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Nuevo

manual
de
Ciencia
Tomo I

Política
Rohert Goodin y
Hans-Dieter
Klingemann (eds.)

Ciencia Política ISTMO


IX
Nuevo
manual
de
Ciencia
Tomo I

Política
Robert Goodin y
Hans-Dieter Küngemann
(e,
Ciencia Política ISTMO
N
NUEVO MANUAL
DE CIENCIA POLÍTICA*
NUEVO MANUAL
DE CIENCIA POLÍTICA*

Editado por
Robert E. Goodin
y Hans-Dieter Klingemann

Traducción de
N. Lagares, F. Jiménez,
A. Losada y P. González

.*
ISTMO
N
Director de la colección: Ramón Maiz
Título original: A New Handbook ofPolitical Science

This translation of A New Handbook of Political Science,


originally published in English in 1996, is published by arran-
gement with Oxford University Press.

Esta traducción del Nuevo Manual de Ciencia Política,


publicado originalmente en inglés en 1996, se edita de acuer•
do con Oxford University Press.

Colección Fundamentos n.° 165 ÍNDICE

VOLUMEN I
de multa y privación de libertad quienes reproduzcan o pla• gien, en todo o en
parte, una obra literaria, artística o científica,
The several contributors and in this collection
Oxford University Press, 1996
Ediciones Istmo, S. A. , 2001
para todos los países de habla hispana
Sector Foresta, 1
28760 Tres Cantos
Madrid - España
Tel.: 91 806 19 96
Fax: 91 804 40 28

Diseño de cubierta:
Sergio Ramírez

ISBN: 84-7090-368-3
Depósito Legal: M-8563-2001

Impresión: C +I ,
S.L.

Impreso en España / Printed in


Spain

Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el


artículo 270 del Código Penal, podrán ser castigados con penas
Robert E. Goodin y Hans-Dieter Klingemann 21
PRESENTACIÓN 2. Ciencia política: la historia de la disciplina.
9 Gabriel A. Almond 83
3. La ciencia política y las otras ciencias sociales.
PREFACIO
MatteiDogan 150
11
PARTE I I . LAS INSTITUCIONES POLÍTICAS
AGRADECIMIENTOS 4. Las instituciones políticas: una visión general.
15 BoRothstein 199
5. Las instituciones políticas: perspectivas de elección
PRÓLOGO A LA EDICIÓN ESPAÑOLA racional.
17 Barry R. Weingast 247
6. Las instituciones políticas: enfoques jurídicos.
PARTE I. LA DISCIPLINA
Gavin Drewry 284
1. Ciencia política: la disciplina.
5

. Las instituciones políticas: lo viejo y lo nuevo.


B.GuyPeters 304
VOLUME N I
PARTE I I I . COMPORTAMIENTO POLÍTICO I
8. Comportamiento político: una visión general.
PARTE V. RELACIONES INTERNACIONALES
Edward G. Carmines y Robert Huckfeldt 329
16. Relaciones internacionales: una visión general.
9. Comportamiento político: votantes racionales y sis• Kje l l Goldmann 581
temas multipartidistas. 17. Relaciones internacionales: neorrealismo y neoli
Franz Urban Pappi 374 - beralismo.
10. Comportamiento político: enfoque institucional David Sanders 619
y enfoque experimental. 18. Relaciones internacionales: perspectivas pospositi•
Patrick Dunleavy 403 vistas y feministas.
11 . Comportamiento político: lo viejo y lo nuevo.
Warren E. Mille r 429 J. AnnTickner 645
19. Relaciones internacionales: lo viejo y lo nuevo.
RobertO. Keohane 668
PARTE IV . POLÍTIC A COMPARADA
12. Política comparada: una visión general. 6
PeterMair 447
13. Política comparada: perspectivas microconductistas.
Russell J. Dalton 485
14. Política comparada: estudios sobre democratización.
Laurence Whitehead 509
15. Política comparada: lo viejo y lo nuevo.
David E. Apter 535
Giandomenico Majone 887
PARTE V I . TEOR Í A POLÍTIC A
27. Políticas públicas y administración: lo viej o y
20. Teoría política: una visión general. lo nuevo.
Iris Marió n Young 693 B. Guy Peters y Vincent Wrigh t 914
21 . Teoría política: tradiciones en filosofía política.
Bhikh u Parekh 727 PARTE V I I I
. ECON OMÍ A POLÍTICA
22. Teoría política: teoría política empírica. 28. Economía política: una visión general.
Klaus von Beyme 749 James E. A l t y Alberto Alesina 937
23. Teoría política: lo viejo y lo nuevo. 29. Economía política: perspectivas sociológicas.
Brian Barry 765 ClausOffe 981
30. Economía política: perspectivas downsonianas.
PARTE V I L POLÍTICA S PÚBLICAS Y ADMINISTRACIÓ N Bernard Grofman 1003
24. Políticas públicas y administración: una visió 3 1 . Economía política: lo viejo y lo nuevo.
n general. A. B. Atkinson 1019
Barbara J. Nelson 795
25. Políticas públicas y administración: análisis com• PARTE I X . L A METODOLOGÍA E N CIENCI A POLÍTICA
parado de políticas. 32. La metodología en ciencia política : una visió
Richard I. Hofferbert y Davi d Louis Cingranelli... . 861 n general.
26. Políticas públicas y administración: ideas, intere• John E. Jackson 1037
ses e instituciones.
7
33. La metodología en ciencia política: métodos cuali•
tativos. ÍNDIC E DE NOMBRES

Charles C. Ragin, Dir k Berg-Schlosser y Giséle de


1081
Meur •;
34. La metodología en ciencia política: diseño de inves•
tigación y métodos experimentales.
111
Kathleen McGraw ••••••••
0

35. La metodología en ciencia política : lo viejo y lo


nuevo.
Hayward R. Alker
1136

NOT A SOBRE LOS AUTORES


L 1
1l^JJ3
serie de sesiones sobre «el estado de la disciplina»
organizadas por los editores.
Es éste un momento oportuno para recapitular la
Ciencia Política. La disciplina afronta nuevos desafíos para
compren• der y evaluar los voraces cambios políticos y
acontecimientos mundiales recientes y dramáticos,
incluso trágicos. Este Manual cubre tópicos estables y
familiares dentro de la Cien• cia Política, como las
instituciones políticas, el comportamiento político, las
políticas públicas y la teoría política, aunque el contexto
político, al norte y al sur, al este y al oeste, ya no resul• ta tan
familiar. Se han planteado nuevas interrogantes en tor• no a
PRESENTACIÓN conceptos tan fundamentales como el Estado-nación y la
soberanía, y existe un creciente interés en la polític a de
la religión, la etnicidad y las variedades del pluralismo.
La Asociación Internacional de Ciencia Política (IPSA) Igualmente, determinados avances intelectuales
se enorgullece de haber contribuido a la elaboración de este acontecidos a lo largo de los últimos veinte años han
Nue• vo Manual de Ciencia Política. Los participantes en el aportado a la Ciencia Política una amplia gama de nuevos
X V I Congreso Mundia l de la IPS A celebrado en Berlí n esquemas teóricos y meto• dológicos. Algunos
en 1994 tuvieron la oportunidad de seguir presentaciones investigadores, por ejemplo, usan ahora
iniciales de muchos de los capítulos a lo largo de una 9

modelos altamente técnicos y matemáticamente sofisticados, Este Manual proporciona una revisión comprensiva y sis•
otros han evolucionado bajo el paraguas filosófico llamado temática de las áreas principales de la disciplina poco frecuente.
pos• modernismo, muchos son defensores del «nuevo En esta era de especialización, los politólogos y sus estudiantes
instituciona- lismo» y el feminismo aporta una presencia hallarán de interés, para informarse sobre cuantos avances tie•
importante. nen lugar en la Ciencia Política, las aportaciones que trascien•
La Ciencia Política está cambiando también de otras mane• den su propia experiencia particular. Pero aquellos interesados
ras. Como una parte de la actual ola de democratización, la dis• no especialistas o simplemente los ciudadanos descubrirán una
ciplina se está estableciendo o reforzando en muchos países, obra muy accesible, y extremadamente bien organizada, en
y existe hoy de manera mucho más amplia que nunca hasta la la cual aprender acerca del estado del arte en la Ciencia Polí•
fecha. El número de mujeres y jóvenes académicos de todo el tica Contemporánea, y sobre su historia y relaciones con las
mundo que participaron en el Congreso Mundial de la IPS A y restantes Ciencias Sociales.
el hecho de que el Congreso fuera inaugurado por la primera Los autores, todos ellos autoridades punteras en sus res•
mujer presidente de la propia Asociación, reflejaron la demo• pectivos campos, reflejan la fuerza creciente de la Ciencia Polí•
cratización que ha tenido lugar en la propia Ciencia Política. tica de hoy fuera de los EE.UU., donde se fundó la primera
asociación profesional. Entre ellos se cuentan tanto veteranas
y respetadas figuras, como la nueva generación de hombres y
mujeres que conforman la Academia, todos escribiendo desde
las perspectivas más variadas. Este Nuevo Manual de Ciencia
Política ofrece una guía segura, fiable y experimentada para
manejarse a través de la amplia espesura de la disciplina y sus
subdivisiones. Ninguna obra mejor para conducir la Ciencia •

Política hacia el nuevo siglo.

Carole Pateman
Presidente de la IPS A 1991-1994
PREFACIO
10

Desde su mismo título, el Nuevo Manual de Ciencia Polí•


tica rinde expreso homenaje al esfuerzo ciertamente hercúleo
de nuestros predecesores, Fred Greenstein y Nelson Polsby,
al compilar el primer Manual de Ciencia Política (1975). Aun•
que aquel trabajo de ocho volúmenes es hoy casi tres décadas
más viejo, permanece como piedra angular y referencia esen•
cial para la disciplina. Hemos centrado nuestra tarea sobre el
exa• men de aquello que ha acontecido en la disciplina durante
los años pasados desde la publicación del original de
Greenstein y Polsby. Inevitablemente, algunos de los autores
han tenido que remontarse un poco más atrás en el tiempo para
contar una historia coherente (la historia de la Teoría
Política contem• poránea, por ejemplo, claramente empieza
con la publicación de la Teoría de la Justicia de Rawls). Sin
embargo, básicamente las tres primeras aportaciones de cada
sección se han atenido a la referencia, siendo la cuarta («Lo
viejo y lo nuevo») emplea• da explícitamente para
reflexionar sobre cómo los avances más novedosos se
articulan con la tradición propia de cada sub- disciplina.
El Nuevo Manual de Ciencia Política resulta visiblemente
más internacional que el anterior, la mitad de nuestros cuarenta
y dos colaboradores proceden de fuera de Norteamérica. Ello
11
se debe en una pequeña parte a su origen en un encuentro de Palgrave, el Nuevo Manual de Ciencia Política se dirige a
la Asociación Internacional de Ciencia Política (véanse animar a los politólogos críticos a
Agra• decimientos a continuación). Pero en mayor medida se
debe a la genuina internacionalización de la disciplina a lo 12
largo de las pasadas dos décadas. Indudablemente la
ciencia política norteamerican a continúa ocupando una
posición de primus interpares -aunque ahora tiene muchos
iguales, la mayoría de los cuales se ven a sí mismos como
colaboradores en alguna clase de empresa compartida-. Éstas
y varias otras voces nue• vas vuelven la ciencia política a un
discurso más rico que hace veinte años y, no obstante, un
discurso claramente continuo con aquel primigenio.
El Nuevo Manual de Ciencia Política está también visi
• blemente organizado en torno a subdisciplinas de una
manera que no lo estaba el anterior. Algunas de tales
afiliaciones sub- disciplinarias son, y virtualmente siempre
han sido, los puntos principales de alegación para la mayoría
de los miembros de nuestra disciplina. Las subdisciplinas
concretas en torno a las cuales hemos organizado el Manual
representan aquello que nos parece formar la configuración
dominante de la disciplina en el momento presente. Sin
embargo, las subdisciplinas están lejos de haber sido selladas
herméticamente. El trabajo a través y entre divisiones
subdisciplinarias es algo cada vez más fre• cuente y
necesario para mejorar la calidad.
El Manual de Ciencia Política original estaba inspirado
libre• mente (Greenstein y Polsby; vol. I, p. vi) por el modelo
del Hand- hook of Social Psichology de Lindzey y Aronson
(4954 , 1985). Mientras que la psicología política continúa
siendo central para mucha de la ciencia política, resulta una
muestra del creciente alcance de la disciplina contemporánea
que el presente Nuevo Manual de Ciencia Política estuviese
inspirado libremente por el New Palgrave: A Dictionaiy of
Economics (Eatwell et al,
1987). Una vez más, nuestra modesta obra no puede
comparar• se con la profundidad de los cuatro volúmenes del
trabajo ante• rior, ni siquiera afronta el mismo desafío de
recoger lo mejor de un siglo de progresos de la disciplina
desde la publicación del original. Pero, al igual que el New
retirarse un poco de la refriega diaria y reflexionar sobre servidos, siendo una obra de referencia Public
dónde hemos, colectivamente, estado y hacia dónde estamos Administration: The State ofthe Discipline (Lynn y
llevando, colectivamente, los ángulos de la disciplina. Y como Wildavsky, 1990), una aventura comparti• da por la Sociedad
el New Pal- grave, el Nuevo Manual de Ciencia Política Americana para la Administración Pública y la APS A.
asume ese remite disciplinario de manera amplia para abarcar Yendo más allá d él a órbita anglosajona, también hay
el trabajo afín de la economía y la sociología, la psicología y publicados excelentes y ambiciosos manuales de ciencia
la estadística, la antro• pología y los estudios del área. política en Francia (Leca y Grawitz, 1985), Alemania (Von
Además de estas aportaciones maestras de las Bey- me, 1986) e Italia (Graziano, 1987). El Nuevo Manual de
disciplinas afines, debemos también reconocer nuestra deuda Cien• cia Política no busca suplantar ninguno de estos
-y la de nues• tra profesión- a otras revisiones del estado de esfuerzos ante• riores sino, más bien, ampliarlos y
la propia ciencia política. Aunque los estudios de Political complementarlos.
Science: The State of the Discipline (Finifter, 1983, 1993) Greenstein y Polsby se sintieron obligados a insistir sobre
no resultan tan compre• hensivos en sus aspiraciones como el lo inevitablemente incompleto de su manual de ocho volúme•
Manual, ésta o la anterior edición, varios de sus capítulos se nes. As í que, igualmente, debemos enfatizar, incluso con
han convertido en clásicos que, junto a los capítulos más insistencia, lo inevitablemente incompleto de este
correspondientes de l Manual origi • nal, permanecen como sucesor en dos volúmenes. Los autores del primer capítulo
referentes de autoridad sobre los cuales construir cualquier de cada sec• ción recibieron el encargo de ofrecer el mejor
trabajo posterior. Otra colección de cuatro volúmenes, repaso posible de los avances recientes, pero, dado el limitado
Political Science: Lookingfor the Future (Crotty, número de pági• nas a su disposición, inevitablemente ha
1991), contiene igualmente muchos capítulos realmente habido mucho que
exce• lentes que recompensan un cuidadoso estudio. Otros
13
subcam- pos de la ciencia política también están bien
dejar fuera. Hemos tratado de complementar cada uno de Discipline, Washington DC , American Politica l Science Association,
esos capítulos de revisión general con otros más cortos desde 1983.
pers• pectivas concretas, pero con sólo dos por — (ed.), Political Science: The State ofthe Discipline, Washington
subdisciplina: una vez más ha habido muchas perspectivas DC , American Political Science Association, 1993.
GRAZIANO , L . (ed.), La Sciencia Política Italiana, Milá n ,
que han tenido que quedar fuera. Aunque no podemos
Feltrinelli ,
esperar haber proporcio• nado una cobertura comprehensiva 1987.
de todos los avances rele• vantes recientes, esperamos haber GREENSTEIN, F. L . y POLSBY, N . W. (eds.), Handbook of Political Scien•
siquiera tocado la mayoría de los más comunes en la ce, 8 vols., Reading (Mass.), Addison-Wesley, 1975.
disciplina. Es una empresa viva y prometedora de la que L E C A , J. y G R AWI TZ , M . (eds.), Traite de Science Politique, 4 vols.,
estamos orgullosos de ser parte. París, Presses Universitaires de France, 1985.
LINDZEY , G. y ARONSON , E., Handbook of Social Psychology, 2 vols.,
3
Reading (Mass.), Addison-Wesley, 1985.
LY N N , N . B . y W IL DAV S K Y , A . (eds.), Public Administration: The
Bibliografía
Sta• te ofthe Discipline, Chathan (N . J.), Chatham House, para la
Ame• rican Politica l Science Associatio n y la America n
CROTTY, W. DE , Political Science: Looking for the Future, 4 vols., Society fo r Public Administration, 1990.
Evanston I I I , Northwester University Press, 1991. V O N BEYME , K. (ed.), Politikwissenschaft in der Bundesrepublik Deutch-
EATWELL , J., M I L G AT E , M . y N E W M A N , P. (eds.), The New Palgrave: land, PVS Sonderheft 17, Opladen, Westdeutscher Verlag, 1986.
A Dictionaiy ofEconomics, 4 vols., Nueva York, Stockton Press, 1987.
FINIFTER, A . W. (ed.), Political Science: The State ofthe

14

AGRADECIMIENTOS

El Nuevo Manual de Ciencia Política tiene su origen en


una serie de paneles sobre el Estado de la Disciplina que
organiza• mos para el X V I Congreso Mundia l de la IPSA,
celebrado en Berlín durante agosto de 1994. Algunos de los
autores no pudie• ron participar en el último minuto, otros
que venían a hacerlo se quedaron en el camino, por una razón
o por otra, en el pro• ceso de transformar los papeles del
congreso en un libro cohe• rente. Pero la mayoría de quienes
han contribuido a este volu• men.tuvieron la magnífica
oportunidad de discutir, en Berlín, los borradores de sus
capítulos entre sí, y con otros autores de disciplinas
adyacentes. Y por ello este libro resulta más unifi • cado y
coherente de lo que lo habría sido en otro caso.
Queremos aprovechar esta oportunidad para dar las
gracias a las muchas personas que hicieron tales encuentros
posibles -de modo muy particular a nuestras secretarias y
asistentes, Norma Chin, Francés Redrup, y Judith Sellars, en
Camberra, y Gudrun Mouna y Hubertus Buchstein en Berlín-
. Quisiéramos también aprovechar esta oportunidad para rendir
tributo a la amplia orga• nización de la IPSA, incluyendo de
manera especial al décimo presidente, Carole Pateman, el
décimo secretario general Fran• cesco Kjellberg y su eficaz
asistente Lise Fog, y el organizador local del Congreso de
Berlín, Gerhard Góhler.
15

Quisiéramos asimismo dar las gracias a las muchas personas Camberra, octubre, 1995.
que han ofrecido valiosos consejos en torno a la substancia del R. E. G.
Nuevo Manual, desde las sugerencias sobre la selección de temas H. D. K.
y autores, a los comentarios detallados sobre el contenido par• 16
ticular de capítulos concretos. Primero y ante todo, una vez más,
a los miembros del Comité de Programas de la IPSA, en parti•
cular a Carole Pateman, Jean Leca, Ted Lowi y Luigi Graziano.
Entre otros muchos que han sido fuentes valiosas de excelente
asesoramiento, destacan especialmente las contribuciones de
John Dryzeck, John Uhr, Barry Weingast y los miembros de la
Unidad III de Investigación del Wissenschaftszentrum de Berlín.
Debemos también rendir un tributo mayor del habitual en
estos casos a nuestros editores, Tim Barton y Dominic Byatt,
quienes han sido fuente constante de consejo y asistencia, áni•
mo y admoniciones. Elaborar un libro de gran referencia y
amplitud como éste es un proceso predestinado a poner a prue•
ba los nervios de cualquier editor, y los suyos han resultado ser
notablemente firmes en todo momento. Les agradecemos su
apoyo constante.
Raramente resultan fáciles las colaboraciones transoceáni•
cas. Con el advenimiento de la era electrónica, son más fáciles
de lo que solían. Pero aun así, existen límites estrictos para lo
que puede hacerse en la «realidad virtual», y los coeditores han
de reunirse realmente de vez en cuando. Nuestras respectivas
instituciones facilitaron generosamente esas reuniones en varias
ocasiones. Goodin quisiera rendir un tributo especial al Wis•
senschaftszentrum de Berlín por acercarle a Berlín en las eta•
pas de planificación del proyecto y proporcionarle oficina y asis•
tencia durante el Congreso de Berlín. Klingemann igualmente
quisiera agradecer a la Research School of Social Sciences, en
la Universidad Nacional de Australia, por facilitar la edición
final del manuscrito completo. Por encima de todo, quisiéra•
mos dar las gracias a nuestras compañeras -Diane Gibson y Ute
Klingemann- por soportar una presencia tan intrusiva como este
proyecto con tan buen humor y durante tanto tiempo.
curso, así como de ambiciones científicas aún no realizadas.
• •
De algún modo, sin embargól e trata de una obra política a
la vez que científica. El Nuevo Manual tiene su origen en el Con•
greso Mundial de la Asociación Internacional de Ciencia Polí•
tica (IPSA) celebrado en Berlín el año 1994, tan sólo cinco años
después de la caída del muro. Concebido parcialmente como
un homenaje de la disciplina a aquellos acontecimientos, sus
causas y sus consecuencias, los encuentros de la IPSA de aquel
año tuvieron como tema dominante la «Democratización». Ofi•
cialmente, por supuesto, los capítulos del Nuevo Manual se supo•
nen referidos a lo que ha acontecido en la profesión de la cien•
PRÓLOGO A LA EDICIÓN ESPAÑOLA
cia política, más que a lo que ha sucedido en el mundo real de
la política en los años recientes. Pero es mérito innegable de la
profesión en su conjunto seguir las huellas del mundo de la polí•
tica, y buena parte de la reciente labor de la investigación en
El Nuevo Manual de Ciencia Política está concebido para
ciencia política está dedicada a tratar de explicar y auxiliar a las
dar cuenta del estado actual de la ciencia política, esto es, dón•
fuerzas políticas progresistas de las nuevas democracias.
de se encuentra en nuestros días la disciplina y hacia dónde se
dirige en el cambio de siglo. En este sentido constituye un elen• 17
co de objetivos alcanzados, de programas de investigación en
La edición española del Nuevo Manual está animada por campos de las
el mismo espíritu general. Sólo tras el final de la dictadura de ciencias sociales,
Fran• jeo en 1975-1977 pudo la ciencia política llegar a incluí-
constituirse como un ámbito científico plenamente integrado I do el de la ciencia
en la enseñan- política, estableciendo
¡za e investigación académicas de España. Desde entonces, fructíferos intercam•
sin j embargo, la ciencia política española ha experimentado un bios y cooperación con
rápi- el interior y el
|do despegue, en un inesperadamente corto lapso de tiempo. exterior de la región.
¡En la actualidad, más de diecisiete Facultades de las mayores Es nuestro deseo
Universidades españolas ofrecen enseñanzas de Ciencia que la edición
Polí• tica a un avanzado nivel. Igualmente importante ha sido española del Nuevo
el desa• rrollo de la ciencia política en los países Manual de Ciencia
hispanohablantes de América Latina. Hoy, el Consejo Política pueda
Americano de Ciencias Socia• les representa a una expansiva contribuir a un
red de ciento diecinueve institu• ciones de investigación en mayor desarrollo e
diecinueve países de América Lati • na y el Caribe, dedicados impulso de la ciencia
a la promoción de la investigación científica en todos los política en el mundo
de habla hispana.

Robert E. Goodin y Hans-Dieter Klingemann

PARTE I:
LA DISCIPLINA

18
1. Ciencia política: la disciplina

ROBERT E. GOODIN
HANS-DIETER KLINGEMANN

Las retrospectivas son, por su propia naturaleza, inheren•


temente selectivas. Hay muchas observaciones fascinantes en
los muy diversos estudios que componen el Nuevo Manual
de Ciencia Política. Surgen muchas más al leer todos sus
capítu• los de manera colectiva, pero, inevitablemente, la
cobertura es incompleta y, al mismo tiempo, algo
idiosincrásica. Todos los autores se han visto obligados a
dejar fuera aspectos que no lo merecían, simplemente porque
no se ajustaban a la estruc• tura narrativa escogida. Los
colaboradores del Nuevo Manual cuentan una gran parte de la
historia de lo que ha venido ocu• rriendo en la ciencia
política de las dos últimas décadas, pero ninguno sostendría
que ha contado la historia completa.
La tarea de esta introducción es situar estos capítulos en un
contexto de la disciplina más amplio y recoger algunos de los
hilos comunes más interesantes. Al igual que la cobertura de
cada uno de los siguientes capítulos es inevitablemente selec•
tiva, la de esta panorámica de panorámicas lo es todavía más.
De todos los temas y subtemas que emergen al considerar todos
21
estos capítulos desde un punto de vista global, aquí nos Una afirmación central en este capítulo consiste en
vamos a centrar en uno en particular. que la ciencia política, como disciplina, ha madurado y
1
El Nuevo Manual proporciona una contundente se ha profe• sionalizado . Como una importante cuestión
evidencia de la madurez profesional de la ciencia previa a esa dis-
política como disciplina. Este desarrollo posee dos
1
aspectos: por un lado, hay una dife• renciación creciente En algún momento, «profesionalización» podría haber
equivalid o a
con un trabajo cada vez más sofisticado hecho dentro de
«americanización» pero, como se señala en el Prefacio y como es
las distintas subdisciplinas (y dentro de subes- evidente al comprobar las filiaciones de los colaboradores del Nuevo
pecialidades dentro de las subdisciplinas); por otro, hay una Manual, la pro-
inte• gración creciente entre todas las distintas 2
subdisciplinas. 2
De los dos, la diferenciación y especialización
crecientes es la historia más familiar, mientras que la
integración es la más sorprendente. Pero es claro que
hoy en día hay una aper• tura y una curiosidad cada vez
mayores hacia lo que ocurre en las subdisciplinas
adyacentes. La existencia de una amplia agenda
intelectual crecientemente compartida por la mayor
parte de las subdisciplinas posibilit a que las
innovaciones teóricas viajen cruzando las fronteras entre
las mismas. La exis• tencia de un conjunto de
herramientas metodológicas crecien• temente compartido
hace más fácil ese intercambio. A su vez, todo esto se ve
facilitado por un grupo cada vez más numeroso de
sintetizadores de la disciplina, quienes, aunque a
menudo están firmemente enraizados en una
subdisciplina particular, son capaces de hablar en
términos que muchas subdisciplinas encuentran
poderosamente atractivos. Estos extremos son los que
con más fuerza llaman nuestra atención -y los que
centran nuestro capítulo- de todos los que nos resultan
interesantes tras una lectura global del Nuevo Manual.

I . L a ciencia política como disciplina


cusión, tenemos que contestar necesariamente con académicas, pero la mayor parte de las otras tienen
brevedad a unas cuantas preguntas de partida: ¿qué correspondencias claras. Una
significa constituir una disciplina para la ciencia «disciplina» académica puede tener poca capacidad para
política?; ¿qué es la política?; ¿en qué sentido puede «cas• tigar» al menos en su sentido más literal (Foucault,
aspirar el estudio de la política a un status de ciencia? 1977). Sin embargo, la comunidad de académicos que
constituye una dis• ciplina ejerce una estricta función
supervisora, tanto sobre los que trabajan en ella como
a) La naturaleza de una sobre quienes aspiran a ello. El «orden que se mantiene»
disciplina no es igual al de los soldados o los escola• res, ni
tampoco la formación se parece estrictamente a la ins•
Acostumbrados como estamos a hablar de las trucción militar. No obstante, hay un fuerte sentido (que
subdivisio• nes del aprendizaje académico como cam• bia a lo largo del tiempo) de qué constituye y qué no
«disciplinas», merece la pena reflexionar sobre las constituye un «buen» trabajo en la disciplina, y hay una
implicaciones más amplias de tal expresión. De cierta cantidad de aprendizaje casi rutinario en el
acuerdo con el Concise Oxford English Dictio- nary, las dominio de una disciplina.
distintas definiciones de «disciplina» son: «una rama de Todos los términos usuales empleados para
la educación; formación mental y moral; entrenamiento describir las disciplinas académicas recurren en buena
mil i • tar, instrucción; el orden que se mantiene entre medida a la misma
escolares, sol• dados, presos, etc.; un sistema de reglas
de conducta; el con• tro l ejercido sobre los
pia profesión se está internacionalizando, tanto por lo que respecta a
miembros de una iglesia; castigo; mortificación su per•
(eclesiástisca) mediante penitencia». sonal como a sus preocupaciones
La últim a definición del diccionario parece tener profesionales.
sólo una aplicación marginal para las disciplinas 2
3

imaginería. Por ejemplo, muchos prefieren pensar en el reconocido.


análi• A otros les gusta hablar de la política y del estudio
académi•
sis político más como un «arte» o un «oficio» que co de la misma como de una «vocación» (Weber,
como una 2
«ciencia» (Wildavsky, 1979). Pero, en esa analogía, el '1919,1946) o una «llamada» . Pero se trata de una
vocación más que de una distracción, de un trabajo
oficio más que de un hobby. Como en su significado
sólo puede dominarse de la misma manera en la que se religioso más profundo, también en su signifi• cado
adquie• académico la «llamada» en cuestión consiste en un
re cualquier otro saber artesano: siendo aprendiz de (en ser•
los ofi• vicio a un poder superior (sea una comunidad
cios académicos, «estudiando con») un «maestro» académica o el Señor). Por último, la mayor parte de
nosotros nos referimos a las disciplinas académicas De este modo, la disciplina, académica o de otro
como «profesiones». En la deli• ciosa expresión de tipo, es un ejemplo clásico de un útil mecanismo de
Dwight Waldo (1975, p. 123), «las ciencias conocen, autocontención. La propia sujeción a la disciplina de
las profesiones profesan». Lo que los científicos pro• una disciplina -o , como en el caso de los académicos
fesan, no obstante, son los artículos de la fe colectiva. híbridos de Dogan {infra, cap. 3), a varias- conduce a
Por tanto, sea cual sea la forma en la que las más e indudablemente mejor trabajo, tanto individual
miremos, las disciplinas se interpretan, al menos en como colectivamente. Esto es tan cierto para los
gran parte, como amos inflexibles. Pero las mismas «jefes» como para los «indios» de la disciplina; tan
tradiciones y prácticas discipli• narias recibidas que cierto para los «mozos» como para los «carrozas».
tan poderosamente nos modelan y nos constriñen son, Las ramas del aprendizaje académico son tanto
al mismo tiempo, profundamente enriquece- doras. El «profesio• nes» como disciplinas. «Profesional»
marco que proporcionan las tradiciones de una dis• connota antes que nada un nivel ocupacional de
ciplina centra la investigación y permite la relativamente alto status e, indudable• mente, la
colaboración, tan• to la intencional como la no organización de asociaciones «profesionales» naciona• les
intencional. Compartir un marco disciplinario hace o internacionales tiene que ver en gran parte con el
posible que meros jornaleros puedan estar, desde el asegura• miento de un status, e incluso un salario, para
punto de vista de su producción, sobre los hombros de los académicos así organizados. Pero también, y de
verdaderos gigantes. También posibilita que los manera más importante, el término «profesional» indica
gigantes edifiquen productivamente sobre las una cierta actitud hacia el traba• jo propio. Una
contribuciones de legio• nes de practicantes más profesión es una comunidad autoorganizada orientada
3
corrientemente dotados . hacia ciertas tareas o funciones bien definidas. Una
comunidad profesional se caracteriza por -y, en buena
2
Tanto la Invitation to Sociology de Berger como el Advice to a medi• da, se define en términos de- ciertas pautas y
Young Scienlist de Medawar convergen en este extremo. En buena normas autoim- puestas. Los miembros que entran en
medida, el mejor trabajo de este género sigue siendo la justamente
celebrada Microcosmo- graphia Academia (1908) de F. M. Comford.
la profesión se sociali• zan en estas pautas y normas;
3
Para una poderosa evidencia del modo en que ciertos los miembros que ya están son evaluados de acuerdo
descubrimientos con ellas. Estas pautas y normas profe• sionales no sólo
son posibles en algún punto de la historia, véanse los casos de forman la base para la evaluación de los pro• fesionales
«descubri• entre sí, sino que se interiorizan de tal modo que los
mientos múltiples» que discute Merton (1973). propios profesionales desarrollan una «actitud reflexiva
2 críti• ca» hacia su propia ejecutoria a la luz de las
4
4 mismas .
Naturalmente, las pautas y normas específicas varían
de una profesión a otra, pero a través de todas las
profesiones hay un sentido de la «competencia
profesional mínima», recogido en el ritual de los
«exámenes calificadores» para los candidatos a
politólogos de los programas norteamericanos de
formación de posgrado. Y en todas las profesiones hay
una noción de unas
naturaleza de las profesiones y sobre la orientación de sus miembros
hacia ellas, véanse Hug• hes (1958) y Parsons (1968).
4
Hart (1961) describe en términos muy parecidos cómo se
interiorizan generalmente las normas de los sistemas legales. Sobre la 2
5

«responsabilidades de rol» particulares que están


implicadas en la pertenencia a una profesión. Quizá la b) ¿ Qué es la política ?
ética profesional de los académicos no toca asuntos de
vida o muerte como lo hacen la de los médicos o la de los Las observaciones anteriores valen, en general, para
abogados, pero virtualmente todas las profesiones todas las disciplinas académicas. Las disciplinas se
académicas tienen cada vez más códigos for• males de diferencian entre sí de muchas maneras, pero
ética que tocan aspectos que tienen que ver con la principalmente por sus preocupa• ciones sustantivas y
integridad en la realización y la publicación de la por las metodologías que han hecho pro• pias. Aunque
investiga• ción, y a los que se espera que se adhieran hay, como vamos a argumentar, un buen núme• ro de
fielmente todos los profesionales (APSA, 1991). «trucos» útiles entre las herramientas de la ciencia política
Uno de los temas de este capítulo es la creciente que son compartidos por la mayoría de los miembros
«profe- sionalización» en la ciencia política en general. de la
Con ello que• remos decir, en primer lugar, que hay un 2
acuerdo creciente en torno a un «núcleo común» que 6
podría definir la «competen• cia profesional mínima»
dentro de la profesión. En segundo lugar, hay una
tendencia creciente a juzgar el trabajo -e l pro• pio
incluso más que el de los demás - en términos de
unos patrones cada vez más altos de excelencia
profesional.
Mientras que las pautas mínimas son compartidas en
gran medida, las aspiraciones más altas son múltiples
y variadas. Pero, tanto en la medicina como también en
la ciencia políti• ca, cada subespecialidad dentro de la
profesión común tiene sus propios modelos de
excelencia, por los que se juzga apro• piadamente a
cada miembro de esa fracción de la profesión. Y, tanto
en la ciencia política como en la medicina, hay un
entendimiento amplio que recorre toda la profesión
acerca del modo en que todas las subespecialidades se
sitúan juntas para formar un todo mayor coherente.
6
mayor parte de sus subdisciplinas, Alker {infra, cap. nosotros . El «poder» es bien conocido por ser un
7
35) tiene innegablemente razón al decir que la ciencia campo conceptual disputado . Aun• que respetamos sus
política no tiene complejidades, nos negamos a quedarnos atrapados en
las mismas. La vieja definición neoweberiana de Dahl
-y mucho menos puede definirse en términos d e -
(1957) sigue siendo útil: Xfiene poder sobre Fe n la
un gran mecanismo metodológico propio tal como el medi• da en que (i) X es capaz de conseguir, de un modo
que poseen otras muchas disciplinas. La ciencia u otro, que Y haga algo (ii) que es más del agrado de
política se define como disci• plina más bien por sus X, y que (iii) Y no habría hecho de otro modo.
preocupaciones sustantivas, por cen• trarse en la Donde nuestro análisis se separa de la tradición es al
«política» en todas sus múltiples manifestaciones. defi• nir la política en términos del uso limitado del poder.
Para nues• tra forma de pensar, el poder ilimitado es
La «política» podría caracterizarse de la mejor manera
fuerza, pura y sim• ple. No es poder político en
como el uso limitado del poder social. A partir de ahí, absoluto, excepto quizás en algún sentido degenerado
el estudio de la política -y a sea el que llevan a cabo para algún caso límite. Literalmente, la
los académicos o los políticos en activo- puede
caracterizarse a su vez como el estu- 5
Esta caracterización da lugar a su vez a los dos focos de la
; dio de la naturaleza y el origen de esas limitaciones y disciplina identificados por Almond (infra, cap. 2): «[...] las
de las propiedades de las institu• ciones políticas y los criterios que usamos
para evaluarlas».
' técnicas para el uso del poder social dentro de tales 6
Entre ellos destacan: Weber (1922-1978), Lasswell (1950;
limita• Lasswell y Kaplan-, 1950), Dahl (1963) y Duverger (1964-1966).
ci Como ellos, nos cen• tramos específicamente en el poder «social», el
o poder de unas personas sobre otras.
7
n A los textos clásicos como Russell (1938), Jouvenel (1945-
1948) y Dahl (1957,1961b, 1963) se han añadido recientemente
es Lukes (1974), Barry (1989, esp. caps. 8-11) y Morriss (1987).
5
.
Al definir la política en términos de poder, 2
seguimos a muchos que lo han dicho antes que 7
gesto hacia la mutiplicidad de formas en las que los
fuerza pura pertenece más a la física (o a sus análogos agentes políticos podrían maniobrar bajo tales
socia• les: la ciencia militar y las artes marciales) que a limitaciones. Tratamos de que el término cubra tanto
8
la política . Son las limitaciones bajo las que operan actos intencionales como las consecuencias no
los actores políticos y las maniobras estratégicas a que intencionadas de una acción voluntaria (purposeful)
dan lugar, las que nos pare• ce que constituyen la (Merton, 1936). Tratamos de que cubra la política
9
esencia de la política . Es el análisis de tales manipula- tiva encubierta, así como los conflictos
limitaciones -d e dónde provienen, cómo operan, abiertos de poder (Schattschneider, 1960;Goodin,
cómo podrían operar los agentes políticos dentro de 1980;Riker, 1986). Tratamos de que cubra tanto las
ellas- lo que nos parece que constituye el corazón del utilizaciones activas como pasivas del poder, las
10
estudio de la política . normas interiorizadas y las amenazas externas (Bach-
Hablamos en general del uso del poder social (en rach y Baratz, 1963; Lukes, 1974). La infame «ley de
lugar de, más particularmente, su «ejercicio») como un las reac• ciones anticipadas», las no decisiones y la
conformación hegemónica de las preferencias de la Un comentario más sobre los conceptos. Al definir
gente (Laclau y Mouffe, la polí• tica (y su estudio) como lo hacemos, nos
1985) tienen que encontrar acomodo en cualquier separamos explícita• mente de la tradición puramente
sentido decentemente expansivo de lo político. distributiva de la clásica for• mulación de la «política»
de Lasswell (1950) como «quién consigue qué, cuándo
11
y cómo» . Quizá sea verdad que todos los actos
8
De este modo, de un dictador absoluto a la búsqueda de un políticos tienen al final consecuencias distributivas; y
poder com• pleto e ilimitado puede decirse correctamente que está quizás es cierto incluso que ahí descansa nuestro
comprometido en un intento (inevitablemente fútil) de trascender la interés en el fenómeno. Pero en términos del significado
política.
9
Considérese la siguiente analogía extraída de una disciplina
del acto para el actor, muchos actos políticos son, al
afín. Los filósofos hablan de consideraciones «poderosas», menos en primera ins• tancia, genuinamente no
argumentos «convincen• tes», etc. (Nozick, 1981, pp. 4-6). Pero distributivos. E incluso en un análisis más profundo, una
considérese un argumento tal que si creyésemos en él moriríamos. buena parte del significado social -objeti• vo y
No podría tener más poder de convicción, pero imponemos en una subjetivo- de ciertas interacciones políticas no podría
discusión mediante tal argumento es la antítesis de la auténtica
disputa filosófica, cuya esencia es un toma y daca. De igual mane• redu• cirse nunca a la crasa cuestión del reparto de la tarta
ra, la verdadera esencia de la política son las maniobras estratégicas social. Los aspectos distributivos, regulativos,
(Riker, redistributivos (Lowi, 1964) e identitarios (Sandel,
1986); y las fuerzas irresistibles -e n la medida en la que no dejen 1982) de la política pueden tener cada uno de ellos sus
lugar para tales maniobras- son la antítesis de la política (por
mucho éxito que tengan a la hora de conseguir que otros hagan lo
propios estilos distintivos. Los conflictos dis• tributivos
que uno quiere). se caracterizan, en términos de los economistas del
10
Al decir esto seguimos (libremente) a Crick, 1962. bienestar, como disputas sobre las que nos situamos en la
fron• tera paretiana, pero llegar a la frontera de Pareto es
2 en sí mis• mo un problema espinoso que implica
8 enredarse en una polí• tica genuinamente no
distributiva, al menos en primera instancia. Aunque es
innegablemente importante que nuestro entendimiento
de la política se ajuste a las disputas distributi• vas, es
igualmente importante que no se comprometa de ante•
mano a analizar todo lo demás exclusivamente en
términos de tales disputas.

c) Las distintas ciencias de la política

Se ha vertido mucha tinta sobre la cuestión de si -o


en qué sentido- el estudio de la política es o no
verdaderamente una ciencia. La respuesta depende en
gran medida de cuánto pre• tende cargar uno en el
término «ciencia». Nosotros preferimos
primeramente y sobre todo, como un asunto de asignación de «cosas
valoradas» en una sociedad.
11
O la de Easton (1965) de la política como la asignación
imperativa de valores, al menos, en tanto que se interprete, 2
9

una definición minimalista de ciencia como «una rastrearse exhaustivamente hasta dar con las fuerzas
investigación sistemática que tiende a construir un que actúan externa• mente sobre los «actores». Pero
conjunto ordenado de pro• posiciones cada vez más los seres humanos, aunque innegablemente están
12
diferenciado sobre el mundo empíri• co» . En estos sujetos también a ciertas fuerzas causa-
términos, deliberadamente espartanos, hay pocas
razones para pensar que el estudio de la política no 12
Según la expresión de las viejas tradiciones de la
pue• da aspirar a ser científico. Wissenschafi d miversidades alemanas de las que los americanos
Naturalmente, muchos quieren decir mucho más del xix importaron la c
que eso con ese término. Un positivista lógico podría ;ia política a su propio país (Waldo, 1975, pp. 25-30), y a la que
están
describir las aspi• raciones de ciencia en términos de
'iendo ahora los «policy scientists» contemporáneos (Rivlin,
hallar algún conjunto de
1971).
«leyes generales» (covering laws) tan potentes que
incluso un sencillo contraejemplo sería suficiente para
falsearlas. Clara• mente, esa descripción coloca las
aspiraciones de la ciencia mucho más allá de lo que
nunca pueda alcanzar el estudio de la política. Las
verdades de la ciencia política, por sistemáticas que
puedan ser, son y parecen inevitablemente destinadas a
per• manecer en forma esencialmente probabilística. El
«siempre» y el «nunca» de las leyes generales del
positivista lógico no encuentran asidero en el mundo
político en el que las cosas siempre tienen «más o
menos probabilidad» de ocurrir.
La razón no estriba simplemente en que nuestro
modelo explicativo sea incompleto, ni en que hay otros
factores en jue• go que no hayamos sido capaces de
incluir. Naturalmente, eso también será verdad
inevitablemente. Pero el origen más pro• fundo de tales
errores en el modelo positivista de la ciencia política
descansa en una interpretación errónea sobre la natu•
raleza de su objeto. Un modelo de leyes generales
puede (o no: ése es otro asunto) funcionar
suficientemente bien para unas bolas de billar sujetas a
las fuerzas características de los mode• los de la
mecánica newtoniana: ahí puede decirse que todas las
acciones tienen causas y, a su vez, éstas pueden
cam• biar es la interpretación de los resultados. Lo que
les, al mismo tiempo son en parte actores intencionales, recogemos con tales herramientas es visto ahora, no
capaces de conocimiento y de actuación sobre la base como el funciona• miento inexorable de fuerzas
del mismo. La externas sobre actores pasivos, sino más bien como
«creencia», el «propósito», la «intención», el respuestas comunes o convencionales de personas
«significado», son elementos potencialmente cruciales similares en situaciones semejantes. Las convencio• nes
para explicar las acciones de los humanos, en un modo pueden cambiar, y las circunstancias mucho más, de
en el que no lo son para explicar las «acciones» de una tal modo que las verdades reveladas son menos
bola de billar. Los sujetos que se estudian en la política, «universales» quizá que las de la física newtoniana.
como los de otras ciencias sociales, tienen un status Pero, dado que podemos de igual modo aspirar a
ontológico significativamente diferente al de las bolas de construir un modelo (más o menos
billar. Esto, a su vez, hace que el modelo de leyes
generales del positivista lógico sea profundamente
inadecua• do para tales sujetos, en un modo en el que 13
Buenos estudios sobre estos asuntos en Hollis (1977), Taylor
13
no lo es para las bolas de billar . (1985) y, con referencias específicas a la política, Moon (1975) y
Decir que el entendimiento científico en la política Almond y Genco (1977). La sensibilidad pospositivista a tales
preocupaciones hermenéuticas queda clara a partir de muchos de los
debe incluir de manera crucial un componente que se capítulos del Nuevo Manual, como se discute más adelante en la
refiera al sig• nificado del acto para el actor, no tiene sección IIIC.
que llevar necesaria• mente, sin embargo, a negar a la 14
De hecho, algunos de los desarrollos matemáticos más
ciencia política el acceso apro• piado a todos los avíos complejos en la ciencia política reciente han sido consecuencia de la
de la ciencia. La construcción de modelos elaboración del mode• lo del «actor racional»; y las fuerzas básicas
que impulsan tales modelos son la elección racional de los propios
matemáticos o la comprobación estadística siguen individuos más que cualquier fuerza cau• sal que actúe externamente
14
siendo tan útiles como siempre . Todo lo que tiene que sobre ellos.

30 31

completo) de los cambios en las convenciones y las enten• dida en los términos corrientes del desarrollo
circuns• tancias, eventualmente podemos aspirar al como la creciente capacidad de ver las cosas desde el
punto de vista del otro, parece realmente que se ha
cierre de la expli• cación incluso en esta rama más
logrado en la mayor parte de la dis• ciplina.
amorfa de la ciencia.
No fue siempre así. En su momento culminante, la
«revo• lución behaviorista» (conductista) era desde
muchas perspec• tivas un asunto plenamente jacobino.
II. La maduración de la Y no estaríamos llevan• do la analogía demasiado
profesión lejos si decimos además que la reacción fue
termidoriana. Los primeros revolucionarios beha-
Lo que los capítulos del Nuevo Manual en su vioristas se dedicaron a despreciar los formalismos de
conjunto sugieren con más fuerza es la creciente la polí• tica -las instituciones, los organigramas, los
madurez de la ciencia política como disciplina. Por mitos constitu• cionales y las ficciones legales- como
utilizar la optimista expresión de Gabriel Almond un puro engaño. Aquellos a los que la revolución
{infra, cap. 2), si se ha conseguido o no un behaviorista dejó atrás, al igual que quienes a su vez
«progreso», es quizás otro asunto. Pero la madurez, trataron de dejarla a ella atrás, col• maron de olímpico
desdén las pretensiones científicas de la nueva Una generación más tarde, el escenario volvió a
disciplina, apoyándose en la sabiduría de los sabios y repetirse con la imposición por parte de los
15
de los tiempos . revolucionarios de la «elec• ción racional» del orden
formal y el rigor matemático sobre la lógica floja que
15
Se pueden entresacar sobrias afirmaciones sobre la agenda los conductistas habían tomado prestada de la
behavio• rista en Dahl (1961a) y Ranney (1962). Se pueden psicología. Una vez más, la disputa asumió una forma
encontrar afirmaciones juiciosas de la reacción institucionalista en mani- quea de Bien contra Mal. No se iba a tolerar
Ridley (1975) y Johnson (1989), con el ala más filosófica de la
reacción anticientífica mejor representada quizá por Oakeshott (1951-
ninguna instan• cia intermedia. En nombre de la
1956) y Stretton (1969). Para las afirmaciones «pos- behavioristas», integridad y la parsimonia teó• ricas, los constructores
véanse en particular Wolin (1960), McCoy y Playford (1968) y Easton de modelos de la elección racional se afanaron (al
(1969); la cara de esta tendencia correspondiente a la filosofía de la menos inicialmente) por reducir toda la política al
ciencia está bien representada en el Manual de Greenstein y Polsby
por un capítulo especialmente juicioso de Moon (1975).
..juego del estrecho interés egoísta material, excluyendo
los valo• res de la gente, los principios y las
• vinculaciones personales, así como la historia y las
16
instituciones de las personas . Tan• to en la revolución
3 de la elección racional como en la conduc• tista se
2 lograron muchas victorias famosas (Popkin et al., 1976),
pero aunque las ganancias fueron muchas, también lo
fueron las pérdidas.
En contraste con ambos momentos revolucionarios,
pare• ce que ahora nos encontramos en un sólido
período de acer• camiento. La contribución más
significativa a ese acercamiento
-y que recorre un buen número de los siguientes
capítulos- ha sido la emergencia del «nuevo
institucionalismo». Los politólogos han dejado de
pensar en términos excluyentes de agencia o estructura,
intereses o instituciones, como impulsos de la acción:
ahora, prácticamente todos los estudiosos serios de la
disciplina dirían que se trata de una mezcla prudente de
ambos (Rothstein: cap. 5; Weingast: cap. 6; Majone:
cap. 26; Alt y Alesina: cap. 28; Offe: cap. 29). Los
politólogos han deja• do de pensar en términos
excluyentes de tendencias de la con• ducta u
organigramas: de nuevo, prácticamente todos los estu•
diosos serios dirían ahora que se trata de
analizar el comportamiento dentro de los parámetros
impuestos por los factores institucionales y las
estructuras de oportunidad (Pap-
16
Los primeros manifiestos clásicos incluyen Mitchell (1969) y la admisión en parte de tales críticas (Kie- wiet, 1983; Mansbridge,
Riker y Ordeshook (1973). Las críticas discutidas aquí en el texto 1990; Monroe, 1991).
provienen de crí• ticos amistosos (Goodin, 1976; Sen, 1977; North,
1990), y los modelos más refinados de la elección racional actuales 3
van hacia (aunque quizá no lo sufi• ciente -véase Offe: infra cap. 29—) 3
nes se han hecho y los compromisos se han forjado con un
pi: cap. 9; Dunleavy: cap. 10). Los politólogos han
dejado de pensar en términos excluyentes de racionalidad cono•
o hábito: prác• cimiento pleno de lo que estaba en juego, de qué
alternativas se
ofrecían
ticamente todos los constructores serios de modelos de sentido y de qué combinaciones tenían 17 . El resultado
elec•
y los primitivos modelos de interacciones político-
ción racional aprecian ahora las limitaciones bajo las
económicas se han enriquecido ahora considerablemente
que la gente real emprende acciones políticas e incorporan
(Hofferbert y Cin- granelli: cap. 25 ; Alt y Alesina: cap.
en sus pro• pios modelos muchos tipos de cortocircuitos
28).
cognitivos que los psicólogos políticos llevaban tiempo
estudiando (Pappi: cap. 9; Grofman: cap. 30). Los La idea no es sólo que se haya logrado el
politólogos han dejado de pen• sar en términos acercamiento en todos estos frentes. Lo que es más
excluyentes de realismo o idealismo, intere• ses o ideas, importante es el modo en que se ha logrado y el espíritu
como las fuerzas motrices de la historia: práctica• mente que impregna la disciplina en su nue• va configuración.
todos los estudiosos serios de la materia reservan un Aunque cada académico y cada facción pondría el énfasis de
papel sustancial para ambos (Goldmann: cap. 16; manera distinta en los elementos que se han com• binado,
Sanders: cap. 17; Keohane: cap. 19; Nelson: cap. 24; la idea sigue siendo que las concesiones se han hecho de
Majone: cap. 26). Los politólogos han dejado de pensar buena gana más bien que hurañamente. No se han hecho
en términos excluyen- tes de ciencia o narrativa, a partir de un pluralismo de «vive y deja vivir», ni mucho
comparaciones internacionales de amplio alcance o menos a partir de un nihilismo posmoderno. Más bien,
estudios de casos singulares cuidadosamen• te las concesio•
construidos: prácticamente todos los estudiosos serios de
la materia ven ahora mérito en la atención al detalle local
y apre• cian las posibilidades de los estudios sistemáticos
y estadísti• camente convincentes incluso para situaciones
de pocos casos (small-N) (Whitehead: cap. 14; Ragin et
al.: cap. 33). Los politólogos han dejado de pensar en
términos excluyentes de historia o ciencia,
monocausalidad o desesperada complejidad: incluso los
económetras más duros se han visto obligados a admitir
las virtudes de los procedimientos de estimación que son
sensibles a los efectos de senda («path») (Jackson: cap. 32),
es indudablemente ecléctico, pero se trata de un en términos del ascenso y el declive del «gurú». Los
eclecticismo períodos improductivos de la ciencia política moderna, al
ordenado, más bien que de un puro pastiche.
igual que en la filosofía política de mitad del siglo, se
Los politólogos de la actual generación llegan
caracterizaron por la existencia de gurús con sus
equipa• dos, individual y colectivamente, con un
conjunto de herra• mientas más rico que el de sus respecti• vos grupos de seguidores; los primeros
predecesores. Pocos, entre quienes se han formado en relacionados entre sí
las principales instituciones des• de los años setenta en
adelante, se sentirán excesivamente intimidados (ni 17
Considérese, por ejemplo, el modus operandi de Fiorina
tampoco excesivamente impresionados) por las teorías o (1995):
las técnicas de la psicología conductual, la socio• logía «Enseño a mis estudiantes que los modelos de acción racional son de
empírica o la economía matemática. Naturalmente, cada lo más útil cuando lo que está en juego es mucho y quienes juegan son
uno tendrá sus propias predilecciones sobre ellas. Pero, pocos, reco• nociendo que no es racional tomarse el trabajo de
hoy en día, la mayoría puede conversar perfectamente maximizar cuando las con• secuencias son triviales y/o cuando las
acciones propias no marcan la dife• rencia [...] Así, cuando trabajo
a través de todas estas tradiciones metodológicas, sobre comportamiento de masas, utilizo nociones minimalistas de
deseando y siendo capaz de tomar prestado y robar, racionalidad (Fiorina, 1981, p. 83), mientras que cuando trabajo
18
refutar y repeler, según exi• ja la ocasión . sobre élites, asumo un nivel mayor de racionalidad (Fiorina,
1989, caps. 5 y
Hay muchas maneras de contar y recontar estas 11)».
historias de la disciplina con sus lecciones IS
Ejemplos sobresalientes de tal destreza incluyen El cambio
correspondientes de cómo evitar lo peor y conseguir lo tecnológi• co (ed. orig. 1983) de Elster, o Making Democracy Work
(1993) de Putnam. Elster y Putnam son practicantes excepcionalmente
mejor en el futuro. Una manera de contar el cuento sería dotados para este arte, si no representativo, al menos emblemático, de la
ciencia política de final de siglo.
35
34
19 que surja un modus vivendi adecuado para la
mínimamente; los otros, casi en absoluto . Estos colaboración pro•
diálogos de sordos sólo se transforman en ductiva en el seno de una disciplina académica sólo en
compromisos productivos de colaboración una vez que los nive•
las vendettas facciónales dejan paso a algún sentido de les más bajos de análisis y abstracción. Es un
empresa común y a ciertas preocupaciones compartidas disparate forzar
20
sobre la disciplina . con amenazas o halagos un inevitablemente frágil y
Otra lección que se puede extraer de ese cuento se falso con•
refiere a las bases sobre las que un consenso senso entre una comunidad diversa y dispersa sobre
suficientemente amplio las bases
es más probable que llegue a generar tal empresa común. fundacionales, ya sea en términos de una sola
Como I filosofía de la
en la propia política liberal (Rawls, 1993), también y ciencia verdadera (el positivismo lógico o sus
de mane• múltiples alter•
ra más general en las Letras (Liberal arts), es más nativas) o en términos de una sola teoría de la
probable sociedad ver•
dadera (el funcionalismo estructural, la teoría de
sistemas, la partido de la disciplina (Elster, 1989). Las
elección racional o la triquiñuelas, las herramientas y las teorías que
que sea). inicialmente se desarrollaron para un campo concreto
Sin embargo, la disputa interminable sobre los pueden transponerse, mutatis mutan- dis, a otros
fundamen- . contextos en tantas ocasiones como en las que esto no
tos es tan innecesaria como improductiva. El es posible. De hecho, se exige con frecuencia mucho
compartir sim• cambio, mucha adaptación y mucha reinterpretación
plemente las «tuercas y tornillos» -los ladrillos de la para ade• cuar a sus nuevos usos las herramientas que
ciencia- se toman presta• das. Pero es el préstamo, la
es un gran avance hacia la consolidación de un fertilización cruzada, la hibrida• ción y la extensión
conceptual que imponen a ambos lados de la relación
sentido com- entre quien presta y quien toma prestado, lo que
parece constituir hoy día lo fundamental del progreso
19
Compárese la discusión de Dogan (cap. 3) sobre la científi• co (Dogan: cap. 3).
«indiferencia mutua» entre los sociólogos de fin de siglo como
Durkheim, Weber, Toennies y Simmel y la narración de Waldo (1975,
Si lo que se ha logrado es una ciencia en sentido
pp. 47-50) sobre las guerras de los años treinta entre Chicago y estricto, es una cuestión abierta (y que es mejor dejar
Harvard con lo que cuenta Parekh (cap. 21) sobre la filosofía política abierta, pendien• te de la resolución última de las
de mitad de siglo.
20
interminables disputas entre los propios filósofos de la
De hecho, juzgando a partir de la explicación de Warren Miller ciencia sobre la «verdadera» natu• raleza de la ciencia).
(cap. 11),
la protohistoria de los avances del pasado -e n su caso, la revolución
Pero, de acuerdo con los criterios de la espartana
conduc- tista- se ha caracterizado igualmente por conversaciones definición de ciencia que propusimos más arriba en la
interdisciplinarias de este estilo. Se podría decir lo mismo del sección IC -«una investigación sistemática que tiende a
movimiento de la «elección pública», que surge de las cons• truir un conjunto ordenado de proposiciones cada
colaboraciones entre economistas de la hacienda pública vez más dife• renciado sobre el mundo empírico»-,
(Buchanan, Olson), juristas (Tullock), politólogos (Riker, Ostrom) y
sociólo• gos (Coleman), por contar la historia de esta subdisciplina a
nuestra disciplina se ha hecho más científica realmente.
partir de los pri• meros presidentes de su organización cumbre: la Ahora está ciertamente mucho más diferenciada, tanto
Public Choice Society. Pue• den encontrarse testimonios sobre la en su estructura interna como en sus proposiciones
fortaleza ilustradora de los enclaves subdisciplinarios en Almond sobre el mundo.
(1990) e Easton y Schelling (1991).
No obstante, es otra cuestión abierta si el
3 crecimiento de la ciencia así entendida es una
6 contribución o un obstáculo para el conocimiento
científico genuino. Es una cuestión abierta si sabemos
más o menos ahora que hemos recortado el mundo en
piezas más pequeñas. Más no es necesariamente mejor.
Los metafíisicos aspiran a «cortar la realidad por sus
cesuras». Al construir la teoría, los científicos corren
siempre el peligro no sólo de cortar por los lugares
equivocados, sino también de hacer demasiados cortes.
La teorización en nichos y la comer• cialización de
boutique pueden manifestarse como un obstácu• lo para
el genuino conocimiento científico, tanto en la ciencia fesión es evitar esos efectos y poner juntos otra vez
política como en tantas ciencias naturales y sociales. todos los
La tarea de los integradores de las subdisciplinas de la 3
pro• 7
dispares pedacitos de conocimiento. De acuerdo con enteros exclusivamente en las pági• nas de las revistas,
la evi• dencia de la sección IV, más abajo, parece que la la mayor parte de las contribuciones dura• deras aún
22
llevan a cabo de modo admirable. poseen predominantemente forma de libro . La cul•
tura cívica (ed. orig. 1963) de Almond y Verba,
American Voter
III. Piedras de toque 21
Puede observarse mejor ese núcleo metodológico común
profesionales
comprendi•
do entre Galtung (1967) y King, Keohane y Verba (1994).
La creciente profesionalización de la disciplina se 22
El libro de Marshall, In Praise ofSociology (1990), define
manifiesta de muchas maneras. Quizá la más importante de mane• ra similar esa disciplina sobre la base de diez textos
sea el grado en el que los distintos practicantes «clásicos» de la socio• logía (en este caso británica) empírica de
-cualesquiera que sean sus cam• pos de especialización posguerra.
particulares- comparten al menos un mínimo terreno 3
común en las mismas técnicas metodológicas y en la 8
misma literatura nuclear. Se han adquirido de formas
muy dispares -e n la formación de posgrado, en las
escuelas de verano de Michigan o Essex, o en el trabajo,
enseñando e inves• tigando-. La profundidad y los
detalles de estos núcleos comu• nes varían ligeramente
21
dependiendo del país y del campo de especialización .
Pero prácticamente todos los politólogos hoy en día
pueden entender pasablemente una ecuación de regre•
sión y prácticamente todos están al menos ligeramente
fami• liarizados con el mismo corpus de clásicos de la
disciplina.

a) Textos
clásicos

La ciencia política, como casi todas las otras ciencias


socia• les y naturales, se está convirtiendo cada vez más
en una disci• plina que se basa en artículos. Pero aunque
algunos artículos de revista clásicos no llegan nunca a
crecer como libros, y pese a que han tenido lugar debates
presume conocer, al menos superficialmente. Quizá sea
(1960) de Campbell, Converse, Miller y Stokes, Who
una cuestión abierta si estos clásicos instantáneos
Governs? tendrán el mismo poder de permanencia que esos otros
(1961b) de Dahl, Las clases sociales y su conflicto (ed. pila• res más antiguos de la profesión. Uno de los
orig. hallazgos más lla• mativos que surgen del análisis de
1959) de Dahrendorf, Los nervios del gobierno (ed. orig. las referencias que apare• cen en el resto de los
1963) de Deutsch, Teoría económica de la democracia (ed. capítulos del Nuevo Manual, es locorta que es en
orig. 1957) de Downs, Systems Analysis ofPolitical Life realidad la vida activa de la mayor partedel trabajo que
(1965) de Easton, El orden político en las sociedades en se hace en la ciencia política. Más de las tres cuartas
cambio (ed. orig. 1968) de Huntington, Responsible par• tes de las obras que se citan en el Nuevo Manual se
Electorate (1966) de Key, Political Ideo- logy (1962) de han publi• cado, como muestra el Apéndice 1A, en los
Lañe, Intelligence ofDemocracy (1965) de Lind- blom, El veinte años que han pasado desde la publicación en
hombre político (ed. orig. 1960) de Lipset, Los oríge• nes 1975 del viejo Manual; y más de un 30 por 100 se han
sociales de la dictadura y la democracia (ed. orig. 1966) publicado en tan sólo los últimos
de Moore, Presidential Power (1960) de Neustadt, La
lógica de la acción colectiva de Olson (ed. orig. 1965): 3
Tal como lo fueron para una generación anterior (por
todos éstos son la moneda común de la profesión, la nombrar unos pocos): Los Partidos Políticos (1951-1954) de
lingua franca de nuestra dis• ciplina y las piedras de Duverger; PoUtics, Parties and Pressure Groups (1942) y Southern
23 PoUtics (1950) de Key; Capitalismo, socialismo y democracia (1943)
toque para las futuras contribuciones .
de Schumpeter; y Administra! ive Behavior (1951) de Simón.
Una de las manifestaciones definitorias del nuevo 24
Algo sobre lo que llamó la atención inicialmente Brian Barry
profe• sionalismo en la ciencia política es el fenómeno (1974), en relación con un libro que queda fuera de este período:
24
del «clásico instantáneo» . Son libros que casi Salida, voz y leal• tad (1970) de Hirschman.
inmediatamente después de su publicación se incorporan
3
al canon: libios de los que todo el mundo habla y
9
25 generado un delirio profesional de esa cla• se. La lista
cinco años . Los cínicos podrían decir que eso es un
reflejo de puro capricho. Otros, con más simpatía, es larga, inevitablemente incompleta y discutible en
pueden decir que es un reflejo inevitable del modo en los márgenes. Como en general en toda la profesión,
que el siguiente ladrillo se ajusta al anterior en tam• bién es fuertemente anglófona y orientada en gran
cualquier disciplina acumulativa. Cual• quiera que sea medida hacia Estados Unidos. Pero, para casi cualquier
el origen del fenómeno, es una verdad transpa• rente
intento, estos clási• cos contemporáneos tendrían que
que varios libros que fueron objeto de mucha discusión
en algún momento se han visto superados ahora en el incluir probablemente los siguientes:
26
discur• so profesional . • Essence of Decisión (1971) de Graham Allison;
No obstante, para dar una rápida impresión de los • Evolution of Cooperation (1984) de Robert
desarro• llos sustantivos dentro de la disciplina en el Axelrod;
último cuarto de siglo, apenas poco más podemos hacer • Political Action (1979) de Samuel Barnes, Max
que sencillamente dar una lista de los «grandes libros» Kaase
que se han publicado en ese período y que han et al.;
• Retrospective Voting in American National • Silent Revolution (1977) de Ronald Inglehart;
Elections
(1981) de Morris Fiorina; • Rediscovering Institutions (1989) de James
March y
25
Johan Olsen;
El primer hallazgo podría explicarse por el hecho de que a los • Governing the Commons ((1990) de Elinor
autores de los tres primeros capítulos de cada sección del Nuevo
Manual se les han dado instrucciones para que se centren en los Ostrom;
desarrollos que ha habido des• de la publicación en 1975 del Manual • Los estados y las revoluciones sociales (ed. orig.
de Greenstein y Polsby (únicamente se ha animado a los autores del
último capítulo «Lo viejo y lo nuevo» de cada sección a ir 1979)
temporalmente más atrás). Pero el segundo hecho no puede expli• de Theda Skocpol;
carse del mismo modo y tiene tanta continuidad con el primero que • Participation in America (1972) de Sidney Verba y
parece improbable también que éste pueda explicarse por completo
de esa forma. Nor•
26
Quizá los dos ejemplos más conspicuos en los veinte años que man Nie.
aquí se revisan sean Politics and Markets (1977) de Lindblom y
Political Control of the Economy (1978) deTufte. Ambos fueron muy
discutidos al inicio del perío• do y ahora aparecen sorprendentemente Entre los libros más discutidos de los últimos dos
en un lugar periférico de los capítu• los del Nuevo Manual que tocan o tres años que parecen hacerse un sitio en esta lista
las literaturas que estas obras generaron.
están Desig- ning Social Inquiry (1994) de King,
4 Keohane y Verba, y Making Democracy Work (1993) de
0 Robert Putnam.

b) Temas
recurrentes

Al inicio, definimos la política como el aso


limitado del poder social. Como hicimos notar allí, la
novedad que pueda reclamar tal definición se basa en
su énfasis en la limitación como una clave para la
política. Pero tal novedad no es sólo nuestra. La
política como (y la política de) limitaciones ha sido, de
un modo u otro, un tema recurrente de la ciencia
27
política en el último cuarto de siglo .
Como se ha indicado ya, en casi todos los capítulos
apare• ce un reconocimiento renovado de la importancia
de los fac• tores institucionales en la vida política.
Con la emergencia del «nuevo institucionalismo»
aparece una renovada aprecia• ción de la historia y del
azar, de las reglas y los regímenes, como fuerzas
constreñidoras en la vida política. Naturalmen• te, el
que «la historia importe» ha sido un lugar común en 27
En un sentido distinto, también ha habido un interés
muchas esquinas de la disciplina: para quienes creciente en la capacidad cada vez menor del aparato del Estado.
Véanse Rose y Peters (1978), Nordlinger (1981) y Flora (1986).
clavaron sus dientes profesionales en las nociones de
los «cleavages [fisu• ras] congelados» de Lipset y 4
Rokkan (1967) o en los modelos 1

de desarrollo del comunismo, el fascismo y la redacto• res de la constitución no tienen su mano


democracia par• lamentaria de Moore (1966), o en las completamente libre: incluso tales leyes del rango más
teorías de los realinea• mientos críticos de Burnham alto están insertas en algu• nos principios, reglas y
(1970), hay poca novedad en la idea de que la estructura procedimientos de un nivel incluso superior, aunque
de coalición en determinados momen• tos cruciales del sean de una clase extralegal. Lo mismo pue• de decirse
pasado podría configurar la vida política en los años de todas las demás prácticas, procedimientos, reglas
siguientes. Pero estos temas neoinstitucionalistas son y regímenes que colectivamente enmarcan la vida
ahora centrales para la disciplina en su conjunto, a social. Ninguna se tiene por sí misma: todas están
través de sus distintos subcampos. Dos ejemplos insertas en, se definen en términos de, y funcionan en
excelentes son los clá• sicos contemporáneos de la relación a, una plé• tora de prácticas, procedimientos,
historia política: Protecting Sol- diers and Mothers: reglas y regímenes. Nin• guna constituye el escalón
The Political Origins ofSocial Policy in the United último: cada una anida en una jerarquía siempre
States (1992) de Skocpol, y Belated Feudalism: ascendente de reglas, regímenes, prácticas
Labor, the Law and Liberal Development in the United y procedimientos todavía más fundamentales,
States todavía más imperativas (North, 1990; Tsebelis,
(1991) de 1990; Easton, 1990; Weingast: cap. 5; Alt y Alesina:
Orren. cap. 28; véase Braybrooke y Lindblom, 1963).
Por tanto, el legado de la historia es una de las 4
limitacio• nes que nos señala el nuevo 2
institucionalismo. Otra la cons• tituye la naturaleza
intrincada de las reglas y los regímenes sociales, de
las prácticas y las posibilidades. En este mode• lo de
muñeca rusa de la vida social, las maquinaciones
corrientes tienen lugar relativamente cerca de la
superficie. Pero, para usar el ejemplo legal más
directo, las reglas que invocamos al aplicar la
legislación ordinaria son principios de más alto
rango, reglas de tipo constitucional. Y, como
muchos han descubierto recientemente, incluso los
Naturalmente, detrás de todas estas reglas, regímenes, juzgar por obras recientes como Paper Stones (1986)
prác• ticas y procedimientos, están las limitaciones de Przeworski y Sprague, sobre la lógica socioeco•
socioeconómi• cas del tipo más habitual. Quizá los nómica que limita las perspectivas del socialismo
aspectos más profundos de la organización social sean electoral, y Commerce and Coalitions (1989) de
tan robustos únicamente porque son sociológicamente Rogowski, que funda• menta la estructura de las
familiares y materialmente productivos: ahí puede coaliciones nacionales en términos del comercio
radicar, al final, el origen último de su fuerza como internacional.
limitaciones para el uso del poder social. Sin embargo, la El uso del poder social se ve limitado también de otro
mayor parte del tiempo estos aspectos más profundos del modo que ha sido objeto de debate recientemente en
orden social ejercen su influencia sin obstáculos varios subcam• pos de la ciencia política. Se trata de
pasando inadvertidos e incuestionados. El origen último limitaciones de tipo cog- nitivo, limitaciones en el
de su fuerza como limitacio• nes casi nunca está, por ejercicio de la razón pura (y, más específicamente, de
tanto, a la vista (Granovetter, 1985). la práctica). Los sociólogos y los psicólo• gos de la
En otros momentos el uso del poder social se ve política han sido sensibles desde hace tiempo hacia los
configu• rado y limitado por fuerzas socioeconómicas aspectos irracionales y arracionales de la vida
que actúan en la superficie de la vida social. Éste parece política: las funciones de la socialización y la
un viejo y gastado tema, al que se vuelve sin solución ideología en los siste• mas de creencias de las masas
desde los días de Marx (1852, (Jennings y Niemi, 1981; Con• verse, 1964). Pero
1972b; 1871,1972a) y Beard (1913). Sin embargo, tales incluso los constructores de modelos de elec• ción
temas se han elaborado y formalizado poderosamente en racional están llegando ahora a apreciar las
los clásicos contemporáneos tales como Polines and posibilidades analíticas que se abren cuando se relajan
Markets (1977) de Lindblom y Political Control of the las asunciones heroi-
Economy (1978) de Tuf- te. Y, sorprendentemente,
4
todavía queda mucho por decir sobre estos temas, a
3
cas de la información completa y la racionalidad creencias de la gente y a lo que hay detrás de las
perfecta (Simón, 1954,1985; Bell , Raiffa y Tversky, mismas.
1988; Popkin, 1991; Pappi: cap. 9; Grofman: cap. 30). Lo que la gente cree verdadero e importante, lo
Naturalmente, lo que los eco• nomistas políticos que cree bueno y valioso, no sólo guía sino que limit a
consideran cortocircuitos en la información, otros los sus acciones socia• les (Offe: cap. 29) . A su vez, estas
construyen como huellas psicológicas, y para cual• creencias se configuran a partir de ciertas enseñanzas y
quier propósito de que se trate, tal diferencia importa experiencias del pasado. La con• formación de tales
clara• mente todavía. Pero, desde nuestra perspectiva, enseñanzas y experiencias puede confor• mar las
lo que es más notable es la convergencia que se ha creencias y los valores de la gente y, por tanto, sus deci•
logrado y no las diferen• cias que aún persisten. Los siones políticas (Neustadt y May, 1986; Edelman,
politólogos de casi cualquier jaez están de acuerdo 1988). La manipulación de tales limitaciones, como la
una vez más en atribuir un papel central a las manipulación de la gente que actúa bajo las mismas, es
un acto profundamente político que merece -y recibe internacional: la difusión de la idea de
crecientemente- tanta atención analítica como democratización, junt o a ideas particulares sobre
cualquier otro. Entre las contribuciones recien• tes cómo democratizar determinados tipos de regímenes,
destacables están el trabajo de Al li s o n (1971) sobre fue innegablemente fundamental en algu• nos de los
los procesos políticos mundiales recientes más dramá•
«mapas conceptuales», el de Marc h (1972) sobre el ticos (Whitehead: cap. 14). Un idealismo de
sesgo del modelo, la teoría del esquema de Axelro d proporciones casi hegelianas vuelve a estar en auge
(1976), el trabajo de Jervis (1976) sobre el papel de también en las relaciones internacionales (Goldmann:
las percepciones en las rela• ciones internacionales, cap. 16; Sanders: cap. 17; Keo- hane: cap. 19). En el
y muchas obras sobre comunicación política (Nimm marco de «la política como el uso l i m i • tado del
o y Sanders, 1981; Swanson y Nimmo , 1990; Graber, poder social», esas maniobras tratan de mover o remo•
1993). ver limitaciones; eso supone que tiendan evidentemente
Otro tema recurrente en la nueva ciencia política menos a la confrontación que otros ejercicios de poder,
que apa• rece en este Nuevo Manual es la creciente pero no dejan de ser ejercicios de poder.
apreciación de que las ideas tienen consecuencias. Este Por último , ha habido una fusión virtua l de la
asunto salta una y otra vez en las discusiones sobre distinción entre hechos y valores, esa vieja pesadilla
políticas públicas. Desarrollar nue• vas perspectivas de la fase más insis• tentemente positivista de la
sobre viejos problemas, ver nuevas formas de hacer revolución conductista (behavio- rista). Hay múltiples
las cosas, ver nuevas cosas que hacer: todas estas razones metateóricas para resistirse a esa distinción; y
acti• vidades, cuando se aplican a problemas en la medida en que pudiese defenderse, hay razo• nes
públicos, son quin - taesencialmente políticas (Olsen, éticas para insistir en la primacía de los valores, para
1972; Nelson: cap. 24; Majo- ne: cap. 26). Pero lo insis• tir en una «ciencia política con un sentido»
mismo se puede decir de la comparación (Goodin, 1980,
4 1982). Pero lo que en su momento demostró su poder
4 de con• v i c c i ó n fue el simple reconocimiento de que
los propios agen- jtes políticos son también actores
éticos (Taylor, 1967, 1985). (Interiorizan valores y
actúan de acuerdo con ellos; y, en oca-
'siones, son persuadidos (quizás a veces por filósofos de
la polí•
tica) para interiorizar otros valores
mejores.
Si queremos entender el comportamiento de la
gente, tene• mos que incorporar los valores en nuestro
análisis (tanto los que tienen de hecho, como los que
podrían llegar a tener). De este modo, la Moral
Economy ofthe Peasant (1976) de James Scott explica
las rebeliones campesinas del Sudeste asiático ante la
perplejidad de los decisores políticos, en los simples
términos de reacciones contra políticas que perciben
como injustas, según lo que se entiende por justicia Latinoamérica, poste• riormente de la Europa del
de acuerdo con las convencio• nes locales; e Este, podría verse de manera simi • lar como una
Injustice (1978) de Barrington Moore pretende acción política inspirada por una visión de lo bue-
generalizar esa proposición. La difusión del ideal
4
democrático a través de la Europa del sur, luego de
5
voces
no, combinada con una visión de lo posible (Dalton:
cap. 13; Whitehead: cap. 14). Tratar de separar hechos Hemos aprendido de las feministas, los
y valores en los procesos mentales y en las dinámicas deconstruccionis- tas y los posmodernos en general
políticas que subyacen a estos procesos sería un puro que hay que estar atentos a los silencios -a lo que
disparate. queda y no se dice- . Cuando se exami• na una
Igualmente, los politólogos desean cada vez más disciplina entera, tratar de pensar qué es lo que no está
emplear complejos diseños de investigación que ahí pero debería estar es siempre una tarea
relacionen sistemáti• camente estructuras, procesos y amedrentadora.
consecuencias. Para hacerlo, necesitan un marco Es cierto que hay subcampos enteros que aparecen
teórico que pueda cubrir e integrar todos estos niveles y desa• parecen. Últimamente, ha habido mucho menos
de análisis. Ah í descansa el gran poder del aná• lisis derecho públi• co y mucha menos administración
de la elección racional y del nuevo institucionalismo; pública haciéndose un sitio en la corriente mayoritaria
lo que, a su vez, puede explicar hasta cierto punto el de la ciencia política que los que hubo en algún
predominio de estas agendas intelectuales en la momento (Wildavsky , 1964, 1979; Wilson ,
ciencia política contem• poránea (véase sección IV 1973), aunque hay evidencias para pensar que se está
infra). Sin embargo, esos comple• jos diseños de produ-
investigación pretenden también, al mismo tiem• po,
la evaluación normativa de las estructuras, procesos 4
y consecuencias; al hacerlo, integran a la filosofía 6
política nor• mativa en sus diseños de una forma que
habría sido un anate• ma para previas generaciones. Ah
í descansa la explicación de la primacía de las obras de
Rawls sobre la justicia (1971, 1993) entre los libros
más citados, y de la presencia de teóricos nor• mativos
como Barry, Dahl y Rawls entre los integradores más
citados e importantes de la disciplina (véanse los
Apéndices
1C, I
D y
1E).

c)
Nuevas
ciendo un nuevo cambio (Drewry: cap. 6; Peters: cap. nuevo, hay evi• dencia de que esto también está
7; Peters y Wright: cap. 27). Los que algún día fueron cambiando (Whitehead: cap. 14; Apter: cap. 15; Von
subcampos pree• minentes están ahora representados Beyme: cap. 22; Offe: cap. 29).
marginalmente en el Nue• vo Manual (como, quizá, Entre las nuevas voces claramente representadas
también lo estén en la reciente his• toria de la hoy en la ciencia política, en comparación con hace un
profesión que se les ha pedido trazar a los cuarto de siglo, destacan las de los posmodernos y las
colaboradores). En general, hoy en día los feministas. No sólo han desarrollado una abundante
comentaristas de políticas públicas encuentran literatura sobre los roles distinti• vos que
muchas menos ocasiones que antes para reflexionar desempeñan las mujeres en la polític a (Nelson y
sobre la política urbana (Banfield y Wi l • son, 1963; Chowdhury, 1994); hay ahora una voz distintivamente
Banfield, 1970; Katznelson, 1981); los comentaristas de feme• nina que escuchar, en especial en la teoría
relaciones internacionales tienen ahora menos que decir política (Pateman,
que hace unos años sobre estudios estratégicos 1988; Shanley y Pateman, 1991; Young: cap. 20),
(Schelling, 1960; Freedman, 1981); los autores que relaciones internacionales (Tickner: cap. 18) y políticas
trabajan sobre instituciones dicen ahora más bien poco públicas (Nelson: cap. 24).
en el, en su día, rico campo de la representación En general, la posmodernidad ha hecho
(Eulau y Wahlke, 1978; Fenno, 1978); y los autores incursiones más modestas, en parte porque sus
que se ocupan del comportamiento tienen menos que preceptos fundamentales están expuestos en un alto
decir que antes sobre influencia política (Banfield, plano teórico (White, 1991). No obstante, los teóricos
1961) o, en general, comunicación y participación políticos sí que han mostrado interés por el mismo
políticas (véase Pappi: cap. 9; Dalton: cap. 13; (Young: cap. 20; Von Beyme: cap. 22). Además, tales
Grofman: cap. 30; McGraw : cap. 34). Por último, teorías
siempre se ha prestado poca atención desde la corrien• te
anglosajona de la ciencia política a las teorías marxistas 4
7
y a las publicaciones en lenguas extranjeras, aunque, de
interna de los actores políticos, los significados y
han demostrado ser una rica fuente de inspiración y de las creencias, las intenciones y los valores, todo esto es
ideas para quienes estudian los así llamados «nuevos
ahora !
movimientos I políticos» (Dunleavy: cap. 10; Dalton: cap.
central en el análisis político (Edelman, 1964, 1988;
13; Young: cap. 20)
Scott,
y la quiebra del viejo orden internacional (Tickner:
1976; Riker, 1986; Popkin, 1991; Kaase, Newton y
cap. 18). Donde alguna vez hubo estructuras
Scarbrough,
claramente definidas y aho• ra no hay ninguna (o
1995). Estos desarrollos son evidentes a lo largo del
muchas desconectadas entre sí), el arse• nal teórico Nuevo
postestructural puede ofrecer ideas sobre cómo ha Manual *.
2
ocurrido y por qué. Más en general, la metodología política parece
Sea o no plenamente posmoderna, la ciencia estar entran• do en algo así como una fase
política con• temporánea es decidida y sustancialmente posmoderna. Quizá pocos metodólogos puedan
pospositivista en el sentido de que ha tomado en aceptar esa autodescripción de manera tan entusiasta
cuenta las lecciones de la crítica hermenéutica. Los como Alker (cap. 35). No obstante, muchos enfa-
aspectos subjetivos de la vida política, la vida mental
tizan ahora la necesidad de explicaciones para el desarrollo futuro (Dryzek, Farr y Leonard,
contextualizadas y path-dependents (dependientes de la 1995)-. Quienes están anclados en una visión de
senda) (Jackson: cap. 32; Ragin et al.: cap. 33). progreso lineal a lo
Representa en cierto modo una retirada de la «gran ciencia» se decepcionarán con la perspectiva de
generalidad hacia la particularidad, de la universalidad 29
un desa• rrollo a partir de trayectorias dispares . Pero,
a la situacionalidad, en las explicaciones que de acuerdo con la explicación de Dogan (cap. 3) del
ofrecemos de los fenómenos políticos. En ese sentido, progreso de la discipli• na, la proliferación de «nuevas
estos desarrollos recien• tes de la metodología política razas» entre los politólogos debe ser bienvenida por
pueden verse como un «giro pos• moderno». las fructíferas posibilidades de hibri• dación que
De hecho, al tratar la historia de toda la disciplina genera.
como nuestro «texto», las técnicas posmodernas
podrían ayudar• nos a ver muchas narrativas posibles
en nuestro pasado colec• tivo -y,
IV. El estado de la profesión: un análisis
correspondientemente, muchas posibles vías abiertas
bibliométrico
28
Weingast: cap. 5; Pappi: cap. 9; Dunleavy: cap. 10; Whitehead:
Quizás el mejor modo de sustanciar estas amplias
cap. 14; Tickner: cap. 18; Von Beyme: cap. 22; Hofferbert y
Cingranelli: cap. 25; Majo- ne: cap. 26; Offe: cap. 29; Grofman: cap.
afirma• ciones sobre la naturaleza de la disciplina tal
30; Alker: cap. 35. como queda reve• lada en el Nuevo Manual, sea
mediante un detallado análisis bibliométrico de las
4
referencias bibliográficas que en él apa• recen. El estilo
8
convencional del análisis bibliométrico cuen• ta la
frecuencia con la que se citan ciertas obras,ísobre todo
las de unos autores determinados. Aunque
inevitablemente defec• tuoso en varios aspectos, es un
análisis que, sin embargo, nos proporciona medidas
útiles para todo tipo de propósitos: para calibrar la
reputación y la presencia de ciertos individuos y
departamentos dentro de la profesión, para averiguar la
inten• sidad de la utilización de un tipo particular de
30
obra u obras por parte de un individuo, etcétera .
Sin embargo, lo que más nos interesa en este
contexto es la penetración de las obras de los miembros
de una subdisciplina en las demás subdisciplinas y la
integración resultante a través de toda la disciplina que
proporcionan tales autores y sus obras.

29
Como queda revelado claramente al contemplar las dispares
vías de desarrollo de la ciencia política en el seno de las distintas
comunidades nacio• nales. Compárese la historia del caso de los
EE.UU. en el relato clásico de Somit y Tanenhaus (1967) con las
historias que se cuentan en, por ejemplo, Easton, Gunnell y Graziano departamentos radicados en EE.UU., véase Klingemann (1986). Se
(1991), Wagner, Wittrocky Whitley (1991), Dier• kes y Biervert (1992), pueden solicitar de Klin- gemann datos más recientes.
Rokkan (1979) y Chester (1986).
30
Para apreciaciones de este estilo sobre individuos y 4
9

Por ello, hemos preferido concentrarnos no en contar el un solo gran libro ) y a favor de sus «zorros» (quienes saben muchas
pequeñas cosas o han escrito muchos libros o artí • culos a los que
número de veces en que son citados algunos autores u
se refiere la gente).
obras en el cuer• po del texto, sino más bien en el 33
Una interpretación deprimente de este resultado, jun t o con el
número de veces que se cita a los autores o sus obras en del Apén • dice 1A, es que la mayoría de los académicos hacen
las bibliografías de los demás capítulos del Nuevo contribuciones menores que pronto son olvidadas. Recuérdese, no
Manual (para evitar sesgar los resultados, las cuentas obstante, que el Nuevo Manual es un examen altamente selectivo de
las contribuciones principales de las dos últimas décadas; po r tanto,
excluyen sistemáticamente nuestra propia lista es un logr o en sí mism o el haber hecho una con• tribución que
bibliográfica que aparece al final del capítulo) 31. Pese a merezca una mención . En estos términos, es un signo alenta• dor el
sus distorsiones, este enfo• que nos parece el más que haya tantos académicos que trabajen en las múltiple s fronteras
adecuado para nuestra tarea32. de nuestra disciplina.
Hay varias cosas que aparecen con bastante claridad 5
en las cuentas bibliométricas resultantes. La primera es 0
que la gran mayoría de los politólogos son
especialistas que contribuyen primordialmente a sus
propias subdisciplinas. Un a gran mayoría de todos
los autores y las obras se encuentra en las lis • tas
bibliográficas de sólo una sección subdisciplinar del
Nue• vo Manual. De hecho (como demuestra el
Apéndice I B ) , casi dos tercios de los autores sólo son
mencionados una vez en la bibliografía de un solo
capítulo 33.

31
Lo hacemos para evitar «falsear los libros» a favor de las
generaliza• ciones que esperamos establecer mediante nuestra propia
pauta de bibliografía. También hemos excluido, siguiendo las
convenciones habituales, todas las auto- rreferencias bibliográficas (l
o que les supone a los colaboradores del Nuevo Manual un trato
más duro de lo habitual, al verse excluidos de una cuarta par• te de
los capítulos en los que aparecerían sus propios nombres
independiente• mente de quién fuera su autor). Hemos contado a
todos los coautores de la mis• ma manera (como si cada uno de ellos
fuera el autor de una obra individual); aunque sea menos
convencional, nos parecía más apropiado por centrarnos en
descubrir integradores potenciales en lugar de dar crédito a las
reputaciones.
32
Al contar el númer o de veces que un autor aparece en
las listas bibliográficas en lugar de en las citas del texto de los
capítulos, introduci • mos un sesgo en contra de los «erizos» de
B erl i n (1953) (aquellos que sólo saben una gran cosa o han escrito
forma bastante notable los residuos de las «dos revo-
En el otro extremo, hay un puñado de académicos luciones», primero la revolución conductista y luego la
que rea• parecen con frecuencia en las bibliografías de de la elección racional, en la profesión contemporánea.
los capítulos del Nuevo Manual. Unos 35 autores Viendo la lis• ta de los libros más citados, los viejos
(que aparecen en el Apéndi• ce 1C) son clásicos de la revolución conductista -American Voter de
mencionados más de diez veces en varias biblio • Campbell, Converse, Mille r y Stokes; La cultura cívica
grafías de distintos capítulos. No hay que otorgarle de Almon d y Verba; Party Systems and Voter Alignments
una impor• tancia especial al hecho de aparecer en de Lipset y Rokkan - están aún ahí, aunque en los
esa lig a de honor: estamos trabajando con una niveles más bajos. Pero barriendo los tres lugares más
muestra pequeña de las referen• cias bibliográficas altos están los clásicos de la posterior revolución de la
de sólo 34 capítulos. Por tanto, aunque pue• dan ser elección racional: la Teoría económica de la democracia
imprecisos los ránkings dentro de esa lista y de Downs y la Lógica de la acción colectiva de Olson a
aunque la pertenencia a la misma pueda no ser los que se ha unido recientemente Goveming the
demasiado fiable en los márgenes, no obstante esta Commons de Ostrom. El golpe de estado de la elección
lista parece que puede ser plausi• ble y fiable como racional ha tenido un notable éxito, no tanto desplazando
un indicador de quiénes son los autores cuya obra a la vieja ortodoxia conductista, como labrán• dose un
34
recibe un amplio interés en los distintos subcampos papel predominante para sí misma . El que el residuo
de la disciplina.
34
La inspección de los nombres de esa lista - y , más Los sociólogos, los economistas y la democracia-(ed. orig .
especial• mente, de los libros que se citan con más 1970, 1978) de Barry, escrito en el momento culminante de este
cambio, somete a ambos a una crítica lógica despiadada; en el
frecuencia (Apéndice I D ) - revela con notable claridad prefacio a la edición de 1978, hace notar el notable desvanecimiento
las agendas intelectuales que persigue actualmente la del paradigma «sociológico» (conductista) en los ocho años
comunidad de la ciencia política. Se' observan de transcurridos.
51
«neoinstitucionalista». Este movimiento está
de la revolución más antigua sea tan poderosamente
parcialmente ligado al de la elección racional -un a
evidente todavía es, en sí mismo, un dato impresionante
alianza representada, entre los libros que más aparecen
sobre la disci• plina. Los cínicos dicen que las revoluciones
en las biblio• grafías, por Governing the Commons de
científicas son sim• plemente el producto del capricho y de
Ostrom, e Institu- tions, Institutional Change and
la moda. Si fuera así, cabría esperar que un capricho
Economic Performance de North-. En las manos de
desapareciera por completo cuan- 1 do otro ocupase su
otros autores, el nuevo institucio- nalismo se
lugar. Sin embargo, es claro que no ha ocu• rrido tal cosa.
configura de una manera sociológica y antielec• ción
Otro asunto es, quizá, si el conocimiento es estric• tamente
racional. Esta modalidad está representada, entre los
acumulativo. Pero, al menos, las ideas más antiguas
libros más citados, por Rediscovering Institutions de
no se han perdido al sumárseles las nuevas en las
March
revoluciones sucesivas dentro de la ciencia política.
y Olsen, y Los Estados y las revoluciones sociales de
Al inspeccionar esas mismas tablas, vemos
Skoc- pol. A partir de cualquiera de las
también una creciente evidencia de la próxima
interpretaciones -o de las dos simultáneamente-, el
revolución en marcha: el movimiento
nuevo institucionalismo posee una gran capacidad
para proporcionar un marco integrador para los tipos de las partes subdisciplinarias del Nuevo Manual-.
de diseños complejos de investigación de los que Estos 21
35
hablamos más arriba. «integradores» aparecen en el Apéndice 1E .
El siguiente paso de nuestro perfil bibliométrico Utilizando las mismas técnicas, observamos lo
de la profesión es buscar «integradores» entre aquellos integrados que están los distintos subcampos en la
miembros de la disciplina que son citados con disciplina más gene• ral. Aquí nos centramos en los tres
frecuencia. Definimos como «integrador» a alguien niveles superiores de los autores más citados (aparecen
que aparece al menos una vez en las listas en el Apéndice 1F). Para ver cómo se integra un
bibliográficas de más de la mitad (esto es, cin• co o subcampo en la disciplina, nos hacemos dos preguntas
más) de las ocho partes subdisciplinarias del Nuevo (en el Apéndice 1G). ¿En qué medida son los autores
Manual. De los 1.630 autores representados en la más citados en cada subcampo los más citados tam•
bibliografía del Nuevo Manual sólo 72 (4,4 por 100) bién en la disciplina (definidos por estar entre los diez más
aparecen en cinco o más capítulos. De éstos, sólo 21 cita• dos)? Y ¿en qué medida se encuentran los autores
constituyen «integrado- res» de la disciplina más citados de cada subcampo entre los integradores de
globalmente considerada -e n el senti• do de que su la disciplina?
influencia se difunde a través de más de la mitad Hay dos subdisciplinas (política comparada y
economía política) que, de acuerdo con ambas medidas,
5 están particu• larmente bien integradas en la profesión
2 globalmente consi• derada. Hay otras subdisciplinas
(administración y políticas públicas y teoría política)
cuyos autores más citados están entre los integradores
de la disciplina, mientras qu& hay otras (sobre todo
instituciones políticas) que carecen de integra• dores
pero cuyos autores más citados están también entre
los más citados de la disciplina. Hay otra subdisciplina
(meto• dología política) cuyos autores más citados no
aparecen en ninguna de las dos listas. Esta última
subdisciplina parece estar fuera y desarrollarse
36
relativamente al margen de la dis• ciplina general .
De la combinación de todos estos criterios surge una
bue• na y completa visión del estado de la disciplina:
quiénes son los «integradores» de la profesión, quiénes
son «los más citados de la disciplina en general» y
quiénes son «los más citados en sus propias
subdisciplinas». Como muestra el Apéndice 1H,

35
Tener sólo 21 integradores entre los cientos de académicos
actualmente en activo puede hacer parecer a la ciencia política como
una empresa relati• vamente no integrada. Al contrario, tener a toda una subdis• ciplinas de la ciencia política y otras disciplinas. Sobre estas
disciplina centrada colec• tivamente en tomo a tan pocos individuos y a conexiones, véa• se Dogan (cap. 3).
sus obras podría dar lugar a una mayor integración.
36
Con estos datos no podemos analizar las relaciones entre las 5
3

hay unos diez académicos clave -nosotros los Apéndice 1A


llamamos las
«centrales eléctricas» de la disciplina-, que puntúan
alto en los tres criterios. Estos diez individuos (que
El continuo impacto de las obras en ciencia política
aparecen como «gru• po 1» en el cuadro A l . H ) están
entre los autores «más citados» tanto en la disciplina
¿Qué continuidad es probable que tenga el impacto
globalmente considerada como en sus respectivas
de cual• quier obra en ciencia política? Para responder
subdisciplinas y, al mismo tiempo, son los «inte-
esta pregunta, hemos distribuido en diversas categorías
gradores» de la disciplina. Otros 28 académicos
todas las publicacio• nes que aparecen en las
(grupos 2-5 en cuadro A l . H ) tienen uno u otro de esos
bibliografías de los capítulos del Nue• vo Manual
papeles en la disci• plina, con un últim o grupo de
según el año de su publicación original. Los resul•
treinta y nueve que tienen un papel igualmente clave
tados aparecen en el cuadro A l . A
en determinadas subdisciplinas.
La pauta general es suficientemente clara: hay Cuadro A l . A . Años de publicación de la bibliografía
distintas comunidades subdisciplinarias altamente
diferenciadas que están haciendo grandes avances. Pero porcentaje
también hay un pequeño conjunto de académicos en la
cumbre de la profesión que entran genuinamente en
muchas (en pocos casos en la mayoría) de
esas comunidades subdisciplinarias y que las ano numero acumulado
porcentaje
integran en un todo disciplinario coherente.
-1900 2 0 0
1900-1920 2
11 0,3
, 1,0
,
.
V. Conclusión 1921-1940 59 1,7 2,7
1941-1950 45 1,3 4,0
El dibujo que surge de este análisis, y de los 1951-1960 , 1955).155
Pero, en 4,6 c 8,6 y la aper•
restantes trein• ta y cuatro capítulos del Nuevo Manual 1961-1965 el final147
del siglo, 4,3 u 12,9 tura
sobre los, que se basa, es la figura feliz de una 165 parece
1966-1970 la nuestra 4,8 ri 17,7 exigidas
disciplina fragmentada de académi• cos brillantes y 1971-1975 una 214ciencia 6,3 o 24,0 para
emprendedores que miran constantemente por encima 1976-1980 potencial-
320 mente 9,4 si 33,4 llevarnos
de los cercados que solían separar subdisciplinas. La 1981-1985 unificable.
441 La 13,0 d 46,4 hasta aquí
vieja aspiración de una ciencia unificada podría seguir 1986-1990 energía792 23,3 a 69,7 son, por sí
siendo una quimera todavía (Neurath, Carnap y Morris intelectual, la d mismas,
algo que celebrar.

1991-1995 30, 100,0


3
1.032
total

3.403
De este análisis se desprende que más de la
mita d de las obras que se mencionan en el
Nuevo Manual se han publica• do durante la
últim a década, y dos terceras partes se han publi
• cado en las dos últimas décadas. Menos de
una décima parte se publicaron con
anterioridad al American Voter (Campbell,
Converse, Mill e r y Stokes, 1960).

54 55
Apéndice IB

Frecuencia de las apariciones de autores


en la bibliografía

Hay unos 1.630 autores en total que se mencionan en las Cuadro A l . B . Frecuencia de citas bibliográficas
bibliografías de los capítulos 2 a 35 del Nuevo Manual. Como
es práctica habitual en estos análisis, excluimos las autocitas. número número
porcentaje
Omitimos también nuestra propia bibliografía (capítulo 1) de citas de autores

del análisis, para evitar sesgar los resultados del mismo a 1 1.063 65,2
favor de las proposiciones que esperamos probar mediante 2 26 6 16,3
nuestro propio modelo de referencias. En casos de autoría 3 93 5,7
múltiple , se ha contado a cada autor como si fuera el 4 55 3,4
responsable de una obra individual. 5 52 3,2
El número total de referencias así definidas es de 3.341. 6 23 1,4
El número medio de veces que un autor es mencionado en estas 7 14 0,9
listas es 2,1 . Sin embargo, la varianza es considerable (5,8) y o
12 0,7
la distribución está sesgada (3,9). De esta manera, tiene más
9 10 0,6
sentido utilizar la mediana como el descriptor de la distribu•
ción: la mediana es 1. Esto queda claramente reflejado en el 10 7 0,4
cuadro A l . B . La gran mayoría de los autores (1.063 = 65,2 11 10 0,6
por 12 4 0,2
100) sólo aparece mencionada una vez. . 13 5 0,3
Lo que nos interesa en nuestro análisis es la diferencia• 14 2 0,1
ción y la integración de una disciplin a que, en este Nuevo 15 3 0,2
Manual, hemos dividido en ocho subdisciplinas. En ese con• 16 3 0,2
texto, este hallazgo señala hacia la diferenciación: casi dos ter• 17 2 0,1
cios de los autores aparecen en la bibliografía de un solo capí• 18 3 0,2
tulo, lo que significa por fuerza que han sido citados en sólo 19 2 0,1
una de las partes subdisciplinares del Nuevo Manual. A otros 25 1 0,1
autores se los cita con más frecuencia y a algunos otros con
total 1.630 100
mucha más frecuencia. A éstos se los analiza en los apéndices
siguientes.
57
56

Apéndice Cuadro A l . C . Autores más citados de la disciplina

1C número de
veces que
aparecen
lugar autores en las
Los autores más citados de la disciplina bibliografías
1 Verba, S.
2 Lipset, S. 25
Los autores a los que se cita con frecuencia pueden
M. 19
poten- cialmente integrar los subcampos de la disciplina. Shepsle, K.
3
Definimos como «autores más citados» a aquellos que 18
A lm o n d ,
ocupan los diez primeros lugares en el número de presencias G. Dahl, R.
en las bibliografías de los capítulos 2 a 35 del Nuevo 4 Riker, W.
Manual. Ese punto de corte I iinhart A 17
nos da 35 autores (2,1 por 100 de todos los autores —! 1 1 —/ I I O I Lf r \ .
Skocpol, T.
citados)
5 Kpnhanp R
que aparecen en el cuadro A l . C .
16
Aunque los autores citados frecuentemente podrían McCubbins,
inte• grar la disciplina, también es posible que sean M. Weingast,
mencionados sobre todo en su propio subcampo de la B.
6 March , J.
disciplina. En tal caso, la frecuencia de citas dé ese autor no 15
contaría como una evi• dencia de integración, sino más
North ,
bien de diferenciación. Para investigar esa dimensión, D.
tenemos que mirar a los autores más citados subdisciplina a Ostrom ,
subdisciplina (véase Apéndice 1F). E.
7 Elster, J.
14
Inglehart, R.
8 Barry, B.
13
Downs , A.
Olson, M.
Przeworski,
A.
.Simón , H.
9 Converse, P.
12
Fiorina, M. J.
Ferejohn, J. Ordeshook, P.
Schmitter, P. Rawls, J.
10 Buchanan, J. 11 Rokkan, S.
Easton, D. Sartori, G.
Lasswell, H. Wildavsky,
Moe , T. Olsen, A.

58 59

Apéndice ID Apéndice 1E

Los libros más citados Los integradores

El cuadro A l . D muestra los libros que aparecen con ¿Quiénes son los integradores? Para responder a esta
más frecuencia en las bibliografías de los capítulos del pre• gunta hemos mirado a todos los autores que han sido
Nuevo Manual.
citados al menos cinco veces. Dada nuestra división del
Cuadro A l . D . Libros más citados mundo de la ciencia política en ocho subcampos
sustantivos, en principio estos autores podrían aparecer
en más de la mitad de los sub•
lugar núm. título campos que hemos distinguido (una cita en cinco de las
autor de par•
citas fech
a de tes del Nuevo Manual). Nuestro punto de partida lo
pub. constitu•
E. ective Action
Anthony Downs An
Converse,
11 Eco Governing the Commons
Warren E.
Miller no Institutions, Institutional Change and Economic Perfomance
Mancur
y Donald mic
Olson Elinor The Civic Culture
Stokes The
Ostrom ory
James of The American Voter
Douglass G.
De
North March
mo
yJohan
cra
P.
Olsen cy Rediscovering Institutions
Gabriel A.
Almond y The
Sidney Verba Logi
c of
Angus
Campbell, Philip Coll
1957
ye que aparecen en las bibliografías
n, de al menos cinco capítulos. Suponen el 4,4 por 100 de los
1! ent
1965 1.630 autores.
on
1990 Definimo s como «integrador» a un autor al que
ces
1990 , puede encontrarse al menos una vez en las secciones de
los referencias de más de la mitad de los ocho subcampos (es
72 decir, en cinco o más). De l total de 1.630 autores, 21 (o
1963
aut el 1,3 por 100) pue• den considerarse integradores. Sus
ore
1960
s nombres aparecen en el cua• dro A L E .

John Rawls A Theory of Justice 1971


Brian Barry Sociologists, Economists and 1970/1978
Democracy
Morris P.
Retrospective Voting in 1981
Fiorina
American National Elections
Party Systems and Voter 1967
Seymour
Martin Lipset Alignments
y Stein
Rokkan (eds.) Political Liberalism 1993
John Rawls An Introduction to Positive 1973
William Riker y Political Theory
Peter C. States and Social Revolutions 1979
Ordeshook
Theda Skocpol 60 61

Cuadro A l . E .
Integradores Apéndice 1F
aparece en
número partes
de partes en
que autor 2 M. F. X Shepsle, K. X Simón, H. X
Almond,
aparecen X X Skocpol, T. X Verba, S.
3 G. X
X Olsen, J. X
X Dahl. R.
8 X X X Weingast, B. X
Ostrom, E. X Ordeshoo
X
Erikson, R.
6 X Laver, M. k, P.
X Polsby,
Barry, B. X X X
X Downs, A. üjphart, N.
A. X
X March, J. X X Riker, W.
X Olson, M. X X
5 X
X Scharpf,
üpset, S.
4 5 6 7 8 9 Apéndi subcampos (integración), o ambas cosas a un tiempo. Para
Los ce 1C afrontar este asunto, nos quedamos con los tres primeros
X X XX X X XX
X X XX X
autores podría lugares de cada subcampo.
X X
X X más reflejar ¿Quién domina las subdisciplinas? Definimos al grupo
X XX
X X XX
citados, la de autores que destacan en algún subcampo particular como
X X X X X por preemi aque• llos que están en los tres primeros lugares entre los
X X subdisci nencia más cita• dos en la parte del Nuevo Manual dedicada a
X X
X XX plina en uno ese subcampo. Siguiendo ese criterio, encontramos 59
XX X
X XX
X X X de los autores (el 3,6 por 100 de todos los autores citados) que
X
X
X XX X El subcam destacan en uno - o , en el caso de tres autores, más de uno
X X
XX X ránking pos (McCubbins, secciones II y V I H ; Stokes, secciones I I I y
X XX X
XX de (difere V I I ; Verba, secciones I y I V ) - de los subcampos.
X X
XX
X autores ncia• Aparecen en el cuadro A l . F .
X X
X XX
X X más ción), o
X X citados a través Cuadro Al. F . Autores más citados, por subdisciplina
X X XX
del de los
X número de veces
Lugares autores que se los cita

Parte I La disciplina
1 Dahl, R. 10
2 üpset, S. 9
Verba, S.
3 Lasswell, H.

Parte II Instituciones políticas


1 North, D.
2 Elster, J.
McCubbins, IV
3 Ferejohn, J.

62
63

Cuadro Al.F. (cont.) Cuadro A l . F . (cont.)

número de veces número de veces


lugares autores que se los cita lugares autores que se los cita
Parte III Comportamiento político Parte Vil Políticas públicas y administración
1 Converse, P. Lindblom, C. 5
Sprague, J. Wildavsky, A.
2 Campbell, A. Merriam, C. 4
Sniderman, P. Skocpol, T.
3 Stokes, D. Wilson, J. Q.
Heath, A. 5 3 Derthik, M. 3
Miller, W. deLeon, P.
Esping-Andersen, G.
Parte IV Política comparada Flora, P.
1 Almond, G. 11 Klingemann, H.-D.
2 Verba, S. 8 Lowi, T.
3 Inglehart, R. 7 Olson, M.
Lijphart, A. Sharkansky, I.
Stokes, D.
Parte V Relaciones internacionales
1 Keohane, R. 10 Parte VIII Economía política
2 Waltz, K. 8 1 We¡ngast,B. 10
3 Holsti, K. 5 2 McCubbins, M. 8
Krasner, S. 3 Shepsle, K. 7

Parte VI Teoría política Parte IX La metodología en ciencia política


1 Goodin, R. 6 1 Achen, C. 6
Habermas, J. King, G.
Kymlicka, W.
2 Beck, N. 5
Barry, B.
Cohén, J. Brady, H.
Gutmann, A. Campbell, D.
Rawls, J. Taylor, Palfrey, I R .
C. Dowding, K. 3 Kinder, D.
Galston, W. Lodge, M.
Hardin, R.
Miller, D.
Pateman, C.
Walzer, M.

64 65

Apéndice Cuadro A l . G . Integración de las subdisciplinas en la disciplina


1G
La
integración de las subdisciplinas en la disciplina Columna 7 Columna
3 número
Entre los 59 autores más citados en las Columna 2 número de autores
subdisciplinas número de la col. 1
de autores de que
autores también
más citados de la col. son integradores
7 en la que
también subdisciplina
están entre
(Apéndice 1F), 20 (e l 34 por 100) están entre los más 8
citados de toda la disciplina (Cuadro A l . C ) . Casi dos Parte
terceras partes de quienes destacan en las subdisciplinas,
Disciplina
destacan sobre todo en esos subcampos, lo que constituye
una medida de diferen• ciación en la disciplina. Este
4
extremo queda subrayado por el hecho de que sólo 10 (17
Instituciones
por 100) de los 59 autores más cita• dos en las
políticas
subdisciplinas estén también entre los 21 integra- dores
de la disciplina que aparecen en el Apéndice 1E. Una 4
figura más detallada hay en el cuadro A l . G . Comportamie
Mirando este resultado desde la perspectiva de la nto político
diferen• ciación y la integración, parece que en IV Política
particular Comporta• miento político, Relaciones comparada
internacionales, Teoría política, Administración y
V Relaciones
políticas públicas, y Metodología política son
internacionales
subcampos con un alto desarrollo independiente. Relati•
vamente pocos de los autores más citados de estos
4
subcampos aparecen entre los más citados de la
VI Teoría
disciplin a en general (Apéndice 1C) y relativamente
política
pocos de ellos están entre los integradores (Apéndice 1E).
14
Vil Administración
y políticas públicas

14
VIII Economía
política

3
IX Metodología
política
los más citados disciplinares
de la disciplina 3 (Almond, 3 2
Lijphart, Verba) (Skocp
4 3 (Dahl, Lipset, Verba) 1 0 ol,
4 0 Olson)
2 1 3 2 (Weingast,
1 0 (Barry) Shepsle)
0 0
Subtotal 62 22 11

Nombres menos
repetidos -3 -2

Total 5 20 10
% 9 33 17
10
0

66 67

Apéndice 1H Grupo 1
(cont.)
Destacados en:
Disciplina Subdisciplina
Sumario de las figuras líderes de la disciplina Integrador

El cuadro A l . H es un resumen de los resultados de Lipset, S. x


M. Olson, x
los M. Shepsle,
Apéndices C a G y combina tres clases de información. K. Skocpol,
T.
Weingast,
• La columna 1 atiende a la pregunta: «¿Está el autor B. Verba,
entre los más citados de la disciplina?». Los Grupo S.
académicos que aparecen en el Apéndice 1C tienen 2
una x en esa colum• na por estar entre los más
«destacados de la disciplina».
• La columna 2 atiende a la pregunta: «¿Está el autor El siguiente grupo son los «íntegradores muy visibles». Se
defi•
entre los más citados en una o más de las ocho partes nen como íntegradores que aparecen entre los más
subdís- ciplinares del Nuevo Manual!». Los citados de la disciplina, pero no en ningún subcampo
particular. Hay siete (0,4 por 100) íntegradores muy
académicos que apa• recen en el Apéndice 1F tienen visibles. Son:
una x por estar entre los más «destacados en sus
subdisciplinas». Destacados en la disciplina Integrador
• La columna 3 atiende a la pregunta: «¿Es el autor un
Downs,
inte- grador de la disciplina?». Los académicos que A. March,
aparecen en el Apéndice 1E tienen una x en esa J. Olsen,
columna por ser J.
Ordeshoo
«Íntegradores». k, P.
Ostrom,
Cuadro A l . H . Figuras líderes en ciencia E. Riker,
W.
política Simón, H.
Gru
po
1 Gru
Los «centrales eléctricas» son aquellos autores po 3
Íntegradores y que, al mismo tiempo, están entre los Hay cuatro (0,2 por 100) Íntegradores con un grado
autores más citados de la disciplina globalmente y de una o menor de visibilidad, lo que significa que aparecen entre los
más subdisciplinas. De acuer• do con estos criterios, íntegradores, pero no entre los más citados de la disciplina
encontramos 10 (0,6 por 100) centrales eléctricas. Son: o de alguna sub• disciplina concreta. Son:

Destacados Integrador
en:
Erikso
Disciplina Subdisciplina n, R.
Integrador Laver,
M.
Almon Poisby
d, G. , N.
Barry, Schar
B. pf, F.
Dahl,
R. 6
Lijphar 9
t, A.

6
8
Gru
po 4 Gru
po 6
Los primeros tres grupos agota n los «integradores». El
siguien • te es un grup o de «representantes generalment e Los grupo s 1 a 5 agota n t an t o los integradore s com o
destacados en un subcampo», que se definen com o aquellos los más citados de la disciplina en general. Por úl ti m o ,
que se encuentran entre los más citados t a nt o en la tenemo s un gr u • po de autores qu e están entr e los más
disciplina com o en sus propio s subcampos. Tenemos 10 citado s en sus propio s subcampos, pero que no cumple n
(0,6 por 100) académicos qu e cumple n ese perfil: los otro s dos criterios. Se los puede llamar los
«representantes de un subcamp o particular». Hay 39 (2,4
por 100) autores de esta clase. Son:
Destacados
en:
Destacados en la
Disciplina Subdisciplina subdisciplina
Achen, C.
X
Converse,
P. Elster, J. Beck, N.
Ferejohn, X Brady, H.
J. X Campbell, A.
Inglehart, x Campbell, D.
X
R.
Cohén, J.
Keohane, X
R. deLeon, P.
Lasswell, X Derthick, M.
H. X Esping-Andersen, G.
McCubbin
x Flora, P.
s, I* North,
X Galston, W.
D. Rawls, x
Grupo 5 J.
Wildavsky, Goodin, R.
A.
X Gutmann, A.
X Habermas, J.
X
Hardin, R.
X
Otros siete autores (0,4 por 100) son sólo «destacados en x Rokkan, S.
gene• Sartori, G.
x
ral», es decir, están entre los más citados de la disciplina en Schmitter, P.
x
gene• ral, pero no entre los más citados en ni ngú n
x
subcamp o particu • lar, ni entre los integradores. Son:

Destacados en la
disciplina

Buchanan, J.
x Easton, D.
x Fiorina, M.
x Moe, T.
Heath, A. X C. X
Holsti, 0. x Miller, D.
Kinder, D. X
X
King, G. X
Miller, W.
Klingemann, H. D. X
X Palfrey, T.
Krasner, S. X X Paterman, C.
Kymlicka, W. x X Rawls, J.
X Sharkansky, I.
Lindblom, C. x X Skocpol, T.
Lodge, M. X Lowi, X
T. X Merriam,

70
71

Grupo 6 Agradecimientos
(cont.)
Destacados en la
Agradecemos los comentarios recibidos de Frank
subdisciplina Castles, Mattei Dogan, John Dryzek, Dieter Fuchs,
Richard I. Hoffer- bert, Giandomenico Majone y al
Sniderman,
P. Stokes, seminario de la Unida d de Investigación I I I del
D. Sprague, Wissenschaftszentrum de Berlín sobre dis• tintos
J. Taylor, C. borradores previos de este capítulo. Le agradecemos
Walzer, M. especialmente a Nicolás Schleyer su ayuda en la
Waltz, K. investiga• ción bibliométrica presentada en la sección IV
Wilson, J.
Q. y en los Apén • dices.

Gru
po
7
Los 77 (4,7 por 100) académicos de los grupos 1 a 6
agotan la lista de aquellos que, según nuestros criterios,
cuentan como inte- gradores de la disciplina o son los más
citados tanto en la disci• plina en general como en las
distintas subdisciplinas. Hay otros
1.523 autores citados en el Nuevo Manual cuyas
contribuciones a la disciplina son lo bastante sustanciales
como para merecer su presencia en lo que constituye una
lista muy selectiva.

