/272356594

La violencia en la Mirada: conflicto, infancia y televisión

Book · January 2014

CITATIONS READS

0 361

6 authors, including:

Jordi Busquet Duran Sue Aran Ramspott


Faculty of Communication Blanquerna. Universitat Ramon Llull Universitat Ramon Llull
86 PUBLICATIONS   117 CITATIONS    29 PUBLICATIONS   50 CITATIONS   

SEE PROFILE SEE PROFILE

Rosa-Àuria Munté Ramos


Universitat Ramon Llull
15 PUBLICATIONS   36 CITATIONS   

SEE PROFILE

Some of the authors of this publication are also working on these related projects:

Infancia, violencia y televisión. Los espacios informativos y los imaginarios de la violencia en los niños y preadolescentes (INVIOTEL) View project

Infancia, violencia y televisión: usos televisivos y percepción infantil de la violencia en la televisión View project

All content following this page was uploaded by Jordi Busquet Duran on 08 February 2019.

The user has requested enhancement of the downloaded file.


LA VIOLENCIA EN LA MIRADA
CONFLICTO, INFANCIA Y TELEVISIÓN

Jordi Busquet Duran (Editor)


Sue Aran Ramspott
Francesc Barata Villar
Pilar Medina Bravo
Silvia Morón Sompolinski
Rosa-Àuria Munté Ramos
Sumario

Prólogo 7
Mirando la mirada. Miquel Rodrigo-Alsina

Capítulo I 13
La violencia y sus manifestaciones contemporáneas.
Los tipos de violencia humana y su visibilidad social

Primera edición: marzo de 2014 Capítulo II 33


La violencia y los procesos de influencia mediática. Las teo-
© 2014 CONICOM (Conflicto Infantil y Comunicación) rías de la comunicación
de la Facultat de Comunicació i Relacions Internacionals Blanquerna
de la Universitat Ramon Llull
Capítulo III 53
Derechos exclusivos de edición: La violencia y los medios de comunicación
Facultat de Comunicació i Relacions Internacionals Blanquerna el saber criminológico
Universitat Ramon Llull
Valldonzella, 23. 08001 Barcelona
http://comunicacio.blanquerna.url.edu Capítulo IV 67
tripodos@blanquerna.url.edu La violencia y el discurso televisivo. Las convenciones de
Tel.: 93.253.31.08
la realidad y la ficción

ISBN: 978-84-936959-6-5 Capítulo V 81


D.L.:
La violencia en la mirada infantil
Jordi Llisterri Coordinación editorial
Josep Rom Diseño de la colección Capítulo VI 99
Beth Ibars Corrección
Un modelo de observación para el análisis de la violencia
Sònia Poch Composición
en televisión
Agpograf Impresión
Capítulo VII 119
Bajo las sanciones establecidas por las leyes,
quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización Infancia, violencia y televisión.
por escrito de los titulares del copyright, la reproducción total Los espacios informativos y los imaginarios de la violencia
o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento en los niños y adolescentes
-Incluyendo la reprografía y el tratamiento informático-
y la distribución de ejemplares de esta edición.
Bibliografía 149

Trípodos
El ojo que ves no es ojo porque tú lo veas;
es ojo porque te ve.

Antonio Machado
Prólogo
Mirando la mirada

Miquel Rodrigo-Alsina
Catedrático de Teoría de la Comunicación
Universitat Pompeu Fabra 7

T
oda forma de ver es una forma de ocultar. Quisiera empezar este prólogo
con un breve cuento de Bernardo Atxaga (1997: 10-11): «Pues resulta que
a mediados del siglo XIII se produjo una nova, es decir, que nació una de
estas estrellas que ahora mismo vemos desde aquí. (...) Nació además, al igual que
las demás estrellas, tras violentas explosiones, provocando la aparición de señales
luminosas en el cielo; señales que, por lo visto, suelen ser perfectamente visibles
desde la Tierra sin ayuda de instrumento alguno. Pues bien: los astrónomos
chinos observaron el fenómeno y dejaron constancia de él en sus anales, cosa
que también hicieron, según han comprobado los historiadores, los astrónomos
persas y los aztecas. ¿Y los astrónomos europeos? ¿Qué hicieron los astrónomos
de Florencia o de París? Pues no hicieron absolutamente nada. No dejaron cons-
tancia del fenómeno. No vieron las señales, o no concedieron importancia a las
que habían visto. ¿Por qué razón? Pues a causa del prejuicio que tenían. Ellos,
los astrónomos europeos, eran aristotélicos, seguidores de la física de Aristóteles,
y estaban convencidos por ello de la inmutabilidad de las estrellas: las estrellas
estaban rodeadas de una sustancia incorruptible llamada éter y eran fijas, estaban
como clavadas en el cielo. En lo que a ellas se refería, ningún movimiento o cam-
bio de estado era posible. Cegados por ese prejuicio, o esa previsión, no repararon
en nada». ¿Qué vemos con nuestra mirada? Y lo que es más importante todavía:
¿qué dejamos de ver?
Hay ámbitos de estudio en las teorías de la comunicación que han sido muy
investigados (Rodrigo-Alsina et al., 2008) y que, sin embargo, nunca lo son sufi-
cientemente. Éste es el caso de la violencia televisiva. De ahí la importancia del
libro que tenemos entre nuestras manos. Creo que nos podemos felicitar de la
PRÓLOGO
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

contribución que el equipo de investigación CONICOM (Conflicto Infantil y nantes. Una considera que los medios de comunicación tienen una gran parte de
Comununicación) de la Facultat de Ciències de la Comunicació Blanquerna de la culpa, o como mínimo de responsabilidad, de la violencia que hay en la sociedad.
Universitat Ramon Llull hace a la comunidad científica. La otra postura considera que los medios de comunicación simplemente reflejan
En mi opinión los grandes aciertos de esta obra son los siguientes. En primer la violencia preexistente en la sociedad.
lugar, trata de un tema de indudable importancia, sobre el que no se puede sentir Por un lado, las personas que sostienen la primera postura argumentan que los
indiferencia y que merece ser una de las líneas de investigación priorizadas en medios de comunicación, ya sea en programas de ficción como en informativos,
nuestro país. En segundo lugar, entra a fondo en el núcleo central del tema, que muestran comportamientos que luego van a ser imitados por determinados indi-
es qué se entiende por violencia. Siguiendo a Lakatos (1989) recordemos que el viduos y, además, influyen enormemente en la infancia. Además, se suele poner
núcleo central de un programa de investigación son una serie de postulados muy de manifiesto que, por ejemplo, en la televisión hay una enorme cantidad de esce-
generales no falsables, por decisión del investigador, de los que se parte para reali- nas violentas, incluso en los programas infantiles. Así se viene a afirmar, implícita
zar la investigación. Según cuál sea el concepto de violencia del que se parta, ine- o explícitamente, que si nuestra sociedad actual es tan violenta es a causa, en gran
vitablemente la investigación tomará un giro determinado u otro. En tercer lugar, parte, de los medios de comunicación.
nos encontramos ante un excelente trabajo de síntesis de las principales teorías El problema de sostener esta postura es que haciendo hincapié en la influen-
sobre el tema. Se hace un completo estado de la cuestión muy esclarecedor. Cuan- cia de los medios de comunicación se oculta o se minimiza la existencia de otros
do en un ámbito de estudio hay tantas teorías distintas, incluso contrapuestas, es factores determinantes a la hora de generar la violencia. Pensar que el vídeo que
8 necesario hacer un plano del territorio para que podamos orientarnos. En cuarto emitió la televisión, en 1993, en el que se veía a un grupo de policías propinando 9
lugar, está muy bien trabajada la interdisciplinariedad. Aunque las ciencias socia- una brutal paliza al ciudadano afroamericano Rodney King (Wikipedia, 2013) fue
les reivindican cada vez más las investigaciones interdisciplinares, éstas siguen la única causa que produjo el estallido de violencia callejera en Los Angeles es no
siendo una rara avis. En la presente obra se consigue, por un lado, que este trabajo tener en cuenta la situación endémica de discriminación en la que vivía una parte
polifónico tenga una coherencia de escritura envidiable y, por otro, que se aborde de la población de esta ciudad. El vídeo puede ser el elemento desencadenante de
desde distintas ciencias sociales y humanas el objeto de estudio. Así se consigue la violencia, pero no el determinante. Si se me permite una ucronía, podría decir
tener una visión más completa de un fenómeno social y comunicativo tan poli- que si no hubiera habido una conflictividad étnica y social latente seguramente
facético como es el de la violencia. En quinto lugar, se aporta una mirada nueva no se hubiera producido el alboroto, en respuesta a la violencia policial que mos-
sobre el tema. No sólo resuelven muy bien algunos de los dilemas que plantean traba el vídeo difundido por la televisión. Otro problema de esta postura es que
los problemas de la violencia, sino que además nos recogen las aportaciones de la suele plantear que vivimos en una sociedad extremadamente violenta gracias a la
criminología y de los estudios sobre la televisión. Por último, se hace una impor- televisión. En estos casos se suele olvidar que antes de su aparición, en Europa, se
tante aportación, ya que plantea un modelo de análisis de la violencia televisiva sufrieron dos guerras mundiales; y en España, una guerra civil. Por muy violen-
que viene a concretar de forma operativa todo el trabajo teórico anterior. tos que sean los comportamientos de determinadas tribus urbanas o de algunos
En esta obra nos encontramos con una mirada sobre la violencia que es lím- hooligans no tienen ni punto de comparación con la violencia bélica. Una mirada
pida, rigurosa y certera. Estamos, pues, ante un trabajo que profundiza sobre la desprejuiciada a la historia nos descubriría que antes de los medios de comuni-
violencia televisiva y nos propone un modelo de observación para avanzar en cación de masas la violencia en la sociedad era mucho mayor y más cotidiana
dicho camino. En este mismo sentido, las conclusiones de la obra me parecen (Elias, 1987). De hecho, la Guerra del Golfo de 1991 fue posible porque, como se
muy interesantes porque marcan líneas de investigación y unas propuestas de ha señalado, fue sistemáticamente ocultada, o mejor dicho transformada en una
actuación que deberían ser tenidas en cuenta por los futuros investigadores y los especie de imágenes de videojuego, perfectamente digeribles por los espectadores
responsables políticos, realmente responsables. occidentales (Baudrillard, 1991).
El debate sobre la violencia televisiva quizás ha pecado, a veces, de simplista. Por otro lado, las personas que sostienen que los medios de comunicación sim-
Como en esta investigación se recoge, hay una percepción contrapuesta ante el plemente reflejan la violencia preexistente en la sociedad minimizan el efecto de
fenómeno de la violencia en la televisión. Se trata de una visión dicotómica que los medios de comunicación. Así, se plantea que los medios de comunicación son
se da no sólo en la discusión científica, sino también en el debate social. El tema fieles reproductores del acontecer social o, en los programas de ficción, dan vía libre
de la televisión, la infancia y la violencia suele ser objeto de un debate recurrente a la creatividad. Por lo tanto, el periodista sería un simple mensajero; y el guionista
en nuestra sociedad. Básicamente se podría considerar que hay dos posturas domi- y el director, creadores que se limitan a dejar correr su fecunda imaginación.
PRÓLOGO
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

Esta postura tiene el problema de que olvida que los medios tienen determi- Sin embargo, los medios pueden favorecer o incluso desencadenar cierta violencia
nada influencia en sus audiencias. De hecho, tanto el periodista como los autores y también pueden reflejar ciertas, que no todas, actitudes violentas. Si los medios
de las obras de ficción al hacer su trabajo pretenden, como mínimo, llamar la de comunicación producen y no producen la violencia y reflejan la violencia y
atención del lector o espectador. Evidentemente, no pueden controlar, exacta- no la reflejan, ¿cuál es la solución? Permítaseme, ya que empecé este prólogo con
mente, los efectos de sus discursos, pero pensar que no hay efectos es ignorar un un pequeño cuento, acabar con una historia judía de Mercè Ibarz (1995: 135): Un
elemento esencial de todo acto de comunicación: la intencionalidad de influir, hombre va a ver a su rabino y le pregunta: «Si quiero encontrar la verdad, ¿es la
de alguna manera, en el destinatario. Otro problema que se plantea es que los solución morir?». «No», le dice el rabino. «Así, ¿la solución es la vida?». «No», le
medios de comunicación en sus informaciones no sólo reflejan la realidad, sino vuelve a contestar el rabino. «¿Entonces, cuál es la solución?». A lo que el rabino
que, por un lado, no reflejan toda la realidad y, por otro, establecen ante qué tipo contesta: «¿Y quién te ha dicho que hay una solución?»
de realidad estamos. Uno de los mayores poderes de los medios de comunicación
es el de visibilizar y etiquetar determinados comportamientos. Hay un aforismo
periodístico que dice: «No es noticia que un perro muerda a una persona, sino
que una persona muerda a un perro». Sin embargo, cuando determinada raza
de perros atacó a las personas se produjo una enorme cantidad de noticias de
perros mordiendo a diestro y a siniestro. Así se dio una visibilización a un tipo de
10 acontecimientos que no eran novedad, porque siempre se habían producido, y 11
que, además, ni siquiera se consideraban noticia. Mediante esta visibilización los
medios consiguieron que uno se fijara más en determinados perros que antes no
nos merecían tanta atención.
Pero además de la visibilización, los medios de comunicación determinan,
por ejemplo, cuándo estamos ante un comportamiento violento. En principio, los
medios de comunicación no se pueden inventar la realidad, pero sí que pueden
calificar determinados acontecimientos de una manera u otra. Así proponen una
mirada sobre el acontecimiento enmarcándolo, por ejemplo, en la violencia. Unos
mismos acontecimientos pueden pasar de disputa familiar, que los medios no visi-
bilizarán porque correspondería al ámbito privado, a ser violencia doméstica, que
al ser noticia obliga a los poderes públicos a tomar una postura y, como sucedió, a
incluir este comportamiento como un delito tipificado en el código penal.
Cada sociedad, mediante el derecho y la costumbre, va estableciendo aquellos
comportamientos violentos que se consideran punibles, que sólo serán una parte
de la violencia que existe en la sociedad. Por ejemplo, ¿hasta qué punto el paro
no es una situación de violencia estructural? ¿Las distintas y múltiples formas de
maltrato a otras especies animales es violencia? ¿Se puede considerar violencia la
sistemática degradación ecológica de nuestro planeta? En cualquier caso, como es
sabido el derecho, habitualmente, va por detrás de la realidad social. Antes de que
un comportamiento determinado sea contemplado por las normas jurídicas se ha
visto sometido a su discusión por la propia sociedad. Es en este debate público
donde los medios de comunicación tienen un papel preponderante, ya que pue-
den iniciar, reconducir, reiniciar, incentivar o sofocar dicho debate.
En definitiva, los medios de comunicación no producen en general la violen-
cia, pero tampoco son un simple reflejo de la violencia que hay en la sociedad.
Capítulo i
La violencia y sus manifestaciones contemporáneas.
Los tipos de violencia humana y su visibilidad social

Se comprende mejor la violencia cuando se la examina


dentro de una amplia variedad de contextos culturales 13
y mediante una gama completa de situaciones sociales.
David Riches

L
a violencia es objeto de preocupación creciente en nuestra sociedad y es,
hoy por hoy, un centro de atención preferente por parte de los medios
de comunicación social, marcados por un proceso de espectacularización
del relato periodístico. Esto se hace evidente, por ejemplo, en el tratamiento
televisivo de diversas situaciones de conflicto en el mundo actual: guerras,
terrorismo, maltratos a mujeres y niños, accidentes laborales, etc.
La violencia ha adquirido un protagonismo insospechado en los últimos
lustros. El objeto de este capítulo es, precisamente, exponer las principales
aportaciones teóricas para el estudio de la violencia humana. Conviene clari-
ficar de antemano que en este libro hacemos referencia a la «violencia intra-
específica», que tiene como agresor y como víctima a cualquier miembro de
la especie humana.
Al mismo tiempo se realiza una propuesta de clasificación que permita
distinguir los distintos tipos de violencia: desde las formas de violencia más
«visibles» y más fáciles de reconocer, como son la violencia física y la violencia
psicológica, hasta otras formas de violencia más sutiles y más difusas, como
son la violencia estructural y la violencia simbólica. El capítulo finaliza con
una reflexión sobre las implicaciones éticas que comporta el uso de la violen-
cia en la sociedad actual.
LA VIOLENCIA Y SUS MANIFESTACIONES CONTEMPORÁNEAS
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

1. Una mayor sensibilidad social ante la violencia 2. Sobre el carácter polisémico del término violencia

A pesar de las múltiples voces en sentido contrario, no es cierto que estemos A menudo al tratar el tema de la violencia —como suele ocurrir ante temas tan
viviendo inmersos en un tiempo particularmente violento. En todas las épocas complejos y controvertidos— nos enfrentamos a una primera dificultad inicial: la
de la humanidad —la nuestra también— la violencia ha sido, por desgracia, falta de precisión terminológica. La palabra violencia es polisémica y puede adqui-
una moneda de curso corriente. Es indudable que la preocupación y el grado rir muchos significados.
de sensibilidad humana hacia la violencia son cada vez mayores. Sensibilidad Manuel Garrido (2004) apunta que la imprecisión semántica del término es
que se manifiesta a través de una importante disminución del grado de tole- una primera dificultad para la investigación especializada. La violencia aparece
rancia social hacia la misma. Se habla incluso en términos de «tolerancia cero» como una realidad compleja que puede ser abordada desde diferentes ópticas.
ante determinadas manifestaciones de violencia como, por ejemplo, cuando se La noción de violencia cambia según el contexto cultural o el momento histó-
trata de la violencia sexista. rico o la disciplina de estudio. A menudo se confunde el término violencia con
Diversos expertos han constatado la existencia de un declive general del otras palabras que forman parte del mismo campo semántico. Por ejemplo, en el
grado de tolerancia y del gusto por la violencia como medio para resolver los ámbito de la investigación especializada —sobre todo en los países de tradición
conflictos sociales e interpersonales en la mayor parte de las democracias occi- anglosajona— se utiliza la noción de agresividad casi como sinónimo o como
dentales (Pinker, 2003: 481). En este sentido, nos parece oportuno destacar el sustituto de la expresión violencia. Por otra parte, conviene diferenciar la noción
14 conocido estudio sociohistórico realizado por Norbert Elias que pone de mani- de violencia de la de conflicto; que es una de las categorías más importantes y 15
fiesto un importante cambio sobre el grado de violencia socialmente aceptado más vastas de la vida social. Entendemos el conflicto social como la lucha cons-
a lo largo de la historia. ciente —directa o indirecta— entre individuos, instituciones o colectividades que
Elias señala los importantes cambios de mentalidad que ha experimentado se disputan unos recursos escasos o que persiguen fines incompatibles entre sí.1
la sociedad alrededor de la violencia: «Como se demostró en años recientes, Existe también una relación directa entre violencia y crueldad. Mientras la vio-
el sentimiento casi universal de aversión contra el genocidio [nazi] indica lencia suele mantener un cierto carácter instrumental (siempre se puede evaluar
que las sociedades humanas han pasado por un proceso civilizador, pese a lo la adecuación y la eficacia de ciertos medios violentos), la crueldad mantiene un
limitados e inestables que puedan ser sus resultados. En la antigüedad griega y cierto carácter expresivo. La crueldad es el ejercicio de una violencia que se desli-
romana la matanza de toda la población masculina de una ciudad derrotada y ga de cualquier fin que no sea ella misma. «En algunos casos, la violencia parece
conquistada, y la venta como esclavos de sus mujeres y niños, si bien podían totalmente determinada por la búsqueda del placer que aporta a quien la pone
mover a compasión, no provocaban la condena generalizada. Nuestras fuentes en acción; se convierte entonces en su propio fin, hasta el punto de que hay que
son incompletas pero, aun así, muestran que casos de mortalidades masivas se hablar de la violencia por la violencia» (Wieviorka, 2003: 155).
produjeron con regularidad a lo largo de todo el periodo» (Elias y Dunning, Es curioso que en algunos foros de debate sobre el papel de la televisión en
1992: 179). la génesis de conductas violentas se hable todavía en términos de «violencia
Nuestro estudio se sitúa en un contexto cultural de mayor sensibilidad gratuita» o de «violencia justificada» (en contraposición, quizás, a otras for-
social respecto a la violencia. Esta sensibilidad se extiende, incluso, a la pre- mas de violencia que podrían ser consideradas como «necesarias» e, incluso,
sencia de contenidos violentos en el mundo de la ficción audiovisual y de los «inevitables»).2 Como señala la antropóloga británica Garry Marvin, consi-
videojuegos. Los ciudadanos europeos no sólo manifiestan una cierta preferen- derar las acciones violentas en términos puramente funcionales o utilitarios
cia respecto a los productos audiovisuales de origen norteamericano, sino que
hemos importado —quizás de forma artificial— la preocupación americana
1 El conflicto está presente en la mayor parte de relatos de ficción, pero no todos los conflictos «tanto
por la influencia de la violencia televisiva en el comportamiento social, olvi- en el campo de la ficción como en el campo de la realidad» se resuelven, necesariamente, de forma violenta
dándonos, a veces, que sus calles no son nuestras calles y sus problemas de (Busquet, 2004: 35).
2 No olvidemos que toda conducta humana está cargada de significación social. No hay, pues, agre-
seguridad y orden público no son exactamente los mismos que los nuestros. sividades «gratuitas» como tampoco hay conductas «gratuitas» o, en un sentido comunicativo, carentes de
Nuestra reflexión sobre el fenómeno de la violencia se debe basar, naturalmen- significación. Lo aparentemente gratuito acostumbra a ser, en realidad, algo que resulta absurdo o difícil de
entender para el observador distante que carece de unas claves de interpretación adecuadas. La dificultad
te, en nuestra propia experiencia histórica y sensibilidad cultural. de entender las motivaciones internas de toda acción social no significa que no se deba hacer el esfuerzo de
aproximarse a las razones subjetivas que propiciaron el hecho en sí.
LA VIOLENCIA Y SUS MANIFESTACIONES CONTEMPORÁNEAS
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

es ignorar su aspecto más significativo, su función comunicativa y expresiva tipo de anomalía genética o de personalidad3 (como si la violencia fuese una especie
(Marvin, 1988: 174). de enfermedad); y, por último, c) la confianza (ciega) en la posibilidad de «detectar y
aislar» a aquellos individuos con potencial para la agresividad patológica sin atender
2.1. Reflexiones sobre la noción de violencia a los riesgos de estigmatización social que tal confianza ha de suponer.4
Creemos que la pervivencia de este tipo de creencias colectivas no se sostie-
Cualquier análisis científico mínimamente riguroso de la violencia debe partir de ne en la evidencia empírica, sino en la existencia y persistencia de una serie de
una definición precisa y rigurosa. Definir significa poner límites. No es aconseja- prejuicios o estereotipos sociales y en la fuerza de las visiones maniqueas de la
ble, pues, partir de una noción excesivamente amplia y laxa en el sentido de que realidad que se conforma en hallar explicaciones simples a fenómenos realmente
«violencia lo es todo» o de que «la violencia está presente en todos los ámbitos complejos. Al mismo tiempo son explicaciones aparentemente tranquilizadoras,
de la vida humana». ya que tendemos a situar la violencia fuera de nosotros: «los violentos son los
Al averiguar el significado etimológico de la expresión, «los diccionarios coin- demás». Finalmente, como se irá apuntando en las sucesivas líneas del presente
ciden en que la palabra castellana violencia procede de la expresión latina violen- capítulo, estas creencias arraigadas permiten ocultar el peso de los factores socia-
tia, la cual, a su vez deriva de vis, entre cuyas acepciones se encuentran ‘fuerza’, les y culturales que sin duda se hallan también en el origen de muchas formas de
‘vigor’, ‘ataque’ o ‘ímpetu’, pero también ‘poder’, ‘influencia’, ‘energía’, ‘naturale- violencia humana.
za’, ‘esencia’» (Garrido, 2004: 18). Esto último implica una concepción de la vio- Desde la perspectiva de las ciencias sociales, debemos tomar distancia de los
16 lencia como una actividad propia del ser humano y vinculada a los conflictos y a tópicos y de las nociones de sentido común. Éstos a menudo no son otra cosa 17
la lucha por el poder. Existe, pues, una concepción de la violencia muy vinculada que falsas ilusiones y prejuicios. Trabajar a partir de estas premisas tan débiles
a su origen etimológico y que conecta muy bien con distintas nociones de sen- no nos permitiría avanzar en la exposición. No es admisible que la investigación
tido común. La violencia física directa es la más evidente y la que suscita mayor especializada en el campo de las ciencias sociales reproduzca de forma mimética
alarma e inquietud social. Cabe añadir que este tipo de violencia es también la los tópicos o mitos vigentes en nuestra sociedad sobre el tema de la violencia y
más visible (más «fotogénica») y la que más interés suscita a los profesionales de la televisión.5 Es imprescindible realizar un proceso de «ruptura epistemológica».
la comunicación. Solamente a partir de un esfuerzo de clarificación conceptual se puede plantear
Desde el punto de vista del sentido común, constatamos una diversidad de un enfoque teórico serio y mínimamente satisfactorio para explicar los diversos
significados. Por ejemplo, en inglés y en francés la palabra violencia presenta mati- tipos de violencia y sus implicaciones sociales. Por ello, es necesaria una reflexión
ces importantes. El principal significado en inglés es el de agresión física entendi- previa sobre la misma noción de violencia. Será a partir de esta reflexión teórica
da como un mal infligido físicamente y que se considera socialmente ilegítimo. y conceptual que nos podremos preguntar, más apropiadamente, por el origen de
En francés, podemos mencionar dos significados básicos: uno es muy parecido al la violencia, sus formas y tipos, y sus factores subyacentes.
ya mencionado concepto del inglés; y el otro aporta la idea de ejercer una presión Al mismo tiempo, los científicos sociales debemos estar abiertos a las apor-
sobre alguien con la intención de someterlo. En este caso se hablaría de violencia taciones y hallazgos realizados por otras disciplinas de conocimiento como, por
moral indirecta (Copet-Rougier, 1988: 79). ejemplo, la biología, la etología o la neurociencia. El estudio del fenómeno de
En una investigación acerca de las creencias sociales predominantes sobre la vio- la violencia humana supone un auténtico desafío a la separación convencional
lencia, Goldstein (1989: 467) llegó a definir las principales características de lo que vigente todavía hoy entre ciencias sociales y ciencias naturales.
presenta como el «modelo implícito de violencia humana», en estrecha consonan-
cia con la idea estereotipada de la «maldad innata», que algunos consideran como
consustancial a la condición humana. A partir del análisis de recortes de la premsa 3 En este punto es interesante recordar el concepto de «banalidad del mal» que acuñó Hannah Arendt
al cubrir el juicio a Adolf Eichmann en Jerusalén para la revista The New Yorker. La conclusión de la filósofa
norteamerican, este autor describe las tres creencias interiorizadas fundamentales es que Eichmann no era el ser maligno y monstruoso que dibujaba la mayoría de la prensa y que, sin duda,
que configuran una suerte de «imaginario colectivo» profundamente arraigado en ella esperaba encontrar. La responsabilidad del alto cargo nazi en el genocidio era clara e implicó la muerte
de millones de personas, aunque sus motivaciones no eran sádicas ni él se caracterizaba por ser un individuo
la mayoría de las sociedades contemporáneas: a) convencimiento de que la causa de especialmente cruel. Arendt lo definió como un burócrata eficiente (Arendt, 1999).
la conducta agresiva es fundamentalmente individual y hay que situarla dentro del 4 Sería interesante realizar estudios similares en otros países y ver cómo ha evolucionado histórica-
mente la imagen estereotipada de la violencia humana.
individuo, que pasa a ser etiquetado de «agresivo»; b) patologización de la conducta 5 W. James Potter hace, en The 11 Myths of Media Violence (2003), una relación de los principales mitos
agresiva que permite creer que la persona agresiva lo es, en el fondo, a causa de algún —creencias y presupuestos— que persisten en la sociedad actual.
LA VIOLENCIA Y SUS MANIFESTACIONES CONTEMPORÁNEAS
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

2.2. Del «instinto» al aprendizaje Tratar el tema de la violencia siempre es un reto que nos retrotrae a una
dimensión oscura de la condición humana (Wieviorka, 2011). En nuestro análisis
Las distintas teorías que tratan sobre el origen de la violencia humana oscilan partimos de la premisa que el ser humano es un sujeto activo, protagonista (más
entre las que consideran que la violencia humana es producto de una herencia o menos) y responsable de sus actos, con una capacidad extraordinaria para hacer
genética y las que creen que la violencia es producto de un proceso de aprendizaje el bien y para hacer el mal. No es el momento adecuado para deliberar sobre la
social y cultural. bondad o maldad innata del ser humano. Creemos que es preferible eludir la
Una primera aproximación a la comprensión de la capacidad destructiva del disyuntiva maniquea que nos induce a elegir entre la idea del «Buen Salvaje», de
ser humano es considerar la violencia como una manifestación de la presencia de Jean-Jacques Rousseau,8 y la idea de que «el hombre es un lobo para el hombre»,
una especie de instinto animal en el ser humano.6 Konrad Lorenz (1971), Premio de Thomas Hobbes. Más bien nos inclinamos a pensar que el ser humano es un
Nobel por sus trabajos sobre el comportamiento animal, acostumbra a ser una ser ambivalente. La condición humana supone la potencialidad de ser violentos,
cita obligada en la explicación «instintiva» de la violencia. Lorenz mantiene una pero esta misma condición también nos capacita para la empatía, la misericordia
concepción pesimista sobre la condición humana y considera la persistencia en o la generosidad. Así, pues, intentar explicar la agresividad desde claves exclusi-
el ser humano de un instinto de lucha como factor explicativo de la violencia vamente instintivas significa reducir la potencialidad y plasticidad del comporta-
contemporánea. Desde esta óptica la agresión humana sería la adaptación de un miento humano, a la vez que se pierde de vista el peso de otros factores (sociales,
instinto natural y no una conducta aprendida. económicos, políticos, etc.) en la comprensión holística del fenómeno.
18 Una de las implicaciones de considerar la agresividad como un instinto es Desarrollando este principio general en el campo de la agresividad, la teoría con- 19
que queda en gran parte fuera del control consciente del individuo y del grupo. ductista nos dice que un estado emocional negativo —rabia, dolor o ira— se puede
El principal riesgo de estos planteamientos es que puede derivar en explicaciones traducir fácilmente en conductas agresivas si la persona ha incorporado a su reperto-
deterministas y caer en concepciones circulares: se pronuncia la existencia de un rio —vía imitación de modelos conocidos— pautas de conducta agresivas que no han
instinto (en nuestro caso, el instinto agresivo), se observa una conducta (agresiva) tenido consecuencias negativas para él (por ejemplo, cuando se observa que el agresor
y se emplea ésta como comprobación de la existencia real de dicho instinto. Así, —que ha logrado el objetivo deseado— no ha sido castigado por su conducta violenta).
las explicaciones basadas en el instinto son aparentemente satisfactorias en la Desde esta perspectiva, la «agresividad» es cualquier forma de comportamiento que
medida en que el ser humano se cree predestinado y no puede ser culpado por la pretende herir a alguien física o psicológicamente y que el individuo ha incorporado
manera de comportarse.7 a su repertorio de conductas como una respuesta efectiva y eficaz (Berkowitz, 1996).
Por nuestra parte, queremos insistir en la concepción de un ser humano que Al enfatizar el hecho de «pretender» se está remarcando la intencionalidad de dañar.
no está gobernado por el instinto. La propia noción de instinto es claramente Para Rojas Marcos la intencionalidad es precisamente el elemento clave de toda acción
inadecuada. Algunos de los investigadores más prestigiosos —como Bandura, agresiva; es decir, la voluntad expresa de hacer daño. La intención —en palabras de
Berkowitz, entre otros— señalan la importancia que tienen los elementos contex- Rojas Marcos (1995: 11)— de «herir, abusar, robar, humillar, ultrajar, torturar, destruir
tuales y el carácter aprendido de la mayoría de comportamientos agresivos. Uno o causar la muerte», y esto acompañado de sentimientos y emociones intensas. En
de los fundamentos teóricos iniciales lo podemos encontrar en la teoría del apren- una línea similar, Archer y Brown (1996: 466) consideran que hay tres características
dizaje social, de Bandura (1985), donde se señala la importancia que la imitación que definen un acto como agresivo: a) intención por parte del agresor de hacer daño
de modelos tiene en la incorporación de nuevas pautas de conducta. a través de un mal que puede ser físico, o bien puede consistir en dificultar o privar el
acceso de las personas a un determinado recurso considerado necesario; b) hace falta
que, efectivamente, la agresión provoque dolor (físico y/o emocional), no basta con
hacer un aviso o una simple advertencia; y, por último, c) debe haber una alteración
6 Es probable que con el tiempo, los imparables avances de la investigación genética vayan sustituyen-
do el concepto de «instinto» por el de «mapa genético», aunque tal vez sigan remitiendo a similares marcos
del estado emocional del agresor (la agresión puede calificarse de colérica).
conceptuales e ideológicos.
7 Una interpretación desde este marco resulta tranquilizadora para algunos, puesto que libera de
la responsabilidad y exime de la obligación de hacer lo necesario por eliminar la agresividad presente en
muchos ámbitos de nuestra vida cotidiana. Es, en cierto modo, como si una vez activado el instinto agresi- 8 «La idea se inspiró en los descubrimientos coloniales europeos de los pueblos indígenas de América,
vo, uno sólo pudiera dejarse arrastrar por un sentido trágico, marcado por la «fuerza del destino/instinto». África y, más tarde, Oceanía. Recoge la creencia de que los seres humanos, en su estado natural, son desin-
Como nos recuerda Montagu, esto es especialmente fácil en una narrativa occidental que cultiva la idea de teresados, pacíficos y tranquilos, y que males como la codicia, la ansiedad y la violencia son producto de la
una «maldad innata». civilización» (Pinker, 2003: 27).
LA VIOLENCIA Y SUS MANIFESTACIONES CONTEMPORÁNEAS
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

Otros autores se han centrado más en el componente emocional, diferen- padecimiento a los demás? Toda acción humana puede tener consecuencias que
ciando dos tipos de agresividad en función de la presencia o ausencia de emo- se apartan de las intenciones o expectativas personales de los actores. Debemos
ciones como la ira y la rabia (Geen, 1990: 470). Se habla, pues, de la «agresividad señalar —en clave weberiana— el carácter imprevisible de la conducta humana.
afectiva o expresiva», que se caracteriza por un fuerte estado emocional negativo Los comportamientos pueden tener efectos perversos que escapan al control e,
de cólera, como reacción a alguna provocación previa. En algunas ocasiones, la incluso, a la voluntad del ser humano.
cólera podrá ser instigada o, simplemente, aparecerá en paralelo a la conduc-
ta agresiva. El objetivo principal parte, en este caso, de la voluntad o el deseo 2.3. La domesticación de la naturaleza humana durante el proceso de civilización
de hacer daño. Cuando esta intención es más difusa o inexistente se habla de
«agresividad instrumental», privada de emoción, y con un predominio del cál- 2.3.1. El paso de la «naturaleza» a la «cultura»
culo: la agresión es un medio para conseguir un fin. Su objetivo último, pues, Ya hemos mencionado que el umbral que separa las nociones de «agresividad» y
va más allá del intento de causar padecimiento a la víctima —como sucede, por «violencia» es muy sutil. En palabras de José Sanmartín (2000: 19): «el ser huma-
ejemplo, en algunos tiempos de guerra o en algunos actos terroristas— y no se no es agresivo por naturaleza, pero pacífico o violento por la cultura (...) No hay
acompaña generalmente de alegría o de placer. Al “agresor instrumental”, la violencia si no hay cultura». La mayor parte de estudios que se han hecho en
vida o el padecimiento humano le son indiferentes. el campo de la violencia y la televisión tienden a considerar que se trata de dos
No obstante, debemos insistir que algunas manifestaciones extremas de términos sinónimos (García Silberman y Ramos Lira, 1998). Nosotros creemos,
20 violencia suponen un desafío para cualquier análisis científico y racional de la sin embargo, que puede ser útil diferenciar ambas nociones. De acuerdo con 21
misma. «En ciertas ocasiones los medios empleados en una acción violenta van Gerard Imbert (1992) y Miquel Rodrigo (1998: 20-21), para distinguir la noción
más allá de un cálculo racional sobre las consecuencias de nuestros actos. Nos de agresividad de la noción de violencia hace falta tomar en consideración los
enfrentamos a manifestaciones que difícilmente pueden responder a la lógica factores culturales e históricos. Creemos que la preocupación que hay en la
medios fines. Sea por una estética sangrienta que nos parece excesiva o por una sociedad actual tiene más a ver con la violencia que con la agresividad, entendi-
voluntad de sufrimiento que nos resulta innecesaria, ciertos cuadros de violen- da la primera como algo más amplio y difuso que la segunda. Para muchos auto-
cia extrema nos perturban al punto que parecen constituir el límite de cualquier res la agresividad se considera como un hecho innato o una clase de tendencia
estudio científico o racional de la materia» (González, 2012). natural y, contrariamente, el concepto de violencia está socialmente construido
Un ejemplo sería lo que Primo Levi, superviviente de Auschwitz, califica y, por lo tanto, es históricamente relativo.
como la peculiaridad de la violencia nazi: la inutilidad. Para referirse al exter- La conciencia y la sensibilidad social hacia la violencia cambian —y se
minio nazi violencia inútil, puede parecer un concepto provocador u ofensivo. acentúan— a lo largo de la historia. Esto convierte en ingenua y equívoca toda
Levi considera que generalmente la violencia tiene un caracter instrumental. pretensión de tratar la violencia como un fenómeno al margen del momento
Por ejemplo, los asesinatos se cometen por dinero, para eliminar un enemigo histórico o del contexto cultural. Aunque la violencia haya sido una constante
real o supuesto, para vengar una ofensa; las guerras intentan lograr un objetivo, en la historia humana; las formas de violencia, el grado de intensidad y su per-
no son gratuitas, y los sufrimientos que causan «son colectivos, dolorosos, injus- cepción social han cambiado a través del tiempo y el espacio. La antropología
tos, pero son un subproducto, un añadido». Por eso, según Levi, una novedad destaca el carácter relativo de la mayor parte de comportamientos considerados
del nazismo es esta violencia inútil, que él expone de la siguiente manera: «Los violentos:
doce años hitlerianos compartieron su violencia con otros muchos espacios-
tiempos históricos pero se caracterizaron por una difundida violencia inútil, que Cualquier pretensión de que la violencia constituye una entidad ahistórica y transcul-
era una finalidad en ella misma, tendente sólo a la creación de dolor; a veces tural debería quedar automáticamente desmentida por las informaciones que constatan
con un objetivo determinado, pero siempre redundante, siempre desproporcio- cómo este concepto, su dimensión problemática, no se aplica siempre y en todo lugar a
nado respecto al mismo objetivo» (Levi, 1989: 105-106). los mismos fenómenos, ni siquiera a aquellos que, para nosotros, se constituirían como
Pero a la vez que se aclaran algunas dudas surgen otros interrogantes. ¿Se tie- paradigmáticos en este sentido (Delgado, 2000: 9).
nen que considerar también como agresivas las conductas que, pese a la inten-
ción de hacer daño, no logran su objetivo? O, inversamente, ¿son violentas las La antropología nos recuerda cómo este concepto —y en especial las connota-
acciones sociales —realizadas sin mala intención— que puedan causar dolor y ciones negativas que para nosotros suscita la violencia— no tiene una aplicación
LA VIOLENCIA Y SUS MANIFESTACIONES CONTEMPORÁNEAS
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

universal. Así, Garry Marvin considera que es imposible llegar a una definición de tamientos susceptibles de ser considerados violentos se aceptan en determinados
violencia que pueda ser válida y satisfactoria para todas las culturas: contextos históricos como un hecho «normal» o «natural». Incluso algunos per-
sonajes crueles y sanguinarios han pasado a la historia como auténticos ídolos
En el lenguaje anglosajón cotidiano, violencia conlleva connotaciones morales nega- nacionales. Es el caso de Vlad Tepes, considerado un héroe nacional en Rumanía,
tivas (identifica ese comportamiento como desagradable, inaceptable, ilegal y per- pero cuya crueldad inspiró a Bram Stoker en la creación de su famoso personaje,
turbador), y es, por tanto, vital que se identifiquen los peligros de utilizar el término el conde Drácula. Es la sociedad la que canaliza —o inhibe, según el momento—
etnocéntricamente (Marvin, 1988: 170). estas disposiciones de acuerdo a unos valores y unas pautas de comportamiento
aceptadas culturalmente. En cambio, cuando esta violencia aparece de forma
Algunas acciones que son aceptadas y percibidas como un hecho normal en totalmente «descontrolada» es percibida, generalmente, como una actividad pro-
sociedades tradicionales son percibidas hoy como formas de comportamiento blemática, mal vista e, incluso, «ilegítima».
violento completamente inaceptables. Un ejemplo contemporáneo es la violencia Como afirma David Riches, se comprende mejor la violencia cuando se exa-
en el hogar; en este caso, la agresividad, sobre todo las agresiones a las mujeres, mina dentro de una amplia variedad de contextos culturales y mediante una
ha pasado a ser percibida como una conducta socialmente inaceptable. Efectiva- gama completa de situaciones sociales: «El punto más destacado es que cuando
mente, la violencia contra las mujeres ha sido una constante a lo largo de nuestra un testigo o una víctima invoca la noción de violencia, emite un juicio no sólo de
historia cultural y ha sido producto de un sistema de dominación patriarcal que que la acción referida provoca dolor físico, sino también que es ilegítima» (Riches,
22 consideraba lógica y natural la subordinación de la mujer al marido. En la actuali- 1988: 18). 23
dad, aunque estas formas de violencia no han desaparecido, son percibidas como La violencia, como concepto, no puede superar de ninguna manera esta
un auténtico problema y provocan un profundo rechazo social. A pesar de que máquina de la verdad que es la comparación intercultural. La definición etimo-
la violencia en nuestra sociedad es una realidad presente, hemos de reiterar que, lógica del término se presta a un uso etnocéntrico de la misma: tendemos a creer
generalmente, los comportamientos violentos —sobre todo la violencia física que que la violencia está fuera de nosotros. Las personas «civilizadas y pacíficas» se
hace acto de presencia en el contexto de la vida cotidiana— tienden a ser desca- fijan en el comportamiento violento de algunas personas o de algunos grupos
lificados. Es en este sentido que se usa el término violento, como un atributo que sociales. Tendemos a creer que la violencia es ajena a nosotros. Como dice Manuel
sirve para descalificar a determinadas personas. Delgado, «los violentos son siempre los otros, acaso porque uno de los rasgos que
permiten identificar a esos “otros” es la manera como estos contrarían el principio
La violencia no es, en este sentido, una cualidad de las conductas, sino un atributo que político irrenunciable del monopolio estatal en la producción y distribución del
alguien que se considera legitimado para hacerlo les aplica desde fuera para delatar en dolor y la destrucción» (Delgado, 1998b: 60).
ellas alguna cosa perversa que debe ser controlada, atenuada o neutralizada. Es más algo El hecho de colocar la etiqueta de violenta a una determinada acción social
de lo que se habla que no algo que ocurre (Delgado, 2000: 12). (por ejemplo, a un deporte como el boxeo) puede tener importantes repercusio-
nes sociales. Se cumple una máxima clásica de la sociología que dice que aquello
Existe un grupo de definiciones, denominadas legitimistas —no esencialistas— que que es definido socialmente como real es real en sus consecuencias. Aquello que
entienden que un acto no es violento en sí, sino que sólo lo es si va en contra de es definido como «violento» merece un tratamiento particular. Por ejemplo, si se
los principios morales aceptados ampliamente por parte de la ciudadanía. Desde considera que el boxeo es un deporte violento, no es sorprendente que exista una
esta óptica, la violencia no es un hecho social objetivo, sino que depende de la norma que prohíba la entrada de los niños en los combates.
interpretación realizada por parte de los actores implicados. Son, pues, las conven-
ciones sociales las que señalarán qué conducta es considerada «violenta» y cuál no. 2.3.2. La violencia durante el proceso de civilización
Es importante localizar la violencia dentro de nuestra sociedad «y, todavía más Sopesando la relevancia histórica de la violencia, Norbert Elias nos propone
importante, por qué se considera una determinada manifestación como violen- una teoría general que permite comprender el grado de aceptación social de la
ta. ¿Cuándo se otorga la significación de violentas a determinadas conductas y violencia a lo largo de lo que describe como «El proceso de civilización» (Elias,
quiénes ponen la etiqueta de “violencia” a las mismas?» (Rodrigo, 1998: 20-21). 1987). La historia aparece como una lenta y progresiva «autodomesticación»
Podemos observar en la especie humana una predisposición básica a adoptar de la humanidad. El proceso de civilización se ha traducido en una progresiva
actitudes agresivas, sobre todo en determinadas circunstancias. Algunos compor- rigidez en la manifestación de los afectos, una tendencia a reprimir y controlar
LA VIOLENCIA Y SUS MANIFESTACIONES CONTEMPORÁNEAS
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

la espontaneidad y a sublimar la energía reprimida en «formas culturales supe- 3. Hacia una clasificación de la violencia humana
riores». Un proceso que significa una mayor represión o autorrepresión de las
emociones, los impulsos primarios y, evidentemente, de la agresividad. No sólo 3.1. El Estado y el monopolio de la violencia
existe una mayor capacidad de autocontrol; para este autor también ha crecido
el nivel de sensibilidad y el grado de conciencia social, entendida como una Norbert Elias cree que el proceso de civilización que se ha producido en la cultura
autoridad interior al individuo, imperiosa y a menudo tiránica, de la cual nadie occidental ha permitido al ser humano lograr un mayor autocontrol de las pul-
o casi nadie puede escapar. Siguiendo el legado de la teoría freudiana —especial- siones agresivas y hacer un uso escrupuloso de las reglas y convenciones sociales
mente el de las tesis expuestas en El malestar en la cultura (Freud, 1970)—, Elias (Elias, 1987). En virtud de este proceso, que no es lineal ni irreversible, la violencia
entiende el control como progreso. La civilización ha sido conquistada por obra física —en todas sus formas— se ha hecho cada vez más intolerable a los ojos de
de la renuncia a la satisfacción de los «instintos» o de las pulsiones primarias los ciudadanos de los países occidentales.
(Bejar, 1991: 77). Elias estudia el origen social (la sociogénesis) de aquello que La conciencia y la sensibilidad social hacia la violencia cambian —se acen-
Freud defiende como un postulado naturalista. Además considera que, desde el túan— a lo largo de la historia. Desde la perspectiva del proceso de civilización,
punto de vista del sentido común, ciertos modelos de comportamiento han sido autores como Chesnais (1981) o Fowles (1999) han establecido un paralelismo
perfectamente interiorizados, dados por supuesto y han llegado a ser percibidos entre las grandes etapas históricas y las distintas formas de violencia (Aran, 2003):
como naturales a pesar de ser producto del proceso cultural. Muchas de estas 1º. Primero, en la sociedad agraria tradicional, la violencia es de tipo primi-
24 formas que tienen un cariz convencional han sido perfectamente asimiladas e tivo; es una violencia arcaica. Ésta es la forma de violencia que predomina en 25
incorporadas dentro del ámbito y de los códigos de la respetabilidad social (Bus- Europa hasta el siglo XIX.
quet, 1994: 68). Así, determinadas formas de agresividad están completamente 2º. El segundo estadio, el industrial, se caracteriza por la concentración urba-
proscritas. De la misma forma que la manera de sonarse la nariz o estornudar na y la atomización social. Aquí los conflictos se institucionalizan y se abandona
han estado sometidas a unas normas sociales bastante estrictas. No nos damos progresivamente el carácter frontal y brutal de la violencia que había marcado la
cuenta, sin embargo, que éstas no son naturales, sino que son el producto del etapa anterior.
proceso cultural o del proceso de civilización. 3º. El último estadio, propio de la sociedad terciaria (o sociedad postindustrial),
Elias y Dunning analizan las formas de violencia en la historia del deporte, presenta una violencia social mediatizada donde la violencia privada permanece
al considerarlo un ejemplo paradigmático del grado de tolerancia social hacia como un residuo de otra época, insoportable, exigua y anormal. El potencial de
la misma. Según dichos autores, antiguamente las reglas de los encuentros atlé- violencia se concentra entonces en manos de la entidad colectiva que representa
ticos duros, como el boxeo o la lucha, toleraban un grado de violencia física el Estado (el rostro legal de la violencia).
mucho más elevado del que se admite en la actualidad. El proceso de pacifi- En la actualidad, de acuerdo a la tesis de Chesnais, la violencia física es un
cación en los terrenos de juego se ha conseguido mediante unas reglas mucho elemento cada vez más indirecto y alejado de la vida cotidiana de la mayor parte
más detalladas y diferenciadas en los deportes contemporáneos. Lejos de ser un de la ciudadanía que vive en las sociedades avanzadas. Paradójicamente, un dis-
hecho aislado, el grado de violencia física tolerado en el deporte va asociado a tanciamiento respecto de la experiencia violenta inmediata se acompaña de un
las formas específicas de organización de la sociedad postindustrial y el nivel de aumento de los sentimientos de miedo e inseguridad respecto a la violencia que
aceptación general de la violencia. Siguiendo la noción de racionalización de aparece en las múltiples pantallas presentes en nuestra vida cuotidiana. Como
Max Weber, se constata que las normas que regulan estos juegos son cada vez sostiene Mary Douglas, la percepción subjetiva del riesgo no siempre coincide con
más rígidas y más precisas (Elias y Dunning, 1992: 165). El código de normas la existencia de un riesgo real (Larrea, 2013).
(escritas o no escritas) se hace progresivamente más estricto, incluidas las que Desde una perspectiva histórica, se constata que durante la Edad Media, las
procuran la pulcritud en el juego o la igualdad de oportunidades por parte de personas aceptaron la creación de unas autoridades centralizadas que les permi-
todos los contendientes. Sin ir más lejos, las sanciones que impone el comité tían librarse del peso de tener que tomar represalias contra quienes las amena-
de disciplina deportiva en el campo del fútbol profesional en España son cada zaban o las dañaban. Y la creación de un estado centralista y el crecimiento de
vez más severas a la hora de castigar las diversas manifestaciones de violencia esas autoridades pueden explicar un proceso de pacificación interna y el declive
que hay en los estadios, e incluso son sancionadas la indisciplina o las faltas de espectacular de la tasa de homicidios en las sociedades europeas desde el medievo
respeto al árbitro. (Pinker, 2003: 481).
LA VIOLENCIA Y SUS MANIFESTACIONES CONTEMPORÁNEAS
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

Elias afirma que poco a poco los hombres renuncian a determinadas formas de de violencia, pueden ser ellos mismos un peligro. Y sería mucho mejor que, para
violencia pública o privada y la ponen en manos del Estado.9 El Estado moderno empezar, pudiéramos encontrar la forma de que las personas renegaran de la vio-
se reserva el monopolio en el uso de la violencia física —considerada «legítima»— lencia antes que tener que castigarlas una vez cometidos los hechos violentos»
y regula estrictamente su uso por parte de los individuos y de los grupos que viven (Pinker, 2003: 484).
en su territorio. Según la teoría del proceso de civilización, se prevé que decaerá En un régimen democrático el poder político basa su legitimidad en el con-
el nivel de violencia física socialmente permitido y, a la vez, aumente el grado de sentimiento de la ciudadanía. Hace falta recurrir, pues, al discurso persuasivo
rechazo social contra su uso y su presencia «descontrolada». Ahora bien, la dismi- destinado a orientar o canalizar —si es posible de manera sutil y amable— las
nución de la agresividad y de la violencia física no significa que haya disminuido actitudes y la conducta de los ciudadanos en toda clase de cuestiones relativas a la
la coerción social o que, necesariamente, hayan perdido eficacia los mecanismos vida social. La propaganda se considera un importante instrumento de influencia
de control social. Más bien al contrario; es el indicio de la aparición de nuevas for- que históricamente ha generado una extraordinaria desconfianza entre la ciuda-
mas de control social (y de autocontrol) más sofisticadas y, a la vez, más efectivas. danía, sobre todo cuando se ponen de manifiesto sus intenciones. La propaganda
Al mismo tiempo, la violencia se ha desplazado a nuevos escenarios. puede evocar los regímenes dictatoriales o los tiempos de guerra y, por tanto, es
Según Elias, el miedo —aunque sea el sentimiento de miedo al ridículo— ha sinónimo de «violación de las conciencias». Sin embargo, la persuasión es un
sido, a lo largo de la historia, el principal vínculo y, a la vez, la principal forma de principio intrínsecamente democrático que consagra el valor de la palabra para
control social. En esta línea, el sentido del ridículo y la vergüenza se han consti- deliberar en la vida pública y desplaza el poder de la coacción y de la fuerza en la
26 tuido en formas substitutivas del sentimiento de pecado tradicional, y uno de los confrontación pública (Sáez, 1999: 33). 27
sistemas de disciplina moderna más eficaz. A continuación vamos a describir lo que para nosotros son las cuatro formas
El poder se fundamenta en el Estado, en su monopolio institucionalizado de la de violencia humana más importantes: la violencia física, la violencia psicológi-
violencia y en lo que Foucault denomina la «microfísica del poder» (Foucault, 1991), ca, la violencia estructural y, finalmente, la violencia simbólica. Esta clasificación
encarnada en instituciones y organizaciones difundidas por toda la sociedad, desde oscila entre las concepciones más restrictivas de la violencia (violencia física y
los puestos de trabajo a los hospitales, cerrando a los sujetos en una estructura de violencia psicológica) y las concepciones más amplias y más abstractas de la vio-
deberes formales y «agresiones informales». Además, el Estado moderno se reserva lencia (violencia estructural y violencia simbólica), que han sido estudiadas de
—mediante los cuerpos represivos de la policía y el ejército— el monopolio en el uso forma más atenta a través de la antropología y la sociología. Como veremos más
de la violencia. Ésta se ejerce cuando lo considera necesario y para combatir aquellas adelante, todas estas formas de violencia pueden aparecer, y de hecho así ocurre
acciones internas o externas que van en contra del orden establecido, o, también, a menudo, fuertemente entremezcladas.
para tener más poder y conquistar nuevos privilegios más allá de sus fronteras. a) La violencia física es un tipo de violencia que implica el uso de la fuerza
Es sobre todo en los regímenes democráticos en los que se usan otras formas bruta de manera intencional y que genera en la víctima un mal observable. Pode-
de violencia de cariz simbólico menos palpables que el dolor físico, pero, normal- mos considerar la violencia física como un atentado directo, corporal, contra las
mente, más eficientes a la hora de producir obediencia. Por otra parte, las fuerzas personas que pone en peligro su vida, salud, integridad corporal o libertad indi-
de seguridad del Estado deben estar sometidas a un control democrático para vidual. La violencia física es la más grave, puesto que puede conducir, incluso, a
evitar los posibles excesos de la violencia institucional. Como es bien sabido, el la muerte.
uso de la represión y de la violencia física directa por parte de los estados demo- Para John Keane, podemos rastrear el uso de la palabra violencia (del latín
cráticos no siempre ha sido útil e incluso puede resultar contraproducente para violentia) en lengua inglesa desde finales de la Edad Media. La violencia se puede
conseguir un mayor control y cohesión social. describir como «el ejercicio de la fuerza física» contra alguien que, de esta manera,
El poder de las fuerzas de seguridad del Estado puede ser un instrumento efi- es «interrumpido o molestado», «interferido rudamente o brutalmente» o «aver-
caz para la pacificación de las sociedades modernas, pero presenta importantes gonzado, deshonrado, profanado o ultrajado» (Keane, 2001: 84-85). Keane nos
limitaciones: «Como combaten la violencia con la violencia o con la amenaza ofrece una definición muy elaborada de violencia física:

