Você está na página 1de 27

Clínica y Salud

ISSN: 1130-5274
clin-salud@cop.es
Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid
España

BLANCO, AMALIO; DÍAZ, DARÍO


Bienestar social y trauma psicosocial: una visión alternativa al trastorno de estrés prostraumático
Clínica y Salud, vol. 15, núm. 3, 2004, pp. 227-252
Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid
Madrid, España

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=180617834001

Cómo citar el artículo


Número completo
Sistema de Información Científica
Más información del artículo Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal
Página de la revista en redalyc.org Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto
Clínica y Salud, 2004, vol. 15 n°. 3 - Págs. 227-252. ISSN: 1135-0806

ARTÍCULOS
Bienestar social y trauma psicosocial:
una visión alternativa al trastorno de
estrés prostraumático
Social well-being and psycho-social
trauma: An alternative approach to post-
traumatic stress disorder
AMALIO BLANCO1
DARÍO DÍAZ1
Fecha de Recepción: 14-11-2004 Fecha de Aceptación: 25-11-2004

RESUMEN

La Psicología clínica tradicional ha abordado el trastorno y la salud mental


tomando como marco de referencia y unidad de análisis a un sujeto aislado
de su medio. Frente a esa concepción, la perspectiva psicosocial ha mostra-
do la necesidad de atender aquellas condiciones, situadas más allá de la piel
del individuo, que anteceden al trauma. Se trata de condiciones de un indivi-
duo inserto dentro de unas determinadas coordenadas socio-históricas.
Desde ahí retomamos el concepto de trauma psicosocial como un trastorno
situado dentro de un determinado contexto interpersonal, social, económico,
político, etc., al que subyace una visión de la salud mental entendida como un
asunto que incumbe a las relaciones del sujeto con diversos elementos de su
medio. Detrás de las concepciones de salud, trastorno o trauma se encuentra
la idea de la Psicología como una ciencia al servicio del bienestar.

ABSTRACT

Traditionally, clinical psychology has addressed mental health with a focus


on the individual, irrespective of his/her environment. On the contrary, a psy-
chosocial approach has underlined the need to address conditions foregoing

1 Universidad Autónoma de Madrid

Clínica y Salud, 2004, vol. 15 n.º 3 227


Bienestar social y trauma psicosocial: una visión alternativa al trastorno de estrés postraumático

the trauma, beyond individual’s skin. If we are to understand mental health


and mental disorders we have to consider the socio-historical coordinates
within which the trauma takes place, i.e., the pre-traumatic situation, interper-
sonal and inter-group involvement, even the political frame, etc. A mental
health view lies behind all these determinants, which takes into account indi-
vidual-environment relationships. In line with this concept of health and disor-
der or trauma, Psychology is a science pursuing individual well-being.

PALABRAS CLAVE

Salud mental, Trastorno mental, Trastorno de estrés postraumático, Tras-


torno social, Trauma psicosocial, Bienestar social.

KEY WORDS

Mental health, Mental disorder, Posttraumatic stress disorder, Social disor-


der, Psychosocial trauma, Social wellbeing.

228 Clínica y Salud, 2004, vol. 15 n.º 3


A. Blanco y D. Díaz

Tendremos que soportar el peso categórica, obstinada y precisa:


de la soledad diciéndose hay una conexión directa, una rela-
poblándose de seres a su imagen ción lineal entre lo que la persona
impotentes en su sola mirada de es y lo que hace, de suerte que el
asombro. comportamiento viene a ser forzo-
(José Teruel Benavente, 11-M, 2004)
samente la continuación natural y
lógica de las disposiciones indivi-
duales, la manifestación en estado
UNA DIGRESIÓN SOBRE EL MAL puro de la “self-outcome contin-
gency”, una de las creencias sobre
Elie Wiesel, Premio Nobel de la las que se cimenta nuestra estruc-
Paz en 1987, no puede reprimir un tura psicológica, esa que se
estremecimiento de espanto cada derrumba con estrépito a conse-
vez que vez que piensa en Adolf cuencia del trauma derivado de la
Eichmann. Le sobran motivos: él es violencia, como la que vivimos el
un superviviente de Auschwitz. Le 11-M: “Un mundo con sentido es
preocupa pensar en la posibilidad aquel que deja percibir una contin-
de que aquel tenebroso criminal de gencia entre la persona y sus resul-
guerra pudiera realmente haber tados; existe una relación entre la
sido “humano”. Debería haber sido persona y lo que le sucede”
posible, añade, haberlo declararlo (Janoff-Bulman, 1992, p. 8), un
no perteneciente a nuestra especie. supuesto que se emparenta con
Eichmann le da miedo. Wiesel fue una hipótesis de hondas resonan-
testigo presencial del juicio que lo cias psicosociales: lejos de distri-
condenaría finalmente a morir en la buirse de manera alocada, los
horca: “le miro, le miro durante acontecimientos (los buenos y los
horas; me da miedo. Sin embargo, malos) siguen meticulosamente la
en el estado en que se halla, en su senda que le van marcando las per-
jaula de cristal blindado, no presen- sonas: necesitamos pensar que hay
ta peligro alguno. ¿Por qué me da cosas que nunca le podrán suceder
tanto miedo? ¿Existe un mal onto- a las personas buenas y honestas.
lógico encarnado por un ser que ni Esa es la hipótesis que va a mane-
siquiera necesita actuar, salir de sí jar Melvin Lerner: “Queremos creer
mismo para hacer sentir su maléfi- que vivimos en un mundo en el que
ca potencia?” (Wiesel, 1996, p. la gente tiene lo que se merece, o
416). que se merece lo que consigue.
Queremos creer que las cosas bue-
Una pregunta incómoda que la nas les suceden a la gente buena, y
Psicología nunca se ha hecho de que el sufrimiento sólo es exclusivo
frente, pero a la que, sin embargo, de las malas personas. En la misma
no ha tenido inconveniente en dar línea, queremos creer que la gente
una respuesta. A veces suceden que se esfuerza consigue lo que se
cosas así: que damos respuestas a ha ganado y aquello por lo que ha
preguntas que aparentemente no luchado. Nos gusta pensar que la
nos hemos hecho. En el caso que gente fracasa debido a su incom-
nos ocupa, la respuesta ha sido petencia o falta de voluntad para

Clínica y Salud, 2004, vol. 15 n.º 3 229


Bienestar social y trauma psicosocial: una visión alternativa al trastorno de estrés postraumático

hacer lo que es necesario para sión grupal, de la que Asch fue su


conseguir sus metas o evitar el mejor investigador, la mera presen-
sufrimiento” (Lerner, 1970, p. 207). cia, la co-actividad, el sentimiento
Ponemos todo el empeño en esta- de pertenencia grupal, diversos
blecer una distancia entre unos y estilos de llevar a la práctica el lide-
otros, la distancia que media entre razgo, las normas de obligado
las personas aquejadas de alguna cumplimiento; porque hay valores,
disfunción psíquica u orgánica (los porque la gente tiene creencias y
enfermos) y los que se encuentran defiende credos; porque hay un
libre de ella (los sanos), porque principio de autoridad y el poder
necesitamos pensar que la gente impregna una parte importante de
normal no hace determinadas nuestra vida; porque nos maneja-
cosas, y porque, como diría Janoff- mos con un complejo proceso de
Bulman, necesitamos creer que la categorización con extensiones tan
gente es buena. decisivas en la vida social como los
estereotipos, la prototipicidad, la
No es de extrañar, pues, que en polarización, el favoritismo endo-
la inmensa mayoría de las ocasio- grupal, la búsqueda de identidad
nes, el lenguaje que la Psicología social positiva, el conflicto intergru-
emplea sobre el trauma recuerde al pal, y un largo etcétera, que nos
de la Medicina y al de la Patología. alcanzan de lleno a todos, incluyen-
Términos como trastorno, enferme- do, claro está, a los sistemas cate-
dad, diagnóstico, tratamiento, o goriales como el DSM, a las cate-
paciente enfatizan la existencia de gorías como el TPET, e incluso a la
una creencia que ha guiado la práctica clínica.
práctica de la psicología clínica y
de la salud durante años. Autores El lenguaje de la enfermedad
como Barone, Maddux y Zinder estigmatiza, además, a la persona,
(1997) señalan la existencia de un la deja al borde de responsabilizarla
supuesto ampliamente compartido, y culparla de su propio mal, y des-
el de que los problemas psicológi- cribe al paciente como un sujeto
cos son análogos a las enfermeda- pasivo que debe recibir los cuida-
des: unos y otros proceden del dos y la curación de un experto. Es
interior del individuo. Con ello olvi- el lenguaje de la “ideología de la
dan, entre otras cosas, aquel prin- enfermedad” del que han quedado
cipio que con tanta sencillez como impregnadas las diversas ediciones
precisión señalara el gran Solomon del DSM (Seligman y Csikszent-
Asch: a consecuencia de la vida en mihalyi, 2000; Maddux, 2002). La
sociedad que nos atañe a todos, definición que dicho manual hace
“las acciones de las personas en su versión DSM-IV (APA, 1995,
alcanzan una relación de mutua p. xxi) de los trastornos mentales
incumbencia” en virtud de la cual es un excelente ejemplo: “Síndro-
“los acontecimientos dejan de tener me o patrón comportamental o psi-
relación con uno mismo” (Asch, cológico de significación clínica,
1962, p. 140). Por infinitas razones; que aparece asociado a un males-
por ejemplo, porque existe la pre- tar (por ejemplo, dolor), a una dis-

