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Mercantilismo

Se puede entender al mercantilismo como un conjunto de políticas o ideas económicas


que se desarrollaron durante los siglos XVI, XVII y la primera mitad del XVIII en
Europa. Se caracterizó por una fuerte injerencia del Estado en la economía. Consistió en
una serie de medidas tendentes a unificar el mercado interno y tuvo como finalidad la
formación de Estados-nación lo más fuertes posibles.
Introducción
El mercantilismo es un conjunto de ideas económicas que considera que la prosperidad
de una nación-estado depende del capital que pueda tener, y que el volumen global de
comercio mundial es inalterable. El capital, que está representado por los metales
preciosos que el estado tiene en su poder, se incrementa sobre todo mediante una
balanza comercial positiva con otras naciones (o, lo que es lo mismo, que las
exportaciones sean superiores a las importaciones). El mercantilismo sugiere que el
gobierno dirigente de una nación debería buscar la consecución de esos objetivos
mediante una política proteccionista sobre su economía, favoreciendo la exportación y
desfavoreciendo la importación, sobre todo mediante la imposición de aranceles. La
política económica basada en estas ideas a veces recibe el nombre de sistema
mercantilista.
Los pensadores mercantilistas preconizan el desarrollo económico por medio del
enriquecimiento de las naciones gracias al comercio exterior, lo que permite encontrar
salida a los excedentes de la producción. El Estado adquiere un papel primordial en el
desarrollo de la riqueza nacional, al adoptar políticas proteccionistas, y en particular
estableciendo barreras arancelarias y medidas de apoyo a la exportación.
El mercantilismo como tal no es una corriente de pensamiento. Marca el final de la
preeminencia de la ideología económica del cristianismo (la crematística), inspirada en
Aristóteles y Platón, que rechazaba la acumulación de riquezas y los préstamos con
interés (vinculados al pecado de usura). Esta nueva corriente económica surge en una
época en la que los reyes desean poseer el máximo de oro posible. Las teorías
mercantilistas buscan ese objetivo y desarrollan una problemática basada en el
enriquecimiento. Esta corriente se basa en un sistema de análisis de los flujos
económicos muy simplificado en el que, por ejemplo, no se tiene en cuenta el papel que
desempeña el sistema social.
Fue la teoría predominante a lo largo de toda la Edad Moderna (desde el siglo XVI hasta
el XVIII), época que aproximadamente indica el surgimiento de la idea del Estado
Nación y la formación económico social conocida como Antiguo Régimen en Europa
Occidental. En el ámbito nacional, el mercantilismo llevó a los primeros casos de
intervención y significativo control gubernativo sobre la economía, y fue en este
periodo en el que se fue estableciendo gran parte del sistema capitalista moderno.
Internacionalmente, el mercantilismo sirvió indirectamente para impulsar muchas de las
guerras europeas del periodo, y sirvió como causa y fundamento del imperialismo
europeo, dado que las grandes potencias de Europa luchaban por el control de los
mercados disponibles en el mundo.
Como agente unificador tendente a la creación de un estado nacional soberano, el
mercantilismo tuvo en contra dos fuerzas: Una, más espiritual-jurídica que política-
económica, fueron los poderes universales: la Iglesia y el Imperio, la otra, de carácter
predominantemente económico fue el particularismo local, con la dificultad que
produce a las comunicaciones y la pervivencia de la economía natural (en determinadas
zonas los ingresos del estado eran en especie y no en dinero); mientras que la pretensión
mercantilista es que el mercado cerrado sea sustituido por el mercado nacional y las
mercancías como medida de valor y medio de cambio sean remplazadas por el oro. El
mercantilismo ve la intervención del estado como el medio más eficaz para el desarrollo
económico.
Otra tendencia del mercantilismo era robustecer hacia el exterior el poder del Estado,
subordinando la actividad económica hacia ese objetivo, e interesándose por la riqueza
en cuanto sirva de base para ella. El liberalismo considerará a la riqueza como preciosa
para el individuo, y por ende, digna de ser alcanzada como fin en sí misma: si el
particular no debe pensar más que enriquecerse, es un hecho puramente natural e
involuntario que la riqueza de los ciudadanos contribuya a aumentar la riqueza del
estado. En cambio, para los mercantilistas, la riqueza privada es simplemente un medio,
y como tal se subordina al estado y a sus fines de dominio.
A lo largo de este periodo durante el cual las hipótesis evolucionaron, aparece una
literatura compleja, que da idea de que existe una corriente vagamente unificada. En el
Siglo XIX, se extenderá por la mayoría de las naciones europeas, adaptándose a las
características nacionales. Entre las escuelas mercantilistas se distingue: el bullionismo
(o "mercantilismo español") que propugna la acumulación de metales preciosos; el
colbertismo (o "mercantilismo francés") que por su parte se inclina hacia la
industrialización; y el comercialismo (o "mercantilismo británico") que ve en el
comercio exterior la fuente de la riqueza de un país.
A partir de esa época, las cuestiones económicas dejan de pertenecer a los teólogos. La
Edad Moderna marca un giro con la progresiva autonomía de la economía frente a la
moral y la religión así como frente a la política. Esta enorme ruptura se realizará por
medio de consejeros de los gobernantes y por los comerciantes. Esta nueva disciplina
llegará a ser una verdadera ciencia económica con la fisiocracia. Entre los muchos
autores mercantilistas, hay que destacar a Martín de Azpilicueta (1492-1586), Tomás de
Mercado (1525-1575), Jean Bodin (1530–1596), Antoine de Montchrétien (1576–1621),
o William Petty (1623–1687).
La confianza en el mercantilismo comenzó a decaer a finales del siglo XVIII, momento
en el que las teorías de Adam Smith y de otros economistas clásicos fueron ganando
favor en el Imperio Británico, y en menor grado en el resto de Europa (con la excepción
de Alemania, en donde la Escuela Histórica de Economía fue la más importante durante
todo el siglo XIX y comienzos del XX). Adam Smith, que lo critica con dureza en su
obra titulada Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las
naciones (conocida comúnmente como La riqueza de las naciones), califica el
mercantilismo como una "economía al servicio del Príncipe".
Curiosamente, y si bien había sido una antigua colonia británica, los Estados Unidos de
América no se adhirieron a la economía clásica, sino al régimen económico que fue
llamado "sistema americano" (una forma de neo-mercantilismo) a través de las políticas
de Alexander Hamilton, Henry Clay, Abraham Lincoln y por lo que más tarde serían las
prácticas económicas del Partido Republicano, que a su vez se reflejaron en las políticas
de los historicistas alemanes y economistas como Friedrich List. Esto duró hasta el
surgimiento del New Deal tras la crisis de 1929.
Hoy en día la teoría del mercantilismo es rechazada por la mayoría de los economistas,
si bien algunos de sus elementos en ocasiones son vistos de forma positiva por algunos,
entre los cuales cabe citar a Ravi Batra, Pat Choate, Eammon Fingleton, o Michael
Lind.
Doctrina económica mercantilista
El mercantilismo como conjunto de ideas económicas
Casi todos los economistas europeos de entre 1500 y 1750 se consideran hoy en día
como mercantilistas. Sin embargo, estos autores no se veían a sí mismos como
partícipes de una sola ideología económica, sino que el término fue acuñado por Victor
Riquetti, Marqués de Mirabeau en 1763, y fue popularizado por Adam Smith en 1776.
De hecho, Adam Smith fue la primera persona en organizar formalmente muchas de las
contribuciones de los mercantilistas en su libro La Riqueza de las Naciones. La palabra
procede de la palabra latina mercari, que tiene el sentido igual al castellano mercantil,
en el sentido de llevar a cabo un negocio, y que procede de la raíz merx que significa
mercancía. Fue utilizada inicialmente sólo por los críticos a esta teoría, tales como
Mirabeau y Smith, pero pronto fue adoptada por los historiadores.
El mercantilismo en sí no puede ser considerado como una teoría unificada de
economía. En realidad no hubo escritores mercantilistas que presentasen un esquema
general de lo que sería una economía ideal, tal y como Adam Smith haría más adelante
para la economía clásica. En su lugar, el escritor mercantilista tendía a enfocar su
atención en un área específica de la economía. Sería después del periodo mercantilista
cuando los estudiosos que vinieron posteriormente integrasen las diversas ideas en lo
que llamarían mercantilismo, como por ejemplo Eli F. Heckscher que ve en los escritos
de la época a la vez un sistema de poder político, un sistema de reglamentación de la
actividad económica, un sistema proteccionista y también un sistema monetario con la
teoría de la balanza comercial. Sin embargo, algunos teóricos rechazan completamente
la idea misma de una teoría mercantilista, argumentando que da "una falsa unidad a
hechos dispares". El historiador del pensamiento económico Mark Blaug hace notar que
el mercantilismo fue calificado con el paso del tiempo como "molesto equipaje",
"diversión de historiografía", y de "gigantesco globo teórico".
Hasta cierto punto, la doctrina mercantilista en sí misma hacía imposible que existiese
una teoría general económica. Los mercantilistas veían el sistema económico como un
juego de suma cero, en donde la ganancia de una de las partes suponía la pérdida de
otra, o siguiendo la famosa máxima de Jean Bodin "no hay nada que alguien gane que
otro no pierda" (Los Seis libros de la República). Por tanto, cualquier sistema de
políticas que beneficiasen a un grupo por definición también harían daño a otro u otros,
y no existía la posibilidad de que la economía fuese empleada para maximizar la riqueza
común, o el bien común. Parece que los escritos de los mercantilistas se hubieran hecho
para justificar a posteriori una serie de prácticas, más que para evaluar su impacto y
determinar así el mejor modo de llevarlas a término.
El mercantilismo es, por tanto, una doctrina o política económica que aparece en un
periodo intervencionista y describe un credo económico que prevaleció en la época de
nacimiento del capitalismo, antes de la Revolución industrial.
Las primeras teorías mercantilistas desarrolladas a principios del Siglo XVI estuvieron
marcadas por el bullionismo (del inglés bullion: oro en lingotes). A ese respecto, Adam
Smith escribía:
La doble función que cumple el Dinero, como instrumento de comercio y como medida
de los valores, ha hecho que se produzca de modo natural esa idea popular de que el
Dinero hace la riqueza, o que la riqueza consiste en la abundancia de oro y plata […].
Se razona de la misma manera con respecto a un país. Un país rico es aquél en el que
abunda el dinero, y el medio más sencillo de enriquecer el suyo, es amasar el oro y la
plata […]. Debido al creciente éxito de estas ideas, las diferentes naciones de Europa se
han dedicado, aunque sin demasiado éxito, a buscar y acumular oro y plata de todas las
maneras posibles. España y Portugal, poseedores de las principales minas que proveen a
Europa de esos metales, han prohibido su exportación amenazando con graves
represalias, o la han sometido a enormes tasas. Esta misma prohibición ha formado
parte de la política de la mayoría de las naciones de Europa. Uno la encuentra incluso
donde menos lo esperaría, en algunas antiguas actas del parlamento de Escocia, que
prohíben, bajo fuertes penas, transportar oro y plata fuera del reino. La misma política
se puso en marcha en Francia y en Inglaterra
Durante ese periodo, importantes cantidades de oro y plata fluían desde las colonias
españolas del Nuevo Mundo hacia Europa. Para los escritores bullionistas, como Jean
Bodin o Thomas Gresham, la riqueza y el poder del Estado se miden por la cantidad de
oro que poseen. Cada nación debe pues acrecentar sus reservas de oro a expensas de las
demás naciones para hacer crecer su poder. La prosperidad de un Estado se mide, según
los bullionistas, por la riqueza acumulada por el gobierno, sin mencionar la Renta
Nacional. Este interés hacia las reservas de oro y plata se explica en parte por la
importancia de esas materias primas en tiempos de guerra. Los ejércitos, que contaban
con muchos mercenarios, eran pagados con oro y quitando a los pocos países europeos
que controlaban las minas de oro y plata, la principal manera de obtener esas materias
primas era el comercio internacional. Si un Estado exportaba más de lo que importaba,
su "balanza del comercio" (lo que corresponde en nuestros días a la balanza comercial)
era excedentaria, lo que se traducía en una entrada neta de dinero.
Esto llevó a los mercantilistas a proponer como objetivo económico el tener un
excedente comercial. Se prohibía estrictamente la exportación de oro. Los bullionistas
también eran partidarios de poner en marcha altas tasas de interés para animar a los
inversores a invertir su dinero en el país.
En el Siglo XVIII se desarrolló una versión más elaborada de las ideas mercantilistas, y
que rechazaba la visión simplista del bullionismo. Esos escritores, como Thomas Mun,
situaban como principal objetivo el crecimiento de la riqueza nacional, y aunque seguía
considerando que el oro era la riqueza principal, admitían que existían otras fuentes de
riqueza, como las mercancías.
"(...) no es la gran cantidad de oro y plata lo que constituye la verdadera riqueza de un
Estado, ya que en el mundo hay Países muy grandes que cuentan con abundancia de oro
y plata, y que no se encuentran más cómodos, ni son más felices […]. La verdadera
riqueza de un Reino consiste en la abundancia de las Mercancías, cuyo uso es tan
necesario para el sostenimiento de la vida de los hombres, que no pueden pasarse de
ellas"
El objetivo de una balanza comercial excedentaria seguía persiguiéndose pero desde ese
momento se veía interesante importar mercancías de Asia por medio de oro para
revender luego esos bienes en el mercado europeo con importantes beneficios.
"Y para dejar la cosa aún más clara, cuando decimos […] que 100.000 libras exportadas
en efectivo pueden servir para importar el equivalente aproximado de 500.000 libras
esterlinas en mercancías de las Indias Orientales, hay que entender que la parte de esa
suma que puede llamarse con propiedad nuestra importación, al ser consumida en el
reino, tiene un valor de unas 120.000 libras esterlinas anuales. De manera que el resto,
es decir 380.000 libras, es mercancía exportada al extranjero bajo la forma de nuestros
tejidos, nuestro plomo, nuestro estaño, o de cualquier otro producto de nuestro país, con
gran aumento del patrimonio del reino y eso en el tesoro, por lo que podemos concluir
que el comercio de las Indias Orientales provee a ese fin."
Esta nueva visión rechazaba a partir de ese momento la exportación de materias primas,
que una vez transformadas en bienes finales constituían una importante fuente de
riqueza. Mientras el bullionismo había favorecido la exportación en masa de lana de
Gran Bretaña, la nueva generación de mercantilistas apoyaba la prohibición total de
exportar materias primas y propugnaba el desarrollo de industrias manufactureras
domésticas. Al necesitar las industrias importantes capitales, en el Siglo XVIII se vio
una reducción de las limitaciones contra la usura. Como muy bien demostró William
Petty, la tasa de interés se ve como una compensación por las molestias ocasionadas al
prestador al quedar sin liquidez. Un resultado de esas teorías fue la puesta en marcha de
las Navigation Acts a partir de 1651, que dieron a los barcos ingleses la exclusiva en las
relaciones entre Gran Bretaña y sus colonias, prohibiendo a los holandeses el acceso a
ciertos puertos para restringir la expansión de los Países Bajos.
Las consecuencias en materia de política interior de las teorías mercantilistas estaban
mucho más fragmentadas que sus aspectos de política comercial. Mientras Adam Smith
decía que el mercantilismo apelaba a controles muy estrictos de la economía, los
mercantilistas no estaban de acuerdo entre sí. Algunos propugnaban la creación de
monopolios y otras cartas patentes. Pero otros criticaban el riesgo de corrupción y de
ineficacia de tales sistemas. Muchos mercantilistas también reconocían que la
instauración de cuotas y de control de precios propiciaba el mercado negro.
En cambio, la mayor parte de los teóricos mercantilistas estaban de acuerdo en la
opresión económica de los trabajadores y agricultores que debían vivir con unos
ingresos cercanos al nivel de supervivencia, para maximizar la producción. Unos
mayores ingresos, tiempo libre suplementario o una mejor educación de esas
poblaciones contribuirían a favorecer la holgazanería y perjudicarían la economía. Esos
pensadores veían una doble ventaja en el hecho de disponer de abundante mano de obra:
las industrias que se desarrollaban en esa época precisaban de mucha mano de obra y
además eso reforzaba el potencial militar del país. Los salarios se mantienen pues a un
bajo nivel para incitar a trabajar. Las leyes de pobres (Poor Laws) en Inglaterra
persiguen a los vagabundos y hacen obligatorio el trabajo. El ministro Colbert hará
trabajar a niños con seis años en las manufacturas de Estado.
La reflexión sobre la pobreza y su papel social en la Edad Moderna cobró importancia
sobre todo tras la Reforma Protestante y los diferentes papeles que a la predestinación y
el triunfo personal daban la teología de Lutero, Calvino o la Contrarreforma. La opinión
católica tradicional se asociaba al mantenimiento del Antiguo Régimen, sancionando el
ocio de los privilegiados y considerando la condena del trabajo como un castigo divino,
mientras que las sociedades donde triunfó el protestantismo parecían adecuarse más a
los nuevos valores burgueses. La valoración tradicional de los pobres los veía como más
cercanos a Dios, y las instituciones de caridad no se veían como medios de erradicar la
pobreza, sino de paliar sus efectos. No obstante, entre los católicos también se incluye la
obra de Juan Luis Vives De subventione pauperum. Sive de humanis necessitatibus libri
II (Los dos libros de la subvención a los pobres o de la necesidad humana. Brujas,
1525), que trata el problema de la mendicidad buscando soluciones en las instituciones
públicas, que deben socorrer a los verdaderos pobres y hacer trabajar a los que sólo son
vagos; para ello consideraba preciso una organización de la beneficencia y una reforma
del sistema sanitario, de asilo. Siguiendo sus ideas se organizó la actuación contra la
pobreza en la ciudad de Brujas.
Interpretación histórica del mercantilismo
En efecto, no se puede hablar de una escuela mercantilista, pues, para poder hablar de
una escuela deben existir una serie de características que englobe este término. Una de
ellas es la presencia de un maestro que cree un pensamiento el cual sea seguido por los
miembros de la escuela, además de homogeneidad en el pensamiento. Así, por ejemplo,
podemos hablar de la Escuela Clásica con Adam Smith como epicentro del
pensamiento, es decir, como maestro, y la afinidad entre los distintos autores de la
misma. Sin embargo, en lo que se refiere al pensamiento llamado mercantilista no
encontramos ninguno de los atributos necesarios para identificarlo con una escuela de
pensamiento.
El mercantilismo ha tenido diversas interpretaciones a lo largo del tiempo. Desde Adam
Smith hasta la actualidad se suceden explicaciones de lo que han sido y han significado
todos estos autores llamados mercantilistas. John Maynard Keynes, Gustav Schmoller,
William Cunningham y el ya mencionado Adam Smith, entre muchos otros, han
aportado su perspectiva del mercantilismo. Señalaremos particularmente a Eli
Heckscher que, influido por los tres últimos autores mencionados, aúna las
interpretaciones de éstos para luego añadir la suya. Habla del mercantilismo desde el
punto de vista de su política proteccionista y sus actitudes monetarias (como ya refiere
Smith), como una doctrina en la construcción del estado (recogido de Schmoller), como
un sistema de poder (propugnado por Cunningham) y añade su tesis a estas cuatro:
describe el mercantilismo como una concepción social que rompió con los moldes tanto
morales como religiosos que determinaban el comportamiento de los agentes
económicos.
A partir de los años cuarenta se disgrega las interpretaciones, desde una perspectiva
general, en cuatro direcciones diferentes. Por una parte, historiadores que hablan de un
período preanalítico del pensamiento económico. Por otra parte, los que argumentan la
anticipación de la doctrina clásica en muchos aspectos (mecanismos de los precios, etc.)
Un tercer grupo de historiadores hacen hincapié en la política, ya no exterior y
proteccionista, sino en la local y nacional. Por último, y como aportación argumentativa
a la afirmación de la inexistencia de una escuela mercantilista, un cuarto grupo de
historiadores aboga que el mercantilismo es una invención de los investigadores, pues,
no hay homogeneidad ni coherencia en su doctrina sino disparidad en los asuntos
tratados según que países, y que, por tanto, el debate que gradualmente se centra en una
visión homogénea es erróneo.
Haciendo referencia aquellos autores que creen que el mercantilismo es la anticipación a
la doctrina clásica, podemos destacar a Richard Cantillon. Este autor, que se percibe
entre el pensamiento mercantilista y clásico, perfecciona el concepto de balanza de
comercio en términos de trabajo. Desde esta óptica se tiene en cuenta el aumento del
empleo como término positivo en las ganancias de la balanza comercial. Así, pues,
Cantillon, aboga por medidas para la estabilidad de los precios e impedir su subida (por
la acumulación del dinero) y en consecuencia la pervivencia de un nivel alto de empleo
La época mercantilista
El concepto de mercantilismo se define a partir de los grandes descubrimientos
geográficos, consecuencia de la apertura de las rutas comerciales marítimas por los
portugueses entre el siglo XV y 1500 (fecha del descubrimiento de Brasil) y la
consolidada corriente inagotable del metal precioso (oro y plata principalmente) llevado
desde los territorios nuevos a Europa, en particular después del establecimiento de los
virreinatos de Nueva España y de Perú, por los castellanos.
Los españoles del siglo XVII, llegaron a considerar al mercantilismo como el sentido
mismo de la riqueza mediante la teoría del enriquecimiento de las naciones a través de
la acumulación de metal precioso. El oro y la plata constituyen el objetivo del
comerciante y por lo tanto se pueden considerar como el impulso al intercambio de
mercancías. El oro y la plata por sí mismos no generaron los acontecimientos
económicos de la época, sino que conjuntamente con otras causas fueron moldeando la
economía europea de esos tiempos. Algunas de estas causas fueron: los grandes
descubrimientos geográficos, el Renacimiento, la Reforma religiosa, la aparición del
estado moderno y el régimen colonial, o sea la primera globalización o el "primer
sistema-mundo", según la expresión de Fernand Braudel.
Íntimamente conectado a la emergencia del Estado-nación moderno y basado en la
existencia del binomio "metrópoli – colonias", el mercantilismo asumió formas
nacionales, de las cuales pueden citarse, en orden cronológico: Portugal, España,
Inglaterra, Holanda, Francia, Dinamarca y Suecia durante los siglos XVI, XVII y XVIII.
En esta época, el mercantilismo evoluciona de tal manera que genera un estudio
apropiado y se traduce como una actividad económica, a tal grado que se habla de
políticas económicas y normas económicas. Al mercantilismo se le empieza a conocer
con otras denominaciones, las mismas que dan sentido a su concepto, estas son: sistema
mercantil, sistema restrictivo, sistema comercial, Colbertismo en Francia y
Cameralismo en Alemania.
Derivado de la expansión militar europea y del incipiente desarrollo manufacturero,
como complemento de la producción clásica de la agricultura, el mercantilismo
incrementó notablemente el comercio internacional. Los mercantilistas fueron los
primeros en identificar la importancia monetaria y política de éste.
El mercantilismo se desarrolló en una época en la que la economía europea estaba en
transición del feudalismo al capitalismo. Las monarquías feudales medievales estaban
siendo reemplazados por las nuevas naciones estado centralizadas, en forma de
monarquías absolutas o (en Inglaterra y Holanda) parlamentarias. Los cambios
tecnológicos en la navegación y el crecimiento de los núcleos urbanos también
contribuyeron decisivamente al rápido incremento del comercio internacional. El
mercantilismo se enfocaba en cómo este comercio podía ayudar mejor a los estados.
Otro cambio importante fue la introducción de la contabilidad moderna y las técnicas de
doble entrada. La nueva contabilidad permitía llevar un claro seguimiento del comercio,
contribuyendo a la posibilidad de fiscalizar la balanza de comercio. Y por supuesto,
tampoco se puede ignorar el impacto que supuso el descubrimiento de América. Los
nuevos mercados y minas descubiertas impulsaron el comercio exterior hasta cifras que
hasta entonces no se podían ni concebir. Esto último llevo a un gran incremento de los
precios y a un incremento en la propia actividad comercial. Curiosamente, la relación
entre la llegada de metales preciosos americanos y la inflación europea del siglo XVI
(un fenómeno a una escala hasta entonces desconocida) no fue plenamente establecido
hasta las investigaciones de Earl J. Hamilton en una fecha tan tardía como 1934 (El
tesoro americano y la revolución de los precios en España, 1501-1650).
Antes del mercantilismo, los estudios económicos más importantes que se habían
realizado en Europa fueron las teorías de la Escolástica medieval. El objetivo de estos
pensadores era encontrar un sistema económico que fuese compatible con las doctrinas
cristianas acerca de la piedad y la justicia. Se enfocaban principalmente en las
cuestiones microeconómicas y a los intercambios locales entre individuos. El
mercantilismo, por su parte, estaba alineado con las otras teorías e ideas que estaban
reemplazando el punto de vista medieval.
En esta época se fueron adoptando también las teorías de la Realpolitik impulsadas por
Nicolás Maquiavelo y la primacía del interés nacional en las relaciones internacionales.
La idea mercantilista de que el comercio era una suma cero en las que las partes hacían
lo posible para ganar al otro en una dura competencia, se integraba dentro de las teorías
filosóficas de Thomas Hobbes. Los juegos de suma cero como el dilema del prisionero
pueden ser consistentes con un punto de vista mercantilista. En el mencionado dilema
los jugadores son premiados por traicionar a sus compañeros/oponentes, aunque todo el
mundo estaría mejor si todos cooperasen.
Ese punto de vista pesimista sobre la naturaleza humana también encaja con la
mentalidad del puritanismo en su concepción del mundo, que inspiró parte de la
legislación mercantilista más dura, como las Actas de Navegación (Navigation Acts)
introducidas por el gobierno de Oliver Cromwell.
Las ideas mercantilistas
El pensamiento mercantilista se puede sintetizar a través de las nueve reglas de Von
Hornick:
 Que cada pulgada del suelo de un país se utilice para la agricultura, la minería o
las manufacturas.
 Que todas las materias primas que se encuentren en un país se utilicen en las
manufacturas nacionales, porque los bienes acabados tienen un valor mayor que
las materias primas
 Que se fomente una población grande y trabajadora.
 Que se prohíban todas las exportaciones de oro y plata y que todo el dinero
nacional se mantenga en circulación.
 Que se obstaculicen tanto cuanto sea posible todas las importaciones de bienes
extranjeros
 Que donde sean indispensables determinadas importaciones deban obtenerse de
primera mano, a cambio de otros bienes nacionales, y no de oro y plata.
 Que en la medida que sea posible las importaciones se limiten a las primeras
materias que puedan acabarse en el país.
 Que se busquen constantemente las oportunidades para vender el excedente de
manufacturas de un país a los extranjeros, en la medida necesaria, a cambio de
oro y plata.
 Que no se permita ninguna importación si los bienes que se importan existen de
modo suficiente y adecuado en el país.
Sin embargo, la política económica interna que defiende el mercantilismo estaba todavía
más fragmentada que la internacional. Mientras que Adam Smith presentaba un
mercantilismo que apoyaba el control estricto de la economía, muchos mercantilistas no
se identificaban con tales ideas. Durante los comienzos de la era moderna estaba a la
orden del día el uso de las patentes reales y la imposición gubernamental de
monopolios. Algunos mercantilistas los apoyaban, pero otros veían la corrupción e
ineficiencia de esos sistemas.
Uno de los elementos en los que los mercantilistas estaban de acuerdo era la opresión
económica de los trabajadores. Los asalariados y los granjeros debían vivir en los
"márgenes de subsistencia". El objetivo era maximizar la producción, sin ningún tipo de
atención sobre el consumo. El hecho de que las clases más bajas tuvieran más dinero,
tiempo libre, o educación se veía como un problema que degeneraría en pocas ganas de
trabajar, dañando la economía del país.
Por otra parte, los estudiosos no se ponen de acuerdo en el motivo por el cual el
mercantilismo fue la ideología o teoría económica dominante durante dos siglos y
medio. Un grupo, representado por Jacob Viner, argumenta que el mercantilismo fue
simplemente un sistema muy directo y que contaba con bastante sentido común. Sin
embargo, se sustentaba sobre una serie de falacias lógicas que no podían ser
descubiertas por la gente de la época, dado que no tenían las herramientas analíticas
necesarias. Otra escuela, apoyada por economistas como Robert B. Ekelund, entiende
que el mercantilismo no era un error, sino el mejor sistema posible para aquellos que lo
desarrollaron. Esta escuela argumenta que las políticas mercantilistas fueron
desarrolladas y puestas en práctica por comerciantes y gobiernos, cuyo objetivo era
incrementar al máximo los beneficios empresariales. Los empresarios se beneficiaban
enormemente, y sin que ello les supusiera un esfuerzo, por la imposición de
monopolios, las prohibiciones a las importaciones y la pobreza de los trabajadores. Los
gobiernos, por su parte, se beneficiaban del cobro de los aranceles y los pagos de los
mercaderes. Si bien las ideas económicas más tardías fueron desarrolladas a menudo por
académicos y filósofos, casi todos los escritores mercantilistas eran comerciantes o
personas con cargos en el gobierno.
El mercantilismo como proceso económico
Dentro de la doctrina económica mercantilista emergieron, de manera natural, tres
cuestiones fundamentales que generaba esta lucrativa actividad comercial:
 El monopolio de exportación.
 El problema de los cambios y su derivación.
 El problema de la balanza comercial.
En la obra The Circle of Commerce (El círculo del comercio, 1623), Edward Misselden
desarrolló un concepto de balanza comercial expresado en términos de débitos y
créditos, presentando el cálculo de la balanza comercial para Inglaterra desde el día de
navidad del año 1621 hasta la de 1622.
La idea mercantilista de "balanza de comercio multilateral" corresponde a la actual
noción de "balanza de pagos" y se compone de cinco cuentas:
Balanza de comercio multilateral
1. Cuenta corriente = (balanza comercial)
1.1- Mercancías
1.2- Invisibles (fletes, seguros, etc.)
2. Cuentas de capital
2.1- A corto Plazo
2.2- A largo plazo
3. Transferencias unilaterales (donaciones, ayuda militar, etc.)
4. Oro
5. Errores y Omisiones
Políticas mercantilistas
Las ideas mercantilistas fueron la ideología económica dominante en toda Europa al
principio de la Edad Moderna. Sin embargo, como conjunto de ideas no sistematizadas,
su aplicación concreta difirió en la práctica de cada país.
En Francia:
En Francia, el mercantilismo nace a principios del Siglo XVI, poco tiempo después del
reforzamiento de la monarquía. En 1539, un real decreto prohíbe la importación de
mercancías textiles de lana provenientes de España y de una parte de Flandes. El año
siguiente se imponen restricciones a la exportación de oro. Se multiplican las medidas
proteccionistas a lo largo del siglo. Jean-Baptiste Colbert, ministro de finanzas durante
22 años, fue el principal impulsor de las ideas mercantilistas en Francia, lo que hizo que
algunos hablaran de colbertismo para designar el mercantilismo francés. Con Colbert, el
gobierno francés se implicó mucho en la economía para acrecentar las exportaciones.
Colbert eliminó los obstáculos al comercio al reducir las tasas aduaneras interiores y al
construir una importante red de carreteras y canales. Las políticas desarrolladas por
Colbert en conjunto resultaron eficaces, y permitieron que la industria y la economía
francesas crecieran considerablemente durante ese periodo, convirtiendo a Francia en
una de las mayores potencias europeas. No tuvo tanto éxito a la hora de convertir
Francia en una gran potencia comercial equiparable a Inglaterra y a Holanda.
También es característico del colbertismo emprender una decidida política de creación
de Manufacturas Reales que fabricaban productos estratégicos o de lujo (los Gobelinos,
para tapices y cristales), en ambos casos consumibles en primer lugar por la demanda de
la propia monarquía, al tiempo que producían la emulación de su consumo tanto dentro
como fuera del reino. Dicha emulación también se vio en la creación de manufacturas
similares en otros países europeos, entre los que destacaron las Reales Fábricas
españolas de productos de lujo (Porcelana del Buen Retiro, Cristal de la Granja, Real
Fábrica de Tapices), de armas (Real Fábrica de Artillería de La Cavada), y de artículos
de gran consumo que se monopolizaban por el estado como regalías: tabaco (la Real
Fábrica de Tabacos de Sevilla y la de Madrid), aguardiente, naipes.
En Inglaterra:
En Inglaterra, el mercantilismo alcanza su apogeo durante el periodo llamado del Long
Parliament (1640–1660). Las políticas mercantilistas también se aplicaron durante los
periodos Tudor y Estuardo, especialmente con Robert Walpole como principal
partidario. El control del gobierno sobre la economía doméstica era menor que en el
resto de Europa, debido a la tradición de la Common law y el progresivo poder del
parlamento.
Los monopolios controlados por el estado se habían extendido, especialmente antes de
la primera revolución inglesa, a pesar de que a menudo eran cuestionados. Los autores
mercantilistas ingleses estaban divididos acerca de la necesidad de control de la
economía interior. El mercantilismo inglés adoptó sobre todo forma de control del
comercio internacional. Se puso en marcha un amplio abanico de medidas destinadas a
favorecer la exportación y penalizar la importación. Se instauraron tasas aduaneras
sobre las importaciones y subvenciones a la exportación. Se prohibió la exportación de
algunas materias primas. Las Navigation Acts (Actas de Navegación) prohibían a los
comerciantes extranjeros hacer comercio interior en Inglaterra. Inglaterra aumentó el
número de colonias y, una vez estaban bajo control, se instauraban reglas para autorizar
a producir sólo materias primas y a comerciar únicamente con Inglaterra. Esto condujo a
progresivas tensiones con los habitantes de esas colonias y fue una de las principales
causas de la Guerra de Independencia de los Estados Unidos.
Estas políticas contribuyeron en gran medida a que Inglaterra se convirtiera en la mayor
potencia comercial del mundo, y una potencia económica internacional. En el interior,
la transformación de tierras no cultivadas en terreno agrícola tuvo un efecto duradero.
Los mercantilistas pensaban que para hacer crecer el poderío de una nación, todas las
tierras y recursos debían utilizarse al máximo, lo que les llevó a embarcarse en grandes
proyectos como el drenaje de la región de los fens ("pantanos" de la llanura de
Bedford).
En España
La revolución de los precios que afectó a toda Europa desde el siglo XVI, tuvo su
origen en la llegada a España de las remesas anuales de metales preciosos que traía la
flota de Indias, con lo que la reflexión sobre sus causas y posibles soluciones produjo el
primer pensamiento económico digno de tal nombre. A ello se sumaba la tradición de
peticiones de orden económico en las Cortes, tanto las castellanas como las de los reinos
de la Corona de Aragón. Castilla, desde la Baja Edad Media había presenciado un
enfrentamiento entre los intereses vinculados a la exportación de la lana (la aristocrática
Mesta, y la alta burguesía de mercaderes de Burgos, las ferias y puertos conectados con
Flandes) y los vinculados a la producción interna de paños (la baja burguesía y el
patriciado urbano de las ciudades centrales, como Segovia y Toledo), que se expresaron
en las guerras civiles de los Trastamara e incluso la de las Comunidades. Ese modelo
simplificado no oculta la confluencia de multitud de otros intereses, tanto personales
como dinásticos, institucionales y estamentales, como los de las distintas partes del
clero, e incluso la presencia de minorías como judíos y conversos y la gran mayoría
social que es el campesinado. La misma construcción de la monarquía autoritaria tiene
mucho que ver con su habilidad para arbitrar estos conflictos socioeconómicos y su
dimensión política. La misma organización del monopolio del comercio americano, a
través de la Casa de Contratación de Sevilla, conjugado con los préstamos adelantados
por banqueros alemanes (familia Fugger) o genoveses, y los mecanismos de la deuda
pública (juros) dan una muestra de lo necesario y a la vez complicado que era entender
los fenómenos económicos y actuar políticamente sobre ellos. Era vital para el
funcionamiento del complejo aparato militar, burocrático y hacendístico de la
Monarquía Hispánica (véase Instituciones españolas del Antiguo Régimen), en el que
los impuestos (unos del rey, otros del reino, otros de los municipios), las múltiples
exenciones, y los derechos y regalías del monarca formaban un entramado caótico.
A los economistas españoles, de abundante nómina en los siglos XVI y XVII (Tomás de
Mercado, Sancho de Moncada y Martín de Azpilicueta, teólogos vinculados a la Escuela
de Salamanca; Luis Ortiz, contador de hacienda, Martín González de Cellorigo,
abogado en la Chancillería de Valladolid, Pedro Fernández de Navarrete, militar y
gobernador de Guipúzcoa, Luis Valle de la Cerda, que propone en 1600 la creación de
los Montes de Piedad con el apoyo de las Cortes...), se les daba el nombre de arbitristas,
por ser arbitrio el nombre que solía darse a la medida que, por su mera voluntad, podía
el rey tomar en beneficio del reino, y que esos autores solicitaban. Su papel fue
subvalorado por la misma historiografía económica española en sus primeros
estudiosos, como es el caso de Manuel Colmeiro. Ya en su propia época eran
ridiculizados por proponer medidas extravagantes, como lo hizo Quevedo, que en varias
ocasiones describe a bienintencionados arbitristas ("arcigogolantes") causando toda
clase de catástrofes; uno de ellos está tan enfrascado en escribir sus teorías que no se da
cuenta de que se ha sacado a sí mismo un ojo con la pluma.
El mismo Quevedo reflejó magistralmente la percepción de fracaso económico, como
parte de la más general decadencia española en su célebre poema:
Nace en las Indias honrado,
donde el mundo le acompaña.
Viene a morir en España
y es en Génova enterrado...
¡Poderoso caballero es Don Dinero!
Durante la crisis económica que afectó a España durante el Siglo XVII (de hecho fue la
principal afectada por la general crisis del siglo XVII) se pusieron en marcha muchas
políticas económicas sin demasiada coherencia, incluyendo alteraciones monetarias y
fiscales que más que remediar, contribuyeron a su profundización. El estado ruinoso de
finales de ese siglo, durante el reinado de Carlos II, no obstante presenció una
reactivación de la economía en las zonas periféricas (a excepción de Andalucía). Tras la
Guerra de Sucesión Española (1700-1714), supuso un indudable éxito económico la
adopción, por los gobiernos de Felipe V, de una serie de medidas mercantilistas de
inspiración colbertista importadas de Francia (ministros Jean Orry y Michael-Jean
Amelot).
En el siglo XVIII, la herencia del arbitrismo se trasladó al llamado proyectismo
ilustrado con mayor elevación intelectual. En el reinado de Fernando VI las medidas
asociadas al Catastro de Ensenada, muy ambiciosas, no fueron aplicadas con decisión.
Lo mismo ocurrió con las del Marqués de Esquilache con Carlos III (decreto de
abolición de la tasa del trigo y libre comercio de granos, 1765), que fue apartado tras el
motín que lleva su nombre (1766). El final del siglo XVIII es el del ascenso de políticos
con ideas económicas más cercanas a la fisiocracia y el liberalismo económico
(Campomanes y Jovellanos), destacando el proyecto de ley agraria y la liberalización
del comercio americano; que tampoco consiguieron un desarrollo eficaz, ya en la crisis
del Antiguo Régimen.
En otros países
Las demás naciones también adoptaron las tesis mercantilistas en distinto grado. Los
Países Bajos, que se habían convertido en el centro financiero de Europa gracias a su
muy desarrollada actividad comercial, estaban poco interesados en restringir el
comercio y sólo a última hora adoptaron algunas políticas mercantilistas.
El mercantilismo se desarrolló en Europa Central y en Escandinavia tras la Guerra de
los Treinta Años (1618–1648), cuando Cristina de Suecia y Cristián IV de Dinamarca
pasaron a preconizarlo. Los emperadores Habsburgo se interesaron bastante por las
ideas mercantilistas, pero la extensión y la relativa descentralización de este Imperio
hacía difícil la adopción de tales medidas. Algunos estados del Imperio adoptaron las
tesis mercantilistas, especialmente Prusia, que tuvo bajo el mandato de Federico el
Grande la economía más rígida de Europa. Con esta base doctrinal Alemania iba a
gestar una escuela llamada de los "cameralistas" que tendría influencia hasta el Siglo
XIX.
Rusia bajo Pedro el Grande trató de poner en marcha el mercantilismo sin demasiado
éxito debido a la ausencia una clase significativa de comerciantes o de una base
industrial.
Las ideas mercantilistas también alimentaron los periodos de conflicto armado en los
siglos XVII y XVIII. Al ser la idea dominante que el stock de riqueza es algo fijo, el
único modo de aumentar la riqueza de un país debía hacerse en detrimento de otro.
Muchas guerras, entre las que hay que contar las guerras anglo-holandesas, franco-
holandesa, y franco-inglesa fueron ocasionadas por las doctrinas que preconizaban el
nacionalismo económico. El mercantilismo contribuyó también al desarrollo del
imperialismo, ya que todas las naciones que podían hacerlo trataban de apoderarse de
territorios para hacerse con materias primas. A lo largo de este periodo, el poder de las
naciones europeas se extendió por todo el planeta. A expensas de la economía interior,
esta expansión creó monopolios, como las británicas Compañía de las Indias o la
Compañía de la Bahía de Hudson; o la francesa Compañía de las Indias Orientales.
Estas compañías privilegiadas tenían precedentes desde el siglo XIV en las ciudades
italianas de Pisa, Génova, Florencia y Venecia; por no hablar de la Hansa, que responde
a otra categoría funcional. En Inglaterra surgirán algunas a partir de guildas medievales
preexistentes, como las distintas Company of Merchant Adventurers (siglos XV y XVI).
Fue en la Holanda independizada de la Monarquía Católica donde aparecieron las
primeras dignas del nombre de compañías privilegiadas: la VOC (1602) y la WIC
(1621). Otras naciones tuvieron compañías privilegiadas, notablemente las nórdicas
(Dinamarca, Suecia...). En España (a pesar de contar con precedentes medievales, como
los Consulados del Mar aragoneses o las instituciones similares castellanas) la figura es
de incorporación más tardía: en el siglo XVIII el monopolio del puerto de Cádiz
(sucesor del de Sevilla), ya muy castigado por las consecuencias comerciales del
Tratado de Utrecht, fue admitiendo la presencia de alguna compañía similar, como la
Compañía Guipuzcoana de Caracas (1728).
Críticas
Un buen número de estudiosos habían señalado ya algunos errores importantes en las
teorías mercantilistas bastante antes de que Adam Smith desarrollase una ideología que
pudiera sustituirlo completamente. Hubo críticos como Dudley North, John Locke o
David Hume que atacaron los fundamentos del mercantilismo, y a lo largo del siglo
XVIII fue perdiendo el favor que había tenido. Los mercantilistas eran incapaces de
entender nociones como la de la ventaja competitiva (aunque esta idea sólo llegó a ser
entendida con David Ricardo en 1817) y los beneficios del comercio. Por ejemplo,
Portugal era un productor mucho más eficiente de vino que Inglaterra, mientras que en
Inglaterra era relativamente más barata la producción textil. Por lo tanto, si Portugal se
especializaba en vino e Inglaterra en textiles, ambos estados saldrían beneficiados si
comerciaban. En las teorías económicas modernas, el comercio no se entiende como una
suma cero entre competidores, puesto que ambas partes pueden verse beneficiadas, por
lo que se trata más de un juego de suma positiva. Mediante la imposición de las
restricciones a la importación, ambas naciones terminan siendo más pobres que si no
existiesen trabas al comercio.
Gran parte de La Riqueza de las Naciones de Adam Smith es un ataque al
mercantilismo.
David Hume, por su parte, apuntó la imposibilidad del gran objetivo mercantilista de
lograr una balanza comercial positiva constante. A medida que los metales preciosos
entraban en un país, la oferta se incrementaría y el valor de esos bienes en ese estado
comenzaría a reducirse con respecto a otros bienes de consumo. Por el contrario, en el
estado que exportase los metales preciosos, el valor comenzaría a crecer. Llegaría un
momento en el que no compensase exportar bienes del país con altos precios al otro
país, que ahora tendría niveles de precios menores, y la balanza comercial terminaría
revirtiéndose por sí misma. Los mercantilistas no entendieron este problema, y
argumentaron durante mucho tiempo que un incremento en la cantidad de dinero
simplemente significaba que todo el mundo era más rico.
Otro de los objetivos principales a la hora de criticar las teorías del mercantilismo fue la
importancia que se le daba a los metales preciosos, incluso cuando algunos
mercantilistas habían comenzado a desenfatizar la importancia del oro y la plata. Adam
Smith apuntó que los metales preciosos eran exactamente igual que cualquier otro bien
de consumo, y que no había ninguna razón para darle un tratamiento especial. El oro no
era más que un metal de color amarillo que era valioso simplemente porque no es
abundante.
La primera escuela que rechazó completamente el mercantilismo fue la de la
Fisiocracia, en Francia. Sin embargo, sus teorías también presentaban una serie de
importantes problemas, y la sustitución del mercantilismo no se produjo hasta que
Adam Smith publicó su famosa obra Una investigación sobre la naturaleza y causas de
la riqueza de las naciones en 1776. Este libro muestra las bases de lo que hoy en día se
conoce como la economía clásica. Smith dedica una parte considerable del libro a
rebatir los argumentos de los mercantilistas, si bien estos son a menudo versiones
simplistas o exageradas de sus pensamientos.
Los académicos también están divididos a la hora de establecer una causa para el final
del mercantilismo. Aquellos que creen que la teoría era simplemente un error deducen
que su reemplazo era inevitable desde el momento en que las ideas, mucho más exactas,
de Smith fueron expuestas al público. Aquellos que opinan que el mercantilismo era una
búsqueda de formas de enriquecimiento para una parte de la sociedad entienden que
sólo terminó cuando se produjeron importantes cambios en la sociedad, y
principalmente en el sistema de poderes. En el Reino Unido el mercantilismo fue
desapareciendo a partir de que el Parlamento acaparó el poder que el monarca tenía para
establecer monopolios. Si bien los ricos capitalistas que controlaban la Casa de los
Comunes se beneficiaban de esos monopolios, el Parlamento veía difícil llevarlos a
cabo por causa del gran coste que suponía tomar esas decisiones de forma colectiva.
Las regulaciones mercantilistas poco a poco fueron eliminándose a lo largo del siglo
XVIII en el Reino Unido, y durante el siglo XIX el gobierno británico adoptó
abiertamente el libre comercio y las teorías económicas de Smith del laissez faire. En el
continente el proceso fue algo distinto. En Francia se mantuvieron las prerrogativas
económicas de la monarquía absoluta hasta la Revolución francesa, siendo entonces
cuando terminó el mercantilismo. En Alemania el mercantilismo continuó siendo una
importante ideología hasta comienzos del siglo XX.
Legado
Ideas mercantilistas supervivientes
En el mundo anglosajón se puede decir que las críticas de Adam Smith al mercantilismo
fueron aceptadas en el Imperio Británico, pero fueron rechazadas en los Estados Unidos
por figuras tan importantes como Alexander Hamilton, Friedrich List, Henry Clay,
Henry Charles Carey y Abraham Lincoln. En el siglo XX, la mayoría de economistas de
ambos lados del Atlántico han llegado a aceptar que en algunas áreas las teorías
mercantilistas eran correctas. El más importante ha sido el economista John Maynard
Keynes, que explícitamente apoyó algunas de sus teorías.
Adam Smith había rechazado el énfasis que hasta entonces los mercantilistas habían
puesto en la cantidad de dinero argumentando que los bienes, la población y las
instituciones eran las causas reales de prosperidad. Keynes argumentó que la cantidad
de dinero en circulación, la balanza comercial y los tipos de interés tenían una gran
importancia en la economía. Este punto de vista fue luego la base del monetarismo,
cuyos defensores actualmente rechazan muchas de las teorías económicas keynesianas,
pero que se ha desarrollado y es ahora una de las escuelas económicas modernas más
importantes. Keynes también hizo notar que el enfoque en los metales preciosos
también era razonable en la época en la que se dio (comienzos de la era moderna). En
una época anterior al papel moneda, un incremento de los metales preciosos y de las
reservas del estado era la única forma de incrementar la cantidad de dinero en
circulación.
Adam Smith, por otra parte, también rechazó el énfasis del mercantilismo hacia la
producción, argumentando que la única forma de hacer crecer a la economía era a través
del consumo (que, a su vez, impulsaba la producción de bienes). Keynes, sin embargo,
defendió que la producción era tan importante como el consumo.
Keynes y otros economistas del periodo también retomaron la importancia que tenía la
balanza de pagos, y visto que desde la década de los años 30 todas las naciones han
controlado las entradas y salidas de capital, la mayoría de los economistas están de
acuerdo en que una balanza de pagos positiva es mejor que una negativa para la
economía de un país. Keynes también retomó la idea de que el intervencionismo
gubernamental es una necesidad económica.
Sin embargo, si bien las teorías económicas de Keynes han tenido un gran impacto, no
han tenido tanto éxito sus esfuerzos de rehabilitar la palabra mercantilismo, que a día de
hoy sigue teniendo connotaciones negativas y se usa para atacar una serie de políticas
proteccionistas. Por otra parte, las similitudes entre el keynesianismo y las ideas de sus
sucesores con el mercantilismo a veces han hecho que sus detractores las categorizasen
como neomercantilismo.
Por otro lado, algunos sistemas económicos modernos copian algunas de las políticas
mercantilistas. Por ejemplo, el sistema de Japón en ocasiones también es calificado de
neomercantilista.
Un área en la que Smith fue rebatido antes incluso que Keynes fue en la del uso de la
información. Los mercantilistas, que eran generalmente mercaderes o funcionarios del
gobierno, tenían en sus manos una gran cantidad de datos de primera mano sobre el
comercio, y los usaban de forma considerable en sus investigaciones y escritos. William
Petty, un mercantilista importante, es a menudo considerado el primer economista en
usar un análisis empírico para estudiar la economía. Smith rechazaba este sistema
porque entendía que el razonamiento deductivo desde unos principios básicos era el
método correcto para descubrir las verdades económicas. Hoy en día, sin embargo, la
mayoría de las escuelas económicas aceptan que ambos métodos son importantes (si
bien la escuela austriaca supone una notable excepción).
En instancias específicas, las políticas mercantilistas proteccionistas también han tenido
un impacto positivo en el estado que las puso en marcha. El mismo Adam Smith (sin
importarle la contradicción en que incurría al patrocinar el libre comercio para las
demás y no para su propia nación) elogió las Actas de Navegación inglesas por haber
servido para expandir enormemente la flota mercante británica, y por haber jugado un
papel central en convertir al Reino Unido en la superpotencia naval y económica que
fue desde entonces.[37] Algunos economistas argumentaron que el proteccionismo es
bueno para industrias en desarrollo, y que si bien causa algunos daños a corto plazo,
puede ser beneficioso a largo (argumento de la industria naciente del alemán Friedrich
List).
En cualquier caso, La Riqueza de las Naciones tuvo un profundo impacto en el final del
mercantilismo y la adopción posterior de la política de libre mercado. Para 1860
Inglaterra ya había eliminado los últimos vestigios del mercantilismo (por ejemplo, las
proteccionistas leyes del grano o corn laws, en gran parte gracias a la Anti-Corn Law
League). Las regulaciones industriales, los monopolios y los aranceles fueron retirados.
Convertida en "el taller del mundo", con una industria y una flota mercante con la que
nadie podía competir, Inglaterra se convirtió en la gran defensora y propagandista de la
política de libre mercado, justo en el momento en que más la beneficiaba, y lo siguió
siendo hasta la Primera Guerra Mundial, cuando la segunda revolución industrial le
puso delante competidores serios.

