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Introducción
La Organización Mundial de la Salud define los determinantes sociales de la salud como
“las circunstancias en que las personas nacen, crecen, trabajan, viven y envejecen”,
incluido el conjunto más amplio de fuerzas y sistemas que influyen sobre las condiciones de
la vida cotidiana (1). Estas fuerzas y sistemas incluyen políticas y sistemas económicos,
programas de desarrollo, normas y políticas sociales y sistemas políticos. Las condiciones
anteriores pueden ser altamente inequitativas y dar lugar a diferencias en los resultados en
materia de salud. Es posible que sea inevitable que algunas de dichas condiciones sean
diferentes, en cuyo caso se consideran desigualdades, o que, de hecho, estas diferencias
puedan ser innecesarias y evitables, en cuyo caso se consideran inequidades y, por
consiguiente, metas apropiadas para políticas destinadas a aumentar la equidad.
En la Región de las Américas se dispone de datos probatorios sobre el modo en que los
determinantes sociales de la salud influyen en una amplia gama de resultados en materia
de salud y de actividades encaminadas al logro de la salud universal, como se reflejó en la
formulación de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) y en las formas en que los
países se esforzaron por alcanzarlos. El análisis de estos determinantes reviste particular
importancia en esta Región dado que la inequidad y la desigualdad en materia de salud
siguen siendo los principales obstáculos para el desarrollo sostenido. Las personas que
viven en la Región suelen verse afectadas de manera desproporcionada por las
condiciones deficientes de la vida cotidiana, causadas por los factores estructurales y
sociales (macroeconomía, etnicidad, normas culturales, ingresos, educación, ocupación).
Estas condiciones y factores son la causa de las desigualdades y las inequidades
generalizadas y persistentes en materia de salud en todo el continente.
En la Estrategia para el acceso universal a la salud y la cobertura universal de salud de la
Organización Panamericana de la Salud se señala que las recientes mejoras logradas en el
ámbito de la salud en toda la Región se debieron en parte a los avances del desarrollo
económico y social de los países, la consolidación de los procesos democráticos, el
fortalecimiento de los sistemas de salud y el compromiso político de los países para atender
las necesidades de salud de sus poblaciones (2). En esa estrategia se reconoce que las
políticas e intervenciones en las que se abordan los determinantes sociales de la salud y se
fomenta el compromiso de la sociedad en su totalidad de promover la salud y el bienestar,
haciendo hincapié en grupos en situaciones de pobreza y vulnerabilidad, son requisitos
esenciales para avanzar hacia el acceso universal a la salud y la cobertura universal de
salud. Hay una clara necesidad de seguir realizando esfuerzos para superar la exclusión, la
inequidad y los obstáculos para el acceso y la utilización oportuna de los servicios de salud
integrales. Es necesario adoptar mejores medidas intersectoriales para influir en las
políticas, los planes, la legislación y los reglamentos que abordan los determinantes
sociales de la salud, así como en la acción conjunta en este sentido más allá del sector de
la salud.
Fuente: Adaptado de Solar e Irwin: A conceptual framework for action on the social determinants of
health. Ginebra: Organización Mundial de la Salud; 2007.
Al mismo tiempo, en el examen del progreso logrado durante este período en combinación
con la evaluación del panorama actual de la salud en la Región se destacan algunas áreas
clave en las que todavía queda mucho por hacer. El esfuerzo por alcanzar los ODM
contribuyó a obtener mejores resultados en materia de salud para la Región; sin embargo,
también puso de relieve los retos con respecto a la equidad de los resultados. Si bien se
han alcanzado logros encomiables durante este período, en su lugar han surgido otros
retos. En algunas áreas, el progreso se ha estancado. Por ejemplo, a pesar de alcanzar la
meta de los ODM de reducir a la mitad la tasa de extrema pobreza (8), la reducción de esta
tasa en la Región casi se ha detenido en los últimos años (9). Esto tiene implicaciones
graves para la Región pues la pobreza repercute directamente sobre el acceso a la vivienda
digna, los servicios, la educación, el transporte y otros factores vitales para la salud y el
bienestar generales (10). De hecho, la pobreza es posiblemente el determinante individual
más importante de la salud (11). En una publicación reciente del Grupo del Banco Mundial
sobre la pobreza crónica se calculó que una de cada cuatro personas en América Latina y
el Caribe sigue viviendo por debajo del umbral de pobreza (12). El Programa de las
Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) estima que más de 200 millones de personas
en la Región subsisten apenas por encima del umbral de pobreza de US$ 4 por día, aparte
de las clases medias que todavía no se incluyen en las clasificaciones de ingresos como
pobres, lo cual aumenta las inquietudes sobre la movilidad (13). Se considera que estas
personas corren un alto riesgo de sumirse en la pobreza si hubiera una crisis financiera o
desastre natural. Este tipo de pobreza transitoria (o sea, una experiencia de pobreza como
resultado de una reducción temporal de los ingresos o aumento de los gastos) genera
variabilidad y, por lo tanto, desigualdad en el estado de pobreza de las personas (14).