230 Clínica y Salud, 2004, vol. 15 n.º 3


A. Blanco y D. Díaz

capacidad (por ejemplo, deterioro ción de intenciones; es también


en una o más áreas de funciona- una declaración de visiones del
miento) o a un riesgo significativa- mundo que pasa por una sólida
mente aumentado de morir o sufrir convicción: en lo que atañe a la
dolor, discapacidad o pérdida de salud y al trastorno mental, no hay
libertad [...] Cualquiera que sea su nada que no pueda inferirse de lo
causa, debe considerarse como la que acontece en los interiores de la
manifestación individual de una dis- persona y del organismo humano.
función comportamental, psicológi- Si ello es así, todo lo que está y
ca o biológica”. Toda una declara- acontece fuera de la piel del indivi-
ción de intenciones. duo resulta por completo indiferen-
te para el trastor no mental: la
Manifestación individual de una represión y la tortura por razones
disfunción localizada en el sujeto: la políticas, la persecución y el estig-
salud directamente puesta al servi- ma en razón de inclinaciones
cio de la enfermedad, de la disfun- sexuales, credos religiosos que
ción psíquica u orgánica de una defienden una humillante desigual-
persona: ese es el verdadero senti- dad entre las personas, llamadas
do del trastorno mental de acuerdo fanáticas que claman venganza,
con el DSM-IV-TR; un sentido que, intereses políticos o económicos
además de entrañar una visión del que terminan en conflictos arma-
sujeto encasillado dentro de los dos, estructuras macro y microso-
estrechos límites de un organismo ciales aupadas en la lógica de la
individual, decide desestimar la dominación, creencias que llevan
concepción de salud como un impresa a sangre y fuego la supe-
estado de bienestar físico, psíquico rioridad del endogrupo y la inferiori-
y social, y no solamente como la dad étnica o cultural del exogrupo,
simple ausencia de enfermedad o normas que sancionan la depen-
de invalidez, que maneja la OMS dencia, la humillación, la desigual-
desde hace más de cincuenta dad y la sumisión, leyes que jalean
años. No es posible que la “Ameri- la discriminación en razón de la
can Psychiatric Association” sea pertenencia racial, todo esto pare-
capaz de prescindir, sin justifica- ce ser para el DSM un conjunto de
ción teórica alguna, de la vasta tra- hechos anecdóticos a la hora de
dición de la práctica totalidad de la hablar de trastorno mental. Y se
ciencia social, de los espectacula- equivocan de cabo a rabo.
res datos que nos ofrece la Epide-
miología, de los avances en el Todas estas consideraciones no
campo de la medicina social y la sólo sirven para seguir defendiendo
salud pública, y de la cada vez más algo tan obvio como la necesidad
solvente corriente de la Psicología de situar al sujeto dentro de un
de la salud sin razón alguna. Una contexto, sino en primer término
concepción del trastorno mental para defender la hipótesis de que
como algo encapsulado dentro de entender y tratar el trastorno mental
un sujeto y suspendido en el vacío en general, y el TEPT más en parti-
social no es sólo una mera declara- cular, requiere el esfuerzo de mirar

Clínica y Salud, 2004, vol. 15 n.º 3 231


Bienestar social y trauma psicosocial: una visión alternativa al trastorno de estrés postraumático

lo que acontece a su alrededor. Sir- gía utilizado por Martín-Baró para


ven también para plantear la posi- acercarse a la comprensión de esa
bilidad de que, cuando hablamos modalidad extrema y letal de vio-
en términos de salud, bienestar, lencia política que es la guerra
trastorno, etc., podamos aplicar (Martín-Baró, 2003), del favoritismo
todas estas características no sólo endogrupal y la discriminación exo-
a las personas, sino a grupos, grupal que empezó a estudiar Tajfel
colectivos, comunidades. Final- (1984) abriendo una fructífera línea
mente, sirven para defender de de investigación que nos lleva en la
manera convencida que la vía para actualidad a hablar de los crímenes
revertir el estado de insania perso- de odio (Dunbar, 1997; APA, 1998;
nal pasa muchas veces por modifi- Brewer, 1999). Todos estos ingre-
car el modelo de relación que el dientes teóricos han sido tomados
sujeto mantiene con alguno de los recientemente para, a raíz de los
elementos de su medio, o directa- acontecimientos del 11-M, acercar-
mente por el cambio de alguno de nos decididamente a la propuesta
los aspectos que lo caracterizan: su de una patología grupal (ver a este
sistema de creencias, la estructura respecto el capítulo 9 de Blanco,
de poder, el modelo de distribución Caballero y de la Corte, 2004; Blan-
de la riqueza, las valoraciones de co, 2004), de una disfunción com-
las categorías a las que pertenece, portamental o psicológica, por
el respeto por sus convicciones seguir utilizando los términos del
políticas, etc. La idea de una pato- DSM-IV, instalada por completo
logía instalada a lo largo y ancho de fuera del sujeto individual y situada
las características estructurales e en las antípodas de su organismo.
ideológicas de un colectivo (sectas, No es este el momento ni el lugar
grupos terroristas, etc.) e incluso para desarrollar con detenimiento
dentro de toda una sociedad (el cada una de estas hipótesis, pero
caso de Alemania durante el régi- no quisiéramos sustraernos a ofre-
men nazi) es algo perfectamente cer al lector una lúcida reflexión
asumible desde esa Psicología hecha por Zimbardo, Haney, Banks
social que ha dado reiterada y pun- y Jaffe en la discusión de los resul-
tualmente cuenta de los fenómenos tados de su conocido experimento
de presión grupal investigados por que viene como anillo al dedo en el
Asch (1962), de las brutales e ines- marco del concepto de trastorno
peradas reacciones de obediencia que maneja el DSM-IV-TR:
estudiadas por Stanley Milgram
(1980), del concepto de desinvidi- “Desgraciadamente la insisten-
duación manejado por Zimbardo en cia de los psiquiatras tradicionales,
su estremecedor experimento de la los psicoanalistas y los psicólogos
cárcel de Stanford (Zimbardo, de la personalidad en que la con-
Hanve, Banks y Jaffe, 1986), del ducta desviada o patológica es un
concepto de burocracia weberiano producto de los débiles, de rasgos
que retoman Kelman y Hamilton latentes y de toda una cohorte de
(1989) para dar cuenta de las disposiciones internas supuestas
masacres, del concepto de ideolo- ha hecho un flaco servicio a la

232 Clínica y Salud, 2004, vol. 15 n.º 3


A. Blanco y D. Díaz

humanidad. Los que ocupan posi- modelo de distribución de la rique-


ciones de poder han recibido de za, cualquier estructura de normas,
esta forma un arsenal de etiquetas cualquier sistema de valores, cual-
para aplicar a los que carecen de quier entramado de creencias. Ese
poder, a los pobres a los disiden- 1.7 para el caso de la depresión,
tes, a los inconformistas, a los 3.59 para el abuso del alcohol, y
revolucionarios, etc., permitiéndo- 7.85 de riesgo mayor para contraer
les mantener el estatus quo convir- la esquizofrenia en mujeres negras,
tiendo a las personas en problema pobres a cargo de familias mono-
en lugar de las injusticias en la parentales que nos ofrecía hace
situación vital económico/socio/ años Deborah Belle (1990), sólo
político. Además, este análisis dis- puede ser, desde la lógica del
posicional se convierte en un arma DSM-IV, una “manifestación indivi-
en manos de los legisladores reac- dual de una disfunción comporta-
cionarios y de las agencias encar- mental, psicológica o biológica”.
gadas de sancionar las leyes, ya Este es, sin duda, el camino más
que entonces las personas que son seguro para culpar a la víctima de
consideradas como problema su trastorno y exculpar al entorno,
pasan a ser tratadas por una de las con las consecuencias socio-políti-
instituciones ya existentes mientras cas que de ello se derivan, aberran-
que las situaciones problema son tes la mayoría de ellas. De dentro
ignoradas o despreciadas como hacia fuera: una reacción “anormal”
irrelevantes o demasiado comple- en el marco de un contexto “nor-
jas para cambiar fácilmente” (Zim- mal”.
bardo, et. al., 1986, p. 105).
La propuesta de Martín-Baró va
No se andan por las ramas los a ser justamente la contraria: a
investigadores de la Universidad de veces, el trastorno psicológico no
Stanford; más aún, da la impresión es sino el reflejo de algún tipo de
de que ponen el dedo en la llaga disfunción en el marco de las rela-
que más duele: en el fondo, la con- ciones sociales:
cepción del trastorno en los térmi-
nos manejados por el DSM-IV-TR “La salud mental deja de ser un
no deja de ser una apuesta por una problema terminal [la situación pos-
visión del mundo centrada en el traumática] para convertirse en un
sujeto, en sus méritos y deméritos, problema fundante [la situación pre-
en sus éxitos y fracasos, en sus traumática]. No se trata de un fun-
logros y frustraciones, dejando al cionamiento satisfactorio del indivi-
margen, como si de un adorno duo; se trata de un carácter básico
meramente estético se tratara, los de las relaciones humanas que defi-
rasgos y características del contex- ne las posibilidades de humaniza-
to en el que está inserto, dando por ción que se abren para los miem-
bueno, o al menos por inocuo para bros de cada sociedad y grupo. En
la salud o el trastorno mental, cual- términos más directos, la salud
quier sistema político, cualquier mental constituye una dimensión de
ordenación del poder, cualquier las relaciones entre las personas y

