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David Viñas: Literatura argentina y política (edición de 2005, le saca realidad)

“La literatura argentina comienza como una violación”, escribí allá p or 1960. Se trataba, sin duda,
de un ad em án provocativo frente a una crítica inmovilizadora. Pero que se vinculaba al balance de
la revista Contorno y al proyecto, más o menos explícito, de dramatizar polémicamente la franja
cultural de ese momento.
El final de El m atadero y el de A m a lia me sirvieron de puntos de p artid a para esa form ulación:
el cuerpo hum illado del joven unitario proyectado por Echeverría y la casa desb aratad a de la p ro
tagonista de Mármol. En am bos casos los soportes de lo civilizado agredidos p o r los sím bolos de
“la b a rb a rie ”; y el uso privilegiado del francés o de las fórmulas consagradas como intentos de
conjuro frente a las fuerzas del afuera sobre los prestigios interiores.

La literatura argentina, en ese contexto, se va justificando com o la historia de u n proyecto


nacional', es decir, es el proceso que p u ede rastrearse a lo largo de un circuito pero que sólo se
verifica con nitidez en los m om entos culm inantes caracterizados por la d e n sificación de un dato
fundamental. ¿Pero cómo se reconocen esas em ergencias? Por varios datos: por el pasaje de la
cultura en te n d ida com o eternidad a la convicción de que es historia; por el tránsito de los
escritores que interpretan a la literatura como tautología y la realizan com o co n d u c ta m ágica a
los que se sienten sujetos de la historia; por la diferencia entre los que se prefieren erigiendo su o p
a c id a d co m o u n a garantía y los q u e eligen; p o r las coyunturas en q u e se a c en tú a lo dado
al inscribirse en u n a n o m e n c la tu ra a las que se lanzan a acrecentar lo puesto arriesgando las
palabras. En form a similar, los mayores logros se definen por el desplazam iento del miedo hacia la
responsabilidad cuando los escritores dejan de ser literatos para considerarse autores. A partir de ahí
puede agregarse que la literatura argentina com enta a través de sus voceros la historia de los
sucesivos in te n to s d e u n a c o m u n id a d por convertirse en nación, entendiendo ese peculiar n
a cio n a lism o co m o “realismo" y m u n d a n id a d en tanto significación totalizadora, com o
elección y continuidad en un élan inicial y como estilo en tanto autonom ía y autenticidad de los
diversos grupos sociales de acuerdo con los m om entos a los que se ven abocados. 12
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de la producción de un a id e n tid a d histórica, aun en los conflictos con "otros” q u e se le o p o ne
n hasta negarla p ero que, finalmente, van siendo reconocidos de manera dramática, fecunda,
dialécticamente.

A n á lo g a m e n te p u e d e decirse q u e Gorriti y Sarm iento se ocuparo n de lo mismo: tanto las


R eflexiones sobre las causas m orales de las co n vu lsio n es interiores en los nuevos estados a m
ericanos y ex a m en d e los m edios eficaces para reprim irlos como F acundo presuponen una
descripción analítica y un programa, pero m ientras el seg u n d o se inscribe en la literatura al
lograr el nivel de especificidad de lo literario, el prim ero no traspone ese um bral y su autor se q u e
d a en la categoría de precursor. A unque precursor im p liq u e u n a legítim a a c u m u la c ió n sim
bólica.
Son varias las coordenadas que se entrecruzan y superponen en el p erío d o rosista y q u e inciden e
n la ap arició n d e u n a literatura con perfiles propios. Son conocidas: en primer lugar la presencia,
unidad y desarrollo de una constelación de figuras de cronología, nivel social y aprendizaje
homogéneos; con una implicancia decisiva: se trata de la prim era generación argentina que se
forma luego del proceso de 1810.

14: El otro térm ino es el m a tad e ro con sus d os c o n n o ta c io n e s clave, lo pin to re sco y lo
pringoso; es decir, el m a ta d e ro es la estan c ia im p u ra . Y co m o sím bolo de “b a rb a rie ” y
crudeza se opondrá — entre los dualism os de Echeverría— al e m blema del m atam bre tan
cocido com o civilizado. Así co m o correlativ a m e n te las “b ru ja s ” en tanto divisas se
polarizarán con las m u j e res “angelicales”. Y a partir d e ahí, el juego a n tag ó n ic o in te m p e
rie / domesticidad condicionará prolongadas secuencias.
En apartado “El viaje de la izquierda” dice sobre Ingenieros:

im era vez ese ejem plo de laxitud ofrecido por las razas inferiores”. Y ese tono se prolonga
detallada y largam ente h asta articularse con la d ic o to m ía fu n d a m e n ta l en la im agen del m
u n d o de Ingenieros: el éxito contra el fracaso, la salud contra la enferm edad; es decir, la
actualización y exacerbación del esquem a de Sarmiento que o p o ne civilización contra barbarie,
lo potente contra lo caduco. 62

