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Baruch Spinoza —también conocido como Baruch de Espinoza1 o Benedict, Benito o Benedicto (de)

Spinoza o Espinosa, según las distintas traducciones de su nombre, basadas en distintas hipótesis sobre su origen—
(Ámsterdam, 24 de noviembre de 1632 - La Haya, 21 de febrero de 1677) fue un filósofo neerlandés de
origen sefardí hispano-portugués, heredero crítico del cartesianismo, considerado uno de los tres grandes racionalistas de
la filosofía del siglo XVII, junto con el francés René Descartes y el alemán Gottfried Leibniz. Hostigado por su crítica
racionalista de la ortodoxia religiosa, su obra cayó en el olvido hasta que fue reivindicada por grandes filósofos alemanes de
principios del siglo XIX. Según Renan, «Schleiermacher, Goethe, Hegel, Schellingproclaman todos a una voz que Spinoza es
el padre del pensamiento moderno».2
Orígenes familiares
Nació en Ámsterdam (Países Bajos) en 1632, procedente de una familia de judíos sefardíes emigrantes de la península
ibérica, que huía de la persecución religiosa.
Su familia procedía de España, de donde huyó durante el siglo XV a Portugal.3 Sus raíces se encontraban en Espinosa de los
Monteros, donde el apellido de su familia era «Espinosa de Cerrato». Los Espinosa fueron expulsados de Castilla por
el decreto de los Reyes Católicos del 31 de marzo de 1492,4 y decidieron instalarse en Portugal. Allí fueron obligados a
convertirse al catolicismopara seguir permaneciendo en el país cuando Manuel I de Portugal el Afortunado se casó con Isabel
de Aragón, primogénita de los Reyes Católicos, y ordenó a los judíos que ocupaban posiciones importantes en el país que se
bautizasen a la fuerza (médicos, banqueros, comerciantes, etc.). Entonces apenas ciento veinte mil judíos se convirtieron y
los Espinosa pudieron vivir en paz hasta que la Inquisición se estableció en Portugal alrededor de cuarenta años más tarde. 5
El abuelo de Baruch, Abraham de Espinosa, marchó a Nantes (norte de Francia; su presencia está atestiguada en 1593),
pero no se quedó allí, sin duda porque el judaísmo estaba oficialmente proscrito y porque había también una cierta hostilidad
hacia los «marranos» y en especial hacia los portugueses.6 Aparentemente expulsado en 1615, llegó a Róterdam con su
familia, donde falleció en 1627. El padre de Baruch, nacido en Vidigueira (Alentejo), era un mercader reputado y un miembro
activo de la comunidad judaica (sinagoga y escuelas judías). José Chocrón Cohen ha sugerido que Baruch Spinoza podría
estar emparentado con el prócer venezolano Francisco de Miranda.7
Educación[editar]
Baruch se educó en la comunidad judía de Ámsterdam, donde se conservaba una considerable tolerancia religiosa, pese a la
influencia de los clérigos calvinistas. Contrajo la tuberculosis, que poco a poco minaría su salud hasta ocasionarle la muerte.
A pesar de haber recibido una educación ligada a la ortodoxia judía, por ejemplo, con la asistencia a las lecciones de Saúl
Levi Morteira,8 el joven Spinoza mostró una actitud bastante crítica frente a estas enseñanzas y amplió sus estudios por su
cuenta en matemáticas y filosofía cartesiana, dirigido por Franciscus van den Enden. Leyó también a Thomas
Hobbes, Lucrecio y Giordano Bruno; estas lecturas lo fueron alejando de la ortodoxia judaica. A esto se le pueden sumar las
influencias del grupo de los collegianten(colegiantes), cristianos liberales protestantes neerlandeses, así como de
heterodoxias judías hispano-portuguesas, estas últimas encarnadas principalmente en las figuras de Juan de Prado y Uriel da
Costa.
Expulsión de la comunidad judía[editar]
Muerto su padre en 1654, Spinoza no tuvo ya que mantener oculto su descreimiento por respeto a la figura paterna. El 27 de
julio de 1656, fue censurado/expulsado de la comunidad judía y desterrado de la ciudad, a la sazón dividida en dos grupos:

 asquenazíes: judíos procedentes de Europa Central que, al sufrir fuertes persecuciones durante la Edad Media,
emigraron en masa hacia Europa Oriental, pero también a los Países Bajos e Inglaterra.
 sefardíes: judíos expulsados de la península ibérica y grupo al cual Spinoza pertenecía. Era un grupo parcialmente
influido por la tradición humanista.
Los asquenazíes constituían un grupo cerrado. En algún momento histórico parece que sus normas fueran más ortodoxas y
rígidas que las de los sefardíes. Era el grupo mayoritario en Ámsterdam.
Tras la expulsión, se retiró a un suburbio en las afueras de la ciudad y publicó su Apología para justificarse de su abdicación
de la sinagoga, obra perdida que algunos autores consideran un precedente de su Tractatus theologico-politicus. Acentuó su
trato con los grupos cristianos menonitas y colegiantes, de carácter cristiano bastante liberal y tolerante. Para sobrevivir, se
dedicó a pulir lentes para instrumentos ópticos, entre ellos para su amigo el científico Christiaan Huygens. Aparte de ganarse
la vida con este oficio, recibía, según alguno de sus biógrafos, una pensión que le consiguió su amigo el munícipe Johan de
Witt.
Redacción de sus obras[editar]
En 1660 se trasladó a Rijnsburg, pueblo cercano a Leyden, donde redactó su exposición de la filosofía cartesiana, Principia
philosophiae cartesianae, y los Cogitata metaphysica, que se editaron conjuntamente en el verano boreal de 1663 (edic.
latina; en 1664 apareció la versión neerlandesa) y que serían las dos únicas obras publicadas con su nombre en vida.
Sostuvo una abundante correspondencia con intelectuales de toda Europa. En los primeros años 1660, también empezó a
trabajar en su Tractatus de intellectus emendatione y en la más famosa de sus obras, la Ethica, terminada en 1675.
En 1663 se trasladó a Voorburg, cerca de La Haya, donde frecuentó los círculos liberales y trabó una gran amistad con el
físico Christiaan Huygens y con el por entonces jefe de gobierno (raadspensionaris) Johan de Witt, quien, según algunos,
protegió la publicación anónima de su Tractatus theologico-politicus en 1670, obra que causó un gran revuelo por su crítica
racionalista de la religión. Estas protestas, y el bárbaro asesinato de su protector De Witt (1672), que condenó con el pasquín
anónimo Ultimi barbarorum, lo convencieron para no volver a publicar nuevas obras sino tras su muerte; las obras circularían,
sin embargo, entre sus admiradores, cada vez más numerosos.
Últimos años[editar]
Desde 1670 hasta su muerte, vivió en La Haya. En 1673 J. L. Fabritius, profesor de teología, por encargo del elector del
Palatinado, le ofreció una cátedra de filosofía en su universidad, la de Heidelberg, pero Spinoza no la aceptó, pues aunque se
le garantizaba «libertad de filosofar», se le exigía «no perturbar la religión públicamente establecida». La corte de justicia del
régimen surgido tras el asesinato de Johan de Witt prohibió, además, el 19 de julio de 1674, el Tratado Teológico Político. Un
año antes de su muerte fue visitado por Gottfried Wilhelm Leibniz, pero este negó luego tal encuentro.
Minado por la tuberculosis, murió el 21 de febrero de 1677 cuando contaba 44 años, dejando sin terminar su Tratado político.
Un inventario de sus posesiones que realizó tras su muerte incluía una cama, una mesa pequeña de roble, otra de esquina de
tres patas y dos mesas pequeñas, su equipo de pulir lentes, unos ciento cincuenta libros y un tablero de ajedrez. 9 Sus amigos
editaron en noviembre de ese mismo año, simultáneamente en latín y en neerlandés, todas las obras inéditas que
encontraron, incluida (parte de) la correspondencia, bajo el título Ópera pósthuma (versión latina) y Nagelate
schriften (versión neerlandesa). El libro fue incluido en el Index librorum prohibitorum del Vaticano del año 1690.

