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Resumen para final Historia Americana 1

UNIDAD I

LA EXPANSIÓN EUROPEA: HOMBRES EN MOVIMIENTO E INCORPORACIÓN DE NUEVOS ESPACIOS


AL CONOCIMIENTO

1- Los procesos históricos previos a la expansión: El mundo conocido. El Viejo Mundo. El Nuevo Mundo. El contexto
histórico: entre el feudalismo, el capitalismo y el absolutismo
2- Los modelos y antecedentes de la expansión. El Mediterráneo: Venecia y Génova. El Atlántico: España y Portugal, las
islas, la costa africana y la legitimación de la expansión y del reparto.

3- La expansión ultramarina: móviles, medios y precondiciones para la expansión marítima.

4- Entre el sistema factorial y el sistema colonial: El intercambio de mercaderías, las fronteras de expansión y la
significación de los espacios marítimos.

Brading.

UN MUNDO NUEVO

 1493. Colon. LA ESPAÑOLA (República Dominicana y Haití)


 1499: Corona de Castilla nombra a gobernantes para manejar los territorios descubiertos.
 1494 Tratado de Tordesillas: España maneja el Occidente; Portugal Asia y África.
 1503. Casa de Contratación explotación de las colonias en nombre de la Corona.

 ENCOMIENDA---- EXTRACCION DE ORO--- AGOTAMIENTO

DESCUBRIMIENTOS:

 1505/11 Puerto Rico, Jamaica, Cuba


 1509/13 Colombia, Panamá.
 1519/21; México y Perú.
 CARIBE: perlas, oro, azúcar, pieles, zona de entrada y salida, importación de esclavo
africano
 Santo Domingo se urbanizo rápidamente, se vivía al estilo europeo
 Las ciudades se construían en forma de TRAZA, se imitan a la METROPOLIS.
 ENCOMIENDA: Para adquirir los servicios y productos de los Indios se recurría a la
autoridad indígena y basándose en la política india existente. La encomienda no era un
estado y no comportaba título alguno sobre la tierra, ni derecho de jurisdicción. Solo
tributo, impuesto por la Corona
 REPARTIMIENTO: el encomendero le pedía al Cacique indios para que trabaje en su
tierra.
Los colonizadores eran recompensados con REPARTIMIENTOS DE INDIOS que
quedaban sujetos a prestaciones laborales.

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 En la ESTANCIA estaba el supervisor que se denominaba estanciero, capataz o minero.
 NABORIA: era un sirviente personal de un noble o un Cacique y los españoles lo utilizaron,
CRIADOS PERSONALES.
 La esclavitud india se hacía a los grupos aislados.
 1515 SE TERMINA LA FIEBRE DEL ORO
 1540 INGENIOS AZUCAREROS
 RESCATES: esclavos nómadas
 EXPANSION TERRITORIAL---- ESTACIONES DE RELEVO---
 CONQUISTA: captura del jefe LOCAL, combate, alianzas con indios bárbaros
 TRAYECTORIA DE LA CONQUISTA:

1. 1532/33 Panamá---- Perú (Pizarro)---------Incas


2. 1519/21 Cuba---México (Cortes) Aztecas

Para 1550 las capitales regionales ya se habían fundado

 1497 Ingleses en el Norte de América.


 Colon tomó posesión de las Indias en nombre de los Reyes Católicos de España
 Primer asentamiento LA ESPAÑOLA.
 El comercio era necesario para sostener la colonización
 Portugueses: factorías en África, Azores y Madeira. Plantación de azúcar
 Sistema de FACTORIAS SE TRASLADO A COSTA AMERICANA

Dussel

El encubrimiento del otro

Primera Conferencia: Desde el "ego" europeo: el "en-cubrimiento".


La categoría: El eurocentrismo.
La Historia Universal va del Oriente a Occidente. Europa es absolutamente el fin de la historia Universal.
La Historia Universal es la disciplina de la Indómita Voluntad natural dirigida hacia la universalidad y la
libertad subjetiva.

El autor tomando la idea de otros autores, para él como un ir viendo lo ya sabido y un descubriendo la historia
de algunos países Europeos como por ejemplo África que tenía un lugar Geográfico, histórico y Teológico.

Lo de Colón es completamente diferente, Colón partió de las islas Canarias el 8 de Septiembre y llegó a una
isla en la parte occidental del Atlántico el día 12 de Octubre de 1492. La Bula Papal de 1493, la describe de
manera objetiva: “Islas y Tierras firmes”.

Algo distinto es lo vio Colón o quiso ver Colón, este afirmó rotundamente haber llegado al Asia.

En el “Concepto” emancipador de Modernidad se encubre un “Mito “. Pero que es necesario llegar a la


reflexión filosófica y de muchas otras posiciones teóricas del pensamiento europeo y norteamericano.

Por tanto el Eurocentrismo y sus componentes como la Falacia desarrollista. Esto se trata de una posición
Ontológica por la que se piensa que el desarrollo “Falacia desarrollista” no es una categoría Sociológica o
económica, sino una categoría Filosófica fundamental, donde el Eurocentrismo cae en la Falacia desarrollista.

Según Dussel América latina queda fuera de la Historia mundial. Lo mismo acontecerá con el África. En
efecto aunque haya una especie de Trinidad (Europa, Asia, África) igualmente queda África descartada.

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Segunda conferencia: "descubrimiento" del Nuevo Mundo.

En el cuarto viaje, de 1502 a 1504, buscando siempre el camino hacia la India, se interna hacia el continente
y toca lo que hoy llamamos Honduras (para Colón parte de la China). Y, recorriendo la costa hacia el Sur, se
anima al encontrar, pareciera, por fin la ruta. En efecto, pasando junto a Panamá le informan los "indios"
(asiáticos) que hay un gran Mar del otro lado del istmo. Colón tiene ahora la certeza de que es el "Sinus
Magnus", y que está cerca, a sólo diez jornadas de navegación, del río Ganges. De regreso desde Jamaica,
escribió a los reyes el 7 de julio de 1503, indicando que la península asiática se prolongaba hacia el Sur.

De todas maneras Colón muere en 1506 con la clara "conciencia de haber descubierto el camino por el
Occidente hacia el Asia; en ella siempre estuvo y murió pensando en ella. Los Reyes Católicos lo
traicionaron, abandonándolo a su pobre y solitaria suerte, así como traicionaron a Boabdil y su pueblo
granadino, musulmán y judío que serán expulsados después como extranjeros, perdiendo con ellos España,
entre otras causas, la posibilidad futura de una "revolución burguesa".

En estas conferencias, en cambio, deseamos indicar por "invención" a la experiencia existencial colombina de
prestar un "ser-asiático" a las islas encontradas en su ruta hacia la India. El "ser-asiático" -y nada más- es un
invento que sólo existió en el imaginario, en la fantasía estética y contemplativa de los grandes navegantes del
Mediterráneo. Es el modo como "desapareció el Otro, el "indio", no fue descubierto como Otro, sino como "lo
Mismo" ya conocido (el asiático) y sólo re-conocido (negado entonces como Otro): "en-cubierto".

El "descubrimiento" del "Nuevo Mundo":

Llamo "descubrimiento", como nueva figura posterior a la "invención", a la experiencia también estética y
contemplativa, aventura explorativa y hasta científica del conocer "lo nuevo", que a partir de una
"experiencia" resistente y terca (que se afirma contra toda la tradición). Exige romper con la representación
del "mundo europeo" Como una de las "Tres Partes" de la Tierra.

Un navegante italiano, como Colón, ahora bajo la potestad portu guesa, Américo Vespucio, partió de Lisboa
en mayo de 1501 hacia la India. Su intención era llegar a su destino pasando también por debajo de la Cuarta
Península y atravesar así el "Sinus Magnus", como lo había proyectado en su fracasado viaje anterior.

Tercera conferencia: De la "conquista" a la "colonización" del mundo de la vida (Lebenswelt).

"La causa [final] porque han muerto y destruido tantas y tales y tan infinito número de ánimas los cristianos,
ha sido solamente por tener por su fin último el oro y henchirse de riqueza en muy breves días y subir a
estados muy altos y sin proporción a sus personas. (La causa ha sido) por la insaciable codicia y ambición que
han tenido que suplicar a Su Majestad con instancia importuna, que no conceda ni permita la que los tiranos
han inventaron, prosiguieron y han cometido y que llaman conquista "que(Bartolomé de las Casas, Brevísima
relación de la destrucción de las indias.

Pasemos ahora a la tercera figura: la "conquista". Por tal entendemos ahora una relación no ya estética o
cuasi-científica de la Persona- Naturaleza, como en el "descubrimiento" de nuevos mundos. En España, desde
la "conquista" era una figura jurídico-militar. El "Conquistador" es el primer hombre moderno activo,
práctico, que impone su "individualidad" violenta a otras personas.

La dominación más fue matanza e inorgánica ocupación que sistemático dominio. Totalmente distinta será la
suerte del primer imperio conquistado en el Nuevo Mundo.

La "Conquista" es un proceso militar, práctico, violento que incluyedialécticamente al Otro como "lo Mismo".
El Otro, en su distinción es negado como Otro y es obligado, subsumido, alienado a incorporarse a la
Totalidad dominadora como cosa, como instrumento como oprimido, como "encomendado".

El conquistador mata al varón indio violentamente o lo reduce a la servidumbre, y "se acuesta" con la india
(aun en presencia del varón indio), se "amanceba" con ellas se decía en el siglo XVI. Relación ilícita pero
permitida; necesaria para otros pero nunca legal de hecho el español, cuando podía, se casaba con una

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española cumplimiento de una voluptuosidad frecuentemente sádica, donde la relación erótica es igualmente
de dominio del Otro (de la india). Sexualidad puramente masculina, opresora, alienante, injusta. “Se coloniza"
la sexualidad india, se vulnera la erótica hispánica, se instaura la doble moral del machismo: dominación
sexual de la india respeto puramente aparente de la mujer europea.

La "colonización" o el dominio del cuerpo de la mujer india es parte de una cultura que se basa también sobre
el dominio del cuerpo del varón indio. A éste se lo explotará principalmente por el trabajo.

Cuarta conferencia: La "conquista espiritual". ¿"Encuentro" de dos mundos?

La "conquista espiritual" y el "encuentro" de dos mundos. Por tales entendemos el dominio que los europeos
ejercieron sobre el "imaginario" del nativo, conquistado antes por la violencia de las armas. Se predica el
amor de una religión (el cristianismo) en medio de la conquista irracional y violenta. Se funda la memoria de
una comunidad de creyentes la Iglesia; y, por otra, se muestra a una persona humana moderna con derechos
universales.

Los indios ven negados sus propios derechos, su propia civilización, su cultura, su mundo, sus dioses en
nombre de un "dios extranjero" y de una razón moderna que ha dado a los conquistadores la legitimidad para
conquistar. Elabora un mito de su bondad ("mito civilizador") con el que justifica la violencia y se declara
inocente del asesinato del Otro.

Quinta conferencia: Crítica del "mito de la Modernidad”:

De este texto lo que debe retenerse como central es aquello de que trae "grandísima utilidad" y "para bien de
todos"; es decir, es también útil y bueno para el dominado, conquistado, vencido. Perfectamente constituido el
"mito de la Modernidad". Por una parte se autodefine la propia cultura como superior, más "desarrollada" (y
no queremos negar que lo sea en muchos aspectos, aunque un observador crítico deberá aceptar que los
criterios de tal superioridad son siempre cualitativos, y por ello de una incierta aplicación) .En esto consiste
el "mito de la Modernidad. En un victimar al inocente (al Otro) declarándolo causa culpable de su propia
victimación, y atribuyéndose el sujeto moderno plena inocencia con respecto al acto victimario.

Sexta conferencia: Amerindia en una visión No-eurocéntrica de la Historia Mundial:

Ahora es necesario cambiarse de "piel", tener nuevos "ojos". No son ya la piel y los ojos del ego. ". No son ya
manos que empuñan armas de hierro, y ojos que ven desde las carabelas de los "intrusos europeos" y gritan:
"¡Tierra!" con Colón. Ahora tenemos que tener la suave piel bronceada de los caribeños, de los andinos, de
los amazónicos.

Los ojos admirados de aquellos indios que desde las playas, con piesdesnudos sobre las suaves y cálidas
arenas de las islas "vieron" acercarse, flotando sobre el mar, dioses nunca vistos.

Cambiar de piel como la serpiente, pero no la perversa serpiente traicionera que tentaba a Adán en
Mesopotamia, sino la "serpiente emplumada", la Divina Dualidad que "cambia su piel para crecer.
¡Cambiemos la piel! Adoptemos ahora "metódica-mente" la del indio, del africano esclavo, del mestizo
humillado, del campesino empobrecido, del obrero explotado, del marginal apiñado por millones miserables
de las ciudades latinoamericanas contemporáneas. Túpac Amaru usaba esta expresión para referirse a los
españoles europeos.

Tomemos como propios los "ojos" del pueblo oprimido, desde "los deabajo" -como expresaba Azuela en su
conocida novela.

Séptima conferencia: De la "parusía" de los dioses a la "invasión.

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El "Dios viejo" es Omotéotl principio originario dual: Madre-Padre, como el "Alom- Qaholom" (Madre-Padre
originario) de los mayas. Es la "divina dualidad" originaria (que nos recuerda los "gemelos" de todas las otras
culturas americanas, desde las praderas norteamericanas, hasta el Caribe, el Amazonas y hasta la Tierra del
Fuego). El principio dual en Heráclito indicaba lo mismo.

Entre las culturas nómadas (primer grado) o de plantadores aldeanos (como la de los guaraníes) no había
diferenciación social suficiente para que se distinguiera una función tal como la del "filósofo”. Mientras que
en las culturas urbanas se perfila claramente esa figura social.

La "parusía" de los dioses:

Buena parte de las creencias de los Tlamantinime coincidían con los populares y las de las clases dominantes
política, guerrera y comercial como, por ejemplo, la existencia de los "Cinco Soles".

Más allá de todo mito, la razón azteca afirmaba, como el origen ab- soluto y eterno de todo, no al "Uno”, sino
al "Dos.

Octava conferencia: De la "resistencia" al "fin del mundo" y el "Sexto Sol".

La "Parusía" de los dioses (primera figura) había terminado, y con ella Moctezuma; la "invasión" (segunda
figura) venía de Europa y ac- tivamente se extiende por todo el continente. La "resistencia" (tercera figura),
que es la acción que parte desde la tierra americana, es más encarnizada y prolongada de lo que muchos han
hecho creer.

La conclusión evidente, desde la lógica del pensamiento amerindio, debía aceptarse: es el "fin del mundo"
(quinta figura). Pero si una Era o etapa del mundo termina, desde la cosmovisión náhuatl, se iniciaba un
nuevo momento cósmico-histórico del "mundo" que no interrumpe su devenir eterno; comenzaba lo que
pudiéramos llamar el "Sexto Sol" (sexta figura), y en él hemos vivido ya en la Periferia los últimos quinientos
años (1492-1992).

La "resistencia”:

"La historia tradicional presenta la conquista como una hazaña prodigiosa realizada por un puñado de
valientes que dominaba casi con sólo su presencia, en nombre de Dios y de Castilla, a primitivos y salvajes.
Una simple lectura de las Crónicas demuestra lo contrario: la oposición fue encarnizada y sistemática a partir
del momento en que, pasada la sorpresa y confusión del encuentro, la creencia en la llegada de los supuestos
dioses anunciados por la tradición es sustituida por la conciencia de la excesivamente terrenal naturaleza de
los invasores.

La resistencia es decidida y valiente, suicida a menudo de aquellos hombres y mujeres que luchan contra las
armas de fuego, los caballos, los perros amaestrados cebados en indios, cosa de grande crueldad, que los
despedazaban bravamente.

Se podría seguir paso a paso la "resistencia" ante la "invasión pero sólo indicaremos algunos rasgos de la
misma. Había cinco pequeños reinos bajo el mando de los caciques Guarionex, Guacanagarí (el traidor de su
pueblo y "amigo" de Colón), Caonabo, Behechio (hermano de la reina Anacaona, famosa por su valentía y
belleza) y Catubanamá. Cibao, el que resistió al robo de las mujeres de su pueblo perpetrada por los españoles
dejados por Colón en el fuerte de Navidad. Robaban, violaban, mataban indios. El cacique se dirigió al fuerte
y ajustició a los invasores. Fue el comienzo de la resistencia en el continente. Rico en oro, se le impuso al
Cibao un tributo en el mismo metal Cada indio que había pagado el impuesto llevaba colgado al cuello una
moneda de cobre marcada en el momento del pago.

Una vez aniquilada la resistencia en las diversas regiones, de una manera u otra, cada pueblo interpretó dentro
de su visión del mundo el nuevo estado de cosas. En el imperio azteca todos llegaron a la trágica conclusión

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que se les imponía. Pareciera que los aztecas interpretaron de inmediato que era el "fin del mundo", el fin del
"Quinto Sol".

ELLIOTT, John H. Imperios del Mundo Atlántico. España y Gran Bretaña en América

CAPÍTULO I: Intrusión e imperio

Hernán Cortés y Christopher Newport

Hernán Cortés era un notario extremeño y Christopher Newport, un antiguo corsario manco de
Limehouse, Middlesex. Ochenta y siete años separan ambas expediciones que pusieron los cimientos de las
conquistas de España y Gran Bretaña en América.

Hernán Cortés

Cortés zarpó de Cuba el 18 de febrero de 1519 con 530 hombres. La empresa fue financiada por el
gobierno de Cuba (cuyo gobernador, Diego Velázquez daba órdenes precisas sobre la forma en la que se
conquistarían las nuevas tierras) y dos isleños acaudalados.

Llegada: primero reconoce la costa de Yucatán y luego zarpa hacia México continental con unos
doscientos de sus hombres. Son bien acogidos por los totonacas del lugar antes de ser recibido por el cacique
que le explica a Cortés que gobernaba una provincia y que su emperador era Moctezuma. Mientras Cortés
reconoce el lugar y ante un notario toma posesión del territorio en nombre de Carlos V rey de España, sigue las
órdenes de Diego Velázquez “que la expedición tuviera por misión la exploración y el comercio”.

Pero el propósito de Cortés era, en realidad, poblar –es decir, conquistar– lo cual llevaría a cabo
desafiando a su superior y obteniendo la autorización de la corona, con la que quedaba libre de sus obligaciones
hacia Velázquez. En junio de 1519 reconstituyó una comunidad formal con el nombre de Villa Rica de la
Veracruz y podría dirigir a sus hombres hacia el interior con el objetivo de conquistar.

Conquista: Cortes comenzó a avanzar hacia Tenochtitlán, donde se encontraría con Moctezuma II. A su
paso fue destruyendo ídolos y erigían cruces en los lugares de culto indígena, así como también fueron
reclutando mesoamericanos disconformes bajo la dominación de los mexicas.

Encuentro de las dos civilizaciones: se hizo evidente la incomprensión mutua entre los dos representantes
de civilizaciones que por primera vez se encontraban (Moctezuma II hablaba lengua náhuatl). Cortés trató de
abrazar al emperador y se lo impidieron pero aun así se las arregló para depositar sobre su cuello un collar de
perlas y piedras preciosas y Moctezuma le devolvió el gesto con dos collares de oro y poniendo a su disposición
su palacio.

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Después de que los españoles descansaron, Moctezuma les dio la bienvenida oficial con más regalos y a
través de un discurso donde (según Cortés) se asentaba que los españoles eran descendientes de un gran señor
del país de los nahuas que había sido expulsado y que venían a reclamar lo que era suyo, sometiendo así a su
pueblo y a él mismo a los españoles, tras lo que Cortés toma prisionero a Moctezuma. Este acto era llamado
traslatio imperii, mediante el cual se transfería el imperio a Carlos V.

Pero hubo en levantamiento tas el cual emprendieron una sangrienta retirada en la “Noche Triste” que se
revirtió en agosto de 1521, cuando los españoles recuperaron Tenochtitlán. México quedo destruido y se
transformó en el primer Virreinato de Nueva España.

Justificación: una misión providencial con el objetivo de convertir al pueblo salvaje a la cristiandad y la
civilidad, para lo que se leyó un documento llamado “Requerimiento” donde se decía que todas las tierras eran
posesiones de San Pedro y sus sucesores y estos habían otorgado su jurisdicción a Isabel y Fernando.

Composición de la tripulación de la expedición: variada, se los denominó baquianos, hombres


adaptados al medio ambiente del Nuevo Mundo (sobrevivieron a las enfermedades). Eran conocidos como
pobladores. Los nuevos territorios españoles eran conocidos como reinos en posesión de la corona de Castilla,
que estaban habitados por conquistadores y sus descendientes y por pobladores, nombre dado también a todos
los que llegaron después.

Christopher Newport

Christopher Newport zarpó con sólo tres embarcaciones el 29 de diciembre de 1606 de Londres (ya la
conquista de Cortés era bien conocida en toda Inglaterra). Anteriormente a esta expedición se habían
realizado diferentes intentos a finales del siglo XVI, pero estos habían fracasado a la hora de crear un
asentamiento, por lo que la expedición de Newport –a diferencia de la de Cortés– se organizó desde Inglaterra
misma, y fue financiada por una empresa de capital compartido con sede en Londres llamada Compañía de
Virginia de la que Newport era un empleado. Las instrucciones de la Compañía para la ocupación de los
territorios eran conciliadoras: “debéis poner mucho cuidado en no ofender a los nativos si podéis evitarlo”.

Llegada y colonización: Newport, antes de desembarcar, mandó unos hombres a tierra para que
exploraran el territorio pero estos fueron heridos. Newport y sus hombres habían puesto los ojos en tierra
donde la forma de actuar europea era conocida y poco apreciada.

Primer asentamiento en mayo de 1607 en Jamestown: aquí los indígenas parecían bien predispuestos.
Debían ocultar las muertes para hacerles creer a los indígenas como en el caso de México que eran hombres
inmortales. El territorio donde se establecieron era gobernado por un emperador, Powhatan, con quien
Newport llevó a cabo una serie de intercambios de presentes. Su riqueza y población eran bajas en
comparación con las de México, por lo que queda asentado en diversas cartas que pueden excavar y
apropiarse de todos los metales preciosos que encuentren siempre que separen una parte para la corona.

En 1607 Newport se dirigió de regreso a Inglaterra en busca de provisiones ya que habían sido
azotados por el hambre y las enfermedades. En su lugar dejó encargado a Smith, quien debería realizar
expediciones hacia el interior, sin embargo este fue capturado por el hermano y sucesor de Powhatan,
Opechancanough. El misterio rodea los ritos a los que fue sometido durante su cautiverio y su relación con la
hija de Powhatan, Pocahontas. Recién fue liberado con la llegada de Newport. Este llegó con la orden de la

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compañía de que los powhatan debían rendirle reconocimiento formal a Jacobo I, pero Powhatan se negó a ir
a la ceremonia y Newport tuvo que ir hacia la capital y llevarle a Powhatan los regalos traídos de Inglaterra.

La mentalidad y la motivación de Newport eran las mismas que para Cortés: riqueza en términos de
oro, plata y tributación, que pronto se vieron frustradas. Durante muchos años la supervivencia de la colonia
iba a pender de un hilo, con alternancia de paz y hostilidades entre los indígenas y los ingleses, hasta que en
1622 la llamada “gran masacre” de unos 400 hombres de los 1240 colonizadores precipitó un conflicto en el
que los ingleses se impusieron poco a poco.

La colonia de Virginia difería mucho de la de Nueva España. Era mucho más pobre y no estaba basada
en la tributación y trabajo indígenas. Y la salvación, cuando llegó, no vendría de la mano del oro sino del
tabaco.

Justificación de la conquista: una misión providencial con el objetivo de convertir al pueblo salvaje a la
cristiandad y la civilidad. Estos solo tomarían los bienes y tierras que les sobraran a los indios.

Composición de la tripulación de la expedición: mayoritariamente caballeros pertenecientes a la baja


nobleza. Eran conocidos como plantadores, lo que indicaba el propósito de su viaje: plantación (implantar
inmigrantes) era sinónimo de colonia. En el siglo XVIII se comenzó a utilizar el término colonos. Se los
denominó plantadores porque tenían licencia para asentarse y fundar colonias.

Motivos y métodos

Cortés: volvió a España para exponer su causa ante el emperador, quien lo ratificó en el puesto de
capitán general pero no de Gobernador de Nueva España. Volvió en 1530, pero en 1540 se instaló
definitivamente en España.

Newport: dejó el servicio de la Compañía en 1611 y murió en 1617 haciendo viajes para la
Compañía de las Indias Orientales.

Se han descrito: Al imperio español como imperio de conquista. Al imperio británico como imperio
de comercio.

Cortés y Newport: ambos tenían razones para sentirse decepcionados por el trato que habían
recibido, pero cada uno a su manera. Sus expediciones tenían tanto similitudes como diferencias.

Tanto Castilla como Inglaterra eran potencias protocoloniales mucho antes de que se dispusieran a
emprender la colonización de América. Así se crearon esquemas mentales fácilmente trasladables a partes
lejanas del mundo en los albores de la época de la expansión europea en ultramar. Inglaterra: incorporaron
Gales en 1536 e impusieron colonias en Irlanda. España: combinación de invasión y colonización. La
reconquista fue tanto una guerra para capturar botín, tierras y vasallos como una cruzada cuyo fin era
recuperar para los cristianos los vastos territorios que se habían perdido a manos del Islam.

Portugal: la combinación del comercio para abrir nuevos mercados con los deseos de nobles por
conseguir nuevas tierras y vasallos proporcionó el ímpetu para la primera iniciativa de sostener un imperio en
ultramar y su camino fue rápidamente seguido por otros, pero ni los medios portugueses ni las condiciones

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locales eran idóneos para apoderarse de las vastas áreas de territorio de Asia y África. Los recursos humanos
eran limitados, las sociedades locales eran resistentes y el clima y las enfermedades solían causar un elevado
número de muertes. Como resultado, el imperio de ultramar establecido por los portugueses en los siglos XV
y XVI consistía en una gran parte de fortalezas y factorías en los márgenes de Asia y África.

España: ya con Colón las expediciones tenían en mente algo más que una base comercial, ya se podía
distinguir un programa que hoy en día se considera como el régimen colonial arquetípico: el establecimiento
de una sede de gobierno y dominio sobre la población indígena. Si bien junto con la tradición de asentamiento
y expansión, la Castilla bajomedieval también tenía una tradición mercantil, las condiciones propias de las
Indias eran propicias a un planteamiento territorial, a diferencia de Asia y África.

Sociedades indígenas americanas: eran diferentes de las de Asia y África, en primer lugar por ser
vulnerables a Europa, a su superioridad tecnológica y a sus enfermedades. La conversión al cristianismo se
convirtió en una prioridad al correrse la voz de que estas poblaciones nunca habían sido evangelizadas y esto
fue la justificación de la presencia española. Así, las Indias favorecían a un planteamiento basado desde la
conquista y la subyugación más que el establecimiento de enclaves comerciales. El Caribe comenzó a
mostrarse decepcionante para los objetivos de conquista y colonización: no resultaron ser fuente de oro
abundante y la mano de obra caía enferma fácilmente. Sin embargo, al derrocar Cortés al imperio azteca se
hizo evidente que el imperio español de las Indias iba a ser una realidad duradera. La expedición de Cortés se
ajustaba por lo tanto a un modelo de conducta desarrollado en suelo ibérico durante la reconquista y
trasladado al caribe, por lo que no es de sorprender que llevara a cabo su conquista de México como si luchara
contra los moros.

Cortés sabía cuales podían ser las consecuencias de una rapiña incontrolada de aventureros (lo supo
por lo que había pasado en el Caribe) y que la colonización efectiva no era posible sin un intento serio de
explotar los recursos. Se hizo evidente que las formas de riquezas más fáciles de adquirir estaban reservadas
para una minoría, y que por lo tanto los conquistadores decepcionados y los nuevos inmigrantes tuvieron que
arreglárselas por su cuenta.

Isabel y Fernando: al reafirmar su autoridad con tantas dificultades en la península, no estaban


dispuestos a que sus súbditos alcanzaran mayor poder, por lo que los mantendrían una estrecha vigilancia
aunque se encontraran al otro lado del océano. No solo en el proceso de conquista, sino en lo referido a la
protección de los indios. También es una consecuencia de la preocupación que tenían por las explotaciones de
los depósitos de plata y el envío de lingotes a Sevilla de una forma segura, ya que era la fuente de recursos
para satisfacer sus necesidades financieras.

Inglaterra: a diferencia de España, se movía en dirección del pluralismo religioso, haciendo que los
promotores de la colonización en ultramar tengan que buscar argumentos a favor de su causa. Veían a las
colonias como puntos de salida para las manufacturas nacionales y como una posible respuesta ante la
superpoblación de Inglaterra. Así, la colonización se convertía en un remedio para los problemas económicos
y sociales del país. Pero la ausencia de plata y mano de obra indígena en las primeras colonias británicas
obligó a los colonos a adoptar una política basada en el desarrollo, en oposición a la mera explotación. A
diferencia de las colonias españolas, las colonias británicas tuvieron poca y nula intervención de la corona y
de la iglesia.

Expediciones española e inglesa: muchas de las mismas aspiraciones acompañaron el nacimiento de


los imperios español y británico en América, los accidentes tanto temporales como ambientales influirían para
que se desarrollaran de formas distintas. Y las respuestas de los conquistadores estarían tanto condicionadas
por el viejo mundo como por el nuevo mundo que se proponían dominar y hacer suyo.

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CAPÍTULO 2: La ocupación

Los europeos que emprendieron la conquista y colonización de las tierras descubiertas al otro lado del
Atlántico se enfrentaron a un reto cuya inmensidad roza lo inimaginable: la dominación del espacio
americano.

Había marcadísimas diferencias regionales dentro de la propia América: de clima, de territorio, lo que
equivalió a diferencias en los modos de colonización y explotación. La dominación de América constó de al
menos tres pasos:

- La toma de posesión simbólica (estandartes, rituales como plantar cruces, lecturas sobre la toma de posesión
al desembarcar, nombres que aparecen en la cartografía, etcétera)

- La ocupación material del terreno (sometimiento o expulsión de las poblaciones originarias)

- La población o repoblación por parte de los colonizadores y sus descendientes (tanto ingleses como
españoles comparten el principio de la tierra res nullius: quelas tierras, hasta que nadie las ocupase, no son de
nadie; el primero en usarlas sería el dueño)

La ocupación simbólica

Los españoles basaban su titularidad en la concesión papal primera a la corona española. Les interesaba más
el dominio sobre la población que sobre la tierra. Una manera usual de hacerse de la tierra era rebautizarla
(práctica no solo europea, los mexicas también habían cambiado los nombres de las tierras que habían
anexionado a su imperio). Por ejemplo, el imperio de Moctezuma fue rebautizado como Nueva España por
Cortés; “Norumbega” (supuesto nombre indio de origen desconocido) fue rebautizada como Virginia del
norte por Newport y más tarde como Nueva Inglaterra por John Smith. Al elegir nombres, se buscaba la
facilidad de pronunciación tanto para los pobladores originarios como para los europeos y se preferían
nombres más cortos. Aunque algunos se conservaron, había prejuicios hacia los nombres originarios y se solía
pedir su cambio (por ejemplo, Kiccowtan por Elizabeth City).

Cartografía: en el siglo XVI, el español Felipe II tenía pasión por el detalle y la representación exacta así que
quiso saber la extensión y ubicación de las nuevas tierras. Llevó adelante un plan de producción de mapas
(ocultos para que los rivales no supiesen de sus posesiones ni ubicaciones). A los ingleses, en cambio, no les
interesaron demasiado los mapas hasta el siglo XVII, y hasta entonces los que había eran de mala calidad y no
se buscaba ocultarlos pues querían promover la colonización y el mapa actuaría con efecto tranquilizador y
alentador.

La ocupación física

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Los diversos mapas muchas veces reclamaban tierras que todavía no se habían ocupado materialmente; había
una gran distancia entre la aserción cartográfica y lo que en realidad sucedía sobre el terreno. Desde un punto
de vista técnico, tanto en la América española como en la británica, el suelo se transfería a la corona una vez
se había proclamado su soberanía. A partir de allí, era la corona la que se encargaba de su distribución con el
fin de adscribir colonizadores a las tierras. Una de las maneras de redistribuir las tierras era conceder a los
comandantes y colonizadores los poderes para repartir parcelas de terreno.

Corona británica: expedía cédulas a grupos de personas interesadas que se constituían en sociedades como las
compañías. A los británicos no les preocupaba tanto tener un estrecho control sobre sus tierras como a los
españoles. Aunque no hubo mucha sistematización en los asentamientos, en los estadios iniciales se resolvía
el problema mediante la compra de tierras a los indios.

Tanto españoles como británicos consideraron como prolegómenos imprescindibles para la ocupación
permanente de tierras la reconstitución de la sociedad civil europea, pero eso nunca se logró totalmente. Por
eso se las llama sociedades americanas.

El tener una mejor vida era una justificación interesante para exponerse a los peligros de aventurarse en las
nuevas tierras (hay que tener presente que los españoles venían del ambiente de la Reconquista donde las
palabras botín y señorío hacían eco).

A los españoles de la primera generación no les interesaba mucho la tierra como bien en sí, sino que preferían
disponer de tributarios y gozar de ingresos y un estilo de vida señorial sin tener que preocuparse por explotar
grandes haciendas, para cuyo producto el mercado era limitado, hasta que la inmigración aumentó en número
y generó nuevas necesidades.

La colonización española se basó en la dominación de la gente, lo que implicaba tomar posesión de vastas
zonas pobladas. Eso se hacía mediante la fundación de ciudades, como punto fijo y central de apoyo para los
colonizadores desarraigados. Esta política de urbanización estaba en consonancia con las prácticas llevadas a
cabo durante la Reconquista en la España medieval donde el desplazamiento de los castellanos hacia el sur se
basaba en los pueblos y ciudades a los que la corona concedía jurisdicción sobre extensas áreas a su alrededor.

El ideal de una comunidad totalmente urbana estaba muy arraigado en la mentalidad española y se
consideraba contrario a la naturaleza que los seres humanos vivieran alejados de la sociedad. Las ciudades se
veían como prueba evidente de imperios. Las villas y ciudades iban a convertirse en la base del dominio
español en América, por lo general se fundaban nuevas ciudades, aunque a veces se usaban las ciudades
precolombinas como Cuzco o Tenochtitlán. Las ciudades serían lugares estables para vivir. Se facilitaba la
llagada de las esposas y se daba plazo de año y medio para casarse y establecerse allí; también funcionarían
como agentes fundamentales de distribución, asentamiento y control de tierras.

Los ciudadanos notables recibieron también indios en repartimiento o encomienda. Al organizar el


repartimiento de los indígenas entre sus seguidores, Cortés dio los primeros pasos en la América continental
para la implementación de lo que se convertiría en un sistema de encomienda plenamente desarrollado.
Pizarro siguió sus pasos en 1532. Los documentos expedidos especificaban las características esenciales de la
encomienda en sus estadios iniciales: la obligación de los indios de llevar a cabo trabajos para su depositaros
y el deber de estos últimos de instruirlos en la fe cristiana y cuidar de ellos.

La encomienda evolucionaría en dirección opuesta a lo que se esperaba, la corona se comenzó a preocupar


por los malos tratos y explotación brutal de los indios, y luego por la baja incesante de la población nativa,
por lo que se intentó frenar esto a través del cambio de la encomienda por el pago de tributos. Además, en el
intento de impedir la creación de una aristocracia al estilo europeo, el poder real también luchó por evitar la
perpetuación de las encomiendas por herencia familiar. Aunque la rebelión en Perú y la oposición

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generalizada en Nueva España obligaron a la Monarquía a revocar la cláusula de las Leyes Nuevas de 1542
por las que los súbditos indios volvían a depender directamente de la corona a la muerte del encomendero, la
transmisión de la encomienda de una generación a otra nunca llego a ser automática. La autoridad real siguió
siendo dueña de la situación.

Por encima de todo, la encomienda continuó siendo lo que siempre había sido: una concesión de indios, no de
tierras. Cuando los indígenas abandonaban el suelo, este volvía a manos de la corona, no del encomendero.

Los encomenderos estaban obligados por ley a vivir en villas o ciudades, y no donde tenían sus encomiendas,
así que no pudieron convertirse en una aristocracia terrateniente europea con residencia en sus tierras
señoriales. Aun así muchos aprovecharon su posición privilegiada para reinvertir las ganancias que les daba el
trabajo indígena en grandes extensiones de tierra, que podrían heredar a sus descendientes para su empleo en
agricultura y ganadería.

De acuerdo con el uso metropolitano, sin embargo, siguieron existiendo limitaciones estrictas sobre la
propiedad del suelo en los territorios americanos españoles: la pertenencia de tierras estaba condicionada por
su ocupación o uso, si bien el subsuelo continuaba siendo posesión inalienable de la corona según las leyes
castellanas. Los propietarios podían poner mojones para delimitar las zonas, pero no cercarlas, a diferencia de
la América británica, donde las vallas eran símbolos visibles de que se había “mejorado” la tierra; los pastores
u otros tenían permitido el paso libre a través de las fincas privadas; y los bosques y las aguas continuaron
siendo comunales.

El proceso por el cual los encomenderos y otros colonizadores privilegiados y acaudalados pudieron adquirir
bienes inmuebles que podían ser heredados tuvo como reusltado el nacimiento de lo que iba a ser el clásico
modelo hispanoamericano de una sociedad colonial construida sobre los fundamentos de la ciudad y la finca
rural, la estancia o hacienda, que variaba considerablemente de tamaño y función según las circunstancias
locales.

Antes de que Felipe II en 1573 diera las ordenanzas sobre el emplazamiento y el trazado de las ciudades del
Nuevo Mundo, estas habían adquirido las características distintivas que ahora aparecían como normas: plaza
mayor, rodeada por la iglesia y edificios civiles, un plan regular de las calles basados en una cuadrícula (a
modo de damero, relacionado con la teoría renacentista de la arquitectura), que Ovando ya había adoptado en
la reconstrucción de Santo Domingo tras el huracán de 1502.

El estilo de construcción británica fue similar, aunque el autor supone que tuvo más que ver con la inspiración
renacentista que con una copia de lo español. En 1622, sin embargo, la Compañía de Virginia, desesperada
por salvar a la colonia inglesa tras el reciente asalto indio, sí hizo referencia explícita al sistema hispano en
una carta con instrucciones dirigida al gobernador de Virginia. Se recomendaba crear ciudades o pueblos
ordenados siguiendo el "ejemplo de los españoles en las Indias Occidentales”. A partir de 1622 comenzaron a
construirse empalizadas contra los indios (en 1644 se registra otro ataque). No se lograron crear muchos
asentamientos urbanos.

Hacia finales del siglo XVII, sin embargo, además de innumerables poblaciones pequeñas y medianas, la
America británica también había logrado generar varias ciudades a lo largo el litoral atlántico: Boston,
Newport, Filadelfia y Charles Town. Pese al crecimiento urbano, la América británica continuó siendo
predominantemente rural y resultó ser una sociedad con mayor movilidad geográfica que la América
española, y estuvo caracterizada por la migración al oeste hacia la frontera agrícola a medida que disminuía la
amenaza del ataque indio.

Los inmigrantes de Nueva Inglaterra sabían que se dirigían a una comunidad puritana. Aunque muchas veces
junto a los “peregrinos” se encontraban algunos "foráneos" o "particulares" que podían llegar a generar

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tensión, había un grado de consenso entre la mayoría de los inmigrantes para permitir a sus gobernantes
embarcarse en su gran experimento de construir una comunidad de inspiración divina.

No obstante, el fracaso de algunos de estos experimentos (como el de la isla La Providencia, que producía a
penas algo de tabaco de mala calidad y terminó siendo arrasada por un ataque español) muestra que incluso
entre los "santos manifiestos", la disciplina de inspiración divina no era suficiente para garantizar una colonia
viable.

Massachusetts difiere en su destino al de La Providencia porque llevaban consigo su escritura de constitución,


con lo que quedaba establecido desde el principio el control local sobre la regulación de sus vidas y la
distribución de tierras. Aquí al igual que en Virginia, la posesión sin trabas del suelo iba a resultar decisiva
para el éxito.

La fundación de las distintas colonias de la América británica perseguía diferentes fines: en Virginia buscaban
obtener ganancias; en Massachusetts, satisfacer su propio interés y conciencia; y en otros asentamientos,
difundir el evangelio. Este último tópico deja oculto el interés primario de Nueva Inglaterra por la ganancia.
De hecho, los núcleos fueron creados y controlados por corporaciones inmobiliarias cuyos miembros no
coincidían con los pertenecientes a la comunidad municipal ni con la religiosa. Esta sed de ganancias la
describe Roger Williams al ver como su propia colonia de Rhode Island era presa de las maquinaciones de los
especuladores de Boston, al advertir que "el ídolo de la tierra será una deidad tan adorada entre nosotros los
ingleses como lo fue el ídolo del oro entre los españoles".

Era admirable la cohesión de Nueva Inglaterra. A la cuáquera Pensilvania (otro experimento religioso) le
costaría más encontrar una cohesión semejante. El ideal de comunidad unida iría disminuyendo con la llegada
de nuevos pobladores y especuladores. La ventaja que tenían eran sus tierras fértiles, y el poder asentarse de
manera fácil por la poca amenaza de los indios y la abundancia de tierras.

Con una tendencia a que los intereses familiares primasen sobre los ideales comunitarios, el ambiente de las
colonias atlánticas centrales resultó altamente favorable al desarrollo de una economía de mercado
competitiva, con cohesión social y estabilidad política.

El rechazo a tomar “apego a un lugar” era la pesadilla de las mentes administradoras en las Américas tanto
británica como española. En esta última, la concesión de los indios en encomienda y el apoyo de medidas
reales, intentó funcionar como anclaje, aunque para los sucesivos virreyes del lugar parecía una batalla
perdida. La encomienda estaba en manos de unos pocos privilegiados; los nuevos inmigrantes tenían
dificultades para obtener empleo una vez consolidada la nueva sociedad colonial; además, desde medidos del
siglo XVI, los vagabundos de origen español recibieron como refuerzo un número creciente de mestizos,
negros y mulatos. Esta situación preocupaba a las autoridades e intentaron frenarla a partir leyes, aunque su
éxito fue escaso.

En la América británica, las restricciones fueron más débiles. Su gobierno real era mucho menos fuerte y el
freno al desplazamiento en Norteamérica fue a causa de los indios de la región. Las primeras colonias
británicas (Virginia y Nueva Inglaterra) no hubieran sobrevivido sin la ayuda de la población originaria del
lugar. Si bien se entablaron relaciones amistosas, siempre existió miedo a una “traición india” (y a esto había
que sumarles los problemas intertribales). En Virginia, el momento decisivo de quiebre fue en 1622 con la
masacre; para Nueva Inglaterra, en 1634 con el asesinato de dos capitanes y su tripulación por parte de los
pequot y la serie de acontecimientos que culminó en la brutal guerra contra ellos en 1637.

Al principio de la colonización las tierras se negociaban, pero conforme avanzó el tiempo y aumentó el
número de pobladores ingleses, los ímpetus de invasión fueron creciendo. En la primera mitad del siglo XVII
se llevaron a cabo leyes en Virginia y Nueva Inglaterra para poner freno a los derechos sobre el territorio

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indio. Tras la baja en la población indígena, estos estaban dispuestos a vender sus tierras a cambio de poder
seguir pescando, cazando y recolectando sobre ellas. En Nueva Inglaterra, tras la guerra y que quedara la zona
con la población casi extinta, aun seguían existiendo prejuicios por parte de los ingleses para habitarla. En el
caso de Virginia, la situación era muy parecida. Pero en ambas situaciones la necesidad por el espacio fue más
fuerte.

La población de las tierras

Al principio de la colonización era necesario un flujo constante de de inmigrantes, para la posterior población.
La taza de mortalidad era muy alta entre los recién llegados. En Castilla, la presión demográfica no fue
primeramente un factor para la conquista, pero el sistema de propiedad agraria era lo bastante desigual como
para actuar como motor de la misma entre los desfavorecidos. Las promesas de riquezas eran aún más
estimulantes.

Se creó la Casa de Contratación, organismo encargado de regular la emigración a América, establecida en


1503 en Sevilla, y se designó a esta ciudad portuaria como el único punto de partida hacia las Indias.

Judíos, moros, gitanos y herejes tenían prohibida la entrada a las Indias. La migración de muchas mujeres
solteras, tuvo como resultado las quejas desde Perú diciendo que ponían en riesgo a las familias y la
moralidad pública, por lo que se debió frenar su partida. El precio del pasaje en barco resultaba caro; y peor
para los que debían movilizarse desde zonas lejanas a Sevilla.

La mayoría de los inmigrantes se instalaron en las zonas de los virreinatos. Primeramente eran de sexo
masculino, pero luego comenzaron a viajar las familias por lo que la situación se equilibró. Más allá del coste
del viaje o del monopolio sevillano, otra causa disuasoria para partir era el poco o nulo trabajo que
encontrarían los inmigrantes una vez instalados en las Indias.

En el caso inglés la religión jugó un papel más amplio (en el español, solo las órdenes religiosas) sobre la
migración trasatlántica. Desde 1618 en Virginia se creó un sistema (el headright system) por el que se
ofrecían cuarenta hectáreas a cada colonizador y otras cuarenta por cada persona que traiga consigo. No
obstante, el instrumento más efectivo y extendido en el mundo angloamericano para alentar la emigración
transatlántica fue el contrato de servidumbre (indenture). Los términos del servicio variaban, pero la mayoría
de los sirvientes firmaba por un período de unos cinco años. Para muchos, este sistema representaba casi la
esclavitud. Hasta que se implementó la mano de obra africana en las plantaciones, la mano de obra blanca no
libre fue fundamental para poblar y explotar la América británica. Los trabajadores vinculados por contratos
de servidumbre constituían entre un 75% y un 85% de los pobladores de la región de Chesapeake en el siglo
XVII y un 60% aproximadamente en todas las colonias británicas de América en general. Sólo un 23% eran
mujeres.

La mayoría de hombres sobre mujeres durante las primeras etapas fue un problema junto con la altísima tasa
de mortalidad, y la equiparación de sexos se dio recién hacia mediados del siglo XVII junto con una baja en la
edad de matrimonio, lo que permitió mayor reproducción en Nueva Inglaterra.

Los distintos ritmos de migración quedan reflejados al menos a grandes rasgos al comparar las cifras relativas
a los tamaños de las poblaciones colonizadoras del Caribe y la América continental. En 1570, la población
blanca española rondaba los 150.000 habitantes. En 1700, la América británica contaba con unas 250.000
personas. Estos últimos se fueron desplazando con no poca dificultad desde el litoral hacia el oeste en busca

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de espacio, disputándose tierras indias. Esto contrastaba con la situación de la inmigración española que muy
pronto se encontró con espacios enormes deshabitados al haber causado (por las guerras y las enfermedades)
una catástrofe demográfica a una escala casi inimaginable en la población indígena.

Cap. 3: Frente a los pueblos Americanos.

Un mosaico de los pueblos.

Los españoles e ingleses cuando hicieron los descubrimientos se encontraron una diversidad de personas,
aunque indistintamente los asociaran bajo el nombre de indios.

Colón hacia una diferencia entre los habitantes de las islas del caribe: los tainos o arawak y los feroces caribes
que comían carne humana y se alimentaban de los primeros.

Una vez llegados los conquistadores tuvieron problemas con el lenguaje. Cortes durante su primer tiempo, en
México, utilizará a la Malinche como su traductora (ella sabía náhuatl que era una de las lenguas de México
y a un compatriota (Aguilar) que estaba desde hace 8 años cautivo en la península de Yucatán.

En Norteamérica también se encontraron con una diversidad lingüística. Para sobrellevarla decidieron canjear
a un niño de 13 años por un criado de confianza de Powhatan.

En la península, los españoles se quedaran sorprendidos por el complejo nivel de organización.

Los europeos se hicieron de la ventaja tecnológica, sobre todo por el hierro; a lo que hay que sumarle el
impacto psicológico de ver los caballos. Sin embargo, la ventaja se fue desvaneciendo y demostrarían la
obstinada resistencia de Tenochtitlan y la rebelión del Manco inca en 1536.

Los pueblos nómadas plateaban como problema que los éxitos eran temporarios, ya que las alianzas
cambiaban y las tribus se reagrupaban.

LA diversidad de las reacciones indígenas a la intrusión europea deja claro que la cultura y las tradiciones
tribales fueron tan importantes a la hora de determinar el resultado de cualquier enfrentamiento como lo
fueron las diferencias en los planteamientos adoptados por los mismos europeos. En los enfrentamientos se
podían en marcha procesos de aculturación.

Transfiriendo a América la legislación utilizada en Granada contra los moros, los españoles prohibieron desde
los primeros años de la colonización tanto la venta como posesión de armas para los indios. Los ingleses
también lo hicieron pero resulto imposible. Los europeos tuvieron que amoldar sus métodos de lucha para
hacer frente a las tácticas nativas de guerra, también reclutaron aliados nativos a lo largo de la frontera
chichimeca, los ingleses dependieron del apoyo de los mohicanos y otras tribus en la guerra del rey Felipe.

El más efectivo de los aliados para la imposición de la supremacía europea no fue humano, sino las
enfermedades del Viejo Mundo.

Sin embargo en Norteamérica, la muerte asoló el litoral mucho antes de la llegada de los ingleses, por lo que
se encontraron con una zona bastante despoblada. Aunque era desalentador porque así disminuía las

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posibilidades de encontrar mano de obra nativa, aunque también resultaba ventajoso para repoblarlo sobre
cimiento imposibles para los conquistadores de México y Perú.

Cristianismo y policía.

Aunque los españoles dominaban un gran caudal de indios a diferencia de los ingleses, estos veían su misión
en América como: reducir a las gentes salvajes al cristianismo y civilidad” (denominada por los españoles
como policía* (cita 49). En este contexto reducir significaba en el vocabulario del s XVI y XVII no disminuir,
sino devolver o restaurar y restituir mediante la persuasión o la discusión (reducir es como convencerse). Se
trataba de pueblos que habían de ser convertidos a un conocimiento y comprensión de la verdadera fe,
idealmente mediante la persuasión pero si era necesario se podía usar la coacción.

La intensidad española por convertir a los pueblos del Nuevo Mundo solo se entiende en el contexto de
preocupación espiritual de la cristiandad de finales de SXV y p SXVI. El ansia de renovación y regeneración
espiritual dio rienda suelta al mov. De la reforma. Así el embarco de Colón en 1492 sumergía a España y a
los reyes en una misión mesiánica universal.

La presencia de los religiosos en las Antillas implicaba que las actividades de los colonizadores, sobre todo
con respecto a la pob. Indígena, ahora quedaban atentas a la mirada de quienes venían al Nuevo Mundo con
unas prioridades diferentes. Sus efectos se hicieron patentes con la llegada de 4 dominicos en 1510. En 1511
uno de ellos, denunciara el maltrato recibido por los indios, teniendo resonancia muy fuerte un en sacerdote
de la española: Bartolomé de las Casas (quien se convertirá en un defensor férreo de los derechos de los
indios). Este tema fue de debate público, llevando a la corona a la convocatoria en 1512 y posterior creación
de las Leyes de burgos, el primer código legal completo para las indias españolas.

Es este código se estableció que la encomienda no iba ser prohibida, pero los indios debían ser tratados como
individuos libres, teniendo derecho a la propiedad privada y a ser remunerados por su trabajo, aunque este
fuera forzado. Así como también debían ser instruidos en la fe cristiana.

La reafirmación de la necesidad de adoctrinar a los indios hacia hincapié en el compromiso de la corona en el


proceso de la evangelización, compromiso que fue reforzado por concesiones otorgadas por el papado para el
establecimiento de una iglesia en América bajo el control real. En 1486 Roma le entrega a la corona el
patronato de la iglesia de Granada. Seguida por una serie de bulas pontificias, empezando por las Inter
Caetera de Alejandro VI en 1493 con su concesión de los derechos exclusivos de evangelización en sus
posiciones al otro lado del Atlántico, fue ampliando por acumulación al Patronato Real de las Indias. En 1501
se le otorgó en perpetuidad todos los diezmos recaudados en las Indias, con el fin de sustentar la
evangelización.

Aunque el marco institucional en la América española estaba dado, fueron las órdenes religiosas las que
lanzaron y dirigieron la campaña para la conversión de los nativos. EN México primero llegaron los
franciscanos, luego los dominicos y más tarde los agustinos. En Perú pronto comenzó el mismo proceso, pero
los primeros en arribar fueron los dominicos.

El proceso de evangelización se hizo en un primer momento tras un fervor de poder salvar las almas
incorruptas, de poder fundar iglesia primitiva. Además los pasajes de los religiosos que quisieran viajar eran
sufragados por la corona. El programa comenzó con el bautismo colectivo de masas de indios en el Valle de
México por parte de los franciscanos y fue seguido por la predicación, el catecismo y la fundación de
escuelas. Este programa trataba de instruir para adoctrinar en los elementos de la cristiandad católica, su
sistema de creencias, sus sacramentes y su código moral.

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Frente a este programa de adoctrinamiento fueron apareciendo las resistencias y fracasos que llevaron a la
animación de algunos, a la quema de libros, y a tratar de entender las costumbres de estos pueblos.

Los frailes trataron de llenar de la mejor forma el vacío espiritual creado por la destrucción de los antiguos
dioses y sus sacerdotes y proporcionaron a los feligreses nuevos ritos, ceremonias, nuevas imágenes y una
nuevo calendario litúrgico. También se hizo patente que la imposición de la moralidad cristiana implicaba
cambios de envergadura en los hábitos sociales y en los modos de vida. Por lo que hacía a los matrimonios, la
poligamia debía prohibirse entre las capas reales de México, así como también reformular el incesto. Sin
embargo, en el ropaje fue un poco más flexible.

Entre los días febriles de la temprana evangelización y los últimos años del s XVI la imagen del indio cambió
para peor. Comenzaron a ser considerados como incapaces, cono tabulas razas como decía Las Casas.

En el caso de los ingleses estos poseían menos medios para la evangelización. Con la llegada de la reforma a
Inglaterra, las órdenes religiosas desaparecieron. No había un cuadro de evangelizadores militantes en la
metrópoli dispuestos a aceptar el reto de convertir a los pueblos de Norteamérica en la fe. La iglesia
anglicana de ap. S XVII tampoco estaba en posición de diseñar y aplicar un programa de evangelización al
estilo español, con el respaldo pleno y efectivo de la corona. Todavía está luchando por establecer sus
doctrinas en su propio país y no tenía ni recursos ni energías para dedicar mucha atención a las oportunidad
que le esperaban en ultramar.

En 1619 se confirmó en una asamblea en Virginia a la iglesia anglicana como la institución legalmente
autorizada de la colonia. Aunque el poder de esta en la colonia fue muy débil, de hecho no iría ningún obispo
hacia la misma.

En el caso de las colonias inglesas estas se convirtieron en un terreno donde competían diferentes confesiones.

Hacia 1640 se observa un esfuerzo considerable por la evangelización, de hecho en 1649 se aprobó la
fundación de una corporación, la sociedad para la Propagación del Evangelio en Nueva Inglaterra, con el fin
de promover la causa de la conversión de los indios por medio de la organización de la recogida y desembolso
de fondos. La empresa dependía de contribuciones voluntarias de los fieles, un reflejo de la tendencia del
mundo ingles a confiar en la iniciativa privada y corporativa.

Como en la América española el esfuerzo de las misiones financiado por la Sociedad implicó la compilación
de diccionarios y gramáticas y la preparación de catecismo en lenguas indias. La biblia es traducida a una
lengua aborigen y La importancia de la palabra escrita para el protestantismo reforzó los argumentos a favor
de la escolarización de los nativos. En Nueva Inglaterra existieron los pueblos de oración, que algo así como
las reducciones en la América española. Ambas cuestiones no cumplieron las expectativas deseadas. El
mensaje puritano desempeño su propio papel al complicar más la ardua tarea, ya que no era religión
integradora sino exclusiva, donde la conversión dependía de la gracia de Dios, su idea no era forzar a los
indios sino permitirles o que crean por voluntad propia o que no crean en os absoluto, además de que como
religión sin imágenes se enorgullecía de la sencillez de si culto de las más sobrias iglesias, ofrecía poco de los
aspectos visuales atrayentes. La nueva fe exigía cumplimientos demasiados estrictos a na serie de normas que
dejaban poco margen de maniobra en lo que se refería a parámetros de civilidad.

John Eliot era un Las Casas en clave menor, pero igualmente fracaso.

Coexistencia y segregación.

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Los europeos que se asentaron en América se encontraron viviendo al lado de gente que ni parecía ni se
comportaba como ellos.

La primera prueba empleada por los europeos para evaluar los pueblos indígenas de américa no fue el color,
sino la civilidad.

En el caso de los españoles estos tenían el antecedente de convivir con los moros que eran étnicamente muy
distintos a ellos. Sim embargo, los ingleses habían estado en contacto con los irlandeses.

La tendencia instintiva de los dirigentes coloniales fue establecer cierta segregación. Estos vivían rodeados de
empaladas que los protegían de los indios y de sus más bajos instintos (en Irlanda se habían vuelto más
crueles que los propios irlandeses con los suyos).

En el caso de Nueva Inglaterra los matrimonios mixtos no se dieron hasta pasado mitad del s VXII, sin
embargo en américa española ya en 1514 se firmó la sanción formal de los matrimonios interétnicos. Esta
estaba ligada a la convicción de que estos matrimonios permitirían concretar la misión de llevar el
cristianismo y la civilidad los pueblos de las indias (además existe una escasez de mujeres). Igualmente ya se
habían estado uniendo por fuera del matrimonio. La descendencia de los mismos podía ser asimilados por la
familia, o quedan estigmatizados como ilegítimos.

Mientras en Nueva Inglaterra esta situación de mezclas no fue tan aberrante como en colonias españolas. En
estas últimas se habían roto los ideales de poseer una sociedad debidamente ordenada que debía consistir en
dos repúblicas: la de los españoles y la de los indios.

La corona podía legislar para mantener apartados de las comunidades indias de las encomiendas a sus
titulares, se podía concentrar en a los indígenas en reducciones u obligarlos a vivir en barrios o ciudades
reservados para ellos, su inferioridad natural podía ser proclamada sin cesar por los colonizadores; pero en un
mundo en el que estos sobreabundaban y no podían vivir sin sus servicios laborales y sexuales, no existían
posibilidades a largo plazo de separar las dos repúblicas.

Mientras los españoles tendían a pensar en términos de incorporación de los indígenas en una sociedad
orgánica construida jerárquicamente que les permitía con el tiempo alcanzar los beneficios supremos del
cristianismo y la civilidad, los ingleses, tras un inicio vacilante, al parecer decidieron que no existía término
medio entre la anglicanización y la exclusión. La Inglaterra de los Tudor y los Estuardo, a diferencia de la de
Castilla de los Austrias tenían poca tolerancia hacia los enclaves jurídicos y administrativos semiautónomos y
ninguna experiencia a la hora de tratar con minorías étnicas de envergadura en su propio seno.

(Patronato: especial autoridad para disponer sobre los asuntos eclesiásticos en sus posesiones americanas.

GARAVAGLIA, Juan C. MARCHENA,

CAPÍTULO I: Las sociedades prehispánicas en Mesoamérica

1.1. Mesoamérica: un panorama general

Mesoamérica es una denominación regional en un sentido muy amplio. La Mesoamérica "nuclear" se extiende
en el noroeste desde el límite marcado por los ríos Pánuco, Lerma y Balsas, incluyendo el actual estado
mexicano de Guerrero. Hacia el sur limita con el río Ulúa, el lago Yohoa y el río Lempa, llegando hasta el
oeste actual de Honduras y comprende también Belice, Guatemala y parte de El Salvador actuales. La

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Mesoamérica "marginal" en cambio alcanza el río Yaqui hacia el norte y hacia el sur incluye gran parte de
Honduras, el resto de El Salvador, una parte de Nicaragua y llega hasta la península de Nicoya en la Costa
Rica de hoy.

La agricultura mesoamericana

En general, la agricultura mesoamericana giraba alrededor de una serie de vegetales básicos en la dieta de la
mayor parte de los grupos indígenas. Su variedad era de las más ricas y complejas de América. Desarrollaron
diversas formas de cultivo de riego y humedad.

A partir de 7000 a 6000 a.C. los cazadores y recolectores fueron domesticando lentamente las
primeras plantas como el guaje (un tipo de zapallo), el chile (pimiento), el amaranto (semillas), el aguacate
(palta) y la calabaza. Estos representaban alrededor de un 15% de la dieta, el resto de los vegetales
consumidos eran salvajes. Algunos eran intermedios entre la domesticación y lo salvaje como el nopal (un
tipo de cactus comestible), la tuna (la fruta del cactus), el maguey (agave) y el mesquite (una leguminosa).

Entre el 4000 y el 2000 a.C. se domesticaron el maíz y el frijol. Otro vegetal importante pero no
comestible que se domesticó en ese período fue el algodón. También se domesticaron animales como el perro
y el guajolote (pavo).

Hacia el siglo XII a.C., probablemente más del 50% de la dieta se componía de vegetales
domesticados, a los que se les sumaron el tomate, el cacahuate (maní), la guayaba, la piña y el cacao (que
tuvo un papel importante no sólo como alimento sino como semimoneda). Se sumaron también la crianza y
control de abejas y de la grana cochinilla (un insecto que pone sus huevos en una variedad de nopal, de los
cuales se extrae un colorante granate). De todos modos, la caza y la recolección siguieron siendo importantes
(sobre todo en su provisión de proteínas de origen animal).

La religión

El sistema religioso en Mesoamérica y el valle central era de una extrema complejidad y el panteón estaba
compuesto de diversas deidades. En el momento de la Triple Alianza (antes de la invasión europea) varias
figuras ocupaban los lugares predominantes: Quetzalcoatl, la serpiente emplumada, era la más antigua y su
origen se relaciona con la civilización tolteca. Tezcatlipoca era su gran antagonista como dios de la muerte y
la noche. Tlaloc, el dios de la lluvia y del agua, era originario de las tierras del golfo. Finalmente, los mexicas
impusieron a su divinidad máxima traída desde el norte, Huitzilopochtli, dios de la guerra, que ocuparía desde
el siglo XV el centro de ese panteón.

Lo que hay que subrayar es que el sistema religioso prehispánico se volvió más complejo y se
enriqueció en el curso de sucesivas conquistas, pero las antiguas divinidades de los diversos grupos étnicos
dominados no se eliminaros sino que se asimilaron al nuevo panteón, aunque en una posición secundaria.

Las familias lingüísticas

Gran complejidad y diversidad lingüística. No hay muchos acuerdos generales entre especialistas, pero
algunos de ellos hablan de tres familias fundamentales de lenguas americanas: esquimales, nadené y
amerindias.

Al momento de la invasión europea, las lenguas más difundidas del área mesoamericana eran el
náhuatl, el maya, el zapoteco, el mixteco y el tarasco. El náhuatl, como ocurriría con el quechua en los Andes,
se había ido convirtiendo en lingua franca en la región, y continuaría ese proceso incluso después de la
invasión hispana.

La evolución cultural

Desde c. 7000-6000 a.C. hasta la llegada de los invasores europeos a comienzos del siglo XVI, la historia
mesoamericana pasó por diversos desarrollos culturales y no podemos detenernos sino sumariamente en ellos.

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Los olmeca, situados en la costa del golfo de México, constituyen desde el siglo XIII a.C. una de las primeras
civilizaciones históricas; ya aparecen pirámides, estelas, altares y las cabezas monumentales tan conocidas. La
presencia de felinos como el jaguar en sus expresiones culturales muestra bien su matriz selvática de origen.
Los sitios arqueológicos más relevantes son La Venta, Tres Zapotes, San Lorenzo y Monte Albán.

La época que sigue ha sido llamada "clásica" y abarca desde el comienzo de nuestra era hasta el 650
o 900; esta época presenta casi todos los rasgos que serían considerados típicos mesoamericanos y tuvo su
momento más desarrollado en Teotihuacán. Hay tres áreas geográficas distintas pero con una serie de rasgos
comunes: el área de Teotihuacán en la zona central de México, el valle de Oaxaca con la ciudad de Monte
Albán como centro dominante y la zona maya, en el oriente.

El último período cultural que antecede a la invasión europea es llamado a veces posclásico o de los
"señoríos militaristas". En el altiplano central, este período se caracteriza por la presencia de los grupos
tolteca y más tarde mexica. En Michoacán por los tarascos. En Oaxaca por los mixteca y en Yucatán por los
mayas.

Un elemento de capital relevancia de estas sociedades en el momento de la invasión europea fue que
se estructuraban según un modelo típico de dominación, con distintas variantes pero que constaba siempre de
un estamento "nobiliario" que dominaba una gran masa campesina tributaria. Asimismo es necesario recordar
que la estructura social de estas comunidades tampoco estaba tan alejada de la que los castellanos conocían en
sus tierras...

1.2. El valle central (siglos XII-XV)

El valle de México es una cuenca lacustre situada a más de 2240 metros de altura y enclavada entre altas
montañas cuyo pico máximo, el volcán Popocatépetl alcanza los 5.452 metros. Este valle de lagos, lagunas de
poca profundidad y áreas pantanosas, abarca unos 8000 km2. La zona fue atractiva para grupos étnicos de las
zonas más desérticas del norte.

El clima determinó mucho el desarrollo agrícola. Las precipitaciones se acumulan en estación


lluviosa y de forma irregular. Para regular el riego, se creó un sistema de terrazas de cultivo y distintas formas
de almacenamiento y conducción del agua de los torrentes y surgentes montañosos.

El aprovechamiento del sistema lacustre se dio a través de las chinampas, áreas de cultivo de gran
productividad ganadas poco a poco al lago. Además, el sistema lacustre ofrecía una gran ventaja para
civilizaciones que no conocían la rueda ni habían domesticado animales para tracción: la existencia de
canales, acequias y esclusas como vías de paso para un número impresionante de canoas de carga es un hecho
bien documentado.

Tras varios enfrentamientos entre las distintas culturas mesoamericanas, los mexicas comenzaban a
lograr la supremacía con una Triple Alianza encabezada por Tenochtitlan, Texcoco y Tlacopan. A medida que
extendieron sus campañas militares, recibieron cada vez más tributos de distintos grupos étnicos a través de
un complejo sistema en el cual un funcionario, el calpixe (algo así como "mandón") ocuparía un lugar
destacado. Era un sistema "salpicado", con espacios intermedios ocupados por etnias independientes.

La organización social de los pueblos del valle central en el momento de la invasión europea era
sumamente compleja. La organización territorial de base era el altepetl ("reino" es la traducción más
habitual). El titular es llamado tlahtoani. Los campesinos tributarios eran los macehualtin. Los comerciantes,
pochteca, tenían un papel preponderante en la sociedad y los mercados, tianguis, llegaban a tener un tamaño
muy importante, que impresionó al propio Hernán Cortés.

Las ciudades estaban ubicadas en diversos lugares del área lacustre y algunas habían superado los
200.000 habitantes al momento de llegada de los invasores.

1.3. El valle poblano tlaxcalteca

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Alrededor del 500-600 aparecen los olmeca-xiclanca, grupo de lengua náhuatl. Hacia el siglo XI, una
nueva migración, la de los tolteca-chichimeca, desplazaría a los anteriores. Comenzaba así la historia política
del valle poblano con sus señoríos independientes y aquellos ligados a los grupos del valle de México. El
centro tolteca-chichimeca fue Cholula, que se convirtió en el centro religioso más importante del valle, donde
se erigió una pirámide dedicada a Quetzalcóatl. Algunos de los señoríos de esta civilización sobrevivirían
hasta la llegada de los europeos.

Como ejemplo, se describe el señorío de Tepeaca. Este poseía dos casas señoriales principales, cuyos
señores (las fuentes dan nombres hispanos que estos adoptaron después del bautismo) eran considerados la
"cabeza" del señorío. Los liderazgos múltiples eran algo bastante común. Cada señor controlaba parcelas en
unos 50 "pueblos", que serían unas 3000 hectáreas de territorio, con unos 1600 habitantes tributarios.

En general, en el valle poblano antes de la llegada de los invasores europeos tenemos una serie de
señoríos que habían ido perdiendo su independencia en el curso del siglo y medio que precede a la invasión
por acción de los ejércitos de la Triple Alianza del valle de México.

1.4. Tarascos y mixtecos

Tarascos

En donde hoy se ubica el estado mexicano de Michoacán, existió desde alrededor del siglo XIII una
civilización con rasgos muy característicos, los tarascos. Su ciudad capital fue la ciudad de Tzintzuntzan. Su
lengua es de origen desconocido y no se relaciona con otras lenguas mesoamericanas. Incluso el origen de sus
habitantes es fuente de controversia.

Uno de los rasgos más originales de esta cultura fue el grado de avance de la metalurgia y, sobre
todo, la metalurgia con fines estrictamente prácticos (por ejemplo, instrumentos agrícolas en cobre). Los
cascabeles de cobre fueron objetos de gran circulación en el espacio mesoamericano. Conocieron también la
aleación de oro y cobre, el vaciado en moldes y la técnica de "cera perdida" además del martillado y
templado. Este pueblo nunca fue conquistado por el Imperio Azteca, a pesar de varios intentos de los mexicas
para lograrlo, incluyendo una feroz guerra en el año 1479.

Mixtecos

Los mixtecos ocuparon los actuales estados mexicanos de Oaxaca, Guerrero y Puebla, en la llamada región
Mixteca. La civilización Mixteca floreció en el sur de México entre los siglos XV-II a. C. y llegó a su fin a
inicios del siglo XVI, cuando los europeos invadieron América. Los mixtecos fueron los artesanos más
famosos del México precolombino, sus trabajos en piedra (cráneos de turquesa, por ejemplo) y en diferentes
metales nunca fueron superados en la región. También produjeron diversos escritos y códices.

Los mixtecos se organizaron políticamente en reinos independientes gobernados por una elite
hereditaria. Este sistema político de reinos independientes alcanzó su apogeo durante el periodo posclásico
(800-1200). Al final del período precolombino, la región mixteca fue conquistada por los aztecas.

1.5. El área maya

La cultura maya fue conocida por haber desarrollado el único lenguaje escrito conocido de la
América precolombina, así como por su arte, arquitectura y sistemas matemáticos y astronómicos. La
civilización maya se estableció durante el período preclásico (2000 a.C. a 250 d.C.) y alcanzaron su mayor
desarrollo como estados durante el periodo clásico (250 a 900) y continuaron durante todo el período de
postclásico hasta la llegada de los españoles.

Los mayas vivieron en el sur y sureste de México (que corresponde a los estados de Yucatán,
Campeche, Tabasco, Quintana Roo y la zona oriental de Chiapas) y en partes de Guatemala, Honduras y
Belice. Este extenso territorio comprendía aproximadamente 350.000 km2.

La organización de la sociedad era bastante rígida y se orientaba por la presencia de tres clases
sociales. En la cima estaba el gobernante maya, sus familiares, los funcionarios de alta jerarquía y los ricos

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comerciantes. Luego le seguían los demás funcionarios públicos y los trabajadores especializados. En la base
de la se hallaban los campesinos, los obreros y prisioneros de guerra (esclavos).

Tecnológicamente, los mayas estaban a la cabeza de muchos conocimientos científicos. Gracias a su


escritura (que por mucho tiempo fue una incógnita pero está siendo descifrada) tenemos más noticias sobre su
vida política, sus avanzadísimos conocimientos astronómicos y matemáticos, el descubrimiento del cero y su
calendario.

CAPÍTULO 2: El Caribe: las sociedades originarias

2.1. La región del Caribe: condiciones geográficas y climáticas

La región del Caribe comprende un conjunto de territorios insulares y continentales de características


definidas. A pesar de situarse entre las dos grandes masas continentales del norte y el sur de América, ha
constituido un espacio histórico y cultural independiente y singular.

La unidad y diversidad del área están signadas por el mar, un mar interior que los españoles
denominaron mar de los Caribes, asignándole el nombre de uno de los grupos étnicos que lo habitaban. El
mar Caribe se extiende 2500 km de este a oeste y 1000 km de norte a sur.

Está flanqueado por islas muy grandes como Cuba, de más de 1000 km de longitud, pero también de
muchas otras, muchísimo más pequeñas que apenas sobresalen del agua, con nombres sugerentes como
Diosteguarde, Miraporvos, Quitasueño, La Deseada, La Misteriosa, Caja de Muerto... El Caribe se halla
flanqueado también por costas continentales, que van de la selva al desierto a la llanura tropical.

Las islas se ubican en tres grandes áreas: Antillas Mayores (Cuba, La Española, Jamaica y Puerto
Rico); las Antillas Menores (en el arco que va desde Puerto Rico hasta las costas venezolanas); y las islas
próximas al continente como Trinidad y Tobago. Además hay que sumar otra serie de islas junto a la costa
venezolana más al oeste: Margarita, Curaçao, Aruba o Bonaire; y las que se sitúan entre Cuba y
Centroamérica como las Caimán, el Cisne, Providencia... y una miríada de islas mucho más pequeñas y
dispersas por toda la región; y los arrecifes de coral, de extraordinaria riqueza biológica. Entre todas ellas
existen notables diferencias geológicas y se alternan altas montañas con profundas sismas marinas, volcanes,
arrecifes, etcétera.

Las costas continentales también muestran gran diversidad. En general todo el Caribe es un área de
gran diversidad biológica. A pesar de las grandes diferencias, la mayor parte de las tierras de la región son
verdes y fértiles. Los primeros marineros que las avistaron quedaron deslumbrados por su belleza. Su clima
templado suave concede condiciones muy favorables para la vida. El clima es húmedo y cálido, lo que ha
permitido el desarrollo del bosque tropical húmedo, uno de los principales ecosistemas del Caribe. El otro
gran ecosistema es el manglar, en las zonas bajas e inundables de la desembocadura de los ríos y en las
ciénagas, esteros y albuferas.

A pesar de la complejidad que representa la región del Caribe para su definición y limitación, los
autores citan una frase de Eric Van Young, que dice que las regiones son como el amor: difíciles de definir,
pero fáciles de reconocer cunado nos sumergimos en ellas.

2.2. Pueblos en migración

El Caribe fue una región de grandes y continuas migraciones de pueblos procedentes de dos focos: el
litoral centroamericano desde Nicaragua, Costa Rica y Panamá; y desde el noreste de Venezuela, el norte del
río Orinoco y la cuenca amazónica.

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Hacia el 4000 o 3000 a.C., grupos de cazadores y recolectores comenzaron a desplazarse a las
Antillas Menores, Puerto Rico, La Española y el oriente de Cuba.

La siguiente migración fue en los primeros siglos de nuestra era. Fueron llamados "neoindios" por
algunos especialistas y reemplazaron a las poblaciones anteriores, llevando consigo avances tecnológicos
como la agricultura y la cerámica. Los dos grupos proceden del norte de Sudamérica.

Otra migración fue la de los caribes. Procedían de la región de las Guayanas y ocuparon la costa este
de Venezuela y las Antillas Menores. Se trató de una verdadera invasión, eran mucho más aguerridos que las
migraciones anteriores. Eran principalmente cazadores y poseían una lengua propia.

2.3. Las culturas insulares. Arahuacos y caribes

Arahuacos

Los arahuacos ocupaban en las Antillas Mayores una zona del bosque tropical montañoso, las selvas
bajas lluviosas y los matorrales del sur de La Española, la isla de Puerto Rico y amplias zonas de Cuba.
Hablaban una lengua común, y habían perfeccionado las prácticas agrícolas, la cerámica, la orfebrería y la
construcción de embarcaciones.

Su vida se desarrollaba en torno a poblados donde el cacicazgo y la religión habían creado


estratificaciones sociales bien complejas. Cultivaban con sistemas de montículos y conucos, que aumentaron
la productividad agrícola respecto a la roza y conllevaron un aumento demográfico. También producían
huertos de frutales, tabaco y algodón. Eran diestros pescadores y consumían tortuga, crustáceos y mamíferos
acuáticos. En tierra, cazaban con dardos y lanzas aves, puercos de monte, cobayos e iguanas. Completaban la
dieta con recolección de moluscos y plantas silvestres, corazones de palma, cocos y uveras.

Produjeron cerámica, muebles de madera negra brillante, tejidos de algodón, canoas (algunas de las
cuales podían transportar a cincuenta personas) y objetos de oro y piedras. Se divertían con un juego de pelota
llamado batú.

En cuanto a su organización política y social, a partir del año 1000 comenzaron a aparecer aldeas
más grandes con una jerarquización cada vez más compleja de dirigentes, sacerdotes, guerreros, trabajadores
y siervos. Cada pueblo tenía su cacique, generalmente hereditario por línea materna. La tierra era trabajada
como recurso comunal, con clara división del trabajo: los hombres armaban los montones para el cultivo,
cazaban y recolectaban y las mujeres cuidaban los huertos y se encargaban de las manufacturas textiles.

Algunos núcleos de población alcanzaron las 2000 personas y se calcula que para 1492 había cerca
de un millón de habitantes en La Española.

La vida religiosa era compleja y estaba dirigida por los sacerdotes, que se comunicaban con los
dioses mediante la ingesta de alucinógenos. No poseían grandes templos sino adoratorios en el poblado.

Caribes

Su hábitat eran las Antillas Menores, grandes áreas de la costa oriental de Venezuela y la isla de
Trinidad. Eran más propensos a la guerra que los arahuacos, aunque compartían mucha de la cultura material.
Usaban arco y flecha, a veces con veneno, y barrieron muchas otras poblaciones menores.

Produjeron grandes piraguas que les daban también ventaja en la lucha en el mar. No se estructuraron
en cacicazgos hereditarios como los arahuacos sino que mantuvieron un carácter más tribal. La jefatura de un
caudillo dependía en gran parte del valor mostrado en combate. Sus asentamientos eran pequeños, de menos
de cien personas. Practicaban la agricultura en conucos pero tendían más a la caza, la pesca y la recolección.
Las mujeres se dedicaban a los cultivos.

Los españoles comentaron sobre los caribes que dividían los poblados para mujeres (muchas eran
cautivas arahuacas) de los de los hombres, que incluso hablaban lenguas distintas. También alimentaron la

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leyenda de que practicaban el canibalismo, lo que fue utilizado para definirlos como "salvajes" y legalizar su
esclavitud cuando no su completa destrucción.

2.4. Las culturas continentales

La primera etapa de poblamiento desde el 10000 a.C. presenta una gran diversidad y no hay
consenso académico sobre sus características. De a poco, las primeras sociedades se fueron complejizando y
jerarquizando y para el año 1000 ya hay comunidades caciquiles y mayor división social del trabajo.

La agricultura constituía la base del desarrollo de estas sociedades, complementada con pesca y
recolección y el tráfico de algunos productos, sobre todo en la zona del istmo, donde hubo intercambio entre
Sudamérica y la zona del Caribe.

Los enterramientos de los personajes importantes eran muy solemnes, con sacrificios de mujeres y
esclavos.

Las culturas más importantes del Caribe continental fueron la cultura Zenú y la cultura Tairona,
siendo esta última la más compleja y avanzada.

2.5. La visión del paraíso

¿Qué impacto tuvo todo este universo anteriormente descrito sobre los conquistadores europeos?
Colón escribió frases como "nunca tan hermosa cosa vido". Se sorprendieron con muchos de los elementos
que encontraron, aunque no les encontraron mucha utilidad al menos en los primeros años. La enorme
variedad de alimentos que había disponibles no fueron aceptados en un principio por los españoles en su
dieta.

Después de unos treinta años empezaron a cultivar productos europeos como ajos, cebollas, repollos,
rábanos, orégano, naranjas, limones, etcétera. También trajeron cerdos, que se reprodujeron rápidamente hasta
casi ser plaga. El paraíso comenzaba a ser alterado.

En cuanto a la impresión que les causaron los indios, la de los arahuacos fue buena, fueron vistos
como gente pacífica e interesante, pero con los caribes el choque fue violento y los europeos describieron con
horror lo que vieron. A partir de esto, los europeos distinguieron dos tipos de indios: los "indios de razón",
principalmente los arahuacos, que eran dóciles y podían ser esclavizados y repartidos como mano de obra, y
que fueron exterminados en seguida por la explotación y las enfermedades; y los "indios de guerra",
principalmente los caribes, aunque se le llamó caribe a cualquier indio que no se subyugara automáticamente
a los europeos, que debían ser exterminados y a los que también se les llamaba "salvajes irreductibles",
"antropófagos" y "dirigidos por el diablo".

La clasificación, a fin de cuentas, sólo distinguía el modo en que debían morir. En menos de
cincuenta años la mayor parte de los pueblos indígenas de la zona habían desaparecido. Sus orgullosos
caciques, asesinados. Sus campos se habían convertido en enormes cementerios donde se habían enterrado
más de dos millones de cadáveres. Pero, en un trajín de embarcaciones, el Nuevo Mundo y con él, el paraíso,
habían sido incorporados a la modernidad.

CAPÍTULO 3: La región andina: del poblamiento a la conformación de los estados prehispánicos

3.1. El mundo andino. La complejidad del paisaje

El universo andino es uno de los ecosistemas más complejos que puedan hallarse sobre la tierra.
Costa, sierra y selva, tan diferentes entre sí, son tres grandes paisajes íntimamente relacionados. La costa es

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seca y desértica. En contraste, la región de la selva es húmeda y de vegetación exuberante, con nieblas
matutinas y cerros apelmazados de verdor. Aquí se inician algunas de las cuencas fluviales más importantes
de la hidrografía mundial (Orinoco, Amazonas, Pilcomayo, Bermejo, Salado). La sierra, por último, serpentea
desde las cálidas costas del Caribe hasta los hielos del Estrecho de Magallanes. Es como un cordón vertebral
que articula todo el conjunto y donde se hallan algunas de las cumbres más elevadas de la tierra.

El paisaje andino está determinado por la verticalidad y la diversidad. En pocas horas es posible cambiar
completamente de escenario: las oscilaciones térmicas diarias suelen ser importantes. También en una
reducida distancia podemos hallar situaciones bien diferentes. Las dificultades que presenta adaptarse a un
ambiente como este, fueron utilizadas por los pobladores como ventajas. Aplicaron métodos y sistemas de
explotación de los recursos que no sólo les permitieron subsistir sino generar el excedente necesario para
desarrollar grandes civilizaciones. El llamativo cómo en una de las regiones más altas de la tierra se ubicó la
mayor parte de la población del continente sudamericano.

Complementariedad ecológica y productiva y organización social adaptada a las condiciones del


medio para explotar equilibradamente los recursos aportados por la gran diversidad de microambientes fueron
las claves de este proceso de desarrollo cultural.

Ubicados en asentamientos dispersos para poder acceder a los diferentes nichos o "islas productivas"
que, diseminados por la región, aportan los diversos elementos necesarios para el desarrollo de la vida
material, las sociedades andinas alcanzaron un alto nivel de autonomía económica y una gran diversidad
productiva basada en la complementariedad de los ecosistemas.

Su organización social se basaba en dos principios: la reciprocidad y la redistribución, principios


ambos sostenidos por un acertado manejo de lo colectivo.

3.2. Las primeras sociedades andinas

En este espacio andino, poblado desde muy antiguo, coexistieron diversos estadios culturales en
diferentes grados de evolución. Cuando llegaron los españoles, por ejemplo, el imperio incaico estaba en la
cima de su desarrollo, mientras que otras culturas habían evolucionado mucho más lentamente.

Hacia el año 7000 a.C. algunas comunidades de la cordillera y de valles costeros desarrollaron una
eficaz producción agrícola, alfarera y textil en el marco de una Revolución Neolítica. Los grandes cambios de
esa época conllevaron transformaciones de la flora y fauna, por lo que los cazadores recolectores sufrieron
una crisis y un proceso de readaptación, mientras que los grupos sedentarizados se abocaron más a la
agricultura.

La relación activa entre hombres, animales (especialmente camélidos, llamas, alpacas, vicuñas, etc.)
y plantas (papa, quinua, algodón, maíz, etc.) generó formas culturales novedosas y obligó a diversificar el
trabajo. Se llevaban adelante distintas actividades según la altura: agricultura entre los 2500 y 3000 m,
pastoreo en las punas (más de 3000 m) y recolección (coca, fruta, madera) en los valles y zonas bajas. Esta
necesidad de trabajar y manejar los recursos de nichos ecológicos tan distintos y a veces tan distantes, fue la
que provocó la evolución hacia formas de organización más complejas que las necesarias para la caza y
recolección.

3.3. Los desarrollos regionales

En la medida en que ciertas sociedades de cazadores recolectores pudieron ubicarse en áreas con mayores
recursos potenciales, su sedentarización se fue produciendo paulatinamente. La agricultura tuvo cada vez más
peso sobre la recolección y fue necesaria una división del trabajo. Esto produjo el desarrollo de sistemas más
complejos de organización, hacia cacicazgos basados en el linaje, lo que algunos arqueólogos denominan
"fase de poblados-aldeas".

Se empezaron a perfilar distinciones sociales entre una casta sacerdotal, basada en el conocimiento
de las técnicas y ciclos agrícolas, junto a un sector militar guerrero que concedía seguridad a los adeptos
frente a sus enemigos, a quienes esclavizaban. Era el paso previo a la constitución de los primeros señoríos

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étnicos, donde el poder teocrático y el militar se daban la mano. El régimen de propiedad de la tierra se fue
afianzando, y consideraban propia el área cultivada gracias al trabajo de la comunidad, donde además
moraban sus dioses, sus huacas.

Hacia el 2000 a.C., cuando comienza a aparecer la cerámica como elemento diferenciado de las
culturas regionales primitivas, casi todas las plantas que el hombre andino utilizaría en adelante, ya estaban
adaptadas y distribuidas por la región. Comenzaron a erigirse los primeros centros ceremoniales basados en el
manejo de los calendarios agrícolas.

Lo que algunos arqueólogos denominan Período Formativo u Horizonte Antiguo tuvo en la sierra su
principal punto de partida. Chavín, un templo situado en las tierras altas de Ancash, fue su centro más
importante. Este lugar ha sido considerado la raíz de la civilización andina cuyo apogeo se sitúa entre 1000
a.C. y 300 a.C.

La fama creciente de Chavín llevó a más construcciones y el complejo fue habitado por una
población numerosa, con almacenes y depósitos para guardar tributos y grandes explanadas donde tenían
lugar múltiples ceremonias. Esta época presenció un desarrollo de sociedades diferentes que fueron
adquiriendo similares tecnologías básicas. También fue un tiempo de guerras, de grandes conflictos
interétnicos. Además de Chavín, dos grandes focos regionales cobraron fuerza: Moche, en la zona costera del
norte peruano; y Tiwanaco, en las alturas del lago Titicaca.

La cultura mochica se desarrolló en los actuales valles de Trujillo y Lambayeque, cuyos complejos
ceremoniales, la Huaca del Sol y la Huaca de la Luna (300 a.C.) testimonian la importancia que alcanzaron
los señoríos de la costa del norte peruano. Sus habitantes fueron temibles guerreros que produjeron una
prodigiosa cerámica, murales y templos. No existieron grandes ciudades salvo los enormes complejos
ceremoniales.

En Tiwanaco se ubicó otra gran cultura regional de extraordinaria influencia en el mundo andino. Al
encontrarse en un medio hostil, de muy elevada altura (más de 4000 m) y extrema sequedad, los habitantes
tuvieron que combinar diversas estrategias de cultivo y manejar un complicado calendario para predecir
épocas de sequía y aprovechar las inundaciones provocadas por las subidas del nivel del lago Titicaca y las
escasa lluvias. La construcción de terrazas escalonadas para aprovechar las laderas, la explotación de los
salares de altura para conservar la carne (charqui) o el uso de canales de riego, fueron técnicas que
permitieron el establecimiento de grandes contingentes de población en semejantes altitudes. Pero el
verdadero núcleo de esta cultura residió en el conocimiento y el manejo de los calendarios: el templo,
observatorio astronómico y centro de ese conocimiento, constituía el eje en torno al cual giraba la vida. La
ciudad de Tiwanaco llegó a su máximo desarrollo hacia los años 700-800, aunque su proceso de formación
fue muy lento, arrancando desde muy atrás. Más tarde, los incas dijeron proceder del Titicaca e incorporaron
buena parte de los elementos de Tiwanaco.

En la zona actual de Quito, en Cuenca, Lima, Chincha, Nasca o Huarpa, otras culturas fueron
adquiriendo rasgos de desarrollo propio: agricultura calendarizada, sistemas y técnicas de regadío,
construcción de terrazas, almacenes para guardar el excedente, intercambios de productos con otras zonas,
especialización productiva, ganadería en zonas de altura, métodos de conservación de alimentos, alfarería
policroma, telares cada vez más perfeccionados, son algunas de las características comunes a todas estas
culturas.

3.4. La fase de los estados: Wari y los señoríos étnicos regionales

En torno al siglo VI, los desarrollos regionales evolucionaron a formas más belicistas. Los señores teocráticos
se fueron transformando en señores militares que, en su afán por acumular recursos, tierras y servidores,
expandieron su poder sobre sus vecinos por la fuerza de las armas. La multiplicación de los centros urbanos a
partir de lis centros ceremoniales ofrecía grandes beneficios a quienes emprendieran su conquista: mucha
población concentrada, almacenes copiosos, riquezas acumuladas... Las ciudades y santuarios fueron así
objetivos de estos pueblos en expansión.

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La intensificación agrícola y ganadera y la creciente actividad de los circuitos de intercambio
requirieron cada vez más mano de obra que sólo podía obtenerse rápidamente mediante guerras de conquista,
sometiendo a poblaciones y esclavizándolas. La teocracia dejó su lugar a la política de los hechos consumados
mediante la violencia. Los sacerdotes fueron desplazados o sustituidos por una casta militar.

Uno de los grupos étnicos de casta militar, originario de una ciudad conocida como Wari, de la zona
Huarpa, inició una veloz expansión en varias direcciones a la vez en torno al 600. Lo que parece caracterizar a
esta cultura es el desarrollo peculiar que le dieron a la urbanización: bajo el influjo poderoso de una conquista
territorial sin precedentes en el mundo andino, elevaron imponentes fortificaciones que protegían conjuntos
urbanos a veces de gran tamaño. Trazaron una red vial que comunicaba a ciudades entre sí y manejaron la
tributación como instrumento fundamental para la construcción de un Estado.

Muchas fueron las ciudades fundadas siguiendo el esquema Wari: Wiracocha, Wariwilca, Colca,
Pikillacta. De todas formas, parece que extensión e intensidad en la fuerza expansiva de Wari no fueron de la
mano y la integración de las ciudades conquistadas no llegó a consolidarse. El período comprendido entre el
declive de Wari hacia el siglo X y la aparición de los incas como nuevo poder centralizador e integrador en el
Tawantinsuyu (Imperio Incaico) se caracterizó por el desarrollo paralelo pero irregular de diversos pueblos y
culturas diseminados por el espacio, lo que ha sido llamado "Periodo Posclásico" o de Estados Regionales.

En estos cuatro siglos, del X al XIII, el mosaico de pueblos andinos fue cada vez más complejo y
extenso. Se mencionan de norte a sur a los muiscas, chibchas, pastos, caranquis, tumacos, cayapas,
huancavilcas, peruháes, cañaris, lupaka, colla, diaguitas, huarpes y araucanos. Todo este conjunto de grupos,
sociedades y culturas, a lo largo de miles de kilómetros de cordillera, entró en colapso gradual pero efectivo
cuando desde Cuzco, como un gran turbión, los incas comenzaron su expansión. El Tawantinsuyu unificó
finalmente lo que en estos tres siglos parecía tan diverso como fraccionado. Comenzaba otra historia en los
Andes.

3.5. La expansión incaica: el Tawantinsuyu

Los incas configuraron su imperio a partir de una particular visión del mundo, de su propio universo,
que no fueron solamente geográficos sino fundamentalmente conceptuales y simbólicos. Este Imperio fue el
Tawantinsuyu: las cuatro partes del mundo (tawa, cuatro; suyos, regiones). Estas cuatro partes no se
corresponden con los puntos cardinales manejados en el mundo occidental: en el mundo andino, el norte y el
sur no son relevantes. Es mucho más importante el uso y el manejo de la verticalidad, y en esta cosmovisión,
lo simbiótico y antitético a la vez de los conceptos de arriba y abajo conforman dos referencias
fundamentales.

Cuzco era el centro del Tawantinsuyu y en ella se hallan los "ceques", las líneas imaginarias que
dividen al mundo en las cuatro partes. Cuzco era el ombligo del mundo para los incas, que es lo que significa
realmente en quechua: "ombligo".

El mundo inca es un mundo mítico. Decían provenir del lago Titicaca, donde una pareja original
inició un largo periplo hasta encontrar una cueva donde se asentaron sus dos hijos y sus dos hijas, cerca de
Cuzco. De sus hijos descenderían doce generaciones de incas, una saga. Y cada uno poseyó su propia panaca.

El primero de los incas, Manco Cápac, casado con su hermana, inició la conquista del Valle de
Cuzco. Los chancas, una confederación de pueblos belicosos, invadieron Cuzco y fueron derrotados por el
Inca Pachacuti, aunque la ciudad quedó destruida. Pachacuti inició la reconstrucción de la ciudad y la
estableció como cabecera de un Imperio, dando inicio a la cronología incaica (en cronología occidental
alrededor de 1430).

La expansión incaica fue militar pero también política. A veces, en vez de invadir poblado, se hacían
alianzas o se daba la opción de incorporarse para evitar el enfrentamiento. Los dioses regionales de los
territorios conquistados se podían incorporar al panteón cusqueño como dioses menores mientras que los
dioses de Cuzco (sobre todo Inti, dios del sol) eran sobrepuestos sobre los anteriores.

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Los sucesores de Pachacuti, como Huayna Cápac siguieron con la expansión hacia Chile, Quito,
Atacama y Lima. Los levantamientos se sofocaron con violencia, pero no obstante, la fuerza de los señoríos
étnicos tradicionales continuó perviviendo debajo de la dominación inca.

Las leyendas incas cuentan cómo esta saga de incas vencedores fue sometiendo todo el espacio
andino. Una lectura más acorde con lo que estamos comentando nos muestra a los incas como un señorío
étnico en un proceso de expansión similar al de Wari, con más éxito organizativo, militar, político, económico
y religioso, controlado por la fuerza o mediante pactos y alianzas a otros señores y pueblos. El acatamiento de
la nueva autoridad por parte de estos ayllus de la zona de Cuzco les permitió hacerse con hombres y recursos
con los que ocupar el Valle Sagrado, los reservorios de maíz de Urubamba, el señorío de Pisac y lanzarse
todavía más allá. Llegaron al lago Titicaca y a la sierra central, donde vencieron a los chancas.

El Inca Huayna Cápac murió finalmente en Quito por una epidemia de viruela que había llegado
desde el Caribe antes que los españoles. Sus hijos, Huascar en Cuzco y Atahualpa en Quito, entraron en
guerra por la mascaypacha, la "corona imperial". Aquí termina la saga y la leyenda. En mitad de la guerra
entre los dos herederos, otros dos hermanos, de apellido Pizarro, comenzaban a escalar los contrafuertes
andinos. Era el año 1532 y el Tawantinsuyu pareció estremecerse por entero.

La organización de todo este inmenso territorio es lo más importante y relevante del periodo incaico.
La suma de experiencias y realidades acumuladas a lo largo de tantos siglos de conformación de una cultura
andina, de un modo de producción andino, de unas formas de relación andinas, de una cosmogonía y
cosmovisión andinas, cobró un cuerpo en el incario y homogeneizó hasta transformarse en un modelo común
que afectó a millones de habitantes y a regiones muy diferentes.

Una organización que comienza en su centro: Cuzco. El conjunto de ayllus dispersos situados en lo
que luego sería la ciudad, en la confluencia de dos ríos y a 3400 m de altitud, fue sometido con rapidez e
incorporado al paisaje urbano. El templo más importante de la ciudad, el coricancha, era el templo del Sol.
Otro templo importante era el acllahuasi, donde moraban las llamadas por los españoles "vírgenes del sol",
una especie de sacerdotisas dedicadas al culto del sol. Otros templos menores dedicados al rayo, a la luna, etc.
se distribuían por la ciudad. Los palacios eran igualmente importantes, no sólo el primitivo incahuasi (casa
del inca), sino que cada inca, y los otros miembros de las panacas reales, según rango, fueron construyendo
su propio recinto. Las casas más suntuosas estaban hechas de piedras cortadas y pulidas. Los techos eran de
caña, barro y juncos. Las viviendas populares eran casi todas de adobe.

Los canales de riego, que cruzaban la ciudad, fueron una de las claves del éxito agrícola de Cuzco.
Un complejo sistema de compuertas aseguraba el caudal, desde una caja de aguas situada en la zona más alta
de la ciudad.

Los ceques y las huacas se señalaban en distintas partes del terreno con adoratorios que a su vez
marcaban los solsticios y equinoccios y con ellos, las estaciones, períodos de siembras, cosechas, riegos,
lluvias, sequías... De ahí la existencia de grandes festividades que relacionaban ceques, huacas, adoratorios,
divinidades y ciclos agrícolas. Era especial la gran fiesta del solsticio de junio, el gran día de Inti Raimi.

En los alrededores de Cuzco los santuarios cobraron mucha importancia, en especial el complejo de
templo y almacenes, bajando el río Urubamba hacia la selva, conocido como Machu Picchu, donde por estar
situado hacia la salida del sol, existía una piedra sagrada llamada Intiwatana ("lugar donde se amarra el sol")
para asegurar que al día siguiente el sol volviera a salir después de abandonar la tierra en la oscuridad de la
noche.

La expansión incaica sobre tantas y tan lejanas regiones, y el sometimiento de pueblos y señoríos tan
diversos obligó al establecimiento de un complicado sistema de gobierno territorial. La geografía andina
quedó, aunque centralizada en Cuzco, dividida política y administrativamente en un mosaico discontinuo de
"provincias" con muy distintos tipos de gobierno, autoridades y especializaciones productivas. Algunas tenían
cierta autonomía y tributaban mientras que otras pertenecían directamente al inca o a una panaca específica a
la que debían tributar. Todavía no se conocen todos los detalles sobre este sistema "provincial".

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Conforme la expansión alcanzó territorios más alejados, se desplazaron a la fuerza grandes masas de
población para evitar levantamientos. Esto tuvo el efecto de extender y homogeneizar el modo de producción
agrícola, pecuario y de especialización manufacturera. Fue el mayor impacto que el incario tuvo en la región y
el que más perduró.

El complicado sistema de "provincias" dispersas exigía una poderosa organización estatal: un


número importante de funcionarios regularon producciones, recolecciones, almacenamientos, envíos y
tributaciones, no sólo hacia Cuzco, el inca o los santuarios, sino entre las diversas regiones. Estos
funcionarios utilizaron un sistema de contabilidad bastante complejo de base decimal. El instrumento de
cálculo era el quipu, un conjunto de cuerdas con nudos donde quedaban reflejados los datos.

Además se necesitaba una red de comunicaciones que enlazara todo el Tawantinsuyu. La trama de
caminos incaicos constituyó otra de sus más importantes aportaciones a la integración andina. Los chasquis,
mensajeros, se encargaban de transmitir la información por estos caminos, que contaban con postas con
reservas de comida y otras ayudas a viajeros.

Los servicios y prestaciones que necesitara el inca de sus súbditos eran aportados mediante la mita,
obligación de servicio temporal. A los mitayos se les asignaba una tarea específica como la construcción de
caminos, terrazas, canales, cultivos, etc. Los yanaconas eran los sirvientes exclusivos del inca. Eran un grupo
especial de trabajadores por tener el privilegio de servir al soberano.

En resumen, lo más interesante del periodo incaico fue que lograron en muy breve plazo la
acumulación de un enorme espacio en torno a una hegemonía política y religiosa concreta y, aún más
importante, la homogeneización de un modo de producción y de relaciones.

Este modelo tenía como nudo articulador básico al ayllu. Su existencia era anterior a los incas y
estaba constituido por un conjunto de productores más o menos dispersos, unidos por lazos cooperativos a
través de los que conseguían la pretendida autonomía económica. Además, estos lazos se reforzaban con la
aceptación por parte de todos de que pertenecían a una misma familia étnica y tenían un antepasado común
(real o mítico). El ayllu no tenía un tamaño concreto. La tierra era de propiedad colectiva del ayllu, así como
las riquezas que se adquirieran. El trabajo también era colectivo. Estamos, pues, ante un sentido colectivo y
no individual de la movilidad social y el progreso económico.

CAPÍTULO 4: LAS SOCIEDADES INDÍGENAS DEL PARAGUAY Y EL RÍO DE LA PLATA

4.1. Los guaraníes prehispánicos

Los guaraníes formaban parte de la gran familia lingüística tupí-guaraní que se extendía desde el
Amazonas hasta el delta del Río de la Plata. Gracias a su habilidad como canoeros, los distintos grupos
guaraníes se fueron desplazando por las grandes vías acuáticas que abundan en el medio de la selva tropical y
subtropical sudamericana. El tipo de agricultura itinerante de roza y fuertes creencias proféticas ocupaban un
lugar central en su cultura (la búsqueda de la “Tierra Sin Mal”) acentuaron el carácter migratorio de estos
grupos.

Vivían en casas multifamiliares, malocas, que albergaban varias unidades domésticas al mando de un
líder. Las alianzas se anudaban a través de los casamientos de los líderes étnicos, que eran en general
polígamos. También había chamanes, conocedores de las enfermedades y medicinas y previsores del tiempo.
La antropofagia ritual era una práctica bastante habitual.

Las actividades de subsistencia se basaban en diversas variedades de maíz, mandioca, frijol y


calabaza. Se agregaban el algodón, maní, yerba mate y un tipo de tabaco. Habían domesticado una variedad
de pato. La caza y la pesca eran actividades complementarias.

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4.2. Los indígenas del Chaco

El Chaco –extensa planicie inundable y abundantemente boscosa– se extiende actualmente sobre


territorios de Argentina, Bolivia y Paraguay. Se trata de una extensa llanura subtropical que se divide en tres
áreas: chaco húmedo, chaco semiárido y chaco árido. Había muchos grupos indígenas y las principales
familias lingüísticas eran cuatro:

1) guaycurú (tobas, mocovís, pilagás, payaguás)

2) mataco (mataco, mataguayo, matará, chulupí)

3) vilela (vilela, lule, chunupí)

4) guaraní (chiriguanos)

Había una gran diversidad antes de la llegada de los europeos, desde cazadores y recolectores hasta
agricultores que oscilaban del nomadismo y seminomadismo al sedentarismo. De todos modos, la caza, pesca
y recolección eran importantes para todos los grupos. En casi todas las etnias la guerra formaba parte
importante de su universo cultural, así como el chamanismo.

4.3. El noroeste argentino (NOA) hasta el área de las sierras de Córdoba: un panorama étnico
en el momento del contacto

El panorama étnico del Periodo Tardío (850-1480) ha sido dividido en Valles, Puna, Sierras Subandinas,
Santiago del Estero y Sierras Centrales de Córdoba.

Valles: donde se concentró más población y se establecieron los mayores centros culturales. Zona de
vegetación de estepa arbustiva y cactácea. Importancia del chañar y del algarrobo. Clima seco y cálido. Zonas
de asentamiento en las laderas, el fondo de los valles era zona de contacto y conflicto. Cuatro culturas
principales: Nanagasta, Angualasto, Belén y Santamaría. Todas ellas hablaban el cacán o diaguita.

Puna: comprende el oeste de Jujuy, Salta y Catamarca. Es una altiplanicie (3300-3400 m sobre el
nivel del mar) con algunas serranías que forman cuencas con lagunas y salares. Su vegetación es muy pobre,
con lluvia muy escasa y clima extremoso. En los oasis se cultivan diversos tubérculos andinos (ocas, ulluco,
papa), quinua y algunas especies de maíz. La gran actividad económica es el pastoreo de camélidos. Los
grupos humanos que habitaban la puna son de identidad dudosa.

Sierras Subandinas: encontramos tres formaciones naturales, la selva de transición (500-1200 m), los
bosques montanos (1500-2500 m) y más alto la prepuna de clima seco y vegetación arbustiva. Habitaban
grupos étnicos no originarios de la zona intermedios entre los andinos y los chaqueños.

Santiago del Estero: región de llanuras y sierras bajas recorrida por los ríos Salado y Dulce. Las
culturas de esta región aparentemente tuvieron contacto con los incas y dieron importancia a la pesca y la
producción textil.

Sierras Centrales de Córdoba: región poblada por culturas agroalfareras conocidos por los
conquistadores como comechingones y sanavirones. Sus poblados de casas semienterradas eran dispersos y
tenían un patrón de subsistencia agrícola basado en el maíz. También abundaban rebaños de camélidos,
cérvidos, liebres y ñandúes. Hablaban una misma lengua, con diferencias dialectales.

La expansión incaica en el NOA

Al parecer, durante el reinado de Túpac Inca (c. 1480) el NOA fue anexionado parcialmente al
espacio imperial en el marco del Collasuyu. La dominación incaica influyó en la alfarería, la metalurgia y la

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lengua. De todos modos, como les ocurrió luego a los invasores europeos, los incas no se aventuraron
fácilmente en los valles calchaquíes y las relaciones siempre fueron tirantes, conformando una típica zona de
frontera para el Tawantinsuyu.

4.4. Los indígenas de Cuyo

En la época prehispánica, la región cuyana estaba ocupada por tres grupos étnicos: en el área norte y central,
los huarpes; al sur del río Diamante, los pewelches y los pewenches.

Los huarpes, presentes en el área desde el 500, asentados en aldeas de unos 50 a 100 habitantes,
habían desarrollado sistemas de regadío bastante avanzados. Cultivaban maíz, frijoles, quinua y calabazas.
Pastoreaban llamas, cazaban guanacos y recolectaban algarroba. La presencia inca fue importante.

4.5. Las sociedades indígenas del área Pampa-Patagonia

Las vastas regiones del actual territorio argentino desde los 34º de latitud meridional hacia el sur
estuvieron en el siglo XVI predominantemente habitadas por cazadores y recolectores. Había guanacos,
ñandúes y venados pampeanos o gamas junto a múltiples aves y pescados que junto con algunos frutos y
raíces como la algarroba y la papa silvestre conformaban la dieta de los pobladores. Se mencionan, de norte a
sur, a querandíes, günnüna kenne, aonik kenne y selk nam (onas).

CAPÍTULO 5: Circulación de bienes y de energía en las áreas nucleares antes de la invasión europea

5.1. La circulación de bienes y de energía humana en Mesoamérica

El comercio era fundamental. Por ejemplo, se han encontrado objetos de obsidiana en casi toda
Mesoamérica. Tenemos dos tipos fundamentales de formas de circulación de bienes y de energía humana (se
le dice así al "trabajo" ya que no existía el concepto de trabajo en sí). Por un lado, el sistema tributario, y por
otro, el sistema de mercados.

El tributo era la forma básica de extracción del excedente producido por los campesinos y por los
señoríos dominados. Se dividía a su vez en trabajo y productos. El tributo en trabajo era prestado en forma
rotativa por las distintas comunidades incorporadas a la Triple Alianza, y se utilizaba sobre todo para obras
"públicas" (acueductos, calzadas, canales de irrigación, pirámides, etc.) aunque también para trabajo agrícola
o en templos. El tributo en productos era entregado directamente a la autoridad central y consistía en
alimentos (maíz, chile), materias primas (algodón, madera, plumas, oro, grana cochinilla), manufacturas
(mantas, trajes de guerrero, láminas de oro) y en cacao, que funcionaba como una semimoneda.

Los mercados podían ser locales o de larga distancia. Los locales podían ser enormes, como el de
Tlatelolco o pequeños tianguis. La operación fundamental era el trueque, aunque el papel del cacao como
semimoneda agilizaba los grandes mercados. Los mercados de larga distancia constituyen sistemas de
circulación que pueden abarcar miles de kilómetros y están basados sobre todo en los "puertos de
intercambio" como el de Xicalango en Yucatán. Los nexos entre mercados locales y de larga distancia podían
ser muy estrechos.

Es evidente que la existencia de un intenso sistema de circulación no implica necesariamente la


existencia de un sistema mercantil (por ejemplo, parte de la circulación se daba por reciprocidad y
redistribución), aunque algunas formas de acumulación mercantil ya estaban presentes. Pero la acumulación
no siempre resultaba en mercantilización, ya que muchas veces, los mercaderes que acumulaban lo suficiente,
lo gastaban en bienes de prestigio y en fiestas como formas de redistribución no mercantil.

5.2. La circulación de bienes y energía humana en el mundo andino

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Este tema se explica a partir de un artículo del antropólogo norteamericano John Murra de 1972
llamado "El control vertical de un máximo de pisos ecológicos en la economía de las sociedades andinas". Se
destaca la inexistencia de un sistema de mercados como el que existía en Mesoamérica. Los bienes y la
energía circulaban pero lo hacía a través de un complejo sistema de acceso a los recursos caracterizados por
las colonias multiétnicas centrales en los intercambios que se realizaban a través de diversas formas de
reciprocidad según el caso. Generalmente la reciprocidad estaba ligada al parentesco.

Los límites del modelo

En los márgenes del espacio andino, este modelo encuentra sus límites estructurales. Por ejemplo
Cincha, cerca de la costa peruana sí tenía presencia de mercaderes que hacían largos viajes llegando hasta
Cuzco, Quito y a las zonas costeras. Uno de los principales productos con los que comerciaban era una
concha marina llamada mullu, de importancia ritual. Gracias a estos mercaderes y marinos, los contactos entre
las dos grandes áreas de civilización americana prehispánica pueden haber sido regulares, dado que sabemos
que algunos mercaderes mayas mantenían relaciones mercantiles con el estrecho.

CAPÍTULO 6: La invasión europea del espacio caribe: las Antillas y la tierra firme

6.1. Del puerto de Lisboa a los viajes de rescate

El proceso de expansión europea en los siglos XV y XVI ha sido considerado por Braudel la génesis
de la "economía-mundo". Portugal fue uno de los primeros en volcarse sobre aguas oceánicas. Llegaron a las
Islas Azores y Madeira, al litoral africano bajando desde la costa de Ceuta a la que conquistaron en 1415,
hasta el Cabo de Buena Esperanza en el extremo sur de África en 1487 e incluso lograron llegar a
Madagascar, Mozambique y hasta Calcuta en India.

No conocemos con detalle el volumen de los esclavos capturados ni el impacto ecológico y social de
esta presencia europea sobre los grupos y las tierras del litoral africano, ni el alcance que estas acciones
tuvieron hacia el interior del continente en esta primera etapa de expansión en el siglo XV, pero fue en estos
años cuando se sentaron las bases desde las que se desarrollaría una de las prácticas más atroces de la
humanidad: la trata esclavista de los siglos XV al XIX.

Durante el siglo XV y principios del XVI los portugueses crearon un imperio marítimo casi sin
territorialidad, basado en el dominio de las rutas marítimas, apoyadas en islas y en puertos situados en las
costas de África, que luego proseguirían por Asia y América. El Atlántico fue un océano portugués a lo largo
del siglo XV, y Lisboa capital de ese imperio marítimo, conocida como "a Senhora dos Mares".

La intensa actividad comercial fue posible gracias a una antigua red de mercaderes, tejida ya desde
antiguo y compuesta en su mayor parte por judíos, que comunicaba intensamente a Lisboa con Italia y los
Países Bajos. El príncipe portugués Enrique el Navegante y reyes posteriores como Juan II o Manuel I el
Afortunado, conscientes de la importancia del comercio con el Atlántico africano, habían conseguido
desarrollar una excelente escuela de navegación y cartografía en Sagres y Lisboa. Desde 1420 funcionaba la
famosa Escuela de Sagres, para formar marinos y cartógrafos. A la vez, en los astilleros lusitanos del Algarve,
Porto y Lisboa diseñaron un navío capaz de navegar en alta mar incluso frente a vientos contrarios: la
carabela.

La guerra luso-castellana de 1475-1479 por la sucesión al trono de Castilla llevó a una verdadera
carrera comercial por los productos africanos, fundamentalmente metales, esclavos, marfiles y maderas. La
búsqueda de nuevas y ricas reservas de metales y riquezas había disparado la imaginación acerca de su
ubicación, siempre mar adentro. Lamentablemente, para llegar a ellas había que adentrarse muchas leguas en

32
la mar hacia el oeste, algo que todavía no estaba en las "carreras" (rutas de navegación) conocidas y
manejadas.

La rivalidad entre castellanos y portugueses por el tráfico oceánico, tan antigua, había ido
resolviéndose en varios tratados firmados entre las dos coronas. Uno de los más importantes fue el de
Alcáçovas de 1479, que prohibía a los castellanos navegar al sur de las Islas Canarias, que quedaban para
Castilla mientras que Madeira, Azores, Cabo Verde y Mina de Guinea eran para Portugal. De ahí que la
propuesta de un comerciante genovés para tratar de alcanzar la India navegando hacia el oeste de las Canarias
sin vulnerar la línea de Alcáçovas pareciera sugerente. En la propuesta de Colón, además, no se hallaron
grandes imposibilidades geográficas dado que la mayor parte de los cosmógrafos aceptaban la esfericidad de
la Tierra. La experiencia acumulada durante el siglo XV en cuanto a navegaciones atlánticas era mucha y
permitía planear un viaje como el propuesto por Colón con ciertas probabilidades de éxito, por lo que su
propuesta era una empresa con pocos riesgos para la corona castellana y en cambio podía aportar grandes
beneficios.

Colón se capituló con la corona y zarpó del puerto de Palos en 1492 haciendo un viaje relativamente
tranquilo, sobre todo a la vuelta. En ese primer viaje fue encontrando y bautizando islas como Santa María de
la Concepción, Fernandina, Isabela, Juana (actual Cuba, aunque no fue consciente de su tamaño) y La
Española, la que consideró más grande y poblada y donde permaneció más tiempo.

A su regreso, desembarcó en las Azores, donde fue detenido por encontrarse en aguas portuguesas,
pero lo dejaron partir con la promesa de ir a Lisboa, donde se entrevistó con Juan II, que le observó que las
nuevas islas debían ser portuguesas. Nada más marchar Colón, ordenó enviar una flota al mando de Francisco
de Almeida.

Tras un recibimiento triunfal en Andalucía, Murcia y Levante, Colón llegó a Barcelona, donde le
esperaban los reyes Isabel y Fernando. Los convenció de que debía regresar inmediatamente con una
expedición de colonos y que sería obra de la Santísima Trinidad por la conversión de tantos infieles, aunque
en realidad Colón ya había escrito en su diario que los indios "son buenos para les mandar y hacer trabajar".

La segunda expedición repitió la ruta de las Canarias y llegó a las Antillas Menores, hallando La
Española sin dificultad. Esta vez llevaron un buen número de colonos, animales y herramientas para crear un
emplazamiento perdurable: una especie de factoría según el modelo que el mismo almirante había conocido
en sus viajes con portugueses.

Colón resultó ser mejor navegante que político, ordenando capturar indios como esclavos y
remitiéndolos a España para pagar deudas contraídas con los comerciantes de Sevilla, porque no halló ni oro
ni otras riquezas predicadas. Continuó "descubriendo" otras islas como Jamaica y deteniéndose en las costas
de Cuba. En 1498, en un tercer viaje a Andalucía, reconoció la desembocadura del Orinoco, la isla de la
Trinidad y las costas de la futura Venezuela, regresando a La Española, donde le esperaba una sublevación de
colonos, la ruina de la factoría y un administrador real, Francisco de Bobadilla, que lo envió preso a España
por mala gestión general y descontento de todos los vecinos. Bobadilla, que sí conocía la idiosincrasia
castellana, "repartió" tierras e indios utilizando la vieja fórmula medieval de la encomienda.

Ante la apertura de la nueva ruta de Occidente, las monarquías europeas no permanecieron inertes.
Inglaterra y Francia organizaron expediciones con magros resultados, pero fue Portugal el que se mostró más
alarmado. En 1500 envió a Pedro Alvares Cabral para que navegara la ruta a India pero con la orden de a la
altura de Cabo Verde desviarse al oeste para ver qué hallaba. Y efectivamente, uno de los navíos, a cargo de
Pero Vaz da Caminha se encontró con las tierras verdes de la mítica Brasil, a la que llamaron Terra de Santa
Cruz. Cabral siguió con la flota hacia India, pero envió un navío a Lisboa anunciando la grande descoberta.
Así la India se hizo plural: Indias Orientales e Indias Occidentales. La ruta del oeste comenzó a llamarse la
"Carrera de Indias".

Siguiendo el modelo de Colón, muchos otros marinos quisieron aventurarse y consiguieron contratos
o capitulaciones de la corona para navegar hacia occidente a cambio de demarcar tierras, tomarlas en nombre
de Castilla y repartir beneficios, como Alonso de Ojeda, Juan de la Cosa, Cristóbal Guerra, Pero Alonso Niño
y Vicente Yáñez Pinzón.

33
Colón, por su parte, realizó su cuarto y último viaje en 1502 en el que recorrió Martinica, Puerto
Rico, Jamaica, Cuba y las costas centroamericanas desde Honduras, Nicaragua y Costa Rica hasta Panamá.
Murió de vuelta en España, en Valladolid en 1506.

Por entonces, la rivalidad entre Castilla y Portugal tenía un nuevo y más grave problema: la ruta
portuguesa por África quedaba obsoleta si era cierto que a India se llegaba por occidente, de ahí que los
portugueses presionaran para lograr una línea de exclusividad para Portugal como la de Alcáçovas. Por su
parte, Castilla presionaba a Portugal para que se alejara de las nuevas islas. La solución fue el trazado de una
nueva línea, esta vez de norte a sur, a partir de las posesiones portuguesas más occidentales: Cabo Verde. Al
principio se estableció esa línea no lo suficientemente lejos de la costa africana, por lo que los portugueses se
quejaron de no encontrar tierras. El tratado de Tordesillas del año 1494 corrió esa línea más hacia el oeste y
delimitó Brasil para los portugueses. Pero también benefició a Castilla, convirtiendo el Caribe en un
Mediterráneo para los navegantes, comerciante y colonos españoles.

6.2. El Caribe: el Mediterráneo americano

En las primeras décadas de ocupación fueron surgiendo en las Antillas y las costas de Panamá,
Colombia y Venezuela, localidades de acopio de productos para ser remitidos a Europa. Con el tiempo se
transformaron en nódulos de intercambio de productos americanos por mercancías europeas. Funcionaron
estacionalmente como factorías donde se realizaban los negocios del "rescate" (del latín recaptare, "recoger",
cambiar mercancías ordinarias por objetos preciosos). Se "rescataban" perlas, oro, esclavos, cueros, carne
salada, maderas y sustancias tintóreas a cambio de mercancías europeas de escaso valor.

La corona castellana decidió tomar medidas cuando el volumen de lo rescatado comenzó a ser muy
elevado y su autoridad quedó en entredicho por la actuación descontrolada de colonos y comerciantes.

Colón había establecido la villa de La Isabela en 1494, la primera ciudad colonial americana, que
pronto fuera abandonada y trasladada a Santo Domingo dos años después. La administración de los primeros
asentamientos coloniales no fue fácil, la mayor parte de los colonos llevados por Colón no entendieron ni
aceptaron el modelo agrario de explotación de los recursos insulares; las quejas eran muy abundantes,
alegando que las riquezas prometidas no existían, que los productos europeos de subsistencia (trigo, oliva,
vid) no se daban en las islas y que las enfermedades (disentería, influenza, sífilis) los iban matando poco a
poco. En definitiva, que no estaban en ningún paraíso. No pocos regresaron a España, pero los que se
quedaron adujeron que la solución era vender a los indios como esclavos o repartírselos para que trabajaran la
tierra y buscaran oro en los ríos.

Colón envió más de 4000 esclavos a diversos empresarios europeos. No sólo los caribes acusados de
antropofagia fueron presas en esta "guerra justa" que legalizaba la esclavitud sino cualquier nativo que no
estuviera adscrito a un español.

Justificando que así se terminaría con la esclavización ilegal de indios, los reyes autorizaron
legalmente los repartimientos de tierras e indios. Primero Bobadilla y luego Ovando, los enviados reales,
comenzaron esta política de repartos. La tierra no interesaba a los colonos: sólo los indios. Fue el origen de la
encomienda, la institución mediante la cual los naturales eran entregados ("encomendados") a los colonos
blancos para que trabajasen a cambio de "cuidarlos" y evangelizarlos.

Para conseguir más indios era necesario acabar con el poder de los caciques. Tal fue el motivo del
exterminio de autoridades indígenas en La Española que realizaron Colón y Ovando (La Española),
Velázquez y Pánfilo De Narváez (Cuba), Esquivel (Jamaica) y Ponce de León (Puerto Rico). Miles de indios
fueron repartidos como "naborías", siervos del señor español, por un número concreto de años que sólo
finalizaron cuando los indios finalmente se extinguieron. Se calcula que a los quince años de la llegada de
Colón ya había muerto más de un tercio de la población aborigen de La Española. Ante la falta de indios,
Ovando solicitó invadir las islas "inútiles" (llamadas así porque no tenían oro) para "rescatar" más indios.
Desde 1509 fueron trasladados forzosamente decenas de miles de arahuacos en régimen de "naborías
perpetuas" desde las Bahamas a La Española, dejando las primeras desiertas en 1515. Entre 1508 y 1511 se
organizaron expediciones de cierta envergadura hacia las islas más grandes. El siguiente paso sería
incursionar en el continente, de lo que se encargaría un encomendero yerno de Velázquez, Hernán Cortés.

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A las matanzas y las muertes de la población indígena producidas por la explotación de los europeos
se sumaron las enfermedades como la influenza, la viruela, el sarampión, la malaria y la fiebre amarilla (las
tres últimas traídas por los africanos más tarde) que terminaron de aniquilarlos. Para 1540, en menos de
cincuenta años, casi dos millones de indígenas habían sido exterminados directa o indirectamente por el
proceso de "colonización".

¿Y qué obtuvieron los colonizadores a cambio de la destrucción de aquel paraíso? Extrajeron metal,
azúcar, palo brasil, cueros. El oro se agotó después de relativamente poco tiempo y para 1530 prácticamente
había desaparecido.