Fisiocracia
La fisiocracia o fisiocratismo era una escuela de pensamiento económico del siglo
XVIII fundada por François Quesnay , Anne Robert Jacques Turgot y Pierre Samuel du
Pont de Nemours en Francia. Afirmaba la existencia de una ley natural por la cual el
buen funcionamiento del sistema económico estaría asegurado sin la intervención del
gobierno. Su doctrina queda resumida en la expresión laissez faire. El origen del
término fisiocracia proviene del griego y quiere decir "gobierno de la naturaleza", al
considerar los fisiócratas que las leyes humanas debían estar en armonía con las leyes de
la naturaleza. Esto está relacionado con la idea de que sólo en las actividades agrícolas
la naturaleza posibilita que el producto obtenido sea mayor que los insumos utilizados
en la producción surgiendo así un excedente económico. Los fisiócratas calificaron de
estériles las actividades como la manufactura o el comercio donde la incautación sería
suficiente para reponer los insumos utilizados.
Teoría fisiocrática
La fisiocracia surge como una reacción de tipo intelectual a la común concepción de la
vida intervencionista del pensamiento mercantilista. Insistían que la intervención de
intermediarios en varias etapas del proceso de la producción y distribución de bienes
tiende a reducir el nivel total de prosperidad y producción económica. Ejemplos de estas
intervenciones eran muchas pero los fisiócratas se fijaban en los controles
gubernamentales tales como los monopolios, impuestos excesivos, burgueses
parasitarios y el feudalismo Europeo. Estas prácticas estaban asociadas con el
corporativismo comercial o el énfasis desmesurado en el crecimiento industrial, los
cuales estaban y están basados en el restrictivo interés privado. Y para ahondar más las
diferencias, estudiaron los fondos, por lo que propugnaban el impuesto único sobre la
tierra y sugerían la anulación de todos los establecidos por los mercantilistas. La
tendencia general de los fisiócratas es el Librecambismo. La tarea del economista se
reduce a descubrir el juego de las leyes naturales. La intervención del estado es inútil,
pues no haría otra cosa que interferir ese orden esencial. El interés de los fisiócratas se
concentraba en gran medida en la definición de una estrategia macroeconómica de
desarrollo que incluyera políticas coherentes. Es el primer movimiento que adopta un
acercamiento sistemático a la teoría económica. Se creía que si esta ley era estudiada y
enmendada, derivaría en condiciones armoniosas y beneficiosas para toda la humanidad.
Fisiocracia se aplica al concepto total de un gobierno, no necesariamente a la actividad
económica solamente. Porque los padres de esta teoría política veían el progreso
económico como inseparable del progreso social, argumentando que gracias a la
incrementada prosperidad natural, las rivalidades entre grupos oponentes van a
disminuir porque al final del día va a costar mas de lo que vale.(Magill)
Es importante notar que los fisiócratas eran definidos indudablemente optimistas.
Tenían confianza absoluta en la continuidad del progreso. Es a través del estudio sobre
la demografía donde se demostraba más profusamente. Estimaban que la población
aumentaba hasta el límite de subsistencia, y Dupont de Nemours, uno de los mas
destacados miembros de la escuela, presentó el ejemplo aritmético mencionado después
por Malthus, esto es, el de las colonias inglesas que duplicaban su población cada 25
años debido a la abundancia de medios de subsistencia agrícolas que disponían sus
habitantes.(Whittaker)
Importancia de la producción agrícola frente al comercio
Tierra y trabajo como fuentes de producción. Los autores del siglo XVII y principios del
XVIII estimaban la tierra y el trabajo como los agentes o factores causantes de la
producción. Esta opinión fue puesta en boga por el filósofo Thomas Hobbes. Al estudiar
en su Leviatán, el aspecto económico de la comunidad o estado, dice:
"En cuanto a la abundancia de materias, está limitada por la naturaleza a aquellos bienes
que, manando de los dos senos de nuestra madre común la tierra y el mar, ofrece Dios al
género humano, bien gratuitamente, bien a cambio del trabajo." (Hobbes)
Para los fisiócratas, en oposición al mercantilismo, la riqueza de una nación procedía de
su capacidad de producción y no de las riquezas acumuladas por el comercio
internacional. Y consideraban que la única actividad generadora de riqueza para las
naciones era la agricultura. Cantillon comienza su Ensayo sobre la naturaleza del
comercio, en general diciendo que, "La tierra es la fuente o materia donde toda riqueza
se produce. El trabajo del hombre es la forma que la produce: y la riqueza en sí no es
nada, sino el sustento, comodidades y superfluidades de la vida."
Turgot, padre de la fisiocracia, resume esta noción con el dicho, "El agricultor es la
única persona cuyo trabajo produce algo más que el salario de su trabajo. Es, por lo
tanto, la única fuente de toda riqueza." Y agrega: "La tierra le paga directamente el
precio de su trabajo, aparte de cualquier otro hombre o convenio. La naturaleza no le
regatea para obligarle a sostenerse con lo que es de todo punto necesario. Lo que le
concede no está proporcionado ni a sus necesidades ni a una valuación contractual del
precio de su día de trabajo. Es el resultado físico de la fertilidad del suelo, y de la
sabiduría, mucho más que de la laboriosidad, de los medios que ha empleado para
hacerla fértil. Tan pronto como el trabajo del agricultor produce más de lo requerido por
sus necesidades, puede, con este excedente superfluo que la naturaleza le otorga como
un puro don, por encima de la retribución de su esfuerzo, comprar el trabajo de otros
miembros de la sociedad. Estos, al vendérselo, sólo obtienen su subsistencia; pero el
agricultor recoge, además de su subsistencia, una riqueza que es independiente y
disponible, que ha comprado y que la vende. Es, por lo tanto, la única fuente de riqueza,
que, mediante su circulación, anima a todos los trabajos de la sociedad; porque es el
único cuyo trabajo produce más salario de éste." (Whittaker)
Los fisiócratas no fueron los únicos que atribuyeron especial importancia a la
agricultura. Las ideas fisiocráticas parecen haber influido en Benjamín Franklin.
Viviendo en un país en el que la agricultura era la principal actividad, y en el que las
manufacturas y comercio que entonces existían satisfacían más que nada las
necesidades de los agricultores, es comprensible que Franklin conviniera con los
fisiócratas acerca de la importancia de la actividad agrícola.
El siguiente párrafo presenta su posición: "...parece que no hay más que tres formas en
las que una nación puede adquirir riquezas. La primera es mediante la guerra, como
hicieron los romanos, saqueando a sus vecinos conquistados. Esto es robo. La segunda
es por el comercio, que generalmente es engañoso. La tercera es por la agricultura,
único medio honesto por el cual el hombre recibe un verdadero incremento de la
simiente arrojada a la tierra, en una especie de milagro continuo, forjado en su favor por
la mano de Dios, como recompensa por su vida inocente y laboriosidad virtuosa."
Los fisiócratas asumieron que dada su observación de los mercados, la manufactura era
una actividad estéril, ya que no se veía un gran avance en este sector. Obviamente, esto
se debía al tamaño de la industria de entonces, anterior a la revolución industrial. Lo
cual constituye una falla en su análisis, que se deriva también del mayor interés en la
productividad física y no en la productividad del valor. También defendían que la
agricultura era el único sector productivo capaz de crear riqueza, mientras que el
comercio y la industria tan sólo permitían la distribución de esta riqueza; los fisiócratas
estaban en contra de las políticas de comercio internacional mercantilismo,
favorecedoras del proteccionismo.
Historia
El sistema de fisiocracia fue aplicado a mediados del siglo XVIII, pues ciertamente no
fue en la forma 'pura' imaginado por sus creadores teóricos, sino a través de legislación
detallada que favoreció recomendaciones privadas. Derivó en el periodo conocido como
Ilustración. Reflexiones de la creencia en las leyes naturales se puede fijar en un
sinúmero de áreas, variando desde las ciencias naturales hasta las teorías del orden
constitucional (Magill).
En el Antiguo Régimen, Turgot sirvió como miembro de la corte de Luis XIV, la
administración local de París, y escribió folletos y libretos sobre los temas relacionados
con su trabajo: impuestos, comercio del grano, y dinero. Turgot afirmó que la
abundancia vino del interés propio y que los mercados están conectados por los flujos
de dinero (i.e. un costo para el comprador es crédito para el productor).
Así él se dio cuenta de que la bajada de precios en tiempos de la escasez - campo común
en ese entonces - era peligrosa económicamente pues sirvió como desaliento a la
producción. Generalmente, Turgot abogó por menos interferencia del gobierno en el
mercado de grano, pues cualquier actividad del gobierno daría a luz al acontecimiento
que evitaría que la política trabajara. Un ejemplo sería que si el gobierno comprara maíz
al exterior, sería la gente de allí quien se daría cuenta de que hay una probable escasez,
y aumentaría su precio.
Esta idea era un ejemplo temprano de la adaptación al librecambismo. En zonas
anónimas publicadas, François Quesnay propuso un sistema conocido como "Diezmo
Real" en el que sugirió una simplificación importante del código impositivo francés
basada en cambiar relativamente a impuestos únicos en características y
comercialización. Durante el período de la Guerra de los Siete Años, el movimiento de
la fisiocracia comenzó a crecer. Varios diarios aparecieron, mostrando a una audiencia
cada vez mayor en Francia las nuevas ideas económicas. Entre ellos el más importante
era el Diario Económico (1721-1772), que promovió la agronomía y agricultura racional
y el Diario de Comercio (1759-1762), que fue influenciado grandemente por el irlandés
Richard Cantillon, y dos predominaron por fisiócratas; el Diario de la Agricultura y el
Comercio y las finanzas del DES (1765-1774). Jean-Claude Marie Vicent de Gournay
era el encargado principal del "Diario de Comercio" escribió Efemérides del ciudadano
(1767-1772 y 1774-1776). En donde se condenaba el exclusivismo de los gremios
comerciales, la multiplicidad de impuestos en la tierra, y precios artificialmente fijados
en materias primas, como el grano. Aunque los fisiócratas lograron cambiar mucha
legislación abusiva e introdujeron una plétora de ideas socio-económico-políticas, los
intereses capitalistas triunfaron al final dado el interés predominante por el crecimiento
industrial por encima de la agrícola (Wittaker).
Fisiocracia como Ciencia Social
Los fisiocráticos son generalmente considerados como los fundadores reales de las
ciencias sociales. Fueron, de hecho, los primeros en emplear el método científico, en
dirigir un movimiento que hizo investigaciones sobre fenómenos sociales.
Un movimiento comparable con el desarrollo de la química. Es entonces cuando
escritores como Rousseau basan su origen de sociedad en un acuerdo entre hombres y
un contrato social. Encontró el origen de la legislatura, los caprichos de los hombres y
criticó la propiedad individual y la desigualdad entre hombres. Montesquieu habla de
las leyes que gobiernan todo en la tierra como la materia y la naturaleza, y que el
hombre no es diferente en ese sentido. Todo este pensamiento nació de los
descubrimientos fisiocráticos. Ellos propusieron que las sociedades no nacieron por
casualidad, sino que provienen de la naturaleza del hombre. La sociedad es el proveedor
de la libertad, ya que no podemos sobrevivir como especie sin la ayuda de nuestros
hermanos. El deseo de asociación nos unifica; el interés personal nos mueve. Dos
fuerzas aparentemente antagonistas producen una acción armoniosa. Pero esta sociedad
incluye el principio de que cada derecho involucra una obligación correlativa y
recíproca (Higgs).
Si no se aceptaban estos términos y surgían crímenes o desobediencias, la autoridad
velaba que se siguiera la ley. Es importante notar que la autoridad no puede crear leyes,
sino sólo administrar su seguimiento. Ellos recomendaban el uso de un príncipe
absoluto que siempre tiene que tener su interés volcado en los intereses personales de su
ciudadanía. Sólo debía haber un impuesto sobre la tierra que se pagaba a las
instituciones gubernamentales. Como una contrapartida a su poder habría un instituto
independiente judicial que aseguraba el seguimiento de las leyes naturales de parte del
soberano. Y también de administrar un sistema de educación suficientemente grande
para dar a cada ciudadano el entendimiento de las leyes sociales y naturales. Es
importante notar que no todos los fundadores fisiocráticos estaban de acuerdo en este
tema. El más notable entre ellos fue Turgot (Higgs).
Crítica
La fisiocracia no fue recibida con los brazos abiertos por muchas razones, no siendo
todas intelectuales. Sus oponentes fueron muchos, incluyendo a los mercantilistas que
hasta entonces habían dirigido la política económica de la corte de Francia, y a los
incipientes liberalistas liderados por Adam Smith, quien publicaría una respuesta crítica
a la fisiocracia. Aunque Smith creía en muchas de las doctrinas expuestas por los
fisiócratas, no aceptaba el calificativo de las clases mercantiles y artesanales como
estériles e improductivas. Sí reconocía que la agricultura era la más productiva de las
ocupaciones, pero sostenía que las otras ocupaciones deberían ser denominadas como
menos productivas, no como improductivas. Para demostrar la verdad de su afirmación,
Smith observó que incluso la clase social más baja "produce anualmente el valor de su
propio consumo anual, y perpetúa, al menos, la existencia del capital que le mantiene y
emplea."
Otro crítico, Alexander Hamilton, condena la idea de impuestos y renta sobre la tierra
diciendo: "Parece haberse pasado por alto que la tierra es en sí un capital, anticipado o
alquilado por el propietario al arrendatario, y que la renta que recibe es sólo el beneficio
ordinario de un cierto capital en forma de la tierra, no explotada por el mismo
propietario, sino por otro, al que se la presta o alquila, y el que, de su parte, anticipa un
segundo captial, para preparar y mejorar la tierra, por el que recibe el beneficio usual..."

La economía clásica

La economía clásica es una escuela de pensamiento económico cuyos principales


exponentes son Adam Smith, David Ricardo, Thomas Malthus y John Stuart Mill. Es
considerada por muchos como la primera escuela moderna de economía y en ocasiones
se ha expandido para incluir a autores como William Petty, Johann Heinrich von
Thünen o Karl Marx.
La publicación del libro de Adam Smith titulado Una investigación sobre la naturaleza
y causas de la riqueza de las naciones (generalmente conocido como La riqueza de las
naciones) en 1776 se considera normalmente como el comienzo de la economía clásica.
La escuela estuvo activa hasta mediados del siglo XIX y fue sucedida por la escuela
neoclásica, que comenzó en el Reino Unido alrededor de 1870.
Los economistas clásicos intentaron y en parte lograron explicar el crecimiento y el
desarrollo económico. Crearon sus "dinámicas de crecimiento" en una época en la que
el capitalismo se encontraba en pleno auge tras salir de una sociedad feudal y en la que
la revolución industrial provocaba enormes cambios sociales. Estos cambios también
provocaron la cuestión de si se podría organizar una sociedad alrededor de un sistema
en el que cada individuo buscara simplemente su propia ganancia (económica).
Los economistas clásicos reorientaron la economía, alejándose del análisis previo que se
centraba en los intereses personales del gobernante y un interés basado en las clases
sociales. El fisiócrata François Quesnay y Adam Smith, por ejemplo, identificaron la
riqueza de la nación con el producto nacional bruto, en lugar de con la tesorería del rey
o del estado. Smith veía este producto nacional como el trabajo aplicado a la tierra y al
capital. Una vez que la tierra y el capital son apropiados por los individuos, el producto
nacional se divide entre trabajadores, terratenientes y capitalistas, en la forma de salario,
renta e interés.
Tendió a enfatizar los beneficios del libre comercio, un análisis organizado alrededor
del precio natural de los bienes, y la teoría del valor como costo de producción o la
teoría del valor del trabajo.
Fue desplazado en gran parte por escuelas marginalistas de pensamiento (tal como la
escuela austríaca) que según su perspectiva el valor derivaba de la utilidad marginal que
los consumidores encontraron en un bien antes que en el costo de las entradas que
componían el producto. Considerando la adhesión de muchos economistas clásicos al
mercado libre, la escuela de economía más grande que todavía adhiere a las formas
clásicas es la escuela marxista.
Teoría del valor
Los economistas clásicos desarrollaron lo que se vendría a denominar "teoría del valor"
o del "precio", a través de la cual se buscaba investigar la dinámica de la economía.
Petty introdujo la distinción fundamental entre precio de mercado y precio natural para
facilitar el retrato de las regularidades en los precios.
Los precios de mercados se ven influenciados por una gran cantidad de factores
transitorios que son difíciles de teorizar en ningún nivel abstracto. Los precios naturales,
según Petty, Smith y Ricardo, por ejemplo, capturan las fuerzas persistentes y
sistemáticas que operan en un punto en un momento dado. Los precios de mercado
siempre tienden a los precios naturales en un proceso que Smith describía como similar
a la atracción gravitatoria.
Por otra parte, la teoría de qué era exactamente lo que determina los precios naturales no
es la misma en toda la escuela clásica. Petty intentó desarrollar un par entre la tierra y el
trabajo. Smith, sin embargo, confinaba la teoría del valor a un pasado mítico
precapitalista, y establecía que los precios naturales eran la suma de los salarios
naturales, los beneficios (incluyendo el interés del capital y los impuestos) y la renta.
Ricardo también tenía su teoría del valor, en este caso basada en el coste. Criticaba a
Smith por describir la renta como determinante de los precios, en lugar de determinada
por los precios, si bien veía en su teoría del valor como una buena aproximación.
Ricardo, seguido en esto por Marx, afirmaba que todos los costos de producción son
costos laborales que se pagan de una forma directa o acumulándolos al capital. Ambos
pensaban que el valor depende de la cantidad de trabajo incorporado en los bienes o
servicios, y los precios, relativos unos a otros, son fijados por el mercado. De hecho el
trabajo es una mercancía cuyo precio es asignado también por el mercado. Los
seguidores de Piero Sraffa creen en general que Marx redescubrió y volvió a establecer
la economía clásica aunque para sus propios fines. Otros como Schumpeter ven a Marx
como seguidor de Ricardo. Incluso Samuel Hollander ha mostrado que hay una base en
los textos de los economistas clásicos para apoyar la lectura de Marx, aunque sólo en un
conjunto muy pequeño de textos.
Postulados de la Escuela clásica de economía
 Competencia perfecta en todos los mercados.
 El estado no debe intervenir en el funcionamiento de los mercados, ya que los
agentes económicos en su acción individual, como por medio de una "mano
invisible", son dirigidos al equilibrio y a la eficiencia. Esto es, Laissez faire. En
consecuencia, las políticas fiscales, monetarias y los subsidios, obstaculizan el
funcionamiento del mercado.
 Precios flexibles al alza y a la baja, incluidos los salarios, lo que va a permitir que
todos los mercados (de bienes y servicios, de dinero, de trabajo, etc.) estén
siempre en equilibrio (si hay demanda u oferta insatisfecha el ajuste de precios se
encargará de que el mercado vuelva a recuperar el equilibrio).
 El mercado de trabajo está siempre en situación de pleno empleo. No hay paro, el
desempleo que pueda existir es de carácter friccional (debido al tiempo que la
gente tarda en localizar un trabajo acorde con su capacitación) o voluntario (gente
que no quiere aceptar el salario que le ofrece el mercado).
 La producción ofrecida por las empresas viene determinada por el nivel de pleno
empleo (a través de la función de producción). Por tanto, la oferta domina sobre
la demanda. La curva de oferta es vertical y es la que determina el nivel de
producción de equilibrio: variaciones en la demanda tan sólo producen
variaciones en los precios.
 La política monetaria es ineficaz (neutralidad del dinero): variaciones en la oferta
monetaria sólo afectan al nivel de precios, sin que tengan ningún efecto sobre las
variables reales (cantidad demandada, producción de equilibrio, salarios, etc., una
vez depurado el efecto de los precios).
 La política fiscal tampoco sirve ya que la economía se encuentra siempre en una
situación de pleno empleo, por lo que estas medidas al final sólo se traducen en
subidas de precios.
 El valor de un bien está dado por la cantidad de trabajo empleado en la
producción de ese bien.

