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Camposanto

Pavel Ugarte Céspedes

1
Aquí se ofrendaron huesos sin nombre y apellido.
Mis ancestros descansan para siempre en estos montes.
Y todo es nuevo. El árbol que desde la tierra crece
mientras sus raíces arden por inercia, los brotes
que nacen cuando muere el horizonte.
No tengo retratos familiares, el fiel retrato de los míos
se esconde en las riberas de los ríos y sus aguas aluviales.
Allí donde aplauden mariposas, allí donde dan sermón las aves.

Así, sufrí escarificaciones y aprendí los salmos del huerto.


Se ofrendaron mis risas de lirio e inocencia.
Vi la realidad más fuerte que los secretos de familia
como la primera mujer que conocí, veía mis ojos
presintiendo la madurez viril de mi púber cuerpo.
Aprendí a besar como quien se entrega al río
y se desborda junto a él.
No la juzgo y nunca lo haré pues no sabe cuánto hizo por mí.
Conocí la poesía y otras marcas del cuerpo.
El camposanto donde quiero también
reposen anónimos mis restos.

2
Le daremos nombre y apellido a la casa
para que los niños crezcan como el jardín.
Sobre nuestra mesa caerá el sol
y por la ventana entrará el amor
a pesar de que a la puerta llegue
la pobreza del país en el cual nacimos
raíz umbilical, donde nos enamoramos.

3
Un niño anida en mi boca.
No le acariciará el sol
si antes no estipulo
latidos con el silencio.
No andará
si no me ofrendo a la nieve
para sus blanquísimos huesos.
No abrirá los ojos
si no me abrazo sinceramente a su madre.
No tendrá voz
si no susurro su nombre ante el río.
Callaré de ser necesario
con tal de oírlo gritar en mi mundo
por primera vez.

4
Me desprendo del paisaje interno
que el silencio dibuja,
donde su piel y mi piel
la tarde apartó.
Donde una a una cifré cada hoja
contagiando a los árboles
mi tristeza y consuelo.
Entre ríos y peñones
evité mi propia luz
para no espantar a los peces.
Aventado a merced de la corriente
voy como botella sin mensaje
pero no, con el corazón vacío.

5
Del rosado de mis pulmones
cuando niño ya no queda nada.
Las que fueron alegres carcajadas
son ahora roncas reminiscencias
del oxígeno en mañanas irrepetibles.
La cruel orientación del tiempo.
Nacer, para luego perder los sentidos.
Viajar cuando todos duermen. Ser feliz
y no poder compartir esa fruta con un amigo.
No ganamos mucho al perder la inocencia.
Irreversible.

6
Recordaré sus ojos de orquídea negra
así no se repitan con ternura
en el niño que nuestro amor no tuviera.
Cual árboles
acariciamos nuestros frutos
y no poder recogerlos nos lacera.
Nace el silencio del niño que duerme
el fuego que renace
el río que no muere.
A los estrategas de dolor, nos aguarda otra estación
en el ombligo de la tierra,
porque donde hubo amor, cenizas queman.

7
No encuentro palabras para volver a empezar.
Si ando con los pies tropiezo con mi cabeza.
Si la emprendo de manos
se enredan mis dedos y mi lengua.
Si acoso las calles con los codos
arrastro mi corazón.
No encuentro paz ni destino
tampoco orden establecido.
Debería sentir ira
porque de lo que fui no quedará nada,
sin embargo, sonrío tras una palabra
que reduce la noche y abre la mañana.

8
El retrato en los setenta años de mi padre
cristaliza días duros. Con todo dolor,
no deseo parecerme a él, así tengamos
la boca seca, las miradas largas
y hoy nos presionen el pecho,
cercanas y mismas personas.
Tengo 33 años,
y cada día nos parecemos más.
A la edad de Cristo,
un hombre puede urdir entre manos
estambres de lirismo.
Ovillado con dolor y alegría
por inercia y magnetismo
por caricias familiares
o por hilos imprevistos.

9
Soy un hombre de plomo
enamorado de una mujer de plomo
en un mundo de plomo.
Ardía la década que me vio nacer
bajo el murmullo de la dinamita
y plomo frío atravesó mi frente
desgarrando el país y sus veranos.
Somos millones de testigos.
Heridos, muertos, desaparecidos
suspiramos mirando atrás
durmiendo en la fosa común.
Mañana, cuando todo es más precioso,
lavaremos nuestros restos con la frente en paz.
Mañana, nos alzaremos ilesos.