Además, las tendencias favorables que se han reflejado en los promedios nacionales y
regionales ocultan las brechas en el progreso que siguen existiendo dentro de los países y
entre estos. Una mirada más inquisitiva de los promedios regionales y nacionales,
desglosados por ingresos y estratos sociales, muestra brechas sustanciales en la equidad
entre los países de la Región y dentro de estos (15). En el 2015 particularmente, si bien la
Región de las Américas tenía uno de los promedios más altos notificados de esperanza de
vida (76,9) (16), un análisis más detallado de los datos específicos por país revelaba que la
diferencia en la esperanza de vida al nacer entre los países llegaba hasta 18 años (17). El
éxito aparente de la Región en lo que respecta a erradicar la pobreza demuestra también
que los ODM se centran en los promedios nacionales más que en el progreso a nivel
subnacional o entre diferentes grupos poblacionales (18). La edición del 2014 del
documento informativo Panorama Social de América Latina, publicado por la Comisión
Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), confirmó que no todos en la Región
habían cosechado los mismos beneficios en esta materia, pues la tendencia descendente
de la pobreza durante los 15 últimos años fue mayor entre los grupos más ricos que entre
los más desfavorecidos (19). Muchas personas clasificadas como pobres crónicos no
pudieron salir de la pobreza durante este período. Los ingresos laborales fueron un
poderoso motor que impulsó la inmensa reducción de la pobreza durante el último decenio.
Los pobres crónicos tropiezan con mayores barreras para incorporarse a la fuerza laboral,
lo cual reduce sus oportunidades de empleo y exacerba el ciclo de la pobreza crónica. La
pobreza también sigue estando concentrada dentro de ciertos grupos étnicos. En la Región
de las Américas, los pueblos indígenas continúan siendo los más pobres y, en algunas
zonas, la brecha que hay entre sus ingresos y los de otros grupos poblacionales ha
aumentado aún más (20).
Estos resultados resaltan las inquietudes de que la programación para cumplir los ODM no
fue lo suficientemente lejos para atender a las poblaciones menos favorecidas. Los éxitos
regionales se relacionan desproporcionadamente con los “resultados fáciles” de los que ya
reciben una mejor atención de los servicios públicos. Esta paradoja destaca las verdaderas
limitaciones de los logros de la era de los ODM. Si bien se ha obtenido verdaderos éxitos
en cuanto a los indicadores de salud mundiales, muchos de estos son insuficientes cuando
se los analiza desde la perspectiva de la equidad.
Para superar los obstáculos y lograr progresos, es indispensable que las políticas sociales
reconozcan la función de género como un fuerte determinante estructural de la salud. Por
ejemplo, las mujeres tienen costos de salud mayores que los hombres debido a su mayor
utilización de los servicios de atención de salud. Al mismo tiempo, las mujeres corren un
mayor riesgo que los hombres de ser pobres, desempleadas o estar contratadas en
trabajos que no ofrecen prestaciones de atención de salud (22). Dicho esto, el género de
por sí no origina todos los obstáculos con que las mujeres tropiezan al obtener acceso a la
atención. El acceso a los recursos necesarios para obtener logros en materia de salud
resulta aún más limitado por las intersecciones entre la desigualdad en materia de género y
otros determinantes importantes de la salud, como los ingresos, la educación, la edad, la
etnicidad y la orientación sexual, lo cual deja a las poblaciones vulnerables en un riesgo
especialmente alto. Por ejemplo, en América Latina y el Caribe, las mujeres del quintil más
pobre tienen mayores necesidades de salud desatendidas, como la necesidad de
anticoncepción, en comparación con las mujeres del quintil más rico (23). Los niveles
inferiores de ingresos y el origen étnico han estado asociados con la iniciación sexual
precoz. La iniciación sexual precoz suele estar relacionada con riesgos de embarazo en
mujeres jóvenes durante su adolescencia y con resultados adversos en materia de salud
sexual, como las infecciones de transmisión sexual, por lo que las poblaciones menos
favorecidas se ven expuestas a una doble carga de enfermedades infecciosas y obstáculos
para la movilidad socioeconómica de las mujeres (24). Además, las mujeres de las
comunidades rurales no tienen un acceso igualitario a servicios de salud reproductiva que
sean convenientes, asequibles o culturalmente apropiados, ni a la educación en ese
sentido. Las mujeres de las minorías étnico-raciales experimentan con frecuencia exclusión
social y económica, otro ejemplo más de una situación desigual que produce inequidades
en materia de salud en muchos momentos a lo largo de todo el curso de la vida, en
particular durante el embarazo y el parto.
