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Hasta ahora (desde 1999) una modificación en el reglamento de la actual ley -de
1957- permitía a los padres decidir el orden de los apellidos de los hijos; si no
había acuerdo primaba el del padre. Siempre. También si no se especificaba
claramente lo contrario. Alterar después el orden de los apellidos podía
suponer, además, un auténtico calvario burocrático. Algo que la nueva ley
también pretende flexibilizar. "Se facilitará la modificación de los apellidos
siempre que sea por causas justificadas, y teniendo en cuenta que los apellidos
son elementos de identificación de la persona", explica una portavoz del
Ministerio de Justicia que ha participado en la elaboración de la nueva ley.
Los apellidos tienen un alto contenido simbólico. No hay que olvidar que hasta
que se permitió la alteración de orden de los apellidos, tener un varón era la
única manera de garantizar la continuidad y pervivencia del apellido. Sin
embargo, se solicitan cambios o alteraciones en ellos no solo por estas
cuestiones. O por el propio hábito de haber dejado de utilizar un apellido de uso
común en aras de otro más llamativo o con el que uno se identifica más. La
nueva ley incorpora, por ejemplo, la posibilidad de que se pueda solicitar su
cambio, y por procedimiento urgente, en los casos de violencia de género. Un
paso "clave" para la abogada de familia y presidenta de la Coordinadora de
Organizaciones de Mujeres para la Igualdad (Compi), Consuelo Abril. Y es que
se han dado casos de hijos de mujeres que han sido asesinadas por sus parejas
que han buscado por todos los medios eliminar el rastro del maltratador,
extirpando, incluso, sus apellidos. "Se impone el sentido común. Para algunas
pesonas acciones como estas son importantísimas. Para algunos hijos de
mujeres asesinadas o maltratadas es un auténtico drama llevar el apellido de ese
hombre", dice Consuelo Abril. Queda pendiente del desarrollo cómo aplicar esto
en caso de menores de edad.
Patricia López Peláez, profesora titular de Derecho Civil de la Uned, explica que
ese sistema alfabético puede provocar que, en unos años, terminen
prevaleciendo los apellidos de la primera parte del alfabeto. "Pero es cierto que
se ha buscado un criterio objetivo para no discriminar ni favorecer a ninguno de
los miembros de la pareja", explica.