Pensamiento[editar]
Sistema metafísico[editar]
Partiendo de la innegable influencia de Descartes, creó un sistema muy original, con mezcla de elementos
propiamente judíos, escolásticos y estoicos. En lo que se refiere a Descartes, este había considerado la existencia de
tres sustancias: el pensamiento, la extensión y Dios. Spinoza reduce estas tres sustancias a una sola: sustancia divina
infinita, que según la perspectiva que se adopte, se identifica bien con Dios o bien con la naturaleza (ambos términos llegan a
ser equivalentes para él, según su célebre expresión Deus sive Natura).10
Para Spinoza, la «substancia» es la realidad, que es causa de sí misma y a la vez de todas las cosas; que existe por sí
misma y es productora de toda la realidad. Por tanto, la naturaleza es equivalente a Dios. Dios y el mundo, su producción,
son entonces idénticos. Todos los objetos físicos son los «modos» de Dios contenidos en el atributo «extensión». Del mismo
modo, todas las ideas son los «modos» de Dios contenidas en el atributo «pensamiento». Las cosas o modos son naturaleza
naturada, mientras que la única substancia o Dios es naturaleza naturante. Las cosas o «modos» son contingentes y finitas,
mientras que Dios es de naturaleza infinita y existencia necesaria y eterna.

El estudio del pensador conservado en su casa-museo de Rijnsburg.

Este cambio tiene la ventaja, sobre la filosofía cartesiana, de borrar de un plumazo los problemas que presenta la filosofía de
Descartes para explicar la posibilidad del conocimiento: dado que el pensamiento y la extensión son dos de los infinitos
atributos de Dios, distintos e independientes el uno del otro (paralelismo de los atributos), ¿cómo se puede conocer el
mundo? Descartes había resuelto este problema de una manera aparentemente gratuita, amén de insatisfactoria, señalando
la comunicación de estas sustancias en la glándula pineal.
Con Spinoza, pues, ya no existe este problema: se puede conocer el mundo porque el entendimiento, en tanto parte del
entendimiento de Dios, es una modificación o «modo» de la misma sustancia divina, entendimiento infinito de Dios, que
«piensa» su objeto extenso o cuerpo, de modo que el entendimiento puro puede «aprehender» la realidad, porque el alma, o
sea la idea del cuerpo, «replica» lo que afecta a este cuerpo. La unidad del alma y el cuerpo está justificada por la unidad de
la sustancia infinita de la que son sus modificaciones finitas o modos.
Pero, a la vez, abre un tremendo problema para explicar la libertad humana. La anterior distinción de Descartes en tres
sustancias le permitió sustraer del determinismo mecanicista al entendimiento, con lo cual el ser humano mantendría su
libertad.
El mecanicismo sostiene que todo el universo está determinado por leyes, con lo cual cualquier ente que esté dentro de él
también estará sujeto a dichas leyes, incluido el ser humano. Descartes y Spinoza son mecanicistas, pero el primero salva el
problema a través de su postulado de las tres sustancias: el mecanicismo (por tanto el determinismo o ausencia de libertad)
solo afecta a la sustancia extensa o mundo, pero no a la sustancia pensante o entendimiento.
Pero, al postular Spinoza una sola sustancia, ¿cómo es posible que exista la libertad humana, si todo está sometido a una
inexorable regulación permanente? Spinoza acaba afirmando un determinismo (negación de la libertad humana) riguroso,
aunque deja el resquicio de una definición poco alentadora y paradójica de libertad: la libertad humana aparece cuando el ser
humano acepta que todo está determinado; la libertad no depende de la voluntad sino del entendimiento; el hombre se libera
por medio del conocimiento intelectual.
En el campo de la filosofía Spinoza se declara monista, esto es, no cree en la existencia de un dualismo cuerpo-alma. Para
Spinoza el hombre es cuerpo y mente, y todo en su conjunto es parte de una sustancia universal con infinitos modos e
infinitos atributos, algo que da lugar a un «monismo neutral».
También es determinista, lo que supone que no cree en el libre albedrío: asegura que el hombre está determinado por leyes
universales que lo condicionan mediante la ley de la preservación de la vida. Así, afirma que ser libre es regirse por la razón
frente a la sumisión, por ejemplo, a la religión.
Pensamiento político.
En el aspecto político sigue en parte a Thomas Hobbes. Sin embargo, su doctrina tuvo gran influencia en el pensamiento
del siglo XVIII, ya que se le considera el iniciador del ateísmo, aunque esta afirmación no es del todo correcta.
Como filósofo, comparte con Hobbes el tema del determinismo. Sin embargo, Spinoza fue siempre, y en todos los campos, un
escritor proscrito, hasta el punto de que a comienzos del siglo XIX no se le reconocía, especialmente por el movimiento
Romántico alemán (Goethe, Jacobi, etcétera).
Dentro del ámbito de la política se le considera precursor de Jean-Jacques Rousseau.
Su pensamiento traslada la visión del mundo de Galileo, que dice que el mundo está sujeto a unas determinadas leyes, por lo
que buscará cuales son las que regulan a la sociedad. En este punto coincide en parte con Descartes y Hobbes, pero con la
singularidad de que Spinoza además busca las leyes que rigen la moral y la religión. Así Spinoza entra de lleno tanto en la
moral como en la religión, intentando introducir la razón en ambas esferas, para lo que usa un método racional.
En su Ética demostrada según el orden geométrico Spinoza habla de Dios, del ser humano y del puesto que el hombre ocupa
dentro de la naturaleza; así, dice que la forma correcta de entender a los hombres, es que son una parte más de la naturaleza
y que las acciones humanas no se deben analizar con criterios morales, sino como partes necesarias de leyes que rigen
el cosmos, esto es, que existen leyes universales de la naturaleza a las que los hombres están sujetos, por lo que no se
puede afirmar que el hombre es totalmente libre. Siguiendo este planteamiento se encuentra una de sus afirmaciones más
importantes y que más problemas le trajo: afirma que los valores son creaciones humanas arbitrarias.
En el tema político, el filósofo reivindica la democracia más amplia posible, aunque dentro de esta no incluye explícitamente a
las mujeres, a quienes plantea si deben tener o no derechos políticos, cosa que no tiene muy clara; finalmente se inclina por
sostener una inferioridad innata de las mujeres, y afirma que el mejor gobierno es de los hombres. No obstante deja una
puerta abierta al reconocimiento de las mujeres, diciendo finalmente que sí son iguales a los hombres, que sí pueden
gobernar, pero que lo mejor es evitar el tema, ya que puede generar conflictos.
Según su visión, el fin del Estado es hacer a todos los hombres libres, lo que significa que el hombre ha de dejar de ser un
autómata.