Clínica y Salud, 2004, vol. 15 n.º 3 233


Bienestar social y trauma psicosocial: una visión alternativa al trastorno de estrés postraumático

grupos más que un estado indivi- tro de unos parámetros avalados


dual, aunque esa dimensión se por la teoría socio-histórica de
enraíce de manera diferente en el Vygotski (1987): desde el punto de
organismo de cada uno de los indi- vista psicosocial, la unidad de aná-
viduos involucrados en esas relacio- lisis de cualquier fenómeno psico-
nes, produciendo diversas manifes- lógico (y la salud o el trastorno
taciones (síntomas) y estados (sín- mental lo son por derecho propio)
dromes)” (Martín-Baró, 2003, p. no puede ser otro que la relación
336) [...] “Es evidente que el trastor- sujeto-objeto, individuo-mundo. Lo
no o los problemas mentales no son relacional como fuente de realidad,
un asunto que incumba únicamente huyendo de los clásicos determi-
al individuo, sino a las relaciones del nismos centrados en la obtusa,
individuo con los demás; pero si ello innecesaria, y periclitada primacía
es así, también la salud mental debe de cualquiera de ellos. Esa es la
verse como un problema de relacio- línea argumental de la ley genética
nes sociales, interpersonales e inter- del desarrollo cultural, del desarro-
grupales, que hará crisis, según los llo sin cambios en el tipo biológico,
casos, en un individuo o en un y de la sociogénesis de las formas
grupo familiar, en una institución o superiores de conciencia: “Detrás
en una sociedad entera. Es impor- de todas las funciones superiores,
tante subrayar que no pretendemos de sus relaciones, están, genética-
simplificar un problema complejo mente, las relaciones sociales, las
como el de la salud mental negando relaciones reales entre la gente”
su enraizamiento personal y, por (Vygotski, 1987, p. 161). La con-
evitar un reduccionismo individual, ducta del hombre adulto contem-
incurrir en un reduccionismo social. poráneo, argumenta, resulta ser el
En última instancia, siempre tene- producto de dos procesos diferen-
mos que responder a la pregunta de tes: el proceso de evolución bioló-
porqué éste sí y aquél no. Pero que- gica, y el proceso de desarrollo his-
remos enfatizar lo iluminador que tórico, pero es indudable que el
resulta cambiar de óptica y ver la desarrollo, y sobre todo la expre-
salud o e trastorno mentales no sión y manifestación de las funcio-
desde dentro afuera, sino de afuera nes psíquicas superiores ha acon-
dentro; no como la emanación de tecido al margen del primero. Solo-
un funcionamiento individual inter- mon Asch asestó un golpe teórico
no, sino como la materialización en definitivo a los determinismos psi-
una persona del carácter humaniza- cológico y sociológico; ambos, dijo,
dor o alienante de un entramado de están aquejados de varias caren-
relaciones sociales” (Martín-Baró, cias: “carecen de la concepción de
2003, p. 338). que las cosas relacionadas produ-
cen efectos ordenados que depen-
La cita es larga, pero merece la den de las propiedades de los par-
pena que la tomemos en conside- ticipantes. En particular carecen de
ración. Se trata de una propuesta la concepción de interacción psico-
hecha hace veinte años (muy pio- lógica y de campo mutuo. Ambas
nera, por tanto), que se instala den- ignoran el hecho de la interacción...

234 Clínica y Salud, 2004, vol. 15 n.º 3


A. Blanco y D. Díaz

Ninguna puede admitir el hecho de señalaron la presencia de una serie


que los acontecimientos psicológi- de síntomas que, tomados en con-
cos a los que llamamos sociales junto, afectaban a la mayoría de los
son, en un sentido preeminente, soldados que habían participado en
relacionales” (Asch, 1962, p. 257). estos conflictos. Según Kardiner,
los soldados sufrían una irritabili-
La escasa atención prestada por dad crónica, reacciones de sobre-
el DSM-IV-TR a los aspectos socia- salto y agresiones explosivas. Sin
les del trauma y a las característi- embargo, el síntoma más caracte-
cas del contexto en el que se mani- rístico era la tendencia a revivir la
fiesta, choca con la opinión genera- situación traumática de manera que
lizada de que “el DSM no es un el paciente actuaba como si la
documento científico, es un docu- situación original se mantuviera.
mento social” (Widiger y Trull, 1991,
p.111). Esta afirmación puede com- Estos estudios y descripciones
probarse con especial claridad en no fueron, sin embargo, suficientes
el caso de la creación e inclusión para impulsar la existencia de una
de la categoría diagnóstica que nos característica diagnóstica. La
ocupa, el TEPT. mayoría de las revisiones históricas
(Bobes, Bousoño, Calcedo y Gon-
zález, 2003) cifran en dos los acon-
LA CONSTRUCCIÓN Y tecimientos centrales para la intro-
DECONSTRUCCIÓN SOCIAL ducción de esta categoría en el
DEL TEPT DSM: el retorno de los soldados de
EEUU de la guerra de Vietnam, y la
Como es bien sabido, en su ori- primera descripción psicopatológi-
gen, el TEPT estuvo estrechamente ca de las mujeres víctimas de una
ligado a la guerra. Da sus primeros violación. El primero produjo un
pasos en 1871, cuando un médico gran impacto en el país. Los solda-
norteamericano, Da Costa, publica dos se encontraron con una situa-
en el “Journal of Medicine and ción que los hacía extraordinaria-
Sciences” un artículo bajo un suge- mente vulnerables debido por una
rente título, “El corazón irritado”, en parte a la falta de agradecimiento y
el que narra una suerte de desor- consideración por sus sacrificios en
den funcional cardíaco padecido una guerra impopular, y después a
por un combatiente en la Guerra la posterior ausencia de reconoci-
Civil norteamericana (1861-1865). miento de sus problemas emocio-
El soldado en cuestión presentaba nales, lo que les impedía el acceso
dolor en el pecho, taquicardia y al tratamiento sanitario y a las com-
vértigos. Los estudios acerca de pensaciones económicas. Dado
los efectos de los conflictos bélicos que los soldados afectados por
sobre la salud de los combatientes este trastorno describieron sínto-
en la Guerra Civil y en la Primera mas muy parecidos a los señalados
Guerra Mundial, así como la publi- por Kardiner, muchos profesionales
cación del libro de Abraham Kardi- sanitarios comenzaron a presionar
ner, The Traumatic Neurosis of War, para que la enfermedad se introdu-

Clínica y Salud, 2004, vol. 15 n.º 3 235


Bienestar social y trauma psicosocial: una visión alternativa al trastorno de estrés postraumático

jera como una nueva categoría Desde la creación e inclusión de


diagnóstica en el DSM-III. la categoría de TEPT en el DSM-III
se han desarrollado numerosas
Otro suceso fundamental fue la investigaciones sobre la psicología,
descripción, en 1974, del síndrome biología, epidemiología y tratamien-
de la mujer violada (Burguess y to de este trastorno que, aunque
Holstrom, 1974). En este trabajo se han contribuido a un mejor conoci-
señalaba que las terribles pesadi- miento del trauma, han ido tejiendo
llas y flashbacks que experimenta- también una serie suposiciones
ban las mujeres que habían sido sobre las que merece la pena vol-
víctimas de una violación resulta- ver. En primer lugar, resulta necesa-
ban muy parecidos a los que habí- rio reseñar que categorías como el
an sido descritos en soldados TEPT son simplemente herramien-
expuestos al combate. Se produjo, tas en las que han convenido los
además, una sensibilización mayor profesionales, y de las que nos
hacia algunos traumas que podían valemos para orientarnos y dar
experimentarse en la vida civil sentido a una parte muy concreta
como el maltrato a menores o la de la realidad; son artefactos, como
violencia doméstica (Walker, 1979). todos los que usamos en Psicolo-
gía, que han sido elaborados den-
Los grupos políticos de apoyo a tro de un contexto normativo y
estos dos movimientos, veteranos valorativo del que se sirven deter-
de guerra y movimientos feminis- minados colectivos e instituciones.
tas, ejercieron una dura presión El TEPT no fue descubierto como
sobre los comités y grupos de tra- se descubre un virus, una proteína
bajo que estaban gestionando el o un fragmento de ADN. El TEPT es
DSM-III. De hecho, la inclusión fue fruto de un acuerdo, como lo son
claramente precipitada porque, los elementos que definen nuestra
como señalan la mayoría de los realidad social. Las reacciones que
autores, no se realizaron estudios descubren no son ciertamente un
de campo y los criterios diagnósti- “mito”, en el sentido que Thomas
cos se incluyeron basándose en Szasz (1974) da a este término apli-
una revisión de la bibliografía y de cado a los trastornos mentales,
la casuística disponible (Bobes, et. pero contrariamente a lo que suce-
al., 2003). Finalmente, en 1980 el de cuando describimos las reaccio-
sistema DSM aceptó incluir un nes del VIH, el TEPT lleva impresa
diagnóstico nuevo que reflejara en su descripción una visión del
estos trastornos al que llamó post- mundo protagonizado por un sujeto
traumatic stress disorder (PTSD): dueño, soberano y protagonista
trastorno de estrés postraumático. absoluto de sí mismo y de su con-
La inclusión de este diagnóstico ducta, cuyo comportamiento sigue
tuvo grandes repercusiones políti- puntualmente las directrices marca-
cas dentro del ámbito de la causali- das por los deseos, intenciones,
dad de los trastornos mentales al motivos y razones personales. El
ser el primero en el que la causa se Eje IV del DSM-IV-TR incluye cierta-
situaba fuera del individuo. mente una serie de categorías que

