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Conclusiones
La búsqueda humana por representar la realidad externa circundante y la
interioridad de sus pensamientos, lo ha llevado buscar nuevas vías y soportes para
sus modos expresión. El video aparece como penúltimo soporte histórico de la
imagen en movimiento, ubicado entre el cine y las imágenes computarizadas.
El video aparece como respuesta a la necesidad de ofrecer un soporte más inmediato
a la imagen televisual, que hasta los años 60 se transmitía únicamente en directo y
cuyos registros en diferido eran producidos con la ayuda del cine. La imagen móvil y
sonora que produce el cine a través de tecnologías químicas y mecánicas, requería
de un proceso que consumía mucho tiempo para poder convertir la captura en algo
posteriormente reproducible.
El magnetoscopio aparece para dar solución a las incompatibilidades de captura de
un proceso químico y mecánico, y una información esencialmente electrónica.
Surgen rápidamente los primeros magnetoscopios portátiles, con precios al alcance
de una sociedad de consumo. A la par de esta democratización de las tecnologías, la
televisión institucionalizada alcanza nuevas metas al conseguir extenderse por todo
el mundo con la ayuda de los satélites, ofreciendo, por primera vez, una prueba de
que el concepto de aldea global de Macluhan, es posible.
En este contexto social, artístico y tecnológico es que Nam June Paik concibe su obra
más importante, Global Groove. Un mosaico audiovisual de casi 30 minutos pensado
para emular el estado actual (1973) del arte y los medios, pero también para darle
una nueva mirada y empuje a los pronósticos de Marshall Macluhan acerca de su
global village.
Paik, en el ejercicio de su arte y de su crítica a la televisión, se adelanta artísticamente
a su propio concepto de net art. Antes de la aparición del término, Paik nos muestra
en su obra varias de las principales características de la dirección que tomará la
imagen y el arte en el siglo XXI.
Su representación del zapping mundial, del brinco de todos los canales de oriente y
occidente, del norte y del sur, son una antesala del nuevo zapping digital al que
asistimos con ayuda de la actual y más sofisticada aldea global de la información,
internet. Con un click pasamos de un contenido propio, como las selfies y los video
chats, a una imagen tan distante que incluso se puede encontrar fuera de la esfera
del globo terrestre, como las transmisiones en vivo desde la Estación Espacial
Internacional.
Al igual que en Global Groove, la duración y asimilación de las imágenes es difícil
debido a su corta duración. El montaje rápido de Paik pronostica el consumo
inmediatista y veloz de la imagen del siglo XXI, dónde los contenidos se hacen cada
vez de menor duración, cada vez más portátiles.
La apuesta satelital de su obra, ideada para ser vista en simultáneo en todo el
mundo, nos habla de la omnipresencia de la imagen transmitida, accesible ahora
desde casi cualquier lugar y a cualquier hora. Cualquier imagen, en cualquier lugar,
a cualquier hora y de cualquier duración.
Sin embargo, un elemento parece no encajar en la actualidad. En Global Groove la
intervención de Charlotte Moorman tocando un chello hecho con televisores, nos
ofrecía el momento más poético, poderoso e inolvidable de toda la obra. Podríamos
pensar que el presente humano de las selfies y el video en vivo a través de Facebook
son un acercamiento todavía primitivo al pronóstico cibernético del que habla Paik
en su segmento. Sin embargo, aun cuando las cámaras y las pantallas están casi
adheridas a nuestras manos en este siglo, su uso artístico y poético es, por contraste
de cantidades, casi nulo, en relación con el uso desordenado, compulsivo y
consumista que inunda las transmisiones. Estamos ante una avalancha de imágenes,
de yuxtaposiciones, reconversiones y mezclas que todos los días hacemos sobre el
video que nosotros mismos creamos o que es creado por otras personas. Si el
pronóstico se cumple el momento más poético de este siglo será similar a la poesía
mayor de Global Groove pero con un nuevo balance de la materia.
Una mujer biológica toca un chelo electrónico y audiovisual en 1973, pronto un ser
más electrónico que biológico producirá el momento más poético durante la
avalancha de imágenes del siglo XXI.
Paik inventa una imagen electrónica de naturaleza televisual cámara sin
magnetoscopio mediante la manipulación de los impulsos de sincronismo una
imagen, desde el punto de vista de la ingeniería televisiva, no es más que ruido,
error, avería, aberración técnica. El título de su exposición desvelaba las intenciones
del nuevo hogar la “televisión electrónica” como nuevo material de expresión
artística, por analogía con sus anteriores experiencias en la música electroacústica.
Paik no sólo manipula los instrumentos de control de la televisión sino que provoca
y crea imágenes nuevas, ya que, que ya no provienen en sentido estricto de la señal
transmitida los televisores por las emisoras de televisión, sino que se originan por
una intervención directa y profunda y profunda en los órganos electrónicos de
formación de la imagen dentro del monitor.
Jean Paul Fargier califica con una expresión muy gráfica esta aportación: Paik intenta
la televisión abstracta. Nace un nuevo arte de la misma manera que con las primeras
acuarelas abstractas de Kandinsky en 1910 se inicia una nueva era del arte fuera de
los cánones de la representación objetiva de la realidad. Paik se desprendía de la
televisión figurativa y demostraba que con la imagen electrónica se puede trabajar
esculpir y pintar.