7
2
Bibliografía

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2. Ciencia política: la historia de la disciplina

GABRIEL A. ALMOND

I. Introducción

Si fuéramos a construir un modelo de la historia de la cien•


cia política con la forma de una curva del progreso científico
en el estudio de la política a lo largo de los tiempos, tendría•
mos que comenzar con la ciencia política griega, subir modes•
tamente durante los siglos romanos, no progresar mucho duran•
te la Edad Media, subir un poco durante el Renacimiento y la
Ilustración, habría algunas subidas sustanciales durante el
siglo xix, para despegar hacia un crecimiento sólido durante
el siglo xx a medida que la ciencia política adquiere carac•
terísticas profesionales genuinas. Lo que esta curva mediría
sería el crecimiento y la mejora cualitativa del conocimiento
sobre las dos cuestiones fundamentales de la ciencia política:
las propiedades de las instituciones políticas y los criterios que
usamos para valorarlas.
Registraríamos tres chispazos ascendentes en la curva de
crecimiento del siglo xx. El chispazo de Chicago en las déca•
das de entreguerras (1920-1940), que introduciría programas
organizados de investigación empírica, subrayando las inter-
82
83
política. Dos de ellas desafiarían su carácter científico. Hay
pretaciones psicológicas y sociológicas de la política y demos•
trando el valor de la cuantificación. Un chispazo mucho 1
En una escala más modesta, véase Riker, 1982.
mayor en las décadas tras la Segunda Guerra Mundial
reflejaría la difu• sión de la ciencia política «conductista» por 84
todo el mundo, las mejoras en las subdisciplinas más
tradicionales y la profe- sionalización (en el sentido del
establecimiento de departa• mentos de muchos miembros,
reclutados meritocráticamente y relativamente no jerárquicos;
el establecimiento de asocia• ciones, sociedades de
especialistas y revistas con evaluadores, etc.). El tercer
chispazo registraría la entrada de los métodos deductivos y
matemáticos y los modelos económicos del enfo• que de la
«elección racional-individualismo metodológico».
Podríamos denominar esta visión de la historia disciplinar
como, la visión «ecléctica-progresiva». Sería compartida por
quienes aceptan como criterio de la ciencia política académi•
ca la búsqueda de la objetividad basada en las reglas de la
evidencia y la inferencia. Este criterio se aplicaría no sólo a
estudios que denominamos «conductistas», sino también a la
filosofía política (tanto histórica como normativa), a los estu•
dios comparados sistemáticos, a los estudios estadísticos que
implican datos cuantitativos agregados y de encuesta, así
como a la investigación que implica la construcción de
modelos matemáticos formales y la experimentación (tanto la
real como la simulada). En este sentido, es un patrón
ecléctico y no jerár• quico, más bien que integral.
Es «progresiva» en el sentido de que imputa la noción de
mejora a la historia de los estudios políticos, tanto en cuanto
a la cantidad de conocimiento como en cuanto a su calidad
en términos de rigor y perspicacia. Con respecto a la
perspicacia, la mayoría de los colegas estarían de acuerdo en
que Michael Walzer (1983) tiene una mejor comprensión del
concepto de justicia que la que tiene Platón. Y, con respecto
al rigor (y tam• bién a la perspicacia), Robert Dahl (1989) nos
ofrece una mejor teoría de la democracia que la ofrecida por
1
Aristóteles .
Hay, cuatro visiones opuestas de la historia de la ciencia,
una posición «anticiencia», así como otra «posciencia». Otras ciencia de la sociedad. La ciencia de la sociedad se revela a
dos más -los marxistas y los teóricos de la «elección racio• sí misma en el transcurso de su propio desarrollo dialéctico.
nal»- desafiarían su eclecticismo a favor de un monismo jerár• La teoría dé la elección racional rechaza nuestro eclecticis-
quico purista. Los straussianos expresan la visión «anticien• I mo a favor de un modelo jerárquico de ciencia política que
cia» al sostener que la introducción de la metodología se encamina hacia un conjunto parsimonioso de teorías
científica es una ilusión perjudicial que trivializa y nubla la matemá• ticas formales aplicables a toda la realidad social,
compren• sión, y que las verdades básicas de la política incluyen• do la política.
tienen que ser descubiertas mediante una conversación directa Este capítulo asume también que la ciencia política tiene
con los textos clásicos y antiguos. El enfoque componentes tanto científicos como humanistas, regidos
«postempírico» o «poscon- ductista» de la historia ambos por los mismos imperativos de la investigación
disciplinar tiene una visión decons- tructiva; no hay una académica (las reglas de la evidencia y la inferencia)'. Las
historia privilegiada de la disciplina. Hay un pluralismo de contribuciones al conocimiento pueden provenir de una gran
identidades disciplinares, cada una con su propia visión de la inspiración o de un gran virtuosismo. Asumimos también
historia disciplinar. que, dentro de la onto- logía de las familias de las ciencias,
Los enfoques marxista, neomarxista y de la «teoría críti• se encuentra en el lado
ca» desafían nuestro eclecticismo al argumentar que la cien• «nube» del continuo de «nubes y relojes» de Karl Popper
cia política o, más bien, la ciencia social (puesto que no pue• (1972). Es decir, las regularidades que descubre son proba-
de haber una ciencia política separable) se compone de las bilísticas en lugar de leyes inmutables y muchas de ellas pue•
verdades descubiertas y afirmadas en las obras de Marx ^ela• den tener una vida relativamente corta.
boradas por sus asociados y seguidores. Este punto de vista 85
rechaza la noción de una ciencia política separable de una
rencia lógica. Incluiría, en el extremo del simple despliegue de
I I . Temas de una historia ecléctica y de progreso
evidencia, el estilo de ciencia política de «descripción detalla•
El objeto esencial de la ciencia política, que comparte con da» (thick) de Clifford Geertz (1973) que ejemplifica el estudio
el resto de la academia, es la creación de conocimiento, defini• de Womack (1968) sobre el líder campesino mexicano Zapata; e
do como inferencias o generalizaciones sobre la política extraí• incluiría las obras de Downs (1957), Riker (1962) y Olson
das dé la evidencia. Como dicen Kin g , Keohane y Verba (1994, (1965) en el extremo deductivo contrario. En Zapata, parece que
p. 7) en su reciente libro, «la investigación científica está diseña• sólo tenemos evidencia sin inferencia y en la Teoría económica
da para hacer inferencias con base en la información empírica de la democracia, inferencia sin evidencia. Pero Hirschman
sobre el mundo». Este criterio es evidente incluso en una obra (1970) nos dice que la biografía del líder campesino está plaga•
tan explícitamente «anticientífica» como la de los straussianos. da de implicaciones políticas y explicativas; y que los axiomas y
Es decir, éstos consideran la evidencia, la analizan y extraen infe• teoremas de Downs generan toda una familia de proposicio• nes
rencias de la misma. Es imposible pensar en una empresa acadé• comprobables a través de la evidencia. Ambas son falsea- bles
mica que no descanse sobre este núcleo metodológico de la mediante evidencias contrarias o defectos lógicos.
evidencia-inferencia. Incluirí a los estudios marxistas y neo-
marxistas, incluso aunque estos estudios se basen en asunciones
I I I . Una panorámica histórica
sobre los procesos sociales que no son falseables y, por tanto, no
están plenamente sujetas a las reglas de la evidencia o de la infe•
a) Griegos y romanos cia política, se los considera más apropiadamente como pre•
cursores. El amor por la Bibli a no puede convertir el consejo
Aunque se han hecho esfuerzos heroicos para inclui r los que Moisés recibe de su suegro sobre cómo juzgar con más efi•
escritos del Próximo Oriente antiguo en la crónica de la cien- cacia los conflictos entre los hijos de Israel o la doctrina del
2
Deuteronomio sobre la monarquía en ciencia polític a seria .
86 Pero cuando llegamos a la Grecia de Heródoto (ca. 484-425
a.C), estamos en un mundo en el que el análisis de las ideas y
los ideales políticos y la especulación sobre las propiedades de
las distintas formas de gobierno, la naturaleza de la capacidad
de gobernar y de la ciudadanía, se han convertido en una parte
del saber convencional. Los griegos informados del siglo v a. C.
-que viven en muchas ciudades-Estado griegas independien•
tes, en las que se habla la misma lengua y se veneran los mis•
mos o similares dioses, que comparten memorias históricas y
mitológicas comunes, que están implicados en un comercio y
una diplomacia entre las ciudades, que forman alianzas o entran
en guerra- constituían una audiencia interesada en la infor•
mación y la especulación sobre las variedades de arreglos polí•
ticos y gubernamentales y de políticas económicas, de defen•
sa y de relaciones exteriores.
La historia de la ciencia política comienza propiamente con
Platón (428-348 a.C.) cuyos La República, La Política y Las
3
Leyes son los primeros clásicos de la ciencia política . En estos
tres estudios, Platón establece proposiciones sobre la justicia,
la virtud política, las variedades de las formas de gobierno y
su transformación, que han sobrevivido como teorías políticas
hasta bien entrado el siglo xi x e incluso hasta el presente. Sus
teorías sobre la estabilidad política y la optimización del fun•
cionamiento, modificadas y elaboradas en las obras de Aristó•
teles y Polibio, anticipan la especulación contemporánea sobre
la transición y la consolidación democráticas. En su primera
tipología política, en La República, Platón presenta su régi•
men ideal basado en el conocimiento y la posesión de la ver•
dad y, por tanto, ejemplificando el gobierno de la virtud , para

2
Véase Wildavsky , 1984, 1989.
3
Véanse Sabine y Thorson, 1973, caps. 4, 5; Strauss y Cropsey, 1987,
pp. 33 ss.

87
presentar, a continuación, cuatro regímenes evolutivamente rela• museo-biblioteca e instituto de investigación. El método del
cionados en un orden descendente de virtud: la timocracia, la Liceo era inductivo, empírico e histórico, a diferencia del enfo•
oligarquía, la democracia y la tiranía. La timocracia es una que predominantemente idealista y deductivo que se mantenía
corrupción del Estado ideal en el que el honor y la gloria mil i • en la Academia de Platón. Se dice que el Liceo reunió 158 cons•
tar suplantan el conocimiento y la virtud ; la oligarquía es una tituciones de las ciudades-Estado griegas, de las que sólo ha
corrupción de la timocracia que reemplaza el honor por la rique• sobrevivido una (la de Atenas). Las lecciones que componen
za como principio de reclutamiento; la democracia surge de la La Política de Aristóteles parecen haberse extraído de los aná•
corrupción de la oligarquía y, a su vez, se corrompe en tiranía. lisis y las interpretaciones de esos datos.
En La Política, escrito mucho después que La República, Mientras que la metafísica de Platón empujó a éste a des•
y en Las Leyes, escrito en su vejez (tras las duras experiencias preciar el mundo real y la capacidad humana de percibirlo y
de la Guerra del Peloponeso y del fracaso de su misión en Sira- comprenderlo, y a hipóte tizar un mundo de formas ideales de
cusa), Platón distingue entre la república ideal y las varieda• las que la realidad era un pálido reflejo, Aristóteles, por el con•
des realmente posibles de formas de gobierno. Para clasificar trario, era más bien un empirista que observa la realidad polí•
los regímenes reales, introduce el famoso cuadro de tres por tica como un médico observa la enfermedad y la salud. Sir
dos, casando la cantidad y la calidad: el gobierno de uno, de Ernest Barker señala:
pocos y de muchos; cada uno con sus versiones pura e impu•
ra. Generó la clasificación de los regímenes en seis categorías Quizá no sea demasiado caprichoso detectar una particular
-monarquía, tiranía, aristocracia, oligarquía, democracia, oclo- inclinación médica en un buen número de pasajes de La Polí•
tica. No es sólo un asunto de acumulación de «historias clí •
cracia- que Aristóteles perfeccionó y elaboró en su Política, y
nicas», o del uso de los escritos de la escuela de Hipócrates
que ha servido como taxonomía básica a través de los tiem• como el tratado de «Aires, aguas y lugares». Se trata de una
pos y hasta el siglo xi x . comparación recurrente entre el arte del estadista y el del buen
En Las Leyes, Platón presentó la primera versión de la médico; se trata del profundo estudio de la patología de las
«Constitución Mixt a » como el mejor régimen y el más estable constituciones y de su inclinació n a la fiebre de la sedición
entre los de verdad realizables y diseñado para detener el ciclo que encontramos en el Libr o V de La Política; se trata de la
de desarrollo y degeneración implícit o en el esquema séxtu- - preocupación con la terapéutica que también encontramos en
ple. La Constitución Mixta , tal como la formuló Platón, el mismo libro , una preocupación singularmente evidente en
adquie• re estabilidad al combinar principios que, de otro modo, el pasaje (al final del capítulo X I ) en el que sugiere un régi•
men y una cura para la fiebre de la tiranía (Barker, introduc•
podrían estar en conflicto: el principio monárquico de la
ció n a Aristóteles, 1958, p. X X X ) .
sabiduría y la virtud con el democrático de la libertad.
Aristóteles adop• taría y mejoraría este esquema. Es la primera Mientras que en su teoría de las formas de gobierno Aristó •
teoría explicati• va en la historia de la ciencia política en la teles comienza con la clasificación séxtuple de Platón, argu•
que las institucio• nes, las actitudes y las ideas se relacionan menta que, desde un punto de vista realista, de hecho hay cua•
con el proceso y el funcionamiento. Es el ancestro de la tro tipos importantes: oligarquía y democracia, los dos tipos
teoría de la separación de poderes. en los que podría clasificarse a la mayoría de las ciudades-Esta•
Aristóteles (384-322 a.C.) pasó veinte años como miembro do griegas; politeia o gobierno constitucional o «mixto», que
de la Academia de Platón. Después, tras un período como tutor es una combinación de oligarquía y democracia y que (dado
de Alejandro de Macedonia, Aristóteles volvi ó a Atenas y que reconcilia la virtu d con la estabilidad) es la mejor forma
formó su propio Liceo , una institució n de enseñanza con posible de gobierno; y la tiranía, que es la peor. Para respaldar
88 89
su argumento señala que, mientras que las estructuras
socia• les de las ciudades varían de acuerdo con las economías, gas. Generalizaban sobre los griegos, no sobre el género huma•
ocu• paciones, profesiones y status que en ellas se contienen, no. Los ciudadanos se distinguían de los esclavos, los residen•
tales diferencias pueden reducirse a distintas distribucione s de tes forasteros y los bárbaros extranjeros. Con las conquistas de
ciu• dadanos ricos y pobres. Donde dominan los ricos, tenemos Alejandro y la mezcla de las culturas griega y oriental, ganaron
ol i • garquía; donde dominan los pobres, democracia. Donde en autoridad dos nociones desarrolladas por la escuela estoica
dominan las clases medias, podemos tener gobierno «mixto» de filosofía. Eran las ideas de una humanidad universal y de
o consti• tucional que tiende a la estabilidad al quedar un orden en el mundo basado en el derecho natural. Estas ideas
contrapesados los intereses extremos por los más moderados. las había adelantado el filósofo estoico Crisipo en el último ter•
Las estructuras polí• ticas y las pautas de reclutamiento se cio del siglo m a.C. Su formulación más clara aparece en las
clasifican de acuerdo con los arreglos de los órganos obras de Panecio (185-109 a.C.) y de Polibio (203-120 a.C) ,
deliberativos, magistrativos y jud i • ciales y de acuerdo con el dos filósofos estoicos del siglo n, quienes, a su vez, transmitie•
acceso a los mismos de las diferen• tes clases. ron estas ideas a la élite intelectual romana de la última etapa
U n politólog o moderno - u n Dahl , Rokkan, Lipset, Hun de la República. Mientras que Panecio desarrolló los aspectos
- tington, Verba o Putnam - se encontraría en un terreno filosóficos y éticos del últim o estoicismo, Polibio adaptó las
familiar con el análisis de Aristóteles, en La Política y La ideas platónicas y aristotélicas a la historia de Roma y a la inter•
Ética, de la relación entre el status, la ocupación, la profesión pretación de las instituciones romanas.
y la clase y las variedades de instituciones políticas, por un Polibio atribuye el notable poder y crecimiento de Roma
lado, y de la relación entre la socialización y el a sus instituciones políticas. Hace más explícitas las ideas evo•
reclutamiento políticos y la estructura y el proceso políticos, lutivas de Platón y Aristóteles, brindando explicaciones socio-
por el otro. Compartirían la metafísica y la ontología. Pero si psicológicas sencillas de la decadencia de las formas puras de
estos capítulos, o algo pare• cido a los mismos, fueran monarquía, aristocracia y democracia y de su degeneración
presentados por estudiantes con• temporáneos de doctorado a en las formas impuras de tiranía, oligarquía y oclocracia. De
la búsqueda de los temas de sus tesis, es fácil visualizar los acuerdo con Polibio , los constructores del Estado romano
comentarios que escribirían al mar• gen un Dahl o un Verba: habían redescubierto, mediante un proceso de ensayo y error,
«¿Sobre qué casos estás generalizando?»; las virtudes de la constitución mixta : la combinación de los
«¿Qué tal si usas una escala aquí?»; «¿Cómo comprobarías la principios monárquico, aristocrático y democrático llevados a
fuerza de esta asociación?»; u otros por el estilo. Aristóteles la práctica en el Consulado, el Senado y la Asamblea. Fueron
presenta todo un conjunto de proposiciones e hipótesis -e n lo estas instituciones las que hicieron posible la conquista del
que se refiere a la estabilidad polític a y a la quiebra, a las mundo en medio siglo y las que, según Polibio , garantizaban
secuencias de desarrollo, a los modelos educativos y a la actua• un futuro de gobierno mundial estable y justo bajo el Derecho
ción política - que claman por diseños de investigación y aná• romano .
4
lisis cuantitativos cuidadosos. El método aristotélico consiste Tres cuartos de siglo después, el abogado romano Cicerón
esencialmente en una clasificación clínica de especímenes, con (106-43 a.C.) aplicaba la teoría de la constitución mixt a a la
hipótesis sobre las causas y las consecuencias, pero sin com• historia romana en un momento en el que las instituciones de
probaciones sistemáticas de las relaciones. la República romana estaban ya en una decadencia profunda.
La teoría política griega de Platón y Aristóteles era una com• Esta parte de su trabajo era una llamada para la vuelta a la
binación de ideas universalistas y parroquiales. El mundo sobre
el que generalizaban era el mundo de las ciudades-Estado grie- Véase Sabine y Thorson, 1973, caps. 4-9.
90
91
estructura y a la cultura de la República romana anterior, pre•
via a las décadas de guerra populista y civil de los Graco, Mario 92
y Sila. Más significativo y duradero fue su desarrollo de la doc•
trina estoica del derecho natural. Era la creencia de que hay un
derecho natural universal que proviene del orden divino del
cosmos y de la naturaleza racional y social de la humanidad.
Sería su formulación de esta idea del derecho natural la que
se adoptaría en el Derecho romano, pasando de ahí a la doc•
trina de la Iglesia católica y, posteriormente, a sus manifesta•
5
ciones ilustrada y moderna .
De esta manera, encontramos formulados, en el pensa•
miento griego de finales del siglo m a.C. y en el romano de
los siglos siguientes, los dos grandes temas de la teoría políti•
ca que atraviesan la historia de la ciencia política hasta el pre•
sente: «¿Cuáles son las formas institucionales de gobierno?» y
«¿cuáles son los modelos que usamos para evaluarlas?». La
respuesta a la primera fue la clasificación séxtuple platónica y
aristotélica de las formas organizativas puras e impuras, y la
constitución mixta como la solución al problema de la dege•
neración y el ciclo. La respuesta a la cuestión de la evaluación
-legitimidad, justicia- fue la doctrina del derecho natural. Estas
ideas se transmitieron a Roma por los estoicos tardíos (en par•
ticular, Panecio y Polibio) y desde las obras de los romanos
(como Cicerón o Séneca) a la teoría política católica.

b) Constituciones mixtas y teoría del derecho natural


en la historia

Las teorías de la constitución mixta y del derecho reciben


su codificación medieval más plena en la obra de Tomás de
Aquino (1225-1274), quien relaciona la constitución mixta con
la justicia y la estabilidad a través de su conformidad con el
derecho divino y natural. Sus ejemplos de constitución mixta
son el orden político divinamente ordenado del Israel de
Moisés, Josué y los Jueces, equilibrado entre líderes ancianos
y jefes tribales, y la República romana en su origen, con su Iglesia y el Imperio, el estado de guerra, la conquista, la revo•
mezcla de Asamblea, Senado y Consulado. Sigue los argu• lución, la negociación diplomática y la innovación institucio•
mentos de Aristóteles sobre las debilidades y la tendencia hacia nal en las que estaban constantemente envueltos estos regí•
la tiranía de las formas puras de gobierno monárquico, aris• menes, estimularon a varias generaciones de teóricos políticos
7
tocrático y democrático. La combinación de las formas puras que reflexionaban y escribían sobre esta experiencia política .
6
es el antídoto contra la debilidad y la corrupción humanas . Un aspecto central de sus discusiones eran las ideas de la cons•
En la Baja Edad Media y en el Renacimiento, el gobierno titución mixta expresadas por Aristóteles y por Tomás de Aqui•
mixto y el derecho natural constituyen la medida con respec• no. Con la traducción de su Historia de Roma en el siglo xvr,
to a la cual se evalúan los gobiernos. Tal y como Tomás de Polibio llegó a ser muy influyente, particularmente en Floren•
cia y en la obra de Maquiavelo (1469-1527). En las crisis flo•
Aquino, y los influidos por él, veían al Israel del período pre-
rentinas de finales del siglo xv y principios del xvi, Maquia•
monárqui^o y a la Roma de la época republicana como los regí• velo se implicó en una polémica con el historiador Guicciardini
menes más cercanos del pasado al ideal del gobierno mixto, en la que las principales autoridades citadas fueron Aristóteles,
para los teóricos políticos italianos de la Baja Edad Media y Polibio y Tomás de Aquino, y el tema de discusión, qué países
del Renacimiento el ejemplo era Venecia, con su Dogo monár• eran los mejores ejemplos de constitución mixta. Guicciardini
quico, su Senado aristocrático y su Gran Consejo democráti• estaba a favor de un sesgo aristocrático aristotélico y venecia-
co. La estabilidad, riqueza y poder de Venecia eran considera•
6
dos la prueba de la superioridad del sistema mixto. Véase Blythe, 1992, cap. 3.
7
Véanse Blythe, 1992; Pocock, 1975; Skinner, 1978.
La variedad de principados y repúblicas en el norte de Ita*-
lia en estos siglos, las reclamaciones generales y rivales de la 93
no-espartano. Maquiavelo, a favor de un papel algo mayor por esta travesía hacia el realismo todavía resuenan en los
para el elemento popular, confiando más en el apoyo de palo• mares de la filosofía política.
8
Polibio . La teoría de la soberanía, un tema tan importante en la
La ruptura de la teoría política renacentista descansa Edad Media, el Renacimiento y la Ilustración, recibe su
sobre el tratamiento que Maquiavelo le dio a la legitimidad primera for• mulación completa en la obra de Jean Bodin
de los regímenes y de los líderes políticos. Con anterioridad a (1529-1596). Su doctrina del absolutismo como una
El Prín• cipe y a los Discursos, los autores trataban los solución al problema de la inestabilidad y el desorden está
regímenes de manera dicotómica como puros o corruptos, formulada en polémica con la teoría de la constitución
normativos o no normativos, en los sentidos originales mixta. Utilizando un método histó• rico realista, desarrolla
9
platónico y aristotélico . Maquiavelo, observando la política el argumento de que los casos clásicos de gobierno mixto,
practicada en Italia en los siglos xv y xvi, legitimó la Roma y Venecia, fueron en realidad regí• menes
política no normativa como inevi• table, como cuestión de centralizados y concentrados: de hecho, todo régimen
supervivencia, como parte de la reali• dad. Un príncipe que importante y duradero ha concentrado los poderes
dejase de emplear medios problemáti• cos cuando fuesen Legislativo
necesarios para la supervivencia, sería incapaz de hacer el "y Ejecutivo bajo una autoridad central. La atención que
bien cuando éste fuese posible. Maquia• velo tocó el nervio pres• ta a la influencia de las condiciones ambientales y
de la ciencia política con su orientación socioes- tructurales sobre las características de los Estados
10
«libre de valores» y su nombre se convirtió en sinónimo de anticipan la sensibilidad antropológica de Montesquieu .
indiferencia moral y cinismo político. Los temas generados
8
Véase Blythe, 1992, pp. 292 ss. Aunque hubo un progreso sustancial en el desarrollo de
9
Véase Skinner, 1978, pp. 131 ss. la ciencia política en la Ilustración, Hobbes, Locke,
10
Véase Sabine y Thorson, 1973, cap. 21 . Montesquieu, Hume, Madison y Hamilton trataban los
mismos temas que preocupaban a Platón, Aristóteles,
Polibio, Cicerón, Tomás de Aquino, Maquiavelo y Bodin:
las formas y variedades de gobierno y los modelos con los
que juzgarlos. Al considerar el progreso conseguido por los
filósofos ilustrados, nos fija• mos en las mejoras
introducidas en la obtención y evaluación de la evidencia y
en la estructura de la inferencia.
El primer proyecto intelectual terminado por Thomas
Hob• bes (158^-1679) fue la traducción de las Guerras del
Pelopo- neso de Tucídides, la historia de una trágica época de
desorden, justo como la Inglaterra del siglo xvn, perturbada
por la guerra civil, el regicidio, la dictadura y el exilio. La
visión de Hobbes del estado de naturaleza, de las razones para
el consentimiento de los seres humanos a ser gobernados, de
la naturaleza de la obligación política y de la legitimidad de
las distintas formas de gobierno, estaban influidas por sus
reflexiones sobre la caí• da de Atenas y la violencia y la
confusión moral de la Inglate• rra del siglo xvn. En sus libros
posteriores De Cive y, especial• mente, Leviatán, Hobbes
concluía que la autoridad soberana era necesaria en una
sociedad si se quería asegurar la salida de sus miembros del
violento y desordenado estado de naturaleza. A cambio de
obligación y obediencia, el sujeto consigue segu• ridad y
certidumbre. La mejor forma de gobierno -deducida lógi•
camente de estas premisas, porque es racional y no ambigua-
es el absolutismo monárquico, limitado por la obligación del
gober• nante de proporcionar seguridad y bienestar a los
miembros de la sociedad. El logro de Hobbes fue la
deducción lógica de sus conclusiones sobre la mejor forma de
gobierno a partir de lo que consideraba que eran las
condiciones materiales y las necesida• des humanas.
Construyó su argumento limitando las asunciones
a lo que consideraba -y a lo que creía que la historia
confirma• ba- como evidencia «material» de la condición
humana. A par• tir de estas asunciones, dedujo inferencias
11
lógicas tajantes .
11
Véanse Sabine y Thorson, 1973, cap. 24; Strauss y Cropsey, 1987, pp. 396-420.
94 95

Las conclusiones de John Locke sobre los orígenes y la legi• política pública, considera el clima, la religión, las costum•
timidad del gobierno en su Segundo tratado del gobierno se bres, la economía, la historia y cosas por el estilo. Encuentra
derivan de un conjunto de condiciones contractuales distinto que la mejor forma de gobierno es su noción de la separación
al de Hobbes. La gente consiente que el gobierno asegure su de poderes y una especie de equilibrio newtoniano entre estos
bienestar y su libertad. El estado de naturaleza de Locke no es poderes, a la que considera como la que con más probabili•
tan catastrófico como el de Hobbes. Hay inconveniencias y
costes, y el consentimiento hacia el gobierno es condicional,
dependiendo de hasta qué punto el gobierno lleve a cabo esas
funciones limitadas. Al salir del estado de naturaleza, las per•
sonas ceden a la comunidad su derecho a poner en práctica la
ley de la razón para preservar mejor la vida, la libertad y la pro•
piedad. Los comienzos de la teoría de la separación de pode•
res están en John Locke. El poder otorgado a la comunidad se
divide en tres elementos: el legislativo, el ejecutivo y el fede•
rativo, el último de los cuales es un poder relativamente poco
especificado que tiene que ver con las relaciones exteriores.
Tanto en Locke como en Hobbes, el progreso de la ciencia polí•
tica se basa en la deducción lógica de la naturaleza y las for•
mas de gobierno y de las bases de la autoridad, la libertad y la
obligación, a partir de asunciones sociológicas y psicológi•
cas. Su fuerza radica más en su racionalismo lógico que en la
manera de obtener la evidencia.
Aunque sea una exageración decir que Montesquieu
obtenía y acumulaba su evidencia de manera rigurosa, es segu•
ro que va un paso más allá que Hobbes y Locke. Aunque reco•
noce leyes de la naturaleza y deduce la formación del go•
bierno de estas leyes, sobre todo subraya la variedad de la
experiencia política humana y el pluralismo de la causación.
Montesquieu va a «Persia» y, por así decir, hacia atrás en el
-tiempo, a Roma, a Venecia, a muchos otros países europeos y
especialmente a Inglaterra, para comparar sus instituciones
con las de Francia. Es un comparativista y un pluralista cau•
sal. Para explicar las variedades de forma de gobierno y de
dad preservará la libertad y promoverá el bienestar. Y en el guos». Y en El Federalista 31 : «Aunque no pueda pretenderse
Libro XI de su Espíritu de las leyes, encuentra la mejor ejem- que los principios del conocimiento moral y político tengan,
plificación de la separación de poderes en la Inglaterra pos• en general, el mismo grado de certeza que los de las matemá•
terior a la Petición de Derechos. ticas, no obstante tienen más posibilidades en este aspecto
La clasificación de gobiernos de Montesquieu incluye repú• que [...] las que estamos dispuestos a concederles» (Hamilton,
blicas, monarquías y despotismos, siendo la categoría repu• 1937, pp. 48, 189). Lo que llevó a Madison y a Hamilton a
blicana divisible entre aristocracias y democracias. Encuen• considerarse tan buenos politólogos fue el haber comproba•
tra en el gobierno de Inglaterra la ejemplificación del ideal del do las teorías de Montesquieu, Locke y otros filósofos euro•
gobierno mixto que combina instituciones democráticas, aris• peos con la experiencia de las trece colonias y de los Estados
tocráticas y monárquicas en un equilibrio dialéctico armóni• Unidos bajo los Artículos de la Confederación. Tenían la con•
co. Su teoría política es una teoría explicativa sistémico-fun- fianza de los ingenieros que aplican las leyes de la política,
cional basada en la interrelación de las condiciones, el proceso deducidas del examen empírico y de laboratorio de casos indi•
y la política. viduales. La separación de los poderes Ejecutivo, Legislati•
Tuvo una gran influencia sobre los fundadores de la Cons• vo y Judicial (cosa que habían aprendido de Montesquieu) y
titución americana. Y puede haber estado en la mente de la mezcla de los poderes a través de controles y equilibrios
Hamilton cuando escribía en El Federalista 9: «La ciencia de (checks and balances) (lo que habían aprendido de la expe•
la política [...] ha recibido una gran mejora. Se entiende bien riencia práctica de las trece colonias) les permitía tratar la
la eficacia de los distintos principios que, o bien no eran cono• política en forma de ecuación: «Separación + controles
cidos en absoluto, o lo eran de manera imperfecta por lo anti• y equilibrios = libertad».
96 97
dan rotos por la ciencia, en cuanto que permite a la humanidad
c) El siglo xix
ejercer un control racional sobre la naturaleza y las institucio•
nes sociales. En Marx, el capitalismo sustituye al feudalismo y
En los siglos xvn y xvm, los filósofos de la Ilustración pre•
dijeron la mejora en la condición material, política y moral de es sustituido, a su vez, primero por el socialismo proletario y,
después, por la sociedad igualitaria y verdaderamente libre.
la humanidad como consecuencia del crecimiento del conoci•
miento. En los siglos xix y xx, los académicos y los intelec• Hegel se aleja de las nociones de la ilustración por su visión
dialéctica de la historia como el choque de opuestos y la emer•
tuales elaboraron este tema del progreso y la mejora predi•
gencia de síntesis. La monarquía burocrática prusiana racionali•
ciendo distintas trayectorias y secuencias causales. En la zada y modernizada en las décadas posnapoleónicas es vista por
primera parte del siglo xix hubo grandes historicistas (o deter• 12
Hegel como la ejemplificación de una última síntesis . En Marx,
ministas históricos) -Hegel (1770-1831), Comte (1798-1857) la dialéctica hegeliana se convirtió en el principio de la lucha de
y Marx (1818-1883)- que, en la tradición de la ilustración, clases que lleva a la última transformación de la sociedad huma•
veían la historia como un desarrollo unilineal en la dirección na. De acuerdo con Marx, la naturaleza del proceso histórico
era tal que la única ciencia social posible es la que se descubre, y
de la libertad y el gobierno racional. En Hegel, la razón y la
la que se emplea, en la acción política. En el marxismo, esta
libertad están ejemplificadas en la monarquía burocrática pru• ciencia de la sociedad llega a convertirse en un esquema eco•
siana. En Comte, los límites de la teología y la metafísica que• nomía-ideología-forma de gobierno plenamente validado. Una
vanguardia informada armada con esta poderosa teoría anunciaría Auguste Comte, el precursor con Saint-Simón (1760-1825)
13
el comienzo de un nuevo mundo de orden, justicia y plenitud .
del positivismo filosófico, inauguró la nueva ciencia de la
12
Véanse Sabine y Thorson, 1973, cap. 17; Strauss y Cropsey, 1987, «sociología» en los seis volúmenes de su Curso de filosofía
pp. 732 ss. positiva (Koenig, 1968). Su argumento era que todas las cien•
13
Véanse Sabine y Thorson, 1973, cap. 34; Strauss y Cropsey, 1987,
pp. 802 ss. cias pasan por dos etapas -primero la teológica, después la
metafísica- antes de convertirse, en la tercera etapa, en cientí•
ficas o positivas. De esta manera, continuaba Comte, la astro•
nomía fue la primera en pasar por estas tres etapas, después lo
hizo la física, luego, la química, luego la fisiología. Al final,
la física social (las ciencias sociales incluyendo a la psicología)
se encontraba en un proceso de maduración como ciencia.
Comte veía esta nueva sociología científica como la suminis•
tradora de proyectos para la reforma de la sociedad.
Hubo una ola de empirismo como reacción a estas com•
prensivas teorías monistas y abstractas. Esta reacción produjo
un gran número de estudios descriptivos legal-formales de ins•
tituciones políticas y varias etnografías políticas descriptivas
pedestres y monumentales, tales como Political Science"; Or
the State Theoretically and Practically Considered (1878) de
Theodore Woolsey; Politik: Geschichtliche Naturlehre der
Monarchie, Aristokratie und Demokratie (1892) de Wilhelm
Roscher; y The State: Elements of Historical and Practical
Polines ('1889, 1918) de Woodrow Wilson. Se trataba esen•
cialmente de ejercicios ponderados de clasificación, que em•
pleaban alguna variación del sistema clasificador platónico-
aristotélico.
Parecidos a los historicistas, pero con un enfoque más empí•
rico y más pluralista en su explicación, había un grupo de auto•
res de la segunda mitad del xix que podrían caracterizarse como
«evolucionistas» y que influyeron sobre la sociología moder•
na de diversas maneras. Este grupo incluye a Herbert Spencer
(1820-1903), sir Henry Sumner Maine (1822-1888) y Ferdinand
Toennies (1855-1936). Spencer ('1874, 1965), un temprano
evolucionista social posdarwiniano, evita la unilinealidad sim•
ple. Le preocupa explicar la variedad cultural y política, así
como la mejora genérica. Explica la centralización y descen• como el terreno montañoso frente a las llanuras. Construye
tralización política por los rasgos físicos del ambiente, tales
98 99

también el argumento, respaldado por el ejemplo histórico, de ciación más general sobre el método comparativo, dijo: «Sin
que la democratización es la consecuencia de los cambios hacer comparaciones, la mente no sabe cómo proceder» (Toc•
socioeconómicos provocados por la concentración urbana y queville, 1985, pp. 59, 191).
la proliferación de intereses que se debe al crecimiento de las Collini, Winch y Burrow señalan que las proposiciones
manufacturas y a la difusión del comercio. decimonónicas sobre la naturaleza y la explicación de los fenó•
Hay una pauta dualista común entre los autores de finales menos políticos se basaban cada vez más en inducciones histó•
del xix acerca del proceso histórico. Maine ('1861, 1963) dis•
tingue el derecho antiguo del moderno en los términos de un
cambio desde relaciones de status con un carácter difuso has•
ta las relaciones contractuales específicas. Toennies (1887-1957)
introduce la distinción entre Gemeinschaft und Gesellschaft
(Comunidad y Sociedad). Con el cambio de siglo, Weber
(1864-1920) y Durkheim (1858-1917) contrastan la racionali•
dad moderna con la tradicional (Weber, '1922, 1978, vol. I,
pp. 24 ss.), la solidaridad orgánica con la mecánica (Durkheim
'1893, 1960). Este tema del «desarrollo» y de la «moderniza•
ción» continúa en el siglo xx hasta hoy día, con los esfuerzos
para definir, operacionalizar, medir e interpretar la «moderni•
zación» socio-económico-política que se presentan más abajo.
A lo largo del siglo xix era común hablar del estudio de la
política y de la sociedad como ciencia, y describir el conoci•
miento sobre la política como compuesto por proposiciones
con forma de ley basadas en la evidencia y la inferencia sobre
los acontecimientos y las instituciones políticas. Collini, Winch
y Burrow lo documentan con gran profundidad y detalle en su
libro That Noble Science of Polines (1983). Como en épocas
anteriores, los historiadores y los publicistas del siglo xix bus•
caban «lecciones» de la historia, pero cada vez con más sofis-
ticación. Al recordar el «método» con el que escribió La demo•
cracia en América, Tocqueville .(1805-1859) observaba que
«Aunque apenas hablaba de Francia en mi libro, no escribí una
página sin tenerla, por así decir, ante mis ojos»; y, en una apre•
ricas en lugar de en asunciones sobre la naturaleza humana. (1806-1873) había reconocido en su Sistema de lógica (' 1843,
Esto se explicaba en parte por el simple crecimiento del cono• 1961) que el método comparativo en las ciencias humanas era
cimiento de las sociedades contemporáneas e históricas. El equivalente en algún sentido al experimental en las ciencias
imperialismo y el colonialismo colocaron vastas y complejas naturales. En efecto, hace siglo y medio, Mili había anticipado
culturas, como la india, así como sociedades primitivas y redu• la «estrategia de los sistemas más parecidos» de Przeworski
cidas, como las culturas africanas y las de los indios ameri• yTeune(1970) .
canos, al alcance de los académicos e intelectuales europeos. Para John Stuart Mili, Tocqueville, Ostrogorski, Wilson
Las zonas exóticas del mundo se hicieron accesibles e invita• y Michels, la democracia como alternativa para otros regíme•
ban a esfuerzos más cautos y controlados a la hora de inferir nes constituye una preocupación fundamental. Cada uno con•
causas y efectos que en los casos de Maquiavelo o Montes- tinúa a su manera el debate sobre el «gobierno mixto». Mili
quieu. Kisto a finales del siglo xix, en Oxford y en Cambrid• quiere que los educados, los informados, los cívicamente res•
ge, bajo el liderazgo de E. A. Freeman (1874), Frederick ponsables, desempeñen un papel preeminente en la democra•
Pollock (1890) y John Seeley (1896), la historia comparada cia para evitar las potencialidades corruptas y de masas que
comenzó a considerarse de manera un tanto optimista como laten en la misma. Tocqueville encontró en la profesión legal
la base para un estudio genuinamente científico de la políti• americana una dosis aristocrática para moderar las tendencias
ca. Se introdujo en el trivio de Historia en Cambridge en 1897 «niveladoras» de la democracia. Ostrogorski (1964, vol. II,
en la forma de dos trabajos: uno sobre Ciencia Política Induc• Conclusión) y Michels (1949) ven defectos fatales en la demo•
tiva o Comparativa; y otro sobre Política Deductiva y Analí• cracia y la inevitabilidad de la oligarquía, como resultado de
tica (Collini et al, pp. 341 ss.). Ya en 1843, John Stuart Mili la burocratización de los partidos políticos de masas.

100 101
Estas tendencias del siglo xix caen perfectamente dentro (1917)
de nuestro concepto organizador del rigor y la coherencia en Francia cuestionan la plena autoridad del Estado central.
lógi• ca crecientes en el estudio de los fenómenos políticos Teó^
defini• dos como las propiedades y la legitimidad del ricos políticos conservadores, como Figgis (1896), afirmaron
gobierno. la autonomía de las iglesias y las comunidades; teóricos de
El concepto de «pluralismo», una variación del tema del izquierda, como Harold Laski (1919), reclamaron lo mismo
«gobierno mixto», sirvió de vínculo entre la teoría política para
euro• los grupos profesionales y los sindicatos.
pea y la ciencia política americana de las primeras décadas Con las figuras seminales de Marx y Freud y los grandes
del teóricos sociológicos del final del xix -Pareto, Durkheim,
siglo xx. El concepto de soberanía del Estado, asociado a la Weber- y con la polémica sobre soberanía y pluralismo, esta•
ide• mos ya sobre el fondo intelectual inmediato de la ciencia
ología de la monarquía absoluta, sufrió durante el final del polí• tica del siglo xx.
xix
y comienzos del xx el desafío de los «pluralistas» de derecha
e d) La profesionalización de la ciencia política en el siglo xx
izquierda. Otto Gierke (1868) en Alemania y León Duguit
En la segunda mitad del siglo xix y primeras décadas del ideología de eficiencia e integridad, y apoyados por las élites
xx, el rápido crecimiento y la concentración de la industria urbanas profesionales y de negocios, aprovecharon el talento
y la proliferación de grandes ciudades en Estados Unidos, de los periodistas de los medios de calidad y de las comuni•
habita• das en considerable proporción por inmigrantes de dades académicas. La corrupción de la política por las corpo•
la zona rural y de países extranjeros, creó una situación raciones de negocios que buscaban contratos, franquicias y
proclive a la corrupción en gran escala. Se necesitaron protección frente a la regulación gubernamental se convirtió
empresarios políti• cos con recursos para organizar y en el tema de la literatura periodística conocida como «muc-
disciplinar los electorados ignorantes en gran medida, que kraking»*, que colocó el proceso y la infraestructura políti•
pululaban por centros urba• nos como Nueva York, Boston, cos -los «grupos de presión» y los lobbies, procesos
Filadelfia, Chicago, San Luis, Kansas City y demás. El políticos locales, estatales y nacionales profundarnente
«jefe» (boss), la «máquina» y los intermitentes penetrables y corrompibles- a la vista del público.
movimientos de reforma eran los fenómenos políticos Los politólogos americanos del período de entreguerras
americanos más visibles a finales del xix y comien• zos del aceptaron el desafío de esta infraestructura política y de la
xx. Los movimientos de reforma inspirados en una lite• ratura muckraking que la puso al descubierto, y
comenzaron a producir serios estudios monográficos sobre
grupos de presión y actividades de lobbying. Peter Odegard
(1928) escribió sobre, la American Anti-Saloon League,
Pendleton Herring (192$), sobre grupos de presión y el
Congreso, Elmer Schattschnei- der (1935), sobre política y
aranceles, Louise Rutherford (1937), sobre la American
Bar Association, Oliver Garceau (1941), sobre la Asociación
Médica Americana, y hubo muchos más. Estos autores ponen
su sello en la ciencia política de los años de entreguerras. El
realismo y el empirismo de estos pri• meros estudiosos de lo
que algunos llamaron el gobierno «invi• sible» o «informal»
aprovechó las ideas de una generación ante• rior de teóricos
políticos americanos entre los que estaban Frank Goodnow
(1900) y Woodrow Wilson (1887).

1. La Escuela de Chicago
Así, en las primeras décadas del siglo xx la noción de un
estudio «científico» de la política se había revestido ya de
sufi• ciente carne. Europeos como Comte, Mili, Tocqueville,
Marx,

* Literalmente, escarbar en el estiércol. En sentido figurado, revolver


en las vidas ajenas (particularmente entre los trapos sucios). Esa expresión
identifica a todo un grupo de periodistas norteamericanos de principios de
siglo que hicieron de la denuncia de la corrupción política su principal come•
tido. (N. del T.)
102
103
después de volver a la Universi• dad de Chicago desde su
Spencer, Weber, Durkheim, Pareto, Michels, Mosca, Ostro- puesto de «información pública» en
gorski, Bryce y otros, habían sido pioneros, o estaban siendo
pioneros, en el desarrollo de la sociología, la antropología y
la psicología políticas, campos en los que hicieron del estudio
de la política una empresa explicativa autoconsciente. Los
estu• dios empíricos de los procesos gubernamental y
político se habían hecho un hueco en las universidades
americanas. Pero la mayor parte del estudio de la política en
las universidades americanas de estas décadas era aún
esencialmente jurídico, filosófico e histórico en su
metodología. El significado de la escuela de ciencia
política de la Universidad de Chicago (ca. 1920-1940)
radica en su demostración de que a través ád estudios
empíricos concretos era posible un aumento genuino del
conocimiento político mediante una estrategia de investi•
gación interdisciplinar, la introducción de metodologías cuan•
titativas y un apoyo de investigación organizado. Algunos
otros autores hablaban un lenguaje similar al de Merriam
(1931b) en «The Present State of the Study of Politics» (por
ejemplo, Catlin, 1964), pero la escuela que Merriam fundó en
los años veinte, y que llenó en parte con sus propios
estudiantes, supu• so un salto considerable en el rigor de la
investigación empíri• ca y en el poder de la inferencia en el
estudio de las cosas polí• ticas y de la innovación
institucional.
Lo que le llevó a convertirse en el gran empresario de la
ciencia política de su generación fue el escenario dinámico de
la ciudad de Chicago en las primeras décadas del siglo xx,
en pleno boom de riqueza y con ansias de cultura, y la
interrela- ción entre su vida académica y su carrera política.
Sus espe• ranzas de disfrutar de un alto cargo político habían
sido barri• das en la campaña por la alcaldía de Chicago en
1919. Ya no era posible para él aspirar a convertirse en el
«Woodrow Wil- son del Medio Oeste» (Karl, 1974, cap. 4).
Al mismo tiempo, era incapaz de establecerse lo suficiente
para desarrollar una tranquila carrera académica. Sus años en
la política municipal y su experiencia de la guerra en los
asuntos exteriores y en la propaganda, le hacían sensible a los
«nuevos aspectos» del estu• dio de la política. No mucho
Italia, publicó su declaración Nuevos aspectos (1931b) y «control de cuota» que buscaba abarcar las características
comenzó el montaje del departamento de Chicago y los demográficas de la población de Chicago mediante cuotas de
distin• tos programas de investigación que lo identificaron sus principales grupos demográ• ficos. El control de cuota,
como una que quedó desacreditado en la elec• ción Truman-Dewey de
«escuela» distintiva. Era un innovador institucional: primero, 1948, era en ese momento el método habitual para la
al crear el Comité de Investigación en Ciencia Social de la elaboración de muestras de grandes poblacio• nes. Los
Uni• versidad de Chicago para proporcionar apoyo financiero entrevistadores fueron estudiantes de tercer ciclo de la
a las iniciativas de investigación prometedoras del Universidad de Chicago, entrenados por Merriam y Gosnell.
profesorado de ciencia social de Chicago; y, después, siendo Gosnell continuó este estudio con el primer experimento que
pionero en la for• mación del Consejo de Investigación en se haya realizado nunca en la ciencia política. Fue un estudio
Ciencia Social para proporcionar servicios similares a escala de los efectos sobre el voto de un sondeo no partidista
nacional. realizado por correo en Chicago, que intentaba conocer el
El primer programa de investigación importante que se resultado de las elecciones nacionales y locales de 1924 y
ini• ció en Chicago se construyó alrededor de Harold Gosnell, 1925. La técnica expe• rimental diseñada por Gosnell (1927)
que recibió su doctorado bajo la dirección de Merriam en era bastante rigurosa: se distinguieron cuidadosamente grupos
1921 y al que se otorgó un puesto de profesor titular en 1923. experimentales y de con• trol, se utilizaron distintos estímulos,
Colaboró con Merriam en un estudio de las actitudes hacia y los resultados se anali• zaron de acuerdo con las técnicas
el voto de una selección de unos 6.000 habitantes de Chicago estadísticas más sofisticadas disponibles por entonces. Gosnell
en la elec• ción a alcalde de 1923 (Merriam y Gosnell, 1924). continuó su investigación en Gran Bretaña, Francia,
La selección se hizo con anterioridad a la introducción de las Alemania, Bélgica y Suiza. Ningún politólogo había hecho
«muestras pro- babilísticas» y se realizó mediante un antes nada parecido.
104 105

Harold Lasswell (1902-1978), un joven prodigio de una mentales. El tercer libro, World Politics and Personal
pequeña ciudad de Illinois, puso brillantemente en práctica el Insecurity (1935), especulaba sobre las bases y los aspectos
interés de Merriam por la psicología política. Los logros que psicológicos del comportamiento políti• co individual, de
obtuvo siendo aún veinteañero y treintañero fueron extraordi• distintos tipos de regímenes políticos y de diferentes
narios. Entre 1927 y 1939 publicó seis libros, cada uno de los procesos políticos. El cuarto libro, el célebre Poli• tics: Who
cuales era una innovación y exploraba nuevas dimensiones y Gets What, When and How (1936), era una exposi• ción
aspectos de la política. El primero, Propaganda Technique in sucinta de la teoría política general de Lasswell, que subra• yaba
the World War (1927), introducía el estudio de la comunica• la interacción entre las élites que competían por valores como
ción política (y lo seguiría una bibliografía anotada de la exten• «la renta, el respeto y la seguridad». En 1939 publicó World
sión de un libro llamada Propaganda and PromotionalActivities), Revolutionary Propaganda: A Chicago Study, en el que, junto
e identificaba la nueva literatura sobre comunicaciones, pro• con Blumenstock, examinaba el impacto de la depre• sión
paganda y relaciones públicas. El segundo libro, mundial sobre los movimientos políticos de los desem•
Psychopathaíogy and Politics (1930), exploraba la pleados de Chicago, elaborando un ejemplo de la interacción
«psicología profunda de la política» mediante historias de entre factores macro y micro en los distintos niveles -local,
casos de políticos, algunos de los cuales eran perturbados nacional e internacional - de la política. Lasswell también
publicó unos veinte artículos en estos años en revistas como
como aparecían reflejadas en registros de entrevistas, tasas de
The American Journal ofPsychiatiy, The Journal ofAbnorrnal
pulso, presión sanguínea, tensión de la piel, etcétera.
Psychology, Scientific Monographs, The American Journal of
Mientras que Gosnell y Lasswell eran quienes llevaban ade•
Sociology, The Psichoanalytical Review, y otras parecidas. Fue
lante a tiempo completo la revolución de Chicago en el estu•
el primer investigador de la interacción entre procesos fisioló•
dio de la ciencia política, los académicos más veteranos del
gicos y mental-emocionales que utilizó métodos de laborato•
departamento -incluyendo al propio Merriam, y a sus colegas
rio. Publicó varios artículos durante estos años informando de
Quincy Wright, en relaciones internacionales, y L. D. White,
los resultados de sus experimentos al relacionar actitudes, esta•
en administración pública - también estaban implicados de
dos emocionales, contenido oral y condiciones fisiológicas, tal
manera importante en la creación de la reputación de la Escue•
la de Chicago. Merriam (193 Ib) patrocinó y publicó una serie
de libros sobre educación cívica en Estados Unidos y Europa,
un precedente de los estudios contemporáneos de socialización
y cultura políticas. Durante los mismos años, Quincy Wright
(1942) llevó adelante su importante estudio sobre las causas
de la guerra, que implicaba la comprobación de hipótesis
sociológicas y psicológicas mediante métodos cuantitativos.
Leonard White siguió con el problema de lord Bryce (1888)
de por qué en América «los mejores hombres no entran en polí•
tica». Su libro The Prestige Valué of Public Employment, basa•
do en una investigación mediante encuesta, apareció en 1929.

2. La Segunda Guerra Mundial y la revolución


conductista de posguerra
La Escuela de Chicago continuó su alta productividad has•
ta los últimos años treinta, cuando la administración de la Uni•
versidad dirigida por Hutchins atacó el valor de la investiga•
ción empírica en las ciencias sociales. Varios de los catedráticos
al frente del Departamento de Filosofía, incluyendo a George
Herbert Mead y varios más de sus destacados «pragmatistas»,
dimitieron y se marcharon a otras universidades. En ciencia
política, Lasswell y Gosnell dimitieron, y la jubilación de
Merriam dejó la productividad del Departamento de Ciencia
Política de Chicago prácticamente estancada. No obstante, la
Escuela de Chicago había llegado a toda una masa que aseguró
su futuro a lo ancho de todo el país. Hermán Pritchett siguió
su innovador trabajo en derecho público en la Universidad de inspiración a Dahl, Lindblom y Lañe en la transformación que
Chicago; Lasswell continuó su trabajo en Yale, sirviendo de
106 107
contenido de las comunicaciones nazis para obtener
llevaron a cabo del departamento de Yale. V. O. Key Jr.
información sobre las condiciones internas políticas y
formó en Harvard varias generaciones de estudiantes con
morales en Alemania y en la Europa ocupada. Las técnicas
interés por la investigación empírica y cuantitativa sobre
de investigación mediante encuestas, otras clases de métodos
partidos políti• cos, elecciones y opinión pública. David
de entrevistas, técnicas estadísticas, especialmente la
Truman y Avery Lei- serson dieron un fondo teórico al
estudio de los grupos de interés. William T. R. Fox, Klaus
Knorr y Bernard Brodie y este autor y sus estudiantes
llevamos las relaciones interna• cionales y la política
comparada de la Universidad de Chica• go a Yale,
Princeton, Columbia, Stanford, el MIT y la Rand
Corporation.
La Segunda Guerra Mundial se convirtió en un
laboratorio y en una importante experiencia formadora para
muchos de/los académicos que diseminarían la «revolución
conductista». Los problemas de cómo asegurar una alta tasa
de producción agrí• cola e industrial con una fuerza de
trabajo reducida, cómo reclu- tar y entrenar soldados de
infantería, marina y aire, y, después, cómo licenciarlos y
devolverlos a la vida civil, cómo vender bonos de guerra,
cómo controlar el consumo y la inflación, cómo controlar la
moral interna y las actitudes de los aliados y de los
enemigos, crearon una demanda de profesionales de la
ciencia social en todas las ramas de los servicios militares y
civiles. El esfuerzo de la guerra creó grandes recursos de
conocimiento experto en la ciencia social que, al acabar el
con• flicto, volvieron a nutrir las crecientes instituciones
académi• cas de las décadas de posguerra.
En su trabajo para el Departamento de Justicia, Lasswell
desarrolló un sistemático análisis cuantitativo de contenido
para controlar el lenguaje de la prensa extranjera y estudiar
la pro• paganda extranjera y aliada en Estados Unidos.
Participó tam• bién junto con científicos sociales como Hans
Speier, Good- win, Watson, Nathan Leites y Edward Shils en
el trabajo de una división de análisis del Servicio de
Inteligencia de Predicción Extranjera de la Comisión Federal
de Comunicaciones, que, entre otras cosas, analizó el
teoría de muestreo, se desarrollaron para lidiar con los Hovland- fueron empleados por el Ejército, la Armada y la
proble• mas relacionados con la guerra de los distintos Fuerza Aérea para tratar con los problemas de personal, por
servicios mili• tares, los Departamentos de Agricultura, el Departamento de Agricultura en su esfuerzo por
Tesoro y Justicia, y agencias tales como la Oficina de aumentar la producción ali• mentaria, por el Tesoro en su
Administración de Precios y la Oficina de Información de esfuerzo para comercializar los bonos, y por los distintos
Guerra. Se tuvo similarmente en cuenta a la antropología servicios de inteligencia, la OSS inclui• da. La generación
-que entonces estaba en su fase psi- quiátrica-psicoanalítica- más joven de politólogos que trabajaba en estas agencias
en el esfuerzo de guerra. Se buscaron las causas del durante los años de la guerra experimentó algo así como un
fascismo, las razones de la quiebra política fran• cesa, de las internado posdoctoral bajo la dirección de desta• cados
vulnerabilidades culturales de Rusia, Gran Bre• taña y académicos en las diversas disciplinas de la ciencia social.
Estados Unidos, en la estructura familiar, la socializa• ción El rápido crecimiento de la empresa académica en el
de la infancia y los modelos culturales. La Oficina de mun• do de la posguerra y la Guerra Fría aprovechó estas
Información de Guerra y el Departamento de Guerra experien• cias interdisciplinarias de la época de guerra. El
aprove• charon el conocimiento experto en antropología y currículo de la ciencia política y del personal de sus
psicología de Ruth Benedict, Margaret Mead, Cora Dubois, departamentos se expan• dió rápidamente como respuesta a
Clyde Kluck- hohn, Ernest Hilgard, Geoffrey Gorer y otros. esta concepción ampliada de la disciplina y de la difusión
Los psicólogos sociales y los sociólogos especializados en de la educación superior. En la mayor parte de los nuevos
la investigación mediante encuestas y en la psicología institutos de investigación de Yale, Princeton, Columbia, MIT,
social experimental Harvard, se fomentó el estudio de las relaciones
-incluyendo a Rensis Likert, Angus Campbell, Paul internacionales, estimulado por el importante papel
Lazarsfeld, Herbert Hyman, Samuel Stouffer y Cari americano en el mundo de la posguerra y la Guerra Fría,
108 109
de la Segunda Guerra Mundial se encontraron con una
y de ahí pasó a las universidades del Medio Oeste y del gran demanda. Las empresas querían saber cómo podían
Oes• te en las décadas de los cincuenta y los sesenta. A las comer• cializar mejor sus productos; y los políticos querían
viejas subespecialidades del derecho, organización e historia conocer las susceptibilidades y las intenciones de sus
diplomá• tica internacional, se le añadieron nuevas electorados. De los modestos comienzos de los años treinta y
subespecialidades, como los estudios de seguridad, la cuarenta, el cam• po de la investigación de encuestas y de
economía política interna• cional, los estudios de opinión mercado estalló en las décadas de posguerra (Converse,
pública y cultura política, entre el personal de estos 1987). Hubo elementos tan• to académicos como de mercado
institutos de investigación y departamen• tos de ciencia en ese estallido. Las princi• pales instituciones académicas
política. Las nuevas naciones en vías de desa• rrollo de que se implicaron en este desa• rrollo fueron: la Universidad
Asia, África, Oriente Medio y Latinoamérica, vistas ahora de Michigan, con su Instituto de Investigación Social y su
bajo la amenaza de una Unión Soviética agresiva, exigían Centro de Investigación de Encues• tas fundados por los
especialistas de área y en procesos y problemas de psicólogos Rensis Likert, Angus Camp• bell y Dorwin
desarrollo económico y político. Los departamentos de Cartwright; la Oficina de Investigación Social Aplicada de
ciencia gblítica se expandieron rápidamente para encontrar Columbia, fundada por los sociólogos Paul Lazars- feld y
acomodo a estas nuevas especialidades de área y a los Robert Merton; y el Centro de Investigación de la Opi• nión
programas de relaciones internacionales. Nacional de la Universidad de Chicago, encabezado en sus
Los especialistas de la investigación mediante encuestas primeros años por el sociólogo Clyde Hart. Estas tres orga•
nizaciones produjeron en las décadas de posguerra una y la formación de politólogos. Su Instituto de Investigación
litera• tura y un profesorado que contribuyeron Social estableció ya en 1947 un Instituto de Formación de
sustancialmente a la Vera• no en el uso de métodos de encuestas, abierto a
«revolución jóvenes politó• logos y científicos sociales en general. A lo
conductista». largo de los años, este programa ha formado a cientos de
Entre estos tres centros universitarios, la Universidad de politólogos americanos y extranjeros en las técnicas de
Michigan se convirtió en el más importante en el investigación electoral y de encuesta. En 1961 estableció
reclutamiento un Consorcio Interuniversitario para la Investigación Social
110
y Política (ICPSR), sostenido por las universidades que lo
suscribieron, y que mantiene un archi• vo rápidamente
creciente de encuestas y otros datos cuantita• tivos. Este
archivo ha servido como base de datos para un gran número
de tesis doctorales, artículos en revistas eruditas y libros
importantes que iluminan distintos aspectos del proceso
democrático. Ha administrado su propio programa de
forma• ción de verano en métodos cuantitativos.
En 1977, el Centro de Investigación de Encuestas de
Estu• dios Electorales se convirtió en el Centro de Estudios
de Elec• ciones Nacionales Americanas, sostenido por una
importante subvención de la Fundación Nacional de la
Ciencia y al frente del cual se encuentra un consejo nacional
independiente de super• visores que provienen de
universidades americanas. Esta orga• nización -radicada en el
Centro de Estudios Políticos del Insti• tuto de Investigación
Social de la Universidad de Michigan, dirigido por Warren
Miller, y con su Consejo de Supervisores presidido por
Heinz Eulau de la Universidad de Stanford- ha dirigido con
regularidad estudios de las elecciones nacionales, con la
participación de toda la comunidad nacional de ciencia
política y social, y sus hallazgos están disponibles para toda
la comunidad académica (Miller, 1994; e infra, cap. 11).
Si podemos decir que la escuela de ciencia política de la
Universidad de Chicago fue la iniciadora de la
revolución científica en el estudio de la política en las
décadas de entre- guerras, con total seguridad el Instituto de
Investigación Social de la Universidad de Michigan merece
un importante crédito por la difusión de esa cultura
científica durante las décadas de la posguerra, en la mayor
parte de los centros académicos importantes en Estados
Unidos y el extranjero. Varios cientos de jóvenes
académicos se han formado en los métodos estadís-
111
ticos y de encuesta en sus Institutos de Formación de
Verano; se han escrito muchísimos artículos y docenas de Para más detalles, véase especialmente su informe de 1972.
libros utili• zando el material de su archivo; los estudios
electorales de Michigan han servido de modelo para la 112
investigación electo• ral sofisticada en el resto del mundo.
La difusión y el perfeccionamiento de la teoría política
empírica implicaba algo más que la teoría y la técnica de la
investigación electoral. Campos como las relaciones interna•
cionales o la política comparada crecieron de forma tan rápi•
da como el campo de la política americana, y su nueva
etapa de crecimiento implicó su acercamiento a la
cuantificación y a los enfoques interdisciplinares. Los
centros universitarios más importantes de formación de
tercer ciclo durante las déca• das de posguerra -Yale, la
Universidad de California en Ber- keley, Harvard, las
Universidades de Michigan, Wisconsin, Minnesota,
Stanford, Princeton, MIT y otras- produjeron cien• tos de
doctores en ciencia política para dotar de personal al cre•
ciente número de departamentos de ciencia política en los
colleges y las universidades americanas y en muchos de paí•
ses extranjeros. La mayoría de estos centros de formación de
posgrado proporcionaron instrucción en métodos
cuantitativos en las décadas posteriores a la Segunda Guerra
Mundial (Som- mit y Tanenhaus, 1967; Crick, 1959; Eulau,
1976).
Bajo el liderazgo de Pendleton Herring, desde los años
cua• renta hasta los sesenta, el Consejo de Investigación de la
Cien• cia Social facilitó y enriqueció estos desarrollos a través
de sus becas pre y posdoctorales y de sus programas de
apoyo a la investigación. Dos de sus comités de
investigación en ciencia política -el Comité de
Comportamiento Político y el Comité de Política Comparada-
tuvieron un papel destacado al difundir estas ideas y estas
prácticas. El Comité de Comportamiento Político
proporcionó dirección y apoyo a los estudios legislati• vos y
electorales americanos. El Comité de Política Compara• da
destacó en el desarrollo y la sofisticación de los estudios de
14
área y comparativos . Aunque la mayoría de los que partici•
paron en estos programas eran científicos sociales y politólo-
gos americanos, en torno a una quinta parte de los parte de los docentes e investigadores en ciencia política han
participan• tes en los Congresos del Comité de Política obtenido el grado de doctor en alguno de los prin• cipales
Comparada duran• te los años 1954-1972 eran académicos centros de formación de posgrado. Normalmente, lo que se
extranjeros. Algunos de ellos -Stein Rokkan, Hans Daalder, exige para ese título incluye la superación de exáme• nes
Samuel Finer, Richard Rose, Giovanni Sartori, entre otros- sobre la materia y metodológicos y la realización de un
fueron los líderes en Euro• pa y en sus respectivos países de proyecto de investigación importante. La reputación acadé•
movimientos para expandir y mejorar la calidad del trabajo mica se basa en la publicación de libros y artículos que
en la ciencia política y social. supe• ran el examen de otros miembros de la profesión. El
La disciplina de la ciencia política se fue convirtiendo ascenso en el rango académico exige generalmente la
durante estos años en una «profesión» moderna. Los departa• revisión por par• te de evaluadores externos que son
mentos de Ciencia Política, Gobierno o Política comenzaron especialistas en el campo en que trabaja el candidato. Hay
a existir hacia el final del siglo xix, cuando empezaron a docenas de revistas de cien• cia política que están
for• marse gracias a una alianza de historiadores, juristas y especializadas por áreas y reguladas por procesos de
filóso• fos. En las primeras décadas del siglo xx, eran evaluación de los artículos propuestos a cargo de miembros
departamentos aislados en muchas universidades americanas. de la profesión.
La Asociación Americana de Ciencia Política (APSA) se El medio siglo transcurrido desde el final de la Segunda
formó en 1903 con poco más de 200 miembros. Alcanzaba Guerra Mundial en la formación y la investigación en ciencia
los 3.000 miembros al final de la Segunda Guerra Mundial, política ha generado una importante profesión académica,
excedía de los 10.000 a mediados de los sesenta, y ahora con muchas subespecialidades, y ha hecho grandes
agrupa a más de 13.000 miem• bros. La mayoría son contribucio-
profesores en instituciones de educa• ción superior,
113
organizados en un gran número de subespecia- lidades. Gran
nes sustantivas a nuestro conocimiento y comprensión de la plos de la investigación mediante encuesta incluyen el trabajo
política en todas sus manifestaciones. La investigación de los de Gabriel Almond , Sidney Verba, Ale x Inkeles, Ronald Ingle-
estudios de área en la Europa occidental y oriental, el este, el hart, Samuel Barnes y Robert Putnam15. Ejemplos de estudios
sudeste y el sur de Asia, el Oriente Medio , Áfric a y Latinoa• más analítico-descriptivos de la cultura política en la obra de
mérica, llevada a cabo por, literalmente, miles de académicos Lucian Pye (1962, 1985, 1988; Pye y Verba, 1965). Nuestra
formados, organizados en centros de «estudios de área» en comprensión de la participación política ha alcanzado un alto
muchas universidades y colleges, con sus propias organiza• nivel a través de una serie de estudios llevados a cabo en las
16
ciones y revistas profesionales, ha producido bibliotecas ente• últimas décadas por Verba y sus asociados .
ras de monografías informadas y a menudo sofisticadas. En las primeras décadas del período de posguerra, Talcott
Una visión rápida y selectiva de los programas sustantivos Parsons y otros desarrollaron marcos «sistémicos» para la com•
de investigación puede ayudarnos a apreciar este crecimiento paración de distintos tipos de sociedades e instituciones,
del conocimiento político. Ya hemos descrito la difusión y la apoyándose en el trabajo de teóricos sociológicos europeos
sofisticación de la investigació n electoral. El éxit o de sus pre• como Weber y Durkheim 1 7 . Sirviéndose de éstas y de otras
dicciones es comparable al de la meteorología o la sismología. fuentes, Davi d Easton fue pionero en introducir el concepto de
Hemos hecho grandes progresos en nuestra comprensión de la
cultura política, acerca de sus efectos sobre las instituciones
13
políticas y su funcionamiento, así como de las subculturas de Almon d y Verba, 1963; Verba, 1987; Inkeles y otros, 1950, 1959,1974;
Inglehart, 1977, 1990; Barnes y Kaase et al, 1979; Putnam , 1973, 1993;
las élites importantes y de otros grupos sociales. Los ejem• 16
Verba y Ahmed , 1973; Verba y Nie , 1972; Verba, Ni e y K i m , 1978:
Schlozman y Verba, 1979; Schlozman, Verba y Brady, 1995.
17
Parsons, 1951; Parsons y Shils, 1951; Parsons y Smelser, 1956. «sistema» en la ciencia política (Easton, 1953, 1965, 1990;
Almond y Coleman, 1960; Almon d y Powell, 1966).
114 Con los métodos estadísticos agregados, hemos mejorado
enormemente nuestra comprensión de los procesos de moder•
nización y democratización 18 y del funcionamiento guberna•
mental19. Se ha alcanzado un significativo progreso en nues•
tra comprensión de los grupos de interés y de los fenómenos
«corporatistas»20, y en nuestra apreciación de la importancia
21
clave de los partidos políticos en el proceso democrático .
Se han explorado y codificado teorías de la representación y
del comportamiento y el proceso legislativo en los estudios de
Eulau, Wahlke, Pitkin y Prewitt22. A partir del estudio de orga•
nizaciones gubernamentales, Herbert Simón, James Marc h
y otros, han creado un nuevo campo interdisciplinar de teoría de
la organización que es aplicable a todas las organizaciones de
23
gran escala, incluidas las corporaciones de negocios . La inves•
tigación sobre políticas públicas, pionera al mismo tiempo en
Europa y Estados Unidos, ha despegado en décadas recientes
24
y promete el desarrollo de una nueva economía política .
La teoría de la democracia ha avanzado significativamen•
te gracias a la obra de Robert Dahl, Arend Lijphar t y Giovan-
25
ni Sartori . La de la democratización ha sido desarrollada por
Juan Lin z , Larr y Diamond , Phillip e Schmitter, Guillerm
26
o O'Donnell, Samuel Huntington y otros . La dedicación de
toda su vida por parte de Robert Dahl al estudio de la
democracia

18
Lerner, 1958; Deutsch, 1961; Lipset , 1959, 1960, 1994; Diamon d y
Plattner, 1993.
19
Hibbs , 1978; Cameron, 1978; A l t y Chrystal , 1983.
20
Goldthorpe, 1978; Schmitter y Lehmbruch , 1979; Berger, 1981.
21
Lipset y Rokkan, 1967; Sartori, 1976; Lijphart, 1968,1984; Powell, 1982.
2 2
Wahlk e y Eulau , 1962, 1978; Eula u y Prewitt , 1973; Eulau ,
1993; Pitkin, 1967.
23
Simón , 1950, 1953, 1957; M arc h y Simón , 1958; March , 1965, 1988.
24
Wildavsky , 1986; Flor a y Heidenheimer, 1981; Heidenheimer, Hecl
o y Adams, 1990; Castles, 1989.
25
Dahl , 1956,1961,1966,1970 , 1971, 1973, 1982,1985; Lijphart , 1968,
1984, 1994; Sartori, 1987.
26
Lin z y Stepan, 1978; Diamon d y Plattner, 1993; Schmitter, O'Donne l l
y Whitehead, 1986; Huntington , 1991.
115
27
es un ejemplo de cómo la teoría política empírica y la Sobre la metodología, véase Eckstein, 1975 y George y McKeown,
1982. Para sus aplicaciones, véase George y Smoke, 1974; George, 1980;
norma• George et al, 1983; George y Simons, 1994.
tiva pueden enriquecerse mutuamente (Dahl, 1989). 28
Almond y Coleman, 1960; Almond, Flanagan y Mundt, 1973; Prze•
Aunque hemos subrayado el crecimiento y la difusión de worski y Teune, 1970; Lijphart, 1971; Smelser, 1976; Dogan y Pelassy, 1990;
la ciencia política empírica, explicativa y cuantitativa, Collier, 1993; King, Keohane y Verba, 1994.
29
Rawls, 1971; Nozick, 1974; Barry, 1970; Walzer, 1983; Fishkin, 1992.
también
ha habido «progreso» en las ramas más antiguas de la disci•
plina. Las proposiciones y las especulaciones de los historia•
dores políticos, los filósofos políticos y los académicos juris•
tas se han basado cada vez más en la mejora de la
metodología
académica (rigurosa acumulación de información y refina•
miento en la lógica del análisis y de la inferencia). La
historia
política comparada ha hecho importantes contribuciones a la
teoría del Estado, las instituciones políticas y las Eolíticas
públi•
cas (Moore, 1966; Skocpol, 1979,1984). Hairy Eckstein y
Ale-
xander George han refinado la metodología de los estudios de
casos, aumentando el rigor de los estudios históricos en polí•
27
tica comparada y en política exterior . Se ha mejorado y refi•
nado la metodología de la comparación gracias a la obra de
Almond y sus colaboradores, Adam Przeworski y James Teu-
ne, Arend Lijphart, Neil Smelser, Mattei Dogan, David
28
Collier, y Gary King, Robert Keohane y Sidney Verba .
Con la obra de Rawls, Nozick, Barry, Walzer, Fishkin,
etc., la filosofía política normativa ha conocido un progreso
sus• tancial al que no han sido ajenos totalmente los estudios
29
empí• ricos . En la reciente edición de Political Science:
The State ofthe Discipline 7/(1993), William Galston señala
que la filo• sofía y la teoría políticas están moviéndose en la
dirección de una mayor confianza en la evidencia empírica, la
mayor parte de la cual proviene de la investigación en ciencia
política y en las demás disciplinas de la ciencia social.
Galston urge a los teóricos políticos a emprender la tarea de
codificar los hallaz• gos de la investigación empírica en lo
que tengan que ver con
la filosofía política, como han hecho Robert Dahl (1956), algunas otras veían la cara de la ciencia carente de toda
Den- nis Thompson (1970) y James Q. Wilson (1993). compasión y empatia y como una amenaza para un
La evaluación de Martin Shapiro (1993) sobre el estudio conocimiento humano. No debería pasar• se por alto el temor
contemporáneo de los tribunales y el derecho público urge a quedarse obsoleto generado por la intro• ducción de la
igualmente una mayor integración de los estudios legales y la estadística, las matemáticas y el virtuosismo dia- gramático.
ciencia política procesal e institucional. La ciencia política Pero las generaciones más jóvenes entre los cultivadores de
sin análisis jurídico pierde seriamente poder explicativo; y el la historia, la filosofía y el derecho políticos han superado esas
análisis jurídico sin el contexto político procesal e institucio• ansiedades, han descubierto los puntos vulnera• bles y los
nal es formalista y estéril. La obra de Shapiro y la del grupo defectos del enfoque conductista, han desarrollado su propio
cada vez más numeroso de estudiosos de los tribunales y el arsenal de mistificaciones, y han demostrado ser tan com•
derecho público demuestra la validez de esta proposición petentes en las fintas como sus hermanos conductistas.
(véa• se Drewry: cap. 6). 3. La ciencia política en Europa
Así, nuestra aproximación a la historia de la ciencia políti•
ca incluye el progreso alcanzado en las subdisciplinas más Aunque la ciencia política tuvo sus orígenes y su primer
tra• dicionales, medido con los mismos criterios. Cuando el desarrollo en el mundo mediterráneo de la Antigüedad y en la
estudio de la política se ha visto afectado por la revolución Europa del Medievo católico, el Renacimiento, la Reforma,
30
científica del último siglo, la respuesta de la disciplina de la la Ilustración y el siglo xix , se trató de un asunto de intelec-
ciencia polí• tica ha sido plural y ambivalente. Algunas partes
de la discipli• na respondieron antes a tales desafíos; y 30
Y, por supuesto, en la Antigüedad india (Rangavajan, 1987) y en el
Islam medieval (Rabi, 1967).
116 117
Un reciente número del European Journal of Political
tualidad individual (aunque fuera en marcos institucionales Research (Valles y Newton, 1991) está dedicado a la historia
como las academias griegas o las universidades europeas del de posguerra de la ciencia política en Europa occidental. El
Medievo y después). Muchos de los primeros filósofos y teó• artículo introductorio de los editores argumenta que el pro•
ricos políticos funcionaban como académicos a tiempo parcial greso de la ciencia política en Europa ha estado asociado a la
dentro de la Iglesia -en su burocracia o sus órdenes-, eran democratización -por razones obvias- y a la emergencia del
man• tenidos por patronos reales o aristocráticos, o eran ellos Estado de bienestar, porque un Estado intervencionista, abier•
mis• mos aristócratas o gente adinerada. En el siglo xix, con to y penetrador requiere grandes cantidades de información
el cre• cimiento de las universidades europeas, los estudios sobre los procesos y el funcionamiento políticos. Aunque reco•
sobre el Estado, la administración, la política y las políticas nocen que el impacto de la ciencia política americana sobre
públicas se llevaban a cabo cada vez más en las la europea ha sido muy sustancial, señalan el hecho de que
universidades. Hasta hace poco, la unidad típica de las ya había una tradición de estudios electorales «conductistas»
universidades europeas consistía en una cátedra profesoral en Europa antes de la Segunda Guerra Mundial (Siegfried,
ocupada por un académico indivi• dual, al que rodeaba un 1930), con Duverger ('1951, 1976) en Francia y Tingsten
grupo de docentes de menor rango y ayudantes. En las ('1937,1963) en Suecia. Las grandes figuras del xix y
décadas de posguerra algunas de estas cáte• dras comien• zos del xx en las ciencias sociales que inspiraron
universitarias fueron ampliadas hasta formar departa• los desa• rrollos creativos en América eran europeos, como
mentos con un número de profesores con distintas especiali• ya hemos sugerido. Richard Rose (1990) señala que, aunque
dades de docencia e investigación. los gran• des desarrollos de la moderna ciencia política
tuvieron lugar en Estados Unidos después de la Segunda Wilson, los Frank Goodnow, los Charles Merriam- obtuvie•
Guerra Mundial, los fundadores de la ciencia política ron sus licenciaturas o hicieron estudios de doctorado en uni•
americana -los Woodrow versidades europeas, principalmente en las alemanas. El
apren• dizaje, la cultura y la destreza profesional estaban
concentradas en el viejo mundo, que quedó mermado cuando
se desplaza• ron al oeste. En el período anterior a la Primera
Guerra Mun• dial, los académicos americanos aún se veían a
sí mismos como provincianos. En los años de entreguerras, y
en un centro tan innovador como la Universidad de Chicago,
Merriam urgía aún a sus estudiantes más prometedores a
que pasasen un año de posgrado en Europa y les
proporcionaba ayuda finan• ciera para ello.
Las conquistas del nazismo y el fascismo y la devastación
de la Segunda Guerra Mundial interrumpieron la vida univer•
sitaria en la Europa continental durante casi una década. Bue•
na parte de la ciencia social alemana se trasplantaría efectiva•
mente a Estados Unidos, donde contribuyó al esfuerzo de
guerra americano y enriqueció la investigación y la docencia
americana en sociología, psicología y ciencia política. Había
todo un claustro de «exiliados» en la Nueva Escuela de Cien•
cia Social de Nueva York; y apenas había alguna universidad
importante sin uno o más catedráticos «exiliados» en sus pro•
fesorados de ciencia social. Académicos como Paul Lazars-
feld, Kurt Lewin, Wolfgang Kohler, Hans Speier, Karl
Deutsch, Hans Morgenthau, Leo Lówenthal, Leo Strauss,
Franz Neu- mann, Henry Ehrmann, Otto Kirchheimer,
Herbert Marcuse, hicieron importantes contribuciones a la
revolución conduc- tista en Estados Unidos, así como a las
distintas tendencias que la atacaron. Por consiguiente, la
ciencia política que se importó en Europa tras la Segunda
Guerra Mundial era en parte el pro• ducto de una raíz de
ciencia política que originariamente prove• nía de Europa.
En las primeras décadas tras la Segunda Guerra Mundial,
cuando se renovaba la planta física de Europa y se volvían a
levantar sus instituciones y a dotarlas de personal, lo novedo•
so en las ciencias sociales era mayoritariamente de origen
ame• ricano. La ruptura con. el legalismo y con el enfoque
histórico en el estudio de las instituciones de gobierno, los
partidos polí-
118 119
ticos y las elecciones, los grupos de interés, la opinión y la cada en Europa con un estudio sobre Inglaterra a comienzos
comunicación política, se había llevado a cabo en las univer• de los sesenta, al que seguirían otros países europeos. Cada
sidades y los centros de investigación americanos. Junto al Plan estudio electoral nacional dejaba un cuadro de profesionales
Marshall para la destrozada economía europea, los académi•
cos americanos se convirtieron, con el respaldo de algunas fun•
daciones filantrópicas americanas, en misioneros que renova•
ron la academia europea y difundieron los enfoques empíricos
y cuantitativos americanos. Jóvenes académicos europeos, ayu•
dados por becas de la fundación Rockefeller o de otras funda•
ciones, vinieron por docenas a las universidades americanas.
Algunos programas de investigación radicados en América -e l
Comité SSRC de política comparada, los estudios electorales
de la Universidad de Michigan, los estudios de Inglehart sobre
valores políticos- buscaron colaboradores europeos, los for•
maron y, con frecuencia, los financiaron.
Esta dependencia desequilibrada sólo duraría un corto
período de tiempo. La academia y las tradiciones en ciencias
sociales tenían raíces demasiado profundas en las culturas
nacionales europeas como para quedar completamente des•
truidas en el período nazi. Hacia los años sesenta, las viejas
universidades se habían reconstruido y se habían fundado
muchas nuevas. Las voces europeas estaban contribuyendo
cada vez más a la producción más importante de la investiga•
ción en ciencias sociales. El Comité de Sociología Política de
la Asociación Internacional de Sociología (ISA), aunque com•
binase los esfuerzos americanos con los europeos, era predo•
minantemente europeo en cuanto a participación. Su impac•
to en Europa fue tan grande como el que antes había tenido
el Comité Americano de Política comparada. Los estudios
comparativos europeos, como el proyecto de las pequeñas
democracias europeas llevado a cabo por Dahl, Lorwin, Daal-
der y Rokkan, contribuyeron al desarrollo del profesionalis•
mo en la ciencia política europea. El Centro de Investigación
de Encuestas de la Universidad de Michigan comenzó su acti•
vo papel en el desarrollo de la investigación electoral sofisti•
europeos queda reflejada por el número de departamentos
formados que seguirían el futuro trabajo de la investigación
nacionales afiliados al ECPR. De los 140 miembros de 1989,
electoral.
40 eran del Reino Unido, 21 de Alemania, 13 de Holanda, 11
En 1970 se fundó un Consorcio Europeo para la Investi•
de Italia y 5 de Francia (Rose, 1990, p. 593). La influencia
gación Política (ECPR) con fondos de la Fundación Ford
de la ciencia política americana en la ciencia política euro•
(Rose, 1990), que tenía una agenda similar a la de los comités
pea e internacional se refleja hasta cierto punto por el núme•
de ciencia política del Comité americano de Investigación en
ro de afiliados extranjeros a la Asociación Americana de Cien•
Ciencias Sociales (SSRC). Suministraba fondos para el esta•
cia Política (APSA), suscriptores, por tanto, del American
blecimiento de un programa de formación en metodología de
Political Science Review: Reino Unido, Alemania y Japón tie•
las ciencias sociales a través de una escuela de verano (situa•
nen bastantes más de cien miembros cada uno; Israel, Corea
da en la Universidad de Essex), de seminarios de trabajo sobre
del Sur y Holanda tienen unos cincuenta miembros cada uno;
temas de investigación determinados celebrados en distintos
Noruega, Suecia y Taiwán tienen unos treinta miembros; Fran•
centros nacionales, de proyectos de investigación conjuntos.
cia tiene 27 (APSA, 1994, pp. 327 ss.).
Entre las actividades que ha promovido se encuentran un
Archivo de Datos y una revista profesional, The European En los años noventa, organizada en la Asociación Interna•
Journal of Political Research. La afiliación al ECPR se hace cional de Ciencia Política (IPSA), en varias organizaciones
a través de un departamento o institución. En 1989, el ECPR nacionales y de extensión geográfica más reducida, así como
contaba con 140 departamentos afiliados. En 1985, el Direc• en distintas especializaciones funcionales, estaban globalmente
torio de Politólogos Europeos no llegaba a los 2.500 miem• bien establecidas tanto la profesión de la ciencia política como
bros. La fuerza de la ciencia política en los distintos países una concepción común sobre la academia.

120 121
una unidad inescindible, por lo que los marxistas rechazarían
IV . Perspectivas opuestas de la historia disciplinar
tanto la visión de progreso como el eclecticismo de nuestra
aproximación. El segundo grupo que rechaza el eclecticismo
Se puede dividi r en cuatro grupos a los que no estarían de
metodológico de nuestro enfoque son los maximalistas den•
acuerdo con esta visión ecléctica y de progreso sobre la histo•
tro de los politólogos de la «elección racional», cuya visión
ria de la ciencia política. Están quienes rechazan la noción de
de la historia disciplinar culmin a en una etapa
una ciencia política en progreso, ya sea desde una perspectiva
parsimoniosa, reductiva y matemático-formal.
anticientífica (los straussianos) o desde una perspectiva pos-
científica deconstructiva. Y están los que rechazan el eclecti•
cismo de nuestra posición. Dentro de éstos están los marxis- a) Anticiencia
tas y neomarxistas, que sostienen que las leyes fundamentales
de la sociedad humana han sido descubiertas por Mar x y sus La versión straussiana de la historia de la ciencia política
asociados y que estas leyes muestran que los procesos históri• se remonta a las polémicas intelectuales alemanas de finales
cos, económicos, sociales y políticos, así como las acciones del x i x y comienzos del x x . Como el jove n doctor
humanas que tienen efectos sobre estos procesos, constituyen alemán que era en los años inmediatamente posteriores a la
Primera Guerra Mundial, Leo Strauss compartía la «ser» fue mediante una filosofía política afirmativa, que bus•
admiración general hacia Max Weber por «su intransigente case la forma justa de gobierno y de sociedad a través de la
devoción hacia la hones• tidad intelectual [...], su devoción recuperación de los grandes ejemplos del canon de la f i l o •
apasionada hacia la idea de la ciencia» (Strauss, 1989, p. 27). sofía política, a través del diálogo y la deliberación, y a través
En su camino hacia el norte desde Friburgo, donde había de la educación de una élite cívica.
asistido a las clases de Heidegger en 1922, Strauss dice de sí De acuerdo con Strauss, Weber era la figura intelectual pro•
mismo que experimentó una desi• lusión damasquina con blemática que legitimaba la ciencia social positivista moder•
Weber y una conversión al existen- cialismo heideggeriano. na, su separación de hechos y valores, su «neutralidad ética»,
La manera en la que Strauss enfrentó el pesimismo de la su esfuerzo por estar «libre de valores». Strauss atribuye a Ma x
visión heideggeriana de la naturaleza del Weber la creencia de que todos los conflictos de valores son
122 irresolubles. «La creencia de que los juicio s de valor no están
sujetos, en última instancia, al control racional, alienta la inc l i
• nación a hacer afirmaciones irresponsables con respecto al
bien y al mal , a lo correcto y a lo incorrecto. Se evita la
discusión seria de los asuntos serios por el simple mecanismo
de hacer• los pasar como problemas de valor». Esta búsqueda
de la obje• tividad produce una:

[...] emancipación de los juicio s morales [ ... ] , una


obtusidad moral [...] . E l hábito de mirar los fenómenos
sociales o huma• nos sin hacer juicio s de valor tiene una
influencia corrosiva sobre cualquier clase de preferencias.
Cuanto más serios sea• mos como científicos sociales, más
plenamente desarrollamos en nosotros mismos un estado de
indiferencia hacia cualquier meta, o de displicencia y
deriva, un estado que puede deno• minarse nihilismo .

Un poco después matizaría esta afirmación, «E l positivis•


mo de la ciencia social fomenta no tanto el nihilismo , como
el conformismo y el "filisteísmo"» (Strauss, 1959, pp. 21
ss.).
Strauss y sus seguidores han extendido este ataque a Weber
a las ciencias sociales contemporáneas, y en particular a las
tendencias «conductistas» de la ciencia política, a las que se
dice que fueron inspiradas por Weber. A diferencia de esta cien•
cia social «positivista», weberiana, Strauss presenta un mode•
lo de «ciencia social humanista», en la que el académico está
comprometido íntima y apasionadamente en un diálogo con y los ideales centrales de la política: la justicia, la libertad, la
los grandes filósofos políticos sobre el significado de las ideas
123
Political Science Review (Schaar y Wolin, 1963; Storing et al., 1963).
obligación y demás. La historia de la ciencia política que los
straussianos ofrecen en lugar de la aquí presentada, caracteri• 124
za a la ciencia política «conductista» contemporánea como el
producto de una herejía que tomó forma palpable en el siglo xi x
y fue definitivamente formulada en la obra de Ma x Weber de
31
principios de este siglo .
La caracterización que hacen de Weber como el arqueo-
positivista y el separador de hechos y valores, y de la ciencia
política «conductista» como seguidora de este erróneo curso
de la «neutralidad ética», está equivocada tanto con respecto
a Max Weber como con respecto a la mayor parte de los prac•
ticantes contemporáneos de la así llamada ciencia política con•
ductista. Los puntos de vista de Weber sobre la relación entre
«hechos y valores» son mucho más complejos e implica n una
preocupación mucho más profunda por los asuntos de valores,
que la caricatura que aparece en los escritos de Strauss y sus
discípulos. Llamamos la atención sobre dos contextos en los
que Weber trata estas cuestiones: su conferencia «La política
como vocación» (1949) y su ensayo sobre «La objetividad en
la ciencia social» (1958). En la conferencia «La política como
vocación», se refiere a dos tipos de acción política éticamen•
te orientada: la ética de los fines absolutos y la ética de la res•
ponsabilidad (Gesinnungsethik uncí Verantwortungsethik). Poco
más podría contribuir la ciencia a la ética de los fines absolu•
tos que examinando la adecuación de los medios a los fines.
Puesto que el fin elegido es sagrado o absoluto, no puede haber
una análisis del coste de oportunidad de las consecuencias de
perseguir ese fin en lugar de otros. Pero si se adopta un punto
de vista racionalmente responsable del efecto de los medios
sobre los fines, el análisis científico hace posible un análisis
del «coste de oportunidad» de la acción política, es decir, cómo
una elección determinada de política o acción puede, por un
lado, transformar el fin que se persigue y, por otro, imposibi•
litar la elección de otras opciones. «De esta forma podemos»,

31
Para captar todo el sabor del desafío straussiano, véanse los ensayos
que aparecen en Storing (1962) y el debate que generaron en el American
dice Weber (1949, p. 152), «estimar las oportunidades que tene• (ibi- dem) señala qu e l a cienci a nos pued e capacita r par a
mos de lograr cierto fin mediante ciertos medios disponibles clarific a r nuestras metas y comprender su significado. «Lo
[...], podemos criticar la elección de ese mismo fin como sen• logramos al hacer explícitas y al desarrollar de manera
sato en la práctica [...] o como un sin sentido a la vista de las lógicamente con• sistente las "ideas" que [...] subyacen en el
condiciones existentes». Al elaborar su argumento sobre las fin de que se trate. Es evidente por sí mismo que una de las
formas en las que los medios pueden tener efectos «no inten• tareas de cualquier ciencia de la vida cultural es llegar a una
cionados» sobre los fines, Weber (1958, p. 152) dice: comprensión racio• nal de estas "ideas" por las que los
hombres [...] luchan».
[...] podemos responder la pregunta: qué «costará» el logro del «Pero», continúa Weber, «el tratamiento científico de los
fin deseado en términos de una pérdida predecible de otros juicio s de valo r puede no sólo comprender y analizar con
valores. Puesto que en la gran mayoría de los casos, cada meta empatia los fines deseados y los ideales que les subyacen; tam•
por la que nos esforzamos «cuesta» [...] algo en este sentido,
el peso de la meta en términos de consecuencias no intencio•
bién puede juzgarlos críticamente» de acuerdo con su con•
nadas no puede omitirse de la deliberación de personas que sistencia interna. «L a elevación de estos modelos último s
obran con un sentido de la responsabilidad [ . . . ] . [L a [...] al nivel de la explicitación es lo máximo que puede hacer
ciencia puede hacer que uno] se dé cuenta de que toda acción, el tratamiento científico de los juicio s de valor sin entrar en el
y natu• ralmente toda inacción, implic a entre sus campo de la especulación [...]. Una ciencia empírica no pue•
consecuencias la adhesión de ciertos valores y [.. . ] , lo que de decirle a nadie lo que debería hacer sino, más bien, lo que
con tanta frecuencia se pasa por alto, el rechazo de otros. puede hacer y -baj o ciertas circunstancias - lo que desea
hacer» (ibidem).
Pero j u n t o a este análisis dobl e de medios-fines , Webe r
125
La realidad de la formulación weberiana del problema de [...] el fallecimiento del positivismo y de las exigencias de veri•
los hechos y los valores está tan alejada de la caricatura straus- ficació n com o la única instancia filosófic a de las ciencias
siana, como la representación que hacen del estado de la cien• humanas, con el rejuvenecimiento del discurso normativo en
una sociedad preocupada por los peligros de una ciencia desa•
cia política empírica contemporánea. Por consiguiente, recha• tada [. . . ] . Los politólogos en general y los teóricos políticos
zamos la visión de la historia de la disciplina que subyace en en particular ya no desean adoptar acríticamente la distinción
la perspectiva straussiana. Por otro lado, incluiríamos buena de hecho y valor que controló las ciencias sociales durante
parte de la obra sustantiva de estos teóricos políticos -y del pro• generaciones.
pio Strauss- en la obra que recogemos en la aproximación ecléc•
tica y progresiva que ofrecemos aquí, en tanto que ha aumen• Sobre este tema insiste una pequeña subdisciplina de la
tado el conjunto de las inferencias deducidas lógicamente sobre ciencia política que se especializa en la «historia de la ciencia
la política a partir de cúmulos fiables de evidencia. política». Davi d Ricci , en un libr o de 1984 llamado The Tra-
gedy of Political Science, sostiene que la ingenua creencia en
una «ciencia» política que había aparecido en la ciencia polí•
b) Posciencia, posconductismo tica americana de los años veinte a los sesenta, quedó com•
pletamente desacreditada en los desórdenes de los sesenta y
Entre los politólogos contemporáneos, se da la opinión pre• los setenta. Concluye que la ciencia política como ciencia empí•
valeciente, quizá predominante, de que la historia de la disci• rica sin la inclusión sistemática de valores y alternativas éticos y
plina se encuentra ahora en su fase «pospositivista, poscientí- morales, y sin un compromiso con la acción política, está
fica, posconductista». Saxonhouse (1993, p. 9) habla de:
126
Review entre un grupo de historiadores de la ciencia política.
condenada a la desilusión. La ciencia política tiene que tomar
En un artículo que apareció en el número de diciembre de 1988,
partido o convertirse en un campo de estudio «preciosista» e
«History and Disciplin e in Politica l Science», John Dryze k
irrelevante. De modo incluso más duro, Raymond Seidelman
y Stephen Leonard (1988, p. 1256),
(1985) rechaza el profesionalismo en la ciencia política, sos•
teniendo que la ciencia política moderna tiene que servir de [...] concluyen que no hay una instancia neutral para evaluar,
puente que una la separación entre conocimiento y acción, «si aceptar o rechazar las identidades disciplinares. Más bien,
estos engaños [profesionales] pretenden transformarse en nue• los modelos sólo pueden surgir de los conflictos y los deba•
vas realidades democráticas». tes en el seno de y entre tradiciones de investigación. Es en el
Ha habido un intercambio sustancial de ideas sobre la «iden• conflicto y en el debate donde cristaliza la relación entre la
tidad» y la historia de la ciencia política en la década que sepa• historia disciplinar y la identidad [.. .] . La pluralidad va a ser
ra las dos ediciones del libro de Ada Finifter, Political Scien• la esencia de, en lugar de un obstáculo para, el progreso de la
ciencia política.
ce: State ofthe Discipline (1983, 1993). En la primera, John
Gunnell (1983, pp. 12 ss.) presenta un dibujo de la historia de
La opinión que aquí se expresa es la de que habrá tantas
la ciencia polític a marcado por la revolució n «científica»
historias disciplinares como «identidades disciplinares» hay, y
de mitad de siglo, entre los años veinte y los setenta, seguida de
que no existe una forma «neutral» de escoger entre ellas.
una período postempirista que llega hasta el presente. En la
segunda edición, Arlene Saxonhouse (1993) hace el comenta• Bajo el título general de «Can Political Science History be
rio sobre el «fallecimiento del conductismo» citado arriba. En Neutral?» (Dryzek et al., 1990), apareció todo un frenesí de
el intervalo entre estos dos volúmenes, ha habido un mayor 127
intercambio de opiniones en la American Political Science
a la historia disciplinar, este consenso sostiene que ninguna de
respuestas a esta aproximación pluralista a la historia de la cien•
ellas constituye una pretensión válida. Nuestra explicación del
cia política. Las contribuciones de James Farr, John Gunnell
crecimiento del conocimiento político, definido como la capa•
y Raymond Seidelman aparecían acompañadas de una réplica
cidad para deducir inferencias lógicas sensatas a partir de un
de Dryzek y Leonard. Los tres primeros apoyan la visión «plu•
creciente conjunto de evidencias fiables, al que estos «histo•
ralista» de la historia disciplinar expresada por Dryzek y Leo•
riadores» de la ciencia política se refieren como «neopositivis-
nard, aunque con algunas matizaciones. En dos colecciones
mo», sería sólo una entre varias explicaciones, ninguna de las
recientes de artículos que se ocupan de la historia de la cien•
cuales tendría una pretensión especial de validez.
cia política, James Farr y sus asociados (Farr y Seidelman,
El tratamiento que hemos hecho en este capítulo avanza
1993; Dryzek, Farr y Leonard, 1995) codifican esta perspecti•
y demuestra en su aproximación histórica que de hecho hay
va pluralista.
una versión «privilegiada» de nuestra historia disciplinar y que
Debemos concluir de estos intercambios que, al menos entre ésta es una historia de progreso, medido por el aumento del
este grupo de autores contemporáneos sobre la historia de la conocimiento basado en la evidencia y la inferencia. Incluiría
ciencia política, hay un consenso «deconstruccionista , posmo• la obra de las escuelas rivales, en la medida en que satisface
derno», que sostiene que no hay un canon privilegiado de cien• estos criterios. Excluiría las pretensiones y las proposiciones
cia política. Mientras que cada una de las escuelas competido• que no se basan en la evidencia o que no son falsables median•
ras más importantes sobre la historia de la ciencia política - l a te el análisis lógico y la evidencia. De hecho, el hil o privile•
así llamada perspectiva «conductista» o de «ciencia» política, giado de nuestra historia disciplinar es la práctica académica
las perspectivas anti y poscientíficas, y la marxista y la de la rigurosa y objetiva.
elección racional- pretenden ser la única aproximación válida
128
c) Integrismo y maximalismo: antipluralismo Mannheim atribuye a Ma x Weber la demostración de que es
posible una práctica académica objetiva en la ciencia social
1. Teoría y praxis (Mannheim, 1949, p. 146). Pero aunque la objetividad llega a
Hay varias escuelas que desafiarían la aproximación a la ser posible para Mannheim, esta capacidad sólo es probable
historia de la ciencia política como el progreso de la práctica que sea desarrollada «por un estrato relativamente desclasado
académica «objetiva», sobre la base de que la objetividad es que no está situado demasiado firmemente en el orden social
imposible de alcanzar y, si se la busca, conduce al «cientifis- [...] . Este estrato desvinculado relativamente desclasado es,
ll
mo» y al mantenimiento del statu quo. Desde este punto de para usar la terminología de Alfre d Weber, la intelligentsia
vista, hay que renunciar incluso a la búsqueda de la objetivi• socialmente desligada"» (1949, p. 171). Para la academia con•
dad profesional. Hay que tomar partido político y emplear cons• temporánea de la ciencia política, el «profesionalismo» ha ocu•
cientemente la práctica académica al servicio de buenas metas pado el lugar de la «intelligentsia desligada» de Mannheim
políticas. Para las distintas escuelas neomarxistas, esto signi• como garantía del deber de búsqueda de la objetividad (profe•
ficaba enganchar la práctica académica al socialismo. sionalismo en el sentido de pertenencia a asociaciones profe•
En la historia de la academia marxista hubo un momento sionales, acreditación y revisión por otros miembros de la pro•
fesión en el reclutamiento y la práctica académica, etc.). En el
en el que una rama de esta tradició n rechazó este punto de
vista dialéctico de la academia. En Ideología y utopía, K ar l
momento en que Weber y Mannheim presentaban estas ideas,
las asociaciones profesionales en las ciencias sociales y, en par•
Mannheim concluía que era posible la objetividad en la cien•
ticular, en la ciencia política y la sociología se encontraban en
cia política. «La cuestión de si es posible una ciencia de la polí•
tica y de si debe enseñarse, tiene que - s i resumimos todo lo 129
que hemos dicho hasta aquí - responderse afirmativamente».
su infancia. Y es interesante que precisamente sea esta noción Una reciente formulación de Habermas (1992, pp. 439 ss.)
de la búsqueda de la objetividad a través del profesionalismo reafirma esta perspectiva de la unidad entre la teoría y la
la que continúe siendo el objetivo tanto de los neomarxistas «praxis». La influencia de este punto de vista queda reflejada
contemporáneos como de otros críticos de «izquierda». por la penetración profunda de visiones similares en los estu•
Esta polémica contra la «neutralidad ética» y la «búsque• dios de área sobre Latinoamérica, África y otras, bajo el nom•
da de la objetividad» ha sido llevada a cabo desde distintas bre de «teoría de la dependencia», durante los años setenta y
perspectivas. La Escuela de Frankfurt, de la que nació la «teoría ochenta (Packenham, 1992).
crítica» -inspirada por el teórico marxista Lukács y dirigida ¿Cómo podemos tratar a la academia marxista y neomar-
por Ma x Horkheimer, Theodor Adorno, Herbert Marcuse y, en xista en esta aproximación ecléctica y progresiva de la histo•
la actualidad, por Jürgen Habermas-, mantiene que la investi• ria de la ciencia política? De hecho, esta literatura es muy con•
gación política es un aspecto siderable, alcanzando muchos cientos de volúmenes y un
enorme número de artículos eruditos. Un ejemplo del muy
[...] de una situación total capturada en el proceso de cambio importante lugar que parte de esta obra debe tener en la histo•
social [...] . Los positivistas no comprenden que e l proceso de
ria de la ciencia política son los importantes estudios de base
conocimiento no puede separarse de la lucha histórica entre
los humanos y el mundo . La teoría y la labor teórica están empírica sobre clase y política que fueron en gran medida el
entremezclados en los procesos de la vida social. El teórico producto de los académicos marxistas y neomarxistas. Sin
no puede mantenerse al margen, contemplando, reflexionan• embargo, aunque el marxismo dirigió la atención hacia el poder
do y describiendo pasivamente la «sociedad» o la «naturaleza» explicativo del desarrollo económico y de la estructura social,
(Held, 1980, pp. 162 ss.).
130
también desvió la atención académica lejos de otras impor• 2. Maximalismo científico: el enfoque
tantes variables explicativas, como las instituciones políticas, de la elección racional
la religión, la etnia, el contexto internacional, el líderazgo indi • El enfoque de la elección racional -llamado de varias for•
vidual, la contingencia y el azar. Su concepción del desarrollo mas «teoría formal», «teoría positiva», «teoría de la elección
económico era demasiado simplificada y primitiva. Al produ• pública» o «teoría de la elección colectiva»- es predominante•
cir la economía moderna una fuerza de trabajo cada vez más mente una entrada lateral en la ciencia política desde la eco•
diversificada e internacionalizada, la capacidad de los acadé• nomía. Politólogos como Pendleton Herring, V. O. Key Jr. y
micos marxistas para percibir y ponderar de manera adecuada Elmer Schattschneider (Almond , 1991, pp. 32 ss.) habían uti •
las variables económicas, sociales y políticas se atenuó. De esta lizado metáforas económicas. Pero fueron los economistas
manera, aunque las distintas escuelas marxistas aumentaron -Kenneth Arrow, Anthony Downs, Duncan Black, James Bucha-
considerablemente la cantidad y la clase de evidencia dispo• nan y Gordon Tullock, y Mancur Olson - quienes aplicaron pri •
nible para los académicos de la historia y la ciencia social, su mero los modelos y métodos económicos al análisis de temas
lógica inferencial era seriamente defectuosa e inadecuada para políticos como las elecciones, el voto en comisiones y cáma•
la falsación. Eric Hobsbawm (1962, 1987, 1994) y otros his• ras legislativas, la teoría de los grupos de interés y demás32. En
toriadores marxistas ( H i l l , 1982; Hilton , 1990; la edición de 1993 de Political Science: The State ofthe Disci•
Thompson, pline, el capítulo que trata de la «teoría de la elección racional for-
1963) hacen una gran contribución sobre el siglo x i x y ante•
riores a la historia académica, pero tienen dificultades en sus 32
Arrow, 1951; Downs, 1957; Black, 1958; Buchanan y Tullock, 1962;
esfuerzos para interpretar y explicar el XX (Judt, 1995). Olson, 1965.

131
mal» dice que este enfoque promete «una ciencia acumulativa experimentales a los observacionales e inductivos para
de la política». Sus coautores sostienen que «la teoría de la comprobar las hipótesis.
elec• ción racional ha cambiado de manera fundamental la Ésta es la versión ambiciosa, maximalista, del enfoque que
forma en la que la disciplina debería proceder al estudiar la podemos encontrar en la contribución al volumen State ofthe
política y al formar a los estudiantes» (Lalman et al., 1993). Discipline II que acabamos de citar (Lalman et al., 1993), en
Este enfoque mantiene la perspectiva de una teoría de la «The Emerging Disciplin e of Political Economy» (1990) de
ciencia política acumulativa y unificada -parte de una teoría Peter Ordeshook, en «Political Science and Rational Choice»
de la ciencia social formal y unificada - basada en los (1990) de Willia m Riker, en «Toward a Unified View of Eco-
axio• mas o las asunciones comunes que se derivan nomics and the Other Social Sciences» (1990) de Mancur
esencialmente de la ciencia económica. Estas asunciones Olson, así como en otros autores de este género. Este enfoque
consisten en que los seres humanos son egoístas, mantiene que hay una discontinuidad en la historia de la cien•
maximizadores, materialistas y racionales, primordialmente a cia política, según la cual todo lo que ocurrió antes hay que
cort o plazo. Sus defensores sos• tienen que de tales premisas verlo como precientífico. Su visión del futuro de la disciplina
se pueden deducir hipótesis res• pecto a cualquier esfera de consiste en un cuerpo acumulativo de teoría formal, interna•
la actividad humana: desde deci• siones sobre qué comprar y mente lógica y consistente, capaz de explicar la realidad polí•
cómo pagarlo, y a quién votar, hasta decisiones sobre con quién tica con un número relativamente pequeño de axiomas y pro•
casarse, cuántos hijos tener, cómo deberían negociar y formar posiciones.
coaliciones los partidos políticos, cómo deberían negociar y Algunos autores muy eminentes de este movimient o no
formar alianzas las naciones, etc. La teoría es parsimoniosa, comparten estas expectativas maximalistas. En la cuestión del
lógicamente consistente, matemática, y prefiere los métodos
132
contenido de la utilidad , algunos economistas rechazan el
modelo de Hombre Económico como un maximizador egoís•
ta, materialista y racional. Hace ya tiempo, Milto n Friedman
(1953) mantuvo la postura de que era indiferente si esta
asunción era correcta o incorrecta en tanto que produjera
predicciones válidas. En la medida en que se mostrase relevante,
podría cum• plir una función heurística al comprobar el
provecho que podían tener distintas versiones de la utilidad. Es
interesante que uno de los pioneros de la teoría política de la
elección racional, Ant • hony Downs, se haya apartado hace
ya tiempo de un Hombre Político modelado a partir del
Hombre Económico; encontrán• dose ahora comprometido en
un importante trabajo sobre valo• res sociales y democracia,
que asume la importancia de las ins• tituciones políticas para
las decisiones políticas, y la importancia de la socialización
política de las élites y los ciu • dadanos en el uso y el
perfeccionamiento de las instituciones políticas (Downs,
1991). Habiendo perdido contacto con las instituciones
debido a la estrategia reduccionista seguida por este
movimiento, ahora la mayoría de sus practicantes están a la
busca de las instituciones (Weingast: infra, cap. 5; A l t y Ale -
sina: infra, cap. 28).
Robert Bates (1990), un pionero en la aplicación de la teoría
de la elección racional al estudio de los países en desarrollo,
está a favor ahora de una aproximación ecléctica al análisis
político. «Cualquiera que trabaje sobre otras culturas sabe
que las creencias y los valores de la gente importan, así como
también las características distintivas de sus instituciones».
Bates quiere combinar el enfoque de la economía política con
el estudio de las culturas, las estructuras sociales y las institu•
ciones. «Un atractivo importante de las teorías de la elección
y la interacción humana, que está en el núcleo de la economía
política contemporánea, es que ofrece las herramientas para
conectar causalmente los valores y las estructuras con sus con•
secuencias sociales».
Esta versión menos heroica de la teoría de la elección racio•
nal tiene bastante continuidad con la así llamada ciencia polí•
tica «conductista». Y así se la contempla también en esta ver•
sión de la historia de la ciencia política . Su aproximación
133
deductiv o f o r m a l par a l a gen er aci ó n d e hipótesi s tien e 134
d if e • rentes usos, per o no es inherentemen t e superio r al
proces o de construcció n d e hipótesi s a parti r d e l
co no ci m i en t o empír ic o profundo, com o reclama n alguno s de
sus devotos . Gree n y Sha- pir o (1994 , p . 10) sostiene n qu e

[...] el formalismo no es una panacea para los males de la cien•


cia social. En realidad, la exposición formal ni siquiera
garan• tiza un pensamiento claro. Las teorías formalmente
rigurosas pueden ser inexactas y ambiguas si sus referentes
empíricos no están bien especificados. Además, la
formalización no pue• de ser un fin en sí misma; por muy
parsimoniosa y analítica• mente cerrada que sea una teoría,
su valor científico depende de lo bien que explique los datos
relevantes.

E n una important e críti c a a l a literatur a empíric a


p ro du c i • d a po r e l enfoqu e d e l a e l e c c i ó n r a c i o n a l , Gr e e
n y Shapi r o (1994, p . 10) co ncl uy e n :

[,..] se ha aprendido poquísimo. Parte de la dificultad provie•


ne de la absoluta escasez de aplicaciones empíricas: los defen•
sores de la elección racional parecen más interesados en la ela•
boración de teorías, dejando para después, o para otros, el lioso
asunto de la comprobación empírica. De acuerdo con nuestra
interpretación, el fracaso empírico está también significativa•
mente enraizado en la aspiración de los teóricos de la
elección racional a dar lugar a teorías universales de la
política. Como una consecuencia de esta aspiración,
creemos, la mayor par• te del trabajo empírico inspirado por
la elección racional está echado a perder por defectos
metodológicos.

Para escapar de esa esterilidad , Gree n y Shapir o


aconsejan a los teórico s de la elecció n r aciona l que:

[...] resistan los impulsos de ahorro teórico que dan lugar a


una investigación conducida por el método. Más fructífero que
preguntar «¿cómo podría explicar X una teoría de la elección
racional?» sería la pregunta motivada por el problema: «¿Qué
explica X?» . Naturalmente, ésta llevará a reflexionar sobre
la importancia relativa de una multit u d de posibles
variables explicativas. Es indudable que el cálculo
estratégico será una
de ellas, pero normalmente habrá muchas otras, que irán comunida d d e l a elecció n racional . Reconoc e qu e
des• de las tradiciones de comportamiento, normas y culturas a «ciertamen • te, se pueden cita r académicos de la elecció n
dife• rencias en las capacidades de la gente y en las racion a l qu e escri • ben co n a m b i c i ó n - s i n o gr an di osament e
contingencias de la circunstancia histórica. Debieran - sobre l a construc • ció n d e teorías unificada s de l
resistir el impuls o a escapar de esta complejida d en lugar comport amien t o p o l í ti co » . Pero, d e acuerd o co n F i or i n a , s e
de construir modelos explicativos que la tengan en cuenta,
trat a d e un a pequeñ a m in or í a . A l mantener pretensione s
incluso cuando esto sig• nifique una merma del rango de su
aplicación. Nuestra reco• mendación no consiste en más extravagantes , lo s electores racionale s no son diferente s en
trabajo empírico y menos teoría; se trata de que los teóricos lo excesiv o de su propagand a a los f un - cionalistas, los
se acerquen a los datos para que teoricen de un modo teórico s de sistemas y demás innovadore s de las ciencias
empíricamente pertinente. sociales y de las demás ramas de l co noci mien t o acadé• m ic o .
D e este mo d o , dos d e lo s contribuidore s má s i m por t an • tes
En respuesta a la crític a de Gree n y Shapiro , Ferejoh n y de l enfoqu e d e l a elecció n racion a l adopta n posicione s m u y
Satz (1995, p. 83 ) nos di ce n : «Asp ir a r a la un id a d y la distinta s e n l a c ue st ió n d e l m a x i m a l i s m o ci en tí fi c o : un o
búsqued a de explicacione s universalista s ha espoleado el l o defiende c o m o un a aspiració n si n l a qu e s e verí a
progres o en todas las ciencias. A l e xcl ui r e l universalism o po com pr om et i • d o e l progres o cient ífi c o ; e l otr o ofrece medi a
r razones fi lo só fica s , Green y Shapir o hace n capitula r las disculp a po r l a arroganci a d e esta corriente , retirand o l a otr
aspiracione s explicativa s de la cienci a socia l . Es a a m it a d d e l a dis • culp a co n l a razó n d e qu e «tod o e l
c ap i t u l a c i ó n es prematu r a y contra • producente». Por otr a mu n d o l o hace».
parte, M o r r i s Fiorin a (1995 , p . 87) , m i e m • bro del bando más L a polémic a sobre las mayore s aspiracione s de l enfoqu e
moderad o y ecléctic o de la escuela de la elec• c i ó n r a c io na l , d e la elecció n raciona l nos i nd uc e a recoge r sus logro s en
e n respuest a a l a c rí t i c a d e G r ee n y S ha pi ro , m i n i m i z a e nues -
l alcance de l universalism o y e l reduccionis m o e n l a
135
tra visión ecléctico-progresiva del progreso disciplinar,
V. Conclusión
recha• zando sus pretensiones y su visió n maximalista de la
ciencia política y reconociendo la positiva contribución de
Los recientes historiadores de la ciencia política a los que
su enfo• que deductivo formal al arsenal de las
se ha citado nos piden que adoptemos un punto de vista plura•
metodologías, duras y blandas, que están a nuestra
lista sobre la ciencia política. La Methodenstreit -guerra meto•
disposición en nuestros esfuerzos por interpretar y explicar el
dológica- de los setenta y los ochenta ha acabado, según ellos,
mundo de la política. Por así decir• lo, el movimiento para
en tablas. Se ha rechazado la idea de una disciplina continua,
penetrar lateralmente la ciencia política sin, en muchos casos,
orientada en torno a un sentido compartido de identidad. Hay
adquirir el conocimiento de los campos sustantivos que se
tantas historias de la ciencia política - d ic e n - como enfoques
propone transformar, ha llevado inevitable• mente a una
distintos en la disciplina. Y las relaciones entre estos distintos
estrategia dominada por el método y a un registro ilustrativo
enfoques son de aislamiento. No hay ningún terreno académi•
de logros, en lugar de a una estrategia centrada en los
co compartido. De acuerdo con estos autores, nos encontra•
problemas, en la que los métodos deductivos formales
mos ahora, y presumiblemente en un futuro indefinido, en una
encuentran su lugar apropiado.
época posconductista o pospositivista, con una disciplina divi •
dida, condenados a sentarnos en mesas separadas.
Lo que proponemos en este capítulo sobre la historia de la reconoce las contribuciones sustantivas de los académicos mar-
ciencia política es un punto de vista basado en una revisión de xistas ejemplificadas en la historia de las clases sociales, la
la literatura desde la Antigüedad hasta el presente, que demues• contribución de ios straussianos a la historia de las ideas polí•
tra una unidad de sustancia y de método y el carácter acumu• ticas, la contribución de la ciencia política de la elección
lativo de la disciplina, en el sentido del incremento en la base racio• nal al rigor analítico, etc. Este pluralismo no es
del conocimiento y de las mejoras en el rigor de las inferen• «aislacionis• ta», es ecléctico e interactivo, regido en último
cias. Hay pluralismo en el método y en el enfoque, pero es término por su irrenunciable compromiso con las reglas de la
evidencia y la inferencia.
ecléctico y sinérgico en lugar de aislacionista. Nuestra visión

136
Agradecimientos

Quiero reconocer las mu y provechosas críticas de Robert


E. Goodin (y sus evaluadores anónimos), Heinz Eulau, Ale x
Inkeles, S. M. Lipset, Robert Packenham, Nei l Smelser y
Kaa- re Strom.

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149
en los márgenes de las disciplinas formales. El avance actual
de las ciencias sociales puede explicarse en gran parte por la
hibridación de distintos segmentos de estas ciencias. Sería
imposible concebir una historia de la ciencia política y de sus
tendencias actuales sin referencia a las otras ciencias sociales.