En cuanto al azúcar, la demanda europea hizo atractiva su producción, pero necesitaba mucha mano
de obra y los indios se estaban extinguiendo y además se empleaban para la extracción del oro, por lo que se
trajo esclavos africanos. Así, azúcar y esclavitud estuvieron vinculados en el Caribe desde el principio. Los
ingenios también necesitaban de mucha infraestructura, calderas con suficiente combustible y la fuerza del
agua para mover los molinos, por lo que generalmente se asentaban cerca de bosques y ríos. La tierra se
sembraba mitad por mitad de caña y de otros cultivos para la subsistencia de los esclavos: yuca y batata,
complementada con carne salada de ganado que crecía en el resto del monte no sembrado, de donde también
se sacaba la madera. La complejidad de los ingenios azucareros fue creciendo con el tiempo.

El palo brasil crecía también en las islas y la corona trató de reservarse los derechos de explotación,
arrendándolos a diversos particulares. Para su producción bastaba talar, desenramar y cargar los troncos en los
barcos. Fue lucrativo hasta que se agotó.

La ganadería fue, junto al azúcar, el rubro más importante en la economía antillana tras la invasión
europea y la exportación de cueros dio grandes beneficios. Colón llevó en el segundo viaje caballos, vacas,
puercos, ovejas y cabras que se multiplicaron con velocidad.

El crecimiento de las ciudades corrió paralelo al abandono de la mayor parte de las prácticas agrícola
y la población se concentró en torno a ellas. Hacia 1520-1540 las ciudades de las Antillas Mayores se habían
estabilizado y consolidado. En las Antillas Menores no se fundaron ciudades.

En cuanto al exterminio de la población indígena original de las islas, algunos cronistas denunciaron
los horrores que estaban sucediendo. El más famoso es fray Bartolomé de las Casas con su Brevísima relación
de la destrucción de las Indias. Hijo de un encomendero en La Española, recibió de niño como regalo uno de
los primeros arahuacos esclavizados. Luego fue él mismo encomendero en Cuba y después de ver los horrores
en que se transformó la conquista, tomó los hábitos y comenzó su campaña de denuncias que fueron negadas
por buena parte de sus contemporáneos. Gonzalo Fernández de Oviedo en su Historia general y natural de las
Indias también documentó el abuso.

CAPÍTULO 7: Los castellanos en Mesoamérica

7.1. La conquista de México

Hernán Cortés, un joven aventurero de mediana educación y cierta experiencia curial, nació en el seno de una
familia de la hidalguía pobre extremeña, llegó a La Española en 1504 y después pasó a Cuba, donde fue
secretario y compadre de su primer conquistador, Diego Velázquez. Comenzó en 1519 la conquista de
México. Desde el inicio contó con la ayuda de dos personajes clave que le sirvieron de mediadores
lingüísticos en maya y náhuatl: Gerónimo de Aguilar y Malintzin (también conocida como Malinche), el
primero español y la segunda indígena.

Cortés estableció una alianza con los tlaxcaltecas, que eran viejos enemigos de los mexicas. Entró en
Tenochtitlán y Moctezuma lo recibió con honores, pero cortés se convirtió de huésped en carcelero de
Moctezuma. La conquista del Imperio Azteca no tardó en ser profundizada debido a una epidemia que
exterminó a muchos de los habitantes. La otrora orgullosa cabecera de la Triple Alianza quedó en ruinas.

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7.2. Las consecuencias de la conquista

Este período inicial estuvo marcado por tres características fundamentales: es el primer momento
grave de contracción indígena, de fractura del ecosistema prehispánico y de pérdida progresiva del acceso a
un complejo sistema de multiplicidad de recursos.

La catástrofe demográfica

Hay una cadena causal compuesta por los siguientes elementos principales: ritmo de trabajo - dieta -
epidemia y todo ello condicionado por un marco general de violencia desatada por los invasores. Cada uno de
estos elementos reactuó en forma de acelerador, catalíticamente, empujando inexorablemente en un círculo
vicioso al descenso de la población.

Las manifestaciones más tempranas de las relaciones con la sociedad indígena

El primer sistema de trabajo que los conquistadores impusieron a los indios fue la esclavitud. En
seguida fue ocultada detrás de la institución de la encomienda. Lo más preciado que podía llegar a entregar la
sociedad indígena durante la primera etapa a los invasores era su trabajo. Los encomenderos fracasaron en su
intento de convertirse en una verdadera clase feudal.

7.3. Economía de la colonia temprana en México

Las ciudades, las minas y el mercado

Uno de los aspectos que caracterizaron la primera etapa de asentamiento fue la constitución de las
estructuras de poder que aseguraban el control y dominio político de la sociedad. Se constituyeron las
primeras ciudades, centros de dominación sobre las comunidades vencidas. Estas ciudades se edificaron con
trabajo indio y se convirtieron en grandes centros de consumo y atracción económica del espacio colonial.
Había diversos tipos de ciudades, algunas políticas y administrativas, otras fundamentalmente mercantiles, y
otras estrechamente relacionadas con los reales de minas, convirtiéndose en centros de producción artesanal y
en un espacio privilegiado para las transacciones mercantiles y financieras ligadas a la explotación minera.

Los gañanes

La primera mención que tenemos sobre la existencia de indios "asalariados" o "gañanes" de los españoles se
refiere a la existencia de una congregación de indios en 1550. Se los utilizaba para "labrar la tierra con
bueyes".

7.4. Las estructuras de poder en el período inicial

Las primeras formas institucionales de estructuración del poder y del ejercicio jurisdiccional fueron
sucesivamente los gobernadores, las audiencias (la primera fue la de Santo Domingo en 1511) y los virreyes
(el primero fue Antonio de Mendoza en Nueva España en 1535). Las direcciones de la corona eran poner coto
al poder de los encomenderos e impedir su consolidación como clase señorial. Los encomenderos perdieron
todo control jurídico sobre los indígenas en la segunda mitad del siglo XVI, pero siguieron teniendo un peso
muy grande sobre la sociedad.

CAPÍTULO 8: Dioses y demonios: la conquista de los Andes

8.1. Primer acto: Cajamarca

En Centroamérica se había empezado a correr el rumor de la existencia de un "país del oro" en el sur.
En 1522, un marino llamado Pascual de Andagoya fue en su busca y costeó doscientas millas sin encontrar
nada de su interés salvo datos de un país populoso y rico en oro y plata, "Perú". Dos vecinos y encomenderos

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de Panamá, Francisco Pizarro y Diego de Almagro, se entusiasmaron y organizaron una expedición en 1524
en la que no encontraron gran cosa, y luego realizaron una segunda expedición en 1526 en la que llegaron a
Quito y se encontraron con la cultura incaica. En 1529 lograron capitularse con la corona para poder volver a
esa región y enseñorearse de esas nuevas tierras. En 1530 organizó una expedición más completa desde
Panamá que desembarcó en la costa ecuatoriana a la altura de la bahía de San Mateo. Llegaron a Tumbes, una
ciudad incaica que conocían pero que encontraron destruida y averiguaron que la causa era la guerra civil
entre los dos herederos al trono de Perú, Huáscar y Atahualpa.

Pizarro fundó el primer asentamiento europeo en esas tierras: San Miguel de Piura. Alrededor de
sesenta españoles se quedaron en la ciudad mientras que el resto siguió internándose en el Tawantinsuyu en
1532.

El pequeño grupo de blancos invasores se encontró al imperio en una coyuntura en la que todo les
beneficiaba y de la que supieron aprovecharse al máximo. Sin la guerra interna, los españoles probablemente
no habrían podido si quiera salir vivos de Tumbes. Además, la dominación incaica de muchos de los pueblos
andinos era tirante y no muy profunda, lo que llevó a Pizarro a aprovechar la situación estableciendo alianzas
con algunos caciques que buscaban librarse del poder imperial. La falta de cohesión en el seno del
Tawantinsuyu, que venía de antiguo, se había agudizado con la muerte del Inca Huayna Cápac y el
enfrentamiento de sus hijos por la sucesión.

Mucho se ha escrito sobre el primer encuentro entre españoles e incas en la ciudad de Cajamarca,
cuando Pizarro logró apresar a Atahualpa y se pidieron grandes riquezas por su rescate. En 1533, Pizarro
ordenó la fundición del oro y plata acumulados y su distribución entre la gente para acrecentar su popularidad.
El último episodio de Cajamarca fue el asesinato de Atahualpa, que acusado de traídos fue ejecutado en la
plaza principal el 26 de julio de 1533. Días después, en una carta a Carlo V, Pizarro justificaba su decisión por
el miedo de sus hombres a una revancha por parte del inca y a la "pérdida de tan excelentes dominios como
aquí ya tiene Su Majestad".

Entre 1535 y 1541, Pizarro y Almagro serían protagonistas de una guerra civil por los nuevos
dominios de la que luego serían herederos sus familiares. Después de firmar varios acuerdos infructuosos, de
volver a enfrentarse en varias ocasiones y de que Almagro fuera ejecutado en 1538, Francisco Pizarro fue
finalmente asesinado en su residencia por partidarios de Almagro en 1541.

8.2. Segundo acto: la guerra del Cuzco y la sublevación de Gonzalo Pizarro

En 1539, Francisco Pizarro nombró a su hermano menor Gonzalo Pizarro gobernador de Quito y lo
facultó para emprender el descubrimiento del “País de la Canela” y “El Dorado”. Gonzalo partió a fines de
1540 pero tras muchas penurias regresó dos años después sin conseguir mucho. En Quito se enteró del
asesinato de su hermano Francisco y de la rebelión de los almagristas. Tras la derrota de los almagristas en
1542, Gonzalo regresó al Cuzco y luego a su encomienda en Chaqui.

En 1542 la Corona española promulgó las Leyes Nuevas, ideadas por Bartolomé de las Casas, que
establecían la supresión de las encomiendas y de todo trabajo forzado de los indios. Se creó también el
Virreinato del Perú y la Real Audiencia de Lima. Cuando el virrey Núñez Vela llegó al Perú y aplicó el
cumplimiento de las nuevas leyes, los encomenderos protestaron indignados y organizaron una rebelión,
eligiendo como líder a Gonzalo Pizarro, que marchó al Cuzco en 1544, donde fue magníficamente recibido y
proclamado Procurador General del Perú para protestar las Leyes Nuevas ante el Virrey y si fuese necesario,
ante el propio emperador Carlos V.

Los oidores de la Audiencia de Lima, en su afán de ganar popularidad, se inclinaron a defender los
derechos de los encomenderos: tomaron prisionero al virrey y lo embarcaron de vuelta a España. Gonzalo
Pizarro entró triunfalmente en Lima en octubre de 1544, al frente de 1200 soldados. Los oidores lo nombraron
Gobernador del Perú.

El virrey había logrado escapar y juntó fuerzas que se enfrentaron a las de Gonzalo en Añaquito,
donde finalmente murió. En 1547, tras el fracaso del primer virrey, llegó el clérigo Pedro de La Gasca,
enviado por el emperador como "Pacificador del Perú". Su misión era terminar con la rebelión y castigar a los

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traidores. Aunque los sublevados derrotaron a las tropas de La Gasca varias veces, los documentos de perdón
por parte del rey que este empezó a repartir, inclinaron la balanza a su favor.

Gonzalo Pizarro fue capturado, encadenado y encerrado en Cuzco como lo habían sido los mismos
incas, Almagro y toda una saga de antiguos conquistadores. Fue ejecutado por traidor al rey. La primera
generación de la conquista era así definitivamente enterrada y olvidada en el mundo por el que habían
matado, peleado y finalmente muerto. Los nuevos pobladores que llegaron después, asegurando lealtad al rey,
se erguían ahora sobre las ruinas de un tiempo que murió con tanta virulencia como había comenzado. Si los
pueblos indígenas habían sido vencidos, los viejos conquistadores, también. Una nueva generación se alzaba
con el poder.

8.3. Tercer acto: el camino del norte. Las tierras de El Dorado.

Desde el Caribe, muchos buscaban la tierra mítica de El Dorado. Y en busca del oro, a América del
Sur llegaron muchos otros aventureros. En el área de lo que hoy es Ecuador, antes de la llegada de los
castellanos, el dominio inca se había circunscrito a un corredor a lo largo del callejón interandino, pero los
incas encontraron fuerte resistencia de las provincias del norte, en las que se mantuvo un inestable equilibrio
que sería aprovechado por los españoles. Sebastián de Belalcázar, encomendero de Panamá, veterano de la
conquista de Perú y poco dispuesto a seguir bajo las órdenes de Francisco Pizarro, ambicionaba una
gobernación propia por lo que organizó una entrada hacia la región del norte a fines de 1533 desde San
Miguel de Piura.

Tras haber ayudado a Pizarro a combatir a las tribus locales, Belalcázar completó en 1534 la
conquista de Quito usando fondos obtenidos de sus campañas anteriores. Belalcázar y Almagro fundaron la
nueva ciudad de Quito sobre las ruinas de la antigua población inca, llamándola San Francisco de Quito, en
honor a los misioneros franciscanos.

Una vez consolidada su posición, trató de extender el dominio español sobre el territorio colindante,
a la vez que se dirigió hacia la actual Colombia, penetrando en el valle del río Cauca en busca del mítico El
Dorado y fundando varios núcleos como Ampudia, Santiago de Cali, Popayán y Guayaquil (1536-1537).
Cruzó el valle del río Magdalena en 1539, atravesando las alturas centrales colombianas y entrando en
Bogotá. En 1540, el rey Carlos I de España lo nombró adelantado de España, otorgándole el cargo de
gobernador de Popayán y de un amplio territorio ubicado en las actuales Ecuador y Colombia.

Posteriormente, Belalcázar se vio inmerso en las disputas entre Pizarro y Almagro en Perú, ayudando
a vencer a Gonzalo Pizarro. Fue condenado a muerte por asesinar a un gobernador, por los malos tratos
cometidos contra los indígenas y por participar en las luchas acaecidas entre los conquistadores. Murió en
Cartagena de Indias, antes de emprender el viaje de vuelta a España para apelar la decisión del tribunal.

8.4. Cuarto acto: el camino del sur. Chile

Tras la ocupación del Cuzco por los castellanos en 1535, el socio de Francisco Pizarro, Diego de
Almagro, partió a la conquista de la "Nueva Toledo", las tierras situadas al sur de la gobernación de Pizarro.
Hasta entonces, el actual territorio chileno sólo había tenido contactos esporádicos con las expediciones por el
Pacífico de Magallanes y otros marinos. Con la expedición de Almagro comenzaba la ocupación de una de las
regiones más periféricas del continente, que durante algunos años tuvo un marcado carácter marginal por su
relativa pobreza.

La concesión de la gobernación de Nueva Toledo por el rey a Almagro era bastante ambigua en
cuanto a sus límites exactos. Con el apoyo financiero de Pizarro y una hueste de unos quinientos hombres

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propios más unos doce mil indios al mando de Paullu, aliado inca, Almagro entró en Chile por la ruta del Alto
Perú y del NOA de la actual Argentina (Jujuy, Salta, Catamarca), cruzando la cordillera por San Francisco
hasta legar al valle de Aconcagua. Todo el territorio hasta el Estrecho de Magallanes fue bautizado con el
nombre de Chile, que entre sus muchas acepciones cuenta con la de "fin del mundo".

La resistencia de los grupos locales a la ocupación fue escasa y poco organizada. La única verdadera
dificultad que enfrentaron los invasores fue el medio físico, sobre todo los pasos más altos de la cordillera
donde murieron tanto indios como españoles a causa del frío y el hambre. Los resultados de la expedición
fueron decepcionantes. No encontraron grandes tesoros y El Dorado desde luego no estaba en Chile y mucho
menos en Tucumán. Una vez muerto Almagro, la mayor parte de sus hombres decidió huir y probar suerte en
otras entradas.

Cuatro años después de la entrada de Almagro, Pedro de Valdivia abandonó su desahogada posición
de encomendero en Perú e intentó la incierta conquista del territorio chileno. Fundó en 1541, al encontrar una
zona de valles fértiles, Santiago de la Nueva Extremadura. Contó con el apoyo de Pizarro. Una vez que los
españoles se pudieron asentar en Chile, algunos de ellos empezaron a organizar expediciones al actual
territorio argentino. Fundaron Mendoza en 1562 en el territorio de los huarpes, indios pacíficos que fueron
casi exterminados al llevárselos como mano de obra forzada y exponerlos a la belicosidad de los araucanos.

Algunas rebeliones debilitaron la estabilidad de los asentamientos, y en uno de estos alzamientos


murió Valdivia en 1553 a manos del caudillo araucano Lautaro. A la escasez de beneficios tangibles y a corto
plazo junto con las rebeliones locales, habría que añadir el mantenimiento de una frontera bélica, costosa y
difícil de traspasar. El panorama se presentaba incierto para los conquistadores. A pesar de ello, Chile fue uno
de los últimos refugios de esta primera generación de la conquista andina. Para muchos, la oportunidad única
de alcanzar el ya caduco anhelo señorial, para otros, el lugar perfecto para ocultar un pasado turbio y
esconderse de la justicia. La historia del reino de Chile seguiría escribiéndose en una guerra sin fin, propia de
aquel “fin del mundo” donde América terminaba.

PARRY,J. H.

El descubrimiento del mar

Cáp 1. Un buque seguro.

Los buques y embarcaciones actuales seguras han sido creados a partir de modelos ancestrales más primitivos
(para la comparación con los de s XV de la Europa occidental
Solo son imp tres tipos básicos).
1- Consistía en un tronco de árbol, vaciado por medio del fuego y la piedra, o de azuelas de concha, para que
flotase y cupieran en el los remeros
y sus pertenencias (pocas).
2- Otro era una balsa construida con troncos o talles capaces de flotar- bambues, haces de cañas huecas,
racimos de plátanos, ramas de ambash o troncos ligeros como los de la madera balsa- atados unos a otros.
3- era una cesta o un armazón parecido a una cesta hecho con ramas flexibles, también atadas unas otras y
cubiertas con pieles o algún otro material impermeable, para que no entrase el agua.
/--> los factores de dictaminan muchos usos dependieron de las condiciones con las que se contaba en
aquellos lugares: el agua, y los materiales:
-cañas: crece de forma rápida en zonas tropicales, y se manipulan con facilidad.
-papiro: (época de faraones, se siguen usando (aunque muy poco)
-troncos: son más sólidas que las anteriores. Se continua con el uso de la Jangada del nordeste de Brasil (es
una estructura sólida unida por medio de estacas de madera dura que se clavan a martillazos. Tiene una orza,
un polo con caída regulable y una vela latina modificada.
-bambú: mejor material para construir balsas. Se llama barca- bandeja. Tiene una mayor velocidad a vela
(típicos en zona de China e islas aledañas)

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- Para el periodo también existieron canoas monóxilos (se han encontrado en diversas partes del mundo):
pesadas y rígidas, para mayor estabilidad se utilizan uno (más versátil y eficaz) o dos balancines (más
primitiva), y tiene vela.

Todos los grandes viajes de descubrimiento oceánico se hicieron a vela. Aunque eso no quita que muchas
embarcaciones tuvieran remos, pero el conseguir la cant de hombres adecuados era más difícil.
Existen diferentes tipos de velas:
-vela al tercio
-vela latina (pág. 30) (entraron en el mediterráneo desde el Indico)
-vela de cuchillo
-vela tarquina.

El aparejo constituye el equipo impulsor de las embarcaciones de vela y está constituido por diversos
elementos:

1. Arboladura.
2. Velas.
3. Jarcia

A principios del s XV había tres regiones marítimas donde estaba generalizado el uso de barcos seguros
capaces de transportar gran núm. de hombres o grandes cantidades de mercancías de forma regular:
-aguas europeas (comprendía el mediterráneo y mares costeros atlánticos, desde Gibraltar has
Bergen);
-el norte del Indico (incluye mar arábigo, Rojo, Golfo Pérsico)
-los mares de China.
Entre estas regiones había leneas de contacto regulares.
Probablemente los barcos más seguros y de mayor calado serían los chinos. De hecho si estos no realizaron el
descubrimiento del mar no es por no tener aptitudes, sino por los costes en dinero, personas.
Al retirarse estos del Índico en el s XV el comercio de la zona quedo a cargo de musulmanes o árabes. Estos
estaban acostumbrados a viajes largos, por su contacto con China.

Las galeras, no desempeñaron ningún papel significativo en el descubrimiento.


Los marinos venecianos hubieran podido circunnavegar África así como los hanseáticos hubieran podido
cruzar el Atlántico de haberlo querido. Pero ambos no tenían motivos, a diferencia de los andaluces y
portugueses.
Venecia tenía una de las flotas más grandes para el trasporte de mercancías atreves sus naves, por sus costo,
construcción pesada y rígida que hacía que fueran lentos, además que dotarlos de tripulación era caro. En
cambio, resultaba más barato el uso de galeras, y aunque más lento, le ofrecían casi la misma seguridad.
Gran número y variedad de barcos de menor calado hacían la navegación de cabotaje de la zona, y muchos de
ellos eran notables por sus cualidades de manejo y su velocidad. La mayoría eran de construcción a tope como
los grandes buques, y al igual que ellos, estaban dotados de aparejos latinos. Hasta las postrimerías del s XIV
las dos grandes tradiciones europeas- barcos de construcción a tingladillo y aparejo redondo; y barcos de
construcción a tope y aparejo latino- siguen siendo distintas. A finales de siglo, por el comercio comenzó una
interacción entre ambos que desemboco en híbridos eficaces y fértiles.

Cáp. 2: Orientarse en el mar.

La orientación se realiza mediante la observación constante de marcas visibles, que se relacionan con la
memoria del propio navegante o con la de otros, que la dejaron por escrito.
Ante todo debe poder saber la dirección y saber la forma de regresar si se desvía de la misma; así como
también las corrientes, el estado del mar y el rendimiento del barco.
Rara vez un navegante sale sin destino, aunque sea cuenta con rumores como referencia de su existencia, o
sólo se ha llegado por tierra (navegación: arte de llevar el barco de un lugar al otro sin ver tierra durante el
viaje, a diferencia del pilotaje que es llevar un barco de un lugar a otro viendo tierra o siguiendo marcas).

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Debe estar capacitado para poder dejar instrucciones de donde se encuentra en caso de hacer algún hallazgo.
Las estrellas son más fáciles de utilizar en los trópicos, porque están más visibles y debido a que en latitudes
superiores las estrellas parecen viajar de forma oblicua sufriendo sus marcaciones variaciones (en los trópicos
viajan verticalmente). La única excepción es la Estrella Polar, que está alineada con el eje de la tierra (solo es
visible al norte). Aunque la utilidad de las estrellas como la estrella Polar, la Cruz del Sur o la Canope
depende de hacia qué punto cardinal se dirijan.
Se presta atención al oleaje, cambios de color en el agua y pájaros aunque pueden ser engañosos.
En muchos casos al no contar con instrumentos, la navegación se realiza por estimación (sirve para distancias
relativamente cortas). Ese era el caso de los nórdicos y de los polinesios, en ellos s IX, X, XI.
El navegante de Europa occidental del s XV contaba con algunos instrumentos como:
- el compás magnético (se usó por primera vez en Italia, s XII): permitía no depender de los cielos despejados
para poder viajar en toda época del año.
– el reloj de arena, que permite medir el tiempo (de Venecia).
El compás daba el rumbo navegado en cada bordada; el reloj de arena indicaba el tiempo navegado a lo largo
de ese rumbo y que podía traducirse en distancia; el rumbo directo al destino del barco era conocido. Por
consiguiente, para averiguar la distancia loxodrómica a lo largo del rumbo directo, solo había que resolver una
serie de triángulos rectángulos. Estas sumas estaban resueltas desde el s XIII en:
- Toleta de Marteloio: tablas con cuentas ya establecidas para calcular distancias.
- Carta náutica (en la Edad Media también era llamada portulano): luego del compás, es el más imp. Entre las
ventajas para la navegación en el s XV. PAG 57
(Así tanto las cartas, los libros de pilotaje y las tablas fueron productos del uso del compás). Hasta el s SXV
las cartas no reconocían que la tierra era una esfera, sino más bien plana.

Las cartas en el norte de Europa no se conocían hasta p XVI. Incluso las instrucciones de navegación por
escrito (rutters) tardaron en ser aceptados, probablemente porque eran pocos los navegantes del norte que
sabían leer; el rutter ingles más antiguo que se conserva es de 1408, y es una compilación primitiva que da
los rumbos magnéticos de un lugar a otro, pero sin distancias. Estos marinos eran expertos en pilotaje más que
en navegación.
En China de tiempos anteriores existía el compás, pero la evolución de este compas magnético fue diferente
en ambas regiones. Así como otras técnicas. Hasta Principios del s XV con la decisión de Ming de retirarse de
la empresa oceánica, la hidrografía china no era inferior a la europea y abarcaba regiones más extensas.
Si bien se conoce de los contactos comerciales entre árabes y chinos, se desconoce la forma de navegar de los
primeros.
La preeminencia europea en el descubrimiento del mar no tiene ninguna explicación de índole puramente
técnica, que en ningún aspecto eran notablemente superiores a los métodos utilizados en el Indico y en el
Lejano Oriente en el mismo periodo, de hecho a veces hasta eran inferiores.

PRELUDIO MEDIEVAL. WALLERSTEIN:

 Es un sistema mundial, que es mayor a cualquier unidad jurídica política definida. Los lazos que
unen sus partes son generalmente económicos.
 Es una entidad económica no política al contrario de los Imperios.
 Mejor y más eficiente productividad.
 Mejor extracción del excedente. Nueva extracción del excedente.
 Invención de la tecnología para incrementar el excedente.
 La economía mundo se expande sin la emergencia de una estructura político unificado.
 La clase mercantil en el feudalismo surgió de: 1: campesinos intermedios; 2. agentes residentes
de mercaderes de larga distancia. Por eso el feudalismo y la expansión del comercio van
unidos.

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 El capitalismo avanza porque comienzan a trasportarse BIENES MASIVOS.
 Por la crisis de productividad europea, Europa tuvo que salir a buscar mercados y mercaderías
 Crisis feudal: 1: contracción del excedente;
2: clase dominante no podía apropiarse de más excedente.

3: crisis en el suelo

 Con las crisis se buscaba UNA PRODUCTIVIDAD MAS EFICIENTE Y AMPLIADA.


 Economía mundo: 1: expansión territorial
2: control del trabajo

3: creación de aparatos de Estado

 No solo buscaban metales preciosos y especias, sino también COMIDA Y COMBUSTIBLE


(MADERA, POR EJEMPLO).
 En América se sembraba TRIGO y AZUCAR primeramente.
 Portugal se lanzó al mar porque estaba más cerca de América y tenía una enorme costa,
experiencia en comercio a larga distancia y disponibilidad de capital y un Estado estable.

Faltan:

BERNARD, C., GRUZINSKI, S., Historia del Nuevo Mundo. Del descubrimiento a la conquista. La
experiencia europea, 1492-1550. México, Fondo de Cultura Económica, 1991. Cap 2, 3 y 4, pp. 50-110.

CARMAGNANI, Marcello, El otro occidente. América Latina desde la invasión europea hasta la globalización,
México, Fondo de Cultura Económica, 2004

-ELLIOTT, John H. España, Europa y el mundo de Ultramar (1500-1800), Madrid,


Editorial Taurus, 2010.

-PARRY, J.H., Europa y la expansión del mundo (1415-1715), Fondo de Cultura Económica, México,
1949.

-SOLANO, Francisco de “La expansión urbana ibérica por América y Asia.

Una consecuencia de los tratados de Tordesillas” Revista de Indias, Vol. LVI, Nº 208, 1996.

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UNIDAD II

EL MUNDO PRECOLOMBINO. LA CONQUISTA: EL ENCUENTRO, EL CHOQUE CULTURAL Y LOS


INTERCAMBIOS

1- Los pueblos originarios americanos. Originalidad, Diversidad y Similitudes. Sociedades estatales e imperios. Señoríos
étnicos. La estructura básica de organización: ayllus y altépetl.
2- La conquista española-portuguesa y la configuración de espacios o áreas centrales, periféricas y de frontera. Las
políticas estatales y la empresa privada de exploración y ocupación. Los itinerarios y los avances lentos. Los actores
sociales: los conquistadores, la población originaria. De las islas a tierra firme.
3- El impacto de la conquista en las sociedades indígenas. Las alianzas entre españoles y élites indígenas. Sometimiento y
reordenamiento territorial. Guerras, resistencias y fronteras de dominación.

4- La evangelización española. Los métodos y las contradicciones entre el clero regular y secular. La colonización de lo
imaginario.
5- Brasil entre la factoría y la colonización. Entre el palo brasil y las capitanías donatarias en el área portuguesa. El éxito y
el fracaso regional: Las Capitanías Donatarias exitosas y la configuración de un espacio económico dinámico.

Elliot

“La conquista española y las colonias de América”

Los antecedentes de la conquista

Francisco López de Gomara: fue uno de los primeros historiadores de Indias bajo el mando de
Hernán Cortés. Sus escritos son de las principales fuentes que se tienen de la época. De él es la frase “quien
no poblare, no hará buena conquista, y no conquistando la tierra, no se convertirá la gente: así que la máxima
del conquistador ha de ser poblar”.

Elliott menciona una “cultura de época” que incluye la Reconquista Española (siglos XIII a XV) y la
conquista de América y estuvo signada por la exploración, ocupación, la aventura, la honra y las riquezas.
Describe una sociedad inquisitiva y adquisitiva.

Avances en el arte de la navegación: a fines del siglo XV se crea la carabela, un barco muy apropiado
para la navegación transoceánica. Este tipo de embarcación combinaba la vela cuadrada típicamente nórdica
con la vela latina triangular mediterránea. Además, para esta época se había difundido el uso del astrolabio y
el cuadrante (elementos de medición de la posición de los astros como guía de navegación). También se
desarrollaron el compás magnético y las primeras cartas de navegación.

Coyuntura económica europea: devaluación de la moneda y búsqueda de nuevas fuentes de metales


preciosos. Aventuras en búsqueda de nuevas tierras por parte de distintas potencias europeas para conseguir
nuevas fuentes de riqueza.

Expansión portuguesa: signada por elementos como la utilización de mano de obra esclava africana,
la instalación de feitorías, las plantaciones azucareras, la colonización individual (para ahorrar los costes de lo
que implicaría una empresa de más envergadura) a través de conquistadores o caudillos carismáticos que
pudieron manejar los hombres a su mando y que mantuvieran el equilibrio entre el individualismo y el sentido
comunitario. Estas primeras partidas, tanto portuguesas como españolas, conformaban sociedades
patrimoniales, construidas en torno a una concepción de obligaciones mutuas, simbolizadas en las palabras
servicio y merced, herederas de la Edad Media y de los pactos feudo-vasalláticos. Los Reyes Católicos
Fernando e Isabel fueron monarcas de esta sociedad medieval renovada con toques de humanismo
renacentista.

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En 1491, Cristóbal Colón convence a Fernando e Isabel de que lo patrocinen en su viaje hacia la Mar
Oceana. El contrato formal entre expedicionarios y monarcas de llamaba capitulación.

En 1492, Colón zarpa del puerto andaluz de Palos.

En 1493 regresa de un viaje en el que había conocido nuevas tierras y nueva gente no evangelizada.
Por autorización papal, esta nueva empresa de Indias se convirtió en una empresa santa. Para el segundo viaje
se sumaría un grupo de frailes dirigidos por el catalán Bernardo Boil Antillas.

El modelo de las islas

Problema de la inestabilidad en el Nuevo Mundo. Lo que los conquistadores buscaban era oro, pero
en realidad encontraron muy poco así que buscaron otras alternativas para enriquecerse. En su lugar, se tomó
como mercancía a los indios. Pero el status de los indios también se convirtió en un problema: sólo los
“bárbaros” podían ser esclavizados legalmente (en realidad se referían a los infieles, es decir, quienes
conocieran pero no aceptaran el cristianismo). Los indios técnicamente no eran infieles por el simple hecho de
que no habían tenido contacto con el cristianismo y, por lo tanto, tampoco habían tenido oportunidad de
aceptarlo. Por esta cuestión, varias voces se alzaron en contra del sometimiento de los indios y en 1542 fue
abolida definitivamente la esclavitud india. Esto trajo más problemas a los colonos por la falta de mano de
obra.

En 1524 la dinastía de los Colón en América terminó definitivamente con el regreso de Diego Colón
a España. En 1501, Fray Nicolás Ovando había sido nombrado gobernador de La Española. Fue quien
realmente se haría cargo de Indias. Era extremeño y podía manejar mejor a los colonos españoles que los
genoveses Colón. Gobernó por ocho años en los que logró un control centralizado y reconstruyó Santo
Domingo, que serviría luego de modelo para otras ciudades coloniales.

En 1503, la corona aprobó un sistema de trabajo forzoso “no esclavo” con salario que consistía en
repartir indios en las minas y los campos. Este fue el inicio de lo que se conoce como encomienda, que exigía
trabajo forzado a los indios por un lado y obligaba a los encomenderos a mantenerlos y cristianizarlos por
otro. También se crearon las naborías, que consistían en la utilización de indios para trabajo doméstico.

El sistema se hizo muy difícil de sostener debido a la altísima mortalidad de la población indígena
por las guerras, las enfermedades, los malos tratos, el shock de los cambios de costumbres, el exceso de
trabajo, etcétera. Para compensar la falta de mano de obra, se importaron indígenas de otras islas, pero con los
mismos resultados, por lo que funcionó a penas como un paliativo de la situación. Fray Bartolomé de las
Casas, un dominico bajo el mando de Antonio de Montesinos, fue el más conocido vocero de los desastres
que se hicieron con la población indígena. También fue uno de los que propuso solucionar el problema
trayendo mano de obra esclava africana.

A partir de 1508, los colonos de Santo Domingo comenzaron a expandirse hacia otras islas. Vasco
Núñez de Balboa y Pedrarias Dávila se adentraron en el continente americano aunque sus expediciones no
carecieron de choques entre sí.

En 1519, Pedrarias funda Panamá. Para esas mismas fechas, Cortés desembarcaba en México y
Magallanes zarpaba a su viaje de circunnavegación.

Todo este período que va de 1492 a 1519 se conoce como “Período de las Islas”. Esta primera etapa
colonizadora, con devastadora experiencia de La Española, servirá de ejemplo y advertencia para futuras
colonizaciones.

La organización y el avance de la conquista

El período que va de 1519 a 1540 es el de la conquista de la América española continental, que


comprendía todos los territorios americanos continentales donde no había jurisdicción portuguesa por el
Tratado de Tordesillas.

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Este período se compone de dos arcos principales: el de la conquista de los aztecas y el de la
conquista de los incas. La primera se organiza desde Cuba y recorre México entre 1516 y 1522. Entre 1529 y
1536, Nuño Guzmán crea en el norte de México Nueva Galicia. La conquista del Imperio Inca se extiende
desde 1523 a 1542 y se organiza en Panamá y pasa por Nicaragua hacia el sur del continente. En 1534
Pizarro conquista Quito. En 1541 sale de Quito y se dirige al Amazonas. En 1542 Pedro de Valdivia funda
Santiago de Chile y lleva adelante una guerra de agotamiento con los indios araucanos. En 1535, Pedro de
Mendoza hace el primer intento por fundar Buenos Aires pero en 1541 esta es destruida.

Factores de la conquista: los indios tenían costumbres muy distintas de los españoles. Además, la
fragmentación de sus comunidades y la rivalidad interna entre distintas poblaciones facilitaron la conquista
por parte de los europeos. Los grandes imperios como el inca y el azteca sometían a las pequeñas tribus, lo
que contribuyó a que los miembros de estas últimas muchas veces contribuyeran con los españoles al verlos
como sus liberadores. Los españoles, por su parte, contaban con ventajas como disponer de caballos, armas de
acero y pólvora. Si bien su triunfo sobre la población local no fue automático ni inmediato y había rivalidades
regionales entre conquistadores (por ejemplo, la que había entre Pánfilo de Narváez y Hernán Cortés), tenían
también una cohesión ante el indio que venía en parte de un sentido de superioridad y favor divino.

Hernán Cortés en México: Cortés partió de Cuba en 1519 y el 12 de noviembre de ese año tuvo su
famoso encuentro con Moctezuma en Tenochtitlán. Efectuó la traslatio imperii de Moctezuma a Carlos V y se
presentó como “liberador” ante las tribus sometidas por los mexicas en el interior. La completa rendición de
Tenochtitlán se debió, sin embargo, más a las enfermedades que transmitieron los españoles (como la viruela)
que a sus armas.

Gonzalo Pizarro en Los Andes: al igual que Cortés, Pizarro explotó la debilidad interna de un
imperio (en este caso, el inca). El sistema del imperio inca era muy tirante, estaba organizado en ayllus, que
eran clanes de comunidades de aldea sujetos al poder central. La casta de gobernantes tampoco se mantuvo
unida ante el invasor por los problemas de sucesión en el poder. Con este cuadro de crisis interna del poder
local, Pizarro pudo capturar a Atahualpa y el 15 de noviembre de 1533 los conquistadores tomaron la ciudad
de Cuzco. En 1535, Pizarro fundó una nueva capital en la costa (lo que implicó perder algo de control sobre
las tierras altas de los Andes), Lima.

Tanto en el caso de Cortés como en el de Pizarro, la centralización de poder de los imperios azteca e
inca permitió una rápida conquista. En Yucatán, los mayas ya no tenían ese grado de unidad política, por lo
que se dilató el proceso de implantación del dominio español. Los araucanos, por su parte, vencieron a la
expedición de Valdivia en 1533 y además se apropiaros de varias de las técnicas de lucha de los españoles.
Las Guerras de Arauco se extendieron durante los siglos XVI y XVII. Los caichimecas de México central
también se resistieron por más tiempo al invasor.

La consolidación de la conquista

Los procesos de conquista del territorio americano constan de grandes diferencias regionales. Los grandes
imperios conquistados (inca, azteca) heredaron a los españoles una parte sustancial de la maquinaria fiscal y
administrativa, que les permitieron ejercer un control sobre sus conquistas más fácilmente. Durante el reinado
de los Austrias hubo sólo dos levantamientos importantes en América: el levantamiento inca de 1536-1537 y
la guerra mixteca de 1540-1541.

Conquista militar, espiritual, demográfica

Con todo, no se pudo reproducir la sociedad de la metrópolis española como se pretendía en un principio. La
corona concedía muy pocas concesiones a los colonos. Las recompensas de la conquista eran los saqueos, las
encomiendas, tierras, cargos municipales y prestigio. Los conquistadores eran en general soldados no
profesionales y fue muy difícil su conversión a verdaderos ciudadanos.

La encomienda fue inevitable, aunque se declarar a los indios como hombres libres y se prohibiera su
esclavitud. Los encomenderos se consideraban a sí mismos como señores, pero en realidad las encomiendas
no otorgaban propiedad sobre la tierra sino que solo les permitían beneficiarse del trabajo de los indios; nunca
llegaron a transformarse en nobleza. La encomienda, además, tenía un fuerte componente religioso. En 1544,

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la corona decretó que “el objeto de las encomiendas es el bienestar espiritual y temporal de los indios”, algo
que si bien estaba lejos de la realidad, se reflejó en los esfuerzos de evangelización. En 1524 llegó a las Indias
un grupo de franciscanos bajo la dirección de Fray Martín de Valencia. En 1526 llegó otro grupo de
dominicos y en 1533, agustinos y mendicantes. En total, había cerca de 1000 frailes en todo el continente para
1550. Lograron muchas conversiones al cristianismo, pero muy superficiales. Se produjo mucho sincretismo.
A los indios se los consideraba como menores de edad.

Un problema importante de la conquista fue el demográfico: había cada vez menos indios y cada vez
llegaban más conversos escapados de España. En un principio había más hombres que mujeres, pero el
porcentaje se empieza a equiparar entre 1560 y 1570. También se daban casamientos entre españoles e indias.
Para el siglo XVII, la población negra esclava cobraría suma importancia.

Después de la segunda mitad del siglo XVI, “la era del conquistador” pasó a ser “la era de la
administración real”.

FARRIS, NANCY

LA SOCIEDAD MAYA BAJO EL DOMINIO COLONIAL

YUCATAN 1517 (Mayas): región pobre, no tenía metales preciosos. No se podía cultivar el trigo, porque
es una región húmeda.

 1697 se terminó la conquista del reino ITZA

Trajeron indios Tlaxcaltecas y Mexicas

 No se construyeron iglesias para los indígenas y no se emprendió un programa de


conversiones hasta que un puñado de franciscanos llego a Yucatán a finales de 1544

Se establecen estancias ganaderas, para que trabajen el indio

 Las estancias pudieron criar animales

 Los españoles manejaban la industria de la sal

 Como no había minas, los indígenas pudieron seguir viviendo con sus prácticas y arraigados
en la vida colectiva tradicional de sus comunidades bajo la supervisión de sus propios
dirigentes

 Los Indígenas se convirtieron en peones de HACIENDA

 Las hacienda, se abastecía principalmente de productos indígenas, y solo al final de la


Colonia comenzó a manejar la agricultura

 PARTICIPABA EN LA ECONOMIA MUNDIAL DE MODO INDIRECTO

 Comercio Interregional

 TRATOS O GRANJERIAS eran las transacciones comerciales que hacían los españoles con
los indígenas

PLANTA era el corazón de la estancia

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El PALO DE CAMPECHE era exportable

Los españoles no supieron aprovechar esta zona.

TRIBUTO era pagado con el sistema de ENCOMIENDA

Existía el SISTEMA DE REPARTIMIENTO, adelanto de dinero a cambio de una entrega de productos.

 Muchas veces se usaba la coerción para extraerles los productos a los Indios Mayas

SERVICIO PERSONAL: turnos rotativos, igual a la MITA DE PERU. No se expandió el trabajo


asalariado y si este SERVICIO PERSONAL OBLIGATORIO y luego evoluciono a pago de SALARIO.

MINERIA EN ZACATECAS:

 Los granos llegaban desde el Bajio y desde Michoacán

 La plata de Zacatecas se llevaba en todas las direcciones

 ALHONDIGA: institución básica del sistema de comercio zacateco

 Si bien el grano no se podía sembrar en Zacatecas, la ganadería se encontraba en los


alrededores

 A Zacatecas llegaban productos de sus alrededores

 INDIGENAS: vendían productos en los mercados, o plaza publica

 Había más Comerciantes y tenderos que mineros, demuestra la importancia económica de la


región

 EL COMERCIO ERA LA SEGUNDA ACTIVIDAD EN IMPORTANCIA EN


ZACATECAS LUEGO DE LA MINERIA

GRUZINSKI, Serge

Cristianización del imaginario simbólico en el ámbito de la conquista. México, siglo XVI.

La realidad colonial se desarrolló en un tiempo y un espacio distintos en su contenido y forma. Descansó


sobre nuevas nociones de poder, de sociedad y al mismo tiempo, desplegó enfoques distintos, o más bien,
específicos de los individuos, de lo divino o lo sobrenatural y del más allá. Los sistemas de representaciones
solapaban un abismo que se abría entre las formas de auto representación propias del mundo, de la realidad de
los naturales y las formas en que se representaban, esta misma realidad, los evangelizadores cristianos. El
proyecto de colonización del imaginario simbólico exigía, entonces, un cambio de mirada que sometiera un
mundo rico en símbolos y creencias a lo que se denominaría lo sobrenatural cristiano. O sea, una nueva
realidad sin referentes históricos o sociales, “sin referente visible” (Gruzinski: 186), o si se quiere, una
realidad exótica para el natural. El objetivo de este artículo es mostrar, a través del texto de Serge Gruzinski
1(La colonización de lo imaginario. Sociedades indígenas y occidentalización en el México español. Siglo
XVI-XVIII), algunas de las consecuencias religiosas y sociales de ésta subversión de la realidad.
¿Cómo comienza esta subversión de los órdenes asociados a lo real? La primera problemática que se presentó
en este contexto, fue precisamente la distancia que separaba a estos mundos, a saber, el mundo de los
naturales y el mundo de los evangelizadores. Ambos estaban de acuerdo en valorar lo suprarreal o lo

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sobrenatural como la realidad última y sublime, primordial e indiscutible de todas las cosas, sin embargo, y es
aquí donde se desarrolla la verdadera problemática, la manera de concebir este ámbito difería en todo los
órdenes. Por un lado, el de los naturales, las creencias fueron interpretadas como un acto de transferencias de
fidelidad, una manera, veremos por qué, de encubrimiento de sus propios cultos, una transposición de
obediencia a una potencia nueva, quizá suplementaria de las propias. Por otro lado, lo concerniente a la
realidad del otro. Cada una de las partes, en este conflicto, se apresuró en volcar sobre el “otro” su propias
categorías, sus propios patrones de reconocimiento. “Los indios primero creyeron reconocer en Cortés al dios
Quetzalcóatl que había vuelto del lejano oriente, rodeado de otros dioses, o bien descubrir en los religiosos la
encarnación de los monstruosos tzitzimime” (Gruzinski: 186), las criaturas de su fin de mundo. Los
evangelizadores y conquistadores, por otro lado, no dudaron en tomar a las representaciones de los dioses
como réplicas fieles de satanás o demonios saqueadores de almas. Para estos no era sorprendente que los
diablos y demás figuras descritas en los textos religiosos del siglo XVI, y que ahora eran avistadas al interior
de las prácticas de los naturales de América, impulsaran a los indígenas a las rebeliones, a que las sequías y
demás calamidades fueran producto de estos “ídolos”. Tampoco era sorprendente que el diablo se pusiera a
hablar en dichas representaciones de lo sobrenatural, o poseyera a estos “infieles” hasta el momento del
bautizo.
En ésta relación dicotómica ¿la inversión sistemática de lo sobrenatural se presenta como fundada en el
carácter diabólico que cada parte atribuía al otro? Al parecer no, pues ello equivaldría a atribuir a ambas
partes, lógicas análogas. En realidad estamos frente a un problema que atañe a la percepción de la realidad, de
lo real. La Iglesia y los naturales no asignaban, como es de esperar, las mismas fronteras a lo real. La Iglesia
reducía de un modo particular su territorio. Por regla general, excluía estados como el sueño, la alucinación, la
embriaguez (estos unidos al uso de sustancias psicotrópicas que permitía el contacto con lo sobrenatural) a los
cuales las culturas autóctonas otorgaban una relevancia decisiva puesto que alentaban la producción y la
explotación del imaginario en pos de ordenar sus vidas cotidianas, o lo que es lo mismo, sus propias
realidades.
Mientras que estas sociedades autóctonas se mostraron ávidas de descifrar los sueños, hacer, si se quiere, un
uso especializado e instrumental de los estados modificados de conciencia con vista a lograr una vida
estilizada de acuerdo a sus mismas pautas, o sea, de acuerdo a su visión del mundo, la Iglesia, por su parte,
dedicó todo esfuerzo a combatir tales modos de hacer y vivir negándoles su importancia. Como era de
esperar, condenó el uso de sustancias psicotrópicas delegando su efecto a estados de enajenación, delirio, vía
perfectamente trazada a la locura y la lujuria. El resultado fue la denuncia de toda forma de embriaguez bajo
una mirada global, que al mismo tiempo, prohibía formas rituales y sagradas próximas al éxtasis y a la
posesión. “La iglesia limitó el campo de la realidad significante haciendo de lo que ella excluía
manifestaciones del demonio, de vagabundeos de lo insensato o de la simple superchería”. (Gruzinski: 187)
Excluyó, bajo el término idolatría, toda práctica ritual-cultural-religiosa que se encargaba de dar razones de
aquello que, para los naturales, era o constituía la realidad objetiva y su esencia misma. En este sentido, y no
muy distante de la propia naturaleza de los monoteísmos, la idolatría no fue solamente la traducción que
encontraron los clérigos para denominar el mundo indígena sino, todo aquello que tejía una red densa y
coherente, implícita o explícita de prácticas y saberes aplicados (savoir faire) en los que se situaba y se
desplegaba lo cotidiano de forma íntegra. La idolatría, término incómodo, deviene, en este caso, factor
legitimador de una realidad construida, una realidad propuesta y de alguna manera afín a estas mismas
culturas naturales organizadas según los clérigos.
La postura cristiana, excluyente, no siguió el modelo romano de conquista (aunque hubiese sido interesante),
haciendo de los pueblos conquistados solamente ciudadanos romanos y permitiendo los cultos locales, sino
que junto con los invasores, los cristianos quemaron los templos e impusieron su dios negándose al
compartimiento o a la sobreimposición para exigir la aniquilación de los cultos locales. No sólo contentos con
eliminar estos cultos, los antiguos sacerdotes y a una buena parte de la nobleza, los españoles y clérigos, se
reservaban al unísono, dos zonas importantes: el sacerdocio y “el distrito” de lo sagrado, y por tanto, la
definición de la realidad bajo mecanismos lingüísticos extraños. En este sentido lo exótico, lo diferente e
involuntariamente hermético de este nuevo lenguaje codificó la realidad de tal forma que los propios naturales
no pudieron dar cuenta del alcance y su función.
La cristianización del imaginario simbólico “marcó los espíritus y melló el monopolio de la idolatría, primero
desde sus manifestaciones exteriores, mediante la ocupación del espacio, la construcción de capillas, de
iglesias y conventos; mediante celebraciones, misas, fiestas, por el ritmo de su calendario, por la adhesión de

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los nobles y de los naturales a la Iglesia, etc.” (Gruzinski: 134) Arrasados los antiguos templos, proscritos los
antiguos cultos, la Iglesia y el cementerio se constituyeron como los principales focos o polos religiosos de
los pueblos según muestran mapas trazados por los propios nativos.
Vencidos y agotados por las enfermedades, los naturales difícilmente contaban con los medios para repeler un
cristianismo poderoso y aplastante que de forma sutil aportaba ritos de sustitución adaptados a las necesidades
de la supervivencia de los “infieles”. En este sentido los franciscanos no dudaron en ofrecer desde el siglo XV
liturgias encaminadas a rogar por el desvío de epidemias o provocar la lluvia. Con el espacio público
cristianizado, con el tiempo sometido a su decursar católico, el imperio idolátrico vino a menos en el
transcurso de las décadas del siglo de Conquista. Sin embargo, no por ello la permanencia de los cultos
autóctonos se vio en principio comprometida. Aunque las prácticas públicas y las ceremonias de grupo
difícilmente pudieron sustraerse de los efectos cristianos, sustraerse a las formas cristianas, la omnipotencia
de los detentores de la tradición, solapados por doquier tras un plural anónimo (los ancianos), implicó la
persistencia de dichas tradiciones. Sea como fuere, y aquí es donde situamos el contragolpe, el dominio
público se mostró más susceptible a la cristianización que la esfera individual y doméstica. En primer lugar
porque en el siglo XV la evangelización fue una empresa de masas y global. En segundo lugar porque, fuera
de una confesión auricular desigualmente extendida, fuera del bautismo y del matrimonio, la Iglesia no pudo
acercarse al individuo. Y finalmente, porque, si las barreras idiomáticas fueron levantadas aproximadamente
durante la segunda mitad del siglo XV, la de los conceptos y de las categorías obstaculizó la influencia que la
Iglesia pretendía ejercer.2 La problemática categorial, o más bien, la imposibilidad de ésta articulación
conceptual de referentes cristianos fue, en verdad, lo que permitió que la vida cotidiana no se viera
domesticada o cristianizada completamente. Cierto es que los altares de las casa indígenas se habían abierto
pronto a las imágenes cristianas, pero la adopción se hacía dentro de marcos autóctonos sin una redefinición
de lo adoptado.
A esas dificultades es preciso agregar las modificaciones y las perturbaciones del tejido social traídas por la
Conquista. Es innegable que el cristianismo y la colonización concurrieron a relajar y a veces a dislocar los
lazos que unían al grupo doméstico con la comunidad y no sólo con conjuntos más vastos de orden étnico y
político. Imponiendo3 un sistema de impedimentos canónicos y una costumbre matrimonial uniforme, la
Iglesia quebrantaba por doquier, las prácticas de alianza matrimoniales: quitó a los nobles y a los notables el
dominio que antaño ejercían sobre la circulación de las mujeres; trató de retirar a los adivinos la facultad de
orientar las alianzas o de diferirlas. Desentrañar las consecuencias de esta toma de decisiones es
prácticamente imposible de asir, sin embargo, en la medida en que la introducción del modelo cristiano
correspondió a una crisis de las jerarquías sociales, de las normas de antaño o del antiguo orden, a un
abatimiento demográfico, a redistribuciones de la población, es posible suponer que, sin por ello desaparecer,
la simbiosis que existía entre el individuo, el grupo doméstico y el resto de la comunidad, con frecuencia,
resultó alterada. Si nos detenemos, a modo de ejemplo, en la noción de familia, observaremos que bajo este
proceso, la familia nuclear, y al interior de esta: el matrimonio, adquiere un nuevo matiz. No solo era, el
matrimonio, el único que reconocía la Iglesia, sino que la política fiscal de la Corona contribuyó a reforzarla
modificando las unidades tributarias, segmentando el grupo doméstico y haciendo de los viudos y solteros
contribuyentes completos.
Por otro lado, la introducción de la práctica testamentaria y de la confesión auricular, la difusión de la
propiedad privada y del asalariado conllevaron a un proceso de individualización sin precedentes antes de la
Conquista. Este haz de influencias disolventes y de presiones más o menos efectivas innegablemente tuvo un
efecto en la cohesión social y cultural de las comunidades indígenas. Antes que favorecer su aculturación y su
cristianización, en un primer momento, al parecer, introdujo disparidades de evolución, desfasamientos entre
terrenos antaño contiguos y complementarios. Al margen de la penetración de un cristianismo público,
colectivo y ceremonial, subsistieron, relativamente indemnes, espacios dentro de los cuales el hombre
autóctono continuaba abrevando en la idolatría el sentido de las actividades y la respuesta a los embates
continuos de la desdicha, de la enfermedad y de la muerte.
No obstante la labor de la conquista, en los órdenes sociales o políticos, existía la necesidad de hacer entender
a los nativos los conceptos y los criterios que organizaban la nueva realidad que proponía la Iglesia. Pero
¿Cómo hacer comprender y ver seres, figuras divinas, más allás, sin equivalente algunos en las lenguas
indígenas o en las representaciones locales? ¿Qué forma de catecismo y predicación implementó el clérigo?
¿Qué dispositivos simbólicos fueron movilizados para esta propósito? En realidad todo se prestaba a la
confusión y a los malos entendidos: “el Mictlán nahua seleccionado para expresar el infierno cristiano no era

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sino una de las moradas de los muertos, y más aún, un lugar glacial; el cielo cristiano designado por el
vocablo ilhuicatl no tenía sino unas cuantas cosas en común con el empíreo indígena y sus 13 niveles; In
tloque in nahuaque (el amo de lo próximo y lo lejano) que los religiosos habían adoptado para identificar a
Dios, en su origen calificaba a Ometéotl, señor de la dualidad de quien Tezcatlipoca y Quetzalcóatl eran dos
de las múltiples manifestaciones.” (Gruzinski: 187) Como vemos, ésta labor emprendida por los
evangelizadores chocaba con obstáculos infranqueables. No importó mucho, en realidad, los esfuerzos
lingüísticos o los programas de enseñanza de oraciones, aún así, la dificultad era de primer orden. Aún cuando
los comentarios de los contenidos de la fe cristiana se esforzaban en ser mecanismos de proselitismo, la
predicación difícilmente permitía visualizar las entidades a las que sin cesar hacían alusión. De ahí a recurrir,
en primer lugar, a modos visuales, a la representación iconográfica de la fe cristiana, luego al milagro y, muy
unida a esta noción, a la instauración de los cultos marianos, aún frente a la prudencia de una Iglesia mexicana
bajo el influjo franciscano.
Este mecanismo en particular es quizá, el que mejor puede explicar el evento que hemos tratado hasta el
momento. A fines de los años 1540, cierta devoción mariana cobraba fuerza en una capilla al norte de la
ciudad de México. Alguna broma geográfica hacía notar que en este mismo lugar había existido una vez un
santuario dedicado a Toci, la diosa madre, por lo que este espacio la virgen recibió no solo las ofrendas de
españoles devotos sino, que en un viraje perfectamente lógico, los naturales comenzaron a llevar ofrendas que
antaño ellos mismo ofrecían a su diosa madre.
Esto suscitó incomodidad en el clero y se pasó a una reticencia opuesta al milagro de la virgen y al culto de su
imagen. Para la franciscanos, quienes conocían muy bien las tendencias de los nativos, no era nada extraño
que estos concibieran a la virgen como una de las manifestaciones de su antigua diosa, sino también que
confundieran su imagen con la fuerza que representaba (ella era Dios). El verdadero aprovechamiento de la
imaginería alrededor de la virgen, junto al evento del milagro, estuvo signado por la acción eficaz de la
Compañía de Jesús. Sobre todo, a través de la utilización de mecanismos de subjetivación, mecanismos que
depositaron, en la población natural experiencias de lo sobrenatural sin precedentes en su historia. Para ello
utilizaron como material de trabajo las mismas visiones que experimentaban los indígenas. Desde esta línea
de acción “consignaron experiencias ejemplares recurriendo a una dramatización deliberada con trazas de
psicodrama colectivo, que arrastraba toda o una parte de la comunidad a estados de depresión o de exitación
profundos donde se mezclaban” (Gruzinski: 197) dolor, lágrimas, estupefacción, temor y muchas veces,
pánico. La Compañía de Jesús brinda a los nativos una incitación a la visión, una estandarización de sus
delirios y algunos modelos diferentes a los que tenía el nativo para su interpretación. Es evidente que
superponen los mismos esquemas a estados y desórdenes muy distintos. Pero esos modelos y esas tramas o
dramatizaciones fueron difundidas hasta tal punto, que se tornó una convicción profunda en la subjetividad de
los naturales. Interiorizados y en algunos casos reproducidos con exactitud, estos modelos tendieron a la
codificación definitiva de la realidad. Para tratar de definir mejor lo expuesto digamos que, los jesuitas
ofrecieron a los nativos perturbados temporalmente, una estructuración de sus delirios en forma de una serie
de síntomas restitucionales tomados del cristianismo. Y ello con tanto mayor éxito cuanto que las culturas
indígenas por aquel entonces no contaron con medios eficaces de asumir, interpretar y dar una formulación a
aquellas perturbaciones.
A modo de conclusión
La realidad religiosa de los indígenas, realidad de la cual emanaba todo el orden social, político, con sus
propias jerarquías, sistemas de poder, saberes de organización o de acción se vio desarticulada producto de la
separación, típica en los monoteísmos, de los mundos. De una visión cosmoteísta donde las entidades
sobrenaturales cumplen un rol social y que se instituyen como un mecanismo de orden, se pasa a la
interrupción de ésta continuidad entre dos mundos, el sobrenatural y el natural, a una escisión donde los
órdenes serán impuestos bajo una articulación diferente. Las figuras de las entidades sobrenaturales de antaño
cobran el valor de pecado, de idolatría y con ello sucede un cambio extructural de lo sagrado. Lo nuevo
sobrenatural, cristianizado, exótico para la realidad indígena pasa a ser ahora una substancia que ideficará
toda la cosmovisión del natural al entregar nuevas formas de comportamiento cotidiano. Ya la realidad
entendida como poblada de una pluralidad de fuerzas representadas a través de íconos que devienen entidades
extrahumanas deja espacio, por imposición, por ruptura, a una visión universal que pretende y logra dominar
las diversas formas de estar en el mundo. Con ello quedaba pactado algo que los propios indígenas no podían
imaginar. Quedaba, y con esta idea concluimos, arreglada lo que configuraría la identidad nacional mexicana.
El signo distintivo de esta subversión de la realidad religiosa: La Virgen de Guadalupe.

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Johnson Harold

La colonización portuguesa del Brasil. 1500-1580

Ceuta y la visión complementaria de un sugestivo imperio del Norte de África, resultó ser un callejón sin
salida. Se demostró la imposibilidad de intentar de nuevo la reconquista peninsular de Marruecos.
El imperio portugués se desvió hacia el oeste, adentrándose en el mar y bajando por la costa de África. Aquí
la resistencia fue mínima, y tuvo una gran riqueza pesquera.
Enrique Fomento estos descubrimientos, así como fue importante la participación de los miembros de la
comunidad mercantil italiana de Lisboa, que aportaron en el proceso su pericia y conexiones mediterráneas.
La existencia de Madeira era conocida en época tan temprana como el SXIV, pero no fue explotada hasta el s
XV. El desarrollo de Azores quedo rezagado por Madeira por varios años. Descubiertas y redescubiertas en
1427, los Azores empezaron a colonizarse en 1439. Finalmente Cabo Verde fue explorado entre los años
1456-1462 pero su desarrollo y colonización progresaron más lentamente.
Según se encontraron estas islas fueron incorporándose dentro de un sistema económico centralizado en
Lisboa, que era dirigido conjuntamente por la corte portuguesa y los ricos comerciantes de las K.
Ya que las islas estaban deshabitadas cuando fueron descubiertas:
1-La primera fase de la explotación fue extensiva. En los primeros años, cuando había pocos colonos,
desembarcaron animales para que se reprodujeran rápidamente en los nuevos alrededores (= situación en
Madeira, Azores y Cabo Verde). Ya que la población portuguesa estaba en decadencia en la primera mitad del
s XV, se necesitó de un tiempo antes de que estas islas fronterizas atrajeran la suficiente gente para establecer
la agricultura.
2- La segunda fase de explotación más intensiva se dio a través del cultivo de cereales. A diferencia de
Madeira y las Azores, las islas de Cabo verde, no pasaron de la fase de ganado a la de cereales. Aquí la fase
subsiguiente fue la de arroz, algodón, fruta y azúcar, que dependió de los diferentes climas de las regiones.
3- apareció una tercera fase en Madeira de agricultura capitalista (sólo allí). Según fueron decayendo las
cosechas de grano, el k tendió a moverse hacia los cultivos de azúcar y vino. Las Azores debido a las
condiciones climatológicas, nunca llegaron a alcanzar esta fase. Después de Madeira, la gran área para el
azúcar seria Brasil.
Los portugueses habían evitado cualquier intento de colonización significativa a lo largo de la costa: la
población nativa era demasiado densa para ser dominada, y la zona era poca atractiva ecológicamente.
Para explotar la costa el modelo elegido fue la FACTORÍA o fortaleza comercial. Esta está defendida por la
guarnición del castillo encabezada por un caballero y administrado por un factor o agente comercial
encargado de las compras a los comerciantes nativos o jefes. La mercancía fijado se almacenaba en la
factoría y se vendía después a capitanes portugueses de las flotas comerciales.
Hacia 1500 había dos modelos para el imperio Atlántico: primero, las islas deshabitadas que jurídicamente
consideraban como extensiones de su reino continental se cedían a los señores como donaciones reales
similares a las que se hacían a los colonos en el continente, y que serían pobladas por inmigrantes portugueses
usando el sistema de colonización cuyos métodos fueron adoptados de la reconquista medieval; y el segundo,
a lo largo de la costa africana, donde encontraron pueblos nativos, optaron en cambio por el comercio sin
colonización basado en el sistema de factoría empleado en el Mediterráneo.
Cuando llegaron a la India el sistema en que los portugueses impusieron, fue el africano: sistema de factorías,
defendido por patrullas marítimas para controlar los barcos sin licencia que navegaban en su zona.

Descubrimiento y primera exploración.

Periodo de las factorías.


La naturaleza de Brasil era ambigua: podía aparecer simplemente como otra isla Atlántica, pero
contrariamente a Madeira y Azores, estaba poblada por nativos salvajes aunque amables. Los portugueses se
vieron obligados tratar a los brasileros como a los de la costa africana, explotándolos por el sistema de
factorías comerciales.

51
Para el desarrollo de los pocos productos comerciales que se podían encontrar (palo Brasil, monos, esclavos),
la corona optó por arrendar a Brasil a un consorcio de comerciantes de Lisboa, que era imp. En los mercados
de Africa y la India.
Se desconoce la contabilidad de estos viajes, pero cuando el contrato del grupo expiro en 1505, la corona
asumió direct. El contrato comercial de Brasil. Hasta 1534 que las tierras fueron de nuevo arrendadas, pero ya
no por mercaderes para comerciar, sino a señores de la tierra con propósito de colonizar (desde 1506 a 1534
se concedió licencias a barcos privados para comerciar con los nativos bajo sus auspicios)
Sin embargo, el interés por Brasil no era exclusivamente de tipo económico, representaba también un
problema geopolítico para los poderes ibéricos. (Tras años de negociaciones intermitentes, España repuso su
reclamación sobre las Islas de las especies, siendo entregadas por Magallanes a Portugal, a cambio de 350000
ducados y las presiones españolas sobre Brasil quedaron zanjadas.
Más imp. Que el resultado final de los sondeos españoles bordeando Brasil, fue la ilegitima intromisión de los
franceses en el comercio de Palo Brasil. La competencia francesa no solo privó a la corona portuguesa de
ingresos, sino que hizo bajar el precio de palo brasil, incrementando los suministros en el mercado de
Amberes. Además los embargos e incautaciones francesas a barcos portugueses, elevo los costos hasta tal
punto, que cada vez era menor el núm. de comerciantes que estuvieron dispuestos a arriesgarse en este tipo de
comercio.
La rta. Inicial portuguesa fue aplicar tácticas q habían funcionado en el Océano Indico: enviar flotas para
patrullar el mar con instrucciones de apresar o destruir los barcos extranjeros sin licencia.
Los franceses constituían un desafío fundamental para los derechos exclusivos de Portugal sobre Brasil. Estos
reposaban sobre las bulas papales (donde el papa tenía la autoridad legítima para asignar der. De monopolio
sobre descubrimientos de mares y tierras a aquellos gobernantes que emprendieran la tarea de evangelizar
allí).
Es indudable que la posición papal no era ya aceptada por los especialistas progresistas incluso en Iberia.
Armadas ahora con un concepto más moderno de imperio basado en la ley secular de las naciones, la corte
francesa insistió en sus derechos para comerciar libremente y declinar todo respecto a cualquier derecho que
no estuviera avalado por un ocupación efectiva. Los franceses consideraban a sus barcos y comerciantes
libres para traficar en cualquier zona de Brasil que no estuviera ocupada por los portugueses, lo que
significaba prácticamente toda la costa oeste.
Bajo presiones constantes durante 1520, los portugueses tuvieron que retirarse de casi todos los frentes. Les
resulta imposible expulsar a los franceses con las patrulleras, el mar abierto quedaba lejos y los recursos
reales eran demasiado escasos. Jurídicamente, la bulas papales y el Tratado de Tordesillas eran reconocidas
solo por Castilla; la perspicacia intelectual de los juristas franceses hacía sentirse inseguro al rey de Portugal.
En lugar de intentar mantener alejado los barcos franceses de la costa brasilera, los portugueses establecieron
asentamientos para evitar que la población india tuviera un comercio directo con los franceses. Al mismo
tiempo, estos asentamientos daban rta. A la amenaza jurídica francesa: ahora Portugal podía reclamar la
posesión efectiva de Brasil (los primeros experimentos con el azúcar en Brasil habían demostrado la
idoneidad climática y topográfica de la larga y estrecha costa brasileña)

El periodo de asentamiento de propietarios.


Se hicieron concesiones a un grupo de 12 propietarios que van desde soldados hasta burócratas.
Todo tenían en común sus contactos con la corte. Juan III prefería confiar el poder y otorgar recompensas
entre los universitarios y los servidores de la corona en movilidad ascendente, cualquiera fuera su
nacimiento. Consistía en la concesión hereditaria de una gran parte de la jurisdicción real sobre un territorio
concreto y sus habitantes a un señor que actuaría en nombre del rey. En un sentido constitucional, las tierras
bajo el control directo de la corona se convirtieron en un señorío, donde los derechos reales estarían entonces
restringidos a ciertos atributos de un mayor señorío.
Cohelo recibió la capitanía de Pernambuco de forma hereditaria. La cuestión hereditaria era mas generosa que
en la península: no se reconocía la exclusión de los hijos naturales, los parientes transversales o laterales.
Para atraer a los colonizadores el resto de las tierras los concedieron a los colonos en regímenes de propiedad
absoluta, con la única obligación de pagar el diezmo a la Orden de Cristo.
En cuanto a las rentas del capitán, se componían de impuestos que se hubieran destinado al rey.
La carta de donación al capitán se complementaba con una especie de constitución (foral) para su señorío
(esta expresaba con detalle las relaciones entre los colonos y el capitán, así como los derechos de la corona).
El derecho Foral de Cohelo eximia a los habitantes de la sisa y de otros impuestos reales, pero la corona
reservaba su monopolio anterior sobre el comercio de palo Brasil así como de sus derechos sobre la décima

52
parte de la pesca capturada, 1/5 parte de los minerales extraídos y la ½ parte del comercio efectuado dentro y
fuera de la capitanía. El comercio con las capitanías era abierto tanto para los portugueses como para
extranjeros, pero únicamente el capitán y los portugueses estaban autorizados a comerciar con los indios. EL
rey reservó el derecho de nombrar a los funcionarios relacionados con la recaudación de sus rentas en la
capitanía.
Sólo las capitanías se habían establecido en el SXVI, 2 fueron abandonadas por sus señores. De las 10 solo 2
eran genuinamente prosperas.
Los diferentes destinos se relacionan a las aptitudes individuales de los capitanes para atraer a los colonos y el
K necesario para conseguir el éxito y someter a los indios locales.
Con escaso empuje para la emigración, a menudo había que buscar colonizadores entre los degradados o
exiliados. Sin embargo, los mayores desafíos no provenían de los problemas de adaptación de los europeos a
una tierra virgen, sino de la hostilidad de los indios costeros de habla tupí y de la población india de habla ge.
Durante el periodo de las factorías 1502-1534 las relaciones portuguesas con los indios habían sido amistosas
y de reciprocidad.
La colonización creó una situación diferente, dada el propósito de casi todos los capitanes para cultivar
plantaciones de azúcar, los derechos de los indios sobre sus tierras fueron nuevamente infringidos.
Los hombres tupí estaban de acuerdo sobre la tala de árboles y no tuvieron dificultad en satisfacer las
necesidades portuguesas durante el período del palo Brasil, ero trabajar lo campos era una tradición reservada
a las mujeres indias, negándose los hombres a hacerlo. Dada la tenaz resistencia de la fuerza de trabajo, los
colonos portugueses pronto se vieron empujados a esclavizar a los indios para que trabajaran en el creciente
núm. De plantaciones y molinos (causa muchos problemas en la zona costera)
.
Otra táctica portuguesa era el terror (tecnología.). Además del fuego y la pólvora, los portugueses tenían como
arma el soborno. Los indios, tras ser derrotados se sometían, eran recompensados con artefactos europeos,
tales como anzuelos, guadañas y hachas de metal.
La incapacidad de los indios para superar las rivalidades intertribales, hizo posible que los portugueses los
dividieran y dominaran fácilmente.
Hacia 1548, los daños eran potentes, y la desaparición de un control efectivo portugués en centros imp. Como
bahía y otros lugares, expuso a Brasil a la creciente y siempre presente amenaza francesa.

El establecimiento del gobierno real


La decisión de la corona al enviar un gobernador real a Brasil no se proponía abolir las concesiones
donatarias, sino recuperar algo de poder. Puede considerarse la intervención real de ambos imperios, como
una expresión en el Nuevo Mundo de varias cláusulas que se produjeron en la etapa católica hacia ½ del s xvI.
Podía considerarse como parte de una reacción contra la ambigüedad, apertura y experimentación de la
primera ½ del s, un mov. Hacia la rigidez y codificación, demostrando una nueva atmosfera de toma de
decisiones definitivas.
Para resolver los problemas de ataques y poder incrementar las rentas desde Brasil, Juan III eligió a 3 imp.
Funcionarios, el 1ro un gobernador para defender y reforzar a los capitanes ineficaz e instaurar una Pol. Gral.
Para tratar con los indios; 2do. Un proveedor de la tesorería para vigilar la recaudación de las rentas de la
corona; y el 3ro., un capitán mayor de la costa para dejar sentada la Pol. Del litoral. Los ingenios de azúcar,
centros satélites bajo control portugués, se armarían y fortificarían contra posibles ataques. Una vez que la
posición del gobernador se hizo fuerte en bahía, hubo de visitar otras capitanías para valorar sus necesidades y
proporcionarles ayuda militar.
Si el incremento del poder militar era una arte de la solución de problema indio, el otro aspecto consistía en la
elaboración de una Pol. India ineficaz. Brasil había sido incorporado por la voluntad de Manuel I, pero los
indios nativos no se convirtieron automáticamente en súbditos de la corona. La org. Social de los tupi no
encajaba en ninguna categoría que los portugueses pudieran comprender.
Tan pronto como se produjo el viaje del Betn (1511), la corona acogió a los indios bajo su protección real, y
el regimiento, dado a Tomé de Sousa, había puesto hincapié en que nadie les hiciera da; o alguno, siempre
que fueran pacíficos (sino serian tratados como musulmanes, pudiendo quedar como esclavos). Era esencial
que recibieran buen trato si iban a ser evangelizados. Esta era la justificación jurídica para toda la empresa.
La mano de obra era fundamental en la industria azucarera, y solamente los esclavos podrían proporcionar los
trabajadores necesarios. El rey eligió a los jesuitas como sus agentes para convertir y pacificar a los indios.
El objetivo de los jesuitas fue la conversión, pacificación y la aculturación: la rta. De los indios, después de
una curiosidad y aceptación inicial fue la hostilidad y la reincidencia. La actitud de los jesuitas vario de un

53
tenaz optimismo a una compasión pesimista. A dif. De las Casas, pocos de ellos sentían respeto e inclinación
por sus misioneras. A Diferencia de los colonos, creían en la posibilidad de cambiar la sociedad india.
Al principio se prefería catequizar a los indios in-situ. Para acelerar el proceso y preservar sus logros,
decidieron movilizar a los indios de sus pueblos natales y reestablecerlos e aldeas cuya extensión estaba
determinada por la escasez de jesuitas que hicieron de supervisores. Estas fueron un gran fracaso, los indios se
escapaban muy a menudo.
Los colonos nunca apoyaron del todo las aldeias jesuitas, porque quitaban un fuerte potencial de mano de
obra esclava, aunque luego encontraron apoyo en el obispo de Brasil. Lo que ocasiono disputas por los
colonizados por ambos bandos, produciéndose muchas bajas. A esto hay que sumarles otra crisis que flagelo a
la colonia: las enfermedades (1562 y 1563)
En 1566 comenzó el debate sobre la pol. Indiana en Brasil. El rey sebastiao decreto en 1570 una ley sobre el
status de los indios. Allí se establecía que incluso los nacidos libres podían ser esclavizados en dos
situaciones: 1- en el curso de una guerra justa declarada por el rey o gobernador: 2- si eran sorprendidos
practicando el canibalismo. Esta ley es revocada y reemplazada en 1574 por un código.
La cultura tradicional india se fue desintegrando en las zonas coloniales de la costa. EL resto se había
transformado en un nuevo proletariado de mamelucos mestizos, o bien se habían refugiado en el interior.
En resumen: las epidemias, la esclavitud y el proselitismo religioso de los bien intencionados jesuitas,
destrozaron efectivamente la cultura las sociedad indias, permitiendo a los supervivientes que se fueran
reintegrando en una sociedad colonial restructurada e los términos portugueses.

(Francia)
Los franceses, la otra amenaza permanente de Brasil, no presentaban ninguna de las complicaciones religiosas
y morales asociadas a los indios.
Se dirigieron hacia rio de Janeiro, donde los portugueses no habían ocupado, y se estableció la colonia France
Antartique. Tras dos expediciones fue desalojada definitivamente.

Sociedad y economía.
Con el final del Gob. De Men de Sá (1527) terminan los años de incertidumbre para Brasil. Habiendo
sobrevivido a los retos permanentes: la resistencia de los indios nativos, y la amenaza de los franceses.
Después de 1580 ninguno de los dos problemas se produjeron con la fuerza suficiente como para poner en
tela de juicio la existencia de un Brasil portugués. Los colonos, libres de estas preocupaciones, entraron en su
primer gran ciclo económico, basado en la expansión de la industria azucarera con el consiguiente
crecimiento de la población así como del desarrollo social y administrativo.
Desde 1570 los conocimientos sobre la colonización se ven enriquecidos por tratados descriptivos.
De las 8 capitanías, 3 (bahía- Pernambuco y rio de janeiro) crecían, mientras que el resto estaban en fases de
descenso. El resto de las capitanías había sido abandonado por completo
En las capitanías los pobladores eran portugueses e italianos en su mayoría.
La mayoría de las ciudades las había fundado el primer donatario. Este concedía lotes urbanos a cada colono
con tierras para cultivar (sesmarias) en el territorio circundante. El capitán normalmente tenía el poder de
nombrar a los miembros del consejo municipal, por lo menos al principio; después de acuerdo, con las
ordenanzas reales, los concejales debían ser elegidos por los ciudadanos propietarios. En las capitanías de la
corona como Bahía y rio de janeiro, los funcionarios municipales eran nombrados por la corona.
Cada ciudad colonial proveía de gran parte de sus alimentos lo mismo que de trabajadores domésticos de los
indios de aldeas de los alrededores. Los colonos que no Vivian con carácter permanente en las ciudades, se
encantaraban en las haciendas azucareras, pequeñas comunidades en sí mismas, donde él señor del molino
estaba rodeado y regia sobre sus trabajadores, libres, o esclavos, indios o negros.
Así comenzó el último auge azucarero de finales del SXVI y el crec. Rápido de la renta per cápita en los
bancos de Brasil.
Brasil, 4 fases:
1- Arrendamiento de tierras (1502-1505);
2- Explotación directa por medio de las factorías comerciales reales (1506-1534);
3- Concesiones otorgadas a señores propietarios para colonizar (1534)
4- Creación de una administración real consumada (1549)
Estas fases deben verse como respuestas. Necesarias para enfrentar las amenazas de la perdida territorial.

54
Lockhart

En Mesoamérica los lazos étnicos anudaron la cohesión social del grupo, pero el altépetl fue el piso que le dio
territorialidad, definió sus fronteras y lo dotó de identidad con el lugar de origen. Altépetl es una palabra
nahua compuesta. Viene de in atl, in tepetl, el agua, la montaña. Se representa como un cerro con agua en su
interior (Fig. 1), una imagen que se difundió en las contrastadas regiones de Mesoamérica y fue sinónimo de
estado territorial, de gente asentada en suelo propio.1 El altépetl (plural altepeme) es una unidad territorial y
política presente en las distintas regiones de Mesoamérica.2 Los españoles lo llamaron pueblo, un vocablo
que le sentaba bien porque cada altépetl se imaginaba a sí mismo como un pueblo separado en forma radical
de los demás.

Figura 1
El altépetl abarcaba “tanto el centro urbano, o cívico, como el territorio entero de la ciudad, incluso la zona
rural”.3 Sus elementos básicos eran un territorio dividido en barrios llamados calpolli (gran casa), habitados
por familias unidas por lazos de sangre, un gobernante (tlatoani), un templo principal que era a la vez símbolo
de soberanía y residencia del dios patrono, y una gran plaza que servía para las celebraciones, los ritos
colectivos y mercado.
Sobre la base territorial formada por el altépetl se fundaron las distintas organizaciones políticas que se
multiplicaron en Mesoamérica. James Lockhart ha llamado a esta organización “celular” o “modular” porque
en lugar de desarrollarse por estratos lo hacía por agregación: al núcleo original se sumaban los barrios
nuevos que se iban creando. En muchos casos el altépetl original daba lugar a la creación de otros más, que
pasado el tiempo dejaban de ser pueblos sujetos y adquirían la condición de altépetl independiente. El
territorio del altépetl se dividía en cuatro, seis, ocho o diez barrios simétricos, llamados calpolli, orientados
hacia los puntos cardinales. Asimismo, cada uno de los calpules que componían el altépetl tenía su propio
jefe, que era la cabeza de un linaje a quien pertenecía una porción del territorio del altépetl en propiedad
privada.
El jefe del calpolli tenía bajo su responsabilidad el reparto de la tierra y las labores agrícolas, así como la
imposición de las cargas tributarias entre las familias, el reclutamiento de los hombres para el ejército y la
participación de los miembros del calpolli en las actividades religiosas. Es decir, el calpolli intervenía en
todas las tareas comunitarias que demandaba el altépetl, pero lo hacía con su propia organización y sus
propios jefes. Otro rasgo distintivo del calpolli era la rotación de los cargos y las cargas entre sus miembros, y
el orden de precedencia que se seguía. Así, las diversas tareas que debía cumplir cada jefe de familia y
calpolli se repartían de manera alternativa, mediante una rotación que iba de izquierda a derecha (siguiendo el
movimiento del sol), y del primero al último lugar.
El núcleo básico del calpolli era la propiedad corporativa de la tierra, repartida para su explotación entre los
cabezas de familia que lo integraban, quienes a su vez heredaban estos “derechos” territoriales a sus

55
descendientes. Esta característica está presente en los calpules de México-Tenochtitlán descritos arriba por
Pedro Carrasco. Pero su origen se remonta a las aldeas campesinas del período Formativo ( 2500-400 a.C.).
Si es verdad que disponemos de estudios confiables sobre las características del altépetl en el período
colonial, ignoramos la historia de sus orígenes en la época prehispánica. En las páginas que siguen he reunido
los dispersos testimonios que se refieren al establecimiento del altépetl en esa época. Comparando y
relacionando estos datos se puede bosquejar un mapa de sus orígenes y un esquema de su desarrollo.
La mejor guía para adentrarse en los arcanos del altépetl son los relatos que se refieren a la creación del
cosmos, el origen de los seres humanos y el principio de los reinos, los tres temas que según mi interpretación
conformaron el relato canónico que dio cuenta de esas fundaciones primordiales en las culturas de
Mesoamérica.4 De los mayas sólo sobrevivió el relato de la creación del cosmos y el origen del reino que
el ajaw Kan Balam mandó grabar en tres templos de Palenque el año 692. Estos textos, que en conjunto
componen una teogonía, hablan de una fundación mítica hecha por los dioses creadores que comenzó el 13 de
agosto de 3114 a.C. y tuvo una manifestación terrena bajo la tutela de los reyes de Palenque del siglo VII
d.C.5 El cometido de esta narración era asentar el carácter divino de la fundación de Palenque y afirmar que
sus reyes descendían en línea recta de los dioses creadores del cosmos. No hay aquí mención de cómo se
ocupó y repartió la tierra.
La primera referencia a estos temas la encuentro en el Libro del Chilam Balam de Chumayel, en la sección
llamada “Libro de los linajes”, que relata en modo metafórico la destrucción de Uxmal y la fundación de
Chichén Itzá, acontecimientos que ocurren entre 700 y 800 d.C. Ahí se asienta que los primeros linajes itzaés
fueron cuatro, repartidos en los cuatro rumbos del cosmos, los cuales se mencionan comenzando por el
oriente, luego el norte, después el poniente y por último el sur, siguiendo el camino del sol, de izquierda a
derecha. Dice el texto que entonces “fue cuando se establecieron los jefes de los rumbos. Ix Noh Uc, Jefe del
oriente […], Batán, Jefe del norte […] Kan, Jefe del poniente […y] Ah Yamás, Jefe del sur…” Y agrega que
cuando ya se habían establecido los cuatro linajes en los cuatro rumbos del territorio, “entonces vino Chacté
Abán, a preparar las medidas de tierra para ser cultivadas. […] Y vino Uac Habnal a marcar las medidas con
señales de hierba, entre tanto venía Miscit Ahau a limpiar las tierras medidas, y entre tanto venía Ah Ppisul, el
medidor, el cual medía medidas anchas”.6 Así, según el Libro del Chilam Balam de Chumayel, la fundación
de la ciudad (altépetl) fue seguida por el reparto de la tierra a los jefes de los linajes, que en este texto
aparecen ubicados en los cuatro rumbos cardinales.
En otra parte el libro relata con detalle las ceremonias y actos de posesión de la tierra por el linaje de los
itzaés y traza lo que podríamos llamar un alegato legitimador de esa posesión:

Nuestro Padre Dios fue el que ordenó la tierra. Él creó todas las cosas del mundo y las ordenó. Y aquéllos
pusieron nombre al país y a los pueblos, y pusieron nombre a los pozos [cenotes] en donde se establecían y
pusieron nombre a las tierras altas que poblaban y pusieron nombre a los campos en que hacían sus moradas.
Porque nunca nadie había llegado aquí, a la “perla de la garganta de la tierra”, cuando nosotros llegamos.
[Sigue luego la descripción del recorrido de los itzaés por la parte norte de la Península de Yucatán y su unión
con otros linajes]. Y entonces bajaron allí los de Holtun-aké, y entonces bajaron allí los de Sabacnail. Y así
fueron llegando y juntándose los señores […]
Y entonces se reunieron todos en Ichcaansihó [un sitio cercano a la Mérida actual, y comenzó el reparto de la
tierra]. Teppan-quis era sacerdote de Ichtab y Ah-Ppisté, el que midió las tierras[…]
Por eso fundaron tierras para ellos, las tierras regadas. Entonces fue que amaneció para ellos. Nuevo Señor,
nuevo despertar de la tierra para ellos. […] Y empezó a entrarles tributo en Chichén Itzá […] Allí recibían el
tributo los Grandes Señores. Y entonces comenzaron a reverenciar su majestad […] Y empezó su mandato y
se empezó a decir que era Ahau [señor, rey].7
Como se advierte, el propósito del relato de la migración de los itzaés por la tierra maya y la fundación de su
capital en Chichén Itzá, era legitimar la ocupación de esas tierras (a las que “nunca nadie había llegado”) y
asentar el reparto de éstas entre los jefes de los linajes. Se trata, en otras palabras, de la fundación del altépetl,
la base territorial sobre la que se levantará Chichén Itzá, el reino maya que dominó el sureste de Mesoamérica
entre 800 y 1100 d.C. Matthew Restall ha mostrado que en la época colonial el cah maya era similar al
altépetl nahua, y fue la base sobre la que se asentaron los pueblos y la identidad maya. “El cah –dice Restall–
fue la comunidad maya […], la principal unidad sociopolítica de los mayas, basada en los solares familiares y
en las parcelas de tierra dispersas en el territorio perteneciente a los miembros de la comunidad”.8
También hacia el año 1000 se fundó el señorío de Tilantongo en la Mixteca Alta, cuya historia está narrada en
imágenes, en uno de los códices prehispánicos mejor conservados, el Códice de Viena.9 Al contrario del
relato de la fundación de Chichén Itzá, que narra la peregrinación y asentamiento de linajes invasores,

56
elCódice de Viena cuenta la historia de una fundación aborigen, dividida en dos partes. El anverso contiene 52
páginas pintadas que describen la fundación primordial de la tierra mixteca y el origen de sus reinos. La
segunda, estampada en el reverso, comprende 13 páginas que ilustran la genealogía de los señores de
Tilantongo. Si atendemos a su contenido es claro que este códice está regido por tres temas centrales: I.
Principio y ordenamiento de la tierra mixteca; II. Aparición de los seres humanos, las plantas cultivadas y el
sol; y III. Fundación del reino e historia de sus dinastías. Aquí sólo voy a referirme a los dos primeros temas,
que son los que conciernen al origen y formación del altépetl.
Como es usual en los relatos de fundación primordial de Mesoamérica, el Códice de Viena narra en sus
páginas iniciales las acciones de los dioses creadores, quienes en lo alto del cielo deciden la formación del
cosmos y del mundo terrestre. Sobresalen aquí las imágenes de Señora 1 Venado y Señor 1 Venado, la pareja
primordial, que se muestran sahumando copal y esparciendo tabaco molido. Esta pareja divina procrea otros
seres dotados de grandes poderes y entendimiento, conocedores del pasado y del futuro. Los dioses creadores
también sahumaban unas piedras preciosas, de una de las cuales brotó un ser prodigioso, el dios 9 Viento, la
deidad civilizadora por excelencia, el numen más celebrado del panteón mixteco. El códice registra la fecha
calendárica de su nacimiento: año 10 Casa, día 9 Viento y prodiga una lista de sus cualidades: Señor de Jade,
Señor de Oro, Señor Sacrificador, Señor Conquistador, Señor Guerrero, Señor de cuyo pecho brotan cantos,
Señor que escribe con la tinta negra y roja, Señor que carga el Ñuhu (la deidad) en su pecho…10 Esta imagen
de 9 Viento como dios civilizador y a la vez guerrero, conquistador y sacrificador, es semejante a la del
Ehécatl-Quetzalcóatl de Tollan y las tradiciones toltecas.11
El Códice de Viena se esmera en detallar tres momentos que definen la naturaleza de este dios civilizador.
Primero su comparecencia en el cielo ante los dioses creadores, quienes lo instruyen sobre sus tareas y le
otorgan sus símbolos y atavíos (fig. 2). Luego narra su descenso al mundo terrestre y su intervención decisiva
en el origen de las aguas, ríos y configuraciones de la tierra mixteca. Por último, el códice subraya la
participación de 9 Viento en la creación de los númenes protectores y dinastías mixtecos. Como dice
Elizabeth Boone, “el anverso del Códice de Viena es de verdad un manuscrito histórico; la historia que
registra es la creación de las características sobrenaturales, naturales y culturales de la Mixteca”.12

57
Figura 2
La aparición de 9 Viento es el dispositivo que pone en marcha una sucesión de acontecimientos que culminan
con la organización del territorio mixteco. Entre las acciones que promueve 9 Viento destaca la separación de
las aguas y la tierra, y la transformación del paisaje montañoso en un territorio salpicado de topónimos y
signos de lugar que configuran una geografía.13 A esto sigue la aparición de las plantas sagradas (maíz,
maguey, hongos alucinógenos) y la descripción de sus ritos consagratorios, episodio que conduce a un
momento climático: la aparición del sol. Esta secuencia es comparable a la serie de acontecimientos que
preceden a la creación del sol y el principio de los reinos que advertimos en el Popol Vuh y en otros mitos de
creación mesoamericanos.14 La aparición del sol pone fin a los acontecimientos preparatorios de la creación
del cosmos (nacimiento del héroe cultural, emergencia de la tierra y las plantas), y anuncia la proximidad de
las fundaciones definitivas.
Las últimas 20 páginas del Códice de Viena están consagradas a estos temas sustantivos. Describen 10 ritos
complejos, marcados por la presencia de dioses, lugares, edificios y ceremonias específicos, que se han

58
interpretado como un ordenamiento ritual del territorio, un bautizo de sus regiones y lugares, cuyo resultado
último es una suerte de mapa sagrado de la tierra mixteca. Cada uno de los 10 ritos de ordenamiento de la
tierra finaliza con una ceremonia dedicada a encender el Fuego Nuevo.

Fig. 3
Se advierte entonces que el Códice de Viena concluye con el ordenamiento, nomenclatura y división de la
tierra mixteca, y con su consagración ritual, con la fiesta del Fuego Nuevo (fig. 3).15 En estos códices, como
es usual en la tradición cosmológica de Mesoamérica, el territorio se distribuye en cuatro partes orientadas
hacia los rumbos cardinales.16 Así, el propósito último del códice es definir la extensión y calidades de la
tierra mixteca, nombrar cada una de las montañas, cañadas, valles, ríos, pueblos, templos y lugares que la
componen y significan, y hacer constar que todos esos sitios han sido debidamente consagrados por
ceremonias de apropiación establecidas por los dioses protectores del pueblo mixteco.
Los estudiosos de estos libros percibieron que los topónimos no son meras marcas geográficas en la escritura
de Mesoamérica. Los signos de lugar mixtecos hablan también de la relación íntima entre los linajes
gobernantes y la posesión y manejo del territorio.17 Según la interpretación de algunos autores, el ejercicio
de ubicar, ordenar y nombrar las diferentes partes de la tierra mixteca no se limitó a dibujar un mapa de la
Mixteca Alta o de la región de Tilantongo.18 La delimitación del territorio es una demostración de que esa
tierra, al ser consagrada por los ritos y ceremonias mencionados antes, era pertenencia de los fundadores del
pueblo de Tilantongo. Como he insistido en otros escritos, el texto que narra la creación del cosmos y el
origen de los seres humanos, las plantas cultivadas y el sol, es también el documento que legitima la posesión
del territorio. El Códice de Viena es el manuscrito más antiguo que conocemos que remonta la posesión del
suelo a los tiempos de la creación del mundo, y vincula esa apropiación a los linajes fundadores del señorío de
Tilantongo.
Kevin Terraciano, en su acucioso estudio sobre los mixtecos de la época colonial, muestra que las antiguas
concepciones de los pueblos sobre el territorio sobrevivieron al impacto de la conquista española. El antiguo
vocablo mixteco ñu, siguió nombrando el territorio del pueblo y fue un concepto equiparable al altépetl nahua
o al cah de los yucatecos. El vocablo yuhuitayo, que en los antiguos códices prehispánicos y coloniales
representaba al reino mediante las figuras del gobernante y su esposa sentados en el trono real (fig. 4), era una
imagen que reunía los símbolos de la realeza, el gobierno y la capital del reino.19

59
Fig. 4 Representación de las regiones del territorio mixteco ubicadas en los cuatro rumbos cardinales, según la
reconstrucción de Karl A. Nowotny de una lámina del Fonds Mexicanus 20 . Al este Achiutla; Monte Negro
al norte; Jaltepec al oeste y Mitlaltongo al sur. Foto tomada de Karl A. Nowotny,Tlacuilloli. University of
Oklahoma Press, 2005: 1961.

La diáspora tolteca y la fundación de nuevos altepeme

Las invasiones de los pueblos chichimecas del norte de México coincidieron con la destrucción del reino de
Tula fundado por Topiltzin Quetzalcóatl hacia el año 873, según los “Anales de Cuauhtitlán”.20 La misma
fuente informa que Huémac, el último rey de Tula, murió en 1070. El derrumbe del reino de Tula, el estado
que por más de siglo y medio dominó el Altiplano central, provocó una crisis política en esa región y una
diáspora memorable, recordada por crónicas, cantos, mitos y un abanico de leyendas. De esta diáspora
surgieron nuevos reinos en el valle de México y la región de Tezcoco, el valle de Puebla-Tlaxcala y el norte
de Oaxaca, que reclamaron descender de la tradición establecida por Ce Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl en Tula.
La Historia tolteca-chichimeca registra en sus páginas iniciales la división ocurrida en Tula entre dos de sus
grupos fundadores, los tolteca-chichimeca y los nonoualca, estos últimos seguidores de Ce Ácatl Topiltzin
Quetzalcóatl.21 Las rivalidades entre ambos grupos se ahondaron bajo el mando de Huémac, el último señor
de Tula, quien impuso tributos y demandas insoportables a los nonoualca. Sometidos a esas presiones, éstos
decidieron abandonar Tula, llevándose consigo “la propiedad de Quetzalcouatl”. Poco más tarde los tolteca-
chichimeca también desertaron Tula y así se consumó la caída de este reino.22
Cholula, una de las capitales políticas de la época Clásica, creció durante el apogeo de Tollan-Teotihuacán, a
la que estuvo subordinada. Los datos disponibles indican que Cholula se fundó en tiempos antiguos por un
grupo étnico llamado olmeca-xicalanca, y al desmoronarse Tollan-Teotihuacán se convirtió en el núcleo
articulador de la región central de Mesoamérica. Entre los años 400 y 900 la gente de Cholula construyó una
gran ciudad dominada por una pirámide colosal (Tlachihualtépec, que quiere decir cerro hecho a mano),
semejante a la pirámide del Sol de Teotihuacán, donde también se rendía culto a Tláloc y las aguas
fertilizadoras.23 Sin embargo, entre 1100 y 1200 Cholula fue invadida por los tolteca-chichimeca
procedentes de Tula, quienes refundaron el altépetl, impusieron un régimen militar y le dieron un nuevo giro
al culto a Ehécatl-Quetzalcóatl. El símbolo político y religioso que marcó esa refundación fue un monumento
dedicado a Ehécatl en el centro de la ciudad.
La refundación de Cholollan está precedida por un portento que legitima la invasión de los tolteca-chichimeca
en esta región señoreada por los olmeca-xicalanca. Dice la Historia tolteca-chichimeca que cuando Huémac,
el último rey de Tula, azuzó la discordia entre los nonoalcas y los tolteca-chichimeca, los primeros
abandonaron Tula y 15 años más tarde también estos últimos desertaron la ciudad. Pero poco antes el
sacerdote de los tolteca-chichimeca llamado Couenan, movido por resortes que la Historia no aclara, viajó
desde Tula a Cholollan, y al llegar a esta ciudad advirtió que “era un lugar muy bueno” y que sus gobernantes,
“los tlatoque Tlalchiah y Aquiach, eran muy ricos”. Relata la Historia que Couenan, admirado por esa riqueza
y poder, invocó a Quetzalcóatl, solicitándole refugio para su pueblo en ese altépetl. En respuesta Quetzalcóatl

60
le dijo: “¡No sufras, aquí será nuestro hogar, nuestra casa! Haremos que los habitantes abandonen su pueblo”
y le mandó regresar a Tula y comunicar esa noticia a los jefes de los tolteca-chichimeca, Icxicóuatl y
Quetzalteuéyac. Alentados por ese vaticinio, los tolteca-chichimeca abandonaron Tula e iniciaron su
peregrinación hacia Cholollan. La Historia narra que los tolteca-chichimeca que llegaron a Cholollan
formaban dos grupos, el de los calmecatlaca (gente del calmécac) y los calpolleque (la gente de los calpules,
las “manos y los pies” de los primeros). Y describe a los jefes olmeca-xicalanca que gobernaban Cholula (fig.
5), quienes aparecen vestidos a la usanza de los toltecas.

Fig. 5
Con ruegos y astucia los tolteca-chichimeca obtuvieron el refugio deseado en la espléndida ciudad, donde
fueron aceptados como servidores. Años más tarde discurrieron ofrecer una fiesta de reconocimiento a los
jefes del altépetl de Cholula que concluyó en el asesinato de éstos y la usurpación del mando por los tolteca-
chichimeca.24 Según la Historia, los invasores se impusieron a los olmeca-xicalanca pero sin lograr
derrotarlos por completo, así que la guerra prosiguió varios años más. Entre 1168 y 1173 se sucedieron
diversos combates hasta que los toltecas se aliaron con 7 grupos de guerreros chichimecas, con quienes
conquistaron Cholula en 1174.25 Estos guerreros, a quienes la Historia llama conquistadores, consumaron la
derrota de los olmeca-xicalanca y dieron origen a un nuevo altépetl, un pueblo de ascendencia antigua
renovado por la etnia tolteca chichimeca.

61
Fig. 6
La formación de esta nueva Cholula la podemos seguir en la narración pictográfica de la Historia tolteca-
chichimeca y en mapas cartográficos como el Mapa de Cuauhtinchan 1 y 2 , el Mapa pintado y el Mapa de la
Fundación de Cuauhtinchan.26 Así, en el Mapa de Cuauhtinchan No. 2 vemos cómo los líderes de los
tolteca-chichimeca, Icxicóhuatl y Quetzalteuéyac, se desplazaron desde Cholula hasta el lejano Chicomóztoc,
el legendario lugar de las 7 cuevas, para solicitar la ayuda de los aguerridos chichimecas, que en estas
imágenes aparecen cubiertos con pieles y portando arcos y flechas (fig. 5). Otra imagen (Fig. 6) muestra a los
líderes tolteca-chichimeca tomando posesión del altépetl de Cholollan, que los guerreros chichimecas les
ayudaron a conquistar. Luego el Mapa de Cuauhtinchan 2 ofrece diversas imágenes del centro político y
ceremonial de Cholula, donde se advierte la pirámide levantada en honor de Ehécatl-Quetzalcóatl y escenas
de la batalla que ahí tuvo lugar (fig. 7). Los mapas y la Historia tolteca-chichimecaproporcionan abundante
información sobre la fundación de otros altepeme, y en particular acerca de los orígenes de Cuauhtinchan, el
altépetl estudiado por Luis Reyes García desde su fundación hasta el siglo XVI.27 Con estos datos podemos
intentar resumir las características de los altepeme fundados en los siglos XII y XIII en esta región.

62
Fig. 7
En primer lugar salta a la vista que se trata de altepeme multiétnicos, formados por etnias provenientes de los
antiguos toltecas de Tula (que ya en su tiempo de esplendor era una metrópoli multiétnica),28 mezcladas con
grupos chichimecas (la Historia tolteca-chichimeca menciona a siete: cuauhtinchantlaca, tzauteca,
totomiuaque, zacateca, tlaxcalteca, acolchichimeca y malpantlaca), y otros mixteco-popolocas, con quienes
también se aliaron los toltecas.29 Son altepeme producto de la migración de grupos norteños, dirigidos por
jefes que organizaron sus avanzadas como ejército conquistador de tierras y tributarios. La alianza entre los
toltecas de Cholollan y los chichimecas establece compromisos muy claros para ambas partes. Los primeros, a
cambio de la ayuda militar ofrecieron a los segundos ascenso político, tierras y tributos de las poblaciones
vencidas, y una nueva posición social. Estos acuerdos se hicieron efectivos luego de la victoria sobre los
pobladores originarios de Cholollan. La Historia tolteca-chichimeca muestra una ceremonia en la que los
guerreros chichimecas son elevados a la categoría de jefes nobles, mediante la perforación del septum y la
colocación en él de una piedra preciosa (fig. 8). La misma obra relata como los chichimecas derrotaron a los
xochimilca y a otros aliados de los olmeca-xicalanca:
Moquiuix, Teuhetecozauhqui […y otros jefes chichimecas] destruyeron a los xochimilca, a los ayapanca, al
teciuhqueme, al texallo, al tlihua, al cuilocatl y al auzocatl, éstos son los siete pueblos que destruyeron los
chichimeca; fue grande su fama, señal y renombre por lo que hicieron en Cholollan… 30

63
Fig. 8. El área ceremonial de Cholollan. En esta escena se ve en el patio central del palacio a los dos
principales personajes toltecas, Icxicóhuatl (a la derecha) y Quetzalteuéyac (a la izquierda), llamando en su
auxilio a los chichimecas. Arriba de ellos se eleva el templo de Quetzalcóatl. Foto tomada de Keiko
Yoneda, Los mapas de Cuauhtinchan , 1981, p. 128.
Luego, en las páginas siguientes, la Historia tolteca-chichimeca y los mapas citados se convierten en catastro
territorial, en registro minucioso que da cuenta de las tierras ganadas por la alianza de los tolteca-chichimeca
con los guerreros norteños. En estas láminas el relato de las conquistas cobra la forma de un censo de las
tierras invadidas y de los lazos de parentesco establecidos por los chichimecas que casaron con mujeres
toltecas o descendientes de ese linaje.31 La lectura de estas páginas ilustra el enorme cambio territorial,
social y político que produjo la alianza de los toltecas invasores de Cholollan con los guerreros chichimecas.
Fue un cambio que abarcó todo el valle poblano tlaxcalteca, la parte oriental y el sur, hasta la frontera con
Oaxaca. El resultado de esa transformación se tradujo en una nueva configuración política, en la refundación
de Cholula y en el nacimiento de los altepeme de Cuauhtinchan, Tepeaca, Totomiuacan y Coixtlahuaca, que
después del siglo XIII se enzarzaron en sucesivas guerras, invasiones y alianzas.32
Esta reorganización del territorio fue impulsada por el ascenso incontenible de los caudillos militares. En los
territorios sometidos los jefes militares adquieren la categoría de nobles (teuctli) y tlatoque, se apoderan de
enormes extensiones de tierra, fundan teccalli (voz traducida por Alonso de Zorita como “casa de
mayorazgo”) con sus numerosos mayeque o terrazgueros adscritos a la tierra y configuran un poder que se
enfrentó a la antigua nobleza tolteca.33 El centro político de esta extensa región fue Cholula, la capital donde
los tlatoque y señores principales eran consagrados y recibían sus títulos.34 Como consecuencia de estos
cambios ocurre un proceso continuo de nahuatlización del territorio tanto en sus rasgos físicos como
culturales. Los topónimos originales son sustituidos por nombres nahuas, al mismo tiempo que las antiguas
instituciones religiosas, sociales, políticas y culturales de estos pueblos reciben el bautizo de categorías y
conceptos nahuas.

El altépetl de los pueblos invasores del Posclásico

La ocupación y división del territorio descrita en el Códice de Viena se refiere a un canon fundacional de
linajes y pueblos nacidos en el propio suelo.35 Este patrón cambia al comenzar el año 800 y durante el
Posclásico (1000-1500), pues la mayoría de los reinos fundados entonces son obra de etnias invasoras,
creaciones de pueblos como los tolteca-chichimeca que provienen de regiones remotas y se instalan en
territorios extraños. Sin embargo, lo que sorprende es que estas nuevas fundaciones legitiman la posesión del

64
suelo acudiendo a los ritos de los pueblos originarios, apelan a los principios cosmogónicos nacidos en el
Preclásico y en la época Clásica.
La invasión de las tribus chichimecas en el altiplano central en los siglos XII y XIII y el brote de
nuevosaltepeme es el acontecimiento político crucial del período Posclásico, y uno de los mejor
documentados. Comienza con la destrucción de Tula en el siglo XI y continua con el arribo del grupo
comandado por Xólotl, el jefe chichimeca que invade la región oriental y sur de la cuenca de México hacia
1244. Los migrantes guiados por Xólotl eran recolectores y cazadores, que en los mapas y códices aparecen
pintados como gente primitiva, vestida con pieles burdas y manejando el arco y la flecha (fig. 9). No se sabe
con certeza su filiación lingüística, pero es probable que hablaran una lengua popoloca (el pame, otomí o
mazahua), y procedieran de la región de Pánuco-Tampico.36

Fig. 9 Escena de la Historia tolteca-chichimeca que muestra el momento en que los dos principales jefes
toltecas, Quetzalteuéyac (arriba, a la derecha) e Icxicóhuatl (abajo a la derecha), le perforan el septun a 6
guerreros chichimecas y los vuelven jefes (teuhctli). Foto tomada de Kirchhoff, Güemes y Reyes García,
1989, p. 21.
La entrada de este grupo en el valle de México, su asentamiento en esas tierras y la fundación de su altépetl
están relatadas en imágenes en el Códice Xolotl, un texto notable elaborado hacia 1545, pero quizá basado en
un original antiguo. Se trata de una serie de mapas que registran el recorrido hecho por la gente de Xólotl en
esta región y los sucesos memorables de su tránsito.37 En relación con el tema que aquí nos ocupa este
códice describe tres episodios ejemplares en la constitución del altépetl: 1) La apropiación de la tierra extraña.
2) La transformación de la tierra de caza en suelo agrícola; y 3) La fundación del señorío, el establecimiento
de una dinastía hereditaria y el reparto de la tierra entre los familiares de Xólotl y los nuevos grupos que se
asentaron en ella.

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Fig. 10 Lámina 1 del Códice Xolotl que muestra la entrada de Xólotl a la región de los lagos. A la izquierda,
en la parte inferior, se ve a Xólotl en la punta del cerro de Tenayuca, rodeado por su mujer (atrás) y sus hijos
(abajo), indicando que ha tomado posesión de la tierra. Las huellas de pies señalan el reconocimiento del
territorio hecho por Xólotl y su hijo Nopaltzin. A la derecha del lago de Tezcoco se ven personajes toltecas
vestidos con ropas de algodón. Foto tomada del Códice Xolotl , 1980, Lámina 1.
La lámina 1 muestra la entrada de Xólotl y su hueste ruda en la región de los lagos. Las huellas de pies
indican que Xólotl y su hijo Nopaltzin recorrieron los cuatro rumbos del extenso territorio, se detuvieron en
varios lugares y desde lo alto de los cerros observaron las ruinas de las antiguas ciudades toltecas (Tula,
Teotihuacán, Cahuac), que aparecen derruidas y despobladas. El códice distingue a los chichimecas vestidos
con pieles burdas de los civilizados toltecas, quienes usan telas de algodón, hablan el náhuatl y viven en
poblados construidos con piedras labradas (fig. 10). Xólotl se establece en Tenayuca y realiza ritos de
posesión del territorio que Mariano Veytia describe así:
[…]llevando consigo al príncipe Nopaltzin, a los señores y otros muchos caballeros, con crecida comitiva
[Xólotl] fue en derechura al monte de Xolotl […], situado al Poniente de Tenayocan […], y subiendo a la
cumbre, mandó a uno de aquellos señores que disparase cuatro flechas […] a los cuatro rumbos principales, y
habiéndolo ejecutado cortaron esparto y yerbas secas, las retorcieron como cordel, y las ataron por las puntas
formando un círculo en el suelo, encendieron fuego encima, que después esparcieron por los mismos cuatro
rumbos. Estas y algunas otras ceremonias (que no explican los historiadores) eran las que usaban en señal de
posesión. 38
El espacio así demarcado por Xólotl recibió el nombre de Chichimecatlalli , “Tierra de los chichimecas”. En
este códice y en los relatos de Alva Ixtlilxóchitl y Mariano Veytia se insiste en que se trataba de territorios
que quedaron vacíos por “la destrucción de los toltecas”, de modo que los ocuparon sin encontrar
resistencia.39 Otro medio que sirvió a los fines de legitimar la invasión chichimeca fue el casamiento de éstos
con mujeres toltecas. Veytia dice que cuando Xólotl buscó esposa para su hijo Nopaltzin, “Escogió a la nieta
del gran rey “tolteca” Topiltzin, hija de Pochotl, llamada Azcaxóchitl”.40 El Códice Xolotl registra estos
matrimonios que consolidaron la presencia chichimeca en tierra tolteca, consigna las genealogías que se
derivaron de estos enlaces y da cuenta del reparto de la tierra entre los jefes. 41 Al mismo tiempo que Xólotl
afirma la posesión de la tierra manda cercar grandes extensiones dedicadas a la caza y celebra la formación
del altépetl en Tenayuca.
Estas escenas se repiten en el Mapa Tlotzin y en el Mapa Quinatzin, documentos que unen el relato de
acontecimientos con el registro del lugar donde éstos ocurren. Aquí los mapas encomian la formación del
altépetl en Tezcoco y celebran la posesión de la tierra por los jefes chichimecas: Xólotl, Nopaltzin, Tloltzin y
Quinatzin. Bajo el gobierno de éste último se levantaron cercas y se dividieron las tierras, unas se dedicaron a
la caza y otras al cultivo, y en éstas hubo un crecimiento notable de las siembras de maíz, un arte ignorado por

66
los chichimecas. El cronista Ixtlilxóchitl dice que Quinatzin recibió en su reino a un grupo de expertos en el
arte de pintar historias, procedentes de la Mixteca y de ascendencia tolteca, y señala que estos artesanos
introdujeron en Tezcoco la tradición de los libros pintados.42 El Mapa Tlotzin muestra el arribo de nuevos
grupos en la tierra chichimeca, describe la adopción de las artes y tradiciones toltecas (fig. 11), y pone énfasis
en la fundación de los altepeme que serán ciudades famosas de los Acolhua: Tezcoco, Huexotla, Coatlichan.

Fig. 11 Escena del Códice Xolotl que muestra a Xólotl en Tenayuca, sentado en su icpalli, y recibiendo a tres
jefes chichimecas que acaban de llegar a sus dominios y le piden tierras donde asentarse. Arriba, el mismo
Xólotl y su hijo Nopaltzin combaten con un enemigo. En el extremo derecho se ven familias toltecas en
Chapultepec, el cerro señalado por el chapulín en la parte superior. Foto tomada del Códice Xolotl , 1980:
mapa 2.
Las láminas que se refieren al gobierno de Tlotzin lo pintan como un reformador cultural que impulsó el
desarrollo de la agricultura y adoptó las tradiciones toltecas.43 Este proceso de aculturación, o por mejor
decir, toltequización, se prosiguió con el hijo de Quinatzin, Techotlalatzin, quien gobernó Tezcoco de 1377 a
1409. Dice Alva Ixtlilxóchitl que Techotlalatzin desde niño aprendió la lengua náhuatl y en su gobierno
“Mandó que todos los de la nación chichimeca la hablasen, en especial los que tuviesen oficios y cargos de
república”.44 Los códices, mapas y crónicas de esta región dan cuenta de la transformación de la banda de
cazadores en pueblo de agricultores, y describen la fundación de aldeas sedentarias y el nacimiento de una
organización política civilizada, cuyas raíces se atribuyen a la tradición cultural sembrada por Ce Ácatl
Topiltzin Quetzalcóatl, el ancestro fundador de Tula.45

Fig. 12 Escena del Mapa Tlotzin que representa a 7 artesanos frente a la esposa de Netzahualcóyotl. Los
artesanos muestran sus habilidades como escritores, pintores y expertos en el molido de pigmentos, el trabajo
de mosaico, oro, piedras preciosas, plumas y madera; es decir, exhiben su capacidad de hacer suyas las artes
toltecas. Foto tomada de Boone, 2000: 189, Fig. 124.
Las crónicas de Ixtlilxóchitl y de Veytia, así como el Códice Xolotl, el Mapa Tlotzin y el Mapa Quinatzin,
componen un cuadro elogioso del ascenso político chichimeca centrado en la migración del grupo, las
hazañas de sus gobernantes y la constitución del altépetl de Tezcoco, que es elevado a la categoría de capital
política y metrópoli cultural del altiplano. El Mapa Quinatzin presenta dos imágenes contrastadas del periplo

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recorrido por los chichimecas al penetrar en las tierras que llamaron Acolhuacan. En la siguiente figura (fig.
12a) los chichimecas aparecen como cazadores primitivos, merodeando en un paisaje salvaje e indeterminado.
Abajo, a la izquierda, comienza la transformación del grupo, representada por la figura de Quinatzin, a quien
se ve sentado en una estera real pero aún vestido con pieles y portando el arco y las flechas. Estos cambios se
aceleran cuando ocurre el contacto con los toltecas, vestidos con mantas de algodón (abajo, a la derecha).
Debajo de estos toltecas aparecen los herederos de Quinatzin, Techotlalatzin e Ixtlilxóchitl Ome Tochtli,
sentados en sus tronos reales y ya vestidos con tilma de algodón.
La siguiente figura (fig. 12b) registra cambios más radicales. Las transformaciones experimentadas por los
chichimecas se expresan mediante pasajes decisivos en diversos ámbitos. Así, de la naturaleza hostil y salvaje
de la lámina a, en la b pasamos a un medio urbano y palaciego. En el ámbito cultural se transita de los
solitarios cazadores chichimecas a la convivencia con los toltecas civilizados. Y en el ámbito político el
tránsito más radical está representado por el paso de la cueva de origen a la fundación del altépetl.
Un rasgo original del Mapa Quinatzin es la presentación del palacio real de Tezcoco como culminación del
largo proceso de aprendizaje social y político del pueblo chichimeca (fig. 12b). Sirviéndose de una planta
arquitectónica, el tlacuilo dibujó en esta lámina el corazón político del altépetl de Tezcoco. Así, en la parte
central y superior aparecen en sus respectivos icpalli Nezahualcóyotl (derecha) y Nezahualpilli (izquierda), el
restaurador del reino y su heredero, sentados en tronos con respaldos altos. Abajo, en el gran patio central, 14
tlatoque integran el gobierno del altépetl de Tezcoco. Las estancias de los cuatro lados del edificio dan idea de
un verdadero palacio, pues están dedicadas a la sala de los jueces, el almacén de las armas y pertrechos de
guerra, la sala de los mercaderes, el salón de la música y los cantos, el recinto donde se reunían los miembros
de la Triple Alianza, y a otras funciones administrativas. Rodeando el exterior del palacio se ven 20 signos de
lugar que representan los pueblos sujetos a Tezcoco.46 Se advierte entonces que el propósito de esta imagen
es presentar el palacio de Nezahualcóyotl como espejo de la madurez política alcanzada por los chichimecas.
O como sugiere la aguda lectura de Eduardo de Jesús Douglas, el Mapa Quinatzin aparece aquí como modelo
político y relato moral. La lámina 3 de este mapa, que no presentamos aquí, destaca las famosas leyes
políticas y morales decretadas por la sabiduría de Nezahualcóyotl.47
El hilo conductor de estas crónicas y mapas subraya que los primitivos chichimecas que invadieron esa región
construyeron con denuedo un reino poderoso, y que la sangre de los reyes tezcocanos provenía directamente
de los toltecas, de la estirpe de Topiltzin Quetzalcóatl.48

El cah o altépetl maya

Los mayas del sureste de México y de la región montañosa del centro de Guatemala formaron sus pueblos
sobre una base territorial parecida, que llamaron cah, el equivalente del altépetl nahua. El derrumbe de los
reinos de la época clásica (650-900 d. C.) fue seguido por un tiempo sombrío, marcado por un decaimiento
general, que deshizo uno tras otro los basamentos políticos y sociales construidos en los siglos anteriores.
Sólo hacia fines del siglo X los mayas de la península de Yucatán lograron edificar un estado fuerte en
Chichén-Itzá, que se convirtió en el centro político, cultural y religioso de esa región entre los años 900 y
1200.49
Chichén Itzá fue la metrópoli sureña que fundió la antigua cultura maya con la herencia política de Tollan-
Teotihuacán. Como ocurrió con la Tula de Hidalgo, Chichén Itzá significó un renacimiento del estado fuerte,
una reminiscencia de la primera y legendaria Tollan. Al igual que Tula, Chichén Itzá idealizó el reino tolteca
fundado por Quetzalcóatl, y llamó a sus gobernantes Kukulcán (Serpiente Emplumada), en memoria de su
fundador, que según sus tradiciones provenía de Teotihuacán, la metrópoli tolteca ubicada hacia el occidente
de Chichén Itzá.50
Al igual que Tula, Chichén Itzá fue un estado multiétnico, una coalición de grupos guerreros toltecas
mezclados con antiguos linajes mayas, que logró imponerse a las numerosas aldeas y señoríos de la región.
Entre 950 y 1000 d. c. el área dominada por Chichén Itzá abarcaba la costa de Campeche hasta el norte de
Quintana Roo y controlaba el tráfico de sal y mercancías de esta región. Sin embargo, la alianza entre jefes
guerreros, cabezas de linaje y caciques regionales no logró constituir un sistema político capaz de contener
esos intereses contrapuestos y se disolvió hacia 1150. A partir de esos años Chichén Itzá fue el surtidor de una
cascada migratoria que llevó gente a las tierras altas de Guatemala, donde dieron origen a los reinos k'iche' y
kaqchikel, y a fundar Mayapán, el último reino maya de la península. Las crónicas yucatecas, k'iche's y
kaqchikeles llaman a este centro surtidor de pueblos Tulán Zuywá, Wucub Pec, Wukub Siwán, Sewan Tulán,
nombres que pueden traducirse como Siete Cuevas o Siete Barrancas. Según mi interpretación esta Tulán
Zuywá era Chichén Itzá, la Tulán oriental de Yucatán.51

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La ola migratoria que se desprendió de Chichén Itzá reprodujo en los nuevos territorios la cultura política de
los toltecas y el liderazgo fundador de Quetzalcóatl, que en la tierra maya recibió el nombre de Kukulcán,
Serpiente Emplumada. En la Relación de las cosas de Yucatán Diego de Landa narra que después de fundar
Chichén Itzá Kukulcán “tornó a poblar otra ciudad tratando con los señores de la tierra que él y ellos viniesen
[a la ciudad] y que allí viniesen todas las cosas y negocios, y que para esto eligieron un asiento muy bueno a
ocho leguas más adentro en la tierra que donde ahora está Mérida [ …] y que allí cercaron de una muy ancha
pared de piedra seca como medio cuarto de legua dejando sólo dos puertas angostas […], y en el medio de
esta cerca hicieron sus templos; y que el mayor, que es como el de Chichenitzá, llamaron Kuculcan […]; y
que dentro de este cercado hicieron casas para los señores solos, entre los cuales repartieron la tierra dando
pueblos a cada uno conforme a la antigüedad de su linaje y ser de su persona. Y que Cuculcan puso nombre a
la ciudad […], llamóla Mayapán que quiere decir el pendón de la maya, porque a la lengua de la tierra llaman
maya…”52
Como se advierte, la fundación del altépetl de Mayapán repite el modelo de Chichén Itzá, que a su vez es una
calca de la tradición tolteca. En este caso, el capitán Kukulcán, a quien se identifica como llegado del
Altiplano Central o como mexicano, funda la nueva ciudad y reúne en ella a los “señores de la tierra” y
procede luego a repartirles a éstos sus parcelas y los pueblos encargados de darles tributo y trabajadores. El
nuevo altépetl nace asimismo bajo la protección de Kukulcán, el dios del viento consagrador de las
fundaciones toltecas, quien lleva el mismo nombre que el capitán fundador de la ciudad.53
Las crónicas que narran el nacimiento de nuevos reinos mayas en las tierras altas de Guatemala dicen que sus
fundadores provenían de una ciudad maravillosa, habitada por gente que hablaba diversas lenguas y era el
centro privilegiado donde se designaba a los gobernantes y residía la legitimidad política. El Popol Vuh,
elTítulo de Totonicapán y el Memorial de Sololá narran la migración de los k'iche', los kaqchikeles y otros
pueblos desde Tulán Zuywá hasta las montañas de Guatemala, sus agresivas conquistas territoriales y la visita
de sus jefes a la legendaria Tulán Zuywá, con el propósito de legitimar esas conquistas y recibir los emblemas
del poder. Dicen estas crónicas que los kaqchikeles se juntaron en Tulán Zuywá con los k'iche', lamarquis,
rabinales, akanales y otros pueblos y fueron presentados a Nakxit, otro de los nombres nahuas de Kukulcán, el
supremo señor de Tulán Zuywá, quien les dio los títulos de Aj Pop (Guardián del Petate) y Aj Pop Q'amajay
(Guardián del Petate de la Casa de Recepción) y les otorgó las insignias de poder, les horadó las narices y les
regaló los ornamentos y vestidos reales.54 Es decir, esta Tulán oriental es el equivalente de la Tula de los
toltecas, otro dechado de la Tollan-Teotihuacán primordial, la cuna de la civilización y la legitimidad política.
De manera parecida a como el Códice Xolotl, la Historia Tolteca-Chichimeca o el Mapa de Cuauhtinchan
narraron antes las migraciones y conquistas de los chichimecas, así también la obsesión de las crónicas k'iche',
kaqchikeles y yucatecas fue registrar las migraciones, fundaciones, conquistas y linajes de sus pueblos. Se
trata de relatos histórico-geográficos que describen el desplazamiento de tribus peregrinas, la apropiación de
territorios ajenos y la fundación en éstos de capitales políticas expansivas y militarizadas. Aun cuando cada
uno de esos relatos recoge la historia de grupos étnicos específicos, todos coinciden en precisar los orígenes
del grupo, la fundación del reino, la genealogía de los gobernantes y concluyen con un registro minucioso del
territorio ocupado, que enumera sus fronteras, topónimos y calidades de la tierra.
En estos testimonios se pueden apreciar variaciones en el tratamiento de los temas, pero ninguno se aparta del
modelo general. Así, por ejemplo, el Popol Vuh y el Códice de Viena contienen los relatos más extensos y
enigmáticos sobre el origen del cosmos, los seres humanos, el territorio y las plantas cultivadas. Y mientras en
el Códice de Viena domina el rito y el entramado de ceremonias arcanas que eluden su comprensión cabal, el
lenguaje polisémico del Popol Vuh incluye mitos que se transmitían de manera oral, la transcripción de
escenas pintadas en códices antiguos, la representación teatralizada de las batallas de los Gemelos Divinos
con los señores de Xibalbá y la crónica de la migración y conquista del territorio. Como se ha visto, el Códice
Xolotl y el Mapa de Cuauhtinchan describen con rigor cartográfico el periplo de los grupos étnicos por las
sinuosidades del territorio. Pero en todos los casos el relato se concentra en el episodio de la migración, la
conquista de nuevos territorios y la fundación del altépetl. La Historia tolteca-chichimeca, por ejemplo,
brinda un relato pormenorizado de los distintos linajes que participaron en la migración a Cuauhtinchan,
distingue en esa marcha al grupo de los calmecatlaca o gente superior, de los calpolleque(“sus manos o pies”,
los miembros del calpolli), e individualiza a los jefes conductores de cada grupo o linaje. Es decir, la riqueza
del texto náhuatl, combinada con los mapas y la iconografía, proporciona un cuadro detallado de la migración
tolteca-chichimeca, una imagen etnográfica que rara vez se encuentra en otras fuentes. Lo interesante de las
crónicas mayas que narran las migraciones y fundaciones de pueblos en el período posclásico es que adoptan
un modelo narrativo similar y ofrecen una interpretación unitaria de la formación de los reinos en esa época.