Figura 2. Razón de mortalidad materna (por 100 000 nacidos vivos), 2015
Fuente: Organización Mundial de la Salud, Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, Fondo de
Población de las Naciones Unidas, Grupo del Banco Mundial, División de Población de las Naciones
Unidas. Evolución de la mortalidad materna: 1990-2015. Ginebra: OMS; 2015.
Enfermedades transmisibles
La incidencia de las principales enfermedades infecciosas ha disminuido a nivel mundial
desde el 2000. Así y todo, las enfermedades transmisibles siguen siendo un problema
mundial prominente. Durante muchos años, las “tres grandes enfermedades”, es decir, la
infección por el VIH, la tuberculosis y la malaria, han eclipsado a otras, dando lugar a la
aparición de la categoría de “enfermedades desatendidas”, también denominadas
“enfermedades tropicales desatendidas” (ETD). En el marco de los Objetivos de Desarrollo
Sostenible (ODS) se reconoce que las ETD son una de las principales amenazas
mundiales, con unos 1 700 millones de personas de 185 países que necesitaban
tratamiento para las ETD en el 2014 (27). La preocupación acuciante por las ETD, así como
por otras enfermedades transmitidas por vectores y por el agua, condujo a la adopción de la
meta 3.3 de los ODS: “De aquí a 2030, poner fin a las epidemias del SIDA, la tuberculosis,
la malaria y las enfermedades tropicales desatendidas y combatir la hepatitis, las
enfermedades transmitidas por el agua y otras enfermedades transmisibles”.
Las ENT representan una carga de enfermedad considerable en la Región de las Américas
en lo que respecta al porcentaje de mortalidad y a la repercusión sobre las tasas de años
de vida ajustados en función de la discapacidad (AVAD) (30). Al observar la mortalidad
proporcional en la Región, la carga de ENT parece alarmante, con una proporción general
de mortalidad atribuida a las ENT que varía entre el 60% y el 89% (figura 3) (30). Por otro
lado, no todos los grupos sociales se ven afectados por las ENT de la misma manera. Los
factores de riesgo de las ENT son mucho mayores en las poblaciones pobres. De hecho, en
la Región existen diferencias significativas en los AVAD de un nivel de ingresos a otro (31).
Asimismo, hay una gran correlación entre niveles bajos de escolaridad y tasas elevadas de
ENT en los países de ingresos bajos, medianos y altos. Dada esta situación, ha habido un
cambio hacia las intervenciones centradas en los factores de riesgo y sus determinantes
ambientales, económicos, sociales y conductuales conexos. Además, es necesario tomar
en consideración los contextos específicos por país al encarar las ENT en vista de las
características dispares de la inequidad y la desigualdad entre los países y dentro de estos.
Los cambios demográficos son motivo de preocupación, al igual que la repercusión de la
creciente prosperidad económica en la salud individual, una vez que se sobrepasa un
umbral particular. Por ejemplo, en un estudio del 2016 sobre la situación socioeconómica y
la salud de los adolescentes se descubrió una correlación positiva entre la situación
socioeconómica y el comportamiento sedentario, que está asociado con el riesgo de ENT,
lo cual parece indicar que este grupo puede responder a intervenciones orientadas a este
comportamiento (32). En estos casos, la salud no siempre va de la mano de la riqueza, lo
que destaca la naturaleza compleja de las desigualdades y los determinantes sociales de la
salud (33).