10
Mi casa, techada de esfuerzo y lágrimas,
la sostienen los dibujos de mi hijo en la pared.
Aborrezco los acuarios, las jaulas, las piscinas.
Prefiero el mar, el cielo, los ríos. Mi felicidad
radica en la montaña. En la extensa línea curva
que recorrerán nuestros caminos.
Tierra nueva para nuestros pies descalzos.

11
Mi primer hijo
fue espontáneo.
Nos tomamos de la mano
y caminamos sin destino.

12
Creo en el hombre caminando con sus propios pies
en busca de sus manos.
Creo en las estrellas y la literatura del culto solar.
Creo en la tarde, mi amor, la tarde.
Creo en ciudades donde las campanas
atizan la pureza de esta nostalgia.
Creo en el coro alto del pueblo y los ángeles caídos por amor.
Creo en la poesía reuniendo a hombres y mujeres por igual
y sin inocencia.
Creo en la bóveda de la riqueza intelectual.
Creo en el sagrado corazón de José Gabriel.
Creo en el mañana y en el niño que a escondidas eres.
Creo en la luna, lívida y dulce compañía.
Creo en los cometas y los hijos de sus hijos.
Creo en el río porque me abrazo a su caudal.
Creo en los árboles porque fructifican
y no tienen manos para recoger sus frutos.
Creo en el bosque donde nací agazapado como los jaguares.
Creo en el futuro donde la nieve, no se retire para siempre
vadeando montaña a montaña, el silencio absoluto. Amén.

13
En una caja de fósforos
habita la palabra.
Su humildad
no tiene límites.

14
Mi madre, experta en raíces
oraba a la Virgen de los Remedios
profesando el alivio de las estrellas
entre matas de hierba buena,
manzanilla
y panti.
Cada lágrima suya
es claro reflejo de lo que soy.
En casa no hay retratos de familia.
Nacido como la hiedra, el río con su canto
regó mi cabeza, manos y lengua dividida en dos.
Lengua de blancos, lengua de indios.
La primera lengua que heredé
(la que llevo en la sangre)
fue sorbida desde el vientre de mi madre.
El idioma extranjero asido por mi padre
fue mi segundo idioma
pero mi primer grito animal en el valle.

15
Me obsesiona el amor.
No puedo hallarle forma.
El amor para mi es la noche
que toco su cuerpo
pero también el día azul
que sonríe conmigo.
No conozco el amor.
Solo he tenido rostros
y caricias parecidas.
Solo conozco el volumen
de sus motivos.
Los pretextos que nos da el amor.
Solo justifico mis palabras
y con ellas abrazo la pena.
No sé amar.
Recojo las hebras de sus cabellos
y me despido sin más ni más.
A mí no me da pena las que se van
me dan pena las que regresan.
Las que se vierten conmigo.
Catedrales, capillas y piedades
son refugio para el buen amante.
El amor por sobre todas las cosas.
Las imágenes, los objetos, las personas.
Mi amor es la tarde iridiscente.
Donde cariño y ternura
pueden sentirse también apaciblemente solos.
El amor no es para sufrir.

16
Nos han mentido mucho tiempo.
El amor es la dosis necesaria.
Vivir sin mayor sentido.
Para subvertir el orden y la pobreza.
Revivir países y sembrar peces.
El amor, para mí
es vestirme y desvestirme
sin remordimientos.
Conjurar el fuego.
Saber que no es para siempre.
Yo respeto la flor.
Hago el amor y no me pertenece.

Conozco el amor de mi padre y de mi madre.


Conozco el amor de los ríos, hermanos y amigos.
Todo ese amor no cabe en una persona
menos en un corazón recipiente.
El amor que desconozco, a ella le pertenece.

17
De entierros masivos escribo.
Del sendero errante del que he venido.
De mis nudos en ojos, garganta
y ombligo. Amanuense de la soledad.
Lengua de fiebre adolescente.
Hombre escrito con hilo
en papel orlado por secretos de familia.
Llevo cicatrices desde niño
y cada una es una pluma
cambiando de color como una huella.
El tiempo para mí, son los años
solapados tras libros y botellas.
Trazan mi camino los recuerdos de hormiga
donde antes y después dejé de ser un niño.
Mi trabajo es labrar palabras.
Vivir con el corazón nativo.