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Quizá el descubrimiento más notable relacionado con los textos del Popol Vuh, el Título de Totonicapán,
elMemorial de Sololá y los llamados Títulos de tierras, es que todos ellos parecen estar inspirados en un
modelo básico, cuyo ejemplar más antiguo es el relato del Popol Vuh. El análisis comparativo de estos textos
muestra que todos se articulan alrededor de tres temas ineludibles. Primero: la creación original del cosmos.
Segundo: la creación de los seres humanos, el sol y las primeras poblaciones. Y tercero: la fundación del reino
y los linajes gobernantes, seguidos por la crónica de la conquista del territorio y la exaltación del grupo
étnico. Como lo he mostrado en otra parte, esta trilogía temática es la que ordena el relato contenido en
elPopol Vuh, el Título de Totonicapán, el Memorial de Sololá y los títulos de tierras k'iche'.55 El análisis de
su estructura señala que todos siguen el mismo orden narrativo tripartito y tienen un objetivo común:
legitimar el territorio conquistado por los jefes militares y exaltar el poderío y el prestigio alcanzados por el
reino k'iche'.
Después de esta revisión de la formación histórica del altépetl podemos decir que en el desplazamiento de los
pueblos migrantes y la formación de nuevos altepeme intervinieron tres factores decisivos. En primer lugar el
jefe militar, que es casi siempre la cabeza de un linaje o grupo étnico, y a la vez un conductor y organizador
de ejércitos. Este es el papel que juega Xólotl en la fundación de Tenayuca y que más tarde le tocó
desempeñar a su sucesor en el altépetl de Tezcoco; a 8 Venado, apodado Garra de Tigre, en la constitución del
señorío de Tilantongo en la Mixteca Alta;56 a Icxicóhuatl y Quetzalteuéyac en la refundación tolteca de
Cholula; a Kukulcán en la creación de los altepeme de Chichén Itzá y Mayapán;57 o ejemplarmente a Ce
Ácatl Topiltzin Quetzalcóatl en la fundación de Tula. La mayoría de estos jefes comenzó su carrera como
cabeza de linaje o caudillo militar y la concluyó como gobernante de estados territoriales, es decir, devino
cabeza de organizaciones políticas asentadas en instituciones militares, religiosas y económicas estables.
Inician su carrera como individuos distinguidos por sus habilidades guerreras y poco a poco sus logros en el
ejercicio del mando los transforman en ejemplo de constructores políticos, hasta que más tarde sus
descendientes alcanzan el sitial más alto, el de legislador, como es el caso de Nezahualcóyotl en el reino de
Tezcoco.
El segundo proceso que acompaña a la formación de nuevos altepeme es el cruzamiento étnico de los
chichimecas con las mujeres toltecas. El intercambio de mujeres entre grupos étnicos distintos era desde
tiempos remotos una práctica común para establecer relaciones sociales duraderas, para acordar treguas y
forjar alianzas, y para sellar nuevos pactos políticos. El Códice Xolotl contiene numerosas escenas donde se
ve a las mujeres toltecas cumpliendo las tareas de arraigar, casar y civilizar a los guerreros chichimecas, y
más tarde procrear y educar a los primeros descendientes de estas sangres mezcladas, que a su vez se
convertirán en cabezas de linaje y jefes de los altepeme surgidos del entreveramiento de familias de cepa
tolteca con los recién llegados chichimecas (figs. 9 y 10 ).
Los intercambios étnicos, culturales y políticos que describe en forma gráfica el Códice Xolotl son un
fenómeno general entre los siglos IX y XIV en distintos rumbos de Mesoamérica. Desde el valle de México
hasta la península de Yucatán las mujeres nacidas en el seno de las antiguas culturas son el instrumento
civilizador de las tribus invasoras. En Chichén Itzá, donde es acentuada y ubicua la representación del
guerrero ataviado con uniforme tolteca, la mujer es representada como diosa madre y fundadora del reino. La
señora K´ayan aparece como la abuela de K´ak´upacal, el dirigente de Chichén Itzá más citado en los
registros históricos, es decir, como madre fundadora de la élite de ese reino. En general, los capitanes de la
guerra de Chichén Itzá reconocen sus antepasados por el linaje de la madre, indicando con ello que la
ascendencia materna les confería mayor prestigio y legitimidad que el linaje paterno.58
La entrada del famoso conquistador chichimeca Mixcóatl en el Altiplano Central está señalada por continuas
conquistas de los pueblos nativos que le hicieron resistencia y por su encuentro con Chimalma, la valiente
mujer tolteca que lo enfrentó. La “Leyenda de los Soles” narra la lucha entre Mixcoátl y Chimalma y cuenta
que después de sucesivos combates Mixcóatl logró conquistarla y engendrar con ella un hijo, Ce Acatl
Topiltzin, un mestizo producto de la mujer de ascendencia tolteca y el guerrero chichimeca.59 Topiltzin se
educa en la tradición materna y cuando llega a la edad madura es elegido por los tolteca-nonoualca para
fundar el reino de Tula.60 Así, este hijo del impulsivo guerrero chichimeca y de la mujer que encarna la
antigua sabiduría tolteca funda en el centro-norte de Mesoamérica un reino que restaura el poderío y la
grandeza de Tollan-Teotihuacán, la primera Tollan.
El tercer eje conformador de la memoria del altépetl fue la peculiar cosmovisión de los pueblos
mesoamericanos, su idea acerca de la composición del mundo, su concepción de la vitalidad cíclica del medio
natural y la relación de ambos con los seres humanos. El núcleo central de esa cosmovisión era el Sol,
potencia creadora y surtidora de la energía vital. En la cosmovisión mesoamericana el Sol es la fuerza
sobrenatural que alumbró y puso en movimiento la edad del Quinto Sol, la era en que vivimos. Tal es el

70
pivote sobre el que gira la narración de la creación del cosmos, los seres humanos y los alimentos esenciales
en Tollan-Teotihuacán, cuando los dioses acordaron fundar el escenario donde habría de desenvolverse la
nueva humanidad.61
Una característica de esta cosmovisión es la unidad entre tiempo y espacio forjada por el movimiento del sol.
La dinámica del cosmos tuvo su origen cuando nació el sol y comenzó a moverse, pues ese movimiento creó
un orden en la sucesión del tiempo y un ordenamiento del espacio. En las lenguas mayences la unidad
temporal básica, k´in, el día, también significaba el tiempo y el sol.62 Asimismo, el rumbo espacial cargado
de mayor fuerza y poder era el este, el lugar del nacimiento del sol. Para los mayas el este era el punto
originador-ordenador del tiempo y del espacio, pues a partir del nacimiento del sol se iniciaba la cuenta de los
días, meses, años y eras que registraban el transcurrir temporal. Asimismo, el camino del sol en la bóveda
celeste era un movimiento que se percibía a partir del este, de tal manera que las otras partes del espacio
estaban determinadas por el lado donde nacía el sol y por el sentido de su movimiento. En la cosmovisión
mesoamericana el sol nacía en el este y luego se desplazaba hacia su lado derecho, el norte. Seguía luego su
camino hacia el oeste, se aposentaba en el sur y retornaba otra vez al oriente. De este modo el tránsito del sol
por la bóveda celeste definía las cuatro partes del espacio cósmico y humano. Según los mayas, el recorrido
anual del sol por estas cuatro direcciones marcaba las cuatro “esquinas del cielo” (fig. 13).63 El Popol
Vuhexpresa esta cosmovisión con fuerza, pues dice que cuando comenzó la creación de la era actual y se
formó el cielo y la tierra, el mundo fue “repartido en cuatro partes”:
se trajo la cuerda de medir y fue extendida en el cielo y en la tierra, en los cuatro ángulos, en los cuatro
rincones… 64

Fig. 13
La división cuatripartita del cosmos es la división horizontal básica del espacio mesoamericano. La otra
partición fuerte es la vertical, la que asignaba la superficie terrestre (la parte media) a los seres humanos, la

71
región celeste a las potencias portadoras del rayo, el relámpago, el viento, la humedad y el agua fertilizadora,
y el inframundo a las fuerzas tremendas de la extinción y regeneración de la vida. El centro de este cuadrado
original era el punto donde convergían las fuerzas de las cuatro esquinas del cosmos y de los tres niveles
verticales: el cogollo del mundo.65 La Tierra, el hogar de los pueblos, estaba pues regida por estos ejes y
flujos cósmicos.
La división horizontal y vertical del espacio está presente en todas las creaciones reales o simbólicas de los
pueblos mesoamericanos. Así, el espacio productivo por excelencia, la milpa, estaba delimitado por un
cuadrado semejante al que el sol dibujó en el cielo al recorrer las cuatro esquinas del cosmos.66 Y así las
ciudades, los templos y palacios construidos en ellas, lo mismo que la choza familiar, adoptaron un trazo que
las dividía en cuatro sectores o cuadrantes. De modo que el altépetl, el espacio político construido por estos
pueblos, reflejaba como un espejo el diagrama cuatripartita del espacio cósmico. Los relatos que se han
conservado acerca de la fundación del altépetl indican que su delimitación física comenzaba por una
ceremonia dirigida por los fundadores, que consistía en recorrer sus límites siguiendo el camino del sol: este,
norte, occidente y sur. Al llegar a cada una de esas direcciones la comitiva se detenía, arrojaba hierba o tierra
en señal de posesión, y levantaba las mojoneras y linderos correspondientes.67
Después de estos ritos se procedía a eregir el templo dedicado a los dioses protectores del grupo fundador. En
los relatos k'iche' y kakchiqueles que describen la peregrinación del grupo y la fundación de la capital del
reino, se menciona a los cargadores del “Bulto de flamas”, el tlaquimilolli o “envoltorio sagrado” que
contenía los vestidos y reliquias del dios patrono. Como sabemos, el primer tlaquimilolli se hizo con los restos
de los dioses sacrificados en Teotihuacán para imprimirle movimiento al Quinto Sol. Dicen los antiguos
relatos nahuas que el dios Ehécatl sacrificó a todos los dioses ahí reunidos y con su sangre alimentó al sol y él
mismo hizo mover los vientos y de este modo el astro inició su marcha. Luego, con los vestidos de los dioses
muertos se hicieron unos envoltorios, mezclando las ropas de los dioses con unos palos, “y haciendo una
muesca o agujero al palo le ponían por corazón unas pedrezuelas verdes y cuero de culebra y tigre; y a este
envoltorio decían Tlaquimilolli”.68
Este tlaquimilloli o “Bulto de flamas” como también se le llama, es el que se depositaba en el templo
principal de la ciudad, y que por contener esas reliquias sagradas, era considerado el ombligo del altépetl. En
los templos y edificios que señalan la fundación de la ciudad los arqueólogos desenterraron ofrendas
dedicadas a consagrar ese momento. Tanto las ofrendas como las reliquias ahí depositadas pretendían
insuflarle vida al monumento, de modo que en los días por venir mantuviera la fuerza fundadora de la
comunidad y fuera la residencia permanente de los dioses protectores del reino. Eran monumentos
consagrados a conmemorar los orígenes del altépetl y eran considerados los receptáculos de la fuerza divina
ahí depositada por los dioses y ancestros fundadores.69
Las ceremonias consagratorias de los templos dedicados a los dioses fundadores están registradas desde los
tiempos más remotos. Así lo indican las estelas con la efigie del dios del maíz al pie de la pirámide principal
de los olmecas en La Venta. Según estudios recientes, la llamada Pirámide del Sol de Teotihuacán era un
monumento consagrado a Tláloc, el dios de las tormentas, la lluvia y la guerra, y uno de los númenes
protectores de esa metrópoli. Los mayas de Palenque levantaron tres templos en el centro de su capital para
albergar a los dioses patronos de ese reino. Y como sabemos, los aztecas consagraron el Templo Mayor de
Tenochtitlán a Huitzilopochtli, su dios tutelar.70 Estos ejemplos y muchos más que podrían citarse muestran
que en Mesoamérica la fundación del altépetl era seguida por la edificación del templo a la deidad protectora
del grupo étnico, y de las respectivas ceremonias de consagración y agradecimiento por los dones recibidos.
La ceremonia del Fuego Nuevo, otro rito ancestral, celebraba la delimitación del territorio y la edificación del
templo que habría de hospedar al dios del altépetl, se trata del rito que antes festejó la creación del Quinto Sol
y posteriormente las fundaciones de pueblos, capitales y reinos, así como el final de los ciclos calendáricos o
las fiestas del comienzo del año. La ceremonia azteca del Fuego Nuevo conmemoraba la terminación de un
ciclo de 52 años y el comienzo de otro, un momento crítico que condensaba los temores de la población sobre
el acabamiento del mundo y las incertidumbres acerca del futuro. Bernardino de Sahagún colectó los
testimonios mejor informados sobre la ceremonia celebrada por los pueblos de tradición náhuatl en el
territorio gobernado por Moctezuma (la última ceremonia tuvo lugar en noviembre del año 1507).

72
Fig. 14
Era un rito que repetía el primer fuego que los dioses encendieron para conmemorar la aparición del Quinto
Sol en Tollan-Teotihuacán, y que al celebrarse en la capital mexica refrendaba el poder de México-
Tenochtitlán sobre las provincias subordinadas (fig. 14).71 En otras regiones el rito del Fuego Nuevo
festejaba la inauguración de templos y la fundación de pueblos y señoríos, como se advierte en el Códice de
Viena de los mixtecos, y no respetaba la calendarización de los 52 años. En un estudio de este códice se
registran 10 ceremonias de Fuego Nuevo dedicadas a la consagración de templos, temazcales, imposición de
títulos a la gente noble e inauguración de señoríos y dinastías en el Llano del Tabaco Ardiente, en la región
donde nace el sol, en el poniente, en la región sur, en la Región del Cielo, en la Región del Centro, en la
Región de la Montaña de la Lluvia (la Mixteca) y en la Región de las Serpientes (figs. 15 y 16 ).72 En esta
cultura el rito del Fuego Nuevo está asociado en la mayoría de los casos a la inauguración de señoríos, a la
fundación de pueblos encabezados por nuevas dinastías.

73
Fig. 15
Los mayas de Yucatán celebraban el fin del año con un rito similar al de los nahuas, como lo prueba el
testimonio conservado por fray Diego de Landa. Así como en la creación del mundo que narra el Popol
Vuhlos dioses extendieron la cuerda de medir por los cuatro rincones del cosmos y delimitaron el cuadrado
terrestre, así también los mayas de Yucatán del siglo XVI tiraban un cordel al principio del año en las cuatro
esquinas de su templo y luego procedían a encender la lumbre nueva.73 El encendido del Fuego Nuevo
también está registrado en el Códice de Dresde y en el Códice Tro-cortesiano.74 Lo que importa destacar
aquí es que el rito del Fuego Nuevo que celebraba las nuevas fundaciones nahuas, mixtecas y mayas continuó
siendo, siglos más tarde, el rito inaugural de las actividades agrarias y la ceremonia imprescindible que debía
acompañar a la fundación de los pueblos. Así lo constató cinco siglos después de la conquista española el
etnólogo Rafael Girard en el área maya, donde registró la continuidad en el siglo XX de los ritos del año
nuevo descritos por Diego de Landa en el siglo XVI.75

Fig. 16
Pero quizá la mayor sorpresa para los estudiosos de las tradiciones mesoamericanas fue descubrir que el
antiquísimo dios fundador de los reinos más importantes de Mesoamérica, Ehécatl, el dios del viento,
reapareció en los siglos XVI y XVII como dios protector de los pueblos de la mixteca oaxaqueña. Lo que
asombra de la tradición nahua establecida por Tollan-Teotihuacán es la presencia secular de Ehécatl como
numen protector de los altepeme creados posteriormente: Xochicalco, Cholula, Chichén Itzá, Tilantongo,

74
Tula… Como se ha visto, Ehécatl es la deidad que promueve la creación del Quinto Sol en la Tollan
primordial y quien mil años más tarde estará presente en la fundación del reino mixteco de Tilantongo, bajo el
nombre de 9 Viento. Pero lo que causa mayor pasmo es advertir que el mismo Ehécatl, bajo su advocación de
9 Viento, es el numen que protege y legitima las fundaciones de Ihuitlán, Tlapiltepec, Coixtlahuaca y otros
pueblos de la Mixteca Alta en los siglos XVI y XVII (fig. 17).76 Como puede observar el lector, en estas
imágenes no sólo está presente el numen protector de los altepeme de tradición tolteca, sino que el rito del
Fuego Nuevo es la ceremonia consagratoria de las nuevas fundaciones.

Fig. 17
¿Qué significa la presencia reiterada de Ehécatl-9 Viento y del rito del Fuego Nuevo en la fundación de los
altepeme? La respuesta que viene luego a la cabeza es que en la tradición mesoamericana las fundaciones
humanas carecían de sustento si no iban acompañadas por el aliento de los dioses protectores y la ejecución
de ceremonias consagratorias. Es decir, en la mentalidad prehispánica la realidad política nunca se consideró
un producto autónomo de la acción humana, sino que fue vista como un proceso determinado por la
participación activa de los dioses, de acuerdo a la peculiar concepción religiosa de la naturaleza y el destino
humano que conformaba su cosmovisión. Acudiendo a las palabras de Clifford Geertz respecto a la gente de
Bali, recogidas por Inga Clendinnen en relación con los mexicas, se puede decir que los mesoamericanos,
“como los balinenses de Clifford Geertz […], expresaron sus ideas más comprensivas acerca del sentido
último de las cosas y sobre las acciones consecuentes de los seres humanos, mediante símbolos sensibles y
capaces de ser comprendidos de inmediato… antes que como un conjunto de ‘creencias' expuestas de manera
ordenada y discursiva”.77 O dicho de otro modo, la peregrinación en busca de la tierra prometida, la
geografía y el tiempo que enmarcaban ese periplo, la delimitación del suelo, la fundación del pueblo y la
proclamación del reino, más la lengua que dotaba de significado a esas acciones, no cobraban realidad si no
iban acompañadas por las presencias numinosas que poblaban el mundo sobrenatural y por los ritos y
ceremonias que las consagraban.
Puede así decirse que el binomio inicial etnia-territorio creó, por intermediación de los ritos, los mitos, la
indumentaria, los alimentos y los valores compartidos que iban tejiendo el hilo de la vida, los muchos pueblos

75
que brotaron en la extendida tierra de Mesoamérica. Recordando a Shakespeare, podría decirse que con el
paso del tiempo “una morada local y un nombre” originaron una miriada de comunidades humanas.78

STERN, Steve J.

STERN, Steve J.
Los pueblos indígenas del Perú y el desafío de la conquista española
Huamanga hasta 1640

2. Ascensión y caída de las alianzas postincaicas


Los españoles querían riquezas y señoríos. Después de cobrar el rescate por Atahualpa los españoles se lanzan
hacia el sur. Pizarro repartió encomiendas de indios a sus aliados en la conquista. El encomendero se
encargaba de atender las necesidades militares y políticas de la Corona en la colonia, y de atender al bienestar
material y espiritual de los indios paganos encomendados a su cuidado, A cambio podía exigir a su tutelados
tributos y trabajo. Como representante personal de la Corona sobre el terreno, el encomendero podía utilizar
su señorío sobre su gente para enriquecerse, pero también había de soportar la carga de forjar, relaciones
coloniales con los nuevos súbditos indios.
La seguridad militar se convirtió enseguida en prioridad. Manco Inca escapó a las montañas y desde allí
planteó una resistencia basada en un ataque constante a las rutas españolas y a sus aliados. Los pocos
europeos que habían establecido una población fronteriza en Huamanga resistieron precariamente. En 1539
Pizarro envió refuerzos a la zona. En esa zona para lo 20 encomenderos el problema de la seguridad era
básico.
El nacimiento de las alianzas incómodas
Afortunadamente las sociedades andinas tenían sólidos motivos para aliarse con la conquista europea. La
destreza militar de los españoles, grandes maestros a caballo y con la espada impresionó a lo Curacas que
acompañaron a Atahualpa en Cajamarca. Las comunidades lucanas de Andamarcas y Laramati se aliaron
inmediatamente a los europeos. Su ventaja era quitarse el yugo incaico.
Algunas comunidades mitmaqunas de la zona volvieron a su zona de origen. Los españoles y los locales
saquearon los almacenes incaicos. Los yanaconas que habían abandonado a los ayllus se sumaron a los
españoles buscando metales preciosos.
A principios de 1541 llegaron a Huamanga indios de Huanta que habían sufrido los ataques de Manco Inca y
traían la noticia de que estaba tratando de conquistar la ciudad española. El cabildo mandó a Cárdenas con 20
soldados y dos mil amigos indios a contener el ataque.
A lo largo de 1550 la guerra civil entre los españoles y los combates con los neoincas causaron problemas con
los aliados y curacas. Los pueblos de la zona no podían mantenerse neutrales y participaron mucho en las
primeras guerras.
Los encomenderos sabían que tenían que tener unas relaciones de trabajo favorables con sus curacas; los más
astutos más astutos trataron de consolidar alianzas por medio de favores y regalos. Los encomenderos solían y
otros españoles solían presentarse ante el cabido en el primer decenio de Huamanga para pedir mercedes y
tierras, estancias para la ganadería o tierras de cultivo o inclusive tierras para sus curacas.
Las comunidades y los grupos étnicos esperaban que la alianza con los europeos les sirviera para triunfar en
sus propias rivalidades autóctonas. El modo de producción tendía a dividir a los pueblos autóctonos en grupos
económicamente autóctonos. Que competían por los Ayllus, las comunidades y los grupos étnicos rivales por
lo recursos más preciados. Ahora las sociedades autóctonas sin los Incas en el medio trataban de utilizar a los
europeos para proteger sus intereses.
Naturalmente las alianzas no significaban que las comunidades estuvieran exentas de conflicto y abusos y a
que detrás de las negociaciones estaba la lucha pro le poder. La relación Esta relación imponía exigencias
muy duras a los trabajadores indios, o la venta de súbditos indios, creó unos negocios muy prósperos. El
alquiler de la fuerza de trabajo de los indios alentó a los exploradores y a algunos conquistadores que querían
volver a España tras algunos años de saqueo.
La cooperación con los españoles era una forma de evitar la violencia extrema. Los más afectos a esto eran
los españoles con pequeños cargo y los mestizos. Las alianzas garantizaban un continuación de la libertad
respecto de la dominación Inca, privilegios para los curacas amigos de los conquistadores y ayuda en la
rivalidades. O sea que las relaciones iniciales entre autóctonos y españoles contenían una mezcla de fuerza,
negociación y alianza.

76
La economía comercial inicial
Los encomenderos sentaron las bases de una economía y una sociedad colonial en Huamanga al establecer
negociaciones de cooperación con las elites autóctonas. El gobierno de Lima para 1550 tuvo que limitar el
gobierno de Huamanga para reducir su autonomía. El cabildo limitaba el precio del maíz, regulaba pesos y
ganancias y trataba de impedir el fraude en las mercancías. También prohibió la tala indiscriminada de
árboles.
Los vecinos principales querían tierras y pastos para obtener beneficios de las oportunidades comerciales. Los
tributos de la encomienda ya aportaban a las ciudades comida, paños, productos artesanales y metales
preciosos. La capital Lima y las prósperas minas del Potosí creaban mercados de productos alimenticios y
Huamanga actuaba como polo económico que atraía productos del campo. Los encomenderos comenzaron a
reivindicar tierras. No consolidaban una única extensión sino se asignaban múltiples parcelas. El capital
comercial estructuró la empresa y el desarrollo económico.
Claro que en una sociedad donde los autóctonos podían producir en las tierras del Ayllu lo suficiente para
sustentarse no podía existir una explotación capitalista. Las empresas coloniales de España y Portugal crearon
un auténtico mercado mundial y un sistema comercial que desencadenaron el impulso clave que motiva la
producción capitalista.
Los españoles del Perú podían aspirar a realizar esto mediante la minería y el comercio a pesar de la escasa
mano de obra. Los españoles buscaban oportunidades en la agricultura comercial, la minería, las manufacturas
y el comercio para enriquecerse. Los indígenas trataron de acoplarse a esta situación y también se volcaron a
la búsqueda de dinero. Claro que las comunidades tenían que conseguir dinero para pagar tributos en dinero a
los encomenderos y para beneficio propio.
Los curacas estaban bien posicionados pues lo españoles necesitaban de su cooperación para estabilizar la
colonia y proveer la mano de obra. Los indios estaban abiertos a la cultura y religión española. Los yanaconas
que habían sido adoptados como sirviente pronto aprendieron las costumbres españolas. Los curacas fueron
los que iniciaron la tendencia hacia la adopción de símbolos hispánicos. Así los indios se sumaron a una
sociedad colonial que buscaba el dinero y el lucro comercial.
Las alianzas entre autóctonos y españoles provocaron que los españoles crearan una variedad impresionante
de empresas y relaciones comerciales que reforzaron la voluntad de los locales a colaborar con los
conquistadores. Pero esas bases no eran totalmente sólidas.
Trabajo y tributo al estilo andino
El tema era que todo dependía de la organización andina organizado y controlado por actores sociales,
relaciones y tradiciones andinas. Había un equilibrio entre los españoles y curacas dado que los españoles no
podían contratar en forma individual a los indios ya que dependían de las relaciones del español con la
comunidad a la cual pertenecía. El indígena podía percibir un salario de dinero o alimentos o pagar la deuda
con el curaca de su localidad. Los españoles dependían de los caciques locales pero no del todo.
Los curacas tenían el control de la mano de obra y la producción. Eran más aliados que colaboracionistas
inferiores. El sistema entraría en crisis al ser cada vez más poderosos los curacas y su dependencia de los
españoles menor.
Contradicción de la crisis
Las alianzas en Huamanga con los europeos habían sido favorables. Las enfermedades, migraciones y guerras
habían disminuido la población y esto causó un efecto devastador en la mano de obra. Las relaciones
coloniales creaban humillaciones y dependencias que socavaba la libertad étnica lograda gracias a la
liberación de la hegemonía incaica.
Las nuevas relaciones generaban una demanda de mano de obra que podía ir más lejos de lo que las
sociedades locales estaban dispuestas a ofrecer a cambio de los beneficios que presentaban la alianza con los
españoles. El aumento de los españoles era constante a lo largo de los años. Además la conquista espiritual de
América se había agotado en México. Los curas doctrineros peruanos eran en su mayoría curas empresarios
que promovían sus intereses particulares. La capacidad de estos para recibir trabajo gratis era envidiada por
los encomenderos.
En el decenio de 1560 las contradicciones inherentes en las alianzas postincaicas se fueron imponiendo de
forma más aguda que nunca. La dependencia cada vez mayor de los indios respecto de los europeos para la
resolución de conflictos, la escasez o las dificultades económicas impuestas por la extracción colonial, por las
migraciones o por la población decreciente, las exigencias españolas cada vez mayores de productos y de
mano de obra de los ayllus fueron todos factores importantes.

77
El descubrimiento de minas de mercurio, oro y plata atizaron el sueño de riqueza regional española. El
problema era la mano de obra. Si las exigencias de mano de obra iban más allá de las posibilidades de los
curacas ¿cómo iban a solucionar esto los españoles?
En 1952 los españoles ordenaron una fuerza rotativa de700 trabajadores para las minas de Antusulla. Los
trabajadores enfrentaban condiciones terribles laborales y luego debían de subsistir. Los curacas y
encomenderos se resistían a dejar de usar la fuerza para obligar a los trabajadores. Las minas ponían de
manifiesto las limitaciones del sistema. Los españoles carecían de instituciones que pudieran obligar a los
curacas a cumplir sus exigencias. Esto ponía en evidencia lo poco que aportaban las alianzas con los curacas
si no podían satisfacer sus requerimientos.
La corona hacía tiempo que trataba de abolir las encomiendas y transformar a los indios en vasallos. Las
diferencias profundas entre la iglesia y los encomenderos llevaron a un debate espectacular. Los
encomenderos estaban sobrando.
Los encomenderos acusaban a los curas de sabotear la mano de obra. Las exigencias de mano de obra par alas
minas en una nueva escala, la vulnerabilidad política de los encomenderos y la probable disposición de los
neoincas a encabezar las revueltas crearon una coyuntura que obligó a replantearse las alianzas postincaicas.
Había cada vez más recelos. El derrumbamiento de las alianzas era inminente.

Ascensión y caída de las alianzas post incaicas

Resumen:

Los europeos y su explosiva búsqueda de oro y territorios querían riquezas y sensorios


Tras la distribución de metales preciosos llevados a Cajamarca, francisco Pizarro y sus compañeros de
conquista, se lanzaron al sur a someter y saquear una colonia andina.

Su saqueo de oro y metales precioso crearon una leyenda de que ellos se alimentaban de esos recursos

El encomendero, se encargaba de responder cuestiones de la corona y atender el bien estar material.


También podía utilizar su señorio sobre gente para enriquecerse pero también tenia que establecer relaciones
con los súbditos indios.

El emperador inca huyo de los europeos y organizo incursiones que perturbaron las rutas comerciales
europeas.

En 1539, Pizarro envió a vasco de Guevara 25 españoles con la esperanza de establecer a los españoles de
manera mas firme en la región de huamanga.

Para los encomenderos el problema de la seguridad militar era algo omnipresente.

Los españoles decidieron, en 1540, desplazarse hacia el sur a partir de Quinua hacia un lugar mas defendible

Los conquistadores intentaron reiteradamente estabilizar una población europea en la ciudad recién fundada a
fin de contrarresta la amenaza de los neoincas.

Las sociedades Españolas, exigía el trabajo y tributo de los indios ( transporte ,comidas contracción de
viviendas).
Los indios esperaban beneficios a cambio como la defensa contra los neoincas

El cabildo en 1541 trato de impedir los abusos para impedir la muerte.

Las sociedades andinas tenias sólidos motivos para aliarse a los conquistadores.

Pueblos lucanas reconocieron reconocieron inmediatamente a los españoles como sus señores.
También los kurakas se proclamaron amigos

Ademas de respetar a la capacidad militar española, las sociedades locales percibían beneficios positivos.

78
Los europeos no era los únicos que saqueaban las tierras andinas también algunas sociedades locales
saqueaban almacenes previamente de incas.

Los conquistadores obtuvieron la ayuda que necesitaban

1541 reciben informacion sobre planes incas de conquistar la nueva ciudad espanola. El cabildo envia a
francisco de cArdenas al frente a defender

1550 surgen problemas o cacionados por las guerras de los españoles contra los neoicas que impactan en las
sociedades locales y los kurakas

La mayoría de los indios de huamanga lucharon del lado de la corona.

1544 surge un posible ataque que ponía en peligro a los indios encomendados a Pedro Díaz de rojas.

Francisco Hernández Girón se revelo contra la corona a principios de 1550 ocasionando saqueos

Las incursiones, provocaron que los elites indias apoyen a la corona

Los encomenderos sabían que necesitaban tener unas relaciones de trabajo favorable con sus kurukas.

Los encomenderos inteligentes ofrecían regalos a los kurukas.

Diego Maldonado que era uno de los encomenderos de mas éxito lleno de regalos a los kurakas.

Las comunidades y los grupos étnicos esperaban que la alianza con los europeos les sirviera para triunfar en
sus propias rivalidades.

Encomenderos inteligentes cultivaban las relaciones con sus kurakas en lugar de recurrir a la brutalidad.

En 1542 un grupo de indios se levanto y mato a su primer encomendaron Martín Escarcena.

Ademas, las condiciones de trabajo podían ser primitivas y duras. La construcciones de huamanga en su
emplazamiento inicial costo las vidas de trabajadores indios.

Las multas cobradas por abuso personales de indios no se imponían a miembros del pequeño circulo familiar
de huamanga sino a residentes españoles y mestizos de menor rango.

Privilegios especiales para kurakas amigos de conquistadores.

En los primeros anos cada encomendero pedía a su kuraka lo que le parecía y el regateaba lo que podía.

La primera visita de inspección de la región de huamanga realizada en 1549 solo revelo la existencia de
12.179 varones indígenas entre los quince y los 50 anos de edad.

Felipe Guaman poma de Ayala escribió una acusación de los colonos europeos hacia 1600
Decía que el conquistador sentaba a comer y les daba vestidos a los indios.

Francisco de Cardene, que había mandado un ejercito de 2000 indios contra los neoincas en 1541 dejo a sus
indios miles de ovejas.

Las alianzas postincaicas entendían que se necesitaban mutuamente

La economía comercial inicial

79
Al establecer relaciones cooperativas con los elites y las sociedades autóctonas, los encomenderos que
aspiraban a ser una clase dominante, hecharon los cimientos de una economía y una sociedad colonial en
huamanga.

En 1550 funcionarios empiezan a asumir responsabilidades de muchas tareas judiciales y administrativas, el


estado colonial centrado en lima, empezó a intervenir de forma limitada para reducir la autonomía regional de
las principales familias de huamanga. El cabildo limitaba el precio del maíz y contrataba el suministro de pan
para la nueva ciudad, el cabildo también supervisaba las obras publicas y también ponía freno a los abusos
que ponían en peligro el futuro de la ciudad.
En 1543 el cabildo prohibió la tala de determinados arboles .
El cabildo asumió la tarea de asignar solares para viviendas
En 1546 el municipio se apropio de tierras comunes alrededor de tierras indias que no estaban pobladas.

Un encomendero que tuviera una buena casa en la ciudad tenia pocos motivos para ansiar una gran estancia.
La agricultura comercial lucraba mucho. La capital de lima creaba mercados de productos alimenticios y
también productos artesanales.

Los europeos solían asignarse múltiples parcelas en tierras cuya fertilidad, idoneidad para cultivos muy
apreciados como la coca o el vino
Los encomenderos se atribuyeron haciendas y estancias en medio de los territorios.

El capital comercial estructuro la empresa y el desarrollo económico. Claro que en una sociedad en la que la
mayor parte de los indios podía producir para satisfacer sus propias necesidades en las tierras del ayllu la
producción capitalista era imposible.

La producción capitalista se basa en la venta de la fuerza de trabajo a cambio de un salario no inducida


fundamentalmente por coacciones políticas sociales ni culturales sino mas bien por la necesidad económica

La producción capitalista basada en relaciones laborales asalariadas era algo que sencillamente se hallaba mas
halla de los horizontes sociales y económicos de los conquistadores. Sin embargo, las empresas coloniales de
España y Portugal crearon un autentico mercado mundial y un sistema comercial que desencadenaron el
impulso clave-lucro en dinero fácilmente intercambiable.
Los colonizadores del Perú podían aspirar a esa ambiciones mediante la minería y el comercio.
El capital comercial entendido en el sentido de producir barato y vender caro se convirtió en la sangre de la
economía colonial
Los europeos buscaban oportunidades en la agricultura comercial para enriquecerses
En 1545 la coca se había convertido en un cultivo comercial apreciado
1541 : descubrimiento de grandes yacimientos de oro y de plata.
En 1564 huamanga se convierte en una importante region minera por derecho propio.
El mercurio servia para el intercambio
En 1560 construccion de talleres textiles y obrajes

Los indios por su propio beneficio empiezan a buscar oro individualmente

Sin el freno de los incas en territorio de la coca. Las sociedades locales ampliaron la producción sobre esta
cosecha.

Para 1547los comerciantes indios habían obtenido grandes cantidades de oro a cambio de sus productos y
servicios.
Ahora la sociedad colonial ofrecía nuevas posibilidades a las personas descontentas dispuestas a abandonar la
sociedad del ayllu o a flogar los lazos con ella.
El comercio de la coca llevo a los empresarios indios y especialmente kurakas, a unirse a los españoles en la
reacción de la plantación privadas de coca de echo los kurakas eran los que mejor dotados estaban para
aprovechar las nuevas oportunidades. Los europeos necesitaban de su colaboración para estabilizar la colonia,
tributo y fuerza a los indios.
Los indios daban muestras abiertas hacia la cultura y religión europea.

80
Los pueblos andinos se manifiestan receptivos a la religión católica pero lo hacían a su manera cultural.
Los indios se sumaron a la creación de una sociedad colonial impulsada por la búsqueda de dinero y de lucro
comercial. Los indios abrazaron la entrada del capital comercial en el escenario andino sin saber que era el
abrazo de la muerte.

Trabajo y tributo al estilo andino

En 1550 y 1560 tendía a incluir una variedad asombrosa de artículos. Esta diversidad no solo revela capacidad
de las sociedades autóctonas para incorporar nuevos productos sino que también pone de relieve la
dependencia de los europeos respecto a las comunidades indígenas.

La documentación sugiere que al fin de obtener sus tributos, los encomenderos tenían que respetar las normas
tradicionales que regían los impuestos andinos.

A fin de extraer trabajo para las obras publicas, los transportes y la agricultura, los colonizadores tenían que
aplicar una política parecida. El cabildo reúne a los kurakas para determinar obligaciones.

Los kurakas en su papel de tutores y jefes se convierten en los mediadores de las relaciones laborales con los
que los europeos tenia que logran acuerdos
Los europeos dependían en parte a los kurakas por ellos eran los jefes de los indios

Los europeos no podían superar la dependencia respecto de los kurakas. Las minas y los obrajes era
estratégicos para la economía comercial.
Los contratos dependían de relaciones andinas para movilizar una fuerza se trabajo estaban condiciones por
las normas tradicionales que regían el trabajo en las sociedades locales.
El acuerdo entre los jefes de los diversos linajes era lo único que podía comprometer a los indios de ayllu a
trabajar en el obraje.

Las elites. Autóctonas supervisaban las relaciones de trabajo en el interior del obraje y adaptaban las técnicas
tradicionales andinas a la manufactura de textiles

Los colonizadores no podía hacer mucho mas que confiar en su alianza con los kurakas. Mediante el cultivo
de relaciones de colaboradores con los gestores de las economias autóctonas autónomas los colonizadores de
huamanga podían recibir una parte de las riquezas.
Si el carácter de la alianza era mas voluntario como si era mas forzoso.

Como colonizadores experimentados y asuntos, e hortaron a la corona a basar su explotación de las


economías autóctonas en el respeto de las relaciones y las prerrogativas tradicionales de la sociedad andina.

Los kurakas controlaban los proceso básico de producción y reproducción que sustentaban las posiciones
económicas sociales y políticas de los colonizadores.
Los cargos indispensables que despeñaban los tendían a reforzar su actitud de aliados colaboracionistas y no
de inferiores dependientes.

En cuanto empezaron a desaparecer las ventajas especificas de las alianza de los kurakas con los españoles, el
sistema colonial entraría en crisis

Contradicción y crisis

La alianza entre los encomenderos y los indios siempre fue difícil. Los encomenderos cultivaban relaciones
de cooperación con los jefes y las sociedades locales a fin de gobernar en los andes y de extraer riquezas. Los
autóctonos andinos aceptaban esta relación para así limitar las exigencias

A las sociedades autóctonas de huamanga les había ido muy bien en sus alianzas con los europeos
Pero luego aparecieron las epidemias devastadores en los años 1546 1558 y 1559

81
Estas perdidas ocasionadas plantearon dificultades en el sistema de agricultura.

La alianza con los europeos había creado unas tendencias ominosas. En primer lugar las sociedades locales
habían resistido bien ante las epidemias las guerras y la decadencia demográfica.
Ideológicamente las sociedades andinas tendía a interpretar la desgracia como resultadode una relaciones
sociales y disfuncionales en el seno de la comunidad de grupos parentesco y dioses.
En segundo lugar las relaciones coloniales creaban humillaciones y dependencias que socavaban la
libertad étnica a la liberación respecto de la hegemonía inca.
Los indígenas se veían obligados a recurrir a las autoridad colonial para defender sus intereses.

En 1550 los indios de huamanga solían viajar hasta lima para obtener reparaciones para agravios locales
Estas nuevas relaciones implicaban mayor mano de obra y esto era un problema para los indios.
El aliarse con los europeos sin cooperar con los dioses de estos carecía de sentido para la sociedades andinas.
Los kurakas actuaban de intermediarios con la iglesia para fomentar la religion cristiana en las sociedades
andinas.

La mano de obra era cada vez mas pesada. Los indios tenia que limpiar el canal de agua de los colonizadores.
Los kurakas se sentían obligados a satisfacer las demandas de mano de obra de los colonizadores.
Las tendencias de los encomenderos clérigos y funcionarios a exigir mano de obrar cada vez mayor y esto fue
un factor importante para que se provoque una revaluación De las políticas indígenas frente a los
colonizadores.
El oro y la plata Antunsulla (1560) y el mercurio de Huancavelica 1564 animaron los sueños españoles de una
economía regional prospera
El único obstáculo seria la mano de obra.

En 1562 la investigación de Juan Polo se baso en la mano de obra de los indios. Y luego concluye en que los
españoles deberían enviar 700 indios a las minas. Esto fue producto de la obsesión de los españoles en
volverse ricos.
Los indios recurren a santo tomas. Y le piden que examine las minas para que vea el nivel de explotación a la
que eran sometidos
Tomas advierte que en algún momento los indios juntos con los kurakas Iván a desistir.
Las reformas de polo cambiaron pocas cosa. Los indios siguieron siendo afectados por un trabajo forzoso.
Para los europeos no tenia sentido la relación con los indios si estos no aportaban mano de obra
En 1560 la corona había recibido ofrecimientos impresionantes de pagos por ambos ( encomenderos y
kurakas). Los indios siempre se ponían de lado de santo tomas.

1563 los kurakas de siete encomie das diferentes de huamanga se negaron a enviar indios para que estos
presten su servicio
Los encomenderos culpaban a la iglesia por la desobediencia de los indios

El descubrimiento de minas de oro plata y mercurio hizo que estallaran esas contradicciones y reforzó el
temor típicamente andino

Wachtel Nathan

Capítulo 7
La invasión causo en ambas partes el descubrir una nueva raza de hombres cuya existencia no era sospechada.
Este cap. Examinará los efectos de la invasión española sobre los imperios inca y azteca, durante la primera
etapa de dominación colonial (1570), con particular intensidad en los Andes; y también considerara
brevemente las áreas periféricas, a fin de presentar un cuadro más amplio de los vencidos.

El trauma de la conquista.
Tanto en México como en Perú los documentos indígenas exhalan una atmósfera de terror religioso ante la
llegada de los españoles. Aunque estas eran interpretaciones retrospectivas, tales descripciones testimonian un
trauma experimentado por los nativos americanos: profecías y portentos vaticinaban el fin de los tiempos.

82
En toda América estaba el mito del dios civilizador que, después de su reinado benevolente, desaparece
misteriosamente, prometiendo a los hombres que un día volverá. En México fue Quetzalcoalt quien partió
hacia el este, y en los Andes, Viracocha quien desapareció en los mares del oeste. En México los españoles
llegaron desde el este, el 1519 era el año ceacatl (año predestinado); en Perú vinieron por el oeste y Athaualpa
era el duodécimo inca.  Así percibieron los acontecimientos a través de una estructura del mito y
concibieron la llegada de los españoles como el retorno de los dioses.
Desde México a Perú, las descripciones de los nativos recogen las mismas caract que demuestran la
extrañeza y el poder de los invasores: sus pieles blancas, sus barbas, sus caballos, su escritura y sus armas de
fuego.
La escena en la que Moctezuma recibió a los españoles como si fueran reyes, se ha hecho célebre: fue a
recibir a los invasores y les regalo collares de flores y oro como señal de bienvenida: después pronunció ante
Cortes un discurso donde le hablaba como si fueran los dioses que un día se fueron.
En los Andes, decían que los españoles era los Viracocha, ya que se diferenciaban del ropaje y semblante, y
porque andaban en unas animales grandes, las cuales tenían os pies de plata.
Estas creencias sobre los españoles duraron mientras no se demostró la ambición, delirio y brutalidad por el
oro, tierras y demás.
Porque ganan los españoles que eran unos pocos en semejantes reinos?
-superioridad de las armas: espadas de acero contra lanzas de obsidiana, armaduras de metal, caballería contra
infantería. Además que poseían armas de fuego,
-su impacto al igual que los caballos fue psicológico.
-la división pol. Y étnicas del mundo indígena. Ambos imperios se habían construido a través de las
conquistas, y algunos grupos veían en los españoles la oportunidad de librarse de ese yugo (fueron estos
quienes le proporcionaron el ejército a Cortes y Pizzarro)
- dimensión religiosa, la derrota significaba que los dioses tradicionales habían perdido su poder sobrenatural.
La toma de la ciudad en México significó la derrota, ya podían morir sin problema alguno; en los andes la
muerte del Inca significo la destrucción del orden q este establecía.

Desestructuración.
El trauma de la conquista no se limitó a impacto psicológico de la llegada del hombre blanco y a la muerte de
los antiguos dioses, el dominio español, en tanto se sirvió de instituciones nativa, al mismo tiempo llevo a
cabo sus desintegración, dejando solo estructuras parciales que sobrevivieron fuera del contexto que le había
dado sentido.
Tras la llegada de los indios se dió un hundimiento demográfico causadas por las guerras, las epidemias
(enfermedades que trajeron los españoles en el s XVI de viruela, sarampión, gripe), las migraciones de los
pueblos y el trabajo excesivo. Así los cambios demográficos reflejan la desintegración del mundo nativo.
Para comprender las desestructuración primero es necesario entender rasgos de las civilizaciones
precolombinas, para lo que toma como ej. A los andes centrales y meridionales.
.- la unidad básica de los diferentes grupos étnicos eran los ayllu (análogo al calpulli mexicano) que formaban
un núcleo endogámico, reuniendo un determinado número de parentesco que poseían colectivamente un
territorio concreto (a menudo desconectado). El estado inca era la cima de esta estructura interconectada. Se
impuso un aparato pol. Y militar a todos estos grupos étnicos, mientras seguían confiando en la jerarquía de
los señores o curacas. Prepondera el autoabastecimiento, pudiendo tener toda unidad básica acceso a los
sectores ecológicos y reunir productos complementarios. Esta petición no era exclusiva de los medios de
producción, tamb.se extendía a la mano de obra a cambio de productos.
Esta lógica de intercambio se daba dentro del ayllu, entre ayllu, con el curaca y con el estado inca.
La producción del imperio se basaba en el antiguo modo de producción comunal que permanecía vigente,
mientras se explotaba el de reciprocidad para legitimar su gob.
La extensión del sistema se llamaba mitmaq: asentamientos nucleares en tierras altas- dedicados al ganado y
producción de tubérculos- , realizaban su ideal de subsistencia enviando colonos (mitmaq) a los
asentamientos de latitudes más bajas, para tener acceso a la producción de valles cálidos (maíz, algodón,
coca).
Este sistema de mitmaq se desarrolló más aun por el aumento de Yanas, personas dependientes, a las que se
había cortado todo vínculo familiar, empleadas por el inca en varios niveles dentro del área bajo su control.
Tras la captura de Atualpa el estado se colapsa, las instituciones regionales y sobre todo las locales,
sobrevivieron pero separadas de sistema global que les había dado sentido. Numerosos mitmaq volvieron a su
lugar de origen, y los archipiélagos que el inca había organizado desaparecieron. Pero el modelo de auto

83
subsistencia y complementariedad vertical siguieron aplicándose en el nivel de los grupos étnicos: de este
modo la sociedad de los andes se precipito a un largo proceso de fragmentación. Esta dispersión de la
actividad económica y social se aceleró con los españoles, cuando dividieron en parcelas las encomiendas:
dominios que hasta ese momento formaban unidades pol., sociales y económicas coherentes, se repartieron
entre diferentes beneficiarios.
Los elementos más importantes observados en este proceso de desestructuración han sido las nuevas formas
de tributos, la introducción de la moneda y la economía de mercado.

Desde el principio del periodo colonial hasta mediados del s XVI tanto en México como en Perú, el nivel de
los tributos proporcionados por los encomenderos no estaba regulado por ninguna norma oficial. La primera
disposición de tasas fue redactada en 1550, además incluía servicios de trabajos consistentes en numerosos y
dispares pagamentos: artículos varios. Pronto hacia 1570 la plata se convirtió en la forma dominante de
tributo.
Si bien existieron leyes que pautaran el tributo, estas no siempre fueron respetadas y se producían a menudo
abusos.
Los españoles (encomenderos o no) ayudados por el descenso de la población, que significó un incremento de
las tierras baldías, no tardaron en usurpar algunas de las tierras con mejor suelo, estas apropiaciones arrojaron
a los indios hacia los terrenos marginales.
El cambio fue sobre todo cualitativo, en la nueva sociedad dominada por los españoles, toda idea de
reciprocidad y redistribución perdió su sentido. El sistema español hizo uso de los fragmentos del sistema
antiguo, la reciprocidad continuó formando parte de las relaciones entre los ayllus y curacas, y todavía los
curacas proporcionaban un vinculo entre los indios, los nuevos gobernantes, pero mientras que en el
Tawantisuyu la reciprocidad dio origen a una rotación de la riqueza (si bien esta era teórica y desigual), entre
los ayllu, los curacas y el Inca, el dominio español condujo a una transferencia en una única dirección , sin
reciprocidad.
En resumen, si los españoles habían heredado el papel centralizador del Inca, fracasaron al asegurar la
distribución de la riqueza equilibrada y circular, el tributo español era desequilibrado y unilateral. Así se
desarrolló en algunos sectores una economía de mercado en detrimento de la economía tradicional. Entonces
los curacas se quejaron de que muchos de sus súbditos trabajaban lejos de los campos y no volvían, por ej. el
trabajo en minas.
Los indios de Potosí desde 1545 a 1574, controlaron el procesos técnico de extracción del mineral como su
transformación en plata, a atreves del método Huayra. Por otras parte, durante el mismo periodo los mitos
aportaron una pequeña porción de la mano de obra que provenían de los yanaconas (personas separadas de su
comunidad). Se proporcionaron sus propias herramientas, acordaron entregar una cantidad e mineral fija y
decidieron quedarse con el excedente ellos (que después volvía a la corona como pago de tributo).
No fue hasta el proceso de la amalgama, introducida por el Virrey Toledo en 1574, que los españoles no
fueron capaces de romper el control de los indios sobre la producción de plata.
En ambos virreinatos se organizaron sistemas de recaudación que prontamente los recaudadores de tributo se
comenzaron a lamentar.
Si los yanaconas de potosí parecían abres de una dependencia personal, este nos el caso de los que fueron a
trabajar en las nuevas haciendas que estaban sujetos al servicio doméstico. Así el grueso de la población
andinas se dividió en: en dos categorías los hatunruna ( o indios de las comunidades que estaban sujetos al
tributo y la mita); y los yanaconas considerados como el status social más bajo, pero en realidad libre de las
obligaciones debidas por los otros indios.
El Perú el aumento de los yanaconas creo un problema no previsto del todo, y es que ellos no pagaban
impuestos. 1
Los mayeques en México se libraron de pagar impuestos hasta 1560, que fueron registrados como tributarios.
En el futuro la nobleza nativa, fue obligada a actuar como intermediarios entre los españoles y los indios que
debían pagar tributo. Estos mantuvieron una posición privilegiada porque aceptaron colaborar con los
españoles.
Se dio una doble revolución: una fragmentación y una concentración de poder, la fragmentación fue le
resultado de la perdida de status de los antiguos curacas, y la concentración beneficio el nivel intermedio de
los curacas de las mitades, a costa de los señores de los ayllu.

1
El yanacona de Perú es igual al mayeque de México.

84
Los señores de rango intermedio, responsables de la recaudación de tributo para los encomenderos o la
corona, ocupaban una posición estratégica, y formaban el eje de la organización colonial. Y frecuentemente
explotaban esta posición de autoridad para hacer que sus súbditos realizaran servicio que estaban fuera del
sistema de las vínculos tradicionales de reciprocidad. Al mismo tiempo los carcas, abusando de su autoridad y
colaborando con los nuevos gobernantes, debilitaron su propio prestigio.
Pero la historia de las jefaturas de los Nades y de México se diferenciaba de algo fundamental: a pesar de
todos los cataclismos, los primeros gozaban de un cierto elemento de continuidad, mientras que los últimos
se vieron afectados radicalmente por la hispanizacion de las estructura pol. y administrativa. Desde mediados
del s XVI en México se implantaron los cabildos. La función de estos cabildos consistía en el control de la
recaudación de tributos, la administración de la economía de la comunidad y de la justicia en casos menores.
Aquí se daba una renovación de la sangre en la clase gobernante. Pero en el Virreinato de Perú, los curacas
gralmente. Continuaban uniendo su cargo al de gobernador, de modo que la renovación de las clases
gobernantes era menos importante. Era siempre la misma gente, pero que adoptaba el estilo de vida de los
españoles.
En cuanto a la religión oficial, liada a la estructura de estado desapareció. El culto local continúo más o
menos ilícitamente. Se destruyeron sistemáticamente los templos, se quemaron códices y khipus, los
sacerdotes nativos fueron perseguidos.
Una de las formas más dramáticas de la ruptura de la cultura nativa y de la angustia que causaba, fue el
alcoholismo. En las sociedades precolombinas se regulaba el uso de pulque México) y la chicha (Perú): solo
podían ser consumidos colectivamente durante las ceremonias en honor a los dioses, la bebida los ponía en
comunicación con lo sagrado. La embriagues solitaria y profana se le permitía a los ancianos, pero estaba
estrictamente castigada en todas las demás circunstancias. El culpable era públicamente castigado, igual que
si se cometían otras desviaciones como el incesto, el adulterio o la homosexualidad.
Tras la conquista desaparecen determinadas prohibiciones.
Ante la embriaguez los españoles tuvieron dos posturas:
Los condenaron por razones morales; y por otra, lo estimulaban por razones económicas: vendían vino a los
indios. Pero simplemente reflejaban la impotencia de los indios que intentaban mediante el uso del alcohol
escapar e un mundo que se les había convertido en absurdo y trágico.
{dif. Hipótesis a la de Taylor: donde plantea que la embriaguez aumenta pero fue exagerado por el concepto
de moderación de los españoles, además las pautas para consumir alcohol cambiaron. El consumo mayor se
refleja en el aumento de macehulaes en el grupo de los bebedores; la suma de las fiestas del calendario
católico para embriagarse.}
La extensión del uso de la hoja de coca en los Nades era una muestra del fenómeno parecido aunque de
consecuencias menos nocivas. Su extensión se hizo masiva y conservo su significado religioso. Además era
necearía para el trabajo de los indios en las minas dado que permitía trabajar sin comer. Los españoles
controlaban su mercado, aunque solo la consumían los indios.

Tradición y aculturación.
La aculturación económica tuvo lugar rápidamente, aunque se limitó al uso de cierto número de productos
europeos que ampliaron la gama de recursos que los nativos disponían, sin que en realidad sustituyeran a los
que se usaban. Algunos vegetales se desarrollaron rápidamente, de acuerdo a las condiciones climáticas; por
ej. El ganado se adaptó con mayor facilidad en México.
Se produjo un contraste entre la rápida aculturación social de numerosos señores y el mantenimiento de la
tradición por los plebeyos. Los señores pronto aprendieron a hablar y escribir español, mientras continuaron
utilizando las lenguas nativas. La aculturación lingüística fue más rápida en México que en Perú.
A la inversa los indios de las comunidades mostraban si fidelidad con las antiguas costumbres. Mientras se
introdujo el dinero en el sistema, el sector andino permaneció engranado en la producción de subsistencia,
complementada por el trueque.
En el plano religioso la fidelidad de los indios a sus tradiciones se manifestaba en su rechazo a la dominación
colonial, aunque había diferencias. En México durante la primera década de la época colonial (1570), los
indios parecían mostrar un verdadero entusiasmo por el cristianismo, este no fue el caso de Perú. Los indios
se aferraban tenazmente a sus propias creencias y ritos. El culto popular vinculado a los huacas (dioses
locales) sobrevivió. Mientras aprecian someterse a los signos externos del culto cristiano, ocultaban sus ritos
tradicionales. Los españoles fomentaron esta ambigüedad erigiendo cruces e iglesias en los antiguos lugares
sagrados, en tanto que, a la inversa, los indios disimulaban sus idlos y ritos con velo cristiano.

85
Mientras que los españoles consideraban a los dioses locales como manifestaciones del diablo, los indios
interpretaban el cristianismo como una forma de idolatría. Sin embargo, en vez de fundirse ambas en una
síntesis, las dos religiones permanecieron yuxtapuestas. Si los indios admitían la existencia de un dios
cristiano consideraban que su esfera de influencia se limitaba la mundo de los españoles, y cuidaban ellos
mismos de la protecciones de sus propios dioses.
La esfera religiosa reflejaba así la división entre el mundo de los europeos y el de los indios. Los indios no
hicieron otra cosa que fingir su participación en las creencias religiosas.
Los resultados de la aculturación quedaron limitados en su totalidad a México y Perú, y la gran masa de
población nativa rechazo la mayoría de las prácticas importadas por los españoles. En la acción reciproca
resultaba de continuidad y cambio, la tradición prevaleció sobre la aculturación. En general, cuando los indios
se apropiaron de los elementos de la culta foránea, tan solo les añadieron elementos de su propia cultura y los
usaron como modo de simulación.

Resistencia y revuelta.
Los españoles establecieron dos principales centros de colonización en México y Perú, pero en las fronteras
prontamente surgió una feroz resistencia debido a las diferentes sociedades de América.
La presencia más tenaz se demostró n los Andes, donde la fuerza motriz tras la primera revuelta no fue otro
que Manco Inca, uno de los Hijos de Huayna Capac. Manco Inca comenzó colaborando con los españoles,
pero rápidamente se desilusiono, entendiendo que no son hijos de Viracohca sino del demonio.
Manco asedio a Cuzco durante un año, 1536, pero finalmente cedió a su acoso y se refugió en las montañas.
Este poseía un inmenso territorio bajo su control, Manco continuo con as antiguas tradiciones imperiales y
restauro un estado neoinca. Manco insto a los indios a renunciar a la falsa religión que los españoles
intentaban imponer; el dios cristianos era tan solo un trapo pintado incapaz de hablar, mientas que los huacas
podían oírles, y el sol y la luna eran dioses cuya existencia era visible para todos. Tras la muerte de Manco
Inca, su hijo, Sayri Tu-pac, continuo la resistencia por 10 años más y más tarde se entregó a cambio de una
rica encomienda de Yucay. Otro hijo de manco, Titu Cusi, le sucedió como jefe de la residencia, y el estado
neoinca continuo desafiando la hegemonía española.
En 1560 el virreinato cayó en una profunda crisis. Titu Cusi había organizado un levantamiento general
coincidiendo con la expansión del movimiento Taqui Ongo. Este era un movimiento milenario originado en
los Andes centrales. Los predicadores anunciaban el fin de la dominación española.
Hacia 1570 había desaparecido todo rastro de este. Además de los efectos de la represión eclesiástica,
indudablemente sufrieron repercusiones de la captura y muerte de Tu-pac Amaru.
Túpac Amaru había asumido la jefatura del nuevo estado inca tras la muerte de su medio hermano Titu Cusi,
en 1571, pero su reinado fue efímero. EL virrey francisco Toledo decidió someter de una vez por todas a
Perú, y Amaru fue decapitado en 1572 en la plaza pública de Cuzco, A los ojos de la masa de la población
india la segunda muerte del inca significo verdaderamente el fin del mundo.
Las residencias fueron dados por los chiriguanos, los Araucanos en chiles y los chichimecas.
La resistencia de los indios rebeldes se apoyó en una forma diferente de aculturación. Los araucanos
cambiaron sus métodos de lucha adaptándolos al combate contra los españoles. para ellos usaron espadas,
puñales y cuchillos capturados por el enemigo, e imitaban a los españoles en el uso de los caballos (1560).
La aculturación de los araucanos no se limitó a las técnicas de guerra. Espontáneamente reemplazaron el
cultivo del maíz por los que maduraban más rápidamente como el trigo y la cebada. Parece que las creencias y
prácticas religiosas se modificaron también, con el crecimiento del chamanismo, y el culto al caballo. No
obstante, toda la sociedad araucana se reestructuró, de modo que permaneció fiel a sus fundamentos
tradicionales. (esto explica el fracaso de la conquista en Chile).
La resistencia chichimeca fue vencida por una nueva y original política basada en la idea de la aculturación.
Los españoles fundaron misiones donde los indios se agruparon convirtiéndose al cristianismo; también
pidieron ayuda a sus aliados en México central y les animaron a establecer colonias que les dieran a los
Chichimecas el ejemplo de una vida cristiana.
Algunos pueblos pudieron ser parcialmente sometidos.
Tras el choque inicial de la conquista, se dio un largo proceso de reintegración a todos los niveles: económico,
social, político e ideológico. Según la herencia precolombina y la fuerza de las parte contrarias, el proceso
tomo formas muy diferentes: sincretismo, resistencia, hibridación e hispanización.

86
Faltan

-ASSADURIAN, C. “La crisis demográfica del siglo XVI y la transición del Tawantinsuyu al sistema
mercantil colonial” SÁNCHEZ ALBORNOZ, Nicolás, (comp.) Población y mano de obra en América
Latina”, Madrid, Alianza América, 1992.p. 84.

-BERDAN, Frances “La organización del tributo en el imperio azteca” Estudios de Cultura Náhuatl, 12,
1976, pp. 185-195

-CARRASCO, Pedro. Estructura político-territorial del Imperio tenochca. La Triple Alianza de


Tenochtitlán, Tetzcoco y Tlacopan, México, Fondo Cultura Económica, 1996, Cap. I “La estructura tripartita”
43-58; Cap. II “Desarrollo histórico de la estructura imperial” 59-69; Cap. XXI “Señoríos locales, provincias
tributarias y guarniciones” pp. 307-316 y “Conclusión” pp. 585-601.

-DUVERGER, Christian. La conversión de los indios de Nueva España, México, Fondo de Cultura
Económica, 1996 (1987).

-DUVERGER, Christian. La conversión de los indios de Nueva España, México, Fondo de Cultura
Económica, 1996 (1987).

-GIBSON, Charles, Los aztecas bajo el dominio español 1519-1810, México, Siglo XXI, 1967. Cap 2 y 3,
pp. 13-62

-GRUZINSKI, Serge. La colonización de lo imaginario: Sociedades indígenas y occidentalización en el


México español: siglos XVI-XVIII, México, Fondo de Cultura Económica, 2001 (1988). Cap “La idolatría
colonial

-ROSTWOROWSKI, María, Historia del tahuantinsuyu. Instituto de Estudios Peruanos, Lima, 1988.

-ZAPATA, Horacio M. “Los Inkas frente al problema de la Interculturalidad. Una introducción al estudio de
la configuración del Tawantinsuyu en contextos de diversidad étnica y cultural. Siglos XIV-XV” Antíteses,
vol. 3, n. 5, 2010, pp. 41-70

87
UNIDAD III

EL SIGLO XVII: EL ESPACIO ATLÁNTICO Y EL NUEVO IMPULSO COLONIZADOR EN AMÉRICA

1 – Piratería y contrabando. Exploración y asentamiento. Los comienzos de la ocupación. El Caribe y América del norte.
Áreas centrales y periféricas
2- La colonización británica: La experiencia puritana en Nueva Inglaterra y la empresa comercial en Virginia. Las
relaciones anglo-indígenas. Colonos voluntarios e inmigración forzada: europeos blancos y africanos negros producto de
la “trata”.
3- La colonización francesa. Nueva Francia: señorío y frente peletero. Relaciones franco-indígenas. Franceses en el
Caribe.
4- La experiencia portuguesa en Brasil
5- Holandeses en el Caribe
6- Las diferencias entre estas experiencias y la colonización ibérica.

DEGLER, Carl,

Historia de los Estados Unidos

CAPÍTULO 1: Los inicios

Durante el siglo XVII, Estados Unidos fue un terreno experimental. Allí hábitos europeos
desaparecieron, otros se afianzaron y algunos cambiaron y se adaptaron al nuevo entorno. En numerosos
aspectos las características que identificarían a los estadounidenses durante varias generaciones futuras se
establecieron en el curso de los primeros 100 años de la era moderna.

1. El capitalismo llego en los primeros barcos


Para los hombres precedentes de la “pequeña y cerrada isla”, las vastas tierras de América eran
notablemente similares a su país. La gente que poblaba la bahía de Massachusetts, con una buena
organización, logró obtener suficientes –ya que no abundantes– medios de vida del pobre y pedregoso suelo.
Un país dotado de tales promesas no podía menos que atraer una continua corriente de artesanos y
granjeros europeos. Aunque se haya valorado en exceso la generalizada influencia que Frederick Jackson
Turner atribuyó a la frontera en la configuración estadounidense, existía una cantidad fabulosa de tierras para
los europeos ansiosos de conseguirlas. En estas condiciones fue posible que los ingleses de horizontes
económicos más limitados pasasen, mediante progresos sucesivos, de criados a hombres libres, de hombres
libres a propietarios.
Los esfuerzos realizados para reproducir las características señoriales o feudales en el nuevo mundo
jamás tuvieron éxito. Al contrario, el sistema holandés de concesión de tierras, que se basaba en pequeñas
propiedades privadas individuales, tuvo mayor éxito. En un principio se intentó establecer un señorío en
Baltimore y crear una aristocracia feudal, donde el señor administraba la justicia y había tribunales
diferenciados (entre arrendatarios y propietarios). El sistema esclavista se probaría como medio mucho más
eficaz para utilizar la tierra. A pesar de los fracasos, también se ensayaron señoríos en Nueva York, y las dos
Carolinas. En Nueva Inglaterra no se realizó experimento feudal alguno. En 1623, en Plymouth fracasó la
organización de propiedades comunales y ante esto se dividieron los terrenos en parcelas aisladas, dando así
origen a la propiedad agrícola individual tan característica de Estados Unidos.
La ausencia de un pasado feudal determinó la inexistencia de clases privilegiadas en aspectos políticos,
ya que diferencias de riqueza surgieron rápidamente. En Norteamérica, se dieron dos manifestaciones de
espíritu burgués que Max Weber ha calificado de “ética protestante”: el puritanismo y el cuaquerismo. Los
puritanos establecieron una estrecha relación entre llevar una existencia piadosa y el éxito mundano.
Asimismo, el trabajo del cristiano era una ofrenda para Dios. La idea de obligación social aparecía como

88
importante, aunque muchas veces se omitía. Con el desarrollo del comercio, los puritanos aceptaron la
compatibilidad entre puritanismo y comercio.
Por su parte, los cuáqueros también tuvieron una gran influencia en el establecimiento de un nuevo orden
económico. William Penn, un teólogo cuáquero, aconsejaba a sus hijos: “reunid vuestros ingresos y vivid con
la mitad de ellos, y a ser posible con un tercio, y reservad el resto para imprevistos y donaciones benéficas”. A
principios del siglo XVII se hallaba muy generalizada la leyenda del cuáquero como hombre de negocios.
Como Max Weber señala, a los puritanos convertidos en yanquis ya no les inquieta su salvación externa, sino
conseguir buenos negocios: los estadounidenses llevan la marca indeleble del puritanismo.

2. ¿Eran “puritanos” los puritanos?


Se ha definido al puritanismo como "el temor obsesivo de que alguien, en algún lugar pudiera ser
dichoso". Puesto que la palabra puritano ha ido acumulando connotaciones peyorativas, vale la pena tratar de
librarla de ellas si queremos llegar a comprender su herencia. Para apreciar su mentalidad en cuestiones de
placer, es fundamental reconocer que el teólogo puritano era un trabajador entre la colectividad. El
puritanismo, como el protestantismo en general, rechazaba los ideales ascéticos y monásticos del catolicismo
medieval. Sin embargo, los puritanos legislaban en contra del exceso de placer.
Es cierto que en el aspecto del vestuario de la colonia de Massachusetts se esforzó por restringir el uso de
“algunas modas nuevas o deshonestas”, pero esos esfuerzos se veían frustrados por los propios feligreses. Las
máximas restricciones al vestido se impusieron más por diferenciar las clases sociales unas de otras. En 1651,
la legislatura de Massachusetts llamaba la atención sobre los “excesos del vestuario” que se han “deslizado
entre nosotros y especialmente entre la gente de condición social inferior en afrenta a la divinidad…”.
Si debe exonerárseles del bulo que circula sobre la severidad de sus ropas, también vale la pena que se les
exima del cargo de enemigos de la música y el arte. Los puritanos no rechazaban ni las obras ni los retratos.
También hay registros de poesía que reflejan que tampoco sentían aversión por lo romántico. Por ejemplo, se
conservan los poemas de amor de Anne Bradstreet a su marido.
En el terreno sexual, sería erróneo creer que les era repulsiva la idea del sexo. También se oponían a la
idea de la mujer como un “recipiente impuro”. Un teólogo afirmaba que las mujeres eran un bien necesario,
un consuelo en la existencia del hombre. Un claro ejemplo es que se les permitía el divorcio en caso de
impotencia o ausentismo del cónyuge.
En cuanto a su cosmovisión, este mundo estaba impregnado de maldad y, según esta verdad, eran
realistas en sus juicios. Esto los llevaba a ser atletas espirituales que se esforzaban por alcanzar pautas
morales más elevadas, lo que los llevaba a tener una gran conciencia social y también a la intolerancia, el
fariseísmo y la estrechez de miras.
Al proclamar el sacerdocio de todos los creyentes, el protestantismo establecía una responsabilidad
considerable en las relaciones de cada ser humano con Dios. Nadie podía salvarle y nadie debía atreverse a
intentarlo. Mas preocupado por su salvación individual que por otro asunto vulgar, el puritano se vio obligado
a convertirse en un intrépido individualista para la salvación de su alma inmortal. En esta búsqueda,
depositaron gran confianza en el intelecto y así el puritanismo se convirtió en un revulsivo intelectual.
Derivado de lo anterior, la educación fue muy valorada por los puritanos. Siguiendo esta tradición, en
1636, se fundaría lo que luego sería conocido como Harvard. Durante la época de la Revolución, además de
Harvard había ocho colegios en las colonias británicas de los cuales, salvo uno, todos habían sido fundados
bajo los auspicios de una iglesia. Entre ellos se encontraban las futuras universidades de Columbia, Yale,
Dartmouth, Princeton y Brown. En cuanto al nivel básico, la familia era la responsable de enseñar a leer y
entre varias familias se contrataban maestros que impartían enseñanza a todos los niños que luego ingresarían
al sistema público. Los cuáqueros, al contrario, no siguieron este camino y no implementaron ningún sistema
de educación popular. Cabe aclarar que la colonia en Virginia también existía interés por la instrucción, pero
sin fondos públicos.

3. Derechos de los ingleses


El inicio de las instituciones políticas en Norteamérica es, en gran medida, “casual”. Cuando en 1619 la
Compañía de Virginia sugirió que los colonos podían participar de su propio gobierno, no había "suficiente
razón, legal ni de otro tipo, para que se estableciese una asamblea popular en Virginia" por lo que su
implementación fue casual. Cuando, en 1624 la compañía es disuelta por la corona y esta toma el gobierno, la
asamblea pierde poder legal, pero de todas formas sigue reuniéndose y se atreve a legislar. Al ser la primera
colonia bajo gobierno de la corona, las formas que adoptó serían importantes como precedente en el futuro.

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La evolución del gobierno de Massachusetts fue diferente. Allí, los hombres libres rápidamente
impugnaron el carácter corporativo de la “Carta de Privilegios” y dieron el status de “hombre libre” a todo
miembro de iglesias de la colonia. Esto no era restrictivo, ya que casi toda la población era miembro de
alguna. Con el crecimiento de la colonia, se instituyó un sistema de representantes.
La historia del desarrollo constitucional, tanto en Massachusetts como en Virginia, evidencia muy
claramente que la obstinada insistencia de los hombres del pueblo por gobernarse a sí mismos acaso fue el
factor aislado más importante para el establecimiento del gobierno representativo que tanto se aprecia en la
actualidad. Ha de decirse que la idea de democracia, definida como el gobierno mediante el consenso de los
gobernados, nació en el siglo XX. Si consideramos la idea del sacerdocio de todos, el Estado no podía
conformarse de otra manera. En parte, el devenir político de los Estados Unidos le debe mucho a la herencia
inglesa, de gran tradición de autogobierno. Las formas de gobierno se adaptaron a la de la colonia. En
Virginia, la estructura de sheriff, juez de paz y tribunal, se extendió a todo el Sur. Se puede decir que la propia
retórica y estructura en que se llevó a cabo la crisis revolucionaria de 1765-1776 procedía de las forma
políticas que los norteamericanos desarrollaron en aquellas tierras vírgenes.

4. Negros en un país de blancos


En 1619, desembarca el primer cargamento de esclavos negros. Sin embargo, faltaría más de medio siglo
para que la esclavitud se convirtiera en un problema. Durante la mayor parte del siglo XVII, las plantaciones
con negros trabajando eran muy escasas. Hasta los primeros años del siglo XVIII, los pequeños terratenientes
y los sirvientes sometidos a contrato no se vieron desplazados por los esclavos negros. Recién en 1715 el 24%
de la población era negra. En 1756 habían llegado al 40%. A medida que la población negra crecía, también
lo hacían los grandes plantadores.
Algunos historiadores intuyen que la discriminación a los negros es debido a su función de esclavos. Esto
es erróneo, debido a que desde comienzos del siglo XVII ya hay un clima de discriminación racial. Esto se
debía sencillamente a las diferencias culturales, religiosas y de aspecto que hacían que se los percibiera como
algo extraño o como una amenaza. También el hecho de que fueran vendidos y no tuvieran libertad, reforzó
todos los prejuicios.
Ya en 1620 hay estatutos que distinguen entre un sirviente negro y uno blanco en Maryland y Virginia.
Vale aclarar que a los esclavos negros no se les llama esclavos, sino simplemente “negros”. Esto no debe dar
a pensar que no eran esclavos, ya que cuando son catalogados, no se les pone año de finalización de servicio,
como a los sirvientes blancos que parecen en las mismas listas. Para una correcta diferenciación, se
establecieron cánones legales, como la prohibición de matrimonios mixtos. Pero la cuestión más importante
no radica en la evolución del status legal de los negros sino en la legislación discriminatoria que precedió
sobradamente a cualquier definición legal de esclavitud.
En Nueva Inglaterra, los esclavos no eran desconocidos, pero no eran un componente significativo de la
población. Sin embargo, se siguieron las mismas reglamentaciones que en el Sur. Las implicaciones sociales
de la esclavitud norteamericana no fueron evidentes hasta la expansión y elaboración de dicha institución en
el siglo XIX.

CAPÍTULO 2: El despertar de la nacionalidad norteamericana

En la civilización europea trasplantada al Nuevo Mundo estaban brotando las semillas de una nueva
civilización. En cierto momento de la prosperidad de las colonias, estas dejaron de ser europeas. Para 1763 ya
estaba germinando la conciencia norteamericana, que florecería en la estructuración de la revolución.

1. Países primos
Demostrar los indicios de la independencia cultural antes de 1750 es asumir una empresa poco
gratificante. Los primeros indicios de una cultura norteamericana propia los podemos detectar en los
desarrollos en los cuales se separa de su herencia europea y también en los elementos que hasta hoy perviven
en la moderna civilización norteamericana.

2. Bases materiales
“La historia económica de Estados Unidos –dice un especialista– es la historia del origen y desarrollo del
sistema capitalista”. Al igual que en el siglo XVII, la vida económica de la inmensa mayoría del millón y
medio de gente que habitaba las colonias a mediados del siglo XVIII seguía estando dominada por el ritmo de

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la agricultura, pero a la sazón, en media docena de ciudades del litoral florecía una importante clase de
comerciantes cuyas operaciones constituían una de las grandes fuentes de la nueva riqueza que distinguía la
economía del siglo XVIII de la del XVII. Para mediados de siglo, las colonias continentales eran las
posesiones más preciadas de Gran Bretaña.
El inmenso volumen de la riqueza acumulada en Norteamérica según se apreciaba por el consumo estaba
directa o indirectamente ligado al comercio. Incluso los ricos plantadores de Virginia y Carolina del Sur
dependían de los barcos y de los comerciantes que vendían su tabaco y su arroz en los mercados europeos.
Esto impulsó las colonias a mejorar los sistemas de comercio internacional durante las primeras décadas del
siglo XVII, por ejemplo, los antiguos caminos indios del interior se fueron convirtiendo gradualmente en
carreteras. Asimismo, un servicio regular de pequeños botes comunicaba los puertos más importantes de las
colonias, transportaba mercancías y personas y era parte fundamental del servicio de correos. Estos avances,
aunque pueden parecer rudimentarios, generaron reuniones entre los ciudadanos de distintas colonias y éstos
no pudieron dejar de advertir las características que tenían en común. Otros medios menos tangibles de
comunicación fueron los vínculos familiares que ligaron a las clases altas de diferentes provincias y también
la difusión de la Orden Masónica.
El siglo XVIII fue testigo de los primeros y firmes inicios de la prensa periódica colonial. Entre 1713 y
1745, en siete de las 13 colonias que se iniciaron unas 22 publicaciones con carácter semanal y con criterios
firmemente británicos en dichos periódicos la pauta de la opinión pública era marcada por la pequeña pero
influyente clase alta de las respectivas provincias.

3. Un país de hombres pobres


La economía en expansión facilitaba crecientes oportunidades para el progreso económico y las pruebas más
patentes de ello son las vastas oportunidades existentes. Estas consistían en la extensa distribución de la
propiedad, en especial tierras. El principal y definitivo escudo protector del capitalismo norteamericano ha
sido siempre una clase que se basa primordialmente en la propiedad, sin considerar si eran tierras, castillos o
bienes raíces. Tal es así, que los norteamericanos definieron la libertad como el derecho a controlar sus
propiedades.
Pese a las oportunidades económicas existentes, en el siglo XVIII estaba muy claro el escalafón social
existente reforzando esto, existía una visión que decía que era necesario y bueno que se imponga alguna
diferencia, alguna desigualdad. En esta época, la pertenencia a una clase de cualquier persona estaba dada por
su nivel de riqueza. La relativa facilidad con que se podía acumular riqueza estimuló un impulso materialista
incluso entre los que procedían de los más bajos estamentos sociales. Los historiadores económicos han
demostrado recientemente que la economía colonial era tan enormemente productiva que, como uno de ellos
resume, “el nivel de vida que disfrutaba la unidad familiar blanca típica en las 13 principales colonias
británicas casi era el más alto del mundo en la década de 1770”. Al mismo tiempo apareció una tendencia
firme, a concentrar la riqueza en muy pocas manos. En conclusión, la sociedad de las colonias era piramidal,
al igual que en Europa, pero con diferencias. Al no existir nobleza y realeza la pirámide era más trunca que
puntiaguda. Además, la dispersión considerablemente equitativa de la propiedad aproxima mucho más el
nivel superior e inferior que la sociedad en Europa. Era de esperar que en una sociedad donde grandes
contingentes de hombres poseían propiedades y en la que casi todos sabían leer y escribir se generalizara un
sentimiento igualitario.
En resumen, en el período colonial había dispuesto el escenario para la afirmación de igualdad que suele
asociarse únicamente con el movimiento jacksoniano de comienzos del siglo XVIII. La revolución sumaría su
impulso a este unificador sentimiento igualitario que sea la primera mitad del siglo XVIII los europeos
reconocían como característico y distintivo de la sociedad norteamericana.

4. No todos los colonos eran británicos


Lo realmente sorprendente de la población norteamericana es su diversidad étnica, diversidad que comenzó en
el siglo XVIII. Con anterioridad al último decenio del siglo XVII, la inmensa mayoría de aquellos que
llegaban a Norteamérica eran de estirpe inglesa. Sin embargo, a fines de siglo comenzaron a llegar a las
colonias algunos individuos de nacionalidad no inglesa obligados por las dificultades que atravesaban en sus
respectivos países, por ejemplo, hugonotes franceses, portugueses, judíos, españoles, etcétera.
Sin embargo, el gran influjo inmigratorio no inglés se produjo en el siglo XVIII con la llegada de
escoceses, escoceses-irlandeses y alemanes. Los escoceses se destacaron de manera especial en el comercio.
Los escoceses-irlandeses venían de Irlanda pero, a diferencia de los irlandeses católicos que llegaron después,
eran acérrimos protestantes cuyos antepasados habían sido trasladados de su Escocia natal durante los

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primeros años del siglo XVII por Jaime I en un intento de afianzar el protestantismo en Irlanda. En su
esfuerzo por abrirse camino hacia la frontera más occidental, aquellos tenaces calvinistas se convirtieron en
un verdadero escudo humano de la civilización colonial en la frontera. Los alemanes se concentraron en el sur
de Pennsylvania. Debido su masiva presencia allí, se dudaba de su capacidad para integrarse a la sociedad. Un
caso similar es el de los holandeses en Nueva York.
Esta masiva influencia de los inmigrantes trajo a Norteamérica no sólo una gran diversidad cultural, sino
también un mayor número de religiones. Ya a mediados del siglo XVIII se reconocía la diversidad religiosa
como una característica norteamericana. Es en este tiempo donde la religión sufrirá un cambio doble: en
primer lugar hubo una decidida tendencia hacia la secularización, en el sentido de restar importancia al lugar
ocupado por la religión y la Iglesia en la vida humana (se cita el ejemplo de un predicador anglicano
ambulante que en sus notas cuenta sobre las pocas personas religiosas que se va encontrando y que en un
momento casa a una pareja en la que la chica tenía un embarazo avanzado y aparentemente no le habían dado
importancia al hecho de no haberse casado antes). En segundo lugar, y en estrecha relación al primero, los que
permanecieron fieles intensificaron su actividad en forma exponencial. A este fenómeno se le conoce como el
Gran Despertar, que consistió en un renacer del espíritu religioso que en ocasiones rozaba los límites de la
histeria o del éxtasis incontrolado y que era una crítica a la religión intransigente, formal y profundamente
intelectualizada de la primera época. Finalmente, esta última tendencia fue la que predominó y la religión
perdió el carácter teológico y formal del siglo anterior.

5. Un paraíso femenino
En la década de 1870 un viajero austríaco se sorprendía de los privilegios y exenciones que tenían mujeres
estadounidenses. Los orígenes del lugar privilegiado que ocupan las mujeres en Estados Unidos están
profundamente enraizados en la época colonial. Una de las razones era la escasez demográfica de mujeres. Si
las tierras ocupadas del nuevo mundo actuaron como un imán para los hombres ávidos de tierras, también
fueron una barrera para las exquisiteces. A causa de las privaciones consecuentes a su instalación en aquel
mundo desierto, solían predominar los hombres entre los pasajeros de los buques de emigrantes de los siglos
XVII y XVIII. Además la tasa de mortalidad de las mujeres era muy alta.
También se señalaba a Norteamérica como un paraíso para las mujeres por las excelentes oportunidades
de contraer matrimonio. Lo cierto es que, precisamente porque en el campo la vida era dura y subdesarrollada,
las mujeres se vieron investidas de una nueva importancia. Las mujeres y madres que vivían en las rústicas
colonias o en las zonas casi fronterizas eran más que amas de casa, se convertían en parte indispensable del
sistema de supervivencia, puesto que toda la familia dependía de ellas para procurarles una serie de elementos
que cubren sus necesidades como ropas, jabón, velas, mantecas, medicinas e incluso protección cuando el
marido se encontraba ausente.
Las mujeres también ocupaban un lugar preponderante en las ciudades, llegando a ocupar en muchos
casos puestos usualmente reservados a los hombres. Un ejemplo de esto es que proporcionalmente había más
mujeres dedicadas al comercio durante la década de 1770 que en 1900. También se ha demostrado que en
ocasiones las mujeres hacían las veces de sus esposos, no sólo en sus actividades económicas o sus negocios,
sino también legalmente. Además los derechos de las mujeres sobre sus propiedades, cuando contraían
matrimonio, establecían que los maridos sólo podían disponer de las propiedades de sus esposas si contaban
con su consentimiento y conocimiento.

6. Los norteamericanos cuentan con derechos


A pesar de la esencia inglesa que formaba el lucro de las formas políticas coloniales, los colonos se apartaron
en muchos aspectos de los ejemplos recibidos de la madre patria. Cualquiera que fuese la naturaleza de los
cambios, a mediados del siglo XVIII se había renunciado a las prácticas inglesas y el sistema constitucional
norteamericano del futuro era manifiesto.
Es cierto que mediados del siglo XVIII, salvo cuatro, todas las colonias continentales estaban dirigidas
por un gobernador designado por el rey y también contaban con asambleas representativas modeladas acorde
al parlamento británico. Los colonos no consideraban con tanta indulgencia el parlamento inglés y, lo que es
igualmente importante para el futuro, tampoco admitían que sus propias asambleas poseyeran tan amplios
poderes.
Y tenían excelentes razones para ello. Aunque para los ingleses la palabra "Constitución" significase más o
menos todo el cuerpo de leyes y costumbres desde los comienzos de la monarquía, para los colonos
representaba un documento escrito en el que se enumeraban facultades específicas. Estas distinciones de
significado tienen su origen en el hecho de que el gobierno de las diversas colonias se basaba en cartas de

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privilegios concedidas por la Corona, autorizaciones expresas para gobernar, tangibles y categóricas. En el
transcurso de los años, los colonos habían reparado frecuentemente en las expresiones intempestivas y en las
conclusiones sonoras de tales documentos para justificarse a sí mismos en sus luchas contra funcionarios
tiránicos de la Corona. Más de un siglo de gobierno bajo constituciones escritas convenció a los colonos de la
necesidad y eficacia de proteger sus libertades contra los abusos del gobierno mediante la explícita definición
de todas las facultades gubernamentales en un documento.
En cuanto a la cuestión del origen de las ideas republicanas y democráticas, las colonias de Inglaterra
coincidían en el sufragio basado en la propiedad de la tierra. Debido a la amplia distribución de la tierra este
aspecto llegó casi al sufragio universal masculino, estrechamente relacionado con el inicio de un ferviente
republicanismo. Ya desde el período colonial el ciudadano corriente tenía mayor participación en las colonias
norteamericanas que en Gran Bretaña.

7. “Todos somos norteamericanos”


En los años siguientes a 1740, los colonos se volvieron cada vez más conscientes de su condición de
norteamericanos e incluso llegaron a surgir ciertos brotes independentistas. Pero aún transcurrió bastante
tiempo, en el curso del cual se estuvo insinuando una conciencia de clase, hasta que llegó a considerarse la
idea de independencia y a abogarse por ella. No obstante, durante dos o más decenios que precedieron a la
crisis revolucionaria a fines de la década de 1760, los norteamericanos ya se sentían distintos de los europeos
y presentían que tenían un destino propio.
Las manifestaciones más evidentes de este sentido de norteamericanismo en ciernes aparecieron en el
curso de las guerras con Francia de las décadas de 1740 y 1750, cuando los colonos lucharon codo a codo con
los británicos. En parte porque la empresa fue un fracaso y principalmente porque los soldados
norteamericanos y británicos compartieron nuevas experiencias, ambas partes apreciaron claramente las
diferencias existentes entre norteamericanos y europeos. Cuando en 1745 los habitantes de Nueva Inglaterra,
bajo el mando de Sir William Pepperell, lograron apoderarse de la fortaleza francesa de Louisbourg en el San
Lorenzo, surgió el incipiente orgullo patrio de los colonos. La caída de Quebec en 1759 desencadenó un
torrente de profecías vaticinadoras de que la estrella del destino norteamericano tenía una influencia cada vez
mayor.
Bajo el influjo de la distancia y el nuevo entorno, la lengua materna de los colonos se transformaba,
incorporando constantemente a su acervo las palabras de origen holandés e indio. También los
norteamericanos crearon nuevos términos y fueron resignificadas muchas palabras británicas. Este naciente
patriotismo también se expresaba en los diarios, que instaban a dejar de recurrir a productos extranjeros.
Después de 1765, a medida que empeoraban las relaciones entre los colonos y la madre patria, las
manifestaciones de norteamericanismo se hicieron cada vez más rotundas y, en ocasiones, agresivas. Por
ejemplo, una de las manifestaciones más curiosas de la creciente toma de conciencia de los norteamericanos
de las diferencias existentes entre la gente del viejo y el nuevo mundo fue la extendida creencia de que la
sociedad británica era moralmente inferior, incluso decadente, comparada con las características sociales de
las colonias.
En resumen, al iniciarse la década de 1760, los colonos estaban dispuestos en cierto sentido cultural a
tomar una decisión respecto de Gran Bretaña. Sólo faltaba que algo les hiciera darse cuenta de esas
diferencias y les obligara a desarrollar de manera consciente las ideas que habían estado madurando en el
curso de los años. La ocasión surgió después de 1763, cuando Gran Bretaña trató de hallar una nueva base en
qué fundamentar sus relaciones con las colonias continentales. En aquel momento las diferencias entre ambos
pueblos se tradujeron en términos políticos y, por último, militares. Tal es la historia del advenimiento de la
revolución norteamericana.

KLEIN, Herbert

CAPÍTULO 3: Azúcar y esclavitud en el Caribe. Siglos XVII y XVIII

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Entre 1580 y 1640, Portugal formó parte de la corona española. La unión abrió la América hispana a
sus tratantes y comerciantes, pero le trajo problemas con los holandeses. España tenía como rival a los
holandeses. Al comienzo, los holandeses excluyeron de sus aspiraciones imperiales a la América portuguesa,
con cuya industria azucarera mantenían provechosas relaciones. Mientras los españoles no entorpecieran el
tráfico, todo iría bien. Pero la guerra contra Holanda se prolongaba y complicaba; a principios del siglo XVII,
España terminó por capturar cargamentos holandeses en Brasil. La neutralidad de Brasil y del África
portuguesa imperial cesó y el conflicto con Holanda se hizo evidente. Holanda asaltó los enclaves portugueses
en África y los centros de plantación en Brasil. En 1602 los holandeses habían cerrado la Compañía de las
Indias Orientales para arrebatar a los portugueses el tráfico de especias. En 1621 crean la Compañía de las
Indias Occidentales, lo que extendió la rivalidad al Atlántico.

En 1630, los holandeses ocuparon Recife y la mayor parte de Pernambuco. Habiéndose apoderado de
la industria azucarera por la fuerza, los holandeses se convirtieron en abiertos adversarios de sus antiguos
socios. El paso siguiente sería cortar a Brasil el abastecimiento de esclavos africanos. Los holandeses atacaron
las posesiones portuguesas en África y pasaron a controlar una buena parte de la trata atlántica. La caída de
Pernambuco y de las posesiones portuguesas en África en poder de los holandeses afectó la producción de
azúcar y el régimen de esclavitud en Brasil y, por extensión, en otras partes de América. En Brasil, Bahía
reemplazó a Pernambuco como cabeza de la industria azucarera, resurgió la esclavitud indígena y se abrieron
nuevas regiones del interior a la colonización y explotación. Para las Indias Occidentales, el Brasil holandés
paso a ser el proveedor de maquinas, técnicas, esclavos y créditos que llevarían a la revolución azucarera a su
suelo.

En 1645, Holanda empezó a ofrecer esclavos y los equipos más avanzados de molienda a los
colonos franceses e ingleses en el Caribe. Plantadores holandeses dispuestos a introducir allí las técnicas más
modernas de producción llegaron también entonces a Barbados, Martinica y Guadalupe. Tratantes holandeses
suministraron a los agricultores locales crédito para comprar africanos. La colonización de las Antillas
Menores y de la costa nordeste de Sudamérica por noreuropeos constituyó el primer desafío específico al
dominio ibérico en el Nuevo Mundo. Comenzaron por cultivar tabaco, luego añil para teñir los tejidos; en
último término se difundió el azúcar. A mediados del siglo XVII, esos productos se cultivaban en pequeñas
explotaciones con trabajadores blancos libres o bajo enganche, los esclavos fueron pocos. A partir de 1640 el
azúcar se convirtió en el negocio más rentable, sobre todo por la caída de los precios del tabaco. El azúcar se
había cultivado antes, pero no eran buenas ni la técnica ni la tecnología, situación que cambió con la llegada
de los holandeses.

Barbados (Inglaterra) fue la primera en producir azúcar a gran escala en 1645. La población blanca
comenzó a bajar y la negra a aumentar. En esta sociedad local señoreaba un nuevo grupo de grandes
plantadores, que controlaban mas de la mitad de la tierra de los esclavos de la isla.

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En Martinica y Guadalupe (Francia) los blancos libres venían proporcionando la mano de obra, y las
pequeñas unidades productivas perduraron hasta finales de siglo. La influencia holandesa se sintió, el azúcar
comenzó a absorber mejoras en la tierra y los esclavos fluyeron sin cesar. Los franceses se extendieron en el
Cribe. A fines del decenio de 1660 pusieron pie en la mitad oeste de la isla de Santo Domingo.

La riqueza azucarera no sólo atrajo capital y esclavos; también incitó a las potencias del norte de
Europa a hostigar a las colonias españolas y a apoderarse de las grandes islas del Caribe. Cromwell
(Inglaterra), en 1655, intentó conquistar el puerto de Santo Domingo, pero no lo logró. Luego impulsó la
ocupación de Jamaica. Bajo el dominio español quedaron Cuba, Puerto Rico y el oriente de La Española,
todos territorios poco poblados y desarrollados. A fines del siglo XVII, ingleses y franceses se implantaron en
las Indias Occidentales con una nueva actividad basada en la esclavitud y el azúcar.

En Martinica y Barbados el sistema de plantación era similar al de Brasil, donde su expansión estaba
limitada. Al llegar a las llanuras de Jamaica y Saint Domingue, a principios del siglo XVIII, surge un nuevo
tipo de haciendas gigantescas cuya trayectoria fue muy parecida a las de Brasil, aunque al final de su
desarrollo y composición diferían.

En Jamaica, para 1670, blancos y negros se repartían en cantidades más o menos iguales. Con el
despegue de la producción azucarera, la cantidad de negros aumentó y para el último cuarto de siglo, por cada
blanco había diez negros. La economía no dejó de crecer a pesar de los desastres naturales, ataques de piratas
y conflictos internacionales. A la vez que crecía la población crecían las plantaciones. El incremento se
obtuvo por un mayor empleo de trabajadores y de tierra, así como por aumento de capacidad de la molienda
de los ingenios. En las islas, la esclavitud urbana tuvo poco peso.

Jamaica y las restantes Indias Occidentales inglesas presentan rasgos propios: Jamaica contó con un
número escaso de negros o mulatos libres, los pocos que habían constituyen una minoría aislada. Fue un caso
de monocultivo exportador extremo. Los grandes plantadores dominaban todo, desde la tierra y los esclavos
hasta a política local y aun la imperial.

Saint Domingue tuvo un comienzo lento como el de Jamaica y tuvo que padecer guerras,
intervenciones extranjeras y competir con un centro azucarero bien asentado. Su cambio se hace visible en
1680. La población blanca siguió creciendo, pero quedó rezagada frente al gran aumento de los negros. A
mediados del siglo XVIII Saint Domingue era también la mayor exportadora de café, que se había
introducido en la isla en 1723. Saint Domingue comenzó, a mitad del siglo XVIII, a diferenciarse de Jamaica
en aspectos sustanciales. Su tasa de crecimiento en población y producción superaba a la de la colonia
inglesa; su gente de color no esclava constituía un importante dato de la sociedad libre; además su economía
estaba diversificada. Todas las islas habían probado con el cultivo del tabaco, añil o café. Los franceses no
dejaron de experimentar con diferentes cultivos.

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Que las islas azucareras francesas e inglesas florecieran fue gracias a la providencial intervención de
los holandeses en la primera mitad del siglo XVII. Hasta cerca de 1660, esas colonias dependieron de ayuda
holandesa para la producción y comercialización de sus exportaciones y para la provisión de esclavos
africanos. No llegaron a tener factorías en África, pero llegaron a hacerse de buena parte de la trata de África.
El ascendente poder imperial de franceses e ingleses suscitó conflicto entre ellos y sus antiguos socios los
holandeses. En 1652 estalló la guerra entre ambos países protestantes, Inglaterra y Holanda. Esta y otras
luchas acabaron con la supremacía naval de holanda, e interrumpieron junto con Francia el comercio de
Holanda con las Indias Occidentales.

Para el último cuarto del siglo XVII, los ingleses y franceses cortaron su dependencia hacia Holanda,
no solo en cuanto al azúcar sino también en cuanto a la trata de esclavos. Esto afecto a Brasil. Los ingleses y
franceses comenzaron a exportar en grandes cantidades, acaparando la mayor parte del mercado. Pero Brasil
no quedó afuera, se mantuvo en un tercer puesto del mercado mundial y sirvió de abastecedor cuando había
guerra en los otros países.

La plantación esclavista, ante todo azucarera, estaba firmemente implantada en América a mediados
del siglo XVIII. Prueba de la eficiencia con que la plantación organizaba su fuerza de trabajo es la pareja
distribución por sexos en las labores de plantar, cultivar y cosechar, y el elevado porcentaje de personas de
todas las edades empleado. Las mujeres desempeñaron prácticamente los mismos trabajos físicos que los
hombres, salvo faenas especializadas reservadas al varón. A niños y viejos se les asignaban ocupaciones
acordes con su capacidad física. Mujeres y hombres ancianos se dedicaban a cuidar infantes y niños, o a
atender y vigilar el ganado. Por escasos que fueran los incentivos que los esclavos tuvieran para trabajar, la
estrecha vigilancia a que se los sometía en las cuadrillas compensaba la falta de entusiasmo. Los incentivos
negativos, tales como el látigo u otros castigos corporales, eran seguramente más efectivos que las
recompensas positivas. Ambos procedimientos de persuasión no se excluían. Entre compulsión, recompensas,
altas tasas de participación, vigilancia rigurosa y organización sistemática y rutinaria de las tareas, los
esclavos rendían mucho en la plantación. Existía la ausencia de la discriminación sexual, se puede ver en
iguales tareas y en iguales precios para la venta o compra de esclavos de ambos sexos.

Un porcentaje alto de la población esclava de plantaciones azucareras figura como artesanos


calificados. A diferencia de los esclavos de la América española y portuguesa, los de plantación no seguían un
aprendizaje formal bajo la dirección de un maestro artesano, ni pasaban por los estadios de aprendiz oficial.
Estos artesanos solían ser varones retirados de las cuadrillas al final de su vida adulta a quienes se les daba un
entrenamiento rudimentario e incompleto para que se desempañaran como albañiles, carpinteros o torneros.
Sólo los esclavos entrenados para el beneficio del azúcar, los trabajos calificados propios del ingenio, se
hallaban altamente especializados y alcanzaban un dominio del oficio comparable al de los blancos.

Ninguna sociedad americana parece haber sido capaz de exportar azúcar sin recurrir a los esclavos
africanos. Por más que la organización del trabajo no fuera igual en todos los cultivos, diferencia que se

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aprecia, por ejemplo, en los primeros cafetales de Saint Domingue, los rasgos básicos de las plantaciones
azucareras de Caribe y Brasil no se modificarían en las plantaciones esclavistas del siglo siguiente.

CAPÍTULO 4: La esclavitud en América ibérica. Siglo XVIII

La ocupación holandesa y las plantaciones en alza del Caribe no acabaron con la producción
azucarera de Brasil ni con su próspero régimen de esclavitud, pero sí tuvieron importantes consecuencias.
Buena parte de la industria azucarera de Pernambuco quedó destruida, y su recuperación llevaría tiempo, A
comienzos del siglo XVIII la exportación brasileña se estancó. Aunque Bahía seguía creciendo, la edad de oro
había pasado. La Corona comenzó a buscar mercados y productos nuevos para reanimar la economía.
Fomentó la exploración del interior en busca de vetas mineras. Comenzó un tipo de explotación esclavista
centrada en la minería de oro y diamantes. Se estableció el centro más importante en Minas Gerais y luego en
Goiás y Mato Grosso. Los esclavos trabajaban organizados en cuadrillas supervisados por capataces blancos.
Algunos esclavos trabajaban dispersos buscando oro en las orillas de los ríos. La falta de controles consiguió
que un segmento de las personas de color consiguiera guardarse suficiente oro como para comprar su libertad.
Los libertos crecieron más rápido en número que los esclavos.

La minería contribuyó a una cultura urbana floreciente en Brasil. En la segunda mitad del siglo había
en Minas Gerais una docena de ciudades donde residían entre 10.000 y 20.000 personas como Ouro Preto,
Vila Rica o Diamantina. Otras regiones también se beneficiaron del desarrollo minero. Aunque eclipsó en un
principio a la economía costera, pronto se vio que era necesario el suministro de alimentos y animales a la
región minera, por lo que se reactivó toda la economía. Las tierras altas de São Paulo produjeron víveres y las
llanuras de Rio Grande do Sul, animales. El auge minero impulsó una redistribución de la población por el
territorio brasileño y diseminó poblaciones nuevas hacia el sur y al oeste. Una amplia red de transporte surgió
para unir mercados.

El inusitado desarrollo de la economía colonial brasileña también contó como aliado con el ilustrado
marqués de Pombal (1750-1777) que procuró fomentar el crecimiento de las regiones menos desarrolladas de
Brasil. Pombal creó las compañías de Grão-Pará y Maranhão en 1755 y la de Pernambuco y Paraíba en 1759.
A ambas les concedió el monopolio de importación de esclavos en sus respectivas regiones. A cambio del
apoyo, las compañías debían invertir en el desarrollo de sus respectivas regiones.

Al cabo de varios ensayos se impuso un nuevo cultivo de exportación: el algodón. Los algodonales
de Maranhão despacharon sus primeras remesas hacia 1760. Para principios del siglo XIX había más de
30.000 esclavos trabajando en los algodonales. Las políticas de Pombal también reactivaron la producción

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azucarera, pero de todas formas esta permaneció relativamente deprimida durante la mayor parte del siglo
XVIII.

El desarrollo de Brasil cobró bríos gracias a las reformas económicas llevadas a cabo desde la madre
patria por ministros liberales y dinámicos. Un proceso similar siguió en la América española bajo la dirección
de ministros ilustrados de la monarquía de los Borbones. España se esforzó en promover las exportaciones de
sus colonias e introducir producciones comerciales en regiones sin explotar. Otra de las medidas fue abrir el
tráfico negrero a la competencia y permitir una mayor importación de esclavos. Se impulsó la producción
minera, de cacao y de tabaco.

Al terminar el siglo XVIII la esclavitud estaba, se ha visto, firmemente arraigada en varias regiones
del imperio español y portugués. Brasil descollaba entre ellas en todo. La esclavitud no dejó, sin embargo, de
desempeñar un notable papel en las sociedades de la América española. En todas fue dejando su rastro de
esclavos o libertos. La distribución y la importancia de la mano de obra esclava, así como la de color libre,
habían quedado hacia 1790 bien definidas en Iberoamérica. Pronto se sentirían las profundas repercusiones de
la revolución haitiana, primera rebelión de esclavos triunfante.

CAPÍTULO 5: Esclavitud y plantación en el Caribe. Siglo XIX

La revolución francesa de 1789 repercutió de manera profunda en la dividida clase dirigente de Saint
Domingue. Esta sociedad, con el sistema de plantación azucarera más eficiente, activo y extenso del mundo,
terminaría por liquidarse a sí misma. Los plantadores blancos luchaban entre sí para apoderarse del gobierno y
contra los libres de color que reclamaban derechos. En Francia no ignoraban los conflictos de la isla. Un
movimiento abolicionista dirigido por los Amis des Noirs, asociación sumamente influyente en los círculos
metropolitanos, consiguió que los Estados Generales de París concedieran en mayo de 1791 el derecho a votar
a los libres de color de las Indias Occidentales.

Aquí, los plantadores y el gobernador local, un realista, rehusaron aceptar la resolución y estalló el
conflicto. Tras meses de lucha, plantaciones arrasadas y el asesinato de unos dos mil blancos y diez mil
esclavos, no quedaron plantadores. El combate siguió hasta 1793 cuando los esclavos terminaron de derrotar a
los blancos y el ejército jacobino de Saint Domingue declaró una primera emancipación. Siguió una
ocupación inglesa por cuatro años y un periodo de independencia bajo el gobierno de Toussaint. Después de
1800 siguieron algunos años de guerra contra el ejército napoleónico que trató de restaurar la esclavitud. La
producción azucarera casi desapareció de Haití, la antigua Saint Domingue, y el que fuera el mayor productor
mundial de azúcar quedó finalmente fuera de juego.

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Las repercusiones sociales y políticas de la rebelión esclava de Haití se sentirían en América por todo
el siglo; las consecuencias económicas fueron más inmediatas. La desaparición del régimen de plantación más
rico y con más población esclava del mundo impulsó el crecimiento de otras regiones azucareras como
Jamaica, Brasil, Cuba y Puerto Rico, que llenaron ese vacío productivo.

En Cuba, la prosperidad debida al azúcar y al café impuso un veloz crecimiento demográfico.


Blancos y negros crecieron en forma pareja. Por más que se importaron muchos esclavos, la población
esclava nunca fue mayoría. La producción azucarera fue creciendo en la isla y haciendo desaparecer gran
parte de sus bosques, al punto que tuvieron que importar madera, fundamental para los ingenios. Desde 1830,
los progresos tecnológicos abrieron una nueva etapa en la que Cuba no sólo fue la primera productora de
azúcar mundial sino también la pionera en la modernización de su industria. En 1838 inauguró el ferrocarril y
a partir de 1840 los ingenios implementaron la energía a vapor. La mano de obra para los ingenios era tan
acuciante que empezaron a importar indios mayas de Yucatán. Los conflictos económicos con la metrópoli,
en parte relacionados con las trabas para exportar el azúcar, llevaron a la Guerra de los Diez Años en 1868 en
la que los rebeldes fueron vencidos. Una de las consecuencias de la guerra fue la desaparición de la esclavitud
de plantación. El gobierno español no intentó reesclavizar a los manumisos. Los esclavos de Cuba eran una
población de tamaño moderado en comparación con la de Estados Unidos o Brasil, pero tuvo uno de los
regímenes de plantación más dinámicos del siglo XIX, tanto que quedaría como paradigma.

El desarrollo de Puerto Rico, segundo centro de producción del Caribe español, siguió en buena
medida los pasos de Cuba. Desde el siglo XVIII exportaba café, azúcar y tabaco que se sumaron a las remesas
tradicionales de cuero y madera. La producción corría en su mayoría a cargo de campesinos libres, pero esto
no duró mucho y tras el colapso de Saint Domingue en 1791, se impulsó la explotación esclavista a gran
escala. La economía azucarera de Puerto Rico difirió, sin embargo, en algunos aspectos del modelo corriente
en el Caribe. El tamaño de la hacienda azucarera y su fuerza de trabajo fueron menores que en otras colonias
y utilizó tanto mano de obra libre como esclava, cosa que en otros sitios sólo ocurrió tardíamente ante la
emancipación de esclavos. La producción azucarera declinó por diversos factores en el último cuarto del siglo
XIX y las exportaciones viraron hacia el café.

La evolución de la esclavitud y el azúcar en las islas bajo dominio francés, Martinica y Guadalupe,
no se diferenció mucho de Cuba y Puerto Rico, aunque con algunos conflictos extra por influencia de lo
sucedido en Haití y por la Revolución Francesa. Luego de muchas idas y vueltas, en la segunda mitad del
siglo XIX fue abolida definitivamente la esclavitud. Los negros y mulatos libres fueron constituyendo un
estrato considerable de propietarios de pequeñas fincas que abastecían de víveres los mercados locales.
Extinguida la esclavitud, ganaron rápidamente el control político de las islas. La trayectoria económica de las
Indias Occidentales francesas después de 1791 fue distinta a la de las islas españolas. Distraídas por los
levantamientos de Haití y los conflictos internacionales entre las grandes potencias, tardaron en reaccionar a
los cambios acaecidos en el mercado internacional. Al final tuvieron, como Cuba, una nueva expansión

99
durante el siglo XIX, transformaron su organización industrial y buscaron nuevas formas de mano de obra. En
Puerto Rico, en cambio, la plantación no aguantó el embate de la extinción de la esclavitud.

Klooster

Introducción

La relevancia de Holanda en la historia latinoamericana es limitada.


Entre 1630 y 1654, ocuparon el nordeste de Brasil. Con la conquista se vieron involucrados en el sistema
atlántica del comercio dc esclavos y de la producción de plantación. El abastecimiento de las plantaciones
brasileñas con esclavos les llevo a las costas africanas, donde sus factorías comerciales permanecerían hasta
bien entrado el siglo XIX. En el periodo brasileño, los holandeses y los zelandeses fueron incluso los mayores
comerciantes transatlánticos de esclavos durante un breve periodo de tiempo. Además, los empresarios
holandeses ayudaron a exportar la plantación azucarera al Caribe. Mediante créditos holandeses, llevaron la
tecnología de la producción azucarera y los primeros contingentes de esclavos a la isla inglesa de Barbados.
Debido a la perdida de Brasil, el punto de enfoque de la América holandesa se desplazó posteriormente al
Caribe. Al igual que la ocupación de Brasil, la llegada de los holandeses a esta zona estuvo relacionada con la
Guerra de los Ochenta Años contra España (1568-1648).
Desde mediados del siglo XVII, el reino americano holandés estaba compuesto por seis islas minúsculas en
las Antillas y cuatro colonias en la costa norte de Sudamérica, conocida como la “Costa Salvaje“. Curacao
prestaría buenos servicios como centro del comercio (de contrabando) y como depósito de esclavos; las demás
islas de las Antillas tuvieron una relevancia limitadita salvo algún episodio excepcional. De las cuatro
colonias de la Costa Salvaje. Suriname se convirtió en unas décadas en una colonia de plantación
prometedora. Sin embargo las otras tres Guayanas —Berbice. Demerara y Essequibo— sólo se desarrollaron
tras las guerras napoleónicas cuando pasaron de manos holandesas a manos inglesas.

Hasta el siglo XX, las colonias siguieron siendo relativamente autónomas con respecto a Holanda. La
aportación de las seis islas de las Antillas a la economía holandesa siguió siendo pequeña, incluso en las
mejores épocas. Incluso la relevancia de Suriname nunca sería equiparable a la de Barbados, Santo Domingo
o Cuba.
Suriname, una colonia típica de plantación, era la posesión más importante de la región desde la perspectiva
holandesa. Las islas de las Antillas eran menos interesantes para la metrópoli. Sin embargo, como colonias
comerciales dentro de la zona, desempeñarían linealmente un papel más importante que su colonia hermana
en las Guayanas.

La fase pionera: 1595-1648

La llegada, desde fines del siglo XVI, de los neerlandeses al Caribe se basa en tres factores. En primer lugar
fue la continuación transatlántica de la guerra contra España (1568-1648). La lucha por la independencia
holandesa se transformó en una guerra mundial, con escenarios bélicos en Asia, África, Brasil y el Caribe.
Otro factor era el deseo de comerciar en el Nuevo Mundo, frente a la política española de exclusivismo.
El tercer factor era la necesidad de establecer sus propias colonias ultramarinas donde instalar bases navales y
para obtener productos destinados a los mercados europeos. Al principio, los holandeses no representaron un
peligro, porque las Provincias Unidas casi dejaron de manifestarse militarmente en el Caribe. Tampoco
constituyeron una amenaza durante la Tregua con España, que duraría desde 1609 hasta el año de 1621, ya
que apenas navegaban a América en este período. El verdadero ruido de armas iba a sonar después de la
reanudación de las hostilidades en 1621. De aquí en adelante, la Compañía de las Indias Occidentales (WIC,
162l-l79l) coordinaba las actividades neerlandesas en el Atlántico. No tardó mucho en dar frutos la actuación
de la nueva compañía. Sin ir más lejos, en 1624-1625 causó daños a la navegación española a las Islas de
Barlovento. En 1628, el corso holandés culminó en la captura de una parte de la flota española en la bahía
cubana de Matanzas.

100
La beligerancia marítima fue complementada con la guerra en tierra. Hubo invasiones en varias colonias
españolas, como Puerto Rico en septiembre de 1625. Las fuerzas holandesas se propusieron conquistar San
Juan. No obstante, los gobernadores de Indias no se resignaron. Prueba de ello son las intensivas obras de
fortificación de La Habana y Santiago de Cuba en 1602-1606 y 1640-1643.
Las Provincias Unidas se convirtieron en un poder comercial de primer orden, cuya flota mercantil se movía
por todo el mundo. Los negociantes holandeses buscaban sobre todo tres productos: cueros, tabaco y sal. En
este período fueron importados principalmente de Cuba y La Española. Más tarde, Tierra Firme sustituyó a
estas islas. Asimismo en Tierra Firme entre Caracas y la llamada Costa Salvaje, existía un voluminoso
contrabando inglés y holandés de tabaco. A fin de cauterizar este comercio. el Consejo de Indias tomo una
medida radical. Decidió en 1606, evacuar el centro de la producción tabacalera, prohibiendo su cultivo en
Venezuela y Nueva Andalucía por un período de diez años. Siguió esta medida a las despoblaciones del año
anterior en el noreste de La Española, región también frecuentada por navíos holandeses.
Por más importante que fuera el comercio de tabaco y cueros, al principio los neerlandeses navegaron hacia
América en busca de sal. Desde tiempos inmemoriales, buena parte de la sal necesitada en los Países Bajos se
había cargado en puertos andaluces o en Setúbal. La prohibición, por parte de Felipe ll, de que entraran
embarcaciones extranjeras en puertos peninsulares, ocasionó el traslado de la navegación neerlandesa a la
Punta de Araya, cerca de Cumaná, donde había una laguna de sal natural. A los pocos años cientos de urcas
anclaban allí.
Terminada la Tregua en 1621, los comerciantes holandeses reanudaron la navegación al Caribe, pero su
contrabando no alcanzaría el nivel de antes, entre otras razones porque se les negó la entrada a Araya.
El Caribe español no sería un destino importante hasta 1648.
La guerra (la necesidad de bases militares) y el comercio (la necesidad de sal y tabaco) explican
conjuntamente por qué los holandeses pasaron a la colonización en el Caribe. El tabaco era un incentivo para
la colonización de Tobago y San Eustaquio en los años 1630. Compartían los neerlandeses este objetivo con
los ingleses y los franceses: que colonizaron San Cristóbal: Barbados. Antigua, Martinica y Guadalupe. Se
descubrió sal en Bonaire, San Martín y Curacao, todas ellas islas pobladas en los años treinta. Las islas fueron
concedidas a las Provincias Unidas en virtud del Tratado de Munster (1648), junto con Saba y San Eustaquio.

Suriname, 1667-1863

Por mucho que estuvieran emplazadas en Tierra Firme, las Guayanas coloniales siguieron siendo islas
metafóricas. Pronto la escasa población india fue desterrada al interior y en realidad solo se colonizaron y se
hicieron productivas las zonas costeras. En esas zonas los esclavos cultivaron azúcar, café y algodón.
Volviendo la espalda a la inhóspita selva tropical, las sociedades coloniales se orientaron totalmente hacia el
océano y sus estribaciones, que en primer lugar servían como canal de comunicación con la metrópoli.
En muchos sentidos el Suriname colonial fue una colonia de plantación típica del Caribe. Antes de las guerras
napoleónicas, la colonia fue propiedad de una Sociedad particular de Suriname y después directamente paso a
ser propiedad del Estado; además hubo algunos períodos ingleses (antes de 1667, 1799-1802, 1804-1816). La
política local estuvo en manos de un gobernador holandés y de la elite colonial. Tenían intereses comunes con
respecto al mantenimiento del orden social en una colonia donde generalmente los esclavos constituían más
del 90% de la población.
Por otra parte la población surinamesa casi no estaba arraigada a Holanda. Dentro de la pequeña parte de la
población blanca, el mayor contingente estaba formado por judíos sefardíes procedentes de la Península
Ibérica y de Brasil, seguidos por los judíos askenazíes los holandeses y los zelandeses; además había, entre
otros, hugonotes franceses, ingleses, escoceses y alemanes. Los propietarios holandeses de plantaciones con
mas éxito fueron atrapados por lo que un gobernador del siglo XVIII critico como el animus revertendi, el
deseo de volver lo antes posible a la ‘patria‘. A finales del siglo XVIII la mayoría de los propietarios de
plantaciones vivían en Holanda.
La mayor parte de la población surinamesa tenía raíces africanas.
Entre 1667 y los años 20 del siglo XIX, se importaron 210.000 esclavos aproximadamente.
En cl siglo XVIII los esclavos constituían más del 90% de la población cantidad que sin embargo disminuyó
hasta menos del 65% en 1863. La gran mayoría de los esclavos vivía en las plantaciones; los esclavos urbanos
formaban una pequeña minoría. Además de los esclavos, dueños y el grupo de mulatos libres que fuera
creciendo poco a poco, al margen del mundo colonial vivían también varios miles de indios y cimarrones.
La pequeña ciudad de Paramaribo funcionaba como centro administrativo, lugar de residencia para la elite, los
negros y los mulatos libres, y como punto de intersección en las relaciones entre la colonia y la madre patria.

101
Así, poco a poco, surgió en Paramaribo una población mezclada en lo que se refiere a raza y cultura. La
proporción de afro-surinameses era considerable dentro de esta población urbana, ya que además de los
mulatos libres, también vivían en Paramaribo esclavos domésticos y artesanales. Una pequeña parte de esta
población de color supo hacer fortuna; sin embargo se les siguió denegando el acceso a la administración
colonial hasta bien entrado el siglo XIX.

La gran mayoría de la población vivía en las plantaciones. Las exigencias específicas de los distintos
productos y de los factores ecológicos exigieron adaptaciones locales. En Suriname los propietarios de las
plantaciones introdujeron un sistema holandés de economía hidráulica basado en la tecnología de los pólderes,
con el fin de hacer aptas las tierras pantanosas a lo largo de los ríos para la agricultura de plantación. En
varias décadas. La economía hidráulica en la mayoría de las plantaciones azucareras evolucionó hasta llegar a
un sistema ingenioso de circuitos de agua separados, que servían de drenaje e irrigación para el transporte por
los vastos ingenios, y como fuente dc energía para los molinos de azúcar que exprimían el jugo de las cañas.
Las plantaciones de café, se servían de un sistema de pólderes más sencillo, pero igual de eficaz.
Gracias a esta innovación, sin la cual nunca se habría desarrollado la economía surinamesa de plantación, la
productividad de las plantaciones de azúcar y café en Suriname contrastó favorablemente con los resultados
en otras partes de esa región. Sólo en el transcurso del siglo XIX, Suriname sucumbió a los nuevos líderes
innovadores: Cuba y la Guayana Británica.
Mientras la productividad surinamesa fue comparativamente alta hasta la mitad del siglo XIX, la rentabilidad
se desarrolló de forma desfavorable a partir del último cuarto del siglo XVIII.
Esto se relaciona con una paradoja específica y desfavorable para la economía colonial del mercantilismo
holandés. Suriname se vio obligado a orientarse casi exclusivamente hacia la madre patria.
Los comerciantes holandeses traían esclavos africanos a Suriname, los barcos holandeses transportaban los
productos tropicales a los mercados holandeses y con capital holandés se financiaba el sistema de plantación
surinamés. Para Suriname la madre patria fue crucial. Sin embargo, al revés, este no fue el caso. El azúcar y el
café surinameses solo tenían un segmento limitado en el mercado holandés de productos tropicales.
En este mercado libre, la colonia tuvo que competir contra los rivales de otras partes sin ningún apoyo.
Finalmente este trato despiadado, que contrastaba enormemente con el proteccionismo de otras potencias
europeas, resultaría ser fatal. En realidad para seguir siendo rentable, Suriname tuvo que producir de forma
mucho más eficiente que sus rivales. A largo plazo no pudo soportarlo. La consecuencia fue una dependencia
creciente y finalmente asfixiante de los créditos concedidos por la madre patria. De ahí que se produjera una
crisis financiera en el último cuarto del siglo XVIII y que se agotara durante mucho tiempo la afluencia de
capitales a Suriname. Aunque, como ya se ha dicho, el desarrollo de la producción y de la productividad
siguió evolucionando de forma positiva en el sector azucarero. Esta recuperación fue insuficiente para
restablecer estructuralmente la rentabilidad. Finalmente la abolición de la esclavitud daría el golpe de gracia
al sector dc plantación, a pesar de que acto seguido tuvo lugar una historia de trabajo asiático bajo contrato.

Bajo fuerte presión inglesa se abolió el comercio de esclavos en 1814. Sin embargo, con la abolición de la
esclavitud, en 1863, Holanda iba muy por detrás de Inglaterra (1834) y Francia (1848). A pesar de las
objeciones de los propietarios de plantaciones de Suriname sobre todo, que adujeron el argumento profético
de que sin esclavitud la economía surinamesa de plantación se vendría abajo con seguridad, los
parlamentarios finalmente decidieron la abolición. La indemnización de los propietarios de esclavos
expropiados se saldó con los beneficios de las Indias Orientales que aumentaron rápidamente. Así los
javaneses financiaron la liberación colectiva de los esclavos surinameses.
La esclavitud surinamesa tenía fama de ser excepcionalmente severa.
Los patrones demográficos de la población de esclavos eran, también comparativamente, desfavorables. El
crecimiento demográfico anual fue hasta 1750 del -5% aproximadamente; después se habló ciertamente de
una mejora, pero el crecimiento siguió siendo negativo hasta la abolición de la esclavitud. La mejora se puede
atribuir en parte a una presión de trabajo menos extrema y en parte muy probablemente más al factor de la
criollización. Además los patrones demográficos cambiaban mucho según el producto que se cultivara en la
plantación; las exigencias tecnológicas correspondientes determinaban en gran medida la dureza del régimen
de trabajo.

