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I

ORÍGENES

,,
2. LAZOS DE LA DISCORDIA.
ALIANZAS ENTRE LIBERALISMO
Y OBRERISMO EN GRAN BRETAÑA,
FRANCIA Y SUIZA ANTES ,DE LA GUERRA

2 .1. Gran Bretaña

La experiencia británica de una alianza entre obreros y liberales


reformistas data al menos, en sentido estricto, de la década de 1830;
para nuestro propósito, los años especialmente cruciales fueron los pos-
teriores a 1867 y a la aprobación de los trámites de la Second Reform
Act. Esta disposición concedió el derecho de voto a cerca de dos tercios
de la clase obrera urbana. Fue seguida en 187 4 por una legislación que
afianzaba -o hasta fin de siglo se pensaba que lo había hecho- los
derechos legales de los sindicatos a formar piquetes pacíficos, a la nego-
ciación colectiva, así como a la exención de indemnizaciones por daños y
perjuicios. La ampliación del sufragio y la reforma de los estatutos de los
sindicatos, emparejados con el establecimiento de la igualdad legal de
patronos y obreros, determinó el contexto básico de la política obrera
durante el resto de los años de anteguerra. 1
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Los años de la reforma, de 1867 a 1875, habían estado marcados
por los enérgicos esfuerzos de liberales y conservadores para ganar votos

1 Entre los relatos convencionales del período de reforma descaca G.D.H. Cole,
British Working-Class Politics, 1832-1914 (Londres: George Roudedge and Sons, 1941) ,
pp. 25-49.
Alic111zc1.r entre libercdi.11110 y ohreris11111 cmtn de !cf glferrc1 ( ,' r .111 {) rdd 17.1 33

de clase obrera. Los obreros hicieron sentir su participación electoral por Incluso después de la transformación del Partido Conservador, siem-
vez primera en la campaña de 1874 y posiblemente fueron un instru- pre habría una minoría sustancial de trabajadores que votarían por él."
mento eficaz para afianzar la victoria de los conservadores, quienes pare- Algunos votaban a los conservadores (como otros muchos vornban a los
cían mostrar una mayor sensibilidad hacia las reivindicaciones de los sin- liberales) por deferencia a los criterios políticos de sus patronos.e, Otros
dicatos. 2 Los años que transcurrieron entre 1871 y 1875, sin embargo, recordaban la defensa de la reforma fabril anterior a 1850, o bien estaban
fueron probablemente los únicos en los que una mayoría de trabajadores resentidos por la actitud conciliadora de los liberales con la Irlanda cató-
apoyó a los tories. A partir de entonces, la mayor parte del electorado lica romana. En 1884 la tercera ley de reforma electoral (Third Reform
obrero depositó su papeleta a favor de los liberales. Los obreros, en efec- Act) concedió el derecho de voto a muchos trabajadores rurales y generó
to, volvían a una alianza previamente establecida con el radicalismo, una mayor competencia por lograr el apoyo de la clase obrera; para ello,
basada en la moderación, en la disconformidad, en la reivindicación de los conservadores ofrecieron protección para contrarrestar las garantías
una educación laica y en la temprana defensa de Gladstone en favor de de abaratamiento de los alimentos que ofrecían los liberales. El conserva-
una reforma del sufragio. 3 durismo siguió siendo una fuerza poderosa entre los obreros que no eran
ni abstencionistas ni inconformistas, entre los que trabajaban en ciuda-
En los veinte aflos que siguieron a la ampliación del sufragio, el par-
tido tOJ)' consiguió reconfigurarse. En 1885, ayudados por una revisión des con guarnición y astilleros, o entre los que estaban ocupados en
de los límites de las circunscripciones electorales que aumemó el peso industrias que buscaban protección frente a la competencia extranjera.'
electoral de los suburbios, los conservadores ganaron en la mavoría de los En J 880 el gobierno conservador patrocinó una limitada ley de
municipios ingleses. Satisfecha con las reformas del prim;r mandato Responsabilidad Empresard (Employers' Liability Act). En años poste-
ministerial de Gladstone (1868-1874), alarmada por los crecientes desa- riores, tanto bajo gobiernos liberales como bajo los tories, poco a poco se
fíos a la posición imperial de Gran Bretafla y preocupada por la mayor aprobaron varias leyes que realzaban la seguridad de los obreros y bs
solidez adquirida por los sindicatos, gran parte de la burguesía urbana (y obligaciones de los patronos; asimismo, se incrementó el número de ins-
ahora también suburbana) abandonó b campaña en comra de los privile- pectores de fabricas y de minas. Además, los obreros comenzaron a estar
gios políticos)' respaldó a los tories como partido del orden, b estabilidad presentes en los bancos de los magistrados y en los internados locales.
y la grandeza imperial. La crisis del proyecto de gobierno autónomo para Estas concesiones se hicieron pronto porque, a lo largo de la década de
Irlanda (Ho111e Rule) de 1885-1886, que dividió al Partido Liberal y llevó
a los whigs y a los liberales unionistas a refugiarse bajo el atuend,o tOI)''
completó el proceso de transformación del partido tory. 4
~ Sob1e la clase ob re1a tory, véanse Garcrl1 Stcdman Jones, 011tcr1st Lo11clo11: A St11d) 1
i11 thc lldr1tiuwh1j1 Bcttlil'l'll Clr1.;sn i11 Victo ri1111 Socitty (Oxford: Ciaren don l' ress, 1971 Í,
cap. 19; Gareth Stedman Jones, .. \\'orking-C:lass Culrurc and \\!orking-Class Polirics in
Londun, 1870-1900: Norcs on rhe Remaking of a \\'o rking Class,., jv11nwl uf Social
Histor)>, vol. 7, n .º 4 (\'erano 1974), pp. 460-508; R .L. Gm~1dl, «Popular Conservatism
2 Apenas cx im:n duda s de que los conserYadores fueron más sensibles respecrn a las in Salford, 1868-1886», Northcm Hisrory, vol. 9 (1974), f'P· 123-138¡ Henry M. Pelling,
dc man cb s dd o lHer ism o d ura nte aquellos aiíos; no obsrante, es menos seguro que la l'op11/r1r l'o/itics fll/{I Socitt)' i11 Lr1tt \/ictorirrn B ritr1i11 (Nue\'a York: St. Manin's Press,
mayorf:i de los o brerns \'o ranr es diera su Yoto a los torits. Cf Edward H. Hunr, firiti.<h l %8), cap . 3.
l.11ho11r His ro1y, 18 15 -J9 14( Lo ndrcs: \Veidenfeld and Nicolson, 1')81), p. 237 pc\ssim; )' 6 En las ciudades fabriles de Lancashire se decía que los obreros votaban »por fabri-
C:o le. l'o/itics, p p. 2~ - 49. cas y distrirns clect()Jales con la misma alegría con que los escolares jugabcrn al críquet o al
3 Cole, Pulitics, pp. 25-38. flirbol por "casas" o "auLis",, . Esras palabras pertenecen a Frederic Harrison, citadas por
4 James Cornford, .. The Transformation of ConserYarism in rhe Lare Nineteenrh P . Joycc en .»rhc Facrorv Politics of Lancashire in the Later Nineteenth Centur)'",
CenrnJY», en Pcrer Sransb·, cd., Thc Victorir111 Rc/lol11tio11: G11ucmn101t r11J(/ Souúy i11 Historim/ }1111mid, Yol. 18, n. 0 3 (septiembre 1975), p. 526.
Victorir1 '.r Britr1i11 (Nueva York: New Viewpoints, 1973), pp. 287-318. . 7 Cole, Politic.r, pp. 38-49.
.~ 1
Alic111zt1s eutre lióeralis1110 y oórcri.rmo cmte.r de !et gNerrc1 G rcm B retcnlc1 35

1880, h, reivindicaciones de los obreros no fueron lo suficientemente


un asomo de posibilidad, pero milord Tom Noddy' o cualquier mob
cuegó ri cas co mo para es rorba r su facil acamo !ació n· po lítica. Ambos
advenedizo pudo contar con los votos de los obreros a placer». 8
p::i rt id os preten di ero n al vo ro ob rero, hasta el pun ro de permi tir qu e los
ob reros cobrnsen una cierta in Aue ncia en la selecc ió n de candidatos y en En las décadas anteriores a la guerra, las coaliciones electorales de
la redacció n de prog ran1 as e lecror::J les . E l es fuerzo de los tories para solici- liberales y laboristas se hicieron por entero en el ámbito local; al llevarlas
tar el vo ro obrero no fue im itad o po r lo s partid os co nse rvado res no cler i- a cabo, las secciones o divisiones sindicales, así como las juntas sindicales,
ca les e n nin g1í11 otro luga r de E u ropa; es necesario tener e n m en te este organizaciones locales que servían de pantalla a los sindicaros, tuvieron
lacra r como u na d e las m últiples razones po r las qu t: la in rt:grac ió n d e la un papel decisivo. Acordaron rarificar y hacer campaña a favor de candi-
clase o b rera es ra b;] m <1s ava nzad;:¡ e n Gran Bretaña qu e en n inguna ot ra datos liberales que tomasen posiciones amigables en asuntos de importan-
soC1 ed ad eu ro pea , 1ncl uyendo o tras sociedad es 1iberales. cia para los sindicatos. En algunos casos, donde los obreros constituían
una porción especialmente extensa del electorado, el Partido Liberal local
.Aun as í, el fondo cid asu n to co nsiste en la ali anza em re obre ros y
acordó patrocinar dentro de la lista liberal un candidato nombrado por el
Pan 1d o Liberal. La fidelidad de los o bre ros -y m uy t:n panicula r la de
sindicato. El número de obreros que se presentaba al Parlamento dentro
los sind.ic11:Js- hacia los liherale fu e ta n tenn que, has ta fin de: siglo,
de la candidatura liberal creció muy lentamente, no obstante. En 1874,
los pa rnd ari os d e uri parr icl o o brero indepe nd ic:nre li b raron un a bata lla
tan sólo dos de dichos candidato~ obtuvieron escaños. Hubo que esperar
ca .1 fúti l. Las o rienrn ciones de los sin d icaros Íu ero n ralc:s q ue pocos tr:i-
hasta 1880 para que se les unieran otros candidatos ganadores; en 1890
l? a¡ad o res esta ba n d is pu es tos a apoya r a u n candid ato ob rero q ue no
todavía había tan sólo ocho parlamenrarios laboristas. 9
fu ese: un liberal o u n co nse rvad o r, o incluso a preferi r un ob rero liberal o
co nse rvad or antes qu e a cand idaws burgueses. «¿ Q ué di ces de h s eleccio- Este bajo nivel de representación no era tanto un resultado del recha-
nes rn los d isu iros Íabri les?», p reg u nró E n gels a Ma rx e n 1868. «En zo de los liberales hacia candidatos obreros como la falta de demanda de
rod os los lu gares, la chse obrera viene 3 se r los harapo s, los ribcres, los dichos candidatos por parte de los sindicaros. Los sindicaros se contenta-
fl ecos d e los pa rii dos oficialc:s [ ... ] Ni u n so lo cand id:uo obrero renía ni ban generalmente con que los intereses laboristas estuvieran representados
por parlamentarios liberales adeptos (y, en algunas ocasiones, conservado-
res) y se mostraban especialmente reacios a patrocinar a candidatos obre-
ros independientes. Tales candidatos se situaban invariablemente un ter-
cio por detrás de los candidatos de los dos partidos oficiales, incluso en
distritos obreros. 10 Este comportamiento sugiere que los dirigentes sindi-
• Las voces r1cco111nwrl11tio11 ;· 11cc11111odr1tl' son de difícil traducción. Con ellas,
Ludilieri Sl' rdlere al p rocc· so dl' ncgoc izició n polírica mediante el cual liberales, conserva-
cales sabían lo que hacían: seguían una tendencia a la que se adhería una
dores, 'oc iaJd<:mríc ra1;1s o fr1scis r~s co n.>cgub n establecer una alianza con la clase obrera 0 amplia porción de sus integrantes. «La mayoría de los obreros, [en reali-
co n ('I ca111 ¡ws in c1do fomi liar, pu.1 l o rna l debían hace1 roda una serie de concesiones en el dad,] permanecieron siendo bien apolíticos o bien reformistas [ ... ] por-
fo,hiro po lír ico decrn 1al, en el ~ mb i r o J¡iboral :· en las co nd ici ones materiales; por su
que respetaban a las clases situadas por encima de ellos, porque no se sen-
pa11 c, .en cs 1e proced 1m 1c11 rn, los di r ige n tes o breros o campes inos se veían obligados a
redu ci r su s a m.b1 crn n es m :b exrr~ ma.s a cambi o d e una parcicipación en el poder.
l.11 bb cri r;i~11 b1rn se reÍie r,' cond rc 1111 1110 .1ccmm11odr1tio11 al proceso similar de relajación
v negoc1ac1on de los bandos escindidos por las di,· isio n e~ rra di c ion ales heredadas, causan-
tes del fracaso del liberalismo en muchas sociedades. Estos procesos recogen los significa- Este apellido juega irónicamente con el verbo tu 11od, que significa «saludar" )' ,
dos d • v~ccs ral es co.~in t1d11pmcir!n, do111l'Sli er1cir!11, 11j11stl', j1111ili11riz11ció11, 11p11cigu11miento, sobre todo, «ascnti1 con la cabeza,, , [N. del T.]
rn111rnuo11: aden111001/. A pe.1a r d e la rerice ncia generalizada ame el empico de voces con 8 fricdrich Engels, Sdffta( \\lritings, \\!.O. Henderson, cd. (Harmondsworth:
ca rg:~ a11 g l1 cma, hem o; dec id id o rccogcr rodo s estos significados bajo los términos 11conw- Prnguin, l %7), pp. %-'!7 .
t!110011, <tu1111orlr11mmto )' 11romod11r, pue,;ro qu e sus definiciones en el DRAE son, en nues- ') Cole, Politics, p. '!8.
rr:1 o p in ió n , las qu e 111 :ís 'e ;ij u$ta n a In ., ignif1 cado por Luebbert [N . del T.] l O Hunt, I!ritish L11ho11r, p. 333.
Alicmzc1.r entre /iberalis1110 y obreris1110 ante.r de la guerra Gr,111 /3rct,11/t1 37

rían profundamente insatisfechos con la marcha de los avances materiales La perdurabilidad de la alianza entre libe rales y obreros -y, por
y políticos, y porque sus reivindicaciones podían ser solucionadas habi- consiguiente, la peculiar forma asumida por el movimiento obrero britá-
tualmente mediante procedimientos constitucionales». 11 Se tracaba de un nico- era el resultado de una sucesión de estrategias liberales que tenían
electorado, especialmente antes de los penúltimos años del siglo, que sim- el efecto de contener y subordinar la actividad política de la clase obrera.
plemente no definía esencialmente el mundo polírico desde el punto de El enigma de rnál sería la estrategia conveniente inquietaba profunda-
vista de la clase social. Más bien concebía que la tensión entre intereses mente al Partido Liberal, en la medida en que pretendía preservar su
loc:des y regionales, así como las diferencias religiosas y de otro tipo entre alianza interclasista abiertamente ante una clase obrera más firme y ante
liber:des y tories, eran mucho más importantes que las existentes entre la la atracción que el partido to1y ejercía sobre la burguesía. Hasta la crisis
clase obrera y otras clases. A lo largo de los años de anteguerra, la identi- del Home Rule de 1885-1886, dos criterios coexistían dentro del partido
dad religiosa y los imereses regionales de un sindicato o indusffia eran acerca de cuál era el mejor modo de preservar la alianza. El mayor inte-
prob:iblemente mejores indicadores de cómo votaría un obrero que la rrogante residía en si lo mejor sería dirigir la atención a las necesidades
posición social de ese trabajador. 12 En efecto, no debe sorprendemos que materiales de los obreros o apartarla de ellas. Antes de la áisis del Home
el 111ejo1· pronóstico de cómo vot:iba un obrero era cómo votab:i su patro- R11!e, Joseph Chamberlain, el líder de los radicales de Birmingham, pro-
no.1 ·1 A.L. Rowse, un político bborista de entreguerras, recordaba cómo, puso el primer procedimiento; sin embargo, las reivindicaciones sociales
antes de que él mostrara interés en el movimiento obrero organizado, su del programa radical resultaron ser demasiado vagas para movilizar el
p:idre h:ibía votado siempre a los liberales, «como votaban todos los obre- entusiasmo de los votantes obreros y demasiado alarmista como para
ros de la fábrica de coalín, porque los jefes eran liberales». 14 hacer otra cosa que no fuera empujar a los votantes burgueses hacia la
El grado de acomodación ofrecido a los trabajadores por los p:utidos facción conservadora. 16
establecidos fue suficiente para asegurar que hasta el Ho111e R11/e y, en Ghdsrone proporcionó la solución alternativa al problema.
especial, hasta la guerra una gran mayoría del electorado obrero siempre Inflexible en su oposición a la «construcción», así como a la reforma
apoyara bien a los liberales, bien a los conservadores. 15 Este hecho, com- social intervencionista por parte del Estado -creía que socavaría los fun-
binado con la reticencia de los trabajadores a votar a candidatos laboris- damentos de la promoción individual y la independencia viril- ,
tas independientes incluso en distritos de abrumadora mayoría obrera, Gladstone trató de apartar la política de cuestiones internas divisorias,
indica tan claramente como cualquier otra prueba histórica el nivel real- :ipelando en cambio a l:i tradición de internacionalismo democrático que
tivamente alto de legitimidad que los obreros otorgaban al orden político era común tanto al liberalismo burgués como al obrero. Desde 1886,
y eco nómico de la Inglaterra victoriana. cuando el Ho111e R11le fue complecameme derrotado en unas nuevas elec-
ciones, hasta su retiro en 1894, Gladsrone y su «causa perdida» propor-
cionaron una fuerza unificadora a los liberales que les permitió evadirse
J 1 !bíd., p. 278.
J 2 Un esrudio exceleme de los obsdculos que los activistas encontraron al rrarar de
de rnalquier resolución de los problemas de polícic:i doméstica. El precio
persuadir a los trabajadores ¡nrc1 que pensaran desde el pumo de visea d..: la clase social lo de esta evasión, sin embargo, fue un:i gran impotencia y una evidente
proporciona David Hcrn·ell en !Jriri.<h \l?orkcrs fl}/{I the illdepmdwt Labo11r Par(y, 1888- alienación del laborismo. 17
l 906Uvfanchesrer: Manchester Universitv Press, J 983).
13 Recuérdese el corncnrario de Rici1ard Moore sobre los mineros de Durharn: «Los
metodistas no com¡1anieron su tiempo libre con sus compaiíeros obreros no metodistJs;
[se scmLln] separados de sus jefes por ser obreros, pero se scntÍan unidos a ellos por ser
"ho111b1es respetables",, . Pit1;1e11, l'rcochas 17//(Í Pofitics (Cambridge: Cambridge
16 Sobre las divisiones inrernas del Partido Liberal duranre estos años, véase David
Universitv Press, l ')74), p. l 7G.
AJ Jan Hamer, Libad Polirics i11 rhc Age of G/11dr1011c 1111d Rosche1f· A St1{{6' i11 L·adcnhip
14 Hum, lfrirish L11hu11r, p. 333. ami Polúv (Oxford: Clarcndon P1ess, 1972).
15 !hid.
17 Hamer, Liberal Po/irics, p. 302 pássim.
Gm11 Brt:tc117ct
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Alim1zc1s entre /iberali.rJ110 y obrerisJ110 tlllfes de !et guerra

una política y, a la larga, corno arquitectos administrativos de nuevos


. El ime rn ac io nal.is m o d crn ocrá ri co su po n í:i un reclam o, pero, po r sí
organismos estatales, fue muy importante históricamente, a pesar de ser
1111 srn o, no era sufic ie n te p:ua liga r el o brerismo a los liberales durame
m uch o tiempo. E l ú ltim o inrenro de G lad srone de rete ner al laborism o infundada.
~n favo r d e los liberales ll egó co n el Progra m a Ncw as tl e de 1892. D icho Después de la arrolladora victoria electoral ele 1906, pequeñas refor-
1n re n to fu e dem ;¡siad o tardí y d em asiad o d ébil , aun q ue no ca reció de mas lentas y poco sistemáticas derivaron de aquella visión colectivista y
consec~1 cnc 1 as . El prog ram a inr rod ucía la grad ac ión de los de rech os de se aplicaron a las dolencias que afectaban a los obreros. De este modo, se
hc:n:·_nc1a, la a b~ l i c i ó n del voto p lural y e l d esm anrelam ien ro de la [ulcs ia introduj eron planes para comedores escolares, inspección médica en los
en E~coc 1 a }' Gales. La re ivindi cac ió n más im po rta nte de los sindi~a ros colegios, pensiones de jubilación no conrributivas y seguro de accidentes.
- la )Orn ad a d: ocho h o ras- Lan só lo era lllt:n cionada vagamente. C n la ley de Comisiones Laborales Mixtas (Tr:ides Boards Act) hizo posible
~a rnard:a d e Gladsro ne en 1894, se realizó u n te rcer esfuerzo, e n úl tima fijar salarios mínimos en los trabajos peor pagados, estableciendo así un
1n sta 1J c1a in fr u ct u oso pero c ru cia l, p a ra li ga r los ob reros a l Pa rti do límite en la descenso competitivo de los sueldos. Antes d e 1914, roda
Libe ra l. Los «n uevos lib era les" se pro pu siero n dabo rar u n:i. alte rn at iva esta legislación probablemente h:ibía te11ido un impacto relativamente
pos1uva :11 socia lis m o que co11tan1 con mayo r aceptación cn rre el crecien- 1
pequeño en las condiciones de obreros y pobres. 'J La importancia del
te nt'1rncro d e ac ti vistas laboristas, q ui en es no veí:rn ni noú n fu turo en la nuevo liberalismo para la política de la clase obrera no residía en su
pro rn oci ' 11 in d ivi du al postu lada po r Gladsto ne. •R La ma~oría ele la~ fiou- triunfo electoral, sino en su capacidad para generar reformas sociales que
ras centra l.es dd nu evo li bera li smo eran p rofesio nales, per io d istas, escr~o­ clesplegab:in la promesa ele la interven ción activa del Estado contra la
res )' fun c.10nan os. Si b ien b anri gua co njun ción libera l de patrono p ater- pobreza. A partir ele la década de 1890, el nuevo liberalismo ruvo un
nal1 s ta , s111d 1cd 1s ta res p o nsab le y conc ie n c ia in co n form is ta se estab:i profundo impacto en la política ele la clase trabajadora, ayudando a con-
v1n1encl? :1bajo, h , bu r_g uesía p rofes io n:il q ue se exp:ind ía r:ípicbme n te en vencer a los activistas obreros de que sus intereses se seguían encontrando
es te_ pe nado , pod 1a ohece r un a ru1a o lect iva :i lti:: rn ativa para la armonía en la cooperación con los liberales.
~~c 1 :il . M uch os d e los 11u evos libe rales h abía n estado in vo luc rados d e
Estas reformas , junto con la alianza interclasista que las subtenclí:i,
¡ovc nes en e l Sl'itlemmt 111011t'111n1t de la década d e 1880: ohse rvadores
constituían un reílejo de la posición inalienable que los sindicatos habían
b.u rgui::scs d i:: I E:1.st ~ n d de Lo nd res o de los di stri tos más po bres d e las
adquirido en la Gran Bretaña victoriana. Aunque la alianza entre libera-
c 1u~a d es de prov 111 c1:is que h :1 h ían est ud iado la pob reza sob re el te rreno y
lismo y movimiento laborista organizado había sido fundament:ilmente
lub1:i11 d csc u b 1cno pos ibl es re lll ed ios. Los nuevos li ber:1 les h abían ase n-
una creación de las asociaciones gremiales más eliti stas d e generaciones
tado sus s lucio nes a los pro b lemas d e la pob rez:i en inre ntos exh:iusr ivos
anteriores, se vio alrerada sólo de modo muy lenro por la aparición del
qu e rra raba n d_e estab lece r los hechos ind epe nd ien ce menre de 1:i reiv in-
1111evo si7ldiwlis1110 surgido desde 1889 hasta 1893 . El nuevo sindicalismo
d 1cac 10'.1es o :1 f1 rm:-tc io nes de ].os obreros y patronos organizados. A parri r
supuso la organización dentro de sindic:itos de carácter m:ís general de
de los importantes y ex h aumvos cs rndi os so ial es de h ad es Boo rh en
los obreros menos especializados en ocupaciones tales como los transpor-
~o n d:·e~ Y See bo hm Row nrree e n Yo rk , los nuevos libe rales urdi eron
1~eolo? 1 c.ame~rc ~ n a «ciencia soc iak Creía n que h abí:i n d escu bi erto un
d1agnosr1 co ·1ent1fi co de la pobreza, así co m o los re m ed ios c ien ríficos
19 Pclling, Pup11/,,,. l'u/itics and Soticty, cap. l; Bentley B. Gilbcrr, .. The Dccay of
para ella. L 1 co ntl:m za q ue esta creen · i:i les owrgó, co mo defensores d e
Ninereenrh-Ccnrnry Pro"idcnr lnsriturions and rhc Coming of Old Age Pensions in
Great Brirain", Ern110111ic Hist01y Rwiew, vol. 17, n. 0 3 (ab ril 1965), pp. 55 1-563; J .R.
Hay, ihc Q;·igiw ofrhc Lihaal \Ylclfare Rcjimw, 1906-1914 (Nueva York: Macmillan,
1975); Par Thane, "\\lnrnen and rhe Poor Law in Vicrnrian and Edw;1rdian England»,
HistVI]' \\/ork.<hop, n.º 6 (moiío 1978), PP· 29-51; Eric e:v!id\\'inrei' \licrorir111 Social
. 18 Sobre el nue\'o liberalismo, véase en especial Michael Freedcn The Nl'lu Rcjim;1 (Lond1cs: Longmans, 1968), pp. 27-63 .
f.1hnall'lil.' An !rleofogy ofSocird R<:ftm11 (Oxford: Cla1cndon Press, 1978). '
40 A hmztt.r tlltre liberrtlis1110 y ohreris1110 a11tes de la g 11erra 41
Grt111 BretclÍÍrl