236 Clínica y Salud, 2004, vol. 15 n.º 3


A. Blanco y D. Díaz

definen problemas agrupados en Aunque las categorías pueden


torno al grupo primario de apoyo, al ayudar a efectuar un diagnóstico
ambiente social, relativos a la ense- clínico preciso, también pueden
ñanza o a la economía, pero eso no sesgar el procesamiento de la infor-
parece haber servido para introdu- mación. El problema comienza con
cir ni un solo matiz en la concep- las creencias previas del profesio-
ción del trastorno mental. Digamos nal. Como hemos comentado, la
que no ha servido de mucho. primera de ellas es que los trastor-
nos mentales existen y tienen pro-
El uso de categorías ha sido pre- piedades reales. Relacionado con
dominante en las llamadas culturas ello se supone que las personas
científicas occidentales durante las que acuden a un psicólogo clínico
tres últimas décadas, y subyace a tienen, por tanto, problemas que
un tipo de pensamiento que ha sido deben encajar en alguna categoría
denominado por Bruner (1986, p. diagnóstica. Finalmente, los propios
62) paradigmático, en la medida profesionales creen que son objeti-
que “emplea categorizaciones y vos en su percepción de la realidad,
conceptualizaciones y articula las que no están influidos por los ses-
operaciones mediante las cuales gos y errores en el procesamiento
las categorías son establecidas […] de la información, que son inmunes
y relacionadas con otras para for- al error atributivo fundamental, y
mar un sistema”. Desafortunada- que, por tanto, toman decisiones
mente, en muchas ocasiones cuan- objetivas. La génesis de esta auto-
do construimos categorías como el percepción está relacionada con la
TEPT, las vemos en sí mismas creencia general de que los profe-
como realidades y las confundimos sionales de la salud que han recibi-
con el mundo real. Como resultado do una formación académica son
de esta equivocación también sole- más precisos y cometen menos
mos confundir clasificar con com- errores a la hora de procesar la
prender, y etiquetar con explicar información diagnóstica que las
(Ross, 1980). El TEPT forma parte personas que no han recibido esa
de un sistema de clasificación, y formación. Los datos que nos ofre-
los sistemas de clasificación no son ce la investigación no siempre
verdaderos (válidos) o falsos (no corroboran esta imagen (Garb,
válidos); son simplemente útiles. 1998), debido fundamentalmente a
Los criterios de validez que debe- la existencia de un sesgo confirma-
mos emplear son criterios de utili- torio a la hora de comprobar las
dad (Nathan y Langenbucher, hipótesis diagnósticas, que hace
1999), y éstos son de dos órdenes: que los profesionales de la salud
facilitar el diagnóstico clínico y la sesgen el procesamiento de la
toma de decisiones, por una parte, información prestando mayor aten-
y proceder a la intervención o al ción a la información que confirma
tratamiento por la otra. Las catego- su diagnóstico (Dawes, 1998). De
rías diagnósticas como el TEPT hecho, en oposición a la creencia
deben facilitar, pues, el juicio clínico de que cuanto mayor es la expe-
y el tratamiento. riencia profesional clínica menores

Clínica y Salud, 2004, vol. 15 n.º 3 237


Bienestar social y trauma psicosocial: una visión alternativa al trastorno de estrés postraumático

son los errores en el procesamiento Baró (1998), con el sujeto reflexivo


de la información, distintas investi- de Mead (1925, 1964), con el
gaciones señalan la existencia de modelo relacional de Asch (1962),
correlaciones positivas que apuntan con el modelo cibernético de Mil-
en la dirección contraria: cuanto gram (1980), y por supuesto con el
mayor es la experiencia, mayores “sujeto con mente” de Angel Riviè-
errores y sesgos se cometen en el re (1991). El TEPT se sustenta
procesamiento de la información sobre una teoría de la mente que
(Snyder, Shenkel y Lowery, 1977; concibe al sujeto desprendido del
Garb, 1998). Finalmente, existe mundo, y que atribuye intenciones,
también la creencia de que emplear infiere creencias, descubre motivos
una categoría diagnóstica como el y averigua razones sirviéndose
TEPT facilita el tratamiento, pero los única y exclusivamente del sujeto, y
tratamientos con una teoría que los se acerca a su comportamiento con
sustente en su base es fundamental la sospecha de que todo está escri-
para poder explicar cuáles son las to en su interior. Este es, sin duda,
causas, qué es lo que sucede y qué su argumento central, pero curiosa-
debe ser mantenido o cambiado. mente es también, y al mismo tiem-
Puesto que el DSM, por diseño, es po, el argumento central del que
puramente descriptivo y ateórico, conocemos como error fundamen-
no puede adentrarse en la etiología tal de atribución, una tendencia a
de los trastornos que describe; sim- enfatizar y a sobreestimar lo dispo-
plemente realiza una descripción de sicional (causas internas) frente a lo
síntomas que puede sugerir, aunque situacional (el contexto) a la hora
vagamente, qué debe cambiarse. de percibir, juzgar o analizar la con-
Pero el DSM no puede señalarlos el ducta de las personas. Es impor-
cómo facilitar el cambio, ni tampo- tante resaltar esta paradoja que no
co cuáles son las causas. deja de ser teóricamente hiriente.
Fritz Heider creyó a pie juntillas que
Estamos manejando dos obvie- la Psicología científica debe mucho
dades: a) los profesionales de la a la Psicología ingenua, a esa Psi-
Psicología tienen también una teo- cología natural e intuitiva que
ría sobre el funcionamiento de la posee el hombre de la calle que
mente propia y de la mente ajena, y empezamos y acabamos siendo
b) el TEPT lleva impresa en su des- todos, prácticamente sin excep-
cripción una visión del mundo pro- ción. En el terreno que nos ocupa,
tagonizada por un determinado todos los datos apuntan a que el
modelo de sujeto. Un modelo de científico ingenuo ha ido por delan-
sujeto que, entre otros, chocaría de te del profesional, y bueno será que
frente y estrepitosamente no sólo intentemos poner remedio a un
con la teoría socio-histórica de desfase del que no hay razón algu-
Vygotski, a la que hemos aludido, na para sentirse orgulloso. Para ello
sino con la epistemología compara- no es necesario correr el riesgo de
da de Lewin (1991), con la teoría de construir apresuradamente una
la categorización de Tajfel (1984), nueva epistemología psicológica;
con el realismo crítico de Martín- nos basta y nos sobra con la que

238 Clínica y Salud, 2004, vol. 15 n.º 3


A. Blanco y D. Díaz

se fue poniendo en uso desde los un supuesto regio desde el punto


años treinta de la mano de los de vista psicosocial, que no sólo
autores antes mencionados. Son sirve para el estudio de esos com-
precisamente ellos quienes con sus portamientos de los que tradicio-
reflexiones teóricas, derivadas las nalmente se ha ocupado nuestra
más de las veces de estudios e disciplina (el altruismo, las actitu-
investigaciones consagradas como des, la agresión, los fenómenos
clásicas, han abierto el camino a un grupales, etc.), sino de cuantos
enfoque claramente alternativo a quepan ser estudiados desde la
ese empirismo individualista atado perspectiva psicosocial, que son
de pies y manos al error fundamen- todos, incluida, sin ningún género
tal de atribución, cuya única fuente de dudas, la salud mental. El bie-
de conocimiento son los datos pro- nestar y la salud, como cualquier
venientes de un sujeto psicológico otro proceso psicológico, no puede
que atesora una libertad individual ser un juego de afirmaciones abso-
sin límites, y que en un determina- lutas e ingrávidas alejadas de la
do momento, debido a una quiebra concreción de quienes la protago-
interior, se desliza por derroteros nizan. Desde la teoría de la catego-
empedrados de insania. Y este rización social ya sabemos que los
enfoque alternativo pasa por la juicios sobre las personas, como es
necesidad de emplear un enfoque un diagnóstico sobre su salud men-
verdaderamente psicosocial. tal, nunca pueden hacerse en un
vacío de afirmaciones absolutas
que lleva implícita la imagen de ais-
LA DIMENSIÓN PSICOSOCIAL lamiento y soledad de los fenóme-
DEL TRAUMA nos psicológicos que tenemos
entre manos. Eso que llamamos
Apostada en la estación de Ato- mente (la identidad, el self, la con-
cha había una pancarta en la que ciencia, la subjetividad) no puede
se podía leer: “Ningún hombre es definirse desde un soliloquio inter-
una isla”. La letra es Tajfel, y la minable desde sí misma para con-
música nos lleva por una hipótesis sigo misma de espaldas a la reali-
que es necesario recuperar a la dad que la rodea. Y aunque tradi-
hora de hablar de cualquier aspec- cionalmente se nos haya hecho
to del funcionamiento psíquico del creer lo contrario, la salud mental
sujeto, incluido, claro está, el tras- no puede ser una excepción.
torno mental: “la Psicología social
puede y debe incluir entre sus pre- Cuando adjetivamos “psicoso-
ocupaciones teóricas y en relación cialmente” el trauma, lo que esta-
con la investigación, un interés mos haciendo es tratar de situarlo
directo por las relaciones entre el en sus coordenadas socio-históri-
funcionamiento psicológico huma- cas, por si cupiera la posibilidad de
no y los procesos y acontecimien- establecer una relación entre las
tos a gran escala que moldean este condiciones en las que se ha gesta-
funcionamiento y son moldeados do y la naturaleza o intensidad del
por él” (Tajfel, 1984, p. 23). Este es daño causado, y de que sus conse-

Clínica y Salud, 2004, vol. 15 n.º 3 239


Bienestar social y trauma psicosocial: una visión alternativa al trastorno de estrés postraumático

cuencias pudieran afectar no sólo a (ubicación dentro de una red de


las personas particulares, sino a los relaciones sociales, estructuras de
diversos elementos del entorno en poder sobre todo), a su actividad
el que se mueven. De nada nos hacia dentro (capacidad de apren-
sirve saber que el origen del trauma der y cambiar sus estrategias com-
se sitúa fuera del sujeto si no toma- portamentales o cognitivas) y hacia
mos en cuenta este hecho para fuera (capacidad para modificar el
conectarlo con la naturaleza y medio); un sujeto, en fin, que está
características de sus manifestacio- continuamente aportando pruebas
nes internas o externas. Siguiendo que contradicen abiertamente ese
la senda previamente marcada, error fundamental de atribución en
desde la perspectiva psicosocial el que parece haberse enclaustrado
resulta no solo pertinente, sino de el TEPT. El protagonista del trastor-
todo punto de vista imprescindible no y de la salud no puede ser otro
preguntarse por las condiciones que un sujeto socio-histórico.
que rodean a las personas que
sufren el trauma por si lo postrau- Lo son sin duda los sujetos que
mático pudiera ser en un determina- protagoniza la violencia terrorista
do momento una continuación a que nos asoló el 11-M, y lo son
nivel personal de condiciones pre- también quienes, en diverso grado,
traumáticas. Con ello volveríamos al sufrimos sus consecuencias, que
núcleo duro de la perspectiva de alguna manera somos todos, de
socio-histórica: de afuera (condición suerte que cuando analizamos epi-
pretraumática) adentro (estrés pos- sodios de esta naturaleza resulta
traumático). Es así como el trauma imprescindible mirar alrededor,
tendría un carácter social por parti- entre otras cosas para no caer en la
da doble: por su origen y por los cómoda tentación de suponer que
efectos que va desplegando en su la guerra, el terror indiscriminado
entorno. Historizar el dolor: de perpetrado al amparo de credos
dónde procede, las razones que lo religiosos o banderías políticas, la
generan, los personajes que lo pro- tortura, el secuestro o el tiro en la
tagonizan como actores y como nuca a plena luz del día son única-
pacientes. El sujeto del trauma, mente manifestaciones de la insa-
como el sujeto empeñado en sacu- nia deleznable o excesos ocasiona-
dirse la adicción al alcohol, no les de determinadas personas.
puede renunciar, si no quiere verse Desde la perspectiva psicosocial
reducido a una sombra de sí resulta inaceptable reducir el trau-
mismo, a su reflexividad (capacidad ma psicológico causado por las
de ser al mismo tiempo objeto y diversas y sofisticadas formas en
sujeto de nuestro propio conoci- las que se manifiesta la violencia
miento, decía Mead, y capacidad política y el terror a una mera ecua-
para ponerse en lugar del otro), a su ción personal. Esa fue la hipótesis
historicidad, a su capacidad de cre- que trabajó, con perfecto conoci-
ación, manejo y transmisión de sím- miento de causa, Ignacio Martín-
bolos (la capacidad de signación, Baró: vivió en medio del conflicto
que decía Vygotski), a su socialidad salvadoreño, a su estudio dedicó