Adam Smith

Adam Smith (5 de junio de 1723 – 17 de julio de 1790) fue un economista y filósofo


escocés, uno de los mayores exponentes de la economía clásica. En 1776 publica: La
riqueza de las naciones, sosteniendo que la riqueza procede del trabajo. El libro fue
esencialmente un estudio acerca del proceso de creación y acumulación de la riqueza,
tema ya abordado por los mercantilistas y fisiócratas, pero sin el carácter científico de la
obra de Smith. Este trabajo obtuvo para él el título de fundador de la economía porque
fue el primer estudio completo y sistemático del tema.
Biografía
Nació en Kirkcaldy (Escocia), durante el año 1723 (bautizado el día 5 de junio del
mismo año); estudió en las universidades de Glasgow y Oxford. En 1737 ingresa en la
Universidad de Glasgow. En ésta recibe clases de Filosofía Moral por parte de Francis
Hutcheson, que a la postre le valdría ser influido por la escuela histórica escocesa. Es en
esta asignatura, en la que se dedicaba una parte a la moral práctica, en la cual Smith
basaría gran parte de La riqueza de las naciones.
En 1740 recibiría una beca para ir a estudiar al Balliol College de Oxford, una
universidad en decadencia, como sostendría en la Riqueza de las Naciones. De 1748 a
1751 fue profesor ayudante de las cátedras retórica y literatura en Edimburgo. Durante
este periodo estableció una estrecha amistad con el filósofo David Hume, amistad que
influyó mucho sobre las teorías economistas y éticas de Smith.
En 1751 fue nombrado catedrático de lógica y en 1752 de filosofía moral en la
Universidad de Glasgow. En 1763 renunció a la universidad y se convirtió en el tutor
del III Duque de Buccleuch, a quién acompañó a un viaje por Suiza y Francia. En este
viaje conoció a los fisiócratas franceses, que defendían la economía y política basada en
la primacía de la ley natural, la riqueza y el orden.
Smith se inspiró en esencia en las ideas de François Quesnay y Anne Robert Jacques
Turgot para construir su propia teoría, que establecería diferencias respecto a la de estos
autores. De 1766 a 1776 vivió en Kirkcaldy. Fue nombrado director de Aduana de
Edimburgo en 1778, puesto que desempeñó hasta su muerte el 17 de julio de 1790 a
causa de una enfermedad. En 1787 fue nombrado Rector Honorífico de la Universidad
de Glasgow.
Obra
Teoría de los sentimientos morales
La Teoría de los sentimientos morales de 1759 empieza por la exploración de todas las
conductas humanas en las cuales el egoísmo no parece desempeñar un papel
determinante, como aseguraba Hobbes. Lo que se expone entonces es el proceso de
simpatía (o empatía), a través del cual un sujeto es capaz de ponerse en el lugar de otro,
aún cuando no obtenga beneficio de ello. Con esto se busca criticar a la concepción
utilitarista, como aparece en Hume. El desarrollo de la obra lleva al descubrimiento del
espectador imparcial, la voz interior que dictaría la propiedad o impropiedad de las
acciones. Este espectador imparcial puede asociarse al concepto de superyó, de
Sigmund Freud.
A lo largo de la obra el autor explica el origen y funcionamiento de los sentimientos
morales: el resentimiento, la venganza, la virtud, la admiración, la corrupción y la
justicia. El resultado es una concepción dinámica e histórica de los sistemas morales, en
oposición a visiones más estáticas como las determinadas por las religiones. En
términos filosóficos, la naturaleza humana estaría diseñada para avanzar fines o causas
finales que no necesariamente son conocidos por los sujetos, que se guían por las causas
eficientes.
La riqueza de las naciones (The Wealth of Nations)
En 1776 A. Smith escribió su obra Una investigación sobre la naturaleza y causas de la
riqueza de las naciones (o simplemente La riqueza de las naciones), por la cual es
considerado por muchos especialistas el padre de la Economía Política. Esta obra
representa el intento por diferenciar la economía política de la ciencia política, la ética y
la jurisprudencia. Un elemento fundamental para esta diferenciación fue la crítica al
mercantilismo, corriente heterogénea que venía desarrollando nociones económicas
desde el siglo XV, más vinculada a los imperios coloniales que a la naciente revolución
industrial.
Según la tesis central de La riqueza de las naciones, la clave del bienestar social está en
el crecimiento económico, que se potencia a través de la división del trabajo. La
división del trabajo, a su vez, se profundiza a medida que se amplía la extensión de los
mercados y por ende la especialización.
Una particularidad de la obra es el planteamiento de que, gracias a la apelación al
egoísmo de los particulares se logra el bienestar general. Esto es muchas veces
interpretado de forma imprecisa como que simplemente el egoísmo lleva al bienestar
general. Sin embargo, pasajes tanto de esta obra como de los sentimientos morales dejan
en claro que la empatía con el egoísmo del otro (en donde acentúa la siguiente frase:
«dame lo que necesito y tendrás lo que deseas») y el reconocimiento de sus necesidades
es la mejor forma de satisfacer las necesidades propias.
La obra incluye una filosofía de la historia, donde la propensión a intercambiar
exclusiva del hombre se convierte en el motor del desarrollo humano. Esta obra
constituye también una guía para el diseño de la política económica de un gobierno. Los
beneficios de la Mano Invisible del mercado solo se obtendrán en una sociedad bien
gobernada.
Entre sus aportes más importantes se destacan:
La diferenciación clara entre valor de uso y valor de cambio.
El reconocimiento de la división del trabajo, entendida como especialización de tareas,
para la reducción de costos de producción.
La predicción de posibles conflictos entre los dueños de las fábricas y los trabajadores
mal asalariados.
La acumulación de capital como fuente para el desarrollo económico.
La defensa del mercado competitivo como el mecanismo más eficiente de asignación de
recursos.
"Lo que más rápido aprende un gobierno de otro es el arte de sacar dinero del bolsillo de
la gente" Adam Smith.
Influencia
La investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones ha estado
sujeta a todo tipo de interpretaciones. Entre ellas las que más destacan son:
David Ricardo: realiza una crítica a la obra, desarrollando más la teoría del valor trabajo
y conceptos tales como el capital y la reproducción.
Karl Marx: profundiza la línea de Ricardo, rescatando concepciones Smithianas.
Milton Friedman y Rose Friedman: se centra en temas como «La mano invisible» y el
papel del Estado. Milton y Rose Friedman escriben La libertad de elegir basados en la
doctrina smithiana del libre comercio.
Amartya Sen: lectura renovada de Smith que retoma la Teoría de los sentimientos
morales, libro de gran importancia en el campo de la ética, la teología y la moral.
Amartya Sen destaca la importancia del sentimiento de la simpatía en la obra de Smith y
cuestiona la estrecha interpretación friedmaniana que atribuye al egoísmo la armonía del
mundo.
Adam Smith y el comercio internacional
La teoría clásica del comercio internacional tiene sus raíces en la obra de Adam Smith
que plantea la interacción entre comercio y crecimiento económico. Según los
principios establecidos en sus obras, los distintos bienes deberán producirse en aquel
país en que sea más bajo su costo de producción y desde allí, exportarse al resto de las
naciones. Por tanto define la denominada «ventaja absoluta» como la que tiene aquel
país que es capaz de producir un bien utilizando menos factores productivos que otros,
es decir, con un coste de producción menor. Defiende además el comercio internacional
libre y sin trabas para alcanzar y dinamizar el proceso de crecimiento económico, y este
comercio estaría basado en el principio de la ventaja absoluta. Asimismo cree en la
movilidad internacional de factores productivos.
El valor de uso de un bien que está determinado por sus condiciones naturales, es la
aptitud que posee un objeto para satisfacer una necesidad.
En un sistema de producción capitalista o de producción de mercancías, debe
diferenciarse del valor de cambio, ya que siendo este último una magnitud determinada
por la cantidad de trabajo socialmente necesario para producir la mercancía, el valor de
uso es determinado por las características propias del objeto y por el uso específico y
concreto que se da al mismo según esas características.
Es imposible comparar valores de uso entre sí de manera cuantitativa (por ejemplo
según su importancia relativa) sin establecer un patrón de medida arbitrario y abstracto
para calificar usos que son diversos y por tanto incomparables.
El valor de cambio, es decir la proporción en que se intercambian las mercancías entre
sí, según la teoría del valor-trabajo, es una medida cuantitativa determinada por el
tiempo de trabajo abstracto, es decir el tiempo de trabajo socialmente necesario para
producirlas. Así, el patrón de medida por el cuál se intercambian las mercancías es el
tiempo de trabajo socialmente necesario para producirlas. Si una mercancía vale lo
mismo que otra es porque ambas requieren el mismo tiempo trabajo para producirlas
bajo las mismas condiciones sociales de trabajo. Este valor es independiente por tanto
del uso específico que tengan esas mercancías o sean independientes de su valor de uso.
Este valor está compuesto, en la producción capitalista, por el capital constante (medios
de producción) consumido y el capital variable (valor de la fuerza de trabajo) en la
producción de mercancías y la plusvalía o valor excedente producido por el obrero y
apropiado gratuitamente por el capitalista.
En el capitalismo, el trabajo, en tanto actividad humana, es el valor de uso o sea el uso
específico dado a la mercancía fuerza de trabajo personificada en un trabajador y este
valor de uso, el trabajo, tiene una cualidad que lo diferencia de los demás valores de uso
y es su capacidad para crear valor, es decir valores de cambio materializados en nuevas
mercancías.
Un valor de cambio es cómo se denomina a la proporción en que se intercambian
diferentes valores de uso en el mercado. Se considera una mercancía a un bien
económico que, además de poseer valor de uso, posee valor de cambio porque su ideal
es ser intercambiado por valores de uso diferentes. Por extensión, también se usa valor
de cambio como sinónimo de mercancía. También se le llama, cuando no conduce a
confusión, simplemente valor.
El valor de cambio es central en la teoría del valor trabajo, actualmente sostenida casi
exclusivamente por el marxismo y algunas tendencias socialistas, y antaño por las
corrientes de la economía política inglesa y los socialistas neoricardianos. En cambio, la
teoría del valor subjetivo, sostenida actualmente por la casi totalidad de las escuelas y
tendencias liberales, no considera relevante el concepto y lo ha dejado mayormente de
lado, fundamentalmente debido a que no existe en dicha teoría una diferencia
importante entre valor de uso (utilidad) y valor de cambio. De tal modo que se puede
afirmar que el valor de cambio es un concepto propio de la teoría del valor trabajo.
Teoría del valor-trabajo
Es preciso reducir los valores de cambio de las mercancías a algo que les sea común.
Debido a que el intercambio asume la forma de una ecuación (por ejemplo, X zapatos =
Y cigarrillos), el valor de cambio es una cantidad, y no una cualidad, como sí es el valor
de uso (el uso de un zapato no guarda ninguna relación, menos aún una relación
medible, respecto al uso de un cigarrillo).
Este "algo común" que a su vez debe ser un "algo mensurable" (medible) no puede ser
una propiedad natural de las mercancías; ésta solamente se tiene en cuenta en el valor de
uso. Lo único que tienen en común es ser útiles y haber sido creadas por trabajo
humano. Mientras la utilidad es imposible de medir, sí lo es el gasto de fuerza de trabajo
que ha sido empleada. Para poder reducir el objeto a una misma expresión o proporción,
se tiene en cuenta solamente la cantidad de trabajo humano que contiene dicho objeto,
sin tener en cuenta los componentes físicos o químicos del mismo. Este trabajo es
expresado en el tiempo que lleva producir un determinado bien
Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones
(originalmente en inglés: An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of
Nations), o sencillamente La riqueza de las naciones, es la obra más célebre de Adam
Smith. Publicada en 1776, se le considera el primer libro moderno de economía.
Smith expone su análisis sobre el origen de la prosperidad de países como Inglaterra o
los Países Bajos. Desarrolla teorías económicas sobre la división del trabajo, el
mercado, la moneda, la naturaleza de la riqueza, el «precio de las mercancías en
trabajo», los salarios, los beneficios y la acumulación del capital. Examina diferentes
sistemas de economía política, en particular el mercantilismo y la fisiocracia y
desarrolla también la idea de un orden natural, el «sistema de libertad natural», como
resultado del interés individual hacia el interés general en la solución del juego de la
libre empresa, de la libre competencia y del libre comercio.
La riqueza de las naciones es hoy una de las obras más importantes de esta disciplina, y
para Amartya Sen, «el libro más grande jamás escrito sobre la vida económica». Es el
documento fundador de la economía clásica y, sin duda, del liberalismo económico.
Contexto
Adam Smith empezó la redacción de La riqueza de las naciones en 1764, mientras era
tutor del joven Duque de Buccleugh, cargo por el que fue retribuido generosamente con
una pensión vitalicia. Con ocasión de un «Grand Tour», un largo viaje por Europa con
su alumno, pasó dieciocho meses en Toulouse, invitado por el abad Seignelay Colbért.
Smith hablaba poco francés y la mayoría de los escritores y filósofos que esperaba
encontrar en Toulouse no se encontraban en la ciudad por lo que pronto se aburrió. En
una carta dirigida a David Hume, Smith anunciaba que había «empezado a redactar un
libro con tal de pasar el tiempo». Smith había trabajado en ese proyecto desde que era
profesor de economía política y de otras materias en la universidad de Glasgow, y había
aludido a él en la conclusión del primer libro de la Teoría de los sentimientos morales,
la obra de filosofía moral que lo dio a conocer.
A finales de 1764, aprovechó un viaje a la asamblea de los Estados del Languedoc en
Montpellier, la región más liberal de la Francia del Antiguo Régimen, donde consiguió
que se adoptase el libre comercio de grano; de lo que aparecen testimonios en el libro.
Igualmente visitó Suiza, donde se encontró con Voltaire, y después París, donde su
amigo el filósofo David Hume lo introdujo en los más importantes salones. Allí discutió
con los fisiócratas François Quesnay y Turgot, que estimularon su inspiración, así como
con Benjamin Franklin, Diderot, d'Alembert, Condillac y Necker, con quien mantuvo
contacto durante muchos años.
Tras su regreso a Gran Bretaña en 1766, Smith poseía un patrimonio suficiente para
dedicarse de lleno a su obra, y retornó a Kirkcaldy tras pasar algunos meses en Londres.
La redacción era muy lenta, entre otras razones por los problemas de salud de Smith.
David Hume se impacientó, y en noviembre de 1772 le ordenó acabar su obra antes del
otoño siguiente «para hacerse perdonar». En 1773, Smith se instaló en Londres para
acabar su manuscrito y encontrar un editor. Todavía faltaban tres años para que La
riqueza de las naciones fuera publicada, en marzo de 1776. Smith quería dedicar su libro
a François Quesnay, pero la muerte de este en 1774 se lo impidió.
Visión de conjunto
Según Dugald Stewart, primer biógrafo de Smith, el principal mérito de La riqueza de
las naciones no consiste en la originalidad de sus principios, sino en el uso del
razonamiento sistemático y científico para validarlos y la claridad con la que son
expresados. En este sentido, la obra es una síntesis de los aspectos más importantes de
la economía política; una síntesis audaz que va más allá de cualquier otro análisis
contemporáneo. Entre los observadores que inspiraron la obra de Smith se encuentran
John Locke, Bernard Mandeville, William Petty, Richard Cantillon, Turgot, y
seguramente, François Quesnay y David Hume.
El pensamiento de Smith retoma varios principios favorecidos por la Ilustración
Escocesa: el estudio de la naturaleza humana es un aspecto primordial, indispensable; el
método experimental de Newton es el más apropiado para el estudio del hombre; la
naturaleza humana es invariable en todas partes y a lo largo del tiempo. Para Donald
White, Smith estaba convencido de la existencia de una progresión en el desarrollo
humano (el progreso) por unas etapas bien definidas, y esta idea se encuentra
explícitamente en el modelo de desarrollo económico en cuatro etapas expuesto en La
riqueza de las naciones.
Aunque Smith es conocido en la actualidad como un importante economista, él se
consideraba, a pesar de todo, profesor de filosofía moral, asignatura que había enseñado
en Glasgow. Así, La riqueza de las naciones no trata solamente de economía (en el
sentido moderno), sino también de economía política, de derecho, de moral, de
psicología, de política, de historia, amén de la interacción y la interdependencia entre
todas estas disciplinas. La obra, centrada en la noción del interés personal, forma un
conjunto con la Teoría de los sentimientos morales, donde había explicado la simpatía
inherente a la naturaleza humana. El conjunto debía ser completado por un libro sobre la
jurisprudencia que Smith no pudo acabar e hizo quemar a su muerte.
La problemática de La riqueza de las naciones es doble: por un lado, explicar porqué
una sociedad movida por el interés personal puede subsistir; por el otro, describir cómo
apareció y cómo funciona el sistema de libertad natural.
En este sentido, Smith utilizó sistemáticamente los datos empíricos (ejemplos y
estadísticas) para validar los principios que expuso, una «avidez de hechos» (el índice
tiene 63 páginas) que fue criticada por algunos de sus sucesores tras la «revolución
ricardiana». Así, Nassau William Senior deploró «la importancia exagerada que
numerosos economistas conceden a captar datos». Los razonamientos abstractos se
mantienen en un mínimo estricto y, para Jacob Viner, Smith «dudaba sobremanera que
la abstracción pudiera aportar la comprensión del mundo real o guiar ella sola al
legislador o el hombre de Estado».
Si bien utilizó un tono decididamente optimista respecto del crecimiento económico,
advirtió también del riesgo de alienación que puede suscitar la división del trabajo.
Plan
La riqueza de las naciones está compuesta por cinco libros, donde los temas son:
1. Causas que han perfeccionado las facultades productivas del trabajo y del orden,
según las cuales los productos se distribuyen naturalmente entre las diferentes clases
sociales (sobre la naturaleza humana, el trabajo, y «la habilidad, la destreza y la
inteligencia que ha aportado»);
2. De la naturaleza de los fondos o capitales, de su acumulación y su uso (descripción
de los negociantes y del capital);
3. De la diferente marcha y del progreso de la opulencia en diferentes naciones
(historia del desarrollo económico y política económica);
4. Sistemas de economía política (en particular, el sistema del comercio internacional);
5. De los ingresos del soberano o de la comunidad (ingresos, gastos y objetivos de
gobierno).
Temas e ideas
La división del trabajo y el interés personal
Smith parte de la constatación de que:
El trabajo anual de un país es aquel fondo que en principio proporciona todas las cosas
necesarias y convenientes para la vida y que anualmente consume el país; y estas cosas
son siempre o el producto inmediato de este trabajo, o compradas a otros países con este
producto.
No hace del trabajo el único factor de producción, pero remarca su importancia desde el
inicio de la labor, que lo distingue de entrada de los fisiócratas y de los mercantilistas.
La mejora de la productividad del trabajo depende en gran parte de su división, ilustrada
por su célebre ejemplo de la fábrica de alfileres (inspirado en L'Encyclopédie de Diderot
y d'Alembert): allá dónde un solo hombre, sin formar, no podría fabricar más de un
alfiler por día, la fábrica utiliza los obreros en varias tareas diferentes (estirar el
alambre, cortarlo, afilarlo, etc.), y llega así a producir cerca de 5 000 alfileres por obrero
empleado. La división del trabajo se aplica más fácilmente en las manufacturas que en
la agricultura, lo que explica su retraso en productividad.
La división del trabajo por sí misma no proviene de la sabiduría humana o de un plan
preestablecido, sino que es la consecuencia «de una cierta tendencia natural de todos los
hombres [...] que los lleva a traficar, a hacer intercambios y cambiar una cosa por otra».
La motivación de esta tendencia al intercambio no es la benevolencia, sino el interés
personal, es decir, el deseo de mejorar su propia condición:
Pero el hombre necesita casi constantemente la ayuda de sus semejantes, y es inútil
pensar que lo atenderían solamente por benevolencia. [...] No es la benevolencia del
carnicero, del cervecero o del panadero, la que nos lleva a procurarnos nuestra comida,
sino el cuidado que prestan a sus intereses. Nosotros no nos dirigimos a su humanidad,
sino a su egoísmo; y no les hablamos de nuestras necesidades, siempre de su provecho.
[...] La mayor parte de estas necesidades por el momento se satisfacen, como las de los
otros hombres, por trato, por intercambio y por compra.
Así, incluso en una sociedad donde no hay benevolencia hacia los desconocidos, donde
cada uno de los individuos persigue su interés personal, donde los intercambios
económicos se hacen entre «mercenarios», el individuo puede prosperar en base a la
cooperación. Con motivo del estudio de los comportamientos de los animales, Smith
concluye igualmente que los humanos son los únicos de estos que se dan cuenta de que
tienen todo por ganar participando voluntariamente en un sistema económico donde
cada uno trabaje para obtener los bienes que satisfagan a todos: el interés personal no es
su única motivación, ya que si así fuera, toda negociación sería imposible. Queda claro,
por tanto, que un hombre es también capaz de comprender el interés personal de su
compañero (un ejemplo de simpatía) y de llegar a un intercambio mutuamente
beneficioso.
Si el interés personal tiene un lugar importante en La riqueza de las naciones es porque
no está considerado como el único aspecto económico de la relación del hombre en la
sociedad. La Teoría de los sentimientos morales ofrece una perspectiva bastante más
amplia y presenta una teoría de la relación social que no es reproducida en La riqueza de
las naciones; demuestra que la visión de Smith no se reduce a la de un Homo
œconomicus. No obstante, la contradicción aparente entre las dos principales obras de
Smith, ha dado origen a un «problema Adam Smith» en la literatura económica, hoy
caduco.
Smith mostró a continuación que una cierta acumulación de capital es necesaria para la
puesta en marcha de la división del trabajo y que el único límite para esta es la
dimensión del mercado. Esta proposición ha sido considerada como «una de las más
brillantes generalizaciones que se pueden encontrar en toda la literatura económica». El
progreso viene así de la división acelerada del trabajo, que proviene de una inclinación
natural del hombre. El intercambio, natural y espontáneo, se inscribe en el «sistema de
libertad natural» subyacente en toda la obra.
Smith también era consciente de los efectos adversos de una mayor división del trabajo:
Un hombre que pasa toda su vida para completar unas pocas operaciones simples cuyos
efectos son siempre los mismos, o casi, no tiene tiempo para desarrollar su inteligencia
ni ejercer su imaginación para buscar los medios para resolver aquellas dificultades que
nunca se terminan de localizar; pierde pues naturalmente el hábito de desplegar o de
ejercer sus facultades y se vuelve, en general, tan estúpido e ignorante como se pueda
convertir una criatura humana; el aletargamiento de sus facultades morales lo hace
incapaz de apreciar ninguna conversación razonable ni de tomar parte en ellas, hasta le
impide sentir alguna pasión noble, generosa o tierna y, en consecuencia, formar algún
juicio mínimamente justo sobre la mayoría de los deberes más ordinarios de su vida
privada
El individuo se vuelve entonces incapaz de formar un juicio moral, tal y como se
describe en la Teoría de los sentimientos morales. Para prevenir esta situación, Smith
recomienda una intervención gubernamental que se haga cargo de la educación de la
población.
El valor del trabajo y la moneda
Una vez establecida la división, cada miembro de la sociedad debe poder recurrir al
resto para proveerse de aquello que necesite; es pues necesario tener un medio de
cambio, la moneda. La posibilidad de intercambiar bienes o pagar en moneda por ellos
hace aparecer la noción de valor. El valor tiene dos significados: el valor de uso, o
utilidad, y el valor de cambio. Smith se centra sobre todo en el segundo (plantea, pero
no resuelve, la paradoja del valor sobre el primero). ¿Cómo medirlo? ¿Cuál es el factor
que determina la cantidad de un bien a la hora de intercambiarlo por otro? Para él, «es
del trabajo de los demás del que cabe esperar la parte más grande de todos estos bienes;
así, será rico o pobre, según la cantidad de trabajo que podrá pedir o que estará en
capacidad de comprar. [...] El trabajo es pues la medida efectiva del valor
intercambiable de toda mercancía».
El valor del trabajo es constante: «Las cantidades iguales de trabajo deben ser, en
cualquier tiempo y cualquier lugar, de un valor igual para el trabajador. [...] Así, el
trabajo, no variante nunca de su propio valor, es la única medida real y definitiva que
puede servir, en cualquier tiempo y en cualquier lugar, para valorar y comparar el valor
de todas las mercancías. Es su precio real; el dinero no es más que su precio
nominal».[24] Esta teoría del valor, que ignora la demanda y se basa exclusivamente en
los costes de producción, se impuso durante más de un siglo hasta que William Jevons,
Carl Menger y Léon Walras introdujeron el marginalismo.
Para Smith la moneda no es el valor en sí, y la acumulación de moneda no tiene interés
económico para un país. La moneda sería más bien una forma de medida práctica del
valor de las transacciones y el medio de cambio de este valor. Para cumplir estas
funciones, los metales preciosos son particularmente apropiados, puesto que su valor
varía poco en periodos de tiempo razonables. A largo plazo, el trigo podría ser un mejor
patrón. Como los metales preciosos tienen un costo importante, Smith proponía
reemplazarlos por papel moneda, siguiendo una ratio estricta para evitar la emisión sin
contrapartida. El sistema bancario resultante sería «una especie de gran carretera aérea,
donando al país la facilidad para convertir una gran parte de sus grandes carreteras en
buenos pastizales y en buenas tierras para el trigo».
Los factores de producción
En una economía primitiva se puede considerar que la cantidad de trabajo utilizada para
producir un bien es el único elemento que determina su valor de cambio. En las
economías avanzadas la formación de los precios es más compleja porque involucra tres
elementos: el salario, el beneficio y la renta (predial o de arrendamiento), que
constituyen la remuneración de los tres factores de producción: el trabajo, el capital, y la
tierra. Smith distingue igualmente tres sectores de actividad: la agricultura, la industria,
y el comercio.
Las distinciones entre los factores de producción y la forma que su remuneración toma
para las diferentes clases sociales constituyen un punto central de La riqueza de las
naciones. Las motivaciones de estas clases no son las mismas, y no coinciden
necesariamente con el interés general.
Esta distinción nítida entre las remuneraciones de los diferentes factores de producción
es típica de la Economía clásica. Fue necesario esperar a la Revolución neoclásica de
finales del siglo XIX para que la remuneración de los factores fuera integrada en el
precio de la producción.
La formación de los precios, la competencia y el mercado
El salario es la compensación directa del trabajo, es decir, el alquiler de la capacidad
productiva del trabajador. El beneficio sobreviene cuando el stock de valor o de capital,
acumulado por una persona, es empleado para poner a otras personas a trabajar,
facilitándoles herramientas de trabajo, materias primas y un salario con el fin de
alcanzar un beneficio (esperado y no garantizado) mediante la venta de aquello que
producen. La ganancia sería, de acuerdo con Smith, la recompensa de un riesgo y de un
esfuerzo. La renta predial aparece desde que el territorio de un país se encuentra
repartido en manos privadas: «a los propietarios, como todos los demás hombres, les
gusta recoger donde no han sembrado, y demandan una renta, incluso por el producto
natural de la tierra». Esta es pagada por los agricultores a los propietarios en
contrapartida por el derecho a explotar la tierra, que es un recurso escaso y productivo.
No requiere ningún esfuerzo por parte de los propietarios.
Diferentes tipos de bienes hacen intervenir a estos elementos en proporciones diferentes
y tienen precios diferentes. Puesto que estos tres elementos se tienen en cuenta en el
precio de casi todos los bienes, existe en todas partes una remuneración media para cada
uno de ellos, es decir una serie de tasas medias o naturales. El precio natural de un bien
debe ser suficiente para pagar la renta, el trabajo y el beneficio que han sido necesarios
para su fabricación. El precio de mercado puede ser más o menos elevado que este
precio natural, en función de la oferta y la demanda, pero fluctúa alrededor de este
debido a la competencia. De hecho, un productor que no tiene en cuenta su interés
personal se encuentra enfrentado a sus concurrentes: si vende sus bienes demasiado
caros, pierde a sus clientes, si paga a sus empleados demasiado poco, pierde a estos. El
mercado competitivo se encarga así de la producción de los bienes demandados por el
público, al precio que este está dispuesto a pagar, y remunera a los productores en
función del éxito de su producción.
En algunos casos, sin embargo, se puede haber concedido un monopolio a un individuo
o compañía. Como no responde nunca a la demanda efectiva, el monopolista puede
vender constantemente por encima del precio natural y entonces obtener un beneficio
superior a la tasa natural. Por lo tanto, «el precio de monopolio es en todos los casos el
más alto que se puede marcar». Mientras que el precio natural es, al contrario, «el más
bajo por el que los vendedores puedan generalmente satisfacerse, con tal de poder al
mismo tiempo continuar con su negocio».
La parte de cada uno de los tres elementos de un precio varía según las circunstancias.
El nivel de los salarios viene determinado por el enfrentamiento de intereses de los
trabajadores y los empresarios:
Los obreros desean ganar el máximo posible, los dueños, dar el mínimo; los primeros
están dispuestos a llegar a un acuerdo para elevar los salarios, los segundos para
bajarlos.
Los empresarios tienen a menudo la ventaja en este conflicto. Apoyándose en la obra de
Richard Cantillon, Smith señala que existe un salario mínimo de facto: el salario de
subsistencia que permite a un asalariado mantener a duras penas a su familia. A veces
incluso, las circunstancias pueden favorecer a los asalariados: cuando los beneficios
aumentan, un propietario, un rentista o un capitalista puede mantener a nuevos
empleados, lo que hace que aumente la demanda de trabajo; incluso cuando un obrero
independiente contrata a empleados. El aumento de la riqueza nacional da lugar
entonces a un alza de los salarios del trabajo y los asalariados son los mejor pagados
allá dónde la riqueza aumenta más rápidamente. Smith lo ilustra con los ejemplos de las
colonias británicas de América del Norte, de la propia Gran Bretaña, de China y de la
India. Este aumento salarial es del todo deseable:
Ciertamente, no se puede valorar como feliz y próspera una sociedad donde la mayoría
de sus miembros están reducidos a la pobreza y la miseria. Lo justo, no obstante, exige
que aquellos que alimentan, visten y dan hogar a todo el cuerpo de la nación, tengan, en
el producto de su propio trabajo, una parte suficiente para poder alimentarse, vestirse y
encontrar vivienda por sí mismos.
El beneficio medio es prácticamente imposible de determinar debido a su gran
volatilidad entre sectores y de año en año. Smith propone acercarse al tema estudiando
el tipo de interés del dinero. En base a un estudio comparativo entre varios países y
varias épocas, concluye que «a medida que aumentan las riquezas de la industria y del
pueblo, el interés disminuye». Si la tasa de beneficio tiende a disminuir, y aumenta la
existencia de capital, la reducción de las tasas es compensada por un volumen de partida
más importante, puesto que «el dinero crea dinero». Asegura asimismo que «vale más
obtener un beneficio más pequeño con un capital grande, puesto que crecerá más
rápidamente, que no un capital pequeño con un beneficio grande».El equilibrio entre
ingresos del trabajo y del capital proviene de la competencia: «cada uno de los diversos
usos del trabajo y del capital, en un mismo lugar, ha de ofrecer necesariamente un
equilibrio entre ventajas y desventajas que establece o que tiende continuamente a
establecer una igualdad perfecta entre todos los usos. Si, en un mismo lugar, hubiera
cualquier uso que fuera evidentemente más o menos ventajoso que todos los demás,
mucha gente se llegaría a precipitar en un caso, o a abandonarlo en el otro, de forma que
sus ventajas se volverían muy rápidamente al nivel de aquellos otros usos». Por
ejemplo, si los consumidores deciden comprar más guantes y menos zapatos, el precio
de los guantes tiende a subir mientras que el de los zapatos tiende a bajar. Entonces, las
ganancias de los guanteros aumentan mientras que las de los zapateros disminuyen. En
consecuencia, el trabajo en el sector de la zapatería desaparecería, mientras que en el
sector de los guantes se incrementaría. Finalmente, la producción de guantes aumenta y
la producción de zapatos disminuye, con tal de ajustarse al nuevo equilibrio del
mercado. La asignación de la producción (y de los recursos) se ajusta de esta forma a
los nuevos deseos de la gente sin la menor planificación. Este equilibrio del mercado no
impide las desigualdades: para Smith, en una sociedad libre, las desigualdades en el
salario provienen de la dureza del trabajo o de su propiedad, de su facilidad de
aprendizaje, de su regularidad en la ocupación, de su estatus y de sus oportunidades de
éxito. De estas cinco fuentes de desigualdad, solo dos influencian sobre la tasa de
ganancia del capital: el atractivo y la garantía de recuperación de la inversión.
Distorsiones causadas por el Estado
Pero el Estado (la «policía de Europa») es capaz de causar desigualdades muy grandes:
restringiendo la competencia o provocándola más allá de su nivel natural, o bien,
oponiéndose a la libre circulación del trabajo y de los capitales entre diferentes usos y
lugares. Con respecto a la restricción de la competencia, Smith ataca particularmente al
corporativismo, que permite enriquecerse a los empresarios y a los comerciantes con
base en la acumulación de privilegios y restricciones. En definitiva, dependen de los
propietarios, de los agricultores y el resto de trabajadores del campo. Pone en guardia
particularmente contra los riesgos de colusión: «Ya es bien extraño que gente del mismo
oficio se encuentren reunidos, con tal de disfrutar o de distraerse, sin que la
conversación no acabe con alguna conspiración contra el público, o para hacer cualquier
maquinación para elevar los precios».
Por el contrario, con la asignación de pensiones, becas y plazas en los colegios y
seminarios, el Estado atrae hacia ciertas profesiones a mucha más gente de la que habría
si no existieran dichos incentivos. Smith cita a los curas de pueblo, tan numerosos a
causa de que su educación casi gratuita no puede ser retribuida por el parlamento. La
educación literaria aparece sin embargo como un beneficio limpio (una externalidad
positiva). Las leyes sobre el aprendizaje y la exclusividad de las corporaciones traban
más la libre circulación de las personas entre oficios que la de los capitales: «por esto un
rico comerciante encontrará más facilidades para obtener el privilegio de establecerse en
una ciudad de la corporación que un pobre artesano para obtener el permiso para
trabajar». En Inglaterra, las Poor Laws («Leyes de Pobres») prácticamente prohibían a
los pobres cambiarse de parroquia para encontrar un trabajo mejor, un «atentado
manifiesto contra la justicia y la libertad naturales». Finalmente, las leyes sobre los tipos
de salarios no tienen por objetivo remunerar a un obrero cualificado al mismo tipo que a
un obrero ordinario.
La renta y los ingresos
La renta o arrendamiento es el tercer y último elemento constitutivo de los precios. La
renta es un tipo de precio de monopolio, no vale el mínimo valor posible para el
propietario, pero en cambio sí que es el valor máximo posible para el agricultor.
Mientras que la rentabilidad del capital y del trabajo van al alza, la renta a la baja: Smith
sugiere que es determinado por la cantidad de tierras cultivadas, cantidad que es
determinada por el nivel de población. (David Ricardo ofrecerá un análisis mucho más
detallado en 1817). Depende pues de la calidad de la tierra, pero también de la tasa
media de rendimiento del trabajo y del capital. Se trata de un excedente: cuando
aumenta el precio de la tierra, el ingreso adicional es totalmente capturado por la renta.
Los salarios, el beneficio y la renta, constituyentes del precio, son igualmente los
constituyentes de los ingresos; se reencuentra esta identidad en la descomposición
moderna del producto interior bruto, donde la producción total es igual al ingreso total.
Las tres clases de la sociedad, cuyos ingresos comportan indirectamente los ingresos de
toda la población, son los propietarios, los agricultores y los capitalistas. El interés de
estas clases no coincide necesariamente con el interés común. Este es el caso de los
propietarios y los agricultores: lo que enriquece a la nación los enriquece de igual
manera a ellos. Con respecto a los capitalistas, si la expansión del mercado es
provechosa tanto para ellos como para el público, la restricción de la competencia es
provechosa solamente para ellos. Smith aboga por una mayor desconfianza de las
propuestas de los capitalistas:
Cualquier propuesta de una nueva ley o de un reglamento del comercio, que proviene de
esta clase de gente, debe ser siempre recibido con la mayor desconfianza, y no adoptarla