I . Especialización, fragmentación,
hibridación

especializados, que la mayor parte del tiempo se encuentran

150
3. La ciencia política y las otras ciencias
sociales

MATTEI DOGAN

La disciplina de la ciencia política está «mal definida, [es]


amorfa y heterogénea». Los editores Fred I. Greenstein y Nelson
W. Polsby abren su prefacio al primer Handbook ofPolitical
Science (1975, p. 1) con este diagnóstico. Veinte años después,
los rasgos principales de las ciencias políticas son: la especiali-
zación, la fragmentación y la hibridación. Sus fronteras son abier•
tas, movibles y no necesitan definirse. El proceso de especiali-
zación ha generado una fragmentación creciente en subcampos,
que no son «amorfos» sino, más bien, bien organizados y crea•
tivos. La «heterogeneidad» se ha nutrido de los intercambios con
las disciplinas vecinas mediante la construcción de puentes entre
campos especializados de varias ciencias sociales. El proceso de
fertilización mutua se logra mediante la hibridación.
Las relaciones entre la ciencia política y las otras ciencias
sociales son en realidad relaciones entre sectores de distintas
disciplinas, no entre disciplinas enteras. No es una empresa
«interdisciplinar». Dado que no hay progreso sin especializa-
ción, los intercambios creativos tienen lugar entre subcampos
Hay que hacer una distinción entre especialización dentro una rama de la antropología, pero también un subcampo de la
de una disciplina formal y especialización en la intersección cien• cia política. ¿Dónde termina la sociología histórica y
de subcampos monodisciplinares. Lo segundo, la hibridación, comien• za la historia social? Podemos incluso sentir más
sólo puede tener lugar después de que lo primero haya llega• inseguridad cuando nos enfrentamos a una recombinación
do a desarrollarse plenamente. En la historia de la ciencia pue• triple. Como las proporciones relativas no siempre son obvias,
de observarse un doble proceso: por un lado, una fragmenta• sigue siendo algo arbitrario decir dónde recae la afiliación
ción de disciplinas formales y, por el otro, una recombinación esencial puesto que el grado de parentesco entre
de las especialidades que surgen de la fragmentación. El nue• especialidades varía enormemente.
vo campo híbrido puede llegar a ser independiente, com© la
economía política; o puede continuar reclamando una doble
afiliación, como la geografía política. En este últim o caso, no a) ¿Investigación interdisciplinar o recombinación
podemos estar seguros de si colocar una obra en la categoría de fragmentos de ciencias?
de geografía o hacerlo en la de ciencia política.
Algunos académicos alaban la «interdisciplinariedad». Es
El criterio podría ser el predominio de uno u otro elemento
una recomendación que proviene frecuentemente de los cientí-
o la afiliación formal del autor. La antropología política es
151
supone rebanar la realidad. Algunos investigadores
fieos más creativos, ya que son los primeros que advierten
proceden paso a paso siguiendo enfoques filológicos,
los problemas causados por las separaciones entre las
antropológicos, histó• ricos, etnológicos, psicológicos y
disciplinas. Pero esta recomendación no es realista. Hoy en
sociológicos. Esta alter• nancia de enfoques, que casi
día, ya no es posible para nadie tener un conocimiento
nunca permit e el encuentro entre las disciplinas, resulta a
completo de más de una disciplina. Es utópico querer
lo mejor en un paralelismo provechoso, pero no en una
dominar dos o más discipli• nas enteras. Dado que implic a
síntesis. De hecho, la investi• gación que engloba diversas
la idea de estar familiarizado con y combinar disciplinas
disciplinas impli c a la combi • nación de segmentos de
enteras, la idea de la investigación interdisciplinar es
disciplinas, de especialidades y no de disciplinas enteras. El
ilusoria.
punto fructífero de contacto es el que se establece entre
Debido a la dificulta d que entraña para un solo sectores, y no a todo lo largo de las fronteras disciplinares.
acadé• mico ser verdaderamente multidisciplinar , algunos Al considerar las tendencias actua• les en las ciencias
metodó- logos se inclina n por defender el trabajo en sociales, la palabra «interdisciplinarie - dad» parece
equipo. Esto es lo que propone Pierre de Bri e en la inadecuada. Llev a consigo una insinuación de
monumental obra publi • cada por la UNESC O (1970). El superficialidad y diletantismo y, consecuentemente, debería
trabajo en equipo es pro• ductivo en los grandes evitarse y sustituirse por la hibridació n de fragmentos de
laboratorios científicos, pero, por lo que se refiere a las ciencias.
ciencias sociales, es d i f í c i l de conse• guirlo en la
práctica. Los únicos ejemplos de un trabajo en equipo
exitoso se refieren a la producció n o a la recogida de 152
datos, y muy raramente a la interpretación o a la sínte• sis
(constituyend o la arqueología una excepció n en este
punto).
El enfoque multidisciplin a r es ilusori o porque
b) Especialización y fragmentación ciencia política mostraba tendencias a desintegrarse en
subeampos, aunque todavía eran subeampos de la ciencia
En el pensamiento cartesiano, análisis significa política. Sin embargo, la desintegración ha conti• nuado y
romper cosas en partes. Todas las ciencias, desde la últimamente ha tomado distintas formas que renun• cian a la
astronomía a la zoología, han progresado desde el siglo x v i identidad de la ciencia política» (Anckar, 1987, p. 72).
en adelante median• te la diferenciación interna y la mutua En realidad, la fragmentación es el resultado de la
estimulación entre espe• cialidades emergentes. Cada espe• cialización. La división de la disciplina en subeampos
especialidad desarrollaba un patri• monio de conocimiento a tiende a institucionalizarse, como puede verse en la
medida que avanzaba su comprensión del mundo. Con el organización de los grandes departamentos de ciencia política
crecimiento de estos patrimonios, la espe• cialización dejó en muchas uni • versidades americanas-y europeas.
de ser una opción para convertirse en una nece• sidad. La Un buen indicador de la fragmentación de la disciplina es
especialización crecientemente focalizada ha dado lugar a el creciente número de revistas especializadas. En los
la creación de subdisciplinas, muchas de las cuales han últimos doce años se han lanzado unas cien revistas
continuado diferenciándose hasta convertirse en especializadas en inglés relevantes para la ciencia política.
autónomas. La mayoría de estas revistas cruzan las fronteras de dos o tres
Encontramos en la literatura docenas de lamentos y disciplinas, y muchas de ellas se localizan en Europa.
jere• miadas sobre la fragmentación de la ciencia política. Algunas de estas nuevas revis• tas híbridas han aparecido en
Cito aquí sólo dos quejas recientes: «Hoy ya no hay un único francés y en alemán. La unifica• ción europea ha tenido un
punto de vis• ta dominante [...] , la disciplina se encuentra impacto en el desarrollo de revistas internacionales que se
fragmentada en su concepción metodológica [...] , los centran en campos especiales.
estudiosos ya no están segu• ros sobre de qué va la política»
(Easton y Schelling, 1991, p. 49). En los países nórdicos, «la 153

La creciente especialización puede tener consecuencias


para el papel de las asociaciones profesionales nacionales y
de las revistas generales. c) La especialización en la hibridación

Conforme los politólogo s se han id o especializando Es necesario subrayar las dos partes del proceso: la frag•
más y más, algunos miembros [de la Asociació n mentación en campos especiales y la especialización por hibri •
American a de Ciencia Política, A PS A ] han llegado a la dación. Es la interacción de estos dos procesos, y no cada uno
conclusión de que otras organizaciones sirven mejor a sus de ellos por separado, la que ha conducido al notable avance
intereses. Por ejem• plo, un especialista en el área de tanto de las ciencias naturales como de las sociales. La rees•
gobierno comparado puede encontrarse con que tiene más
tructuración continua de la ciencia política , como la de las
en común con economistas, sociólogos y antropólogos que
trabajan en la misma área que con los politólogos. Esto demás ciencias sociales, ha sido el resultado de estos dos pro•
también puede reducir el valor del American Political Science cesos en lucha. Sin embargo, tanto la fragmentación como su
Review [...] . L a especialización ha devaluado las razones correlato, la hibridación, se han desarrollado mucho más
para afiliarse a la APS A (Lynn , 1983, pp. 114-115). recien• temente en la ciencia política que en ningún otro
sitio. En el pasado distante, los campos híbridos fueron el
En Europa se observa el mismo fenómeno. Las asociacio• resultado de las separaciones entre disciplinas completas.
nes profesionales nacionales ceden terreno a favor de organi• Las separaciones aparecen hoy entre subcampos especializados
zaciones internacionales que representan las de subdisciplinas vecinas. Como resultado, la fragmentación de
especializaciones entre disciplinas distintas. las disciplinas en subcampos especializados en las últimas
décadas ha dado lugar al desarrollo de especialidades híbridas. Estas últimas no nece•
154 sitan colocarse a mitad de camino entre dos disciplinas
sobe• ranas. Pueden ser enclaves de una sección de la ciencia
políti • ca en un sector de otra disciplina. Combinan dos
dominios delimitados, no disciplinas enteras. Estos
dominios no tienen por qué ser adyacentes.
La hibridación aparece en la lista de comités de investiga•
ción patrocinados por la Asociación Internacional de
Ciencia Política (IPSA). Entre los cuarenta grupos reconocidos
en 1995, la mayoría se relacionan con especialidades de otras
disciplinas siendo, por tanto, híbridas: Sociología Política,
Filosofía Políti• ca, Geografía Política, Psico-política,
Religión y Política, Él i •
tes Políticas y Sociales, Fuerzas Armadas y Política, Aliena -
, ción Política, Política y Etnicidad, Educación Política,
Economía Política Internacional, Orden Económico
Internacional, Estu• dios Judiciales Comparados, Biologí a y
Política, Negocios y Política, Ciencia y Política, Pluralismo
Sociopolítico, Política Sanitaria, Roles Sexuales y Política,
Cambio Medioambiental* Global, Análisis Terminológico y
Conceptual, etc. Cada uno de estos grupos está en contacto con
especialistas que pertenecen formalmente a otras disciplinas.
Los estudios sociométricos muestran que muchos espe•
cialistas están más en contacto con colegas que pertenecen
oficialmente a otras disciplinas que con colegas de la
suya propia. El «colega invisible» , descrito por Robert
Merton , Diana Crane y otros sociólogos de la ciencia, es
una institu • ción eminentemente interdisciplinar porque
asegura la comu• nicación no sólo de una universidad a
otra y a través de las fronteras nacionales, sino también y
sobre todo lo hace entre especialistas vinculados
administrativamente a distintas dis• ciplinas. Las redes de
la influencia a través de las discipli • nas son de tal
magnitud que están borrando la vieja clasifi• cación de las
1
ciencias sociales .
1
De hecho, podríamos construir un «Árbol Genealógico de la
Ciencia Política» a través de las distintas naciones. «El contenido de la
investigación politológica sueca antes de 1945 estaba dominado por tres
corrientes princi• pales; cada una de estas corrientes se orientaba hacia
alguna otra disciplina académica: derecho constitucional, historia,
filosofía» (Ruin, 1982, p. 299). 155

I I . Préstamos de las disciplinas vecinas internacional. En realidad, lo han hecho. Cada una de las demás disciplinas de
las ciencias socia• les reclama una parte de la ciencia política» (Andrews,
1988, p. 2) .
El proceso de hibridación consiste en primer lugar en pres•
tar y tomar prestados conceptos, teorías y métodos. Revisar el 156
proceso de los préstamos hechos nos llevaría demasiado lejos.
Tengo que renunciar aquí a esa revisión. En cualquier caso, la
ciencia política ha tomado prestado siempre mucho más de lo
que ha dejado a otras disciplinas.

a) La difusión de conceptos a través de las disciplinas

Durante siglo y medio, desde The Use and Abuse ofsome


Political Terms de sir George Cornewall Lewis en 1832, has•
ta la colección editada por Sartori en 1984 sobre Social Scien•
ce Concepts, un buen número de académicos ha denunciado la
confusión conceptual y la polisemia de términos usados en

En la India, «mientras que en el pasado la ciencia política ha estado irrigada


abundantemente por las comentes de pensamiento originadas en disciplinas
como la filosofía, el derecho y la historia [.. . ] , ningún profesor de ciencia
polí• tica puede permitirse hoy en la Indi a prescindir del contacto con los
últimos avances de disciplinas como la sociología, la antropología social, la
economía, y la gestión y administración públicas» (Narain y Mathur, 1982,
p. 197). En Holanda, «en torno a la mita d de los actuales profesores de
ciencia política estudiaron inicialmente en un campo distinto al de la
ciencia política , nor• malmente sociología o derecho» (Hoogerwerf, 1982,
p. 227). En Escandina- via , «el núcleo de los esfuerzos teóricos continuó
siendo primordialment e sociológico en su estilo y orientación. E r i k
Allard t en Finlandia, U l f H i m - melstrand en Suecia, Wilhel m Aubert,
Johan Galtung, Stein Rokkan, U l f Tor- gersen, Francesco Kjellberg y 0y v i n d
0steru d en Noruega, desarrollaron mar• cos explícitamente sociológicos para
el análisis político. Este trabajo es paralelo al de otras empresas en la frontera
entre la sociología y la política» (Kuhnle,
1982, p. 259). En épocas anteriores en Estados Unidos , la ciencia polític
a
«no tenía una metodología distintiva. No tenía una materia claramente defi•
nida que no pudiese englobarse en una o más de sus disciplinas hermanas. Sus
diversas partes podrían haber sobrevivido por separado como historia políti •
ca, sociología política, geografía política, filosofía política y psicología
polí• tica, que son subcampos de otras disciplinas. Otras partes podrían haber
segui• do siendo derecho constitucional, derecho público y derecho
varias subdisciplinas y, en particular, en la ciencia política. analizar el con• flicto político en Uganda. Arend Lijphart y
Sar• muchos otros lo han desarrollado algo más para aplicarlo a las
tori (1984, p. 17) señala una de las razones de esta polisemia: pequeñas democra• cias europeas, Canadá y Sudáfrica.
«No podemos formar una oración a menos que ya sepamos los Podemos ignorar la etimología de los conceptos con el fin
significados de las palabras que contiene [ ...] . N o es que de subrayar cómo los préstamos fertilizan la imaginación. La
las palabras adquieran su significado a través de las oraciones palabra «rol» viene del teatro, pero Ma x Weber le dio un sig•
en las que aparecen, sino más bien que el significado de la nificado sociológico. Desde la sociología, este concepto ha lle
pala• bra es especificado por la oración en la que aparece». • gado a todas partes. La palabra «revolución» la propuso
Otra importante razón de este problema semántico provie• Copér- nico, pero fue aplicada por^ primera vez a la
ne de la peregrinación de conceptos de una disciplina a otra. polític a por Luis X I V . Los historiadores la adoptan, los
Los conceptos prestados necesitan alguna adaptación al con• sociólogos la arti• culan, antes de ofrecérsela a la ciencia
texto de la nueva disciplina, porque el concepto no es sólo un política.
término, es también una noción o una idea. Un reciente estu• El patrimonio de la ciencia política está repleto de conceptos
dio de más de 400 conceptos usados en las ciencias sociales ha prestados, que son híbridos en el sentido de que fueron confec•
hallado pocos neologismos (De Grolier, 1990, p. 271), lo que cionados en otras disciplinas y replantados con habilidad en el
puede explicarse por el hecho de que hay más conceptos pres• jardín de la ciencia política. No obstante, la disciplina ha
tados que creados. Algunos conceptos se reaniman tras un lar• generado para su propio uso una larga serie de conceptos
go olvido. Ma x Weber resucitó el concepto de carisma tras importantes, siendo el más viejo el de «poder», formulado por
siglos de desatención. Davi d Apter hizo uso del concepto de Aristóteles, y el más joven el de «implosión», sugerido por la
organi• zación consociacional, que originalmente se aplicó a caída de la Unión Soviética.
las insti• tuciones presbiterianas en Escocia. Lo usó para
157

Utilizando la Enciclopedia Internacional de las Ciencias lización, inconsistencia de status, clase obrera, Gemeins-
Sociales (Sills, 1968) y los índices analíticos de algunos libros chaft- Gesellschaft.
importantes, he compilado un inventario de más de doscien• • De la psicología: afecto, alienación, ambivalencia, aspi•
tos conceptos «importados» en la ciencia política. Muchos de ración, actitud, comportamiento, conciencia, dependen•
estos conceptos han cambiado su significado semántico en el cia, empatia, personalidad, movimiento social, estereo•
proceso de adopción y adaptación. La ciencia política ha toma• tipo, Gestalt.
do prestados los siguientes conceptos importantes (excluyen• • De la economía: asignación de recursos, cartel, corpora-
do los términos «legos»): tismo, rendimientos decrecientes, revolución industrial,
industrialización, liberalismo, mercantilismo, producto
• De la sociología: acomodación, agregado, asimilación, nacional bruto, escasez, áreas subdesarrolladas.
circulación de las élites, pandilla, cohesión, comporta• • De la filosofía y los antiguos griegos: anarquismo, aris•
miento colectivo, jerarquía, tipo ideal, individualismo, tocracia, consenso, democracia, facción, libertad, volun•
legitimidad, medios de comunicación de masas, sociedad tad general, idealismo, monarquía, oligarquía, fratría, plu•
de masas, militarismo , nacionalismo, variables de pau• ralismo, tiranía, valor, Weltanschauung.
tas, ética protestante, secular, segregación, clase social, • De la antropología: aculturación, afinidad, casta, nepo•
control social, integración social, estructura social, socia• tismo, patriarquía, sociedad plural, rites de passage.
• De la teología: anomía (indiferencia hacia la ley d iv i • Muchos conceptos tienen múltiples orígenes. Autoritaris•
na), carisma. mo tiene dos raíces, una psicológica y la otra ideológica. Fre•
• De los periodistas y los políticos: imperialismo, interna• cuentemente se puede intercambiar sin que nos demos cuenta
cionalismo, aislacionismo, izquierda y derecha, lobbying, con despotismo, autocracia, absolutismo, dictadura, etc. La
neutralismo, nihilismo , patronazgo, plebiscito, propa• autoridad ha sido analizada desde perspectivas disciplinares
ganda, socialismo, sindicalismo. diversas por Malinowski , Weber, Parsons, Lasswell, Kaplan,
158 B. De Jouvenel, y C. J. Friedrich entre otros. El concepto de
cultura (cívica, política, nacional) tiene muchas variantes:
con• vergencia cultural, configuración cultural, evolución
cultural, integración cultural, retraso cultural, paralelismo
cultural, plu • ralismo cultural, relatividad cultural, sistema
cultural, cultura posmaterialista. En las dos últimas décadas,
los politólogos han sido muy productivos en este subcampo.
Max Weber y Kar l Marx, académicos híbridos los dos,
fue• ron los generadores de conceptos más prolíficos. Sólo
Aristó • teles puede comparárseles. A lm o n d y Parsons son
también los padres de un número impresionante de conceptos.
Los con• ceptos son con frecuencia semillas de teorías: la
estructura genera el estructuralismo, el sistema se convierte
en teoría de sistemas, el capital engendra el capitalismo,
etcétera.

b) Teorías que cruzan las fronteras disciplinares

Paradigma es una palabra que se usa o de la que se abusa


con frecuencia en la ciencia política, tanto como en la
socio• logía, en lugar de las palabras teoría o gran teoría.
Thomas Kuhn, que confeccionó esa palabra, ha reconocido
que su uso en las ciencias sociales no está justificado. En su
prefacio a La estructura de las revoluciones científicas
(Kuhn, 1957, p. viii) , explica que fue durante una estancia en
el Centro de Estu• dios Avanzados de Palo A lt o en compañía
de científicos socia• les, incluyendo politólogos, donde se le
empujó a formular el concepto de paradigma con el verdadero
propósito de dejar cla• ra la diferencia entre las ciencias
naturales y las sociales. La razón ofrecida por Kuhn era la
ausencia de un consenso teóri• co en cualquiera de las
disciplinas de las ciencias sociales. Hoy, si alguien «quiere
legitimar su teoría o modelo como un logro
159
rigor» (citado en Valade, 1990, p. 207).
revolucionario, siempre hay algunos que no se reúnen en
Parece que Weber no fue consciente de la teoría de
tor• Pareto sobre la circulación de las élites y Pareto, a su vez, no
no a la bandera» (Weingart, 1986, p. 270). dice nada
¿Hay en las ciencias sociales ejemplos de sacudidas
para• digmáticas comparables a las creadas por Copérnico, 160
New• ton, Darwin o Einstein? ¿Pueden describirse las teorías
de Key- nes, Chomsky o Parsons como paradigmáticas? En
la ciencias sociales, ¿tiene lugar el progreso mediante
revoluciones para• digmáticas o mediante procesos
acumulativos? ¿Hay realmente paradigmas en las ciencias
sociales?
Dentro de una disciplina forma l pueden cohabitar
varias teorías importantes, pero sólo existe un paradigma
cuando una única teoría comprobable domina a todas las
demás teorías y es aceptada por toda la comunidad científica.
Cuando Pasteur descubrió el microbio, se vino abajo la teoría
de la generación espontánea: el contagi o se convirtió en el
nuevo paradigma. Sin embargo, en las ciencias sociales,
observamos como mucho una confrontación entre varias
teorías no comprobables. La mayor parte del tiempo ni
siquiera hay una confrontación, sino una cuidadosa evitación
mutua, una indiferencia enorme en todas partes; es
relativamente fácil dado el tamaño de las comu• nidades
científicas y su división entre escuelas. Es algo cierto en
todos los países, ya sean grandes o pequeños.
Esta indiferencia mutua es una vieja práctica en las
cien• cias sociales. Con el cambio de siglo, los grandes
académicos no se comunicaban o lo hacían muy poco. En los
escritos de Weber no hay ninguna referencia a su
contemporáneo Durk • heim. Sin embargo, Weber conocía
la revista de Durkheim , L'Année sociologique. Por su parte,
Durkheim , que sabía leer alemán, sólo hace una referencia
fugaz a Weber. No obstante, trabajaban en un buen número
de materias comunes como la religión. Durkhei m no hace
más que una mención de pasada a Simmel y Toennies.
Duramente criticado por Pareto, Durkheim nunca aludiría a la
obra del italiano. El juici o de Pareto sobre el libro de
Durkhei m sobre el suicidio era desfavorable: «Des•
graciadamente -escribió - sus argumentos carecen de
sobre la teoría weberiana del liderazgo político. Weber y esencia• les de la realidad social. Sin embargo, cuanto más
Cro- ce sólo coincidieron una vez y de manera muy breve. ambiciosa es una teoría, tanto menos puede ser comprobada
No hubo ningún intercambio entre Weber y Freud. Ernst Bloc directamen• te con los datos disponibles. En las ciencias
h y Geor- ge Lukács se reunían regularmente con Weber en sociales no hay
Heidelberg, pero sus obras no muestran signos de la «descubrimientos fundamentales» como los que hay a veces
influencia de éste. Ni había ninguna comunicación entre en las ciencias naturales. En su lugar, se construyen teorías
Weber y Spengler. De los contemporáneos de Weber, el inverificables, en parte porque la propia realidad social cam•
único que se refiere a él es Ka r l Jaspers, pero se trata de un bia. También, y de manera más importante, los errores
filósofo (véase Mommsen y Oster- hammel, 1987). Como come• tidos por los gigantes de las ciencias naturales son la
advirtió Raymon d Aron , cada uno de esos tres grandes mayoría de las veces de naturaleza metodológica; en las
académicos siguió un «sendero solitario». ciencias socia• les son errores básicos.
Podrían citarse muchos ejemplos de académicos coetáneos Considérese el maltusianismo, por ejemplo. ¿Es una teoría
entre sí que no se influyeron mutuamente, como Angus o un paradigma? El maltusianismo es una de las teorías
Camp• bell y Paul Lazarsfeld, quienes, no obstante, dedicaron princi• pales en la historia de las ciencias sociales. Malthus
una gran parte de sus vidas a estudiar los mismos influyó a muchos científicos, sobre todo a Darwin, que
comportamientos polí• ticos. Lo mismo puede decirse con reconocía que era una de sus principales fuentes de
referencia a otros campos. No está mal oponer teorías entre inspiración. Una pléyade de sociólogos, politólogos,
sí. Pero tiene que haber deba• te. No hay paradigmas en las demógrafos y economistas siguieron su ejemplo, estuvieran de
ciencias sociales porque cada dis• ciplina está fragmentada. acuerdo o no con él. Pero cuando las con• diciones
Porque para que exista un paradigma debe darse otra con• demográficas cambiaron en Occidente, sus proyeccio-
dición: las teorías tienen que referirse a los aspectos
161
nes quedaron invalidadas y se le condenó como a un falso largas series de descu• brimientos empíricos sectoriales. Por
pro• feta. Sin embargo, si consideramos hoy la brecha entre el ejemplo, la correlación establecida por D. Lerner (1958, p.
desa• rrollo económico y el crecimiento de la población en 63) entre grados de urba• nización, alfabetización y
África, Asi a o Latinoamérica, podría ser saludado como un comunicación es un hecho probado que sigue siendo válido.
gran visio• nario. Sólo necesitamos ponernos de acuerdo en En estos sectores especializados - y a sean híbridos o
una compara• ción asincrónica entre la Inglaterra de su época y monodisciplinares- no hay necesidad de teorías ambiciosas; les
el Tercer Mun • do para admitir la validez asincrónica de su basta con lo que Merton (1973) ha denomina• do «teorías de
teoría. ¿Deberíamos ir más allá hasta hablar de un paradigma alcance medio».
maltusiano? Pongamos un ejemplo concreto de proceso acumulativo.
¿Hay al menos un progreso acumulativo en la ciencia Uno de los grandes hallazgos en la ciencia política es la
polí• tica? Sí que lo hay, claramente, puesto que la disciplina influen• cia de las técnicas electorales en los sistemas de
tiene su herencia de conceptos, métodos, teorías y praxis. Se partidos. Una bibliografía, incluso una mu y selectiva, sobre
puede reconocer rápidamente si uno es un profesional o un este tema podría comprender fácilmente doscientos o
aficiona• do. Hay progreso acumulativo incluso en el campo trescientos títulos en inglés, sin mencionar las múltiples y
teórico. Si una teoría queda anticuada o invalidada, algo de variadas observaciones extraídas de la experiencia directa por
ella perma• nece incorporado en las nuevas teorías ya políticos de numerosos países. Desde Condorcet, Bachofen,
que se aprende mucho cometiendo errores. No repetimos John Stuart M i l i , Haré y Hondt a Hermens, Downs, Duverger,
un error que haya sido denunciado. En épocas recientes, el Sartori, Lijphart, la teoría se basa en las contribuciones y
progreso de la cien• cia política se ha asegurado mediante sucesivas mejoras hechas por un gran número de especialistas.
Las consecuencias de la repre• sentación proporcional ya Se reconoce ahora que «ya ningú n paradigma pretende
habían sido descritas por Bachoven en 1850. ordenar, y menos unificar, el campo de las ciencias
162 sociales»
{Anuales, 1989, p. 1322). Tendría que excluirse la palabra
para• digma del vocabulario de las ciencias sociales, a no
ser que aparezca entrecomillada.
Una vez que hemos clarificado la aparente contradicción
teórica entre la hibridación de especialidades y el paradigma
disciplinar, echemos un vistazo a algunas teorías híbridas. Los
ejemplos de fertilización teórica mutua abundan. La obra más
citada de la teoría de los grupos de interés, The
Governmental Process de David B. Truman, debe mucho a las
teorías socioló• gicas de los grupos. El ataque de Mancur
Olson a la teoría tradicional de los grupos de interés, La
lógica de la acción colectiva, se basaba en la ciencia
económica. Al mismo tiem • po, sociólogos y economistas
han tomado prestados algunos aspectos de las teorías de los
grupos de interés desarrolladas por los politólogos.
Las teorías de las disciplinas hermanas se han
confrontadd í unas con otras con frecuencia en el terreno de la
ciencia polí • tica, con resultados beneficiosos para todas las
partes i m pl i • cadas. El «análisis de la elección racional» es un
ejemplo. Este enfoque ha demostrado ser bastante
impermeable a la crítica empírica: el argumento de que, por
ejemplo, un determinado político fue irracional, no se ha
considerado hasta el momen• to presente una amenaza para la
teoría. En lugar de eso, las modificaciones o los ataques a la
elección racional han solido provenir o bien desde dentro o
bien desde teóricos de otras dis• ciplinas. Las críticas más
fuertes han consistido en la cons• trucción de alternativas
teóricas. Una teoría sólo se desacredi• ta reemplazándola,
generalmente con la ayuda de teorías de fuera de la
disciplina. La psicología ha suministrado el funda• mento de
varios de estos ataques. La teoría de Herbert Simón debe
mucho no sólo a la economía, sino también a la psico• logía
y al estudio de la administración pública en la ciencia
política.
Los teóricos de los sistemas políticos han utilizado a
menu• do analogías extensivas a partir de los sistemas
biológicos. La biología desarrolló en primer lugar el
concepto de «sistema»
163
como una forma de organizar la vida y los sistemas politólogos se arruinan a la pri -
orgánicos como fenómenos que no pueden reducirse a su
química cons• tituyente. Algunos funcionalistas 164
estructurales han sostenido que los sistemas sociales son
como sistemas biológicos por• que se autorregulan y son
homeoestáticos. Estos teóricos advir• tieron también que cada
sistema biológico tiene que llevar a cabo ciertas funciones y
utilizaron la analogía para preguntar• se qué funciones eran
vitales para los sistemas sociales. «E l funcionalismo estaba
bastante consolidado en biología en los años veinte y había
sido utilizado de manera independiente en el análisis
freudiano de la personalidad y en el estudio de las sociedades
primitivas. De ahí se expandió a todas las ciencias sociales
y, con él, se expandió también un escepticismo lógi • co
acerca del exacto status de la palabra función» (Mackenzie,
1967, p. 91). La teoría de sistemas, ya fuera la de Davi d
Bas• tón en la política comparada o la de Morto n Kaplan,
Richard Rosecrance y Kenneth Waltz en las relaciones
internacionales, provenía originalment e de esas fuentes de
algunas partes de la sociología.
La teoría de la dependencia, que sedujo a tantos especia•
listas en Latinoamérica, se origina en el trabajo de un grupo
de economistas, sociólogos y demógrafos que cooperaban
con estadísticos de las Naciones Unidas. Entre ellos estaban
Fer• nando H. Cardoso y Enzo Faletto (autores de
Dependencia y desarrollo en América Latina), André Gunder
Frank, Theoto- nio dos Santos, Ruy Mauro Marin i .
Las teorías entran en decadencia. Cómo se superan las vie•
jas teorías por la nuevas es una buena pregunta. Pero hay otra,
sugerida por Danie l Bell , referida al fenómeno de las
teorías que se equivocan o se convierten en un callejón sin
salida:
«¿Por qué lo que en algún momento se consideraba un
avan• ce se convierte en un callejón sin salida?» (D . Bell , en
Deutsch et al., 1986, p. 220). Se pueden leer hoy con gran
interés a doce• nas de filósofos políticos y grandes teóricos del
pasado y citar• los con placer. Pero sólo un puñado de teorías
formuladas antes de la Segunda Guerra Mundia l están todavía
vivas. Las teorías sobreviven con más facilidad en la
lingüística y la economía. Los castillos de arena de los
mera lluvia. En 1912, Gustave Le Bo n escribió en La Bernard o Hubert Blalock- , la estrategia de investigación, el
Psycho- logie Politique que las reglas formuladas por método de investigación y la capacidad tecnológica. Los
Maquiavelo en El Príncipe ya no eran válidas porque la cuatro son inter- disciplinares. Me concentraré en los métodos
sociedad observada por el gran florentino ya no existía. que han tomado prestados los politólogos, quienes muy rara
Pero no vamos a hacer una peregrinación al cementerio de vez los importan directamente de la lógica, las matemáticas
las teorías políticas. Es suficiente con advertir que en o la estadística. Generalmente encuentran un intermediario
esta necrópolis hay menos tumbas en el callejón de las teorías en ciertos campos de la psicología, la economía o la
híbri • das que en el de las monodisciplinares. sociología, disciplinas que han desempeñado un papel crucial
Los dominios especializados necesitan orientaciones en el enriquecimiento meto• dológico de la ciencia política.
teóri• cas, pero la disciplina de la ciencia política La demostración tabular, la pre• sentación gráfica, la adición,
globalmente con• siderada no puede tener una teoría las medidas de variabilidad, las ratios, las tasas, la
universal y monopolista. Los métodos tienen una distribución muestral, la inferencia estadís• tica, la falacia
expectativa de vida mucho mayor y algunos constituyen ecológica, la distribución binominal, la regre• sión múltiple
incluso adquisiciones perpetuas que atra• viesan los límites , la correlación lineal, la contingencia, el análisis factorial,
de las disciplinas formales. etc., ninguno de estos métodos han sido ideados por
politólogos. Todos se han importado y algunos, tras mejorar•
los, se han exportado en formas más refinadas.
c) Préstamos de El préstamo de métodos no ha disminuido desde que O l i
métodos - ver Benson admitiera en 1963 que «la mayor parte de la
litera-
Habría que hacer distinciones entre el razonamiento 165
cientí• fico -e n la tradición de J. S. M i l i , Durkheim , Claude
tura matemática relevante para la ciencia política se debía a Hasta cierto punto, la introducción de las matemáticas en
extraños, a gente que no podía identificarse a sí misma como la ciencia política ha sido valiosa no sólo por sus propias con•
estudiosos de los fenómenos políticos» (Benson, 1963, p. 30). tribuciones, sino como una entrada para nuevos préstamos.
Tomar prestados métodos es fácil . Una vez que el difíci l La adopción de estos métodos y modelos matemáticos ha
pro• ceso de la invención y de elaboración inicia l se ha supuesto la obtención de varios dividendos: la introducción del
completa• do, un método puede ser utilizado por cualquiera, rigor necesario para la construcción de modelos, por ejemplo,
tenga o no imaginación. ha sido también impagable en el desarrollo de argumentos con•
Un buen número de politólogos están familiarizados con vincentes y lógicos, incluso en trabajos que prescinden de la
los métodos de la construcción de escalas elaborados por los presentación matemática.
psicólogos, el análisis de senda (path-analysis) importado de Debido a que no hay necesidad de obtener una licencia para
la biología a través de la economía, el razonamiento y la adoptar un método o una técnica de investigación, la importa•
medi• ción multivariable del sociólogo Paul Lazarsfeld, la ción ha sido indiscriminada a veces. Lo que se necesita es buen
relación estructural lineal fraguada por el estadístico sentido al aplicar el método a un nuevo campo. Demasiados
Jóreskog. Muchos representantes de otras disciplinas polítólogos confunden todavía el razonamiento científico, la
colaboraron en la rica meto• dología del American Soldier estrategia de investigación y las herramientas tecnológicas. Hoy
que compil ó Samuel Stouffer. en día, la fuente principal de las disputas entre politólogos no
es, como mucha gente cree, la ideología, sino la metodología, tativos expanden las fronteras del conocimiento político. Sin
que es exógena en su mayor parte a la ciencia política. Es embargo, otros están motivados principalmente por un interés
posi• ble que haya debates entre ideólogos, incluso aunque en la técnica más que en la sustancia. Éstos construyen ruti •
sean esté• riles con frecuencia; pero los que hay entre nariamente modelos inverificables, sobrecuantifican y sobre-
escuelas meto• dológicas no llegan a ninguna conclusión. modelan. A menudo escogen la discusión de asuntos menores,
El préstamo de técnicas y métodos estadísticos no siempre gastando mucho talento y energía en mejorar un coeficiente de
es beneficioso. Muchos politólogos que usan métodos cuanti- correlación o en dividi r un pelo en cuatro mediante un análi•
166 sis factorial. Son académicos productivos (cada input en el
ordenador resultará mecánicamente en un output). Pocos de
sus trabajos ven la luz en revistas importantes, porque la
mayoría se caracteriza por un doloroso contraste entre unas
técnicas analíticas altamente sofisticadas y una pobre imagi •
nación en el diseño de la investigación o unos datos demasia•
do débiles para soportar las poderosas técnicas utilizadas
(Dogan, 1994).
La metodología de libr e comercio interdisciplinar
necesita estar guiada por una estrategia científica y no por las
facilida• des mecánicas, en particular en algunas grandes
universidades donde muchos estudiantes de tercer ciclo de
ciencia política se quejan de que se les «oprime» con un
duro programa de téc• nicas estadísticas importadas en
detrimento del razonamiento científico.

III . Dominios
híbridos

Si cada una de las doce ciencias sociales principales se cru•


zase con todas las demás, obtendríamos en teoría una parrilla
con 144 celdas. Algunas celdas estarían vacías, pero más de
tres cuartas partes de las mismas estarían ocupadas por espe•
cialidades híbridas que gozan de cierta autonomía (Dogan y
Pahre, 1990). Estas especialidades híbridas se dividen inter•
namente y dan lugar, en una segunda generación, a un núme•
ro de híbridos incluso mayor. No se puede obtener un inven•
tario completo de todas las combinaciones existentes cruzando
las disciplinas de dos en dos en el nivel de la segunda genera• híbridos como
ción, ya que algunos campos híbridos entre los más
167
dinámicos tienen un origen múltiple. Además, los campos
la prehistoria que se enraizan parcialmente en las ciencias psicobiografía, el análisis de la personalidad, las actitudes y
natu• rales, no aparecerían en la parrilla de las 144 celdas, creencias políti • cas, los pequeños grupos, el análisis
limitada como está a las recombinaciones de segmentos de tipológico de los líderes políticos, el carácter nacional, la
las ciencias sociales. La configuración de los campos híbridos participación de masas, las generaciones, la insatisfacción
cambia cons• tantemente. La psicología política, la política y una rica área meto• dológica (medición de
sociología política y la economía política han sido actitudes, medición sociométrica, aná-
reconocidas desde hace tiempo, mientras que la antropología
política no es aún autónoma. 168

a) Psicología
política

Entre la psicología y la ciencia política hay un domini


o híbrido que ondea su propia bandera: la psicología política.
Es un híbrido de tercera generación porque la propia
psicología nació como una disciplina híbrida, con parte de
sus raíces en las ciencias naturales y parte en las sociales. La
psicología polí• tica tiene dos hermanas: una mayor, la
psicología social, reco• nocida formalmente en todas las
universidades importantes del mundo; y una más joven , la
ciencia cognitiva, la mejor dotada hoy de todas las jóvenes
ciencias a ambos lados del Atlántico. La psicología política
rara vez coincide con la ciencia cogni• tiva, pero está en
contacto permanente con la psicología social.
En un estudio reciente, D. O. Sears y C. L. Funk
(1991 , p. 346) escriben que la psicología política, siendo
«una empre• sa interdisciplinar, corre el peligro de caer por
las rendijas de las instituciones académicas» a causa de las
presiones a favor de «la ortodoxia disciplinar inducida por
la inercia burocráti• ca». Pero el inventario que hacen al
mostrar la penetración de la psicología política en los
departamentos de ciencia política no parece justificar ese
temor. La revista Political Psychology es una buena ventana
a este campo híbrido.
En su territorio encontramos las provincias de la
sociali• zación política, la teoría del rol , la alienación, la
lisis de contenido, método clínico, enfoque cuasi- muchos países.
experimen- tal y, en particular, la investigación mediante
encuestas).
Mu y pocos dominios híbridos conmemoran a un padre b) Geografía política
fun• dador. Pero la psicología política americana tiene uno:
Harold Lasswell. Su progenie incluy e a Fred I. La geografía -un a disciplina maestra en el pasado-
Greenstein, Robert Lañe, Herbert Hyman , Eri k Erikson , carece hoy de núcleo. Está dividid a en muchos subcampos:
Sidney Verba y James C. Davies, entre muchos otros. biogeo- grafía, geografía social, urbana, histórica, económica,
En Europa occidental el campo híbrido de la psicología geografía política. Hay múltiples encuentros entre la ciencia
polí• tica se encuentra institucionalizado en muy pocas política y la geografía: geopolítica, geografía electoral,
universida• des, pero la literatura relacionada con el campo es polític a urbana, bases territoriales del federalismo,
rica y de gran variedad como ilustra en Francia, por organización espacial de la sociedad, núcleo-periferia,
ejemplo, el trabajo de Philippe Brau d o en Alemani a las ciudad-hinterland, problemas ambientales, diferencias urbanas
contribuciones de Er w i n K. Scheuch a la metodología de y rurales, aspectos territoria• les de la movilización social,
los estudios muéstrales y a los problemas de la etc. La demografía es una dimen• sión de la geografía
comparabilidad en política y en psicología social. política.
Scheuch tiene el mérito de haber descubierto la «fala• cia Desde el «Geographical Pivot of History» de H. J. Mac
individualista» (Scheuch, 1966, 1969). Entre los libros que - kinder en 1904 hasta el «mapa conceptual de Europa» de
pertenecen al campo de la psicología política habría que Stein Rokkan (véase el número especial dedicado a sus
sin• gularizar Political Action, compilado por Samuel concepcio• nes en la Revue Internationale de Politique
Barnes^y Ma x Kaase. Su tipología de protestantes, activistas, Comparée en 1994),
reformistas, con• formistas e inactivos tiene aplicación en 169
unidades administrativas. Los paí• ses privilegiados desde
se han publicado muchos ensayos en el campo de la este punto de vista son, o fueron has• ta muy recientemente:
geografía política, y no sólo en Europa. The Significance Francia, Italia, España, Portugal, Bél • gica, Noruega,
ofthe Frontier in-American History de F. J. Turner trata Finlandia, Austria, Canadá. Andr é Siegfried (1913)
tanto de geografía como de historia. investigó sobre el noroeste de Francia, V. O. Key sobre
En la colección de Kasperson y M i n g h i , The Structure Southern Polines (1949), Rudolf Herberle (1963) sobre
of Political Geography (1969), hay muchos capítulos de Schles- wig-Holstein durante la República de Weimar, Eri k
interés incluso para politólogos no orientados a la geografía Allard t (1964) sobre Finlandia, Mattei Dogan (1968) sobre
(las leyes de Ratzel del crecimiento espacial de los Italia, Stein Rokkan y H. Valen (1964) sobre contrastes
Estados, las regio• nes geopolíticas, el análisis de los regionales en la política noruega, Juan Lin z y Amando de
flujos de transacciones, el heartland y el rimland, el impacto Migue l (1966) sobre las «ocho Españas», R. E. De Smet y
de la migración negra, etc.). El concepto de centro- R. Evalenko (1956) y Frognier et al. (1974) sobre Bélgica.
periferia tiene una obvia dimensión geográfica (Rokkan, Este enfoque geográfico ha sido, no obstante, desafiado en un
Urwi n et al, 1987). análisis en el que el terri• torio desaparece a favor de una
La ciencia política y la geografía también se reordenación sociológica de las variables y las unidades
encuentran en el dominio de la geografía electoral, en territoriales (Dogan y Derivry, 1988). Este campo híbrido
particular en el aná• lisis de los datos agregados en países tiene una serie de revistas especializadas que constituyen
que se caracterizan por una gran diversidad territorial y puentes interdisciplinares: Economic Geo• graphy, Urban
para los que la información está disponible en pequeñas Geography, International Journal ofUrban and Regional
Research y, en particular, Political Geography. tes que Estados independientes que alcancen esa cifra. El
Los politólogos adoptan todavía el Estado-nación como mun• do está dominado crecientemente por las ciudades
uni• dad de análisis en una época en la que en el mundo gigantes (Dogan y Kasarda 1988). Los geógrafos y los
hay más ciudades gigantes que rebasan los cuatro millones urbanistas están en primera línea de esta área proponiendo
de habitan- marcos teóricos, con• ceptos y métodos de medición. Los
17 estudios urbanísticos se están expandiendo; pronto pueden
0 llegar a convertirse en una disciplina independiente. Ho y
en casi todos los países, desa• rrollados o en vías de
desarrollo, el número de especialistas en
«urbanología» es mayor que el de politólogos. La
«política urbana» es un campo en crecimiento.

c) Sociología
política

La ciencia política y la sociología tienen un


condominio: la sociología política. Se trata de un viejo
híbrido, que fue reco• nocido ya en la década de los
cincuenta, como atestiguaría Nei l Smelser:
En las ramas más nuevas de la ciencia política que se han
agru• pado de manera flexible bajo el título de enfoque
conductis- ta, los métodos de investigación son, excepto
por algún énfa• sis relativo, casi indistinguibles de los
métodos de la sociología [...] . Los politólogos han
empleado una colección imponente de métodos de recogida
de datos, manipulación estadística y métodos comparativos
que también se usan comúnmente en sociología (Smelser,
1967, p. 27).

El solapamiento es obvio.
Giovann i Sartori distingu e entre la sociologí a polític
a
y la sociología de la política. Para él, la segunda
constituye una rama de la sociología, como la sociología
de la religión . Se puede dibujar una línea divisoria si
tomamos en cuenta el énfasis sobre las variables
dependientes o independientes.
«Las variables independientes -causas, determinantes o
fac• tores- del sociólogo son básicamente estructuras
sociales, mientras que las variables independientes de los
politólogos son básicamente estructuras políticas» (Sartori,
17
1969, p. 67). Concluye que «la sociología política es un
1
híbrido interdis-
que el tra• bajo científico en antropología, sociología,
ciplinar que intenta combinar las variables explicativas ciencia política, y demás, será cada vez más indistinguible
socia• les y políticas, por ejemplo, los inputs sugeridos por de la economía, los economistas tendrán que cobrar
el soció• logo con los inputs sugeridos por el politólog o conciencia recíproca de lo limitante que ha sido su función.
» (Sartori , En últim o término, la buena
1969, p.
69). 172

Muchos de los académicos más conocidos en la


ciencia política son sociólogos destacados. Un buen número
de acadé• micos tienen o han tenido una afiliación dual en
ciencia polí• tica y sociología, entre ellos R. Aron , S. M.
Lipset , R. Bendix, J. Linz, G. Sartori, M. Kaase, J. D.
Stephens, Mildre d A. Sch- wartz, C. Ragin y M. Dogan.
Hoy la economía política tiende a debilitar las privilegiadas
relaciones entre la sociología y la ciencia política.

d) Cómo conquistó la ciencia política los


territorios de la economía

Algunos economistas defienden una «expansión


imperia • lista de la economía en los dominios tradicionales de
la sociolo• gía, la ciencia política, la antropología, el
derecho y la socio- biología» (Hirschleifer, 1985, p. 53). Varios
de estos imperialistas son académicos famosos que incluyen
algunos premios Nobel. La American Economic Review
publicó una especie de mani• fiesto que merece la pena
citar:

Es imposible en últim o término recortar un territorio


distinto para la economía, adyacente a, pero separado de,
otras disci• plinas de las ciencias sociales. La economía las
penetra a todas ellas y, recíprocamente, es penetrada por
ellas. Hay una sola ciencia social. Lo que le da a la
economía su invasor poder imperalista es que nuestras
categorías analíticas -escasez, cos• te, preferencias,
oportunidades, etc. - son verdaderamente uni • versales en
su aplicabilidad [...] . D e esta forma, la economía
constituye realmente la gramática universal de la ciencia
social. Pero hay una cara preocupante en esto. Mientras
economía tendrá que ser también buena antropología, socio• muchos economistas creen que la elección de la puridad, del
logía, ciencia política y psicología (Hirschleifer, 1985, p. rigor meto• dológico y la terminología hermética fue la
53). elección correcta.
Queda así claro que la autosuficiencia, para usar una
Esta visión es anacrónica y contrasta con la percepción pala• bra familiar a los economistas, lleva más tarde o más
de la economía como una disciplina que se hunde: «La tempra• no a un encogimiento de las fronteras. Pero esto
economía como disciplina formal está en un momento de no implic a un empobrecimiento general, ya que las tierras
padecimiento porque sus principales logros abandonadas por los economistas fueron cultivadas pronto
-conceptualización, teoría, cons• trucción de modelos y por otros. Esas tierras abandonadas tienen ahora sus propias
matematización - han estado acom• pañados de un banderas: la ges• tión, la economía política, la ciencia del
aislamiento excesivo con respecto a las demás ciencias desarrollo, el estudio comparativo de los países del Tercer
sociales» (Beaud, 1991, p. 157). Mundo , la historia econó• mica y social. La posición de la
En realidad, la historia reciente de las ciencias sociales economía en la constelación de las ciencias sociales podría
mues• tra que la ciencia de la economía ha abandonado áreas haber sido más envidiable hoy si no se hubiese retirado
enormes de conocimiento científico. Estas áreas han sido sobre sí misma.
ocupadas por las disciplinas vecinas. En un momento Esta situación es particularmente sorprendente por
concreto, la economía se encontró en una encrucijada de cuanto pocos académicos clásicos -d e Mar x a Weber y a
caminos: podía haber opta• do por la expansión intelectual, Schumpeter, Polanyi, Parsons y Smelser (Martinell i y
la penetración de otras disci• plinas, a costa de la Smelser, 1990), sin olvidarnos de Pareto- han dejado de
diversificación y a riesgo de dispersión (un riesgo asignar un lugar central en sus teorías a la relación entre
asumido por la ciencia política); en lugar de eso, esco• gió economía, sociedad y políti -
permanecer resueltamente pura, verdadera para sí misma, 17
perdiendo por tanto vastos territorios. Sin embargo, 3
modelos unidisciplinares.
ca. Todo un ejército de famosos economistas americanos En muchos países un buen número de economistas se
han dado prioridad al estudio de los fenómenos políticos, ha encerrado en una torre de marfi l y, como resultado, áreas
incluso aunque hayan dejado un pie en la economía. Entre
ente• ras han escapado a su escrutinio. Su contribución al
ellos están Kenneth Arrow, Anthony Downs, Kenneth
problema del desarrollo del Tercer Mundo , por ejemplo,
Boulding , Charles Lindblom, James Buchanan, Gordon
Tullock , Alber t Hirsch- man, John Harsanyi , Herbert
es más bien modesta en comparación con el trabajo de los
Simón, Duncan Black, Jerome Rosenberg, Thomas politólogos y los sociólogos. Esto es particularmente cierto
Schelling , Richar d Musgrave, Mancur Olson y otros. en Estados Unidos, América Latina e India.
Si una disciplina tiene la tendencia a volverse sobre sí
Algunos economistas eclécticos denuncian el mis• ma, si sus especialidades no hibridan, los territorios
reduccionis- mo que otros defienden, en particular con vecinos no permanecen estériles. Muchos economistas han
referencia a la inves• tigación sobre el desarrollo: el tenido una actitud algo condescendiente hacia la ciencia
desarrollo queda reducido al desarrollo económico; éste se política. Esto ha llevado al desarrollo, al lado de y en
ve reducido a crecimiento; que a su vez es reducido a competencia con la eco• nomía, de un nuevo cuerpo colectivo,
inversión, en otras palabras, a acumu• lación. Ha llevado con una afiliación extre• madamente activa y numerosa en
varias décadas destronar al PIB per cápita como el indicador Estados Unidos, Reino Un i • do y Escandinavia: la economía
compuesto del desarrollo. Gunnar Myrda l se quejó política recibió la protección de sólo uno de sus padres y,
amargamente de los economistas que estaban a favor de los para nombrarla, se rescató un viejo nombre de la
nomenclatura francesa de las ciencias. La economía ciencia política es la gran beneficiaría del
política es actualmente una de las principales pro• vincias
autoconfinamiento monodisciplinar de la economía.
de la ciencia política americana, con una gran produc• ción
y renombradas revistas. Es uno de los sectores más popu• Hace treinta años F. A. Hayek escribió que «nadie
puede
lares entre los estudiantes de doctorado en ciencia política.
ser un gran economista si sólo es economista, e incluso
La
estoy tentado de añadir que el economista que sólo es
17 economista es probable que se convierta en una molestia,
4 cuando no en un peligro real» (Hayek, 1956, p. 463).
Quizá sea demasiado tarde para que la economía
reconquiste los territorios con• quistados por la ciencia
política, la sociología, la historia econó• mica, y en particular
la economía política. Algunos economistas todavía lo
esperan: «Es necesario reducir el uso de la cláusu• la
ceteris paribus, para adoptar un enfoque interdisciplinar, es
decir, para abrir la economía a la multidimensionalidad»
(Bar- toli, 1991, p. 490). El abandono del razonamiento por
las asun• ciones y los teoremas no sería suficiente porque la
realidad ha cambiado: «Los asuntos económicos se han
politizado y los sistemas políticos se han preocupado cada
vez más de los temas económicos» (Frieden y Lake, 1991, p.
5).

e) De la antropología política a los estudios de


área híbridos
En unos pocos años en torno al final de la década de
los cincuenta y comienzos de la de los sesenta, unas
cincuenta colonias alcanzaron la independencia nacional.
En esa época se envió -c o n la contribución financiera de
las fundaciones americanas- a unos tres m i l científicos
sociales, entre los que había muchos politólogos, a Asia,
África y América Latina con el fin de que estudiasen las
naciones-Estado recién independi• zadas. Cubrieron el
planeta con cientos de libros y artículos. Se han convertido
en especialistas de área. Han sustituido a los académicos
europeos que volvieron a casa tras la retirada de Gran
Bretaña, Francia, Bélgica , Holanda y Portugal de sus
colonias.
Esta generación espontánea de especialistas de área
nació
híbrida. Los temas de sus investigaciones desdibujaban las confinó
fron• 17
teras disciplinares. A ellos y a sus sucesores se los 5
a países subdesarrollados no occidentales, a sociedades sin momento Margaret Mead (1961, p. 475) estuviese asustada
Estado, a lo que Joel S. Migda l llama «Estados débiles y por ver a su disciplina «tra• gada» y «aislada de la
socie• dades fuertes», es decir, al territorio privilegiado de comunidad de científicos y académi• cos». La buena y
una anti• gua disciplina - l a antropología- que había florecido anciana antropología cayó desde el imperia-
en la Euro• pa occidental del cambio de siglo. Los
antropólogos europeos habían descubierto estas sociedades 17
«primitivas» mucho antes de que lo hicieran los 6
especialistas de área americanos.
Hay una diferencia fundamental entre los dos grupos.
Los antropólogos europeos eran académicos
monodisciplinares con una identidad, un vocabulario y un
marco teórico claros. Eran exportadores de conocimiento a
todo el espectro de las cien• cias sociales. Algunos tenían
ambiciones imperialistas y pro• clamaban que la
antropología era la ciencia maestra. Todas las demás
disciplinas, incluidas la ciencia política y la socio• logía,
eran consideradas por estos imperialistas intelectuales
provincias de la antropología.
Pero cuando los imperios europeos que cubrían la
mitad del planeta comenzaron a desintegrarse, estos
antropólogos perdieron sus campos de investigación. La
antropología quedó encogida. Los territorios abandonados
les fueron entregados a los especialistas de área. A
diferencia de sus predecesores, los nuevos invasores no
venían bajo una bandera disciplinar. Pocos se habían
formado en la antropología y la mayoría no eran teóricos
ni metodólogos. Las excepciones más famosas eran Davis
Apter, Leonard Binder, James Coleman, Lucía n Pye, Fred
Riggs, Dankwar t Rustow, Richard Sklar y Myr o n Wiener.
David Easton ansiaba por entonces establecer un nuevo
sub- campo: la antropología política. Publicó un ensayo con
ese títu• lo en 1959. Retrospectivamente puede decirse que
se trataba de un niño enfermizo que nació en un momento
en el que el nuevo poder hegemónico necesitaba especialistas
no discipli • nares en estos nuevos países (no expertos en
antropología, una disciplina que comenzó a ser colonizada
por otras disciplinas). Es significativo que en ese mismo
lismo a la condición de un «depósito científico pobres. ¿Qué disciplina propondrá las nue• vas etiquetas?
inadecuado» (Mead, 1961, p. 476). Los estudios de área del Tercer Mund o dan prioridad a
La antropología política no florece hoy porque es los temas que parecen importantes para entender un país
dema• concre• to. «No respetan las fronteras disciplinares»
siado antropológica e insuficientemente polític a para (Lamben, 1991, p. 190). En los estudios de área están
un momento en el que los países pobres se están bien representadas las humanidades. «Los especialistas de
desarrollando, excepto en África, y están experimentando una área que están en las cien• cias sociales tienen
creciente diver• sificación interna enfrentándose con el probablemente muchísimo más contacto y una actividad
mundo económico glo• bal. El ensayo seminal de Lucian Pye intelectual compartida con las ciencias huma• nas que la
de 1958 «The Non-Wes• tern Politica l Process» necesita mayoría de sus colegas de disciplina no orientados a los
una seria puesta al día que reduzca la escala de las estudios de área»; es en el lugar donde se juntan la antro•
dicotomías. El de la antropología polí• tica parece ser el pología, la historia, la literatura y la ciencia política donde
único campo híbrido en declive. «tie• ne lugar una buena parte del genuino trabajo
- Entretanto el sociólogo, economista y demógrafo interdisciplinar en los estudios de área» (Lambert, 1991, p.
francés Alfred Sauvy (1952,1956) sugirió que se llamase a 192).
estos infor• tunados nuevos países «el Tercer Mundo» , por Al describir la lucha entre las disciplinas
analogía con el Tercer Estado de antes de la Revolució n convencionales y los estudios de área, que ha afectado la
Francesa. Esta etiqueta ha sobrevivido incluso aunque el propia identidad de los académicos, Lucian W. Pye (1975, p.
«Segundo Mundo» implosionase en 1989. Es probable 3) escribe: «La emergen• cia de la especiaiización de área ha
que más pronto o más tarde se abandone esta etiqueta cambiado las perspectivas y
porque incluy e una variedad enorme de países: antiguas
17
civilizaciones como China y Esta• dos artificiales en
África ; países ricos como Arabi a Saudí y extremadamente 7

ha generado cuestiones que van a los fundamentos de las ambientales y climáticos.


cien• cias sociales». Estos fundamentos se han visto alterados Pero no permanecerían en silencio muchos destacados eco•
mucho más por los campos híbridos situados en los nomistas. En 1955, W. Arthu r Lewis advertía en su Theory of
intersticios de las disciplinas que por los estudios de área Economic Growth: «Es importante identificar las razones de
híbridos transversales. por qué los países tropicales se han quedado atrás durante los
últimos doscientos años en el proceso del moderno crecimiento
económico» (Lewis , 1955, p. 53). John Kenneth Galbraith
f) El desarrollo político entre las ciencias sociales escribió en 1951: «Si se señala un cinturón de un par de miles
y naturales de millas de ancho en torno al ecuador que dé la vuelta a la tie•
rra, encontramos en él países no desarrollados [...] En todos
La distribución geográfica de los distintos tipos de lados, el estándar de vida es bajo y la duración de la vida
régimen político es un fenómeno chocante. Pero ha estado huma• na es corta» (Galbraith, 1951, pp. 39-41). Charles
ausente de la literatura durante las últimas décadas como Kindleber- ger (1965, p. 78) escribiría unos quince años
reacción contra la exageraciones del sociólogo Ellsworth después: «Sigue siendo un hecho que ningún país tropical en los
Huntington, que fue• ra dura y correctamente criticado por el tiempos moder• nos ha logrado un nivel alto de desarrollo
sociólogo Pitiri m Soro- kin en 1928. Esta crítica disuadiría económico». Ken• neth Boulding (1970, p. 409) va un paso
a toda una generación de sociólogos y politólogos más allá: «E l princi • pal fracaso de la ciencia económica,
americanos de tomar en considera• ción los factores sin lugar a dudas durante la última generación, ha tenido
lugar en el campo del desarro• llo económico [que] ha sido
en gran medida un producto de zonas templadas». su The Tropics and Economic Development (1976). No hay
ninguna referencia en absoluto a la política en ese libro y, sin
Andrew Kamarck, director de l Institut o de
embargo, se las arregla para desafiar nuestra percepción de la
Desarrollo política en las área tropicales. La tripanosomiasis, transmitida
Económico del Banco Mundial , cita a estos economistas por la mosca tse-tsé, impidi ó que buena parte de Áfric a
en pro• gresase más allá del nivel de subsistencia: «Durante
siglos, al matar a los animales de transporte, incitó el
178
aislamiento del África tropica l del resto del mundo y el
aislamiento de los distintos pueblos africanos entre sí»
(Kamarck, 1976, p. 38). Hace veinte años un área de Áfric a
mayor en extensión que Estados Unidos se quedó sin
ganado vacuno por esa razón (Kamarck, 1976, p. 39). La
producción agrícola en los trópi• cos húmedos está limitada
por la condición del suelo, que se ha convertido en arcilla
roja (Kamarck, 1976, p. 25). Los estu• dios llevados a cabo en
los años sesenta por la Organización Mundial de la Salud y
por la Organización Mundia l de la A l i • mentación estimaron
que más de m i l millones de personas en los trópicos y
subtrópicos habían sido infectadas por l o m b r i • ces
parasitarias. La enfermedad del anquilostoma, caracteri•
zada por la anemia, la debilidad y la fiebre, infectó a unos 500
millones en estas áreas (Kamarck, 1976, p. 75).
Estos factores ecológicos han sido confirmados por
una considerable cantidad de investigación en áreas tropicales
lle• vada a cabo durante las dos últimas décadas por geólogos,
geó• grafos, biólogos, zoólogos, botánicos, agrónomos,
epidemiólo• gos, parasitólogos, meteorólogos, expertos del
Banco Mundia l y de varias agencias de las Naciones
Unidas, y también por politólogos híbridos versados en
agricultura tropical, explota• ción de minerales y
condiciones sanitarias de estos países. La situación ha
mejorado durante la última generación, de acuer• do con
docenas de informes preparados por organizaciones
internacionales.
Si traducimos estas condiciones socioeconómicas en tér•
minos políticos, merece la pena que nos hagamos
preguntas como éstas:

• ¿Por qué están casi todas las democracias industriales


pluralistas en zonas templadas?
17 9
• ¿Por qué ha tenido la India -que, de acuerdo con demo• cracia, sería posible formular una respuesta tentativa a
algunas teorías, «no debería ser democrática» y que es la pri -
un país tropical relativamente pobre - no obstante un
régimen democrático durante un largo período? 180
• ¿Hay alguna relación entre el hecho de que la mayoría
de los treinta millones de kilómetros cuadrados del
África continental (excluyendo la franja mediterránea)
esté en los trópicos, y los hechos de que este
continente sea el más pobre y no tenga ninguna
democracia pluralista ver• dadera capaz de sobrevivir
más allá de unos pocos años?
• ¿Hasta qué punto deberían incluirse los factores ecoló•
gicos en los parámetros del desarrollo económico,
social y político?

Estas preguntas las puede hacer no sólo la «vieja


escuela del desarrollo», sino también su sucesora, la nueva
«escuela de la transición». Un equipo (G . O'Donnell , P.
C. Schmitter y L. Whitehead) le dio a su libro el prudente
título de Transitions from Authoritarian Rule, que no indica
el resultado final. Otro equipo (dirigido por L. Diamond , J.
J. Linz , y S. M. Lipset) asumió un riesgo al sugerir, en el
título de su libro Democracy in Developing Countries, que
las instituciones democráticas están ciertamente echando
raíces en estos países, que previa• mente uno de esos
compiladores consideraba que no reunían los «requisitos de
la democracia».
Ninguno de los dos equipos hace una distinción
explícita y funcional entre la democracia pluralista genuina,
la poliar• quía de Dahl, y un tip o de democracia limitada ,
parcial, de fachada o embrionaria. Los procesos de
democratización, Jas etapas de la modernización, la
liberalización, los juegos elec• torales, el respeto por los
derechos humanos, sólo son pasos hacia el «modelo
occidental». La palabra «democracia» usa• da hoy sin un
adjetivo puede ser engañosa. Como admitiría cualquiera,
hay una gran variedad de regímenes democráticos. La
democracia viene por grados, como demuestran los datos
recogidos por Raymond Gastil en su serie Freedom in
the World. Sólo mediante una clara distinción entre tipos de
tro• pical. La literatura sobre los parámetros ecológicos de los
mera pregunta hecha más arriba: ¿por qué hasta ahora las
tró• picos puede contrastarse con la literatura sobre la
democracias verdaderamente avanzadas han tendido a
transferen• cia de la fauna y la flora de una zona templada
florecer en zonas templadas?
a otra. Por ejemplo, la obra de 1986 de Alfre d Crosby
La India como país democrático constituye un caso
sobre Ecological Imperialism: The Biological Expansión
clíni • co, una «anomalía» científica en el sentido dado a
ofEurope 900-1900 arroja nueva luz sobre la construcción del
esta pala• bra por Thomas Kuhn. Los comparativistas
poder americano. Si el eminente comparativista Charles Darwin
interesados en este caso deberían proceder como los
estuviese todavía vivo, criticaría la monodisciplinariedad, en
biólogos cuando tienen la buena fortuna de descubrir una
particular a W. W. Rostow, cuya teoría de las «etapas del
anormalidad. Podrían seguir el consejo de Claude Bernard
crecimiento» no admi•
en la Introduction á la médecine experiméntale (1865),
te ningún límit e físico o ambiental sobre el crecimiento.
que todavía constituye un libr o perti• nente. Podrían
empezar con uno de los mejores indicadores que tenemos
en la política comparada: la pequeña propiedad agrícola.
El campesino indio es pobre, ¡pero es propietario! 2 g) La política comparada como dominio híbrido
En relación al África tropical y a otras áreas
semejantes, deberíamos introducir en el dibujo a las ciencias El proceso de hibridación no aparece sólo en los inter•
naturales y a la demografía cuando preguntamos, como hace cambios de conceptos, teorías y métodos entre las disciplinas
Samuel Hun - tington, ¿cuántos países llegarán a ser
democráticos? La teoría 2
Sobre propiedad de la tierra, véanse los datos recogidos por Tatú
de la dependencia quizá sea algo úti l para Améric a Latina Van- hanen.
y • Europa del Este, pero lo es mucho menos para el Áfric a 181
o los subcampos. Es también evidente en los intercambios toria de la política comparada hubo un momento privilegiado
de información, sustancia, indicadores, datos estadísticos y en de cooperación y convergencia durante los años sesenta. Duran•
la praxis diaria de la investigación empírica. Este comercio te los quince años que van de 1958 a 1972, se publicaron
es excedentario en algunas disciplinas y deficitario en otras. tres docenas de libros y artículos importantes, que compartían
La geografía social toma prestada informació n de la tres características: la comparación mediante
geografía física, que a su vez toma prestado de la geología, cuantificación, la hibridación y el conocimiento
más bien que al revés. La ciencia política ha contraído una acumulativo. «Esa combinación no se había logrado nunca
enorme deu• da externa, porque la política no puede ser antes en la historia de la ciencia polí• tica» (Dogan, 1994, p.
explicada exclusi• vamente desde la política. Los fenómenos 39). Este momento privilegiado marca también una ruptura
políticos nunca se producen in vitro, de manera artificial en con las comparaciones clásicas europeas al estilo sociológico
un laboratorio. Siem• pre están relacionados con una variedad de Tocqueville, J. S. M i l i , Marx , Spen- cer, Weber y
de factores por detrás de la política. Se usan docenas de Pareto.
variables no políticas para explicar la política. Ésta es una En ese particular momento, la sociología ya no estaba en
de las principales razones de por qué la ciencia política está el centro de la constelación de las ciencias sociales. Por pri
entretejida con las demás cien• cias sociales. • mera vez en la historia de las ciencias sociales, ese lugar
Eí almacenaje de información que producen otras ciencias lo ocupaba la ciencia política. En la nueva constelación son
sociales es especialmente importante en el dominio de la polí• visi • bles un buen número de estrellas, que es innecesario
tica comparada, hasta el punto de que podría decirse que una nombrar. Lo que habría que subrayar es el proceso de
comparación entre países engloba varias disciplinas. En la his• conocimiento acu• mulativo en el que han participado varías
docenas de acadé• micos y expertos especializados.
La señal de alarma sobre el estado parroquial de la políti •
182 ca comparada -tras la subyugación de todas las ciencias
socia• les durante el período de totalitarismo en Europa
(Scheuch,
1991) y antes de su renacimiento en Estados Unidos - fue
dada por Roy Macridis en 1955. Más o menos en la misma
época (1954), la Oficina Estadística de las Naciones Unidas
comenzó a publicar «estadísticas sociales», ninguna de las
cuales era política. Eran variables demográficas, de renta,
estándar de vida, movilidad social, condiciones sanitarias,
nutrición, vivien • da, educación, trabajo, criminalidad.
En 1957 el Departamento de Asuntos Sociales y Econó•
micos de las Naciones Unidas comenzó a publicar
Informes sobre la situación social mundial. Lo s capítulos
de estas publicaciones sobre «Las interrelaciones del
desarrollo social y económico y el problema del equilibrio»
(en el volumen de
1961) o sobre «Modelos socioeconómicos» (en eí volume n
de 1963) son contribuciones que pueden leerse hoy con
gran interés, incluso aunque los datos políticos -ta n
importantes para la política comparada- estén ausentes de
estos análisis.
Dos años después de que comenzara esa serie lleg ó
El hombre político (1959) de Lipset, el libr o más citado por
los politólogos durante dos décadas. Sin embargo, de hecho
este libro toma prestado de todas las ciencias sociales y mu y
poco de la ciencia política. Un año después K ar l Deutsch
public ó su «manifiesto» (Deutsch, 1960), seguido de un
artículo semi• nal unos meses después (Deutsch, 1961).
Ambo s artículos tratan con indicadores que no son
directamente políticos. Al año siguiente se public ó un
important e artícul o de Ph ill i p Cutright (1963) que, visto
retrospectivamente, parece haber sido profético: es el único
artículo de esa época que da prio • ridad a las variables
políticas. El mismo año Arthu r Banks y Robert Textor
publicaron su A Cross-Polity Survey (1963), en el que la
mayoría de las 57 variables propuestas y analiza• das no
son políticas. Poco después, el primer World Hand- book
of Political and Social Indicators (Russet et al., 1965)
discutía 75 variables, de las que sólo 12 eran estrictamente
políticas y otras ocho económico-políticas.
183
empresa entre distintas disciplinas porque en la investigación
Un año después, G. Almona y G. Bingham Powell publi•
caron un libr o fundamental, Política comparada (1966), en 184
cuya base se observan varias ciencias sociales, en particular
la antropología social. De ahí en adelante, el campo de las
com• paraciones internacionales se bifurcó. Un camino
continúa con la investigación cuantitativa, en la que los
colaboradores utili • zan constantemente factores no políticos
en sus análisis de las
«correlaciones de la democracia». Un importante input recien•
te proviene nuevamente del Programa de Desarrollo de
las Naciones Unidas, el Informe de desarrollo humano (1990
ss.). En esta publicación se destrona al PNB y se lo sustituye
por un nuevo indicador: la paridad adquisitiva.
El otro camino dio prioridad a las comparaciones sectoria•
les, por ejemplo los ocho volúmenes sobre el desarrollo polí•
tico publicados por Princeton University Press, en los que la
política constituye la mayo r parte del tiemp o una
variable dependiente que se explica por factores no políticos.
Hay diver• sas buenas revisiones de la escuela del
«desarrollo político» (Almond , 1990; Wiarda, 1989). Esta
escuela parece hoy haber alcanzado sus límites, estar fuera de
la corriente, haber agota• do el tema. Es un buen ejemplo
de campos mu y poblados, que están sujetos tras un período
de productividad a tener ren• dimientos marginales
decrecientes: «Cuanto más alta sea la densidad de
académicos en un campo dado, menos probable será la
innovación per cápita» (Dogan y Pahre, 1990, p. 36). Esta
«paradoja de la densidad» señala a la marginalidad crea• tiva
como el opuesto de la densidad de académicos.
En el período reciente, el campo de la política comparada
se ha expandido en todas las direcciones, penetrando en terri•
torios de otras disciplinas: la transición a la democracia, los
valores y las creencias, la crisis de confianza, la corrupción
pública, la ingobernabilidad, los límites para el crecimiento,
etc. (Estas nuevas direcciones figuran en muchos otros capí•
tulos del Nuevo Manual). ¿Se está haciendo imperialista el
campo de la política comparada?
Como podemos ver, la política comparada no consiste sólo
en el análisis entre naciones. Es necesariamente también una
comparada cruzamos unidades (naciones) y variables lo hacen Von Beyme y Sartori.
(numé• ricas o nominales). Generalmente, las variables son La política comparada a través de disciplinas diversas sig•
más nume• rosas que las unidades. Las relaciones entre nifica, en primer lugar, cruzar la historia. La relación entre la
variables son frecuentemente más importantes para las historia comparada y la política comparada merece una larga
explicaciones teóri• cas que el descubrimiento de discusión. Lo que llevamos dicho es suficiente para admitir que
analogías y diferencias entre naciones. los dos subcampos no cooperan a lo largo de sus fronteras
En la política comparada no hay un solo libr o comu• nes, sino sólo en ciertos pasos, generalmente en el
importante que intente explicar la política estrictamente territorio de otros campos híbridos: la sociología histórica, la
mediante varia• bles políticas, excepto en temas historia social, la historia económica, la historia cultural, las
constitucionales. Pero natu• ralmente la dosis de hibridación comparaciones asincrónicas. Algunos de los libros más
varía según la materia y la capacidad del autor para dejar importantes en políti • ca comparada pertenecen también a
en la sombra lo que debería admitirse implícitamente. Por esta «historia unida con guiones», desde Homo Hierarchicus
ejemplo, en sus comparaciones de sistemas políticos, de Dumont, De Jericho a México, villes et économie dans
académicos como Klaus von Beyme o Giovanni Sartori l'histoire de Bairoch, Orien• tal Despotism de Wittfogel , El
podrían no necesitar discutir en detalle la estructura social o moderno sistema mundial de Walíerstein, hasta The First
la diversidad cultural. Por el contrario, Arend Lijphart (en su New Nation de Lipset o Kings or People de Bendix.
comparación de democracias consociativas) y Ronald Irónicamente, estos contribuidores a la polí• tica comparada y a
Inglehart (en su análisis de creencias y valores) tienen que la historia con guiones no son ni politólo- gos ni
subrayar la importancia de las variables sociales, religio • historiadores; son, administrativamente, sociólogos.
sas, lingüísticas e históricas. En estos casos, Lijphar t e
Ingle• hart cruzan las fronteras disciplinares más de lo que 185

IV . Conclusión • tes (relacionado con la sociología y la historia), la política


urba• na (relacionado con la geografía social), los Estados del
Distintas disciplinas pueden proceder a examinar el mismo Bie• nestar (relacionado con la economía social y la historia
fenómeno desde distintos focos. Esto implic a una división de social), los valores (relacionado con la filosofía, la ética y la
territorios entre las disciplinas. Por el contrario, la hibrida• psicología social), las capacidades de gobierno (relacionado
ción implica un solapamiento de segmentos de disciplinas, una con el dere• cho y la economía), la pobreza en los países
recombinación de conocimiento en nuevos campos especiali• tropicales (rela• cionado con la agronomía, la climatología y la
zados. La innovación en los distintos sectores de la ciencia polí• geografía econó• mica), el desarrollo (relacionado con todas las
tica depende en gran medida de los intercambios con otros cam• ciencias sociales y varias naturales).
pos que pertenecen a otras disciplinas. En los niveles más altos Probablemente hay tanta comunicación con los de fuera
de la pirámide de la ciencia política, la mayoría de los inves• como entre subcampos internos. Por ejemplo, un psicólogo
tigadores pertenecen a una subdisciplina híbrida: la sociología po• político que estudia los movimientos de protesta y la aliena•
lítica, la economía política, la psicología política, la filosofía ción interactúa sólo un poco con el colega que utiliza la teoría
política, la geografía política, la administración pública, los de juegos para estudiar el mism o tema. Puede encontrar un
estudios de área, etc: Alternativamente, pueden pertenecer a un terreno intelectual común con el historiador social que estu•
campo o subcampo híbrido: el comportamiento de las masas dia el fenómeno en épocas anteriores o con el sociólogo que
(relacionado con la psicología social), el reclutamiento de éli estudia el impacto del desempleo o la inmigración sobre la vio
• lencia y la des legitimación en algunos países europeos. No
de la calle. El primero está en contacto con otros constructo•
hay comunicación entre dos politólogos que analizan la crisis
res de modelos en la economía, y el segundo cita a académi•
del sistema de seguridad social, uno mediante la
cos de otras disciplinas.
construcción de modelos abstractos, el otro mediante el
Todos los temas importantes cruzan las fronteras formales
estudio del lenguaje
de las disciplinas: la quiebra de las democracias, la anarquía, la
186 guerra y la paz, el cambio generacional, el nexo libertad-igual•
dad, el individualismo en las sociedades avanzadas, el funda-
mentalismo en las sociedades tradicionales, la clase gobernan•
te, la opinión pública. La mayoría de los especialistas no están
localizados en el así llamado núcleo de la disciplina. Están en
los márgenes de fuera, en contacto con los especialistas de otras
- disciplinas. Prestan y toman prestado en las fronteras. Son
acadé• micos híbridos. El número de politólogos «generales»
decrece rápidamente. Todos tienden a especializarse en uno o
varios dominios. Cuando dos politólogos se encuentran por
primera vez, la pregunta espontánea que se hacen es: «¿A qué
campo te dedicas?». Esto también es así en otras disciplinas.
En los con• gresos profesionales, los académicos se encuentran
de acuerdo con sus especialidades. Los congresos que juntan a
multitudes de personas que tienen poco en común consumen
mucha energía, que podría invertirse mejor en la organización
de encuentros por campos que junten a especialistas de varias
disciplinas.
Suponga que fuese posible seleccionar entre todos los
politólogos de los distintos países a los quinientos o seiscien•
tos académicos que están llevando a cabo la investigación más
creativa, aquellos que hacen avanzar el conocimiento, los más
renombrados. Suponga también que de este estrato superior de
la eminencia eliminamos a los académicos especializados en
temas constitucionales y en procesos gubernamentales de su
propio país, algunos de los cuales son famosos en su propio
campo. Tras hacer esta doble delimitación, descubriríamos que
entre este conjunto de académicos, la mayoría no son politó•
logos «puros». Son especialistas en un dominio de investiga•
ción que no es exclusivamente político. Quienes se encierran
a sí mismos en las fronteras tradicionales de la ciencia políti •
ca están estrechando sus perspectivas y reduciendo las Estado.
opor• tunidades que tienen para innovar, a excepción de los
187
temas constitucionales y la organización del aparato del
A L LA R D T , E. , «Patterns o f class conflic t and workin g class
En el otro extremo están los imitadores entusiastas. En algu•
cons- ciousness in Finnish politics», en E. Allard t e Y.
nos dominios, los préstamos se convierten en una imitación Littunen (eds.),
demasiado simple y no en una adaptación imaginativa. Si fue•
ra posible jerarquizar los distintos subcampos y escuelas en 188
una escala de eclecticismo, nos aparecería que las dos escue•
las que más imitan son la del análisis estadístico sofisticado y
la de las asunciones heurísticas económicas. Ya me he referi•
do a los sobrecuantificadores. Recurro a Nei l J. Smelser, espe•
cialista en sociología económica, para un juici o salomónico
sobre la construcción de modelos económicos: «E l modelo de
Anthony Downs del comportamiento político imita a la teoría
económica al postular una versión de la racionalidad política
y al construir una teoría del proceso político sobre ésta y otras
asunciones simplificadoras» (Smelser, 1967, p. 26).
La ciencia política vive en simbiosis con las demás ciencias
sociales, y continuará siendo una ciencia creativa en la medida
en que siga siendo extrovertida. De hecho, esta ciencia no tie•
ne elección porque está genéticamente programada para gene•
rar nietos que hablarán distintas lenguas y se sentarán, como
dice Almond , en «mesas distantes». Estas mesas son distantes
porque están colocadas en los intersticios de las disciplinas en
el enorme territorio interior de la ciencia política.

Bibliografía

A los interesados en seguir estos temas, se les recomienda estas


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196
4. Las instituciones políticas: una visió n general

BO ROTHSTEIN

I . Introducción

Entre los científicos políticos, las concepciones funda•


mentales sobre los orígenes de cualquier tip o de poder políti •
co formalizado toman dos formas. La primera, que podemos
denominar «buena», «democrática» o «centrada en la comu•
nidad», se resume del siguiente modo. Un conjunto de perso•
nas comparte ciertas características comunes. Por ejemplo,
viven en la misma zona, o trabajan en el mismo sitio o depen•
den de un tipo similar de recursos naturales. A lo largo de su
vida cotidiana, descubren pronto que no sólo tienen los mis•
mos intereses individuales, sino también un cierto número de
intereses comunes. Como comunidad geográfica, pronto per•
ciben la necesidad tanto de leyes que regulen los conflictos
sobre la propiedad u otro tipo de derechos individuales como
del efectivo cumplimiento de esas leyes. O se dan cuenta de
la necesidad de una organización que luche por intereses comu•
nes tales como salarios más altos o mejores condiciones labo•
rales, o de la necesidad de regular el uso de los recursos natu•
rales para evitar una «tragedy ofthe commons» (Hardin, 1982;

199
vota• ción, quiénes deben ser designados jueces,
Ostrom, 1992). De este modo, se unen como iguales y
funcionarios, ges• tores u oficiales del ejército.
consti• tuyen una organización que resuelva sus
La segunda forma de concebir los orígenes del
intereses colectivos; es decir, forman un gobierno. O,
en el caso de los otros dos ejemplos, forman una unió n poder se resume en una historia que podemos
o alguna forma de cooperación económica, entidades denominar «mala», «dic• tatorial» o «adversaria».
que desde esta perspectiva pueden con-1 siderarse Según ella, el área geográfica (o el lugar de trabajo, o
simplemente distintos tipos de gobierno. los recursos naturales) está históricamente controlada
En los tres casos los miembros de la comunidad por la fuerza superior de un gobernante individual o
perciben pronto que, para alcanzar sus intereses comunes, de un grupo de gobernantes. Ellos - e l clan, la élite
necesitan cua• tro tipos fundamentales de instituciones política, la clase dominante, los administradores, el
políticas. El primer tipo de instituciones es necesario señor feudal o quien sea- desean extraer recursos del
para la adopción de decisiones colectivas vinculantes grupo dominado de la forma más eficiente posible
acerca de cómo regular los intereses comu• nes (una (Nort h y Thomas, 1973; L e v i , 1988
institución generadora de normas). Un segundo tipo es
2
necesario para la ejecución de esas decisiones (una
0
institución ejecutora de normas). En tercer lugar se
0
necesitan instituciones que vigilen los conflictos entre
individuos sobre la interpreta• ción en casos concretos de
las normas generales establecidas por las instituciones de
adjudicación de normas. Por último, resulta necesario un
cuarto tipo de institución, encargada de vigilar y castigar
a aquellos que vulneren las normas, sean o no miem•
bros de la comunidad (instituciones de imposición de
normas).
Por tanto, en este relato de lo «bueno», lo que
hacen los miembros de la comunidad al perseguir sus
intereses colecti• vos es crear cuatro tipos básicos de
instituciones políticas. A su vez, cada institució n
alberga un número de subinstituciones para regular los
procesos específicos de toma de decisiones. Estas
normas establecen cómo elegir a los miembros de la
asamblea decisora, cómo organizar los procedimientos de
Gambetta, 1993). En esta segunda historia, los recurriendo a los mis• mos tipos de instituciones. Tanto
gobernantes, para imponer su voluntad de la forma más una comunidad democrática como una que no lo es
eficiente posible, necesitan también cuatro tipos necesita una institución que diseñe y ejecute políticas,
institucionales básicos. Uno para crear la legitimidad de y que decida cómo hacerse cargo de aquellos que
sus subordinados; otro para ejecutar la voluntad del vulneran las normas. Esto vale tanto para un señorío
gobernante; un tercero para controlar las dispu• tas entre feu• dal como para una cooperativa económica de
los subditos y los subordinados, y finalmente, un cuar• to granjeros.
tipo para actuar contra aquellos que se enfrenten al El caso es que cualquiera que sea la historia que
poder del (los) gobernante(s). En una palabra, necesitan quieran con• tar los científicos políticos, será una historia
crear cuatro tipos institucionales similares a los sobre instituciones. Un problema central para la ciencia
mencionados anteriormente. política es que lo que vemos en el mundo real es una
No tenemos por qué afrontar la cuestión de cuál de las enorme variación, en el tiempo y en el espacio, de los
dos historias es más correcta. El tipo de historia que cada rasgos específicos de esas instituciones. No tene• mos
científi• co político quiera contar está determinado por sólo instituciones democráticas e instituciones no
sus visiones ideológicas básicas y sus concepciones de la democrá• ticas. En ambos casos existe una gran variación
naturaleza huma• na (Mansbridge, 1990). En cualquier en la forma par• ticular que adopta cada institución. Esto
caso, se trata de una cues• tión empírica; y considerando la se ve con facilidad en el hecho de que si bien el fascismo
diversidad histórica y geográ• fica conocida, la respuesta italiano y el nazismo alemán compartían muchos rasgos
ha de ser necesariamente que las dos son válidas. ideológicos, su articulación institu• cional fue bastante
Existen también varios casos en los que se ha pasado de la diferente (Payne, 1990). Por lo que hace a muchas
buena historia a la mala, y viceversa. democracias industrializadas actuales, apenas es nece-
La idea fundamental es que, en ambos casos, las
2
institu • ciones políticas son las mismas. En ambas
0
formas de conce• bir los orígenes del gobierno se termina
1
una democracia capitalista occidental moderna (véase
sario recordar las diferencias existentes. A pesar del tabla 4.1 infra; véase Schmitter y Karl , 1991; Lijphart,
hecho de que económica y políticamente comparten 1984). Dado que, aun siendo generosos, sólo existen
ciertas estructuras básicas, existe de hecho una gran treinta casos que respondan a ese tipo de democracia, la
variació n en las instituciones políticas. Si tomamos varia• ción institucional en términos teóricos que recoge
diez aspectos fundamentales del sistema político y este ejemplo es mucho mayor que el número de casos
hacemos una distinción muy básica entre formas ins• empíricos.
titucionales opuestas existentes en la actualidad
(ignorando todas las posibles variaciones entre esas dos Tabla 4.1 . Variación institucional entre las democracias
formas) en cada uno de esos aspectos, obtenemos 210= capitalistas occidentales
1.024 formas posibles de orga• nizar las instituciones de
eos políticos se hacen tres preguntas, diferentes pero disciplina es el modo en que se organizan sus diferentes
interrela- cionadas sobre las instituciones políticas. subeampos. La lis • ta convencional (comportamiento
Un a es normativa: político, política comparada, administración y políticas
¿cuáles son las mejores instituciones para el buen públicas, teoría política y siguientes) tiene una gran
gobierno y las relaciones sociales? Las otras dos son desventaja: lo relevante en política comparada está
de carácter empírico: ¿qué explica la enorme determinado por la geografía y no por la perspectiva de
diversidad de entramados institucionales? y la disci• plina. En los Estados Unidos, la «política
¿qué implicaciones tienen esas diferencias para la británica» -sea ésta comportamiento, políticas o
conducta polí• administración- es considerada polí• tica comparada (y
tica, el poder o los resultados del proceso viceversa), aunque las orientaciones meto• dológicas
político? de este tipo de estudios no sean realmente las propias
Uno de los problemas de la ciencia política como de un análisis comparado. La reflexión sobre las
instituciones
Sistema de Bipartidismo vs. políticas como un subeampo, más allá de las instituciones
polí• ticas de un área geográfica determinada, es una
partidos Sistema multipartidism o
forma teórica• mente más lógica de dividir la
electoral Proporcional vs. disciplina. Los estudios sobre la política nacional y las
Asamblea mayoritario Unicameral vs. instituciones de diferentes países pueden ponerse uno
legislativa bicameral
junto al otro, de manera que de ellos surjan preguntas
teóricas más generales sobre las consecuencias de
Estructura Unitaria vs. federal
diferentes diseños institucionales. Al invitarnos a
gubernamental
Parlamentarismo vs. teorizar sobre las institu• ciones políticas como un área
Autorida d
presidencialismo Tribunal específica de estudio, esta sección nos ayuda a
central Sistema desarrollar un análisis más sistemático y coherente de las
constitucional vs. revisión previa
judicial
funciones que en sí mismas cumplen esas instituciones.
Poca autonomía vs. mucha Esta visión general se divide en cinco partes. La
Gobierno local
autonomía sección II presenta unas breves notas acerca del papel
de las instituciones en la teoría política normativa,
Clientelismo vs. meritocracia
Funcionariado
tanto clásica como moderna. La tercera sección aborda
Profesionales vs. servicio las posibles causas del creciente interés en las
Fuerzas armadas
militar obligatorio
instituciones en la ciencia política positiva,
confrontando dos visiones diferentes - l a racional-
Liberal vs. corporatista económica por una parte y la histórica-estructural por
Relación Estado-
economía
otra-. La sección IV se centra en una serie de problemas
en el análisis contemporáneo de las institu•
Los científicos políticos dedican su vida, más o científi-
menos,
a hacer explícitos los orígenes y las consecuencias de 2
diferen• 0
cias institucionales como éstas. Más en concreto, los
2 ciones. Por último, la sección V especula sobre el papel
del aná•
lisis institucional en el futuro de la ciencia política.
2
0
3
forma de gobierno.
I I . Las instituciones en la teoría
La Política de Aristóteles continúa la discusión
política
acerca de las instituciones políticas y la «buena»
sociedad. En el libro IV desarrolla un plan
La teoría política clásica no consiste sólo en
comprehensivo para el análisis de las ins• tituciones
discusiones acerca de ideales políticos y deberes
políticas, y se pregunta: ¿cuál es la forma ideal de
individuales. Desde Platón a Aristóteles -pasando
gobierno? ¿Qué tip o de constitución es la mejor en
por Maquiavelo , Hobbes, Locke, Rousseau y otros
condi • ciones no ideales? ¿Cuáles son las
en esta tradición- , uno de los mayores pro• blemas
características de las cons• tituciones que no son
era establecer qué instituciones políticas producen el
buenas (no ideales) en varias circuns• tancias no
mejor tipo de sociedad y de individuo. La República de
ideales? ¿Y qué tip o de constitució n es la más
Platón es en gran medida una comparación de
adecuada para la mayoría de los casos
diferentes formas de gobierno -timocracia ,
(presumiblemente no ideales)? Aristóteles señala
oligarquía, democracia y tiranía-. En Las Leyes, el
también la necesidad de diferen• tes instituciones de
«extranjero de Atenas» (Platón) compara las cons•
gobierno: la deliberativa, la ejecutiva y la autoridad
tituciones de Esparta y Creta, y argumenta que el
ju d i c i a l . L a discusión empíric a que desarrolla
Estado es necesario no sólo para la defensa frente al
Aristóteles sobre la variación en las particularidades
enemigo exterior sino también para asegurar la paz
de esas instituciones indica que hasta cierto punto la
interior y promover la vir• tud cívica: el primer
antigua Grecia servía de laboratorio para el estudio de
legislador protege a la sociedad del mal gobierno
los efectos de la varia•
(errores, juicio s infundados, corrupción por parte del
legislador), y esa función sólo puede cumplirse a través
de cier• tos entramados institucionales. Otro ejemplo,
tomado también del diálogo, recoge el momento en el
que el «extranjero de Ate• nas» utiliza una tipología
basada en la constitución de Espar•
ta para discutir qué tipo de leyes deben aplicar los
habitantes de Cnosos en su nueva colonia de la isla
de Creta (llamada Magnesia) para conseguir la mejor
ción de las instituciones políticas (Malnes y área. La teoría de Rawls rompió con el utilitarismo
Midgaard, 1993; Sabine, 1961). que dominaba la filosofía política, demostran• do la
Y así continuó a lo largo de todas las épocas. De relevancia de un discurso marcadamente normativo en
hecho, el que conceptos como equidad, justicia, igualdad y
cuando la ciencia política comenzó a configurarse
derechos volvían a ocupar el centro de la discusión.
como una disciplina moderna y académica a finales
En un artículo de
del siglo x i x y comienzos del x x , la tradición
1985, que responde a algunas de las críticas hechas a su
clásica tuvo un gran impacto (Almond: infra, cap. 2).
teoría original , Rawls escribió (de forma
Tanto en los Estados Unidos como en Europa, los
parcialmente autocrítica) que los principios básicos
estudiosos estaban muy centrados en lo que podría
sobre los que había construido su teoría no debían
llamarse «arquitectura constitucional». Un cuestión
considerarse postulados metafísicos, sino prin • cipios
central era qué tipo de constitución era preferible. Ell
«sólidamente basados en ideas intuitivas básicas que
o produjo con fre• cuencia estudios muy detallados
están insertas en las instituciones políticas propias de un
acerca de los orígenes especí• ficos y el
régi• men constitucional democrático y en las
funcionamiento de diferentes constituciones nacio•
tradiciones públicas de sus interpretaciones» (Rawls,
nales y otras instituciones políticas. Esto fue, al
1985, p. 226, la cursiva es mía). En su último libro,
menos en el norte de Europa, una consecuencia de
Rawls (1993) distingue dos lógicas de acción, la
la estrecha conexión entre la ciencia política y el
racional y la razonable. La diferencia entre ambas
Derecho constitucional, especial• mente en la
consiste en que «lo razonable es público de una forma
tradición germana de la teoría general del Estado,
en que lo racional no lo es» (Rawls, 1993, p. 51). En
Allegemeine Staatslehre (Andrén, 1928).
lugar de consis• tir en una situación anónima,
Las instituciones ocupan un lugar similar en la
estratégica, propia de un juego, la posición original de
teoría polí • tica contemporánea. La Teoría de la
Rawls pretende ser, ahora, una institu-
Justicia de Rawls (1971) renovó el interés en esta

204 205
menoscabado por el hecho de que distintos grupos de
ción política discursiva, en la que representantes de
individuos tengan visiones fundamentalmente distintas
corrientes de opinión diversas se reúnen para -a través
sobre problemas culturales, religiosos e ideológicos
de la discusión, la deliberación y la negociación-
(Rawls, 1993, pp. 131-172).
adoptar los principios comunes del orden social y
Según Rawls, por tanto, sólo instituciones
político que debe prevalecer en la sociedad (Rawls,
políticas justas pueden generar una sociedad justa.
1993, pp. 135 ss.; véase Soltan, 1987; Barry, 1995).
Como debería ser obvio, esto casa con la visión de las
El objetivo de Rawls es una sociedad en la que un
instituciones presente en la teoría política clásica: las
consenso hegemónico acerca de los principios de
instituciones no son sólo «las reglas del juego».
justici a por los que debe regirse la sociedad
Condicionan también qué tipo de valores se adoptan
prevalezca, un consenso que de ningún modo sea
en una determinada sociedad, es decir, en última vida, como «actitud», «cognición», «socialización» y
instancia con• dicionan lo que denominamos justicia,
«sistema». Ricci sostiene que este giro -desde
identidad colectiva, per• tenencia, confianza y
solidaridad (March y Olsen, 1989, p. 126; véase preguntas críticas, orienta• das normativamente, sobre
Dworkin , 1977, pp. 160 ss.). Así, Jon Elster (1987, p. los fundamentos de la política y la democracia, al
231) ha argumentado que «una tarea de la política es manejable universo de lo políticamente ú t i l - nos
dar forma a condiciones sociales e instituciones, de ayuda a explicar la crisis en la que, según afirma, se
forma que la gente se comporte honestamente porque encuen• tra la ciencia política (Ricci, 1984, p. 296;
creen que la estructura básica de su sociedad es
Held, 1987, p. 273). El renovado interés por las
justa». Si las normas sociales (sobre la jus• ticia, por
ejemplo) cambian según el carácter de las institu• instituciones políticas, tanto en sus aspectos normativos
ciones políticas, entonces podemos decidir hasta como positivos, puede servir de nexo para superar este
cierto punto cuáles prevalecen en la sociedad en la vacío señalado por Ricci . Como se deduce clara•
que vivimos , porque podemos, al menos algunas mente de la teoría de Rawls, las instituciones políticas
veces, elegir el diseño de nuestras instituciones son enti• dades a la vez normativas y empíricas que no
políticas. pueden entender• se plenamente a menos que se
En The Tragedy ofPolitical Science (La Tragedia de
establezcan sus fundamentos normativos.
la Cien• cia Política), David Ricci señala que la
ciencia política clásica estaba dominada por conceptos
de alto contenido normativo (jus• ticia, nación, I I I . Olvido y redescubrimiento de las
derechos, patriotismo, sociedad, virtud, tiranía y instituciones políticas
demás). La tragedia de la ciencia política actual,
según Ricci , reside en el hecho de que semejantes Si bien la construcción y funcionamiento de las
conceptos han desapare• cido en gran medida, siendo institucio• nes políticas fueron temas centrales en las
reemplazados, en el atrevido mun• do de los datos a tradiciones clásicas de la teoría política, apenas
escala mundial, por conceptos técnicos, sin tuvieron sitio en la ciencia política de posguerra,
marcada por el conductismo y el análisis teórico de los
2 grupos políticos. En teorías como el estructural-
0 funcio- nalismo, el análisis de sistemas, la teoría de
6 grupos (ya sea pluralista o elitista) - y , más tarde,
enfoques económicos tales como el neomarxismo-, las
instituciones políticas formales cumplían (si alguna)
una función muy escasa. La tendencia a reducir la
explicación de los procesos políticos a variables socia•
les, económicas o culturales significaba que las formas
institu• cionales y organizacionales de la vida
política apenas tenían efectos (March y Olsen, 1984, Cada sociedad tendía a generar las institu• ciones
1989). En el estructuralfuncio- nalismo, las para resolver «los problemas básicos, permanentes, de
necesidades sistémicas del sistema social (en tér• cualquier sociedad» (Eisenstadt, 1968, p. 410; véase
minos de estabilidad política o estratificación social, Parsons,
por ejem• plo) tendían a producir instituciones
2
políticas que resultaban funcionales de forma más o 0
menos automática con respecto a esas necesidades. 7

1964). En el caso de las varias formas que adopta la política (ya sea racional, de teoría de juegos o de
teoría de grupos (incluyendo el marxismo), las elección pública) también se desarro• llaron en un
instituciones se conciben en gran medida como arenas universo carente de instituciones, en el que agen• tes
en las que tienen lugar las bata• llas políticas entre autónomos perseguían unos intereses propios definidos
grupos con unos intereses políticos prede• terminados; con anterioridad (Levi , 1991, p. 132; Ostrom, 1991;
pero la específica configuración de esas arenas no se Moe , 1990).
consideraba un factor relevante para determinar el La ausencia de análisis de las instituciones durante el
resultado de esas mismas batallas (March y Olsen, perío• do conductista puede explicarse como una
1984, 1989; Steinmo y Thelen, 1992). Una reacción frente a la falta de ambición teórica positiva
formulación típica de esta concepción reduccionista de los estudios anteriores. La preeminencia bien de los
de las instituciones se encuentra en el capítulo sobre aspectos legal-formales, bien de las trayectorias
los parlamentos escrito por Nelson Polsby en el históricas individuales o de la «lógica interna» de las
Manual de Ciencia Política de 1975. La pregunta instituciones como ejes del análisis institucional, parecía
fundamental de su capítulo era «cómo una forma blo• quear el desarrollo de cualquier forma de teoría
organizacional peculiar, el par• lamento, se inserta en explicativa (véa• se Wheeler, 1975; King , 1975). Con
diversos contextos» (Polsby, 1975, p. 257, la cursiva todo, resulta razonable pen•
es mía).
En el análisis político marxista tradicional, las
institucio• nes políticas ex hypothesi podían carecer de
función causal por• que se las concebía com o un
mero reflejo de la estructura económica de la
sociedad (Poulantzas, 1968; Wright , 1978; véase Offe
y Preuss, 1991). En otras concepciones de la polí• tica,
de carácter más individual e instrumental, los actores
racio• nales simplemente adoptan el tipo de
institución que encaje mejor con sus intereses
predefinidos. En ocasiones se veía a las instituciones
como variables intermedias en las que los acto• res
políticos, en caso de tener éxito, depositaban un poder
que más tarde serviría para realzarse (Korpi , 1983).
Las primeras formas de análisis económico de la
sar que en el marco de sucesos históricos como la conductismo con la siguiente metáfora: la forma en la
revolución bolchevique, la caída de la República de que se construye un edificio está determinada en gran
Weimar, el ascenso del nazismo o el triunfo de la medida por quién lo va a habitar y lo que espera hacer
revolución comunista en China, las instituciones en su interior. El funcionalismo era criticado por su
políticas formales apenas tenían función algu• na. En intención de explicar la variación institucional en
cambio, los académicos se centraron más en variables función de necesidades sociales de carácter general, lo
como la «personalidad autoritaria», la diversa que llevó a una tendencia a «explicar lo particular en
distribución del poder económico entre las distintas función de lo más general» y a negar el hecho
clases sociales o la capaci• dad de persuasión de las histórico de que «en cualquier situación dada, diseños
principales ideologías políticas. institu• cionales adecuados pueden no cuajar»
En muchos aspectos esta imagen es una (Eisenstadt, 1968, pp. 410, 414).
exageración. Muchos académicos siguieron analizando El creciente interés por las instituciones durante
las instituciones polí• ticas durante la era dominada por los años ochenta tuvo muchas fuentes. Lo primero
el conductismo y la teoría de grupos. Los que debe destacar• se es que este rebrote en el interés
investigadores interesados por las pautas históri• cas por las instituciones tuvo lugar al mismo tiempo en
hacia el desarrollo y, especialmente, los procesos de secciones de la disciplina que diferían mucho en sus
for• mación del Estado y la democracia siguieron aspectos teóricos y metodológicos. En segundo lugar,
prestando atención alas instituciones (Duverger, 1954; esta reorientación simultánea ocurri ó de forma inde•
Bendix, 1977; Eisenstadt, pendiente en varios subcampos (compárese, por
1965; Crozier, 1964; Lipset y Rokkan, 1967). Un ejemplo, Hall ,
argumento clásico de esta época es el expresado por 1989; y Shepsle, 1986). Los neomarxistas fueron de
Schattschneider (1960): «La organización es la los p ri •
movilizació n de la inclinación de las preferencias meros en prestar atención a las formas específicas de
(bias)». En 1975, Ridley, por ejemplo, cri • ticó al organi-
208 209
zación del Estado (Therborn, 1978; Wright , 1978). intradisciplinaria, el fracaso de grandes teorías como
Los teóri• cos de las organizaciones descubrieron la el conductismo, el estructural-fun- cionalismo, el
importancia de la cultura organizacional (Meyer y marxismo y otros para proporcionar hipótesis sobre las
Rowan, 1977), los investiga• dores centrados en el que trabajar. Éstas eran o falsas o, con más frecuencia,
análisis histórico comparado defendie• ron la demasiado generales como para tener en cuenta la
necesidad de «retomar el Estado» (bring the state back variación entre las diferentes entidades políticas
in) (Evans, Rueschemeyer y Skocpol, 1985; Hall , realmente observadas. Pero, también en este caso, es
1986), los especialistas en relaciones internacionales razonable afirmar que sucesos que tuviero n luga r fuera
se centraron en los «regímenes» (Krasner, 1983) y de la disciplina, tuvieron importan• cia en el proceso
los economistas descu• brieron la importancia de las de recuperación de las instituciones. Uno de estos
«reglas del juego» (North, 1990; Levi , 1988). sucesos puede haber sido el colapso de la metahipótesis
Desde un punto de vista teórico, las causas de este de la convergencia en las ciencias sociales. Durante
renovado interés son varias. Una es quizás los años cincuenta y sesenta se esperaba que la
mayoría de los países del Tercer Mund o siguiesen la se hacían mayores. En primer lugar, estas diferencias
misma vía de modernización, y que las democracias parecían poder explicarse en función de la estructura de
capitalistas occidentales convergiesen a lo largo del clases y/o pau• tas de movilización política (Esping-
tiempo (Stepan y Skach, 1993). Los primeros aná• lisis Andersen, 1990). Pero lo primero que se estableció fue
comparados de políticas públicas parecían confirmar que, incluso si las variables basa• das en la conducta
que (a) había señales relevantes de convergencia y (b) explicaban partes de la variación, había dife• rencias
que la polí• tica apenas tenía importancia. Por eso, a importantes que quedaban por explicar (Hofferbert y
pesar de las impor• tantes diferencias institucionales Cingranelli: infra, cap. 25). En segundo lugar, se
entre, por ejemplo, los países socialdemócratas de demostró que las diferencias en términos de
Escandinavia y los Estados Unidos, sus procesos movilización política y fuerza organizativa de las clases
políticos parecían seguir caminos semejantes (Hof- sociales podía, en gran medida, expli• carse por
ferbert y Cingranelli, infra, cap. 25). diferencias en las instituciones políticas. Las insti •
Como es bien sabido, esta visión cambió tuciones políticas formales determinaban la
radicalmente con la segunda y tercera generación de movilización polí• tica, y por tanto no debían ser
análisis comparado de polí• ticas públicas (por no analizadas sólo como variables intermedias en las que
mencionar los estudios de la moderni• zación). En los agentes políticos invertían poder para realzar su
lugar de convergencia en procesos similares, se capacidad política futura (Hattam, 1993; Rothstein,
descubrió que las diferencias entre países persistían e 1990); por el contrario, constituían «fuerzas sociales por
incluso sí mis• mas» (Grafstein, 1992, p. 1). En tercer lugar, se
puso de mani• fiesto que, si bien al intentar explicar
diferencias entre países recurriendo a la clase social, a
otras teorías de grupos o a cate• gorías conductistas, se
obtenían resultados paradójicos que no encajaban con
la teoría, la atención a cómo las institucio• nes
políticas formales estructuraron históricamente el
proceso político constituía una alternativa plausible.
Pongamos algu• nos ejemplo recientes:

• A través de una comparación entre el Reino Unido


, Sue- cia y los Estados Unidos, Steinmo demostró
que las cons• tituciones condicionan más la
distribución de las obliga• ciones fiscales de lo
que lo hace la fuerza organizativa de las distintas
clases sociales (Steinmo, 1993).
• Al comparar las políticas sanitarias de Francia,
Suecia y Suiza, se mostró que la
institucionalización política de varios puntos de
veto explicaba mejor el modo a través del que los
grupos de interés ejercían su influencia polí• tica
que la fuerza inicia l de esos mismos grupos legislati• vo durante el cambio de siglo
(Immer- gut, 1993). constituye un factor rele• vante a la hora de
• La posición política del poder judicia l frente al explicar las diferentes opciones estraté-
210 211
gicas y organizativas tomadas por los movimientos sin• exógenos como por factores endóge• nos. En un
dicales británico y norteamericano (Hattam, principio, este tipo de teorías predecía que los sis•
1993). temas sociales, consistentes en un conjunto de
• Se ha demostrado que la capacidad individuos racionales, maximizadores de su utilidad e
administrativa del gobierno ha sido un factor involucrados en inte• racciones estratégicas, se
1
crucial para explicar diferen• tes opciones en estabilizarían en un equilibrio . El pro• blem a consistía
política social y del mercado de trabajo (Weir y si n embargo en que la teoría dejaba abierta la
Skocpol, 1985; Weir, 1992; King , 1995).
• Después de comparar 18 países, se llegó a la ' Definid o como una situación en la que las fuerzas sociales se
conclusión de que la estructura instituciona l estabili• zan porque ningú n actor o coalició n de actores puede
de las políticas de desempleo de los diferentes mejorar su posición si se aparta del curso de acción especificado
gobiernos explicaba en gran medida la variación (Green y Shapiro, 1994, p. 25).
en la fuerza de los movimientos sin• dicales de
alcance nacional, lo que a su vez explicaba gran
parte de la variación en las políticas de seguridad
social y de mercado de trabajo (Rothstein, 1992).

En este enfoque -conocido como institucionalismo


históri• co porque las peculiaridades históricas ocupan
un lugar funda• mental-, las investigaciones se
centraron en el modo en que el poder, en el marco del
proceso político, estaba estructurado por el carácter
específico del Estado (Birnbaum, 1988). Sin embar• go,
se afirmó también que las instituciones políticas hacían
algo más que distribuir recursos de poder y condicionar
las estrate• gias. Frente a lo que se asumía anteriormente
(en el marxismo o en la teoría de grupos, por ejemplo),
también condicionaban el modo en que los distintos
grupos definían sus intereses polí• ticos (Steinmo y
Thelen, 1992; Dowdin g y Kin g , 1995; para una
revisión crítica, véase Pontusson, 1995).
En los enfoques económicos, como la teoría de la
elección racional o la teoría de juegos, se
«redescubrió» a las institu• ciones tanto por factores
puerta a la formación de un número elevado de estudios empíricos mostraban mayorías estables y
equilibrios, y por tanto no podía predecir, en cualquier racionalidad a largo plazo. De nuevo, la expli• cación se
sistema concreto, qué equilibrio sería el alcanzado basó en la existencia de reglas de procedimiento esta•
finalmente (Bianco y Bates, bles (Riker, 1980; Shepsle, 1989; véase Weingast: infra,
1990, p. 137; Bicchieri, 1993). Tanto la plena cap. 5).
cooperación como la deserción unánime eran resultados Una segunda ruptura entre lo predicho por la
probables. La teoría mos• traba que «casi cualquier teoría y los resultados observados surgió al observar
resultado era posible» (Ferejohn, 1991, p. 284). La tarea cómo se resolvían dife• rentes problemas de acción
de predecir qué tipo de resultado era el más probable colectiva. Los teóricos de la elec• ción racional
fue entonces asignada a las instituciones, que esta• pudieron mostrar que, bajos ciertos supuestos de
blecían restricciones sobre las decisiones estratégicas conducta maximizadora de utilidad, resulta
de los actores, es decir, a las reglas del juego (Shepsle, incomprensible que los individuos opten por
1986). colaborar para resolver problemas colectivos.
Uno de los factores exógenos del renovado interés Brevemente, la teoría dice que no hay ninguna razón para
por las instituciones dentro de esta teoría fue que, de que individuos racionales cooperen en la consecución
2
acuerdo con la teoría de la elección racional, un de objetivos comunes porque los bienes que resultan de
parlamento como el Congreso de los Estados Unidos de esa coo• peración son «públicos», es decir, benefician
América, era un foro en el que resul• taba muy difíci l tanto a aquellos que se esfuerzan por conseguirlos
la articulación de mayorías (Arrow, 1951). Si todos los como a los que no (Olson,
congresistas votasen de acuerdo con sus preferencias de
primer orden, ello llevaría a un «ciclo» en el que el apoyo 2
Por ejemplo, la defensa del país ( Lev i , 1990), la defensa de
mayori- tario por una ley sería rápidamente anulado por los recur• sos naturales (Ostrom , 1990), el pago de impuestos
el apoyo mayo- ritario a otra ley. La teoría, por tanto, (Laurin , 1986) o la for • mación de un sindicato (Olson, 1965;
predecía la irracionalidad colectiva y el caos; pero los Bendor y Mookherjee, 1987).

21 2 213
4
1965; Hardin, 1982). Dado que la gente resuelve Lev i , 1988) .
problemas de acción colectiva y organiza grupos En muchas disciplinas próximas a la ciencia
políticos (grupos de interés, partidos políticos, Estados política -tales como la histori a económica (North ,
e incluso organismos de carácter supranacional), la 1990), la economía (Williamson, 1995), la sociología
pregunta planteada desde la teoría de la elec• ción
racional era a la vez clave y contraintuitiva con de las organizaciones (Powell y DiMaggio , 1991), la
respecto al modo en que los científicos políticos solían antropología social (Douglas, 1988) y las relaciones
pensar sobre las organizaciones políticas (véase industriales (Streeck, 1992; Thelen, 1991)-e l análisis
3
Bicchieri 1993) . La solución al problema se atribuyó institucional también ha sido redescubierto reciente•
a la preexistencia de instituciones polí• ticas o líderes mente, pasando a ocupar un lugar central en
que pudiesen proporcionar «incentivos selecti• vos» trabajos muy importantes. Muchos de ellos señalan
exclusivamente a aquellos que contribuyesen al
que, para entender las importantes variaciones
propósi• to común (Olson, 1965; North , 1990; véase
existentes en las pautas de desarrollo de distintos
sistemas sociales, los factores explicativos más
nes, cómo explicar las diferencias entre estructuras
importantes no son sociales o económicos, sino
institucio•
instituciona• les (véase, por ejemplo, North, 1990). Por
nales y qué provoca el cambio en las instituciones
ello, uno podría afir• mar que la política, entendida políticas.
como ingeniería institucional, ha recuperado el peso
perdido en las épocas dominadas por el conductismo o
la teoría de grupos. El renovado interés en las IV. Cuestiones actuales en el análisis institucional
instituciones ha puesto cabeza abajo los modelos de
explica• ción conductistas, de teoría de grupos o Si bien las instituciones políticas han recuperado
marxistas, caracteri• zados por resaltar el papel de las mucho peso en el análisis político, ello no significa
fuerzas sociales y económi• cas como variables que los desacuer• dos básicos en el seno de la disciplina
explicativas de los procesos políticos. Por otra parte, hayan disminuido. Por el contrario, viejas preguntas
no está claro que la ciencia polític a como profe• sión han sido reformuladas dentro de la agenda
vaya a proporcionar las respuestas más precisas e neoinstitucionalista y ha surgido un número impor•
intere• santes a preguntas como cuál es el papel real de tante de nuevos problemas teóricos y conceptuales.
las institucio- Las dis• cusiones tradicionales entre formas de
análisis holísticas o atomísticas, estructurales o
3
O como ha sido señalado por Frit z Scharpf: «... las individuales, formales frente a histó• ricas permanecen
estrategias maxi- min no se usan en la mayorí a de las relaciones en
el mundo real, y los jue • gos rentables se juega n de hecho con en los debates contemporáneos sobre el aná• lisis de las
frecuencia» (1990, p. 476). instituciones políticas (Koelber, 1995; Hal l y Tay- lor,
4
Má s adelante, en este capítulo, intentaré mostrar por qué esta 1996). A continuación se incluyen unas breves
respues•
ta no es compatible con las premisas de la teoría de la elección
referencias sobre los problemas más debatidos.
racional.

a) ¿Qué son las instituciones políticas?

Parece haber un acuerdo general según el cual las


institu• ciones son básicamente «las reglas del juego».
La pregunta, sin embargo, es qué incluir en el concepto
de reglas. Una distin• ción clásica es la que se
establece entre reglas «formales» e
«informales». La inmensa mayoría de la gente, casi
siempre, actúa de acuerdo con normas predefinidas de
conducta, y la mayoría de esas normas no están
formalizadas como leyes u otras regulaciones escritas.
En cambio son «rutinas», «cos• tumbres», formales para vincular indi • viduos y regular su
«procedimientos de conformidad», «hábitos», «esti• los conducta a través del uso de reglas explí• citas,
de decisión» o incluso «normas sociales» y procesos de decisión ejecutados por un actor o grupo de
«cultura» (March y Olsen, 1989; Scharpf, 1989; Hal l , actores formalmente dotados y reconocidos como
1986). Por otra parte, las instituciones políticas, en un poseedores
sentido más estricto, pueden definirse como «acuerdos
21 4 215
normas institucionales definidas de forma amplia,
de ese poder» (Levi , 1990, p. 405). Obviamente, ni la
entonces no hay margen para identificar cuál es la
«cultu• función que desempeñan las instituciones políticas,
ra» ni las «normas» son explícitas o están defi• nidas de forma más estricta, en los procesos
formalizadas. sociales, porque la respuesta ya viene dada en la
6
El problema evidente es dónde trazar la frontera. definición .
¿Vamos a considerar instituciones políticas cualquier Por otra parte, si se limit a la definición de las
tipo de conducta repetida que afecte al proceso normas ins• titucionales a las formales, se corre el
político o a sus resultados? ¿O deberíamos reservar el riesgo de dejar de lado muchas normas no
término «instituciones políticas» para referirnos a formalizadas, pero asumidas como algo seguro
reglas formales que han sido adoptadas en un pro• ceso («takenfor granted») que existen en cualquier organi•
político? La inclusión de «hábitos», «cultura» y zación y que determinan la conducta política. La ventaja
fenóme• nos semejantes tienen la ventaja de incorporar la es que
mayoría de los aspectos por los que se guía la conducta
individual. El coste es que la «institución», como
concepto, corre el riesgo de diluir• se. Si así ocurriese, i 5 Como ha señalado Etzion i (1988, p. 27): «Una vez que un
se arriesga a tener el mismo destino que otros concepto se define de manera que abarca a todos los sucesos de
una categoría dada [...] se detienen los rendimientos de su
conceptos en las ciencias sociales (como «racionalidad» capacidad explicativa».
y «planificación»): si significa todo, entonces no 6
Otro problema es que el reduccionismo reaparezca por la
significa nada5. puerta de atrás bajo la etiqueta de «instituciones» (Levi , 1990, p.
Si la cultura no es otra cosa que normas 404).
institucionales informales, como sostiene North (1990), 2
entonces no hay posi-. bilidad de distinguir la 1
importancia de las instituciones políti• cas de la de otros
fenómenos sociales. Por ejemplo, no tendría ningún 6
sentido analizar los efectos políticos de las diferentes
constituciones, porque una conceptualización tan amplia
de las instituciones políticas abarcaría las constituciones
formales y toda la cultura de la sociedad. Si toda
conducta repetida pue• de explicarse a través de
se puede dar cuenta de las implicaciones de los hayan sido transcritas o adoptadas a través de un
«cambios en las instituciones formales», esto es, dar procedimiento formal . Cualquier teoría de las
cuenta de la impor • tancia de la «política» concebida instituciones políticas debe encontrar una forma de
de forma limitada como el diseño de las instituciones concep- tualizarlas, relacionándolas y distinguiéndolas
formales. La comparación de enti• dades políticas de otras insti • tuciones y de otros fenómenos sociales
(Estados, regiones, ciudades) con evoluciones generales (Levi , 1990; Moe, 1990; Steinmo y Thelen,
históricas y culturales similares, pero con instituciones 1992).
for• males diferentes (tales como las constituciones)
puede produ• cir resultados importantes (Weaver y
Rockman, 1993; Stephan y Skach, 1993; Elster y b) ¿Qué hacen las instituciones
Slagstad, 1988). Ésta es, por supues• to, una pregunta políticas?
clásica para cualquier análisis sobre la impor• tancia de Estrategias, preferencias y capital social
las instituciones.
Una forma de superar este dilema es reconocer un La mayoría de los enfoques aceptarían que las
tercer tipo de norma, que en los estudios de institucio• nes condicionan las preferencias de los
administración pública ha sido denominado actores, esto es, el modo en que tratan de alcanzar
«procedimientos estándar de funciona• miento» (Hall sus objetivos. Esto resulta
7
, 1986) . Con este giro , los investigadores han
intentado identificar un conjunto de normas acordadas 7
y aca• tadas por los actores relacionados. De esta Otras denominaciones para este tip o de norm a son «reglas de
funcio • namiento» (Ostrom , 1990) o «reglas al uso» , frente a
forma, mientras la «reglas en forma » (Sproule-Jones, 1993).
«cultura» y las «normas sociales» se excluyen de la
definición, las normas políticas (en el sentido de que 2
han sido estableci• das mediante un acuerdo tácito o 1
explícito) quedan incluidas, independientemente de que
7

obvio , por el hecho de que las institucione s El problema es cómo interactúan instituciones y
determinan: (a) quiénes son los actores legítimos; (b) prefe• rencias. En los extremos del continuum se
el número de acto• res; (c) el curso de acción; y, en sitúan dos visio• nes contrapuestas. La primera es
gran medida, (d) la infor• mación de la que común en el análisis econó• mico , que sostiene
dispondrán los actores acerca de las inten• ciones de que sólo los individuo s tienen preferencias
cada uno (Steinmo y Thelen, 1992, p. 7; Weingast: (individualismo teórico de Riker [1990, p. 171]), y que
infra, cap. 5). Ésta es un parte muy importante del éstas son exógenas a las instituciones. Los actores par•
análisis de las instituciones, porque demuestra que ticipan en el «juego» instituciona l con un conjunto
pequeños cambios de normas institucionales fijo de preferencias que, además, pueden ordenar de
8
aparentemente sin importancia, con• dicionan las maner a racio• nal . Las instituciones determinan los
estrategias (por ejemplo, quién «mueve» prime• ro) intercambios que se producen entre los distintos
de los actores, y ejercen gran influencia en los actores, pero en sí mismas no influye n en las
resultados de los procesos políticos (Ostrom, 1995). preferencias. Como maximizadores de uti• lidad , los
actores ordenan sus preferencias y se involucran en En el extremo opuesto se sitúa una aproximación
una «lógica de intercambio», de carácter estratégico, más cul • tural o sociológica, que sostiene que las
con otros actores, dentro de las restricciones instituciones estable• cen una «lógica de la
derivadas de las normas institucionales establecidas. adecuación»; es decir, las instituciones indican a los
Si cambian las institu• ciones, los actores cambiarán actores lo que deberían preferir en aquella situa• ción
su estrategia, pero no sus pre• ferencias. Debe quedar específica en la que se encuentren (Douglas, 1988; Marc
claro que en este enfoque de la «lógi• ca de h y Olsen, 1989; DiMaggi o y Powell , 1991). Sin
intercambio» , el carácter calculador de la acción es negar que la acción individual es intencional, este
universal, en la medida en que las preferencias de enfoque asume que los individuos carecen de las
los acto• res se orienta n siempre a maximiza r la habilidades cognitivas y contables necesarias para ser
utilida d esperada individua l . El problem a es plenamente racionales en sus relaciones con los demás
cómo diseñar instituciones de manera que se agentes (Simón, 1955). En lugar de eso, tienden a
produzca la agregación efectiva de las pre• ferencias seguir «plantillas» o «instrucciones» facilitados por las
individuale s en una decisión colectiva (Marc h y insti • tuciones en las que están actuando. En cierto
Olsen, 1989, pp. 119 ss.). sentido, en esta concepción cultural de las
instituciones, las instituciones no sólo determinan las
8
Lo que significa básicamente de form a transitiva: si preferencias de los actores, sino que tam• bién las crean.
prefieren A a B, y B a C, entonces preferirán A a C. Las instituciones crean o construyen socialmente las
2 identidades de los actores, sus vínculos, sus
1 concepciones de la realidad y sus «valores
compartidos». Normalmente, en un entorno
8 institucional dado, el agente no calcula qué acción es
la que más aumenta su utilidad . Por el contrario se
pregun•
ta «¿Quién soy yo?» en relación al entorno
institucional (un juez, un corredor de bolsa, una
enfermera, un prisionero, un científico) y cuál es la
acción más adecuada para cada tipo de persona en esa
situación (ser imparcial, maximizar la riqueza, atender
a los pacientes, fugarse de la justicia o buscar la ver•
dad). En este enfoque de la «lógica de la adecuación», la
acción no es universal, sino situacional, en la medida
en que las pre• ferencias de los individuos varían de
acuerdo con el entorno institucional. El problema es
cómo construir instituciones que integren a los
individuos en la sociedad (March y Olsen, 1989, pp.
124 ss.; véase Jeppersen, 1991; Scott, 1991).
La ventaja del enfoque económico es que nos
proporciona microfundamentos individuales claros y
universalmente defi• nidos acerca de cómo actuarán los actores), resulta obligado a deducir las preferencias a
individuos en diferentes con• textos institucionales (esto partir de la conducta:
es, maximizarán sus utilidades espe• radas). El
2
problema es que, en la medida en que carece de una
1
teoría acerca del origen de las preferencias (o de lo que 9
signi• fica «utilidad esperada» para los diferentes
puede considerarse sobresocializada (Granovetter,
la variable dependiente se convierte en instrumento de 1985). Si las instituciones determinan las prefe•
expli• cación de la independiente, que a su vez es rencias, el enfoque cultural tiene un largo camino por
utilizada para expli• car la misma variable dependiente. recorrer hasta especificar qué tipo de instituciones
Esto no constituye sólo un serio problema desde el determinan qué tipo de preferencias en qué clase de
punto de vista del método científico (véase Shapiro y actor (o actores). O dicho de otro modo, este enfoque
Wendt, 1992), sino que también crea proble• mas necesita clarificar mucho los micro- fundamentos de
porque, al menos en la investigación empírica, sus proposiciones básicas.
resulta imposible distinguir qué tipo de conducta es el
reflejo de pre• ferencias genuinas o verdaderas y qué
En este punto, resulta de especial interés el análisis
tipo de conducta es el resultado de acciones estratégicas de Eli - nor Ostrom sobre los recursos colectivos a los
que «todo el mun• do» tiene acceso. En esas situaciones
(véase Weingast: infra, cap. 5). Un agente racional,
maximizador de su utilidad , no revelará informació n
(por ejemplo, agua fres• ca, terrenos de pasto,
verdadera acerca de sus preferencia s a alguien de pesquerías y otros) se cumple lo siguiente: si cada uno
atiende sólo a su interés particular y explota los
quien sabe que utilizará esa información para construir
ins• tituciones que irán en contra de sus intereses. Al
utilizar este enfoque para diseñar instituciones que
resuelvan problemas de acción colectiva en el mundo
real, este problema de las asi• metrías de la
información limita severamente la aplicación prác• tica
del enfoque, porque el diseñador que utilice
información errónea sobre las preferencias de los
actores, generará un tipo de institución erróneo, lo
que a su vez dará lugar a dilemas patológicos de acción
colectiva (Miller , 1991; Hurwicz , 1977).
El problema con el enfoque cultural es el
siguiente: si las instituciones determinan las
preferencias, entonces ¿cómo explicar el hecho de que
actores que actúan dentro del mismo contexto
institucional tengan a veces preferencias distintas?
Mientras el enfoque económico presenta una
concepción muy poco social del modo en que los
agentes establecen sus prefe• rencias, la visión cultural
recursos al máximo, éstos se agotarán pronto. Por
tanto debe aplicarse alguna forma de regulación que En cada cuenca se estableció una asociación de carácter
prevenga la sobre- explotación. De acuerdo con la volun• tario para proporcionar un foro para discutir
cara a cara sobre problemas conjuntos y estrategias
teoría de la elección racional, sin embargo, nunca tendrá
potenciales [.. . ] . L a provi • sión de un foro de
lugar esa regulación, porque los usua• rios no pueden discusión transformó la estructura de la situación
confiar en que cada uno de ellos restrinja su con• sumo desde una en la que las decisiones se tomaban inde•
individua l a niveles soportables por el recurso pendientemente, sin conocimiento de lo que los
común (Bates, 1988; Miller , 1992). Las dos demás esta• ban haciendo, a otra en la que los
soluciones clásicas han sido bien garantizar el control individuo s discutían sus opciones entre sí (Ostrom,
soberano sobre los recursos (léa• se por el Estado) y la 1990, p. 138).
prerrogativa de regular su consumo de for• ma
jerárquica; o dividi r el recurso en partes sobre las Ni el mercado ni la imposición desde el centro,
cuales pueda ejercerse un control individual, una sino una institución política, resolvió los problemas de
solución «de mer• cado» (que en el caso de Ostrom no acción colecti• va. Como demuestra Ostrom, es la
es aplicable debido a las características técnicas de los estructura de la institución decisora la que cumple la
recursos que maneja). función decisiva de modificar la con• cepción de los
Lo que Ostrom ha mostrado es que la gente individuos acerca de dónde se sitúa su interés
resuelve con frecuencia problemas de gestión de individual (véase Dowdin g y King , 1995, p. 2). Por
recursos comunes de for• ma completamente distinta a usar la ter• minología de Rawls, antes presentada, la
la predicha por la teoría de jue• gos. Al analizar cómo institución en la que han de participar hace que actores
los granjeros del sur de California se organizaron para egoístas en el sentido estric• to del término se
regular la oferta limitada del agua de la que todos conviertan en actores razonables. Sus intere• ses
dependían, escribe : individuales a corto plazo les proporcionaban
motivacio-
220 221

nes para actuar de forma no cooperativa. Cuando se pone Éste es un resultado empírico importante porque
a esas mismas personas en una situación en la que contradi• ce uno de los teoremas básicos del análisis
deben razonar sus acciones y responsabilizarse de económico de la política, que «el representante actúa
ellas, las normas sociales resultan decisivas. Entonces sobre la base de la mis• ma escala de valores
surgen soluciones cooperativas de varios tipos. Esto no colectivos cuando participa en el merca• do y en la
significa que las personas en cuestión pasen de ser actividad política» (Buchanan y Tullock, 1962, p. 20).
egoístas a ser altruistas; más bien redefinen sus Por otra parte, es coherente con los resultados de
intereses individuales en función del interés colectivo estudios expe• rimentales según los cuales, si la
de no dañar los recursos comunes. El carácter estructura institucional es tal que existe la posibilidad
discursivo y público de la institución «lava» las de comunicación, esto aumenta en gran medida la
preferencias individuales (Goodin, conducta cooperativa y solidaria de los acto• res
1986; Offe y Preuss, 1991; Miller , (Frohlick y Oppenheimer, 1992; Dawes et al, 1977).
1993). En el análisis de Ostrom las soluciones concretas
al pro• blema de la acción colectiva varían según los el norte que en el sur. El libro se basa en una amplia
casos; algunas son más exitosas que otras. Las base de datos recogidos durante un período no inferior
soluciones con éxito no se basan exclusivamente ni en a veinte años.
la jerarquía ni en el mercado, sino en una combinación ¿Qué es lo que permite que la democracia funcione
de organización voluntaria y dirección pública, en la mejor en unas regiones de Italia que en otras? El
que el papel de las autoridades (o lo que es lo mismo, estudio de Putnam proporciona una respuesta
el grado de compulsión) es con frecuencia muy limi • sorprendente. Los factores decisi• vos para establecer y
tado. La cooperación surge en gran medida, en consolidar instituciones políticas efi • cientes son la
contra de lo predicho por la elección racional y la proporción y la densidad de la red organizativa local.
teoría de juegos, de for• ma voluntaria. Las Cuanta más gente se organice en coros, asociaciones de
instituciones políticas son las que, de nue• vo, lo hacen ornitología, asociaciones deportivas y demás
posible. agrupaciones de este tipo, mejor funciona la democracia.
Otro estudio reciente sobre el tema es el de Robert Esta respuesta coin• cide con los análisis de Tocqueville
Putnam, Making Democracy Work: Civic Traditions in sobre la jove n República americana: una democracia
Modern Italy (1993). Putnam investiga por qué en funcionamiento requiere un espíritu cívico
instituciones públicas tales como el sistema desarrollado. A la hora de tomar decisiones sobre asuntos
democrático funcionan de forma tan diferen• te en las comunes (esto es, al participar en política), los ciuda•
veinte regiones italianas. Con excepciones menores, el danos deben procurar atender no sólo a sus intereses
problema estriba en las diferencias entre el norte y el persona• les inmediatos, sino también a los intereses
sur: es decir, la democracia (y la economía) funciona colectivos - a l bien común- (Offe y Preuss, 1991, p.
mucho mejor en 169). Según el argumento de Putnam, la gente desarrolla
2 esta capacidad al participar en orga• nizaciones
2 voluntarias. El logro de Putnam es demostrar que este
2
factor es más relevante que las variables
socioeconómicas tradicionalmente consideradas a la hora
de analizar el funcio• namiento de la democracia. Sin
embargo, su análisis no se que• da ahí. Argumenta que el
espíritu cívico, expresado en una den• sa red
organizativa en la sociedad c i vi l , permite explicar por
qué ciertas regiones han disfrutado de un mayor
crecimiento económico que otras. Las diferencias en
los niveles de desa• rrollo de espíritu cívico entre
regiones explican mejor la situa• ción económica actual
que la situación económica de partida de las distintas
regiones. No es el crecimiento económico el que
produce el espíritu cívico, sino más bien el espíritu
cívico el que genera crecimiento económico (e
instituciones democrá• ticas que funcionan). De este
modo el estudio de Putnam pro• porciona un claro
contraste al libro de Mancur Olson, The Rise and subsidios y por tanto dificul • taban la competitividad
Decline ofNations (1982), donde se argumentaba que económica.
los países en economías en declive se caracterizaban
por la pre• sencia de poderosos grupos de interés y 2
asociaciones que uti • lizaban su posición para obtener 2
3
De acuerdo con Putnam, la participación en mostrado que las preferen• cias son modificables no
organizacio• nes genera capital social, lo que permite que sólo por instituciones de nivel micro, sino también por
la interacción entre los ciudadanos se construya sobre la las de nivel macro 10. La forma de actuar de
base de relaciones de con• fianza. Las personas optan
por cooperar con sus vecinos por• que confían en que 9
De hecho un tipo de conducta ciertamente irracional.
sus vecinos también cooperarán. De este modo, en las 10
Una institución típica de nive l micr o es una norma
diversas redes de las que se compone el tejido establecida por un número de agentes tan reducido que les permita
relacionarse directamente (cara a cara) y regular sus propios
asociativo, surge un elemento vinculante en forma de intereses comunes. Un ejemplo de insti• tución de nivel macro es
normas que facilitan la cooperación. Expresado en una ley establecida por el gobierno con carácter gene• ral y pensada
términos econó• micos, el capital social reduce los para guiar la conducta de agentes que no han participado direc•
costes de transacción, cos• tes asociados a la seguridad tamente en el proceso de adopción de la norma.
de que los contratos se mantienen (Coleman, 1990).
Más en concreto, el problema consiste en si los
acuerdos pueden confirmarse con un apretón de manos
o si, por el contrario, se necesitan montones de
abogados y pro• gramas de seguros. Parece pues que
aquí radica la solución a un problema sobre el cual la
teoría de juegos había llamado la atención. Al
participar en varias redes sociales y asociacio• nes, los
individuos generan capital social, lo cual resuelve a su
vez el problema de la acción colectiva. En ello radican
las bue• nas noticias de la investigación pionera de
Putnam. Las malas consisten en que esta situación es
difícilmente reproducible en la vida real. Después de
todo; el escenario que se ha institu• cionalizado en el
sur de Itali a - u n mal funcionamiento de la democracia
y de la economía como consecuencia de la esca• sez
de capital social - parece constituir también un
equilibrio estable. En otras palabras, hay un largo trecho
por recorrer entre Palermo y Milán .
Margaret Lev i ha realizado otra contribución
importante. Al comparar el servicio miütar voluntario
en tiempos de gue• rra en cinco países9 diferentes, ha
las instituciones tuvo un gran impacto en el
porcentaje de c) La estabilidad
«varones jóvenes» que estuvieron dispuestos a institucional
arriesgar sus vidas por su país. No sólo debían estar
convencidos de que la guerra en cuestión era una Una idea central en todas las aproximaciones a las
«guerra justa», sino también de que (a) las institu• ciones es que son entidades duraderas: no
instituciones para desarrollar las políticas eran justas y pueden cambiarse de un golpe en función del deseo de
(b) de que los otros ciudadanos asumían una parte los agentes. De hecho, éste es un principio básico de
razona• ble de la carga (por ejemplo, el gobierno debe todas las escuelas de análisis institu- cionalista. Si las
disponer de ins• tituciones capaces de informar instituciones cambiasen en función de la estruc• tura de
correctamente a los agentes de lo que están haciendo poder u otras fuerzas sociales de l entorno, no habría
los demás). En otras palabras, resulta a la vez heroico necesidad de un análisis específico e independiente de
y carente de sentido ser el único que se levan• ta y las ins• tituciones (Krasner, 1984). Obviamente algunas
defiende un país dado. En este clásico problema de instituciones, como las constituciones, adquieren un
acción colectiva, el carácter de las instituciones de carácter casi sacro. ¿Pero por qué permanecen las
nive l macro sir• ve para modificar las preferencias instituciones, incluso cuando condi• cionan el poder y
individuales sobre la posi• bilidad de ofrecerse como las estrategias de forma contraria a los inte• reses de los
voluntari o ( Le v i , 1991 ; véase Margolis, 1984). actores implicados? De modo previsible, las res•
Este tip o de análisis puede aplicarse tam • bién a otros puestas a esta pregunta varían según los enfoques.
programas gubernamentales, tales como la segu• ridad El análisis económico analiza las instituciones como
social y la recaudación de impuestos para financiarla equili• brios que permanecen porque, en primera
(Laurin, 1986; Rothstein, 1994). instancia, nadie tiene interés en cambiarlos. En este
sentido, los equilibrios son auto-
224 225
sostenidos y se refuerzan a sí mismos (self-reinforced). calcular si un cambio dado será beneficioso para sus
Esto pue• de adoptar diferentes formas. Una es la idea de intereses, el propio hecho de implicarse en un proceso,
«costes irrecu• perables». La inversión en aprender a presu• miblemente costoso, de cambio institucional
actuar dentro de un entra• mado institucional conocido es genera en sí mis• mo un problema estándar de acción
tal que, aunque teóricamente hay opciones más eficientes, colectiva.
los costes del aprendizaje bloquean el cambio. Otro Desde un enfoque más histórico o cultural se
argumento es que, si bien los cambios pueden reportar argumenta que las instituciones no se escogen en la
a los actores beneficios a corto plazo, la incertidumbre mayoría de los casos. Se parecen más a arrecifes de
acerca de las consecuencias a largo plazo les impide coral con varios niveles super• puestos, sin que ningún
modificar las instituciones que les son próximas agente o grupo de agentes haya deci• dido cómo
(Shepsle, 1986). Un ter• cer argumento señala los costes organizar la estructura del conjunto. A lo largo de
de involucrarse en el proceso de cambio como factor de diferentes períodos, diversos agentes con distintos
estabilidad. Incluso si un actor racional es capaz de intereses han adoptado instituciones tomando como
referencia el siste• ma institucional previo. Los Semejante «duplicación» de poder hará que el desafío del
individuos no eligen sus institu• ciones. Por el orden institucional establecido sea más costoso, o más
contrario, las instituciones seleccionan a los indi• arriesgado, para los actores menos poderosos.
viduos. En cualquier época las variables que pueden
ser apartadas de su situación histórica y modificadas son
muy esca• sas (Crouch, 1986). d) Instituciones y
El institucionalismo histórico proporciona un tercer
argu• mento: es el poder el que causa inestabilidad
cambio
institucional. Los agentes dotados de mayores cotas de
poder intentarán cambiar las «reglas del juego» de Es un hecho admitido que éste es uno de los
forma que, según sus creencias, sir• van a sus intereses aspectos más difíciles para el análisis institucionalista y,
por mantener e incrementar ese poder. El poder que un por lo tanto, su mayor debilidad. Por lo que respecta a sus
agente obtiene de la posesión de bienes o facto• res conclusiones, el análisis no ha ido más allá de la
básicos (tales como el control de capital o el control de afirmación de Marx según la cual «los hom• bres hacen la
una organización de productores) se ve incrementado historia [...] pero no bajo circunstancias creadas por
por el poder derivado de las instituciones que él mismo ellos» (Przeworski, 1985). ¿Pero quiénes son esos
ha diseñado (leyes de propiedad que favorecen a los «hom• bres» y cuáles son las «circunstancias» bajo las
propietarios de capital; legis• lación laboral en pr o de que pueden ser capaces de crear o cambiar las
la sindicación) (Rothstein, 1992). instituciones políticas? Siguien• do a Goodin (1996),
las instituciones pueden cambiar por tres razones. La
primera es por puro accidente o factores no previs• tos:
la interacción entre ellas puede dar lugar a nuevos tipos
de instituciones completamente imprevistos. El segundo
factor que puede generar cambios institucionales es el
cambio evolutivo: las instituciones que mejor se
adecúan a las distintas fases del desarrollo de la
sociedad simplemente sobreviven a través del
funcionamiento de algún tipo de mecanismo de
selección. Por último, las instituciones pueden cambiar
como resultado de un diseño intencionado por parte de
actores estratégicos.
La cuestión general de «acción frente a estructura»
como causas del cambio social está presente tanto en el
análisis ins• titucional como en muchos otros análisis
sociales (Mouzelis,
1988; Koelbe, 1995). Los análisis económicos de las
institu• ciones, a pesar de su pretensión de ofrecer
microfundamentos para el estudio de las instituciones
políticas, recurren con fre• cuencia a explicaciones de
carácter estrictamente funcionalis- ta sobre el origen y
el cambio de las instituciones. La «nece• sidad» de " Elster (1985) ha desarrollado argumentos en contra del uso de
esto o aquello explica un cierto orden institucional expli •
(Hall y Taylor, 1996)". Las instituciones jurídicas, caciones funcionalistas en las ciencias
por poner sociales.