Ética (en latín: Ethica ordine geometrico demonstrata o Ethica more geometrico demonstrata) es una obra
del filósofo neerlandésSpinoza escrita en latín y no publicada hasta su muerte en 1677. Es su obra más conocida y apreciada.
La ética es la rama de la filosofía que estudia la bondad o la maldad de los comportamientos.
En la Ética, Spinoza intenta demostrar un «sistema filosófico plenamente coherente que se esfuerza por ofrecer una imagen
objetiva de la realidad y por comprender el significado de una vida ética. Siguiendo un formato lógico paso por paso, definido
en torno de la naturaleza de Dios, la mente, la servidumbre humana a las emociones y el poder de la comprensión —
moviendo desde la consideración de lo eterno, a especular sobre el lugar de la humanidad en el orden natural, libertad y el
camino a la felicidad posible—».
Posiblemente uno de los intentos más osados ha sido el de Spinoza al tratar de desarrollar la ética, organizada como sistema
deductivo. Arrancando de axiomas y definiciones, Spinoza pretendió deducir el resto de sus doctrinas metafísica y ética como
proposiciones demostrables sustentadas en estos supuestos previos. 1

Resumen
La arquitectónica geométrica de la Ética descansa enteramente sobre el concepto de sustancia. Descartes había definido a la
sustancia como "...una cosa que existe de tal modo que para existir no tiene necesidad más que de sí misma..." , 2 y postula
así tres sustancias: el pensamiento, la extensión y Dios. Pero se le ha señalado en las segundas objeciones a
las Meditaciones metafísicas que, según su propia filosofía, tal definición de sustancia es aplicable sólo a Dios, puesto que
éste es causa de todo ente, tanto de su ser como de su existencia continua. El pensamiento y la extensión no podrían ser
sustancias ya que habrían de carecer de causa para ello. Descartes salvó parcialmente el problema tipificando la sustancia:
una es la sustancia infinita que no es creada por nada, y otras las sustancias finitas, sólo creadas por Dios. La solución es
parcial, puesto que para salvar el dualismo Descartes abre la equivocidad en el término; sustancia se dice de muchas
maneras. La filosofía de Spinoza puede leerse como una respuesta a esta objeción, ya que mantiene la definición pero afirma
una única sustancia, la infinita o divina, Dios. Con todo, no debe pensarse a Spinoza como un cartesiano más. Son más las
diferencias que las similitudes, y cabe recordar que su filosofía se alza justamente en oposición a la de Descartes.
La primera parte de la Ética expone la relación entre Dios y el universo. La tradición sostuvo que Dios es trascendente al
universo y que lo creó según una razón que no es necesaria: podría así haber creado un universo diferente si hubiera
querido. Spinoza niega estas afirmaciones. De acuerdo con Spinoza, Dios se identifica con el universo natural. Lo que esto
significa, como con otras tantas afirmaciones de Spinoza, está sujeto a discusión. Spinoza afirma que las cosas que
componen o están en el universo, seres humanos incluidos, son “modos” de Dios. Los modos o afecciones representan los
accidentes de la única sustancia, Dios; por lo tanto, todo ser humano u otra cosa del universo es, en algún sentido,
dependiente de Dios. La naturaleza de esta dependencia se encuentra en disputa. Algunos intérpretes sostienen que los
modos son propiedades de Dios, en el sentido tradicional. Otros sostienen que los modos son los efectos de Dios. En todo
caso, los modos son, también, lógicamente dependientes de la esencia de Dios, en tanto cada suceso se sigue de la
naturaleza de Dios al igual que –usando el ejemplo de Spinoza- de la esencia del triángulo se sigue que sus ángulos sean
iguales a dos ángulos rectos. Dado que Dios debe existir necesariamente acorde a su propia naturaleza, no hay ningún
suceso que pudiera haberse evitado; y, si un destino particular de algún modo particular es determinado por Dios, no hay
escapatoria a ello. En términos de Spinoza: “Una cosa que ha sido determinada por Dios para producir un efecto no puede
hacerse a sí misma indeterminada.” La creación divina del universo no es una decisión divina, no está motivada por ningún
propósito.
La segunda parte de la Ética se concentra en la mente y el cuerpo humanos. Spinoza ataca varias proposiciones cartesianas:
(1) que el pensamiento y el cuerpo son sustanciasdistintas y se afectan una a otra; (2) que conocemos mejor nuestro
pensamiento que nuestro cuerpo; (3) que nuestros sentidos son confiables; (4) que pese a haber sido creados por Dios,
podemos cometer errores cuando afirmamos la verdad, en virtud de nuestra voluntad libre, de una idea que no es clara y
distinta. Spinoza niega cada una de estas proposiciones. Respecto de (1), argumenta que el pensamiento y el cuerpo son una
única cosa pensada de dos maneras distintas. La naturaleza en su totalidad puede ser descrita en términos de pensamientos
o de cuerpos. Sin embargo, no podemos mezclar estas dos maneras de describir las cosas, como Descartes hace, y decir
que el pensamiento afecta al cuerpo o viceversa. Más aún, el autoconocimiento del pensamiento no es fundamental; éste no
puede conocer sus propios pensamientos mejor de lo que conoce cómo su cuerpo actúa en relación a otros cuerpos.
Además, no hay diferencia entre contemplar una idea y pensar que ella es cierta; y la voluntad no es libre de ninguna manera.
La percepción sensorial, a la cual Spinoza llama “conocimiento del primer tipo”, es completamente incierta, ya que refleja más
cómo nuestros propios cuerpos funcionan que las cosas como verdaderamente son. Podemos, además, tener un tipo de
conocimiento preciso llamado “conocimiento del segundo tipo”, o “razón”. Éste engloba el conocimiento acerca de las
características comunes a todas las cosas, e incluye principios de física y geometría. Se puede tener, además, un
“conocimiento del tercer tipo”, o “conocimiento intuitivo”. Éste es un tipo de conocimiento que, de alguna manera, relaciona
cosas particulares con la naturaleza de Dios.
En la tercera parte de la Ética, Spinoza argumenta que todas las cosas, incluyendo a los seres humanos, se esfuerzan por
persistir en su ser. Esto se suele interpretar en el sentido de que las cosas intentan perdurar tanto como puedan. Spinoza
explica cómo este esfuerzo (“conato”) subyace a nuestras emociones o afecciones (amor, odio, alegría, tristeza, y otras).
Nuestra mente es a veces pasiva y a veces activa. Es necesariamente activa en tanto contiene ideas adecuadas, mientras
que mientras tenga ideas inadecuadas, es necesariamente pasiva.
La cuarta parte, “De la esclavitud humana”, analiza las pasiones humanas, las cuales Spinoza ve como aspectos del
pensamiento que nos conducen al exterior para buscar lo que nos da placer y rehuir lo que nos da dolor. La “esclavitud” a la
que se refiere es la dominación de estas pasiones o, en sus propias palabras, “afecciones”. Spinoza examina cómo los
afectos, cuando no son controlados, pueden atormentar a la humanidad, y hacer imposible a ésta vivir, uno junto a otro
individuo, en armonía.
La quinta parte, “De la libertad humana”, argumenta que la razón puede gobernar los afectos en la búsqueda de la virtud; la
cual, para Spinoza, es la autopreservación. Solo con la ayuda de la razón los humanos podrán distinguir las pasiones que
verdaderamente ayudan a la virtud de aquellas que son perjudiciales a ella. Gracias a la razón es que podemos ver las cosas
como realmente son, sub species aeternitatis, “bajo el aspecto de la eternidad”. Y, dado que Spinoza trata a Dios y a la
naturaleza de forma indistinguible, conocer las cosas es conocer mejor a Dios. Entendiendo que todas las cosas son
determinadas por la naturaleza a ser como son, podemos alcanzar la tranquilidad racional que mejor aporta a nuestra
felicidad, y nos libera de ser conducidos por nuestras pasiones.