Según las dimensiones elegidas, se puede considerar la esclavitud surinamesa de distintas maneras. Así la baja
frecuencia de la manumisión, un sistema severo de castigos, una protección legal mínima de los esclavos, el
rechazo (hasta 1830) a ponerles en contacto con el cristianismo y la dimensión del cimarronaje parecen

102
continuar una esclavitud extremadamente rígida Sin embargo sigue siendo difícil establecer si, en realidad,
todo esto fue distinto en el siglo XVIII en Jamaica o Santo
Domingo o en el siglo XIX en Cuba. En cuanto al aprovisionamiento de alimentos la situación de los esclavos
surinameses fue relativamente buena, sobre todo gracias a un sistema bien desarrollado de propia producción
alimentaria en conucos, que les convertía en proto-peasants con derecho.

La alta frecuencia del cimarronaje, por una parte es un reflejo de la dureza de la esclavitud surinamesa de
plantación y por otra también de la impotencia de los propietarios de las plantaciones y de las autoridades
locales para cortar eficazmente la huida de los esclavos a la selva tropical. En las investigaciones sobre la
historia de los cimarrones, la resistencia ocupa un lugar central, un antídoto eficaz contra la idea de que los
esclavos solo eran víctimas del sistema. Investigaciones sobre la vida diaria en las plantaciones han dejado
claro que la posición negociadora de las dotaciones fue mejorando y al final fue extraordinariamente fuerte.
Esto acarrea nuevas preguntas sobre la supuesta dureza extrema de la esclavitud surinamesa y sobre la
compleja relación dueños-esclavos-cimarrones
El extremado desequilibrio cuantitativo, Frente a un solo blanco, había de 50 a 100 esclavos, y la impotencia
y falta de voluntad para cristianizar y occidentalizar a los esclavos crearon las condiciones para el desarrollo
relativamente autónomo de una cultura de esclavos. Los patrones de parentesco afro-surinameses, como la
religión, la música y sobre todo la lengua hablada: el sranantongo, forman los indicios actuales de esta cultura
de esclavos. Está claro el contraste con la cultura hispano-caribeña criollizada: en la que el elemento europeo
aparece representado de forma mucho más fuerte: así como las similitudes con las culturas de esclavos anglo-
caribeña y franco-caribeña.

Las Antillas Sotaventas (1648-1863)

Se dice que Aruba, Bonaire y Curacao, fueron descubiertas por Alonso de Ojeda en 1499. Iban quedando
pocos indios cuando en los años 1630, en plena guerra, empezaron las conquistas holandesas. Desde entonces,
las islas han estado en manos holandesas hasta el día de hoy sin contar unas ocupaciones inglesas a comienzos
del siglo XIX (en Curacao 1800-1803, l807-l816).

Entre las islas holandesas de Sotavento se destacaba Curacao, tanto en número de habitantes como en tamaño.
En Aruba, destinada a la ganadería, los indios sobrevivieron hasta el siglo XIX, porque solo desde 1754
pudieron establecerse en la isla colonos blancos En la practica esta autorización puso fin al monopolio de
tener esclavos que habían detentado los servidores de la Compañía afincados en la isla. En
Bonaire había esclavos ya desde el principio. Una salina, que constituyó una fuente considerable dc ingresos
para la WIC, proporcionaba trabajo duro a los esclavos y a unos detenidos. En el siglo XVIII la isla servía
además de transbordo para el comercio entre Curacao y Tierra Firme.
Al contrario de Suriname o las otras Guyanas holandesas, Curacao debía su importancia al comercio. El tipo
de plantaciones típico de aquellas colonias nunca echó raíces en Curacao, ni -por lo demás- en las otras
Antillas de Sotavento. La plantación curazoleña tenía poco capital invertido, operaba sin fines lucrativos
capitalistas y casi sin orientación al mercado extranjero. Se dirigía más bien al mercado interno. De ahí que la
esclavitud en la isla tuviera un carácter especial. Muchos africanos y sus descendientes en Curacao eran
“sirvientes dc lujo”. Eran artesanos, marineros y esclavos domésticos. Otra consecuencia fue que la
emancipación de 1863 no propició cambios radicales en la colonia. Persistía la interdependencia entre los
hacendados y los antiguos esclavos.
Estos seguían viviendo en sus casitas en las plantaciones, reteniendo su ganado menor. A cambio,
suministraban maíz y se ponían al servicio de los señores durante un cierto número de días al año.

Debido al carácter predominantemente comercial dc Curacao había pocos esclavos por propietario. Estas
circunstancias hicieron que las relaciones entre amos y esclavos fueran relativamente suaves. La casi alta
frecuencia de manumisiones puede tomarse como muestra del régimen poco duro. Otra observación que cabe
hacer es que había regulares huidas de esclavos a la cercana costa de Coro. Además, hubo en el año 1750 una
rebelión de esclavos, mientras que en 1795 estalló una gran sublevación inspirada en las ideas revolucionarias
de Francia y Haití. Participaron en ella también negros y mulatos libres. Los “libres de color” gozaban de una
libertad limitada. Los sirvientes de la ley no les trataron de igual a igual y levantaron impedimentos contra los
comerciantes no blancos cuando estos les hicieron la competencia a los blancos.

103
Los dueños de las plantaciones, que gozaban un notable prestigio social, formaban la elite de la sociedad
curazoleña. Vivían en sus casas de campo blanqueadas y rodeadas de las casuchas de los esclavos. Podían
vivir a lo grande, Mas por sus actividades comerciales que por el rendimiento de sus plantaciones. Entre estos
señores se encontraban no pocos originarios de Alemania y Escandinavia. Compartían la religión de los
propietarios de plantaciones holandesas. Además de los protestantes, había muchos blancos que profesaban la
religión judía. Las autoridades de la WIC les permitieron el libre ejercicio de su religión.
Existía una distancia social entre el grupo de los señores y el de los esclavos, fijada en dos complejos de
normas de conducta de ambos grupos. Esta distancia revestía también un carácter religioso. Los blancos eran
judíos o protestantes. Muy pocos profesaron el catolicismo mientras que la mayor parte de los negros y
mulatos pertenecía oficialmente a la Iglesia católica. Los sacerdotes bautizaron a los negros bozales sin
obstáculos del gobierno aunque las autoridades seculares juzgaban el catolicismo perjudicial para la
divulgación del evangelio. Sin embargo, no había muchos conflictos entre la Iglesia católica y el Estado. Las
autoridades seculares consideraban la Iglesia católica como una institución de control social. Cada vez más
clérigos obtuvieron salario del gobierno, mientras que la Iglesia consiguió el monopolio sobre la educación
religiosa de los esclavos.
Ya hemos señalado el carácter comercial de Curacao. Poco después de la conquista, se hizo claro que la isla
tenía un suelo árido y poco fértil. Debido a su ubicación estaba predestinada a convertirse en emporio. Había
en los siglos XVII y XVIII dos modos holandeses de comercio en las colonias españolas: un método directo y
otro indirecto. El comercio indirecto implicaba la participación en la carrera de Indias, ya expendiendo
mercancías en las flotas y galeones, ya tomando parte en los navíos de registro. Era costumbre que después de
la vuelta de las flotas y galeones a Cádiz, enormes cantidades de oro y plata fueran transportadas a los puertos
neerlandeses como pago de mercancías provenientes de allí. En las décadas siguientes fue suplantado por cl
comercio directo, es decir el contrabando de holandeses en los puertos, bahías y calas americanos.

Desde los años 1680, y durante todo el siglo XVIII, Predominaba el comercio directo desde Curacao. Daban
los curazoleños preferencia a comerciar en la llamada “costa de Caracas“, a poca distancia de la isla
holandesa. El contrabando pudo desarrollarse gracias a defectos en el sistema mercantil español. Por una
parte, la industria española no podía cubrir las necesidades coloniales a precios razonables y por otra parte la
metrópoli era incapaz, de absorber las mercancías coloniales a precios aceptables para los productores y
exportadores. Por lo demás, la marina mercante carecía de capacidad para poder con el volumen del comercio
transatlántico.

En el sur del Caribe se impuso una división entre una órbita inglesa y otra holandesa. Curacao dominaba la
región del este de Maracaibo hasta Cumaná, mientras que los ingleses de Jamaica se hicieron más importantes
en Nueva Granada, Panamá y la costa centroamericana.
Los artículos venezolanos más solicitados por Curacao eran cacao, tabaco y cueros. Los comerciantes
holandeses y los judíos de Curacao podían pagar los productos en metálico, aunque preferían el trueque.
Predominaban entre las mercancías holandesas la ropa, lencería y, de vez en cuando, unas provisiones. Fuera
de manufacturas y provisiones, los holandeses vendían esclavos en todo el Caribe.
Esta rama del comercio holandés empezó ya en tiempos de la colonización neerlandesa del Noreste de Brasil.
Después de la pérdida de Pernambuco a manos de los portugueses (1654), Curacao se convirtió en el nuevo
destino de esclavos africanos. Desde la isla, los esclavos fueron reexportados por la región, especialmente a
Tierra Firme. La trata de esclavos prosperaría en el período 1660-1713, pero durante el asiento inglés (1713-
1739), el volumen del tráfico holandés de esclavos disminuyó considerablemente. Sin embargo, no habían
acabado los grandes días del comercio holandés en el Caribe, que mejoraría en los años 1713-1728, l740-l763
y 1776-1783. No cedió terreno hasta el fin del siglo XVIII.

Las relaciones entre los comerciantes de Curacao y los habitantes de las colonias españolas eran, por lo
general, amistosas. El contrabando iba a constituir en algunas colonias parte integrante de la vida cotidiana.
La dependencia mutua entre holandeses y españoles daba lugar, en casos de urgencia, al apoyo holandés hacia
sus socios españoles.
A lo largo del siglo XVIII, hubo algunos cambios en las relaciones mercantiles de Curacao. El tráfico con las
Antillas españolas aumentaba sin alcanzar, de todas maneras, el nivel del comercio con Tierra Firme.
Alrededor de 1800, una sucesión de acontecimientos dio fin al florecimiento económico. La ocupación de la
metrópoli por tropas francesas ocasionó la ruptura de las relaciones marítimas entre las Provincias Unidas y
su colonia en los años noventa. Tampoco fue propicia para el comercio isleño la administración inglesa de

104
Curacao a comienzos del siglo XIX y después de la devolución de la isla a Holanda, las guerras de
independencia en Hispanoamérica perturbaron la navegación de la colonia.
Al mismo tiempo Curacao sacó provecho del tráfico de armas que se desarrollaba entre los Países Bajos y los
nuevos estados.

Las Antillas Barloventas

La historia política y económica de estas islas se diferenciaba en varios aspectos de la de las islas Sotaventas.
Hasta fines del siglo XVII no consiguió la WIC empuñar las riendas en estas islas, que fueron gobernadas
antes por particulares en una época caracterizada por ocupaciones inglesas y francesas. De estas tres islas
pequeñas, la diminuta Saba, con varios cientos de habitantes, apenas tenía ninguna importancia. A partir de
1648, San Martín fue compartida con los franceses. En esta isla se desarrollaron unas cuantas plantaciones
azucareras muy modestas: además también se utilizaron esclavos en la extracción de sal. Generalmente los
esclavos constituían aproximadamente dos terceras partes de la población. También en San Eustaquio se
produjo azúcar en las plantaciones de esclavos. Sin embargo, la relevancia de esta isla, la más importante de
las Antillas Barloventas residía en el comercio. En la segunda mitad del siglo XVIII, y sobre todo durante los
primeros años de la guerra de la independencia americana, esta isla se podía comparar con la de Curacao,
como centro del comercio de contrabando y armas y de transacciones financieras. La red comercial y
Financiera de “Statia” abarcaba tanto las vecinas Antillas inglesas, francesas y españolas como Norteamérica
(británica). Sin embargo, el saqueo llevado a cabo por los ingleses en 1781 puso fin a este período de
florecimiento.

La escasa importancia de las Antillas Barloventas para su metrópoli se reflejó en una intervención mínima por
parte de Holanda en las islas. La lengua utilizada era el inglés y las autoridades coloniales lo permitieron. La
esclavitud en las Antillas Barloventas contrasta favorablemente con la esclavitud en colonias de plantación
típicas como Suriname.
Cuando en 1848 se abolió la esclavitud en la parte francesa de San Martin, este suceso también se produjo, de
hecho y bajo la presión de los esclavos de allí, en la parte holandesa. La madre patria seguiría manteniendo
durante mucho tiempo la incertidumbre sobre el status de los esclavos de San Martin, es decir entre 1848 y
l863 —una ilustración sorprendente del desinterés holandés.

Conclusión

Por cierto, se deben recordar, las actividades holandesas tempranas en otras partes de las Américas, no sólo en
Brasil y Norteamérica, sino también en el Cono Sur. El tráfico de Ámsterdam con el Rio de la Plata en la
segunda mitad del siglo XVII fue impresionante, mientras que, en los siglos XVII y XVIII los holandeses de
las Indias Orientales negociaban en especias y otros productos con Nueva España. Sin embargo, el mayor
potencial se encuentra en la historia del Caribe holandés.

KULIKOFF, Allan

DE PUESTO DE AVANZADA A SOCIEDAD DE ESCLAVOS 1620-1700

Virginia y Maryland fueron fundadas como puestos de avanzada de la economía inglesa, y su poblamiento
inicial financiado por comerciantes y especuladores ingleses. Las autoridades reales apoyaron estas empresas
coloniales arriesgadas porque esperaban que los inversionistas atrajeran muchos colonos a la región,
encontraran un cultivo principal que Inglaterra no podría producir, y proporcionaran un mercado para los
productos manufacturados del reino. La colonización no solo llenaría la caja real inglesa, sino proveería un
lugar donde enviar a los hombres y mujeres pobres y peligrosos que, según pensaban los ingleses ricos,
habían invadido el país.

Durante la mayor parte del siglo XVII, la región del Chesapeake contenía innumerables aldeas
indígenas rodeando los desparramados puestos de avanzada poblados por los plantadores blancos y sus
siervos contratados. Los ingleses aprendieron como sobrevivir de los indios, hicieron del maíz indígena su

105
pan y del tabaco indígena su cultivo principal, y luego expulsaron a los indios de las tierras que siempre
habían usado. Poco a poco explotaron las tierras confiscadas a los indios, pero aún en 1700 solamente unas
pocas áreas a los largo de los grandes ríos de la región fueron completamente ocupadas con plantaciones.

Cuando los pobladores descubrieron un mercado para el tabaco en Inglaterra, dejaron de lado toda
otra actividad económica. Los plantadores podrían aprovecharse del mercado de tabaco solo si podían
controlar suficiente mano de obra para aumentar su producción Por lo tanto, utilizaron las ganancias que
sacaron del comercio para traer más siervos contratados ingleses para trabajar en los campos de tabaco. Pero
la oferta de siervos contratados disminuyó a fines del siglo XVII, y los plantadores desesperados se volcaron
hacia los esclavos africanos. La esclavitud transformó las relaciones sociales de producción de la región al
crear una nueva clase y una sociedad de castas raciales. Los esclavos negros se convirtieron en una casta baja
permanente sin esperanzas de emancipación, y los plantadores que tenían muchos esclavos se volvieron
mucho más acaudalados que sus vecinos sin esclavos. Sin embargo, las familias blancas pobres mantuvieron
un lugar tenue en la región porque el cultivo de tabaco- no como el cultivo del azúcar- requería sólo una
pequeña inversión inicial y se podía cultivar en pequeñas unidades productivas.

DE INGLATERRA AL CHESAPEAKE

Una pequeña clase de gentry y un grupo mayor de comerciantes, clérigos, y pequeños terratenientes
acomodados (Yeomen) dominaron la sociedad inglesa durante la primera parte del siglo XVII. Muchos de
estos hombres compartían un conjunto integrado de ideas acerca del modo en que una sociedad buena debe
estar organizada e intentaron inculcar estos ideales en el resto de la población inglesa. Creían que los maridos
debían mandar dentro de la familia, los caballeros debían controlar el reino, y las comunidades debían de estar
libres para seguir las costumbres locales bajo la dirección de la gentry. Aunque enseñaban estas virtudes a sus
hijos, debían imponer sus ideas sobre los sirvientes domésticos y la gente pobre que vagaba por el país en
busca de empleo.

Las familias de clase media y de la gentry estaban llegando a ser cada vez más patriarcales en la
Inglaterra del siglo XVII. Los maridos insistían en el deber de que sus esposas obedecieran sus dictámenes
porque las mujeres eran miembros del, supuestamente más débil y menos inteligente de los sexos, mientras
que a los hijos les exigían respetar a sus padres para aprender a controlar su maldad. Los hombres dirigían los
asuntos familiares, dejando la organización doméstica a sus esposas. El patriarcalismo se extendía más allá de
la familia nuclear. Los hijos de trabajadores pobres que llegaban a ser sirvientes en los hogares yeomen o
gentry tenían que obedecer a su patrón, o padre sustituto, y tomar órdenes de la señora de la casa. Aunque
pocas familias lograron este ideal patriarcal, algunos pensadores legitimaron la autoridad paterna al ligarla a
la jerarquía política; el quinto mandamiento, según el catecismo, le mandó al pueblo obedecer a “nuestros
padres naturales, los padres de nuestro país, o de nuestra casa, los ancianos y nuestros padres en Cristo”.2

La vida social inglesa del siglo XVII estaba organizada en una jerarquía a partir del status y la
riqueza. Los caballeros idealizaron esta jerarquía e insistieron en que era establecida por Dios y por lo tanto
inmutable. Como afirmó John Winthrop en su famosa oración en la Arabella, “Dios Todopoderoso….ha
dispuesto de la condición del hombre de tal manera , que algunos siempre tienen que ser ricos y algunos
pobres, algunos importantes y eminentes en poder y dignidad; otros miserables y subyugados”. Pensadores
sociales conservadores como Winthrop insistieron en que los grupos altos y bajos se debían obligaciones
recíprocas. El rey reinaba el país con la misma autoridad que un padre dominaba su familia, pero ni reyes ni

106
padres debían gobernar arbitrariamente. Un caballero era la vez padre, marido, soberano de sus súbditos y
vasallo del rey3.

Las familias yeomen de Inglaterra debían lealtad al liderazgo clerical y gentry de su comunidad local
en lugar de a una unidad nacional. Las aldeas fueron diversas e insulares, y la costumbre local regulaba las
relaciones entre caballeros y los yeomen. Los aldeanos rara vez recibieron noticias de otros lugares aún
durante la Revolución de la década de 1640 y la información que aprendieron de viajeros, clérigos o
caballeros fue distorsionada por los lazos locales tanto de oradores como de oyentes. Por supuesto, miles de
personas se mudaron de lugar en lugar, y muchos de ellos eventualmente llegaron a Londres. Los que se
mudaron a corta distancia probablemente retenían sus lealtades locales, mientras que los que se fueron a
Londres pueden haber empezado a identificarse como ingleses4.

Los valores tenidos por los ingleses privilegiados y de los sectores medios implícitamente suponían
que Inglaterra era una sociedad estable de campesinos de autosubsistencia, bien alimentados y dispuestos a
respetar a sus superiores sociales. Esta visión no reflejaba la realidad social. Inglaterra estaba organizada en
una serie de mercados locales integrados, con su centro en pueblos con sus mercados donde los agricultores
vendían sus productos y compraban bienes de consumo. Tampoco la gente pobre se ajustó al papel de
sirviente que los caballeros esperaban de ella. Los aldeanos pobres subsistieron en parcelas minúsculas de
tierras marginales- y todos los miembros pobres de la familia- tanto hombres como mujeres- suplementaron
los ingresos de estas parcelas pequeñas con el trabajo agrícola o industrial. Trabajadores y aún algunos
aldeanos, recorrieron a pie los caminos buscando trabajos estacionales o empleos industriales 5.

Entre esta gente pobre muchos no compartían los valores patriarcales y jerárquicos de la gentry,
aspiraban a un orden social más igualitario en que todo hombre respetado tuviera derechos políticos, e incluso
algunos, creían que los maridos y mujeres podían compartir igualmente el gobierno de la familia.
Probablemente compartían algunas de las ideologías radicales que surgieron durante la revolución inglesa de
la década de 1640. “Hombres sin Patrones” se congregaron en el New Model Army (Ejército del Nuevo
Modelo) y escucharon los debates sobre las responsabilidades políticas y el sufragio. Lideres levellers
(niveladores) como Gerald Winstanley hablaban de “intentar por nuestro recto actuar no dejar más a
nuestros hijos la tierra enredada por propietarios egoístas; dejarla como almacén libre y tesoro común para
todos, sin distinción de personas.” Winstanley alentó los matrimonios entre clases e insistió en que los
hombres tomaran responsabilidad por su comportamiento sexual; sectas más radicales, aprobaron la libertad
sexual, el divorcio fácil, y derechos más igualitarios para las mujeres en el matrimonio y en la sociedad 6.

Los caballeros ingleses temían a la gente pobre y buscaron regular su comportamiento. Menos de la
mitad de la gente pobre trabajaba como sirvientes en las casas de sus patrones. El resto, incluía vagos y viudas
pobres meritorias y pensionistas, podría ser controlado solamente por la coerción social. Las leyes inglesas de

107
la pobreza de 1598 y 1601 definieron el vagabundaje y les permitieron a las autoridades locales castigar bajo
amenaza de látigo a cualquier persona de este grupo, establecer asilos de pobres para hombres y mujeres
desocupados, y provee estipendios para los pobres meritorios 7.

Ni la disciplina impuesta por los patrones ni el control social estipulado por las leyes inglesas de la
pobreza tuvieron éxito en subordinar a la gente pobre a sus superiores sociales. La población inglesa creció
rápidamente durante los últimos años del siglo XVI y los primeros años del siglo XVII, a la vez que caían los
jornales de los trabajadores agrícolas. El número absoluto y relativo de gente pobre, junto con los problemas
que causaban a los gobernantes de Inglaterra, se incrementó enormemente en vísperas de la colonización
americana. Algunos caballeros consideraban a las nuevas colonias ideales como basural para los mendigos
desocupados y vagabundos de Inglaterra. La Virginia Company esperaba traer a América barcos llenos de
desempleados para trabajar en sus plantaciones como sirvientes. Incluso Jacobo I ordenó secuestrar y mandar
un grupo importante de pobres difíciles 8.

Durante las décadas iniciales de asentamiento de las colonias del Chesapeake, la Virginia Company y
los Calvert intentaron organizar sociedades jerárquicas que igualaran su visión de cómo Inglaterra debía ser
gobernada. En Virginia, las autoridades de la compañía tenían toda la tierra y todo el poder y alojaron a los
inmigrantes en barracas; a través de reglas detalladas buscaron instalar obediencia y una disciplina rígida
entre los aventureros, mayormente pobres, que migraron a la colonia. Los propietarios Calvert, por su parte,
también buscaron establecer una sociedad señorial según su modelo de la Europa Medieval; creyeron que a
través de un fuerte control judicial y la organización de grandes plantaciones otorgadas a cada señor
alentarían un rápido desarrollo9.

El éxito de los fundadores de Virginia y Maryland para realizar sus utopías conservadoras dependía
del tipo de personas que migrara y de su grado de adaptación al medio ambiente de la región. La migración de
familias, junto con tasas de mortalidad bajas para adultos, permitiría la creación de familias patriarcales y
proporcionaría mecanismos para controlar a los trabajadores y sirvientes, pero el control político sería difícil
si la mayoría de los inmigrantes fueran hombres jóvenes sin vínculos. Si los migrantes vivieran en granjas y
aldeas similares a las de Inglaterra y permanecieran contentos con las tierras que les otorgaran la Virginia
Company o los señores, la jerarquía económica y social que los fundadores habían concebido podría
desarrollarse. Pero si los migrantes insistieran en tierras agrícolas fuera de las comunidades pobladas, el
control social de la gentry podría desaparecer pronto poco después de la colonización inicial.

Los primeros colonos ingleses encontraron una vasta tierra, poco poblada según las normas europeas,
con suelo fértil, bosques densos y anchos ríos. La Bahía de Chesapeake dividió las tierras en dos costas, pero
la mayoría de los primeros pobladores se quedaron en el lado occidental de la bahía. Seis grandes ríos- que los
ingleses llamaron: James (cerca de la entrada sur a la bahía), York, Rappahannock, Potomac, Patuxent, y
Susquehanna (cerca del margen norte de la Bahía)- desembocaban en el Chesapeake. Mientras que partes del
Tidewater eran casi llanas, mucho de ese país “no era ni montañoso ni aún bajo, sino de colinas tan
agradables y sencillas y valles fértiles, lindantes unos con otras y regadas convenientemente con sus arroyos

108
dulces y manantiales cristalinos, cómo si el arte mismo los hubiera ideado”. Grandes cascadas señalaban los
comienzos de las colinas onduladas del piedmont, y los indios contaron a los ingleses de montañas vastas
localizadas lejos en el oeste (mapa 1) 10”.

Los primeros exploradores de Virginia percibieron a los indios como salvajes y pensaron que la tierra
que habitaban era un vasto desierto que contenía una cornucopia de riquezas esperando ser utilizadas para
transformar el área en granjas y aldeas. Aun John Smith , que describió la política y cultura de los indios con
gran detalle, compartía esta visión. Virginia-mantenía- era un paraíso: “La suavidad del aire, la fertilidad del
suelo, y la situación de los ríos son tan propicios para la naturaleza y uso del hombre, ningún lugar es más
conveniente para el placer, provecho y sostenimiento del hombre”. Pero era un paraíso salvaje. “Todo el país
estaba cubierto de árboles e invadido de yuyos, una situación que podía ser “pronto corregida por una buena
agricultura”, después de que lo ingleses se apoderaran del área donde los indios habían hecho “tan poco
provecho de su tierra, por fértil que fuera11”.

Los ingleses no vieron que los indios explotaran las tierras del Chesapeake con mucha eficacia. Por
lo menos 25.000 indios vivían dentro de los límites eventuales de las dos colonias en 1600, y la población
probablemente fue mucho más numerosa antes de que un número no contado de indios muriera a causa de
enfermedades europeas, luego del contacto inicial. Vivían en pequeñas aldeas de dos hasta cincuenta
habitaciones rodeadas por cultivos de maíz, porotos, calabazas, y otras verduras. Estos cultivos, junto con la
pesca y las presas obtenidas por los cazadores indígenas, proporcionaron a cada aldea lo suficiente para
alimentar a su gente y pagar tributo a jefes poderosos12.

Tampoco era Virginia un desierto en 1607 cuando los primeros pobladores blancos llegaron. Por lo
menos 200 aldeas se podrían encontrar en el tidewater de Virginia y Maryland, y anchos caminos indígenas
conectaban el tidewater de Virginia con el piedmont y el Rio Potomac con el río James, situado a ochenta y
hasta cien millas al sur ( o sea alrededor de 145 a 182km). Los indios crearon cientos de prados donde antes el
bosque denso cubría el área cuando cortando árboles y quemando bosques preparaban nuevos campos para el
cultivo. Como los indios utilizaban un campo solamente hasta que las cosechas permanecieran buenas y
luego lo dejaban en barbecho hasta que se restaurara la fertilidad, continuamente creaban campos nuevos y
más claros en los bosques13.

Los pobladores ingleses contaron con la colaboración de los indios para adquirir alimentos e
instrucción en el uso de la tierra durante sus primeros años en la región. Los primeros virginianos estaban
ávidos por riquezas instantáneas o productos rentables y estaban tan preocupados por estos asuntos que no
prestaron atención a su propio sostenimiento. Entonces acudieron a los indios para alimentos, agotando los
excedentes de ellos y restando de su subsistencia. Una vez que los ingleses empezaron a cultivar sus propios

109
alimentos y tabaco adoptaron los métodos indios de cultivo, inclusive el sistema de rotación de cultivos que
los nativos habían perfeccionado14.

Los blancos creían que los indios eran paganos salvajes que no tenían título real a las tierras que
usaban, y por lo tanto tomaron tierras cerca de los asentamientos indígenas, afectando sus posibilidades de
cazar y recolectar frutas silvestres y hierbas. Cuando surgieron disputas entre los ingleses y los indios, los
colonos recurrieron a la violencia y al pillaje de cultivos y aldeas. Finalmente, en 1622, los indios se
levantaron y mataron a 347 pobladores blancos. La respuesta inglesa a este ataque, y a un levantamiento
parecido en 1644, fue rápida y cruel. Los ingleses masacraron a muchos indios y mandaron a la mayoría de
los que quedaron al exilio lejos de los límites del asentamiento blanco. En 1669, alrededor de 2000 indios
vivían en la Virginia del tidewater, solamente la tercera parte de los que se encontraban allí en 160715.

Aunque los pobladores ingleses no se encontraron con un desierto crearon uno. Después de que
forzaron a los indios a dejar el tidewater, las viejas sendas y aldeas se llenaron de yuyos y viejos bosques de
pino. Sólo lentamente las familias blancas llenaron las tierras que los indios habían dejado. Setenta años
después de que los primeros ingleses habían llegado a Virginia, el asentamiento blanco había progresado
solamente alrededor de sesenta millas (un poco más de 110 kilómetros) al oeste de la Bahía del Chesapeake
aún esta área estaba poco habitada. Dos pobladores ingleses y un escoses comentaban en 1697 sobre las
riquezas naturales de la provincia con palabras casi idénticas a las de Smith. Afirmaron que “ni la centésima
parte del país aún ha sido desmontado, y ni un píe (un poco menos de un metro) de pantanos drenados”, y la
tierra les parecía a ellos “como un desierto salvaje; las tierras altas cubiertas de árboles, y las tierras bajas
inundadas por agua, pantanos y ciénagas”. Un cuarto de siglo más tarde, Hugh Jones lamentó que “todo el
país es un bosque perfecto, excepto donde los bosques se han desmontado para plantaciones, y los campos
viejos, y donde han estado antiguamente aldeas indígenas16.”

Los plantadores blancos reempezaron las aldeas indígenas con alquerías dispersas; los virginianos
“se asentaron sin regla ni orden en plantaciones rurales” se quejaban los tres observadores en 1697. Los
plantadores del Chesapeake, sin embargo, no estaban dispersos en el paisaje al azar, cultivaron a lo largo de
las orillas de los ríos y riachuelos para estar cerca de las rutas comerciales y para aprovechar mejor el suelo.
Además, los plantadores necesitaban grandes cantidades de tierras para madera, prados y barbecho. Los
plantadores en el condado de Calvert, Maryland, a fines del siglo XVII temían que la población había llegado
a ser demasiado grande, aunque solamente alrededor de dos o tres familias vivían en cada milla cuadrada
(casi 3,5 kilómetros cuadrados) que pagaba impuestos en el condado. “Aunque estamos asentados bastante
cerca”, escribió el pastor del condado en 1699, “no podemos ver la casa del vecino más cercano por los
árboles”, pero temía que “dentro de pocos años podemos esperar lo contrario, porque el comercio del tabaco
destruye la abundancia de madera, tanto por la construcción de hogsheads (los barriles en que
transportaban el tabaco) como por la construcción de casas de tabaco; además del desmontaje anual para el
cultivo17.

110
A pesar de los intentos de dos asambleas coloniales de crear pueblos durante el últimos tercio del
siglo XVII, la gente de Maryland y de Virginia se negaban a mudarse allí, temiendo que “cien familias fueran
confinadas dentro de los límites de la mitad de una milla de tierra” para la desventaja de todos. Los únicos
pueblos de importancia en 1700 fueron Williamsburg y Annapolis, las dos capitales coloniales, y juntos
alojaron menos de 1000 almas. Una media docena de aldeas estaban esparcidas por los ríos, pero la mayoría
de los negocios se concretaron en los muelles, los hogares de los grandes plantadores, los tribunales, las
fondas, las iglesias, y los talleres de los artesanos dispersos por la tierra18.

LA EDAD DEL PEQUEÑO PLANTADOR

Las esperanzas utópicas de la Virginia Company y de los Calverts para el desarrollo de sociedades jerárquicas
estables en la región del Chesapeake nunca fueron realizadas. Aunque muchos caballeros inmigraron con los
primeros pobladores, algunos murieron en el ataque indio de 1622, y otros se fueron cuando descubrieron las
dificultades de hacer plantaciones entre los bosques. Como otros caballeros ingleses, se negaron a migrar a las
dos colonias debido a la falta de un liderazgo jerárquico. Además, los plantadores vivían esparcidos por las
riberas de los ríos y riachuelos, en lugar de en aldeas donde los pocos caballeros que se quedaran podrían
vigilar su comportamiento. Los plantadores pequeños del común, que fueron dueños de una propiedad de
unos cientos de acres y tal vez de un siervo contratado, llenaron el vacío dejado por los caballeros y llegaron a
dominar la población y la política de la región 19.

La introducción del tabaco como el producto exportable principal en la década de 1620 terminó con
cualquier esperanza de la Virgina Company o de los Calverts de introducir sus planes conservadores para la
región, Todos los esfuerzos de los pobladores se volcaron a la producción del tabaco para el mercado. Como
la producción de tabaco requería mano de obra, los plantadores compraron gran número de sirvientes entre las
clases pobres de Inglaterra. Cuando el término de su servicio expiraba, estos hombres empezaban nuevos
hogares, construían nuevas plantaciones, y cultivaban aún más tabaco. La movilidad de la que disfrutaban los
ex sirvientes destruyó el orden jerárquico que los caballeros ingleses deseaban, y llevó a una sociedad incluso
más igualitaria que la inglesa.

El rápido crecimiento del mercado para el tabaco del Chesapeake en Inglaterra creo importantes
oportunidades para los sirvientes liberados e inmigrantes comunes. Entre 1620 y 1680 el precio y la
producción del tabaco siguieron la curva de un nuevo producto. Los plantadores de tabaco recibieron un
precio muy alto para su producto en la década de 1620, y este precio alentó la búsqueda de nuevos modos de
aumentar la productividad y persuadió a más hombres a cultivar el tabaco. La producción anual de tabaco por
trabajador aumentó de alrededor de 710 libras (322,7 kilos) en la década de 1620 a alrededor de 1600 libras
(727,3kilos) en la década de 1670; al mismo tiempo, los costos de fletar una libra de tabaco disminuyeron
hasta la mitad. Los precios del tabaco cayeron rápidamente en la década de 1620, de alrededor de 16 a 5
peniques por libra, y luego más lentamente pero continuamente en la década de 1630 hasta fines de la década
de 1660, llegando a alrededor de un penique por libra en 1670. Sin embargo, los plantadores todavía podían
sacar una ganancia de su tabaco porque producían más del cultivo con menos mano de obra. Precios menores
del tabaco condujeron a un mayor consumo del tabaco del Chesapeake en Europa; las exportaciones del
tabaco de la región explotaron en las décadas de 1620 y 1630 y luego aumentaron menos rápidamente hasta

111
principios de la década de 1680. Los virginianos fletaron un promedio de 65.000 libras de tabaco a Inglaterra
a principios de la década de 1620,pero más de un millón de libras anualmente a fines de la década de 1630; y
los plantadores del Chesapeake exportaron un promedio de más de 20.000.000 de libras por año a fines de
167020.

Aunque la producción de tabaco por brazo aumentó durante mediados del siglo XVII, los plantadores
pronto descubrieron que la adición de más obreros incrementaba la producción aun más rápidamente. Como
la población del Chesapeake era todavía reducida, Inglaterra proporcionaba la mayor fuente de mano de obra,
y los plantadores persuadieron a miles de ingleses a migrar a la región para escapar de un mercado de trabajo
deprimido y sueldos bajos. Alrededor de 75.000 blancos inmigraron a las colonias del Chesapeake desde Gran
Bretaña entre 1630 y 1680, y entre la mitad y las tres cuartas partes de ellos llegaron como siervos
contratados. Los emigrados solían ser pobres, jóvenes descalificados de 18, 19 años hasta 22 y 23 años, un
grupo que había perturbado la paz de los caballeros ingleses durante medio siglo y sería inevitablemente
difícil de controlar una vez que arribaron. Probablemente la mitad de estos hombres jóvenes eran o
desempleados u obreros descalificados, y solamente uno de cada cuatro provino de un hogar yeoman21.

Los plantadores buscaban especialmente trabajadores varones que pudieran poner a trabajar en los
cultivos de tabaco. Tuvieron éxito en este objetivo: más de seis veces más hombres que mujeres servían
durante la década de 1630, y más de tres hombres migraron por cada mujer entre 1640 y 1680. Esta tasa alta
de hombres en relación con las mujeres en la población de sirvientes agregó un sinnúmero de hombres
jóvenes sin vínculos a la población del Chesapeake, hombres que frecuentemente murieron sin dejar
herederos y así ayudaron a perpetuar la necesidad de mano de obra inmigrante 22.

La demanda de sirvientes por parte de los plantadores fue insaciable. No sólo necesitaban encontrar
reemplazos para los hombres cuyos términos habían expirado, sino también tenían que conseguir nuevos
trabajadores cuando los sirvientes morían, como muchos lo hicieron durante su primer año en la región, a falta
de familiaridad con el clima húmedo y defensas ante las enfermedades de la región. Pero aun aquellos hombre
que pasaron la prueba de su primer año, sufrieron de enfermedades crónicas como el paludismos que
afectaron su productividad y los dejaron en situación de más riesgo de muerte durante las epidemias
periódicas de viruela de gripe23.

Los plantadores de tabaco tuvieron que volver a Gran Bretaña para encontrar nuevos sirvientes
porque los inmigrantes no se reemplazaban entre la población local. Los casamientos tardíos, una mortalidad
alta, y la alta tasa de hombres en relación con las mujeres entre los ex sirvientes contribuyeron a que las
familias fueran poco numerosas. La mayoría de las mujeres inmigraron como sirvientas y no podían casarse
hasta alrededor de los 25 años de edad. Las ex sirvientas que se casaron y sobrevivieron los años fértiles
probablemente habrían dado a luz a seis hijos. Pero un gran número de mujeres inmigrantes murieron antes de
cumplir los 30 o 40 años y, por lo tanto, dejaron menos, o ningún hijo. La típica mujer inmigrante en dos
condados de Maryland dio a luz a menos de cuatro hijos antes de que ella o su marido murieran, y uno o dos

112
de estos hijos morían antes de llegar a su mayoría de edad. Como la población de ex sirvientes contó con tres
hombres por cada mujer, la prole de las mujeres inmigrantes reemplazaba solamente las tres cuartas partes de
cualquier generación de inmigrantes (véase tabla 1).24

Aunque las hijas de las inmigrantes tenían familias más grandes que reemplazaron la generación de
sus madres (tabla 1) tantos inmigrantes llegaron a las colonias del Chesapeake que la mayor fertilidad de esta
segunda generación no alcanzó a generar un excedente de

TABLA 1: CRECIMIENTO Y DECLINACION VEGETATIVOS DE LOS


BLANCOS EN EL CHESAPEAKE DEL SIGLO XVII

FACTOR DE CRECIMIENTO DE LA POBLACIÓN INMIGRANTES NATIVOS

(1) Edad de las mujeres al casarse por primera vez 24,9 16,8

(2) Número de hijos , todas las familias 3,7 5,5

(3) Proporción máxima de hijos vivos al cumplir 20 años 60,8 60,8

(4) Número de hijos vivos al cumplir 20 años por pareja 2,2 3,3

(5) Tasa de masculinidad (hombre cada 100 mujeres) 300,0 100,0

(6) Indice de reemplazo generacional 0,6 1,7

nacimientos sobre muertes en el total de la población blanca. Solamente uno de cada ocho adultos blancos
libres en el condado de Charles, Maryland, en 1675 fue nativo y esa proporción aumentó a solamente uno de
cada tres en 1690. Asimismo, la proporción de nativos entre todos los blancos del condado de Middlesex,
Virginia, aumentó de alrededor de uno de cada cinco a nueve de cada veinte entre 1668 y 1687, siendo mucho
de ellos niños25.

Las tasas de natalidad proporcionaron pocos trabajadores para las plantaciones del Chesapeake.
Solamente un hijo nacía por cada dos plantadores en Maryland a mediados del siglo XVII y, los inmigrantes
casados podían contar con los servicios de solo un hijo adolescente. En cambio, la mayoría de los plantadores
nativos de la primera generación eventualmente contaron con el trabajo de dos hijos. Como estos jóvenes
llegaban a la edad para cultivar tabaco cuando sus padres estaban ya un poco mayores de 40 años, los jóvenes
plantadores casados tenían que competir con los solteros para adquirir sirvientes ingleses si querían aumentar

113
su producción de tabaco. Una vez que los hijos cumplieron más de 20 años y salieron de casa, sus padres
tenían que entrar en el mercado de sirvientes nuevamente 26.

Los sirvientes y ex sirvientes que poblaron las colonias del Chesapeake durante el siglo XVII
amoldaron las condiciones demográficas no favorables- la alta tasa de hombres en relación a las mujeres, alta
mortalidad, y matrimonios tardíos- a su propia ventaja. Los hombres libres persiguieron, con gran vigor, dos
objetivos, la formación de una familia y la compra de su propia tierra. Estos objetivos estaban ligados: un
hombre no podría atraer a una esposa, dada la relativa escasez de mujeres, a menos que poseyera tierra.

Las metas de los recién liberados sirvientes y los ya establecidos plantadores chocaron y el conflicto
entre los dos grupos fue inevitable. Como había una escasez constante de mano de obra por todo el
Chesapeake, los plantadores emplearon tantas personas libres como podrían encontrar. Su objetivo, por
supuesto, fue incrementar sus ganancias al contratar brazos a sueldos bajos para producir tabaco .Los hombres
libres que sabían como “trabajar la tierra” y fueron dispuestos a trabajar por jornales bajos podrían proveer
ayuda calificada para lograr esta meta. Al emplear a los ex sirvientes, los propietarios pequeños podían
mejorara su tierra con poco gasto. Los hombres libres, por otro lado, quisieron ahorrar suficiente dinero para
alquilar o comprar tierra y establecer un hogar. A diferencia de los sirvientes los hombres libres no fueron
obligados a quedarse con un solo patrón viajaron de lugar en lugar y trabajaban para el plantador que les
pagase el jornal más alto. Por eso, los plantadores temían que los hombres libres se levantaran si su progreso
hacia la tenencia de tierras no fuese rápido, y ese temor se cumplió cuando los sirvientes liberados e
inquilinos se convirtieron en los partidarios más vigorosos de la rebelión fracasada de Nathaniel Bacon contra
la autoridad inglesa en Virginia en 1676.

Sin embargo, la mayoría de los hombres libres acumularon suficiente capital para empezar un hogar
y comprar tierra, y sus oportunidades probablemente aumentaron a lo largo de las primeras dos terceras partes
de los siglo XVII. Durante el boom del tabaco en la década de 1620, los empresarios exitosos amasaron
fortunas grandes por medio de la explotación del trabajo de los siervos contratados, pero los sirvientes
frecuentemente murieron antes de finalizar su contrato, y aún los que sobrevivieron consiguieron una
propiedad con alguna dificultad. La mayoría de los sirvientes, después de 1640, sobrevivieron a los primeros
años de su estadía en las colonias, al tiempo que, las condiciones económicas de los hombres libres también
mejoraron. Aunque ya no se podían hacer grandes fortunas con el cultivo de tabaco, los sirvientes liberados,
amasaron propiedades valoradas en dos libras esterlinas cada año que estaban libres. Entre 1640 y 1670, en
varios condados de Maryland los ex sirvientes permanecieron en la región del Chesapeake, trabajando durante
unos años, y luego compraron tierra y sirvieron en puestos políticos. Aunque la proporción de hombres libres
que salieron de Maryland aumentó en la década de 1670, casi la mitad de los que se quedaron compraron
tierras. Como los agricultores libres y pobres compraron tierras y sirvientes, la distancia económica entre los
dueños de casa mas ricos y los más pobres declinó, mientras que el porcentaje de propietarios de cientos de
acres aumentó27.

Una vez que un ex sirviente había juntado suficiente capital para alquilar o comprar tierras,
podría empezar a buscar una esposa. Los hombres libres deben haber sentido alguna urgencia, porque la vida
era todavía precaria, y un hombre de 30 años probablemente moriría antes de cumplir los 50 años. La mayoría
de los ex sirvientes que sobrevivieron y alcanzaron los 30 años establecieron sus hogares, se casaron, y

114
empezaron una familia, pero los matrimonios de parejas inmigrantes probablemente duraron solamente 9 a 13
años antes de que el marido o la mujer murieran. Esta situación dejaba niños al cuidado de un padre solo, de
parientes, o de miembros de la comunidad no emparentados 28.

La movilidad de los ex sirvientes, junto a su corta esperanza de vida, condujo a una búsqueda febril
de ganancias que dejó poco tiempo para la imposición del control social, similar al practicado por los
caballeros y esposos patriarcales en Inglaterra, sobre los mismos sirvientes, la gente pobre y las mujeres. Los
hombres competían por el poder y la riqueza y hasta se negaron deferir a hombres en posiciones de autoridad.
Aunque el gobierno local, sostenido por redes sociales rudimentarias, generalmente unió a una sociedad
contenciosa de plantadores, estas instituciones no pudieron contener la Rebelión de Bacon en 1676, un
violento conflicto sobre la política indígena, que empezó en la frontera pero se difundió por casi toda la
colonial y amenazó el control del gobierno de Virginia 29.

El sistema basado en la diferencia sexual de roles y el control familiar de la sexualidad practicado en


Inglaterra también se rompió. Como las mujeres fueron escasas y no había mecanismos para ahorrar trabajo,
las mujeres hicieron aproximadamente las mismas tareas que los hombres, incluso a veces trabajaban en los
cultivos con los otros sirvientes o con sus maridos. Las mujeres tenían más libertad sexual que sus hermanas
inglesas, pero también es probables que fueran mas presionadas para someterse a las demandas sexuales
masculinas. Las parejas tenían que decidir tener relaciones sexuales fuera del matrimonio o casarse por su
propia cuenta; frecuentemente no podían buscar la bendición de lo padres para el matrimonio, porque o
estaban en Inglaterra o ya habían muerto. Liberadas de las cohibiciones familiares en una sociedad en que
muchos hombres buscaban una salida sexual, las mujeres inmigrantes a veces se sometieron, de buena gana o
no, a las lisonjas masculinas. Cerca de una décima parte de los nacimientos en el condado de Somerset,
Maryland, fueron ilegítimos, y casi todas las mujeres involucradas eran todavía sirvientas que no podían
casarse. Más de la tercera parte de las mujeres inmigrantes en ese condado, además, estaban encinta cuando se
casaron. Las presiones sexuales sobre las mujeres nativas, que frecuentemente se casaron a los 15 o 16 años,
deben de haber sido igualmente fuertes. Aunque estas mujeres se casaron muy jóvenes, la quinta parte de ellas
estaban encinta el día en que se casaron30.

LA GRAN TRANSFORMACIÓN; DE SIRVIENTES A ESCLAVOS

El dominio de los pequeños plantadores en la sociedad del Chesapeake comenzó a desintegrarse en la


década de 1680 porque la base económica que había sostenido su dominio se desmoronó. Los plantadores
comunes habían contado con la mano de obra de sirvientes y sirvientes liberados para aumentar sus ingresos,
pero arribaron menos cantidad a la región en las décadas de 1680 y 1690, y el comercio de sirvientes casi
desapareció a partir de 1700. Los ex sirvientes pudieron acumular capital para establecer sus propias granjas
cuando el precio del tabaco fue alto, pero los plantadores no sacaron ganancias frecuentes en las décadas entre
1680 y 1720 y, por lo tanto, la tasa de movilidad social disminuyó sensiblemente.

La declinación del comercio de sirvientes transformó el sistema laboral de la región en dos maneras.
Forzó a los plantadores a sustituir a los sirvientes blancos por esclavos africanos, y permitió a la población
blanca entera reproducirse. Los plantadores buscaron retener una fuerza de trabajo blanca, pero eventualmente

115
reemplazaron a los siervos contratados por esclavos negros y para 1700 los esclavos negros producían mucho
del tabaco de la región. Mientras que el número de sirvientes y de otros inmigrantes blancos declinaba y los
hijos de los inmigrantes anteriores llegaban a su mayoría de edad, la proporción de blancos nativos dentro de
la población aumentó. Los blancos nativos se casaban jóvenes y tenían muchos hijos para asegurar una
población que crecía vegetativamente.

La transformación de una fuerza de trabajo dominada por plantadores inmigrantes y sirvientes


blancos a una operada por plantadores y sus esclavos negros revolucionó las relaciones sociales de
producción. El conflicto político entre grupos de blancos disminuyó porque había menos sirvientes y ex-
sirvientes en la población y, aún los blancos pobres buscaron convertirse en dueños de esclavos y así explotar
el trabajo de gente que consideraban inferior. Sin embargo, disminuyó la probabilidad de que los blancos más
pobres pudieran avanzar económicamente ya que no tenían suficiente capital para comprar un esclavo. A
principios del siglo XVIII, un grupo nativo de dueños de esclavos que heredaron riqueza y estatus habían
reemplazado al orden social relativamente igualitario de la sociedad de mediados del siglo XVII por una
sociedad jerárquica31.

La adopción de la mano de obra esclava resultó de una serie de hechos económicos y demográficos
que se extendieron desde la década de 1660 hasta las primeras décadas del siglo XVIII. Una declinación de la
tasa de natalidad en el segundo tercio del siglo XVII, junto con el alza de los sueldos reales, al entrar la
década de 1680 habría reducido sustancialmente el número de hombres dispuestos a venir al Nuevo Mundo.
Las nuevas colonias de Pennsylvania y Carolina del Sur, además, ofrecieron oportunidades tentadoras. Para
atraer su porción de este disminuido grupo de migrantes, las colonias del Chesapeake necesitaban ofrecer
oportunidades para avanzar que pudieran competir con las de estos nuevos asentamientos 32.

Pero una severa depresión en la economía tabacalera a fines del siglo XVII disminuyó las
oportunidades relativas de las colonias del Chesapeake. Los precios de la planta de tabaco cayeron por debajo
de un penique la libra durante la década de 1680 y permanecieron casi tan bajos durante la mayoría de los
años hasta 1715. Al no poder absorber los precios declinantes con un incremento de producción por brazo, los
plantadores no pudieron sacar ganancias hasta que se mejoraron los mercados. Aun cuando los precios eran
bajos, las guerras frecuentes subieron los costos al consumidor por encima del precio de la granja, haciendo
que el consumo europeo de tabaco no aumentara y por lo tanto las exportaciones no crecieran. Estas
condiciones no favorecieron a los inmigrantes, que frecuentemente decidieron que tenían mejores
oportunidades en otros lados. La proporción de inmigrantes británicos que vinieron a las colonias del
Chesapeake, de hecho, declinó desde más de las dos quintas partes en la década de 1670 a un poco más de la
tercera parte en la década de 169033.

Los plantadores del Chesapeake, sin embargo, todavía querían sirvientes, y algunos de ellos todavía
tenían capital para comprar mano de obra. La larga depresión afectó a algunos plantadores más severamente
que a otros. Los agricultores que cultivaron tabaco en tierras marginales encontraron que no podían seguir
competiendo y sustituyeron el tabaco por el cultivo de cereales y la cría de ganado. Pero los plantadores que

116
vivían en tierras más fértiles, especialmente los que se adentraron en nuevas fronteras, muchas veces tuvieron
éxito en mejorar su condición a pesar de la depresión general. Estas familias, relativamente prósperas, no
como los agricultores menos afortunados, podían comprar sirvientes 34.

Estos plantadores del Chesapeake no lograron persuadir a un número suficiente de ingleses para
cubrir sus necesidades. Desde 1680 hasta 1699 solamente alrededor de 30.000 blancos migraron a Maryland y
Virginia, aproximadamente, las cuatros quintas partes de la tasa correspondiente a las tres décadas anteriores.
Cómo el número de hogares había aumentado mucho, el número de obreros blancos con que los plantadores
podían contar había declinado drásticamente. El número de sirvientes solteros por jefe de familia en el
condado de Middlesex, Virginia, cayó de cinco en 1668 a sólo uno en 1687. Había dos sirvientes por cada
hogar en el condado de York en la década de 1660, menos de dos sirvientes por cada 10 plantaciones en la
década de 1690, y durante los mismos años el número de sirvientes disponible para los plantadores del sur de
Maryland declinó de seis a menos de dos por cada cuatro hogares 35.

Muchos de los sirvientes inmigrantes que habían trabajado en las plantaciones tabacaleras se fueron
de la región cuando fueron liberados, mientras que otros establecieron hogares y compitieron por la escasa
mano de obra blanca. Alrededor de la mitad de los hombres que terminaros su servicio en el condado de
Charles, en Maryland, durante la década de 1690 se fueron del condado en busca de empleo, mientras que
más de las tres cuartas partes de los que se quedaron vivieron precariamente como trabajadores o inquilinos.
En total, solamente 9.000 migrantes se quedaron en las colonias del Chesapeake durante la década de 1680, y
más personas se fueron del área que aquellas que migraron a ella durante la década de 169036.

La declinación del comercio de sirvientes transformó la fuerza de trabajo de la región del


Chesapeake. Los plantadores preferían emplear sirvientes blancos y angloparlantes en vez de blancos
extranjeros o esclavos negros, pero mientras que la población del Chesapeake crecía y el número de hombres
que deseaba mano de obra blanca aumentaba, se emplearon más y más trabajadores extranjeros. Así, cuando
la oferta relativa de sirvientes empezó a declinar en las décadas de 1670 y 1680 y no podían procurar hombres
blancos ingleses, se volcaron primero a las mujeres inglesas y cuando la oferta de estas disminuyó, compraron
hombres irlandeses37.

Cuando los plantadores habían agotado la oferta de trabajadores blancos, se volcaron a los esclavos
africanos, pero de mala gana. El comercio de esclavos en las colonias del Chesapeake empezó lentamente en
el tercer cuarto del siglo XVII. En 1660 no más de 1.700 negros vivían en Maryland y Virginia, y a principios
de 1680, su número había aumentado a casi 4.000. Durante las décadas de 1660 y 1670 la mayoría de los
esclavos negros llegaron en grupos pequeños de las Antillas, pero alrededor de 3.000 negros, inclusive
muchos africanos, fueron esclavizados en la región entre 1674 y 1695. Como la oferta de sirvientes había
declinado, estos pocos negros componían una proporción creciente de la mano de obra no libre a fines de la
década de 1670 y la década de 1680. Solamente durante la segunda mitad de la década de 1690- dos décadas
después de que el comercio de sirvientes empezara a disminuir- los plantadores compraron un número

117
sustanciosos de esclavos negros. Esclavizaron alrededor de 3.000 africanos, tantos como habían llegado en los
20 años anteriores, entre 1695 y 170038.

La composición racial de la fuerza de trabajo del Chesapeake cambió gradualmente durante el último
tercio del siglo XVII, pero a principio de 1700 la mayoría de los trabajadores no libre eran negros. La
transición ocurrió primero en los condados ricos del tabaco de dulce aroma a lo largo del rio York y luego se
difundió al norte por la costa occidental de la bahía a áreas que producían los tabacos, menos rentables.
Solamente una tercera parte de los trabajadores no libres en las plantaciones del contado de York eran negros
durante la década de 1670, pero la reducción en el número de sirvientes disponibles para los plantadores del
condado en la década de 1680 los impulsó a adquirir todos los africanos que llegaban a la región. Como
resultado, las cuatro quintas partes de los trabajadores no libres en las plantaciones de York eran negros en la
década de 1690 (1680 y había 19 esclavos de cada 20 obreros no libres en el condado durante la década de
1690). Los plantadores que vivían en el condado de Middlesex, Virginia, que cultivaron el tabaco de aroma
dulce y los que residían en la baja costa occidental de Maryland, un área más pobre, empezaron a invertir en
mano de obra esclava unos años más tarde. Solamente unos de cada tres trabajadores no libres del condado de
Middlesex (Virginia) y de la costa baja occidental de Maryland, era negro en 1680, a pesar del declinante
número de sirvientes disponibles para los plantadores. Sin embargo, entre las dos terceras partes y las tres
cuartas partes de todos los trabajadores no libres eran esclavos en la década de 1690 y principios de 1700 39.

Aunque los plantadores seguían fieles a su preferencia por los sirvientes blancos sobre los esclavos
negros, durante mucho de la última parte del siglo XVII, se reconciliaron y llegaron a ser entusiastas por la
mano de obra negra en los primeros años del siglo XVIII. Cuando la oferta de sirvientes empezaba a
disminuir durante la décadas de 1670 y 1680, el precio de los hombres blancos aumentó, tanto absolutamente
como relativamente, al precio de brazos full-time para el campo. A principios de la década de 1670 los
plantadores del sur de Maryland podían comprar tres hombres blancos al precio de un solo brazo negro en la
flor de la vida para los trabajos del campo, pero el mismo esclavo valía solamente dos sirvientes a fines de la
década. Esta pauta sugiere firmemente que los plantadores querían sirvientes más que esclavos, porque si
hubieran creído que los esclavos eran más rentables, el precio relativo de los sirvientes habría disminuido. La
relación entre el precio del sirviente y el esclavo aumentó en la década de 1690 y a principios de la década de
1700, sin embargo, alcanzó nuevamente la proporción de tres sirvientes por cada esclavo en la década de
1710. Por esa época, los plantadores habían aprendido que los esclavos podían ser tan productivos como los
blancos y los buscaban ávidamente cada vez que llegaban los barcos esclavistas 40.

La declinación de la servidumbre blanca y la adopción de la esclavitud transformaron la economía


familiar de los granjeros blancos. Un breve análisis sugiere que la esclavitud y la economía familiar estaban
ligadas. Durante la mayor parte del siglo XVII, los plantadores empezaron su carrera en el Chesapeake como
sirvientes, establecieron sus hogares y compraron tierras y sus propios sirvientes cuando completaron su
contrato. Cuando el número de inmigrantes declinó, la proporción de adultos nativos en la población blanca
aumentó. Estos nativos, a diferencia de sus padres inmigrantes, comenzaron su mayoría de edad no estorbados
por la servidumbre y recibiendo herencia de sus progenitores. Por lo tanto se casaron jóvenes y acumularon
propiedades más rápidamente de lo que los habían hecho sus antepasados inmigrantes.

118
Estos cambios en las características de las familias blancas no pudieron ocurrir hasta que la
población blanca en su conjunto hubiera logrado un incremento vegetativo, y dicho crecimiento no pudo
comenzar hasta que los hombre y mujeres nativos dominaron la población adulta de la región. El número de
adultos nativos sobrepasó aparentemente al número de inmigrantes en la década de 1690 en la mayor parte de
la región del Chesapeake. En el condado de Charles, Maryland, la proporción de hombres blancos nativos
creció de alrededor de un tercio en 1690 a tres quintos en 1705; y una tendencia parecida se podría encontrar
en el condado de Middlesex, donde alrededor de las tres cuartas partes de la población blanca en total (adultos
y niños) en 1699 habían nacido en el condado41.

El aumento en la proporción de los adultos blancos nativos acentuaba la importancia de las hijas de
los inmigrantes para determinar la tasa de crecimiento de la población. Estas mujeres nativas tenían familias
más grandes porque se casaron, en promedio, antes de los 20 años de edad, es decir ocho años más jóvenes
que la generación de sus madres. A pesar de estos casamientos jóvenes, fue posible que las mujeres nativas
dieran a luz solamente dos niños más que las inmigrantes porque solamente la mitad sobrevivió los años
fértiles. Muchos de sus hijos murieron antes de llegar a su mayoría de edad. Sin embargo los casamientos
tempranos de las mujeres de la primer generación condujeron a un crecimiento vegetativo importante, y, a
diferencia del caso de las inmigrantes cuyos hijos reemplazaron solamente a tres quintas partes de la
población, las mujeres nativas alcanzaron un ritmo de reproducción más que suficiente para reemplazar a sus
padres42.

En las décadas de 1690 y 1700, un grupo grande de mujeres nativas empezaron a tener hijos, y estos
nacimientos (junto con el porcentaje creciente de adultos nativos) cambiaron el balance demográfico de una
declinación a un crecimiento vegetativo en buena parte de la región. Este baby boom (gran ola de
nacimientos) empezó a principios de la década de 1690 en el condado de Cork, Virginia, que se había poblado
en la década de 1620; en el sur de Maryland, donde el asentamiento empezó en la década de 1640, el boom
comenzó en las últimos años de la década de 1690; y en Eastern Shore (Costa Oriental), poblada después de
1660, comenzó en los primeros años de la década de 1700. No hubo un auge de nacimientos en el condado de
Middlesex, donde el paludismo falcipario, la forma más letal de la enfermedad, atacó con especial virulencia
en las décadas de 1680 y 1690, pero aún allí el número de nacimientos casi igualó al número de muertes 43.

La adopción de la mano de obra esclava por parte de los plantadores y el crecimiento vegetativo de la
población blanca crearon juntos nuevas relaciones sociales de producción en las granjas tabacaleras del
Chesapeake. Aún cuando los plantadores del siglo XVII creyeran que los sirvientes blancos y los brazos
contratados que empleaban eran hombres pobres que merecían poco respeto, sabían que muchos de ellos
eventualmente se convertirían en granjeros tabacaleros independientes y por lo tanto, mantenían la disciplina
dentro de límites estrictos. Dos tipos de plantaciones reemplazaron a estas empresas de patrón-sirviente una
vez que se estableció la esclavitud. La vasta mayoría de los plantadores fueron dueños de granjas familiares y
dispusieron del trabajo de sus propios hijos, unos o dos esclavos y, ocasionalmente, un brazo blanco
contratado. Una minoría de los blancos, se convirtieron en dueños de un número predominante de esclavos,
operando grandes empresas con muchos esclavos. Contrataron a los jóvenes blancos de las plantaciones

119
pequeñas cercanas para servir como capataces y les instruyeron a disciplinar duramente a los esclavos si se
atrevían a sobrepasar los límites de la autoridad blanca.

Aunque la mayoría de los blancos libres disfrutaron de oportunidades similares durante gran parte
del siglo XVII, sujetos solamente a las incertidumbres de la economía, los grandes costos de la mano de obra
esclava hicieron de la herencia un premio como modo de acumulación de riqueza. Los nativos hijos de
plantadores importantes disfrutaron de una gran ventaja sobre los demás blancos, ya que pudieron recibir
numerosos esclavos al casarse o a la muerte de sus padres. Al contrario, los hombres más pobres contaban con
pequeñas inversiones y poca o ninguna ayuda de sus padres.

El LEGADO DEL SIGLO XVIII

El orden social del siglo XVII tuvo un impacto muy ambiguo sobre los desarrollos del Chesapeake
en el siglo XVIII. La apertura, las oportunidades y la libertad de que los hombres blancos disfrutaron durante
las décadas de mediados de siglo nunca volvieron, aún en las áreas fronterizas, y la homogeneidad de la
población fue rota para siempre después de que los africanos aumentaron su presencia en la región en la
década de 1690. El conflicto entre los blancos eventualmente disminuyó a medida que la mayoría intentaba
procurar tantos esclavos como pudiera y a medida que, para preservar la seguridad de su propiedad, se
necesitaron los unos a los otros. Las relaciones sociales de producción del siglo XVIII desarrolladas por el
sistema esclavista, una sociedad de clase y de casta, en que la propiedad de los esclavos determinó el status de
los blancos y en que el pueblo negro fue una clase subordinada de esclavos, reemplazó al conflictivo sistema
laboral blanco y libre.

Sin embargo, los ideales sociales de los fundadores de las colonias reaparecieron en el contexto de la
esclavitud. Los plantadores adoptaron las imágenes negativas que los caballeros ingleses utilizaban para
describir a los pobres blancos y embellecieron su retórica con ideas racistas. Los caballeros del Chesapeake,
además, impusieron estructuras patriarcales sobre sus esposas e hijos y exigieron deferencia de los yeomen y
de los pobres blancos. El orden social jerárquico que la Virginia Company y los Calverts querían establecer se
desarrolló, irónicamente, dentro de un sistema ajeno, la esclavitud, que no habían previsto.

Carlos mayo

Notas acerca de la participación de los colonos en el gobierno del Nuevo Mundo durante el período colonial

(este trabajo hace hincapié en la participación vecinal a nivel local.)


EE.UU.. en Nueva Inglaterra fue el Town, más que el condado, la base de aquel y el townmeeting su órgano
fundamental. Este surgió de forma espontánea y se convirtió en su eje.
Townmeeting: asamblea general de vecinos convocados periódicamente aunque a intervalos irregulares y
dotados de atribuciones propias y privativas de una gobierno municipal. Este estaba encargada de la
educación, así como de elegir los representantes locales que se incorporarían a la legislatura provincial. Los
townmen: decidían sobre cuestiones concernientes a la administración y la vida económica, educativa y social
de sus aldeas, reservándose el der. De elegir funcionarios municipales.
El townmeeting vino a sumarse al selectmen, que se reunían por separado y con más frecuencia que los
primeros; Los selecmen fueron asumiendo imp. Atribuciones de orden administrativo, judicial, impositivo y
legislativo.
Si bien los selectmen eran elegidos en el townmeeting, y debían rendirle cuentas a este, algunos town
asumieron un papel proptagonico y disputaron a la asamblea municipal el control del gobierno local (en el
SXVIII se da revitalización en NI del Townmeeting).

120
Quienes participaban en el townmeeting: mayores de 18/21 años, sexo masculino, admitido como habitante,
ellos se reservaban el der. A expulsar a los inadaptados o disidentes religiosos (eran votados en una
asamblea).
En varios E se observa primero una contracción y luego un expansión en el sufragio municipal (= en el
townmeeting’
La paulatina pérdida de control de los town sobre la distribución de la tierra en provecho de formas privadas
de apropiación de la misma fue diluyendo los lazos que unía fuertemente a las primeras comunidades.
TN: institución con un contenido eminentemente democrático, con un carácter amplio y representativo. Todos
los cargos era selectivos y periódicos, el voto era secreto, las condiciones para ser elegidos eran las mismas
que para sufragar y la profusión misma de los cargos a llenar permitía un amplio acceso a los mismo. Aun así,
se observa una tendencia a que los cargos sean ejercido por una elite, sobre todo en ciudades caberas. En las
aldeas de frontera y otras comunidades hubo una mayor rotación y un acceso más amplio, quizá producto de
una distribución más equitativa de la tierra y de una estructura social menos estratificada.

Como townsmen tamb. eran elegidos aquellos que no reunía todas las condiciones, las metas buscadas por
una y otra eran el consenso, la paz y el mantenimiento del orden dentro de la comunidad. Se buscaba la
unanimidad, la armonía y tamb. La observancia pelma de las normas y valores vigentes en cada town. La
comunidad y no la democracia eran el objetivo último de la intervención vecinal en el gob local (recordad
que NI era una sociedad puritana)).

Comparación entre el TN y el Cabildo.


Dos imperios coloniales diferentes, donde Hispanoamérica alcanzo un grado de centralización burocrática sin
paralelo. Aunque la corona llevo lentamente a un proceso de cambios nivel burocráticos que repercutió sobre
los cabildos reduciendo su auto mía y restringiendo su participación vecinal en el control de gobierno
municipal.
En NI la administración británica colonial fue el resultado de la transformación de organismos concebidos
para dirigir corporaciones privadas en instituciones públicas de gobierno. El TN disfruto de una autonomía
sin paralelo en América. Lejos de ayudar apuntalar la estructura del poder imperial, el municipio de NI operó
como una fuerza centrífuga, tanto respecto de la metrópoli como de sus agentes, los gobernadores, al
convertirse en la base y unidad originaria de la representación de los colonos de las asambleas.
La ciudad puritana es el fruto de un covenant entre sus miembros y el municipio funciona como una
corporación, en el sentido en que el derecho anglosajón asigna al vocablo; esto es lo townmen en el TN
asumieron la facultad de dictar sus propias ordenanzas, admitir los miembros, cancelar y quitar las
propiedades en nombre del town y actuar como persona jurídica entre las cortes. La comunidad local era
concebida como una serie de relaciones duales y como un conjunto de grupos corporativo o castas no
preexistían o trascendía el ordenamiento contractual de sus miembros.
La ciudad andina fue resultado de una política de colonización alentada por la corona y de una tradición
fuertemente arraigada por los españoles.

Modelados según prototipos ya existentes en la metrópoli, ambas instituciones cobraron una nueva vitalidad
al implantarse en el Nuevo Mundo. EN el caso del cabildo dicha vitalidad tendió a languidecer rápidamente.
Los ayuntamientos castellanos habían perdido su antigua autonomía y el poder real. El municipio de NI fue
afirmando paulatinamente su autonomía y su carácter representativo . El TN se convirtió en la base del
municipio y el principio electivo en la designación de los funcionarios municipales se impuso y generalizo
rápidamente (la participación en el TN fue extendida pero no universal). Tanto en el cabildo como en el TN el
der. A participar era, en principio, un privilegio de los vecinos. Una marcada diferencia en el grado y los
alcances de la participación vecinal en una y otra institución. El vecindario de la ciudad indiana no llego a
ejercer un grado comparable de control sobre el gob. Municipal y una intervención tan amplia y permanente
en la designación de autoridades.
El vecindario y el cabildo mismo vieron restringirse sus facultades por el rey, que se reservaba el der. De
designar regidores perpetuos, los oficiales reales. La venta de oficios concejiles redujo aún más las
atribuciones electorales de los cabildos.
Pero a diferencia de lo ocurrido en NI, los cabildos indianos no surgieron del voto popular que habría creado
una fuente distinta de poder al soberano y sus delegados.
Una imp. Dif. Es que mientras la estructura institucional del cabildo favorecía la formación de oligarquías o,
cuanto menos, la concentración del poder en pocas manos, lo opuesto ocurrió en el plano institucional del

121
municipio puritano, en los primeros no se vio presión y expectativas a cumplir como exigencia del vecindario
electoral.
El municipio anglosajón, a dif. Del indiano, no incorporó el elemento indígena del gobierno local.
La diferencia más notoria entre el cabildo y el TN es el diferente criterio y alcance que se asigna a la
participación vecinal en uno y otro municipio. El presupuesto en que se basan una y otra institución es
precisamente la opuesta, en un caso se parte de la base de que solo aquellos que tiene intereses en la
comunidad están capacitados para gobernarla, mientras que en el otro, el indiano, rige el principio contrario.
Tanto el TN como el cabildo surgieron sin plan ni orden previo, fruto más del derecho consuetudinario que de
un cuerpo orgánico de leyes dictadas al afecto, aunque la legislación nunca estuvo ausente, sobre todo en el
caso del cabildo indiano.

MC Farlane

Capítulo 1-8

SXVI: nuevas rutas: desde Lisboa, y Sevilla hacia África, Asia y América, permitiendo un aumento en los
ingresos.
Los primeros viajes ingleses fueron al oeste:
1480-1481. Barcos salidos de Bristol navegaron más allá de la costa de Irlanda en busca de la legendaria isla
de Bristol;”. Un corresponsal planteaba que en 1497 Juan Caboto hizo un viaje exitoso desde Bristol América,
pero los argumentos no parecen ser confiables. Juan Caboto fue apoyado y autorizado por Enrique VII, y
después de 1497, en un segundo intento desembarcó en Terranova. Luego convence al rey de que había estado
en la extensión norte de la costa de Asia y que bordeando hacia el sur y occidente con una nueva expedición
mejor equipada encontraría China y Japón, en 1498 viajó y más regreso.
Tras Caboto el rey no apoyo a nadie más, y a la empresa de la expansión pasó a manos privadas.
Terranova fue utilizada por barcos pesqueros de Bacalao.
El hecho de que ING ha progresado tan poco en comparación a España y Portugal se debe a:
-viajes esporádicos;
-al no apoyo del gobierno: Enrique II estaba ocupado por un lado en mantener su pol. Exterior en Europa en
donde desafiaba al Papado.
- país pobre en donde sus comerciantes se interesaban mas por el comercio con Europa que por la exploración
y el desarrollo de nuevas rutas comerciales o colonias.
P. SXVI se producen cambios:
1- los comerciantes ingleses intentaron aprovecharse del floreciente comercio de las potencias ibéricas,
actuando como parásitos.
2- ING se vio arrastrada a un conflicto con España, donde actuaron como predadores del comercio americano,
saqueando embarques coloniales y las poblaciones, de hecho algunos ingleses influyentes intentaron
convencer al gob de la necesidad de crear su propio imperio-colonial.

Aventuras en las Américas de la época isabelina.


Isabel I 1558-1603
El estímulo de la expansión en ING se dio por alteraciones en la relaciones con las demás potencias,
llevándola a una conflicto con España.
ING enemiga de Francia, se alía con España (por dif religiosas). Francia se debilita, e ING va contra España
de los Habsburgo. Es una rivalidad pol y religiosa, ya que ING nec de nuevo mercados y fuentes de metales.
ING fases:
1- estuvo asociado con intentos ingleses de penetrar en el comercio colonial ibérico en el 60, y centrado en
los esfuerzos por aprovecharse del comercio de esclavos entre África y América.
2-comercio agresivo e intenta la colonización de las Américas (caribe 1570-1580), época de corsarios
3- 1585-1603: continúa la guerra entre ING y España.

122
Experimentos coloniales.
Motivos para la colonización:
1- riquezas como las que habían construido el poderío español;
2- querían bases en el Nuevo Mundo desde los cuales los ingleses proseguirían la guerra con España.
3-nuevo asentamiento de desempleados y pobres, a la vez que u nuevo mercado para los productos ingleses;
4-que sirva como refugio de minorías religiosas disidentes. El enfrentamiento de la España católica y la ING
protestante, hacia cada vez más problemática las situación de los católicos en ING.
Diferencia con España: los defensores ingleses de la colonización no quisieron copiar tan solo el modelo
español, según el cual los europeos dominaban un campo nativo desde los centros urbanos. EN ING su idea
de la plantación en América era crear núcleos de sociedad inglesa en ultramar, modelada por el orden social y
pol. De la metrópoli.

Irlanda: la situación de su colonización difirió por el fuerte apoyo isabelino, mientras que los proyectos
americanos no recibieron ninguno.

Cambios en el SXVII: asume Jacobo I, en lugar de Isabel


ING llego a buenos términos con España en 1604.
Con Jacobo la piratería disminuyo
Aumento el interés por la colonización por parte de la comunidad mercantil
Cambio de plantación colonial a colonias orientadas al mercado de ultramar
Disidentes religiosos en busca de refugios.

Cap. 2: Primeras colonias.

Cuando estaba Jacobo I (1603-1625) (simpatizante de la reforma por su formación presbiteriana, aunque no
fue tan así), las ambiciones isabelinas de crear una Nueva Inglaterra en las américas estaba todavía
insatisfecha.
Este nuevo rey deseaba la paz con España para lo que se firma el Tratado de Londres en 1604.
Con Carlos I (1625-1642) se consolida y amplía la migración (este estaba en contra de los protestantes
puritanos, en 1630 se funde Nueva ING).

Expansión inglesa a principios del SXVII: contexto.


En el s XVI se da un cambio en la balanza del poder europeo.
Holanda en 1603 tomo los pales. Islas especieras de Indonesia, 1630 dominio sobre el comercio portugués del
azúcar, devuelto a Brasil en 1654.
1618: guerra de los treinta años. Jacobo intento no entrara en conflicto, aunque en 1624 y 1630 ING estuvo en
guerra, primero con España y más tarde con Francia.
El tratado de Londres no restringía la expansión a lugares donde no se había establecido oficialmente España.
Bajo el reinado de Isabel, patriotismo y beneficio fueron dos compañeros muy cercanos. Durante los reinados
de los 2 primeros reyes Estuardos, el bien de ING estuvo cada vez más ligado al comercio nacional en
expansión y al fomento de un incipiente imperio marítimo.

Reconocimiento: ING entra al caribe y Norteamérica.


Compañía y colonias.
1606: se crea la Compañía de Virginia: grupo palmente. Del oeste rural, donde los lazos con os pesquerías
americanas, el comercio de piles y el comercio, animaron a los comerciantes y a la pequeña aristocracia a
mirar la costa noreste de américa.
Dos tipos de compañías:
1- Compañía regulada, que constaba de comerciantes que comerciaban individualmente, pero que
operaban según las reglas de una compañía regulada;
2- Compañía de sociedad anónima, que vendía acciones y organizaban el comercio a través de un
sindicato dirigido por los directores de la compañía y manejado por los oficiales. También fueron
usadas para financiar viajes piráticos. Crearon una técnica que combinaba la búsqueda del beneficio
privado con los propósitos de la política real.

123
La colonización inglesa tenía un carácter comercial, y en el gobierno colonial el estado Ingles tenía solo un
papel menor.
En 1607 se funda Jamestown.

Virginia los primeros años.


La intención declarada de la compañía era plantar una nación inglesa en América y llevar a los paganos a la
cristiandad, su propósito pal. Fue la especulación comercial para el beneficio de sus accionistas en vez de la
colonización de la tierra para el beneficio de los inmigrantes.
La colonia tras no encontrar oro sobrevive por la relación con los pueblos nativos, maíz, carene, pescado.
1619: cambia el tesorero y busca convertirlo en un colonia Asequible, se otorgan grandes territorios para
explotarlos en su propio beneficio; y se permite la oportunidad de participar en su propio gobierno
(plantaciones privadas)
BOOM TABAQUERO: condujeron a una disputa por la tierra e y el beneficio, reforzado por el
individualismo de los colonos, que prefieren establecer sus propias granjas y fincas en vez de participar en la
vid de un pueblo.
1622: revuelta nativa
1624: la compañía se disuelve, y el gobernó de la colonia fue asumido por la Corona
En Norteamérica Virginia, no era la única colonia, en 1620 apareció NING, establecido por un grupo de
puritanos que buscan emplazamiento donde practicar su religión sin ser molestados por parte de la Iglesia ni
del Estado inglés.

Colonización de Nueva Inglaterra (por puritanos)


Puritanos igual a separatistas, porque rechazaban cualquier lazo con el Iglesia de Inglaterra y practicaban una
forma austera de piedad, basado en la congregación auto elegido y autogobernada, estos puritanos ansiaban
encontrar un refugio donde pudieran conseguir una nueva sociedad.
Primeramente se fundó Nueva Plymouth, posteriormente reconocida como NI.
1630, los colonos construyeron un pueblo autosuficiente basado en la agricultura y en la pesca, además de un
pequeño comercio con los indios.

Diferencia entre las colonias de Inglaterra.


Plymouth era un tipo de colonia muy diferente las establecidas en Virginia y Bermuda. L menos sus
miembros si compartieron la creencia de su aventura colectiva, y al contrario de los sirvientes contratados y
los colonos que fueron por Virginia, ellos buscaban crear una comunidad auto sostenida basada en la familia y
en la congregación religiosa en vez de la riqueza inmediata ara los individuos. Los indios locales se mostraron
más dispuestos a cooperar que los de Virginia.
1628: Salem. Primero sostenido por la Compañía de NI, sustituido por la compañía de bahía de
Massachusetts.
Esta proporciono un autogobierno en América en vez de una compañía con base en ING. EL carácter social y
cultural de esta empresa de colonización fue también diferente de la organización por la Compañía de
Virginia. Se basada en grupos familiares que emigraban bajo la dirección de sus propios lidérese inspirados en
sus ideales religiosos.
Gobierno de NI: teocrático elegido por pastores que querían y preservarían conciencia de las congregaciones.
La relación con España duró hasta la muerte de Jacobo I, donde se realizó un nuevo intento de colonizar
Guayana.
En 1622 comenzó un proceso de anexión de las islas.
1625: se anexiono formalmente Barbados, Luego san Cristóbal, Nevis, Antigua y Monserrat.
La población nativa de las regiones ocupadas por los ingleses fueron mucho menores que las encontradas por
los españoles en sus pales. Zonas de conquista y colonización, y no ofrecían ni oro ni plata con los cuales
financiar el comercio y atraer a los emigrantes.
Otro rasgo pal. De ING fue le pal que desempeñaron las sociedades comerciales privadas.
En España mientras que el estado contribuyo poco en la empresa colonizadora, fue más bien privada, cuando
las conquistas fueron terminadas la monarquía española constituyo una burocracia profesional para gobernar
sus nuevo dominios, apoyados por un amplio esfuerzo misionero controlado por la Iglesia y el E. A diferencia
con las colonias inglesas en cuanto que el gobierno ultramarino fue dejado durante mucho tiempo en manos
de sus compañías y colonos capaces de seguir sus propios intereses con pocas interferencias de la metrópoli.

124
La américa inglesa necesito de abundancia de mano de obra que ocupara y cultivara las tierras sobre los que
había establecido su derecho. EN el 30 esta necesidad encontró la rta. En el mov. Migratorio de ING.

Cap3: Emigrantes colonos.


1630 hay:
-Virginia en Bahía de Chesapeake.
-Plymouth en NI
-Pueblos pesqueros en Terranova
-colonias en el este de las islas del Caribe.

La gran migración (1630-1642 comienza de la Guerra Civil)


1630: gran migración por el desajuste social y económico en ING. Padecían penuria económica debido al
declive de la industria de tejidos, el desempleo en el campo y a las enfermedades epidémicas; a esto hay que
sumarle las divisiones religiosas y políticas. Los puritanos eran considerados como como opositores a la
corona, llevando a muchos a emigrar a Massachusetts (muchos uretanos estaban convencidos de que la
historia humana había entrado en los últimos días antes de la segunda venida de cristo, y vieron América
como un lugar otorgado por la Providencia para salvar a los “santos” del catolicismo inminente).
(En Virginia y Caribe dependían más del reclutamiento de peones como sirvientes, dando pasajes gratis a
cambio de servicios entre 4 y 7 años.)

Características grales. De la emigración inglesa hacia las Américas.


Dos tipos de emigración:
1- Sirviente sometido a contrato: las clases más pobres de emigrantes fueron en las américas como
sirvientes obligados por un contrato de trabajo, por un cierto num. De años, para la persona que
había pagado el pasaje (sistema de Virginia y caribe, hasta 1660 que entran los esclavos negros). Al
sirviente se le prometió la tierra y a veces dinero y equipo al final del plazo de contratación, para
que fuera un clono permanente más.)
2- Los emigrantes estaban compuestos por los que fueron conocidos como “plantadores”. Eran personas
que pagaron su propio pasaje, llevaron a sus familias, sirvientes y criados con ellos, y o compararon
o les dieron tierra en el lugar de asentamiento (venían de ING).
3- Nobleza: el num. De nobles que fueron a América fue escaso. La nobleza menor y la alta burguesía
cumplieron un rol imp. Al principio de la colonización. Los caballeros financiaron y organizaron las
campañas que contribuyeron a mostrar aventuras coloniales, apostaron iniciativas y establecieron sus
propias plantaciones.
Del mismo modo que los hidalgo fueron imp. En a Soc. Hispanoamericana.
Emigró un gran num. De mujeres y niños, la emigración española fue mayormente masculina.

Nueva Inglaterra.
La emigración hacia Massachusetts fue de tipo extraordinario con el carácter de un éxodo cristiano y concebía
en los términos bíblicos de crear una nueva nación en América.
Los colonos no fueron al azar, la corte de Massachusetts eligió a sus colonos, expulsando a los que no se
atuvieran a sus normas religiosas.
-la emigración estuvo compuesta por familias completas.
-la mayoría de emigrantes era gente madura.
-la mayoría de emigrantes eran mujeres.
-la mayoría de emigrantes fueron gente pobre, sino palmente granjeros, comerciantes, artesanos de los
Estados medios de las sociedad sobre todo de gente cualificada.
El primer flujo de emigrantes creó Boston.
Tres factores facilitan la rápida expansión territorial:
1- La permeabilidad de la población india, que habiendo sufrido ya de una alta mortalidad por las
enfermedades epidémicas introducidas por los europeos, permitió a los colonos asentarse sin una
fuerte oposición.
2- La presteza con la que los emigrantes usaron la fuerza contras los nativos sobrevivientes, cuando la
presión por la tierra se intensificó, asegurando un espacio para poblar se ampliaba para coger a los
recién llegados.

125
3- La difusión de las poblaciones surgió de las desavenencias ideológicas de los puritanos, la disidencia
es separada y se lanza por nuevas tierras.
El éxodo de Massachusetts y la creación de nuevas colonias:
Primero fundan Connecticut
Segundo Rhoad Island: se fundó sin la autorización de una colonia padre. Derivaron del repudio al intento de
las comunidades de Bahía Massachusetts de forzar a la conformidad con la creencia y prácticas religiosas.
Tercera New Haven
Entre los puritanos la primera prioridad fue formar una congregación independiente de creyentes que
estuvieran dispuestos a vivir y trabajar juntos como comunidad cristiana cerrada a la corrupción del mundo
exterior. La unidad básica de colonización en Nueva Inglaterra fue el pueblo. La concesión de tierras se hizo
dependiendo del status de los miembros de la comunidad y del tamaño de las familias. La tierra en parcelas
cultivables y pastos comunes.
Propiedad y poder ni fueron igualmente compartidos pero tampoco se concentraban en manos de unas pocas
familias ricas.
La autoridad de la oligarquía local dependía de la sanción de la congregación, más que del privilegio
económico o de pretensiones de nobleza, que fueron reprimidas.
La mayor parte de la población se dedicó a la agricultura de subsistencia, viviendo como campesinos
independientes del mundo comercial.

Virginia y Maryland: las colonias de la Bahía de Chesapeake.


EN Virginia el crecimiento de la población continuo a un ritmo más lento que en Nueva ING.
El periodo de mayor inmigración de ING a Virginia fue entre 1642 y 1675.
En 1630 la población tuvo un ascenso lento por dos motivos:
a- Por el surgimiento de la colonia e Massachusetts, era más atractiva para los puritanos así como
también en Virginia estaba instalada el Africanismo.
b- Mayor inmigración de varones, el trabajo (tabaco) así como también una lata tasa de mortalidad en
Virginia se diferenció de Massachusetts porque tras 1624 pasa a estar controlada por la Corona
convirtiéndose en una colonia real, las demás por compañías). EL rey nombró a aun gobierno y a un
consejo que gobernaron la colonia junto con una Asamblea Elegida.
En la práctica esta última tenía menos fuerza, en el primero se encontraba los tabacaleros poderosos con sus
intereses capaces de imponerse al resto, controlando tanto a gobiernos como a la administración local.
La pol. De unidad de gobernó fue el Condado, encargados de la legislación de asuntos menores, de cobrar
impuestos y de supervisar las elecciones. Bajo el condado está la parroquia.
1630, se da una crisis en el tabaco, pero se continuo cultivando.
Llegaron a desarrollar la agricultura y el ganado el suficiente como para autoabastecerse, y exporta pequeña
cantidad a Barbados. Las técnicas eran primitivas, y la expansión de carácter extensivo.
La tierra poseía poco valor, en tanto que la frontera estaba abierto para la continua expansión, además que la
cantidad de indios paralelamente descendía (aunque se encontraban algunas resistencias) de hecho se conoce
la masacre de 1622.
Mientras los indios eran desplazados de las costas, allí se asentaban una sociedad rural rudimentaria. Poco
eran los los colonos que Vivian en las ciudades como james Town (que era la capital de Virginia).

Maryland: colonia originada en 1633 por George Calvert (primer varón de Baltimore) en la bahía de
Chesapeake. Esta no estaba reservada para católicos, el gobierno hizo un gran esfuerzo por la tolerancia
religiosa.
Particularidad: la carta Real de Baltimore no solo lo hizo propietario y gobierno del territorio, sino que tenía
poder como un lord medieval, de tipo feudal (con autoridad independiente del rey). Con estos poderes,
Baltimore tuvo la intención de crear un orden social jerarquizado, basado en señoríos y tribunales señoriales
(proyecto en tanto utópico porque están siendo borrados en la metrópoli). Estos fracaso, y se crearon grandes
fincas.
Al principio existió una autosuficiencia y buenas relaciones con los indios, na vez asentados cultivaran
tabaco.
EN Virginia existo una marcada religión católica por su fundador, pero con problemas marcados por la
llegada de emigrantes protestantes.

Las Antillas

126
(1620 Barbados y Saint kitts.)
Siguen el modelo de Virginia con un hombre a la cabeza como Lord Baltimore, aunque la diferencia con este
permitió una colonización sobre una base especulativa y competitiva, dando paso al mal gob. Y
particularismo.
Barbados (migración parecida a Virginia): existió la división de tierras en grandes extensiones a personas
ricas y acomodadas políticamente, plantadores. El cultivo fue el tabaco, y la mano de obra fueron sirvientes
traídos de ING. Mucha de esta fue sometida a contrato.
En 1630 se dio la crisis del tabaco, siguiéndole la del algodón en 1639. Comienzan a dedicarse al índigo, pero
con más fuerza aúna la caña de azúcar.
Organización de la isla: sistema municipal y parroquial; y los plantadores ricos controlaron (aún más que en
Virginia) el gobierno local y la Iglesia anglicana, a través de elites.
(Similitud con Virginia: mano de obra y cultivo para la exportación).

Ingleses e indios.
Diferencias con España: diferentes pueblos encontrados; no se impusieron a sus colonias de población
nativas a través de la conquista militar, ni crearon instituciones para la explotación de la mano de obra a
través de la encomienda y la mita. Menos deseos de persuadir a las gentes nativas para convertirse al
cristianismo.
En el acribe se dio una feroz resistencia por los pueblos caribeños.
1607 en Jamestown los indios de Powhatan consideraban a los blancos aliados y socios comerciales,
relaciones amistosas. Cuando estos se niegan a comerciar los atacan para obtener alimentos, luego se da
un aumento demográfico, europeos se expanden y los indios se defienden.
1618: el hno. De Powhatan, su sucesor, organizó a las tribus en una alianza militar y en 1622 se produce la
masacre de Blancos. Esto Provoca una crisis en la Compañía de Virginia, tras la que cae en 1624. Tras la
masacre continuaron las represalias e incursiones constantes desalojándolos de sus tierras. A partir de
entonces los indios pasaron a ser considerados como barbaros, sino pueden ser controlados deben ser
exterminados.
1644: levantamiento indio.
1646: existió un trato donde las tierras se dan a cambio de tributos de pieles de castor, pero la destrucción
estaba muy avanzada.

Nueva ING 1630: violencia como en Virginia. EL que sean indios salvajes, paganos justifica la agresión.
Los pastores protestantes ingleses, no aspiraban a convertir a la gente al cristianismo, raras veces se atrevieron
a aventurarse entre los indios, a no ser para solidificar alianzas.
En Nueva ING y Virginia la guerra entre indios e ingleses se dio por tierras y pieles.
Importante: la guerra de Pequat, elimino un obstáculo para la expansión y proporciona a los comerciantes
puritanos el control firme sobre el comercio con las tierras indias de una amplia zona. Ambos factores
contribuyeron al declive de la sociedad india a lo largo de Nueva InG. Por la venta de pieles a los ingleses, los
indios llegaron a ser cada vez más dependientes de las mercancías europeas y estuvieron cada vez más
involucrados en una violenta competencia entre sí conforme disminuía el suministro de pieles. Así la guerra
entre las tribus, se añadió a los efectos destructivos de las enfermedades epidémicas y a la dependencia del
Alcohol traído por los europeos, reduciendo drásticamente la población indigne.
1620 Nueva ING tiene 70000 indios; 1670 posee sólo 12000.
Diferencia con España Inglaterra no incorporo a los indios a la sociedad colonial, más bien los consideraron
como un obstáculo para la colonización, aptos solo para ser separados o aliados.

La américa inglesa a mediados del s XVII.


En 1642 con la guerra civil inglesa se frena la ola de colonización.
Las colonias que surgieron de la gran migración fueron formadas por los intereses y aspiraciones de sus
colonos más que por los mandatos de un poder central determinado a imponer sus reglas y normas, como en
la América española.
En la Nueva ING puritana, la organización social y colonial se inspiró en ideales religiosos con su fuerte
acento en la autorregulación y el control social. Sus componentes claves fueron el grupo familiar, el pueblo
comunal nuclear y el predicador.
Las colonias de Virginia y el caribe, por otro lado, fueron influidas palmente. Por las fuerzas comerciales,
enfatizando el beneficio y el individualismo. SUS contribuyentes pales. Fueron el plantador y sus sirvientes

127
sometidos a contrato, la finca y la granja comerciales y el comerciante que compraba su tabaco para la
exportación.
Entre estas regiones de población inglesa, los últimos fueron el más imp. Para la metrópoli, en cuanto que
proveyeron los productos agrícolas tropicales para la exportación, fuente de ganancias para los comerciantes
ingleses.
Mitad del SXVII, Barbado cultiva azúcar gracias a la ayuda Holandesa (con la financiación y técnica).tras la
finalización de la guerra de ING el gobierno heredo un archipiélago de pequeña sociedades coloniales
altamente localizadas o sea paneas ligada al poder metropolitano y que contribuía poco a la economía
nacional. Estas colonias se diferencian se su organización social y económica, aunque tenían rasgos comunes:
no fueron controladas directamente por los gobiernos ingleses, ni por una burocracia del tipo que España
había desarrollado para sus dominios americanos. Bajo los Estuardo ING logró la colonización y será con el
gob. Tras la revolución que se las pondrá dentro del marco del Imperio.

EXPANSIÓN Y CONSOLIDACIÓN, 1642 Y 1713.


Cap. 4: La expansión del Imperio.
La guerra civil se detuvo antes de convertirse en una revolución popular. Cuando las clases de propietarios se
dieron cuenta de que sus sangrientos conflictos daban lugar a un desafía que venía desde abajo, buscaron la
vuelta a la estabilidad que les deparaba la monarquía. EN 1660 la dinastía de los Estuardo fue restaurada al
poder con Carlos II.

Repercusiones de la Guerra Civil inglesa en América (Guerra Civil 1642-1648).


En Maryland tras la guerra se vivió gran violencia, los puritanos querían echar a los católicos de sus tierras.
Mientras, duró la aguerra, disfrutaban de considerable libera política y económica.
La situación temporal, 1649 Carlos II fue ejecutado y el régimen republicano de la Commonwealth llegó al
poder, bajo Cromwell, y las relaciones entre ING y sus colonias se volvieron más complicadas.
Virginia y Barbados: los plantadores y refugiados monárquicos detestaban el gobierno regicida de ING., y en
1650 se declararon en favor del rey y desterraron a los puritanos de su comunidad.
La paz fue restablecida, no sin poca dificultad en el caso de Maryland.
1650 surgió con Cromwell la primera estrategia imperialista coherente planeada, dirigida contra España, y
después contras los holandeses.

Los nuevos rumbos de la política colonial.


La estrategia de Cromwell fue buscar una alianza con los holandeses permitiendo la mutua libertad de
comercio y el reparto de los imperios ibéricos, en el que los holandeses tomaban Asia, mientras que se alejaba
las Américas (excepto Brasil como esfera de influencia inglesa. Sin embargo, esta opción quedo cancelada. Al
haber fracasado en ampliar el comercio a través de la cooperación con os holandeses, el gobierno de ING
adopto nuevas medidas para proteger y extender su comercio, empezando con la legislación para imponer un
monopolio nacional sobre el comercio con las colonias americanas.
Primer acto de la nueva política: Acta de Navegación en 1651, que luego fue modificado con Carlos II. Las
mismas estaban orientadas a la regulación comercial de exportación a las colonias y la importación de las
mismas.
Política pal. Desarrollar una economía imperial que sirviera a los interese del poder metropolitano, y
contribuyera exclusivamente a comercio de sus súbditos y las rentas de su gobierno.
Mientras España imaginaba su imperio en términos de gobierno y civilización, para los ingleses el comercio
era el corazón del imperio. Para extender se comercio el estado tendría un papel intervencionista, activo,
fortaleciendo la marina y apoyando campanas privadas.
SXVIII Guerras con Holanda.

Colonialismo caribeño. La época de los bucaneros.


Bajo el mando de Cromwell las colonias del norte no causaban gran interés, como si Irlanda y las Antillas por
el comercio, para hacer un frente de ataque a las colonias españolas. Jamaica era importante por ser un lugar
de paso para la piratería, esto dejaba más ganancias que la agricultura en época de Isabel.
La piratería fue una empresa privada que recluta personas de diversos grupos sociales.
Los bucaneros no lealtad oficial, su preocupación era el pillaje no la conquista. Fueron la fuerza de choque en
el mar (tenían que ver más problemas europeos que con indios.)

128
Filibusterismo, doble significado
1- Permitió que ING retuviera a Jamaica, en los 60 fueron su única defensa.
2- Do el agresivo impulso requerido para reformar la soberanía inglesa del caribe y para desarrollar las
bases del comercio ilegal con la américa española, ambos factores sin tener que recurrir a un costoso
compromiso militar o naval por parte del estado aunque los bucaneros eran poco útil en la guerra.
Henry Morgan fue le bucanero más celebre en ING.
1670 se firma el Tratado de Madrid, acordaron terminar la guerra (ING con España). Esto aún no eliminó a
los bucaneros, sino hasta 1697.
Tras esta época España acepto, no muy feliz, el dar a los ingleses la soberanía de las tierras y las islas que
ellos mantuvieron en las américas.
El Caribe por s su prosperidad en las plantaciones se convirtió en foco de interés, mayor que Norteamérica.
Los plantadores dependencia de una economía de importación y exportación suministrada por el mar, y
podían ser disciplinados adecuadamente haciendo uso del poder naval, al contrario de regiones semejantes
autosuficientes en el continente como Nueva ING.
F XVII, las colonias inglesas en el caribe se convirtieron en un motor de crecimiento imperial poniendo en
marcha las fueras que iban a tener un profundo efecto del desarrollo de ING y sus dominios americanos.

Expansión inglesa en américa del Norte.


Cromwell avanza por el Caribe, descuida Norteamérica y se hace de Acadia (territorio Francés conocido
como Nueva Escocia) en 1654, junto con Quebec eran utilizados por las pieles. Aunque la oportunidad de
expandirse hacia Canadá fue ignorada.
1660- Nueva etapa de colonización.
1663- Carolina se divide en norte y Sur.
1664- Nueva Ámsterdam (holandesa= fue tomada y transformada en Nueva york. También Nueva Jersey.
1679- New Hampshire
1681- Pennsylvania, división de Delaware.

1732-Georgia.
Carolina se divide en 8 propietarios. Los colonos provienen de Barbados por la escasez de tierras allí,
complementado con inmigrantes de Nueva ING. Su economía fue más bien de carácter autosuficiente.
En el SXVIII carolina del Sur exporta arroz, existe una elite blanca y la mano de obra es importada de África.
Nuevo York Y New Jersey. Antes holandesas, pero estos se centraron en Brasil y áfrica, más en américa del
norte.
A pesar de las guerras entre ING y Holanda en el 60’ y 70’, el territorio se mantuvo bajo el dominio inglés.
N. York posee una economía de cosechas para su alimento y subsistencia, llegando a exportarse a las
Antillas y sur de Europa.
Nueva jersey y N. York poseen diferencias en su gobierno, en el primero es representativo, a través del
autogobierno, y existe la libertad de comercio. Sim embargo, en N. York por oposición real no existió un
gobierno representativo, este fue absorbido bajo Nueva ING, hasta que tuvo un gobierno representativo con
asamblea, consejo.
Pennsylvania, caract. Poseía tolerancia religiosa, era cosmopolita (así lo quiso su fundado Penn), estaba llena
de cuáqueros y durante los primeros años evito conflictos con las tribus locales, y tuvo una prospera economía
agrícola por poseer colonos experimentados.

Angloamerica a finales del SXVII.


En el s XVII la presencia en ING en América fue reforzada. EL desarrollo del cultivo del azúcar había
convertido a las colonias caribeñas de ING en el corazón económico y había obtenido para ING un centro
estratégico para la penetración comercial en el imperio español.
El Caribe se transformó por un cambio económico intensivo, mientras en EE.UU. entre 1660 y 1700 se
produjo un aumento del territorio y la población.
Habitualmente se tenía el concepto mercantilista sobre las colonias las metrópoli era el centro de importación
y distribución del comercio colonial y el proveedor de las mercancías finales y manufactureras, mientras que
las colonias eran fuentes de materias primas y los mercados cautivos. Pero Nueva ING y su economía no
beneficiaba directamente al comercio inglés y privaba a la corona de ingresos, causando irritación y disputas
entre la colonia y la metrópoli.

129
Diferencia entre ING y España, al limitar el comercio entre las colonias y restringir la inmigración extranjera,
España había dejado sin desarrollar grandes partes de su imperio. ING por su parte, permitía a los extranjeros
unirse a la colonización, desarrollo de las regiones que de otro modo hubieran empobrecido y marginado.
También permitió el comercio de las colonias entre las colonias, lo que les proporciono mercado para sus
productos.

Consolidación y conflicto.
Hacerse con Nueva york y el Valle del Hudson permitió también asegurar el control del interior. Bloqueo el
avance francés a la costa y desafío el dominio francés del comercio de pieles.
Hacia el s XVII el nativo aún pueden producir sangrientas confrontaciones, en 1675 vs Nueva ING. Así
también en 1675-76 existió una guerra contra Virginia (rebelión Bacon).
Hacia el interior existía la confederación iroquesa, que mantuvo relaciones pacíficas con Holanda e ING.
Francia se alía a los hurones enemigos de los iroqueses.
En 1660 Francia emerge como uno de los estados más poderosos. EN el s XVII tenía bajo su dominio a
Martinica, Guadalupe, Algunos de Barlovento y Sotavento.
La guerra anglo francesa entre 1689-1697 termino con el Tratado de Ruswik en 1697, aunque este no resulto
ser más que una tregua temporal. EN 1702 la lucha reanudo mas intensamente, en la guerra de las Sucesión
española, Ansiosa de evitar que España se convirtiera en satélite de Francia, ING se opuso a la ascensión de
Felipe de ANjou, nieto de Luis XI al trono español, y apoyado por los holandeses entre en una guerra larga y
sangrienta con rancia y España. El conflicto se extendió a las Américas.
En el medio siglo tras la Guerra Civil Inglesa surgieron dos sociedades coloniales angloamericanas, el caribe
y Norteamérica.

Cap5. Las colonias Inglesas en el caribe.


La colonización inglesa en el Caribe (p s XVII) se dio para asentar establecimientos firmes en los márgenes
continentales de Hispanoamérica y manejar el comercio ilegal con las colonias españolas.

Territorios ingleses en el caribe.


1655 se obtiene Jamaica, Barbados, Sant Kitts, Nevis, Antigua y Mosnerrat.
Mediados del s XVII turbulencias en el Caribe entre Francia. INg, y Holanda, no por nuevos territorios sino
por la destrucción de la producción y el comercio enemigo del azúcar.
1720, ING comienza a disminuir la piratería.
Durante las segunda mitad del s XVII se firmaron diversos tratados entre estas potencias por diferentes
razones (Breda 1667, Westminster 1674, Rijswick 1697, Utrech, parís 1763.

La revolución de azúcar
En las Antillas buscaron su cultivo para explotar el tabaco, algodón, índigo y jengibre. Para el tabaco o
algodón la mano de obra fue enviada desde ING o Irlanda.
1630’crisis del tabaco, no puede competir con Virginia el del caribe,
Barbados pasa a producir algodón, aunque sin éxito.
1640 le azúcar acelera su producción gracias a los holandeses, nuevos capitales ingleses y mayor producción
en las fincas.
Las islas fueron la plataforma desde la cual la esclavitud africana iba a extenderse hasta el continente.

La sociedad de Plantación (ej. Barbados done se juntan el azúcar y esclavos)


Diferencia entre la plantación Brasileña y Barbados.
1- Los ingleses no siguieron el estilo señorial de los portugueses, en el que un señor del ingenio
controlaba vastas extensiones de tierras, y desde su casa grande presidia una comunidad de
arrendatarios, trabajadores y esclavo autosuficientes y paternalistas.
2- Los plantadores de Barbados tampoco utilizaron la técnica brasileña de aparecer, en la que la tierra
era alquilada a los labradores de caña, quienes compartían su producción con el terrateniente.
3- Las plantaciones de Barbados se preocupan por ganar dinero en vez de hacerse señores de la tierra, y
fueron menos paternalistas y ms capitalistas en su manera de cultivar el azúcar y de organizar la
mano de obra. También tendieron a organizar su propia producción, tenían haciendas más peñas y
dependían mucho más de la importación de suministros básicos.

130
Similitud, ambos dependían de mano de obra esclava negra.
En las islas del Caribe la esclavitud reemplazo la servidumbre blanca (mano de obra contratada) además se
explica en términos de costes y oferta.
a- La dificultad de reclutar la mano de obra sometida a contrato porque las condiciones que los
obreros blancos tenían que soportar eran malas dado que los terratenientes extendieron su cultivo del
Azúcar, los sirvientes blancos no podían ser atraídos con la promesa de la tierra gratis.
b- Tras 1660 los sirvientes disminuyeron por una pol. antimigratoria de INg que, combinada con la alta
mortalidad de los obreros sometidos a contrato en el Caribe, y su falta de reproducción, hizo subir el
precio de los sirvientes blancos.
c- En cuanto al tráfico de esclavos se desarrolló, la esclavitud negra ofreció una alternativa más barata.
Los esclavos suministrados inicialmente por los holandeses y, desde mitad de 1660 por traficantes ingleses.
Sotavento siguió el modelo de Jamaica.
Hacia 1740, la proporción de blancos y negros era de 1 a 10.

La clase plantadora
Constituyeron una aristocracia local que dominaba tanto la vida política y económica de la isla. El estilo de
vida que adoptaron los plantadores ricos de las Antillas remedaba los modales de la pequeña aristocracia
inglesa. Se entregaron al consumo, llevaron vidas de holganza y fueron famosos por su copioso consumo de
comida y bebida.
En todas las clases se bebía, la diferencia era que.
En cuanto a la ropa se imitaba le estilo inglés.
Al contrario de la peña aristocracia hispanoamericana, que prefería la vida de la ciudad a la del campo, las
plantaciones en las Natillas Vivian en casas de campo, imitaban a las casas señoriales de la pequeña
aristocracia inglesa.
La elite no logro su riqueza sin pagar su precio que fue el disminuir la expectativa de vida de los blancos y
que la población dependiera de la inmigración.
Las familias eran pequeñas en el caribe, la diferencia de Norteamérica que tenían a ser de mayor tamaño.
El señorío absentista fue caract de las sociedades de las Antillas que la distingue con claridad de las otras
sociedades de las Américas, incluyendo las colonas inglesas de Norteamérica y las colonias de las Américas
española y portuguesa.
En el caribe, la sociedad es más rígida, racista e inestable.

Esclavitud.
Hispanoamérica mano de obra nativa.
Caribe mano de obra esclava.
E las isas inglesas la esclavitud fue profundamente explotadora, no se dio una integración y fueron tratados
como objetos, deciden sobre sus vidas. A diferencia de la América española en donde son considerados como
humanos y se intenta su protección.
En Barbados las leyes tienen mayor interés por proteger al amo más que a los esclavos.
En Jamaica los esclavos eran tratados con gran brutalidad.
La explotación sexual también existió (se observa en la cantidad de mulatos).
Religión los esclavos eran excluidos de prácticas religiosas de blancos, se tiene miedo de admitir cualquier
igualdad en el caso de los ingleses, ya que enseñar religión implicara enseñar inglés y no.
Sin embargo, en Iberoamérica y en la América francesa los dueños de esclavos tenían la responsabilidad
formal de bautizar a sus esclavos y de supervisar su evangelización como cristianos.
Reservando deliberadamente el cristianismo para los blancos, los plantadores ayudaron a alimentar un sentido
de separatismo y solidaridad entre todos los blancos, tanto ricos como pobres, polarizando cada vez más sus
sociedades en líneas birraciales.

Resistencia esclava
-negación a trabajar eficientemente,
-el sabotaje,
-suicidio para privar al dueño de su propiedad
-huir
Comunidades de cimarrones (conocidas como palenques) en Hispanoamérica y como quilombo en Brasil.
Existieron gran cantidad de ellos en Sotavento y Jamaica, causando gran cantidad de rebeliones.

131
- Otro aspecto de la rta. Negra a la esclavitud fue la adaptación de formas y tradiciones culturales y
africanas, creando diferentes culturas populares que facilitaban a los esclavos reservar sus
identidades y ordenar sus propias vidas.
A pesar de la oposición racial hay una manumisión (rara) y entrecruzamiento, donde se produjeron las gente
libre de color,
Gente de color libres, su posición era variada. Unos trabajan en la economía agrícola, como pequeños
productores que cultivaban cosechas comerciales como el café y el pimentón. La mayoría vivía en las
ciudades donde ejercían como artesanos y pequeños comerciantes. Sin embargo, estaban sujetos a muchas
restricciones sobre su libertad, y aunque la gente de color forma un tapón social entre los blancos y los negros,
estaban lejos de gozar de un status de igualdad con los blancos.
Entre 1601-1700 ¼ de millón de africanos fueron levados a las Antillas como esclavos,
Entre 1701-1810 ½ de millón de africanos fueron importados.
E crecimiento económico iba acompañado por una transformación social, para sostener la producción ingresa
una gran masa negrera.
Para os observadores ingleses contemporáneos durante el SXVII y XVIII, las islas de la Antillas fueron las
colonias británicas más valiosas y útiles de las Américas, siendo la fuente más dinámica del comercio
trasatlántico de la metrópoli. AL contrario de las colonias caribeñas de España a las que dejo vegetar en los
márgenes del Imperio hasta finales del SXVII, las colonias anglo caribeñas fueron el centro del poder del
desarrollo colonial británico, generando grandes fortunas para las elites plantadoras y ricos flujos de comercio
para los comerciantes y exportadores ingleses. Par al mayoría de los habitantes de las islas, sin embargo, los
costes del {éxito material fueron altos. EL rápido crecimiento económico dependía de la esclavitud, creando
sociedades en las que la masa de la población fue alienada y reprimida y donde le mantenimiento del orden
social dependía de la amenaza y el uso constante de la violencia.
Los que eran los suficientemente ricos tendían a abandonar las colonias para una metrópoli de la que ellos
fueron profundamente dependientes, cultural, económica y políticamente la mayoría de los que se quedaron
vivieron en una sociedad altamente materialista, rígidamente estratificada y muy estática, donde el desprecio
racista hacia los negros apuntalaba un sentido de superioridad.

Cáp.6: Las colonias Norteamericanas


VIRGINIA- CHEASPEAKE 1607 JAMESTOWN
La América de las plantaciones: la región de Chesapeake
Una sociedad y una economía muy diferente emergieron en el sur donde en estuario de Chesapeake y sus
canales llegó a ser la entrada para los inmigrantes que poblaron las colonias de Virginia y Maryland  Si
bien la llanura costera era rica en fértiles tierras aluviales la desventaja fue el clima caluroso y húmedo en los
verano
Desde su inicio las colonias Chesapeake se basaron en la producción de una agricultura comercial ligada a los
mercados de ultramar, organizada en las plantaciones productoras de tabaco de alta calidad para los mercados
europeos en expansión  el 1° período de crecimiento que comenzó con el inicio de los cultivos comerciales
en 1619 duró casi hasta 1690 cuando las exportaciones entraron en una época de declive
La región de Chesapeake era una región profundamente dependiente del comercio internacional y conectado a
los progresos del mundo atlánticos esta economía de exportación también llego a depender cada vez más de
los esclavos africanos Un rasgo importante fue su dependencia con los comerciantes ingleses : los barcos de
Inglaterra navegaban dentro de la misma bahía de Chesapeake y de su sistema fluvial para recoger tabaco
directamente de las plantaciones  Al ver que la fertilidad del suelo costero se debilitaba por el cultivo del
tabaco los terratenientes comenzaron a diversificarse produciendo cultivos alimenticios y ganado para el
mercado caribeño , siempre sobre la base de ser una economía de exportación de ultramar  El núcleo de la
sociedad de Chesapeake se situaba en Virginia  La inmigración se inició como resultado directo de la guerra
civil por lo cual los monárquicos vencidos buscaron refugio de la persecución política, en donde los hijos
menores de la aristocracia inglesa y de la baja nobleza fundaron una élite virginiana capaz de recrear
elementos originarios  Pero la mayoría de inmigrantes fueron gente pobre ( sirvientes sometidos a contrato)
 en la religión el grupo dominante tendió a desalentar la heterodoxia protestante y en la sociedad fomentar
los ideales aristocráticos, por lo que pocos pudieron escapar de la clase social de la que habían venido  la
jerarquía social se afirmó en una profunda desigualdad económica
la realidad de la producción de tabaco también promovió la formación de grandes haciendas poseídas por
una élite de plantadores ricos y poderosos  Los más adinerados pudieron mantener una reserva para futuros
cultivos y pudieron contratar mano de obra esclava negra cuando el flujo de la sometida a contrato se redujo

132
 Del aumento de la esclavitud acentuó aún más la diferencias en Chesapeake  Debido a que la mayoría de
la población era masculina la tasa de fertilidad era bajísima  la esclavitud acentuó este modelo  de acá en
adelante la sociedad del sur se convirtió en una sociedad controlada por un pequeño Nº de plantadores que
dominaban a la minoría blanca y a una fuerza laboral esclava grande y creciente

NUEVA INGLATERRA 1630


Producción para la subsistencia local  no hay condiciones para la agricultura.
 No exportación a ultramar.
/ depende del trabajo de los pequeños colonos y de sus familias en un sistema de posesión de la tierra que
explota extensivamente el suelo.
/ El desarrollo de las manufacturas para el uso local tuvo escasa progreso porque la mano de obra no pudo
ser retenida con facilidad en ocupaciones salariadas.
Al no tener un producto que importar a la metrópoli su economía se veía muy reducido  esta era favorecida
por la llegada de inmigrantes que traían dinero, que permitía mercados y efectivo para comprar productos
importados.
1640  inmigración  crisis
/ Medidas para apalear la crisis reducir importaciones para promover
manufacturas locales y las exportaciones.
La pesca más que la agricultura fue la actividad que permito el desarrollo de esta colonia a finales del s. XVII,
ya que esta recién comienza a ser explotada hacia 1640.
/ Este tuvo como efecto colateral permitir él envió de otros productos al exterior con el envío de la pesca.
Este pronto desarrollo su marina mercante.
Sociedad: esta estuvo afectada por la cultura del puritanismo  donde predominaban los valores espirituales
más que los económicos. En el corazón de su sociedad estaba la iglesia, que imponía la doctrina y la
disciplina de sus miembros y jugaba un papel decisivo en la organización del gobierno local. Por lo tanto, la
iglesia, la significación de la religión se extendía más allá de la vida moral del individuo hasta comprender a
la comunidad entera, creando un sentido colectivo de identidad que tenía sus raíces en la convicción
espiritual, e imponiendo un orden social basado en cerradas comunidades cristianas de tipo corporativo.
El concepto de comunidad inspirado por el puritanismo tuvo un poderoso impacto sobre el paisaje social y
físico. Para formar las comunidades, la gente se agrupaba en pueblos y aldeas cuyo centro era la iglesia y las
casa de reuniones a través de los que ellos regulaban su vida espiritual y material.
/ El ideal puritano de comunidades y autogobernadas fue suficientemente poderoso como para crear una
estructura social regional que fue peculiar en Nueva Inglaterra.
En la sociedad rural de esta colonia no había nobleza, ni grandes haciendas ni tampoco señoríos de una
aristocracia rica. Esto no quiere decir que Nueva Inglaterra fuera una sociedad igualitaria. Los puritanos
reconocían y respetaban las distinciones sociales basadas en la riqueza, y crearon su propia jerarquía
elevando a una elite de líderes religiosos al poder político.
/ Las nociones europeas de nobleza y del nexo entre riqueza y poder fueron rechazadas, y la participación
en la vida política se extendió ampliamente.  En el s. XVII los varones adultos tenían grandes
oportunidades de poseer tierras y de ocupar cargos políticos.
El concepto de comunidad como entidad de personas piadosas y laboriosas, organizada en una jerarquía
teocrática que trabajaba en bien de un destino común es un estereotipo del que muchas comunidades en la
práctica se desviaron.
El capitalismo comercial hizo avances en los puertos, aunque coexistió con un alto grado de conservadurismo
en el campo, los cual suavizo el impacto del cambio social.
CAROLINA DEL SUR 1663
Sus pobladores buscaron un producto para ser exportado, inicialmente tuvieron un gran éxito con la cría de
ganados, que encontró las condiciones favorables para su desarrollo tanto en el medio ambiento como para su
comercio (por la carne)  esto fue una fase pasajera ya que hacia finales del s. XVIII el artículo para la
exportación fue el arroz.
La expansión de este para principios del s. XVIII fue muy rápida  con este producto vino la esclavitud
africana, que llego a ser el sistema básico de mano de obra.
/ Hacia 1740 se introdujo la exportación del índigo - este fue el complemento perfecto para el arroz,
puesto que se cultivaba en tierras más altas con un diferente ritmo estacional de producción.

133
El arroz generaron tendencia hacia el monocultivo, y algunas áreas se dedicaron exclusivamente a su
producción. La región produjo la mayoría de sus alimentos, y sus ganaderos incluso exportaron productos
alimenticios, generalmente carne vacuna y cerdo, a las islas del Caribe.
1700 poco tiempo después los negros sobrepasaban en número a los blancos del lugar.
La economía de plantación esclavista fue reforzada por el desarrollo de las exportaciones de índigo. Las
economías de escala fomentaron la formación de plantaciones grandes y especializadas, las cuales
absorbieron las tierras más pequeñas, y consolidaron una clase plantadora rica y dominante, cuyo poder
descansaba en la esclavitud. El comercio estaba en su mayor parte en manos de comerciantes británicos y de
Nueva Inglaterra así esta zona no desarrollo una clase comerciante propia, sino que dependió de forasteros
para organizar su comercio.
No sectores medios.
PENSYLVANIA 1682.
Las colonias meso atlánticas, donde Nueva York, New Jersey, Pennsylvania y Delaware llegaron a ser el
corazón de la agricultura americana.
Producían cereales y ganada gracias a su clima y tipo de suelo. Estas producciones permitían un excedente
para la exportación.
New York estuvo orientada al comercio de pieles con los indios del interior.
Mucha tierra fue dejada en manos de especuladores, sin habitar ni cultivas hasta que la población comienzo
a crecer a un ritmo acelerado durante la primera mitad del siglo XVIII. El área alrededor de Albany siguió
siendo sólidamente holandés, reforzada por inmigrantes de este país, pero en otros sitios una gran variedad de
europeos sin llegar a dominar ningún grupo religioso o étnico. Los grupos étnicos vivían en agrupaciones
separadas y las granjas pequeñas e independientes basadas en la agrupación familiar llegaron a ser el rasgo
típico del paisaje.
Depuse de 1750 la población a un ritmo acelerado, a medida que los colonos buscaron tierras y entraron en
la región desde Europa y Nueva Inglaterra. Los comerciantes y los exportadores de Nueva Cork hicieron de
su puerto una cámara de compensación imp. Para el creciente comercio de los productos agrícolas de toda la
región meso atlántica, y la ciudad y la colonia se convirtieron en una próspera sociedad comercial, formada
por las familias patricias mercantiles y terratenientes.
Delaware sirvió de punto de entrada para la tercera migración del S. XVII que consistió principalmente en
cuáqueros.
/esto fue seguido por una inmigración hacia la colonia cuáquera en Pensilvania en 1682  para 1750 los
cuáqueros eran la tercera denominación religiosa mas grande de la América Británica.
La Migración cuáquera estuvo basada en un propósito religioso, y motivada por un deseo tanto de escapar de
la intolerancia religiosa domestica como de construir una nueva sociedad cimentada en los principios
religiosos. Menos restrictiva que la de los puritanos, la cristiandad de los cuáqueros n fue una creencia
positiva e inclusiva, con un sistema de gobierno de la iglesia opuesto a la jerarquía y la ceremonia clericales.
El cuáquero era un movimiento evangélico y acogedor que ignoraba los límites de raza y nación.
La visión de William Penn de su experimento santo descansaba en un plan para crear una sociedad rural, que
mientras se basara en la propiedad privada y estuviera dispuesta a aceptar las diferencias de riqueza, evitaría
los grandes extremos de riqueza y la pobreza que se encontraban en el Viejo Mundo. En esto tuvo gran éxito.
La mayoría de las tierras de Pensilvania eran fincas independientes de tamaño modesto, y aunque la riqueza
no fue distribuida equitativamente la región de Delaware existió la repartición más justa.  Sobre estos
cimientos materiales, Penn y sus compañeros cuáqueros construyeron una sociedad en la que la jerarquía y la
elite fueron repudiadas explícitamente y en gran parte evitadas, de acuerdo con el rechazo de los cuáqueros a
adoptar las distinciones de nacimiento y sangre, y su preferencia por un orden social basado en el mérito
individual y el valor moral.
Sus políticas estaban fundadas en el ideal de buena vecindad de colonos, regulada por los principios de un
comportamiento cristiano respetable y honorable entre los vecinos. Su gobierno se inclinaba hacia la
democracia y favorecía el pacifismo y el desentendimiento de las demandas del Estado.
/ De su insistencia en la libertad religiosa surgió también una gran preocupación por la libertad política del
individuo.; a pesar de usar esclavos cuestionaban la propiedad de la esclavitud.
La variedad de agrupaciones étnicas e ideológicas de las colonias meso atlánticas tuvo su paralelismo en la
diversidad de organizaciones locales.
En algunas áreas de New York y de New Jersey, se formaron grandes fincas donde alquilaban tierra a los
pequeños colonos, creando divisiones sociales entre los rentistas ricos y sus arrendatarios.

134
En otras como en Pensilvania y Delaware el sistema predominante de posesión de la tierra se basaba en los
dueños de feudos francos que tenían fincas pequeñas y medianas, enfocadas a la producción para el mercado,
que usaban la mano de obra familiar y a veces esclavos y jornaleros.  La agricultura está en manos de
pequeños proa. De 100 o 200 acres, Su prosperidad atrajo a un número creciente de nuevos inmigrantes y
colonos que se extendieron por las tierras del interior hasta alcanzar las montañas.