Juan Carlos Portantiero en R ealism o y realidad en la literatura a rg e n tina:

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Dicho de otra forma, la literatura y la cultura argentinas en su últim a y m á s p ro fu n d a instancia
son asu n to político. Está suficientem ente claro; un reconocimiento de libertad a libertad, una com
unicación desalienada; no un ser desde ellos, sino con ellos. Pero si ese re c o n o c im ie n to y esa
reciprocidad se m aterializan es p o rq u e am bos térm inos se encuentran en un pie de igualdad.
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s La gran aldea
El P ro ta g o n ista -n iñ o excluido se erige así e n a m ito , en el n iñ o y em p iez a a d isfru tar de
esa eq u ív o ca y acogedora cesión de la libertad que le brindan los criados; al surgir a u na vida
distinta a través de la asunción de sí com o conciencia, es el único que se articula com o autonom ía
al adm itir que sean los m ism os esclavos quienes lo adscriban al dominio. Lo que ocurre es que,
anexados a la servidumbre, los esclavos reciben co n com placencia esa versión dism inuida de la
autoridad del am o que es el niño, quien parece atenuarles su sum isión por la m ism a dependencia
que acarrea consigo, pero que — en realidad— se convierte en un implícito pero indudable
delegado de la autoridad y sostén y p o tencial continuador de la correlación entre am os y esclavos.
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A Luis XIV se le atribuye la frase “El Estado soy yo”. En realidad, es lo que h$n creído de sí todas
las élites dirigentes: yo soy el Estado, soy la ley, soy Dios, soy la fuente de toda razó n y justicia, si
m e contem plas yo te reflejo y si m e sirves eres un patriota.
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por derecho natural del suelo que hicieron libre y c o n q u i s ta r o n ”. La exaltación del an tig u o
criado favorito aquí no es más que un corolario político en tanto algunos de los hijos de los señores
del 80 reivindican a esa figura com o parte de su reacción frente al p re d o m in io de los “adv e n
ed izo s" o rg an iz ad o s políticam ente en el yrigoyenismo. (ionio puede advertirse, el m o m ento
difiere pero el m ecan ism o es el de siem pre; la exacerbación de la n u ev a co y u n tu ra histórica
se m an ifiesta p o r la m e d ia c ió n a q u e se a p e la p a ra p o e tiz a r al esclavo: el dinero. A
través de la s a n gre la santificación p re te n d ía u n a fluidez líquida y secreta; a h o ra la
sacralidad debe llegar de la solidez del dinero: el viejo criado fa v o rito lo ha m anejado, lo ha
tocado, pero dejándolo inalterable; la antigua validación sanguínea participaba del flujo, esta otra
del sim p le c o n ta c to q u e evidencia in m u ta b ilid a d y d ureza.
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La culm inación le corresponderá a Güiraldes, pero por debajo de las aguas se vislumbra el ancho y
desdibujado aisberg de la imagen del m undo com ún a un grupo social que se sup erp o n e con la
m an ch a tem ática sobre la que se está insistiendo. Una búsqueda de antecedentes y de causas no
pretende desvanecer los valores específicamente literarios entre los eslabones de una vasta
secuencia, sino contribuir precisam ente a la verificación (por su originalidad, su elaboración, su
economía de recursos y, sobre todo, por su autenticidad) de esos valores que generalmente se
pretenden insulares y transhistóricos.
Ahí está la poesía, eso es Lugones: los m o n to n ero s son hom éridas, Lléctor u n dom ador, el
gaucho u n héroe, el esclavo sum iso un p a radigm a, el tiem po pasado fue m ejor sobre todo si el
presente está d o m in a d o p o r "la c h u s m a de las u r n a s ”, el yrigoyenism o y esos a d
venedizos d escen d ien tes de u n o s gringos gritones. Por lo tan to el criado fa v o rito debe
convertirse en su antítesis: "Porque con doble mérito valía / Su silencio tanto com o su palabra. /
Por eso su opinió n era se n te n c ia / En aquella re c ó n d ita sapiencia...’
90 reaparece el nexo amo-esclavo en la literatura, esta vez de guiraldes
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La d ep en d en cia aparente del niño narrador respecto de Sombra, esa respetuosa participación en
su esencia de absoluto gaucho (“Pero to d o eso no era sino u n resplandorcito de sus c o n o c im ie
n to s y mi ad m iració n tenía d o n d e renovarse a diario”), la misma paideia rústica que realiza