Estilo[editar]
El estilo y sistema del libro es, como Spinoza dice, «demostrada según el orden geométrico»,
con prefacios, definiciones, axiomas, y lemas. Estas son seguidas por proposicionesque pueden contener
notas, demostraciones, corolarios y escolios. Se emplean también apéndices que contienen explicaciones complementarias.
Este tipo de presentación imita los Elementos de Geometría de Euclides.
Está compuesta de cinco partes:

 Primera parte: De Dios


 Segunda parte: De la naturaleza y el origen del alma
 Tercera parte: Del origen de la naturaleza de las afecciones
 Cuarta parte: De la servidumbre del hombre o de la fuerza de las afecciones
 Quinta parte: De la potencia del entendimiento o de la libertad del hombre

Baruch de Spinoza

(Amsterdam, 1632 - La Haya, 1677) Filósofo neerlandés. Hijo de judíos españoles emigrados a los Países Bajos, estudió hebreo
y la doctrina del Talmud. Cursó estudios de comercio y teología, pero, por la fuerte influencia que ejercieron sobre él los escritos
de Descartes y Hobbes, se alejó del judaísmo ortodoxo. Su crítica racionalista de la Biblia provocó que fuese por último
excomulgado por los rabinos en 1656; Spinoza se retiró entonces a las afueras de Amsterdam, donde trabajó como pulidor de
lentes.
Durante este período escribió un Breve tratado acerca de Dios, el hombre y su felicidad, y parece que también la obra De la
reforma del entendimiento y un polémico Tratado teológico-político, aunque se publicarían más tarde. En 1673 renunció a una
cátedra en Heidelberg para mantener su independencia intelectual. En 1675 terminó su obra más importante, la Ética
demostrada según el orden geométrico, iniciada catorce años antes y que no se publicaría hasta su muerte, en 1677. También
por esta época emprendió la redacción del Tratado político, que quedó inconcluso.
La filosofía de Baruch Spinoza parte de la identificación de Dios con la naturaleza (Deus sive natura), y representa el mayor
exponente moderno del panteísmo. Llevó al extremo los principios del racionalismo, y dedujo toda su filosofía de la definición
de sustancia como «aquello que es en sí mismo y se concibe por sí mismo», por lo que sólo podía existir una sustancia, la
divina.
La mente humana conoce sólo dos «atributos» o formas de aparecer de Dios, el pensamiento y la extensión, aunque sus
atributos deben ser infinitos. Los individuos son a su vez modos, determinaciones concretas, de los atributos. Este monismo
radical resuelve el problema cartesiano de la relación entre pensamiento y extensión, pues son sólo formas de presentarse la
sustancia divina, así como el conflicto entre libertad y necesidad, que se identifican desde el punto de vista de Dios, pues es
libre como natura naturans (en cuanto causa) y determinado en cuanto natura naturata (en cuanto efecto). Desde el punto de
vista del hombre, la libertad individual es una ilusión.
Spinoza destacó tres géneros de conocimiento humano: en el primero, el hombre es esclavo de las pasiones y sólo percibe los
efectos o signos e ignora las causas; en el segundo, la razón elabora ideas generales o nociones comunes que permiten a la
conciencia acercarse al conocimiento de las causas, y aprende a controlar las pasiones; en el tercer género, el hombre accede
a una intuición totalmente desinteresada, pues conoce desde el punto de vista de Dios (sub specie aeternitatis), ajeno a sí
mismo como individuo y por tanto sin que le perturben las pasiones individuales. En esta contemplación se identifican lo singular
y lo eterno, y se percibe la presencia de todo en todo, intuición en la que se cifra la única felicidad posible.

En el terreno político, Spinoza rechazó el concepto de moral, por considerar que implicaba una desvalorización de lo real en
nombre de un ideal trascendente. Todos los seres se guían por el principio de autoconservación, sobre el cual se edifica el
Estado como limitación consensual de los derechos individuales. Sin embargo, lo que el individuo busca en el Estado es la
conservación propia, por lo que puede revolverse contra él en caso de que no cumpla esta función («Dios crea individuos, no
naciones»).

En la medida en que la ley limita el poder de cada uno mediante un sistema de recompensas y castigos, la política descansa
necesariamente en pasiones tristes (temor, seguridad). La principal preocupación política de Spinoza fue: ¿por qué los hombres
combaten por su esclavitud como si se tratara de su libertad? Aunque la democracia es el mejor de los regímenes políticos,
pues tiende a sustituir las pasiones tristes por el amor a la libertad y favorece el acceso al estado de razón, sólo se llega al
tercer género de conocimiento por la vía individual y privada.
La filosofía de Spinoza generó un importante rechazo en su tiempo, pero un siglo más tarde sería recuperada y ejercería una
importante influencia no sólo en el terreno de la metafísica, sino entre poetas románticos como Shelley y Wordsworth. Si bien
históricamente se sitúa entre los continuadores del racionalismo cartesiano (junto con Malebranche y Leibniz), Spinoza no
perteneció a ninguna escuela, y resulta difícil destacar al nivel que merecen la profunda originalidad y la independencia de su
pensamiento.

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Cuando Einstein daba alguna conferencia en las numerosas universidades, la pregunta recurrente que le hacían los
estudiantes era:
-¿Cree Ud. en Dios?
Y él siempre respondía:
-Creo en el Dios de Spinoza.

El que no haya leído a Spinoza se sorprenderá. Baruch de Spinoza fue un filósofo Holandés considerado uno de los tres grandes
racionalistas de la filosofía del siglo XVII, junto con el francés Descartes.

El Dios de Spinoza en palabras de Anand Dilvar

El Dios o Naturaleza de Spinoza hubiera dicho, en palabras de Anand Dilvar:

“Deja ya de estar rezando y dándote golpes en el pecho! Lo que quiero que hagas es que salgas al mundo a disfrutar de tu
vida.
Quiero que goces, que cantes, que te diviertas y que disfrutes de todo lo que he hecho para ti.

¡Deja ya de ir a esos templos lúgubres, obscuros y fríos que tú mismo construiste y que dices que son mi casa. Mi casa está
en las montañas, en los bosques, los ríos, los lagos, las playas. Ahí es en donde vivo y ahí expreso mi amor por ti.

Deja ya de culparme de tu vida miserable; yo nunca te dije que había nada mal en ti o que eras un
pecador, o que tu sexualidad fuera algo malo.

El sexo es un regalo que te he dado y con el que puedes expresar tu amor, tu éxtasis, tu alegría. Así que no me culpes a mí
por todo lo que te han hecho creer.

Deja ya de estar leyendo supuestas escrituras sagradas que nada tienen que ver conmigo. Si no puedes leerme en un
amanecer, en un paisaje, en la mirada de tus amigos, en los ojos de tu hijito…
¡No me encontrarás en ningún libro!
Confía en mí y deja de pedirme. ¿Me vas a decir a mí como hacer mi trabajo?

Deja de tenerme tanto miedo. Yo no te juzgo, ni te crítico, ni me enojo, ni me molesto, ni castigo. Yo soy puro amor.
Deja de pedirme perdón, no hay nada que perdonar. Si yo te hice… yo te llené de pasiones, de limitaciones, de placeres, de
sentimientos, de necesidades, de incoherencias… de libre albedrío ¿Cómo puedo culparte si respondes a algo que yo puse en
ti? ¿Cómo puedo castigarte por ser como eres, si yo soy el que te hice? ¿Crees que podría yo crear un lugar para quemar a
todos mis hijos que se porten mal, por el resto de la eternidad? ¿Qué clase de dios puede hacer eso?

Olvídate de cualquier tipo de mandamientos, de cualquier tipo de leyes; esas son artimañas para manipularte, para controlarte,
que sólo crean culpa en ti.

Respeta a tus semejantes y no hagas lo que no quieras para ti. Lo único que te pido es que pongas atención en tu vida, que tu
estado de alerta sea tu guía.

Amado mío, esta vida no es una prueba, ni un escalón, ni un paso en el camino, ni un ensayo, ni un
preludio hacia el paraíso. Esta v ida es lo único que hay aquí y ahora y lo único que necesitas.

Te he hecho absolutamente libre, no hay premios ni castigos, no hay pecados ni virtudes, nadie lleva un marcador, nadie lleva
un registro.
Eres absolutamente libre para crear en tu vida un cielo o un infierno.

No te podría decir si hay algo después de esta vida, pero te puedo dar un consejo. Vive como si no lo hubiera. Como si esta
fuera tu única oportunidad de disfrutar, de amar, de existir.