240 Clínica y Salud, 2004, vol. 15 n.º 3


A. Blanco y D. Díaz

sin duda la parte más importante sonas concretas, sino a su mundo


de su quehacer científico, y murió de relaciones sociales, a las estruc-
asesinado por el ejército salvadore- turas e instituciones sociales dentro
ño en el recinto de la Universidad de las cuales se ubican los sujetos.
una madrugada del mes de
noviembre de 1989. Son muchas 3. El trauma se convierte así en
las razones para prestar la máxima “una consecuencia normal de un
atención a su propuesta sobre el sistema social basado en relacio-
trauma, que se dejaría resumir en nes sociales de explotación y opre-
los siguientes puntos: sión deshumanizadoras... el trauma
psicosocial puede ser parte de una
1. Como cualquier otro fenóme- ‘normal anormalidad’ social” (Mar-
no psicológico, el trauma posee un tín-Baró, 2003, p. 295) que afecta
carácter dialéctico; es el resultado de manera especial a los colectivos
de ese complejo proceso de rela- y grupos más vulnerables.
ciones en el que está implicado el
sujeto y los procesos y aconteci- 4. Es entonces cuando podemos
mientos sociales a gran escala que decir que “el trauma psicosocial
lo rodean, que hemos visto defen- constituye la cristalización concreta
der a Tajfel. Cuando hablamos del en los individuos de unas relacio-
carácter dialéctico del trauma que- nes sociales aberrantes y deshu-
remos decir “...no sólo que el trau- manizadoras como las que prevale-
ma es producido por la sociedad, cen en situaciones de guerra civil”
aunque el afectado principal sea el (Martín-Baró, 2003, p. 293).
individuo, sino que la naturaleza del
trauma hay que ubicarla en la parti- En buena medida, lo confiesan
cular relación social de la que el los propios autores, este fue el
individuo sólo es una parte” (Mar- marco de referencia en el que se
tín-Baró, 2003, p. 293). instalaron un grupo de profesiona-
les de la salud mental (mayormente
2. Al defender el origen social del procedentes de la Psicología) que
trauma, se hace necesario mirar no comenzaron a trabajar con perso-
sólo al sujeto que lo sufre, sino a la nas que habían sido pasto de la
situación que lo alimenta, al con- persecución política y de la tortura
texto que le da cobertura, a la a mano de los esbirros del general
estructura que lo origina, lo institu- Pinochet. No tardaron mucho en
cionaliza y lo mantiene. No se trata percatarse de que si bien los afec-
solo de mirar “fuera” del sujeto, tados entraban plenamente dentro
sino de mirar “antes” de que ocurra de la categoría de “traumatizados”,
el trauma, prestar atención a la no siempre resultaban útiles las
situación pretraumática, porque es categorías diagnósticas tradiciona-
en ella donde se encuentran algu- les a la hora de identificar la sinto-
nas de las claves del daño psicoló- matología y el padecimiento. Se
gico que arrastra, y todas las cla- imponía, cuenta Elisabeth Lira, un
ves del desorden social que aca- tipo de diagnóstico que tuviera en
rrea. El trauma no sólo afecta a per- cuenta el origen del trauma:

Clínica y Salud, 2004, vol. 15 n.º 3 241


Bienestar social y trauma psicosocial: una visión alternativa al trastorno de estrés postraumático

“Este tipo de diagnóstico difiere casos, se trata del uso del dolor y
de los tradicionales porque hace del sufrimiento para regular y con-
referencia a la situación de viola- trolar la conducta política de los ciu-
ción de los derechos humanos dadanos de un determinado país.
que está en el origen del padeci- De un uso perfectamente organiza-
miento, lo que no permite que un do y meticulosamente planificado;
problema de origen sociopolítico de “...un diseño [del terror] dirigido a
se encubra como un problema de un sector de la población en razón
origen psicopatológico individual de su ideología y su práctica políti-
ni se desconoce tampoco las ca, que tiene efectos sobre el con-
dimensiones psicopatlógicas texto social, desalentando la partici-
específicas que puedan estar pación social en general y vinculan-
implicadas. Esta manera de nom- do experiencias de muerte – trau-
brar el padecimiento – identifican- matizaciones extremas – a la acción
do la situación que lo origina – e ideología política de las personas”
impide su reducción a la sintoma- (Becker, et. al., 1990, 288). La con-
tología, la que puede ser observa- secuencia no se deja esperar: “Por
ble en situaciones de origen muy tanto, dicen, nuestra conceptualiza-
diferente. Sería erróneo entenderlo ción diagnóstica de la experiencia
como un diagnóstico referido a un traumática incluye una caracteriza-
síndrome específico de la tortura, ción de la situación represiva espe-
del torturado, del exilio o del exi- cífica y del proceso que esta situa-
liado, no obstante la situación ción desencadena en los sujetos, en
política que les ha afectado pueda las familias y en los grupos” (ILAS,
ser descrita en términos semejan- 1990, 40).
tes o análogos.... El diagnóstico
de estrés postraumático... al estar En los actos de violencia que
incorporado dentro de los cuadros encuentran su apoyo en el fanatis-
reconocidos oficialmente en la mo político o religioso (el 11-M es
mayor parte de los países, tiene uno de ellos), se ponen en marcha
diversos inconvenientes producto procesos que sitúan a las personas
de su carácter general y de la (a las víctimas y a los victimarios)
imprecisión respecto al proceso dentro un contexto atravesado de
psicopatológico que se desenca- relaciones de poder y sumisión,
dena” (Lira, 1999, 143). dentro de un marco en el que se
activan hasta el paroxismo perte-
Cabe, entonces, la posibilidad de nencias categoriales alimentadas
que al hablar del trauma causado de verdades a medias y de menti-
por la violencia estemos hablando ras de cuerpo entero, de estereoti-
tanto de una sintomatología de pos nada benevolentes que desem-
índole psicopatológica como de bocan en una polarización extrema
expresiones concretas de un con- de personas y posiciones (un
flicto social y político cuyas conse- “ellos” y “nosotros”, que da paso a
cuencias se dejan sentir tanto en el “nosotros” contra “ellos”), que sue-
psiquismo individual como en la len abrir el camino a esos procesos
subjetividad social. En muchos de favoritismo endogrupal y discri-

242 Clínica y Salud, 2004, vol. 15 n.º 3


A. Blanco y D. Díaz

minación exogrupal de los que tan Aquella “nueva psicología del trau-
sólidas y reiteradas noticias tene- ma” de la que habló Janoff-Bulman
mos a partir de las investigaciones hace veinte años, necesita tener en
pioneras de Tajfel sobre el grupo cuenta la totalidad de las experien-
mínimo. La traumatización extrema, cias de los supervivientes, parte de
dice David Becker, uno de los las cuales caen lejos de los paráme-
miembros de aquel histórico Insti- tros con los que se maneja en TEPT:
tuto de Salud Mental y Derechos el sistema de creencias acerca del
Humanos (ILAS), “se caracteriza mundo y de nosotros mismos que
por una estructura de poder basa- nos permite relacionarnos con el
da en la eliminación de grupos de entorno, la confianza en los demás,
personas por miembros de su el reconocimiento del valor propio, la
misma sociedad. No tiene límite en sensación de control sobre lo que
el tiempo y se desarrolla secuen- nos sucede, y el sentimiento de invul-
cialmente” (Becker, 1995, p. 107). nerabilidad, todas esas cosas que
La estructura de poder como nos permiten dar coherencia, orden y
marco de referencia a la hora de estabilidad al mundo que nos rodea
hablar del trauma: “los victimarios queda hecho añicos como conse-
en todas las partes del mundo han cuencia del terror (Janoff-Bulman,
usado el ‘desorden’ de las víctimas 1992, p. 50). Un orden y una estabili-
para justificar sus actos de cruel- dad que, entre otras cosas, se
dad y destrucción” (Becker, 1995, derrumba estrepitosamente como
p. 103), normalmente una desvia- consecuencia de la violencia, y
ción ideológica de carácter político hacen de él un contexto “amenaza-
o religioso a la que es necesario dor y traumatizante, con gran poten-
poner fin sin ahorrar ningún medio. cial destructivo” (Lira, Becker y Casti-
Para los victimarios, el problema no llo, 1990, 39), convirtiendo las relacio-
reside en el “desorden social” (ese nes interpersonales en un campo
desorden ordenado del que habla- minado de amenazas, desconfianza
ba Martín-Baró) que puede suponer y temor: se destruye la confianza en
las condiciones miserables que los demás, una de las creencias
rodean la vida de millones de per- sobre las que fundamentamos nues-
sonas, la injusticia, la desigualdad, tra vida interactiva. El miedo pasa así
la represión política, la persecución a convertirse en el patrón fundamen-
en razón de las ideas, o el fanatis- tal de la vida social. El miedo como
mo religioso, sino la resistencia de proceso psicológico y como proceso
determinadas personas a admitir político: ese es su estatus, y ese es
las condiciones o a asumir los pos- también el título del primer capítulo
tulados que les imponemos como de uno de los estudios más significa-
verdades absolutas con vocación tivos del grupo chileno, agrupado ya
de eternidad. Una posición a todas para esas fechas en el “Instituto Lati-
luces insostenible no sólo desde el noamericano de Salud Mental y
punto de vista moral, sino desde Derechos Humanos” (ILAS):
cualquier supuesto científico del
que nos queramos valer en el estu- “El miedo se genera en la subjeti-
dio del trastorno mental. vidad de personas concretas, y

