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aprovechando bien el tiempo porque los días son malos. ( Efesios 5:15-16
Tengo amigos que pueden hacer el trabajo que realizan tres personas en un solo
día, pero conozco otras que sin importar lo mucho que lo intenten, nunca parecen
terminar ni una sola tarea de sus listas. Ahora bien, la diferencia entre estas
personas probablemente no sea una cuestión de capacidad.
Es que algunas tienen un mejor sentido del manejo del tiempo que otras. Y esta
habilidad es esencial, ya que todos somos responsables ante Dios por la
manera como utilizamos nuestro tiempo. Si queremos lograr todo lo que Él ha
planeado, debemos aprender a invertir el tiempo para los propósitos del
Señor. Eso no quiere decir que cada segundo del día tiene que ser utilizado de
cierta manera. Simplemente, que necesitamos tener una agenda equilibrada.
La biblia dice: Porque para todo lo que quisieres hay tiempo y juicio, porque el
mal del hombre es grande sobre el (Eclesiastes 8:6). El problema no es tener
tiempo suficiente sino el modo como usamos el tiempo que tenemos.
Quienes reaccionan solamente a las exigencias del día son miopes en su actitud.
El Señor tiene un propósito diseñado a la medida de cada persona, y nos ha
escogido específicamente a cada uno de nosotros para llevar a cabo sus planes.
En vez de llegar al final de nuestros días preguntándonos qué hemos logrado, ¿no
sería mejor terminar la vida como el apóstol Pablo, que fue capaz de decir: “He
peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe” (2 Ti 4.7)?
Cuando Pablo escribió a los efesios, les dio algunas instrucciones muy útiles sobre
el uso del tiempo: “Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios
sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos.
Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del
Señor” (Ef 5.15-17).
La palabra diligencia transmite la idea de poner la mente en un asunto y
considerarla con seriedad. ¿Se ha preguntado alguna vez: Qué quiere el Señor
que haga hoy? ¿Estoy empleando mi tiempo en sus planes, o estoy concentrado
en los míos? Como mayordomos del precioso regalo del tiempo que Dios nos ha
dado, siempre debemos considerar si estamos viviendo de acuerdo con su
voluntad, o si estamos simplemente yendo a la deriva por la vida.
Para aprovechar mi tiempo como cristiano una de mis mejor maneras es empezar
el día orando y leyendo la biblia, pasar tiempo con el Creador. Si soy cristiano y
amo a Dios me voy a dar cuenta de que la palabra de Dios es el punto número
uno en mi vida, a veces se nos olvida todo lo que paso para que nosotros
pudiéramos tener la palabra de Dios en nuestras manos, de las personas que
tuvieron que morir por la palabra de Dios, la palabra de Dios que me llena de
sabiduría, de gozo, dirección, etc.
Entonces como cristiano debo de empezar mi día con lo más importante que es
leer la Biblia y orar, no es una pérdida de tiempo!, Josue 1:8 (Nunca se apartará
de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él,
para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque
entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien).
• Entablando relaciones. Puesto que para Dios lo más importante son las
personas, tenemos que asegurarnos de que nosotros, también, estemos
invirtiendo en ellas. Jesús pasó sus primeros años con su familia, y los últimos tres
con doce hombres que se convirtieron en sus amigos más cercanos. Para que
nuestra relación con nuestros seres queridos se desarrolle es necesario que
estemos disponibles para ellos, y que formemos parte de sus vidas. Es por eso
que debemos evitar dejar que las tareas se vuelvan más importantes que las
personas.
• Trabajando. Esta es la esfera en la que perdemos el equilibrio con mayor
frecuencia. Cuando comencé a servir la obra pensaba que pecaba si no estaba
orando, estudiando o predicando. Estaba tan preocupado que literalmente me
enfermé. Pero las instrucciones del Señor en este punto son muy sencillas: “Y
todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los
hombres” (Col 3.23). Esto significa que siempre debemos hacer nuestro trabajo
lo mejor que podamos, pero nunca debemos dejar que nuestras profesiones se
conviertan en ídolos.