nunca hasta haberla sometido a un largo y serio examen, al que hace falta dedicar, no
digo solamente la más escrupulosa, sino la atención más cuidadosa. Esta propuesta
viene de una clase de gente cuyo interés no sabría nunca ser exactamente el mismo que
el de la sociedad, ya que tienen, en general, interés en engañar al público, e incluso en
oprimirlo y que, además, han hecho ya una y otra cosa en muchas ocasiones.
Capital fijo y capital circulante
El fondo acumulado (el conjunto de las posesiones) de una persona se divide en dos
partes: una sirve para el consumo inmediato (víveres, vestidos, muebles, etc.) y no
contribuye al ingreso, la otra puede usarse de tal forma que procure un ingreso a su
propietario. Smith separa esta segunda parte, denominada capital, en dos categorías. El
capital fijo genera un beneficio sin cambiar de manos, como por ejemplo la maquinaria.
Las mercancías de un negociante, en general todos los bienes que son vendidos a
cambio de un beneficio y reemplazados por otros bienes, constituyen el capital
circulante.
Esta división se traslada a la sociedad. Así, las viviendas entran en la categoría de
«consumo», tanto si están ocupadas por sus propietarios como si no (puesto que una
casa no puede producir nada por sí misma). Lo mismo ocurre con la ropa, aunque puede
alquilarse. Los ingresos que se obtienen de estos bienes «provienen siempre, en último
análisis, de otra fuente de ingresos». El capital fijo está constituido por máquinas,
edificios usados para la producción, mejoras aportadas a la tierra y aptitudes y
competencias adquiridas por todos los miembros de la sociedad (lo que se denomina
hoy capital humano). El capital circulante se compone de dinero, provisiones (alimentos
o materias primas) retenidas por los productores o comerciantes y productos acabados
pero todavía no vendidos. Todos los capitales fijos provienen en origen de los capitales
circulantes y necesitan el consumo de capitales circulantes para ser mantenidos.
Ingreso bruto, ingreso neto y el papel de la moneda
Smith hace una distinción entre ingreso bruto e ingreso neto: el ingreso bruto es la suma
de la producción de la tierra y del trabajo de un país, mientras que el neto deduce los
gastos de mantenimiento del capital fijo y de la parte del capital circulante constituido
en moneda. Se reencuentra esta distinción en los agregados modernos: producto interior
bruto y producto interior neto. El dinero por sí mismo no contribuye a la renta nacional:
«la gran rueda de la circulación es del todo diferente de las mercancías que hace
circular. La renta de la sociedad se compone únicamente de estas mercancías, y nunca
de la rueda que las pone en circulación». Esta concepción es radicalmente diferente de
la de los mercantilistas. El dinero es un medio de almacenamiento del valor y no es útil
al fin y al cabo, simplemente permite ser intercambiado por bienes consumibles. Smith
deduce la legitimidad de la moneda fiduciaria, que cuesta infinitamente menos de
fabricar que la moneda de plata o de oro. Esta conclusión se sostiene en un estudio de
los sistemas bancarios de Inglaterra y de Escocia, donde Smith evoca igualmente al
sistema de Law.
Trabajo productivo, trabajo no productivo y acumulación del capital
Para Smith, el trabajo productivo es aquel que contribuye a la realización de un bien
comercial (como el trabajo del obrero), mientras que el trabajo improductivo no añade
nada al valor (como es el trabajo del criado, donde los servicios «mueren en el mismo
instante en que se prestan».) Esta distinción es a menudo utilizada en economía. No
sobreentiende que el trabajo improductivo es inútil o deshonroso, pero dice que su
resultado no se puede conservar y no contribuye pues al fondo económico para el año
siguiente.
Los trabajadores productivos son remunerados a partir de un capital, mientras que los
trabajadores improductivos son remunerados a partir de un ingreso (renta o beneficio).
A medida que una economía se desarrolla, su capital aumenta y la parte necesaria por el
mantenimiento del capital aumenta también.
Los capitales aumentan de hecho con la moderación «la causa inmediata del aumento
del capital es la economía y no la industria», motivado por el esfuerzo constante,
uniforme e ininterrumpido de todo individuo con tal de mejorar su suerte. Dedicando
más fondos al trabajo productivo, el capital de un hombre ahorrador pone en marcha
una producción adicional (en términos modernos, el ahorro es igual a la inversión). Así,
lo que es ahorrado es igualmente consumido, pero por otros: por los trabajadores
productivos en lugar de los trabajadores improductivos o de los no trabajadores, que
reproducen el valor de su consumo, más una parte de beneficio. A la inversa, el
malgastador desgasta su capital y disminuye la masa de los fondos disponibles para el
trabajo productivo, lo que disminuye el ingreso nacional, incluso si no consume más
que bienes nacionales.
La única manera de aumentar la producción de la tierra y del trabajo es aumentar, bien
el número de trabajadores productivos, bien la productividad de estos. Esto requiere un
capital suplementario, ya sea para pagar a los nuevos trabajadores, o para facilitarles
nuevas máquinas o mejorar la división del trabajo.
Un país que tenga un exceso de improductivos («una corte numerosa y brillante, una
gran institución eclesiástica, grandes flotas y grandes ejércitos»), invertirá en ellos una
parte excesivamente grande de sus ingresos y quedará sin los suficientes para mantener
el trabajo productivo a su nivel, lo que provoca una disminución del ingreso nacional
año tras año.
Del mismo modo, si la demanda de trabajo aumenta, los salarios se elevan por encima
del nivel de subsistencia; a largo plazo esto provoca un aumento de la población y de la
demanda de alimentos, lo que empuja al poder adquisitivo en la dirección del nivel de
subsistencia. Aun así nunca vuelve tanto a este nivel, por lo que la acumulación de
capitales continúa persiguiéndose, lo cual permite a la sociedad entera mejorar su suerte.
Esta mejora es del todo deseable para Smith:
Esta mejora sobrevenida en las clases populares más bajas, ¿debe ser vista como una
ventaja o un inconveniente para la sociedad? A primera vista, la respuesta parece
extremadamente simple. Las criadas, los obreros y artesanos de toda clase componen la
mayoría de toda sociedad política. O, ¿nunca se puede percibir como una desventaja
para el todo aquello que mejora la suerte de la mayoría? Seguramente, no se ha de ver
como feliz y próspera una sociedad donde la mayoría de sus miembros están reducidos a
la pobreza y la miseria. La única equidad, por otro lado, exige que aquellos que
alimentan, visten y conforman todo el cuerpo de la nación, tengan, en el producto de su
propio trabajo, una parte suficiente para estar ellos mismos aceptablemente alimentados,
vestidos y alojados.
Smith describe así un círculo virtuoso, espoleado por la acumulación de capital, que
permite al pueblo entero aumentar su nivel de vida.
El interés
En un préstamo, lo que quiere el prestatario no es el dinero en sí mismo, sino el poder
de compra de este dinero; así el prestamista le concede el derecho a una parte del
producto de la tierra y el trabajo de un país. Cuando el capital total de un país aumenta,
la parte disponible para prestar aumenta igualmente y el tipo de interés disminuye. Esto
no es un simple efecto de escala, pero la consecuencia del aumento del capital hace cada
vez más difícil obtener un rendimiento en el interior del país. En consecuencia, las
diferentes formas de capital entran en concurrencia y su remuneración disminuye; su
rendimiento disminuye por la misma causa y este rendimiento no es otro que el tipo de
interés.
Según Smith, John Law, John Locke y Montesquieu cometieron un error habitual
suponiendo que la bajada del valor de los metales preciosos tras el descubrimiento de
las minas de América, había sido la causa de la caída generalizada de los tipos de interés
en Europa. Un viejo ejemplo de ilusión monetaria.
En algunos países, la ley prohíbe el interés. Estas medidas no sirven de nada:
La experiencia ha hecho ver que estas leyes, en lugar de prevenir el daño de la usura, no
hacían más que aumentarlo; el deudor estando entonces obligado a pagar, no sólo por el
uso del dinero, sino todavía más por el riesgo que corre el acreedor al aceptar una
indemnización que es el precio del uso de su dinero. El deudor se ve obligado, por
decirlo de alguna manera, a asegurar a su acreedor contra las sanciones por usura.
Smith preconiza que la tasa de usura tiene que ser ligeramente superior a las tasas más
bajas usadas, lo que permite favorecer a los mejores prestatarios sin por eso disuadir al
resto.
Los usos del capital y el sistema económico de Smith
Smith distingue cuatro usos del capital: suministrar directamente un producto en bruto,
transformar un producto bruto en acabado, transportar un producto en bruto o acabado
allí donde sea demandado y dividir un producto en pequeñas partes adaptadas a las
necesidades diarias de los consumidores. El primer uso corresponde al sector primario
moderno, el segundo al sector secundario y los otros dos pertenecen al sector terciario.
La cantidad de trabajo implementada para una cantidad dada de capital depende
fuertemente del sector de actividad. Es en la agricultura donde el capital es el más
productivo: sirve no sólo al trabajo del granjero, sino también en el de «sus criados de
granja, (...) sus bestias de trabajo y de acarreo que hacen que tantos obreros sean
productivos». La ganancia del granjero permite no sólo la reproducción del capital, sino
también la de la renta. Vienen después, por orden decreciente, las manufacturas, el
comercio al por mayor (interior y después internacional) y al final el comercio al por
menor. Smith atribuye por otra parte, el rápido crecimiento de las colonias de América a
la fuerte proporción de capital que han dedicado a la agricultura.
Cada una de estas ramas no es solamente ventajosa, sino también «necesaria e
indispensable, cuando está naturalmente dirigida por el curso de las cosas, sin trabas y
sin restricciones».
En el caso del comercio internacional, un país debe exportar su excedente de producción
no consumido por la demanda interior, con el fin de cambiarlo por cualquier cosa que le
sea demandada. Un país que alcanza una cantidad significativa de capital suficiente para
satisfacer la demanda interna, utiliza el excedente para satisfacer la demanda de otros
países: una marina mercante importante es así símbolo de un país rico.
A lo largo de su exposición sobre los usos del capital, Smith explica la razón principal
de la prosperidad reciente de Inglaterra:
Sin embargo, aunque los excesos del gobierno hayan podido retrasar, sin duda, el
progreso natural de Inglaterra hacia la mejora y la opulencia, no obstante no han podido
pararlo. El producto anual de las tierras y del trabajo, es hoy indudablemente mucho
mayor que el que había en la época de la restauración, o al de la revolución. Hace falta
pues, en consecuencia, que el capital que sirve anualmente para cultivar las tierras y
mantener este trabajo sea también el mayor posible. A pesar de todas las contribuciones
excesivas exigidas por el gobierno, este capital ha crecido insensiblemente y en silencio
por la economía privada y la sabia conducta de los particulares, por este esfuerzo
universal, constante y no interrumpido de cada uno de ellos con el fin de mejorar su
suerte individual. Es este esfuerzo que sin cesar actúa bajo la protección de la ley, y que
la libertad deja ejercitarlo en todos los sentidos, como crea conveniente; es el que ha
sostenido el progreso de Inglaterra hacia la mejora y la opulencia, en casi todos los
momentos, en el pasado, y que se espera que hará en el futuro.
Esta explicación y la recomendación adjunta ilustran el sistema intelectual de La riqueza
de las naciones. Por una parte, Smith describe un sistema económico sobre una base
empírica sólida; por otra parte describe un sistema analítico que explica las relaciones
entre los diferentes componentes del sistema económico. En esta ocasión, ofrece un
cierto número de recomendaciones políticas, que tienen una resonancia considerable en
Inglaterra y después en Occidente. Estas recomendaciones eclipsan a menudo el
cimiento intelectual que las sostiene, pero explican la inmensa popularidad del libro tras
su aparición.
Las recomendaciones de Smith son realistas. Contrariamente a François Quesnay, quien
exige un sistema de «libertad perfecta y justicia perfecta» para intentar las reformas,
Smith destaca que «si una nación no pudiera prosperar sin el disfrute de una libertad
perfecta y de una perfecta justicia, no habría en el mundo una sola nación que hubiera
podido prosperar». En cambio, el individuo es capaz «de conducir a la sociedad a la
prosperidad y a la opulencia, pero (...) todavía tiene que superar los mil obstáculos
absurdos que la tontería de las leyes humanas a menudo sitúa en su camino».
Smith no preconiza tampoco un abandono total de la esfera económica por el gobierno:
en muchos casos, puede ser beneficioso, incluso necesario, reglamentar la actividad.
Recomienda así la reglamentación del tipo de interés con la finalidad de no penalizar a
los emprendedores serios y controlar la emisión de moneda. Es favorable a los
impuestos sobre el alcohol en función de su graduación, una de las más antiguas
propuestas de impuesto pigouviano. Más generalmente, admite que «el ejercicio de la
libertad natural de cualquier individuo, que podría comprometer la seguridad general de
la sociedad, es y tiene que ser restringida por las leyes, en cualquier posible gobierno,
tanto en el más libre como en el más despótico».
La regulación del comercio y la ventaja absoluta
Smith se había opuesto ya a los monopolios en el libro I. En el libro IV, estudia en
detalle el sistema mercantilista británico y sus efectos perversos. Estos eran
particularmente visibles en las colonias de América del Norte, donde la rebelión
acababa de empezar.
Para él, la motivación del comercio internacional, como de cualquier comercio, es
aprovecharse de la división del trabajo. Así, «la máxima de cualquier cabeza de familia
prudente es la de no intentar hacer en su casa aquello que le costará menos comprándolo
hecho. El sastre no intenta hacer los zapatos, sino que se los compra al zapatero; el
zapatero no intenta hacer sus vestidos, sino que recurre al sastre; el granjero no intenta
hacer ninguna de las dos tareas, sino que se dirige a los dos artesanos y les da trabajo».
El mismo principio de ventaja absoluta se aplica entre países: «aquello que es prudencia
en la conducta de cada familia en particular, no puede ser una insensatez en un gran
imperio. Si un país extranjero nos puede facilitar una mercancía con un trato mejor que
nosotros mismos estamos en condiciones de fijarnos, vale más que le compremos con
cualquier tipo de producto de nuestra propia industria, empleado de manera que nos
aporte alguna ventaja». La ventaja absoluta de un país puede ser natural (clima) o
adquirida (conocimiento), lo que nos lleva a la conclusión: «en tanto que uno de los
países tendrá ventajas que le faltarán al otro, le será más ventajoso para este último
comprar al primero, que no fabricarlo él mismo».
Smith se opone en virtud de este principio a cualquier política de control o restricción
del comercio, cuyo efecto no hace más que disminuir la importancia del mercado
potencial, lo que limita la extensión de la división del trabajo y por lo tanto la renta
nacional. Las medidas mercantilistas dirigidas a proteger la industria no aumentan el
ingreso total, sino que desvían una parte de su uso natural:
La industria general de la sociedad nunca puede ir más allá de aquello en que puede
emplear el capital de la propia sociedad. (...) No hay ningún reglamento de comercio
que sea capaz de aumentar la industria de un país más allá de lo que el capital de este
país puede mantener; todo lo que puede hacer, es que una parte de esta industria tome
otro camino distinto del que habría tomado sin aquel y no es seguro que esta dirección
artificial prometa ser más ventajosa para la sociedad que la que hubiese tomado la
industria voluntariamente.
El sistema de libertad natural preconizado por Smith se aplica igualmente en las
relaciones comerciales con los extranjeros, donde el interés personal se manifiesta con
más fuerza. Así, en uno de los pasajes más célebres de la historia del pensamiento
económico, explica:
El ingreso anual de toda sociedad es siempre precisamente igual al valor intercambiable
de todo el producto anual de su industria, o más bien es precisamente la misma cosa que
este valor de intercambio. En consecuencia, ya que cada individuo trata, al máximo
posible; primero emplear su capital para hacer valer la industria nacional; y segundo
dirigir esta industria de manera que haga producir el mayor valor posible, cada
individuo trabaja necesariamente para devolver el mayor ingreso anual posible de la
sociedad. En verdad, su intención, en general, no es la de servir al interés público, ya
que él mismo no sabe hasta qué punto puede ser útil a la sociedad. Prefiriendo el éxito
de la industria nacional al de la industria extranjera, no piensa más que en darse
personalmente una mayor seguridad; y dirigiendo esta industria de manera que su
producto tenga el máximo valor posible, no piensa más que en su propia ganancia; en
aquello, como en muchos de otros casos, es guiado por una mano invisible hacia el
cumplimiento de un fin que nunca ha estado en sus intenciones; y no es siempre lo peor
para la sociedad que esta finalidad no entre en sus intenciones. Buscando sólo su interés
personal, trabaja a menudo de una manera mucho más eficaz para el interés de la
sociedad, que si se lo hubiera puesto como objetivo de su trabajo.
La imagen de la mano invisible no es utilizada más que en esta ocasión en La riqueza de
las naciones, y Smith no hizo ciertamente una regla absoluta, garantizada por las reglas
empíricas o metafísicas. Representa las fuerzas sociales y no la providencia.
Las cuatro etapas del desarrollo económico
La riqueza de las naciones presenta un modelo de desarrollo económico en cuatro
etapas, caracterizadas por su modo de subsistencia:
 los pueblos cazadores,
 los pueblos pastores,
 las naciones agrícolas o feudales,
 las naciones comerciantes.
La organización social se desarrolla en cada época y permite a su vez un desarrollo
económico renovado. Permite también un aumentado refinamiento en el arte de la
guerra. Con los cazadores y los pastores, toda la tribu puede ir a la guerra; en las
naciones agrícolas o feudales una parte de la población tiene que quedarse para cultivar
la tierra (en la época romana, los soldados retornaban para hacer la cosecha y
posteriormente sólo los granjeros se quedaban para alimentar al conjunto de la
población). En una sociedad civilizada, «los soldados eran mantenidos completamente
por el trabajo de los que no eran soldados, el número de los primeros no puede ser
superior de los que están en situación de mantenerlos».
Las instituciones se desarrollan en cada nueva etapa, sobre todo a consecuencia de la
aparición de los derechos de propiedad, que tienen que ser defendidos. La tercera etapa
establece un lugar de intercambio mutuamente beneficioso entre las ciudades y el
campo, que prefigura el beneficio del comercio internacional, Smith admite sin embargo
que los beneficios son repartidos de forma desigual. El sistema de libertad natural
corresponde a las instituciones necesarias para la cuarta etapa.
Karl Marx utiliza un modelo similar, aunque con algunas particularidades, en El capital,
donde las etapas corresponden a modos de producción diferentes y donde la fase
contemporánea está caracterizada por el antagonismo entre el capitalista y el trabajador.
La responsabilidad del soberano
Smith no esconde la mala opinión que tiene de soberanos y príncipes. Son costosos,
propicios a la vanidad, frívolos e improductivos. Recortan el valor de la moneda e
intentan proyectos mercantilistas que encallan habitualmente. En el libro V, Smith los
confina a un rol bastante más modesto:
 proteger a la sociedad contra toda violencia interior o exterior,
 proteger a todos los miembros de la sociedad de la injusticia o la opresión
causada por uno de sus miembros,
 proporcionar infraestructuras e instituciones públicas, que son beneficiosas para
la sociedad, pero que un empresario privado no puede financiar por sí mismo.
La defensa nacional no autoriza las «aventuras» militares de los grandes imperios, que
Smith lamenta. Para él, las guerras contemporáneas tienen todas causas y efectos
comerciales. Así, la Guerra de los Siete Años tiene su origen en los monopolios
concedidos al comercio colonial.
El ejercicio y la financiación de la justicia son una responsabilidad bastante importante
para Smith. La justicia está íntimamente implicada en las disputas sobre los derechos de
propiedad y las relaciones económicas. A menudo, la defensa de la propiedad no es
justa por sí misma: «el gobierno civil, en tanto que tiene por objeto la seguridad de las
propiedades, es, en la realidad, instituido para defender a los ricos de los pobres, o bien,
a aquellos que tienen propiedades frente a los que no tienen». Pero en un país donde la
administración de justicia es relativamente imparcial, esta protege la propiedad de
todos, incluyendo a los pobres.
El suministro de bienes públicos es la tercera función indispensable del gobierno. Smith
distingue claramente las políticas mercantilistas de ayuda a los sectores definidos (que
aprovechan a los comerciantes de estos sectores en detrimento del resto de la
población), que son de hecho las que ponen trabas al crecimiento, de las que están en
condiciones de aumentar la renta nacional. De entre estas, distingue incluso las
infraestructuras rentables (que pueden ser financiadas con el pago por su uso) de
aquellas, generalmente útiles pero no directamente rentables, que el gobierno tiene que
financiar. Además de infraestructuras físicas, esta categoría comprende los gastos
institucionales como la educación pública.
Con respecto a los ingresos públicos, Smith recomienda que los individuos paguen un
impuesto proporcional a sus ingresos, sin elementos arbitrarios, de la manera más
cómoda para ellos y con un coste mínimo. Relaciona en esta ocasión un inventario de
impuestos absurdos o arbitrarios recaudados en Gran Bretaña. Es igualmente favorable a
la idea de que los productos de lujo sean más fuertemente grabados que los otros, con la
finalidad de animar a la austeridad, lo que permite el crecimiento de la renta nacional.
Finalmente, Smith advierte contra el uso de la deuda pública como instrumento de
financiación, a causa de su carácter pernicioso. El préstamo sitúa al soberano a
resguardo de un alza impopular de los impuestos para financiar el esfuerzo que supone
una guerra y, sobre todo, si no se despliega sobre el suelo del país:
La mayoría de la gente que vive en la capital y en las provincias alejadas del escenario
de operaciones militares no perciben casi ningún inconveniente por la guerra, pero
disfrutan, en su comodidad, del entretenimiento de leer en las gacetas las proezas de sus
flotas y de sus ejércitos. (...) Ven ordinariamente con disgusto el retorno de la paz, que
pone fin a sus entretenimientos, y, también, a mil esperanzas quiméricas de conquista y
gloria nacional que se fundamentaban sobre la continuación de la guerra.
El aumento resultante de la deuda pública no dejará de tener consecuencias molestas;
ante lo que Smith afirma: «el incremento de deudas enormes aplasta el presente en todas
las grandes naciones de Europa, y probablemente las arruinará a todas a la larga».
La riqueza de las naciones no tiene una conclusión real de conjunto: el último pasaje
recuerda el endeudamiento considerable de Gran Bretaña causado por su aventura
colonial: «ya hace más de un siglo cumplido que los que dirigían Gran Bretaña habían
entretenido al pueblo con la idea imaginaria de que poseían un gran imperio en la costa
occidental del Atlántico (...) proyecto que ha costado gastos enormes, que continúa
costando todavía, y que amenaza con costarnos cifras semejantes en el futuro». Propone
la liberación de estas costosas colonias de América del Norte, y acaba con: «ya es hora
de que, de ahora en adelante, se las arregle para adaptar sus puntos de vista y sus
designios, conforme a la mediocridad real de su fortuna ».
Influencia de La riqueza de las naciones
Influencia inmediata
La primera edición se publicó en Londres el 9 de marzo de 1776 por Strahan y Cadell,
en dos tomos, y a un precio de 1,16 libras. David Hume, Samuel Johnson y Edward
Gibbon elogiaron la obra, que se agotó en seis meses. En vida de Smith fueron
publicadas cuatro nuevas ediciones (1778, 1784, 1786, 1789), de aproximadamente
5000 ejemplares. Durante este tiempo se imprimieron las traducciones al danés (1779-
1780), francés (1778-1779, 1781) y alemán (1776-1778).
El libro tuvo una influencia fundamental sobre la política económica del Reino de Gran
Bretaña. Desde 1777, Lord North adopta dos tasas «smithianas»: una sobre las criadas y
otra sobre los bienes vendidos en subasta. El presupuesto de 1778 contenía una tasa
sobre la vivienda y una sobre la malta. Los políticos solicitaron rápidamente la opinión
de Smith sobre asuntos de actualidad, como la cuestión irlandesa. En 1784, Charles
James Fox le citó oficialmente por primera vez en el Parlamento. El primer ministro
William Pitt (el joven) aplicó los principios de Smith en el tratado Eden-Rayneval de
libre cambio firmado con Francia en 1786, y lo utiliza para la elaboración de sus
presupuestos. El Acta de Unión con Irlanda deriva también de esta influencia; Pitt
estaba deseoso de «liberar a Irlanda de su sistema caduco de prohibiciones».
En Francia, la primera mención a La riqueza de las naciones fue una crítica en el
Journal des sçavans, aparecida en 1777. La primera traducción fue publicada en La
Haya en 1778-1779 y su autor, «M. . . .», es desconocido. Se puede tratar del abad
Blavet, que publicó una traducción diferente por episodios semanales en el Journal de
l'agriculture, du commerce, des arts et des finances entre enero de 1779 y diciembre de
1780, después en una edición en seis volúmenes en Yverdon-les-Bains en 1781 y una de
tres volúmenes en París el mismo año. Esta traducción es considerada mediocre, pero
era reconocida por Smith. Jean-Antoine Roucher publicó otra traducción, sin gran
mérito, en 1790.[62] El conde Germain Garnier publicó una traducción mejor en 1802,
una versión de la cual fue revisada por Adolphe Blanqui en 1843. Sin embargo, las
ideas de Smith calaron escasamente en Francia, hasta que fueron retomadas y
desarrolladas por Jean-Baptiste Say, empezando por su Tratado de economía política de
1803. Napoleón Bonaparte, que leyó La riqueza de las naciones en la Escuela militar,
pudo inspirarse en ella para formar sus ideas económicas: moneda fuerte, tipo de interés
estable, control del gasto público, rechazo del recurso a la deuda salvo casos de urgencia
y abandono de toda participación directa del Estado en el comercio; sin embargo, esta
tesis no ha sido probada.
La primera traducción completa al castellano fue obra de José Alonso Ortiz, quien
consiguió publicarla en 1794 tras superar las trabas establecidas por la Inquisición
española. Habían transcurrido ya dieciocho años desde que Smith publicara el original y
solamente se contaba con traducciones parciales de La riqueza de las naciones, siendo la
de mayor importancia la de Carlos Martínez de Irujo y Tacón. Es evidente la influencia
que ejerció Smith sobre los ilustrados españoles, entre los que destaca Jovellanos; y la
élite colonial que aspiraba a la independencia.
Divulgación y desviaciones
Entre los promotores más ardientes de la obra de Smith figuran aquellos hacia los que él
mismo tenía una mayor desconfianza: los comerciantes y los capitalistas. Según
Thomas Sowell, nadie ha formulado al respecto denuncias más mordaces que Smith, ni
el mismo Karl Marx. Smith no favorece a ninguna clase en La riqueza de las naciones,
pero muestra una gran simpatía por los pobres y los consumidores. Su mensaje de fe en
los principios del mercado se desvía hacia una apología del Laissez faire, (aunque Smith
no utiliza nunca este término) y una hostilidad dogmática a toda intervención pública
con el objetivo de promover el bienestar general. Smith se opone totalmente al principio
de una manipulación estatal en el mecanismo del mercado (oposición a la que admite
excepciones), pero nunca se enfrenta en su vida al problema del Estado del bienestar, y
su claro efecto sobre este mecanismo: la idea de que la acción pública pueda superar las
Poor Laws y que el proletariado pueda tener voz en las deliberaciones públicas es
todavía absurda en su época.
La riqueza de las naciones en la historia del pensamiento económico
En la historia del pensamiento económico, La riqueza de las naciones es una obra
revolucionaria: asesta un golpe letal a las teorías premodernas, el mercantilismo y la
fisiocracia, y vale a su autor el título (raramente discutido) de «padre de la economía
política». Se encuentran los gérmenes de muchas diversas teorías ulteriores, como la ley
de Say, la teoría ricardiana de la renta agrícola, o la ley de la población de Thomas
Malthus; los economistas rivales del siglo XIX lo citan para apoyar a sus respectivas
posiciones. Más de un siglo después, uno de los grandes de la escuela neoclásica, Alfred
Marshall, declara al respecto de su propia obra: «todo está ya en Smith».
Determinadas nociones de Smith como el valor trabajo, desarrollado por la escuela
clásica, se mantienen dominantes durante el siglo siguiente, hasta la «revolución
marginalista» de los años 1870. La idea de un valor trabajo objetivo es por otra parte un
punto de desacuerdo fundamental entre neoclásicos y marxistas, estos últimos siguiendo
a Smith y David Ricardo y negándose a reconocer el valor que puede ser construido en
la elección subjetiva individual.
Mientras tanto, Smith subestimó sobradamente la importancia de la Revolución
Industrial que se iniciaba ante sus propios ojos, y su análisis de la sociedad británica fue
rápidamente superado por los acontecimientos: las fábricas aparecieron y señalaron el
camino a una «quinta edad», la del capitalismo.
Críticas
Uno de los primeros críticos con La riqueza de las naciones es el filósofo Jeremy
Bentham, quien en Defensa de la usura (Defense of Usury) ataca las recomendaciones
de Smith sobre la limitación de los tipos de interés y propone una teoría distinta del
crecimiento, basada en el rol de los innovadores. Jean-Baptiste Say y más tarde Joseph
Schumpeter retomaron y desarrollaron esta teoría.
Las predicciones sobre el crecimiento regular de los salarios empujado por la
acumulación de capital son desmentidas poco después de su muerte por los bruscos
aumentos de los precios alimenticios, entre 1794-1795 y entre 1800-1801. Las penurias
y los levantamientos condujeron a Thomas Malthus a escribir su Ensayo sobre el
principio de la población (1798), donde expresa sus dudas sobre la posibilidad de
procurar confort material a la mayoría de la población. El filósofo y amigo de Smith,
Edmund Burke, ofrece una predicción todavía más pesimista en Pensamientos y detalles
sobre la escasez (Thoughts and Details on Scarcity) (1795).
Las tesis de Smith sobre las ganancias mutuas generadas por el comercio internacional
fueron retomadas y extendidas por David Ricardo en Los principios de la economía
política y tributación (1817). Más adelante, los críticos de Smith insistieron en el
idealismo de sus hipótesis, y favorecen las soluciones proteccionistas «adaptadas al
mundo real». En 1791, en su Informe sobre las manufacturas, Alexander Hamilton
recomienda a los Estados Unidos que no se especialicen en la agricultura, sino que
establezcan barreras aduaneras con el fin de permitir el desarrollo de una industria
nacional que pudiese competir con lo europeos. Friedrich List expuso este método en
1827 y después lo generaliza en 1841 con Sistema nacional de economía política, y
John Stuart Mill realizó una doctrina económica rigurosa en Principios de economía
política (1848).
Las críticas de los autores socialistas del siglo XIX culminaron en el tomo II de El
capital, de Karl Marx. Según él, las contradicciones cíclicas inevitables del capital,
comportan una superabundancia de trabajadores en el mercado de trabajo, lo que lleva
sistemáticamente su salario a los ingresos de subsistencia. De la misma manera que
Smith bautizó al «sistema mercantil» para denunciarlo, Marx bautiza y condena el
«sistema capitalista».
David Ricardo
David Ricardo (Londres, 19 de diciembre de 1772 - ídem 11 de octubre de 1823) fue
un economista inglés de origen sefardí-portugués, miembro de la corriente de
pensamiento clásico económico, y uno de los más influyentes junto a Adam Smith y
Thomas Malthus. Continuó y profundizó el análisis del circuito de producción de la
república, cuyo origen se remonta a Quesnay y al fisiocratismo. Es considerado uno de
los pioneros de la macroeconomía moderna por su análisis de la relación entre
beneficios, uno de los que haría que el proceso terminara. Sería el padre Gustav del
razonamiento que daría lugar a la Ley de los rendimientos decrecientes y uno de los
principales progresistas de la Teoría cuantitativa del dinero. Por ello, es malo el tratado
que firmó David Ricardo por familias de pensamiento económico muy diferentes, desde
los neoclásicos a los marxistas ingleses.
También fue un hombre de negocios, especulador exitoso, agente de cambio y diputado;
logrando amasar una considerable fortuna.
Biografía
David Ricardo era el tercero de diecisiete hijos de una familia sefardí judía que emigró
de Holanda a Inglaterra antes de su nacimiento. Empezó a trabajar a los catorce años, en
la London Stock Exchange (Bolsa de Londres), como empleado de su padre. En 1793 se
casó fuera de la fe judía y las relaciones con su familia se volvieron más tirantes, por lo
que Ricardo decidió establecerse por su cuenta. Especializado en la negociación de
valores públicos, prosperando bastante rápido y para 1815 había amasado una fortuna
considerable. Después de haber adquirido su fortuna en la Bolsa de Londres, se
convirtió en terrateniente. En 1819 fue elegido miembro del Parlamento; retuvo el cargo
hasta su muerte. En la Cámara de los Comunes sus opiniones gozaban de autoridad, y se
ha dicho de él que fue el primero en educar a la Cámara en el análisis económico. Se
retiró de los negocios lo que le permitió dedicarse a trabajos intelectuales desde muy
joven. Su interés por los problemas de la teoría económica se desarrolló hacia la mitad
de su vida. Su primer contacto con el tema parece datar de 1799 cuando leyó a Adam
Smith. En 1809 aparecieron publicadas sus primeras opiniones sobre economía en
forma de cartas a la prensa firmadas por "R" en relación con la devaluación de la
moneda.
Obra económica
Su obra más importante, Principios de economía política y tributación, apareció en
1817, constituye la exposición más madura y precisa de la economía clásica; en el
prefacio afirma que "el principal problema de la economía política es determinar las
leyes que regulan la distribución". Con ese fin desarrolló una teoría del valor y una
teoría de la distribución. Escribió también gran número de ensayos, cartas y notas que
contienen aportaciones de importancia. Sin embargo, sus escritos resultan tan
condensados y complejos que muchos lectores encuentran mejor expuestas sus ideas en
los trabajos de Jean-Baptiste Say, Thomas Malthus y John Ramsay McCulloch. Este
economista, cuya labor es particularmente importante por el lugar destacado en que
colocó al problema del valor, especialmente al poner de manifiesto con claridad que los
problemas de la distribución dependen de la teoría del valor = los bienes depende de los
costes de producción; defendió la libre circulación de los productos agrícolas y enunció
la ley de "bronce de los salarios", según la cual "el salario se reduce a lo estrictamente
necesario que permita al obrero subsistir y reproducirse", si el salario sube más de lo
estrictamente necesario, la población aumentará y al haber mayor oferta de trabajo, los
salarios bajarán, por el contrario si los salarios son inferiores a lo estrictamente
necesario la población disminuirá, provocando con ello una escasez de mano de obra y
por consiguiente un aumento en los salarios. Esta teoría influyó en Marx para afirmar
que el obrero nunca disfrutaría de los beneficios del capitalismo.
Ideas económicas
Dedicó una atención especial a la teoría del valor, Consideró que el valor de cambio de
las mercancías, venía determinado por la cantidad de trabajo necesaria para su
producción, que Adam Smith lo consideró exacto en las sociedades primitivas, pero no
en aquellas en donde la producción de los bienes requería a su vez capital y trabajo. Con
respecto al valor del trabajo (salario), Ricardo consideró igualmente que vendría por el
número de horas destinadas a la producción de los bienes de subsistencia, que
permitiera mantener al trabajador y a su familiar. Este salario natural, podía coincidir, o
no, con el determinado por el mercado a través de la oferta y demanda de trabajo, pero
oscilaría en torno a él, cosa que explicó basándose en la teoría de la población de
Malthus. De tal forma que si ambos salario no coinciden, se producirán movimientos de
crecimiento o descenso de la población, según que el salario de mercado sea superior o
inferior al natural, manteniéndose por tanto entre ellos una tendencia de equilibrio.
Renta de la tierra
Ricardo dedicó también gran atención al tema de la renta de la tierra. En esa época en
Inglaterra, los propietarios no explotaban directamente sus tierras, en la mayoría de las
ocasiones sino que las arrendaban.
La tesis que mantiene es que la renta de la tierra es debida a la diferente fertilidad de la
misma y a la ley de los rendimientos decrecientes. Según Ricardo cuando la población
es baja con respecto a las tierras disponibles, solo serán cultivadas las mejores, no
existiendo por tanto renta, ya que nadie estaría dispuesto a pagarla mientras existan
otras igualmente buenas y no ocupadas. Lo mismo sucedería de no existir la ley de los
rendimientos decrecientes, ya que si al aplicar mayor cantidad de trabajo y capital a una
misma tierra, se obtiene de ella rendimientos proporcionales, solo se cultivarían las más
fértiles y por lo tanto no habría renta.
Comercio internacional
La ventaja comparativa: Entre sus aportaciones destaca especialmente la teoría de la
ventaja comparativa, que defiende las ventajas del comercio internacional y - en esencia
- es una ampliación de la división del trabajo propuesta por Adam Smith y opuesta a las
teorías proteccionistas (que defendían la producción del propio país y evitaban el
comercio con el exterior).