FRONTERAS.
El siglo XVIII vio una oleada intermitente de inmigración que aunque no creo nuevas colonias adelanto la
frontera de colonización más allá de las llanuras costeras donde la sociedad inglesa colonial había implantado
su núcleo principal. Iniciado por personas del Norte de Gran Bretaña, Escocia e Irlanda del Norte, esas
inmigraciones provenientes de la metrópoli abrieron las regiones apartadas del interior y fundaron otra
variante de la sociedad colonial americana.
/ este fue un movimiento de familias, pero a diferencia de las migraciones anteriores esta fue motivada por
las esperanzas de una mejora material, más que por la huida de la persecución religiosa o política, o por la
búsqueda de ideales espirituales.
/ su composición social: - pequeña aristocracia y colonos independientes; + gente de bajo origen, que
provenía de la clase de arrendatarios agrícolas pobres, jornaleros, artesanos y pequeños comerciantes; eran
gente de frontera de la Gran Bretaña, de las sociedades periféricas y violentas donde los lazos de sangre y
familia tenían más importancia que los vínculos y valores religiosos. LA gente más pobre no fue la que migro,
no tenía recursos.
Los grupos de gente fronteriza británica enteraron generalmente en América a través del río Delaware, y
fueron hacia el interior en busca de tierras vírgenes  esta tierra era peligrosa y no oficia comodidades a
diferencia de lo que se pensaba. Los colonos vivían en cabañas primitivas de madera en fincas aisladas que
ofrecían a penas lo necesario para sobrevivir. La frontera no era un espacio para la construcción de
comunidades rurales igualitarias, se solía concentrar grandes cantidades de tierra en poca manos. LA mayoría
de los colonos fueron arrendatarios o advenedizos. Que no tenían su propia tierra.
El gobierno y la política en estas tierras eran rudimentarios. La justicia se administraba por medios extra
legales, por hombres que se denominaban reguladores y que imponían sus normas sin
Referencia a los procesos formales del gobierno. Los feudos y el bandolerismo eran comunes, y la violencia
rutina.  El liderazgo personal de hombres violentos y carismáticos tuvo más peso que la organización por
medio de las instituciones políticas formalizadas. La libertad política no se basaba en las ideas de tolerancia o
de comunidad, ni fue regida por los conceptos internalizados de la deferencia. En la frontera, lejos de los
centros del gobierno de la costa, el quedar libres del estado y sus agentes fue más imp. Que la libertad dentro
del Estado.

LA ESCLAVITUD EN AMÉRICA DEL NORTE.


La esclavitud no era nueva en América del Norte. Tanto los ingleses como los holandeses habían utilizado
esclavos a principios de siglo, aunque en un número muy reducido. Hacia el siglo XVII la cantidad era
exorbitante.
La mayoría de los esclavos importados fueron llevados al Sur hacia Chesapeake y las Carolinas.
El creciente nuecero de esclavos fue igualado por la degradación del individuo negro. El prejuicio contra
ellos era ya fuerte entre los ingleses de América, pero se intensifico durante el siglo XVIII: A medida que os
negros llegaron a ser una forma común de propiedad, los dueños blancos de esclavos degradaron su condición
legal, restringieron duramente su libertad en institucionalizaron la esclavitud en un sistema deshumanizante
de dominación y control.
La ley inglesa los priva de todos los derechos humanos  les da poca protección contra el ejercicio arbitrario
del poder del amo y les ofrecía escasa oportunidades para conseguir su libertad. La esclavitud fue una
institución más represiva en las colonias inglesas. La ley romana reconocía las obligaciones de los amos y los
deberes de los esclavos., así como tmb. Impuso restricciones institucionales. En anglo América los códigos
legales hicieron poco por regular las relaciones entre amo y esclavo., y la iglesia protestante no mostró mayor
interés por convertir a los negros que el que mostró por convertir a los indios. El estado ingles fue mucho
menos intervencionista que su contraparte española. EN vez de designar un cuerpo legislativo paternalista
para regular las relaciones sociales en las colonias, dio a sus súbditos coloniales considerable libertad para
adaptar las tradiciones legales inglesas según sus propias necesidades inmediatas.
La influencia de las diferencias de las normas legales y culturales sobre el status y el tratamiento de los
esclavos fue menor que la de las condiciones locales específicas, como el tipo de actividad económica en la

135
que el esclavo fue empleado, el tamaño de la unidad productiva en la que vivía y trabajaba, y las condiciones
del marcado para el artículo que el producía.
Así las diferencias en el carácter de los regímenes esclavistas no pueden atribuirse solamente a diferencias
culturales entre las Soc. euro americanas; las variaciones regionales y temporales tuvieron una gran
significación.
El trato más duro se daba en regiones donde los esclavos eran más numerosos, y donde los blancos vivían con
un miedo mayor a la insurrección y a la indisciplina como es el caso de Carolina del Sur y de Chesapeake.
Sin embargo en Nueva Inglaterra y en Pennsylvania los esclavos eran mayormente utilizados como artesanos
y sirvientes en vez de trabajadores agrícolas.
El hecho de la gran cantidad de negros no se debió solo a su importación sino también a su reproducción.
Chesapeake  pob. Negra en gran cantidad sobre todos jóvenes varones que implantaron sus tradiciones.
Virginia  a través de las importaciones, la sociedad negra estuvo equilibrada con sus redes familiares y de
parentesco y tenían una estrecha afinidad con la cultura americana local.
Carolina del Sur  los negros estuvieron más aislados de los blancos, la constante importación produjo
además de una cultura negra que retuvo fuertes tradiciones africanas en el lenguaje, la religión y las relaciones
sociales.
Nueva Inglaterra la esclavitud fue en fenómeno más urbano, y los esclavos fueron empleados como
sirvientes y artesanos.
Resistencia de los esclavos: en las colonias de Gran Bretaña se encontró su nivel más alto de resistencia y de
rebelión que en las de Latinoamérica o el Caribe; pero entre los esclavos de Norteamérica hubo una oposición
menos abierta y violenta que en el Caribe o Latinoamérica.

LA SOCIEDAD NORTEAMERICANA: CARÁCTER Y TRAYECTORIA.


♣ Las colonias norteamericanas compartieron una tendencia a desarrollar estructuras más abiertas,
meno s rígidas que la de las sociedades contemporáneas de Europa o de Latinoamérica. (en cuanto a
la estructura social gracias a la abundancia de tierras y a la escasez de la mano de obra).
♣ Otra diferencia es la diversidad de las creencias y las prácticas religiosas presentes entre los colonos,
y la debilidad concomitante de la Iglesia establecida en Norteamérica.
En la América española la Iglesia cumplió un papel fundamental en la formación de la sociedad.
En Norteamérica tuvo un rol diferente, esta fue una fuerza importante en el establecimiento de algunas
regiones coloniales. EN Nueva Inglaterra, lo puritanos no importaron simplemente creencias y practicas
ortodoxas de la Iglesia anglicana nacional, si no que intentaron crear una iglesia nueva regenerada, libre
de las corrupciones de la iglesia establecida en Inglaterra. Las aspiraciones religiosas tuvieron un papel
imp. En colonotas intermedias, donde otro grupo de protestantes heterodoxo, los cuáqueros, formo la
vanguardia colonizante de New Jersey y Pennsylvania. LA posterior inmigración de protestantes
alemanes y escoto-irlandeses llevó al espectro unas creencias y prácticas religiosas aún más iglesias y
sectas a América del Norte, con los moravianos, presbiterianos.
La congregación religiosa constituye un importante foco para la organización social y política, ofreciendo
foro a la acción colectiva, procurando el liderazgo, y conformando actitudes hacia los asuntos de la
política. Aunque la Iglesia de Inglaterra era más fuerte en algunas regiones que en otras, los anglicanos
durante el siglo XVIII continuaron siendo una minoría.
La religión escupo una posición dentro de la sociedad norteamericana que difería significativamente de la
que ocupaba en las colonias españolas. En Hispanoamérica, la vida religiosa estaba firmemente
controlada por una sola iglesia establecida, intolerante con la heterodoxia y que apoyaba con fuerza al
Estado colonial. Angloamerica estuvo caracterizada por su parte por el pluralismo ideológico. La mayor
parte de la práctica religiosa se desarrolló fuera de los confines de la Iglesia nacional de Inglaterra,
rechazaba el control de una jerarquía eclesiástica impuesta desde fuera a favor de las congregaciones
locales autónomas, y tendía a ser crítica con el estado metropolitano.
♣ Las divisiones sociales según los puritanos eran de origen natural.
♣ La abundante tierra y los alquileres bajos produjeron alimentos baratos y apuntalaron a las
crecientes comunidades, creando así mercados más grandes para los productos locales y para
las importaciones Norteamérica tuvo una gran tendencia durante el siglo XVIII una gran
capacidad para el crecimiento de la población.
♣ Estratificación racial: en Latinoamérica se había producido un gran entrecruzamiento de las
razas que produjo intricadas mezclas étnicas, minuciosamente estratificado en una escala de

136
tipos raciales creados por la mezcla entre indios, negros y blancos. Sin embargo las sociedades
norteamericanas tuvieron una menor mezcla racial, gracias a la segregación.
♣ En Norteamérica existió una escasez de mano de obra por el menor sometimiento por parte de
los indios.
♣ NA Cada zona explota sus recursos siguiendo una lógica comercial, o sea producir para
vender.
♣ Estado débil, en NA

Cap. 7: gobierno y política


La caract del gob, ingles en sus colonias fue le énfasis en la autonomía local, a través del gobierno
representativo.
Colonias holandesas: las colonias fueron reclamadas como tierras pertenecientes a un monarca, siendo el gob.
Responsabilidad de los reyes.
Colonias ibéricas y francesas: el ejercicio dela autoridad real jugo invariablemente un papel central en el gob.
Colonial. La administración imperial estaba en manos de la corona, supervisada por un consejo en la
metrópoli, y ejercida a través de una burocracia colonial que respondía al rey.
Las cedulas inglesas fueron como capitulaciones hispanoamericanas.
En el caso de Virginia y Massachusetts fueron entregadas a grupos privadas.
Diferencia con colonias euroamericanas:
1- La autoridad de ING fue descentralizada en las colonias, dando gran autoridad local. EL gobierno
colonial incluyo elementos de representación desconocidos o más débil en otras regiones europeas
(por no tener financiamiento no podían mantener la burocracia).
2- Rápido surgimiento de las instituciones representativas conocidas como asambleas que daban a los
colonos una fuerte presencia dentro de su gob.
La inclusión de un elemento representativo en el gob.. Colonial fue en parte u asunto de principios pol., que
reflejaba las ideas inglesas contemporáneas sobre el der. De los gobernados a consentir su propio gobierno.
Pero la creación de las asambleas fue también un asunto de conveniencia pol. Puesto que tal particular ofrecía
un medio de infundir una conciencia del interés común, y asegurar la cooperación entre los colonos, mientras
que a la vez promovía la estabilidad pol., y aseguraba que los colonos contribuyeran e los costes de su
administración. (La democracia no es igual a la representación)

Gobierno colonial después de la Guerra Civil.


Tras la Guerra Civil hubo mayor interés por las colonias.
1660 el control directo dela colonia fue restringido a Virginia y Barbados, los restantes excepto Jamaica,
quedaron en manos de propietarios y compañías privadas.
Las colonias aceptaron la reversión de la monarquía y para 1622 todos habían proclamado a Carlos II como su
rey. La corona se abstuvo de reducir la autonomía de los gob, Coloniales.
La monarquía Estuardo iba a morse hacia la supervisión más directa del comercio y del gob. De las colonias.
La reestructuración de las relación de ING con sus colonias americanas empezó después de la Guerra Civil,
cuando junto con los comerciantes ingleses el gob, formulo un programa para engrandecer el comercio de la
nación, aumentar sus manufacturas y reforzar su poder marítimo (en la década del 60’se promovieron diversas
leyes de navegación).
1670, Carlos II creo el Consejo para las Planeaciones. Instruido para recoger información sobre las colonias, y
asegurar que concordaran con la ley inglesa y con las regulaciones comerciales, el consejo hizo pocos
progresos.
1675, el Consejo fue reemplazado por Lores Comisionados del Comercio y la Plantación, quienes respaldados
por el rey, intentaron reconstruir la relaciones pol. Entre ING y sus colonias, para eliminar cedulas daban
autonomía a las colonias prop. Y corporativas, y en gral para refrenar los poderes de las jurisdicciones sobre
los asuntos internos d las colonias.

Rebelión y gobierno colonial a fines del SXVII.


Los Lores del Comercio lo primero que tuvieron que resolver fue le conflicto entre los blancos y los indios en
Virginia.
El esfuerzo por tener una mayor control sobre las colonias se sintió aún más en NI. Tras la revolución
Gloriosa donde se destrona a Jacobo II y asume Guillermo de Orange (rey de Holanda) dio a los colonos la

137
oportunidad, tanto el poder expresar la antipatía por el gob inglés, como para revocar algunas medidas de
centralización de los años anteriores, y para recobrar un mayor nivel de autonomía donde había perdido.
Si la revolución gloriosa permitió a los colonos expresar su resentimiento contra la autoridad central y el
deseo de autonomía local, el acuerdo pol. Entre las colonias y el gobierno central dejo las tensiones
subyacentes entre los gobiernos coloniales y el metropolitano sin resolver. Los colonos creyeron que habían
ganado los mismos der al autogob. De los ingleses, y consideraron a las asambleas como equivalentes del
Parlamento inglés.
Luego de esta rev. Guillermo III aprobó la convocatoria de las asambleas y las dotó con una gran extensión
de poder. Sin embargo, esto no concedía a las asambleas las mismas competencias que tuvo el Parlamento
inglés. El rey Guillermo y sus sucesores compartieron la opinión de que ellos tenían la misma autoridad sobre
las colonias que los reyes de la monarquía de los Estuardo.
La REv gloriosa había da do a los colonos la oportunidad de reafirmar los intereses locales contra el gobierno
central, pero no había alterado la relación constitucional entre ING y sus colonias.
1646 los lores fueron sustituidos por el consejo de comercio, para evitar problemas con colonias el
Parlamento se restringió en sus actividades a la supervisión del comercio colonial y se abstuvo de intervenir
en los asuntos del gob. Colonial (negligencia saludable).

El gobierno de las colonias


Cada colonia tiene un gobernador un consejo y una asamblea.
Distribución del poder, la participación del poder estuvo limitada por una serie de factores:
1- donde la tierra era barata muchos individuos fueron excluidos del voto;
2- la práctica de la pol. Dependía del contexto.
El voto fue diseñado para consolidar la comunidad alrededor de las decisiones ya negociadas antes de que las
elecciones tuvieran lugar, en vez de para expresar una pluralidad de opiniones. En el continente el gob. Fue
más presenta TiVo que en las Antillas, donde la gran mayoría de la población, ala ser esclavos fue excluido
del sistema legal y pol. Normal.
A fines del SXVIII, el gobierno inglés de las Américas era una balanza que se inclinaba hacia las colonias,
por un lado había una autoridad metropolitana que se preocupaba por subordinar las colonias s los intereses
del comercio inglés, y que se reservó para sí misma el poder de hacer leyes para las colonias y supervisar su
administración (aunque carecía de un sistema efectivo para hacerlo).
Al contrario de la colonia española, la monarquía inglesa logro crear organismos del gob. Central con
autoridad clara y global sobre el gob. Colonial, o para instalar en las colonias una amplia burocracia
profesional para la ejecución de la ley real.
Aunque el Consejo del Comercio tuvo una gran jurisdicción, no se compara con el Consejo de Indias de
España. Su preocupación fu e defender y extender el comercio inglés, pero al actuar junto con otras
instituciones, permitieron diluir su capacidad para hacer y ejecutar la pol.
El contrapeso de los organismos del gob. Real eran los gob. De las colonias mismas, donde las Asambleas
elegidas tendían a oponerse al poder de las autoridades ejecutivas que representaban al gob. Imperial Los
colonias no cuestionaron la soberanía de la corona inglesa, pero fueron bastantes conscientes de sí mismos
como miembros de comunidades autónomas con der. De autogobernar y de la búsqueda de sus propios
intereses además las Asambleas y tribunales coloniales tendieron a ganar legitimación a expensas del poder
metropolitano.

De este modo en el corazón del gob. Imperial hubo una tensión permanente que tenía su base en la
discrepancia entre los gobernantes reales, que tenían instrucciones de implementar las órdenes del centro
metropolitano, y las Asambleas coloniales determinadas a dirigir estas órdenes a los intereses de los grupos
que las dominaban. Mientras que los asuntos coloniales siguieron siendo una prioridad menor para la Corona
y el Parlamento, esta tensión pudo sostenerse sin dañar las relaciones entre ING y sus colonias. Cuando en
1763 el Parlamento tomó una actitud más activa, el compromiso se rompería rápidamente. EN época de
veloces cambios económicos y sociales, las diferencias políticas de mucho tiempo atrás entre la metrópoli y
las colonas se convirtieron en campo de cultivo para una amarga contienda, y en norte América, en una
inspiración para la rebelión separatista.

Cap. 8: Guerra, Sociedad y economía en la América Británica, 1712, 1763

138
En el s XVII GB entro en una prolongada competición por el dominio sobre el comercio y el Imperio en
ultramar, mientras que sus colonias continuaban expandiéndose en tamaño y riqueza.
A principios del S XVIII la historia de Gran Bretaña y sus colonias entro en una nueva fase.
Los intereses comerciales franceses y británicos también competieron por el comercio con Oriente, y
buscaron extender su control sobre el comercio esclavo creando enclaves territoriales en las costas de África
occidental. Aunque la mayor atención fue hacia las colonias en América, las cuales contenían grandes
poblaciones de inmigrantes europeos y sus descendientes, y proporcionaban algunos de los productos y los
mercados as valiosos de Europa.
Los pales. Oponentes de GB por el imperio fueron Francia y España. Entre 1689 y 1815, GB estuvo
involucrado en 7 guerras imp. Con Francia, cinco de las cuales también involucraron a España. Cada una de
estas fue más costosa y ardua que la anterior. Tras cada batalla las colonias de América se hallaron más
expuestas y como consecuencia de esto se fueron generando cada vez más tensiones dentro de estas.

Rivalidades imperialistas y guerras coloniales.


En los primeros años del SXVIII, Inglaterra era una de las pales, potencias. EL estado ingles que había
surgido de la Revolución Gloriosa de 1688 se vio reforzado por la consolidación interna y la continuidad
constitucional. EN 1707 Escocia quedo unida a Inglaterra y Gales, llevando a la isla a la unidad pol. Y social
como el Reino Unido de la Gran Bretaña. El principio de que la Corina solo podía ejercer sus poderes a través
del Parlamento fue establecido firmemente en ese momento, y dentro de este sus decisiones fueron cada vez
más influidas por los intereses mercantilistas que favorecían una pol. Expansionista en ultramar de la guerra y
el engrandecimiento colonial.
En 1713 se firmó el tratado de Utrecht, donde Francia, España y GB negociaron un compromiso que duro por
dos décadas. Felipe V, el primero de los Borbones españoles, permaneció en el trono, pero renuncio a
cualquier der. Sobre el trono de Francia, impidiendo así la unión de las monarquías francesa y española.
/ De Francia, GB adquirió Terranova, la Bahía de Hudson, Nueva Escocia y Port Royal. De este modo
reforzó las fronteras en América del Norte. De España obtuvo el asiento de negros (un contrato de 30 años
para suministrar esclavos a Hispanoamérica), junto con el der a comerciar, a intervalos concertados de
antemano, en puertos específicos de la América española; y dio a los comerciantes británicos el acceso
directo a los mercados hispanoamericanos.
En las colonias, el impacto de la guerra entre las potencias se sitio con mayor fuerza en las Antillas, donde el
poder naval y militar de GB fue desplegado contra Francia Y España. EL conflicto con España surgió de los
continuos esfuerzos de los contrabandistas británicos por sostener el comercio ilegal con las colonias
españolas. Estas intrusiones, británicas, tuvieron un efecto ruinoso sobre el comercio del Atlántico español y
enfurecieron a los ministros borbónicos que buscaban renovar sus fianzas.
Una fuente de conflicto en el Caribe surgió de la competencia entre Francia y GB por la producción y venta
del azúcar producido por sus respectivas coloniales.
La guerra en las Antillas no era algo nuevo. Durante el s XVII, los gob ingleses habían luchado repetidamente
por extender el control sobre el comercio azucarero, en competencia al mismo tiempo con Holanda y Francia.
Sin embargo, durante el s XVIII, el conflicto en el Caribe se hizo más intenso conforme los riesgos
aumentaron.
Para los gobiernos de las metrópoli, fue cada vez más difícil evitar su implicación en el choque entre colonos
(prestaban servicio militar)
Durante las dos décadas, tras la firma del Tratado de Utrecht las guerras fueron conducidas dentro de Europa,
con apenas ecos en las América.  El cambio hacía las guerras coloniales a gran escala empezó en 1739,
cuando GB tomo parte en una guerra con España, tras una disputa sobre la libre navegación en el Caribe.
Entre 1756-1763 se desarrolla la Guerra de los 7 Años entre GB y Francia, que tuvo un alcance global. Esta
redefinió el mapa del dominio colonial europeo en las Ameritas. Los británicos emergieron como los
vencedores, y consiguieron tremendas ganancias territoriales en la Paz de Paris de 1763. Tras sus nuevas
adquisiciones la balanza pol del Imperio cambio (por ej. Obtuvo a Canadá por Completo, lo que eliminaba
problemas con los franceses). EN adelante América del norte se destacó como la gran frontera para el avance
imperial, ensombreciendo a las Antillas y ofreciendo una expectativa de crec. Sin interrupciones de la que se
beneficiarían tanto las colonias como la metrópoli.
Tras 1763 GB tendría como ocupación encargarse de la defensa, por lo que buscara aumentar su control
administrativo y econon. Sobre sus colonias, Por otro lado, las colonias americanas estaban a salvo de
amenazas externas, por eso se sintieron más libres para afirmar su autonomía de la metrópoli. Si la destitución
de los franceses las hizo más seguras ante un ataque externo, la aceleración del crec. Demográfico y

139
económico interno las convirtió también en unas economías más grandes y más ricas, de soc, más complejas,
confiadas y volátiles.

La expansión demográfica
La expansión demográfica fue uno de los aspectos vitales del crec. En las colonias angloamericanas
durante el s XVIII.

Durante la segunda mitad del s XVII, la población de Anglo América aumento de una manera impresionante.
EN el XVIII estas tendencias continuaron a pasos acelerados.
EN las Antillas el crec. De la pob. Fue impulsado casi completamente por las importaciones de esclavos
africanos. Con esta gran oleada de inmigración africana forzada comenzó una continua transformación de la
estructura étnica de las islas (no obstante su rec. No fue sostenido por esto, porque la mortalidad esclava era
extremadamente alta).
El crec. De la pob. En América del Norte no solo fue más rápida que en las Antillas sino que fue más
complejo debido a la inmigración blanca e importaciones de esclavos y rápida tasas de crec. Natural. Dentro
de la población de América del Norte, pese a la expansión de la esclavitud, estos continuaron siendo pocos.
El grupo más grande de inmigrantes vino desde Ulster, eran refugiados econ. Escoto-irlandeses.
Mientras la inmigración iba en aumento, el crec demográfico se da por el crec. natural dentro de las colonias.
Detrás de la cap. de reproducción hubo diversos factores, aunque las influencias claves fueron una provisión
abundante de tierras baratas y un horizonte más dilatado para la oportunidad económica que el que se
encontraba en las viejas soc. europeas. Las personas tenían una mejor alimentación, reduciendo así la tasa de
mortalidad de los niños aun cuando hubo epidemias y propiciaron mayor cant de matrimonios.
/ el rápido crec condujo a una densidad mayor de asentamiento en las áreas pobladas, donde las tierras
descuidadas comenzaron a ser cultivadas. Las colonias de la frontera occidental tuvieron una econ. Diferente
de as de las sociedades más antiguas de la costa., lo que llevaría a tensiones entre ellas. NO hay que
olvidarse, que desde el principio en América del Norte las tierras tenían un valor muy preciado, por lo que en
el s XVIII aún permanece y de hecho se crean compañías de bienes raíces, que van a actuar como factor de
gran imp. Para la expansión y conflicto de frontera.

La economía Atlántica de GB.


 Otro fue la ampliación del comercio colonial
Para 1700, GB se había aproximado al logro de sus propósitos mercantiles. Las importaciones desde las
colonias, azúcar y tabaco, habían ayudado a transformar el comercio británico, sobre todo el azúcar permitir
hacer una reexportación hacia Europa.
/El crec comercial trajo consigo un aumento igual del poderío marítimo inglés.
Quizás el aspecto más notable de la expansión dieciochesca del comercio colonial de GB es el surgimiento de
las colonias, particularmente de las norteamericanas, como clientes pales. Para las manufacturas británicas.
Para la época de la revolución americana, las colonias jugaron un papel brutal en el desarrollo del comercio
británico y, en cuanto a la industrialización británica, fue impulsada por el comercio de ultramar,
contribuyeron a la transformación d la economía metropolitana en la primera gran potencia industrial del
mundo.

El comercio del Caribe.


La base del comercio colonial permaneció donde siempre había permanecido, en la exportación de productos
agrícolas básicosEL más valioso de estos fue el azúcar. Después de 1720 Jamaica se convertirá en el pal.
Productor, desplazando así a Barbados.
La expansión y el crec. De la producción azucarera estuvieron acompañados por un cambio en el comercio
del azúcar. Durante la última parte del s XVII y p. de sXVIII importaron ilegalmente azúcar extranjero, ron y
melazas a GB y sus colonias de Norte América, disfrazados como productos de las islas británicas. AL mismo
tiempo, las colonias exportaban alimentos a las islas francesas. Uno y otro de estos comercios actuaron en
desventaja de los plantadores de las Antillas británicas, y en las primeras décadas del s XVIII la competencia
llego a ser cada vez más aguda, al tiempo que el azúcar francés resulto más barato que el producto británico
 para contrarrestar esto en 1733 se creó la Ley de Melazas, donde se impedía la importación de azúcar,
melazas y ron franceses a GB, Irlanda o las colonias norteamericanas (aunque esta ley no impidió la entrada
de azúcar extranjera, si protegió a los comerciantes británicos).

140
Faltan

-DECHENE, Louise, “Las categorias sociales”, en Carlos A. MAYO, (comp.) La sociedad canadiense bajo el
régimen francés, Buenos Aires, Biblioteca Norte-Sur, 1995.

-DEGLER, Carl, Historia de los Estados Unidos, Barcelona, Ariel, 1987, Cap. 3 y 4.

DICKINSON, John A. “La Nueva Francia desde una perspectiva atlántica” Istor 32, 2008

-ELLIOTT, J.H. Imperios del Mundo Atlántico. España y Gran Bretaña en América (1492-1830), Madrid,
Taurus, 2006. 2da parte “La consolidación”, pp.189-378.
-GREER, Allan, “El predominio aristocrático”, en Carlos A. Mayo, (comp.) La sociedad canadiense bajo el
régimen francés, Buenos Aires, Biblioteca Norte-Sur, 1995.
-MAYO, C. TROISI, J. “Entre la habitation de Québec y la confederación: Una historia del Canadá colonial
(1600-1867)”, en LUCCHINI, C. Breve historia de Canadá. Desde la colonia hasta la actualidad, Buenos
Aires, Siglo XXI, 2009, pp.43-83.

-MOORE, Ch. “Colonización y conflicto. La Nueva Francia y sus rivales 1600-1760”,


en Brown, C. La historia ilustrada de Canadá. México, Fondo de Cultura Económica, 1994.
-NASH, Gary, Pieles rojas, blancas y negras, México, Fondo de Cultura Económica, 1989.
-PARRY, J.H. y Sherlock, P., Historia de las Antillas, Kapeluz, 1971. Cap. 3 “El desafío a España” pp. 33-
52; Cap. 4. ”La colonización de las islas exteriores” pp.53-71; Cap. 5. “La revolución del azúcar”. pp. 72-90;
Cap. 6. “Los bucaneros”. pp. 91-104.

-TRIGGER, Bruce, “La presencia francesa en Huronia”, en Carlos A. Mayo, comp. La sociedad canadiense
bajo el régimen francés, Buenos Aires, Biblioteca Norte-Sur, 1995.

141
UNIDAD IV

LOS IMPERIOS ATLÁNTICOS Y SU DINÁMICA FUNCIONAL (S. XVI Y XVII)

1- Las Coronas Peninsulares: Monarquía e Iglesia. El Patronato.

2– La administración colonial. Burocracia, Jurisdicciones y Autoridades en Hispanoamérica y sus equivalentes en Brasil.


Instituciones coloniales: El Consejo de Indias y el Conselho das Indias, la Casa de Contratación, Real Audiencia y
Relação, Cabildo hispano y el Senado da Camara.

3- El control y el principio de autoridad y flexibilidad. La visita y el Juicio de Residencia. La ley y la normativa.

4– La población indígena frente al gobierno español. El tributo. El Padre las Casas y los tribunales especiales. Poder y
autoridad en las poblaciones originarias. Republica de indios y españoles. Parentescos y linajes. La nobleza indígena y el
rol del Kuraka. Dualidad y legitimidad. Políticas de frontera.

5- El imperio británico en América. Gobernadores y legislaturas. La política colonial. El Townmeeting. Los


congregacioncitas puritanos y otros casos de comunidades de protestantes en las colonias. El caso del Caribe. La presencia
de los reinos en las colonias precarias holandesas y francesas.

6– La Iglesia en América. Las instituciones eclesiásticas y la justicia. El clero secular y el regular. El Concilio de Trento y
los concilios americanos. La Inquisición, las parroquias, las Órdenes y las cofradías. Misiones y reducciones.
Congregaciones puritanas, religiosidad protestante y persecución religiosa

BARNADAS

Capítulo 6

LA IGLESIA CATÓLICA EN LA
HISPANOAMÉRICA COLONIAL

EL ESTABLECIMIENTO DE LA IGLESIA CATÓLICA EN EL NUEVO MUNDO

A fines de la Edad Media, los reinos ibéricos habían sufrido una experiencia decisiva: la reconquista de los
antiguos territorios cristianos de manos del invasor árabe. También existía la idea de que la fe podía y debía
propagarse con medios militares. Sin embargo, desde principios del siglo xv en adelante se aprecia una
creciente insistencia en la asimilación de estos elementos no cristianos en el seno de la cristiandad. En 1492,

142
los judíos españoles tuvieron que escoger entre el bautismo o la expulsión de los dominios de Fernando e
Isabel. Los moros se enfrentaron con la misma disyuntiva en Castilla en 1520, y en Aragón en 1526.
En el siglo xv, en ausencia de una poderosa clase burguesa, las propias coronas de Portugal y Castilla tomaron
la iniciativa de la expansión de sus dominios más allá de la península: la primera, en Madeira, las Azores y en
la costa occidental de África; la segunda, en las islas Canarias.
En la época de la primera llegada de Colón a las Antillas, el papado había estado interviniendo durante más de
medio siglo en las expediciones de exploración y conquista tanto de Portugal como de Castilla. Al mismo
tiempo que confería legitimidad a las conquistas. En el caso de las Indias españolas, las bulas ínter caetera
(1493) y Eximiae devotionis (1493 y 1501) de Alejandro VI, Universalis ecclesiae (1508) de Julio II y Exponi
novis (1523) de Adriano VI, otorgadas a la corona castellana, determinaron la estructura esencial del trabajo
de evangelización católica en América.
Los Reyes Católicos estaban obligados a promover la conversión de los habitantes de las tierras recién
descubiertas y a proteger y mantener a la iglesia militante bajo el Patronato Real. La política eclesiástica se
convirtió en un aspecto más de la política colonial, coordinada a partir de 1524 por el Consejo de Indias. La
corona se reservaba el derecho de presentar candidatos para los nombramientos eclesiásticos en todos los
niveles y se responzabilizaba de pagar los salarios y de construir y dotar catedrales, iglesias, monasterios y
hospitales con los diezmos de la producción agrícola y ganadera. La Iglesia de América tenía asignada una
misión práctica: activar la sumisión y la europeización de los indios y predicar la lealtad a la corona de
Castilla. Cualquier resistencia por parte de la Iglesia al cumplimiento de esta función se consideraba un
problema político y como tal era tratado.
Este compromiso era conveniente para el Estado, pero no está tan claro que lo fuera también para la Iglesia.
¿Por qué tenía la Iglesia que dejarse atar de pies y manos a los intereses del poder secular de la corona
española? Había muchas razones: la preocupación de los mundanos papas renacentistas y la ola creciente de
protestantismo; la carencia de medios de Roma para organizar y financiar la propagación de la fe en el Nuevo
Mundo sin disponer de ayudas politicas; el celo chauvinista de muchos eclesiásticos españoles que reconocían
que el rey de España tenía, en cualquier caso, mucho más que ofrecerles que el papa de la lejana Roma. Bajo
el Patronato Real, los clérigos disfrutaron de un notable grado de tolerancia que les permitía ser oídos en todas
las causas del gobierno.

El primer escenario de los conflictos de conciencia sufridos por las autoridades fueron las Antillas. En 1509 el
rey Fernando había legalizado la encomienda, el sistema por el que los indios se repartían entre los colonos,
quienes podían ejercer derechos sobre ellos prácticamente de por vida, aunque no fuesen, de hecho,
oficialmente esclavos. En diciembre de 1511 el fraile dominico Antonio de Montesinos denunciaba a los
colonos “por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes víctimas”. Se preparaba el terreno para la
primera batalla entre el Evangelio y el colonialismo. La primera reacción del Estado fue aprobar las Leyes de
Burgos en 1512 para mediar entre estos dos intereses incompatibles. Dos años más tarde, Bartolomé de las
Casas, fraile dominico, párroco y encomendero en Cuba, empezó su gran defensa de los indios.
Las dos décadas posteriores a 1519 representaban la fase decisiva de la dominación castellana de América.
Desde su base de las Antillas, los españoles conquistaron México y Centroamérica y después se dirigieron al
sur desde Panamá y Venezuela, a través del Pacífico, para conquistar el imperio inca. Los mismos
conquistadores estaban llevados, en parte, por el fervor religioso al realizar sus hazañas. Estaban convencidos
de que al subyugar unas poblaciones servían por igual a la cristiandad y a su monarca como vasallos; a su fe,
como misioneros. Una vez que se hubo establecido la autoridad española, entraron en escena las órdenes
misioneras para evangelizar los pueblos conquistados. De este modo, primero vino la conquista militar y
política, a la que siguió después la conquista «espiritual».
Durante la segunda mitad del siglo xv y la primera mitad del xvi la península Ibérica fue escenario de
movimientos reformistas de gran intensidad. Los propios Reyes Católicos estaban determinados a reformar el
episcopado.
Los hombres que eligieron para obispos estaban profundamente versados en teología y observaban
celosamente la disciplina de la Iglesia. Los vientos de la reforma y de la restauración de la primitiva
obediencia llegaron también a los monasterios, afectando especialmente a los de las órdenes dominicana y
franciscana.
En el ámbito de la actividad misionera en América, las ideas reformistas de la península ya habían confluido
con las corrientes del milenarismo y del utopismo. Para muchos, el Nuevo Mundo era la oportunidad ofrecida
por la Providencia para establecer el verdadero «reino evangélico» o «pura cristiandad».

143
El mismo fray Bartolomé de las Casas estaban profundamente influidos por el espíritu humanístico de Erasmo
y por la Utopía de Tomás Moro.
Los jesuítas, creados en 1540, eran en sí el fruto del ideal reformista. Soñaban con implantar un cristianismo
libre de los errores que desfiguraban la fe en Europa. Su impulso utópico floreció plenamente en el siglo xvn,
con lo que ellos llamaron las «reducciones indias» (especialmente en Paraguay).
Su deferencia hacia Roma y su marcada estructura jerárquica se ajustaban también al modelo de cristianismo
decretado en el Concilio de Trento (1545-1563).
El espíritu de Trento es observable en muchas de las formas de la Iglesia que se estaba organizando en
Hispanoamérica.
El Concilio mostró una evidente hipersensibilidad en cuanto a la ortodoxia teológica. Se consolidaron las
estructuras eclesiásticas, y se dejó la vida de la Iglesia ampliamente en manos de los clérigos, situación
agravada en América por el complejo de superioridad racial.
La reacción del Concilio de Trento ante la secesión protestante en Europa promovió o intensificó las
procesiones, la veneración a los santos, las devociones a las ánimas del purgatorio y las indulgencias, por
ejemplo, eran características destacadas del cristianismo en la Indias. En cierta medida se exaltaban los cargos
externos e institucionales sobre la experiencia personal.
Así, la Iglesia del Nuevo Mundo fue el producto de la fusión de dos corrientes. Una fue el traslado de las
características de la Iglesia de la península Ibérica en la era de los descubrimientos; la otra fue la ratificación
de estas características por parte del Concilio de Trento. Siguiendo un decreto real, la «Ordenanza del
Patronazgo» (1574). El obispo se convirtió en pieza esencial de la vida eclesiástica de cada diócesis. No sólo
el clero secular, sino también el regular, a través de la parroquia o de la doctrina, fueron gradualmente
sometidos a la autoridad del obispo local.
Hispanoamérica puede presentar un distinguido grupo de hombres firmemente dedicados a extender el
evangelio en las circunstancias menos propicias. Eran pobres, devotos, de sólida formación teológica,
conscientes de sus deberes y poco inclinados a dejarse impresionar por el poder civil. No es casual que las
circunstancias coloniales hicieran mostrarse a la mayoría de ellos como defensores de los indios.

La Iglesia, como institución, en Hispanoamérica como en España, funcionaba a través de sus obispados. Las
diócesis se establecían como consecuencia de las conquistas militares o, ya muy avanzado el período colonial,
del crecimiento de la importancia económica de ciertas regiones. La primera diócesis, Santo Domingo, se creó
en 1504.
¿Qué significado tenía un obispado en la sociedad colonial? En sí mismo constituía un centro administrativo
autónomo: sacramentalización, nombramientos, función judicial de la Iglesia, etc. También era responsable
del trabajo misionero, de la legislación sinodal y de la formación de los seminaristas. En relación con la
autoridad civil, presentaba candidatos para los nombramientos, actuaba junto con la estructura administrativa
civil en todos los niveles y estaba encargado de ejecutar las leyes que emanaban de las autoridades políticas.
Respecto a esto, la multiplicación de las diócesis representó la proliferación de centros de actividad e
iniciativa eclesiásticas y de responsabilidad para la empresa colonizadora de Castilla. Otro órgano central de
la diócesis era el seminario, con su doble función en potencia, como colegio-albergue para estudiantes
universitarios de humanidades y teología y como seminario para la formación del clero.
A nivel local, la pieza clave de la organización de la Iglesia era la parroquia. El Concilio de Trento ratificó su
papel como célula básica de la vida católica. La parroquia arraigó en América junto al episcopado: con éste,
representa a la Iglesia fuera de los muros de los conventos. La parroquia tuvo que adaptarse a las condiciones
americanas: los misioneros crearon «doctrinas» para la evangelización, mientras que el clero secular fundó
parroquias para los españoles. Las «doctrinas» incorporaban la tarea evangelizadora y civilizadora, tareas
entre las que se incluía el enseñar la doctrina cristiana a adultos y menores, restringir algunos sacramentos,
vigilar ciertas prácticas idolátricas y reprimirlas.

Se acepta generalmente la extraordinaria importancia de las órdenes religiosas a la hora de llevar el


cristianismo a Hispanoamérica. En cambio, la gran masa del clero secular era moral e intelectualmente
decadente y su trabajo era difícil de coordinar. Desde la primera década del siglo xvi los Reyes Católicos
resolvieron arreglárselas sin los servicios de las órdenes militares. En su lugar, recurrieron a los servicios de
las órdenes mendicantes. Y entre los frailes prefirieron aquellos que fuesen «reformados» u «observantes»: no
sólo se disponía de ellos para la aventura de predicar el evangelio, sino que carecían de pretensiones
señoriales, tenían el voto de pobreza y se mostraban deseosos de obtener conversiones.

144
Hablar de los mendicantes en la evangelización de América es hablar de las cuatro grandes órdenes —
franciscanos, los primeros en llegar a México (1524) y Perú (1534), dominicos, agustinos y mercedarios. A
estas cuatro órdenes se les sumaron pronto los jesuítas (1568-1572). Puede decirse que la mayor parte de la
carga que suponía el cristianizar América recayó en estas cinco órdenes religiosas. En el caso de los jesuítas, a
la evangelización se unía su importante contribución en el campo de la educación.
Con una más tardía aparición, hay otro grupo de órdenes dedicadas a cuidar de los enfermos y necesitados en
las ciudades. Los Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios, los hipolitanos (desde 1594 en adelante), los
antoninos (desde 1628) y los betlemitas (desde 1655), todas órdenes fundadas en suelo americano, en Nueva
España.
Otras órdenes se ocuparon de una tarea pastoral parecida —los carmelitas, Jerónimos, trinitarios y mínimos.
Pero aun así, Felipe III les ordenó que regresaran a España porque no tenían autorización real para estar en
América. Por otra parte, desde la segunda mitad del siglo xvn los capuchinos arraigaron profundamente en
varias misiones de Venezuela. Por la misma época los oratorianos fundaron casas en Panamá, Lima, Cuzco y,
a finales del siglo xvm, en Chuquisaca. Podría mencionarse la limitada presencia de los benedictinos de
Montserrat. Pero ello contrasta evidentemente con lo que ocurría en Brasil, donde iban a desarrollar una
sólida tarea pastoral, educativa y cultural.

En su mayoría, los seculares siguieron actuando individualmente durante todo el período colonial; en cambio,
los regulares desde la segunda mitad del siglo xvi en adelante operaban dentro de una estructura organizada
para reemplazar las vacantes en el ámbito misional. El lado americano de la empresa de dotar de personal a
las misiones se basaba (él mismo) en una misión: envío de uno o más representantes de la orden en América
para encontrar hermanos de religión en Europa que quisieran viajar a las Indias y trabajar allí.
En Europa, estaba el comisario general, vicario general de la orden o procurador para las Indias. En el caso de
losfranciscanosy agustinos, los comisarios generales tenían poderes verdaderos, eran intermediarios entre la
curia de Roma y las respectivas provincias de
América.
Los vicarios generales de los jesuítas, por el contrario, eran meros ejecutores o agentes de las peticiones que
venían de las Indias. En cualquier caso, uno u otro funcionario eran el eslabón esencial para obtener cualquier
permiso que se necesitara, bien del Consejo de Indias o de la Casa de Contratación de Sevilla o Cádiz.
El envío de misioneros a América era en último término cuestión de política imperial. En consecuencia, por
ejemplo, dependió de la corona que las órdenes religiosas pudieran enrolar cofrades «extranjeros». Desde
principios del siglo xvn en adelante, los jesuítas lograron cada vez más permisos, con lo que podían enviar a
sus sacerdotes a América desde cualquier parte de los dominios asociados con la corona de Castilla.
Flamencos,napolitanos, sicilianos, milaneses, bávaros, bohemios, austríacos y otros no españoles. En cambio,
en las otras órdenes que trabajaban en América, parece que el reclutamiento de extrapeninsulares fue mucho
más raro.
Desde la segunda mitad del siglo xvu encontramos una variante al menos en lo que concierne a los
franciscanos. En la península Ibérica se fundaron colegios misioneros con la intención de formar jóvenes que
desde el principio de su carrera religiosa planeaban trabajar en América o África.
La necesidad de un clero reclutado ¡ocalmente se reconoció desde fecha temprana. Sin embargo, aunque los
criollos se sumaban cada vez más a los peninsulares, la Iglesia siguió contando con una presencia blanca
abrumadora durante el período colonial. La mayoría de los frailes misioneros y de los prelados diocesanos,
profundamente etnocéntricos, adoptaron una posición absolutamente negativa acerca de la cuestión de la
aptitud de los indios para el sacer-
docio católico.
De esta forma se excluyó virtualmente a los indios de las sagradas órdenes. Los mestizos (mitad españoles,
mitad indios) estaban, de cualquier modo, en la mayoría de los casos excluidos de la rdenación, por causa del
impedimento que representaba su nacimiento ilegítimo. Sólo en la segunda mitad del siglo xvm, siguiendo
una serie de directrices reales, podemos identificar cantidades significativas de sacerdotes indios o mestizos
en muchos obispados, siendo algunos, incluso, canónigos de las catedrales. Constituían una especie de clero
de «segunda clase», relegado a remotas parroquias rurales.

Las órdenes religiosas femeninas nacieron, al menos en muchos casos, en suelo americano y no parecen ser
un traslado de la metrópoli sino un producto local autónomo. Sin filiación jurídica, tan sólo con inspiración
espiritual. Todas las órdenes femeninas de Hispanoamérica —clarisas, agustinas, carmelitas— fueron de vida
monástica, contemplativa y no eran ni misioneras ni educadoras. El personal de las órdenes femeninas era, en

145
su inmensa mayoría, criollo y, en menor medida, mestizo. Los conventos para mujeres tuvieron un papel
educativo y caritativo de considerable importancia para las hijas del sector criollo de la sociedad. Preparaban
a las muchachas para la vida matrimonial y acogían como miembros permanentes a las que no querían, o no
podían, casarse. Sin embargo, las mujeres indias no se aceptaban como iguales en la vida de los conventos.
Constituían un nivel más bajo que se dedicaba a las labores manuales dentro del convento.
Finalmente, sería útil destacar algunas individualidades representativas del primer siglo de evangelización.
Tenían una ejemplaridad en común: haber asumido con plena conciencia la misión de arraigar una Iglesia
cristiana en América, a pesar de la ineludible servidumbre colonial.
Bartolomé de las Casas, fraile dominico (1484-1566), fue obispo de Chiapas de modo efectivo durante sólo
un año (1545-1546); su obra fue otra: tomar conciencia de la realidad de América en 1514. Desde entonces
dedicó el medio siglo restante de su vida a la defensa de los indios, luchando contra la forma que estaba
adquiriendo el sistema colonial. Se alió con la corona para anular los privilegios de los colonos. Es cierto que
condescendió con la importación de africanos como esclavos para evitar la esclavitud de los nativos
americanos. Sin embargo, su grandeza radica en la forma en que denunció y se disoció a sí mismo del proceso
histórico del que formaba parte.
Vasco de Quiroga (1470-1565) llegó primero a América como sacerdote, pero con un cargo laico, el de
«oidor» de la Audiencia de México, donde no tardó en percibir la degradación de los indios en la sociedad
urbana colonial. En 1532 fundó para ellos el Hospital de la Santa Fe. Los hospitales hicieron revivir en el
contexto del sistema colonial la fraternidad de la comunidad indígena que el mismo sistema había destruido.
Quiroga representa el origen de las tendencias indigenistas sin opresión, destinadas a liberar a los indios de la
explotación de los encomenderos.
Domingo de Santo Tomás, fraile dominico (1499-1570), es un ejemplo típico de teólogo y misionero
mendicante. Tenía una dilatada experiencia en Perú, a donde llegó en 1540. Había recorrido la sierra peruana
y partes de Charcas, buscando votos favorables y recogiendo fondos para que los indios pudieran «comprar»
su libertad de la encomienda, en una atmósfera cargada de tensiones. En la corte fue nombrado para ocupar la
sede de La Plata en la defensa de los derechos de los indios.
Santo Toribio de Mogrovejo (1538-1606) trabajó en la Inquisición de Granada hasta que Felipe
II lo eligió, nada menos, para el arzobispado de Lima (1580). Se hicieron varios concilios provinciales
peruanos bajo su presidenCia. En Mogrovejo se reunían varias de las características principales del modelo
episcopal trídentino. Ello lo llevó a enfrentarse repetidamente con los virreyes y la Audiencia, e incluso con el
mismo Felipe II, por el «delito» de informar directamente al papa de la situación de la Iglesia en las Indias.

CONSOLIDACIÓN DE LA IGLESIA

Hacia la primera mitad del siglo xvii, las consignas en todos los sentidos eran estabilización y consolidación.
Sólo en un área específica se puede hablar de crecimiento: la fundación de universidades. Si tenemos en
cuenta que sólo dos universidades estatales (Ciudad de México y Lima) y tres privadas (Santo Domingo,
Quito y Bogotá) se habían establecido en el siglo xvi, la extensión de la educación superior en el siglo xvii fue
decisiva. Y fueron las órdenes religiosas fas que, en mayor medida, tomaron sobre sí esta responsabilidad.
Los jesuítas establecieron universidades en Santiago de Chile, Córdoba, La Plata, Cuzco, Quito, Bogotá y
Mérida (Yucatán); los dominicos, en Santiago de Chile, Quito y Guatemala; los franciscanos, en Cuzco. En
cambio, en el siglo xvm la mayoría de las universidades fueron fundadas por el episcopado. Desde luego, una
parte significativa de estas llamadas universidades no eran, en realidad, más que instituciones para la
formación del clero. Como la Iglesia que las respaldaba, su función social fue la de conferir legitimidad al
sistema colonial.
Otro fenómeno del siglo XVII fue el endurecimiento de las actitudes adoptadas respecto a las prácticas
religiosas indígenas en las zonas centrales del dominio colonial. Hasta cierto punto se podría decir que si en el
siglo anterior había dominado el ideal de la Iglesia local y el cultivo de cierto diálogo intercultural y la prédica
del evangelio, en el siglo xvn se vio con preocupación que las religiones paganas habían sobrevivido y que
seguían afectando las vidas de los nativos de mil formas distintas. Se tomó la decisión de destruir todo lo que
pudiera poner en evidencia errores pasados.
Esta concepción se hizo especialmente evidente en las diversas campañas para extirpar la idolatría en los
Andes durante la primera mitad del siglo xvn. El descubrimiento, aparentemente casual, de que persistían
ciertas prácticas paganas desató una lucha a muerte, concebida según el método inquisitorial: se predicaba
sistemáticamente contra la idolatría en todos los pueblos. La consecuencia era el encarcelamiento, la
destrucción física de cualquier símbolo considerado idolátrico y el severo castigo de los llamados hechiceros.

146
Los indios quedaron aterrorizados y se impuso una dualidad esquizofrénica en sus vidas. Exteriormente eran
cristianos, mientras que en su interior seguían observando las creencias religiosas indígenas, cada vez más
devaluadas y desorganizadas.

Al igual que en España, el instrumento de la lucha contra la disidencia religiosa fue la Inquisición, establecida
por Fernando e Isabel. Se trasladó a América hacia 1519 y en adelante funcionó a través de los tribunales de
Lima (fundado en 1570), Ciudad de México (fundado en 1571) y Cartagena (fundado en 1610). Sin embargo,
la Inquisición no tenía, estrictamente hablando, ninguna jurisdicción sobre los indios. Su función principal era
suprimir el judaismo o el protestantismo, así como la brujería y las desviaciones sexuales.
Cuando los judíos que se negaron a bautizarse fueron expulsados de España en 1492, algunos se refugiaron en
Portugal, aunque ni allí tuvieron seguridad durante mucho tiempo. Llegaron a las colonias de Castilla bien
directamente, o indirectamente a través de Brasil. Esto llevó a la sociedad colonial hispanoamericana a
considerar los términos «portugués» y «judío» idénticos en su significado. Parece que muchos judíos se
integraron pacíficamente con los colonos, como lo demuestra un número reducido de casos contra ellos por
parte de la Inquisición. Otros se mantuvieron en un estado de criptojudaísmo. El «auto de fe» de 1596 afectó a
80 herejes, de los cuales 25 eran judaizantes. Sin embargo, a menudo la práctica clandestina de la religión
judía no podía probarse. En períodos en los que crecía el enfrentamiento con los conversos —particularmente
cuando Portugal recobró su independencia de Castilla (1640-1667)— el simple hecho de ser portugués era
suficiente para atraerse las sospechas. Una forma de discriminación sufrida por los portugueses por parte de
las autoridades coloniales, era el ser multados con «composiciones», pagos en dinero que tenían que hacer
efectivos repetidamente para regularizar su residencia, presumiblemente ilegal, en las colonias.
La Inquisición en Hispanoamérica hizo valer su autoridad contra los negros, esclavos o libres, castigándolos
tanto por prácticas supersticiosas como por cualquier inclinación al levantamiento. En cuanto al clero, la
evangelización de los esclavos negros era una preocupación marginal, aunque hubo notables excepciones,
como los obispos Pedro de Carranza, de Buenos Aires, y Julián de Cortázar y Torres, de Tucumán, y los dos
héroes de Cartagena, el gran puerto de llegada de esclavos, los jesuítas Alonso de Sandoval y Pedro Claver.

El proceso de consolidación de las instituciones eclesiásticas coloniales, que, como se ha apuntado,


caracterizó el siglo xvn, se correspondió a su vez con un importante cambio material: esta fue la época en que
se formaron los patrimonios de las órdenes religiosas y de las parroquias seculares. En su origen, había dos
formas básicas de propiedad: dinero y bienes inmuebles. El origen más frecuente de esta riqueza de la Iglesia
ya desde el siglo xvi eran los legados de colonos. Al morir, un colono legaba una suma de dinero a un
convento determinado a cambio de servicios espirituales que éste le prestaría. Si éste consistía en dinero, el
beneficiario lo invertía, generalmente, en «censos». Si el legado era una propiedad, el beneficiario la trabajaba
directamente o la arrendaba a un tercero, como se hacía en el caso de muchas haciendas, propiedades urbanas
y minas. El carácter institucional de las órdenes religiosas explica el proceso acumulativo de su patrimonio.
En tales circunstancias, no es de extrañar que todas las órdenes religiosas, e incluso cada convento, llegaran a
convertirse en un considerable poder financiero y económico.
La Iglesia secular disfrutaba también de un patrimonio agrario de origen similar, el de los frailes. Además,
recaudaba diezmos de los blancos y los mestizos e, incluso, en cierta medida de los indios, lo cual suponía
una forma de impuesto del que se nutría la nómina episcopal, capitular y parroquial. La cantidad producida
por el diezmo se convirtió en un importante factor a la hora de establecer la jerarquía de las sedes episcopales.
En muchos lugares el volumen de legados recibidos y de inversiones realizadas dio lugar a que los obispados
funcionaran como instituciones financieras.
Empezaron administrando los réditos de los bienes inmuebles para sostener las obras piadosas (juzgados de
capellanías) y terminaron practicando el crédito y la inversión de capital en la Hispanoamérica colonial.
Otra manifestación del estancamiento en que se encontraba la Iglesia en el siglo xvn es la canalización de
energías hacia múltiples disputas internas: pleitos sobre cuestiones fundamentales o fútiles de jurisdicción
entre obispos y el poder civil; pleitos entre obispos y órdenes religiosas; pleitos dentro de una misma orden
entre criollos y peninsulares por sus controvertidos derechos sobre el gobierno de la orden.
Mientras en el siglo xvn la administración central eclesiástica aparece dormitando por encima del
conservadurismo pastoral, una trascendental ampliación del frente misionero se estaba llevando a cabo,
gracias a los religiosos mejor dotados para no quedar atrapados en el círculo vicioso de la inercia y la
entropía. Los jesuítas fueron la última gran orden religiosa que hizo su aparición en América; por esta misma
razón disfrutó de las mejores perspectivas al situarse en aquella sociedad. Dos tipos de problemas interesaban

147
a los jesuítas: los comunitarios derivados de la vida de pocos religiosos fuera de sus conventos, y los éticos, a
causa de la dependencia patronal de las peliagudas relaciones con los encomenderos.
Las reducciones jesuíticas, que datan de la primera década del siglo xvn, representaban una clara alternativa a
los métodos existentes de evangelización pastoral, y marcaron una vuelta al mundo de Las Casas y
Quiroga.20 Los jesuítas tienen el mérito histórico de haber puesto en práctica, en gran escala, un modelo
evangelizador alternativo al de la predicación colonizadora y castellanizante. Las reducciones proclamaban
con intransigencia la necesidad de construir una sociedad paralela a la de los colonos, sin intervención de
éstos ni del sistema administrativo que tutelaba sus intereses. Al negarse a servir de instrumento para
abastecer de mano de obra a los colonos, podía plantear la evangelización en términos integrales: no sólo en
doctrina, sino reforzar la práctica social india en sus componentes económico, urbano, lúdico y ecológico.
El carácter objetivamente utópico del sistema de reducciones se puso de manifiesto en su múltiple
conflictividad (con potencias coloniales competidoras de Castilla, con la autoridad civil, con los colonos, con
la iglesia diocesana, etc.).
Como principio básico, la evangelización por el sistema de reducciones adoptó la creencia de que «hay que
hacer antes hombres que cristianos»; pero debe reconocerse también que el sistema estaba condenado a la
contradicción de quedarse corto, cuando se exige del mundo colonial cristiano que le permita «al indio ser
hombre, hombre libre, sin injusticia y sin explotación». La aludida conflictividad culminará en la expulsión de
sus responsables durante la escalada regalista del siglo xvm.
También existe un ciclo franciscano. La orden contaba con una tradición misional y doctrinaría que arrancaba
de la época antillana. La orden también había pasado por un proceso de criollización, que amortiguó su ardor
evangelizador.
El renacimiento del impulso misionero franciscano adoptó una forma reformista desde el principio. Los
franciscanos adoptaron muchos de los métodos misionales de los jesuítas. Ello los llevó repetidamente a
entrar en conflicto con los colonos. En cualquier caso, al final del
período colonial, los franciscanos tenían la parte del león en la labor misionera de la Iglesia, desde el sur de
Chile hasta California, Arizona y Nuevo México.

LOS EFECTOS DEL NUEVO REGALISMO EN LA IGLESIA A FINES DEL SIGLO XVIII

Un intenso conflicto ideológico, con profundas repercusiones políticas y eclesiásticas, tuvo lugar en la
América del siglo xvm. Ya hemos visto que como resultado de una serie de concesiones pontificias la corona
ejercía el patronato sobre la Iglesia en Hispanoamérica desde el siglo xvi. Durante el siglo xvn se escribieron
ambiciosos tratados teóricos que defendían el regalismo. Los tratados del siglo xvm de Álvarez de Airen
sostenían la opinión de que el patronato eclesiástico era una prerrogativa inalienable de la soberanía.
Los regalistas reformadores ilustrados veían a los jesuítas como el obstáculo decisivo para una más completa
confirmación del poder estatal sobre la Iglesia.
Los jesuítas tenían amplios poderes en el campo de la educación y, de forma más general, en la orientación de
las conciencias. La «doctrina» jesuítica llegó en cierto momento a convertirse en sinónimo de presunta
deslealtad hacia la corona y hacia los derechos que ahora reclamaba. Si los jesuítas llegaron a ser odiados por
la clase gobernante en la época del despotismo ilustrado, hay que buscar los motivos en otra parte. Una
posible explicación sería la compacta estructura jerárquica de la Compañía, que, desde su fundación, la había
hecho casi impermeable a la manipulación desde Madrid. De todas las órdenes, los jesuítas eran los más
independientes de la autoridad episcopal, los más devotos del papado, los más resistentes a la burocracia real.
Los jesuítas eran, al menos, tan poderosos en la metrópoli como en las colonias, de forma que el asunto del
llamado «estado jesuítico» paraguayo no era más que un pretexto político.
La campaña antijesuítica estaba declarada de forma clara desde mediados del siglo xvm. Cualquier táctica
imaginable fue desplegada contra ellos. Finalmente, Carlos III descargó todo el peso de sus recelos y
sospechas en la Pragmática Sanción de 27 de febrero de 1767, por la que expulsaba a todos los miembros de
la orden de sus dominios, tanto en Europa como en América. No pudo evitarse que las consecuencias fueran
calamitosas. En realidad, la derrota de los jesuítas fue la derrota de una de las fuerzas de la Iglesia que mejor
podía luchar contra las aspiraciones autoritarias del nuevo regalismo. Sin los jesuítas, la Iglesia se quedaba
prácticamente indefensa ante el estado e ingresaba desarmada a la etapa preindependentista.
La ofensiva regalista, desembarazada ya de la Compañía de Jesús, buscaba ahora colocar el aparato
eclesiástico bajo un control estatal aún más rígido.
Durante las dos últimas décadas de gobierno colonial español, la Iglesia se mostró más dependiente y
subordinada respecto al estado de lo que pudo haberlo sido antes. En agosto de 1780, la zona central de la

148
Audiencia de Charcas se levantó en armas abiertamente; en noviembre de 1780 lo hicieron las regiones de
Cuzco, Arequipa, Huamanga y Puno; y en marzo de 1781, las de La Paz, Oruro, Cochabamba y Chuquisaca.
¿De qué lado estaba la Iglesia? Los pocos sacerdotes que lucharon o simpatizaron con los rebeldes lo hicieron
por necesidad. En cambio, del lado contrario el aparato clerical identifica su destino intuitivamente con el de
la minoría blanca y se deja manipular por el poder civil como instrumento de «pacificación» (es decir,
sometimiento) de los no blancos. La tajante división entre los dos bandos aporta una nueva evidencia de que
la Iglesia estaba allí para servir al estado colonial más que a los indios.
Pero hacia 1808-1810, la lealtad del bajo clero, predominantemente criollo, hacia la corona es menos segura.
Aquél se resentía cada vez más del virtual monopolio de los altos cargos eclesiásticos por parte de los
«peninsulares». Y con una serie de medidas intentaron apropiarse las tierras y el capital pertenecientes a las
fundaciones y capellanías religiosas. Los párrocos dependían de estos ingresos y legados para complementar
sus bajos sueldos.
El bajo clero tuvo un papel destacado en algunas revoluciones independentistas, siendo las más notables las
de Hidalgo y Morelos en México (1810-1815). Aunque el rechazo de la autoridad tradicional de la corona en
Hispanoamérica durante la segunda y tercera décadas del siglo xix puso en cuestión, inevitablemente, la
autoridad de la Iglesia, tan íntimamente ligadas estaban ambas, que la última, por supuesto, sobrevivió a las
guerras de independencia. Pero también lo hizo el concepto del «patronato». Los gobiernos de las nuevas
repúblicas estaban tan decididos como lo había estado la corona española a controlar la Iglesia católica
mediante la reivindicación y el ejercicio del derecho de nombramiento de cargos eclesiásticos y, al mismo
tiempo, a restringir su poder y privilegios y a reducir sus propiedades. La relación entre Iglesia y Estado fue
un tema de discusión política central en la mayoría de las repúblicas hispanoamericanas a lo largo del siglo
xix.

Brading

Capítulo 10

La posesión de un Nuevo Mundo había elevado a España muy por encima de Francia en poder y prestigio.
En 1624, el Consejo de Indias decidió preparar para su aplicación una colección sistemática de las leyes
existentes que trataban en América: fue ene le jesuita en quien recayó la mayor parte de la tarea, Antonio
León Pinelo: en 1681 se publicó la “recopilación de leyes de los reynos de las Indias”.
El hecho de que la recopilación fue una colección sistematizada de decretos, en lugar de un código legal en el
sentido moderno o napoleónico de la palaba, hizo que el texto se conservara su originalidad. El señor Dios
dado al rey la posesión de las tierras recién descubiertas del otro lado del mar océano y que en consecuencia
el rey está más obligado que ningún otro príncipe de la tierra a promover la entrada de los pueblos naturales
de las Indias en la grey de la Santa Iglesia católica, apostólica y romana.
La recopilación establecía el principio fundamental de que los indios eran súbditos libres de la corona y que
no se les podía esclavizar ni obligar a laborar sin remuneración.
El objeto de la recopilación no solo era transportar indispensable instrumento de gob. A los magistrados y a
los tribunales, sino que también demostraba la justicia en la legitimidad del gob. Español en el mundo.
Pinelo repetía que cualesquiera fuesen las dudas concernientes a la justicia original de la conquista, ahora era
necesario conserva el régimen español para mantener la influencia de la Iglesia entre los indios recién
convertidos.
Si la investigación moderna ha determinado que León Pinedo fue el primer autor de la Recopilación, fue de
gran importancia el papel de Juan Solorzano Pereira (1575-1655) al determinar la forma de la reacción final.
Solorzano afirmó que el imperio español en el Nuevo Mundo brotó de los simples esfuerzos humanos o de los
azores del descubrimiento y la conquista; más bien, se derivó del designo providencial de Dios que había
escogido a España entre las naciones de la cristiandad para llevar el don de la fe católica a los naturales del
Nuevo Mundo. Los reyes católicos y sus súbditos españoles eran de los más firmes, puros y limpios en la fe
católica y obediencia de la Santa Iglesia Romana y sin mezcla de herejía con la cual se hallaban tan
manchadas otras naciones. Por este argumento se seguía que la mejor y más segura visión de derechos del
Imperio era la donación papal de 1493(contexto Lutero llega de Europa del norte).

149
Era privilegio de España l evangelio cristiano sino también enseñar a los indios las ares e la civilización,
introduciéndolos de la práctica de la agricultura, el uso del dinero y del hierro, y la vida de las comunidades
formadas. EN la época de la conquista, la mayoría de los naturales del Nuevo Mundo eran tan bárbaros,
incultos y agrestes que apenas merecían el nombre del hombre. Cualquiera que fuese su nivel de cultura.
Todos los naturales del nuevo Mundo necesitaban el justo y prudente gob. De un monarca cristiano que los
redujese a la civilización y a la verdadera religión. Solorzano lamentaba las calumnias de Las casas que había
ofrecido tantas armas a los ataques de los extranjeros contra la misión de España en las Indias. No eran tanto
las crueldades de os conquistadores cuanto los vicios y la embriaguez de los indios, y su exposición a
enfermedades endémicas, las que habían causado tal despoblación, procesos que solo podía interpretarse
como castigo de Dios y su idolatría y su tiranía.
Estado de los indios: bajo el gobierno español Solorzano mostró un enfoque intransigente, , pero compasivo.
Insistió que, por razón de las Nuevas Leyes Naturales de 1542, había que definir y tratar a los indios como
súbditos libres e la Corona y criticó las ordenanzas virreinales de Toledo, quien decreto que los yanaconas
residentes, en tierras españolas no podían ser expulsados ni eran libres de irse a gusto, en contradicción del
principio gral. De libertad indígena. Al mismo tiempo insistía en que la corona tenía der. De obligar a todos
sus súbditos a que fueran de condición servil” a trabajar de tal forma que se previniera la ociosidad y
asegura la mano de obra necesaria para el mantenimiento del reino, EN el caso de los indios, se requería la
compulsión (como bestias naturales se contentaban con la simple subsistencia) reconociendo la insuficiencia
de otras fuentes de mano de obra, la corona había decretado que, por medio del sistema de repartimientos y de
la mita, podían reclutarse indios para trabajar en la agricultura, las minas y los obrajes o talleres textiles. ( En
cambio, en Perú estaba prohibido enviar a los indios a loa viñedos, las plantaciones de caña de azúcar,, o el
cultivo de coca. Además, en México solo se permitía trabar a los voluntarios de los talleres textiles, y e Perú
la licencia otorgada para este propósito por Toledo se había limitado a los obrajes que fueran propiedad de las
comunidades indígenas.)
Pese a que defendiera las necesidades de la levas de trabajos forzosos, Solorzano tenía plena conciencia de
sus nocivas consecuencias. EL poder de la monarquía española, la protección de la Iglesia católica y la unión
misma de España y de las Indias dependían de la continuada producción de oro y de plata. Con este gran fin
en vista, la corona podía emplear su potestad coercitiva sobre sus vasallos, para obligarlos a trabajar en las
minas. Para entonces, había en realidad toda una oferta de mano de obra libre, tanto en la nueva España como
en Perú, atraída por la perspectiva de altos salarios pero cera insuficiente para mantener la producción,
especialmente en Potosí.
Solozano atestiguo que la minería era una ocupación ardua y peligrosa. La situación moral: el objetivo de un
buen príncipe era promover le bienestar de sus súbditos t sin embargo, el trabajo en las minas, tan necesario
para la supervivencia de la monarquía destruía a la población aborigen.
Para justificar el asentamiento Toledano, no solo defendió el cobro del tributo sino que también afirmó que
los indios debían pagar diezmos, aunque reconociendo que con tan grande variedad de pagos el clero
parroquial la prescripción y costumbre habían de prevalecer. Así mismo se aprobó la política de obligar a los
indios a vivir en ciudades constituidas, arguyendo que era erróneo permitirles que vivan esparcidos y sin
forma pol. En los montes y campos. En contraste con Acosta y otras autoridades, deploro la decisión de los
concilios eclesiásticos de enseñar la doctrina cristiana en la lengua aborigen, afirmando que debía obligarse a
los indios aprender ele español.
Si en su análisis del problema indio, Solorzano invoco repetidas veces el precedente romano al tratar de
analizar la discutida cuestión de las encomiendas, cito el der. Feudal de medieval y la práctica. Así como los
nobles que participaron en la reconquista de España habían recibido encomiendas destinadas a recompensar la
nobleza de un guerrero con los medios de sostener la defensa del reino. La tarea de defender a las Indias de
toda rebelión interna o invasión extranjera recaía en los encomenderos.
A pesar de las similitudes de las encomiendas también tenía diferencias: las cesiones no entrañan der. De
jurisdicción, los indios seguían siendo vasallos libres de la corona. Una encomienda era esencialmente una
concesión hecha a una persona particular, no entramaba der. Inherente de herencia, y aún menos de
transferencia, de modo que los beneficiados no poseían derecho de propiedad. Se criticó a las Casas por
exagerar los abusos del sistema inicial, advirtiendo que el dominio generalizaba a partir de su experiencia en
el Caribe y en la América central.
Al término de su revisión de las leyes que gobernaban las encomiendas, Solorzano lamentó que a los
conquistadores no se hubiesen concedido títulos nobiliarios y los medios de sustenta a sus familias. En la
actualidad había mucho en la miseria. Si las encomiendas se hubiesen dado a perpetuidad acompañada por

150
jurisdicción, entonces su poseedores habían protegido a los indios contra los abusos de los magistrados
locales y párrocos defendiendo a sus vasallos.
Solorzano, gobierno contemporáneo, poco había que decir acerca de los cabildos y de sus magistrados como
no fuese notar la práctica prevaleciente de la venta de los puestos de consejos y escribanos. Los cargos más
imp. De las Indias eran los de los 2 virreyes de Perú y Nueva España. No estaban libres de la amenaza de la
excomunión por los prelados de la Iglesia ni podían invadir la jurisdicción de os tribunales eclesiásticos. Sin
embargo, tenían el derecho de suspender la operación de todo nuevo decreto o provisión que emanar de
Madrid, por motivos de procedencia o de injustica, utilizando la célebre fórmula obedezco pero no cumplo’.
Administración civil: Solorzano adoptó una actitud monárquica regalista hacia la Iglesia para prevenir tal
levantamientos habían fundado la Inquisición de los reyes Católicos. Aunque la inquisición se había
establecido en México y en Lina en 1571, sus funcionarios, operando con completa independencia de los
tribuales civiles y episcopales, tenían prohibido inmiscuirse cn los indios.
Solorzano, también insistió en su virtual independencia de la autoridad papal como no fue en cuestiones de
fe. Por razón de la Bula de Julio II de 1508 y por haber construido tantas iglesias y monasterios, el rey ejercía
el derecho de patrocinio eclesiástico por todo el vasto imperio. Por consiguiente el rey nombraba a todos los
obispos y canónigos de Indias y el papa estaba obligado a confirmar, sin hacer preguntas a todos los
candidatos.
Todas las bulas y provisiones papales habían de ser aprobadas por el Consejo de las Indias antes de enviarlas
al Nuevo Mundo. La intención de Solorzano no era limitar las facultades de la jerarquía eclesiástica sino antes
bien de desplegarla al servicio del rey.
Las cuestiones eclesiásticas que merecieron cometarios se centraron en la pugna que había dentro de la propia
Iglesia entre la jerarquía y las ordenes administradas por los mendicantes (donde más apremia este problema
era en Nueva España).
Solorzano deploraba energéticamente el prolongado intento de los frailes y los jesuitas por librarse de pagos
de diezmos de la Iglesia sobre le producto de sus fincas. Ya desde 1505, el papado había concedido todos los
derechos de cobrar diezmos a la corona, a condición de que sus rudimentos sirviesen para edificar y mantener
la Iglesia en el Nuevo Mundo. EN la práctica, los diezmos constituían el ingreso que mantenía a los obispos,
sus cabildos y catedrales, y por tanto eran de vital interés de la jerarquía.
Su preocupación en favor de los criollos llevó a Solorzano a deplorar la práctica introducida en 1622, por la
cual en todas las pcias. Pales de las órdenes mendicantes, las elecciones para los altos cargos se alternaban
entre criollos y peninsulares.
No contentándose con una defensa simplemente jurídica de los derechos de los criollos, Solorzano trato de
refutar la opinión de que los españoles nacidos en las Indias “degeneran tanto el cielo y temperamento de
aquellas pcias”. Solorzano llegó a la conclusión de que era recomendable que haya de ordinario algunos
consejeros que sean naturales de ella (los indios) y por lo que menos hayan servido tanto años a su audiencia.
Tanto en la Recopilación como en la Política Indiana encontramos una proclamación triunfal y retrospectiva
de la misión providencial de la monarquía católica. Subyacente en tal visión se hallaba la vieja idea medieval
del Imperio cristiano universal. Sin las riquezas de los flotas del tesoro que partían a Veracruz y porto Bello
hacia Sevilla, la monarquía católica no había podido soportar la sangría de riquezas causada por sus guerras y
alianzas europeas.
Era esta una preocupación casi bizantina del reino. La sostenía y corroboraba la visión de Solorzano de la
monarquía católica como ámbito universal compuesto por muchos reinos, en que todo el poder descendía del
soberano, cuyo estado era mantenido por las dos grandes órdenes del gobierno, secular y eclesiástico, dotados
cada uno con sus propias leyes, tribunales, funcionarios e ingresos, encabezadas ambas por jerarcas
nombrados por el rey. Para Solorzano la historia de las Indias solo comenzaba con su descubrimiento, su
pasado indígena no era más que una triste historia de barbarie, superstición y tiranía. Los resultados positivos
de la campaña de Las Casas en favor de los indios eran silenciosamente apropiados, como prueba de la
preocupación de los reyes de España por sus súbditos naturales.
Toda triunfante la monarquía católica tenía pies de barro y por ello estaba destinada a derrumbarse. Toledo
haba creado deliberadamente un régimen tiránico, y las consecuencias ya eran evidentes. EN cambio, los
impresiono la defensa de los derechos de los criollos a los altos cargos de la Iglesia y Estado. Este era el lado
positivo de su perspectiva imperial; si las indias formaban verdaderos reinos, entonces lo nobles criollos,
jesuitas y clérigos debían gobernar sus respectivos países como leales súbditos de la Corona. No había
conflicto entre el patriotismo local y a lealtad a la monarquía católica. Aunque suele considerarse a Solorzano
como un heredero de Acosta, herrera y Toledo, sin embargo llego a figurar dentro de la tradición dl
patriotismo criollo como gran defensor de los derechos políticos de los españoles de América.

151
Elliot

Capítulo 1 ESPAÑA Y AMÉRICA EN LOS SIGLOS XVI Y XVII LAS ASPIRACIONES


METROPOLITANAS.

La conquista española de América creó la posibilidad del primer imperio en la historia humana de verdaderas
dimensiones mundiales, como lo percibió Hernán Cortés con la rapidez característica en él cuando escribió a
Carlos desde México que estaba al alcance de su poder convertirse en el «monarca del mundo». Sin embargo,
para Carlos V y sus consejeros sólo podía existir un imperio en el mundo, el Sacro Imperio Romano; e incluso
después de que España y el imperio fueran separados por la abdicación de Carlos en 1556, Felipe II respetó
esta convención conservando el título de rey de España y de las Indias. Desde luego, era algo cada vez más
evidente que Amé- rica había añadido una nueva e imperial dimensión al poder del rey de España.

Las Indias eran concebidas como constituyentes de un conglomerado mayor conocido como la «monarquía
española». En esta agrupación de territorios, adquiridos bien por herencia o por conquista, y que debían
obediencia a un solo gobernante, la mayoría de los estados eran iguales, pero algunos eran más iguales que
otros. Castilla llegó a disfrutar de una predominancia efectiva en la monarquía y, desde el comienzo, las
Indias permanecieron en una relación especial con Castilla.

La bula ínter Caetera de Alejandro VI de 1493 confirió el gobierno y la jurisdicción de las nuevas tierras
descubiertas, no a los reyes de España, sino a los de Castilla y León. Consiguientemente, las Indias serían
consideradas como posesión de Castilla y se gobernarían, en lo que se considerase oportuno, de acuerdo con
las leyes e instituciones de aquélla. Ello implicaba que los beneficios de la conquista se reservarían a los
castellanos, un principio que Fernando de Aragón burló cuando convino a sus propósitos, pero que dio a
Castilla en el siglo xvi, de hecho, el monopolio sobre los cargos de gobierno y el comercio del Nuevo Mundo.

La íntima asociación de Castilla y las Indias se reflejó en el destino dado por la corona a Juan Rodríguez de
Fonseca, del Consejo de Castilla, para llevar los asuntos de Indias en los primeros años de descubrimiento y
conquista. El volumen de los negocios, que crecía rápidamente, supuso sin embargo que lo que originalmente
comenzó como el trabajo de un administrador muy eficiente tendría que adoptar pronto una forma
institucional.

En 1503 se estableció en Sevilla la Casa de la Contratación, una institución de comercio comparable a la Casa
da India de Lisboa. Aquélla pronto fue responsable de la organización y control del tráfico de personas,
barcos y mercancías entre España y América. Los amplios poderes reguladores conferidos por la corona a los
funcionarios de la Casa, dieron lugar a un modelo de comercio y navegación que duraría un siglo y medio, y
que convirtió a Sevilla en el centro comercial del mundo atlántico. La corona buscaba asegurar el máximo
grado de control sobre lo que se esperaba que fuese una muy lucrativa empresa, para beneficio de sus propias
finanzas y de Castilla, que aspiraba a los derechos monopolísticos sobre las tierras recientemente
descubiertas. El tiempo se encargaría de demostrar, sin embargo, que un comercio controlado podía producir
su propia forma de infiltración incontrolada.

A estos funcionarios competía esencialmente la mecánica del comercio con las Indias: el abastecimiento de
los fletes, las licencias de pasajeros y el registro' de la plata. En los primeros años de la colonización, los reyes
pedían asesoramiento en relación con las Indias a Fonseca o a algunos de los miembros del Consejo de
Castilla; pero en 1523 se estableció un nuevo consejo, el Consejo de Indias. Una organización en forma de
consejo, con distintos consejeros responsables para los diferentes estados y provincias de la monarquía era el
mejor medio de combinar intereses plurales con un control central unificado.

Situándose junto a los Consejos de Castilla y Aragón, el de Indias incorporaba la maquinaria formal para
asegurar que los asuntos de los nuevos territorios llegaran regularmente a la atención del monarca, y que sus
deseos, en forma de leyes, decretos e instituciones, fueran debidamente transmitidos a sus posesiones

152
americanas. El gobierno real en América era, por otra parte, un gobierno consultivo, en el sentido de que las
decisiones del rey eran adoptadas sobre la base de «consultas».

De todos los consejos, el de Indias era el que estaba más apartado en el tiempo y en el espacio de su zona de
jurisdicción, aunque incluso para algunos no lo estaba aún suficiente. Los funcionarios reales en las Indias en
la práctica se encontraban a sí mismos atados por cadenas de papel al gobierno central en España. De los 249
consejeros de Indias fueron «letrados», hombres adiestrados en leyes en las universidades, aunque los
miembros de la nobleza estuvieron fuertemente representados. Sólo 7 a lo largo de 200 años ocuparon cargos
en una de las audiencias americanas antes de su promoción al Consejo.

Su formación y perspectiva eran legalistas y se veían a sí mismos como los sublimes guardianes de la
autoridad real. Esto condujo a un gobierno cuidadoso más que imaginativo, más inclinado a regular que a
innovar. Una vez que los objetivos del gobierno en las Indias estuvieron determinados y su estructura
establecida, y esto se puede considerar alcanzado a mediados del siglo xvi, los agudos problemas ocasionados
por la distancia tendieron a asegurar que prevaleciera la rutina.

Tras el colapso de la rebelión pizarrista en los años 1540 y un tumulto conspirativo en la ciudad de México en
1566 en torno a la persona de don Martín Cortés, no habría más amenazas directas a la autoridad real por
parte de una comunidad de colonos que con frecuencia se sentía amargamente resentida por las órdenes de
Madrid. No había necesidad de provocar un desafío a la autoridad real directamente cuando podía organizarse
con éxito otra vía indirecta actuando sobre la debilidad de un sistema en el que el poder estaba tan
cuidadosamente disperso. La difusión de la autoridad se basaba en una distribución de obligaciones que
reflejaban las distintas manifestaciones del poder real en Indias: administrativa, judicial, financiera y
religiosa. Pero, diferentes ramas del gobierno se superponían, un único funcionario podía combinar diversos
tipos de funciones y había infinitas posibilidades de fricción que sólo tenían visos de poderse resolver, si
acaso, por el largo proceso de apelación al Consejo de Indias en Madrid.

En los primeros años de la conquista los principales representantes de la corona en las Indias eran los
gobernadores. El título de gobernador, normalmente combinado con el de capitán general, fue concedido a
algunos de los primeros conquistadores. Los nombramientos se hacían por plazos cortos, de tres a ocho años,
y terminaron siendo no hereditarios. Pero las gobernaciones no desaparecieron en Indias después de
completarse la conquista Habían demostrado su utilidad como institución para administrar y defender
regiones periféricas. Por tanto, en lugar de ser abolidas, se las mantuvo, pero, gradualmente burocratizadas. A
pesar de la supervivencia de las gobernaciones, éstas no iban a ser la unidad administrativa más importante en
Indias, sino el virreinato. En 1535 fue cuando el virreinato fue resucitado como una institución efectiva, al
crearse el virreinato de Nueva España y nombrarse a don Antonio de Mendoza primer virrey.

El inmenso prestigio del cargo y las posibilidades lucrativas que parecía ofrecer naturalmente lo hicieron
altamente atractivo para las casas de la nobleza castellana En la práctica, la corona, siempre suspicaz con las
ambiciones de los grandes, tendió a reservarlo para los miembros más jóvenes de las grandes familias o para
nobles con título de rango medio. Los virreinatos americanos, a pesar de su aparente atractivo, con excesiva
frecuencia resultaron ser una fuente de problemas para sus ocupantes, arruinando su salud, o su reputación, o
ambas cosas. Sus manos estaban atadas desde el comienzo por las instrucciones que recibía del rey al ser
nombrado, y continuaba recibiendo nuevas órdenes desde Madrid, muchas de las cuales eran totalmente
inaplicables a la situación en que se encontraba.

Los vierreyes se encontraban constreñidos a cada momento por el vasto y creciente cuerpo de leyes y decretos
promulgados para las Indias, de los que había varios tipos con diferentes grados de solemnidad. La de mayor
alcance de todas las órdenes de la corona era la provisión. La provisión era, en efecto, una ley general referida
a materias de justicia o gobierno. Ya hacia finales del siglo xvi había un enorme cuerpo de leyes y provisiones
referidas a las Indias, pero la necesidad de una verdadera codificación se hacía cada vez más evidente.

Cada virrey sabía que sus enemigos buscarían usar el incumplimiento de alguna ley o real orden como un
cargo contra él. E igualmente sabía que cada una de sus acciones era observada de cerca por los funcionarios
que estaban encargados de guardar la ley: los oidores o jueces de la Audiencia.

153
Los virreyes iban y venían, mientras que los oidores no tenían un límite fijado para su permanencia en el
cargo, lo cual proporcionaba un importante elemento de continuidad tanto administrativa como judicial. Al
tiempo que se pretendía que las audiencias fuesen los tribunales supremos de justicia en el Nuevo Mundo,
buscando la observancia de las leyes en las Indias. En particular, las audiencias de México y Lima asumieron
las funciones de gobierno en el ínterin entre la salida de un virrey y la llegada del siguiente. Sus obligaciones
de gobierno, tanto en su capacidad directa o consultiva, daban a las audiencias del Nuevo Mundo un grado
extra de influencia del que no gozaban las originales de la península. Al disfrutar de comunicación directa con
el Consejo de Indias, los oidores estaban bien situados para hacer llegar hasta el rey las irregularidades de los
virreyes.

Sin embargo, los oidores, como los virreyes, eran cuidadosamente observados por una corona congénitamente
suspicaz de los funcionarios nombrados por ella misma. No podían casarse con ninguna mujer del área de
jurisdicción de su Audiencia, ni adquirir tierras o intervenir en el comercio. Este intento de convertirlos en
guardianes platónicos, juzgando y gobernando sin la distracción de vínculos locales, estaba condenado al
fracaso. La Corona actuó asumiendo que los fallos humanos eran endémicos y legisló contra este desgraciado
estado de cosas asegurando que las actividades de los oidores, como las de todos sus funcionarios, estarían
sujetas a una cuidadosa observación.

Virreyes, gobernadores y audiencias formaban el nivel superior de la administración secular en las Indias. Las
áreas de jurisdicción sobre las que gobernaban estaban divididas en unidades más pequeñas, que recibían
diferentes nombres (alcaldías mayores o corregimientos y corregimientos).

Los alcaldes mayores y corregidores eran nombrados por la corona, y los menos importantes por los virreyes.
Se les nombraba por un período limitado y no debían ser terratenientes o encomenderos locales. Su área de
jurisdicción tenía como base una ciudad, pero se extendía —como ocurría en la misma Castilla— a la zona
rural en torno a ella, de manera que los corregimientos eran esencialmente grandes distritos con un centro
urbano. Cada ciudad tenía su propio consejo, o cabildo, una corporación que regulaba la vida de sus
habitantes y ejercía la supervisión sobre las propiedades públicas.

Los cabildos se componían de funcionarios judiciales (alcaldes, que eran jueces y presidían el cabildo cuando
el corregidor no estaba presente) y regidores, que eran responsables del aprovisionamiento y la administración
municipal y representaban a la municipalidad en todas aquellas funciones ceremoniales que ocupaban tan
sustancial parte de la vida urbana. Los cabildos eran, o se convirtieron pronto, en oligarquías de los más
prominentes ciudadanos que se perpetuaban a sí mismas. A veces se celebraba un «cabildo abierto», el cual
permitía a una más amplia representación de ciudadanos discutir materias de urgente interés, pero los
gobiernos de las ciudades eran con mucho corporaciones cerradas que, por su carácter, eran más
representativas de los intereses del patriciado urbano que de la generalidad de los ciudadanos.Sin embargo, un
cabildo también formaba parte de la más amplia estructura de autoridad que alcanzaba por arriba a las
audiencias, gobernadores y virreyes, y de allí al Consejo de Indias en Madrid.

América había sido conquistada y colonizada en una época en que la tendencia en la España metropolitana
caminaba hacia el reforzamiento teórico y práctico de la soberanía real, y las Indias, como territorio virgen,
facilitó oportunidades para la afirmación de la presencia del estado hasta un grado que no era posible incluso
en Castilla, donde el constitucionalismo, aunque mortalmente herido, no había expirado todavía. El poder del
estado era mayor en las Indias a causa de la extraordinaria concentración de poder eclesiástico en manos de la
corona. Ello permitió al rey aparecer como el «vicario de Cristo» y disponer los asuntos eclesiásticos en
Indias según su propia iniciativa, sin interferencia de Roma.

El poder eclesiástico de la corona en Indias era, en efecto, absoluto con derechos teóricos afianzados por un
control total del patronazgo. La Iglesia en Indias fue por naturaleza y origen misional y catequizadora. A fines
del siglo xvi se permitió a otras órdenes religiosas unirse a las tres originales de los agustinos, franciscanos y
dominicos; y los jesuítas, que fundaron su Provincia de Paraguay en 1607. Pero hacia 1574, cuando la
Ordenanza del Patronazgo de la corona estableció unos topes al trabajo del clero regular incorporándolo al
control episcopal, se hizo claro que, al menos en las áreas urbanizadas, la heroica época misional había
llegado oficialmente a su fin. Los agentes utilizados por la corona para llevar a la Iglesia misional al redil
fueron los obispos. Los ocupantes de aquellas sedes eran de hecho funcionarios reales que, además de sus
obligaciones espirituales, ejercían una influencia importante, directa o indirecta, en la vida civil. La línea

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divisoria entre Iglesia y estado en la América española nunca estuvo demasiado definida, y los conflictos
entre obispos y virreyes fueron un rasgo constante en la vida colonial.

Durante un tiempo, desde luego, la corona nombró obispos como funcionarios «protectores de indios», un
experimento que demostró ser insatisfactorio. En los primeros años del dominio español, los obispos tuvieron
en sus manos un importante instrumento de control, sobre los colonos así como sobre los indios, en los
poderes inquisitoriales con que fueron investidos.

Es este carácter fragmentado de la autoridad, tanto en la Iglesia como en el estado, una de las más notables
características de la América española colonial. Superficialmente, el poder de la corona era absoluto en la
Iglesia y el estado; una corriente de órdenes emanaba del Consejo de Indias en Madrid y una masiva
burocracia, secular y eclesiástica, se esperaba que las llevara a efecto. Pero en la práctica había tanta disputa
por el poder entre los diferentes grupos de intereses —entre virreyes y audiencias, virreyes y obispos, clero
secular y clero regular y entre los gobernadores y los gobernados— que las leyes mal recibidas, no eran
obedecidas, mientras que la autoridad misma era filtrada, mediatizada y dispersa. La presencia del estado, por
tanto, aunque completamente penetrante, no era del todo directora. Las seguridades de Madrid se disolvían en
las ambigúedades de una América donde el «cumplir pero no obedecer» era un lema aceptado y legitimado
para no tener en cuenta los deseos de una corona supuestamente mal informada.

De hecho, la corona estaba extraordinariamente bien informada, en el sentido de que una vasta cantidad de
información" escrita fluía atravesando el Atlántico llegaba con el retraso de un año, pero que reflejaba la
gama más amplia posible de puntos de vista, desde los del círculo más íntimo del virrey hasta los de la más
humilde comunidad indígena.

Los castellanos del siglo xvi, imbuidos de un profundo sentido de la necesidad de relacionar sus empresas con
un fin moral superior, tuvieron que articular una justificación para su gobierno en el Nuevo Mundo que
situara sus acciones en el contexto de un objetivo ordenado con criterios divinos La plata de las Indias, que la
corona quería explotar al máximo para engrosar sus ingresos, fue considerada como un regalo de Dios que
permitiría a los reyes de Castilla cumplir sus obligaciones a escala mundial de defender y propagar la fe. El
imperio, por tanto, fue ratificado en función de su objetivo, y el imperio en las Indias fue considerado como
un encargo sagrado.

Pero, ¿con qué derecho podrían los españoles declarar la guerra a los indios, sujetarlos a su dominio y
reducirlos a una «vida humana, civil, sociable y política»?

A la vista de la vitalidad del pensamiento aristotélico y tomista en la vida intelectual del siglo xvi español, era
inevitable que todas las quejas sobre el gobierno en Indias fueran sometidas a una crítica escolástica. Las
bases aristotélicas sostenían que la infidelidad era una causa insuficiente para privar a comunidades paganas
del derecho de propiedad y jurisdicción, que les pertenecían por ley natural. Esta doctrina aristotélica se
encontraba en el corazón de la gran sene de lecciones, la Relectio de Indis.

¿Cómo, entonces, podía justificarse el dominio espa- ñol de las Indias que, después de todo, era ya un hecho
consumado?

No es sorprendente, por tanto, que posteriores apologistas españoles del imperio prefirieran volver al
argumento del primer descubrimiento, reforzado por las pretensiones de la misión de cristianización y
civilización confiada formalmente a Castilla. Pero ilustran la dificultad inherente a la formulación de
cualquier teoría coherente de imperio, y sugiere por qué la corona española tendió a caer en una serie de
actitudes y respuestas más que a proporcionar una ideología de claro corte imperialista. En tanto que el
dominio de España sobre las Indias estuvo, a todos los efectos, fuera del alcance de cualquier desafío por
parte de sus rivales europeos, los hechos hablaron más alto que las palabras, aunque ello no evitó la aparición
de una clara actitud defensiva frente a la opinión pública internacional; una actitud sugerida por la sustitución
oficial en 1573 de la palabra «conquista» por «pacificación».

Para Bartolomé de las Casas, empeñado en su amarga campaña contra los malos tratos y la explotación de los
indios. La corona, y sólo la corona, tenía jurisdicción sobre los indios en virtud de las bulas de 1493. Las
Casas, de hecho, estaba defendiendo una forma de reino tutelar, que proveyera las condiciones necesarias para

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la conversión de los indios, pero que no les privara de los derechos de propiedad y de gobierno por sus
propios príncipes, que les pertenecían en virtud de la ley natural.12.

Si el emperador estaba ocupado en un frente con el desafío internacional a su gobierno de las Indias, estaba
aún más interesado en el desafío interior representado por los encomenderos como una potencial aristocracia
feudal con siervos indios. Los colonos amenazaban al mismo tiempo su propia autoridad y, con su
escandaloso tratamiento de los indios, la misión evangelizadora que era la razón de ser del gobierno español.

La agitación acerca del bienestar de los indios estaba alcanzando el climax cuando Carlos V regresó a España
después de 2 años de ausencia en 1541. Y ese problema contribuyó a crear un clima en el que un
replanteamiento radical de la política real en Indias se convirtió en un asunto de urgencia. Los consejeros de
Indias, sospechosos de estar pagados por los encomenderos, no fueron consultados, y el emperador reunió una
junta especial para que le aconsejase sobre la cuestión de la encomienda.

Fue esta junta la que elaboró las Leyes Nuevas de 20 de noviembre de 1542, leyes que, si se hubieran
implantado, habrían realizado los ideales de Las Casas aboliendo todas las formas de servicio personal y
transformando a los indios de encomienda en vasallos directos de la corona. La explosiva reacción de los
colonos del Nuevo Mundo forzó una retirada del emperador. Pero la campaña contra las Leyes Nuevas no
estaba declarada sólo en las Indias mismas, sino también en la corte, donde el grupo de presión de los
encomenderos trabajaba duro para sobornar e influir en los consejeros reales, y donde Cortés y sus amigos
organizaron una fuerte oposición al grupo de Las Casas.

Sin embargo, el gran estudioso aristotélico Juan Ginés de Sepúlveda planteaba la cuestión que era
fundamental para todo el problema del gobierno de América: la de la capacidad racional de los indios. “Su
inferioridad natural los condenaba a la servidumbre”. Esta línea de razonamiento aunque con una dificultad
porque el descubrimiento de las civilizaciones mexicana y andina había revelado la existencia de pueblos con
una capacidad de organización social y política impresionante, incluso a los ojos de los europeos. No
obstante, Sepulveda, a una distancia suficiente en Castilla, hizo todo lo que pudo para no dejarse impresionar.
Sepulveda no argumentaba en favor de la esclavitud de los indios, sino por una forma de estricto control
paternalista de sus propios intereses. Era un argumento en favor del tutelaje, ejercido, sin embargo, por los
encomenderos y no por la corona.

En abril de 1550, la corona respondió a la tormenta de protestas desencadenada por Las Casas y sus
compañeros de orden, suspendiendo temporalmente todas las expediciones de conquista al Nuevo Mundo, y
convocando una reunión especial de teólogos y consejeros para considerar la cuestión de la conquista y la
conversión de los indios en su conjunto.

Pero, a pesar de la violencia del desacuerdo, existía una cierta irrealidad en relación con ello, en el sentido de
que Las Casas, incluso aunque cuestionó los beneficios recibidos por los indios de los españoles, no dudó
realmente de la misión de España en Indias. En lo que discrepaba de Sepulveda era en el deseo de que la
misión se llevara a cabo por medios pacíficos y no de manera coercitiva. Podría decirse que Las Casas
«ganó». Las rigurosas nuevas condiciones contenidas en las ordenanzas de 1573 de Felipe II para los
procedimientos a seguir en las futuras conquistas en las Indias. Pero la época de la conquista, incluso bajo el
eufemismo de pacificación, había tocado a su fin en el momento en que las ordenanzas fueron publicadas; y
Las Casas perdió la batalla que más había deseado ganar, la batalla de rescatar a los indios de las garras de los
españoles.

Inevitablemente, el ataque a la acción de España en Indias provocó una literatura apologética en respuesta y
ayudó a crear aquella sensación de España como una fortaleza sitiada defendiendo los valores cristianos que
se convirtió en un elemento importante de la conciencia nacional castellana. Se hicieron enormes esfuerzos
para proteger a los indios de las más groseras formas de explotación y hubo un auténtico, aunque erróneo,
intento por parte de la corona y de la Iglesia de introducir a los habitantes de las Indias en lo que se asumió
automáticamente como un modo de vida más elevado. Pero la distancia entre la intención y la práctica era con
demasiada frecuencia desesperadamente grande. Las aspiraciones metropolitanas, derivadas de diferentes
grupos de intereses, tendían a ser muy frecuentemente incompatibles entre sí; y una y otra vez las mejores
intenciones naufragaban en las rocas de las realidades coloniales.

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LAS REALIDADES COLONIALES: La corona estaba interesada en proteger la llamada «república de los
indios», amenazada por las depredaciones de colonos sin escrúpulos que sacaban ventaja de la inocencia de
los indios y de su ignorancia de los métodos europeos. Por otra parte, la perenne escasez de dinero de la
corona naturalmente la condujo a aumentar al máximo sus ingresos de las Indias por cualquier medio a su
alcance.

El grueso de aquellas rentas se derivaba directamente de los indios en forma de tributo, o indirectamente en
forma de trabajo que producía bienes y servicios que dejaban un dividendo a la corona En un momento en que
el tamaño de la población indígena se reducía de forma catastrófica, el mero intento de conservar las tasas de
tributos en los niveles del período inmediato posterior a la conquista significaba una manera de incrementar la
dureza sobre las comunidades indígenas. El pago del tributo, en producto o dinero, o en una combinación de
los dos, fue obligatorio para los indios bajo la administración española desde la conquista hasta su abolición
durante las guerras de independencia a comienzos del siglo xix.

El resultado inevitable de esto fue acelerar el proceso de homogeneización que ya se había iniciado en las
comunidades indígenas, y socavar aún más su ya debilitada estructura.

La organización de la recaudación del tributo se dejó en manos de un nuevo grupo de funcionarios, los
corregidores de indios desde la década de 1560. Estos corregidores de indios, con nombramiento sólo por dos
o tres años, fueron designados como respuesta de la corona a los encomenderos. Sin embargo, los nuevos
corregimientos comenzaron a mostrar muchos de los defectos de las viejas encomiendas junto a otros propios,
aparecidos con la nueva institución. Las obligaciones del corregidor de indios incluían no sólo la recaudación
del tributo, sino también la administración de justicia y la organización del abastecimiento de mano de obra
para obras públicas.

Dependiendo de un pequeño salario extraído del tributo indígena, normalmente el corregidor usaba su corta
permanencia en el cargo para obtener el máximo del enorme poder con que había sido investido. Poco podía
hacerse para impedirle que hiciera sus propias extorsiones pavadas, puesto que el organizaba el tributo y
desviaba parte de la fuerza de trabajo hacia empresas de beneficio personal. Donde el encomendero había
confiado en las autoridades tradicionales indígenas para hacerse obedecer, el corregidor, que vivía como un
señor entre sus indios, disponía de su pequeño ejército de funcionarios cuyas actividades recortaban y
reducían aún más la influencia de los caciques sobre su pueblo. Por esto, los mismos funcionarios que se
pretendía que cuidaran de los intereses de la «república de los indios» se encontraban entre sus más peligrosos
enemigos.

Pero, al tiempo que se realizaban enérgicos intentos para confinarlos en un mundo propio, eran
inexorablemente incorporados a un sistema de trabajo y a una economía monetaria europeos. Los virreyes de
la segunda mitad del siglo xvi estimularon hasta donde fueron capaces un sistema de trabajo asalariado, pero
con la población indígena disminuyendo rápidamente tuvieron que recurrir a la coerción para salvar del
colapso la frágil vida económica de las Indias.

La corona hizo esfuerzos a comienzos del siglo XVII legislando contra los peores abusos de este sistema de
trabajo, aunque sin mucho éxito. El que el despliegue de la mano de obra fuera controlado más estrechamente
fue facilitado por la vasta reorganización de la decreciente población indígena que había tenido lugar, tanto en
Nueva España como en Perú. Las presiones para incorporar a los indios a la vida y la economía de la nueva
sociedad colonial —incluso intentando aún mantenerlos a distancia de los activos colonos del Nuevo Mundo,
de los mestizos y de los mulatos— eran sencillamente demasiado poderosas como para poderlas resistir.

Los indios que se trasladaban a las ciudades eran hispanizados. Fuera de las ciudades de los españoles, sin
embargo, un mundo nuevo estaba en proceso de formación. Paradójicamente, el establecimiento del nuevo
corregimiento de indios y de las reducciones dio nueva vitalidad a la «república de los indios», aunque se
trataba ahora de una república muy diferente. Los indios congregados en asentamientos asimilaron, de hecho,
ciertos elementos del cristianismo; se apropiaron de técnicas europeas, de plantas y animales y entraron en la
economía monetaria del mundo que les rodeaba. Al mismo tiempo, conservaron muchas de sus características
originales, de modo que continuaron siendo comunidades genuinamente indígenas, organizando sus propias
vidas bajo la supervisión de los funcionarios reales, pero en gran parte mantuvieron la autonomía de sus

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instituciones municipales. Las «cajas de comunidad» les permitían crear reservas financieras para afrontar su
tributo y otras obligaciones.

El desarrollo separado de la «república de los indios», que servía a las necesidades de la república de los
españoles sin formar parte de ella, implicaba el desarrollo en la América española de dos mundos, indígena y
europeo, unidos entre sí en numerosos puntos, pero manteniendo sus identidades diferentes. Entre ellos, sin
pertenecer por completo ni a uno ni a otro, estaban los mestizos, creciendo rápidamente en número y
adquiriendo durante el siglo xxii características de casta.

Dentro de la comunidad hispánica, la corona, aunque había triunfado sobre los encomenderos, fue incapaz de
impedir el establecimiento de lo que era en la práctica, aunque no de nombre, una nobleza indiana. Esta
nobleza se diferenciaba en cuestiones importantes de la de la España metropolitana. Toda la población
hispánica en las Indias estaba exenta del pago de impuestos y, por tanto, permanecía en una relación
aristocrática con la población india que pagaba tributo. Consecuentemente, la élite entre los criollos —
aquellos españoles de sangre nacidos en Indias— no se distinguía por ningún especial privilegio fiscal.

La corona era extremadamente ahorrativa en títulos para los criollos; y en 1575 suprimió para los
encomenderos ciertos privilegios honoríficos asociados con el status de hidalgo en Castilla, aunque en 1630,
bajo la presión de las necesidades fiscales, cambió su política y autorizó a los virreyes a poner a la venta
privilegios de hidalguía en las Indias. Pero también reflejaba cambios sociales en el mismo Nuevo Mundo,
conforme la élite criolla se fue consolidando a pesar de la poca disposición de la corona a concederle su
reconocimiento formal.

Los conquistadores —la aristocracia natural de las Indias— parece que tuvieron sorprendentemente poco
éxito en resolver el primer desafío que afrontan todas las aristocracias, el establecimiento de una sucesión
dinástica. Fue sólo un muy pequeño grupo de entre los conquistadores, salido sobre todo de los capitanes y los
hombres a caballo, el que adquirió riquezas y encomiendas importantes.

A este pequeño grupo de conquistadores con éxito se unió un cierto número de colonos tempranos que, por
una u otra razón, prosperaron en su nuevo ambiente. Funcionarios reales, y especialmente de la Real
Hacienda, casaron a sus familias con aquellas de los más prominentes colonos de la Nueva España. Y lo
mismo hicieron los miembros de cada nuevo séquito virreinal y los jueces de las audiencias, a pesar de los
intentos de la corona de mantenerlos aislados.

Conforme avanzaba el siglo este núcleo de familias dirigentes asimiló nuevos elementos, especialmente de
entre aquellos que habían hecho fortuna en la minería. Alianzas matrimoniales produjeron una red de familias
interconectadas que recurrieron al sistema castellano del mayorazgo, para impedir una disgregación de la
fortuna familiar. Inevitablemente, la consolidación de las oligarquías locales demostró ser más fácil en ciertas
áreas de Indias que en otras.

Inevitablemente, los lazos de parentesco e intereses que unían a esta creciente oligarquía criolla con sectores
de la administración virreinal, así como con nobles y altos funcionarios de la España metropolitana, hacían
potencialmente difícil para Madrid sacar adelante cualquier política consistente que tendiera a entrar en
conflicto con los deseos de la oligarquía. . El reforzamiento de las oligarquías indianas coincidió, por otra
parte, con el debilitamiento del gobierno central en Madrid que siguió a la muerte de Felipe 11 en 1598; y este
debilitamiento, a su vez, dio nuevos ímpetus a la consolidación del poder de aquellas oligarquías que ya
estaba teniendo lugar como resultado de las condiciones locales.

Para las Indias, como para la misma España, el reinado de Felipe III (1598- 1621) fue un período en que la
visión del último monarca de una sociedad justa gobernada por un soberano fiel a los intereses de la
comunidad en su conjunto fue empañada por el éxito de determinados grupos de intereses en asegurar sus
posiciones aventajadas de poder. Una vez que las oligarquías estuvieron establecidas en las Indias,
prácticamente fue imposible que perdieran su posición.

Las oligarquías estaban en proceso de consolidarse a sí mismas a todo lo largo de la geografía indiana
generando formas eficaces de resistencia a las directrices de un distante gobierno real. En efecto, la relación
entre España y las Indias nunca fue estática, desde el momento original de la conquista hasta la desaparición

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de los Austrias españoles a la muerte de Carlos II en 1700. Cada sector de la relación tenía su propia dinámica
interna, que al mismo tiempo afectaba y era afectada por los acontecimientos que sucedían en el otro. Y la
relación tampoco existía en un vacío. Por el contrario, tenía lugar dentro de un esquema más amplio de
intereses y rivalidades internacionales, del que no podían distanciarse por un momento ni las aspiraciones de
la metrópoli ni las realidades de la vida en el Nuevo Mundo.

LA TRANSFORMACIÓN DE LA RELACIÓN ENTRE ESPAÑA Y LAS INDIAS.

Carlos V, al dividir su herencia entre su hermano Fernando, quien le sucedió en el título imperial y las tierras
alemanas de los Austrias, y su hijo, Felipe, a quien dejó España, la Italia española, los Países Bajos y las
Indias, estaba de hecho reconociendo el fracaso del gran experimento imperial que había dominado la historia
de Europa durante la primera mitad del siglo.

Al comienzo del reinado de Felipe la necesidad más apremiante era la de atrincherarse durante un período en
España, donde Castilla mostraba la tensión de sus pesadas contribuciones a las finanzas del emperador. Al
dejar los Países Bajos por España en 1559, Felipe II estaba reconociendo las realidades cotidianas: que
España iba a ser el corazón de sus dominios.

En un reinado de aproximadamente 40 años, Felipe II consiguió imponer el sello de su propio carácter al


gobierno de la monarquía española. Una profunda preocupación por preservar el orden y mantener la justicia.
El nuevo rey dio a sus dominios un gobierno firme, aunque la eficacia de las órdenes y los decretos que salían
de Madrid y El Escorial disminuía inevitablemente con la distancia y se embotaba con la oposición de los
intereses locales en competencia. El monarca tuvo éxito también en salvar a sus dominios de la herejía, con la
excepción de los Países Bajos.

Pero frente a estos logros, deben colocarse las tensiones impuestas a la monarquía, y especialmente a Castilla,
por la guerra que apenas remitía. Las esperanzas de paz que acompañaron a la vuelta de Felipe II a la
península en 1559 se quebraron al reavivarse el conflicto con los turcos en el Mediterráneo. Después de la
gran victoria naval de España y sus aliados en Lepanto, en 1571, la guerra contra el Islam se aproximaba a las
tablas, pero un nuevo frente de batalla se abría en el norte de Europa al encontrarse España desafiada por las
fuerzas del protestantismo internacional.

Durante los años 1580 la lucha de las provincias del norte de los Países Bajos por conservar su libertad de
España se amplió a un vasto conflicto internacional. España, al proclamarse a sí misma defensora de la causa
católica, intentó contener y derrotar a los protestantes del norte: los holandeses, los hugonotes y los ingleses
isabelinos.

La monarquía española que recibió Felipe, en contraste a Carlos V, a desarrollar las características de un
imperio genuinamente trasatlántico, en el sentido de que el poder y las riquezas de la España de Felipe II
estaban directamente vinculados a la relación entre la metrópoli y sus posesiones trasatlánticas. Y así lo
entendieron los enemigos de Felipe II al considerar las ventajas sin par que recibía de su dominio de las
Indias. Conforme la interdependencia de España y las Indias llegó a ser más importante, la determinación de
los europeos del norte a desafiar el monopolio ibérico del Nuevo Mundo aumentó. España y Europa vieron a
las Indias como un imperio de plata.

La gran montaña de plata de Potosí, en Perú, fue descubierta en 1545. Al año siguiente se encontraron
también grandes yacimientos en Zacatecas, en el norte de México. Tras la introducción en México, a
mediados de la década de 1550, y en Perú, hacia 1570, del sistema de la amalgama para refinar la plata con
azogue, enormes incrementos en la producción llevaron a un extraordinario aumento de las exportaciones de
plata a Europa. La vida económica y financiera de España, y a través de ella, de Europa, se hizo fuertemente
dependiente de la llegada regular de las flotas de Indias, con sus nuevos cargamentos de plata. La cuota del
rey, unos dos quintos del total de los envíos, procedente de la quinta parte que le correspondía de toda la
producción y del resultado de todos los impuestos recaudados en Indias, se destinaba a sus compromisos
internos e internacionales, con los que siempre cumplía con retraso.

En realidad, los ingresos americanos de la corona, aunque eran 4 veces más en los años 1590 que en los de
1560, representaban sólo aproximadamente el 20 por 100 de sus ingresos totales a finales del reinado de

159
Felipe II. Pero este 20 por 100 era, de hecho, crucial para las grandes empresas de los últimos años del
monarca: la lucha para suprimir la revuelta de los Países Bajos, la guerra naval contra la Inglaterra de Isabel y
la intervención en Francia. Era precisamente porque consistía en capital líquido en forma de plata, y era
objeto por tanto de fuerte demanda por los banqueros. El rey podía negociar con sus banqueros alemanes y
genoveses aquellos grandes «asientos», o contratos, que mantenían a sus ejércitos pagados y ayudaban a pasar
los períodos difíciles antes de que una nueva ronda de impuestos volviera a llenar las arcas reales.

Pero como la misma España se mostró cada vez más incapaz de afrontar las necesidades de un mercado
americano en alza, los extranjeros aumentaron su participación en el comercio de Sevilla, y mucha de la plata
pasaba automáticamente a las manos de estos comerciantes y productores no españoles. Pero cuando los
sevillanos estornudaban, Europa occidental temblaba.

Hacia 1650 la gran época del comercio atlántico sevillano había terminado, y conforme Cádiz comenzó a
sustituir a Sevilla como la salida de Europa hacia América, y cada vez más los barcos extranjeros
incursionaban en las aguas hispanoamericana comenzaron a organizarse nuevas pautas de comercio
trasatlántico. Las relaciones económicas de España con sus posesiones americanas sufrieron importantes
cambios.

En la primera mitad del siglo xvi las economías de Castilla y de las comunidades de colonos que se extendían
por el Nuevo Mundo eran razonablemente complementarias. Hacia la década de 1540 comenzaban a surgir
problemas. En Castilla aumentaban las quejas sobre el alto precio de las manufacturas del reino,
particularmente los paños, y aparecía una tendencia a culpar de ello a las exportaciones a Indias.

Resulta claro que el contacto con América, aunque inicialmente actuó como animador de ciertos sectores de la
industria castellana, también creó problemas a los que la relativamente simple economía castellana tuvo
dificultades en dar una respuesta. No hay una única explicación de la incapacidad de las manufacturas
castellanas para ser competitivas internacionalmente, pero un lugar central se debe otorgar al influjo de los
metales preciosos de América en una economía sedienta de circulante, un influjo cuyos efectos se sintieron
primero en Castilla y Andalucía antes de extenderse por toda Europa en una especie de efecto de onda.

Los logros del imperio, sin embargo, fueron más fácilmente observables que sus desventajas, y la apariencia
de prosperidad ayudó a ocultar las negativas consecuencias que para Castilla tuvieron los grandes cambios
que estaban ocurriendo en el sistema del comercio trasatlántico, durante la segunda mitad del siglo xvi.
Conforme las Indias comenzaron a desarrollar su producción ganadera y a cultivar cada vez más su propio
trigo, la demanda de producción española comenzó a decaer. Su lugar en los cargamentos fue ocupado por
bienes manufacturados que encontraron una pronta salida. Algunas de las manufacturas eran de origen
peninsular, pero alrededor de 1580 los artículos extranjeros parece que tomaron la delantera sobre los
castellanos en los fletes, una clara indicación de la incapacidad de la industria castellana para adaptarse a las
nuevas y más sofisticadas exigencias del mercado indiano. Había una creciente demanda entre los colonos de
artículos de lujo europeos de cierto tipo que España no producía, así como de sedas y tejidos de alta calidad,
según las Indias iban desarrollando su propia producción de textiles baratos.

El rápido crecimiento del comercio oriental, de textiles, porcelana y otros productos de lujo de la China,
supuso una desviación traspacífica, vía Acapulco y Manila, de grandes cantidades de plata americana que de
otra manera habría tenido un destino trasatlántico. Los intentos de la corona para restringir el comercio de
Filipinas a un galeón al año con destino a Manila y a impedir la reexportación de productos chinos de México
a Perú, prohibiendo en 1631 todo comercio entre los dos virreinatos, dio lugar a un contrabando en gran
escala. Simplemente las Indias tenían ya menos necesidad económica de la que una vez tuvieron de la España
metropolitana; pero España, por otra parte, tenía una gran y creciente necesidad de las Indias. Se había hecho
peligrosamente dependiente de las inyecciones regulares de plata americana para mantener el estilo de vida
expansivo, acostumbrada al cual había crecido.

Cuando la plata no pudo obtenerse en la forma de pago por productos castellanos, hubo que conseguirla por
otros medios: a través de la manipulación de las tasas de aduanas, de la introducción de determinados tipos de
impuestos y del recurso de toda una variedad de mecanismos fiscales. Desde las últimas décadas del siglo xvi
intentó aumentar igualmente sus ingresos americanos vendiendo tierras, o los títulos de las tierras que ya

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habían sido ocupadas ilegalmente, una forma de venta conocida como composición de tierras. Por otra parte,
conseguía dinero de la legitimación de los mestizos, de donaciones «voluntarias» y de los monopolios.

Pero ello también implicó la innecesaria multiplicación de los cargos, creándose un gran número de nuevos
puestos, especialmente en el siglo xvii, en respuesta más a las necesidades del gobierno que a las de los
gobernados. El resultado fue el surgimiento de una enorme y parásita burocracia, que consideraba sus oficios
como una inversión rentable.

El incremento, sin embargo, no bastó para salvar a la corona —que ya había incumplido con sus deudas en
1575— de otra bancarrota en 1596. Los gastos absorbieron absolutamente los ingresos de Felipe II.

Los barcos que salían de Sevilla comenzaron a navegar en convoyes desde la década de 1520, y desde los
años 1560 se estableció un sistema regular de flotas. Este sistema, aunque caro, justificaba el desembolso. La
defensa de las flotas demostró ser más factible que la defensa de las Indias mismas. El área para ser defendida
era sencillamente demasiado extensa y escasamente habitada por españoles. Conforme los enemigos europeos
de España identificaron la plata de las Indias como la fuente del poder español, creció su deseo de cortar los
vitales lazos trasatlánticos y de establecer sus propias colonias en el Caribe y en la tierra firme americana.

El acceso de Felipe II al trono de Portugal en 1580 representó inicialmente un incremento de la potencia


española. Le proporcionó una flota adicional; una nueva costa atlántica, con un puerto de primera categoría en
Lisboa; y un nuevo vasto dominio en Brasil. Pero ello fue seguido de la incursión por vez primera de los
holandeses en aguas sudamericanas, actuando como transporte de los portugueses; y desde finales del siglo
xvi los cargadores holandeses comenzaron a mostrar un malsano interés tanto en el comercio de Brasil como
en el del Caribe, adonde se dirigían en busca de sal. Luego, la aparición de los holandeses en las aguas
españolas del Pacífico mostró que una enorme y desprotegida línea de costa no iba a estar en adelante libre de
ataques.

Los costes de la defensa imperial, por tanto, estaban subiendo en una época en que los ingresos de la corona
procedentes de las Indias mermaban, y cuando el comercio de Sevilla, en el que España estaba participando
cada vez menos, comenzaba a mostrar signos de estancamiento.

Consecuentemente, los inicios del siglo xvn aparecen como un período crítico en las relaciones entre España y
las Indias Los tranquilos días de la plata fácil estaban terminándose, y en Castilla surgía una creciente
preocupación más por los costes del imperio que por sus beneficios. Surgieron muchos debates, en donde no
es sorprendente que se llegara a poner en cuestión el papel de las Indias Después de todo, “que beneficios
reportaban las Indias a Castilla”.

En un momento en que la riqueza de los estados era medida cada vez más por el número de sus habitantes,
surgía igualmente una preocupación creciente por las consecuencias demográficas que tenía para Castilla la
emigración a Indias. Esta corriente, de emigrantes, quizás a una media de 4.000 al año a lo largo del siglo
xvii, ayudó a crear en las Indias una población flotante sin ocupación que constituía una fuente constante de
preocupación para las autoridades.

El sentido de desilusión sobre el valor de las Indias marcaba un profundo contraste con la idea del siglo xvi de
que la conquista de América era una señal especial del favor de Dios hacia Castilla. A ambos lados del
Atlántico surgían fuerzas que tiraban en sentido opuesto, un primer debilitamiento de los lazos de natural
afinidad entre la metrópoli y sus dominios ultramarinos.

Al solicitar grandes donativos, o al apropiarse, como en Perú en 1629, de 1 millón de pesos de la comunidad
mercantil, la corona estaba socavando terriblemente la confianza, sacando circulante de regiones donde ya
normalmente era escaso y arruinando el sistema de crédito con el que se realizaban las transacciones locales y
trasatlánticas. En estas circunstancias, no es extraño que los mercaderes de Indias, viendo su plata sujeta a la
apropiación por la corona, bien allí o a su llegada a Sevilla, mostraran una creciente falta de disposición a
exponerla a los azares de cruzar el Atlántico. Como resultado, el delicado mecanismo de la carrera de Indias,
el vínculo marítimo entre España y el Nuevo Mundo, comenzaba a aproximarse a una ruptura en la década de
1630. Las excesivas demandas fiscales de la corona habían llevado al sistema trasatlántico al punto del
colapso.

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Desde los años 1630 a los 1650, parecía efectivamente como si la monarquía española estuviera al borde de la
desintegración. La monarquía era tan extensa, sus líneas de comunicación tan frágiles, sus limitados recursos
estaban expuestos a una presión tan intensa como consecuencia de la tensión de la guerra que se estaba
librando simultáneamente en varios frentes, que había razones para temer que una parte tras otra se fueran
desgajando.

Los asentamientos ingleses en América del Norte en los años que siguieron a la paz anglo-española de 1604
habían mostrado que las esperanzas de mantener un monopolio ibérico en Amé- rica eran ilusorias; pero fue la
agresividad de los holandeses en los años siguientes al fin de la tregua de los doce años en 1621 la que reveló
la verdadera escala del problema de la defensa que ahora tenía que encarar Madrid.

En 1624 una expedición organizada por la recientemente fundada Compañía Holandesa de las Indias
Occidentales tomó Bahía, en Brasil. Durante la década de 1630, por tanto, los holandeses pudieron consolidar
su control sobre las regiones productoras de azúcar en el noreste de Brasil. La incapacidad de la corona
española para salvar Pernambuco de los holandeses tuvo grandes repercusiones en la península. La unión de
las coronas de España y Portugal en 1580 nunca fue popular en este último reino, pero uno de los argumentos
a su favor era que ello permitía a los portugueses aprovecharse de los recursos de España para la defensa de
sus propios territorios ultramarinos.

Simultáneamente, los mercaderes portugueses, que se habían beneficiado de la unión de las coronas para
introducirse en la América española y especialmente en el virreinato del Perú, se encontraron expuestos en los
años 1630 a una creciente hostilidad y discriminación por parte de los españoles y los criollos. Hacia 1640,
por tanto, se hacía obvio para la comunidad mercantil portuguesa que la unión no ofrecía ya las ventajas que
una vez la habían hecho aceptable; y esto a su vez predispuso a muchos de ellos a aceptar los hechos
consumados el 1 de diciembre de 1640, cuando el duque de Braganza fue declarado rey de un Portugal
independiente.

La secesión de Portugal fue otro golpe para la carrera de Indias, que socavó aún más la confianza de Sevilla y
la privó de las inversiones de Lisboa que tanto hacían falta. Además, al tiempo que Brasil se desgajaba de la
monarquía, ésta sufría aún más pérdidas en el Caribe. Los españoles respondieron lo mejor que pudieron. La
Armada de Barlovento entró por fin en acción en 1640, pero no fue tan eficaz como sus defensores habían
esperado, en parte porque frecuentemente tuvo que dedicarse a escoltar a los convoyes trasatlánticos. Los
propios colonos tuvieron éxito al rechazar algunos ataques, y la tierra firme y las principales islas estaban
defendidas satisfactoriamente gracias a las reforzadas fortificaciones. Pero la captura de Jamaica por los
ingleses en 1655 fue sintomática del cambio importante que había tenido lugar en el Caribe durante el medio
siglo anterior. España salió de sus problemas de mediados de siglo con su imperio de las Indias en gran
medida intacto. Lo que, sin embargo, se había perdido para siempre era su monopolio del Nuevo Mundo.

Este hecho fue tácitamente reconocido en el tratado de paz dé Münster en 1648 que ponía fin a 80 años de
guerra con los holandeses, acuerdo que permitió a estos últimos continuar en posesión de los territorios que
estaban ocupando aunque se les prohibiera comerciar con las Indias españolas.

La relación entre España y las Indias experimentó, de este modo, un cambio decisivo como resultado del
conflicto internacional desde los años 1620 a 1650. España misma resultó tremendamente debilitada; el
Caribe se hizo internacional y se convirtió en una base desde la cual el comercio ilícito podía realizarse a gran
escala con la tierra firme americana; y las sociedades coloniales de las Indias se vieron dependientes de sus
propios recursos, inclusive en la importante área de la organización militar. Aunque de España se traían
soldados para servir en las guardias virreinales y para las guarniciones de las fortificaciones costeras, las
irregularidades y la falta de idoneidad de estas tropas hicieron que los destacamentos tendieran a estar
incompletos y los colonos tomaron conciencia de que, en caso de peligro, había poca esperanza de salvación a
menos que se salvasen ellos mismos. Las milicias urbanas y las levas voluntarias jugaron, por tanto, un papel
cada vez más importante en la defensa de las Indias conforme avanzaba el siglo xvii.