tes: las f~bricas de gas y los muelles. 20 Una explosión en la actividad huel- (LEA: Labor Electoral Association), la Federación Socialdemócrata
guista, inaugurada por la famosa huelga de 1889 de los muelles de (SDF: Social Democratic Federation) y el Partido Laborista Indepen-
Londres, inició . un estallido . la organizac1'0' n del lab
. en , 01.·rsmo que 1111c1a
· · · l- diente (ILP: Independent Labor Party). En general, los sindicatos y la
mente presag1,a ba un mov11rnen_to l.aborista mucho más cohesivo y radi- TUC se opusieron a una representación independiente hasta fin de siglo.
cal. La mayona d ~ los nuevos s1nd1catos se marchitaron, sin embargo, a Dentro del movimiento sindical, fue en algunos de los sindicatos más
comienzos de l,a decada ,de 1890 ; s~brevivieron con sólo del 10 al 25 por nuevos donde se iba a hallar principalmente el apoyo a una representa-
cr_ento de su num ero m::ix 1111 0 d e miembros. Su impacto tuvo cierta mag- ción independiente. La Asociación Electoral Laborista, el brazo político
n_rtud: doblaron e l núm ero ele militantes de la Confederación de de la TUC, también se opuso a la representación independiente. La SDF
S1'.1d,1catos (TUC: Trades Union Congress), pasando de cerca de medio y el ILP, mucho menos influyentes que los sindicatos, apoyaron a candi-
millon
. a un millón a mediados de la década de 1890 )', ad emas,' propor- datos independientes, pero no necesariamente a candidatos socialistas.
c10naron una base oraanizativa
o para todos los qu ¡ · ·
e en e mov1In1ento Los principales retos opuestos a la hegemonía política de los sindica-
obrero eran partidarios de una representación obrera independiente.21
tos entre los trabajadores provinieron de la Federación Socialdemócrata y
. Sin embargo, defensores de una representación independiente no del Partido Laborista Independiente, si bien ninguno de ellos tuvo gran-
s1;mpre repudiaron la colaboración con los liberales; aun en menor des efectos. Ambos merecen ser observados con más detenimiento, ya
numero se mostrab_an partidarios de la creación de un partido socialista. que ofrecieron una visión de la política laborista fundamentalmente dife-
Los srnd1catos, ~nt1guos y nuevos, eran los principales organizadores de rente de la ofrecida por los sindicatos -que, con el tiempo, llegó a
la arnv1dad palmea de la clase obrera y los principales partidarios de la dominar la política del Partido Laborista. Esta visión alternativa, espe-
alianza con el l1beral1smo; por tanto, para comprender el peso de dicha cialmente en el caso de la SDF, se basó explíciamente en la centralidad
alianza, debemos considerar cuáles fueron los obstáculos que sus ade t del conflicto de clases, en el rechazo de la política de alianzas con los
l . d' L'. ' pos
en o_s s111 '.catos 1ueron capaces de erigir en contra de una trayectoria liberales, en un movimiento obrero centralizado, coherente y global
labo11sta mas 111depend1ente en las décadas anteriores a la guerra. tanto dentro de la política como dentro del mercado de trabajo, así como
en una reorganización radical de la economía. Dicha visión era paralela a
. En la década de 1890 unos seis movimientos obreros cobraron cierta
las ambiciones de los partidos socialistas en el continente, especialmente
1mporranc1a en la 01:ganización de los trabajadores en la política: los sin-
los partidos de sociedades iliberales. Ahora bien, aunque la visión proce-
dicatos artesanos mas annguos, la Confederación de Sindicatos (TUC),
día del Partido Laborista Independiente, el socialismo del ILP era más
los s111d1catos generales más nuevos, la Asociación Electoral Laborista
cauto y tibio, expresado más en función de las nociones de justicia y de
una sociedad ética y más influido por el reformismo fabiano. 22
La SDF tuvo menos impacto en el movimiento obrero organizado
británico que el ILP. Hasta la década de 1880, el socialismo era esencial-
_ . 20 _ Su br~. el 11u ~vo s ind i~ali s m:i, "~a n se T li o m as ¡\ l(a 1111 v Be 11 11 Tilk i , 7z,l' «Nrn,,,
mente inexistente en Gran Bretaíia, siendo sólo coro de un puñado de
T1;dtb Um(~111nd11 (Lu nd res, 1WJO) ; E.J. Hob,h:iwm, Lr1vo11ri11'( ¡\fm: S111clir; iu rlH His 101y
º,1 -ti 0 r .011 res: \V'c i irníeld a nd N icolso11 . I ') ,4), e n csliecial ca 11 •) ,, LI ·· · ¡ e _
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\\' orka, 1873-191 4 11 15 ~ 178 1O ~ , . ., i ms l .as
l '.) l .' .:. '" P· ' - ' • r ~ 3 P· · "Gc n er:ll l.;i hour ll nion s in Brira in , 1889-
( ll 'l •"¡ PP · 1( 9,-l 03 fha:· n .id. ca.l t. : l mh11Jr1dnre;: l:s{(l(/ios de hiHorir1 de / 11 d r1st obr,.,,
R u ce una: .c m .ica, 19 79) [: C. \Y' rig lel', "Lib erals a11d die Dcsir c Íor \ \ fork inv C l·m 22 ,,fJ socialismo briránico no es utópico [ ... ) No confía en cambios súbiros, 110
Hepresen
· ¡ ,.1e;i , .1886- 1922 ,. • en K· O · Brow n , ,~d ., 1:.1
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MacDonald y J. Keir Hardy, .. The lndepende11t Labour Parry's Programme», The
21 Cole, Poi/tics, p. 126.
Ni11tttrnth Crnt1ll)'. vol. 45, n. 0 263 (enero 1899), p . 25.
A lúmzas e/lfre liherali.r1110 y 0Úreris1110 antes de !tt g11entt
Grc111 Breft1Üt1 43

excéntricos intelectuales burgueses. Las obras de Marx eran tan poco por la SDF, precisamente porque estaba mejor anclado en los sindicatos,
conocidas en Inglaterra en aquellos años, a pesar de sus muchos años de o al menos en algunos de los nuevos sindicatos general es. El ILP repre-
residencia en este país, que su muerte habría pasado completamente sentaba una respuesta política a los severos reveses que los sindicatos
inadvertida si el corresponsal del Times en París no hubiera escrito un habían experimentado tras su prosperidad inicial. Durante años, su prin-
comentario sobre el valor de su figura en el continente. 23 El socialismo, cipal área de apoyo, el West Riding de Yorkshire, fue una zona en la
por supuesto, obtuvo sus mayores progresos en aquellos lugares en que la que los sindicatos eran visiblemente débiles. Las estimaciones de la afi-
política de alianzas entre liberali smo y laborismo estaba menos atrinche- liación del ILP va rían, pero incluso la más generosa que hemos encon-
rada, pero incluso allí los progresos no pasaron de ser algo margin al. La trado -35.000 miembros en su momento álgido en 1895- apunta su
afiliación de la SDF (burgueses en su mayoría) nunca superó los mil modesto grado de éxito.27 Nunca consiguió que uno de los suyos fuese
miembros en la década de 1880 y nunca logó elegir un solo parlamenta- elegido para el parlamento, si bien tuvo cierto éxito en el ámbito local.
rio. La Federación estaba siempre desgarrada entre sus diferentes actitu- En 1906 afirmaban haber obtenido 1 OG concejales, GG miembros en
des hacia el sindicalismo, con _una mayoría que desdeñaba a los sindica- consejos escolares y 51 gobernadores· de la Ley de Pobrés. 28 Al lado d e
tos por ser bastiones d e l capitalismo liberal y d e l reformismo d e los miembros d e la SDF (que declaraban se r 10.000 en los últimos años
24
Gladston e. Salvo en un as pocas excepciones, los sindicalistas devolvían d el sialo), el ILP se comprom etió vigorosamente y logró persuadir a las
esa misma ac titud desdeñosa. En efecto, para una parre considerable de autoridades locales con la fuerza de sus argumentos para que hiciesen
la clase obrera, si no para la mayoría, la etiqueta «socialista» era algo irri- efecriva una legislación progresiva que regulase la vivienda, sanidad,
sorio. Alfred Williams, ac tivista de la SDF, se quejaba de sus colegas obras públicas de alivio al paro, etc.
diciendo: «si te tomas la moles tia de señalar algo en su provecho, te dirán
que estás loco o re mald ec ir:ín por socialista. A cualquiera en las fábricas Es en cierto modo significativo que, en la conferencia fundadora del
que sostenga un criterio diferente al de la multitud le llaman socialista» .25 ILP en 1893, los grupos que acudieron juntos crearan una federación
Roben Roberrs halló acritudes similares en el Salford de anteguerra, con la esper a n za de pod e r convencer a los sindicatos para que se
donde se decía que Hyndm an Hall -sede de la SDF- tenía «casi tanto afiliaran. 29 Aunque los sindicatos nacional es fueron invitados a la confe-
impacto político en el barrio como las cercanas fábricas de gas». 26 rencia fundadora, ninguno envió delegados; tan sólo hubo un puñado d e
d elegados pro cedentes de las juntas sindicales locales y de las secciones
El Partido Laborista Independiente, el movimi ento socialista ante- sindicales. La gran mayoría de los delegados provenían de partidos labo-
rior a la guerra más importante de Gran Bretaña, supuso un desafío para ristas indep endientes locales (partidos de clase obrera locales) o corpora-
las alianzas entre liberales y laboristas más formidable que el planteado ciones similares. Tal y com o se desarrollaron los acontecimientos, ningún
sindic::ito nacional se mostró partidario de afiliarse con posterioridad. En
efecto, tan sólo dos años más tarde el ILP descubrió que su preocupación
23 Ht:nrr lvl. Pelling, Fhl' Origiw nf the Laho 11r Part)', 1880- 1900 (Oxford: más inmedi ata no consistía en inducir la participación de los sindicatos
Cb rendo n Press, l %5, 2? c:d .), p. 14.
24 So brit l.1 SDr, "éansc 1lcnry Collin s, «The Marx ism oF rhe Social Denrncraric ~
re<lerarion», t: n Asa Briggs )' Joh n Sal'i l! e, t:ds., E;sr1¡1; i11 labor//" Hist(}Jy , 1886-1923, "º/.
27 Jam es Hinron, Labour a11t! Socialiw1: A HistOI)' of thc British Labo11r M111Jeme11t,
2 (Lo nd rés: Macmillan, l 97 1}, pp . 47-69: Paul Richard Thnmpson, Socialists, lihcm/¡
J 867-1974 (Briolnun, Sussex: \\lhemh..:af Buoks, 1983), p. GO.
a11d Labour: Thr Stmgglc fiir Lom/011, N?R--1914 (Londres: Rourkd"..: and Ke"an Paul
l % 7). "' " ' • Las atribuciones de esros gobernado res (g11ardians) habían sido esrablecidas por la
le)' de Pobres de 1834 . Los gobernadores se halbb an al frente de una JUnta (Board) encar-
25 Alfre<l \Villiams, Lif(' i11 a Rr1i!wa)' Fr1ctu1y, reimpresi<'>n con inrroducción de
Lennard Clark (Newton Abbor: David and Charles, l %9), p. 306. gada de aplicar dicha ley en el ámbiro local. [N. del T.]
28 Hin ron, Labmrra/l{I Socia!is111, p. 61. .
26 Roben Roberrs, Fhc Classic S!um: Salfiml Lifi: i11 thc Fint Q11t1r1cr 11/ rhe Cm11 11 y
(;\fanchcsrer: ;'vlanchesrer Unil'crsiry l'ress, 1971), p. 16. · 29 Sobre b hi sroria del lLP, l'éanse Howcll, !udcpellt!ent Labour Party, y, en especial,
Hin ron, Laho11r fl)/(I Sucir1'i.i111, pp. 40-63.
44 Alicm:.d.r entre liúera/i.r1110 y oúreri.r1110 c111tes ele fer glferm G rc111 B reta lld 45

nac ionales, sino en refrenar su propia colonización por parte de las junt:is ción independiente. Finalmente, en 1893 , resultó que los partidarios de
sindicales y sindicaros partidarios de las alianzas con el liberali smo, así la representación indepen di ente habían ganado su batalla. La TUC apro-
como evitar la expulsión de la TUC de rodas aquellas juntas si ndicales bó por primera vez un fondo destinado a subvencionar candidatos obre-
que lo apoyaban y se oponían a la política de alianzas entre liberalismo y ristas independientes tanto en las elecciones lo cales como en las parla-
movimiento obrero organizado. Como resultado, en su segundo año, el mentariJs. Se debía pedir a cada sindicato que suscribiera 5 chelines por
ILP se vio forzado a reorgani za rse como un organismo unitari o con sec- cada cien miembro s; además , el congreso debía elegir anualmente un
ciones locales y afiliaciones individuales. En realidad, el ILP se reorgani- comité especial que representase a las asoci:i.cion es contribuyentes con
zó para evitar el desrino de los movimientos que habían buscado con objeto de admini strar dich o fondo. Los candidatos debían ser elegidos
anterio rid ad la representación independiente: Ja colonización por parte localmente, si bien tendrían que acatar en su roralidad el programa obre-
de los s indicaros parridarios de las alianzas con los liberales.'º rista redactado por el co ngreso. Independi entes y soc ialistas se mostraron
ansiosos por apoyar dicha corpornción como un medio de reemplazar a
La SDF n o enconuó me rc:ido Jlgun o para su vis i ' n de la políti ca de
las Asociaciones Electorales Laboristas ¡ntrocinadas por IJ TUC, que
clases, y e l ILP esrnba siempre :u :iscado por el ce rcano 111 onopo lio que las
«habí:i.n degen erado en un :ila del Partido Liber:i.l,, .-' 1 Inmediatamente
alianzas co n los libe rales eje rcía n en bs prin cipJ!es o rga ni zacio nes sindi -
después de sancion ar el impuesto, el congreso aprobó por primera vez la
cales. El crecimi ento d e los nu evos sin di catos represe ntan tes de los ob re-
aplicación de un cuestionario que obligaba a los candidaros patrocinados
ros n o especializados y de lo s de escasa especialiZJción sí fue capaz de
a rarificar la nacion:ilizació n. Por fin, parecí:i. que la representación inde-
lograr una distribución de fu erzas en el seno de la TUC más favorable
pendiente e incluso el socialismo habían obtenido un a vicroria realY
para b re prese nrnc ión bbnri sta ind ependi e nte . Pero, para o bren er un
:rn1 pi io :tpoyo de los sindi caros :t d ic ho proyecro , fu e ·iempre necesari o No obstante, esta victoria fue efímera. C uando se so licitó al Comité
definir los co mpro mi sos de r:il mo do que fuesen apoyados por los inte- Parlamentario un informe sobre la puesta en vigor de las resolucion es
grantes de las ali anz::is o n el liberal ism o. L::is batalbs qu e se libraron en citadas, éste comunicó al congreso que tan só lo dos sindicatos habían
la TU C ::i p rinc ipios d e la d éc:1da de 1890 y q ue co ndujeron a la creació n respondido afirmJtiva m e nte a la circul ar que so li cit aba apoyo para el
d el Co mité d e Represe ntaci ó n Labo ri sta (LRC: Labo r Rcpresenta ti o n impuesto y su administración. No hay duda de que esto erJ verdad, pero
Co mmirree) so n rípicas de esca es nategia, as í co m o de la rác ri c:ts o rgani - la franca realidad era que las alianzas con el lib eralismo controlaban el
z:i ri vas qu e las ali anzas c: nue libe r::iles y bbor istas po dían desp lega r en Comité Parlamentario de la TUC, el organismo enca rgado de la ejecu-
o ntra de sus opo nen res. ción de las resolu cio nes. Aunque esas alianzas hubi eran sido capaces de
apoyar el impuesto, sinti ero n repulsa ante el mencionado cuestionario
Durante años, socialistas e ind epe ndientes habían libL1do um. b~n:l­
socialista y proced ieron a en terrJr el conjunro del proyecto. Para ello,
ll a casi perdida en los congresos sindicales anuales p;ira o btene r apoyo
«co ntaron con el apoyo d e la mayo ría de los secretarios de los grandes
para un impues to políti co, un programa concreto y para la rep rese nt 3 -
sindicaros>>.B Habiendo aniquilado las resoluciones de 1893, los partida-
rios de la política de alianzJs entre el liberali smo y el movimiento obrero
o rganizado en 1895 fueron más allá: lograron ex pulsf!r de la TUC a

. ~O Cole, Po!itics, pp. 138- 153. L..1 idea d.: una rq1resenración obrera i11d.:pe11dieim:
d1f1cil111e11re, podía ser con sickrada nu e''ª· Ya había sido avan zada por b Liga de
Represema~1on Labomra (LRL: l.abnr H.eprcsenrariun League) en 1869 )', m ás rard e, por
la Asoc1Kion Elecrnral Laborisrci )' por la federació n Socialdcmócrara en la década de 31 Cole, !'olitics, p. 11 O.
1880.. La Liga y la LEA se habían \'isrn infl lr rndas y designadas por coopración por los sin- 32 Sobre la cam¡rnía en apovo de la TUC en favor de la representación indepen-
d1callS[:tS pam dar1os de alianzas con los libe rales. Sobre la LEA )' la LRL, véase Cule, dienrc a comienzos de b década de 1890, ihíd., pp. 100 ss.
l'olitics, pp. 50-75. 33 !híd., p. 111.
46 Alitmza.1 cutre /ibemli.r1nu y obreri.r111u antes de la g111:rrt:1 G rt111 B re1<11la 47

muchas de las juntas sindicales locales que habían parrocinado la crea- Ramsay MacOonald fue elegido secretario porque se mostró dispuesro a
ción del Partido Laborisra Independiente. 34 desempeñar el trabajo sin paga. La mayoría de los sindicatos partidarios
de las alianzas con el liberalismo ignoraron este hecho. Los que no lo
A finales de siglo, el ILP había llegado a la conclusión de que o bien
hicieron se sumaron a él, como el líder de los ferroviarios Richard Bel!,
podría construir su base popular con una afiliación individual de rirmo
para socavar la influencia de los activistas del ILP que querían que el
muy lento y preservar su socialismo, o bien podría unirse en una federa-
laborismo persiguiera una línea más independiente ..'16
ción con los sindicaros y adquirir más rápidamente una base más amplia,
pero a cosra de diluir en gran medida su socialismo y aceprar alguna clase El LRC luchó en las elecciones de 1900 sin un programa definido y
de alianza con los liberales. ·' 5 La mayoría de los sindicatos no tenían nin- sin una actitud clara hacia el Partido Liberal. Presentó sólo diez candida-
gún interés en un partido obrero autónomo hasta después del fin de ros de los que tan sólo fueron elegidos dos. A continuación, empleó los
siglo. Cuando se compromerieron finalmente con un parrido de rales seis años siguientes, en la frase memorable de MacDonald, «creciendo en
características, no lo hicieron animando a sus miembros a afiliarse al ILP la oscuridad». ·" En última insrancia, fue el juicio de Taff Vale el que
o a la SDF, sino creando una nueva organización basada en la feder:i.ción. salvó al LRC del destino de la Asociación Electoral Labori5ra. El hecho
Semejanre esrructura organizativa aseguraría la hegemonía de los sindic:i.- de que hiciera falra amenazar legalmente a la posición previa asumida en
ros en el nuevo partido. Cu:i.ndo la TUC patrocinó tal organización - el la sociedad por los sindicatos, con el objeto de que apoyasen al LRC,
Comité de Representación Laborista- en 1899, el ILP se enfrenró a su resulta un testimonio muy significativo de la posición esencialmente ina-
di lem a y, j unro co n la SDF, optó por la afiliación . A l hacer esto , aceptó li enable que las asociaciones sindicales habían adquirido, o pensaban que
im plícita m ente un a vis ió n de la po lítica obrera cuyas premisas descansa- habían adquirido, en la Gran Bretaña vicroriana tardía.
ba n p ri ncipalm ente en el seccio nalismo y el sind ic;i li sm o, más que en la
En el juicio de Taff Vale, el Tribunal Supremo hizo por primera vez
noc ión de clase; además, con fl rmó su propi:i. insign i Íica ncia.
res ponsable a un sindicato de los daños económicos causados a un patro-
La decisión de crear el LRC en la TUC de 1899 difícilmente podía no durante una huelga. 38 Aunque inicialmente se mostraron divididos en
considerarse enrusiásrica, siendo aprobada por 546.000 votos contra su respuesta al juicio, los sindicaros -a medida que reflexionaron en la
434.000. Los res ul rados fu ero n elaborad os con as rn c ia, de m odo que magnirud de los daños indemnizados- se dieron cuenta de que el juicio
podían ser apoyados por las coalic iones de li be rales y hbo risras: m era- presagiaba un profundo desafío a su posición 39 Cuando se hizo patente
mente rar ificaban la creación de un a organizac ión cuyos obje tivos serían que el gobierno conservador no iba a proporcionar un remedio adecuado
el incremento de parlamentarios l:iboristas y la c reación dt'. u na camar illa en el Parlamento -el toral restablecimiento de inmunidades-, el LRC
parlamentaria autónoma. La colaboración con los libe rales no se había utilizó el asunto para inducir a los sindicaros a apoyar una representación
descartado )' el LRC no estaba de ningún modo comprometido con el independienre. El resultado fue una gran agitación en la actividad de afi-
socialismo. De hecho, el LRC tuvo muy poco poder. No se creó ningún liación sindical del LRC en 1902 y 1903. En 1905, los mineros eran la
fondo económico para la acrividad política; la financiación de candidaros
permaneció en manos de las organizaciones locales. En una jugada que
medía la importancia que muchos sindicalistas concedían al LRC,
36 Hinron, L11ho11r t11l{I Soci11/ism, p. 72 pássirn; Cok Politics, pp. 167-195.
37 Cole, Pofiric.<. p . 165. Sobre las elecciones J e 1900 v la TUC, ihíd., pp . 153-166.
38 Hin ron, Lnho11r t1Jl{I Socialism, pp. 72-73.
39 Sobre las repercusiones que el juicio de Taff Vale ruvo en los sii1dicatos, véanse
C. D. H . Cole, A Short History uf rh c British Worki11g-Cl11ss /\/!011c111rnt (Nueva York:
:vlacmillan, 1927), p. 291; y Hugh Ckgg. Alan Fox y A.F. Thompson, A Histor)' of
34 !bül., p. 112. Hrirish Trrulc U11iow Si11ff 1889: Vol. l. 1889-1910 (Oxford: Clarendon l'rcss, 1964), p.
35 lhíd., pp. 138-167. _)7=).
í8 A!it111zt1.r entre libercrli.r111a y ahrcri.r11111 c111tr.:s de !et g11errc1 Grt111 llrct<11/i1 49

un1ca secc1on del movimI<.:'IHO obrero organizado que permanecía fuera tan sólo cinco fueron elegidos en contiendas a tres bandas en las que·
del LRC. No puede ponerse demasiado acento, sin embargo, en que lo tomaban parte tanto un oponente liberal como un oponente conserva-
que la mayoría de los sindicatos buscaba en el LRC no era una alternati- dor. Veinticuatro tan sólo tuvieron oponentes conservadores o unionis-
va al Partido Liberal a largo plazo, sino «una posición negociadora sufi- tas; un candidato tuvo en su contra dos liberales en una circunscripción
cientemente fuerte para forzar al gobierno liberal a revocar los efectos del de dos escaños. Contrariamente a esto, de veintiséis candidatos del
juicio de Taff Vale. Lo que tenían en mente era adquirir fuerza negocia- Partido Laborista que no alcanzaron el éxito, dieciocho tuvieron que
dora frente a los liberales, más que una estricta independencia frente a luchar tanto contra liberales como contra tories y tan sólo siete fueron
ambos partidos». 4º vencidos en contiendas que les enfremaban únicamente a conservadores
Las victorias obtenidas en varias elecciones parciales en 1902 y 1903 o unionistas. Además de los aspirantes del Partido Laborista, trece candi-
convencieron a los liberales de que habría que dar cabida al LRC. Por datos fueron propuestos por la Federación Socialdemócrata o bajo otros
consiguiente, Herbert Gladstone (por parte de los liberales) y Ramsay auspicios socialistas; todos ellos tuvieron que enfrentarse en luchas a tres
MacDonald alcanzaron un acuerdo en torno a una lista de treinta cir- bandas, resultando derrotados. Además de los citados treinta candidatos
cunscripciones en las que el LRC gozaría de una cierta vía libre contra del Partido Laborista, veinticuatro partidarios de la política de alianzas
los conservadores. MacDonald también consideró el acuerdo como un entre liberalismo y laborismo fueron elegidos en 1906; estos veinticuatro
medio de evitar un examen de la equívoca «independencia» obrerista. aspirames eran sindicalistas que se presentaban directamente por la can-
«En 1906 la esencia de la independencia del LRC residía en el hecho de didatura liberal. 4 ~ Resulta evidente, pues, que el éxirn del Partido
que había sustituido los convenios locales rradicionalme!l[e perseguidos Laborista y de otros candidatos obreristas se debió a la alianza con los
por una una acomodación de su dirección centralizada dentro del liberales.
Partido Liberal. [ ... ) El nuevo Partido Laborista (formalmente constitui- Esta pauta de dependencia de las alianzas se repitió en las dos elec-
do como tal tras las elecciones [de 1906)) no había aparecido en la esce- ciones de 191 O. En las primeras elecciones los laboristas obtuvieron cua-
na polfrica como el sepulturero del liberalismo, sino como parte integral renta parlamentarios, incrementando en diez los conseguidos en 1906.
del resurgimiento liberal». 41 Este incremento se debió enteramente a la entrada de diez mineros que
La alianza entre el movimiento obrero organizado y los liberales se habían prese!l[ado previamente en sus circunscripciones por la candi-
continuó después de la formación del Partido Laborista. Los laboristas datura liberal. De nuevo, el Partido Laborista debía todos sus escaños a
tenían que acomodar sus tácticas y sus políticas a las exigencias de la coa- una combinación de votos laboristas y liberales. De esos cuarenta esca-
lición inrerclasista de la que dependían en gran medida. El alcance de ños, treinta y nueve fueron ganados sin oposición liberal. Los treinta y
esta dependencia resulta evidente a juzgar por los registros de los triunfos cuatro candidatos laboristas que contaron con oposición de los liberales y
)'derrotas electorales entre los años 1906 y 1914. La medida clave de esta de los tories fueron todos vencidos. Otros diez candidatos socialistas se
dependencia viene dada por el número de escaños que los laboristas eran presentaron en una lista independieme, siendo todos ellos también
capaces de ganar cuando no se aliaban con los liberales. derrotados. El partido parlamentario no sólo dependía de modo crítico
de la coalición con los liberales, «sino que ahora había llegado a incluir a
El nuevo Parrido Laborista compitió por vez primera en las eleccio- un número considerable de hombres que eran realmente liberales; asi-
nes al parlamento en 1906 y obtuvo treinta miembros . De esos treJJl[a,

42 b p:lura dd rriunfo del LRC en 1906 es objero de discusión en Cole, Po/itics, p.