La salud mental también ha estado estrechamente relacionada con las ENT y sus
resultados. La prevalencia y distribución social de los trastornos de salud mental ha estado
bien documentada en los países de ingresos altos, y cada vez se reconoce más el tema en
los países de ingresos bajos y de ingresos medianos. Los datos indican que los factores de
riesgo sociales de muchos trastornos mentales comunes están asociados en gran medida
con las desigualdades sociales, según lo cual, cuanto mayor es la desigualdad, mayor es el
riesgo (34). En consecuencia, los trastornos de salud mental pueden estar determinados
por diversos entornos sociales, económicos y físicos (35) que influyen en diferentes etapas
de la vida, no solo en los primeros años, cuando hay una predisposición mayor para
desarrollar un trastorno de salud mental, sino también al tener mayor edad y durante los
años de trabajo y en que se establece una familia (36, 37). La repercusión de estos
determinantes sociales en la salud mental puede acumularse durante el curso de la vida
(por eso es importante emplear la “perspectiva del curso de la vida” al considerar las
causas fundamentales de la salud y la morbilidad), lo cual aumenta la gravedad de los
trastornos de salud mental y la incidencia de nuevos trastornos.
Varios estudios han mostrado que los principales determinantes sociales de la salud
asociados con los trastornos de salud mental son los ingresos, el nivel de escolaridad, el
sexo, la edad, la etnicidad y la zona geográfica de residencia. Por ejemplo, las mayores
tasas de depresión y de consumo de sustancias psicoactivas están asociadas
sistemáticamente con los niveles de ingresos inferiores (38, 39). Los pobres y los
desfavorecidos sufren de manera desproporcionada trastornos mentales comunes
(depresión, ansiedad, suicidio, etc.) y sus consecuencias adversas (40-42). Además de los
ingresos familiares, el nivel bajo de instrucción, las desventajas materiales y el desempleo
son otros factores que traen aparejados trastornos mentales comunes (43, 44). El sexo es
otro determinante social importante: ciertos trastornos de salud mental son más prevalentes
en las mujeres que en los hombres (45) y, de hecho, las mujeres experimentan con
frecuencia la repercusión de los determinantes sociales, económicos y ambientales en
formas distintas a las de los hombres (46). Por ejemplo, las mujeres informan más intentos
de suicidio mientras que los hombres cometen más suicidios mortales (47). En cuanto al
abuso de sustancias psicoactivas, aunque los hombres tienen mayores probabilidades de
incurrir en comportamientos peligrosos y tener problemas relacionados con las drogas, las
mujeres que sufren de adicción tienen menores probabilidades de buscar tratamiento para
este trastorno debido a las barreras que existen por parte de la sociedad (48, 49).
En la Región de las Américas, es cada vez mayor el interés por la relación entre las
condiciones de empleo y los trastornos mentales, en particular la depresión y la ansiedad.
Los trastornos de salud mental afectan a muchos empleados en la Región, algo que en el
pasado se pasó por alto porque estos trastornos casi siempre se han ocultado en el lugar
de trabajo. En consecuencia, los trastornos de salud mental a menudo pasan
desapercibidos y no reciben tratamiento, lo cual no solo daña la salud y la carrera de una
persona sino que también reduce su productividad en el trabajo (50-52).
Fuente: Organización Panamericana de la Salud. Salud en todas las políticas en las Américas.
Health in All Policies approach: quick assessment of health inequities. [Internet]; 2015. Disponible
en: http://saludentodaslaspoliticas.org/en/experiencia-amp.php?id=29.