La violencia se entiende mejor cuando se define como la interferencia de un grupo o


9 Los individuos invisten de autoridad a un soberano o a una asamblea, los cuales pueden emplear la
un individuo en el cuerpo de otro, sin su consentimiento, de la cual se derivan una
fuerza colectiva de las partes para que todos respeten el acuerdo, porque «Los pactos, sin la espada, no son
más que palabras y carecen de fuerza alguna para proteger al hombre» (Elias, 1987: 91). serie de efectos que pueden ir de un susto, un hematoma, [...] o, incluso, a la muerte.
LA VIOLENCIA Y SUS MANIFESTACIONES CONTEMPORÁNEAS
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

La violencia, claro está, puede tomar también la forma de agresión contra uno mismo otra forma de coacción mecánica, constituye el mecanismo principal para el man-
(como el suicidio o la eutanasia «voluntaria») y puede ser intencionada, contra indi- tenimiento y la reproducción del orden social.10
viduos o grupos, pero es siempre un acto relacional en el que la víctima, aunque sea El estudio de las relaciones de género nos permite poner en evidencia los
involuntariamente, es tratada no como un sujeto cuya «alteridad» sea reconocida o mecanismos de la violencia simbólica. Las relaciones de dominación tienen que
respetada, sino más bien como un simple objeto potencialmente merecedor de daño ser legitimadas, reconocidas como legítimas, para que los dominados se adhieran
físico o incluso de destrucción (Keane, 2001: 85). «naturalmente» y de forma casi inconsciente y de buen grado al orden dominan-
te. En La dominación masculina, Pierre Bourdieu (1998) considera que el principal
b) Se puede hablar de violencia psicológica ante una acción contraria a la voluntad problema no es solamente la existencia de un sistema de dominación patriarcal
de la persona y que, cuando menos, puede resultar ofensiva para su dignidad. que ha tenido subordinada a la mujer durante siglos, sino que estas formas de
La ofensa y el agravio personal, la desconsideración o la descalificación, forman subordinación han sido históricamente toleradas por muchas mujeres que han
parte de este tipo de violencia. Dentro de la violencia psicológica se puede com- aceptado un papel subalterno al hombre. Muchas mujeres han educado a sus
prender también la denominada violencia verbal, puesto que mediante la palabra hijas para que aceptaran un rol pasivo, servil y subordinado al hombre. Es en el
—forma de insulto o de desprecio— se puede vulnerar la dignidad del individuo. ámbito de la cultura —de una manera particular en el sistema educativo— donde
No podemos ignorar la violencia gestual, ya que mediante un simple gesto o una más claramente podemos observar los mecanismos de la violencia simbólica. La
mirada se puede humillar al otro. Por ejemplo, la violencia sexista no sólo se expre- enseñanza ya no es presentada como un lugar donde se transmiten conocimien-
28 sa mediante la violencia física o las agresiones sexuales, sino también a través de tos de manera neutra, sino un ámbito en el que se impone la cultura socialmente 29
la violencia psicológica. Evidentemente, las agresiones físicas son más contunden- legítima: «Toda acción pedagógica es objetivamente una violencia simbólica como
tes (y pueden provocar señales visibles en la víctima), pero la violencia psicológica imposición, por parte de un poder arbitrario, de un arbitrario cultural» (Bourdieu
a la larga puede resultar demoledora del propio sentimiento de autoestima y de y Passeron, 1970).
dignidad personal. Toda forma de dominación, incluso cuando se apoya en el uso de la fuerza
c) La violencia estructural. Desde una perspectiva sociológica, las definiciones bruta, presenta una dimensión simbólica. Incluso los regímenes más autoritarios
más amplias de violencia la entienden como un hecho social estructural que se buscan el reconocimiento o el consentimiento de la ciudadanía. En múltiples
manifiesta ante determinadas situaciones de dominación de unos individuos ocasiones, las personas viven situaciones de subordinación y aceptan un estado de
sobre otros. Desde esta óptica, ciertas situaciones de injusticia social como el cosas «injusto» y objetivamente desfavorable para ellas. Generalmente, esta forma
racismo, la pobreza o la exclusión social se conciben como violencia (Aróstegui, de violencia no es tan explícita como la violencia de tipo directo que significa la
1994: 22). violencia física y no tiene un carácter tan personal como la violencia psicológica,
La violencia estructural no siempre es visible y puede pasar desapercibida por sino que está más enraizada en un sistema de normas y valores y en las propias
parte de muchos actores que ignoran las raíces de este sistema de violencia. Este estructuras sociales (violencia estructural). En todos los casos, nos estamos refirien-
tipo de violencia pone en evidencia la desigual distribución de poder, propie- do a la expresión en diferentes grados de formalización de valores convencionales
dad y prestigio dentro de la sociedad. Según Johan Galtung (1998), la violencia y prácticas cotidianas fuertemente arraigadas en la costumbre y formas de pensar
estructural se da cuando las personas están sometidas a unas condiciones de vida vigentes en una sociedad. El concepto de violencia simbólica pone énfasis en la
que limitan objetivamente su libertad y les impiden realizar sus potencialidades aceptación «cómplice» por parte del violentado, que se somete sin resistirse, pues-
intelectuales o materiales. to que acepta la situación de dominación como un hecho natural.
d) La violencia simbólica. Inspirándose en la noción de dominación de Max Para terminar este apartado, queremos destacar que los cuatro tipos de vio-
Weber, Pierre Bourdieu elabora su teoría de la violencia simbólica, entendida lencia mencionados se retroalimentan entre ellos, dado que así como la violencia
como una forma de violencia basada en medios mucho más sutiles que las formas física directa refuerza la violencia simbólica y estructural, también la violencia
de dominación y de violencia más convencionales acabadas de mencionar. Bour- estructural puede estar en el origen de la «explosión» de la violencia física (Gal-
dieu afirma que en toda sociedad hay un sistema de control y de dominación que tung, 1998: 15-16).
se ejerce con la complicidad tácita de quienes lo padecen y, también, de los que
lo ejercen. Ambos grupos comparten los mismos esquemas mentales y el mismo 10 A menudo se confunde la violencia simbólica con la violencia cultural. En realidad toda forma
sistema de valores. La violencia simbólica, más que la violencia física o cualquier de dominación social, política o económica requiere un cierto nivel de dominación o hegemonía cultural.
LA VIOLENCIA Y SUS MANIFESTACIONES CONTEMPORÁNEAS
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

4. Reflexiones éticas sobre la violencia humana lamiento, pérdida del sentido comunitario y desprecio del valor de la cooperación,
el reconocimiento de la fuerza física y la agresividad como instrumentos legítimos.
4.1. Identidad, valores culturales y violencia Finalmente, al hablar de «asertividad» nos referimos a un tipo de habilidad y
capacidad de expresar las propias opiniones y convicciones con seguridad y tran-
Cada sociedad dosifica, canaliza o reprime las conductas violentas de acuerdo con quilidad. Pero son muy frecuentes las escenas donde la asertividad se interpreta
unos valores y unas pautas de comportamiento cultural aceptadas socialmente. y materializa como el derecho a imponer el punto de vista propio con la fuerza
Como ya se ha dicho, no podemos hablar en términos de agresividad instintiva. Es del tono de voz o de la gesticulación. Así, se pueden generar auténticas situacio-
más apropiado hablar de una tendencia o disposición que cada cual tendrá que ser nes de violencia interpersonal visibles que se manifiestan mediante actitudes de
capaz de sopesar y controlar. La agresividad (o violencidad) se podría considerar una desprecio al otro.
predisposición inherente a la condición humana, pero es evidente que —en condi- Lo que queremos decir es que dentro del discurso de lo «políticamente
ciones normales— las reacciones agresivas se dan de manera muy circunstancial y correcto» muchas formas de agresividad son mal vistas aunque la sociedad
dentro de un marco cultural que admite (o no) determinadas formas de violencia. las fomente indirectamente. La paradoja a la cual hemos de hacer frente en el
Aunque la evolución de las pautas de comportamiento y de las normas de mundo actual es que podemos movilizar la dirección de nuestra destructividad,
control social hayan supuesto un mayor autocontrol personal, la violencia con- pero ya no podemos hacerlo mediante los canales tradicionales, cuando la vio-
tinúa siendo una fuente o instrumento de poder (y, como ya hemos señalado, lencia a menudo era considerada como una obligación y un imperativo social,
30 una manera de visualizar este poder o voluntad de poder). Ejercer violencia sobre «sino que en contradicción con las normas morales y jurídicas de la sociedad 31
alguien supone tener más poder que él y esta posibilidad continúa siendo atracti- [...] posiblemente sin que los sujetos sean conscientes de esta contradicción»
va para muchos individuos. Podemos olvidarnos fácilmente de que la violencia y (Heller, 1980: 52).
la capacidad de agredir se pueden sustituir por otras formas sociales, formalmente
aceptadas, menos estereotipadas y simples. 4.2. Los aspectos éticos en la reflexión sobre la violencia
De manera paradójica, hemos incorporado a nuestro esquema de identidad
valores referenciales que, de manera directa o indirecta, afectan la manera de En la sociedad moderna —sobre todo en los países anglosajones— existe el sen-
actuar, interpretar y sancionar los hechos y realidades sociales, y, a la vez, pueden timiento de que alrededor de cada hombre y de cada mujer hay una especie de
llegar a traducirse en formas de violencia interpersonal. Estamos hablando, como esfera ideal que se debe respetar. Una de estas fronteras invisibles es trazada por
nos recuerda Rojas Marcos (1995: 11) del valor otorgado a tres nuevos referentes su «dignidad». Cualquier falta de respeto u ofensa contra la dignidad personal,
sociales y marcadores de la identidad personal: la competitividad, el individua- por sutiles que parezcan, incluso cualquier violación de su espacio íntimo o vital,
lismo y la asertividad. Actualmente se atribuye un valor positivo a la competiti- pueden ser percibidas como un acto de violencia que significa, precisamente, la
vidad (muy especialmente en el ámbito laboral). La competitividad comporta la transgresión de esta regla, y el radio de esta esfera ideal indica la distancia que una
voluntad explícita de acceder a una serie de recursos o de oportunidades que no persona extraña tendría que mantener (Flaquer, 1982: 39).
son accesibles a todo el mundo. Es obvio que existe un vínculo estrecho y muy Desde una perspectiva ética, creemos que ejercer violencia sobre alguien signi-
sutil entre «competitividad» y «violencia». Ciertamente, la competitividad no fica obligarlo, mediante la fuerza física o moral, a hacer algo que va en contra de
comporta, normalmente, el uso de las formas groseras de agresión física ni de su voluntad y dignidad personal (incluso cuando la víctima no es muy consciente
violencia directa; acostumbra a adoptar formas de agresión más sutiles y refina- de esta circunstancia). Una de las características relevantes de la violencia es el uso
das que pueden generar sentimientos de envidia, celos y frustración, pero no por de la fuerza —física o psicológica— aunque no toda fuerza tiene que considerarse
más sutiles resultan menos graves. En las situaciones altamente competitivas el necesariamente violenta. Se trata de un uso intencional que generalmente pone
nivel de frustración suele ser muy elevado: quien ha perdido porque ha perdido, y de manifiesto una situación de poder y dominación de unos individuos sobre
quien ha ganado porque tendrá que estar en continua vigilancia para mantenerse otros (Rojas Marcos, 1995).11 En esta misma línea se sitúa Adela Cortina cuando
en una posición dominante. señala que es más frecuente el uso del adjetivo violento (o violenta) que el uso
Por otro lado, el individualismo se impone como un valor social dominante. En
las sociedades del ámbito occidental se sobrevalora lo que podríamos denominar 11 También se puede usar la fuerza de manera reactiva ante lo que se considera como un abuso de
individualismo autosuficiente, que, en su versión más radical, puede comportar ais- poder o una situación gravemente injusta.
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

del sustantivo violencia. Como adjetivo, acostumbra a acompañar y calificar un Capítulo ii


«procedimiento» o «medio»: «Un procedimiento violento es aquel en que se usa La violencia y los procesos de influencia mediática
la fuerza para obtener una finalidad, en contra de la tendencia natural de aquello
donde se ha aplicado la fuerza. Dos elementos son, pues, esenciales al quehacer Las teorías de la comunicación
violento: el uso de la fuerza y el intento de cambiar la tendencia natural de las
cosas» (Cortina, 1998: 28).
El elemento central y clave del acto o procedimiento violento es la negación
de la capacidad para actuar o interactuar de la persona violentada, que se ve for-
zada a hacer aquello que no quiere hacer de manera espontánea y voluntaria. En
palabras de Corsi, el recurso a la violencia implica una situación de poder con
alguien «arriba» (el violento) y otro «abajo» (el violentado): «En el ámbito de las
relaciones interpersonales, la conducta violenta es sinónimo de abuso de poder,
en el sentido que el poder se usa para hacer daño a otra persona» (Corsi, 1995).
Este autor señala que hay dos aspectos clave a la hora de comprender la vio-
lencia: el mal infligido a otro (no necesariamente físico) y el poder (que implica Cada generación sucesiva de intelectuales críticos de los medios
32 una situación de desequilibrio en las relaciones personales). Siguiendo este plan- de comunicación de masas parece decidida a usarlos como chivo expiatorio 33
teamiento, la violencia se puede analizar desde la perspectiva de los «efectos que de ciertas tendencias de la sociedad que considera inquietantes.
tiene sobre la persona violentada». Esta perspectiva supone que es posible violen- Melvin L. DeFleur y Sandra J. Ball-Rokeach (1986)
tar a alguien en su anatomía (mediante la violencia física) o en su capacidad para

L
tomar decisiones (violencia psicológica). Estas expresiones de violencia se pueden as actitudes de temor y desconfianza frente a los nuevos medios de comu-
ejercer de manera personal (por ejemplo en el caso de una violación) o estructural nicación social no son ninguna novedad. Como afirma Barrie Gunter, cada
y cultural (como, por ejemplo, cuando se da la discriminación racial o de género). vez que se crea un nuevo medio de comunicación surge en la comunidad
En definitiva, la violencia implica la intención de negar la dignidad de una perso- un sentimiento de profunda inquietud por los efectos perjudiciales que se cree
na y de restar o la capacidad de una persona o de un grupo de personas para actuar que éste pudiera causar en la población (Gunter, 1987). Si observamos retrospecti-
libremente. Al analizar la violencia, ya no es suficiente hacer una mera descripción vamente, se constata que los nuevos medios de comunicación tomaron, en cierto
de las conductas agresivas cometidas, sino que hace falta evaluar las motivacio- modo, el relevo a los otros medios más tradicionales. El descubrimiento y la apli-
nes, el contexto social en el que se producen y las consecuencias de las mismas. cación de los nuevos medios tecnológicos de difusión cultural han ido siempre
La violencia pasa a ser un «acto social que no puede considerarse aisladamente. acompañados, junto a la fascinación que provoca la novedad, de manifestaciones
No es un hecho puntual, aislado... es un hecho social global» (Imbert, 1992), y de temor y de desconfianza. Primero, fueron la invención de la imprenta y el
como procedimiento resulta más desautorizado socialmente a medida que avanza nacimiento del libro, después la prensa de masas, más adelante el cine y la radio.
el proceso de civilización. Hoy la televisión sigue suscitando muchos temores y suspicacias, y no debe sor-
prendernos que internet y los videojuegos también se han convertido en nuevos
chivos expiatorios.
Para Sonia Livingstone estos temores, hasta cierto punto comprensibles, se
concretan en la violencia, los estereotipos, la explotación comercial y los con-
tenidos pornográficos (Livingstone, 2002). Un claro ejemplo de ello son los
videojuegos, a menudo estigmatizados al ser asociados con la violencia y las adic-
ciones infantiles y juveniles. Sin embargo, se da la paradoja de que el periodo de
introducción y expansión de los videojuegos en países como Estados Unidos se
produce en los años noventa, precisamente en una década en la que disminuye
significativamente la violencia social (Pinker, 2003: 453). Como señala la docto-
LA VIOLENCIA Y LOS PROCESOS DE INFLUENCIA MEDIÁTICA. LAS TEORÍAS DE LA COMUNICACIÓN
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

ra Livingstone, la corriente apocalíptica ha tenido un gran peso en los miedos la sociedad más violenta. Se trata de una pregunta tópica que introduce una serie
o «pánicos morales» que los adultos sienten en relación con el uso que los más de sospechas sobre la propia televisión y su capacidad de influencia.
jóvenes están haciendo de determinadas tecnologías. La verdad es que generalmente los expertos no se ponen de acuerdo. Normal-
En el presente estudio focalizamos nuestro interés en el análisis en la televi- mente la pregunta es: ¿la televisión hace más violenta a la sociedad? Aunque que la
sión. Nos hallamos en plena era digital y se constata la existencia de múltiples pregunta se podría formular en otros términos: ¿no es la violencia en la sociedad la
pantallas. No obstante, la televisión es un artefacto que sigue presente en el 99% que explica la existencia un tipo de programación más violenta? La relación hipoté-
de los hogares españoles; podríamos decir que constituye una especie de tótem tica entre una sociedad violenta y una producción cultural de relatos audiovisuales
doméstico, que ocupa un lugar destacado en el comedor de la casa y hace acto violentos es complicada y bastante controvertida. La respuesta no está clara. La
de presencia en algunas habitaciones del hogar. La televisión aparece al mismo sociedad japonesa, por ejemplo, compagina una de las tasas de delincuencia más
tiempo como un artefacto familiar y extraño. La televisión ha cumplido más de bajas del mundo con una tradición cultural de contenidos altamente violentos en el
60 años, pero sigue siendo objeto constante, juntamente con otros artefactos campo de la ficción (cómic, cine, animación infantil, vídeojuegos, etc.).
digitales, de toda clase de acusaciones y sospechas. Resumiendo, dichos estudios consideran que los contenidos de violencia que
Como todo el mundo sabe, ver televisión exige un grado de atención y un tipo hay en el mundo de la ficción y que se canalizan a través de la televisión no pueden
de esfuerzo muy diferente al que exigen otras formas de entretenimiento cultural resultar inocuos cuando son consumidos a gran escala por el gran público y, sobre
como, por ejemplo, la lectura de libros. La programación audiovisual se caracte- todo, por los niños y adolescentes, que son vistos como el sector social más vulne-
34 riza por una gran riqueza de recursos gráficos, sonoros y verbales que la hacen rable. Nosotros dudamos de la existencia de esta relación causal y coincidimos con 35
accesible a personas de toda condición y que permite al mismo tiempo distintos Salvador Cardús cuando afirma que «no se tendría que admitir, desde posiciones
niveles de lectura. Como ya hemos apuntado, los estudios de contenido televisi- intelectualmente rigurosas, que se hable de los efectos de la televisión como se habla
vo ponen de manifiesto una presencia importante de la violencia en los relatos de la influencia de los astros, y con la misma impunidad» (Cardús, 1998a: 35).
televisivos,12 presencia que puede suponer un motivo constante de preocupación Al hacer un balance, muy sumario, de la investigación que se ha llevado a
social. Las escenas de violencia se han convertido en un ingrediente importan- cabo a lo largo del siglo XX no se puede decir que haya evidencias definitivas
te en el espacio televisivo y un motivo de atracción para amplios sectores de la sobre una supuesta relación causal entre la violencia en los medios de comunica-
audiencia que sienten un interés evidente por su contemplación. ción y la violencia en la sociedad. Se constata la existencia de limitaciones nota-
La fascinación que generan, y han generado siempre, los relatos de violencia bles en los estudios realizados ya que, a nuestro entender, buena parte de estos
no significa que éstos sean, necesariamente, un peligro social. La preocupación trabajos parten de un planteamiento demasiado simplista o determinista. Los
social por la violencia se ha traducido —sobre todo, en Estados Unidos, en las fenómenos complejos no se pueden explicar de forma simplista. Por otra parte,
últimas décadas— en demandas concretas a grupos de especialistas que investigan uno de los problemas metodológicos más importantes es que estos estudios no
esta temática. Durante algunos decadas en el campo de la investigación comuni- coinciden en una definición rigurosa de lo que es «violencia» y no existen indi-
cativa se ha pretendido demostrar una relación directa —expresada en términos cadores precisos para medir los distintos niveles de violencia. Finalmente, hemos
de causa/efecto— entre la existencia de la violencia en la televisión y ciertas de recordar nuevamente —como ya habían hecho los partidarios de la teoría de
manifestaciones de violencia y de desorden social.13 La pregunta implícita en estas los efectos limitados a mediados del siglo XX— que los mass media no son tan
investigaciones es si la presencia de imágenes de violencia en la televisión hace a influyentes como se había creído en un primer momento. Después de revisar la
literatura especializada en el tema de los efectos, W. Russell Newmann, prestigioso
investigador norteamericano, concluye a principios de la década de los noventa:
12 Véase, en este sentido, el estudio elaborado por el Consell de l’Audiovisual de Catalunya (López y
Mota, 1998), donde se constata la presencia de bastantes imágenes de violencia en la programación infantil:
Los hallazgos acumulados en cinco décadas de investigación sistemática de las ciencias
1) los productos norteamericanos son más violentos que los producidos en Europa; 2) las emisoras públicas
son menos violentas que las privadas. Por otra parte, el primer estudio en profundidad sobre la representa- sociales revelan que la audiencia de los medios masivos de comunicación, joven o no,
ción de la violencia en la televisión portuguesa, realizado por la Alta Autoridade para a Cominicaçao Soacil
no está desprotegida, y los medios no son todopoderosos. La teoría en desarrollo de
(marzo 2000), concluye que la presencia de la violencia en las emisiones generalistas es muy alta en los
espacios de entretenimiento, hasta el punto que supera los índices de violencia de la televisión norteameri- efectos modestos y condicionados de los medios ayuda a poner en perspectiva el ciclo
cana. Concretamente, la violencia está presente en el 85% de los espacios de entretenimiento analizados. El
histórico del pánico moral respecto a los nuevos medios (Newmann, 1991: 87 [Citado
estudio, titulado Evaluación de la violencia en la televisión portuguesa, está disponible en internet.
13 Véase, por ejemplo, Huesmann (1998). por Castells, 2000: 406]).
LA VIOLENCIA Y LOS PROCESOS DE INFLUENCIA MEDIÁTICA. LAS TEORÍAS DE LA COMUNICACIÓN
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

A continuación, teniendo presente su dimensión histórica, expondremos de determinados efectos a corto o a medio plazo. Se trata, obviamente, de una con-
forma clara y concisa lo que a nuestro entender son las principales aportaciones cepción persuasiva de la comunicación.
teóricas elaboradas desde el ámbito de la sociología y las teorías de la comunica- La historia de la investigación comunicativa se inicia a principios del siglo XX
ción sobre las influencias de los medios de comunicación social. No es una tarea en Estados Unidos. La mayor parte de los autores (por ejemplo, Blumler, McQuail,
fácil. Como afirma Bonilla (1995), la reflexión sobre la relación que hay entre la Beniger, Rodrigo, etc.) que estudian y clasifican la historia de la investigación
violencia, los medios y la comunicación —pensada desde la perspectiva de los comunicativa acostumbran a distinguir, de forma convencional, tres periodos
efectos— se ha basado en tres supuestos primordiales que son bastante discuti- claramente diferenciados (Monzón, 1996: 162). Se trata, por supuesto, de un plan-
bles: los medios de comunicación de masas como paradigma de la comunicación; teamiento muy esquemático que tiene como objetivo poner orden en un pano-
la comunicación como un asunto de transmisión y persuasión; y, finalmente, la rama muy complejo y confuso. Los periodos convenidos son los siguientes: el
violencia considerada como un problema social que se explica mediante ciertas modelo hipodérmico (1914-1940), el modelo de los efectos limitados (1940-1970)
teorías criminológicas y del delito. y el regreso a la teoría de los efectos de gran alcance (desde 1970 hasta finales de
siglo) o las teorías de la mediación televisiva.14
Como veremos a continuación, en las dos primeras etapas de la investigación
1. Las etapas de la investigación comunicativa comunicativa los efectos de los medios fueron básicamente contemplados como
«efectos persuasivos». La cuestión fundamental que se planteaban los estudiosos
36 El análisis de las influencias de los medios de comunicación ha sido el objeto de de la comunicación era conocer la capacidad persuasiva de la comunicación 37
estudio por excelencia por parte de la investigación comunicativa. La investiga- social. Esta preocupación alcanza la máxima tensión entre la Primera y la Segun-
ción en comunicación a lo largo del siglo XX ha estado dominada por la conocida da Guerra Mundial. En el periodo de entre guerras, la prensa, el cine, la radio, la
consigna positivista: Saber para preveer, preveer para poder. Desde el comienzo, el discografía y el cómic configuraban ya un abanico de ofertas culturales lo sufi-
área de estudio privilegiada ha sido la teoría de los efectos. El propósito de dichos cientemente amplio y significativo. Posteriormente será la televisión el principal
estudios era, dicho de forma clara y concisa, conocer las respuestas o reacciones objeto de atención de la investigación.
del público frente a los mensajes mediáticos con el objeto de obtener las claves En la tercera y última etapa se plantea el mundo de la comunicación como
para conducir el comportamiento de las «masas» (Rodrigo, 1989). Como podemos un sistema complejo que ejerce un tipo de influencia social más o menos sutil, de
comprobar en este texto, los diferentes modelos teóricos que se han desarrolla- forma lenta y acumulativa. En esta última etapa, caracterizada por su gran com-
do a lo largo del siglo XX con el objeto de explicar el comportamiento de las plejidad, se pone el acento en la importancia de los estudios de recepción y en el
audiencias han oscilado entre los autores que defienden la «omnipotencia» de los protagonismo cultural de los ciudadanos.
medios de comunicación hasta los que consideran irrelevante el poder mediático.
En los orígenes de la investigación comunicativa, en las primeras décadas del 1.1. Primer periodo: el modelo hipodérmico
siglo XX, existía una concepción apocalíptica que atribuía un poder extraordina-
rio, normalmente de carácter maléfico, a los medios de comunicación social (Eco, 1.1.1. La teoría de la sociedad de masas
1988). Tanto la Mass Communication Research en sus inicios, como la teoría crí- La teoría de la sociedad de masas presupone la idea de que el público es un ente
tica postulada por los autores de la Escuela de Frankfurt, tendieron a considerar la atomizado, formado por individuos solitarios, aislados y desarraigados (Busquet,
audiencia como una entidad pasiva, expectante e influenciable. Los efectos o las 2008: 233). Se parte de la idea de que la revolución industrial y el proceso de
influencias de los medios de comunicación no habían sido estudiados suficiente- modernización contribuyeron (dramáticamente) a la disolución de los vínculos
mente, ya que a menudo se habían dado por supuestos. sociales primordiales y de que el ser humano se encuentra aislado, siendo este ais-
La historia de la investigación comunicativa ha estado dominada, desde los lamiento el que lo hace particularmente vulnerable a la influencia mediática. Se
orígenes, por una concepción lineal o procesal de la comunicación. Este modelo
lineal ha fundamentado la investigación dominante desde los años treinta hasta
los años setenta y se apoya en el paradigma conductista basado en el estudio de 14 Las fechas escogidas se deben considerar con cierta cautela. Hacen referencia, básicamente, a la
tradición de la investigación comunicativa de Estados Unidos. Por otra parte, por razones de claridad expo-
como el comunicador (que elabora determinados estímulos) impacta sobre el sitiva, las presentamos como etapas consecutivas, cuando en realidad, en algunos momentos, avanzan de
receptor (que es considerado como sujeto estimulado) con el fin de conseguir forma simultánea.
LA VIOLENCIA Y LOS PROCESOS DE INFLUENCIA MEDIÁTICA. LAS TEORÍAS DE LA COMUNICACIÓN
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

atribuye una importancia extraordinaria a los medios de comunicación de masas un elemento importante de presión (Zeman, 1973). Por ejemplo, la propaganda
—sobre todo a la propaganda— y se minimiza la relevancia de otras formas de nazi usaba medios bastante sutiles y refinados, pero no debemos olvidar que
comunicación y de relación personal. Se ignoran las instituciones sociales básicas la represión más eficaz se realizaba mediante la fuerza bruta y la persecución y
como la familia, los grupos de amigos, los compañeros del trabajo, etc. Han sido aniquilación sistemática de la disidencia o con la persecución genocida de las
algunos teóricos de la comunicación de masas los que tradicionalmente han uti- minorías (Hilberg, 2005).
lizado el término masa o masas para referirse a los nuevos públicos creados por la Como veremos en el próximo capítulo, los factores que condicionan la inves-
implementación de los nuevos medios de comunicación. Según Kimball Young, tigación comunicativa tienen relación con este ambiente prebélico y bélico de
el público es la consecuencia de la presencia de los medios de comunicación ambas guerras mundiales y con el uso de la propaganda como arma política y
de masas: «El público es una criatura engendrada por nuestros notables medios psicológica. Las demandas desde el ámbito militar contribuyeron a crear, en el
mecánicos de comunicación» (Young [et al.], 1967). ámbito de la investigación comunicativa, un interés especial por las innovaciones
Es dentro de la propia tradición de la Mass Communication Research que pronto tecnológicas en el campo de la comunicación y en el estudio de sus efectos.
se constató —paradójicamente— que la concepción de masas era excesivamente Los nombres, ya clásicos, de Lazarsfeld, Berelson, Merton, Lasswell, Hovland,
simplista para explicar la complejidad social. Efectivamente, la comunicación de entre muchos otros, se encuentran asociados a esta perspectiva. Los estudios sobre
masas no se produce sólo entre una institución emisora y un receptor aislado; la influencia mediática habían sido la piedra angular de las investigaciones desa-
su análisis tendría que considerar las condiciones sociales y el entorno donde se rrolladas por el norteamericano Harold D. Lasswell, considerado como uno de los
38 produce la recepción. Es, pues, desde esta misma tradición investigadora —la ya padres fundadores de los estudios de la comunicación de masas. Lasswell realizó 39
mencionada Mass Communication Research— que posteriormente la noción de una tesis doctoral titulada Propaganda Technique in the World War (1927) y se con-
masa y de sociedad de masas ha sido cuestionada de manera más concluyente. virtió en el pionero del estudio de la propaganda en tiempos de guerra. Lasswell
Pese a todo, curiosamente la imagen de una sociedad masificada todavía subyace dedicó buena parte de sus esfuerzos al análisis de la propaganda política desde
en muchos discursos sobre la sociedad y la cultura actual. el Institute for Propaganda Analysis. Sus teorías planteaban que «una sociedad,
La idea que predomina en los inicios de la Mass Communication Research es que caracterizada por el aislamiento psicológico y su carácter impersonal, reaccionaba
existen unos medios de comunicación social omnipotentes y omnipresentes que uniformemente ante los poderosos estímulos de los mensajes de los medios de
tienen efectos directos e inmediatos sobre los miembros de una población disper- comunicación» (Rodrigo, 1989: 30).
sa, atomizada y desintegrada (Monzón, 1996: 155). Se extiende la idea, pues, de Para Lasswell los medios de comunicación eran concebidos como instrumen-
que la comunicación tiene un enorme poder y que el receptor está en manos del tos de persuasión y propaganda, capaces de modelar comportamientos, actitudes
comunicador. y valores mediante una relación directa con el público. La voluntad de Lasswell
En la primera etapa —que comprende, aproximadamente, desde los años vein- era desarrollar una explicación del proceso de influencia colectiva de los medios
te hasta los cuarenta y que coincide históricamente con el periodo de entregue- de comunicación desde la ciencia política. Esta concepción presupone que la ini-
rras— los medios de comunicación social son contemplados básicamente como ciativa es siempre del comunicador y las masas son el objeto pasivo de los mensa-
instrumentos de influencia directa, poderosa y eficaz. En esta época subyace una jes. La capacidad manipuladora de los medios se da por supuesta, pero raramente
concepción orweliana sobre el papel social de los medios de comunicación social: se explican los mecanismos.
«Orwell pronosticó que las nuevas tecnologías electrónicas proporcionarían a las Dentro del ámbito de la radiodifusión, el año 1926 fue un momento impor-
autoridades centrales herramientas sin precedentes para controlar, manipular y tante con la creación de la cadena NBC americana y la BBC inglesa. A partir de
esclavizar a una población inerme frente al poder. Era una visión tan oscura y este momento, la radio extenderá su uso con finalidades comerciales y propa-
pesimista que cautivó la imaginación de una generación» (Newman, 2002: 140). gandísticas, y será el medio de comunicación más potente y con más influencia
El origen de este interés y preocupación responde a una situación histórica en social. Las primeras teorías sobre los efectos de los medios pasaron a analizar su
la que los regímenes autoritarios se extienden por la vieja Europa. Podemos desta- impacto sobre las «masas». La radio —como antes ya había sido la prensa— se
car el régimen estalinista en la Unión Soviética, que utilizó la propaganda política convertirá en principal objeto de las críticas apocalípticas contra la comunicación
como un poderoso instrumento de influencia. Merecen una atención especial el de masas. En este sentido vale la pena recordar la repercusión que causó, la noche
régimen nazi en Alemania o el régimen franquista en España. En estos regímenes, de Halloween en 1938, la célebre dramatización radiofónica de La guerra de los
a pesar de sus notables diferencias, se utilizó la publicidad y la propaganda como mundos, realizada por Orson Welles, que según algunos testimonios «provocó una
LA VIOLENCIA Y LOS PROCESOS DE INFLUENCIA MEDIÁTICA. LAS TEORÍAS DE LA COMUNICACIÓN
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

oleada de pánico en Estados Unidos». Este episodio parecía confirmar la omnipo- 1.1.2. La corriente conductista
tencia (diabólica) de los medios de comunicación social. Sin embargo, un estudio El modelo que predomina en la primera etapa de la investigación comunicativa
posterior de Hadley Cantril considera que se sobredimensionó la influencia de la es el modelo estímulo-respuesta de los primeros años del conductismo. Las teorías
radio que sólo afectó en realidad a una parte de la audiencia (Cantril, 1993). De que intentan explicar los efectos de los medios recibieron nombres tan expresivos
modo que podemos afirmar que generalmente se ha mitificado y sobredimensio- como el de teoría de la aguja hipodérmica y teoría de la bala mágica.
nado el alcance histórico de aquel episodio. La escuela psicológica del conductismo —empleada como marco teórico—
La teoría hipodérmica —que presupone la inmediatez, mecanicidad y amplitud aportó modelos para interpretar los efectos de los medios de comunicación social,
de los efectos de los medios de comunicación social— se podría sintetizar con la tanto desde el punto de vista del condicionamiento clásico (Paulov-Watson)
siguiente afirmación: «Cada miembro del público de masas es personal y directa- como del operante e instrumental (Skinner) (Monzón, 1996: 157). El modelo estí-
mente atacado por los mensajes» (Wright, 1975: 79). La teoría de la aguja hipodér- mulo-respuesta tuvo una aplicación inmediata en las teorías del impacto directo,
mica señala que a mayor violencia en los contenidos de los mensajes de los mass puesto que contempla los mensajes como estímulos condicionantes, y sus efectos
media corresponde una mayor violencia en la sociedad. Según esta teoría, «cada —sobre opiniones, actitudes y conductas— como la respuesta condicionada. Los
individuo es un átomo aislado que reacciona por separado a las órdenes y suge- efectos son considerados como respuestas específicas a estímulos específicos, de
rencias de los medios de comunicación de masas monopolizados» (Mills, 1973). Se manera que se puede esperar, predecir e incluso medir una correspondencia estre-
atribuye a los mass media un poder extraordinario para modificar radicalmente las cha entre el mensaje de los medios y la reacción de la audiencia.
40 actitudes, las opiniones y las preferencias colectivas de los ciudadanos. Pero una de 41
las características de esta etapa es que la mayoría de los efectos no son demostrados
a través del análisis y del estudio, ya que se dan por supuestos.
La investigación comunicativa de este periodo se fundamenta, mayorita- Teoría de los efectos del estímulo
riamente, en describir la comunicación de masas como un proceso intencional
que se realiza entre un comunicador institucional inicial y un receptor colectivo Leonard Berkowitz es el principal defensor de la teoría de los efectos del estímulo. El autor —par-
final. Este modelo lineal tuvo una gran trascendencia porque ha fundamentado tiendo de una perspectiva conductista— considera que la exposición a los estímulos agresivos
la investigación casi predominante desde los años treinta hasta los años setenta incrementará la susceptibilidad de una persona ante la excitación fisiológica y emocional, y
y porque se basa, como veremos en los próximos apartados, en la teoría conduc- esto aumenta, a la vez, la probabilidad de que se disparen conductas agresivas. Señala que «la
tista, propia de la psicología experimental, y en la teoría de la sociedad de masas, respuesta de agresividad es susceptible de realizarla el espectador que ya estaba colérico antes del
que ha tenido una gran incidencia en el campo de la teoría social porque ha visionado». Estas conclusiones se lograron a partir de una serie de experimentos de laboratorio
explicado el proceso de la comunicación como un proceso de influencia, mani- hechos generalmente con jóvenes adolescentes (Jo y Berkowitz, 1996).
pulación y control. Mauro Wolf afirma que cuando la teoría hipodérmica, que Más adelante, Tannenbaum (1980: 107-131) también apoyó esta visión y afirmó que la televi-
subraya el carácter omnipotente de los medios y la vulnerabilidad del individuo, sión y los otros medios de comunicación audiovisual provocan excitaciones fisiológicas que
dejó de ser, sobre todo, un presagio y una descripción de las presuposiciones pueden aumentar la intensidad emocional de los telespectadores. No obstante, en este caso
y se convirtió en un paradigma de análisis concreto, sus mismos presupuestos no se contempla la relación de estímulo-respuesta de forma simple, ni incondicional. El autor
dieron lugar a unos resultados que contradecían la hipótesis de partida (Wolf, indica que un estímulo agresivo, por ejemplo un programa «violento» en la televisión, no
1987: 34). siempre provoca un mismo tipo de reacción agresiva por parte de todo el mundo. Tampoco
A pesar de todo, todavía hoy algunos estudios se inspiran en este modelo es probable que provoque el mismo grado de agresividad en las personas afectadas. Por otra
puesto que pretenden demostrar una relación causal directa entre violencia en parte, el grado de frustración existente en el momento en que se presencia la televisión es
la televisión y violencia en la sociedad. Creemos que analizar esta relación en un factor que puede incrementar la probabilidad de una reacción agresiva. El autor considera
términos de estímulo-respuesta es demasiado simplifista. Actualmente sabemos también un conjunto de variables que pueden influir en la probabilidad de que los especta-
que hay otros muchos factores —de tipo individual y social— que condicionan dores de medios violentos se muestren abiertamente agresivos.
los posibles efectos de los medios de comunicación. Por otro lado, los mensajes 1. Considera que es muy importante el significado que los individuos atribuyen a la comu-
de televisión pueden ser ambiguos e, incluso, contradictorios; por esto se prestan nicación: los pensamientos relacionados con la agresividad se activan, sobre todo, cuando el
a lecturas diferentes. espectador los considera agresivos.
LA VIOLENCIA Y LOS PROCESOS DE INFLUENCIA MEDIÁTICA. LAS TEORÍAS DE LA COMUNICACIÓN
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

2. La agresión presenciada interpretada por los miembros de la audiencia como loable o Para realizar un balance de la primera etapa de la investigación comu-
justificada puede reducir las inhibiciones del espectador en el momento de actuar violentamente. nicativa es preciso realizar una reflexión sobre la virtualidad del Paradigma
3. El realismo de las descripciones mediáticas de la violencia también puede contribuir a de Lasswell. Dentro de la teoría de la comunicación, el Paradigma de Lasswell15
reforzar el nivel de implicación de la audiencia con la escena observada. Finalmente, las palabras comporta una extensión del modelo de experimentación conductista aplicado
y las escenas presenciadas pueden activar las estructuras asociativas previamente adquiridas por a la descripción del análisis comunicativo y, también, en última instancia, al
los espectadores y evocar recuerdos de otras ocasiones en las que habían tenido pensamientos o estudio de los efectos sociales de la comunicación de masas (Saperas, 1987b:
impresiones parecidas. 73-80). Para Lasswell, los medios de comunicación eran concebidos como ins-
Desde la perspectiva de la teoría de los efectos del estímulo se podría hacer el siguiente razona- trumentos de persuasión y propaganda, capaces de modelar comportamientos,
miento: «A mayor violencia en los contenidos de los mass media corresponde una mayor violen- actitudes y valores mediante una relación directa con el público. La voluntad
cia en la sociedad». Estos teóricos, en consecuencia, recomendaban tener un cuidado extremo de Lasswell era —desde la ciencia política— desarrollar una explicación del
en el modo de presentar las escenas de violencia a través de los medios de comunicación social. proceso de influencia colectiva de los medios de comunicación. Esta teoría
La manera en que la violencia sea descrita en los programas puede provocar que los espectadores presupone que la iniciativa es siempre del comunicador y las masas son el
se comporten agresivamente. objeto pasivo de los mensajes.
Esta concepción parece totalmente superada. Desde nuestra perspectiva, la
palabra, en el discurso, adquiere el significado definitivo cuando la interpreta
42 el receptor —que es quien tiene la última palabra—. Hace falta tener presente 43
Teoría del aprendizaje por observación —como veremos más adelante— el protagonismo del receptor. Como sostie-
ne Albert Sáez, las cosas son mucho más complicadas de lo que plantean los
Esta teoría, tal y como fue desarrollada inicialmente por Albert Bandura y Richard Walters (1985) autores conductistas, especialmente con la aparición del discurso vehiculado a
se apoya en el supuesto de que las personas —sobre todo los niños y los adolescentes— puedan través de los medios de comunicación de masas en que el emisor y el receptor
imitar los modelos de comportamiento mostrados en los medios de comunicación. La metodo- nunca comparten plenamente el contexto ni, por lo tanto, el espacio o el tiem-
logía de trabajo que caracteriza estos trabajos se basa en experimentos de laboratorio realizados po: «La aplicación sistemática del realismo en el análisis de la comunicación,
con niños y niñas. Las conductas violentas presentes en los relatos televisivos pueden servir de sumado a ciertas dosis de psicología conductista, ha hecho pensar que los
modelo de aprendizaje. Este aprendizaje puede hacerse a través de varios mecanismos o pro- significados viajaban desde el emisor hasta los receptores sin experimentar el
cesos, como son la observación, la imitación, la identificación y la gratificación, puesto que el menor asomo de variación, de alteración. De manera que el rethor del discurso
aprendizaje incluye la asimilación de conceptos, ideas, actitudes, valores, normas y conductas. podía prever milimétricamente la descodificación que haría su público» (Sáez,
Desde esta óptica, la presencia de los relatos violentos en la televisión, o en otros medios, 1999: 16-17).
aumenta la probabilidad de agresión en el público, no sólo por el hecho que crea oportunidades
para que los miembros del público aprendan ciertos tipos de conducta, sino porque también pre- 1.2. El segundo periodo: el modelo de los efectos limitados
senta personajes violentos que pueden convertirse fácilmente en arquetipos o modelos de con-
ducta a imitar por parte de los espectadores. Sin embargo, no siempre los espectadores activan La segunda época, que comprende, principalmente, las décadas de los años
automáticamente los actos agresivos aprendidos en la televisión. La probabilidad se incrementa a cuarenta, cincuenta y sesenta, ha sido definida como la etapa del paradigma
partir de una serie de circunstancias propicias: por ejemplo, ante la expectativa de que los actos dominante de Lazarsfeld o, también, como la teoría de los efectos limitados.
violentos sean recompensados o reforzados positivamente; la similitud entre la situación televi- Esta etapa se orienta más bien a corregir o relativizar el punto de vista de la
siva y las circunstancias de la vida real, etc. Los espectadores que a menudo se ven involucrados etapa anterior, afirmando que los medios no son tan poderosos como se había
en conflictos interpersonales verán probablemente más similitud entre los relatos de televisión creído en un principio.
y las situaciones de su propia vida. La investigación en el campo de la psicología social de Lazarsfeld y Berel-
Estos autores sugieren la necesidad de mantener la cautela en la aparición de la violencia en los son llegaba a la conclusión de que los medios tenían una influencia limitada
medios, que se tendrá que basar en una profunda comprensión de los mecanismos de aprendiza-
je infantil. Sólo así el público podría captar los actos violentos sin sentirse inclinados a imitarlos
15 Paradigma de Lasswell: ¿Quién dice? ¿Qué cosa dice? ¿A través de qué canal? ¿A quién dice? ¿Con
en la vida real. qué efectos? Véase Lasswell (1979).
LA VIOLENCIA Y LOS PROCESOS DE INFLUENCIA MEDIÁTICA. LAS TEORÍAS DE LA COMUNICACIÓN
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

sobre las actitudes y los comportamientos políticos. En esta segunda fase de la es la capacidad selectiva, menor es el efecto que produce (curiosamente no se
investigación comunicativa se destaca la importancia de una serie de factores contempla la ley contraria: si se debilita la capacidad selectiva, más influencia
de cariz personal y social que condicionan las influencias mediáticas. A partir lograrán los mass media).
de esta constatación sabemos que los análisis deben ser mucho más sofistica- Se constata que los individuos reciben el impacto de los medios de comu-
dos y que las conclusiones se deben tomar con cierta cautela. Como señala Ber- nicación social en su condición de miembros de grupos sociales primarios (el
nard Berelson (1948), «ciertos tipos de asuntos presentados de cierta manera a entorno familiar) y secundarios (el entorno profesional, el ambiente religioso,
ciertos tipos de personas producen cierto tipo de efectos». político y cultural). Los mensajes de la comunicación no operan, pues, de
Los estudios de esta segunda etapa —como dice Klapper— pretenden forma masiva sobre el individuo aislado, sino que son mediatizados y filtrados
«abandonar la tendencia a considerar la comunicación de masas como una por los grupos primarios y por los líderes de opinión.
causa necesaria y suficiente de los efectos que se producen en el público, para
verlos como una influencia que actúa junto con otras influencias, en una
situación total» (Klapper, 1974: 7). Como ejemplo de estos aspectos, se elabo-
ra la teoría de la exposición y percepción selectiva, que pone de manifiesto la Teorías del refuerzo
importancia que tienen la atención y la percepción selectiva por parte de los
individuos (Katz y Lazarsfeld, 1979: 23-25). Pese a que la teoría del refuerzo mantiene sus fundamentos en algunos principios de la psicología,
44 no se puede decir propiamente que sea una teoría psicológica. Se trata de una teoría elaborada 45
1.2.1. La teoría de la exposición y percepción selectiva desde la Mass Communication Ressearch en un periodo en que —como ya se ha dicho— se habla
Esta teoría apunta que es muy importante conocer la motivación, la persona- más bien en términos de los efectos limitados. Klapper fue el principal representante de la teoría
lidad y las actitudes de los miembros de la audiencia para comprender el tipo del refuerzo y sostenía que la violencia en la televisión no producía habitualmente ni aumen-
de selección que se hace de los contenidos presentes en los mass media y los tos ni disminuciones significativas de la agresividad por parte del público (Klapper, 1974). La
significados que se les atribuye. Los estudios realizados permitieron poner de televisión sólo era un factor más para explicar ciertas formas de violencia, pero no era el factor
manifiesto las múltiples resistencias que los individuos presentan delante de más importante. En esta misma línea, Bernard Berelson creía que la gente prefiere ver y escuchar
los mensajes persuasivos. Entre el emisor y el receptor —se afirma— se inter- mensajes que están de acuerdo con sus convicciones y predisposiciones más profundas, mientras
ponen una serie de elementos que filtran y mediatizan el mensaje y debilitan que se resiste a aceptar ideas contrapuestas. El supuesto central de esta teoría es que los relatos de
sus influencias potenciales. violencia en la televisión refuerzan cualquier pauta establecida de conducta violenta en la medida
en que los espectadores ya están predispuestos. Los investigadores examinan una serie de facto-
1.2.2. La teoría del doble flujo de la comunicación res que consideran determinantes de la conducta violenta: normas sociales y valores culturales,
Por otra parte, la teoría del doble flujo de la comunicación (Two-step Flow of the roles sociales, la personalidad individual y la influencia de la familia, entre otros. Estos y otros
Comunication) propone la superación de la idea de una comunicación unidirec- factores psicológicos y sociales determinaron los efectos de las descripciones violentas hechas en
cional y en una sola fase. Considera que la comunicación se da a dos niveles y los medios de comunicación. Así, las personas que han desarrollado pautas de comportamiento
que su influencia está mediatizada por la función social que juegan los líderes violento, las actitudes de las cuales apoyan la violencia por conseguir sus objetivos, percibirán
de opinión. Estos expertos (Lazarsfeld, Berelson y Gaudet, 1948) creían —duran- «selectivamente» las escenas violentas con mayor probabilidad que otras personas, puesto que
te los años cuarenta— que las ideas pasan normalmente de la radio a los líderes éstas apoyan y refuerzan sus normas y actitudes. La exposición, la percepción y la retención en la
de opinión y, desde éstos, a los sectores menos activos de la población. Sola- memoria son selectivas (cuanto más alto sea el nivel cultural, mayor será esta capacidad selectiva).
mente se puede estudiar la eficacia de los mass media si se tienen presentes el Así, el efecto de la violencia televisiva consiste en reforzar las normas y actitudes establecidas,
contexto social donde estos actúan y los procesos de liderazgo social. tanto por los espectadores violentos como por los que no lo son. Se considera que si un indivi-
En esta segunda fase se considera que el efecto principal de los medios de duo mantiene una situación personal equilibrada y unas relaciones sociales estables —tanto en
comunicación social es, en todo caso, el efecto de refuerzo (cuando se limita su trabajo, como con su familia o con los amigos— no tiene motivo para experimentar cambios
a reforzar y potenciar los valores, las actitudes y las disposiciones previas ya significativos por el simple hecho de someterse a lo expuesto a unos contenidos violentos en la
presentes en la audiencia). Es decir, prevalecen los efectos de refuerzo a los programación televisiva. Una excepción importante a esta regla la forman los individuos que
de conversión. Se define la ley de los mínimos efectos: cuanto más potente padecen una patología clínica y que carecen de estabilidad emocional. También puede afectar a
LA VIOLENCIA Y LOS PROCESOS DE INFLUENCIA MEDIÁTICA. LAS TEORÍAS DE LA COMUNICACIÓN
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

aquellos individuos, particularmente niños o adolescentes, carentes de relaciones equilibradas 1.3. Tercera etapa: la comunicación en la era de la complejidad
y estables con la familia, los amigos, los maestros, etc. (Klapper (1969). En estos casos, el efec-
to de los programas televisivos violentos iría más allá del reforzamiento y podría provocar un Las diversas tentativas para comprender y evaluar la influencia social que los
aumento de las conductas agresivas. medios de comunicación en general, y la televisión en particular, tienen sobre
La principal consecuencia que se desprende de la teoría del refuerzo es la de anticipar el fracaso el público, se acentuaron durante la década de los sesenta y a comienzos de los
de cualquier tentativa de hacer disminuir la violencia en el mundo real mediante la simple setenta, por una profunda inquietud y malestar ante una sensibilidad creciente
reducción de sus apariciones en la pequeña pantalla. que mencionábamos en el capítulo anterior y por un sentimiento de urgencia
sobre las causas de la violencia en el mundo real.
En esta última etapa se pueden destacar —muy a grandes rasgos— la exis-
En esta línea podemos destacar, también, como podemos comprobar más adelan- tencia de tres corrientes principales: las teorías de los efectos de gran alcance, las
te, los estudios sobre Indicadores Culturales de Gerbner, que ponen de manifiesto los teorías de la mediación en la percepción televisiva y las teorías de la recepción.
efectos cognitivos que producen los medios.
Para concluir el análisis de esta segunda etapa podemos afirmar que los efectos 1.3.1. Las teorías de los efectos de gran alcance
de los medios de comunicación no son consecuencia o no tienen, necesariamente, En primer lugar, existe todo un conjunto de teorías heterogéneas que coinciden
una relación directa con las intenciones de quien comunica, ni con el contenido en destacar el poder extraordinario de los medios de la comunicación social. Las
46 de la comunicación. Es importante también conocer las formas y condiciones de la teorías de los efectos de gran alcance suponen un cierto retorno a los orígenes y 47
recepción. Tal y como dijo Berelson (1954), las disposiciones del espectador están tienden a subrayar la importancia que pueden tener las imágenes de violencia (de
profundamente comprometidas en su situación y pueden neutralizar o modificar el todas las formas de violencia) sobre la vida social.
efecto esperado. Si la teoría hipodérmica hablaba de propaganda y de manipulación Se recurre nuevamente a la vieja idea de que los medios de comunicación
en términos de efectos persuasivos, a partir de ahora se tenderá a hablar, más bien, de social tienen un gran poder. Hay una gran cantidad de teorías que nos indican
influencia y de efectos cognitivos; es decir, los medios tienen una incidencia impor- la influencia de la televisión en la sociedad contemporánea. La novedad es que
tante a la hora de construir los referentes colectivos y de crear la percepción social se considera que las influencias del sistema comunicativo, entendido como un
de la realidad. La influencia de los medios de comunicación no está en su poder de todo, son de cariz muy sutil y que sus efectos se tienen que medir a medio o
persuasión, sino en la capacidad de estructurar los temas de actualidad sobre los cua- largo plazo.
les pensamos y sobre los que versan nuestras conversaciones; los efectos no operan La teoría de la comunicación, como ya hemos visto, contemplaba las
sobre la conducta directa de la audiencia, sino que se dirigen hacia la modificación influencias de forma causal y, básicamente, como efectos. La conciencia de la
de normas y valores; y, finalmente, influyen en la imagen que el público se forma de complejidad del proceso comunicativo induce a contemplar, a partir de los
la realidad social. Los efectos no se dan a corto plazo, sino, fundamentalmente, en setenta, la existencia de un sistema comunicativo dotado de autonomía parti-
un proceso de significación a largo plazo en el que los medios organizan opiniones cular. Es decir, un sistema que se rige a partir de criterios internos de funciona-
y creencias (Bonilla, 1995). miento. Se reconoce —como afirma Niklas Luhmann desde la perspectiva del
Los estudios realizados en el ámbito de la Mass Communication Research pusie- funcionalismo sistémico (Luhmann, 1989: 9-22)— que la totalidad de los medios
ron de manifiesto la complejidad que presenta el análisis de los efectos de los medios de comunicación actúan de manera integrada en el marco de un sistema
de comunicación social. En esta segunda etapa se desconoce cuál ha sido, en gran comunicativo diverso y complejo.16 Sólo así se puede tratar de un sistema social
medida, la influencia que la televisión tiene o puede tener sobre los individuos en particular. Al actuar como un sistema integrado crece su poder de influencia a
general y sobre algunos grupos concretos como, por ejemplo, los niños. Se trata de lo largo del tiempo, aunque su influencia sea quizás más difusa y, a la vez, más
una realidad compleja y difícil de estudiar. Según los representantes de la investiga- difícil de determinar.
ción comunicativa, los efectos se producen —en todo caso— de manera muy sutil, En esta nueva fase, el paradigma de Lasswell se pone definitivamente en cues-
acumulativa y a largo plazo. tión y se abandona en cierto modo la perspectiva de los efectos persuasivos. Se
Al continuar la exposición de este esquema podemos constatar que la tercera y
última etapa está marcada, a la vez, por la complejidad y la multitud de factores que 16 Por una definición del sistema comunicativo como sistema particular en relación con el sistema
se contemplan en el análisis comunicativo. político, véase Chaffee (1975).
LA VIOLENCIA Y LOS PROCESOS DE INFLUENCIA MEDIÁTICA. LAS TEORÍAS DE LA COMUNICACIÓN
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

considera que los medios de comunicación social en su conjunto —prensa, radio, de aprendizaje del sujeto. Se considera que la interacción entre el receptor y el
televisión— han logrado un desarrollo estructural y una diversificación de gran medio televisivo no es unívoca, ni lineal, ni homogénea. Se debe observar cómo
alcance como consecuencia de las transformaciones tecnológicas, la hegemonía el receptor descodifica mensajes en función de su bagaje cultural, realizando una
neoliberal en el campo de la política de comunicación, la mundialización de las lectura propia y singular. Nadie tiene la certeza de que la apropiación final coin-
telecomunicaciones y, también, gracias al predominio del sector audiovisual en cida con el mensaje cifrado por el emisor, y esto obedece a las diversas media-
general y por la televisión en particular. ciones que intervienen en la descodificación del mensaje, que según Guillermo
A partir de los años setenta, el estudio de las influencias se complica y se Orozco pueden ser de carácter cognitivo, referencial, situacional, estructural o
caracteriza por una pluralidad de modelos de análisis emergentes y por el carác- videotecnológico.
ter central que adquiere el estudio de la formación de la opinión pública en las
sociedades avanzadas. Es preciso señalar, pues, la proliferación de nuevas teorías 1.3.3. Las teorías de la recepción
y nuevos paradigmas de investigación —como, por ejemplo, la teoría de la espi- J.B. Thompson (1998) propone, desde una perspectiva sociológica, una visión
ral del silencio de Noelle Newmann (1980), la teoría del campo periodístico de centrada en sus usos sociales y la recepción de los mensajes por parte de la ciuda-
Pierre Bourdieu (1996)— o el modelo de la propaganda de Noam Chomsky, que, danía. La recepción de los productos mediáticos debe entenderse como un proceso
de alguna manera, retoman la primitiva creencia relacionada con el poder de los hermenéutico activo y creativo que se realiza en un determinado contexto social y
medios (Chomsky y Herman, 2002). El protagonismo creciente que los medios cultural. En este sentido, como veremos en el capítulo IV, es preciso conocer cuáles
48 de comunicación social tienen en la sociedad contemporánea se traducirá en una son la disposición personal de los espectadores y el contexto social y familiar en 49
gran preocupación por su influencia y repercusión social. Pese a su importancia, que se ve la televisión.17
el estudio de los efectos —sobre todo pensando en la violencia en la televisión— Desde la tradición de los estudios culturales se propone una nueva mirada para
es uno de los campos más complejos y difíciles de estudiar. estudiar el rol de los medios de comunicación social y reivindicar el protagonismo
Al hablar de influencias es importante saber de qué tipo de influencia estamos de la audiencia en los procesos de recepción cultural. Se considera que los miem-
hablando. El mismo concepto de efecto ha variado con el tiempo y presenta múl- bros de la audiencia no son simples consumidores pasivos, sino que son produc-
tiples significados. Por ejemplo, según Barrie Gunter (1987), la violencia televisiva tores activos de sentido, dado que descodifican los textos mediáticos en función
puede tener un impacto en los telespectadores que se produce simultáneamente de unas circunstancias sociales y culturales muy particulares. Así, por ejemplo, un
a varios niveles psicológicos: el nivel cognitivo, afectivo y de comportamiento. mismo programa de televisión puede tener una incidencia muy desigual al poder
Se pueden destacar, sobre todo, dos tipos de efectos que han marcado profunda- ser «leído» o «interpretado» de maneras diferentes en función de las característi-
mente la investigación comunicativa: los efectos persuasivos (cuando los medios cas y la disposición del público. Al mismo tiempo un relato violento como el del
puedan influir en las actitudes y los comportamientos de las personas) y los efectos cuento de La Caperucita Roja se presta a distintas lecturas. No hace falta recordar
cognitivos (cuando inciden, sobre todo, en sus creencias, opiniones y conviccio- —como afirma Umberto Eco (1979)— que todo texto es polisémico y, por lo tanto,
nes). Finalmente, si tuviéramos en cuenta su temporalidad, podríamos hablar de abierto a diferentes lecturas o interpretaciones. Y, sobre todo, que el significado
efectos inmediatos, efectos aplazados o efectos acumulativos. lo otorgan los receptores en el acto de la recepción. «La objetividad de los textos,
fijados y encuadrados en el momento de su redacción, necesitan la subjetividad
1.3.2. La teoría de la mediación en la percepción televisiva de unos lectores que, en el acto de leer, les otorgan una nueva vida, un contenido
Hay una segunda corriente que permite superar la perspectiva maximalista que, de sentido que no habría sido sospechado ni en el tiempo de su redacción ni en
como acabamos de ver, destaca el poder maléfico de los medios de comunicación las sucesivas lecturas que se han hecho» (Duch, 2000). Se parte de la premisa que
social. En este sentido, se considera necesario cambiar la mirada tradicional que la interpretación es un proceso, activo y creativo. Así, se entiende la recepción de
ha adoptado la investigación especializada —sobre todo en las fases iniciales— los productos culturales en general (y de los productos mediáticos en particular)
sobre los efectos sociales de la televisión, demasiado obsesionada en los peligros básicamente como un proceso hermenéutico que puede suponer una profunda
hipotéticos de la «violencia televisiva». significación cultural.
La teoría de la mediación desarrollada, entre otros, por Orozco (1991) y Fuen-
zalida (1997) sostiene que en la experiencia televisiva interviene un conjunto 17 La teoría de los usos y gratificaciones ya puso de manifiesto en su momento la responsabilidad y el
de influencias socioculturales y videotecnológicas que estructuran el proceso protagonismo del público al hacer las elecciones individuales (Katz, Blumler y Gurevitch, 1976).
LA VIOLENCIA Y LOS PROCESOS DE INFLUENCIA MEDIÁTICA. LAS TEORÍAS DE LA COMUNICACIÓN
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