Pero al mismo tiempo las Indias seguían sujetas a presiones fiscales intensas y al duro peso del control
burocrático español. La combinación en el siglo xvn de abandono y explotación no podía dejar de tener una
profunda influencia en el desarrollo de las sociedades americanas. Creó oportunidades para las oligarquías

162
locales, que se aprovecharon de la debilidad de la corona, para consolidar aún más el dominio en sus
comunidades adquiriendo por compra, chantaje o usurpación extensas áreas de tierra.

En el contexto político y administrativo del siglo xvii se presentaban innumerables oportunidades para el
magistrado local de convertirse en el patrón local. Latifundismo y caciquismo eran en cierto modo los
productos del abandono metropolitano. La verdad era que cada nueva generación de criollos se sentía un paso
más alejada de la España metropolitana y, por tanto, cada vez más reacia a aceptar el tipo de tutelaje implícito
en la relación entre la madre patria y sus colonias. Pero los vínculos de parentesco, intereses y cultura que
ligaban a la metrópoli con los colonos de las Indias eran profundos y no fáciles de romper. La cultura urbana
desarrollada en América era, y continuó siéndolo, fuertemente dependiente de la española. Durante el siglo
xvii, se multiplican los indicios de que los criollos se habían embarcado en la larga búsqueda para establecer
su propia identidad.

Hacia 1700, por tanto, cuando la dinastía de los Austrias que había gobernado España y las Indias durante casi
dos siglos se había extinguido, los Borbones se encontraron con un legado que no se prestaba a una fácil
administración.

HOORNAERT

Capítulo 7

La historia de la Iglesia en Brasil tiene dos interpretaciones:

1- nace de la actitud del colonizador inicial: ¨la razón pal... que me ha llevado a colonizar Brasil es la de
convertir a sus pobladores en nuestra Sta. Fe Católica. Según esta opinión, la colonización europea de Brasil
estaba motivada sobre todo por imperativos espirituales, puesto que se dirigía a la conversión de los indios, a
la expansión de la Iglesia y a la divulgación de la verdadera fe de quienes estaban en el oscurantismo.
(Leyenda blanca: necesidad de salvación de convertir a los salvajes.).

2- puede atribuirse a quienes sufrieron las consecuencias de la demanda de mano de obra por parte de los
colonos europeos; fueron palmente. Indios, africanos importados como esclavos y sus descendientes, nacidos
en la esclavitud de Brasil (leyenda negra: justifica la esclavitud).

Esta opinión hace coincidir la evangelización con explotación y esclavitud.

El proceso de evangelización en Brasil colonial (abarca 3 siglos) se desarrolló en 5 ciclos que se corresponden
con 5 zonas de colonización:

1- El cinturón costero (nordeste)

2- su hinterland;

3- Maranhaao y Pará ( el Amazonas)

4- Minas Gerais y el Oeste.

5- Sao Pablo y el Sur

163
La actitud misional fue llevada a cabo por 4 órdenes religiosas- jesuitas, franciscanos, carmelitas y
benedictinos- bajo los auspicios del Patronato Real de Lisboa, y dos órdenes, más – capuchinos y oratorianos-
que dependían de la Propaganda Fide de Roma, (1622), que tenía como objetivo centralizar la tarea misional
de la Iglesia católica y neutralizar el Patronato desde Portugal y el de España.

Las religiones indias eran consideradas como idolatría. Los misioneros buscaban exorcizar todo vestigio de lo
que podía tomarse como idolatría, ignorancia, superstición o desviación de la Santa Fe católica. Por esta
Razón el descubrimiento d l conquista de las Indias se veían como mano de obra de Dios, e incluso fueron
considerados como el mayor acontecimiento de ella Historia de la salvación después de la creación del mundo
de la venida desde Cristo.

Fue durante el reinado de Jacobo III (1521-1557) cuando Portugal se interesó por Brasil como un posible
emplazamiento adecuado para la producción de azúcar. El azúcar siguió siendo el pal. Cultivo de la historia
de Brasil colonial, y las demandas de la producción azucarera llevaron al establecimiento de un sistema de
trabajo basado en la esclavitud, primero de los indios y luego de los africanos. Las profundas tradiciones del
catolicismo portugués impregnaron toda la ideología del Kismo en Brasil. Sin embargo, las prácticas se
enlazaron en la estructura de la familia patriarcal de las grandes plantaciones de azúcar y se centraron en la
capilla, el oratorio particular y la devoción de los santos. Ellos no requirieron de sacerdotes misiones. Las
órdenes religiosas centraron su actividad en la conversión de los indios y a transformar su modo de vida y de
trabajo para ajustarlos a las nuevas prioridades de la colonización europea.

Desde el principio los jesuitas fueron los más activos en las zonas costeras. Estos organizaron su actividad
misional uniendo los colegios, que estaban situados en la costa, a los pueblos indios u colonias misioneras.
Con el rápido descenso d dela oblación india, y el crec, de ella demanda de mano de obra para las
plantaciones de azúcar, los jesuitas empezaron a establecer supresiones lejos de los centros de colonización
para proteger a los indios del sistema de esclavitud. En el cinturón costero los jesuitas empezaron a dedicarse
más exclusivamente a la población blanca de las ciudades y a sus esclavos negros.

Nunca hubo una actitud misional dedicada los negros.

(La enseñanza del cristianismo se llevó a cabo en portugués desde el principio).

Los franciscanos operaron también a través de un sistema tripartito que reunía conventos en la costa,
propiedades de tierras y colonias misioneras en el interior. Tras su llegada en 1585, este orden se desplegó por
el cinturón costero. Sus actividades fueron menos dinámicas y menos radicales, que de los jesuitas y
dedicados a ofrecer orientación espiritual.

Los carmelitas llegaron a Brasil en 1580.

Los benedictinos llegaron a Bahía en 1581. Estos no admitieron muchas colonias misioneras.

2- el acceso al Hinterland tras el cinturón azucarero se abrió en el SXVIII a través de los ríos navegables (San
Francisco y Afluentes, el Paraíba y Paraíba) y también tuvo influencia la demanda de la mano de obra. Cuatro
órdenes religiosas- capuchinos, oratorianos, jesuitas y franciscanos- participaron en las expediciones que
partieron de Pernambuco y Bahía y facilitaron misioneros para los indios.

164
3-en el estado de Maranhao, que incluía toda la zona amazónica, los misioneros eran casi capellanes militares,
el menos en principio. Los misioneros acompañaban a las expediciones militares e intentaban agrupar a los
indios que encontraban en colonias misioneras sin violencia siempre que fuera posible.

Hubo tres órdenes predominantes: las carmelitas (desde 1615), franciscanos (desde 1617) y jesuitas (desde
1638). Los más activos fueron los jesuitas. Desde el principio los misioneros entraron en conflicto con los
colonos portugués que dependían de los esclavos indios, ya que el E de Maranahao era más que pobre que el
E de Brasil y por tanto no tenía tan fácil acceso a la anos de obra africana. Los jesuitas pudieron
eventualmente disfrutar de un considerable poder administrativo e influencia sobre la economía regional, que
se basaba en el cultivo de producto agrícolas naturales, cosechados no por mano de obra como tal, sino por un
tipo de trabajo forzado propio de la zona y conocido como repartición (hubo varios periodos de conflictos
entre los jesuitas y colonos por el uso de la mano de obra india).

Las carmelitas tuvieron un imp. Papel en sus misiones en los márgenes de los ríos Negro y Salinas durante la
primera ½ del s XVIII.

Los Germanos de la Merced, de origen español, participaron también en la actividad misional del Amazonas
desde su gran convento de Velen. EL rey gastó, importantes sumas de dinero para establecer estas misiones,
que distribuyeron desdé de 1693 de ella sig. Forma: Jesuitas en la margen norte del Amazonas, franciscanos y
Hnos. de la Merced en los márgenes sur y carmelitas en el Alto amazonas (actual Manaos.)

El Norte de Brasil fue el gran campo de la actividad misional. En 1750 se expulsó a los jesuitas (bajo
Pombal), a la vez que a las aldeias fueron transformadas en parroquias, los párrocos sustituyeron a los
misioneros; y las labores misioneras fueron limitadas a ejercer su labor evangélica en tribus aun no
asimiladas.

4- La actitud misional en las zonas mientras de oro y diamantes durante la 1ra mitad del s XVIII fue la única
que estaba restringida al clero secular. Ello se debía a una Pol. Específica de desarrollada por la corona. Tenía
que mantenerse un estricto control sobre la explotación de oro y diamante a Portugal y sobre cualquier
comercio oficial, era necesario erradicar el contrabando. EL Estado portugués recelaba de la incipendencia de
las órdenes religiosas, Por esta razón, la actividad misional de la época minera se limitaba al clero secular y a
organizaciones laicas, las llamadas órdenes terciarias. Por tanto, las zonas mineras estaban caracterizadas por
las Iglesias y no por los conventos. Los jesuitas no tenían una orden terciaria, por lo que se explica la poca
influencia en las zonas mineras.

5- EN el sur, tanto jesuitas como franciscanos tenían una presencia activa en San Vicente en la primera ½ del
s SXVI. Los sacerdotes seculares fundaron la primera Casa de Misericordia de Brasil, una organización de
asistencia social que se extendería por todo el país.

Los franciscanos y carmelitas que aparecieron más tarde, se pusieron del lado de los colonos. EN San Pablo el
conflicto entre jesuitas y colonos se hizo público y fueron expulsados en 1640, para volver solo en 1653 bajo
la condición de no mezclarse en asuntos indios y limitarse a su papel pastoral.

165
Las órdenes regulares cuyos miembros eran europeos, o al menos europeos en cuanto a su orientación
cultural, fueron responsables de que se abrieran sucesivas zonas para la evangelización. Reciben apoyo
financiero del Patronato, pero intentaron ser más ind. Mediante la creación de sus propios fuentes de ingresos
en forma de granja, plantaciones, ranchos ganaderos, ingenios y esclavos, a menudo obtenido mediante
donaciones, herencias o promesas d ellos fieles. Los propiedades religiosas ocupaban un espacio considerable
d ella ciudades, donde le patrimonio d ellos santos solía constituir parte del núcleo original de la colonia, así
como de su interior. La riqueza de las órdenes religiosas de Brasil se manifestaba la magnitud de sus
conventos y monetarios, y en la suntuosidad de sus Iglesias barrocas, ricamente ornamentadas con oro. Solo
una minoría de sacerdotes se comprometió de verdad con las tareas misionales. Desde finales del sXVIII el
núm. Del clero regular disminuyó, pero las propiedades de las órdenes religiosas, excepto las de los jesuitas y,
en menor medida, lo mercedarios, permanecieron intactos.

La organización de la Iglesia secular en Brasil recaía en el Patronato real. EL derecho de patronato se lo había
cedido el papado a la corona portuguesa, con las condiciones de que el rey fomentara y protegiera
activamente los derechos y las organizaciones de la iglesia en cualquier tierra que se descubriera. De este
modo, fue a través de los intermediarios del Patronato y del diezmo real (contribución del 10% sobre lo
producido por la tierra) como se financió la expansión del catolicismo en Brasil. EL estado portugués disponía
también de otros medios para controlar la Iglesia. LA mesa de consciencia y Órdenes nombraba todos los
cargos eclesiásticos en el imperio portugués. A causa de la preponderancia del Patronato, la influencia de
Roma en Brasil fue modesta. Las ordenanzas emanadas del Concilio de Trento no llegaron a aplicarse en el
país hasta el SXIX.

La organización de diócesis y parroquias fue lenta y su influencia en la práctica católica de Brasil mínima
durante mucho tiempo. Un sínodo se reunió en Salvador en 1707, y las Primeras Constituciones de
Arzobispado de Bahía fueron la única pieza de legislación eclesiástica publicada en Brasil durante el período
colonial.

El clero secular se dedicaba a administrar los sacramentos, como el bautismo, el matrimonio, la confesión
anual de Pascua, los ritos funerarios y la misa del domingo. Estos sacramentos se administraban a toda la
población, no sólo a aquellos grupos que lo aceptaban libremente. EN otras palabras, se consideraban
obligatorias. Parte del clero secular se ocupaba de las capillas de diferentes hermandades en las ciudades,
mientras que la otra parte cuidaba las parroquias de las ciudades del interior del país. Las parroquias se
organizaron, tras la legislación de Pombal de 1755, para que coincidieran con las antiguas colonias misioneras
indias, componentes del andeirantes, ingenios y propiedades territoriales. Los rezos se reservaban
normalmente a los misioneros del clero regular, mientras que los párrocos se ocupaban de problemas de
disciplina y administración de sacramentos. EL clero secular se dividía en alto clero, que eran pagados con el
dinero del Patronato, y un bajo clero, que incluía a los párrocos capellanes, quienes Vivian más cercano al
pueblo y compartían sus privaciones (puesto que muchos de sus miembros eran mestizos, eran víctimas de los
prejuicios raciales y culturales y ello ha reducido la conservación de los registros de sus actividades.

Los laicos se infiltraban en la Iglesia brasileña a través de las hermandades, cofradías y órdenes terciarias que
Brasil había heredado de Portugal y que favorecieron especialmente en Minas de Gerais. Las hermandades se
correspondían con la caract. Raciales, sociales e ideológicas de los diferentes estratos de ella sociedad.

Para entender el proceso por el cual el desarrollo una sociedad cristiana en Brasil es imp. Tener en cuanta
problemas a los que se enfrentaba Portugal al Asumir su atarea colonial en América. Había enemigos
externos, de los que Brasil católico se tenía que defender. Otros estados europeos, especialmente Francia,
Holanda e Inglaterra, competían con Portugal por la hegemonía del Atlántico sur. Durante este largo periodo

166
de rivalidad, el catolicismo ayudo a definir la Pol. Portuguesa, que se consideraba ortodoxa e incluso
apostólica, mientras que los designios de los competidores de Portugal se calificaba de heréticos, depravados
e impuros, porque esos competidores eran protestantes. El pasaporte de entrada a la colonia era de tipo
religioso: solo e los católicos se les permitía entrar, Prácticamente no había comunicación entre Roma y la
Iglesia de Brasil. Todo tenía que pasar por Lisboa, siguiendo la Pol. Portuguesa de monopolizar el comercio y
la comunicación con su colonia. Aunque la inquisición única se estableció en Brasil, se pusieron en práctica
medidas represivas por parte de funcionarios itinerantes de la Inquisición en ciudades donde se pensaba que
podía haber probabilidad es de peligro: el Salvador, Olinda, Tio de Janeiro y Belén. EL catolicismo era la
única religión oficial de Brasil y la devoción religiosa, prácticamente obligatoria. La devoción forzosa era útil
al estado portugués que controlaba la acumulación de capital en manos de la burguesía local y canalizaba el
dinero hacia los inocuos despliegues de ostentación religiosa.

A la iglesia se le pedía que creara un clima Gral. De aceptación de la esclavitud: justificación teológica de la
esclavitud donde comparaba África con el infierno, donde el negro era esclavo en cuerpo y alma, y a Brasil
con el purgatorio, donde el alma del suegro liberaba a través del bautismo y estaba dispuesto a entrar en el
cielo después de la muerte. Los jesuitas pusieron en práctica esta teoría de la transmigración del alma al
participar en el comercio de esclavos (los amos aprendían os beneficios que podían obtener de la caridad y del
paternalismo.) el sistema por el que se daban los sacramentos regulaba y legitimaba también la institución de
la esclavitud: antes de embarcar para Brasil, los esclavos recién comprados tenían que ser bautizados. Debe
destacarse que los esclavos no encontraron apoyo ni defensa de sus derechos dentro de la Iglesia.

Los Jesuitas, aunque la defendían se beneficiaban de la esclavitud africana, lograron mantener, y fueron casi
los únicos, cierto grado de independencia respecto del E y, en su logrado intento de crear un modelo
eclesiástico alternativo llegaron a desafiar al sistema colonial.

Estos lograron crear una red educativa MEDIANTE SUS CLEGIOS-SEMINARIOS, MISIONES Y
PUEBLOS. Un cronista como la corona en el SXVIII invertía más en el lujo que en evangelizar. Entre los
jesuitas se da un amento en la defensoría de los indios. Se comenzaron a convertir en subversivos para el
sistema, y ello culmino con la expulsión de los Jesuitas en 1759. Hubo otros factores que contribuyeron a ello,
como la ideología de la Ilustración, el absolutismo monárquico portugués, así como ciertos abusos financieros
de los que se acusaba a las misiones. Sin embargo, no puede dudarse que la alianza entre la Iglesia y el Estado
fue puesta en cuestión e incluso contestada por los jesuitas, y que por ello tuvieron que pagar un precio.

A largo plazo las actividades de las organizaciones religiosas populares quizá constituyeron un reto más
efectivo al sistema colonial que el de los jesuitas. Tales organizaciones eran de las más diversas clases;
quilombos, comunidades de esclavos fugitivos, que desempeñaron un papel evangelizador tan imp. En vastas
zonas de Brasil, ya que la religión más común mente practicada en los quilombos era el catolicismo; los cultos
clandestinos de origen africano o indio, en las que se mantenían antiguas formas de devoción y
organizaciones religiosas anteriores a la colonización europea; las hermandades de negros en las ciudades; las
festividades; bien en la celebración del carnaval o en los días sanos; los mov. Religiosos de las clase más
pobres formados en torno a beatas (mujeres que escogían el celibato y la libertad en una sociedad machista
son entrar en un convento) y por supuesto, las peregrinaciones religiosas u las visitas a tempos.

Tales prácticas significaban que el cristianismo impuesto por colonizadores iba siendo redefinido oír el
pueblo brasileño.

167
MAURO, Frederick

Capítulo 4

Portugal en el siglo XVI era una “monarquía agraria”. LA tierra, su pal activo, estaba dividida en grandes
prop señoriales. EL mismo rey era un terrateniente: unus inter pares. Podía revocar las concesiones de tierras
hechas en el pasado. Además, las tierras cedidas por el podían ser heredadas solo por el primogénito legitimo.
Estas medidas mantenían la cohesión de las grandes prop y aseguraban la obediencia hacia el rey de sus
dueños titulares.

También se la conocía como “monarquía marítima”. La pesca era un recurso de importancia. Las marismas
salinas de Aveiro, Lisboa y Setubal abastecían no solo las nec portuguesas, sino la de los barcos que iban
desde el Mediterráneo hasta el norte de Europa y el Báltico. Después de los descubrimientos del s XV, las
colonias insulares del Atlántico (Madeira y las Azores) y las estaciones comerciales de Marruecos, las Islas
Cabo Verde y la Costa de Guinea enviaban a Portugal productos como madera, azúcar, y vino, que eran
reexportados a Europa. Entonces, el oro de Guinea, las especias de la India, y primero, el palobrasil y mas
tarde, el azúcar de Brasil transformaron la econ portuguesa.

La estructura econ y social creada por estos avances estaba dominada por el rey-comerciante que poseía el
monopolio del comercio. Según las circunstancias, se lo reservaba o lo arrendaba, concediendo licencias a
portuguesas particulares o a comerciantes extranjeros. Hacia el s XVI esta representado por agentes en
Amberes y a lo largo del todo el imperio marítimo. Muchos comerciantes extranjeros, especialmente
españoles, italianos y alemanes, se establecieron en Lisboa. Los españoles eran predominantemente cristianos
nuevos que habían llegado a Portugal cuando los judíos y los moros fueron expulsados de España en 1492, y
esto fue un acontecimiento afortunado para Portugal, ya que durante 2 siglos conformaron la columna
vertebral de la clase de comerciante portuguesa en Europa y ultramar. Los hijos menores, prop titulares de
sesmarias ( concesiones de tierras) o incluso capitanías se convirtieron en productores y exportadores de
productos agrícolas, en part de azúcar.

La estructura social de Portugal era dif a cualquier otra parte de Europa por el rol de rey en la economía y de
la carecía de una burguesía nacional, ya que Portugal no había experimentado el sistema feudal. El rey
disfrutaba por ej: del patronazgo. Además que tuvo una participación destacada en al Reconquista, en el s
XVII el mito del rey cruzado que se había sacrificado por la fe se convirtió en un poderoso elemento del
carisma inherente a la monarquía.

La posición financiara de la corona portuguesa era fuerte. EL comercio colonial a su vez estimulaba la
agricultura y al economía de las ciudades y zonas costeras del Portugal, con lo que crecía el ingreso fiscal de
la corona.

PORTUGAL Y BRASIL, 1580-1695.

Hay que tener en cuenta que en la primera mitad de entre finales del SXVI a F del s XVII el imperio
portugués estuvo unido al español  en 1580, Felipe II de España se convirtió en Felipe I de Portugal. Le
sucedieron Felipe III (Felipe II de Portugal) en 1598 y Felpe IV (Felipe III de Portugal) en 1621. No fue hasta
1640 que los portugueses se revelaron y proclamaron al duque de Braganza Joao IV.

168
En Lisboa había un consejo de Estado sin pw administrativos definidos, y los reyes españoles mantuvieron un
sist de dos secretarias de E, una para el reino y otra para la India, es decir, para las colonias, a pesar de
diversos conflictos de jurisdicción, hasta la creación del Consejo de Indias de 1604.

En la época de Felipe I (1591), los 4 veedores de Fazenda (asistentes del Tesoro) se reemplazaron por un
Consejo de Fazenda. Desde 1604 el recién creado Consejo de las India recibió los pw sobre todos los asuntos
de ultramar, con excepción de los de Madeira, Azores y las Plaza fuertes de Marruecos. Sin embargo, era el
Consejo de FAzenda el que entendía en expediciones navales, la compra y venta de pimienta y la recaudación
de los ingresos reales, de hecho de todos los asuntos económicos. El Consejo de India solo contaba con pw
limitados. Como creación del rey español, era mira con reticencia por los portugueses y, a causa de
rivalidades en la Mesa da Conciencia, desapareció en 1614.

Tras la restauración, Joao IV conservo la mayoría de las instituciones administrativas que estaban
funcionando a su llegada al trono y ratifico las Ordenaciones Filipinas. Sin embargo, en el ámbito de las
finazas, el rey volvió al sistema anterior de veedores de FAzenda, mientras que el Consejo de Fazenda parece
haberse mantenido solo como tribunal. Se mantuvo una sola secretaria de E, pero inspirándose en el Consejo
de India creo en 1642 el Consejo de Ultramar.

En la Lisboa del SXVI los pales organismos gubernamentales, aparte de la aduana, relacionados básicamente
con temas fiscales eran la Casa de India y la Casa da Guine e da Mina. NE el s XVII el papel fiscal de la Casa
se hizo más imp. Al margen de la Casa da India, el Almacén de Guine e Indias se encargaba de los asuntos
náuticos, como la construcción y equipamiento de barcos, el adiestramiento de pilotos y la edición de cartas
de navegación, cuyos originales se guardaban en el mismo almacén. Los astilleros navales estaban sometidos
a su autoridad. Las tripulaciones de los barcos del rey eran procuradas por el proveedor de los almacenes,
pero tenían que registrase en la Casa. Los gastos propios de los Almacenes, como la compra de material o el
establecimiento de las cuentas, lo facilitaba el tesorero de la Casa.

Los territorios coloniales era tierras pertenecientes a la corona o a los beneficiarios de las corona. EN brasil,
donde el gob real se había establecido en 1549, sus pw se habían definido en los regimientos (instrucciones
permanentes) de 1549. EL gob gral, proveniente siempre de la nobleza portuguesa, al menos desde 1640,
permanecía en su carga una media de 6 años en el s XVI, 3 años y medio en el SXVII y poco menos de 6 años
en el XVIII.

La autoridad del gob gral fue disminuyendo gradualmente a medida que en las ultimas décadas del SXVI y la
primera del s XVII los portugueses penetraron en el interior de Brasil y se entendieron había los extremos
norte y sur de la colonia, mas allá de la línea de Tordesillas, y a mediad que desde Lisboa se imponían
cambios sucesivos en las estructuras administrativas de la colonia.

A finales del s XVII y p XVIII hubo un proceso de reagrupamiento de capitanías: las de mediana envergadura
se convirtieron en capitanías subordinadas y se coloco a sus capitanes grales bajo la autoridad de sus colegas
más imp, quienes recibieron el titulo de gobernador y capitán gral y administraron una capitanía gral. Le
cargo de gobernador gral den Bahía parece haber subido de forma permanente al rango de virrey desde 1720
en adelante y aunque el virrey gozo de ingresos sup perdió su pw sobre la administración interna en las
capitanías grals, cuyos titulares trataban direc con Lisboa. EN teoría siguieron siendo subordinados, pero de
hecho el virrey podía intervenir tan solo en su propia capitanía gral.

Los originales capitanes donatarios de Brasil estaban asistidos, en asuntos de justicia, por jueces de la corona
y en 1549 llego a bahía, con el primer gobernador un juez Gral. La corona no puedo llevar adelante sus planes
para el restablecimiento del tribunal hasta 1609. Después de este se suprimió en 1626, en parte como medida
económica durante la guerra holandesa, y no se reinstauró hasta 1652. Durante el siglo sig fue el único alto
tribunal de Brasil.

169
(Se cambiaba a menudo a los titulares de los cargos, lo que marca una imp dif respecto a los regidores
de Hispanoamérica, cuyas responsabilidades resultaban ser vitalicias y más o menos hereditarias.)

Durante largos periodos de la segunda mitad del SXVI y todo el SXVII gran parte de Europa estuvo en
guerra. Portugal y su imperio estaban al principio relativamente seguros, incluso tras la unión con España,
aunque sus navíos fueron atacados por corsarios bereberes en el triángulo Lisboa-Madeira-Azores desde
1570-1590 y, de forma cada vez menos frecuente por piratas ingleses, holandeses y franceses hacia finales de
siglo. Sin embargo con el final de la Guerra de los 12 años (1609-1621), durante la larga lucha entre las Pcias
Unidas y España, la recién fundada Compañía Holandesa de las Indias Occidentales considero al imperio
portugués como un objetivo imp. De sus operaciones militares y navales. Salvador de Bahía fue captura en
1624 y devuelta en 1625. la toma de Recife en 1630 por la Compañía marco una nueva etapa del conflicto.
Fue le preludio de la conquista y ocupación durante un cuarto de siglo de todo el nordeste brasileño desde Río
San Francisco hasta Marañao, incluyendo Pernanbuco (capitanía imp en producción de azúcar). En 1637 los
holandeses ocuparon también San jorge da Mina en la costa oeste africana. Y una gran flota zarpo hacia Brasil
en 1638 y fue derrotada en Itamara en 1640.

Portugal y Holanda firmaron la Paz en 1641, tras la restauración de los Braganza, pero la guerra continua en
África (Luanda) y Brasil (Sergipe y Marañao).

Los holandeses fueron perdiendo el control sobre el área de Pernambuco y, en 1654, cayeron las últimas
plazas fuertes holandesas. Brasil estaba otra vez por entere bajo dominio portugués. Holanda y Portugal
firmaron la paz en 1661 y las hostilidades fueron cesando gradualmente. Y, finalmente, España resolvió sus
dif con Portugal y reconoció la restauración de los Braganza.

(Las guerras llevaban como consecuencia le aumento de impuestos, pero al no ser suf llevo a la corona a
pedir préstamos, voluntarios o por la fuerza).

Los navíos que se ocupaban del comercio atlántico portugués no eran tan grandes como los dedicados al
tráfico de las Indias Orientales.

La restricción del comercio colonial portugués a los nacionales no excluyo los permisos a barcos extranjeros
ni el uso de estos, así como ala inversión por parte de los extranjeros en las empresas coloniales portuguesas.
Portugal nunca dispuso de una flota mercante los suficientemente grandes como para dominar el comercio
brasileño del azúcar. Los barcos holandeses que operaban bajo licencia portuguesa predominaban en el
comercio brasileño desde una fecha muy temprana, del mismo modo que los barcos ingleses.

/ Tras la unión en 1580 con España se concedían permisos más fáciles a comerciantes españoles que a los
de otras nacionalidades, lo que llevo a un aumento del comercio ilegal. Sin embargo, los portugueses temieron
que los españoles es arrebatan su comercio con Brasil, y frenaron su accionar. LA mismo tiempo, los
portugueses se aprovecharon de la relajación de los lim o fronteras pol entre los dos imperios. En particular
los contratos para el comercio de esclavos de Hispanoamérica abrieron nuevos mercados a los comerciantes
portugueses. En gral, los comerciantes portugueses se establecieron en Lima, Potosí, Cartagena y Ciudad de
México, así como en Sevilla. Y bs AS se convirtió en una factoría portuguesa para el comercio ilegal con
Perú. La plata de Potosí llego a ser la moneda corriente en brasil durante este periodo.

La extensión de las hostilidades entre Holanda y España a imperio portugués después de 1621 condujo no
solo a la perdida del nordeste de Brasil y de su comercio, sino que después de 1640 cuando se intensificaron
las act holandesas, se desbarato gravemente el comercio portugués con el reto del Brasil. Los recursos navales
de los portugueses fueron inadecuados para la protección del comercio del azúcar. Tras diversas medias en

170
1649 la corona aprobó los estatutos de una Compañía General de Comercio. Se limitarían los embarques a
Lisboa y Brasil a un sistema de flota y se lo dotaría de unos adecuados navíos de escolta.

La compañía tenia otras fuentes de ingresos en el transporte en barcos de guerra de ciertas mercancías,
particularmente: vino, harina, aceite y bacalao (la compañía disfrutaba de un num considerable de exenciones
y privilegios)

Mientras tanto, los tratados angloportugueseses de 1642 y 1654, además e afirmar y extender el status
especial de la factoría inglesa en Lisboa, habían concedido amplios privilegios a las comerciantes ingleses en
el comercio colonial portugués y, se daba, preferencia a los comerciantes ingleses si la compañía necesitaba
barcos adicionales. Así también se restablecieron re// comerciales normales con los holandeses en 1661, con
los franceses en 1667 y con los españoles en 1668.

A media que las amenazas en el mar desaparecieron, la Compañía tuvo un mejor funcionamiento. En 1678 se
estableció una compañía específica para Marañao.

Aunque la Compañía Geral de Comercio fue abolida por el rey Joao V en 1720, se mantuvo el sistema de
flota que fue abolido en 1765-1766.

El comercio entre Portugal, el resto del imperio portugués y brasil estaba dominado es este a oeste por
esclavos y de oeste a este por el azúcar.

De África se utilizaban 2 regiones: a) África occidental, donde se usaba el termino sudaneses para referirse a
las tribus, como los wolof, los mandingo, los songhai, los mossi, los hausa y los peul. b) África central y
ecuatorial, donde los hombres de las tribus bantúes eran más pequeños, más sumisos, de religión animista y
en su mayoría agricultores sedentarios. En el s XVI y p del XVII la mayoría de los esclavos eran del tipo a; y
había el s XVIII eran bantúes.

El comercio de esclavos estaba abierto a todos los portugueses mediante el pago de un derecho. La
recaudación de los der se arrendaba por medio de un asiento (contrato) a un contrastador, que entregaba los
conciertos a los traficantes,. E asiento representaba un permiso para el embarque de esclavos desde África.
LA compra se llevaba a cabo por medio de intermediarios; en Guinea están los tangosmaus (aventureros que
Vivian como nativos) y en Angola los pombeiros (africanos que ya esclavos de plantadores blancos q iban al
interior en busca de esclavos).

/ Las condiciones de los barcos para sus trasporte eran nefastas.

Al principio a los señores de los ingenios se les autorizaba atraer a sus propios esclavos de África, y en 1559
hubo un decreto que limito la cantidad.

Hacia finales del s XVI, el azúcar había dejado de ser un producto medicinal de oferta limitada para
convertirse en alimento, y durante un siglo, desde 1570-1680, Brasil fue el mayor productor y exportador de
azúcar del mundo. Hasta la crisis de 1680 la tendencia secular de la producción de azúcar brasileño fue en
alza (interesante ya que el brasil holandés esta excluido). Además frente al movimiento depresivo del s XVII,
la abundancia y el crec de la producción no afecto al mov de los precios del azúcar, que también estaba en
alza, así como el precio de los esclavos. LA crisis del s XVII no afecto a Brasil hasta finales del mismo.

El ciclo del azúcar brasileño.

1- expansión 1570-1600 (aumento el num de ingenios, en paralelo al de la exportación.

171
2-1610 cayeron los precios, por la tregua de los 12 años. Tras esta volvió a aumentar. Los ataques holandeses
irrumpieron los embarques atlánticos portugueses, y se decretaron impuestos más altos para pagar los gastos
de defensa.

3- fase de crec hasta 1640.

4-caída de producción y exportación 1640-1660 que siguió a la ocupación holandesa de Pernambuco y a la sig
reorganización de la industria azucarera por parte de los portugueses; sin embrago, los precios continuaron
subiendo igual que los impuestos que se gravaban a azúcar.

5- una recuperación del crec en al década de 1660 que siguió a la creación de la Compañía Geral do Comercio
y al sist de Flota, al fin de la guerra y a reactivación de la producción de Pernambuco.

6- 1680 crisis, resultado del aumento de la producción en las Antillas. Se comenzó a invertir en la cría de
ganado y agricultura; aun así con el azúcar se siguieron obteniendo beneficios.

El azúcar que se procesaba en los ingenios brasileños se exportaba en su mayor parte a Europa, y los envíos se
hacían en nombre de los señores de los ingenios, los lavradores (cultivadores de la caña de azúcar), o los
comerciantes-exportadores. Hasta 1640 cada barcos transportaban determinada cantidad, que comienza a
aumentar (mayores barcos= mayor cant de azúcar). La arada en Lisboa era parte del viaje circular: los barcos
que habían venido de África con esclavos volvían con azúcar. El conste del trasporte era elevado. Y durante el
periodo de los convoyes, existían también las tasas de avaria, impuestas para pagar la protección de los
barcos.

Además del comercio ilegal a través de Lisboa que llevaban a cabo los comerciantes portugueses y los
extranjeros con licencia del rey, había un dinámico contrabando manejado por los ingleses, los españoles, los
franceses y los holandeses (se hizo un intento por refinar el azúcar en Portugal pero fracaso, la misma ya
venia refinada desde Brasil).

Entre los productos del comercio atlántico, el tabaco era el mas imp. En la primera mitad del s XVII la pol
portuguesa era la de restringir el cultivo del tabaco en el país y en las islas del Atlántico con el fin de fomentar
la producción brasileña. A medida que creció el comercio de esclavos a Brasil, el tabaco brasileño y el ron
fueron los productos que se usaban palmente. Para el intercambio por esclavos en las costas del África. Por
otra parte, la importancia del algodón había decrecido durante el s XVII.

A brasil se importaban más productos, además de esclavos y marfil de África. También sedas, tejidos,
herramientas para el tabaco en los ingenios, ciertos alimentos como e pescado salado y vinos; trigo. LA
producción de sal en Portugal sal era muy imp para la conservación de los alimentos.

PORTUGAL Y BRASIL HACIA 1695-1970

La crisis de la industria del azúcar en Brasil en 1680, inicio n ciclo de crisis en Portugal. Los ingresos del
comercio colonial disminuyeron tanto que Portugal ya no era capaz de compara en el exterior la manufacturas
destinadas tanto a la metrópoli como a las colonias las exportaciones del Azúcar registraron una subida
temporal a fines del XVII, aunque la tendencia gral era la baja.

172
/ fue le oro lo que transformo la economía lusobrasileña e inicio una nueva era: los hallazgos fueron en
Minas de Gerais; Bahía; Goias y Mato Grosso.

Durante el reinado de Joao V (1706-1750) se expandió la producción del oro de brasil y su exportación a
Portugal. Se descubrieron las minas de diamantes en Cerro Frío, al norte de Minas.

La reorganización de la economía lusobrasileña en torno al oro, en la primera mitad del SXVIII reforzó los
lazos de unión entre Portugal e Inglaterra. El Tratado de Methuen (1703) reafirmo una relación comercial
definida, en la cual los portugueses aportaban vino y aceite de oliva y los ingleses, tejidos y otros productos
manufacturados y trigo. Es un echo irrefutable que una gran `proporción de oro brasileño que entraba a
Europa era importado clandestinamente por los ingleses. Por otra parte, el comercio entre Lisboa y las Trece
Colonias de Norteamérica tampoco era despreciable. Brea, arroz, tabaco y madera eran productos americanos
que los portugueses nec. Mientras que Lisboa servia de puerto de reavituallamiento en la ruta de Londres y
las Natillas Británicas.

El ciclo del oro brasileño tuvo un efecto imp en otro aspecto: el comercio de esclavos en África. La demanda
de trabajo en las zonas de producción de oro mantuvo el nivel del comercio de esclavos a pesar de la
depresión registrada en las regiones azucareras. Desde 1720 la cantidad de esclavos que ingresaba a Brasil
aumento, y aun mas en la sig década.

La crisis económica de 1680, el fin del ciclo del azúcar y el comienzo del ciclo del oro dieron un nuevo
ímpetu a la expansión de la frontera brasileña. Brasil estaba dejando de ser un archipiélago costero, y estaba
apunto de convertirse en un subcontinente. El lejano oeste se abrio y se colonizo durante la época del oro y
esto se refleja en la pal. Reorganización de la administración colonial: en 1720 Minas de Gerais se separo de
la capitanía gral. De Río de Goias y en 1748 de la capitanía de Mato Grosso.

En 1680 se funda la colonia de Sacramento, los portugueses, como lugar de depósito para el comercio de
contrabando con Bs AS.

La decisión portuguesa de instalarse en las tierras del sur fue una consecuencia directa del conflicto hispano-
portugués en el Río de la Plata, que volvió a surgir en 1723. desde 1716, las re// se habían hecho tensas y los
gobernadores de Colonia de Sacramento y de Bs As se vigilaban de cerca e intentaban fundar puesto y
asentamientos en otros puntos en la mar en izquierda del estuario para asegurarse su propio comercio de
carnes, pieles y brea, y para contener la expansión de su enemigo.

Hacia 1729 la paz entre España y Portugal perecía haberse conseguido. José, príncipe de Portugal, se había
casado con la infanta de España, María Vitòria, y el príncipe de Asturias, Futro de Fernando VI de España, se
había casado con la Infanta de Portugal, María Bárbara de Braganza, Hija de Joao V. Pero tras un incidente en
1735, las relaciones se volvieron a quebrantar. Esta no acareo consecuencias militares en Europa, pero
proporciono alteraciones en el status quo del Río de la plata.

El Tratado de Madrid (1750), tras 3 años de negociación, fue el acuerdo mas imp sobre las tierras en ultramar
firmado entre españoles y portugueses (después de 1494 de Tordesillas). En este se abandono el tratado de
Tordesillas, que no tenía nada que ver con la realidad y en el que se establecía que cada uno se queda con el
territorio ocupado, auque 4 art claves constituían la excepción. (-Portugal renunciaba a cualquier reclamación
sobre Colonia y reconocía la supremacía española en el Río de la Plata;- España abandonaba todo el territorio
del Río Uruguay y prometía evacuar las Siete Misiones. Las fronteras de las posesiones españolas y
portuguesas se trazaron el “Mapa de las Cortes”. El tratado de Madrid, El tratado de los Límites, concedía a
Portugal la soberanía sobre vastas zonas de Sudamérica y dio a Brasil la forma que ha mantenido hasta al pte.

173
Los primeros años qe van de 1580 a 1750 fueron decisivos para el desarrollo de Brasil. Primero el azúcar y
después el oro, junto con el tabaco, el algodón, la ganadería y los diamantes. El sistema imperial portugués,
que se había basado originariamente en África y Oriente, llego a tener sus bases esenciales en Brasil y el
Atlántico, y fue Brasil el que facilito a Portugal el equilibrio de su balanza de pagos con el exterior. También
fue Brasil el que dio a Portugal los medios y la autoridad para defenderse de España, tanto en la península
como en Sudamérica, y para reforzar la especial relación existente entre Lisboa y Londres. Finalmente, fue
Brasil el que proporcionó a Portugal la posibilidad e mantener su influencia pol- y cultural- en Europa.

En 1750 llego al trono José 1 y llevo al poder al marques Pombal, quien iba a desempeñar un papel
predominante en Portugal y en su imperio durante mas de un cuarte de siglo. AL mismo tiempo, la
producción en Brasil de oro y los ingresos a la corono, alcanzaron su punto mas lato para después emprender
un acusado descenso.

PIETSCHMANN, H

La expansión trasatlántica de las monarquías ibéricas desde F. SXV está acompañada por el surgimiento del
estado moderno (sus rasgos más imp. Fueron el reglamento del ejercicio del poder y de la vida social en gral.
Por un complejo sistema de normas jurídicas emanadas del príncipe como la encarnación del supremo poder
estatal y la administración y aplicación de estas normas legislativas por un cuerpo de funcionarios al servicio
del monarca.
La crecida demanda de funcionarios expertos en jurisprudencia fomento los estudios universitarios de tal
modo que la admisión de un título de universidad en jurisprudencia y el ingreso del cuerpo del funcionarios
estables llego a ser en el s XVI, una nueva forma de ascenso social debido a los esfuerzos del estado de dotar
a sus funcionarios de un elevado prestigio social y de privilegios especiales. Esta transformación del estado
pronto encuentra sus repercusiones en la sociedad que tiende más y más a arreglar sus conflictos internos
mediante el recurso a este nuevo aparato burocrático-administrativo.
Con Carlos V y Felipe II comienza la tentativa de eliminar el poder desmenuzado y su fuerte arraigo en
concesiones de tipo medieval que detentan los jefes de las huestes conquistadoras en las zonas de nueva
colonización.
Una legislación abundantísima intenta precaver abusos de los funcionarios. A ellos se les asignó un sueldo
fijo y se les prohibió cualquier actividad que proporcionara ingresos adicionales. Otras leyes procuraban el
aislamiento social de estos burócratas del medio ambiente en el cual debían ejercer sus oficios, prohibiendo el
matrimonio con mujeres nativas de su distrito y la adquisición de bienes inmuebles dentro de su jurisdicción
El ideal que persigue esta legislación es el funcionario imparcial, incorrupto que se dedica por completo al
logro del bien de la corona y del público.
- La realidad fue bien distinta: Phelan dice: la razón fueron los bajos sueldos hicieron imposible el
desarraigo de la corrupción de los funcionarios en América.
El tema de la corrupción no es enteramente nuevo en el ámbito de los estudios de la historia española
e hispanoamericana.
- Khevesen: insistiendo en la generalización del contrabando del comercio indiano, concluye que la
corrupción es la señal de la existencia de una lucha entre la coona, la burocracia y la oligarquía por
el control de la riqueza del país.
- Vicens Vives: la administración tenía que hacer funcionar el mecanismo del comercio americano a
pesar de las leyes.
La segunda y tercera opción eran ideas más avanzadas que la primera. Asignan el fenómeno en consideración
al rango de un sistema destinado a hacer funcionar el mecanismo del comercio colonial a pesar de las leyes y
reglamentaciones estatales que tendían a asfixiar el intercambio entre Europa y el Nuevo mundo. Además
ponen en correlación la de oficios y corrupción.
- García Martín: el favoritismo que predominó a lo largo del s XVII en el nombramiento de
funcionarios públicos y que contribuyó a formar un grupo cerrado de cortesanos que manejaban el

174
poder político, lo cual provoco manifestaciones de protesta: corrupción aparece aquí restringido a los
significados de nepotismo y favoritismo.
Lo recién mencionado es un estado de la investigación.
Horst Pietschmann: define la corrupción como la trasgresión de preceptos legales y normativos con fines
propios o de grupo (se centra en el Virreinato de Nueva España).
Prácticas corruptas se encuentran en las esferas más altas de la administración colonial desde el principio de la
Colonización (ej. Adjudicarse indios en encomienda, vender indios como esclavos)
Es esta época que podríamos designar como fase de repartición del botín de la conquista y que dura hasta
bien entrado el reinado de Felipe II, época en la que se repartían indios tierras, pero también cargos y otros
favores y privilegios a familiares allegados y funcionarios de toda clase. Sobre todo los virreyes hacia su
séquito.
Para fines del SXV y pSXVII las cosas van de mal en peor. Si bien los elementos burocráticos y poder
público enviados desde la Península contribuyeron en parte a evitar a formación en Nueva España de una
típica sociedad señorial a la vieja usanza, no menos lo que a la larga esta traicionó los fines que les estaban
encomendados para ayudar por el contrario a la formación y poder de oligarquías opuestas los intereses de la
Corona y de la mayoría de sus súbditos, los indios palmente.
Aunque todavía no tenemos ningún perfil social de los funcionarios que van desde España a ocupar plazas en
la administración colonial hay que suponer que los que iban eran más bien personas que no veían la
posibilidad de instalarse en la metrópoli y que al mismo tiempo era personas dispuestas a sacrificar algo para
lograr su acomodo. EN casi todos existía el dese de ascenso social, por lo que muchos fueron con el espíritu
de rapacidad.
A P. del SXVII los desórdenes de la burocracia colonial se habían generalizado.
Cuando algún virrey intentaba frenar un poco la corrupción no solo se choca con la administración central del
virreinato, sino también con los representantes más altos de la Iglesia que alborota a la plebe contra el virrey
(fue el caso del Conde de Gelves).
A partir de mitad de siglo aumentan las prácticas corruptas en la administración local. Los alcaldes mayores y
corregidores, cuyos oficios se venden [por los virreyes, aumentan de forma considerable sus repartimientos de
mercancía a indios y españoles, invirtiendo en sus negocios gran parte de las sumas que cobran a cuenta de
tributo. El máximo desorden se alcanza a mitad del s XVII en Nueva España. No solamente los
corregimientos o alcaldías mayores se vendían sino también las comisiones para tomar residencia a los
titulares de estas cargo.

La transgresión de normas y leyes no ciño solamente a la burocracia, sino se extendió al púbico en Gral. Que
requirió los servicios de la burocracia. Así lo testimonia la omnipresencia del contrabando. Hay que insistir,
que la iniciativa para la corrupción burocrática en muchos casos viene del público que por medio del
ofrecimiento de regalos valiosos procura granjearse la voluntad de los funcionarios. Tampoco se puede
eximir de este panorama al clero, tanto regular como secular.
Esta predisposición para la transgresión de normas en amplias capas de la sociedad parece prolongarse
también con las latas tazas de criminalidad en las capas bajas de la sociedad.
La corrupción no puede pensarse sólo en criollos o peninsulares, porque ambos lo practican.
Fue bajo Felipe II cuando se introdujo la venta legal, que concedió plena propiedad del cargo al comprador.
Este nuevo régimen de oficios vendibles y renunciables afectó tanto la administración de la metrópoli como
la colonial. Con Carlos ii el pago se efectuaba previamente y en efectivo. Estos cargos se quedaron sujetos a
su duración establecida.
La situación era diferente si se compraba un cargo vitalicio o no, en el segundo caso implicaba una mayor
corrupción para recuperar lo invertido y obtener ganancias.
El beneficio de empleos aumento de forma considerable la corrupción de los funcionarios del Gob.
Especialmente y precisamente por las condiciones en las que se efectuó. Los oficios públicos se convirtieron
así en una mercancía como cualquier otra o en una inversión de tipo comercial. Se puede concluir que a
mediados del s XVII el estado español cambio su pol. Frente a los oficios públicos. Viendo que no lograba
aumentar sus ingresos por la corrupción reinante, se dedicó a explotar los oficios no en contra de la palabra de
la ley pero si del sentido de ella.
A medida que le Estado aumentaba su corrupción, en paralelo aumentaba las cargas que pesaban sobre las
capas bajas de la sociedad.
Los funcionarios de gobierno, de nivel mediano y pequeño no pueden lograr sus fines de enriquecimiento sin
la colaboración de los dirigentes de la jurisdicción para la cual se les ha nombrado. La corrupción no es un

175
fenómeno limitado a los funcionarios, sino se da en la mayoría de los casos solo con el consentimiento de los
grupos más poderosos de la oligarquía. Se puede decir que de los oficios llevo en sus dos formas a una crisis
de poder de Estado, porque permitió el acceso al poder de grupos y calves de la oligarquía colonial y porque
aumento la corrupción de funcionarios e así indujo a estos en si mayor grado a vincularse con los grupos
poderosos para logara sus fines. A administración en el mejor de los caso, o persigue fines propios o se
convierte en agente de los intereses de las oligarquías coloniales. El estado al ganar mayor participación
económica en el producto global colonial, pierde una parte imp. De su poder e influencia en la realización de
sus fines políticos.
SXVIII: corrupción ambivalente. Tras medidas de la corona se logra frenar a nivel virrey y audiencia, pero a
nivel medio y bajo de la administración la corrupción continuo.
Los nuevos funcionarios introducidos con la Reforma de Carlos III, los intendentes parecen haber sido
bastante honestos, a diferencia de sus subdelegados. O sea, tras las reformas borbónicas la corrupción
retrocede en poco (aunque hay que tener en consideración el aumento de los sueldo que virreyes, o oidores y
oficiales recibían).
Como muchos funcionarios eran inclines a imitar la ostentación suntuosa de la oligarquía criolla las sumas
asignadas ni pueden haber bastado.

Conclusión: la corrupción en américa no fue un mero abuso mas i menos frecuente sino que estaba pte. En
todas las regiones de forma regular. Siempre hubo un índice bastante elevado de corrupción entre la
burocracia estatal.
Entre la burocracia Hispanoamérica se observan cuatro tipos de corrupción: comercio ilícito, cohechos y
sobornos, favoritismo y clientelismo y, venta de oficios y servicios burocráticos al público.
Es de resaltar como regla gral. Que la corrupción no se limitó a la burocracia solamente, sino se encuentra de
manera muy acentuada de forma gral., lo cual se podía interpretar como una crisis de conciencia permanente y
también como crisis del poder estatal.
La corrupción en América ha tenido carácter de sistema y habrá que explicarla en términos de una tensión
más o menos permanente entre el estado español, la burocracia colonial y la sociedad colonial (como
planteaba Klevelen).

Faltan

-ASSADOURIAN, C.S., “Los señores étnicos y los corregidores de indios en la conformación del estado
colonial”, Anuario de Estudios Americanos, T. XLIV, Sevilla, 1987, o en Assadourian, C.S., Transiciones
hacia el sistema colonial andino, El Colegio de México/IEP, Perú, 1994, (cap.6), pp. 209-279 y “Apéndice
documental” pp. 280-292.

-BARNADAS, Joseph, “La iglesia católica en la Hispanoamérica colonial” en: BETHELL, Leslie ed.
Historia de América Latina Cambridge University Press, Ed. Crítica 1990, tomo II, Cap 6.

-BRADING, David A., "El profeta desarmado", en: Orbe Indiano. De la monarquía católica a la república
criolla, México, Fondo de Cultura Económica, 1991, pp. 75-97.

-BURKHOLDER, Mark, “Burócratas”, en Socolow, Susan y Hoberman, Louisa. comps., Ciudades y


sociedad en Latinoamérica colonial, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1986, pp.105-140.

-GANSTER, Paul, “Religiosos”, en SOCOLOW, Susan y HOBERMAN, Louisa. (comps.) Ciudades y


sociedad en Latinoamérica colonial. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1986. pp.141-174.

-PIETSCHMANN, H.: "Los principios rectores de la organización estatal en las Indias", en ANNINO A,
CASTRO LEIVA, A, L. y GUERRA, Francois-Xavier, De los Imperios a las Naciones: Iberoamérica,
IberCaja, Zaragoza, 1994, T. 1, pp. 75 – 103.

176
UNIDAD V

LA ECONOMÍA, EL COMERCIO Y LA ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO EN AMÉRICA

1- El descubrimiento de áreas mineras y la organización del espacio económico. La industria de la minería en


Hispanoamérica. El impacto de la economía minera en Europa y el circuito del metálico.

2– El comercio ultramarino: la política y el sistema comercial español bajo los Austrias. El comercio de importación y de
exportación. Los monopolios. La trata negrera.

Los mercados interiores. El modelo solar y las economías regionales. La participación indígena en los mercados.
Tenderos y pequeños comerciantes.

3-La tenencia y explotación de la tierra. La renovación de las técnicas agrícolas, El impacto de la ganadería y la nueva
geografía agraria americana. Viejos y nuevos cultivos. Entre la encomienda, la hacienda y la estancia-rancho. Propietarios,
aparceros e inquilinos. La agricultura en las comunidades indígenas. La agricultura comercial y la plantación. Los
mercados agrícolas.

4- La organización del trabajo: Trabajo y tributo. Entre la encomienda y la mita. El yanaconazgo. El trabajador libre y el
peonaje. Esclavos urbanos y rurales. Esclavos en las plantaciones. La diversidad de ocupaciones en el área agrícola,
ganadera y minera. Artesanos y obrajes.

5- Economía en el Brasil portugués. La plantación azucarera y el ingenio. El ciclo del oro y los diamantes. Mercados
mineros, comercialización y transporte.

6- ¿Crisis del siglo XVII? La decadencia española y la pérdida de control sobre las Indias.

7- El siglo XVIII. Modificaciones en el sistema de monopolio comercial y los conflictos que generó. Los cambios en el
sistema de recaudación fiscal: impuestos y tributos. Las políticas metropolitanas y la recuperación de los centros mineros.
La presión fiscal y mercantil sobre las sociedades indígenas.

8- La economía en las nuevas colonias del siglo XVII y XVIII. Las plantaciones azucareras y la subsistencia en el Caribe.
Las plantaciones tabacaleras en las colonias británicas. Propiedad y producción en Nueva Inglaterra. La producción en los

177
señoríos rurales de Nueva Francia. Actividades económicas en Montreal y Quebec. El comercio de pieles en Nueva
Francia. Colonos e indígenas. Entre los “indentured servants” y la mano de obra esclava. El comercio colonial bajo el área
británica, las actas de navegación. El comercio intercolonial.

Bauer
La economía se forma a través del tiempo y del espacio.

La historia rural en Hispanoamérica es estratigráfica, por la acumulación de los hechos unos sobre otros, sin
ser borrados los anteriores.

Los valores impregnados de reciprocidad que precedieron tanto a los españoles como a los incas, continúan
influenciando las transacciones económicas en los Andes centrales. Durante los 3 siglos de dominio español,
la cultura económica europea se volvió dominante y disolvente del sustrato nativo, pero cierto es también que
persistían las formas indígenas y continúan hoy a filtrarse en la superficie.

Objetivo del artículo: La importancia de la invasión europea, la naturaleza de la cultura nativa precedente, y el
entretejido de os tiempos históricos variaron a través del espacio, existían marcadas diferencias regionales en
Hispanoamérica.

LA FORMACIÓN DEL COMERCIO REGIONAL Y MERCADOS EN EL ESPACIO ECONOMICO DE


NUEVA ESPAÑA.

En el momento de la conquista de México, una alianza entre tres ciudades-estados en el valle de México,
habían sometido a gran parte de MesoAmérica a una condición tributaria. Esto significaba que el flujo de
bienes tales como plumas precios, géneros de algodón, y cacao era fomentado por la fuerza- a través de los
mercaderes respaldados por el poder estatal- desde los pueblos sometidos y transportado sobre espaldas
humanas al gran valle intermontano de México. Allí, en el gran centro mercantil de Tlatelolco, estos bienes
tributarios se mezclaban con la producción local de los lugareños y eran intercambiados por trueque o a través
de un rudimentario sistema monetario de piezas de cobre y granos de cacao.  Aunque Tlatecolco era el más
grande de los mercados mesoamericanos y se enriquecía por la afluencia de los bienes tributarios, hay que
imaginarse un cuadro de una extendida economía de mercado haciendo girar a una serie de mercados locales.

A cambio de la exótica producción de las tierras tropicales, largas hileras de cargadores humanos
especializados transportaban desde el centro, refinados utensilios de metal, cerámica fina y también inducían
a los habitantes de las tierras bajas a comprar inútiles golosinas de las mesetas.

/ El valor relativo de los precios estaba calculado en granos de cacao, que era la moneda corriente de la
época.

 Con la llegada de los españoles cambie el sistema de valores, donde cosas que anteriormente inútiles
comienzan a tener un gran precio, y viceversa.  se comienza demandar metales preciosos y comida
civilizada.  Durante los tres siglos siguientes, los invasores y sus descendientes desarrollaron un sector
europeo en la gran economía que si en un principio se situó al lado de s nativos, luego se extendió desde las
ciudades y minas para penetrar y absorber la mayor parte de la economía.

/ Paralelo a esto y derivado de la demanda europea de los productos de su agrado, los conquistadores
introdujeron cambios en el ritmo y la remuneración del trabajo en sus esfuerzos por crear tanto un mercado de
trabajo como uno de productos.

178
/¿Cómo se llegó a esto? ¿Cómo esta economía rural, trabajó en la tierra en su etapa madura?  En
1520/1530 los españoles se esforzaron por extraer alimentos nativos y servicios de trabajo a través de la
encomienda. Los invasores fueron también rápidos para introducir el ganado y las plantas europeas, pero no
tuvieron éxito en persuadir a la población local de cultivar trigo; y los olivos y las viñas toman tiempo.

Hacia ½ del S. XVI, el descubrimiento de extensos depósitos de plata, el incremento de la inmigración


europea, y el desarrollo de pueblos y ciudades europeas crearon una creciente demanda por bienes, en
especial por aquellos que se necesitan en cantidad para las afilias y no podían ser satisfechos por las
importaciones. Aproximadamente al mismo tiempo, los agente patógenos europeos devastaban a la población
nativa, dejando sus tierras despobladas para ser distribuidas entre los españoles. Allí emergían ahora electos
nuevos, en un mercado de bienes y trabajo segmentado e integrado intermitentemente, donde la compulsión
permanecía presentes en ambos.

 Se introduce nuevo ganado: vacuno, equino, porcino, ovinos y predadores, pero los vacuno y equinos
permanecieron primero largo tiempo en la parte europea con la excepción de aquellos que criaban para la
venta en mercados y para los pueblos mineros.  Carne, pieles y sebo se convirtieron en ítems importantes
para el consumo europeo.

Los españoles insistieron en los alimentos “dignos” como pan de trigo, aceite de oliva y vino. Dos de ellos
son necesarios en pequeñas cantidades para la misa, y los europeos apuntaban también a reforzar su propia
identidad, a través del consumo de productos familiares.

 Los españoles trataron de captar a los nativos para cultivar trigo esta política tuvo escaso éxito en toda
MesoAmérica, pero tuvo mayor aceptación e n los andes.

/ ¿Porque se prefiere el maíz antes que el trigo?

1- el maíz puede ser plantado entre troncos, rocas o laderas empinadas, mientras que el trigo requiere la
limpieza de la entrara superficie del campo.
2- El maíz puede dejarse maduro en los campos cultivados, permitiendo extender la cosecha durante
varios meses; mientras que el trigo requiere trabajo concentrado en un periodo de dos semanas;
3- El maíz puede almacenarse en la mazorca y es menos susceptible a pudrirse y de ser atacado por los
gorgojos;
4- el maíz rendía diez veces más que el trigo medido en proporción a la semilla.
5- El trigo requiere arado, animales de tiro y la hoz o guadaña, todos ausentes en la América aborigen.
El trigo fue introducido vacilantemente en Nueva España y llego a estar concentrado en cuencas
intermontañosas, esto se debe a que este no tolera los excesos en el clima como la humedad o el frío. Luego
de los primeros años después de la conquista se debió cambiar el ciclo de cultivo del trigo que era totalmente
perjudicial para este. Mantiene el sistema de la trilla.

Al tiempo que el segmento hispanizado de la población crecía y el pan de trigo se volvía un alimento
prestigioso y dietariamente satisfactorio, los colonos europeos abandonaron el intento de forzar la
introducción del trigo sobre la población nativa, y tomaron medidas para asegurarse el dominio de la
producción. Las granjas de cultivo de trigo aumentaron en cantidad y tamaño, siendo administrado por
estancias a través de jornaleros o arriendos.

Los colonos europeos comenzaron a trasladarse hacia la producción del maíz. Cuando la sequía o la helada
provocaban que el sector campesino agotara sus abastecimientos tempranamente, los grandes graneros de las
estancias les permitían a unos pocos grandes productores mantener el maíz fuera del mercado hasta que la
inevitable suba de los precios trajera beneficios. Los dos grandes cereales condujeron así a una cultura dual
en el campo: el trigo era producido en estancias irrigadas, centralizadas, supervisadas y circulaba en el sector

179
de la economía española o hispanizada. Como era poco el trigo producido para la subsistencia o autoconsumo
y por su elevado valor, era comerciado a través de todas las regiones.

 Las grandes minas impulsaron una economía multipolar que creo un gran espacio económico
interrelacionado. A través de este espacio, se adelantaba el crédito, se vendían los bienes por dinero, y se
gobernaban los precios por el flujo del comercio.

Borah: “había dos poblaciones con diferentes patrones de consumo, un mundo español-trigo, aceite, carne y
vino, ropas de lana y seda, construcción con pautas europeas; frente a los mundos indios-maíz y en
Sudamérica papas, mandioca, ropa de algodón, bebiendo maguey; en Sudamérica lana de camélidos y casa de
al estilo nativo.  Hay diferentes tipos de mercado para cada grupo étnico.

MERCADOS LOCALES E INTERCAMBIO EN NUEVA ESPAÑA.

Por debajo de la monetarizada y e integrada cara de mercados regionales yacía la producción de


innumerables lugareños y trabajadores de las haciendas que producían una gran parte de su alimento, sustento
y vestimenta. Trocaban en los mercados locales y raramente recibían un salario en moneda, sino
frecuentemente en raciones, acceso a la tierra o crédito hecho por sus empleadores a cambio de avances en
géneros, maíz, agujas o listones. Aunque algunos emprendedores dueños de casa llevaban lo que sobrada de
su consumo al mercado, aunque el excedente era a menudo extraído por compulsión: tributo y diezmo.

El diezmo impuesto gravado sobre el diez por ciento de la producción agrícola y sobre un décimo del
incremento anual del ganado, era recogido por la iglesia directamente por los clérigos o indirectamente a
través de contratados. El diezmo era recogido en especies. Los ingresos en efectivo eran llevados a la iglesia
diocesana (el clero secular) pero el producto mismo, ingresaba a la larga al mercado regional. El diezmo
servía para forzar la salida de productos fuera de las comunidades a los más grandes circuitos comerciales.´

El tributo era el impuesto recaudado por la corona sobre los hombres adultos, era también usado para extraer
productos de la economía inferior para la circulación en la superior., ya que también se acepta el pago en
especie.

Otro elemento del panorama rural a parte de los pueblos, y los grupos sueltos de rancheros era, el de las
grandes estancias. Las estancias privadas, de dos caras, se situaban en la intersección de las dos economías. El
frente externo de la hacienda se enfrentaba a minas, ciudades y el más extenso mundo. Su propietario buscaba
créditos a interés, se trasladaba de un cultivo a otro en reacción a los precios, vendía productos por efectivo y
tenia como objetivo el beneficio; en resumen, actuaba como el quasi-capitalista que era. Pero hacia sus
trabajadores, hacia el frente interno, era un seño semi-feudal o un tacaño empleador. Su principal objetivo era
evitar cualquier pago en dinero. Los propios trabajadores eran pagados en su mayor parte en productos que
ellos mismo hacían. Los bienes eran adelantados e base a promesas de futuros trabajos o se usaban para atraer
residentes. El terrateniente pagaba las tazas de las bodas y los bautismos de sus trabajadores y les pedía un
trabajo a cambio; cuando los trabajadores eran inscriptos como tributarios en los registros de la estancia, el
propietario pagaba la tasa de tributo de sus trabajadores en dinero o en especie y tomaba a cambio servicios
laborales.

TRABAJO Y MERCADOS LABORALES EN NUEVA ESPAÑA.

180
Los invasores europeos pretendían obtener el control de la fuerza de trabajo de los conquistados y torcer sus
energías hacia la construcción de edificios públicos o eclesiásticos, a.C. las minas de plata y hacia la
producción de cultivos europeos, animales y productos. Desde mediados del s. XVI los trabajadores
requeridos eran solicitados por la corona.

/ en una ciudad el funcionario hacia el conteo de todos los jefes de la familia y los tributarios de entre
ellos (la unidad impositiva eran los hombres de entre 18/50 años) un día los hombres podían ser requeridos
para presentarse. El funcionario de la corona, trabajando con los caciques nativos o los líderes recientemente
instalados del gobierno de pueblo indio, asignaba a estos hombres para varias tareas estos trabajadores
tomaban turnos y en principio debían ser pagados en moneda: dos reales. Al principio solo una parte de la
población total era atraída al sistema de repartimiento o distribución.

/ ¿Por qué lo empleadores debían forzar a la población nativa a trabajar? ¿Por que pagar salario alguno?
 los europeos descubrieron que los trabajadores nativos trabajarían con los estímulos apropiados, pero a que
la fueraza estaba presente, tras ser conquistada, los empleadores no tenían porque pagar un salario de mercado
(que cuadruplicaba al de ellos). Por debajo de esto, muchos empleadores mantenían la creencia que los
hombres no responderían a incentivos y no “tendiendo necesidades” no permanecerían en el trabajo una vez
que el ingreso esperado fuera obtenido, y así las compelieron al trabajo compulsivo.

El repartimiento separaba a los encomenderos se sus trabajadores; mientras la insistencia de la corona e pagar
era un paso en la dirección de su política general de crear con el tiempo un mercado integrado.

El colapso de la población nativa ejerció presión sobre estas medidas. Cuanto mas y mas empresario europeos
clamaron por una contraída oferta de trabajadores, los lideres étnicos previamente exentos de tributo y del
reclutamiento de trabajo, fueron ágora incluidos en éste; los empresarios mineros tuvieron que ofrecer parte
del mineral para atraer trabajadores, y los terratenientes persistieron en ofrecer tierras y raciones para
asegurar una fuerza de trabajo estable en sus trabajos y haciendas.

 Hacia finales del s XVIII la gente es pagada palmente. en dinero y es libre en el sentido liberal de la
palabra.

SALARIOS Y PRECIOS.

La población proporcionaba la explicación del cambio social: el incremento de la población significaba


precios más altos y salarios más bajos, en tanto lo inverso se hacía en verdad en tiempos de plaga y declive
demográfico.

sXVII los trabajadores estaban remunerados con una mezcla de moneda y raciones; aunque mientras otras
personas predominantemente del mundo rural arañaban la tierra para su propia subsistencia de modo que,
mientras los precios pueden ser una valiosa medida de valor del comercio interregional, indican menos
exactamente el bienestar diario, a ras del suelo, de la masa de la población rural.

Borah: pensó que la escasez de oferta de y trabajo haya impulsado a los terratenientes en el S XVII a ofrecer
mejores incentivos, para atraer arrendatarios a las estancias mientras, se esforzaban por mantenerlos en el
trabajo a través del dispositivo del peonaje por deudas. También hizo hincapié dada la presencia de un sistema
organizado por la corona que forzaba a los tributarios lugareños a las minas y a otras tareas exigentes,
muchos miembros de las comunidades veían la hacienda como el menor de los males y, como un paraíso.
Recientemente se tiende a restar importancia al peonaje por deudas.

181
¿Qué es la medida de precios?  Indican el valor de las importaciones y bienes y alimentos como géneros y
triíto comerciados a través de las regiones o en los mercados urbanos. Miden el valor cambiante de la propia
plata.

 Los precios estaban establecidos por la producción local de bienes y por el numero d personas que
realmente iba ala mercado: si solo el 10 % de la producción agrícola va al mercado, entonces el precio “refleja
la historia económica de ese 10%” y solo en la forma mas indirecta, el valor de los consumidores del otro
90%. (a mayor demanda, aumenta el precio; y a menor demanda baja el precio).

MERCADOS Y ESPACIO ECONÓMICO EN LOS ANDES.

En contraste con los conquistadores s de Nueva España que estaban fascinados por el mercado de Tlatelolco,
los primero europeos en los Andes están mudos en esta materia.

Las agrupaciones sociales en que estaba organizada la gente (ayllu) no estaban definidas espacialmente como
establecimientos de residencias contiguas sino como un archipiélago de nichos ecológicos” esparcidos a
través de diversas elevaciones, en las que los habitantes se esforzaban por tener bajo su control una amplia
variedad de cultivos y tierras de pastura y hasta recursos marítimos. Los miembros del ayllu pugnaban por
alcanzar la autosuficiencia, había poco intercambio entre los ayllu. En cada comunidad, las tierras eran
reservadas y trabajadas por sus miembros para producir un excedente para el estado y el culto, las viudas,
huérfanos y para los pobres. Donde el comercio servia era redistribuir en Mesoamérica, esa función era
asumida por el estado inca en Perú.

Después de la conquista y el establecimiento de una colonización española estable, la corona envió a


Francisco Toledo como virrey de Perú (1569/81) con el propósito de organizar a la población nativa rural en
comunidades de estilo europeo para abastecer al sector español de la economía con alimentos y productos y
para establecer regimenes de trabajo forzado para abastecer de trabajadores a las minas.

/El entusiasmo español por la reducción de los indios rurales a las comunidades de estilo europeo surgió
con los primeros contactos en el Caribe. La política fue llevada a cabo en Nueva España, y propuesta por los
disturbios de la guerra civil, fue introducida en Perú.  Recién en 1571 se puso en marcha. La reinstalación
proponía hacer más fácil la cristianización de la gente nativa y organizarlos para que los productos y el trabajo
pudieran ser extraídos para la empresa española. En los años que siguieron a los decretos de Toledo, los
“archipiélagos” verticales de varios “pisos ecológicos” fueron comprimidos en establecimientos donde las
personas vivían codo a codo.

Los líderes nativos ofrecieron un soborno a Toledo para detener el programa y cuando este fue rechazado,
dejaron de cumplir a manera de resistencia. El trigo y el ganado europeo fueron aceptados mas rápido en aquí
que en Meso América, ya que la esta gente estaba familiarizada con la quinoa, las llamas y alpacas.

Ocupación: en Perú la estructura indígena y sus líderes étnicos permanecieron más intactos. Así, más que ser
desestructurados o vencidos, el inca y sus descendientes resistieron, sobrevivieron y se acomodaron a sí
mismos como socios desiguales del mundo colonial.

Producción agrícola: los nuevos establecimientos producían una gran cantidad de excedente. Los mercados
locales se volvían más prominentes y los corregidores y los kurakas organizaban trenes de cargadores
humanos, y más tarde, caravanas de llamas y mulas para transportar bienes. La producción de coca
incremento. Todo esto era forzado más todavía, dentro de la economía española a través de la compulsión:
una vez mas, diezmo y tributo era pagables en coca, ovejas, maíz, llamas trigo y papas, y estos productos eran

182
vendidos por dinero dentro del mercado intrarregional por mercaderes locales que eran, el kuraka local o el
corregidor.

Mientras que la producción estaba siendo vertida desde abajo a los más grandes circuitos de comercio a través
de exacciones coloniales y el empresario nativo, la influencia marcadora del más grande complejo minería de
plata en el mundo en Potosí, comenzó a ejercer atracción hacia sí y a absorber la producción de regiones mas
lejanas. Para abastecer el floreciente mercado de este espacio económico, nacieron productos especializados d
distantes regiones satélite., como criar mulas, tejidos de obrajes.

Insistir en dos cuestiones:

1- la minería de plata de Potosí no puede ser entendida como una economía de “enclave” e donde se
extraía el metal y luego se remitía la mayor parte a directamente a Europa, como impuestos o como
pago por importaciones. Potosí generaba lazos mercantiles a todo el largo del “espacio peruano” y
quizás el 60 por ciento de toda la plata permanecía en la colonia para pagar los bienes y servicios
consumidos por la mina.
2- Aunque fue creado un mercado colonial interregional mediado por mercaderes, créditos, dinero y
preidea y consecuentemente influía en las vidas de la gente de Quito a Santiago, poco hizo por
trasformar las relaciones de producción entre empresarios y trabajadores en aquellas subrregiones; o
al menos, no los transformo en dirección al pago monetario, incentivos o una mayor dependencia.
Al tiempo que se ampliaba el mercado limeño por trigo, la tierra comenzaba a ser más valiosa, se necesitaba
más mano de obra para el cultivo y los terratenientes aumentaban la cantidad de servicio requerido. En vez del
trabajo ocasional, se lo requería para proporcionar un hombre fuerte y sano durante todo el año. Con el
tiempo, la estratificación social se intensifico. Los terratenientes se volvieron más ricos y fijaron su plaza
fuerte en la tierra. Los arrendatarios, enfrentados a la alternativa de la expulsión, aceptaban el aumento del
servicio requerido. Se refería a ellos cada vez menos como arrendatarios y más como inquilinos. Los
inquilinos producían trigo, que era vendido por dinero en el mercado limeño, pero recibían a cambio, un
puñado de harina tostada y el derecho a permanecer en la propiedad del terrateniente. Caso parecido paso con
os jesuitas y sus esclavos.

La práctica de consumo forzoso empujaba también a los campesinos a los mercados interregionales. Con la
decadencia de España en el siglo XVII, los cargos burocráticos ultramarinos fueron puestos a la venta para
aumentar los ingresos de la corona. Los corregidores compilaban sus posiciones a la corona tomando
préstamos de dinero. Para reintegrar sus deudas, los corregidores solicitaban adelantos de crédito de los
géneros, mulas y bienes de hierro a los mismos mercaderes y luego, sacando provecho de sus posición como
administradores y jueces se convertían tamben en mercaderes, forzando sus mercancías a través de gargantas
del campesinado indio en sus jurisdicciones. Los lugareños pagana por lo bienes en las escasa moneda o en
especie, que luego eran vendidas para obtener el dinero en efectivo. Esta Practica abusiva, producía beneficios
tanto para los mercaderes como a los Corregidores.

MITA Y MERCADO LABORAL EN PERÚ.

Al igual que en caso de Nueva España, los invasores europeos de Perú insistieron en acceder al trabajo nativo
impago a través de la encomienda.  Esta fue realizada de forma incontrolada en un primer momento, lo que
costo puesto políticos y una rebelión, pero para ½ del s. XVII la encomienda era insignificante.

En los primeros años que siguieron a la conquista, la plata era extraída de Potosí: los supervisores españoles
paganbn salarios en forma de partes de producto para atraer trabajadores voluntarios y forzar a os trabajadores
de la encomienda a las mas molestas tareas bajo tierra. En la medida que los pozos se hacia mas profundos y
la calidad del mineral disminuía, la oferta de la mano de obra comenzó a contraerse bajo los efectos de

183
epidemia y fugas.  Esto fue asistido por una importante introducción de tecnología. La Plata era extraída
por fundición.

Mita: palabra quechua para la práctica inca de erigir trabajo para el bien común, era ahora usada para describir
el sistema de español de trabajo forzado.

A cada establecimiento o ayllu le era asignada una cuota y el kuraka era responsable de distribuir hombres
para la mita.

Durante los primeros años, miles de campesino andinos, a menudo acompañado de esposos, manadas de
animales, ollas y comida para el traslado fueron forzados al trabajo minero en Potosí.  Aunque la ingeniosa
resistencia andina y los limites al poder coercitivo de la corona se hicieron manifiestos.

El trabajo del proceso de mineral en la tierra, se contrataban trabajadores adicionales del gran numero de
personas desarraigadas que entraban ahora por la fuerza a Potosí. Ellos exigían y se les pagaba desde tres
cuatro veces mas, que el salario recibido por los mitayos. Esto era posible por lo mitayos que pagaban para
no ir a trabajar ala mina.

Hacia ½ del s. XVII la cantidad pagada e en rescate a los empresarios mineros ascendía a casi tanto como la
plata que producían. El sistema de trabajo forzado de Toledo dio por resultado un campesinado andino que
subsidiaba al sistema de trabajo asalariado en Potosí.

/Nada de esto hubiera sido posible sin la colaboración de los kurakas. Estos líderes se situaban entre los
invasores españoles y las masas nativas de Perú, trasmitiendo pedidos y quejas de un grupo a otro.

LA ECONOMÍA ECLESIÁSTICA EN HISPANOAMÉRICA.

Las varias agencias de la iglesia española en las Indias, tuvieron un profundo efecto económico en
Hispanoamérica.

La economía eclesiástica generaba el ingreso que hacia posible el trabajo de la iglesia.

Las varias agencias de la iglesia promovían actividades económicas. Al mismo tiempo que más de un cura
comerciaba o administraba una tejeduría, varias órdenes religiosas manejaban grandes plantaciones y
haciendas, y los capítulos catedralicios y los conventos prestaban dineros a interés.

La iglesia cumplía con determinados servicios debido a que era responsable por la salud, la educación y el
bienestar, la esta desempeñaba un positivo papel económico en el sector de servicios y hasta ayudaba a
mantener la infraestructura social.

LAS FUENTES DE INGRESO CLERICALES.

Las dos divisiones entre el clero secular y el regular (curas párrocos y órdenes religiosas) así como las
innumerables agencias y dependencias que en el curso de los siglos crecieron en torno a la iglesia, incluyendo
la Inquisición, las hermandades laicas, hospitales y los colegios.

La iglesia secular ingresos: el principal era el diezmo, que ocasionalmente la corona lo reducía.

184
La distribución del ingreso de diezmo refleja las desigualdades de la vida colonial presentes tanto en la iglesia
como en la sociedad civil.  Así, el propósito del diezmo era mantener un capital episcopal y sostener la
celebración de la liturgia en todo su esplendor... en resumen, la producción agrícola de la región entera pagaba
para mantener la celebración litúrgica diaria.

Otra fuente de ingreso eran los derechos clericales y las limosnas. La iglesia establecía listas de derechos
para la administración de los sacramentos de los fieles., aunque no todos debían pagar estos, ni era siempre el
mismo monto.

 Otra era: lo párrocos recibían ingresos de las innumerables hermandades laicas rurales (cofradías). EN las
provincias, esto a menudo podía proporcionar sacos de maíz o unos pocos pollos para el cura párroco así
como para los fuegos artificiales y el aguardiente para las celebraciones de los días santos.

Regalas y donaciones se agregaban a la riqueza de la iglesia. Pocos miembros de la elite colonial deban de
incluir a la iglesia en su testamento final.

 La forma, más imp. En que la iglesia se involucraba en la economía y la sociedad rural colonial era a
través de su propia posesión de bienes raíces, sus títulos en los ingresos de otros propietarios y prestamos a
interés.  La iglesia secular poseía sus propias estancias, molinos y manufacturas así como muchas
propiedades urbanas.

/ La cantidad de tierra que posean esta es un tema muy debatido. Igualmente se sabe que el clero regular
era el mayor propietario clerical de haciendas y plantaciones. No aptos para recibir ingresos diezmales y
dependientes del escaso apoyo de la corona, en tanto que al mismo tiempo atraídos por las oportunidades sin
precedentes que ofrecía el Nuevo Mundo para la evangelización, las órdenes rápidamente tomaron medidas
para asegurarse su ingreso constante y seguro. Como los seculares, las órdenes generalmente dejaban en
arriendo sus propiedades y recibían producción y efectivo para sus conventos y algunas de sus misiones. Con
la llegada de los jesuitas, el patrimonio clerical asumió una nueva dimensión.  Estos regenteaban sus
estancias y las convirtieron en modelos se estancias bien administradas y productivas.

 Quizás mas económicamente imp. Que la propiedad en Hispanoamérica era la extendida y compleja red de
títulos que la iglesia poseía sobre la renta de los poseedores de propiedades, llamadas: obras pías, capellanías,
censos y memoriales. A medida que aumentan los propietarios privados, estos sienten al obligación para con
la iglesia.

La iglesia también prestaba dinero a interés. Esto incluía a las hermandades laicas urbanas más ricas, la
Inquisición y los clérigos individuales. Dos fuentes eran especialmente importantes: el Juzgado de
Capellanías dentro de las catedrales y las ordenes religiosas femeninas  hacia finales del s. XVII con la
llegada del capitalismo la iglesia deja su lugar a mercaderes y mineros.

LA CARGA DE LA ECONOMIA ECLESIÁSTICA.

La iglesia era un productor activo de vino, lana, trigo y azúcar, que eran vendidos en el mercado.

Más importante que la posesión de tierras en Hispanoamérica eran los gravámenes eclesiásticos, un flujo
persistente de donaciones voluntarias, y sobre todo, los títulos que la Iglesia establecía sobre las rentas a
través de los dispositivos de censos, capellanías y obras pías. Además la diferencia de la mayoría de las
ganancias de la corona, que eran enviadas a España, casi tosa las ganancias eclesiásticas permanecías en
América. Esto ayuda a explicar las grandes construcciones de la iglesia, y lo magro del resto de la
construcción.

185
¿Por qué lo terratenientes, mineros y mercaderes hispanoamericanos voluntariamente mantenía ala iglesia,
casi al punto del suicidio económico?  Las más grandes energías de os terratenientes no estaban orientadas
a hacer una fortuna sino a gastarlas, a fin de salvaguardar sus valores fundamentales como el honor y piedad.
Hay que pensar que el contexto es la Contrarreforma.

FLORESCANO, Enrique

Transformación económica.

La primera revolución que transformo el suelo en Meso América fue la invención propia de la agricultura y
décadas después de la conquista se produjo la segunda revolución, al combinarse el descenso brutal de la
población nativa con la penetración de los españoles en el territorio y la propagación en este de plantas y
animales europeo --> Esto puede ser por la previa aclimatación de la flora y la fauna europea en las islas
Canarias y en las islas del Caribe.

A mediados del s XVI en México el maíz, el frijol, las calabazas y el chile alternaban con el trigo, la cebada,
las legumbres y las frutas europeas.

/--> En pocos años el grano transformo el paisaje tradicional de los campos indígenas, inauguro la explotación
de riquísimas tierras, introdujo el uso permanente de técnica de cultivo españolas, tales como el arado, el
riego y las yuntas. A mediados del s XVii, la tierras desoladas del Bajío se habían convertido en las tierras
agrícolas más modernas y prosperas de NEs.

LA caña de azúcar fue otro de los vehículos que contribuyo a la transformación del medio natural y social (la
zafra exigía grandes inversiones, la explotación y el procesamiento de la caña estuvo asociado a los señores
poderosos.)

/--> gran parte de su producción se queda en NEs.

La penetración europea en las tierras templadas y calientes fue también estimulada por la demanda de
productos tropicales, como el tabaco, el cacao, el índigo, el añil, el palo tinte y otras plantas, que desde la
segunda mitad del s XVI pasaron a explotarse a escala comercial. Sin embrago, el impacto mas violento en el
paisaje natural y cultural lo produjo la introducción del ganado--> estos animales destrozaron e invadieron los
cultivos abiertos de los indios, transformaron tierras de cultivo en campos de pastoreo, dislocaron el sistema
de asentamiento y redujeron los recursos alimentarios de los indígenas. EN las tierras bajas de la zona tropical
su introducción tuvo menor impacto tras las epidemias.

El ganado, la agricultura y las minas de plata, atrajeron numerosas oleadas de población blanca, india y negra
a estos territorios, completando el proc. Colonización y de integración de la economía.

La expansión y multiplicación del ganado permitió la introducción de las ticónicas españolas de pastoreo: la
utilización común de pastos, montes y baldíos y la mesta o agrupación de ganaderos. EN Nueva España
también se desarrollo una nueva técnica de cría y selección de animales: el rodeo ( consistía en acorralar
anualmente a las crías para marcarlas y seleccionar las que debían ser destinadas a la venta y las que debían
ser sacrificadas.)
Estas nuevas act. crearon el hombre a caballo, el vaquero, que junto al minero y al misionero, fue una de la
figuras centrales de la colonización del norte. Al mismo tiempo las carretas y carros tirados por bueyes,
caballos o mulas revolucionaron el sist de transportes, acortando distancias y facilitando el traslado de
mercancías. Estos animales fueron la primera fuera de tracción, y se comenzaron a utilizar para mover los
molinos para triturar minerales, trapiches e ingenios, para el prensado y procesamiento del azúcar. Las pieles

186
de oveja y cabra dieron ligar a un activo comercio de aportación, y proporcionaron art indispensables para la
extracción y transporte de los minerales. La lana de los borregos creo al manufactura de telas y vestidos cuyo
uso se generalizo entre la población blanca u entre indios mestizos. LA carne de vaca, abundante y barata,
hizo de los españoles y criollos del norte grandes consumidores.

El fraile evangelizador fue el agente que contribuyo a la gran transformación ecológica. Franciscanos,
dominicos y agustinos, y mas tarde jesuitas y carmelitas, y todos los misioneros, fueron sumamente activos en
la introducción y adaptación de plantas y animales de las técnica agrícolas y de regadío. Cada misión vio
nacer su huerto de árboles frutales, viñedos; Además de la creación de diques, acequias y resas permitió la
extensión de tierras cultivables e incremento la oferta estacional de productos de la tierra.

Entre mediados y fines del s XVI los dominicos, jesuitas y agustinos tamb crearon sus propias haciendas
azucareras y estancias ganaderas.

Distribución de la tierra.

Tras la toma de Cortés de la capital azteca, los españoles no se interesaron por la agricultura. Para fermentar
el asentamiento Cortes propuso un sistema de peonías (dar tierras a soldados que habían combatido en la
conquista), pero tuvo escaso éxito.

Primera distribución de tierras 1530.1535, mediante la cual se otorgaba el titulo de vecinos.

A partir de la segunda mitad del s XVI, el desinterés cambio, y se empezaron a solicitar cada vez mas
mercedes de tierras (su distribución estuvo ligada con la diezmacion de la pob.).

La gran estancia fue instalada en 1560-1570 en NEs.


comienza a darse una competición por la mano de obra y las tierras por parte de los nuevos prop y los
encomenderos..
La formación de ranchos mixtos rodeó las ciudades y capitales administrativas del centro y sur del virreinato.
Así las haciendas comenzaron a incluir dentro de sus lim a las manadas errantes de caballos, ovejas, cabras y
vacas: Ello tuvo como consecuencia las querellas de los indígenas agricultores en contra de la invasión en sus
campos abiertos de manadas de ganado. (igual Europa)--< esto a través de decretos de los virreyes se lo
intento disminuir en algunas zonas.
En el s XVI la ocupación de la tierra sin titulo legal fue la practica mas común, recién comenzó a ser regulada
por la corona entre 1591-1615 (una de las formas para regularizar la posesión fue la composición, mediante la
cual se debía pagarle x cant de dinero al fisco.

Mano de obra
La hacienda logra estabilizarse cuando consigue su propio sistema de atracción, mantenimiento y reposición
de los trabajadores
de 1521 a 1542 los encomenderos dispusieron libremente de la energía de los indios de encomienda.
Esta sit empezó a cambiar cuando la corona valoro la diferencia entre la renta en tributos q proporcionaba los
indígenas, y la renta en moneda que comenzaba a dar la explotación agrícola, ganadera y minera. Pero en la
medida en que estas act necesitaban una mano de obra fija y permanente que la encomienda no podía
proporcionar, lo españoles introdujeron el esclavismo (indio/africano). La explotación inicial de placeres de
oro, minas de plata e ingenios azucareros fomento un aumento en la pob esclava, que tras 1550 paso a ser la
fuerza permanente en esas act. EN 1548 se prohibió la esclavitud en los indios y muchos de los liberados se
convirtieron en naborías, quienes vivieron y trabajaron permanentemente en las haciendas y en las minas a
cambio de un salario.

187
Los esclavos eran una fuerza muy imp, pero en la agricultura, ganadería y minería sin la disposición de los
trabajadores temporales, los indios, no se hubiera prosperado.
Tras la abolición en 1549 del servicio personal de encomienda; entre 1568/1630 se generaliza
el repartimiento como nuevo sist.

Entre 1560-1560 fue decretado el tributo debía ser pagado en dinero o especie; siendo que los indios la única
forma de hacerse del dinero era mediante el trabajo en las minas, haciendas y servicio publico, estas
disposición fue otra de las maneras de forzar a los indios a trabajar en explotaciones españolas.

Bajo el sist de repartimiento, el pueblo de indios asumió la función de reproducir, con sus propios medios, la
fuerza de trabajo requerida por la empresas españolas y la de suministrar los trabajadores temporeros de los
dif haciendas, minas, obras publicas y las crec act de las ordenes religiosas. La transferencia masiva de
trabajadores a la econ española redujo la cap de autosostenimiento que la comunidad de los indios tenia. La
extracción constante de trabajadores impidió a las comunidades producir para su propio consumo e
incremento la dependencia de los bienes producidos por al econ española.
A fines del s XVI y p SXVII, los hacendados comenzaron a oponerse al reparto forzado de los trabajadores
indígenas llevado a cabo por los corregidores y reclamaron el der de contratación en un mercado libre de
trabajo, sin interferencias de las autoridades (las comunidades no satisfacen lo que se necesita). Así se da
inicio a un sistema mediante el cual al trabajador se le paga un jornal.
Los peq y mediano prop se vieron obligados a incrementar la explotación familiar o crear formas combinadas
de producción, tales como aparcería o medianeria. así, los prop de las grandes haciendas agri y ganaderas
pudieron disponer de una fuerza de trabajo permanente.
Bajo estos sist de trabajo la corona perdió todo pw de asignar y distribuir mano de obra, además dejo sin
protección a los trabajadores en manos de los hacendados.
La hacienda dejo de ser una mera "tierra de labor" para transformarse en una unidad de producción
independiente.
Una de las formas mas comunes de atraer a trabajadores fue el peonaje por deuda (en la zona de bajío, que
lindaba con la de los indios guerreros, los incentivos tuvieron que ser mas altos, como el darle una ración
extra de maíz, etc).
Rancho agrícola--> nec trabajadores estacionales--< en el s XVIII se resuelve el problema arrendando la tierra
a campesinos durante el periodo estacional.
Haciendas ganaderas--> nec trabajadores permanentes.
hip--> se da una inexistencia de un mercado libre de trabajo y el predominio, no de una remuneración salarial
en dinero, sino de medios de subsistencia a cambio de la fuerza de trabajo.
hip--> la fuerza laboral permanente de las haciendas no fue extraída de los pueblos indios, que conservaron
sus propios medios de producción y que practicaron una econ corporativa y de auto-subsistencia, sino de
aquellos grupos racialmente mezclados que por su origen carecieron de der a la tierra.
Cuando la tierra no fue suf para mantener a los hab de la comunidad, los indios tuvieron que emigrar a las
haciendas, minas o ciudades. Una de las estrategias de los hacendados para hacerse de trabajadores fue el
hacerse de tierras de la comunidad, otra fue ya mencionada (en la que se debía pag el tributo en dinero).
Así, gran parte del éxito económico de la hacienda fue consecuencia del valor excedentario extraído de la
larga jornada laboral de los peones, de la explotación de la familia y de la comunidad campesina. El resto vino
dado por la adaptación de la hacienda al mercado.

El mercado y el funcionamiento económico de la hacienda.


LA hacienda surgió para satisfacer la demanda interna de los mercados urbanos y mineros, siendo que el
sector agrícola mercantil de NEs se concentro en torno a dos ejes que vinculaban la colonia con la metrópoli:

188
los complejos mineros y los centros políticos administrativos.
El maíz era el alimento básico de la mayor parte de la población.
El mal tiempo afectaba dura mente a las tierras pobres, prop de indios y peq agricultores, que carecían de
irrigación, estiércol y semillas seleccionadas; además que en años duros estos no tienen cap de almacenaje en
comparación a las grandes haciendas. Estas obtenían los mayores beneficios en los años de carestías para los
demás.
en el corto plazo, la estrategia seguida por la hacienda consistió en sacar el máx. beneficio de la tendencia
estacional de la oferta, demanda y precios agrícolas, mediante la construcción de enormes graneros.
la hacienda siendo una unidad de producción necesitaba reducir al min. la compra de insumos y aumentar las
beneficios en concepto de ventas--> una manera de llevar esto a cabo fue mediante la ampliación territorial
de la hacienda, con variedad para tener recursos necesario y variados.
Como caract las haciendas de NEs desarrollan el poli cultivo: al lado de los cultivos comerciales, producían
cultivos destinados al autoconsumo y tamb explotaron otros recursos de la hacienda como los bosques, hornos
de cal y canteras.
Los territorios fueron divididos en áreas de cultivo, comercial, auto consumo y barbecho, que permitía hacer
frente a las variaciones del mercado (se pone el acento en el área que es mas redituable en cada momento).
Los prop evitaron a todo costo el desenvainar dinero en efectivo, solo lo hacían como pago adelantado para
atraer a la mano de obra.
LA tendencia de las haciendas fue el autoabastecimiento, y crearon un complejo productivo complementario e
interrelacionado. lo que no producían en cant suf, era proporcionado por otras haciendas sin nec de recurrir al
mercado abierto--< el dinero fue usado como medida de valor pero sin que este cambiara efectivamente de
manos.
La ausencia de un intercambio comercial en efectivo convirtió a los productores en dependientes de los
comerciante ver...p113 p114

A lo largo del sXVII el monopolio de los grandes hacendados se fue desintegrando en la capital del virreinato,
como también en otras ciudades imp de la colonia. Casi todos lo centros urbanos presenciaron como los
comerciantes iban suplantando a los productores en el suministro de la carne, comercialización del maíz, trigo
y harina, y tamb en la venta la por mayor del azúcar, caco, pieles y lana.
hip--> los grandes comerciantes desplazaron a los peq y mediano productores de la comercialización y venta
directa de sus productos.

El crédito.
LA base de la progresiva simbiosis entre hacendados, funcionarios, mineros, comerciantes y miembros de la
iglesia fue le crédito.
hip-->La Agricultura producía encendientes, pero estos eran desviados hacia otros sectores extra agrícolas,
debido a la pol económica llevada a cabo por la corona y la propia estructura econ de NEs.
Una desicion de pol econ que afecto a la agricultura fue la prohibición de intercambiar productos entre las
posiciones españolas de América. Fue la de desicion de la corona de apropiarse de casi todo el oro y la plata
acuñados en NEs la que frustro el desarrollo de una verdadera economía mercantil, ya que ello creo un flojo
constante de desmonetización.
Incapaz de financiar con recursos propios el proceso de adoctrinamiento, pacificación, reorganización social y
legitimación pol emprendida por la I, la corona otorgo a esta el der de recaudar en su propio provecho el
diezmo.
el dinero de los hacendados, mineros, comerciantes, fabricantes de productos manufacturados y funcionarios
donaban al a I a modo de donaciones piadosas, retornaba a las familias mas ricas bajo la forma de prestamos
garantizados por sus prop.
A cambio de créditos y mercancías que suministraban a los mineros, los comerciantes terminaron apropiando

189
se de la mayor parte de los excedentes generados por el sector minero. Crédito, mas dinero, mas monopolio
del comercio exterior, fueron tamb los instrumentos claves para subordinar a los productores agrícolas.
Primero: los comerciantes impidieron a los agricultores participar en el comercio de exportación; luego los
desplazaron del mercado interno. A lo largo del SXVII y hasta la ind de NEs, los grandes hacendados
dependieron económicamente de los créditos y capitales acumulados por los comerciantes.

MACLEOD, Murdo

Capítulo 2 ESPAÑA Y AMÉRICA: EL COMERCIO ATLÁNTICO, 1492-1720

La «carrera de Indias», como se llamaba a menudo la conexión marítima hispanoamericana y al comercio que
transportaba, era también, por supuesto, un factor económico y, en último término, social y cultural de gran
importancia. Las flotas traían a Europa maíz, patatas, azúcar y tabaco, así como oro y plata. A su vez, Europa
enviaba, al tiempo que gente y manufacturas, trigo, cerdos, ovejas y ganado bovino que afectaron
grandemente la dieta y el paisaje americanos.

La propia «carrera» atravesó una serie de ciclos, cortos y largos, que reflejaban y afectaban al mismo tiempo
las condiciones socioeconómicas de la madre patria y de las colonias. Además, a medida que las rivalidades
imperiales europeas crecieron, especialmente en el Caribe, la carrera fue amenazada, directamente por piratas
y corsarios e indirectamente por los esfuerzos de los contrabandistas del norte de Europa.

El descubrimiento y colonización de América por España fue, así pues, parte de una expansión ibérica por el
Atlántico llevada a cabo durante los siglos xv y xvi y comandada por los portugueses.

---España y Portugal disfrutaban de una gran ventaja sobre las naciones del occidente europeo por la posesión
de la costa y los estuarios entre Lisboa y el río Guadalquivir.
Desde el principio, Sevilla y los puertos cercanos a la desembocadura del río Guadalquivir, en Andalucía
suroccidental, fueron la principal conexión de España con las Indias. Los vientos predominantes en el
privilegiado suroeste de la península, sobre todo en los meses de verano, eran mayoritariamente del norte. Las
ventajas para un velero que intenta dejar las costas ibéricas con rumbo sur u oeste son evidentes. Las Canarias
se convirtieron en la parada obligada y preferida de la ruta de las Indias españolas, y las Cabo Verde la parada
empleada cuando se navegaba la costa de África o al ir con rumbo este.

Las Canarias llegaron a ser algo así como un laboratorio para la conquista y colonización de Hispanoamérica.
Muchas de las técnicas e instituciones de la conquista y colonización y algunas de las nuevas cosechas e
industrias se probaban, mejoraban y establecían en Canarias.

Las flotas posteriores a la de Colon, solían seguir una ruta más al sur, guiadas por los vientos y las mareas.
Copiaban la ruta de Colón hasta las Canarias, donde recogían provisiones, géneros de exportación y
emigrantes, pero después continuaban hacia el suroeste con los vientos del nordeste tras de sí hasta que
alcanzaban los vientos del sureste. Impulsados por los vientos del sudeste y ayudados por las corrientes
norecuatoriales y del Caribe, los barcos atravesaban una de las entradas del sur, que recorrían las islas entre
Trinidad y Guadalupe, hacia el Caribe.

Los viajes de vuelta normalmente seguían una ruta más al norte, saliendo del Caribe por los estrechos que hay
entre Cuba y Florida y rodeando las Bahamas. La idea era usar la corriente del Golfo y después coger los
vientos del oeste del Atlántico Norte.

Estas rutas, fueron factores de gran importancia para el crecimiento y la situación de los puertos españoles en
las Indias y para el desarrollo o atraso de zonas económicas y productos en las posesiones españolas. El barco
básico de los primeros tiempos de la exploración atlántica fue la carabela (pequeña, rápida y marinera).

190
Cuando creció el volumen del comercio, se le unió un barco mercante mayor, la nao. Alrededor de 1550 el
galeón se había perfeccionado y pronto reemplazó a la carabela. Aunque al principio lo usaron españoles y
portugueses, el versátil galeón fue pronto adoptado por sus rivales del norte, holandeses e ingleses.

Los naufragios provocados por las deficientes cartas náuticas de las costas, las tormentas del Atlántico y los
huracanes del Caribe, los piratas y la sobrecarga acortaban la duración de estos navíos. Muchos de los
primeros barcos se construyeron en los puertos del norte de la península, pero a medida que se extendía la
decadencia de España esta zona aportaba pocos barcos, o ninguno, y Holanda y las Indias asumieron el
control de la construcción.

Alrededor del año 1500, cañones fundidos en bronce que podían ser desplazados con el ejército se instalaron
en los barcos. Como Portugal, España importaba cañones de Flandes y del norte de Alemania, y cobre de
Amberes. A medida que crecía su interés en el Atlántico, España hizo enormes esfuerzos para aminorar su
dependencia de los envíos extranjeros. A pesar de este intento de sustituir la importación, las fundiciones de
España nunca llegaron a cubrir sus necesidades y siempre siguió siendo necesario importar del norte de
Europa.

Las hileras de cañones en cada cubierta eran cosa normal en los barcos de guerra con ruta oceánica desde
1550. Esta cantidad de cañones ligeros tenía dos finalidades. Facilitaban armamento en caso de batalla en el
mar o bombardeo y podían ser desembarcados para expediciones en tierra por zonas desconocidas.

Es evidente que la mayoría de la baja marinería pertenecía a las clases sociales más pobres. Muchos de ellos
serían delincuentes menores que escapaban de la última escaramuza con la ley yéndose al mar. También se
enrolaba a los hombres por fuerza, bien cuando estaban bebidos o cuando tenían deudas, y se encontraban en
el mar antes de que supiesen dónde estaban. Otros eran esclavos o delincuentes condenados, forzados a ser
marineros contra su voluntad. El escorbuto, resultado de la falta de vitaminas y una dieta inadecuada, aparecía
casi inevitablemente tras dos o tres semanas en el mar. La pena capital era común y se añadía a los altos
niveles de mortandad de los barcos que navegaban por el Atlántico.

Los artesanos y marineros expertos y hábiles eran muy escasos y, por supuesto, más imprescindibles. A la vez
que crecía el tamaño del barco disminuía la cantidad de marineros y de profesionales por tonelada.
Encontrarse con menos tripulación de la necesaria para manejar el barco era la pesadilla tanto de los
armadores como de los marineros. Entonces el bajel, ingobernable, iría dando bandazos a la deriva por el
Atlántico hasta que, en el peor de los casos, la tripulación muriese de sed y enfermedades. Todas estas
circunstancias adversas tuvieron amplios efectos en la «carrera» del Atlántico y, por extensión, en el Nuevo
Mundo hispánico.

Lo que parece asombroso hoy día es que un viaje tan largo, arduo y desagradable fuera una experiencia
corriente y formara el lazo de unión entre las colonias y la metrópoli. La regularidad de estos viajes y la
precisión de las rutas sigue siendo algo enigmático.

A pesar de una formación rudimentaria recibida en la Casa de Contratación de Sevilla o en Lisboa, muchos
pilotos expertos hacían poco uso de la ayuda escrita o técnica y, como Colón, confiaban primordialmente en
la improvisación.

--- De entre los puertos andaluces, Sevilla se convirtió pronto en el principal y siguió siéndolo hasta que Cádiz
la reemplazó en el siglo xviii. La posición de Sevilla como centro de la economía atlántica data de 1503,
cuando la Casa de Contratación se estableció allí. Al principio, la Casa era poco más que un almacén real para
depositar el dinero del «quinto» real, que venía de las islas, y cualesquiera otros bienes reales o impuestos que
se hubieran recaudado en el Nuevo Mundo. Gradualmente, sin embargo, la Casa se dedicó a regular,
normalizar y centralizar.

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En la Casa se obtenían las licencias de personas y bienes para las Indias, los impuestos de importación y
exportación se pagaban allí y, una vez reunidos los barcos, se les inspeccionaba y autorizaba para la travesía.
Después la Casa adquirió aún más funciones. Fue, en cierto sentido, una universidad del mar. Toda esta
actividad se centró en Sevilla cuando la corona asumió el control del Atlántico español.

A primera vista Sevilla no era una elección brillante. Sin embargo, Sevilla, al principio del comercio de
Indias, disfrutaba de algunas destacadas ventajas. Estaba protegida no sólo de las tormentas atlánticas que
azotaban el desnudo promontorio de Cádiz, sino también de las incursiones de los piratas y barcos bereberes e
ingleses.

Sevilla tenía una clase mercantil bien establecida, una crecida población consumidora y un rico hinterland
agrícola para abastecer a los marineros, aprovisionar a los barcos y cubrir las necesidades de los primeros
colonos de las islas del Caribe, que desdeñaban el maíz, el frijol y la cazabe nativos y añoraban el trigo, el
vino y el aceite andaluces. Sevilla tenía una antigua tradición mercantil y las instituciones financieras
adecuadas para respaldarla.

Mercaderes del norte de Italia, de Génova, Bolonia y Pisa, se habían establecido en Sevilla poco después de
que fuera reconquistada a los moros, y la perspectiva del Nuevo Mundo los atrajo pronto. En 1679, es decir,
durante los últimos 40 años del período que aquí se trata, Cádiz llegó a ser el principal puerto del comercio de
las Indias.

En la época del descubrimiento europeo, la riqueza demográfica, agrícola y minera de lo que iba a convertirse
en Hispanoamérica se concentraba en dos áreas: México y los Andes centrales. Como consecuencia, estas dos
zonas, con capitales en la Ciudad de México y Lima respectivamente, fueron los centros del imperio colonial
español. Lógicamente, era de capital importancia el conectarlos de forma segura y rápida con Sevilla. Así,
ambos necesitaban un puerto en el Caribe. México, la antigua Tenochtitlan, estaba conectada a España por
Veracruz. Lima y su puerto de El Callao se conectaban con el Caribe y Sevilla por el istmo de Panamá. El
estrecho istmo de Panamá era el lugar más lógico para comerciar, vía el Caribe, hacia y desde la costa
sudamericana del Pacífico. A pesar de ello, la ruta panameña causó muchos trastornos. Otros puertos servían a
zonas secundarias. Cartagena era el puerto principal de la costa norte de Tierra Firme y del interior de Nueva
Granada.

El papel de La Habana era más o menos el de servir de islas Canarias del Caribe. Su importancia dentro de la
ruta fue reconocida por la corona, que ayudaba a su existencia por medio de diversas subvenciones
provenientes de México y otros favores.

Lógicamente, el peso y el volumen eran todavía más importantes que lo durable de las mercancías a la hora de
decidir qué lugares de las colonias eran adecuados para que se produjeran determinadas mercancías. La caña
de azúcar, un producto voluminoso que necesitaba un detenido proceso de elaboración según los conceptos de
la época, podía, si se plantaba en Cuba, por ejemplo, seguir dando beneficios en Sevilla tras un viaje de 70
días, mientras que si crecía en las tierras bajas de México, cerca de Veracruz, después de un viaje hasta
Sevilla de 130 días era mucho menos probable que fuera rentable. De hecho, cuanto más lejos de España se
hubieran producido las mercancías, más pequeñas en volumen y, por extensión, menos pesadas tenían que ser
para dejar beneficios.

La plata se convirtió en la principal exportación de México y Perú, no sólo porque suponía un alto valor en un
volumen reducido y producía por ello beneficios al ser enviada desde el lejano o remoto Atlántico, sino
también porque los yacimientos principales y la mano de obra para trabajarlos estaban en México o Perú y no
en las islas o en Venezuela.

192
Cuando algunos productos hispanoamericanos como el chocolate, el azúcar o la corteza de quinina para usos
medicinales se hacían necesarios o se ponían de moda aumentaban así de precio, se los podía enviar desde
grandes distancias y seguir obteniendo beneficios. Otro factor era el valor de los bienes que se llevaban a
América. Si se sacaban beneficios en el viaje de ida, se toleraba que éstos bajaran, o incluso que hubiera
pequeñas pérdidas, en el viaje de vuelta a Europa.

Después, por supuesto, a medida que el tamaño de los barcos y la velocidad crecieron, el equilibrio de esta
ecuación se rompió. Los barcos podían cargar más y llegar a los mercados más rápidamente, con lo que el
costo de la carga bajó y aumentaron los beneficios.

Pero una vez que el comercio entre las colonias comenzó a desarrollarse, y una vez que los contrabandistas
holandeses e ingleses empezaron a introducirse desde sus centros distribuidores y sus enormes almacenes,
como Curacao y Jamaica, los mercaderes españoles al tener conocimiento, por ejemplo, de que había mucha
demanda de ollas y cacerolas en Veracruz, podían llevar una carga allí a toda prisa y 6 u 8 meses más tarde
encontrarse al llegar con que el mercado estaba saturado por obra de un colono más rápido o de un negociante
extranjero. Sin embargo, todos estos factores de complicación se desarrollaron lentamente y no fueron de
importancia hasta finales del xvi.

Al menos 200.000 personas, posiblemente unas 300.000, fueron al Nuevo Mundo antes de 1600, y quizás un
tercio, casi todos españoles, emigró durante las dos primeras décadas. Alrededor de 450.000 se desplazaron
durante el siglo xvii. Los primeros emigrantes representaban ampliamente la sociedad española, con alguna
excepción significativa. Tanto el extremo más alto como el más bajo de la escala social estaban poco
representados.

A medida que se consolidaban las ciudades y la vida se hacía más estable, cada vez con más frecuencia los
parientes y los hijos se añadían a los primeros emigrados. Se puede afirmar que las mujeres constituían
alrededor del 50 por 100, o más, de la población peninsular, pero eran sólo el 6 por 100, más o menos, de los
llegados a las Antillas en la primera época. Sevilla sola aportó probablemente alrededor del 40 por 100 de
todos los emigrantes urbanos del siglo xvi.

Durante los primeros años muchos volvían a España. Después de todo, pasaron 28 años antes de que las
noticias sobre el descubrimiento de Tenpchtitlan empezaran a cambiar la opinión de la corona acerca de la
importancia de sus posesiones en el Nuevo Mundo. Las islas constituyeron una gran desilusión, e incluso tras
las conquistas decisivas de Tierra Firme mucha gente volvía a casa. La primeras generaciones de
conquistadores, en general, su idea era la de acumular la suficiente riqueza, bien como botín u obteniendo
excedente de los indios, para volver a España y tener allí una vida cómoda.

Las últimas generaciones de emigrantes estaban formadas por más colonos permanentes. Una vez que había
pasado la etapa de la conquista y la burocracia asumió el control que antes habían, tenido los jefes de las
huestes, la emigración a las Indias fue, en cierto modo, menos espontánea. Grupos numerosos se desplazaban
juntos. Un caso muy típico sería el traslado a Indias de altos cargos civiles o eclesiásticos recién destinados.
Tales personas llevaban consigo no sólo a los miembros de su familia, sirvientes y esclavos, sino también un
enjambre, a veces en número de 100 o más, de parientes lejanos, socios subordinados, parásitos y amigos.

El principal cargamento que se traía de vuelta durante la primera etapa de la «carrera» era el oro. De forma
general, cuando se invadía una nueva zona, se arrebataba a la población aborigen como botín, especialmente a
las élites, toda la cantidad de aquel metal que tuvieran acumulada. Esto decidió a los españoles a buscar las
fuentes locales de suministro. El lavado de oro se agotó en pocos años y la producción se redujo después a
una cantidad mínima o a nada.

193
Cuando Santo Domingo empezó a agotarse alrededor de 1510, Puerto Rico, Panamá y Cuba empezaron a
producir. Cuando su producción disminuye, hacia 1520, o un poco después, México y Centroamérica entran
en escena, y cuando decaen empieza Perú. La producción de oro en el período colonial español alcanzó
probablemente su nivel más alto uno o dos años antes de 1550. En la década de los 50 se acerca el final del
ciclo del oro. Puede explicarse como la mera ruptura entre el debilitamiento de la edad del oro y el inicio del
predominio de la edad de la plata.

Quizás era más bien la pausa entre la época del botín, de recoger las riquezas previamente acumuladas y
superficiales, y los siguientes ciclos superpuestos de tributos, encomiendas y minería de plata, empresas que,
todas ellas, requerían mucha más organización, inversión y empleo de tiempo y energía.

Aunque las cantidades enviadas a Andalucía parecen escasas, crecieron lenta y tímidamente a lo largo del
medio siglo posterior a 1492. Este hecho atrajo la atención, gradualmente, de mercaderes, armadores y, sobre
todo, de la corona hacia las Indias. Hacia 1504 se dio cuenta de que la industria del oro podía tener futuro y
decidió estimularla. El oro fue también el estímulo básico para la creación de la primera «carrera»
premexicana. Su prestigio impulsó a la corona a establecer un comercio regular y controlado por la
administración. Su valor le permitía obtener un amplio margen de beneficios en Sevilla.

Los cueros eran la compañía fundamental del oro en los viajes de regreso a España. En los 20 años que
siguieron a 1492, los cueros se embarcaban hacia España y las cantidades transportadas crecieron
uniformemente durante casi un siglo. Los cueros constituían un comercio básico en el siglo xvi. Se gastaba
poco en transportes hasta los puertos de las islas, de forma que los cueros, a menudo sólo parcialmente
curados o curtidos, podían amortizar el viaje a Europa y además producir beneficios, escasos pero seguros. El
resultado fue la decadencia del comercio de cueros.

Los primeros años del descubrimiento y la conquista vieron también el envío de objetos exóticos al Viejo
Mundo. Se enviaban a España extraños animales, pájaros y plantas, útiles y curiosos. Del mismo modo,
fueron también enviados algunos vestigios de las grandes civilizaciones amerindias, los cuales, se esperaba,
serían interesantes para los monarcas u otros personajes.

La gran era de las flotas españolas siguió a la conquista de los dos núcleos continentales con mayor densidad
de población y al comienzo de la explotación de la plata en gran escala. Alcanzó sus mayores cotas alrededor
de 20 años después de la mitad del siglo, algo antes en México, después en Perú, y comenzó su lenta
decadencia alrededor de la década de 1590, de forma segura en la década de 1620. Los españoles del
continente vivían de los excedentes que obtenían de la sociedad india. Esto se hacía por medio de dos
instituciones importantes, la encomienda y los tributos.

La encomienda era un contrato por el que los indios se confiaban al cuidado temporal y, en cierta manera,
espiritual de un español como contrapartida a su trabajo y parte de sus excedentes de producción, se desvirtuó
gradualmente como fuerza económica a medida que la corona pudo desplazar la fuerza de trabajo en México
y Perú. El tributo o impuesto personal indígena se relacionaba directamente con la encomienda. Pagado en
razón de su vasallaje y sometimiento, el tributo lo recolectaban los encomenderos y revertía en ellos o en la
corona. Después de que se derogara la obligación de trabajar, el tributo se convirtió en la relación principal
entre indios y encomenderos. Tal sistema funcionó bien en una época en la que gran número de indios proveía
de capital a un reducido número de conquistadores, pero empezó a debilitarse cuando decreció la población
india, se incrementó la legislación real y la población de españoles y casta o mestizos creció. Uno de los
problemas que afectaban tanto a la encomienda como al tributo era cómo hispanizarlos.

Los españoles usaron muchas fórmulas para hispanizar y convertir en moneda, parcialmente, el tributo, para
redistribuirlo y preparar una parte con destino a la carrera de Indias, en beneficio de la corona y de España.
Dos de estos mecanismos destacan en particular. los encomenderos y funcionarios reales pusieron en marcha

194
un sistema de subastas mediante las cuales algunos productos voluminosos del tributo, como maíz, fríjoles y
tejidos de algodón, se vendían a los que los necesitaban, a cambio de monedas o plata. Este mecanismo tenía
varios fines. Distribuía maíz y otros artículos de primera necesidad a españoles, mestizos y castas que no eran
encomenderos, clérigos ni funcionarios reales, y devolvía parte de esos artículos básicos, a menudo a través
de uno o dos intermediarios, a la sociedad india. Sin embargo había problemas inherentes a él, uno de los
cuales era el del acaparamiento. Los encomenderos tendían a retener el maíz justo hasta antes de la siguiente
cosecha, esperando así obtener precios más altos.

El segundo mecanismo era el de los experimentos efectuados por los encomenderos y funcionarios con el
tributo. La administración retrocedió en su postura y alrededor de finales del siglo xvi el tributo se estableció
como un impuesto mixto, aproximadamente la mitad en artículos de consumo básico y la otra mitad en
moneda. Si el tributo fuera pagado en su totalidad en moneda, los indios podrían sentir la tentación de
irrumpir como comerciantes en los mercados dominados por los españoles y castas, y los alimentos baratos de
la agricultura india no llegarían a las ciudades españolas en cantidad suficiente.

Como resultado de estos diferentes experimentos, la encomienda y el tributo se normalizaron. Ello ayudó a
revivir al pequeño comercio indio, constituyó un compromiso entre las necesidades de la carrera de Indias y la
corona y las nuevas clases dirigentes coloniales, y aportó gran parte del capital inicial que permitiría a algunos
encomenderos más previsores desprenderse de su dependencia respecto a una base de población india
decreciente. Desempeñó un papel principal en la recaudación de plata y monedas que iban a los ahorros de los
particulares y a los cofres reales, y de aquí a los galeones con dirección a España.

Las famosas minas de plata de Nueva España y Perú eran, desde luego, la mayor fuente de plata para los
barcos con rumbo a España. Las minas constituían una gran fuente de impuestos y otros ingresos para la
corona. Desde la década de 1570 hasta la década de 1630 Potosí fue probablemente la mina más rica del
mundo. El uso del mercurio como amalgama para separar la plata de la ganga creó una industria subsidiaria.

Toda la plata que se conseguía no fluía hacia España, como sí ocurría con el oro. La burocracia colonial
española y las economías locales necesitaban más plata para pagar sueldos, intercambios financieros y cubrir
la circulación monetaria. También había demanda de plata para el comercio intercolonial. La plata y la
moneda se introdujeron en el comercio entre México y Perú, México y Guatemala, México y Venezuela y
Perú y Chile, generando un recorte aún mayor de la plata destinada a España. La corona era incapaz de
detener estos intercambios coloniales, aunque sin duda la prohibición frenaba su desarrollo. Tal fue el
crecimiento de la producción de plata y el nivel de su envío a Sevilla que su disminución respecto al total
embarcado no ocasionó mayores problemas en el siglo xvi. En el siglo xvi casi toda la plata fue empleada en
pagar primero a los banqueros alemanes y luego a los genoveses. En total, hasta 1600, las flotas habían
llevado a España probablemente unas 25.000 toneladas de plata, una cantidad impresionante para ser
introducida en una Europa occidental antes hambrienta de plata, en un lapso de tiempo tan reducido.

La oleada de plata llegada a España ocasionó un impacto de proporciones. Aunque el tesoro americano
representaba tan sólo una parte de los ingresos de la corona, su manera de llegar y su naturaleza le hacían
estar dotado de un gran poder de impacto político y psicológico. La corona disponía gracias a él de medios
para proyectos espectaculares y cuantiosos pagos en moneda, de manera que atraía la atención de muchos y
los celos de las potencias rivales.

En la economía europea, la plata fue la base de un sistema monetario que, en su etapa inicial, no estaba
respaldado todavía por papel moneda o un sistema de crédito muy perfeccionado. La acuñación de monedas,
en su mayoría de plata o cobre, era el medio principal de difundir el circulante, de forma que la plata
americana fue mucho más importante de lo que pueda sugerir la mera cantidad embarcada a España. La plata
contribuyó también al continuo aumento de los precios, que bajaron un poco después de 1550, aunque

195
siguieron alterando la economía española. El alza de precios comenzó en Andalucía, como era de esperar: allí
llegaba el metal precioso y allí se acuñaba gran parte del mismo, poniéndolo en circulación. Durante el siglo
xvi, Andalucía introdujo la inflación de los precios en el resto de España, y España en su conjunto la extendió
a Francia e Inglaterra. El influjo de la plata afectó incluso a la periferia europea, donde la abundancia de
moneda hizo extinguirse el sistema de trueque, produciéndose el inicio del intercambio monetario.

España envió grandes cantidades de manufacturas nacionales a América, incluyendo mobiliario, utensilios de
hierro, ropa basta y fina, confeccionada o no, productos alimenticios regionales y artesanías. España casi
producía lo suficiente como para pagar el flujo de la plata a mediados de siglo e incluso más tarde. El
crecimiento del sistema de flotas en la segunda mitad del siglo xvi reforzó la confianza en el monopolio
mercantil. España y sus grandes consorcios o consulados de mercaderes de Sevilla, Cádiz, Veracruz y Lima se
apoyaban en un comercio y un sistema de convoyes basado en la exclusión de los rivales, en una
programación rígida y en puertos monopolísticos donde el comercio pudiera ser controlado. Puertos menores
españoles y americanos, como los de Galicia y el Río de la Plata, fueron objeto de rígidas, aunque
infructuosas, prohibiciones de participación en el comercio de Indias.

De esta forma, el comercio atlántico tuvo una serie de momentos buenos en los años comprendidos entre 1580
y 1620. Evidentemente estas eran décadas de cambio y reajuste en España y sus colonias. Había muchos
factores diferentes pero interrelacionados en juego.

En la década de 1570, una serie terrible de epidemias asoló la zona reduciendo su número a una pequeña parte
de lo que había sido en la época de la conquista. La producción y el comercio resultaron afectados de diversas
formas.

Yo obstante, las minas de plata se hallaban sumidas en su propia crisis. La producción comenzó a descender:
en Potosí, después de 1592, una caída que duró mucho más de un siglo, y en Nueva España,
aproximadamente desde 1630. Los suministros de mercurio comenzaron a escasear cuando el sistema de
flotas empezó a debilitarse, a comienzos de la década de 1630.

Al tiempo que las colonias empezaban a enviar menos a España, también necesitaban menos en retorno y la
madre patria se mostraba cada vez más incapaz de enviar los bienes que los colonos deseaban comprar.
México, Perú y Chile llegaron a autoabastecerse de granos y, en cierta medida, de vino, aceite, artículos de
hierro y madera y muebles. Los españoles no podían seguir contando con la población indígena para
abastecerse de productos básicos y las estancias y haciendas de los españoles comenzaron a llenar este vacío.
Esta reducción de la dependencia con respecto a España coincidió con la decadencia de la metrópoli. A
medida que decaía su industria, sus exportaciones consistían cada vez más en materias primas (cosa que no
necesitaban tanto en las colonias) y productos sin elaborar y menos en bienes manufacturados.

La decadencia de España a fines del siglo xvi y en el xvii ha sido objeto de largas discusiones. La débil clase
dirigente no renunció a ninguna de sus extravagantes ambiciones, los impuestos aumentaron sin cesar en
Castilla, la industria y la agricultura se arruinaron ante la vigorosa competencia extranjera y, alrededor de la
década de 1620 o incluso antes, las flotas y los cargamentos que salían de Sevilla eran controlados por
comerciantes extranjeros. Para complicar aún más las perspectivas, España se vio afectada por una serie de
violentas plagas, pérdidas de cosechas y hambrunas prolongadas. Su cohesión política fue sacudida por
revueltas en la periferia y una suma de derrotas en el mar y en los campos de batalla de Europa debilitaron su
prestigio y pusieron en discusión su poderío.

No es de extrañar, pues, que el sistema de flotas, tan próspero y regular hasta la década de 1620, se viniera
abajo tan rápidamente. Hacia mediados del siglo las flotas eran una sombra de lo que habían sido antes: salían
a destiempo, eran incapaces de mantener su ritmo anual, estaban compuestas por barcos viejos e inseguros. En
todo ello la corona y su Casa de Contratación jugaron un papel negativo, siendo especialmente perniciosas las

196
confiscaciones de los cargamentos de plata indiana. Después de 1600 toda la carga que llegaba a Sevilla se
confiscaba y se prometía su pago con «juros», evidentemente devaluados, de una tesorería obviamente en
bancarrota. Estas intromisiones del estado afectaron al comercio y la productividad en general.

El comercio de Filipinas decayó también a medida que los envíos de los galeones de Manila se espaciaban y
se hacían menos rentables. Todos habían llegado a ser autosuficientes en cuanto a alimentos de primera
necesidad, incluyendo el azúcar, y no tenían mucho que intercambiar. Incluso desapareció el recuerdo de este
comercio que una vez había sido vigoroso.