40 Hinrnn, L11hu11r mu/ Socialism, p. 73. 182 pc\ssim; ;· l'elling, l'(}f'llltlr l'(}!itics illJ(I Socicty, p. 110. i'elling CJ!cub que, sin esrable-
41 !hícl., pp. 74-75. cer el pacro electo ral, los bhorisras no habrían obren ido más de doce escaños.
Alit111::.;c1.r wtre lihcrali.11110 y ohreris1110 c111te.r de la g11errc1 Grc111 Brdc11Ja 51

mismo, lubh cambiado la fidelidad del partido por orden de la que aparentemente ratificaron el comportamiento de los sindicaros. Los
Federación Minera, sin que con ello se alterasen sus actitudes políticas,,. 4.i sindicaros, tal y como el ILP descubrió rápidamente, buscaban tenaz-
En las segundas elecciones de 191 O, el Partido Laborista presentó sesenta mente antes de fin de siglo la manera de cooptar, obstruir, aislar y desle-
y dos candidatos y ganó cuarenta y dos escaños, de los cuales diecisiete gitimar a los movimientos independientes que intentaban definir la polí-
fueron aporrados por los mineros. De nuevo, el laborismo luchó en tica fundamentalmente desde el punto de vista de la lucha de clases, más
ali:rnza con los liberales. De los cuarenta y dos candidatos vencedores, que de intereses regionales y sindic:i:les. Los sindicaros consiguieron
eres no contaron con oposición, y los otros treinta y nueve tan sólo con- triunfar en este empeiio; tanto es :i.sí que, t:i.l y como se desarrollaron los
taron con oponentes conservadores. De los veinte c:rndidatos derrotados, acontecimiencos, el legado de su éxito definió el c:uácter de la política
nueve lucharon sólo contra los conservadores y once libraron contiendas laborista británica y, por tanto, de modo más amplio, el orden político y
a tres bandas. 44 económico de décadas venideras. El mensaje que debemos extraer del
De 1911 en adelante, los liberales no se mostr:iron partidarios de material histórico resulta inequívoco: muy pocos obreros brit:í.nicos eran
retirarse de modo que los laboristas ruvier:in acceso a enfrentamientos de utilidad en la política de clases, precisamente porque ·la política de
directos con los candidatos tones. A partir de J 913, los liberales, preocu- alianzas entre el liberalismo y el movimientq obrero organizado les había
pados por el Ho111c Rule;' por la separación de Iglesia y Estado en Gales, otorgado un cierto grado de confianza -aunque exiguo-, que era sufi-
cada vez más ofc:ndidos por el gran aumento de desasosiego en el movi- ciente para socavar una visión rn:í.s globalizadora. La estrategia de alianzas
miento obrero org;rnizado, casi dejaron de hacer más concesiones a las les había enseñ:ido a contempbr el mundo político en función de intere-
demandas del Partido Laborista. Sin embargo, en la Cámara de los ses regionales más que intereses de clase, y a la vez lubía cre:i.do un cierto
Comunes, el Partido L:iborist:i aún votaba al gobierno, incluso cuando tipo de particularismo obrero. Es posible aporrar innumerables :inécdoos
-excepto en unas pocas circunscripciones dobles- la colaboración que reílejan est:i actitud, pero la prueba más convincente reside en el
entre liberales y laboristas había cesado virtualmente. Los liberales no se comporramienro del voto de los obreros, en la conducta de los sindicaros
mostraron dispuestos a permitir que, en adelante, antiguos liberales que y en su regionalismo organizativo. La organización y el comportamiento
ahora competían bajo bandera laborista gozasen de vía libre contra los de los sindicaros son remas a los que regresaremos en su debido momen-
torics. Si hubiera habido elecciones generales en 1914, el P:irrido to. Puede decirse con certeza que la conciencia obrera creció y se hizo
L:iborisra habría sido presionado dur:imente para retener muchos de los más fuerte después de 1890. Creció mucho m~1s espectacularmente des-
escaños que había ganado en b:ise al antiguo marco de relaciones; en pués de 1914, pero nu nea lo suficiente como para forzar una reestructu-
cambio, muchos escaños liberales ganados sobre esta base, indudable- r:ición fundamental de las organiz:iciones sindicales, de modo que,
mente, hubieran sido puestos en peligro. 45 mediante una dirección más cenrralizada, un:i visión de conjunto más
gobal y abiert:i, :isí como una mayor cohesión, habrfa otorgado m:iyor
Una explicación de la debilidad del movimiento laborista indepen- significad.o operativo J esa vigorización de la conciencia de clase.
diente debe centr;1rse en el comportamiento de las organizaciones sindi-
cales y, en última instancia, en las :ictitudes de millones de trab:ijadores Los liberales, después de todo, tenían mucho que ofrecer; tanto,
que, de hecho, la gran mayorÍJ de los tr:ibajadores no vo,raron al Partido
Laborista hasta después de que la guerra hubo destruido al Partido Libe-
ral. Sobre todo, al menos en lo que atañía a las organizaciones sindicales,
43 Los resulrados de las primnas elecciones de 1910 proceden dl' Cole, Politicr, pp. los liberales eran unos aliados aceptables porque apoyaban la posición
201-202.
i n:ilie11able que los sindicaros habían adquirido dentro del orden social.
44 !.os rcsulcados de las segundas elecciones de 191 O proceden cambit'n de Cole,
iúírl., p. 203. ' Asimismo, los liberales legislaron todo un conjunto de reformas. Estas
4 ~ !hírl.. l'I'· 21 -28. reformas, a pesar de consistir generalmenre en medidas ad hoc, aplicadas
-,
)-
Alicmzc1s e11tre !iberctli.11110 y obreris1110 cmtes de !et g11errct f '"' Jl(itl
53

poco a poco y de modo no sistemático, y a pesar de no cu_m_Plir las ex?ec- movimiento obrero. En realidad, las promesas del ILP y del nuevo sindi-
rarivas liberales, fueron suficientes para convencer a los activistas labonstas calismo nunca fueron cumplidas. La formación del Partido Laborista en el
de que las instituciones políticas de Gran Bretaña podrían ser utilizadas fin de siglo no representaba la victoria de los partidarios de un movimien-
-al menos por parte de un partido laborista autónomo- para ocasionar to de los trabajadores más cohesivo y más basado en la conciencia de
un cambio social efectivo. Esa convicción, como veremos cuando exami- clase, sino la contención eficaz de ese impulso dentro de las antiguas tra-
nemos la experiencia francesa, resultó sumamente más importante que la diciones del laborismo. En la medida en que los liberales e incluso los
legislación de carácter paliativo que en realidad se aprobó. conservadores daban cabida a las demandas de los trabajadores, se hizo
menos evidente la necesidad de un movimiento basado en la clase más
En el ruedo electoral, los liberales podían ofrecer a los sindicalistas
unificado, más cohesivo, como el que proponían la SDF y el ILP. Esto
partidarios de la política de alianzas con los liberales lo mismo que los
tuvo consecuencias -que examinaremos mucho más de cerca en los capí-
sindicatos ofrecÍ:J.n a los hombres y mujeres del ILP: un electorado masi-
tulos 5 y 6- tanto para el modo en que los obreros se organizaron en el
vo p:ua poder llevar a cabo su agenda política. El JLP encontró irresisti-
mercado de trabajo como para el modo en que una parte sustancial de la
ble el reclamo de la base popular masiva de los sindicatos, exactamente
clase obrera aceptó como legítima la política económica liberal. Al hacer
del mismo modo que la alianza interclasista con los liberales resultó irre-
esto, la clase trabajadora aseguró la cominuidad de las instituciones e
sistible para las organizaciones sindicales. Esta estrategia interclasista
incluso de las direcuices políticas durante el período de entreguerras.
resultó condicionante en tanto en cuanto constrefíía a la plataforma del
laborismo: no indisponerse con los liberales era crucial; de modo que,
normalmente, los laboristas tuvieron que subordin:u su propia agenda a
la del Partido Liberal. Resulta especialmente revelador que, mientras se 2.2. Francia
prep:u:iban para la carn paña de 1906, los LRC locales, muchos de ellos
dirigidos por activistas del ILP, fueran persuadidos por MacDonald para La cooperación electoral, de nuevo alcanzada por medio de arreglos
proponer a sindicalistas liberales antes que a socialistas, «O para disfrazar locales diseminados, en lugar de mediante pacros nacionales, resultó
candidatos socialistas como si fuesen puros y simples laboristas». Su igualmente crucial para el éxito del Partido Socialista francés y sus diver-
dependencia de la financiación de los sindicatos, así como de la coalición sos predecesores. Cuando Theodore Zeldin hace constar que «las alianzas
electoral heredada de las alianzas tradicionales entre liberales y laboristas, con los radicales hicieron posibles la mayoría de las victorias en los comi-
hizo imposible que los activistas del ILP actuaran como estaban acos- cios, algo que nunca hubi esen conseguido si hubieran seguido siendo un
tumbrados tanto en las campai1as como en la Cámara de los Comunes. 41> partido anti-republicano aislado», simplemente ofrece un resumen del
La alianza fue también condicionante en tanto en cuanto enlazaba a la juicio convencional entre los historiadores del período.47 Sin tales acuer-
clase obrera con las instituciones establecidas de la sociedad británica. De dos, muchos escaños socialistas que gozaban de seguridad habrían sido
este modo, el Partido Liberal sirvió de puente crucial entre la clase obrera puestos en peligro, entre ellos incluso el del dirigente socialista Jean
y el orden liberal moderno. Jaures.4 8 Las alianzas para la segunda votación fueron llevadas a cabo
Durante un breve período de tiempo entre 1889 y l 890, había pare- localmente por comités que representaban a los difererites partidos, sin
cido posible que una alianza entre la política socialisra y los sectores más
pobres de los trabajadores -que en aquel momento se precipitaban hacia
los nuevos sindicatos- habría sido capaz de reconstruir el conjunto del
47 Th eo dme Z d<lin , Frr111c1', 1848-1 945: l'olilics t11u! A 11gcr (O xford: O:.Jo1d
Uni \'crs itv Press, l 9 79), p. 40 l.
48 Ckni s \\'illiam Brogan , Thc Dtl!cloplilcl/f 1f!vf11rlcm Fra11ll', 1870-1939 (Londres:
4(, Hin ron, Laho11r a11rl Socialism, p. 75 . H c1111ilron , l 949), p. 4 27.
A!it111za.r wtre liberc1/i.r1110 y ohreri.r1110 a11tes de la g11erra 55

mu ch as direct rices ni conrrol por pa n e d e los partid os n ac ionales. A se proporcionó ayuda asistencial a las familias numerosas de bajos ingre-
veces, estas ali anzas rn vieron co mo resultado la retirada de los radi ca les sos.51
en favor de los socialistas, aunqu e m <ÍS a menudo se producía la retirada
ele u11 soc ialis ta por un radi e;¡ /. En 1870 en el código de leyes tan sólo figuraba una ley de fábricas
(fechada en 1841), que regulaba la mano de obra infan ti!. Los católicos
Si el valor d e dic h as alianzas se ent ie nd e estricramcnre e n función de de la Asamblea Nacional demostraron en realidad mayor interés en esra
b legisl:1ció n social, e nwn ces sus resu ltado , en d mejor de los casos, fue- cuestión que los republicanos, de modo que, en 187 4, se aprobó una ley
ron modesros, pero p robablemente no po r la razón que co m1í11menre se más estricta. Una ley de 1892 cubría tanto a las mujeres como a los
su pon e. «U na de los no cio nes erróneas acerca de la Tercera Repú bli ca, niños, pero el mecanismo de su aplicación fue negligence. Las organiza-
anres de la g uerra de l 9 14, ons is re en a~! rmar que e aprobó muy poc1 ciones sindicales, la negociación colectiva y el derecho a la huelga recibie-
leg islación social . M uy al conrrario, se apro bó e n g ran c1 ntid ach. 4'1 L:i ron confirmación legal en 1884; más aun, en 1890 se abolió el livret,"'
Rt:p ú b li ca ll evó esto a cabo d el mi smo modo ad hoc, p:iulatino y no sis- concediendo igualdad legal efectiva a obreros y patronos. Cuando
temático q ue c:irac te rizó a la leg islació n social en la Gran Bretaña anre- Alexander Millerand aceptó la carrera del Ministerio de Trabajo en el
r'.or ah guer ra. En 189 :) s a probó leg islac ión por la qu e se proveía a los gobierno de René \'V'aldeck-Rousseau, renía la esperanza de ejecutar un
c1udad:1 n os sin recursos financieros de as is ren c i;i médica e n sus hog 3 res gran programa de legislación del trabajo, pero la mayoría de sus proyec-
o, en caso necesa rio, en un hospiral .. e exigió que cad;i comuna esrab le- tos, incluyendo un plan para el arbitraje oblig:ltorio de las huelgas, acabó
c ies,e un b11rerw d'rmistrl//ce par;i elabor:ir listas con rodos aque ll os que en nada. Sí consiguió, sin embargo, sacar adelanre una ley que esrablecía
11:: n1an derec ho a d1Ch a ay ud a as istencial. E l Estado pagaba un subs idi o un plan de arbitraje voluntario, al cual lubrían de recurrir los obreros
del 80 por cie n ro. En l 89 7 lo. ac gidos a dicho ben efic io asistenc ial con considerable frecuencia. Millerand también promovió legislación
sumab311 1,9 mi llones, si bi e n las can tidad e· pagadas era n rnuy modes ras acerca de la duración de la jornada de trabajo; ésra llevó a conseguir, en
)'se excl uía a los enfe rmos in curables. En 1905 se llevó a cabo un p la n de 1904, la jornada de diez horas para wdos los trabajadores, incluyendo a
as isren c ia pú bl ica pa ra los ancianos, enferm os crónicos y enfermos in cu- los hombres, en planrillas en las que se daba empleo a mujeres o niños.
r:1b les; se ilalaba un a p ens ión para los enfe rm os de más de sece nra años de Otro paquete de medidas aprobado en esca dirección incluía la ley de
celad. En 19 14 el su bsidi o d el progra m a est:ita l se h:ibía elevado a más de 1898, que esrablecía un generoso fondo desrinado a un seguro de acci-
rno millones de francos al año (desde los 49 millones iniciales de 1907), dentes indusrriales que compensaba a los trabajadores con independencia
siendo percibido por más de medio millón de individuos. «Pero los de su solvencia; asimismo, en 1906 salió adelante una ley que asignaba
pobres rod:ivía recibían de media anual sólo 34,9 francos cada uno, en como mandato un día semanal de descanso obligawrio. Otros progresos
co mparac ió n c_o 11 los 180 fr a ncos distr ib ui dos para casi el doble de dios adicionales sólo fueron conseguidos por grupos privilegiados de trabaja-
e n ln gla re rra ... )o El pr im er pl:111 de pen s io n e~ obligator io se introdujo en dores (mineros y ferroviarios), quienes disfruraban de protección especial
19 1O, h ab ie ndo sido d emo rado en la Asam b lea y en el Senado d urante gracias a que sus industrias funcionaban bajo concesiones del Estado y,
cas i una d ~cada ranro p o r sindi t:acos co m o por patron os. El Estado con - en el caso de los mineros, porque eran lo suficientemente numerosos
ui b uía con la mirad del pago d e cada rrabajador, mienrras que el patrono como para elegir diputados que luchasen por sus ,intereses en la
)' el ua b:ijado r co ntri buía n cada uno co n el 25 por cienco. En 1912 la
edad de jubila ión se red uj o de lo s sesenta y ci neo a los scsenra. E n 19 13

51 Jhíd.
El li11rct (.. cani lb ») w1ía por objeto conrrohr b nrn"ilidad gcogrMica y laboral de
49 Zddin, f'olirio 11ml A11ga. p. 301. los obreros v consrir uí" un aurénrico cun~ de idenridad judicial. C:1eado en 1781, b
')() !híd, p. .102.
Rc\'olución lo abolió, pero fue resrabkcidn en 1803. IN . dd T.]
A licmzc1.r e11tre liberali.r1110 y obreris1110 ante.r de la g1terrc1 57

Asamblea. Los minero_s ~onsiguieron un plan de pensiones en 1894, que mencionábamos: guardaba mayor relación con la legitimidad otorga-
mienrr~s que los ferrovianos lo conseguirían en 1909; además, en 1905 da a las aspiraciones de los obreros y a la promesa de las compensaciones
se forza a adoptar la ;ornada de ocho horas en las minas.52
de la colaboración interclasista que con los beneficios materiales que en
Se _i~voca a _menudo esta variada documentación legal para ilustrar realidad se repartían. Este llamamiento no pudo ser reproducido en las
la pos1c1on margmal de los obreros en la República, así como para expli- sociedades iliberales -donde la colaboración interclasisca no era una
car la supue_sta alienación que a menudo se alega que sufrieron.53 Sin opción posible- y, por consiguiente, las aspiraciones de los trabajadores
embargo, -~ ;uzgar por una variedad de indicios, la clase trabajadora, 0 fueron consideradas ilegítimas. Efectivamente, indicios apreciables sugie-
una fr acc10n determmante de ella, de hecho sí aceptó la República. ren que este reclamo estaba perdiendo su fuerza en los últimos años de
Apenas pueden existir dudas de que los trabajadores franceses no se paz. En las tres sociedades liberales, la paciencia de los obreros y sus diri-
encontraban tan bien compensados política y materialmente ni tan bien gentes parecía desgastarse y, por tanto, las alianzas con el liberalismo se
in~egrados com~ l~s trabajadores de Gran Bretaña. Sin emba rgo, la arrac- fueron deshaciendo . De la experiencia de colaboración anterior, sin
~ion d_e la _Republ1ca fue más compleja de lo que sugiere este punto de embargo, resultaría un conjunto de valores caracterísciéos, una pauta
'1sta ttadic10nal -denvado esp urio de estudios no co mparados. uando para la organización de los sindicatos y el modelo de un grupo de intere-
observemos la relación entre el crecimiento de las in stiru ion es dd es tado ses inalienables que perdurarían mucho después de que dicha colabora-
de b1 ~ n es tar y las_ actitudes de movimi entos o breros desde un::i perspecti- ción hubiese llegado a su fin.
va mas comparativa: como haremos en el capítulo 4, veremos que dichas
Si bien los resultados úlcimos de la colaboración nunca cumplían las
actitudes del obrerismo antes de 1914 g uardan poca reb ción con Jos
esperanzas de los socialistas en favor de la reforma social, estas alianzas,
beneficio~ de la reforma social. Así p ues, debemos buscar los d etcnninan-
sin embargo, otorgaban a los socialistas mayor voz que la que hubieran
tes de la 1 n~egrac1ó11 e~ otro ámbito. Lo más importante era saber si los
obtenido de cualquier otro modo; además, sirvieron para atrapar al
estratos pol'.ncos dom111anre~ admitían la legitimidad de las aspiraciones
movimiento obrero en la red del orden republicano -o, al menos, a una
d~ _los traba;adores. Esa leg1tJm1dad se reconocía por la aceptación de Jos
importante fracción de sus dirigentes. De hecho , los socialistas franceses
dingentes obreros dentro de la esfera gobernante, y especialmente por Ja
tuvieron casi tanto éxito en la adquisición de poder como el laborismo
vo:untad de la burguesía de formar coaliciones con los obreros. En la
británico antes de la guerra. Ninguno de los dos partidos, cal y como se
practica, la coalición constituía la clave; los dirigentes obreros nunca
desarrollaron los acontecimientos, tiene un gran historial legislativo del
tuvieron entrada en la esfera gobernante en ausencia d e una coalición
que jactarse antes de la Gran Guerra.
i:uercbs1sta. El correlato tácito _de esta situación, en la medida en que Jos
\alo1es representados por los dmgentes nacionales moldeaban la cultura El principal logro del movimiento obrero organizado entre su for-
popular: fue probablemente la adquisición día tras día de un cierro grado mación en 1901 y la guerra fue la abrogación de la sentencia de Taff
de dignidad para los trabajadores. Vale, una hazaña que meramente rescataba privilegios previamente esta-
El llamamiento de la República para contar con el apoyo de los blecidos. Los candidatos liberales se habían comprometido a conseguir
obreros -especialmente de sus dirigemes- discurrió en la dirección este desenlace para ganar el apoyo laborista en las elecciones de 1906. El
nuevo Parlamento revisó rápidamente el proceso de T~ff Vale de modo
que fuese satisfactorio para el Partido Laborista. En efecto, el gobierno
l 915] JD~b~m:osuna úrdvisión d: conjunrn de la legislación de reforma social anres de liberal se encontró con que tenía que retirar su propio proyecto y aceptar
, .1 uc 1r l l . .Srunc. V e.1sc_ su J he .)carch far Social Pcacc: R1fin'1!1 Lc'(i.datiuii ¡11 Frrziicc el de los laboristas, ya que muchos de los parlamentarios liberales habían
18~~-19~f (1:1h,any: Srarc U111Yers1ry ofNewYork l'ress, 1985). ' '
)~ .. \case, c1rne or1o_s, Roger Magraw, Frrmcc, 1815-1914: Thc lJuingrnis Crnilll)'
concedido durante sus campañas una aprobación toral a la posición labo-
1
(Nuc\ .1 101 k. Oxlord Un1Yers1tv Press, l ')1-16), pp. 285-313. rista. A pesar de esta considerable victoria, el Panido Laborista, como ya
Ahlilz,r.r elltre /ihercrlis1110 y ohreri.rmo c111te.r de lc1 glferrc1 Frcmcicr 59