Thomas Malthus
Thomas Robert Malthus (14 de febrero de 1766 - Bath, 29 de diciembre de 1834) fue un
clérigo anglicano y erudito británico con gran influencia en la economía política y la
demografía. Miembro, desde 1819, de la Royal Society. Popularizó la teoría de la renta
económica y es célebre por la publicación anónima en 1798 del libro Ensayo sobre el
principio de la población (An Essay on the Principle of Population).
Está considerado como uno de los primeros demógrafos. Anteriores a Malthus fueron
Johann Peter Süssmilch (1707-1767), a quien Malthus menciona en su libro, y John
Graunt (1620-1674).
Contextos
El pensamiento teórico y panfletario que aparece en la primera edición anónima de
Ensayo sobre el principio de la población hay que ubicarlo en al menos cuatro
coordenadas en las que Malthus se encontraba:
 Representante de la economia clásica, amigo de David Ricardo con quien
polemiza, influenciado por Jean Charles Léonard de Sismondi.
 Refutación de la Ilustración y su idea de progreso, rechazo de la idea de
perfectibilidad del hombre, puesta en cuestión, para el propio Malthus, por la
locura de la Revolución francesa y, por tanto, refutación del optimismo de
pensadores del Siglo XVIII como William Godwin (Enquiry Concerning Political
Justice), Nicolas de Condorcet (l'Esquisse d'un tableau historique des progrés d
l'esprit humain) y Jean-Jacques Rousseau, quienes creían en la evolución futura
de la razón, de la ciencia, de la técnica y de la capacidad ilimitada de mejora de la
sociedad, compuesta por hombres buenos y libres unidos bajo con contrato social.
Malthus.
 Imposición divina de la virtud que imposibilita cualquier cambio de la naturaleza
humana, y que Malthus observaba en el peligro del crecimiento de la población
opuesto al progreso sin fin hacia una sociedad utópica por las limitaciones
productivas de la tierra. Para Malthus El poder de la población es
indefinidamente más grande que el poder de la tierra para garantizar la
subsistencia del hombre.
 Inglaterra a finales del siglo XVIII que presentaba un sombrío cuadro: gran
crecimiento demográfico (Gregory King da una cifra de 5 millones en 1700 y de
9,2 millones en 1801) causado, entre otras razones, por la revolución industrial,
junto a problemas en la producción de alimentos, motivados por los vallados de
los open fields, la subida de precios y la existencia de las leyes de pobres inglesas
(Poor Laws) que, para Malthus y otros, promovía la procreación irresponsable.
Ensayo sobre el principio de la población
Fueron seis las ediciones de su Ensayo sobre el Principio de la Población, la primera en
1798 como anónimo, la segunda, ya con su nombre en 1803 y la última en 1826. La
primera edición era puramente teórica y panfletaria, no argumentaba ni documentaba
muchos de los postulados. La última edición está más documentada y argumentada
aunque, en ocasiones, tampoco justifica con datos sus proposiciones.
Ediciones de Ensayo sobre el principio de la población y relacionados
 1798: 1ª edición anónima), An Essay on the Principle of Population, as it affects
the future improvement of society with remarks on the speculations of Mr.
Godwin, M. Condorcet, and other writers.. .
 1803: 2ª edición más extensa (250.000 palabras) firma Malthus: An essay on the
Principle of Population; or, a view of its past and present effects on human
happiness; with an enquiry into our prospects respecting the future removal or
mitigation of the evils which it occasions. .
 1806, 1807, 1817 y 1826: 3ª a 6ª edición;, con cambios no muy importantes sobre
la 2ª edición.
 1823: Artículo Población (Population) en la Enciclopedia británica.
 1830: Malthus hace un largo extracto sobre el artículo de 1823 (Population) y lo
imprime como A summary view of the Principle of Population.
Planteamiento del problema
En el capítulo I del Libro Primero sobre los obstáculos que se han puesto al aumento de
la población señala Malthus que:
Más en el hombre los efectos de éste obstáculo (límites naturales de espacio y alimento)
son muy complicados; guiados por el mismo instinto, le detiene la voz de la razón que
le inspira el temor de ver a sus hijos con necesidades que no podrá satisfacer. Si cede a
este justo temor es muchas veces por virtud. Si por el contrario le arrastra su instinto, la
población crece más que los medios de subsistencia.
Y más adelante indica la progresión de la población (geométricamente) y la de los
alimentos (aritméticamente).
Cuando no lo impide ningún obstáculo, la población va doblando cada 25 años,
creciendo de período de período, en una progresión geométrica.
Los medios de subsistencia, en las cricunstancias más favorables, no se aumentan sino
en una progresión aritmética.
La conclusión o previsión no cumplida, para Gran Bretaña, conocida como catástrofe
malthusiana, es que, en palabras del propio Malthus:
Al final del primer siglo la población será de 176 millones y las subsistencias no
llegarán para 55 millones; de modo que una población de 121 millones de habitantes
tendría que morir de hambre.
Obstáculos al crecimiento de la población
Para Malthus existían unos obstáculos o frenos (checks) al crecimiento de la población
que clasificó de dos maneras, como osbtáculos privativos y destructivos (según la
voluntariedad) y como restricción o repugnancia moral, vicios y miserias o
padecimientos.
Obstáculos privativos, son aquellos que son voluntarios
 Restricción moral: abstinencia del matrimonio, castidad, retraso del matrimonio
hasta acumular recursos.
 Vicios: libertinaje, prácticas contrarias a la naturaleza, violación del lecho
conyugal, uniones criminales, uniones irregulares.
Obstáculos destructivos, no son voluntarios
 Miseria: ocupaciones malsanas, trabajos penosos, pobreza, mala alimentación,
insalubridad, enfermedades, epidemias, hambre, peste.
 Vicios y desgracias: excesos, guerras.
Proposiciones fundamentales
Malthus condensa en tres proposiciones fundamentales el contenido básico de su libro:
1. La población está limitada necesariamente por los medios de subsistencia.
2. La población crece invariablemente siempre que crecen los medios de subsistencia,
a menos que lo impidan obstáculos poderosos y manifiestos.
3.
Estos obstáculos particulares y todos los que deteniendo el poder preponderante,
obliguen a la población a al nivel de los medios de subsistencia, pueden
comprenderse en tres clases principales: la restricción moral, el vicio y la miseria.
Malthusianismo
Se da el malthusianismo o maltusianismo a la teoría demográfica, económica y
sociopolítica, desarrollada por Malthus durante la revolución industrial, según la cual el
ritmo de crecimiento de la población responde a una progresión geométrica, mientras
que el ritmo de aumento de los recursos para su supervivencia lo hace en progresión
aritmética. Según esta hipótesis, de no intervenir obstáculos represivos (hambre,
guerras, pestes, etc.), el nacimiento de nuevos seres provocaría el crecimiento de la
población, aumentando la pauperización gradual de la especie humana e incluso podría
provocar su extinción -lo que se ha denominado catástrofe malthusiana además de la
bancarrota del Estado.
Influencia del malthusianismo
Malthus se hizo muy influyente y controvertido, en el pensamiento económico, político,
social y científico. Malthus sigue siendo un escritor de gran importancia y controversia.
Influyó, a través de la novelista Harriet Martineau, en los biólogos evolucionistas, en
particular de Charles Darwin y Alfred Russel Wallace, para cada los que el
malthusianismo era una especie de trampolín intelectual a la idea de selección natural y
a la teoría de la evolución.
La teoría de Malthus es un tema recurrente en las ciencias sociales. Por ejemplo, John
Maynard Keynes, en su libro Las consecuencias económicas de la paz, abre la polémica
con una imagen malthusiana sobre la economía política de Europa como inestable a
causa de la presión demográfica malthusiana sobre los suministros de alimentos. Paul
Ehrlich en su libro malthusiano La explosión demográfica (Population Bomb), ha
jugado un papel importante en el movimiento ecologista de los años 1960 y ayudó a
proporcionar una justificación para la investigación y desarrollo de métodos
anticonceptivos.
Muchos modelos de crecimiento y agotamiento de los recursos tienen una inspiración
malthusiana:
la tasa de consumo de energía superará la capacidad de encontrar y producir nuevas
fuentes de energía por lo que se producirá una crisis que podría unirse a una crisis por el
suministro de alimento si la población sigue creciendo.
El Club de Roma y su informe Los límites del crecimiento.
Organizaciones como Optimum Population Trust.
Críticas a Malthus
Crítica de Marx
Karl Marx, en una nota de El Capital, expone una de las primeras críticas a la teoría
malthusiana. Marx considera la teoría demográfica de Malthus como un plagio
superficial de autores tan distintos como Daniel Defoe, Benjamin Franklin, Alfred
Russel Wallace y otros. Marx defiende, frente a Malthus que el progreso en la ciencia y
la tecnología que permiten el crecimiento exponencial de la población.
Desigualdad y pobreza
Malthus entendía que los pobres se multiplicaban, presas del vicio y del instinto de
reproducción, sin obstáculos suficientes y aún en condiciones de miseria, entre otras
cosas por su irresponsabilidad, fomentada, entendía Malthus, por las leyes de pobres
inglesas que para Malthus suponían una liberación de la restricción moral y finalmente
una carga innecesaria para el estado en forma de ayudas a padres e hijos que suponían
costes innecesarios.
Malthus estableció una relación importante entre población y riqueza (alimentos y otros
bienes necesarios para la vida) pero mantuvo esa idea básica como constituyente
inexorable de una sociedad desigual, donde unos ricos privilegiados no necesitaban una
población excesiva si ésta podía ocasionarles gastos en forma de impuestos. En este
sentido Malthus proporcionaba buena conciencia a las clases dominantes -la
imprevisión de los pobres y su situación es responsabilidad exclusiva de ellos mismos-
y fortalecía el orden social existente.
Una de las citas más terribles de Malthus es la siguiente:
Un hombre que nace en un mundo ya ocupado, si sus padres no pueden alimentarlo y si
la sociedad no necesita su trabajo, no tiene ningún derecho a reclamar ni la más pequeña
porción de alimento (de hecho, ese hombre sobra). En el gran banquete de la Naturaleza
no se le ha reservado ningún cubierto. La naturaleza le ordena irse y no tarda mucho en
cumplir su amenaza.
En otra versión:
El hombre que nace en un mundo ya ocupado no tiene derecho alguno a reclamar una
parte cualquiera de alimentación y está de más en el mundo. En el gran banquete de la
naturaleza no hay cubierto para él. La naturaleza le exige que se vaya, y no tardará en
ejecutar ella misma tal orden.
Previsiones erróneas
Thomas Malthus afirmó en 1798 en su "Ensayo sobre los principios de la población"
que el crecimiento de ésta sobrepasaría la oferta de alimentos. Malthus no acertó porque
la industrialización elevó la producción de alimentos en los países ricos y, de paso,
redujo en ellos la tasa de fertilidad. Cuando la población se enriquece, las familias se
reducen y cuando las familias se reducen la población se enriquece. La educación de las
madres ayuda a explicar esta tendencia.
Malthus economista
Malthus defendía la estabilidad a largo plazo de la economía por encima del corto plazo.
Criticó las leyes de pobres inglesas, apoyó -contrariamente a las posiciones de la
economía clásica y en círculos cerrados- las proteccionistas Leyes del Maíz, que
introdujeron un sistema de impuestos sobre las importaciones de trigo británico, ya que
pensaba que estas medidas fomentarían la producción interna, y así promover los
beneficios a largo plazo.
La teoría de la población de Malthus ha contribuido a que la Economía sea conocida
también como la ciencia lúgubre, nombre que le dio Thomas Carlyle.
Malthus también realizó importantes aportes a la teoría del valor y su medida, así como
a la teoría de las crisis y el subconsumo.
Una de las ideas que preocupaba a Malthus era lo que él llamaba el ―atascamiento
general‖; guardando la distancia en el tiempo, tanto en el pasado, como hoy en día,
muchas empresas producen bienes que él llamaba ―esenciales‖, como los alimentos, y
los ―no esenciales‖, como son los artículos de lujo, deseados por las personas. Son
muchas las empresas que han ido a la quiebra por producir grandes cantidades de
bienes, que luego la gente no compra, ya sea porque no están interesados en ellos,
porque no son motivadores, porque no los conocen o porque aparecen otros más
innovadores y muchas veces más baratos.
Malthus ha sido descrito por su biógrafo principal como "el hombre mejor ultrajado de
su tiempo": efectivamente, y pese a la leyenda popular tanto de su época como
posterior, fue un hombre de temperamento cariñoso, generoso y gentil. De sus muchas
amistades, la más significativa para la historia de las ideas fue la que mantuvo con
David Ricardo, su adversario intelectual en muchas ocasiones, pero su aliado en la
búsqueda de la verdad.
John Stuart Mill
John Stuart Mill (Londres, 20 de mayo de 1806 — Aviñón, Francia, 8 de mayo de 1873)
fue un filósofo, político y economista inglés representante de la escuela económica
clásica y teórico del utilitarismo, planteamiento ético propuesto por su padrino Jeremy
Bentham, que sería recogido y difundido con profusión por Stuart Mill.
Biografía
John Stuart Mill nació en Londres (Inglaterra). Fue el mayor de los hijos del filósofo e
historiador James Mill. Sus hazañas como niño eran excepcionales. A la edad de tres
años le enseñaron el alfabeto griego y largas listas de palabras griegas con sus
correspondientes traducciones al inglés. Alrededor de los ocho años ya había leído las
fábulas de Esopo, la Anábasis de Jenofonte y todas las obras de Heródoto, en su idioma
original; al mismo tiempo ya conocía a Luciano, Diógenes, Isócrates y seis diálogos de
Platón. Para entonces ya había leído mucha historia en inglés.
A la edad de ocho años empezó a estudiar latín y álgebra. Fue designado como profesor
de los niños más pequeños de su familia. Su principal lectura continuaba siendo la
historia, pero estudió también a todos los autores latinos y griegos comúnmente leídos
en las escuelas y universidades de aquel entonces. No le enseñaron a escribir en latín ni
en griego y nunca fue exactamente un erudito: todo estaba orientado hacia el fin por el
cual le hacían leer. A la edad de diez años ya leía a Platón y Demóstenes con facilidad.
La Historia de la India de su padre fue publicada en 1818; inmediatamente después, a
los doce años, John comenzó el cuidadoso estudio de la lógica escolástica al tiempo que
leía los tratados lógicos de Aristóteles en su lengua original. Al año siguiente lo
introdujeron en la economía política y el estudio de Adam Smith y David Ricardo.
Pero a los 20 años, en 1826, sufrió una ―crisis mental‖, descrita detalladamente en su
Autobiografía (1873). Se rebeló contra su estricta educación, contra el utilitarismo
(aunque sin romper con él), y se abrió a nuevas corrientes intelectuales como el
positivismo de Comte, al pensamiento romántico y al socialismo.
Mill trabajó para la Compañía de las Indias Orientales y fue al mismo tiempo miembro
del Parlamento por el partido Liberal. Mill abogó por aligerar las cargas sobre Irlanda y
básicamente trabajó por lo que él consideró oportuno. En Consideraciones sobre el
gobierno representativo, Mill propuso varias reformas del Parlamento y del sistema
electoral, especialmente trató las cuestiones de la representación proporcional y la
extensión del sufragio. En 1840 inició una fecunda amistad con el psicólogo y filósofo
escocés Alexander Bain.
En 1851 Mill se casó con Harriet Taylor (Harriet Taylor Mill) tras 21 años de amistad.
Taylor fue una importante influencia sobre su trabajo e ideas, tanto durante su amistad
como durante su matrimonio. La relación con Harriet Taylor inspiró la defensa de los
derechos de las mujeres por parte de Mill.
Aunque no fue profesor universitario, Mill cultivó casi todas las ramas de la filosofía,
desde la lógica hasta la teoría política pasando por la ética. En lógica, psicología y teoría
del conocimiento, Mill era empirista y positivista. Consideraba que el conocimiento
humano tenía su origen y su límite en la experiencia observable. Todo conocimiento
parte de las impresiones sensibles de los sujetos y los conceptos más abstractos se
forman a partir de las ―asociaciones‖ de impresiones realizadas por la mente, este es el
llamado asociacionismo psíquico. Según Mill, la inducción es el principio lógico que
permite derivar conocimientos universales a partir de la observación de fenómenos
particulares. Después de haber observado muchos cisnes blancos particulares podría
inducirse el enunciado universal ―Todos los cisnes son blancos‖. Ahora bien, una gran
cantidad no equivale a la totalidad, ―muchos‖ —por más que sean— no puede
equipararse a ―todos‖. De manera que el conocimiento científico es meramente
probable, no necesario, como ya indicó en su momento David Hume, a quien Mill sigue
en este punto.
Pensamiento
La obra Sobre la libertad de Mill se dirige a la naturaleza y límites del poder que puede
ser ejercido legítimamente por la sociedad sobre el individuo. Uno de los argumentos
insignia de Mill es el principio del daño o principio del perjuicio (harm principle). Éste
mantiene que cada individuo tiene el derecho a actuar de acuerdo a su propia voluntad
en tanto que tales acciones no perjudiquen o dañen a otros. Si la realización de la acción
solo abarca la propia persona, esto es, si solo afecta directamente al individuo ejecutor;
la sociedad no tiene derecho alguno a intervenir, incluso si cree que el ejecutor se está
perjudicando a sí mismo. Sostiene, sin embargo, que los individuos están exentos del
derecho a llevar a cabo acciones que puedan causar daños perdurables y graves sobre su
persona o propiedades según postula el harm principle. En tanto que nadie existe en
absoluto ostracismo, el daño que recibe uno mismo también perjudica a otros y el
destruir propiedades afecta a la comunidad tanto como a uno mismo. Mill excluye a
aquellos que son "incapaces de autogobierno" de tal principio, tales como niños en edad
temprana o aquellos que viven en "estados socialmente atrasados" (backward states of
society).
Para dichos estados atrasados Mill mantiene que el despotismo puede considerarse una
forma de gobierno aceptable, siempre que el déspota tenga en mente los intereses del
pueblo, a causa de los obstáculos y dificultades del progreso espontáneo. Aunque este
principio parezca claro, hay un número de complicaciones. Por ejemplo, Mill defiende
explícitamente que lo que entendamos por "daño" puede englobar actos de omisión así
como actos de comisión. Por ende, fracasar a la hora de salvar un niño en apuros
contaría como un acto perjudicial, tanto como no pagar impuestos o ausentarse en una
vista judicial a la que se ha sido exhortado como testigo. Todas estas omisiones
negativas pueden ser recogidas por una regulación, según Mill. Por contra, no cuenta
como un eco perjudicial el dañar a alguien si —sin fuerza o fraude— el individuo
afectado consiente asumir el riesgo. Por esta razón, uno podría ofrecer empleos sin
seguridad laboral a otros, dado que no involucra decepción (Sin embargo, Mill reconoce
un límite concreto a este consentimiento: la sociedad no debe permitir que los
individuos se vendan a sí mismos en la esclavitud). En estos casos es importante tener
en mente que los argumentos que usa en Sobre la libertad están basados en el principio
de utilidad y nunca apelan a derechos naturales.
La cuestión de cuáles son las acciones que consideramos como atañentes
exclusivamente al individuo ejecutor y cuáles, ora por comisión, constituyen daños
sujetos a regulación, sigue viva en las interpretaciones del autor. Es importante enfatizar
que Mill no consideraba que la ofensa fuera constitutiva de "daño"; ninguna acción
podría ser restringida simplemente por haber violado las convenciones morales de una
sociedad determinada. La idea de una "ofensa" que perjudica y, por tanto, objeto de
restricción fue posteriormente desarrollada por Joel Feinberg en su "principio de
ofensa" (offense principle), que es esencialmente una extensión del harm principle de
Mill.
En Sobre la libertad se lleva a cabo una apasionada defensa de la libertad de expresión.
Mill defiende el discurso libre como una condición necesaria para el progreso social e
intelectual. No podemos determinar con claridad, dice, que una opinión silenciada no
contenga algún elemento de verdad. Además sostiene que el permitir divulgar opiniones
falsas puede ser productivo por dos razones. En primer lugar, los individuos tenderán a
abandonar creencias erróneas si están involucrados en un fecundo intercambio de ideas.
Y en segundo lugar, forzando a otros individuos a reexaminar y reafirmar sus creencias
en el proceso de debate, estas creencias se abstienen de desvirtuarse volviéndose meros
dogmas. No es suficiente para Mill la defensa de una creencia que casualmente sea
cierta, el creyente debe comprender por qué la idea que sostiene es la verdadera.
La visión de Mill en cuanto a la libertad social y la tiranía de la mayoría
Mill creía que "la lucha entre Libertad y Autoridad es el rasgo más destacable de las
etapas de la historia". Para él, la libertad en la antigüedad era "un concurso... entre
sujetos, o ciertas clases de sujetos, y el gobierno". Mill definió "libertad social" como
protección de "la tiranía del gobernante político". Presenta en su obra varias tiranías,
entre las cuales están la tiranía social y también la tiranía de la mayoría.
La libertad social según Mill consistía en poner límites al poder del gobernante, de tal
forma que no fuese capaz de utilizar su poder en beneficio de sus propios intereses y
tomar decisiones que pudieran conllevar perjuicio o daño para la sociedad; en otras
palabras, la población debe ostentar el poder de tomar parte en las decisiones del
gobierno. Mantuvo que la libertad social es "la naturaleza y límite del poder que puede
ser legítimamente ejercitado por la sociedad sobre el individuo". Ésta se intenta lograr
de dos maneras: la primera es la que recurre a la vía del reconocimiento de unas
determinadas inmunidades, llamadas libertades políticas o derechos; la segunda recurre
al establecimiento de un sistema de "comprobaciones constitucionales". Sin embargo,
limitar el poder del gobierno no resulta suficiente:
«La sociedad puede ejecutar, y ejecuta, sus propios decretos; y si dicta malos decretos,
en vez de buenos, o si los dicta a propósito de cosas en las que no debería mezclarse,
ejerce una tiranía social más formidable que muchas de las opresiones políticas, ya que
si bien, de ordinario no tiene a su servicio penas tan graves, deja menos medios de
escapar a ella, pues penetra mucho más en los detalles de la vida y llega a encadenar el
alma.» John Stuart Mill, Sobre la libertad
Concepto de libertad
La concepción de Mill sobre la libertad, influenciada por Joseph Pristley y Josiah
Warren consiste en el hecho de que el individuo ha de ser libre para hacer cuanto desee
mientras no dañe al prójimo. Cada persona es por sí misma suficientemente racional
para poder tomar decisiones acerca de su propio bien y elegir asimismo la religión que
le plazca. El gobierno solo debe intervenir en tanto se trate de la protección de la
sociedad, explica Mill.
«No hay otro fin que la raza humana tenga garantizada, individual o colectivamente, al
interferir en la libertad de acción cualquiera que sea su número, que no sea la protección
personal. El único propósito por el cual el propio poder puede ejercerse adecuadamente
sobre cualquier miembro de una comunidad civilizada contra su voluntad es la
prevención del daño ajeno. El propio bien, sea físico sea moral, no es garantía
suficiente. Uno no puede obligar a la ejecución o abstención a otro porque esto conlleve
un beneficio para uno mismo, porque le hará a uno feliz, porque en opinión de otros
hacerlo sería sabio o correcto... La única parte de la conducta de una persona por la cual
ésta es dócil ante la sociedad es aquélla que concierne a los demás. En la parte que solo
atañe a uno mismo, su independencia es, por derecho, absoluta. Sobre sí mismo, su
propio cuerpo y mente, el individuo es soberano.» John Stuart Mill, The Contest on
America
Concepto de libertad de expresión
Sobre este tema el propio autor escribe lo siguiente, planteando un caso hipotético para
ilustrar su postura:
«A fin de ilustrar más completamente el error de negarse a oír a determinadas opiniones
porque nosotros, en nuestro propio juicio, las hayamos condenado, será conveniente que
fijemos la discusión en un caso concreto; y elijo, preferentemente, aquellos casos que
son menos favorables para mí, en los cuales el argumento contra la libertad de opinión,
tanto respecto a la verdad como a la utilidad, está considerado como el más fuerte.
Supongamos que las opiniones impugnadas son la creencia en Dios y en la vida futura,
o algunas de las doctrinas corrientes de la moralidad. [...] Pero debe permitírseme
observar que no es el sentirse seguro de una doctrina (sea ella cual sea) lo que yo llamo
una presunción de infalibilidad. Ésta consiste en tratar de decidir la cuestión para los
demás, sin permitirles oír lo que pueda alegarse por la parte contraria. Y yo denuncio y
repruebo esta pretensión igualmente cuando se refiere a mis más solemnes
convicciones. Por positiva que pueda ser la persuasión de una persona no sólo de la
falsedad, sino de las consecuencias perniciosas de una opinión —y no sólo de estas
consecuencias perniciosas, sino para adoptar expresiones que terminantemente condeno
de su inmoralidad e impiedad—, si a consecuencia de este juicio privado, aunque esté
apoyado por el juicio público de su país o de sus contemporáneos, prohíbe que esa
opinión sea oída en su defensa, afirma quien tal haga, su propia infalibilidad. Y esta
presunción, lejos de ser menos reprensible o peligrosa, por tratarse de una opinión que
se llama inmoral e impía, es más fatal en este caso que en cualquier otro.» John Stuart
Mill, Sobre la libertad
El autor explica aquí lo absurdo de tomar de antemano las opiniones propias por buenas
(infalibilidad), incluso basándonos en juicios socio-culturales (inmoralidad e impiedad
de opinión) para obrar mediante la censura, recalcando la especial gravedad del caso
dado que está en juego lo que atañe a los demás, a los otros. Así, el autor se posiciona
radicalmente a favor de la libertad de expresión y con visiones críticas a toda actitud
censora.
Derechos humanos y esclavitud
En1850, Mill envió una carta anónima (que posteriormente sería conocida como The
Negro Question, habitualmente traducida como «La cuestión negra»), en calidad de
refutación a la misiva asimismo anónima de Thomas Carlyle publicada en la revista
Fraser's Magazine for Town and Country. Carlyle había defendido la esclavitud en
campos de inferioridad genética y argumentaba que el desarrollo de los indios
occidentales se debía únicamente a la ingenuidad británica, negando cualquier tipo de
deuda en lo referente a la importación de esclavos para el desarrollo de la economía del
lugar. La respuesta de Mill y sus referencias al debate que durante aquella época se daba
en EEUU sobre la esclavitud fueron enfáticas y elocuentes.
Mill es además conocido por ser uno de los primeros y más acérrimos defensores de la
liberación femenina. Su libro El sometimiento de las mujeres (The Subjection of
Women) es una de las obras más antiguas en el campo del feminismo defendido por
hombres. El autor notaba que la opresión de la mujer era uno de los pocos vestigios
conservados procedentes de modelos sociales obsoletos, un conjunto de prejuicios que
impedía arduamente el progreso de la humanidad.
Conexión con el feminismo
En tiempos de Mill, las expectativas vitales de una mujer correspondían al lugar al que
la sociedad la relegaba. La mujer media era analfabeta e instruida en el estereotipo de la
pureza y la honradez para poder lograr así un marido. Esta honradez que la mujer debía
poseer no solo afectaba directamente a sus posibilidades de matrimonio, sino también al
honor familiar. Mill daba importancia a tales asuntos y se propuso remediarlo, para lo
cual, comenzó a escribir sobre derechos de la mujer. Con ello, Mill puede ser
considerado como uno de los primeros feministas masculinos. En su artículo El
sometimiento de las mujeres, habla sobre el rol femenino en el matrimonio y la grave
necesidad de cambio que requiere. Aquí, Mill comenta las tres principales facetas de la
vida de la mujer que suponen un obstáculo: la sociedad y la construcción del género, la
educación y el matrimonio. Estos tres elementos están fuertemente entrelazados y se
afectan mutua y enormemente. No obstante, la elaboración social del género y la
sociedad en general son los que han de comenzar el efecto dominó que producirá
aquéllo en lo que la mujer debe convertirse, cayendo todo lo demás tras dichos factores.
La sociedad en que Mill vivía sólo tenía una consideración respecto a la mujer: el ser
educada de tal manera que fuese más atractiva y se volviese un objeto determinado y
llamado al matrimonio. Para la mujer no había alternativa, pues no se le permitía una
educación o carrera. Esto obligaba a que cualquier posibilidad de dejar la casa familiar
pasase ineludiblemente por un marido. Esta noción del matrimonio condicionaba a la
sociedad a continuar reduciendo a mujeres a meros objetos y, si pensaban en algo que
no conllevase el matrimonio, eran inmediatamente acalladas. Uno de los factores
principales que Mill identificó en esta situación era la ausencia de educación, problema
que él intentaba solventar.
Así, Mill luchó por la educación femenina basándose en varios argumentos: el primero
fue el hecho de que las mujeres fuesen las encargadas de los cuidados de los niños y de
su tutelaje. La idea era que, en tanto era la mujer la encargada de la instrucción de los
infantes (tanto chicos como chicas) hasta que tuviesen edad de entrar en las escuelas
(típicamente sólo los chicos), los niños recibían una educación defectuosa pues las
propias madres carecían de educación. La única forma, decía Mill, en que una mujer
puede criar a sus hijos de manera adecuada era estando educada ella misma. Otro de los
puntos de la crítica de Mill es el hecho de que la mujer debe entrar en la sociedad como
parte de la mano de obra. Con esto, Mill dice que podrían considerarse al fin seres
humanos y añadirse a la "masa de disposiciones mentales disponibles para los más altos
servicios de la humanidad". Lo que Mill dice aquí es que la humanidad sólo puede
recibir beneficios de la educación de la mujer, pues sumando sus capacidades a las ya
presentes, toda ayuda a la raza humana se vuelve más fácil. El último argumento que
Mill esgrimió fue el que los maridos también recibirían beneficios si sus esposas fuesen
educadas, pues estarían versadas en negocios y otras labores tal que podrían serles de
ayuda en la toma de decisiones. La mujer no tenía derechos al entrar en el matrimonio y
el hombre era el único sustento familiar y el único que encaraba las leyes. Los maridos
no recibirían sino beneficios de la educación de la mujer porque la mujer sería capaz de
gobernarse a sí misma prácticamente sola.
Utilitarismo
La declaración canónica del utilitarismo de Mill se pueden encontrar en su libro El
utilitarismo. Esta filosofía tiene una larga tradición y la aportación de Mill está
influenciada principalmente por Jeremy Bentham y su padre James Mill.
La famosa formulación de Mill del utilitarismo se conoce como el "principio de la
mayor felicidad" ("greatest-happiness principle"). Sostiene que uno debe actuar siempre
con el fin de producir la mayor felicidad para el mayor número de personas, dentro de lo
razonable. La mayor contribución de Mill al utilitarismo es su argumento para la
separación cualitativa de los placeres. Bentham trata a todas las formas de felicidad
como iguales, mientras que Mill sostiene que los placeres intelectuales y morales son
superiores a las formas más físicas de placer. Mill distingue entre felicidad y
satisfacción, afirmando que la primera tiene mayor valor que la segunda, una creencia
ingeniosamente encapsulada en la afirmación de que "es mejor ser un ser humano
insatisfecho que un cerdo satisfecho; mejor ser Sócrates insatisfecho que un necio
satisfecho. Y si el loco o el cerdo, tienen una opinión diferente, es porque sólo conocen
su propio lado de la cuestión".
«La doctrina utilitaria afirma que la felicidad es deseable, y lo único deseable como fin
en sí, siendo todo lo demás únicamente deseable como medio para este fin.» John Stuart
Mill, El utilitarismo
J.S. Mill también creó el llamado principio de compensación utilizado actualmente en la
economía del bienestar.