22 6 227
1979). Con todo, el problema es que la historia está
un ejemplo, surgieron de la necesidad compartida por
también llena de ejem• plos de errores, situaciones en las
todos los comerciantes de obtener información sobre la que los actores se equivocan al calcular qué tipo de
credibilidad del resto a la hora de hacer negocios institución deben establecer para asegu• rar sus intereses
( Mi lg ro m , Nort h y Wein- gast, 1990). Los cambios futuros (Lewin , 1988, cap. 3; Immergut, 1993;
en los precios relativos derivados de la evolución Rothstein, 1992).
demográfica y el cambio tecnológico causan un cambio Sin embargo, la oposición acción frente a estructura
institucional (North, 1990). La concepción de las ins• en el análisis del cambio institucional motiva una
tituciones como algo que constriñe las decisiones concepción más reducida de las instituciones como
individua• les, propia de este enfoque, dificulta la normas decididas formal-
explicación del cambio institucional en el marco de las
restricciones teóricas propias del individualism o 12
Es obligado matizar que esto no es una manifestación de la
metodológico. Como ha señalado Bates (1988), si debilidad del enfoque en cuanto tal ; po r el contrario, en relación a
bien este enfoque puede explicar la demanda de ins• las «lagunas», pue• de resultar simplemente que no puede haber algo
asimilable a una teoría gene• ral de la creación o el cambio de las
tituciones, no explica su oferta. instituciones.
Las aproximaciones de carácter histórico o
2
cultural tam• poco lo hacen mucho mejor. Si bien han
2
ofrecido explicacio• nes interesantes de las causas y
8
consecuencias del cambio ins• titucional en casos
históricos concretos, hasta el momento no hay ningún
indici o de que de toda esta producción vaya a sur• gir
12
una teoría general . Ha quedado demostrado que, en
cier• tos momentos, actores políticos específicos han
sido capaces de crear instituciones que incrementan en
gran medida su poder político en el futuro (véase
Rothstein, 1995). Los actores polí• ticos pueden
estructurar el futuro en un cierto grado; es decir, los
hombres hacen la historia ; los actores político s no
son
«muñecos estructurales» que simplemente atienden a las
nece• sidades de un gran sistema social (véase Giddens,
mente. La razón estriba en que es en ese tipo de sabemos lo suficiente sobre los efectos de las distintas
normas don• de puede determinarse con claridad el instituciones políticas como para que la ciencia política
impacto de una acción concreta, y por tanto sus se convierta en una suerte de disciplina arqui• tectónica.
posibles efectos sobre fenómenos sociales y políticos La pregunta ha surgido recientemente a medida que
más amplios. El problema de identificar los factores muchos países del este de Europa, Áfric a o
que están detrás del cambio institucional puede Latinoamérica han abandonado el autoritarismo para
constituir un síntoma de un problema de mayor iniciar procesos de demo• cratización. En este
alcance en el análisis institucional: su vaciedad teórica. contexto, una pregunta razonable a la que deben dar
Afirmar que las «ins• tituciones importan» no nos dice respuesta los científicos políticos es si sabemos qué tipo
nada acerca de qué institu • ciones son más relevantes de entramados institucionales aumentan la
que otras y en relación a qué pro • blemas. El valor probabilidad de permanencia de la democracia
de una aproximación instituciona l sólo se pone de (Przeworski, 1991). ¿Deben optar por el
manifiesto cuando se combina con una teoría más sus• presidencialismo o por el parlamentarismo, por el
tantiva de la que puedan derivarse hipótesis acerca unicameralismo o por el bicameralismo, por sistemas
de por qué algunos actores, recursos o instituciones biparti• distas o multipartidistas? Y así
son más impor• tantes que otros (Rothstein, 1992). El sucesivamente. Como era previsible, existen dos
número de instituciones políticas ha sido mu y alto en opiniones muy diferentes. Desde la pr i • mera de ellas se
cualquier momento posterior a la Edad de Piedra; por argumenta que disponemos de bastante cono• cimiento
lo tanto, el análisis de la instituciones políticas acerca de los efectos de las distintas instituciones,
necesita con urgencia de una teoría que establezca suficiente al menos para poder embarcarnos en esta
qué tipo de instituciones son importantes para qué tipo clase de
de pro• blemas.
2
La comprensión de las implicaciones del cambio
2
institu • cional es probablemente uno de los mayores
9
desafíos de la cien• cia política. La cuestión es si
ingeniería social y política. Por ejemplo, las 1992). Diferentes acuerdos de carácter corporatista
constituciones pre- sidencialistas han demostrado ser pueden generar unas relaciones industriales pacíficas y al
mucho menos adecuadas para la consolidación de la mismo tiempo asegurar el crecimiento económico
democracia que los sistemas parlamen• tarios (Stepan (Goldthorpe, 1984; Kat- zenstein, 1985).
y Skach, 1993) 13 . Los sistemas parlamenta• rios, La visió n opuesta la ejemplifica la conocida
combinados con otro tipo de instituciones capaces advertencia de Hayek sobre el desarrollo de cualquier
de generar acuerdos políticos entre grupos opuestos entre tipo de ingeniería social (Hayek, 1949; véase
sí, pueden asegurar el gobierno democrático y Lundstróm, 1994). Nuestro cono• cimient o sobre las
proporcionar estabilidad social a sociedades altamente consecuencias de un cambio institucio• nal
divididas (Lijphart, 1984; Lewin, intencionado es simplemente demasiado limitad o y
el riesgo de cometer errores que provoquen resultados
no espe• rados, contradictorios o incluso perversos, La idea según la cual los sistemas electorales de
demasiado alto. Según Hayek, las instituciones no distrito ún i • co (en los que el ganador se lleva todos
deben diseñarse, sino que deben evolucionar. Queda los puestos asigna• dos a ese distrito) generan
fuera de nuestro conocimiento pre• sente la capacidad sistemas bipartidistas estables es otro ejemplo.
de calcular, o incluso estimar, las dife• rencias entre Para Elster (1991) esta falta de conocimiento no
los efectos locales y los efectos globales, entre los debería inhibirnos de realizar cambios institucionales
efectos a corto y a largo plazo, entre las consecuencias intencionados. En ciertos momentos históricos, como
parciales y las consecuencias netas del cambio las transiciones a la democracia, es necesario diseñar
institucional (Elster, 1991). Otro problema instituciones políticas (véa• se Przeworski, 1991).
importante radica en que cier• tos diseños Elster ha sugerido una tercera opción a la hora de
institucionales que funcionan bien bajo determi• involucrarse en operaciones de ingeniería institu •
nadas condiciones sociales y económicas pueden cional: en lugar de basar los cambios en supuestos de
resultar desastrosos si éstas cambian (Przeworski, carácter racional-instrumental o en las consecuencias
1991, pp. 35 ss.). Gran parte del «conocimiento esperadas (sobre las cuales sabemos tan poco), cabe
establecido» acerca de los efec• tos de las instituciones introducir un discurso de carácter deontológico o
políticas ha demostrado ser muy frá• g i l . Los normativo en nuestra forma de razonar sobre las
acuerdos corporatistas mencionados anteriormente instituciones. Ell o implica que las instituciones deben
son un ejemplo; co n frecuencia, lejos de ser la desarrollarse siguiendo ciertos criterios morales -tales
solución.han constituido un problema para el como concepciones compartidas de la justicia, por
crecimiento económico y el desarrollo de relaciones ejemplo, o de nor• mas acerca de la igualdad o un
industriales pacíficas (Lewin , 1992). tratamiento justo - propuestos desde la teoría normativa
(Rawls, 1971; Dworkin , 1985; Barry,
13
1
Un argumento parcialment e opuesto puede encontrarse en 9
Sartori 9
( 5
1
9 )
9 .
4 Desde una perspectiva de teoría de juegos, se ha
) argumen• tado que lo que contribuye a la permanencia
. del sistema de gobierno en democracias jóvenes es el
2 hecho de que las nue• vas instituciones políticas
3 ofrezcan a los sectores derrotados que apoyaban al
0 gobierno autoritario una oportunidad justa de defender
sus intereses políticos e incluso (a través de eleccio•
nes justas) de conquistar de nuevo el poder en el futuro
(Prze• worski, 1991). Por tanto, si las fuerzas que
apoyan el cambio hacia un régimen democrático diseñan
las nuevas instituciones políticas democráticas (por
ejemplo, el sistema electoral) de manera que se niegue por otros medios. Por ello, la cons• trucción de las
toda posibilidad de retornar al poder polí• tico a los instituciones políticas ha de guiarse por prin • cipios de
antiguos grupos antidemocráticos -es decir, si actúan justicia y no por la racionalidad instrumental.
como agentes maximizadores de utilidad tal y como
asume la teoría-, puede suceder que las mismas 2
fuerzas autoritarias a las que se desea excluir del poder 3
a través del diseño institu• cional decidan reasumirlo 1
V. El análisis de las instituciones y el convierte en algo nulo e inválido» (Birnbaum, 1988;
futuro de la Ciencia Política véase Bicchieri, 1993).
Simplemente, en una situación en la que la
A estas alturas debería estar claro que en el marco cooperación para obtener un bien colectivo requiera
del aná• lisis de las instituciones se pone de manifiesto la contribució n de muchos agentes racionales y
una de las mayo• res divisiones dentro de la ciencia
egoístas, la deserción será más rentable que la
política, la división entre un estilo de análisis «duro»,
que tiene como objetivo el desa• rrollo de leyes colaboración para los individuos (Tsebelis,
universales (al estilo de los análisis formales de 1990, pp. 74 ss.; Scharpf, 1990, p. 476). De form a
elección racional o las teorías de la conducta), y otro similar, Bendor y Mookherjee llegan a la conclusión,
esti• lo de análisis «blando» e históricamente orientado sobre la base de
de los fenó• menos políticos y de las líneas de
desarrollo cultural (Shapiro y Wendt, 1992; véase 14
Lo s términos «duro» y «blando» no deben confundirse con
14
Green y Shapiro, 1994) . Sin embargo en esta última el tip o de datos utilizados por estos enfoques. En lugar de eso, sólo
sección del capítulo defenderé que estos dos esti• los de hacen referencia al tip o de metodología que se utiliza . De hecho,
análisis deben implicarse en un fértil intercambio en los enfoques «duros» co n fre• cuencia sólo usan datos muy
«blandos» (¡si es que usan alguno!), tales como datos de encuesta
el análisis de las instituciones políticas. sobre actitudes, mientras que los enfoques «blandos» usan a
Este argumento parte del problema, antes menudo datos muy áridos, tales como, por ejemplo, materiales de
mencionado, crea• do por los enfoques de elección archivo.

racional y la teoría de juegos en la ciencia política: ¿por


qué actores racionales egoístas se orga• nizan para
producir bienes colectivos, tales como instituciones
políticas efectivas? Si todo el mundo actuase del modo
egoísta y autointeresado asumido por la teoría de la
elección racional, ins• tituciones de ese tipo nunca
surgirían a partir de contribuciones individuales
(Scharpf, 1990). O, como ha señalado Pierre Birn -
baum: «En la teoría económica del individualismo [...]
toda teoría de la movilización sólo por atomización se
la propia teoría de la elección racional, de que si bien Bendor y Mookherjee, 1987).
el mode• lo del actor racional puede explicar por qué La posición de la elección racional no se refuerza
persisten deter• minadas pautas de acción colectiva, cuando se defiende que la cooperación puede
«no explica cómo se crean [...] . El surgimiento de la explicarse por la exis• tencia de vínculos previos de
cooperación es un problema com • plejo que requiere carácter social, político o cultu • ral. Tales vínculos
otros métodos de análisis» (Bendo r y Mookherjee, aumentarían la confianza mutua de los acto• res en que
1987, p. 146). Para explicar por qué aparece la los demás también cooperarán, lo que llevaría a que la
cooperación en unas situaciones y no en otras, estos situación se estabilizase en un equilibrio. El
autores introducen varias explicaciones bastante problema es, como ha señalado Michae l Hetcher, que
ajenas a esta forma «esas mismas insti • tuciones representan los equilibrios
«dura» de teorizar: «... sucesos idiosincrásicos, Pareto-óptimos que los par• tidarios de la teoría de
como una derrota inicia l desafortunada que provoca juegos se disponen a explicar» (Hetcher,
una sospecha gene• ralizada de vagancia» (Bendor y 1992, p. 47; véase Bicchieri , 1993, p. 128). Como se
Mookherjee, 1987, p. 146), o causas de otra ha dicho anteriormente, el enfoque de elección
naturaleza vinculadas a las circunstancias históricas racional puede explicar por qué un equilibrio es
del momento (véase Scharpf, 1990, p. 484). Pero estable, pero no por qué se desarro• llan equilibrios
incluso cuando surge la cooperación por una u otra diferentes n i , de hecho, por qué surge cualquier tipo
razón (irra• cional o arracional), ésta debería ser muy concreto de equilibri o (Shepsle, 1989; Scharpf,
inestable de acuerdo con el modelo de actor racional, 1990, p. 474). Como afirma George Tsebelis: «... la
fundamentalmente por el hecho de que los miembros de teoría de la elec• ción racional no puede describir
la organización afrontan una tentación constante de dinámicas; no puede dar cuen• ta de los caminos que
dejar de contribuir y continuar obteniendo bene• ficios tomarán los actores para llegar a los equi• librios
de su funcionamiento (Hechter, 1987, pp. 10 ss.; prescritos» (Tsebelis, 1990, p. 28).

232 233
creación) nunca se desarrollarían. Con otras palabras,
Por ello, establecer una institución para superar un
«desde un punto de vista lógico, el juego empieza una
proble• ma de acción colectiva constituye en sí mismo
vez que los actores se han constituido y su orden de
un problema de acción colectiva. La formació n de
preferencias se ha formado como resultado de procesos
una institució n de estas características está, de
que pueden considerarse parte del juego» (Berger y
acuerdo con Robert Bates, «sujeta al mismo
Offe, 1982, p. 525; véase Grafstein, 1992, pp. 77 ss.).
problema de incentivos que se supone ha de resolver»
(Bates, 1988, p. 395; véase Scharpf, 1990, pp. 477 Los teóricos de la elección racional han señalado
ss.). Entre actores racionales egoístas este tip o de en oca• siones el papel de la iteración (juego repetido)
instituciones (y los incentivos necesarios para su para explicar por qué la acción colectiva tiene lugar
con tanta frecuencia en el mundo real, dejando aparte merecedores de la confianza de potenciales miembros.
las motivaciones que los agen• tes racionales tienen Además deben tener la capacidad tanto de premiar a
para no colaborar (Axelrod , 1984). Sin embargo, la aquellos que apor• tan la parte que les corresponde
iteración puede jugar sólo un papel limitado a la hora como de castigar a aquellos que no lo hacen (Bianco
de explicar la cooperación. De la misma forma que y Bates, 1990). El problema es que ni la elección
la iteración puede generar cooperación estable entre racional ni la teoría de juegos resultan especial• mente
las partes, también puede provocar que entre ellas se útiles a la hora de identificar a este tipo de líderes o
produzca una no cooperación estable; ni la elección de especificar por qué en determinadas circunstancias
racional ni la teoría de jue• gos encuentran una ciertos indi • viduos se convierten en líderes. El
explicación para el hecho de que unas veces se análisis histórico parece indicar que los líderes
produzca un resultado y otras otro. El papel de la políticos tienen una mayor inclinación aerear
iteración en la resolución de problemas de acción instituciones sociales ineficientes (North , 1981).
colectiva es muy sen• sible también a las asimetrías de
Este estado de la cuestión resulta en cierto modo
información entre los actores, especialmente en juegos
irónico. La revolución «dura» propiciada por la
de más de dos jugadores (Bianco y Bates, 1990;
elección racional y la teoría de juegos, junt o con la
Bendor y Mookherjee, 1987; Molander, 1994). En
igualmente «dura» revolución conductista, fueron en
un juego de dos personas, es posible obtener
gran medida una reacción frente a un tipo de ciencia
información sobre si el oponente elegirá cooperar o
política «blando» e históricamente orientado
no; cuando el número de jugadores es superior, resulta
(Shepsle, 1989). En su búsqueda de leyes generales y
muy difícil . El resultado poco afortunado es que «los
teorías parsimoniosas, los prohombres de los
participantes se superan a sí mismos en su tendencia a
enfoques «duros» se referían despectivamente a la
producir resultados subóptimos» (Grafstein,
ciencia política tradicional, histó• ricamente
1992, p. 7 1 ; véase Scharpf, 1990, p. 477 ss.).
orientada, como una «narración blanda de historias»
Frente a la iteración, el liderazgo político ha (véase Miller , 1992).
resultado ser un factor importante en la resolución de Como se ha indicado anteriormente, la ciencia
problemas de acción colectiva. Los líderes deben política tra• diciona l dedicó muchos esfuerzos al
disfrutar de la condición de ser anáfisis del estableci• miento y funcionamiento de
instituciones como los parlamen• tos, las
constituciones y las administraciones públicas - s i n
olvidar el liderazgo político - (véase Marc h y
Olsen, 1984). El problema consistía en que el
enfoque tradicional no tenía forma de expresar, a no
ser a través de intuiciones, qué insti• tuciones eran
realmente importantes o cuáles eran sus efectos en la
conducta política. que consiguen que la cooperación sea una elección
La gran contribución de la teoría de la elección racional y posible para los actores implicados en el
racional ha consistido precisamente en proporcionar proceso. Sin embargo, el problema es que no hay otra
un criterio para esa distinción: las instituciones manera de enten• der por qué surgen ese tipo de
relevantes son aquellas capaces de resolver problemas instituciones que la realización de estudios de caso,
de acción colectiva o, lo que es lo mismo, aquellas «blandos» e históricamente orientados,

234 235
reglas que les favorecen (Rothstein, 1992).
sobre sus orígenes. Si el éxito o el fracaso en el Podría decirse que la ciencia polític a ha
surgimiento de instituciones eficientes se explica en completado un círculo -volviend o a establecer la
términos de dependencia de la trayectoria histórica, necesidad de análisis deta• llados de los orígenes
entonces habremos de investigar los momentos culturales y de los procesos de cambio histórico de las
históricos específicos de la historia en los que se optó instituciones políticas- (Ostrom, 1991, p. 242). Incluso
por trayectorias diferentes (Scharpf, 1990; véase así hemos aprendido mucho en este viaje. Ahora enten•
Roths- tein, 1992). Para comprender cómo es posible demos mejor por qué unas instituciones políticas son
la propia exis• tencia de la sociedad (es decir, para más rele• vantes que otras y, más en concreto, qué
entender por qué en oca• siones se desarrollan juegos aspectos de la lógica del funcionamiento de las
mutuamente beneficiosos), los análisis económicos de instituciones contribuyen a que los actores políticos
la política deben tener en cuenta normas sobre la resuelvan sus problemas de acción colectiva.
cooperación, la confianza, el honor, el compromiso y
De hecho la atención simultánea prestada a las
la obligació n social, cultura l e históricamente
institucio• nes desde los diferentes enfoques puede
establecidas (Ostrom, 1995; Bates, 1988; véase
contribuir a que la cienci a política pase de una
Gambetta, 1988).
situación en la que los distintos investigadores
Si los sistemas políticos están firmemente trabajan en «mesas separadas» a otra en la que
estructurados en torno a instituciones, los cambios
pueden ocurrir sólo en cier• tos momentos. Los actores
políticos sólo tienen la capacidad de modificar los
parámetros institucionales o cambiar la natu• raleza del
«juego» durante estos momentos formativos. Estos
momentos formativos de la historia política se
distinguen por el hecho de que las instituciones
políticas existentes están inca• pacitadas para manejar
una situación nueva (Krasner, 1984). En estas
circunstancias, los actores políticos no sólo participan
en el juego; también pueden cambiar sus reglas. En
otras pala• bras, en determinadas circunstancias los
actores políticos tienen la capacidad de dar forma a las
instituciones políticas futuras, pudiendo establecer
se implican en una tarea más unificada (Ostrom, microfundamen- to utilitarista de la teoría de la
1995). Como ocurre con la tecnología de la elección racional y la teoría de juegos como base
información, para que el pro• ducto final sea útil , el normativa para la acción social (recomen• dada), no
hardware y el software deben ser com• patibles, y habría ninguna posibilidad de establecer institucio•
aquellos que diseñan el hardware deben aprender a nes políticas socialmente eficientes. Como ha
cooperar con aquellos que fabrican el software, y señalado Bic - chieri, «el conocimiento común de la
viceversa. Con la integración de enfoques diferentes, teoría de juegos hace que la teoría se convierta en algo
la probabilidad de que se produzcan avances inconsistente y por tanto auto- destructivo» (Bicchieri,
15
fundamentales será mayor . 1993, p. 128)17. Simplemente no resul-
Un segundo aspecto irónico del actual estado de
la cues• tión es que si los actores buscan establecer 15
Véase Ferejohn, 1991 ; Bates, 1988; Steinmo y Thelen, 1992;
instituciones capa• ces de superar el problema de la Roths•
acción colectiva (esto es, si aspiran a crear tein, 1992; H a l l y
instituciones sociales eficientes), deben cuidarse de no Taylor, 1996.
16
comportarse de acuerdo con las premisas individualis• Com o tal , esta descripción es simplemente errónea. Por
tas y utilitaristas de la teoría de la elección racional. Si ejemplo, el grado de conformida d con las normas es mu y
superior al explicado po r la existencia de incentivos selectivos:
, como ha defendido Jon Elster (1989), la teoría de la «Hay más gente que no cruza la calle de manera incorrecta, no tira
elección racio• nal ha de entenderse no sólo como una la basura en la calle, paga sus impuestos o ingre• sa en las fuerzas
16
razonable descripción empírica de la conducta , sino armadas que la predicha por la teoría» (Lev i , 1990, p. 408 ; véase
también como una teoría nor• mativa que nos diga Mansbridge, 1990, pp. 19 ss).
17
cómo deberíamos comportarnos, enton• ces la ciencia Pero, como ha señalado Jon Elster, «gran paite de la literatura
de elec• ción social y de elección pública, con su asunción de una
política se encuentra ciertamente ante un gran conducta oportu • nista generalizada, simplemente parece no tener
problema. La razón es que si adoptásemos el contacto con el mund o real, en el cual sí hay un alto grado de
honestidad y sentido de la obligación» (Els• ter, 1991 , p. 120).

23 6 237
ción (o destrucción) de instituciones políticas (véase
ta posible que personas que actúan como se supone
Ostrom,
que lo hacen los jugadores en los modelos de elección
1995), sino que también demanda la integración de la
racional y teoría de juegos establezcan instituciones
teoría política positiva y la teoría política normativa. La
socialmente eficientes para superar equilibrios
importancia tanto del discurso clásico como del discurso
subóptimos. De hecho abundan situaciones en las que
moderno sobre las relaciones entre las instituciones
«todo el mundo sabe» que estaría mejor si coope• rase
políticas y la virtu d cívica ha sido puesta de
para establecer instituciones eficientes y al mismo
manifiesto por una reciente pregunta de Jane
tiem• po el desarrollo de éstas resulta imposible porque
Mansbridge (1990, p. 20): «¿Podemos diseñar
«todo el mun• do» es consciente de que los demás no
instituciones para potenciar que las motivaciones que
cooperarían por falta de confianza. El estudio de la
consideramos funda• mentadas normativamente surjan
relevancia de las instituciones no sólo reclama la
por sí mismas o conduzcan a resultados buenos y
combinación del desarrollo de modelos for• males con
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I . Introducción

La teoría de la elección racional ofrece un conjunto dife•


renciado de aproximaciones al estudio de las instituciones,
la elección de instituciones y la permanencia de las mismas.
Basa• da en la teoría económica de la empresa
(Williamson , 1985; Milgrom y Roberts, 1991), la historia
económica (North, 1990) y la teoría política positiva
(Enelow y Hinich , 1984; Mc Ke l - vey, 1976; Riker,
1982), este enfoque desarrolla un tratamien• to
sistemático de las instituciones. Aunque comparte
muchas cosas co n otros estilos de análisis, el rasgo
distintiv o más importante de la teoría de la elección
racional consiste en pro• porcionar los microfundamentos
del análisis institucional 1 . Sus aplicaciones cubren
problemas políticos y sociales de toda cla• se, desde los
efectos de las instituciones políticas del mundo occidental
(parlamentos, tribunales, elecciones y administra-
1
Hall y Taylor (1996) revisan las distintas perspectivas
de análisis ins•
t
i
t
u
c
i
o
n
a
l
.

246 247
racional son cuatro. Pri• mero, proporcionan una
ción pública) hasta estudios más recientes sobre países en
metodología explícita y sistemática para el estudio de
desa• rroll o (por ejemplo, corrupción , producción e
los efectos de las instituciones. Los mode• los de
intercambio y revolución).
elección racional las consideran restricciones sobre la
En el enfoque de elección racional sobre las
acción (North , 1990), normalmente por sus efectos
instituciones pueden distinguirse dos niveles de análisis
sobre la secuencia de interacciones entre los actores,
(Shepsle, 1986): en el primero, los analistas estudian sus
sobre las opcio• nes disponibles para actores concretos
efectos, y toman las ins• tituciones como algo fijo y
o sobre la estructura de la información disponible.
exógeno; en el segundo, los ana• listas estudian por qué
En segundo lugar, la metodología es explícitamente
las instituciones adoptan determinadas formas, haciendo com• parativa, posibilitando dos tipos de predicciones:
posible que las instituciones sean endógenas. El primer (1) los mode• los comparan con frecuencia dos tipos
tipo de análisis es previo al segundo y está mucho más relacionados (pero dis• tintos) de restricciones
desarrollado. El segundo ofrece un análisis más institucionales, prediciendo diferencias tanto de
profun• do de las instituciones. Combinándolos, conducta como de resultados; y (2), dado que este tipo de
ambos enfoques no sólo proporcionan un método para análisis se basa en un análisis de equilibrio, proporciona
con frecuencia resultados de estática comparativa acerca
analizar los efectos de las instituciones e interacciones
de cómo cambiarían las conductas o los resultados si se
sociales y políticas, sino también los medios para modificasen las condiciones
2
subyacentes . La
comprender la evolución a largo plazo y la combinación de estos dos tipos
permanencia de determinadas formas institucionales. Las
carac• terísticas que diferencian el modo en que se 2
Las diferencias entre los dos tipos de predicciones consisten
analizan las insti• tuciones desde la teoría de la elección en que mientras el primer tip o mantiene constantes las condiciones
del entorno para analizar los efectos de las distintas instituciones, el
segundo mantiene cons- de predicciones no sólo posibilita el desarrollo de
contrastes empíricos sino que sienta las bases de un
desarrollo de la polí• tica comparada sistemático y
renovado. Ambas estrategias per• miten tanto comparar
tipos de conducta o resultados políticos bajo distintos
tipos de instituciones dentro de un mismo país (por
ejemplo, dos agencias de regulación o dos
ministerios) como comparar los efectos del mismo
tipo de institució n en diferentes países.
En tercer lugar, el estudio de las instituciones
endógenas pro• porciona una teoría diferenciada acerca de
su estabilidad, forma y supervivencia. Frente a los
enfoques que toman las institucio• nes como algo dado,
este enfoque permite a los investigadores analizar cómo
los actores políticos intentan influir en las propias
instituciones a medida que cambian las condiciones.
Por último , este enfoque proporciona los
microfundamen- tos de fenómenos políticos de carácter
macro como las revo• luciones o las elecciones críticas
(véase, por ejemplo, Poole y Rosenthal, 1995). Hasta
hace poco este tipo de fenómenos eran exclusivamente
analizados por la macrosociología y los insti -
tucionalistas históricos (por ejemplo, Skocpol, 1979).
A u n • que la aplicación de la teoría de la elección
racional a este tipo de problemas es un fenómeno
relativamente reciente, su enfoque ofrece un conjunto
de conexiones entre éstos y la microconducta que
potencialmente puede dar lugar a una nue• va
metodología para las comparaciones entre casos. Los
mode• los explícitos de análisis del cambio político
discontinuo abren un estimulante conjunto de
aplicaciones de la teoría de la elec• ción racional.
El objetivo de esta breve revisión es mostrar la
lógica del análisis de elección racional de las
instituciones, sugerir una serie de aplicaciones y guiar instituciones endógenas. Por último , la tercera sección
al lector en su trabajo comple• mentario. El capítulo se discute algunas cues-
organiza en tres partes: la primera par• te presenta
algunos ejemplos de los efectos de las instituciones. La tantes las instituciones y estudia las consecuencias que se derivan de
segunda analiza la pujante literatura sobre las cambios en las condiciones de l entorno.

248 249
(1977), Kiewiet y McCubbins (1991), Kreh- biel (1991), Laver y
tiones relativas a las fronteras de la aplicación de la Schofield (1990), Laver y Shepsle (1995). Sobre la pre• sidencia,
véase Eskridg e (1991) , Ki ewi e t y McCubbin s (1991) , Mathews
teoría de la elección racional al estudio de las
(1989) y Mo e (1985a ). Sobre administración pública, véase
instituciones. Ferejohn y Shi- pan (1989) , Fiorin a (1977 , 1981), McCubbin s ,
Nol i y Weingas t (1987), McCubbin s y Schwartz (1984), Mo e
(1987b, 1989), N o l i (1987, 1989), Rot- henberg (1994) y Weingast y
Mora n (1983). Sobre tribunales y poder j u d i • cial , Rodríguez
I I . Los efectos de las instituciones (1994) ofrece una reciente revisión. Sobre elecciones, véase B aw n
(1993), Co x y Rosenbluth (1993) y Kousser (1974). Igualmente hay
una serie de estudios sobre cuestiones más específicas, como la
La teoría de la elección racional parte de un financiación de las campañas políticas (Austen-Smith , 1987; Barón,
conjunto de individuos, cada uno de los cuales tiene 1991; Snyder, 1991) y los efectos de la propuesta y el proceso de
unas preferencias bien definidas. La interacción desarrollo de referendos (Ger- ber, 1996).
estratégica entre individuos en UM contexto bien 4
Sobre los procesos de formació n de políticas
definido es el sello distintivo del enfoque. Las macroeconómicas, véa•
instituciones se incluyen en los modelos por sus efectos se Persson y Tabellin i (1990); sobre bienestar, Ferejohn (1989); sobre
en el conjunto de acciones disponibles para cada presu-
individuo , en el orden de las acciones y sobre la
estructura de la información a disposición de cada
decisor (este último aspecto se discute en la sección
I V ) . El análisis de elección racional se ha cen• trado
virtualmente en todas las grandes instituciones democrá•
ticas, incluyendo constituciones, parlamentos,
gobiernos, la administración, los tribunales y las
3
elecciones . Una serie de aplicaciones muestra cómo las
instituciones afectan a las deci• siones políticas en
campos como la formación de políticas
macroeconómicas, las políticas de bienestar, los
4
presupuestos, la regulación y la tecnología .

3
Sobre las constituciones, véase Buchanan y Tulloc k (1962).
Brenan y Buchanan (1984), Elster (1989), Hardi n (1989), Ordeshook
(1993), Weingast (1995b). Sobre las asambleas legislativas, véase
Austen-Smith y Banks (1988), Co x y McCubbins (1993), Fiorina
a) El modelo de establecimiento/control de la sente, o statu quo, se representa en el punto Q. El marco
agenda espa• cial nos permite hacer predicciones sobre los
5
(m.e.c.a. ) resultados de

El modelo m.e.c.a. ejemplifica el tipo de lógica puestos, Cogan (1994) y McCubbin s (1989); sobre tecnología,
6
empleado en los análisis de elección racional . El Cohén y N o l i (1991). Un a revisió n reciente de estudios sobre
modelo parte de un modelo espacial convencional de regulaciones puede encon• trarse en N o l i (1989) y Romer y Rosenthal
voto entre alternativas situa• das en un continuo (1985); véase igualmente la biblio • grafía incluid a en la nota 3
7 sobre «administración pública».
unidimensional (véase el gráfico 5.1) . El continuo 5
The setter model en la versión origina l se refiere a una
representa el conjunto de opciones posibles, que puede ir situación en la que uno de los actores tiene la capacidad para
desde el grado de protección ambiental al porcentaje del establecer las opciones dentro de un proceso de decisión. En este
PNB dedicado a bienestar social. Cada individuo tiene sentido, controla y establece la agenda de las votaciones
una función de preferencias que alcanza su máximo en estratégicamente. Por ell o hemos optado por traducirlo por
modelos de establecimiento y contro l de la agenda, en adelante
el «punto ideal» del individuo, la política preferida por m.e.c.a. La palabra setter se refiere a la persona o institució n que
el individuo con respecto al resto de las alternativas. Un disfruta de esa capaci• dad de establecimiento y control sobre la
individuo preferirá aquellas polí• ticas que están más agenda ( N . del T.).
6
próximas a su punto ideal que aquellas que están más Rosentha l (1990 ) revisa un conjunt o de aplicacione s de l
alejadas. Se asume que todos los individuos se com• model o
portan estratégicamente, esto es, maximizan sus m
objetivos, dada una serie de restricciones. .
e
El «votante mediano» (aquel que divide la .
distribución de votantes en dos partes iguales) es un c
.
factor clave en los mode• los espaciales en los que se a
.
considera una sola cuestión. La política M en el 7
Detalles adicionales sobre los modelos espaciales pueden
gráfico 5.1 representa la política ideal para el votante encontrarse
mediano. La política en funcionamiento en el pre• en Enelow y Hin i c h
(1984).
25 1
25 0

votaciones bajo una serie de condiciones


institucionales específicas. Supongamos que se puede proponer cualquier
Gráfico 5.1. El modelo
m.e.c.a. alternativa
y que aquellos individuos que desean realizar una
propuesta son escogidos de forma aleatoria. Cada
propuesta se enfrenta al statu quo en una votación
Q M Q' S mayoritaria cuya propuesta gana• dora se convierte en
el nuevo statu quo. El proceso continúa hasta que no se alternativa x como el conjunto de políticas alternativas
presentan más propuestas. ¿Qué política resul• tará? En que gene• ran una mayoría frente a x. En relación al
un contexto en el que se discute una sola cuestión es statu quo, Q, el con• junto de opciones posibles para el
aplicable el teorema del votante mediano. De acuerdo setter está definido por W(Q), el intervalo (Q, Q')s.
con éste, la única alternativa estable es la que Dado W(Q), el setter propondrá aquella política dentro
coincida con el punto ideal del votante mediano del conjunto más cercana a su tipo ideal; pro• pondrá
(Enelow y Hinich , 1984). Para com• probarlo, por tanto Q'. Al definir la votación como una opción
consideremos otra alternativa, X. Con todo, M dis• 9
entre Q y Q\ la mayoría votará por Q' . A menos que S
fruta de mayoría frente a X. Si X está a la derecha de sea igual
M, todo votante a la izquierda de M preferirá M a X, &M, el monopolio sobre la agenda da lugar a resultados
de forma similar a lo que ocurre con el votante que son diferentes a la posición ideal del votante
mediano. Y por definición, el votante mediano, mediano. La diver• gencia en los resultados surge del
sumado a todos los votantes ubicados a un lado poder institucionalizado del setter que controla la
constituyen una mayoría. La misma lógica funciona, agenda. Aunque una mayoría de votantes prefiere M a
muta- tis mutandis, si X se sitúa a la derecha de M. Q', el setter puede impedir que M sea siquiera con•
Para apreciar la influencia de las instituciones debe siderado gracias a su control sobre la agenda.
tener• se en cuenta que no hay una única manera de Los resultados que se derivan de la estática
construir la «agen• da», de llevar a cabo el proceso por comparativa, que muestran cómo al cambiar los
el cual se determina el con• junto de alternativas que se parámetros del modelo cam• bian las opciones de
presentan a votación. En el modelo m.e.c.a., un individu equilibrio , reflejan la capacidad de los análisis de
o destacado (o una organización o comité) denominado elección racional. El modelo m.e.c.a. depende de tres
el setter mantiene un poder exclusivo o mono- parámetros: la ubicación de Q, M y S. Manteniendo
polístico sobre la agenda. El setter selecciona una cons• tantes M y Q, setters partidarios de políticas
propuesta y a continuació n el conjunto de votantes 10
distintas realizarán propuestas diferentes . El
escoge entre esa pro• puesta y el statu quo, Q. ejercicio de estática comparativa que pone de
Retomemos el gráfico 5.1 . Supongamos que la manifiesto la relación entre Q y M resulta de espe-
política ideal para aquel que disfruta del monopolio
sobre la agenda es la polí• tica S. Se define el «conjunto 8
ganador» (winset), W(x), de la Para entender por qué W(Q)= (Q, Q'), debe tenerse en cuenta
que cual• quier política dentro de este conjunto es preferida a O
(cualquier polític a situa• da a la derecha del votante mediano opta
por M frente a Q, de la mism a for• ma que lo hace el votante
mediano) . Debe tenerse en cuenta tambié n que ninguna polític a
situada fuera de este conjunto puede derrotar al statu quo (e l votante
mediano y todos los votantes situados a la derecha optarían por Q
frente a cualquier política situada a la izquierda de Q\ y el votante
mediano y todos los votantes situados a la izquierd a de Q'
1
prefieren Q' a cualquier opción situada a la derecha de Q ).
9
Hay algunos aspectos técnicos referidos a los límites del
conjunto que van más allá de esta revisión . Es suficiente señalar que
en virtu d de ellos el límit e del conjunto se inclu y e dentro de l
conjunto de opciones ganadoras, incluso en casos como éste en los
que, según la ilustración, el votante media• no es técnicamente se cono• cen las posiciones concretas del punto ideal de l setter. Así
indiferente entre Q y Q'. , si 5 se sitúa en cualquier lugar a la izquierda de Q, el resultado
10
El resultado del jueg o es fácilmente calculable una vez que será Q; en cualquier punto situado en W(Q), el resultado será S; y
en cualquier punto a la derecha de Q', el resultado será Q'.

252 253
cial interés (Romer y Rosenthal, 1978). De acuerdo con pondría en práctica si fallaba la emisión de bonos11. Si
el grá• fico 5.1, a medida que el statu quo se desplaza fracasaba la emisión de bonos, la financiación escolar
hacia la izquier• da, aumenta el tamaño del conjunto de vol • vería a los niveles de 1911, claramente
opciones posibles (aque• llas políticas preferidas insuficientes para las necesidades actuales. Además, el
frente al statu quo por el votante mediano) aumenta. valor de la política de rever• sión disminuía a medida
Por ello, como se refleja en el gráfico 5.2, si el nuevo que pasaba el tiempo. El modelo m.e.c.a. nos muestra
statu quo es R < Q, el conjunto de opciones posi• bles cómo la estructura instituciona l de la financiación
aumenta, y pasa de (Q, Q') a (R, R 'J. Dado que el escolar en Oregón incrementó el poder de la jun -
punto ideal del setter es S, éste propondrá ahora R' en
lugar de Q', lo que propicia la siguiente paradoja: En este ejemplo el «punto de reversión» es diferente al statu
cuanto más alejado esté el statu quo de la posición del quo.
votante mediano, más alejado estará el resultado final
2
en una votación cuya agenda ha sido determinada por
5
un monopolista cuyo punto ideal es extremo.
4
Gráfic o 5.2. Estátic a comparativ a en el model o m.e.c.a.

1
R Q M Q R' S

Este modelo ha sido aplicado por investigadores en


varios contextos institucionales y políticos. Por
ejemplo, Romer y Rosenthal (1978) analizaron el
proceso de financiación de la junta escolar en el Estado
de Oregón, en el que la junta tiene la capacidad
exclusiva de proponer la emisión de bonos. Dado que la
junta era partidaria de niveles elevados de gasto (es decir,
su punto ideal era similar a S en el gráfico 5.1), su
objetivo con• sistía en proponer el máximo nivel de
gasto capaz de atraer el apoyo del votante mediano. En
Oregón, las instituciones tam• bién definían el «punto
de reversión», definido como la polí• tica que se
ta escolar. A medida que el nive l de reversión, Q, se directa en la política de la Agencia de Regu• lación,
deterio• raba, se desplazaba hacia la izquierda, lo que cabe esperar que los cambios en la distribución de inte•
implicaba que el nivel máximo de gasto capaz de reses de los comités relevantes se reflejen en cambios
generar una mayoría en su favor, Q', aumentaba con el en las opciones de la Agencia de Regulación.
tiempo. Weingast y Mora n (1983), al analizar la Comisión
En segundo lugar, el modelo también ha sido Federal de Comercio, demos• traron que los casos
utilizado en estudios sobre el Congreso. Denzau y abiertos por la comisión eran de especial interés para
Mackay (1983) y Sheps- le y Weingast (1987) las preferencias del Congreso12.
mostraron cómo las reglas a través de las que se fijaba El modelo m.e.c.a., centrado en un solo agente en
el contenido y la secuencia de la agenda afecta• ban a interac• ción con un conjunto de votantes pasivos,
las decisiones políticas del Congreso. Estos modelos resulta particular• mente simple. Sin embargo, refleja
asumían que el comité del Congreso con jurisdicción la aportación del análisis
sobre el problema político en concreto era el setter.
Desde este enfo• que se llegó a resultados compatibles 12
Existe una amplia literatura de estudios empíricos que refleja
con los obtenidos por los análisis realizados en la resulta• dos similares (así como la influencia de otros actores
literatura conductista de los años sesen• ta y setenta: a políticos como el pre• sidente). Véanse, por ejemplo , Grie r
(1991) , M o e (1985b) y O' H a ll or a n (1994). La discusión sobre si
saber, que el sistema de comités sesga la políti • ca a el Congreso domina en exclusiva a la A d m i • nistración es objeto de
favor de los intereses representados en el comité. El un importante debate (por ejemplo, Moe , 1987a). Tra • bajos más
aná• lisis predice igualmente que si la composición recientes destacan la influencia de múltiples actores locales; entre
de intereses representados en el comité cambia, también otros, Ferejohn y Shipan (1989), McCubbins , N o l i y Weingast
(1989), M o e (1989), Rothenberg (1994), y Snyder y Weingast
lo hará la política. (1994).
Una últim a aplicación se ha centrado en el
análisis de la influencia del Congreso sobre la 2
Administración. Asumiendo que el Congreso, a través 5
de sus comités de supervisión, ejer• ce una influencia 5

de elección racional sobre las instituciones: un análisis agenda está más disperso, tales como la separación de
preci• so de los mecanismos que subyacen a las poderes en los Estados Unidos. En este sistema no sólo
decisiones políticas y la posibilidad de predecir cómo se acuerda la legislación entre el presi• dente y el
cambian los resultados cuan• do se producen cambios Congreso, sino que su ejecución está sujeta a la inter•
en los parámetros. pretación tanto de la Administración como de los
tribunales.
El desarrollo reciente de modelos sobre la interacción
b) La separación de entre el Congreso, el presidente y los tribunales ilustra
13
poderes el poder de este enfoque . La concepción dominante
tanto en la ciencia política como en el derecho veía a
El modelo m.e.c.a. abrió el camino para el los tribunales como el últi • mo actor en la secuencia del
desarrollo de análisis más complejos y realistas sobre el proceso legislativo: una vez que se aprueba la
funcionamiento de instituciones donde el control de la legislación, los tribunales la interpretan, cam• biando
con frecuencia su ejecución de modo significativo. En tos sobre la legislación. Y, en segundo lugar, demuestran
esta concepción el poder judicia l es dominante. cómo la perspectiva de una nueva legislación que anule las
Los modelos de elección racional destacan la decisiones judi • ciales tiene un efecto restrictivo directo
interacción entre sobre esas decisiones.
los tribunales y los cargos electos. Estos modelos parten de El modelo simple de elección política representado
la base de que los procesos legislativos y judiciales son en el gráfico 5.3 nos permite apreciar el efecto de esta
continuos: no sola• interacción continua sobre los tribunales. El modelo
mente los tribunales pueden reinterpretar la legislación, asume que el Con• greso y el presidente son actores
sino que las cámaras electas pueden legislar como reacción unitarios, cuyos puntos idea• les son C y P. El punto
frente a las deci• siones judiciales (Eskridge, 1991). De ideal del poder judicia l está represen• tado en J. Se
este modo, se tiende a pre• sentar una relación más asume que la legislación surge como resultado de un
estrecha entre los tribunales y las ramas electas del poder. proceso de negociación entre C y P. Para simplificar, se
En primer lugar, demuestran cómo potenciales decisiones asume igualmente que el poder judicial dispone de plenos
judiciales modifican las decisiones de los cargos elec- pode• res de interpretación, es decir, de la capacidad
de adaptar la legislación sobre cualquier política.
13
La lista de estudios sobre la separación de poderes incluye:
Eskridge (1991) , Ferejohn y Shipan (1989) , M i l l e r y Hammo n d Gráfic o 5.3. El sistema de separación de
(1989) , Kiewi e t y McCubbins (1991), McCarth y y Poole (1995), poderes
McCubbins , N o l i y Weingast
), Mo e (1987b), Rothenberg (1994), Snyder y Weingast (1994),
Gel y y
Spiller
(1992).

Si el tribunal es el últim o en actuar, su opción no


está res• tringida y no provoca reacciones, de modo que
su reinterpre• tación de la legislación se situará en el
punto J. Los tribunales que disponen de esta capacidad
son omnipotentes y no están restringidos políticamente
por las ramas electas del poder. Sin embargo, si
analizamos los tribunales como actores que parti• cipan
en un proceso legislativo continuo, las conclusiones son
muy diferentes. Supongamos que la legislación está
situada en el punto L, que los tribunales establecen cuál
es su reinterpre• tación y que el Congreso y el presidente
tienen la oportunidad de anular la interpretación del
tribunal a través de nueva legis• lación. En esas
circunstancias, en las condiciones representa• das en el
gráfico 5.3, el tribunal no situará su enmienda de la
legislación en el punto /, porque / sería revocado por una
nue• va ley (tanto C como P prefieren un conjunto de este punto, el presidente obvia• mente se negaría a su
opciones dife• rentes a / ) . Lo más que puede hacer el revocación.
tribunal es situar su interpretación en el punto P. En
256 257
posibl e es una teoría genuina de la interacción entre las
Esta perspectiva también permite el uso de la estática
principales insti• tuciones nacionales de la polític a
com• parativa como instrumento de predicción: cuanto estadounidense, en defi• nitiva, una teoría avanzada de
mayor sea la distancia entre el Congreso y el presidente, la separación de poderes.
mayor será el margen de maniobra de que dispone el
poder j udi ci a l . Ello implica que los tribunales tienen
una influencia considerable durante los períodos en los 14
Estudios recientes añaden un tercer factor que condiciona la
que las diferencias entre el Con• greso y el presidente son interac• ció n entre las distintas ramas: la distribució n de informaci ó
continuas, por ejemplo, en situacio• nes de gobierno n (véanse, por ejemplo, Epstein y O'Hallora n , 1994, y Mathews,
1989). El tema de la infor• mación se discute en la sección I I I .
dividido . Cuando el Congreso y el presiden• te
comparten ideología, el poder judicia l tiene mucho
menos margen, como ocurrió en el período de
Reconstrucción o en el New Deal.
A pesar de ser mu y estilizado , el model o recoge
muy bien las implicaciones de los análisis recientes de
elección racional para el estudio de la separación de
poderes. Fren• te a las aproximaciones tradicionales en
el estudio de la polí• tica americana -qu e consideraban
de form a aislada al Con• greso, la Presidencia, la
Administració n y el Poder Judicial-, los estudios de
elecció n raciona l destacan la interacción entre las
distintas ramas del gobierno estadounidense. Los
científicos han supuesto durante mucho tiemp o que las
dis• tintas ramas del poder actúan en mutua relación
(por ejem• plo , Polsby, 1986). Sin embargo, el
estudio de la política estadounidense permanece
dominad o por estudios que se centran en cada una de
las ramas, aislándola del resto. Los modelos
presentados en esta sección muestran cóm o las
decisiones adoptadas en cada una de las ramas dependen
sistemáticamente de la secuencia de la interacción, y de
las preferencias, acciones y actos potenciales de los
14
actores situados en las otras ramas . El resultado
c) Conclusión ejemplo, la influencia del Congreso en el Poder Judicial
no sigue un patrón único porque las circunstancias
La marca distintiv a de las aproximaciones de internas del Congreso varían, y viceversa. La ventaja de
elección racional a las instituciones es su capacidad la teoría es que permite mostrar cómo varía esta
para analizar cómo las instituciones condicionan los interacción mutua cuando cambian las circunstancias.
resultados. Detalles de nive l
I micro, aparentemente menores, tienen consecuencias
dramá• ticas sobre los resultados. Así , las normas que I I I . Instituciones endógenas
rigen el pro • ceso de definición de la agenda en cada
parlamento condi • cionan de forma crítica la El aspecto más prometedor y con mayor alcance del
legislación finalmente escogida. De modo similar, la estu• dio de las instituciones es el referido a por qué las
secuencia en la interacción estratégica entre diferentes institucio• nes adoptan determinadas formas. El hecho
actores tiene efectos fundamentales sobre los resultados de haber estable• cido que las instituciones tienen
del proceso. Los analistas han explotado estas téc• nicas efectos poderosos sobre los resultados de los procesos
en escenarios mu y diversos. El potencial de la elec• políticos nos obliga a preguntar qué es lo que explica
ción racional consiste en que proporciona la técnica que las instituciones resistan el cambio. La mayoría de
para con• trolar varios parámetros simultáneamente, los estudios sobre instituciones ignoran esta pre• gunta
haciendo posible el desarrollo de proposiciones al asumir que las instituciones son fijas y, por tanto, no
contrastables sobre el modo en que variarán los son modificables por individuos. Esta asunción es út i l
resultados de las interacciones como conse• cuencia de para demostrar los efectos de instituciones concretas.
los cambios en las condiciones subyacentes. Por Pero al mis• mo tiempo nos impide afrontar cuestiones
más profundas: si
25 8 259

las instituciones pueden cambiarse, ¿por qué cambian en segundo lugar, debe mostrar por qué esos actores
sólo bajo ciertas circunstancias? carecen de incentivos para llevar a cabo la modificación.
La teoría de la elección racional proporciona una de Cuan• do se satisfacen ambas condiciones, se dice que
las pocas aproximaciones sistemáticas a estas las institucio• nes son «autoimpuestas» (self-
15
preguntas . Para ello se parte del concepto de enforcing).
autoimposición (self-enforcement). Dado que las
instituciones limita n la flexibilidad de los decisores, los
actores han de tener interés en acatar los límites a) Instituciones endógenas: la estabilidad
impuestos por las instituciones. Un modelo de análisis política en los Estados Unidos antes de la
de la estabilidad insti• tucional debe cumplir dos Guerra Civil
condiciones: en primer lugar, debe permitir que las
instituciones sean modificadas por actores con• cretos; y El examen de los mecanismos que subyacen a la
estabilidad política en la etapa anterior a la Guerra
do ejemplo son los estudiosos de la «nueva historia
C iv i l norteamericana constituye una buena ilustración
política», que basan sus argumentos en enfoques
del análisis de instituciones autoimpuestas 16. Los
etnoculturales: de acuer• do con estos autores, la gran
investigadores de la polític a estadouni• dense previa a
parte de los norteamericanos se preocupaban más por
la Guerra Civi l tienden en gran medida a adoptar la
las cuestiones locales que por los pro• blemas
cultura como uno de sus principales paradigmas. Así,
nacionales (por ejemplo, Silbey, 1985).
por ejemplo, Hartz (1955) argumenta que la mayoría de
los nortea• mericanos creían en los derechos de El análisis de la relación entre la cultura política
propiedad privada, en los mercados y en un gobierno estadou• nidense y los límites actuales de la acción del
limitado, especialmente en lo que se refería al lejano gobierno pare• ce basarse en una premisa implícita: si
gobierno nacional. Incluso aquellos indivi • duos que casi todos los votantes tienen una creencia concreta
no tenían propiedades defendían estos ideales, en par• te sobre la relación con el gobierno, esa creencia es la
porque creían que sus hijos podrían alcanzarlas. Un causa de que la relación se produzca en la práctica .
segun- Por consiguiente , los Estados Unidos en el período
anterior a la guerra se caracterizaron por un
15
federalismo con una presencia limitad a del
Obras pertencientes a esta tradició n son: No r t h (1990) , gobierno nacional, porque la mayoría de los
Ordeshook
ciudadanos preferían que el gobierno nacional estuviese
(1993), Weingast (1995b).
16 estrictamente limitado.
Ningun a discusión breve de este tema complej o y
largamente debati• do puede resultar convincente, ni mucho menos Por desgracia, la literatura presta muy poca
hacerle justicia . Mi objetivo en esta sección es ejemplificar cómo se atención a los mecanismos que subyacen a esta
utiliza n los conceptos. La discusión se basa en mi obra más extensa premisa, lo que oscurece el vínculo entre lo s valores
sobre la etapa de la Guerra C i v i l norteame• ricana, en Weingast de los ciudadanos y la conducta del gobierno. Las
(1995a).
creencias y visiones de los ciudadanos esta•
dounidenses no eran autoejecutables. Aunque la
mayoría de los estadounidenses tenía creencias
similares acerca de l gobierno y la propiedad,
diferían en numerosas cuestiones políticas concretas
lo suficiente como para disputarse el con• tro l del
gobierno nacional. Las diferencias tenían lugar en
cuestiones de carácter económico , como los
aranceles; además, las posturas enfrentadas sobre la
esclavitud provo• caron un profundo impacto en la
economía del Sur. El con• senso generalizado en torno
a un gobierno limitado no evitó que los ciudadanos
americanos se implicasen políticamente en cuestiones
concretas.
En este contexto el problema concierne a la forma
en que el federalismo se sostuvo a lo largo de esta etapa
o, más en con• creto, ¿qué factores explican que las
limitaciones impuestas sobre el gobierno por el federalismo, en particular un gobierno nacional de
federalismo fuesen autoimpuestas y cumplidas por los alcance limitado. Es más, un conjunto específico de
cargos políticos nacionales? Yo creo que se necesitaron instituciones hizo
ciertas instituciones para implementar y mantener el
26 0 26 1

que el federalismo fuese autoimpuesto durante la «regla de equilibrio» no sólo proporcionaba a cada
mayor parte de la etapa anterior a la guerra. región un poder de veto frente a aquellas políticas
Para comprobarlo, consideremos algunas crisis contrarias a sus intereses, sino que jugó un papel
concretas durante esta etapa. Durante el siglo x i x las fundamental en la mayoría de los acontecimientos
políticas del gobier• no nacional provocaron graves políticos más importantes de los años anteriores a la
problemas. Durante la guerra de 1812, los intereses guerra (Roback, 1997; Weingast, 1995): fue la base de
comerciales de los Estados del noreste fueron dañados la formación del segundo sistema de partidos a fina-
por las políticas económicas derivadas de la guerra
hasta tal punto que convocaron una conferencia de 17
Esta convención no fue un hecho aislado; en prácticamente
sece• sión en Hartford a finales de 1814. Aunque la todos los Estados hubo ciudadanos qu e consideraron la secesión
secesión final• mente no se produjo - l a guerra en algún moment o previo a la Guerra C i v i l .
terminó poco después de la conferencia-, ésta reflejó
la medida en la que los Estados del Norte
cuestionaban la legitimida d de las opciones
17
políticas adoptadas bajo la Constitución .
Algunos años más tarde se produjo un hecho
relacionado. La propuesta de admitir a Missouri sin
un Estado libr e corres• pondiente produjo una crisis
en 1818. Los Estados del Norte, temiendo un
domini o de los Estados de l Sur en el gobierno
nacional, intentaron bloquear la ley que convertía a
Missouri en Estado, poniendo la condición de que se
liberasen los escla• vos de Missouri. La enmienda fue
aprobada por el Congreso, donde la distribución de la
población otorgaba mayoría a los Estados del Norte,
pero fue derrotada en el Senado, donde los Estados
del Sur tenían la misma representación y por tanto
poder de veto.
El Compromiso de Missour i resolvió el conflicto.
En él se estableció que la «regla de equilibrio», que
otorgaba la misma representación en el Senado al
Norte y al Sur, regiría en la expansión territorial y
en la delimitación de los Estados (sta- tehood). La
les de los años veinte y principios de los años treinta nacional restringido fuese una institució n
del siglo pasado; y jugó un papel clave en las crisis autoimpuesta.
que tuvieron lugar a lo largo de los años cincuenta, al La «regla de equilibrio» desarrolló un acuerdo
constituir uno de los facto• res subyacentes a dos entre ameri• canos con distintas visiones de lo político
derrotas del Partido Demócrata: la ley Kansas- y preferencias dife• rentes: si tú renuncias al
Nebraska, de 1854, y el intento de admitir a Kansas potencial que ofrece el contro l del gobierno nacional,
como un Estado esclavista en 1858. también lo haré yo. El sistema de vetos regio• nales,
La «regla de equilibrio» fue también la base facilitado por la «regla de equilibrio», fue clave para
sobre la que se sustentó el federalismo estadounidense. man• tener los límites del gobierno nacional. El
Aunque la mayoría de los norteamericanos temían la gobierno nacional podía aprobar sólo aquellas políticas
intrusión del gobierno nacio• nal, lo hacían por preferidas por una amplia mayoría de la nación.
razones distintas. Las distintas crisis que tuvieron Además, la regla de equilibrio era «autoim• puesta». En
lugar en el período anterior a la guerra demostraron la medida en que estaba en funcionamiento, cada
que los gobiernos regionales podían utilizar al región disponía del poder para evitar intentos de
gobierno nacio• nal para sus propios fines y en modificarla.
detrimento del resto de las regio• nes. La profunda El poder asociado a la «regla de equilibrio» se
convicción de los norteamericanos sobre un gobierno aprecia con claridad al analizar sus significadas
limitado no los protegió frent e a posibles intromi • implicaciones en el pro• blema de la esclavitud. Al
siones de ese gobierno en el federalismo porque el garantizar a los Estados del Sur un poder de veto en el
consenso general no se extendió en muchas cuestiones Senado, la regla de equilibrio les permiti ó bloquear
concretas, tales como la esclavitud. En cambio, fue la propuestas legislativas antiesclavistas. La regla de
combinación de la «regla de equilibrio» con las equilibrio fue un instrumento clave para la
actitudes y preferencias de los nortea• mericanos lo concepción de los derechos de los Estados que
que permitió que el federalismo con un gobier• no sustentaba el federalismo duran-
26 2 263

te el segundo sistema de partidos. Esta versión del las preferencias de los ciudadanos no constituía una
federalis• mo garantizaba a los Estados la capacidad de institució n autoimpuesta; durante varios momentos
administrar cues• tiones como la esclavitud en el Sur, del período, ciertos intereses regionales amenaza• ron
sin miedo a una invasión por parte del gobierno con controlar el gobierno nacional en función de sus
nacional. El éxito en momentos con• cretos de obje• tivos. Cuando las propuestas antiesclavistas eran
algunas medidas antiesclavistas en la Cámara de aprobadas en la Cámara de Representantes, compuesta
Representantes muestra que, en ausencia del veto del mayoritariamente por representantes del Norte, los
Sur, esas medidas se habrían convertido en una Estados del Sur las vetaban en el Senado. El sistema de
política nacional 18 . vetos duales implicaba que las políti • cas que
En resumen, el mantenimiento del federalismo en defendían intereses específicamente regionales no
los Esta• dos Unidos en la época anterior a la guerra podían salir adelante. La regla de equilibrio constituía
necesitó de insti• tuciones como la regla de equilibrio. el prin• cipal fundamento institucional del
Un gobierno limitado fun• damentado en exclusiva en federalismo: no sólo con• tribuía a sostener la
filosofía de los derechos de los Estados, sino que la
minadas formas. Varios investigadores señalan que las
convertía en autoimpuesta.
institu• ciones son diseñadas para dotar de
permanencia a determina• das situaciones y resultados
políticos. Una aplicación importante de este argumento
b) Las instituciones generan se centra en la políticas que se delegan a las
durabilidad administraciones. La capacidad de los cargos electos en
el futu• ro para influir en las decisiones de la
Otra rama de la bibliografía ofrece una administración constituye un problema a resolver en
respuesta afín a la pregunta de por qué las instituciones toda legislación. De este modo, los políticos
existen y adoptan deter- encargados de diseñar una nueva administración se
enfrentan a un dilema, en la medida en que quieren
18 que las ins• tituciones respondan a sus intereses y no a
Las disputas sobre el equilibrio seccional y su posterior
desaparición en los años cincuenta condujeron en paite a la Guerra los de los futuros polí• ticos. Los cargos electos
Civi l (véase Weingast, 1995a). La desaparición del sistema no sólo responden al dilema manipulando la estructura y el
dejó al Sur desprotegido, sino que el rápi• do crecimiento de l Nort e proceso burocrático, moldeando los incentivos de los
los llev ó a demandas como la «regla de la mayoría», con el burócratas y reduciendo la influencia de los futuros
consiguiente riesgo de que el Sur perdiese toda influencia en la
polí • tica nacional. Aisladamente, este hecho apenas constituye una políticos (McCubbins, Nol i y Weingast, 1989; Moe,
explicación de la secesión de los Estados del Sur, dejando aparte la 1989).
devastadora Guerra Ci v i l a que condujo. Pero fue un factor polític o Algunos trabajos recientes sobre protección ambiental
relevante en la crisis política en tor• no a la separación.
y regu• lación de la seguridad laboral ejemplifican este
2 proceso (McCub• bins, Nol i y Weingast, 1987; Moe,
6 1989). Estos estudios empie• zan planteando la
siguiente pregunta: ¿por qué las estructuras
4 burocráticas y los procedimientos administrativos son
tan com• plicados y enrevesados, anulando en muchas
ocasiones el obje• tivo expreso de la actividad para la
que están pensados?
El trabajo de Mo e sobre la EPA (1989) empieza
descri• biendo cómo los rígidos procedimientos de la
agencia le imp i • den llevar a cabo su mandato.
¿Cómo se explica esto? La res• puesta de Mo e es
que cuando los defensores de l medio ambiente
tuvieron la oportunidad de desarrollar en los años
setenta una legislación novedosa y radical, no
esperaban per• manecer en el poder durante las tres
décadas siguientes. El argumento de Mo e es que los
defensores del medio ambiente creían que los sectores
opuestos a la regulación dominarían el proceso de
decisión regulativa, tal y como había ocurrido en la
década anterior. siguiente: en las etapas en las que los defensores del
Dadas estas expectativas, los defensores del medio medio ambiente tuviesen el poder, estos procedimientos
intentaron consolidar sus políticas, poniendo en práctica generarían con-
una serie de estruc• turas y procedimientos que forzarían
2
a los sectores opuestos a la regulación a seguir
manteniendo el aire limpio . El intercambio era el 6
5
base de pequeñas unidades de producción, organiza•
cesiones en lo que se refiere a los objetivos das en torno a la casa señorial. Uno de los factores
medioambientales. Pero durante los períodos en que el fundamen• tales de este proceso era la capacidad de
poder estuviese en manos de los sectores opuestos a la alimentar a los habitantes locales dentro del castillo y
regulación medioambiental, se facili• taría la de protegerlos de asal• tos y asedios.
consecución de los objetivos. Como resultado de este La economía señorial se basaba en un sistema de
pro• ceso, sabemos que los años setenta supusieron un inter• cambio de la producción cimentado en la
giro dramáti• co y permanente con respecto al tradición más que en la existencia de mercados
modo en que se estaban regulando los intereses del explícitos. Los altos costes de trans• porte, unidos a
sector. Paradójicamente, el giro ines• perado implicó la dificultad de proteger los derechos de pro• piedad,
que las restricciones impuestas a la regulación convirtieron a los mercados en un fenómeno colateral
limitaron la prosecución de sus objetivos por parte de a las vidas de la mayoría de las personas que vivían en
los propios defensores del medio ambiente. el inte• rio r de Europa. En gran medida
autosuficiente, la sociedad señorial producía casi
todo lo que consumía.
c) La explicación del cambio institucional: los
trabajos de North y Thomas sobre la 2
desaparición 6
de la servidumbre en Europa occidental 6

El estudio de Nort h y Thomas sobre el


«surgimiento del mundo occidental» constituye una
de las aplicaciones más crea• tivas de los análisis de
elección racional. La desaparición del feudalismo en
Europa occidental fue un paso importante en su
desarrollo, y contribuyó a su acceso al liderazgo
mundial .
¿Cómo ocurrió eso? A lo largo de este período,
como conse• cuencia de un conjunto de factores -e n
particular la ausencia de derechos de propiedad
efectivos, debido a la incapacidad del Estado para
controlar áreas extensas- la economía se desa• rrolló a
Las rentas y salarios no se pagaban en dinero. La escasez de trabajo implicaba que, en la etapa pos•
Como alter• nativa, los campesinos contribuían terior a la peste negra, un siervo fugado podía
19
trabajando para el señor . North y Thomas encontrar un nuevo señor dispuesto a protegerle, lo
muestran que, aunque no existen mercados que suponía el final de jacto (y más tarde de iure) del
explícitos, el tiempo de trabajo dedicado al señor se feudalismo.
ajustaba a mecanismos de oferta y demanda. A medida La importancia del modelo de Nort h y Thomas
que la población crecía en relación a la oferta de es doble. En primer lugar, en él las instituciones son
tierra, entre los siglos xi y Xiv, el tiempo que cada la variable endó• gena, adaptándose a medida que
campesino debía al señor aumentaba. cambian las circunstancias exógenas. El feudalismo
La sociedad señorial sufrió una fuerte conmoción pudo sostenerse en el marco de un amplio margen de
con la peste negra a mediados de siglo xi v , crecimiento de la población, en la medida en que no
provocando en muy poco tiempo que el factor de cambiase demasiado rápido. Los súbitos e inespe•
producción escaso pasase a ser el tra• bajo y no la rados efectos de la peste negra terminaron con el
tierra. En una economía de mercado, los salarios sistema, cuan• do las presiones competitivas obligaron
habrían aumentado rápidamente en relación a las a los señores a ajustar los derechos laborales como
rentas de la tierra, poniendo de manifiesto la respuesta a la nueva escasez del trabajo. En segundo
inversión en la escasez de los factores. La ausencia lugar, el enfoque de North y Thomas ofre-
de mercados en la economía medie• val provocó que
el ajuste se produjese por otros medios. La escasez 19
Un o de los debates más interesantes de los generados por
del trabajo generó competencia entre los señores que el model o de Nort h y Thomas se refiere a los aspectos
estaban obligados a atraer y retener trabajo, lo que monopolísticos y discriminato • rios del sistema, que otorgaban
propició un cambio dramático en las instituciones de ventajas a los señores
Europa occidental. La ausencia de una posibilidad 2
viable de aumentar los salarios forzó a los señores a 6
garantizar al factor trabajo derechos más atractivos. 7
ellas también han de ser duraderas. Dado que todas las
ce un método para construir modelos sobre el
instituciones están potencialmente sujetas a cam• bios,
rendimiento com•
20
parado de diferentes estados a lo largo del tiempo . para que una institució n sea estable, debe ser autoim-
puesta en el sentido de que aquellas personas con
poder para cambiarla carezcan de incentivos para
d) Conclusiones hacerlo.
El caso de la regla de equilibrio en los Estados
En esta sección se han discutido varios enfoques, Unidos antes de la Guerra Civi l ilustra muy bien este
relacio• nados entre sí, sobre el problema de por qué principio. L a posibili• dad de un gobierno nacional
las instituciones adoptan formas específicas. Para que sesgado hacia determinados fines de carácter regional
las instituciones tengan efectos perdurables sobre la generaba preocupación tanto en los inte• reses políticos
conducta y los resultados de los procesos políticos, del Norte como en los del Sur. Con todo, el deseo
generalizado de un gobierno nacional limitado no más atractivos a sus siervos, carecían de interés para
podía con• siderarse un fenómeno político hacerlo. Con posterioridad a la peste negra, el trabajo se
autodesarrollado. La regla de equilibrio, un sistema de convirtió en un recur• so escaso. Los señores tuvieron
veto dual sobre la formación de polí• ticas nacionales, entonces que competir intentando atraer al factor trabajo,
posibilitó que el gobierno nacional limitado se ofreciendo condiciones más atractivas y, de paso,
convirtiese en una institución autoimpuesta. Al haciendo desaparecer el feudalismo de Europa
garantizar que toda política enfrentada a los intereses de occidental.
una región pudie• ra ser vetada, modificó los
incentivos de los políticos nacio• nales para
desarrollar iniciativas de ese tipo. IV. Las
La explicación de North y Thomas sobre el fronteras
surgimiento del mundo occidental ilustra otros aspectos
del argumento. En la Edad Media, el feudalismo fue En esta sección se discuten algunas innovaciones
estable en la medida en que la tierra fue un recurso estimu• lantes en las aproximaciones de elección
escaso. Aunque los señores podían ofrecer derechos racional al estudio de las instituciones. Estos trabajos
prometen grandes beneficios en investigaciones
futuras. Las líneas que siguen se dedican a indicar la
20
Recientemente se han desarrollado una serie de estudios de
gama de las nuevas aplicaciones, más que a presen• tar
ese tipo , utilizando también la estática comparativa. Por ejemplo,
Grei f (1995) anali• za de forma mu y creativa las instituciones una discusión sistemática de su lógica.
comerciales como el factor que explica por qué los comerciantes
del mundo occidental tenían ventaja sobre los del mundo islámico
a finales de la Edad Media .
a) El papel central de la información en la
política y en la organización política

Una rama creciente de bibliografía está dedicada a


estudiar el papel de la información en la política. Entre
los trabajos más influyentes están los de Gilliga n y
21
Krehbiel (1990), y Krehbiel (1991) . Aunque gran
parte de esta literatura se ha centrado de las
instituciones políticas estadounidenses, sus potenciales
aplicaciones no se centran sólo en las asambleas
legislativas de todo el mundo desarrollado, sino
también en las institucio• nes de los países en
desarrollo.
A pesar de que estos modelos son complejos
técnicamente, parte de las intuiciones sobre las que se
fundamenta el análisis pueden comprenderse fácilmente. efectos reales. A un
Gilligan y Krehbiel parten del problema de la
incertidumbre endémica en las relaciones entre las 21
Banks (1991) y Calvert (1986) proporcionan excelentes
políticas y sus efectos, sugiriendo una cierta divergencia revisiones de esta literatura en los años ochenta. Véanse también
entre los efectos deseados de una política y sus Austen-Smit h y Rike r (1987), Banks (1989), Epstein y O'Hallora
n (1994) y Matthews (1989) .

268 269

cierto coste, los miembros de la asamblea legislativa Por tanto, la extensión del enfoque más allá de la
pueden aprender sobre esta relación y reducir la diferencia política americana constituye un terreno novedoso y
entre los efec• tos pretendidos de una determinada prometedor. Seña• laré con brevedad cuatro aplicaciones.
política y sus efectos reales. En primer lugar, los estu• dios que comparan diferentes
La obtención de este tipo de conocimiento crea sistemas electorales son un ejem•
23
tensiones
a los legisladores. La eficiencia requiere que sean plo de este creciente cuerpo de nuevas . El estudio
sólo unos aplicaciones
cuantos legisladores los que afronten la inversión de de los sistemas electorales demuestra que las diferencias
conver• tirse en expertos y comprender la naturaleza de en tér•
la relación entre la política y sus efectos. Sin minos de reglas electorales tienen efectos sistemáticos
embargo, ese conocimiento les permite sesgar los sobre el número de partidos, sobre la existencia de un
resultados en su propio beneficio. La ten• sión partido mayorita- rio en la asamblea legislativa o sobre
consiste en que es necesario ofrecer a algunos los efectos de las políti • cas. Estudios recientes
legislado• res suficientes incentivos como para que muestran igualmente que aquellos que diseñan los
hagan costosas inver• siones en conocimiento e sistemas electorales tienden a introducir sesgos en su
información sin extraer demasiados beneficios favor. En segundo lugar, existe una serie de estudios que
particulares de esa información. Gilliga n y Kreh- apli• can los modelos de análisis de las asambleas
legislativas a varios
sistemas parlamentarios de Europa occidental y24 . Un ter•
bie l muestran que, bajo ciertas condiciones, los Japón
legisladores
pueden diseñar instituciones que transmitan la cer grupo de aplicaciones compara las estructuras
información sin administrati•
25
un sesgo excesivo hacia la posición de los vas y su rendimiento en distintos . Por último, existe
expertos. países un
Muchos otros estudios demuestran que los parte, los modelos de análisis de la financiación de las
problemas de información están presentes en cualquier campañas muestran que el dinero puede tener muchas
proceso político. Aus- ten-Smith y Riker (1987), por más funciones que la mera compra de influencias: por
ejemplo, utilizan modelos simi• lares para el estudio ejem• plo, indicar si los candidatos son vulnerables 22.
de la retórica parlamentaria y la persua• sión. Por su
conjunto de trabajos recientes dedicados a la
b) La expansión del campo de aplicaciones investigación de
problemas de relaciones internacionales (por ejemplo,
Lo s teóricos de la acción racional desarrollaron sus Keoha- ne y Martin , 1994), así como una literatura en
modelos fundamentalmente a través de aplicaciones a la plena expansión sobre los efectos de las instituciones
política america• na. Esta perspectiva ayudó a generar una nacionales en el proceso de formación de la política
gama de estrategias teó• ricas cuyas implicaciones podrían exterior (por ejemplo, Bueno de Mes- quita y Lalman,
compararse con facilidad. Por desgracia, la atención 1992; O'Halloran, 1994).
exclusiva a la política estadounidense dio al enfoque un Los trabajos recién mencionados se centran en
tono parroquial, lo que dificultó la distinción entre sus institucio• nes de países desarrollados. La aplicación
conclusiones más generales y aquellas que reflejaban del enfoque más allá de las sociedades avanzadas, sobre
directamen• te supuestos específicos de las instituciones problemas políticos propios de países en vías de
norteamericanas. desarrollo, constituye una vía de trabajo igualmente
prometedora, si bien está dando sus p r i • meros
26
22 pasos .
Véanse las citas en la nota 3, supra.
2 3
2 Véanse, por ejemplo , Brad y y Jongry n (1990) , B a w n
(1993) , Co x y Rosenbluth (1993), Kousser (1974) y Rogowsk i
7
(1989).
0 24
Véanse, por ejemplo , Ca in , Ferejoh n y Fiori n a (1981)
, Cowhe y y McCubbin s (1996), Cox (1986), Laver y Shepsle
(1995), Laver y Schofield (1990) , Loh ma n n (1994) , Ramseyer y
Rosenblut h (1995) , Stro m (1990 )
yTsebe lis
(1990 ) .
25
Com o ejemplo, véanse algunos de los estudios de Cowhey y
McCu b •
bins
(199
6).
26
Alguno s ejemplos son: Bates (1989), Bates y Weingast
(1995), Ame s (1987) , Fearon (1994) , G re i f (1995) , Hardi n
(1995) , L e v i (1988) , N o r t h (1990), Przeworski (1991), Roo t
(1994) y Rosenthal (1992).
2
7

c) La ampliación de los fenómenos estudiados desde pers• pectivas no instrumentalistas. En el pasado,


la interacción entre autores vinculados a diferentes
Numerosos científicos políticos analizan la realidad perspectivas tendía a resaltar una aparente imposibilidad
de reconciliación entre ellos, como si los paradigmas «en los aspectos básicos que define la frontera de las
competición» de-Kuhn fuesen la única forma posi• ble de posibilida• des de la investigación se refiere a los
relación entre paradigmas en las ciencias sociales. supuestos sobre la con• ducta de la teoría de la elección
En los últimos años se ha desarrollado un programa 27
racional . Hasta hace poco ningún intento de utilizar
alterna• tivo basado en el énfasis en la un conjunto más realista de supues• tos sobre
complementariedad entre distin• tos enfoques. Este individuos ha cumplido la promesa de una capacidad
nuevo programa considera las diferencias como el similar al de los supuestos tradicionales.
reflejo de la complementariedad entre distintos enfo• Un grupo de académicos se ha centrado en las
ques sobre fenómenos complejos, y no como una implicacio • nes de la ciencia cognitiva para la teoría
competición entre distintos paradigmas, lo que sugiere de la elección racio• nal. Denzau y Nort h (1994),
una cooperación más fértil entre investigadores Frank (1989), Lupi a y McCub - bins (1995), N o l i y
asociados a diferentes paradigmas en la que tanto los Krie r (1990) y Nort h (1990) analizan las
fenómenos estudiados como las técnicas e ins• trumentos implicaciones de una serie de supuestos acerca de los
utilizados por el otro se conviertan en algo relevante. límites cognitivos sobre los individuos. A diferencia de
Recientemente algunos autores vinculados a la gran parte del trabajo previo sobre la «racionalidad
elección racional han empezado a explorar los vínculos limitada», el rasgo dis• tintivo de este tipo de trabajos
entre su enfo• que y los temas y aportaciones basados en es su intento de utilizar supues• tos menos arbitrarios y
otros estilos de aná• lisis. Ferejohn (1992) estudia el de explorar sus implicaciones en el mar• co más amplio
paralelismo entre las perspec• tivas de naturaleza de la teoría de la elección racional. Estas teorías
instrumental y las de naturaleza interpretativa para destacan, por ejemplo, no sólo la importancia del
entender las elecciones en l a Inglaterra del siglo aprendizaje (durante mucho tiempo un aspecto de la
xv n . Goldstein y Keohane analizan diferentes enfoques, teoría de la elección racional) sino también las
incluido el de elección racional, para entender el papel implicaciones derivadas de los dife• rentes supuestos
de las ideas. Bates y Weingast (1995), Fearon (1994) y acerca de cómo aprenden los individuos.
La it i n (1988) exploran igualmente un conjunto de
fenómenos considerados normal• mente ajenos a una
concepción purista de la elección racional: revueltas,
V.
violencia étnica y la política del uso de la lengua.
Conclusio
nes
d) La relajación de las bases conductistas: los
límites cognitivos sobre la acción humana Esta breve revisión de las aproximaciones de elección
racio• nal a las instituciones ha señalado sus rasgos más
Los críticos de la elección racional han distintivos. La teoría de la elección racional ofrece un
defendido desde hace mucho tiempo que sus método sistemático para el estudio de las instituciones.
supuestos sobre los individuos están muy alejados de Sus aplicaciones no se limitan a los elementos básicos
la realidad, lo que limit a su capacida d para el propios de una democracia moderna, sino a una gama de
análisis de una amplia gama de fenómenos. Un o de temas de política comparada, como la guerra étni• ca, las
revueltas, la estabilidad democrática y las revoluciones.
27
Los estudios más recientes sobre la importancia de la Estos supuestos contrastan co n aquellos enfoques que utiliza
informa• ción auguran una extensión considerable de n de for • ma combinada distintos tipos de racionalidad, como
ocurre con las concep• ciones anteriores de la satisfacción
este enfoque.
(satisficing) o con la «teoría de la pers• pectiva» de Kahneman y
Tversky (1979).

272 273
El estudio de las instituciones genera nuevas divisiones tradicio• nales dentro de la ciencia política.
perspectivas sobre problemas muy diversos. Con Como el m.e.c.a. ha pues• to de manifiesto, sus
respecto a la administra• ció n pública, sus principios básicos tienen aplicaciones para problemas en
conclusiones sugieren que los burócratas deben tener la administración, en la interacción entre los poderes
una influencia menor en las políticas de la que se legislativo, ejecutivo y judic ia l , y en las asambleas
aceptaba previamente. La sola observación de su conducta legislativas. A su vez, como indica la emergente
indi• ca que, dado que los burócratas toman literatura sobre el sistema estadounidense de separación
decisiones de gran importancia sin influencia directa de de poderes, este enfo• que tiene potencial para
los políticos, éstos tienen poca influencia directa. Al transformar los estudios sobre la polí• tica
destacar la importancia de la secuen• cia, la teoría de la estadounidense superando las divisiones disciplinarias
elección racional sugiere que cuando los políticos tra• dicionales. Un proceso similar se ha iniciado en las
pueden castigar a los burócratas por desviarse de las relaciones entre americanistas y comparativistas,
políticas por ellos deseadas, los burócratas pueden alimentando la posibi• lidad de una nueva teoría de la
implemen- tar esas políticas sin necesidad de una política, frente a la división ante• rio r entre una teoría
intervención directa por parte de los políticos . Esto para Estados Unidos y otra para cada país o región.
no prueba que los políticos dominen a los burócratas, Finalmente, los ejemplos históricos prueban que el
pero señala que no puede inferirse que carezcan de enfoque no está confinado en las sociedades industriales
influencia del hecho de que no realicen una avan•
intervención política directa. Este principio general -lo
s deci- sores anticipan las consecuencias de sus
acciones y por tanto tienen en cuenta los intereses de
actores que pueden interve• nir más tarde- ha probado
su utilida d analítica en contextos muy diversos, por
ejemplo, en el estudio de las relaciones entre el poder
judicia l y las ramas políticas del poder, o entre las
organizaciones de los partidos y sus líderes.
Los modelos de elección racional proporcionan
igualmen• te la base para una discusión acerca de las
zadas. Sus aplicaciones incluye n una gama de El autor agradece y reconoce los útiles
fenómenos macropolíticos, tales como las comentarios de Michael Bailey, Bruce Bueno de
revoluciones, la guerra c i v i l y la desaparición de la Mesquita, Randy Calvert, Kelly Chang, Rui de
28
servidumbre .
Figueirido y Andrew Rutten, la asisten• cia de
La mayoría de los estudios sobre instituciones,
investigación de Douglas Grob y la asistencia editorial
incluyendo aquellos que se basan en enfoques diferentes a
de Use Dignam.
la elección racio• nal, asume que las instituciones son
fijas y estudia sus efec• tos. De aquí surge el problema
de la duración de las institu• ciones. Recientemente, Biblio
algunos modelos de elección racional proporcionan un grafía
enfoque para el estudio de la duración y la
supervivencia institucional. Si las instituciones influyen AL T , J. E. y CHRYS TA L , A . , Political Economics, Berkeley,
direc• tamente en los resultados de los procesos Univer-
políticos, entonces algo debe evitar que los individuos sity of California Press, 1983.
modifiquen las institucio• nes en el proceso de A M E S , B . , Political Survival, Berkeley, Universit y o f

consecución de sus diferentes objetivos. El concepto de Californi a


Press, 1987.
instituciones autoimpuestas ofrece una estra• tegia para
analizar por qué las instituciones sobreviven.
28
Ninguna discusión sobre la elección racional puede
completarse sin hacer referencia a la reciente crítica desarrollada por
Agradecim Green y Shapiro (1994). Aunque por cuestiones de espacio no
ientos puede abordarse una discusión sis• temática de este trabajo,
recomiendo su lectura en combinación con las res• puestas a su
crítica en el número especial de Critical Review (1995).
274 275

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La metáfora de Pollock (como se verá más adelante,
proba• blemente sacada de contexto) parece hoy al
menos tan válida como lo era entonces, debido a un
conjunto de factores interco- nectados. Por consiguiente,
no resulta sorprendente descubrir que la ciencia política
• está sembrada de conceptos y termino• logía jurídica, y
que parte de ella analiza de forma más o menos directa y
explícita las relaciones entre el derecho y la política y
entre los actores jurídicos y políticos y las
instituciones. Las cuestiones de carácter constitucional
6. Las instituciones políticas: enfoques se estudian con frecuen• cia desde una perspectiva
jurídicos híbrida de derecho y ciencia política, cuyo equilibrio
depende de si la formación principal del autor es la de un
jurista o la de un científico político. El derecho públi•
G AV I N D RE WR Y

Es un hecho cierto, aunque tristemente olvidado


tanto por científicos políticos como por juristas, que el
derecho y la polí• tica, en sus aspectos teóricos y
prácticos, están estrechamente vinculados. En una
conferencia publicada en 1882, titulada La historia del
derecho inglés como rama de la política, el juris• ta
inglés sir Frederik Pollock escribió que «el derecho es
a las instituciones políticas lo que los huesos al
cuerpo» (Pollock,
co está firmemente vinculado a la administración política como una pérdida de tiempo.
pública, aun• que con distintos grados según los países. En Gran Bretaña, la antipatía hacia los aspectos
El desarrollo del «nue• vo institucionalismo» en el legales y constitucionales de la ciencia política se ha
marco de la ciencia política augura un fortalecimiento debido fundamen• talmente a la ausencia de una
de todos estos vínculos (Smith, 1988). constitución codificada y al sub- desarrollo del derecho
Sin embargo, la cantidad de condimentos jurídicos público. La pertenencia a la Unión Euro• pea y el
encon- trables en la ciencia política no ha sido hasta la creciente impacto del Tribunal Europeo de Justicia sobre
fecha tan abun• dante como debería ser. Ello refleja, en los tribunales y la política británica -coincidentes con
parte, una tendencia de algunas ramas de la ciencia continuos debates acerca de una reforma constitucional,
política a rechazar los enfoques jurí • dicos dentro de que incluyen la posibilidad de incorporar la
su disciplina por considerarlos desagradable• mente Convención Europea de Derechos Humanos en la
formales y superados. La famosa «revolución legislación del Reino Uni d o - han destacado la
conductis- ta» en la ciencia política americana fue importancia de los enfoques jurídicos para la ciencia
básicamente una reacción frente a esto; y los política. Sin embargo, existe todavía un gran vacío en la
conductistas, tras haberse desprendido de las aguas literatura y una ausen• cia permanente de investigación
contaminadas del formalismo, no se persuaden interdisciplinar.
fácilmen• te de que puede haber buenas razones para
reanimar y recupe• rar al desechado bebé jurídico. Por
su parte, numerosos juristas I. La naturaleza de la afinidad entre el
-incluso aquellos especializados en derecho público - derecho y la política
han mos• trado una tendencia a concebir su materia
¿Por qué y en qué aspectos están el derecho y la
como algo funda• mentalmente práctico y a percibir política relacionados tan estrechamente? Algunos
las incursiones en el terreno desconocido de la ciencia vínculos son obvios.
284 285
y constitucionales, alentándolos a desarrollar el análisis de las política» (Ridley, 1975, p. 175).
ramificaciones jurídicas de su materia. En el cambio de siglo (y de
288
hecho, durante mucho tiempo después), la mayoría de los juristas
que leían a Dicey aceptaban su visión como un axio• ma. No hay
ninguna razón para suponer que Pollock habría constituido una
excepción.
Pero si nos tomamos la libertad de cambiar el contexto y
aplicamos la metáfora de Pollock a la ciencia política moder• na,
vemos que esta últim a es una disciplin a especialmente
invertebrada. Los manuales de ciencia política británicos ape• nas
hacen referencia, siquiera de pasada, a los jueces, los tri • bunales o
el derecho público. Las revistas de ciencia política británicas
contienen muy pocos artículos sobre cuestiones rela• cionadas con el
mundo del derecho. Hay muchas referencias políticas en las
revistas jurídicas británicas, pero escasa evi• dencia de que los
científicos políticos hagan uso de ellas (Drewry, 1991). La
magnitud del contraste con otros países -en especial los Estados
Unidos - apenas puede exagerarse. Los sistemas legales de
Inglaterra y Estados Unidos comparten la herencia del common law,
pero sus diferencias legales y cons• titucionales son inmensas, lo
que se refleja en sus respectivas tradiciones en ciencia política. La
ausencia de discusión sus• tantiva sobre el Tribunal Supremo y la
revisión constitucional en cualquier manual sobre política
estadounidense constituiría una grave omisión, como se verá más
adelante.
Sin embargo, hubo una etapa premoderna en la que tanto en
Inglaterra como en América los estudios políticos se basa• ban
explícitamente en investigaciones de carácter jurídico . W. J. M.
Mackenzie ha señalado que «en la generación anterior a 1914 habría
resultado inconcebible que se pudiese discutir sobre los sistemas
políticos sin discutir al mismo tiempo los sis• temas legales»
(Mackenzie, 1967, p. 278). Bernard Cric k cree que los fundamentos
de la ciencia política, establecidos a media• dos del siglo xix ,
«surgieron en parte para cubrir el hueco gene• rado por la decadencia
de la jurisprudencia en las facultades de derecho de EE.UU. »
(Crick, 1959, p. 13). Igualmente, Fred Ridley ha sugerido que, en
Estados Unidos, la jurisprudencia fue «la abuela de la ciencia
En lo que se refiere a la investigación política en Inglate• rra, desigual.
Mackenzie menciona la relevancia de los fundamentos inte• lectuales
establecidos por autores como Maine, Pollock, M a i - tland y
Vinogradoff, como ejemplos de enfoques basados en el derecho. Pero I I I . La política y la función judicial
esta tradición murió en el período de entregúe• nos, y la ciencia
Como se ha señalado anteriormente, la ley es el resultado de un
política inglesa dejó de buscar su inspiración en el derecho. Ya
proceso legislativo. Los jueces también desempeñan un papel en ese
hemos señalado que esta negativa fue más tarde agravada por las
proceso y, en términos más generales, tienen un papel como actores
inclinaciones antiformalistas implícitas en la «revolución
políticos (especialmente cuando forman parte del Tr i • bunal
conductista» que llegó al Reino Unido en los años setenta.
Supremo). Incluso en el Reino Unido , donde la creati• vidad
El vínculo cada vez mayor entre las instituciones jurídicas y
judicia l es disuadida por una doctrina de la soberanía
políticas británicas y las del resto de países europeos -todos ellos
dotados de constitución escrita, y en su mayoría caracte• rizados por parlamentaria y por la ausencia de una constitución escrita y de un
culturas políticas marcadamente influidas por el derecho, así como Tribunal Supremo, el papel de los jueces como limita -
por sistemas mejor desarrollados de dere• cho administrativo- está
empezando a socavar las diferencias entre el Reino Unid o y sus 1
Véanse especialmente los trabajos de la Charter 88 y las discusiones acerca
vecinos europeos. Por ello, pro• blemas de carácter legal y
de una constitución escrita para el Reino Unid o surgidos a partir de ella: A l i a n ,
constitucional están ocupando un lugar destacado no sólo en la 1993; Bamett, Elli s y Hirst , 1993; Institute for Publi c Polic y Re• search, 1993; y
agenda de la ciencia política britá• nica sino también en la de la Jowel l y Oliver, 1994.
1
propia polític a británica . Sin embargo, el proceso ha sido lento y
28 9

dores de los abusos del poder del Estado y como legisladores entre profesor norteamericano Donald Horowit z (1977a; 1977b;
bastidores es algo cada vez más reconocido, incluso por los propios 1982) ha escrito sobre el papel de los jueces en la política social ,
jueces (Drewry, 1992a). poniendo de manifiesto los peligros de la excesiva dependencia
sobre los jueces como garantes del interés público. Este autor señala
Existe una considerable literatura internacional y compa• rada
2 que, si bien los jueces pueden haber asumido nuevas funciones en las
sobre la función y la conducta política de los jueces . Algu• nos de
litigaciones administrativas, continúan actuando bajo pautas antiguas
estos autores adoptan una perspectiva positiva sobre el activismo
-que implicaban no tanto la crea• ción de nuevos programas o la
j ud ic i a l en contextos políticos, en circunstancias como protección
supervisión de la administración como la resolución de
frente a los abusos del ejecutivo y frente a la presión burocrática y la
controversias- y que las constricciones que se derivan de esas pautas
mala administración.
limita n el ámbito de lo que razo-
Si n embargo, otros autores señalan las disfunciones que
implica la sustitución de decisiones políticas por decisiones judi• 2
Véanse, por ejemplo, Abraham, 1993; Bell, 1983; Friendly, 1963; Jaf- fe
ciales, o el permitir que los jueces enmienden decisiones adop• tadas 1969; Katzmann, 1988; Schmidhauser, 1987; Volcansek, 1992.
por políticos responsables ante el electorado en el mar• co de una 3
Griffith es también el autor de un trabajo muy polémico sobre las pre•
litigación. Por ello John Griffith , experto en derecho público ferencias ideológicas de la judicatura británica (Griffith, 1979, 1991; para una crítica
británico, se ha mostrado muy escéptico al analizar lo deseable que véase Lee, 1989), y ha escrito, desde una perspectiva de centro-izquier• da, una
resulta potenciar que jueces no controlables limi• ten a los políticos síntesis histórica del papel político del Poder Judicial en Gran Bre• taña a lo largo
del siglo xx (Griffith, 1993).
(por ejemplo, a través de la Declaración de Derechos del Reino
3
Unido) . Esta discusión se refleja incluso en los trabajos de los 290
propios teóricos de los derechos en el ámbito de la jurisprudencia
(Waldron, 1993).
Desde una perspectiva distinta, pero igualmente escéptica, el
del material que cada una de las partes opta por mostrar ante el
nablemente cabe esperar de los tribunales (Horowitz , 1977b, p. tribunal. Si el problema requiere para su ade• cuada resolución la
151). Así, prosigue: consideración de intereses de partes que no están presentes ante el
tribunal y que no están formalmen• te en conflicto entre sí, de
Los tribunales son decisores públicos, aunque dependan de que la personas que incidental o conse- cuencialmente pueden verse
iniciativa privada invoque sus poderes: ellos no dan el prime r paso. afectadas por cualquier resolu• ción adoptada sobre la disputa,
Las partes afectadas por la acción administrati• va optan por la entonces un tribunal no es la institución ideal para la resolución de
reparación judicial , sobre la base de conside• raciones que pueden un conflicto de ese tipo (Cañe, 1986, p. 149).
no tener relació n con la importanci a pública del problema en
cuestión, con el carácter recurrente de la acción administrativa El problema aumenta por la incapacidad de los tribunales para
concreta, o con la competencia de los tribunales para juzgar esa
acción y cambiarla.
asimilar pruebas muy técnicas y por la ausencia en ellos de una
instancia encargada de vigila r las consecuencias.
Variantes del argumento de Horowitz aparecen en muchos otros
autores, incluyendo al estadounidense Lo n Fuller (1978) y al
administrativista inglés Peter Cañe (1986). Cañe señala que: IV. Derecho público y administración pública

Dado que los procesos judiciale s son esencialmente bipola • res, Sea o no suscrita la ortodoxia weberiana según la cual toda
están diseñados para resolver conflictos en términos de los
organización burocrática tiene una base legal-racional, el dere• cho,
intereses de sólo dos partes o grupos representados por esas
partes. Y como los procesos judiciales conciben a las par• tes como en sus múltiples y diversas manifestaciones, constituye
adversarios, los conflictos se dirime n exclusivamente sobre la base
291
casi por definición un elemento central de cualquier sistema Wilson, Ernst Freund y John Dickinson - concebían el análisis de la
4
desarrollado de administración pública . El derecho es de dis• tintas administración como algo profundamente ancla• do en el derecho
formas el medio a través del cual se desarrollan las polí• ticas público. De hecho, Wilso n se veía a sí mismo como un profesor de
públicas. Los organismos y funcionarios públicos están sujetos a la
derecho público, y albergaba ambiciones de «fundar una escuela de
jurisdicción de los tribunales, los auditores públicos y el defensor del
pueblo. El derecho es un servicio público cos• toso e importante, derecho público con una unidad dedi• cada a la administración
tanto como la salud pública o el bienestar, y se organiza y pública como la unidad principal de la institución » (Cooper,
administra a través de departamentos públicos (en la mayoría de los 1990, p. 256). Como ha señalado Andrew Dunsire (desde una
países, los ministerios de justicia) esta• blecidos para ta l fin. Ell o perspectiva británica), el famoso ensayo de Wilso n sobre «E l
puede generar tensiones (como ha ocurrido recientemente en el Estudio de la Administración», aparecido en 1887, concebía a la
Reino Unido) acerca de la insen• sibilidad con respecto a la administración pública como
independencia del poder judicia l (Browne-Wilkinson, 1988;
Drewry, 1992b). La administración de justici a es por tanto parte
de la agenda de la administra• ción pública académica. 4
Considérense como ejemplos: las limitaciones legales y las atribucio• nes; el
El derecho público puede tener sus limitaciones como medio de respeto que se supone por parte de los funcionarios a la legalidad, a
control y reparación frente a la administración pública, pero ha procedimiento y al rule oflaw; la provisión de procedimientos de adjudica• ción e
investigación para la resolución de conflictos; y la consistencia de la práctica y el
constituido siempre un elemento esencial de su estudio y desarrollo respeto a los casos precedentes.
práctico. En su ensayo sobre la relación entre el dere• cho y la
292
administración pública en los Estados Unidos, Philip Cooper
muestra cómo los pioneros en el estudio académico de la
administración pública -autores como Frank Goodnow, Woodrow
«la ejecución sistemática y detallada de l derecho público » po r hombres (sic) formados en las facultades de Derecho de las
(Dunsire, 1973, p. 88; Wilson , 1887). universidades [...] [y dejando aparte algunas excepciones] puede
decirse que hay un claro contraste entre la posición de los juristas
Cooper escribió un ensayo sobre la contribución del dere• cho en la administración británica y la que ocupan en las
público al desarrollo de la ciencia de la administración en el Reino administraciones de Europa occidental. En la primera son
Unido (Drewry, 1995) y se lamentaba de la escasa per• cepción del consejeros de la administración, mientras que en la segunda son la
administración en sí (Mckenzi e y Gro - ve, 1957, p. 96).
potencial que ofrece una mayor colaboración entre juristas y
administradores públicos (Drewry, 1986). No es nece• sario volver a
En general, el administrador continental es (como escribió C. H.
repetir aquí estos argumentos.
Sisson [1959, p. 39] en la misma época que Mackenzie y Grove)
En este contexto el contraste entre Gran Bretaña y Europa
«un jurista, especialista en una rama del derecho -a saber, el
continental es particularmente evidente. En la mayoría de los países derecho administrativo- que se encarga mayoritaria- mente de
europeos, gran parte del discurso político se expresa en términos
aspectos relacionados con las funciones de gobier• no». El
legales, y las administraciones públicas se rigen por códigos funcionario británico, sin formación en derecho o en cualquier otra
legales interpretados y aplicados por tribunales admi• nistrativos.
disciplina profesional, claramente no lo es.
Como ya observó el autor de un respetado manual sobre el gobierno
La permanencia de los prejuicios de Dicey puede explicar al
central británico en los años cincuenta:
menos en parte el desarrollo tardío del derecho adminis• trativo
[...] en todos los países de Europa occidental, excepto Gran en el Reino Unido . Dicey murió en 1922, y fue en la década de
Bretaña, ha constituido una tradición secular que los puestos más los veinte cuando los escritos de juristas como sir
importantes de la administración central habían de ser cubiertos
293
Cecil Carr (1921), W. A. Robson (1928) y F. J. Port (1929) tribunales y las investigaciones administrativas, así como la
comenzaron a establecer las bases intelectuales por las cua• les posibilidad de institucionalizar un Defensor del Pueblo encar• gado
el derecho administrativo obtuvo una aceptación gradual como de investigar las quejas sobre la mala administración del gobierno
área diferenciada y profesionalmente respetable de la teoría y central. El últim o debate culminó con la aprobación de la ley del
la práctica jurídicas. Este proceso se aceleró después de la Comisionado del Parlamento (Parliamentary Com- missioner Act )
Segunda Guerra Mundial , y fue durante los años cin • cuenta en 1967, que establecía la figura de un Defen• sor del Pueblo para
cuando aumentó súbitamente el interés en varios aspectos del tema. investigar las quejas acerca de la mala admi• nistración del gobierno
Los primeros autores británicos que se ocuparon del dere• cho central (véase Stacey, 1971; Gregory y Hutchesson, 1975). El
administrativo estaban obsesionados con el control ju di • cial del Comisionado parlamentario para la Administración desarrolla su
gobierno. Sin embargo, como ha observado Fred Rid - ley (1984, tarea en el marco de la responsa• bilidad ministerial frente al
p. 4), «la idea de una protección más "política" que "legal" de Parlamento, y fue siempre percibi• do más como una figura
los ciudadanos frente a la administración está pro• fundamente adjunta a los diputados que como un sustituto de sus funciones
arraigada en la tradición polític a británica y ha quedado tradicionales de transmisor de las que• jas de los ciudadanos de sus
grabada en la tradición de pensamiento británica». Por otra circunscripciones. Buena parte de la literatura jurídica de la época
parte, la esencia del debate público acerca del estado del derecho sobre derecho administrativo
administrativo, especialmente en los años cuaren• ta y cincuenta,
294
tenía relativamente poco que ver con el proce• so judicia l en sí.
Gran parte de la discusión sobre la reparación de las quejas de
los ciudadanos que tuvo luga r durante este período tenía que ver
con aspectos no estrictamente judiciales del derecho admi•
nistrativo; el objeto de la discusión lo constituían sobre todo los
tendía a considerar estas cuestiones como una materia más pro• contexto político y teórico.
pia de la ciencia política que del derecho. La revisión judicia l de los actos administrativos ha sido una
La mayoría de los libros de texto actuales sobre derecho industria de escaso crecimiento en Gran Bretaña en los ú lt i • mos
administrativo británico (entre los que hay muchos muy bue• años; varias reformas procesales han facilitado el acceso a los
nos), aunque todavía tienen una fuerte inclinación a centrarse en tribunales y los casos de derecho administrativo se han juzgado
la revisión judicia l (judicial review), cubren sustancialmente principalmente por un grupo semiespecialista de jue • ces
soluciones no judiciales, y algunos de ellos asumen el esfuer• zo pertenecientes a la Crown Office List en la Corte Supre• ma. Ha
de cubrir los aspectos políticos. Los especialistas en dere• cho habido alguna investigación sobre el uso e impacto de la revisión
público han hecho un trabajo muy ú t i l en la frontera entre la judicial , principalmente desarrollada por profeso• res de derecho
teoría legal y la teoría política (por ejemplo, Loughlin, 1992); de como Maurice Sunkin, en el marco del Proyecto de Derecho
hecho, otro autor, Paul Craig (1990), desde una perspecti• va Público 5 . Pero el tema todavía ha de captar la ima• ginación de
angloamericana comparada y tras llevar a cabo una revisión muchos científicos políticos.
enciclopédica de una literatura muy extensa, sugiere que nadie En muchos lugares del mundo, la administración pública a la
debería entrar en el campo del derecho públic o hasta haber vieja usanza está siendo sustituida por un nuevo estilo de
aclarado la naturaleza exacta de la teoría política sobre la que se administración más orientado hacia el mercado, que implic a
fundamenta su análisis. Un libro de Birkinshaw (1985) y un
volumen editado por Richardson y Genn (1994) constituyen dos 5
Sunkin, 1987,1991a, 1991b; Le Sueur, 1991; Le Sueur y Sunkin,
buenos ejemplos de trabajos de especialistas británicos en derecho 1992; Sunkin et al, 1993.
público en los que se abordan cuestiones sustantivas de derecho 295
administrativo sobre la base de un amplio conoci• miento del
administraciones públicas más pequeñas y la contracción y pri• América. De acuerdo con los autores de un importante, aunque hoy
vatización de los servicios públicos. Estos procesos tienen un ya superado, estudio comparado de dere• cho público: «Los
considerable impacto legal y constitucional que todavía no se ha problemas constitucionales penetran la vida y el derecho
comprendido en todas sus dimensiones, y que sólo está empe• americano hasta extremos que los observadores extranjeros
zando a discutirse en la literatura académica, principalmente jurí• dica consideran increíbles. Los americanos se han con• vertido en un
(por ejemplo, Baldwin y McCrudden, 1987; Harden, 1992). pueblo de constitucionalistas, que ha sustituido la litigación por la
legislación y que encuentra cuestiones consti• tucionales escondidas
detrás de cada caso» (Schwartz y Wade,
V. Los Estados Unidos: el derecho y la Constitución 1972, p. 6). La propensión a implicarse en extensos y costosos
conflictos jurídicos, tanto de derecho público como de derecho
En La Democracia en América, cuya primera parte fue publi• privado, es un rasgo bien conocido, aunque no universalmente
cada en 1835, Alexis de Tocqueville escribió que «apenas hay una admirado, de la cultura y la vida americanas. El Tribunal Supre• mo
cuestión política en los Estados Unidos que antes o des• pués no de los Estados Unidos, dotado de una función central en el sistema
se convierta en una cuestión judicial». Tocqueville creía que «el político que exige gran atención por parte de los cientí• ficos
6
políticos, no tiene un equivalente en Gran Bretaña .
poder otorgado a los tribunales de justicia norteameri• canos para
pronunciarse sobre la constitucionalidad de una ley constituye una 6
Sin embargo, existe una serie de importantes trabajos que se han cen•
de las barreras más importantes que jamás se han establecido contra
trado en la función judicial de la Cámara de los Lores (Blom-Cooper y Drewry,
la tiranía de las asambleas políticas» (Toc• queville 1946, p. 83).
Aqu í radica la explicación fundamental de las diferencias, antes
mencionadas, entre el Reino Unido y los Estados Unidos de
los Estados Unidos ha sido objeto de tantos trabajos, tan• to de
La literatura académica sobre el Tribunal Supremo de los
juristas como de científicos políticos, que resulta difíci l saber por
Estados Unidos es considerable y muy diversa: incluso existe un
«Oxford Companion» (Hall , 1992). Sobre el Tribuna l se ha dónde empezar. Hay estudios mu y importantes de historia
escrito desde perspectivas mu y distintas y en diferentes política (Bailyn , 1967; Will s 1968); e interpretacio• nes mucho
7
direcciones ; y existe una amplia producción en revistas espe• más modernas (Corwin , 1978; Tribe, 1988; Suns• tein, 1990;
cializadas. La literatura americana sobre la función y la con• 1993). Algunos aspectos del constitucionalismo han generado
ducta de los jueces está orientada principalmente hacia el Tr i • una producción escrita considerable por parte de los especialistas
bunal Supremo, como lo está también la literatura sobre la en el gobierno de los Estados Unidos, des• de el ensayo de Vil e
interpretación de la Constitución (Tribe, 1988; Wellington ,
1990; Sunstein, 1990, 1993). Además de los trabajos específi• sobre la separación de poderes (Vil e ,
camente dedicados al Tribunal, las implicaciones democráti• cas y
1972; Stevens, 1979; Paterson, 1982). El estudio de Paterson se basa en datos
constitucionales de la revisión judicia l están presentes en la únicos, extraídos de entrevistas con lores juristas en ejercicio ; su éxit o resal• ta
literatura, más amplia, de ciencia política, incluyendo clá• sicos las dificultades que los investigadores británicos del papel de los jueces han
modernos como el Prefacio a Teoría Democrática (1956) de Dahl y tenido para acceder a ellos (mucho mayores que las sufridas por sus cole• gas
El Fin del Liberalismo, de Low i , que entre otras cosas conmina al norteamericanos).
7
Véanse, por ejemplo, Hodder-Williams, 1980;McKeever, 1993; O'Brien ,
Tribunal Supremo a restaurar el rule oflaw anu• lando los
1993;SchmidhauseryBerg, 1972;Wolfe, 1986;WoodwardyArmstrong , 1979.
poderes delegados a una agencia administrativa si no van 8
Sobre los desarrollos recientes de l derecho administrativo en los Esta• dos
acompañados por patrones de ejecución claramente defi• nidos Unidos , véanse Stewart, 1975; Breyer y Stewart, 1979; Mashaw, 1985;
8
(L ow i , 1979, p. 300) . Sunstein, 1990; Lessig y Sunstein, 1994.
Como ocurre con el Tribuna l Supremo, la Constitució n de
296
29 7
dicho esto, no resulta realista pensar que los científi• cos políticos
1967) a los trabajos más recientes de Jon Elster y otros (Els- ter y
vayan a transformarse en juristas, o viceversa. El camino a seguir
Slagstad, 1988). Una colección reciente de ensayos exa• mina en
consiste en cubrir adecuadamente los aspec• tos jurídicos en los
perspectiva comparada las implicaciones constitu• cionales del
curricula de ciencias sociales, desarrollar más la colaboración entre
cambio polític o en Europa del Este y en otros lugares (Greenberg
las diferentes disciplinas y, más modestamente, en que juristas y
et al, 1993), basándose en análisis com• parados previos sobre el
científicos políticos se lean mutuamente. Este autor ofrece su
tema más general de la función polí • tica de los tribunales
visió n con obligada des• confianza, desde una perspectiva
(Shapiro, 1981).
nacional, en un país en el que el golfo entre el derecho y la ciencia
política es especialmen• te ancho. Au n así, queda la esperanza de
que este capítulo haya proporcionado modestamente ánimos y
V I . Conclusiones
orientación en esta dirección.