hemos visto, tuvo tan sólo una importancia marginal durante los años
aliados eran irresistibles y, por otro, eran capaces de redefinir el dectorado
que restaban anres de la primera guerra mundial, debido a su posición de
del que dependía el Partido Laborista y, por tanto, su comportam1enro.
servilismo ante el gobierno liberal. Se encontraba en esta posición, sobre
todo, porque dependía en modo extremo de una coalición entre votantes En ciertos aspectos, la posición de los socialistas ~ranceses r~s~lró
liberales y laboristas. El partido era consciente de esto; por consiguiente, análoga. Los socialistas proporcionaron un apoyo esencia~ a los m1111ste-
modeló su política electoral de modo que se minimizara el conflicto con rios de Léon Bourgeois y René Waldeck-Rousseau; despues, lo que resul-
los liberales, especialmente en las circunscripciones de dos miembros. "4 tó más importante , prestaron su apoyo al Bloc des Gauches'. que sostuvo al
Esta relación de dependencia se vio agravada por el predominio de remas · · · d e E' m1·¡e Combes entre 1902 )' 1905 · Los radicales franceses,
m1111ster10
ligados a la agenda liberal durante la mayoría de estos años: el libre al igual que los liberales británicos, pudieron alegar que los puntos, que
comercio , el conflicto presupuestario con la Cán1ara de los Lores y el interesaban a los socialistas tendrían que ser pospuestos has~a des_ru,e~ de
problema del Home Rule irlandés. Cada uno de estos asuntos ensombre- la resolución de una grave crisis y la ejecución de un come[!do h1storico.
ció la propia agenda del Partido Laborista y, simultáneamente, obligó a Dicha crisis fue el proceso contra Dreyfus, !.levado a su fin. ~~tes de las
los laboristas a sostener al gobierno liberal. Después de l 906, los hboris- e lecc1ones
· d e 1902 , lo que otoraó
b una gran vJCtona a la coalic1on de cen-
tas ya no podían votar en contra del gobierno sin arriesgarse a que éste tro-izquierda de republicanos moderados, radicales, i.ndependien.res )'
fuera derrotado, lo que supondría la victoria de la Cámara de los Lores y socialistas. Estos cuatro grupos, manteniendo sus 1dent1d.ades rnd1v1dua-
la derrota del presupuesto y del Ho111e Rule irlandés. Los lib erales eran les, habían formado un Comité d'Actio11 en 1901 para disputar la.s elec-
conscientes de que los laboristas no iban a intentar echar al gobierno, de ciones. Juntos ganaron treinta y cinco esca,ños m~s". Una v~z apanguada
modo que razonaron que todos los asuntos controvertidos tendrían que la espinosa crisis mencionada, la gran m1s1on h1st~1:1ca pod1a ser e;ecuta-
ser pospuestos hasta que las crisis constitucionales fueran resueltas.5' da: Ja separación de Iglesia y Estado, cuya leg1slac1on fue completada en
1905 por el ministerio de Combes.
En principio, los laboristas tenían una posibilidad de elección: po-
dían optar por romper con los liberales y perseguir una línea más agresiva- El citado ministerio de Combes fue el único de la República de am~­
mente socialista y, por consiguiente, aceptar un nivel de éxito electoral guerra que gozó de una fome mayoría legislativa; dicha mayoría d;~end1a
mucho más bajo. El precio de esto, más allá de la pérdida de la mayoría de de modo sustancial de la participación soc1al1sta. De hecho, la De!egat1011
los escaños parlamentarios, sería el colapso del propio laborismo, ya que des Gauchcs fue la que tomó el poder en 1902. E~t~ may~ría se mantuvo
se encontraba profundamente dividido entre una mayoría sindical refor- unida gracias a la actividad de un consejo de ad1111n1strac1on formado por
mista, comprometida a colaborar con los liberales, y una minoría de los secretarios de los partidos. Los orígenes de este conse!o se. ~emontaban a
talante má social ista. En su o ri gen , el Parrido Laborista había sido una 1893, cuando había comenzado como una vaga comb1nac1on de grupos;
asociación de socialistas y sindical istas en la que los primeros habían alber- sin embargo, en esre momento, tomó sobre sí la direcci.ón del parlamen:o
gado la espera nza de q ue la c reació n del partido serviría para aparrar a los y organizó a la mayoría al servicio de Combes. Cada miembro del conse;o
sindical istas de l regazo de los liberales. En última instancia, esto es lo que representaba a cerca de diez diputados: siete eran moderados, ocho ra~JCa­
ocurrió, pero de ac uerdo co n los términ os dictados por los sindicalistas, les, seis radicales socialistas y cinco socialistas. El liderazgo real provenia de
más que por los socialistas. Esre desenlace estaba predeterminado, por Jean Jaures, quien salvó repetidamente a la mayoría de caer e~ la des1nte-
decirlo así, por la disponibilidad de aliados liberales; por un lado, tales aración. Este dirigente socialista fue elegido corno uno de los VJCepres1den-
~es del parlamento y, en realidad, se convirtió en el seneto. «líder de la
d.mara»."" El anticlericalismo constituía, tal y como los h1stonadores de la
54 \'éansc ih!d. ,. Cole, Pulirics, pp. 200 -21 O.
'i'i Hi11r1J11, L1hu11r 1111cl Soc/,¡//.;1;¡, pp. 77-81.
'i6 Ze!J in, l'olitiu !l}J{I Angcr, p. 323.
60 Alic111zds elltre liberc1!is1110 y obrerismo c111tes de fct guerrc1 r: ra 11cic1 61

República nos recuerdan, la única política en la que un grupo tan diversifi- crecimiento del electorado socialista; este crecimiento, a su vez, resultó
cado como el Bloc podía coincidir; así pues, tan pronto como la separación decisivo para la actitud socialista respecto a la República. La fuerza elec-
entre Iglesia y Estado estuvo legislada, el Bloc se desmoronó. toral de la SFIO aumentaba de forma constante y regular: en 1906 con-
taba con 877.000 votos y cincuenta y cuatro escaños; en 1914 obtenía
La formación de un partido socialista unificado (la SFIO: Section
1,4 millones de votos, casi el 17 por ciento del total, y 103 escaños, lo
Frar;:aise de l'Internationale Ouvriere) en 1905 podría interpretarse como
que le convertía en el segundo partido inás grande. Su potencial de ~trac­
la experiencia contraria a la de los británicos: los antiministerialistas del
ción y su base popular se extendían mucho más allá de la clase trabapdo-
Parr id o Social ista de Francia (PSdF), qu e co nstaba de los guesdi stas y los
ra: en su manifiesto de 1914, reclamaban el apoyo de trabapdores, cam-
blanquistas, pu sieron como co ndi ció n para fusionarse con los minister ia-
pesinos, comerciantes, artesanos y «todos aquellos ho~bres de, co.nciencia
listas del Partido Socialista Francés (PSF) que ésre - prin ci p alrne nre los
sincera que sufren por el desorden moral y la anarqu1a econom1ca de la
soc ialistas indepe ncl ie nres liderados por Jaur b - retirase el apoyo a los
sociedad actualn. 58
go bi erno s. Fue co rno si los socialistas br irá nicos h ubi ese n inducido a los
sindi caJi stas a aceptar su visió n ·del Partido Li.bori sta. Es cierro qu e, des- Así pues - a diferencia de la SPD alemana, pero al igual que el
p ués de 1905, la FIO co nrinu ó opo ni énd ose a los gobier nos radi cales. Partido Laborista británico-, la SFIO ni siquiera podía intentar conver-
Sin em bargo, éste es un reb ro incomplero )' res ulta algo enga ñoso. Las tirse en una sociedad revolucionaria y subversiva que ofreciera un modo
semej:inzas entre las experienci as de los dos partidos so n más sig ni ficat i- de vida íntegro a sus miembros y que mantuviera a la clase obrera apart~­
vas para nues rro reh ro q ue las dife rencias. La di fe renci a es q ue, si bi en da de los valores burgueses. Resulta altamente significativo que las act1v1-
ranro los laboristas briránicos como los socialistas franceses log raro n muy dades auxiliares habituales, tales como las secciones femeninas y los
po cos d e sus o bj etivos, los pr imeros lo h iciero n apoyan do a un go bie rn o movimientos juveniles, estuviesen muy poco desarrollado~. ~emejan~e
libe ral después de 1905, mientras que los segundos o btu viero n el mism o estrategia habría sido comparable a la perseguida por los socialistas bm~­
res ultado dejando de apoyar a los go bi ern os li berales. nicos en el Partido Laborista: de la misma forma que en Gran Bretana
ese proceso iba a aislar e hipotecar 3. un partido que, en lo sustanc.ial,
La semejanza más 1·eveladora co nsiste en q ue las coaliciones elecro ra-
había adquirido una posición inalienable, en Fr3.ncia habría. ocurndo
les in te rcl as isras sigu iero n sie nd o virales p ara la prosperidad de :irn bos
exact::uneme lo mismo. El impacto fundamental de los aliados liberales y,
panidos. E n Franc ia, la colabo ració n co nt inuó apresurad ame nrc en el
por tanto, el éxito de las institucione: .de la Repúbli,ca, radie~ ~recisa­
ámb iro de la circun scripción. Se ría un erro r descartar esto co m o un arti-
mente en que fueron capaces de permitir que la tens1on. que ex1st1a den-
fi cio del siste m a elecro ral de d obl e vuelra, ya qu e lo que en última in s-
tro de la SFIO entre los partidarios de Jaures y los guesd1stas fuese recon-
ta ncia resu lraba decisivo no eran las reglas del juego, sino el com porra-
ciliada -implícitamente en favor de la República- por. la creencia, de
mi enm de los vora n res -e n panicular, su disposición a for m ar coa li cio-
que, en un futuro cercano, el creciente electorado soc1al1~ta otorgan a .ª
nes inre rclas isras . En Noruega)' Alemani a existían no rm ativas electora les
los socialistas poder político real pacíficamente y por medio de las 111st1-
similares, pero en esos p aíses no era posible csrablece r tales coalicio nes
tuc1ones.
intercl as istas.' 7 En Francia dichas co aliciones resultaron vira les para el
El hecho de que esta creencia no supusiera más que úna tregua entre
las dos alas del partido y de que una sección del partido rompiera con la
57 Véa t n11 ema discusión ace rca del fracaso de las alianzas enrrc liberalismo" ohre- República y creara un partido comunista después de la guerra, traza una
ris mo rn ,1 ca pírn lo 3 :· la co mpara ció n de las coa licioni:s inre rcl as isras de Fr;ncia )'
Ale mania en em: mismo capí rn lo, pp. 69-70 . Véase ta mbi én la disc usic'lll di: las coalicio-
ni:.1 inr.: rcl:is isras di: Sui za <.: n ~sre ca pírulo. pp. 94-99. Suiza em pleó nmmacivas cl ecro raks
co m¡n rab les a las de No rui:ga, Alema nia y Fran cia. En Su iza, :11 igual qu e en !-'rancia, las 58 Rohen D. Anderson, Fra11ce, 1870-1914: l'olitics a11d Societ)' (Londres :
co:ili ci" nes in terclasistas que in vo lucra h;m a soáilisras y libcr;tks fu ero n m ur com un.:s. Rourledge and Kegan Paul, 1977), p. 134 .
A lir17!Z<t.r wtre /ih1:mliJ1110 y ohreris1110 cmte.r ele lc1 glferrc1

línea q ue separa d efini tiva m e n te la exper ie ncia b riráni ca y la francesa. Sin mismo, aprobaron legisbción para el esrablecimiento d e pensiones, segu-
embargo, de nu evo, la d isparidad es me no imporrante que la semeja nza: ro de invalidez , asisrencia sani taria para indigentes y, por último, para la
la apar ic ió n de un a cl ase ob rera su flcienremenre ada prada a la insrirucio- fijación de la jornada d e trabajo. r.o
nes de an reguerra -y sufic ienreme nre divid ida en sus o rganizacio nes
Había muchos elementos en el programa radical que atraían a los
sindi c:i les- como para q ue la con ri nui d ad esencia l de las in sri rucio nes
obreros. De hecho, durante las décadas de 1870 y 1880, los radicales
no se viera :imenazada después de Ja guerra. El hecho más imporranre
habían obtenido la mayoría de su apoyo electoral d e las áreas urbanas y
que debemos explicar sobre la Fr:rncia de entreguerras es que, a diferencia
de los obreros. A m edida que el boulangismo desv inculaba a algunos tra-
de la mayoría de las sociedades europeas, siguió siendo una democraci:i
bajadores del radic:di smo, las bases de los radicales se desplazaban al
liberal. La importancia fundam enral de la radicalización d e una parre de
campo y a las áreas izqui e rdistas tradicionales del sur. A medida que sus
la clase obrera que supuso la creación del Parrido Comunisra no residía
bases cambiaban , los impulsos reformadores del radicalismo se disiparon
en la amenaza que un parrido aislado planteaba a la República de entre-
en cierro grado , si bi en no estaba preparado para anular por completo su
gucrras, sino en la di visió n y cle_bi lid ad adicio nal es q ue inrrod uj o e n un a
elecrorado obrero sin enfrentamientos. Fu e Léo n Bourgeois quien pro-
clase rrabajado ra q ue ya esta ba dé bi lme nte o rga n i7 ad a y muy dividid:i .
porcionó a los radicales una nueva doctrina con su libro La so!idarité
En efe cto, u n movimienro ob rero qu e hub iera conraclo co n un a o rga ni -
(18%). El concepto de so lidaridad de Bourgeois trataba de reconciliar el
zación c ohesiva , abie n :i. y g lob:d iza dora , pero refo rmis t a, hu bi era
liberalismo con la neces idad de nuevas instirucion es soc iales, exponiendo
supuesro una amenaza mucho mayor p:i.ra el liberalismo de enrreguerras
cómo una soci edad ju sta dependía de las obligaciones muruas y de la
que el movimiento dividido y parcialmente radicalizado que en realidad
surgió. cooperación, más qu e d e l individualismo; asimismo, permitió que los
radicales aceptaran la legi slación social de modo más fácil y rápido. El
Los radicales tendieron un imporranre puente enrre los obreros y la punto capital d e es ta teoría era la solidarité, la mutua dependencia que
República, hecho que merece un examen más profundo. Los radicales de existía entre individuo s y clases sociales. Dicho concepto trataba de
Ja década de 1880 en realidad habían esrado divididos en dos grupos: la demostrar que cada miembro de la sociedad estaba en deuda con todos
Ga11che Radicale, que manrenÍ:l sus lazos con los republicanos conserva- los otros. El interés y la prese rvación individuales requerían que los indi-
dores, )' los radical-socialisras d e Georges Clemenceau. En este momen- viduos cumplieran sus «deberes sociales» unos con otros. «Puesto que el
to , el socialismo implicaba muy poco más que un interés en las cuestio- hombre vive en sociedad y es incapaz de vivir sin ella, está en todo
nes so ciales, pero incluso esrn res ulta sign iflcativo en sí mismo. Los con- momento en deuda con la sociedad».1,¡ Así pues, como doctrina filosófi-
servadores republicanos habían d efinido libertad e iguald ad desde un ca, la solidarité trataba de establecer una base racional para una distribu-
punro de vista rigurosamente polírico y «se mostraban perplejos cuando ción más equitativ:i ele los beneficios y de las res ponsab ilidades derivados
se enfrentaban con problemas inimaginables en 1789». 59 Los radicales, ele la pertenencia a la comunidad nacional. Como programa de acción
como conrraste, mantenían su compromiso con la intervención estatal en
la economía: exigieron una revisión d e los conrraros de los ferroviarios,
así como un impuesro sobre la renta progresivo. Se opusieron al protec- ~

cionismo porque suponía un increm ento del precio de los alimenrns; 60 Srone, Social l'eacc, cap. 2; Léo Louberc, ,(rhc f rench l.cfc- \Ving Radicals: Their
fomentaron la formación de los sindicaros, apoyaron a los obreros en la Views on Tradc Unionism, 1870-1898·., !11tcmatio11al Rt1•ic111 o/Social Histoiy, vol. 7, 2.0
parte (1962), pp. 203 -230; Léo Louberc, "Left-Wing Radical s, Srrikes, and rhc Milirary,
actividad huelguista y condenaron la represión militar de las huelgas; asi- 1880-1907», Frmch Historical Swdies, vol. 3, 11.º 1 (prima\'cra 1963), pp. 93-105; Léo
Loubere, «Les radi caux d'exrreme-gauchc en France cr les rapµorrs enrre parrons er ou-
niers (1871-1900)». Reuue cl'Histoire Éwnomir¡ue cr Sucia/e, vol. 42, n. 0 1 (1964), pp. 89-
10 3.
~') lhírl., p. 95. () l Léon Bourgrnis, Sulidaritc' (París: Armand Col in, 1912, 7.' ed.), p. 136.
64 Alitmzm e11tre líbercdim10 y obrerim10 cmte.r de !et gmrm Frm1cic1 65

política, trataba de formular el conjunto específico de reformas sociales esta relación; se mostraban partidarios de una legislación múltiple desti-
asociadas con el radicalismo. 62 nada a reforzar a los sindicatos reformistas, regular las relaciones laborales
y mejorar las condiciones del lugar de trabajo. 66
Esta doctrina se vio apuntalada empíricamente por el intervencio-
nismo, escuela de investigación dirigida por miembros de las facultades El concepto de solidaridad propuesto por Bourgeois supuso el
de Derecho de universidades parisinas y de provincias, análoga en intento de los radicales de adaptar los obreros a la República y la
muchos aspectos a la «ciencia social» que sostenía al nuevo liberalismo en República a los obreros sin la alienación de la burguesía. Al igual que el
Gran Bretaña.65 La mayoría de estos investigadores se convinieron con nuevo liberalismo del Partido Liberal británico, fracasó en última instan-
posterioridad en administradores de los programas sociales de los que cia en su intento de retener a los obreros junto al liberalismo. Aun así,
eran partidarios, manteniendo además una estrecha relación consultiva demostró ser consciente de la situación apremiante de los trabajadores, si
con los radicales de mentalidad más reformista en los años entre 1900 y bien no aportó las soluciones para acabar con esa situación. Todo esto,
1914. Apoyaron los programas de seguros propuestos por los seguidores por tamo, indicaba que la separación entre liberalismo y obreros no era
de la solidarité y recalcaron que tan sólo una legislación obligatoria ni con mucho tan grande como, por ejemplo, en Alemania :__puede bus-
podría crear una seguridad significativa para los obrerosú 4 carse en vano un:J. doctrina equiv:J.leme entre los liberales alem:J.nes. A
partir de la doctrina de la sofidarité, los socdistas reformist:J.s, que eran la
El intervencionismo puso el énfasis en la investigación de los proble-
mayoría de los socialistas en la polític:J. después de 1890, dedujeron que
mas de trabajadores y pobres, así como en el desarrollo de soluciones
el conflicto político no podía ser reducido simplemente al conflicrn de
patrocinadas por el Estado a estos problemas. Paul Pie, uno de los princi-
clases. Más importante, la sofidarité trató de recalcar qu e la República
pales intervencionistas, resumió sucintamente tanto su método como su
era, o debía ser, o podía ser, un conjunto de instituciones que se mantu-
objetivo central:
viera por encima de estrechos intereses de clase. Combin:J.da con un elec-
El problema de la clase obrera reside en un salario que reSlllre torado socialist:J. que aumentaba constantemente, esta doctrina hizo vero-
suflcienre para manrener una fomilia )' para ahorrar con visras al símil la noción de que los obreros también podían utilizar las instirucio-
furnro. Esrc hecho causa la cond ición precaria del obrero. El re me-
dio es la economía sncd, una ciencia de la obseffacicín aplicada a la s nes de la República par:J. sus propios fines; de este modo, también cobró
realidades p1:ácricas \' a posibles mejoras, m;ÍS que a especulaciones verosimilitud e l criterio jauresiano de que las instituciones de la
metafísicas.''' República podían ser usad:J.s para completar la Revolución francesa en la
Los intervencionistas rechazaban las nociones liberales clásicas de la esfera social. e,~
liberté de travail, ya que observaban una relación desigual entre patronos La poderosa influencia que la disponibilidad de aliados radicales
y obreros. Los sindicatos fuertes, argumentaban, eran la llave para igualar ejerció sobre las acritudes de obreros, sindicaros y dirigentes socialistas, es
un hecho que difícilmente puede ponerse en duda. Los mejores indicios
de las actitudes de los trabajadores deben buscarse en el modo en que
votaban y dirigían las huelgas. Volveremos a estos temas dentro de poco .
. 62 J.E.S. .Hayward'. ·•Thc Offlcial Soci:1 l Ph il osoph)' of rhé French Th ird Republic:
Lean Bourgeo1s and Sol1dans m », fntemt11i1111nl RevirUJ o/ Sucinl Hisrmy, vol. 6, 1. 0 parre
Más que en la mayoría de los movimientos, las actitudes del socialismo
(1961), pp. 19-48; J.E.S. Hayward, "So lidaricv : The Social Hi~torv oF an Idea in reformista de la Francia de anteguerra pueden ser comprendidas median-
Nincteenth Ccncury Francen, lntemnlio11rrl Re11iw 11[ S11ci11/ History, ,;ol. 4, 2.' parre
(1959), pp. 261-284. •
63 Terry Nichols Clark, Prophets 1111d Patro11s: Thc Frrnch U11ivasit)' t111(/ thc 66 Una visión general del intervencionis1110 se ofrece en ibírl, PI" 36-54.
Emcrgmcc nfthe Socin! Scimccs (Cambridge: Harvard Universiry Prcss, l 973). · 67 Esre rema esrá desarrollado en Maddeine Rébérioux, uPany Pracrice and rhe
64 Swne, Socia! Pc11a, cap. 2. Jauresian Vision: The SFIO (1905-1914)•>, en Srna1 r \\liJlia111s, ed., Socialim1 i11 Fra11Cl':
65 !híd, p. 37. Fro111 Jaurc\ to /v!ittl'm11d (Londres: Frances Pinret , 1983), pp. l 5-26,
66 A /i,111z<1.r e11tre liherali.111111 y ohreri.111111 cmte.r de la g11errc1 67

re b observación de bs acrirudes de un líder. Para Jaures, quien dominó a un radical saliente; la retirada del radical y la ausencia de un preren-
el soc ialismo parlamentario durante es tos años, el Partido Radical siem- dienre a su organización local proporcionab:i a un candidato socialisra la
pre «s iguió siendo un imponante aliado polírico».c, s En efecto, para oportunidad de asumir el liderazgo en esa cirrnnscripción. 71
Jaures, coopemciÓJI se convirtió virtualmente en sinónimo de práctica
Las consecuencias d e la colaboración tenían dobl e filo, dando forma
socia/ista.1> 0 Jaures calculaba qu e, una vez que la rnestión del clero estu-
al Partido Radical, así como a su electorado procedenre de los sectores infe-
vi era resuelta, los radicales se verían forzados ceder paso a un creciente
riores de la burguesía c:impesina. Hasra b crisis boulangisra de los ochenta,
Partido Socialista o bien a aceptar um gr:rn parte del programa soc ialista.
la mayorÍJ de los rrabajadores había votado a los radi cales . E incluso des-
Lo que ocurrió fue que el radicalismo no cedió el paso ni abrazó el pro-
pués de que el boulangisrno hubiese hecho las veces de comadrona del
g rama socialista. Cercado por la mentalidad individuali sta d e su electora-
soci:ilismo obrero , los radicales continuaron solicir:indo y recibiendo el
do burgu és, repetidamente desviado por el intratable conservadurismo
apoyo obrero. Este h echo resulta claro por las tendencias de voto observa-
del Senado y atemorizado por el renac imiento de la protesra obrera des-
das en los bmilierte m:ircadamenre obreros que rodeaban Pads: el creciente
pu és de la separación de la Igl es ia, el P:utido Radical nunca pudo pro-
«cinturón rojo». El fallecimiento del boulangismo dejó la vía libre para que
porcionar una vanguardia ref<; rmi sta efic1z, especialm e nte en una refor-
el socialismo suplamara al radicalismo con1o principal fuerza política en
m a que siguiera las líneas colectivistas imaginadas por el socialismo. En
dichas ciudades fabriles periféricas en las elecciones a la Asamblea: Saint-
lug ~n d e eso, continuó abrazando el concepto de solidaridad de
Oenis, Sainr-Ouen, Aubervilliers, Pureaux, Suresnes, Ivry Villejuif, Choisy-
Bourgeo is, una doctrina qu e otorgaba al Estado el papel de aliviador de
le-Roi y Gentilly envi:iron a socialistas a la Cámara de los Diputados en las
las d es iguald~1des hasta el punro de p ermitir que los obreros obtuviesen la
elecciones de 1893. Lo s socialisras fueron capaces d e mantener su dominio
indepe ndencia económica tan ca ra a los corazones de la burgu esía. Pero
en estos escaños duranre la guerra y ampliaron gradualmente sus triunfos a
inclu so la solidarité vivió y murió en un nivel puramente retórico , ya que
otros distritos suburbanos. Pero incluso en el corazón de esta conquista, la
los radicalt'.s no fueron capaces d e hacer efectivo su requisito inicial -el
posición socialista seguía sie ndo poco sólida, d e modo que los radicales
impuesto sobre la renta- has ta que las necesidades d e emerge ncia pro-
podían comperir por los votos de los trabajadores con éx ito considerable.
vocadas por la guerra lo exigieron. 70
Las vicrorias socialistas eran frágiles, estaban sujeras a frecuentes reveses y
Lo s electorados del radic ali smo y del socialismo se superponían en nunca se bas:iban en las mayorías aplastantes que los radicales habían sido
parre, obteniendo ambos su apoyo entre los campesinos, los sectores capaces de convo car en las dos primeras décadas poste riores a la Comuna.
inferiores de la burguesía y lo s obreros, si bien no en parr es iguales. El fracaso más evidenre residía en la incapacidad de los socialistas para ven-
Como res ult:tdo, gran parre d el crec imiento electoral que , con el paso del cer en las eleccion es municipales o para manten er su control sobre las
tiempo, experimentó el socialismo provenía de desplazar al radi calismo a administraciones locales después de obtener victorias temporales. El rema
los antiguos baluartes radi cales del ce ntro y del sur. La mayoría de las más frecueme que reco rría es tas elecciones era la predilección de los socia-
veces -y este hecho resulta aleccionador sobre el modo e n qu e se super- listas por recompensar el pragmatismo y el reformi smo, incluso cuando eso
ponían los electorados- , estos rriunfos no se produ c ían porqu e un significaba desalojar administraciones socialistas en favor de administracio-
socialista d erroraba a un rirular radical, sino porque un socialisra sucedía nes radicales, algo que los obreros hacían regularmenre, Hasta 1912, la
SFIO no consolidó realm ente su dominio en los citados distritos.7 2