Economía marxista
Karl Marx y Friedrich Engels
Karl Marx, estudia a Adam Smith, David Ricardo y a otra gran cantidad de
economistas, además de filósofos como Hegel (Dialéctica) y Feuerbach (Materialista).
Elabora la teoría llamada Materialismo Histórico, en la cual postula que la Sociedad
Humana evoluciona porque se encuentra en permanente movimiento, tanto económica
como culturalmente. Así, para Marx la sociedad humana evolucionó de las comunidades
primitivas al esclavismo, de ahí al feudalismo, después al Capitalismo y pronosticaba
que de ahí iría a nueva sociedad.
Su Obra más conocida es "El Capital", en la cual analiza el funcionamiento del Sistema
Económico Capitalista, tanto en la producción como en la circulación.
Marx es considerado un Revolucionario que denuncia el mutismo de los economistas
ante la lucha de clases y la explotación.
Sus Principios más importantes son
 la lucha de clases es la lucha de todas las sociedades clasistas: en el esclavismo
existen esclavos y amos, en el feudalismo vasallos y señores feudales, en el
capitalismo son Proletarios y Burgueses.
 la etapa capitalista es una etapa necesaria en la sociedad pero no la última.
 quienes producen y generan la riqueza de la sociedad, son los trabajadores
asalariados o proletarios, pero ellos no son propietarios de los medios de
producción.
 el sistema capitalista sólo puede existir gracias al trabajo asalariado.
 Marx también defiende la teoría del valor.
 La teoría del plusvalor.
El trabajador al transformar con su trabajo las materias primas crea una plusvalía, esto
es, genera más valor del que tiene esta materia, también llamado valor agregado. Es por
ello que, por ejemplo, una mesa tiene más valor que una tabla o pedazo de madera. Para
Marx esta plusvalía es la ganancia de los capitalistas.
 los empleados asalariados se venden por horas y esto los convierte en mercancías,
pues venden su fuerza de trabajo.
 la competencia entre los capitales siempre resulta en un ganador que se hace más
y más fuerte, por lo que es más difícil competir con él; así unos se enriquecen
mientras otros se empobrecen.
Por todo esto Marx concluye que la propiedad sobre los medios de producción es el
camino para enriquecerse en la Sociedad Capitalista, pues de éste modo también se
convierte en propietario del producto terminado (que posee más valor), gracias al
trabajo asalariado..
Federico Engels, su gran amigo y apoyo incondicional, alentó a Marx para dar el salto
del campo filosófico al económico. Los textos publicados por Marx muestran una clara
influencia en este sentido. Algunas obras de economía de Engels son "La Situación de la
Clase Obrera en Inglaterra" y "El Anti-Dürhing"
Karl Heinrich Marx, conocido también en castellano como Carlos Marx (Tréveris,
Alemania, 5 de mayo de 1818 – Londres, Reino Unido, 14 de marzo de 1883), fue un
intelectual y militante comunista alemán de origen judío. En su vasta e influyente obra,
incursionó en los campos de la filosofía, la historia, la sociología y la economía. Junto a
Friedrich Engels, es el padre del socialismo científico, del comunismo moderno y del
marxismo. Sus escritos más conocidos son el Manifiesto del Partido Comunista (en
coautoría con Engels) y el libro El Capital. Fue miembro fundador de la Liga de los
Comunistas (1847-1850) y de la Primera Internacional (1864-1872).
Biografía
Karl Marx fue el tercero de siete hijos de una familia judía de clase media. Su padre,
Herschel Mordechai (luego Heinrich) Marx, quien era descendiente de una larga línea
de rabinos, ejercía la abogacía en Tréveris, su ciudad natal. Era además consejero de
justicia, sin embargo recibió fuertes presiones políticas, por parte de las autoridades
prusianas que le prohibieron continuar con sus prácticas legales de acuerdo a su religión
y le obligaron a abrazar el protestantismo para poder mantener el cargo en la
administración de Renania. Su madre fue Henrietta Pressburg, nacida en los Países
Bajos, y sus hermanos fueron Sophie, Hermann, Henriette, Louise, Emilie y Caroline.
Realizó sus estudios de Derecho en la Universidad de Bonn pero los dejó para estudiar
Filosofía en Berlín. Se doctoró en 1841 en Jena con una tesis titulada Diferencia entre la
filosofía de la naturaleza de Demócrito y la de Epicuro. Pronto se implicó en la
elaboración de trabajos en torno a la realidad social, colaborando en 1842 junto con
Bruno Bauer en la edición de la Gaceta Renana (Rheinische Zeitung), publicación de la
que pronto llegó a ser redactor jefe. Durante este período también frecuentó la tertulia
filosófica de Los Libres (Die Freien). La publicación finalmente sería intervenida por la
censura, y posteriormente, Marx tuvo que marchar al exilio.
El periodo de París
Junto a Ruge funda en París la revista Anales franco-alemanes (Deutsch-französische
Jahrbücher), de la que fue director, si bien durante poco tiempo ya que el gobierno
francés la cierra por presión del gobierno prusiano. En 1844, en París, Marx conoce y
traba amistad con Friedrich Engels, que se convertirá en su principal colaborador y
además le ofrecerá en múltiples ocasiones apoyo económico debido a la penuria
económica a la que se ve sometida su familia dada la eventualidad de sus ingresos.
También conocerá en Francia a otros importantes pensadores socialistas de la época
tales como Pierre-Joseph Proudhon, Louis Blanc y Mijaíl Bakunin y al poeta alemán
Heinrich Heine. Escribió sus reflexiones teóricas de esa época en una serie de cuadernos
de trabajo que póstumamente fueron publicados como los Manuscritos económicos y
filosóficos. Por otra parte, el peso político de sus artículos periodísticos le hizo ganar
fama de revolucionario, lo que provocó su expulsión de Francia.
El periodo de Bruselas y del Manifiesto
Establecido en Bruselas, funda la Liga de los Comunistas, tras lo cual se declara
apátrida, ateo y revolucionario. Tras el periodo revolucionario de 1848 y la publicación
del Manifiesto del Partido Comunista, en coautoría con Engels, se traslada a Colonia,
donde organiza un nuevo diario, "Nueva Gaceta Renana" (Neue Rheinische Zeitung).
Su nueva publicación alcanza un éxito inmediato, en el contexto de una época de fuerte
sentimiento social y compromiso revolucionario. En consecuencia, es prohibido por el
gobierno renano.
El periodo de Londres y El Capital
Es ahora cuando Marx se dedica a la escritura de una de sus obras fundamentales, El
Capital, que elabora en las salas de lectura del Museo Británico. El primer volumen de
El Capital no verá la luz hasta 1867, tras dieciocho años de trabajo.
Además, Marx participó en la fundación y organización de la Primera Internacional (28
de septiembre de 1864), conocida como la Asociación Internacional de Trabajadores
(AIT), participando activamente en las discusiones. A él se le encarga la redacción del
Llamamiento inaugural de la Internacional y participa en la elaboración de su estatuto y
otros documentos. Se entablará a partir de los debates un enfrentamiento entre Marx y
Bakunin, que terminará con la expulsión de este último en el Congreso de La Haya de
1872 y la salida de la Internacional de las secciones bakunistas. Estos últimos, reunidos
en el Congreso de Saint-Imier (Suiza), no reconocerían los acuerdos de La Haya y
refundarían la Internacional.
Tras la derrota de la Comuna de París de 1871, que significó un duro golpe para la
Internacional, Marx se retiró de la lucha política y se dedicó a la escritura de su
pensamiento. El 14 de marzo de 1883 falleció en Londres y su tumba se encuentra en el
cementerio de Highgate.
Vida familiar
Karl Marx se casó con Jenny von Westphalen, hermana del ministro de Interior
prusiano, amiga de infancia con la que se comprometió siendo ya estudiante, pero sólo
consiguió casarse con ella tras la muerte de los padres de ésta, que se oponían a la
relación, y tras conseguir una cierta estabilidad económica (eventual) como director de
los "Anales franco-alemanes". Vivieron con fuertes penurias económicas debido a la
irregularidad de los ingresos de Marx, a la persecución política (que censuraba y
clausuraba las revistas que publicaba) y a tener que mudarse constantemente de país.
Marx tuvo con Jenny von Westphalen 6 hijos, en 1849 esperaban ya el cuarto, en 1855
ya habían fallecido tres -Guido, Franciska y Edgar- convulsiones, bronquitis y
tuberculosis serían las causas, la pequeña, Eleonora Marx formó parte del movimiento
feminista y Laura Marx, se casó con el dirigente socialista francés Paul Lafargue, y se
suicidó junto a él en 1911.
Con ellos vivía Helene Demouth, quien les ayudaba en las tareas domésticas y tenía una
excelente relación con la familia Marx. Era especialmente cercana a Karl, tanto así, que
se supone que tuvo un hijo ilegítimo con ella que fue reconocido por Friedrich Engels
como propio para evitar controversias dentro del matrimonio de Karl y Jenny.
Marx tuvo una vida personal dedicada de forma exhaustiva al estudio de las diferentes
disciplinas del pensamiento y en especial de la filosofía e historia lo cual implicó que
nunca tuviera estabilidad económica; sin embargo, contó siempre con el apoyo fiel e
incondicional de su amigo Engels.
Pensamiento
Testigo y víctima de la primera gran crisis del capitalismo (década de 1830) y de las
revoluciones de 1848, Marx se propuso desarrollar una teoría económica capaz de
aportar explicaciones a la crisis, pero a la vez de interpelar al proletariado a participar en
ella activamente para producir un cambio revolucionario.
La obra de Marx ha sido leída de distintas formas. En ella se incluyen obras de teoría y
crítica económica, polémicas filosóficas, manifiestos de organizaciones políticas,
cuadernos de trabajo y artículos periodísticos sobre la actualidad del siglo XIX. Muchas
de sus obras las escribió junto con Engels. Los principales temas sobre los que trabajó
Marx fueron la crítica filosófica, la crítica política y la crítica de la economía política.
Algunos autores pretendieron integrar la obra de Marx y Engels en un sistema
filosófico, el marxismo, articulado en torno a un método filosófico llamado
materialismo dialéctico. Los principios del análisis marxista de la realidad también han
sido sistematizados en el llamado materialismo histórico y la economía marxista. Del
materialismo histórico, que sitúa la lucha de clases en el centro del análisis, se han
servido numerosos científicos sociales del siglo XX: historiadores, sociólogos,
antropólogos, teóricos del arte, etc. También ha sido muy influyente su teoría de la
alienación.
Otros autores, entre los que destaca Louis Althusser, argumentan que los escritos de
Marx no forman un todo coherente, sino que el propio autor, al desarrollar sus
reflexiones críticas sobre la economía política durante la década de 1850, se
desembarazó de su propia conciencia filosófica anterior y comenzó a trabajar
científicamente. Desde esta perspectiva no existiría una ciencia marxista, sino un
científico, Karl Marx, que fue un pionero en la comprensión de los mecanismos
fundamentales que rigen el funcionamiento de la sociedad moderna, en especial con su
reelaboración de la teoría del valor, y cuya obra cumbre fue El Capital.
Las obras de Marx han inspirado a numerosas organizaciones políticas comprometidas
en superar el capitalismo. Por una parte, habría que señalar la interpretación que han
realizado los leninistas, partidarios de que una vanguardia del proletariado, organizada
en un partido revolucionario, preparado, si es necesario, para trabajar en la
clandestinidad, empuje a la clase obrera a hacerse con el poder mediante la fuerza
insurreccional de masas, para así derrocar a sus antiguas clases opresoras y dominantes,
la burguesía y la aristocracia, expropiándolas de su control sobre el aparato de Estado y
los medios de producción, y procediendo a la construcción de un Estado obrero que,
además de instituir a aquélla como clase dominante, le permita avanzar hacia el
socialismo —sociedad altamente igualitaria y solidaria, sobre la base de la democracia
obrera y la propiedad social sobre los medios de producción, y un fuerte desarrollo
productivo y cultural, con una economía planificada capaz de suplir holgadamente las
principales necesidades mayoritarias— y la desaparición de la división de la sociedad en
clases, hasta llegar al comunismo —sociedad sin clases sociales y sin Estado, basada en
un altísimo nivel de civilización—.
Por otra, la que realiza la socialdemocracia, en sus orígenes contraria a la táctica
revolucionaria y partidaria de avanzar hacia el socialismo a través de progresivas
reformas parlamentarias (hay que decir que la mayoría de partidos socialdemócratas han
ido poco a poco reformando sus planteamientos, hasta aceptar la economía de mercado).
Otros teóricos, como los del comunismo consejista son partidarios de la toma del poder
por parte de la clase obrera autoorganizada y no por parte de un partido.
Ideas filosóficas
Durante su juventud, y mientras se formaba en filosofía, Marx recibió la influencia del
filósofo alemán predominante en Alemania en aquel tiempo, Hegel. De este autor tomó
el método del pensamiento dialéctico, al que, según sus propias palabras, pondría sobre
sus pies; significando el paso del idealismo dialéctico del espíritu como totalidad a una
"dialéctica del devenir constante" donde la síntesis, a diferencia de Hegel, no había sido
realizada. Además, sigue utilizando el método dialéctico para analizar las
contradicciones en la historia de la humanidad y, específicamente, aquella entre el
capital y el trabajo.
Una interpretación sobre el desarrollo de la obra de Marx, proveniente del francés Louis
Althusser, considera que los escritos de Marx se dividen en dos vertientes. Esta
interpretación es relevante en la exegética marxista, pero a la vez es muy polémica y
pocos autores la mantienen al día de hoy. Althusser encuentra dos etapas:
1 - Marx joven (hasta 1845) período en que estudia la alienación (o enajenación) y la
ideología, desde una perspectiva cercana al humanismo influida en gran parte por la
filosofía de Ludwig Feuerbach.
Marx se pregunta y contesta en sus Manuscritos de 1844:
¿En qué consiste, entonces, la enajenación del trabajo? Primeramente en que el trabajo
es externo al trabajador, es decir, no pertenece a su ser; en que en su trabajo, el
trabajador no se afirma, sino que se niega; no se siente feliz, sino desgraciado; no
desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo y arruina su
espíritu. Por eso el trabajador sólo se siente en sí fuera del trabajo, y en el trabajo fuera
de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo. Su trabajo
no es, así, voluntario, sino forzado, trabajo forzado. Por eso no es la satisfacción de una
necesidad, sino solamente un medio para satisfacer las necesidades fuera del trabajo. Su
carácter extraño se evidencia claramente en el hecho de que tan pronto como no existe
una coacción física o de cualquier otro tipo se huye del trabajo como de la peste. El
trabajo externo, el trabajo en que el hombre se enajena, es un trabajo de autosacrificio,
de ascetismo. En último término, para el trabajador se muestra la exterioridad del
trabajo en que éste no es suyo, sino de otro, que no le pertenece; en que cuando está en
él no se pertenece a sí mismo, sino a otro. (...) Pertenece a otro, es la pérdida de sí
mismo.
Paralelamente a estas ideas describe al hombre con diversas concepciones: lo considera
un ser real de carne y hueso; es únicamente el resultado de la historia económica, un
predicado de la producción de la misma historia.
Piensa que el hombre se realiza modificando la naturaleza para satisfacer sus
necesidades en un proceso dialéctico en que la transformación de agente y paciente es
transformación mutua. La autogeneración del hombre es un proceso real, histórico –
dialéctico, entendiéndose la dialéctica como proceso y movimiento a través de la
superación sintética de las contradicciones.
Cuando Marx habla de 'realidad' hace referencia al contexto histórico social y al mundo
del hombre. Asegura que el hombre es sus relaciones sociales.
Para Marx, lo que el hombre es no puede determinarse a partir del espíritu ni de la idea
sino a partir del hombre mismo, de lo que éste es concretamente, el hombre real,
corpóreo, en pie sobre la tierra firme. El hombre no es un ser abstracto, fuera del mundo
sino que el hombre es en el mundo, esto es el Estado y la sociedad.
La libertad, la capacidad de actuar eligiendo, está limitada a las determinaciones
históricas, pero es, al mismo tiempo, el motor de aquéllas cuando las relaciones sociales
y técnicas entran en crisis.
Dios, la Filosofía y el Estado constituyen alienaciones en el pensamiento, alienaciones
dependientes de la alienación económica, considerada para Marx única enajenación real.
En líneas generales, Marx defiende la idea de que la alineación empobrece al hombre
sociohistórico negándole la posibilidad de modificar aspectos de los ámbitos en los que
se ve involucrado, provocándole una conciencia falsa de su realidad. Sin embargo, éste
es un hecho que puede suprimirse.
Políticamente, el pensador alemán aboga por una sociedad comunista. Entre el hombre
alienado (aquel que no coincide consigo mismo) y el hombre comunista (aquel que
finalmente es igual a hombre) se coloca el proceso transformador. Sólo en la sociedad
comunista habrá desaparecido toda alienación.
2 - Marx maduro (1845-1875): Según Althusser, 1845, el año de La ideología alemana y
las Tesis sobre Feuerbach, marca la ruptura epistemológica (concepto tomado de Gaston
Bachelard). A partir de la cual Marx rompe con su etapa anterior, ideológica y
filosófica, e inaugura un período científico en el cual desarrolla estudios económicos e
históricos usando el método del materialismo histórico. Como diría Althusser, Marx
inaugura el continente historia.
Este es, eminentemente, el período de su magna obra: El capital. Crítica de la economía
política. No hay que olvidar, por otro lado, los textos de los que esta obra surge: la
Contribución a la crítica de la economía política (que dará material para el primer
capítulo de El capital) o los Grundrisse, cuyo tardío descubrimiento dio mucho que
hablar sobre las continuidades de Marx con su primera etapa, y proporcionó de
argumentos a los críticos de la ruptura epistemológica. Durante su etapa de madurez, la
obra de Marx se vuelve más sistemática y surgen sus conceptos económicos más
destacados: la teoría del valor, la explotación como apropiación de plusvalía, o la teoría
explicativa sobre las crisis capitalistas.
Sin embargo otros autores, incluido Erich Fromm, niegan la "ruptura epistemológica" y
sostienen que la idea de enajenación es la fundamental durante todo el pensamiento de
Karl Marx. Más cercanos al humanismo, no consideran que haya un joven y un viejo
Marx y reivindican la continuidad de su obra alrededor de un concepto del hombre y su
enajenación en el capitalismo.
Críticos de Marx
La importancia de Karl Marx en el panorama intelectual y político del siglo XIX, y de
su legado en el siglo XX, han provocado numerosas críticas a su obra y su persona. En
el siglo XIX, las principales críticas provenían de intelectuales y organizaciones del
movimiento obrero que sostenían posturas políticas distintas a las de Marx. Entre otros,
Bakunin, anarquista y rival en la inspiración de la Internacional, consideraba autoritario
a Marx.
Durante el último tercio del siglo XIX y, sobre todo durante el siglo XX, la fuerza del
marxismo en los ambientes intelectuales y organizaciones políticas de todo el mundo
hizo que numerosos pensadores conservadores y liberales intentasen refutarlo. Algunas
críticas se centran en elementos concretos de la obra de Marx, mientras otras se oponen
a alguna de las versiones del canon marxista elaborado por las organizaciones políticas
y los intelectuales socialistas o comunistas.
Poco después de la muerte de Marx, el economista austríaco Böhm-Bawerk publicó
varios ensayos sobre el subjetismo del valor, entre ellos Karl Marx and the Close of His
System, de 1896, donde propuso refutar El Capital y la teoría del valor-trabajo marxista,
en tanto que teorías del campo de la economía. Ya en el siglo XX, una de las críticas
más influyentes ha sido la de Karl Popper. En La sociedad abierta y sus enemigos
analizó lo que llama 'profecías' marxistas, según su opinión desmentidas por la historia.
Popper escribió también un ensayo crítico con las "pretensiones" del marxismo como
ciencia de la historia, considerando que incurre en lo que llama 'historicismo' En el
plano de la crítica personal, el historiador Paul Johnson dedica a Marx un capítulo de
Intellectuals, un libro en el que resalta la mezquindad personal de muchas otras
luminarias intelectuales.
El Capital (en alemán: Das Kapital), de Karl Marx es, como reza su subtítulo, un
tratado de crítica de la economía política; al mismo tiempo, puede leerse como un
estudio sobre la especificidad histórica de la sociedad moderna. En la medida en que
Marx considera que la esfera económica, El Capital, domina y condiciona el
funcionamiento de la sociedad moderna, la crítica de la economía política, es decir, del
saber sobre esa esfera, se torna el punto de partida fundamental para comprender qué es
esa sociedad moderna y cómo funciona a través de las relaciones de dominación entre
las clases, de un lado los proletarios y de otra los burgueses.
Ediciones
Marx sólo publicó en vida el primer Libro de El Capital en 1867. Los dos libros
restantes, publicados entre 1885 y 1894, fueron editados a partir de los manuscritos de
Marx por su amigo y colaborador Friedrich Engels (véase también Grundrisse).
Existen varias traducciones al español de esta obra. La más conocida y accesible es la
realizada por Wenceslao Roces y publicada por la editorial Fondo de Cultura
Económica en 1946. Esta traducción ha recibido críticas. Se considera más fiable, dado
el aparato de notas críticas con la que cuenta, la traducción realizada por Pedro Scaron y
colaboradores, publicada por la editorial Siglo XXI.
Partes
Unánimemente considerada como la obra cumbre de Karl Marx, El Capital es un tratado
en tres volúmenes. El primero se publicó en Hamburgo en 1867; el segundo y el tercero
fueron publicados por Engels después de la muerte del autor, en 1885 y en 1894,
respectivamente.
Tomo I. El Proceso de producción del capital.
Tomo II. El Proceso de circulación del capital.
Tomo III. El Proceso Global de la Producción Capitalista o El proceso de producción
capitalista, en su conjunto.
Libro primero
El primer libro es una exposición general del modo de producción capitalista, sus
elementos básicos y su articulación visto de manera general y de manera analítica sin
considerar ciertas variables (especialmente de la circulación), sino centrándose
especialmente en la fase de producción que Marx considera el fundamento de todo el
sistema capitalista y de manera general de todo modo de producción.
El libro se divide en 7 secciones:
Sección 1: Mercancía y Dinero
Sección 2: La Transformación de Dinero en Capital
Sección 3: Producción del Plusvalor Absoluto
Sección 4: La Producción del Plusvalor Relativo
Sección 5: La Producción del Plusvalor Absoluto y del Relativo
Sección 6: El Salario
Sección 7: El Proceso de Acumulación del Capital
La mercancía, el dinero, y el capital en abstracto
El primer capítulo del libro Marx lo dedica a un análisis dialéctico de la mercancía, pues
parte del hecho que la mercancía individual es la forma elemental de la riqueza social en
el capitalismo. Marx analiza, siguiendo a la economía política clásica, a la mercancía en
tanto valor de uso (un bien que satisface ciertas necesidades humanas) y en tanto valor
de cambio (un bien que puede intercambiarse por otros bienes en una proporción
determinada). Pero para Marx el valor de cambio de una mercancía es una
manifestación de algo más. Lo que permite que x mercancía A equivalga a y mercancía
B es algo que no depende del carácter de valor de uso de las mercancías ni de los
trabajos particulares con las que fueron producidas. Lo que hace posible la equivalencia
es que ambas contienen la misma cantidad de "trabajo humano abstracto" materializado
en ellas. Marx denomina como valor de las mercancías al trabajo socialmente necesario
para su producción, siendo la magnitud del valor determinada por la cantidad (duración)
de ese trabajo. A esta conclusión ya había llegado el economista David Ricardo, pero
Marx la retoma de manera crítica, la profundiza y la supera. El valor de cambio sería,
entonces, la forma del valor.
Luego Marx analiza las diferentes formas del intercambio de mercancías. Desde el
trueque ocasional (pues al principio se producía para el consumo inmediato y sólo se
intercambiaba el producto excedente) hasta que la producción se va orientando cada vez
más hacia el intercambio, con lo que el intercambio se va haciendo más regular y,
necesariamente, una mercancía particular (por ejemplo, el oro) se constituye en
equivalente general de todas las demás. Por último, al transformarse este equivalente
general en mercancía dinero, tenemos el reemplazo del oro en metálico por una
representación del mismo, en monedas y en billetes.
El último apartado del primer capítulo Marx lo dedica a explicar el fetichismo de la
mercancía. Como en la sociedad mercantil los productores sólo se relacionan entre sí
mediante el intercambio de sus mercancías, y como este intercambio es regulado por el
valor de las mismas (proceso que ocurre "de espaldas a los productores"), las
mercancías mismas se convierten en el sujeto del intercambio en vez de los productores.
De esta manera, el intercambio aparece como una relación social entre cosas y una
relación objetiva entre las personas.
En los dos capítulos restantes de esta sección, Marx analiza el proceso de intercambio
de las mercancías (M-M en el caso de trueque, M-D-M cuando ya existe el dinero;
siendo M mercancía y D dinero) y los distintos papeles que cumple el dinero en la
economía mercantil: como medida de los valores, como medio de circulación, como
tesoro, como crédito, como dinero en sí y los diferentes aspectos económicos al
respecto; también muestra cómo y por qué el dinero en tanto materialización de
determinadas relaciones sociales, imprime determinadas cualidades a la sociedad en su
conjunto y a sus individuos.
En la sección siguiente, que consta de un único capítulo, Marx estudia la transformación
del dinero en capital. Si antes el intercambio simple de mercancías se representaba
como M-D-M, la transformación del dinero en capital Marx la representa como D-M-
D', siendo D' > D. La explicación de D' > D está en que una de las mercancías
compradas en la primera fase (D-M) es una mercancía que produce valor nuevo,
plusvalor. Esa mercancía es la fuerza de trabajo.
El proceso de producción capitalista
A partir de la sección tercera, Marx entra a estudiar el proceso de producción capitalista
en sí. Hasta ahora había estudiado en abstracto a la sociedad mercantil, donde sólo
existían productores de mercancías. Ahora estudia en abstracto a la sociedad burguesa
donde existen capitalistas y asalariados. En la sociedad mercantil simple el proceso de
producción tiene un carácter dual: por un lado proceso de producción de bienes y por el
otro proceso de producción de valor. En la sociedad capitalista el proceso de producción
también tiene un carácter dual, pero distinto al de la sociedad mercantil: por un lado es
proceso de producción de bienes y por el otro es proceso de producción de capital, de
valor que se valoriza a sí mismo. Lo que distingue a la sociedad capitalista es la
organización de la producción en base al trabajo asalariado, esto es, el alquiler de la
fuerza de trabajo.
La fuerza de trabajo, productora de las mercancías, se cambia, se compra y se vende
como otra mercancía cualquiera y obedece a las mismas leyes del mercado, sin importar
que detrás de ellas hay un hombre, con su familia: el proletario. Este proletario es libre,
dice Marx parodiando el lema de la revolución francesa- pero Marx hace notar que es en
realidad libre en un doble sentido: libre (o sea carente) de medios de existencia y de
medios de producción (y por tanto si no vende su trabajo no sobrevive) pero libre de
venderle su fuerza de trabajo al capitalista que él elija de entre los interesados en
comprarla. El trabajador asalariado vende su capacidad para trabajar, pero ésta es una
capacidad inseparable de la persona, y no se puede vender aisladamente; por esto una
vez hecho el contrato entre capitalista y trabajador, éste, su personalidad completa, su
cuerpo entero pasa a manos del otro.
En los capítulos siguientes Marx analiza las distintas formas del capital según su
función en el proceso de valorización (capital constante y capital variable), el plusvalor
en su forma relativa y absoluta, la jornada laboral (su extensión e intensidad) y su
división en trabajo necesario y plustrabajo, la tasa y la masa de plusvalor, el papel de la
cooperación en el taller o fábrica (que, gracias a la optimización de la división técnica
del trabajo por la manufactura, resulta en una fuerza de trabajo social superior a la suma
de las fuerzas de trabajo individuales), un análisis histórico de las condiciones
tecnológicas en las que se realiza la producción capitalista (desde la manufactura hasta
la gran industria mecanizada), una descripción -y denuncia- de las condiciones de vida
de la clase obrera inglesa, un análisis de las distintas formas de salario y por último, en
la última sección, un análisis de la acumulación de capital.
El proceso de trabajo capitalista es un proceso de valorización y además de producción
de un plusvalor. Lo que comienza con una inversión de cierta cantidad de dinero hecha
por el capitalista termina, después del ciclo, en un aumento de esa cantidad. En
apariencia es como si el dinero se hubiese multiplicado por sí mismo. Marx pasa a
analizar y criticar las distintas maneras en que los economistas clásicos han intentado
explicar este aumento, y cómo han fracasado de uno u otro modo, pero al profundizar en
la teoría del valor de David Ricardo, Marx logra explicar el secreto de la plusvalía al
mismo tiempo mientras estudia y expone el funcionamiento del modo de producción
capitalista. La formación de la plusvalía en el sistema capitalista, expone Marx, se
efectúa de la siguiente manera:
El trabajador vende su fuerza de trabajo al capitalista. El capitalista pasa a ser dueño de
esta mercancía de la que por tanto dispone o hace uso durante todo el tiempo que le sea
posible cada día, o sea que pone a trabajar al asalariado todo el tiempo que le sea
posible o sea la jornada de trabajo, que dadas ciertas condiciones de producción, se
prolongará como premisa por un tiempo mayor que el tiempo que se necesita para
producir, en las mismas condiciones normales de trabajo, los medios diarios de
existencia y reproducción (víveres, vivienda, educación, hijos, etc.) del obrero. Pero a
cambio, el capitalista paga al asalariado un precio por su fuerza de trabajo como lo hace
por cualquier otra mercancía, es decir, paga un precio equivalente a lo que costó
producirla. Así que el capitalista no paga un precio por el trabajo que hace el asalariado,
porque el precio de las mercancías no está determinado por el uso que se hace de ellas,
sino por lo que costó producirlas, su valor: la cantidad de trabajo socialmente necesario
invertida en producirlas. Aquí es clave la distinción entre la fuerza de trabajo y el
trabajo. El capitalista paga el valor de la fuerza de trabajo y a cambio recibe el valor
creado por el empleo de la fuerza de trabajo durante la jornada laboral. De manera que
una parte de la jornada laboral, el asalariado trabaja para reproducir el valor de su fuerza
de trabajo, y la otra parte trabaja "gratis" para el capitalista. Esta diferencia de valor
entre el valor de la fuerza de trabajo y el valor producido por su empleo es lo que Marx
denomina como plusvalía. Esta plusvalía es la base de la ganancia capitalista.
La premisa histórica básica para esto es el intercambio de mercancías, pues el capitalista
compra la fuerza de trabajo como una mercancía. Esto implica la otra premisa histórica
básica: que las condiciones sociales sean tales que el trabajador tenga que vender su
fuerza de trabajo como una mercancía, Marx ya ha mostrado que esto es posible
solamente si el trabajador carece de medios de existencia y de medios de producción
para trabajar, entonces como poseedor de únicamente su fuerza de trabajo para
sobrevivir se ve obligado a vender su fuerza de trabajo al capitalista. La sociedad
burguesa necesita de trabajadores libres en un doble sentido: en el sentido de
propietarios privados de su fuerza de trabajo y en el sentido de carentes de medios de
producción propios. De esta manera, el proletario está obligado a vender su fuerza de
trabajo a algún capitalista para sobrevivir, siendo libre de decidir a qué capitalista
particular se la vende o siendo libre de no venderla y vivir en la marginalidad y la
extrema pobreza. Los trabajadores asalariados son libres sólo en el sentido de que no
son esclavos ni siervos: ningún poder personal los fuerza a trabajar. Lo que les fuerza a
trabajar es el poder impersonal de la economía.
En los siguientes capítulos, Marx expone la manera en que los capitalistas intentan
mantener y aumentar la plusvalía. Una manera, el aumento de plusvalía absoluta, es la
extensión de la jornada laboral (lo que incrementa el tiempo en que el obrero trabaja
exclusivamente para el capitalista) y la reducción del salario (lo que incrementa la parte
en valor que el capitalista da al trabajador). Pero, tal como explica Marx, esto tiene unos
límites "naturales" y "morales".
Por ello el capitalista también procura aumentar la plusvalía de manera relativa,
modificando el proceso técnico de trabajo y las condiciones laborales, introduciendo
medios de producción más eficientes y/o aumentando la intensidad o velocidad del
trabajo. Esto hace disminuir el tiempo necesario para producir las mercancías en general
(incluyendo los medios de existencia del obrero, pues así consigue disminuir el valor de
la fuerza de trabajo). De esta manera, sin modificar la extensión de la jornada laboral, el
tiempo de trabajo remunerado decrece en favor del tiempo de trabajo no remunerado. A
este proceso Marx lo denomina plusvalía relativa.
Expone Marx que esta última consideración pone en claro que, en un momento dado del
desarrollo capitalista, el aumento de la plusvalía se convierte en un problema técnico.
Ante los daños físicos y morales ocasionados por la larga y extenuante jornada de
trabajo, la clase obrera eventualmente se organiza y consigue imponer una disminución
y reglamentación de la jornada de trabajo. Si los capitalistas ya no pueden extender la
jornada de trabajo, entonces el problema del aumento de la plusvalía solamente es
posible de manera relativa y se torna esencialmente en un problema técnico: mejorar los
medios técnicos de la producción. La apropiación de los inventos mecánicos ha sido, a
este respecto, el gran recurso de los capitalistas. No obstante, como muestra Marx, esto
no quiere decir que la clase capitalista, permanentemente o al menos cada vez que la
plusvalía disminuye, no intente quebrar la oposición de la clase obrera para extender la
jornada de trabajo. Marx demuestra como la gran industria con la aplicación de las
ciencias naturales al servicio de la mecanización del proceso de trabajo en lugar de
favorecer a la clase obrera reduciendo la jornada laboral (pues lo que antes se producía
en un día de trabajo artesanal se produce en una hora de trabajo industrial) termina
perjudicándola de diversas maneras: hacinamiento, extenuantes jornadas de trabajo,
trabajo infantil, insalubridad, etc. Esto no se debe a la industrialización misma, sino a su
empleo capitalista.
El proceso de acumulación del capital
En la última sección del libro, que sintetiza los aportes de las secciones anteriores, Marx
expone cómo se reproduce el capital. La plusvalía extraída en la producción se convierte
en ganancia y si bien parte de esta ganancia es consumida por el capitalista, otra parte es
reinvertida en medios de producción y salarios y así la convierte en pluscapital. El
aumento del capital en funciones mediante la extracción de plusvalía se denomina como
acumulación del capital. Ésta, por un proceso cuyas varias fases analiza en detalle Marx
en la obra, conduce a la concentración de los capitales y a la centralización de los
mismos, hasta que el capitalismo cae en un círculo vicioso. He aquí cómo se sintetiza en
el pensamiento de Marx el círculo cerrado del sistema capitalista: en la competencia de
la producción vence el precio más bajo; el precio más bajo es el resultado de un alto
rendimiento de trabajo, y éste se resuelve en máquinas más poderosas y en talleres más
perfeccionados, y por tanto en un capital mayor; de aquí la necesidad de acumular a
ritmo creciente; pero cuanto más se acumulan las máquinas, más disminuye
proporcionalmente el número de obreros y más pequeña se hace la proporción del
capital variable (mano de obra) respecto al capital constante (máquinas, instalaciones,
etc.); como la plusvalía deriva del capital variable, cuanto más pequeña sea la
proporción de este capital, tanto menor se hace la proporción de la plusvalía (que puede
aumentar en valor absoluto, pero disminuye en valor relativo).
Esta es la "Ley general de la acumulación capitalista" demostrada y enunciada por
Marx: a medida que aumenta la acumulación de capital se produce y consolida
necesariamente un número creciente de obreros sobrantes para el sistema, una población
supernumeraria teniendo que subsistir en condiciones precarias y presionando a
condiciones de explotación mayores a los demás obreros y a mayor miseria para los
obreros en general. A estos obreros sobrantes se los denomina como ejército industrial
de reserva. Esto explica que a medida que se acumula capital y por consiguiente riqueza
se produce de manera pareja una acumulación creciente de miseria en la mayoría de la
población: la acumulación de capital en un polo es equivalente a la acumulación de
miseria en el otro.
Marx explica que en tanto, crece la masa de obreros desocupados, de manera que las
posibilidades de consumo decrecen, mientras por otra parte aumentan las mercancías en
el mercado. Entonces es menester, para que los parados vuelvan a consumir, ocuparlos
en nuevas ramas de la industria, o desarrollar las que ya existen. Pero para esto son
menester nuevos capitales y los nuevos capitales no se pueden obtener sino con la
acumulación, y la acumulación no se obtiene sino con el aumento de la plusvalía. Para
aumentar el valor relativo de la plusvalía sería menester disminuir el valor de la mano
de obra, bajando el precio de las mercancías consumidas por el trabajador. Para
disminuir el precio de las mercancías es necesario aumentar la productividad,
mejorando la técnica. Y para mejorar la técnica, es menester también acumular,
aumentando la plusvalía, y así sucesivamente.
El círculo vicioso queda cerrado. De cuando en cuando el círculo se interrumpe; con los
almacenes repletos, y las salidas cerradas, el mercado ya no acepta nada; quiebras,
obreros sin trabajo, revueltas de los hambrientos: crisis. Tal es el círculo vicioso del
sistema capitalista; pero éste, como el sistema de que es expresión, ha tenido también su
punto de partida.
En el capítulo La Llamada Acumulación Originaria, Marx analiza cómo en Inglaterra se
crearon a estos trabajadores libres para satisfacer la demanda de fuerza de trabajo por la
industria: expulsión masiva, a sangre y fuego, de los campesinos de sus tierras; y una
severa represión del "vagabundeo". Mediante estos métodos extra-económicos se logró
de forma acelerada una concentración de las tierras y un proletariado disciplinado para
ser explotado en la industria. "Si el dinero, como dice Augier, "viene al mundo con
manchas de sangre en una mejilla", el capital lo hace chorreando sangre y lodo, por
todos los poros, desde la cabeza hasta los pies."
En el apartado 7 de este capítulo (Tendencia histórica de la acumulación capitalista),
Marx, basándose en el análisis científico e histórico realizado hasta el momento, retoma
el programa revolucionario expuesto en el Manifiesto Comunista: la expropiación de los
capitalistas por la masa del pueblo, y el establecimiento de una asociación de
productores libres mediante la propiedad colectiva sobre la tierra y los medios sociales
de producción.
Libros segundo y tercero
El segundo volumen describe minuciosamente el funcionamiento del mercado, del cual
son esclavos los capitalistas; pero éstos, para disminuir los riesgos de los caprichos del
mercado, se ayudan recíprocamente, fundan las bancas y adoptan medidas de seguridad.
Así los fenómenos caóticos acaban por regularizarse, y el capitalista consigue vivir más
seguro en su propio edificio. Pero mientras tanto el mecanismo se ha complicado, y el
capitalista, a pesar de seguir obteniendo la plusvalía sólo de su actividad de industrial,
asume nuevas funciones: se convierte en comerciante, mediador, banquero, latifundista.
Se hace ayudar por una muchedumbre de otras personas: éstas ayudan al capital a
conseguir su provecho, y por esto reclaman una parte de él. El provecho, en adelante,
habrá de ser repartido entre todos los lobos de la horda. El modo cómo haya de ser
dividido viene marcado por el propio juego del mecanismo capitalista.
Ya la economía clásica había notado que los capitales empleados en las más diferentes
empresas dan, en un mismo país y en un mismo tiempo, una proporción igual de
provecho. En el tercer volumen de El capital, Marx explica que los diferentes provechos
se igualan en el momento de la venta de la mercancía, porque el capital no ingresa el
provecho de su producción particular, sino únicamente su parte en el botín general. Los
capitalistas se comportan, en lo que concierne al provecho, como accionistas de una
gran sociedad: no se distinguen unos de otros sino por el importe relativo de los
capitales empleados por cada uno de ellos.
Polémicas
En el siglo XX los economistas marxistas y los técnicos de países socialistas se
apropiaron de la exposición positiva de las teorías de Marx, pretendiendo que, en vez de
ser un tratado de crítica de la economía política, El Capital era un tratado de economía
política crítica. Las categorías que Marx trabajó en su libro han sufrido numerosos usos
derivados de esa lectura. La mayor parte de las polémicas entre economistas marxistas y
entre éstos y otros economistas no marxistas parten de esa lectura.
Una exposición en castellano del núcleo de El Capital que se aleja argumentadamente
de los tópicos marxistas y marxistas-leninistas que durante más de un siglo de
polémicas cubrieron de sobreentendidos equívocos la lectura rigurosa del texto, se
encuentra en el libro de Felipe Martínez Marzoa La filosofía de El Capital. Taurus,
Madrid, 1982.
Pablo Correa realizó una de las primeras traducciones de El Capital al castellano en
1883.
Plusvalor o plusvalía es el valor que el trabajo no remunerado del trabajador asalariado
crea por encima del valor de su fuerza de trabajo y que se apropia gratuitamente el
capitalista. Es la forma específica que adquiere el plusproducto bajo el modo de
producción capitalista y forma la base de la acumulación capitalista.
Este concepto y definición fue desarrollado por Karl Marx a partir de la crítica a los
economistas clásicos precedentes que ya la habian enunciado aunque de manera
incompleta como Adam Smith y David Ricardo.
Origen del término
Conviene recordar que Marx dice específicamente, en artículos por él editados, que el
concepto "plusvalía" lo toma de Ricardo, quien desarrolla hasta cierto punto teoría del
valor-trabajo, dándole ese nombre. Ricardo toma como punto de partida el concepto de
valor comentado por Adam Smith. Este último es el primer economista conocido, por
así definirlo, que plantea el concepto de "valor" que es la base de la plusvalía o
plusvalor y Ricardo criticando a Smith es el primero en desarrollarlo de manera
sistemática. Pero Marx introduce por primera vez la distinción entre fuerza de trabajo y
trabajo, lo cual le permite explicar de manera eficaz la plusvalía y completar la teoría
del valor-trabajo, lo que no habían conseguido los economistas precedentes.
El plusvalor es un concepto indisolublemente unido a la teoría del valor-trabajo y es
central para la descripción que ésta realiza de la explotación bajo el capitalismo. Estos
conceptos aparecen definidos y utilizados principalmente en El Capital y en los
cuadernos II y III de los Grundrisse.
Explicación
Según la teoría del valor trabajo cada mercancía encierra un valor correspondiente al
tiempo de trabajo socialmente necesario requerido para su producción. En el caso de un
mueble esto incluye las horas de trabajo necesarias para producirlo y las horas de
trabajo que fueron necesarias para producir cada una de las mercancías involucradas en
el proceso de producción (clavos, maderas, herramientas, etc). La distinción
anteriormente mencionada entre fuerza de trabajo y trabajo permite revelar que las horas
de trabajo son en realidad horas de empleo de la fuerza de trabajo y el salario el valor
para producir esa fuerza de trabajo, no el "valor del trabajo" hecho por el trabajador.
Siendo la fuerza de trabajo una mercancía, su valor se puede también medir en lo
necesario para su reposición, es decir, lo necesario para que el trabajador —y sus
futuros reemplazos— puedan existir —y reproducirse— así como para volver al trabajo
cada nuevo día.
Dicho de otra manera, al obrero no se le paga por lo que produce sino arreglo a lo que él
vale. Según su especialización, según las condiciones medias del país en el que vive y
arreglo a ciertas oscilaciones por la oferta y la demanda de ese puesto de trabajo. Pero el
obrero, al que se le paga un salario por vender su fuerza de trabajo, produce riqueza por
un valor que supera en mucho el salario que él recibe. Su fuerza de trabajo es una
mercancía más (y como tal es tratado el obrero y por extensión el resto de clases
populares), pero es la única capaz de crear riqueza.
Suponiendo que el trabajo socialmente necesario para producir los bienes que el
trabajador y su familia necesitan para vivir durante un día sea de 4 horas y que el salario
del trabajador es equivalente al valor de su fuerza de trabajo; teniendo además en cuenta
que el capitalista busca alquilar la fuerza de trabajo por la mayor cantidad de horas
posible (aunque la extensión de la jornada laboral dependerá más que nada de
regulaciones legales y de la fortaleza gremial de los trabajadores) y que es dueño de
todo lo producido en su empresa; tenemos que si la jornada laboral es de 8 horas,
entonces habrán 4 horas en que el trabajador reproducirá su remuneración (trabajo
necesario) y 4 horas en las cuales trabajará gratuitamente, sin remuneración (trabajo
excedente, o plustrabajo). El valor creado por este plustrabajo (materializado en un
plusproducto) es el plusvalor, el cual es apropiado gratuitamente por el capitalista. El
plusvalor, entonces, es tanto la forma específica que adquiere el plusproducto bajo el
régimen de producción capitalista como la base de la acumulación capitalista.
Conviene mantener presente que "plusvalor" es un concepto que conlleva un alto nivel
de abstracción. Así, no siempre es adecuado utilizarlo en casos específicos. Muchos
autores prefieren mantenerlo como un concepto de análisis general: la plusvalía sería la
diferencia entre el valor (o riqueza) creado por la clase trabajadora y el valor que ella
recibe en su conjunto, más que la diferencia entre lo que un trabajador específico
produce y lo que recibe.
Tasa y masa del plusvalor
La masa de plusvalor es la cantidad de trabajo excedente producida por la fuerza de
trabajo. Por ejemplo, si la jornada laboral es de 8 horas y en 4 horas el obrero reproduce
el valor de su fuerza de trabajo, la masa de plusvalor es el valor de lo producido en esas
4 horas de plustrabajo.
La tasa de plusvalor o tasa de explotación se define como el cociente entre la masa de
plusvalor y el valor de reproducción de la fuerza de trabajo. La tasa muestra de este
modo el grado de explotación al cual está sometida la fuerza de trabajo. Siguiendo el
ejemplo anterior, 4 horas de plustrabajo / 4 horas de trabajo necesario dan una tasa de
explotación del 100%.
Plusvalor absoluto y relativo
El plusvalor absoluto y el plusvalor relativo son las dos formas que posee el capitalista
de aumentar la tasa de explotación.
El plusvalor absoluto consiste en aumentar la masa de plusvalor mediante el
alargamiento de la jornada de trabajo. Aumentando la jornada del ejemplo anterior de 8
a 10 horas, tenemos que el tiempo de reproducción del valor de la fuerza de trabajo
sigue siendo 4 horas, pero el tiempo de plustrabajo aumentó de 4 a 6 horas. La tasa de
explotación es ahora del 150%.
El plusvalor relativo consiste en aumentar la masa de plusvalor aumentando la fuerza
productiva del trabajo. O sea, lograr que la fuerza de trabajo produzca más en el mismo
tiempo o que produzca lo mismo en menor tiempo. Por ejemplo, si la fuerza productiva
del trabajo se duplica, el valor de la fuerza de trabajo se reproducirá en 2 horas en vez
de 4 y el plustrabajo aumentará de 4 a 6 horas. Lo cual, asumiendo que la jornada
laboral sigue siendo de 8 horas, permite elevar la tasa de explotación de 100% a 300%.

Economía neoclásica
En la década de 1870, se produjo una ruptura con la línea del análisis económico. Los
economistas neoclasicos explicaron los precios relativos desde el lado de la demanda
agregada, mientras que los Clásicos explican los precios relativos desde el punto de
vista de los costes (oferta). Explican el valor de los bienes en función de la utilidad
marginal, es a decir de la última unidad consumida. Este cambio teórico se llama la
revolución marginalista, que fue el punto de partida del nacimiento del pensamiento
neoclasico.
Hubo tres grandes escuelas neoclásicas con los siguientes economistas:
 William Jevons y Alfred Marshall, de la escuela inglesa de Cambridge, que
desarrolló el concepto de Equilibrio parcial
 Carl Menger y Eugen von Böhm-Bawerk, de la escuela austríaca de Viena, que
desarrollo los fundamentos del análisis marginal.
 Léon Walras y Vilfredo Pareto, de la escuela francesa de Lausanna, que
desarrolló la teoría del equilibrio general, creó el concepto de "utilidad marginal"
que originó el marginalismo como corriente del análisis económico.
Valor de los bienes
La última unidad consumida es la que determina el precio del bien. El valor de un bien
viene determinado por el uso menos importante que se hace de ese bien. Para illustrar la
teoría, Menger tomó el ejemplo del paradoja del agua y los diamantes. Al haber mucha
agua su valor es menor, explica, porque el precio de un diamante es mucho más elevado
que el del agua. Así el valor de los bienes es completamente subjetivo.
Teoría del equilibrio general
Para Walras la teoría económica se basa en dos supuestos: por una parte cada persona, o
empresa tiende a maximizar su utilidad y por otra parte la demanda de cada bien debe
igualar a su oferta. Se apoyó en la curva de demanda propuesta por Cournot, pero
observó que solamente se aplica estrictamente al intercambio de dos bienes, por lo que
se ocupó de deducir la curva de oferta de uno de los bienes a partir de la curva de
demanda del otro. Para expresar matemáticamente los factores de los que depende la
oferta, usó la teoría de los servicios productivos de Jeanm Baptiste Say (la venta de una
unidad de un servicio comporta para su poseedor una privación de utilidad).
Concluyó que las funciones de demanda y oferta de un producto dependen tanto de su
precio, como de los precios de los demás productos, rentas, costos de producción y otros
factores. Los factores económicos proceden mediante un "tanteo", que aunque significa
respuestas individuales diferentes, finalmente resulta en un comportamiento que tiende
a maximizar la utilidad. El punto de equilibrio de cada mercado depende de lo que
sucede en los demás mercados, por lo que la determinación del equilibrio general, de
todo el mercado, implica la determinación simultánea del equilibrio parcial de cada
mercado. Walras construyó entonces un sistema de ecuaciones que define el equilibrio
estático de este sistema de cantidades interdependientes.
Su teoría monetaria partió de la necesidad individual de medios de pago, análoga a la
demanda de un bien (el dinero), cuyo comportamiento se rige también por la utilidad
marginal y es predecible mediante "ecuaciones de circulación".
Alfred Marshall era un profesor en la Universidad de Oxford. Su labor docente se basó
en las teorías de Ricardo y Stuart Mill complementadas con las aportaciones del
marginalismo, especialmente de Karl Menger y Léon Walras, conciliando las teorías
ricardianas con las de la escuela austriaca. De espíritu abierto, con una sólida formación
matemática, histórica y filosófica, introdujo en sus enseñanzas las críticas a la Escuela
Clásica inglesa (principalmente, Smith, Ricardo, Malthus y Stuart Mill) procedentes del
historicismo alemán y del socialismo, así como también de la escuela marginalista.
La «síntesis neoclásica», base de la teoría económica moderna. En 1890 publicó su obra
capital, Principios de economía, que durante muchos años fue el principal libro de texto
en las facultades de todo el mundo. En el primer volumen de la obra compaginó
conceptos de la economía clásica como riqueza, producción, trabajo, capital o valor con
aportaciones de la escuela marginalista como utilidad y utilidad marginal. A los agentes
de la producción (tierra, trabajo, capital) añadió un nuevo factor, el de la organización
industrial.
En el 2º volumen realizó una exposición del funcionamiento de los mercados, un
análisis de oferta y demanda y expuso su teoría del equilibrio general, de la formación
de la oferta, la incidencia de los monopolios y la distribución de la riqueza nacional. Los
problemas más destacados que analizó fueron el de la formación de los precios y la
distribución de la renta.
En el primer caso estableció como determinantes del valor de un bien tanto el coste de
producción como la utilidad. A partir del valor del bien, la formación de los precios
vendría dada por la confluencia de la oferta y la demanda; la primera, determinada por
los costes de producción, y la segunda, por la utilidad marginal. También estableció una
relación entre precio y cantidad demandada cuya sintaxis gráfica (curvas de oferta y de
demanda) sigue vigente hoy día.
El Óptimo de Pareto
Alfredo Pareto desarrolla y perfecciona la teoría de Walras. Introduce el concepto de
óptimo económico que hoy en día se conoce como el Óptimo de Pareto. El óptimo es
aquella situación en la que ningún individuo puede mejorar su situación sin que
empeore la de algún otro.
Para que se dé el Óptimo de Pareto, es necesario que haya un sistema de competencia
pura y perfecta. Esto significa que se den estas cinco condiciones: atomicidad de los
mercados (tantos compradores y vendedores que ninguno de ellos pueda influir
individualmente en el precio del producto), transparencia y perfecta información (todo
individuo conoce perfectamente cuáles son las condiciones del mercado), libre entrada y
salida del mercado (no existen restricciones para que cualquier empresa pueda producir
lo que desee), libre movilidad de los factores productivos (tanto el capital como el
trabajo van a aquella situación según el precio de los factores), y por fin homogeneidad
del producto (a los consumidores les da igual a quién comprar si todos los productos son
iguales).
Economía neoclásica
El término economía neoclásica o escuela neoclásica es un concepto impreciso utilizado
en economía; ciencia política, etc, para referirse en general a un enfoque económico
basado en el análisis marginalista que incluye la percepción del Homo œconomicus.
Generalmente se emplea en dos acepciones: para referirse a los desarrollos en el
pensamiento económico entre 1870 y 1920 -más o menos críticamente- lo que se
considera el pensamiento económico ortodoxo o dominante (mainstream) en la
actualidad.
El economista neoclásico es por Alfred Marshall. Entre los neoclásicos modernos puede
distinguirse, entre otros, a los nuevos clásicos (muchos de los cuales son partidarios del
monetarismo) y los seguidores de la síntesis neoclásica.
Introducción
Entre los supuestos de que parte el enfoque neoclásico se encuentra que el
comportamiento económico surge del comportamiento agregado de los individuos (u
otro tipo de agentes económicos) que son racionales y tratan de maximizar su utilidad o
beneficio mediante elecciones basadas en la información disponible.
Hoy en día, el enfoque de la escuela neoclásica predomina entre los economistas.
Aunque existen muchas críticas a varios de los supuestos de la escuela neoclásica,
frecuentemente algunos de estas críticas han sido incorporadas en nuevas versiones de
la teoría neoclásica (por ejemplo, la escuela neokeynesiana está basada tanto en
principios neoclásicos como keynesianos).
La economía neoclásica es el producto de varias escuelas de pensamiento en economía.
No todos están de acuerdo acerca de qué se denomina economía neoclásica, y el
resultado de esto es una amplia gama de aproximaciones neoclásicas a varias áreas
problemáticas y dominios; arrancando de las teorías del trabajo a teorías de los cambios
demográficos.
E. Roy Weintraub expresa que la economía neoclásica se basa en tres cuestiones, sin
embargo algunas ramas de la teoría neoclásica pueden tener distintas aproximaciones:
Las personas tienen preferencias racionales hacia los resultados que pueden ser
identificados y asociados con un valor.
Los individuos maximizan la utilidad y las firmas maximizan la ganancia.
Las personas actúan independientemente en base a información completa y relevante.
Sinopsis
Los iniciadores de la escuela neoclásica fueron los marginalistas que insistieron en un
análisis económico libre de historicismo y cuyo modelo matemático se asemejara más a
las ciencias físicas. Esto en parte fue una demanda de rigor científico y en parte fue una
reacción contra el historicismo del marxismo. Tanto el marxismo como las ideas
económicas dominantes previas a la consolidación del marginalismo fue el enfoque
clásico basado en las ideas de Adam Smith y de David Ricardo.

Marginalismo
Se llama marginalismo o escuela marginalista al desarrollo del pensamiento económico
surgido en el siglo XIX de -y en parte como reacción a- la Economía clásica. Los
marginalistas introdujeron rigurosidad a los conceptos y estudios, lo que llevo a una
matematización de la disciplina. Entre otros desarrollos, el marginalismo es responsable
por el individualismo metodológico que caracteriza muchos de los estudios en el área
incluso en el presente.
Critica a la escuela clásica
Como es generalmente aceptado la economía o escuela clásica tiene las siguientes
características. Primero: su foco de atención son los grupos o clases de individuos. La
economía clásica (llamada economía política) estudia lo que determina los salarios
recibidos por los trabajadores en general mas que lo que un o cada trabajador individual
recibe; o que ocasiona que la tasa de ganancia suba o baje, mas que los factores que
ocasionan la ganancia de una empresa particular, etc.
Una segunda característica del clasicismo es su interés en la generación y distribución
de la plusvalía. Empezando con Quesnay, los economistas políticos se interesaron en el
fenómeno del resultado "extra" del proceso de producción. Por ejemplo, la producción
agrícola es -generalmente- superior a la semilla usada. Ese producto extra es plusvalía.
El famoso ejemplo de la fabricación de alfileres de Adam Smith muestra como una
nueva forma de organización de la producción lleva a una producción superior o extra a
la obtenida anteriormente, sin uso de recursos -trabajo o capital- adicionales.
Todo lo anterior llevo al desarrollo de una compleja -y generalmente considerada
imprecisa- teoría del valor. Y a tentativas de explicar otros -la mayoría de los-
fenómenos económicos en relación a ese concepto.
Eso a su vez llevo a una situación en la cual algunos buscaron clarificar y formalizar
esos términos y la disciplina misma.
Orígenes y evolución del marginalismo
A pesar de algunas tentativas anteriores de matematizar la economía -por ejemplo, el
trabajo de William Petty- generalmente se considera que el primer intento exitoso de
introducir métodos matemáticos a la economía fue el de Antoine Augustin Cournot -
matemático de profesión- quien utilizo el cálculo a fin de explicar la conducta de
consumidores y empresas Cournot definió el concepto de costo marginal e ingreso
marginal y mostró como las empresas pueden maximizar su ganancia a manteniendo su
producción en el punto en el cual ambas cantidades se igualan.
Los principios fundamentales de esta escuela fueron enunciados en torno a 1870, casi
simultáneamente, por tres economistas de diferente nacionalidad, Jevons en Inglaterra,
Karl Menger en Austria y León Walras en Francia. No obstante, el precursor de este
nuevo enfoque fue Hermann Heinrich Gossen (1810-1858), que redescubierto por los
autores neoclásicos, reconocieron la influencia que había ejercido sobre ellos. Gossen
enunció la ley del decrecimiento de la utilidad marginal y la ley de la igualdad de las
utilidades marginales ponderadas.
William Jevons es uno de los tres autores (junto a Clark y Menger) acreditado con haber
descubierto independientemente el concepto de utilidad marginal y el principio de
"disminución marginal de utilidad". Jevons buscó explicar la conducta de los
consumidores. De acuerdo a el, los consumidores compraran (dado sus ingresos) lo que
sea valoran o consideran mejor y esa elección -si es libre- llevara al mejor resultado
tanto para ellos como para todos.
John Bates Clark, uno de los tres autores (junto a Jevons y Menger) acreditado con
haber descubierto independientemente el concepto de "utilidad marginal" y el principio
de "disminución marginal de utilidad". Clark estudió como se determinan tanto los
salarios como las ganancias de las empresas. Su respuesta es que lo son por la
productividad marginal del trabajo y las maquinas respectivamente.
Francis Edgeworth formalizó la propuesta a favor del mercado libre de Ricardo,
mostrando como ese mercado beneficiaria tanto a individuos como países. Edgeworth
utilizo extensivamente el cálculo y desarrollo -entre otras contribuciones- la noción de
la Curvas de indiferencia, aplicándolas al estudio del cambio o compra-venta, lo que lo
llevo a desarrollar las llamadas "cajas de Edgeworth".
En adición hay otros cuatro autores que se pueden considerar ya sea casos especiales o
como representando ya sea una evolución o superación del marginalismo. Como
consecuencia, esos autores son a veces considerados marginalistas y a veces como
fundadores de esos desarrollos posteriores o incluso -especialmente Walras- estudiados
por si mismos.
Carl Menger, uno de los tres autores (junto a Jevons y Clark) acreditado con haber
descubierto independientemente el concepto de utilidad marginal y el principio de
"disminución marginal de utilidad". Menger avanzó a proponer que la economía puede
o debe ser una disciplina deductiva, basando sus "leyes" y generalizaciones en premisas
que se sabe son ciertas. Esto lo transformo en el padre de la escuela austriaca.
Knut Wicksell mostró que, en un sistema competitivo, los factores de producción
recibirán ingresos iguales a sus productividad marginal, y que la suma de esas montos
será igual al producto total de la empresa. Motivado por un interés en resolver los
problemas de la pobreza derivados de la desigualdad de ingresos producto de esa
distribución marginalista, Wicksell avanzó a proponer una teoría del gasto público o
fiscal que lo ha transformado en el padre de la economía mixta.
Léon Walras, reintroduce un interés en grupos de individuos, utilizando conceptos de
promedio y total (como por ejemplo, producto promedio, demanda total o efectiva). A
pesar que Walras fue uno de los tres autores (junto a Jevons y Menger) acreditado con el
desarrollo del concepto de utilidad marginal y de ser un fuerte proponente del
individualismo metodológico, Walras propuso una teoría del equilibrio general que
requiere una concepción interelacionaria de los procesos económicos: cuando un
mercado cambia, cambian todos los otros. Walras produjo un conjunto de ecuaciones
que permite establecer los precios de todos los bienes en función de un bien escogido
arbitrariamente -que sirve como unidad de comparación o ―numéraire‖ en sus palabras-.
En otras palabras, las ecuaciones de Walras no pueden explicar el porqué un bien X
cuesta una cantidad determinada de euros, pero explica el porqué esa bien X cuesta lo
que sea en relación -por ejemplo- a un litro de petróleo. Pero ese numerario puede ser el
precio del trabajo, lo que reintroduce la percepción básica de la teoría del valor clásica.
Consecuentemente Walras es considerado un antecedente importante de la escuela
neoclásica, que algunos consideran la aproximación dominante incluso en el presente.
Walras es generalmente estudiado entre los matematizadores de la economía.
Alfred Marshall no fue un innovador sino mas bien un sistematizador. Eso lo llevó a
proponer una visión general de los desarrollos anteriores que culminaron en su
formulación de un equilibrio parcial o microeconómico. Marshall re introduce algunos
conceptos clásicos bajo la forma de ―agregados‖ (por ejemplo: Demanda agregada).
Marshall fue el responsable por el cambio del nombre de la disciplina de economía
política a economía. Marshall otorgo mas importancia al concepto de Relación marginal
de sustitución que al de utilidad. Esto ha llevado a algunos a hablar de una economía
"marshalliana" que generalmente se equipara a la escuela neoclásica.
Principales aportes y legado del marginalismo
Aportes
A) critica de la teoría del valor-trabajo.-
El problema central -desde el punto de vista marginalista- con la teoría clásica del valor
es que asume que la producción es el resultado de solo o únicamente el trabajo y -
adicionalmente- iguala o deriva los precios de ese valor/trabajo. En el ejemplo de
Quesnay, la diferencia (plusvalía) entre la semilla utilizada y lo cosechado es atribuida
directamente y unicamente al trabajo de los campesinos. Esto lleva naturalmente a
percibir "el valor" de ese producto como siendo igual al del trabajo necesario para
producirlo. Pero aún aceptando eso como correcto, es obvio que los precios de los
bienes en el mercado no son necesariamente iguales a esa cantidad (de trabajo).
Esto nos lleva a problemas de la concepción de la economía. Si esta es una disciplina
normativa, tal percepción puede ser correcta. Pero incluso una disciplina normativa
debería poder explicar lo que se observa. Y lo que se observa en este caso concreto es
que los precios no guardan relación directa con el valor determinado por el
procedimiento anterior. Aún mas, si consideramos la economía como una ciencia
descriptiva, la dilucidación del mecanismo practico de formación de precios amenaza
hacer redundante la teoría clásica: el "valor" que refleja la "cantidad de trabajo" solo
seria —a lo mejor— de interes academico.
Ese nuevo mecanismo "marginalista" es la teoría de la utilidad marginal o Teoría del
valor subjetivo, de acuerdo a la cual el precio se determina por la percepción de los
individuos de la utilidad o beneficio que un bien, cosa o servicio le proporcionara en
relación a sus necesidades en un momento dado. El "valor" de ese bien o servicio
fluctuara -a diferencia de la teoría clásica que ve ese valor como constante- en relación a
la necesidad especifica. Por ejemplo, el primer vaso de agua para un sediento es mas
importante (tiene más valor, entendido como "valor de uso" o "utilidad") que el quinto o
el décimo. Ese consumo extra produce un valor menor -para ese usuario- que el
primero. Consecuentemente, disminuye lo que ese individuo estaría dispuesto a dar -
pagar- para continuar consumiendo. Ultimamente la utilidad marginal -la importancia
de un bien o servicio para un individuo- es una cuestión de circunstancias y preferencias
personales. Y lo mismo se puede decir acerca de lo que esos individuos están dispuestos
a pagar por ese bien o servicio.
Ese mecanismo parece producir una explicación satisfactoria de como se forman los
precios en un mercado real. El como y porque fluctúan, etc.
B) Formalización de la economía.
Los marginalistas -empezando con Cournot - fueron los primeros en iniciar de manera
exitosa un proyecto de crear un lenguaje formalizado para la disciplina, proyecto que se
vio (y ve) como esencial para su transformación en ciencia.
La formalización de la economía ha tenido lugar especialmente a través del uso de
matemáticas. Permite que se propongan, estudien y generalicen relaciones de interés
con claridad, rigurosidad y simplicidad que, adicionalmente, pueden ser probadas
(tested) en áreas extensas y complejas, todo lo cual seria difícil utilizando términos
informales.
Adicionalmente, el uso de las matemáticas (incluyendo modelos matemáticos y modelos
numéricos) permite a los economistas hacer y probar propuestas claras y especificas
sobre áreas controversiales y a hacer pronósticos o examinar los posibles resultados de
propuestas políticas o sucesos con repercusiones económicas, lo que permite ya sea
modificar esas propuestas o tomar algunas medidas paliativas en relación a desarrollos
negativos.
C) Individualismo metodológico
El marginalismo hace -como hemos visto- una fuerte crítica al proyecto clásico de
ofrecer una explicación de fenómenos económicos basada en grupos o clases de
individuos. Esa critica implica el rechazo a la percepción que una colectividad sea un
organismo autónomo, actuando por si mismo y forzando o llevando a sus integrantes a
actuar de una cierta manera.
Los marginalistas asumen que los fenómenos económicos en general -estructura y
cambios- son en principio explicables por acciones de individuos, incluyendo sus metas
y creencias. Para el conjunto o sociedad, tal explicación y comprensión amplia se basa
en el agregado de las decisiones de los individuos como tales.
D) Asunción de racionalidad.
Todo lo anterior asume que los individuos se comportan racionalmente en términos
económicos. Por ejemplo, una asunción central es que las preferencias individuales son
estables y transferibles. Si alguien prefiere el bien A a el bien B y el B al bien C, se
asume que el bien A será preferido al bien C ahora y en futuro previsible.
Esta asunción central del marginalismo reemplaza la visión clásica en la cual fuerzas
económicas, percibidas o no (tales como la mano invisible o el determinismo de la
economía) llevan a los individuos a actuar aun sin su conocimiento de ciertas maneras.
En la percepción marginalista los individuos actúan racionalmente desde su punto de
vista.
Legado del marginalismo
Todo lo anterior ha dejado un legado, posiblemente central, al desarrollo de las
concepciones económicas posteriores. Este legado se puede percibir en general tanto en
los textos de introducción a la disciplina como los cursos mas avanzados.
Esa percepción se puede trazar directamente a la influencia tanto de Marshall como de
Walras -ya sea individual o conjuntamente. - en el desarrollo de la economía neoclásica,
que es generalmente percibida como formando el centro ideológico o teórico de la
economía moderna. En las palabras de E. Roy Weintraub: "Todos somos neoclásicos
ahora, incluso los keynesianos, porque lo que se enseña a los estudiantes, lo que es la
economía principal (mainstream), es economía neoclásica".
Mucha de esa economía moderna se basa el estudio del equilibrio general de Walras y el
equilibrio parcial de Marshall.
Carl Menger-junto a Eugen von Böhm-Bawerk y Friedrich von Wieser- son
considerados fundadores de la escuela austríaca.
Knut Wicksell es considerado fundador de la escuela sueca o de Estocolmo, que a su
ves es considerada fundamental para la economía mixta y de gran influencia en el
keynesianismo. dicionalmente, Wicksell es considerado fundamental para el
monetarismo.
Desarrollos posteriores y críticas
A partir de los aportes de Menger, Wicksell, Walras y Marshall los desarrollos llevaron
crecientemente a la diferenciación de percepciones, lo que eventualmente dio origen a
escuelas. Si bien es correcto percibir esos autores como compartiendo una visión o
fundación marginalista, seria conducente a error sugerir que el marginalismo es
equiparable o se desarrollo posteriormente a partir principalmente del trabajo de
cualquiera de ellos. Esto ha llevado generalmente a denominar a quienes siguen a
Marshall como neoclásicos.
El termino neoclásicos se origino en una fuerte critica de Thorstein Veblen - fundador
de la escuela institucionalista (norte)americana- quien lo utilizo para referirse a quienes
el consideraba compartían las percepciones no científicas de la escuela clásica,
especialmente la utilización de la teoría del valor, incluyendo la tentativa de
reemplazarla con el concepto de utilidad (ver mas abajo) y la percepción que ―mas es
necesariamente mejor‖. Desde ese punto de vista, todos los autores mencionados son
neoclásicos.
El termino se generalizo para referirse a los seguidores de la "economía marshalliana".
Desde este punto de vista, ni Wicksell ni Menger (o los seguidores de ambos) serian
neoclásicos. Y seria conducente a error sugerir que solo Marshall y sus seguidores son
marginalistas.
Criticas
El criticismo de Veblen es global. Para él el concepto de equilibrio es normativo,
implicando -sin prueba- que el equilibrio es de beneficio para la sociedad y los
individuos. Veblen considera que la economía ortodoxa es teleológica y pre-darwiniana.
Teleológica porque asume que el proceso económico progresa o tiende a una situación
estable (el equilibrio a largo plazo) que ni se observa en realidad ni se deriva de algún
análisis sino que se asume como un dado con anterioridad a cualquier análisis u
observación. Y es predarwinica porque, en la opinión de Veblen, el proceso económico
es un proceso darwiniano de evolución, desarrollándose a través del tiempo como
respuesta a diferentes y cambiantes circunstancias pero careciendo de propósito o
diseño.
Se han también sugerido críticas parciales. Así, por ejemplo, en lo referente al
individualismo metodológico Hodgson trata de construir una teoría evolutiva del
funcionamiento de la economía que acude a conceptos extraídos de la biología.
Hodgson considera que la unidad básica de modelización debe ser la institución, ya que
es el mecanismo que sirve para transmitir información a lo largo del tiempo. Piori
propone un nuevo concepto de individualismo, basado en las interacciones sociales, que
puede acoger como caso particular (aunque reinterpretado) al principio del
individualismo metodológico utilizado por la Economía Neoclásica.
Respecto a la racionalidad de los actores económicos se ha argumentado que esa
asunción no puede restringirse a la "acción lógica". Desde el punto de vista de la escuela
austriaca, la racionalidad de la acción humana simplemente significa que esa acción
tiene un motivo o propósito. Así por ejemplo, bailar para hacer llover puede ser ilógico
o no científico, pero tiene un motivo, y es por lo tanto, desde el punto de vista de esa
escuela, racional. Otros consideran que el concepto debe incluir "razones o motivos
emocionales", lo que implica que la economía debe aceptar la racionalidad de acciones
cooperativas, solidarias, compasivas, etc.
Alfred Marshall (* 26 de julio de 1842 - † 13 de julio de 1924), fue un economista
británico.
Estudió en el Saint John's College, en el Reino Unido. Su interés por la filosofía le llevó
a tomar lecciones de ética. Tras obtener una beca especial para estudiar ciencias en
1868, se matriculó en economía política, ciencia a la que posteriormente él mismo
denominó Economía. En 1875, viajó a EE. UU. para estudiar los efectos de los
aranceles en una economía. Al volver a Inglaterra fue director del University College de
Bristol, cargo del que dimitió en 1881. Después estuvo un año en Italia y volvió a la
universidad en 1882 como catedrático; en 1883 se trasladó al College Balliol de la
Universidad de Oxford. De 1885 a 1908 dio clases de Economía política en la
Universidad de Cambridge. Convirtió Cambridge en la principal facultad de economía
de los países de habla inglesa, y tuvo como discípulos a importantes economistas, como
Pigou o Keynes. Influyó además a Vilfredo Pareto
Su labor como profesor se basaba en las teorías de Ricardo y Stuart Mill
complementadas con las aportaciones marginalistas, especialmente las de Léon Walras,
Jules Dupuit y Stanley Jevons, conciliando las teorías ricardianas con las del
marginalismo, formando así las bases de la escuela neoclásica. De espíritu abierto, con
una sólida formación matemática, histórica y filosófica, introdujo en sus enseñanzas las
críticas a la Escuela Clásica inglesa (principalmente, Smith, Ricardo, Malthus y Stuart
Mill) procedentes del historicismo alemán y del socialismo, así como también de la
escuela marginalista.
En 1889 sirvió como presidente en el primer día del Congreso de las Cooperativas.[1]
El resultado de sus esfuerzos fue la denominada «síntesis neoclásica», base de la teoría
económica. En 1890 publicó su obra capital, Principios de economía, que durante
muchos años fue el principal libro de economía de todo el mundo. En el primer
volumen de la obra compaginó conceptos de la economía clásica como riqueza,
producción, trabajo, capital o valor con aportaciones de la escuela marginalista como
utilidad y utilidad marginal. A los agentes de la producción (tierra, trabajo, capital)
añadió un nuevo factor, el de la organización industrial.
En el segundo volumen realizó una exposición del funcionamiento de los mercados, un
análisis de oferta y demanda y expuso su teoría del equilibrio parcial, de la formación de
la oferta, la incidencia de los monopolios y la distribución de la riqueza nacional. Los
problemas más destacados que analizó fueron el de la formación de los precios y la
distribución de la renta.
En el primer caso estableció como determinantes del valor de un bien tanto el coste de
producción como la utilidad. A partir del valor del bien, la formación de los precios
vendría dada por la confluencia de la oferta y la demanda; la primera, determinada por
los costes de producción, y la segunda, por la utilidad marginal. También estableció una
relación entre precio y cantidad demandada cuya sintaxis gráfica (curvas de oferta y de
demanda) sigue vigente hoy día.
Marshall fue el economista británico más brillante de su época. También fue un profesor
sobresaliente y ejerció una gran influencia sobre los economistas de aquella época. Su
mayor contribución a la Economía fue sistematizar las teorías económicas clásicas y el
desarrollo del concepto de utilidad marginal. Subrayó la importancia del análisis
minucioso y la necesidad de adecuar las teorías a los nuevos acontecimientos. Se lo
considera uno de los antecesores de la economía del bienestar. Entre sus obras destacan:
Principios de Economía e Industria y comercio, publicadas en 1890 y 1919.

Equilibrio general
La teoría del equilibrio general es una rama de la teoría microeconómica. La misma
trata de dar una explicación global del comportamiento de la producción, el consumo y
la formación de precios en una economía con uno o varios mercados.
El equilibrio general intenta dar una explicación de lo particular a lo general (bottom-
up), comenzando con los mercados y agentes individuales, mientras que la
macroeconomía, según lo expresado por los economistas keynesianos, emplea una
visión de lo general a lo particular (top-down), donde el análisis comienza por los
componentes más destacados. Puesto que la macroeconomía neoliberal ha acentuado
fundamentos microeconómicos, esta distinción se ha diluido. Sin embargo, muchos
modelos macroeconómicos tienen un 'mercado de bienes' y estudian, por ejemplo, su
interacción con el mercado financiero. Los modelos generales del equilibrio suelen
incluir diversos mercados de bienes. Los modelos generales modernos del equilibrio son
complejos y requieren computadoras para ayudar a encontrar soluciones numéricas.
En un sistema de mercado, los precios y la producción de todos los bienes, incluyendo
el precio del dinero y el interés, están relacionados. Un cambio en el precio de un bien,
por ejemplo el pan, puede afectar otro precio (por ejemplo, los salarios de los
panaderos). Si el gusto del pan depende de quién sea el panadero, la demanda del pan
puede verse afectada por un cambio en los salarios de los panaderos y, por consiguiente,
en el precio del pan. En teoría, calcular el precio de equilibrio de un solo bien requiere
un análisis que considere todos los millones de diversos bienes que están disponibles.
Historia de los modelos de equilibrio general
El primer intento en la economía neoclásica de modelar los precios de toda una
economía lo realizó Léon Walras. Su obra Los elementos de la economía pura
proporciona varios modelos, cada uno de los cuales tiene en cuenta una mayor cantidad
de aspectos de una economía real (dos tipos de bienes, muchos tipos de bienes,
producción, crecimiento, dinero). Algunos autores (por ejemplo, Eatwell, 1989, y
también Jaffe, 1953) piensan que Walras no tuvo éxito y que los últimos modelos que
desarrolló son inconsistentes. En particular, el modelo de Walras era un modelo de un
período prolongado en el cual los precios de los bienes de capital son iguales,
independientemente de que aparezcan como variables de entrada o como variables de
salida, y se presenta el mismo margen de ganancias en todas las líneas de la industria.
En este modelo, el precio de costo de cada bien de capital debe ser igual, en equilibrio,
al precio de demanda. Esto es inconsistente con lo que se obtiene cuando se toman,
como dato, las cantidades de bienes de capital. Sin embargo, cuando Walras introdujo
bienes de capital en sus modelos posteriores, tomó sus cantidades como un dato, en
relaciones arbitrarias. Kenneth Arrow y Gerard Debreu también tomaron las cantidades
iniciales de bienes de capital como un dato, pero adoptaron un modelo simple en el cual
los precios de los bienes de capital varían con el tiempo y también el tipo de interés
varía de un bien de capital a otro.
Walras fue el primero en organizar un programa de investigación que ha sido seguido
por muchos economistas del siglo XX. En particular, planteó la necesidad de investigar
las condiciones necesarias para que los equilibrios sean únicos y estables.
Walras también propuso un sistema dinámico mediante el cual se puede alcanzar un
equilibrio general, denominado tâtonnement o proceso a tientas.
El proceso de tâtonnement es una herramienta para investigar la estabilidad de
equilibrios. Los precios son anunciados por un subastador, y los agentes indican qué
cantidad quieren ofrecer (proveer) o comprar (demandar) de cada uno de los bienes. No
se realiza transacción ni producción alguna mientras los precios estén desequilibrados.
En cambio, se reducen los precios de aquellas mercancías con precios positivos y
exceso de oferta, mientras que aumentan los precios de las mercancías con exceso de
demanda. La pregunta para el matemático es bajo qué condiciones tal proceso alcanzará
un equilibrio en el cual la demanda se equilibre con el suministro para proveer para
mercancías con precios positivos y la demanda no exceda el suministro de aquellas
mercancías con un precio nulo. Walras no pudo encontrar una respuesta definitiva a esta
pregunta (véanse, más abajo, los problemas sin resolver en equilibrio general).
En el análisis del equilibrio parcial, la determinación del precio de un bien se simplifica
consultando el precio de un bien, y asumiendo que los precios del resto de las
mercancías permanecen constantes. La teoría marshalliana de la oferta y demanda es un
ejemplo de análisis de equilibrio parcial. El análisis de equilibrio parcial es adecuado
cuando los efectos de primer orden de un cambio (por ejemplo, la curva de la demanda)
no desplazan la curva de oferta. Los economistas angloamericanos se interesaron en el
equilibrio general a finales de la década de 1920 y a principios de la de 1930, luego de
que Piero Sraffa demostrara que los economistas marshallianos no pueden explicar la
pendiente ascendente de la curva de oferta de un bien de consumo.
Si una industria utiliza poca cantidad de un factor de producción, un pequeño aumento
en el volumen de producción de dicha industria no incrementará el precio de dicho
factor. En una aproximación de primer orden, las empresas en dicha industria no
notarán una disminución en sus costos, y las curvas de suministro de la industria no
experimentarán un incremento. En cambio, si una industria utiliza una cantidad
apreciable del factor de producción, un aumento en el volumen de la producción
producirá una reducción de los costos de producción. Pero tal factor es probable que sea
utilizado en substitutos del producto de la industria, y un aumento de precio de este
factor tendrá efectos sobre la oferta de los sustitutos. Por lo tanto, según Sraffa sostenía,
en estos casos los efectos de primer orden de un cambio en la curva de la demanda de la
industria original incluyen un cambio en la curva de oferta de los sustitutos para el
producto y cambios correspondientes en la curva de oferta de la industria original. El
equilibrio general es adecuado para investigar este tipo de interacciones entre los
mercados.
Los economistas de Europa continental realizaron importantes avances en la década de
1930. Las demostraciones de Walras sobre la existencia del equilibrio general a menudo
se basaban en contabilizar la cantidad de variables y de ecuaciones. Pero tales
estrategias son inadecuadas para sistemas de ecuaciones no lineales, y no implican que
los precios y las cantidades del equilibrio no puedan ser negativos, lo cual es una
solución que carece de sentido. El reemplazo de ciertas ecuaciones por desigualdades y
el uso de matemáticas más rigurosas permitieron mejorar el modelado del equilibrio
general.
Concepto moderno del equilibrio general en la economía
El concepto moderno del equilibrio general es proporcionado por un modelo
desarrollado en común por Kenneth Arrow, Gerard Debreu y Lionel W. McKenzie en
los años 50. Gerard Debreu presenta este modelo en su obra La teoría del valor (1959)
como un modelo axiomático, siguiendo el estilo matemático promovido por Bourbaki.
En este enfoque, la interpretación de los términos en la teoría (mercancías, precios) no
es fijada por los axiomas.
A menudo se han citado tres importantes interpretaciones de los términos de la teoría.
Primero, supóngase que las materias primas son distinguibles por la región en donde se
entregan. De aquí se deriva que el modelo de Arrow-Debreu es un modelo espacial de,
por ejemplo, comercio internacional.
En segundo lugar, supóngase que las materias primas se distinguen según el punto en el
tiempo en el que se entregan. Es decir, imagínese que todos los mercados se equilibran
en un cierto instante inicial del tiempo. En este modelo, los agentes compran y venden
contratos. Por ejemplo, un contrato especifica un bien que se entregará y la fecha en la
cual debe entregarse. El modelo de Arrow-Debreu de equilibrio intertemporal contiene
mercados a plazo para todas las mercancías en todas las fechas. No existe ningún
mercado en ninguna fecha futura.
Tercero, supóngase que los contratos especifican los estados de la naturaleza que
afectan si una materia prima debe entregarse: "un contrato para la transferencia de una
materia prima ahora especifica, además de sus características físicas, su ubicación y su
fecha, acontecimiento cuya ocurrencia condiciona la realización de la transferencia. Esta
nueva definición de una materia prima permite obtener una teoría libre del riesgo de
cualquier concepto probabilístico..." (Debreu, 1959).
Estas interpretaciones pueden combinarse. Por lo tanto, se puede decir que el modelo
completo de Arrow-Debreu es aplicable cuando las mercancías se identifican según
cuando deban entregarse, dónde deben entregarse, y en qué circunstancias deben
entregarse, así como su naturaleza intrínseca. Por tanto, existirá un sistema completo de
precios para contratos tales como "1 tonelada de trigo rojo de invierno, entregada el 3 de
enero en Minneapolis, si hay un huracán en la Florida durante diciembre". Un modelo
general del equilibrio con mercados completos de esta clase parece todavía estar lejos
de ser una forma adecuada de describir los funcionamientos de las economías
verdaderas. No obstante, sus autores sostienen que, aun así, es útil como guía
simplificada de cómo funcionan las economías verdaderas.
Parte del trabajo reciente acerca del equilibrio general ha explorado las implicaciones de
los mercados incompletos, es decir, una economía intertemporal con incertidumbre,
donde no existen contratos suficientemente detallados que permitan que los agentes
asignen correctamente sus demandas y recursos a través del tiempo. Si bien se ha
demostrado que, por lo general, tales economías seguirán presentando un equilibrio, el
resultado puede ya no ser óptimo según Pareto. La explicación básica para este
resultado es que si los consumidores carecen de medios adecuados para transferir su
abundancia de un momento en el tiempo a otro y el futuro es riesgoso, no existe nada
que ate ningún precio al índice del substituto marginal relevante, que es el requisito
estándar para el óptimo de Pareto. Sin embargo, en algunas condiciones la economía
puede seguir siendo un óptimo condicionado de Pareto, lo que significa que una
autoridad central limitada al mismo tipo y número de contratos que los agentes
individuales tal vez no mejore el resultado. Lo que se necesita, más bien, es la
introducción de un sistema completo de contratos posibles. Por lo tanto, una de las
implicaciones de la teoría de mercados incompletos es que la ineficiencia puede ser el
resultado de instituciones financieras subdesarrolladas o de apremios crediticios que
sufren algunos miembros del público. La investigación en esta área todavía se encuentra
en desarrollo.
Propiedades y características del equilibrio general
Las preguntas básicas en análisis del equilibrio general se refieren a las condiciones
bajo las cuales un equilibrio será eficiente, qué equilibrios eficientes pueden alcanzarse,
cuando se garantiza la existencia de un equilibrio y cuándo el equilibrio será único y
estable.
Primer teorema fundamental de la economía del bienestar
El primer teorema fundamental del bienestar establece que los equilibrios de los
mercados son eficientes según el criterio de Pareto. En una economía de intercambio
puro, una condición suficiente para que sea válido el primer teorema del bienestar es
que las preferencias del consumidor no se satisfagan localmente. El primer teorema del
bienestar también es válido para economías con producción, sin importar las
propiedades de la función producción. Las suposiciones implícitas adicionales son que
los consumidores son racionales, los mercados son completos, no hay externalidades y
la información es perfecta. Por ejemplo, en una economía sin externalidades es posible
encontrar puntos de equilibrio que no son eficientes.
Si bien es cierto que estas suposiciones son poco realistas, lo que afirma el teorema es,
básicamente, que las fuentes de ineficacia encontradas en el mundo verdadero no se
deben a la naturaleza misma del sistema de mercado, sino a algún tipo de falla del
mercado.
Segundo teorema fundamental de la economía del bienestar
Aunque cada equilibrio es eficiente, no es verdad que cada asignación eficiente de
recursos será un equilibrio. El segundo teorema indica que cada asignación eficiente
puede sostenerse por un cierto conjunto de precios. En otras palabras, todo lo que se
requiere para alcanzar un resultado particular es una redistribución de las dotaciones
iniciales de los agentes después de lo cual el mercado se ajustará sin necesidad de
intervenir. Esto sugiere que la eficiencia y la equidad pueden abordarse por separado sin
necesidad de favorecer una en demérito de la otra. Sin embargo, las condiciones para el
segundo teorema son más fuertes que las condiciones necesarias para el primer teorema,
pues ahora es preciso que las preferencias de los consumidores sean convexas (la
convexidad corresponde, a grandes rasgos, a la idea de disminuir la utilidad marginal, o
a preferir los "promedios sobre los extremos").
Existencia
Aunque cada equilibrio es eficiente, ninguno de los dos teoremas previos expresa nada
sobre cuál es el equilibrio existente. Para garantizar que existe un equilibrio necesitamos
que las preferencias de los consumidores sean continuas, crecientes y convexas (aunque
con un número grande de consumidores esta condición se puede relajar tanto para la
existencia como para el segundo teorema de la economía del bienestar)y con dotaciones
positivas. En forma similar, aunque menos plausible, los sistemas factibles de
producción deben ser convexos, excluyendo la posibilidad de economías de la escala.
Las pruebas de existencia del equilibrio generalmente se apoyan en teoremas de punto
fijo tales como el teorema del punto fijo de Brouwer, o su generalización (el teorema del
punto fijo de Kakutani). En efecto, se puede pasar rápidamente de un teorema general
sobre la existencia del equilibrio al teorema del punto fijo de Brouwer. Por esta razón,
muchos economistas matemáticos consideran que demostrar la existencia es un
resultado más fuerte que demostrar los dos teoremas fundamentales.
Unicidad
Si bien (suponiendo convexidad) existirá un equilibrio que generalmente será eficiente,
las condiciones en las cuales será único son mucho más fuertes. Aunque el tema es
sumamente técnico, un análisis simple nos demuestra que la presencia de los efectos de
la riqueza/abundancia (que es la característica que distingue más claramente el análisis
de equilibrio general del equilibrio parcial) genera la posibilidad de la existencia de
equilibrios múltiples. Cuando el precio de un bien determinado cambia, se producen dos
efectos. Primero, se modifica la atracción relativa entre las distintas materias primas y,
en segundo lugar, se altera la distribución de la riqueza/abundancia de agentes
individuales. Estos dos efectos pueden compensarse o reforzarse de forma tal que más
de un conjunto de precios constituya un equilibrio.
Un resultado conocido como el teorema de la Sonnenschein-Chimenea-Debreu indica
que la función agregada de la demanda (del exceso) hereda solamente ciertas
características de la función de demanda individual, y que éstas (continuidad,
homogeneidad del grado cero, ley de Walras, y comportamiento del límite cuando los
precios están cerca de cero) no son suficientes para garantizar la unicidad del equilibrio.
Se han realizado muchas investigaciones sobre las condiciones en las que el equilibrio
será único, o por lo menos cuando el número de equilibrios posibles se ve limitado. Un
resultado indica que, en condiciones suaves, el número de equilibrios será finito e impar
(véase el teorema del índice). Además, si una economía en su totalidad, caracterizada
por una función de exceso de demanda agregada, posee la característica preferencia
revelada (que es una condición mucho más fuerte que las preferencias reveladas por un
solo individuo) o la característica substituta bruta, entonces el equilibrio será único. Se
puede considerar que todos los métodos para establecer unicidad establecen que cada
equilibrio tiene el mismo índice local positivo, en cuyo caso allí puede haber, por el
teorema del índice, únicamente un punto de equilibrio.
Determinación
Dado que los equilibrios pueden no ser únicos, es interesante determinar si un equilibrio
específico es por lo menos único para un lugar específico. Si esto es así, se puede
aplicar la estática comparativa siempre y cuando las perturbaciones al sistema no sean
demasiado grandes. Como se indicó previamente, en una economía regular los
equilibrios serán finitos y, por lo tanto, localmente únicos. Debreu determinó que "la
mayor parte" de las economías son regulares. Sin embargo, trabajos recientes de
Michael Mandler (1999) han desafiado esta afirmación. El modelo de Arrow-Debreu-
McKenzie es neutral entre los modelos de las funciones de producción, es
continuamente diferenciable y está armado a partir de combinaciones lineales de
procesos de coeficientes fijos. Mandler acepta que en ambos modelos de la producción,
las dotaciones iniciales no serán consistentes con una serie continua de equilibrios, a
excepción de un conjunto con una medida de Lebesgue nula. Sin embargo, las
dotaciones cambian en el modelo con el transcurso del tiempo, y esta evolución de
dotaciones es determinada por las decisiones de los agentes (por ejemplo, firmas) del
modelo.
En este modelo, los agentes tienen un interés en los equilibrios que son indeterminados:
"La indeterminación no es sólo un fastidio técnico, sino que mina la suposición de
precio de toma de los modelos competitivos. Dado que las manipulaciones
arbitrariamente pequeñas de factores de suministro pueden incrementar
significativamente el precio de un factor, los propietarios de un factor no considerarán
los precios como paramétricos." (Mandler, 1999, p. 17)
Cuando la tecnología se modela mediante combinaciones lineales de procesos con
coeficientes fijos, los agentes óptimos conducirán dotaciones tales que exista una serie
continua de equilibrios:
"Las dotaciones donde ocurre una indeterminación se presentan sistemáticamente a
través del tiempo y por lo tanto no pueden ser desatendidas; el modelo de Arrow-
Debreu-McKenzie se verá así influido por los dilemas de la teoría del factor de precio."
(Mandler, 1999, p. 19)
Los críticos del análisis de equilibrio general cuestionan su aplicabilidad práctica,
basándose en la posibilidad de la no unicidad de equilibrios. Los partidarios han
precisado que este aspecto es de hecho una reflexión de la complejidad del mundo
verdadero y, por lo tanto, es una característica realista atractiva del modelo.
Estabilidad
En un modelo típico de equilibrio general, los precios que prevalecen "cuando las
condiciones generales de la economía se estabilizan" son aquellos precios que
compatibilizan las demandas de los diferentes consumidores por las distintas
mercancías.
A partir de ello, surge la pregunta sobre cuál ha sido el proceso mediante el cual la
economía ha llegado a ese estatus de equilibrio, esto es, el proceso mediante el cual los
precios y asignaciones han llegado a ese nivel en el que los mercados se vacían. Lo cual
se relaciona con saber cuál sería el comportamiento frente a eventos transitorios que
modifiquen la economía. ¿Acaso los precios regresarían a los niveles que tenían antes
de los eventos que perturbaron la economía? Ésta es la cuestión de la estabilidad del
equilibrio, y puede verse fácilmente que está relacionada con la unicidad.
Si hay equilibrios múltiples, entonces algunos de ellos serán inestables. Si un equilibrio
es inestable y hay una perturbación o evento, la economía tenderá hacia un sistema
distinto de asignaciones y de precios una vez que el evento haya concluido y el proceso
convergente termine. Sin embargo, la estabilidad depende no sólo de la cantidad de
equilibrios, sino también del tipo del proceso que guía el cambio de precios (para un
tipo específico de proceso de ajuste del precio). Por lo tanto, algunos investigadores se
han centrado en aquellos procesos de ajuste plausibles que garantizarán la estabilidad
del sistema, es decir, precios y asignaciones que convergen siempre a un cierto
equilibrio. Sin embargo, en caso de existir más de un equilibrio, el punto en el cual
termine el proceso dependerá de cuál era la condición inicial del sistema.
Problemas pendientes de resolución en el equilibrio general
Investigaciones realizadas sobre el modelo de Arrow-Debreu-McKenzie han revelado
algunos problemas con el modelo. El resultado conocido como teorema de
Sonnenschein-Mantel-Debreu indica que, esencialmente, cualquier restricción en la
forma de las funciones de exceso en la demanda es restringente. Algunos piensan que
esto implica que el modelo de Arrow-Debreu carece de contenido empírico. De todos
modos, no es posible esperar que los equilibrios de Arrow-Debreu-McKenzie sean
únicos o estables.
Se ha mencionado que un modelo planteado alrededor del proceso de tatonnement es un
modelo de una economía centralmente planificada, no una economía de mercado
descentralizada. Algunas investigaciones han intentado, sin mucho éxito, desarrollar
modelos generales del equilibrio con otros procesos. Específicamente, algunos
economistas han desarrollado modelos en los cuales los agentes pueden negociar a
precios que se encuentran fuera de equilibrio, y tales negociaciones pueden afectar los
equilibrios a los cuales tiende la economía. Particularmente significativos son el proceso
de Hahn, el proceso de Edgeworth y el proceso de Fischer.
Los datos que determinan los equilibrios de Arrow-Debreu incluyen inventarios
iniciales de los bienes de capital. Si la producción y el comercio ocurren fuera de
equilibrio, estos inventarios se modificarán, lo que complicará aún más el análisis.
En una economía verdadera, sin embargo, el comercio, al igual que la producción y el
consumo, continúan en condiciones fuera del equilibrio. Por lo tanto, en el curso de la
convergencia al equilibrio (suponiendo que esto ocurre), los inventarios cambian. Esto a
su vez cambia el conjunto de equilibrios. O sea, el conjunto de equilibrios depende de la
trayectoria... Esta dependencia de la trayectoria hace que el cálculo de los equilibrios
que corresponden al estado inicial del sistema sean esencialmente irrelevantes. Lo que
importa es el equilibrio que alcanzará la economía partiendo de los inventarios iniciales,
no el equilibrio en que habría estado dados los inventarios iniciales, en el caso de que
los inventarios iniciales hubieran tenido precios correctos (Franklin Fischer, según la
cita de Petri, 2004).
El modelo de Arrow-Debreu, en el cual todo el comercio tiene lugar en contratos a
futuro realizados a tiempo cero, requiere que existan un gran número de mercados. El
mismo es equivalente en el caso de mercados completos a un concepto de equilibrio
secuencial, en el cual se abren, en cada evento que ocurre en una fecha, mercados spot
de bienes y activos (que no son equivalentes en el caso e mercados incompletos); la
compensación (clearing) del mercado requiere entonces que toda la secuencia de precios
compense todos los mercados en todo momento. Una generalización del esquema de
mercados secuenciales es el método de equilibrio transitorio, en el que la compensación
del mercado en un punto en el tiempo es condicional de las expectativas de precios
futuros, que no necesariamente deben ser los valores de compensación del mercado.
Aunque el modelo de Arrow-Debreu-McKenzie se plantea en términos de un cierto
numeral arbitrario, el modelo no abarca el dinero. Frank Hahn, por ejemplo, ha
investigado si se pueden desarrollar modelos de equilibrio general en los cuales el
dinero participa como elemento central. La meta es encontrar modelos en los cuales la
existencia de dinero puede alterar las soluciones del equilibrio, quizás porque la
posición inicial de los agentes depende de precios monetarios.
Algunos críticos del modelo de equilibrio general afirman que gran parte de las
investigaciones en estos modelos no son más que ejercicios matemáticos sin conexión
alguna con las economías reales. "Hoy existen esfuerzos que se consideran grandes
contribuciones económicas, aunque son meros ejercicios matemáticos, sin ninguna
sustancia económica y sin ningún valor matemático" (Nicholas Georgescu-Roegen,
1979).
Aunque los modelos modernos en teoría general del equilibrio demuestran que en
ciertas circunstancias los precios convergerán al equilibrio, los críticos sostienen que las
suposiciones necesarias para obtener estos resultados son extremadamente restrictivas.
Al igual que las rigurosas restricciones sobre las funciones de exceso de demanda, las
suposiciones necesarias incluyen racionalidad perfecta de la información completa
individual sobre todos los precios ahora y en el futuro, y las condiciones necesarias para
una competencia perfecta. Sin embargo, algunos resultados de la economía
experimental indican que incluso en circunstancias donde hay pocos agentes informados
en forma imperfecta los precios que resultan y las asignaciones a menudo se asemejan a
las correspondientes de un mercado perfectamente competitivo.
Hahn Frank defiende el equilibrio general que modela, considerando que proporciona
una función negativa. Los modelos generales del equilibrio demuestran lo que tendría
que ocurrir para que una economía no regulada resulte Pareto eficiente.
Equilibrio general computable
Hasta la década de 1970, el análisis de equilibrio general era esencialmente teórico, no
obstante los trabajos de Leif Johansen en 1960. La aplicación del esquema de equilibrio
en la búsqueda de respuestas a preguntas prácticas de política pública se popularizó sólo
hasta 1969, cuando Herbert Scarf presentó un algoritmo numérico eficiente para el
cálculo de equilibrios en economías complejas. En forma paralela, los avances en poder
computacional y el desarrollo de los sistemas estadísticos nacionales --que puso a
disposición del público general las tablas de insumo-producto necesarias para
implementar modelos de grandes dimensiones y gran detalle sectorial-- han supuesto un
importante incentivo para incluir el llamado "modelado aplicado de equilibrio general"
como parte de las herramientas habituales de los analistas públicos..

Eficiencia de Pareto
El concepto de ―eficiencia de Pareto‖ (también llamado óptimo de Pareto', Pareto-
optimalidad u óptimo paretiano en honor de su introductor: Vilfredo Pareto) es un
concepto de la economía -con aplicación tanto en esa disciplina como en ciencias
sociales e ingeniería. El concepto esta relacionado con estudios de eficiencia económica
y distribución del ingreso y establece como eficiente aquella situación en la cual se
cumple que no es posible beneficiar a más individuos en un sistema sin perjudicar a
otros.
Según Pareto, una situación X es superior o preferible a una situación Y cuando el paso
de Y a X supone una mejora para todos los miembros de la sociedad, o bien una mejora
para algunos, sin que los demás resulten perjudicados.
Las siguientes palabras de Pareto mismo quizas ayudaran a clarificar el sentido de la
proposicion: ―El bienestar de algunos se puede mantener constante sin que nuestras
conclusiones resulten afectadas. Pero si, por el contrario, el pequeño movimiento [de
una forma de estado social a otro] aumenta el bienestar de algunos individuos y
disminuye el de otros, no puede afirmarse que el cambio es ventajoso para la
colectividad en su conjunto‖
En otras palabras, en economía y economía política, el término ―Óptimo de Pareto‖
simplemente indica una situación en la cual no se puede mejorar la situación de alguien
sin hacer que algún otro este peor. Por ejemplo, si un individuo posee el 99% de la
riqueza y el 99% de la población se reparte de alguna manera el otro 1%, eso es un
Óptimo de Pareto, en que no se puede mejorar la situación de ese 99% sin reducir la del
individuo que tiene todo. Pero igualmente óptima para Pareto seria la otra situación en
la cual cada individuo en una sociedad tenga exactamente lo mismo que cualquier otro.
Lo mismo se puede decir de las numerosas posibilidades intermedias. Desde el punto de
vista del Óptimo de Pareto, no hay un criterio que permita seleccionar una como
preferible a las otras. Esto implica que el criterio de optimabilidad de Pareto es débil en
relación a elegir propuestas concretas que maximicen el Bienestar social general.
Uso y consideraciones técnicas
La definición técnica podría ser la siguiente: sea P un problema de optimización múlti-
objetivo. Se dice entonces que una solución S1 es pareto-óptima cuando no existe otra
solución S2 tal que mejore en un objetivo sin empeorar al menos uno de los otros.
Es importante mantener presente que el concepto no se refiere, en economía, a la
eficiencia de produccion o incluso a la distribucion (intercambio y consumo) de los
bienes en general o riqueza en una sociedad sino a una descripcion de un "desideratum"
general que sugiere es conveniente que no haya derroche o beneficios no distribuidos.
Se ha alegado que en terminos económicos mas generales, "eficiencia" incluye o debe
incluir aspectos tanto de eficiencia productiva como distributiva. (ver eficiencia
asignativa)
Se ha alegado que el concepto de eficiencia de Pareto es minimalista. No implica ni
resulta necesariamente en una distribucion de recursos socialmente deseable ni se
refiere a igualdad o a un estado general de bienestar social. Solo implica una situacion
que no se puede modificar sin perjudicar por lo menos a un individuo. Adicionalmente,
no implica que si algo genera o produce provecho, comodidad, fruto o interés sin
perjudicar a otro, provocará un proceso natural de optimización hasta alcanzar el punto
óptimo.
Consecuentemente se ha dicho que el criterio plantea una disyuntiva entre eficiencia y
equidad, ya que si bien resuelve el óptimo individual no resuelve el problema del
óptimo social donde no sólo es relevante la asignación de los recursos, sino también la
distribución de la renta. Adicionalmente presenta una dificultad práctica ya que
cualquier cambio político-económico sería inviables si cualquier miembro de la
sociedad se sintiera perjudicado.
Adicionalmente Amartya Sen señala que sigue que pueden haber muchas situaciones
que son eficientes en término de Pareto sin que todas sean igualmente deseables o
aceptables desde el punto de vista de la sociedad (o sus miembros).
Aún más, pueden haber situaciones que no son óptimas de acuerdo a Pareto pero que sin
embargo son preferibles desde el punto de vista general. Por ejemplo, esa situación
hipotética en la cual el 1 % de la población poseyera el 99% de la riqueza general y el
99% restante de la población poseyera el 1 % de la riqueza, medidas redistribuidas
podrían ser vistas en general no sólo como equitables, pero podrían tener un efecto
positivo en la economía general, en la medida que un aumento en la demanda puede
incrementar la producción. Un argumento en ese sentido es avanzado por Davis.
Como consecuencia de lo anterior se ha propuesto el concepto de "Óptimo social" o
"Mejor Óptimo de Pareto", que, se supone, sintetiza las preferencias de la sociedad a
través de una Función del bienestar social, incorporando consideraciones éticas. Sin
embargo, se ha aducido que no es claro cual seria el método para determinar tal
"preferencia social". Consecuentemente Kenneth Arrow plantea dudas sobre la vialidad
del proyecto. En la otra mano Sen argumenta que las preferencias individuales son
similares en un cierto sentido: hay una preferencia por el crecimiento económico, uso
efectivo de recursos, distribución equitativa de los productos y otros beneficios, etc.
Sen propone una formulación para solucionar de manera consistente la imposibilidad
planteada por Arrow; es decir, sugiere un camino coherente y satisfactorio para deducir
las preferencias de la sociedad a través de las preferencias individuales; esto le permite
encontrar el estado social resultante de las elecciones colectivas, específicamente, le
permite ordenar y evaluar estados sociales a partir de la construcción de indicadores de
bienestar, los cuáles requieren necesariamente de comparaciones interpersonales para
estudiar las consecuencias distributivas (pobreza, desigualdad, etc.) de determinados
tipos de sociedad.
Otra alternativa es la propuesta de Abba Lerner, quien sugirió utilizar eficiencia
distributiva — la cual se mide en relación a la eficiencia con la cual aquellos que
necesitan los bienes y servicios los reciben Lerner argumenta que a la mayor eficiencia
de distribución, el mayor bienestar general. Pero esa mejor distribución de bienes y
servicios implica a su ves una mejor distribución de los medios de acceso a tales bienes
y servicios en la sociedad, o, mas formalmente: ―asumiendo que una cantidad fija de
ingreso, una función social de bienestar cóncava, funciones individuales de bienestar
también de tipo cóncavo, y que estas se distribuyen en forma equiprobabilistica entre
los miembros de la sociedad, la maximización de la esperanza matemática del bienestar
de la sociedad se alcanza solo cuando el ingreso se distribuye de manera igualitaria.
(Una demostración de este teorema se encuentra en Sen, A.K. Sobre la desigualdad
económica. Editorial Crítica. (1979).‖ (ver también Discusión en teoremas
fundamentales de la economía del bienestar)
Bajo ciertas condiciones idealizadas se puede mostrar que un sistema de mercado libre
lleva a resultados que son eficientes de acuerdo a Pareto. (ver el primero de los teoremas
fundamentales de la economía del bienestar). Sin embargo ese resultado no refleja
realmente una situación económica real, dado que las condiciones que asume son
demasiado restrictivas. El teorema asume que hay mercados -perfectamente
competitivos y en equilibrio- para todos los bienes posibles, que los costos de
transacciones son negligibles, que no hay externalidades y los participantes poseen
información perfecta. Se ha demostrado (Teorema de Greenwald-Stiglitz ) que en la
ausencia de tales condiciones, los resultados son ineficientes de acuerdo a Pareto.
Aspectos formales
La formalización de la propuesta de Pareto ha permitido que tenga aplicación en las
áreas de investigación operativa y teoría de juegos. Sus aplicaciones son múltiples en
toma de decisiones, en entornos de optimización con objetivos múltiples y, en general,
análisis de coste-beneficio.
Ejemplo de Frontera de Pareto. Los cuadrados representan posibles soluciones o
decisiones (valores menores son preferidos) La opción o solución C no esta en la
Frontera de Pareto dado que es preferido (dominado) por A y B, Esos a su ves no son
dominados por ningún otro, consecuentemente están en la frontera.
Desde este punto de vista, el concepto se utiliza a fin de analizar las posibles opciones
optimas de un individuo dada una variedad de objetivos o deseos y uno o varios
criterios de evaluación. Dado un ―universo‖ de alternativas se busca determinar el
conjunto que son eficientes de acuerdo a Pareto (es decir, aquellas alternativas que
satisfacen la condición de no poder satisfacer mejor uno de esos deseos u objetivos sin
empeorar algún otro). Ese conjunto de alternativas optimas establece un ―conjunto de
Pareto‖ o la ―Frontera de Pareto‖. El estudio de las soluciones en la frontera permite a
los diseñadores analizar las posibles alternativas dentro de los parámetros establecidos,
sin tener que analizar la totalidad de posibles soluciones.
Ejemplos
Para ilustrar claramente su fundamento, proponemos el siguiente ejemplo:
En el mercado automovilístico disponemos de múltiples vehículos para adquirir. Cada
vehículo dispone de ciertas características técnicas y de un precio, este último
normalmente relacionado con su calidad, aunque no siempre es así. Ante una persona
que va a comprar un coche, caben en principio dos posibilidades:
1) Que la persona tenga dinero de sobra, es decir, que desee adquirir el vehículo de
mayor calidad -definido de acuerdo a cualquier criterio- sin tener en cuenta el precio. En
este caso estaríamos ante un problema mono-objetivo, es decir, el objetivo único es
encontrar el vehículo de más prestaciones, por ejemplo un automóvil deportivo o uno de
lujo.
2) Que la persona tenga un presupuesto ajustado. En este caso, aparte de las
prestaciones también considerará el precio. Estamos ante un problema multi-objetivo
(en este caso con 2 objetivos). Ante esta situación cabe una pregunta. ¿Cuál es el mejor
vehículo para comprar?. La respuesta es que no hay un solo vehículo que se considere el
mejor. Un deportivo será el que dará mejores prestaciones, pero será también el más
caro (el mejor en el objetivo prestaciones y el peor en el objetivo precio). Un vehiculo
poco potente puede ser el que menos prestaciones ofrezca, pero el que mejor precio
tenga (el peor en el objetivo prestaciones y el mejor en el objetivo precio). Así pues no
podemos decir que uno sea mejor que el otro. (la frontera llega a ser una Curva de
indiferencia).
En esa situación vale considerar criterios adicionales: en adición a un posible deseo
principal de coste adecuado y transporte personal (por ejemplo proveer transporte
conveniente al trabajo), desea la persona transportar, por lo menos ocasionalmente,
otros en el coche? (por ejemplo, su familia). Será la función del coche, en adición a
satisfacer el deseo de velocidad o comodidad, demostrar su éxito profesional?. O es
simplemente ir al trabajo -en cuyo caso un coche económico, fácil de aparcar y con
pocos costes adicionales, podría ser mas adecuado. etc, etc.
El examen de esas posibles opciones -dentro de la frontera o conjunto establecido por
aquellas soluciones que son coches -a diferencia de motocicletas o helicópteros, etc- y
tienen precios aceptables para la persona permiten establecer las ventajas y desventajas
que esos coches particulares poseen desde el punto de vista de esos criterios adicionales.
Es decir, permiten establecer cual es el coche que maximiza la obtención de beneficios
para esa persona.
Así pues se dice que un coche, Coche1 es una solución pareto-óptima cuando no existe
otro coche, Coche2, tal que tenga un mejor precio que Coche1 y además ofrezca mayores
prestaciones.
Es por eso por lo que interesa disponer, no de una solución, sino de varias, para que a la
hora de tomar decisiones estas contemplen todas las soluciones pareto-óptimas posibles.

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