Hay una afinidad natural entre el derecho y la política, que


adopta muchas formas. Casi cualquier aspecto de la acción y del Bibliografía
cambio políticos -sea a nive l subnacional, nacional, inter• nacional
o global - conlleva un aspecto legal o constitucional. Este capítulo,
La interacción entre el derecho y la política tiene tantas dimensio•
que se ha centrado en el contraste entre dos paí• ses, ha intentado
nes que resulta difíci l identificar un punto de entrada al tema para per-
ilustrar este argumento, pero no pretende haber hecho más que arañar
la superficie de una materia muy amplia.
Los científicos políticos que ignoran la dimensión jurídic a de
su disciplina habrán de atenerse a las consecuencias. Pero una vez
sonas no especialistas en derecho. Quizá la mejor manera de empe• zar BELL , J., Policy Arguments in Judicial Decisions, Oxford , Claren- don
es hojear The Oxford Companion to Law (1980), editado por D . M . Press, 1983.
WA LKER ; el sesgo anglocéntrico de este trabajo puede com • pensarse BIRKINSHAW, P., Grievances, Remedies and the State, Londres, Sweet and
recurriendo a The Oxford Companion to the US Supreme Court (Hall , Maxwell , 1985.
1992). Los trabajos, citados en el texto principal, de P. J. COOPER BLOM-COOPE R , L . y DREWRY , G., Final Appeal: A Study ofthe House
(Cooper, 1990) y de este autor (Drewry, 1995) sintetizan los vínculos entre ofLords in its Judicial Capacity, Oxford, Clarendon Press, 1972. BREYE R ,
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302 303
contemporánea es distinta de la versión más antigua. Ambos
supuestos son correctos. Las diferencias entre las dos versio• nes
del institucionalismo son fundamentales para comprender el
desarrollo de la teoría política contemporánea.
El «viejo institucionalismo» caracterizó a la ciencia polí • tica
hasta los primeros cincuenta, y en cierta medida nunca ha
.
desaparecido entre muchos estudiosos de la política. Aquellos
académicos (Eckstein, 1963; Macridis , 1955) a favor de enfo•
ques renovados y más específicos, generalmente asociados a la
«revolución conductista», maldijeron al «viejo institucio-
7. Las instituciones políticas:
lo viejo y lo nuevo

B. GUY PETERS

I. Introducción: ¿qué hay de nuevo?

El nuevo institucionalismo se ha convertido en una de las áreas


de crecimiento de la ciencia política. Resulta difíci l coger una
revista o participar en un congreso sin encontrarse con uno o varios
trabajos escritos desde la perspectiva del nuevo insti• tucionalismo.
El uso frecuente del término «nuevo institucio• nalismo» implic a
en primer lugar, que en su día hubo un «vie• jo
institucionalismo» , y en segundo lugar que la versión
nalismo» y señalaron sus defectos como grupo de investiga• ción. un impacto duradero en el comportamiento de la institución y de
Si bien resultaban comprensibles en su tiempo, estos ata• ques las personas que formaban parte de ella. Esta perspectiva podía
subestimaron el trabajo de académicos mu y importan• tes como contrastarse con algunas vagas caracteriza• ciones del gobierno
E. A. Freeman, Taylor Colé, Gwendoly n Cárter e incluso Cari como una «caja negra» en el análisis sisté- mico de la política, tan de
Friedrich. Su labor constituyó una contribución definitiva a una moda en la política comparada duran• te la época dorada de la
2
literatura que hizo posible que investigado• res posteriores revolución conductista . De hecho, algunos autores dentro de la
pudiesen comprender mejor la dinámica de la política y de los tradición institucionalista han sido análogos del famoso personaje de
procesos de formación de políticas púbücas. De hecho, la Moliere: eran «teoría hablan• te» sin saberlo. Investigadores
necesidad de implicarse en análisis de nivel micro se hizo evidente como James Bryc e (1921) e incluso Woodrow Wilso n (1906)
en parte por lo bien que se habían descrito las instituciones empezaron a hacer generali• zaciones sobre la política al mismo
1
formales . tiempo que rechazaban con vigor cualquier llamamiento abierto a la
El viejo institucionalismo realizó algunas contribuciones teorización.
definitivas para la comprensión de los procesos de gobierno. La
primera de ellas fue la atención que prestaron a los deta• lles de 1
Kuh n (1970) señala el hecho de que los paradigmas cambian, de for • ma
las estructuras, atención que hasta cierto punto está regresando a que compensan tanto los aspectos más sólidos como las debilidades de los
la moda académica, principalmente de la mano del paradigmas anteriores.
2
En política comparada el período de defensa de un análisis científico de la
institucionalismo histórico (véase la sección II.c , infrá). El polític a se caracterizó por enfoques sistémicos que intentaban ser lo
argumento fundamental de este enfoque descriptivo con• sistía en suficientemente generales como para ser útiles en el análisis de todos los tipos de
defender que detalles aparentemente insignificantes podían tener gobierno (Easton, 1965).

304 305
El nuevo institucionalismo se diferencia de su predecesor en presidencialista o parlamentario, o se trata tan sólo de diferencias de
varios aspectos que reflejan el hecho de que se desarrolla• se carácter formal? ¿Son todos los gobier• nos realmente gobiernos
después de la revolución conductista en ciencia política. En «divididos»? (Pierce, 1991; Stepan y Skach, 1993; Fiorina , 1992;
Jones, 1995). Por último , los nuevos enfoques de análisis
primer lugar, la revolución conductista tenía un compro• miso
institucional prestan atención a los efectos de las instituciones en
explícito con el desarrollo de la teoría y el uso de técni• cas de forma de políticas públicas u otras decisiones. Si bien el viejo
análisis cuantitativo. Aunque el nuevo institucionalis• mo se fija institucionalismo seguía el proceso de formació n de una ley en
más en estructuras y organizaciones que en la conducta el Congreso (Baile y y Samuel, 1952) y utilizaba el proceso
individual, comparte con la tradición conductista la preocupación legislativo como indicador de la dinámica de las instituciones, no
por la teoría y el desarrollo de métodos analíti• cos adecuados. tenía mayor interés en lo que el gobierno hacía realmente. Por el
Mientras para la versión antigua del institu• cionalismo era contrario, el nuevo institucionalismo es un reflejo del movimiento a
favor del aná• lisis de políticas públicas dentro de la ciencia
suficiente una aproximación descriptiva, la ver• sión más reciente
política . El análisis de los beneficios y costes que los gobiernos
busca explicar las instituciones en tanto provocan a sus ciudadanos forma parte de sus preocupaciones .
3

«variable dependiente» y, lo que es más importante, explicar otros


fenómenos utilizando las instituciones como «variables 3
En primer lugar, debe recordarse que el interés en los resultados de las
independientes» que condicionan las políticas y el comporta• instituciones tiene algunos precursores en los trabajos de Lasswell (1936) y
miento de la administración.
Además, el análisis institucional contemporáneo analiza el
comportamiento actual de las instituciones y no sólo sus aspectos
formales o estructurales. ¿Tiene alguna consecuencia real sobre el
comportamiento de los actores el hecho de que el régimen sea
Una de las virtudes de las versiones más recientes del nue• vo institucionalismo», utilizado de forma adecuada y razona• ble,
institucionalismo es que hace posible disciplinar el discur• so puede aportar: hacer posible que los investigadores se pre• gunten si
sobre las instituciones, utilizando el método comparado de forma las dinámicas institucionales son más similares en distintos
apropiada. Cada país tiende a considerar sus propios pro• cesos regímenes de lo que puede deducirse de las descrip• ciones
políticos como algo especial y a considerar la política en cualquier particularistas ofrecidas por investigadores de alcance nacional (o
otro lugar del mundo simplemente como un caso más en el análisis incluso regional). La adopción de uno de los mode• los de
comparado. Los estudios de política americana se han centrado institucionalismo que se van a discutir a continuación no
mucho en el impacto del gobierno dividid o en nuestras garantiza el éxito de la comparación, pero proporciona un marco
decisiones políticas (Fiorina, 1992; Jones, 1995). Los análisis de adecuado para el análisis.
política británica se han centrado más en el papel del primer
ministro siguiendo la estela de Margaret Thatcher (Foley,
1993). Los suecos han cobrado conciencia de la naturaleza cam• I I . Variedades de la nueva teoría institucional
biante de su propio sistema político cuando éste ha servido de
modelo para otros sistemas políticos (Lañe, 1995). Con frecuencia se habla del nuevo institucionalismo como si
fuera un fenómeno único, cuando en realidad dentro de él
La lista podría extenderse. Sin embargo, ninguna de estas
preocupaciones de carácter nacional aporta nada al análisis
comparado, independientemente del interés o la importancia que algunos de sus colaboradores. En segundo lugar, el movimient o a favor del
análisis de políticas públicas ha sido descrito a veces como posconductista dado
tengan por sí mismas. Esto es precisamente lo que el «nue• vo su menor interés en la conducta individua l y su mayor preocupación por el estudio
de los valores.

30 6 307

pueden encontrarse distintas corrientes de pensamiento. De cómo debían funcionar y cómo funcionarían esas organizaciones.
hecho, algunas de las versiones se critican mutuamente, aun• que Por ello, una aproximación relevante a las instituciones las define
todos creen compartir básicamente una determinada apro• ximación en términos de la «lógica de la ade• cuación» que guía las
a la política. Mientras para el observador externo está claro que acciones de sus miembros. Desde esta perspectiva el elemento más
todas las versiones del institucionalismo comparten un interés importante que define a una ins• titución es el conjunto de valores
común en las estructuras del sector público, a veces da la impresión en función de los cuales se forman las decisiones y los
de que no es mucho más lo que las une. Por ello, la función de un comportamientos de sus miembros, y no sus estructuras formales o
capítulo de este tipo consiste en identi• ficar las diferentes sus reglas de procedimiento.
corrientes dentro de esta literatura y revisar sus contradicciones Esta concepción normativa de las instituciones está muy
internas y sus puntos fuertes. Igualmente debemos indicar qué es lo relacionada con varios enfoques de la teoría de las organiza•
que diferencia las distintas versio• nes del «nuevo» ciones. Por ejemplo, la perspectiva de la cultura de la organi•
institucionalismo de las viejas concepciones institucionalistas. zación dentro de la teoría de las organizaciones (Ott, 1989)
desarrolla argumentos muy similares en relación a la impor• tancia
de los valores para entender el comportamiento de las
a) Institucionalismo normativo organizaciones. La diferencia entre estos dos enfoques radica en
que el análisis institucional asume (o al menos lleva implí • cita) la
La noción de «nuevo institucionalismo» fue acuñada por uniformidad de valores, mientras los análisis de cultu-
March y Olsen en un artículo pionero (1984). Si bien estos autores 308
resaltaban los aspectos organizativos de la vida políti • ca, también
destacaban la importancia de las normas y los valo• res para definir
ra organizacional conciben la posibilidad de que haya un con• junto mercado, pero a cambio, según estos auto• res, el vínculo
de culturas diferenciadas dentro de la misma organiza• ción (Siehl y económico no sería adecuado para entender organizaciones no
mercantiles.
Martin , 1984). Los institucionalistas asumen la uniformidad de
los valores por definición, mientras que para los teóricos de la
cultura en las organizaciones los valores son en esencia una
variable dentro de las estructuras. b) Aproximaciones de elección racional
Marc h y Olsen ofrecieron una perspectiva general sobre las •

Uno de los principales objetivos de la defensa por parte de


instituciones, así como una visió n más matizada de su dinámica
interna. Por ejemplo, distinguieron entre institu • ciones por March y Olsen de su versión del nuevo institucionalismo era la
agregación (aggregative) e instituciones por inte• gración creciente hegemonía de los modelos de análisis político de elección
(integrative). Las primeras están caracterizadas por el intercambio racional (March y Olsen, 1984, pp. 736-737). Según su argumento,
y la negociación interna, procesos de los que surgen las decisiones los anáfisis a nivel micro de las teorías de la elec• ción racional y su
políticas. Estas instituciones se corres• ponden con las énfasis en el cálculo individua l utilitarista devaluaban muchos
predicciones sobre el comportamiento que pueden venir de los aspectos colectivos y normativos de los procesos de gobierno.
análisis de elección racional. Por otra par• Marc h y Olsen defendieron más ade• lante que la orientación
P
, los procesos de adopción de decisiones por integración te económica de esos modelos tendía a asumir un dominio individual
suponen un orden basado en la historia, la obligación y la azón» de decisiones que podrían expli • carse mucho mejor por factores
(Marc h y Olsen, 1989, p. 118). Por ello , la base de valores que colectivos e institucionales.
ellos consideran tan importante para el análisis institucional 309
puede no ser una descripción adecuada de las organizaciones de
Esta superioridad era sin duda una posición normativa, que de las instituciones restringen el comporta• miento maximizador
también fue defendida en el plano empírico. individual y hacen posible el desarrollo de procesos estables y
A pesar del rechazo de las teorías de elección racional por parte predecibles de toma de decisiones.
de los fundadores del análisis institucional contemporá• neo en la Ni siquiera ésta es una aproximación unitaria a las insti•
ciencia política, las aproximaciones de elección racio• nal al estudio tuciones. En ella pueden encontrarse varias visiones alterna• tivas.
de las instituciones constituyen una literatura emergente. Esta Por ejemplo, Elino r Ostrom (1990, 1991) ha desarro• llado una
forma de analizar las instituciones viene de la economía misma y aproximación a las instituciones basada en normas y en la
del resurgir dentro de ésta del análisis institucional 4 . La concesión imposició n de normas que «permiten, prescriben y proscriben»
del premio Nobel a Douglas North en 1993 fue un indicador de este las acciones de los miembros de la institución. Margaret Lev i
resurgir, como lo fue la con• cesión del mismo premio a James (1988, 1996) ha utilizado una aproximación similar en su análisis
Buchanan en 1986 por sus trabajos sobre elección pública. La de la importancia de las normas a la hora de explicar las opciones
economía ha empezado a aceptar la importancia de las restricciones adoptadas por el gobierno sobre la
estructurales sobre el comportamiento de los individuos y la
necesidad por parte de los actores racionales de maximizar su 4
La economía institucional tiene una larga y honorable historia presen• te en
utilidad dentro de los límites establecidos por estructuras los trabajos de investigadores y practicantes como Rexford Guy Tugwell y John
exógenas. Commons (1934), y John Kenneth Galbraith. Véase Rutherford, 1994.
Dentro de la ciencia política, los defensores de la elección
racional han desarrollado su propia versión del análisis institu•
cional. De distintas formas, el institucionalismo puede conside• rarse
la solución a uno de los mayores problemas del análisis económico
de la política: la dificultad de alcanzar un equilibrio en un mundo
compuesto de individuos racionales. Las reglas impuestas a través
de las instituciones. Para estos autores las insti• tuciones deberían
obtención de recursos de sus ciudadanos (a través de impues• tos o
entenderse como mecanismos de agregación de preferencias de
de l servicio milita r obligatorio). En gran medida, esta visión no
individuos que tratan de maximizar sus pro• pios intereses. Como
es distinta de la ofrecida por Marc h y Olsen, dada la importancia
tales, las instituciones constituyen una forma autoseleccionada de
que otorga al papel de los valores en la deter• minación del
restricción, al menos para la pr i • mera generación de miembros de
comportamiento.
la organización. Además, las instituciones pueden concebirse como
Como se verá más adelante, el elemento central de esta apro•
una forma de evitar algu• nas dificultades planteadas por los modelos
ximación a las instituciones -las normas- presenta algunos pro•
más individualis• tas de adopción de decisiones, tales como el
blemas conceptuales. La pregunta que surge es la siguiente:
teorema de la imposibilidad de Arrow .
¿cuando una norma es una norma? La respuesta obvia a esta
pregunta es que una norma es algo que se obedece. ¿Y las nor• mas
formales de una institución que no se obedecen? ¿Y las normas de
una institución que sólo son obedecidas por una par• te de sus c) Institucionalismo histórico
miembros? ¿Significa eso que la institución no exis• te realmente? Si
finalmente se va a recurrir a normas informa• les dentro de la La siguiente corriente dentro del pensamiento institucio- nalista
organización, ¿qué añade este enfoque a los análisis de las puede denominarse «institucionalismo histórico». Este grupo de
organizaciones ya consolidados? (Scott, 1995). autores destaca el peso de las opciones instituciona• les de las
Kenneth Shepsle (1989) y Barry Weingast (supra, cap. 5) ofrecen primeras fases del desarrollo de una política o inclu • so de un
otra perspectiva sobre el papel de la elección racional en el análisis sistema político. El argumento es que esas opciones iniciales (tanto
estructurales como normativas) tendrán efec-
31 0 311
de Bienestar en Europa. De igual modo, los diferentes trabajos
tos duraderos sobre las opciones políticas del futuro. Este argu• mento sustantivos incluidos en el volumen edi• tado por Thelen, Longstreth
asume los principios básicos del institucionalismo y des• taca la y Steinmo (1992) señalan que las instituciones, una vez establecidas,
importancia de las opciones estructurales adoptadas en las fases de determinan los objetivos, definen los medios y proporcionan los
formació n de la política. En apariencia estos argu• mentos defienden criterios de evaluación de las políticas. Estos autores establecen de
que, incluso si tienen lugar cambios estruc• turales en el futuro, las forma efectiva la importancia de las instituciones en una gama de
opciones iniciales tienen un impacto permanente. políticas sus• tantivas y sistemas políticos. El análisis comparado
La discusión en la teoría política americana sobre el retor• no realizado por Desmond Kin g (1995) de las políticas de mercado de
del Estado («bringing the state back in») puede conside• rarse uno tra• bajo en los Estados Unidos y en el Reino Unido argumenta de
de los precursores del nuevo institucionalismo (Almond ,
5
1988) . Además de defender la importancia del sec• tor público por sí 5
mismo -frente a la influencia de inputs bási• camente sociales como Muchos europeos consideran la discusión sobre el retomo de l Estado algo
peculiar; ello se debe a que, en la ciencia política vinculada a la teoría del Estado
los partidos políticos o los grupos de interés- esta corriente teórica (Staatslehre), el Estado nunca se ha ido, y de hecho continúa sien• do el aspecto
propuso una concepción distin• ta del Estado. El Estado no central del análisis.
considerado una institución única sino una agregación de
organizaciones e instituciones, cada una con sus propios intereses.
A partir de aquí las políticas podían explicarse por las ideas y los
intereses de aquellos acto• res institucionales dentro del sector
público, y no simplemen• te como una mera respuesta a presiones
externas.
Varias investigaciones relevantes han demostrado la impor• tancia
de las elecciones institucionales originales. Por ejem• plo, Douglas
Ashford (1986) desarrolló un argumento similar al estudiar el Estado
forma similar que las opciones iniciales sobre cómo institu • d) Institucionalismo social
cionalizar el pago de las prestaciones por desempleo han teni• do un
profundo efecto en el éxito de las políticas de mercado de trabajo en El análisis institucional puede aplicarse también al estudio de las
estos dos países. relaciones entre el Estado y la sociedad, así como a las instituciones
El institucionalismo histórico recorre un largo camino para del propio sector público. Ell o implic a el riesgo de estiramiento
ocuparse de otra de las críticas a la ciencia política realizada por March conceptual y de reduccionismo (véase más ade• lante), pero puede
y Olsen en su artículo original: el ahistoricismo que se ha convertido constituir también una extensión út i l del argu• mento. Algunas de las
en una característica de gran parte de la discipli• na. Aunque esta caracterizaciones más importantes de las relaciones entre el Estado y
corriente constituye un intento valioso de que la ciencia política se la sociedad, por ejemplo el corpo- ratismo y el análisis de redes,
reencuentre con algunas de sus raíces, en términos teóricos presenta presentan rasgos que pueden clasificarse como estructurales o
algunos problemas. En concreto, una vez que se conoce cómo una institucionales. Por ejemplo, la discusión inicia l de Schmitter
política determinada ha evolucio• nado a lo largo del tiempo, resulta (1974) sobre el corporatismo deja muy claro que se trata de un
difícil imaginar cualquier otra secuencia de desarrollo. Por ello, la sistema gobernado por nor• mas. De igual modo, la discusión sobre
refutación de un argumen• to institucionalista puede resultar muy el análisis de redes de autores como Marsh y Rodhes (1992) señala
difíci l . Simplificando mucho, podría decirse que este argumento no la función que cumplen tanto los valores compartidos
va más allá de afir• mar que hay un conjunto de instituciones y una (institucionalismo nor• mativo) como el intercambio
política con deter• minados resultados, y que ambos deben estar (institucionalismo de elección racional) en la definició n de las
relacionados. relacione s entre los grupos.
313
31 2
El lenguaje desarrollado para describir el comportamien• to de los autores vinculados al viejo institucionalismo como Bryce o
los grupos de interés en las sociedades contemporáneas, y su Friedrich. El interés en las diferencias entre regíme• nes
relación con el gobierno, resalta su carácter institucio• nal. Por presidencialistas y parlamentarios, y entre sistemas políti• cos
ejemplo, conceptos como «redes» (Rodhes, 1988; Laumann y unitarios y federales caracteriza este conjunto de investi• gaciones
Knoke, 1987), «comunidades» (Coleman y Skogs- tad, 1990) y Sin embargo, estas investigaciones reflejan también el desarrollo de
«estructuras de implementación» (Hjern y Por- ter, 1980) destacan, la teoría social y política que ha tenido lugar durante estos años.
todos ellos, la interacción reglada de las organizaciones entre sí. El trabajo más importante de esta escuela es el libro editado por
Además de ser una metáfora útil , la estructura constituye una Kent Weaver y Bert Rockman, Do Institutions Matter? (1993). El libro
perspectiva analítica úti l para la com• prensión del sector público. afronta la pregunta recogida en el título, y lo hace centrán• dose sobre
Estos conceptos señalan la exis• tencia de pautas de interacción todo en la diferencia entre los gobiernos de tipo pre-
estable entre los grupos del sector privado y entre éstos y el sector
6
público . La disponi• bilidad de medios de análisis para describir 6
Las relaciones existentes entre los grupos son relevantes para el análisis
estos vínculos for• talece aún más la utilida d de este enfoque político de las instituciones sólo en la medida en que estructuren de alguna manera
para el análisis institucional. las relaciones entre los grupos y las organizaciones del sector público.

314

e) Institucionalismo estructural

Por último, lo que yo llamo «institucionalismo estructural»


retoma en buena medida los presupuestos del viejo institucio•
nalismo, pero lo s presenta de forma más refinada y científica. Este
enfoque utiliz a muchas categorías que resultarían fami• liares a
sidencialista y los de tipo parlamentario. Ésta no es en absoluto la
única referencia para el estudio de las diferencias entre los dos tipos I I I . Problemas teóricos
de gobierno (Shugart y Carey, 1992; Lijphart, 1984), pero
proporciona un marco más completo para la comprensión del Ningún estilo de análisis político carece de elementos pro•
7
impacto de las instituciones en la formación de políticas . blemáticos, y el análisis institucionalista no es una excepción. Hay
Otra versión, más general, de la aproximación estructural alas una serie de cuestiones teóricas que surgen de la forma en que este
instituciones las concibe como un conjunto de «puntos de veto» tip o de literatura utiliz a los modelos colectivos y estructurales
(Immergut, 1992). Éstos se definen como puntos en la cadena de de explicación. Sus críticos han tardado poco en señalar estos
decisión en los que los actores pueden bloquear una acción. Las problemas (Pedersen, 1991; Jordán, 1990). Por ello, los problemas
estructuras institucionales complejas, por ejem• plo, el gobierno que afectan al análisis institucional tienden a ser la inversa de
dividid o de los Estados Unidos, tienen más puntos de veto en los aquellos que afectan a los análisis de nivel micro. Mientras los
que una determinada acción puede ser retrasada o bloqueada que análisis micro afrontan problemas deriva-
los gobiernos de tipo parlamenta• rio. Este modelo no difiere
mucho de la descripción de Press- man y Wildavsky (1979) sobre
7
los procesos de implementación como procesos que cruzan una Igualmente, y a diferencia de algunos trabajos que se ocupan de esta
serie de «puntos de autoriza• ción». En ambos casos las cuestión (Riggs, 1994 y Lin z , 1990), el libr o de Weaver y Rockman (1993) no es
polémic o sino muy analítico. Ellos no asumen que las instituciones de tipo
instituciones se conciben (de forma bastante negativa) como un presidencialista son inadecuadas per se, sino que prestan más atención a sus
conjunto de nodos interconectados en los que puede bloquearse una efectos probables.
determinada acción.
315

dos del individualismo metodológico, el institucionalismo se determinan las instituciones el comportamiento, o son los com•
enfrenta al problema de la falacia ecológica. portamientos los que realmente determinan a las instituciones? El
argumento fundamental del análisis institucional es que hay una
serie de entidades que, incluso aunque no sean siempre
a) Individuos e instituciones identificables, tienen una presencia real que reduce la diversi• dad
de las opciones políticas que en su ausencia podrían con•
La paradoja del límite puede quizá considerarse como el siderarse8. ¿Cómo se transmiten, aprenden y refuerzan esos
problema teórico más importante al que se enfrenta el institu• valores colectivos en sociedades que en apariencia son cada vez más
cionalismo (Grafstein, 1992). Por un lado, las instituciones atomistas (Pedersen, 1989)? ¿Cómo se castiga la desvia• ción con
obtienen gran parte de su poder explicativo del argumento de que respecto a las normas, y cuál es el umbral de desviación a partir del
imponen límites sobre el comportamiento de sus miem• bros, lo cual podemos considerar que ha tenido lugar un proceso de
que hace que los individuos no puedan actuar libre• mente en desinstitucionalización? Los individuos ocupan
situaciones sin restricciones, propias de un mercado competitivo
(Granovetter, 1985). Esta restricción es importan• te tanto si los 8
Para una discusión completa de los problemas metodológicos que impli• ca la
investigadores emplean un enfoque normativo, histórico o de ausencia de entidades claramente identificables, véanse Easton (1990) y Cerny
elección racional. Si esto es así, entonces la deci• sión individua l (1990).
de aceptar la restricción sobre su comporta• miento es un factor
predictivo más importante que las propias reglas a las que se
somete.
El problema de la restricción es en gran medida parte de un
problema más general: cómo ligar el comportamiento de los
individuos y el comportamient o de las organizaciones. ¿Cómo
diferentes roles en diferentes instituciones. ¿Cómo dar cuenta de las DiMaggi o y Powell (1991, p. 1), por ejemplo, defienden que «el
dificultades que pueden tener las instituciones para impo• ner sus institucionalismo representa pre• tendidamente un enfoque
propias normas en semejante proceso de agregación de normas y distintivo al estudio de los fenóme• nos sociales, económicos y
valores? (Douglas, 1986). políticos; a pesar de ello resulta más sencillo ponerse de acuerdo
acerca de lo que no es, que acerca de lo que es». La ausencia de
definiciones claras no parece ser el camino más férti l para
b) Definiciones y existencia embarcarse en una empre• sa científica.
Según Pedersen (1991, pp. 131-132) las teorías institucio• nales
Un segundo problema teórico es cómo identificar la exis• tencia son incapaces de proporcionar una definición clara de lo que es
de una institución, lo que de hecho implica definir qué es una una institución. De acuerdo con su argumento, las tres teorías
institución. Aunque en origen la intención era desarro• llar el principales que él discute tratan a las instituciones como variable
análisis institucional como un medio de superar los pro• blemas dependiente y como variable independiente simultáneamente. Si
derivados del análisis racionalista de nivel micro de los fenómenos bien este juici o puede no ser aplicable a todas las corrientes del
políticos, puede resultar muy difíci l identificar el momento en el análisis institucionalista -e n particular a los enfoques de elección
que el elemento principal -las instituciones- surge y cuándo deja racional-, plantea preguntas muy importantes sobre la capacidad
de existir. Todas las corrientes del análi• sis institucional ofrecen de este enfoque para distinguir entre factores exógenos y factores
alguna forma de definición, pero todas son lo suficientemente vagas endógenos y para diferen• ciar las instituciones propiamente
como para complicar la identifi • cación de una institución. dichas de las estructuras sociales, económicas y políticas que las
rodean.
316 317
problemas empíricos de verificación puedan considerarse fuera de
c) ¿Tautologías?
la realidad.
El análisis de elección racional de las instituciones también tiene
En el otro extremo, el institucionalismo podría convertirse en problemas relacionados con el riesgo de convertirse en una
una tautología. Si las normas que determinan la conducta se tautología. En este caso el problema clave es la identifi• cación y
expanden para inclui r reglas implícitas y acuerdos vagos, para así definición de las normas. Si las instituciones se defi• nen por las
cubrir las instancias en las que los comportamientos observados no normas y las normas son aquellas órdenes dadas a los individuos,
se corresponden con las reglas formales de una institución, entonces que son obedecidas por éstos, entonces parece haber muy poco
la teoría se convierte en una teoría no fal- seable. Si observamos espacio para la desobediencia en un sistema cerrado, y la
comportamientos que no se correspon• den con las estructuras de afirmació n según la cual las instituciones deter• minan el
las reglas formales, entonces debe de haber otras reglas que no eran comportamiento no puede refutarse. Como se ha seña• lado
identificables. Además, ¿qué es una regla? Una regla es algo que anteriormente, cualquier intento de moldear el compor• tamiento
se obedece. Por tanto, si algo no es obedecido, por definición deja de los individuo s que no es obedecido pierde su condición de
de constituir una regla. Ésta es quizás una caracterización poco norma/regla y por tanto la institución es efectiva por definición.
amable de algu• nos estilos de razonamiento institucionalista,
pero no resulta demasiado exagerada.
El problema de la tautología amenaza a la mayoría de los
enfoques institucionalistas mencionados anteriormente. Por
ejemplo, el institucionalismo normativo tiende a asumir que
cualquier conducta observada es una función de valores colec• tivos;
no hay ninguna forma externa de verificar esta afirma• ción,
aunque resulte muy plausible. La definición de lo que es una
institución resulta lo suficientemente vaga como para que los
Por último , el institucionalismo histórico es quizás el más predecir los efectos de una determinada decisión sobre el diseño es
sujeto a la falta de falseabilidad. Dado que cada proceso históri• co es bastante alta (Taagepera y Shugart, 1989). Con res• pecto a otras
único y que no es posible encontrar contrafactuales, resul• ta muy variables estructurales, por ejemplo, la selección de un régimen
difíci l afirmar que las decisiones concretas sobre las presidencial o parlamentario, o de un sistema federal o unitario,
instituciones tomadas al comienzo del proceso no fueron deter• la capacidad predictiva es mucho menor. A menudo el problema
minantes. Las oportunidades de contrastar los supuestos del ins• de las consecuencias de las instituciones surge cuando se trata de
titucionalismo histórico podrían aumentar si utilizamos un diseño de «resolver» otros problemas (Shepsle,
investigación cuidadoso, seleccionando distintas estructuras 1989, pp. 141-142). Algunos investigadores (por ejemplo, Els- ter,
institucionales que se enfrentan a demandas políticas similares9. 1989) están menos interesados en la capacidad predictiva per se que
en la capacidad para estructurar instituciones con proba• bilidad de
generar resultados socialmente deseables.
d) Diseño e intencionalidad Tanto sobre bases normativas como sobre bases empíri • cas,
la capacidad de los diseños institucionales para generar
Con frecuencia se discute sobre las instituciones tomándo• las determinados resultados es algo cuestionable (Komesar, 1994).
como algo ya existente. Sin embargo, se presta menos aten• ción a Frecuentemente la manipulación consciente de las institucio• nes
la capacidad de grupos, individuos u otras instituciones para produce bien resultados no discemibles, bien resultados
diseñarlas de forma que produzcan los efectos deseados. En algunas
instancias, por ejemplo, el uso de las reglas electo• rales para 9
En cierto modo el análisis de Immergu t (1992) de la política sanitaria
determinar los resultados de las elecciones, la capa• cidad para cumple este requisito.

31 8 319

opuestos a los deseados. Además, existe una pronunciada rela• ción (Sartori, 1970) y de reduccionismo. Los defensores del análisis
de intercambio entre los valores externos y los valores internos institucional tienden a explicar la mayoría de los fenó• menos en
que pueden alcanzarse a través del diseño institucio• nal (Goodin, función de sus características institucionales. De la misma manera
en la que los analistas a nivel micro intentan e intentaron explicar
1996). Una institución que funciona bien inter• namente puede no
todas las dimensiones de la política a través de variables sociales o
generar los efectos deseados por una socie• dad más amplia, y una psicológicas, los institucionalistas tien• den a asumir que los
que está dedicada al servicio público puede resultar ineficiente. fenómenos políticos, y especialmente las políticas públicas,
Por ejemplo, los esfuerzos contem• poráneos por dotar de poder a pueden explicarse en función de las ins• tituciones encargadas de
los miembros de las organiza• ciones públicas pueden reducir la diseñarlas y ejecutarlas. El análisis institucional gana algo de
probabilidad de que adopten decisiones que realmente respondan a crédito al observar que los mismos individuos se comportan de
las necesidades de los clientes. Por decirlo brevemente, nuestra forma distinta en contextos insti• tucionales diferentes. Ell o
significa que los individuos aceptan las funciones que les asignan
base de conocimien• to para llevar a cabo diseños institucionales es
las diferentes instituciones y que, por tanto, las instituciones son
mucho más débil de lo que desearía la gente envuelta en procesos una variable importante para comprender su comportamiento .
10

de cambio como los que tienen lugar en la antigua Unió n


Soviética. 1,1
La teoría de roles es en apariencia una forma de integrar las estructu•
ras de nive l macro y los comportamientos individuales de nive l micro .

e) Reduccionismo

Por último , el institucionalism o corre el riesgo -comú n a


muchos estilos de análisis político - de estiramiento concep• tual
1994), pueden volver a poner énfasis en el papel de los actores
El peligr o estriba en que al pretender explicarl o todo, o individuales y sus valores.
incluso al proclamar haber sido capaz de explicarlo todo, el
análisis institucional puede terminar por no explicar nada (véase
Rothstein: supra, cap. 4) . Para los conductistas o los partidarios IV . Conclusión
del análisis económico de la política, las decisio• nes individuale
s son virtualment e el únic o fenómeno de interés, y por ell o Esta discusión sobre el institucionalismo resulta en cierto
estos enfoques tienen dificultades para explicar decisiones modo excesivamente provinciana. Para la ciencia política, en gran
colectivas o decisiones individuales apa• rentemente irracionales. parte del mundo, la revolución conductista fue simple• mente un
El institucionalismo también posee un cierto campo de acción receso en un proceso de continua concentración sobre la
al que deberían restringirse sus aspiraciones. El campo más importancia central de las instituciones de gobierno y del Estado
adecuado para este tipo de expli • caciones parece ser el estudio en las vidas de los ciudadanos. Sin embargo, muchos analistas de
de las políticas públicas y la los fenómenos políticos consideraron que la polí• tica y las
«política burocrática» (bureaucratic politics) que se desa• políticas se habían convertido en una función de las actitudes
rrolla entre las distintas organizaciones de l gobierno. Pero políticas de la gente; el gobierno era poco más que el reflejo de
incluso dentro de este campo, perspectivas emergentes, como el las actividades de la gente y de las organizacio• nes políticas. Por
análisis del papel de los empresarios políticos (policy entre- ello el restablecimiento del papel central de las instituciones como
preneurship) (Kingdon , 1995) y el análisis del marco en el que elemento determinante de la política ha sido importante para
se desarrollan las políticas (policy framing) (Schon y Rein, redefinir la teoría política.

320
321
tanto a los enfoques conductistas como a los de elección racional.
El análisis institucional ha demostrado ser muy efectivo a la Hay mucho que hacer para potenciar esta forma de análisis político,
hora de explicar determinados fenómenos, especialmente los pero, gracias a él, ya se ha produ• cido también un buen avance
incluidos en la «caja negra» del gobierno, ampliamente igno• rada por intelectual.
las teorías desarrolladas durante los años sesenta y setenta. Sin
embargo, a pesar de sus éxitos, esta aproximación al gobierno y a la
política presenta varios problemas espinosos. La mayoría de estos Bibliografía
problemas están relacionados con la capa• cidad para ofrecer
definiciones inequívocas de los principales fenómenos que se están ALMOND , G., «The return to the state», American Political Science
investigando y con las dificultades a la hora de relacionar los Review 82 (1988), pp. 853-874.
comportamientos colectivos e indivi • duales. Un problema adicional ASHFORD , D . E. , The Emergence ofWelfare States, Oxford , Black- well
es la dificultad de aislar el impac• to de las instituciones como una , 1986.
variable independiente, como algo opuesto al mero reflejo de las BAILEY, S. K. y SAMUEL , H . D. , Congress at Work, Nueva York, Holt, 1952.
fuerzas sociales o incluso al reflejo de las políticas que ellas mismas BRYCE , J., Modern Democracies, Nueva York , Macmillan , 1921. CERNY,
desarrollan. P. G., The Changing Architecture of Politics, Londres, Sage, 1990. C O L E M A N ,
Los problemas discutidos en este capítulo son importantes, pero W . y SK O G STA D , G., Policy Communities and Policy-
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no deberían conducir al rechazo de este estilo de análi• sis, sino
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más a bien a su mejora. El desarrollo de este enfoque ha sido un
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324 325
PARTE I I I :
COMPORTAMIENTO POLÍTICO
8. Comportamiento político: una visión general

EDWARD G. CARMINES
ROBERT HUCKFELDT

El 50 aniversario de la era moderna en la investigación del


comportamiento político se celebró (silenciosamente) en 1994.
Marcamos 1944 como el nacimiento de la era moderna porque
en ese año Paul Lazarsfeld y sus colegas de la Oficina de Inves•
tigación Social Aplicada de la Universidad de Columbia publi •
caron el primer estudio, de carácter académico, de unas elec•
ciones centrado principalmente sobre los votantes. Su estudio,
el cual informaba acerca de los trabajos de campo que se lle •
varon a cabo en la campaña presidencial de 1940 en Elmira ,
Nueva York, era bastante primitiv o en algunos aspectos y bas•
tante avanzado en otros. Sin embargo, se estableció un para•
digma intelectual permanente en la investigación del compor•
tamiento político - u n paradigma intelectual que
consideraremos más extensamente después-. No obstante, el
significado fun• damental de su estudio para la era moderna fue
el giro hacia los votantes, y al hacerlo ayudó a transformar el
estudio sobre la ciudadanía y las políticas democráticas.
Los sociólogos de Columbia no fueron los únicos estudio•
sos durante este período general que volvieron su atención al
ciudadano. Otras dos corrientes de investigación, que com -

329
prendieron las políticas democráticas en el contexto de Nosotros intentamos señalar la revolución que las
los votan• tes individuales, hallan sus orígenes en el tres tradi• ciones promueven, en común, en el estudio
mismo período de pos• guerra. Las series sobre de las políticas elec• torales, los problemas
American National Election Study y el trabajo de intelectuales comunes a los que se dir i • gen y la
Campbell, Converse, Mille r y Stokes (1960), tienen convergencia que ha marcado su desarrollo a través
sus orígenes en los trabajos de campo dirigidos en las del tiempo.
eleccio• nes de 1948. Y las teorías económicas de la ¿Dónde surgen las semejanzas? Lo más
democracia tienen una génesis que data, tal vez de importante, todos estos estudios comparten un
forma más notable, de la obra de Anthony Downs. enfoque común sobre los votan• tes individuales - u
Tomados conjuntamente, estos esfuerzos han fundado n enfoque que es duradero en la investiga• ción del
tres escuelas de investigación: la tradición de socio• comportamiento político - . Sin embargo, cada uno,
logía política que discurre desde el trabajo del Bureau of
Applied Research en Columbia; la tradición de 3
psicología política con orígenes en el Center for 3
Survey Research de la Universidad de Michigan; y la 0
tradición de economía política, la cual empezó,
seriamente, a aplicar conceptos de racionalidad y
autointerés al estudio del comportamiento ciudadano.
Lo peligroso de identificar estas tradiciones
separadas es que ignoramos sus semejanzas para
centrarnos en sus diferen• cias; de ese modo el bosque
desaparece por culpa de los árbo• les. La tesis de este
capítulo es que cada una de las tres tradi• ciones se
dirigi ó a un desafío distinto de la teoría democrática.
Cada tradición ha hecho un progreso sustancial al
formular una respuesta a estos distintos desafíos,
pero en el camino, éstas han tendido, además, a
converger en una misma visión del ciu• dadano en las
políticas democráticas. Podríamos decir que la
convergencia ha producido un nuevo modelo empírico
del ciu• dadano democrático y, desde entonces, una
visión actualizada de las políticas democráticas.
Nada de esto significa que no continúen existiendo
importantes diferencias -gra n parte de este capítulo
estará dedicado a analizar sus implicaciones-.
las políticas democráticas, las tres han producido un
en un modo diferente, apela a la cuestión de la alto grado de convergencia en sus res• puestas. Cada
capacidad de los ciudadanos individuales para tradición ha llegado a una reconciliación, en cier• to
funcionar en las políticas de• mocráticas, modo, entre las capacidades de los ciudadanos de
presentando, por lo tanto, un desafío a la teoría carne y hueso y los requisitos teóricos que
democrática. Sin duda, no es una exageración decir impone n las políticas democráticas. Sin embargo,
que este desafío ha proporcionado gran parte de la en el camino de la reconciliación, se ha desarrollado
agenda intelectual para la investigación del un nuevo modelo empírico de ciudadanía, el cual,
comportamiento polític o durante los últimos en muchos aspectos, es común a las tres tradiciones.
cincuenta años. Los sociólogos políticos fueron Y el punto de convergencia entre las tres tradiciones
forzados a afrontar el determinismo social como un es el del ciudadano intencionado, instrumentalmente
desafío del modelo del ciudadano independiente. Los motivado.
psicólogos polí• ticos se han enfrentado al vacío de El ciudadano intencionado, instrumentalmente
conocimiento político que caracteriza a los motivado, es, por supuesto, el ciudadano encarnado
ciudadanos típicos y las implicaciones que esto por las tradiciones de la economía política. Así, en
tiene para las teorías de la democracia que un sentido crucial, este modelo de ciudadanía y esta
dependen de un ciudadano astuto y sofisticado tradición de estudiosos fueron quienes plantea• ron el
políticamente que toma deci• siones. Los desafío fundamental a la investigación del
economistas políticos han planteado, ta l vez, el comporta• miento político. En otras palabras, la
últim o acertijo sobre la ciudadanía: ¿por qué un tradición de la economía política alentaba tanto a la
individu o racional invertiría en los deberes tradición de la sociología política como a la de la
ciudadanos cuando el efec• to de cada inversió n psicología política a reconsiderar -y en el pro-
individua l es probable que sea tr ivi a l y poco
importante? 3
Al mismo tiempo que cada tradición ha afrontado 3
un cues- tionamiento distinto a la capacidad de los 1
ciudadanos indivi • duales y, de ahí, al potencial de
ciudadanía democráti• ca, se reavivó el interés en el
ceso, redescubrir- sus propias raíces en el análisis de
estudio de la ciudadanía inten• cionada,
los ciu•
instrumentalmente motivada, de forma general, den•
dadanos intencionados y del comportamiento
tro de la investigación del comportamiento político.
político.
Nuestra propuesta no es revisar todo el campo de
Empezamos este capítulo considerando
investigación del com• portamiento político, sino, en
brevemente el de• safío que a las visiones
lugar de eso, identificar corrien• tes emergentes en
tradicionales de la ciudadanía democrá• tica planteó la
esta investigación que ejemplifiquen esta visión
tradición de la economía política. Entonces mos•
renovada de ciudadanía democrática.
tramos, algo irónicamente, que, a pesar del final al
que en los últimos tiempos se dirigió el modelo de
y más completa información. Pero, dada la escasa
I. El desafío de los economistas probabilidad de que cualquier acto individual sea
importante, ¿cuál es su uti • lidad? ¿Por qué alguien
Tal vez el desafío más importante a las visiones
debería tener que estar informado?
tradiciona• les de la ciudadanía democrática fue
El análisis de la abstención racional de Downs y
expresado por Anthony Downs (1957) en su
los cos• tes de la informació n anuncia un asalto
articulación de una «teoría económica de la
académico general sobre una extensa variedad de
democracia». Si los ciudadanos actúan racionalmente
problemas de la acción colec• tiva concebida de
sobre la base de sus propios intereses definidos
forma más amplia, particularmente, el aná• lisis de
individualmente, Downs mostró que ellos podrían
Olson (1965) de la organización política y el proble•
muy bien abstenerse de votar en las elecciones. La
ma de garantizar la militancia. Tal vez el último
abstención racional es una respuesta bastante razo•
tributo a ambos análisis es que han estimulado gran
nable cuando los beneficios que cualquier votante
actividad intelectual, tan• to dentro como fuera de la
obtiene deri• vados de su participación son
tradición de la economía política. Una significativa
comparados con los costes de la participación, una
parte de este esfuerzo intelectual ha sido dir i • gida a
vez que estos beneficios se descuentan de la
una reconciliación entre las expectativas que son
probabilidad microscópicamente pequeña de que
gene• radas por los modelos de economía política y
cualquier votan• te único vaya a jugar un papel central
por la realidad empírica tal y como la conocemos.
en un resultado electoral. En verdad, basándose en
Esto es, dados los fuertes incentivos individuales para
dicho cálculo, parece claro que el úni• co curso de
ir por libre y rehuir responsabili• dades, ¿por qué
acción razonable es abstenerse de votar.
cualquiera de nosotros participa en las elec• ciones,
El mismo cálculo puede ser evocado también en el se une a organizaciones o permanece informado
análisis de otras actividades ciudadanas. Más sobre la política? Acaso irónicamente, la tarea de
particularmente, el coste de llegar a estar informado reconciliar expec• tativas teóricas con la realidad
acerca de las políticas es a menudo mucho mayor que empírica se consigue sin esfuer• zo en lo que se
el coste de votar y aquí subyace el mismo aná• lisis. refiere a la organización política. La impor• tancia
Los ciudadanos podrían actuar más estratégicamente de la coerción, de los incentivos selectivos y de
para realizar sus intereses si basaran sus acciones los acuerdos institucionales (Ostrom, 1990) para su
sobre una mejor permanencia a largo plazo y la supervivencia de la
cooperación política, es ahora ampliamente aceptada,
aunque con algunos disidentes (Knoke, 1990;
Chong, 1991).
El desafío más difíci l ha surgido en relación a
los deberes más amplios y básicos de la ciudadanía participación relativamente amplia. Sin embargo, y
- l a decisión de parti• cipar en elecciones y de estar particularmente en el caso estadounidense, los
informado acerca de la política-. Al mismo tiempo niveles de información y participación son más altos
que Downs realiza una persuasiva defensa de la entre los mejor educados -aquellos quienes deberían
abstención racional - y , como resultado, más de unos ser más capa• ces de entender y comprender que el
cuan• tos politólogos se han vuelto personalmente ejercicio de los deberes ciudadanos no es en su
abstencionistas- asistimos al misterio de una propio beneficio individual- . En defi-
332 333
¿Esto significa que los votantes no son
nitiva, la simple y persuasiva lógica de la abstención racionales? O, de forma más importante, ¿significa
racional va en sentido contrario a la fuerte evidencia que no podemos ver lo pro• vechoso de la decisión de
empírica con res• pecto al funcionamiento de las estar informados y votar dentro del contexto de un
políticas democráticas. cálculo racional? Éstas son cuestiones bastan• te
Se ha gastado mucha tinta en el esfuerzo por absurdas, y su absurdo podría resaltarse por analogía
resolver este enigma. A principios de los años sesenta, con un ejemplo de l comportamiento consumista
los economistas polí• ticos inician un esfuerzo por puramente racional. Un o de los autores conduce un
reconciliar las realidades de amplia participación con Volvo mientras los otros con• ducen productos
la lógica de la abstención racional, un esfuer• zo que General Motors. El comprador GM cree que su
tal vez fue realizado de forma más urgente por un compañero del Volvo tiene preferencias perversas que
coro de críticos que vieron la idea de la ciudadanía le lle • van al «gasto» de una gran cantidad de
racional como una idea excéntrica. No nos dinero que podría ser usado más productivamente en
inclinamos, y éste no es el lugar, para realizar una cualquier otra cosa - a l menos más productivamente
extensa revisió n de esos esfuerzos (véase Aldrich , con respecto a las preferencias del com• prador de
1993; Jackman, 1993), únicamente diremos que en su G M - . Pero al compañero le gusta el Volvo. Él podría
mayoría han fracasado. Final y fundamentalmente, incluso estar dispuesto a argumentar que el Volvo
la amplia búsqueda de informació n y el vot o en merece un gasto adicional, pero, en últim a instancia,
elecciones no puede entenderse desde la ventaja del a él le gusta el Vol • vo. Ahora , si la tasa de cambio
cálculo racional a corto plazo porque, como variase y el precio del Vol •
argumenta Fiorina (1990), la participación y la
3
obtención de información son actividades que son
3
valoradas intrínsecamente. La gente desarrolla
4
deberes ciudadanos por• que les gusta o porque se
sienten culpables si no lo hacen, o porque están
expuestos a parecer estúpidos durante la conver•
sación de la comida. El punto important e es que el
desarrollo de deberes ciudadanos tiene valor como
un fin en sí mismo.
vo fuese más alto, el compañero podría ser astuto y productivos. Una medida del éxito conseguido por la
comprar un Chevrolet. Y por tanto, el compañero del tradición de la eco• nomía política es hasta qué
Volvo no es irra• cional. A él le gusta el Volvo. punto ha estimulado a otras tradi• ciones del
Para demostrar que la abstención racional es la comportamiento político a redescubrir sus propias
mejor solu• ción para los ciudadanos que basan su raíces en el análisis de ciudadanos intencionados y de
decisión de votar sobre intereses estrechamente la con• ducta política. Muchos de los desarrollos de
definidos, Downs nos mostró que la amplia estas tradiciones se deben ver en contraste con el
participación se entiende mejor como una manifesta• telón de fondo del redescu• brimiento por los
ción de una actividad que se valora intrínsecamente. científicos políticos de la ciudadanía inten• cionada.
Los ciu • dadanos que leen The New York Times y Verdaderamente, mucho del progreso en la
votan no son irracio• nales: a ellos les gusta votar o investigación de la conducta política durante los
quizá se sienten ma l si no lo hacen. Sin embargo, últimos cuarenta años, empe• zando por el trabajo de
sus preferencias no están determinadas. Si la campaña Simón (1957), ha venido a responder al desafío de los
electoral es particularmente sucia, o si los can• economistas políticos - e l desafío de redescubrir el
didatos no son atractivos, o si el resultado es papel de los ciudadanos intencionados en el
inevitable, o si hay temporal el día de la votación, «funcionamien• to» de las políticas democráticas-. No
ellos pueden quedarse en casa. En resumen, su estamos sugiriendo que la teoría de juegos sea o deba
preferencia por votar no es absoluta, es simplemente convertirse en el vocabulario de elección entre
uno de los factores que tienen en cuenta para deci• dir científicos políticos, o que otras tradiciones en la
si finalmente votan. investigación de la conducta política sean sumergidas
Desafortunadamente, la discusión de la en el para-
racionalidad de la ciudadanía dio un gir o
improductiv o que le condujo a un callejón sin 3
salida. Los argumentos relacionados con la racio• 3
nalidad de los ciudadanos tienden a ser muy poco 5
digma de la elección racional. Mu y al contrario, porque nos trasladen directa y determinadamente a
argumentamos que las otras tradiciones en la un conjunto de intereses y pre• ferencias
investigación de la conducta polí• tica han vuelto a concomitantes, sino más bien porque ubican a los
situar el papel del ciudadano intencionado en el individuos en la estructura social y aquí afectan «su
desarrollo de sus propias historias intelectuales. exposi• ción» a la información política (McPhee et
al, 1963). Mie n • tras éste es un argumento
sofisticado con importantes conse• cuencias, el
I I . Respuestas de la sociología prematuro trabajo de Columbia, y en particular The
política People's Cholee, proporcionó críticas con un claro
obje• tivo. Consideremos la siguiente formulación del
Una intuición central de la escuela de Columbia argumento de los autores: «Una persona piensa,
era que los atributos sociales son importantes no
políticamente, como él es socialmente. Las La respuesta de Key y Munger es a menudo
características sociales determinan las pre• ferencias citada como una refutación del pensamiento del
políticas» (1944, p. 27). determinismo social inhe• rente en los estudios de
Enmarcado en este sentido, y tal vez tomado fuera Columbia, pero lo más importante es que proporciona
de con• texto, puede ser difíci l imaginar una una reconstrucción del científico político de la
afirmación más clara de determinismo social. ¿En qué tradición sociológica política. El argumento de Key y
lugar dicha declaración del pro• blema deja a la Mu n • ger es un ataque directo a la idea de que la
ciencia política? ¿Eran las políticas simple• mente un preferencia políti • ca es la consecuencia directa del
residuo de la vida social? ¿Estaba mejor considerada la interés político definido en términos de características
ciencia política como un subeampo dentro de la individuales. Si queremos entender a los votantes de
sociología? En su clásica respuesta, Key y Munger Indiana, la inferencia llega a ser que noso• tros
(1959) buscan estable• cer el carácter idiosincrásico, debemos comprenderlos desde donde ellos residen,
independiente y único de la polí • tica. Basándose en en las circunstancias que los rodean, y tal empresa no
historias políticas de los condados de Indiana, puede ser llevada a cabo si los estudiamos simplemente
argumentan que el desarrollo de lealtades políticas como individuos divorciados de un espacio y un
tomó un giro peculiar e inesperado y aquí no hay tiempo.
una simple corres• pondencia entre preferencias La contribución de Key a la tradición de la
políticas y características socia• les. En un lugar sociología polí• tica se comprende tal vez mejor en
concreto, las preferencias políticas están conec• tadas a relación con su análisis de votantes blancos en el
las características sociales en un sentido y en otro lugar contexto de Southern Polines (1949). Key ofrece una
lo están de un modo completamente distinto. Aquí , la visión convincente de políticas raciales en su
política no es un simple residuo de la vida social, y la demostración de que la hostilidad racial blanca en el
preferencia polí• tica no está simple y socialmente Sur varió en función de las concentraciones de
determinada. población blanca dentro de los condados. La tesis
central de Southern Polines era que la evolución
histórica de la política sureña depende del domi • nio
relativo de los ciudadanos blancos y negros en
poblacio• nes localmente definidas (para la
actualización de este argu• mento, véanse Matthews y
Prothro, 1963; Wright , 1976; Giles y Evans, 1985;
Huckfeldt y Kohfeld, 1989; y A l t , 1994). Sin
embargo, en la demostración de que la hostilidad
racial entre los blancos estaba en función de las
concentraciones locales de población negra, ¿cómo los participantes en el conflict o están localmente
escapa Key a su propia crítica? ¿En este análisis qué definidos. En sus propias palabras (1949, p. 5), el
impide que la política llegue a ser una dimen• sión problema central en los condados de alta
socialmente determinada de la vida social más concentración negra era «el mantenimiento del con •
amplia• mente definida? - trol por una minoría blanca». En el análisis de Key, el
Key ve los conflictos raciales como el producto autoin- terés político es usado para explicar la
de polí • ticas y propósitos, donde los intereses de hostilidad racial, inclu -

336 337
so aunque la hostilidad racial deba ser todavía La comprensión de la política de los ciudadanos
entendida con respecto a un particular conjunto de indivi • duales en el interior de los conjuntos sociales y
circunstancias social- mente estructuradas. Así, el políticos don• de éstos se ubican se ajusta bien dentro
recurso que salva Key es la inten• ción individual de las tradiciones de la sociología política establecidas
cuando se despliega dentro de un tiempo y de un lugar por Key y Lazarsfeld y otros. De hecho, una literatura
concretos. Key toma como dado que, en conjunto, relevante dentro de los modernos estu• dios de voto se
los blancos en la posguerra del Sur tuviero n como dirige a los contextos y redes de ciudadanos
primer objetivo el mantenimiento del domini o individuales -un a literatura inaugurada por los
político blanco. Las acciones elegidas para llevar a efectos de Warren Mille r (1956) y Robert Putnam
cabo esta meta dependieron, sin embargo, de (1966)-. Mientras exis• te una coincidencia
especificidades situacionales. El manteni• miento significativa en el estudio de contextos y redes, lo que
del dominio blanco fue asumido en las tierras mon• se mantiene es que presentan estrategias con•
tuosas de Mississipp i porque all í hubo mu y pocos ceptuales significativamente diferentes para
negros, pero era problemático en el delta donde la comprender el impacto de la estructura social en la
concentración de ciudadanos negros era mucho más política. Los efectos más recientes han proporcionado
alta. En resumen, vemos bastante prematuramente la un enfoque combinado sobre la interacción entre
fusión de propósitos individua• les y circunstancias redes y contextos, pero tal estrategia requie• re que
medioambientales en la moderna emer• gencia de la sean comprendidos como estructuras separadas.
tradició n sociológica política, un tema que es
llevado hacia delante en estudios más recientes de 3
las con• secuencias políticas que aparecen debido a 3
los contextos y redes que rodean a los ciudadanos 8
individuales.

a) Contextos
sociales
individuales-. Esto no quiere decir, sin embargo, que
Los contextos sociales son políticamente la gente no se ubique dentro de un contexto
importantes por• que influyen las probabilidades de particular a la vez que evitan otros. En efecto, tales
interacción social dentro y a través de los límites de decisiones referidas a la posición pueden estar
grupos, por lo cual afectan el flujo social de estratégicamente motiva• das sobre la base de
información políticamente relevante. Aquí , los con• criterios económicos, políticos y socia• les. El punto
textos sociales son tal vez mejor definidos en términos importante es, sin embargo, que, una vez que una
de com• posición social (Eulau, 1986), y en este persona se ubica dentro de un contexto, se requerirán
sentido, un contexto puede ser visto como la esfuer• zos heroicos para cambiar de contexto. De
composición social de un ambiente. El ambiente acuerdo, hay ejem• plos heroicos: el trabajador de un
debe ser definido sobre diversas bases - u n club, un partido que se ocupa de su circunscripción electoral,
vecindario, una iglesia, un país, una provincia - y el testigo de Jehová que puerta a puer• ta trata de
tiene una multitud de propiedades que lo definen. convertir a sus vecinos, etc. Pero la mayoría de noso•
Algunos ambientes son viejos, grandes, definidos tros probablemente tome el contexto como dado. Aquí
geográficamente, aislados y atractivos, mientras que , ausen• te el problema de autoselección, los
otros no. De igual forma, el contexto social de un contextos son tratados como exógenos al actor.
ambiente puede ser definido en términos de las ¿Cuándo se puede ignorar el tema de la
diversas propiedades que lo componen: la autoselección? Más concretamente, la autoselección
proporció n de habitantes que son socialdemócratas, llega a convertirse en una hipó• tesis menos plausible
liberales, católicos, polí• ticamente activos y bien cuando se trata de grandes unidades de
educados. Sin embargo, se han hecho algunos esfuerzos '
para valorar las consecuencias de la hetero• geneidad
dentro de los contextos, concebida como una dis•
persión alrededor de una tendencia central. 3
Definido en este sentido, los contextos quedan más 3
allá del alcance del contro l individua l -ello s no se 9
conforma n por medio de las preferencias
agregación, cuando el motivo que subyace en la uno de éstos.
elección posi- cional o de pertenencia a un grupo es Primero, consideramos la dimensión de la unidad
políticamente irrelevan• te, cuando la demostración de de agre• gación. En un estudio fascinante, Erikson,
los efectos contextúales está vin• culada Wright , y Mclver (1993) han demostrado la
empíricamente a un proceso dinámico, cuando el importancia de las culturas políticas en el nivel estatal
efecto contextual está vinculado a un proceso de para la estructura de las coaliciones políticas y el
conflicto político o social, y en general cuando un comportamiento de los votantes individuales. Hay
mecanismo más sofisticado de influencia contextual muchas otras grandes razones para rechazar los
está especificado. A continuación consi• deramos cada argumentos de autose- lección en su trabajo, pero en el
nivel más básico, ¿esperaría• mos actualmente que la
textual está enraizado en la hostilidad política o social,
gente se incluya en Estados (provincias o condados)
la auto- selección inmediatamente carece de nuevo de
por razones políticamente relevantes? Cuanto
plausibilidad.
mayores son las unidades de agregación, la
¿Si los blancos sureños que viven en condados negros
plausibilidad de la autoselección como cálculo de
fueron racialmente hostiles hacia los negros, cómo
efectos contextúales decrece.
podemos echar la culpa sobre la autoselección? ¿Se
Segundo, un número creciente de estudios han
ubican los blancos hostiles racialmente en condados
vuelto hacia la demostración de los efectos contextúales
negros para estar cerca del objeto de su hostilidad? En
en el tiempo. Huck- feldt y Sprague (1990; 1995)
semejante caso, el comportamiento político está
muestran que las campañas polí• ticas intensifican los
claramente fundado, tal vez en formas complejas,
efectos contextúales -lo s efectos son mayo• res en el
sobre el contexto social circundante (Huckfeldt ,
final de la campaña- y que la magnitud del incremento
1986; Huckfeld t y Kohfeld, 1989).
varía de forma sistemática a través de grupos diferentes
Finalmente, las descripciones más sofisticadas de
defini• dos en términos de características individuales.
influen• cia contextual tienden en general a socavar el
Grofman et al. (1993) y Carmines et al. (1995)
argumento de auto- selección. Una de las más
muestran que el «efecto Key» previamente
importantes contribuciones en este aspecto fue hecha
documentado puede ser demostrado en el tiempo.
por Erbring y Young (1979), quienes argu• mentaban
Ambos esfuerzos muestran que el éxodo blanco desde
que los efectos contextúales se deberían ver como la
el Par• tido Demócrata ha sido acelerado por sucesos
retroalimentación endógena de la interdependencia
en la década de los sesenta en condados donde las
del com• portamiento. En este mismo sentido,
poblaciones negras están más concentradas. Las
Przeworski (1974), Sprague y Westefield (1979),
formulaciones dinámicas como éstas son bas• tante
Huckfeldt (1983, 1984, 1986), Przeworski y Sprague
difíciles de rehacer en términos de un argumento de
(1986) produjeron argumentos que de forma general
auto- selección: ¿la gente se reubica a partir de sus
trasladaron la literatura de los efectos contextúales hacia
observaciones de un modo que produce una espúrea
la inter• dependencia entre conducta e información, en
apariencia de un efecto tem• poral ordenado?
oposición a aque• llos argumentos enraizados en las
Tercero, el «efecto Key» se separa del argumento características sociales com• partidas. Para centrarse en
de auto- selección también sobre otras bases. Cuando el tema de la información socialmente comunicada y la
un efecto con• conducta interdependiente como el medio de
influencia del contexto, la literatura sobre los efectos
contex• túales se ha desplazado desde las
explicaciones del grupo de referencia social hacia la
influencia del contexto. Consideremos la explicación
de Langton y Rapoport (1975) del apoyo a Allen • de en tra• bajadores eligen vivi r entre trabajadores.
1964 entre los trabajadores de Santiago: trabajadores Como sugieren estos esfuerzos más recientes, hay
que vivían entre otros trabajadores venían a más debate sobre la autoselección que sobre el simple
identificarse con esos trabajadores y de aquí su apoyo a tema de la anterioridad temporal. Más
Allende. A pesar de su atrac• tivo, tal explicación es fundamentalmente, hay debates relacionados con el
vulnerable de ser contraria al argumento de papel de la intencionalidad individual , el
autoselección: sólo trabajadores que se identifican como
340 341
sociales son creadas como una consecuencia de los
carácter exógeno de las preferencias individuales, y individuos y sus elecciones. Incluso aunque los
la forma de los efectos estructurales independientes individuos puedan tener normalmente poco control
sobre la conducta individual. Descripciones más sobre la composición social y política de sus entornos,
completas de la influencia del contexto permiten una tienen discreción sobre las redes de contactos que
reconciliación entre la intención indi• vidual y el establecen dentro de los distintos escenarios. En este
efecto externo independiente de la estructura social. sentido, el contexto social se presenta como una
Pero semejante explicación implic a normalmente constricción medioambiental sobre el individuo
un matri• monio entre los contextos sociales, las redes -particularmente sobre modelos de interacción social
sociales y los ciu• dadanos interdependientes que de individuos- , y los ciudadanos hacen sus
actúan intencionadamente sobre la base de los elecciones entre alternativas que son impuestas
objetivos políticos. ambientalmente. En algunos casos la elección
Finalmente, la autoselección no es un rechazo de la individua l está llena de esas constricciones. En una
influen• cia medioambiental. Si la gente decide no fiesta típica de Peoría, incluso los socialistas
hacerse socio del club local Sierra porque está lleno de compro• metidos tienen pocas oportunidades de
ecologistas reaccionarios, resul• ta difícil sugerir que la hablar de política con otros socialistas. A ún , en
elección política es independiente del con• texto social. otros casos, la elección individua l se impone más
Las personas eligen formar parte de algún ambien• te y fácilmente.
evitan otros, pero nunca la elección se interpreta Consideremos los resultados empíricos del estudio
fácilmente al margen de la interacción del individuo de Finif- ter (1974 ) sobre la política y el luga r de
con el ambiente. trabajo, donde ana•
3
4
b) Redes
2
sociales

Mientras los contextos están definidos


estructuralmente y son externos al individuo, las redes
lizó los modelos de interacción social de los Huckfeldt y Sprague tratan en una serie de análisis
trabajadores de automóviles de Detroit en las fábricas dir igi • dos a comprender la construcción de redes
donde estaban emplea• dos. La composición sociales y políti • cas como un proceso que ocurre a
partidista de estas fábricas era abruma- doramente través del tiempo, cómo los individuos (1) realizan
demócrata, y la mayoría demócrata no estaba rela• encuentros repetidos dentro de un con• texto particular
tivamente discriminada en sus modelos de interacción y (2) toman decisiones considerando si trans• formar
social y asociación. Por el contrario, miembros de la esos encuentros en fuentes de informació n polític a
minoría republi• cana se volvían probablemente hacia (Huckfeldt y Sprague, 1987, 1988, 1995; también
grupos íntimos y de ami • gos que utilizaban como Huckfeldt,
«entornos protectores de desviacio• nes políticas» 1983, 1986). Tal lógica, que está inspirada en la obra
(para ver consideraciones paralelas, Gans, 1967; y de Cole- man (1964) y McPhee et al. (1963), da
Berger, 1960). En resumen, los miembros de la minoría cuenta de que ambas preferencias exógenas e
impu • sieron sus propias preferencias sobre el independientes impusieron, desde el punto de vista
contexto social en la creación de redes de relación estructural, limitaciones a la interacción social. La
social y política. En otras pala• bras, las redes gente no acepta ni maneja cualquier información
sociales son creadas como el producto de una política que el entorno les ofrece, pero tampoco son
intersección entre el contexto social externamente capaces de esca• par completamente a las
impuesto y la propia preferencia exógena del consecuencias.de una fuente de infor• mación
ciudadano. Y así, en este nivel particular, la estructura alimentada por el entorno.
social no es determinante, ni un sim• ple residuo de la De acuerdo con el prematuro análisis de Downs
preferencia individual (véase Boudon, 1986). Sin (1975), la gente reduce los costes de información
embargo, el ejercicio de elección individua l en la para buscar fuera fuen-
cons• trucción de una red está condicionado por el
3
contexto: las minorías suelen ser probablemente más
4
selectivas en sus mode• los de asociación.
3

tes de información que concuerden con sus propias Calvert (1985)- . En resumen, y tal vez
preferen• cias políticas. Hasta qué punto los individuos irónicamente, la información que lleva un sesgo
siguen tal estra• tegia es probable que varíe en cada político claramente entendido es más probable que sea
caso, dependiendo de su sofisticación, atención, su úti l para el ciudadano.
posición de mayoría o minoría, etc. Pero uno no puede Sin embargo, la preferencia política no está
evitar la conclusión de que los ciudadanos condicionada por la elección de la información, porque
políticamente más sofisticados deberían estar más opera dentro del contex• to de un flujo de información
preocupa• dos por obtener información sesgada, como procedente del entorno. Esto es, el menú de opciones
opuesta a la infor• mación que en cierto sentido es queda más allá del control de lo individual, y aquí la
juzgada por ser políticamente objetiva -un a demanda individua l de información debe ser com•
conclusión que está de acuerdo con el análisis de prendida en relación con la oferta ambiental. Los
elementos cla• ve son dos. Primero, la gente
preferencias, no pudiendo ser todas ellas fácilmente
selecciona fuentes de informa• ción sobre la base de
realizadas en una única relación cualquiera. Sin
sus propias preferencias. Segundo, el conjunto de
embargo, la mayoría de las relaciones no están
alternativas informativas de los individuos refleja los
completamente especializadas, noso• tros hablamos de
sesgos de una fuente ambiental. La gente no es un
política, de deportes y del tiempo con grupos
producto irreflexivo de lo que le rodea. Más bien, sus
superpuestos. Siendo todo lo demás igual, los
opiniones llegan a ser los productos complejos de una
trabajadores de coches republicanos eligirán comer con
información sesgada por el ambiente y de sus propias
otro republicano, pero no todo lo demás es igual. Si
orientaciones previas.
ellos además fueran hinchas de los Chicago Bears, ellos
El elemento crucial para rescatar al ciudadano
podrían preferir evitar a los binchas de los Detroit
indepen• diente es reconocer que tanto la elección
Lions, y podría ser difíci l encontrar a un comensal
individual como el suministro ambiental de
que satisfaga ambas preferencias, particularmente en
información operan de acuerdo con la probabilidad. El
una fábrica de automóviles de Detroit . En otras
ambiente opera según la lógica de la proba• bilidad
palabras, la realización de preferencias políticas en la
porque los contextos sociales son rara vez políticamente
construcción de una red social puede ser bastante
homogéneos. Incluso las familias discuten de política
costosa, sobre todo si las múltiples prefe• rencias se
y, de ese modo, la gente obtiene información y puntos
realizan en una única elección. Inevitablemente, la
de vista que refle• ja n un sesgo menor que el sesgo
gente reduce sus costes al componer sus
condicionado. Si vives en un vecindario demócrata,
preferencias, y de ahí que el control del flujo de
tienes más probabilidad de ver pegatí- nas demócratas
información es incompleto.
en los coches, aunque en alguna ocasión veas alguna
Segundo, incluso si el trabajador autónomo
republicana.
republicano es bastante cuidadoso en evitar la
¿Por qué la elección es probabilística? Primero, los
conversación política con un demócrata, está presente
indivi •
una gran cantidad de información que no es solicitada
duos forman relaciones sociales basadas en una
- l a persona que trabaja cerca de nuestro repu• blicano
variedad de
puede llevar una insignia demócrata en la solapa-. Por
lo tanto, la gente está expuesta a información sin
advertirlo y de forma involuntaria, y mucha de esta
exposición lleva un ses• go ambiental: la gente que
trabaja en un banco ve más pegati- nas de coches
republicanas que aquella que trabaja en una fábri• ca de
automóviles.
Finalmente, la elección de fuentes de
informació n es a menudo incompleta debido a que seleccionar fuentes de información que sean
la preferencia subyacente, sobre la cual podría coincidentes con mis propias preferencias políticas,
apoyarse la elección, a su vez está basada en una mala pero
información. A menudo la gente carece de prefe• ¿cómo puedo saber qué preferir sin la información
rencias, y de ese modo no ejercen control informativo necesaria? Aun cuando la información es a menudo
porque no tienen preferencia alguna que emplear para más úti l si lleva un sesgo identificable, hay veces que
alcanzar un cri • terio de selección. En verdad, estamos la gente carece de las bases
en el meollo de un acer• tijo. Yo podría desear
344 345
que aquellos que viven entre otros tra• bajadores
necesarias para comprender o evaluar el sesgo que están más inclinados a votar por los socialistas. El
arrastra la información. vehículo de influencia debe ser, además, especificado.
¿Estos trabajadores votan por los socialistas porque
han hablado con sus vecinos socialistas o porque
c) Modelos de influencia han hablado con el trabaja• dor de su distrito
electoral? ¿Por qué eran influyentes los veci• nos (o
¿Cuáles son las consecuencias políticas de la los trabajadores del partido)?
estructura polí• tica y social? ¿Cuáles son los Aquí , una important e parte de la tradició n
mecanismos que vinculan a los ciudadanos con lo que sociológic a gira en torn o al desarrollo ,
los rodea? ¿Cuáles son los modelos alter• nativos de articulació n y evaluación de modelos
influenci a individual? alternativos de influencia -modelo s de influencia
El individualismo metodológico descansa en el que sitúan al individu o en el centro de la acción- .
corazón de la tradición sociopolítica que estamos No sor• prende que muchos de estos modelos se
describiendo -lo s ciu• dadanos individuales y sus deriven de las tra• diciones de psicología política y
elecciones políticas constituyen los objetos economía política. Y en este sentido, la tradició n de
fundamentales de estudio (Przeworski, 1985)-. El sociología política ha llegado a ser agnóstica con
actor individual no se ve, sin embargo, aisladamente, respecto a las cuestiones epistemológicas rela•
sino más bien en el contexto de las condiciones cionadas con el impulso individua l -n o hay una
circundantes y de las opor• tunidades que operan sobre microteoría
modelos de interacción social, la adquisición de
3
información política y la formulación de elec• ciones
políticas. Al mismo tiempo, sin embargo, el impulso 4
individualista, requiere que las vías de influencia entre 6
el indi • viduo y el entorno sean especificadas
claramente. Esto no es suficiente, en el caso de los
trabajadores suecos de Tingsten (1963), para mostrar
oficial que sea inseparable de la tradición representaciones colectivas- (Eulau, 1986). Para los
sociológica polí • tica-. Esto no significa que sociólogos políticos, la ver• tiente resbaladiza del
cualquier practicante particular del ofici o carezca individualismo metodológico conduce al
de un compromiso intelectual con un par• ticular reduccionismo metodológico, y en eso descansa la
modelo a nive l individual . En efecto, entre quiene antítesis de la tradición de la sociología política. Un
se ocupan de un análisis multinive l que conecta compromiso con el individualismo metodológico no
ciudadanos y ambiente se encuentran los seguidores niega el impulso sociológico, pero un anáfisis que
de la teoría de juegos y de la psicología cognitiva, empieza y termina bien con la psique indi • vidua l o
los teóricos de la elección racio• nal y los teóricos con un cálculo racional del individuo , deja de ser
del aprendizaje. La tradición, no obstante, no dicta sociológico.
necesariamente un motor micronive l que conduzca Boudon (1986) aboga por una tradición
los procesos político s y sociales. En otras palabras, individualista en sociología y un modelo
el eco• nomista político no necesita denunciar microsociológico que él traza desde la obra de
racionalidad y acto• res racionales para invocar una Weber (1966). La tradición es individualista en su
explicación multinivel , por• que los modelos énfasis sobre el propósito individua l y los motivos
particulares microsociológicos podrían tener raíces individua• les, pero es sociológica en su objeto sobre
que se asientan bien en la psicología política, bien los factores exter• nos al individu o que constriñen
en la economía política . su conducta. Aquí , Boudo n presenta un modelo
El rasgo distintivo de la microteoría en la microsociológico que coloca un (más o menos)
tradición de la sociología política está en su actor racional dentro de un conjunto de condiciones
propósito. La explicación de un comportamiento macrosociológicas.
individual no es un fin en sí mismo, sino más bien un
3
instrumento para obtener un objetivo bien diferente - l
a explicación de interdependencia entre ciudadanos y 4
una más completa comprensión de la política en sus 7
nicación influyente de información política tiene
La tradición individualista de Boudon podría ser
lugar entre gente que se tiene en alta estima y un
ilustrada bastante bien con los desarrollos en los
íntimo respeto personal, y éstos son los factores que les
modelos que buscan explicar la naturaleza de la
proporcionan fuentes fiables de información y guía
influencia en las relaciones socia• les. Concretamente,
política. De acuerdo con esta visión, la inti• midad y
en el contexto de estudios de socialización hacia la
confianza llegan a ser los ingredientes que definen la
ruptura con la familia (Jennings y Niemi , 1974,1981),
influencia política entre ciudadanos, y, de este modo,
era tal vez natural para los científicos políticos
la influen• cia no está relacionada con motivos y
adoptar un modelo de influencia social que se
propósitos.
construía sobre la intimi• dad y la interacción que
tiene lugar dentro de grupos sociales cohesivos. La Mientras este modelo fue realzado por los estudios
asunción implícit a o explícita es que la comu• de socia• lización política, su historia se extiende a un
período más tem• prano. En efecto, los estudios de
Elmir a y del condado de Erie articularon la influencia dad en el flujo de influencias en la comunicación
social en términos que Bur t (1987) llamó el modelo política (Jen• nings y Niemi , 1974, 1981; Tedin,
de cohesión social. El modelo de cohesión social 1974). Bur t vuelve a anali• zar la evidencia desde el
retrata la influencia social en la política cuando sucede estudio de la innovación médica y pone en duda el
entre gente que se tiene en alta consideración papel de la comunicación social a través de pandillas
personal y así comparte una opinión general y grupos cohesivos que estimulan a los doctores a
normativa. La influencia social llega a ser el producto emplear una nueva droga. Huckfeldt y Sprague (1991)
derivado de vínculos íntimos, cerca• nos: los demos• traron que la gente toma parte en una
ciudadanos son más propensos a influi r unos sobre discusión política con otros con los que no están
otros en la medida que se tienen en alta consideración asociados íntimamente, y por tan• to, la intimidad no
perso• nal, tanto como amigos como en cuanto se traduce necesariamente en niveles más altos de
fuentes reconocidas de información política (Katz, influencia.
1957). Tales descubrimientos empujaron a una
Para algunos propósitos, este modelo puede ser reconstrucción de la microteoría de la influencia
totalmen• te apropiado - n o hay razón para esperar política emergente a través de la comunicación social.
que la intimida d y los grupos sociales cohesivos no Burt (1987) aboga por un modelo de equi• valencia
estén relacionados con impor• tantes formas de estructural, concebido en términos de relaciones de redes.
influencia política - . Al mism o tiempo, el modelo Dos individuos son estructuralmente equivalentes si
de intimida d puede pasar por alto importantes conse• están situa• dos de forma similar en la estructura social
cuencias que derivan de la comunicación social de - s i , en términos de redes, están conectados con los
informa• ción política a través de los límites de los mismos individuos en los mis• mos sentidos-. En
grupos sociales. Sin embargo, también los estudios de términos de política, tal modelo podría suge• rir que
la socialización familiar han tenido dificultades en una capacidad de los individuos para ejercer influencia
demostrar la importancia de la intimi - se asienta en intereses coincidentes. Un ciudadano es
3 más pro• penso a ser influido por otro hasta el punto de
4 que el ciudadano que está siendo influido, reconoce la
8 existencia de intereses com• partidos y comunes, y de
aquí la existencia de una predisposición agradable
(Downs, 1957; Huckfeldt y Sprague, 1991).
Pero la relevancia de la "comunicación tiene lugar a
través de las fronteras de los grupos sociales cohesivos
que se extien• den más allá de la explicació n del
comportamiento in d i v i • dual. Si la intimida d es
una precondición para la influencia, entonces el más íntimos allegados-. Por el contrario, si la
reduccionismo metodológico no está abordando información es trans• mitida a través de los contactos
seriamente la cuestión como un método de análisis sociales menos cercanos, apa• recen implicaciones
político. Esto sólo llega a ser importante para importantes por la naturaleza y la conse• cuencia de la
ensanchar el núcleo que estrechamente se construye comunicación social en política.
sobre los individuos para incor• porar una visión
3
ligeramente expandida de las células socia• les
4
cohesivas que rodean a los votantes -sus familias y sus
9
Primero, si la comunicación social más allá de tiende a crear una opinión pública que es más que una
grupos socia• les cohesivos es importante, entonces el simple agregación de opiniones individuales, pero, en
núcleo del análisis político puede ser ampliado de cam• bio, es un producto de complejos modelos de
forma beneficiosa para incluir los múltiples ambientes comunicación social.
cruzados donde tiene lugar la comu• nicación social En resumen, la comunicación social que sucede a
-lugares de trabajo, vecindarios, etc.-. Segun• do, si la través de lo casual, la interacción social menos íntima,
comunicación política importante sucede más allá de es capaz de crear una opinión pública que es
los límites de los grupos cohesivos, se convierte en algo verdaderamente pública -una opi• nión pública que se
impor• tante para apelar al análisis de vínculos débiles extiende más allá de los confines del cálcu• lo individual
de Granovetter (1973). De acuerdo con Granovetter, y de los grupos sociales cohesivos- (Stimson, 1991;
la informació n que se comunica a través de lazos MacKuen et al, 1989). Ell o no sugiere que los
frágiles circula más ampliamente porque es menos individuos no jueguen ningún papel en estas
probable que regrese al punto de origen. La dinámicas de opinión pública. Algunos ciudadanos
información obtenida del mejor amigo es probable juegan papeles más cruciales que otros en la
que sea compartida con otro buen amigo, quien está, a diseminación de la opinión, y una importante tarea es la
la vez, bastan• te predispuesto a devolver información iden• tificación de tales individuos . El punto
a la fuente. La infor• mación obtenida de un conocido importante para los propósitos actuales es que los
casual podría ser compartida con un segundo conocido, constructos microteóricos como éstos tienen
pero es improbable que dicha infor• mación encuentre implicaciones que se extienden más allá de la expli•
su camino de vuelta a la fuente porque la fuente está cación del comportamiento individua l para incluir las
menos dispuesta a estar conectada con el segundo conse•
conocido. Como consecuencia, la información
comunicada a través de lazos débiles tiende a 3
esparcirse y diseminarse. En términos de política, la 5
información comunicada a través de lazos débiles 0
veinte años de investigación, Klapper (1960)
cuencias de la interdependencia de los sintetizó el esfuerzo en el «modelo de los efectos míni •
comportamientos para la totalidad de la comunidad mos». Los partidarios de esta tesis general han
política. argumentado que el impacto político de los medios es
probable que sea ate• nuado por una variedad de
razones:
I I I . Respuestas de la psicología política

Habiendo visto que el modelo del ciudadano 1. Los ciudadanos no están los suficientemente
instrumen- talmente motivado, intencionado, emerge atentos para ser afectados.
con bastante n i t i • dez dentro de una amplia variedad 2. Los mensajes intermitentes y conflictivos tienden
de estudios sociológica• mente orientados, ahora a eli •
mostramos que el mismo ciudadano ha sido minarse con otros.
redescubierto por los psicólogos políticos en investi• 3. Los procesos en el nivel individua l - l a
gaciones tan diversas como estudios de medios, retención y aten• ción selectiva basadas sobre
política s raciales y procesos de toma de decisión predisposiciones políticas preexistentes- tienden
política orientados de forma interpretativa. a deformar los mensajes de los medios y de
aquí que se anulen'sus efectos.
4. Cualquier mensaje que se escapa a través de lo
a) Efectos de los medios indivi • dual ha sido procesado mediante
modelos de comuni• cación e interacción
Un importante núcleo de los primeros estudios de social.
la Un i • versidad de Columbia se dirigió hacia los
3
efectos de los medios sobre los ciudadanos individuales y
sus elecciones. Pero después de aproximadamente 5
1
Y así, especialmente hasta el punto de que los comunicación parcial? Dos proce• sos
modelos de comunicación social se contienen dentro interdependientes -un o en el nivel de lo individual y el
de los grupos socia• les cohesivos que reflejan las otro en el nivel de los medios - hacen del seguimient o
características e intereses pro• pios de un individuo, de los efec• tos del sesgo una problemática
no se podría ignorar sin riesgo el ele• mento del comprometida. Primero, parti• cularmente en los
ambiente político externo. Estados Unidos, los medios se han despla• zado
Mucho del primer trabajo sobre los medios y los conscientemente hacia un estilo de información
efectos de los medios se centró, sobre todo, sobre la objetivo y políticamente independiente. En la práctica
consecuencia polí• tica del sesgo: ¿cómo se alteran las esto ha signifi• cado que la prensa partidista a menudo
preferencias políticas de la gente por un medio de ha sido reemplazada por una prensa adversa (Iyengar y
Kinder, 1987). Más que con• tinuar con el rol , del palabras, como los medios han venido a ocupar una
siglo xi x , del paladín partidista para los partidos y posición de adversario permanente con respecto a
candidatos particulares, la prensa moderna ha crea• do todos los partidos políticos en la arena política, el
el papel del observador crítico, políticamente ciudadano no puede usarlos como una fuente de
independien• te y profesional. Tal papel información reductora de costes (cost-cut- ting). Y así,
frecuentemente sitúa a los medios informativos en no es sorprendente que la utilidad de las noticias de
una posició n de adversario en relación con ambos los medios como fuentes de información política ha
lados de la lucha partidista. Desde luego, podemos afir• id o declinando para muchos ciudadanos, al mismo
mar que esto crea un nuevo sesgo: el sesgo de la tiempo que el impacto de los medios sobre los puntos
objetividad. de vista de los ciuda• danos ha sido difíci l de
Segundo, y volviend o a nuestra primera establecer. En suma, la información imparcial es a
discusión de la mayor utilidad de la información menudo menos ú t i l y de aquí que sea menos
sesgada para individuos sofis• ticados, esta tendencia ha influyente.
producido información que es fre• cuentemente más Estos problemas se ilustran tal vez mejor en el
costosa, y de aquí que sea menos út i l para muchos trabajo de Beck (1991). Como él muestra, los
ciudadanos. Si la información sin sesgo bien entendi• partidarios de los demó• cratas acusan a la prensa de un
da es difíci l de integrar e incorporar dentro de los sesgo republicano, y los parti• darios de los
procesos polí• ticos de toma de decisión, entonces los republicanos acusan a la prensa de un sesgo demó• crata.
modernos medios se han hecho cada vez menos Tales efectos son particularmente notables porque ellos
relevantes, en tanto que han llega• do a ser operan en una dirección opuesta a la de los efectos que
progresivamente independientes y adversarios. El surgen en la comunicación social. Al mismo tiempo
periódico moderno, por ejemplo, se encuentra en una que los ciudada• nos (a menudo equivocadamente)
posición donde no tiene seguidores políticos , sino proyectan sus propias prefe• rencias partidistas sobre
únicamente una audiencia de adictos políticos que las de sus allegados, ellos también (a menudo
están dispuestos y son capa• ces de pagar el alto precio equivocadamente) proyectan sus preferencias opues•
de tamizar, clasificar y evaluar la información tas sobre las de los periódicos. Más claramente, el
políticamente independiente que presenta. En otras precio de la objetividad supone un incremento en el nivel
de crítica de ambos partidos. Si los ciudadanos
sofisticados ponen un alto valor a la información que
viene con un sesgo político bien conocido, tal
descontento es tal vez más fáci l de entender. Lo que
resulta menos comprensible es por qué, en la
moderna era de los medios, deberíamos haber
desarrollado tales expectaciones pri • mitivas
relacionadas en prime r lugar con lo s efectos de los
medios.
Un obstáculo significativ o ante la investigación
de los medios ocurrió cuando los estudiosos empezaron
a enfocar más detalladamente el tema de la composición medios pasando del sesgo a la cobertura, basados en la
de la agenda (Erbring et al, 1980; MacKuen, 1981). intui • ción de que la influenci a de los medios no
Los esfuerzos apuntaron a com• prender las es simplemente una cuestión de decir a la gente
consecuencias políticas de la cobertura de los cómo votar, sino más bie n
352 353
ciudadanos individuales-. En el caso de la
una cuestión de influi r las percepciones de los comunicación social, los ciudadanos intentan
ciudadanos rela• cionadas con la importanci a de construir modelos de interacción social que minimicen
varios temas y problemas. Dicho de forma simple, su exposición a mensajes políticos desagradables y, en
el argumento sugiere que los asuntos cubiertos por los otras instancias, los men• sajes comunicados
medios llegan a convertirse en los asuntos que los socialmente o bien son disfrazados o bien despreciados
ciudadanos ven como importantes, y de aquí que la en sentidos que exageran el acuerdo (MacKuen et al.,
cone• xión entre el paisaje político real de problemas 1990). El ejercicio de la preferencia ciudadana es más
y objetivos de políticas, por un lado, y las problemático en el caso de los medios por dos
percepciones de la. gente sobre pai• saje, por otro, razones. Pri• mero, sólo se dispone típicamente de un
dependa fundamentalmente de lo que los medios eligen promedio muy res• tringido de elecciones alternativas
para informar. -mu y pocos ciudadanos leen cualquier otro periódico
Erbring et al. (1980, p. 21) hicieron una duradera que no sea el de ámbito local- . Segun•
contri• bución a la literatura del agenda-setting en
su esfuerzo por demostrar los «efectos contingentes de
los medios en la audien• cia encarnados en un modelo
micro de relevancia de un asunto específico» . Ellos
muestra n que las percepciones de los ciu• dadanos
acerca de los problemas nacionales incluyen un com•
ponente localizado importante que se explica sobre la
base de las variadas informaciones de los medios. Au n
cuando la varia• bilidad de las condiciones locales se
tiene en cuenta, la cober• tura de los problemas de
diversas políticas por los medios loca• les tiene un
impacto pronunciado sobre lo que los ciudadanos
piensan que es importante. Al mismo tiempo, ellos
muestran que la receptividad a la agenda de los medios
es «contingente a la audiencia» -es dependiente de los
asuntos y preferencias pro• pias de la gente-.
Este últim o punto es especialmente importante
porque refuerza la tendencia emergente en sociología
política - l a inter• sección entre la información
proporcionada por el entorno y las preferencias de los
do, aun cuando se disponga de más alternativas, en el conjunto de criterios usados por los ciudadanos
como en el caso de las noticias en televisión, éstas son para tomar sus decisiones políticas, e Iyengar y
típicamente bastante homogéneas y uniformes en el Kinder esta• blecen el potencial de los medios para
contenido de su cobertura. No obstante, la preferencia «preparar» la toma de decisión del ciudadano
individual está todavía apelando a la interpretación estableciendo las bases de la evaluación. Una vez más,
de la información alimentada ambientalmente: la gente los resultados respaldan la importancia de una
desarrolla una postura combativa hacia los medios por intersección entre información alimentada
achacar un sesgo político desfavorable. Y responden ambientalmente y las preferencias políticas de
selecti• vamente a la cobertura de los medios -n o están aquellos que están expuestos a la fuente de
igualmente pre• dispuestos a pensar que todos los información. En palabras de Iyengar y Kinder (1987),
asuntos cubiertos por los medios son igualmente «la preparación es mayor cuando los espectadores
importantes-. están pre• dispuestos, en virtu d de una teoría
Otras formas sutiles de influencia de los medios accesible, bien desarrolla• da, para ver una conexión
han sido analizadas en estudios recientes por Iyengar y entre las responsabilidades del pre• sidente y la
Kinder (1987) e Iyengar (1991). En una serie de condició n del país». Y para la mayoría de los
experimentos construidos crea• tiva y cuidadosamente, ciudadanos, esto significa que las preferencias partidistas
Iyengar y Kinder examinan no sólo las consecuencias se cru• zan con las informaciones de los medios para
del agenda-setting por los medios, sino también el determinar la extensión de los efectos priming de estos
impacto «priming» de los medios. Los ciudadanos están medios.
li m i • tados por la cantidad de información que En un esfuerzo siguiente, Iyengar (1991)
pueden utiliza r en reproducir juicios políticos, y por manifiesta la importancia del marco de los medios -lo
esto hacen elecciones basa• das en un número limitado s efectos de los medios en la atribución de
de temas. Igualmente, el determi• nante crucial del responsabilidad para los problemas de las
éxito de un partido y de un candidato está a menudo
355
354
políticas-. Él argumenta que el modo principal de recurso con el que opo• nerse a las sugerencias de
comunica• ción de la televisión - l a cobertura nuevos enfoques» (p. 126).
episódica de eventos parti• culares- estimula la El punto de que los ciudadanos individuales jueguen
atribución de responsabilidad de los pro• blemas de la roles acti• vos o pasivos en la adquisición e
política a individuos más que a grandes fuerzas interpretación de la información procedente de los
políticas y sociales. Como antes, vemos la medios está abierto a interpretaciones alternati• vas.
importancia de la intersección entre preferencia Ciertamente Downs (1957) adscribiría un importante
ciudadana y predisposición por un lado, e información papel a los individuos cuando persiguen agresivamente
alimentada ambientalmente por otro. En par• ticular, el economías que derivan de ubicar fuentes de información
partidismo tiende a limitar los efectos del entramado. que conllevan un sesgo compatible. Por el contrario,
En sus propias palabras, «las afiliaciones partidistas de Iyengar y Kinder (1987) ven a los individuos como las
los indi• viduos les proporcionan un importante víctimas de unos medios que mienten más allá de su
control -dos de los títulos de sus capítulos describen a Los autores de este capítulo han estado implicados
los ciudadanos como víctimas de la agenda-setting y del en los esfuerzos dirigidos a conectar las políticas de
priming por parte de los medios-. Independientemente raza con el cam• bio político y electoral. Carmines y
de la particular inter• pretación dada al papel de los Stimson (1989) argumen• tan que la evolución de la
ciudadanos, los estudios de medios casi necesariamente se raza es responsable de una transfor• mación de la
centran sobre la cuestión de si los especta• dores polític a estadounidense. Empezando por el
responden a los medios como consumidores Congreso, filtrado a través de las organizaciones
intencionados, instrumentalmente motivados, de políticas, y últi • mamente se demuestra en elecciones y
información política. lealtades de votantes, el panorama político americano
ha sido reorganizado en términos de raza. Huckfeldt y
Kohfeld (1989) argumentan que la raza no sólo ha
b) Las políticas crecido en importancia, sino que su crecimiento ha
de raza con• ducido al correspondiente declive en la
importancia de la clase como un principio
El enfoque emergente sobre esta intersección entre organizativo de la política contemporánea americana.
el indi• viduo y el ambiente está bastante bien Y así, la importancia de la clase frecuentemente ha
ilustrado con respecto a diversas controversias en la sido eclipsada por la ascendencia de la raza como la
literatura sobre raza y política en los Estados Unidos . primera línea de cleavage (fisura) en las elecciones
En general, esta literatura se dispone a explicar la americanas.
fuente del conflicto racial en política. En particu• Estos esfuerzos comparten un punto de vista
lar, ¿por qué y bajo qué circunstancias ciudadanos común en el que la raza se comprende como una
blancos demuestran preferencia s políticas, línea posible entre varias del conflicto político. Y de
elecciones y comporta• mientos que son hostiles a este modo, éstos podrían ser subsu- midos bajo lo que
ciudadanos negros? Bobo (1983) y Glaser (1994) aluden como teorías de
conflicto de grupo de hostilidad racial. La lógica sub-
yaciente es que, bajo circunstancias sociales
particulares, insti• tucionales y ambientales, la raza
llega a ser crucial, como una línea de ñsura en política.
La política racial no es, en suma, algo que simplemente
ocurre en las cabezas de los votantes. En vez de eso, es
un producto del tiempo, lugar y circunstancia, como de
un conjunto particular que da origen a la realización de
inte• reses e impulsos particularmente definidos. Para
Carmines y Stimson esto significa que las políticas de
raza llegan a ser ascen• dentes como el producto de élites
políticas que eligen un momen• to propicio para
plantear la cuestión de la raza dentro de la agen• da
política. Para Huckfeldt y Kohfeld, esto significa que
la raza típicamente se vuelve más importante cuando el La primera línea de resistencia para tales
dominio polí• tico de blancos es numéricamente argumentos como éste es afirmar que la raza no
amenazado por la presencia de negros, y cuando los importa, o al menos que la impor• tancia política de la
políticos elaboran llamamientos a coa• ligarse que raza es radicalmente exagerada. La defen-
exploten exitosamente la división racial.
356 357
sa más reciente de esta posición es de Abramowit z en política. Teóricos del conflic• to de grup o
(1994), quien escribe en respuesta a Carmines y argumentan que la política racia l es el resultado de la
Stimson (1989). La línea general del argumento, el competición política entre blancos y negros sobre
cual aparece primeramente en el trabajo de Wolfinger recursos escasos, y por tanto se asienta sobre las
y Arseneau (1978), es que las actitudes raciales valoraciones de origen empírico que hacen los actores
constituyen un pobre trabajo para explicar las dife• políticos. Por el contrario, la tesis del racismo
rencias partidistas o las elecciones de voto una vez que simbólico argumenta que el conflicto racial está, de
los efec• tos de otras opiniones políticas se tienen en hecho, separado de la realidad -d e los intereses y cir•
cuenta. Aquí , las actitudes de la gente hacia los cunstancias reales de los actores-. Más bien, el
derechos civiles son indepen• dientes de las opciones conflicto racial está arraigado en el prejuicio y la
de partido. hostilidad hacia los negros, y por tanto está estimulado
Existen varias respuestas a la crític a de que «la y manipulado sobre la base de temas y llamamientos
raza no importa». Una respuesta, arraigada en la simbólicos (Sears et al, 1979).
psicología política cog- nitiva, argumenta que para Nuestro propósito aquí no es tomar parte en estos
muchos votantes una amplia gama de opiniones se debates, desarrollamos un papel intelectualmente
organizan cognitivamente en relación a la raza, y de partidario en otros luga•
aquí que la raza tiende a penetrar en una diversa gama
de temas de política pública (Hamil l et al., 1985).
Un a segunda respuesta, arraigada en la sociología
política de la raza, argu• menta que la crítica de que la
«raza no importa» fracasa al revi• sar la realidad
macropolítica. Si las consecuencias políticas de la
raza no importan, ¿por qué el 90 por 100 de los
votantes negros regularmente apoyan a los candidatos
demócratas a la presidencia, mientras una mayoría de
votantes blancos han apo• yado a los candidatos
presidenciales republicanos en cada elec• ción desde
1964?
Au n entre aquellos que aceptan la premisa de
que la raza no importa, hay un gran desacuerdo
relacionado con la natu• raleza de los efectos raciales
es que el prejuicio solo no constituye una explicación
res. Más bien, nuestro objetivo es demostrar los orígenes ade• cuada del conflicto racial, el conflicto racial podría
de estas explicaciones alternativas en relación con las existir inde• pendientemente del prejuicio y, a la vez,
tradiciones per• manentes en la investigación del el prejuicio podría existir independientemente del
comportamiento político. Las teorías de conflicto de conflicto racial.
grupo sobre el conflicto racial descan• san en la
tradición de la sociología política que concibe los resul•
tados (outcomes) macropolíticos en la intersección c) La toma de decisión política guiada
entre propó• sito y orientación individual por un lado,
y ambiente político y social por otro. Lo s otros dos heurísticamente
argumentos -«l a raza no impor• ta» y «el conflicto
racial es en sí mismo un prejuicio» - están arraigados No es nuevo que la mayoría de los ciudadanos
en concepciones individualistas de conducta políti • ca sólo tiene información y conocimiento limitados de la
y en tradiciones que buscan la explicación de política y los asun• tos públicos. Mientras una
resultados macropolíticos en términos de o bien minoría de ciudadanos está bien informada, una
impulsos completamen• te individuales o bien normas mayoría -y para muchas cosas, una gran mayoría
culturales completamente inte• riorizadas. Hay que - carece de informació n acerca de hechos básicos,
advertir que la tesis sobre conflicto de gru• po es cuestiones relevantes y figuras políticas
esencialmente evasiva con el papel jugado por el significativas. Si la mayoría carece de tal
prejuicio en el conflicto racial. Los defensores de esta información política elemental, ¿cómo pueden actuar
posición del con• flicto de grupo podían argumentar como participantes políticos efectivos? Desde luego,
que el prejuicio o bien jue• ga un papel crucial en la ¿cómo pueden formular opiniones políticas
dinámica del conflicto racial, o bien que juega un significati• vas? Y aun así, la mayoría de los
papel menor. Lo que se argumenta desde esta posi• ción ciudadanos tiene opiniones políticas y las expresa
sobre un vasto orden de tópicos políti -
358
359
asuntos públicos?
cos. Sin embargo, aunque estas actitudes obviamente
no repre• senten juicio s razonados derivados Anthony Downs (1957) fue el primer analista que
lógicamente de premisas filosóficas bien articuladas prestó una gran atención al problema de la
y correctas, no son caprichosas o antojadizas. La información política en las modernas democracias
mayoría de la gente aparentemente sabe por qué de masas. Considerando que los costes de estar
prefiere una posición política a otra, y esto le informado acerca de los detalles de los temas políticos
proporcio• na al menos el potencial para una generalmente excede los relativos beneficios que se
acción polític a efectiva. derivan de votar sobre la base de la información, él
¿Cómo es posible esto, dada su falta de atención a la argumenta que es irra• cional para la mayoría de los
política y su escasez de información sobre los ciudadanos llegar a estar plena• mente enterados de los
asuntos públicos. Downs (1957, p. 210) identifica tres cepto de ciudadanía mínimamente informada, pero
tipos de costes que implic a estar informado: informada a fin de cuentas.
Desde que Downs escribió tan profundamente
1. Costes adquiridos son los costes de reunir,
sobre las bases racionales de la ignorancia política,
seleccionar, y transmitir los datos.
2. Los costes del análisis son los costes del una gran parte de la literatura en psicología social y
compromiso de un análisis objetivo de los cognitiva se enfoca hacia los procesos de toma de
datos. decisión bajo las condiciones de com • plejidad e
3. Los costes evaluativos son los costes de incertidumbre en las que emergen (para una revisión
relacionar el análisis objetivo o de los datos a comprensiva, véase Ottati y Wyer, 1990).
metas específicas, es decir, de evaluarlo.
Comenzando por el papel altamente influyente de
Tversky y Kahneman (1974), su trabajo ha revelado
Juntos, estos costes constituyen una formidable
que los individuos usan una amplia varie• dad de
barrera para llegar a estar informado políticamente
interpretaciones -esto es, atajos cognitivos que
-demasiado grande, dice Downs, para que la mayoría
reducen la resolución compleja de problemas a
de los ciudadanos invierta racio• nalmente tiempo,
operaciones valorativas más simples- para tomar
atención, y recursos necesarios para estar
muchas decisiones sociales.
políticamente informados-. Más bien, los
ciudadanos racio• nales tienen fuertes incentivos Kahneman y Tversky han identificado cuatro
para desarrollar métodos que eviten los costes principios heurísticos fundamentales que permiten a
substantivos de adquisición de la información. los individuos cen• trarse sobre un conjunto limitado
Desarrollan una variedad de atajos para reunir y usar de información para tomar decisiones más que estar
la infor• mación. Estos atajos permiten a los ocupados en un análisis detallado de toda la
ciudadanos tomar deci• siones políticas y formar información disponible. Estos principios son
preferencias políticas sin llegar a estar plenamente disponi• bilidad, representatividad, ajuste y
informados acerca del contenido y los detalles de los simulación. Brevemente, la disponibilida d se
temas políticos. En definitiva, su uso los conduce a un refiere a los rasgos sobresalientes de una situación
con• de toma de decisión, así que los individuos no nece•
sitan tener en cuenta toda la información disponible
ni inclu • so la relevante. Por ejemplo, para decidir si
uno mismo se iden• tifica como un liberal, los
ciudadanos pueden fijarse solamente en los más
conocidos representantes liberales como el senador
Kennedy o Jesse Jackson, sin tener que considerar
todas aque• llas figuras políticas y organizaciones que
caigan dentro de la categoría de liberal. La principio heurístico representativo sería invocado,
representatividad se enfoca sobre la probabilidad de por ejemplo, si un votante destacase la raza del can•
que un ítem o un fragmento de información es parte didato en una contienda al Congreso entre un
de la clase apropiada de toda la información. Así , a afroamericano y un blanco para identificar cuál es
la representatividad le atañe la tipicida d de la el candidato demócrata (o republicano). En una
información - s i posee las propiedades centrales o elección disputada racialmente, es bas• tante más
definitorias de un tipo dado de información- . Un probable que los afroamericanos sean demócratas

360 361
antes que republicanos, mientras que los blancos es cognitivos para la toma de decisiones. La simulación
más pro• bable que sean republicanos. El hecho de heurística cuenta cuando se care• ce de información
que esto no sea siem• pre el caso sólo muestra que relevante y el individuo debe intentar anti• cipar las
ningún principio heurístico, inclui• da la consecuencias en un determinado escenario de deci•
representatividad, pueda ser empleado sin una sión. Para decidir si apoyar un proyecto milita r
cierta probabilidad de error. dado, el secretario de Defensa intenta decidir si el
Los dos últimos principios heurísticos discutidos proyecto es factible, efectivo, y válida la inversión
por Kah- neman y Tversky implica n más procesos en términos de garantizar mayor seguridad a la
cognitivos que los principios de disponibilidad y nación. Hay que advertir que la información exis•
representatividad. El principio del ajuste se refiere a tente es únicamente de valor limitado en esta
los cambios que se adoptan en las deci• siones situación porque el factor crucial es la probable
después de obtener una respuesta provisional, reacción de sus potenciales adver• sarios: así destaca la
inicial . La primera respuesta, que echa anclas, se cantidad sustantiva de procesos cognitivos envueltos
ajusta cuando llega nueva información relevante en la aplicación de la simulación heurística.
que afecta a la decisión. Así , en la consideración de Las aplicaciones de heurística en psicología
la ideología política de un candidato podría ser úti l política gene• ralmente no usan los principios
saber que es un demócrata y por consiguiente, que heurísticos específicos discu• tidos por Kahneman y
hay más probabilidad de que sea un liberal Tversky, sino que más bien se usan los
basándonos en esta por• ción inicia l de información específicamente políticos que son más relevantes
. Pero esta consideración inicia l podría muy bien para los pro-
ser ajustada si resulta que el candidato se opo• ne al
3
aborto, defiende la pena de muerte y está a favor de
un presupuesto estrict o equilibrado. En otras 6
palabras, la estima• ción inicial es alterada cuando 2
llegamos a disponer de infor• mación más
relevante.
El últim o principi o heurístico estudiado por
Kahneman y Tversky implica todavía más procesos
cesos político s de toma de decisión. Todavía afectivas de varios grupos polí• ticos, entonces
algunas de estas heurísticas pueden ser útilmente atribuirán su opinión a los grupos preferidos, y la
interpretadas dentro del esque• ma de Kahneman y opinión opuesta a los grupos que desaprueban. Esto
Tversky. El uso de estereotipos para hacer con• duce a considerar totalmente acertadas las
valoraciones políticas, por ejemplo, impüca posiciones de gru• pos políticos específicos, incluso
claramente la apli• cación de la heurística aunque muchos ciudadanos carezcan de la
representativa. La gente pobre, por ejem• plo, puede información detallada sobre la postura de los
ser vista como vaga e irresponsable, aquellos que se grupos en los temas y objetivos.
benefician de la asistencia gubernamental. Como Mondak (1994) ha manifestado, la
Alternativamen• te, ellos pueden ser observados heurística de la semejanza de Brady y Sniderman
como responsables y trabaja• dores, pero incapaces puede ser contemplada como una aplicación de la
de encontrar los trabajos adecuados; esta percepción heurístic a de ajuste. La posición del pro• pio
está probablemente fomentando una mayor defen• sa individuo proporciona un fondo para la posición
de programas de empleo del.gobierno. De este estimada del grupo particular. La informació n
modo, los juicios estereotipados se basan en rasgos adicional -específica• mente, su evaluación afectiva
esenciales o defini- torios de un grupo, su de los grupos políticos - condu• ce a las
representatividad. consideraciones sobre sus posiciones políticas. Y
Brady y Sniderman (1985; además, véase esto supone que se ajusta cuando llegamos a
Sniderman et al, disponer de una nue• va información.
1991) discuten lo que ellos denominan una Tanto Carmines y Kuklinsk i (1990) como
heurística de la semejanza. Esta heurística permite a Mondak (1993) discuten lo que puede ser
los ciudadanos hacer infe• rencias acerca de las denominado «indicaciones iniciales» (source cues),
orientaciones que siguen en diferentes temas los una decisión heurística particularmente impor -
diversos grupos políticos. Los autores sostienen que 3
si los ciudadanos tienen una opinión sobre un 6
tema político concreto y tienen evaluaciones
3
entre los encuestados que carecían de información
tante para ciudadanos desinformados y despistados
detallada sobre ella (1993). De l mismo modo, los
política• mente. Sus estudios muestran que los
estudios experimentales dirigidos por Carmines y
ciudadanos, en la for• mulación de afirmaciones de
Kuklins- ki (1990) indican que los ciudadanos están
política e incluso en el desarro• ll o de su propia
más predispuestos a formar sus propias opiniones
posición política, a menudo se fían de figuras
sobre temas si líderes políti • cos destacados (es decir,
políticas importantes. De tal modo, la atribución del
senadores Kennedy o Helms) se iden• tifican bien
aumento en defensa en la década de los ochenta por el
como promotores bien como opositores de las pro•
presidente Rea• gan, afectó a la evaluación de los
puestas.
ciudadanos acerca de esta política, pero únicamente
En el uso de principios heurísticos vimos cómo
los ciuda• danos pueden hacer juicio s relativamente nadamente sobre la base de sus propias metas,
informados acerca de la política sobre la base de una ambiciones y necesidades.
información limitada -inclu • so mínima- . En el Nosotros estamos evitando intencionadamente la
proceso, vimos además cómo nuevos desa• rrollos en letra «r», y muchos economistas políticos no estarán
psicología política han ayudado a restablecer el rol de satisfechos con la realización de la intención
la ciudadanía como actores intencionados, ciudadana cuando se emplea típi • camente en
instrumental- mente motivados en el proceso estudios de conducta política. Al mismo tiempo, una
político. gran cantidad de estudiosos del comportamiento
político han venido a aceptar algo que apunta la
descripción de Pop- kin sobre el votante racional
IV . Conclusión: modelos convergentes de
(1991, p. 7): «Ellos piensan sobre quién y qué
ciudadanos democráticos en el
partidos políticos los representen; ellos piensan
comportamiento político
acerca del significado de sanciones (medidas)
En respuesta al desafío fundamental del políticas; ellos piensan sobre lo que el gobierno
ciudadano demo• crático encarnado en la tradición puede y debería hacer. Y la actuación del gobierno,
de la economía política, la investigación del partidos y candidatos afecta a sus afir• maciones y
comportamiento político - y , en verdad, la ciencia preferencias». Sin embargo, y como manifiesta
política - ha venido a definir un modelo Popkin, tal razonamiento se realiza sobre la base de
distintivamente político de ciudadanía. El actor «una racio• nalidad baja en información» -lo s
estratégico encontrado en la tradición de la economía métodos para acortar la reco• lección y la comprensión
política ha reaparecido en las tradi• ciones de la de información sobre política- .
psicología política y de la sociología política. En el Tal vez la mayor controversia que rodea la
proceso, ha surgido una convergencia entre estas concepción de los ciudadanos intencionados tiene que
tres tra• diciones en cuanto al modelo resultante de ver con si tal modelo de comportamiento instrumental
ciudadanía democrática que ellas proponen. El tiene alguna consecuencia analí• tica real. Esto es,
corazón de esta conver• gencia yace en un modelo de ¿cuánta seguridad analítica se ha conseguido por partir
ciudadanos que actúan intencio• de la asunción de que los ciudadanos actúan instru-
mentalmente sobre la base de sus propios intereses?
De acuer• do con Simón (1985), la asunción (o el
reconocimiento) de la racionalidad produce una muy
modesta recompensa analítica
-simplemente afirmar que los ciudadanos son
racionales nos reduce muy pequeña distancia hacia un
análisis político con• vincente-. Más bien, se deben Las asunciones auxiliares son importantes por
hacer una serie de asunciones complementarias con el varias razo• nes. Primero, proporcionan sentido al
fin de generar utilidad analítica desde la presuposición modelo de los ciudadanos intencionados y del
del comportamiento ciudadano instrumental, y es en comportamiento instrumental. Un modelo de
este punto en el que el análisis comienza verdadera• ciudadanos resueltos genera utilidad analítica por
mente (véanse Lodge y Hamill , 1986; Lodge et al, sugerir que los ciudadanos actualizan sus afirmaciones
1989). sobre partidos y polí• ticos revisando su experiencia
anterior (Fiorina, 1981). Otro

364 365
evaluación empírica.
modelo sugiere que los ciudadanos instrumentales
Verdaderamente, un gran tratado de
reducen los costes de la información obteniendo
investigación con• temporánea en conducta política
información de otros ciu• dadanos (Huckfeld t y
tiene que ver con trabajar las consecuencias de las
Sprague, 1994). Todavía otro modelo sugiere que los
intenciones del ciudadano. El trabajo de Sniderman
ciudadanos reducen los costes de su información a través
et al. (1991) supone un ejemplo de este pro• grama
de una serie de atajos analíticos, o heurísticos (Snider-
general de investigación: su enfoque sobre la manera
man et al, 1991). Estos análisis, y muchos más, están al
en que los ciudadanos razonan sus elecciones y su
menos parcialmente inspirados por la presuposición de
articula• ción de «cadenas de razonamiento» son
que los ciuda• danos actúan de formas razonables para
algunas de las formas en que el concepto de interés del
realizar sus objetivos. Pero más allá de este punto,
ciudadano adquiere sentido. En suma, el desafío de la
ellos pueden ser radicalmente dis• pares en los modelos
ciudadanía puesto por la psicología política ha sido
de toma de decisión que presentan.
contestado, en gran parte, para volver sobre sí mismo .
No obstante, mientras el concepto de intención
Más que centrarse en cuántos ciudadanos fracasan
ciudadana puede descansar más allá del alcance de la
en el conocimiento de la política, la nueva
observación empí• rica directa, las asunciones
perspectiva exa• mina el modo en que los ciudadanos
complementarias están a menudo sujetas a la clara luz
de forma sensible inten• tan reprimi r los costes de
de la evaluación empírica. Así, la premi• sa de la
adquirir y procesar la información política.
intención del ciudadano no significa mucho hasta que
Podíamos además sugerir que una «nueva
determinemos cómo se realizan los intereses del
mirada» se extiende también por gran parte de la
ciudadano. A h í está, por ejemplo, la contribució n
investigación de la socio• logía política. En lugar de
de l modelo de voto retrospectivo de Fiorina:
centrarse en que los individuos son
articula las consecuencias de ciuda• danos resueltos al
mismo tiempo que proporciona una base para la
reflejos de los ambientes y contextos y grupos dentro desarrollado del comportamiento polític o mir a
de los que están inmersos, la nueva aproximación muchos viejos problemas con una nueva luz. En el
examina la mane• ra en que el interés ciudadano se intento de luchar a brazo partido con los ciudadanos
realiza o se frustra dentro de una particular que ni fueron independien• tes ni estaban bien
configuración de tiempo, lugar y circunstancias. Más informados, ha surgido un modelo revisa• do de
que ver la conducta individual como un claro producto ciudadanía: un modelo del ciudadano como consumi•
de determinantes exógenos, las opciones del dor consciente de los costes y procesador de la
ciudadano son vis• tas como siendo interdependientes información política que, mientras se toma en serio
con su entorno. Al mismo tiempo que las preferencias sus obligaciones, ha reducido exitosamente el impulso
se conforman por la información que deriva de una de ser consumido por la polí• tica y los asuntos
fuente determinada ambientalmente, los ciu • dadanos públicos. El producto final es una visión más realista
además imprimen sus preferencias sobre el ambiente de la ciudadanía y los ciudadanos en la polític a
mediante su propio criterio de información. En democrática, una visión que comprende al ciudadano en
definitiva, la información política es obtenida en la el con• texto de constricciones del mundo real
intersección entre el interés ciudadano individualmente impuestas por sus pro• pias e inherentes limitaciones
definido y la fuente de infor• mación condicionada por como recolector y procesador de información política.
el ambiente. En muchos sentidos, esta visión revisa• da del
Tal vez inintencionadamente, los estudiosos de ciudadano no es sólo más realista sino también más
economía política crearon un desafío de ciudadanía que polí• tica, organizada alrededor de una visión de
en últim o lugar proporcionó parte de la solución a los intereses e infor• mación que se localiza en las
desafíos planteados por la psicología política y la características no sólo de los individuos, sino
sociología política. Para reconocer tanto los costes también de los grupos y colectivos a los que
como los beneficios de la ciudadanía, el aná• lisis pertenecen.