C1S Jh!d 71 Léo A. Loubcrc, .Rr11limlisn1 in 1Wulitarm1c1111 Fm;icc: ft.r Risc 1111d Decline, l 848-
69 !hit!. 1914 (Alba1w: Sr:ue UniYcrsin· ofNcw York Prcss, l '174).
70 ,\fadc lcinc Rébériuux, L11 Rcp11hliq11c R11diw/e' 18'}8-1914 (l'a1ís: Édirio ns du 72 Len:;rd R. Bcrlansrcin·, Tlll' \\lorkingl'coplco(l'11rii, I871-l'Jl4(Lh1timorc:Johm
Scuil. 1<l 7 'i). Hu¡1kins lJnivcrsirv l'rcss, l 9S4).
68 A /i,111zc1.r e11tre /i/;eralisl//o y obrerismo antes de la guerrct 69

A estos nuevos ayurnamientos socialistas de la segunda década voto de la clase obrera como de la habilidad de los socialistas para alargar
del siglo XX se les infundió un espíritu de responsabilidad sobria y el
affo por mejorar las vidas de los integranres de su electorado. El pri- su mano fuera de la clase trabajadora en busca de apoyo electoral.
mer alcalde socialisra de Pureaux, Lucien Voilin, dio el tono afir-
mando que el objetivo de su administración era «demostrar que el
El carácter distintivo de las coaliciones interclasistas en Francia y en
proletariado es capaz de dirigir los asurnos públicos». Aquí y en otras otras sociedades liberales resultará más obvio cuando examinemos la ausencia
ciudades industriales, los concejales socialistas se enfrentaron al pro- de semejantes coaliciones en las sociedades iliberales en el capítulo 3. Por el
blema acuciarnc de la vivienda de los obreros con proyectos ambicio-
sos pero viables desde el punto de vista financiero. Más allá de esto,
momento, una breve comparación con la experiencia del Partido
se esforzaron en ofrecer la posibilidad de vidas mjs saludables para Socialdemócrata Alemán (SPD: Sozialdemokratische Partei Deutschlands)
sus electores construyendo baños públicos, enviando a los niños ayudará a poner la materia en perspectiva. El primer contraste lo ofrece el
pobres de vacaciones al campo, costeando dispensarios para rnbercu-
simple hecho de que los socialdemócratas lograran el apoyo del 35 por ciento
losos y otras medidas semejames. Los actos de desafío simbólico se
limitaron a da r a las calles nombres de héroes socialistas. Así pues, el del electorado nacional justo antes de la guerra; la SFIO obtuvo sólo el 17
socialismo consumó su éxito en los suburbios como una fuerza enér- por ciento. Dada la magnitud mucho mayor del proletariado industrial ale-
gica pero domesticada.-_,
mán, sin embargo, esta cifra compuesta adquiere significado pleno sólo
Incluso en una fecha tan tardía como las elecciones de 191 O, la SFIO cuando la descomponemos en las cifras de la base popular que sustentaba a
se enfrentó a tenaces competiciones en la primera votación en los citados la SPD. El contraste más convincente, pues, lo proporciona, en primer lugar,
núcleos del proletariado industrial. Lenard Berlanstein ha puesto de relieve la capacidad de los socialdemócratas para movilizar el voto de la clase obrera
que, incluso bajo los supuestos más optimistas, fuera de Belleville, la SFIO en una ciudad industrial ordinaria (Dortmund); en segundo lugar, la incapa-
recibió el apoyo de no más de la mitad de los obreros votantes en estos dis- cidad que, en comparación, mostraron los socialdemócratas a la hora de
tritos; en Belleville, Berlanstein calcula que podría haber recibido como ensanchar su base electoral en la segunda vuelta. La comparación entre la
mucho tres cuartas partes del voto obrero. Estos cálculos, sin embargo, se votación en Dortmund y en los bmdieue resulta especialmente demostrativa
basan en el supuesto improbable de que todos los votos socialistas prove- porque, a diferencia de los distritos periféricos franceses, la organización
nían de los trabajadores y de que la tasa de abstención entre los obreros no socialista llegó tarde a Dortmund; además, dicha ciudad nunca tuvo la
era más aira que en la población ordinaria. Ya sabemos que una gran por- importancia para los socialdemócratas alemanes que los banlieue tenían para
ción del voto socialista -al menos un tercio y posiblemente la mitad a los socialistas franceses. En efecto, mientras que para los socialistas franceses
escala nacional- provenía de fuera de la clase obrera. Si suavizamos uno o los bmzlieue eran una de sus áreas naturales de éxito electoral, para los social-
los dos supuestos de Berlanstein para afl rmar, de modo más realista pero demócratas Dortmund era simplemente una de tantas ciudades con gran
todavía generoso, que tres cuartas partes del voto socialista en estos distri- número de obreros, siendo algo más típico que excepcional. No existen razo-
tos provenía de los trabajadores, entonces podemos deducir que no más del nes para suponer que la SPD no lo hiciera tan bien entre los obreros de otras
30 o 40 por ciento de los trabajadores votantes residentes en ellos introdu- ciudades; probablemente, si cabe, lo hicieron mejor. Aun así, en una fecha
cían sus papeletas en favor de los socialistas. 74 Este bajo nivel de apoyo tan temprana como 1903, de acuerdo con la investigación de Stanley Suval,
obrero, incluso en distritos obreros tan recalcitrantes, resulta revelador los socialdemócratas conquistaban el 89 por ciento del voto obrero protes-
tanto de la habilidad de los radicales para ganar una porción sustancial del tante y los liberales nacionales obtenían el 91 por ciento del voto protestante
de cuello blanco. 75 El contraste con la experiencia francesa (y británica)
podría difícilmente ser más marcado. Y, tal y como Suval concluye acerca de
73 !híd., p. 162.
74 !híd., pp. 164-165. Esra propmción de éxiw, podríamos advenir, no puede expli-
carse como el resultado de los sentimientos antipartidistas de los sindicalistas revoluciona-
! ios. En general, la fuerza del ''ºrn socialisra constirnía un correlarn ajustado de la fuerza
75 Stanlcy Suval, Electoml Politics in \\/ifhelminc Gomr111y (Chapel Hill: Universitv
del sindicalismo revolucionario en estos disrriros.
ofNCllth Carolina Press, 1')85), p. 83.
70 A/i,111za.r wtre /ib1:mli.rmo y obreri.r1110 antes ele !tt guerra D ehiliddcl del l//Ol'imiwto obrero en Grd11 Bretmlt1 y Frrinád 71

los voranres alemanes, «Los que eran le:iles a otra.s agrupaciones, parricubr- 2.3. Debilidad del movimiento obrero en Gran Bretaña y Francia
menre los panidos burgueses, simplemente renunciarían en un flnuro a cru-
zar la línea y vorar a la SPD en una segunda vuelta de desempate. Ésta fu e la
En Gran Bretaña, la coalición con los liberales estuvo dirigida por los
causa por la que la SPD se veía obligado a ganar un número aplasrante de
sindicatos, que crearon en aquel momerno un partido que reflejaba su pro-
escaños en las primeras elecciones o no ganarlos en absoluto».~ 6
pia experiencia histórica. En Francia, la coalición con los radicales fue el
Si establecemos un a co mparación elemental entre los sistemas elec- objetivo de los partidos socialistas, quienes no lograron cre3r un movimien-
ro r:i l ~s e n uso en b 1-C: rce ra Re públi ca y los d e la~ d eccio nes de la era g ui - to sindical ni colaboraron esrrechamente co n el que ya ex istía - al menos,
ll ern11na, el porcentaje de vicror ias e n la segunda vue lr:i resulta espec i:i l- no con la parte responsable de b organización de la Confederación General
m enre aleccion;idor, ya ciu e nos proporc io na un rosco índi ce del grado en d el Trabajo (CGT: Confédération Générale du Travail) después de 1895. Se
c¡u e los p:irridos sociali ·u s era n ca pa es d e alargar su mano mis alLí del produjo una coyuntura en la que parecía posible que se pudiese desarrollar
núcleo d e su electorado)' formar coalicion es interclasistas. En las cuatro una estrecha relación emre el partido obrero y el movimiento sindical d e
últim:ls elecciones al Rci ch sog :lnteriores a la guerr:l, la SPD obtuvo el Francia. El primer congreso sindic:ll, celebrado en 1876, no 3cusó ninguna
35 por c iento de sus escaños e n b segunda vuelta. En las últimas cinco inclinación hacia el ap3rlarnenrarismo. El co i1greso puso en duda las pers-
elecciones :rntes de la guerra, los sociali s tas francese s g:rnaron el 54 por pectiv:ls de refo rma que partían de la burgues ía, pero propuso como reme-
ciento de sus escaños en la segunda vuelca. Las cifras esp ecíficas de cada dio que los obreros tuviesen el deber de elegir a sus propios represenranres
año son aun más reveladoras. Las do s elecc iones en qu e los soci:llistas en el parlam enro. Lenramente, los criterios socialistas y las nociones d el
franceses acentuaron su autonomía d e los radicales, 1902 y 1906, obtu- conflicro de cbses penetraron en los sindicatos. Es ro ocurrió principalmenre
vieron res ultados por d ebajo de la m ed ia en la segun da vuelta: 47 y 40 b:ljo la influen cia de Jules Guesde, quien trató de construir una relaci ó n
~or cienro, res pecrivam ente. En elecciones previas y po ste riores, las cifrJs estrecha enrre su Partido de los Trabajadores Soc ialistas de Francia -funda-
fueron 63 ( l 898), 61 (19 l O) y 59 (191 4) por cien to. E n conrraste, el do en realidad en un congreso sindical en Marse lla en 1879- y los sindica-
resultado elecro ral de b SPD permaneció virrualmente inalterado por los tos -o, al m enos, aquello s si ndicatos pertenecientes a la Federación
cambios de es trategia o los intenros d e arraer a los votantes liberales. Sindical de G uesde. Si dicha relación hubiera perdurado, el resultado habría
C uando b SPD acenruó su soc ialismo y anrimilirarismo en 1907, ganó sido un partido cuya espina dorsal residiría, como en Gran Bretaña, en los
el 33 por ciento de sus esca ños en la seg unda vuelta. C uando trató de sindicatos. Pero lo que sucedió fue que ese Lll:ltrimonio fue breve: a la vez
cs rablecer (sin éxiro) un a co alición electoral con los progresistas en la que Guesde se adaptaba a la República y ponía el énfasis en una curiosa
segunda vuelta de las eleccio nes de 19 12, aun así, ganó sólo el 36 por m ezcla de autoritarismo personal, polírica electoral, reformi smo y marxism o
c1e1Ho d e sus esca ños en la segunda vuelt:l.-- onodoxo, los sindicatos --que nunca habían estado muy penerrados por la
organización de G uesde- se des plazaron haci:l posiciones cuyas intencio-
n es se cenrrab an, en grado diverso, en el antiparlamentarismo, aparlamenta-
76 !híd. p. 8').
ri smo, sindicali smo revolucionario y reformi smo. La ruprura final llegó en
- 7 1-:1 po rcrnraj <' dt: <:SC.1ií o, <¡ti c h SI'[) olH 11,·o c:n la s<:g umh vt1 drn fue dd 43 ( l 8'J8).
-1 1 ( 190.1). 33 ( 1'!07) ,. 36 pm cicnrn (1'!1 2). De lm 290 ~scaiíos q11 <" b SI'[) ganó ,, 11 Lis 1892, cuando el congreso de los sindicatos aprobó la doctsin a de la huelga
u1.11 rn d.:cc1o n <:~. 103 fu .. r0 11 uh tenidos en b sc¡;un<l:i vuelra. La ru cnre de lus d.11os cid ge neral y Guesde y sus seguidores se retiraron. ~s Dejando aparte la idiosin-
Jcs ulud o el e l.1 S I' [) en l:i pri mc1.1 ,. l.1 ":¡.~un d a vud ca' del co11jumu dt: di ,rriros elecwral es
,·11 qt~ c co mpiri r1 en roda, l.L, ,·lecci11 11 c, e' )(aiscrl iclw1 Stati \1isd1e1 1 Amt., Vier1t'lj11h1:r/uji,
::11r .~1,11;i11k dl'J /J1·11udJ<11 Nod1< (llcil ín : \'t:rl.1~ \'on llur1f.111111J<•r & ,\l tl llircc hr, l 892-
l'!-i4). l ~I po 1crn1.1je uhren id u por lo; social isr.1> UI la ><'gt1 11d.1 n1d1.1 r11 e del 63 ( 1898), 47 78 Sob1e b primera época del movimienrn sindic1l ;·del soci:ilismo francés, \'bsc
( ~ '10::!), ' ' O (l 90Ci), 6 1 ( I') l O);- 'i'I por rit.:lllu ( l 'i 14). 1 a fucnr<: dt: lm d.nos di: 18')8 <"S A.~. Gcorges Lcfranc, le n11J/111c111cl/f ~)'Jl(ltCr1! sow la 'Ji·oúih11c R<j111hliq11c (París: Payor, 1')67);
(, rcni.:r. ;\'w tf,¡Jflt/s: Riog;·,¡phi<·.< ,, pormlirs (l';trís: lkri.:.:r-1.c,·uulr, 189')). Los daros de (;corgcs Lefra11c , Le 11101111,wmt soci11/is1c som /11 li-oi.<ii·111c l<L'p11h/ir¡11e ( 1875-1940) (l\irís:
orrns ;1ño.s ¡1roccdc11 de '"uius lll'tmcrns de L1· Te;,¡/'-' (l\1rí~) publicad1>s rr.1s bs elecciones. l'a;'<>r, l %3).
72 A licr 11zt1.r entre libera/i.r1110 y obreri.r1110 antes de la guerra Deúilit!acl ele/ lll0/IÍ11tie11to obrero en Gran Bretmia y Fra11áa 73

crasia de Guesde, esta relación maJograda debe ser entendida principaJmen- tas por igual, se han inclinado a seftalar la debilidad relativa de los sindi-
te desde el punto de vista del desfase existente entre el éxiro de Jos partidos caros franceses como un indicio de la represión por parte del Estado, y, a
sociaJistas y el de los sindicatos.
su vez, han interpretado el sindicalismo como medida de la alienación
Los partidos progresaro n más rápidamenre en el ámbito político d e del movimiento obrero organizado dentro de la República. 81
lo q ue los sind icaros lo hic ieron en el mercado de trabajo, ya que los par- No puede caber duda de que los sindicatos de Francia eran más
ridos encomraron un a oposición menos te naz, tenían un m ayor elecro ra- débiles, ya sea esta debilidad definida desde el punto de vista de la
do potencia l y se vieron menos afretados por las divisiones internas de la población inscrita, de la cohesión organizativa o del éxito en la negocia-
clase obrera. Si queremos comprender los caminos divergentes seguidos ción colectiva. Tan sólo en un porcentaje muy pequefto de huelgas fran-
por partidos y sindicatos -y, de ese modo, entender el impacto m:ís cesas tuvo lugar realmente algo similar a una negociación colectiva cara
limitado de la política de alianzas entre liberalismo y movimiento obrero a cara. Antes bien, un patrono seguiría anunciando un nuevo plan de
organizado en Francia- debemos examinar el alcance del éxiro de las salarios y condiciones hasta que los trabajadores volviese.n o hasta que
organizaciones sindicales y los obstáculos que tanto la estructura socioe- pudiese sustituirlos. La estimación usual· es que, aunque los sindicaros
conómica de Francia como la composición de Ja clase obrera plamearon participaron en cerca de tres cuartas partes del total de las huelgas entre
a los sindicaros. El punto fundamental no reside simplemente en desci- 1898 y 19 J 4, tan sólo consiguieron negociar formalmente con los
frar el grado en que la experiencia francesa se aproximó a nuestro modelo patronos en aproximadamente el 6 por ciento de las ocasiones. Los
de transición liberal; antes bien, lo primordial es comprender el grado en acuerdos colectivos fueron aun menos frecuentes. Dada la intensidad de
que la mencionada posición marginal ocupada por las alianzas de libera- la resistencia patron:i.l y la consiguiente preferencia de los sindicaros por
les y obreristas en el mercado de trabajo era consecuencia de una repre- el ámbito municipal más que por bs plantas fabriles, el papel de las
sión estatal que o bien producía la alienación del movimiento obrero organizaciones sindicales era «movilizar y dirigir, no sentarse a nego-
organizado, o bien era inherente a la propia estructura social. ciar».32 No cabe duda, pues, de que los sindicatos franceses eran más
Comenzaremos examinando el éxito organizativo de los movimien- débiles. Las cuestiones que deben ser resueltas son: primero, hasta qué
ros sindicales en Gran Bretaña y Francia. En Gran Bretaña, no obstante punto eran débiles; segundo, el grado en que el sindicalismo revolucio-
su tradición de industrialismo más anrigua y profunda, tan sólo una nario puede ser inrerpretado como un signo de la alienación dentro de
minoría de la mano de obra (cerca del 22 por ciento) pertenecía a un sin- la República; y, finalmente, si esta debilidad y esre sindicalismo eran el
dicato inmediatameme antes de la guerra. 79 En Francia, un país mucho resultado de políticas estatales.
menos indu strializado - y más desigualmente-, la cifra se acercaba al 5 Par:i. contestar a la primera de dichas cuestiones, debemos comenzar
por cien ro en ese mismo afto. so Los historiadores, marxistas y no marxis- preauntándonos qué porcentaje de la parre más relevante de b mano de
o .
obra (obreros industriales) estaba inscriro en los sindicaros. En una pn-
mera :i.proxim:ición, ya que ni en Gran Bretafta ni en Francia existían

79 Basado én una mano de obra de l 8,2 millones ( l 911) y una afiliación sindical de
4 millones (1914). Véase Hum, Briri.rh L11bo11r, p. 29, para los daros de mano de obra, v
pp. 295-296, para la atlliaciún sindical. '
HU Basado en un;i mano de obra de 20 millones (1906) \'una afiliación sindical de l 8 J Para una varianrc marxisra de la resis de la alienación, véase Bernard H. Moss,
millc'in rn 1914. Vbnse Zddin, l'o/itiu 1111C! A11ger, p. 210, p;ra la mano dé obia; Edward Th" Origins uf thc Frmch Labor Mo11c111mt J830-1914: The Soci~li.r111 o/ S~illecl \\/orker.<
Shortér ,, Ch:ulés Tilh-, Srl'/kc; /11 Fr1111a: 1830-1968 (Londres; Cambridge Universiry (Berkdev: U niversirv of C alifornia Pres s, 1976). La variame liberal esra recogida en
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lml'~'!_'1-' m Fril/Jc/,¡, 1830-1')68 (Madrid: Min. de Trabajo y Seguridad .So~ial, 198'>)1 82 Shorrer v Tilly, Strikc.<, p. 20.
Dehilidml del obrero en Gran Bretmla y Frc111áct 75
111 01,imiwto
74 Alic111Zc1J entre liberc1/i.r1110 y obreris1110 antes de la g11errc1

sindicatos agrarios de importancia, podemos co m enzar preguntando gué millones. sr, Estas cifras evidencian con cl arid ad hasta qué punto eran
parte d e la m ano de obra n o agrícola estaba en los sindicatos. 83 En Gran diferentes las es tru cturas socioeco nómi cas de ambos p aíses.
Bretaña, inm ed iarame nre a nres de la gue rra , ce rca del 92 po r ciento d e la En Gran Bretaña, d e lo s 4 millones d e sindicalistas, alrededor del 1 O
mano d e obr;i. estab;i. e mp lead a fuera del sec ror ag rícola; e 11 Fran cia, t: I por ciento eran mujeres, dejando un resid uo de cerca de 3,6 millones de
darn equi v::i lenre ro 11 daba el 57 por cienro. 84 En la pr::ícri ca, p ues, los sin - sindicalistas m ascu linos ; esta cifra suponía el 38 por ciento de la m ano
di ca ros d e G ran Bretaña co ntaba n en sus listas d e in sc ripci ó n co n po ·o de obra indust rial mascul in a. No podemo s estar tan seguros acerca del
m á d e u11 0 de cada cu arro obreros no ag rícolas; en Fra ncia, só lo cerca de porcentaje de sindicalistas fe me~in os en Francia; so lamente sabemo s gue
uno d e cada diez mi em bros d e la m ano de obra no agrícola es taban en era extremadamen te pequeño. 8 1 Si asumimos qu e e ra comparable.ª la
o rga nizac iones sindi ca les . ·, b ntan1ca,
· , · 10 por c1"e nto , obtenemos 900.000 s111d1cal1 stas
proporc1on .
Esros por·ce nraj es exage ran la d ifcre nci::i, no obs ranre, ya q u e la masculinos en Fra n cia -es d ec ir, el 25 por cien to de la mano, de obra
es rrucruras in d usrri ales de es tos do países era n muy d ispares. Fr:m cia 11 0 industrial masculina. En suma, cuando d escompo nernos los numeras Y
só lo renía un secro r de indu srri:i y rran spo rres m ucho m:1s peq ut: ño , sin cx:im in amos el grado de afiliación del nírcleo del electo rad o de los movr-
una població n mu cho m:i yor d e arres:i nos y co m e rcia ntes :ll!rón o mos, .
mrentos · d rºc a les d e ""r1 teauerra
sm o ' .(obreros industri ales masculino s) , halla-
ade m :b de un se ro r rerc i:1r io m :ís :unp li o. En han ci::i , el ce nso de 1906 m os que la diferen ci a en la proporción d e afiliación si nd ical es aún mar-
revel aba que m ás d e un tercio de los asa lariados er::in rodavía rrabajad o res cada (38 por ciento frente a 25 p o r ciento), pero mucho menor que la
auróno m os. 8 ' E l res ul rado era un proletar iado in du srrial mu cho m ás ex i- que daban a ente nde r las cifras de mano _de -~bra torales_: lo_s daros .com-
guo. La importancia de descomponer estas cifras resulra esp ecialmente puestos sugería n que la relación de 111scnpc1on en los smd1carns eta -~el
clara si cenrr::imos nuestra atención e n el núcleo so cial d e los m ov imien - -d
01 en
d e 4 , 3 ,a l ·, ¡..1 descomposición de drchas cifras 1-educe esta rel ac1o n
tos sindi ca les: e l p ro lcrari ad o industrial ma sc ulin o. En Francia esra a cerca de 1,5 a l.
po blaci ó n se e leva ba a ccrc:l de 3,6 mill ones de perso na · de un a m ano de Esta diferencia aparece aun menos acentuada si ten emos en cuenta
obr::i toral ce rcana a los 20 mi ll o nes; en Gra n Bre(añ a, a ce rca de 9,5 el pequeño tanuño, en comparaci ó n, de las emp resas fr ancesas. En 1906
mill o n es de un a mano de ob ra rnral qu e ape n a s up era b a lo s 1 8 un luaar d e trabaj o medio d aba empleo a m enos d e 1 O obreros, de
h ech o~ el 60 por cie n rn de los obreros franceses estaba e mp~eado en
n os de 1 O uaba¡.adores. Ta n sólo el 20 por cien to era
empresas con [11 e ¡ 2
emple:i.do por· empresas con m ás de 500 trabaj ado res; y únicamente e 1