2. Violencia, medios de comunicación y mediación social y violentos presentes en la televisión como si fueran un reflejo fiel de la realidad. La propuesta
del equipo de Gerbner se dirige a analizar el contenido de la televisión, aquello que denominan
Finalmente, queremos profundizar en la función mediadora de los medios de “mensajes simbólicos”, y los efectos que pueden tener estos mensajes en la audiencia. En el
comunicación social como una de las funciones más significativas de las institucio- espacio simbólico de la televisión se realiza una representación del mundo real como si se tratara
nes mediáticas. de un mundo «malvado», en el cual la violencia es omnipresente. En los estudios empíricos rea-
La mediación no es propiamente un mecanismo de influencia: los medios de lizados en Estados Unidos se constata que la exposición a la televisión con contenidos violentos
comunicación no nos dicen qué tenemos que hacer o qué tenemos que pensar. puede incrementar la ansiedad, el miedo y la preocupación excesiva por las situaciones como los
Básicamente, cumplen actualmente una función cognitiva: los medios de comuni- desastres, la seguridad personal y los problemas presentes en la vida cotidiana. El miedo —creen
cación social —como sugiere la teoría del cultivo— contribuyen a crear los referen- estos investigadores— se ha convertido en el denominador común de la vida social y es, a la vez,
tes colectivos: «Incluso los medios de comunicación “recreativos”, como los diarios un elemento de cohesión social.
y la televisión, tienen una influencia de gran alcance sobre nuestra experiencia y
nuestra percepción de la realidad. Esto no pasa porque afecten nuestras actitudes de
formas específicas, sino porque son los medios de acceso al conocimiento, del cual Entre el hombre y el mundo social existen los mass media, que pueden lograr una
dependen muchas actividades sociales» (Giddens, 1994: 481). importante función mediadora. Los mass media no reflejan de manera pasiva una
realidad preexistente, sino que son activos conformadores. Los individuos tene-
50 mos acceso al conocimiento de lo que acontece en el mundo por dos vías distin- 51
tas: mediante la observación directa del ambiente a través de la participación en
La teoría del cultivo determinados ámbitos o a partir de la observación indirecta a través de los media.
Los medios de comunicación, en general, y la televisión, en particular, crean un
La teoría del cultivo ha sido desarrollada en el marco de un proyecto denominado Cultural marco social a través del cual el ciudadano tiene la oportunidad de conocer su
Indicators, que se inició el curso 1967-1968 con un estudio para la National Commission on the entorno y de entrar en contacto de manera mediatizada.
Causes and Prevention of Violence en los Estados Unidos de América (Gerbner y Gross, 1980). McLuhan decía que los medios de comunicación son como extensiones de
George Gerbner (1919-2005) y sus colegas en la Annenberg School of Communications han nuestros sentidos. El hombre dispone de los nuevos medios técnicos para escu-
realizado los análisis más extensos sobre la incidencia de la violencia televisada, principalmente char aquello que no puede escuchar directamente, para ver aquello que no puede
centrados en los contenidos «violentos» de los programas de televisión americanos. Los resul- ver personalmente y para conocer aquello que no puede conocer por experiencia
tados de los estudios realizados (Murray, 1996), que abarcan un periodo superior a treinta años, directa. La televisión y las múltiples pantallas presentes en nuestros hogares nos
indican «un nivel constantemente alto de contenidos de violencia» en la programación televisi- permiten ver y sentir cosas que de ninguna otra manera podríamos presenciar.
va. Las teorías de Gerbner sugieren que la principal influencia de la televisión viene dada, sobre Los medios no son la única institución social existente (ni tampoco la más impor-
todo, por su capacidad de comunicar ideas en torno a las conductas, las normas y las estructuras tante), pero son la única institución que asegura hoy que ciertas experiencias sean
sociales (García y Ramos, 1998: 367). Desde la teoría del cultivo se considera la televisión como compartidas por el conjunto de la ciudadanía. Sin embargo, como afirma Albert
un agente educativo o socializador. El medio televisivo aporta a los miembros de la audiencia Sáez (1997), quizás el hombre mediático no llega a compartir experiencias a través
un entorno simbólico que modela y organiza su percepción de la realidad. La televisión, pues, se de la comunicación de masas, sino que tan sólo comparte relatos. El hombre
puede transformar en una fuente importante de transmisión de valores, ideologías, creencias o mediático —continúa Sáez— comparte infinidad de relatos a través de los medios
imágenes mediante un proceso de aculturación (Gerbner et al., 1996). La idea central de Gerbner de comunicación y las redes sociales, pero únicamente reconoce como experien-
es —como ya anunciaba la teoría del refuerzo— que la televisión cultiva (o refuerza) actitudes cia aquello que vive de forma presencial y capta a través de sus propios sentidos.
y valores que ya están presentes en la sociedad. Es decir, los mensajes de la pantalla provocan Sabe que existen mundos diferentes del suyo, aunque no los siente como propios.
una gran resonancia sobre todo cuando coinciden con el background cultural y las expectativas Como afirma Elihu Katz (1980: 119-141), la capacidad de influencia de los
sociales de los ciudadanos. medios de comunicación se acentúa cuando las personas tienen un abanico muy
En contraste con las otras teorías que hemos considerado hasta ahora, el efecto principal del limitado de experiencias directas con la realidad y disponen de un reducido aba-
cultivo no es tanto el hecho de activar la conducta violenta, sino el hecho de incidir sobre la nico de relaciones sociales. El impacto de la violencia en los media puede ser muy
percepción social y sobre las emociones con que las personas adoptan los mundos simbólicos importante, sobre todo cuando el ser humano limita su actividad de relación con
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

el mundo y con los otros casi exclusivamente a las páginas de los diarios, a los Capítulo iii
espacios radiofónicos y televisivos. La violencia que se hace presente en el mundo la violencia y los medios de comunicación.
de la comunicación puede contribuir a reforzar la falsa impresión de que vivimos
en una época particularmente violenta. «Lo más peligroso de la televisión no es el saber criminológico
ya el hecho que ocupe el espacio principal de la geografía doméstica. Lo más peli-
groso de la televisión es cuando domestica nuestra geografía de tal manera que
nuestro espacio vital queda acotado y encuadrado en los límites de la experiencia
televisiva. La televisión es peligrosa cuando ocupa de una manera casi exclusiva
nuestra atención» (Aran, 1998: 126). Los medios de comunicación pueden tener
una influencia social negativa cuando se consume sin medida y sin distancia
crítica. La televisión —como afirma Aran— es nociva cuando dejamos que limite
nuestras relaciones personales, cuando anula las facultades comunicativas básicas,
el comentario en directo, la emoción compartida o la palabra oportuna.
La violencia que —normalmente— no presenciamos en las calles de nuestros

L
pueblos y ciudades, la podemos ver a través de las distintas pantallas que —como a violencia ha aparecido en las últimas décadas como un elemento omni-
52 sostiene Miquel Tresserras (1996: 13)— son un espacio sin riesgo. Quizás de aquí presente en los medios de comunicación social y como un hecho definitorio 53
proviene la fascinación ante la violencia real pero relativamente inofensiva. La de la narración moderna. En una sociedad obsesionada por el control y la
relación que hay entre televisión y violencia parece evidente: vemos la violencia seguridad, los medios explotan y cultivan la fascinación por el desorden (Imbert,
a través de múltiples pantallas. Es difícil saber a ciencia cierta si la televisión ha 1998). Estamos ante un relato muy presente en las agendas mediáticas y con una
hecho el mundo más violento; lo que sí es seguro es que la televisión nos ofrece fuerza poderosa para conformar las ideas sociales en torno a la criminalidad.
una presencia continuada de imágenes de violencia sobre el mundo. Esta situación parecería nueva si no fuera porque el estudio histórico permite
En definitiva, podemos decir, para concluir el capítulo, que los estudios reali- apreciar similitudes entre la situación actual y lo acaecido a finales del siglo XIX,
zados en el ámbito de la Mass Communication Research pusieron de manifiesto cuando la incipiente prensa de masas dio una visibilidad del delito que interpeló
hace muchos años la complejidad que representa el análisis de los efectos de los profundamente al sentir social. Con narraciones de espanto como las de Jack el des-
medios de comunicación social. Actualmente, podemos decir que los mass media tripador, los diarios de entonces cautivaron a las audiencias que se incorporaban por
inciden poderosamente en la percepción social de la realidad, pero desconocemos cientos y miles a la lectura de la prensa escrita. Nunca antes el relato violento había
exactamente la influencia que la televisión tiene o puede tener sobre los indivi- tenido tanta presencia ni tanta contundencia en la letra impresa. «Mujer horrible-
duos en general o sobre algunos grupos sociales concretos, como por ejemplo los mente mutilada», tituló el diario Star en uno de sus ejemplares del verano de 1888
niños. Según los representantes de la investigación comunicativa, las influencias para informar del famoso criminal (Howells, 1990: 18).
se producen —en cualquier caso— de manera sutil, acumulativa y a largo plazo. Con la aparición de las primeras narraciones periodísticas del relato criminal
Se trata, pues, de una realidad compleja y difícil de estudiar. surgieron las polémicas sobre lo que era tolerable y admisible en el periodismo. Sor-
prende constatar como dicha preocupación ocurría en un período histórico en el que,
como atestiguan las cifras de la criminalidad y los autores de la época, se producía
una disminución de las tradicionales formas de violencia que habían estado tan pre-
sentes y tan habituales en las sociedades del Antiguo Régimen, hasta el punto de que
se consideraba como un hecho normal (Garland, 1999).
Ha pasado casi un siglo y medio, y desde entonces son muchos los estudios que
desde la sociología, la psicología y la teoría de la comunicación han analizado el
papel de los medios de comunicación. Trabajos que aportan diversidad de puntos de
vista y conclusiones no siempre coincidentes, por no decir contradictorias. La falta
de conclusiones sólidas constituye uno de los motivos que continúa impulsando los
LA VIOLENCIA Y LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN. EL SABER CRIMINOLÓGICO
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

estudios sobre la violencia y los medios. Un interés que se ha visto estimulado por un narraciones el peligro y el miedo al delito ocupan un lugar central. Es el discurso
creciente malestar ciudadano ante las informaciones de tipo sensacionalista y poco del miedo que analiza Bauman y que constituye una de las experiencias funda-
respetuosas con el sufrimiento del otro. mentales de las sociedades modernas. El miedo real o imaginado. Temores que
La sociedad contemporánea se caracteriza por la rapidez de los cambios y la causan una profunda inquietud y que son proyectados por las imágenes impac-
voluntad de control sobre el presente y el incierto futuro. En este contexto, como tantes que aparecen en la pantalla del televisor, por los relatos dramáticos de la
ha señalado Zygmunt Bauman (2007: 186) en Miedo líquido, la exhibición de las radio y por los titulares sensacionalistas de la prensa escrita.
amenazas a la seguridad personal «ha pasado a ser un importante (quizás el más Como señala Francesc Barata, las primeras referencias al tratamiento del deli-
importante) recurso en las guerras de los medios de comunicación de masas por to por parte de los medios de comunicación las encontramos en algunos de los
los índices de audiencia, lo que ha redundado aún más en el éxito de los usos escritos fundamentales de los padres de la criminología. Cesare Lombroso (1902:
comerciales y políticos del miedo». Este proceso ha llevado a que, desde la década 295) denunciaba el crecimiento de las noticias criminales en el libro El delito: sus
de los noventa, la llamada inseguridad ciudadana se convierta en un tema central causas y remedios, publicado en 1902, y acusaba a los diarios de comportarse como
en el debate público. El miedo ha sido explotado en términos políticos, lo que ha criminales que, con el único fin del beneficio, «excitan las apetencias malsanas y
llevado, como sostienen Bauman y otros destacados autores del ámbito de la cri- la morbosa curiosidad de las bajas capas sociales».
minología, a que se potencien las políticas penales frente a las políticas sociales, el Dichas palabras ponen de manifiesto como los impulsores de la criminolo-
Estado penal frente al Estado social. gía vieron con preocupación la representación de la criminalidad violenta en
54 Los temores sociales han ido en paralelo a una fuerte presencia de los contenidos la naciente prensa de masas. Lombroso murió en 1909, pero su visión alarmista 55
mediáticos violentos, hecho que, en el caso periodístico, se puso de manifiesto con sobre la prensa continuó presente en la mente de sus seguidores. Su discípulo
el caso O.J. Simpson, uno de los acontecimientos televisivos más importantes del R. Garofalo (1912: 217) llegó a pedir que fueran suprimidos los diarios que des-
siglo XX. Y más allá de los tratamientos informativos, se hacía presente una cultura cribían detalladamente los más horribles delitos. Desde el punto de vista de los
de la violencia que tenía su expresión más exacerbada en las industrias audiovisuales. primeros criminólogos positivistas, los diarios populares eran factores criminóge-
Se consolidaba una cultura de la violencia que los estudios de George Gerbner nos. Realizaron afirmaciones contundentes que contrastan con el hecho de que
(1971) ya habían detectado en los años setenta en relación con los contenidos tele- nunca llegaron a realizar estudios detallados sobre los medios de comunicación.
visivos. En Gran Bretaña la violencia estaba presente en el 63% de los programas de Su rechazo adquirió tonos de visceralidad, dieron por hecho lo pernicioso de los
ficción y en Estados Unidos, en el mismo tipo de programas, sobrepasaba el 80%. medios y los integraron en su etiología del crimen.
Este tratamiento mediático de la violencia puede englobarse dentro del género La referencia a la prensa empezó a ser más habitual en los estudios de tipo
melodramático en el que se da la porosidad entre ficción y realidad que tan bien ana- sociológico. Desde la psicología social, el francés Gabriel Tarde relacionó el
liza Mijail Batjin (1998) en la fiesta carnavalesca. Un melodrama que interpela muy papel de los medios con los elementos que conforman la identidad colectiva.
directamente «a las regiones más oscuras de nuestro psiquismo con el lenguaje de la En L’opinion et la foule (Tarde, 1986) donde pretendía descifrar la naturaleza
emocionalidad» (Gubern, 1993). del nuevo público en el mundo moderno, Tarde sostiene que con el nacimien-
Entre los numerosos estudios sobre la visibilidad mediática de las violencias se to de los medios de comunicación social la humanidad había entrado en la
constata la ausencia de una reflexión elaborada desde los postulados criminológicos, era de las generaciones dispersas y mentalmente unidas. Y que los lectores
hecho que puso de manifiesto el Groupe de spécialistes sur la représentation de la de prensa no son conscientes de que están sometidos a un flujo constante
violence dans les media, del Consejo de Europa, en 1995. Una perspectiva que consi- de persuasión, una influencia irresistible. Señala el potencial manipulador y
deramos fundamental para afrontar el debate sobre la violencia y la televisión, y a la destructivo de los medios sobre la conciencia y la libertad de los individuos
cual intentaremos aproximarnos en las siguientes páginas. (Busquet, 2008: 218).
Los primeros intentos de demostrar empíricamente los efectos maléficos de
los medios se produjeron a principios de siglo con la llegada del cinematógrafo.
1. La criminología y los mass media El tema ocupó buena parte de la literatura penal de la época. En 1913, en París,
la Sociéte General des Prisions debatió la influencia de la imagen sobre los delin-
La prensa ha generado una visibilidad del delito que propone una nueva forma cuentes y poco después llevó al Ministerio de Justicia una propuesta para prohibir
social de sentir y experimentar los ilegalismos (Barata, 2003: 487-514). En dichas las películas «excitantes e inmorales» (Jiménez De Asúa, 1989: 267). Un año des-
LA VIOLENCIA Y LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN. EL SABER CRIMINOLÓGICO
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

pués la cuestión ya era ampliamente debatida en la revista estadounidense Journal vados y a los criminales contribuía a afianzar la idea de una ley que terminaba
of the American Institute of Criminal Law and Criminology. Bajo una apariencia cien- por imponerse ante los desviados».18
tífica, muchas publicaciones penales de la época exponían casos de delincuentes Paralelamente a los miedos relacionados con el medio radiofónico, hay que
que confesaban el nexo entre sus delitos y las películas que habían visto (Barata, hacer mención al debate que en los años cuarenta se generó en Estados Unidos
1999: 45-57). en torno a la publicación de los cómics. El tema fue estudiado por un comi-
El alarmismo por los supuestos efectos nocivos del cinematógrafo se hizo té legislativo creado especialmente para el caso. Dicho organismo recogió las
sentir con especial fuerza en Estados Unidos, donde las autoridades de algunos investigaciones de destacados psiquiatras que afirmaban que la representación
estados llegaron a considerar determinadas películas como la causa principal de actos criminales en las tiras de cómic influía negativamente en los niños y
del aumento de la criminalidad. En los años veinte se prohibió la asistencia de adolescentes.
menores a las proyecciones cinematográficas y otros muchos países promulgaron De lo anteriormente expuesto se deduce que hasta los años cincuenta exis-
la censura sobre un medio que gozaba de una amplia aceptación social. El cine tió en el mundo académico un consenso generalizado sobre la gran influencia
fue considerado inmoral y pecaminoso, y en España se promulgó una orden que perniciosa de los medios de comunicación en relación con los hechos violentos
separaba por sexo a los asistentes a las salas cinematográficas. y criminales. Esta creencia había tenido un claro exponente en la obra de Cyril
En aquel contexto se desarrollaron investigaciones cuyo objetivo era compro- Burt The Young Delinquent (1925), donde se reafirma el postulado de «la influencia
bar si la presentación que de la criminalidad y la violencia se hacía en los medios perniciosa del cine entre la juventud» (Burt, 1986). En sus investigaciones, Burt
56 favorecía el comportamiento delictivo entre determinadas capas sociales, si daban argumenta que los modos operandi de los ladrones cinematográficos eran copia- 57
ideas criminales a los delincuentes. En aquellos trabajos confluían dos enfoques dos por los «jóvenes delincuentes» y por los «adolescentes mentalmente débiles
teóricos: el de la criminología positivista de principios de siglo y —como se ha y desequilibrados». Sus planteamientos estaban influenciados por la teoría de la
visto en el capítulo anterior— la teoría de la comunicación conocida como teoría asociación diferencial, de corte psicológico, y el desarrollo del behaviorismo, que se
de la aguja hipodérmica, que consideraba la existencia de un individuo débil y impuso en Estados Unidos. Fueron Sutherland y Cressey quienes postularon que
muy influenciable por los medios omnipotentes. el comportamiento criminal es un comportamiento aprendido, y en este proceso
El estudio de la influencia mediática fue la piedra angular de los trabajos de aprendizaje se encuadraban los mensajes mediáticos.
desarrollados por Harold D. Lasswell. Como se ha dicho en páginas anteriores, A pesar de todo lo planteado, lo cierto es que las numerosas investigaciones
Lasswell dedicó buena parte de sus esfuerzos al análisis de la propaganda política. todavía no han aportado evidencias claras sobre las relaciones directas entre las
Sus teorías sobre los medios partían del hecho de considerar que el individuo se narraciones mediáticas de la violencia criminal y los comportamientos que el siste-
encuentra inmerso en un aislamiento psicológico y que reacciona uniformemente ma penal cataloga como delictivos. La primera dificultad que afrontan la mayoría
ante los estímulos producidos por los mensajes mediáticos. de los estudios reside en el hecho de que difícilmente tenemos individuos que no
Para comprender esta visión apocalíptica que subraya la capacidad manipula- estén expuestos directa o indirectamente a los medios de comunicación. La reali-
dora de los mass media, recordemos el impacto social producido por la utilización dad social no es un laboratorio en el que se puedan aislar los medios. Este hecho es
de la propaganda política durante la Primera Guerra Mundial. Dichas considera- reconocido desde los años sesenta por Albert Bandura (1963), quien —como hemos
ciones sobre la «alienación social» conectaban con los debates surgidos a princi- visto anteriormente— aun reconociendo que las estrategias agresivas se adquieren
pios de siglo en torno al concepto de masa. fundamentalmente por aprendizaje social, matiza que los efectos mediáticos repre-
Con la aparición del medio radiofónico crecieron los temores. La radio fue sentan tan sólo una parte limitada de las experiencias sociales. Por todo ello, sugiere
vista como un artefacto todavía más eficaz para modelar el pensamiento. En la investigación de otros factores que se escapan al estudio de los medios.19 Dicha
1946, el programa radiofónico británico Dick Barton Special Agent fue uno de idea también es compartida por destacados investigadores de la comunicación
los primeros en narrar historias criminales. A pesar de su popularidad, cayó como J.D. Halloran, quien afirma que no se ha podido comprobar ningún caso en
en desgracia cuando sectores conservadores lo acusaron de irresponsable y de el que la televisión contribuya en gran medida a cualquier forma de comportamien-
fomentar la violencia criminal. Aunque estas críticas eran las más habituales to violento y que, como mucho, juega un papel menor.
entre los estudiosos de la cuestión criminal, cabe citar la opinión contraria de
Richard Quinney en referencia al popular programa The Lone Ranger. El cono- 18 Véase Sparks (1992).
cido criminólogo afirmaba que «el héroe enmascarado que perseguía a los mal- 19 Citado por García y Ramos (1998).
LA VIOLENCIA Y LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN. EL SABER CRIMINOLÓGICO
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

Es decir, las investigaciones sobre los efectos mediáticos están inmersas en Los postulados establecidos por Cohen en Folk Devil and Moral Panics fueron
posicionamientos teóricos contradictorios y no pocas veces enfrentados, hecho puestos en duda por las investigaciones que, bajo la dirección de Stuart Hall, lle-
que contrasta con el alto grado de consenso social que tienen algunas de las ideas varon a cabo de forma colectiva Ch. Critcher, T. Jefferson, J. Clarke y B. Roberts,
referidas. todos ellos miembros del Centro de Estudios Culturales de Birmingham, y que
fueron publicadas en 1978 en el libro Policing the Crisis. Dicha obra analiza cómo
los atracos con violencia llegaron a estar en el «ojo del huracán» de la política bri-
2. La construcción mediática de la violencia tánica en los años setenta (Barker, 1994). Estos autores critican a Cohen el hecho
de no haber explorado el papel de las instituciones penales en la creación de los
Más allá del debate sobre los efectos, en las últimas décadas se ha afianzado en los procesos de etiquetamiento; proponen la imagen de un circuito montado entre la
estudios de la comunicación todo un conjunto de teorías que parten de la perspec- policía, los jueces y los magistrados, los periódicos y los políticos, que se refuerzan
tiva de la construcción social de la realidad de Berger y Luckmann. Si la mayoría mutuamente al definir un problema y al pedir una acción para resolverlo. Stuart
de los estudios sobre los efectos estaban enmarcados en las teorías funcionalistas, Hall y el resto de investigadores analizan el proceso de fabricación de «imágenes
estos nuevos enfoques plantean investigar las formas en que los medios modelan públicas» por los medios y las demás instituciones del sistema penal.
el conocimiento de los individuos sobre la realidad que los envuelve. Desde una Este conjunto de investigaciones, como señala Francesc Barata, desafiaron las
perspectiva interpretativa, se han desarrollado investigaciones en tres campos: el visiones más ingenuas, simplistas y conservadoras sobre los medios de comunica-
58 de la producción de la noticia y las rutinas profesionales, el estudio del contenido ción, y tenían su expresión en la frase «los medios simplemente reflejan la realidad 59
de la información y el análisis de las noticias como construcción de la realidad. tal y como es». En esta dirección se desarrollaron la mayoría de las investigaciones
Desde esta perspectiva de estudio, se considera la comunicación como un pro- de los sociólogos británicos críticos que integraron la Nueva criminología. Fueron
ceso de mediación social en la creación de significados (véase el capítulo II). Uno propuestas para construir nuevos modelos de análisis para el estudio sociológico
de los impulsores de esta nueva perspectiva, D.L. Altheide, afirma que los mass de los medios de comunicación y los acontecimientos violentos relacionados con
media modelan nuestras imágenes mentales sobre el mundo, idea que ya había la criminalidad.
sido apuntada por Walter Lippmann en los años veinte (Montero, 1993). En esta línea destacó también el estudio de Jack Young (1973) sobre el rol de
Dichas teorías de la comunicación enlazan con los cambios que a finales de la policía como amplificadora de la desviación. Young analizó la relación que
los años sesenta experimentaron los estudios criminológicos con la aparición de existía entre las instituciones de control social y los alarmismos que generaban
la Nueva criminología y la teoría de la reacción social o etiquetamiento (Labelling los medios. Demostró que el «pánico moral» motivado por las informaciones cri-
approach), que representa una revolución en el ámbito de la sociología criminal. minales amplificaba los estereotipos de la desviación hasta conseguir que éstos se
Desde estos postulados, resulta pionero el trabajo de Stanley Cohen en Folk Devil convirtieran en la «gran realidad» perceptible por la sociedad.
and Moral Panics: The Creation of the Mods and Rockers (1972) sobre los estereotipos En estas investigaciones descubrimos también un creciente interés sociológi-
y estigmas creados por los medios de comunicación en relación con las llamadas co por desvelar los procesos de producción de las noticias. Preocupación que se
bandas juveniles. El autor norteamericano atribuye a los medios una gran capaci- desarrolló en Estados Unidos con los trabajos iniciados por Gaye Tuchman y Mark
dad de «ampliación de la desviación» y la «creación de pánicos morales». Cohen Fishman. Este último autor propuso la idea de que los medios de comunicación
proporcionó el primer estudio empírico sobre los alarmismos sociales producidos formaban «olas artificiales» sobre los sucesos de tipo criminal y que dicho efecto
por el tratamiento periodístico de determinados temas y sus importantes conse- mediático no se ajustaba a la realidad. La idea de Fishman ha sido retomada por
cuencias públicas. Francesc Barata cuando plantea la existencia de olas mediáticas de criminalidad,
Un año después, en 1973, Stanley Cohen y Jack Young publicaron The Manu- afirmando que la atención actual que los medios prestan a los asuntos crimina-
facture of News, donde investigaron los procesos mediante los cuales los mass les no tiene una relación equilibrada con los índices delictivos objetivos (Barata,
media seleccionaban los acontecimientos relativos a la desviación, las nociones 1995: 83-94).
que utilizaban en la realización de las noticias y el papel de los media en el control El caudal de investigaciones que aparecieron en los años setenta sobre los
social. Su investigación constituye un intento de destapar los sistemas ideológicos medios y el crimen tuvo un capítulo destacado, en 1977, con la obra de Steven
presentes tanto en los medios como en las instituciones públicas relacionadas con Chibnall Law and Order News. El primer estudio amplio sobre el periodismo crimi-
el mundo del delito. nal que se realizó en Gran Bretaña. Chibnall analizó con detalle las relaciones que
LA VIOLENCIA Y LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN. EL SABER CRIMINOLÓGICO
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

mantenían los periodistas y las instituciones penales, y profundizó en los plan- mostró el funcionamiento de las instituciones de control social y el mundo de la
teamientos realizados por Cohen y Young. Las aportaciones de Chibnall pusieron criminalidad tanto en programas de ficción como en los de tipo realista.
al descubierto las lógicas profesionales existentes en las informaciones sobre el El programa Crimewatch UK fue estudiado y analizado en los años noventa por
crimen y plantean la existencia de «imperativos» que acaban condicionando la el investigador británico Philip Schlesinger. Dicho autor llegó a la conclusión de
realización de las noticias, entre las cuales destacan la rapidez, la simplificación, que el programa contribuyó al aumento de los temores ciudadanos a ser víctima
la dramatización y la necesidad de presentar cada información como un hecho de un delito. Según Schlesinger, la sensación de inseguridad ciudadana se incre-
nuevo y sorprendente. Una lógica productiva que acaba marcando profundamen- mentó después de que en el verano de 1984 el presentador del programa empeza-
te el discurso informativo. ra a pedir la colaboración del público para la resolución de los casos sin resolver
que eran expuestos en pantalla. En 1987, los presentadores de Crimewatch, Nick
Ross y Sue Cook (1987), escribieron un libro donde ponían de manifiesto la gran
3. La televisión y el crimen colaboración de la audiencia en la resolución de los casos. Según esta obra, en
1990 los responsables del programa declararon que de los 686 casos expuestos
El uso generalizado del aparato del televisor a partir de los años sesenta coincidió durante los seis años de emisión habían posibilitado el arresto de 251 personas y
con cambios importantes en los estudios de la comunicación. Buena parte de las la aplicación de un total de 171 condenas judiciales (Schelesinger y Tumber, 1993:
investigaciones se centraron entonces en el medio televisivo y aparecieron inves- 19-32). Los responsables de otro programa similar, Crimestoppers, emitido enton-
60 tigaciones sobre los programas de información criminal y las series policíacas. ces en Gran Bretaña, afirmaron que sus emisiones habían producido el arresto de 61
En el ámbito de la ficción, teleseries como SWAT y Police Story mostraron por vez 600 personas relacionadas con diversos delitos.
primera con «descripciones reales» el funcionamiento de los cuerpos policiales. Por sus características y las repercusiones sobre la audiencia, investigadores
Otro tipo de producciones fueron los cop shows, programas que tenían como pro- como Schelesinger criticaron dichos programas. Los calificó de portavoces poli-
tagonistas a simpáticos y duros policías que iban a la caza del delincuente, como ciales y afirmó que convirtieron en espectáculo la lucha contra el crimen. La
fue el caso de Starsky and Hutch, Baretta, Columbo y Kojak. La popularidad de estas constante aparición de policías en dichos programas les otorgaba un carácter
teleseries puso de manifiesto la gran atracción que generaba en las audiencias oficial que intensificaba en la audiencia la idea de que hay mucho delito y de que
la temática de acción criminal. Las productoras explotaron con habilidad tales el trabajo de la policía era lo más importante para combatir los ilegalismos. Como
demandas e hicieron de las teleseries un negocio universal que no conoció fron- reconocen Nick Ross y Sue Cook, cada Crimewatch representa mensualmente más
teras. Solamente habría que recordar que Perry Mason fue una de las tres primeras violencia que la que algunos oficiales de policía experimentan en toda su vida. En
teleseries compradas por Televisión Española en sus primeros años de existencia España, el periodista y director de cine Pedro Costa, que en 1993 realizó el progra-
cuando sólo emitía unas pocas horas de programación. ma Al filo de la ley, declaró que muchos de estos programas «están manipulados
Estos programas de ficción criminal aportaron a las audiencias algo más que por la policía, que hasta los asesoran y los presentan».20
unas formas de entretenimiento, pues mostraban también una forma determina- Estas emisiones fueron objeto de estudio de investigadores interesados en la
da de ver los ilegalismos. En este sentido, se podrían considerar como una herra- sociología de la criminalidad. Buena parte de sus trabajos estaban influenciados
mienta más de control social. La delincuencia que mostraba y sigue mostrando el por la teoría del cultivo que desde la sociología cultural desarrolló George Gerbner
mundo ficticio de la televisión está llena de estereotipos, de una visión del delito en un ambicioso proyecto denominado «Indicadores culturales», y que analiza-
que, en la mayoría de los casos, se alinea con las visiones más conservadoras sobre ba los mensajes simbólicos del medio televisivo y sus efectos sobre la audiencia
la criminalidad. (véase capítulo II [apartado 3.1]). Las teorías de Gerbner sugieren que «la principal
En dicha época también adquirieron gran popularidad los programas de influencia de la televisión radica en su capacidad para comunicar ideas acerca de
reporterismo criminológico. Uno de los más antiguos fue XY ungelöst, que empezó la conducta, las normas y las estructuras sociales» (García y Ramos, 1998: 367).
a emitir el segundo canal de la televisión alemana a finales de los años sesenta.
En los años ochenta apareció en Gran Bretaña Crimewatch, producido por la BBC.
El éxito del primero llevó a Televisión Española a emitir en 1970 el programa 20 Declaraciones efectuadas a La Vanguardia el 26 de agosto de 1993. Pedro Costa afirma en dicha
entrevista que en sus orígenes Al filo de la ley era un programa que contaba con el beneplácito de José Corcue-
Investigación en marcha, presentado por el conocido periodista Enrique Rubio. Fue ra, entonces ministro del Interior, pero que dejó de ser visto con simpatía cuando emitió algunos reportajes
así como el medio televisivo con su gran capacidad de impactar en las audiencias sobre las mafias policiales.
LA VIOLENCIA Y LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN. EL SABER CRIMINOLÓGICO
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

Es decir, el medio televisivo provee un entorno simbólico que puede moldear y Coincidiendo con esa vuelta de los sucesos se desarrollaron en España los pri-
organizar las experiencias sociales a través del sistema de valores que transmite. meros estudios sobre el tratamiento mediático del delito. Cabe destacar el trabajo
La idea central es que la televisión cultiva actitudes y valores ya presentes en la realizado, a mediados de la década de los ochenta, por un grupo de investigadores
sociedad. En otras palabras, los mensajes de la pantalla producen una resonancia de la Universitat Autònoma de Barcelona —dirigidos por Pere Oriol Costa— que
cuando coinciden con las experiencias cotidianas. Desde la teoría del cultivo se estudiaron las informaciones sobre inseguridad ciudadana que aparecieron en los
considera la televisión como un importante agente socializador. Bajo dicha pers- medios de comunicación de Barcelona (seis diarios, tres radios y dos canales de
pectiva se afirma que los programas sobre temas criminales y las teleseries poli- televisión). Su trabajo fue un análisis cuantitativo y cualitativo cuyos resultados
cíacas cultivan «una sensación de peligro, desconfianza y dependencia relativos» fueron comparados con la primera encuesta de victimización que se realizó en la
(García y Ramos, 1998: 369). ciudad. La investigación reveló que los medios estudiados dedicaron, de prome-
La importancia de las aportaciones de Gerbner no ha impedido que surgieran dio, un 1,8% de su espacio a temas relacionados con la inseguridad ciudadana. El
críticas a sus postulados. A finales de los setenta, los investigadores canadienses medio que más espacio dedicó alcanzó el 3%. También puso de manifiesto que
Dobb y MacDonald relativizaron las afirmaciones de Gerbner y establecieron que los delitos callejeros, aquellos que según las encuestas generaban más inseguridad
la sensación de inseguridad no tenía una relación directa con los programas televi- en la población, apenas tenían presencia en los medios, pues sus espacios eran
sivos, sino con otras variables como el entorno social en el que vivía el individuo. ocupados por los delitos con un alto grado de violencia personal. Por todo ello,
A pesar de todo ello, el factor «imitación» (o la idea del «calco») volvió a estar los autores del estudio afirmaban que «el tratamiento periodístico de los delitos
62 en el centro de los debates en relación con los efectos que la televisión producía amplifica la percepción de ciertos delitos» (Oriol Costa [et al.], 1984: 44). El tra- 63
sobre la sensación de inseguridad. Dichos debates pusieron de manifiesto cómo bajo empírico confirmó los resultados de otras investigaciones realizadas fuera de
el miedo al crimen estaba relacionado con el discurso de los medios de comuni- nuestras fronteras. También se vieron confirmados los postulados teóricos que
cación masivos. establecían que las noticias sobre el mundo de la criminalidad eran presentadas
sin contexto y carentes de elementos que ayudaran a reflexionar sobre sus orí-
genes y sus causas. Una parte de estas investigaciones fueron publicadas por dos
4. La vuelta del suceso criminal de sus autores, Dolores Montero y Pérez Tornero, en el libro El País o la referencia
dominante bajo el título La crónica de delitos en El País.
A finales de los ochenta se produjo un aumento de la presencia informativa de Una década antes de que se realizara dicho estudio cabe destacar las aportacio-
los acontecimientos englobados en el campo de los sucesos y los hechos violen- nes de Amparo Moreno, que en 1973 presentó en la Escuela Oficial de Periodismo
tos. El delito creció como valor noticiable tanto en la prensa popular como en la de Barcelona su tesina La prensa actual de sucesos en España. Fue una investigación
llamada prensa seria o de referencia. Se produjo la vuelta de los sucesos referida pionera en el estudio de la prensa de sucesos durante la dictadura.21 Moreno analizó
por Gérard Imbert. cómo las crónicas delictivas eran una herramienta útil para el estudio de los mode-
En muchos países surgieron programas centrados en los casos criminales, apa- los de marginación y movilidad social que se estaban produciendo en dicha época.
rición que coincidió con la llegada de nuevos formatos televisivos y la transforma- El debate sobre el tratamiento informativo del delito se intensificó en España
ción que los grupos multimedia experimentaron en muchos países. La búsqueda a principios de los años noventa después de la desaparición y posterior asesinato
de más audiencia potenció un nuevo tratamiento del delito bajo la influencia de de tres adolescentes en la localidad valenciana de Alcàsser. Tras aquel suceso las
los reality show, talk show, infotainment, la llamada «televisión basura». El creci- cadenas de televisión pusieron en marcha programas sensacionalistas de reporte-
miento de los espacios de sucesos se vio espoleado por el éxito de tales programas, rismo criminológico que darían lugar a lo que conocemos como «juicios parale-
donde el drama humano, el dolor y el espectáculo del sufrimiento parecían no los». La polémica y el malestar ocasionados por la aparición de tales programas
tener límites. llevaron al Consell de l’Audiovisual de Catalunya (CAC) a emitir un dictamen en
El sociólogo Pierre Bourdieu señalaba entonces que la necesidad de mayo- el que se manifestaba que «la reconstrucción ficticia de hechos que son objeto de
res índices de audiencia hacía que los hechos delictivos volvieran «a la primera un juicio, y que es un recurso utilizado por algunos programas de televisión, no
página, a la apertura de los telediarios, a pesar de que hasta ahora se trataba de
ingredientes excluidos o relegados por el afán de responsabilidad impuesto por el
modelo de la prensa escrita» (Bourdieu, 1997: 19). 21 Véase también Moreno (1994: 35-54) y (1998).
LA VIOLENCIA Y LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN. EL SABER CRIMINOLÓGICO
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

tiene las garantías procesales necesarias para que sean plenamente creíbles. Por La injusta condena de Dolores Vázquez enseñó que la espectacularidad infor-
ello, se recomienda a los medios que adviertan a los telespectadores que la recons- mativa siempre es negativa para el funcionamiento del Sistema de Justicia Penal,
trucción sigue criterios de los guionistas, no avalados ni por los jueces ni por las ya que equivale a una humillación pública prematura que abona el etiqueta-
garantías judiciales» (AA VV, 1997: 16). Dicha institución también recomendaba miento social y contribuye a lo que el sociólogo alemán Ulrich Beck (1998:84) ha
a los medios de comunicación que ofrecieran una información correcta de la jus- denominado «la sociedad de las cabezas de turco», donde aquello que provoca la
ticia y que durante el tiempo que duraran los juicios orales evitaran entrevistar a intranquilidad general no son las amenazas sino quienes las ponen de manifiesto.
las personas que formaban parte del proceso. Todo lo expuesto anteriormente nos lleva a sostener que los medios de comu-
La polémica por el tratamiento mediático de los asuntos criminales se volvió nicación son una poderosa maquinaria que produce, especula y moviliza las
a repetir con las muertes de las jóvenes Rocio Wanninkhof y Sonia Carabantes, creencias sobre el miedo al delito. Un alarmismo que genera en la sociedad el sín-
que llevó a la detención y la posterior condena de Dolores Vázquez, hasta que en drome de punibilidad. Es decir, todos podemos ser objeto de un delito presentado
2003 el caso dio un giro espectacular. La detención de Tony Alexander, el 18 de como el paradigma de los temores que nos acechan. Los medios han construido
septiembre del mismo año, y la obtención de pruebas incriminatorias de ADN que un escenario asediado por la inseguridad, han edificado una nueva mirada sobre
lo relacionaban con el crimen de Rocío Wanninkhof y Sonia Carabantes eviden- el delito y ofrecen una visibilidad que conecta con nuestras inquietudes más
ciaron un error judicial que inicialmente supuso la condena de Dolores Vázquez profundas y los temores menos racionales. Además, el tratamiento alarmista de
a una pena de 15 años de cárcel. los hechos en conflicto con la Justicia Penal devalúa la cultura de la legalidad y
64 Parece indudable que los «alarmismos mediáticos» en torno a dichos aconte- los derechos que tienen todos los ciudadanos, incluso aquellos acusados de los 65
cimientos influyeron en la investigación de forma negativa y en la condena emi- delitos más graves.
tida por el tribunal popular que había juzgado a Dolores Vázquez (Barata, 2004: Este análisis de los trabajos relativos al estudio de los mass media y la cuestión
49-55). El Caso King y el tratamiento que los medios hicieron de las muertes de criminal nos revela la importancia social del tema y evidencia la necesidad de
Rocío Wanninkhof y Sonia Carabantes volvieron a poner de manifiesto algunos continuar investigando un campo de la comunicación que durante mucho tiem-
de los elementos señalados en páginas anteriores. Una vez más, la sobrecarga po estuvo excluido de las grandes preocupaciones académicas. Los procesos de
informativa acrecentó los alarmismos ciudadanos y la publicación de datos sobre conformación de los miedos ciudadanos constituyen en la actualidad un tema de
la identidad, y la vida de Dolores Vázquez devalúo el derecho a la presunción de gran relevancia en el campo de los estudios sociales.
inocencia.
La detención, procesamiento y condena de Dolores Vázquez produjeron un
tratamiento alarmista en no pocos medios de comunicación, en especial en deter-
minados espacios televisivos. Dichos programas ofrecieron una visión dramática
de los hechos, sobredimensionaron las descripciones «realistas» y destacaron los
aspectos punitivos como solución al problema. Dicho caso evidencia cómo la
devaluación de la presunción de inocencia significa un ataque al derecho penal
moderno. Esta idea ha sido señalada por el prestigioso jurista italiano Luigi Ferra-
joli cuando afirma que en las sociedades actuales la prensa ha introducido una
nueva patología que parece desbordar el actuar de la justicia: la punición antici-
pada, una sanción que en ocasiones es más gravosa que la misma pena, la pena de
telediario. Dicho autor señala en Derecho y razón que con la prensa ha reaparecido
«la antigua función infame del derecho penal premoderno, cuando la pena era
pública y el proceso secreto. Sólo que la picota ha sido sustituida por la exhibición
pública del acusado en las primeras páginas de los periódicos o en el televisor; y
no como consecuencia de la condena, sino de la acusación, cuando todavía es un
presunto inocente» (Ferrajoli, 1997: 732). En definitiva, la prensa ha trastocado el
sentido ilustrado de la publicidad del proceso.
Capítulo iv
La violencia y el discurso televisivo.
Las convenciones de la realidad y la ficción

Mientras dura, el sueño es real; más real incluso


que el mundo de cuando estamos despiertos 67
Peter L. Berger

L
a televisión es un artefacto tan cotidiano como controvertido y, a menudo,
objeto de las críticas más severas. Esta crítica a la televisión se explica, en
gran parte, por su régimen de visibilidad. Junto a los contenidos sexuales,
la presencia de violencia es la expresión más emblemática del debate social que
suscita el medio televisivo, en tanto que expresión audiovisual. Según Manuel
Castells (1997: 360), el rechazo a los medios de comunicación audiovisuales
puede explicarse por la tensión subyacente que se plantea entre la comunicación
alfabética «noble» relacionada con el mundo de la palabra escrita y la comuni-
cación «sensorial» e «irreflexiva» vinculada al mundo de la imagen. De manera
particular, la crítica intelectual a la televisión se puede entender en el contexto
de la crítica social a los medios de comunicación de masas, la cual implica, gene-
ralmente, una descalificación sistemática y una oposición a la influencia de la
televisión (Aran, 1998: 116).
Es precisamente esa influencia de la televisión en la construcción de ima-
ginarios sociales la que explica, por otra parte, la crítica a un medio que puede
tener un valor prescriptivo. En la transmisión de valores sociales y modelos de
vida participan desde los programas informativos hasta el entretenimiento más
simple. Como plantearemos a lo largo de este capítulo, las fluctuaciones y présta-
mos entre el mundo real, el ficcional y el lúdico no sólo han introducido mayor
complejidad en el análisis del discurso televisivo, sino que han significado una
oportunidad de revisar las fronteras entre la ficción y la no ficción, y de observar
el papel que tienen los espectadores en ello. Como se ha puesto de manifiesto a lo
largo del estudio, el objetivo de este trabajo no ha sido el de magnificar ni mini-
LA VIOLENCIA Y EL DISCURSO TELEVISIVO. LAS CONVENCIONES DE LA REALIDAD Y LA FICCIÓN
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

mizar la influencia de los mass media, sino que queremos saber cómo se puede extratelevisivos y, con frecuencia, se reelaboran para el nuevo medio televisivo. La
conocer y valorar su influencia social. capacidad de atracción masiva de muchos géneros televisivos se fundamenta precisa-
Para lograr este objetivo es necesario conocer la presencia efectiva de escenas de mente en la continuidad que establecen con la memoria cultural popular.
violencia en los medios de comunicación y comprender sus posibles repercusiones En esta primera etapa, denominada paleotelevisión, cuando se habla de los obje-
sociales. Creemos que hace falta cambiar la mirada tradicional sobre los efectos tivos de la televisión única de carácter público, con frecuencia se mencionan los
sociales de la televisión a una visión más centrada en los usos sociales y en la lectu- de informar, formar y entretener. Se trata de una concepción intervencionista por
ra que espectadores hacen de los programas: «Es importante preguntarse qué hace parte del Estado, que ve en la televisión un instrumento para enseñar: «Enseñar,
la televisión con la gente; pero sin olvidar preguntarse qué hace la gente con la enseñar a ver, enseñar divirtiendo» (Cortés, 1999: 19). Con estos objetivos iniciales
televisión, trasladando la focalización del interés por el objeto material del análisis y tomando como modelo la televisión pública británica —enaltecida por los estados
desde los contenidos hasta los espectadores» (Perales y García Nebreda, 1998: 51). europeos como referente cultural y cultivado, en oposición al modelo norteameri-
De acuerdo con esta línea argumental, planteamos dos elementos complejos en cano ostensiblemente teñido de espectáculo y publicidad—, la televisión española
relación con la percepción social de la violencia en la televisión: en primer lugar, de presenta una programación que exhibe, con una voluntad casi pedagógica, unos
qué forma la ambigüedad del propio concepto de violencia se intensifica —como ya contenidos programáticos formalmente bien diferenciados: la información, la
se ha comentado extensamente en este trabajo— cuando se inscribe en el discurso ficción y el entretenimiento. Desde su discutida diferenciación como género, la
televisivo; en segundo lugar, de qué manera la diversidad de manifestaciones de la publicidad va aumentando su todavía incipiente presencia —si bien condiciona ya
68 violencia va más allá de su concreción como tema, como contenido explícito, del la programación general— hasta alcanzar, con la posterior aparición de televisiones 69
discurso televisivo. privadas, de voluntad manifiestamente comercial, el 10 o 15% de la programación.
Con objeto de desarrollar los dos aspectos enunciados, realizaremos un reco-
rrido diacrónico, paralelo al de la historia de la televisión, que ha de permitirnos 1.1. La política de los géneros antes de los años sesenta
revisar la vigencia tanto de la tradición terminológica como de los modelos de
televisión que nos sirven de referencia. En especial, revisaremos la vigencia de la En cada uno de estos contenidos programáticos, se encuentran géneros diversos.
terminología referida a los géneros y nos centraremos en el modelo de televisión Los noticiarios o informativos representan de modo emblemático el género infor-
que se consolida a partir de los años ochenta, la llamada neotelevisión.22 mativo hasta bien entrados los años ochenta, y se convierten en citas puntuales que
no sólo establecen los temas del día, sino también pautas horarias y conversaciones
grupales. La televisión pública monopolista se justifica por el uso político que se
1. La violencia televisiva enmarcada en los géneros hace de ella. Como señala José Ángel Cortés (1999: 19-20), constituye la forma que
tiene el Estado de mostrarse a sí mismo. Varios analistas observan que el modelo
Si nos proponemos huir de la abstracción inherente al término violencia y contextua- de la paleotelevisión se centra en la oferta, al margen de las leyes del mercado. Este
lizar la presencia de la violencia televisada, es importante conocer la tradición literaria modelo televisivo, con voluntad política e ideológica, tiene una función marcada-
y cinematográfica anterior, que se organiza de acuerdo con la convención que damos mente propagandística, «no conoce la sanción de los resultados».23
en llamar género. En sus inicios y hasta bien entrados los años sesenta, la televisión En el caso de la ficción, además de obras dramáticas, telenovelas y series, la
respetó esta tradición narrativa, que facilita una inserción de la violencia diferenciada presencia principal corresponde a las películas clasificadas por géneros. En conse-
según se trate de géneros narrativos históricos, comedias, ficciones, fantasías anima- cuencia, se observa que, hasta los años sesenta, el modelo clásico narrativo clasifica
das... (Perales y García Nebreda, 1998: 51). En este sentido, compartimos la opinión los géneros cinematográficos, de acuerdo con el patrón de Hollywood, en: aventu-
de Jesús Martín-Barbero (1987), que señala que los géneros tienen una historia cultural ra, comedia, ciencia ficción, western, fantástico, terror, musical, romántico, bélico,
pretelevisiva. Los géneros se nutren de la herencia cultural y de los gustos populares thriller, histórico, social y político, y documental.
Pero es a partir de los años sesenta cuando se apunta el declive de estos géneros.
El descenso se inicia, en gran parte, cuando la misma industria televisiva impone
22 El concepto de neotelevisión se lo disputan varios investigadores sociales pero, al parecer, fue
Umberto Eco quien lo acuñó en el artículo «TY: La trasparenza perduta» de la revista italiana L’Expresso y lo
incluyó después en su libro Sette anni di desiderio, según cita Marcello Walter Bruno (1994) en Neotelevisione.
Roma: Rubertino Editore, y se recoge en Cortés (1999: 17). 23 Jean Claude Baboulin en Cortés (1999: 19-20).
LA VIOLENCIA Y EL DISCURSO TELEVISIVO. LAS CONVENCIONES DE LA REALIDAD Y LA FICCIÓN
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

nuevas leyes en la producción y comercialización cinematográficas. La televisión de relaciones muy amplio que exige la presencia y la participación del espectador.
traslada temas sociales al cine,24 pero también estilos que pervierten el efecto de En términos generales, puede afirmarse que la función de los géneros es esencial-
transparencia del modelo narrativo clásico. La ruptura con esta idea de la «trans- mente la de fundar en el texto un «contrato» entre emisor y receptor.27
parencia» (Bazin, 1996) del discurso audiovisual se aleja de la corriente ética y Respetando esta terminología, Miquel Rodrigo (1998: 27) organiza estos géne-
estética que demanda al cine que «permita ver» los acontecimientos. Es otra mane- ros discursivos televisivos de acuerdo con tres tipos de contratos pragmáticos:
ra de entender la función esencial del cine. No interesa tanto mostrar la realidad fiduciario, para la información; lúdico, para el entretenimiento; y manipulador,
como que el cine se muestre a sí mismo como lenguaje. Uno de los ejemplos más para la publicidad.28 Consideramos que, en esta clasificación, ficción y entreteni-
recurrentes en este sentido es el del cineasta Sam Peckinpah, acusado de ser muy miento han conformado una única categoría. Pero, más allá de las interesantes
violento en sus contenidos y formas cinematográficas —uso del ralentí o cámara reflexiones que esta tipología suscita, parece evidente que el género se entiende,
lenta en las escenas de violencia, el comentario musical distanciador, etc.— a pesar en gran parte, como una expectativa ofrecida a la audiencia, hecho que en defini-
de que para muchos «(...) la violencia explícita de Peckinpah queda en nada si se la tiva se aplica tanto al cine como a la televisión.29 Esta perspectiva subraya el prota-
compara no ya con la de directores interesantes como Quentin Tarantino o Takeshi gonismo del receptor y del proceso de recepción en la construcción del mensaje.
Kitano, sino con la de la más cutre-movie de serie Z que sale directamente en el No obstante, las expectativas ofrecidas son diferentes en el caso de las noti-
mercado del vídeo» (Colom, 1998: 17). cias (información) y en las ficciones dramáticas (entretenimiento). Según John
Este abandono de los referentes clásicos o de las convenciones de género puede Corner, la audiencia puede preguntarse ¿es verdad? en el caso de los programas
70 explicar, en parte, el aumento de las acusaciones que se imputan a la televisión. La informativos; y ¿es verosímil? en el caso de las películas y formas narrativas de la 71
peor de todas ellas es la acusación de participar, o incluso protagonizar, la satura- televisión.30 El espectador no sólo acepta unas expectativas de una manera más o
ción de la violencia. Una violencia anónima e indiferenciada, en la que el atacante menos consciente, sino que participa en este contrato pragmático hasta el punto
y la víctima, el agresor y el agredido son cada vez menos visibles, hasta que el estado de poder reelaborar las lecturas posibles, concretadas en estos dos niveles o uni-
natural25 se confunde con la misma sociedad civil. Según Olivier Mongin, esta satu- dades de significación.
ración de violencia se diferencia de la escalada de la violencia porque se hace omni- En resumen, el género es de alguna manera un contrato, una expectativa que
presente en todas partes y actúa de una manera endógena tanto en las sociedades se ofrece al espectador para respetar las convenciones narrativas que lo sitúan
como en los individuos. Este autor cree que este estado natural triunfa finalmente espacial y temporalmente. Pero también constituye un tipo de contrato que se
cuando la violencia no está organizada en el entorno de ningún campo de batalla. activa y puede tomar formas diversas en función del posicionamiento del especta-
Aunque de manera menos dramática, diversos autores coinciden en observar dor. A menudo, los análisis del contenido cuantifican y califican los westerns como
que el declive de las películas de género dificulta el encuadre de la experiencia de violentos, mientras que los telespectadores no los perciben como tales. En este
la violencia representada en la pantalla. Si la frontera de los géneros se desvanece, sentido, consideramos que el género es una convención, pero una convención
la miscelánea nos obliga a revisar conceptos, empezando por la validez del mismo viva, dinámica e, incluso, contradictoria. Paradójicamente, el género se dinami-
término género y su función. za a partir de su declive como categoría estanca. Los años ochenta confirman lo
que empezó a vislumbrarse en los sesenta: la crisis del paradigma único. Es decir,
1.2. El declive de los géneros cinematográficos: un nuevo contrato con el telespectador parecía que sólo existía una sola manera de ver el mundo y, por lo tanto, de repre-
sentarlo. La crisis de este modelo provoca una situación de inseguridad e incerti-
Consideramos que los géneros se definen por un conjunto de rasgos, de elemen- dumbre que, desde ciertos posicionamientos, puede interpretarse como una grave
tos que, como señala Mauro Wolf (1989: 169),26 han de tener en cuenta el sistema amenaza. De este modo, como señala Fuenzalida (1997: 65), la violencia entendi-
de relaciones que los caracterizan. El género es una convención, pero una conven- da de manera reificada y convencional lleva a considerar los cortometrajes mudos
ción dotada de un cierto dinamismo en la medida en que contempla un sistema de Chaplin como obras violentas y modeladoras de malos comportamientos. En