Dada la gran superposición de los objetivos, medios y prioridades asociados con el enfoque
de los determinantes sociales de la salud, la promoción de la salud y la salud en todas las
políticas, el progreso logrado en un frente tiene un gran potencial para hacer avanzar
simultáneamente los otros. Además, la aplicación eficaz de la salud en todas las políticas y
la promoción de la salud en toda la Región demuestra que los factores que afectan a la
salud y el bienestar pueden encararse mediante el establecimiento de políticas públicas
sostenibles, la creación de alianzas intersectoriales, el desarrollo de entornos propicios, la
participación activa de los Gobiernos y comunidades locales, y el fortalecimiento y la
sostenibilidad de redes nuevas y existentes (60). El énfasis en un enfoque integrador y
participativo y la colaboración de todos los sectores se refleja en el compromiso reciente de
la comunidad mundial de aplicar la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y los
Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
1. Área clave: adoptar una mejor gobernanza en pro de la salud y del desarrollo
Estos principios demuestran que la gobernanza eficaz requiere una gama de condiciones,
como la creación de marcos de política favorables, la rendición de cuentas y la participación
continua de la sociedad civil y los asociados no tradicionales, y el énfasis en los valores
compartidos, los intereses y los objetivos entre los asociados. Para aplicar con eficacia un
enfoque de los determinantes sociales de la salud que permita mejorar la salud y el
bienestar, es necesario establecer mecanismos de gobernanza que delimiten las
responsabilidades individuales y conjuntas de los distintos actores y sectores en busca de
la salud y el bienestar.
La acción desde todos los sectores: Enfoque regional para reducir los
traumatismos y las muertes causados por el tránsito
El progreso logrado por la Región en la reducción de los traumatismos y las muertes causados por
el tránsito es un ejemplo práctico de colaboración y acción intersectorial. Las estrategias
intersectoriales incluyen la mejora de la infraestructura vial, la actualización de la legislación en
materia de transporte, y la promoción de inspecciones de vehículos y normas de seguridad.
Numerosos países de la Región han formulado políticas nacionales que promueven el transporte
público sostenible y seguro. Los países que han puesto en marcha prácticas seguras de transporte
son Argentina, Cuba, Guatemala, Jamaica, Panamá, Perú y Uruguay. Además, 27 países crearon
organismos de seguridad vial entre octubre del 2011 y diciembre del 2014. Quince países aprobaron
leyes que fijaban el límite de alcoholemia para los conductores, 32 países aprobaron leyes que
establecían el uso obligatorio de los cinturones de seguridad por todos los pasajeros de los
vehículos, y 30 países aprobaron leyes sobre el uso obligatorio de los cascos por todos los
pasajeros de motocicletas.
Fuente: Organización Panamericana de la Salud Informe de progreso sobre el plan de acción sobre
la seguridad vial.54.o Consejo Directivo de la OPS, 67.a sesión del Comité Regional de la OMS para
las Américas; Washington, D.C., del 28 septiembre al 2 de octubre del 2015 (documento
CD54/INF/5).
Para tener éxito en las acciones relativas a los determinantes sociales de la salud se
necesitan la participación de las comunidades y los grupos de la sociedad civil en la
creación de políticas, así como el seguimiento y la evaluación de su ejecución. La sociedad
civil desempeña un papel fundamental al definir las áreas de acción prioritarias, generar
datos probatorios para el trabajo relativo a los determinantes sociales de la salud, y
responsabilizar a los formuladores de políticas y los ejecutores de programas por las
acciones que emprenden y los compromisos que asumen. Los Gobiernos pueden cumplir
una función activa al promover la participación ofreciendo incentivos, subvencionando los
costos y asegurando la legitimidad y transparencia. La mejora de la transparencia en la
formulación de políticas sobre los determinantes de la salud es fundamental para la
adopción y ejecución de políticas acertadas e inclusivas.
En un informe reciente del Banco Mundial y la OPS, Toward universal health coverage and
equity in Latin America and the Caribbean: evidence from selected countries, se observó
que los Gobiernos habían logrado en las actividades de apoyo y promoción de la
participación de sociedad civil en el proceso de formulación de políticas (69). Varios países,
como Bolivia, Ecuador y Venezuela, han incorporado la participación social en sus
constituciones como medio de reducción de la desigualdad social y económica (69).
Además, al 2014, nueve países y territorios informaron tener mecanismos específicos
implantados para fomentar la participación de las comunidades y la sociedad civil en el
proceso de formulación de políticas de los distintos sectores.
Fuente: Secretaría Nacional de Planificación y Desarrollo. Buen vivir: Todo el mundo mejor 2013–
2017 [Internet]; 2013. Disponible en: http://www.planificacion.gob.ec/wp-
content/uploads/downloads/2013/12/Buen-Vivir-ingles-web-final-completo.pdf.