18
A mis abuelos,
porque a su amor proscrito debo la vida…

Él lleva pañuelo, ella los ojos de bosques lejanos.


Sus labios tienen la simpatía de quien poco a dicho.
Mi abuelo lleva el sombrero de su tiempo
y mi abuela los zapatos de quien mucho andará.
A ellos les debo la libertad, memoria y voluntad.
Perseguidos por amor, fugaron juntos un día de enero.

Mi abuela curaba con panitela y su cocina


la orlaban ramos de llantén. De sus manos obsequiosas
se desprendían los frutos del durazno y el manzano.
El maíz tierno de su tierra natal lo llevaba a la boca
con el mismo talento natural que tenía para decir las cosas.
Mi abuelo de tanto leer el periódico
veía el Perú como una familia y decía que un país
es un abrazo entre más de dos.
Mi abuela fue profesora rural y vivió en carne propia
los abusos de la fe y el progreso en el campo del olvido.
De niño acaricié sus cabellos blancos
y cuando se fue también me despedí de ellos.
Era una mamá grande, de ojos azules por tanto mirar el cielo.
Rezaba el Rosario todos los días y veía por sus hijos
y también por los ajenos.
Mi abuelo un día me dijo un apellido digno te doy
digno entrégaselo a tus hijos.
Durante años pensé que era soberbia,
hasta que nació mi hijo y lo hice parte de su historia.

19
Como buen animal me despojo
de la ropa y otras preocupaciones.
Conozco el mar y el interior de este país
pero al otro lado del mundo
un solitario lee conmigo este poema.
Supongo que no envejeceré como los barrios
y debo salir para cambiar de pensamientos.
De mí se desprende carne, pelo y tiempo
cuando camino descalzo en la hierba.
Como buen animal, dejo a un lado mi cabeza
y me quito con cuidado la camisa.

20
Tengo plumas pero no alas.
Pedestre como un ángel condenado
vivo en una torre de humo y cristal.
Llevo un hogar
en el pecho abierto
y puedo sumergir
los ojos en libros
abrigado de palabras.
El mundo es bello
cuando ignoras
que tu casa
al otro lado de la calle
al otro lado del muro
refleja en sus ventanas
al niño
que a escondidas eres.

21
La ciudad versa vestigios verde agonía, aduciendo
últimas lluvias y espejismos que despiertan
en la solariega. Si acaso pretendes regresar,
te alcanza una palmada por la espalda
como si a un niño acariciara el tiempo.
Es el efectivo impulso y valor para dejar de temerle
a las carencias y sonreír por un día cualquiera.
Difamar el azúcar de un trago libando la mañana
de poesía erótica, gótica y sombría. Doblado
y expuesto, travieso y jodido. Amedrentado
por la urbe en la cual soy un canino con soplo al corazón.
Copa en mano, brindo en los saturnos de la noche
por ella que en mi pecho aluna
por el amigo que se hizo al viento y aquí late
por sentir una forma entre brumas
cuando el arte del remate solo deja el jaque mate.

22
Tallo erguido es la palabra.
Indeleble en el papel blanco,
en la ciudad blanca.
En las redes atrapada y recitando su olvido
sostenemos una voz que no pide la palabra.
Porque la palabra se bebe
se liba como el aguardiente del lugar donde nací
y nace el sol como una moneda lanzada al cielo
todos los días.
La palabra, siempre la palabra.
La de niño enojado, la de hombre enamorado.
La de Karina, Mateo y Lisseth.
La palabra sin promesas.
La palabra súbita
por la cual hice amigos o también los perdí.
La palabra quechua, asháninka, yine yane, aymara.
La palabra de conciencia. Lúcida-líquida,
inacabable como un río o un diccionario.
Vivo abrigado por palabras de amores que fueron
y serán de carne y hueso.
Nuestra estética es la vida nuestra ética la palabra,
-dice un poeta salvaje-,
cuando en el camposanto llueve y se guarda un verso
que amanece para enero al reencuentro de palabras seminales.

23
Confieso ser radical.
Nervio expuesto a la muerte y la belleza.
Aluvión que se despeña contra todos
y contra sí mismo.
Ave sin nido
Carbón de sauce.
Pulla incandescente de fuertes raíces.
Confieso haber pecado de ingenuidad.
Confieso conocer el brillo animal de mi rostro,
la sangre que corre por mis letras.
Sé quién soy, y adónde pertenezco.
Confieso purísimo haber bebido
agua manantial de la cordillera.