24 «(...) gracias a la importación de realizadores televisivos (J. Frankenheimer, M. Ritt, S. Lumet...), el 27 Ibidem.
cine incorpora temas como la política, el racismo, los sindicatos y la droga». En Sanchís (1996: 11). 28 Véase también del mismo autor (1989, 2a ed., 2007).
25 «El estado natural exhibido en los filmes citados remite a la descripción de Thomas Hobbes en su 29 Según la definición propuesta por Stephen Neale en su libro Genre (NEALE, 1980) y recogida en
Leviatán», aclaración del propio autor en Mongin (1999: 31). Price (1993: 318).
26 En Cortés (1999: 150). 30 Ibidem.
LA VIOLENCIA Y EL DISCURSO TELEVISIVO. LAS CONVENCIONES DE LA REALIDAD Y LA FICCIÓN
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

función de este mismo criterio, la Biblia y la Ilíada serían obras extremadamente años ochenta —en el momento en que se liberalizó la actividad televisiva en Euro-
violentas y dañinas. pa— cuando el modelo televisivo se reformuló programáticamente. Llegaron las
Así pues, desde una perspectiva más optimista, la incertidumbre que provoca televisiones privadas, la desregularización y la llamada neotelevisión. Su referente
la crisis de los géneros favorece el desarrollo de un análisis más complejo del con- era el modelo americano de las network, en un panorama de televisión múltiple,
cepto de violencia y de su diversa percepción. que basaba sus estrategias de rentabilidad en la captación de audiencia. La inicia-
tiva privada entró así en el mercado televisivo (Cortés, 1999: 23).
Según muchos autores, el cambio que se produce del paso de la paleotelevisión
2. Del concepto de género al de polidiscursividad de la televisión a la neotelevisión no radica solamente en los contenidos de los programas. Se trata,
básicamente, de un cambio en las formas que indica un cambio en las intencio-
Hemos observado que el género, entendido como pacto de lectura o de interpre- nes y en las funciones que ha de ejercer la televisión, una reorientación de sus
tación con el televidente, constituye en primer lugar una unidad de significación objetivos. En esta línea de reflexión crítica, Albert Sáez (1998: 44) nos habla de
primaria, previa incluso a la obra. Los géneros funcionan como unidades de la sustitución de las viejas funciones de las instituciones periodísticas —formar,
significación primaria ya que suponen un pacto tácito entre texto y espectador. informar y entretener— por dos objetivos más amplios: influir y lucrar.32
El género permite, de entrada, formular al televidente un juicio sobre la verosi- Acabado el régimen de monopolio, con la aparición de las emisoras autonó-
militud, credibilidad y calidad de un programa particular como entretenimiento. micas y de las cadenas privadas, la televisión se libera de la necesidad de definir
72 Todos podemos reírnos cuando vemos a un personaje resbalar si antes hemos los márgenes y reconoce más abiertamente el carácter eminentemente especta- 73
aceptado que se trata de una película cómica, pero esta misma acción no se cular de los programas, estrategia que colabora en la acción de desdibujar los
entiende, e incluso puede incomodar, cuando se trata de una película de registro límites de los géneros. En este momento aparece una nueva tipología televisiva
marcadamente dramático. ¿Qué sucede cuando no ha quedado claro si la obra es que manifiesta la denominada polidiscursividad en los géneros televisivos (Fuen-
cómica o dramática, o si hemos de divertirnos o sentirnos incómodos al observar zalida, 1997: 34-41). La televisión ya no puede resumirse en información, entre-
una escena de tortura coreografiada como si de un videoclip se tratara? La incer- tenimiento y ficción. Las categorías y los géneros convencionales se reformulan y
tidumbre ante convenciones que se han derrumbado provoca dudas incluso de contienen, en diferentes porcentajes, antiguos ingredientes que antes no podían
carácter ético. mezclarse. Una mirada superficial a cualquier televisión pública o privada de
En todo acto de comunicación —como señala Rodrigo (1998: 25)— se pro- nuestro entorno inmediato descubre una oferta basada en soap operas o teleno-
duce un contrato pragmático en el que el productor del discurso propone a velas, películas, TV movies, miniseries, series, comedias de situación, programas
los receptores la manera como ha de ser interpretado este discurso. Así, en los infantiles, concursos, realities, talk shows, late shows, informativos, infoshows y
géneros discursivos ¿se establece implícitamente un contrato pragmático con los docushows (infotainment), directos, media events y programas deportivos.
destinatarios? ¿Qué sucede en el ámbito informativo cuando el destinatario no Dado que los discursos televisivos son manifiestamente heterogéneos, no
confía en la veracidad de la información o en la credibilidad de la fuente? Pues puede pensarse que el espectador realice una lectura unívoca de todos ellos. Fic-
que no se acepta el contrato pragmático propuesto. El fundamento de este con- ción y no ficción, en diferentes grados de autosuficiencia, son proposiciones de
trato radica en la capacidad de conseguir la confianza de los destinatarios.31 Se índole narrativa que el espectador elabora de acuerdo a su disposición o a sus
requiere un pacto de confianza entre enunciador y destinatario: en el ámbito de preferencias culturales. En consecuencia, y ante esta oferta programática múltiple,
la información, para creer en la verdad de estas informaciones; en el ámbito de la el televidente ha de realizar un esfuerzo añadido, un proceso de reconocimiento
ficción, para aceptar las reglas de la verosimilitud o del entretenimiento dentro de los diversos géneros que se le ofrecen, para resituarse en el tiempo y el espacio,
del contexto de los géneros. Contexto que, como ya se ha señalado y remarcamos y en los códigos específicos de cada discurso. Se realiza «un proceso diacrónico
a continuación, no es inamovible. de aprendizaje y de atribución de tipología a los géneros»33 que nos lleva a hablar
Aunque fue a partir de los años sesenta que los programadores de televisión de un sentido secundario del género. Si antes se mencionaba su función primaria
empezaron a abandonar los géneros de ficción convencionales, no fue hasta los como pacto tácito, ahora se observan los géneros como unidades de significación

32 Véase también Sáez (1999).


31 Sobre la confianza, véase también Luhmann (1996). 33 Ibidem.
LA VIOLENCIA Y EL DISCURSO TELEVISIVO. LAS CONVENCIONES DE LA REALIDAD Y LA FICCIÓN
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

secundaria gracias a la resemantización del texto por parte del espectador. En fun- rentes de los «reales»: se alteran las categorías de espacio y tiempo, como también
ción del contexto, las condiciones de la recepción y las características específicas se multiplica el «yo» que observa. Podemos contemplar la televisión como uno de
del público, los telespectadores otorgan, por ejemplo, significados educativos a estos ámbitos finitos de significación, como los define Berger (1999: 37). En todo
emisiones tipificadas —y, en ocasiones, estigmatizadas— como entretenimiento. caso, «la diferencia estriba en la radicalidad de la emigración fuera de la realidad
Según Fuenzalida, en el receptor aparecen necesidades educativas más vin- de la vida cotidiana».
culadas con la calidad de la vida cotidiana de la familia, al desarrollo personal, La realidad televisiva, como la fílmica, adopta diferentes grados de realismo
social y económico de los grupos sociales. Estas necesidades educativas pueden que pueden jerarquizarse en función de los estilos de apariencia de realidad.
quedar mejor satisfechas con diferentes géneros televisivos —telenovelas, maga- Como indica Roger Silverstone (1994: 226), «la televisión como sistema abier-
zines, grandes reportajes o talk-shows, entre otros—, apreciados y considerados to se distingue (por comparación con el sistema relativamente cerrado de la
muy entretenidos y profundamente educativos por el receptor (Fuenzalida, escritura y la imprenta) por su peculiar capacidad de presentar la presencia y
1997: 212). superponer la vida y el escenario, el real y el imaginado, lo espontáneo y el
ensayo. La televisión es narcisista pero también es participativa». No obstante,
esta indefinición entre lo ficticio y lo real que Ong, como seguidor de Mars-
3. Ficción y no ficción en la neotelevisión hall McLuhan, atribuye en exclusiva a la naturaleza del medio televisivo, para
nosotros depende también del espectador, que interviene en las convenciones,
74 En el paso de la paleotelevisión a la neotelevisión se produce una mutación que no así como de los equipos de producción en el sentido amplio del término. De 75
sólo hace entrar en crisis el concepto de género como pacto implícito, sino que, ahí que espectadores y productores activen la relación entre la realidad y la
con respecto a la miscelánea de temas, también provoca la aparición de nuevas verosimilitud con elementos internos del texto televisivo —conocimiento de
formas de presentar y abordar estos temas. Son muchas las preguntas que en este los géneros, comparación entre textos, funcionamiento de la historia...— y con
punto se plantean. Si ya no hablamos de géneros convencionales sino de su poli- elementos externos al texto, e igualmente mutables, como los códigos de la cos-
discursividad, ¿podemos hablar todavía de categorías como ficción o no ficción? tumbre, el gusto y la decencia. En consecuencia, como señala Jacques Aumont,
¿La violencia televisiva se manifiesta de la misma forma en estas dos categorías? «lo verosímil constituye una forma de censura, ya que restringe, en nombre de
Y ¿qué puede hacer el espectador si, como ya se ha señalado, tiene la potestad de la decencia, el número de posibilidades narrativas o de situaciones diegéticas
reinterpretar o resemantizar el primer nivel de lectura? imaginables» (Aumont [et al.], 1996: 140).
Ya en la propia definición de ficción aparecen ciertas ambigüedades termino- La reflexión sobre los géneros nos lleva a concluir que las características for-
lógicas. Tradicionalmente, en la televisión se ha contrapuesto el término ficción al males del relato audiovisual deben analizarse en relación con el uso de los conte-
de no ficción y se ha considerado como de ficción los contenidos que no conectan nidos transmitidos. Esta interacción o dialéctica puede ejemplificarse en el tipo de
directamente con la realidad y que son producto de la invención. Esta división lectura de los géneros que realizan los espectadores infantiles, en un proceso que
separa lo real —desde una amplia acepción que engloba la noticia, el comentario se inicia ya a partir de los 5 o 6 años. Nuestra experiencia investigadora con niños
y, también, los programas de espectáculo o variedades— de aquellos programas de y niñas en escuelas de educación primaria, como veremos más adelante, confirma
recreación dramática tanto de la realidad como de lo imaginario. aquello que también defienden autores como Fitch et al. (1993) y Wright et al.
Pero, como recoge Peter Berger del ensayo de Alfred Schütz Sobre las realidades (1994): cómo las convenciones de género se activan como codefinidoras del esta-
múltiples (1962), la realidad es una experiencia humana que tiene diversos ámbi- tus de realidad de las imágenes según se adecuen o no a sus contenidos:
tos. En primer lugar, existe la realidad de la vida cotidiana, aquella que nos resulta
«la más real de todas» y que Schütz denomina «la realidad primordial». Y después Por ejemplo, un niño puede ver una serie de imágenes llenas de efectos especiales y
existen «subuniversos» (William James) o «ámbitos finitos de significación», de sonido que, por sí solas, pudieran no permitirle decidir si se referían a algo real o
enclaves o «fugas» de la realidad primordial. Y así entiende Berger el mundo de los ficticio. Sin embargo, al observar que uno de los personajes le invita, a lo largo de las
sueños, o la comicidad propia de los chistes. Saltar a estos otros ámbitos comporta imágenes, a la compra de tal producto, acabaría activando el género publicidad que ya
rupturas momentáneas con la realidad de la vida cotidiana y entrar en una lógica posee hace tiempo (Brée, 1993). Este esquema de género activado se vería reforzado
diferente que los estructura como mundos cerrados. En nuestra opinión, también y verificado por la presencia de esos efectos especiales de las características formales
la televisión —como el cine, como los sueños— juega con unos parámetros dife- (Bermejo, 2005: 46).
LA VIOLENCIA Y EL DISCURSO TELEVISIVO. LAS CONVENCIONES DE LA REALIDAD Y LA FICCIÓN
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

Ahora bien, la división entre realidad y ficción se complica todavía más cuando mucho más bajos que los de la ficción, tal y como comenta Gloria Saló (2003).
en el mundo televisivo actual se considera «ficción» también en el sentido anglo- Esta ventaja favorece en gran medida que los reality ocupen el prime time de las
sajón del término drama (fiction), que equivaldría a conflicto, palabra mucho más cadenas de televisión; aunque también opinamos que no explica el fenómeno
amplia conceptualmente que la que utilizábamos hasta ahora. Francesco Casetti en su totalidad. La relevancia del macrogénero de la telerealidad se basa, en gran
(1992) explica que la narración de fiction en televisión parece haberse expandido medida, en la reivindicación de la autenticidad, una dimensión que ha sido ana-
o dilatado tanto en el espacio como en el tiempo de transmisión. lizada ampliamente por investigadores como Holmes y Jermyn (2004: 1-32) y, en
A pesar de reconocer las grandes posibilidades de esta intrusión de la fiction en España, más recientemente, por Merçè Oliva (2010). Finalmente, la programación
casi toda la programación y la riqueza de estos elementos intergenéricos, consi- televisiva parece organizar sus franjas horarias según géneros y formatos predeter-
deramos que conviene evitar caer en el error de analizar la polidiscursividad de la minados. El espectador será el encargado de acceder a sus preferencias de acuerdo
televisión solamente a partir de una mirada multiforme, emparentada de alguna a unas expectativas que no son ya sólo temáticas, sino cada vez más guiadas por
manera con la noción de «flujo televisivo» de Raymond Williams. Esta noción criterios emocionales y de acuerdo a su disponibilidad horaria:
resulta útil para el análisis del texto televisivo pero, en nuestra opinión, unifica
y homogeneiza en exceso la estructura de los géneros televisivos y simplifica los De este modo, el magacín forma parte de la programación de mañana y media tarde,
mecanismos de lectura. mientras que los talk shows están en plena tarde y los concursos se deslizan hacia el
inicio del prime-time; mientras que los viernes y sábados por la noche el perfil más
76 Es evidente que las diferentes formas genéricas pueden esclarecerse de forma recíproca. adulto de la audiencia es perfecto para los grandes formatos de concurso-espectáculo 77
De esta manera resulta útil reconocer que las ficciones populares constituyen un vector (Saló, 2003: 16).
del saber social, un repertorio de categorías mentales, de la misma forma que es preciso
tener presente el carácter estético y la organización narrativa de las informaciones. En Más allá del detalle y sus variaciones periódicas, esta nueva apreciación espectato-
el análisis de la recepción, eso se traduciría en un aumento de la sensibilidad hacia los rial de la «superficie» de la oferta televisiva, si se nos permite la expresión, puede
elementos intergenéricos que determinan su interpretación. Pero este proyecto ha de leerse como un fenómeno parecido a las nuevas formas de consumo del cine de
empezar por reconocer la diferencia entre los géneros, no por ignorarla o rechazarla Hollywood posterior a los años setenta. La semejanza no se presenta del todo
(Corner, 1997). casual. Han habido cambios de carácter estético, económico e industrial.
Para muchos,34 las restricciones que impone la noción de género han dejado
Para finalizar las referencias a la dilatación del concepto de ficción, todavía resulta de tener sentido (o han perdido practicidad) en el contexto del cine contem-
más ambigua una formulación que en los últimos años ha restado protagonismo poráneo de Hollywood, entendido éste como un modelo de consumo masivo
al término género en el ámbito televisivo: la noción de formato. A pesar de la falta organizado según dos únicas metacategorías: la comedia y la acción/aventura. En
de acuerdo en la definición de dicho término, creemos que la noción de formato defensa de la legitimidad de esta oferta espectacular, algunos teóricos nos recuer-
no excluye el sentido original del género, sino que participa en parte de él, pero dan los orígenes del cine como espectáculo de atracciones. Se dice que es un cine
introduce dos aspectos marcadamente «marquetinianos»: la capacidad de adapta- —¿quizá también una televisión?— en el que prevalece esa función espectacular
ción de un concepto-marco a desarrollos programáticos concretos y la permanen- sobre la narrativa (Arroyo, 2000: 2). Aunque quizá se trata, desde la otra cara de
te exigencia de adecuación de ese concepto-marco a la parrilla televisiva de cada la moneda, de ofrecer muchas veces la misma cosa, como critican en el ámbito de
país o mercado concreto. la educación mediática aquellos que interpretan la proliferación de canales tele-
De acuerdo al primer principio, y por poner un ejemplo en la línea de los visivos y la pretendida mayor libertad de las audiencias como una manipulación
contenidos del capítulo III, los programas que hacen de la realidad un espectáculo disimulada. La progresiva comercialización del tiempo libre (Buckingham, 2005:
(aquí, el reality como concepto marco) recogen la tradición anterior de los infor- 56), que tanto se ha significado con la imagen final del parque temático, un esla-
mativos y los programas de variedades, y reformulan esos temas, tratamientos e bón más del consumo cultural o de la explotación mediática, se ve en definitiva
incluso lenguajes en una diversidad de propuestas, como son la investigación de
sucesos en ¿Quién sabe dónde?, los buenos sentimientos en Sorpresa, sorpresa, o el
34 Véase la recopilación de textos de Sight and Sound organizada según el denominador común de
concurso en Gran Hermano o en Splash. Famosos al agua. De acuerdo al segundo una defensa del cine espectáculo por Arroyo (2000). Agradecemos al doctor Jordi Sánchez-Navarro su hoja
principio, los reality encuentran su mejor aliado en los costes de producción, de navegación en este tema.
LA VIOLENCIA Y EL DISCURSO TELEVISIVO. LAS CONVENCIONES DE LA REALIDAD Y LA FICCIÓN
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

ensalzada o denostada por unos u otros. ¿La miscelánea de géneros, el encuentro sobrevalorado o no, en nuestro entorno social y cultural. Por eso, sólo podemos
estético entre lo sublime y el horror, tiene algo que ver con la llamada «cultura de defender una visión contextualizadora del fenómeno de la recepción televisiva.
la violencia»? Por lo pronto tiene que ver, como decíamos, con las reformulacio- La complejidad que añade este planteamiento global hace que no podamos estu-
nes de las complejas fronteras que definen la realidad: diar la violencia en los medios desconectada de la violencia real, como tampoco
podemos darnos por satisfechos con la búsqueda de un «chivo expiatorio para
El grado en el cual la acción/cine espectáculo orquestra un uso de signos no-representa- distraer la atención del fracaso de las autoridades o el retraso a la hora de con-
cionales para unos efectos estéticos y viscerales (y lo que estos podrían ser) es el criterio trolar los posibles problemas de violencia efectivamente existente» (Fuenzalida,
más importante de valor que los análisis de la trama, personajes o una aplicación de las 1997: 63). La carga de culpa, depositada de forma mayoritaria en el discurso de
nociones de crudo realismo» (Arroyo, 2005: 2).35 ficción, puede hacer olvidar que las representaciones televisivas, violentas o no, se
evaporan, se apagan y se encienden de acuerdo con unos designios que a menudo
olvidamos: los de nuestra voluntad. Pero existe una realidad que no es virtual, que
4. La violencia televisada: un debate ético y político permanece y no se apaga aunque no estemos mirándola.
Volvamos a Berger (1999) para recordar que las realidades subyacentes entran
En la voluntad de calificar la violencia televisada a partir de la categoría de ficción en relación con la vida cotidiana. A veces son vehículos propicios para la evasión;
o no ficción se esconde una visión excesivamente simplista. A menudo se señala otras veces cuestionan la realidad de la vida de cada día; a menudo sólo la refuer-
78 que la violencia real televisada provoca rechazo en la audiencia, en tanto que la zan. Consideramos que la televisión —que ocupa un espacio muy destacado en el 79
violencia de la ficción tiene un cierto poder para fascinar e, incluso, para mode- ámbito doméstico— actúa de la misma manera.
lar conductas imitativas y «causar» o inducir un aumento de la violencia social En consecuencia, la preocupación por los posibles efectos sociales de la violen-
(Fuenzalida, 52-53). Pero, al mismo tiempo, muchos autores nos recuerdan que cia televisiva puede enmarcarse en una amenaza más amplia: la falta de control
los cuentos infantiles no han sido nunca cándidos y que la lucha ficticia —contra de la realidad primordial sobre las realidades subyacentes. Berger nos habla de
aspectos como la droga, la delincuencia y la corrupción— puede tener un valor esta necesidad de domesticar aquellas otras realidades que se consideran siempre
socializador útil para la democracia y para la justicia. potencialmente subversivas: «Los ámbitos finitos de significación son una ame-
Nuestro parecer es que todavía falta llevar a cabo investigaciones que revisen naza para la vida cotidiana; pero ésta supone a la vez un peligro constante para la
en profundidad no sólo las interacciones entre violencia real, representada y frágil realidad de todos los ámbitos finitos de significación».
ficcional, sino también las diversas manifestaciones de la violencia dentro de un En esta relación entre vida cotidiana y televisión, si se acepta que la televi-
discurso: el televisivo. A este último tipo de violencia la denominaremos «violen- sión constituye también una forma de percepción de la realidad, la batalla puede
cia formal», basada en códigos del lenguaje audiovisual: gestualidad, intensidad entenderse más bien como una partida que contiene acción y reflexión. Quizá así
sonora, cromatismo y grado de estilización de la imagen, entre otros. toleraríamos mejor la idea de que somos nosotros mismos los que definimos el
La distancia también puede ser formal, como en los dibujos animados o las territorio concreto de la vida cotidiana.
marionetas; por eso, mientras que ciertos análisis de contenido definen como vio- De manera que no podemos acusar sistemáticamente a la televisión de los
lentos algunos dibujos animados, los niños los consideran programas de humor. riesgos que comporta si antes no reconocemos cuáles son nuestros miedos. No
Desde el punto de vista de los géneros, la violencia más potencialmente amena- podemos corroborar la percepción que afirma que la televisión mata. De hecho,
zadora se encontraría en aquellas obras mucho más cercanas a la vida cotidiana gran parte de la eficiencia motivadora de la televisión indica que es más pro-
actual; obras que habitualmente son para adultos pero que muchos niños ven positiva que impositiva de opiniones y conductas. Con esta afirmación tampo-
(Fuenzalida, 1997: 65). co queremos menospreciar la responsabilidad de la televisión como referente
Como conclusión general, la mayoría de los estudios coinciden en señalar que simbólico. En todo caso, como ya se ha visto a lo largo del presente trabajo,
la violencia televisiva no constituye un peligro para personas socialmente inte- no queremos hablar de efectos directos. Entre otros motivos, porque podemos
gradas. Al mismo tiempo, resulta indudable que la televisión ocupa un espacio, hacernos una nueva pregunta: ¿con qué rapidez olvidamos lo que hemos visto
pero sobre lo que no hemos reflexionado? Michael Foucault (1977) nos habla
de cómo en el discurso construimos la realidad y de cómo decidimos cuáles son
35 Traducción propia. sus aspectos más emergentes. En el análisis de la violencia televisiva, el discurso
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

académico se ha explayado considerablemente en la construcción de «verdades» Capítulo v


científicas. La violencia en la mirada infantil 37

Siguiendo con Foucault, en sociedades como la nuestra, la «política econó-


mica» de la verdad se caracteriza por cinco rasgos substanciales. «La “verdad”
está basada en el discurso científico y en el de las instituciones que lo producen;
la “verdad” está sujeta a los constantes movimientos económicos y políticos; es
objeto de una inmensa difusión y consumo; es producida y transmitida bajo el
control, dominante sino exclusivo, del aparato político y económico —univer-
sidad, ejército, los medios de comunicación, etc. — y, para acabar, es fruto del
debate político y de la confrontación social, es decir, de las luchas ideológicas»
(Foucault, 1977: 132). Creemos, pues, que la violencia televisiva es, en gran parte,
una construcción en la que participamos todos. Una construcción frágil y forzo-
samente problemática.

A
A medida que se profundiza en el análisis de la violencia en la televisión y su lgunas propuestas audiovisuales que se ofrecen al mundo infantil ponen
impacto social, aparecen más y más reflexiones de orden ético y político. Parte de en evidencia una concepción simplista y estereotipada de la infancia.
80 la controversia apunta hacia una cuestión no resuelta: la televisión, ¿es la guar- A menudo se contempla al niño como un ser pasivo, ignorante y poco 81
diana de la moral o es un servicio público?36 En el fondo, estamos debatiendo el activo en la elaboración crítica y personal ante los productos simbólicos. No se
papel de la televisión en el marco de las sociedades democráticas. Todavía más, trata de una responsabilidad exclusiva de los profesionales de televisión, ya que
estamos discutiendo los derechos y deberes que como ciudadanos tenemos dentro dicha noción está muy extendida en nuestra sociedad. En realidad, esta imagen
de la democracia. pesimista sobre la competencia de los niños se proyecta también hacia los adul-
tos, que a menudo se consideran incapaces de seleccionar de una forma adecuada
y responsable la programación televisiva. Paradójicamente, en nuestro sistema
democrático se reconoce el derecho, y en cierto modo el deber, de participar en
las elecciones para elegir a nuestros representantes políticos, pero existe una esca-
sa confianza en la inteligencia y sensibilidad del televidente a la hora de usar el
mando a distancia para elegir entre distintos programas de televisión.
A lo largo de la historia ha predominado una concepción más bien negativa de
la infancia. A menudo, la infancia se define por oposición a la madurez. Como sostie-
ne W.J. Ong (1996: 6), es muy instructivo conocer la raíz etimológica de la palabra:
infancia viene del latín in (‘no’) y fari (‘hablar’), ya que los niños a menudo no tenían
derecho a hacer uso de la palabra. Se pone en evidencia una primera característica
esencial de la idea de infancia en muchas sociedades tradicionales: su prohibición
para hablar en ciertos espacios públicos, su aislamiento con respecto a la sociedad.
Por supuesto esta noción de la infancia parece completamente superada. A
principios del siglo XXI, el niño y la niña son reconocidos como sujetos de dere-
chos y existe en la mayoría de países una disposición activa para defender dichos
derechos e, incluso, hay una preocupación para proteger y defender a un grupo
social especialmente «vulnerable».

36 Un sugerente enunciado propuesto en Price (1993: 324). 37 Sonia Ballano ha participado en la elaboración y redacción del presente capítulo.
LA VIOLENCIA EN LA MIRADA INFANTIL
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

En nuestro estudio queremos romper una lanza a favor de una concepción algunas criaturas fueron objeto de sacrificios públicos en ceremonias rituales. La
radicalmente distinta de la infancia (y, por consiguiente, del ser humano). A con- mitología occidental hace patente que el abandono de los niños o el infanticidio
tinuación se expone una idea alternativa del niño, entendido como sujeto activo eran prácticas sociales comunes en muchas sociedades tradicionales (o, por lo
y creador (o co-constructor) de sus aprendizajes. Por este motivo, invitamos al menos, muchos relatos mitológicos se recreaban en la descripción minuciosa de
lector a realizar un breve recorrido histórico que nos permita comprender mejor escenas crueles que tenían a los niños como víctimas propiciatorias). Los ejem-
el paso de una concepción del niño como un ser pasivo y «preinteligente» a una plos del hijo de Apolo abandonado al nacer, el sacrificio de Abraham, los hijos
concepción que reconoce al niño el papel de sujeto social vinculado al entorno y devorados por Saturno, son imágenes que reflejan este sacrificio ritual. Los relatos
comprometido en la construcción de su identidad. antiguos confirman que en la Grecia clásica era frecuente el abandono, o incluso
el asesinato, de los recién nacidos con alguna malformación o que eran fruto del
adulterio, así como también en el Imperio Romano, donde se añadía el poder
1. La psicogénesis o sociogénesis de la infancia indiscriminado del pater familias en las decisiones sobre el futuro de sus propios
hijos. La patria potestas comprendía facultades como el derecho de vida y muerte
La idea moderna de infancia no tiene más de tres siglos de existencia, pero a de los propios hijos, a los que también podía vender como esclavos. Nos parece
menudo tenemos la impresión de que la niñez siempre ha ocupado el lugar privi- oportuno destacar algunos elementos indicativos de la historia, tal y como señala
legiado que hoy le otorgamos en nuestras sociedades. «Por ello, quizá nos cueste Buenaventura Delgado (haciéndose eco de las palabras de Séneca), cuando afirma:
82 mucho trabajo imaginarnos que antes de los siglos XVII y XVIII la presencia de la «Exterminamos a los perros rabiosos y matamos al buey ingobernable y bravo y 83
infancia carecía de importancia, o, por lo menos, era considerada tan sólo como degollamos a los animales que tienen la peste para que no infecten a todo el reba-
un momento, y no precisamente el más importante de la vida humana» (Nogue- ño; destruimos los partos monstruosos, y todavía a nuestros hijos, si han nacido
ra, 2003: 76). enfermizos (original entecos) o deformes, y los ahogamos; y no es la ira, sino la
Por nuestra parte, entendemos la niñez como una construcción cultural y razón, la que separa de los inútiles los elementos sanos» (Delgado, 1998: 42-49).
como una realidad histórica cambiante, y no como una mera etapa biológica Sin embargo, la literatura especializada pone de relieve que posteriormente se
inevitable en la vida del individuo (Ballano, 2012: 44-47). Como señala Buc- ha producido una progresiva abolición de estas prácticas salvajes y crueles. La doc-
kingham (2002: 18), aquello que se entiende por niño «no es una categoría natural trina de los doce apóstoles, el III concilio de Trento o el Fuero Juzgo (Delgado, 1998:
ni universal (…) como tampoco es algo que tenga un significado inamovible (…) 42-49) son indicativos de los controles sucesivos que se intentan establecer para la
es algo variable desde el punto de vista histórico, cultural y social». protección a la infancia. En ellos, por ejemplo, se establece la pena de muerte o de
La niñez es una construcción moderna vinculada al Renacimiento y al pen- ceguera para las madres que matan a sus hijos antes o tras nacer, a los maridos que
samiento ilustrado, que formula la existencia de la infancia como una etapa ordenan estos hechos e, incluso, a aquellas personas que abandonan a los niños.
singular y claramente diferenciada. Según Philippe Aries (1987), el concepto
moderno de infancia aparece a finales del siglo XIII, pero no se consolida hasta 1.1. El reconocimiento del niño como sujeto de derechos
el siglo XVIII (paralelamente a la emergencia del Estado moderno, la sociedad
capitalista y la burguesía como clase social hegemónica). El objetivo de la obra No será hasta el siglo XX que se contemple a los niños y las niñas como sujetos
del historiador francés es el de hacer visible el cambio de la actitud y la idea de derechos. Se trata de un cambio de signo en la concepción de la infancia
que los adultos tienen de la infancia a lo largo del tiempo. Como ya se ha que permite considerar esta etapa como un período clave de formación y pre-
comentado, históricamente ha prevalecido una concepción más bien negativa paración para el futuro. Neil Postman lo sostiene en términos poéticos: «Los
de la infancia. Para Lloyd DeMause (1991: 15-92), «la historia de la infancia es niños son los mensajes vivientes que enviamos a un tiempo que no veremos»
una pesadilla de la que hemos empezado a despertar hace muy poco. Cuanto (Postman, 1994: 11).
más se retrocede en el pasado, más bajo es el nivel de la puericultura y más Al realizar un breve repaso histórico sobre la sociogénesis de la infancia, se
expuestos están los niños a la muerte violenta, el abandono, los golpes, el terror constata que a lo largo del ciclo vital los individuos pasan por una serie de etapas
y los abusos sexuales». perfectamente delimitadas: existen algunos periodos históricos en que la infancia
La infancia ha sido históricamente víctima de toda clase de humillaciones vive con cierta «libertad» (muy vinculada al mundo de vida de los adultos), y
y maltratos. Numerosos documentos permiten afirmar que en la Grecia clásica otros periodos históricos en que la reducción de los márgenes de libertad se esta-
LA VIOLENCIA EN LA MIRADA INFANTIL
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

blecen a partir de las pautas educativas y de los largos periodos instructivos en los templar las especificidades propias y necesarias de la etapa infantil, tanto en el
que se prepara a los niños para la vida adulta. aspecto intelectual como afectivo; se empieza a tener en cuenta a Émile Rousseau
Los pedagogos romanos consideraban la niñez como una etapa necesaria, que en la enseñanza universitaria de la filosofía; y las diferentes ciencias irán confor-
se tenía que pasar con la mayor rapidez posible, haciendo que el niño se integrara mando un corpus teórico/conceptual alrededor de las características propias de la
muy pronto a la vida adulta. Se atribuye a Hipócrates una aproximación a la cla- infancia dentro del proceso evolutivo del ser humano.
sificación de etapas evolutivas en el ser humano, que establece que el niño será Rousseau sostiene ingenuamente que la infancia es un periodo de inocencia.
un bebé hasta los 7 años; niño, de los 7 a los 14; adolescente, de los 14 a los 21; Cree en la propia capacidad del niño para conseguir la Virtud, la Verdad y la
joven, hasta los 28; hombre maduro, hasta los 49; hombre de edad, hasta los 56, y Belleza cuando, en contraposición, se encuentra con la sociedad que corrompe
anciano, a partir de los 56. Más adelante, se realizarán nuevas clasificaciones. Así, la «bondad innata con la cual nacen los niños». Esta imagen idealizada del niño
por ejemplo, en la Edad Media, la infancia terminaba convencionalmente a los 7 genera en las personas adultas un deseo de proteger a los niños del «mundo
años. A partir de dicha edad comenzaban a relajarse los vínculos familiares. Era el corrupto» que los rodea —opresor, comercializado y explotador—, y crear un
momento en que algunos niños empezaban a trabajar al servicio del señor feudal entorno en el cual se ofrezca al niño protección, continuidad y seguridad. Como
(para ayudar a la familia y garantizarse la propia subsistencia, o bien debido a ciertas señala Alejandro Perales, esta concepción rousseauniana ha marcado profun-
conductas de desafecto que tenían por objeto alejar al niño del núcleo familiar). damente la imagen moderna de la infancia: «En nuestra cultura actual hemos
Los vínculos de amor y parentalidad filiación, se debilitan e, incluso, se rompen. construido una imago del niño asociada unidimensionalmente a la autenticidad,
84 No será hasta el Renacimiento, en torno al siglo XVI, que la infancia se empie- la naturaleza, la intuición, la ternura, la bondad, la ingenuidad».38 85
ce a entender como una etapa vital plenamente diferenciada y al mismo tiempo Así pues, nos aproximamos a la concepción de la educación centrada en el
asistimos al nacimiento de la familia moderna. Este proceso está relacionado con niño como sujeto necesitado de protección ante una «sociedad corrupta y corrup-
los cambios radicales que comporta el proceso modernizador (la extensión de la tora». Bajo la premisa de que el niño es bueno por naturaleza y que es la sociedad
imprenta, el desarrollo de las escuelas filosóficas y la ciencia, y la aparición del la que pervierte a los individuos, la única manera de crear hombres capacitados
Estado moderno, entre otras). La familia asume un papel substancialmente dife- para la vida en sociedad será, según el propio Rousseau, protegerlos en su infan-
rente en la educación y en la transmisión de valores y se confirma la separación cia; extraerlos de la sociedad, para luego devolverlos preparados, curtidos. «Por
entre el «mundo infantil» y el «mundo adulto». La concepción de la niñez vigente consiguiente, la infancia de la protección es también la infancia de la prohibi-
en cada momento histórico nos da la clave para interpretar el papel social de la ción» (Ballano, 2012: 46).
educación y del rol educativo de la familia (así como el tipo de relaciones afectivas De este modo, la infancia, concebida bajo estos parámetros, es una etapa
que existen dentro del ámbito familiar). particular en el desarrollo del ser humano, digna de ser (re)conocida y estudiada.
A finales del siglo XVIII, la Revolución Francesa comportó cambios muy signi- Constituye, a su vez, una etapa presocial o asocial; si no en términos absolutos
ficativos en la construcción social de los derechos de los seres humanos (adultos (como en la concepción radical rousseauniana), sí en términos relativos, a través
y también de los niños). La revolución provoca un cambio de mentalidad radical. de la sustitución del proceso de educación por la actividad de enseñanza (Buc-
Este cambio conceptual se manifiesta, por ejemplo, en las representaciones pictó- kingham, 2002: 19). A pesar de ello, todavía a finales del siglo XIX no se plantea
ricas de los niños y niñas. Según Philippe Aries (1987), en pinturas anteriores al el derecho a la educación como un derecho universal extensible a todos los seres
siglo XVII se los representaba vestidos como adultos y con cara de viejos, mientras humanos. El trabajo y la explotación infantil están a la orden del día y, junto
que a lo largo del siglo XVIII se representan en su contexto familiar e, incluso, con el analfabetismo, se constatan unas condiciones de vida muy difíciles para la
solos. Nace una nueva sensibilidad con respecto a ellos: se crea la conciencia de mayoría de la población y, particularmente, para los niños y las niñas.
la necesidad de tener un cuidado especial y proteger a los niños, y especialmente
en el seno de las clases privilegiadas se asume la idea rousseauniana del niño ino-
cente: «El niño necesita ser niño antes de ser hombre, puesto que tiene formas de 38 No es extraño que en las sociedades contemporáneas haya una resistencia lógica en aceptar deter-
minadas formas de violencia presentes en las escuelas, ya que existe una visión idealizada de la infancia. En
ser, de pensar y de sentir propias» (Rousseau, 1969). realidad no deberíamos sorprendernos: «El mundo psíquico infantil, menos reprimido que el de los adultos,
Este proceso, iniciado en el Renacimiento, irá consolidándose a lo largo del es también más agresivo, y cuando la crueldad o el sadismo, a los cuales cerramos la puerta en esa construc-
ción del niño mítico, se cuelan por la ventana, y los menores matan, atormentan o agreden, nos sentimos
siglo XVIII y se hará patente, también, en los tratados de pediatría y en la litera- horrorizados porque no consideramos esos actos desde la visión del niño, sino desde nuestra proyección»
tura incipiente dirigida a la infancia. El pensamiento pedagógico comienza a con- (Alejandro Perales en: http://www.auc.es/docum04/docu27.pdf. p. 14).
LA VIOLENCIA EN LA MIRADA INFANTIL
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

Los primeros tribunales de menores se crean en Chicago en 1899, y progre- Como se constata en nuestro estudio sobre la brecha digital generacional, algunos
sivamente los niños dejan de ser considerados como una propiedad privada del adultos sienten la tentación de «dimitir» o «abdicar» de su responsabilidad educativa
cabeza de familia y pasan a serlo como objetos de cuidado y protección, tanto por (Busquet [et al.], 2010).
parte de la familia como por parte del Estado. Tras la Segunda Guerra Mundial, y Paralelamente, se da una actitud de ambivalencia creciente respecto a la infan-
coincidiendo con el advenimiento del Estado de Bienestar en Europa, se observa cia. Si bien, por una parte, los niños son considerados sujetos de derechos que
una profunda preocupación sobre el hecho educativo. A mediados del siglo XX, merecen una consideración especial; por otra, hay un aumento significativo de las
se empieza a hablar de los niños como sujetos de derecho a partir de la Declara- exigencias sociales respecto a los niños y un incremento de sus responsabilidades,
ción Universal de los Derechos Humanos (1949) y, posteriormente, a partir de la y se consideran en algunos ámbitos idénticos a los adultos (nuevas leyes, rebajas
Convención por los Derechos de los niños y de las niñas (1989). en su consideración legal, etc.).
La incorporación generalizada de la mujer en el mundo del trabajo retribuido Meirieu (2005) considera que en pocos lustros hemos pasado del «niño tira-
y las profundas transformaciones que ha sufrido la estructura familiar, sobre todo no» al «adulto prematuro». El niño tirano pretende ver satisfechos todos sus
a partir de mediados del siglo XX, han comportado cambios significativos en la deseos de forma inmediata y no tiene sentido de la medida, ni consciencia de los
concepción y el trato de la infancia. La relación familia-niño debe reconstruirse y límites de su acción (al no ser educado para ello). El adulto prematuro anticipa
reformularse a causa de los cambios que acompañan a ambos fenómenos. Muchos comportamientos propios de los adultos.39
progenitores rehúyen sus obligaciones educativas y delegan su responsabilidad de Es, por lo tanto, esta nueva idea de la infancia la que ahora nos ocupa y, tal y
86 parentesco al mundo de los profesionales especializados (maestros, pedagogos, como señalaba el pedagogo italiano Malaguzzi (1996), «nuestra opción es un niño 87
psicólogos, etc.). Se hace patente la dificultad e, incluso, la incapacidad por parte que desde el nacimiento tiene tantos deseos de sentirse parte del mundo que usa
de algunos padres y madres para hacer frente a la complejidad del hecho educa- activamente una red de capacidad y aprendizaje, capaz de organizar relaciones y
tivo en el mundo actual. mapas de orientación personal, interpersonal, social, cognitiva, afectiva y, aun,
Diversos autores muestran su inquietud por los numerosos y casi repentinos simbólica».
cambios producidos en relativamente poco tiempo, que provocan el paso de un Podemos hablar, pues, de una nueva concepción de la infancia y de los niños.
niño considerado fuerza de trabajo a un niño marcado por el consumo precoz (en Prout y James hablan incluso del nacimiento de un «nuevo paradigma de la socio-
nuestra sociedad el trabajo ha perdido cierta centralidad y el consumo adquiere logía de la infancia» (Prout y James, 1999: 97) en el que podemos reconocer a los
una relevancia cada vez mayor). En los últimos cincuenta años, se ha pasado de niños y las niñas como sujetos activos que tienen sus propios intereses (intereses
una situación de mucha responsabilidad y poca autonomía infantil (se empezaba que no tienen por qué coincidir con los del resto de adultos que los rodean). La
a trabajar con pocos años de edad y se aportaba dinero a la economía familiar), a niñez no es concebida como una época de tránsito y de formación, sino como
una nueva situación en la que se desarrolla en los niños y jóvenes una autonomía una etapa que tiene un valor en sí misma; no se trata (solamente) de un estadio
creciente (para decidir, relacionarse, consumir y viajar), que, generalmente, no va preparatorio, sino de un componente de la estructura de la sociedad. Se habla de
acompañada de un mayor sentido de la responsabilidad. un niño muy capaz, co-constructor de conocimiento, de cultura y de su propia
Esta aceleración de los cambios genera en los adultos un gran desconcierto identidad. Un niño que aprende ejerciendo una actividad comunicativa y coope-
(Cardús, 2000; Barudy y Dantagnan, 2005; Meirieu, 2005; Laval, 2004; Moss, 2005). rativa, construyendo los significados del mundo con los adultos y, por supuesto,
Se constatan las dificultades crecientes para enseñar a las nuevas generaciones un con sus iguales. Un niño que ha de ser motivo de ocupación (y no de pre-ocu-
mayor desarrollo de la capacidad crítica y para que sepan renunciar a la satisfación pación) por parte de la sociedad y de la familia; que necesita poder comprender
del placer inmediato y aprendan a tolerar mejor las fustraciones (Morón, 2006). Las mejor las leyes sobre el mundo que lo rodea acompañado de un adulto que dote a
causas de dicho desconcierto son múltiples y complejas, así como difíciles de identi- esas leyes de sentido, alejándolas de la arbitrariedad, facilitando la diferenciación
ficar y de diagnosticar. A su vez, no afectan únicamente a la escuela como entorno del placer personal en la construcción simbólica de la realidad.
educativo, sino que se hacen patentes también en el hogar. Una de las problemáti- Para poder ocuparse de los niños y niñas se requiere de una disposición espe-
cas más relevantes que comparten padres y profesores es la poca disponibilidad de cial y mucho tiempo. La aparición de las Tecnologías de la Información y la Comu-
tiempo y la fuerte tensión que comportan los compromisos laborales, impidiendo
—en muchos casos— una función clave en unos y en otros: el proceso de acompa- 39 Adultos que en poco tiempo también han transitado de una postura autoritaria y rígida a otra per-
ñamiento de niños y jóvenes en su progresivo desarrollo cognitivo y emocional. misiva y demagógica. Muchos adultos han abdicado de su responsabilidad educadora.
LA VIOLENCIA EN LA MIRADA INFANTIL
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

nicación tiende a crear nuevos entornos, y las sociedades actuales se caracterizan la lectura— ha desaparecido con la extensión de la televisión «como exponente
por una cadena de cambios de consecuencias imprevisibles en que lo único seguro del triunfo de la imagen sobre el texto escrito. Con la televisión, la jerarquía de
es la mutabilidad (Bilbeny, 1997). la información se derrumba […] El punto esencial es que la televisión presenta la
El tiempo que los adultos dedicamos a la infancia es fundamental para información en una forma indiferenciada en cuanto a su accesibilidad, y esto sig-
colaborar en la construcción de narraciones que sirvan a los niños para inter- nifica que la televisión no necesita hacer distinciones entre las categorías “niño”
pretar el mundo que los rodea. Este «tiempo líquido» en que vivimos provoca y “adulto”» (Postman, 1994: 78-79).
un sentimiento de profunda incertidumbre que se acrecienta en momentos de Actualmente, los adultos tienen graves dificultades para administrar las infor-
crisis. Una incertidumbre que genera desorientación y erosiona los vínculos de maciones y los contenidos digitales que creen pertinentes hacer llegar a los niños
confianza y compromiso entre los individuos. Richard Sennet concluye que y niñas: todo les llega sin (demasiados) filtros y parece como si de alguna manera
«las especiales características del tiempo en el neocapitalismo han generado se volviera a una situación de promiscuidad entre el mundo adulto y el mundo
un conflicto entre el carácter y la experiencia, experiencia de un tiempo des- infantil (tan característica, por cierto, en la Edad Media y en las sociedades premo-
articulado que amenaza la capacidad de la gente de consolidar su carácter en dernas). A los adultos les resulta cada vez más difícil preservar el periodo infantil,
narraciones duraderas» (Sennet, 2000: 30). manteniendo intacta su inocencia, protegiéndoles de «lo exterior»; una función
tradicionalmente realizada con la complicidad del entorno familiar como conti-
nuador de este espacio de privación. Como recuerda Buckingham, «donde más
88 2. Relatos infantiles, conflicto y trasgresión social claramente se aplica este intento de excluir a los niños es en los ámbitos de la vio- 89
lencia y la sexualidad, de la economía y de la política» (Buckingham, 2002: 89);
La presencia de los medios de comunicación audiovisual e internet hace cada vez y es, precisamente en este punto, donde juegan un papel importante los medios
más difícil la existencia, ilusoria, de este mundo infantil —fantasioso, lúdico e de comunicación y las TIC como una de las principales fuentes de información y
inocente— separado del mundo de los adultos del que hemos hablado antes. Es entretenimiento características del mundo actual.
difícil mantener a los niños y niñas en un estado permanente de inocencia. De Hemos de recordar que esta preocupación ante los relatos violentos no es
hecho, distintos estudios constatan una anticipación de la adolescencia.40 exclusiva del mundo occidental, sino que es de carácter universal. Tampoco es,
Ésta es una de las razones que lleva a algunos padres y maestros a considerar por supuesto, nueva ni propia de nuestro siglo.41
la televisión (y, sin duda, la irrupción de las nuevas pantallas) como una «ame- Existen varias corrientes dentro de la psicología y la pedagogía que polemi-
naza» para la infancia. Siguiendo esa lógica, es posible decir que la división entre zan sobre la conveniencia (o no) de hacer explícita la presencia de situaciones de
infancia y adultez desaparece en el momento en que la televisión permite desvelar conflicto y violencia en la literatura infantil. Los estudiosos constatan la existencia
ciertos secretos y favorece que los niños y las niñas accedan a información que de muchas historias y leyendas que se consideraban poco recomendables porque
antes estaba reservada a los adultos; la televisión hace público lo que anterior- eran demasiado crueles y escabrosas para un público infantil. No podemos negar,
mente era privado (Postman, 1994: 83). La televisión es una ventana que nos por ejemplo, que el cuento de la Caperucita Roja es, en cualquiera de las versiones
pone en contacto con diferentes realidades, algunas de las cuales parecen poco conocidas, una historia «violenta», como lo son la mayor parte de los «cuentos
apropiadas para la infancia. La televisión puede erosionar esta frontera frágil que infantiles». Curiosamente, las obras clásicas de esta literatura infantil no fueron
existe entre el mundo de la niñez y el mundo de las personas adultas, y, tal y pensadas originalmente para niños y niñas, puesto que entonces no había propia-
como afirma Postman, «es imposible retener secretos con los medios de comuni- mente público infantil como lo entendemos actualmente y, al mismo tiempo, el
cación, y, naturalmente, sin secretos, no puede existir un cuerpo como la niñez» nivel de escolarización y alfabetización eran muy escasos. Como ya se ha dicho,
(Postman, 1994: 80). Postman sostiene que aquello que separaba al niño del adul- el niño era considerado como un pequeño adulto, sin derecho a disfrutar de un
to —el acceso a ciertas informaciones a las que sólo se llegaba por el dominio de mundo específico y con una sensibilidad propia.

