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Karen Reséndiz Altamirano

Filología

Texto informativo de la actividad 5.2 (video enviado por e-mail)

Invasiones Germánicas y la decadencia del imperio

El cristianismo se expandió por hispania a partir del año 64 con la prédica de San Pablo y
los cristianos de Roma.

Tras las guerras civiles en Roma hacia el 222 d.c comenzó la migración de los pueblos del
norte y del este hacia territorios imperiales, y ante la necesidad de contener la llegada de los
pueblos extranjeros llamados Bárbaros, comenzaron a ascender a césares los militares sin
experiencia política.

Las invasiones de los pueblos Germánicos se vieron impulsadas por las invasiones de Atila
y los Hunos, pues Roma pactó acuerdos con los germánicos en las cuales ellos se
comprometían a defender las fronteras a cambio de las dos terceras partes de las tierras
que protegieran. De entre los pueblos, los godos se asentaron en Dacia desde donde se
dividieron en godos del este o astrogodos y godos del oste o visigodos, estos últimos se
dirigieron a Galia e Hispania. Suevos y Vándalos dejaron sus territorios en Europa Central y
también pasaron a Hispania.

Mientras tanto en Roma, el emperador Diocleciano dividió la administración del imperio


entre cuatro césares. A pesar de la tetrarquía, Diocleciano buscó ejercer un poder único
sobre el imperio, y aunque modificó la recaudación de impuestos, esta fue insuficiente para
solventar los gastos de las campañas militares, por lo que los jefes militares comenzaron a
hacerlo a título propio en cada región.

Años después de la muerte de Diocleciano, Constantino, hijo de uno de los tetrarcas, logró
derrotar a los demás herederos, recuperó el dominio de un solo emperador y llevó la capital
del imperio a Bizancio, a la cual nombró Constantinopla.

En 391 d. c el cristianismo se volvió la religión del estado; para 395 d. c el imperio volvió a
dividirse entre Occidente y Oriente, pero en 476 d. c el de oriente se disolvió cuando
Odoacro Germano y medio Huno, derrotó al emperador Rómulo Augusto.

Los Germanos fueron diferentes pueblos aunque tenían lenguas procedentes del tronco
indoeuropeo.

Los visigodos
El emperador romano Valens había aceptado a los visigodos en el año 376 d. c como
integrantes del imperio, como integrantes se fueron expandiendo a Italia y Galia donde

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crearon el reino de Tolosa, para 507 d. c se vieron en la necesidad de emigrar al otro lado
de los pirineos.
Los hispanorromanos los recibieron sin gran resistencia. Su nuevo reino duró
aproximadamente dos siglos, por lo que Hispania se convirtió en un reino Visigodo sin un
poder central lejano, por primera vez se acuñó la idea de reino propio y San Isidoro marcó la
continuidad Cristiana entre hispanos y visigodos.

La invasión de los visigodos fue muy distinta a la de los romanos 700 años atrás, pues
aunque tenían lenguas y costumbres propias abrazaron la cultura hispanorromana, salvo la
religión ya que ellos practicaban otra rama del cristianismo llamada arrianismo, por lo que
no era posible el matrimonio mixto.

Los reinados visigóticos no eran dinásticos y duraban lo que la vida del rey, eso provocaba
una inestabilidad permanente.

Necesitado de integración con los hispanorromanos, el rey Recaredo abjuró del arrianismo y
se convirtió al catolicismo en 589 d. c eso le permitió legitimar su reino. A partir de entonces
la iglesia comenzó a tener un papel central en la vida política visigótica.

San Isidoro fue una figura fundamental en este cambio, además de que se encargó de un
profundo trabajo intelectual en el que abordó además de la historia y la moral, las
etimologías.

El reino visigótico terminó debido a las repetidas luchas entre las familias, cuando Rodericus
para derrotar a Agila II pidió ayuda no a los bizantinos sino a los Árabes, estos le
permitieron ganar el trono pero terminaron derrotándolo en la batalla de Guadelete en 711
d. c , con lo que comenzó la invasión y después colonización musulmana.