24
Cuando caí de sus brazos
aprendí a volar.
Surqué el camposanto.
Saltamontes, saltavalles, saltamares
de crueles horizontes.

No quiero pensar.
No quiero hablar.
No quiero comer.

Quiero rezar profano


un poema al Sr de los Temblores (el día lunes).
Al Sr. de la Buena Muerte (los martes).
A Santa Cecilia patrona de los músicos (el miércoles).
A la Virgen de San Tutis (los jueves).
Al Niño Compadrito (el viernes).
A la Virgen de la O (el sábado).
Y al Sr. de la Resurrección,
que se pasea descalzo conmigo (todos los domingos).

Cuando caí de sus brazos


aprendí a beber.
Aprendí a extrañar sus frías manos
sólo calientes a mi tacto.
Aprendí a sonreír en las fotos.
Aprendí a beber de distintos labios.
Pintar mi cuarto de inusitada ternura.

25
Es difícil hacer el amor, pero se aprende
dice Antonio un cisne negro.

Porque cuando caí de sus brazos


empecé a correr.
Sin temer a nadie ni nada
más que sus ojos
cruzándose con los míos sin querer.
Dejé las calles y los libros.
Latiendo inéditamente.
Ahijado de la lluvia.
Entre coníferas cómplices me escondí.
Empecé a leer mi infancia
en los ríos despidiéndose
con su pañuelo verde para siempre.
En sus aguas limpias
no he vuelto a ver al niño que fui.

26
El niño que fui se salvó asistiendo al circo
mientras un aluvión enterraba 20 mil almas
(entre ellos sus padres).
El niño que fui se hizo guerrillero
E hizo el amor por primera vez en la montaña
conociendo la libertad.
El niño que fui no tenía cicatrices en la cabeza.
El niño que fui sobrevivió al sendero luminoso
de ejércitos paganos.
El niño que fui, trabaja todavía de noche
lustrando la luna y brillando en vuestros ojos.

27
Al caer de sus brazos me puse a pensar.
Cuándo sabes que aprendes o debes olvidar.
Cuándo sabes si es armonía o melodía.
Cuándo sabes si es amor o locura.
Cuándo sabes si reír o llorar.
Cuándo sabes si es el principio o tal vez el final.
Cómo saber si es abril o enero.
Cómo hacerte entender que el tiempo no es mi cruz
y no le temo a las horas que viviría contigo.
Cuando no estás a mi lado conozco la tristeza,
la guardo en el mismo bolsillo de mi juventud.
Ingresé a las ligas de la desesperación
junto a otros imberbes vestidos de negro.
Vestí luto y mis ojos se hicieron más oscuros
para observar las estrellas sin remordimientos,
gemir sin remordimientos e inhalar el amor puro.

28
Al caer de sus brazos mi adicción se hizo la vida.
El tiro de gracia. La balada cósmica.
La paloma negra. El camino del San Pedro.
Destino del humo
La filosofía del Popper.
El ego disuelto en LSD.

Mi adicción se hizo la página en blanco.


Sumergirme en el río,
en la noche, su cuerpo, su nombre.

Soy adicto al sonido, la furia y la naturaleza


El amor, el orgasmo y sus proezas.

29
Al caer de sus brazos volví a escribir sobre calles vacías.
Doblado sobre una carta viva aticé palabras para ti.
Reclamé la dicha y retraté el infortunio.
Escribo sin idioma en dialecto solitario.
Escribo la historia de mi pueblo sin memoria.
Escribo del mutismo inadvertido.
De la oralidad del sexo escribo y describo
virginales palabras.
El instante, el amor, nada que permanezca.

Cuando caí de sus brazos, aprendí a volar.

30
Arrasarán catástrofes nuestras casas
he insepultos, se llevará nuestros huesos.
Volverá la ciudad a ser asolada
y volveremos nosotros a cimentar su regreso.
Nos levantaremos del suelo.
Extenderemos manos a la tierra
acariciando el fruto de su vientre el maíz.
Es el valle mi cuna y lo será después de muerto.
Heredaré semillas a los míos
para que aprendan del calor y del frío.
Las lágrimas que alcanzan nuestros labios
no pueden cerrarnos la boca.
Es difícil ser un buen hombre en este país,
pero de tenacidad y alegría se aprende.