Clínica y Salud, 2004, vol. 15 n.º 3 243


Bienestar social y trauma psicosocial: una visión alternativa al trastorno de estrés postraumático

como tal es una experiencia privada nos construimos históricamente


y socialmente invisible. Sin embar- como personas y como comunidad
go, cuando miles de sujetos son humana. Aflore o no en trastornos
amenazados simultáneamente den- individuales, el deterioro de la convi-
tro de un determinado régimen polí- vencia social es ya, en sí mismo, un
tico, la amenaza y el miedo caracte- grave trastorno social, un empeora-
rizan las relaciones sociales inci- miento en nuestra capacidad colecti-
diendo sobre la conciencia y la con- va de trabajar y amar, de afirmar
ducta de los sujetos. La vida coti- nuestra peculiar identidad en la histo-
diana se transforma. El ser humano ria de los pueblos. La guerra está de
se hace vulnerable... La relación tal manera corroyendo nuestras raí-
entre la amenaza política y la res- ces humanas, que no es impropio
puesta de miedo individual o social cuestionarse, como algunos ya lo han
forma parte simultáneamente de hecho, si no está en peligro la viabili-
procesos psicológicos y procesos dad histórica de nuestro país; y mal
políticos que se influyen dialéctica- podemos hablar de salud mental de
mente” (Lira y Castillo, 1991, p. 8). un pueblo incapaz de asegurar su
propia supervivencia” (Martín-Baró,
De hecho, autores como Foa, 2003, p. 343-344).
Steketee y Routhbaum (1989), en
una primera aproximación que dará Richard Mollica, Director del “Har-
paso posteriormente a su teoría del vard Programm in Refugee”, coinci-
procesamiento emocional, señalan de con Janoff-Bulman (resulta difícil
que lo que caracteriza al TEPT fren- no hacerlo) en que la experiencia del
te a otros trastornos de ansiedad trauma derivado de la violencia polí-
es la ruptura de los conceptos de tica no sólo conduce a una transfor-
seguridad y la activación de una mación del sistema de valores, a
memoria del miedo que provoca una destrucción de las costumbres
que las personas que lo sufren culturales y de las creencias, y a su
actúen con un estilo de superviven- posterior sustitución por nuevas
cia que les impide llevar una vida ideas respecto al mundo que nos
normal. Martín-Baró expresó la rodea, sino que además el trauma
misma idea valiéndose de otros tér- lleva consigo una serie de limitacio-
minos: la estrechez y rigidización nes funcionales a las que concede
de la vida social, la polarización una relevancia, teórica y metodoló-
social, la devaluación de la vida gica, primordial: “la descripción de
humana, el socavamiento de las las limitaciones funcionales a partir
relaciones sociales, y el deterioro de los síntomas médicos y psiquiá-
de la convivencia social son conse- tricos ha sido uno de los grandes
cuencias del trauma psicosocial: logros metodológicos de las investi-
gaciones realizadas durante la pasa-
“Sin duda el efecto más deletéreo da década sobre las consecuencias
de la guerra en la salud mental del en la salud de los hechos traumáti-
pueblo salvadoreño hay que buscarlo cos” (Mollica, 1999, p. 54). Esas
en el socavamiento de las relaciones limitaciones afectan a las habilida-
sociales, que es el andamiaje donde des y capacidades para funcionar

244 Clínica y Salud, 2004, vol. 15 n.º 3


A. Blanco y D. Díaz

de manera autónoma y pertinente valores, sino de la que proclama-


en la vida cotidiana, al rendimiento mos los valores que rigen su ejerci-
intelectual debido a la fatiga crónica cio profesional.
y al cansancio mental asociados al
trauma, a las obligaciones sociales Robert Nisbet, un fino historiador
normales, y a la pérdida de confian- de la ciencia social, desarrolló con
za en supuestos tan centrales como todo lujo de detalles una hipótesis
el de justicia, equidad, libertad, a la que nos interesa prestar la
moralidad, etc. máxima atención:

“las grandes ideas de las cien-


LA PSICOLOGÍA Y SU cias sociales tienen invariablemen-
COMPROMISO CON EL te sus raíces en aspiraciones
BIENESTAR morales. Por abstractas que las
ideas sean a veces, por neutrales
El trauma socava, debilita y limita que parezcan a los teóricos e
la vida personal y social de las víc- investigadores nunca se despojan,
timas. En ese contexto es en el que en realidad, de sus orígenes mora-
entra en escena la Psicología, el les. Esto es particularmente cierto
que le exige una respuesta inme- con relación a las ideas de que nos
diata como ciencia y como profe- ocupamos en este libro [comuni-
sión. El 11-M ha tenido de las dos, dad, autoridad, estatus, lo sagrado
buena prueba de ello es este y la alineación]. Ellas no surgieron
número monográfico, que se añade del razonamiento simple y carente
al Número extraordinario “Interven- de compromisos morales de la
ción psicológica tras los atentados ciencia pura. No es desmerecer la
del 11 de marzo en Madrid”, publi- grandeza científica de hombres
cado en esta misma Revista. Con como Weber y Durkheim afirmar
ello no hacemos más que cumplir que trabajan con materiales inte-
con nuestro deber, ese que queda lectuales – valores, conceptos y
claramente explicitado en el Artícu- teorías – que jamás hubieran llega-
lo 5 de nuestro Código Deontológi- do a poseer sin los persistentes
co: “El ejercicio de la Psicología se conflictos morales del siglo XIX.
ordena a una finalidad humana y Cada una de las ideas menciona-
social, que puede expresarse en das aparece por primera vez en
objetivos tales como el bienestar, la forma de una afirmación moral, sin
salud, la calidad de vida, la plenitud ambigüedades ni disfraces. Estas
del desarrollo de las personas y de ideas nunca pierden por completo
los grupos, en los distintos ámbitos su textura moral. Aún en los escri-
de la vida individual y social”. El tos científicos de Weber y Durk-
bienestar y la salud como princi- heim, un siglo después de que
pios rectores de nuestro quehacer: aquéllas hicieran su aparición, se
he aquí un escueto y preciso resu- conserva vívido el elemento moral.
men del deber ser de la Psicología, Los grandes sociólogos jamás
de una ciencia de la que ya no nos dejaron de ser filósofos morales”
vale solo decir que no está libre de (Nisbet, 1969, p. 33-34).

Clínica y Salud, 2004, vol. 15 n.º 3 245


Bienestar social y trauma psicosocial: una visión alternativa al trastorno de estrés postraumático

El acuerdo en este sentido es nestar su marco de referencia más


prácticamente unánime: el interés consagrado. A veces, esa emanci-
que en su momento unió a pensa- pación tendrá como marco el pro-
dores de diversa procedencia y pio sujeto (un sujeto activo hacia
adscripción política fue la honda dentro); otras el objetivo se centra-
preocupación por las consecuen- rá en la emancipación frente al
cias social y psicológicamente medio (un sujeto activo hacia
devastadoras de los cambios tec- fuera).
nológicos: la degradación de la
vida de los trabajadores, la sacudi- Fue George Miller (1969) quien,
da sufrida en las formas de vida como Presidente de la APA, dejó
tradicionales, la anarquía intelectual apuntadas algunas ideas maestras
y el caos moral, el profundo dete- en una alocución que hoy podemos
rioro de la socialidad, la honda hue- calificar de histórica: la Psicología
lla psicológica que va dejando tras como instrumento al servicio de la
de sí la alineación, por no hablar de promoción del bienestar social, fue
las condiciones de vida humillantes el título de su conferencia. A ella le
a que se vio enfrentada la masa siguieron otras que con el paso de
obrera. Todo ello conduce a un los años se han convertido en refe-
objetivo compartido sin fisuras por rentes indiscutibles, como las de
la práctica totalidad de los más Donald Campbell sobre la necesi-
cualificados protagonistas de la dad de planificar las reformas
ciencia social: la emancipación, “el sociales como experimentos, y la
interés cognoscitivo emancipato- de Morton Deutsch, un psicólogo
rio”, en palabras textuales de social comprometido desde hace
Habermas (1982, p. 325) que ase- más de cincuenta años en la bús-
gura la conexión del saber teórico queda de argumentos científicos
con una práctica vivida. para conseguir la paz, una meta
anhelada hoy en día por medio
Ese interés ha tenido en la Psico- mundo como el primer paso para
logía una traducción más que con- su bienestar. La postura de estos
vincente en el concepto de bienes- dos singulares teóricos de la Psico-
tar, que, bien mirado, no es otra logía sigue siendo un referente. La
cosa que un sinónimo del concepto de Campbell, un exquisito metodó-
de salud. La búsqueda y la implan- logo de las ciencias del comporta-
tación del bienestar se convierten miento, porque pretende dotar de
para nosotros en el sinónimo de la rigor a los programas de interven-
emancipación, y por tanto nada ción para que sean eficaces, y la de
menos que en el hecho fundante de Morton Deutsch porque entra de
la Psicología, en el objetivo último lleno en el debate de fondo: la Psi-
que la justifica como ciencia y la cología, dice, debe ser empleada
legitima como una profesión resuel- más para la paz que para la guerra,
tamente volcada a la intervención. más para la reducción de armas
Su vocación emancipatoria se tra- que para su promoción y venta,
duce en su inveterada vocación de más para eliminar el etnocentrismo
intervención, y esta tiene en el bie- que para promover el racismo, por-

246 Clínica y Salud, 2004, vol. 15 n.º 3


A. Blanco y D. Díaz

que “desde Hiroshima no podemos el contexto social (algunas de ellas


seguir pretendiendo que los científi- son las que se han manejado tradi-
cos sociales y la ciencia aleguen cionalmente como indicadores de
inocencia respecto a las conse- la clase social). Hablamos de varia-
cuencias sociales de sus activida- bles como la edad, el sexo, la raza,
des científicas” (Deutsch, 1969, p. el nivel educativo, el empleo, y el
1092). nivel de ingresos.