40 En Europa, por ejemplo, se constata que la menstruación en las niñas se ha anticipado un promedio 41 De hecho, con un talante amplio y más o menos metafórico, pueden traerse aquí a colación las
de 4 meses por década a lo largo del siglo XX. «Tomando como punto de referencia el año de 1900, se puede advertencias de Cervantes en El Quijote sobre los libros de caballerías, las acusaciones recibidas por Goethe
mostrar que el inicio de la pubertad se ha venido adelantando a un ritmo de 4 meses por década; es decir, de propiciar el suicidio de los jóvenes con su Werther o las llamadas de atención, tan comunes en el mundo
mientras en 1900 la primera menstruación era aproximadamente a los 14 años, en 1979 la edad promedio anglosajón del siglo XIX, sobre la nefasta influencia de la prensa sensacionalista en las clases populares.
eran los 12 años» (Noguera, 2003: 75-82). Perales en: <http://www.auc.es/docum04/docu27.pdf> p. 12. 
LA VIOLENCIA EN LA MIRADA INFANTIL
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

Según Dora Pastoriza de Etchebarne (1962), la Caperucita Roja era originaria- verdaderamente cuidándolos o si, por el contrario, los estamos empujando hacia
mente una lección para las doncellas del siglo XVII y no, como es actualmente, la indefensión frente al mundo adulto. […] Toda esta relación punitiva, pacata y
una historia de entretenimiento para niños. El texto de Perrault demuestra, con censora que propone lo políticamente correcto dificulta el acceso a los libros, bajo
mucha claridad, la intención del autor de alertar a las doncellas del peligro que la premisa de que leer cosas buenas nos hace buenos y que leer cosas malas o inco-
comportaba la presencia de los hombres «tramposos y babosos» con quienes rrectas nos hace individuos malos e incorrectos. Por más que me guste creer en el
podían tropezar por el camino. La versión que los hermanos Grimm hicieron del poder de los libros, por más que idealizo la literatura, estas premisas no dejan de
mismo relato insiste, en cambio, en la importancia de seguir los consejos que dan parecerme un poco superfluas y sin mayor fundamento» (Bellorin, 2002: 14-15).
los mayores para rehuir los peligros que acechan a cualquier chica inocente cuan- Nosotros creemos que no se trata de apartar al niño del miedo, o de situa-
do se introduce en un entorno incierto y peligroso como es el bosque, sin tomar ciones sociales perturbadoras, sino de dosificar el consumo de estos relatos y,
las precauciones que exige esta clase de circunstancias. En todo caso, las versiones sobre todo, de enseñarles una serie de claves de lectura crítica que les permita
del pasado exploran las consecuencias de exponerse a situaciones de riesgo y de desarrollar sus defensas contra ellos. Ya se ha señalado la importancia del acom-
maldad sin estar preparado. pañamiento adulto en la interpretación y de la necesidad de la recuperación de
¿Por qué los adultos someten a los menores, desde muy pequeños, a todo tipo un tiempo específico de construcción conjunta. Sería ridículo prohibir la lectu-
de relatos de terror a través de los cuentos, de los dibujos animados, de los juegos, ra. La literatura, como otras formas de experiencia, nos provee de herramientas
de las películas? Es muy común ese hábito (generalmente inconsciente) en los —básicamente simbólicas para conocer y para confrontarnos con el mundo—.
90 adultos de asustar a los niños y de una forma muy particular a las niñas, repro- Coincidimos con Bellorín al afirmar que privar a los niños de este acercamiento 91
duciendo así de forma circular una cadena de raíces muy profundas. Los relatos al mundo adulto mediante la lectura sería un error. La autora extiende su razo-
violentos dirigidos a los menores contribuirían así a la «necesidad gerontocrática» namiento al consumo televisivo y al acceso al mundo de internet: «La mejor
que algunos adultos sienten de «dominar» a las generaciones siguientes mediante manera de protegerlos es ayudándolos a ser más críticos, a poner en duda hasta
el miedo y el terror.42 aquello que ven escrito; a saber que la palabra escrita, lo que ven en la tele o
La mayor parte de estas historias mencionadas surgen del folclore europeo de internet, no sólo son representaciones o ficciones, sino que pueden ser una fal-
los siglos XVII y XVIII. Las colecciones de cuentos publicadas por los hermanos sedad. La literatura inocua, sin matices, sin profundidad, sin sabor, difícilmente
Grimm en 1812 y 1815, entre las cuales figuraban Juan y María y Blancanieves, eran puede llevarnos al conocimiento; difícilmente puede llevarnos a preservar nues-
recopilaciones originarias del folclore germánico. Más tarde, todas estas recopila- tra inocencia, porque para mantenerla debemos conocer (al menos de reojo) el
ciones —tras un proceso de selección y reelaboración— serían presentadas como mal» (Bellorin, 2002: 14-15).
obras específicas para niños. No podemos obviar que antiguamente los niños, en
contacto directo con el folclore, tenían acceso a narrativas mucho más terribles
y escabrosas de lo que nos permitirían suponer los «cuentos de hadas» actuales.43 3. La televisión y la investigación mediática sobre la influencia
Es lógico que exista, por parte de los adultos, una preocupación sobre los con- de la televisión en la infancia
tenidos violentos de estos relatos infantiles y que se quiera proteger a los niños
de sus posibles repercusiones para su formación. No obstante, se trata de una Los diferentes estudios realizados sobre la infancia, la violencia y la televisión
cuestión de medida. Se pueden establecer ciertas restricciones, pero haríamos bien pueden contribuir a crear una mejor comprensión del fenómeno «violencia»
en evitar convertirnos —como afirma Brenda Bellorín— en censores literarios o o pueden contribuir también a aumentar en la opinión pública la sensación
culturales: «Nuestro moralismo latente nos lleva a hacer lo posible y lo impo- de alarma social. Algunos expertos insisten en que los niños y las niñas pasan
sible por perpetuar aquello que entendemos como infancia, creo que hay que demasiadas horas delante de la pequeña pantalla (o delante de otras pantallas
detenerse un momento a pensar si, con nuestra actitud sobreprotectora, estamos domésticas). Al mismo tiempo, se constata que, en España, una parte importante
de la programación televisiva que ven los niños y preadolescentes está dirigida
—teóricamente— a los adultos y se emite fuera del horario infantil (Busquet, Pera-
42 Perales en: <http://www.auc.es/docum04/docu27.pdf>. p. 14-16. les y Reinares, 2009: 129-141).
43 El escritor inglés Andrew Lang, recopilador de las historias relatadas en el Blue Fairy Book, publicado
originariamente en 1889, reconoce en el prefacio que, entre centenares de narrativas folclóricas que conocía,
La mayor parte de los estudios sobre infancia, violencia y televisión se centran
escogió las que contenían «lecciones edificantes».  en los contenidos televisivos y presuponen que existe una relación causal —más
LA VIOLENCIA EN LA MIRADA INFANTIL
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

o menos directa— entre las secuencias violentas en televisión y el comportamien- sobre el tema44 nos alertan de los nuevos fenómenos de la difusión, consumo y
to agresivo o antisocial de los chicos y chicas que pasan muchas horas ante la construcción de contenidos violentos al alcance de niños/as y jóvenes, lo que
pequeña pantalla. El problema es que generalmente no se explicitan cuáles son aumenta la complejidad de la interpretación sobre la percepción de la violencia.
los mecanismos mediante los cuales se activa esta influencia (y sin tener nin- El conocido psiquiatra y psicoanalista experto en comunicación Serge Tis-
gún instrumento de medida lo suficiente preciso para calibrar dichos «efectos»). seron reafirma la idea de la gran fascinación que las imágenes violentas tienen
La realización de un buen análisis de contenidos es una condición necesaria e sobre el ser humano, aunque las interpretaciones de las mismas varían sustan-
imprescindible, pero no es suficiente para conocer la posible influencia y la reper- cialmente según las edades. A los mayores las imágenes violentas los turban, a
cusión de la televisión en los niños. Es por este motivo por lo que a lo largo de los jóvenes les sirven para construir sus propias imágenes. Para Tisseron (2006:
nuestra trayectoria la red de investigación Conincom hemos priorizado estudiar 54-55) las imágenes pueden tener efectos específicos sobre los jóvenes según sus
la recepción infantil de la violencia en la televisión. características personales. Para los jóvenes que tengan ya un mundo interior
En 1990, Martín Serrano realizaba un balance de las investigaciones interna- marcado por la violencia, las imágenes violentas reforzarán su predisposición a
cionales producidas sobre la influencia de la televisión en los niños y ponía de la violencia. Para los jóvenes inseguros, las imágenes violentas aumentarán su
manifiesto una situación de virtual empate entre los estudios que sostenían una inseguridad, y continuarán buscando la protección del grupo de iguales posi-
influencia negativa y aquellos que afirmaban justamente lo contrario. Por lo que blemente liderado por otro joven que ya ha consolidado un mundo personal
parece, no solamente no hay conclusiones definitivas sobre el tema, sino que, violento. Pero para un tercer grupo de jóvenes será importante que todo el
92 además, los resultados de estos estudios parecen contradictorios. En palabras de fenómeno de la violencia pare, y construyen sus opiniones de manera crítica, 93
Martín Serrano: «Cualquiera, según sus inclinaciones o intereses, puede describir autónoma.
la televisión como Mary Poppins o como el Dr. Jeckill. Se puede encontrar en la Tradicionalmente, la mayor parte de investigaciones que se han realizado
literatura especializada apoyo científico para mantener un juicio “apocalíptico” o en este campo de estudio se han centrado en el análisis de los «efectos nocivos»
“integrado”, en términos de Umberto Eco» (Martín Serrano, 1990: 8). que la violencia televisiva puede infligir en la mente y estructura emocional del
Hasta hoy la investigación especializada no ha hallado una respuesta defini- niño. Este interés arranca, en los años sesenta, con la publicación de toda una
tiva y satisfactoria a estas cuestiones, lo cual tal vez indica la necesidad de reali- serie de investigaciones sobre el impacto de la violencia televisiva en uno de los
zar un cambio radical en la formulación y en el sentido de las preguntas. Hace sectores de audiencia considerados más vulnerables como es la infancia. Estu-
muchos años que reflexionamos sobre la influencia de la televisión en los niños dios clásicos como los de Furu (1962) o Berkowitz (1965) serán el exponente de
(¿qué es lo que la televisión hace a los niños?). Nosotros creemos que ésta es una una línea de investigación que concluye —en ocasiones de manera muy taxati-
cuestión mal planteada y que más bien desencamina la solución del problema. No va— que la televisión ejerce un papel fundamental en el desarrollo emocional,
se trata —como veremos más adelante— de preguntar qué es lo que la televisión cognitivo y social del niño, y es la responsable de la incorporación de pautas de
hace a los niños, sino qué uso hacen los niños y las niñas de la televisión y qué conducta violenta por parte de los niños. Pero también, entonces, se empiezan a
significación tienen para ellos los programas que ven. poner de manifiesto las limitaciones metodológicas y las contradicciones obser-
El estudio de la infancia y la violencia en la televisión es, como se pone de vadas en los resultados de dichos estudios.
manifiesto a lo largo de nuestro trabajo, un tema muy complejo y difícil de abordar. Al mismo tiempo se plantea una concepción alternativa, siendo un ejemplo el
Dificultad que se agrava por la falta de consenso entre los propios investigadores. trabajo clásico de los sociólogos Schramm, Lyle y Parker (1965) con 6.000 niños
Esta incertidumbre académica contrasta con una notable sensibilidad social hacia y 2.000 padres y maestros norteamericanos. Empezaron su trabajo alertando que
el tema, que podríamos resumir en dos tendencias aparentemente contradictorias: «nadie que esté debidamente documentado puede limitarse a decir que la tele-
hay una demanda social importante de estos tipos de productos —sobre todo por visión es buena o mala para los niños. Para algunos niños, y en determinadas
parte de jóvenes y adolescentes— y un malestar creciente —especialmente entre los condiciones, cierta televisión es perjudicial. Pero para otros niños en iguales con-
adultos— hacia los contenidos audiovisuales con violencia.
No debemos olvidar que al fenómeno de los contenidos televisivos con vio- 44 «Pratiques et usages d’internet et du mobile par les enfants et les jeunes âgés de 10 a 17 ans en
lencia se le suma el nuevo fenómeno de las nuevas pantallas que dan acceso a la Isère en 2005 et exercice de l’autorité parentale»: Observatoire de la vie familiale. «Les adolescents et inter-
net: Liaisons amoureuses…Liaisons dangereuses?» Février 2006. IFOP <http://www.ifop.com/europe/docs/
información (la cada vez más sofisticada telefonía móvil, las filmaciones a través adosinternet.pdf>. «Votre enfant et le téléphone mobile». <www.afom.fr> (2006) y <www.internet.gouv.fr/
de móviles y el intercambio de imágenes en la red). Estudios realizados en Francia information/information/actualites/telephonie-mobil-une-charte-pour-proteger-les-enfants-207.html>.
LA VIOLENCIA EN LA MIRADA INFANTIL
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

diciones, o para los mismos niños en distintas condiciones, puede ser beneficiosa. sora de comportamientos violentos que propician un aprendizaje modelado y
Para la mayoría de los niños, en la mayoría de ocasiones la mayor parte de la tele- condicionado de pautas agresivas. La televisión pasa a ser considerada un factor
visión no es, probablemente, perjudicial ni beneficiosa de una manera especial». de riesgo importante y llega a conformarse en el ingrediente fundamental de
Se tratará de unos inicios que encontrarán —en la sensibilidad especial y la teoría del efecto causal entre la visión de violencia televisiva y la conducta
creciente de la sociedad hacia la violencia así como en la necesidad de encontrar agresiva.
una respuesta a ésta— un camino abonado por los malentendidos, por los resul- 2) Un segundo enfoque adopta miradas más interdisciplinarias y también más
tados empíricos contradictorios y por los prejuicios dentro del mismo ámbito diversas; intenta integrar diferentes factores psicosociales, centrando uno de los
de investigación.45 papeles relevantes de la televisión en su gran capacidad por difundir estereotipos
Por tanto, tal y como ya recordaba Freedman (1984), la comunidad científica y valores sociales, no siempre en armonía con un ideal de sociedad basado en el
debería mantener una actitud básica de cautela y de prudencia en la presen- diálogo y la paz. Siguiendo esta lógica, se pediría un control de los contenidos
tación pública de los resultados de sus investigaciones, encarando las contra- televisivos con el objetivo de aumentar la presencia de modelos positivos y valo-
dicciones y no favoreciendo las actitudes discriminatorias sobre estos temas. res de cariz altruistas.
Estamos de acuerdo con Freedman al considerar exagerado que la televisión es
uno de los máximos factores de riesgo en el mundo actual. Es falaz y alarmista, Una característica común de la mayor parte de estudios experimentales englo-
aunque algunos sectores sociales parecen especialmente predispuestos a acep- bados en el enfoque causal es su interés por detectar la presencia de conductas
94 tar acríticamente esta posición. Incluso algunos foros científicos (Sanmartín, agresivas tras el visionado de una secuencia violenta y que —al aparecer— 95
Grisolía y Grisolía, 1998) han abonado esta idea. Un riesgo añadido se produce confirman la relación causal entre violencia televisiva y la incorporación de
cuando la reflexión, el análisis y el estudio se ponen al servicio del alarmismo patrones conductuales violentos en niños y adolescentes. Pero como argumen-
y del efectismo social, puesto que se puede obviar la existencia de un tipo de tan Hughes y Hasbrouck (1996), los intentos de relacionar de manera causal
violencia más real en sus efectos y también mucho más compleja, tal y como los niveles de violencia televisiva con la violencia en la sociedad continúan
denuncia Mariet (1994) cuando escribe que «si queremos erradicar la violencia, ofreciendo resultados débiles y poco consistentes. La agresividad infantil es el
tenemos que empezar por la vida, y no por la televisión, que no hace más que resultado de múltiples factores en interacción: desde factores disposicionales
reflejar la sociedad», como ya hemos mencionado en capítulos anteriores. del niño hasta factores ambientales, que tienen que ver con variables com-
No es el momento de explicar todas las corrientes teóricas y orientaciones plejas como son las modalidades de parentesco, el nivel socioeconómico, la
metodológicas que han intentado hacer de la violencia en la televisión su objeto estabilidad emocional de la familia, etc. En este sentido, los hábitos televisivos
de estudio.46 En este momento, sólo queremos exponer —de la forma más clara y de la familia —no exclusivamente de los niños— serían un ingrediente más de
concisa posible— lo que podemos considerar los dos enfoques teóricos principales este sistema de variables.
que orientan la investigación científica sobre este tema en los últimos lustros: Por otro lado, tal y como señala Huesmann (1986), el nivel de agresividad
del niño tendrá influencias tanto en el tipo como en la cantidad de la progra-
1) Un primer enfoque —defendido por autores como Bandura y Walters mación televisiva consumida, y esto —a la vez— repercutirá en sus actitudes
(1985), Berkowitz (1986) o Friedrich y Huston (1986), con diferencias entre y creencias hacia la violencia. Ahora bien, todo esto se hará más evidente
ellos— sostiene, desde una perspectiva conductual, que la televisión es transmi- dentro de un ambiente familiar que también interpele y favorezca el uso de la
agresividad como manera viable de resolución de los conflictos interpersonales
45 Otro ejemplo de contradicciones lo encontraremos años después en la réplica de Freedman (1984,
(Clemente y Vidal, 1996: 100). Ante la contundencia radical de muchos de los
1986) y Wood et al. (1996) al estudio metaanalítico de Friedrich y Huston (1986), réplica que constató impor- trabajos, Milavsky, Kessler, Stipp y Rubens ya hacían, en 1982, tres puntuali-
tantes limitaciones metodológicas en algunos de los artículos revisados. Por ejemplo, Wood et al. (1996)
hacen patente la existencia de estudios que habían trabajado con niños con dificultades emocionales sin que
zaciones básicas: 1) la mayoría de niños no son «antisociales», pese a lo que
se determinara en qué grado estas dificultades emocionales podían haber incidido en los resultados finales se pueda desprender de la lectura de algunas investigaciones; 2) en niños muy
del trabajo; también alertaban que en otras se llegaba a la conclusión de que la televisión favorecía de manera
importante la aparición de conductas agresivas en los niños, pero analizando cuidadosamente los resultados
pequeños, las conductas agresivas tienen poco que ver con posibles efectos
estadísticos, las medidas del efecto obtenidas caían en las categorías de efecto «pequeño» o «moderado» y, televisivos; 3) en determinados casos, puede haber una cierta relación entre
en todo caso, matizados como efectos a corto plazo.
46 Para aquel lector interesado en profundizar en las diferentes teorías sobre los efectos, le recomen-
exposición a la violencia y conductas agresivas, pero de manera puntual y sin
damos una relectura del capítulo 2 del presente libro. que esto comporte necesariamente una relación de causalidad.
LA VIOLENCIA EN LA MIRADA INFANTIL
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

4. A modo de conclusión: de la superprotección al reconocimiento Para finalizar, y como se constata en el último capítulo, la infancia es consi-
de los derechos de la infancia derada como un segmento de edad que merece una especial protección, aunque
en este punto hay que destacar que hay posiciones distintas. Mientras que una
El siglo XX caracterizó a la infancia como uno de los grupos poblacionales más postura considera que la infancia debe tener la máxima protección, otra pone el
vulnerables debido al estado de indefensión característica de su edad. Desde los acento en que los niños tienen sus saberes y que de lo que se trata es, más bien,
primeros años del siglo pasado distintas instituciones creadas para la atención de ayudar y acompañarlos en su desarrollo sin prohibiciones excesivas y sin que
y salvaguarda de los derechos infantiles manifestaron su preocupación por la superprotección pueda inhibir su desarrollo autónomo (Aran, 1998: 115-127).
generar mecanismos de asistencia y apoyo a la niñez. Como sostiene Noguera
«Si la mirada asistencialista de la primera mitad del siglo XX consideraba la
niñez como objeto de atenciones y protección, la nueva perspectiva transforma
al niño en sujeto de derechos y deberes» (Noguera, 2003: 76). La Declaración
Universal de los Derechos del Niño de 1959 retoma los presupuestos sobre
infancia expuestos en la convención de Ginebra y señala que los niños debían
estar cobijados por una protección especial garantizada por la ley, en la cual se
contemplaran la libertad, la dignidad, las oportunidades y la prestación de los
96 servicios.47 97
Sin embargo, el auge de los nuevos discursos sobre los derechos del niño y la
niña no ha significado el abandono de la concepción proteccionista y asistencia-
lista. Ésta se mantiene a pesar de los intentos de los distintos estados por fortalecer
programas integrales de atención, promovidos para su ejecución conjunta con la
familia y la comunidad. De «la infancia debe ser protegida» —en tanto es frágil,
vulnerable, en proceso de ser—, se pasa al nuevo enunciado «los derechos del
niño deben ser protegidos» y los derechos infantiles (en particular la posibilidad
de elección y decisión sobre aspectos le atañen) llevan a concebir un sujeto muy
distinto del promovido por la modernidad.
De acuerdo con estas ideas, los poderes públicos suelen arbitrar políticas de
protección. En definitiva, la posible influencia de la violencia mediática en la
infancia es uno de los campos que plantea una seria preocupación social y políti-
ca. Por ello, en la mayoría de los estudios se plantea, explícita o implícitamente,
una preocupación por la violencia en los medios y sus posibles consecuencias.
Esta preocupación, que aumenta en el caso de la audiencia infantil al ser consi-
derada un segmento de edad que merece una especial atención y protección, es
recogida por parte de los poderes públicos y por parte de los organismos regula-
dores (Consell de l’Audiovisual de Catalunya, 2003).

47 Así mismo, se consideraron como derechos de los niños: un nombre y una nacionalidad; el desa-
rrollo físico, mental, moral, espiritual y social saludable y normal; la seguridad social (salud, alimentación,
vivienda, recreo y servicios médicos adecuados); el desarrollo de su personalidad, mediante el amor y la
comprensión de los padres, siempre que fuera posible; la educación gratuita y obligatoria, por lo menos en
las etapas elementales, favoreciendo en el niño su cultura, aptitud, juicio individual y sentido de responsabi-
lidad moral y social; el disfrute pleno de juegos y actividades recreativas orientadas hacia los fines educativos.
Uno de los aspectos inéditos de esta perspectiva tiene que ver con la delimitación de una edad mínima para
vincularse al mundo laboral.
Capítulo vi
Un modelo de observación para el análisis
de la violencia en televisión

1. Métodos cuantitativos o métodos cualitativos: una falsa disyuntiva 99

A
l iniciar cualquier trabajo de análisis sobre la televisión, el investigador dis-
pone de un abanico extraordinario de métodos. Casetti y Di Chio (1999),
por ejemplo, presentan de un modo claro y ordenado, un repertorio de
herramientas de investigación que se aplican o se pueden aplicar, satisfactoria-
mente, al análisis televisivo, teniendo en cuenta los distintos enfoques teóricos
sobre el tema y las múltiples vertientes sobre el mismo. Los dos investigadores ita-
lianos demuestran de forma exhaustiva que no existe un único método de análisis
televisivo y defienden una especie de eclecticismo metodológico.
Para simplificar esta multitud de opciones metodológicas podemos recurrir,
en un primer momento, a una distinción que se usa convencionalmente entre
los métodos cualitativos y los métodos cuantitativos. A menudo se presentan
como dos estrategias no sólo diferentes, sino también contrapuestas. Existe una
disputa entre lo que se puede llegar a presentar como dos concepciones diferen-
tes sobre la ciencia: una «concepción positivista» y una «concepción compren-
siva o hermenéutica».
Nuestro parecer es que esta disputa plantea una falsa disyuntiva. La elec-
ción del método depende, lógicamente, de la naturaleza del fenómeno que se
pretende investigar y del marco teórico que orienta la investigación. En algunas
ocasiones puede ser más aconsejable el uso de los métodos cualitativos y, en
otras, de los métodos cuantitativos. No obstante, en la medida de lo posible y
dado el carácter interdisciplinar de nuestra red de investigación, somos más bien
partidarios de realizar un proceso de triangulación metodológica que compagi-
na el uso de técnicas cualitativas y cuantitativas. La aproximación combinada
de técnicas cuantitativas y cualitativas permite generalmente un análisis mucho
UN MODELO DE OBSERVACIÓN PARA EL ANÁLISIS DE LA VIOLENCIA EN TELEVISIÓN
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

más rico y profundo de la realidad que se quiere analizar (Ruiz Olabuéneaga, Una vez pasó la «fiebre numérica», algunos autores de orientación hermenéu-
1996). Como apuntan Berger y Kellner, «la elección entre los dos tipos de méto- tica cuestionaron la idea de que sólo se pueda realizar el análisis de contenido
dos debiera basarse —al menos en teoría— exclusivamente en sus posibilidades desde un punto de vista estrictamente cuantitativo. En 1968, Tannenbaum y
respectivas de conseguir los datos que se buscan» (Berger y Kellner, 1985: 83). Greenberg constataron que el análisis del contenido era la técnica más utilizada
Tradicionalmente, los modelos explicativos, de tinte positivista, se han basado en las tesis doctorales sobre los medios de comunicación. Precisamente, el interés
sobre todo en las técnicas cuantitativas que permiten la constatación empírica y en el tema de la violencia en la televisión y otras cuestiones como el tratamiento
la verificabilidad probabilística de los modelos teóricos. Las teorías de índole com- mediático de las mujeres y las minorías étnicas intensificaron todavía más la uti-
prensiva o hermenéutica han utilizado técnicas cualitativas en su acercamiento al lización del análisis de contenido como indicador de su presencia en los medios
conocimiento de los fenómenos sociales. Como se sabe, los métodos cualitativos de comunicación.
comportan un estilo particular o un determinado modo de situarse ante la rea- Como señala Pilar Medina, los estudios cuantitativos sobre la presencia de la
lidad muy atento a la comprensión de la significación subjetiva que los actores violencia en televisión «son estudios basados en el recuento de conductas violen-
sociales atribuyen a sus actos. Los métodos cualitativos no pretenden conseguir tas a partir de una selección de programas que se emiten durante unas determi-
una medida precisa y concreta de la realidad social, sino una comprensión más nadas franjas horarias y durante un periodo de tiempo determinado. Basados en
rica, compleja y plural del objeto de estudio.48 la metodología de la observación, uno de los requisitos fundamentales consiste
Después de la Segunda Guerra Mundial, sobre todo en Estados Unidos, algu- en la elaboración detallada del conjunto de categorías de registro. La plantilla
100 nos autores utilizaron la técnica del análisis de contenido para estudiar la propa- de observación debe cumplir los requisitos de exhaustividad (no habrá ninguna 101
ganda en la prensa y la radio. En 1952, Bernard Berelson publicó Content Analysis conducta definida a priori como observable que no cuente con una categoría en
in Communications Research, que se considera la obra fundacional del análisis de la que pueda ser incluida) y exclusividad (toda conducta registrada sólo puede ser
contenido aplicado a los medios de comunicación. El autor define su metodolo- incluida en una, y sólo una, categoría descrita)» (Medina, 1998: 93-94). La realiza-
gía como «una técnica de indagación para la descripción objetiva, sistemática y ción de esta tipología implica (debería hacerlo) una importante labor de reflexión
cuantitativa del contenido manifiesto de la comunicación» (Berelson, 1952: 18). sobre los diferentes tipos y formas de violencia. Se trata, pues, de un esfuerzo
La sociología de la comunicación norteamericana de los años cincuenta estaba importante para el análisis de la violencia televisiva. «Sin embargo, el resultado
imbuida de un profundo espíritu positivista. Es por eso por lo que durante décadas, final acostumbra a reducirse a una suma de conductas violentas clasificadas en
y todavía hoy, buena parte de los estudios se refieren al análisis de contenido como las diferentes categorías preestablecidas, donde a menudo hay poca o nula elabo-
una técnica exclusivamente cuantitativa. Se ha utilizado en diferentes disciplinas ración de los datos cualitativos obtenidos» (Medina, 1998: 94) y poca reflexión
e incluye habitualmente la frecuencia de aparición de una serie de conceptos pre- sobre la pertenencia de las categorías usadas. Como señala Perales, «el análisis y
viamente definidos. El análisis de contenido, para sus defensores, es una técnica cuantificación de los actos violentos emitidos por televisión, así como la utiliza-
sistemática, objetiva y cuantitativa. Es un método sistemático porque el contenido ción de índices estandarizados, ha supuesto sin duda un gran avance en la inves-
se selecciona con unas reglas explícitas y aplicadas con consistencia: la codificación, tigación sobre la violencia televisiva». Pero —como añade el propio Perales— sus
el análisis y la cantidad de tiempo que los codificadores estén expuestos al material propios presupuestos metodológicos comportan notables insuficiencias y pueden
tienen que ser uniformes. Es objetivo por lo que, en teoría, la idiosincrasia y las hacernos perder un poco de perspectiva: «Es decir, que el análisis de los elementos
inclinaciones personales del investigador no tienen por qué influir en el análisis. manifiestos, visibles y denotativos de la violencia obvie e incluso oculte el sentido
Las definiciones prácticas y las reglas para la clasificación de las variables han de profundo de la presencia de la violencia en los medios» (Perales, 2004: 7).
ser lo bastante explícitas para que los investigadores que quieran repetir el proceso No podemos perder de vista que junto a la violencia física directa (que siempre
lleguen a las mismas conclusiones. Y es cuantitativo, ya que tiene que ser la repre- es explícita) existen otras formas de violencia indirecta (como la violencia simbó-
sentación exacta de un cuerpo de mensajes (Busquet, Medina y Sort, 2006). lica o la violencia estructural) que, aunque normalmente se mantienen latentes,
impregnan las relaciones interpersonales y los valores sociales.
48 Para afrontar esta elección, antes de decantarse por uno u otro, debe quedar claro que los métodos
Buena parte de los estudios realizados en los últimos años sobre violencia y
cuantitativos y cualitativos no son ni opuestos ni alternativos, son complementarios. Ésta es la causa que televisión siguen la estela de los trabajos de George Gerbner (y su equipo), quien
nos impulsa a rechazar la dicotomía que a menudo se plantea entre metodologías cualitativas y cuantitativas.
No se trata de dilucidar cuáles son las mejores técnicas, sino de descubrir cuáles son las más adecuadas en
da una importancia fundamental al análisis de contenido:
cada caso.
UN MODELO DE OBSERVACIÓN PARA EL ANÁLISIS DE LA VIOLENCIA EN TELEVISIÓN
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

En estos estudios se identifican, clasifican y computan los actos violentos mostrados El análisis de contenidos no sólo nos parece interesante, sino que es imprescin-
en la pantalla, atendiendo a variables como las motivaciones, antecedentes y conse- dible para evaluar cualquier incidencia social de las imágenes de violencia en los
cuencias de dichos actos; las características sociodemográficas de agresores y agredidos; espacios televisivos. Subscribimos las palabras de Albert Sáez cuando afirma: «Tras
el tipo de violencia (física, verbal, psicológica); su virtualización individual o grupal, un siglo de aplicación del análisis de contenido al estudio de la comunicación de
así como la interacción entre los implicados; el tono narrativo (serio, humorístico); el masas llegamos a la siguiente conclusión: el análisis de texto, sea desde perspectivas
grado de intensidad en la mostración de la violencia y de su ejercicio (sadismo, bru- cuantitativas o cualitativas, es un instrumento imprescindible para determinar el
talidad) etc. Los resultados obtenidos en estos estudios permiten extraer conclusiones significado, pero resulta insuficiente» (Sáez, 1999: 79). El análisis de los conteni-
por franjas horarias, cadenas, géneros, segmentos de audiencia, períodos temporales, dos, pues, es una condición necesaria, pero no suficiente, a la hora de conocer los
etc. Y permiten también utilizar indicadores homologados internacionalmente, como efectos y la incidencia real que pueden tener las imágenes de violencia sobre la
ocurre con el índice del propio Gerbner o el DIG,49 poniendo de relieve elementos recu- audiencia.
rrentes tanto en la mostración de la violencia como en los estereotipos que afectan o
determinan el comportamiento de los personajes que recurren a la violencia (Perales,
2004: 4-5). Metodología de investigación

Las técnicas cuantitativas son aparentemente muy útiles, dado que permiten la Exponemos una síntesis de los principios que, a nuestro entender, deberían guiar el trabajo de
102 generación de datos que pueden expresarse en números o valores y que son sus- investigación en el ámbito del estudio de la violencia y la comunicación (Busquet, Medina y 103
ceptibles de permitir un tratamiento estadístico riguroso y muy preciso. Pero las Sort, 2006).
limitaciones de este tipo de abordaje son notables.50 1. Dado que la investigación científica presupone un marco teórico y un conocimiento
Pensamos que la utilización combinada a partir de técnicas cuantitativas y experto del tema, al realizar un estudio sobre la infancia, la violencia y la comunicación, es
cualitativas nos permite una comprensión mucho más profunda de la realidad importante partir de un marco teórico sólido que oriente nuestros pasos y, al mismo tiempo,
social. Los métodos cualitativos no buscan una medición precisa de la realidad tener claros los objetivos que se persiguen. La investigación comporta una cierta manera de
social, sino más bien una comprensión más rica, compleja y plural del fenómeno situarse ante la realidad y de interrogarse sobre ésta. La mirada del teórico es esencial, porque el
que se quiere estudiar. Este tipo de métodos comporta un estilo particular o una punto de vista es el que «crea el objeto de estudio». En este sentido es importante partir de una
determinada manera de investigar que pretende la comprensión de la significa- noción precisa de la violencia humana. La elaboración de unos sólidos fundamentos teóricos
ción subjetiva que los actores sociales atribuyen a sus actos.51 permitirán que el investigador pueda seguir las pautas que se desprenden de un sistema concep-
tual organizado susceptible de expresar la lógica que preside el fenómeno estudiado.
2. En la construcción del marco teórico es necesario evitar reproducir los tópicos y pre-
49 El índice de Gerbner es el más utilizado en este tipo de estudios y responde a la siguiente formulación:
juicios presentes en tratar un tema tan controvertido como es el de la infancia, la violencia y la
a100+2b+2c+d100+e100, donde: (a) es el porcentaje de emisiones con secuencias violentas, (b) el número de
secuencias violentas por emisión, (c) el número de secuencias violentas por hora, (d) el porcentaje de personajes televisión. La investigación especializada no puede ponerse al servicio de los intereses de deter-
principales implicados en actos violentos y (e) el porcentaje de personajes principales implicados en homici-
minadas instituciones que expresan una posición y un interés muy concreto sobre el tema. Para
dios. El índice DIG, por su parte, tiene en cuenta otros parámetros que responden precisamente a sus siglas:
la duración de las secuencias violentas, la intensidad de la mostración de la violencia (en una escala de 1 a 3) garantizar la cientificidad de un trabajo de investigación defendemos el principio de autonomía
y la gravedad del acto violento (si comporta o no una muerte). El índice DIG, además, puede ser aplicado a
del campo científico y propugnamos una actitud de vigilancia permanente y de reserva sobre
programas concretos, mientras que el de Gerbner se aplica a la programación total o parcialmente considerada.
50 En primer lugar, a menudo se constata «la ausencia de un marco teórico sólido que permita abor- las «verdades» y las «certezas» convencionales, que generalmente tienen un cariz discutible y
dar el significado y la relevancia de los datos obtenidos; y la imposibilidad o dificultad de considerar el
provisional.
contexto inmediato donde ha aparecido la conducta observada y registrada» (Medina, 1998: 94). Se constata
también la falta de valoración del posible impacto posterior en otros contextos que haya podido provocar la
conducta registrada. Éste es el gran tema no resuelto de los estudios sobre los efectos sociales de los medios
de comunicación. El uso de métodos cuantitativos comporta el riesgo de confundir la verdad científica con
unas conclusiones, más o menos precisas, obtenidas a través de la técnica y el rigor matemático. Este tipo de un análisis detallado de las diferentes variables seleccionadas para la investigación y que inciden directa o
estudio, a menudo, «proporciona sencillamente un material poco, o muy poco, aprovechable; es decir, este indirectamente en las características o hechos sociales que analizamos. Los métodos cuantitativos permiten
material, por sí mismo, explica poca cosa: los resultados deben ser interpretados en un marco de referencia generar datos que pueden expresarse en forma de números o valores y que son susceptibles de ser sometidos
teórica y deben ser contrastados con unas hipótesis de trabajo previas, etc.» (Estruch, 1999: 20). a tratamiento estadístico, pero a veces puede resultar difícil reflejar con cifras la realidad social con toda su
51 Las técnicas cuantitativas, por su parte, permiten la creación de indicadores que hacen posible complejidad. La distribución de un cuestionario en una muestra representativa de una población con la fina-
la descripción de las características estructurales de una realidad social y también el conocimiento de las lidad de obtener datos es un ejemplo típico del método cuantitativo que nosotros utilizamos en el estudio
grandes tendencias de futuro. Al proporcionar una visión estadística de la magnitud del problema, se facilita sobre infancia, violencia y televisión.
UN MODELO DE OBSERVACIÓN PARA EL ANÁLISIS DE LA VIOLENCIA EN TELEVISIÓN
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

3. El tema de la infancia, la violencia y la comunicación es un tema complejo que recla- proceso hermenéutico. Los individuos que reciben los bienes simbólicos están
ma una aproximación interdisciplinaria. Compartimos la idea de que la investigación científica activamente implicados en su desciframiento. Como señalan Perales y García-
implica, cada vez más, un trabajo en equipo que exige la interacción constante entre los miem- Nebreda, «este tipo de material hermenéutico nos ayuda a plantear el problema
bros del grupo que provienen de diversas áreas de conocimiento. El objeto de nuestro grupo de de la violencia televisiva desde aquel que recibe el mensaje, desde sus estructu-
investigación (formado por psicólogos, sociólogos, expertos en comunicación, pedagogos, etc.) ras de recepción, desde (Michel de Certeau dixit) la producción en el consumo. Y
ha sido, todos estos años, poner en común diversas miradas y perspectivas que permitan un desde esta posición, el problema de la violencia estaría más en su significación
acercamiento interdisciplinario al estudio de la violencia y los medios de comunicación social. receptiva que en su realidad mostrativa» (Perales y García Nebreda, 1998: 51).
4. La investigación científica se basa en los datos empíricos. Las hipótesis de trabajo, La interpretación —como diría Gadamer (1996)— no es una actividad exen-
que se fundamenta en un marco teórico sólido y bien razonado, se tienen que contrastar con ta de presuposiciones: es un proceso activo y creativo. El mensaje no existe
los datos empíricos que se obtienen en el mismo proceso de búsqueda; sin por ello olvidar que en estado puro en las secuencias, sino que depende también de la consciencia
los datos empíricos se obtienen a partir de unos criterios previos de selección y clasificación, y intencional de los televidentes que son quienes, en última instancia, reelabo-
nunca se encuentran en estado puro. ran el mensaje. Este planteamiento ha sido tratado en profundidad entre otras
5. Las técnicas de investigación tienen un valor puramente instrumental; por este disciplinas por la etnometodología, que tiene en cuenta el protagonismo y la
motivo, tenemos que eludir lo que se podría calificar como una práctica científico-ritual vacía subjetividad del actor social a la hora de construir el significado de sus acciones
de contenidos basada en un conjunto de protocolos y sobrecargada de formalismos. Investigar o interpretaciones.
104 exige mantener una actitud abierta, un espíritu de aventura y la capacidad de sorpresa. El hecho 105
de seguir unas pautas metodológicas preestablecidas puede tener ventajas: da confianza psico- 2.1. El contexto de la recepción
lógica y los automatismos aplicados posibilitan la economía de la invención permanente. Pero
el seguimiento de estas pautas metodológicas no puede sustituir la invención: «la obediencia La comunicación de masas no se produce sólo entre una institución emisora
incondicional a un cuerpo de reglas lógicas tiende a producir un efecto de clausura prematura, y un individuo entendido como un sujeto pasivo que actúa como un receptor
al hacer desaparecer la elasticidad de las definiciones» (Quivy y Campenhoudt, 2000). aislado; su análisis debe considerar los condicionantes sociales y el contexto
donde se produce la recepción. En muchos discursos sobre las audiencias tele-
visivas se observa una tendencia a ver al público como una masa de individuos
indiferenciados que, desde casa, asisten como espectadores pasivos a los diver-
2. Del análisis del contenido al análisis de la recepción sos programas. Como se ha visto en el capítulo II, los efectos de los medios
de comunicación no son consecuencia o no tienen, necesariamente, una rela-
Por todo lo expuesto anteriormente, pensamos que no podemos determinar la ción directa con las intenciones de quien comunica, ni con el contenido de
influencia de los mass media a través de la medida, a menudo burocrática, de la la comunicación. Es importante también conocer la situación, la disposición
cantidad o la «calidad» de las imágenes de información emitidas o del análisis del espectador y el contexto de la recepción para evaluar las incidencias y las
de la estructura del mensaje. De este modo sabemos la relevancia que logran implicaciones sociales de la televisión.
unas imágenes de violencia en una secuencia, pero esto sirve de poco si no En este sentido, los estudios de audiencia basados exclusivamente en el
somos capaces, a la vez, de saber el grado de atención y la significación que el audímetro son muy útiles para conocer las características del público receptor y
público receptor les concede. son apropiados para los intereses de las instituciones mediáticas, pero nos dan
Dado que en el ámbito comunicativo a menudo se ponen de relieve úni- una información muy limitada en relación con los usos sociales y la significa-
camente los procesos técnicos de producción y difusión cultural; hace falta ción social que adquieren los contenidos televisivos.52
destacar, también, la importancia de los procesos de apropiación y recepción
cultural (como ya hemos visto en el capítulo II). Como propone John B.
52 La noción de audiencia es un concepto puramente instrumental, una unidad de medida de las veces
Thompson (1998) usamos el término apropiación en relación con este proceso que teóricamente la oferta del medio (cadenas, programas, spots) ha conseguido conectar con la demanda.
de comprensión y autocomprensión. Apropiarse de un mensaje consiste en Es importante, pues, incorporar en las investigaciones sobre el impacto social de la violencia televisiva el
análisis de la recepción, teniendo presente el contexto espacial y temporal, y el entorno cultural y social de
tomar su contenido significativo y hacerlo propio. Por este motivo, entende- los espectadores. Esta orientación supone superar la visión recurrente de la recepción mediática como un
mos la recepción de los productos mediáticos fundamentalmente como un comportamiento pasivo.
UN MODELO DE OBSERVACIÓN PARA EL ANÁLISIS DE LA VIOLENCIA EN TELEVISIÓN
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

La recepción debe ser vista como una actividad, como un tipo de práctica en técnicas de análisis de contenido y el interaccionismo simbólico (véase capí-
la cual los individuos se implican y trabajan con los materiales simbólicos que tulo II). Pero es una propuesta de dirección única, centrada en aquello que
reciben (Callejo, 1995). En palabras de Thompson, debemos señalar el hecho el texto provoca en el receptor. Es por este motivo por lo que hemos querido
de que «la recepción de los productos mediáticos es una rutina, una actividad presentar un modelo de análisis de la violencia televisiva que, cuando menos,
práctica que los individuos llevan a cabo como una parte integral de las activi- aproxime las dos perspectivas para entender «qué hace el texto con el espec-
dades regularizadas que configuran la vida cotidiana. Si queremos comprender tador» sin olvidar «aquello que el espectador hace con el texto». Al hacerlo,
la naturaleza de la recepción, debemos desarrollar un tipo de aproximación hemos necesitado recuperar la significación original de todo análisis, que
que sea sensible a los aspectos rutinarios y prácticos de la actividad receptora» podríamos definir como aquel estudio minucioso hecho con la intención de
(Thompson, 1998: 61). Algunos de los estudios más perspicaces sobre los proce- desenmascarar los elementos particulares que se pretenden explicar, a fin de
sos de recepción han alternado varios métodos, incluyendo la observación par- dar luz a la totalidad.54
ticipante, cuestionarios y entrevistas en profundidad, para demostrar en detalle Aun así, en este recorrido, que va desde lo concreto hasta lo general, nues-
las condiciones bajo las cuales los individuos reciben los productos mediáticos, tro punto de vista al elaborar la taxonomía que se presenta a continuación es
lo que hacen con ellos y qué sentido les dan. marcadamente cualitativo. Un punto de vista que no busca tanto la identifi-
Ya para cerrar este apartado queremos mencionar que la investigación sobre cación de secuencias violentas dentro «del texto televisivo» (análisis de con-
la recepción acostumbra a destacar la importancia de una serie de instituciones tenido), como la contextualización de las operaciones que realizan tanto sus
106 que actúan como agentes activos. La familia y la escuela han sido consideradas emisores como, especialmente, los receptores (análisis de la recepción). Como 107
las instancias socializadoras por excelencia. Nadie puede negar que el entorno decíamos antes, el análisis de contenido, es una condición necesaria pero no
familiar y que las relaciones entre los miembros de la familia condicionan suficiente. Nuestra propuesta metodológica se inspira en anteriores tipologías
extraordinariamente el uso social de la televisión. de la violencia que hemos expuesto, en parte, en otros textos y que menciona-
remos acto seguido. Es, por lo tanto, un intento de recoger varias tradiciones
Se fantasea sobre una supuesta omnipotencia televisiva (para mal o para bien) que interpretativas, pero, sobre todo, es una tipología novedosa de la violencia
lleva a desvalorizar la importancia social de las agencias culturales especializadas en humana porque tiene como propósito la revisión y la ordenación de estas cate-
el conocimiento (como la palabra y el libro, y su institucionalización en la escuela gorías establecidas.
y la universidad), y a desconocer el valor de las agencias sociales sustentadoras de Esperamos que nuestra osadía al revisar las categorías convencionales no se
las reglas de convivencia y del comportamiento humanos: redes sociales que generan y interprete como una temeridad. En su momento significó un primer paso (Aran
sustentan las conductas (Fuenzalida, 1997: 65). et al., 2001), que ha tenido aplicaciones en el estudio de la violencia televisada
(Villaplana, 2003; Aran et al., 2007) y desarrollos posteriores (Aran, 2008). La
tipología revisa algunas nociones sobre los tipos de violencia humana y las
3. El análisis de la violencia televisiva: del texto al contexto53 aplica al discurso televisivo, a través de un modelo de análisis de indicadores
formales —con todas sus limitaciones—, indicadores como la presencia de pala-
Al querer presentar un modelo de análisis de la presencia de la violencia en bras o acciones consideradas violentas dentro de los parámetros de los análisis
la televisión, hemos intentado conciliar la tradición categorial de los métodos de contenido habituales. Presentamos, por otra parte, parámetros novedosos o
cuantitativos con la tradición interpretativa de los métodos cualitativos. La ausentes en las cuantificaciones habituales, como, por ejemplo, desde el punto
historia de la investigación sobre los efectos sociales de la violencia mediática de vista formal, el grado de ritualización de la violencia, su tipo de presencia
nos ha mostrado cómo esta conciliación ha sido muy difícil, puesto que gene- (real, representada o de animación) o la reflexión sobre los códigos propios del
ralmente las metodologías se han aplicado desde la exclusión y no desde su lenguaje audiovisual (ritmo de montaje, presencia sonora, encuadre...).
interacción. La propuesta que mencionábamos más arriba de los “Indicadores Somos conscientes de la dificultad que comporta intentar «medir» las inten-
culturales” de George Gerbner es un raro ejemplo de la convivencia entre las ciones de los autores y programadores, así como las interpretaciones de los

54 Traducción libre de la definición de análisis que da el Gran Larousse de la Langue Française, citado
53 Véase para un mayor detalle Aran (2008). en Belisle (1999: 23).
UN MODELO DE OBSERVACIÓN PARA EL ANÁLISIS DE LA VIOLENCIA EN TELEVISIÓN
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

espectadores, frente a la operatividad —por otro lado, relativa— de la cuantifi- 4. Un modelo de observación
cación de palabras y hechos. Pero creemos que el mensaje considerado violento
ya no se puede leer como texto si no es desde el contexto. Contexto que rebasa Modelo de observación de la violencia televisiva
el objeto lingüístico —el texto audiovisual en este caso— y lo pone en relación
con su contexto sociohistórico. En definitiva, nuestro modelo de análisis de Identificación Identificación Identificación Características Contexto
la violencia televisiva parte del convencimiento de que el discurso televisivo, del programa de la secuencia acto violento del agresor/a de la recepción
como toda operación de sentido, necesita la operación de significación que le y la víctima
otorga el espectador.55 En consecuencia, es un modelo de observación que ofre-
ce una nueva tipología de la violencia humana presente en la televisión y que, 1. Formato/ 8. Duración 11. Tipo 19. Género /
además, busca comprender56 los procesos de significación que hace este espec- registro/ género 9. Intensidad 12. Forma sexo
tador, idealmente desde el análisis de su interacción con el resto de partenaires 2. Público 10. Gravedad 13. Motivación 20. Orientación
comunicativos.57 destinatario 14. Percepción sexual
Efectuadas estas aclaraciones, asumimos que la definición de violencia a la 3. Nacionalidad 15. Regulación 21. Edad
cual nos acogemos, formulada ya en el capítulo I, no es una definición estric- de producción 16. Medios 22. Etnia
tamente operativa. «Obligar a alguien, mediante la fuerza física o psicológica 4. Año de 17. Grado de 23. Nacionalidad
108 a hacer o sufrir algo que va en contra de su voluntad o integridad personal» es producción organización 24. Nivel socio- 109
una formulación de violencia muy abierta. Desde esta perspectiva, la violen- 5. Contexto 18. Escenario económico
cia se explica no únicamente por la referencia a un conjunto de hechos, sino histórico que 25. Nivel
al conjunto de normas sociales que la enmarcan (Michaud, 1980; Aróstegui, presenta cultural
1994; Rodrigo, 1998). Este concepto de violencia sobrepasa la intencionalidad 6. Duración del 26. Participación
de infligir mal o de destruir, y abraza una categoría más amplia y, por lo tanto, programa 27. Rol
menos delimitada: la de obligar a hacer o sufrir en contra de la propia voluntad. 7. Número 28. Presencia
Nos es imprescindible destacar la importancia depositada en el término volun- de secuencias formal
tad, puesto que creemos que responde a una perspectiva contemporánea, que violentas por
subraya la ambigüedad de los límites entre libertad individual y bien común. programa
La definición de violencia propuesta puede resultar más incómoda a la hora de
hacerla operativa, pero también permite reflexionar sobre aspectos asociados a
la noción de voluntad.58
El esquema que presentamos a continuación es la síntesis del modelo de Las tipologías sobre la violencia humana que nos sirvieron inicialmente (Aran
observación que proponemos. et al., 2001) de marco conceptual han sido principalmente las propuestas, con
niveles de complejidad muy diversos, por Galtung (1969), Elias (1977), Chesnais
(1981), Imbert (1992), Santa Bárbara (1994) y Van Soest (1997). Posteriormente
(Aran, 2008: 303-312; Aran y Rodrigo, 2012; Aran y Rodrigo, 2013), la teoría tipo-
55 Véanse las aportaciones que sobre este punto se encuentran en Sáez (1999).
56 Para ampliar la noción de comprender (interpretativamente), diferenciada de explicar (causalmen-
lógica se ha ido enriqueciendo a partir de las categorizaciones de la violencia de
te), recomendamos el artículo de Héctor Borrat (2000): «El primado del relato», publicado en Anàlisi, núm. Aróstegui (1994); Galtung, (1996); Reychler (1997); Gunter y Harrison (1998), y
2 [Universitat Autònoma de Barcelona].
57 Es una perspectiva que integraría el análisis conversacional, que tiene como objeto de estudio preci-
Morrison, MacGregor y otros (1999, reformulado por Millwood, 2003), así como
samente las interacciones entre los participantes del (inter)cambio comunicacional. Véase en este sentido las de los procedimientos de significación en el relato audiovisual de Potter (1999),
definiciones propuestas de análisis de contenido, del discurso y conversacional en Belisle et al. (1999: 23-28).
58 Al partir de la noción de voluntad, quedan excluidos de esta definición los daños causados por fenó-
Tisseron (2000) y Buckingham (2005).
menos naturales. Es oportuno recomendar en este punto las reflexiones que Zygmunt Bauman (2007) ofrece A continuación, mencionamos algunas de las categorías o tipos de violencia
en Miedo líquido: la sociedad contemporánea y sus temores (Barcelona: Paidós) sobre la variación interpretativa
de la noción de intencionalidad y su acepción en la vida moderna «líquida» en una «cultura de victimización
que hemos incorporado de estos autores, antes de enmarcarlas en nuestro modelo
y compensación». de análisis.
UN MODELO DE OBSERVACIÓN PARA EL ANÁLISIS DE LA VIOLENCIA EN TELEVISIÓN
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

Chesnais Histoire de la violence en Tomamos de Chesnais la distinción entre vio- Galtung Peace by Peaceful Means. Siguiendo a Galtung, reiteramos la idea de que
(1981) Occident de 1800 à nos lencia privada y colectiva (véase 11. Tipos de (1996) la violencia directa (física) no es la única forma
jours. actos violentos). Sin embargo, la subdivisión de violencia. En nuestra propuesta tipológica,
que Chesnais hace de la violencia privada entre readaptamos en el parámetro de forma la dife-
criminal y no criminal indica para nosotros el renciación que Galtung establece entre violencia
parámetro de gravedad, muy lejos de la atribu- directa (un acontecimiento intencionado) y la
ción numérica de otros métodos cuantitativos. estructural (un proceso, una costumbre) o cul-
Además, la distinción entre violencia privada tural, que legitima las otras dos como buenas y
y colectiva hace participar estas categorías en correctas.59
otros parámetros, como los que proponemos
con el nombre de percepción (social) y regulación
(institucional, básicamente a cargo del Estado). Van Soest The global crisis of vio- La pirámide de Van Soest (violencia estructural
La subdivisión, del mismo autor, de la violencia (1997) lence. Common problems, y cultural, institucional y, en el vértice supe-
colectiva en tres categorías —de los ciudadanos universal causes, shared rior, individual) está recogida, en parte, en los
contra el poder, del poder contra los ciudadanos solutions. tipos de acto violento colectivos —violencia
110 y la violencia paroxística (la guerra)— no tiene institucional, violencia estructural y violencia 111
una traducción exacta en nuestra tipología, simbólica—.
aunque en parte queda recogida en la violencia
colectiva.
Morrison et Defining Violence. The Su distinción entre violencia ritualizada, realista
al. (1999) Search of Understanding. y auténtica (actuality) equivale a nuestro pará-
Imbert (1992) Los escenarios de la vio- Imbert presenta una distinción de la violencia metro de forma: formal, representada (posible o
lencia. real, en su escala de gravedad, según si es cor- fantástica) y real, respectivamente.
poral, sexual o mortal, que hemos recogido al
referirnos a la violencia criminal. Ahora bien,
la distinción más genérica entre violencia real, Tisseron Enfants sous influence. De dicho autor, incorporamos la percepción neu-
representada y formal, la hemos recogido en el (2000) Les écrans redent-ils les tra (referida a la recepción).
parámetro de forma, que a su vez hemos relacio- jeunes violents?
nado tanto con el grado de ritualización de esta
violencia como con el parámetro de percepción.
59

Santa Bárbara «Towards a non-violent Incorporamos el grado de organización de la La estructura que adoptamos parte del modelo operativo del Consell de
(1994) society». Presented at violencia y su verificación en actos concretos, l’Audiovisual de Catalunya (CAC), que metodológicamente utiliza el del
Creating the future: Alter- que nosotros ubicaremos en el parámetro de Conseil Superieur de l’Audiovisuel (CSA) francés, el cual, por su parte, es una
natives to Violence. intensidad, alejados aquí también de la atribu- aplicación del índice Gerbner con una reformulación del índice DIG (por
ción numérica. ejemplo, el Consell de l’Audiovisual Català aporta nuevas definiciones opera-