Al-Andalús

El cristianismo se extendió primero desde Israel hacia el cercano oriente y se difundió por el
norte de áfrica entre los pueblos politeístas. Como en todo el imperio, el cristianismo fue una
religión de pobres, que basaba su atracción en el poder profético y esperanzador del
Evangelio.
En el norte de África se formaron círculos parecidos al cristianismo primitivo cuyas
características eran el martirio y la severidad de la disciplina eclesiástica.

Mahoma nació en 570 d. c en una familia encargada de cuidar los lugares sagrados de La
Meca. Hacia 610 d. c, según la tradición Islámica, mientras meditaba tuvo una visión del
Arcángel Gabriel y lo declaró el último profeta.
La prédica de Mahoma combinaba las tradiciones bíblicas y las del cristianismo primitivo
con viejas tradiciones Árabes y la necesidad de unificar a las tribus del desierto.

A partir de entonces se produjo un veloz movimiento de expansión del Islam (sometido a la


voluntad de Dios): en sólo doce años Bizancio perdió Palestina, Siria y Egipto bajo los
ejércitos de Mahoma.

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Tras su muerte lo siguieron familiares suyos del clan Omeya.
El clan de los Omeyas era más de comerciantes que de hombres religiosos por lo que sus
intereses comerciales los llevaron pronto a las puertas de Hispania.

Ya en 710 los musulmanes habían desembarcado en Tarifa, pero las luchas de Rodrigo con
Agila II facilitaron la invasión a manos de Tarik ibn (Gibraltar <Gibr-al-Tarik “la peña de
Tarik”). Tras la derrota de Rodrigo, los Musulmanes avanzaron con gran rapidéz,
conquistaron: Toledo, Zaragoza, el valle del Ebro y para 718 casi toda la península había
caído ante ellos.

Fue práctica común de los califas respetar la vida y las costumbres de cristianos y judíos a
quienes aplicaron la Dhimma o pacto de respeto, siempre que pagaran sus impuestos.

Los Árabes nombraron a Hispania Al-andalús y con Abderramán, el único sobreviviente de


los Omeya, comenzó una época de oro de la cultura musulmana a partir de su emirato en
córdoba.
Los moros no iban motivados en sí por un afán de evangelización sino de conquista
económica y pudieron establecerse con facilidad entre los hispanos, quienes los aceptaron
por su alto nivel de desarrollo respecto a los visigodos.

A los cristianos que aceptaron la cultura sin convertirse a la religión se les llamó Mozárabes,
a sus dialectos se les llamaba romí, latini o ladino.
Los cristianos que se convirtieron al islam se llamaban muladíes.
La aportación de la civilización y la cultura árabe musulmana fue asombrosa, de una
riqueza y variedad que aprovechó la cultura hispanorromana e incluso el resto de Europa.

Parte de sus aportaciones fueron, la traducción de textos clásicos, la construcción de los


primeros astrolabios, introducción de la numeración arábiga, el cero, el álgebra, conceptos
arquitectónicos con muestras como la alhambra de granada.

Para el año 939 d. c los ataques de los cristianos del norte acrecentaron las dificultades del
califato para conservar el poder y defenderse de ellos. Fue hacia el 1002 d. c que la
situación política se descompuso por el alto costo de las campañas militares contra los
cristianos del norte y ello llevó a la disolución del califato, que se fragmentó en 39 taifas.

Ante la amenaza de los cristianos del norte por Al-andalús los reyes de las taifas pidieron
ayuda al sultán del norte de África quien rápidamente se impuso sobre ellos con tropas de
fanáticos religiosos: los almorávides, dispuestos a restaurar la austeridad islámica en los
reinos que se habían vuelto laxos.
La invasión de los morávides fue rápida y brutal, tanto que los mismos moros de al-andalús
se sublevaron contra ellos, pero este tropel se vio nuevamente nutrido por los almohades
también fanáticos por la pureza del islam. Los moros de al-andalús comenzaron a huir de
las costumbres austeras y fanáticas de los nuevos invasores y para 1492 cayó el último
reino derrotado por los reyes católicos.

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Por otra parte los mozárabes, expulsados de Al-andalús tras la invasión de los morávides y
los almohades, llevaron la consigna de emprender una guerra santa contra el dominio
musulmán, para lo cual se creó un mito que involucraba al apóstol Santiago y a San Isidoro
como pilares del cristianismo hispánico, con lo cual se completó el rechazo hacia la cultura
árabe.

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