83 Dc los cua rro millones de sind icalisras bri rfoi cos cx isrenrcs en 191 .~. cnrrc 20 .000
;· 40.0UO eran 1ihreros agrícolas. Véase Hunr, British lal)(Jur, p. 301. En Francia había
cerca de 9.300 obreros ;igrícolas denrro del mi llón de afi liados a la CGT en 1913. Véase
Thcodore 1.'..clcl in, Frn11 cc, 1848-1945: An1hitio11 fl/1(1 l.011,· (Oxford: Oxford Uniwrsin· 8G Los daros de la nuno de obra indusrri al m asculina derivan d~ las cifrasyropue,s_ras
Press, 1979), p. 252. , ¿_ ·I :\in ihirl. De los 11,G mi ll o nes de asahriados dd censo de 1 ~UG, 4 m1ll o nc: c1a n
por _ el ' . 4 llll). •res Fn el caso de Gra n Brerana, 1as
84 Sobre el caso de Cran Brcraiía, véase Hunr, Rritish Lrrho11r, p. 29; sobre rrab aºadorc ' poi cuc nra propia; orros eran 1 e . · · • , .· . ¡
dim "~i. innes del prnlernriado ind usrri al masculin o dem•an de la rabia 1. ~ de H~111r, ,R¡"'~
1
Francia , véase Georgcs Dupeux, L11 wciér,'frrr11rlli.<c, 1789-1960 (Parí;: A Col in, 1964),
p. 20. Lnhour, p. 29 , descoma ndo rodas las cifras de b m u¡ en.:s c11 roda_ b s carego ri as ) as e
85 De los 20 millon es de cfecrivos que componían la mano de obra francesa, 1 J ,G se lm hu111brcs i.: n J:i, utegorías 1. '), 1O, 12, 14 ~· l 5. . - • -, d d.
clasiflcaro n a sí mismos como asalariados e11 el censo de l ')OG. De esros J l ,G millones, 2 87 La pobla ió n de sindica lisras ma sc ul ino;, v fe menin os dc Gran Brcr~iu proce e f~
milltJnes eran rrabajadorcs arresa11os c1U[(Ínomos y orrus :Z mill cmes fueron cbs itlcados Hum, Briti;h f.ahour, p. :ion. Roger :vtagraw informa de que un 1O por c1en1U d>la ~ t
como pctits pmrow, aHcsanos v mu\· pequciios comercia nres que no contaban co n 11ingC1n li.ició n dc l:i cc;T eran muj eres en 19 13, pero 110 ofrece l:i íuenre de do nde ha exrra 1c n
empleado. Véase Zeldin, Aiilhirio11 ,111rl Lo'''" p. :Z l O. dicho daw . .\·lag1aw, Bo111xwis G ·11r111y, p. 29 1.
/Jehilidt1cl dl'I 111r!l'i111ie11to ohrero el/ Gra11 Bretaila y Francia 77
76 Alia11zc1.r entre liberali.r1110 y obreri.r1110 cmte.r de la guerra

nuyoría de los franceses continuó viviendo en un pueblo o en una


po_r cie nto tenía empleo en empresas con m ás de 1.000 obreros. ss No pequeña ciudad, más que en una conurbación industrial. En 1911,
ex1st~n d~tos susceptibles de comparación en Gran Bretaña, pero, entre Francia tenía sólo dieciséis ciudades con más de 100.000 habitantes;
los ~1stonadores de la ~~onomía , parece que apenas existen dudas de que Gran Bretaña tenía treinta y cinco. 92 Mientras el 62 por ciento de la
el nivel de concentrac1on laboral era sustancialmente más alto en Gran población de Inglaterra vivía en ciudades de más de 10.000 habitantes
93
Bretaña, además de no ser d e cosecha tan recienre.s 9 En Francia el alrededor de 1890, en Francia sólo lo hacía cerca del 26 por ciento. En
empleo en fábricas a gran escala no comenzó a eclipsar la producción a la práctica, pues, las más airas concentraciones de mano de obra dentro
pequeña escala hasta cerca de 1890. Este punto ya había sido alcanzado de empresas y ciudades durante un período más largo de tiempo debe-
:n Gran Bretaña casi medio siglo antes. La escala de empleo resultaba rían haber creado un clima más propicio para la organización del obreris-
imponante ,porque, por regla general, durante el período de anteguerra, mo en Gran Bretaña.
la Stn~1cac1on avanzaba más rápidamente en las grandes unidades de pro-
Debemos tener en cuenta otra diferencia fundamental entre las dos
d.uccion que e~ las más pequeñas. 90 Siendo igual en todo lo demás (espe-
experi encias nacion ales si queremos comprender en su totalidad el grado
~1almente d nivel de ,espec,ia.lización), la organización de las pequefl as
de desarrollo del sindicalismo en Francia. En Gran Bretaña, medio siglo
empresas 1esultaba mas dificil porque la relación entre el patrono y el
antes de la guerra, el proletariado industrial era reclutado entre un prole-
obrero era m ás personalizada e informal; además, el control del abasteci-
tariado ya existente y entre la comunidad artesanal. En Francia, aunque
miento de mano de obra era mis difícil en un mercado de trabaJ·O atomi-
no di sponemos de datos precisos, los historiadores parecen estar de
zado.91
acuerdo en que este proletariado provenía en gran medida de la pobla-
. ?tro modo de enfocar el tema es centrar la atención en la concen- ción campesina. Theodore Zeldin, por ejemplo, acentúa los orígenes
t:ac1on de mano de ~bra desde el punto de vista geográfico. D e nuevo, agrarios de «una gran proporción » de los obreros de las minas y de la
siendo todo lo <lemas igual, deberíamos esperar que las zonas con un industria manufacturera en la década de 1890. 94 Los orígenes de los tra-
nivel más alt~ de urbanización y de concentración de la población se bajadores variaban de industria a industria. Los trabajadores del metal,
mostrasen mas pamdan as del apoyo a la organización. En las décad as textiles y vidrieros eran casi siempre los hijos e hijas de trabajadores
anteriores a la g,uerra, Francia se convirtió no tanto en un país indust rial indu striales. Tony Judt ha señalado que los mineros de Carmaux, de La
como en un pais rural con grandes áreas industriales. Hasta la guerra, Ja M achi ne e n Nievre, así como los de Comrnenrry, por ejemplo, provenían
95
en su abrumadora mayoría de la comunidad camp es ina local. Lo
mismo ocurría con muchos de los obreros en regiones industriales tan
antiguas como el área que rodea Thiers, «donde, en 1894, los trabajado-
8~ ~horrer y ·~- ill r. Srrike,, p. 232; Magraw, Bo11 rgeois C.e11 r111 y, pp. 2'J8 v 233 . res prefer ían "su libertad" [para trabajar en los campos) a salarios más
Sk9 H l era N.JSrearns, Ll/lei o/ Lnbo,.. \'\lurk i11 A1nruri11g J¡ 1d 11Jtriril S~ci<'ly (N ueva
Y01 : o 1mes an Me1er, 1975) , p. 158.
·'e 90 , Manr . ·. .o• el .,<>rn• <l o d e' es pe·c·1a1··
cnien<l ·' co nsrame, ]a re 1ac1·'n11 cm rc bs dime11 -
1zac inn
s1mes} l.1 organ 1zac1on probablemcn rc se 111vemría, ¡>ucsco que los obreros es¡i ·c· 1· . J
r ·pr . b j · :1 e 1a 1z.1 os
e .es~ma ª.1: e porcc11 c;1JC _rn. s pcqu c.iío de la man o de ob ra de las gra n<les em 1ircsas. En 92 Pcccr Florn , Fra111. Kraus )' Winfr ied Pfenning, eds .. S1nre, Eco 11onzy, n/1(1 Sociay i11
cod.1s l.1s sociedades rn<lu smales era ma s probable (¡ue los oh re ros e ¡ieci iJ"i·" dos s ·• 0 . ·
· 1· J • "" \\'lc;tcm Europc. 1815- 1975: A Data Hn11dbook. \lu/111111· !!: Th e C rowth of fll(/11Jtria/
j" r.11 . anr~s q.uc.· os no especia iza ns. Proha hle mcnr c, fuernn los obreros espccializa<l~s de
Z '\ · ) , j <: r<':tll l -
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93 Ad na \'\febcr, /J;c Gro111rh of Cities i11 rhc Ni11erw1th Cen t1ny: A Study i11 Stnrútics
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¡
d. 1_ "~ 1 ~ 1 ell e 1 c1roe ha suge rid o qu e el sistema de di sciplina aucori taria caracrcrísrico
e <" as __,, r.rn, es pi.ama s fabriles es, en pa rre. res po nsa bl e de una ma ·or pro pensión a la
(Nue\'a York: Macmillan, 1899), pp. 144- 145.
94 Zeldin, A111hitio11 mu/ Lo11c, p. 265 .
95 T o ny Judr, /\111rxin11 a11d rhe French Lcft: S111dies 011 Labor ami Politics i11 Fr(//1CC
Jrea1111.ac1011. \/case M 1ch dlc Pcrro r, !.ei ouvrien m ureue, Frnuce 18 7 1-1~90 (P ·.
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78 Alit111zc1s e11tre liúercdi.1"1110 y obreris1110 antes de !et g11errc1 De/;i/idctc! del 1110/!i111ie11to obrero en Grcm Bretmla y Fra11cic1 79

altos y los patronos tenían que resignarse ante esta actitud,, 9 6 Al comien- atraídos por los sindicatos. De acuerdo con una 1nvestigac1on dirigida
zo de la República, la mitad de los obreros de la industria de la construc- por un doctor en el Tarn, lo que estos obreros buscaban al emigrar a la
ción parisi.na eran pastores emigrantes. 97 Gran parte de la pequena indus- industria urbana era un trabajo más regular a lo largo del ano, salarios
tria (especialmente la elaboración de ladrillos, curtidos, fábricas de porce- más altos, un seguro en caso de enfermedad y una pensión. 100
lana, canteras y tejerías) estaba esparcida en áreas rurales, de modo que
Estas ventajas eran más fácilmente asequibles en la industria que en
los obreros se desplazaban de la industria a los campos y a la inversa. El
la agricultura. El campesino recién llegado era menos mundano, peor
origen campesrno de estos trabajadores resultó importante en varios educado, menos proclive a concebir el mundo desde el punto de vista del
aspectos. Desde el punto de vista más general, creó una clase obrera
conflicto de clases y más optimista -su propio progreso confirmaba el
mucho más heterogénea y, en esa misma medida, más difícil de orcra-
valor del trabajo duro y de la frugalidad- , además de tener una familia
n1zar. º más pequena que mantener. 101 El trabajo en la mina o en la fábrica supo-
En una focha ran r'irdía comn la prime1a guerra mundial [... ]
nía una parada temporal, un modo de aumentar los ingresos y los aho-
d parr1culansmn rocfa\'ía era exhibido por p:irtc de obreros como los rros antes de volver al campo. Para semejantes trabajadores, abandonar el
l'1d1 Jcl(JS <!e \'al S"ana en Sabm·a, que vivbn rudos ¡umos en co 111 u- campo no significaba abandonar los vic:jos valores y estilo de vida. Era
n1dades ·•firmes 1· ho111ogéneas .. , hablando en una jerga especial que
n1 s1qu1era los s:ibo1•,111os podían enrcnder. Semejanrcs comunidades
probable que los mineros de Carmaux -profusamente reclutados del
:·firmes ;· homogéneas» dieron por n:sulrado gueros parisinos de campo-, por ejemplo, continuaran trabajando una pequeña porción de
~nm1granres prol'cn1enrcs de cierras regiones: los de Auvcrnia se api- tierra; el 44 por ciento todavía se encontraba en posesión de una porción
naban alrededor de la Ruc de la Roquerre en d undéci 1110 rnro//{liJ.ic-
de tierra a finales de siglo. Cuando las horas de trabajo en las minas fue-
mmt, los brerones, alrededor del csracicín del fenocarril occidenral
en Monrparnasse en los arronrlisscmrnts decimocuarto v decimoquin - ron reducidas por ley, :rnmentó el tiempo que dedicaban a sus tierras,
ro; los alsacianos, alrededor de La Villcrrc hacia d norcsre, en d deci- trabajando la mitad de la jornada de un campesino. Concebían sus sala-
n1onovc110 nrruurli.(il'JilCllt. 9li
rios en las minas como un medio de comprar las cosas que no podían
Sobre todo, era más probable que los campesinos, antes que los producir por sí mismos. Las cantidades que podían ahorrar de sus sala-
obreros de proc,edencia industrial o artesanal, vieran en el trabajo en las rios eran suficientes para comprar una porción de tierra o una casa. A
m'.nas o ~n la fabnca una ocupación temporal y una mejora de su situa- menudo, este dinero se veía complementado con una herencia o una
c1on previa. Es.to era así porque, «aunque tales gentes llegaron a la ciudad dote. Estos obreros campesinos detestaban pedir dinero prestado a sus
para meses e incluso años, sus ojos permanecían fijos en su sociedad patronos: preferían obtener de prestamistas privados hipotecas con tipos
natal [ ... ],Su ,trabajo no les introdujo en el ámbito urbano [ . .. ] sino que más altos. La misma independencia se reflejaba en su desconfianza de los
los amarro mas firmemente al reducido mundo de la parroquia, la fami- sindicatos y en su aversión a las cuotas sindicales. Las sumas de que po-
lia)' la cultura de su nacimienrn,,. 99 Como resultado, mostraron menor dían disponer eran minúsculas, pero suficientes para diferenciarles de los
inclinación que los obreros con orígenes industriales o artesanales a ser obreros de procedencia industrial y artesanal, y para romper el vínculo

100 Dr. Valarx . /<.1011ogrr1phic mr le mouut·111m1 de la popul11tio11 dam le dep11rt111e11t d11


Tm1 de J 80 J ri J9 J J (AJ bi, l 'J 17), ci rado en Rolan de Trcm pé, [e_¡ 111 i11eun de Can11m1x,
'! <; . Eu¡;en \'\.'cber, Peasa111s imo Frrnchlilrn: ihc fv!odl'miwti11 11 <{ll11 r,¡/ Frr111 cc, J870- 1848-1914, "ºl. 1 (París: Édirions Oul'1ieres, 1'!71), pp. 184-185.
19J q (Sranford: Sranford U111l'ersnl' l'rcss, J ')76), pp. 213-214. 101 En un csrudio norablc, el sociólogo francés Abin Touraine dcmosrrcí que ~Sras
'!7 !hícl., p. 282. diferencias de acrirud conrinuaron apareciendo rnrre los obreros de origen agrario incluso
'!8 !Id.
en los años cincucnr;i. \lé;1se AJain Tourainc y Orierra Ragg:izzi, 01111ricrs d'vrigi11c //gricok
')') !hícl.
(París: Scuil, 1%1).
80 A /ir111zc1.r mtre /iherali.r1110 y ohreris1110 antes de lc1 g11errc1 Dehilidml del 111ol'i111imto obrero en Gra11 Bretaíía y Francia 81

entre ellos y los otros obreros, cuando se vieron reforzados por sus valores nes violenramente. Los contratos eran simplemente acuerdos implícitos u
distintivos. Era mucho menos probable que estos obreros campesinos, orales y no suponían nada más que una tregua, que podía ser rota bien
que concebían la ocupación indusrrial como una mejora remporal de su por los obreros bien por los patronos cuando surgía la oportunidad. Los
situación, abrazaran el sindicalismo o considerasen que renían en común sindicatos franceses, debido a la resistencia patronal, eran pequeños, des-
algún interés con los trabajadores de otras procedencias. Esta siruación centralizados, débiles en los talleres, empobrecidos e incapaces de soste-
ca m b ió gradualme n te a medida que los obreros de o ri ge n campesino ner huelgas de gran envergadura. En su frustración, los obreros se giraron
concluyeron que no iban a ser capaces de dejar el trabajo industrial. La hacia el sindicalismo revolucionario y su utopía, una doctrina que ofrecía
vida industrial sería con el tiempo el gra n facror homogeneizador. Pero, esperanzas allí donde los esfuerzos organizativos no podían. Los historia-
hasta q ue es to oc urri ó, la pe rspectiva de esros trabajadores y la heteroge- dores marxistas, primordialmente, han retratado al Estado republicano
neidad que imprimían a la clase obrera inhibieron el proceso de sindica- como herramiema de los patronos, siempre dispuesto a sofocar los movi-
ción.102 mientos obreros que amenazaran la rentabilidad.'º·~

Los prolongados lazos con el estilo de vida rural, la mayor heteroge- Naturnlmenre, exisren elementos de verdad en este retrato tradicio-
neidad consiguiente de la clase obrera, la menor magnitud del proletaria- nal; ahora bien, sin establecer serias modificaciones y salvedades, se con-
do, las dimensiones más reducidas del lugar de trabajo convencional, así vierte en una mera caricatura. Debemos destacar varios puntos. Primero,
como el menor número de grandes ciudades industriales, en cierta medi- el éxito de los sindicaros en Gran Bretaña, aunque mayor en comparación
da avanzan -aunque resulta difícil saber exactamente hasta dónde- con cualquier otro lugar en esos años, distaba mucho de ser completo, tal
una explicación del inferior nivel de sindicación en Francia. La mínima y como hemos visto. Más aun, dada la experiencia más antigua y unifor-
conclusión que podemos alcanzar con seguridad es que habría sido fran- me de su proceso de industrialización, deberíamos esperar un nivel más
camente sorprendente, a b luz de esas diferencias, que el nivel de sindica- airo de organización en Gran Bretaña. Asimismo, este nivel no se alcanzó
ción en Francia hubiera sido cercano al de Gran Bretaña. Estas diferen- sin un cierto grado de violencia. Si parece que no fue así, es sólo porque
cias también nos obligan a considerar con mirada crítica explicaciones hemos comenzado nuestro relato después de la represión de los años 1789
formuladas en función de la noción de una República represora. a 1830 y de la violencia del período cartista. Segundo, una atención inde-
bida a la CGT exagera el impacto del sindicalismo; un interés excesivo en
El acervo recibido en la historiografía del movimiento obrero orga-
el sindicalismo revolucionario tiene como resultado una exageración del
nizado francés -gran parte del cual se encuentra incluso en los recientes
grado en que los obreros rechazaron la República. Muchos sindicaros no
estudios revisionistas sobre el sindicalismo revolucionario- reza así: b
pertenecían a la CGT; además, la mayoría de los que sí lo hacían no eran
experiencia de la Comuna debilitó la posición de la aristocracia obrera
revolucionarios. 104 Tercero, en la práctica, existen pruebas convincentes de
francesa (los trabajadores artesanales más especializados), eliminándolos
que la mayoría de los obreros no sólo no rechazó la República, sino que
de este modo como fuerza de reserva dentro de la clase obrera. Los patro-
vio en ella su principal aliado en las batallas con los patronos. Nos ocupa-
nos franceses, por varias razones -económicas, políticas, culturales, de
remos de codos estos puntos sucesivamente.
acuerdo con el autor de turno-, se mostraron mucho menos dispuestos
a aceptar la sindicación que sus homólogos británicos; era más probable
que el Estado francés interviniera en nombre de los patronos, en ocasio-
103 Véase, cnrrc on os, i'vl oss, Origim uf the Frrnch Labor !vfoJ1emC11t.
104 En 1')0() hahía cerca de 800.000 sindicalisras en Francia; 200.000 de ellos penc-
necí:rn a b CGT. En 1912 :·a había cerca de 1 millón de sindicalisras, de los c¡uc alrede-
dor de 700.000 pencnecían a la CGT. Véanse Roberc Brécy. Lt 11w111•e111rnt s¡•nclim/ m
102 El esrudio dsico del impacrn c¡uc los valores dd campesinado causa1on en la clase Fr1111ce 1871-1921 : E<.<ai f;¡f;/ingr11phiq11e (París: Mournn, 1%3), p.'); Lcfranc, Le 111011oc-
ohrera francesa es T rcmpé, Les 111i11cur.r.
n1c11t S)'11dim/, pp. 105- 1O().
U)
º- A !it111za.r elltre fiberali.r1110 y obreri.r1110 antes de la guerr(f Ochi/idc1cl del 111011i111it11to ohrero m Gra11 Bretmlct y Fr(máa 83

Resulta difícil saber con certeza lo que los obreros querían decir demasiado énfasis, ya que los seis sindicJtos más pequeños, con un total
cuando se declaraban sindicalistas revolucionarios. Sabemos, a partir de de sólo 27 miembros, tenían los mismos derechos de voto que los seis
los resrimonios recopilados por Felicien Challaye, que, para la mayoría mayores, que contaban con cerca de 90.000. 101 De acuerdo con
de los obreros, ser sindicalisra revolucionario guardaba muy poca relación Challaye, los sindicatos que tan sólo representaban a 45.000 miembros
con la aurénrica revolución. Antes bien, dicha noción retornaba a las (23 por ciento del número toral de aflliados en 1906) se basraban para
ideas artesanales rradicionales de independencia y dignidad y a las asocia- obtener mayorías en todas las cuestiones de la CGT a causa del elevado
ciones de producción como medio de alcanzar dichos valores. 10 ~ Sin número de pequeñas form::iciones sindicJ!es a bs que dichos miembros
embargo, para un número imponante de orros trabajadores, el sindicalis- pertenecían. 108 Tal y como estabJn las cosas, el comiré ejecutivo controla-
mo revolucionario sí tenía un significado. La esencia del sindicalismo ba alrededor de un tercio de los votos, que le eran cedidos mediante sindi-
revolucionario residí:i en un ensamblaje de, por un lado, las nociones catos ran pequeííos que no podían costear el viaje de uno de sus delegados
socialistas acerca conflicto de clases y del rechazo al capiralismo )', por a los congresos nJciomles. Resulta difícil escapar a la conclusión de que el
otro, el compromiso anarquista -o, más bien, anarquizado- con la componamiento y, especialmente, la retórica de la CGT constiruyen una
acción directa , la huelgJ y b destrucción de b JUtoridJd del EsrJdo. pobre guía acerca de las preferencias reales de los sindicaros.
Después de la revolución, el cJpitJlismo deberÍJ ser sustituido por el
LJ mayoría de los sindicatos inregrados en b CGT erJn o reforl//istas
control de los obreros. Los sindicalisras revoluciorurios eran menos opti-
revo!11cio11r1rios o siiidicalistas reforl//istm o no eran en absoluto sindicJlis-
mistJs que los sociJlistas tJnto acercJ de b propensión del capitJ!ismo a
tJs revolucionJrios. Los reformistas revolucionarios concebían las refor-
colapsJrse por causa de sus propiJs contradicciones, como acerca de las
mas sociales como el medio de efecruar la revolución. Se llamaban a sí
perspecrivas de reformar dicho sistema por medio de procedimienros
mismos revolucionarios, pero explicaban que esro simplemenre significa-
parlamentarios. Los sindicJlistas revolucionarios también se diferencia-
ba que «cada reforma que arrebara una porción del capirJI o una porción
ban de los socialistas en su convicción de que no valía la pena esperar al
del poder al parrono para dárselo al obrero, es una reforma revoluciona-
apoyo de la mayoría de la clase obrerJ. El sindicalismo revolucionario
ria [ ... ] somos revolucionarios porque hemos demostrado que, hisrórica-
er:i, más bien, una doctrina que jusriflcabJ las reivindicaciones revolucio-
mente, la Revolución esr:í. destinada a ocurrir». 109 También los sindicalis-
narias de las minorfas. 10 6
ras reformistas abrazaban los objerivos últimos del sindicalismo -una
La CGT Jbrazó vigorosarnenre el sindicalismo; las formaciones sin- economía basada en las cooperativas de obreros-, pero rechazaban el
dicales que lo integraban, sin embargo, no hicieron necesariamenre lo uso de las huelgas como medio revolucionario de obtener dicho fin.
mismo. Cada sindicaro de la ConfederJción disponía de un solo voto, Estas formaciones sindicales se concentraron en reforrnJS prácticas inme-
sin importar sus dimensiones. De esre modo, los pequeños sindicJtos, diaras y en la consrrucción de organizaciones cohesionadas y globalizado-
que rendían a ser revolucionarios precisamente porque su pequeno tama- ras con el objetivo de b negociación colectiva. No eran anriparlamenta-
no les privJ.ba de cualquier oportunidad de mejorar las condiciones de rias sino aparlamenrarias. Desdenaban una relación estrecha con un par-
sus miembros, conrrolaron la CGT. Este punto no puede Jfirmarse con tido polírico porque pensaban que el modo de reclutJr nuevos miembros
consistía, en primer lugar, en respetar sus variadas creencias políticas, ya
fueran sindicalistas revolucionarias, sociJlisras, radicales o apolíricas.

1O~ Felicien Challa\·e, S)'Jl{litr1!is111c l"l'l'ol11rio1u111irc cr sy11dic11lis111c réfim¡¡/stc (París: F.


