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LA FUNDACIÓN DEL IMPERIO WONG

Los hermanos Wong en pleno: Eduardo, Efraín, Erick, Edgardo y Erasmo, el mayor y quien
impulsó el trabajo empresarial de la familia.

Las bodegas de los "chinos de la esquina" empezaron a ser conocidas en la capital desde la
década del treinta del siglo pasado, luego de que miles de chinos dejaran los oficios en los
habían sido empleados como la agricultura o la servidumbre. El patriarca de los Wong llegó
en 1942 a la cuadra diez de la calle Dos de Mayo, en San Isidro, y desde ese año supo lo que
era la vida en una esquina.

En un espacio de setenta metros cuadrados,


don Erasmo levantó la primera bodega junto a
su esposa Ángela Lu Vega. Dos años después,
nacería el primer hijo, Erasmo Jesús, quien
llevaría el espíritu empresarial en su ADN. Le
siguieron el resto de sus cuatro hermanos
varones –Edgardo, Eduardo, Efraín y Erick–,
además de la única mujer, Suzette.

Con seis niños en casa y una bodega que se perfilaba como la mejor del barrio, el patriarca
hizo de su negocio una escuela de comerciantes. "Nos inculcó desde niños que el trabajo
no es una actividad penosa, sino gratificante, constructiva, edificante y digna. Aprendimos
a amar el trabajo. Él y mi madre creían con absoluta certeza que a los clientes había que
engreírlos y cuidarlos. Y que de ellos había que obtener su confianza y no perderla jamás",
recuerda hoy Efraín Wong Lu, el rostro más mediático de la familia.

En aquellos años don Erasmo les enseñó a los pequeños Wong que no podían comerse ni
un chocolate de la bodega porque eso afectaría el margen de ganancia del producto. El
régimen era claro: cada uno sabía que después del colegio debía cumplir un turno al frente
del negocio familiar, pero no debían descuidar las tareas escolares bajo la supervisión de
mamá Ángela. "Don Erasmo fue un tipo que conoció muy bien sus habilidades, pero
también sus limitaciones, por eso invirtió en los hijos y les enseñó el negocio desde
pequeños. Había un mensaje cuando les hacía trabajar en la tienda, ahí aprendieron el
feeling del negocio", señala Ben Schneider, consultor de empresas que ha realizado un
estudio sobre el desarrollo de los Wong.

Con los años, a los jóvenes hijos de don Erasmo se les cimentó los principios que él también
aprendió de pequeño: honradez, honestidad, perseverancia, respeto y orden. El padre
convirtió su bodega en un ejemplo de atención, recibían pedidos telefónicos y él –o los
hijos– entregaban la mercadería a domicilio a bordo de una bicicleta o triciclo. El crédito de
los Wong era moneda corriente en el barrio de Dos de Mayo.

Sin embargo, el patriarca no fue el único motor del desarrollo de la exitosa bodega. También
recibió el apoyo de sus cuñados, los Lu, como el propio Efraín lo ha reconocido en una
entrevista: "Los Lu eran poseedores de una inteligencia social tremenda. Hicieron una
combinación muy buena, la parte organizativa de Erasmo Wong y la relación con los clientes
de los Lu".

El gran salto

Don Erasmo siempre estaba en los eventos de la corporación. Izquierda, Efraín, rostro
mediático de la familia.

A fines de los setenta la bodega de los Wong había cumplido el gran objetivo del padre,
servir para formar profesionalmente a los hijos. Erasmo, ingeniero civil; Edgardo,
zootecnista; mientras que Eduardo, Efraín y Erick economistas. Los propios hermanos
reconocen que cada uno intentó abrirse un camino en sus profesiones. Erick, el menor, era
quien estaba encargado del negocio y tenía la posibilidad de ingresar a un banco. Sin
embargo, apostó por la bodega que luego de años le daría toda una fortuna a la familia. Se
dio cuenta de que daba para más porque nunca le faltaron clientes.
Fue entonces que Erick propone hacer crecer la bodega. La cultura de la familia ordenaba
que el primogénito debía tomar la decisión. Los dos Erasmos, el padre y el hijo mayor,
aprobaron la idea y todos los hermanos regresaron ya no como los chicos que despachaban
detrás de un mostrador sino como los hombres que se sentarían detrás de escritorios para
lanzar sus supermercados. En el año 82 abrieron la segunda tienda en una casona vieja
ubicada en el óvalo Gutiérrez.

Desde esa época los hijos


manejaron el negocio que
el padre había cimentado
durante cuatro décadas y
que les dejó como herencia
adelantada algo con mucho
valor: el prestigio ante los
proveedores y entidades
financieras de ser buenos
pagadores. Sobre esa base
los supermercados Wong empezaron a crecer. Desde aquellos años los hijos innovaron el
supermercadismo. Ben Schneider ha identificado tres puntos claves en los que se fueron
pioneros: el buen servicio al cliente, privilegiar el trato al recurso humano y la
responsabilidad social de la empresa que tiene su máxima expresión en el famoso Corso de
Wong de Fiestas Patrias.

Al final de la celebración por el Día del Trabajo, don Erasmo Wong y sus hijos solían realizar
una ceremonia para reafirmar el compromiso entre los fundadores de la empresa y sus miles
de trabajadores, a quienes ellos llaman colaboradores.

A pesar de estar durante dos décadas y media al frente de los supermercados, los hermanos
nunca dejaron de pedir algún consejo al padre, quien era una especie de presidente
honorario. "Era normal que don Erasmo visitara las oficinas e ingresara a uno de los
despachos de sus hijos sin mayor anuncio, lo recibían con cariño y le informaban lo que
estaban haciendo. Para quienes estábamos en la oficina él era toda una figura", relata uno
de los colaboradores cercanos de la empresa durante varios años.

Tampoco era extraño que más de una vez don Erasmo se encontrara en las oficinas con
algún veterano proveedor que llegó a trabajar con él en su humilde bodega. Entonces a ese
chino-peruano que gustaba del tango y del vals le salía lo criollo y le bromeaba pidiéndole
alguna rebaja o extensión de plazo.
Con el mismo ímpetu que el patriarca se dedicó a su bodega, también se preocupó en
mantener el perfil bajo, una cualidad que hoy mantienen sus hijos. Las únicas ocasiones en
que su figura se hacía totalmente pública era cuando era paseado en un lujoso auto durante
el Corso de Fiestas Patrias. Gustaba de pasar sus días conversando o comiendo con sus
amigos de la colonia o yendo a pasear por el Barrio Chino del Centro de Lima. "Fue un
patricio en la colonia porque la palabra Wong para nosotros es una síntesis histórica de la
inmigración china", afirma Luis Yong, dueño del famoso chifa San Joy Lao.

Hasta hoy resulta muy difícil descubrir algunos pasajes de la vida de este personaje llamado
Erasmo Wong. Su humildad llegaba al punto de no aceptar homenajes públicos. Sin
embargo, quienes estuvieron cerca de él en los noventa recuerdan que en alguna ocasión
la Municipalidad de Ica le comunicó que lo iba a condecorar, y esa vez sí se emocionó
porque entre los considerandos se mencionaba no solo su labor empresarial sino también
su papel de padre ejemplar. Entonces don Erasmo sintió que el reconocimiento no era para
él sino para su gran empresa, su familia.

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