Así, si no hay nada, pues habrás disfrutado de la oportunidad que te di. Y si lo hay, ten por seguro que no te voy a preguntar si
te portaste bien o mal, te voy a preguntar ¿Te gustó?… ¿Te divertiste? ¿Qué fue lo que más disfrutaste? ¿Qué aprendiste?…

Deja de creer en mí; creer es suponer, adivinar, imag inar. Yo no quiero que creas en mí, quiero que
me sientas en ti. Quiero que me sientas en ti cuando besas a tu amada, cuando arropas a tu hijita,
cuando acaricias a tu perro, cuando te bañas en el mar.

Deja de alabarme, ¿Qué clase de Dios ególatra crees que soy?


Me aburre que me alaben, me harta que me agradezcan. ¿Te sientes agradecido? Demuéstralo cuidando de ti, de tu salud, de
tus relaciones, del mundo. ¿Te sientes mirado, sobrecogido?… ¡Expresa tu alegría! Esa es la forma de alabarme.

Deja de complicarte las cosas y de repetir como un loro lo que te han enseñado acerca de mí.

Lo único seguro es que estás aquí, que estás vivo, que este mundo está lleno de maravillas. ¿Para qué necesitas más milagros?
¿Para qué tantas explicaciones?

No me busques afuera, no me encontrarás. Búscame dentro… ahí estoy, latiendo en ti”.

Anand Dilvar.

Confesión de Einstein via telegrama

Todo empezó cuando Albert Einstein fue interrogado vía telegrama por el rabino Herbert S. Goldstein sobre si creía o no en la
existencia de Dios. Einstein respondió:

“Creo en el Dios de Spinoza, quien se revela así mismo en una armonía de lo existente, no en un Dios que
se interesa por el destino y las acciones de los seres humanos”.

En una entrevista de 1930 publicada en el libro Glimpses of the Great de G. S. Viereck, Einstein amplia su explicación aún más:

“Tu pregunta es la más difícil del mundo. No es algo que pueda responder con un simple sí o no. No soy ateo. No sé si pueda
definirme como un panteísta.
El problema en cuestión es demasiado vasto para nuestras mentes limitadas. ¿Puedo contestar con una parábola? La mente
humana, no importa que tan entrenada esté, no puede abarcar el universo. Estamos en la posición del niño pequeño que entra
a una inmensa biblioteca con cientos de libros de diferentes lenguas.

El niño sabe que alguien debe de haber escrito esos libros. No sabe cómo o quién. No entiende los idiomas en los que esos
libros fueron escritos. El niño percibe un plan definido en el arreglo de los libros, un orden misterioso, el cual no comprende,
sólo sospecha.

Esa, me parece, es la actitud de la mente humana, incluso la más grande y culta, en torno a Dios.

Vemos un universo maravillosamente arreglado, que obedece ciertas leyes, pero apenas entendemos esas leyes. Nuestras
mentes limitadas no pueden aprehender la fuerza misteriosa que mueve a las constelaciones. Me fascina el panteísmo de
Spinoza, porque él es el primer filósofo que trata al alma y al cuerpo como si fueran uno mismo, no dos cosas separadas”.

¿Cómo es el Dios de Spinoza al que Einstein se refiere?

Baruch Spinoza, nacido un 24 de noviembre de 1632 como Benedito de Espinosa, fue un filósofo neerlandés, de origen judío
sefardí, considerado junto con Descartes y Leibniz uno de los filósofos racionalistas más importantes de la ilustración, cuya
repercusión fue reconocida después de su muerte, acaecida el 21 de febrero de 1677 a la edad de 44 años. Su obra más
sobresaliente es la Ética demostrada según el orden geométrico, publicada póstumamente por sus amistades más cercanas y
que pronto fue censurado por la Iglesia Católica al incluirlo en su Index librorum prohibitorum.

En su magnum opus, Spinoza trató de definir la Naturaleza de Dios y de las pasiones humanas, para
Spinoza no hay un dualismo, sino un monismo intermedio, esto es, no existen dos substancias, sino una
con distintos atributos como el del pensamiento y/o la extensión. Consideró además que Dios era una res
extensa, esta concepción asume a Dios no como metafísico, sino como la totalidad de lo físico o material.

Todo en Dios

Según esta concepción, Dios es Naturaleza Naturante que presenta afecciones y modos de ser, que a su vez tienen como
origen necesario a Dios, estos son considerados como naturaleza naturada, así Dios es aquel ser en el que se concibe y es
todo cuando existe, y que sin él o fuera de él nada es o puede ser concebido. A este perspectiva se le consideró
como Panenteísta, lo que significa Todo en Dios.

Nació el 24 de noviembre de 1632 en Amsterdam en el seno de una familia de judíos hispano-portugueses.

Fueron expulsados de Castilla por el decreto de los Reyes Católicos del 31 de marzo de 1492 y se radicaron en Portugal,
donde se les obligó a convertirse al catolicismo. Hijo de un mercader y miembro de la comunidad judaica, no sufrieron
persecución hasta que la Inquisición se estableció en Portugal. Su abuelo llegó a Róterdam con su familia, donde fallecería
en 1627.

Educado en el estudio de las fuentes clásicas judías. Más tarde se apartó del judaísmo ortodoxo por las influencias de
escritos como los del filósofo Thomas Hobbes y de René Descartes.

En 1656 fue excomulgado por los rabinos, que le desterraron de Amsterdam. Durante cinco años, permaneció en las afueras
de la ciudad.

En ese tiempo, escribió su primer trabajo filosófico, Tractatus de Deo et Homine Ejusque Felicitate(Tratado de Dios, del
hombre y de su felicidad), donde aparecen las líneas maestras del que sería su sistema filosófico. El Tractatus
Theologico-Politicus (Tratado teológico-político) y la disertación De Intellectus Emendatione (De la reforma del
entendimiento) puede que fueran escritos también en este periodo, aunque el primero no se publicó hasta 1670 y el segundo
hasta 1677.

Se trasladó a La Haya, donde se le ofreció una cátedra de filosofía occidental en la Universidad de Heidelberg. Sin embargo
la rechazó para poder mantenerse libre de cualquier restricción que pudieran aplicar los teólogos sobre sus actividades
intelectuales. También desestimó la pensión que le ofrecía el rey de Francia Luis XIV, a cambio de que dedicara al monarca
uno de sus trabajos.

Su gran obra Ethica Ordine Geometrico Demonstrata (Ética demostrada según el orden geométrico, 1674) sostiene que
el universo es idéntico a Dios, que es la 'sustancia' incausada de todas las cosas. Considerado como el exponente moderno
más completo del panteísmo, no perteneció a ninguna escuela y no fundó ninguna. Aunque en ciertos puntos su trabajo se
basaba en el de algunos de sus predecesores.

Situado junto a los mayores pensadores filosóficos de todos los tiempos. Hasta un siglo después de su fallecimiento por
tuberculosis, el 21 febrero de 1677 en La Haya, el pensamiento de Baruch Spinoza no consiguió reconocimiento.

Obras

Principios de la filosofía de Descartes. Pensamientos metafísicos


Tratado teológico-político
Tratado breve
Tratado de la reforma del entendimiento
Ética demostrada según el orden geométrico
Tratado político
Compendio de gramática hebrea
Cálculo algebraico del arco iris
Cálculo de probabilidades
Correspondencia

La noción de sustancia

En Descartes, la noción de sustancia incluía:

a) la autonomía e independencia de la sustancia expresada en su definición -no necesita de otra cosa para existir-.

b) la percepción clara y distinta de la autonomía de la sustancia y de su independencia respecto de cualquier otra sustancia.
La definición de Spinoza:
«Por sustancia entiendo aquello que es en sí y se concibe por sí: esto es, aquello cuyo concepto, para formarse, no precisa
del concepto de otra cosa».
Es decir: sustancia es aquello que existe por sí mismo y es conocido por sí mismo. Esta definición implica que entre el orden
del conocimiento y el orden de la realidad existe una correspondencia perfecta: lo que existe por sí mismo es conocido por sí
mismo, y lo que es conocido por sí mismo existe por sí mismo.