59 En el capítulo dedicado a la investigación aplicada, se observará cómo en los focus-group las


categorías de análisis se han simplificado de cara a la observación entre el público infantil. Los criterios que
permanecen en la selección de las imágenes son: tipo de violencia, formalización e intensidad. En concreto,
el tipo de violencia se explica en dos subcategorías: física y simbólica (verbal y no verbal o cultural).
UN MODELO DE OBSERVACIÓN PARA EL ANÁLISIS DE LA VIOLENCIA EN TELEVISIÓN
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

tivas del concepto de secuencia violenta, al incluir también los antecedentes o no mostrar? ¿Nos debemos preocupar únicamente de la violencia explícita o
del acto). Dicho modelo se ha sometido internamente a revisiones posteriores también de la violencia simbólica normalmente latente en las relaciones inter-
que le han permitido aproximarse con mayor sensibilidad a un análisis cua- personales, los estilos de vida y los valores representados en muchos espacios
litativo.60 televisivos teóricamente no violentos?».61
Aun así, y pese a que nuestra perspectiva cualitativa nos exige esta inte- Aplicar una mirada cualitativa sobre categorías cuantitativas es un ejerci-
racción metodológica con la aproximación cuantitativa del CAC, no hay una cio que pedirá un trabajo en profundidad y, por lo tanto, continuidad. Inevi-
coincidencia de objetivos, puesto que los nuestros son marcadamente concep- tablemente, el análisis se ve invadido por interrogantes que deben ser ubica-
tuales y no estrictamente operativos. Del modelo original del CAC, entendido dos antes de buscar las respuestas. ¿Es suficiente referirse exclusivamente al
como un análisis de contenido que se basa en la presencia de indicadores criterio de etnia de los agresores y de las víctimas o, de acuerdo con nuestro
formales característicos, recogemos las cuatro categorías de análisis —identi- escenario multiétnico y plurinacional, debemos ampliar las categorías y ver
ficación del programa, de la secuencia, del acto violento, y características del qué connotan? ¿Dónde ponemos los límites de la ambigüedad de concep-
agresor y de la víctima—, ampliamos las subcategorías que dependen de ellas tos como defensa, provocación o percepción «positiva» ante hechos violentos?
y añadimos una quinta categoría fundamental: el contexto de la recepción. ¿Cómo reconocemos la violencia cultural cuando la hemos integrado insti-
Como ya ha quedado evidenciado, esta quinta categoría nos parece impres- tucionalmente? Y dentro de los mismos parámetros textuales, ¿en qué grado
cindible en el análisis de la violencia televisiva y sus posibles efectos sociales, la voz narrativa sugiere un punto de vista explícito o implícito? Algunos de
112 puesto que convierte en objeto de estudio la interacción misma entre todos los estos interrogantes están presentes en el trabajo de campo realizado con niños 113
participantes del discurso comunicativo. y niñas, quienes nos aportan, como se verá en el capítulo correspondiente,
Ahora bien, somos conscientes de que la perspectiva del análisis de la algunas respuestas e, incluso, posibles reformulaciones a nuestras preguntas
recepción es, por su particular fecundidad, difícil de encajar en métodos opera- como investigadores.
cionales. Aquí nace nuestra insistencia en participar conscientemente de cierta Para acabar, insistamos una vez más: la tipología que proponemos debe
elasticidad en las definiciones, que recogíamos en palabras de Quivy; elastici- servir como base de un modelo de análisis para revisar y ordenar los concep-
dad que nos ha permitido no sólo crear una quinta categoría en el esquema tos explícitos e implícitos en la descripción de la violencia televisiva, pero no
original, sino aumentar hasta 28 las 18 subcategorías iniciales y ampliar las es una clasificación cuya finalidad resida en la estricta cuantificación de la
consiguientes subacepciones y revisar su articulación en los casos más signi- violencia. El nuestro es un ejercicio más próximo a la identificación y adje-
ficativos del ejercicio cuantificador —tal y como hemos apuntado más arriba, tivación de síntomas que a su medición. De hecho, a lo largo de estos años
eludimos de los parámetros de intensidad y gravedad los valores numéricos, hemos ensayado el modelo con estudiantes de diversas procedencias y con
con los niveles alto (3), medio (2) y bajo (1)—. alumnos de primaria (Aran y Rodrigo, 2013), en un trabajo que requiere con-
Como señalan Alejandro Perales y Begoña García, la lectura de los diferen- tinuidad, sobre todo desde el análisis de la recepción.62 Este proceso de revi-
tes estudios dedicados a cuantificar la presencia del fenómeno de las parrillas sión continuada (Aran, 2008; Aran y Rodrigo, 2012) es deseable que cuente
de programación pone encima de la mesa muchas cuestiones que sólo pueden con nuevas aportaciones de otros investigadores que lo vayan contrastando
ser resueltas tras una reflexión previa. «¿Nos debemos preocupar únicamente y enriqueciendo.63
de la violencia fáctica o también de la violencia verbal, muy presente en los con-
tenidos televisivos de cualquier género? ¿Nos debemos preocupar únicamente
de la violencia en la ficción o también en la contenida en los informativos, 61 Perales y García Nebreda (1998: 48).
en los documentales o en los reality shows, donde la coartada de la realidad 62 La mayoría de ensayos con estudiantes universitarios se han hecho durante cursos monográficos y
universidades de verano, por lo que agradecemos la colaboración del gran número de estudiantes que han par-
parece liberar de la necesidad de cualquier reflexión sobre aquello que se debe ticipado de forma anónima (Aran URL, 2006, 2005, 2004, 2003, 2002, 2001, 2000; Universitat de Girona, 2001).
63 Agradecemos especialmente las aportaciones que nos hicieron las investigadoras Virginia Villa-
plana y Begoña Siles al invitarnos a ensayar conjuntamente la aplicación práctica de nuestra tipología en
60 No sólo desde el CAC sino a iniciativa suya, el Fórum de Personas de Entidades Usuarias del el I Seminario Violencia contra las Mujeres, Justicia y Medios de Comunicación (ensayo con los asistentes
Audiovisual ha aplicado criterios cualitativos al tipo y formalización de la violencia en el díptico «Televisió i a partir de la Conferencia inaugural de Aran: «La violencia en el discurso televisivo: las convenciones de la
famílies: la senyalització de programes televisius» (y más indirectamente en documentos posteriores como el realidad y la ficción». Facultad de Ciencias Sociales y Jurídicas, Universidad Cardenal Herrera CEU. Valencia,
díptico «Televisió i família. Recomanacions» y el material «Activitats per a debat». CAC. Fòrum de les PEUA, 19 de noviembre de 2002). Desde una perspectiva complementaria, nos parecen interesantes los trabajos de
septiembre 2006). Fernández-Villanueva et al. (2008), Fernández-Villanueva, Revilla y Domínguez (2011).
UN MODELO DE OBSERVACIÓN PARA EL ANÁLISIS DE LA VIOLENCIA EN TELEVISIÓN
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

Modelo de observación desarrollado 10. Gravedad (relacionada con el parámetro forma)


• criminal • no criminal
a) Identificación del programa  • violencia corporal: golpes y heridas inten- • suicida: suicidios y tentativas
Parece pertinente ampliar el abanico de programas posibles más allá de la consideración cionados • accidental
tradicional de ficción.  • violencia sexual: violaciones • psicológica o moral 
1. Formato/registro/género • violencia mortal: crímenes, asesinatos,
Formato (según la estructura narrativa de los contenidos y la estructura de la producción):  envenenamientos
• películas: obras cinematográficas emitidas • informativos diarios  El concepto de criminalidad es a menudo más difuso de lo que se piensa, entendido como vio-
por televisión  • informativos no diarios  lación de las normas morales (véase el parámetro 14, percepción) o bien como actos o compor-
• telefilms: por películas producidas expresa- • entretenimiento  tamientos sancionados por el código penal. En este sentido, la violencia psicológica o moral es
mente para la televisión  • híbridos: combinación mixta de paráme- un aspecto que suscita todavía mucha controversia. 
• series: episodios periódicos de programas tros, como *testimoniales *guionizados o
producidos para la televisión incluidas las *docushows.  c) Identificación del acto violento
telenovelas • programas especiales: acontecimientos 11. Tipo
• programas infantiles  mediáticos  • violencia privada • violencia cultural y estructural: acciones
114 • dibujos animados • otros – contra uno mismo perjudiciales resultantes de la forma cómo 115
Registro  – contra terceros piensa la sociedad, de los valores con-
• dramático • informativo/ tecnocientífico • violencia colectiva vencionales y de las prácticas cotidianas.
• cómico  • artístico/creativo • violencia institucional: acciones perjudicia- Ejemplo: discriminaciones por razón de
Género  les de las instituciones sociales que pueden sexo, etnia, etc., aceptación de desigualda-
• aventura  • western • social y político • documental obstruir el desarrollo del potencial humano. des como la pobreza...
• comedia • fantástico • bélico • otros Ejemplo: guerras.
• romántico • terror ciencia ficción • histórico 12. Forma
• musical • suspense ritual (juego o burla) / no ritual y/o no verbales
2. Público destinatario  • violencia real • violencia representada
Está en relación con los criterios de programación y las franjas horarias. Hay que distinguir entre: • física: asalto físico directo • física: asalto físico directo
• público implícito: a quien se dirige el programa (target preferencial) • simbólica: signos verbales • simbólica: signos verbales y /o no verbales
• público real: quien ve el programa (basándose en audiencias y otras fuentes)  • violencia formal: códigos propios del len-
3. Nacionalidad de la producción  guaje audiovisual en cuanto al discurso
4. Año de la producción  La forma tiene aspectos a compartir con la percepción, incluso en su acepción formal (por ejemplo,
5. Contexto/periodo histórico que presenta  haría falta observar si hay un punto de vista explícito o implícito en la misma narración, evidenciado
6. Duración del programa  o no en la figura del narrador). 
7. Número de secuencias violentas identificadas en el programa  13. Motivación
instrumental (medio) / expresiva (fin) • reactiva: actos cometidos en defensa pro-
b) Identificación de la secuencia  • intencional pia o de algún otro personaje como res-
8. Duración • proactiva o endógena: actos cometidos por puesta a un ataque previo
Cuantificación del tiempo de la secuencia violenta entendida como unidad narrativa. voluntad propia sin provocación previa con • no intencional (accidental): debida al azar
9. Intensidad provocación: se incluyen actos de castigo o al error humano y tecnológico 
Verificación de los actos violentos segundos sean: Deberíamos de ser cautos ante la ambigüedad de conceptos como voluntad propia o defensa de
• fácilmente identificables (por ejemplo, explícitos en el campo visual) alguien ante un ataque previo, puesto que intervienen valoraciones subjetivas, presiones grupa-
• sutiles (por ejemplo, no explícitos en el campo visual) les y códigos de honor particulares (también convenciones de género). 
UN MODELO DE OBSERVACIÓN PARA EL ANÁLISIS DE LA VIOLENCIA EN TELEVISIÓN
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

14. Percepción 25. Nivel socioeconómico


Entendida como parámetro social. Es un parámetro que puede limitarse al mensaje televisivo • elevado • medio • bajo
(intratexto, y, por lo tanto, a relacionar con aspectos formales) o como percepción propia y, en Que se debería cruzar con el parámetro 26 
principio, no inducida, del receptor (extratexto). 26. Nivel cultural
• negativa (se percibe el acto como malo) • elevado • medio • bajo
• positiva (se percibe una finalidad noble)  27. Participación en los actos violentos
• neutra • individual
15. Consecuencias/Penalización  • grupo 
• no se muestran o no se hace alusión a las consecuencias del acto violento 28. Rol (según el rol de los implicados)
• se muestran o se mencionan las consecuencias del acto violento • protagonista • otras
16. Regulación • antagonista • sin determinar 
Entendida como parámetro institucional (como monopolio de la fuerza legítima, aunque hay • personaje habitual
otras instituciones reguladoras, como la Iglesia, la escuela, etc.). 29. Presencia formal
• violencia ilegítima • violencia legítima • promovida por el Estado • real (mundo real) • animación
• sancionada por el Estado • amparada por el Estado • representada • real (mundo posible)
116 17. Medios • real (mundo posible) • fantástica (mundo irreal)  117
• sin armas • con armas • objetos contundentes • fantástica (mundo irreal)
• verbal • armas de fuego • otras (veneno...)  30. Contexto de la recepción 
• con el propio cuerpo • armas blancas Este parámetro se ha planteado en los apartados anteriores, pero merece una investigación en
18. Grado de organización profundidad, tanto si entendemos el contexto de la recepción desde un punto de vista inme-
• organizado intelectualmente • desorganizado diato (hogar, escuela...; en soledad, en compañía...) como desde una perspectiva más amplia
• mediada tecnológicamente (condicionamientos culturales, sociales, conocimiento del propio medio televisivo y de sus
19. Escenario estrategias; mecanismos de identificación como la empatía o la proyección; percepción subjetiva
• doméstico • barrio (pandilla...) • institucional de la nobleza del acto; consideraciones sobre la espectacularización de la violencia, etc.). 
• escolar • laboral • otras
• calle

d) Características del agresor/a y de la víctima


20. Género/sexo
• masculino • animal • otros
• femenino • sin determinar • mixto (grupo)
21. Orientación sexual
• heterosexual • bisexual • otros
• homosexual • no definida
22. Edad
• niños • ancianos • otros
• adolescentes • sin determinar • mixto (grupo)
• adultos
23. Etnia (según la etnia de los implicados) 
Que se debería cruzar con el parámetro 24 
24. Nacionalidad (parámetro que puede partir de criterios diferentes)
Capítulo vii
Infancia, violencia y televisión.
Los espacios informativos y los imaginarios
de la violencia en los niños y adolescentes 64

119

E
n este capítulo —que cierra el estudio La violencia en la mirada— se presen-
tan las aportaciones y resultados obtenidos en el proyecto de investigación
INVIOTEL (Infancia, violencia y televisión) realizado en España entre 2006
y 2008. Tal vez se trate de un capítulo algo redundante con algunas ideas expues-
tas a lo largo del libro, pero creemos que aporta algunos datos e ideas sugerentes.
La presencia de imágenes de violencia en la televisión y su posible incidencia
en la población infantil es objeto de preocupación permanente en muchas socie-
dades. El proyecto INVIOTEL tiene como objetivo acercarse a la percepción que
los niños y preadolescentes tienen de los conflictos actuales mediante los infor-
mativos televisivos. Dicho de forma más precisa: la finalidad de este proyecto ha
sido el conocer cómo los niños de 7-8 años, por un lado, y los de 12-13 años, por
otro, perciben y usan las imágenes de violencia que aparecen en los informativos
televisivos destinados al público adulto y al infantil. Hemos realizado una aproxi-
mación a los imaginarios infantiles y a la incidencia que pueda ejercer en éstos la
narración de los hechos violentos en los espacios televisivos.
El estudio de la relación entre la infancia y la violencia en televisión es complejo
y difícil. Reclama una estrategia metodológica más sofisticada de la que se estila en
la mayoría de investigaciones sobre el tema. Por este motivo, y teniendo en cuenta
los resultados obtenidos en investigaciones anteriores, optamos por una combi-
nación de herramientas cualitativas y cuantitativas (Busquet et al., 2003). Hemos

64 El proyecto INVIOTEL ha sido financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia (Plan Nacional
I+D+I, 2004-2007). Han participado en la realización de esta investigación los siguientes autores que también
son coautores de este capítulo final: Jordi Busquet, Miquel Rodrigo, Sue Aran, Daniel Aranda, Francesc Bara-
ta, Manuel Garrido, Pilar Medina, Silvia Morón, Rosa-Àuria Munté, Pedro Reinares, Alejandro Perales, Sonia
Ballano, Laura Ruano y Anna Estrada.
INFANCIA, VIOLENCIA Y TELEVISIÓN. LOS ESPACIOS INFORMATIVOS Y LOS IMAGINARIOS DE LA VIOLENCIA
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

apostado por un proceso de triangulación metodológica que permite una mayor Algunas veces, se pone el acento en la relevancia que el consumo de la televi-
comprensión de los usos sociales de la televisión en el ámbito familiar y profundi- sión puede tener en la construcción de la violencia, especialmente en el caso de la
zar en el conocimiento de cómo el público infantil percibe la situación del mundo infancia. Sin embargo, hay que tener en cuenta dos premisas. En primer lugar, hay
actual a través de los espacios informativos de la televisión. que señalar que los niños no son los mayores consumidores de televisión, como en
ocasiones podría parecer. En segundo lugar, es importante considerar cómo el uso
de la televisión se ha modificado con la llegada de nuevas tecnologías y nuevas pan-
1. La fase exploratoria tallas: internet, chats, videojuegos, etc. También es importante recordar que, como
sucede con cualquier otro medio, el uso de la televisión va variando a lo largo de
En la primera fase exploratoria del estudio se distinguen dos momentos impor- circunstancias personales del sujeto y a lo largo de su evolución.
tantes. En primer lugar, la revisión de la literatura especializada sobre el tema para Al respecto del significado de la televisión, los investigadores de la comunica-
elaborar un estado de la cuestión (Rodrigo et al., 2008). En segundo lugar, la realiza- ción dejan claro que los medios construyen representaciones que pueden tener
ción de una serie de entrevistas exploratorias que permitieron conocer mejor cuál una cierta repercusión social. La producción simbólica de los medios de comu-
era la impresión de los expertos o profesionales del tema en el momento espe- nicación los hace ser uno de los principales constructores de representaciones
cífico en que se realizó el estudio. Mientras que el estado de la cuestión permite públicas de distintos fenómenos sociales. Los medios no sólo etiquetan y enmar-
conocer los distintos enfoques y teorías que se manejan en el debate académico, can acontecimientos, sino que también construyen representaciones a través de
120 las entrevistas exploratorias proporcionan información sobre los aspectos que la información, de la ficción y de la publicidad. 121
pueden pasar desapercibidos durante el proceso de investigación y que no han También se acepta que la violencia forma parte del contenido de los medios,
sido tratados en la literatura existente. tanto en la información (Barata, 2003), como en el entretenimiento66 y la publi-
cidad67 (Garrido, 2003; Perales, 2003), y en los géneros híbridos (Aran, 2003). La
1.1. El Estado de la Cuestión aparición de violencia en los informativos televisivos es una constante. Su inten-
sidad, duración y características, en general, variarán según los acontecimientos
Aunque no todas las investigaciones hacen alusión explícitamente a ello, parece del día y de la política comunicativa del medio.
claro que la violencia es un constructo social y, como tal, debe ser enmarcado Es importante señalar que pese al discurso de preocupación al respecto de la
en un contexto histórico cultural determinado (Rodrigo, 2003). En España, por influencia de los medios en la construcción de la realidad, la mayoría de los estu-
ejemplo, la violencia doméstica ha pasado de ser un asunto privado, con una visi- dios realizados sobre consumo de televisión consideran que, salvo circunstancias
bilidad pública muy reducida, a convertirse en un escándalo público y un delito excepcionales, los sujetos analizados han adquirido una competencia comunica-
perseguido de oficio. tiva que les permite, por ejemplo, diferenciar los géneros televisivos, los tipos de
Por ello, para comprender las dimensiones y las características de los fenómenos violencia que aparecen en la televisión y el significado que hay que dar a cada
violentos hay que enmarcarlos en un contexto social concreto. Pero no siempre esta tipo de violencia (Albero, 2006). También se da una competencia general entre
circunstancia es explicitada en las investigaciones; en ocasiones porque se acepta los sujetos analizados en el reconocimiento de determinados tipos de situaciones
como axioma implícito o como corolario de la aproximación. Esta delimitación de y de las actividades que socialmente son definidas como violentas.
la violencia no impide reconocer la existencia de pulsiones innatas de agresividad en
el ser humano. Sin entrar en la clásica dicotomía entre naturaleza o cultura, hay que 1.1.1. Sobre la noción de «efectos»
apuntar que la tendencia, a partir del desarrollo del pensamiento complejo (Morin, En relación con la televisión, en particular, y con los medios de comunicación, en
1997), es asumir las contradicciones no excluyentes. Así pues, se puede aceptar que general, uno de los principales lugares de confrontación científica son los efectos
—in sua esfera, in suo ordine— tanto la naturaleza (lo instintivo e innato) como la de la violencia. En primer lugar, existe dificultad en definir los «efectos». Hay
cultura (lo aprendido y socializado) intervienen en los comportamientos violentos.65

66 En determinados programas de ficción, películas bélicas, etc., la violencia también aparece de forma
65 Las aportaciones de Norbert Elias (1987), quien contempla, al mismo tiempo, los factores culturales inevitable.
y los factores biológicos, son claves para entender un mayor autocontrol de la agresividad humana durante 67 Garrido (2004: 297): «La violencia representada en los spots es, en su mayoría, directa, física, real,
el proceso de civilización. sin provocación previa, y edulcorada con humor».
INFANCIA, VIOLENCIA Y TELEVISIÓN. LOS ESPACIOS INFORMATIVOS Y LOS IMAGINARIOS DE LA VIOLENCIA
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

autores que prefieren hablar de influencia; de esta forma pretenden desmarcarse la misma manera. ¿Existe una violencia legítima o legitimada? ¿Se puede hablar
de la mirada conductista de estímulo-respuesta en sus investigaciones. También de una violencia justificada o justificable? Aun cuando los investigadores suelen
la causalidad de la violencia mediática es puesta en duda por determinados auto- posicionarse en contra, implícitamente, de la violencia física y en ocasiones de
res, mientras que otros, aunque con cierta prudencia, la defienden. No hay, pues, la psicológica (la estructural y la simbólica no siempre son tenidas en cuenta), de
acuerdo en si la violencia en televisión produce mayor violencia en los individuos acuerdo con los relatos sobre la violencia, ésta puede tener, para los espectadores,
y en la sociedad. Si bien no hay investigadores que nieguen la influencia de los una cierta justificación.68
medios, lo que no está claro es en qué grado la ejercen. Algunos autores apuntan Por último, en esta misma línea, hay que señalar que no hay acuerdo en cuáles
que la influencia puede ser muy importante, mientras que otros discrepan en ello. son las fronteras éticas de la violencia. ¿Por qué y hasta dónde estamos ante una
El planteamiento que hace algún autor es que, aunque la influencia sea mínima, violencia legítima o justificada? Por ejemplo: ¿cuándo se puede hablar de legíti-
hasta qué punto el hecho de que pueda afectar a muy pocas personas no deja de ma defensa (no en sentido jurídico sino de percepción social)? ¿Es aceptable la
tener graves consecuencias. violencia como un mal menor que pretende prevenir un mal mayor? ¿Es legítima
A la hora de determinar la influencia de un tipo de programa concreto sobre la violencia preventiva?
un segmento de la audiencia determinado se suele aceptar que entran en juego
múltiples variables. Dichas variables hacen referencia al contenido del mensaje: 1.1.3. Sobre la noción de infancia
aquí se está de acuerdo en que no tiene la misma influencia la violencia real que En relación con la infancia, aun cuando pueda haber un acuerdo sobre la pro-
122 la violencia ficcionada. Incluso en esta última también puede haber diferencias tección de la misma, el desacuerdo se centra en el grado de indefensión o vulne- 123
según el realismo o la irrealidad de la violencia representada. También puede rabilidad que se les atribuye a los/as niños/as (véase el capítulo V). Esto estaría
haber variables contextuales, que habitualmente no se tienen en cuenta. Puede evidentemente relacionado con la concepción que se tenga de la infancia y de sus
haber momentos en que la sensibilidad social hacia la violencia, por un estado competencias comunicativas. Por nuestra parte, siguiendo a Prout y James (1999:
de opinión mayoritario, sea mayor que en otros momentos. Está claro que en la 97), que hablan de un «nuevo paradigma de la sociología de la infancia» de matriz
audiencia, por muy concreta que ésta sea, intervienen distintas variables sociales: construccionista, consideramos a los niños y las niñas como sujetos activos que
edad, género, clase social, cultura, familia; y distintas variables personales: carác- tienen sus propios intereses (intereses que no tienen por qué coincidir con los del
ter, antecedentes de agresividad y experiencias personales. En este punto hay que resto de adultos que los rodean). Se comprende la niñez no como una época de
decir que parece haber un cierto acuerdo en que es difícil determinar la incidencia tránsito y de formación, sino como una etapa que tiene un valor en sí misma:
de cada una y de cómo actúan en conjunto todas estas variables. no como un estadio preparatorio, sino como un componente de la estructura de
Por último, hay que aceptar que, de acuerdo con la situación actual de las la sociedad. Se habla de un niño muy capaz, co-constructor de conocimiento, de
ciencias de la comunicación, los resultados de las investigaciones sobre la violen- cultura y de su propia identidad. Un niño que aprende ejerciendo una actividad
cia en los medios son contradictorios (Trend, 2007). Hay una notable falta de con- comunicativa y cooperativa, construyendo los significados del mundo con los
senso en la comunidad científica relacionada con los efectos de la violencia que adultos y, por supuesto, con sus iguales. Un niño que ha de ser motivo de ocupa-
aparece en la televisión. No está claro cómo afecta a los individuos y a la sociedad ción y no de preocupación por parte de la sociedad y de la familia, y que necesita
la proliferación de la violencia en los medios. Veamos, pues, más detalladamente poder construir las leyes sobre el mundo que lo rodea acompañado de un adulto
algunos aspectos, más destacados, de este disenso. que dote a esas leyes de sentido, alejándolas de la arbitrariedad, facilitando la
diferenciación del placer personal en la construcción simbólica de la realidad.
1.1.2. Sobre la noción de violencia
El primer punto de desacuerdo fundamental está en la propia noción de violen- 1.1.4. En relación con las cuestiones de método
cia. Dependiendo de qué definición se dé al término violencia, el desarrollo de las En cuanto al proceso investigador, las discrepancias entre autores también se pue-
investigaciones puede tomar rumbos muy distintos. En este sentido, reconocemos den encontrar en la metodología utilizada. Hay que reconocer que es notable la
la violencia como un constructo social bastante difícil de abordar (como se ha
visto con detalle en el capítulo I).
68 Es bien significativa la aceptación de la noción «violencia gratuita» (arbitraria, sin fundamento).
La valoración de la violencia es otro de los puntos de desacuerdo. La adjetiva- Este concepto pone de manifiesto que existe, por lógica, la «violencia no gratuita» (motivada, con fundamen-
ción de la violencia pone de manifiesto que no toda la violencia es valorada de to) e ignora el carácter expresivo y el valor simbólico de determinadas formas de violencia.
INFANCIA, VIOLENCIA Y TELEVISIÓN. LOS ESPACIOS INFORMATIVOS Y LOS IMAGINARIOS DE LA VIOLENCIA
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

dificultad de medir los efectos o la influencia de la violencia mediática. Además, También existe un consenso en considerar que la investigación de los efectos
cada método de investigación tiene ventajas y limitaciones. sociales de la violencia en la televisión debe arrostrar múltiples variables, no todas
La discusión sobre lo cuantitativo y lo cualitativo ha disminuido algo en las controlables, y que es difícil analizar su actuación en conjunto. Hoy por hoy, el
ciencias sociales, pero sigue siendo un debate abierto. Cada vez está más claro que mayor consenso es que no hay muchos acuerdos y sí, en contraste, muchos mitos
cada método da unas respuestas concretas y tiene determinadas posibilidades. La que hay que analizar a fondo.
polémica comporta inevitablemente a la confrontación de dos modos distintos
de plantearse el conocimiento científico. Esta disputa podría plantear una falsa
disyuntiva. La elección del método depende, lógicamente, de la naturaleza del 2. Las entrevistas exploratorias
fenómeno que se pretende investigar y del marco teórico que orienta la investiga-
ción. En la investigación de este equipo de trabajo se propone una combinación La entrevista exploratoria tiene un papel estratégico fundamental en la fase
de ambas metodologías. inicial del proceso de investigación. En este sentido, responde a una necesidad,
Una vez hecha una propuesta de definición y de clasificación de violencia, por parte del investigador, de conocer de primera mano algunos aspectos rela-
hay que plantear cuáles son los indicadores de la violencia en los relatos o en las cionados con su ámbito de estudio, aspectos que pueden guiar (o reorientar) sus
conductas analizadas. En la operativización de los indicadores de la violencia, lecturas de referencia y que pueden serle de gran utilidad a la hora de diseñar
muchas veces se acaba haciendo una definición simple y operativa dada la difi- la metodología y, en especial, el trabajo de campo de su proyecto de investiga-
124 cultad de la recogida de datos. Quizás el mayor problema es que algunas de estas ción.69 Su carácter «no estructurado» comporta ciertos riesgos, ya que los resul- 125
simplificaciones no reflexionan sobre la simplificación realizada. tados son bastante imprevisibles y ciertamente heterogéneos (lo que dificulta
la realización de un análisis sistemático). No obstante, tiene ventajas respecto
1.1.5. Conclusión a otras técnicas de recogida de información, como los cuestionarios, debido a
Determinados estudios ponen de manifiesto que el aumento de violencia en la que en las fases iníciales de un proyecto es importante recoger información
sociedad y en el individuo está relacionado con el aumento de aparición de esce- sobre aspectos de muy amplia diversidad y de carácter abierto y subjetivo. En
nas de violencia en la televisión. Pero también hay investigaciones que cuestio- este sentido, la entrevista exploratoria pretende recoger percepciones, opinio-
nan dichas correlaciones. Quizás se podría acordar que los fenómenos complejos nes, dudas, problemáticas, etc. a las que se han enfrentado otras personas, con
no suelen aceptar explicaciones monocausales y que, como ya hemos apuntado el objetivo —por parte del investigador— de aprender de la experiencia y los
anteriormente, en este fenómeno intervienen múltiples variables. conocimientos de otras personas y aplicarlos en su propia investigación.
Como no podía ser de otro modo, dado el carácter dialéctico de la ciencia, hay Para el estudio actual, se realizaron 14 entrevistas exploratorias: 8 en
más puntos de disenso que de consenso. Pero, a modo de conclusión, podríamos Barcelona, 4 en Madrid y 2 en Sevilla. Las personas entrevistadas procedían
recordar, básicamente, los puntos de acuerdo más significativos de este estado de distintos ámbitos institucionales: profesores e investigadores; expertos en
de la cuestión. Si bien hay acuerdo en la concepción de la violencia (la violencia comunicación y periodismo; educadores, maestros y técnicos en educación;
como constructo), no lo hay en su definición (qué es violencia y qué no) ni en personas del ámbito de la psicología y de la medicina expertas en adicciones;
cuáles son sus límites éticos. Se considera, por otra parte, que la infancia es un representantes de asociaciones de padres y madres y de asociaciones de usuarios
constructo social y que merece una especial protección. Sobre la televisión, se de la comunicación.
acepta que influye, en general, en los telespectadores, pero no está clara cuál es
exactamente su influencia y hay un notable desacuerdo sobre si es la responsable
de la violencia social. Hay también un consenso en que el uso de la televisión
varía según la edad y con la aparición de nuevas pantallas, pero faltan nuevos
estudios al respecto. Se suele aceptar que la violencia forma parte del contenido
de los medios y que en sus relatos se construyen representaciones sociales de
la violencia. Para concluir, no hay duda en que, salvo casos excepcionales, los
69 Para la realización de las entrevistas exploratorias hemos hecho referencia a las recomendaciones
telespectadores diferencian, en los discursos mediáticos, la violencia real de la llevadas a cabo por Quivy y Campenhoudt (2000) para utilizar de forma rigurosa la entrevista exploratoria
violencia ficcionada. como técnica cualitativa de recolección de información (Busquet, Medina, Sort, 2006: 139-140).
INFANCIA, VIOLENCIA Y TELEVISIÓN. LOS ESPACIOS INFORMATIVOS Y LOS IMAGINARIOS DE LA VIOLENCIA
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

Cuadro 1. Tipología de entrevistados 2.1. Análisis de contenido de las entrevistas exploratorias

GRUPO A: Profesorado universitario e investigadores de diferentes ámbitos (pedagogía, psicolo- En los siguientes cinco subapartados se identifican, a grandes rasgos, las principales
gía, comunicación audiovisual, sociología, etc.) aportaciones de los expertos consultados. Estos cinco puntos se corresponden, a su
GRUPO B: Programadores de televisión, expertos en contenidos audiovisuales, periodistas. vez, con cuatro problemáticas sociales en torno a la infancia, la violencia y la tele-
GRUPO C: Especialistas en adicciones, salud, etc. visión: la noción de infancia, la noción de violencia, la función de los medios de
GRUPO D: Educadores, maestros/as, técnicos en educación, etc. comunicación —en este caso de la televisión—, y los aspectos relacionados con el
GRUPO E: Representantes de asociaciones cívicas, usuarios de la comunicación y organismos contexto de recepción infantil —el papel de la familia y la mirada de los niños/as—.
reguladores del sector audiovisual.
2.1.1. Noción de infancia
La noción de infancia es un constructo social y, pese a que existe una cierta unanimi-
Los participantes en este análisis cualitativo fueron seleccionados atendiendo dad en cuanto a esta naturaleza de constructo social, existen ejes de debate abiertos,
a diferentes criterios: su ámbito de actividad, su pertenencia a organizaciones que alimentados constantemente por el desacuerdo. Constatamos, en este sentido, que el
«generan discurso» sobre el consumo televisivo por parte de los menores, su propia principal punto de discusión es el grado de indefensión o vulnerabilidad que, desde
experiencia en la toma de decisiones sobre lo que ven (sus) niños y niñas, su pro- la comunidad científica, se les atribuye a los niños y a las niñas. Algunos autores
126 ducción intelectual en este ámbito, etc. ponen el acento en el carácter frágil y vulnerable de la infancia y hacen saltar las 127
No es fácil separar las opiniones personales y las opiniones profesionales de las alarmas sobre la necesidad de proteger a los más pequeños ante la violencia en las
personas entrevistadas. Generalmente, el discurso de los profesionales entrevistados pantallas, existe un creciente número de científicos que destacan que los niños y
depende muy directamente de la condición profesional y de las preocupaciones niñas disponen de capacidades y conocimientos previos suficientes para decodificar
concretas que comporta su trabajo en el seno de una institución concreta. También y entender la imagen de violencia en un grado muy superior al que, por regla gene-
el estatus profesional y el grado de responsabilidad condicionan su mirada. ral, los adultos consideran. Asimismo, enfatizan la necesidad de ayudar y acompañar
al niño en su desarrollo.
Cuadro 2. Cuestiones para profesionales específicos Varios expertos entrevistados aseguran que los niños y niñas tienen capacidad
para detectar y discriminar estereotipos o dramatizaciones, y consideran que, muy
• Investigadores. Se plantean preguntas sobre metodología: ¿qué metodología han utilizado? a menudo, los adultos sobreprotegemos a los niños y niñas porque infravaloramos
¿Por qué? ¿Qué problemas han tenido en su aplicación? ¿Tienen experiencia en la realización sus capacidades. Por consiguiente, se insta a sustituir el proteccionismo de los niños
de grupo de discusión? por un acompañamiento de un adulto responsable, entendiendo que el consumo
• Profesionales de la pedagogía. ¿Qué papel tiene la violencia en el desarrollo emocional del televisivo familiar es fundamental para el desarrollo de los más pequeños.
niño? ¿Qué papel juega la televisión en este desarrollo? ¿Qué opinión tiene el entrevistado/a Es interesante contrastar esta opinión con la que tienen los expertos en el ámbito
sobre los tópicos que circulan sobre los efectos de la violencia de la televisión sobre los niños? de la programación infantil. En este sentido, la entrevista exploratoria realizada a Xavier
Reflexión sobre la diferencia entre cómo piensan los adultos que afecta la televisión a los niños Romero, responsable de contenidos del canal infantil K3, pone de manifiesto que la
y niñas, y cómo lo juzgan los especialistas. En cuanto a informativos: ¿Qué efectos consideran opinión mayoritaria de los programadores de contenidos televisivos infantiles conside-
que tienen los telediarios sobre los niños? ¿Distinguen realidad y ficción? ¿Qué imaginario del ra que un exceso de proteccionismo es negativo para el desarrollo de los más pequeños.
mundo les proyectan los informativos, si es que se considera que les proyecta alguno? Por este motivo, Xavier Romero considera que la presencia innovadora en TV3 de un
• Profesionales del mundo de la televisión: Se les pide que reflexionen sobre la violencia en espacio informativo destinado a los niños, el InfoK es una muestra de la necesidad de no
los informativos y sobre el público infantil como consumidor de telediarios. ¿Tienen presentes sobreproteger; de no evitar las situaciones de conflicto a la infancia, sino de ofrecerlas
a los niños como público de los telediarios? mediante un formato y una estructura del contenido que sea comprensible.
• Representantes de las instituciónes públicas: ¿Son partícipes de la marcada preocupación
social y política sobre la violencia que los niños ven por la televisión? En caso afirmativo, 2.1.2. Noción de violencia
¿cómo se concreta en la práctica?, ¿qué se hace desde el Estado o desde instituciones sociales?, Podemos decir que la noción de violencia tiene un carácter polisémico: mientras
¿qué propuestas concretas se llevan a cabo? unos ponen el acento en el carácter cultural, otros insisten en su carácter biológi-
INFANCIA, VIOLENCIA Y TELEVISIÓN. LOS ESPACIOS INFORMATIVOS Y LOS IMAGINARIOS DE LA VIOLENCIA
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

co inevitable; del mismo modo, mientras la mayor parte de estudios identifican de que intervienen muchas variables que pueden condicionar dichas influencias
claramente la violencia física, a menudo se olvida que existe una amplia tipología —contenido del mensaje, contexto social de la recepción o características socio-
de violencia que no puede permanecer ajena a la investigación científica; y, por demográficas de la audiencia—, pero no existe un acuerdo sobre si la violencia en
último, no están claras las fronteras éticas de la violencia. televisión produce mayor violencia en los individuos y en la sociedad.
Durante las entrevistas exploratorias realizadas, se ha puesto de manifiesto Joan Farres, profesor de la Universitat Pompeu Fabra (UPF) y coordinador del
un excesivo protagonismo de la violencia física en el relato de algunos expertos. grupo de infancia del CAC, se muestra prudente y constata el carácter ambivalen-
En este sentido, destaca la opinión de Pitu Buxó, coordinadora del Observatorio te de los informativos en televisión: «El hecho de que los informativos tiendan
Europeo de Televisión Infantil (OETI) y Gualbert Vargas, asesor pedagógico de la a abundar en noticias negativas podría dar lugar, en cierto sentido, a una lectura
misma institución. Ambos se mostraron totalmente en contra de la presencia de positiva, por cuanto se supone que estos programas informan sobre la excepción,
imágenes de violencia física en la televisión, por este motivo defienden la propues- sobre lo que se sale de lo común. Pero en realidad para el niño pueden contribuir
ta de TV3 de crear un informativo para niños: «Yo creo que los telediarios infanti- a potenciar lo que Neil Postman definió como la desaparición de la infancia, la
les son fundamentales para que los niños se creen una visión real del mundo, no pérdida de la inocencia, el acceso a todos los secretos de los adultos...»
tienen por qué aguantar la violencia, del mismo modo que no tenemos por qué Para Xavier Romero, responsable de contenidos del K3, constituye un error
aguantarla nosotros», manifiesta Buxó. A la pregunta de si descartar las imágenes pensar que la televisión tiene como objetivo formar a los niños: «Nos equivo-
de violencia o hacer informativos para niños que ofrezcan una visión más ama- caríamos si desde la televisión quisiéramos ocupar espacios o roles que no nos
128 ble de la sociedad puede derivar en una sobreprotección de la infancia que sería tocan. Lo explícitamente educativo tiene que ser para el aula, para la clase, para 129
negativa para su desarrollo, Vargas sostiene que «es una crítica muy sencilla que el maestro. Nosotros creemos que la manera en que podemos ayudar es creando
tiene una respuesta totalmente sencilla: hay muchas cosas que no son violentas producciones en las que el niño emocionalmente perciba; en las que, por decirlo
en la realidad y en la vida cotidiana y que no salen en la televisión». de alguna manera, se lo pase bien y entienda que aquello es interesante».
Sin embargo, la opinión del responsable de contenidos del K3 es que no Sin embargo, Agustín García Matilla, profesor titular y coordinador de las asig-
es positivo promover una actitud marcadamente proteccionista pero, de todos naturas de Producción Audiovisual de la Universidad Carlos III de Madrid, des-
modos, «hay que vigilar con algunas ideas que se pueden transmitir y que pue- taca la importancia educativa de la televisión. Él considera que cabría exigir una
den llegar a ser contraproducentes». Por este motivo, la estrategia adoptada por el mayor responsabilidad a los profesionales que realizan informativos, una mayor
InfoK pasa por evitar la imagen violenta de lo que, en su opinión, son «los temas conciencia ante el hecho de que algunos espacios por su hora de emisión cuen-
más polémicos como la violencia, la sexualidad y la adicción a las drogas». Sin tan con un significativo peso de audiencia infantil: «Por otra parte, los propios
embargo, encuentran especialmente relevante no eliminar estos conflictos en los medios deberían ser conscientes de que, aunque un programa no vaya destinado
informativos destinados a los niños.70 a los niños, no pueden cometer todas las tropelías que quieran. En el campo de
los informativos debería hacerse un tratamiento responsable».
2.1.3. El papel de la televisión Frente a la polémica sobre si la violencia emitida o proyectada por los
Es evidente que los medios constituyen uno de los principales constructores de medios de comunicación repercute en la concepción que el niño tiene sobre el
representaciones públicas de los distintos fenómenos sociales. En este sentido, mundo, la respuesta del OETI es sí, pero no es su función analizar cuáles son
podemos afirmar que los medios construyen representaciones que tienen una estos efectos: «Como observatorio, lo que nosotros hacemos es, precisamente,
cierta repercusión social y que la violencia es una de ellas. No existe, sin embar- observar, en el sentido de intentar saber qué se está haciendo», afirmó Gualbert
go, un acuerdo sobre qué tipo de efectos/repercusión/influencia puede tener la Vargas (OETI). Del mismo modo, sus consideraciones coinciden con los estudios
violencia emitida por los medios audiovisuales en los niños. Se acepta el hecho anteriores elaborados sobre que no existe un acuerdo sobre los efectos, reper-
cusiones o influencias que pueden tener los medios de comunicación en los
imaginarios de la violencia en los niños y adolescentes: «A través de la pantalla
70 «Consideramos que existen determinadas imágenes que le pueden crear una ansiedad porque no
es capaz de asimilarlas ni relacionarlas con otra serie de informaciones y de concepciones globales de la
ves cosas y estas cosas que ves transmiten —no sabemos en qué grado y de qué
sociedad y del mundo que le permita encajarlas y entenderlas. También nos parecía muy interesante, en el manera— pero transmiten, seguro, un determinado tipo de actitudes, de valo-
caso de los conflictos, mostrar siempre a la gente que trabajaba para solucionarlo. Se trataría, por tanto, de
eludir según qué imágenes, no con un interés de proteger, sino con un interés de ofrecer un producto que
res, contenidos. También, es necesario acotar mucho la franja de edad, no es lo
el niño sea capaz de entender». mismo tener 8 años y vivir en Barcelona, que tener 10 y vivir en Mozambique».
INFANCIA, VIOLENCIA Y TELEVISIÓN. LOS ESPACIOS INFORMATIVOS Y LOS IMAGINARIOS DE LA VIOLENCIA
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

Por este motivo, desde el OETI se considera que es necesario llevar a cabo una 3. La investigación cuantitativa: los análisis de audiencia
educación en medios de comunicación que enseñe a los más pequeños a leer las
imágenes: «Yo siempre parto de la base de que, ¿verdad que a nosotros nos han La hegemonía alcanzada por los análisis de medición de audiencias en el ámbi-
enseñado a leer y a escribir? Pero no nos han enseñado a mirar. Hay que enseñar to de la investigación comercial sobre medios de comunicación —consecuencia
a mirar y a partir de aquí comenzar a construir. Si les enseñas a interpretar y a lógica de las implicaciones económicas que se derivan de la comercialización de
ver lo que hay, entonces puedes entender mucho mejor su mirada del mundo, dichos medios como soporte publicitario— ha acabado por adquirir también una
porque ellos son los creativos». gran importancia en el campo de los estudios científicos. Un ejemplo es este capí-
tulo que, tal como hemos apuntado con anterioridad, recoge los principales resul-
2.1.4. Aspectos relacionados con la recepción. El papel de la familia tados de un análisis detallado del consumo televisivo de niños y niñas de entre 7
La doctora Núria García, profesora de la Universitat Autònoma de Barcelona y 12 años, basado en los datos proporcionados por el panel de audimetría71 que la
(UAB) y especialista en recepción audiovisual infantil, asegura que el papel de la empresa TNS Sofres realiza en España, reelaborando dichos datos más allá de las
familia es fundamental a la hora de estudiar los imaginarios de la violencia en segmentaciones estándar por cohortes de edad y franjas horarias proporcionadas
los niños y adolescentes. En este sentido, sostiene que «el consumo tecnológico por dicha fuente.
y, concretamente de televisión, es preferible que esté en un escenario central
de la familia, es una manera de controlar. Yo considero que el control sobre 3.1. Los espacios para el público infantil
130 los niños es un valor positivo, controlar no significa prohibir». Según explica 131
García, los más pequeños prefieren que el consumo televisivo sea un consumo Según TN Sofres (2007), el porcentaje de programación infantil sobre el tiempo
familiar y, en el caso concreto de los informativos, asegura que, de hecho, los total de emisión en las televisiones generalistas más significativo se registra en las
más pequeños consumen estos productos audiovisuales por obligación: «En las segundas cadenas de las televisiones públicas autonómicas como la andaluza C2A
investigaciones que he llevado a cabo se pone de manifiesto que las noticias (22,1%), la valenciana Punt 2 (25,9%) y la catalana K3-33 (27,3%). A escala estatal
constituyen un contenido aburrido para ellos, es decir, aquel contenido que Antena 3 (12,9%) supera al resto, incluida La 2 (9,4%); mientras que TVE-1 y Tele
el padre y la madre quieren ver y que al niño no le gusta, que incluso les da 5 se sitúan respectivamente en el 3% y el 3,8%. Esa escasa oferta de contenidos
miedo». Rosa Ruiz-Rozas López, editora de Noticias 1 de Canal Sur Televisión se para menores explica que buena parte de la audiencia infantil se concentre en
mostró totalmente de acuerdo con dicha tesis al constatar que el consumo de espacios de carácter genérico, denominados «familiares», o en programas para
informativos por parte de los más pequeños es un consumo involuntario, pro- adultos (García, 2004; Marta, 2005) y que a menudo exprese su preferencia por
pio de una decisión de los padres: «Mi percepción es que los niños no ven los este tipo de programas que no siempre son los más apropiados para el público
informativos porque no les interesan o porque todavía no les gustan o porque infantil (Busquet et al., 2006).
les pueden aburrir; esto no significa que no consuman informativos infantiles, Sin embargo, la especial trascendencia social y educativa de los hábitos de
porque son conscientes de que esos contenidos sí van dirigidos a ellos». audiencia televisiva de los niños ha propiciado un importante volumen de investi-
En este sentido, Núria García aseguró que el consumo televisivo familiar gaciones generalmente en el ámbito académico, tanto cuantitativas como cualitati-
constituye una excelente fuente de aprendizaje mutuo, «una manera de apren- vas, centradas en comprender cuál es la influencia del medio en ese segmento de la
der a hablar de la vida, de conocer las realidades sociales»; una opinión que población. La investigación que da origen a este capítulo se encuadra precisamente
comparte la editora de Noticias 1 de Canal Sur Televisión, al asegurar que «ellos en ese ámbito académico, aprovechando los datos proporcionados por la audimetría
hacen una interpretación de los elementos que ven a partir de los comentarios pero trascendiendo a su habitual utilización comercial y buscando conocer mejor y
que escuchan en ese momento en casa o de la gente que está a su alrededor». Esta de forma más precisa los hábitos de consumo televisivo por parte de los menores.
visión concuerda perfectamente con la advertencia del OETI de la necesidad de Los datos que se presentan a continuación sobre la medición de la audiencia
acompañar el consumo de los niños, según explica Gualbert Vargas: «Nosotros infantil, en definitiva, son una buena base para interpretar las conclusiones que
a los padres y madres les hablamos desde esta perspectiva de la responsabilidad
de acompañar al otro (al niño), igual que pedimos que los programas acompa-
71 El término niveles de exposición, utilizado en el contexto de esta investigación, ayuda a tener pre-
ñen y asuman la mirada del otro, o incluso, ya no la mirada del otro, sino que sente que la audimetría mide en realidad contactos teóricos o posibles entre la señal difundida a través de la
se asuma que hay alguien delante y que se intente entender quién es ese otro». pantalla y aquellas personas que se encuentran en su espectro de recepción.
INFANCIA, VIOLENCIA Y TELEVISIÓN. LOS ESPACIOS INFORMATIVOS Y LOS IMAGINARIOS DE LA VIOLENCIA
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

puedan obtenerse en relación con el uso del medio televisión y de sus contenidos se ha reducido a 226.000 en el año 2006. Sin embargo, si desagregamos los resul-
por parte de los menores —en fases posteriores del estudio— mediante la aplicación tados en los dos grupos objeto de estudio de este trabajo encontramos una de las
de técnicas de carácter cualitativo centradas en la realización de grupos de discusión primeras aportaciones relevantes. En efecto, hay un claro descenso de la audiencia
para recoger las opiniones de los niños y niñas. media de los niños de 7 a 9 años (de 130.000 a 101.000), mientras que la pérdida
es más suave en el grupo de edad de 10 a 12 años (de 132.000 a 126.000 de 2002
3.2. Características del análisis de la audiencia infantil a 2006) e incluso tiende a estabilizarse.
Si nos centramos en los minutos de visionado en función de los dos grupos,
El análisis realizado se propone describir los hábitos de audiencia de televisión de los resultados son muy diferentes entre sí y en relación con el consumo de los
los espectadores comprendidos en la cohorte de edad entre los 7 y los 12 años, dos grupos agregados: en su conjunto el grupo de 7 a 12 años mantiene estable la
ambos inclusive. Esta decisión se justifica fundamentalmente por coherencia con media de minutos de consumo televisivo diario (de 198 a 197 minutos por per-
el universo establecido para el estudio general, si bien debe considerarse también sona y día), como resultante de un claro descenso de la media de minutos diarios
el hecho de que la audimetría agrupa convencionalmente la audiencia para la vistos por el grupo de menor edad (de 197 a 184 minutos), mientras que aumenta
cohorte de 4 a 12 años y que, aun existiendo datos de audimetría a partir de esa en el grupo de 10 a 12 años (de 200 a 209 minutos).
edad mínima, diferentes trabajos de investigación coinciden en asegurar que los
datos procedentes de niños y niñas con una edad inferior a los 7 años no presen- 3.3.2. Resultados por franjas horarias
132 tan la fiabilidad adecuada (Brown et al., 1990; Valkenburg, 2000). Otra conclusión interesante es la que resulta de describir la evolución de la 133
Una vez delimitada la franja de edad a analizar, un análisis del comportamien- audiencia en función de las distintas franjas horarias. La franja horaria de mayor
to de consumo de cada una de las edades ha aconsejado su desagregación en dos audiencia para el perfil analizado es prime time (453.000 espectadores en 2006),
subsegmentos: de 7 a 9 años y de 10 a 12 años, ambos inclusive. seguida de la sobremesa (438.000), la tarde (307.000) y la mañana (190.000). De
Hemos aplicado nuestro análisis a la audiencia anual del quinquenio 2002- nuevo se observan diferencias evidentes si describimos los hábitos de audiencia de
2006, haciendo especial hincapié en la evolución de los datos a lo largo de ese forma desagregada. Así, el predominio es el mismo si nos centramos en el grupo
periodo. La consideración de la audiencia media en miles de espectadores y en de mayor edad (261.000 y 243.000 espectadores, respectivamente), mientras que
minutos vistos facilita la comparación, tanto desde el punto de vista global como en el caso de los menores de 7 a 9 años se registra una audiencia media práctica-
a la hora de segmentar los resultados por periodos diarios y semanales o por cade- mente similar en ambas bandas horarias, con un ligero predominio en todo caso
nas. Hemos obviado la segmentación mensual o por periodos del año, aun siendo de la sobremesa (193.000 y 195.000).
conscientes de la importancia del factor estacional en el consumo televisivo (y en Desde el punto de vista del consumo televisivo no se observan grandes dife-
su medición) por no complicar en extremo la presentación de los resultados de rencias, aunque gana peso el prime time frente a la sobremesa entre los espectado-
la investigación. res de 7 a 9 años.