De entre toda la compleja trama 2. Estas variables ponen diferen-


de asuntos que rondan el concepto cialmente a nuestra disposición
de bienestar del que nos hemos unos recursos que nos permiten un
ocupado en algún otro momento mayor o menor acceso a cuidados
(Blanco, Rojas y de la Corte, 2000), de salud (este es sin duda un indi-
nos interesa recoger un aspecto cador central del bienestar, señala-
que entendemos de singular impor- do por Erikson, 1996), un determi-
tancia para una concepción psico- nado nivel de seguridad de nuestra
social de la salud y del trastorno vida y de nuestras propiedades,
mental: los indicadores sociales una mayor o menor posibilidad de
que se han manejado a la hora de instrucción que en determinados
definir el bienestar psicológico o el momentos nos puede ayudar a
bienestar subjetivo. Desde las pio- hacer frente a los bien conocidos
neras aproximaciones de Wilson en eventos estresantes de vida, etc.
1967 hasta las más recientes de Ed
Diener, uno de los especialistas 3. Es necesario también reseñar
más consumados, en el marco teó- que el contexto macro y microso-
rico de la psicología positiva, han cial en el que nos movemos nos
sido muchas las apuestas en torno facilitan poder contar con un deter-
a este concepto. Un muestreo sig- minado nivel de recursos sociales
nificativo de las más importantes a que, además de las posibilidades
partir de la revisión del propio Die- de instrucción y empleo, pasan por
ner en 1984 (Diener, 1994), y la igualdad social, por un determi-
pasando por las propuestas de nado margen de libertad política,
Veenhoven (1994), Michalos (1995), hasta el punto, dice Veenhoven
Ryff y Keyes (1995), Sen (1996), (1994, p. 102) que la satisfacción
Allardt (1996), Staudinger, Fleeson y con la vida no sólo es mayor en los
Baltes (1999), Diener, Lucas y Oishi países económicamente más prós-
(2002), ofrecen un panorama en el peros, sino en aquellos que social-
que se dejan fácilmente identificar mente son más iguales, aquellos en
cuatro grandes bloques de varia- los que se respetan los derechos
bles: humanos y las libertades políticas,
y en los que hay un mejor acceso al
1. El bienestar y la salud se dejan conocimiento. Amartya Sen (1996),
ver frecuentemente acompañados quien fuera premio Nóbel de Eco-
de una serie de variables demográ- nomía en 1998, lo ha definido de
ficas que tradicionalmente nos han manera extraordinariamente preci-
servido para ubicar a los sujetos en sa: la libertad para el bienestar.

Clínica y Salud, 2004, vol. 15 n.º 3 247


Bienestar social y trauma psicosocial: una visión alternativa al trastorno de estrés postraumático

4. Hay finalmente un conjunto de (1999) siguen defendiendo que los


variables que se sitúan en un nivel acontecimientos traumáticos des-
de hondo significado psicológico truyen creencias compartidas sobre
que podrían quedar enclavadas el yo, sobre los otros y sobre el
dentro de esas necesidades socio- mundo que nos rodea. De forma
emocionales que requieren satis- consistente con esta idea, numero-
facción y que van desde el apego sos estudios empíricos han encon-
hasta la identidad, pasando por el trado un incremento generalizado
apoyo social y emocional, por el de creencias negativas sobre el
respeto, por el cariño, por todas self, sobre los otros y sobre el
esas cosas que normalmente se mundo en personas que han sufri-
satisfacen en las distancias cortas do experiencias traumáticas (Dun-
y que tienen a los grupos primarios more, Clarks y Ehlers, 1999).
como protagonistas: el contacto
social y las relaciones familiares y la Todo ello nos acerca definitiva-
integración social (Erikson, 1996), el mente a la posibilidad de que el
arraigo y los contactos comunita- trauma afecte a todas y cada de las
rios, los patrones activos de amis- cinco dimensiones fundamentales
tad y la participación social (Allardt, para el bienestar social que maneja
1996), las relaciones positivas con Keyes (1998):
los demás (Ryff y Keyes, 1995).
Conviene recordar que los proble- 1. Los traumas rompen los lazos
mas relativos al grupo primario son de relación entre la persona y su
los primeros que se recogen en el comunidad, destroza el sentido de
Eje IV del DSM-IV-TR, y todos ellos pertenencia, y asesta un golpe que
giran en torno a la quiebra o ruptu- puede ser definitivo a su integra-
ra de los lazos que unen al sujeto a ción social. Al final de “El Suicidio”,
figuras o grupos de hondo signifi- Durkheim introduce el concepto de
cado y valor afectivo. integración social: “El suicidio ego-
ísta se origina porque la sociedad
Estos cuatro grandes grupos de no tiene en todos sus puntos una
variables forman parte del sujeto integración suficiente para mante-
socio-histórico cuyo bienestar físi- ner a todos sus miembros bajo su
co, social y posicológico centra la dependencia... Por consiguiente, la
razón de ser de la Psicología. El única forma de remediar el mal es
trastorno causado por aconteci- dar a los grupos sociales bastante
mientos como el 11-M afectan, de consistencia para que mantengan
manera decisiva, a las dimensiones más firmemente al individuo, y que
psicológicas y sociales de ese suje- éste, a su vez, se sostenga unido a
to; por eso adjetivamos al trauma ellos” (Durkheim, 1928, p. 418).
como psicosocial. Esa, ya lo hemos Muy probablemente se trata de la
visto, fue la denominación que le necesidad psicológica más primi-
dio Martín-Baró mediada la década genia, la del apego social, que en el
de los ochenta. Hoy autores como transcurso del ciclo vital se va con-
Horowitz (1976), Janoff-Bulman cretando en afiliación, auto-evalua-
(1992), Bolton y Hill (1996) y Mollica ción, sentimiento de pertenencia, y

248 Clínica y Salud, 2004, vol. 15 n.º 3


A. Blanco y D. Díaz

búsqueda de identidad social posi- de ser una parte vital de nuestra


tiva. Todas ellas constituyen razo- sociedad, la sensación de contribu-
nes profundas de la vida social, y ción social, e incluso la creencia de
contrastan con los efectos psicoló- que lo que hacemos tiene algún
gica y socialmente devastadores de sentido o hace alguna aportación al
la soledad, sobre todo cuando ésta bienestar común. Desde el punto
acontece en las primeras etapas de de vista psicológico, es quizás la
la vida. El trauma te deja en un auto-eficacia la que más sienta los
estado de orfandad; una infinita efectos del trauma (Bandura, 1997,
tristeza y una infinita soledad se p. 321-323), pero es necesario
apodera de la vida. reseñar cómo la minusvaloración
que hacemos de nosotros mismos
2. Los traumas destrozan la que como consecuencia del trauma
Janoff-Bulman cree que es una puede afectar a nuestra identidad y
creencia sólidamente compartida, a nuestra auto-estima.
la de que la gente es buena,
honesta, amable. Rompen la con- 4. Parece sensato pensar que el
fianza en la gente y ponen entre destrozo causado en las creencias
paréntesis todo el andamiaje cog- fundamentales sobre las personas
nitivo que sustenta la hipótesis de vaya acompañado por una falta de
un mundo justo. Martín-Baró había confianza en el cambio, en el pro-
señalado que el efecto más des- greso social y en las instituciones.
tructor de la guerra pasa por el La actualización social, es el térmi-
deterioro de la convivencia social, no empleado por Keyes, queda
por la introducción de una descon- afectada en su sentido más nucle-
fianza radical en las relaciones ar: el mundo ha enloquecido y se
interpersonales. El trauma genera encuentra a expensas de fuerzas
una visión negativa sobre la natu- imposibles de controlar y de prede-
raleza human y por tanto disminu- cir.
ye sensiblemente los niveles de
aceptación social. 5. El mundo no sabe donde va, y
la persona abatida por el trauma se
3. Como consecuencia de ello, siente incapaz de entenderlo y orilla
de la dramática conciencia de vul- cualquier tentación de hacer pre-
nerabilidad que nos invade, nos dicciones respecto a su futuro. El
percatamos de una dolorosa reali- trastorno causado por un aconteci-
dad: somos perfectamente prescin- miento como el 11-M destruye la
dibles; el mundo puede seguir su coherencia social, el sentido del
andadura sin percatarse lo más mundo para la persona, y muy pro-
mínimo de nuestra falta. El trauma bablemente el sentido mismo de la
hace disminuir radicalmente el valor persona, o al menos el sentido de
que nos otorgamos, la sensación su vida después de la tragedia.