En toda la Región también se han realizado esfuerzos para hacer participar a las
poblaciones anteriormente excluidas. En 2014, 10 países y territorios dijeron tener
estrategias específicas implantadas para promover la participación de los grupos
marginados en los debates sobre políticas a nivel local, subnacional y nacional (2). Además
se están realizando acciones para promover la salud mental y el bienestar de las
poblaciones indígenas. Las poblaciones indígenas se ven afectadas de manera
desproporcionada por una diversidad de trastornos mentales comunes. Estos grupos tienen
diferentes maneras de conceptualizar sus problemas de salud y organizar los cuidados, de
acuerdo con lo determinado por los factores históricos, geográficos y culturales. Argentina,
Brasil, Canadá y Chile, entre otros, han promovido foros de diálogo en diferentes
comunidades indígenas con la participación de curanderos indígenas y especialistas en
salud clínica, salud pública, antropología y salud mental, donde cada uno de los actores
transmite sus conocimientos y mejores prácticas.
3. Área clave: seguir reorientando el sector de la salud con miras a reducir las
inequidades sanitarias
La reducción de las inequidades y las desigualdades en materia de salud mediante la
transformación del sistema de salud es esencial para la estrategia regional de la OPS para
el acceso universal a la salud y la cobertura universal de salud, adoptada en el 2014 (2). En
esa estrategia se expresa el compromiso de los Estados Miembros de la OPS de fortalecer
los sistemas de salud, ampliar el acceso a amplios servicios de salud de calidad, ofrecer
protección financiera y adoptar políticas integradas y amplias para abordar los
determinantes sociales de la salud y las inequidades en materia de salud. Asimismo, se
sostiene que el “acceso universal a la salud y la cobertura universal de salud requieren la
definición e implementación de políticas y acciones con un enfoque multisectorial para
abordar los determinantes sociales de la salud y fomentar el compromiso de toda la
sociedad para promover la salud y el bienestar” (2). En la estrategia también se sostiene
que el sexo, la etnicidad, la edad y la situación económica y social son determinantes
sociales que tienen una repercusión positiva o negativa sobre las inequidades en materia
de salud, cuya reducción es un objetivo central de la salud universal.
En la Región, Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Jamaica, México,
Perú y Uruguay han ejecutado una variedad de políticas para aumentar el alcance y la
equidad de los programas de salud (69). También ha habido progresos a nivel regional en
cuanto a la ampliación de los servicios de atención de salud y los recursos para las
personas con discapacidad. En octubre del 2014, varios ministros de Salud del continente
prometieron mejorar el acceso de las personas con discapacidad a la salud y la
rehabilitación, y proteger sus derechos. Para demostrar este compromiso, se estableció el
Plan de acción sobre discapacidades y rehabilitación, aprobado por los Estados Miembros
de la OPS en el 2014. En este plan se pide una respuesta más firme e integrada del sector
de la salud para apoyar a las personas con discapacidad, sus familias y cuidadores. Chile,
México y Guyana figuran entre los países que han demostrado esfuerzos notables para que
el sector de la salud dé una respuesta más integrada en apoyo de las personas con
discapacidad, sus familias y cuidadores (70).
Las estrategias adoptadas por los países para transformar los sistemas de salud a fin de
que avancen hacia la salud universal se presentan en otra parte del capítulo 1,
específicamente en los debates en torno al acceso a los servicios de salud, una mejor
gobernanza y rectoría de la salud, y el financiamiento de la salud. En este caso, sin
embargo, cabe señalar que los esfuerzos para dar respuesta a las inequidades en materia
de salud, en la medida en que se relacionan con los determinantes sociales de la salud,
deben variar según el contexto del país, las inequidades existentes en materia de salud y la
estructura de los sistemas sociales y de salud. Por ejemplo, al examinar la situación de
salud de las mujeres en La Paz (Bolivia), se encontraron variaciones fundamentales en
relación al cáncer (especialmente el cáncer cervicouterino), la mortalidad materna, la salud
sexual y reproductiva, el impacto de la infección por el VIH/sida y la violencia doméstica e
intrafamiliar. Las mujeres dijeron que tenían una cobertura de atención de salud
significativamente inferior y una participación mínima en la promoción y atención de su
propia salud. Los datos probatorios indican que esto se debió a la discriminación, el
maltrato y la falta de servicios disponibles que atendieran necesidades específicas de las
mujeres. La iniciativa de Servicios de Salud Estrella fue creada por el Ministerio de Salud en
La Paz del 2004 al 2006 y, posteriormente, se centró en los servicios de salud de
Pampahasi Bajo (71). Esta iniciativa tuvo por objeto mejorar las condiciones de salud
fortaleciendo la gestión de los servicios, de forma que se garantizara la “calidad con énfasis
en el género” y se crearan procesos que empoderaran a las mujeres en su comunidad
(principalmente las migrantes aimaras y las mujeres que vivían en zonas pobres).