366 367

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372 373
Este concepto funciona como un puente entre los
psicólo•
gos políticos y las versiones «realistas» de la elección
racional
-versiones que intentan predecir el comportamiento
real de voto, en lugar de centrarse exclusivamente en
las condiciones de equilibrio entre la demanda y la
oferta de paquetes de polí• ticas-. Los votantes
racionales son aproximadamente racio• nales,
intentando adaptarse a una situación acerca de la
que solamente están vagamente informados. Las
heurísticas críti• cas son usadas para resolver «el
9. Comportamiento político: votantes puzzle de Simón» de cómo
racionales y sistemas multipartidistas

FRANZ
URBAN
PAPPI

El estudio del comportamiento político en el nivel del


electo• rado general ha cambiado considerablemente
desde los primeros tiempos, caracterizados por el
predominio del modelo de Michi• gan en los años
sesenta (Campbell et al, 1960; 1966) y la yux•
taposición de esta aproximación socio-psicológica con
la apro• ximación de la elección racional de Downs
(1957). Empezando por los argumentos revisionistas
en favor del voto por temas (Rusk, 1987), y
continuando a través tanto de las ideas tradicio• nales
como de la elección racional sobre el voto
retrospectivo (Fiorina, 1981), ha surgido un concepto
de «votante racional».
decidir racionalmente «con información limitada y adquisición de información perfecta es a menudo
capacidad de elaboración» (Sniderman, Brody y demasiado cara (un pun• to ya presente en Downs,
Tetlock, 1991, p. 18). 1957). Lo que es nuevo es que la psi• cología cognitiva
Dentro de un esquema de elección racional, Popkin puede ahora ofrecer una serie de resultados testados
adop• ta el término «votante racional» para describir experimentalmente: acerca de «schemata» para adqui•
una situación similar en la que «los votantes realmente rir, procesar y recuperar información ; acerca de
razonan acerca de los partidos, candidatos y temas» «marcos» dominantes simplificando la estructura de
(1991 , p. 7), «invirtiendo» su voto en bienes los objetivos; y acer• ca de hábitos como normas
colectivos sobre la base de «información imper• fecta y rápidas de decisión en situaciones frecuentemente
costosa bajo condiciones de incertidumbre» (1991 , recurrentes (Esser, 1991).
p. 10). Como contraste con los inversores Tales teorías permiten a los psicólogos cognitivos
privados, estos formar el modelo de toma de decisión individual .
«inversores públicos» tienen menos incentivos para Pero en ciencia polí• tica en general, y en la
reunir cos• tosamente información. Aqu í Popkin investigación sobre el voto en particu• lar, es además
caracteriza esta situación de elección como una necesario considerar el intercambio entre las
racionalidad de bajo coste, donde el pre• mio está en elecciones de los individuos y el mundo de los partidos
recoger de forma económica información de ami• gos polí• ticos y las políticas del gobierno. Este capítulo
y usar atajos informativos y de cálculo. se centra en los problemas de la formación de
La intuición general contenida en el concepto del preferencias y las elecciones par• tidistas de los votantes
votante racional no es nueva. Desde el primigenio racionales en sistemas multipartidistas. Esto es una
homo economicus se giró gradualmente hacia un tarea independiente y necesaria, en un campo don• de
maximizador de la utilidad, cal• culando la investigación de la agenda se concentra sobre todo
subjetivamente las probabilidades de los resultados, en el sistema bipartidista americano y sus elecciones
esto era sólo un pequeño paso para llegar a que la presidenciales.
374 375
La elección racional es una conducta que es y la identificación de partido, pueden ser interpretadas
coherente con las preferencias de uno, las preferencias dentro de un modelo de formación de preferen• cias
mismas tienen que satisfacer condiciones mínimas de en sistemas multipartidistas. La tarea final será
coherencia tales como la transitividad y otras. Así , analizar el propio problema de la decisión, teniendo
primero consideraremos los pro• blemas de en cuenta expec• tativas futuras acerca de posibles
preferencias de partido de votantes en sistemas mul- coaliciones de gobierno, incentivos para el voto
tipartidistas. Segundo, las fuerzas que influyen en esas sofisticado y voto instrumental versus voto simbólico
prefe• rencias se tienen en cuenta. En la construcción o expresivo.
del concepto de votante racional, consideraremos El modelo global de este capítulo está construido
cómo variables, como la proximidad de temas, los sobre la presuposición de que, en sistemas
análisis retrospectivos de la actua• ción gubernamental multipartidistas, los perfiles de preferencia partidista
de los votantes son el vínculo crucial entre los factores La primera y tercera sección de este capítulo toca
que influyen en el razonamiento acerca de los lo que Huckfeldt y Carmines {supra, cap. 8) llaman el
partidos y la decisión final del voto. En este sentido, «desafío eco• nomista» para las aproximaciones
«la preferencia de partido» tiene un status causal sociológica y psicológico- social en el estudio de la
análogo al de las conducta de voto. La acción racional, determinada,
«evaluaciones comparativas de candidatos» en el tiene como su precondición preferencias claras y
modelo revi• sado de Michiga n (Markus y Converse,
razonamientos acerca de las condiciones de la propia
1979). De entre las influencias posibles sobre la
preferencia de partido, la proxi• midad de temas y las acción (sección I I I ) . Esta última tarea se complica
evaluaciones retrospectivas se identifi• can como los cuando el resulta• do que cuenta es el agregado de
factores más próximos al proceso de formación de los votos de toda la gente más que el resultado de una
preferencias en el supuesto embudo de la causalidad. única acción individual. La dis• cusión de la sección II
La proximidad de temas constituye una medida sobre la formación de preferencias reto• ma un asunto
prospectiva sus• tantiva, mientras las evaluaciones
de la psicología política acerca del proceso de estar
retrospectivas pertenecen a la actuación pasada del
actual gobierno .
1 informado, otorgando así una posible
correspondencia entre las metas personales y los
1
Las expectativas futuras son más difíciles de integrar en medios políticos del partido de alcanzar esas metas.
modelos de sistemas multipartidistas, el gobierno futuro depende
no sólo de los resulta• dos de la elección sino también de la
formación de coaliciones futuras. Las expectativas de coalició n
influye n en el resultado de la decisión final , en tanto que el I. Preferencias de partido en sistemas
votante tiene que considerar el gobierno como una consecuen• cia multipartidistas
posible de las diferentes maneras de hacer su vot o compatibl e
con su perfil de preferencia de partido.
En un sistema bipartidista, la relación entre
3 preferencia par• tidista y elección de partido es bastante
7 simple, una vez que el votante ha decidido participar en
6 una futura elección. Si un vo• tante prefiere el partido o
candidato A, en cuyo caso él o ella elegiría esta
alternativa; o si él o ella prefiere el partido o el
candidato B y, por consiguiente, elegiría esa
alternativa; y la indiferencia que le llevaría a la
abstención. Sería irracional, en un contexto
bipartidista, votar por un partido que no sea una
primera elección.
El problema de la elección en sistema de tres
partidos no es una simple extrapolación del caso del tres partidos. Con tres posibles respuestas para cada
bipartidismo. Aquí , puede ser racional votar combinación de pares entre los tres partidos
estratégicamente por el partido pre• ferido en segunda (contando sólo una vez los pares para los mis • mos
opción si uno espera que el partido elegido en primera partidos, no dos veces cuando los pares se ordenan), hay
opción pierda y un partido de menor preferencia, de 27
otra manera, gane. El estricto orden de preferencia entre
tres partidos contiene 3 = 6 posibilidades lógicas, e 3
incluso más si se contemplan alianzas de dos o de los 7
7
para todos los partidos que compiten por escaños en el
clasificaciones de diferentes preferencias posibles; entre las
parlamento; y es posible explotar este tipo de datos
13 cla• sificaciones individuales coherentes, una tiene
para cons• truir perfiles de preferencias de partido entre
alianzas entre los tres partidos, seis tienen alianzas
los votantes. Antes de discutir diferentes tipos de
bipartidistas en el primer o en el último lugar de la tabla,
medidas, incluso, nosotros tene• mos que clarifica r el
y otras seis constituyen estrictas clasifica• ciones de
status teórico del concepto de «preferen• cia de
orden. Para más de tres partidos no es evidente que los
partido».
votantes tengan más preferencias lógicas (contrario esto a
Yo propongo considerar la «preferencia
las pre• suposiciones que se construyen frecuentemente
partidista» como la variable central que interviene
al usar medidas como «termómetros de opinión»).
entre el razonamiento sobre la evaluación de los
Idealmente, uno esperaría que las preferencias de los
partidos, por un lado, y la conducta de voto, por
votan• tes individuales sean lo suficientemente lógicas
otro. El status de esta variables es, como he dicho,
para ellos por estar expresando una precisa función de
utilidad que no es el resultado trivia l de calcular por
sí mismos. Usando combina• ciones de pares entre 2
Ellos manifiestan que los axiomas de la transitividad son
partidos alemanes, se puede demostrar que la además habi- tualmente realizados con juicio s de indiferencia y con
preferencias tanto posi• tivas como negativas entre los candidatos.
condición mínima para los votantes racionales - l a
tran- sitividad de preferencias estrictas- se cumple para
el 90 por 100 del electorado (Pappi, 1983). Brady y
Ansolabehere (1989, p. 149) informan de igual modo
que sólo del 2 al 10 por 100 de los encuestados
tuvieron clasificaciones de candidatos intran• sitivas
sobre los candidatos a la primarias presidenciales 2.
En los estudios de elecciones normales, los datos
que uno necesitaría para la construcción válida de
funciones de utili • dad sobre un conjunto de partidos
no están disponibles. Pero en muchos estudios de
elecciones en Europa, cuestiones como el «sondeo de
opinión» o la «escala de la simpatía» se pre• guntan
similar al de las «evaluaciones comparativas de El grado de especificidad -o situación - de una
candidatos» en modelos americanos de voto elección es una dimensión que caracteriza la
presidencial. Pero hacerlo estrictamente equivalente preferencia partidista. Un a segunda dimensión es el
para los partidos tendría que ser pre• sentado como tiempo. ¿Debería la «preferencia de partido» dar la
opciones concretas en la próxim a elección clave precisa de los sentimientos momentáneos hacia los
específica. Es decir, uno tendría que preguntar a los partidos, o debería medir una actitud más permanente?
votantes acerca de sus preferencias partidistas para cada Teóricamente, parece que el presente perfil de
elección con• creta: para una elección federal, por preferencia de partido que uno tiene debe verse
ejemplo, preguntaría: influid o por el perfi l de un período anterior: tiene
«¿Qué partido prefiere en polític a federal para el que haber alguna continuidad en esas preferencias. Por
venidero período legislativo?»; y cuando dos otra parte, sin embargo, podríamos plantear• nos la
elecciones tienen lugar simultáneamente (una federal y cuestión de tal modo que acentuase el carácter
otra estatal, por ejemplo), pre• guntaría cuestiones de momentá• neo de la preferencia, en detrimento de sus
preferencias de partido específicas para ambas aspectos perma• nentes. Por tanto, en la dimensión
elecciones. «tiempo», las preferencias de partido podrían
La alternativa es conceptualizar partidos como representar o bien una actitud más perma• nente, o
jugadores lógicos en juegos diferentes y asumir que bien una más momentánea, de igual manera que la pri •
los votantes (espe• cialmente en sistemas mera dimensión en las preferencias de partido podría
multipartidistas) desarrollan preferen• cias partidistas ser una situación -o elección- específica o no.
generales. En la mayoría de las democracias, los El concepto de «preferencia de partido» está
niveles diferentes de gobierno no son de la misma relacionado, por supuesto, con el concepto de
impor• tancia, así que, empíricamente, los partidos se «identificación de partido». En su versión original de
evalúan abru- madoramente con respecto a su ro l Michigan , se entiende la identifica-
nacional.
378 379
ción de partido como una identificación positiva puede construir para los sistemas multipartidistas. Los
permanente con un partido, así como un objeto autores alemanes han propuesto una medida alternativa
actitudinal general (al mar• gen de la situación de pre• ferencia partidista permanente que evita la
específica). Para los sistemas multiparti- distas concentración sobre el partido de mayor preferencia.
europeos, las preguntas de identificación partidista tie• Con la cuestión propuesta se pretende medir la utilidad
nen el fallo de que cierto grado de identificación con electoral general de los partidos pre• guntando a los
un partido no puede ser interpretado como el grado encuestados, por cada partido, cuál es la proba• bilidad
inverso de identifica• ción con los otros partidos. Un de que siempre votarán por él (Van der Eij k et al, 1986).
escala de puntos -po r ejem• plo, siete- americana A partir de que «votará siempre» trasciende el
(que vaya de mayor a menor en la pre• dilección por aspecto mo• mentáneo de la preferencia, centrándose
los demócratas al margen de los republicanos) no se en las elecciones en general y no en cualquier elección
específica, las respuestas a esta pregunta se pueden una «cuenta corriente de evaluaciones retrospectivas»
interpretar como el equivalente de las expresiones de (Fiori - na, 1981, p. 89) para cada partido que el
la identificación partidista en sistemas multi• votante percibe como relevante, donde ella o él añade
partidistas. continuamente evaluaciones positivas y negativas,
Los índices más convencionales de «simpatía» de dependiendo de las experiencias duran• te cada uno de
los par• tidos manifiestan más el carácter momentáneo los períodos legislativos.
(aunque no se considera la elección específica) de estas Consideremos ahora brevemente otras dos
actitudes. Las series temporales mensuales muestran posibles con• junciones entre las dimensiones de
muchas subidas y bajadas para los diversos partidos. situación o elección especí• fica y de tiempo. Las
Pero estas variaciones no se descompo• nen encuestas preelectorales a veces pregun• tan sobre
normalmente en sus diferentes elementos, tales como clasificaciones de partido momentáneas, situaciones
el promedio total para los partidos establecidos, la específicas. La única combinación de dos
variación de los índices de respuesta o las posiciones dimensiones que podría parecer empíricamente vacía es
relativas del partido; y esto últim o puede permanecer la de elección específica y permanencia. Pero incluso
relativamente estable, inclu• so si el nivel medio de ahí uno puede imaginar votantes que tienen diferentes,
simpatía o la dimensión de las distan• cias entre pero relativamente estables, preferencias partidistas para
partidos cambia. Lo que puede parecer a primera vis• ta diferentes tipos o niveles electorales. Por ejem• plo,
un claro candidato por una «preferencia de partido ellos no votarían nunca por un partido poscomunista
general momentánea» puede así contener información en el nivel nacional, pero consideran el respectivo
sobre aspectos más estables de preferencia partidista, partido local como una opción para una primera o
midiendo una actitud en alguna parte entre una media clasificación. Des• de entonces la investigación
preferencia estable y una momentánea. Esta del voto normalmente se centra en elecciones
interpretación se acerca a la identificación de partido nacionales, la elección específica es una varia• ble
como descuidada.
Existen diferentes estrategias para reunir datos sobre
los per• files en la preferencia de partido: las
combinaciones de pares, las clasificaciones y los índices.
Los dos últimos métodos impo• nen perfiles coherentes
por su diseño, mientras que la combi• nación en pares
de datos permite testar de forma empírica la
coherencia. La clasificación convencional o las escalas
de índi• ces se usan generalmente para obtener una
representación espa• cial simple de la identificación
partidista. En estos estudios, los resultados del análisis sistemas multipartidistas, incluyendo el pri • mer estudio
factorial (o de técnicas extendidas apli• cadas a los de Converse (1966) para Finlandia y el reciente y
datos de preferencias) se interpretan como el espa• cio sofisticado estudio de Nannestad (1994) para
común de decisión del electorado, sintetizando las Dinamarca. Los análisis utilizados nos permiten
clasifi• caciones o distancias de los votantes de los verificar hipótesis sobre la dimensionalidad del
partidos de la mejor forma estadística posible. espacio de partidista. El análisis factorial,
Numerosos análisis de este tipo han sido realizados para

380 381
por el contrario, es aplicado más a menudo para Los atajos informativos que pudieran ser relevantes
propósitos explicativos que de verificación; y las en esta situación son: «schemata» (sinopsis) para
interpretaciones de las soluciones resultantes no procesar y recuperar la información política; «fra-
siempre son plausibles, especialmen• te donde se ming mechanisms» (mecanismos de estructuración),
identifica más de una dimensión. para sim• plificar la evaluación de partidos; y
«retrospective evaluations» (evaluación retrospectiva)
de la actuación del gobierno.
I I . Formación d e Los conceptos de esquema y marco fueron
preferencias desarrollados por los psicólogos cognitivos
(Hastie, 1986; Kahneman y Tversky, 1982) y son
Entre las muchas fuerzas que afectan a las frecuentemente aplicados en la investi• gación de
preferencias de partido, aquellas escogidas aquí son opinión pública y voto (Sniderman, 1993; Iyengar,
las que tienen un mayor impacto sobre los votantes 1991). La teoría del esquema, sin embargo, generó la
racionales, quienes deben formar sus opiniones contro• versia como un modo de entender la conducta
usando la información política disponible y sin y las actitudes políticas (Kuklinsk i et al, 1991;
invertir en una costosa supervisión. Lodge, McGraw , Conover, Feldman y Miller ,
Los ciudadanos en las modernas democracias 1991). El núcleo de esta controversia, siem• pre que
están cons• tantemente expuestos a un continuo flujo un nuevo concepto se importa del campo de investi•
de información polí• tica procedente de los medios de gación establecido dentro de una disciplina a otra, es
comunicación, de conversa• ciones en sus vidas que con• seguimos una nueva perspectiva o que
cotidianas, etc. Nadie está interesado en la política volvemos a contar viejas historias con una nueva
todo el tiempo; alguna gente puede tener dificultades jerga. Los schemata - « e l conjunto
para inferir de las noticias sobre asuntos domésticos
algunas conclusiones acerca del papel de los partidos y 3
8
las consecuen• cias para sus preferencias partidistas.
2
partidos. Estos descubrimientos de la psicología
de cogniciones relevantes para algún concepto»
cognitiva han llevado a nuevas conceptualizaciones
(Kuklins k i et al, 1991, p. 1342)- ayudan al
de la elección racional (Linden- berg, 1990) que son
individuo a procesar la infor• mación. Las
más realistas, pero que deberían sin embar• go admitir
estructuras de memoria, y percepción, elabora• ción
modelos formales.
y recuperación de informació n son modeladas por
El ciudadano mínimamente racional de la
los psicólogos para los individuos. Los psicólogos tradicional inves• tigación del voto es el votante
políticos, sin embargo, están más interesados en la retrospectivo. Siguiendo la tra• dicional teoría
convergencia entre los ciudadanos y sus definiciones premio-castigo de Ke y (1966), los votantes
de situaciones sociales; y para esta tarea ya había retrospectivos simplifican sus razonamientos
conceptos como el de sistemas de creen• cias evaluando su pro• pio bienestar en el pasado inmediato
del cual hacen responsa• bles a las autoridades
(Converse, 1964) e ideologías y códigos políticos
gubernamentales, recompensándolas por los logros y
( K l i n - gemann, 1979). culpándolas por los fracasos .
3

Aquí, tales conceptos se discuten en relación con Pero ¿cuál es el impacto de las evaluaciones
los votan• tes racionales y los problemas para retrospectivas sobre las preferencias de partido en los
elaborar su información. Algunos de estos viejos sistemas multiparti -
conceptos fueron inicialmente pre• sentados como
concepciones «realistas» de votantes, contra• puestas 3
Al mismo tiempo, las evaluaciones retrospectivas podrían
a los modelos normativos de un votante perfectamen• ser media• das en lugar de directas, el ciudadano cuenta no sólo
te racional e informado. Lo que originalmente se con su propia experiencia sino también con los juicio s de otros o
concibió como desviaciones del homo economicus o de los medios de comunicación sobre el cumplimient o de las
autoridades gubernamentales (Fiorina, 1981).
del homo politicus de los libros de texto puede hoy en
día ser interpretado como el mode• lo del ciudadano, 3
8
que usa atajos informativos y heurísticas valo- rativas 3
en sus razonamientos sobre la política y los
distas, donde los gobiernos de coalición son la norma política. A los encues- tados se les pregunta para que
y no la excepción? Cómo los ciudadanos reparten su valoren o clasifiquen la impor• tancia o relevancia de
confianza por los logros globales del gobierno entre los cada problema, y se les pide que nom• bren el partido
partidos de una coali• ción es una cuestión que ellos creen que manejaría mejor el problema.
esencialmente empírica. En los estudios de voto Incluso sin un marco temporal explícito, las eva•
europeos, a veces, se preguntan cuestiones sobre la luaciones de competencia parecen inevitablemente
competencia de los partidos en los diferentes ámbitos estar basa• das en experiencias pasadas; y en el caso de
de polí• ticas públicas, y estas medidas se pueden ver las elecciones al Parlamento Europeo, estas
como sustitutos de las evaluaciones sobre la actuación experiencias procederían proba• blemente más de la
participación de los partidos en los gobier• nos candidatos». Cuanto más informados, razonan más,
nacionales que de sus roles europeos. basando su decisión final menos en la aprobación de los
Las evaluaciones retrospectivas simples sobre la individuos y más en la evaluación comparada entre
actuación gubernamental se basan en las experiencias candidatos. Ellos actúan como optimizadores, mientras
de los votantes y parecen no ser propensas a que los votantes menos infor• mados intentan «decidir
si la marcha de las cosas ha sido sufi• cientemente
racionalizaciones en el sentido en que lo son a menudo
buena», por lo tanto actúan como satisfechos (Sni-
las valoraciones sobre la competencia de los partidos. derman et al, 1990, p. 131). En los sistemas
Incluso los estudiosos, confiando en las medidas sobre parlamentarios con gobiernos de coalición, los
la capacidad partidaria, confiesan que esto puede ser satisfechos se enfrentan con una tarea más difíci l que
sólo el reflejo de lazos afectivos más estables con en el sistema presidencial america• no; pero pueden
los partidos (Küchler, 1991, p. 101) -esto es, una sin embargo elegir, por ejemplo, entre el par• tido
mayor de la coalición (o el partido del primer
consecuencia y no una causa de la preferencia de
ministro) y el mayor partido de oposición. En
partido- . Lo más fáci l en la tarea de evaluar lo hacen Alemania, únicamente los democratacristianos y los
los encuestados, cuanto más tentados están a dar cuenta socialdemócratas presentan candi• datos para la
de la ausencia de actitudes. Éste es un problema serio, Cancillería; así que el sistema acerca a constela• ciones
especialmente para los partidos más pequeños, cuyas bipartidistas, al menos para los menos informados que,
capacidades pueden ser menos visibles cuando de este modo, tienen una oportunidad de evitar una
están en el gobierno y casi imposibles de evaluar compleja comparación entre todas las opciones
4
partidistas .
cuando son oposición.
Las preguntas sobre la capacidad partidista
La racionalización es una opción fácil para los
presentan otra desventaja en la medida en que
encuestados cuando se les pide que escojan el partido
constituyen indagaciones sobre los factores que inciden
más competente, sin tener que compararlo
en la formación de preferencias de par• tido: aquellas
específicamente con otros partidos. Sni- derman et al.
cuestiones son a veces ambiguas, en términos de
(1990) han mostrado que los votantes america• nos
utilidad. Cuando a un encuestado se le pide que evalúe
informados y menos informados difieren en la
la com• petencia de un partido con respecto a cierto
relativa importancia que tienen para sus votos la
ámbito polític o tal como la unificación Europea,
«aprobación de las autoridades» y la «evaluación
podría nombrar el partido que percibe como el más
prospectiva comparativa de los
capaz de promover la unificación - i nc l u • so aunque
esté realmente en una posición opuesta a la unifi •
cación-. Un partido se considera acertadamente
«competente» si es capaz de perseguir sus objetivos de
forma efectiva, tanto si el encuestado está de acuerdo
con estos objetivos como si no, y un encuestado que se
opone a la unificación Europea pue• de sin embargo
creer que un partido en favor de tal política es muy 4
Pero entonces sería importante medir directamente la
competente (y es, por lo tanto, un oponente capaz de sus actuación de los titulares, en lugar de usar preguntas construidas
propias metas). Por extraño que pueda parecer esta sobre el presupuesto de que los encuestados razonan
cuidadosamente acerca de la competencia compa • rativa de los
posible partidos.

384 385
partido fuera a conseguir su política de gobierno.
interpretación, al menos demuestra que las preguntas
El votante racional está aquí considerado de forma
sobre la capacidad no son un modo muy directo de
dife• rente al votante racional original en dos grandes
medir el compo• nente de utilida d de la preferencia de aspectos. Éste no forma sus preferencias de partido
partido. Las evaluacio• nes retrospectivas sobre la exclusivamente sobre la base de la proximidad de
actuación del gobierno, y los jui • cios sobre las problemas, y no actúa como un inver• sor consecuente en
políticas futuras de los partidos que un votante es el sentido de que parte de su bienestar futu• ro está
capaz de comparar con sus propias preferencias en relacionado con el gobierno. El último aspecto será dis•
políti• cas, son ingredientes más plausibles para la cutido en la próxima sección. El primer aspecto fue ya
tratado, demostrando cómo tanto las evaluaciones
formación de pre• ferencias que los índices de
pasadas de la acción gubernamental como la cercanía
competencia. de los problemas afectan a la formación de
5
En el corazón de l model o de l votante raciona preferencias .
l está la coincidencia (proximidades) entre los
«puntos ideales» del votante y las posiciones de 5
Otros posibles factores (tales como características de
partid o percibida s sobre una escala de problemas. candidatos, etc.) no pueden ser excluidos en principio . Pero en
Downs (1957) originalment e expresó que este sistemas multipartidistas éstos presumiblemente son elementos de
mayor impacto en cuanto a la formación de preferencias de partid o
votante invertir á su voto en aquel partido que pro• en las elecciones específicas que en las generales.
meta mejores resultados en el próxim o período
legislativo, considerando la proximida d de los
temas para medir estos resultados futuros. Las
posiciones sobre los problemas son ordenadas
linealmente en series de opciones políticas, dan• do
lugar a una escala unidimensional sobre la que los
votan• tes tienen curvas de preferencias simétricas de
un solo pico. Cuanto más lejos percibe un votante la
posició n del parti• do de su propio punto ideal ,
mayor es la pérdida de utili • dad que espera si ese
El voto «por temas» suscita muchos problemas por una teoría análoga a la «teoría fun• cional de
tanto para votantes informados como para votantes identificació n de partido» (Shively, 1979): los
menos informados. El primer grupo no es ciudadanos sin información directa sobre las posiciones
necesariamente homogéneo: estos votan• tes no se guían de los partidos relativas a ciertos problemas aplicarán
por los mismos problemas, para los cuales cuen• tan con atajos infor• mativos; y cuanto más se esfuercen en
el gobierno para su solución. El últim o grupo a menu• hacer esto mediante características del sistema político,
do simplemente no sabrá qué diferentes políticas los ciudadanos mejor orien• tados en sistemas
ofrecen los partidos como soluciones. El resultado final multipartidistas llegan a compararse con aquellos de
pudiera ser un elec• torado balcanizado entre muchos los sistemas bipartidistas.
asuntos públicos, con una gran cola, para el que la De Downs (1957) en adelante, la ideología ha sido
cercanía de los temas sea del todo sin sentido. Los discuti• da como un posible recurso de información.
sistemas multipartidistas deberían tener incluso Este uso de la ideo• logía no debería ser confundido con
votantes más desinformados que los sistemas el pensamiento ideológico en el sentido de
bipartidistas, a partir de que es presumiblemente más «sofisticación política» (Converse, 1964). En este últim
incómodo reunir y ela• borar datos sobre muchos o sentido, las ideologías tienen el más alto nivel de
partidos que únicamente sobre dos; y asumiendo en conceptualización política ; tienen opiniones sobre
estos contextos una proliferación de partidos muchos problemas y organizan sus creencias
orientados por un único tema, la balcanización sería políticas, usando prin • cipios abstractos como
incluso más característica probablemente de sistemas «liberalismo» o «conservadurismo», los cuales no son
multipartidistas que de sistemas bipartidistas. idiosincrásicos sino que más bien son com • partidos
Aunque interesantes, estas hipótesis son por las élites; y sus diferentes actitudes son, por con•
radicalmente fal• sas para la vida de los sistemas siguiente, coherentes como ideologías «oficiales»
multipartidistas. Una explica• ción tentativa es dada comparti-

386 387
das. La estimación original del porcentaje de tales asunto de minorías y no como un poderoso
ideólogos en el electorado estadounidense era del 2,5 dispositivo de «avaros intelectuales» en general que
por 100, más otro es usado para su orientación en el mundo de la
9 por 100 que se caracterizó como «cercano a política (Smith, 1989).
ideologías» (Campbell et al, 1960, p. 249). Incluso Cada uno organiza sus propias actitudes en
aunque estos núme• ros hubiesen aumentado, términos de
comparados con los niveles bajos dentro del
«ideologías oficiales» cuya función como
electorado estadounidense en la pasada década de
condicionantes del sistema de creencias individual no
los cincuenta (véase Abramson, 1983, p. 273), el
es del todo necesario cuan• do los ciudadanos intentan
pensamiento ideológico ha permanecido como un
orientarse políticamente con la ayu• da de etiquetas
encuestados dónde se sitúan en la misma escala.
ideológicas como «izquierda» y «derecha». Por
Como resul• tado, uno tiene todos los datos necesarios
supuesto, para éstas funcionar como mecanismos
para un modelo espa• cial unidimensional simple, en
orientativos para todo, las personas públicas tienen
el que las diferencias entre la autoubicación
que añadir estas eti• quetas a los partidos políticos.
ideológica y las posiciones partidistas percibidas se
Pero incluso los votantes no sofisticados deberían ser interpretan en términos de utilidad-pérdida. Ésta es la
capaces de aplicar el esquema izquier• da-derecha
opera- cionalización más sencilla de la idea de Downs
como una estrategia meramente orientativa, asu•
de que muchos sistemas de partido se caracterizan por
miendo que los medios de comunicación usan estas
una dimensión ideológi• ca contundente (una escala
etiquetas de modo más o menos coherente en su
económica de izquierda-derecha) sobre la que tanto
discusión de los temas políticos. Fuchs y Klingemann
partidos como votantes se ubican, dando indi • cios
«ven el esquema izquierda-dere• cha como un
generales en un mundo complejo acerca de sus
mecanismo para la reducción de la complejidad, que preferen• cias políticas. Esta operacionalización es
sirve sobre todo para dar una función orientativa a los
atrayente, puesto que los votantes en los sistemas
indi• viduos y una función comunicativa al sistema
multipartidistas europeos sí perciben las posiciones de
político» (1990, p. 205). Descubren que sobre el 90
los partidos sobre la escala relativamente correc• ta de
por 100 de l electorado alemán y de la Alemania
izquierda-derecha (para Alemania, véase Klingemann,
occidental tiene al menos una com• prensión mínima
1972, y Pappi, 1983, p. 427; para Italia, véase Sani,
de las denominaciones «izquierda» y «dere• cha»,
1974). Pero para usar estos datos como una
mientras que esta figura es más baja en Estados
proximidad de los temas generaliza• da, uno tiene que
Unidos. Puesto que el esquema está íntimamente
añadir dos presuposiciones:
ligado en Europa a los cleavages que caracterizan los
sistemas de partido, es capaz de cumpli r su función
1. La dimensión izquierda-derecha es el único
como un mecanismo de información acerca de los gran esque• ma aplicado a partidos, o al
contenidos políticos. menos no hay otro esque• ma que pusiera un
Muchos investigadores europeos usan la escala orden lineal diferente entre partidos.
izquierda- derecha en encuestas, tanto para generar 2. Los encuestados son capaces de usar la misma
datos sobre las posi• ciones percibidas de los estrate• gia orientativa acerca de sí mismos y de
partidos como para preguntar a los los partidos, lo que significa, que además
perciben sus propias prefe• rencias políticas
3 en términos generales de izquierda- derecha.
8 Hinic h y sus colaboradores (Hinic h y Pollard,
8 1981; Ene- low y Hinich , 1984; Hinic h y Munger,
1992) han desarrolla• do una teoría que, en lugar de
estar construida sobre estas asun• ciones, realmente lo
que permite es verificarlas de manera empírica.
Uno puede interpretar esta aproximación como un
tipo de teoría esquema que postula que los
ciudadanos en las democracias modernas hacen en tienen lugar ellos mismos direc• tamente sobre las
verdad uso de las denomi• naciones ideológicas dimensiones ideológicas, sus objetivos o ri -
vinculadas a partidos como mecanismos de
información acerca de posiciones políticas 3
concretas de estos partidos. Pero, por el contrario, 8
para el modelo origina l de Downs, los ciudadanos no 9
ginales son sus preferencias políticas, las cuales
dos en esta dimensión política, ubicando a los
pueden ser (dadas ciertas lejanas presuposiciones)
partidos más proclives a la redistribución al final de
subsumidas como posi• ciones ideológicas derivadas.
la escala cuanto más de izquierda se percibe que
Downs (1957, pp. 132-133) originalmente había
son. Pero los ciudadanos no se autoubican
propues•
necesariamente en la escala izquierda-derecha: en
to un modelo más
vez de eso tienen una preferencia particular relativa al
simple:
proble• ma de la redistribución.
Cada partido adopta una posición sobre algunos Los votantes pueden diferir en sus percepciones
problemas, y a cada posición se le puede asignar una sobre cuán• to se alejan las posiciones políticas de los
posición en nuestra escala izquierda-derecha. partidos de la dimen• sión ideológica básica.
Entonces la posición del partido en esta escala es Algunos votantes perciben bastantes diferencias
una medi a compensada de las posiciones de todas
entre partidos de izquierda y de derecha con res•
las políticas particulares mantenidas. Además, cada
ciu• dadano puede aplicar diferentes pesos a las
pecto al problema redistributivo; otros pueden pensar
políticas indivi • duales, a partir de aquí cada que hoy en día los partidos de izquierda y de derecha
política tiene más efecto sobre algunos ciudadanos no difieren mucho en relación a estos problemas.
que sobre otros. Dependiendo de estas conside• raciones, los votantes
con las mismas preferencias políticas pueden ir a
Hinich y Munger (1992, p. 9) dicen que este parar a posiciones derivadas diferentes en la dimen•
modelo no fun• ciona. No puede garantizar sión ideológica fundamental (véase figura 9.1).
coherencia en los mensajes ideo• lógicos, debido a
los diferentes valores que los votantes asig• nan a las Figura 9.1. La preferencia política del votante i (x.) y dos
posiciones políticas. «Si tenemos en cuenta algo de consideraciones posibles de las posiciones políticas de un
partido de izquierdas ( l p 1,) y un partido de derechas (r., r,).
coherencia en conjunto, debemos todavía
preguntarnos cómo expresan sus preferencias los
votantes, para que esta expresión determine a qué P
o
partidos intentan asociarlas con el fin de ganar las s
elecciones». Ellos resuelven este importante i
c
problema con una nueva teoría espacial de la ideología i
o
en la que «la(s) dimen• siones) ideológica(s) (donde n
e
la política se debate y decide)» está relacionada s
sistemáticamente «con el complejo espacio
p
o
l :
í
t
i
c C
a
s o
E n
j t
e r
m a
p

l l
o a
político n-dimensional (acerca del cual los votantes redistribución
Gran
realmen• diferenc
te se interesan)». Este objetivo se alcanza ia
política
postulando que los votantes tienen conocimiento de entre
partido de
las posiciones ideológicas de los partidos en una o derechas
más dimensiones ideológicas, y que los y de izquierdas
votantes usan ese conocimiento para suponer
cuáles son las posiciones políticas de estos Pequeñ
partidos. a
diferenc
Así , sólo hay que asumir que los ciudadanos tienen una ia
*i política
vaga idea de cómo alguna dimensión ideológica entre partido
(izquierda-
li-l s
derecha, por ejemplo) se relaciona con las posiciones A
de derechas
y de izquierdas
políticas (sobre la redistribución económica, por favor
de la Dimensi
ejemplo). Supongamos un votante que tiene la idea redis ón
dequ e los partidos de izquierda tribu ideológic
ción a
son más favorables a la redistribución. De este >-
Partido de Partid de derecha
conocimiento, izquierda o
el votante puede derivar las posiciones probables de
los parti- 39
1
3
9
0
Donde las campañas se enfocan sobre un único problema, esta teoría complicaría innecesariamente
la situación sobre la decisión. El propósito de la dimensiones «predictoras». Los partidos tienen
teoría es encontrar unas cuan• tas dimensiones posiciones en el mismo espacio, así que es muy fácil
ideológicas que consoliden varias cuestio• nes calcular
políticas concretas en el juego de las campañas o
en la política en general. A u n cuando el número de 6
Así , el Partido Libera l alemán se percibe discutiblemente
problemas es bastante grande, bien puede ser que el ocupando una posición media entre los democratacristianos y los
espacio ideológico sub- yaciente sea solamente socialdemócratas única• mente cuando la atención se centra en el
unidimensional. A ú n es una cuestión empírica si un tema de la ley y el orden, los dere• chos sobre el aborto o nuevas
sistema de partidos puede ser caracterizado sólo por cuestiones sociales: en términos de polític a económica, el mism
o partido se percibe a la derecha de los democratacris• tianos
una dimensión ideológica latente, a lo largo de la (Laver y Hunt , 1992; Pappi, 1994).
cual se distancia de otros partidos, o si más que una
dimensión ideo• lógica latente es la política diaria
lo que subyace a la adop• ción de una postura
6
política .
Empíricamente, hay dos maneras de aplicar la
teoría de Hinich . Una posibilidad es emplear datos
sobre las preferen• cias políticas de votantes y las
posiciones de partido percibi• das para diferentes
temas, usando los métodos analíticos fac• toriales para
recuperar el espacio ideológico latente (Enelow y
Hinich , 1984, pp. 213-215). La otra posibilidad es
medir direc• tamente el conocimiento ideológico de
los votantes relativo a los partidos. Admitiendo que
hay una única dimensión izquier• da-derecha
subyacente a las diferencias políticas en un siste• ma
multipartidista, uno se puede preguntar por la habitual
cues• tión izquierda-derecha en relación con los
partidos, y usar esta información como una variable
independiente para predecir las posiciones políticas
percibidas de los partidos sobre dimen• siones
políticas específicas (Hinich y Munger, 1992, pp. 23-
25). Cualquier método de estimación que uno usa, es
capaz de deri• var posiciones ideológicas para los
votantes, las cuales se usan como «puntos ideales
derivados» sobre las denominadas dimensión o
las distancias ideológicas entre los puntos ideales del preferencia parti• dista o la identificación de partido
votante y las posiciones de los partidos. Estos términos de un período anterior como decisión estable? Al
pueden ser usa• dos como variables independientes, en menos un sector sustancial de votantes podían haber
relación con otros, para predecir las preferencias realizado sus razonamientos tiempo atrás, y sus
partidistas de la gente. preferencias partidistas adoptan únicamente la form
• a rud i • mentaria ya que ellos conocen en confianza
cuál es el partido que más les gusta. Por tanto es
I I I . Preferencias de partido y comportamiento posible votar en elecciones gene• rales sólo por
de voto hábito: votar es una acción repetida para la
mayoría de los votantes, la participación y la
elección sería además una consecuencia automática
Acerca del modelo aquí visto, entonces, las
de una actitud estable hacia un partido favorito, fuera
evaluaciones retrospectivas de los partidos y la cercanía
del alcance de tomas de deci• sión conscientes (Ronis
de los temas sirven, primeramente, como un modo de 7
et al, 1989) .
predecir la formación de pre• ferencias y,
seguidamente y a través de esto, como un medio de
7
predecir la conducta de voto. Claramente, las Por otra parte, aunque los hábitos pueden tambié n ser
«evaluacio• nes retrospectivas» y la «proximidad de vistos com o una decisió n consciente entre (po r un lado) una
opció n estereotipada de cierta utilida d conocida y (por otr o
los temas» son tópi • cos sobre los que los mismos lado) una alternativa con resultados aña• didos cuya evaluación
votantes razonan - l o que es un gran argumento a conlleva costes añadidos de información : la utilida d de la
favor de este modelo-. Pero cuando se vuel • ve a la opción añadida se esperará sólo con una determinada
conducta de voto real, permanece una cuestión pen• probabilidad , y no será tan cierto el resultado como el de la
opción estereotipada; así la nue• va alternativa será seleccionada
diente, si los votantes tienen que volver a razonar de sólo si la utilida d que se espera es bastante alta, comparada con
nuevo en cada reciente elección. ¿Podría no servir la los costes de indagación (Esser, 1991, p. 67).

392 393
especialmente cuando abundan malas noticias sobre
Este concepto de «hábito» es atractivo, al menos
cuando se aplica a cohortes mayores de edad con nuestro partido preferido. Como reflejo de tales
advertencias, podemos concluir que es necesaria cier•
experiencia frecuente de participación en elecciones
ta cantidad de argumentación más allá del puro
democráticas (Converse, 1976). No obstante, se
hábito.
deberían hacer algunas adevertencias. El voto es
verdaderamente una conducta repetida, pero con Todo lo que influye en la formación de
grandes intervalos de tiempo entre cada preferencias, los votantes racionales lo sintetizan en
comportamiento de voto. Los ciudadanos se sus impresiones de políti• cas partidistas dentro de
enfrentan normalmente con noticias sobre par• tidos, un perfil de preferencia. Incluso los votantes
pero raramente son requeridos para elegi r entre ellos. rutinarios prefieren merecidamente su partido habi•
En suma, la conducta de voto no tiene menos coste, tual al resto, y están menos receptivos a nuevas señales
así que una decisión de participar del todo en una del par• tido durante las campañas electorales; así
determinada elección puede no ser autoevidente, que su preferencia partidista de períodos anteriores
pasa a la nueva elección sin impactos a corto plazo. gado para los partidos en competición (término
Lo que falta por explicar son las con• clusiones en probabilidad) (véase Grofman: infra, cap. 30).
elecciones específicas en las que nuestros votan• tes Todavía, el impacto global de las normas de
potenciales diseñan sus preferencias políticas. participación (deberes cívicos) es muy impor• tante en
Lógicamente, la situación de decidir es lo el nivel individual. Aquí, muchos autores, incluso aque•
suficientemente clara: uno tiene que decidir si llos que parten de las premisas de la elección racional,
participa en las próximas elec• ciones, y qué partido acaban admitiendo las normas de participación como
elige. En un sistema bipartidista, el par• tido un gran factor que determina el número de votantes
preferido será obviamente el partido que uno elige, (Barry, 1978), y como un factor que es
así la decisión de participa r es la más difícil . Aparece independiente de l cálculo instrumentalmente
la paradoja del votante: por qué vota, cuando la racional de la elección de partido.
utilidad esperada por su pro• pia participación es
Aquellas normas cubren una función expresiva. La
muy pequeña o incluso negativa, conside• rando los
satisfac• ción procede del acto de votar como tal, no
costes de la participación. Estos costes son ciertos,
de sus consecuen• cias por gobiernos futuros como en
por cuanto que los ingresos útiles de futuros
el caso de la acción instru• mental. «La ortodoxia de
gobiernos tienen que ser descontados de la pequeña
la elección pública parece asumir que aunque las
probabilidad de que el voto del correspondiente
consideraciones no instrumentales son relevantes para
individuo sea decisivo. La investigación demuestra
conseguir que los votantes vayan a las elecciones en
que el número de votantes en el nivel agregado es
primer lugar, tales consideraciones cesan en su
correlativo, de forma positiva, con la dimensión del
propósito una vez que el votan• te se desliza detrás de
diferencial de partido (término utilidad) y con la
la cortina para poner una marca en una papeleta»
proximidad del voto agre•
(Brennan y Lomasky, 1993, p. 35). Brennan y
Lomasky argumentan que tanto el factor instrumental
como el expresivo juegan un papel en la elección de
partido, como otros lo habían hecho antes (véase
Goodin y Roberts, 1975). Un ejem• plo de preferencias
expresivas son los principios éticos que la gente
sostiene y encuentra simbólicamente en los
programas políticos, sin preguntar sobre las
consecuencias de los princi • pios en la realidad
política. En términos weberianos, uno pue• de
caracterizar a los votantes individuales tanto como
instru• mentalmente racionales (zweckrational) o
como wertrational, esto es, orientados «por un valor
absoluto [...] que implica una creencia consciente en
el valor absoluto del comportamiento ético, estético,
religioso o de otro tipo, enteramente por su pro• pio
interés e independientemente de cualquier
perspectiva de éxito interno» (Weber, 1965, p. 175). voto para maximizar los beneficios de futuros
Habida cuenta de que un votante aislado casi nunca es gobiernos.
decisivo en una elección general, los factores En sistemas multipartidistas con gobiernos de
expresivos ganan importancia comparados con la coalición, los ciudadanos como inversores de voto
decisión de invertir cuando un ciudadano invierte su tienen que superar inclu -
394 395
so más obstáculos que en sistemas bipartidista s nungsdemokratie qu e a menudo degeneran en
co n gobier• nos alternantes. A pesar de que Stimmungs- demokratie.
normalmente sólo tienen la opción de elegir qué Tanto los factores expresivos como los
partido apoyar, a ellos también les inte• resa la futura instrumentales pue• den influir en la formación de
coalición. Cuando los partidos no anuncian sus preferencias de partido del votan• te racional. Lo que
preferencias de coalición antes de la elección, o está en cuestión no son las causas sino las
cuando los resultados electorales son bastante consecuencias de las preferencias partidistas para el
inciertos, es imposible for• mular una estrategia compor• tamiento real. ¿Es posible mostrar que el
racional dirigid a a asegurar una particu• lar votante-como-con-
coalición de gobierno. Entonces votar se reduce a dar
cuen• ta de las primeras preferencias. Supongamos 8
En Alemania , las mayorías de coalició n a menudo
ahora que, aunque esa competencia electoral esté dependen tanto de la ventaja relativa en comparación con el
polarizada entre gobierno y par• tidos de oposición, y segundo partido más grande como del éxito del últim o asociado
que supere el umbral del 5 por 100 de los votos váli • dos. De esta
los partidos de gobierno prometan con• tinuar su forma, tiene sentido elegir el partido cuyas posibilidades electo•
coalición, un votante racional cuya primera prefe• rales sean menos inciertas, de modo que se maximic e el carácter
rencia partidista sea el modelo de coalición A y cuya decisivo del voto propio para el futuro gobierno de coalició n que
segunda preferencia partidista sea el modelo de se desea (Eckstein, 1995).
coalición B puede enton• ces votar sofisticadamente,
votar por B en lugar de por A si piensa que él (su
voto) es más decisivo para el éxito electoral de B que
de A 8 . Pero en general, suponemos que votar en sis•
temas multipartidistas se caracteriza incluso más por
factores expresivos que en sistemas bipartidistas, ya
que la compleji• dad de las condiciones de decisión
se oponen al voto instru• mental probable. Los
partidos que defienden esto o aquello como un
valor absoluto, más que centrarse en una política prác•
tica orientada al éxito, prosperan más en
democracias mayo- ritarias con gobiernos
alternativos. Y las figuras con un alto número de
votantes parecen confirmar este tip o de Gesin-
sumidor saca conclusiones diferentes desde su perfil expresas son más determinantes de su conducta últim
dado de preferencia partidista de las que hace el a de voto.
votante-como-inver• sor? El último tiene que calcular El votante-inversor en sistemas multipartidistas
los flujos de utilidad que espe• ra de los diferentes tiene que tener en cuenta las posibilidades de
gobiernos posibles, mientras que el primero necesita coalición, adivinando pro• babilidades de
incentivos que recompensen la manifestación de una coaliciones alternativas sobre la base de dife• rentes
preferencia en una elección. resultados de la elección. Naturalmente, los
Guttman et al. (1994) usan la distinción entre el votantes inversores razonarán acerca de estas
no votar debido a la indiferencia y el que se debe a posibilidades durante la campaña electoral. Entre
la alienación que diferencia a los votantes como elecciones, sin embargo, el compor-
9
inversores de los votantes como consumidores .
9
Interpretando los termómetros de opinión como Harkin g vuelve al ejemplo origina l de Hotellin g (1929)
medidas directas de utilidad, ellos construyen para la del vendedor de helados en la costa, argumentando que «los
consumidores se abstienen de com• prar helados si el vendedor más
elección presidencial americana de 1976 una medida cercano está lo suficientemente lejos. Las posi• ciones de
de indiferencia (la diferencia de esta puntuación entre vendedores alternativos son irrelevantes con la decisión de
Ford y Cárter), y una medi• da de alienación (el nivel comprar helados (o, para votantes como consumidores, un
absoluto de puntuación del candida• to preferido). programa de partido). Lo s votantes-inversores, por el contrario,
están interesados en la victoria del par• tido preferido frente a su
Analizando el panel 1972-1976 de la Universi• dad rival(es). Aquí , la diferencia entre las posiciones del partido
de Michigan , encuentran que el nivel de utilidad favorito y su rival(es), y no la distancia política de los votantes
absoluta tiene un efecto estadísticamente con su partido preferido, es lo importante» (Guttman et al, 1994,
significativo sobre la proba• bilidad del voto 10 . Esta p. 198).
10
sensibilidad de los niveles absolutos de utilidad y la Rattinger y Krame r informan de resultados similares para
Alemani a
insensibilidad de la diferencia de utilidad sugiere que
(1995), donde la alienación se conoce por
los votantes se comportan como consumidores más Politikverdrossenheit.
que como inversores, y que las consideraciones
39 6 39 7
necesariamente de los votantes-inversores. Los dos
tamiento de los cargos gubernamentales y los partidos
divergen sólo cuando comienza a perfilarse la
se super• visa, y las consecuencias se derivan de buenas
siguiente elección. El votante-consumidor nece• sita
y malas noticias y experiencias, en un sentido que es
más estímulos de los medios de comunicación o de
el reflejo de una prefe• rencia general de partido más
algo similar para estar implicado; y cuanto más
que de una preferencia partidista para una elección
sesgada esté la infor• mació n en una u otra
específica; y estas posibilidades de coalición en cada
dirección , más alto será el valor que expresa la
elección concreta no se presentan como importantes
revelación de su preferencia, siempre que él o ella
en los cálculos del votante-inversor.
esté de acuerdo con el tono partidista de esta
Durante esa fase de formación de preferencias, los
información. El votante como inversor, por el
votan• tes como consumidores no difieren
contrario, tendrá en cuenta las expectativas de tica al ofrecer señales ideológicas acerca de las
coalición y puede contemplar el voto sofisti• cado; y posiciones de los partidos.
puesto que votar por una segunda preferencia depende El votante racional en sistemas multipartidistas,
de los cálculos sobre los posibles resultados finales, como he mostrado, desarrollará un «perfil de
las leyes electorales y las diferentes estrategias de preferencia de partido» como una medida inmediata
agregación incardi- nadas en aquéllas, pueden aquí de sus experiencias e información sobre la actuación y
tener un impacto directo sobre la conducta las ofertas políticas de los partidos. Entre los factores
individual. que influyen en la formación de preferencias se
encuentran las evaluaciones acerca de la actuación
de los gobiernos y las cuestiones cercanas. Pero esta
IV .
lista pudiera fácilmente ser completada: por futuras
Conclusio
expectativas; por las evaluaciones sobre la
nes
competencia de los líderes partidistas y los candidatos
Las democracias de la Europa continental han a los cargos de gobierno; etc. Estos factores están
desarrolla• do sistemas parlamentarios en los que los sustantivamente vinculados a la utilidad que un
gobiernos están for• mados normalmente por ciudadano pue• de asignar a un partido en cuanto
coaliciones. Los sistemas bipartidis• tas constituyen posible generador de bienes colectivos.
las excepciones. La categoría moda l es un Una vez que los ciudadanos han formado
pluralismo moderado, bien en el sentido original del preferencias con• sistentes para los partidos, el mayor
término de Sartori (1976) de tres a cinco partidos, o problema está entonces en la predicción de su
bien como un gran número de partidos, los cuales sin conducta de voto, considerando las expec• tativas de
embargo no están profun• damente polarizados, coalición en cada elección concreta como un factor
combinados con partidos antisistema que ganan un adicional que influye en la relación causal entre
número sustancial de votos. Por un lado, estos siste• preferencia de partido y conducta de voto. Pero puesto
mas de partido hacen mu y difíci l a los votantes que el votante aislado no es decisivo, los inversores
anticipar futu• ros gobiernos. Pero, por otro lado, públicos se distinguen de los inver• sores privados
facilitan la orientación polí• (Popkin, 1991, p. 10) y las consideraciones expre• sas
ganan importancia por derecho propio cuando la
racionali• dad instrumental es rebajada por los
votantes en los electorados de masas (Brennan y
Lomasky, 1993). No se trata de que los votantes sean
irracionales, sino más bien de que el mecanismo de
voto (por ejemplo, el voto proporcional en sistemas
parla• mentarios multipartidistas) es un mecanismo no Bibliografía
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polític a debería ser entendida tal cual se lea. La
introducción de las grandes encuestas dentro de la
ciencia política y de la socio• logía política ha
supuesto un importante avance. Los méto• dos para
hacer preguntas han avanzado algo, y las técnicas para
analizar encuestas han avanzado bastante en los
últimos trein• ta años. Los debates acerca de la
formación de alineamientos políticos entre la escuela
de Columbia, el modelo Michiga n y los exponentes
del «voto por temas» han sido valiosos. La extensión
de los estudios basados en encuestas procedentes de los
Estados Unidos, primero a la Europa occidental y de
ahí a una amplia gama de otros países, y algún pequeño
10. Comportamiento político: movimiento hacia la formulación de preguntas
enfoque institucional y enfoque internacionalmente están• dar, han generado visiones
experimental adicionales. Tomando todo esto como base, los
críticos (Dunleavy, 1989) todavía se pregun• tan,
¿«hay más que aprender» acerca del comportamiento
PATRICK DUNLEAVY
polí• tico de masas?
La cuestión refleja cierto grado de desilusión con
los estu•
Much a de la investigación sobre la conducta dios de conducta política, especialmente con el análisis
elec-
402 403
toral, a medida que se ha desarrollado el campo en años instrumentos de encuesta más refinados, se han
recien• tes. Una vez fue aparentemente la auténtica área mostrado en cambio más y más inmunes en la
de «gran cien• cia» de la disciplina, con grandes y práctica empírica posterior. Los modelos de
costosos proyectos, tec• nologías propias elaboradas y causalidad, relacionados con las alineaciones políticas,
arcanas, y la aparente promesa de un conocimiento siguen siendo discutidos, tan• to en su fundamento
acumulativo en la línea de la «ciencia nor• mal». Pero teórico como axiológico, ahora y siem• pre -tanto
el ritm o del avance en el análisis de la conducta dentro del campo del comportamiento político como
política se ha demorado indiscutiblemente en las dos entre especialistas y profanos-.
últimas décadas. Los debates fundamentales que los Como en otros campos:
autores de los años cincuenta y sesenta estaban seguros
Aunque la manipulación estadística sofisticada de
que podrían ser uti• lizados para mejorar las técnicas investigación de datos pueda algunas veces reducir el
analíticas, la amplitud de las muestras, o los número de explicacio• nes causales a la correlación
observada, últimamente la elección entre ellas se hace a El actual estancamiento en la investigación del
la luz de lo que parece razonable para el inves• tigador,
tal vez a la luz de otra investigación, o en términos del comporta• miento político, que surge después de las
orden temporal obvio entre las variables (Halfpenny, fuertes esperanzas que se invierten en los primeros años,
1984, p. 4). ha significado un decli• ve interno en el optimismo del
conductismo del que inicia l - mente se participaba y
El análisis electoral, en particular, cuenta en un alto
una pérdida externa de interés en sus hallazgos. Los
grado con el contexto indispensable de la comprensión
estudiosos especializados en comportamiento político
que propor• ciona el sentido común (Lindblo m y
se han mostrado progresivamente alejados de los deba•
Cohén, 1979, p. 17), de manera que a menudo vici a el
tes teóricos en otra parte, relacionados solamente con
status «científico» de los des• cubrimientos clave. Por
el refi • namiento de rutinas o la extensión del trabajo
ejemplo, Nie , Verba y Petrocik dan cuentan
existente. Y los científicos políticos de otros campos,
detalladamente de un hecho en el tema del voto entre
ta l com o la elección pública, la teoría del Estado o el
votantes norteamericanos en la década de los setenta,
estudio de los partidos polí• ticos y los movimientos
compa• rado con la década de los años cincuenta. Pero
sociales, han discutido cada vez más de
atribuyen este descubrimiento a la despolarización de
comportamiento político en términos distintos de los
la política en los años de Eisenhower, más que al
cues• tionarios empíricos basados en encuestas -com o
incremento de sofisticación entre los votantes (Ni e et
si sus límites fueran vistos ahora como demasiado
al, 1979, p. 192), incluso, a pesar de que no
constreñidos-. Primero discuto la crisis de la
introducen medidas de polarización no reactivas,
investigación sobre el comportamiento político como
confían únicamente en la evidencia de las impresiones.
un declive de una fuerte visión modernista ante• rior,
4 para después examinar algunas alternativas que
0 muestran que hay verdaderamente todavía más que
4 aprender acerca del comportamiento político.

I. «Modernismo» en la investigación del


comportamiento político

A primera vista, la sugerencia de que los estudios


electo• rales convencionales y los trabajos basados en
encuestas sobre el comportamiento político es
«modernista» puede parecer no muy creíble. Lyotard
ofrece una de las más famosas defini• ciones de
modernismo, aparentemente a años luz de los asun• tos
cotidianos de este campo: las hermenéuticas del significado, la emancipación
del sujeto racional o trabajador, o la creación de
Yo usaría el término moderno para designar cualquier riqueza (Lyotard, 1984, p. xxii i ) .
ciencia que se legitime a sí misma en referencia a un
metadiscurso de cualquier tipo, que apelara a alguna 4
gran narración, tal como las dialécticas del Espíritu, 0
5
El observador casual encontrará poco eco en el Tabla 10.1. El crecimiento de la democracia liberal,
análisis elec• toral del hegelianismo, el materialismo 1900-1995.
histórico marxista, la crítica habermasiana o ideas
«metafísicas» similares.
Democracias liberales Población
Mundial
La investigación del comportamiento político de Estad Població Números % que viven
posguerra os n en
aún tiene innegablemente su propia gran narrativa y (millon (millone democracia
comparte es) s) s
muchos de los rasgos que los posmodernos han
citado como estigmas indeseables de una
perspectiva modernista. En esta narrativa el período
moderno se distingue como único por el progreso de
la democratización, que exclusivamente propor•
ciona la materia prima sobre la que se basa la
mayor parte de la investigación sobre la conducta
política. Hubo un despegue en todo este campo
teórico en los Estados Unidos, la demo• cracia más
temprana, si bien una de las más equívocas en tér•
minos de pocentajes de participación de voto
(Vanhanen, 1984,
p. 115; 1990). Y la primera encuesta a gran escala vieron indudable• mente en la democratización un
tuvo lugar exactamente al tiempo que el estancado elemento integral de la moder• nización, la
progreso de la demo• cratización repuntó desde el bajo racionalización y la secularización de la sociedad, y la
nivel de los primeros años cuarenta, con un alto difusión de cultura e ideas «avanzadas». Su celo
crecimiento de posguerra en aquellos paí• ses con misione• ro se reflejó de manera suti l en los
elecciones libres y con la proporción de población estudios conjuntos que coescribían con estudiosos
mun• dial que vivía allí, como se indica en la tabla europeos o aquellos que hacían en otros países. La
10.1. frase que abría la edición original del Political Change
Los sociólogos políticos americanos que primero in Britain de Butler y Stokes (1969, p. 15) decía: «La
desarro• llaron la investigación basada en encuestas posibilidad de los gobernantes de ser
1900 4 130 1.608 8
1910 9 163 n.a. n.a.
1920 18 371 1.860 20
1930 15 346 2.008 18
1940 1995 12
39 40 217 2.294
2.263 10 5.765
constitucionalmente pues• tos en el cargo a través de 1950 26 869 2.516 34
una elección libre es relativamente nueva en la historia 1960 32 1.169 3.019 39
1970 31 Las fuentes
Fuente: 1.263 para las 3.693 34 a la
cifras relativas
del gobierno». El análisis electoral estuvo por ser la 1980 35
democracia son 1.636
investigadas 4.450 37
por la Government
única llave para los procesos fundacionales que con• 1990 39 División,
Research 2.070de la Lon-5.246don 39
School of
figuraron la nueva era política. Economics. Los datos de població n mundia l están
El principal rasgo modernista de la corriente de sacados de Borrie (1970, p. 6) para el período de
1900-
estudios electorales dentro de lo que implic a este 1940, y a partir de 1950 proceden de UN World
relato era su fuerte perspectiva totalizadora. Justo Population Estimates and Projections. Agradezco a
desde el comienzo, la Escue• la de Michigan en los John Hobcraft, del LSE Population Studies
Estados Unidos y en Gran Bretaña aco- Department, la ayuda con estos datos.

4
0 metió mu y tempranamente encuestas basadas en
6 comunida• des locales particulares, y en cambio
realizó una única encues• ta nacional (inherente) en
la cual el nive l de agregación de los datos
descontextualizados era muy alto (Campbell et al,
1960; Butler y Stokes, 4969 , 1974). Su trabajo se
desarrolló a partir de grandes encuestas a través de
secciones, las cua• les sólo pudieron ser realizadas
por un único equipo que con• tara con considerables
recursos económicos, cuyos respon• sables llegaron
a convertirse en poderosos oligarcas académicos, a
riesgo de domina r la investigació n de una manera
protectora o bien de acceder racionadamente a cues•
tiones definidas en la encuesta por los exponentes de
la nue• va ortodoxia. Una vez que se habían creado
una serie de estu• dios coherentes y se habían
establecido a lo largo del tiempo encuestas panel,
dichos investigadores manejaron una serie
4
0
7

de datos, los cuales podrían ser y fueron analizados innecesaria cualquier referencia detallada entre las
como si estuvieran fuera del tiempo. Muchos de respuestas de los votantes a las preguntas de las
estos estudios tenían explícitamente como premisa la encuestas y su inmediato entorno polític o (véase
visió n de que el contexto político de todo el período especial• mente Heath et al, 1991).
«moderno» ha sido tan uniforme como para volver Las premisas metodológicas que sostienen esta
perspec• tiva totalizadora fueron simples en 4
extremo. Central a casi toda la investigación del 0
comportamiento político , y todavía a los casi 8
incuestionados estudios de los años noventa, ha sido
la búsqueda de l mejor algoritmo de decisión con
el que caracterizar las alineaciones y el
comportamiento del conjunto del electorado. Para
cualquier tema de análisis, la búsqueda se restringe
a un conjunto de variables encajadas en una sola
ecuación que expone su influenci a relativa, la cual
recoge más variación de la que explica n
cualesquiera otras variables y ecuación en
competencia. En muchos estu• dios, lo sustantivo
relacionado con la comprensión teórica se desechaba
rápidamente, y el análisis de las relaciones cau• sales
era relegad o a los márgenes: en cambio se
competía, en efecto, en torneos informático s entre
un conjunt o de potenciales variables
independientes, torneos que sólo fue• ron dirigido s
por los analistas. As í la investigación electo• ra l se
convirti ó en una competició n de modelos de
regre• sión o de logaritmos lineales, ofreciendo cada
uno de ellos una única agregación de cómo los
votantes globalmente se alinean entre partidos o a
través de temas. Co n el paso del tiempo los analistas
llegaron a ser más hábiles en el análisis de los
residuos, y en la búsqueda de la interacción entre efec•
tos y variables. Pero lo que nunca se ha discutido
seriamen• te es que se debería buscar un único
algoritmo de decisión
«de gran alcance», como un instrumento de respuesta
a cual•
quier cuestión
relevante.
Complicand o las cosas, los analista s a menudo
discuten sobre el votante como arquetipo singular. Lo
hacen no sólo en sus títulos -The Changing American
Voter (Ni e et al, 1979)
o How Britain Votes (Heat h et al, 1985 ) o The número para incluirlo s en los cruces de tablas, o
American Voter cuya incorporación preveía el uso de técnicas de aná•
(Campbel l et al, 1 9 6 0 ) - sin o tamb ié n en sus textos : lisis que exigían una variable dependiente
dicotómica. Catt (1996) demuestra que las minorías
La función de identificación de partido permite al que normalmente desa• parecieron de las partes
elector hacer frente a la informació n polític a y primordiales de los análisis, en el Reino Unid o
saber qué partid o votar (Harrop y Miller , 1987, p. incluyen: todos en Irlanda del Norte, donde el
134). sistema de partidos es diferente al de Gran Bretaña;
Mientras la psicología social del votante puede no todos en el noroeste escocés, los cuales son difíciles
haber cam• de encuestar; los que no responden a encuestas; los
biado mucho [. . . ] (Heath et al, 1991, que se declaran como no votantes; y los votantes de
p. 200). partidos minoritarios , tales como los partidos
nacionalistas en Escocia y Gales y, durante muchos
El énfasis es mayor sobre [ . . . ] la invariable años, incluso la gente que votaba a los liberales o a
psicología del votante (Crewe y Norris , 1992, p. los demócratas liberales (quienes representan un
19). cuarto de
Estos aparentemente pequeños errores de hecho ' Una variante de esto son los comentarios en que los votantes
presagian un profundamente influyente proceso de como con• junto se describen como una única unidad con rasgos
reificació n y abs• tracción, inherente a toda la antropomórficos. Por ejemplo: «Empezamos [...] por considerar si
empresa de análisis de datos agre• gados de encuesta, el electorado de 1992 era inu• sualmente vacilante [... ] La idea
1 de que el electorado se vuelve más volátil [...] se presenta a
lejos de las experiencias y elecciones de la gente real . menudo» (Clifford y Heath, 1994, p. 6).
Una importante consecuencia de la perspectiva
totalizan• te ha sido la construcción de análisis que 4
excluyen a minorías no convenientes desde el punto de 0
vista analítico . En los pr i • meros tiempos, ésos eran 9
principalmente tipos de votantes muy reducidos en
para las mujeres); dejando de explorar aspectos
todos los votantes desde los años ochenta). Los
estudios elec• torales en el Reino Unido presentaban claramente relevantes de las ubicaciones sociales de
a los votantes ligados de forma abrumadora a los dos la gen• te. As í la corriente de estudios electorales ha
sido constante• mente sorprendida, y lenta en
principales partidos mucho después de que esto
hubiera dejado de ser cierto en las elec• ciones del reaccionar, por el crecimiento de cleavages y temas
mundo real. Otras «minorías» se evaporaron analí• significativos políticamente (por ejem• plo, en Gran
Bretaña los conflictos entre el sector público y el
ticamente a través de simples movimientos , tales
como la constante referencia al votante singular privado , la etnia, la orientación sexual y las
arquetipo como «él» y «le»; categorizando la clase cuestiones
ocupacional de la esposa des• de la de su marido medioambientales) .
(creando una especie de clase «amas de casa» sólo Un defecto adicional de esta tendencia arquetípica
de los principales estudios de voto ha sido la
ausencia de técnicas para explorar el modo en que dudas, los cinismos y las dudas de los votantes acerca
grupos diferentes pueden deci• di r su voto de los líderes políticos y los partidos: «Como
empleando distintos modelos. Ninguna proposi• ción actores bien instala• dos en la escena política es
ha sido más rechazada y destruida que ésta. Mu y natural que los partidos debieran haberse convertido
pocos estudios han intentado sistemáticamente en objetos de identificación y de lealtad de masas»
simular las deci• siones de los votantes, para definir (Butler y Stokes, 1974, p. 34, la cursiva es mía).
una secuencia de opera• ciones y criterios que Escondidos tras los descontextualizados datos
pudieran aproximar los algoritmos que los votantes altamente agre• gados, y con una oferta de
reales emplean en sus elecciones. Esta negli• deconstrucciones rápidas y par• ciales del
gencia tiene además consecuencias para los modos comportamiento de voto , los análisis electorales
en que los investigadores interpretan han añadido desafortunadamente poco a nuestro
aparentemente los datos conoci • miento sobre las diferentes formas en que
«obvios». Por ejemplo, aunque los científicos la gente piensa o actúa políticamente.
políticos saben mu y bien que los votantes pueden No siempre fue así. Los primeros trabajos de
elegir sólo entre opciones disponibles sobre las que encuestas de los años cincuenta supusieron un corte
tienen poco control , Catt (1989) advierte cómo los radical. Al desbancar a los modelos normativos
analistas introducen coherentemente den• tro de las previos de votantes racionales, y mos• trar que la gente
ecuaciones todos los votos recibidos por un parti• do corriente opera con informació n polític a
como apoyo, e interpretan el hecho vacío de una estructurada de forma diferente a las élites
papele• ta marcada en un particular sentido como una políticas, esta investigación no interpreta la política
indicación de una respuesta emocional e ideológica en términos de izquier• da-derecha y a menudo parece
positiva a ese partido, y de ese modo enmascaran o explicar las alineaciones de los votantes en relación
niegan las motivaciones nega• tivas de l voto . Hay con las influencias familiares o con iden• tificaciones
un pequeño salto de ahí a ocultar las partidistas a largo plazo. Verdaderamente, fue en esta
4 fase en la que los estudios de voto parecían menos
1 moder•
nistas en su rechazo explícito de modelos
0 «logocéntricos» y en el reconocimiento de la
irracionalidad del votante. En esta eta• pa, también,
los estudios que no se basaron en el trabajo de
encuesta tuvieron todavía alguna influencia sobre la
principal corriente de pensamiento, como el brillante
ensayo del Robert Lañe, Political Ideology (1962), el
cual exploraba intensiva• mente las actitudes y
reacciones de quince individuos dentro de su
contexto social y en cierto modo informado por una
abun• dancia de teoría política y social.
Pero en la punta de lanza de la investigación de
encuestas, su gran impacto para cambiar las en las encuestas, reconstruida por The Rational Public
percepciones convenciona• les de los procesos (Page y Schapiro, 1992) en una decadencia
sociales ha desaparecido hace tiempo bajo estratos revisionista de lo que la democratización
acumulados de construcción ortodoxa. La investiga•
ción del comportamiento político ha «racionalizado» 4
progre• sivamente la imagen de los votantes basada 1
1
los modelos de res• puestas por ordenador y se
estable y eficaz requiere de los ciudadanos. Y la inicia
l diver• sidad de las metodologías del comportamiento racionaliza n post hoc, como ocurrió con los
«principios políticos» construidos desde los datos de
polític o se ha reubicado por la excesiva confianza en
una encuesta comercial, que usaba el análisis facto•
los datos cuantifica- bles de las encuestas.
Virtualmente toda esta información des• cansa en rial de Rose y McAllist e r (1986).
cuestiones precodificadas, diseñadas sólo por los El principal desafío interno para la corriente de
analistas (más que basadas en concepciones estudios del comportamiento político desde los años
propias de los encuestados), y a menudo se pide a la setenta procede de las versiones de la teoría de la
gente que efectúe operaciones completamente elección racional. Sin embar• go, su llegada no ha
artificiales, tales como clasifi• car a los candidatos planteado hasta ahora, en absoluto, una amenaza para
políticos o partidos sobre una escala de cincuenta la más vieja perspectiva totalizadora de la orto• doxia
puntos para ser capaces de usar sofisticados méto• dos y el rechazo de la diversidad. Originalment e
analíticos (Page y Jones, 1979). El significado de las basada sobre una serie de procedimientos
res• puestas muy raramente se contrasta con otro tipo relativamente complejos y en principio falsables, la
de datos -no hay una nueva entrevista a los teoría de la elección racional encar•
encuestados'usando aproxi• maciones diferentes,
pequeños cruces de relació n de res• puestas para
preguntas sesgadas o enunciadas de forma dife•
rente, y posiblemente no hay triangulación de
información cuantitativa y cualitativa-. En la
investigación publicada han predominado
instrumentos de encuesta única fantaseados por
analistas que la orientaban y cuyo significado sería
interpre• tado inequívocamente e inferido a partir del
«sentido común» (Bishop et al, 1978, Sullivan et al,
1978). La principal excep• ción, que normalmente los
analistas consideran más tarde pro• cedente de las
experiencias de la gente, es el uso de escalas
compuestas o índices, algunos prediseñados, algunos
«emer• gen» repetidamente como posibles constructos
fuera del aná• lisis de datos, y otros salen a la luz de
na presuposiciones mu y poderosas pero restrictivas Desde este nivel de discusión, es imposible que ahí
acerca de los pensamientos de los actores, los niveles surgiera cualquier visión diversificada empíricamente
de información y la coherencia -asunciones sobre las com• plejas bases de alineaciones o sobre los
fácilmente interpretadas en la construcción de algoritmos de elección múltiple utilizados por los
variantes aplicadas más «realistas»-. Adap• tada para ciudadanos.
probar dentro de los métodos de encuesta y del reper• Y los modelos de voto por temas asumen la
torio de análisis de datos ya desarrollados (Fiorina , democratiza• ción de la «gran narrativa», que en la
1981), las perspectivas de la elección racional mayoría de los estudios más antiguos había quedado
simplificada han emer• gido progresivamente como implícita . Estos retratan un elec• torado que antes se
una forma extrema de «logocen- trismo» mantuvo cautivo de la familia habitual o tradicional,
-privilegiando un modelo objetivable de racionalidad de lo étnico, del grupo de interés y de las influen• cias
formal y adscribiéndolo universalmente a todos los de la clase social, ahora está siendo liberado por la
actores políticos - (Hinic h y Munger, 1994). Esta adap• tación a la democracia liberal , la educación
aproximación es demasiado totalizadora, prestándose de masas y la cobertura expansiva de los medios de
de nuevo a enunciar en términos de un «votante» comunicación al fun• cionar como fuentes autónomas
arquetipo singular: el voto por temas consiste en de intencionalidad. Por ejem• plo, Rose y McAlliste r
«asumir que, sobre cada tema, el votante compa• ra (1986) argumentaban que en las elec• ciones británicas
su (sic) propia posición con aquella de los partidos. El se había pasado decisivamente de la «clase cerrada» a
votan• te, entonces, se dispone a sumar sus competiciones «abiertas»; Sarlvik y Crewe (1983)
preferencias sobre los diferentes temas y vota por el detectaron una «década de desalineación» en la política
partido que le ofrece, en la balan• za, el mayor britá• nica durante los años setenta; y Himmelwei t
número de políticas que él prefiere» (Heath y et al (1985) reclamó evidencia de una nueva
McDonald , 1988, p. 96). sofisticación en las eleccio-
412 413
nes de los votantes. En todos estos estudios la línea existente sobre una aproxima• ción de datos de
ideoló• gica del modernismo fue evidente. El encuesta, altamente agregados y plenamen• te
atractivo de un destino futuro o de una tendencia cuantitativa, com o la única científic a apropiada
descubierta condujo a los investi• gadores a para la investigación del comportamiento político .
desatender las realidades presentes. Analistas con un El primer punto de las encuestas de masas es
compromiso fuerte con una visión interesada de la siempre reconstruir una rela• ció n de cambios
histo• ria fácilmente caen en la tentación de significativos institucionalmente: esta pér• dida de
desviaciones, incohe• rencias, reincidencias y apoyo de partido, aquella victoria de partido. Autores
contradicciones. de ambas escuelas son conscientes de las
Tanto las perspectivas del «voto por temas» limitaciones res• trictivas de los métodos de
como las corrientes de «identificación partidista» y de encuesta, las pérdidas inherentes de comprensión que
«sociología polí• tica» dan cuenta del acuerdo implic a reducir los complejos significa• dos de la
gente a puntos y rayas en el disco de un ordenador.
clave de la existencia de la disciplina ha sido una
Pero la respuesta mayoritaria ha sido continuar
expansión de la capacidad técnica para analizar,
«perfeccio• nando» los métodos de muestreo, el
predecir y configurar el comportamiento social -e n
diseño de instrumentos de encuestas y de preguntas, y
este caso, el comportamiento par• tidista y los
los métodos de análisis des• plegados para dar sentido
resultados electorales-. Las elecciones ahora son
a los datos.
descritas por políticos electos, profesionales de los
Ahor a hay poca diferencia entre las encuestas no
partidos políticos, consultorías electorales y políticas,
acadé• micas (realizadas por los medios de
grandes orga• nizaciones de encuestas, comentaristas
comunicación o las orga• nizaciones de partido) y el
de medios de comu• nicación, empresas de publicidad
diseño de cuestionarios usado por los científicos
y un gran número de votan• tes, de modo que han sido
políticos. Tanto la sociología política como la
extensivamente reformuladas por las corrientes y
elección racional consideran en diferente modo haber
ortodoxias del problema del voto. La expan• siva
ayuda• do a cementar la íntima y simbiótica relación
capacidad de «control» otorgada aparentemente por
que se ha desa• rrollado entre la investigación del
la investigación del comportamiento polític o provee
comportamiento político y los profesionales de
estrecha• mente de un modelo de «ingeniería» para la
tecnologías de manipulación y control político. En
tentativa cientí• fica en el que la confianza se asocia
los últimos treinta años, en la medida en que se ha
con la habilidad experi• mental para manipula r
convertido en algo prestigioso profesionalmente y
exitosamente las fuerzas sociales y predecir el
«apli• cable» comercialmente, el subcampo ha
comportamiento (Camhis, 1979).
reestructurado pro• gresivamente las realidades
Los peligros potenciales en esta aplicación
electorales que pretende inde• pendientemente
«industrial» del conocimiento necesitan poca
describir. Como posiblemente con todas las otras
elaboración (Foucault, 1980). El abandono analítico
ramas del conocimiento profesional, una
de minorías y la concentración sobre modelos
consecuencia
cuantitativos encuentran apoyo en la adecuación de las
herramientas existentes a las intenciones de control,
para campañas exitosas. La ciencia política, en esta
perspectiva, no es una búsqueda abstracta de
conocimiento en interés pro• pio sino más bien una
comprensión efectiva de aquellas fuer• zas (y
presumiblemente sólo aquellas fuerzas) que estructu•
ran la competición por el poder político (para un claro
ejemplo, véase Heath et al, 1994). En este sentido
fundamental, la mayor parte de la investigación del
comportamiento político ha padecido el sesgo del pluralidad» o sistemas electorales de representación
sistema, en relación con la compren• sión de aquellos proporcional al estilo de las lis• tas, los científicos
fenómenos políticos de masas que condicio• nan el políticos y los encuestadores de opinión han acumulado
traspaso o la retención de l poder institucional , y ha volúmenes de datos explorando las alineaciones de las
sido indiferente a los fenómenos que parecen no tener principales preferencias de los votantes a través de los
el mis• mo impacto en la estructura institucional. Para par-
recoger un ejem• plo clave, en países con «gobierno de
414 415
tidos a lo largo del tiempo; pero casi han ignorado la natura• leza defectuosa de las preguntas formuladas,
estruc• tura de las preferencias secundarias de los las inherentes ambigüedades del lenguaje, los
votantes, porque esas preferencias no determinan cambios en la composición de las preguntas para el
inmediatamente qué élite polí• tica gana el control del diseño de las encuestas, o cambios externos en el
gobierno. Uno no puede estar de acuer• do con Foucault ambiente político o de las políticas, en muchos casos
en que el Estado es «una abstracción mítica cuya es, por tanto, realmente bastante incierto cómo debería
importancia es mucho más limitad a de lo que responder alguien con una posición perfectamente
muchos de nosotros pensamos» (citado en Hoffman, determi• nada. Considerando, por ejemplo, el estudio
1995, p. 162) si vemos las limitaciones inherentes a panel de Heath y McDona l d (1988) de 900 votantes
una aproximación tan poco institucional como ésta. británicos: ellos argu• mentan que, entre 1983 y
El últim o rasgo modernista de la investigación 1987, los votantes en su estudio fueron más
del com• portamiento polític o ha sido su confianza coherentes en sus identificaciones de partido (ellos
en la polarización de antinomias y falsas dicotomías. mismos se di vi dí a n com o «conservadores» y
Es un rasgo recurrente de los estudios electorales en «todos los demás», aunque en 1983 el número
particular que las complejas posi• ciones teóricas se efectivo de partidos era del 2,9) que en sus actitudes
expresen repetidamente con la forma de un hacia la nacionalización-priva• tización. Pero
denominador común aparentemente más bajo del imaginemos que yo apoyo la privatización del sistema
requerido para la prueba empírica . En este telefónico (implementado en 1983), pero me opon•
distorsionado espejo del debate intelectual, los go a eso con la industria del gas (1985), y espero
votantes son o «racionales» o expresi• vos, las hacer dine• ro de la privatización de la electricidad
actitudes hacia los problemas son «reales» o no lo (proyectada en 1987).
son, los actores tienen una información «perfecta» o no
la tie• nen, operan en contextos bastante distintos «de
mercado» o
«político» (Brennan y Lomasky, 1993), etc. Dada la
Entonces, ¿soy incoherente? Seguramente sólo dentro
de una visión mu y extraña y limitad a del mundo. En
este nive l de agregación, es simplemente imposible II .
para los analistas hacer cada día la mayor parte de sus Alternativa
juicio s acerca de cómo deco- dificar la clave de las s
respuestas de la gente, excepto si se introducen
dentro de los esquemas artificiales y arbitrarios de En las ciencias sociales siempre es más fáci l
sus propios diseños. En estas circunstancias, no está formular crí• ticas que encontrar nuevas formas de
cla• ro si la difamación de Schumpeter de sus proceder. Desde un pun• to de vista pragmático, para
prójimos los ciu • dadanos es más aplicable a los
2 que se tomen en serio las l i m i • taciones de la
votantes o a los investigado• res que los estudian .
En suma, el carácter modernista del investigación modernista del comportamiento
comportamiento polí• tico puede ser detectado en político, es importante mostrar que se pueden
muchos aspectos: en su implícita gran narrativa sobre corregir. Si la única otra opción fuese incurri r en un
la democratización; en el fuerte énfasis totalizador y vago subjetivismo y relativismo posmoderno,
científico de la investigación cuantitativa basada en reiterando de una nueva guisa la crítica
encuestas; en el monismo de los métodos de preconductista de los estudios de voto de los años cin •
investigación y la marginalización de las minorías cuenta, entonces faute de mieux la opción de
sociales; en la búsqueda de un mejor y único algoritmo quedarnos con
de decisión; en la concepción de «ingeniería» del 2
En la famosa frase de Schumpeter ('1943, 1987, p. 262), «E l
conocimiento; en el carácter sesgado por el sistema del ciudada• no típico cae al nive l más bajo de actuación mental tan
desarrollo del conocimiento; y en la confianza en pronto como entra en el campo político . Él argumenta y analiza de
un modo que reconocería rápi • damente como infantil dentro de la
antinomias polarizadas. esfera de sus intereses reales. Se convierte de nuevo en primitivo » .

41 6 41 7

lo que no dudaríamos que prevalezca. Sin embargo, investigación sistemática del comportamiento polí•
como un resultado de la'mayo r difusió n de los tico: el pluralismo metodológico, la información
procesos de poder y de la capacidad para almacenar desagrega• da, y un giro desde un enfoque
y recuperar grandes canti• dades de datos no instituciona l a uno experien• cia!.
estructurados, además de la acumulación de nuevas
técnicas cuantitativas y cualitativas, nos parece que
queda un importante y decisivo punto - u n período
a) Pluralismo
genuína- mente «moderno»- en el desarrollo de los
métodos de la cien• cia social. El truco será mantener metodológico
el control intelectual de los nuevos potenciales. Tres
vías abren caminos para un nuevo estilo de El pluralism o metodológic o permite tomar en
serio las conocidas limitaciones de las preguntas teniente por Iversen (1994). Su trabajo se construye
precodifícadas de las encuestas para descubrir los sobre el espacio teórico abierto por Przeworsky y
complejos significados de la gen• te. En cambio, Sprague (1986), quie• nes además mostraron cuánto se
nosotros modelaríamos el comportamiento político podría derivar de analizar otro tipo de datos, los
en sentidos diferentes, buscando triangular la pers•
resultados de elecciones transnacionales 3. Tomando
pectiva ofrecida por una aproximación con la
otro ejemplo, la metodología Q proporcion a un
transmitida por otras. Un prime r paso permite
modo úti l de construir mapas ideológicos para
abandonar la confianza en los instrumentos de una
sola encuesta (o en escalas más com• plejas) diseñados examinar cómo pequeños grupos de encuestados
aisladamente por los analistas, y adoptar un estilo perciben de forma detallada un gran número de
de investigación de encuestas más forense, en el afirmaciones, entresacadas del discurso político real
cual las cuestiones expresadas alternativamente sobre más que inventadas por los analistas (Dryzek y
el mis• mo asunto persiguen descubrir grupos de Berejekian, 1993; Dryzek, 1994). La aproximación
gente con distintos modos de comprender y elegir. pudiera ser completada por un modo más sistemático
Costosa de realizar, esta apro• ximació n de seleccionar afirmaciones por inclusión, a partir del
probablemente impli c a el f i n de las encuestas análisis textual de las bases de datos de los medios
«ómnibus», un apoyo clave para las perspectivas de comunicación (tales como Profile o Lexis).
analíticas globales. Un paso posterior y más especulativo sería hacer
uso de la habilidad para buscar de forma flexible
La etapa siguiente supone integrar los resultados de modelos y asocia• ciones en bases de datos de textos
encues• tas con otras formas de información libres a f i n de crear un importante complemento
cuantitativa. Por ejem• plo, los potenciales para las encuestas de masas, o en el futuro tal vez
conocimientos procedentes de los cruces de datos en reubicarlos. En los años cincuenta, dentro de la
el nive l de la élite y en el nivel de las masas den• tro tecnología del momento , las encuestas que
de un sofisticado análisis teórico han sido mostrados buscaban res• puestas determinadas a las preguntas
recien- de los analistas fueron el único modo de reunir
4 datos sistemáticamente para una muestra
1 representativa de m i l personas de un modo que se
pudieran analizar seguidamente. Pero en el siglo x x i
8 debería ser perfectamente factible tener m i l
«conversaciones» abier• tas y ligeramente
estructuradas entre entrevistadores entrena• dos y
encuestados por un período de tiempo similar, y
grabar lo que se dice al pie de la letra. Almacenando
y cambiando este nuevo tipo de grabación, usando la
expansión de las tec• nologías de la información,
podríamos hacer emerger analíti• camente lo que
influye en las actitudes y alineaciones de la gente
por un proceso de interrogación post hoc de sus
textos completos. Los cruces entre textos impresos y modelo de formación de pre• ferencias (Dunleavy, 1991 , caps. 4 y
grabados con las conversaciones de los 5) .
encuestados pudieran empezar 4
1
3
Importantes en términos de espacio teórico también son el
9
modelo direc- cional de Rabinowit z y MacDonal d (1989), y el

además a orientar los todavía irresolubles problemas otros métodos dispo• nibles de medición . Una
de eva• luar el punto de autonomía y dependencia de pérdida de cuantificación y agrega• ción bien puede
los ciudadanos de la esfera política. Debería resultar de este cambio de perspectiva, pero si así eso
ciertamente permiti r una más precisa exploración de refleja el sentido de las experiencias de la gente, la
los orígenes y de la circulación de ideas, investigación debe trabajar más alrededor de esta
deconstrucción de los significados y las líneas de situación que buscar su negación.
propaganda y resistencia en las democracias
liberales.
El rápido crecimiento actual de habilidad en b) Información
métodos cua• litativos ofrece una importante desagregada
diversidad adicional en pers• pectiva (Devine ,
1994). Antes de que cualquier descubri• miento de La información desagregada es un importante
una encuesta de masas se pudiera tomar en serio, se complemento para el pluralismo metodológico.
necesitaría el apoyo de hallazgos, usando otros Significa escapar de datos agregados y
métodos, tales como: análisis de textos de descontextualizados. En su lugar los analistas bus•
entrevistas grabadas trans• critas para un subconjunto
de encuestados de la muestra prin• cipal; una
compilació n de historias de vida y cuestionarios
para autocumplimentar (posiblemente de forma libre)
; inves• tigación detallada de una variedad de
niveles espaciales de cómo se organizaron las
experiencias de los encuestados; y estudios intensivos
diseñados para descoser la interrelación entre
experiencias directa s (¿aquí más autónomas?) y
expe• riencias mediadas. Los estudios etnográficos
de grupos par• ticulares, e incluso los estudios de
observación participante del comportamiento político
, también se han sugerido (Devi• ne, 1994). Si las
experiencias de la gente pueden únicamen• te ser
grabadas mu y parcial e inadecuadamente por los
ins• trumentos de encuesta, entonces podría ser
necesario simplemente aceptar eso y mirar hacia
efectos difusos perdidos en categorizaciones tema por
carían comenzar sus investigaciones, tan pronto
como fuera posible, con las concepciones de un tema. Por ejemplo, hay evidencia de que los
conjunto de personas, estructurando la investigación americanos estructuran extensivamente su
alrededor de unidades y nive• les en los que se pensamiento alrededor de lo que Lañe (1991)
denomin a «la experiencia de mercado»,
organizan sus experiencias. Las principales
dimensiones implicadas serán establecidas por la aprendiendo lecciones comunes desde interacciones
naturaleza de los asuntos que se investigan, pero econó• micas muy distintas que aplican en diferentes
normalmente deben incluir posiciones sociales y contextos; aun• que perciben sus interacciones con el
gobierno con un carác• ter cualitativamente
áreas territoriales.
diferente de sus acuerdos en el sector privado
La descripción de posiciones sociales
(Lañe, 1983,1986). En la Europa occidental, también,
precisamente depen• de en parte de la teoría social y
los conflictos entre el sector público y el privado en
en parte de cómo la propia gente ve los acuerdos
contex• tos de producción y consumo han tenido
sociales. Un proceso de interacción entre el trabajo
fuertes implicacio • nes para la competición partidista
teórico y los resultados empíricos aquí es crucial.
y el comportamiento polí• tico (Dunleavy, 1986).
La mayoría de la investigación del comportamiento
Aq u í puede tener sentido reagrupar datos alrededor
político clasifica a las personas en términos de
de estas categorías sectoriales «experimenta• das»,
convencionales índices funcionales como la
más que confiar en clasificaciones oficiales más
ocupación, la etnia, el grupo idiomático, la religión,
frag• mentadas.
la familia , el tipo de industria, etc. Estas medidas
Desagrupar (y reagrupar) a través de áreas
«objetivas» necesitan ser completadas por otras
geográficas es además importante. Los datos en el
autoclasi- ficaciones de la gente. Ellos pueden
nivel nacional suminis• tran únicamente un sumario
además comprometerse construyendo algunas
de situaciones locales y regio• nales - u n sumario
categorías Arc h para capturar de otra manera los
que puede ser equivocado, sobre todo en
420 421
análisis transnacionales donde cada país (no importa Sin embargo, con sólo examinar un poco las cifras de
si gran• de o pequeño) cuenta por uno y nada más Lijphart, surgen las dificulta• des. En Gran Bretaña,
que por uno- . Por ejemplo, Lijphart (1994) los votantes en las regiones que com• ponen el país
proporciona una relación autoriza• da de los efectos experimentan niveles de DV en el tratamiento de sus
de los sistemas electorales. Au n en el con• junto de opciones por el sistema electoral que está en un
sus datos, países tales como Islandia y los EE.UU . pro• medio de uno y medio más que en la figura
(el cual es m i l veces más grande en población) nacional, el cual es artificialmente más bajo por el
figuran como unidades equivalentes; y, además, el sesgo hacia los dos princi • pales partidos,
tipo principal de datos son promedios de contraponiéndose uno al otro (Dunleavy y
«desviación de la proporcionalidad» (DV) Margetts, 1993). Mientras, en España, la población
estadísticos para un sistema electoral dado, en ciu • dades y regiones experimenta el sistema de
promediados a través de muchas elecciones diferentes. voto como más proporcional de lo que sugiere la
proyección de desviación nacional, puesto que la
«experiencias consolidadas»). Sin embargo, estos
puntuación total española refleja efec• tos de mala
tempranos pensamientos fueron marginados por la
distribución , así como la desproporcionalidad.
investigación con- ductista de posguerra. En estudios
Aquí, la desagregación geográfica produce una
de comportamiento políti • co las asunciones
imagen del mundo radicalmente diferente de las
ortodoxas han sido que las personas formu• lan
estimaciones institu • cionales convencionales.
actitudes (en las principales cuestiones) o preferencias
(en modelos de voto por temas), que ellos
reconocen subjetiva• mente y entonces manifiestan
c) Cambio de un enfoque institucional a uno directamente en acciones. Esta posición ignora los
experiencial muchos modos en que las condiciones situa- cionales
(tales como la interacción y los efectos de interde•
Un cambio desde un enfoque instituciona l a pendencia) pueden impedi r que actitudes o
uno expe• riencial supone un esfuerzo coherente preferencias se expresen en el comportamiento, y tal
para alejarse de un modo sesgado de hacer vez incluso que se reco• nozcan (Dowding, 1991).
investigación. El concepto de «expe• riencia» como Correr a través de las complejidades y la
centro del análisis puede parecer raro a los ojos contextualización de las experiencias de las personas,
modernos. Desde perspectivas diferentes, tanto los puede también llevar a los analistas a sacar
pragmá• ticos americanos como John Dewey (1922) conclusiones que son injustificables. Toman• do un
y el filósofo con• servador británico Michae l simple ejemplo: los informes de las elecciones
Oakeshott (1933) enfatizaron la cualidad fundada y nacio• nales generalmente asumen que las posiciones
contextualizada de las experiencias, y los modos en que se exami• nan son formuladas en relación con la
que se acumulan en intuiciones (que Dewey llamó elección específica. De hecho, la gente podría elegir de
forma bastante racional a quién votar sobre la base del
4
2
éxito global de esa alineación a través de diversas
2 elecciones: después de todo, la mayoría de los paí• ses
tiene, como mínimo , elecciones nacionales,
estatales o regionales, de distrito y elecciones locales
(Dunleavy y Mar • getts, 1995). De nuevo, la
recolección de información sobre cuántas
preferencias tiene la gente por los partidos, y hasta
qué punto son positivas o negativas esas
evaluaciones, puede ser decisivo para comprender en
un sentido académico (como opuesto a un
«control») el origen de posiciones o actitudes
políticas. Incluso cuando nos movemos sobre datos
supues• tamente «objetivos», como los derivados de
resultados elec• torales, la distinción entre una
perspectiva institucional y una experiencial sigue
siendo importante. La forma institucional de rechaza la cuestión igualmente importante de cómo
calcular la DV , por ejemplo, capta parte de la los siste• mas de voto condicionan las experiencias
imagen: los modos en que los sistemas electorales de voto de la gente,
condicionan el traspa• so de escaños (y por ende el
4
acceso al poder estatal) entre par• tidos políticos
2
(Taagepera y Shugart, 1989, pp. 104-111). Pero
3
alcanzado una cima en su habilidad para explicar.
ya por reconocer o por ignora r sus elecciones
(Dunleavy yMargetts, 1994). Una aproximación más específi• ca podría ayudar a
Una perspectiva experiencial es además ilustrar por qué, bajo una serie de condi• ciones, los
preferible porque la ciencia política no tiene mu y algoritmos de distinta elección producen un resul•
buen récord en anticipar lo que vendrá a ser o no tado agregado determinado, cuando un cambio
importante institucionalmente. El mayor cambio relativamente pequeño de condiciones puede producir
polític o casi invariablemente toma forma de resultados totalmente diferentes.
fenó• meno previamente «periférico» o margina l
que de repente cobra capital importancia, o crece
III . Conclusiones
rápidamente en influen• cia globa l a pesar de
una serie de fallos específicos. La mayoría de los
En la investigación del comportamiento político,
movimientos sociales clave - e l movimiento de
como en otras áreas del pensamiento moderno,
mujeres, los derechos civiles en EE.UU. , el
«hemos pagado un alto precio por la nostalgia del
ecologismo en los tempranos años setenta y, más
todo y de lo uno» (Lyotard, 1984, p. 81), y sufrido
tarde, en.los ochenta, la política sexual, y las
lo suficiente en la autocomprensión intelec-
contemporáneas políticas de extrema derecha- han
emergido en prominencia largamente inadver• tida 4
por la investigación del comportamiento político , 2
cen• trado de manera miope sólo en aquellas cosas 4
que eran ya significativas institucionalmente.
El giro de la Gestalt ha permitido que el paso de
medidas institucionales a experienciales sea sutil .
Su elemento clave es una determinación para
ilustrar y explorar aquellas inte• racciones, procesos
y vínculos experimentados como impor• tantes por
los propios ciudadanos, si ellos piensan o no en
consecuencias políticas inmediatamente eficaces.
Las pers• pectivas totalizadoras existentes han
tual de «la coerción de un discurso científico, Journal ofPolitical Science 22 (1978), pp. 250-269.
unitario y for• mal» (Foucault, 1980, p. 85). No BORRIE , W. D. , The Growth and Control of World
quiere decir, sin embargo, que deberíamos Population, Lo n •
simplemente introducir una crítica relativista, como dres, Weidenfeld and Nicholson, 1970.
BR ENN A N , G. y L O M A S K Y , L . , Democracy and Decisión,
se podría recomendar en la teoría posmoderna en
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gene• ral. En otras áreas -tales como la arquitectura,
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la planificación, la literatura y partes varias de las
ciencias sociales- los críticos posmodernos han sido Londres, Mac - millan , 1974(4969 ) .
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asimilados como parte de un proceso global de Tavistock,
constructiva autorrenovación disciplinar, resultado de 1979.
cambios significativos de perspectiva. Para la CAMPBELL , A. , CONVERSE , R, M I L L E R , W. E. y STOKES ,
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1990.
investigadora durante casi cincuenta años, parece
apropiado para mí comentar brevemente sobre lo
viej o y lo nuevo, pero dejaré trazadas las grandes
líneas del origen inte• lectual de los sociólogos del
conocimiento y de los filósofos de la ciencia. Si uno,
por lo tanto, evita los primeros trabajos de Stuart
Rice (1928), Samuel P. Hayes, Jr. (1932), o de figu•
ras más conocidas como Merria m y Gosnell (1924),
la era de lo «Viejo» debe ser introducida con
Lazarsfeld y Berelson. El capítulo de Huckfeldt y
11. Comportamiento político: lo viejo y lo Carmines (supra, cap. 8) proporciona un buen juici o
sobre su trabajo, tanto como de nuestro modelo del rol
nuevo en ciencia política, V. O. Key, Jr. La única gran omisión
de esta revisión de la literatura son las
WARREN E. MILLE R contribuciones realizadas por Stein Rokkan, incluida
su bien conocida colaboración con Lipset. Rokkan,
junto con Lazarsfeld, vio la política y el com •
portamiento político de masas como manifestación de
I. El estímulo de nuevos mundos por conquistar
la estruc-
Una revisión histórica del comportamiento 4
político en los Estados Unidos debería realmente 2
comprender al menos tres épocas, la nueva, la vieja y 9
la más vieja. Como miembro de la comunidad
Michigan. El estudio de 1952 no nació de mentes
tura social y de la experiencia social. Contra el imaginativas (o profundos bolsillos) en la
telón de fondo del Viejo Mundo, la introducción de Universidad de Michigan . Bajo el liderazgo de
una perspectiva microa- nalítica de psicología Pendelton Herring, entonces Presidente del Consejo
social fue más dramática que revelar muchos de Investigación de Ciencia Social, el Comité del
informes retrospectivos. Consejo sobre Comportamiento Político había sido
Para muchos de nosotros en la siguiente formado en 1949 y era, de hecho, el patro• cinador del
generación, el mun• do del comportamiento político se estudio de 1952. En el mismo período la Fundación
introdujo en 1952 con el pri• mer estudio de elección Ford creaba el Centro para Estudios Avanzados en
nacional realizado por el Programa de las Cien• cias del Comportamiento en Palo Alto ,
Comportamiento Político del Centro de simbolizando la emer• gencia del énfasis conductista,
Investigación de Encuestas de la Universidad de en particular debido a muchas de las fundaciones
privadas, incluyendo Rockefeller, Carnegie, Russell política por la Fundación de Ciencia Nacional.
Sage y Markle . Estas organizaciones Kirkpatric k y otros en el liderazgo del APS A
proporcionaron un contexto de entusiasmo, así como estuvieron además implica• dos en hacer de la
la financiación, a través de las décadas de los años
Asociación Internacional de Ciencia Políti• ca un
cincuenta y sesenta. La Fundación Ford, a través de
instrumento de apoyo para la colaboración
los esfuerzos de los cargos de la Fundación, tales
transnacional. IPSA reconoció «grupos de trabajo»
como Peter de Janosi y Kalvi n Silvert, apoyó las
activi• dades de investigación y el desarrollo de que proporcionaron una legitimación que protegía
infraestructuras insti• tucionales asociadas con el así a los estudiosos animados por los mismos
trabajo experimental en comporta• miento polític o sentimientos, con cuyos proyectos de investigación a
en numerosos sitios de Améric a del Sur y Europa. menudo acudirían a la UNESC O a por apoyo
El Centro Nacional de Investigación de Opinión en institucional.
Chi• cago y el Instituto para la Investigación Social Es úti l empezar este ensayo con muchas
en Michiga n fue• ron nuevos centros institucionales referencias al apo• yo institucional para el
para la investigación con• ductista. comportamiento político con el fin de establecer en
qué medida hubo muchas iniciativas organizati• vas
El apoyo organizado para la investigación del nuevas, muy relevantes fuera de los vestíbulos de la
comporta• miento en ciencia política fue centrado en pro• pia academia. En su novedad, los líderes de las
el SSRC, pero la Aso• ciación Americana de Ciencia iniciativas trans• mitieron un sentido compartido de
Política suministró legitimidad disciplinar, en parte optimismo y desafío que estimuló a los miembros
a través del liderazgo proporcionado por Evron de la comunidad científica a explo• rar nuevos
Kirkpatrick, director ejecutivo del entonces modos de trabajo. Esto, además, desgraciadamen•
recientemente establecido cargo en Washington. te, permitió contrastar lo «Viejo», con su muchas
Como ejemplo, Kirkpatrick fue responsable fuentes de financiación, con lo «Nuevo», en el cual
directamente del reconocimiento de la ciencia NSF, en ausencia de otra cosa, ha venido a cumplir
el papel de única fuente provee• dora en EE.UU .
4 Sin embargo, desde mi punto de vista, el con• traste
3 está menos definido por los niveles de financiación
0 resul• tantes que por la diversidad de
organizaciones, ajenas al gobierno y a la academia,
que estaban preparadas para ayudar
a aquellos que vieron en los nuevos métodos de
selección y análisis de los datos los medios para la
realización de una inves• tigación innovadora sobre
los problemas intelectuales tradi• cionales de las
disciplinas.
Esto no quiere decir que no existiera una
resistencia insti• tucional en los felices días de los
cincuenta y los sesenta. Duran• te mucho tiempo, la
regla en los departamentos de Ciencia Polí• tica de Leiserson, miembro del «SSRC Political Behavior
los Estados Unidos fue tener, para cada Committee»)- no fue aceptado como miem• bro del
departamento, un «behaviorista político» en departamento, y Samuel J. Eldersveld fue el únic
cautividad -uno , pero normalmente no más de o
uno- . Incluso en Michigan , George Belknap
-coautor con Angus Campbell del artículo 4
pionero sobre «Party Identification» (y doctorado en 3
la Universidad de Chicago bajo la tutela de Avery 1
representante de la persuasión behaviorista hasta segundo de los autores, en orden alfabético, Phi• li p
muy entra• dos los años cincuenta. De hecho, la década Converse, fue producto de la primera época del
comenzó con algu• nas probabilidades de que el programa de doctorado de posguerra de la Universidad
comportamiento político pudiera llegar a ser el de Michigan en psi• cología social, quien incorporó
objetivo de la sociología política, tal y como ocurría un título de sociología a estas especializaciones
en el lado este del Atlántico. A modo de ejemplo, emergentes (después de un bachillerato en lite• ratura
James C. Davis, uno de los colegas que se ocupaban de inglesa). Como tercero del grupo, yo era un científico
estos temas en polí• tico mutante, cuyo trabajo académico como
1952, se unió a la American Psychological estudiante de doc• torado en ciencia social en la
Association porque tenía el temor de que la ciencia Syracuse University consistió en un curso de
política jamás aceptaría la pers• pectiva psico- relaciones internacionales y tres sesiones de trabajo en
sociológica enfatizada desde Michigan. metodologías y métodos de investigación de
antropología, sociología y psicología social. Donald
Stokes era el único con formación profesional como
I I . Orígenes politólogo fuera de Princeton y Yale; e incluso vino a
multidisciplinarios Michigan en una estancia predoctoral para estu• diar
estadística matemática en una era en la cual las reglas
Visto de forma positiva, el comportamiento de cálculo y las tarjetas del tipo McBee estaban
político tuvo sus orígenes en el mundo avanzando lenta• mente hacia las tarjetas Hollerith y
multidisciplinario de la ciencia social posterior a la los ordenadores analógicos.
Segunda Guerra Mundial . Por ejemplo, el líder del
En los cincuenta, Michiga n se unió a la Yale
cuadrumvirato responsable de The American Voter
University y a la University of North Carolina como
(1960), Angus Campbell, fue formado como psicólogo
centros preeminentes para
experimental en Stanford y fue uno de los iniciadores,
anteriores a la Segunda Guerra Mundial , de la 4
3
psicología social como una disciplina académica. El
2
miento político, planteada en aquel tiempo como un
el estudio del comportamiento político. En el caso de la
trabajo empírico de orientación conductista claramente
UNC , el desarrollo disciplinario fue similar a Michiga
orientado hacia cuestiones estrictamente concernientes
n en el sentido de que sociología, antropología y
a la ciencia política.
psicología social fueron dis• ciplinas compañeras de la
En 1962, el Michigan SRC realizó el trabajo de
ciencia política, y los investigado• res fueron
campo para un estudio sobre la comprensión y las
favorecidos desde el Institute for Social Research de
actitudes públicas hacia la Corte Suprema de los
la U N C -semejante al Michiga n ISR- . En Nort h
Estados Unidos. Los investigadores principales fueron
Caroli • na, el estudio del comportamiento político
Joseph Tanenhaus, profesor de Ciencia Políti• ca de la
tuvo un perfil más sociológico que en Michigan , y su
University of Iowa, y Walter Murphy, profesor de Polí•
contribución más destaca- ble, entre muchos trabajos
tica en Princeton. Su recogida de datos reflejó la
importantes, fue el estudio de Prothro y Matthews,
excitación sus• citada en diferentes áreas de la
Negroes and the New Southern Polines (1966). El trabajo
disciplina por la capacidad de usar los nuevos
de campo fue hecho por el Michiga n Survey Research
métodos y técnicas de la ciencia social para crear
Center y el diseño de la investigación incluía cuatro
datos adaptados a las necesidades de la investigación.
estudios de comunidad intensivos,
El contraste genérico, que se encuentra tanto en la
intencionadamente seleccionados entre las unidades
sociología como en la ciencia política, resalta muchas
primarias de muestreo que constituyeron la base para
diferencias entre los datos obtenidos por la contabilidad
su estudio de comportamiento de voto en el Sur.
social para fines administrativos o burocráticos (tasas
El mas célebre de los estudios de comunidad de
de natalidad, tasas de divorcio, estadísti• cas de
comporta• miento polític o fue dirigid o por Robert
elecciones) y los datos obtenidos expresamente para
Dahl , en Yale (otro miembro del SSRC Political
usar en la investigación social.
Behavior Committee), y publica• do como Who
Governs?: Democracy and Power in an Ameri• can City 4
(1961). Constituye una investigación del comporta• 3
3

Es cierto que The American Voter, como sucesor de la Escuela de Michigan. Debería adver• tirse, sin
The Voter Decides (Campbell, Gurin y Miller, 1954) con embargo, que las relaciones políticamente relevantes
su prematuro énfa• sis sobre las predisposiciones entre el ciudadano individual y el grupo social -primario
(partidos, candidatos y orienta• ciones de temas), y secun• dario - fueron los temas principales en la
generó un uso rígido de actitudes y creencias en el recogida de datos de
intento de comprender la decisión de voto en el nivel 1952 y 1956, más allá de la medición innovadora de la
indi• vidual , y la naturaleza psicológica de la identifi• cación partidista. Y, en realidad, al menos siete
identificación de parti• do que aparentemente ponía el capítulos en The American Voter se dedicaron a asuntos
énfasis en la psicología social como sello de calidad de «sociológicos».
Es conveniente advertir cuántos de los temas
introducidos por Huckfeldt y Carmines bajo el título lizados en el estudio de Finifter, sobre política y lugar
de desafío de la socio• logía política fueron, por de tra• bajo (1974), fueron obtenidos por M i l l e r y
destellos del pasado, la misma moda• lidad intelectual Stokes en 1961, durante el año del Detroit Área Study.
que The American Voter. Al menos, en parte debido a Efectivamente, el Detroit Área Study fue un vehículo
la fama de Ted Newcomb del Benington Study, que de investigación mantenido por el Department of
fue una parte prominente de nuestro entorno social e Sociology de Michiga n pero, como en el caso del
intelec• tual, empezamos a planificar lo que ha estudio de socialización de Jennings, habiéndose
llegado a ser el buque insignia de los estudios de realizado en Michigan el estudio sobre el lugar de
socialización política sobre la base de la realización trabajo parece un desa• rrollo natural del análisis
de The American Voter. La planificación y seguido en la sección IV (caps. 12-18) de The American
negociación inicia l con la Fundación Danforth, la Voter.
fundamental fuente de financiación para la primera La ciencia política era el refugio intelectual y
recolección de datos de disciplinar para el estudio de Miller-Stokes sobre la
1965, bajo la dirección de Kent Jennings, se orientó representación en el Con• greso. El estudio reunía una
por nues• tra común convicción de que los principales creciente lista de usos innovadores de nuevas
valores y creencias de los votantes se forman primero en metodologías para investigar cuestiones de edad en el
los años previos a la madu• rez, y las contribuciones de comportamiento político. El estudio de Wahlke y
la familia, la escuela y los grupos de pares a la Eulau sobre los legisladores estatales, publicado como
formación deberían ser sistemáticamente estudia• das. The Legislative Sys• tem (1962), había empezado en
La idea de que había algo esencialmente sociológico 1955 (de nuevo con la finan• ciación del SSRC
y por lo tanto «diferente» en nuestro estudio panel de Committee on Political Behavior), y demos• traba la
socializa• ción y maduración política no se nos viabilidad de llevar a cabo una recogida sistemática de
ocurrió. La urgente nece• sidad de aumentar el datos sobre élites políticas. Esta capacidad fue ejercida
promedio de edad de nuestros sujetos y la necesidad de nue• vo por Eulau una década más tarde, cuando él y
de introducir variaciones diacrónicas en sus expe• Prewitt publi• caban Labyrinths ofDemocracy:
riencias dentro del diseño de nuestra investigación Adaptations, Linkages, Repre- sentations, and Policies
parecía obvia y completamente dentro de la in Urban Polines (1973).
modalidad intelectual de The American Voter. De la En 1974, próximo el fin del período de lo «Viejo»,
misma manera, los datos hábilmente ana• tres estu• dios íntimamente relacionados fueron
promovidos por el Michi • gan Center for Political
Studies. Con el apoyo de la National Science
Foundation y Russell Sage, las elecciones de 1974 fue•
ron el centro de atención de estudios
interrelacionados sobre los votantes (1) y las campañas
(2) en la elección a la cámara de representantes
estadounidense, documentados tanto por una muestra
nacional de candidatos y directores de campaña en
competición como por (3) la presentación que los
medios hacían a los votantes de esas campañas. Alg o los directores de campaña, y como se narraban por
de la investiga• ción de Erbring y MacKuen, relatada edito• res e informadores políticos, así como se
por Huckfeldt y Carmi• nes, explotaba los datos percibían por los votantes, se han sincronizado
derivados de l trabajo de 1974. Lo s estudios de debido a la obvia interdepen-
estrategias de campaña tal y como se planeaban por
434
435
dencia funcional de los tres grupos de actores. A técnicas de investigación de cada una de las diversas
propósito, el diseño de los tres elementos, esta vez disciplinas académicas y de su aplicación cuando
centrados en las elec• ciones al Senado de los EE.UU. toma forma la lógica interna de cada elemento en el
, está siendo actualmente repro• ducido por dos de mis diseño global de la investigación. Podría ser úti l
colegas, los profesores K i m Kahn y Patrick Kenney, clasificar las contribuciones de las diversas disciplinas
en la Arizon a State University. Ambos son -o los orígenes- de la investigación «Nueva» del
politólogos y ambos están bien entrenados en los comportamiento político. Entre los «Viejos» estudios
enfoques acer• ca del comportamiento político y en la mezcla interdisciplinar de percepcio• nes y
los métodos que se gene• raron en un amplio conjunto conocimientos prácticos parecía completamente
de disciplinas de la ciencia social. natural.
La lista podría extenderse, pero la cuestión no es
otra que revisar el programa de investigación surgido
del Michigan Cen- ter for Political Studies para I I I . Nuevos aspectos de la
ilustrar cuantos estudios diferentes fueron vistos por investigación del
comportamiento político
sus principales investigadores como partes
estrechamente interconectadas de un conjunto Lo Viejo y lo Nuevo difieren en al menos tres
coherente sus• tantivo, que sólo de forma casual abarcó aspectos. En parte debido a que muchas de las
elementos que podían ser identificados con diferentes «Viejas» recogidas de datos fueron simples
disciplinas e hicieron perfecta• mente posible la instantáneas de cruces sectoriales de un gran y
creación de un conjunto de métodos y técnicas de complejo conjunto de «variables» derivado de
investigación interdisciplinar. Cada estudio era poblaciones
conformado por importantes investigadores con
diferentes combinaciones de intereses,
especializaciones y variada formación disciplinar pero,
posiblemente, sin un interés consciente en ser
«interdisci• plinar». La fuerza de los estudios depende
del préstamo de con• ceptos, hipótesis, métodos y
enormes y heterogéneas, la creatividad City es al menos tan importante como probar una
metodológica llev ó a superar las limitaciones nueva idea o conocimiento teórico. En con• secuencia,
inherentes en los datos. Las insufi• ciencias fueron la «Nueva» investigación está menos inspirada por la
particularmente obvias en datos destinados a perspectiva de una nueva aventura dentro de los hasta
representar un «proceso» que implicaba a los votantes aho• ra inexplorados terrenos de la política y el
en sus elecciones de voto. Esta necesidad de gobierno, ofrecien• do con más frecuencia un recorrido
metodología para supe• rar las deficiencias de los a través de un terreno esen• cialmente familiar en un
datos se concretó por medio de un ingenio que pronto nuevo vehículo analítico.
fue su propio estímulo, acelerando nuevos desarrollos, La evolución de nuevas técnicas y perspectivas
cursos sobre los «métodos de investigación», en la analíticas, por supuesto, ha sido posible a través de la
medida que proliferaron y la «metodología política» acción del ordenador, una segunda fuente de
llegó a ser el enfoque de la actividad organizativa transformaciones de lo «Viejo» a lo «Nuevo». Cuando
profesional. se obtuvieron los datos para Civic Culture de Almond y
Por la razón que sea, la sofisticación analítica, o la Verba, o para Who Governs, o The American Voter de
com• plejidad, parece ser ahora la esencia de muchos Dahl, el proceso de los datos y los cálculos analíticos se
nuevos traba• jos publicados. La propensión de los reaüzaron con la tarjeta ( I B M ) Hollerith de ochenta
análisis de datos a ser con simples preguntas bivariadas columnas y los dispositivos de tarjeta mecánica para
o trivariadas ha desaparecido para avanzar hacia el clasificar -l a ficha clasificadora o el «101» con su
«modelo» de una nueva idea con ecuaciones de complejo cableado eléctrico produce un cálculo y una
muchos términos de múltiples variables. Si esto, en clasificación más compleja- Los datos originales del
gene• ral, es un sello de superioridad de lo «Nuevo» estudio de Elmira que subyacen al primer libro de
sobre lo «Vie• jo» es asunto de otra serie de capítulos. Lazarsfeld y Berelson, Voting (1959), son todavía
Parecería, sin embar• go, que estar al día en Method llevados a los archivos ICPSR sobre tarjetas agujereadas
-con , a menudo, dos variables para codificar

436 437

en una única columna que divide las doce filas entre mejora en relación con la grabación manual sobre papel
sí-. Los análisis para The Voter Decides se basaron en tabulado, supuso un premio en la manipulación de
«tarjetas de análi• sis», en las cuales un subconjunto de datos, y adaptó la documenta• ción para fijar cada paso,
variables relacionadas con una única parte del análisis y puso serios límites sobre la comple• jidad de las
habían sido trasladadas de sus origi• nales tarjetas de técnicas analíticas que se podrían usar. El ordenador
almacenaje y puestas juntas de modo que esta• ban cambió -y todavía está cambiando- todo eso. Los 23
físicamente localizadas sobre la misma tarjeta de estudios de la American NES en series de cuarenta
análisis. años ahora están dis• ponibles, con documentación
Aunque esta engorrosa tecnología era una gran completa detallada, sobre un úni• co disco compacto
que además lleva un terminal software para facilitar el mitte, tan importante para la financiación de esos
acceso a los datos. La capacidad del ordenador para estudios, sub• vencionó y respaldó dos seminarios de
los análisis multivariados hoy dará cabida a series de verano en el Michigan Survey Research Center en
datos en la clasificación a partir de variables para miles 1954 y 1958. Los participantes incluían talentos
de casos. Estas capacidades de almacenaje, recuperación como Robert Lañe y Heinz Eulau. Por el con• trario,
y procesamiento han fomentado la proliferación de Mi l l e r y Stokes fueron los instructores y cada verano
intereses tanto metodológicos como sustantivos y han se dedicaban a enseñar y a aprender acerca de cruces
hecho posible una investigación que ape• nas pudiera y códi• gos y el cálculo de Chi squares. Los veranos
haberse imaginado hace cuarenta años. fueron excitan• tes, nuevas experiencias
El tercer cambio crucial que ha ocurrido en los aprendiendo y haciendo conjunta• mente, y nuevas
últimos treinta años ha sido en el acceso de la experiencias en el ámbito del proceso de datos.
organización social a los datos. Los primeros años de
La experiencia de 1954 inspiró a Eulau a
la revolución conductista estu• vieron marcados por
regresar a An n Arbor en 1955 y lanzar su trabajo
una verdadera explosión de estudios empí• ricos basados
sobre clase social y políti • ca. La continuación de los
sobre la recogida de datos de grandes poblaciones
seminarios fue menos valiosa. Los estudiosos
políticamente relevantes. En el comportamiento
volvieron a sus departamentos con la reciente con•
electoral, hubo estudios de electorados nacionales, y
vicción de la falta de infraestructura, necesaria para
en el .comportamiento legislativo, estudios de
aumentar o continuar la experiencia de Michigan .
parlamentos en los gobiernos naciona• les. Sin
Y esto incluso en muchos de los mejores
embargo, en virtud de la tradicional cultura académi•
departamentos de ciencia política. Fue• ra de una
ca, y en ausencia de cualquier alternativa, la
conciencia de la dificulta d experimentada por la
explotación de cada nueva colección de datos en los
mayoría de los seminaristas que querían continuar su
años cincuenta estuvo ampliamente restringida a los
nuevo trabajo camino de casa, nació la idea de Inter-
investigadores principales y a sus estudiantes
University Con- sortium for Political Research.
licenciados.
La idea tenía dos elementos. El primero, establecer
En un esfuerzo por aumentar el número de la regla cultural de compartir datos. La norma
estudiosos que pudieran tener acceso a los estudios tradicional daba al crea• dor o generador de los datos
de elecciones de Michi • gan de 1952 y 1956, el un virtua l derecho de propiedad para controlar el
mismo SSRC Political Behavior Com- acceso a los datos. El nuevo concepto enfati- zaba el
compartir los recursos de los datos, particularmente si
4 fueron inicialmente creados a partir de financiación
3 pública. El otro elemento importante de la idea
original del Consortium era el objetivo de crear una
8
nueva organización para facilitar los esfuerzos de
investigación individual , pero para ser apo• yados
por departamentos de ciencia política. Se mantendrían
bibliotecas de datos (denominadas de manera
inapropiada
«archivos»), construidas sobre datos proporcionados investigadores, que de otro modo estarían separados
por los principales investigadores para compartirlos unos de otros.
con sus colegas. La organización además
proporcionaría el entrenamiento nece• sario para 4
acceder a los datos y para facilitar su análisis. Daría
la infraestructura necesaria para la explotación de 3
extensos recursos de datos para ser compartidos por 9
Las principales consecuencias de las
Hoy ICPR ha llegado a ser ICPSR, y, a través del
revoluciones en los métodos, las aplicaciones
prema• turo liderazgo de personas como Jean
informáticas y la organización huma• na no se pueden
Blondel, Stein Rokkan, Erwi n Scheuch y Rudol f
anticipar en detalle. Habrá ciertamente un
Wildenmann , hay un floreciente ECPR. Bergen,
extraordinario incremento en el volumen total de
Colonia, Essex y otros han establecido archi• vos de
investigación. Los criterios técnicos entrarán en casi
datos que completan la más larga colección de
todos los frentes - l a reco• gida de datos, el análisis de
datos sostenida en An n Arbo r por el ICPSR.
datos y las explicaciones teóricas del comportamiento
Más recientemente todavía, surgió otra
político en distintos colectivos-. Sin embar• go, dadas
innovación organi• zativa para promover el
las diferencias lingüísticas y culturales entre las
«Comparative Study of Electoral Sys• tems». Con el
comunidades de estudiosos, es además probable que la
liderazgo de John Curtice desde Inglaterra, Soren
tecno• logía de la investigación continúe dejando
Holmberg desde Suecia, Hans Dieter Klingemann
atrás y venciendo descubrimientos sustantivos.
desde Ale• mania, Steven Rosenstone desde los
Por otro lado, los asuntos tales como aquellos
Estados Unidos y Jacques Thomassen desde Holanda,
expresados en el capítulo anterior no son simplemente
los planes son caminar hacia estu• dios de elecciones
temas metodológi• cos y están siendo lentamente
nacionales, alrededor del mundo, instru• mentos
dirigidos, o reconducidos. El tra• bajo de Huckfeldt y
para unos sistemáticos estudios comparados transna•
Sprague, entre otros, habla ciertamente de
cionales. El objeto está relacionado estrictamente
con el comportamiento electoral, pero el 4
microanálisis del compor• tamiento individual en 4
0
cada país será realzado con los datos de los contextos
proporcionados por factores económicos y socia• les
relevantes de cada país.