AJcrn, 1'JO'J). 107 Gabriel Terrail, Le -'.)'11rlimlim1e co11tre le soci11/is1m', onj:i11e l't rli'l'doppemrnt de /11
l O(i Un 1esu111rn lllll\' úril de la ideokwL1 si ndicalisra revolucionaria es el de Frederick CollfMérntiu11 Cé11érnle r/11 Trrll'lri/ (l';nís: Ollendorf, 1907), p. 200.
F. Ridb· , Nc1'0!11tio;wy \imlic,dis;¡¡ i11 Fr1~1u·: Thc Dirca Actio11 o(!ts Tilile (Camlnid~c:: 108 ChaJ!are. S¡'llt/imlis"'"· p. l 32.
C:arnbrid~c UniYersin· l'n.:ss, ! ')70). · ,. l O') Zeldin, An1bitio1111/I(/ f_ol'l', p. 238.
8-i A lir111::.r11 mtre lihercdi.r1110 y obrerim10 al/fes de la g11erra
Dehilidt1d del 11101'i111iento ohrero en Gran Bretaiia y Fraucict 85

Existían, después de todo, muy pocas alternarivas, dada la heterogenei-


La mencionada atención indebida a las federaciones nacionales
dad polírica y culmral de la clase obrera. Los reformistas, revolucionarios
resulta engañosa, en segundo lugar, porque las federaciones, cualquiera
o de orro tipo, insistían en que las huelgas debían usarse sólo como últi-
que fuese su orientación política, estaban dominadas por un puñado de
mo recurso, debían orientarse a las necesidades materiales inmediatas de
activistas. Constituye un acontecimiento rípico que el secretario refor-
los obreros y ser empleadas sólo después de que los trabajadores afectados
mista de la federación de mineros de los departamentos del Norte y Paso
hubieran sido encuestados. Por regla general, era más probable que los
de Calais, Émile Basly, ignorase repetidamente los referendos de 1901 y
sindicatos más pequeños de la CGT fuesen de carácter revolucionario,
1902 que ratificaban una huelga, debido a que tan sólo una minoría de
debido a que eran menos eficaces. Sin embargo, ésta no era una regla de
los mineros aflliados se había tomado la molestia de votar. En raras oca-
hierro. Algunos de los sindicatos mayores eran habitualmente reformis-
siones una votación o una reunión atraía la participación de una mayoría
ras, pero periódicamente adoptaban un lenguaje revolucionario -entre
de los miembros. Eso, por supuesto, no era una simación propia única-
ellos, los mineros y ferroviarios. Otros trabajadores, los de las imprentas y
mente de Francia; contamos con numerosos informes del bajo nivel de
la rama textil, por ejemplo, eran siempre reformistas, mientras que otros,
inrerés en la actividad sindical demostrado por los obreros británicos. 112
como los obreros de la construcción y el metal, eran invariablemente
Ahora bien, aunque los obreros franceses compartían con los obreros bri-
revolucionarios.
tánicos todas bs razones usuales para no tomar parte en la actividad de
Prestar una atención indebida a los sindicatos más grandes o incluso los sindicatos, contaban aun con un motivo adicional más apremiante:
a los sindicatos integrantes de la CGT, sin embargo, resulta bastante los sindicatos, tal y como veremos, no co11[ribuían casi en nada a las pro-
engaí1oso. Esto es así, en primer lugar, porque la mayoría de los sindica- babilidades de que una huelga ruviera éxito. La generalización más pru-
tos no formaba parte ni de una confederación ni de la CGT. En 1902 dente que podemos hacer es afirmar que la mayoría de los miembros de
había mis de 5.000 formaciones sindicales locales y nacionales en los sindicatos, la mayor parte del tiempo, no se preocupaban de lo que
Francia, con un número medio de miembros que sólo rondaba los 1OO. hacían los activistas que dirigían la organización hasta que esto afectaba
Fuera de París y del departamento del Norte, su carácter no era en abso- de modo adverso a sus vidas. Simaciones como la que tuvo lugar en
luto el de sindicatos; se parecían más a hermandades o incluso a gremios 1909 eran rípicas: cuando el Senado por fin aprobó una ley que estable-
tradicionales. En provincias arrasadas como Ardeche, ni una sola de las cía las pensiones para los ferroviarios, el dirigente reformista del sindie:t-
formaciones sindicales pertenecía aa la CGT. En dichas áreas, el propósi- to, Guérard, fue forzado a dimitir porque los miembros encontraron ina-
to de los sindicatos no era combatir a los patronos, sino limitar la com- ceprables varias disposiciones de la nueva ley; el liderazgo pasó a los radi-
petición erure ellos y restringir la aferra de contratación de aprendices. 110 cales, quienes inmediatamente convocaron una huelga; la huelga fue un
Era probable que su acrirud hacia la CGT fuese de indiferencia o de desasue, de modo que los aflliados respondieron deponiendo a los radi-
repulsa. De hecho, los historiadores han observado desde hace tiempo cales y volviendo a nombrar a Guérard. 115
que uno de los obstáculos más potentes para la sindicación en el período
El hecho de que la mayoría de los miembros demostrara tan poca
de anteguerra fue el propio sindicalismo revolucionario, una doctrina
preocupación acerca de lo que hacían sus sindicatos la mayor parte del
que gran parte de la clase obrera contemplaba con desdén. 111
tiempo resulra revelador: sugiere que, incluso entre obreros organizados,
los sindicatos no parecían ser organizaciones muy importantes. Esto esrá,

110 Jhíd., pp. 256-257.


111 Vbse, entre otros, Val Lorwin, Tht' Frmch L11bor t\1on111cn1 (Cambridge: 1 12 Howdl, Brirish \'ílorkcrs.
Har\'.Hd Universicy Press, 1954). 113 Zddin , Alllbirio111111d Louc, p. 239.
Debilicltld del 111ol'i111i1:11to obrero c11 Gran Bretr1iic1 y Francia 87
86 Alic111zd.1 entre /ibera/is1110 y obrerismo c/lltes de le1 g1mn1

huelgas en su contra. Dado el crecimiento del voto socialista, tiene por lo


en efecco , corroborado por la falta d e habilidad d e los si ndicatos par::i
m enos igual sentido suponer que los obreros contemplaban las institu-
dirigir las huelgas más eficazmente que los obreros que convocaban sus
cion es democráticas de la República como un medio para alcanzar ese
propias huelgas. A partir de los datos recopilados por Peter Stearns, sabe-
mundo ideal. En todo caso, resulta evidente que la ausencia d e objetivos
mos que, en la década anterior a la guerra, los sindicatos negociaban sólo
políticos articulados no puede atribuirse a un estado represor, puesto que
un porcentaje muy pequeño de las huelgas, todo lo más el 12,4 por cien-
los trabajadores que desa fiaban a estados enormemente más represo res
to en 1905 y tan sólo el 2, 1 por ciento en 1912. Además, la tasa de fraca-
qu e la Terce ra República eran capaces de articular demandas políticas
so en el caso d e las hu elgas en las que los sindicaros se implicab::in era vir-
cuando les interesaba. Las huelgas generales de Bélgica, España y Rusi::i
rualmente idéntica a la de las huelgas en las que no lo hacían. 114 En otras
pabbras, los o breros d escubrieron que la sindicación no mejoraba su acude n pronto a nues tra m ente.
capacidad para llevar a cabo huelgas con éxito. En es te contexto, apenas Esto no quiere d ec ir qu e las actitude s de los obreros hacia la
res ulta sorprendente que la tasa de afiliación fuera baja y que los obreros República no dese mpeñar::in ningún papel en las huelgas. Charles Tilly y
moslraran sólo una muy limitada disposición a pagar las suscripciones d e Edward Shorter h an subrayado la relación entre las oleadas d e huelgas y
los sindi catos. Po r supuesto, esto con sl ituÍJ. un círcu lo vi c ioso : la falla J e los cambios políti cos. Result::i verosímil deducir que el cambio político
di sposi ción a pagar tenía como resultado la incapacid ad de los sindicatos estaba aso ciado al aumento de ácl ividad huelguista, puesto que ese cam-
p::ira aumentar su eficacia en las huelgas. Tal y como verem os , sin embar- bio aumentaba las expectativas de los tr~1b ajad o re s de o btener ayuda esta-
go, exist ía un a so luci ó n racional a este dil ema; esla so lució n obviaba la tal. Los períodos de cambio político asoc iados al incremento de las huel-
necesid:id de un grado mis aleo de organización y, a la vez, incrementaba gas fueron períodos en los que surgieron gobiernos que los obreros espe-
la probabilidad de éxito de las huelgas ante una tenaz res islencia patro- raban que fuesen más afines a su causa. L::i actividad huelguista aumentó
nal: indu cir a la imervención es tala!. en lo s J.ños en que los socialistas apoyaron a los gobi ernos (l 900, 1902,
1904, 1905, 1906), en los J.ños en que 3.pJ.rec ió un gobierno que los
D e cuJ.lqui e r modo qu e los sindicJ.ros se id entificaran ideológic1-
obreros consideraron erróneameme qu e sería J.fín a sus reivindicaciones
menre, sabemos que el sindicali smo revo lu cion:uio no tuvo nada que ver
(gobierno de Clemenceau en 1906, qui e n previJ.mente había gozado de
con sus reivindi cacion es en las huelg:is. Stearns lu demostrado que tanto
la reputación d e ser el amigo d e los obreros), o bien en los J.ños en que
los sindicarns revo lucio narios co mo los no revo lu cionarios manifestabJ.n
los mercados laborales severos favorecieron b convocatoria de huelgas
en las hu elgas las mismas reivindicacio nes de naluraleza cas i exclusiva-
mente marerial. 115 Sería forzar demasiado los darns ll egar a b conclusión , (1910).llG
co mo hace Stea rns, de que la ausencia continuada de re iv indicJ.ciones Estos dos h allazgo s -que no ex1slÍan reivindi cac ion es políti cas y
polílicas demu estrJ. que la visión sindi calislJ. revolucionJ.ri a no tenía nin- que las huelgas esrab;:rn relacionJ.das con cambios políticos favorJ.bles-
gún significado para el común de las masas. Los obreros bien podrían parecen sugerir la conclusión qu e antes avanzábamos. C iertamente, nada
haber rnn13.do en serio aquella visión de un mundo ideal; pero incluso si en estos años sugi ere la presencia de un Esrado m ás vuln erable o mis
lo hubi e ran h echo, no lien e mucho se ntid o, en ausencia de objelivos
políticos, supon e r qu e los obreros rechazaron la República o convocJ.ron f

116 Para la di scusión d<: Ti ll ~· y Shorre r de Li s okadJs d e huelgas )' su rebciún con las
co ndi cio nes po lí1 ic:1s, vbse Srrikes i11 Francc, pp. 104- 147. 1\n alizan es ra relacitin a lo
114 l'crcr Srcarn s, Rcuo/11rionr11)' S¡r/l(/ica/i¡¡;1 t1111! Frrnch Lahor: A C·ws<' \l(iirhout Rehcls brgn dl'. todo d pcríodn qu e cuhre su csrndio ( 1848-1968), así co mo en una selección de
(Ncw lhunswick. N ueva Jersey: Rurgcrs Univcrsirv Press, 1971), rabbs J4a \' J4b, p. a ri os d e antc~uerra ( 18')0, 1893, 1899, 1900 , 1904, 1906). Ce nrr:índ onos en un período
131. . . m:ís b reve~· ~n nurcadm :rnmc 111 os de ;ic rividad huelgui sra, c.:s rudianw s un mayor número
1 1~ !liirl. de ~llÍ()S, pcrci el ar~un1<:1no f...'S el n1 isn1n.
88 AliclllZil.r entre /iúercdiwto y obrerismo cmte.r de lc1 g11erra Or:hilidc1d dd 11101 •il11ie11to 11/Jrero m Gran Brett11/a y Fra11át1 89

provocativo, condición que podríamos haber deducido si el cambio polí- ban desde alcaldes hasta ministros. Entre 1900 y 1914, los jueces de paz
tico hubi era inducido a los obreros a convocar huelgas contra el Estado. mediaron en cerca del 25 por ciento de las huelgas; los otlciales más altos
La única excepción parcial a esto viene dada por la línea dura que el mediaron en un porcentaje adicional. La intervención de los jueces de
gobierno de Clemenceau adoptó en 1906 y 1907 respecto a las alteracio- paz podía tener lugar por iniciativa propia o bien por requerimiento de
nes del orden público, si bien esa provocación siguió a la intensificación obreros o patronos. En casi la mitad de estos casos (48,3 por ciento), la
de las huelgas. Parece que la única conclusión coherente con la ausencia mediación era requerida por los obreros; en otro 46 por ciento, la media-
de reivindicaciones políticas, con la estrecha relación que la actividad ción partía de la iniciativa del propio juez de paz. Resulta revelador que
huelguista mantenía con los cambios políticos, así como con la ausencia los patronos casi nunca solicitasen dicha mediación, así como que fueran
de un Estado vulnerable o provocativo , es la sigui ente: en realidad, la los responsables del 85 por ciento de los casos en que se rechazaban los
política sí tenía importancia, pero en el sentido de que los obreros eran servicios del juez de paz. El hecho de que los obreros diesen la bienveni-
más propensos a la huelga cuando pensaban que el Estado acudiría en su da a la intervención de un juez de paz o de más altos funcionarios es sufi-
ayuda. cientemente claro: tanto uno como los otros decidían cerc·a de tres cuar-
tas partes de los casos en favor de los obreros. En el período que va de
En efecro, existen pruebas convincentes de que los obreros conce-
bían la República como un importante aliado en sus batallas con los
1895 a 1898, sólo el 49 por ciento de las huelgas finalizó con éxito o con
un compromiso cuando el Estado no intervino. Con la intervención
patronos, así como de que ésta desempeñó en realidad ese papel. Junro
estatal, dicho porcenraje se eleva espectacularmente a 87. En el período
con la de Peter Stearns, la investigación empírica más importante que
entre 1910 y 1914, el triunfo o el compromiso se alcanzaban en el 91
arroja luz sobre este asunto es, de nuevo , b de Shorter y Ti!Jy; esros auto-
por ciento de los casos en que tenía lugar la intervención y tan sólo en el
res subrayan que sus «datos relativos a bs huelgas sugieren que la princi-
48 por cienro de los casos en que no la hubo. 119 Tal y como advertíamos
pal preocupación del gobierno con respecto a las relaciones laborales era
antes, la participación de un sindicato en una huelga no suponía ninguna
preservar el orden público, más que estrangular los movimientos políti-
diferencia en la proporción de victorias o compromisos. Pero la interven-
cos obreros. Ahora bi en, el mantenimiento de este orden, como una
ción del Estado sí suponía una enorme diferencia. Los obreros, en efecto,
espada de doble filo, podía actuar en contra de los intereses de aquellos
aprendieron que tenía poco sentido gastar tiempo y dinero en una orga-
que exigían represión, así corno en conrra de los que creaban el desor-
den,, .117 Shoner y Tilly han llegado a la conclusión de que las huelgas nización elaborada; resultaba más eficaz llevar a cabo huelgas de un
modo que fuera altamente visible y espectacular, induciendo de e~'te
francesas fueron cortas, espectaculares y demostrativas, precisamente por-
modo a la intervención estatal.
que los hu elguistas desea ban la intervención estatal, mostrando además
una «acritud fundamentalmente favorable al Estado». 1 i s Shorter y Tilly llegan a la siguiente conclusión:
El hecho de que los huelguistas mantuviesen semejante actitud no b principal implicación de esrns hallazgos es refurar uno de
resulta apen as sorprenden te, dado que la inrervención estatal era su arma los mirns de la hisroriografía del JTIO\'imicnto obrero francés. Dicho
miro consiste en afirmar que el gobierno reprimía in\'ariablemenrc
más poderosa en contra de los patronos. Dicha intervención podía ocu-
las huelgas , lle\'ando d poder del Esrado hasta donde fuese posible
rrir aprovechando el servicio de mediación proporcionado por los jueces en contra de lo s militantes obreros y a ta\'or de los patronos.
de paz, o bi en por medio de funcionarios públicos, entre los que figura- Nuestros daros muestran que el gobierno inter\'enía en una huelga a
regafladirntes, pero que, cuando lo hacía, acruaba para moderar la
represic\11 ejercida por los patronos y para de\'olver la paz laboral a
una región, presionando a las dos partes para llegar ;i un compromi-

11 7 !hítl , p. 39.
1 18 !híd , p. 32. 11<) !hícl., p. 33 y pássirn.
90 Alic111zds entre libcrcrli.1'!110 y obrerismo e111tes de /c1 g11err{f S11izc1 91

so. Los hudg ui sras, consciemcs d e uán ex ig ua e ra u fu erza frenre :U


poder .p a rro11al, es taban ans iosos po r llega r a u n co mpromi so qu e
más la importancia de las diferencias socioeconómicas -en lugar de las
sarnflc1era al menos a ~gu na ~ d e sus reiv ind icac io nes. Los patronos 11 0 políticas- en la explicación de los niveles de densidad sindical enue las
cs ta l: an en abso~ u rn di spuestos a ceder , de m od o que , desde el punro soci edades iliberales, pues to que Suiza contaba con un grado de inscrip-
d e vista 1dd gobie rn o, el hu eso duro de roer e ra d pat ro no, n o d sin -
d 1c:ico. 1-0 ción en las organizaciones sindicales incluso más bajo que el de Francia.
Tan sólo el 15 por ciento de los obreros industriales masculinos suizos
estaban inscritos en la Confederación de Sindicatos Suizos (SGB:
No podernos expresar con ninguna precisión qué proporción del citJ-
Schweizerisches Gewerkschafrsbund) alrededor de 191O. 121 Incluso esta
do menor grado. de sindicación de Francia debe ser atribuida a la mayor
cifra es un a exageración, porque la mitad al completo de lo s miembros
tas~ de red utam1ento de tr:i.bajadores industriales entre la población carn-
del SGB en los años de anteguerra eran obreros extranjeros. Dichos obre-
pesm:i., J. l~ mayor heterogeneidad del proletariado, a su m enor magnitud,
ros constituían cerca del 26 por ciento de la mano d e obra industrial. 122
al nivel mas baJO de urban 1zación y al menor tamaño de los talleres france-
En realidad, entre los ciudadanos suizos, la fracción del proletariado
ses. La única conclusión segura que podemos avanzar es que habría sido
industrial masculino perteneciente al SGB representaba ce·rca del 1O por
sorprendente que dicho grado de sindicación hubi era sido similar ~1 1 britá-
ciento. Esta cifra es meno s de la mirad de su homólog:i. en Fr:i.nci:i.. 12.>
nico .. En. la mayoría de los aspectos socioeconómicos m encionados, la
expenenc1a fr ancesa fue en realidad más comparable a la mayor parre de la Los lazos de la indu stria co n el empleo agrario eran incluso más
expen enc1a connne~tal que a la briránic:L Manteniendo la situaci ó n políti- estrechos en Suiza, dond e la po ses ión de bienes rurales estaba especial-
ca constame, debenamos esperar que , a la vista de las condiciones socioe- mente generalizada y la mayoría de la industria se encontraba adyacente
conói~icas, la tasa de s.indicación fue se más baja en Francia que en Gran a las centrales hidroeléctricas de los valles rurales. Suiza estaba más indus-
Brerana. Todas las vanables socweconómicas apuntan esto. Las tasas de trial izada que Francia - só lo el 26 por ciento de la mano de obra se
smdicación mucho más altas alcanzadas en las sociedades iliberales con dedicaba por entero a la agricultura en 1910- , pero no más urbanizada;
condiciones socioec~nómicas similares a las de Francia, así como el bajo al igual que e n Francia, sólo el 26 por ciento de la población vivía en ciu-
gr3.do de s1nd1cac1on logrado por Francia en comparación con Gr3.n dades de más d e J 0.000 habitanres. 124 No exisdan enormes centros
Br.erañ3. -un país similar en el ámbiro político y disrinto en el socioeconó- industriales como los qu e se encontraban en Inglaterra o en el none de
mJCo-:-, obviamente sugieren que b s diferencias entre Fran cia y sus veci- Francia. Un vasto contingente de la mano de obra industrial combinaba
nos 1l1berales, deben. ser justificadas d esde el punto de vista político, mien- el empleo agrario y el industrial, o complementaban es te último con una
tr::is .que aquellas exis te ntes entre Fran cia y Gran Breraña se debieron sus-
tancialmente, aunque no enteramente, a diferencias soc ioeco nórni cis.

121 Este daro se bas a en la mano d e obra mascu lina in scrita en los sindicaros ocupada
2.4. Suiza en la minería , manufac mra, consrrncción, servi cius públi cos y tian sporre; para poder ser
co mparad os con los daros correspu11die1Hcs a Francia, se excluye n los obreros aurón omos
de esos sectores)' los trabajadores ocupados en la ag ric11 lt ura. co m ercio, ban ca, servicios)'
La debilidad del movimiento sindical en la Suiza de anteguerra -en
admi ni stració n p ública. Los daros corrcs po ndien tl'..I a la man o de obra sui za se encuen-
un conrex ro polí~ico que era, a juzg::ir por los criterios de aquellos años, rran e n Flo ra , Kraus y Pfenn ing, eds ., Srarc, Ec"1w111y, 1111CI Socie~)1, 1·0!. 2, p. 600. La afilia-
notablemente abierto a la influenci a de la clase obrera- co nfirma aun ci ó n del SCB en l ')08 era 6').250. Vé ase l::duard Weckale, Th,· Tradc U11io11s i11
Swir::.cr!a11rl, rrad. l'ippa Harri s (Berna: Swiss Federarion ofTradc Uninns, 1')47), p. 65 .
122 Sch we izerische S rari scik, Die Eigclm issc dcr cidgen o;sischm \/o/kszachlu11g uo111 1.
Dt'Z. 1910, vo l. 3 , l.ª parre (Berna: Fran cke , !')18), p. 518.
120 !hirf., p. 33. 123 Para los cálcul os correspo ndiemcs a Fran ci a, ibíd., pp. 5'! -6 0.
124 flora , Krau s y l'Fenning, eds., Srruc, Ew11 0111y, ami Socil'f)', vol, 2, p. 27<i.
93
S11izt1
92 Ali{ll/ZclJ entre liberali.rl//o y obreris1110 alltes de la g11errrt
Enrre los obreros especializados suizos, la tradición de la negociación
parcela familiar. Una gran fracción adicional de la mano de obra estaba colectiva se remontaba a la d écad a de J 850; además, aunque las huelgas
vinculada a la indu_stria sólo por medio del trabajo en casa, especialmente eran bien conoci das, los sindicaros func ionaban tanto como grupos de
en la rama textil. 12 ' intereses profesionales co mo en el papel de age ntes e n el conflicto de cla-
Los sindicaros disfrutaban de una posición menos segura en Suiza ses.129 Resultaba rípico de las act itu des de la pequeña burguesía que e~
que en Gran Bretaña y, en algun os aspectos, se encontraban aun peor 1899, cuando un a ley de seguros de accidentes y enferm edad fue so meti-
que sus homólogos franceses. En sus fi las había inscrita un a porción da a un referéndum, los fondos del seguro de la cooperativa de los obre-
mucho m ás reducida de la mano de o bra industrial que en los sindicaros ros se opusieran vigorosamente a ella; sólo cuando el seguro sanita.rio se
de las dos socieda d es libera les citadas. Estaba n mejor organ izados, al hizo opcional y las cooperativas se hicieron beneficiarias de su_bvenc1ones,
menos los trabajadores especializados, que los sindicaros franceses , pero dicha ley pudo superar la oposición de las propias. orgamzac1ones, de los
no tan bien como los británicos. Si parre de su debi li dad de be atribuirse obreros. uo Hasta los años finales del siglo, la principal orgamzac1on eco-
a las circunstancias socioeconómicas de Sui za, otra parre puede explicarse nómica y política de los trabajadores suizos era el Grürllve·rein, en reali-
-aunque podemos disponer de muy poca investigación - a causa de la dad componente del Volksverein de los radicales. El pnnc1pal dogma del
escisión entre obreros nacionales y exrranjc::ros . Los obreros ex tranjeros Grürli era que los obreros deberían ser mejorados por me~io ~e l~ edu.ca~
constituían probablemente cerca de la mirad de la mano de obra indus- ción y de otras formas de iniciativa personal. El. Grürl1vere111 1m,agmo
trial no especializada, es d ec ir, alrededor d e la mirad del número de afi- durante mucho tiempo una sociedad en la que remaban b armonta )' la
liados a los sindi caros; además, por decisión política, no gozaban del cooperación entre las clases. Estas ideas tardaron en de_saparecer, y apenas
derecho de voto. E nt re el equ ipaje que trajeron con ellos del extranjero llegado el fin de siglo, el Grürli hizo las veces de un 1mporcante pu_ente
131
destacaban las ideo logías del si ndi calismo revo lucionario francés e italia- organizativo entre la burauesía y la clase obrera. Durante mucho uem-
no y la burocrac ia alemana. Ninguno de ellos parece haber sido muy po, al menos hasta el fin °de siglo, los sindicaros en los que predom_in.aban
aprec iado por los obreros especializados su izos. 126 los trabajadores suizos fueron simpatizantes de los liberales )' ~ec1b1eron
su apoyo político.1.1 2 Probablemente, estaban menos necesitados de
Entre los trabajadores especializados mejor organizados -especial- apoyo político que los obreros franceses, precisamente porque su concen-
mente en la tipografía, la fabricación de relojes y, más tarde, la metalur- tración en puesros de trabajo especializados en pequeños talleres les otor-
gia- predominaban los suizos. Junto con la construcción, en donde pre-
gaba mayor fuerza.
dominaban los obreros extranjeros, éstas eran casi las únicas industrias en
Los sindicaros de dichos trabajadores estaban orientados abrumado-
las que los sindi caros tenían importancia antes de la guerra. En 1896,
cu:i.ndo el SGB co n taba co n sólo cerca de 9.200 obreros, 4.700 eran relo- ramente hacia el ámbito local; semejante ímpetu, orientado hacia una
jeros.12- E n o tras indust rias , en la rama rexril por ejemplo, la afiliación a colaboración más amplia, provenía más a menudo de una necesidad de
los sindi caros era minúscula. 128 los obreros en las campañas de los referéndums que de un deseo de crear

