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En este portal ya hemos informado repetidamente cómo la

legislación para formalizar la minería artesanal —promulgada por el


nacionalismo y Manuel Pulgar Vidal, y continuada por la
administración PPK—, en realidad, ha buscado excluir a los más de
400,000 pequeños mineros que existen en el país. Una inclemente
campaña de la izquierda caviar pretende asociar a estos miles de
emprendedores con las economías ilegales, la trata de blancas y la
destrucción ambiental. A entender de este portal, el objetivo de esta
campaña es claro: imponer la idea de que el desarrollo minero del
Perú no tiene nada que ver con la minería artesanal. Gravísimo error.
No se puede negar que existe una minería ilegal que se desarrolla en
parques nacionales y reservas ecológicas, que contamina ríos y
destruye bosques. Sin embargo, esa minería ilegal no representa ni el
10% del total de minería informal que se desarrolla en el país. La
mayoría de mineros artesanales son los campesinos dueños de las
superficies de los grandes proyectos mineros, que deciden hacer
minería de socavón ante la incapacidad del Estado de redistribuir la
renta minera. ¿Se puede detener la minería artesanal? ¿En algún
lugar del planeta se pudo detener un gold rush? Ni en Estados
Unidos ni en ningún otro lugar del mundo se ha logrado detener un
fenómeno económico y social de esa magnitud, a menos que se
aplastara todo a sangre y fuego. En las sociedades desarrolladas la
informalidad se resolvió con derechos de propiedad.
En el Perú se ha impuesto la lógica de la exclusión de la minería
artesanal. Una gran investigación económica y periodística deberá
desvelar qué oscuros intereses han desarrollado la idea de que la
minería, el mercado, y el capitalismo solo le pertenecen a “los
amigos del poder”. En todo caso, el grave problema de estos
criterios es que no perciben que están empujando a los más de
400,000 mineros informales bajo la influencia de las propuestas
antisistema.
La legislación que excluía a los mineros artesanales se implementó
durante el nacionalismo, en la gestión del Ministerio del Medio
Ambiente de Manuel Pulgar Vidal. Por ejemplo, los decretos
legislativos N° 1100 y N° 1105 establecen los procedimientos para
la formalización y la definición de minería ilegal respectivamente.
En el Perú a un pequeño minero se le exige para formalizarse el
respectivo RUC, las declaraciones juradas anuales de los últimos
cinco años, los contratos de explotación del mineral y la proyección
de reservas probadas del mineral, entre otros requisitos que se
demanda a la gran minería. Si un minero informal pudiese atender
esos requisitos es obvio que ya sería formal. ¿O no?
Lo más grave de todo es la definición de minería ilegal: quien
incumple normas de carácter administrativo, técnico, social o
ambiental, inevitablemente cae bajo la figura de minería ilegal. Si a
esto le agregamos que durante la administración PPK se promulgó el
Decreto Legislativo N° 1244 que establece que los delitos de
minería ilegal caen bajo la figura de crimen organizado, el círculo de
la exclusión se ha cerrado.
Lo más extraño de todo es que la legislación de Pulgar Vidal se
ensañó con las más de cien plantas de beneficio, formales e
informales, que existen en el país y que compran la producción de
los mineros artesanales, convirtiéndose en los puentes entre los
mineros artesanales y la formalidad. Antes las mencionadas plantas
descontaban el IGV y el impuesto a la renta de las ventas de los
pequeños productores. Hoy se ha prohibido este proceso, y la
informalidad sigue aumentando.
Las acciones del Organismo de Evaluación y Fiscalización
Ambiental (OEFA), el Ministerio del Ambiente, la Sunat y las
interdicciones de la policía solo apuntan desarrollar sanciones,
multas, embargos, procesos por pérdida de dominio y lavados de
activos. Con ello solo aumentará la informalidad y se acumulará un
problema social que pone en jaque a la democracia, la economía de
mercado y el desarrollo del capitalismo.
Con la cercanía de las elecciones del 2021, Pulgar Vidal y el
nacionalismo acaso han construido el escenario perfecto para que las
fuerzas antisistema intenten influenciar al amplio y poderoso
movimiento de mineros informales.

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