2. El monismo panteísta

-Spinoza entiende la realidad como un todo único, en el que cada parte remite a la totalidad y en ella encuentran su
justificación y fundamento. A esta sustancia única y total le llama Deus sive Natura (Dios o Naturaleza). A esta doctrina de
Spinoza se le conoce como monismo panteísta.

-Spinoza opina que la sustancia creada debe entenderse necesariamente como una sustancia producida por Dios. No hay
pluralidad de sustancias ni diversas sustancias creadas. Las partes no son autosuficientes; lo es el todo. La sustancia infinita
posee infinitos atributos, de los cuales conocemos el pensamiento y la extensión. Existe una sustancia infinita, única, que se
identifica con la totalidad de lo real. Cada atributo se realiza en distintos modos: almas y cuerpos particulares.

3. El orden de lo real

-«El orden y conexión de las ideas es el mismo que el orden y conexión de las cosas». Este es el fundamento de todo su
sistema filosófico. Implica:

a. Que todo lo real y cada una de sus partes están relacionadas entre sí. La realidad tiene la misma estructura que un sistema
geométrico -cada proposición y teorema se vinculan estrechamente con los demás-. A partir de ciertos axiomas y definiciones
se deduce en forma de teoremas la estructura de la realidad.
b. La conexión entre las ideas y proposiciones de un sistema geométrico-matemático es necesaria, continua e intemporal.

Por tanto, todas las conexiones entre el orden del pensamiento y el de la realidad serán también necesarias, continuas e
intemporales. Spinoza, pues, contempla la realidad desde el modelo geométrico -more geometrico- y desde una perspectiva
intemporal, como desde la eternidad -sub specie aeternitatis-.

Baruch Spinoza. Filósofo holandés nacido en Amsterdam en 1632 y muerto en La Haya en 1677. Acérrimo defensor de la
libertad de pensamiento, desde muy pronto se formó en torno a él una especie de mito, como ejemplo de ateo
virtuoso. Partiendo del método geométrico cartesiano, Spinoza llega al más estricto deísmo, el cual fue calificado de ateísmo.

Vida y obras Fue criado en el seno de una familia judía procedente de Portugal -a su vez oriunda de España-. Su nombre
original era Baruch Espinosa. Después de aprender latín, estudió a Cicerón, a Séneca y a los escolásticos, y más tarde a los
filósofos contemporáneos, como F. Bacon, Descartes y Hobbes. Crítico con la comunidad ortodoxa judía, fue expulsado de la
sinagoga. Habiéndosele negado la participaciónen la actividad comercial de su familia, optó por una pobreza digna y ejerció
hasta su muerte el oficio de pulidor de lentes para telescopios y microscopios. Entre sus escogidas amistades, hay que contar
a Jan de Witt, jefe de la oposición liberal a la política de los príncipes de Orange, y abanderado de la tolerancia religiosa. Fue
profesor de filosofía en la universidad de Heidelberg. Tras la caída de Witt, Spinoza renunció también a su cátedra para no
comprometer su propia libertad de pensamiento. Murió en La Haya, víctima de la tuberculosis.

Sus obras principales son: Breve tratado sobre Dios, el hombre y su felicidad (obra escrita en 1660, pero que no fue
encontrada hata el siglo XIX), Ethica more geometrico demonstrata (1665), Principia philosophiae
cartesianae (1663), Tractatus theologicus politicus (1670). Después de su muerte fueron publicadas: Ethica, De intellectus
emendationes, Tractatus politicus (inacabada), Compendium grammaticae linguae hebreae.

Pensamiento filosófico Al comienzo de su obra Tractatus de intellectus emendationes Spinoza se pregunta en qué sentido
debe actuar el hombre para alcanzar la inserción en su verdadera naturaleza. Las riquezas, los honores y los placeres, más
que acercarnos, nos impiden la consecución del verdadero bien para el hombre: su felicidad. Por el contrario, el hombre
accede a su plenitud cuando se identifica con el orden eterno, la naturaleza toda en sus leyes. Conocer cuál es esa
naturaleza será la máxima preocupación de Spinoza. Estructura su método a través de los siguientes pasos: en primer lugar
estableciendo las definiciones, después unas proposiciones evidentes (axiomas), para continuar con las consecuencias y
finalizar con las explicaciones. Es evidente su dependencia de Descartes en cuanto al método, a la física y a la psicología,
pero las diferencias entre ambos son absolutamente manifiestas.

Dios y el mundo

Para Spinoza, Dios "está ahí" como sustancia única. No se preocupa por la justificación de su existencia, sino por el cómo de
su presencia. Así nos encontramos con la primera y básica afirmación de Spinoza: Dios es la única sustancia, que contiene
todo el ser y que se identifica con la naturaleza (Deus sive substancia sive natura). Su concepto de sustancia es el mismo que
el de Descartes: aquello que es en sí y se concibe por sí, cuyo concepto no necesita del concepto de otra cosa del cual deba
tomarse. Ahora bien, no se dan en él las tres sustancias cartesianas, sino un sola: todo es un todo. Es el panteísmo
spinoziano. El mundo no es más que atributo, mejor dicho, dos atributos: la extensión y el pensamiento, en cada uno de los
cuales se dan infinidad de modos, que vienen a ser las realizaciones de los atributos. De esta forma Spinoza evade el agudo
problema de la comunicación de las sustancias, que tanto preocupa al racionalismo. Al no hablar de sustancias distintas entre
alma y cuerpo, tampoco se plantea el problema de su intercomunicación. En realidad sólo se da la simple correspondencia,
sincronización paralela, que corre a cargo de la sustancia, o sea, de Dios. El hombre, que no es más que un conjunto
de modalidades, está constituido por un alma (modo del atributo divino de pensamiento) y un cuerpo (modo del atributo divino
de extensión). Su espíritu es parte del espíritu todo; y su cuerpo, parte del mundo extenso. Como ambos componentes son
distintos, las "reacciones" en ellos proceden de su dependencia específica: la idea procede de otra idea, y el cuerpo de otro
cuerpo.

Ética

La trayectoria del pensamiento de Spinoza tiende a hacer culminar la especulación en la moral. El pensamiento filosófico
debe guiar al hombre a la consecución de la felicidad. Se ha de comenzar por conocer las pasiones, debido al influjo
importante que tienen en el hombre. Todas las pasiones se concretizan en el impulso a la propia conservación. Si esta
conservación se consigue en forma satisfactoria, revierte en alegría, pero si la conservación se ve menguada, resulta
la tristeza. Es necesario dominar las pasiones, y ello se logra a través del saneamiento y perfeccionamiento del
entendimiento. El camino de la perfección sigue los mismos pasos que los grados del conocimiento, los cuales para Spinoza
son tres:
1. Conocimiento empírico, que se limita a captar pasivamente lo aprehendido por los sentidos; basado en este conocimiento
el hombre se guía por las pasiones.
2. Conocimiento racional, a través del cual el hombre es capaz de regirse por las leyes, y se libera así de las pasiones.
3. Conocimiento puro, a la vez intuitivo y racional, con el que el hombre se eleva al Todo, se une a Dios (amor Dei
intellectualis), que es la cúspide de la estructura racional del Universo. En esta proyectada consecución de la virtud, el
hombre sigue necesariamente, el dictado de la naturaleza. Por lo tanto, no es libre. Su libertad queda reducida a conocer la
naturaleza de Dios, a acoplarse a ella, al modo que ya predicaron los estoicos.