IV. El impacto de lo nuevo sobre lo viejo


forma directa de la necesidad de desagregación y reconozcan los problemas.
reagregación en el nivel individual de la experiencia. El tema de Franz Pappi es, en mi opinión, otra
Entre los trabajos «más viejos» que atienden a asuntos versión del de Dunleavy. La particular aplicación a la
similares comprometidos con temas bastante diferentes elección en sistemas multipartidistas no ha tenido
está el libro de Verba y Nie sobre par• ticipación suficiente atención en los Esta• dos Unidos porque
política. En general, creo que es tan fácil subestimar es raro que los votantes estadounidenses tengan una
los temas reales de los «Viejos» investigadores sobre oportunidad real de votar de forma estratégica en las
cuestio• nes de heterogeneidad entre sus encuestados elecciones presidenciales. Es posible que una
como desestimar el coste de hacer algo acerca de eso. repetición de
Al mismo tiempo, puede ser que haya un problema 1992 hubiera cambiado todo eso. El capítulo de Pappi
real en sobreestimar el alcance o la consecuencia de (supra, cap. 9) es decisivamente importante porque
la heterogeneidad basada en la experiencia. Al complementa las otras preocupaciones acerca de la
menos en el terreno de intentar explicar las opciones de política norteamericana y la ciencia política
voto de un elector, la búsqueda de la evidencia de que norteamericana con una gran contribución de la
los votantes proceden de circunstancias diferentes, cultura polític a europea. En particular, trae la
usan paradigmas dife• rentes en su toma de decisión, considera• ción de la formación de coalición en el
no ha sido recompensada. Advertir que posiblemente cálculo analítico.
cada resumen de medición de una relación represente Sobre este punto sólo puedo decir, dígannos más.
algún «promedio» entre votantes, inclu • yendo La mayoría de los analistas norteamericanos no se
muchos para quienes el resumen no resulta las arreglan bien cuando el votante tiene más de dos
apropiado está muy bien, pero ¿qué hacer? No pienso alternativas. Un tercer
que el fallo resi• da en una preocupación por las
4
definiciones institucionales de lo significativo tanto
4
como por la no adecuación de los recur• sos con los
1
que extraer los propios datos. Lo «Viejo» no fun•
ciona bien en este terreno, pero no porque no se

la posibilidad de utilizar datos como un
candidato es o bien ignorado, como fueron Wallace
«termómetro» de candidatos, com o una alternativa
en 1968 y Anderson en 1980, o bien se le da un
para muchos ejemplos de teorías de elección
tratamiento separado, como con Perot en 1992. La
racional. El problema se puede al menos reducir si el
noción de que algunos votantes hacen un cálculo
análisis busca adoptar la perspectiva del votante y
basado sobre el voto estratégico se enuncia a menudo,
está, por lo tanto, limitado a la aparente disputa,
pero rara vez se analiza. Al mismo tiempo, adver• tiría
votante y por votante, entre los dos candidatos más
favorecidos. En 1992, el análisis que eliminaba a los 2
candidatos de menor preferen• cia proporcionó
persuasivas explicaciones del voto de Perot sin recurrir a
conceptos de voto estratégico (Mille r y Shanks, 1996).

V. Nuevas definiciones de ciudadanía

En tanto que cada línea de interrogantes dentro del


com• portamiento electoral de masas desarrolla sus
propias genera• lizaciones empíricas unidas por su
misma lógica, y progresa por medio de la constante
interacción entre teoría y eviden• cia, se necesitaría la
invisible guía de un Abigai l Smith para producir un
nuevo modelo empírico del ciudadano democrá• tico.
Me parece que no estamos en el proceso de desarrollar
un nuevo modelo de el ciudadano democrático tanto
como lo esta• mos de aprender sobre las condiciones y
circunstancias bajo las que categorías diferentes y
diversas de ciudadanos respon• den políticamente en
sentidos comprensibles y comprensible• mente
diferentes. Aunque mucha de la filosofía polític a y
mucho del comportamiento político de élite se queda
con una u otra concepción del promedio o miembro
típico, en la clasi• ficación y el perfi l de ciudadanía,
gran parte de la investiga• ción sobre grandes
poblaciones, tales como los electorados nacionales,
muestra la heterogeneidad de respuestas a estímu• los
comunes.
De manera más general, me parece que el
desafío de la teoría democrática ha fomentado,
verdaderamente, «mucho
4
4
de la agenda para la investigación del comportamiento finalmente los diversos significados. Puede ser que la
polí• tico durante los últimos cincuenta años», pero mayor atención autoconsciente a las asunciones que
únicamente en el sentido más amplio. Es cierto que la sub- yacen a la teoría democrática canalizasen
sentida necesidad de comprender mejor el programas de inves• tigación para encontrar diversos
comportamiento de voto de todo el elec• torado se desafíos puestos por la teoría. Hasta aquí el
perfila desde la convicció n de que las elecciones son serpenteante curso de investigación dentro del
instituciones vitales en la política democrática. comportamiento electoral de masas, a menudo ha
Muchos trabajos sobre temas específicos están en la seguido las decisiones de los estudiosos que intentan
agenda en vir • tud de definiciones institucionales de «comprender» mejor algunos rasgos obvios de la
un problema. Es además cierto que después del hecho topografía política que probar una construcción
hay a menudo especulación sobre el significado que normativa.
tiene una generalización nuevamen• te verificada para
éste o aquel aspecto de la filosofía norma• tiva. Sin
embargo, es también cierto que la verificación de Bibh
generalizaciones empíricas es raramente buscada ogral
debido a su potencial implicació n en teorías de ia
gobierno democrático. Las generalizaciones son
habitualmente reexaminadas por• que la verificación ALMOND, G. y VERBA, S., The Civic Culture, Princeton (N.
, o el rechazo, tiene implicaciones para nuestras J.), Prin- ceton University Press, 1963.
CAMPBELL, A., CONVERSE, P. E., MILLER , W. E. y STOKES, D.
teorías sobre las causas de un comportamiento deter• E., The
minado. American Votei; Nueva York, Wiley, 1960.
Lo que hemos aprendido acerca del
4
comportamiento elec• toral de masas ciertamente tiene
4
significado para las teorías de política democrática. 3
Pero hasta ahora no estamos seguros de cuáles serán
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444
12. Política comparada: una visió n general

PETER M A I R

I. Introducción: la disciplina de la política comparada

Siempre, desde que Aristóteles dispuso el examinar las


diferencias en las estructuras de los Estados y constituciones
y buscó desarrollar una clasificación de tipos de regímenes,
la idea de comparar sistemas políticos ha descansado en el
1
núcleo de la ciencia política . Al tiempo, sin embargo, aun•
que perennemente interesada con temas clásicos tales como
el análisis de los regímenes, el cambio de régimen, y la demo•
cracia y sus alternativas, la política comparada no es una dis•
ciplina que pueda definirse estrictamente en términos de un
único campo de estudio sustantivo. Más bien es el énfasis
sobre la comparación en sí misma, y sobre cómo y por qué
los fenómenos políticos pueden compararse, lo que delimita
un área específica en el seno de la ciencia política. En reali•
dad, precisamente porque no existe un único campo de estu•
dio sustantivo en la política comparada, se ha cuestionado con
frecuencia la relevancia y valor de tratarla como una subdis-

' Véase libros II. b y IV. b de La Política de Aristóteles.

44 7
ciplina separada (véase la discusión en Verba, 1985; comprobación de teoría, donde los países funcionan
Dalton, como casos. Semejante enfoque constituye clara•
1991;Keman, 1993a). mente un componente principal de la investigación de
La disciplina de la política comparada se la cien• cia política más en general, y, ciertamente, ha
presenta habi- tualmente constituida por tres elementos sido la fuente de alguno de los textos de referencia en la
relacionados. El pri• mero, y más simple elemento, es disciplina como un todo (por ejemplo Almon d y
el estudio de países extran• jeros, a menudo con Coleman, 1960; Almond y Verba, 1965; Lipset y
independencia de cualquier otro. Así se define Rokkan, 1967; Lijphart, 1977).
usualmente a la política comparada a efectos pedagó•
gicos, especialmente en las culturas
angloamericanas, don• de se ofrecen diferentes
cursos sobre diferentes países, y se publican e
incorporan a dichos cursos numerosos libros de
texto sobre países individuales. Por supuesto, en la
práctica, por muy úti l que este enfoque resulte en
términos pedagógi• cos, con frecuencia implic a
escasa comparación real, excep• to implícitamente.
Cualquier investigación que pueda incluir• se bajo este
encabezamiento se dirige primordialmente a la
recopilación de informació n sobre el país o países
indiv i • duales afectados. En realidad, uno de los
problemas asocia• dos con la distintivida d o no de la
política comparada como una subdisciplina es que un
académico norteamericano que trabaja sobre,
pongamos, la polític a italian a es catalogado
habitualmente por sus colegas nacionales como un
«compa- rativista», mientras que un académico
italiano que trabaja sobre la polític a italiana es
catalogado por sus colegas nacio• nales como un «no
comparativista». Lo que, por supuesto, hace que la
definición no tenga sentido.
El segundo elemento, más relevante, es la
comparación sis• temática entre países, con la
intención de identificar, y even- tualmente explicar,
las diferencias o similitudes entre ellos con respecto al
fenómeno particular que esté siendo analizado. Más
que situar el interés en la información que pueda
derivarse acer• ca de esos países, aquí el énfasis reside a
menudo en la elabo• ración de teoría y la
El tercer elemento dentro de la política comparada cuanto la variedad de enfo• ques desarrollados también
se cen• tra en el método de investigación, y se interesa son aplicables dentro de todas las restantes ciencias
por las reglas de desarrollo y estándares sobre cómo sociales. En realidad, algunos de los estu• dios más
debiera llevarse a cabo la investigación comparada, importantes del método comparativo (por ejemplo,
incluyendo los niveles de análisis en los que opera el Przeworski y Teune, 1970; Smelser, 1976; Ragin, 1987)
análisis comparativo, y los límites y posi• bilidades de están dirigidos a las ciencias sociales como un todo
la comparación en sí misma. Precisamente porque el antes que a la ciencia política per se. En términos de
acto de la comparación resulta en sí mismo tan sus preocupaciones sus• tantivas, por otro lado, los
instintivo, tanto para los científicos como para las campos de la polític a comparada parecen difícilmente
culturas populares, este tercer elemento es asumido en separables de aquellos de la ciencia polí• tica tout
ocasiones por los investigado• res como no court, en cuanto que cualquier foco de investigación
problemático y por ello se olvida. Y es este o lvi • do, puede afrontarse comparativamente (usando datos
en cambio, lo que yace en la raíz de alguno de los transnacio• nales) o no (usando datos procedentes de un
proble• mas más severos en la acumulación de solo país). Resul• ta evidente, por ejemplo, que
investigación, por un lado, y en la elaboración y muchos de los campos de estu• dio cubiertos en los
comprobación de la teoría, por otro. restantes capítulos de este libro son sujeto regular para
2
Inusualmente, la política comparada es una investigaciones comparativas y no comparati• vas .
disciplina que se define tanto por su sustancia (el Si la política comparada es distintiva, por lo tanto, lo
estudio de países extran• jeros o de una pluralidad de es
países) como por su método (véa• se Schmitter, 1993,
p. 171). Al tiempo, por supuesto, esto soca• va 2
Así, es interesante reseñar que cuando preparaba la segunda
inmediatamente su distintivida d como campo de edición de la obra The State ofthe Discipline (El Estado de la
estudio. En términos de su método, por ejemplo, la Disciplina), publicada en 1993,
política compara• da resulta difícilmente distintiva, en
448 44 9
1991), en su lugar, este capítulo versará sobre tres
entonces realmente sólo en términos de la combinación
temas principales, centrándose en particular en el
de sus• tancia y método, y para separarlos se necesita
contraste entre la ambición y enfoque de la «nueva
disolver la polí• tica comparada bien en la ciencia
política comparada» de finales de los cin• cuenta y los
política como un todo, o más generalmente en las
sesenta, por una parte, y aquellos propios de la actual
ciencias sociales.
generación de comparativistas, por otra (para una revi•
Dada la imposibilidad de revisar el amplio
sión valiosa y de más amplio alcance véase Daalder,
espacio de los desarrollos en la ciencia política como
1993). El primero de estos tres temas, que se desarrolla en
un todo, y, al tiempo, lo indeseable de centrarse
la sección I I , concierne al alcance de la comparación,
únicamente sobre los métodos de comparación, una
acaso la principa l fuente de diferencia entre las
materia que ya ha recibido abundante aten• ción en la
«escuelas» primera y últim a de la política comparada.
literatura reciente (véase, por ejemplo, Collier, 1991;
Aunqu e mucho tiende a estar hecho según los
Keman, 1993 b; Bartolini , 1993; Sartori y Moruno ,
enfoques contrapuestos adoptados por cada una de El segundo tema, que se desarrolla en la sección
esas dos generaciones de académicos, y el supuesto I I I , con• cierne a los tópicos reales y preguntas que
olvid o y posterior «redescubrimiento» de las afrontan las inves• tigaciones de política comparada, y
instituciones y del Esta• do como focos principales de donde puede apreciarse un giro de enfoque bastante
investigación, esto puede resul• tar engañoso, en acusado, con una mayor atención dedi• cada ahora a los
«productos» -outputs- más que a las «entra• das»
cuanto que la aparente ausencia de un énfa• sis
-inputs- y a los resultados de la política y la
institucional en los cincuenta y los sesenta se debe ejecutoria de los gobiernos más que a los
más a las ambiciones globales (el alcance de sus determinantes de la política y las demandas planteadas
investigaciones) de la primera generación, y por ello ante el gobierno (véase también Rogowski, 1993). Lo
al mu y elevado nivel de abs• tracción en el que cual se relaciona también con el cambio en el alcance
construyeron sus conceptos, más que a cual• quier de la comparación, en cuanto posee bastante más
degradación teórica de las instituciones per se. sentido preguntar si la política importa -un a cuestión
de pro• ductos y resultados- cuando el alcance de la
Conco- mitantemente, el redescubrimiento de las
comparación se restringe a sólo un pequeño número
instituciones en los ochenta y los noventa debe al de casos relativamente similares. El tercer tema, que
menos tanto a la reducción del alcance de la será desarrollado en la sección IV , concierne a algunos
comparación, como a cualquier realineamiento de los problemas afrontados de manera corriente en la
teórico en la disciplina. investigación comparada, dedicando particular
atención, por un lado, al papel de los países como
unidades de análisis, y, por otro, al uso y, en verdad,
Ada Finifter fue avisada de que «no sólo necesitábamos más virtua l fetichiza- ción de los indicadores. El capítulo
capítulos compa• rativos de los que incluía la primera edición, sino concluirá con una breve discusión en la sección V de
que todos los capítulos debie• ran ser comparativos.» (Finifter, 1993, p.
v iii ) . algunas de las tendencias pre• sentes y futuras en
política comparada, centrándose en parti• cular en el
renovado énfasis sobre el contexto, así como en el
3
análisis de caso en profundidad .

I I . Alcance

Escribiendo a principios de los sesenta, en una


revisión de base más amplia y más valiosa de los
estados pasado y presen• te de la política comparada,
Harry Eckstein (1963, p. 22) anotó que la política
comparada entonces podía caracterizarse por «un interés
reavivado por las comparaciones a gran escala, una con•
cepción relativamente amplia de la naturaleza de la
política y lo relevante para la misma, y un énfasis
creciente sobre la solu• ción de problemas teóricos de 3
Para una versión anterior de alguna parte de esta
rango medio referidos a los deter- discusión, centrada en concreto sobre el método comparativo,
véase Mair , 1995.

45 0 45 1

minantes de ciertas clases de comportamiento subsiguiente del trabajo del Comité y del avance de la
polític o y los requisitos para ciertas clases de políti • ca comparada durante este período, su
instituciones políticas». En este caso el punto de estrategia había sido intentar acercar a los
referencia de Eckstein aludía a las primeras etapas de investigadores que trabajaban en países diferentes a
aquella que hoy frecuentemente se considera fue «la lo largo del planeta, y persuadirlos de que eran
Edad Dorada» de la política comparada, cuando una «parte de una disciplina común preocupada por los
serie de programas de investigación mayores e mismos problemas teóricos y tenían a su disposición
innovadores fueron ini • ciados por Gabriel Almon d las mismas meto• dologías de investigación».
y sus colegas desde el Comité del Consejo de La ampliación de las preocupaciones en un sentido
Investigación Americana en Ciencia Social sobre geográ• fico o territorial fue acompañada, también
política comparada (fundado en 1954). Y lo que necesariamente, de una ampliación del sentido de la
resulta acaso más chocante en esta caracterización, y política en sí misma, y, en par• ticular, por un rechazo
también quizá la carac• terística distintiva más de lo que entonces se percibía como el tradicional y
importante en el nuevo enfoque desa• rrollado por el estrechamente definido énfasis sobre el estudio de las
Comité , es precisamente la atención que se instituciones políticas formales. En realidad, leyendo
comenzaba a prestar a las «comparaciones a gran el tra• bajo de los comparativistas principales de los
escala». Rechazando el entonces tradicional y casi cincuenta y los sesenta, uno se ve sorprendido
exclusivo énfasis en el mundo desarrollado, y en la constantemente por una casi pal-
Europa occidental y los Esta• dos Unidos en
4
particular, y rechazando también el uso de un 5
lenguaje conceptual desarrollado con tales 2
comparaciones limitadas en mente, Al mon d y sus
colegas buscaron desarro• llar una teoría y una
metodología que pudieran, a un tiempo y
simultáneamente, tanto aparejar como comparar
sistemas polí• ticos de la clase que fuera, primitivos o
avanzados, democráti• cos o no democráticos,
occidentales o no. Como A lm o n d (1970, p. 16)
puso de relieve posteriormente en una revisión
pable frustración con la aproximación al estudio de las animó a la nueva generación de comparativistas a
institu• ciones políticas que había prevalecido hasta prestar aten• ción a aspectos menos formalizados de la
entonces. Dos fac• tores resultaban especialmente política, incluso den• tro del estudio de los propios
relevantes en este caso. En pri • mer lugar, el énfasis regímenes del oeste. Así, los estu• diosos de la política
tradicional sobre las instituciones era percibido en los países del oeste de Europa se vieron animados a
como favorecedor de los aspectos legales y formales abandonar sus «desviaciones formales e institucio•
de la política a expensas de aquello que podría nales» y centrarse en su lugar sobre «la infraestructura
denominarse polí• tica «en la práctica» y favorecedor política, en particular sobre los partidos políticos, los
de la historia «oficial» a expensas de lo que se creía grupos de interés y la opinión pública» (Almond ,
cada vez más era una historia alter• nativa y «real». 1970, p. 14).
Así «realismo», más que «legalismo», iba a con• Las ambiciones globales, y la necesidad de
vertirse en la palabra clave para los nuevos desarrollar una concepción de la política y el sistema
comparativistas. En segundo lugar, se requería también político definida de mane• ra más amplia, tuvieron
una ampliación del sentido de la política en orden a dos consecuencias importantes. La pri • mera fue el
inicio de un programa de investigación en política
incorporar un reconocimiento de agen• cias menos
comparada extraordinariamente fructífero, cuya
estructuradas formalmente y procesos que extendían el completa esca• la, coherencia y ambición han
4
ámbito de lo político bastante más allá de las permanecido desde entonces sin rival , y cuya
instituciones for• males de gobierno. Esta recopilación continúa apreciada en una imagen
transformación se desarrolló junto a las nuevas
ambiciones globales de la disciplina, con el rechazo 4
Véanse, por ejemplo, en adición a una larga serie de
del legalismo caminando mano con mano con el importantes mono •
grafías: Al m o n d y Coleman, 1960; Binde r el al, 1971 ; Coleman,
rechazo a centrar• se principalmente en la política
1965; LaPa-
occidental. Más aún, este nue• vo enfoque no sólo
permitió un análisis más matizado de los regímenes 4
no pertenecientes a Occidente, sino que también 5
3
de este período como si fuera «la Edad Dorada» de falta de] dirección clara, liderazgo, y un conjunto de
la disci• plina. «La política comparada es [hoy] y ha basamentos teóricos consensuado y sostenido
5
sido desalentado• ra para algunos», anotó Verba comúnmen• te» (1985, p. 28) . Segundo, consciente
(1985, p. 29) en una revisión pesimista, «pero es de que «el desafío que afronta la política comparada
desalentadora en comparación con las aspi• raciones y [era] elaborar un aparato con• ceptual para contener
esperanzas del pasado». Desde aquella Edad Dora• la escala global vastamente extendida de sus
!
da, a menudo se percibe que la disciplina ha id o en investigaciones empíricas» (Rustow, 1957, 1963, p.
retirada, con los académicos quejándose, al menos 65), emergió también una nueva aproximación al
en conversaciones con Verba, de «división, estudio de la polí• tica que fue encapsulada en el seno
fragmentación y atomización en el área [...] [y la de las ahora más critica• das nociones del
«funcionalismo estructural». Previamente, como ya
se ha puesto de relieve, la política comparada había Junto con la ambición globalizadora, por lo tanto,
sido dominada por el estudio de los sistemas vino el abandono de l énfasis sobre las
democráticos esta• blecidos, claramente definidos y instituciones formales del gobierno, y,
avanzados económicamente, todos ellos más o menos ciertamente, el abandono del énfasis sobre la
caracterizados por una división apa• rentemente noción de Estado en sí misma, que sería traducida a
nítida entre el Estado y la sociedad c i v i l , y por referen• cias más abstractas al «sistema político».
una concepción del Estado visto como compuesto de
Como puso de relie• ve Almon d (1990, p. 192)
institu• ciones específicas (y comparables)
-ejecutivos, parlamentos, burocracias, judicaturas, posteriormente, esta nueva termi• nología permitió a
fuerzas militares, y demás-, donde cada una juega los investigadores tomar en consideración las
su propio papel específico dentro del sistema. Las instituciones «extralegales», «paralegales» y
comparaciones globales, por el contrario, «sociales» que eran tan cruciales para la
implicaban no sólo la inclusión de regímenes no comprensión de la política no occidental, y, como
democráticos, sino también de países realmente sugirió Finer (1970), se requería en orden a
subdesarrollados, dotados de así llama• dos sistemas
políticos «primitivos», en los cuales no sólo era «acompasar sociedades preestatales/no estatales, así
difíci l establecer los límites entre el Estado y la como papeles y cargos que podrían no ser percibidos
sociedad civil , sino que era casi imposible algunas como abierta• mente conectados con el Estado».
veces identificar institu• ciones políticas específicas Más aún, este nuevo len• guaje podría servir
con un propósito específico. también a los intereses de aquellos estu• diosos que
seguían preocupados con la polític a occidental,
lombara, 1963; LaPalombara y Weiner, 1966; Pye, 1962; y Pye y dado que incluso aquí una nueva ola académica había
Verba, 1965. comen• zado a «[descubrir] las instituciones
5
Véase tambié n la revisió n de Daalde r (1993 , p. 20)
quien habla del políticas en su práctica real desviada de sus
«regocijo» asociado con el «boom de progreso político » en competencias formales», y había empe• zado a
los sesenta. «[complementar] la aproximación puramente legal
con una observacional o funcional . Ahor a el
4 problema no sólo era qué poderes legales poseían
5 estas agencias, sino qué hacían realmente, cómo se
4
relacionaban unas con otras y qué pape• les jugaban
en la factura y ejecución de las políticas públicas»
(Almond, Colé y Macridis, ' 1955,1963, p. 53). De
ahí el emer• ger del funcionalismo estructural, en el
que ciertas funciones definidas de modo bastante
abstracto se conceptuaban como necesarias en todas
las sociedades, y en el que la ejecución y
rendimiento de tales funciones podía entonces análisis del
compararse a través de una variedad de estructuras «Estado». Si el enfoque de Almon d y sus colegas
formales e informales diferentes. puede carac• terizarse como aquel que «identificaba
Por supuesto, desde ese momento, este la materia sujeto de la ciencia política como un tipo
entonces nuevo y rompedor enfoque ha sido sujeto de de actividad, comportamiento,
extensa crítica y de con• trarreacciones, con una
4
nueva ola académica surgida en los ochenta que 5
realzaba la necesidad de retornar al estudio de las
instituciones y de restaurar la primacía de un 5

Shepsle y Weingast, 1987). Tercero, las institu•


o, en un sentido más amplio, función [...] , no limitado
ciones, y las variaciones institucionales en particular,
en modo alguno por variables estructuras históricas e
tenían un efecto principal sobre los resultados,
instituciones a través de las cuales pueden expresarse
estando la capacidad de los actores para realizar sus
las actividades políti • cas» (Easton, 1968, p. 283;
fines al menos parcialmente deter• minada por el
véase también Fabbrini, 1988), enton• ces el nuevo
contexto institucional en el que operaban (por
enfoque que comenzó a afirmarse en los ochenta era
ejemplo, Scharpf, 1988; Lijphart, 1994a).
aquel en el cual el contexto se convirtió en crucial, y
en el que eran precisamente las «variables Para una interpretación, entonces, parece que
estructuras históricas e instituciones» a las que se somos tes• tigos de un proceso casi cíclico en el que
veía desempeñando un papel cen• tral (Thelen y las instituciones, y posiblemente incluso el Estado,
Steinmo, 1992). En primer lugar, las institucio• nes, son privilegiadas inicialmente como las bases sobre
y el Estado en sí mismo, llegaron a ser percibidos de las cuales han de compararse los siste• mas
modo creciente como «actores» relevantes por políticos; en el que estas instituciones son relegadas
derecho propio, en el sentido de que ellos, o pos• teriormente como resultado de la priorización
aquellos que ocupasen los correspon• dientes cargos, de «un realis• mo que reconocía el carácter
eran vistos dotados con intereses propios autó• nomos, procesual de la política » (Almond, 1990, p. 192);
y eran también por tanto parte de la política «real» y en el que las instituciones adquie• ren nueva
(por ejemplo, Skocpol, 1985; véase también Mitchell , relevancia como parte de la política real en sí mis•
1991). Segun• do, y acaso más crucial, las ma. Desde esta interpretación, por lo tanto, vemos
instituciones eran vistas también poseedoras de un una serie de mutaciones paradigmáticas (Evans et al,
efecto determinante principal sobre el com• 1985), que via• jan directas al corazón del análisis
portamiento individual , estableciendo los político comparado en sí
parámetros dentro de los cuales se efectuaban las
opciones y a cuyo través tanto se derivaban como se
expresaban las preferencias (Marc h y Olsen, 1984;
mismo. Desde otra interpretación, sin embargo, los nuevos institucionalistas han reo• rientado ahora ese
contras• tes están mucho mas amortiguados. En una desequilibrio; éste es, en lo principal, un debate
penetrante revi• sión de algunos de los primeros claramente fútil . Más bien, y volviendo a la
trabajos de los neoestatistas y los nuevos cuestión principal, es un problema del alcance de las
institucionalistas, Almond , por ejemplo, se lamen• comparaciones implicadas. Mientras que Almo n d y
taba al remarcar la continuidades reales que existían sus colegas estaban desa• rrollando conscientemente
a través de las diferentes escuelas, argumentando un lenguaje conceptual capaz de afrontar la
que había poco en este así llamado nuevo enfoque necesidades para comparaciones globales, incluso
que no estuviera ya presente, implícita o cuando el análisis concreto se restringía en la práctica a
explícitamente, en buena parte de la primera lite• un caso o a un puñado de casos, buena parte de l
ratura, y que sus términos eran esencialmente trabajo ajustado por los comparativistas más recientes
«indistinguibles de las definiciones "conductistas" está adaptado explícitamen• te para aplicaciones a
funcionalistas estructura• les» (Almond , 1990, p. conjuntos de comparaciones más l i m i • tados (y a
215). menudo bastante poco variados), o incluso, como en el
Pero, aunque Almon d pueda haber acertado al caso de Skocpol (1979), H a l l (1986), o Scharpf
reclamar que la realidad que sustenta la nueva (1988), ape• nas a un número muy reducido de
terminologí a resulta menos nueva de lo afirmado, países. El resultado es que mientras Almon d y sus
el lenguaje conceptual implica • do es ciertamente colegas se vieron en la necesidad de operar en un
diferente, y es aquí donde puede encontrarse la clave nivel muy elevado de abstracción (véase Sarto- r i ,
para el contraste entre las dos aproximaciones. No es 1970), desarrollando conceptos que pudieran
un problema de si Almon d y sus colegas olvidaron trasladarse y ser relevantes para todos los casos
la impor• tancia del Estado y de las instituciones más posibles, la escuela de com • parativistas más reciente
en general, o de si Skocpol y la mayoría de los se ha entendido con un nivel de abs• tracción de
medio grado o incluso bajo, en el cual las especi-

456 457
ficidades del contexto se convertían en estructu• ral a finales de los cincuenta y los sesenta, el
determinantes crucia• cambio no es tan• to un reflejo de progresos en la
les (véase también más adelante). teoría, sino más bien en el méto• do. Una vez que las
comparaciones se vuelven más limitadas en su
No es por tanto un problema de mutaciones en
los para• digmas, sino más bien un problema de alcance, bien mediante la restricción del objetivo a
variaciones en los nive• les de abstracción, lo que, a
una región, o bien a un número reducido de casos, se
su vez, viene inducido por una mutación en el
hace posible poner en juego un grado de
especificidad conceptual e inten- sividad que
ámbito de la comparación. En este sentido, como
fue el caso con la «revolución» funcionalista
simplemente es imposible en las comparaciones
globales que tratan de abarcarlo todo. En otras
palabras, las instituciones y el Estado vuelven a
entrar no sólo porque se las percibe como más
Este estrechamiento del alcance para la
importantes per se, sino también porque los menores comparación pue• de verse de maneras muy variadas.
En primer lugar, y más prác• ticamente, puede verse
niveles de abstracción implicados se lo han per•
mitido, y han creado el espacio para este tipo de en la hoy virtual ausencia de análisis comparados
análisis pega• do al terreno. Al final, por lo tanto, lo con una ambición global, o incluso transregional.
Para asegurarse, varios libros de texto
que resulta sorprenden• te acerca de las categorías
contemporáneos sobre política comparada (por
adoptadas por los funcionalistas estructurales no es
el hecho de que estuvieran más orientados hacia el
ejemplo, Blondel, 1990; Hague et al.,
1992), así como un buen número de cursos
proceso, o más centrados en la sociedad, o lo que 7
establecidos , tra• tan ciertamente de permanecer
sea, lo que resulta en cualquier caso muy debatible
inclusivos, y apuntan a desa• rrollar un esquema de
(Almond, 1990, pp. 189-218); más bien, lo
sorprendente acerca de estas cate• gorías es el
trabajo que pueda acomodar sistemas del primero,
segundo y tercer mundo. Sin embargo, con muy pocas
altísimo nivel de abstracción que requerían en orden a
permitir su desplazamiento de un mundo hasta otro, excepciones, la investigación contemporánea en
y en el que la especificidad institucional era política com• parada tiende a ser restringda por la
absorbida hacia arriba en las nociones más región, o incluso a un núme• ro más reducido de
8
casos , no obstante el hecho de que restan pocas, si
abstractas de papel, estructura y función. Si las
instituciones y el Estado han vuelto a la alguna, terrae incognitae. Esta orientación aparece
preeminencia, por lo tanto, se debe al menos en en evidente contraste frente a las ambiciones
parte a que el alcance de la comparación se ha expresadas origina• riamente por el Comité sobre
política comparada en los cin • cuenta, y a los
vuelto más restringido 6 , y es acaso el pro• greso
más llamativo en el seno de la política comparada
primeros trabajos que, incluso cuando se res•
tringían a uno o pocos casos, persistían aplicando
en las dos últimas décadas.
conceptos que se creían universalmente válidos.
Segundo, existe una tendencia creciente en la
6
Aunque también puede argumentarse que se vieron profesión en general a irse compartimentando en
afectados diferen• tes impulsos ideológicos. Véanse, por ejemplo, grupos más o menos auto- suficientes de, por
A lm o n d (1990, pp. 189-219), Mitchel l (1991), y Chilcot e ejemplo, europeístas, africanistas y latinoa-
(1994, pp. 121-76).
mericanistas, produciéndose muy escasa
4 comunicación a través de las fronteras de la
5 especialización regional. En parte, esto es
simplemente una consecuencia de las presiones en
8 favor de un incremento de la especialización; en
parte, sin embargo, es también una consecuencia de
la creciente profesionalización, al haber crecido lo
suficiente la masa crítica de académicos en los
diferentes campos de especialidad, y las revistas
asociadas,
referencia nacional». Un posible contrapeso frente a la
7
Véase, por ejemplo, la discusión en «Teaching Comparative tendencia de limita r el número y alcance de los casos puede ser
Politics for the proporcionada por el cre• ciente interés por los procesos de
democratización, los cuales poseen clara• mente una relevancia
Twenty-First Century», en PS: Political Science and Politics 28
transregional (véase también más adelante).
(1995), pp. 78-89.
8
Un a excepción relativamente reciente es el estudio de los 4
ministros del gobierno por Blonde l (1985), el cual , bastante 5
apropiadamente, es descrito en la edición de bolsill o como
«constructor de un esquema de trabajo que está libre de
9
metodológico en el seno de la política comparada, y
para permitir la autosuficiencia. En un contexto en
acaso en el seno de las ciencias sociales comparadas
cierto modo diferente, también Almo n d (1990, pp.
en general, ha tendido de mane• ra creciente a
13-31) se ha referido notoriamente al avance de las
recalcar las ventajas de las comparaciones con
«mesas separadas» en la ciencia política, por las
«N pequeña»; así, por ejemplo, resulta bastante
cuales grupos de investigadores están divididos sobre
instructiv o comparar la revisión del método
la base tanto de la ideología (derecha versus
comparativo de Lijphar t de
izquierda) como del método (suave versus duro).
1971, que dedicaba considerable atención a los
Sin embargo, acaso con más realismo, podemos
modos en que los investigadores pudieran
también concebir esas mesas separa• das en función
compensar, o superar, el proble• ma de tener que
de los especialistas regionales, con sus separa• das
tratar con apenas un reducido número de casos, con
cocinas europea, asiática, latinoamericana y
una revisión similar más reciente de Collie r
africana, e, incluso dentro de esos parámetros, siendo
(1991), que dedicaba mucha atención a las claras
progresivamente subdivididas por las especialidades
ventajas de las compa• raciones de N pequeña.
académicas, con los de los partidos comiendo
aparte de los de las políticas públicas, y con los Desde una perspectiva, esta nueva actitud puede
expertos en gobierno local comiendo aparte de verse acor•
aquellos implicados en la investigación electoral. de con muchos de los sentimientos expresados por
Pero el crecimiento de la disciplina no sólo ha buena par-
actuado sobre el corte entre los espe• cialistas
4
regionales, sino que, incluso en el seno de las
diferen• tes regiones, ha tendido también a alimentar 6
la autosuficiencia de las áreas de los 0
especialistas, cada una con su propia y pequeña
red y su propio conjunto de revistas (o, por continuar
la analogía, con su propi o menú), acentuando la
tendencia hacia la fragmentación que ya fue
lamentada por Verba en 1985 (véase supra, y
también Keman, 1993a; para una visión más
sanguínea del proceso, véanse Macridis y Brown ,
1986, y Dal - ton, 1991).
Tercero, y acaso más importante, el debate
te de otros escritos recientes sobre el método un puñado reducido de países, donde las ventajas
comparativo, sea dentro de la ciencia política, la ofrecidas por contemplar el cuadro completo parecen
sociología o la historia, o incluso, dentro de los pesar más que las des• ventajas sufridas por causa de
intentos de síntesis multidisciplinari a (por su aplicabilidad limitada 9 . Sin embargo, a pesar de
ejemplo, Ragin, 1987, 1991), y que ponen los contrastes, existe un sentido en el cual cada
considerable énfasis sobre el análisis holístico y aproximación puede reclamar ofertar la mejor opción
sobre la necesidad de una comprensión más en para el futuro . Como anota Collie r (1991), por
profundidad de los casos particulares. Des• de otra ejemplo, los recien• tes avances en técnicas
perspectiva, no obstante el deseo compartido de cuantitativas parecen dar ahora una opor• tunidad
alejar• se de las comparaciones globales y las mucho mayor para el análisis estadístico entre un
categorías universales, mucho de este trabajo núme• ro relativamente reducido de casos, y
contemporáneo sobre política comparada puede verse pueden dotar a las conclusiones derivadas de tales
mejor como consistente en dos «escuelas» o apro• análisis de mayores autoridad y robustez10. Análisis
ximaciones distintas (véase también Collier, 1991, cualitativos de caso en profundidad, por otro
pp. 24-26). Por un lado, están aquellos investigadores
que insisten en inten• tar derivar conclusiones 9
Véase, por ejemplo, la discusión de Rhodes (1994) sobre
generalizables o en intentar aplicar modelos la construc• ción del Estado en el Reino Unido , que incluy e
generalizables, a través de una variedad de países que, una vigorosa defensa de la capacidad del estudio de caso para
en contraste con las ambiciones globales de la produci r conclusiones generalizables.
10
Como , por ejemplo, es el caso co n el análisis
primera genera• ción de comparativistas de estrechamente argu •
posguerra, viene usualmente l i m i • tada en términos mentado por Schaip f (1988) respecto a la capacidad de los
de región o status. Por otro lado, están aque• llos gobiernos para implementar políticas públicas.
investigadores que parecen cada vez más cautelosos 4
ante la comparación de múltiples casos, incluso 6
cuando está limitada a una N relativamente pequeña, y
que recalcan las ventajas de los análisis en 1
profundidad y en detalle de lo que es como mucho
lado, pese a sus limitaciones obvias, tienen la ventaja
de estar mucho más pegados al terreno, y, al menos a
III .
primera vista, pue• den también probarse más
sensibles a las aportaciones propor• cionadas hoy en día Pregunt
tanto por el «nuevo institucionalismo» como por el as
11
paradigma de la elección racional . En realidad, el
reno• vado interés por los estudios de caso en años En muchos aspectos, la amplia dirección de las
recientes, y el énfa• sis asociado sobre la comprensión preguntas afrontadas por la investigación política
de contexto completo en el cual se toman las comparada ha perma• necido largamente inmutable a
decisiones políticas, ha sido ciertamente esti• mulado través de generaciones, y aca• so incluso a través de
por el potencial ofrecido por estas nuevas aportaciones siglos. ¿Cómo se puede distinguir a unos regímenes de
(véase también sección V, más adelante). otros? ¿Qué cuenta para la estabilidad de un régi• men,
y qué cuenta para el cambio? ¿Cuál es la «mejor» te este interés redespertado en la democratización, y
forma de gobierno? La atención dedicada a estas
«grandes» cuestio• nes ha tendido, desde luego, a la bús• queda de pautas generales y predicciones, lo
flui r y reflui r con diferentes generaciones de que puede resta• blecer un sentido de ambición global
académicos, con un interés recién redesper- tado en a la política comparada, puesto que es realmente sólo
las consecuencias de la nueva ola de democratización en este contexto donde los estu• diosos de los países
(véase, por ejemplo, Diamond y Plattner, 1993), y en vías de desarrollo están comenzando a reabrir
reflejado más obviamente en el extraordinario
líneas de comunicación con aquellos cuyo campo ha
volumen de nueva litera• tura sobre transiciones a la
democracia y sobre ingeniería cons• titucional y estado largamente restringido al Occidente
12
diseño institucional . En realidad, es precisamen- desarrollado; la pericia de los estudiosos del antiguo
«Segundo Mundo» se per• cibe finalmente como
" Véase, por ejemplo, la aplicación de Tsebelis (1989, pp. relevante para el cauce principal de la política
119-234) de su enfoque de juegos de engranaje en un análisis en comparada.
detalle de los activistas del Partido Laborista Británico , los
consociacionalistas belgas, y las coali • ciones electorales Aunque claramente son éstos los temas
francesas. clásicos, peren• nes en la política comparada, una
1 2
Para un buen ejempl o reciente, véase el estimulante y
mu y pensado debate sobre los méritos respectivos de los vez nos movemos más allá de ellos se hace posible
sistemas presidenciales y parla• mentarios entre Lin z , Lijphart , apreciar mutaciones bastante impor• tantes en los
Sartori, y Stepan y Skach en L in z y Valen- zuela (1994, pp. 3-
136). En realidad, puede incluso decirse que es aquí don• de
tipos de preguntas que tienden a afrontarse. En una
vemos la mejor práctica de la polític a comparada, y también, revisión reciente del estado de la polític a
por ser un debate reciente, el contraargumento ideal contra la idea comparada, Rogowski (1993, p. 431), por ejemplo,
de que, de una u otra manera, la disciplina ha empezado ahora a
pasar su fecha de caducidad. anotó cinco tenden• cias desde los ochenta que
ciertamente parecían sugerir una nueva agenda de
investigación, y que incluía n «una mucho mayor
atención a los aspectos económicos de la política [...]
Interés aumentado en el contexto internacional de la
política y las instituciones domésticas [...] Una
atención alterada y afi• lada sobre los grupos de
interés [...] Un resurgimiento del interés en las
estructuras del Estado y su rendimiento [...] [y j
trabajo adicional sobre nacionalismo y fracturas
étnicas»; des• de luego, ésta constituye sólo una lista
entre las muchas posi• bles, e incluso, tras el lapso de
apenas un par de años, uno pue• de inclinarse a relegar
la preocupación una vez manifiesta por, pongamos, los
grupos de interés, y en su lugar otorgar priori • dad,
pongamos, al floreciente interés por las transiciones a los productos, o incluso simplemente a los
la democracia y el funcionamiento de la democracia resultados, de los pro• cesos políticos y las
en sí mis• mo. No obstante todas las calificaciones instituciones políticas, y, por tanto, la atención a la
semejantes, lo que resulta particularmente llamativo política como una variable independiente más que
acerca de esta lista, y sería seguramente también dependiente. En otras palabras, lo que sorprende en
comú n a casi cualquier otra lista que pueda este
elaborarse actualmente, es la atención dedicada a

46 2 46 3

caso es toda la extensión de la preocupación por preguntarse si la política importa, que lo tendría en
el impacto de la política más que por los comparaciones que intentaban abarcar tres mundos
determinantes de la política (véa• se, por ejemplo, diferentes, puesto que, en este último caso y de manera
Weaver y Rockman, 1993). Es aquí donde entra inevita• ble, diferencias en los niveles de desarrollo
en acción, por ejemplo, el creciente interés por la económico, o inclu• so en la cultura política,
eco• nomía política , así como po r las estructuras probablemente habrían parecido mucho más relevantes
del Estado y las instituciones, sea este últim o (por ejemplo, Castles, 1982). En realidad, una vez
encuadrado en el seno del dis• curso más que se restringen las comparaciones a casos
tradicional (por ejemplo, Lijphart, 1994a) o den• relativamente similares, como lo son, por ejemplo,
tro de los términos de referencia del nuevo las democracias industria• les avanzadas, en las que
institucionalismo (por ejemplo, Hall , 1986; Evans los niveles de desarrollo económico,
et al, 1985). o las pautas de la cultura política, o las estructuras
Aquí también, por tanto, resulta posible discernir de la socie• dad resultan relativamente invariables,
una dife• rencia entre la nueva generación de entonces los investiga• dores se ven casi forzados
comparativistas y aquella que floreció a finales de por necesidad a retroceder sobre las inevitablemente
13
los cincuenta y en los sesenta. No es simple variantes estructuras y procesos políticos .
coincidencia; al menos en parte, es el abandono de
la ambición de la comparación global y el 13
As í como, cada vez más, sobre la variación de las
universalismo lo que pa• rece haber proporcionado el tradiciones históri •
espacio en el cual estas nuevas preguntas pueden cas, donde una versión más matizada de la cultura política y
convertirse en relevantes. Hay dos pasos impli • cados las tradiciones
en este caso. En primer lugar, como se apuntó
4
anterior• mente, una restricción del alcance de la
6
comparación ha permitido que se dedicara más
atención a las especificidades ins• titucionales, y ello 4
por sí mismo ha contribuido a hacer posible
preguntarse si la política importa. En segundo lugar,
restringir el alcance de la comparación implica
también el que ahora ten• ga mucho más sentido
Y precisamente porque los posibles «determinantes» literatura contemporánea (véase, por ejemplo,
de la polí• tica -e n economía, cultura Keman, 1993b). También puede apreciarse, quizá
(contemporánea) o sociedad- real• mente difieren de manera más interesante, en la trayectoria de
poco en estos casos similares, tales estructuras investigadores aislados y escuelas de investigación.
políticas y procesos variantes asumen entonces de Entre los académicos aislados, por ejemplo, cabe
modo cre• ciente el status de una explicación más citar el caso de Aren d Lijphart , quien ha sido
que de algo explicado, y ello contribuye a dirigir la durante largo tiempo una de las autoridades más
atención a indagaciones sobre resul• tados y productos. sobre• salientes en la disciplina, y cuyo trabajo ha
Sin embargo, por las razones que sean, en las progresado en el tiempo, desde una investigación
investigaciones de política comparada se pregunta con sobre las condiciones que daban lugar al auge de
más pro• babilidad que antes sobre las diferencias que ciertos tipos de democracia, hacia otra sobre las
produce la políti• ca, en lugar de preguntar qué hace consecuencias de ciertos tipos de democracia. El tra•
diferente a la política. En otras palabras, enfrentados a bajo principal de Lijphart en el campo de la
variaciones en las estructuras institu• cionales y los política compa• rada se refería a la elaboración de
procesos políticos, es más probable que los acadé• una tipología de regímenes
micos contemporáneos quieran evaluar el impacto de
esta varia• ción en vez de como antes -más
notablemente a finales de los cincuenta y los políticas entra entonces en acción (véanse, por ejemplo, Castles,
sesenta-, preguntarse en primer lugar por qué han 1989, 1993; Katzenstein, 1984, pp. 136-190; Putnam, 1993). En
este caso el peligro , sin embargo, reside en que un énfasis en el
surgido esas diferencias; y esto indica claramente una papel crucial jugad o por las tradi • ciones históricas puede
muta• ción mayor en la dirección de la investigación conducir algunas veces a explicaciones esencialmente ad hoc, si
comparativa. no a un cierto grado de fatalismo.
Puede verse parcialmente la evidencia de esta 4
mutación en la variedad de nuevas tendencias anotada 6
por Rogowski (1993, véase también supra), así 5
como, en realidad, en casi toda revi• sión de la
democráticos en la que los diversos tipos embargo, es que según el trabajo de Lijphart se
identificados, y más notablemente la democracia desarrollaba, y según intentaba modi• ficar y
consociacional, se definían sobre la base de dos construir sobre estas ideas iniciales, el lado específi•
variables determinantes cruciales: el grado de camente social de la ecuación se volvió cada vez
conflicto o cooperación entre las élites, por una parte, menos impor• tante, tanto que en su tan influyente
y el gra• do de fragmentación u homogeneidad en descripción de los dos modelos más generalizados de
cuanto a la cultura política, por otra, estando este democracia, la cuestión de los determinantes sociales
últim o firmemente localizado en el seno de una de las estructuras políticas fue esen• cialmente
concepción de las divisiones sociales y el relegada a los márgenes (Lijphart, 1984; véase tam•
pluralismo social (Lijphart, 1968). Lo que resulta bién Bogaards, 1994). Diez años después, en su
más intere• sante en este contexto particular, sin trabajo más reciente en este campo, el cambio en el
énfasis era aún más evidente, con la investigación
comparada han buscado comprender la democracia en
habiendo derivado ahora hacia la cuestión del
los paí• ses en vías de desarrollo ha cambiado según
rendimiento de los diferentes tipos de demo• cracia,
la una vez domi • nante búsqueda de prerrequisitos
y con la cuestión de los determinantes ignorada casi
para la democracia ha dejado paso a un énfasis en las
por completo (Lijphart , 1994a).
elecciones contingentes más orienta• do hacia el
Semejantes mutaciones pueden también
proceso» (véase también Karl , 1991, más gene•
apreciarse entre las diferentes escuelas de
ralmente; así como Whitehead, cap. 14, infra). De
investigación, con la literatura sobre democratización
manera similar, la cuestión de la consolidación y la
ofreciendo quizás el ejemplo más obvio del modo en
sostenibilidad de nuevas democracias se ve ahora
que las explicaciones se han movido desde un énfa•
más estrechamente aso• ciada con las especificidades
sis en las condiciones sociales y económicas
reales de las instituciones impl i • cadas (por ejemplo,
«objetivas» nece• sarias para la democracia (por
Lin z y Valenzuela, 1994). En este caso, por tanto,
ejemplo, Lipset, 1959) hacia un énfasis en la
como es también más en general el caso en una
importancia de la toma de decisiones en las élites,
variedad de campos diferentes de investigación en
en el «voluntarismo» y en los tipos de instituciones
política comparada, las preguntas giran ahora con
y estructuras políticas implicadas. Si la democracia
mayor claridad en torno a qué hace la política, antes
puede emer• ger, por lo tanto, y si puede sostenerse, se
que en torno a lo que hace a la polític a com o es;
percibe ahora mucho menos dependiente que antes de
con el resultado de que, más de dos décadas
los niveles de desarrollo social y económico y mucho
después de un temprano pero muy poderoso llama•
más dependiente de las opciones polí• ticas (Rustow,
miento en favor precisamente de tal giro (Sartori,
1970), de la «habilidad» (D i Palma), así como de los
1969), resul• ta ahora más probable que las
resultados de las acciones racionales y la
investigaciones comparadas enfaticen una sociología
información (por ejemplo, Przeworski, 1991). Tal y
política antes que simplemente una sociología de la
como lo expresó Ka r l (1991, p. 163), «la manera en
política.
que los teóricos de la política

IV .
Proble
mas

A cierto nivel , trabajar en polític a


comparada resulta a menudo frustrante. El
académico dedica mucho tiempo y esfuerzo para
recopilar datos transnacionales comparables, para
asegurar que ningún factor relevante ha sido excluido manera por allí, y que a continuación ofrece una
del aná• lisis, y construyendo un modelo general y contraexplicación mucho más matizada pero
preferiblemente par• simonioso que pueda explicar el esencialmente idiográfica (lo que Hans Daalder
fenómeno en cuestión siem• pre que ocurra o deje de refiere como la «táctica Zanzíbar»). A otro nivel ,
ocurrir, para después confrontarse en alguna des• de luego, trabajar en política comparada
conferencia o semejante con algún experto nacional permite ser alegre• mente irresponsables, en cuanto
que se queja de que las cosas no son realmente de esa siempre cabe la posibilidad de
466 467
prevaciar la táctica Zanzíbar presentando la teoría minantes situados al margen del control de cualquier
genérica pro• pia con el aviso de que, aunque las Estado nacio• nal. Para asegurarse, cabe construir una
conclusiones no son nece• sariamente ciertas para estrategia de investiga• ción de casos similares en la que
el mismo entorno internacional sea común para todos los
cualquier país en particular, lo son no obstante de
casos relevantes, y pueda tomarse como algo dado que no
manera más general. En ambos casos, sin embar• go, explicará ninguna variación transnacional sub• siguiente
la dificultad real reside esencialmente en lo mismo: que pueda hallarse (véase, por ejemplo, Scharpf, 1988),
aun• que el país tiende a conformar la unidad de pero las oportunidades para esta estrategia resultan
análisis y obser• vación, el académico debe no necesaria• mente limitadas y limitadoras (Mair, 1995).
obstante trabajar en una alejada del país, e, En cualquier caso, en la medida en que las
independientemente de si el número de casos es instituciones nacionales y los gobier• nos nacionales
pierden su capacidad para modelar sus propios
limitado o extenso, debe traducir una experiencia
entornos nacionales, en esa misma medida los estudios
nacional a una categoría operativa. Y sin querer de polí• tica comparada afrontan problemas
14
entrar en una discusión sobre los pros y los contras de potencialmente severos .
los diferentes métodos compa• rativos, esto enfrenta 14
Y no únicamente la política comparada: destacar la
de modo inmediato a aquellos implica• dos en la provocativa suge• rencia de Susan Strange (1995, p. 55) de que con
política comparada con dos problemas concretos. el debilitamiento del Esta• do como la unidad de análisis más
El primero de estos problemas ya fue aludido por importante «buena parte de la ciencia polí• tica occidental está
obsoleta, cuando no ya completamente caducada».
Rogowski (1993), y ha sido subrayado frecuentemente
en la discusión con• temporánea de la disciplina, y
afecta a la medida en que el país sigue proporcionando
una unidad significativa de análisis. Un aspecto de este
problema es la dificultad de identificar qué es
específico de la política nacional en un entorno
crecientemente internacionalizado. A medida que la
política comparada se cen• tra cada vez más en
resultados y productos, por ejemplo, resulta también
cada vez más probable recurrir a explicaciones y deter•
(1990) y más especialmen• te el de Lijphart (1994b),
Un segundo aspecto de este problema afecta a la
ofreciendo útiles ejemplos de las ganan• cias que
misma validez del país como unidad de análisis,
pueden obtenerse abandonando la noción de países
incluso independientemente de todo contexto
como casos únicos e indivisibles y la adopción de
internacional relevante; en este caso la dificul• tad
observacio• nes múltiples desde cada país. El objeto del
reside en el simple hecho de que los países en sí mismos
reciente estudio de Lijphart son los sistemas
cam• bian en el tiempo, y por tanto eso se suma al
electorales y sus consecuencias polí• ticas, y
puzzle de las varia• ciones transnacionales. Los
precisamente esos sistemas electorales, antes que los
investigadores necesitan también ser conscientes de la
países como tales, constituyen los casos relevantes en
variación en el tiempo, en la que el país A en un
la inves• tigación. Así , por ejemplo, aunque Francia
momento X puede diferir tan acusadamente del país A
es una de las 27 democracias incluidas por Lijphar t
en el momento Fcomo lo hace del país B en el
en su investigación, Fran• cia como tal no constituye
momento X (Bartoli- ni, 1993). En realidad, esta
una de las unidades de análisis rele• vantes, más bien,
dificultad se vuelve particularmente aguda cuando su
las seis fórmulas electorales diferentes que Francia ha
investigación se centra sobre las estructuras
adoptado desde 1945 constituyen seis de entre el total
institucionales, puesto que es habitualmente en este
de los setenta casos que se analizan en el estudio
nivel don• de pueden ocurrir y ocurren los cambios
(Lijphart,
significativos. En otras palabras, si las instituciones
1944b). Esto está lejos de ser una estrategia nueva, y
realmente importan, ¿cómo pueden analizarse aquellos
un enfo• que similar se ha adoptado desde hace
países en los que estas instituciones cam• bian? Una
tiempo en la investiga• ción de coaliciones
posible solución para este problema, que aparece cada
comparada, por ejemplo. No obstante, cada vez más
vez con mayor frecuencia, consiste simplemente en la
resulta una estrategia común, y sugiere una disposi•
disolu• ción del país en subconjuntos concretos de
ción mucho mayor para experimentar con unidades
variables, con el reciente estudio de Bartolini y Mai r
altemati-
46 8
469
económicas siempre han demostrado resultar rela•
vas de análisis y con ello estar preparados para las tivamente fáciles de operacionalizar, y en este sentido
variaciones transnacionales (Bartolini, 1993). el atrac• tivo de la «objetividad» en la sociología de
El segundo problema implicado en este caso la política (Sar- tori, 1969) siempre ha resultado fáci
quizá sea más agudo, y afecta a la fiabilidad de l de apreciar, y no menos a causa de la aparente
varias medidas e indicado• res que se usan en orde n fiabilidad de fuentes de datos como el Banco
a traducir las experiencias naciona• les en categorías M undia l , la OCDE , la Uni ó n Europea e incluso
operativas comparables, un problema que se ha la investigación de encuestas. Un a vez que las
vuelto más acusado según los académicos han instituciones comenzaron a ser medidas y
tratado de construir en sus análisis medidas de comparadas, sin embargo, la fia• bilidad parece
variación en cuanto a ins• tituciones políticas y flaquear, mientras que a la vez los datos
estructuras políticas. Las explicaciones sociales y «duros» -e n el sentido de datos que significan los
mismo en cada contexto- demostraban no estar rentes aproximaciones metodológicas. Sin embargo,
disponibles a menudo. El resultado es una búsqueda era tam• bién llamativo apreciar cómo la cuestión
sin fin de «indicadores» apro• piados, e incluso en el inicia l sobre si el crecimiento económico puede
límite, la aparente fetichización de tales indicadores. estar asociado con la fortaleza de la izquierda, se
Un ú t i l ejemplo de semejante enfoque fue el transformaba realmente en un problema de técnica
debate Lange-Garret-Jackman-Hicks-Paterson que estadística y selección de caso, y cómo el
tuvo lugar en las páginas del Journal of Polines a problema más fundamental de cómo medir y
finales de los ochen• ta respecto de la relación entre operacionalizar la forta• leza de la izquierda se
la fortaleza de la izquierda, medida por variables ignoraba en esencia. En otras palabras, mientras se
de partido, y organizativas (por ejem• plo, debatía sobre la metodología, se daban por
sindicatos), y el crecimiento económico, y que fue supuestos los indicadores en sí mismos. Y cuando se
cita• do subsecuentemente, en una revisión de los vuelve hasta aquel debate, y se busca precisamente
progresos recien• tes en el método comparativo cómo se deriva• ron esos indicadores cruciales, se
(Collier, 1991, p. 22), como «un ejemplar esfuerzo le remite a un artículo de principios de los ochenta
metodológicamente sofisticado de diversos en el que «la izquierda» es «defi• nida de una
académicos para solventar un problema importante manera amplia para inclui r comunistas, socia•
dentro del esquema de trabajo del análisis listas, socialdemócratas y partidos laboristas, así
cuantitativo de N reducidas». Ciertamente, el debate como diver• sos partidos pequeños que están a la
representó una contribución impor• tante y muy izquierda del centro en el continuum ideológico
valiosa a la investigación en política comparada, y downsoniano», y la fortaleza de la izquierda en el
también estaba efectivamente marcado por una gobierno viene indicada por la medida en que esos
acusada sofisticación estadística y metodológica, con partidos controlan el gobierno, «en cuanto lo indic a
mucho del trajín entre los autores girando su control de las carteras del gabinete», así como
precisamente en torno a las dife- «la fuerza de los gobiernos de partidos de izquierd
4 a en el parlamento» (Cameron, 1984, p. 159),
7
mientras que los niveles de afilia• ción a los
0
sindicatos y la unidad organizativa de los obreros se
basan en datos recogidos en el Europa Yearbook
(Came• ron, 1984, p. 165).
• Ahora, mi argumento no es que estos indicadores
sean inú• tiles; nada más lejos -pueden resultar
bastante sólidos, y cier• tamente puede que haya sido
lo mejor que podía encontrar• se en el momento del
origina l estudio de Cameron-. Lo que debe
recalcarse, sin embargo, es que simplemente son
indi • cadores, no son, ni puede esperarse que lo sean
nunca, la rea• lidad. Y, por tanto, si ha de plantearse
un largo debate en una revista reputada al respecto
de la muy importante cuestión sustantiva de si la
fortaleza de la izquierda puede asociarse con el en sí mismos. Pues si los indica• dores no ofrecen
crecimiento económico, seguramente una de las pr i la mejor indicación de lo que se supone es
• meras cuestiones que viene a la mente no debería
4
versar sobre técnicas estadísticas, sino más bien
sobre la precisión y fia • bilida d de los indicadores 7
1
la realidad subyacente, entonces ninguna cantidad opiniones exper• tas en una muestra relámpago,
de inge• niería estadística tendrá como resultado la acaso no debería obtener la significación y peso que
acumulación de conocimiento. ¿Resulta alguna normalmente recibe, y ciertamente no debiera
noción de la «izquierda del centro dowsoniana» la asumirse automáticamente que posean una validez que
línea divisori a más apropiada para defi• nir izquierda se extienda mucho antes, y mucho después, de su
y derecha, o debiera probarse alguna otra medi• da? apli• cación real. Lo mism o podría decirse también
¿El control sobre las carteras es, per se, el mejor de los diver• sos indicadores inicialmente
indica• dor de la influencia gubernamental, o no desarrollados por Aren d Lijphart (1984) como
debieran tenerse en cuenta precisamente qué carteras medios para elaborar su influyente distinció n entre
se ven implicadas? ¿Puede el nivel de afiliació n en democracias mayoritarias y de consenso, y que han
los sindicatos izquierdistas ofrecer una medida más sido incorporados subsiguientemente en una variedad
apropiada de la fortaleza de la izquierda que la de análisis diferentes; aunque estos indicadores en
afiliación a los sindicatos per se, y continúa siendo el concreto bien pueden
Euro• pa Yearbook la mejor fuente de datos potentes,
fiables y trans• nacionales para esta variable crucial?
Al final, desde luego, estos indicadores pueden
demostrar haber sido entonces los mejores a
disposición de los contribuyentes para este com •
plejo debate; lo que resulta simplemente
sorprendente es que nadie pensase en comprobarlo.
Existen, desde luego, otros numerosos ejemplos que
podrían citarse, en los que indicadores potencialmente
falibles o arbi• trarios han obtenido un status casi
bíblico. Los datos de Cas- tles y Mai r (1984) sobre
el emplazamiento izquierda-derecha de los partidos
en un buen número de democracias occiden• tales,
por ejemplo, son vistos de manera general como
bas• tante autorizados, y continúan siendo
empleados frecuente• mente en estudios que sigan
líneas similare s al trabajo citado anteriormente.
Son datos probablemente autorizados, pero
también es posible que no, y el cuadro que trazan,
basado sobre un número relativamente reducido de
ofrecer uno de los mejores medios para poder menudo el caso en la investigación política
distinguir estos dos tipos de democracia, no son comparada más en gene• ral, es asumir que el análisis
necesariamente la única opción , y toda aplicació n de la relación entre las variables resulta más
de los indicadores de Lijphar t debería importante que la calidad y la fiabilida d de las
ciertamente tener en cuenta el período de tiempo variables en sí mismas, un problema que se ha
específico (1945-1980) al cual se aplican, en cuanto vuelto más agudo según se ha ido otorgando mayor
que un intervalo de tiempo diferente puede conducir priorida d a varios factores institucionales y
a una muy dife• rente categorización de los casos políticos, y a sus indicadores ope• rativos. Supone
(véase, por ejemplo, Mair , también un problema severo que, pese a la mejora
1994). El clásico moderno de Robert Putnam evidente en la sofisticación estadística y metodológi•
(1993) sobre la democracia italiana ha llegado ca de la investigación política comparada en los
ciertamente muy lejos tan• to en sus argumentos últimos años, y pese a su evidente ambición
como en sus implicaciones, y ha sido grandemente intelectual, los datos reales que se emplean
alabado por su capacidad para ligar pautas en la continúan bastante crudos (véase también Sch-
cultura política contemporánea a sus fundamentos midt, 1995). Y puesto que es precisamente esta
moder• nos iniciales; pero incluso en este caso, a ausencia de datos comparables sólidos lo que está
pesar de la ampli • tud intelectual del estudio, la promoviendo la feti - chización virtua l de
medida clave del rendimiento institucional de la cualesquiera indicadores disponibles,
que depende el análisis se basa en apenas un independientemente de su fiabilidad potencial, debe
reducido número de indicadores, algunos de los perma• necer como priorida d para la investigación
cuales derivan de observaciones que se tomaron en política compa• rada seguir el consejo dejado por
el curso de un solo año de calendario (Moruno , Stein Rokkan en ocasiones diferentes: continuar
1995). estimulando el acopio de datos sis• temáticamente
El problema real aquí, por lo tanto, como lo es a comparables que puedan realmente «precisar
472 473

los números» (citado por Flora, 1986, pp. v-vi ) tiempo, los análisis comparativos buscarán también
sobre varia• con fre• cuencia llegar a proposiciones
ciones transnacionales. generalizables, las cuales, en su forma más extrema,
buscarían explicar los fenómenos cuando ocurran y
cuando no. El resultado inevitable es la tensión entre
V. Conclusión: tendencias actuales y futuras un énfasis en los factores específicos de cada país, por
una par• te, y las relaciones universales, por la otra.
Todos los estudios en polític a comparada Pero mientras la entonces nueva política comparada
comparten al menos un atributo: una preocupación de los cincuenta y los sesen• ta tendía a situar el
con los países, o unida• des macrosociales, como énfasis en las relaciones universales, y por tanto las
unidades de análisis o, al menos, como unidades de comparaciones globales, la tendencia en el seno de
observación (Ragin, 1987; Keman, 1993a). Al la investigación comparada a lo largo de la década de
los ochen• ta ha sido alejarse de la teoría general, dió a finales de los cincuenta y en los sesenta, y
resaltando la relevan• cia del contexto. cuando más y más datos sobre más y más países
En parte, esta tendencia refleja la renovada llegaron a estar a disposi• ción de los
influencia de la investigación histórica en las comparativistas, se desarrolló una inevitable ten•
ciencias sociales, y especialmen• te el emerger de una dencia a comparar tantos casos como fuera posible, y
«sociología histórica» (Skocpol y Somers, la inves• tigación tendió a dirigirs e hacia la
1980; Abrams, 1982) que trata de comprender los elaboración de modelos deductivos que pudieran
fenómenos en el contexto más amplio u «holístico» testarse con una N tan grande como fuera posible.
dentro del cual acon• tecen (véase también Thelen y Las explicaciones se desarrollaron así por medio bien
Steinmo, 1992; y la sección II supra). Por otra parte, de una expansión de las series de datos, bien
se contemplan teorías más generales para involucrar la por medio de un refinamiento de las variables
desagregación artificial de casos en conjuntos de explicatorias, bien a través de especificaciones más
partes que puedan entonces ser comparadas claras de aquello que precisa• mente necesitaba
transnacionalmen- te, y en las cuales se olvida la explicarse. Buena parte del avance de la teoría de
configuración original del «todo» agregado (véase coaliciones entre los sesenta y los ochenta, por
Ragin, 1987, pp. ix-x) . Comprender el cuadro al ejemplo, pue• de contemplarse de esta manera, con
completo como un todo y en profundidad se un ámbito siempre más extenso de países que se
contempla por lo tanto como preferible, frente a una incluyen como casos, con más varia• bles que se
explicación más general de fragmentos de ese cuadro. incorporan a los modelos, como las políticas, la ideo•
En parte, sin embargo, esta vuel• ta al contexto es logía, la experiencia gubernamental, y así
también el resultado de la extenuación y la frus• sucesivamente; y con definiciones más precisas de lo
tración. Cuando el universo de la política comparada que en realidad conformaba una coalición «ganadora»
se expan• (véanse las revisiones en Browne y Fran- k l i n , 1986;
Budge y Laver, 1992). En una vena semejante,
mucho del trabajo que buscaba evaluar el impacto de
la «polí• tica» sobre los resultados de las políticas
públicas (por ejem• plo, Castles, 1982) se desarrolló
por la vía de tomar tantos casos como fuera posible y
ensanchar así la capacidad explicativa a través del
refinamiento constante de las medidas y definiciones
de la «política» (incluyendo la ideología de partido,
las políti• cas de partido, las estructuras
institucionales, las estructuras de representación de
intereses, y así sucesivamente), por un lado, y las
medidas y definiciones de «resultados» (niveles de modificación constante de los instrumentos de
gasto, estilo de las políticas, sectores diferentes de medición.
políticas, y así sucesivamente), por otro. En ambos Sin embargo, más recientemente, esta estrategia
campos de estudio, por lo tanto, el objetivo continuaba parece haber cambiado, pues la capacidad para
siendo explicar el fenómeno rele• vante de la manera aumentar la cantidad de varianza explicada se ha,
más general en que fuera posible, mientras se buscaba más o menos, agotado en sí misma, y parece que
mejorar la capacidad de explicar por medio de una mayores refinamientos de los diversos modelos poco

474 475

pueden ofrecer en términos de beneficios los países, donde, a menudo inductivamente, datos más
explicativos. Los teó• ricos de coaliciones, por cualitativos y contextualizados pueden ser evaluados, y
ejemplo, tienden ahora a poner mucho más énfasis don• de pueden tenerse en cuenta las circunstancias
sobre los modelos inductivos (por ejemplo, Pridham, institucionales específicas o las culturas políticas
1986), y están mucho más preocupados con la particulares. Asistimos a un nuevo énfasis sobre
comprensión del contexto nacional más amplio dentro estudios específicos más culturales (por ejem• plo, las
del cual se juega cada jue• go de coalición, mientras que naciones de habla inglesa), y estudios específicos nacio•
aquellos que están tratando de expli• car los resultados de nales (por ejemplo, el Reino Unido en solitario), e
las políticas públicas ahora tienden a recu• rrir mucho incluso estu• dios específicos institucionales (por
más a los estudios holísticos, en detalle, y sensibles al ejemplo, el Reino Unido bajo el gobierno Thatcher).
caso. Francis Castles, por ejemplo, que ha sido pionero De ahí también el reciente y cada vez más extendido
de bue• na parte del mejor trabajo comparativo referido atractivo de las aproximaciones muy desagregadas que
a esta última área, ha ido recientemente de desarrollar surgen dentro del «nuevo institucionalismo» (por
ampüos modelos deductivos, donde el contexto jugaba ejemplo, Tse- belis, 1990; Ostrom, 1991).
escaso o ningún papel (Castles, 1982), a estudios Al mism o tiempo , sin embargo, resultaría un
específicos más culturales (Castles y Merrill , 1989; gran error leer estas recientes transformaciones como
Castles, 1993), en los que se otorga un importante una simple vuel• ta al viejo énfasis en el estudio de
papel a «tra• diciones» distintas, pero largamente países individuales, que precedió los esfuerzos del
incuantificables (las nacio• nes de habla inglesa o las Comité de 1954 sobre política com• parada, en
naciones escandinavas), así como a estudios más cuanto ahí permanece uno de los mayores con•
específicos de cada país, en los que el contexto trastes entre el primer enfoque de país en solitario y
nacional parece clave (Castles, 1989). El resultado ha el pre•
sido ale• jarse rápidamente de los modelos más
generalizados, y un énfa• sis renovado sobre la
comprensión más en detalle de los casos particulares o
sente redescubrimiento del contexto, un contraste constituye la estrategia nuclear dentro de muchos
que ahora ha comenzado a jugar un papel crucial en proyectos de investigación transnacional (aunque
el desarrollo de la ciencia política comparada como usualmente regionalmente específica) en una varie•
un todo. Mientras que el pri • mer foco sobre los dad de disciplinas diferentes. Éste es
estudios de país en solitario se desarrolló en un particularmente el caso en el seno de la polític a
momento en que la propia ciencia política se hallaba comparada, donde el desarrollo de métodos de
en un estadio mu y temprano de desarrollo, y en adiestramiento y paradigmas comunes, junt o con la
un momento en que los centros de excelencia expansión de redes internacionales de académicos
disciplinaria se concentra• ban en apenas un forma• lizadas (como el Consorcio Europeo para la
puñado de departamentos en un reducido número Investigación Política, ECPR) han asegurado que los
de países, el interés actual por el contexto ha emer• académicos de la cien• cia política, al menos en las
gido tras una expansión masiva de la disciplina en diferentes regiones, hayan comen• zado ahora a
términos tanto de internacionalizació n com o de hablar lo que es esencialmente el mismo len• guaje
profesionalizació n (Daalder, 1993). disciplinario. Como resultado, ahora es
Anteriormente, por ejemplo, compilaciones de relativamente fácil , si el dinero lo permite, reunir a
estudios nacionales, como aquellos representados expertos nacionales y así acumular su conocimient o
por el volumen pionero de «oposiciones» de Dah l dentro de una comprensión comparativa amplia que
(1966), eran bas• tante excepcionales, en cuanto al mism o tiempo es sensible a los matices de los
sólo raramente los académi• cos con conocimiento diferentes contextos (véase, por ejemplo, Prid • ham,
experto sobre países o casos podían encontrarse y 1986; Budge et al, 1987; Castles, 1989; Katz y
juntarse para discutir la aplicación de hipóte• sis Mair ,
similares a sus países o casos. Ho y en día, sin 1994; Laver y Shepsle, 1994). Y precisamente a
embargo, esta clase de combinació n de recursos se causa de que esos expertos locales fueran puestos en
ha convertido en un lugar bastante común, y contacto, y des-

476 477
pues agregados, como fue el caso, se está probando genera• lizabas, ofreciendo así un sólido potencial
posible, por medio de la combinación de para el vínculo entre estas dos aproximaciones
aproximaciones en detalle y más generalizadas, tradicionalmente diferencia• das. Ésta es, pues, la
construir análisis comparativos plausibles, etapa actual en que se halla la investi• gación
convincentes y aun suficientemente matizados. En política comparada: la aproximación de grupos de
otras pala• bras, como resultado de las redes estu• dios más sensibles al context o y al caso que,
internacionales y la cola• boración transnacional que a través del esfuerzo en equipo, puedan avanzar
ha facilitado la profesionalización de la ciencia genuinamente la com • prensión comparada y
política como un todo, el análisis de estudio de caso puedan contribui r genuinamente al
está siendo adaptado ahora a teorías y modelos avance de la política comparada 15. Una forma de
comparación
que resulta mucho más limitad a en cuanto a su bie n u n m o d o d e comparac ió n que parece ajustarse
alcance que aquella contemplada por el Comité: mejo r para
aunque, quizá paradóji• camente y por retornar a «resolve r problem a s teórico s d e m ed i o rango » ,
Eckstein (1963, p. 22), supone tam- inclus o pese a que, c o m o se sugiri ó anteriormente ,
tales problema s se refie• ren más probablement e a las
15
Aunque, a la vez, esta estrategia también acarrea sus consecuencias de la políti c a antes que, c o m o d ij o
peligros. Más específicamente, el efecto combinado de la
intemacionalización y la profe• sionalización amenaza ahora con Eck st ei n , a sus «determinantes» .
crear una profesión a dos bandas, en la que existan los
comparativistas genuinos por un lado, esto es, aquellos que ini•
cian y diseñan tales proyectos transnacionales, y son los
responsables de la interpretación acumulativa; y los expertos del Bibl
país, por otro, esto es, aque• llos que, una y otra vez, como iogr
participantes en estos proyectos, interpretan a su propio país o afí a
caso a la luz de los esquemas de trabajo establecidos por los
iniciadores del proyecto. Esta distinción no precisa ser dura o
rápida, y aquellos cuyo trabajo consista en interpretar al país X ABRAMS , R, Historical Sociology, Ithaca, Cornel l
para el proyecto A pue• University Press,
den desarrollar más tarde sus propios proyectos y reclutar sus
1982.
propios equi• pos de expertos. Aunque en la práctica mucho
depende de la investigación y las infraestructuras de A L M O N D , G . A. , Political Development, Boston, Little ,
adiestramiento dentro de los diferentes países, aque• llos en Brown , 1970.
cuyas profesiones de ciencia política nacional se dé un gran
— A Discipline Divided, Londres,
énfasis sobre la necesidad de investigación transnacional, y
aquellos que dispon• gan de fondos para esa investigación, Sage, 1990.
tenderán a producir iniciadores de pro• yectos; mientras que — COLÉ , T. y MACR IDI S , R. C , « A suggested research
aquellos en que el foco esté más orientado hacia lo nacional strategy i n Western European politics and
tenderán a producir expertos en el país. No es por tanto
govemment», American Political Science Review 49
accidental que la política comparada, e incluso la política
comparada europea, esté aho• ra dominada de manera (1955), pp. 1042-1049 (reed. en Eckstein y Apter,
desproporcionada por los académicos norteameri• canos, 1963, pp. 52-57).
beneficiarios principales de la orientación transnacional de la — y COL EMA N , J. S. (eds.), The Politics of Developing
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expansión democrática que han incluid o períodos
dramáticos de desa• rrollo teórico y empírico para
las ciencias sociales. La prime• ra se produjo después
del cambio de siglo, cuando Woodrow Wilson,
Harold Gosnell, Walter Lippma n y otros reexamina•
ron la naturaleza de la política en las democracias
de masas modernas. El segundo período siguió a la
Segunda Guerra Mundial . Trató de identificar los
requisitos para la democracia estable y exitosa y los
factores que socavaron el proceso democrático en
la Europa de entreguerras. Este período incluyó
investigadores como Barringto n Moore , Hannah
13. Política comparada: Arendt, Gabriel Almond , Raymond Aro n y Seymor
Marti n Lipset.
perspectivas
Ahora estamos atravesando un tercer período de
microconductistas fermento democrático que está produciendo una
oleada crítica de inves• tigación académica sobre el
RUSSELL J. DALTON tema de la democratización y la naturaleza y
condiciones de la política democrática. Los sis•
temas políticos de Europa central y del Este se
transformaron en un sorprendente proceso de cambio
Durante este siglo se han producido tres olas de de régimen. Las pre• siones populares impulsaron el
proceso de democratización en
484 485
el este de Asia, abarcando desde el Movimient o del Confucio, plantean cuestiones sobre las bases
Poder del Pueblo en Filipinas a las reformas culturales de la democracia en estas sociedades.
democráticas en Corea del Sur y Taiwán. Una ola de Según ocurrían estas transiciones democráticas,
elecciones democráticas ha barrido el África han surgi• do nuevos desafíos para el proceso
subsahariana en la primera mitad de los noventa. democrático en el seno de las democracias asentadas
Estas transiciones democráticas han creado nuevas como los EE.U U . o Europa occi• dental. Las
libertades para estas poblaciones, y nuevas cuestiones naciones industrializadas más avanzadas afrontan
teóricas y políticas para los científicos sociales. Por problemas similares a la hora de tratar con estructuras
primera vez somos testigos de una transición desde el econó• micas cambiantes, nuevas fuerzas de cambio
comunismo a la democracia, y la naturale• za y cultural, y nue• vas relaciones entre la ciudadanía y
destino de esta transición no están claros. De modo el gobierno. La diversi• dad cultural y la
simi• lar, la expansión de la democracia hacia fragmentación étnica son hoy problemas comunes
sociedades enraizadas en las tradiciones de para los Estados europeos en el Este y en el Oeste.
Las demandas políticas planteadas por los
para testar nuestras teorías, ensanchar las fronteras
medioambientalis- tas, el movimiento feminista y
del conoci• miento, y desarrollar nuevas teorías.
otros grupos ciudadanos están afectando virtualmente
Normalmente observamos los sistemas políticos en
a todas las sociedades industriales avan• zadas. Cauces
un estado general de equilibrio, cuan• do la
de participación política nuevos y ensanchados
estabilidad y el cambio incremental dominan
constituyen un fenómeno común en las democracias
nuestros hallazgos. Ahora tenemos oportunidades
más asen• tadas. Igualmente comunes resultan las
para examinar cues• tiones referidas a cambios más
cuestiones referidas a la naturaleza cambiante de l
fundamentales y adaptación que van a menudo al
comportamiento electoral y la opción electoral
corazón de nuestros intereses científicos, pero que
en las democracias industriales avanzadas. Parece
muy rara vez podemos observar directamente.
que en todas partes se están desarrollando nuevas
El proceso de democratización en sí mismo es el
pre• guntas acerca de la naturaleza de la
sujeto de otro capítulo en el Nuevo Manual (cap.
democracia. 14). El presente capí• tulo revisa algunos de los
Es demasiado pronto para decir si este período avances principales en la investiga• ción reciente en
de cambio político llevará aparejado el tipo de comportamiento político comparado. No resul• ta
progresos teóricos y empí• ricos en las ciencias posible proporcionar una revisión comprehensiva
sociales que acompañó a los dos períodos previos. del área en unas pocas páginas (véanse Dalton y
Wattenberg, 1993; Klin - gemann y Fuchs, 1995). En
Ciertamente, nuestras herramientas científicas son
su lugar, nos centramos sobre unas pocas áreas
más sofisticadas que en los períodos anteriores, y 1
principales de investigación . Éstas se escogieron
nuestro conoci• miento sobre las sociedades y la por dos razones. Primera, representan áreas que
política son mucho mayores. Estos hechos nuevos considero han aportado significativos progresos
proporcionan oportunidades diferenciadas científicos en años recientes. Segunda, aunque estos
ejemplos se extraen en su mayoría de la
investigación sobre sociedades industriales
avanzadas, estas áreas tienen también aplicabilida d
al proceso de transición democrática para las
democracias emergentes. Constituyen áreas donde
nuestro conocimiento actual puede ampliarse en el
contexto de esta ola globa l de democratización.

I . Cultura política y
democratización

Uno de los conceptos más poderosos de la


ciencia social que emergió desde la ola previa de
estudios sobre democrati- la investigación que se han logrado en la década pasada, como a
causa de la relevancia potencial de esta área para las materias de
la experiencia de las democracias en vías de desarrollo y la
1
El área adicional que debería incluirse en este ensayo, si expan• sión de límites institucionales de la polític a
lo permitiera el espacio, es la participación política . Esta área democrática (para revisiones de esta investigación, véanse
es importante tanto por cau• sa de los avances significativos de Dalton , 1996; Rosenstone y Hansen, 1993; Parry, Moyse r y
Day, 1992; Verba et al., 1995).

48 6
487
zación fue el concepto de cultura política. El culturales que discute los aspectos dinámicos de la
estudio seminal de 1963 de Gabriel Almon d y cultura y cómo ésta puede jugar un papel en procesos
Sidney Verba, The Civic Cultu• re (La cultura de cam• bio político (Eckstein, 1988,1990). Aaron
cívica), sostenía que las instituciones y las pau• tas Wildavsky desarrolló una tercera versión distintiva
de acción-en un sistema político deben ser sobre el encuadre por grupos de Mary Douglas para
congruentes con la cultura política de la nación. Los desarrollar una tipología de culturas basa• da sobre
estudios culturalistas han sido especialmente cuatro estilos de vida distintos. Estos tipos se basaban
importantes en el estudio de la democrati• zación, sobre relaciones sociales y los valores que
según los analistas trataban de identificar los ejemplifican.
requisi• tos culturales de la democracia (Almon d y A pesar del poder heurístico e interpretativo del
Verba, 1963, 1980; Verba, 1965; Baker, Dalto n y concepto de cultura política, otros investigadores
Hildebrandt, 1981). plantearon cuestiones referidas a la precisión y poder
Tres clases de estudios culturalistas han sido de predicción del concepto. Max Kaase (1982)
más visibles en la literatura sobre democracia. El formuló el dicho de que medir la cultura política es
primero es la teoría de la como tratar de unir un muro con gelatina. Esto es,
«cultura cívica» de Almon d y Verba. Sostenida el con• cepto carece de precisión y a menudo se
sobre eviden• cias provenientes de cinco sociedades convierte en una des• cripción estereotipada y
democráticas, afirma• ron que la cultura política de subjetiva de una nación más que en
una nación ejercía una influencia independiente
sobre el comportamient o polític o y social. La
cultura sienta normas para el comportamiento que
los miem• bros de la sociedad reconocen y
generalmente siguen, incluso si ellos personalmente
no comparten esos valores. Éste es con mucho el
enfoque más influyente. El trabajo elaborado
siguien• do sus líneas es voluminos o y no se
limi t ó a los sistemas democráticos (véanse las
revisiones de Almon d y Verba, 1980). La segunda
aproximación es la teoría de la «cultura-autoridad»
(Eckstein, 1966). El trabajo de Eckstein resulta
especialmente relevante para las preocupaciones
actuales porque es uno de los pocos teóricos
gobier• nos regionales en Itali a proporcionó un
un concepto medible empíricamente. Algunos testimonio aún más impresionante en apoyo a la
analistas vieron cultura política en virtualmente teoría cultural. Putnam comparó el rendimiento de
todos los hechos distintivos de la vida política, otros los gobiernos regionales en Italia emplean• do una
vieron la cultura como una categoría resi• dual que imaginativa disposición de las medidas. Se
explicaba aquello que permanecía inexplicado por encontró que las tradiciones culturales de una región
otros medios. Más problemática incluso resultó la -contrastando apro• ximadamente el estilo político
desigual eviden• cia de los efectos causales de la cooperativo del norte con la tra• dición más
cultura 2. Los estudios de cul• tura política se jerárquica del sur - eran el predictor más potente
basaron a menudo sobre encuestas de opinión del rendimiento de sus gobiernos respectivos.
pública de una sola nación. En semejante diseño de Incluso aún más, Putnam demostró que esas
la investi• gación era difíci l aislar el papel de la tradiciones culturales muestran pro-
cultura en la influencia de las pautas nacionales de
comportamiento político.
Incluso antes de la ola actual de transiciones 2
Otra crítica cuestionó si la cultura era una causa o un
democráti• cas, los estudios de cultura política han efecto de las solu• ciones institucionales (Barry, 1970).
estado disfrutando de un resurgimiento del interés Considero esto una distinción artificia l en cierta medida.
Aunque el empuje de la teoría cultura l recalcó su influen• cia
académico. Operando sobre el Estudio de Valores
sobre las soluciones institucionales, la clara intención de
Mundiales de 1981, Ronald Inglehart (1990, cap. 1) A l m o n d y Ver• ba fue di ri g i r la atención hacia las pautas
proporcionó nueva evidencia sobre la congruencia culturales para que gobiernos y élites pudieran responder a esas
entre actitudes políticas amplias y la estabilidad herencias y en algunos casos rehacer la cul • tura (Verba, 1965).
3
democrática para un conjunto de veintidós Los hallazgos de Inglehar t fueron subsiguientemente
criticados por Mul le r y Seligson (1994) sobre fundamentos
naciones3. La investigación de Robert Putnam metodológicos, e Inglehart ha respondido a estas críticas con
(1993, véase 1973) sobre el desarrollo de los nuevos datos procedentes del Estudio de Valo• res Mundiales
1990-1991 (Inglehart, 1997).
48 8 48 9

fundas raíces históricas en las primeras pautas de interacción entre el cambio institucional y el cultural. Sin
asociación cívica. El estudio muy creativo y sistemático embar- go, las recientes transformaciones en la forma de
de Putnam sobre las influencias culturales ha dado lugar sus regímenes en un vasto conjunto de naciones crea
a la aparición de un renacimiento general de los estudios nuevas oportunidades para estudiar la congruencia entre
culturales. opciones culturales e instituciona- les. ¿Hasta qué punto el
La ola reciente de democratización global renueva la cambio político en la Europa del Este surgió desde la
impor- tancia de cuestiones sobre la congruencia entre insatisfacción pública con los viejos regímenes?
los sistemas cul- tural y político, y plantea un conjunto ¿Hasta qué punto pueden juzgarse las perspectivas para la
nuevo de preguntas para considerar en la investigación demo- cracia en esta región por la tendencia de sus culturas
sobre cultura política. Normal- mente, las instituciones hacia la polí- tica democrática? Por ejemplo, podemos
políticas y los principios básicos de un régimen son examinar cómo evalúan los ciudadanos diferentes sistemas
constantes; por lo tanto, resulta difícil estudiar la políticos basados sobre la expe- riencia real, por tanto,
testando el vínculo entre las normas polí- ticas y las peos del Este, y esto incluye numerosos estudios de
opciones institucionales en una manera realista en un único cultura política.. Por ejemplo, diversos grupos de
contexto político. Más generalmente, los hechos en curso investigadores han hallado niveles sorprendentemente
reviven debates pasados sobre la continuidad de la cultura y altos de apoyo a los prin - cipios democráticos
básicos en la antigua Unión Soviética ( M i l l e r et
los modos en que las normas culturales pueden ser
al, 1993; Gibson, Du c h y Tedin, 1992; Finifter y
transformadas (Almond y Verba, 1980). La reciente Mickiewicz , 1992). Más aún, la investigación desde otras
investigación de Eckstein sobre cambio cultural sugiere nacio- nes de Europa del Este pintan un cuadro
también que la cultura política debería estudiarse como aproximadamente similar de la amplia aprobación
una extensión de otras pautas de rela- ciones sociales y los pública de las normas y pro- cedimientos democráticos
niveles generales de «inclusión civil» exis- tentes en una (McIntosh y MacIver, 1992; Dal- ton, 1994b; Wil,
1993). Aunque debemos preocuparnos por
sociedad (Eckstein, 1988, 1990). La profundidad y la profundidad de estas respuestas, si reflejan normas
amplitud de las normas culturales compatibles con la culturales duraderas o la respuesta temporal a un
demo- cracia puede ser un importante factor para explicar el conjunto traumático de eventos políticos, las gentes
curso de las transiciones políticas que ahora se están de la mayoría de los Estados postsoviéticos comenzaron
produciendo por todo el mundo. su experiencia con la democracia mostrando un mayor
Casi tan rápido como cayó el Muro de Berlín, los investí- apoyo para los principios democráticos del que se
gadores de encuestas se estaban moviendo hacia el esperaba. Antes que la apatía o la hostilidad con que los
Este. Esta- mos ensamblando rápidamente una abundancia estados autoritarios de derechas saludan a la
de hallazgos iniciales sobre las actitudes políticas de los democracia tras la transición, el legado cultural del
rusos y los euro- comunismo parece s muy diferente.
4 Una serie igualmente rica de estudios están
9 emergiendo para el este de Asia. Doh Shin y sus colegas
0 están ensamblando una masa impresionante de
evidencia en encuestas sobre el des rrollo de las
actitudes democráticas en Corea del Sur (Shin, Chey y
K i m , 1989; Shin y Chey, 1993). Pese al apoyo vacilan-
te del gobierno a la democracia, los fundamentos
culturales están más extensivamente desarrollados. Una
investigación semejante se ha desarrollado en Taiwán,
donde la transición a la democracia ha ido acompañada
de actitudes de apoyo entre el público (Chu, 1992).
Acaso la evidencia más exitante pro- venga de los
estudios sobre la República Popular China. Inclu- so en
este entorno hostil, Andrew Nathan y Tianjian Shi
(1993) se encontraron que el público chino antes de dichas afirmaciones de democracia son un signo positivo
Tiannamen mos- traba un apoyo sorprendente para un en cuanto a las perspectivas para la democracia.
arreglo de principios democráticos. Puede cuestionarse si
estas opiniones están sufí- cientemente inculcadas entre 4
estos públicos diversos para cons- tituir hechos 9
característicos duraderos de la cultura política, pero incluso 1
desde el estudio Civic Culture.
En resumen, la ciencia social ha efectuado un
gran progre• so en los últimos diez años en el Más generalmente, buena parte de la nueva ola de
desarrollo de evidencia empí• rica que apoye la tesis investi• gación empírica en naciones en vías de
de la congruencia subyacente en el mode• lo de la democratización no expande los límites teóricos de
cultura política, y en recopilar evidencias nuevas la investigación de cultura polí• tica. Pruebas de los
de las creencias de los ciudadanos en las modelos en contraste de Almon d y Verba, Eckstein
democracias emergentes en Europa del Este y Asia. y Wildavsky encontrarían un medio rico en estas
Aunque estos éxitos empíricos no han sido expe• riencias políticas nuevas, y podría esperarse
equilibrados todavía por el tipo de innovación que nuevos esque• mas de análisis teórico surgieran
teórica y creatividad que marcó las dos olas de desde tales estudios. Igualmente importante, puesto
democratización pre• vias. Los politólogos debieran que el mundo está fluyendo, es que ahora ten• gamos
hacer más que limitarse a reco• pilar nuevos datos la habilidad para examinar la teoría cultural como un
sobre viejas cuestiones de la investigación de ins• trumento de predicción. Podemos examinar
encuestas -aunque la multiplicación sea un elemento cómo se desarrolla la congruencia entre cultura e
impor• tante y valioso de la ciencia-. Para hacer instituciones, porque una multi • tud de naciones
avanzar el campo, aho• ra es el momento de formular están ahora en el proceso de transición política.
preguntas adicionales. Por ejem• plo, si hay sólo una Intentos de probar teorías del cambio cultural, o
«cultura cívica» que sea congruente con el teorías sobre los orígenes no políticos de la cultura
funcionamiento del sistema democrático. La política, son campos abo• nados para la investigación
experiencia suge• riría que existe una variedad de durante este inusual período de cam• bio político.
culturas «democráticas», así como maneras de Hay una multitud de otras cuestiones que implican
definir la cultura, lo que requiere proyectar y hacer 4
avanzar los estudios (Flanagan, 1978; Seligson y 9
Booth, 2
1993; Almon d y Verba, 1980). Igualmente
importante es que nuestra conceptualización de los
elementos de la cultura polí• tica, y sus
interrelaciones, hayan avanzado relativamente poco
la creación de normas culturales e identidades relación entre el desarrollo de una sociedad industrial
políticas, y la superposición entre las preferencias y el cam• bio de valores del público (por ejemplo,
sociales y las normas socia• les percibidas. Pueden Inkeles y Smith 1974). En las dos décadas pasadas
apreciarse pequeños progresos aquí y allí, pero no el esta investigación ha sido extendida al ulterior
asalto frontal a nuestra teorización sobre el mundo proceso de cambio de valores que acompaña al desa•
que llegaba desde las primeras olas rrollo de la sociedad industrial avanzada, o
democratizadoras. postindustrial.
Puede ser que la pauta actual de investigación La tesis del cambio de valores posmaterial de
represente la consecución de una ciencia madura; Ronald Ingle• hart (Inglehart, 1977, 1990;
con instrumentos y pre• guntas para la Abramson e Inglehart, 1995) ha fornecido el
esquema de análisis más importante para estu•
investigación bien desarrollados, la investiga• ción
diar los cambios que afectan a los públicos
ulterior se vuelve más incremental que el creativo masivos en las democracias industriales avanzadas.
traba• jo teórico de las primeras oleadas La explicación de Ingle• hart del cambio de valores
democráticas. No obstante, aún veo el potencial para se basa sobre dos premisas. Prime• ra, sugiere que las
la creatividad teórica y metodológi• ca como la prioridades de valor básicas del público están
(hasta ahora) oportunidad perdida de esta ola de determinadas por una hipótesis de escasez: los
democratización. individuos otor• gan el mayor valor a las cosas que
4
tengan una oferta relativa• mente corta . La segunda
parte de la teoría de Inglehart es una
I I . Cambio de valores y
4
En su prime r trabajo, Inglehart intentó generalizar la
modernización
hipótesis de la escasez en el esquema de análisis teórico más
ampli o de Abraha m Maslo w
Otra área donde el comportamiento político
4
comparado ha efectuado mayores avances implica 9
cambios en los valores públi• cos. La temprana 3
investigación sobre el comportamiento examinó la
hipótesis de socialización: las prioridades de valor cambios pos• teriores en las condiciones de vida.
individua l reflejan las condiciones que Inglehart usa este modelo para argumentar que
prevalecieron durante los años preadultos del las fuerzas socioeconómicas que transforman las
individuo. La combinación de ambas hipótesis sociedades industriales occidentales están
produce un modelo general de formación del valor: cambiando la relativa escasez de objetivos
las priori • dades de valores básicas de un individuo valorados, y consecuentemente las prioridades de
se forman temprana• mente en la vida como valores de los públicos occidentales. Las
reacción a las condiciones sociales y económicas generaciones más viejas proba• blemente resaltarán
(personales y sociales) de este período y, una vez todavía los tradicionales objetivos socia• les
formados, esos valores tienden a durar frente a «materiales», como el bienestar económico, la
seguridad social, la ley y el orden, los valores
orientaciones de valor posmateriales han
religiosos y una defensa nacional fuerte. Habiendo
redefinido parcial• mente la naturaleza de la
crecido en un entorno donde esos objetivos
política en las sociedades industria• les avanzadas.
tradicionales parecen relativamente asegurados, las
Esos intereses han llevado a la formación de
generaciones más jóvenes de occidentales están
variando su atención hacia objetivos de nuevos movimientos ciudadanos que se han
autoexpresión «posmateriales», libertad personal, convertido en par• ticipantes activos y con voz en
igualdad social, autorrealización y manteni• miento el proceso democrático. El movimiento ecologista
de la calidad de vida. o los grupos feministas, por ejemplo, han presionado
en favor de su agenda política alternativa (Dal- ton,
Lo que resulta más significativo acerca de la 1994a; Gelb, 1989). A menudo estas cuestiones los
tesis posma• terial de Inglehart es su amplia han puesto en conflicto con intereses económicos
relevancia para el estudio de las sociedades asentados, como los lobbies financieros y los
industriales avanzadas. Su concepto de cambio de sindicatos. Esos movimientos sociales nuevos
valores resultó úti l inmediatamente para explicar han sido también secundados por la nueva
las dife• rencias generacionales en las actitudes izquierda o los partidos verdes que defienden sus
públicas hacia el Mer • cado Común. Además, la posiciones dentro de las arenas electoral o
dimensión subyacente de valores materiales parlamentaria (Mueller-Rom- mel, 1989). En
versus posmateriale s está relacionada con el cre• resumen, estas orientaciones han contribuido a
ciente interés del público en los asuntos ambientales,
muchas de las controversias políticas que dividen
los dere• chos de la mujer, la protección del
actualmente al público y a los grupos políticos en
consumidor y otros asun• tos referidos a la calidad
de vida.
las democracias indus• triales avanzadas.
Además de los objetivos sociales alternativos, los
El surgimiento de valores posmateriales puede posmate• rialistas presionaron en favor de cambios
ligarse con los temas de democratización en dos en el estilo de la polí• tica democrática. El
sentidos. Primero, las posmaterialismo contribuyó al cambio en los
repertorios de acción de los públicos occidentales
de la jerarquía de valores humanos: el esquema masolviano se ha (Barnes y Kaase, 1979; Jennings y Van Deth,
vuelto menos prominente en los escritos más recientes de 1990). Los posmateria• listas usan con mayor
Inglehart.
probabilidad formas no convencionales de acción,
4 como las protestas y otras formas de comportamiento
9 desafiante hacia las élites. De manera similar, los
4 grupos ciu • dadanos y los partidos Verdes
reclamaron una expansión del proceso democrático
para permitir un mayor compromiso del público en
la factura de las políticas públicas y su administra•
ción. Los posmaterialistas favorecen los grupos
de asesora- miento ciudadanos, los referendums, y
otras formas de demo• cracia directa sobre el estilo
de democracia representativa limitada practicado
en otro tiempo. En resumen, el posmate• rialismo La segunda implicació n de las tesis
ha puesto en cuestión los principios democráticos - l a posmateriales subraya los valores en contraste de
así llamada literatura sobre «Crisis de la aquellas naciones que atraviesan
Democracia» ( K l i n - gemann y Fuchs, 1995)-
4
creando un debate entre la democra• cia
representativa y la democracia participativa. 9
5
ahora una transición democrática en el este de III .
Europa o Asia. Ha habido intentos de expandir el Cambio
concepto posmaterial a esas sociedades (Inglehart
electoral
y Siemenska, 1990; Gibson y Duch ,
1994), pero ésta parece una hipótesis de
investigación cues• tionable. Inglehar t formuló el Las elecciones son los procedimientos
posmaterialism o como la con• secuencia de los centrales de repre•
progresos económicos y políticos que estas sentación en las democracias modernas, y la
sociedades están ahora apenas iniciando. Por lo generación pasa-
tanto, debié• ramos esperar que públicos y élites en
el este de Europa y Asia pondrán mayor presión 5
En su trabajo más reciente, Inglehar t (1997; Abramso
sobre los objetivos materiales que una vez
n e Inglehart ,
dominaron la política de las democracias
1995) argumenta en favor de un proceso general de
occidentales. Por ejemplo, mientras los holandeses convergencia en valores globales. Hasta cierto punto estoy de
están luchando para conver• tirse en acuerdo, si uno define convergencia en términos de apoyo a
posmaterialistas, los polacos están esperando los valores democráticos y liberales como se expresa• ron en
alcan• zar los excesos materialistas a los cuales las tradiciones políticas occidentales. Sin embargo, el
modelo pos• material mantiene que las sociedades industriales
los holandeses han llegado a acostumbrarse. avanzadas están evolucio• nando hacia nuevas formas de
Además, las naciones en vías de democratización organización polític a y social. Este agujero entre las
deberían poner más peso sobre el desarrollo de democracias industriales avanzadas y las democracias
formas institucionalizadas de democracia emergentes es la divergencia recalcada en este caso.
representativa, y pueden querer evitar la
democracia participativa abogada en las sociedades
industriales avanzadas. Esto sugiere una diver•
gencia significativa en los objetivos inmediatos de
las demo• cracias industriales avanzadas y las
5
democracias emergentes . Ambos conjuntos de
naciones se están volviendo más democrá• ticos,
aunque con definiciones diferentes de lo qué
significa democracia y cómo debiera funcionar.
da de investigación ha aportado avances críticos afir• maciones de Lipset y Rokkan.
en nuestro conocimiento sobre cómo los votantes Conforme este tema del voto estable, basado
llegan a sus decisio• nes. Uno de los temas en las d i v i • siones sociales, se convertía en
principales en investigación electoral saber convencional , cam• bios dramáticos
contemporánea implica a los cambios en el peso comenzaron a afectar a esos mismos siste• mas de
relativo de los factores que influyen sobre las partidos. Los partidos asentados se vieron ante
decisiones de voto. La elec• ción política en la nuevas demandas y nuevos desafíos, y la evidencia
mayoría de las democracias occidentales se del cambio par• tidista se convirtió en obvia. En
estructuró tradicionalmente según divisiones de una década la cuestión domi • nante pasó de
clase, reli • giosas u otras divisiones sociales. A explicar la persistencia de la política electoral a
causa de que los indivi • duos estaban a menudo explicar el cambio electoral (Dalto n et al,
mal preparados para tratar con la com• plejidad de 1984; Crewe y Denver, 1985).
la política, se apoyaban sobre las entradas políticas El énfasis creciente sobre el cambio electoral
de grupos de referencia externos para alcanzar estaba liga• do a claras evidencias de que las
decisiones polí• ticas. Además, instituciones divisiones de clase y religión tenían una influencia
sociales como los sindicatos y las iglesias eran decreciente. Por ejemplo, en la segunda edición de
actores políticos principales, influyendo tanto Political Man, Lipset demostraba un declive en el
sobre las élites políticas como sobre sus nivel de voto de clase en diversas democracias
miembros. Seymour Lipset y Stein Rokkan occidentales (Lipset, 1981, apéndice).
resumieron esta posición en su famo• sa Investigación colaborante vino des• de Australia
conclusión: «Los sistemas de partidos de los (McAllister , 1992), Inglaterra (Franklin, 1985),
sesenta refle• jan , con pocas aunque significativas Alemania (Baker, Dalton e Hildebrandt, 1981),
excepciones, las estruc• turas de divisió n social de Japón (Wata- nuki , 1991) y otras democracias
los años veinte» (1967, p. 50). La primera industriales avanzadas (Ingle-
investigación electora l apoyó en gran media las
49 6 49 7
hart, 1990; Lañe y Ersson, 1991). Así , uno de religiosidad, región y género) para explicar
los mayores hallazgos de la última década de preferencias par• tidistas. A través de catorce
investigación electoral sos• tiene que las democracias occidentales, halla• ron una erosión
posiciones sociales ya no determinan las posi•
consistente sobre el impacto en el voto de la
ciones políticas como lo hicieron cuando los
alineamientos sociales estaban sólidamente estructura social. La tasa y cadencia de este
inmovilizados .
6 declive variaba entre las naciones, aunque el
Mark Franklin y sus colegas han recopilado la producto final era el mismo. Con• cluyeron con el
evidencia más comprehensiva en apoyo de esta nuevo «saber convencional» de la investiga• ción
conclusión (Franklin et al, 1992). Rastrearon la electoral comparada, «una cosa que se ha convertido
capacidad de un conjunto de carac• terísticas hoy en bastante aparente es que casi todos los
sociales (incluyendo clase social, educación, renta, países que hemos estudiado muestran un declive [...]
en la capacidad de las divi • siones sociales para tema de partidos nipón, o la irrupción de Berlusconi
estructurar la opción individual en el voto» (Franklin en la polí• tica italiana proporcionan ejemplos
et al, 1992, p. 385). gráficos de cómo el debi• litamiento de los vínculos
En muchas democracias occidentales la erosión de partido abre un potencial de sus• tancial
de las divi • siones de grupo como una influencia volatibilidad electoral.
sobre la opción electo• ral, fue acompañada por un El declive de las predisposiciones a largo
declive en la habilidad de las adhe• siones partidistas plazo basadas sobre la posición social o el
(o identificaciones partidistas) para explicar el partidismo transformaría las bases del
comportamiento político . La fortaleza de las comportamiento electoral a favor de los factores a
adhesiones a un partido ha decaído en diversas corto plazo, como la imagen del candidato o las
democracias occidentales a lo largo de la pasada opciones sobre asun• tos concretos. Existe evidencia
generación (véase la revisión de D al - ton, 1996). de que el nuevo orden electoral incluye un giro
De modo similar, ha existido un decrecimiento en el hacia la política centrada sobre los candida• tos.
voto en la línea del partido y un crecimiento de la Mart i n Wattenberg (1991) ha documentado la
volatili • dad partidista, el voto en papeletas importancia creciente de la imagen del candidato en
partidas, y otros fenóme• nos que indican que los las decisiones electo• rales norteamericanas, y se
ciudadanos ya no votan de acuerdo con la línea de un dispone de datos comparados sobre otras democracias
partido. La fuerte demostración de Perot en las occidentales (Bean y Mughan, 1989). Más aún,
elecciones presidenciales estadounidenses, el existen signos de una personalización creciente de las
colapso del sis- cam• pañas políticas en las democracias
occidentales: oportunida• des de fotografía
electoral, entrevistas personalizadas, paseos entre el
6
Desde luego, en las ciencias sociales nada funciona público e incluso debates televisados entre
pacíficamente. Una variedad de académicos británicos y
norteamericanos han cuestionado la evi• dencia sobre el declive candidatos se están convirtiendo en estándares del
del voto de clase (por ejemplo, Heath et al, 1991). Yo no recorrido electoral (Kaa- se, 1994).
encuentro convincentes sus evidencias.
El declive de las influencias sobre el voto a largo
4 plazo ha aumentado también el potencial para el
9
vot o en función de asuntos concretos. Mar k
8 Franklin (1985) mostró que la influen• cia
decreciente de fuerzas a largo plazo sobre las
decisiones de voto en Gran Bretaña fue contrapesado
por un impacto aumen• tado sobre el voto de
asuntos concretos (también, Baker et al, 1981,
cap. 10; Eij k y Niemoeller, 1983; Budge y Farlie,
1983; Rose y McAllister , 1986). Oddbjom
Knutsen (1987) y otros ligaron el auge de estos ahora sin una base de grupo. Otros asuntos explotan las nuevas
cortes transversales por los inte• reses según asuntos controversias de las sociedades industriales avanzadas. Incluso
otra aproximación argumenta que tales «asuntos posicionales»
concretos, con la erosión de divisiones sociales han sido supera• dos por un nuevo énfasis sobre «asuntos
7
previas . Al revisar la evidencia proveniente de valencia» que evalúa el rendimien • to del gobierno sobre
sus objetivos ampliamente aceptados, como juzga r a los

7
4
Existe un debate considerable sobre el contenido de este 9
nuevo voto en función de los asuntos. Alguno s asuntos
representan la continuación de con• flictos sociales pasados,
9

estudios comparativos sobre comportamiento del La relación entre el individuo y los medios de
voto, Mar k Franklin (1992, p. 400) apoya esta comunica• ción contribuye por su parte a estas
idea, concluyendo que «si todos los asuntos de tendencias, y las refuerza (Semetko et al, 1991).
importancia para los votantes han sido medidos y Los medios de comunicación contem• poráneos
se les ha dado su peso debido, entonces el auge del proporcionan a los votantes una gran variedad de
voto por asuntos habría compensado más o menos fuentes de información, y potencialmente una
precisamente el declive de la política de la perspectiva más crítica de los actores políticos
división». asentados como los partidos, los sindicatos y las
Estos cambios en las fuentes de la decisión empresas. El acceso a un entorno de medios
electoral, así como cambios relacionados en las diversos permite al público convertirse en selector
pautas de participación polí• tica y de la relación activo de información antes que en consumidor
individual con el sistema político, condu• cen a lo pasivo de entradas polí• ticas suministradas por
que podríamos denominar la «individualización de otros. Además, la posibilidad de ver en la televisión
la política». Esto ha implicado un cambio alejándose a los candidatos y líderes parlamentarios ha cau-
del estilo de toma de decisiones electorales basado
sobre el grupo social y/o entradas de partido hacia un partidos sobre su habilidad para guiar la economía o la polític a
estilo de elección política más indi • vidualizado e exterior. Así , el crecimiento del voto por asuntos concretos
interiormente orientado. En lugar de depender de las ha creado nuevas preguntas sobre qué asuntos son importantes.
élites de los partidos y grupos de referencias, más
ciudada• nos intentan ahora tratar con las
complejidades de la política y elaborar sus propias
decisiones políticas. Lo que se está de• sarrollando
es una pauta ecléctica y egocéntrica de toma de
decisión ciudadana. Más que redes personales
socialmente estructuradas y relativamente
homogéneas, los públicos con• temporáneos
basarán con mayor probabilidad sus decisiones en
las preferencias en cuanto a políticas públicas,
juicios sobre el rendimiento o imágenes de los
candidatos.
sado que se preste mayor atención a los atributos Para las democracias industriales avanzadas,
personales de los políticos, como la competencia y la estos avan• ces tienen un potencial incierto para la
integridad. La expan• sión de la campaña naturaleza del proceso electoral democrático
presidencial estadounidense de 1992 hacia nuevos (Dalton , 1996; Klingeman n y Fuchs,
forums mediáticos ilustra esta idea, y pueden 1995). Tales cambios pueden tanto mejorar como
apreciarse avances similares en otras democracias debilitar la
occidentales , aunque de forma más modesta, según «calidad» del proceso democrático y la
las tecnologías de la comunica• ción cambian las representación de los intereses políticos del público.
pautas del flujo de información. La naturaleza de las creencias políticas
La individualización de la política se muestra contemporáneas significa que la opinión pública se
también en la creciente heterogeneidad de los está volviendo simultáneamente más fluida y menos
asuntos que interesan al público. Los asuntos predeci- ble. Esta incertidumbre fuerza a los
posmateriales del medioambientalismo, los partidos y a los candida• tos a volverse más
derechos de las mujeres y las opciones de estilos sensibles a la opinión pública, al menos a las
de vida se han sumado a la ya repleta agenda de las opiniones de aquellos que votan. Los votantes de
sociedades indus• triales avanzadas. Además, la temas motivados tienen más probabilidades de al
teoría del esquema argumenta que los ciudadanos menos hacer oír sus voces, incluso si no son
se están fragmentado en una variedad de distintos aceptadas. Más aún, la habilidad de los candidatos
públicos acorde a los diferentes asuntos. En vez de para tener comunicaciones inmediatas con los
que la política estructurada por un grupo votantes puede robustecer el vínculo entre los
beneficie al entra• mado, el cual a menudo refleja políticos y la población. Hasta cierto punto, la
indicaciones socialmente deri• vadas, los individualización de la opción electoral revive las
ciudadanos tienden ahora a centrarse en asuntos primeras imágenes del votante indepen• diente
específicos de importancia inmediata o personal. informado que una vez hallamos en la teoría
democrá• tica clásica (Popkin, 1991).
500 501
reciente, pueden producir una definición estrecha de
Al mismo tiempo, existe una potencial cara
la racionalidad que es tan dañina para la democracia
oculta de estas nuevas fuerzas en la política electoral.
como las divisiones sociales «inamovibles».
El auge de la política de un único asunto o tema
Además, el contacto directo inmediato entre los
perjudica la habilidad de una sociedad para tratar
políticos y los ciudadanos aumenta el potencial para
con asuntos políticos que trasciendan los intereses
la demagogia y el extre• mismo político . Ambos
específicos, como es el caso del déficit
movimientos de extrema derecha y extrema
presupuestario dé los EE.UU. Élites que atiendan a
izquierda se benefician probablemente de este
los públicos de determinados asun• tos pueden dejar
nuevo entorno político, al menos en el corto plazo.
privados de sus derechos a los inactivos elec-
toralmente. Un interés demasiado grande en un solo En las democracias emergentes, se produce una
similitu d aparente en cuanto al retrato de la opción
asunto, o énfasis excesivo en el rendimiento
de votar que acaba• mos de describir. Es poco lució n en cuanto a las pautas de opción electoral
probable que los sistemas de parti• dos emergentes se
que fluyen desde la ruptura de los alineamientos a
basen en diferencias sociales basadas a su vez sobre
grupos estables, especialmente cuando la transición largo plazo y las adhe• siones partidistas, el
democrática ha acontecido rápidamente, como en desarrollo de un electorado más sofisti• cado, y
8
Europa del Este . De manera similar, resulta esfuerzos para ir más allá de las restricciones de
también poco probable que los nuevos electorados la democracia representativa. Las nuevas fuerzas
mantengan adhesiones partidistas en el largo plazo electorales en las democracias occidentales se están
que pudieran guiar su comportamiento. Por tanto, desenvolviendo también en el seno de una escenario
las pautas de opción electoral en muchas nuevas
electoral en el que las tradiciona• les entradas
democracias pueden basarse sobre los mismos
factores a corto plazo -imá • genes de los candidatos partidistas y basadas en el grupo ejercen aún una
y posiciones frente a asuntos concre• tos- que han influencia significativa, aunque descendente.
ganado recientemente prominencia en la política Los sistemas de partidos democráticos de la
electoral de las democracias industriales avanzadas. Europa del Este y el este de Asi a afrontan la tarea de
Estas similitudes son, sin embargo, sólo desarrollar la estruc• tura básica de la opción
superficiales. No van más allá de la superficie del electoral -lo s entramados que Lipset y Rokkan
proceso electoral. Las demo• cracias industriales examinaron históricamente para Occidente-. Esto
avanzadas están experimentando una evo- presenta una oportunidad única para estudiar
científicamente este proceso: examinar cómo se
8
La excepción podrían ser los sistemas de partidos de enraizaron las nuevas adhe• siones partidistas, cómo
Latinoamérica y el este de Asia (Taiwán y Corea del Sur), que se conformaron las relaciones entre los grupos
podrían ser capaces de inte• grar a divisiones sociales existentes
a causa de la naturaleza diferente de estas transiciones sociales y los partidos, cómo se crearon las imá•
democráticas (por ejemplo, Remmer, 1991; Chu , 1992). genes de los partidos, cómo se transmiten estas
imágenes a los nuevos votantes, y cómo los
ciudadanos aprenden el pro• ceso de opción
electoral y la democracia representativa. El
venerable marco de trabajo de Lipset y Rokka n
puede pro• porcionar un valioso punto de partida
para esta investigación, y el modelo de Michiga n de
la identificación partidista puede suministrar un
marco para estudiar cómo pueden formarse las
nuevas identidades políticas. Sin embargo, es
improbable que la creación de sistemas de partido
en el mundo de la televi• sión global, el mayor
conocimiento acerca de la política elec• toral (desde
las élites al público), y fundamentalmente de elec• dinámica sobre estos procesos de cambio electoral y
torados diferentes, siga la pauta de la Europa partidis• ta. Francamente, es aún demasiado
occidental de pronto para determinar cómo responderán los
los politólogos al frente a estos desafíos. Se ha
años producido ya un desarrollo impresionante de la base
veinte empí• rica de investigación en estas nuevas
. democracias - u n desa• rrollo que llevó décadas en
Dar respuesta a estas preguntas requerirá una algunas democracias occidentales-. Existen muchos
perspectiva signos animosos y van surgiendo impresionantes
50 2 503
aún, durante las primeras olas de tran• sición
estudios empíricos desde el este de Europa y el de
democrática los instrumentos de la ciencia social
Asia. Sin embargo, la prueba definitiva es si la
empírica no estaban disponibles para estudiar
investigación se centra en estas cuestiones amplias o
directamente el comporta• miento político. La ola
simplemente se convierte en una réplica de la
actual de democratización proporciona, por tanto, una
primera investigación hecha en el oeste.

oportunidad virtualmente única para afrontar pre•
guntas sobre la formación de la identidad, la creación
IV . de culturas políticas (y posiblemente cómo se cambian
Concl las herencias cultu• rales), la realización de un cálculo
usión inicial del voto, y los procesos dinámicos que ligan las
normas políticas y el comportamiento. Las respuestas
Como politólogos, acabamos de pasar por los que no sólo explicarán lo que haya ocurrido durante esta
constitu• yen razonablemente los eventos políticos ola de democratización, sino que pueden ayudarnos
más significativos de nuestras vidas: el colapso del para comprender mejor los principios básicos de cómo
imperio soviético y la ola de demo• cratización funcionan los ciudadanos dentro del proceso
global. Es ésta una conclusión que se repite a lo lar• democrático.
go del capítulo del presente volumen. Dichos eventos
tocan el verdadero núcleo de nuestras preguntas más
básicas sobre la naturaleza de la política ciudadana y Agradec
el funcionamiento del pro• ceso político. imientos
Normalmente estudiamos los sistemas democrá• ticos
Quisiera dar las gracias a Harry Eckstein y Marti
que están aproximadamente en equilibrio y
n Watten- berg por nuestras discusiones en curso
especulamos sobre cómo se creó ese equilibrio (o
sobre cultura política y cambio electoral que
cómo están cambiando de maneras menores). Más
contribuyeron a las ideas aquí presentadas. Bibliografía
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LAURENCE WHITEHEAD

I . Introducción

Este capítulo versa sobre la comparación de


procesos polí• ticos, estructuras y sistemas
nacionales. En particular, se ins• pira en el trabajo que
compara las dinámicas de los regímenes autoritarios,
los procesos por medio de los cuales tales regí•
menes pueden perder control, transiciones desde el
principio autoritario, y el posible establecimiento e
incluso consolida• ción de regímenes «democráticos».
5
Existe una larga historia de análisis político
0 comparado sobre estos temas en cuanto afec• tan a
8 Latinoamérica, pero desde luego estos temas poseen
más interés que el regional. Son de importancia
central para el estu• dio de la política contemporánea
en la Europa mediterránea, central y del Este y han
atraído creciente interés para el Áfric a subsahariana,
en varias partes de Asia y en todos los países ex
comunistas. Sintéticamente, podemos decir que el análisis
com• parativo de tales «transiciones de régimen» han
sido una de las actividades de mayor crecimiento en el 5
seno del campo de la ciencia polític a a lo largo de
0
la pasada década. Ha ofrecido
9
una manera de organizar el análisis de los procesos y es vulnerable frente a la apropiación selectiva
políticos en una amplia variedad de países, algunas (piénsese en cómo la administración Reagan trató
veces nuevos, habitual- mente pobres y a menudo de aplicar estas etiquetas de maneras diferentes en
inestables de alguna manera: países que de otra América Central). En realidad, dada la
forma no figurarían en el centro de la disciplina de extraordinaria esca• la de situaciones diversas en las
la ciencia política largamente basada en y que se aplican, llevan apare• jada necesariamente
preocupada por la política de los países viejos, una familia de significados, cada uno de los cuales
estables y ricos. depende hasta cierto punto del contexto.
Dada la prominencia y extensión de los procesos

de demo• cratización en el mundo real, una ciencia
II .
política que no ofre• ciera aproximaciones ¿Para
sistemáticas y bien fundadas a la inter• pretación quién es?
de esta realidad estaría abdicando de una tarea
esencial. Pero nuestras probabilidades de producir En orden a clarificar el lugar de la literatura
una sólida teoría predictiva son leves. A pesar de sobre demo• cratización en el corpus general de
una década de trabajo sobre transiciones desde el trabajo en política compa• rada, este capítulo
poder capitalista autoritario, nues• tra disciplina no aborda tres preguntas: «¿Para quién es?»,
se encontraba en buena posición para prede• cir o «¿A qué se parece?», «¿Cómo se hace?». En el
siquiera anticipar la ola de democratización que artículo in i •
cruzó el bloque ex soviético después de 1989. Ni cial para el primer número de la revista
podemos ahora ofre• cer predicciones altamente Comparative Politics,
probables sobre si o cómo los par• tidos comunistas
remanentes gobernarán países (China, Cuba, Corea,
Vietnam) que entrarán en una dinámica
semejante. Incluso la terminología nuclear que
empleamos -«ruptura»,
«liberalización», «transición», «consolidación»
y la propia
«democracia»- resulta inherentemente confusa en
cierta medida. Está abierta a más de una definición
3).
Harold Lasswell puso de manifiesto que el interés
por adqui• ri r conocimiento comparado ha tendido a Rebasando el caso de los EE.UU. , Lasswell
llegar por medio de estallidos repentinos. añadía que los poderes imperiales civiüzados -e n fases
Escribiendo desde la perspectiva de la ciencia tanto de expansión como de declive relativo- animaron
política norteamericana, destacaba tres ejemplos, en general cierto estudio del gobier• no comparado y
cada uno de ellos ligado parcialmente a la que las organizaciones transnacionales (por ejem• plo,
participación de los EE.UU . en un conflicto implicadas en comercio exterior o empresas
internacional. La Guerra Hispano-Nor- teamericana misioneras) ten• dieron también a apoyar un análisis
estimuló el estudio comparado de política mun• comparado al menos parcialmente sistemático. Las
dial y colonialismo; la Primera Guerra Mundia l y contraelites proclives al pensa• miento
la Revolu• ción Bolchevique profundizó los revolucionario probablemente tiendan también a
estudios territoriales sobre el mundo centrado en promo• ver el estudio comparativo de las
Europa; y, en una escala mucho mayor, la Segunda instituciones. Aunque, se pre• guntaba, ¿los estallidos
Guerra Mundial , la Guerra Fría y la descoloniza• de interés ocasionados por tales élites a la búsqueda
ció n dieron lugar a programas de choque de de conocimiento práctico generarían una diferencia
preparación e investigación. Lasswell deducía: permanente en las dimensiones espacial y temporal
del conoci• miento político, o «muchos de nosotros
[...] que una demanda efectiva de más retornaríamos al gobier• no norteamericano después de
conocimiento compa• rado depende de la
expectativa compartida de las élites polí• ticas de un breve recorrido por un mundo más novedoso?»
que mejorarán su posición si amplían el alcance (Lasswell, 1968, p. 5). Su conclusión vino a rea•
terri• torial de su información política. Más aún, segurar el futuro de la política comparada, dado que
algunos politólogos vieron la oportunidad de creía que el
mejorar el stock de conocimiento a disposición de
la disciplina y elevar el valor de su propia posi• ció «conocimiento central» de nuestra disciplina había
n con respecto a sus colegas (Lasswell, 1968, p. sido cam-
510
511
una manera de organizar el análisis de los procesos Dada la prominencia y extensión de los procesos
políticos en una amplia variedad de países, algunas de demo• cratización en el mundo real, una ciencia
veces nuevos, habitual- mente pobres y a menudo política que no ofre• ciera aproximaciones
inestables de alguna manera: países que de otra sistemáticas y bien fundadas a la inter• pretación de
forma no figurarían en el centro de la disciplina de esta realidad estaría abdicando de una tarea
la ciencia política largamente basada en y esencial. Pero nuestras probabilidades de producir
preocupada por la política de los países viejos, una sólida teoría predictiva son leves. A pesar de
estables y ricos. una década de trabajo sobre transiciones desde el
poder capitalista autoritario, nues• tra disciplina no Comparative Polines,
se encontraba en buena posición para prede• cir o
5
siquiera anticipar la ola de democratización que
1
cruzó el bloque ex soviético después de 1989. Ni
0
podemos ahora ofre• cer predicciones altamente
probables sobre si o cómo los par• tidos comunistas
remanentes gobernarán países (China, Cuba, Corea,
Vietnam) que entrarán en una dinámica
semejante. Incluso la terminología nuclear que
empleamos -«ruptura»,
«liberalización», «transición», «consolidación» y
la propia
«democracia»- resulta inherentemente confusa en
cierta medida. Está abierta a más de una definición
y es vulnerable frente a la apropiación selectiva
(piénsese en cómo la administración Reagan trató
de aplicar estas etiquetas de maneras diferentes en
América Central). En realidad, dada la
extraordinaria esca• la de situaciones diversas en las
que se aplican, llevan apare• jada necesariamente
una familia de significados, cada uno de los cuales
depende hasta cierto punto del contexto.