Fuentes: Sitio de noticias de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Ceremonia de la firma
del Acuerdo de París [Internet]; 2015. Disponible en: http://newsroom.unfccc.int/media/632121/list-of-
representatives-to-high-level-signature-ceremony.pdf.
Naciones Unidas. Acuerdo de París—estado de ratificación [Internet]; 2016. Disponible
en: http://unfccc.int/paris_agreement/items/9444.php.
Como resultado de las prioridades establecidas en el programa de los ODM, hay un mayor
predominio de los datos relacionados con la salud reproductiva, de la madre y del niño, lo
cual permite un análisis más detallado de las desigualdades socioeconómicas en estas
áreas. Sin embargo, los países ahora tienen la tarea de cumplir el ODS 17, que requiere
específicamente la “disponibilidad de datos oportunos, fiables y de gran calidad
desglosados por ingresos, sexo, edad, raza, origen étnico, estatus migratorio, discapacidad,
ubicación geográfica y otras características pertinentes en los contextos nacionales”. La
necesidad de abordar este desafío reviste particular importancia cuando se crean
mecanismos de seguimiento para el ODS 3, a fin de garantizar una vida sana y promover el
bienestar de todos a todas las edades. Los datos limitados con respecto a las ENT y las
medidas para la cobertura universal de salud implican que los países tendrán que aumentar
la capacidad para evaluar las desigualdades en materia de salud en su relación con los
determinantes sociales de la salud y estas áreas prioritarias de salud. El Marco de
Seguimiento de las Desigualdades en materia de Salud, creado por la Organización
Mundial de la Salud junto con la Guía de la Equidad en materia de Salud como parte del
Observatorio Mundial de la Salud, ofrece una guía y recurso a los países para aumentar la
capacidad de seguimiento. Es esencial asegurar la comparabilidad de los datos para
compartir los éxitos y los problemas cuando se abordan las desigualdades en materia de
salud a nivel nacional. La Región de las Américas ya ha adoptado medidas en este frente
mediante la inclusión de indicadores de medición de la desigualdad en el Plan Estratégico
de la Organización Panamericana de la Salud 2014-2019. Los países están respondiendo
al reto de generar datos desglosados estableciendo observatorios para la medición de las
desigualdades y las inequidades en materia de salud. Uruguay y Colombia ya han
establecido observatorios nacionales que usan el marco de la OMS para hacer un
seguimiento de las desigualdades y México está estableciendo su propio sistema de
seguimiento de las inequidades en materia de salud.
El seguimiento del progreso logrado durante la era de los ODM ha cumplido una función
importante en la determinación de las áreas clave para la acción futura y los problemas de
salud centrales que todavía no se han resuelto. La Región de las Américas ha demostrado
un firme compromiso para establecer estas áreas clave. En toda la Región, los países han
empezado a establecer redes nacionales o regionales de grupos de trabajo multisectoriales
e interesados directos para evaluar la repercusión de las políticas gubernamentales sobre
la salud y la equidad en materia de salud. En 2014, seis países informaron tener estas
redes implantadas. Además, en mayo del 2016, la CEPAL presentó un documento,
Horizontes 2030: la igualdad en el centro del desarrollo sostenible, en el que se realiza un
análisis exhaustivo de los retos y oportunidades clave para aplicar este enfoque en la
Región (77). Asimismo, los Estados Miembros de la CEPAL aprobaron recientemente la
resolución 700(XXXVI) por la que se crea el Foro de los Países de América Latina y el
Caribe sobre el Desarrollo Sostenible, un órgano responsable del seguimiento y examen de
los avances en la aplicación de la Agenda 2030 más amplia. La CEPAL ha articulado una
serie de prioridades para apoyar este enfoque, que fortalecen y refuerzan los vínculos entre
los determinantes sociales de la salud, la igualdad y el desarrollo sostenible, por ejemplo,
fortalecer la arquitectura institucional regional, mejorar el análisis de los medios de
aplicación de la Agenda 2030 a nivel regional, apoyar la integración de los ODS en los
planes y presupuestos nacionales de desarrollo, y promover la integración de los procesos
de medición que permitan incorporar los indicadores de los ODS a las estrategias
nacionales y regionales para el desarrollo de capacidad estadística (26). Varios de estos
componentes, en particular el fortalecimiento de capacidad estadística a nivel nacional, que
facilita el examen de los grupos poblacionales que se benefician más y que se benefician
menos de ciertas políticas e intervenciones, tienen profundas implicaciones para lograr la
equidad y mejorar la salud.