Sociedad y política

Dado que el móvil del actuar humano, para Spinoza lo mismo que para Hobbes, es el instinto de conservación, se ve abocado
a aceptar el estado natural, en el que privan las pasiones y el instinto. Al asociarse, los hombres buscan su propia utilidad,
pues de por sí son naturalmente enemigos unos de otros. El derecho positivo está inspirado en la pasión y no en la razón.
Podríamos hablar de una moral de pasiones. El hombre, en definitiva, vale cuanto puede. Lógicamente, Spinoza identifica
esta potencia actuante del hombre con la potencia de Dios. El derecho natural está constituido por las propias leyes de la
naturaleza, o las reglas conforme a las cuales todo acontece. Pero el propósito de Spinoza es el establecimiento de una
sociedad encauzada racionalmente, según unas leyes que los miembros de la sociedad establecen, y que deben limitar
también el poder del Estado. Si éste no se autolimita, puede perder el poder, y ser depuesto por la fuerza. Para Spinoza, la
democracia es la forma de gobierno más en consonancia con la libertad individual. En el Tractatus theologicus
politicus expone la tesis de que en un estado no tiránico, cada individuo tiene el derecho a pensar como quiera y a expresar
libremente su pensamiento, sin que la autoridad política interfiera en las cuestiones que sólo atañen a la conciencia de los
particulares. En cuanto a la fe religiosa, ésta se agota en la obediencia y se expresa en la práctica de la justicia y la caridad
hacia el prójimo. Esto es lo que la Biblia enseña de modo constante; lo demás depende de las mentalidades de las distintas
épocas.

Baruch Spinoza fue un filósofo y pensador holandés, considerado el exponente más moderno del panteísmo y uno de los tres
grandes filósofos racionalistas del siglo XVII. Nació el 24 de noviembre de 1632 en Ámsterdam y falleció el 21 de febrero de
1677 en La Haya.

Según Baruch Spinoza, mente y cuerpo son lo mismo, visto desde dos ángulos diferentes. La mente es la idea del cuerpo, y
éste es el aspecto extenso de la mente. Fue hostigado por su crítica racionalista de la ortodoxia religiosa, por el concepto de
un dios impersonal y el rechazo de la libertad de la voluntad. Su obra cayó en el olvido hasta que fue reivindicada por grandes
filósofos alemanes de principios del siglo XIX. Según Renan, «Schleiermacher, Goethe, Hegel, Schelling proclaman todos a
una voz que Spinoza es el padre del pensamiento moderno».

Entre sus grandes obras figuran:

Etica demostrada según el orden geométrico (1674)


Tratado sobre la reforma del entendimiento (1662)
Principios de la filosofía de Descartes (1663)
Tratado acerca de Dios, el hombre y su felicidad (1661)
Tratado teológico político (1670)

Algunos de los mejores pensamientos de Baruch Spinoza

«Cualquier cosa que sea contraria a la naturaleza lo es también a la razón, y cualquier cosa que sea contraria a la razón es
absurda.»

«La actividad más importante que un ser humano puede lograr es aprender para entender, porque entender es ser libre.»

«Aún más, en la cosa creada es una perfección que ella exista y que sea causada por Dios, ya que la mayor de todas las
imperfecciones es el no existir.»

«La experiencia nos ha demostrado que a la persona no le resulta nada más difícil de dominar que su lengua.»
«Las academias que se forman a cargo del Estado se instituyen no tanto para cultivar las mentes, cuanto para embridarlas.»

«Solamente es libre lo que existe por las necesidades de su propia naturaleza, y es influenciado en sus acciones sólo por sí
mismo.»

«El orden y la conexión de las ideas es lo mismo que el orden y la conexión de las cosas.»

«El pecado no puede ser concebido en un estado natural, sino sólo en un estado civil, donde es decretado por común
consentimiento qué es bueno o malo.»

«Una misma cosa puede ser al mismo tiempo buena, mala, e indiferente. Por ejemplo, la música es buena para la melancolía,
mala para los que están de luto, y ni buena ni mala para el sordo.»

«Y de todas las ideas, que cada uno tiene, hacemos un todo o, lo que es lo mismo, un ente de razón, al que llamamos
entendimiento.»

Spinoza: la herejía perpetua

Borges le dedicó hermosos versos, Freud confesó la dependencia de sus enseñanzas, Goethe que había obrado maravillas
en él y Hegel que “para ser filósofo, primero hay que ser spinozista”. Son numerosos los ejemplos que hablan del
predicamento que las enseñanzas del pensador holandés Baruch de Spinoza ganaron a lo largo de los años. Lo tuvieron al
principio un selecto y mínimo círculo de seguidores a quienes maravillaba con su sorprendente razonamiento, sus
inusuales ideas y sus modernas insinuaciones.340 años después de su muerte, los siglos, el conocimiento y la extensión
de su legado siguen incorporando audiencia y entusiasmo a la comunidad spinozista.

Baruch (o Baruj o Bento o Benedictus) de Spinoza nació en 1632 en una próspera familia judía asentada en Amsterdam de
orígenes portugueses o españoles, según sostuvo Salvador de Madariaga, quien defendía que Spinoza lo era de los
Monteros, Burgos. Más allá de la anécdota, lo que es cierto es que el misterio será un fiel compañero de vida para el
holandés, lo que lo ha convertido en personaje querido por la ficción en libros como El enigma Spinoza, de Irvin D.
Yalom o La filosofía en invierno de Menéndez Salmón.

El suyo fue un tiempo fascinante; el siglo XVII de Galileo, Bacon, Descartes, Hobbes, Leibniz, de Vermeer y de Rembrandt,
con quien compartía también la ciudad de Amsterdam. Vivía, de hecho, muy cerca de él y era aficionado al dibujo, por lo que
algunos historiadores sostienen que se conocían y que la obra Saúl y David encierra un retrato de Spinoza.

Su destino parecía ser seguir los pasos de su padre, dedicado al comercio de azúcar y especias. Pero se trastocó con la
muerte, en 1954, de Miguel de Spinoza, y la pérdida del cargamento de varios barcos, lo que minó la prosperidad familiar.
Ciertamente liberado, el joven Baruch se inclina por frecuentar, en vez de la sinagoga, la escuela de Van den Enden, un
jesuita admirador de la antigüedad clásica, defensor de la libertad, la democracia… donde además aprende latín de la mano
de su hija Clara María, lo que hizo aumentar el recelo de la comunidad judía. Y no solo el recelo, Spinoza sufre un intento de
asesinato por un compañero de sinagoga que le atacó por la espalda. Spinoza guardaría la capa toda su vida la capa que le
salvó quizá como recordatorio gráfico del lema que adoptó: “caute”.

Todos contra Spinoza

La tensión acaba en excomunión. Tant mieux: a Spinoza solo parece interesarle elaborar elaborar un pensamiento propio que
expresa en ideas contundentes: “nadie está obligado a vivir según el criterio de otros, sino que cada cual es el garante
de su propia libertad”. Perfecto para ser odiado: “Las acusaciones de ateísmo recaían una y otra vez sobre él: los
católicos lo maldecían, los protestantes lo vituperaban y los miembros de su propia comunidad judía, que abandonó por
hastío y desacuerdo, lo odiaban”, escribe Ramón Andrés en el ensayo El luthier de Delft, publicado por Acantilado.