bajo su padrinazgo sólo resultan u n a co a rta d a idealista m ás sutil, pero que se lim ita a renovar
el m e canism o de autovalidación del am o que se vio en A m alia o en Sin rum bo.
En realidad, todo D on Segundo Som bra es la coartada idealista de un intelectual que am a el cam
po sin límites, pero que histórica y co n cretam en te es d u eñ o de u n a estancia cercada de alam
brados, perro s y horarios de trabajo. Su libro refracta esa am b ig ü ed a d cuya coordenada más
visible es el nexo n iñ o -Sombra que pretende resolverse a través de una rebeldía anacrónica y
abstracta yéndose para soslayar la legalidad.
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La in v e r s ió n in t e r n a : d e i.a sacralidad a la d eeensa De esta m anera, a través de una larga y
m atizada descendencia el esclavo obediente, el veterano unitario, el capataz resp etu o so y
habilitado, el hom bre de confianza, en últim a apelación sirve a la ideología de una clase para im
pugnar los cam bios del país o c a n alizarlos a su favor. El sustancialism o al q u e se apela, la
elegiaca m i rada hacia atrás o en busca de esencias son m anifestaciones m ás o m enos veladas de
una reacción.
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A p a rtir d e esa s e c u e n c ia se va e n to n a n d o un devoto “H im no a los com erciantes" que
con sus com entarios y sus ecos recorre y define las páginas de ese periodismo inaugural cuya
secuela más in te n sa , p o r c o n tra rio sen tid o , es la d e n u n c ia del ocio y de ios ociosos: Las
lecciones d e u n c a m ilu c h o a su hijo no se limitan a aconsejar “no m e te r s e e n co sas d e co n
trabando", “ni fiarse d e las m u je r e s ”, “ni m e z c la rse co n los cria d o s esclavos”, sino que, a
d e m á s, en “p a labras de honesto trabajador", prenuncian ese otro itinerario que culm inará con el
viejo Fierro, experimentado, moralizante y que, h a c ia 1879, r e a lm e n te “está de v u elta” de sus
c o m p a d ra d a s, d e s ie rtos, m atorrales y d em ás deserciones. El Telégrafo se instaura, pues,
com o el m ás minucioso repertorio d e a p e r tu r a del siglo XIX liberal. Y, con creciente precisión,
va expresando la ideología en em ergencia de los protoburgueses criollos al filo del 1800
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T o m á s A. R om ero, p o r lo tanto, el m e rc a d e r m ás im p o r ta n te en tre la B anda O riental
y B uenos Aires. “Ese espacio h o m o g é n eo por lo m e n o s hasta Lussich y H ernández, e
incluso m ás allá con los P odestá, S án ch e z, Q uiroga, y e n dirección a Juan Carlos O n e tti”. Un
“n o ta b le o r g a n iz a d o r d e n e g o c io s u ltra m a rin o s ” con barcos p r o pios — Iragatas,
c h a la n as, goletas y veleros— y lejanos a s u n to s y hasta rep resen tan tes personales en "las
com arcas y los puertos" de G uinea y M adagascar. Sobre todo en el de la trata de negros. Rubro en
el que Lavardén, si aparece com o socio principal, opera de m ediador y vocero con lodo detalle,
escrupuloso y servicial. Porque si la O da resulta frustrada en su exhortación al gran río para que
entre en m ovim iento despegándose de lo estancado, en sus prosas sobre econom ía el éxito es total.
Los barcos em piezan a navegar. Cada vez m ás atestados de mercaderías, rápidos y p u n tuales. Es
q u e p o r lin “los a ire s” h a n soplado: “el p a m p e r o ” — explíc i ta m e n te — “y las s u d e s
ta d a s ” favorecen co m o n u n c a la a n d a d u r a del texto y la inauguración superpuesta del
gran proyecto liberal: la prosa, el viento y los negocios de la esclavatura los han puesto en
movimiento.
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Si tuviese q u e ilustrar los textos de Lavardén a p e la n d o a la g ráfica de entonces, posiblem ente
la Vista de B uenos Aires a Jines del siglo XVIII g rab a d a por F ern an d o Hrambila m e resultaría
eficaz. La m onum entalidad escénica de la O da al P araná aquí se condensa y se perfila. Fs que el
espacio de ese trabajo se recorta en dos planos principales: allá al fondo, flotan las cúpulas de la
ciudad com o si lo bru m o so corroborara la escenografía colosal, casi aérea y desproporcionada en
una suerte de idealización que opera con d im e n sio n e s exaltadas a las q u e se a d m iran o a las
q u e se desean y convocan.