125 \\?cckcrlc, 7i-11dc U11iow, pp. 6-8; James Murray Luck, A Hi.<ta1y aj Switzcrl1111d 129 Erich Gruner, Die Arbcitcr i11 dcr Schwciz im 19. J11hr/11111dat (Berna: Francke
(Palo Aho, California: Sl'OSS, 1985), pp. 425-438. Vcrlag, 1969), pp. 512-513. . . . . .
126.. Marc Vuilleumicr, ><Mouvemcnr ouvrier er immigration au remp s de la 130 Hans Rurishauser, Libcmlimws 1111d Soz111fpol1tk 111 dcr Sch111e1z (Tesis docroral
[_)eux1eme lnrcrnar1onalc: Les cravailleurs iralians en Suisse», Rcuue E11ropéc1111c des Scirnas inédica: Universidad de Zúrich, 1935), pp. 166-169. . .
5ooalcs, vol. 15 . n." 42 (diciembre 1977), pp. 115-127. 131 Marce! Srehli, Albat Galeer 1111d sei11 Ei11jlws 111if die !dcl'l1gcschichte des schwerzm-
127 \Vcckerlc, hade Uiliow, pp. 64-65. .<thw Griitliuaei11s (Tesis docrnral inédica: Universidad de Zúrich, 1948).
128 En 1901 el mí mero de obreros fabril es ocupados en la indusrria rexril era 91.000: 132 Gruner, Arbátcr.
solamenre 1. 700 de ellos escaban organizados cn 1903. \Vcckcrlc, Trade U11io11s, pp. 42 y 65.
94 Alic111zc1s ellfre liúeralis1110 y oúrerismo antes de la g11errci S11iza 95

un frente común contra los patronos. LB Un indicio típico de esta orien- grupos: todas las comunidades lingüísticas, las áreas urbanas y las rurales,
tación fue qu e la confederación nacional, el SGB, que se había establ eci- la burguesía y los obreros; incluso una fracción de la minoría católica
do como un a organización qu e contaba con una dirección altamente llegó a apoyar a los radicales. 1.1 7 La plasticidad de los radicales se vio ayu-
centralizada pero con cas i ningún miembro, perdi era toda su autoridad a dad a por el hecho d e que no se trataba verdaderamente de un partido
m edida que ganaba miembros.134 n ac ional con una dirección centralizada; más bien, se trataba de una
alianza de partidos cantonales que se reunieron en la asamblea legislativa
En ningún lugar de Europa la hegemonía de los liberal es fu e tan
nacional. Las alianzas electorales se hici eron precisamente en el ámbiro
completa como en Suiza. La victoria de los liberales anticlericales sobre
cantonal; se establecían con obreros, con liberales conservadores e inclu-
lo s católicos conservadores en la guerra de la liga de Sond erbund de
so con católicos, de acuerdo con circunstancias locales. us
1848 fue aplastante, lo que les permitió es tablecer un nuevo orden políti-
co, m ás centralizado y sustancialmente secularizado. La nueva constitu- Dada la competencia limitada del gobierno federal en materia eco-
ción. : stipulab.a el sufragio masculino casi completo, el derech o a la nego- nómica y social, gran parte de la cooperación entre radicales y obreros y
ciacion colectiva, el derecho a· la huelga y el derech o a llevar a cabo boi- mu chas de las reform as sociales a las que los obreros aspiraban se llevaron
cots económicos. Entre 1848 y l 9 J 9, só lo se permi rió a tres políticos ili- a cabo en el ámbito cantonal. Esto ocurrió especialmente en lugares tan
beral,e_s que se se ntaran en el Consejo Fede ral, el órgano ejecutivo naci o- industriali zados como G larus. Era típico que leyes so bre fábricas como
nal. !.o) Después de 1878, el dominio pasó decisivamente de las manos de las d e 1864 en Glarus se convirtiesen en el modelo para medidas simila-
los viejos liberales a _s us sucesores más anticlericales, reformi stas y centra- res en otros ca ntones y para las leyes fed erales de J 877. 139 La legislación
listas: los radJCales. Estos completaron el proceso de secularizac ión legali- relativa a los seguros sociales siguió la misma pauta, siendo promulgadas
zando el matrimonio civil, confirmando la supremacía de b autoridad las primeras leyes en Zúrich en la década de 1850 y después en Basilea y
civil, excluyendo a las iglesias de la edu cac ión pública y aboliendo las Lu ce rna en la de 1870. 140
jurisdicciones eclesiásticas. 156
La definición cantonal de los partido s ayudó a aseg urar que las dife-
Durame las décad as anteriores a la guerra mundial, lo s radical es y rencias lingüísticas no serían proyectadas sobre el escenario político
sus diversos vástagos, principalmente los radicales demó cra tas y los nacional. A lo largo de los años de antegu erra, los radicales si empre asig-
demócratas, nunca recibieron menos del 50 por ciento del voto popul ar. naron dos de los siete escaños del Consejo Federal a miembros de las
Aquel sistema dectoral basado en el voto plural traducía este apoyo en minorías de le ngua francesa e italiana. Es digno de mención, sin embar-
un control cas i total del Estado. Los obreros se organizaron en el ámbito go, el hecho de que la so lución más fundamental a la heterogeneidad lin-
político, en primer lugar, bajo el amparo de los radicales y, desp ués, esta- güística ya había sido alcanzada mucho antes de la transición a la política
bleci endo alianzas co1.1 ellos. Los radicales fueron probablemente la pri- d e masas y era inherente al federalismo centenario de Suiza. En la prácti-
mera volkspartez genuin a, extrayendo su apoyo de un amplio espectro de

13 7 Alred edor del 38 por ciento ele la población suiza era católico. Sobre la comp osi-
133 Sobre la im po rran c i ~ a lcanzada por los refrrenJos en una organización cnmo );¡ c ió n her.:rogénea de la co munidad radi ca l, véase Erich G runcr , D ie Partám i11 der
t:x 1sre mc_c11tre los o breros suizos, véase \';tecke rl <:, Trmll' U11io11s, I' · 31. Sd;111áz (Bern a: Fran cke V.:rlag, 1969), pp. 81-86.
134 Sobr~ el p roceso que (!csi ntegró la dirccc'.ó n ce nrralizaJa del SGB. vé<tn s<: cap. ) ). 6. 138 Sobre las alianzas de los radi cales , véans e Rmishause r, Lihcralismus, pp. 143-
135 So b 1c .la co 111p os 1c1011 d e l Co nsc¡o ~nl e ral. véase H ans ,.0 11 G rcve rz, «De r 146; Gruner, Arhátcr, pp . 689 ss.; G reya,_, «Üe r Bund essra ar», p. 1107; Grun er,
Bu 11 Jessra~r Se l[ 1848 .. , e n Em il Vogr CI al., Hal/t/lmch ria SdJ111eiz.er r:eschid;rr (Z t'iric h: Partclc11, pp . 8')-91.
Vc d ag Hrn chrh aus, 1977). pp. 1023 ss. r 1091-1094. 139 Gruner, Arhcirer, pp. 230-2 37.
136 Sohrc el A'1d111rJ,.a111pfsuizo de l R70- l 874, ihíd, PI'· 1066- 107 1. 140 !hít!., pp . 252-257 .
96 Afianzas e11tre liberalismo y obrerisJ1Jo antes de la guerra S11izt1 97

ca, las diferencias de lengua no generaron conflictos políticos significati- de la debilidad de la conciencia de clase entre lm ohrnos suizos en l"'
vos en el siglo XIX y, por supuesto, no generaron vías de conflicto a lo anos de anteguerra la ofrece el bajo nivel de apoyo electoral que el
largo de las cuales se organizase la política de masas. Antes bien, la divi- Partido Socialdemócrata recibía de ellos. Esto ocurría a pesar de que el
sión central tuvo lugar entre las fuerzas del clericalismo y el anticlericalis- socialismo del Partido Socialdemócrata de anteguerra era de naturaleza
mo, sentimientos que trascendieron las diferencias lingüísticas. un tanto diluida; el énfasis del partido recaía siempre más en la democra-
Aunque la fuerza cohesiva de la coalición residía en el anticlericalis- cia que en el socialismo. Tal y como Peter Bieler, biógrafo de Albet
mo, los radicales contribuyeron a la persistencia de la coalición con su Streck, fundador del partido, senaló acertadamente, el partido era «la
maes~ría para mediar entre los intereses enfrentados de sus integrantes, extensión de los radicales al cuarto esrado». 143 Hasta 1904 , su programa
especialmente entre obreros e industriales. Mediante un procedimiento era esencialmente idéntico al de los radicales demócratas, con quienes
ad hoc que recuerda al de los liberales británicos, aunque de modo cooperaban en las elecciones y en el Consejo Nacional, estableciendo una
meno_s extens~,. los radi_cales suizos no sólo sostuvieron un código legal y alianza reformista conocida como Grupo Político Social. Sólo en 1904 el
un cl_i~a polrnco relat1vamen.te favorable para los sindicatos, sino que partido adoptó formalmente el marxismo y asumió una acr-irud explícita-
tamb1en aprobaron leyes que contemplaban inspecciones en las fábricas mente orientada hacia el conAicm de clases. Este movimiento hacia la
restricciones de la mano de obra infantil, seguro voluntario de enferme~ izquierda estuvo impulsado principalmente por la escasa representación
dad y seguro obligatorio de accidentes, además de establecer facilidades de los socialdemócratas en el Consejo Nacional -una consecuencia del
para el arbitraje de las huelgas y de hacer que los contratos acordados sistema de voto plural-, así como por la aceptación por vez primera en
mediante negociación colectiva se cumplieran legalmente.141 el partido de los obreros extranjeros sin derecho de voto y más radicaliza-
dos. t44
. Has.ta 1900 Suiza no contó con un movimiento obrero indepen-
~iente digno.. d~ me_nción. El mayor movimiento de trabajadores seguía En la última década de paz, el Partido Socialdemócrata adquirió un
si~ndo el Grut!1v~re111, de talante liberal. En 1890 el Grütliverein dispo- apoyo popular impresionante, recibiendo el 20 por cienrn del voto popu-
111a de 16.000 miembros frente a los 2.000 del Partido Socialdemócrata. lar en las elecciones de 1911. 14 5 Es importante señalar, sin embargo, que
A lo largo ~e la década siguiente, Ja cooperación entre los Gnitlianer y los dicho éxito dependió de forma viral de las alianzas electorales con los
sooaldemocratas se 111crementó. En 1892 el Grürliverein concibió una liberales. Sin esas alianzas, su porción de votos cayó hasta tan sólo el 1O
plataforma electoral cuyo objetivo era b socialdemocracia, aunque sus por cien to en 1914. i 4r, La mayo ría del voto socialdemócrata pro bable-
miembros rechazaban cualquier movimienrn encaminado a fusionar las mente ni siquiera provenía de obreros, la mayoría de los cuales continuó
dos organizaciones. Esta fusión llegó una década después, en un momen- votando a alguna variante de los liberales -radical, radical demócrata o
to en que el número de miembros de las dos era casi igual. demócrata- hasta la guerra. Disponemos de pocos datos directos sobre
la composición del electorado socialdemócrata de los años d e anteguerra,
El hecho de que el SGB se mostrara poco dispuesto a cooperar for-
malmente con el Partido Socialdemócrata hasta 1908 indicaba la hetero-
geneidad política de Ja clase obrera suiza. 142 La prueba más convincente
l 43 Gruner, l'nrreien, p. l 30.
144 Gruner, Arbcirer, pp. 692-695.
145 Acerca del Griirliflcrci11, véanse Grnner, l'nrreie11, pp. 12 9 ss .; )' Gre)'erz, «Der
Bundessraat», pp. 1l04-1106. Sobre el Panido Socialdcmócrara, véase Gruncr, Pnrtcirn,
pp. 126-135.
141 Greycrz. «Der Bundessraar», pp. 1071-1091.
146 Pcrcr Flora cr al., cds., Srnre, Ecu11n111y, aJl{I Soáuy i11 \.\lesrem E11ropc, 1815-1975:
l 42 . Franc;ois. Masnara, Le Pnrri So, inlisrc er la rrnditio11 dé111ocrarir¡ue en Suisse (París:
A. Colin, l 963). A Dnrn Hn11dh11ok. Vol11111e !: Thc Gro1urh of Mns.< Dc1i1ocrr1cic.< al/ti \\'lelfarc Sralt'i
(Chicago: Sr. James Press. 1983), p. 147.
98 A lic111zc1s entre /iúerc!lis1110 y oúreri.r1110 antes de !et gNerm E¡i//11g11 99

pero sí es posible establecer unas pocas conclusiones elementales que tan sólo en el 7 por ciento de las ocasiones, y el 49 por ciento de las veces
apuntan a una composición mixta, con votantes de difere ntes clases con él. En suma, el 70 por ciento de los escaños socialistas en el Consejo
sociales. En 191 l los socialdemócratas recibieron poco más de 80.000 Federal fueron ganados con el apoyo de otro partido. Expresado de otro
14-
votos. ' De acuerdo co n el censo de 191 O, había poco más de 400.000 modo , era cinco veces más probable que el candidato socialista ganara si
obreros indu striales suizos de sexo masculino. La participación electoral, era apoyado por un ag rupación electoral liberal. 14 9 Resultaba típico de
tomando el total de b población masculina adulta suiza, fue del 48 por esta dependencia que , en 1905 , cuando el lenguaj e del conflicto de cl ases
cienro. Eri ch Gruner ha descubi erto que la participación tan sólo estaba ocupaba un lugar central en las eleccion es y las alianzas habían sido sus-
ligeramente por encim a de la media en ciudades de más de 10.000 h ab i- p endidas, los socialdemócratas ganaran tan sólo dos escaños - pobre en
tantes y en úeas indu st riales, regiones en las qu e los socialdemócrat::is comparación con los siete que obtuvieron con anter ioridad y con poste-
log raro n sus mejores resultados. 148 Así pues, podemos dedu cir que los rioridad- , incluso aunque su proporción de voto se había elevado del
socialdemócratas no pudieron haber rec ibido mucho más d el 40 por 12 al 14 por ciento. 1:> 0
ci ento del voto de la clase obrera, incluso si sólo los obrero s hubiesen
votado a los socialist:is.

De hecho, la mayo ría de los vo tos recibidos por los socialistas prob a- 2.5. Epílogo
bl eme nte no habían sido introducidos en las urn as por ob reros. Un
modo de llegar a esta con clusión es observar la dependencia que los can- En Sui za, la coalición con los radi cales estuvo dirigida por un p:mi-
did :uos sociald emócratas mostraban con respecto a las alianzas con gru- d o so cialdem óc rata qu e, despu és de 1908, co laboró es trecham en te con la
po s liberales. Antes de 1919, los legisladores eran elegidos a partir de di s- principal confederación sindical , el Schweizerisches Gewerkschaftsbund.
rri tos de varios miembros por mayorías absolutas, con elecciones de En Gran Bretafía, la coalición co n lo s liberales es tuvo diri gida por los
desempate cuando era necesario. Los partidos políticos presentaban listas sindicatos, que entonces crearon un partido que refl ejab:i su propia ex pe-
de ca ndidato s e n cad::i distrito. Las list as mixtas e ran espe c ialmente riencia histó rica y que mantuvo la coali ción h:ista el estallido de la gue-
comunes en las elecciones de dese mpate, si bien las alianzas también eran rr:i . En Fran cia, los partidos socialistas buscaron la coalición co n los radi-
frec uentes en la primera vuelta. Entre 1899 y 1911 , los socialdemócratas cales, de duración m ás breve; estos últimos no tuvi eron éxito en la crea-
prese ntaron en la prim era vu el ta 146 candidatos no apoyad os por un ción de un movimi ento sindical, ni colaboraron es trechamente con el
grupo liberal; tan sólo nueve de estos candidatos, el 6 por ciento, resulta- que ya existía, al men os con la parte de él organizada por la CGT. Por
ron victoriosos . Otros treinta y dos candidatos presen tados en la primera o tra parte, los si ndicatos, aunque generalmeme apoyados por los radica-
vuelta recibieron el apoyo de los liberales; de éstos, doce, el 3 1 por cien- les, nunca desarrollaron con éstos una relaci ón est recha a la manera de
to, salieron victoriosos. E n las elecciones de desempate, sólo el 13 por sindicatos y liberales brit:ínicos. L1 coali ción más breve entre socialismo
ciento de los ca ndid:ito s soc iali stJs triunfaron sin el :ipoyo de los libera- y liberalism o, la relación menos co nstrictora entre sociali sras y sindicJlis-
les. El 7 5 por cie nto de los candidatos que contaron con dicho :ipoyo
con siguieron b victoria. Combin:indo las candidatur:is d e primer:i y
segunda vu elta, halbm os que los sociali stas lograron triunfar sin apoyo 14') Estos dculos se ba sa n en los daros proporcionados por Rurishauscr, Lihaalis11111s,
p. 189 p:íss im ; y en Cruner, \l'lt1hlc11, "º\. 1, 2.' parre:, pp. 760-768 . Los socialistas pre-
srntaron a J 5 candi daros si n apoyos adicionales en bs .:lecciones de dcsempare; 2 de ellos
triunfaron. Patrocinaron a orros 15 con rari.flccteiones adicionales; 11 rcsulraron \'Ícmrio-
sns. En conjunrn, presemaron a l (Í 1 candidarns sin apoyos adi c ionales; solamente 11 de
147 Erich G runer, Die \l'ltrhlc11 /;1 dcr Schl/lcizcrischm Nario1111/r111, J 848-19 J9: \/o/. 3. ellos fueron ckgidos. Presentaron a 47 candidatos con apovo adicional; 23 resultaro n de-
T11bdlm, Gr<1jikrn, f..(mc11 (Berna: fran ck.:. 1978), p. 3')8. oiJos
l 48 !híd, \'o!. 3, p. 369. \' \'01. 1, 2." parre, p. 290. "'15(j Rutishauc1, Lihcrrrlisn111.<, p. 189: Gruncr, \'(lahlm, \'o l. 1, 2." parre, PI' · 760-768.
100 Aüanzas entre liberalismo y obrerismo antes de la guerra 101

tas y la retirada de los sindicatos de la política partidista, todo esto, revela modo que sus movimientos se caracterizaron por una aceptación sustan-
una mezcla de diferencias socioeconómicas y la influencia más débil que cial del orden político y económico y por el desarrollo de un grado de
las coaliciones interclasistas tuvieron en la formación del movimiento conciencia de clase antes de la guerra que era sorprendentemente bajo, a
obrero francés , en comparación con Gran Bretaña o incluso Suiza. Hasta juzgar por los parámetros de las sociedades iliberales. Los movimientos
aquí existía, en realidad, una diferencia política entre Gran Bretaña y obreros de cada uno de los casos que hemos examinado, aunque de
Francia; además, no cabe duda de que la clase obrera francesa estaba forma más completa en Gran Bretaña y Suiza, concluyeron, a partir de
integrada menos plenamente que la de Gran Bretaña o Suiza antes de sus experiencias, que las instituciones políticas establecidas eran lo sufi-
1914. Este nivel más bajo de la ciudadanía, especialmente en el ámbito cientemente flexibles como para que los pujantes partidos obreros pudie-
económico, fue a su vez responsable de la orientación más radical de una sen usarlas para sus propios fines. Por otra parte, como empezaremos a
fracción del movimiento obrero surgida en Francia antes de 1914. Sin ver ahora, en los tres países, los sindicatos de anteguerra se encontraron
embargo, debemos considerar este radicalismo en su justo valor: se trata- con climas sobradamente benignos y, por tanto, contaron con muy
ba del radicalismo de una minoría del movimiento obrero; el sindicalis- pocos incentivos para la creación de organizaciones coh.esionadas con
mo revolucionario, después de. todo, era en su quintaese ncia la ideología una cúpula directriz centralizada. Con esto, se embarcaron en una tra-
de las minorías impotentes. A juzgar por el comportamiento de los votos yectoria profundamente diferente a la seguida por los sindicatos ~n las
obreros, del Partido Socialista y de los sindicatos, la mayoría de los obre- sociedades iliberales. Finalmente, después del despertar de la conc1enc1a
ros, aparentemente sí aceptó la República. Al conseguir esta aceptación, de clase que experimentaron los obreros suizos, france ses y británicos
la colaboración con el liberalismo, así como los logros que generaba como resultado de las privaciones ocasionadas por la guerra, esta ausen-
tanto para el Partido Socialista como, indirectamente, para los sindicatos, cia de coherencia y de dirigentes dentro de la clase sería precisamente el
resultó decisivo. A este respecto, la disparidad política entre Gran factor decisivo en la mutilación y paralización de dichos movimientos
Bretaña, Suiza y Francia consistía en diferencias de grado más que de durante los años de entreguerras.
esencia, mientras que la disparidad existente entre estas tres sociedades y
las sociedades iliberales consistía, tal y como veremos, en diferencias
esenciales.
Los movimientos obreros que surgieron antes de la guerra en las
sociedades liberales estaban entretejidos de modo inextricable mediante
coaliciones interclasistas con los movimientos liberales hegemónicos.
Estas coaliciones, que no tenían paralelo en las sociedades iliberales, se
hicieron patentes en el comportamiento de los partidos, votantes y sindi-
catos. En los tres países esta coalición indujo el crecimiento de una vigo-
rosa corriente reformista liberal entre los liberales políticamente podero-
sos, de nuevo sin paralelo en las sociedades iliberales: los liberales que
tenían la llave del poder político nacional reconocieron la legitimidad de
las aspiraciones de los obreros e introdujeron a los dirigentes de la clase
trabajadora en los círculos del gobierno nacional. Satisfacer materialmen-
te aquellas aspiraciones era otra cuestión, que obviamente se hizo más
apremiante en los años finales de paz. No obstante, en los tres países, los
obreros había n sido suficientemente acomodados por los liberales, de
3. ESCISIONES. FRACASO
DE LOS MOVIMIENTOS LIBERALES
DE LA EUROPA DE FINE.S DEL SIGLO XIX

Las sociedades que se convirtieron en socialdemocracias o en dicta-


duras fascistas entre las guerras mundiales se distinguieron de Gran
Bretaña, Francia y Suiza por el fracaso de sus experimentos de anteguerra
con la política de alianzas entre el liberalismo y el movimiento obrero
organizado. El naufragio de esta política tenía sus raíces en el fracaso del
propio liberalismo, que derivaba de su incapacidad para reunir suficiente
apoyo de la burguesía. La pregunta crucial es por qué la burguesía se
mostró menos partidaria de apoyar a los partidos liberales en la mayoría
de los países europeos que en Gran Bretaña, Francia y Suiza. Para expre-
sar esta cuestión de forma más accesible, nos preguntaremos por qué los
partidos liberales de la mayor parte de Europa fueron menos eficaces al
establecer su dominio, es decir, al superar los obstáculos que se oponían a
una extendida tendencia del poder político como modelador de la socie-
dad en los años anteriores a 1914.
Para dichos partidos, la obtención del dominio requería el estableci-
miento de la soberanía parlamentaria, allí donde no se heredaba, así
como la creación de una base popular adecuada dentro de la burguesía.
Por supuesto, en esta última residía a menudo la llave ~ara acceder a la
primera. De hecho, si un movimiento liberal no lograba establecer la
mencionada base, perdería en el futuro su interés por fom1mtar la autori-
dad de la asamblea legislativa, tal y como ocurrió en Dinamarca en la
década de 1860 y en Alemania en la de 1870. Examinando los momen-
tos históricos específicos en que los partidos liberales fracasaron en sus

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