Ante el nuevo panorama, Spinoza se muda a Rijnsburg, un pueblo cercano a Leyden y se busca la vida, es decir, un oficio:
pule lentes para telescopios, microscopios y otros artilugios ópticos. Una profesión que le iba bien a su carácter paciente y
reflexivo, pero mal a su salud aquejada por dolencias respiratorias. En cuanto a la vida intelectual, Spinoza estudia a fondo
allí las tesis cartesianas. Las estudia para luego criticarlas, completarlas y superarlas, recogiéndolas en su obra Principios de
la filosofía de Descartes, una de las pocas que pudo ver publicada. Fue en 1663, un año en el que, siempre ligero de
equipaje, se traslada a Voorburg.
Escándalo y huída

Solo con un círculo reducido de amistades, Spinoza se muestra dispuesto a intercambiar sus ideas. Más que por él, por los
demás, seguro de que tenerlo entre sus contactos solo les acarreará problemas. Porque ¿qué es eso de que el mal no
existe? ¿Entonces el castigo? ¿A qué tanta libertad?¿Que el alma tampoco existe?Las nociones suenan tan marcianas
para sus contemporáneos que cada vez son más las voces que claman contra Spinoza. La publicación del Tratado teológico-
político en 1670 parece darles la razón: allí se plasman esas ideas locas, excéntricas y… peligrosas. El libro ha aparecido en
otra ciudad y con otro nombre, pero está claro quien es el autor, de modo que comienza la persecución de Spinoza. Es hora
de marchar. Spinoza llega a La Haya extremando las precauciones. Cuenta, al menos con la protección de Jan de Witt, de
quien se dice que lo admiraba y que guardaba un ejemplar del Tractatus. Pero dos años más tarde, en 1672, el ejército de
Luis XIV invade territorio holandés con el apoyo de los orangistas. Los liberales hermanos De Witt son acuchillados y
descuartizados públicamente. En ese momento Spinoza puede huir, aceptar la cátedra que le ofrece en Heidelberg J. L.
Fabritius… Allí podría gozar de la libertad de filosofar siempre que “no abusara de ella para perturbar la religión
públicamente establecida”. A Spinoza le debió hacer gracia la apostilla: a él proscrito en todas las religiones por
pensar, escribir y hablar con libertad irreductible.

Cautela hasta la muerte

Hacia el final de su corta vida, Spinoza sigue haciendo lo que ha hecho siempre: reflexionar, escribir, soportar la presión de
una sociedad enrarecida por la vuelta de los orangistas y lidiar con sus dolencias pulmonares. A la postre estas fueron las
letales. Spinoza muere de una tuberculosis en febrero de 1677. En su habitación deja textos esenciales para el devenir de la
historia de la filosofía occidental, como Ética demostrada según el orden geométrico y Tratado político. Si la muerte no
acabó con su obra, conocida de forma póstuma en su mayoría, tampoco con los misterios de su vida. Enterrado en la
Iglesia Nueva de La Haya, los restos, bien porque fueron robados o porque su familia dejó de pagar, no están allí. No se sabe
si están bajo la lápida del jardín donde, a modo de epitafio, se puede leer un inquietante y último “caute”.

Condenado por defender que…

El mal no existe. O más exactamente, que el mal es lo no existente, un negativo del bien. Para Spinoza ambas cosas se
miden respecto a su utilidad, entendida esta como la persistencia en el ser. En la Correspondencia completa de Spinoza
publicada por Hiperión, Juan Domingo Sánchez Estop ofrece una explicación gráfica: “el pez chico no es peor que el grande,
pero será para él malo ser débil y ser devorado por el grande”.

Dios o naturaleza. Si el máximo bien es todo lo que existe, Dios debe ser el conjunto de todo lo existente, potencia pura,
infinita. En la Ética se le define como “un ser absolutamente infinito, esto es, una sustancia que consta de infinitos atributos,
cada uno de los cuales expresa una esencia eterna e infinita”. El Dios sive Natura, (Dios o naturaleza), es la marca definitoria
(también reduccionista) del pensamiento spinozista, la que le procurará a través de los siglos los adjetivos de panteísta y
ateo. Su concepción de Dios no implica, además, ni valoración moral ni voluntad: a la supuesta “voluntad divina” Spinoza la
denomina “asilo de la ignorancia”.

El alma es una idea. “Existe en la cosa pensante y procede de la existencia de una cosa que existe en la naturaleza”.
Vamos, que es una invención y que si no hay un cuerpo que piense en ella no tiene nada que hacer. Se trata de algo
radicalmente opuesto a la corriente dominante de la época donde predominaba el dualismo cartesiano que separaba cuerpo y
alma.

El deseo es la esencia del ser humano. Aunque no en el sentido que hoy damos a deseo. El deseo de Spinoza es el
impulso o fuera vital consciente, lo que nos ayuda a perseverar en el ser y a seguir existiendo.

El Estado y el engaño de la religión. Muy crítico con su época escribió que “el gran secreto del régimen monárquico y su
máximo interés consiste en mantener engañados a los hombres y en disfrazar, bajo el nombre de religión, el miedo con el que
se los quiere controlar para que luchen por su esclavitud como si se tratara de su salvación”.

Libertad no es voluntad. Es conocer las necesidades de la naturaleza, sabiendo las razones por las que se actúa en vez de
hacerlo por causas externas. Y da un ejemplo muy gráfico, el de una piedra que es lanzada y si pudiera pensar, igual
pensaba que su movimientos es libre… “Esta es la famosa libertad humana que todos se jactan de tener y que solo consiste
en que los hombres son conscientes de sus apetitos e ignorantes de las causas”.
El panteísmo es una concepción del mundo y una doctrina filosófica según la cual el universo, la naturaleza y la deidad que
llaman Diosson equivalentes.1 El panteísmo no estipula a un ente como dios, sino que La ley natural, la existencia y el
universo (la suma de todo lo que fue, es y será) se representa por medio del concepto teológico de lo que las religiones
llaman «Dios».

La palabra está compuesta del término griego πᾶν (pan), 'todo', y θεός (theos), 'divino'. 1 La primera vez que el término
aparece en latín es en la obra de 1697 escrita por Joseph Raphson titulada De Spatio Reali seu Ente Infinito.

Algunos pensadores han considerado panteísta el trasfondo de los politeísmos.2 La visión panteísta, si es admitida, aporta un
nexo entre diferentes religiones, en especial las no creacionistas.

De manera general, el panteísmo puede ser considerado como una ideología filosófica o como una concepción del mundo.
En el teísmo se enfrentan dos términos: «dios» y «mundo». El panteísmo procede a identificarlos; el resultado ha de ser
un monismo, que puede adoptar diversas caracterizaciones.

El panteísmo puede mostrar variantes. Por un lado, puede considerar a la realidad divina como la única realidad verdadera y
a ella se reduce el mundo; en este caso, el mundo es concebido como proceso, emanación, desarrollo o manifestación de
Dios; declaradamente una «teofanía». Por otro lado, la naturaleza puede ser concebida como la única realidad verdadera; a
esa realidad se reduce Dios, que suele ser concebido entonces como la unidad del mundo, como una especie de
principio orgánico de la naturaleza, o también, como autoconciencia del universo; esta forma de panteísmo recibe la
denominación de «panteísmo ateo» o «panteísmo naturalista».

En ambas variantes, no hay ninguna realidad trascendente. Todo lo que existe es inmanente y la divinidad es entendida más
bien como «principio del mundo».

Ha sido usual en la época moderna considerar la filosofía de Baruch Spinoza como el más eminente y radical ejemplo de
panteísmo, constituyendo de esa forma, el modelo de todos los panteísmos que le seguirán. Esto se debe principalmente a
sus afirmaciones sobre el monismo de la sustancia y del estatuto modal de los individuos finitos, en especial el hombre:
«Todo cuanto es, es en Dios, y sin Dios nada puede ser ni concebirse» (Ética, I, XV). El spinozismo, sin embargo, debe ser
considerado más bien como un panenteísmo, porque para el filósofo neerlandés todo está en Dios y el Ser supremo no se
confunde ni con el mundo ni con la totalidad de sus modos, al conservar Spinoza la distinción de orden escolástico entre
natura naturans (Dios como principio de ser y de su vida irreductible a todo viviente particular) y la natura naturata, conjunto
de modos infinitos y finitos. Estando constituido Dios por una infinidad de atributos de los que sólo conocemos dos (el
pensamiento y la extensión), la metafísica spinoziana no puede interpretarse ni como un panteísmo materialista ni como un
panteísmo espiritualista, dado que en ella se dice es tanto res extensa como res cogitans. El panteísmo de Spinoza ha sido
objeto de numerosas críticas; una de las más destacadas es la de Schelling que, según algún estudioso del tema, considera
que Spinoza «anula la libertad y la personalidad de Dios reduciéndolo a un mero objeto incapaz de relacionarse con el
mundo».4

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