Aunque el comercio oficial trasatlántico había descendido en intensidad, la corona seguía recaudando sus
impuestos y rentas con sorprendente eficacia, dadas las condiciones de la época, y bien pudiera ser que una
mayor proporción de plata de lo que se piensa estuviera siendo canalizada hacia España. A principios de siglo
se retenían grandes cantidades de plata en el Nuevo Mundo, pero estos remanentes de moneda habían
desaparecido hacia 1650.

Los comerciantes criollos tuvieron que afrontar algunos graves problemas después de 1630. La carrera de
Indias venía sufriendo un proceso de desprestigio y decadencia durante, al menos, 30 o 40 años. Cuando la
flota lograba salir, su llegada a Sevilla podía atraer a una ávida corona en bancarrota que confiscaba los
cargamentos y premiaba años de esfuerzos con «juros» casi sin valor. Muchos otros complejos comerciales
estaban también a punto de extinguirse, asolados por los piratas o forzados a restringirse a una escala muy
reducida.

La autosuficiencia local era en muchos casos una especie de autarquía en lo relativo a alimentos básicos y
tejidos. Esta situación no dejaba mucho con lo que comerciar entre las regiones autárquicas.

El contrabando necesitó casi un siglo para desarrollarse como el medio básico de comercio en el Caribe y en
el Río de la Plata. Varios obstáculos se le interpusieron. Los principales fueron la guerra y la piratería. El
período que transcurre entre 1620 y la década de 1680 fue el gran momento de la piratería caribeña, de los
ataques navales europeos a las posesiones españolas, del no peace beyond the Une. Las potencias extranjeras
no permitieron a España disfrutar en exclusividad de su nuevo imperio.

La corona española respondió dada la época, de forma rápida y efectiva. Ordeno la organización de dos
pequeñas flotas en el Caribe, una en Cartagena para proteger el istmo y otra en Santo Domingo para
salvaguardar la seguridad de las flotas que se dirigían, con rumbo este, hacia España. Estas escuadras
suplementarias funcionaron bien hasta que la carrera entró en decadencia. Por esta época España inició
también la construcción de importantes fortificaciones en Indias. Hasta la década de 1620, e incluso un poco
más tarde, la defensa española de sus flotas y posesiones fue razonablemente buena.

Los primeros que desafiaron el poder español con seriedad fueron los holandeses. La flota naval holandesa
era la mayor de Europa, doblando el tamaño de la inglesa en la década de 1560. La prolongada guerra de
independencia holandesa contra España (1568-1648) les proporcionó un incentivo extra a sus ataques. Ellos
esperaban esperaban comerciar con cueros, azúcar, chocolate y tintes. E igualmente se sintieron atraídos por
las grandes llanuras de sal de la costa de Tierra Firme.

Sin embargo, para muchos en Holanda e Inglaterra comenzaba a ser evidente que sería imposible hundir el
imperio español, aunque estuviera en decadencia, por medio de la piratería y de ataques a la carrera. La
estrategia alternativa: la de capturar puertos vitales estrangulando el sistema comercial español. Así, saqueó
Panamá en 1572, pero se fue con la mitad del oro que había ido a buscar.

Casi como en un último recurso, Inglaterra, como Holanda y Francia, había capturado pequeños espacios de
territorio en el Caribe que España no había considerado necesario ocupar de manera efectiva. Durante las

197
décadas de 1630 y 1640 los holandeses habían ocupado Curacao y establecido enclaves comerciales en las
islas de Venezuela. Los franceses habían ocupado Guadalupe, Martinica y algunos puertos en la costa
noroeste de La Española. Y ahora los ingleses se establecían en Barbados y Jamaica, así como en Antigua.

Había toda una serie de razones logísticas y geopolíticas que explican por qué los rivales de España no
tomaron una parte mayor de su imperio en el siglo xvii y por qué la piratería y el saqueo siguieron siendo
preferibles al comercio de contrabando. El primer obstáculo para los que llegaron más tarde era la geografía
humana y epidemiológica del Caribe. Las principales ciudades, tales como Ciudad de México, Puebla y
Bogotá, se encontraban tierra adentro, prácticamente inaccesibles al tipo de ejércitos que los europeos podían
enviar a través del Atlántico en los pequeños barcos de la época.

Había otros factores que impedían el desarrollo del comercio extensivo de contrabando con el imperio
español. Los holandeses y, en menor medida, los ingleses fueron capaces de hacer descender muchos precios
españoles desde fines del siglo xvi hasta casi las guerras de independencia, pero se enfrentaban con graves
problemas de oferta y demanda, almacenamiento y transporte de mercancías voluminosas. Se enfrentaban con
el mismo inconveniente de los barcos pequeños con poco espacio de carga que tenían los españoles, aunque
los holandeses, en especial, tenían mejores barcos y sus exportaciones venían de una Europa que estaba
empezando a reorganizarse para las primeras etapas de la revolución industrial. Aún faltaba tiempo para que
aparecieran la producción en masa y la distribución rápida a los mercados Solía ser mucho más fácil recibir
artículos del Nuevo Mundo y mandar de vuelta allí los productos del norte vía Sevilla, donde la bancarrota de
España y el colapso de su agricultura, industria y comercio permitían al extranjero hacerse con todo el
negocio y el comercio.

--- En Jamaica la clase comerciante ganó su larga lucha contra los piratas y sus protectores, los plantadores
más proteccionistas. En 1868 el gobierno inglés ordenó rápidamente un giro hacia el fomento del comercio
pacífico y el abastecimiento de esclavos africanos. A medida que los comerciantes criollos españoles se iban
convenciendo de que los gobernantes extranjeros de las islas eran sinceros en sus esfuerzos por capturar y
eliminar a los piratas que quedaban, creció su confianza, así como su interés en comerciar con los enemigos
de España.

De este modo, Barbados, Curacao, St Kitts, Jamaica —y finalmente (1685) Santo Domingo se convirtieron,
con cierta sorpresa por parte de sus colonos y de la administración local, en una solución parcial a los
problemas que habían ido retrasando el desarrollo de un contrabando vigoroso; problemas de oferta y
demanda, peso, volumen de las mercancías, distancia y rentabilidad. Los barcos pequeños, tan limitados en la
larga carrera del Atlántico por razones de tiempo y espacio de carga, podían entregar mercancías de Jamaica
en Veracruz o de Curasao en Cartagena sin grandes costes adicionales.

Los rivales imperiales de España irrumpieron también en otro terreno del comercio americano del siglo xvii:
era el comercio de esclavos africanos, que se necesitaban principalmente como población sustitutiva en las
islas y costas tropicales donde se había aniquilado la población india.

España había manejado su propio comercio de esclavos en el siglo xvi No tenía establecimientos, factorías ni
colonias en la costa esclavista de África, pero podía hacer contratos con agencias privadas que se surtían en
los mercados portugueses. Hasta la rebelión portuguesa de 1640 los concesionarios portugueses proveían a las
colonias de la mayor parte de los esclavos que necesitaban, pero desde 1640 ya no pudieron utilizarse más
como proveedores. Entre 1685 y 1689, tras unos años más de intentar funcionar sin un asiento, la corona
española se lo concedió de mala gana a la firma holandesa de los Coyman. Estos barcos holandeses de
esclavos de Curacao transportaban gran cantidad de mercancía prohibida, y, como en otras cosas, fueron los
pioneros de la nueva lera del contrabando Los franceses le daban menos importancia al contrabando, aunque
también participaban en él, y antes de 1702 y de la alianza formal franco-española se dedicaron con más
ahínco a dominar el comercio legal que partía de Cádiz y Sevilla.

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Hacia la década de 1690 había cambiado mucho la situación, y los barcos de esclavos ingleses llegaban en
mayor número desde la costa de África. La propia Jamaica absorbía más esclavos, y los franceses empezaban
sus fuertes importaciones a Santo Domingo, que se iba a convertir en la más grande de todas las colonias
azucareras.

Los funcionarios españoles, a todos los niveles, estaban involucrados en el juego. Tras la muerte del último y
patético Austria español, los borbones franceses llegaron al trono de España y comenzó la alianza hispano-
francesa. El asiento se le concedió a la Compañía de la Guinea Francesa en 1702, y durante unos 11 años
Francia no sólo dominó la carrera legal, incluso aportando los barcos de guerra necesarios para protegerla,
sino que irrumpió en el comercio de esclavos e intervino en buena medida en el contrabando del Pacífico y el
Caribe. Cuando terminó la Guerra de Sucesión española en 1713, también los ingleses obtuvieron
concesiones. Mediante el tratado de paz obtuvieron un derecho limitado a comerciar con esclavos legalmente.

Los ingleses, argumentando que había que cuidar a los esclavos antes de venderlos, construyeron pronto un
barracón en Portobelo, que casi en seguida se convirtió en almacén. El contrabando podía entrar ahora
libremente, y los ingleses apenas se molestaban en esconderlo. Y esto no sólo ocurría en los puertos
mencionados. En Buenos Aires, donde comerciantes portugueses, holandeses y franceses habían sido los
pioneros de un comercio de contrabando clandestino con Potosí y Lima, la Compañía del Mar del Sur
construyó una gran factoría o enclave comercial, aunque casi no había comercio de esclavos allí en aquella
época. Todas estas innovaciones juntas: la presencia de Jamaica y Curasao como almacenes y reservas de
esclavos y el esclavo africano como vía de entrada involuntaria en el mercado colonial español, sentaron las
bases para una solución a los problemas del comercio directo entre las colonias españolas y el noroeste de
Europa.

Entre 1660 y 1689 los fletes ingleses crecieron rápidamente en cantidad y tonelaje. Gran parte de este
crecimiento se registró en los grandes barcos oceánicos más que en los pequeños bajeles costeros. Su cantidad
se duplicó entre 1663 y 1686. A medida que aumentaban el volumen y el tonelaje y que crecían las ventajas
del comercio a gran escala, bajaban los costes del transporte en los viajes largos. Mercancías inglesas que no
amortizaban el transporte hasta Jamaica en la década de 1660 podían hacerlo ya alrededor de 1700.

Ahora los comerciantes de las ciudades coloniales españolas podían reinvertir más en la agricultura de
exportación y en la minería y vender sus mercancías a las naciones en expansión del norte de Europa. Tal fue
la situación de debilidad de España, que durante la guerra los barcos tenían que zarpar de Cádiz bajo la
protección francesa.

Sin embargo, parece evidente que había comenzado una nueva época de expansión. España estaba haciendo
denodados esfuerzos, algunos prácticos, la mayoría ilusorios, por reformar su armada y su comercio marítimo
y por hacer revivir los astilleros. Cádiz, puerto de aguas profundas, reemplazó definitivamente a Sevilla. Los
«avisos», o barcos-correo, empezaron a navegar con mayor frecuencia, acercando de ese modo la oferta y la
demanda. Aparecieron comerciantes extranjeros en pequeñas ciudades coloniales donde hacía un siglo que no
se veían. La producción de plata volvía a aumentar en Nueva España y pronto reviviría en Perú. . Creció el
comercio entre México y Perú, México y Filipinas y Perú y Buenos Aires.

Hacia 1720, la escena estaba preparada para un nuevo período de expansión, aunque en gran medida esta
situación tenía su origen en intercambios ilegales con la madre patria y en el comercio con potencias rivales
de España. El intento de España por desprenderse de su atraso y su letargo y recuperar su comercio colonial
de los contrabandistas extranjeros llenaría gran parte de la historia del siglo xviii.

La conexión atlántica entre España y sus colonias americanas fue a la vez un resultado fundamental de la
expansión de Europa y una manera de reforzarla. También fue al mismo tiempo un resultado y un refuerzo del
mercantilismo monopolístico. Las colonias justificaban su existencia como bases de las cuales extraer los

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productos que se deseaban, y otros rivales que pudieran hacerlo a su vez tenían que ser excluidos dentro de lo
posible. Estos planteamientos dieron lugar a una Hispanoamérica dependiente, monocultural, orientada a la
exportación, y estas características han perdurado desde los mejores días del comercio de Sevilla hasta el
presente.

La carrera fue el fundamento de esta dependencia de la exportación durante los dos primeros siglos de
mandato español y sus necesidades imponían una estructura de comunicación en Hispanoamérica por la cual
todas las rutas principales se encaminaban desde las ciudades, plantaciones y minas hasta el puerto de mar.
Las áreas productivas dentro de cada masa continental colonial no necesitaban estar conectadas entre sí. De
hecho, esto se evitaba. Sólo había un comercio interregional limitado, los monoproductores de materias
primas temían poco que intercambiarse mutuamente

La carrera provocó un profundo impacto en la economía europea. El oro y la plata americanos causaron, al
menos, parte de la revolución de los precios europeos. La creación de un mercado americano ayudó a
desarrollar las bancas genovesa y holandesa, las minas de Idria, la industria textil de Flandes y el movimiento
de una fuerza de trabajo francesa que emigró hacia el sur atravesando los Pirineos. En el siglo xvii, España,
con palabras de Wallerstein, actuaba poco más que como «cinta transportadora». Por esta época, también,
gran parte del metal precioso iba a Ámsterdam, y sirvió para costear en buena medida la expansión holandesa
en Oriente.

Capítulo 5.

ASPECTOS DE LA ECONOMÍA INTERNA DE LA AMÉRICA ESPAÑOLA COLONIAL: FUERZA DE


TRABAJO, SISTEMA TRIBUTARIO, DISTRIBUCIÓN E INTERCAMBIOS..

Las colonias son estructuradas por los que las gobiernan para beneficiar a la madre patria y a sus clases
dirigentes. En este sentido, la magnitud del éxito de los gobernantes las convierte, en palabras de Chaunu, en
colonias extrovertidas..están, al menos en parte, organizadas económicamente para suministrar a otros lugares
cantidades significativas de sus productos y materias primas más valiosas y rentables..historia económica que
conocemos sobre la América española colonial ha surgido de los estudios que muestran cómo los españoles
intentaban por medio de las colonias cubrir las necesidades de la metrópoli..sabemos mucho menos acerca de
las instituciones básicas, los propósitos, el sistema y el funcionamiento de la economía interna de la América
española colonial..en este capítulo se examinan tres aspectos de la economía interna: el sistema laboral, el
sistema tributario y el comercio interior colonial.

SISTEMA LABORAL La América española colonial se inició como una sociedad conquistada, y el interés
principal de los invasores fue la extracción de riqueza o capital de los conquistados..Durante el período de
Conquista.en cada región dicha extracción se llevó a cabo por la incautación directa de los excedentes de
metales o piedras preciosas, acumulados previamente. forma de saqueo o botín, aceptado oficialmente como
medio de recompensa para los soldados o expedicionarios voluntarios. era de la Conquista llegaba a su fin y
se agotaban los excedentes, se empezaron a desarrollar medios más sistemáticos de extracción. Uno de los
métodos principales fue la explotación directa de la propia población nativa..los sistemas de utilización del
suministro de mano de obra local varió ampliamente en relación al tiempo y lugar En primer lugar, hubo una
estrecha correlación entre la organización sociocultural de las sociedades indígenas y las formas de
organización laboral que los colonizadores españoles trataron de imponer a los indios. En sociedades
estratificadas complejas, los invasores encontraron condiciones existentes de esclavitud, servidumbre y
perpetuidad laboral..simplemente eliminaron la cúspide de la pirámide social (reyes, casas reales y
gobernantes de grandes regiones) y entonces gobernaron usando aproximadamente los mismos sistemas
laborales. En las áreas dónde la organización social estaba menos avanzada y estratificada y la mano de obra
precolombina menos disciplinada y organizada, los grupos conquistadores encontraron que era mucho más
difícil de emplearla sistemáticamente. Un ejemplo. nómadas. Las regiones dónde ya existía una fuerza de

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trabajo organizada también eran, generalmente, las áreas con densa población.En Perú y México, las primeras
y sucesivas generaciones de españoles, junto con la densa y organizada población.encontraron metales
preciosos, siendo por consiguiente estas áreas las que se colonizaron profundamente,.Las zonas de clima
templado y buenos suelos como las pampas del Río de la Plata y la irónicamente denominada Costa Rica
fueron escasamente colonizadas, puesto que éstas carecieron de población aborigen y de metales o piedras
preciosas.áreas con población densa relativa, las cuales contenían escasas riquezas, algunas veces atrajeron a
un pequeño sector de los colonos españoles, pero tales áreas después de la Conquista también fueron, a
menudo, las más desafortunadas..En el segundo cuarto del siglo xvi se enviaron muchos nicaragüenses al
Perú, y, sobre todo, a Panamá; una vez en estas tierras los utilizaban como esclavos..los nativos de Trinidad,
Las Bahamas, Florida, Panuco y del golfo de Honduras fueron usados para repoblar las islas del
Caribe.comercio europeo de esclavos desde África a América, que se usó también como medio de reposición
de la población cuando desaparecieron los grupos aborígenes. El esclavismo fue así el primer sistema laboral
en casi todas las colonias,.Por razones humanitarias y políticas, la corona se opuso al esclavismo indígena y
gradualmente hizo valer su autoridad al respecto.. Los españoles que dependían de la mano de obra de los
pueblos indígenas se opusieron al traslado arbitrario de trabajadores..grupos invasores reconocieron la
necesidad de crear un sistema de racionamiento o distribución, el cual proveyera gran cantidad de mano de
obra al grupo pudiente.), y que evitara conflictos.La corona había repartido gentes y tierra entre aquellos que
eran dignos de tales recompensas..En México y Perú, estos repartimientos, más tarde llamados
«encomiendas», pasaron a ser el medio por el cual los primeros conquistadores más prestigiosos y poderosos
se distribuyeron entre ellos.la mano de obra,.. Teóricamente.la corona tenía autoridad para la concesión de
encomiendas a los héroes de la Conquista y de las primeras rebeliones que la siguieron.Con el tiempo, sin
embargo, fue evidente que en las áreas nucleares donde la corona tenía intereses vitales, la mayoría de los
primeros colonizadores cometieron un error táctico aceptando la primacía de la corona respecto a la concesión
de mercedes. La encomienda no pasó a ser un dominio feudal como había ambicionado Cortés, sino una
disposición contractual por medio de la cual un número determinado de indios tributarios era confiado al
cuidado espiritual y material de un español y del clero, con el que éste supuestamente estaba relacionado, a
cambio de extraer ciertas cantidades aproximadamente prescritas de trabajadores, bienes o dinero. La corona
sacó partido de su posición reguladora dentro del sistema y su casi absoluto monopolio del patronato,.La
administración real estuvo bajo presión también de los humanitarios como Bartolomé de Las Casas. Después
de un frustrado y casi desastroso intento de abolir el sistema de encomienda, las llamadas Leyes Nuevas.la
corona restringió y manejó la concesión de encomiendas y recompensas, hasta que en las áreas centrales
densamente pobladas, las encomiendas fueron a regañadientes reconocidas por todos como pertenecientes a la
corona, y como una concesión temporal.A través de sucesivas leyes, el Estado se apoderó cada vez más de los
beneficios de las encomiendas y convirtió la recaudación de éstos en una complicada serie de fases.El Estado
hizo también intensos esfuerzos para separar a los encomenderos de sus cargos de responsabihdad. Las
encomiendas,.eran concesiones de ingresos, pero no de vasallos.En las áreas nucleares, se prohibió a los
encomenderos quedar o residir en sus encomiendas de indígenas..La corona barrió todo vestigio de relación
señor y vasallo y, a fines del siglo xvi, las encomiendas de las áreas centrales, pesadamente gravadas y
reguladas, se habían casi transformado enteramente en parte del impuesto tributario, en una especie de
pensión que iba a parar en gran parte a las viudas y a otros beneméritos indigentes.En los años que sucedieron
a la Conquista, desaparecieron millones de indígenas debido a la carencia de inmunidad que tenía esta
población respecto a las enfermedades del Viejo Mundo, por la ruptura económica y social que provocó la
invasión y por las transformaciones que trajo consigo..la encomienda.el descenso de la población tuvo
consecuencias catastróficas para la misma.A fines del siglo xvi, algunas encomiendas quedaron vacantes o
abandonadas y los indios que sobrevivieron en ellas revirtieron a la corona. Para algunos de los primeros
colonizadores, el sistema de encomienda se convirtió en una trampa.Allá por la tercera generación, dichas
familias habían caído en tiempos relativamente difíciles, limitados a escribir de manera interminable amargas
apelaciones a la corona que contenían hinchadas relaciones de los méritos y servicios de sus antepasados.y
preguntando resentidamente por qué muchas de las recompensas de la Conquista.habían ido a parar a manos
de los advenedizos recién llegados.En la segunda y tercera generación, cuando la encomienda se había
convertido en un sistema impositivo, los encomenderos astutos percibieron que sus concesiones eran
temporales y al final desventajosas. Ellos extrajeron capital de las encomiendas y con la máxima rapidez lo
diversificaron fuera de la moribunda institución e invirtieron en minas de plata, comercio, rebaños de ganado,
ovejas, muías o caballos y, sobre todo, tierra.no hubo una conexión legal entre la encomienda y la propiedad
de la tierr.la relación es clara..En el México central, Centroamérica, Perú, Alto Perú, Quito y Nueva Granada,
el decadente sistema de encomienda como principal recurso laboral fue, hasta cierto punto, sustituido por

201
diversos tipos de trabajo obligatorio, aunque las dos instituciones coincidieron durante un largo período. La
aparición de un sistema rotativo de trabajadores forzados estuvo estrechamente relacionado con el descenso
de la población.Es obvio, a decir por los nombres que usaron en Perú y México, que estos reclutamientos
laborales eran de origen precolombino. El coatequitl mexicano y la mita peruana fueron,.ejemplos de la
tendencia de los invasores de adoptar las instituciones ya existentes y modificarlas lentamente de acuerdo a
las circunstancias..En principio, el repartimiento laboral fue un trabajo compulsivo pagado, por el cual un
porcentaje dado de población indígena masculina, y sana a la vez, estaba obligada a desplazarse para trabajar
en proyectos concretos o en lugares determinados. La duración del trabajo, al igual que la escala de salarios y,
en general, las condiciones de trabajo estaban especificadas..en teoría, los repartimientos laborales estaban
limitados a proyectos de obras públicas o a trabajos agrícolas o industriales, los cuales eran considerados de
interés vital para el bienestar público o estatal..No obstante, la legislación fue a menudo ignorada y, como en
muchos otros casos, su cumplimiento fue alterado a través del sistema de multas y soborno.Potosí y sus minas
de plata, las minas de mercurio de Huancavelica o incluso una nueva catedral en construcción, significaba
frecuentes reclutamientos laborales forzosos. La otra cara de la moneda era que los indígenas reclamados de
zonas lejanas tenían que pasar más tiempo en el viaje para llegar a las zonas de trabajo, y así más tiempo fuera
de sus hogares. Los reclutamientos estacionale.y los de larga duración de las minas de plata. tuvieron efectos
importantes en las comunidades indígenas. Los reclutamientos estacionales de mano de obra para la
agricultura, a menudo coincidían con los períodos de actividad agrícola intensa.así, los indígenas ausentes
encontrabaiT sus siembras arruinadas, parcialmente cosechadas o demasiado costoso lo que tenían que pagar
para que las cosecharan otros en su ausencia.Las largas ausencias tuvieron incluso repercusiones mayores. De
algunos pueblos del Alto Perú se dijo que eran sitios tristes de hombres viejos, mujeres, niños e inválidos..La
consecuente distorsión del potencial sexual en las sociedades indígenas pudo no haber tenido muchas
repercusiones en el terreno de la fertilidad.pero ésta afectó seriamente algunas formas de producción,
estructuras familiares, jerarquías de gobierno indígenas y estado anímico..Algunos indios relativamente ricos
pudieron, a través de pagos, evadir el enrolamiento en el coatequitl, a pesar de algunas protestas de sectores
eclesiásticos y funcionarios reales..Los funcionarios indígenas del pueblo podían dispensar a los hombres de
sus familias, a sus amigos y a otros, que bien les podían pagar o intercambiar favores... El repartimiento
proporcionó oportunidades económicas limitadas a algunos sectores criollos. Por sus implicaciones con los
indios de clase baja, asignaciones de trabajo y pequeña burocracia, el oficio de juez de repartimiento o juez
repartidor no implicaba mucho prestigio, pero proporcionaba oportunidades para la acumulación de dinero y
bienes..Los agricultores criollos y mestizos también se beneficiaron, especialmente aquellos que sólo
necesitaban trabajo estacional. El sistema les proporcionaba fuerza de trabajo subsidiaria, la cual a pesar de
las restricciones legales o sobornos que tenían que salvar, les salía probablemente más barata que contratar
jornaleros en el mercado libre de trabajo.En muchas colonias, la limpieza de las calles (cuando ésta se
realizaba), la construcción y limpieza de acueductos y canales de irrigación, la reparación de calles y caminos,
la construcción y mantenimiento de edificios públicos, tales como las iglesias, cabildos y cárceles, y los
programas de embellecimiento de la ciudad dependieron de los reclutamientos forzosos.Esta corvée laboral,
en algunas partes predominantemente indígenas de Latinoamérica, no desapareció hasta la cuarta o quinta
década del siglo XX.El gobierno real, sobre todo, dependió profundamente de la mita tanto para la industria
de plata peruana como para las minas de Nueva Granada y, en mucho menor grado, en las de Nueva
España.Otros factores de importancia fueron el tamaño y la organización de la fuerza de trabajo, pues se
necesitaba un gran número de trabajadores para que valiera la pena hacer uso del sistema; la rapidez con que
se desintegró el sistema de encomienda; la conjunción de las minas de plata y oro y la escasez de mano de
obra cercana a éstas u otros sistemas de trabajo alternativos, y el grado de competición entre los individuos, y
entre éstos y la corona, en relación a los trabajadores disponibles..En la iniciativa privada agrícola, los
españoles, aunque individualmente poderosos, no podían competir con la corona, y de hecho para 1632 ya
había sido abolido el repartimiento agrícola..hacendados españoles se vieron forzados a hacer uso de otras
alternativas laborales.peonaje y mano de obra libre remunerada.El otro rival de la corona, la industria minera
de plata de Guanajuato.fue más poderoso y recurrió a la mano de obra contractual libre como medio de atraer
trabajadores procedentes de las áreas centrales.En América Central, la corona atacó vigorosamente el sistema
de encomienda, y hacia 1550 la mayoría de los indígenas parece haber estado bajo control de la corona..La
principal preocupación de la corona y de los colonos fueron las minas de plata y de mercurio, especialmente
Potosí y Huancavelica, que al necesitar un número tan elevado de trabajadores, la demanda de mano de obra
sólo podía ser canalizada a través de reclutamientos organizados y masivos. Debido a la importancia que
tuvieron las minas para la corona, y a que ésta se enfrentó a una débil presión por parte de otros posibles
empresarios, la corona vaciló en interrumpir el sistema en funcionamiento..En el Imperio Inca, una de las

202
instituciones que heredaron fue el yanaconaje. En el sistema incaico, los yanaconas habían constituido
algunas veces una clase especial de siervos, vinculados más a la tierra y a las familias que a un pueblo o a un
grupo en particular..En todo caso, los españoles ampliaron el sistema e incorporaron a vagabundos y a otros
en el mismo. Los yanaconas no eran esclavos y en términos legales no podían ser vendidos individualmente.
Sin embargo, ellos y sus familias podían ser vendidos como parte de la tierra a la que pertenecían, y en
muchos sentidos aquellos que trabajaban en la agricultura se asemejaban a los siervos adscritos a la gleba..los
terratenientes pagaban el impuesto asignado a cada cabeza de familia yanacona..Los mayeques que
encontraron los españoles al llegar a México debieron cumplir una función algo similar a los yanaconas. De
todas formas, muchos mayeques se introdujeron en los pueblos. Algunos funcionarios los enviaban de nuevo
a sus lugares de origen, donde se convertían en tributarios. Otra categoría de indígenas, al margen de la
encomienda y de los pueblos, fue el naboría, término originario de las islas..En un principio, los naborías
fueron una clase de empleados personales, pero avanzado el siglo xvi el término fue usándose vagamente y, a
menudo, la palabra se transformó en «laborío», para describir diversas formas de mano de obra «libre»
indígena.Los yanaconas, laboríos, gañanes y otras categorías de trabajadores a sueldo o libres pasaron a ser
importantes como recurso laboral para las minas.Hay evidencia de que las minas atrajeron mano de obra de
los pueblos indígenas, pasando de esta manera a integrar una de las categorías antes mencionadas..En general,
en casi toda la colonia hubo un trasvase de indios de pueblos tríbutarios, de encomienda y de repartimiento
hacia categorías de mano de obra libre..Algunos estudios sobre el peonaje han sido revisados, y bien se puede
reafirmar que el peonaje por deudas y las duras condiciones represivas existieron en muchos lugares de
trabajo..Es posible que la forma más común de peonaje en la América española colonial fuera el acuerdo por
medio del cual los campesinos arrendaban pequeñas parcelas en las grandes haciendas. Las famihas
campesinas construían una choza, cultivaban productos de primera necesidad, tales como maíz, frijoles y
patatas, a la vez criaban unos cuantos pollos.con un poco de suerte, hasta un cerdo. El arrendamiento, tanto de
la tierra como del uso del agua, se pagaba algunas veces en dinero efectivo o en parte de la producción de las
pequeñas unidades agrícolas, a modo de aparcería.los indígenas y otros campesinos sin tierra arrendaban
parcelas de subsistencia sin entregar dinero, y algunas veces obtenían el patrocinio e incluso la protección
física del propietario y de sus mayordomos contra los intrusos, tales como los funcionarios reales y locajes,
levas de trabajadores, bandidos y vagabundos..El patemalismo era frecuente y abarcaba numerosas
vinculaciones económicas y sociales entre peones y empresarios. El «padrinazgo» se usaba por ambas partes
para crear lazos de obligatoriedad mutua. El «compadrazgo» sirvió para los mismos propósitos. Los
propietarios paternalistas comprometían a los trabajadores a través de ataduras psicológicas..Lo que hasta hoy
se sabe es que muchos peones no fueron coaccionados. A finales del siglo xvi.desde mediados del siglo xvii
en Nueva España y a principios del xviii en Perú, los poblados indígenas pasaron a ser lugares opresivos en
muchas partes de la América española. Los pagos del tributo, las tareas del repartimiento laboral y en los
ejidos del pueblo, pagos a las cofradías del pueblo y cajas de comunidad, las exacciones de transeúntes y de
los caciques del pueblo y el hambre de tierra en el siglo xviii convirtieron a las aldeas indígenas más bien en
un lugar de donde escapar y no en un sitio donde encontrar protección y cohesión comunitaria.En algunas
ocasiones, y cada vez más a fines del período colonial, los jefes indígenas del pueblo presentaron demandas
en los tribunales exigiendo el retomo de aquellos que habían huido hacia otros trabajos y residencias. En
algunos de estos pleitos, cuando los indios de estas aldeas tuvieron la posibilidad de elección optaron por la
hacienda y no por el pueblo..Las condiciones horribles existentes en algunas minas causaron muertes, huidas
y otras manifestaciones de miseria y desesperación.La fuerza laboral libre se desarrolló a lo largo del período
colonial y, después de la Independencia, fue en muchos lugares el segmento más numeroso de la clase
trabajadora. Durante la mayor parte del período, el sector de trabajadores libres estuvo casi enteramente
compuesto de castas, como por ejemplo, gente de raza mezclada, indígenas aculturados, negros libres y
blancos desclasados..Después de 1580, la corona intentó recaudar tributos a los negros y a los mulatos libres,
pero no de los mestizos..La ambivalencia hacia los libres, pero pobres, se extendió a su ámbito de trabajo.
Técnicamente libres, éstos fueron una parte importante de la fuerza de trabajo y tuvieron que trabajar. Las
leyes resultantes de esta situación paradójica fijaron que aquellas castas que podían probar que ocupaban un
empleo regular y saludable debían permanecer sin ser molestadas.Las castas, por otra parte, tuvieron que
soportar el peso de las sospechas. Muchas de ellas no eran de origen español y su posición intermedia era muy
inferior a la de los ciudadanos de pleno derecho de la élite..Este paradójico panorama empujó a las castas
libres hacia determinadas categorías laborales. Los cualificados se convirtieron en artesanos.Algunos de estos
artesanos especializados pertenecían a gremios, cuyos estatutos se parecían a las instituciones medievales
europeas.En el sentido positivo, la calidad de miembro de un gremio aseguraba al artesano y a sus aprendices
ciertas condiciones mínimas de trabajo, cierta libertad de acción en el mercado en cuanto al lugar de trabajo y

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empleador, restricción o prohibición de posible competencia, y acceso al reconocimiento del derecho al
proceso por infracciones menores o pleitos civiles concernientes a lo jurisdiccional, relativos al trabajo o a las
disputas de mercado. Los miembros de un gremio disponían también de un cierto grado de seguridad laboral y
seguro de vida.No obstante, algunos artesanos lograron una cierta posición social de clase media. Las castas
libres no cualificadas ocuparon empleos intermedios similares. Muchos fueron mayordomos, administradores,
capataces y recaudadores de contribuciones y alquileres..Trataron de evitar el trabajo manual en los campos y
en los talleres, y realizaban aquellos trabajos que las élites.consideraban inaceptables para ellas..Hacia fines
del siglo xvi, el número de vagabundos estaba creciendo y ello preocupaba a las autoridades y a los indígenas
de los pueblos. A medida que la escasez de mano de obra empezaba a ser notoria, las autoridades llevaron a
cabo intensos esfuerzos para sujetar a los vagabundos, pero cada crisis o interrupción del crecimiento
económico incrementaba su número.El vagabundeaje, al menos desde la perspectiva de las autoridades,
estuvo relacionado con el bandolerismo,.En general, la adquisición y mantenimiento de los esclavos negros
costaba más que la de los indígenas.El crecimiento de la población esclava negra tuvo que aguardar la
desaparición o descenso de la población nativa americana. En muchas partes de la América española, los
esclavos negros, al igual que los primeros esclavos indígenas., fueron una población sustituta..costas e islas
caribeñas.A principios del siglo xvm, a medida que prosperaba la industria minera, se acumuló suficiente
capital como para introducir un número cada vez más elevado de esclavos.En la segunda mitad del siglo xvm,
al elevarse los precios del azúcar europeo, las zonas de Cuba anteriormente dedicadas a la ganadería y un
poco al azúcar y al tabaco, fueron transformadas para plantaciones azucareras en gran escala (ingenios)
trabajadas por grandes ejércitos de esclavos..Sería simplista presentar el esclavismo negro en las colonias
españolas de América, o en alguna otra parte, como una condición uniforme de servidumbre de trabajo
manual, pues muchos esclavos se convirtieron en sirvientes domésticos, artesanos, capataces, pequeños
comerciantes y tenderos. Otros dependieron de sus experiencias y atributos culturales anteriores a la
esclavitud en África..La manumisión fue normal. Algunos esclavos desempeñaron oficios remunerativos y
acumularon el precio de su libertad. Los amos liberaron esclavos por una amplia variedad de motivos, que
iban desde la vejez, sentimiento de culpabilidad y gratitud, hasta los que estaban relacionados con períodos
difíciles..

SISTEMA TRIBUTARIO Los diversos sistemas laborales representaron uno de los mecanismos más
importantes de extracción de riqueza de la economía colonial hispanoamericana. El otro medio dominante de
acumulación y extracción de capital fue el sistema tributario..el principal gravamen impuesto a las clases
bajas fue el tributo, impuesto individual recaudado casi completamente a los indígenas como símbolo de su
condición dominada..contribución por cabeza, que no tenía en cuenta propiedades o salarios,.apareció en el
Nuevo Mundo en fecha muy temprana.Más tarde, el tributo constituyó un componente importante del
gobierno y administración colonial española en casi todas las partes de las posesiones americanas. Éste
mostró una gran adaptabilidad y longevidad, especialmente en aquellas zonas de Sudamérica muy aisladas y
económicamente atrasadas.En un principio, el tributo se pagaba en su mayor parte a los encomenderos, a
quienes se les había concedido el privilegio de cobrarlo y de beneficiarse también de él. A medida que las
encomiendas revertían a la corona y la población indígena productiva descendía, el tributo pasó a ser una
fuente de ingresos cada vez más importante para la corona, la cual empezó a recaudarlo de manera más
cuidadosa y rigurosa..Los tributos de Moctezuma y Huáscar estaban compuestos casi enteramente de artículos
locales.de las especialidades de cada región tributaria, aunque eran productos básicos como el maíz, frijoles y
ropas de algodón los que constituían la parte más importante del pago..En un principio, los conquistadores
españoles hicieron pocos cambios, a excepción de eliminar algunos productos indígenas, tales como
plumas,.Hacia la década de los años cincuenta del siglo xvi en México, y dos décadas después en Perú, las
reglamentaciones tributarias empezaron a desalentar el intrincado policultivo de los indios americanos:.La
política general fue planeada para introducir a los agricultores indígenas en la producción de los artículos
básicos necesarios en los grandes centros de consumo. Persistieron el maíz, los frijoles y los tejidos de
algodón,.se introdujeron nuevo productos.trigo, la lana y los pollos.los españoles fue limitar la producción a
uno o dos artículos tributarios por pueblo, aunque algunas especialidades locales, en particular aquellas de
gran valor, tales como oro en polvo o cacao, continuaron durante todo el período colonial.El cultivo de la seda
y del trigo, y el ganado.empezaron a extenderse porque se obligó a los indígenas a pagar sus tributos en este
tipo de productos, o a cuidar los campos trigueros o a vigilar el ganado como parte de las obligaciones del
pueblo. Otro de los propósitos de la política tributaria española fue la de comprometer más la economía
indígena,.en el mercado europeo.los encomenderos y funcionarios españoles empezaron a reclamar que parte
de los pagos del tributo fueran en moneda., los indígenas se vieron forzados a vender sus productos para ganar

204
dinero o su trabajo para obtener salarios..Muchos preferían pagar en moneda, pues encontraban esto menos
oneroso..Derivando el tributo hacia un pago completamente monetario, en algunas partes del México central,
dada la caída de la población aborigen y la consecuente escasez de productos locales de primera necesidad,
las autoridades y encomenderos forzaron a los indígenas a entrar en el mercado, pero la pericia y diligencia de
éstos fue demasiado competitiva para el gusto de los comerciantes españoles. La exacción en metálico forzó a
los indígenas a huir de sus opresivos pueblos y a convertirse en vagabundos o a buscar protección paternalista
en las haciendas.Los pagos en efectivo provocaron un acelerado descenso de la producción agrícola, cuyo
resultado fue un incremento de la inflación de los precios en las ciudades..El modo en que el tributo fue
impuesto, valorado y recaudado provocó una nivelación general de la estructura social indígena, que
transformó a los indios precolombinos en campesinos tributarios.El encomendero o corregidor, guiándose
normalmente por los censos previos, asignaba una cantidad total de contribución a un pueblo dado y sus
anexos o subsidiarios..Los principales de los pueblos recaudaban el tributo como ellos querían o como las
circunstancias lo permitían, de aquellos que estaban por debajo de ellos.Más a menudo.el sistema de cuotas
por pueblo indujo a una mayor carga sobre los pobres y fomentó más la tiranía local. Los tributos indígenas
mantuvieron su severidad hasta casi el final del período colonial.A finales del siglo xvi, el «servicio real» y
«el tostón», un impuesto de cuatro reales, se añadieron para ayudar con los gastos reales.El tostón permaneció
hasta prácticamente el final del período colonial.El tributo también causó problemas a la sociedad española.
Con frecuencia, los encomenderos y especialmente la corona recibían los tributos en productos que ellos no
necesitaban, pero que podían revender a otros segmentos de la sociedad.. Los pagos en metálico también
comportaron dificultades. Los indios y los pobres, como en todas las sociedades preindustriales
jerárquicamente estructuradas, fueron el terreno tradicional para descargar la moneda de ley inferior a la
marcada, recortada o falsificada. Los comerciantes y los ricos, guardaban la buena moneda para el comercio
de larga distancia o para las subastas y para hacer frente a las temporadas malas. La moneda inferior que se
usaba para pagar a los indígenas, o para comprar sus productos, consecuentemente se convertía en tributo e
iba a parar a las cajas reales, con gran animadversión de la burocracia..Además de los tributos se impusieron
ampliamente en las zonas pobres otros dos sistemas de contribución,.El sistema más común en algunas de las
zonas desfavorecidas de la América española fue la «derrama». Bajo esta práctica, los aldeanos indígenas,
normalmente mujeres, fueron obligados a preparar materias, generalmente de algodón o lana, para la siguiente
etapa o etapas de elaboración..Las mujeres sometidas a este tipo de industria de putting out primitivo
estuvieron normalmente mal pagadas o sin pagar,.El sistema desempeñó una función económica provechosa
en zonas pobres, puesto que redujo el precio de la ropa, permitiendo, así, a la gente del pueblo comprar tejidos
por debajo de los costos y fletes de cualquiera de los tejidos fabricados en los obrajes o procedentes de Europa
o Filipinas.., la derrama hizo aumentar los salarios de los funcionarios.e hizo bajar el coste de los productos
básicos, tales como la ropa.La otra forma.fue la compra forzosa, es decir, el «reparto de mercancías» o
«reparto de efectos». Los alcaldes mayores, corregidores y otros funcionarios de las zonas indígenas, a
menudo, al comenzar su mandato, viajaban a los pueblos vendiendo artículos que ellos habían comprado al
por mayor en los mercados de las ciudades. Los productos de primera necesidad llegaban de un área a otra
donde hicieran falta y los indígenas estaban satisfechos de comprarlos, incluso a precios
hinchados..Frecuentemente, sin embargo, estas ventas eran de carácter abusivo y de artículos no
solicitados.que eran endosados a los compradores, algunas veces a la fuerza y a precios desorbitantes. Los
indígenas revendían estos artículos, o aquellos que ellos no habían usado o echado a perder, en el mercado
español, a menudo, a precios inferiores de los que habían pagado, con la esperanza de poder recuperar algunas
de sus pérdidas.Para el corregidor, este tipo de transacción suponía,.un complemento a su salario normal y.un
subsidio a su estilo de vida, pagado por la sociedad indígena, el cual rebajaba el coste de los artículos lujosos
a la sociedad española..Los campesinos pobres, predominantemente indígenas, también tenían que sufrir el
soborno de los funcionarios locales. Los sueldos eran de miseria, y a la muerte de Felipe II casi todos los
puestos locales tuvieron que ser comprados, directa o indirectamente, a través de donaciones a las arcas reales
o a algún miembro de la realeza... El precio de cualquier puesto variaba dependiendo de su potencial como
fuente de ingresos. Además, el conocimiento de este sistema incluso se extendió a las clases bajas.Los
indígenas y las castas reconocían que algunas veces el soborno a los funcionarios los ayudaba, y hacía que la
corrupción fuese aceptada a regañadientes como un medio de hacer que la sociedad colonial fuera, al menos
en algunos casos, más humana..El soborno evitaba al gobierno el problema y parte de los gastos de
gobernar.Los funcionarios y párrocos cuando viajaban se suponía que no pagaban la manutención, el
alojamiento y el forraje de sus caballos y muías.estas «visitas» representaban una carga económica
considerable.Además, el clero aprovechaba estas breves estancias en los pueblos para celebrar bautismos,
confirmaciones, casamientos o funerales para aquellos que habían alcanzado la etapa de la vida representada

205
por este tipo de ceremonias desde la última visita clerical. Cada uno de estos deberes sacerdotales comportaba
una cuota prescrita,.Algunos clérigos empezaron a exigir una cantidad fija de dinero para cada visita,
probablemente para cubrir estas misiones.Durante.el siglo xviii, los indígenas de los pueblos y otros grupos de
campesinos pobres trataron de acomodar, evitar o resistir a estos constantes intrusos codiciosos y
recaudadores de contribuciones. Si las imposiciones, legales o ilegales, iban más allá de los límites
entendidos, algunos se quejaban, alborotaban o se rebelaban, acciones que raramente sobrepabasan los éxitos
temporales y, a menudo, daban lugar a represiones severas.La mayoría de los pueblos intentaron crear sus
propios intermediarios o barreras institucionales para ajustarse a la presión económica española.Una de estas
instituciones, la caja de comunidad, que era de origen español, pasó a formar parte de la sociedad indígena.El
propósito de las cajas fue emplear los fondos de la comunidad indígena sobre una base organizada. Éstas se
sostenían mediante los gravámenes impuestos a los habitantes de los pueblos y por las tierras destinadas al
respecto. Parte del tributo fue desviado hacia las cajas para utilidades de carácter local.A pesar de las
prohibiciones legales, algunas cajas eran salteadas constantemente por el clero y funcionarios locales.muchas
cajas tenían déficits permanentes,.Estas porosas cajas del tesoro comunitario estaban perdiendo dinero por
algún motivo;.Las cajas de comunidad financiaban los proyectos del pueblo, incluyendo la restauración de la
iglesia y las reparaciones del ayuntamiento, reforzando así la solidaridad del pueblo y el orgullo de la
comunidad. Parte del dinero recaudado era devuelto a los habitantes de los pueblos como pago del trabajo
realizado. En muchos pueblos de Mesoamérica se requirió apartar ciertos campos para cultivar el trigo y maíz
necesario para pagar el tributo. En muchos casos, los indígenas locales, quienes plantaban, escardaban,
irrigaban, cosechaban y espigaban estas parcelas, recibían sueldos procedentes de las cajas de comunidad. Los
altos funcionarios del pueblo también obtenían pagos al contado provenientes de las cajas, y puede que estos
desembolsos hayan tenido alguna importancia en la perpetuación de jerarquías y tradiciones..Algunas cajas
pasaron a ser ricas y actuaron como bancos y prestamistas de los indígenas, e incluso de los españoles.La
cofradía o hermandad religiosa fue otra de las instituciones indígenas importantes, adoptada también de la
sociedad española, para reunir fondos, no sólo para pagar las ceremonias religiosas de la comunidad.sino
también para pagar las retribuciones a los curas y obispos en concepto de visitas.. El tributo y otras
imposiciones sobre la sociedad indígena y las reacciones a estas presiones, fueron una gran parte de la historia
de los impuestos en la Amé- rica española, pero de ningún modo lo fueron toda. La corona y sus
representantes, con gran imaginación, intentaron gravar a otros grupos y otras actividades, pero con menos
éxito..alcabala o impuesto sobre las ventas, que antes de la Conquista se había usado en Castilla, se difundió
en América a finales del siglo xvi. Al principio éste fue aplicado como un impuesto español o europeo, del
cual la población indígena estaba teóricamente dispensada, excepto cuando ésta comerciaba con productos
europeos, aunque algunos indígenas pagaban elevadas sumas incluso en las ventas del maíz. La alcabala se
fijó en un 2 por 100 sobre el precio de venta de los artículos, pero en el siglo xvii se logró doblar esta
cantidad. En tiempos de guerra u otra clase de emergencias se aplicaban coeficientes más elevados,.A fines
del siglo xviii, llegaron a alcanzar un 6 por 100, lo cual provocó varios descontentos y disturbios.Tanto en
América como en España se compraban los puestos gubernamentales.pero este impuesto en forma de anticipo
no favorecía a la corona, puesto que una vez el funcionario en cuestión tomaba posesión de su nuevo cargo, la
corona ya no tenía acceso a las ganancias frecuentemente elevadas de tales cargos..Para remediar esta
situación, el gobierno instituyó dos impuestos brutales sobre la renta de las personas. La «mesada» era el pago
del sueldo de un mes que hacía cada vez que un nuevo titular. secular o eclesiástico, tomaba posesión de su
nuevo cargo..Los «beneficios» eclesiásticos eran de conocimiento público, y así, los clérigos que estaban en
posesión de estos cargos eran gravados de manera más precisa. En 1631, la corona aumentó el impuesto de
los funcionarios seglares a la mitad del salario del primer año o «media anata».Desde los días de la
Reconquista, la corona había reclamado y recibido una parte del botín, especialmente oro y plata en lingotes.
En el Nuevo Mundo, esta contribución se convirtió en el quinto real, pero al terminar el período de Conquista,
el quinto pasó a ser el impuesto sobre la producción de piedras preciosas, perlas, oro y, sobre todo, plata.El
quinto real era más fácil de recaudar en las grandes minas o en cualquier mina que usara amalgama de
mercurio para la fundición. Las minas de mercurio fueron un monopolio real y, aunque la calidad del mineral
de plata era un factor importante, había una correspondencia aproximada entre la cantidad de mercurio usada
y la cantidad de plata refinada..Los monopolios del gobierno, tales como la minería de mercurio antes
mencionada, la minería de cobre de Santiago del Prado al este de Cuba a principios del siglo XVII y, sobre
todo, el muy remunerativo estanco o monopolio del tabaco, llegaron a ser de gran importancia como fuentes
de ingresos..A finales del período colonial, los monopolios de artículos de primera necesidad, tales como la
sal, papel, pólvora y tabaco, pasaron a ser extremadamente impopulares entre todas las clases e indujeron
sublevaciones, tales como la revuelta de Tupac Amaru y las primeras luchas que dieron lugar a la

206
independencia..El gobierno también arrendaba sus derechos de monopolio.La corona estaba obligada por su
posición de patrona de la Iglesia a actuar como agencia redistributiva de un impuesto. Recaudaba el diezmo
eclesiástico en «frutos de la tierra», que prácticamente abarcaba todos los productos agrícolas y animales
domésticos. Normalmente, los indígenas no pagaban el diezmo, excepto en los productos que ellos adquirían
y que eran introducidos por los europeos..El diezmo constituía para la Iglesia un ingreso de riquezas
provenientes del sector agrícola, pero parte de éste regresaba, no sólo en el sentido de que la Iglesia satisfacía
algunas de las necesidades psicológicas y espirituales de sus fieles, sino también para ayudar a los pobres y
enfermos en forma de atención médica primitiva, caridad y hospitalización.El otro impuesto eclesiástico
recaudado por el clero, pero administrado por el gobierno, fue la «santa cruzada», sistema que consistía en la
venta de indulgencias cada dos años, el cual rendía beneficios considerables, especialmente en el siglo
xviii..Estos impuestos, los cuales pasaron a ser más complicados y numerosos a medida que avanzaba el
período colonial.e.an los mismos mecanismos de exacción antiguos, la más obvia fuente de riqueza de los
primeros imperios y de los descendientes directos de la tasación imperial romana..Para todo ello no era
necesario una gran burocracia, puesto que todos estos impuestos eran arrendados, es decir, el derecho a
recaudar un impuesto específico era comprado por un particular, quien recuperaba el coste del cargo mediante
la retención de una parte de los impuestos que él recaudaba.. Esto provocaba recaudaciones entusiastas y
minuciosas. Evidentemente, los arrendatarios de impuestos, que iban desde los hacendados, comerciantes
ricos y criollos indigentes hasta calpisques, alcaldes y principales de los pueblos indígenas, recaudaban más
de la cuenta, declaraban cantidades inferiores, reducían las cantidades excesivas en la medida de lo posible, al
tiempo que cuidaban el grado de amabilidad, indulgencia, apatía, honestidad e indigencia de los funcionarios
del tesoro, a quienes ellos tenían que rendir cuentas..Carlos III, el primer promotor de una burocracia estatal
moderna, que se hicieron vigorosos esfuerzos para reducir la imposición agrícola e incrementar la recaudación
mediante funcionarios del Estado, intendentes y subdelegados.Lo mejor que el gobierno podía conseguir,
dada su relación con la clase alta, era el «donativo gracioso», que consistía en una «donación voluntaria», la
cual era en realidad un sistema de gravámenes o confiscaciones negociadas de carácter involuntario, que se
parecía a las generosidades reales inglesas. La corona inició esta práctica de petición complicada, algunas
veces mediante donaciones, otras a través de créditos, aduciendo como pretexto los gastos de una emergencia
o una celebración especial.Las consecuencias de estas donaciones fueron contradictorias. Algunas de éstas, a
últimos del siglo xvi y principios del xvii, proporcionaron grandes sumas de dinero, las cuales ayudaron a la
corona a vencer verdaderas emergencias.Pero las donaciones fueron también un modo de desinversión, de
desplazamiento del capital de las colonias, que a la larga alienó a la clase de la cual dependía la
corona..DISTRIBUCIÓN E INTERCAMBIOS Las posesiones españolas de América tuvieron varios sistemas
de producción, distribución e intercambio imbricados e interrelacionados.En el nivel más bajo estaban la
agricultura campesina y los intercambios en los pueblos. En las pequeñas unidades indígenas, más o menos
pueblos comunales.y en los.márgenes de las haciendas se producía maíz, frijoles, tubérculos, algo de pulque y
chicha, sal, aves de corral y otros pequeños animales domésticos y ropa tejida a mano.la comunidad indígena
jugó el papel principal en los primeros tiempos de la encomienda, aportando grandes cantidades de productos
de primera necesidad para vender o, vía tributo, para subastar en las ciudades. Al debilitarse la encomienda,
descender la población indígena, y convertirse las ciudades y centros mineros en mercados más grandes y más
atractivos, los productores y distribuidores indígenas fueron apartados en grado considerable por campesinos
españoles, propietarios de haciendas y obrajes y comerciantes mestizos o españoles..La cantidad total de
artículos implicados continuó siendo considerable, pero las cantidades individuales eran pequeñas, circulaban
ineficientemente y carecían de medios de cambio. El sistema dependía de la energía y laboriosidad infatigable
de los pequeños comerciantes y agricultores indígenas.dispuestos a viajar largas distancias con pequeñas
cantidades en busca de exiguas ganancias..Gran parte del intercambio se hacía mediante trueque o mediante
monedas sustitutas, tales como granos de cacao, pastillas de azúcar moreno u hojas de coca. También eran
comunes el dinero en su valor más bajo y la moneda falsificada..En zonas pobres y marginales de la América
española, tales como Paraguay, Tucumán y la Venezuela rural de antes del cacao, con poca población
indígena y sin un producto importante que llamara la atención a los españoles, los pocos colonos españoles
encontraron que ellos no tenían otra alternativa que la de vivir a costa de la producción indígena..Fue
precisamente en tales áreas donde la encomienda pervivió la mayor parte del período colonial.El cacao, el
tabaco, las fibras de cactus y, en un sentido un poco distinto, el pulque y las hojas de coca son cultivos
típicamente americanos, que desarrollaron valores comerciales dentro de la economía europeizada debido a la
transformación de las pautas de distribución, cambios en los gustos o nuevas maneras de usar los
productos..Los productores campesinos o indígenas gradualmente perdieron el control del sistema de mercado
y algunas veces de la tierra y, también, del proceso productivo..La mayoría de las áreas campesinas que

207
producían o comercializaban artículos, los cuales eran de gran valor, sufrieron intrusiones masivas que
comportaron grandes transformaciones tanto en sus sistemas de producción y comercialización como en sus
propias culturas. Hacia principios del siglo xvii, la expansión de los mercados urbanos de carne y cereales
(tanto de maíz como de trigo) y otros productos alimentarios de primera necesidad en las zonas más
importantes del Imperio, fueron suministrados en su mayor parte no por pueblos indígenas, excepto quizás
indirectamente, sino en gran escala por estancias de españoles, criaderos de ovejas y cerdos, haciendas,
labores y huertos comerciales..Los comerciantes que introducían los artículos básicos en estas ciudades eran
españoles o castas que trabajaban por su propia cuenta, o como agentes de los agricultores españoles o de.los
grandes comerciantes de la ciudad..Los almacenes pertenecientes al gobierno, denominados pósitos o
alhóndigas, instituciones que llegaron al Nuevo Mundo a últimos del siglo xvi e inicios del xvii, en un
principio funcionaron de modo intermitente durante las épocas de escasez,.En algunas ciudades, las
albóndigas se convirtieron en una atracción permanente.El cabildo, normalmente lejos de ser un organismo
acaudalado en los pueblos españoles de tamaño mediano y de categoría inferior, a menudo, tomaba prestado
fuertes cantidades de dinero para adquirir productos de primera necesidad para la albóndiga (ver: quizas no se
llame asi), y luego encontraba tentador recuperar sus desembolsos y, quizás incluso, producir un pequeño
excedente para la reconstrucción y proyectos de embellecimiento de la ciudad, mediante el retraso de la
redistribución de los productos de los almacenes gubernamentales hasta que el precio fuera justo un poco más
favorable. Algunos productos, tales como carne, leche y verduras, no podían ser almacenados. En estas
circunstancias, el gobierno no podía monopolizar la adquisición y redistribución e intentaba simplemente
asegurar determinadas provisiones..Desde mediados hasta finales del siglo xviii, a medida que la economía
colonial pasaba por un período de renovación profunda de su mercantilismo de Antiguo Régimen en búsqueda
de un nuevo orden mercantil renovado, y nuevas materias primas y artículos, tales como el azúcar, tabaco y
productos animales se convertían en bienes de exportación para los mercados europeos, Buenos Aires,
Caracas y La Habana se incorporaron a la lista de los mercados urbanos principales. En todo momento hasta
finales del período colonial, el comercio de larga distancia estuvo regulado o limitado por los factores
determinantes de tiempo, distancia, carga, espacio y fletes de transporte que dominaron el comercio entre la
América española y Sevilla o Cádiz..En general, el comercio por mar era menos caro y más expeditivo.En
cuanto a los productos alimentarios de primera necesidad, por las rutas a través de zonas de clima
relativamente templado, se echaban a perder menos artículos que por las que pasaban a través de los trópicos
húmedos, áridos y calurosos..La dirección que seguía el movimiento de los productos era más hacia el sur que
hacia el norte, en cambio, la circulación del oro y la plata iba más hacia el norte que hacia el sur,.Algunas de
las especializaciones regionales surgieron debido a la carencia significativa de algunos productos cerca de los
grandes mercados. Lima no podía cultivar su propio trigo, y tuvo que considerar los pequeños oasis cercanos,
pero incluso éstos no fueron suficientes, y en la primera mitad del siglo xviii, el valle central de Chile,
relativamente más cerca que Cuzco, Andahuaylas y Abancay, gracias a su vinculación marítima pasó a ser el
principal proveedor de Lima..Las manufacturas textiles de México tuvieron que soportar una competencia
más fuerte, no sólo de los tejidos europeos, sino también de los orientales, además de la competencia por la
disposición de la mano de obra que procedía de las minas de plata y de las ciudades mucho más grandes.
Como consecuencia, sus obrajes tuvieron que hacer un uso mayor de la mano de obra esclava, convicta y de
trabajadores asalariados libres. La lana fue la principal materia usada para la fabricación de tejidos, aunque el
algodón fue también ampliamente empleado..Los puertos, a lo largo de la ruta marítima que conectaba
Acapulco con El Callao, se usaban para comerciar con amplias zonas del interior. Acajutla y Realejo eran los
puertos para Centroamérica que servían, no sólo para el intercambio de bienes locales por plata y vino de
México y Perú, sino también para el desembarco de productos ilegales procedentes de Perú que luego se
dirigían por tierra hacia México para evitar las aduanas, y a la inversa, en estos puertos se cargaban los barcos
que se dirigían a Perú con sedas y especias de Filipinas, las cuales habían sido transportadas por tierra de
forma ilegal desde Ciudad de México y Acapulco.En una dirección parecida, Guayaquil era el puerto para las
tierras altas de alrededor de Quito, y los puertos de La Serena, Valparaíso y Concepción servían al norte,
centro y sur de Chile, y a las provincias del interior del otro lado de los Andes, alrededor de Mendoza y San
Juan..Desde Buenos Aires, la plata de Potosí pasaba a los comerciantes de Sacramento y Río de Janeiro, y
desde allí, no sólo se dirigía a Lisboa, sino.que también iba directamente hacia China y hacia la India
portuguesa, para financiar allí la intrusión occidental..El comercio colonial interior, tanto el sistema que
suministraba productos básicos a los mercados de la ciudad, como el sistema de larga distancia que acarreaba
plata, tejidos y especialidades regionales, requería medios de articulación. Aquí ya hemos mencionado a tales
instituciones como subastas gubernamentales y privadas, pósitos y albóndigas, gremios de artesanos y
comerciantes, y pequeños comerciantes y negociantes quienes reunían pequeñas cantidades de artículos

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valiosos en los mercados de los pueblos para luego repartirlos a las grandes casas comerciales de la ciudad.
Sin embargo, el mecanismo de intercambio dominante, al igual que en la economía de los pueblos y en la
Europa occidental, fue la feria. Las ferias más importantes se celebraban en las grandes ciudades; el lugar y
tiempo de establecimiento y las normas de funcionamiento interno estuvieron regulados por la ley y los
inspectores locales..Las ferias más singulares y famosas fueron aquellas que conectaban a los tres sistemas de
comercio interior que hemos descrito con el comercio transoceánico oficial realizado por las flotas y diversos
barcos con licencia. Estas ferias se celebraban en los puertos oficiales principales o en lugares próximos,
especialmente Veracruz, Jalapa y Portobelo.estas ferias, que estaban en lo más alto de la jerarquía de los
sistemas comerciales, se parecían considerablemente a aquellas que ocupaban el lugar más bajo.La historia de
los precios y salarios, otro de los aspectos importantes de la.producción e intercambio, quizá tampoco ha
recibido la atención académica que ésta merece. A mitad de centuria o más después de la Conquista, los
precios se elevaron de manera veloz a medida que descendía la población laboral, la minería de plata
monetizaba la economía y crecía la población consumidora. Esto debió confundir considerablemente los
cálculos de los productores y de los comerciantes, pero normalmente la inflación del siglo xvi obró a su favor
en el Nuevo Mundo, si no en el Viejo. Los salarios se elevaron todavía más cuando la mano de obra no
relacionada con la esclavitud, encomienda y repartimiento-mita adquirió un ventaja considerable a causa de su
creciente escasez. Productores, empresarios y comerciantes tenían que equilibrar estos crecientes costos
laborales con las ganancias a adquirir de la inflación de los precios..El comercio de larga distancia dio como
resultado algunas fluctuaciones violentas de precios, debido a la duración y fletes de transporte que ello
implicaba y a causa de la irregularidad del suministro. El hambre, las sequías, las inundaciones, las erupciones
volcánicas, las plagas de langosta y las epidemias tuvieron como consecuencia crisis temporales y rápidas
subidas de los precios, que de manera frecuente empeoraban por la avidez de los monopolizadores..Se sabe
poco acerca de los salarios, salvo un panorama general de estabilidad durante el siglo xvii que pudo haber
disminuido en el xviii..Aunque probablemente estuvieron rezagados en relación a los precios,.a medida que
aumentaba lentamente la población trabajadora, a largo plazo una ventaja adicional para aquellos que
empleaban mano de obra remunerada..La producción e intercambios tenían que estar financiados. Las fuentes
de crédito incluían a la Iglesia y sus capellanías o donaciones privadas y beneficios del clero secular, la
hacienda real, las cajas de comunidad, gremios, cofradías e individuos privados. Los propios comerciantes
prestaban dinero a otros comerciantes, mineros y hacendados..Los préstamos en general eran regularmente a
corto plazo y para propósitos específicos, pero las hipotecas de tierra podían durar años y el capital que se
cedía era usado para una amplia variedad de inversiones..Las dotes fueron un mecanismo muy frecuente para
transferir capital, y financiaron muchas de las expansiones de negocios y empresas.No todos los sistemas de
comercialización estudiados aquí necesitaban el respaldo de una moneda de plata, al menos no en la misma
extensión. Los intercambios agrícolas del pueblo usaron el sistema de trueque o monedas substitutas, tales
como hojas de coca o granos de cacao..El comercio con los mercados urbanos, sin embargo, tenía que estar
respaldado por plata, especialmente el de larga distancia y, sobre todo, el comercio con Europa y Oriente.La
corona introdujo un precedente peligroso mediante el intento de monetizar las colonias y al mismo tiempo
sacar algunos beneficios. En esta dirección, la corona mandó monedas castellanas al Nuevo Mundo y les dio
un valor más elevado que en la propia Castilla.En 1535, se empezó a acuñar en el Nuevo Mundo, y durante la
mayor parte del período colonial las colonias produjeron sus propias monedas. Desde un principio, la
adulteración, falsificación y cercenamiento de la moneda fueron desenfrenados..Después de mediados del
siglo xvi, en México circuló libremente una sospechosa moneda, tipuzque, mezcla de oro con cobre de
tradición azteca que los españoles heredaron. Más tarde, la acuñación mexicana fue considerada más fiable.
En Perú, la adulteración de plata con plomo y estaño databa de antes de la Conquista, y desde muy temprano
la acuñación colonial peruana continuó mezclándose de modo similar, y durante la mayor parte del período
colonial, la moneda peruana permaneció como objeto de sospecha, comparada con la de México..A veces se
aceptaba moneda falsificada para transacciones legales, pero con un tipo de descuento. De este modo, desde
un punto de vista técnico, tales moneda eran ilegales, pero en la práctica no lo eran..La moneda cortada o
moneda recortada no inspiraba confianza, pues al partir los pesos, muchas veces los tostones y reales
quedaban con un tamaño y peso inferior al correcto. La fragmentación y reducción del tamaño de las monedas
condujo a tal deformación de las mismas que el pesaje era una práctica común en los pequeños mercados..La
corona, los comerciantes españoles y los extranjeros, con sorprendente eficiencia, despojaron a las colonias de
moneda de plata, no sólo dirigiéndola hacia Europa sino que vía Buenos Aires iba a Brasil y a la India, y a
través de Acapulco hacia el Oriente.A medida que descendía la producción argentífera a mediados del siglo
xvii, se.deterioró el sistema de flotas españolas e incrementó el atesoramiento y contrabando de buena
moneda.En la década de los cincuenta del siglo XVII el Estado intervino tratando de apañar la moneda

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alterada, devaluando las macacas peruanas y, al final, retirándolas de la circulación para volverlas a acuñar de
nuevo. Sin embargo, ninguna de estas medidas, que sembraron el pánico, funcionaron. La corona abandonó la
reforma definitivamente dejando que la situación se resolviera por sí misma. Los restos de moneda alterada se
introdujeron en las comunidades de negros libres o indígenas, y después iban a parar al tesoro en forma de
pagos del tributo y otros impuestos. El comercio perdió su principal respaldo y quedó aniquilado o
transformado en un negocio de carácter local..El trueque de mercancías aumentó, aunque dificultaba los
intercambios a larga distancia. Este tipo de crisis monetaria se presentaba de manera frecuente después de la
segunda mitad del siglo xvii..En 1728, la corona se hizo cargo de las acuñaciones que previamente habían
estado arrendadas a compañías privadas, y trató de uniformizar y acuñar la moneda e introducir el
acordonamiento en los cantos para obstaculizar los recortes de ésta, todo al parecer con muy poco resultados.
La escasez e inestabilidad de la moneda trajo consigo problemas de convertibilidad, especialmente en las
zonas rurales y periféricas... En las épocas de gran escasez de circulación monetaria, se usaban de nuevo el
trueque y la moneda substituta,.cuando la buena moneda.era relativamente abundante, se extendía el comercio
de larga distancia e incluso los intercambios a nivel local eran más rápidos y más fáciles..

MORNER, Magnus

Capítulo 4

ECONOMÍA RURAL Y SOCIEDAD


COLONIAL EN LAS POSESIONES
ESPAÑOLAS DE SUDAMÉRICA*

TENENCIA DE LA TIERRA, FUENTES DE CAPITAL Y MANO DE OBRA

Durante la conquista, la adquisición de tierra no fue el principal objetivo de los españoles. Ante todo, los
españoles quisieron establecer núcleos urbanos, a semejanza de los existentes en el sur de España. Estos
pueblos dispondrían en sus alrededores de una población indígena campesina, sujeta a un sistema de dominio
colonial indirecto. El sistema de «encomienda» parecía ser la fórmula ideal para las relaciones hispanoindias.
Así, los encomenderos percibirían tributos o servicios personales. A cambio de ello, el encomendero debía
cuidarse de la instrucción y evangelización del indio encomendado. Como institución legal, la encomienda no
implicó derechos sobre las tierras de los indios.
No obstante, el instrumento legal para la redistribución de la tierra fue un rasgo propio del proceso mismo de
la fundación de pueblos. Justo al recibir los vecinos sus parcelas de tierra a través de la «merced real», ellos
tenían derecho a obtener grandes o pequeños terrenos en las áreas circundantes del pueblo que todavía no
habían sido cultivadas por los indios. Dependiendo del posible uso que se pudiera hacer de tales donaciones,
éstas fueron calificadas como «mercedes de labor» o «mercedes de estancias de ganado». Originalmente, una
«peonía» era una pequeña porción de tierra labrantía cedida a los soldados de a pie; y una «caballería» era la
que se concedía a los hombres de a caballo.
Hacia mediados del siglo xvi, la emigración española hacia el Nuevo Mundo alcanzó niveles elevados y de
manera acelerada aparecieron pueblos de españoles. Aumentó la demanda de alimentos, en particular de
aquellos productos que todavía los agricultores indígenas no podían suministrar, tales como carne, trigo,
azúcar y vino. Un número creciente de españoles encomenderos se aprovecharon del mecanismo de la
distribución de tierra. Con el tiempo a las tierras destinadas para pastos se las conoció como «estancias»,
mientras que las dedicadas a los viñedos, cultivo de granos y vegetales se las denominó «chacras».
El tipo de mano de obra utilizada para el desarrollo de la producción fue diversa. Algunos encomenderos
hicieron uso de los indios, pero desde 1549 ello quedó prohibido. A otros, se les concedió parte de los
repartos oficiales de indios mitayos que servían por tumos en trabajos privados como también en los de
necesidad pública. Había asimismo reserva de mano de obra de jornaleros indígenas. Otra fuente de trabajo
fue la de los indios yanaconas, institución de origen incaico. Los negros que bajo otras circunstancias eran
importados para servir como criados y como artesanos urbanos, también compartieron las faenas rurales de
los alrededores de los pueblos españoles. Sin embargo, el elevado coste de la compra de esclavos limitó
claramente el uso de éstos a aquellas empresas agrícolas económicamente rentables.

210
Mientras tanto, después de la primera mitad del siglo xvi, la encomienda fue declinando aceleradamente. En
cierto modo, ello fue consecuencia del drástico descenso de la población indígena. El suministro de mano de
obra a través del «repartimiento» se volvió cada vez más necesario en vista de la rápida expansión del sector
minero, después del descubrimiento de la rica mina de Potosí, en el Alto Perú, en 1546. Al mismo tiempo, la
concentración en Potosí de miles de personas elevó estrepitosamente la demanda de alimentos, agua, ropa y
estimulantes como el vino, aguardiente, hojas de coca y yerba mate. Además, dicho centro minero requería
combustible, materiales de construcción y bestias de carga. Al igual que en Nueva España, las grandes
haciendas parecen haberse desarrollado como unidades integradas dentro de los mercados de las áreas
circundantes de los centros mineros y político-administrativos. A medida que se ampliaron los mercados
agrícolas, los grandes hacendados trataron de extender sus propiedades, especialmente cuando hubo tierra
disponible, como consecuencia de la despoblación de los indios y de los precios bajos de la tierra. Los
grandes latifundios se formaron mediante la usurpación de tierras colindante, a menudo de los indígenas,
como también a través de la donación de mercedes de tierra y compras. No obstante la irregularidad de los
títulos de propiedad de la tierra, desde 1590 empezaron a legalizarse a consecuencia de las crecientes
necesidades financieras de la corona.
Los terratenientes pudieron ver confirmados sus hasta entonces cuestionables derechos de propiedad a través
del sistema de «composición» de tierra, que consistía en un pago a la Hacienda Real.
Algunos hacendados, en particular los grandes, no vivían en los pueblos, pues arrendaban sus propiedades o
las dejaban en manos de los mayordomos.
Algunos trataron de asegurar que su patrimonio se transmitiera completo y sin divisiones de generación en
generación, aprovechando para ello la institución española que vinculaba las propiedades a un mayorazgo.
Pero las investigaciones recientes sugieren que incluso era más común el fenómeno opuesto, el de frecuentes
cambios en la propiedad mediante compra-venta. A menudo, también, los cambios en la propiedad se
debieron a los elevados niveles de endeudamiento de los propios latifundistas.
Desconocemos cuál fue el alcance real de los créditos no eclesiásticos concedidos a los hacendados. En el
siglo xviii, al menos, los comerciantes se arriesgaron a ceder préstamos a terratenientes sin suficiente
solvencia económica como para recibir créditos de la Iglesia, pero éstos se realizaron con un elevado
porcentaje de interés.
El tamaño e importancia relativa de las grandes extensiones, normalmente denominadas «haciendas», desde el
siglo xviii en adelante no debería exagerarse. En primer lugar, la mayoría de las fincas así llamadas, eran
probablemente bastante modestas y pequeñas, y sólo disponían de un simple puñado de trabajadores. En
segundo lugar, los asentamientos indígenas, reorganizados en «reducciones» o «pueblos de indios», desde
1600, controlaban la mayor parte de las tierras altas y quedaron integrados a los mercados regionales en
desarrollo. A menudo, el descenso de la población aborigen llevó consigo una discrepancia entre, por una
parte, la disminución del número de asentamientos indígenas y, por otra, por la tenencia legal e inalienable de
la tierra que éstos poseían. Pero algunos colonizadores, a pesar de la prohibición legal, se establecieron entre
los indios y cultivaron parte de sus tierras. Muchas de las primeras reducciones indias se transformaron en
pueblos mestizos, poblados por pequeños y medianos agricultores. Otras, bien que debilitadas, conservaron su
carácter corporativo indígena, y constituyeron las comunidades indígenas de los tiempos modernos.
Durante el período colonial, la Iglesia y, en particular, las órdenes religiosas, tales como los jesuítas, fueron
los que más sobresaheron de entre los terratenientes. El estímulo provenía de la necesidad de asegurarse
ingresos constantes para mantener los colegios y otras actividades urbanas. Las donaciones de tierra y de
dinero hechas por los miembros de la élite cooperó en la acumulación de tierra a favor de la Compañía de
Jesús. A veces, también la transferencia de la tierra a la Iglesia era consecuencia de que el hacendado no podía
cumplir con las obligaciones financieras contraídas con algún cuerpo eclesiástico, pues éstos eran la principal
fuente creditica rural hasta finalizar, al menos, el siglo xviii. La política de adquisición de tierra llevada a cabo
por los jesuítas era, a menudo, notablemente sistemática, de modo que sus explotaciones se especializaron en
distintos productos, que se complementaban unas con otras.
En 1767, la corona decretó la expulsión de la Compañía de Jesús de Hispanoamérica y confiscó todas sus
propiedades. Éstas pasaron a control estatal. Tarde o temprano, sin embargo, las antiguas posesiones de los
jesuítas pasaron a manos particulares. La pérdida de los jesuítas significó el fortalecimiento del sector de la
propiedad laica y, también, la práctica desaparición de la coordinación que caracterizó a sus distintas unidades
productivas y que había sido una importante fuente de solidez y beneficios. En la persecución de una política
regalista contra la Iglesia, la administración borbónica intentó también reducir y regular la creciente cantidad
de obligaciones del terrateniente para con la Iglesia.

211
Por lo que respecta a la mano de obra rural también se sabe mucho más de Nueva España que del sur de
Hispanoamérica. En términos generales, los esclavos negros desempeñarían un papel importante en el laboreo
de las tierras bajas tropicales, mientras que indios y mestizos proporcionarían la mayor parte de la fuerza de
trabajo en las tierras altas. Después de la desaparición de la mita, la mano de obra rural fue legalmente libre.
Para Nueva España, la idea tradicional de que el peonaje por deudas había sido el mecanismo por el cual los
terratenientes retenían la mano de obra indígena en las haciendas, está siendo cada vez más cuestionada. Es
probable quehubiera otras razones por las que el hacendado pudo competir exitosamente con los mineros y
otros empresarios en la obtención de mano de obra. Las condiciones del trabajador de una hacienda eran
simplemente menos duras que las del trabajador de una mina.
En la costa peruana, en el siglo xvi, mientras la población indígena disminuía y los encomenderos veían
menguar sus ingresos en concepto de tributos, la población de Lima, fundada en 1535, crecía rápidamente.
Así que muchos y grandes encomenderos trataban de explotar las ventajas de esta situación, mediante el
establecimiento de estancias y charcas, en las tierras irrigadas del valle de Rimac y otros valles cercanos
encaminadas a abastecer las necesidades de Lima. El descenso de la población indígena como trabajadores
rurales se sustituyó con la importanción de esclavos. En los valles del norte, algunas se destinaron a la
ganadería; otras, a las cada vez más rentables plantaciones de algodón y de azúcar. La expansión territorial de
estas haciendas fue sumamente facihtada por el continuo descenso de la población indígena que dejó las
tierras de comunidad vacías. Al norte los agustinos mantuvieron a lo largo de dos centurias un verdadero
monopolio de las mejores tierras. Sin embargo, desde 1780, estas explotaciones pasaron a propietarios laicos
mediante contratos de arrendamiento enfitéutico. En 1767, en el momento de la expulsión de los jesuítas,
éstos poseían en los valles central y del norte no menos de once haciendas azucareras. El crecimiento de la
propiedad eclesiástica fue principalmente resultado de las donaciones piadosas. Pero, en particular, los
jesuítas también adquirieron muchas propiedades mediante compras financiadas por sus propios beneficios o
a través de préstamos obtenidos dentro o fuera de la Compañía. Las propiedades de la costa sur tendían a ser
más pequeñas, pero vendían más que las del norte. El cultivo más rentable era la vid. Los esclavos negros
configuraron una parte importante de la fuerza de trabajo rural en la costa peruana. Los jesuitas empleaban
esclavos a las plantaciones de azúcar y viñedos. A menudo, los esclavos recibieron parcelas para cultivar sus
propios alimentos, al igual que los trabajadores indígenas permanentes (agregados a las haciendas).
Progresivamente, se incrementó la participación de los negros libres, mulatos y mestizos como fuerza de
trabajo.
En el interior del norte de Perú, en la sierra central andina, la expansión de la ganadería dio lugar a la creación
de numerosas estancias, como también de obrajes y chorrillos. Al igual que lo que ocurrió en la costa, las
haciendas españolas se extendieron a expensas de las tierras indígenas. Los indígenas configuraron la
principal fuerza de trabajo de las estancias ganaderas, así como de los obrajes. Al mismo tiempo, la población
no india iba incrementando de manera
continua.
De manera frecuente, las haciendas se establecieron alrededor de las minas a las que abastecían con
alimentos. A la vez, las comunidades indígenas también fueron atraídas dentro de esta red comercial de
carácter local. Las minas de Huancavelica, fueron también circundadas por haciendas. La mayoría de las
veces éstas sirvieron como reserva de mano de obra para las minas.
Más al sur, la ciudad de Cuzco constituyó un mercado importante y, ya desde tiempos tempranos, fue rodeada
por chacras. La mayoría de las haciendas estaban concentradas a lo largo del Camino Real, la ruta que a pesar
de sus numerosos pasajes difíciles conectaba
Cuzco con Lima y Potosí. Los jesuítas eran dueños de la hacienda azucarera más importante, la de
Pachachaca, y propietarios también del gran obraje anexo a la hacienda de Pichuichuro. Ambas propiedades
fueron centros de redes agrícolas y ganaderas, cuya función era suministrar las provisiones que necesitaban
los trabajadores de las haciendas azucareras y de los obrajes. No obstante, la mayor parte de las haciendas
eran probablemente bastante modestas y pequeñas. Además, en vísperas de la independencia, la mayoría de
los indígenas estaba viviendo todavía en sus comunidades.
En la región fría de Puno, la cría de llamas y ganado lanar de las comunidades indígenas fue la principal
característica de la sociedad rural, aunque allí también había estancias españolas dispersas. En el Alto Perú, el
valle de Cochabamba fue uno de los principales graneros de Potosí.
La fuerza de trabajo existente en las haciendas, situadas en la sierra central andina, comprendía tres categorías
principales: los mitayos (o séptimas) de las comunidades indígenas, que servían por turnos en las haciendas,
del mismo modo que lo hacían en las minas; los yanaconas, institución de origen inca que se usó cada vez
más a lo largo del período colonial, constituían una mano de obra adscrita de manera permanente a la

212
hacienda y, de hecho, atados a ella, recibían en usufructo pequeñas parcelas de tierra para su propia
subsistencia, pero sin remuneración salarial alguna; por último, habían algunos trabajadores o jornaleros libres
que se alquilaban de manera voluntaria y se les compensaba casi o totalmente en especie y frecuentemente
estaban endeudados con los hacendados.
En ausencia de minería, la vida económica de la audiencia de Quito (actual Ecuador) se ajustó a la
especialización de dos productos: cacao en la húmeda provincia tropical de Guayas, y tejidos de lana en la
sierra. En la costa se desarrollaron plantaciones trabajadas por esclavos. En la sierra, las haciendas y, en
menor grado, los pueblos de indios, intentaron combinar la agricultura de subsistencia y la ganadería con la
producción textil. Al igual que en Perú, las haciendas de Quito se formaron, en parte, por medios extralegales
y posteriormente se legalizaron mediante el sistema de composiciones. Las propiedades eclesiásticas eran
impresionantes; así, los jesuítas, en 1767, poseían un centenar de haciendas, estancias y obrajes. Al igual que
en Perú, la mano de obra rural derivaba de las instituciones incaicas de yanaconaje y mita.
Pero en Quito, los mitayos, aquíllamados «quintos», configuraron el grueso de la mano de obra. Mediante la
concesión, en usufructo, de pedazos de tierra, denominadas aquí huasipungos, y haciendo que los mitayos
contrajeran deudas, los hacendados lograban, a menudo, desplazar a los indios de sus pueblos, atándolos a las
haciendas. Así que su situación fue asemejándose cada vez más a la de los primeros yanaconas. Las peores
condiciones eran las de los mitayos, sujetos a trabajar forzosamente en espacios similares a cárceles, tales
como los obrajes. Aquellos indios empezaron a ser conocidos como «conciertos». Más adelante, a estos indios
se les llamaría huasipungueros. A fines del período colonial, alrededor de la mitad de la población indígena
demográficamente estable de las tierras altas de Quito se había convertido en siervos de las haciendas.
En Nueva Granada, después de la conquista (1537), los encomenderos jugaron un papel decisivo en el
proceso de apropiación de la tierra. Mediante el control de los cabildos, los encomenderos se asignaron tierras
de sus encomiendas.
La consolidación de las haciendas españolas se llevó a cabo mediante el sistema de composición. De este
modo, un aristócrata obtuvo la legalización de la propiedad. Sin embargo, los mayorazgos fueron pocos y, a lo
largo del siglo xvii, algunas tierras fueron ocupadas por hacendados más modestos. La Iglesia también
adquirió aproximadamente la mitad de la tierra. Los pueblos indígenas desaparecieron en su mayoría.
Hasta la última década del siglo xvi, los indios de encomienda configuraban el principal recurso laboral de la
sabana. Posteriormente, la mita pasó a ser el medio de reclutamiento laboral para las tareas agrícolas, como
también para la minería y servicios urbanos. Al igual que en Quito, los hacendados, de manera frecuente,
convirtieron a los trabajadores «concertados» por seis meses en peones residentes y permanentes de las
haciendas. En el siglo xviii, también apareció la mano de obra libre, voluntaria, integrada en su mayoría por
mestizos, que por entonces constituían el grueso de la población.
Las regiones menos habitadas presentaban algunas características distintas.
En el valle del Cauca, el control de los grupos de indios de encomienda existentes fue el punto de partida para
la formación de los enormes latifundios que pronto fueron ocupados por ganado. En el siglo xviii, estas
enormes extensiones territoriales fueron fragmentadas en unidades de tamaño más racional, dedicadas en su
mayoría a plantaciones azucareras. Éstas fueron trabajadas por esclavos negros, provenientes, en parte, del
sector minero. Mineros y comerciantes fueron notables entre los terratenientes, y las tierras que los primeros
adquirieron fueron utilizadas como garantía para la obtención de préstamos a bajo interés.
Las posesiones de ttis jesuítas estaban esparcidas por toda Nueva Granada e incluían estancias ganaderas,
haciendas productoras de grano, como también plantaciones de azúcar y de cacao. En las plantaciones
trabajaban esclavos.
Durante el siglo xvi, el proceso de colonización española fue particularmente desordenado y destructivo. La
población indígena, nunca densa, vióse severamente reducida. Dedicados a la infructuosa búsqueda de minas
o absorbidos por la industria de perlas, los colonizadores satisfacieron sus necesidades a través de los tributos
de la encomienda. Sin embargo, hacia 1600, con el cultivo del cacao, que se extendió desde Caracas a los
valles de la costa central, la estructura de la economía venezolana se estabilizó hasta finales del siglo xviii. Al
mismo tiempo, la ganadería se extendió. Las mercedes de tierra se concedieron en primer lugar a muchos de
los individuos que habían recibido encomiendas.
El proceso de concentración de la tierra destinada de manera predominante al cultivo comercial del cacao
continuó hasta finales del siglo xviii.
Los plantadores se beneficiaron de las composiciones y también de los pequeños pueblos de indios, a los que
habían privado de algunas de sus tierras. La Iglesia controlaba parte de la riqueza territorial. Los terratenientes
criollos y absentistas, concentrados en Caracas, formaban una élite compacta y ambiciosa que luchó

213
firmemente contra los funcionarios reales y los comerciantes españoles que, desde 1728 a 1784,
monopolizaban el comercio exterior a través de la Real Compañía de Caracas.
La riqueza agrícola de la que disponían los terratenientes de Venezuela, al final del período colonial, tenía
poca semejanza, en términos comparativos, con la de sus homólogos de Hispanoamérica.
Claramente, la agricultura comercial en Venezuela pasó a depender cada vez más de la mano de obra esclava
africana. Aparte de las extensas zonas misioneras, en el este y extremo sur de Venezuela, el resto de los
indígenas se recluyeron en las antiguas unidades familiares que practicaban una agricultura de subsistencia,
basada en la mandioca, el maíz, las legumbres y plátanos, perpetuada a través del sistema de roza. También
muchos mestizos pobres, negros libres y mulatos se convirtieron en «conuqueros» (minifundistas) en lugar de
alquilarse como jornaleros. Por lo tanto, los esclavos negros eran imprescindibles para la producción de
cacao, cuya productividad era relativamente alta.
En Chile, la población aborigen disminuyó bajo el dominio de los españoles; de este modo, un pequeño
número de encomenderos y otros españoles pudieron obtener mercedes de tierra y repartirse entre ellos las
tierras más fértiles del Chile central. En 1614, Santiago estaba rodeada por cerca de 100 chacras productoras
de vegetales y granos, y 350 estancias de ganado y también productoras de grano. La mano de obra estaba
integrada por indios de encomienda, indios mapuches del sur hechos prisioneros y convertidos en esclavos,
indios procedentes del otro lado de la cordillera, negros y mestizos. Sin embargo, los pueblos españoles
proporcionaban sólo un exiguo mercado para la producción agrícola. El principal producto de exportación era
el sebo, el cual podía ser vendido de manera rentable en Perú, donde era usado para la fabricación de velas,
indispensables para la minería.
El gran mercado para el trigo chileno se abrió a raíz del terremoto de 1687, que afectó inclusive las entonces
regiones trigueras de la costa peruana. En respuesta a la demanda externa, el cultivo del trigo en Chile se
extendió desde los puertos, reemplazando en buena medida a la ganadería.
También se puso en práctica una nueva manera de asegurar la mano de obra.
En el marco de una ganadería extensiva, los terratenientes, a menudo concedían derechos de usufructo en
pedazos de tierra marginal a españoles o mestizos con escasos recursos, a cambio de la realización de ciertas
tareas no dificultosas relaclonadas, por ejemplo, con los rodeos, a lo que se le llamó «préstamo de tierra».
Bajo el impacto de las exportaciones de trigo, y coincidiendo con un crecimiento demográfico, aumentó el
valor de la tierra y los arriendos encarecieron. Los arrendatarios pronto tuvieron que optar por alquilarse en
forma de jornaleros. Hacia fines del siglo xviii, en algunas zonas, los llamados «inquilinos» ya constituían un
recurso laboral más importante que el de los habituales peones agrícolas.
En vísperas de la independencia, la estructura de la propiedad territorial, en la región de Santiago, mostraba
un elevado grado de concentración. Algunas veces, los mayorazgos contribuyeron a mantener los bienes
patrimoniales dentro de la familia, pero normalmente éstas no lo necesitaban. Aunque en otros casos, la
repetida fragmentación de la propiedad inició un proceso que dio lugar al minifundio contemporáneo.
Finalmente, la composición del grupo terrateniente fue considerablemente modificado en el transcurso del
siglo xviii, cuando los inmigrantes españoles reemplazaron, en parte, a las antiguas familias descendientes de
los encomenderos.
La inmensa región del Río de la Plata cosechó frustraciones al no encontrarse allí minas. En la parte norte
occidental, la colonización fue meramente una extensión de la del Perú y de Chile. Entre 1553 y 1573 se
fundaron todos los pueblos importantes, se distribuyeron indios agricultores sedentarios en encomiendas y en
las áreas de los alrededores de los pueblos se repartieron mercedes de tierra. Mientras tanto, las expediciones
directas de España sólo consiguieron establecer un centro permanente: el de Asunción, en 1541. En Paraguay,
una población indígena, bastante densa, pudo abastecer a los españoles con productos agrícolas: maíz,
mandioca y batata. Una generación posterior, la de los paraguayos mestizos, fue la fundadora de Buenos
Aires, en 1580, pero después de la clausura de su puerto, catorce años después, la ciudad permaneció como si
fuera una isla en medio del mar de los pastizales de la pampa, dependiendo del contrabando para poder
sobrevivir.
Los pueblos occidentales del norte se vincularon, casi desde los inicios, al mercado peruano, especialmente
con Potosí, como abastecedores de tejidos, hechos con la lana de Córdoba y con el algodón de Tucumán y
Santiago del Estero; luego, como suministradores de ganado, especialmente muías. En el siglo xvii, Paraguay
también participó en la red comercial de Potosí, como proveedora de yerba mate.
Los otros productos comercializables del Río de la Plata eran pastoriles. Hacia mediados del siglo xvii, se
formaron rápidamente rebaños, medio salvajes (ganado cimarrón) que al parecer constituyeron inagotables
vaquerías hacia el suroeste de Buenos Aires, en Entre Ríos y en la costa norte del Río de la Plata, en la Banda
Oriental (Uruguay). Sólo tenían valor comercial las pieles, lenguas y sebo, debido al incremento de la

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demanda extema. No fue hasta mediados del siglo xviii que un considerable número de estancias fueron
establecidas por las misiones jesuitas alrededor de los pueblos españoles, los cuales incluían Montevideo, en
la Banda
Oriental. Mientras el valor de la tierra permaneció extremadamente bajo, grandes áreas mantuvieron dudosos
títulos de propiedad. Los propietarios vivían en los pueblos cercanos. Estos estancieros estuvieron claramente
subordinados al sector de los ricos comerciantes. Mientras la mano de obra urbana era en gran parte esclava,
los peones ganaderos eran normalmente libres con un nivel salarial alto, en términos de Hispanoamérica.

PRODUCCIÓN

En las áreas centrales de agricultura precolombina desarrollada, los indios no producían sólo para cubrir sus
propias necesidades, sino que lo hacían también para aquellos que pertenecían a los estratos altos que
desempeñaban funciones ceremoniales y militares, de carácter no productivo. La conquista no provocó
fundamentalmente ninguna orientación nueva de producción. En las áreas periféricas, por otra parte, a los
agricultores primitivos, cazadores y recolectores que sobrevivieron a la conquista hubo que enseñarles a
producir excedentes para sus dominadores.
Los cultivos básicos precolombinos eran tubérculos, como mandioca y patata, y también maíz, calabazas y
frijoles.Los españoles, sin embargo, se negaron a depender de los cultivos americanos nativos. En 1532, se
requería que cada barco que salía hacia el Nuevo Mundo transportara los alimentos que normalmente
consumían los españoles. El hecho de que los españoles exigieran que los tributos indígenas en especie
incluyeran trigo y otros productos europeos, hizo que los nativos tuvieran que aprender a producirlos.
Obviamente, el proceso de aculturación fue más rápido y profundo cuando los españoles dirigieron
directamente la producción en las chacras o haciendas.
La propagación de los animales domésticos del Viejo Mundo fue todavía más revolucionaria debido a la
ausencia de animales semejantes. El ganado se multiplicó con una increíble rapidez en los pastizales de
América del Sur. Las ovejas fueron más aceptadas por los indios de las tierras altas debido a su similitud con
las llamas. Los caballos también fueron aceptados, incluso por los más encarnizados enemigos de los
españoles, tales como los indios mapuches. La carne no sólo proporcionó el principal alimento de la
población no india.
La organización de la producción en las comunidades indígenas de la sierra siguió el modelo precolombino,
sólo ligeramente modificado por la introducción de instituciones municipales hispánicas. En las chacras,
estancias, haciendas y plantaciones prevalecieron los sistemas europeos. Se introdujo el arado, pero
prácticamente sólo se usaba en las estancias españolas. Debido al bajo nivel tecnológico, capitalización y
administración, el número de trabajadores fue el principal determinante de la producción agrícola. También
había actividades que requerían variedades especiales, es el caso de las vaquerías del Río de la Plata. Bajo la
dirección de empresarios y misioneros, los estimulantes, como coca y yerba mate, eran cosechados en áreas
periféricas por indios forzados, bajo condiciones muy severas y peligrosas.
En la costa peruana, el proceso de cambio de la producción agraria, después de la conquista, fue
particularmente profundo. Los principales cultivos, como el de la caña de azúcar y el de la vid, junto a los
animales domésticos, las técnicas agrícolas y la mayoría de los propios productores y consumidores llegaron
de fuera.
Sin embargo, el nivel tecnológico de los trapiches azucareros peruanos podría haber sido inferior al de otras
zonas productoras de azúcar de la época. El cultivo de la vid y la producción de aguardiente y vino se
concentró en lea y Moquegua, al sur de la región costera. La cría de ganado abarcó toda la variedad de los
animales domésticos del Mediterráneo. Plantas forrajeras, como la avena y la alfalfa, se cosecharon en gran
escala. Aunque el maíz permaneció como alimento importante, los colonos blancos prefirieron el trigo. Hacia
fines del período colonial, el arroz pasó a ser también un cultivo alimentario importante. Todavía más al
norte, en Lambayeque, desde el siglo xvii el algodón se extendió en gran escala y se usó para la preparación
de mantas.
Se ha dicho que el terremoto de 1687 produjo una extendida esterilidad del suelo, provocando así severas
crisis agrícolas. No obstante, la destrucción parece haberse limitado a los alrededores de Lima, y los efectos
fueron probablemente sólo temporales.
De modo considerable, en la sierra central andina se conservaron más características de producción
precolombina que en la costa. La combinación de dos tradiciones agrícolas se expresó en la dicotomía de
maíz-trigo, habas-patatas, coca-azúcar y llama-oveja. Sin embargo, a menudo, se destruyó la

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complementariedad indígena con sus unidades de producción verticalmente integradas. Las terrazas y la
irrigación continuaron siendo usadas, aunque en menos grado que durante el período incaico.
Las oscilaciones de la producción agrícola eran de manera frecuente violentas, a causa de los cambios
climáticos, en un medio ambiente muy severo, donde los extremos eran verdaderamente muy rigurosos. Las
sequías, las heladas tempranas o las inundaciones extendían el hambre y abonaban el terreno a las epidemias,
que a su vez comportaban la reducción de la mano de obra.
Una característica sorprendente de la sociedad rural andina era la gran extensión de la producción textil
basada en la lana de las llamas, vicuñas, alpacas y ovejas. Tanto los pequeños como los grandes obrajes
textiles de las haciendas o comunidades estuvieron, a excepción de algunos pueblos, estrechamente integrados
en la economía rural. Donde no se desarrolló la minería, la producción textil o, tal vez, la de azúcar, hmitada a
los profundos valles templados, o la coca producida en las laderas orientales de los bosques, proporcionaron
el dinamismo de la sociedad rural.
En la audiencia de Quito la producción de las tierras bajas tropicales costeras nunca dejó de impresionar a los
visitantes. En primer lugar estaba el árbol del cacao que producía «frutos dos veces al año, en la misma
abundancia y calidad».* También las tierras fértiles, aunque acosadas por las fiebres, producían algodón,
tabaco, caña de azúcar, bananas, cocos, mandioca, cacahuetes y muchos otros frutos. En las tierras altas, la
característica de la producción apenas difería de la de la sierra peruana.
Al observar Nueva Granada en su conjunto, es sorprendente la gran variedad de productos agrícolas que
había, sin dominar ninguno de ellos por encima del otro. La agricultura en la mayor parte de Nueva Granada,
más allá de la subsistencia local, ante todo sirvió como auxiliar de la minería. En los distritos mineros del
oeste había siempre parcelas donde los indios o negros cultivaban maíz, frijol y mandioca para abastecer
algunos centros mineros. Además, el desarrollo de la ganadería extensiva en Cauca y valles altos del
Magdalena abasteció a la población urbana y minera con alimentos abundantes y ricos en proteínas. El tabaco,
que desde 1774 estaba en manos del monopolio estatal, se produjo en gran escala y resultó ser la fuente de
ingresos más importante del virreinato de Nueva Granada.
La población de Venezuela permaneció relativamente dispersa a lo largo del período colonial. Los centros
urbanos eran bastante pequeños y el sector minero apenas existente. El mantenimiento de la mayoría de la
población procedía de la producción de mandioca, maíz y frijoles de los conucos (parcelas de tierra), basados
en la agricultura de roza; a la vez, del suministro abundante de carne de la manadas de ganado de los llanos
que facilitó la subsistencia. En contraste, las pequeñas áreas destinadas al cultivo del cacao requerían una
inversión relativamente grande de capital y conocimiento, siendo la compra de esclavos la que representaba
los desembolsos más elevados. El suministro de mano de obra fue en gran parte resuelto al ofrecer a los
trabajadores el cuidado de los espacios situados entre las hileras de los árboles, donde podían cultivar sus
propios productos. La plantación de cacao requiere un constante abastecimiento de agua y, para ello se
realizaron complicadas obras de irrigación y drenaje.
Más adelante, a la sombra de los cacaotales se desarrollaron otros cultivos Comerciales, en tomo a la
explotación del café, azúcar, añil, algodón y tabaco. A diferencia del cacao, el café, que se convertiría durante
el siglo xix en el principal cultivo de Venezuela, no exigía irrigación y podía crecer en las laderas donde no
era necesario el drenaje.
En Chile, la producción agrícola en las áreas de los alrededores de Santiago ya era bastante variada, aunque
los únicos mercados para la mayoría de los productos, tales como granos, vegetales y vino, eran los de la
propia ciudad. Tambein había ganadi, cabras y obejas. Pero en conjunto, a excepción del sebo que se
exportaba, el resto sólo cubría necesidades locales. La expansión del cultivo del trigo para la exportación,
hacia fines del siglo xvii, transformó naturalmente este modelo de producción. Hacia el norte, la agricultura
estuvo principalmente condicionada por la minería.
La población en el Río de la Plata, permaneció sumamente dispersa a lo largo del período colonial. La gran
excepción fueron las 30 misiones guaraníes de los jesuítas, situadas entre el alto Paraná y el alto Umguay.
Éstas estuvieron económicamente bien organizadas y eran mayoritariamente autosuficientes, aunque
producían yerba mate en gran medida destinada a la exportación. En conjunto, la ausencia de mercados
intemos restringió la producción de la mayoría de las mercancías agrícolas. Aquellas ramas que lograron
desarrollarse estaban ajustadas a la demanda exterior. En la provincia de Tucumán, se producían tejidos para
Potosí hasta que disminuyó la mano de obra, a principios del siglo xvii, y los productores mejor situados
asumieron el control de este mercado. Entonces, Tucumán se convirtió en una región productora de muías
para el mercado de Alto Perú.
La excesiva explotación de las vaquerías de las pampas, en la primera mitad del siglo xviii estaba adaptada a
la demanda de ultramar. La producción alcanzó su cénit durante el período de 1700-1705. Después de 1750,

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se exportaba no sólo grasas y sebo, sino también carne. A la vez, en los saladeros de la Banda Oriental se
preparaba la carne, tasajo, para la exportación a ultramar. En contraposición, las vastas estancias de los
jesuítas, después de la expulsión, en 1767, se desvanecieron con rapidez.

MERCADOS Y ACTIVIDAD COMERCIAL

La distancia a los centros de población española se convertía en un factor crucial, que en gran parte
condicionaba el valor de la tierra y el de la producción. Cuando decaía la minería o descendía la población de
una ciudad, inevitablemente ello afectaba de manera negativa al sector rural de las áreas circundantes. Por
otra parte, el transporte de animales vivos, muías y ganado, a pesar de la lentitud, podía ser un negocio a larga
distancia. Finalmente, la comunicación marítima, si estaba disponible, reducía considerablemente el problema
del transporte de las mercancías agrícolas a los mercados. Tanto el Pacífico como los grandes ríos cumplieron
con esta función. Por otra parte, en relación a los costos de producción de muchos bienes locales, la existencia
de un gran número de impuestos sobre el consumo y los aranceles internos, siempre obstaculizaba el comercio
de larga distancia.
Los precios, probablemente, presentaban grandes diferencias locales. El impacto de las oscilaciones de los
precios se atenuaba, por una parte, a causa de la economía de subsistencia sumamente extendida, y por otra, a
causa de la extendida práctica del trueque. A nivel municipal se trataba continuamente de regular los precios
de los alimentos, en beneficio de los consumidores y, también, de los productores internos.
Los grandes hacendados, tanto los laicos como los eclesiásticos, vendían la mayor parte de sus mercancías a
través de sus agencias corresponsales en Potosí y otros pueblos («remisiones»). Otros preferían realizar las
ventas de sus productos en su propio lugar o en el de los compradores. El sistema de celebración de ferias
regulares desempeñaba un papel clave en algunas actividades comerciales, tales como las relacionadas con la
venta de muías y ganado. Los religiosos, en general, parece ser que preferían vender sus artículos
directamente a los consumidores, en lugar de depender de los comerciantes. El sistema llamado
«repartimiento forzoso de mercancías» a los indios y mestizos pobres constituyó el elemento más importante
del comercio interior, hasta que dicho sistema se suspendió legalmente, en 1780. En Perú, las muías
procedentes del RÍO de la Plata y los tejidos de Quito y Cuzco integraban las principales mercancías de este
tipo de comercio. Se ha calculado que los repartos, en Perú, eran más importantes, como medio de
desplazamiento de la mano de obra indígena al sector español de la economía, de lo que representaban los
pagos en tributo o las obligaciones que imponía la mita. El reparto implicó una masiva redistribución de las
mercancías andinas, tales como el tejido y la coca, desde las áreas productoras a las no productoras.
El comercio interregional abarcó una amplia gama de bienes agrícolas, al igual que tejidos. La producción
azucarera de los valles occidentales del Cuzco, mulas, criadas en los llanos y colinas andinas del área
rioplatense, yerba mate procedente del Paraguay. Chile exportaba trigo a la costa peruana. Los productos
agrícolas representaban una mínima, aunque creciente, parte del comercio exterior de la Sudamérica española.
A lo largo del siglo XVIII se amplió vigorosamente el comercio de exportación con Europa y Nueva España,
a través de las pieles del Río de la Plata y del cacao de Venezuela.
Sin embargo, la gran amenaza para los intereses comerciales peruanos se produjo hacia finales del siglo xviii,
con la saturación gradual de tejidos ingleses y azúcar brasileño en el nuevo virreinato del Río de la Plata. La
apertura legal, en 1776, del puerto de Buenos Aires al comercio ultramarino con España fue verdaderamente
un momento crucial, aún cuando el descenso comercial a través de la sierra sureña no fue ni mucho menos
repentino.
Del propio intercambio comercial se derivaron necesidades especiales. Algunas regiones se especializaron en
el suministro de muías y en los instrumentos de los arrieros para llevar a cabo el transporte. Las mulas
procedentes del Río de la Plata se compraban en las ferias de Salta, Jujuy y Coporaque.

A principios del siglo xvii, la ciudad de Quito fue descrita como un centro comercial activo y un punto de
paso obligatorio para aquellos que viajaban entre Nueva Granada y Perú. Pero era extremadamente dificultoso
traer y llevar mercancías entre Quito y Guayaquil, el puerto principal. Todo ello encarecía extremadamente
los costos de los fletes. De otra manera, la agricultura de la sierra meramente servía para cubrir las
necesidades de subsistencia local. La extrema dependencia en las exportaciones de tejidos ocasionó una
depresión económica hacia finales del siglo XVIII. El cacao de la costa, por otra parte, se mantuvo en los
mercados del sur.
Viniendo de Perú y Quito hasta la provincia de Mérida, en Venezuela, el Camino Real atravesaba Nueva
Granada pasando a través de Pasto, Popayán y Bogotá. Este trayecto, con sus terrenos increíblemente

217
accidentados, se realizaba con animales de carga, donde a menudo incluso resbalaban hasta las muías más
resistentes. Los transportistas, tanto de personas como de carga, eran una visión común en las tienas altas de
Nueva Granada. Así, la navegación fluvial, cuando era viable, demostró ser más atractiva que el viajar por vía
terrestre, a pesar de la lentitud de las embarcaciones (champanes), que navegaban a lo largo de los ríos
Magdalena y Cauca. En los centros mineros, los precios de los alimentos eran frecuentemente altos. Sin
embargo, y a pesar de la inmensa variedad ambiental de Nueva Granada, el comercio interior no se desarrolló
mucho, a causa de las dificultades de las comunicaciones. Además, lo obstaculizaba el hecho de que los
centros urbanos fueran relativamente pequeños. Contribuía a ello, el predominio de las exportaciones de oro
que desalentaba la producción agrícola para el comercio exterior. En 1788, los bienes agrícolas sólo
representaron un 15 por 100 del valor total de las exportaciones de Nueva Granada.
En Venezuela, a diferencia de Nueva Granada, se hizo poco uso de las vías navegables para propósitos
comerciales, tales como las del Orinoco, a la vez, las comunicaciones terrestres eran francamente pobres. De
este modo, en el interior, la agricultura permaneció principalmente orientada a la subsistencia. El sector
exportador estuvo limitado a la costa y a la cordillera adyacente. Desde un principio se exportó cacao a
España y México, pero también, vía contrabando, a la isla de Curagao que, en 1634, había sido ocupada por
los holandeses. La solución tardía al predominio del comercio de contrabando, en Venezuela, fue la creación
de la Real Compañía de Caracas, en 1728, a la que se le concedió el monopolio de compra y exportación de
los productos venezolanos. Con la progresiva disminución del precio del cacao, la Compañía, para evitar la
reducción de sus ingresos, forzó a los propietarios de las plantaciones a incrementar la producción. En 1781,
la Compañía fue despojada del odioso privilegio del monopolio y Venezuela empezó a disfrutar de la versión
borbónica de la libertad de comercio, pero las guerras perturbaron cada vez más las flotas. El cacao fue
reemplazándose progresivamente por otras mercancías de exportación más fácilmente almacenables, como el
café, algodón y añil. Además, en estos momentos se asistía al repentino aumento de la demanda de algodón y
añil por parte de Inglaterra, que se encontraba en las primeras fases de la revolución industrial.
En Chile, a principios del siglo xvn, en las zonas marginales todavía prevalecía el modelo primitivo de
distribución de los productos rurales, característico de los años inmediatos a la conquista. En realidad, los
bienes eran distribuidos en las casas de los encomenderos terratenientes, en las ciudades, reduciendo, de este
modo, el espacio comercial de los habituales tenderos (pulperos). Por otra parte, el comercio de exportación
de sebo a Perú estaba controlado, a mediados de siglo, por los comerciantes que compraban la producción a
los estancieros. A finales del siglo XVII, las exportaciones estaban divididas equitativamente entre productos
ganaderos y productos agrarios. Hasta finales del período colonial, los comerciantes de Lima eran
básicamente los que fijaban los precios del trigo.
Hasta mediados del siglo xviii, al menos en el Río de la Plata, coexistió una economía monetaria extema con
una economía natural en la esfera doméstica, caracterizada por el comercio de trueque e incluso el uso de
«moneda de la tierra». El desarrollo del comercio noroccidental era claramente dependiente de la minería
altoperuana. Las exportaciones anuales de muías pasaron de 12.000 bestias en 1630, a 20.000 en 1700. Pero a
partir de aquí y hasta mediados de siglo, las exportaciones descendieron considerablemente, coincidiendo con
el período en el cual la minería estaba en su punto más bajo. No obstante, a finales de la centuria posterior, se
alcanzó un nivel de 50.000-60.000 animales.
Mientras tanto, las exportaciones de pieles y otros productos ganaderos a través de Buenos Aires, aunque en
cierta medida obstaculizadas por las restricciones legales, lograron su nivel más alto después de las reformas
administrativas comerciales de 1776-1778. A partir de estos momentos se confirmó la gradual conquista del
mercado altoperuano y se incrementó la ya importante salida de plata vía Buenos Aires. La población de
Buenos Aires alcanzó los 22.000 habitantes en 1770, y, en 1810 logró llegar alrededor de los 50.000. A la vez,
ascendió la prosperidad de la ciudad. Si bien, por una parte, incrementó el valor del mercado de la ciudad por
parte de los productores del interior de vino y trigo, por otra, los fletes de los transportes a través de la pampa,
cada vez más elevados, hizo que resultara más conveniente para los habitantes de Buenos Aires importar los
suministros del exterior.

El ritmo y duración del proceso de conquista varió de un área a otra. Las plantas y animales del Viejo Mundo
cambiaron completamente la base de los recursos del continente de América del Sur. Después de un primer
período de dependencia de los alimentos indígenas, obtenidos en forma de tributos de encomienda, los
españoles se mudaron de los pueblos y establecieron redes de huertas y estancias ganaderas. De este modo,
una economía de tipo europeo, basada en el valor de cambio, se impuso sobre la economía indígena
tradicional, basada en el valor de uso, en el trabajo colectivo y en la práctica del trueque. El desarrollo de los
grandes latifundios estuvo estrechamente relacionado con el descenso de la población nativa americana y el

218
aumento del número de españoles y mestizos y, sobre todo, con la expansión de la minería. Las exportaciones
de larga distancia, como por ejemplo el trigo de Chile y el cacao de Venezuela, también fomentaron el
surgimiento de grandes fincas. Hacia fines del siglo xvii, las instituciones rurales básicas habían logrado
estabilizarse y fijar la pauta para el resto del período colonial. En general, el siglo xviii presenció la expansión
de la agricultura. La tendencia demográfica ascendente amplió los mercados y aseguró un constante
suministro de mano de obra, a pesar de los altibajos de la minería. Durante el período colonial, en las
posesiones españolas de América del Sur muy raras veces las empresas ganaderas y agrícolas llegaron a ser
capaces de explotar su potencialidad máxima, sobre todo debido a que el tamaño del mercado no lo permitía.
La composición de la élite terrateniente no fue homogénea ni estable. Las • propiedades territoriales variaron
considerablemente entre sí respecto al tamaño, producción, deudas, acceso a los mercados y disponibilidad de
mano de obra. La sucesión del patrimonio territorial a través de la herencia parece haber sido menos frecuente
que la adquisición territorial mediante compra. Los grandes terratenientes eran, a menudo, simultáneamente
funcionarios públicos, comerciantes y mineros que gozaban de un gran poder local, pero, sin embargo,
dependían de las fuentes de ingresos no agrícolas o de los créditos de la Iglesia o de los comerciantes urbanos.
Los latifundistas orientaron sus explotaciones hacia la obtención de beneficios y sus haciendas se integraron
dentro de la economía de mercado, hicieron uso de sistemas laborales coercitivos, aunque, a menudo,
paternalistas.

RUSSELL-WOOD

Capítulo 7 EL BRASIL COLONIAL: EL CICLO DELORO, c. 1690-1750

E L DESCUBRIMIENTO

Durante los casi tres siglos que siguieron al descubrimiento del Brasil en 1500, la corte portuguesa estuvo
inundada de relatos de fabulosos descubrimientos de oro en Brasil. A menudo carecían de fundamento y
consistían en una combinación de fantasías basadas en leyendas de los nativos americanos, informes
exageradamente optimistas dados por los exploradores y la innegable lógica que tenía el hecho de que un
continente que había premiado a los españoles con oro, esmeraldas y plata, debía forzosamente tener metales
preciosos en la parte asignada a los portugueses por el Tratado de Tordesillas (1494).

Estos hallazgos eran insignificantes en comparación con los hechos que sucedían en lugares no incluidos en lo
que se dio en llamar «minas generales». Hacia el año 1720, cuando Minas Gerais fue declarada capitanía
independiente, no había ni un solo lugar de la misma que no hubiera sido explorado con éxito. Es más, Minas
Gerais iba a servir como base y estímulo para posteriores exploraciones hacia el oeste.

En 1750 se habían hecho ya los mayores descubrimientos de oro en Brasil, pero ello no impidió posteriores
exploraciones. La actividad bandeirante en la penetración del sertáo y la exploración de diversas regiones,
continuó a lo largo del siglo, pero las acciones posteriores sirvieron simplemente para confirmar la
designación real (1754) como «áreas mineras» de Sao Paulo, Minas Gerais, Cuiabá, Mato Grosso, Goiás y los
distritos (comarcas) judiciales de Jacobina, Rio das Contas y Minas Novas de Arauahi, en Bahía.

Estos hallazgos de oro dieron lugar a dos resultados tan imprevistos como desconcertantes para la corona. El
primero de ellos fue que durante la primera mitad del siglo, la corona recibió numerosas peticiones de ayuda
financiera, concesión de títulos honoríficos, permiso para utilizar la mano de obra amerindia como porteadora
en las expediciones y suministro de equipo minero, pólvora, municiones y armas de fuego. La mayor parte de
estas demandas fue injustificada o exageradamente inflada, siendo algunas de carácter fraudulento.

Aunque ya entonces se había constatado el potencial de algunas regiones, la corona tenía dificultades
crecientes en valorar la validez de tales demandas. Existen ejemplos bien documentados de fraudes a la
corona. Por contraste, existen casos meritorios que no fueron reconocidos y quedaron sin recompensa, y la
ausencia de apoyo real redujo el incentivo de futuras exploraciones o explotaciones de áreas potencialmente
productivas que más tarde se mostraron aprovechables.

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El segundo resultado fue que la esperanza de obtener favores reales condujo a los descubridores de cualquier
cosa que se pareciese remotamente a piedras o metales preciosos o semipreciosos, a enviarlos a los tasadores
de Salvador, Río de Janeiro o Minas Gerais. Los tasadores coloniales enviaban tales muestras a la Casa de la
Moneda de Lisboa para obtener una evaluación experta. La mayor parte de ellas resultaba no tener ningún
valor o ser esmeraldas de escaso valor, amatistas, granates y circones. El aspecto positivo fue que el
descubrimiento de oro condujo a un cuidadoso estudio de las viejas rutas que llevaban al interior que en
ocasiones databan del siglo xvi, y se intensificaron las exploraciones, lo que facilitó el descubrimiento de
otros recursos minerales distintos del oro.

Tuvieron como resultado el descubrimiento de una gama de minerales de diversa importancia, que incluía
plomo, hierro, cobre, mercurio, esmeril y, por encima de todos ellos, los diamantes.

El descubrimiento y subsiguiente explotación del oro iba a tener repercusiones inmediatas y de largo alcance,
no sólo en la sociedad y la economía de Brasil, sino también en la metrópoli y en su posición política y
económica dentro del marco europeo. La corona no quiso desalentar las actividades mineras, pero al mismo
tiempo actuó protegiendo aquellos sectores de la sociedad y economía colonial que de otra forma se hubieran
visto adversamente afectados por la desenfrenada fiebre del oro.

A pesar del optimismo inicial, parece ser que la corona no acababa de dar crédito a su buena fortuna y ni
siquiera en el caso de las «minas generales» confió en que los resultados fueran duraderos. El optimismo
estaba también atemperado por la preocupación de que, una vez las demás naciones europeas conocieran los
descubrimientos en Brasil, podían llegar a invadir la América portuguesa. Sin embargo, estas órdenes o no
llegaron nunca o fueron ignoradas. El gobernador general carecía de fuerza militar para imponer tales órdenes
en el interior, especialmente cuando se enfrentaba con la realidad de que en esas zonas había una producción
creciente de oro, la población aumentaba y un desarrollo económico subsidiario de cría de caballos y de
ganado. Pero durante los siguientes quince años, la corona persistió en reiterar prohibiciones a los trabajos de
minería en dichas zonas. En 1729 el rey pidió nuevamente seguridades sobre la vulnerabilidad. La prohibición
real de desarrollos mineros en Bahía había sido incitada por la consideración estratégica de que inducían a la
gente a abandonar la ciudad de Salvador y el Recóncavo. El rey temía que entonces se produjera una
inadecuada concentración de fuerzas para defender la ciudad contra ataques foráneos o de negros o indios, al
comprobar la disminución del número de blancos. Estos temores carecían de fundamento, pero el impacto
económico y demográfico de los nuevos descubrimientos supuso una seria amenaza a las zonas costeras del
noreste y exigía medidas enérgicas.

Durante la primera mitad del siglo xviii los senados da cámara de los pueblos y ciudades costeras atribuyeron
todas sus desgracias a la minería. La queja principal consistía en que el aliciente de las minas reducía
gradualmente el número de blancos y libertos de las zonas costeras que, de otra forma, podrían haberse
dedicado al cultivo del azúcar, tabaco o mandioca. Aunque algunos agricultores abandonaron sus campos por
las minas, su número fue menos importante de lo que pudiera creerse.

Más bien el problema residía en el hecho de que los agricultores, al igual que los mineros, precisaban de
esclavos para trabajar sus campos. Pero los mineros tenían dos ventajas: la primera era que podían soportar
precios más elevados por sus esclavos; la segunda era que, en lugar de comprar créditos ofreciendo como
seguro el rendimiento de su próxima cosecha, podían pagar al contado.

El resultado era que los agricultores de las zonas costeras no podían tener esclavos de primera clase (primeiro
lote) y, aunque estuvieran interesados, no podían igualar los precios que ofrecían los mineros por los esclavos
de segunda clase {segundo lote). La compra de esclavos incluso de categoría inferior estiró los recursos
financieros de los agricultores al máximo. Muchos de ellos vendieron sus propiedades, o consolidaron los
pocos recursos que conservaban intactos, o resultaron hipotecados por deudas.

Paralelamente al incremento de los costos de la mano de obra, hay que situar el hecho de que la exportación
de productos agrícolas no era en ningún caso tan provechosa en la primera mitad del siglo xviii como lo había
sido anteriormente. Las líneas tradicionales de demanda y suministro de productos alimentarios fue también
interrumpida debido al repentino aumento de la demanda para las zonas mineras.

220
La interrupción de la red de abastecimientos y demandas no se reducía a las mercancías producidas en Brasil
y los incrementos de precios no se limitaban a los artículos de lujo, sino a elementos básicos tan importantes
como la sal y, en vista de la incapacidad de los habitantes de las zonas costeras para soportar estos aumentos,
se despachaban hacia los más provechosos mercados del interior. El resultado de estas presiones financieras
fue que muchos pobladores de los enclaves costeros se trasladaron a las zonas mineras, no tanto por los
atractivos del bienestar fácil como por los imperativos del hambre y la pobreza.

La corona dispuso una serie de medidas encaminadas a proteger la agricultura, procurando al mismo tiempo
no desalentar las iniciativas mineras. En 1701 el rey prohibió la comunicación o transporte de ganado o
productos alimentarios de Bahía hacía las «minas de Sao Paulo», o el comercio en la dirección opuesta. La
efectividad de estas medidas se vio limitada por la carencia de suficiente número de funcionarios para
controlarlas y también por la virtual imposibilidad de patrullar las vastas áreas del interior. La corona también
prohibió la apertura de nuevos caminos hacia las minas. El rey estaba movido en parte por sus deseos de
aumentar la efectividad de las patrullas, pero también por la necesidad más apremiante de ejercer un cierto
grado de control sobre la apertura de nuevas áreas mineras y los impuestos sobre el oro extraído de aquellas
zonas que ya estaban en actividad.

Más acuciante era la necesidad, en primer lugar, de garantizar que Bahía y el noreste recibieran sus partes
correspondientes de esclavos procedentes del norte de África, y, en segundo lugar, asegurarse de que, una vez
hubieran llegado a los puertos del noreste, no fueran conducidos inmediatamente hacia Río de Janeiro o hacia
las zonas mineras. En un principio, y para no poner a las capitanías del noreste en desventaja, en 1703 el rey
restringió a los barcos el comercio directo desde Rio de Janeiro o Santos hacia Angola y la Costa de Mina.
Pero no consiguieron detener el comercio.

Tales restricciones iban a ser modificadas. Desde la prohibición completa, el rey pasó a modificar en 1701 la
cuota de esclavos a exportar anualmente desde Río de Janeiro a Minas Gerais, y posteriormente abolió todas
las restricciones sobre el comercio, en beneficio del mercado libre de esclavos con destino a las minas. Esta
concesión fue recusada por otras capitanías, alegando que ello suponía un monopolio desleal de Río de
Janeiro, el rey resolvió (10 de noviembre de 1710) que no habría más restricciones a la salida de esclavos,
procedentes de Río de Janeiro o de cualquier otro lugar, hacia Minas Gerais. El resultado de este énfasis
equivocado fue la escasez de esclavos de primera calidad para las plantaciones de Brasil en la primera mitad
del siglo xviii.

La corona también tomó medidas para proteger a la sociedad y la economía de Portugal de los resultados
potencialmente desastrosos de una incontrolada fiebre del oro. Se pusieron restricciones al número y tipo de
personas que los capitanes estaban autorizados a transportar al Nuevo Mundo.

LA FIEBRE DEL ORO Para los buscadores del oro de Brasil no había una ruta fácil hacia el interior.
Muchos de ellos llegaban con una absoluta falta de preparación física o psicológica para tales viajes. Muy
pocos valoraban las enormes distancias que tendrían que atravesar para alcanzar las minas de Bahía, sin
hablar ya de las de Mato Grosso o Goiás. La logística de asegurarse adecuados suministros de alimentos y
agua, sin contar ya con los elementos de protección contra las condiciones climatológicas, era complicada y
pocos de los que llegaban a Río de Janeiro, Salvador o Pemambuco habían tenido experiencias anteriores que
pudieran ayudarlos a afrontar estos problemas. El viaje desde la costa hasta las comunidades mineras duraba
aproximadamente un mes. Las dificultades de esta ruta indujeron al gobernador de Río de Janeiro, hacia fines
del siglo xvii, a encargar que se abriera una ruta más directa hacia Minas Gerais. Esta ruta fue conocida como
Caminho Novo. Hacia 1725, se abrió una variante al Caminho Novo.