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en la narrativa de los hom bres del 37: el m ism o Echeverría en su M atadero, Vicente Eidel López
con La novia del hereje, el prim er Gané con Izsther, Gutiérrez en su C apitán d e Patricios, Mitre
con Soledad. Las referencias y apuestas literarias a lo europeo fracasan; Europa com o ideal e
idealización narrativam ente se frustra. Cabe preguntar: ¿cuál es el elem en to q u e incide sobre el
núcleo de un cuerpo de doctrina formulado correctamente pero que en las sucesivas realizaciones se
distorsiona? Indudable: la presencia de Rosas y las cam pañas y ataques que provoca una creciente
exacerb ació n del problem a. La polém ica contra Rosas co ndiciona q u e el planteo inicial del 37
formulado originariamente como síntesis se escinda, polarice y congele en dicotom ía: lo idealizado
contra lo real en M ármol, la civilización frente a la barbarie en Sarmiento, el eu ro p e o o p u e s to
al criollo, el gringo ree m p la z a n d o al gaucho, la ciudad en guerra con el cam po, la capital
enfrentando al interior, lo libresco excluyendo a lo em pírico y así siguiendo. El liberalism o se
convierte en m aniqucísm o provocando fracasos literarios y d esencuentros políticos: los primeros a
través de ese idealismo convencional: en cuanto a los segundos pueden com probarse nítidam e n te
siguiendo el circuito de esa rigidez an tin ó m ica de Caseros a 1880 y del prim er período de Roca
com o albacea y realizador de Alberdi y S arm iento hasta llegar a 1916. A dem ás de la incidencia
de lo personal y generacional, el núcleo del proceso del liberalismo en lo que va del m o m en to
rom ántico al m om ento positivista es la actualización de lo que estaba en potencia (antítesis,
oposición, co m petencia, triunfo del m ás apto), lo que se evidencia entre el esquem atism o inicial,
el laissez-fairey el pasaje al d arw in ism o social, lo q u e m ed ia entre la acen tu ac ió n de un o
solo de los térm inos en la m ovilidad d e jo s fen ó m e n o s h asta o p o n erse a todo lo q u e im
plique co n tradicción y cam bio.
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En la lu c h a p o r la existencia e n el m is m o m edio, la raza m á s débil tie n e q u e su c u m b ir
a n te la m ejor d o ta d a ...”). E.l espacio de tiem po que inedia entre Facundo y los apuntes de la ■.
arte ra ciel g en e ral Roca e n su c a m p a ñ a al desierto. O la d istan c ia que hay entre las
apelaciones a Europa de las Bases (“¿Cómo, en q ué form a v en d rá en lo futuro el espíritu
vivificante de la civilización europea a nuestro suelo? Como vino en todas las épocas: la E u ro p a
n os traerá su espíritu nuevo, sus hábitos de industria, sus p rácticas d e civilización, e n las inm
igraciones q u e n os en v íe”) v sus im p u g n a c io n e s a lo in m e d ia to ("H aced pasar el roto,
el g a u cho, el cholo, unidad elem ental de nuestras masas populares, por todas las transform
aciones del mejor sistema de instrucción; en cien a ñ o s n o h aré is de él u n obrero inglés...”). Es,
tam b ié n , lo que a nivel m undial q ueda entre los planteos de Cecil Rhodes (“Estoy in tim am en
te p ersuadido de que mi idea representa la solución al problem a social, a saber: para salvar a los
cuarenta millones de h ab itan tes del Reino Unido de una guerra civil funesta, nosotros, los
políticos coloniales, debem os dom inar nuevos territorios para ubicar en ellos el exceso de
población, para encontrar nuevos m e rcados en los cuales colocar los productos de nuestras fábricas
y de n u e s tra s m inas.
La distancia qu e se am plía entre el m o m e n to program ático de los grupos tradicionales y su e ta
p a de vin c u lac ió n y ad e c u a c ió n al proceso im perialista clásico, con las secuelas de
agotamiento, repliegue, com probación de límites, c o n tra d ic c io n e s y posterior ajuste y
sobrevivencia. Es, en fin, el proceso a lo largo del ctial la convicción del héroe biográfico de M árm
ol se d eg rad a en el suicidio de Sin ru m b o o se desp laz a y disuelve c u a n tita tiv a m e n te en
las m asas de Sicardi, A hnafuerte o Ghiraldo. Paralelamente si la burguesía victoriana se prom
ueve, realiza y verifica, es porque en su envés se va con g e la n d o en fu n ción de su ideología y
de su ciclo histórico.
Habla de la iconogrfia de la burguesia: las fotos, las estatuas ecuestres,

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