El programa “Uruguay Crece Contigo” utiliza otra plataforma exitosa, que realiza actividades
sumamente centradas en los ciudadanos más vulnerables. El impacto sobre los que se matricularon
ha sido considerable hasta el momento, lo cual reduce el nivel de depresión en las madres y las
embarazadas del 31% al 16% desde el 2012. Otras medidas tienen que ver con la inclusión en
redes de seguridad social, como las asignaciones familiares y los programas de vivienda, y la
creación de políticas inclusivas. Esto último reviste particular importancia pues la formulación de
políticas inclusivas contribuye a promover oportunidades económicas para los pobres.
Tanto en Uruguay como en Perú, la ejecución contextualizada fue un aspecto clave; no obstante, en
cada caso y en otros lugares de la Región, la integración de diferentes sectores institucionales en
una estrategia general ha permitido que las instancias decisorias puedan crear estrategias integrales
para combatir la pobreza en formas novedosas y eficaces.
Conclusiones
A medida que la Región completa la transición de los ODM a la nueva Agenda 2030 para el
Desarrollo Sostenible y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), dar respuesta a las
inequidades en materia de salud debe considerarse una prioridad. Es importante
beneficiarse de las enseñanzas extraídas y resolver los asuntos inconclusos mediante la
nueva agenda para el desarrollo (84). Esta nueva Agenda es producto de un proceso
inclusivo y colaborativo sin precedentes y es única en el sentido de que integra las tres
dimensiones (económica, social y ambiental) del desarrollo sostenible en torno a las
personas, el planeta, la prosperidad, la paz y las alianzas. En las metas fijadas por los ODS
se procura trascender el alcance de los ODM además de afrontar los desafíos sociales,
económicos, ambientales y de gobernanza más importantes de nuestro tiempo. En los ODS
se reconoce que la erradicación de la pobreza y la desigualdad, la promoción de un
crecimiento económico inclusivo y la preservación del planeta están vinculadas
mutuamente y también con la salud y el bienestar generales de la población mundial (85).
La puesta en práctica de los ODS ofrece una oportunidad única de encarar las “causas de
las causas” e influir en los resultados en materia de salud mediante un énfasis mayor en la
distribución diferencial en el acceso a los servicios de salud. Siguen siendo pertinentes los
enfoques tradicionales de la salud pública y la promoción de la salud que dan respuesta a
los factores de riesgo centrados en el comportamiento individual “peligroso”, pero la
atención se orienta cada vez más (a nivel regional y mundial) hacia el examen de los
procesos en macroescala que abarcan el comercio, los mercados mundiales y las
relaciones geopolíticas como determinantes de la salud (86). Los sistemas de vigilancia
deberán mejorarse para el mayor seguimiento social de los objetivos de los determinantes
sociales de la salud, los ODS y la salud en todas las políticas.
A medida que los países continúan desarrollando sistemas de salud sólidos, resilientes y
centrados en la persona, las actividades deben seguir intensificando la acción intersectorial
centrada en las áreas no comprendidas en el sector de la salud para mejorar la equidad, la
salud y el bienestar, de conformidad con la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y los
Objetivos de Desarrollo Sostenible. La amplitud y ambición de la Agenda 2030 para el
Desarrollo Sostenible y la naturaleza interrelacionada de los 17 Objetivos requieren una
respuesta nacional, regional y mundial que aproveche la cooperación entre todos los
sectores. Desde la educación de las mujeres y las niñas hasta la aplicación de impuestos a
los alimentos no nutritivos, desde los espacios de vivienda saludables hasta el
financiamiento de la salud, la salud universal solo se obtendrá mediante un esfuerzo
concertado para abordar los determinantes sociales de la salud, y mediante la creación de
alianzas estratégicas clave que incluyan actores que no formen parte del sector de la salud.
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