Clínica y Salud, 2004, vol. 15 n.º 3 249


Bienestar social y trauma psicosocial: una visión alternativa al trastorno de estrés postraumático

REFERENCIAS

Allardt, E. (1996). Tener, amar, ser: una Blanco, A. (2004). El avasallamiento del
alternativa al modelo sueco de investigación sujeto. Claves de la Razón Práctica, 144,
sobre el bienestar. En M. Nussbaum y A. 12-21.
Sen (Eds.), Calidad de Vida (pp. 126-134).
México: F.C.E. Blanco, A., Caballero, A., y de la Corte,
L. (2004). Psicología de los grupos. Madrid:
American Psychiatric Association (1995). Prentice Hall.
Manual diagnóstico y estadístico de los tras-
tornos mentales, 4a. versión (DSM-IV). Mas- Bobes, J., Bousoño, M., Calcedo, A. y
son: Barcelona. González, M.P. (2003). Trastorno de Estrés
Postraumático. Barcelona: Masson.
American Psychological Association
(1998). Hate Crimes Today: An Age-Old Foe Bolton, D. y Hill, J. (1996). Mind, mea-
un Modern Dress. Washington, D.C.: Office ning, and mental disorder. Oxford: Oxford
of Public Communication. University Press.

Asch, S. (1962). Psicología social. Bue- Bruner, J. (1986). Actual Minds, Possible
nos Aires: Eudeba. Worlds. Cambridge, MA: Harvard University
Press.
Bandura, A. (1997). Self-Efficacy. The
Exercise of Control. Nueva York: W.H. Free- Burgess A.W. y Holstrom, L. (1974).
man & Co. Rape Trauma Sindrome. American Journal
of Psychiatry, 131, 981-986.
Barone, D.F., Maddux, J.E. y Snyder,
C.R. (1997). Social cognitive psychology: Brewer, M. (1999). The Psychology of
History and current domains. Nueva York: Prejudice: Ingroup Love or Outgroup Hate?
Plenum. Journal of Social Issues, 55, 429-444.

Becker, D.(1995). The deficiency of the Dawes, R.M. (1998). Behavioral decision
concept of PTSD when dealing with victi- making and judgment. En D.T. Gilbert, S. T.
mis of human rights violations. En R. J. Fiske y G. Lindzey (Eds.), Handbook of
Kleber, C. Figley y B. Gerson (Eds.), social psychology (Vol 1, pp 497-548). New
Beyond trauma: Cultural and Societal York: Mc Graw-Hill.
Dynamics (pp. 99-131). Nueva York: Pte-
num Pres. Deutsch, M. (1969). Socially Relevant
Science: Reflections on Some Studies of
Belle, D. (990). Poverty and Women’s Interpersonal Conflict. American Psycholo-
Mental Health. American Psychologist, 45, gist, 24, 1076-1092.
385-389.
Diener, E. (1994). El bienestar subjetivo.
Blanco, A., Rojas, D., y de la Corte, L. Intervención Psicosocial, 3, 67-113.
(2000). La Psicología y su compromiso con
el bienestar humano. En J.Mª Peiró y P. Val- Diener, E., Lucas, R., y Oishi, S. (2002).
cárcel (Eds.), Psicología y Sociedad (pp.9- Subjective Well-Being. En C. Snyder y A.
43). Valencia: Real Sociedad Económica de López (Eds.), Handbook of Positive Psychology
Amigos del País. (pp. 63-73). Londres: Oxford University Press.

250 Clínica y Salud, 2004, vol. 15 n.º 3


A. Blanco y D. Díaz

Diener, E., Suh, E.M., Lucas, R.E. y Assumptions: Towards a new Psychology of
Smith, H.L. (1999). Subjective well-being: Trauma. Nueva York: Free Press.
Three decades of progress. Psychological
Bulletin, 125, 276-302 Kelman, H., y Hamilton, L. (1989). Crimes
of Obedience. Toward A Social Psychology
Dunbar, E. (1997). Hate crimes pattern in of Authority and Responsibility. New Haven:
Los Angeles County: Demographic and Yale University Press
behavioural factors of victim impact and
reporting crime. Ponencia presentada en el Keyes, C. (1998). Social well-being.
Congreso de la Sociedad para el Estudio de Social Psychology Quarterly, 61, 121-140.
los Problemas Sociales. Washington.
Lerner, M., (1970). The desire for justice
Dunmore, E., Clark, D.M. y Ehlers, A. and reactions to victims. En J. Macaulay y
(1999). Cognitive factors envolved in the L. Berkowitz (Eds.), Altruism and Helping
onset and maintenance of posttraumatic Behavior (pp. 205-229). Nueva York: Acade-
stress disorder (PTSD) after physical or mic Press.
sexual assault. Behaviour Research and
Therapy, 37, 809-829. Lewin, K. (1991). Epistemología compa-
rada. Madrid: Tecnos.
Durkheim, E. (1928). El Suicidio. Madrid:
Editorial Reus. Lira, E. (1999). Mirando hacia atrás: un
balance de 20 años de iniciativas en el
Erikson, R. (1996). Descripciones de la Cono Sur. En P. Pérez (Coord.), Actuacio-
desigualdad: el enfoque sueco de la investi- nes psicosociales en guerra y violencia polí-
gación sobre el bienestar. En M. Nussbaum y tica (pp.139-161). Madrid: Exlibris.
A. Sen (Eds.), Calidad de Vida. México: F.C.E.
Lira, E. y Castillo, M.ª I. (1991). Psicología
Foa, E. B., Steketee, G. y Rothbaum, B. de la amenaza política y del medio. Santiago
O. (1989). Behaviral/cognitive conceptuali- de Chile: ILAS.
sation of post-traumatic stress disorder.
Behaviour Therapy, 20, 155-176. Lira, E., Becker, D., y Castillo, Mª.I. (1990).
Psicoterapia de víctimas de represión política
Garb, H.N. (1998). Studying the clinician: bajo dictadura: un desafío terapéutico, teóri-
Judgment research and psychological co y político (pp. 29-66). En ILAS (Ed.), Dere-
assesment. Washington, DC: American Psy- chos Humanos: todo es según el dolor con
chological Association. que se mira. Santiago: ILAS.

Habermas, J. (1982). Conocimiento e Maddux, J.E. (2002) Stopping the “Mad-


interés. Madrid: Taurus. ness”. En C. Snyder y A. López (Eds.),
Handbook of Positive Psychology (pp. 63-
Horowitz, M. J. (1976). Stress response 73). Londres: Oxford University Press.
syndromes. New York: Aronson.
Martín-Baró, I. (1998). Psicología de la
ILAS (1990). Derechos Humanos: todo es liberación. Madrid: Trotta.
según el color con que se mira. Santiago:
Instituto Latinoamericano de Salud Mental y Martín-Baró, I. (2003). Poder, ideología y
Derechos Humanos. violencia. Madrid: Trotta.

Janoff-Bulman, R. (1992). Shattered Mead, G. H. (1925). The Genesis of the

Clínica y Salud, 2004, vol. 15 n.º 3 251


Bienestar social y trauma psicosocial: una visión alternativa al trastorno de estrés postraumático

Self and Social Control. International Jour- (2000). Positive psychology: An Introduc-
nal of Ethics, XXXV, 251-277. tion. American Psychologist, 55, 236-240.

Mead, G. H. (1964). Social Conscious- Sen, A. (1996). Capacidad y bienestar.


ness and the Consciousness of Meaning. En M. Nussbaum y A. Sen (Eds.), La calidad
The Mechanism of Social Consciuosness. de vida. México: F.C.E.
The Social Self. En A.J. Reck (Ed.), Selected
Writings. George Herbert Mead (pp. 123- Snyder, C.R., Shenkel, R.J. y Lowery, C.
149). Chicago: University of Chicago Press. (1977). Acceptance of personality interpre-
tations: The “Barnum effect” and beyond.
Michalos, A. (1995). Introducción a la Journal of Consulting and Clinical Psycho-
teoría de las discrepancias múltiples. Inter- logy, 45, 104-114.
vención Psicosocial, 4, 101-115.
Staudinger, U., Fleeson, W., y Baltes, P.
Milgram, S. (1980). Obediencia a la auto- (1999). Predictors of Subjective Physical
ridad. Bilbao: Desclée de Brouwer. Health and Global Well-Being: Similarities
and Differences Between the United States
Miller, G. (1969). Psychology as a Means and Germany. Journal of Personality and
of Promoting Social Welfare. American Psy- Social Psychology, 76, 305-319.
chologist, 24, 1063-1075.
Szasz, T. (1974). La fabricación de la
Mollica, R. (1999). Efectos psicosociales y locura. Barcelona: Editorial Kairós.
sobre salud mental de las situaciones de vio-
lencia colectiva. En P. Pérez (Ed.), Actuacio- Tajfel, H. (1984). Grupos humanos y
nes psicosociales en guerra y violencia políti- categorías sociales. Barcelona: Herder.
ca (pp. 45-63) . Madrid: Exlibris Ediciones.
Veenhoven, R. (1994). El estudio de la
Nathan, P.E. y Langenbucher, J. W. satisfacción con la vida. Intervención Psico-
(1999). Psychopathology: Description and social, 3, 87-116.
classification. Annual Review of Psychology,
50, 79-107. Vygotski, L. (1987). Historia del desarrollo
de las funciones psíquicas superiores. La
Nisbet, R. (1969). La formación del pensa- Habana: Editorial Científico Técnica.
miento sociológico. Buenos Aires: Amorrortu.
Rivière, A. (1991). Objetos con mente. Walker, L. (1979). The battered women.
Madrid: Alianza. New York: Harper & Row.

Ross, A. O. (1980). Psychological disor- Widiger, T.A. y Trull, T.J. (1991). Diagno-
ders of children: A behavioral approach to sis and clinical assessment. Annual Review
theory, research and therapy (2.ª ed.) Nueva of Psychology, 42, 109-134.
York: McGraw-Hill. Wiesel, E. (1996). Memorias. Todos los
torrentes van a dar a la mar. Barcelona:
Ryff, C., y Keyes, C. (1995). The structure Anaya & Mario Muchnik.
of psychological well-being revisited. Jour-
nal of Personality and Social Psychology, Zimbardo, P., Haney, C., Banks, W., y
69, 719-727. Jaffe, D. (1986). La Psicología del encarce-
lamiento: privación, poder y patología.
Seligman, M.E.P. y Csikszentmihalyi, M. Revista de Psicología Social, 1, 95-105.

252 Clínica y Salud, 2004, vol. 15 n.º 3

Você também pode gostar