3.3. Resultados descriptivos 3.3.3. Resultados por periodos semanales


Con respecto a la evolución de la audiencia media en función de los periodos
Es importante destacar que no es objetivo de este trabajo describir los hábitos de semanales, se ha producido un claro descenso de espectadores infantiles para el
las audiencias infantiles en función también de otras variables sociodemográficas conjunto analizado, tanto en días laborables (de 248.000 en 2002 a 213.000 en
distintas de la edad, como pudieran ser la clase social o el sexo, por razones funda- 2006) como los fines de semana (de 297.000 a 260.000), teniendo en cuenta que
mentalmente de (falta de) representatividad estadística. A continuación se recogen el consumo sube los sábados y domingos. También en este caso ello es debido en
y describen brevemente los hábitos de audiencia de los niños de entre 7 y 12 años. mayor medida a los más jóvenes (de 122.000 a 94.000) que a los del grupo de 10
a 12 años (de 125.000 a 119.000).
3.3.1. Resultados globales de la audiencia infantil Si analizamos los minutos vistos, las diferencias entre los dos subsegmentos de
El estudio constata que la audiencia experimentó un descenso paulatino en los edad son más evidentes. De lunes a viernes, la media diaria es prácticamente igual
últimos cinco años con la única excepción de 2004. Así, en el año 2002 había un en 2002 y 2006 (de 186 a 184 minutos por persona y día), si bien en el grupo de
total de 262.000 individuos de entre 7 y 12 años delante de la televisión, cifra que menor edad se produce un descenso acusado (de 184 a 170 minutos), mientras que
INFANCIA, VIOLENCIA Y TELEVISIÓN. LOS ESPACIOS INFORMATIVOS Y LOS IMAGINARIOS DE LA VIOLENCIA
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

en el de mayor edad el consumo no sólo no se reduce, sino que aumenta notable- En su conjunto las cadenas autonómicas vieron incrementarse su audiencia
mente (de 188 minutos a 197). Con respecto al consumo del fin de semana cabe infantil hasta 2004. Se registró una caída especialmente acusada en 2006 que afectó
concluir, al comparar los datos de los últimos cinco años, que el tiempo ha contri- sobre todo al segmento de edad entre 7 y 9 años, que también fue más afectado en
buido a diferenciar el consumo en función de la edad. Si bien en el año 2002 ambos el caso de la media de minutos vistos.
grupos presentaban consumos de televisión similares en sábado y domingo (231 Obviamente, el comportamiento de las diferentes cadenas no es uniforme, y en
minutos), en 2006 el consumo en el grupo de 7 a 9 se ha reducido (221minutos), algún caso puede cambiar esa tendencia. Sin entrar en mayores detalles, puede afir-
mientras que en el de 10 a 12 ha aumentado (238 minutos). marse que la segunda cadena catalana, K3-33 (en consumo televisivo), y la segunda
cadena andaluza, C2A (en audiencia media), son las que dominaron sobre el resto.
3.3.4. Resultados por cadenas Para concluir este recorrido en la evolución de las audiencias infantiles nos cen-
En la descripción de las audiencias infantiles en función de las diferentes cadenas tramos en las cadenas temáticas cuyos resultados se pueden considerar claramente
de televisión, además de considerarse su media de audiencia y de minutos vistos, se favorables dentro de sus niveles de audiencia todavía reducidos. Así, la audiencia
ha tenido en cuenta también su cuota de pantalla o share en relación con el resto. media de niños de 7 a 12 años ha aumentado de 11.000 a 37.000, y el incremento
No se presentan para ellas, sin embargo, resultados sobre cómo se reparte la audien- es prácticamente similar si se analizan de forma desagregada los datos en los dos
cia infantil en función de la banda horaria o del día de la semana, porque dichos rangos de edad que reporta este trabajo. Es destacable que el claro aumento de
datos no tendrían la adecuada representabilidad estadística al partir de muestras de cuota de las cadenas temáticas (pasaron de un 4% a un 17% de share en tan sólo
134 un tamaño reducido. cinco años) no se refleja en un aumento de la media de minutos vistos: en el año 135
Se constata la tendencia de TVE1 con respecto a los tres indicadores descritos. Es 2002 era de 118 y en 2006 se repite el dato.
evidente que desde el año 2002 la audiencia, cuota de pantalla y media de minutos
consumidos ha experimentado un progresivo descenso hasta los niveles mínimos 3.4. Conclusiones
actuales. Así TVE1 ha pasado de una audiencia de 49.000 niños de 7 a 12 años en
2002 a 26.000 en 2006. Es relevante que este descenso se produzca de forma práctica- El análisis del consumo infantil de televisión debe enmarcarse en un contexto gene-
mente proporcional entre los dos grupos de edad analizados. La homogeneidad tam- ral de estabilidad de ese consumo para el conjunto de espectadores. Los datos de
bién se refleja en la evolución de la media de minutos vistos, que es prácticamente audimetría registraron crecimientos moderados que reflejaron la inelasticidad de la
constante de forma global (se pasa de 57 a 42 minutos) y de forma desagregada entre demanda si se comparan con el extraordinario incremento de la oferta televisiva, y
los dos grupos (en ambos perfiles la audiencia desciende unos 15 minutos en 5 años). que explican a su vez la progresiva atomización de las cuotas de mercado.72
Tampoco Telecinco presenta resultados favorables en la evolución de la audiencia En ese contexto, el consumo infantil (entendido como el que mantienen los
de niños de entre 7 y 12 años. Ha perdido 18.000 niños en cinco años, pasando de niños y niñas entre 4 y 12 años) presentó cifras discretas y de evolución claramente
48.000 en 2002 a 30.000 en 2006. Esta reducción es prácticamente proporcional entre decreciente que suelen asociarse tanto a su menor disponibilidad temporal como a
los dos grupos de edad y se evidencia también en sus correspondientes cuotas. Con la competencia de las otras pantallas (internet, videojuegos, móviles).73 Cifras que
respecto a la evolución de la media de minutos vistos en esta cadena, se puede concluir mantenian asimismo la tendencia a la baja desde finales de la década anterior (el
que la misma ha perdido en cinco años unos 13 minutos y que la reducción es bastante consumo televisivo infantil fue de 158 minutos en 1999 y de 140 en 2006) y en las
similar entre el grupo global (7 a 12 años) y los dos grupos de edad específicos. que generalmente basan sus hipótesis explicativas los estudios e investigaciones en
Antena 3 es la única cadena generalista que en el período analizado consiguió este ámbito.
mantener más o menos estable la audiencia media de niños y niñas de entre 7 y 12 Los datos de este trabajo indican, sin embargo, que esta afirmación sobre el bajo
años. Esta cadena tenía en 2002 una audiencia media de 66.000, que pasaron a ser consumo televisivo de los menores habría de matizarse, ya que mientras efectiva-
63.000 en 2006. Con respecto a la cuota, ésta mejoró 3 puntos porcentuales para el mente se produjo un claro descenso del mismo en el grupo de 7 a 9 años, aumentó
global de la audiencia infantil, pasando a ser del 28% en 2006, y 4 puntos para el
grupo de 7 a 9 años (llegando al 27%). Si comparamos cómo evolucionó la media
de minutos vistos, de nuevo se observan cambios al alza (de 69 a 76 minutos por 72 Los datos conocidos a cierre de 2007, que reflejan un record de consumo televisivo (223 minutos
por persona y día) a causa de factores coyunturales no invalidan esta interpretación estructural.
persona y día), que afectan tanto al rango de edad de 7 a 9 años (de 66 a 73 minu- 73 Las investigaciones de mercado comienzan, no obstante, a vislumbrar el hábito entre menores y,
tos) como al de 10 a 12 años (de 71 a 78 minutos). sobre todo, jóvenes de la exposición simultánea a las diferentes pantallas.
INFANCIA, VIOLENCIA Y TELEVISIÓN. LOS ESPACIOS INFORMATIVOS Y LOS IMAGINARIOS DE LA VIOLENCIA
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

en el grupo de 10 a 12 años (de 200 a 209), en el que además presenta niveles simi- el mismo han sido muy cuestionadas por las organizaciones de padres, de
lares al registrado por los espectadores situados en los segmentos medios de edad infancia y de telespectadores.
(196 minutos en 2006 para la cohorte de 25 a 44 años). En cuanto al consumo televisivo infantil de los menores durante los fines de
Si atendemos a la audiencia media, ésta desciende en mayor medida entre los semana, que cuenta con un promedio mayor que el registrado en los días labo-
menores de 7 a 9 años que entre los de 10 a 12 años. rables, el Código de Autorregulación sólo establece la protección reforzada por la
mañana, de 9 a 12 horas, y queda la tarde sometida únicamente al horario legal.
3.4.1. Consumo por franjas horarias Todo lo anterior dibuja un perfil de clara inadecuación entre los espectadores
Por franjas horarias, el prime time y la sobremesa son los momentos del día que menores de edad y la oferta televisiva. Hay sin duda una importante responsa-
concentraron mayoritariamente la audiencia infantil, por delante de la mañana o bilidad de los padres, especialmente en lo que concierne al visionado televisivo
la tarde que suelen concentrar, cuando existe, la oferta específica para los meno- nocturno, pero no es menos cierto que las cadenas se aprovechan y promueven
res. Para los espectadores entre 7 y 9 años, las diferencias entre ambos periodos esa situación ubicando más allá de las 22 horas «programas con niños» mezclados
horarios son muy pequeñas e incluso hay un cierto predominio de la sobremesa; con espacios para adultos. En cuanto a las franjas diurnas, la proliferación de con-
pero para los de 10 a 12 años domina claramente el consumo en prime time. tenidos inadecuados incluso en horario de protección reforzada se explica tanto
Finalmente, por lo que respecta a la audiencia obtenida por las diferentes por la falta de compromiso de las cadenas como por la ausencia de una aplicación
cadenas de televisión, lo más significativo es el mayor grado de afinidad que se clara, sistemática y rigurosa de la legislación vigente.
136 observa entre Antena 3 y el target infantil, frente al descenso de audiencia y cuota 137
de TVE-1 y Tele 5. Las cadenas autonómicas experimentan un descenso de rating y
share en términos globales, registrándose la mayor afinidad en el caso de K3-33 y 4. La investigación cualitativa: los grupos de discusión
C2A. Las cadenas temáticas ven aumentar su rating y su share (siempre en niveles
bajos), aunque no su consumo medio. Metodológicamente, el grupo de discusión o focus group se puede definir como una
Estos datos pueden servir de base para ir más allá de la mera descripción del conversación cuidadosamente planeada, diseñada para obtener información de
consumo infantil y apuntan alguna reflexión sobre la eficacia de las normas (lega- un área definida de interés, en un ambiente permisivo y no directivo. El objetivo
les o no) establecidas para la protección del menor. En este sentido, si pensamos de estos grupos es básicamente plantear una discusión relajada y cómoda para que
en la elevada aportación del prime time a la audiencia diaria de niños y niñas, hay los participantes expongan sus ideas. El carácter abierto de la discusión posibilita
que tener en cuenta que nos estamos refiriendo a una franja horaria (de las 20 a las al grupo investigador salir del guión preestablecido y explorar desviaciones ines-
24 h) que queda fuera del «horario de protección reforzada» establecido por el Código peradas que en situaciones más rígidas no son posibles.
de Autorregulación de Contenidos Televisivos e Infancia, superando en dos horas el Es importante poner de manifiesto que todos los grupos de discusión se lle-
horario legal de protección del menor. En esta franja, por lo tanto, se pueden emitir varon a cabo en un espacio altamente significativo —la escuela— y, en una alta
sin mayores problemas todo tipo de contenidos inadecuados para los menores. proporción, se han desarrollado concretamente en el espacio-aula.74 Los grupos
La segunda gran franja de audiencia infantil, la sobremesa (de las 12 a las 17 h),
queda fuera del horario de protección reforzada, aunque dentro del horario legal de
74 Este hecho justifica, por sí solo, la necesidad de llevar a cabo un comentario de tipo metodológi-
protección del menor. Es una franja en la que, sin embargo, se emitían programas co. La educación formal, y concretamente la escuela, ha sido tradicionalmente considerada como un lugar
polémicos por su grado de agresividad y procacidad, concursos y realities de alto de transmisión de la cultura hegemónica, que coincide con lo que podríamos denominar como discursos
culturales socialmente considerados como válidos (Bourdieu y Passeron, 1997; Torres, 1991). Así, la educa-
contenido sexual, y dibujos animados de adultos. ción ha sido criticada en infinidad de ocasiones como transmisión y, en definitiva, reproducción. Es por
La franja de tarde situada a continuación (de las 17 a las 20 h) sí coincide con ello por lo que, si tenemos presente la existencia de este discurso crítico con la concepción de la enseñanza
tradicional, hemos de ser rigurosos a la hora de considerar los potenciales riesgos de este instrumento de
el horario de protección reforzada, pero está igualmente repleta de contenidos investigación cualitativa: los grupos de discusión podrían ofrecernos ya no la información sobre las emociones
inadecuados para los menores de acuerdo con los diferentes estudios de segui- y percepciones de la infancia, sino las emociones, percepciones y valoraciones que esta infancia nos aporta
pensando en aquello que es socialmente válido decir, en aquello que podríamos considerar «políticamente
miento de cumplimiento del mencionado Código de Autorregulación publicados. correcto». Para hacer frente a este potencial riesgo, en la presente investigación se trabajó en profundidad la
La franja matinal que se concentra fundamentalmente entre las 8 y las 9 h, ruptura de conductas y aptitudes socialmente atribuidas al espacio-aula. La disposición de los participantes
con respecto al adulto (no jerarquizada, en círculo), el sistema de intervención por parte de los alumnos (no
con mucha menor audiencia infantil, también se ve sometida al horario de basado en un dar paso por parte del profesor), el lenguaje utilizado por el conductor del grupo (un lenguaje
protección reforzada, aunque algunas de las series de animación emitidas en coloquial y exento de formalismos), la presentación de todos los miembros del grupo presentes en el espacio
INFANCIA, VIOLENCIA Y TELEVISIÓN. LOS ESPACIOS INFORMATIVOS Y LOS IMAGINARIOS DE LA VIOLENCIA
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

de discusión son una de las piedras angulares de esta investigación, ya que esta Cuadro 3. Ficha de análisis / Grupos de discusión
técnica nos permite entrar en contacto directo con los niños y niñas, y saber qué
es lo que piensan y cómo lo verbalizan, que es, al fin y al cabo, el objetivo final 1. Noción de noticia / informativos
de este proyecto. No se debe perder de vista que uno de los puntos de partida de 2. Valoración emocional
este proyecto es la concepción de la infancia como público activo capaz de dotar • agrado
de significación sus percepciones.75 • desagrado
3. Tipos de violencia
4.1. Ejecución de los grupos de discusión en el proyecto 3.1. Reconocimiento de violencia (de acuerdo al lenguaje que utilizan los sujetos)
3.2. Atribución (por parte de los investigadores) de tipos de violencia:
Los grupos de discusión se crearon y ejecutaron con la finalidad de investigar • física
cómo los niños y niñas de 7 y 12 años veían las imágenes de violencia que apa- • verbal
recen en los informativos televisivos. Para llegar a este objetivo se llevaron a cabo • psicológica y cultural
un total de 20 grupos de discusión, 8 en Barcelona, 8 en Sevilla y 8 en Madrid; • estructural
que son las tres ciudades en las que pivotan los investigadores del proyecto. Se 4. Intensidad de la violencia:
realizaron en escuelas públicas que tienen en consideración las siguientes extrac- a. leve
138 ciones socioeconómicas: alta, media-alta; media-baja y baja. b. grave 139
Los grupos de discusión se realizaron con tres niños y tres niñas de 6/7 años c. muy grave
(segundo de primaria) por una parte y tres niños y tres niñas de 11/12 años 5. Consideraciones ético-morales
(sexto de primaria) por otra. La dinámica estaba dividida en dos fases: primero, a. desproporción
se mostraba a los participantes unas imágenes aparecidas en informativos televi- b. alternativas a la violencia
sivos con la finalidad de ver si reconocían la violencia como tal y, en caso que c. consecuencias de los actos violentos
así fuera, ver hasta qué punto sabían distinguir los diferentes tipos de violencia 6. Aspectos narrativos y recursos audiovisuales (sangre, detallismo, sonido, color, ritualiza-
(física, simbólica, estructural, etc.) durante el coloquio. El tiempo de duración de ción, calidad —bien hecho/mal hecho—, comicidad, etc.)
la dinámica fue de 45 minutos aproximadamente y quedaron registrados en tres 7. Asociaciones espontáneas con otras representaciones:
soportes diferentes —vídeo, audio y transcripción—. Para analizar posteriormente a. noticias
los resultados, se elaboró la siguiente ficha de codificación que muestra las cate- b. ficción
gorías de observación utilizadas por el equipo de investigación: 8. Asociaciones espontáneas con experiencias vivenciales

4.1.1. Elección de las imágenes


Tal como se ha comentado, los grupos de discusión comenzaban con el visio-
(y su ubicación, no visibles en su campo de visión frontal), entre otros, son aspectos clave en el desarrollo
de esta metodología).
nado de unas imágenes extraídas de los informativos sobre las que los partici-
75 Entre las principales ventajas de este instrumento de investigación cualitativa se encuentra su coste pantes debían opinar. Esta técnica de visionado de imágenes en la ejecución
económico relativamente bajo (en comparación a una encuesta realizada a una muestra representativa de la
población), así como la rapidez con la que se obtienen datos susceptibles de ser analizados. Por otra parte,
de un grupo de discusión ya se había llevado a cabo con éxito en el proyecto
cabe destacar que esta técnica permite al entrevistado hablar espontáneamente, expresar su opinión entre un anterior sobre ficción (Busquet et al. 2002).
grupo de iguales, por tanto, los resultados pueden ser muy enriquecedores para la investigación (Busquet et
al., 2006: 158-160). Sin embargo, es necesario hacer referencia a algunos de sus principales inconvenientes.
Las imágenes que formaron parte del visionado fueron tomadas de infor-
Esta técnica no permite al entrevistador ejercer prácticamente ningún tipo de control sobre el grupo. Se trata mativos de mediodía y noche de todas las emisoras televisivas generalistas
de un método muy abierto, en contraposición a otros métodos mucho más delimitados, como pueden ser el
cuestionario o la entrevista. Por tanto, el entrevistador no tiene libertad para participar de la conversación,
(TVE1, La 2, Antena 3, Telecinco, Cuatro y La Sexta) y emitidas en marzo, abril
sino que, muy al contrario, debe convertirse en mero observador, sin interferir en las diferentes opiniones y mayo de 2007.
que puedan surgir en el grupo. Por otro lado, el análisis de datos es complejo, ya que se debe tener en cuenta
el contexto de las respuestas del grupo y, además, resulta difícil extrapolar los resultados que se derivan de la
La selección de las imágenes para mostrar en los grupos de discusión se
discusión a la situación de la población general. basó en tres parámetros principales:
INFANCIA, VIOLENCIA Y TELEVISIÓN. LOS ESPACIOS INFORMATIVOS Y LOS IMAGINARIOS DE LA VIOLENCIA
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

• Tipos de violencia (física, psíquica, simbólica y estructural). En este punto es importante señalar que uno de los motivos para elegir esta noticia es que los
• Intensidad de la violencia (muy grave, grave, leve, inexistente). protagonistas son niños y niñas, con lo que se esperaba una cierta empatía y/o proyección.
• Consideraciones ético-morales (peor, mejor, etc.) Se trata de una pieza informativa muy completa que, al ser una situación bélica, incluye todos
Se optó por noticias de una duración limitada que permitieran mantener la los tipos de violencia existentes en su máxima intensidad.
atención de los niños y niñas participantes. Se descartaron también imágenes • Tipos de violencia: Física / Psíquica / Cultural / Estructural
que mostraran una crudeza excesiva o un discurso excesivamente complejo. Se • Intensidad: Muy grave
tomó también la decisión de incluir al principio del visionado una carátula de un • Consideraciones ético-morales: desproporción, alternativas a la violencia, consecuencias
informativo, para que los niños y niñas tuvieran claro que se trataba de imágenes de los actos violentos.
extraídas de un telenoticias.76
Las tres piezas seleccionadas (con una duración media total de 4’57’’ minu- 3. PISO PATERA (T5 / Informativo noche)
tos) fueron elegidas porque contenían los diferentes tipos de violencia tenidos en
cuenta por el grupo de investigación y permitían la gradación en función de la Esta noticia describe la situación de personas emigradas que viven hacinadas en un piso que
intensidad de la violencia y, también, consideraciones ético-morales de los alum- no reúne las condiciones mínimas de habitabilidad (higiene, seguridad, luminosidad, servicios
nos participantes en el estudio. básicos, etc.). A pesar de esto, tienen que pagar un precio excesivo por el alquiler de una habita-
Las noticias que se mostraron fueron las siguientes: ción y viven amenazados de ser expulsados del piso y quedarse por tanto sin lugar donde vivir.
140 En esta pieza también aparece la violencia psicológica —cultural y estructural—, pero se muestra 141
1. JEREZ (TVE1 / Informativo mediodía) de forma distinta.
• Tipo de violencia: Física / Psíquica / Cultural / Estructural
Esta pieza informativa se centra en un encuentro de motociclismo anual que se celebra en el • Intensidad: Grave — Muy grave
circuito de Jerez. Narra cómo algunos de los asistentes al evento quieren convertir el trazado • Consideraciones ético-morales: desproporción, alternativas a la violencia
público en una pista de carreras y, al recibir la negativa policial, surgen enfrentamientos y cargas
policiales.
Esta noticia fue elegida porque muestra la violencia física, verbal y psicológica propia de una
carga policial, y la violencia estructural propia de un acto que implica una prohibición como el 4.1.2. Elección de los centros escolares
que se relata en la noticia. Además, está presente el componente de la transgresión de la norma, Como se ha apuntado anteriormente, los centros escolares de carácter público se
un aspecto que da mucho juego en los grupos de discusión realizados con niños. eligieron considerando dos variables: ciudad y nivel socioeconómico del barrio
• Tipos de violencia: Física / Verbal / Estructural donde se ubica la escuela. Las tres ciudades en las que se hicieron grupos de discu-
• Intensidad de la violencia: Leve / Grave sión fueron Barcelona, Sevilla y Madrid. Se eligieron estas tres capitales porque se
• Consideraciones ético-morales: consecuencias de los actos violentos consideró que dicha variable aportaría al proyecto una mayor diversidad y riqueza
en los resultados. Este mismo motivo, la posibilidad de comparación que le aporta
2. IRAK (TV1 / Informativo noche) ésta a una investigación, fue lo que también llevo a elegir colegios en función
de la extracción socioeconómica de sus estudiantes: clase baja, clase media-baja,
Esta información hace hincapié en los efectos de la guerra en la población civil y en bienes clase media-alta y clase alta.
básicos como carreteras, casas y hospitales. Describe, también, las consecuencias de la guerra en Se realizaron un total de ocho grupos de discusión en Barcelona —cuatro en
la vida cotidiana de los ciudadanos iraquíes y, muy especialmente, en la de los más pequeños segundo de primaria y cuatro en sexto de primaria—; ocho más en Sevilla —con
—como, por ejemplo, venta de niños a Al-Qaeda e imposibilidad de acudir a la escuela—. la misma distribución que en Barcelona—; y cuatro en Madrid —dos en segundo
de primaria y dos en sexto—.77

76 Por otra parte, descartamos todas aquellas piezas informativas que no habían sido emitidas en un
telediario. Es decir, fueron excluidas aquellas imágenes correspondientes a programas que guardan simili-
tudes formales con los informativos diarios de mediodía y de noche, como, por ejemplo, el busto parlante 77 En Madrid se realizaron cuatro grupos de discusión menos que en Barcelona y Sevilla debido a
(España Directo, Aquí hay tomate, etc.), pero que no son propiamente piezas informativas de un telenoticias. dificultades de gestión con los centros escolares.
INFANCIA, VIOLENCIA Y TELEVISIÓN. LOS ESPACIOS INFORMATIVOS Y LOS IMAGINARIOS DE LA VIOLENCIA
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

A continuación detallamos los centros en los que se realizó la investigación: El consumo de los informativos suelen realizarlo acompañados de los adultos
de la familia. No obstante, se trata de un consumo cautivo, generalmente no
CEIP Eduard Marquina Barcelona (2º y 6º) Clase baja deseado por parte de los más pequeños. Un número considerable de los niños pre-
CEIP Miralletes Barcelona (2º y 6º) Clase media-baja fiere no consumir informativos, ni solos ni acompañados. Sin embargo, un alto
CEIP La Farigola del Clot Barcelona (2º y 6º) Clase media-alta porcentaje reconoce que se ve obligado a verlos, puesto que su emisión coincide
CEIP Dolors Monserdà Barcelona (2º y 6º) Clase alta con momentos del día en que la familia suele estar reunida.
CEIP Andalucía Sevilla (2º y 6º) Clase baja Concretamente, el informativo de la noche —que se ubica en la frontera de la
CEIP Juan XXIII Sevilla (2º y 6º) Clase media-baja franja infantil— coincide con el único momento de reunión familiar a lo largo del
CEIP Insp. Elena Canel Sevilla (2º y 6º) Clase media-alta día. La familia realiza entonces diferentes acciones de manera simultánea: cenar,
CEIP Vara de Rey Sevilla (2º y 6º) Clase alta intercambiar información sobre las novedades que se han sucedido a lo largo del
CEIP Miguel Hernández Madrid (2º) Clase media-baja día, ver el telediario, etc. Esto implica que, pese a que el consumo del informativo
CEIP 6 de Diciembre Madrid (6º) Clase media-baja pueda considerarse familiar, no siempre está caracterizado por el acompañamien-
CEIP Antonio Machado Madrid (2º y 6º) Clase media-alta to de la infancia en el proceso de apropiación y resignificación de los contenidos
emitidos.
Generalmente los alumnos no están muy interesados en los informativos,
142 Todo el trabajo de campo se desarrolló en los cursos 2006-2007 y 2007-2008. Los pero hay excepciones. Algunos alumnos (principalmente los de sexto) insisten en 143
grupos de discusión en la ciudad de Barcelona se realizaron entre el 15 de mayo su importancia para estar al día de lo que sucede. Cabe matizar que pese a que
de 2007 y el 18 de marzo de 2008; en Sevilla, el 16 y 17 de mayo de 2007; y, en tienen incorporado el discurso con respecto a la importancia de los informativos,
Madrid, el 10 de marzo de 2008. los niños y niñas que formaron parte de la investigación no consideran que éstos
sean relevantes también para ellos. Es decir, pueden reconocer la importancia de
4.2. Análisis y resultados del estudio los informativos para «el mundo de los adultos», pero considerarlos poco relevan-
tes para su propio contexto.
4.2.1. Sobre usos de la televisión y los informativos Los chicos y chicas (re)conocen las estructuras básicas del formato informati-
En general, el consumo televisivo de los niños y niñas suele realizarse sin presen- vo, así como su puesta en escena. Es por ello por lo que en ocasiones confunden
cia adulta. Del conjunto de grupos de discusión realizados en Barcelona, Sevilla y con informativos otros géneros parecidos formalmente que no pueden conside-
Madrid se desprende que los más pequeños, pese a disponer —en muchos casos— rarse como tales (como es el caso de algunos programas del corazón como, por
de un televisor en su propia habitación, prefieren llevar a cabo un consumo tele- ejemplo, Aquí hay tomate, etc.) En un primer momento podríamos pensar que se
visivo de carácter familiar, en compañía de un adulto o de un grupo de iguales. trata de una confusión por parte de los más pequeños. No obstante, si lo anali-
Por tanto, es necesario distinguir correctamente entre posibilidad de acceso (indi- zamos detenidamente, llegamos a la conclusión de que se trata de una confusión
vidualizado) y preferencias de apropiación o uso (colectivo) de la televisión por inducida por los propios realitzadores. No se trata de ningún error, puesto que son
parte de la infancia.78 géneros que utilizan el formato propio de los informativos y, consecuentemente,
los entienden como tales. Esto sucede precisamente porque reconocen las caracte-
rísticas propias del formato: uno o dos presentadores sentados frente a una mesa o
78 A lo largo de la investigación hemos señalado que el consumo de televisión por parte de la infancia
es, en muchas ocasiones, un consumo gregario; coincidiendo con la opinión de expertos en infancia y familia dando paso, mediante un breve discurso introductorio, a otras personas o vídeos.
como Núria García (1997). Otros expertos de proyección internacional, como Sonia Livingstone, han reali-
zado investigaciones comparando el uso mediático de niños y adolescentes de distintos países, y han llegado
a conclusiones similares con respecto al caso español. Según Livingstone, la población infantil española se 4.2.2. Sobre tipos de recepción que los niños y niñas tienen de los espacios informativos
caracteriza y se diferencia de la del Reino Unido o la de Alemania por el hecho de estar fuertemente orientada Los niños y las niñas de sexto creen tener suficiente capacidad de comprensión
en torno a la familia (Livingstone, 2002). Así pues, si bien los niños españoles poseen dormitorios ricos en
medios —factor que posibilita el acceso individualizado—, este hecho puede condicionar pero no determina para ver los informativos sin que ello les pueda afectar; en cambio, consideran
las preferencias ni tampoco el consumo de los más pequeños. La respuesta a la pregunta de si prefieren ver
la televisión solos o acompañados es «Depende»; depende del uso que se le de a la televisión y de la apro-
piación que se haga de su contenido en cada momento. En este punto, tal y como destaca Meirieu (2008), televisivos por parte de los pequeños, así como establecer códigos de comprensión de realidades que les son
consideramos necesario poner el acento en la necesidad de la existencia de espacios comunes entre niños y lejanas, abstractas o complejas en su lectura.
adultos que favorezcan el contacto y permitan facilitar la interpretación y resignificación de los contenidos
INFANCIA, VIOLENCIA Y TELEVISIÓN. LOS ESPACIOS INFORMATIVOS Y LOS IMAGINARIOS DE LA VIOLENCIA
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

que los más pequeños no la tienen y que, por tanto, determinadas imágenes no parten de un conocimiento o discurso basado en una reflexión previa en torno
pueden resultarles perjudiciales. Tanto los alumnos de sexto como los de segundo al concepto de violencia y la representación de la misma, otros tienen un bagaje
tienden a pensar que, para sus iguales —aunque a menudo no para ellos— no es muy significativo que les permite elaborar un discurso mucho más complejo fren-
conveniente entrar en contacto con fenómenos de violencia real. Esta afirmación te a las imágenes visionadas. A menudo, las intervenciones de estos niños sirven
detectada en el estudio constituye, según James Potter, uno de los once mitos de de punto de partida para la reflexión de sus compañeros.
la violencia mediática (Potter, 2003). El «no me afecta a mí pero sí a los demás» Existe una clara consideración ético-moral vinculada a la transgresión de la
formulado por los alumnos de sexto coincide con los postulados propios de la norma y comentarios valorativos sobre grados de responsabilidad frente a actos
teoría de los efectos de la tercera persona. Proyectado hacia los más pequeños, se «incívicos». En algunos casos, sobre todo en alumnos de segundo, puede detec-
trata de un pensamiento ligado a una concepción del aprendizaje por imitación. tarse que esta consideración ético-moral vinculada a la transgresión de la norma
Para ellos, los más pequeños no deben visionar estas imágenes porque pueden va acompañada de una justificación de actos en los que existe violencia física. A
imitar este tipo de conductas «no convenientes». su vez, en sus razonamientos se detectan moralejas del tipo «si no quieres que
Los niños y niñas que formaron parte del estudio entienden y descodifican te peguen o que te castiguen, no te saltes la norma». Los alumnos de sexto, sin
más atentamente las imágenes que el discurso narrativo. Los grados de fabulación embargo, aportan soluciones alternativas a la violencia física. De acuerdo con su
en algunos niños y niñas —o, en algunos casos, la necesidad de destacar entre grado de conceptualización mayor, disponen de un abanico más amplio de con-
el grupo de iguales— pueden llevarlos a realizar afirmaciones no necesariamente ceptos vinculados a la idea de castigo. En ocasiones incluso puede detectarse la
144 ajustadas a sus realidades. No obstante, la tendencia a resignificar a partir de la distinción entre nociones como castigo y sanción. El castigo se identifica con la 145
capacidad de crear nuevos escenarios de carácter imaginario no implica que no violencia física, y la sanción, con la penalización verbal y/o legal —por ejemplo,
sepan distinguir entre realidad y ficción, como regla general. Es importante seña- a través de la multa—.
lar que los alumnos y alumnas de segundo de primaria, en compañía de otros La noticia sobre la guerra de Irak suscita mecanismos de proyección/identifi-
iguales y/o adultos, pueden reelaborar un discurso acorde con su percepción de cación con el sufrimiento de los iguales. Las imágenes en las que aparecen niños
las imágenes, lo que nos remite, nuevamente, a la necesidad de crear espacios y niñas de edades similares desencadenan procesos de identificación en los que
comunes entre niños y adultos; espacios que faciliten y acompañen la resignifica- muestran una mayor facilidad para resignificar los contenidos y detectar niveles
ción de los relatos audiovisuales, y favorezcan la lectura de las imágenes y de sus de violencia más sutiles, no necesariamente vinculados con el dolor físico. En las
significados (Merieu, 2008). notícias en las que las imágenes de niños y la identificación de contextos comu-
La diferencia entre las reflexiones llevadas a cabo por los alumnos de sexto y nes —como asistir a la escuela, jugar en la calle o pasear por la ciudad— activan
los de segundo radica, principalmente, en el tipo de argumentos que se utilizan. mecanismos de comparación e identificación de historias y dramas personales
Los alumnos de sexto se limitan a los argumentos más «evidentes» o «lógicos»; sin más allá de la violencia física.
embargo, los de segundo fantasean con argumentos, encadenando consecuencias. Merece una mención especial la identificación de la educación como derecho
fundamental de los niños, tanto en los argumentos de los alumnos de sexto como
4.2.3. Sobre la percepción que los niños y niñas tienen en relación con hechos violentos en los de los más pequeños, los de segundo. En la mayoría de casos —debido a
y situaciones sociales de violencia real la activación de mecanismos de proyección e identificación— pasa a ocupar un
Los niños y niñas establecen una gradación de la intensidad de la violencia repre- primer puesto en la gradación de violencia. De este modo, se puede constatar que
sentada y la argumentan. Cuando el conductor o conductora del grupo de discu- para ellos —pese a que lo expresen con otras palabras y discursos más acordes con
sión les induce a que hagan una gradación de las noticias vistas en el transcurso su grado de madurez y conceptualización— no poder acceder a la educación es un
de éste, algunos niños y niñas demuestran su competencia y capacidad para reali- acto de extrema violencia estructural.
zar un discurso elaborado en el que reconocen diversos tipos de violencia —como Los niños y niñas de sexto y segundo coinciden en considerar la noticia de
la violencia estructural y la violencia psicológica— más allá de la violencia física, Irak como la que tiene una mayor intensidad de violencia. Esta mayor intensidad
que parece más evidente. El papel de los conocimientos previos al que hemos de violencia es percibida no sólo a partir de su dimensión física, sino también a
hecho alusión con anterioridad se hace patente en el desarrollo de los grupos de partir de otras dimensiones (simbólica, estructural, etc.). Se detecta, también, una
discusión. Es evidente que el nivel de concreción y argumentación vienen condi- clara distinción entre violencia en ficción y violencia real y también entre violencia
cionados, en parte, por el nivel de reflexión previa. Mientras que algunos alumnos en la vida real y violencia en los medios de comunicación. Esto explica, en parte,
INFANCIA, VIOLENCIA Y TELEVISIÓN. LOS ESPACIOS INFORMATIVOS Y LOS IMAGINARIOS DE LA VIOLENCIA
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

la indecisión de la mayoría de grupos —tanto en segundo como en sexto— a la Los alumnos, tanto de sexto como de segundo, inciden en la diferenciación
hora de establecer una gradación entre la noticia de las motos de Jerez y la del piso entre «violento» y «peor». En este punto, se debe tener presente la dificultad lógi-
patera. Es así porque mientras que en la primera noticia las imágenes muestran ca que supone para los más pequeños definir los distintos grados y dimensiones
golpes, persecuciones, sangre y otros indicadores similares, en la noticia del piso de la violencia. Así como desde la investigación en áreas como infancia, violencia
patera, la violencia emitida es mucho más sutil que la violencia no mediada —el y televisión disponemos de una tipología exhaustiva del concepto de violencia,
día a día de las personas que viven en esas condiciones—. En la noticia del piso fuera de este ámbito de estudio —en el propio discurso social— a menudo se
patera, tal como sucede en la de Irak, incluso son capaces de vincular el hecho obvian algunas de sus dimensiones más sutiles.
migratorio con la violencia estructural. Si bien la opinión pública se nutre de conceptos de alto interés mediático
como «violencia de género» o «bullying», otras nociones como violencia estructu-
4.2.4. La gravedad y la intensidad de la violencia representada aparece determinada por ral son poco conocidas fuera del propio ámbito de estudio que nos ocupa. Siendo
diversas variables a tener en cuenta así, no es de extrañar que en el caso del discurso de niños de segundo y sexto de
La violencia vivida en un entorno social próximo puede ser superior a la violen- primaria, también nos encontremos con una cierta dificultad a la hora de concep-
cia representada en la pantalla de televisión. A priori se podría considerar que tualizar los distintos grados y dimensiones de la violencia. En el caso de los más
esta conclusión viene determinada exclusivamente por la variable socioeconó- pequeños, los alumnos de segundo, encontramos una fuerte tendencia a definir
mica; sin embargo, de los grupos de discusión se desprende que existen otras como «lo peor» o «lo más injusto» aquellos escenarios propios de la violencia
146 variables de peso en los procesos de aprendizaje y resignificación de contenidos estructural, mientras que la noción «violento» queda reservada para la dimensión 147
como, por ejemplo, la edad, la sensibilidad, la historia personal y familiar, etc. estrictamente física.
Existen dos ejemplos claros en niveles socioeconómicos completamente opues-
tos detectados en los grupos de discusión realizados en Sevilla: por una parte, 4.3. Conclusiones
el Colegio Andalucía, en contacto directo con la violencia real al tratarse de
niños residentes en el barrio de Las Tres Mil Viviendas y, en contraposición, los Como se ha puesto de manifiesto en diversas ocasiones a lo largo de este texto,
niños del Colegio Vara de Rey, en contacto con diversos grados y dimensiones su carácter es eminentemente conclusivo. No obstante consideramos oportuno
de violencia mediada a través de la experiencia de los padres, altos cargos de hacer hincapié en lo que consideramos las conclusiones más significativas.
medios de comunicación, ONG y militares de alto rango con experiencia en En primer lugar, consideramos oportuno destacar que el consumo televisivo se
territorios en guerra. da, mayoritariamente, sin presencia adulta. A pesar de que los informativos, sobre
El propio contexto escolar puede «habituar» y/o «enseñar» a dar unas respues- todo los de la noche, se acostumbran a emitir en un momento en el que la familia
tas socialmente aceptadas. Tal como se ha desarrollado en el apartado dedicado se encuentra en casa y, con mucha probabilidad, alrededor de la televisión, pero
a la metodología, el lugar en el que se desarrollan los grupos de discusión puede ello no implica que el consumo de informativos por parte de los más pequeños
determinar en diferentes grados las informaciones que se obtienen. Por otra parte, sea guiado y comentado por un adulto.
la interiorización de la norma a la que se ha hecho alusión en un epígrafe anterior, Los informativos no se encuentran entre los programas preferidos y predilec-
puede ponerse en relación con el hecho de que el contexto escolar «habitúa» y/o tos de los grupos de población estudiados, pero son conscientes de su importancia
«enseña» a dar respuestas socialmente aceptadas. Se debe tener presente que la para estar informados de lo que sucede a su alrededor. Además son capaces de
«norma» es uno de los pilares del contexto escolar. Al margen del discurso escolar distinguirlos de otro tipo de programa, aunque a veces existe una pequeña con-
aceptado como «bueno», los grupos de discusión también ponen de manifiesto fusión con programas formalmente similares, porque conocen bien su estructura.
algunas apropiaciones del discurso social «políticamente correcto» con respecto Respecto a la incidencia que las imágenes violentas pueden tener en su con-
a la violencia.79 ducta y su capacidad para interpretarlas y dotarlas de significado, los más mayores
—los que cursan sexto de primaria— consideran que pueden verlas sin que ello
79 Tal y como destaca Laval, el grado de «libertad» en las interpretaciones de las diferentes culturas
les afecte, pero consideran que los más pequeños no deben verlas, o tienen que
escolares se manifiesta en función del nivel de acciones participativas propias por la institución. Por tanto, hacerlo en compañía de un adulto. Asimismo, los de segundo tienen la misma
cuanto más rígidas, piramidales y burocráticas son las estructuras escolares, más posibilidades de creación de
«culturas de no discusión de la norma» y de aceptación de la «escultura y cultura escolar» como algo propio
consideración, pero sus argumentos para que los más pequeños no las vean se
y diferenciado de otras realidades sociales (Laval, 2004). sustentan en las teorías del aprendizaje por imitación.
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

Para finalizar, podemos decir que, en términos generales, los niños saben Bibliografía
reconocer otros tipos de violencia que no sean la física: reconocen la violencia
estructural, la violencia psicológica, etc. Este reconocimiento es más evidente en
los alumnos de sexto, quienes, a su vez, lo argumentan huyendo de la fabulación
propia e inherente a los alumnos más pequeños. Además de reconocer los dife-
rentes tipos de violencia, hacen alusión a su intensidad recurriendo a argumentos
tanto cuantitativos como cualitativos.

AA VV (1997). La celebració dels judicis i el seu tractament per televisió. Barcelona: Consell de
l’Audiovisual de Catalunya.
ABRAMS, J. (1996). Recuperar el niño interior. Barcelona: Kairós.
148 ABRIL, G. (1997). Teoría general de la información. Datos, relatos y ritos. Madrid: Cátedra. 149
ADORNO, T. (1991). «How to look at television». The Culture Industry. London: Routledge.
AGUADED GÓMEZ, J.I. (1999). Convivir con la televisión: familia, educación y recepción tele-
visiva. Barcelona: Paidós.
ALBERO, M. (2006). La mirada adolescent. Violència, sexe i televisió. Barcelona: Octaedro.
ALTARRIBA, X. (1998). «Dona, televisió i homogenització cultural». Quaderns del CAC
[Barcelona], núm. 2, p. 46-48.
ANDISON, F.S. (1997). «TV violence and viewer agression: Acumulation of study results».
Public Opinion Quarterly [Chicago], n. 41, p. 314-331.
ARAN, S. (1997). «La rebel·lió dels petits electrodomèstics: la televisió i els nens». Trípodos
[Barcelona], núm. 3, p. 15-23.
—. (1998). «Una tipologia de la violència televisiva. La responsabilitat del receptor en
la construcció ètica dels mitjans de comunicació». Trípodos [Barcelona], núm. 6, p.
115-127.
—. (2000). «La violència televisiva: qui és el dolent de la pel·lícula?». Trípodos [Barcelona],
I Congrés Internacional Comunicació i Realitat. Facultat de Ciències de la Comunicació
Blanquerna, Universitat Ramon Llull, p. 327-334.
—. (2003). «Violència representada i imaginari social». Trípodos [Barcelona]. II Congrés Inter-
nacional Comunicació i Realitat. Facultat de Ciències de la Comunicació Blanquerna,
Universitat Ramon Llull.
—. (2008). Representació mediàtica i percepció social de la violència en la ficció. Estudi
de cas: la interpretació dels infants de la violència en la ficció televisiva infantil. Tesis
doctoral. Barcelona: Universitat Ramon Llull.
ARAN, S.; RODRIGO, M. (2012). «La interpretación infantil de la violencia en la ficción
televisiva. La noción de realismo de proximidad». Cultura y Educación. Vol. 24, núm. 4,
December, p. 489-504 (16).
BIBLIOGRAFÍA
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

—. (2013). «La noción de violencia en la ficción televisiva: la interpretación infantil». BATJIN, M. (1998). La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. Madrid: Alianza.
Comunicar, p. 155-164. (DOI 10.3916/C40-2013-03-06). BAUDRILLARD, J. (1989). Olvidar a Foucault. València: Pre-textos.
ARAN, S. [et al.] (2001). La violència en la mirada. L’anàlisi de la violència a la televisió. Bar- —. (1991). La guerra del golfo no ha tenido lugar. Barcelona: Anagrama.
celona: Trípodos. BAUMAN, Z. (1998). Modernidad y holocausto. Barcelona: Séquitur.
—. (2003). «Childhood, Violence and Television: Television Use and Childhood Perception —. (2007). Miedo líquido. La sociedad contemporánea y sus temores. Barcelona: Paidós.
of Violence in Television». Trípodos, Extra 2003, p. 109-119. BAZIN, A. (1996). ¿Qué es el cine? Madrid: Rialp.
ARCHER, J.; BROWN, K. (1987) Human Agression: Naturalise Approaches. London: Rout- BECHELLONI, G. (1984). L’immaginario quotidiano. Torino: ERI.
ledge and Kegan Paul, (citado en Morales, J.F. [et al.] (1996). Psicología social. Madrid: BECK, U. (1992). Risk Society: towards a New Modernity. London: Sage.
McGraw-Hill. —. (1998). La sociedad del riesgo: hacia una nueva modernidad. Barcelona: Paidós.
ARENDT, H. (1974). La condición humana. Barcelona: Seix Barral. —. (2003). Sobre el terrorismo y la guerra. Barcelona: Paidós.
—. (1999). La banalidad del mal. Barcelona: Lumen. BEJAR, H. (1991). «La sociología de Norbert Elias: Las cadenas del miedo». REIS [Madrid],
—. (2006). Eichman en Jerusalén. Barcelona: Debolsillo. núm. 56.
ARIES, P. (1987). El niño y la vida familiar en el antiguo régimen. Madrid: Taurus. BELISLE, C. [et al.] (1999). Pratiques mediatiques. Paris: CNRS Editions.
ARÓSTEGUI, J. (1994). «Violencia, sociedad y política: la definición de la violencia». Ayer, BELLEMARE, P.; NAHMIAS, J.F. (1998). L’enfant criminel. Paris: Albin Michel.
núm. 13, p. 17-55. BELLORIN, B. (2002). «¿Y si Caperucita hubiese leído cuentos políticamente incorrectos, el
150 ARROYO, J. (2000). Action/Spectacle Cinema. London: British Film Institute. lobo la tendría hoy en la panza?». Espacios Para La Lectura 6. Vol. 6-7, p. 14-15. 151
ATXAGA, B. (1997). Horas extras. Madrid: Alianza. BENITO, A. (ed.) (1991). Diccionario de ciencias y técnicas de comunicación. Madrid: Paulinas.
AUMONT [et al.] (1996). Estética del cine. Barcelona: Paidós. BERELSON, B. (1952): Content Analysis in Communication Researches. Glencoe: Free Press.
BAGGALEY, J.P.; DUCK, S.W. (1979). Análisis del mensaje televisivo. Barcelona: Gustavo Gili. —. (1954). «Communications and Public Opinion». En: SCHRAMM, W. (ed.). The Process
BALANDIER, G. (1994). El poder en escena. Barcelona: Paidós. and Effects of Mass Communication. Chicago: University of Illinois Press.
BALLANO, S. (2012). ¿Una pantalla que educa? La pedagogía de los medios de comunicación en la ESO. BERGER. P. (1999). Risa redentora. La dimensión cómica de la experiencia humana. Barcelona:
Tesis doctoral. Barcelona: Facultat de Comunicació Blanquerna, Universitat Ramon Llull. Kairós.
BANDURA, A.; WALTERS, R.M. (1985). Aprendizaje social y desarrollo de la personalidad. BERGER, P.; LUCKMANN, T. (1987). La construcció social de la realitat. Barcelona: Herder.
Madrid: Alianza. —. (1995). Modernidad, pluralismo y crisis de sentido. Barcelona: Paidós.
BARATA, F. (1996). «El drama del delicte als mass media». Trípodos [Barcelona], núm. 2, p. 77. BERGER, P.L.; KELLNER, H. (1985). La reinterpretación de la sociología. Madrid: Espasa-Calpe.
—. (1999). «De “Ripper” al pederasta: un recorregut per les notícies, les seves rutines i els BERKOWITZ, L. (1989). «The frustration-agression hypothesis: An examination and refor-
pànics morals». Revista Catalana de Seguretat [Barcelona], p. 43-55. mulation». Psychological Bulletin [Washington], n. 106, p. 59-73.
—. (2003a). «Mass media y criminalidad en la sociedad del riesgo». Trípodos, Extra 2003 —. (1996). Agresión. Causas, consecuencias y control. Bilbao: Desclée de Brouwer.
[Barcelona: Universitat Ramon Llull], p. 263-275. BERKOWITZ, L.; MACAULAY, J. (1971). «The contagion of criminal violence». Sociometry
—. (2003b). «Los mass media y el pensamiento criminológico». En: BERGALLI, R. (coord.) [Washington], núm. 34, p. 238-260.
Sistema penal y problemas sociales. València: Tirant lo Blanch, p. 487-514. BERKOWITZ, L.; TROCCOLI, B.T. (1990). «Feelings, direction of attention, and expressed
—. (2004). «Los mass media y la información criminal. El “caso King” y las pervesiones evaluations of others». Cognition and Emotion [London], n. 4, p. 305-325.
mediáticas». Quaderns del CAC, núm. 17. BERMEJO, J. (2005). Narrativa audiovisual. Investigación y aplicaciones. Madrid: Pirámide.
BARATA, F.; BUSQUET, J. (1998). «Violència: del ritual a la representació». Trípodos [Barce- BERTRAND, C.J. (1992). La televisión en Estados Unidos: ¿qué nos puede enseñar? Madrid:
lona], núm. 6, p. 84. Rialp.
BARKER, M. (1994). «Stuart Hall, controlando la crisis». En: BAKER, M.; BEEZER, A. Intro- BETTELHEIM, B. (1977). Psicoanálisis de los cuentos de hadas. Barcelona: Crítica.
ducción a los estudios culturales. Barcelona: Bosch, p. 95-114. BILBENY, N. (1997). La revolución en la ética. Barcelona: Anagrama.
BARKER, M.; PETLEY, J. (eds.) (1997). III Effects. The media/violence debate. London: Routledge. BISBAL, M. (1996). «Violencia y televisión o el discurso de la conmoción social». En:
BARROSO, J. (1988). Introducción a la realización televisiva. Madrid: IORTV. OROZCO GÓMEZ, G. (coord.). Miradas latinoamericanas a la televisión, ensayos del
BARUDY, J.; DANTAGNAN, M. (2005). Los buenos tratos a la infancia. Parentalidad, apego y PROIICOM / 2. México DF: Universidad Iberoamericana.
resiliencia. Barcelona: Gedisa. BLEICHMAR, H. (1997). Avances en psicoterapia psicoanalítica. Barcelona: Paidós.
BIBLIOGRAFÍA
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

BOFARULL, I. (1997). «La violencia en televisión y sus efectos en los niños adolescentes». —. (2003). «Reptes i limitacions dels estudis sobre violència i televisió». Trípodos, Extra
Comunicación y Pedagogía [Barcelona], núm. 145, p. 48-55. 2003 [Barcelona: Universitat Ramon Llull], p . 25-40.
BOGART, L. (1956). The Age of Television. New York: F. Ungar Publishing. —. (2004). «Els escenaris de la violència en el món d’avui». Qüestions de vida cristiana, 213.
BONILLA VÉLEZ, J.I. (1995). Violencia, medios y comunicación: otras pistas de la comunicación. —. (2008). Lo sublime y lo vulgar. La «cultura de masas» o la pervivencia del mito. Barcelona:
México DF: Trillas. UOC.
BORDWELL, D. (1996). La narración en el cine de ficción. Barcelona: Paidós Comunicación. BUSQUET, J. (coord.) [et al.] (2002). Infància, violència i televisió. Usos televisius i percepció
BORRAT, H. (2000). «El primado del relato». Anàlisi [Barcelona], núm. 25. infantil de la violència a la televisió. Barcelona: CAC. <www.cac.cat/pfw_files/cma/
BOURDIEU, P. (1989). La noblesse d’état. Grandes écoles et esprit de corps. Paris: Minuit. recerca/estudis_recerca/violenciapercepcio.pdf> (consultada el 8 de enero de 2012).
—. (1997). Sobre la televisión. Traducción de Xavier Dilla. Barcelona: Edicions 62, p. 19. BUSQUET, J.; [et al.] (2008). «La recepción de las imágenes violentas por parte de los niños
(BOURDIEU, P. (1996). Sur la télévision. Paris: Liber). y niñas. Una aproximación cualitativa». Comunicación presentada en el congreso de
—. (2000). La dominación masculina. Barcelona: Anagrama. la AE-IC, Santiago de Compostela.
BOURDIEU, P.; EAGLETON, T. (1991). «In conversation: Doxa and Common Life». New BUSQUET, J.; [et al.] (2010). «El uso de las TIC y la brecha digital entre adul-
Left Review [London], n. 142, p. 111-121. tos y adolescentes. Primer esbozo del estado de la cuestión».
BOURDIEU, P.; PASSERON, J.C. (1970). La reproduction. Eléments pour une théorie du système II Congreso Internacional Asociación Española Investigación de la Comunicación. Málaga.
d’enseignement. Paris: Minuit. BUSQUET, J.; MEDINA, A.; SORT, J. (2006). La recerca en comunicació. Barcelona: UOC.
152 BOURDIEU, P.; WACQUANT, L.J.D. (1994). Per una sociologia reflexiva. Barcelona: Herder. BUSQUET, J.; PERALES, A.; REINARES, P. (2009). «La audiencia infantil de televisión en España. 153
BREDOW, H. (1998a). Radio and Television Systems in Southern Europe: Cyprus, France, Greece, Ni tan escasa ni tan uniforme». Telos [Madrid], núm. 81, p. 129-141.
Italy, Malta, Portugal, Slovenia, Spain, Turkey. Strasbourg: European Audiovisual Observatory. CALLEJO, J. (1995). La audiencia activa. El consumo televisivo: discursos y estrategias. Madrid:
—. (1998b). Radio and Television Systems in the UE Member States and Switzerland: Austria, Belgium, Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS).
Denmark, Finland, France, Germany, Greece, Ireland, Italy, Luxembourg, Netherlands, Portugal, CAMPS, V. (1998). «La televisió i la infància». Quaderns del CAC [Barcelona], núm. 1, p.
Spain, Sweden, Switzerland, United-Kingdom. Strasbourg: European Audiovisual Observatory. 9-11.
BRISSET, D.E. (1996). Los mensajes audiovisuales. Málaga: Publicaciones de la Universidad CANTRIL, H. (1993). «La invasión desde Marte». En: MORAGAS, M. Sociología de la comu-
de Málaga. nicación de masas. Vol. II, p. 91-110. Barcelona: Gustavo Gili. <www.avizora.com/
BROWN, S. (1994). «Bad taste? Hopefully you have it». Writing long-running television series. publicaciones/comunicacion/textos/0055_inocuos_todopoderosos.htm>.
Quaderns de les conferències del programa PILOTS. Madrid: Media Bussiness School. CARDÚS, S. [coord.] (1999). La mirada del sociòleg: què és, què fa, què diu la sociologia. Bar-
BROWN, J.D., CHILDERS, K.W. & WASZAK, C.S. (1990). “Television and Adolescent Sexua- celona: Proa.
lity”. Journal of Adolescent Health Care, 11 (1), 62-70. CARDÚS, S. (1998a). «En defensa de la televisió: la realitat virtuosa». Trípodos [Barcelona],
BRYANT, J.; ZILLMANN, D. (comp.) (1996). Los efectos de los medios de comunicación. Bar- núm. 3, p. 31-44.
celona: Paidós. —. (1998b). «La seva televisió i la nostra violència». Quaderns del CAC [Barcelona], núm.
BUCKINGHAM, D. (2002). Crecer en la era de los medios electrónicos. A Coruña-Madrid: Fun- 2, p. 23-27.
dación Paideia y Ediciones Morata. —. (2000). El desconcert de l’educació. Barcelona: La Campana.
—. (2005). Educación en medios. Alfabetización, aprendizaje y cultura contemporánea. Barcelo- CARDÚS, S.; ESTRUCH, J. (1984). Les enquestes a la joventut de Catalunya. Barcelona: Gene-
na: Paidós. ralitat de Catalunya.
BURT, C. (1986). The Young Delinquent. London: University of London. CARLSON, M.; MARCUS-NEWHALL, A.; MILLER, N. (1989). «Evidence for a general cons-
BURTON, R.F. (1980). Los cuentos de las mil y una noches. Barcelona: Crítica. truct of agression». Personality and Social Psychology Bulletin [Washington], n. 15, p.
BUSHMAN, B.J.; GEEN, R.G. (1990). «Role of cognitive-emotional mediators and indivi- 377-389.
dual differences in the effects of media violence on agression». Journal of Abnormal and —. (1990). «The effects of situational agressive cues: A quantitative review». Journal of Per-
Social Psychology [London], n. 58, p. 156-163. sonality and Social Psychology [Washington], n. 58, p. 622-633.
BUSQUET, J. (1994). La dialèctica entre distinció i massificació cultural. Tesis doctoral. Univer- CARRERAS, Ll. (1987). La ràdio i la televisió a Catalunya. Barcelona: Edicions 62.
sitat Autònoma de Barcelona. —. (1998). «La representació de la violència als mitjans de comunicació. Legislació vigent
—. (1998). El sublim i el vulgar (Els intel·lectuals i la «cultura de masses»). Barcelona: Proa. a Catalunya». Quaderns del CAC [Barcelona], núm. 2, p. 58-65.
BIBLIOGRAFÍA
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