II .
¿Para
quién es?

En orden a clarificar el lugar de la literatura


sobre demo• cratización en el corpus general de
trabajo en política compa• rada, este capítulo
aborda tres preguntas: «¿Para quién es?»,
«¿A qué se parece?», «¿Cómo se hace?». En el
artículo i n i •
cial para el primer número de la revista
Rebasando el caso de los EE.UU. , Lasswell
Harold Lasswell puso de manifiesto que el interés
añadía que los poderes imperiales civilizados -e n
por adqui• ri r conocimiento comparado ha tendido
fases tanto de expansión como de decüve relativo-
a llegar por medio de estallidos repentinos.
animaron en general cierto estudio del gobier• no
Escribiendo desde la perspectiva de la ciencia
comparado y que las organizaciones transnacionales
política norteamericana, destacaba tres ejemplos,
(por ejem• plo, implicadas en comercio exterior o
cada uno de ellos ligado parcialmente a la
empresas misioneras) ten• dieron también a apoyar
participación de los EE.UU . en un conflicto
un análisis comparado al menos parcialmente
internacional. La Guerra Hispano-Nor- teamericana
sistemático. Las contraelites proclives al pensa•
estimuló el estudio comparado de política mun•
miento revolucionario probablemente tiendan
dial y colonialismo; la Primera Guerra Mundia l y
también a promo• ver el estudio comparativo de las
la Revolu• ción Bolchevique profundizó los
instituciones. Aunque, se pre• guntaba, ¿los estallidos
estudios territoriales sobre el mundo centrado en
de interés ocasionados por tales élites a la búsqueda
Europa; y, en una escala mucho mayor, la Segunda
de conocimiento práctico generarían una diferencia
Guerra Mundial , la Guerra Fría y la descoloniza•
permanente en las dimensiones espacial y temporal
ció n dieron lugar a programas de choque de
del conoci• miento político, o «muchos de nosotros
preparación e investigación. Lasswell deducía:
retornaríamos al gobier• no norteamericano después de
[...] que una demanda efectiva de más un breve recorrido por un mundo más novedoso?»
conocimiento compa• rado depende de la (Lasswell, 1968, p. 5). Su conclusión vino a rea•
expectativa compartida de las élites polí• ticas de
que mejorarán su posición si amplían el alcance
segurar el futuro de la política comparada, dado que
terri• torial de su información política. Más aún, creía que el
algunos politólogos vieron la oportunidad de «conocimiento central» de nuestra disciplina había
mejorar el stock de conocimiento a disposición sido cam-
de la disciplina y elevar el valor de su propia posi•
ción con respecto a sus colegas (Lasswell, 1968, 5
p. 3).
1
1
biado por la «revolución conductista» en una aplicación ha sido insuficientemente contextual, ina•
dirección que expandía de manera permanente la decuadamente centrado sobre los problemas e
demanda de análisis compa• rados basados sobre innecesariamente restrictivo en sus técnicas. En
métodos científicos de construcción de la teoría y resumen, ha sido insuficientemente confígurativo»
recopilación de datos. Sin embargo, el autor (Lasswell, 1968, p. 6).
reconocía que esto había producido resultados Un cuarto de siglo más tarde, algunos aspectos
desalentadores hasta el momento, y argumentaba que del diagnós• tico de Lasswell llegan hasta nosotros
ello se debía a que «el método com• parado en su como si lo hicieran des• de un mundo diferente,
aunque resulta recomendable una actua• lización
se desvanecieron rápidamente según tales esfuerzos
sobre dos temas principales. Éstos son: «¿Para
se demos• traban fallidos. Pero a partir de los
quién es el análisis comparado?» y «¿Cómo ha de
setenta el interés revivió según aparecían nuevas
hacerse?» -y por supuesto ambos están íntimamente
democracias, primero en el sur de Euro• pa, más
ligados-. A fin de valorar si este último «estallido»
tarde en Latinoamérica y partes de Asia durante
repentino de activismo en el campo de la polític a
los ochenta, y eventualmente en los territorios
comparada resultará probablemente efímero,
postsoviéticos, así como en los Estados
necesitamos considerar la pregunta de «¿Para
anteriormente de partido único del Á f r i • ca
quién?» al igual que la de «¿Cómo?», desde luego.
subsahariana. Indudablemente las élites gobernantes
Al reflejar el «¿Para quién?» podemos descubrir
en los Estados occidentales dominantes adoptaron
también ciertos indicio s sobre métodos
una primera visión a este respecto, bie n porque
apropiados y medidas ajustadas para juzga r
(como Kissinger) temían que podría desordenar su
nuestro rendi• miento (por ejemplo, en contraste
idea del orden mundial o porque (como Brandt o
con las élites imperiales y las contraelites
Cárter) confiaban que pudiera promoverlo. Sin
revolucionarias de Lasswell, muchos usuarios
embar• go, en la totalidad de los gobiernos
nuevos de nuestros servicios pueden ser más
occidentales no se aprecia demasiada sofisticación o
receptivos ante consideraciones que tengan baja
la búsqueda de hallazgos analíticos frescos hasta
capacidad predictiva, si bien pueden resultar más
hace relativamente poco.
exactos en cuanto a su sensibilidad hacia el
Por el contrario, en los países de habla hispana
contexto).
tanto las energías activistas como académicas
La demanda de orientación intelectual para
acabaron centrándose sobre esta cuestión bastante
comprender tales procesos contemporáneos como
antes de que su importancia prác• tica fuera
las transiciones desde el principio autoritario y la
demostrada. Si regímenes tan totémicos como el de
consolidación de democracias frági• les (materias
Salazar y la dictadura de Franco pudieron ser
inherentemente comparativas), ha resultado recien•
reemplazados por democracias liberales más o
temente tan potente y extendida que algunos
menos estables y operativas, entonces no sólo las
politólogos tuvie• ron que dar una respuesta.
élites dominantes sino más en general las clases
Esta demanda contemporánea por una política
educadas de Latinoamérica precisaban conocer
comparada sobre democratización proviene de
cómo iba a afectar a sus propias circunstancias
muchas fuentes. El primer interés británico giró en
políticas ese avance sorprendente. No fueron tanto
torno a las esperanzas de exportar el
las élites políticas «del norte» como las
«sistema Westminster» en el proceso de
comunidades políticas «del sur» quienes demanda•
descolonización, que
ban conocimientos renovados en la política
comparada sobre democratización. Más
recientemente, comunidades políticas emergentes en Producir política comparada para estos nuevos
Europa del Este, y desde luego en Suráfrica, han usuarios es una empresa diferente a dar servicio a
ampliado y profundizado más lejos las fuentes de las las élites de tipo impe• rial . En bien de la brevedad,
deman• das. Por supuesto, la demanda «del norte» este contraste se planteará en una forma estilizada
también se expan• dió de manera rápida, aunque donde inevitablemente se exagera la realidad. Para
mucho de esto se derivaba de esos requerimientos empezar por el contraste más obvio, marca una
más acuciantes «del sur». diferen• cia que las comparaciones asuman alguna
competencia lingüís-
512 513
conscientes de su propia vulnerabilidad frente a
tica tanto en español como en inglés. Ell o no
imposiciones desde el inte• rior. El primer tipo de
sólo permite acuñar neologismos tan ilustrativos
usuario puede demandar hallazgos cientí• ficamente
como democradura (com• puesto de «democracia»
acreditados con un potencial de predicción fuerte,
y «dictadura») y dictablanda (refe• rente a escasa
que pueden asesorarle para conseguir que se hagan
democracia y dictadura suave). De manera más
las cosas y no plantee demasiados dilemas
importante, apunta el intercambio respetuoso de
normativos entorpecedores. Por otra parte, puede
ideas, e inclu • so cierto sincretismo, entre
esperarse que los usuarios del segundo tipo tengan
comunidades lingüísticas rivales cada una de ellas
mayor tolerancia frente a la indeterminación y
con su propias tradiciones separadas y ricas de
menos expectativas de prescripciones políticas
teoría polític a y experiencia (por ejemplo, «el
científicamen• te validadas, en ambos casos porque
Estado»,
tal situación refleja sus propias experiencias de
«sociedad civil » y «el imperio de la ley» son todas
incertidumbres y limitaciones del poder y también
ellas cate• gorías liberales clave con resonancias
porque tienden a asociar el positivismo metodoló•
poderosas, pero en cier• ta medida distintivas, en
gico con un estilo de política amoral y acaso no
cada una de las dos comunidades).
democrático («política del poder»). Un estilo de
Un segundo contraste se produce entre élites
análisis más «interpretati• vo» antes que
imperiales con acceso a grandes concentraciones
«explicativo» puede asociarse con la práctica
de poder del Estado, acos• tumbradas a proyectar
participativa de «escuchar a la gente».
sus deseos externamente mientras ais• laban
Un tercer contraste (íntimamente relacionado)
fuertemente a la población de su país de
se produce entre el estilo de comparación
disrupciones exteriores, y comunidades políticas
compatible con una forma de gobierno fuertemente
formadas tentativamente con sólo un acceso
homogénea y segura de sí misma -pocos de cuyos
parcial a lo que son, en cualquier caso,
ciudadanos estarán probablemente dispuestos a
instrumentos bastante frágiles de poder estatal y
con• siderar la posibilidad de un veredicto odioso
sobre sus arreglos domésticos- y una colección de débiles y
5 heterogéneas formas de gobierno cuyos ciudadanos
1 pueden ser asaltados por senti• mientos de
4 inseguridad, o posiblemente incluso de inferiori •
dad, especialmente cuando las comparaciones
efectuadas resul• tan demasiado implacables y
«objetivas». En el primer caso, las prácticas e
instituciones políticas existentes pueden más o
menos darse por supuestas, o sólo ajustadas
marginalmente a la luz de la comparación
internacional. En el segundo caso, lec• ciones
supuestas o reales provenientes de otra parte
pueden producir un impacto transformador, puesto
que todos los arre• glos políticos (no sólo los
específicos, sino también los prin • cipios
fundacionales) son provisionales y ninguna
argumen• tación razonada en favor del cambio
puede ser de antemano descartada del debate
público de manera cierta.

I I I.
¿Cóm
o es?

Semejantes contrastes ayudan a explicar dos


aspectos importantes en los que la literatura sobre
democratización com• parada parece diferir del
trabajo bastante anterior sobre polí• tica
comparada: i) mayor relativismo y ii ) una
implicación más abierta con los dilemas
normativos. En ambos casos estamos tratando con
diferencias de grado y, de nuevo por razones de
brevedad, lo que sigue implic a una cierta
exageración. comparativo, en cuanto que si se articula un
Sobre el relativismo, deberíamos poner de argumento en términos percibidos en el país B
relieve en pri • mer lugar que la literatura sobre como favorable al país A, entonces ello ilicitará un
transiciones generalmente compara países de contra• argumento que requiere igua l
situación más o menos similar, lo cual impli • ca consideración (por ejemplo, los gobiernos de
que no puede reducir fácilmente la experiencia de Argentina , Chil e y Uruguay pueden cada uno
cualquier caso a un mero reflejo o contraste con construir un caso a favor de los méritos de sus
un caso principal. En principio, todas las aproximacio-
realidades nacionales separadas requieren
5
consideración equivalente. Esto debería significar
1
que el tra• bajo debe ser más genuinamente
5
nes específicas a las relaciones cívico-militares comparaciones tienen un inequívoco compromiso
-justo como los límites del argumento de cada país normativo. En el prefacio a su estu• dio pionero
pueden detectarse con• siderando los puntos fuertes Transitions from Authoritarian Rule, Abraham
en las argumentaciones de los riva• les-). El Lowenthal era explícit o sobre las «francas
trabajo genuinamente comparativo de esta desviaciones en favor de la democracia» del
clase requiere interpretaciones relativamente proyecto de investigación subya• cente, que
«densas» de cada caso. Ell o penaliza los caracterizaba como un ejercicio de «deseo cons•
tratamientos frivolo s o excesivamente ciente» (en O'Donnel l et al, 1986). Semejante
esquemáticos de los matices de una situación construcción consciente de la distinción hecho-
particular; obs• truye el «meter con calzador» valor subraya la idea de que el trabajo
procesos intratables en inapro- piadas celdas comparativo sobre democratización pertenece en
explicativas prefabricadas. Las interpretaciones alguna parte a los fines humanitarios del espectro
«densas» o contextualmente sofisticadas afectan, de las cien• cias sociales.
en cambio, procesos de formación de conceptos y Típicamente, este compromiso normativo no
métodos para evaluar la evidencia relevante. es sólo una preferencia de valor del investigador o
Mientras que el acopio de datos y la una implicación pres- criptiva de sus hallazgos;
comprobación de hipótesis pueden parecer está retejido dentro de la verdadera tela del
procedimientos bas• tante directos y pacíficos en un análisis. La mejor manera para ilustrar la
sistema político seguro y fuer• te, las mismas intimidad de este compromiso es diseñando una
operaciones plantean más dudas y crean más narración simplificada de un diálogo entre
ambigüedades cuando se efectúan en una serie de teóricos y practicantes. Enfrentados a la his• toria
formas de gobierno inseguras y diferenciadas, de intransigencia del régimen de Franco, muchos
todas hipersensibles acer• ca de las implicaciones demó• cratas españoles creyeron que debían
de un ejercicio comparativo para su propia trabajar en favor de una
armonía interna.
5
Por esto principalmente semejantes
1
6 «ruptura democrática»; creían, en otras palabras,
que la demo• cracia podía y debía ser recuperada
por medio de la moviliza• ción de masas desde
abajo. Por el contrario, el reflejo teórico y el
análisis comparado dieron empuje a una visión
opuesta, que sugería la eficacia mayor de una vía
alternativa para el mis• mo (aunque ¿era
exactamente el mismo?) objetivo. En esta visión,
una transición a la democracia se aseguraba mejor
por medio de una proceso interactivo de
negociación de las élites, en el curso del cual
importantes elementos del viejo régimen
ofrecerían un nuevo comienzo y la oposición
antidictatorial se moderaría. Esto demostró
constituir tanto una prescripción efectiva como un
poderoso instrumento para dar mayor poder a
ciertos grupos y quitárselo a otros. También
legitimaba una disposición particular de las
«reglas del juego», reglas que se convirtieron en
los principios fundacionales de la democracia
española y excluyeron otros. Su éxito en España
contribuyó a su influencia práctica en otras partes,
así como a aumentar su atractivo teórico. Desligar
el hecho del valor en esta narración sería una tarea
ingrata.
De manera similar, el subsiguiente trabajo
comparativo sobre democratización en América
del Sur argumentó (en con• tra del paradigma
previamente dominante de la dependencia) en
favor de la autonomía de los partidos y la
primacía de los determinantes domésticos del
cambio de régimen sobre aque• llos
internacionales. De nuevo, estos argumentos se
mostraron eficaces en términos prácticos; y de
nuevo, contribuyeron a incrementar el poder de
ciertos tipos de actores y al debilita• miento de
otros, y pueden incluso haber contribuido a la legi•
timación de un nuevo discurso hegemónico. Una
vez más, por lo tanto, el contenido normativo del
análisis se entreteje inex• tricablemente con su que sobre los regímenes políticos, y que da valor a
estructura analítica, que deriva su auto• rida d tanto la partici• pación y por tanto a la redistribución
de su identificación con los procesos políticos pre- social por encima de la
valentes como de sus credenciales estrictamente
científicas o metodológicas. De la misma manera, 5
podemos asociar tam• bién el atractivo de una 1
contracorriente más crítica de estudios comparados 7
(que se centra sobre la democratización social más
reforma institucional) tanto con su orientación falso dilema. En general nuestro procedimiento
normativa como con su claridad analítica o su base debería ser seleccionar métodos que nos permitan
evidencial. alcanzar confirma• ción objetiva de explicaciones
La combinación del relativismo con el generales relevantes. Aunque el balance de métodos
compromiso normati• vo ayuda a proteger este tipo disponibles variará de modo acorde con las tareas
de trabajo de degenerar en una nue• va ideología explicativas en mano.
dominante. Puesto que todos los procesos diversos Si esto es así, explicar la «democratización»
demandan equivalente respeto, y dado que en su puede reque• rir de las habilidades interpretativas
mayor parte sus resultados permanecen abiertos en del historiador compara• tivo tanto como de la
cuanto a su final, el compro• miso es más con claridad lógico-deductiva del, digamos, teórico de
dilemas que con soluciones claramente definidas. juegos. Como lo expresó Lasswell, «en orden a
Si tal relativismo o semejante compromiso des• cubrir las semejanzas y diferencias
normativo cons• tituyen o no características principales a estudiar, el contexto entero debe ser
distintivas deseables del trabajo general sobre continuamente escaneado [...] [y ] las técnicas de
política comparada, es una cuestión diferente. En observación deben ser múltiples» (1968, pp. 6,14).
esta área particular de trabajo, la idea a recalcar es Añadiría que las categorías explicativas y conceptos
que, aun• que la demanda de interpretación que emplea• mos acaso tengan que ser ajustados,
comparativa es fuerte, la medida de rendimiento «estirados» e incluso rein- terpretados en el curso de
requerida es relativamente baja en tér• minos un diálogo entre el análisis compa• rado y los
científicos. Cualidades tales como «conocimiento», procesos políticos bajo consideración. Semejantes
«jui• cio» y «persuasividad» (cualidades que procesos cognitivos en cuanto escaneo,
tienden a asociarse con una educación clásica en sintetización de múl • tiples fuentes y calidades de
artes) parecen tener tanta demanda como la información, y ajuste de nuestros
precisión definicional, la prueba formal y un
5
potente poder de predicción (las tradicionales
1
«marcas de fábrica» del trabajo científico). 8
Obviamente, esta polaridad rígida presen• ta un
conceptos en interacción con la experiencia no estilo dominante de trabajo comparado dictado por
deben escan• dalizarnos, puesto que la mayoría de la tarea de expli• car la democratización bien puede
nuestros juicios sociales e interpersonales pueden resultar particularmente com• patible para los nuevos
formularse de este modo. Disciplinas académicas consumidores de tal trabajo. En realidad, dadas no
tan altamente desarrolladas como la historia se apo• sólo sus habilidades ocupacionales sino las
yan en gran medida en tales procedimientos, y se lecciones de la experiencia política, que les indica
les acredita generalmente la producción de que la democratiza• ción es un complejo y
resultados impresionantes (cuando se practican de prolongado proceso de comunicación social y
la mejor manera). persuasión, probablemente rechazaran
Indudablemente este tip o de trabajo explicaciones expresadas en forma determinista o de
comparativo plantea importantes cuestiones de positivismo generaliza• do. Más aún, en ausencia de
método, algunas de las cuales esta• mos a punto a regularidades predecibles de mane• ra segura, puede
considerar. Antes de eso, necesitamos anotar que los esperarse un aumento de la demanda de inter•
principales «usuarios» del trabajo comparativo pretaciones normativamente fundadas.
sobre demo• cratización no son especialistas técnicos
sino generalistas luchan• do por dirigir y coordinar
comunidades políticas inexpertas en el IV .
autogobierno. Su formación puede ser la de ¿Cómo se
abogados, perio• distas, líderes de la comunidad o hace?
burócratas -todas ocupaciones que privilegian las
habilidades de persuasión y síntesis y que requieren El resto de este capítulo considera las cuestiones
la gestión diaria de la indeterminación social-. de: i) pre- dictibilidad contra contingencia en el
Según procede la democratización, tales grupos análisis político compa-
sociales entretejen un estrato político cada vez más 5
seguro de sí mismo y autorizado, impaciente por 1
absorber las explicaciones de su predicamento que 9
puedan derivarse del análisis político comparado. El
preceptos pragmáticos que pueden tomarse como
rado; ii ) los métodos apropiados para evaluar y sugerencias para practicantes de esta ciencia-cura-
comparar pro• cesos políticos dinámicos arte.
complejos; ii i ) la formación de con• ceptos y su
ajuste para este tipo de trabajo; iv ) algunas impl i •
caciones al respecto de la «objetividad» o el «status a)
científico» de sus resultados, y sus relaciones con Predictibilidad/contin
los valores democráti• cos. Desde esta discusión
gencia
más bien teórica la conclusión deri• va algunos
b) Procesos dinámicos
Sobre predictibilidad/contingencia, sin
repetir debates bien conocidos sobre metodología
Surgen problemas adicionales al comparar y
de la ciencia política, bas• ta decir que pocos de
los procesos que estudiamos se gobier• nan por evaluar proce• sos políticos dinámicos. Después de
leyes tan fiables que permita n iguala r la todo, algunos filósofos sociales contemporáneos van
causali• dad con la predicción (o retrospección). mucho más allá aseverando que el modelo lógico
Más aún, tal y como lo expresó M i l i ciento clásico de una causa concreta operando para pro•
cincuenta años antes, cuand o estu• diamos los ducir un efecto dado (o una cadena de causas
fenómenos de la polític a y la historia: «L a plu • produciendo cade• nas de efectos) necesita de vasta
ralidad de causas se da con exceso casi ilimitad o consideración. La idea es que cualquier valor
y los efec• tos están, en su mayo r parte, explicativo que obtengamos provendrá de la
inextricablemente entretejidos unos con otros. caracterización de la manera específica en la que los
Para aumentar la incomodidad , la mayoría de las dos se jun • tan. En lugar de un modelo de causalidad
investigaciones en ciencia polític a relacionan a la de «bola de billar», el cambio macropolítico que
pro• ducción de efectos de una descripción más implica redefinición de las percep• ciones e
comprensiva [...] resultados que probablemente identidades de los actores puede aclararse mejor en
se verán afectados de mane• ra directa en más o refe• rencia a un modelo reflexivo, o uno en el que
en menos por casi todo hecho que exis• ta, o el diálogo o el debate proporcionan el motor del
inclus o que ocurra , en la sociedad humana» cambio. En este caso, «cau• sa» y «efecto» pueden
(Mili , considerarse internas al proceso de cam• bio y
1
'1843, 1973, p. 452) . Claramente, semejantes unidas por las interdependencias de una
observacio• nes se aplican co n singular fuerza argumentación persuasiva, antes que operando externa
al estudio de la demo• cratización. y discrecionalmente entre sí. Cualquier explicación
fundada históricamente de un proce• so abstracto
como la «democratización» requiere considerar qué
1
En el libr o V I , cap. 10, sec. 3, M i l i ('1843, 1973) significa o implica el término para aquellos
continuaba etique• tando los intentos de descubrir leyes de afectados, signifi• cados que sólo pueden
progreso por medi o de las cuales pudiéramos prever eventos
futuros como «en su mayoría imputables con un error construirse sobre las intenciones y com• prensiones
2
conceptual fundamental sobre el verdadero método de la filosofía de los participantes . Puesto que tales explicaciones
social». Sin embargo, M i l i era claro en que, si los politólogo implican procesos interactivos de persuasión social,
s empleaban métodos correctos y no exageraban aquellos que están casi obligadas a invocar consideración
pudieran lograr, los resultados serían un «verdadero proceso de
verificación » (p. 917), a pesar del bajo poder de predicción normativa tanto como empí• rica3. Más aún, aunque
de los mismos. el diálogo y el debate pueden ser proce• sos potentes
para la identificación y eliminación de error, sus
resultados siempre están abiertos a revisión (las
subjetividades rivales nunca desaparecen); en
muchos casos los resultados pro-

2
En la precisa terminología del lógic o Georg Henri k von
3
Wrigh t (1971 , esp. caps. 3 y 4) semejantes explicaciones Para el argumento más general sobre que la explicación
sociales descansan, no en la cau• salidad humeana bajo la es un empeño inherentemente normativo, véase Garfinkel
cobertura de leyes, sino en «necesidades motiva - cionales a (1981 , caps. 5 y 6).
través de inferencias prácticas». Porque dependen de si las
inten• ciones de los agentes son «ideológicas», es decir, 5
vinculadas a consecuencias futuras esperadas, antes que 2
necesitadas de antecedentes pasados («causa• das» en el
sentido humeano). 1
52 0
visionales no son concluyentes (diversas tesis ralismo metodológico y que valora sus antecedentes
coherentes pue• den mantenerse en rivalidad en la filo• sofía y las humanidades, al igual que
finamente equilibrada después de que hayan sido remarca sus ambiciones de alcanzar el status de
rechazadas proposiciones fallidas); y al igual que «ciencia».
hemos presenciado en una u otra ocasión, el Considérense generalizaciones tan ilustrativas
argumento más sóli• do no emerge necesariamente como éstas: i) dos de los modos más seguros para
intacto (los resultados pueden ser compromisos desintegrar una coalición autoritaria, por tanto de
desordenados). En este modelo en cierta medi• da abrir camino para una posible transi• ción
relativista de la explicación social, no sólo democrática, son mediante la crisis en la
tendríamos que renunciar a una predictibilidad sucesión o mediante una derrota en un compromiso
potente, sino que el punto de vis• ta «libre de militar externo; ii ) las posibilidades de
valores» del analista sería puesto en cuestión, y se democratización en cualquier país dado estarán
requeriría amplia tolerancia con la contingencia. materialmente afectadas por el resultado de
Llegados a este punto, aquéllos más vinculados procesos simila• res en el Estado regionalmente
a los para• digmas científicos clásicos pueden ofrecer dominante; i i i ) donde la for• mación del Estado se
resistencia, al sentir que a menos que se mantengan ha completado ya (es decir, las fronteras territoriales
en el único marco explicativo coherente que son seguras, y las identidades nacionales están bien
conocen estarán perdidos. El estudio compara• tivo
5
de la democratización puede resultar ú t i l en este
2
caso, incluso para aquellos que no tienen interés en
él como campo sustantivo de investigación, al 2
ofrecer cierto reaseguramiento de que es posible
estudiar procesos importantes que se carac• terizan
por la contingencia, los finales discursivos
abiertos y la coexistencia de subjetividades
enfrentadas, sin abandonar la búsqueda de fuerza
moral explicativa o descuidando la bondad de los
estándares de verificación. Podría indicar que la
cien• cia política tiene algo digno que decir sobre
cuestiones de la mayor importancia pública, algo
que puede expresarse mejor por medio de una
disciplina que está abierta a un grado de plu •
4
consolidación (Rustow, 1970) . Los dos conjuntos de
formadas) la consolidación democrática resultará condiciones estaban bosquejados de mane• ra muy
mucho más fácil que donde la formación del Estado general. Un trabajo subsiguiente ha refinado los
y la democratización han de intentarse dos
simultáneamente. Aunque semejantes propo•
siciones pueden sonar más bien ambiguas y sueltas, 4
Este artículo ha sido ampliamente empleado, pero no
y aunque llevan aparejadas sólo afirmaciones de siempre se recuer• da que Rustow usó el argumento central, de
probabilidad «cualita• tivas» o «confusas», de manera más general, en su pr i • mera contribució n al número
hecho ciertamente proporcionan algu• nas bases inaugural de la mism a revista. Entonces, ponía de relieve «las
para la predicción (así como un esquema de trabajo distintas condiciones necesarias (en realidad, a menudo opues•
tas) para el nacimiento y la supervivencia de un tip o dado de
más amplio para la interpretación). Tales régimen. Por ejemplo, los Estados poscoloniales se origina n en
generalizaciones tie• nen su mérito, ciertamente, la militanci a anticolonia• lista, pero sobreviven por medi o
cuando se las compara con el pre• dicamento de de la gestión cuidadosa de sus problemas económicos y su
aquellos que sólo cuentan con una única expe• polític a exterior. Los regímenes militares resultan típica•
mente del complo t secreto y la rebelión armada, pero duran en
riencia nacional por la que juzgar. cuanto obten• gan una base de apoyo más amplia en alianza
Por lo tanto, esto nos plantea preguntas mucho con los burócratas civiles o un partido político . Lo s líderes
carismáticos, de acuerdo con Weber, esta• blecen sus
más amplias: credenciales por medio de la ejecución de lo que parecen mila
¿Qué nos indica la literatura en torno a • gros, pero preservan su legitimida d a través de la rutinizació
democratización compa• rada sobre los métodos n y la burocra- tización. Un a monarquía absoluta se sostiene
más apropiados para evaluar y compa• rar procesos mejor a través de la aceptación incuestionada de la tradició n y
la herencia, pero evidentemente no puede fundarse nuevamente
macropolíticos complejos y dinámicos? Una con• sobre el mismo principio . La democracia surge a través del
tribución clave fue la aportada por Dankwart conflict o y el compromiso , pero sobrevive por la virtu d y el
Rustow en 1970, quien introdujo la noción de un consenso creciente» (Rustow, 1968, p. 51). (Nótese que la
«modelo dinámico» en el cual las condiciones referencia inicia l a las «con-
favorecedoras de la iniciación de una transición 5
democrática pueden ser completamente diferentes 2
de aquellas requeridas para su subsiguiente 3
avance significativo sobre el trabajo previo, que había
tipos de condiciones y ha intentado tratar con la tendido a listar meramente «prerrequisitos» o
cuestión de cómo han de ligarse, una vez más «correla• ciones sociales» de la democracia. Bajo
apoyándose parcialmente sobre la posterior esta nueva aproxima• ción, el énfasis se traslada de las
reflexión teórica acerca de la naturaleza de los condiciones supuestamente per- cutantes a las
procesos democráticos en general, y en parte sobre dinámicas de interacción una vez iniciado el
induc• ción, tomando en cuenta un número mayor proceso. B) Por sí mismos, ni los reflejos teóricos ni el
de ejemplos y un trabajo más en profundidad sobre material de casos comparativos eran demasiado
casos específicos. instructivos, pero estu• diados en conjunto abrieron una
Para los propósitos de este capítulo, deben fructífera línea de investigación y condujeron
recalcarse tres ideas metodológicas. A) La eventualmente a una investigación comparada
presentación de un «modelo diná• mico» fue un mejorada. C) Aunque los procesos complejos que se
compara• ban eran inherentemente diversos, con a «modelar» las estrategias de los actores clave según
diferencias mayores en cadencia, proceso y resultado, interactúan y compiten por el poder en el curso de la
no obstante fueron vistos holís- ticamente (no democratización; se han agrupado y clasificado de
desagregados en partes componentes a la procu• ra de este modo varias experiencias específicas para
semejanzas más cercanas); y se mostró que en este adaptar las categorías sugeridas por la teoría de
cam• po las diversidades de proceso pueden no juegos (para un claro ejemplo, véase Colomer,
obstante manejarse dentro de un único esquema de 1991). Una perspectiva alternativa ha dirigido su
5
trabajo comparativo . atención a los efectos de la interacción (procesos de
Según se han expandido los estudios de aprendizaje) entre procesos con• currentes (por
democratización, se han intentado muchas variantes ejemplo, actores políticos españoles pueden haber
de esta aproximación gene• ral. Alguno s autores percibido sus alternativas y moldeado sus estrategias
han atribuido importanci a primordia l en respuesta a eventos aparentemente análogos en
Portugal). Alfre d Stepan desarrolló una tipología de
«vías» alternativas a la redemocratización, dirigiendo
diciones necesarias» choca con los ejemplos, que contienen
afirmaciones de tendencia, y se refiere implícitament e a la
su atención a los varios tipos de contextos
lógica de las interacciones estraté• gicas dentro de los regímenes, internacionales (en O'Donnel l et al., 1986) - u n
antes que a las condiciones necesarias exter• nas a ellos.) enfoque que he extendido subsiguientemente, por
5
Desde luego, la historia comparativa ha sido largamente medio de, por ejemplo, distinguir entre las
perseguida a través de estas líneas. A un nive l más teórico, consecuencias de varios tipos de
Weber desarrolló la noción de
«tipos ideales» po r las mismas razones. La afirmació n
«imposición» de la democracia y contrastarlos con
planteada en este caso no es que Rustow inventase un nuevo la demo• cracia a través de la descolonización y a
método (en realidad, el contraste entre condiciones para la través de la «conver• gencia» (Whitehead, 1996).
creación de un régimen y para su mantenimiento puede Un punto a destacar en este caso es que, a pesar de
rastrearse al menos en La Política de Aristóteles), simplemente
que i n i • ció su aplicación al estudio comparado de la la diver• sidad de vías que han sido sugeridas y las
democratización. evidentes diferen• cias de punto de partida y
condiciones iniciadoras, puede argu• mentarse que
5 los resultados - a l menos hasta ahora- han sido
2 relativamente homogéneos y pueden reducirse a un
4 pequeño número de alternativas solapadas. Acaso
como reacción ante esto, algunos de los intentos más
recientes de sondear detrás de estas aparentes
similitudes de resultado se han alejado de con•
siderar las diferenciaciones internas dentro de los
procesos de democratización, redirigiendo la atención
hacia el modo en que tales procesos pueden estar
interactuando con macrocambios sociales
simultáneos en otras áreas (el «decüve de la matriz
esta- docéntrica» o el giro desde una economía
dirigida por el Esta• do a otra orientada hacia el
mercado o el desarrollo de la «socie• dad civil») teoría inicia l más inducción, dirige su atención a
(Cavarozzi [19921 proporciona un ejemplo). ciertas variables estratégicas que se proponen como
Todos estos ejercicios variados de comparación moto-
implican un proceso iterativo en dos sentidos. Un 5
modelo dinámico sim• plificado (o conjunto de 2
generalizaciones de alcance medio), derivado de la 5

res del cambio. Por medio de algunos procesos de considera• ción, pero ninguno de los cuales ha
selección o enjuiciamiento, una escala de casos establecido aún por sí mis• mo un domini o en
(usualmente en mar• cha) se identifican como solitario . La tensión entre la narración compleja
ejemplos posibles del modelo. Las narraciones de y un esquema de trabajo explicativo coherente resul•
los casos se compilan entonces con atención ta obviamente problemática, aunque puede
particularmente dirigid a (aunque no también resultar una tensión creativa: puede
exclusivamente) a las variables estratégicas perderse más que ganarse resol• viendo este
sugeridas por el modelo o esquema de trabajo conflicto de manera unilateral en favor bien de un
iniciales. Pero puesto que esas narraciones de lado o del otro. Existen antecedentes
procesos macropolíticos complejos se caracterizan intelectualmente respe• tables para semejante
por la incerteza y el conflicto de valores, no puede enfoque metodológico 6 . Puede ser una
aguardarse de las mismas con• firmación o rechazo
no ambiguos. Más bien, probablemente plantearán 6
J. S. M i l i (1973, p. 917) reconoció la importanci a de
dudas o sugerirán alguna reespecificación del los estudios de caso cabales en la política comparada,
mode• lo general y generalizaciones. En principio destacando que puesto que sus «leyes empíricas» (o marcos
este proceso de ajus• te e interrogación en dos interpretativos) deben estar fundamentadas en unos
sentidos puede continuar a través de diversos ciclos,
5
particularmente dado que muchas de las narra• 2
ciones se despliegan en direcciones inesperadas y
colocan pre• sión sobre el esquema de trabajo que 6
las acompaña, que tien• de a dejarlas sueltas y sin
un final.
¿Cómo de satisfactorios resultan tales métodos?
Desde un punto de vista purista resultan obviamente
poco metódicos. La mejor defensa para ellos es que
resulta n «apropiados», dada la naturaleza intratable
(aunque de importancia vital) de las rea• lidades
que se proponen explicar. En lugar de prescribir un
solo método para ser seguido con rigor exclusivista,
puede que sea más apropiado recomendar la
aplicación de múltiples métodos solapados, cada uno
de los cuales puede aclarar nuestra com• prensión
de una u otra parte de los fenómenos bajo
aproximació n a las «semejanzas
virtud del debate sobre democratización comparada
que el mis• mo fuerce a sacar a la luz las razones
en favor de procedi• mientos que también se pocos ejemplos «si por lo tanto, incluso uno o dos de esos
pocos ejemplos se conocen de manera insuficiente [...] y por lo
siguen, aunque de manera menos admi• tida, en tanto se los compara de mane• ra inadecuada con otros
otras áreas de nuestra disciplina. ejemplos, nada es más probable que el surgimiento de una ley
empírica equivocada en vez de correcta».
Compárese el reciente volumen de Geoffrey Hawthor n
sobre cómo pen• sar acerca de los contrafactuales en la
c) Formación de explicación social. «Las conexiones causales o recorridos que
conceptos hayamos sido capaces de detectar [...] resultan fra• seados bien
en un nivel que resulta tan general que es insuficientemente
infor• mativo y no afronta nuestros intereses explicativos;
Una implicación particular de esta bien tan condicionales que no son generales; o bien, cuando
aproximación ha atraí• do la atención han generado proposiciones testables, son falsas. Porque la
académica, acaso porque encaja con algu• nos respuesta a preguntas acerca del cambio social [...] tie• ne que
rodearse con tantas condiciones, toda consideración de cualquier
debates más amplios en la filosofía cam• bio particular, si ha de respetar la condicionalidad del
contemporánea. Ell o afecta a la formación y ejemplo, ha de ser en sí misma relativamente particular y
ajuste de conceptos, la manera en que los conformemente compleja. Y cuanto más complejo se vuelve
conceptos (algunos prefieren decir categorías) [...] más alternativas sugiere» (1991 , pp. 160-161).
7
que estructuran el marco interpretativo se Tras reconocer que «la comparación amplia es difíc il ,
generan, se definen, se relacionan unos con que la realidad social y política es heterogénea, que aplicar una
categoría en un contexto dado requiere conocimiento detallado
otros y se ajustan en el curso de la de ese contexto, y que es fáci l aplicar ma l las categorías»,
investigación 7 . As í Collie r y Mahon se Sartori (1970) proporciona una guía úti l del «viaje» y el «esti•
embarcan en una crí• tica de potencial largo ramiento» conceptual que puede requerirse para acomodar estos
alcance de lo que denominan «cate- gorización nuevos casos.
clásica», según se contiene en el bien conocido 5
artículo de Sartori en la APSR (1970). Invocan a 2
Wittgens- tein como la fuente de su
7

familiares » y a Lakof f por la noció n d e Los refinamiento s que proponen crean «una
«categorías radia• les» (Collier y Mahon , 1993, oportunidad para una aplicación más amplia y
p. 852) 8 . Semejante «descen- tración» del flexible incrementando la extensión de la
significado de conceptos centrales puede con • categoría. Aunque esta flexibilidad mayo r pueda
ducirlos fácilment e al relativism o cultura l o conducir a disputas académicas mayores acerca
al terreno posmoderno, aunque los autores de si la categoría se adapta al caso bajo
retroceden rápidamente, concluyendo que el estudio».
artículo de Sartori «permanece mere• cidamente Este artículo precavidamente innovador plantea
como un punto de referencia para los investiga• más asun• tos mayores que aquellos que confronta.
dores de la política comparada», aunque «se En términos prácti• cos, la conclusión prudente es
impongan cier• ta precaución y refinamiento» . que algo parecido al «tipo ide• al» weberiano
proporcion a aún una manera efectiva de d) Objetividad y status científico
combinar métodos imaginativos, analógicos
-inclus o in tu i • tivos- de construcción de la
¿Qué es, entonces, el status científico de
teoría que continúan el compro• miso con la
estos estudios sobre democratización? Antes de que
verificación «objetiva» y procedimientos imper•
esta pregunta cree exce• siva angustia, deberíamos
sonales de multiplicación . Desde una visión
hacer una pausa para recordar que incluso en las
alternativa, las categorías clave distribuidas en la
bien fundadas ciencias naturales han emergido
literatura sobre democra• tización resultan tan
dudas sobre la visión tradicional sobre cómo surgen
intensamente normativas y valorativas que su
y se veri• fican las teorías. El tema central en el
emergencia y ajuste debe ser un proceso
pensamiento de Isaac Newton fue el
inherente• mente evaluativo. Por ejemplo,
establecimiento del dominio del espíritu sobre la
calificar una democracia de
materia demostrando la actividad divina en la
«consolidada» no es meramente categorizarla
forma de ope• rar ordinaria de la naturaleza. La
sino también juzgarla. Es tanto normativo como
mayoría de las teorías cientí• ficas están hasta
autorizador. Si los analis• tas tiene n
cierto punto indeterminadas por la evidencia
discrecionalida d para seleccionar categorías que no
reunida para «probarlas». Pese a que los agentes
son meros reflejos de una realidad dada, y si
cognitivos científicos interactúan típicamente, con
sus métodos requieren iteración entre sus
una variedad de propó• sitos y siguiendo una
conceptos y procesos políticos específicos
variedad de estrategias cognitivas, sus métodos,
altamente controvertidos, ¿pueden aún reclamar
analizados sin sentimentalismo, permiten aún el
que están practicando una «ciencia» neutral y no
avan• ce científico racional (Kitcher, 1993). Así, en
un «arte» más subjetivo?
especial cuando el objeto de estudio no es la
naturaleza sino la política, la cons• trucción de la
teoría será poco fructífera a menos que pueda de
8
Véase Gallie (1956), quien propone una visión subjetivista del algún modo tomar en cuenta la «disposición
signifi• subjetiva» de los agentes para quienes se intenta.
cado de Un politólogo que fuera despojado de todo
«democr conocimiento social carecería de los requisitos
acia».
para organizar e interpretar la evidencia. Pero si el
5 lenguaje, la historia y el conocimien• to del
2 contexto son elementos constitutivos en el
8 proceso de construcción teórica, entonces un trabajo
exitoso requerirá cier• ta combinación de rigor y
armonización. En realidad un gra• do de
pluralismo metodológico y una diversidad de
fuentes de reclutamiento pueden ser requerimientos
vitales para el pro• greso de la ciencia política en
general así como, de manera más obvia, para la
política comparada en particular. Cuando la tarea
implica comparar procesos dinámicos complejos po r alta contingencia es compararlos con
que ocurren en más de un país, entonces el ejercicio interpretaciones plausibles de lo que podría haber
demanda que la armonización social se vuelva ocurrido de otra manera. No obstante,
mucho más exacta (cuestión central para los
estudios de área). Un elemento principal en la 5
comprensión de procesos complejos caracterizados 2
9
la selección de contrafactuales apropiados es una análisis com• parado -enumeración, muestreo,
actividad más exigente. Requiere conocimiento comparación pareada, estu• dios de caso,
extensivo del contexto y de analogías apropiadas o modelación y así sucesivamente-, algunos de los
casos aparentemente comparables; y requiere juicio cuales altamente positivos, extendiéndose a través
habilidoso. En resumen, requiere ambos, cien• cia y del espec• tro que va desde lo fuertemente normativo
arte. hasta incluso lo sub• jetivo. Todos están, en una u
Finalmente, si el objeto de estudio es la otra manera, implícit a o explíci• tamente cargados
democratización, no será posible generar un con teoría. Una aproximación pluralista nos lleva a
marco interpretativo adecuado o propiamente la conclusión de que diversas perspectivas teóricas
evaluar los casos instantáneos sin una buena riva• les pueden poseer algún poder explicativo y,
familiarización con las normas, principios o por lo tanto, que merece la pena el intentar múltiples
valores democrá• ticos que se requieren de cara a estilos comparativos encar• nando puntos de vista
estructurar el orden polític o emergente. Por lo teóricos alternativos. El rendimiento de teorías
tanto, el estudio comparado de la demo• diferentes y estilos alternativos de investigación
cratización requiere un grado de implicaci ó n pro• bablemente dependa en gran parte de la
normativ a (armonización, familiaridad con el naturaleza de la tarea explicativa. Así, una teoría
contexto, capacidad para relacionarlo con las altamente positivista y predictiva puede ser
aspiraciones democráticas) que, lejos de servir apropiada para modelar y comparar las propiedades
como un sustituto de claridad analítica y respeto de reglas de decisión alternativas en situación de
por la evidencia, constituye un complemento representa• ción proporcional; mientras que el
indispensable para tales atributos. potencial revolucionario

V.
Con
clusi
ón

Resulta claro que existen múltiples estilos de


inferir• se» ( Mi li, ' 18 4 3 , 1973, p. 917).
y quizás antidemocrático de varias ramas del
fundamentalis- mo islámico acaso pueda aclararse Entre las habilidades requeridas, no deberíamos
por medio de un estilo de análisis comparado subestimar la complicación de traducir términos
mucho más intuitivo , históricamente infor• mado clave de una lengua a otra (o incluso de un país a
y basado culturalmente. otro dentro de la misma comunidad de lengua).
El trabajo comparado sobre democratización Comparativistas, como Joseph LaPalombara, han
requiere la evaluación cabal y cuidadosa de una sido larga e incómodamente conscientes del hecho
amplia escala de factores contextúales. Como puso de que términos políticos tan simples (o incluso
de relieve M i l i hace tiempo, tales evaluaciones aparentemente naturales) como
requieren personas que estén «capacitadas téc• «partido» acarrean diferentes connotaciones en
nicamente por completo» (no tan sólo adiestradas diferentes esce• narios -una idea minusvalorada por
en el análi• sis lógico). Sólo tales personas son los estudios sobre democra• tización en los países ex
«capaces de preparar los materiales para la comunistas, donde, al contrario que en la mayor
generalización histórica, por medio del aná• lisis parte de América de Sur, el término ha estado
de los hechos de la historia, o incluso por medio asocia• do con sistemas de poder antidemocráticos-.
de la observación de los fenómenos sociales en su De hecho, compa• rar los cambios de régimen en
propio tiempo. Ningún otro será consciente de la sistemas políticos completos requiere familiaridad
importancia comparativa de hechos diferentes, ni no sólo con las connotaciones especiales que
sabe en consecuencia qué hechos buscar u dependen de términos individuales, sino también con
observar; y aún menos será capaz de estimar la los idio• mas políticos más generales en cuyos
evidencia de hechos que, como acontece en la términos se incorporan.
mayoría de los casos, no pue• den descubrirse a La defensa de Quentin Skinner de las
través de la observación directa o aprender• se por interpretaciones de la teoría política sensibles al
medio de la experimentación, sino que han de contexto puede extenderse a este tipo de análisis
político comparado más generalmente.
530 531
Podemos esperar lograr una cierta clase de horizontes actua• les en lugar de reforzar los
objetividad al valo• rar sistemas de pensamiento prejuicios locales (Skinner, en Tully,
rivales. Podemos esperar lograr un grado mayor 1
de comprensión, y de ese modo una toleran• cia 9
más amplia, para varios elementos de diversidad 8
cultural. Y sobre todo, podemos esperar
8,
adquirir una perspectiva des• de la cual
contemplar nuestra propi a form a de vid a de p.
una manera más autocrítica, ampliando nuestros 2
8
7 disciplinada) tanto como con las imitaciones de las
). técnicas expe•

Esto requiere la adquisición de capacidades


de enjuicia• miento altamente refinadas. No
debería equipararse al abando• no de todos los
estándares de objetividad (como deja claro la
primera frase citada), aunque probablemente
estimule una con• ciencia mejorada de las muchas
maneras en las que el análisis polític o complejo se
moldea, de forma casi inevitable, en fun• ción del
punto de vista del analista. Aunque esa
autoconcien- cia crea ciertas dificultades, también
ofrece algunas ventajas. Puede ayudar al analista a
comprender los choques de poder y percepción que
conducen el cambio de régimen, sin llegar a vin •
cularse de manera acrítica al punto de vista de
cualquiera de los protagonistas. Puesto que la
democratización implic a la forja de identidades y
percepciones comunes a través de procesos de
interacción y persuasión, resulta altamente deseable
para el ana• lista el aprehender las diversas
posiciones en competencia sin ser captado por
ninguna de ellas. En reaüdad, resulta difícil ima•
ginar cómo podría construirse un relato general
creíble de un proceso de democratización sin
incluir ciertas consideraciones de los valores de
compromiso y tolerancia que proporcionaron la
differentia specifica precisa para justificar los
costes y ries• gos de embarcarse en un cambio de
régimen.
Que la práctica de la política comparada es hasta
cierto pun• to un «arte» (es decir, una cuestión de
juici o y persuasión, así como de prueba formal) ha
constituido el punto de vista de este capítulo.
Interpretaciones enriquecedoras y convincentes de
los principales fenómenos políticos del mundo real
pueden gene• rarse en cierta medida a través tanto
del razonamiento inductivo como del deductivo,
con la ayuda de la intuición (adecuadamente
rimentales. Esto resulta especialmente cierto en el ciudadanas. Madison escribió los Papeles
campo de los estudios de democratización donde, Federalistas desde un «compro• miso normativo»
acaso más que en ninguna parte, se sostiene el con la consolidación de la frágil república cons•
reciente dictum de Rawls: «Muchos de nues• tros titucional de los EE.UU . Tocqueville estudió la
criterios más importantes se construyen bajo democracia ame• ricana como parte de un programa
condiciones en que no se espera que personas para consolidar el orden liberal en Francia, y,
conscientes con plena capaci• dad de raciocinio, después de 1848, formó parte del gobierno en un
incluso tras una discusión libre, lleguen a la misma intento de llevar la nueva democracia hasta la
conclusión [...]. Estas cargas del juicio resultan de seguridad. Weber fue un consejero clave en los
primera importancia para una idea democrática de la borradores de la Constitución de Weimar, haciendo
tolerancia» (Rawls, todos los esfuerzos para emplear su presti• gio
1993, p. 29; véase también como científico social y su conocimiento como
Bohman, 1991). comparati- vista para ayudar a estabilizar la
Afortunadamente para la disciplina de la ciencia transición a una república democrática en la
política exis• te un noble pedigree para el tipo de Alemania posguillermina.
«razón práctica» y compro• miso normativo, Dados semejantes antecedentes, la actual
basado sobre las artes del criterio social y la generación de estu• diantes de la democratización
persuasión, que ha tendido a caracterizar los trabajos comparada necesitan no sentirse demasiado
mejores en el campo de la democratización inseguros si sus trabajos los conducen a áreas que
comparada. Por tradición se supone que sean más normativas, subjetivas y prescriptivas de
Aristóteles redactó las constituciones de 158 formas las que aho• ra caracterizan a otras ramas de la
de gobierno griegas (aunque sólo ha sobrevivido la ciencia política. Incluso pue• den permitirse, por
de Atenas) antes de emprender el análisis la naturaleza de la materia sujeto, variacio• nes en
comparado en La Política. Maquiavelo trató de el énfasis desde la explicación causal a la
persuadir a las ciudades-Estado italianas de que se comprensión, de la prueba al juicio , de la
salvaran a sí mismas organizando milicias demostración a la persuasión.
532 533
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Desde el comienzo, comparar ha constituido una manera par•
ticular de conectar ideas derivadas desde la filosofía política y
la teoría a los hechos y fenómenos empíricos. El énfasis pri •
mario se refiere al poder. El propósito es determinar qué varia•
ciones implica la diferencia entre las maneras en que puede des•
plegarse el poder -n o el poder en general, desde luego, sino en
cuanto que organizado en sistemas políticos y generado a nive•
les nacionales y subnacionales-. Interpretar el significado de las
diferencias en los usos y distribuciones del poder por sistemas
políticos diferentes es la empresa común subyacente en varias
15. Política comparada : l o viejo y lo nuevo aproximaciones alternativas a la política comparada.
Antes de examinar cómo ha evolucionado la política com•
parada, parecen preceptivas algunas definiciones clarificado•
DAVID E. APTER ras. Cuando hablamos de «sistema» político, queremos decir
que sus componentes son interdependientes, un cambio en uno
implica cambios en otros. Los sistemas políticos, en el míni •
mo, tienen como responsabilidad primaria (podría denominarse
I . Introducción su función original) el mantenimiento del orden sobre juris -

535
dicciones definidas, para lo cual poseen el monopolio sobre embargo, no existe una corres• pondencia clara o incluso
la fuerza coactiva. Llamamos Estado a las jurisdicciones sobe• necesaria entre la intervención del gobierno y el beneficio
ranas (Poggi, 1990). «Gobierno» es el medio principal a través social.
del cual los sistemas políticos funcionan. «Sociedad civil » se Fuertes o débiles, democráticos o autoritarios, los
refiere a aquellas redes de la sociedad (como las organizacio • siste• mas políticos son importantes en la medida en que sean
nes del voluntariado, las ONG , servicios de educación «con• figurantes», esto es, en la medida que establezcan leyes
priva• da o religiosa, etc.) que están fuera del control del y órde• nes que efectivamente gobiernen la conducta
gobierno o del Estado aunque realizan funciones públicas política . Sin embargo, la adaptación entre el
(escuelas, etc.). Cómo interviene, y la manera en que se comportamiento político pres• crito y el real varía
delimita su poder defi• ne el tipo o carácter del Estado extensivamente en tiempo y lugar. Según los ciudadanos del
(democrático, autoritario, etc.). Estado o los individuos y grupos en la socie• dad c iv i l
«Democracia», de acuerdo con Schumpeter (1947, p. 269), cambian y eluden el comportamiento prescrito, a través de
puede definirse como «aquella disposición institucional para medios legales o legislativos o por medio de accio• nes de
llegar a decisiones políticas en la que los individuos adquieren confrontación (reflejando una variedad de circunstan• cias),
el poder para decidir, por medio de la lucha competitiva por el resultado es cambio en valores y creencias, alteracio• nes
el voto de la gente». En el grado en el que el gobierno en principios de justicia, o modificaciones en la búsqueda de
inter• venga en la sociedad c ivi l hablamos del «Estado fuerte» objetivos altamente valorados. Por lo tanto, incluidos entre las
(Birn - baum, 1982), esto es, aquel en que el gobierno acepta preocupaciones críticas de la política comparada están lo
un alto nivel de responsabilidades por el bienestar de sus bien que los diferentes tipos de sistema político resultan «con•
ciudadanos. Donde tales responsabilidades son
cumplimentadas por cuer• pos fuera del Estado hablamos de
una «sociedad civ i l fuerte» (Badie y Birnbaum, 1983). Sin
del enfoque general seguido, la naturaleza de las preguntas
figurantes» en realidad, cómo pueden establecerse y mante•
planteadas o las hipótesis a comprobar. A este respecto puede
nerse tales tipos, y cómo pueden mediarse las discrepancias
afirmarse que la política comparada, en cuanto va más allá de
percibidas entre comportamiento político prescrito y real. Defi•
la mera descripción, es la cara empírica de la filosofía o de la
nir el buen sistema político y asegurar una buena adecuación
teoría políticas 1. Entre los asuntos más característicos han esta•
entre tal sistema y los procesos políticos reales es una cuestión
do la exploración de las diferencias entre sistemas políticos
central dentro del alcance más amplio de los intereses de la
en relación al conflicto o el compromiso, poder y responsabi•
política comparada. En cuanto existe amplio consenso sobre
lidad pública, eficacia y justicia. «Tipos» concretos de siste•
que la democracia es el mejor sistema político disponible, la
mas políticos incluyen una amplia variedad de alternativas, desde
mayoría de la investigación comparada muestra una preo•
las «tribus» a la polis, a los Estados, monárquicos y republi•
cupación por la democracia: cómo realizarla, sostenerla, adap•
canos, democráticos y autoritarios, presidenciales y parla•
tarla y mejorarla, y cómo tratar con las amenazas, tanto desde
mentarios. Dentro de cada cual, hay también una amplia varie•
dentro como desde fuera, para su supervivencia.
dad en cómo las facciones y las coaliciones se forman y
Las comparaciones de los sistemas políticos y cómo fun• reforman, se persiguen intereses, y, dependiendo de las estruc•
cionan tienden a hacerse sobre la base de los Estados que son turas constitucionales, se sostienen vínculos entre la sociedad
sus vicarios concretos. La mayoría de la comparación de los
sistemas políticos se hace por países, instituciones en su seno
(subsistemas), y caso. Se dispone de una variedad de estrate• 1
El víncul o entre ellas puede así ser difícilmente separado de los méto•
gias: funcional, multivariable, fenomenológica y así sucesiva• dos comparativos, los cuales, sin embargo, requerirían un tratamiento mayo
r del espacio del que disponemos aquí.
mente. Cualquier estrategia de investigación elegida dependerá
536 537
disciplinas de la ciencia social. En cambio, el «neoinstitucio-
civi l y el Estado (si en términos de parentesco, cuerpos ecle• nalismo» no sólo volvi ó al Estado sino que modificó las preo•
siásticos, movimientos políticos, partidos políticos o sistemas cupaciones de los desarrollistas hacia una dirección de mayor
electorales). operacionalismo, más ajustada al modo en que funcionan los
Entre la variedad de enfoques comparativos, se destacarán sistemas políticos y los Estados.
tres para su examen: institucionalismo, desarrollismo y neoins-
titucionalismo. El primer enfoque tiende a centrarse sobre los
funcionamientos específicos de los sistemas políticos per se: II . Institucionalismo
presidencial y parlamentario, unitario y federal, partidos y vota•
ciones, comités y elecciones. El segundo enfoque incorpora El institucionalismo fue el enfoque más o menos exclusivo
teorías amplias del cambio social. El tercer enfoque combina en la política comparada, hasta, y también bastante después, de
ambas. El institucionalismo constituye la base de la política la Segunda Guerra Mundial . Su énfasis original se situaba en
2
comparada. Continúa siendo fundacional . Incluso los textos la ley y la constitución, sobre cómo evolucionaron en sus dife-
3
más recientes siguen siendo «institucionalistas» . Esto es, des•
criben cómo funciona el sistema político de un Estado deta• 2
Para buenos ejemplos de textos comparados estándar siguiendo la tra•
llando la estructura y funcionamiento del gobierno y sus prác• dición del institucionalismo, véanse Friedric h (1968) y Finer (1949).
ticas. Lo que acabó por llamarse la «nueva» política comparada 3
Compárese, por ejemplo, las categorías en un «viejo» texto institucio-
-desarrollismo (político y económico)- ponía más énfasis sobre nalista como la Theory andPracüce of Modera Government de Hermán Finer
el cambio social antes que en las técnicas de gobernación, y (1949) con la última edición de la obra French Polity de Wi lli a m Safran (1995).
En ambos las categorías son en buena medida las mismas.
al hacerlo así se aprovechaba de manera considerable de otras
53 8
rentes formas el Estado, la soberanía, las jurisdicciones, y los
instrumentos legales y legislativos. Eran significativas las varian•
tes distribuciones de poder y cómo se manifestaban en las rela•
ciones entre la nación y el Estado, el gobierno central y local,
la administración y la burocracia, las prácticas y principios lega•
les y constitucionales. Semejante evolución comenzó en la
Antigüedad cuando las ideas del sistema político se articula•
ron primeramente (Bryce, 1921), con la democracia como un
resultado ideológico . Sin embargo, aunque el institucionalis•
mo recalcó especialmente el carácter occidental de la demo•
cracia, proclamó también su universalidad. Democracia signi•
ficaba gobierno civi l diferenciado, legislativos y cortes, poderes
ejecutivos y gobierno local, municipalidades. La política com•
parada implicaba el examen detallado de cómo trabajaban esos
medios, incluyendo un fuerte énfasis en la reforma (expandiendo
el sufragio, el problema de la oligarquía, reduciendo los peligros
para el orden establecido por doctrinas tales como el anarquis•
mo, el socialismo y el comunismo), un contexto de creciente
4
revuelta social, guerras mundiales, depresión y totalitarismo .
En estos términos, la política comparada es virtualmente con•
temporánea con los orígenes de la ciencia política. Podría decir•
se que la relación entre la filosofía política y la política compa•
rada ha sido recíproca. Cada una ha contribuido a la otra en
términos del análisis del poder así como de los ideales perfecti•
bles de justicia. Las preocupaciones clásicas se referían al mejor
Estado en cuanto encarnación de razón, sabiduría y racionalidad,
5
y a cómo de bien nutría la virtud cívica de los ciudadanos .

4
Fuera país por país, función por función o medio por medio, su preocu•
pación primaria se refería a los Estados y los gobiernos, las constituciones y
sus enmiendas, los derechos y sus garantías, los sistemas federales y unitarios,
centralización y descentralización, regionalismo y localismo, cuestiones de
representación mayoritaria y minoritaria, gobierno de gabinete o dictadura de
gabinete, sistemas multipartidistas versus bipartidistas, mandatos, electora•
dos, primera y segunda cámaras, comités legislativos y electorales, procedi•
mientos, las audiencias de gastos y su debate, votaciones y cierre, el papel de
los comités y, de manera creciente, el papel de la opinión pública y la prensa.
5
Como se ha destacado en otra parte en este volumen ( Almo n d : supra,
cap. 2) las tipologías originales del sistema polític o en La República o Las

53 9

Del institucionalismo, derivando sus ejemplos originales de la Roma republicana y la imperial, podría decirse que ha evo•
lucionado desde las preocupaciones antiguas hasta las doctri•
ridad eclesiástica y secular, sobre reino y señores feudales, y
nas ilustradas de la ley natural y positiva. La ley representaba
las guerras civiles y revoluciones que transformaron el con•
una relación orgánica entre magistrados y jurisdicciones supe-
tenido de las teorías de autoridad, de individualismo y pacto
rordinadas y subordinadas. Los estudiosos de las institucio•
social de principios abstractos en cuestiones de vida o muer•
nes comparadas eran principalmente juristas. Examinaban por 6
te (Gough, 1957) .
ejemplo las Instituciones de Justiniano, las contribuciones de
los comentaristas y glosadores (por no hablar del Código de Estas conexiones íntimas e intrincadas entre la filosofía polí•
Hammurabi, las Instituciones de Gaio, la ley sálica y germá• tica, el derecho y la historia adoptaron la forma de dos tradi•
nica, etc.). Para algunos el Derecho romano fue una fuente de ciones diferentes aunque solapadas, la continental y la anglo•
inspiración. Otros recibieron influencia de teorías del pacto sajona. Para la disciplina de la política comparada, fue la última
social que centraban su atención sobre la legitimidad en tér• la que se volvi ó más importante. Con un pedigrí que puede ras•
minos de representación, la relación entre el individu o y la trearse hasta Bracton en el siglo xm , incluye figuras tales como
comunidad; el ciudadano y el Estado definían la naturaleza del Blackstone, Anson, Stubbs, Dicey, Vinogradoff y Maitland. Por
constitucionalismo. En esos términos la filosofía política y el lo tanto, el institucionalismo posee una historia de constitucio•
derecho se convirtieron en fundamentos para el estudio insti• nalismo marcada por la transferencia de poderes generales y
tucional de la política comparada (Strauss, 1959). específicos de los monarcas a las asambleas, por medio de dere•
chos representados en fueros, con la democracia como fun•
Un tercer ingrediente, según implic a la discusión previa,
ción de la supremacía parlamentaria. El institucionalismo incluía
fue la historia. En este caso el énfasis era también sobre la
el examen de los procedimientos e instrumentos por medio de
evolución del Estado más alia de las polis y de los orígenes
los cuales podía hacerse funcionar a la libertad como precon-
del conciliarismo, pero en términos de eventos de referencia
dición para la obligación 7. En resumen, si la política compara-
específicos, luchas entre el Estado y la Iglesia, entre la auto-
6
El paradigma institucional tomó realmente forma durante el período de
Leyes de Platón, o en La Política de Aristóteles, extrajeron su inspiración de la Ilustración. El énfasis primero sobre categorías de personas y sus diferentes
comparaciones concretas entre Esparta, Atenas, Persia y otros Estados, y ads• «naturalezas» fue transformado en un universo de individuos cuyas diferencias
criben diferencias entre la gente (clases o «razas»). Así , por ejemplo, se dis• eran relativamente menores; desde luego, importaba si la visión del hombre en
tinguía a las polis bárbaras de las griegas, los esclavos de los ciudadanos, los un estado de naturaleza en cuanto comparada con la comunidad ci vi l era o no
aristócratas de los plebeyos - c o n tales distinciones validando prescriptiva- benigna. Para Hobbes, que no lo era, no se trataba de una cuestión de demo•
mente la concentración y dispersión del poder de acuerdo con las tipologías cracia. Aunqu e la mayoría de los restantes teóricos resaltaron propiedades
de sistemas políticos basadas en el uno, los pocos y los muchos- . Estos tipos más benignas como la propensión al trato, el trueque y el intercambio de Ada m
de sistema político eran mejores o peores de acuerdo con la forma en que pro• Smit h (es decir, identificando un universo de intereses), siendo el problema
movieran la virtud , la prudencia, la moderación , el coraje en la guerra, la cómo reconciliar mejor la libertad individual con las reglas comunitarias. Para
disciplina individual y la cívica dentro del buen Estado, así como, según espe• Rousseau, era la voluntad general; para Locke, el ejercicio de la responsabili•
cificaban las circunstancias bajo las cuales el buen gobierno podría decaer, dad c iv i l , una cuestión de representación parlamentaria y soberanía.
desde luego, la mejora mora l y la prevención de la decadencia fue una preo• 7
La tradición continental del institucionalismo se interesó también por
cupación principal desde Platón y Aristóteles en adelante, y de acuerdo con
la teoría del contrato social. Retenía una conexión más sólida con la tradición
ella pueden compararse tipologías no sólo para los «mejores» sistemas sino
de los derechos naturales como se encarnó en el Derecho romano, el conci•
para las alternativas más posibles, incluyendo aquella en que el Estado pro•
liarism o eclesiástico, en un contexto de nacionalismo en desarrollo. El últ i •
porciona la mejor educación para sus ciudadanos.
mo adoptó la forma de un historicismo evolutista, una teleología, esto es, el
emerger inevitable de las instituciones democráticas fuera de conflictos especí•
540 ficos, como aquellos entre el conciliarismo papal y la monarquía, la corpo•
ración medieval y el Estado secular (Gierke, 1950).

54 1

da versaba sobre la evolución de la democracia, ésta se consi• deraba un instrumento para la perfección mora l del hombre
«hacia la que mueve su propia naturaleza» (Barker, 1946), cons• pública y el consenso, autoridad legislativa y ejecutiva, solu•
tituyendo la evidencia del tal «movimiento» las grandes revo• ciones electorales, la jurisdicció n de tribunales y magistrados,
luciones democráticas: la inglesa, la norteamericana, la francesa, y las virtudes relativas de las constituciones no escritas frente
la cual muestra dos alternativas poderosas y en competencia, el a las escritas (un debate aún viv o en Inglaterra), las virtudes de
constitucionalismo liberal de 1789 y el jacobinismo radical de los sistemas unitarios frente a los federales, sistemas presi•
1792 (Furet y Ozouf, 1989). denciales frente a parlamentarios, el funcionamiento de los
Cómo comprender las ideas de estas revoluciones consti- gobiernos de gabinete (Jennings, '1936, 1947), el papel del
tucionalmente fue una forma en que la Historia-como-even• consejo privado del monarca y el significado de su falta, la
tos llegó a incorporar principios de gobierno modernos. Si cada transformación de las casas de la famili a imperial en organi•
revolución se representa como un sistema de gobierno ajustado zaciones administrativas (Robson, 1956), la evolución del gobier•
de la mejor manera a la naturaleza del hombre ¿Qué arreglo no local, las reglas procedimentales del comportamiento parla•
institucional era más apropiado para cada una? ¿Qué maximi - mentario (Campion, 1950), revisión judicia l , el papel de los
zaría, en cada caso, el poder configurador de las constituciones magistrados, comités y sistemas de comités (Wheare, 1955), sis•
democráticas y libertarias? temas electorales (Mackenzie, 1958; Lakeman y Lambert, 1959)
Por encima de todo, el institucionalismo se preocupaba por y, por encima de todo, partidos políticos (Ostrogorski, 1964;
la democracia como un sistema de orden con fines abiertos. Eso Michels, 4915 , 1958; Duverger, 1954).
resaltaba la centralidad de la opción. Si el orden era una priori•
dad, la opción era otra. Ambas se convirtieron en estándares para Un formidable conjunto de figuras personifica tales preo•
evaluar los gobiernos. Comparando en estos términos los gobier• cupaciones, incluyendo a Cari Schmitt en Alemania, Ivor Jen•
nos de Inglaterra, los EE.UU . y Francia tras sus revoluciones; nings, Ernest Barker y Harold Laski en Inglaterra, León Deguit
el parlamentarismo británico se representó como el sistema par• y Andre Siegfried en Francia, Cari Friedich y Hermán Finer en
lamentario modelo por causa de su estabilidad superior, el nor• los Estados Unidos, por nombrar sólo a unos pocos. Lo que
teamericano fue el sistema presidencial modelo por causa de
tenían en común era no sólo un extraordinario conocimiento
su capacidad de opción (y su localismo), mientras el francés era
la versión inestable del primero. En este sentido, gobiernos y empírico de cómo funcionaban tales instituciones, incluyen•
Estados pueden juzgarse por su distancia desde los dos prime• do instrumentos especializados com o partidos políticos o
8
ros, siendo preferido en general el primero frente al segundo . comités parlamentarios, sino un conocimiento común de la his•
En estos términos, el institucionalismo se preocupó por defi• toria y derecho clásicos, medievales y del contrato social.
nir aquellos arreglos políticos más capaces de cuadrar el círcu• Los institucionalistas no sólo estudiaron los funciona•
lo: entre orden y opción, individuo y comunidad, derechos ciu• mientos de la democracia o las alternativas autoritarias en tér•
dadanos y obligaciones, de acuerdo con la responsabilidad minos configúrales. Reconocieron que las instituciones «fun•
8
cionan» sólo en cuanto que encarnan los valores, normas y
Inglaterra fue el prototip o de la democracia parlamentaria, estable y
unitaria; Francia, de la inestable; y E E . U U . un ejemplo de las virtudes del
principios de la democracia en sí mismas. Puesto que el ins•
federalismo y el localismo. No pocos estudiosos norteamericanos, incluyen • titucionalismo nunca versó simplemente sobre mecanismos
do a Woodrow Wilson , apoyaron un sistema parlamentario para los de gobierno sino también sobre cómo se «institucionalizaban»
Estados Unidos.
los principio s democráticos. Eso sugería que sólo algunas
sociedades estaban «adaptadas» para la democracia, mientras
que otras lo estarían cuando hubieran evolucionado de mane•
ra acorde. De ahí, por ejemplo, el colonialismo tutelar como una vía apropiada para nutrir y animar la democracia por medio
54 2 543

de la devolución legislativa, recapitulando la experiencia de


9
Los estudiosos alemanes, en particular, estaban preocupados
la metrópoli en los territorios coloniales (Hancock, 1940;
por cómo consolidar jurisdicció n y ciudadanía comunes y
Wight, 1957). compartidas.
Podría decirse que el institucionalismo fue y sigue siendo la
5
pieza central de la política comparada. Reformista y prescrip-
4
tivo, evolucionó primero en una era de nacionalismo europeo cuan•
4
do el problema central era cómo asegurar y hacer viables las
conexiones entre naciones divididas por idioma, cultura, reli •
9
gión y nacionalismos locales . Entraron enjuego factores econó•
micos con una importancia creciente según lo que Arendt (1963)
llamó la «cuestión social», se convirtió en algo cada vez más
preocupante, los sindicatos comenzaron a organizarse mejor y,
junto con movimientos políticos de diversas variedades, pre•
sionaron por una participación política mayor, mayor equidad,
una redeñnición de la igualdad y desafiaron los principios
libe• rales con los socialistas u otras alternativas ideológicas.
El ins• titucionalismo tuvo que afrontar la cuestión de cómo
podía el gobierno tratar con el desempleo, el ciclo económico,
las con- diciones sociales negativas, el emerger de la política
de clases, los movimientos políticos y los movimientos de
protesta extrainstitucionales en sus métodos, cuando no en sus
princi-
| pios . Y cuanto más llegaban a preocuparse los institucionalis-
tas por la economía política, mayor atención se prestaba a las
instituciones y políticas fiscales y monetarias en un contexto de
keynesianismo , especialmente como protección frente a la polí•
tica de partido radicalizada. Los desafíos al principi o de la
propiedad privada desde los partidos de izquierda empleando
teorías socialistas o marxistas, por no hablar de la expansión de
los partidos socialistas y comunistas en Europa con sus deman•
das de derechos civiles y sociales, plantearon la cuestión no sólo
de las alternativas totalitarias como el fascismo o el comunismo,
sino también si el socialismo parlamentario era un paso
siguien- t e probable en la evolución de la democracia
(Schumpeter,
1947), llegando a verse al Estado del Bienestar social y la
demo•
cracia «industrial» o social (Clegg, 1951; Panitch, 1976) como
una alternativa al totalitarismo, y un medio para prevenir que los en sí misma, se hizo obvio que debía prestarse más atención a
10
ciudadanos voten por el totalitarismo y contra la democra• cia . Eso los factores psicológicos, económicos, sociales y organizativos,
desde luego atrajo la atención tanto hacia los parti• dos políticos y de maneras al margen de las conven• ciones del análisis
pautas de votación, como a los atractivos poten• ciales de un partido institucional. Si incluso la mejor constitución democrática
burocrático único y el poder autoritario en diferentes sistemas (Weimar) lio podía garantizar que la democracia funcionase,
totalitarios (Friedrich y Brzezinski, 1962). había también una pléyade de ejemplos de países con buenas
Acaso los institucionalistas tenían demasiada confianza en el constituciones y malos gobiernos (la constitución
poder configurador de los sistemas políticos democráticos. Fueron
incapaces de tratar «teóricamente» con las indisputables y marcadas
discrepancias entre la teoría institucionalista y la práctica, cuando 10
«El Estado del Bienestar es el resultado institucional de la asunción
se establecieron constituciones democráticas en países recién por una sociedad de responsabilidad explícita y legal y, por tanto, formal por
independizados después de la Primera y de la Segunda Guerra el bie• nestar básico de sus miembros» (Girvetz, 1968, p. 512). Los ejemplos
inclu • yen el New Deal en los EE.UU. , Beveridge en Gran Bretaña, el
Mundia l (Huntington, 1992)". Los institucio• nalistas Frente Popu• lar en Francia, y el emerger de los Estados socialdemócratas,
contemplaron el emerger mayoritariamente inesperado de los como Suecia.
gobiernos totalitarios en Rusia e Italia, y el fracaso de la " Con la excepción de aquellos casos donde los territorios coloniales
Constitución de Weimar y la ascensión del nazismo como for• mas evolucionaron hacia status de domini o bajo el Estatuto de Westminster de
1931 y en el seno de la Commonwealt h británica, Canadá, Nueva Zelanda,
desviadas de comportamiento político . Más aún, según crecían en Australia , Sudáfrica, y, en parte sorprendente, la India , la mayoría de
fuerza los partidos comunistas marxistas radicales y otros grupos los esfuerzos para establecer instituciones democráticas empleando un
extremistas, especialmente en Europa, y comen• zaron a desafiar no sistema de invernadero han fracasado.
sólo la manera en que funcionaba la demo• cracia sino la democracia
545
12
soviética de 1936) . El institucionalismo era inadecuado para importar cuan virtuosas fueran las políticas adoptadas para pro•
la prueba impuesta por la ingeniería constitucional. Asumía mover lo primero, eran en cierta medida moralmente diluidas
(si no contaminadas) por la persuasividad del segundo. Eso dio
que los países sin democracia eran democracias frustradas espe•
al desarrollismo una cierta ambigüedad, rápidamente explotada
rando sólo a ser liberadas. El resultado no mejoró cuando se hizo por los países llamados del «Tercer Mundo». Semejante ambigüe•
de la democracia una condición de transición a la independen• dad se extendió a los esfuerzos al nivel de la construcción de
cia tras la Segunda Guerra Mundia l (Huntington, 1992). instituciones, no tanto en términos de Europa (en el período de
recuperación de posguerra incluyendo el Plan Marshall), sino
13
en la «descolonización» de los territorios coloniales . Una
III . L a «nueva» política
comparada 12
Los primeros esfuerzos extendidos para llegar a la democracia por
medio de «ingeniería social institucionalista» tuvieron lugar en países que
La «nueva» política comparada, con su énfasis sobre el cre• emergían de la ruptura de los imperio s ruso, austro-húngaro y turco . Co
cimiento y el desarrollo, fue parte de un optimismo más general n pocas excepciones, como Checoslovaquia y Finlandia, tales esfuerzos
del período tras la Segunda Guerra Mundial. Pero si la premisa fraca• saron (Headlam-Morley, 1929). Los segundos, incluyendo el proceso
de des• colonización tras la Segunda Guerra Mundial , han tenido éxito a
y la promesa del desarrollo representaba al bien, el mal eran el duras penas. Hoy los esfuerzos para establecer la democracia en Europa del
comunismo y la Guerra Fría. En el oeste, todo movimiento hacia Este y Rusia siguen siendo más una esperanza que una realidad.
la izquierda era una ganancia para la Unión Soviética. Todo movi• 13
Ell o permiti ó a futuros dictadores acusar de representar una herencia
miento hacia la democracia era una ganancia para los EE.UU . y neocolonial a aquellas constituciones democráticas que marcaron la transi•
sus aliados. El resultado de semejante maniqueísmo fue que, sin ción a la independencia en muchos países antiguamente colonias.
54 6
ambigüedad incluso mayor caracterizó el desarrollismo practica•
do por los EE.UU. en América Latina, bajo la Alianza para el
Pro• greso, que para muchos era simplemente «neoimperialismo»
-con mucho del «Tercer Mundo», con una autoproclamada pero
ambi• guamente practicada «neutralidad» entre el «Primer»
Mundo (Occidente) y el «Segundo» (URSS y otros países
socialistas), rechazando la democracia en favor de Estados de
partido único y el poder personal, con más o menos
genuflexiones explícitas ante el socialismo (vagamente
definido)-. En realidad, la política del desarrollo estaba
moralmente tan nublada que los principales paí• ses
metropolitanos se permitían ser casi tan manipuladores como
manipulados.
En efecto, el problema político era cómo combinar demo•
cráticamente descolonización con devolución de poderes, redi-
rigiendo el nacionalismo -esto es, cambiando jurisdicción des•
de lejos del Estado hacia é l - dentro de un contexto de «nuevas
naciones». El colonialismo se convirtió de este modo en tute•
lar más que en hegemónico. Haciéndolo así, se esperaba, las
instituciones democráticas se convertirían en instrumentos
del Estado en ciernes, un Estado desarrollista, positivo. Por la
misma vía, esto impediría el «salto de etapas» - l a alternativa
comunista al Estado de partido único, «saltando» la «fase bur•
guesa» y procediendo directamente al socialismo. Lo que esta•
ba en juego en este caso eran dos concepciones muy diferen•
tes de «realidad subyacente». Para la primera, el mercado más
la democracia (un mercado doble, económico y político), cons•
tituiría un equilibrio en movimiento dada la experiencia y la
ayuda exterior. Para la otra, semejante etapa era por su propia
naturaleza neoimperialista, hegemónica, sustituyente del control
económico por el político. En este sentido, para uno la devo•
lución era el sustitutivo para la revolución mientras que la revo•
lución era para el otro la alternativa a la devolución (convir•
tiéndose Argeli a en uno de los ejemplos de lo últim o para
Francia, Vietnam para los EE.UU. , etcétera).
Las atracciones en competencia entre la izquierda y la dere•
cha tuvieron también consecuencias en los países occidenta• social y la socialdemocracia, no uno menor (como en Francia
les. En Europa el equivalente de la devolución era el bienestar
547
podían llegar a conclusiones completamente opuestas, siendo
o Italia) donde existían grandes partidos comunistas legales y
Kenia un buen ejemplo (véa• se Leys, 1974; Kitching , 1980;
bien organizados y financiados. Ell o dio como fruto una vas•
y Bienen, 1974).
ta literatura sobre la participación de los trabajadores (e l
«modelo yugoslavo»), democracia participativa (Pateman, Cualesquiera fueran los efectos de tal politización en la polí•
tica comparada como campo, el resultado fue hacerla menos
1970). Dosis modestas de socialismo se convirtieron en modi
• ficadoras apropiadas del capitalismo liberal . Una gran centrada en Europa y más interesada en cómo construir la
democracia en países en los cuales no era indígena. Había
canti• dad del análisis comparado se dedicó a la evolución y
los pro• blemas del Estado del Bienestar social (Offe, 1984). 548
Tales diferencias se manifestaron en dos aproximaciones
alternativas al desarrollismo: las teorías de la modernización y
las teorías de la dependencia. Los teóricos de la moderniza•
ción abarcaban un muy diverso y débilmente ensamblado gru•
po de especialistas en estudios comparados como Gabriel
Almond , Samuel Huntington , Davi d E. Apter, Lucia n
Pye, Myron Weiner, Leonard Binder, Edward Shils y Talcott
Parsons, así como una variedad de otros, algunos de quienes
combinaban materiales de caso con libros sobre desarrollo
comparado ampliamente analíticos. Si compartían una figura
ancestral, ésta era Max Weber. La teoría de la dependencia
-cuy o ancestro putativo era M a r x - era incluso más diversa,
incluyendo eco• nomistas como Paul Baran y André Gunder
Frank, historiadores como Perry Anderson y Eric Hobsbawm
y politólogos como Gavin Kitching, Coli n Leys y Benedict
Anderson.
Para una buena parte del primer grupo, «descolonización
más crecimiento más democratización» parecía ser una fór•
mula legitimada para la independencia, especialmente bajo el
patronazgo del colonialismo tutelar (Shils, 1962). Para miem
• bros del segundo grupo, esa era una estrategia de
hegemonía y dominación, y había que atacar semejante
fórmula en el prin• cipio así como en la práctica. Como
resultado, estudiosos que usaban mucho del mismo material y
datos extraídos del mis• mo país o de la misma muestra
menos fe en los poderes configuradores de la constitución favoreciendo las transiciones estables.
y el gobierno, y más en la necesidad de un proceso simultá• Todo ello requería una mejor comprensión de culturas
neo y mutuo de construcción de las instituciones de abajo hacia y prácticas poco conocidas. Donde institucionalistas anterio•
arriba. El Estado desarrollista tuvo que asumir responsabili• res se ocupaban de la economía política en conexión con el
dades para apoyar y estimular el desarrollo y, en efecto, con• ' desempleo, la política fiscal, el control del cicl o y
trolar las consecuencias (Apter, 1965). Dentro del amplio similares, el nuevo énfasis se situaba en las continuidades
esquema de trabajo de la teoría del desarrollo, estaba la asun• entre la «gran transformación» de sociedades preindustriales
ción explícita de que, más pronto o más tarde, el desarrollo a industriales en Occidente y su recapitulación dentro de lo
resultaría eventualmente en una copia de los mismos valores que era deno• minado crecientemente como el «Tercer
sociales y culturales e instituciones clave que los de las socie• Mundo » (Polanyi,
dades industriales -especialmente dado que se asumía que con 1944)i4 £j énfasis analítico se desplazaba desde el Estado a
el crecimiento vendría una división del trabajo, la evolución las estructuras sociales - a l igual que a cómo introducir mejor
de la clase media, empresa privada así como pública y así los valores y principio s culturales de la democracia, cómo
suce• sivamente-. El éxito del desarrollo barrería lejos socializar y motivar a la población en términos de esos valo•
parroquialis- mos «tradicionales» y «primordialismos» res, cómo interiorizarlos mejor-. En estos términos podían exa•
(Geertz, 1963) y esta• blecería precondiciones para la minarse problemas referidos a cómo asegurar que los nacio-
democracia. A cambio, la democracia optimizaría las
condiciones para el desarrollo. Así, según el Estado estaba 14
Resultaría d ifíc i l sobreestimar el impacto de este trabajo sobre
mejor preparado para beneficiarse de, mediar y controlar las una generación completa de comparativistas.
consecuencias del crecimiento, el cre• cimiento generaría 549
nuevas oportunidades dentro de las socie• dades,
centrándose en los problemas del cambio social y cómo
nalismos, la fuerza movilizadora y conductora para la favorecía o socavaba las potencialidades democráticas.
inde• pendencia y la autonomía, vendrían a incorporar Controlar y rectificar las deformaciones sociales incurridas en
normas democráticas y valores políticos. el proceso vino a definir el papel primari o del Estado,
En general, por lo tanto, el desarrollismo condujo a siendo vista la polític a como una cuestión de mantenimiento
com• paraciones de sociedades con instituciones políticas y del equilibrio político, la esta• bilidad y la viabilidad. Donde
prácti• cas culturales ampliamente diferentes. La hipótesis tales deformaciones no pudie• ran atenderse y los gobiernos
central fue extraída de cómo evolucionaron las instituciones fallasen en llegar a instituciona• lizarse, crecen las
«modernas» en el oeste: el cambio desde lo teocrático a lo posibilidades para los regímenes autoritarios y el
secular; desde el status al contrato; precapitalismo al «pretorianismo» (Huntington, 1968).
capitalismo; de las nocio• nes estáticas del cambio social a las
evolutivas; solidaridad orgánica y mecánica, de la Sería erróneo afirmar que cuanto más enfatizaba el cam•
autoridad tradiciona l a la legal; Gesellschaft y bio social la «nueva política comparada», menos preocupada
Gemeinschaft; y para aquellos de una persua• sión más estaba con instituciones políticas específicas. Pero en sus inten•
radical, transformación desde el precapitalismo a la tos de aplicar, en forma de hipótesis, lo que se había aprendi•
democracia burguesa y las perspectivas del socialismo. do de la transición desde la sociedad preindustrial a la indus•
Estas distinciones a gran escala, refinadas en los estudios trial en el oeste, atribuyó tanta importancia al Estado como a
de cam• po, formaron las bases para comparaciones la sociedad, con el poder siendo generado por diversas fuen•
15
tes, no todas ellas políticamente convencionales . En lo que vino a ser llamado la distinción «tradición versus
realidad, moder• nidad» intentaba derivar valores y normas destacados
x
\ que, inte• riorizados y socializados, favorecerían
15
Recalcando métodos cualitativos antes que cuantitativos y transiciones exitosas tanto a la modernidad como a la
esquemas de trabajo funcionales, los teóricos del cambio social se
orientaron hacia el problema de cómo «equilibrar» normas apropiadas al democracia (al igual que iden• tificar aquellos que fueran
desarrollo y la demo• cracia, interiorizarlas en la forma de un menos receptivos o más resisten• tes). Para ello, los teóricos
comportamiento apropiado, sociali• zarlas en términos de papeles y redes, comparativistas pudieron inspirar• se en un panteón virtual
lo cual a cambio reforzaría e institu - de historiadores sociales, sociólogos históricos y
550 antropólogos - M a x Weber, Emile Durkheim, Fer-
dinadToennies, George Simmel, Vilfredo Pareto, George Ostro-
gorski, Roberto Michels, Robert Redfield, B. Malinowski, A. R.
Radcliffe-Brown, E. E. Evans-Pritchard, Claude Levi-
Strauss, y así sucesivamente- planteando cuestiones sobre la
conexión entre creencias y prácticas sociales16.
El énfasis sobre la institucionalización, la
interiorización y la socialización de las normas se inspiró
particularmente en la teoría del aprendizaje importada de la
psicología social y en la teoría del valor importada de la
antropología política. Cómo respondían a la innovación
culturas y grupos étnicos diferentes fue otro interés central,
incorporando teorías de Eri k H. Erikson (1968) sobre
identidad, de David McClellend (1961) sobre «motivaciones
del logro» y de John Dollard (1939) sobre la teoría de la
frustración-agresión; este foco estaba represen• tado por una
amplia variedad de materiales de casos, desde las verdaderas
comparaciones entre «tradicionalismo» versus
• «modernidad» (Eisenstadt, 1973; Rudolph y Rudolph,
1967) hasta teorías de la violencia política (Gurr, 1971),
condicio• nes de la integración política (Geertz, 1963) y
17
anáüsis del con• flicto étnico (Horowitz, 1985) .
Un buen número de estudios de modernización estaban
fuertemente influenciados por los sociólogos, siendo tal vez
el más influyente Talcott Parsons. Pero la comparación
sistemá-

cionalizaría las normas. Es la falta de «ajuste» entre eso lo que produce


«defor•
maciones», cuya rectificación constituye el problema «político».
16
Puede decirse que el interés polític o en las culturas comienza con
los estudios del carácter nacional. Véase, por ejemplo, Inkeles (1972).
17
Podría anotarse también la importancia de los énfasis
«psicológicos» aplicados al análisis de la violencia política (Gurr) y
aproximaciones más psi - coanalíticas por parte de Iv o K. Feierabend y
Rosalind L. Feierabend. 55 1

tica de sociedades así como de sistemas de Estado, y en


tér• minos de resultados políticos, se reflejó en el trabajo de cales, desde los materiales de caso (Leys, 1974) hasta los estu•
muchos otros, incluyendo a Seymour Marti n Lipset, Philip dios más comparativos de Frank, Cardoso, Suret Canale
Selznick, Daniel Bell , Arthu r Kornhauser, Phili p y Ami n , inspirándose no en menor medida en los trabajos de
Converse, Ral f Dah- rendorf, Morris Janowitz, Edward Shils A l t - husser, E. P. Thompson y Poulantzas, pero
y Alai n Touraine. Entre sus preocupaciones estaban incorporando tam• bién el trabajo de muchos otros.
problemas de etnicidad, primor- dialismo, y la necesidad de Si la teoría del desarrollo, sea en la forma de los
comprender los «valores centrales» de una sociedad y las estudios de modernización o la teoría de la dependencia, se
respuestas variables de las culturas polí• ticas ante el cambi o vi o cogida por los conflictos de la Guerra Fría según éstos
(Apter, '1963, 1971)18. se manifesta• ban en el Tercer Mundo, tales conflictos se
La economía política, que para los institucionalistas fue reflejaron también en las diferencias entre metodologías
una materia de instituciones financieras, el papel del Tesoro comparativistas, como el
19
y los funcionalismo versus el análisis . La primera favo•
bancos centrales y desde luego los problemas del ciclo dialéctico
econó•
mic o o el significado del desempleo para la evolución de
la democracia (Schumpeter, 1947, p. 47), se deslizó 18
En este caso la preocupación se refería al «tránsito institucional
hacia el polí • tico», por ejemplo, cómo y hasta qué punto sería posible
«desarrollo». Figuras principales del pensamiento liberal «institucionalizar» las estructuras parlamentarias occidentales en el
e influyentes en la política comparada usaron la teoría del escenario africano. Véase Apte r ('1963, 1971b).
mer• cado, incluyendo a W. W. Rostow, W. Arthur Lewis 5
(1957) y Alber t Hirschman, el primero, interesado por lo 5
que podría• mos denominar el «siglo americano», el 2
segundo, con África y el Caribe, y el últim o con
Latinoamérica.
Fue en términos de teorías «alternativas» de economía
polí• tica cómo los comparativistas empleando la teoría de la
«moder• nización» llegaron a separarse de aquellos que se
convirtieron en teóricos de la «dependencia». Los últimos
representaban teorías críticas del capitalismo y el
imperialismo, y ofrecían prescripciones alternativas para
realizar el socialismo desde arriba, a través del Estado de
partido único, por tanto «saltan• do» la fase de democracia
burguesa. La mejor representación de tales preocupaciones es
la obra The Political Economy of Growth (La economía
política del crecimiento) de Paul Baran (1962), la cual
influyó sobre diversas generaciones de depen• disteis en
Latinoamérica y contribuyó fuertemente a lo que se
convirtió en un corpus de comparaciones desarrollistas
radi-
reció la teoría del equilibrio en un contexto de capitalismo libe• amplias como en estudios de caso que examinaban en profun-
ral como fundamento para la democracia. La otra favoreció la
teoría del conflicto en camino hacia el socialismo. 19
La teoría de la modernización y la de la dependencia se
Dependiendo de la perspectiva que se adopte, el naciona• convirtieron en adversarias mutuas. La primera resaltaba la construcción de
lismo podía tomar varias formas: absolutista (Anderson, 1986); las instituciones en un contexto de crecimiento económico. La otra resaltaba
como vehículo para la integración (Apter, ' 1963,1971b; las contradicciones del crecimiento bajo el capitalismo, con su pasado
neocolonialista, y ponía de relieve las consecuencias políticas «necesarias»
Cole- man, 1958); pretorianismo (Huntington, 1968); del neoimperialismo. Cada una constituyó una «teoría crítica» de la otra.
movilizador de apoyo creando un discurso nacional Cada una favoreció un progra• ma extensivo de materiales de caso y
(Anderson, 1991); una fuerza para la transformación, comparativos. Amba s han sido aplica• das a los principios desarrollistas
empleando los partidos políti • cos y el Estado de partidos de la economía política y ambas en el seno de los países industriales
(metrópolis) y los países del Tercer Mun d o (peri • ferias). A posteriori,
como instrumento (Gellner, 1983; Hobsbawm, 1990); una los estudios de modernización dieron demasiada poca relevancia al
fuerza desintegradora (Migdal , 1988); o, en sus diferentes Estado como un actor en sí mismo mientras que la teoría de la
contextos, virtualmente todas estas cosas (Almond , Flanagan dependencia lo trató como una agencia de los poderes y clases hegemó-
y Mundt, 1973). nicas.
Tales asuntos fueron incorporados tanto en comparaciones 553
llismo en general) fue que la política parecía reducirse a refle•
didad los grandes temas del cambio, el desarrollo, la
20
hegemonía, el poder . Fuera de estos componentes y jos de los procesos sociales o económicos. Si los desarrollis-
persuasiones muy diversas apareció una amplia variedad de tas criticaron a los institucionalistas por su incapacidad para
comparaciones amplias y etnografías políticas. Trataban con tratar de manera teóricamente satisfactoria con las discrepan•
comparaciones entre y den• tro de los países del Tercer cias entre el poder configurador del Estado y las complejida•
Mundo, por lo general Estados de partido único, des de la vida social que confundieron a las constituciones
autoritarismo y los problemas planteados por el reforzamiento
de las divisiones sociales por el poder democrá• tico estable.
20
Virtualmente todos los aspectos de la sociedad fue• ron Dentro de los confines de un único caso, la comparación tendía a ser
examinados por las implicaciones para la vida política, diacrónica, es decir, mostrando cambios internos a través del tiempo. Las
comparaciones más amplias tienden a ser sincrónicas.
incluyendo los efectos y consecuencias de la educación y los 21
En realidad, apareció un corpus de materiales genuinos -incluyend o
sistemas educativos, el papel y lugar de las élites, la cultura cívi el trabajo de LaPalombara, Weiner, Pye, Coleman y Binder sobre burocracia,
• ca y su socialización en comunidades cívicas (Almon d y la penetración de las instituciones occidentales en escenarios no occidenta•
21 les, y un conjunto de asuntos semejantes- principalmente bajo los auspicios
Cole- man, 1960; Coleman, 1965; Almon d y Verba, 1963) .
del Comité sobre Política Comparada del Consejo de Investigación de la Cien•
Un énfa• sis crucial en todas las partes fue la importancia de la
cia Social.
ideología, particularmente el nacionalismo como una
alternativa a o en conjunción con la radicalización. El 55 4
nacionalismo se convirtió en la base para el examen de la
legitimidad, la movilización par• tidista, los movimientos de
masas, el populismo y el liderazgo, en particular según se
relacionaban con el autoritarismo y el rechazo de la
democracia (Ionescu y Gellner, 1969; Lin z y Ste- pan, 1978;
O'Donnell , 1973).
Una de las criticas más extendidas hacia ambas, teorías de
la dependencia y la modernización, (esto es, hacia el desarro-
mejor llevadas, pecaron también en la dirección contraria y las alternativas socialdemocráticas al autoritarismo, los
con sus amplias teorías (Tilly , 1984). neoinstitucionalistas se desplazaron desde las viejas preocu•
paciones de los institucionalistas por la Gran Depresión hacia
la generalización del Estado del Bienestar social, del cual los
IV . experimentos sueco y holandés con la socialdemocracia, así
Neoinstitucionalismo como el Partido Laborista británico, representaron ejemplos
22
significativos . Por todas partes en Europa, además,
Lo que denominamos «neoinstitucionalismo» combina las había movimientos políticos en favor de una mayor
intervención del Estado en defensa de sus ciudadanos más
preocupaciones de los institucionalistas más viejos con el desa-
desfavorecidos.
rrollismo. Devolviendo al «sistema político» a una etapa El énfasis comparativo se ponía sobre los partidos políti •
cen• tral, combina un interés en lo que ahora se llama «países cos, cómo funcionan, cómo se forman las coaliciones, cómo
menos desarrollados» con el interés por Europa. Puede cambian las actitudes públicas y el papel de las élites, las buro•
decirse del neoinstitucionalismo que se ha desarrollado más cracias y los políticos dentro de los diferentes tipos de
allá de una preocupación general por la democracia pluralista regímenes. Donde el desarrollismo resaltaba la necesidad del
(Dahl, 1982; Dogan, 1988). Incorpora el comportamiento crecimien• to como una vía de contribuir a la democracia, los
neoinstitu-
político, inclu • yendo el comportamiento del voto y el
análisis de las fortunas cambiantes de los partidos políticos
22
y el significado de esos cambios para el Estado (Lipset y El último , como resultado de un sentido general de obligación por
par• te de un gobierno agradecido a sus ciudadanos y veteranos de regreso
Rokkan, 1967; Rokkan, 1970) y los problemas de las élites y tras la Segunda Guerra Mun dial .
la democratización (Linz y Ste- pan, 1978). Particularmente
555
preocupados por el bienestar social
cionalistas examinan la manera en la que los gobiernos afron• oportunidades para el sec• tarismo étnico y el
tan las consecuencias negativas de l crecimiento, incluyendo fundamentalismo religioso, ninguno de los cuales fuera
23
los problemas ambientales y de polución y la absorción de los anticipado o descrito con las teorías del «cambio social» .
emigrantes, donde la marginalización de los trabajadores indus• Donde los desarrollistas y los neoinstitucionalistas más se
triales y la polarización entre una élite funcional y una cre• aproximan es en lo referente a su interés por las
ciente infraclase formada por los funcionalmente superfluos «transiciones» a la democracia. Los últimos emplean
exacerba las tensiones y promueve el extremismo. Incluye, tam• estrategias algo dife• rentes para analizar ese problema. La
bién, explicaciones para la inversión del Estado del Bienestar más convencional es la comparación ampli a basada sobre
social y socialdemócrata y una vuelta al Estado liberal que casos históricos, usando las clases y la formación del
fue la principal preocupación de los institucionalistas, no menos Estado dentro de lo que podría llamarse un marco
en términos de cuestiones de gobernabilidad bajo condiciones «posweberiano». Los primeros ejemplos incluyen los
en las que las políticas más eficaces no son políticamente trabajos de Reinhard Bendix (1964) y Barring - ton Moore
posi• bles, y las políticas más posibles políticamente no son (1966). Ejemplos más recientes incluyen a Skocpol (1979) y
efica• ces (Leca y Papini, 1985). Finalmente, tales materias O'Donnell , Schmitter y Whitehead (1986), donde los tres
están sien• do evaluadas contra el telón de fondo y las primeros usan comparaciones entre Francia e Inglaterra, la
consecuencias de la ruptura de la Unió n Soviética. Si el fin India y Japón, Rusia y China, tanto en términos de clases
de la Guerra Fría ha proporcionado una tercera ronda de
oportunidad democrática, así mismo existen también nuevas 23
Europa del Este ha reemplazado hasta cierto punto al Tercer Mund
o como foco para la «ingeniería constitucional » así como la
transformación de los antiguos sistemas socialistas al capitalismo. Por la como en términos del papel de la burocracia y el Estado, y, el
misma razón había un interés creciente por el colapso de los regímenes último , ejemplos latinoamericanos. Todos extraen inferencias
democráticos. Véase Lin z yStepan(1978). generales sobre la formación del Estado en términos de demo•
cracia y totalitarismo.
Otros analistas han resaltado el vínculo entre el capitalis•
mo industrial y la democracia parlamentaria, el papel históri•
co crítico del trabajo (Rueschemeyer, Stephens y Stephens,
1992), y el significado de la protesta social y el activismo
antiestatal en general (Tilly, 1978; Tarrow, 1994)24. En este caso
puede argumentarse que si bien el capitalismo parece ser con•
dició n necesaria para la democracia, ciertamente no resulta
suficiente (Lipset, 1994).
Se ha producido también un énfasis renovado sobre los
estudios estadísticos comparando factores tales como educa•
ción , tasas de crecimiento y urbanización. La obra de Inkeles
y Smith , Becoming Modern (1974) -empleando una m ult i
• plicida d de variables para medir jerarquía,
estratificación, estabilidad y así sucesivamente, en seis
países-, fue quizás una inciadora. Y, en una dirección
contraria, la economía polí• tica se está aplicando ahora a
casos particulares como Fran• cia. Entre las preocupaciones
crecientes más allá de tales estu• dios están la concentración
y dispersión de l poder en los regímenes parlamentarios, y
la centralidad de los sistemas electorales y el
comportamiento del voto. Variaciones sobre tales temas
incluyen las posibilidades del «consociacionalis- mo » - co n
su énfasis sobre cómo establecer instituciones
democráticas viables frente a divisiones sociales profunda•
mente asentadas-, desarrollado originalmente en el estudio de
caso sobre divisiones políticas en Uganda (Apter, 1961),
se extendió primero a los Países Bajos y luego por parte de
Lijp - hart (1977, 1984) y otros, a una variedad de otros
contextos, desde Austria hasta Sudáfrica, usando teorías
sobre la «gran coalición» y mecanismos de veto mutuo
para establecer ten• dencias a favor o en contra de la
democracia. Todavía otro de

24
El último , un campo en crecimiento, incluye trabajo comparativo
sobre movimientos sociales en Polonia, Chile, Francia y en otros lugares
por par• te de Al a i n Touraine, Charles Ti l l y y Sidney Tarrow.

55 6 557
los énfasis se sitúa sobre el juego entre los subsistemas polí• preocupación con los arreglos institucionales particulares,
ticos, cómo se crean las oportunidades para «acuerdos nego• apoyándose tanto en las formas cuantitativas como cualitati-
ciados» (D i Palma, 1990).
558
Otra tendencia importante en el neoinstitucionalismo es
el uso de la teoría de la elección racional, que está siendo apli•
cada de manera más y más frecuente a la cuestión de la demo•
cracia en términos de lo que podría denominarse el «merca•
do doble», la intersección entre el mercado económico y el
político -un a aproximación de la que fueron pioneros Downs
(1957) y Olson (1965; 1982) y fue desarrollada en una varie•
dad de contextos por Hechter, Bates, Laintin , Rosenbluth y
otros- . Para Przeworsk i (1991), el elemento crucia l en la
supervivencia de los regímenes democráticos reside en su
capacidad para generar incentivos tales que los grupos polí •
ticos que pierdan tienen todavía más que ganar de la compe•
tencia dentro del marco democrático que de lo que ganarían
subvirtiéndolo. En contraste con ambos, los viejos institu -
cionalistas y los teóricos de la modernidad (como Hunting -
ton, por ejemplo), asumirían que no es necesario creer en el
orden democrático para apoyarlo. Lo que cuenta más para
Przeworski es si se están cubriendo las necesidades econó•
micas, y el grado en que las reformas resultan en desempleo,
pobreza y reducción de la desigualdad. Con estas preocupa•
ciones, no sólo han vuelto a resultar centrales las instituciones
de gobierno, sino que también lo han hecho los problemas en
los Estados del Bienestar social y socialdemócratas occidenta•
les, incluyendo cómo pagar programas compensatorios y otor-
gadores de prestaciones, planteando preguntas sobre el papel
apropiado y el alcance del gobierno y los límites de la inter•
vención estatal.
No se olvida a la cultura política. Usando Italia como estu•
dio de caso en un contexto de política regional, Putnam (1993)
argumenta de manera bastante convincente que es la presencia o
la ausencia de las tradiciones cívicas, la comunidad cívica, lo
que constituye la variable clave. Su enfoque combina una
parte del trabajo de los teóricos de la modernización con una
vas de análisis, dentro de la tradición configurativa del insti- hart, 1990; Abramson e Inglehart, 1995).
tucionalismo. Estas preocupaciones más específicas encajan en compa•
Finalmente, la economía política ha combinado con las com• raciones más amplias entre, por ejemplo, países escandinavos u
paraciones institucionales en Europa, incluyendo respuestas por otros países socialdemócratas como los Países Bajos o Fran• cia,
parte de los partidos políticos a los cambios en la economía, la Estados «fuertes» o intervencionistas que tienen altos cos• tes
sociales per cápita y elaborados programas de bienestar. Entre
integración europea, y por supuesto la desaparición del socia•
algunos tratamientos recientes y significativos de tales
lismo no sólo en Europa del Este y Rusia, sino también el decli• materias pueden incluirse los trabajos de Peter Hal l (1986),
ve del socialismo y la socialdemocracia en el oeste. Entre los John Zysman (1983) y Peter Katzenstein (1978) .
25

intereses presentes se encuentran cómo sostener el Estado de El neoinstitucionalismo, por tanto, es menos constitucional
Bienestar social y el socialdemócrata, el impacto del declive que el viejo, y más dependiente del análisis económico en cuan•
de la izquierda en general sobre los alineamientos partidistas, y to que trata con la política monetaria o fiscal, los bancos, los
preocupaciones tan específicas como la transformación del mercados y la globalización. Pero se preocupa también con la
Partido Laborista británico hacia la aceptación de los principios localización de cambios en el proceso legislativo, giros en la
del mercado y contra la nacionalización, la fase desnacionali- política de partidos largamente establecidos (como el impac• to
zadora del miterranismo y la fraccionalización del Partido Socia• de miterranismo, el tatcherismo o el reaganismo sobre los
lista en Francia, y así sucesivamente. Hay debate acerca de en principios y prácticas del gobierno), por no hablar de las nue-
qué medida la democracia es una función de sus procedimien•
25
tos y su eficacia, y en qué medida de tradiciones culturales pre• Véase también Sen (1984), Lipton (1980) y Lindblom (1977).
vias o transformaciones culturales (véase, por ejemplo, Ingle-
559
vas formaciones sociales, coaliciones y similares según afec• del gobierno como un sistema de proporcionalidades mutuas
26
tan al Estado. Como el viejo, está relacionado con el Estado entre riqueza y poder, gobernantes y gobernados .
como una instrumentalidad por propio derecho, con sus ten•
dencias y necesidades propias, y, en cuanto que poder confi-
V. Una evaluación
gurador, con cómo determina la naturaleza de la sociedad civil .
En general puede decirse que el neoinstitucionalismo está más Este repaso muy breve de algunas de las tendencias más
conectado con la teoría política y social, y menos con la filo• nuevas en el análisis comparado no puede, por supuesto, hacer
sofía política, que su predecesor, y también más comprometi• justicia a las variedades que se están emprendiendo hoy en
do con la economía política. día en la política comparada. Lo que debería entenderse tam•
Se presta atención renovada a la importancia de las estruc• bién es que con cada cambio en el foco analítico de compara•
turas legales, el significado de su presencia o ausencia en, diga•
ción, se invocan distintos ascendentes intelectuales; y con cada
mos, Rusia o China -po r no hablar de las instrumentalidades
específicas por medio de las cuales instituciones representati• vuelta de tuerca analítica viene un giro en los métodos com•
vas derivan su legitimidad del consentimiento de los goberna• parativos y las estrategias operativas (cuantitativa y estadísti•
dos-. Por encima de todo, el neoinstitucionalismo nos devuel• ca, procesos estocásticos, análisis de sendas, análisis de redes,
ve a la eterna cuestión de l significado de la proporcionalidad así como funcionalismo, estructuralismo, análisis de coalicio•
en los sistemas políticos, la pregunta origina l de Platón así nes y vectores, ecología social, y así sucesivamente) (Golem-
como de Rousseau, quien fue explícito acerca de la necesidad
biewski, Welsh, y Crotty, ' 1968, 1969). Ha habido también bue- ñas colecciones sobre estas materias: los primeros de Eckstein y
Apter y su Comparative Polines (1963) y esfuerzos ciclópe• os
26
Véase la discusión de la proporcionalidad en Masters (1968, pp. 340-350). para cubrir el alcance del campo como el Traite de Science
Politique de Grawitz y Leca (1985), así como esfuerzos más
modestos como Le Développement Politique de Badie (1980),
How to Compare Nations de Dogan y Pelassy (1984), New
Directions in Comparative Polines de Wiarda (1985), y Com•
parative Political Systems de Andrai n (1994). Como se sugi•
rió originariamente, estos estilos diferentes de análisis han sido
acompañados por un interés constante en el uso de métodos,
las unidades apropiadas para la comparación, qué principios
teóricos e ideas usar para las hipótesis, qué técnicas propor•
cionarán covarianza, y qué constituye las bases de una expli•
cación válida. Los asuntos van desde el «problema de N» ver-
sus el estudio de caso hasta las virtudes y deficiencias de las
grandes teorías (Skinner, 1985), y lo que Til l y (1984), atacan•
do a las teorías de este últim o tenor, ha llamado «grandes
estructuras, grandes procesos y vastas comparaciones». Cual•
quiera que sea el énfasis, el análisis de política comparada más
nuevo ha tendido a emplear una variedad de métodos empíri•
cos, funcional, analítico, cuantitativo, estadístico, en contra de
las comparaciones descriptivas (país por país, institución por
institución).
Existe siempre un problema con cómo incorporar de la mejor
manera preguntas teóricas e hipótesis en los materiales de caso,
de modo que no ilustren simplemente lo que ya se sabe (un efec•
to de reforzamiento), o simplemente añadan detalles sin un
incremento sustantivo del conocimiento general (un problema
de trivialización). La ventaja de los estudios de caso es su pro•
fundidad, su preocupación con las características internas de la
vida social y política. El problema es cómo lograr el equili•
brio correcto. Pocos estudios de caso que contengan una des-
cripción detallada de la política han tenido mucho impacto sobre
la política comparada, excepto para fines ejemplificativos. Aque•
llos que hacen trabajo de campo a menudo están parroquiali-
zados por estudios de área o de país y antiteóricos, pues el cono•
cimiento detallado tiende a volver difíci l la generalización. No
siempre es éste el caso, los estudios de campo como los de
560 561
Geertz, Coleman, Apter, Ashford, LeRoy Ladurie, Furet, Lewin ,
y subconjuntos que perjudican al centro pero tienen razón de
Tucker, Scalapino, en contextos tan variados como Indonesia
ser para los implicados.
y Marruecos, África, Japón, China, Francia, Rusia (por tomar
algunos más o menos aleatoriamente), todos aportan una teoría Desde luego, la necesidad de análisis más próximos al caso
amplia que sostiene situaciones específicas. Temas mayores se varía de acuerdo con las cuestiones que estén siendo plantea•
encarnan en estudios de casos como Nigeria, Background to das. Mucho depende de los requerimientos de conocimiento
Nationalism, de Coleman (1958), Ghana in Transition, de Apter en profundidad donde tal conocimiento esté disponible, como
('1963, 1971b), o Political Kingdom in Uganda ('1961, 1996), con China, o como con Japón, donde resulta difíci l trabajar sin
Class and Economic Change in Kenya, de Kitching (1980), The conocimientos del idioma, historia, cultura, arte, y así sucesi•
State and Society, de Stepan (1977), The Transformation of Poli• vamente. Semejante conocimiento puede faltar en países como
tical Culture in Cuba, de Fagen (1969), Interest Conflict and los de África , donde había pocos materiales escritos anterio•
Political Change in Brazil, de Schmitter (1971), y Chinesse res al colonialismo, con la excepción quizá de los países ára•
Vülage, Socialist State, de Friedman, Pickowicz y Selden (1991), bes, y donde la recuperación del pasado puede requerir del
por mencionar sólo unos pocos. Ninguno de estos estudios es empleo de la tradición oral. Pero una de las mejores razones
simplemente un ejercicio en el conocimiento detallado, ni apli• para el trabajo de caso, además de estos requerimientos más
ca simplemente lo que ya se sabe teóricamente a países parti• obvios, es que un buen caso puede temperar teorías amplia•
culares. Todos han contribuido al cuerpo de conocimiento teó• mente comparativas que tienden a volverse obvias y sobrecar•
rico para proporcionar tanto riqueza a la política comparada gadas antes que agudas. Más aún, las teorías comparativas se
como, en ocasiones, una comprensión más fenomenológica ven demasiado a menudo «sorprendidas» por eventos que sus
como el énfasis de Geertz (1973) sobre la «lectura» de la polí• teorías no sólo no pudieron predecir sino ni aislarlas contra
tica en tanto que texto social. Más aún, una significativa pro• ellos, siendo la explosión de la URSS un buen ejemplo.
porción de los estudios que han tenido mayor impacto sobre la Si se aplica un estándar difíci l como la predictibilidad al
política comparada por medio de los materiales de caso están estudio de la política comparada resulta claro que no es mejor
hechos no por especialistas de área sino por personas ajenas al o peor que cualquiera de los otros subcampos de la Ciencia Polí•
asunto causando algunas veces gran debate entre comparati- tica, o más generalmente de las ciencias sociales. ¿Simplemente
vistas y especialistas de estudios de área27. hay demasiadas variables y resulta difíci l saber cuáles son las
Sin embargo, no hay nada como un buen estudio de caso más destacadas? ¿Cuánto depende la democracia de «prerre-
quisitos» de cultura o educación, o élites cívicas específicas?
para revelar los defectos de las teorías comparativistas sobre-
generalizadas, pues trata con las conexiones entre subsistemas,
¿Cuánto dependerá de experiencias percibidas como negativas
introduce valencias y variables que una perspectiva desde el con el poder autoritario? Ninguna de estas preguntas puede res•
ponderse de manera decisiva. Tampoco pueden establecerse
gobierno central o nacional pueden oscurecer. Puede servir
como un antídoto también para las teorías de la elección racio•
algunos niveles mínimos de condiciones sociales. Concluyen•
nal que elevan el nive l de racionalidad al nivel del sistema polí• do su repaso del análisis comparado de la democracia, Lipset
(1994) argumenta que, aunque resulta posible extraer conclu•
tico como un sistema completo, cuando pueden estar implica•
das una gran variedad de otras racionalidades en subsistemas
siones desde las experiencias y características de países en
vías de democratización por correlaciones entre democracia y
crecimiento económico y cambios en estratificación, hay dema•
27
Sólo ha de pensarse en las controversias levantadas por la obra States siadas relaciones significativas para que éstas sean concluyen-
and Social Revolutions de Theda Skocpo l (1979). tes. Más generalmente podemos estar de acuerdo en que «dada
56 2
563
la naturaleza multivariable de cualquier nexo causal que se fino de sensibilidades morales. En nombre de la democracia,
sugiera, es inevitable que cualquier variable o política dadas los intereses pueden llegar a elevarse al nivel de derechos, redu-
sean asociadas con resultados contradictorios».
Si así es, ¿qué puede decirse en favor del análisis político
comparado? En algún caso, sensibiliza a los observadores fren•
te a las diferencias entre sus propias sociedades y otras, y fren•
te a algunas de las consecuencias de la diferencia. Hace cons•
ciente de las complejidades y multiplicidades de la interacción
entre normas, valores, instituciones y estructuras sociales, y
las variadas formas de comportamiento polític o que, incluso
cuando parecen semejantes a las propias, pueden significar no
obstante cosas completamente diferentes para aquellos i m p l i •
cados en ellas.
Para las grandes cuestiones -cambi o relativo al desarrollo,
nociones cambiantes de equidad y justicia, las proporciones y
equilibrios entre equidad y distribución, opción y orden - pue•
den hacerse proyecciones, anticipar, llegar a ser conscientes de
las consecuencias (Apter, 1996). Puede distinguirse cómo el
mismo comportamiento en un escenario lleva a resultados dife•
rentes en otro. Por ejemplo, la asunción del riesgo, que es esen•
cial para la innovación emprendedora, puede también produ•
cir y alimentar violenci a (Apter, 1996). Pueden también
anticiparse problemas significativos (problemas de políticas
concretas, formas parroquiales de nacionalismo, localismo,
sectarismo, y el resurgimiento de barreras étnicas, religiosas,
raciales o de otro tipo) conducentes a menor tolerancia antes
que a mayor, y con sus peligros de un pluralismo negativo más
que positivo. En estos términos, el declive de la izquierda ha
dejado un «espacio» para el renacimiento primordialista en el
que se entiende la democracia no como primera consideración
sino como última. Otra cuestión crítica es cómo los sistemas
políticos democráticos tratarán con las conexiones entre inno•
vación y crecimiento, por un lado, y marginalidades (econó•
micas, sociales, étnicas, religiosas), por otro. Finalmente, puede
preguntarse si puede o no haber un «exceso» de democracia, que
sobrecargará sus capacidades y resultará en un ajuste demasiado
ciendo las perspectivas de soluciones negociables y generando favor de lo contrario, existe sólo un número limitado de posi•
hostilidad y antagonismo mutuo, menor antes que mayor tole• bilidades estructurales para el Estado democrático. Ninguna
rancia, y escasas antes que muchas opciones políticas. fórmula democrática alternativa dramáticamente nueva ha
Desde luego, incluso si la democracia es un sistema uni • reemplazado lo que los socialistas una vez motejaron como
versal, sigue abierta la cuestión de cómo adaptarla a las varia• democracia «burguesa». Ninguna fórmula de diseño democrá•
ciones de las circunstancias, viejas y nuevas, que tendrá que tico culturalmente específico, ajustada de manera única a las
confrontar, sin olvidar asociaciones extraterritoriales, regiona• particularidades de un solo país, ha emergido en ninguno de
lismo, globalismo, y una variedad de asociaciones políticas y los sentidos fuertes del término. Puede que la democracia ten•
funcionales, privadas y públicas, que pueden alterar el carác• ga formas «vernáculas», pero por el momento, y por mucho, su
ter de soberanía y arrojar dudas sobre la sacralidad de los lími • forma de tratar con los problemas de la vida política contem•
tes territoriales. Pese a la necesidad de variación adaptativa, poránea no resulta muy satisfactoria.
lo que realmente sugiere en sí misma, tentativamente, es una
conclusión controvertida. Examinando estas diferentes apro•
ximaciones -institucional, desarrollista, neoinstitucional- sus Bibliografía
énfasis diferentes y estrategias de investigación y el vasto cor-
pus de estudios empíricos, uno se ve forzado a concluir que ABRAMSON , P. R. y IN G LE H AR T , R., Valué Change in Global Pers•
parece existir un conjunto de instituciones específico y relati• pectiva A n n Arbor , University of Michiga n Press, 1995.
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570 571
El Nuevo manual de Ciencia Política es el texto oficial de la
Asociación Internacional de Ciencia Política, que encargó expresamen•
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Giovanni Sartori

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