31
Tengo 33 años.
Son mi propiedad los recuerdos de niño
y como todo niño quieren volar.
Nacido en los Andes Tropicales
polemizo con las fuerzas naturales.
Mi pecho late inéditamente
como la primera piedra.
Hablo con la misma lengua de mis ancestros.
Soy hijo del río y la montaña.
Mi sangre proviene de las pequeñas vertientes
que llegan del alba.
Para no morir escribo sobre una ciudad blanca
sobre un mapa vacío.
Tal vez mañana no vuelva a casa y me sumerja
revirtiendo los estados del agua yerto-puro-etéreo.
Seminaré buscando en sus ojos el fruto de mis años.
No siembro porque he dejado el campo
y del suelo estéril no brotará la felicidad.
Mis hermanos son los solitarios
sin nombre ni apellido con destino involuntario
a la suerte de un cometa.
En las riveras atiendo mis heridas
y rescato una flor de las orillas que llevo
a mi oreja escuchando un poema o la lluvia.
Nací a las 3:05 meridiano, sin testigos.
Era abril como los poetas que caen en sus letras.
En la muerte, será mi cuerpo y la palabra
lo que estreche ante la tierra.

32
Nada heroico
al escabullirte en las calles
y empavimentar tus restos.
No es propio vulnerar

33
la noble noche .
Mi pecado original,
es guardar amor
por indistintos muertos.
El toque de queda no prohíbe el silencio.
Silencio del arrullo. Silencio de tu arroyo.
Silencio de los muertos.
De sus ojos puedo decir mil silencios.
Oprimir una rosa blanca ante el cielo.
Dormir en silencio y liberar la almohada.

34
Atrás quedó el camposanto,
sus muros de pino y sus ojos de guarango y jacarandá.
De la asimetría de la naturaleza
procedemos.
Lenguaje secreto de la magia verde.
Atrás quedó el mar.
La artería de las hojas.
La coraza de las tortugas.
El árbol germinando en la roca.
Nací en su niebla inamovible.
En el laberinto del hongo de morel.
Corrí tras las aguas liberadas.
Riveras impredecibles.
Tarde escondida en la parra vívida.
El caudal abisal en mi tierra natal.
Madre piedra.
Piedra que llora.
Norte - Sur
Oriente
Tierra cultivada.
Magnetita, jade.
Nefrita serpentina.
Cinabrio pedernal.
Inti-Dios.
camposanto, raíz mía.

35
Oración por nosotros. Indocumentados
sin propiedad merecedores de nada.
Nosotros, los renegados por tener memoria.
Nosotros, la ira de dios, la sonrisa del pueblo.
Nosotros, hijos del Ande Tropical, cópula del río
y la montaña, sin heredad ni sueño propio.
Amedrentados sin sueldo ni trabajo.
Sin vanidad pero con orgullo. Nosotros
testigos de los otros observando nuestro cadáver.
Nosotros, los de madres lejanas y dulce compañía.
Son ellas las que de manera santa pertenecen a la muerte.
Nosotros, del Sur siempre al Sur.
De la derecha y la izquierda.
Nosotros los chicos plásticos casi acrílicos.
Los adormecidos en los pliegues
de las flores clandestinas. Nosotros
pararrayos con un dedo en el cielo y los pies
en la frontera. Los de luchas imposibles
y claros ideales. Nosotros, de mente amplia
y manos limpias, corruptores del sistema
al que no correspondemos. Nosotros,
hombres enamorados de otros hombres.
Mujeres que no vivirían sin otra mujer.
Nosotros, niños y niñas con los dientes sanos
y el mundo en sus pequeñas manos para cuando
sean “grandes”. Nosotros, hijos sin padre,
los de la huella impresa en la calle. Nosotros,
cronistas del nuevo mundo, abrazados a la
historia como el adobe, el sillar, el canto rodado.
Nosotros, los de pelo largo sin cabeza para el negocio
Nosotros, los trajeados sin arte para el amor.

36
Nosotros, los impresentables que nos vamos como un rastro
o rezamos y prendemos velas a santos profanos.
Nosotros, amamantados por ubres luchadoras
que siendo niños nos pusieron en sus zapatos
mientras a nuestros padres les arrebataban el sindicato.
Nosotros, los de vida en dirección prohibida
bebiendo la dicha madura.
Oración por nosotros, que anduvimos y andaremos de pie.
Somos agua y nos sumergiremos en la tierra.
Somos aire y tenemos alma.
Es nuestra voz el fuego, el espíritu.

37

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