CASASÚS, J.M. (1985). Ideología y análisis de medios de comunicación. Barcelona: Mitre. CONSEIL DE L’EUROPE (1995). La violence dans le media: données d’observation et enseigne-
CASETTI, F. (1992). La storia comune: funzioni, forma e generi delle fiction televisiva. Torino: ERI. ments à tirer sur le plan d’action. Strasbourg: Conseil de l’Europe.
CASETTI, F.; DE CHIO, F. (1999). Análisis de la televisión. Instrumentos, métodos y prácticas de COOPER, C.A. (1996). Violence on television: congressional inquiry, public criticism and industry
investigación. Barcelona: Instrumentos Paidós. response: a policy analysis. London: University Press of America.
CASETTI, F.; ODIN, R. (1990). «De la paléo a la néo-television». Communications [Paris], n. 51. COPET-ROUGIER, E. (1988). «Le Mal Court: violencia visible e invisible en una sociedad
CASTELLS, M. (1997a). (2000). La era de la información. Economía, sociedad y cultura. Vol. 1. acéfala: los mkako de Camerún». En: RICHES, D. El fenómeno de la violencia. Madrid:
La sociedad red. Madrid: Alianza. Ediciones Pirámide.
—. (1997b). La era de la información. Economía, sociedad y cultura. Vol. 2. El poder de la iden- CORNER, J. (1997). «Géneros televisivos y análisis de la recepción». En: DAYAN, D. (comp.)
tidad. Madrid: Alianza. En busca del público. Gedisa: Barcelona.
CEBRIÁN, M. (2003). «Contenidos infantiles en televisión: Nueva técnica analítica global». CORONA, S. (1989). Televisión y juego infantil. Un encuentro cercano. México DF: Universidad
Zer, Revista de Estudios de Comunicación, núm. 15. Autónoma Metropolitana-Xochimilco.
CERTEAU, M. (1980). L’invention du quotidien 1. Arts de faire. Paris: U.G.E-10/18. CORSI, J. [et al.] (1995). Violencia masculina en la pareja. Buenos Aires: Paidós.
CHAFFEE, S. (1975). Political Communication. Issues and Strategies for Research. Beverly Hills: Sage. CORTÉS, J.A. (1999). La estrategia de la seducción. La programación en la neotelevisión. Pam-
—. (1981). «Mass Media Effects, New Research Perspectives». En: DE BOCK WILHOIT (ed.). plona: Eunsa.
Mass Communication Review Yearbook. London: Sage. CORTINA, A. (1998). «El poder comunicativo. Una propuesta intersexual frente a la vio-
154 —. (1991). Explication. London: Sage. lencia». En: FISAS, V. (ed.). El sexo de la violencia. Barcelona: Icaria. 155
CHESNAIS, J.C. (1981). Histoire de la violence en Occident de 1800 à nos jours. Paris: Robert —. (1999). Los ciudadanos como protagonistas. Barcelona: Galaxia Gutenberg-Círculo de
Laffont. Lectores.
CHINCHILLA, M.C. (1997). Legislación de radio y televisión. Madrid: Tecnos. CREMOUX, R. (1991). Comunicación en cautiverio. México DF: Planeta.
CHOMSKY, N.; HERMAN, E.S. (2002). Manufacturing Consent: The political Economy of the CUMBERBATCH, G.; JONES, I.; LEE, M. «Measuring violence on television». Current Psy-
Mass Media. New York: Pantheon Books. chology Research and Revews [California], n. 7, p. 10-25.
CLEMENTE DÍAZ, M. (1988). «Violencia y medios de comunicación y niños y jóvenes». En: DAVISON, J.P. (1977) «The Third-person Effect in Communication». Public Opinion Qua-
SANMARTÍN, J. (ed.). Violencia, televisión y cine. Barcelona: Ariel, p. 67-85. terly, n. 47, p. 112-117.
CLEMENTE DÍAZ, M.; VIDAL VÁZQUEZ, M.A. (1996). Violencia y televisión. Madrid: Noesis. DAYAN, D. (comp.) (1997). En busca del público. Barcelona: Gedisa.
COLLINS, J. (1992). «Postmodernism and television». En: ALLEN, R.C. Channels of Discour- DAYAN, D.; KATZ, E. (1995). La historia en directo (la retransmisión televisiva de los aconteci-
se, Reassembled. London: Routledge, p. 327-353. mientos). Barcelona: Gustavo Gili.
COLLINS, R. (2005). Sociología de las filosofías. Una teoría global del cambio intelectual. Bar- DEFENSOR DEL MENOR (1997-1998). Investigación de contenidos violentos emitidos por Tele-
celona: Hacer. madrid y Onda Madrid susceptibles de afectar a los menores. Madrid: Defensor del menor.
COLOM, R. (1998). «L’espectacle buit de la violència televisiva». Trípodos [Barcelona], DEFLEUR, B. (1986) «Teorías sobre los efectos de la violencia en los medios».
núm. 6, p. 15-18. En: DEFLEUR, B. Teorías de la comunicación de masas. Barcelona: Paidós,
COLOMBO, F. (1976). Televisión: la realidad como espectáculo. Barcelona: Gustavo Gili. (Tele- p. 267-288.
visione: la realtà come espettacolo. Milà: Bombianti, 1974). DEGAETANO, G.M. (1993). Television & the Lives of Our Children: A Manual for Teachers &
—. (1997). Últimas noticias sobre el periodismo. Barcelona: Anagrama. Parents. Paper Text.
CONSEIL SUPERIEUR DE L’AUDIOVISUEL (1995). La représentation de la violence dans la DELGADO, B. (1998). Historia de la infancia. Barcelona: Ariel.
fiction. Paris: Conseil Superieur de l’Audiovisuel. DELGADO, M. (1998). «Discurso y violencia. La “fantasmización” mediática de la fuerza».
CONSELL DE L’AUDIOVISUAL DE CATALUNYA (1997). La representació de la violència a la Trípodos [Barcelona], núm. 6, p. 60.
televisió. Barcelona: CAC. —. (2000). «La violencia com a recurs i com a discurs». Segones Jornades de Reflexió sobre la
—. (1998). «Dictàmens del CAC». Quaderns del CAC [Barcelona] (març), núm. 1, p. 50-93. Violència. Barcelona: Secretaria General de Joventut.
—. (2000). Llei 2/2000, de 4 de maig, del Consell de l’Audiovisual de Catalunya (DOGC DEMAUSE, Ll. (1991). «La evolución de la infancia». Historia de la infancia. Madrid: Alianza
3133 de 05/05/2000). Universidad.
—. (2003). «La representació de la violència». Quaderns del CAC [Barcelona], núm. 17. DÍAZ, C.; VÁZQUEZ , V. (1996). Violencia y televisión. Madrid: Noesis.
INFANCIA, VIOLENCIA Y TELEVISIÓN. LOS ESPACIOS INFORMATIVOS Y LOS IMAGINARIOS DE LA VIOLENCIA
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

DOELKER, C. (1976). La realidad manipulada (radio, televisión, cine, prensa). Barcelona: FISKE, J. (1987). Television Culture. London: Routledge.
Gustavo Gili. FITCH, M.; HUSTON, A.C.; WRIGHT, J.C. (1993). «From television forms to genre
DOMENACH , J.M. (1981). La violencia y sus causas. París: Unesco. schemata: children’s television perceptions of television reality». En: BERRY, G.L.;
DONNERSTEIN, E. (1998). «¿Qué tipos de violencia hay en los medios de comunicación? ASAMEN, J.K. (eds.). Children and television. Images in a changing sociocultural world.
El contenido de la televisión en los Estados Unidos». En: GRISOLÍA, S. (ed.) Violencia, London: Sage.
televisión y cine. Barcelona: Ariel, p. 43-65. FLAQUER, Ll. (1982). De la vida privada. Barcelona: Edicions 62.
DONNERSTEIN, E. [et al.] (1998). National Television Violence Study (2 i 3). Santa Barbara: FOUCAULT, M. (1976). Vigilar y castigar. Madrid: Siglo XXI.
Sage, University of California. —. (1977). Language, Counter-Memory, Practice. New York: Cornell University Press.
DOUGLAS, M.; WILDAVSKY, A.B. (1982). Risk and Culture: An Essay on the Selection of Techni- —. (1991). Microfísica del poder. Madrid: La Piqueta.
cal and Environmental Dangers. Berkeley: University of California Press. FOWLES, J. (1999). The Case for Television Violence. Thousand Oaks, Cal.: Sage Publications.
DUCH, Ll. (2000), “Lectura i societat”, Enrahonar 31, 69-79. FRAU-MEIGS, D.; JEHEL, S. (1997). Les Écrans de la Violence. Paris: Económica.
DUNNING, E. (1992). «Los lazos sociales y violencia en el deporte». En: ELÍAS, N.; DUN- FREEDMAN, J.L. (1984). «Effect of television violence on aggressiveness». Psychological
NING, E. Deporte y ocio en el proceso de la civilización. México DF: Fondo de Cultura Bulletin [Washington], n. 96, p. 227-246.
Económica, p. 271-293. —. (1986). «Television violence and agression: A rejoinder». Psychological Bulletin [Wash-
ECHEVERRÍA, J. (1994). Telépolis. Barcelona: Destino. ington], n. 100, p. 372-378.
156 ECO, U. (1979). La obra abierta. Barcelona: Lumen. FREUD, S. (1970). El malestar en la cultura. Madrid: Alianza. 157
—. (1988). Apocalípticos e integrados. Barcelona: Lumen. FRIEDRICH-COFER, L.; HUSTON, A.C. (1986). «Television violence and aggression: The
ELIAS, N. (1977). La civilisation des moeurs. Paris: Pluriel. debate continues». Psychological Bulletin [Washington], n. 100, p. 364-371.
—. (1987). El proceso de civilización. Madrid: Fondo de Cultura Económica. FRIGOLA, E. (1998). «Violència, programació infantil i responsabilitat social». Quaderns del
—. (1988). Humana conditio (Consideraciones en torno a la evolución de la humanidad). Barce- CAC [Barcelona], núm. 2, p. 38-42.
lona: Península. FROMM, E. (1965). La por a la llibertat. Barcelona: Edicions 62. (Versión original: The Fear
ELIAS, N.; DUNNING, E. (1992). Deporte y ocio en el proceso de la civilización. México DF: of Freedom. London: Routledge & Kegan Paul, 1941).
Fondo de Cultura Económica. —. (1993). El amor a la vida. Barcelona: Altaya.
ERAUSQUIN, M.A. (1981). Los teleniños. Barcelona: Laia. FRYDMAN, M. (1993). Télévision et violence. Bilan + réponses aux questions des parents et édu-
ERICSON, R.; BARANEK, P.; CHAN, J. (1991). Representing Order. Crime, Law, and Justice in cateurs. Belgique: Editions Médicales et Paramédicales de Charleroi.
the News Media. Toronto: University of Toronto. FUENZALIDA, V. (1989). La influencia cultural de la televisión. Santiago de Chile: Ceneca, s.f.
ESTRUCH, J. (1999). «La perspectiva sociològica». En: CARDÚS, S. [coord.]. La mirada del —. (1997). Televisión y vida cotidiana. La influencia social de la TV percibida desde la cultura
sociòleg: què és, què fa, què diu la sociologia. Barcelona: Proa. cotidiana de la audiencia. Santiago de Chile: Corporación de Promoción Universitaria.
FERNÁNDEZ-VILLANUEVA, C. [et al.] (2008). «Los espectadores ante la violencia televisiva: FURU, T. (1971). The funtion of television for children and adolescents. Tokyo: Sophia University.
funciones, efectos e interpretaciones situadas». Comunicación y Sociedad, XXI, 2, p. 85-113. GADAMER, H.G. (1996). Verdad y método. Vol. I y II. Salamanca: Sígueme.
FERNÁNDEZ-VILLANUEVA, C.; REVILLA, J.C.; DOMÍNGUEZ, R. (2011). «Las emociones GALTUNG, J. (1969). «Violence, Peace and Peace Research». Journal of Peace Research, 3,
que suscita la violencia en televisión». Comunicar, 36, p. 95-103. (DOI <http://dx.doi. p. 167-192. 
org/10.3916/C36-2011-02-10>). —. (1996). Peace by Peaceful Means. Peace and Conflict Development and Civilization. Lon-
FERRAJOLI, L. (1997). Derecho y razón. Teoría del garantismo penal. Madrid: Trotta. don: Sage.
FERRATER MORA, J.; (1988). Ética aplicada, del aborto a la violencia. Madrid: Alianza. —. (1998). Tras la violencia, 3R: reconstrucción, reconciliación, resolución. Bilbao: Bakeaz.
FERRÉS, J. (1994). Televisión y educación. Barcelona: Paidós. GANS, J.H. (1968). The Use of Television and their Educational Implications. New York: Center
—. (1996). Televisión subliminal: socialización mediante comunicaciones inadvertidas. Barcelo- for Urban Education, p. 40-49.
na: Paidós. GARCÍA, C. (2004). «La audiencia indefensa frente a los efectos de la televisión». Crítica.
FESHBACH, S. (1996). «The Stimulating vs. Cathartic Effects of a Vicarious Agressive Expe- Año 54, núm. 916, p. 49-52.
rience». Journal of Abnormal and Social Psychology [Washington], n. 63, p. 381‑385. GARCÍA MUÑOZ, N. (1997). «Los hábitos del niño frente al televisor en el hogar». Zer
FESHBACH, S.; SINGER, R. (1971). Television and Agression. San Francisco: Jossey-Bass. [Bilbao], núm. 3, p. 67-80.
BIBLIOGRAFÍA
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

GARCÍA NEBREDA, B.; PERALES ALBERT, A. (1998). «Jóvenes, violencia y televisión». GIRARD, R. (1986). El chivo expiatorio. Barcelona: Anagrama.
Madrid: Injuve. —. (1995). La violencia y lo sagrado. Barcelona: Anagrama.
GARCÍA SILBERMAN, S.; RAMOS LIRA, L. (1998). Medios de comunicación y violencia. Méxi- GOLDSTEIN, A. (1989). Agression and War. Cambridge: Cambridge University Press, (citado
co DF: Fondo de Cultura Económica. en: MORALES [et al.] (1996). Psicología social. Madrid: McGraw-Hill.
GARLAND, D. (1999). Castigo y sociedad moderna. Un estudio de teoría social. México DF: GONZÁLEZ ENCINA, J.J. (1995). El régimen jurídico de la televisión. Madrid: Centro de Estu-
Siglo XXI. dios Constitucionales.
GAROFALO, R. (1912). La criminología. Madrid: Daniel Jorro. GONZÁLEZ REQUENA, J. (1998). El discurso televisivo: espectáculo de la modernidad. Madrid:
GARRIDO, M. (2002). La representación de la violencia en los espots publicitarios. Emi- Cátedra.
tidos por canal Sur Televisión (1999-2000). Tesis doctoral. Facultad de Ciencias de la GONZÁLEZ, A.L. (2012). «Los límites de la violencia en los escenarios de crueldad. Una
Información. Universidad de Sevilla. aproximación crítica al «sinsentido» y el «hedonismo» atribuidos a la acción cruel».
—. (2003) «Cómo representan la violencia los espots publicitarios». Trípodos, Extra 2003 Con-textos, núm. 7, Bogotá.
[Barcelona: Universitat Ramon Llull], p. 599-613. GRISOLÍA, J.S. (1998). «Nuestra oscura fascinación por la violencia». En: GRISOLÍA, S. (ed.).
—. (2004). Violencia, televisión y publicidad. Análisis narrativo de los spots publicitarios de Violencia, televisión y cine. Barcelona: Ariel, p. 33-42.
contenido violento. Sevilla: Alfar. GROOMBRIDGE, B. (1976). La televisión y la gente. Caracas: Monte Ávila.
GEEN, R.G. (1990). «Human agression». Pacific: Brooks/cole. (Citado en: Morales, A. [et al.] GUBERN, R. (1982). La novela criminal. Barcelona: Tusquets.
158 (1996). Psicología social: Madrid: Mc Graw-Hill. —. (1989). «La imagen cruel». La imagen pornográfica y otras perversiones ópticas. Madrid: Akal. 159
GERBNER, G. (1971). Television and Social Behavior. Washington: U.S. Government Prin- —. (1993). Espejo de fantasmas. Madrid: Espasa Calpe.
ting Office. —. (1996). «Acerca de la violencia de los media». En: BRYANT, J.; ZILLMANN, Z. Los efectos
—. (1972). «Violence in Television Drama: Trends in Symbolic Functions». En: COMSTOCK, de los medios de comunicación. Barcelona: Paidós.
G.A.; RUBINSTEIN, E.A. (eds.). Television Social Behaviour, 1. Media Content and Control, p. GUNTER, B. (1987). Television and The Fear of Crime. London: John Libbey & Company.
28-187. Washington (USA): Government Printing Office. GUNTER, B.; HARRISON, J. (1998). Violence on Television: An Analysis of Amount, Nature,
—. (1989). Violencia y televisión en los media. Estudios y documentos de información. París: Location & Origin in British programmes. London: Routledge.
UNESCO. HALL, S. (1973). Encoding and Decoding in the Television Discourse. Birmingham: Centre for
GERBNER, G.; GROSS, L. (1980). «The Violent Face of Television and its Lessons». En: Pal- Contemporary Cultural Studies.
mer, E.; Dorr, A. (comp.). Children and the Faces of Television: Teaching, Violence, Selling. HAMILTON, J.T. (1998a). Channeling Violence: The Economic Market for Violent Television
New York: Academic Press. Programming. Trade Cloth.
GERBNER, G.; [et al.] (1980). «The “mainstreaming” of America: violence profile nº 11». —. (1998b). Television Violence & Public Policy. Michigan: University of Michigan Press.
Journal of Communication [New York], n. 30, p. 10-29. HEATH, J.; POTTER, A. (2005). Rebelarse vende. El negocio de la contracultura. Madrid: Taurus.
GERBNER, G.; MORGAN, M.; SIGNORELLI, N. (1996). «Crecer con la televisión: perspecti- HELLER, A. (1980). Instinto, agresividad y carácter. Barcelona: Península.
va de aculturación». En: BRYANT, J.; ZILLMANN, D. (comps.). Los efectos de los medios HILBERG, R. (2005). La destrucción de los judíos europeos. Madrid: Akal.
de comunicación. Investigaciones y teorías. Barcelona: Paidós. HIRSCH, P.M. (1981). «On Not learning From One’s Own Mistakes: A reanalysis of Gerbner
GIDDENS, A. (1985). «Estados nacionales y violencia». Debats [Barcelona], núm. 14, Findings on Cultivation Analysis. Part II». Communication Research [California], n. 1,
p. 90-109. p. 3-37.
—. (1993). Las nuevas reglas del método sociológico. Buenos Aires: Amorrortu, (Versión origi- HOLLARAN, J.D. (1974). Los efectos de la televisión. Madrid: Nacional.
nal: New Rules of Sociological Method. Cambridge: Polity Press). HOLMES, S.; JERMYN, D. (2004). «Introduction: understanding reality TV». En: HOLMES, S.;
—. (1994). Sociología. Madrid: Alianza. JERMYN, D. (eds.). Understanding Reality Television. London: Routledge, p. 1-32.
—. (1999). Consecuencias de la modernidad. Madrid: Alianza. HOWELLS, M.; SKINNER, K. (1990). La herencia de Jack el destripador. Barcelona: Círculo de
—. (2000). Un mundo desbocado. Los efectos de la globalización en nuestras vidas. Madrid: Lectores.
Taurus. HUESMANN, L.R. (1986). «Psychological processes promoting the relation between expo-
—. (2009). Sociología. Madrid: Alianza. (Versión original: Sociology (5a edición). London: sure to media violence and agressive behavior by the viewer». Journal of Social Issues
Polity Press. [New York], n. 42, p. 125-139.
BIBLIOGRAFÍA
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

—. (1998). «La conexión entre la violencia en el cine y la televisión y la violencia real». En: KIMBALL YOUNG [et al.] (1967). La opinión pública y la propaganda. Buenos Aires: Paidós.
GRISOLÍA, S. (ed.). Violencia, televisión y cine. Barcelona: Ariel, p. 87-127. KLAPPER, J.T. (1969). Statement before the National Commission on the Causes and Prevention
HUESMANN, L.R.; LAGERSPETZ, K.; ERON, L.D. (1984). «Interving variables in the TV of Violence. Washington: Government Printing Office.
violence aggression relation: Evidence from two countries». Developmental Psychology —. (1974). Los efectos de la comunicación de masas. Madrid: Aguilar. (Versión original: The
[Washington], n. 20, p. 746-775. effects of Mass Communication. New York: The Free Press).
HUGUES, M. (1980). «The Fruits of Cultivation Analysis: A reexamination of Some Effects —. (1980). «Los efectos sociales de la comunicación de masas». En: SCHRAMM, W. La cien-
of Television Watching». Public Opinion Quaterly [Chicago], n. 44, p. 287-302. cia de la comunicación humana. Barcelona: Grijalbo, p. 79-92.
HUGHES, J.N.; HASBROUCK, J.E. (1996). «Television violence: Implications for violence KORCZAK, J. (1988). Comment aimer un enfant. Paris: Robert Lafontt.
prevention». School Psychological Review [Washington], n. 25, p. 131-151. KUNCZIK, M. (1986). «Agresividad y violencia». En: JÜRGEN, H.; WENNINGER, G. Psico-
IBARZ, M. (1995). La palmera de blat. Barcelona: Quaderns Crema. logía de los medios de comunicación. Barcelona: Herder, p. 11-22.
IGLESIAS, M. (1998). «El papel de los medios de comunicación en la construcción de la KUHN, T.S. (1994) La estructura de las revoluciones científicas. México DF: Fondo de Cul-
alarma social: el crimen de Alcàsser». Voces y Culturas [Barcelona], núm. 13, p. 73- 87. tura Económica.
IMBERT, G. (1992). Los escenarios de la violencia. Barcelona: Icaria. LAKATOS, I. (1989). La metodología de los programas de investigación científica. Madrid: Alianza.
—. (1998). «La intimidad como espectáculo: de la televerdad a la telebasura». Revista Occi- LAPLANCHE, J.; PONTALIS, J.B. (1996). Diccionario de psicoanálisis. Barcelona: Paidós.
dente [Madrid], núm. 201. LARREA, C. (2013) Mary Douglas. La mirada antropològica d’una catòlica. Barcelona: Univer-
160 —. (1999). «El succés i la temptació de desordre: la fascinació pel fet anòmic» (monogràfic sitat Oberta de Catalunya. 161
Mitjans de comunicació i seguretat pública). Revista Catalana de Seguretat Pública [Barce- LASSWELL, H.D. (1979). «Estructura y función de la comunicación en la sociedad». En: MORA-
lona], núm. 4, p. 17. GAS, M. Sociología de la comunicación de masas. Barcelona: Gustavo Gili, p. 158-171.
JANIS, I.L. (1980). «La personalidad como factor de susceptibilidad a la persuasión». En: LASTREGO, C.; TESTA, F. (1988). Dalla televisione al libro. Torino: Einaudi.
SCHRAMM, W. La ciencia de la comunicación humana. Barcelona: Grijalbo, p. 65-76. LAVAL, C. (2004). La escuela no es una empresa. Madrid: Paidós.
JAUSET, J. (2000). La investigación de audiencias en televisión. Fundamentos estadísticos. Bar- LAZARSFELD, P.F.; BERELSON, B.; GAUDET, H. (1948). The People’s Choice. Columbia: Uni-
celona: Paidós. versity Press.
JENKINS, H. (2010). Piratas de textos. Fans, cultura participativa y televisión. Barcelona: Pai- LAZARSFELD, P.F.; MENZEL, H. (1980). «Medios de comunicación colectiva e influencia perso-
dós. (Versión original: JENKINS, H. Textual Poachers: Television Fans and Participatory nal». En: SCHRAMM, W. La ciencia de la comunicación humana. Grijalbo, p. 113-135.
Culture. London: Routledge, 1992). LEÓN RUBIO, J.M. (1997). «Efectos de la clasificación del comportamiento del modelo simbólico
JIMÉNEZ DE ASÚA, L. (1989). Crónica del crimen. La Habana: Jesús Montero. televisado sobre la agresividad infantil». Revista de Psicología Social [Madrid], núm. 1, p. 31-42.
JO, E.; BERKOWITZ, L. (1996). «Análisis del efecto “priming” sobre la influencia de los LEÓN, J.L. (1996) Los efectos de la publicidad. Barcelona: Ariel.
media: una apuesta al día». En: BRYANT, J.; ZILLMANN, D. Los efectos de los medios de LEONARD, J. (1998) Smoke and Mirrors; Violence, Television, and Other American Cultures.
comunicación. Barcelona: Paidós. Trade Paper.
JUANES, A. (1999). «Los juicios paralelos». Revista Justicia de Paz [San Salvador]. LEVI, P. (1989). Los hundidos y los salvados. Barcelona: Muchnik.
KATZ, E. (1980). «On conceptualizing media effects». Studies in Communication. n. 1, p. 119-141. LIPPMANN, W. (1965). Public Opinion. New York: Free Press.
KATZ, E.; LAZARSFELD, P.F. (1979). La influencia personal (el individuo en el proceso de comu- LIVINGSTONE, S. (1993). «The rise and fall of audience research: an old story with a new
nicación social). Barcelona: Hispano Europea. ending». Journal of Communication, 43(4), p. 5-12.
KATZ, E.; BLUMLER, J.G.; GUREVITCH, M. (1985). «Usos y gratificaciones de la comuni- —. (2002). Young People and New Media. Childhood and the Changing Media Environment.
cación de masas». En: MORAGAS, M. Sociología de la comunicación de masas. Tomo II. London, Thousand Oaks, New Delhi: Sage Publications.
Barcelona: Gustavo Gili. LOMBROSO, C. (1902). El delito. Sus causas y remedios. Madrid: Librería General de Victo-
KEANE, J. (2001). Reflexions sobre la violència. València: Universitat de València. riano Suárez.
KELLY, P.T. (1996). Television Violence: A Guide to the Literature. Nova Science Publishers. LÓPEZ, C.; MOTA, M. (1998a). «La publicitat de joguines adreçada als infants». Quaderns
KERLINGER, F.N. (1992). Foundations of Behavioral Research. Florida: Harcourt Brace & Co. del CAC [Barcelona], núm. 1, p. 12-15.
KESSLER, R.C.; STIPP, H. (1984). «The impact of fictional television suicide stories on U.S. —. (1998b). «La representació de la violència a la televisió». Quaderns del CAC [Barcelona],
fatalities: A replication». American Journal of Sociology [Chicago], n. 90, p. 151-167. núm. 2, p. 35-37.
BIBLIOGRAFÍA
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

LORENZ, K. (1972). Sobre la agresión: el pretendido mal. Madrid: Siglo XXI. MILLS, C.W. (1973). Power, Politics and People. New York: Ballantine Books. (Versión espa-
LORENZ, K.; LEYHAUSEN, P. (1971). Biología del comportamiento: raíces instintivas de la agre- ñola: Poder, política y pueblo. México DF: Fondo Cultura Económica).
sión, el miedo y la libertad. Madrid: Siglo XXI. MILLWOOD, A. (2003). How Children Interpret Screen Violence. Report of the Joint Research
LUHMANN, N. (1989). «Complexitat social i opinió». Periodística [Barcelona], núm. 1. Programme Broadcasting Standards Commission and Independent Television Commission.
—. (1996). Confianza. Barcelona: Anthropos. London: BBC.
LURÇAT, L. (1995). «Els efectes violents de la televisió». IN-FÀN-CI-A [Barcelona], núm. MINISTERIO DE EDUCACIÓN Y CULTURA (1997). Televisión, currículum y familia. Madrid:
84, p. 29-34. Ministerio de Educación y Cultura.
MACCOBY, E. (1980). «Los efectos de la televisión sobre los niños». En: SCHRAMM, W. La MOERAN, B. (1988). «La belleza de la violencia: jidaigeki, yakuza y películas de <eroduc-
ciencia de la comunicación humana. México DF: Grijalbo, p. 139-152. ción> en el cine japonés». En: RICHES, D. El fenómeno de la violencia. Madrid: Pirámide.
MALAGUZZI, L. (1996). Malaguzzi i l’educació infantil a Reggio Emilia. Barcelona: Temes MONGIN, O. (1999). Violencia y cine contemporáneo. Ensayo sobre ética e imagen. Barcelona:
d’Infància, núm. 25. Paidós Comunicación Cine.
MANDER, J. (1988). Cuatro buenas razones para eliminar la televisión. México DF: Gedisa. MONTAGU, A. (1983) «El mito de la violencia humana». La Vanguardia (14 septiembre).
MARIET, F. (1994). Déjenlos ver la televisión. Barcelona: Urano. —. (1990). Naturaleza de la agresividad humana. Madrid: Alianza.
MARÍN, E.; TRESSERRAS, J.M. (1994). Cultura de masses i postmodernitat. València: Edicions 3 i 4. MONTERO, M.D. (1993). La información periodística y su influencia social. Barcelona: Labor.
MARSH, P. (1982). Agression and Violence. Oxford: Blackwell Publisher. MONTES FERNÁNDEZ, J. (1988). Disposiciones legales fundamentales para la radio y la televi-
162 MARTA, C. (2004). Análisis de la audiencia infantil: de receptores de la televisión a perceptores. sión en España. Madrid: Dirección de relaciones externas del Ente Público RTVE. 163
Tesis doctoral. Madrid: Universidad Complutense.participantes. MONZÓN, C. (1990). «La espiral del silencio y la hipótesis del distanciamiento social». En:
—. (2005). [En línea]. Telebasura vs. televisión de calidad: la antítesis que demandan los Niños. MUÑOZ, A. Opinión pública y comunicación política. Madrid: EUDEMA.
Disponible en: <http://www.unav.es/fcom/cicom/gupos%20comunicaciones.pdf>. —. (1996). Opinión pública, comunicación y política. La formación del espacio público. Madrid:
MARTÍN SERRANO, M. (1990). «La participación de los medios audiovisuales en la Tecnos, p. 162.
construcción de la visión del mundo de los niños». Infancia y Sociedad [Madrid], MORAGAS SPA, M. (1981). Teorías de la comunicación (investigaciones sobre medios en América
núm. 3, p. 8. y Europa). Barcelona: Gustavo Gili.
MARTÍN-BARBERO, J. (1987). De los medios a las mediaciones. Comunicación, cultura y hege- —. (2011). Interpretar la comunicación. Estudios sobre medios en América y Europa. Barcelona:
monía. México DF: Gustavo Gili. Gedisa.
—. (1989). «Investigación de la comunicación y análisis sociocultural». Cinco [Madrid]. MORAL PÉREZ, M.E. (1998). «Discusiones acerca de la influencia de la representación de la
MARVIN, G. (1988). «Honor, integridad y el problema de la violencia en la corrida de toros violencia en la televisión. Comunicación y Pedagogía [Barcelona], núm. 152, p. 138-145.
en España». En: RICHES, D. El fenómeno de la violencia. Madrid: Pirámide. MORENO, A. (1994). «Premsa de successos: Models de marginació i integració social en
MATTELART, A.; MATTELART, M. (1997). Historia de las teorías de la comunicación. Barce- els processos de mobilitat social». Anàlisi, núm. 16, p. 35-54; y La mirada informativa.
lona: Paidós. Barcelona: Bosch, 1998.
MATTELART, A.; PIEMME, J.M. (1981). La televisión alternativa. Barcelona: Anagrama. MORIN, E. (1997). Introducción al pensamiento complejo. Barcelona: Gedisa.
MCLUHAN, M. (1994a). Comprender los medios de comunicación. Las extensiones del ser huma- MORÓN, S. (2006). «Els reptes i compromisos d’educar avui». Conferència 4 de maig. Govern
no. Barcelona: Paidós. de les Illes Balears. Conselleria d’Educació i Cultura. Observatori per a la convivència
—. (1994b). El medio es el mensaje: un inventario de efectos. Barcelona: Paidós. escolar. Palma de Mallorca.
MCQUAIL, D. (1969). Sociología de los medios masivos de comunicación. Buenos Aires: Paidós. MORRISON, D.; MACGREGOR, B. (1999). Defining Violence. The Search of Understanding.
—. (1985). Introducción a la teoría de la comunicación de masas. Barcelona: Paidós. Luton (UK): University of Luton Press.
MEDINA, P. (1998). «Agressivitat i violència televisiva: una relació definitiva?» Trípodos MOSS, P. (2005). Els canvis en l’educació. Ponencia 2. Escola d’Estiu Rosa Sensat. Barcelona.
[Barcelona], núm. 6, p. 93-94. MUÑOZ, A. (1990). Opinión pública y comunicación política. Madrid: EUDEMA.
MEIRIEU, P. (2004). Referents per a un món sense referents. Barcelona: Rosa Sensat. MUÑOZ, J.J. (1998). Televisión, sociedad y educación. Salamanca: Librería Cervantes.
—. (2005). Els canvis en l’educació. Ponencia1. Escola d’Estiu Rosa Sensat. Barcelona. MUÑOZ, J.J.; PEDRERO, L.M. (1996). La televisión y los niños. Salamanca: Librería Cervantes.
—. (2009). Pedagogia: el deure de resisitir. Barcelona: Rosa Sensat. MURRAY, J. (1996). «Impacto de la violencia televisada». En: BRYANT, J.; ZILLMANN, D.
MICHAUD, Y. (1980). Violencia y política. Madrid: Ruedo Ibérico. Los efectos de los medios de comunicación.
BIBLIOGRAFÍA
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

NAVARRO MARTÍN, L. (1995). La violencia en la programación infantil de televisión. Salaman- —. (2004). Violencia y medios de comunicación. De la retórica a los efectos. Madrid: Asociación
ca: UPSA (tesina de licenciatura). de Usuarios de la Comunicación.
NEALE, S. (1980). Genre. London: BFI. —. (2005). Televisión e interés público. De la lógica de la audiencia a la lógica del espectador [En
NEUMAN, R.W. (2002). El futuro de la audiencia masiva. Santiago de Chile: Fondo de Cul- línea]. Documentos AUC. Disponible en: <http://www.auc.es>
tura Económica. (Versión original: NEUMAN, W.R. The Future of Mass Audience. New —. (2006). La audiencia infantil en España: cómo ven los niños la televisión, 66, p. 105-116.
York: Cambridge University Press, 1991). —. (2008). La investigación de audiencias en televisión (I). Principios básicos de audime-
NIGHTINGALE, V. (1998). El estudio de las audiencias, el impacto de lo real. Barcelona: Paidós. tría. Documentos AUC. [En línea]. Disponible en: <http://www.auc.es>.
NOELLE-NEUMANN, E. (1978). «El doble clima de la recepción: la influencia de la televi- PERALES, A.; GARCÍA NEBREDA, B. (1998). «Els espectadors i la violència televisiva: una
sión en una campaña electoral». REIS [ Madrid]. atracció fatal?». Trípodos [Barcelona], núm. 6, p. 54-55.
—. (1980). The Spiral of Silence. Chicago: The University of Chicago Press. (Versión españo- PÉREZ ORNIA J.R.; NÚÑEZ, L. (2003) «Programación infantil en la televisión española:
la: La espiral del silencio. Barcelona: Paidós, 1995). Inadecuada relación entre oferta y demanda». Telos, núm. 54, p. 103-113.
NOGUERA, C.E. (2003). Reflexiones sobre la desaparición de la infancia. Pedagogía y Saberes, 18. PHILLIPS, D.P.; CARSTENSEN, L.L. (1986). «Clustering of teenage suicides after television
NÚÑEZ, R. (1992). El juego y la experiencia de los mundos posibles. Asociación Española de news stories about suicide». New England Journal of Medicine [Massachusetts], n. 315,
Semiótica, Investigaciones Semióticas. IV, Vol. I. Madrid: Visor, p. 437-442. p. 685-689.
OBACH, X. (1998) «La violència als informatius de televisió». Quaderns del CAC [Barcelo- PINKER, S. (2003) La tabla rasa. La negación moderna de la naturaleza humana. Madrid:
164 na], núm. 2, p. 31-34. Paidós Ibérica. 165
OBSERVATORIO DE CONTENIDOS TELEVISIVOS Y AUDIOVISUALES (2006). ¿Qué ven PLANELLA, J. (1992). Repensar la violència. Barcelona: Icaria.
los menores en horario de superprotección? Evaluación sobre la aplicación del código POPPER, K.R.; CONDRY, J. (1994). Cattiva maestra televisione. Milano: Reset.
de autorregulación de contenidos televisivos [En línea]. Disponible en: <http://www. PORTER, M. (1998). «El televident violentat». Quaderns del CAC [Barcelona], núm. 2, p. 28-30.
iniciativaocta.org/modules/Archivos/upload/Octa_-_Informe_Seguimiento_2006.doc> POSTMAN, N. (1993). Divertim-nos fins a morir. Barcelona: Llibres de l’Índex.
OLIVA, M. (2010). Disciplinar la realitat. Narratives, models i valors dels realities de transfor- —. (1994a). Tecnòpoli. Barcelona: Llibres de l’Índex.
mació. Tesis doctoral (Universitat Pompeu Fabra). —. (1994b). The Disappearance of Childhood. New York: Vintage Books.
ONG, W.J. (1996). «Information and/or Communication: Interactions». Communication POTTER, W.J. (1999). On Media Violence. Thousand Oaks (USA): Sage.
Research Trends. Vol. 16, n. 3, p. 3-17. —. (2003). The 11 Myths of Media Violence. Thousand Oaks (California): Sage.
ORIOL COSTA, P. [et al.] (1984). Del orden público a la seguridad ciudadana. Informe del Grupo PRATKANIS, A.; ARONSON, E. (1994). La era de la propaganda. Uso y abuso de la persuasión.
de Trabajo sobre Prensa y Medios de Comunicación. Barcelona: Comissió Tècnica de Segu- Barcelona: Paidós.
retat Urbana de l’Ajuntament de Barcelona, p. 44. PRICE, S. (1993). Media Studies. London: Pitman Publishing.
OROZCO, G. (1991). «Recepción televisiva. Tres aproximaciones y una razón para su esti- PROSS, H. (1983). La violencia de los símbolos sociales. Barcelona: Anthropos.
lo». Cuadernos de Comunicación y Prácticas Sociales [Ediciones Universidad Iberoameri- PROST, A.; VINCENT, G. (1989). Historia de la vida privada. La vida privada en el siglo XX.
cana, México DF], núm. 2. Madrid: Taurus.
ORTEGA ESTEBAN, J. (1997). «Delinqüència juvenil i televisió». Educació Social [Barcelona], PROUT, A.; JAMES, A. (1999). «A new paradigm for the sociology of childhood?». En:
núm. 7, p. 97-106. DAHLBERG, G.; MOSS, P.; PENCE, A. Beyond Quality in Early Education and Care: Post-
PAOLI, J.A. (1979). Comunicación e información. Perspectivas teóricas. México DF: Trillas. modern Perspectives. London: Falmer Press.
PASTORIZA, D. (1962). El cuento en la literatura infantil: ensayo crítico. Buenos Aires: Kape- PULIDO SAN ROMÁN, A. (1992). Estadística y técnicas de investigación social. Madrid: Pirámide.
lusz. QUIVY, R.; CAMPENHOUDT, L.V. (2000). Manual de investigación en ciencias sociales. Méxi-
PEÑA FERNÁNDEZ, M.E. (1999). «Efectos de la visión de escenas violentas en la conducta co DF: Limusa.
agresiva infantil». Psicothema [Oviedo], núm. 1, p. 27-36. RAVSCOVSKY, A. (1975). Filicidio, violencia y guerra. Buenos Aires: Shapire.
PERALES, A. (1996). Televisión e interés público. AUC. Serie Documentos, núm. 2, Madrid. REARDON, K. (1991). La persuasión en la comunicación (teoría y contexto). Barcelona: Paidós.
—. (1998). «La violència com a valor afegit». Quaderns del CAC [Barcelona], núm. 2, p. 43-45. REYCHLER, L. (1997). Les crises et leurs fondements. Bruxelles: GRIP, 215-217, p. 39-59.
—. (2003) «El tractament de la violència al discurs publicitari». Trípodos, Extra 2003 [Barce- RICHERI, G. (1983). La televisión: entre servicio público y negocio. Barcelona: Gustavo Gili.
lona: Universitat Ramon Llull], p. 615-622. RICHES, D. (1988). El fenómeno de la violencia. Madrid: Pirámide.
BIBLIOGRAFÍA
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

RIVIÈRE, M. (1998). «Models de bellesa, la violència subtil de la imatge». Quaderns del CAC SANMARTÍN, J.; GRISOLÍA, J.S.; GRISOLÍA, S. (1998). Violencia, televisión y cine. Barcelona:
[Barcelona], núm. 2, p. 49-51. Ariel.
RODRIGO, M. (1987). La construcción de la noticia. Barcelona: Paidós. SANTA BÁRBARA, J. (1994). «Towards and non-violent society». Presented at Creating the
—. (1989). Los modelos de la comunicación. Madrid: Tecnos. future: Alternatives to violence. En Madison, Wisconsin, publicado en internet. En: GAR-
—. (1991). Los medios de comunicación ante el terrorismo. Barcelona: Icaria. CÍA SILBERMAN, S.; RAMOS, L. (1998) Medios de comunicación y violencia. México DF:
—. (1998). «El impacto social de la violencia en la televisión». Trípodos [Barcelona], n. 6, p. 19-30. Instituto Mexicano de Psiquiatría-Fondo de Cultura Económica, p. 33-34.
RODRIGO, M.; BUSQUET, J. [et al.] (2008). «Las teorías sobre los efectos sociales de la SAPERAS, E. (1987a). La sociología de la comunicación de masas en los Estados Unidos. Barce-
violencia en televisión. Estado de la cuestión». Verso e reverso. Revista da Comunicaçao, lona: PPU.
núm. 49, Año XXII, 2008/1. <www.unisinos.br/_diversos/revistas/versoereverso/index. —. (1987b). Los efectos cognitivos de la comunicación de masas. Barcelona: Ariel.
php?e=13HYPERLINK> (Consultada el 28 de septiembre de 2012). SAURINA, M. (1998). «Jornades sobre mitjans de comunicació audiovisual i violència».
RODRIGO ALSINA, M. (2003). «Repensar la violencia desde la cultura». Trípodos, Extra Quaderns del CAC [Barcelona], núm. 2, p. 52-57.
2003 [Barcelona: Universitat Ramon Llull], p. 85-98. SCHELESINGER, P. [et al.] (1992). Women Viewing Violence. London: British Film Institute.
RODRÍGUEZ MÉNDEZ, J.M. (1973). Los teleadictos. Barcelona: Laia. SCHELESINGER, P.; TUMBER, H. (1993). «Fighting the war against crime. Televisión, Poli-
ROJAS MARCOS, L. (1992). La ciudad y sus desafíos (héroes y víctimas). Madrid: Espasa Calpe. ce, and Audience». British Journal of Criminology [Oxford], n. 1, p. 19-32.
—. (1995). Las semillas de la violencia. Madrid: Espasa Calpe. SCHRAMM, W. (1980). La ciencia de la comunicación humana. México DF: Grijalbo, p. 3-19.
166 ROSS, N.; COOK, S. (1987). Crimewatch UK. London: Hodder & Stoughton. SCHRAMM, W.; LYLE, J.; PARKER, E.B. (1965). Televisión para los niños: Análisis sobre los 167
ROSSI, I.; O’HIGGINS. (1980). E. Teorías de la cultura y métodos antropológicos. Barcelona: efectos de la televisión. Barcelona: Hispano Europea.
Anagrama. SCHÜTZ, A. (1962). «On multiples realities». Collected Papers. The problem of social reality.
ROUSSEAU, E. (1969). Oeuvres complètes. Paris: Gallimard. Vol. 1. La Haia: Martinus Nijhoff.
RUBINSTEIN, E.A. (1978). «Television and the young viewer». American Scientist [New SEGURA, I. (1983). Romanços de sang i fetge. Barcelona: Altafulla.
Haven], n. 66, p. 685-693. SENNET, R. (2000). La corrosión del carácter. Barcelona: Anagrama.
RUIZ OLABUÉNAGA, J.I. (1996). Metodología de la investigación cualitativa. Bilbao: Univer- SHAW, M. (1996). Civil Society & Media and Global Crisis: Representing Distant Violence. Lon-
sidad de Deusto. don: Books International.
RULE, B.G.; FERGUSON, T.J. (1986). «The effects of media violence on attitudes, emotions SIERRA BRAVO, R. (1994). Técnicas de investigación social. Madrid: Pirámide.
and cognitions». Journal of Social Issues [New York], n. 42, p. 29-50. SILVERSTONE, R. (1994). Televisión y vida cotidiana. Buenos Aires: Amorrortu.
SADURNÍ, M. (1995). «L’empremta de la violència televisiva en la ment dels infants». IN- —. (2004). ¿Por qué estudiar los medios? Buenos Aires: Amorrortu.
FÀN-CI-A [Barcelona], núm. 82, p. 29-33. SINGER, J.L.; SINGER, D.G. (1981). Television, Imagination and Agression: A Study of Preschoo-
SÁEZ, A. (1997). «Educar l’home mediàtic». Educació Social [Barcelona], núm. 7, p. 12-20. lers. Hillsdale, N.J.: Erlbaum.
—. (1998). El discurs periodístic a l’era de la història en directe. Estudi d’un cas: el tractament a SPARKS, R. (1992). Television and the Drama of Crime: Moral Tales and the Place Crime and
la premsa d’informació general dels viatges de Joan Pau II a Espanya. Tesis doctoral. Barce- Public Life. Buckingham, Philadelphia: Open University Press.
lona: Facultat de Ciències de la Comunicació Blanquerna, URL. TANNENBAUM, P. (comp.) (1980). The Entertainment Functions of Television. Hillsdale:
—. (1999). De la representació a la realitat. Propostes d’anàlisi del discurs mediàtic. Barcelona: Lawrence Erlbaum Associates, p. 107-131.
Dèria Editors/ Blanquerna Comunicació. TARDE, G. (1986). La opinión y la multitud. Madrid: Taurus.
SALÓ, G. (2003). ¿Qué es eso del formato? Cómo nace y se desarrolla un programa de televisión. TELEESPECTADORS ASSOCIATS DE CATALUNYA (2007). Estudio de las franjas de super-
Barcelona: Gedisa. protección al menor. [En línea]. Disponible en: <http://www.taconline.net/ver_
SANCHÍS, V. (1996). Violencia en el cine: matones y asesinos en serie. València: La Máscara. articulos_estudis.asp?id_articulo=62>
SANDER, E. (1990). «Los medios de comunicación en la vida cotidiana de la familia. Rela- THOMPSON, J.B. (1998). Los media y la modernidad. Una teoría de los medios de comunicación.
ción generacional y cultura juvenil». Infancia y Sociedad [Madrid], núm. 3. Barcelona: Paidós.
SANMARTÍN, J. (1998). «Violencia: factores biológicos y ambientales, con especial referencia al cine TISSERON, S. (2000). Enfants sous influence. Les écrans redent-ils les jeunes violents? Paris:
y la televisión». En: Sanmartín, J. (eds.). Violencia, televisión y cine. Barcelona: Ariel, p. 11-32. Armand Colin.
—. (2000). La violencia y sus claves. Barcelona: Ariel. —. (2006). Le Monde de L’Éducation, n. 348. p. 54-55.
BIBLIOGRAFÍA
JORDI BUSQUET DURAN (ED.) LA VIOLENCIA EN LA MIRADA

BACH, J.F. [et al.]. (2013). «L’enfant et les écrans». Informe de la Academia Francesa de las WRIGHT, J.C. [et al.] (2006). «Young children’s perceptions of television reality: Determi-
Ciencias Enero 2013. nants and developmental differences». Developmental Psychology, 30(2), p. 229-239.
TOUSSAINT, F. (1989). Crítica de la información de masas. México DF: Trillas. WRIGHT, C.R. (1969). La comunicación de masa. México DF: Paidós.
TREND, D. (2007). «The Myth of Media Violence». Oxford: Blackwell. —. (1975). Mass Communications: A sociological Approach. New York: Random House.
TRESSERRAS, M. (1996). «La televisió: un espai virtual enfront de l’espai de risc». Trípodos YOUNG, J. (1973). «The role of the police». En: COHEN, S.; YOUNG, J. (ed.). The Manufac-
[Barcelona], núm. 2, p. 3-20. ture of News: Deviance, Social Problems and The Mass Media. London: Constable.
VACA, R. (1997). ¿Quién manda en el mando? Comportamiento de los españoles ante la televi- YOUNG, K. [et al.] (1967). La opinión pública y la propaganda. Buenos Aires: Paidós.
sión. Madrid: Visor Dis. ZEMAN, Z.A.B. (1973). Nazi propaganda. London: Oxford University Press.
VALKENBURG, P.M. (2000). «Media and youth consumerism». Journal of Adolescent Health,
n. 27, p. 52-56.
VAN SOEST, D. (1998). «The global crisis of violence. Common problems, universal causes,
shared solutions». Washington, D.C.: National Association of Social Workers (1997).
En: GARCÍA SILBERMAN, S.; RAMOS, L. Medios de comunicación y violencia. México DF:
Fondo de Cultura Económica, p. 33-34.
VILCHES, L. (1993). La televisión: los efectos del bien y del mal. Barcelona: Paidós.
168 VILLAPLANA, V. (2003) «El discurso televisivo de la violencia: representación y registros 169
enunciativos en las formas narrativas audiovisuales fragmentarias: videoclip y reporta-
je de investigación cultural». Trípodos, Extra 2003 [Barcelona: Facultat de Ciències de
la Comunicació Blanquerna, Universitat Ramon Llull].
VOGLER, C. (1992). The Writer’s Journey. Mythic Structure for Storytellers and Screenwriters.
Michael Wiese Productions. Studio City, Ca.
VON FRANZ, M.L. (1986). Símbolos de redención en los cuentos de hadas. Barcelona: Luciérnaga.
WEKESSER, C. (1995). Violence in the Media. San Diego, CA: Greenhaven Press.
WIEVIORKA, M. (2003). «Violencia y crueldad». Anales de la cátedra Francisco Suárez, núm.
37, p. 155-171.
—. (2006). «La violencia: destrucción y constitución del sujeto». Espacio Abierto. Vol. 15
(junio), núm. 1-2, p. 239-248.
—. (2011). Una sociología para el siglo XXI. Barcelona: UOC Ediciones.
WILLIAMS, R. (1974). Television (technology and cultural form). London: Fontana Paperbacks.
WIMMER, R.D.; DOMINICK, J.R. (1996). La investigación científica de los medios de comuni-
cación: una introducción a sus métodos. Barcelona: Bosch.
—. (2000). Introducción a la investigación de medios masivos de comunicación. México DF:
Thompson Editores.
WOLF, M. (1987). La investigación de la comunicación de masas. Críticas y perspectivas. Bar-
celona: Paidós.
—. (1989). «Il Palinsesto della televisione». Media Forum [Roma], n. 147.
—. (1993). Els efectes socials dels mitjans de comunicació de masses. Barcelona: Pòrtic.
WOLTON, D. (1992). Elogio del gran público: una teoría crítica de la televisión. Barcelona:
Gedisa.
WOOD, W.; WONG, F.Y.; CHACHERE, J.G. (1991). «Effects of media violence on viewers
aggression in unconstrained social interaction». Psychological Bulletin, n. 109, p. 371-383.
Índice

Prólogo 7
Mirando la mirada. Miquel Rodrigo-Alsina

Capítulo I 13
La violencia y sus manifestaciones contemporáneas.
Los tipos de violencia humana y su visibilidad social
1. Una mayor sensibilidad social ante la violencia 14
2. Sobre el carácter polisémico del término violencia 15
2.1. Reflexiones sobre la noción de violencia 16
2.2. Del «instinto» al aprendizaje 18
2.3. La domesticación de la naturaleza humana
durante el proceso de civilización 21
2.3.1. El paso de la «naturaleza» a la «cultura» 21
2.3.2. La violencia durante el proceso de civi-
lización 23
3. Hacia una clasificación de la violencia humana 25
3.1. El Estado y el monopolio de la violencia 25
4. Reflexiones éticas sobre la violencia humana 30
4.1. Identidad, valores culturales y violencia 30
4.2. Los aspectos éticos en la reflexión sobre la
violencia 31

Capítulo II 33
La violencia y los procesos de influencia mediática. Las teo-
rías de la comunicación
1. Las etapas de la investigación comunicativa 36
1.1. Primer periodo: el modelo hipodérmico 37
1.1.1. La teoría de la sociedad de masas 37
1.1.2. La corriente conductista 41
1.2. El segundo periodo: el modelo de los efectos
limitados 43
1.2.1. La teoría de la exposición y percepción
selectiva 44
1.2.2. La teoría del doble flujo de la comuni-
cación 44
1.3. Tercera etapa: la comunicación en la era de 47 Capítulo VI 99
la complejidad Un modelo de observación para el análisis de la violencia
1.3.1. Las teorías de los efectos de gran alcance 47 en televisión
1.3.2. La teoría de la mediación en la percep- 1. Métodos cuantitativos o métodos cualitativos: una
ción televisiva 48 falsa disyuntiva 99
1.3.3. Las teorías de la recepción 49 2. Del análisis del contenido al análisis de la recepción 104
2. Violencia, medios de comunicación y mediación 2.1. El contexto de la recepción 105
social 50 3. El análisis de la violencia televisiva: del texto al
contexto 106
Capítulo III 53 4. Un modelo de observación 109
La violencia y los medios de comunicación. El saber cri-
minológico Capítulo VII 119
1. La criminología y los mass media 54 Infancia, violencia y televisión. Los espacios informativos y
2. La construcción mediática de la violencia 58 los imaginarios de la violencia en los niños y adolescentes
3. La televisión y el crimen 60 1. La fase exploratoria 120
4. La vuelta del suceso criminal 62 1.1. El Estado de la Cuestión 120
1.1.1. Sobre la noción de «efectos» 121
Capítulo IV 67 1.1.2. Sobre la noción de violencia 122
La violencia y el discurso televisivo. Las convenciones de 1.1.3. Sobre la noción de infancia 123
la realidad y la ficción 1.1.4. En relación con las cuestiones de método 123
1. La violencia televisiva enmarcada en los géneros 68 1.1.5. Conclusión 124
1.1. La política de los géneros antes de los años 2. Las entrevistas exploratorias 125
sesenta 69 2.1. Análisis de contenido de las entrevistas
1.2. El declive de los géneros cinematográficos: un exploratorias 127
nuevo contrato con el telespectador 70 2.1.1. Noción de infancia 127
2. Del concepto de género al de polidiscursividad de 2.1.2. Noción de violencia 127
la televisión 72 2.1.3. El papel de la televisión 128
3. Ficción y no ficción en la neotelevisión 74 2.1.4. Aspectos relacionados con la recepción.
4. La violencia televisada: un debate ético y político 78 El papel de la familia 130
3. La investigación cuantitativa: los análisis de audiencia 131
Capítulo V 81 3.1. Los espacios para el público infantil 131
La violencia en la mirada infantil 3.2. Características del análisis de la audiencia
1. La psicogénesis o sociogénesis de la infancia 82 infantil 132
1.1. El reconocimiento del niño como sujeto de 3.3. Resultados descriptivos 132
derechos 83 3.3.1. Resultados globales de la audiencia
2. Relatos infantiles, conflicto y trasgresión social 88 infantil 132
3. La televisión y la investigación mediática sobre la 3.3.2. Resultados por franjas horarias 133
influencia de la televisión en la infancia 91 3.3.3. Resultados por periodos semanales 133
4. A modo de conclusión: de la superprotección al 3.3.4. Resultados por cadenas 134
reconocimiento de los derechos de la infancia 96 3.4. Conclusiones 135
3.4.1. Consumo por franjas horarias 136
4. La investigación cualitativa: los grupos de discusión 137
4.1. Ejecución de los grupos de discusión en el
proyecto 138
4.1.1. Elección de las imágenes 139
4.1.2. Elección de los centros escolares 141
4.2. Análisis y resultados del estudio 142
4.2.1. Sobre usos de la televisión y los infor-
mativos 142
4.2.2. Sobre tipos de recepción que los niños
y niñas tienen de los espacios informativos 143
4.2.3. Sobre la percepción que los niños y
niñas tienen en relación con hechos violen-
tos y situaciones sociales de violencia real 144
4.2.4. La gravedad y la intensidad de la vio-
lencia representada aparece determinada por
diversas variables a tener en cuenta 146
4.3. Conclusiones 147

Bibliografía 149
View publication stats

Você também pode gostar