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Para realizar rescates con el helicóptero es necesario realizar un vuelo estacionario o a baja
velocidad ya sea sobre una embarcación, balsa o directamente sobre el agua a unos pocos metros
sobre la superficie. Para tal fin el piloto se vale de referencias visuales a su disposición para
mantener la actitud correcta y a la aeronave en una posición estable mientras se realiza la operación
con la grúa de rescate. El área sobre la cual desciende el dispositivo de rescate está fuera del alcance
visual del piloto por cuanto se debe valer de las correcciones impartidas por el mecánico de vuelo
que hace las veces de operador de la grúa de rescate.
Si la embarcación es pequeña (como una balsa, semirrígido, o náufrago) queda totalmente
fuera de la vista del piloto, debiendo éste valerse de otras referencias fuera del punto de rescate,
como lo pueden ser la costa, otras embarcaciones en la zona, etc. Si la operación se está realizando
en mar abierto, es decir lejos de la costa, esas referencias son prácticamente nulas, solo quedando a
disposición del piloto el horizonte y en alguna medida la espuma del mar producto del oleaje o el
viento.
Como se aprecia el vuelo en estas condiciones se realiza exclusivamente en forma visual y
valiéndose de elementos externos a la aeronave para mantener una actitud del helicóptero que
permita su maniobrabilidad y efectuar la operación de grúa. Cabe destacar que el helicóptero no
cuenta con ningún instrumento que pueda auxiliar al piloto en esta tarea.
Ahora bien, si llevamos esta condición al vuelo nocturno, las posibilidades del piloto de
obtener referencias visuales en un entorno de obscuridad casi absoluta, como sucede en mar abierto,
son casi nulas, quedando solamente la propia embarcación o náufrago más la posibilidad de contar
con un horizonte claro, nítido y definido, lo que en el mar rara vez ocurre.
Aproximadamente el 85 % de la información que se maneja en vuelo es visual, por ejemplo
para la lectura de los instrumentos, la interpretación del terreno y la orientación espacial. En la
noche el ojo humano adquiere unas limitaciones fisiológicas importantes a las cuales el piloto debe
estar atento. En la visión nocturna o escotópica, proporcionada por los bastones de la retina, la
agudeza visual se encuentra reducida, identifica básicamente formas y contornos, en tonos de grises
y hay reducción de la sensibilidad al contraste. Todo esto afecta principalmente la percepción de
distancia y profundidad, hay una clara tendencia a sentirse volando más alto de lo que realmente
está la aeronave, lo cual puede favorecer accidentes por impacto contra el terreno cuando se vuela
en condiciones nocturnas a baja altura.
Además del punto ciego que se tiene a nivel del nervio óptico en la retina, durante la noche se
tiene un punto ciego adicional, que es el generado por la mácula que posee solo conos para visión
diurna o fotópica. Esto hace que el piloto tenga que entrenar una visión descentrada para poder
apreciar mejor los objetos y una visión de rastreo o escaneo visual, para que no pierda ningún
detalle de la escena.
En consecuencia, se producen una serie de “desbalances fisiológicos” o ilusiones en el piloto
propios de las condiciones del vuelo nocturno: