Você está na página 1de 3

La depresión

(del latín depressio, que significa ‘opresión’, ‘encogimiento’ o ‘abatimiento’) es el diagnóstico


psiquiátrico que describe un trastorno del estado de ánimo, transitorio o permanente,
caracterizado por sentimientos de abatimiento, infelicidad y culpabilidad, además de provocar
una incapacidad total o parcial para disfrutar de las cosas y de los acontecimientos de la vida
cotidiana (anhedonia). Los trastornos depresivos pueden estar, en mayor o menor grado,
acompañados de ansiedad.
La misma es una enfermedad grave y común que nos afecta física y mentalmente en nuestro
modo de sentir y de pensar. La depresión nos puede provocar deseos de alejarnos de nuestra
familia, amigos, trabajo, y escuela. Puede además causarnos ansiedad, pérdida del sueño, del
apetito, y falta de interés o placer en realizar diferentes actividades.

¿Qué dice la Biblia acerca de la


depresión? ¿Cómo puede un cristiano
vencer la depresión?
La depresión es un padecimiento que se ha propagado grandemente afectando a
millones de personas, tanto a cristianos como a no cristianos. Quienes sufren de
depresión pueden experimentar intensos sentimientos de tristeza, ira, desesperanza,
fatiga y una variedad de otros síntomas. Pueden empezar a sentirse inútiles y aún pensar
en el suicidio, perdiendo interés en cosas y personas con las que antes disfrutaban. Con
frecuencia la depresión es disparada por las circunstancias de la vida, tales como la
pérdida del trabajo, la muerte de un ser querido, el divorcio o problemas psicológicos
como el abuso o la baja autoestima.
La Biblia nos dice que estemos llenos de gozo y alabanza (Filipenses 4:4; Romanos
15:11), así que aparentemente Dios propone que vivamos vidas con gozo. Esto no es fácil
para alguien que atraviesa por una situación depresiva.
La depresión puede esfumarse si tan solo nos esforzáramos por hacer oración, estudios
bíblicos y su aplicación confesión, perdón y consejería. Los sentimientos de depresión
con frecuencia pueden resolverse cuando el que sufre quita la atención de sí mismo y la
pone en Cristo y los demás.
Hay algunas cosas que pueden hacer quienes sufren de depresión, para aliviar su
ansiedad. Deben asegurarse de estar firmes en la Palabra, aun cuando no sientan deseos
de hacerlo. Las emociones pueden confundirnos, pero la Palabra de Dios permanece
firme e inmutable. Debemos mantener firme también nuestra fe en Dios, y acercarnos
aún más a Él cuando pasemos por tribulaciones y tentaciones. La Biblia nos dice que Dios
nunca permitirá en nuestras vidas, aquellas tentaciones que estén más allá de nuestra
capacidad para manejarlas (1 Corintios 10:13). Aunque el estar deprimido no es pecado,
el cristiano sí es responsable de la manera cómo responda a la aflicción, incluyendo el
obtener la ayuda profesional que necesite. “Así que, ofrezcamos siempre a Dios por
medio de Él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesen su nombre”
(Hebreos 13:15).

La depresión, definida por la Organización Mundial de la Salud como un trastorno


caracterizado por la presencia de tristeza, pérdida de interés o satisfacción y sensación
profunda de cansancio, afecta a más de 350 millones de personas en el mundo. De igual
manera, son muchos los miembros de nuestras iglesias que experimentan sentimientos de
futilidad, infelicidad y desesperanza. Entonces, ¿puede un cristiano sufrir depresión?

En la Palabra encontramos sentimientos que nos dejan ver a creyentes deprimidos. El ey David,
por ejemplo, confesó esta clase de emociones:

“Mi alma también está muy turbada; y tú, Jehová, ¿hasta cuándo? Vuélvete, oh Jehová,
libra mi alma; sálvame por tu misericordia”, Salmos 6:3-4.

“¿Hasta cuándo pondré consejos en mi alma, con tristezas en mi corazón cada día? (…)
Mira, respóndeme, oh Jehová Dios mío; alumbra mis ojos, para que no duerma de
muerte”, Salmos 13:2-3.

Porque estoy deprimido

Las calamidades repentinas, la muerte de las personas amadas, las enfermedades que causan
dolor e incapacidad, la pérdida de los medios para el sostenimiento familiar, la separación
conyugal, la férrea rebeldía de los hijos, así como adversidades como la persecución o el horror
de la guerra, hacen crecer el índice de depresión entre nosotros. Estas circunstancias de la vida
en este mundo, en el cual Jesús dijo que tendríamos aflicción, pueden desencadenar un ánimo
depresivo. Especialmente cuando nuestra atención y nuestras fuerzas están concentradas casi
enteramente en las situaciones que afrontamos, y no en el Dios en quien creemos y de quien
dependen todas las cosas.

Entonces sí, por supuesto que un cristiano puede deprimirse. La gran interrogante, por tanto,
no es si los cristianos genuinos pueden o no deprimirse, sino más bien, ¿cómo puede un
creyente hacerle frente a sus sentimientos de desánimo? Como sabiamente escribió el Dr.
Martyn Lloyd-Jones en su obra “Depresión espiritual”, las Escrituras nos muestran cómo
diversos hombres de fe padecen esta clase de emociones, “lo cual no significa que no sean
cristianos, sino que se están perdiendo de mucho”. Mientras nos muestra el dolor, la Palabra nos
da principios para afrontar la tristeza y la futilidad.

Conforme ponemos nuestra mente y nuestro corazón en Dios, apartamos nuestra vista y
nuestra atención de nosotros mismos y de las aflicciones que sufrimos, de modo que aunque
abrimos nuestro corazón al Señor como David en el Salmo 13 diciendo “¿Hasta cuándo me
librarás?”, terminamos recordando sus bondades y, como el rey, anticipando su ayuda:

“Mas yo en tu misericordia he confiado; mi corazón se alegrará en tu salvación. Cantaré


a Jehová, porque me ha hecho bien”, Salmos 13:5-6.
Además de demostrar cuán triste y desalentado puede llegar a sentirse un creyente, estos
salmos nos presentan la gloriosa realidad de que Dios sostiene a los que se apoyan en su
misericordia y confían en su salvación. Conforme expresaban sus infortunios, vemos a David
expresándose a sí mismo quién podría socorrerle y librarle de todas sus angustias. De allí
aprendemos que, para afrontar su condición atribulada, todo creyente debe asegurarse
de permanecer siempre firme en su devoción al Señor. Nuestros corazones, engañosos y
perversos aún nos juegan sucio y pueden conducirnos a la confusión y al abatimiento, pero la
Palabra de Dios es siempre útil para poner nuestros pensamientos y sentimientos en orden.
Estamos llamados, entonces, a persistir en buscar al Señor:

“¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante
alabanzas”, Santiago 5:13.

Al final, aunque es un hecho que un cristiano puede deprimirse, también es un hecho que el
Señor “no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2
Ti. 1:7). No solo tenemos la capacidad, sino también la responsabilidad –incluso la obligación–
de luchar por fe contra el abatimiento de nuestros corazones, a lo cual debemos aplicarnos a
fondo, tal como lo hicieron los salmistas al reconocer su necesidad y dependencia absoluta de
la gracia capacitadora de Dios, recordando siempre que “las aflicciones del tiempo presente no
se comparan con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Ro. 8:18)

Al final, aunque es un hecho que un cristiano puede deprimirse, también es un hecho que el
Señor “no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2
Ti. 1:7). No solo tenemos la capacidad, sino también la responsabilidad –incluso la obligación–
de luchar por fe contra el abatimiento de nuestros corazones, a lo cual debemos aplicarnos a
fondo, tal como lo hicieron los salmistas al reconocer su necesidad y dependencia absoluta de
la gracia capacitadora de Dios, recordando siempre que “las aflicciones del tiempo presente no
se comparan con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Ro. 8:18)

“Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas. Los muchachos se
fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas
fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se
fatigarán”, Isaías 40:29-31.

Você também pode gostar