Aunque los viajeros hacia las «minas generales» pudieron haber utilizado rutas fluviales para ciertas etapas de
sus viajes, predominaba ampliamente el viaje por vía terrestre. Los hallazgos en Mato Grosso llevaron
consigo una ruptura en esta tradición, al menos en los primeros años. Las penalidades físicas eran enormes y
las pérdidas de vidas y mercancías debidas al vuelco de las canoas eran frecuentes. Quizás el mayor peligro
procedía de los indios hostiles de la parte alta del Paraguay. Los paiaguá eran gente de río y los guaicurú eran
renombrados jinetes. Juntos o por separado, estos indios mataron a muchos portugueses. En dos
espectaculares masacres, los paiaguá mataron 600 personas en un solo convoy en 1725 y 400 más, en una
batalla que duró cinco horas, en 1730. Antes de su virtual extinción en 1795, se dijo que los guaicurú habían
dado cuenta de 4.000 portugueses.

221
Las penalidades físicas, la distancia, el temor a los indios y la necesidad de remadores de canoas cualificados
forzaron a los eventuales mineros a viajar en convoy como mejor medio de supervivencia. Tales convoyes
requerían organización, mando, disciplina e intereses colectivos por encima de los individuales. Uno de los
más grandes, en 1726, reunió a 3.000 pasajeros en 305 canoas.

Se sabe poco, excepto en términos muy generales, de cuánta y qué tipo de gente tomó parte en la fiebre del
oro que siguió a cada nuevo descubrimiento. La afluencia a Minas Gerais fue, de lejos, la más importante. Al
parecer llegó gente de todo tipo, de la más diversa condición social y de toda clase de sitios. En los primeros
años, especialmente antes de que hubiera un control estricto, unos cuantos aventureros ingleses, irlandeses,
franceses y holandeses frecuentaron la zona en cuestión. En Salvador, Río de Janeiro y Maranháo, al igual
que en Portugal, los frailes abandonaron sus monasterios; los soldados desertaron de sus guarniciones de las
ciudades portuarias brasileñas y de Colonia do Sacramento; comerciantes, antiguos plantadores y gente con
pretensiones de nobleza fueron contagiados por la fiebre del oro. Los hombre libres de color vieron en las
zonas mineras la oportunidad que se les había negado en los enclaves de la costa; los esclavos abandonaron a
sus amos, o fueron despachados, bajo control de un factor, para examinar el potencial de la minería; los
paulistas, acompañados por sus esclavos indios, fueron prominentes tanto como descubridores como en las
subsiguientes fiebres del oro.

Sólo un grupo parece destacarse por su ausencia: las mujeres, que en el caso de las blancas casi nunca
estuvieron presentes, y aun entre los esclavos su número fue inferior al de los hombres.

La avalancha hacia Mato Grosso fue igualmente frenética, pero, por razones varias, numéricamente inferior.
Las dificultades de los viajes ya fueron en sí disuasivas; en segundo lugar, desde la primera época hubo
indicios de desilusión y fracaso en Minas Gerais que llevó a algunos buscadores a replantearse la cuestión; en
tercer lugar, el dramático aumento del precio de los esclavos y el coste de los suministros, sin garantía de
ganancias, pudo haber disuadido a exploradores en potencia.

Finalmente cesó la avalancha de noticias de descubrimientos simultáneos que caracterizó los primeros años de
Minas Gerais. El resultado fue que la participación de los migrantes portugueses sería inferior de lo que había
sido en el caso de Minas Gerais. La naturaleza espectacular de las mayores afluencias a Minas Gerais, Mato
Grosso y Goiás distrajo del hecho de que la fiebre del oro no terminaba con el establecimiento de
comunidades mineras en las principales regiones del interior. A lo largo de la primera mitad del siglo xviii
hubo fiebres del oro menores en muchas partes del interior. Desde los descubrimientos tempranos, los aflujos
de segunda, e incluso de tercera categoría, iban seguidos por informes sobre las nuevas áreas productivas. Los
descubrimientos en Rio das Contas, a principios de los años de 1720, persuadió a muchos mineros a
abandonar Minas Gerais con la esperanza de ganancias más fáciles. Los descubrimientos en Goiás produjeron
una amplia deserción, en 1736-1737, de Minas Novas y Minas Gerais. Y, por último, el descubrimiento de
otras fuentes de riqueza causó un fuerte impacto en los mineros que se ocupaban del oro. Los más famosos de
todos fueron los hallazgos de diamantes. Sus descubrimientos llevaron a principios de 1730 a los mineros de
oro, de Bahía y Minas Gerais, a reemplazar sus explotaciones por las de Serró do Frió. Los nuevos
descubrimientos, de manera frecuente hacían desbaratar la estabilidad económica y social de las zonas
mineras. Para unos cuantos escogidos hubo verdaderas riquezas. Pero no eran frecuentes y habían sido
ganadas a duras penas. Aunque los paulistas poseían la experiencia necesaria para sobrevivir en el interior,
ellos fueron al respecto únicos entre la primera ola de mineros. Para la mayoría, ya debilitada después de
largas marchas o peligrosas travesías por los ríos, la llegada a destino sólo podía comportar nuevas pérdidas
físicas.

En los primeros años en Minas Gerais y, en grado menor, en otros sitios, las autoridades impusieron pocas
restricciones. Las dos visitas reaUzadas por el gobernador de Río de Janeiro a Minas Gerais en 1700-1702,
fueron poco más que viajes de reconocimiento. Las pocas medidas que se tomaron, en gran parte ignoraron
las apremiantes necesidades económicas y sociales, características de los campamentos mineros y, en su
lugar, se encaminaron a asegurar algunos beneficios para la hacienda real, mediante el establecimiento de un
sistema que asignaba concesiones mineras y recaudaba el quinto real sobre el oro extraído.

Para muchos, la pobreza y una tumba anónima fueron las únicas gratificaciones que recibieron como
recompensa de sus esfuerzos realizados.

222
LA ADMINISTRACIÓN

A principios del siglo xviii, la corona de Portugal introdujo una serie de medidas administrativas con la
intención de contener la anarquía que caracterizaba a las zonas mineras, y establecer, de este modo, una cierta
estabilidad. Estas medidas tuvieron tres propósitos principales: proporcionar un gobierno efectivo a nivel
local y regional; administrar justicia y hacer cumplir la ley; y, por último, satisfacer las obligaciones reales
como defensora de la fe.

El instrumento principal de esta política fue el establecimiento del municipio o vila (villa). Todas estas
cuestiones también estuvieron presentes en la vilas de ultramar, donde el último aspecto tuvo una especial
importancia. Una orden real de 1639 permitió al gobernador general establecer vilas en el interior del Brasil, a
condición de que éstas cooperaran en la introducción de la ley y el orden. Posiblemente, el ejemplo más
espectacular del éxito de esta política fue el caso de Bahía. Entre 1710 y 1721, en Jacobina ocurrieron 532
muertes producidas por armas de fuego; una vez ésta fue elevada a la categoría de vila, en 1721, durante los
cuatro años siguientes sólo se produjeron dos muertes violentas

El orden de prioridades que condujo a la creación de estas ciudades varió de un lugar a otro y de acuerdo al
período. Antes de concederse la aprobación definitiva para el establecimiento de una vila, el rey recibía
informes que contenían la siguiente información: el pago que debía anticipar la hacienda real y la manera de
compensarla a través del incremento de contribuciones; la población existente y el tipo de crecimiento
demográfico que se preveía; el potencial económico de la ciudad, así como su importancia militar.

Para las zonas mineras había dos cuestiones que resultaban de extrema importancia: ¿Sería la sociedad más
estable y más efectivos la ley y el orden? ¿Aumentarían los ingresos procedentes de la recaudación del quinto
(pago que se hacía a la corona de una quinta parte de cualquier oro que se extrajera)? Mediante el
ofrecimiento de varios incentivos, tales como la concesión de tierras a los nuevos colonos, privilegios y
exenciones a los miembros de los senados da cámara, proporcionando a las ciudades nuevas fuentes de
ingresos en forma de tierras para arrendar o derechos para gravar el ganado, los esclavos y otro tipo de
mercancías que entraban en el municipio, la corona no sólo alentaba la colonización del interior, sino que
también proporcionaba una dignidad cívica. Tales ciudades sirvieron como punto de partida para futuras
exploraciones y, también, se convirtieron en centros comerciales y administrativos de las extensas regiones
del interior próximas a cada una de ellas. El modelo que caracterizó el asentamiento en las zonas mineras fue
el de núcleo aislado, considerablemente alejado de los otros núcleos; pero, al menos en Minas Gerais, la
presencia de esferas concéntricas de influencia administrativa ayudó a disminuir este tipo de aislamiento y a
incrementar la eficacia administrativa.

En las regiones de Mato Grosso y Goiás, con una población más escasa, el pequeño número de ciudades
redujo profundamente la eficacia del control administrativo. El movimiento hacia el oeste y la creciente
importancia de los altiplanos y el macizo brasileños también obligó a la corona a la creación de nuevas
capitanías, cada una de ellas con su propio gobernador. Éstas se erigieron en los territorios extensos e
indefinidos, los cuales estaban bajo la jurisdicción del gobernador de Río de Janeiro. Hacia 1720, la
importancia de Minas Gerais y la imposibilidad de que un solo gobernador mantuviera el control sobre los
territorios de Sao Paulo y de Minas Gerais, condujo a éstos a configurarse como capitanías separadas.

Las regiones más occidentales fueron más lentas en obtener la autonomía administrativa. La decisión más
dramática de la transferencia de importancia política, económica y demográfica del litoral noreste hacia las
tierras altas del Brasil fue la decisión real, en 1763, de cambiar la capital del virreinato, de Salvador a Río de
Janeiro.

En su intento de administrar justicia a las tierras del interior, la corona tuvo que contender con la potente
combinación de la distancia de los tradicionales centros de poder magistral asociado y con el elevado aliciente
para la corrupción que se permitían los magistrados. El rey atacó la primera cuestión creando distritos
judiciales (comarcas) en las capitanías existentes y en las más nuevas

La segunda manera por la cual la corona intentó administrar una más efectiva justicia a las zonas mineras, fue
mediante la autorización de las juntas judiciales. Tales juntas estaban integradas por el gobernador, el oficial
mayor del tesoro real de la capitanía y el oidor principal de cada comarca. La jurisdicción de la junta se

223
amplió para sentenciar penas de muerte para aquellos crímenes cometidos por negros, mulatos e indios, sin
poseer éstos recurso adicional alguno para interponer una apelación. En el caso de los blancos, la jurisdicción
de tales tribunales estaba prescrita por la clase social a la que pertenecía el acusado.

Dentro de la esfera institucional, el tercer recurso que adoptó la corona para mejorar la eficacia del sistema
jurídico en los centros mineros fue la creación de otro tribunal de apelación (relagáo) en Río de Janeiro. Éste
empezó a funcionar el 15 de julio de 1752, y representó la culminación de 30 años de presiones llevadas a
cabo por individuos y los senados da cámara de las zonas mineras. Las razones de sus súplicas eran muchas:
primero, que los jueces anunciaban sentencias de manera arbitraria, convencidos de que la víctima carecía de
competencia legal, dinero y tiempo para recurrir al único tribunal de apelación de la colonia en Salvador; en
segundo lugar, incluso si tales casos eran apelados, los documentos a menudo se extraviaban en la larga ruta
terrestre; tercero, los magistrados eran trasladados de manera tan frecuente que raramente se veían en la
necesidad de justificar sus acciones.

Otro de los problemas estuvo relacionado con la cualidad y número de los magistrados. No hay razón para
creer que los jueces de la corona (ouvidores) de las áreas mineras fueran más sobornables o más virtuosos que
sus homólogos de otros sitios de Portugal o de ultramar. En realidad, antes de obtener tales cargos, ellos
esperaban tener un riguroso entrenamiento en el terreno legal y administrativo del gobierno real y, en muchos
aspectos, eran vistos por la corona como un brazo derecho colectivo. La confianza real en tales jueces tuvo
como resultado que el rey otorgara a sus magistrados una variedad de responsabilidades, las cuales no eran
esencialmente de tipo judicial. Y, en especial, ese fue el caso de las zonas mineras. En Minas Gerais, los
oidores se hicieron cargo en sus respectivas regiones del tesoro real hasta que el rey juzgaba conveniente
establecer la hacienda real encabezada por el provedor.

Inevitablemente, la calidad de la justicia se vio deteriorada a causa de las muy diversas demandas
extrajudiciales a las que estaban sometidos dichos magistrados. Pero esto sólo era una parte del problema. A
pesar de que los oidores tuvieran prohibido el inmiscuirse en transacciones comerciales o contraer matrimonio
con mujeres nativas sin permiso real, tampoco se vieron impedidos en establecer conexiones personales de
tipo lucrativo en sus áreas de jurisdicción. A menudo se alegaba que los jueces estaban más pendientes por
dejar su cargo, al término de los tres años habituales, como hombres ricos, que en el asunto de la
administración de justicia imparcial. Ello puede haber sido cierto en muchos casos, pero pasa por alto la
existencia de numerosos excelentes magistrados de integridad absoluta que sirvieron en las zonas mineras.

La corona también afrontó la dificultad de valorar un salario razonable para los magistrados en las zonas
mineras. Esta cuestión tuvo un efecto directo y negativo sobre la eficacia de los jueces, especialmente cuando
se trataba de administrar justicia lejos de sus lugares de residencia. A pesar de que en general tales salarios
siguieron siendo más elevados que en cualquier lugar del Brasil, el coste de los esclavos, el de los caballos, el
del transporte y el coste de la vida también resultaban más altos.

La corona se vio forzada a reconocer que en las zonas mineras existía una escasez crónica de juristas expertos,
especialmente durante los primeros años de la colonización, y que el personal de que disponían los
gobernadores era totalmente inadecuado para hacer cumplir la ley o hacer justicia a los criminales. La
designación de jueces adicionales, conocidos como juizes de fora, fue más bien un recurso administrativo que
de carácter judicial.

En la aplicación de las leyes y en el mantenimiento del orden, los gobernadores tuvieron que hacer frente al
problema de la inexistencia de fuerzas adecuadas para vigilar inmensas extensiones de territorios que en su
mayor parte no estaban proyectadas en el mapa. Allí no había guarniciones, a las que en caso de necesidad los
gobernadores de Minas Gerais, Goiás o Mato Grosso pudieran recurrir. A diferencia de los enclaves costeros,
tales fuerzas eran raramente requeridas para desempeñar funciones militares. Sus misiones más bien
reflejaban las prioridades económicas y sociales, así como las presiones propias de las zonas mineras:
imponer orden en los litigios mineros, organizar los convoyes para la conducción de los minerales preciosos,
contener la evasión del pago de los quintos, detener el tráfico ilegal de oro y otros artículos, suprimir las
revueltas y disturbios, imponer los toques de queda a los esclavos, tiendas y tabernas, arrestar criminales y
refrenar a los poderosos do sertáo.

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A pesar de que las compañías de milicia carecían de una formación profesional, éstas se multiplicaron por
todas las zonas mineras. Convocadas en épocas de emergencia, para luego disolverlas de nuevo, las
compañías demostraron ser armas valiosas de la ley. Las compañías de milicia eran establecidas en bases
regionales o parroquiales, dependiendo en gran medida de la densidad de población de una zona dada. Eran
integrados principalmente por blancos, aunque junto a estos regimientos había compañías de negros y mulatos
libres, dirigidas por sus propios comandantes.

Finalmente, es necesario hacer referencia al capitán de monte (capitáo do mato). Las zonas mineras se
caracterizaron por el predominio de esclavos y una considerable negligencia en la supervisión de sus
actividades como especuladores. Estos factores, junto con el aislamiento geográfico y un sistema inadecuado,
tuvieron como resultado la constante huida de esclavos. La responsabilidad de capturar estos fugitivos y
atacar los quilombos pequeños (grupos de esclavos fugitivos), recayó en el capitáo do mato —en su mayor
parte mulatos— quienes formaron sus propias tropas y trabajaron a comisión.

Estos factores —distancia, responsabilidad, corrupción y avaricia— contribuyeron igualmente a presentar


dificultades con la Iglesia católica en el interior, por la responsabilidad especial que la corona tenía de
padroado real. Al igual que en el caso de la aprobación real para nuevas instituciones legales, la corona
también se mostró extraordinariamente dilatoria para con el sector eclesiástico.

La escasez existente de autoridad eclesiástica en los niveles superiores de las zonas mineras debió ser en sí
misma extremadamente perjudicial.

Las repercusiones sociales y religiosas fueron objeto de una extensa correspondencia entre los gobernadores
de Minas Gerais y el rey. Los gobernadores se quejaban de que los curas tenían concubinas, idolatraban a la
Igreja Mineral («Iglesia Mineral»), creaban familias, se dedicaban a la minería, se oponían a los esfuerzos de
la recaudación del quinto, sembraban disensión entre la población y arrancaban exorbitantes retribuciones por
sus servicios en concepto de celebración de bautismos, casamientos y funerales, como también en la
comunión. Poco o ningún esfuerzo se realizaba para catequizar a los esclavos que llegaban a Minas Gerais.
Debido a las grandes distancias existentes, había poca posibilidad de que los obstinados clérigos fueran
reprendidos por sus superiores.

Al igual que ocurrió en el caso de la magistratura, la corona fue en última instancia reacia a renunciar a
ninguno de sus ingresos, bien fuera para la construcción de nuevas iglesias, o bien para el nombramiento de
más curas con mejor cualifícación. La carencia inicial fue en gran parte compensada por la iniciativa mostrada
por los fieles, de manera individual y corporativa, en la construcción y equipamiento de iglesias, en gran
profusión por todas las zonas mineras.

Posteriormente el rey tomó dos medidas. La primera fue el terminar con la situación por medio de la cual el
ingreso de los párrocos dependía totalmente de sus feligreses. La introducción permanente de cargos
parroquiales asalariados tampoco mostró ser muy eficaz. La segunda de las medidas fue la de imponer
regulaciones concernientes a las retribuciones que los curas podían exigir. Al igual que con los honorarios
judiciales, éstas eran modificadas de acuerdo a las condiciones económicas predominantes. A pesar de que
tales regulaciones podían refrenar algunos excesos, éstas fueron más bien un paliativo que una solución.

Cuando tuvo lugar la primera migración a Minas Gerais, en la colonia no había cartógrafos. La corona no
mandó cartógrafos profesionales de Lisboa, a pesar de las súplicas de los gobernadores y virreyes, quienes se
vieron limitados a comisionar ingenieros militares, pilotos navales y matemáticos jesuítas para determinar la
extensión de sus capitanías. La cuestión era crítica debido a que se debía decidir si las designaciones
eclesiásticas debían ser hechas por el arzobispo de Bahía o por el obispo de Río de Janeiro; si los diezmos y
los quintos debían ser recaudados por las personas nombradas por el virrey o por el gobernador; y si los jueces
reales debían tener jurisdicción sobre tal o cual región.

No hubo ningún aspecto de la vida colonial de las nuevas capitanías que no se viera afectado por las
demarcaciones mal definidas y por los cambios de parecer del rey. Ello produjo acalorados debates sobre una
amplia variedad de cuestiones, tales como el emplazamiento de los registros, designaciones eclesiásticas,
recaudación de los diezmos, contratos en torno a las travesías de los ríos y pasaje de los caminos, creación de
las compañías de milicia, administración de justicia y las diversas formas de imponer el quinto real en la

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extracción de metales y piedras preciosas. Otro de los problemas a los que la corona no logró hacer frente
adecuadamente fue en relación al impacto de los vínculos de dominio existentes en las entidades burocráticas
de reciente creación y la necesidad de que las áreas de jurisdicción estuvieran claramente definidas.

Las grandes distancias y dificultades de comunicación entre las zonas mineras, e incluso ciudades costeras
brasileñas, significaba que cuando se requerían instrucciones a través de los canales usuales, éstas muy bien
podían ya no ser aplicables. En las zonas mineras, los gobernadores vivían en comunidades sumamente
volátiles, donde «una simple chispa podía encender una hoguera». Tal chispa podía ser una decisión
impopular en relación a la recaudación de los quintos, un levantamiento de esclavos, una escasez de
alimentos, o una acción opresiva emprendida por un arrogante oidor. En caso de un desorden civil, las
decisiones rápidas eran esenciales. Si el tiempo lo permitía o el asunto era de suma importancia, los
gobernadores evitaban al virrey y al consejo de ultramar y escribían directamente al secretario de Estado en
Lisboa, quien gozaba de la confianza del rey. De desarrollarse los acontecimientos de manera tan rápida que
convertía la comunicación en impracticable, el gobernador, como representante, tenía que tomar las
decisiones de modo unilateral o intentar llegar a un acuerdo negociado, consultando con los representantes
elegidos de la población. Inevitablemente, tales decisiones no siempre recibían la aprobación de la corona, y
los gobernadores estaban acostumbrados a que sus decisiones fueran derogadas o ser objetos del enojo real.
No obstante, los métodos tradicionales de tomar decisiones en la América portuguesa sufrieron un cambio
fundamental. La tarea de un gobernador en las zonas mineras era más difícil a causa de que su área de
jurisdicción no estaba bien definida.

Los conflictos de jurisdicción no estaban limitados al gobernador, ya que también éstos eran compartidos por
los funcionarios eclesiásticos, judiciales y fiscales, especialmente en los primeros años del establecimiento del
gobierno real en Minas Gerais, Mato Grosso y Goiás.

LA SOCIEDAD

La característica más evidente que surgió de la sociedad de Minas Gerais, Mato Grosso y Goiás fue la de su
cualidad «inminente». En 1695, la población del altiplano brasileño estaba integrada por una variedad de
grupos bandeirantes, ganaderos ocasionales, un puñado de misioneros, algunos especuladores e indios. En
menos de dos décadas se establecieron municipios completos y la maquinaria burocrática gubernamental ya
empezó a funcionar.

Por un lado estaba la corona, siguiendo una política esencialmente explotadora, bajo las aspiraciones cada vez
más absolutistas de dom Joáo V, cuyo reinado (1706- 1750) coincidió con el desarrollo de las zonas mineras.
Por otro lado estaban los colonos, notoriamente independientes, cuyo sustento era de lo más imprevisible, y
quienes consideraban que las presiones burocráticas y fiscales llegaban hasta el punto de amenazar su
existencia. La combinación resultaba explosiva. Las formas que tomó la extensa evasión de la autoridad
fueron variadas. La resistencia abierta era constante debido a los cambios que se operaban en el método de
recaudación del quinto.

De modo frecuente éstos respondían menos al malestar popular que a la presencia de los poderosos do sertáo,
defendiendo su autoridad y sus intereses.

La naturaleza del asentamiento también hizo que las regiones mineras fueran extraordinariamente propensas a
los conflictos entre grupos rivales. El más famoso fue el de la Guerra dos Emboabas en Minas Gerais en
1708-1709. Dicho en pocas palabras, ello fue una serie de choques entre paulistas, los que habían hecho los
descubrimientos, y emboabas o intrusos, quienes entraban en tropel en las zonas mineras para aprovecharse de
los hallazgos. Los resultados fueron pocos, si es que los hubo, a excepción de la pérdida de vidas y una
victoria para los emboabas. El odio de los paulistas no fue apaciguado por su impresión (justificada) de que
las autoridades habían favorecido la causa emboaba. La Guerra dos Emboabas y los serios choques
posteriores entre las dos facciones existentes en Goiás en 1736, personificó la división dentro de la población
de las zonas mineras. Por una parte estaban los paulistas, mestizos con un fuerte elemento indio, bilingües en
portugués y tupí-guaraní, nómadas, consumados leñadores, exitosos descubridores de oro, con un espíritu
empresarial bien desarrollado y recelosos de la autoridad. Por otro lado estaban los emboabas —el término
designaba a cualquiera que no fuera paulista— poco versados en la minería, con escaso interés en la
exploración, sedentarios, de habla portuguesa, con ningún conocimiento de la flora y fauna brasileñas,

226
inexpertos una vez lejos de los centros urbanos y profundamente dependientes de otros para sus destrezas, al
igual que para su supervivencia. En la primera mitad del siglo xviii, los sucesivos gobernadores de Minas
Gerais intentaron integrar ambas facciones asegurando una representación igual de paulistas y emboabas en
los senados da cámara de las zonas de desarrollo nuevas.

La propia naturaleza de la minería de oro constituyó otra amenaza a la estabilidad. La minería exigía
especulación y la especulación requería movilidad. El resultado fue un constante flujo y reflujo de buscadores
hacia los nuevos o sumamente acosados descubrimientos. En este sentido, los movimientos eran tan
repentinos que no había tiempo de proporcionar ninguna infraestructura. La escasez de alimentos fue un
problema crónico. Incluso cuando había disponibilidad de alimentos, las ganancias de los mineros, no siempre
eran suficientes como para permitirles comprar los suministros más básicos.

De manera más frecuente de lo que ha sido considerado, los mineros pensaban que las probabilidades de éxito
eran demasiado remotas, y, en este sentido, a menudo vendían su equipo minero y regresaban a las regiones
costeras. Incluso para aquellos mineros afortunados, la naturaleza de la minería de oro ejerció un tipo de
presión que en el caso de los plantadores de caña del noreste era desconocida, porque los depósitos de oro
eran un activo desaprovechado.

Además, los altos beneficios inmediatos lo más probable es que acabaran en elevadas inversiones en
maquinaría y mano de obra. Pero los elevados costos fijos forzaron a los mineros a mantener la producción, si
es que ellos querían obtener cualquier ganancia. Pero incluso si se daban estas circunstancias, los ingresos
eran menos seguros para los mineros que para los plantadores. Las sequías o inundaciones podían llegar a
parar las operaciones mineras. El derrumbamiento de un conducto minero o el descubrimiento de una roca
inesperada podía significar la pérdida de una inversión, en tiempo, en mano de obra y en maquinaria. No
había ninguna garantía de que una zona determinada mantuviera realmente suficiente riqueza de depósitos de
oro como para justificar cavar una mina. Todos estos factores fueron característicos de las zonas mineras del
Brasil colonial.

A pesar del riesgo, el aliciente de grandes beneficios llevó a la tendencia común de invertir de modo
desmesurado o usar los recursos financieros de manera exagerada. El trabajo efectivo de las minas necesitaba
una proporción de trabajadores cualificados y no cualificados mayor que la que se requería en una plantación.
El medio de pago era el oro. A diferencia del plantador, quien podía, en parte, compensar los altos costos
exigiendo más por su producto, el minero carecía de poder alguno para alterar el precio del oro, puesto que la
corona era quien fijaba el precio de venta. La práctica generalizada era comprar a crédito los esclavos y otros
artículos. Éste podía abarcar de tres a cuatro años a un índice de interés mensual de un 10 por 100
aproximado. El oro en polvo hacía de garantía. Para la compra de esclavos, incluso los mineros afortunados
estaban en deuda con los comerciantes de Río de Janeiro. En vista de todos estos riesgos, el fracaso era un
hecho común, y sólo podía contribuir a la incertidumbre e inestabilidad de las comunidades mineras.

La amenaza a la estabilidad no residía exclusivamente en las esperanzas irrealizables de nuevos hallazgos,


calamidades físicas, imprevisión de suministros y casos de fuerza mayor. Sino que a menudo también la
corona exacerbaba la situación existente de inseguridad mediante una política cuyo objetivo iba dirigido a
incrementar los ingresos reales, pero el impacto imprevisto fue la ruptura de comunidades e individuos. Una
serie de medidas puso restricciones sobre ciertos sectores de la población que constituían una potencial
amenaza para el efectivo control fiscal o para la seguridad: los orfebres, debido a su profesión eran objeto de
sospecha en cualquier momento que se pusiera a discusión el tema del contrabando; y tambien los negros y
mulatos libres.

La inseguridad y el descontento en las zonas mineras se vieron incrementados por la política real en relación
al incremento de recaudación de contribuciones. Prácticamente desde el principio, el rey se dio cuenta de que
el movimiento hacia el oeste, la dislocación de un gran número de personas, sus necesidades de suministros
básicos y sus posesiones de oro podían revertir a favor de la corona en dos direcciones. Una fue mediante la
restricción del acceso a las zonas mineras y el control de todos los puntos de entrada, a través de los cuales
podían introducirse mercancías en tales regiones. No menos que otros colonizadores, los habitantes de las
áreas mineras se vieron afectados por el monopolio de la corona sobre ciertos sectores de la economía de
importación, tales como el de la sal, vino y aceite de oliva. Pero los mineros tenían que soportar cargas
adicionales pagaderas en los productos de importación que se introducían en las zonas mineras. La corona

227
siguió una política de gravámenes sobre la agricultura, y los contratos, normalmente de tres años, eran
subastados y dados al mejor postor. El contratista estaba autorizado para establecer registros en las rutas
principales que conducían a las zonas mineras. Además de los registros en las rutas terrestres, se ponían a
subasta contratos similares para las travesías fluviales. Para poder cubrir los gastos de tales contratos, las
tarifas eran elevadas y algunas veces recaudadas de forma despiadada. Éstas se calculaban en base al peso o
volumen y no de acuerdo al valor, lo cual perjudicaba particularmente a los mineros, ya que como resultado
de la prohibición de la corona para fabricar en la colonia, todas las herramientas, piquetas, hierro y pólvora
tenían que ser importadas.

Estas tarifas produjeron un dramático impacto inflacionario en todos los sectores de la economía de
importación, pero en ninguno de ellos fue mayor que en el de los esclavos, condición sine qua non para la
minería. Aunque a largo plazo los mineros tuvieron capacidad para afrontar los precios altos, a corto término
éstos produjeron la ruina de muchos. En segundo lugar, se esperaba que los habitantes de las zonas mineras, al
margen de los pagos del diezmo y otras clases de impuestos, hicieran contribuciones extraordinarias para
construcciones varias.

La combinación de costos más elevados, tanto para la mano de obra como para la adquisición de materiales,
junto a una mayor necesidad de reposiciones más frecuentes, impuso restricciones financieras a los senados
da cámara, los cuales intentaron compensarlas mediante la imposición de pesadas contribuciones para la
obtención del permiso de establecimiento de tabernas, tiendas, mataderos y venta ambulante. Tales tarifas no
sólo contribuyeron a una espiral inflacionista, sino que también fomentaron un activo mercado negro, el
acaparamiento de alimentos y la manipulación del suministro alimentario, proporcionando todo ello
inesperadas ganancias a los productores e intermediarios.

La pauta demográfica de las zonas mineras durante la primera mitad del siglo xviii básicamente fue la misma
que la de los enclaves costeros del noreste: una minoría blanca con predominio de hombres; una mayoría
negra con predominio de esclavos, entre los cuales los hombres sobrepasaban a las mujeres; un crecimiento
gradual en el número de libertos y un incremento gradual en el número de mulatos. Sin embargo, hubo
grandes diferencias en los números relativos de cada uno de los sectores, lo cual afectó dramáticamente sus
relaciones y, por lo tanto, ello fue suficiente como para crear una sociedad completamente diferenciada.

Sobre la población blanca, al menos para la primera parte del siglo xviii, había un aplastante predominio de
hombres, la mayoría de ellos solteros. Pocas eran las familias que migraban hacia las zonas mineras,
especialmente durante el período formativo de cada comunidad minera, que era cuando se daban las
dificultades mayores. La migración de blancos hacia las zonas mineras estaba constituida predominantemente
por hombres solteros o cabezas de familia, quienes dejaban a su mujer y familia en Portugal o en una ciudad
costera brasileña mientras ellos iban en búsqueda de fortuna. El abandono o la viudez fue a menudo el destino
de los que se dejaron atrás.

La escasez de mujeres blancas en edad de casarse fue exacerbada debido a la práctica de despachar a las hijas
hacia Portugal antes de acordar un matrimonio local en condiciones desventajosas. Los resultados de este
desequilibrio sexual entre la población blanca fue el concubinato y un índice bajo de matrimonios en el
interior de la capitanía. El concubinato fue un estilo de vida en las regiones mineras, y aunque el desequilibrio
sexual entre los blancos fuera en cierto modo reparado en el transcurso del siglo xviii, muchos hombres
blancos continuaron prefiriendo concubinas negras o mulatas, incluso cuando hubo mujeres blancas
disponibles.

La población negra y mulata de las zonas mineras también tuvo sus características distintivas. Lo más
evidente es la mayoría aplastante de negros. Este solo factor, junto con otras características peculiares de las
regiones mineras, excesiva concentración de esclavos en lugares limitados y la considerable movilidad
permitida a los especuladores de esclavos, fue suficiente para mantener a las autoridades en un constante
temor a revueltas negras y constituir una amenaza a la preservación de la ley y el orden. En segundo lugar, en
el conjunto de la población predominaron los hombres de descendencia africana, atribuible a las necesidades
especiales de mano de obra para la minería. Este predominio fue especialmente notable entre los esclavos.

En el transcurso del siglo xviii, dos tendencias cooperaron en cambiar la proporción sexual existente. En
primer lugar se produjo un dramático incremento en el número de manumisiones. El número de mulatos que

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ganaron su libertad fue mayor que el de los negros, y entre los mulatos predominaron las mujeres. En segundo
lugar hubo un incremento en el número de mulatos, ambos esclavos y negros. Estos dos factores produjeron
un impacto sorprendente en la proporción sexual de entre la gente de origen africano.

LA ECONOMÍA

A pesar de los obstáculos físicos y de la política reguladora y fiscal de la corona, la cual colocó un gravamen
en cada una de las personas de las comunidades mineras, sólo el incremento de la población es testimonio
suficiente para reflejar las muchas oportunidades reales que existieron en Minas Gerais, Mato Grosso, Goiás y
otras regiones mineras del Brasil.

En el transcurso de media centuria, el desarrollo de la economía de Minas Gerais pasó de estar basada en un
simple producto, el oro, a otro de base más amplia. Desde la función inicial de servir directamente a los
mineros, muchas empresas comerciales diversificaron los mercados y redes de suministro hasta abarcar la
comunidad en su conjunto. En este sentido, las empresas comerciales pasaron a ser menos dependientes de los
flujos y reflujos de las fortunas mineras. El suministro de alimentos a las regiones mineras y el crecimiento de
la industria de la construcción nos proporcionan dos ejemplos de este proceso. Para la alimentación, las áreas
mineras dependían profundamente del ganado vacuno. Esta industria recibió un impulso enorme del
desarrollo de Minas Gerais, Mato Grosso y Goiás, y por consiguiente, se expandió de acuerdo a este
desarrollo. Lo mismo sucedió con la cría de cerdos, el cultivo de mandioca y granjas avícolas, que
prosperaron junto a la industria minera.

Las zonas mineras atrajeron artesanos hacia la industria de la construcción —carpinteros, albañiles y
herreros— cuyas destrezas eran necesarias para satisfacer la enorme demanda existente de edificios
eclesiásticos y civiles, como también para los requerimientos de las empresas mineras. Se desarrollaron
industrias subsidiarias: fabricación de jabón, o fabricación de bateas, esenciales para la minería. En algunos
casos, estas pequeñas industrias entraban en conflicto con los intereses mineros. El acceso al suministro de
agua y de la madera era disputado violentamente por los mineros, jaboneros y fabricantes de cal. Los cereros,
caldereros, cuchilleros, estañeros, guarnicioneros, toneleros, torneros en madera y latoneros encontraron
demanda para sus oficios, al igual que los sastres, sombrereros y peluqueros. Los orfebres, doradores y
batidores de oro tuvieron mucha demanda. Las hermandades laicas de hombres y mujeres encargaron a
pintores, yeseros, ebanistas y escultores el embellecimiento exterior e interior de las iglesias construidas en
cada parroquia.

En este contexto, también las bellas artes se beneficiaron y los músicos —instrumentistas, vocalistas y
compositores— fueron buscados para las funciones religiosas, celebraciones municipales, o para dar la
bienvenida a los funcionarios visitantes. En Minas Gerais nació una tradición musical que, en gran parte,
estuvo en manos de los músicos mulatos.

El oro fue la razón del empuje migratorio hacia el oeste. La fascinación exclusiva y obsesiva que ejerció el
oro en los primeros años condujo al establecimiento de mineros individuales, y a casi regiones enteras al
borde de la destrucción. Sin embargo, el desarrollo de salidas alternativas para la iniciativa empresarial y la
posibilidad de movilidad geográfica y social proporcionaron las válvulas de seguridad necesarias. A la larga,
ello dio lugar a especulativas y oportunistas oleadas migratorias, diferentes en cuanto a raza, posición y
origen, que moldearon una sociedad equilibrada y cada vez más estable.

LA MINERÍA

Durante la primera mitad del siglo xviii, el oro fue la base de la economía y la sociedad de Minas Gerais,
Mato Grosso y Goiás. Aunque, de hecho, había diversos tipos de oro. Los tres criterios esenciales para la
valoración del oro eran la forma, el color y la textura.

Las formas de oro más altamente estimadas eran las escamas y las pepitas, las cuales debían ser perfectamente
pulidas y desprovistas de asperezas y esquirlas. En cuanto al color, el cual iba del amarillo vivo al negro, era
preferible el que tendía ligeramente a oscuro. La textura podía solamente ser determinada mediante el
aquilatamiento y éste se realizaba en las cecas o en los sitios dedicados a la fundición. El oro de mejor calidad
necesitaba un poco de mercurio para «suavizarlo»; en consecuencia, en el proceso de fundición se producían

229
menos desperdicios. El oro de 23 quilates era considerado excepcionalmente bueno, pero la norma era el de
21 y 22. Fue importante el que hubiera un patrón uniforme de oro, aun cuando éste se extrajera de diferentes
minas y en épocas distintas. Los especialistas en aquilatar y los técnicos expertos podían establecer el lugar de
origen de las muestras de oro. En este sentido, tales oficios eran especialmente apreciados para determinar si
las muestras de oro se habían originado en un área particular o habían sido trasladadas para evitar el pago del
quinto.

Los depósitos auríferos estaban incluidos dentro de dos categorías fundamentales: el oro que se encontraba en
vetas y el que se encontraba en los ríos. La fuente de oro más extendida fue el placer minero. Los cateadores
(falseadores) extraían oro del lecho de los ríos, usando bateas (bateias) de madera o de metal. Cuando la batea
era oscilada, las partículas de oro se sumergían debido a su mayor densidad y el material silíceo era barrido
hacia las orillas poco profundas. La misma técnica se empleaba en trabajos más elaborados, conocidos como
taboleiros, cuando se explotaba el lecho completo de un río, o en grupiaras, que eran explotaciones que se
realizaban en las ríberas de los ríos o en las laderas adyacentes. Las prospecciones realizadas en las laderas se
denominaban catas. Se extraían el cuarzo y la arena y se llevaban al manantial más cercano donde se
trabajaban mediante bateias, o bien se llevaba al agua a la cata donde los bancos arenales se trabajaban
mediante presión hidráulica. El sedimento resultante pasaba por una serie de compuertas, cada una de las
cuales retenía partículas de oro, hacia un tamiz donde los esclavos lavaban los residuos. Tales empresas
fueron conocidas como lavras y, a pesar de que éstas proporcionaban el rendimiento máximo, también exigían
una inversión inicial elevada.

La veta o filón minero fue poco frecuente en Minas Gerais, aunque en Jacobina fue el método más común.
Sea cual fuese la técnica empleada, el hecho es que el agua siguió siendo el elemento indispensable para el
éxito pleno. Demasiada agua podía ser igual de perjudicial que poca. La innovación técnica quedó limitada al
desarrollo de las máquinas hidráulicas para incrementar la disponibilidad de agua para las minas o para
retirarla de las catas.

A los esclavos de origen africano-occidental, en general la minería y metalurgia les era más familiar que a sus
propietarios blancos y, en realidad, eran específicamente escogidos por su destreza. Un escritor de principios
de la centuria decimonónica comentaba que el minero más ignorante de Minas Gerais estaba más informado
que el mejor de Goiás, y que el minero más ignorante de Goiás estaba infinitamente más cualificado que el
mejor de Mato Grosso.

Aunque en algunas regiones pudo haberse usado la mano de obra indígena en las minas, en general la fuerza
de trabajo estuvo integrada por esclavos africanos. El trabajo en las minas de oro hacía que las exigencias
físicas fueran sumamente duras. La extracción de oro requería la inmersión del cuerpo hasta la cintura en ríos
fríos, mientras la parte superior del cuerpo estaba expuesta al calor del sol. Las insolaciones, disentería aguda,
pleuresía, pulmonía, fiebres intermitentes y paludismo eran frecuentes. Los esclavos trabajaban en galerías
subterráneas eran víctimas de las infecciones pulmonares debido a la inadecuada ventilación, y de las muertes
causadas por los derrumbamientos. El deterioro físico por exceso de trabajo era rápido y la mortalidad esclava
considerablemente elevada. Las estimaciones en torno al período de trabajo provechoso de la vida de un
esclavo iban de siete a doce años.

El trabajo en la minería a menudo se interrumpía debido a las disputas legales, intervención burocrática y
cambios estacionales. Los propietarios con presciencia suficiente se dedicaban a la agricultura para
compensar sus pérdidas mediante el empleo de su fuerza de trabajo en los campos. Para el propietario
ocupado exclusivamente en la minería, el único medio de reducir costos recaía en el acuerdo contractual con
el esclavo, el cual liberaba al propietario de la responsabilidad de tener que proporcionarle el sustento, y éste
autorizaba al esclavo a explorar por su cuenta. La única condición puesta era la de que al finalizar la semana
el esclavo regresaría a su propietario con los jomaes. Tales acuerdos sólo fueron aplicados a los falseadores,
pues los esclavos que trabajaban en las lavras permanecían bajo estricta supervisión.

Esta autorización tuvo dos repercusiones inmediatas. La primera de ella fue la presencia en las zonas mineras
de mujeres y hombres esclavos sobre los cuales no existía un control directo, y quienes planteaban un
constante desafío a la ley y el orden. La segunda fue el potencial de abuso manifiesto y, en este sentido, las
zonas mineras se llenaron de quilombos formados por esclavos fugitivos. Sin embargo, para los que

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permanecieron dentro de la ley existieron verdaderas posibilidades de adquirir suficiente oro en polvo como
para comprar su libertad.

Las limitaciones técnicas, el agotamiento de los depósitos auríferos más disponibles y la baja productividad,
no fueron los únicos factores que contribuyeron al fracaso de lograr el máximo potencial extractivo.
Demasiado a menudo esto fue el resultado de una combinación de factores no directamente relacionados con
la disponibilidad de oro. Por ejemplo, se alegaba que el descenso de la productividad era atribuible a la
ausencia de incentivos para los descubridores. Los gobernadores repetidamente recomendaron a la corona que
se establecieran incentivos mayores, con el fin de convencer a los paulistas, quienes prácticamente
monopolizaban los descubrimientos.

Las enfermedades y los ataques de los indios también jugaron su parte, pero la pesada imposición existente
disuadió poderosamente los ánimos. El impuesto más opresivo fue el de tener que entregar una quinta parte de
todo el oro extraído.

La combinación de una imposición excesiva, la mala administración, la decepción, la ausencia de


conocimiento técnico y el gradual desplazamiento hacia la agricultura, todos juntos, contribuyeron al declive
de la producción de oro.

A todos estos factores debería añadirse el fracaso de la corona en coordinar las actividades mineras. El
resultado fue una explotación incontrolada de una y otra región, cuyo único sostén económico fue a costa de
las penalidades físicas y financieras. El crónico individualismo característico de la minería supuso una
disponibilidad de capital demasiado pequeña, en una industria donde existía una estrecha relación entre la
inversión de capital y la productividad. Por ejemplo, regiones potencialmente productivas no llegaron a
explotarse, debido a que no había suficiente capital para construir un acueducto para la conducción de agua
hacia la zona minera.

La corona contribuyó al declive de la producción por fracaso en estimular los intentos de colaboración hasta
finales de la centuria. Este fracaso es comprensible cuando se observa la política en su conjunto para con las
zonas mineras, la cual estuvo caracterizada por la obsesión de los controles e imposiciones reguladoras,
especialmente los quintos.

El código minero dictado por la Corona contemplaba la designación de un superintendente de minas, más bien
especialista en asuntos legales y administrativos que en los concernientes a las minas. Para ayudarle en las
cuestiones de carácter más técnico, el superintendente podía nombrar a un guarda-mór, quien a la vez podía,
si la distancia lo justificaba, designar a guarda-menores. El guarda-mór sería el responsable de la asignación
de las concesiones mineras. El descubridor recibiría dos datas, una como recompensa del descubrimiento
hecho y la otra como minero. Una tercera data se reservaría para la corona, aunque sería puesta a subasta y
dada al mejor postor. Todas las concesiones iban a ser de 30 bragas cuadradas (1 braga = 6 pies). La
distribución del resto de los descubrimientos se haría por partes y dependería del nú- mero de esclavos que un
minero dispusiera para poner a trabajar. Por ejemplo, un minero con doce esclavos recibiría una data entera,
mienfras que los que tuvieran menos esclavos recibirían proporcionalmente menos. Los abusos fueron
numerosos. Una de las razones fue el hecho de que los oidores pudieran ser también superintendentes. En este
sentido, el ouvidor al ser informado de un descubrimiento podía intervenir personalmente para hacer las
divisiones, saltándose el derecho que tenía el descubridor de recibir las dos primeras datas, las cuales el oidor
usurpaba para sí mismo. Pero la mayor fuente de abusos fue la decisión de 1703, por la que se permitía a los
propios superintendentes y guarda-mores explotar una mina, aumentando con ello los conflictos de interés. En
los años de 1740, el oidor de Cuiabá era también el superintendente de las tierras mineras y, en lugar de
recibir un sobresueldo por el trabajo que suponía la recaudación de los quintos, él recibía una concesión
minera preferencial. En otros casos, los personajes locales poderosos se apoderaban de los suministros del
agua con impunidad.

LOS QUINTOS

Si la legislación minera permaneció relativamente inalterada en la América portuguesa, no puede decirse lo


mismo en cuanto a la diversidad de métodos usados por la corona en sus intentos de recaudar, de modo nada
eficiente, los quintos, tributo pagadero a la corona que correspondía a la quinta parte de todo el oro extraído.

231
Durante el período colonial se intentaron, al menos, doce formas distintas de recaudación, para únicamente
ser rechazadas o modificadas después de costosas experiencias. Éstas se dividieron en dos categorías
generales: la recaudación mediante la forma de impuesto de capitación o recaudación en las casas de
fundición. Los mineros conducían su oro a estos establecimientos, donde, después de quitar la quinta parte
destinada a la corona, el resto era fundido en barras de oro, selladas con el escudo de armas real, una esfera, y
marcada para identificar el lugar de fundición. En diversas épocas, las cecas jugaron una función similar,
devolviendo la parte que le correspondía al minero en moneda.

Ninguno de los métodos de recaudar los quintos contó con el pleno apoyo del soberano o de los dominados.
La corona declaraba, de modo totalmente justificado, que ambos métodos permitían oportunidades
excepcionales para la evasión del pago y el contrabando de oro libre de impuestos. La ventaja de las casas de
fundición (desde la perspectiva de la corona) era la facilidad y rapidez con que se podía llevar a cabo la
recaudación, mientras que la recaudación mediante la capitación podía demorarse de dos a tres años. Por lo
que a los colonizadores se refiere, ellos fueron tan inflexibles como inconsistentes en su oposición pública a
uno u otro método.

El principal motivo de queja en contra del impuesto de capitación era que éste no tomaba en cuenta el
imprevisible devenir de la industria, para no mencionar las muertes, enfermedades, o huida de los esclavos.
También se declaraba que la contribución de capitación imponía un pesado gravamen precisamente sobre
aquellos cuya productividad potencial era la más elevada, los propietarios de lavras quienes habían invertido
considerablemente con la esperanza de unos beneficios más altos.

De modo nada sorprendente, ello trajo la respuesta de otros sectores de la comunidad, ya que si bien
legalmente el quinto era un gravamen impuesto sobre las industrias extractivas, su imposición afectaba
duramente a aquellos que no estaban ocupados directamente con la minería. Los agricultores no sólo estaban
sujetos al pago del quinto, sino también al décimo de lo que producían.

Un asunto particularmente delicado fue el de que el clero y los funcionarios públicos estuvieran dispensados
del impuesto de capitación para una estipulada cantidad de esclavos supuestamente usados en el servicio
doméstico, pero, de hecho, a menudo empleados en los placeres mineros. Sin embargo, todos estaban de
acuerdo en que el método de recaudación tenía como resultado la extorsión que realizaban los ávidos
funcionarios. Se suponía que la recaudación se debía realizar dos veces al año, pero los funcionarios
adelantaban la fecha, con lo cual imponían una carga adicional sobre los mineros y otros. Además, las pesadas
multas por dejar de pagar no discriminaba entre los que deliberadamente no registraban a los esclavos y los
que acataban las órdenes reales, pero que simplemente no habían podido pagar a tiempo.

En cuanto a los establecimientos de fundición, una vez superados los obstáculos psicológicos, en general fue
aceptado que esta forma tributaria en su origen fue más equitativa. Pero los mineros acostumbraban a quejarse
debido a que al llevar el oro a las casas de fundición ellos perdían beneficios, al entretener sus trabajos, por
estar expuestos al robo durante la ruta y por las dilaciones que sufrían a través del hostigamiento oficial y el
lento procesamiento de su oro. La fuerza del sentimiento popular en la cuestión de los quintos fue puesta de
manifiesto en diversas ocasiones cuando se frustaba la voluntad real o la puesta en práctica de una orden se
demoraba. A pesar del temor real y la insistencia gubernamental, durante una década los mineros rechazaron
todos los proyectos reales y únicamente aceptaron una cuota que iba de 25 a 37 arrobas anuales. La ley que
ordenaba el establecimiento de las casas de fundición fue puesta en funcionamiento sólo en 1725, cinco años
después de la revuelta de Vila Rica y de dispersos levantamientos, especialmente en el distrito de Rio das
Velhas, donde el descontento fue avivado por los poderosos terratenientes. Tales levantamientos fueron tan
locales en sus apelaciones como efímeros, pero todos rechazaban cualquier cambio de posición y demandaban
que el sistema fiscal no tuviera en cuenta a los descubrimientos más pequeños o cualquier descenso en el
devenir de la producción minera. Tan urgente fue la necesidad de volver a la plena producción minera que los
gobernadores invariablemente indultaron a los insurgentes.

La indecisión o incapacidad para imponer la voluntad real tuvo repercusiones adversas no sólo en la industria
minera, sino en el comercio en general. El fracaso más serio para la corona fue el hecho de que ésta no
desarrolló un sistema único y uniforme. En gran parte, ello fue debido a que la indusria sufría cambios tan
rápidos, que las respuestas burocráticas inevitablemente quedaban rezagadas ante los nuevos e imprevisibles
desarrollos. Además, el diferente tipo de minería podía hacer que un método de recaudación fuera más

232
ventajoso que otro para la corona, y los gobernadores en diferentes áreas, sensibles a la inquietud real en la
cuestión de los recursos, autorizaban localmente impuestos más productivos, ignorando el perjuicio que ello
ocasionaba a la estructura fiscal en su conjunto.

El resultado de todo ello fue la existencia de un floreciente comercio en oro exportado ilegalmente de Minas
Gerais a Bahía, donde se declaraba que había sido extraído localmente y, por lo tanto, no estaba sujeto a
impuestos, puesto que los quintos ya habían sido recaudados en bátelas; y por lo que afecta al que se
exportaba a Sao Paulo, se alegaba que éste se había originado en los nuevos descubrimientos de Cuiabá.

La incompetencia burocrática también hizo el juego a los contrabandistas; en este sentido, las interrupciones
de la fundición de oro, forzadas por el agotamiento del suministro de mercurio, ipsofacto incitó a la gente a
buscar salidas alternativas para su oro en polvo, en lugar de cumplir con las órdenes reales que exigían su
envío a las cecas de Salvador y Río de Janeiro, donde el oro debía ser fundido.

La inconsistencia y los frecueníés cambios en la política no dejaron de tener sus efectos perturbadores sobre el
comercio en general. Los comerciantes lucharon contra los mayores controles de sus movimientos, los
derechos adicionales que se les exigían y las demandas de tener que mantener registros estrictos de
importaciones, ventas y beneficios. Los nuevos métodos de recaudar el quinto fueron acompañados por
regulaciones adicionales, que definían zonas, en las cuales el oro en polvo podía circular legalmente como
instrumento de cambio, o donde se prohibía su circulación y el movimiento tenía que ser canalizado en barras
o moneda.

Los cambios en el precio del oro tuvieron también repercusiones trascendentales sobre el comercio de un lado
a otro de las regiones mineras. En los períodos inmediatamente anteriores al establecimiento de las casas de
fundición predominó la incertidumbre: los acreedores acosaban a sus deudores para que saldaran sus pagos
antes de que las casas de fundición entraran en funcionamiento, pues una vez que éstas estuvieran en
operación todo el oro debía ser fundido con la correspondiente pérdida de un quinto. El resultado fue la
insolvencia y la huida hacia el sertáo de aquellos deudores incapaces de satisfacer las repentinas exigencias.
Los funcionarios de la corona, los curas y los comerciantes se aprovecharon de la atmósfera de incertidumbre
para incrementar los pagos en un quinto, a pesar de que las entregas originales se hubieran realizado o los
contratos se hubieran firmado cuando la capitación estaba vigente.

La imposición de nuevos sistemas demostró ser extremadamente costosa para la corona a causa de la
confusión burocrática, y debido a la pérdida de ingresos que ocasionaban los retrasos. Dependiendo del
tiempo y lugar, la tarea de recaudar los quintos estuvo dividida entre el sector público y el privado. Los
senados da cámara, proveedores de los quintos, notables ciudadanos y capitanes de milicia estaban
autorizados a recaudar los quintos. La burocracia fiscal, establecida por la corona para administrar la
industria, participó en diverso grado. Los que estuvieron más estrechamente implicados fueron los
superintendentes de las casas de fundición o los intendentes de la capitación. Finalmente estaban los
funcionarios del tesoro, los oidores, gobernadores y virrey, quienes mantenían la última responsabilidad, no
sólo para la recaudación de los quintos, sino también para salvaguardar su paso hacia los puertos costeros y de
allí a Lisboa.

Era inevitable que los conflictos de jurisdicción redujeran además la eficaz recaudación de los quintos. Cada
cambio iba acompañado de demoras. Siempre después de promulgarse una orden real se producían retrasos.
Todo el personal técnico, fundidores y aquilatadores, procedían de Portugal. Otra fuente de retrasos eran los
períodos de gracia, durante los cuales se permitía a la gente realizar los ajustes necesarios para cumplir con la
nueva ley, como por ejemplo llevando oro en polvo para ser fundido antes de la transición a las casas de
fundición.

En resumen, la infraestructura administrativa era completamente inadecuada para hacer frente a las demandas
logísticas de los cambios que sufría el método de recaudación. Incluso después, algunas veces las casas de
fundición se estancaban debido a que los prometidos embarques de mercurio y otros artículos esenciales, tales
como los impresos para la capitación de matrículas que se realizaba dos veces al año, dejaban de llegar o
llegaban en demasiada cantidad.

EL CONTRABANDO

233
La naturaleza del oro, combinada con las inadecuaciones administrativas, el terreno, la codicia humana y el
señuelo de elevadas ganancias hicieron que el contrabando fuera desenfrenado. En la colonia existieron casas
de moneda y de fundición falsas, aunque generalmente éstas tuvieron corta duración. Las primeras se
dedicaban propiamente a falsificar monedas de oro; las segundas fundían barras de oro libres de impuestos.

Estas operaciones podían contar con la presencia de un antiguo empleado de una ceca real o casa de fundición
y usar troqueles falsos, o troqueles que las autoridades no habían destruido. En un nivel de organización
inferior se realizaba la degradación del oro en polvo mediante la introducción de estaño y otros metales, en
cuya habilidad se consideraba que los esclavos habían logrado un alto grado de sofisticación. El recorte y el
vaciamiento de las monedas era una práctica tan común que forzó a la corona a ordenar periódicas retiradas
de las mismas compensando a los propietarios según el valor.

Todas estas actividades florecieron, pero las verdaderas ganancias a través del contrabando se realizaron
mediante el transporte de oro clandestino, cuyo quinto no había sido pagado, desde las zonas mineras a las
ciudades portuarias. Los principales transportistas de oro de contrabando eran los vaqueros y comerciantes,
que al disponer del conocimiento de los caminos laterales, puestos de registro y la frecuencia de los servicios
que cumplían las patrullas, eran altamente solicitados.

Ya se había señalado que los caprichos en tomo a la recaudación del quinto contribuían al contrabando.
Además, el fracaso oficial para acabar con la escapatoria proporcionada mediante el permiso de circulación,
de forma concurrente, de oro en polvo y moneda en Minas Gerais significó que, a principios de los años de
1730, los comerciantes de Río de Janeiro y Salvador podían ir a las zonas mineras y comprar con las monedas
acuñadas en Río de Janeiro y Salvador todo el oro en polvo disponible, exportando después clandestinamente
el polvo a la costa, donde los orfebres lo podían usar para trabajar objetos o simplemente venderlo.

La corona puso todos los medios a su alcance para contener el contrabando. Se establecieron puestos de
aduanas y registros en los caminos y ríos de las zonas mineras. Se incrementaron las patrullas. Con la
reintroducción de las casas de fundición, se crearon registros adicionales para hacer frente a los centros de
población creciente en zonas alejadas. En el terreno judicial se abrieron indagaciones {devassas) especiales en
tomo a la moneda falsa y degradación del oro.

Estas medidas produjeron pocos éxitos (¿¿alguna medida produjo algún éxito??)

La segunda fase del ciclo contrabandista se extiende más allá de las costas brasileñas, en Portugal, África y
norte de Europa. Los buques que hacían el comercio con la India, de regreso a su punto de origen hacían
escala en Salvador o Río de Janeiro, lugar donde los oficiales y las tripulaciones pasaban a ser transportistas
del oro de contrabando. Ello también se aplicó a las tripulaciones de las naves que salían de los puertos
brasileños y se dirigían hacia Portugal, donde el oro era distribuido ilegalmente.

La corona promulgó leyes específicas para la inspección de los barcos antes de su partida del Brasil y para la
llegada a Lisboa. Los capitanes estaban obligados a hacer manifiestos a bordo y presentarlos a su llegada a
Lisboa. Las embarcaciones procedentes del Brasil hacían escala en el Tajo y eran visitadas por los
magistrados de la corona encargados de los asuntos criminales, y el oro y los manifiestos eran mandados a la
casa de moneda de Lisboa, donde se recaudaba un 1 por 100 y donde el transportista o consignatario recibía
su oro.

No obstante, estas leyes fueron sólo parcialmente efectivas, debido principalmente a que su cumplimiento
dependía de los capitanes y oficiales de los barcos y ellos mismos eran los que participaban en el comercio
ilegal. La creación por la corona de las intendencias generales del oro, estuvo destinada a controlar la evasión,
pero los oficiales no cumplieron con las expectativas reales. Mientras que el contrabando de Río de Janeiro se
dirigía principalmente hacia Portugal, el de Salvador se orientaba hacia el oeste de África. A pesar de que las
órdenes reales prohibían la exportación de oro al oeste de África, la eficaz combinación de la demanda de
mano de obra en las minas más la capacidad de pagar en oro, en vez de en tabaco de tercer grado, sancionado
oficialmente, hacía que este comercio fuera un negocio rentable.

En 1730, el virrey pretendió detener el tráfico mediante otros medios, pero cualquier resultado positivo al
respecto tuvo corta duración. A ojos de la corona, el daño era doble: primero, la pérdida de ingresos; segundo,

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que el oro brasileño cayera en manos de los extranjeros, especialmente holandeses, quienes mantenían un
comercio sumamente lucrativo con los portugueses desde su fuerte de El Mina. La consecuencia era que los
barcos que regresaban a Brasil, procedentes del oeste de África, llegaban cargados de mercancías europeas,
simplemente porque la carga de esclavos sola no podía proporcionar un mercado para las enormes cantidades
de oro exportado desde Brasil.

Entre 1709 y 1761, la corona promulgó al menos dos docenas de leyes o decretos que prohibían a los súbditos
portugueses comerciar con extranjeros y, salvo circunstancias especiales, impedían la entrada de buques
foráneos en los puertos brasileños. Una excepción fue la de los navíos españoles y franceses

Sin embargo, los duros castigos no lograron disuadir el comercio con los extranjeros, algunos de los cuales
hacían escala en los puertos brasileños alegando la necesidad de reparaciones de emergencia o declarando
estar ocupados en actividades pesqueras, mientras que de hecho llevaban consigo escaso o ningún equipo
pesquero, sino algodón, ropa y pólvora. Otros navegaban a corta distancia de la costa para entrar en contacto
con agentes, quienes ponían a su disposición navíos ligeros para sacar el oro hacia las embarcaciones.

Las autoridades tuvieron que afrontar un problema triple. Primero, la extensión del litoral brasileño convertía
en imposible la tarea de vigilancia. Segundo, la diversidad de puertos incluía los puertos menores. Tercero, tal
era la intensidad del ataque extranjero que cualquiera de las medidas emprendidas por la corona podía
únicamente tener efectos limitados. Había informes de que determinadas compañías se habían establecido en
Londres y Liverpool con el fin específico de introducirse en este negocio clandestino. Debido a que los
artículos extranjeros que entraban ilegalmente en el Brasil no pagaban derechos de aduanas, sus vendedores
podían ofrecer precios más baratos para idénticas mercancías que procedían de Lisboa. Las consecuencias
fueron muy perjudiciales para los comerciantes portugueses.

La ineficacia de medidas reales durante un siglo fue puesta de manifiesto en un informe de 1799, donde se
explicitaban las enormes cantidades de oro en polvo y barras, así como de piedras preciosas, que llegaban a
los puertos del Reino Unido.

BALANCE

Al parecer, la producción global de oro en la colonia se multiplicó casi por cinco en las dos primeras décadas
del siglo xviii, y continuó con un desarrollo progresivo, pero a ritmo más lento, durante el período 1720-1735.
Los años de 1735-1750 presenciaron otro dramático incremento de la productividad, llegando al punto
culminante a mediados de la centuria. La segunda parte del siglo estuvo acompañada de un constante
descenso.

Vistas globalmente, las cifras encubren diferencias significativas entre los índices de crecimiento y descenso
en las distintas regiones mineras, e incluso dentro de las diferentes áreas de una misma capitanía.

En conjunto, las cifras de producción, basadas como están en los registros fiscales oficiales, las cuales indican
un descenso en las cantidades de oro que llegaban a Lisboa únicamente en los años de 1760, tienden a ocultar
la dura realidad que, a pesar de que los colonos pudieron haber contribuido al malbaratamiento de la hacienda
real, incluso durante sus años aparentemente más productivos, las comunidades mineras estuvieron lejos de
disfrutar de los beneficios de una edad de oro.

Aunque los mineros, no menos que los plantadores de caña azucarera, por sus lamentaciones eran notorios
Jeremías, sus quejas debían ser tomadas con reservas, indicando todo que la mayoría de la población de las
regiones mineras llegó a disfrutar sólo fugazmente de los beneficios de su propia producción. Durante media
centuria, la corona sacó enormes ingresos no sólo de los quintos, sino también de los contratos de monopolio,
diezmos y de una completa variedad de impuestos en todos los aspectos del comercio colonial. Además, la
corona se dirigía a las zonas mineras en particular cuando solicitaba «donaciones voluntarias» para una
variedad de empresas, las cuales incluían dotes para las bodas reales, la construcción de Mafra y la
reconstrucción de Lisboa después del terremoto de 1755. Los quintos que la corona recibía representaban, no
sólo ingresos obtenidos como resultado de la recaudación en las casas de fundición o mediante la capitación,
sino que también abarcaba los ingresos que procedían de las confiscaciones y de las ganancias de las ventas
de las concesiones mineras. Al borde del déficit, las deducciones se hacían de los quintos para una variedad

235
de propósitos. Éstos incluían el pago del vigésimo a la reina en virtud de un decreto real de 1720. Los gastos
de cada intendencia se satisfacían con sus propios ingresos; los salarios de los funcionarios de las casas de
fundición se pagaban con las entradas que percibían dichos establecimientos. El oro que se sacó del primer
año de capitación en Minas Novas (1 de septiembre de 1735-1736) fue destinado a la construcción de un
buque para el comercio con la India.

Al lado de los ingresos fabulosos deberían colocarse los gastos, no menos fantásticos, que ocasionaban a la
corona la administración de las zonas mineras y la recaudación de los quintos: fletes para el transporte de los
materiales que se destinaban a las casas de acuñación y fundición; salarios para los oficiales y dragones;
costes de la construcción de las cecas y las casas de fundición. A pesar del consejo contrario de los
gobernadores y virreyes, la corona persistió en la construcción, mantenimiento y sobredimesionamiento del
personal de estas empresas costosas.

Los ingresos procedentes del monedaje y braceaje eran insuficientes para hacer frente a los desembolsos de
los salarios. Hacia 1789, la posición de la casa de la moneda en Salvador era tan crítica que tuvo que solicitar
un préstamo del tesoro real para hacer frente a los gastos de las nóminas. Los gastos de la recaudación de los
quintos llevaron a la corona a considerar el impuesto agrícola en 1752 pero, salvo esta excepción, la corona de
Portugal alegremente hizo caso omiso a todos los consejos encaminados a cortar los desembolsos
innecesarios. Incluso cuando la situación era obvia, la corona continuó ejerciendo una política que oprimía a
las comunidades mineras en lugar de estimular el desarrollo y nuevos descubrimientos mediante la supresión
de todas las restricciones. Cuando la corona empezó lentamente a cambiar en esta dirección ya era demasiado
tarde.

El descubrimiento y explotación del oro tuvo el impacto mayor no sólo en el destino económico y social de la
colonia, sino también en la madre patria, en la economía del Atlántico sur y en las relaciones del mundo
lusobrasileño con otras naciones europeas en el siglo xviii. En términos demográficos y sociales el impacto
mayor fue el repentino estímulo a las migraciones —de hombres libres de Portugal y de las islas atlánticas y
de esclavos del África occidental— hacia el Nuevo Mundo, de una manera incomparable con cualquier fase
previa de la historia brasileña. La fase transatlántica fue seguida por una segunda fase, la cual presenció la
dislocación de los negros y blancos, tanto en los enclaves costeros como del interior del Brasil. Por contraste
con la estabilidad y permanencia de los establecimientos en las zonas agrícolas de la costa, las comunidades
mineras se caracterizaron inicialmente por su naturaleza temporal y la fragilidad de sus bases económicas.
Cada área pasó por la experiencia del repentino crecimiento de la población y por la explotación intensiva.

A pesar de que las principales ciudades y pueblos mineros no podían rivalizar en tamaño con sus equivalentes
costeros, fue la minería el sector que estimuló la urbanización en Brasil, cosa que la agricultura no logró
realizar en las dos centurias precedentes. La sociedad que se generó en las zonas mineras compartió muchas
de las características generales de las regiones del litoral, pero la combinación de las demandas especiales
propias de una sociedad de base minera, la naturaleza del asentamiento e incluso la topografía exageró y
distorsionó a dichas zonas en tal grado, como para proporcionar un tipo de sociedad, que sólo reflejó
distanciamiento respecto a la de las patriarcales zonas de plantación del noreste o incluso de las ciudades
portuarias de Salvador o Río de Janeiro.

El repentino crecimiento demográfico convirtió a las zonas mineras en un verdadero «crisol» de grupos
ampliamente divergentes, por lo que al origen nacional, económico, racial, religioso y lingüístico se refiere.
En las zonas mineras nunca estuvieron totalmente ausentes las tensiones nacidas de las diferencias sociales de
una industria altamente competitiva, del oportunismo social y financiero, y del recelo que tuvieron los
mineros para con la corona y sus representantes. El potencial del propio ascenso financiero y social —bien
fuera éste representado por el incremento de los índices de manumisión o bien por la emergencia de una
comparativamente próspera clase media de mineros, artesanos y pequeños propietarios, particularmente en
Minas Gerais— fue de modo tan ilimitado y genuinamente democrático, en el centro de sus aspiraciones,
como para constituir en sí mismo una amenaza a la estabilidad.

Desde la perspectiva de la corona, el movimiento hacia el oeste, la apertura de nuevas tierras y el desarrollo
de las industrias extractivas sobrepasaron los límites de los recursos administrativos portugueses hasta el
punto de ruptura. La política de la corona en su globalidad se caracterizó por la limitación, cautela y
restricción. La corona recurrió a una política de vía estrecha mediante expedientes legalistas de promulgación

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de leyes, edictos y medidas regulatorias, cuando en realidad la situación reclamaba una política imaginativa,
destinada a estimular el crecimiento económico y social, que fomentara la estabilidad y promoviera un
programa de incentivos.

La política colonialista, la cual había demostrado ser eficaz para las zonas litorales y para la agricultura, por lo
que respecta a las zonas mineras mostró ser totalmente inadecuada. El resultado fue que grandes sectores de la
población vivieron fuera del control efectivo de la corona. Los desafíos populares hacia la autoridad real
fueron sintomáticos de una sociedad que tenía plena conciencia de la fragilidad de la autoridad de la corona, y
lo probó enteramente en el ánimo de evasión, reticente cooperación, o de completa rebeldía.

La corona portuguesa pudo asegurarse nuevos territorios mediante el movimiento hacia el oeste, pero éstos
demostraron ser un problema administrativo. El descubrimiento del oro llegó en una época de recesión de la
agricultura brasileña, atribuible ésta a la baja de los precios del azúcar y del tabaco. Las remesas a Portugal
fueron hechas, por consiguiente, en moneda, cuyo resultado fue una escasez aguda en la colonia. El oro
precipitó la dislocación del epicentro económico de la colonia, del noreste a las tierras altas y mesetas
brasileñas, y de la agricultura a la minería.

Gracias, en gran parte, a las vociferantes y repetidas quejas del consejo municipal de Salvador en particular,
alegando el impacto desastroso en las economías de plantación del noreste producido por los precios más
altos y la escasez de mano de obra, los aspectos negativos del impacto de la minería en la agricultura han
recibido una atención inmerecida. Realmente, el desarrollo de nuevos mercados supuso una competencia, con
la que Salvador y Recife, en un principio, fueron incapaces de enfrentarse, cuyo resultado fue la escasez de
alimentos y de las importaciones. Pero dentro de un relativo corto espacio de tiempo, los plantadores de caña
azucarera y tabaco fueron aprovechándose de la situación que los nuevos mercados ofrecían para sus
productos, gracias a la presencia de las comunidades mineras, al incremento de la demanda y a los precios
más elevados.

En este sentido, las zonas mineras sirvieron de estímulo no sólo para la agricultura de Bahía, sino también
para la de Río de Janeiro y Sao Paulo. La industria ganadera respondió al incremento de la demanda de Minas
Gerais, Goiás y Mato Grosso mediante el aumento de la producción. Por consiguiente, el oro creó nuevos
centros de producción y consumo, al tiempo que estimuló más centros tradicionales de suministro.

Los precios más elevados en Minas Gerais tuvieron repercusiones inflacionistas en toda la economía colonial,
pero, hasta cierto punto, los aspectos más perjudiciales fueron compensados por la mayor flexibilidad en las
transacciones comerciales que el oro permitió como medio de intercambio. La escasez de moneda fue
frecuente a lo largo de la primera mitad del siglo xviii, pero los suministros de las casas de acuñación abrieron
nuevos mercados, incrementaron la competencia y apartaron a ciertas partes del Brasil del intercambio de
mercancías, introduciéndolas en la economía monetaria.

Las fortunas de los comerciantes de las ciudades portuarias estuvieron vinculadas a la prosperidad del oro.
Cuando decaía la producción, así también lo hacían la demanda y el poder adquisitivo, conduciendo a la
restricción de los mercados.

Para Portugal, las noticias del descubrimiento de oro llegaron en una época de aguda recesión económica y
con problemas en la balanza de pagos, resultantes del Tratado de Methuen (1703) con Inglaterra. Si bien, a
corto término, Portugal estuvo protegida económicamente por las importaciones de oro procedentes del
Brasil, a largo plazo los beneficios económicos de la nación estuvieron limitados, debido al fracaso en
desarrollar de modo sistemático una política agrícola o industrial.

La naturaleza del pacto colonial iba a estar irremediablemente alterada. Era manifiesto que la colonia se
había convertido en más rica que la madre patria. El oro, artículo reconocido universalmente como valor de
cambio, colocó a Brasil en relación a Portugal en una posición de mayor autonomía económica. Los mineros,
al no estar subordinados al establecimiento comercial de Lisboa o a los precios fijados por los mercados
europeos, al dictar demandas lograron una posición superior a la de los plantadores brasileños. La demanda
procedía de la irresistible combinación del crecimiento de la población, urbanización e incremento del poder
adquisitivo de todos los sectores de las comunidades libres, los cuales pedían no sólo ropas y utensilios de
metal, sino también productos de lujo, tales como especias, porcelanas, sedas y terciopelos de Europa y Asia.

237
El incremento de la demanda, que mostró ser tan beneficioso para el crecimiento comercial de las ciudades
portuarias del Brasil, no lo fue menos para Lisboa. Pero desde una perspectiva amplia, el resultado fue reducir
a Portual a un mero centro comercial de importación y distribución, por una parte, como receptor de las
importaciones de Inglaterra y del norte de Europa de aquellos productos que los brasileños demandaban, pero
que Portugal no estaba en condiciones de poder suministrar; y, por otra parte, como receptor de las remesas de
oro brasileño que llegaban a la desembocadura del río Tajo para únicamente luego ser despachadas hacia
Londres, en pago de las importaciones recibidas.

Fue la presencia de los intermediarios en esta serie continua de suministro y demanda la que convirtió el
contrabando en tan atractivo. Como se ha dicho antes, éste podía llevarse a cabo directamente del Brasil a
Inglaterra o mediante el tráfico ilícito en paquebotes, en las naves de la flota británica y en los buques
mercantes, cuya ubicua presencia en el río Tajo en la época de la llegada de las flotas brasileñas provocaba la
irritación constante de las autoridades portuguesas.

El oro brasileño, legal o de contrabando, estimuló el comercio y las exportaciones inglesas hacia Portugal a lo
largo de la primera mitad del siglo xviii. El oro brasileño pudo echar los cimientos de la futura revolución
industrial de Inglaterra. El descenso en la producción de oro, la disminución del poder adquisitivo y la
reducción de la demanda de los colonos se vieron reflejados en el descenso de las exportaciones inglesas a
Portugal, que empezaron a últimos de los años de 1750.

El oro brasileño tuvo repercusiones menos medibles. En la esfera política, dom Joáo V fue incitado a imitar el
despotismo y las aspiraciones absolutistas de Luis XIV. El rey o sus sucesores nunca sintieron la necesidad de
convocar Cortes. Fuera verdad o fuera falso, dom Joáo V disfrutó de una reputación envidiable de ser el
soberano más rico de Europa. Aunque mucho oro fue malgastado, tanto en Portugal como en la colonia,
quedó suficiente para financiar obras públicas, bibliotecas y academias reales y la filantropía social.

En el sector privado, los envíos que se hacían a Portugal iban a parar a la servidumbre, herederos y a obras de
caridad. En Brasil, el incremento en las áreas mineras de hermandades de hombres laicos y mujeres dedicadas
a la asistencia de los desafortunados fue una característica del siglo xviii en Minas Gerais. Tales hermandades
fueron en contra de las diferencias de raza, posición civil y herencia étnica, incluyendo blancos, mulatos
esclavos libres y negros. Producto de este sentimiento caritativo fueron los hospitales, inclusas y residencias
para los necesitados. La filantropía social estuvo acompañada por un incremento en la construcción de
conventos e iglesias en las zonas mineras y en las ciudades costeras brasileñas. Aunque Brasil puede que
hubiera extraído artesanos expertos de Portugal, todo indica que fue en las zonas mineras donde emergieron
escuelas de talentos nativos, cuya figura más conocida es el escultor mulato, que trabajó madera y piedra,
popularmente conocido como Aleijadinho. Verdaderamente, es en el interior de las iglesias de Minas Gerais
—con sus techos pintados, pulpitos esculpidos y altares y capillas revestidos de pan de oro— donde se
encuentra el legado más perdurable y más visible de la época de oro del Brasil.

Schwartz

Capítulo 6 BRASIL COLONIAL: PLANTACIONES Y PERIFERIAS, 1580-1750 AZUCAR Y ESCLAVOS

Junto a la minería, la producción azucarera fue la actividad más mecanizada y más compleja de todas las
llevadas a cabo por los europeos durante los siglos XVI y XVII, y su naturaleza «moderna» e industrial
impresionó a los observadores preindustriales. Aunque fue precisamente en este panorama angustioso donde
se desarrollaron la economía y la sociedad brasileñas. Durante la centuria de 1580 a 1680, Brasil fue el
principal productor y exportador azucarero del mundo. La sociedad colonial se formó en el marco de la
agricultura de plantación y del azúcar. La sociedad cristalizó con los europeos blancos en la cima de la
jerarquía, la gente de color tostado de raza mixta recibiendo una consideración menor, y los esclavos negros
considerados de calidad más inferior.

El desplazamiento de la iniciativa privada por la iniciativa real en la explotación y colonización del extenso
litoral brasileño, la creación del sistema de capitanías en la cuarta década del siglo xvi, el subsiguiente
establecimiento del control real en 1549, la eliminación y esclavitud de los indígenas y la transformación de

238
su principal economía, basada en la tala de maderas tintóreas, en otra economía, basada en el cultivo de caña
de azúcar, fueron todos los elementos centrales de la formación de la colonia. La mayor parte la población
permaneció concentrada a lo largo de la estrecha franja costera, que favorecía el desarrollo de la industria
azucarera en una época de creciente demanda en los mercados europeos.

El control efectivo del gobierno estaba restringido a la costa y al litoral oriental. Hacia 1580, Brasil, con una
población de unos 60.000 habitantes, de los cuales 30.000 eran europeos, se había convertido en una colonia
de asentamiento, pero con una característica peculiar: una colonia de plantación tropical, capitalizada desde
Europa, abasteciendo la demanda europea de un cultivo tropical, caracterizado por un sistema de mano de
obra basado, en un principio, en la esclavitud de los indios americanos y, después, en la de los trabajadores
negros importados de África.

En la medida que la industria azucarera del noreste era sobre todo una actividad de exportación, el
emplazamiento de las plantaciones en relación a los puertos fue el factor clave de su ubicación. El transporte
marítimo fue, por consiguiente, crucial. Los engenhos (ingenios), a menudo accionados mediante fuerza
hidráulica, situados en la beira mar (litoral) o a orillas de los ríos eran siempre más valiosos gracias a su
localización.

El rápido desarrollo de la industria azucarera parece haber sido fruto de la continua alza de los precios del
azúcar en el mercado europeo y de la disponibilidad en Brasil de capital para invertir. Los factores negativos
fueron superados. Por ejemplo, la primera legislación en contra de la esclavitud de los indígenas apareció en
1570, pero al parecer fue brillada de manera exitosa por los plantadores, así que un elevado mimero de irtdios
fue todavía disponible como mano de obra barata. También fue durante este período que se estableció un
tráfico regular de esclavos desde Guinea y Angola a Brasil.

El período siguiente, entre mediados de la década de 1580 y 1612 fue de crecimiento menos rápido en las
principales capitanías productoras de azúcar, aunque el área de Río de Janeiro, anteriormente inexplotada,
experimentó una expansión considerable. Si bien esto representaba un aumento significativo, el índice de
crecimiento fue considerablemente inferior al del período anterior.

En el período posterior, el desarrollo del ingenio empezó a acelerar de nuevo. Parece ser que la expansión que
tuvo lugar en el período posterior a 1612 estuvo estimulada más bien por una nueva innovación técnica que
por los precios favorables. De hecho en la década de los veinte del siglo xvii, los precios europeos eran
inestables y los plantadores no podían depender de una curva en aumento constante, tal y como habían hecho
previamente.

Aproximadamente entre 1608 y 1612, se introdujo un nuevo método de construcción de ingenios. Aun cuando
los efectos de este nuevo sistema no están del todo claros en cuanto a la productividad, parece ser que la
construcción y funcionamiento de estos nuevos ingenios eran menos costosos.

El año 1630, de hecho, probablemente marcó el apogeo del régimen de ingenio; aunque en el futuro el
número de ingenios aumentaría y los precios ocasionalmente se recuperarían, los plantadores brasileños nunca
más estarían tan libres de la competencia extranjera, y tampoco los azúcares brasileños llegarían a dominar los
mercados atlánticos de la misma manera que lo habían hecho anteriormente. Además, la economía azucarera
brasileña tampoco se iba a librar de los problemas estructurales.

Hacia los años setenta del siglo xvii, todas las regiones brasileñas tuvieron que hacer frente a una nueva
competencia, procedente de la producción caribeña. El ingenio, principal rasgo de la vida brasileña, fue
resultado de una compleja combinación de tierra, experiencia técnica, mano de obra forzada, administración y
capital. La producción de azúcar fue una actividad peculiar debido a que combinó una agricultura intensiva
con una técnica elevada y un proceso mecánico semiindustrial. La necesidad de procesar la caña de azúcar en
el terreno significaba que cada ingenio fuera factoría y hacienda a la vez, que demandaba no sólo una mano
de obra agrícola elevada para la siembra y cosecha de la caña, sino también un ejército de herreros, albañiles,
carpinteros y técnicos expertos que entendieran la complejidad y misterios del proceso de fabricación del
azúcar.

239
Para entender la organización social de la colonia brasileña es esencial saber cómo se realizaba el proceso de
transformación del azúcar, desde la caña hasta llegar a su estado refinado. A modo de ejemplo, aquí se usará
el ciclo de Bahía.

La caña de azúcar es una planta perenne y produce cosechas para un número determinado de años, aunque la
producción de jugo gradualmente va disminuyendo. Después de sembrar, la caña necesita de 15 a 18 meses
para madurar antes de ser cortada por primera vez, pero ésta puede ser cosechada de nuevo después de 9
meses. En Bahía existían dos temporadas de siembra. Los campos nuevos, sembrados en julio y agosto,
podían cortarse entre octubre y noviembre del año siguiente. El segundo ciclo de plantación, a fines de febrero
y marzo, era planeado para que proporcionara caña en agosto y septiembre. Una vez plantada, la caña
necesitaba ser escardada tres veces, una faena onerosa normalmente llevada a cabo por brigadas de 30 a 40
esclavos. Calcular la siembra de los campos, para asegurar un constante suministro de caña durante la safra
(zafra) o cosecha, requería una habilidad y un cuidado especial. El ciclo azucarero en Brasil estaba
determinado por la zafra. En Bahía empezaba a últimos de julio y continuaba hasta fines de mayo. Esta era
una época de intensa actividad, que para obtener el nivel más alto de jugo la caña tenía que ser cortada
exactamente en el momento apropiado, y una vez ya cortada tenía que ser procesada rápidamente, de otra
manera la caña se hubiera secado y el jugo agriado. Durante la época de la zafra, el ingenio rebosaba de
actividad. Grupos de dos o tres docenas de esclavos eran colocados por parejas en los campos de caña, que a
menudo las constituían un hombre y una mujer. A cada pareja, llamada una foice (literalmente, guadaña), se
le asignaba un cupo de cañas que debían cortar y atar, las cuales se exprimían con «manos y dedos»; 10 cañas
para cada manojo, 10 manojos para cada dedo y 7 manos o 4.200 cañas por día debían ser cortadas por un
hombre y atadas por una mujer.' Las cañas se colocaban entonces en las carretas de bueyes, a veces
conducidas por niños o esclavos viejos, o se cargaban en el barco para que las transportaran al lugar del
ingenio. Los ingenios eran de dos tipos: aquellos que eran accionados por ruedas hidráulica (ingenio real) y
aquellos que estaban impulsados por bueyes o, más raramente, por caballos. El método original de la
molienda hacía uso de grandes piedras de molino y prensas con un dispositivo para estrujar. Un avance
tecnoló- gico importante fue la introducción, en la primera década del siglo xvii, de un molino prensador
compuesto de tres cilindros verticales, cubierto con metal y dentado de tal manera que éste podía ser movido
por una gran rueda motriz impulsada por agua o animales. La nueva disposición era, por lo visto, más barata
para construir y funcionar, especialmente en los molinos accionados por animales. Esta innovación permitió
la proliferación de ingenios y desde que la fuerza hidráulica dejó de ser esencial, la expansión de los ingenios
azucareros se extendió a zonas alejadas de las corrientes de agua. Aparte de esta innovación, la tecnología de
los ingenios azucareros cambió muy poco hasta últimos del siglo xviii. Durante la época de la zafra, el ritmo
de trabajo era agotador. Los ingenios empezaban a funcionar a las cuatro de la tarde y terminaban a las diez
de la ma- ñana del día siguiente, a cuya hora se realizaban las faenas de limpieza y reparación del equipo.
Después de cuatro horas de descanso, el molino empezaba otra vez a funcionar. Las mujeres esclavas pasaban
las cañas por los cilindros de la prensa y el jugo era exprimido de la caña. El jugo entonces era removido en
una batería de calderas de cobre en la cual éste se iba progresivamente cociendo, espumando y purificando.
Esta era una de las fases más delicadas de todo el proceso y dependía de la habilidad y experiencia del
maestro azucarero, y de la persona que vigilaba cada caldera. La tarea de alimentar de combustible los hornos
bajo seis calderas era particularmente laboriosa y, a veces, se asignaba a modo de castigo a los esclavos más
recalcitrantes y rebeldes. Después de enfriar, el jarabe de la caña era vertido dentro de moldes de cerámica de
forma cónica y se dejaba reposar en los estantes de la cámara de purga. Aquí, bajo la dirección del purgador,
las mujeres esclavas disponían las ollas de azúcar para desaguar la melaza, la cual podía bien ser reprocesada
para producir azúcar de grado más bajo o bien destilarse para ron. El azúcar que quedaba en los moldes
cristalizaba, y después de dos meses se sacaba del molde y se colocaba para secar en una plataforma grande
alzada. Bajo la dirección de dos mujeres esclavas, las máes do balcáo (las madres de la plataforma), se
separaba los pilones de azúcar. El azúcar blanco de alta calidad se separaba del moreno o negro, muscavado
(mascabado) de calidad inferior. En Brasil, los ingenios más grandes normalmente producían una proporción
de dos a tres veces más azúcar blanco que de mascabado. El azúcar era entonces embalado bajo el ojo
vigilante del cajero, quien también extraía el diezmo y, cuando era necesario, dividía el azúcar entre el
ingenio y los agricultores azucareros. Los embalajes, antes de transportarse por barco o mediante carretas de
bueyes al puerto marítimo más cercano, eran sellados con marcas que indicaban el peso, la calidad y la
propiedad del azúcar. El tiempo de 8 a 10 meses de duración de la zafra fue una característica de la industria
azucarera brasileña y su ventaja distintiva.

240
Estas fueron las condiciones que propiciaron la esclavitud como forma de trabajo. El año azucarero brasileño
prácticamente no tenía época muerta, ni período para dejar a los esclavos sin una ocupación provechosa. Los
esclavos podían ser y fueron usados casi durante todo el año. Dada la duración de la zafra y el ritmo del día
laboral, no es de extrañar que la alta mortalidad de esclavos fuera un rasgo constante de la industria azucarera.

Los ingenios, de manera frecuente, empleaban de 10 a 20 hombres libres como artesanos, administradores o
trabajadores especializados. Los salarios para tal personal podían representar una cuarta parte de los costos
del funcionamiento anual de un ingenio. La gran cantidad de madera que se necesitaba para los hornos y el
gran número de bueyes que se requería como fuerza motriz fueron también artículos constantes de
desembolso. Pero cuando los plantadores discutían los costos de la explotación de un ingenio era en la
cuestión de los esclavos donde ponían más atención, por encima de todo lo demás. Como media, un ingenio
requería entre 60 a 100 esclavos, pero una unidad grande, que produjera en tomo a 100 tn anuales, podía tener
200 o más.

La naturaleza y organización de la fuerza laboral de un ingenio determinaron sobre todo el modelo de la


sociedad brasileña. «En Brasil, las propiedades más sólidas son los esclavos» escribía el gobernador Luís
Vahia Monteiro, en 1729, «y la riqueza de un hombre se mide por tener un número mayor o menor de ellos ...
pues hay tierras suficientes, pero sólo el que tiene esclavos puede ser dueño de ellas.»'" Hacia 1580, el
esclavismo estaba ya firmemente establecido en la colonia como principal forma de trabajo. Los inicios de la
expansión de la industria azucarera tuvieron lugar con indígenas trabajando como esclavos o como
trabajadores contratados, extraídos de los poblados controlados por los jesuítas. En la sexta década del siglo
xvi, la población indígena fue devastada por una serie de epidemias. Más tarde, el colapso demográfico,
combinado con la resistencia física y aversión al trabajo de plantación, hizo que el empleo de esclavos indios
fuera menos deseable para los plantadores portugueses. Además, bajo la presión de los jesuítas, la corona
empezó a ponerse en contra de la esclavitud indígena. La primera prohibición fue promulgada en 1570 y,
después de la unión ibérica, en 1595 y 1609 se decretaron otras leyes. Sin embargo, esta legislación no
eliminó enteramente la esclavitud indígena, aunque la alta mortalidad, la baja productividad y la resistencia
general de los indígenas, hicieron que, en conjunto, la mano de obra negra, al parecer más resistente y más
fácil de controlar, fuera más atractiva, a pesar de resultar más cara.

Los portugueses ya habían hecho uso de esclavos africanos en su propio país y en las colonias azucareras
atlánticas de Madeira y Sao Tomé. Los europeos generalmente consideraron el valor de la mano de obra
indígena inferior a la de los africanos, situación que quedó reflejada en el precio de los esclavos indios de un
tercio a un cuarto del de los esclavos africanos. Incluso como trabajadores libres y realizando trabajos
similares, los indios eran peor remunerados que los negros y mulatos libres. La transición de la fuerza de
trabajo indígena a la africana, ya iniciada a partir de los años setenta del siglo xvi, fue lenta y no
completamente lograda en las zonas de plantación hasta la tercera década del siglo xvii.

Para el período en discusión, no existen estadísticas sobre el comercio de esclavos ni cifras sobre la población
en general; de este modo es difícil averiguar el tamaño de la población esclava.

En el caso brasileño, las cifras de la trata de negros eran particularmente importantes, ya que parece ser que el
incremento natural de la población esclava era insignificante, si es que lo hubo de algún modo. Los
principales factores causantes de esta situación fueron los niveles elevados de mortalidad infantil y
adolescente y un marcado desequilibrio sexual.

Los plantadores brasileños pasaron a estar particularmente vinculados al comercio atlántico, pues tendieron a
desechar el crecimiento natural como alternativa viable, debido al índice elevado de mortalidad infantil y
porque el mantenimiento de un niño esclavo durante 12 o 14 años hasta llegar a la madurez era una inversión
arriesgada. A lo largo de la primera mitad del siglo xvii, un esclavo podía producir suficiente azúcar como
para recuperar en un plazo de 13 a 16 meses su coste original, e incluso, después de la subida exorbitante del
precio de los esclavos a partir de 1700, el valor de la reposición podía obtenerse en un período de 30 meses.
En este sentido, había pocos incentivos para mejorar las condiciones de trabajo o de cambiar el modo
existente de la gestión esclava. Los ingenios consumían esclavos y la trata de esclavos los reponía.

241
Finalmente, el comercio de esclavos tuvo dos efectos: uno de carácter demográfico y el otro cultural. Debido
a que la mortalidad parece haber sido particularmente elevada entre los esclavos recién llegados (bogal), los
elevados niveles de importación, junto con la desproporción sexual (2 hombres por cada mujer), tendieron a
crear un ciclo perpetuo de importación y mortalidad a lo largo de la mayor parte del período en discusión.

Por otra parte, la continua llegada de nuevos esclavos negros tendió a reforzar la cultura africana en Brasil. Si
bien las tradiciones en torno a los yoruba, introducidos a últimos del siglo xviii, son bastante bien conocidas,
es más difícil decir algo sobre los elementos culturales aportados por los primeros esclavos. Los plantadores y
administradores se quejaban sobre la brujería generalizada. Las Calundus, o ceremonias de adivinación,
acompañadas por música.

Si bien los esclavos eran usados para todo tipo de trabajos, la mayoría trabajaba en los ingenios y en los
campos de caña. La mayoría de éstos eran escravos defouce e enxada (esclavos de hoz y azada), pero aquellos
que tenían especializaciones artesanas y aquellos que trabajaban en el interior del trapiche como caldereros
fueron mucho más valorados por sus amos. Los esclavos domésticos, a menudo mulatos, eran favorecidos,
pero en número eran relativamente pocos. Ocasionalmente, en el ingenio los esclavos desempeñaban tareas
directivas, como por ejemplo maquinistas o más raramente patrones.

A los negros nacidos en Brasil, denominados crioulos (criollos), y a los mulatos se los prefería como esclavos
domésticos, y a los últimos a menudo se los escogía para instruirlos en el trabajo artesanal. La distribución
profesional de la fuerza de trabajo esclava refleja las jerarquías de la sociedad esclava. Se hacían distinciones
entre el bozal recién llegado de África, y el ladino o esclavo aculturado. Además, también se reconocía una
jerarquía de color, por la cual los mulatos recibían un trato preferencial. Las dos gradaciones de color y
cultura existentes se cruzaron de manera previsible, con los africanos tendiendo hacia uno de los extremos de
la escala, los mulatos hacia el otro, y los criollos entre ambos.

La preferencia mostrada hacia los mulatos, así como sus ventajas, por otra parte, estuvieron acompañadas por
prejuicios en contra de ellos, tales como el de inconstantes, astutos y arrogantes. Las jerarquías de color y
cultura fueron, por supuesto, creadas por los amos de los esclavos, y es difícil saber hasta qué punto estas
jerarquías fueron aceptadas por los propios esclavos. No obstante, la rivalidad entre los africanos y los criollos
en las unidades de milicia y la existencia de congregaciones religiosas basadas en el color o en el origen
africano, indica que estas distinciones fueron mantenidas por la población de color.

En cuanto al mito popular de que el esclavismo brasileño era por naturaleza benigno, en las últimas dos
décadas ha sido en gran medida desacreditado por los estudiosos del tema. La mayoría de los observadores
contemporáneos comentaban que para el funcionamiento esclavo, la comida, la ropa y el castigo eran
imprescindibles. Al parecer hubo generosas porciones de lo último, pero por lo que respecta a los
abastecimientos para los esclavos en las zonas de plantación, eran mínimos.

A pesar del esfuerzo considerable para convertir a los esclavos al catolicismo, y para que cumpheran con los
preceptos sacramentales de la Iglesia, la realidad parece haber sido bastante distinta. Los índices elevados de
ilegitimidad entre la población esclava y los índices bajos de nacimientos, indican que el matrimonio legal era
infrecuente. En lugar de considerar los esclavos como miembros de una familia extensa, parece que imperó
una natural hostilidad surgida de la relación amo-esclavo.

El contrapunto de la vida de plantación estaba formado por las demandas de los amos y por la terquedad de
los esclavos, expresada a través de huidas, simulaciones, quejas y algunas veces violencia. Los plantadores
engatusaban y amenazaban, haciendo uso de los castigos y de las recompensas para estimular el trabajo. Para
inducirlos a la cooperación, a los esclavos se les daba jugo de azúcar o ron, podían recibir provisiones extras e
incluso la promesa de una libertad eventual.

Las respuestas a las condiciones existentes del esclavismo fueron limitadas, yendo desde el conformismo a la
rebelión. La forma más común de resistencia fue la huida, que fue endémica en todas las áreas de plantación.
Los plantadores contrataban cazadores de esclavos, capitáes do mato, oficiales, que a menudo eran negros
libres, que se dedicaban a la búsqueda y captura de los fugitivos. Hacia 1825, el senado da cámara de
Salvador puso precio fijo para la captura de esclavos fugitivos. Cuando éstos pudieron, crearon sus propias
comunidades de exilio, mocambos o quilombos, en áreas inaccesibles. De tamaño pequeño (alrededor de 100

242
personas), estas comunidades sobrevivieron practicando la agricultura de subsistencia en combinación con las
correrías. Se organizaron expediciones para destruir dichos quilombos, conducidas por los capitáes do mato al
mando de tropas auxiliares indígenas. Aunque la mayoría de los mocambos tenían una corta duración, los
pocos fugitivos que lograban librarse de la recaptura formaban una nueva comunidad.

En 1676-1677, se llevaron a cabo expediciones punitivas portuguesas de gran magnitud bajo las órdenes de
Femao Carilho, a las que siguieron, en 1678, negociaciones de tratado infructuosas. Después de una defensa
heroica, el quilombo de Palmares fue, en 1695, finalmente destruido y sus líderes ejecutados. Sin embargo,
los quilombos resistieron obstinadamente y hasta 1746 los indios y esclavos todavía se concentraban en el
emplazamiento de Palmares.

La otra alternativa importante al esclavismo fue proporcionada por la manumisión. Las tradiciones ibéricas de
esclavismo proveyeron algunas bases para el fenómeno de manumisión voluntaria. Los esclavos que habían
desempeñado servicios largos y de plena confianza o los niños criados en la casa de la plantación eran
escogidos para la concesión de libertad, pero igual de importante fue el proceso de autocompra, por el cual los
esclavos reunían fondos para comprar su propia libertad.

En relación al número de habitantes, los esclavos criollos y mulatos conseguían su libertad mucho más
frecuentemente que los africanos.

Los métodos seguidos para conceder las cartas de manumisión revelan una vez más la jerarquía de color y
aculturación que caracteriza otros aspectos del esclavismo brasileño. Como grupo, los mulatos fueron el
sector más pequeño de la población esclava, pero en lo que concierne a la manumisión ellos fueron
particularmente favorecidos; les seguían los negros nacidos en Brasil y, en último lugar, los africanos como
los que menos cartas de manumisión recibieron, a pesar de componer el segmento de la población esclava
más numeroso. El proceso de manumisión fue una mezcla compleja de imperativos ibéricos culturales y
religiosos y de consideraciones económicas, pero está claro que cuanto más aculturado era el esclavo y más
claro su color, mejores oportunidades tenía de obtener su libertad.

Durante el transcurso del siglo xvii la manumisión empezó lentamente a producir una clase de libertos, entre
aquellos primeros esclavos que desempeñaron una serie de funciones de carácter bajo e intermedio en la vida
económica brasileña. La pauta de liberar a las mujeres y a los niños también tendió a incrementar la capacidad
reproductiva de la población de color libre, al tiempo que reducía la capacidad entre la población esclava,
añadiendo, de este modo, otra razón al índice de crecimiento natural negativo de la población esclava
brasileña.

Mientras algunos miembros de la nobleza titulada de Portugal, como el duque de Monsanto, poseyeron
algunos ingenios en Brasil, ellos no estuvieron presentes para administrar sus propiedades, limitándose a
depender de sus agentes y capataces en la colonia. La mayoría de las primeras sesmarias (concesiones de
tierras) fueron a parar a plebeyos que habían participado en la conquista y colonización de la costa. En
general, la clase plantadora no era de origen noble, sino que estaba compuesta de gente común, que vieron en
el azúcar un medio de riqueza y de movilidad social ascendente. La riqueza y lujo de éstos llamó la atención
de los visitantes. Aunque los plantadores hacían un gran alarde de piedad, e incluso algunos mantenían
capellanes a plena dedicación en sus ingenios, a menudo no convencieron a los observadores eclesiásticos. El
luchar para obtener una posición social y su reconocimiento a través de los símbolos de nobleza tradicionales
—títulos, órdenes militares y vínculos de propiedad— deben ser vistos como un signo predominante de la
clase plantadora. Los genealogistas del siglo xviii constantemente se esforzaban en difuminar la distinción
entre las familias de linaje y de origen noble y aquellas que reclamaban una posición alta, basada simplemente
en la longevidad y el éxito. De hecho, aunque la clase plantadora brasileña ejerció una influencia considerable
en la colonia, no se convirtió en nobleza hereditaria; no se repartieron títulos.

Los señores de ingenio fueron una aristocracia colonial, invariablemente blanca o aceptada como tal,
localmente poderosa y favorecida, pero no llegaron a ser una nobleza hereditaria. Al carecer de las exenciones
y privilegios de un estado hereditario, los plantadores fueron relativamente débiles en su acceso al poder
regio. De hecho, la industria azucarera creó una clase plantadora altamente voluble, con ingenios que
cambiaban de manos constantemente, y con muchos más fracasos que éxitos. En realidad, la estabilidad fue
proporcionada por los propios ingenios, al aparecer continuamente durante siglos los mismos nombres en

243
tales propiedades. En cambio, los propietarios y sus familias parece ser que fueron menos estables. El
excesivo énfasis puesto en torno a las familias dominantes que sobrevivieron las vicisitudes de la economía
colonial ha oscurecido este punto.

De hecho, la investigación seria sobre los plantadores azucareros como grupo social ha sido más bien escasa.
La excepción principal es un estudio detallado de 80 señores de ingenio de Bahía durante el período 1680-
1725.-" Un siglo o más después del establecimiento de la industria azucarera, casi el 60 por 100 de estos
plantadores eran inmigrantes o hijos de inmigrantes, indicando este modelo un flujo y una movilidad
considerable dentro de la categoría de los plantadores.

Obviamente, el matrimonio acordado era un elemento clave en la estrategia del éxito de una familia. Parece
ser que fue una pauta común que los plantadores vivieran en sus propiedades. De hecho, algunos han sugerido
que la ausencia de absentismo fue la características principal en el desarrollo de una relación patriarcal entre
los amos y esclavos.

Muchos plantadores mantuvieron residencias urbanas, y trataron en persona sus negocios en la ciudad. No era
raro que el mismo propietario fuera dueño de más de un ingenio, y algunos también eran propiedad de
establecimientos religiosos, administrados por mayordomos. En este sentido, la imagen de la familia
plantadora residente debe, en cierto modo, ser modificada. Los plantadores azucareros tampoco fueron
semejantes a los señores feudales, viviendo aislados y rodeados de esclavos y criados y con escaso interés
hacia el mundo exteríor.

Desde sus orígenes, la industria azucarera dependió de un segundo grupo de cultivadores, que no poseían sus
propios ingenios, pero que suministraban caña a los ingenios de otros. Estos cultivadores de caña fueron un
estrato distintivo en la sociedad colonial, parte integrante del sector azucarero y orgullosos del título de
lavrador de cana (labrador de caña), aunque con frecuencia mantenían enfrentamientos con los señores de
ingenio.

Los labradores de caña más privilegiados eran aquellos que mantenían los títulos de propiedad de sus tierras
limpios y sin gravámenes, y de esta manera estaban en condiciones de negociar un mejor contrato de
molienda. Muchos cultivadores, sin embargo, trabajaron partidos da cana, es decir, tierra que estaba
«obligada» a un ingenio particular. Estos labradores de caña «cautiva» podían ser aparceros, que trabajaban
las tierras del ingenio compartiendo los productos, o arrendatarios, o que poseían sus propias tierras bajo
condiciones tales como la del derecho de retener la cosecha a cambio de dinero o crédito. La división
corriente era la de una mitad del azúcar blanco y mascabado para el ingenio y la otra mitad para el agricultor,
quedando los de grado inferior para la propiedad del ingenio. Además, aquellos con «caña cautiva», entonces,
pagaban una renta en forma de porcentaje de su mitad de azúcar.

En teoría, la relación entre el labrador de caña y el señor de ingenio era recíproca, pero la mayoría de los
observadores coloniales reconocieron que en última instancia el poder estaba en manos del señor.
Normalmente, el poder real estaba en manos del propietario del ingenio, quien podía desplazar al labrador,
rehuir el pago de las mejoras hechas en la tierra, falsear la cantidad de azúcar producida o, incluso peor,
negarse a triturar la caña en la época apropiada y arruinar el trabajo de todo el año.

Esta relación desigual produjo tensiones entre los propietarios de ingenios y los agricultores de caña.
Socialmente, los labradores de caña procedían de un sector económicamente amplio, aunque racialmente
estrecho. Los labradores de caña eran, casi sin excepción, blancos, europeos o brasileños de nacimiento. Poca
gente de color pudo vencer las desventajas del origen y los prejuicios existentes contra los pardos y acceder a
la categoría de los cultivadores azucareros.

En resumen, los labradores de caña fueron «protoplantadores», a menudo, del mismo origen social que los
plantadores, aunque carecieron del capital o crédito necesario para establecer un ingenio. La existencia de una
amplia clase de agricultores de caña diferenció la economía azucarera brasileña colonial de la de las Indias
españolas o de las islas caribeñas inglesas y francesas. En las primeras fases de la industria, ello supuso que
las cargas y riesgos del desarrollo azucarero estuvieron ampliamente repartidos. También significó que la
estructura de la propiedad esclava fuera compleja, ya que un gran número de esclavos vivía en unidades de 6
a 10 de ellos, más que en las de centenares de las grandes plantaciones. Finalmente, la existencia de los

244
labradores de caña se añadió a los problemas del Brasil colonial, al pasar la economía azucarera por tiempos
difíciles a fines del siglo xvii. Se llevaron a cabo varios intentos para limitar la construcción de nuevos
ingenios, pero el limitar las oportunidades de que los labradores de caña pudieran convertirse en señores de
ingenio fue percibido como aún más perjudicial para la salud de la industria que la propia proliferación de
ingenios. Existió el parecer que para atraer cultivadores de caña, la industria al menos tenía que ofrecer
esperanzas de movilidad social, aun cuando el incremento de la producción tuviera un efecto negativo sobre el
precio del azúcar, ya en franco descenso debido a la competencia extranjera. A pesar del natural antagonismo
entre los señores de ingenio y los labradores de caña, estos dos grupos son considerados como sustratos de la
misma clase, principalmente diferenciados por la riqueza, pero compartiendo actitudes, origen y aspiraciones
comunes. Los conflictos entre ambos podían llegar a ser encarnizados, pero los dos grupos juntos
constituyeron un sector azucarero con intereses similares en cuestiones de política comercial, sistema
tributario y relaciones con los otros; a la vez, ambos disfrutaron de las posiciones políticas y sociales más
altas de la colonia, dominando los senados da cámara, las prestigiosas hermandades laicas y los cargos en la
milicia.

De modo considerable, los sectores blancos y de color libres, que realizaban una amplia gama de tareas como
trabajadores asalariados en la plantación, poseyeron una posición social baja. De hecho, hubo dos clases de
empleados en las plantaciones: aquellos que recibían un salario anual {soldada) y los que eran pagados a
diario o por cada trabajo realizado. Entre los primeros, generalmente, se incluían a los maestros azucareros,
los supervisores, los barqueros y, algunas veces, a los caldereros. En cambio, a los carpinteros, albañiles y
leñadores se los empleaba sólo cuando hacían falta. Una vez más, las jerarquías de color y raza aparecen en
los documentos. En este caso, los indios eran peor remunerados que los blancos o negros libres en la
realización de trabajos similares. Además, los indios eran normalmente contratados por trabajo o por mes, y
pagados más bien en especies que en dinero. En el área de las ocupaciones de tipo artesanal, era donde la
gente libre de color podía aspirar a tener alguna oportunidad de ascenso. Pero, al igual que en otras
actividades productivas, los artesanos en los ingenios a menudo poseían sus propios esclavos.

El cultivo del azúcar fue un negocio estrechamente vinculado a las ganancias y pérdidas. El establecimiento
de un ingenio era una operación cara. A mitad del siglo xvii, la construcción de un ingenio requería una
inversión de capital de alrededor de 15.000 milreis. La adquisición de la tierra se realizó a través de
concesiones de sesmarias o mediante compra, pero en este período parece ser que la tierra no fue el factor de
producción más importante. En cambio, se ponía mucho más cuidado en la identificación y valoración de la
fuerza de trabajo. En 1751, se estimó que los esclavos eran el factor de producción más caro, los costos
relacionados con la mano de obra representaban casi un 60 por 100 del desembolso anual.

Es difícil establecer la rentabilidad de la industria. Los primeros observadores del Brasil, siempre comentaban
en tomo a la opulencia y lujo de la clase plantadora, al tiempo que los propios plantadores estaban solicitando
continuamente exención de impuestos o una moratoria en los pagos de la deuda por motivos de pobreza. Para
el establecimiento y funcionamiento de los ingenios, el crédito y el capital procedieron de distintas fuentes.
En el siglo xvi parece que se hizo desde Europa alguna inversión directa en la industria azucarera brasileña,
pero existe poca evidencia de ello en el siglo xvii. Un método de reunir fondos para invertir en un ingenio
azucarero consistía en el cultivo de mandioca, tabaco u otros cultivos con la esperanza de acumular, en
compañía de un comerciante local, suficiente capital o crédito para la construcción de un ingenio azucarero.
Probablemente, las mejores oportunidades de este planteamiento debían encontrarse en el cultivo de la caña
de azúcar para procesar en el ingenio de otro. Los créditos provenían de diversas instituciones religiosas. El
tipo de interés tendieron a ser contratos con bajo interés y con escaso riesgo, hechos con miembros de la élite
colonial. Estos prestamistas institucionales favorecieron la industria azucarera. Uno sospecha que tales
prestamistas institucionales preferían efectuar cré- ditos para el desembolso de capital inicial destinado a la
instalación de un ingenio o de una finca de caña, puesto que los préstamos para los gastos de explotación eran
mucho más difíciles de obtener.

Para los gastos de explotación, y para aquellos que no tenían acceso a las fuentes de crédito institucional, la
otra alternativa eran los prestamistas privados, principalmente comerciantes. Aunque también los
comerciantes estuvieron coartados por leyes contrarias a la usura, éstos encontraron medios para extraer tipos
de interés mucho más elevados, a menudo prestando fondos contra una cosecha futura a precio
predeterminado.

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A pesar de la fusión social entre plantadores y comerciantes, la relación deudor-acreedor dio lugar a
antagonismos y tensiones entre ellos, y, en muchas coyunturas, provocó posiciones de hostilidad —uno podría
decir de clase— mutuas. A la larga, las cuestiones relacionadas con las finanzas y la rentabilidad no pueden
ser vistas en términos estáticos. La situación política internacional, el precio del azúcar y las condiciones
internas de la colonia produjeron cambios en las pautas de pérdidas y ganancias. En general se puede decir
que durante la mayor parte del período en discusión, Brasil estuvo enfrentada con la subida y caída de los
precios de su azúcar. El aumento del coste de los esclavos, que como hemos visto representaba un desembolso
de considerable importancia, indicó a los plantadores el problema con el que se tenían que enfrentar.

Nosotros podemos hacer el mismo cálculo que los plantadores hicieron: ¿cuánto costaba el azúcar que se
necesitaba para reponer un esclavo? La respuesta muestra que en 1710 el azúcar costaba alrededor de cuatro
veces más de lo que costaba en 1608. La suerte definitiva de la economía azucarera brasileña se determinaba
en los puertos de Amsterdam, Londres, Hamburgo y Genova. (pero que novedad!!)

El precio europeo del azúcar se disparó bruscamente a lo largo de la última mitad del siglo xvi. Después de
una ligera baja en los años de 1610, el precio volvió a elevarse en la década de 1620, debido, en parte, al
desbaratamiento del suministro azucarero causado por los ataques holandeses en Brasil y las pérdidas sufridas
por la flota portuguesa. En 1621, con el fin de la Tregua de los Doce Años, Brasil se convirtió en blanco de
ataques, y desde 1630 a 1645 los holandeses ocuparon la mayor parte del noreste de Brasil, la mitad de la
colonia, incluyendo Pernambuco, la capitanía más importante en producción de azúcar.

En esta área los plantadores lusobrasileños continuaron produciendo azúcar, pero la Compañía Holandesa de
las Indias Occidentales empezó a exigir el pago de los créditos que ésta había hecho a aquellas personas que
habían adquirido ingenios durante el período de dominio holandés. La rebelión lusobrasileña, que estalló en
1645, fue en parte una respuesta a la caída de los precios del azúcar y a los aprietos con los que se encontraron
los propios plantadores. Durante la guerra, entre 1645 y 1654, la producción brasileña quedó desbaratada, y,
mientras el precio del azúcar subía en la bolsa de Amsterdam, caía en Brasil. El período holandés fue, en
términos de desarrollo político y social de la zona noreste, un hiato histórico. Después de 30 años de dominio
holandés, en Brasil quedaron pocos vestigios tangibles de su presencia. En términos económicos generales,
sin embargo, la posición que llegó a ocupar Brasil dentro del sistema atlántico, nunca más volvería a repetirse,
ni la concentración regional de recursos económicos en el interior de la colonia volvería a ser lo que había
sido antes de 1630.

En primer lugar, la destrucción y trastorno que causó la lucha afectó seriamente la producción y exportación
azucareras. Durante la guerra, la flota portuguesa quedó diezmada. Una vez iniciada la revuelta lusobrasileña
de 1645-1654, un tercio de los ingenios estuvieron sin funcionar. Los plantadores de Pernambuco huyeron
hacia el sur, hacia Bahía o, incluso, Río de Janeiro, trayendo consigo esclavos y capital. Después de 1630,
Bahía reemplazó a Pernambuco como la capitanía con el mayor número de esclavos y como centro de la
economía azucarera controlada por los portugueses.

Aunque la economía azucarera de Pernambuco sufrió considerablemente durante los años de 1640, Bahía y
sus capitanías circundantes no disfrutaron de su nuevo liderato sin problemas. En la década de 1620, la
producción de azúcar brasileño empezó a nivelarse horizontalmente, y, en este sentido, la lucha de la década
siguiente simplemente intensificó un proceso ya iniciado. Durante la ocupación holandesa del noreste, la
corona portuguesa intentó generar fondos para llevar a cabo la guerra y satisfacer las necesidades de la
defensa, pero se encontró con que la disminución de la producción azucarera brasileña convertía esto en algo
muy difícil. En respuesta a la situación, la corona impuso a la producción y comercio del azúcar un gravamen
pesado. Los plantadores, por supuesto, se quejaron fuertemente por la imposición de estas cargas y otras
medidas de tiempo de guerra, tales como la incautación de barcos y acuartelamiento de tropas. El daño a la
economía azucarera, la disminución del precio internacional del azúcar, por la competencia del Caribe y la
Guerra de Restauración en Portugal, impidieron a la corona la abolición de los impuestos sobre la industria
azucarera. Pero, por otro lado, la continuidad de los impuestos impidió la reconstrucción y expansión de la
industria. A su vez, la disminución de la producción significó ingresos más bajos en concepto de diezmos y
otros impuestos normales, haciendo necesaria la prolongación de los impuestos extraordinarios. Los intentos
que se hicieron para romper este círculo vicioso fracasaron.

246
Hacia el final de la guerra, en 1654, cuando Brasil estaba otra vez bajo completo control portugués, y se podía
esperar un retorno a la prosperidad inicial, las fuentes de suministro azucarero de la comunidad atlántica y el
nivel de participación de Brasil en éstas habían cambiado considerablemente. Las colonias inglesas,
holandesas y francesas del Caribe, que habían empezado a cultivar azúcar durante los años de 1630, cuando
las condiciones de precios eran favorables, ahora comenzaban a competir considerablemente con Brasil.

El incremento de la producción de estos nuevos suministradores tendió a mantener los precios bajos,
especialmente en los años de 1670 y 1680. Los años de 1680, en realidad marcaron un punto bajo en las
fortunas de la economía azucarera brasileña. La colonia quedó profundamente dañada a raíz de una severa
sequía que duró desde 1681 a 1684, de los brotes de viruela de 1682 a 1684 y de una epidemia de fiebre
amarilla. Sumado a todos estos problemas, después de 1680 hubo una crisis económica general en el mundo
atlántico.

Pero los acontecimientos de 1689 rápidamente dieron vuelta a la situación. El comienzo de la guerra entre
Francia e Inglaterra, y la consiguiente interrupción de los suministros azucareros de estas naciones, representó
para Brasil la ocasión para elevar los precios, a la vez que incrementó las oportunidades para su azúcar.

Sin embargo, la recuperación de los años de 1690 fue de corta duración. La incertidumbre de la guerra hizo
fluctuar los precios violentamente hasta 1713, cuando el descenso anterior volvió a emprender su caída. A
pesar de las recuperaciones ocasionales, la tendencia secular en el siglo xviii fue a la baja.

Mientras tanto, el descubrimiento de oro en Minas Gerais, después de 1695, creó una nueva demanda amplia
de mano de obra en Brasil, y los precios de los esclavos llegaron a cimas sin precedentes. En realidad, el
descubrimiento de oro en sí mismo no fue la causa del problema de la agricultura de exportación. Pero la
fiebre de oro creó nuevas presiones a la agricultura costera. Ya en 1701 se hicieron intentos para limitar el
comercio de esclavos a las minas, y después de 1703 fueron continuas las quejas de los plantadores en
relación a la escasez de mano de obra y el elevado costo de los esclavos.

Después de 1730, la economía azucarera del noreste entró en un período de depresión, reflejado en el
descenso de la producción anual. La desafortunada historia del azúcar, trazada en líneas generales, contribuyó
a crear dificultades a los plantadores, comerciantes y, de manera semejante, a la corona portuguesa. Los
plantadores se lamentaban de los excesivos impuestos, de los precios elevados de los esclavos, de las sequías
y de la extorsión de los comerciantes; los funcionarios reales echaban la culpa al libertinaje y a la falta de
previsión de los plantadores; y los comerciantes afirmaban que los plantadores gastaban excesivamente y que
el mareaje y el peso fraudulento de los embalajes del azúcar brasileño habían hecho descender el valor del
azúcar en los mercados europeos.

Observadores más perceptivos se dieron cuenta de que la competencia extranjera y el proteccionismo francés
e inglés habían, también, mermado profundamente el mercado del azúcar brasileño. Las medidas tomadas por
la corona y por los propios plantadores para hacer frente a la crisis tuvieron sólo efectos limitados. Durante el
siglo xviii, la industria azucarera brasileña fue constantemente perdiendo terreno ante sus rivales del Caribe.

ACTIVIDADES ECONÓMICAS SUBSIDIARIAS

La tala y exportación de la madera, tan importantes en los primeros años del desarrollo de la colonia,
continuaron a lo largo del período colonial, aunque el énfasis inicial para obtener colorantes cambió hacia una
diversidad de maderas destinadas para la fabricación de muebles y para la construcción naval.

En 1605 se estableció un nuevo monopolio real de la madera brasileña, en cuyos contratos la tala y transporte
de la madera era concedido a individuos privados. El contrabando siempre fue un problema.

Para la pesca de ballenas y para la sal se establecieron monopolios reales similares, en los cuales los
contratistas arrendaban los derechos de explotación de dichos recursos.

La agricultura permaneció como la base de la economía colonial. De acuerdo a las posibilidades exportadoras
de los cultivos prevalecientes en la colonia, se estableció una jerarquía dentro de la agricultura. Las tierras
más valiosas y mejores fueron destinadas siempre a los cultivos de exportación, preferentemente caña de

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azúcar, pero también tabaco. La agricultura de subsistencia, especialmente el cultivo de mandioca, se
consideró que era la ocupación «menos noble», y normalmente se relegaba a tierras marginales y, a menudo,
dejada a los agricultores más humildes.

La cría de ganado, en un principio para consumo interno y, después, para la exportación, se diferenció algo
del criterio general, no sólo porque ésta se podía realizar efectivamente en tierras inadecuadas para los
cultivos de exportación, sino también porque la movilidad del ganado hacía innecesario que las estancias
estuvieran cerca de la costa.

La jerarquía agrícola fue estrechamente comparable a la jerarquía de color existente entre los agricultores, y
ésta a su vez se correspondía a las diferencias en el número de esclavos que cada agricultor empleaba. Así, los
plantadores de azúcar y los de caña eran casi invariablemente blancos, los cultivadores de tabaco eran casi
siempre blancos, en tanto que los de mandioca incluían pardos, mestizos y negros libres.

El número de esclavos en cada sector de la agricultura, decrecía de acuerdo al tipo de cultivo. Claramente fue
en el sector exportador donde la inversión de mano de obra esclava resultó ser más rentable.

El tabaco, después del azúcar, fue el cultivo de exportación más importante que se desarrolló en Brasil hasta
mediados del siglo xviii. El cultivo del tabaco tenía algunas características especiales, que ejercieron
influencia sobre su organización social y sobre su posición en la economía brasileña. Los seis meses que
tardaba este cultivo en madurar era un período más corto que el del azúcar, y bajo condiciones apropiadas
ofrecía, incluso, la posibilidad de doble cosecha. El cultivo de esta planta exigía un cuidado intensivo. La
recolección de las hojas se realizaba a mano.

El tabaco podía cultivarse de manera eficiente tanto en pequeñas unidades familiares de unos cuantos acres,
como en unidades mayores compuestas de 20 a 40 esclavos. Después de la cosecha, la tarea más difícil era la
elaboración del tabaco para la venta. El oneroso proceso, debía realizarse por esclavos especializados y, de
esta manera, resultaba un artículo de cierto gasto, pero los cultivadores más pobres no necesitaban mantener
su propia unidad de trabajadores para llevar a cabo todo el proceso; ellos simplemente pagaban a los
enrolladores para la realización de esta tarea.

Las oportunidades de ganancia, entonces, existían en los distintos niveles de producción. El tabaco
generalmente requería un desembolso de capital y una fuerza de trabajo más pequeños que el azúcar, a la vez
que su proceso de elaboración era menos complicado y costoso.

Al igual que en la agricultura azucarera, con el tabaco estuvieron asociados una variedad de sectores sociales,
pero en comparación con el azúcar, el tabaco tendió a concentrarse en torno a un nivel social algo más bajo. A
pesar de que el tabaco podía salir rentable, la categoría de cultivador de tabaco no comportó un gran prestigio
social ni poder político. De esta manera, los anteriores agricultores de mandioca y los inmigrantes pobres de
Portugal fueron atraídos hacia este cultivo, aunque también existieron agricultores ricos que combinaron el
tabaco con otras actividades.

Los tipos de tenencia variaron, y eran frecuentes los arrendamientos de tierras de tabaco. Durante el siglo xviii
aumentó el número de pequeños agricultores; además, como grupo su complexión tendió a oscurecerse.

El tabaco fue, entonces, una rama de la agricultura de exportación menos prestigiosa, menos cara y menos
exclusivamente blanca que la del azúcar. Sin embargo, el cultivo del tabaco estuvo firmemente basado en la
mano de obra esclava.

Las fortunas del tabaco estuvieron estrechamente vinculadas a las del comercio atlántico y al ritmo del
desarrollo económico de Brasil. La ocupación holandesa del establecimiento de esclavos en Sao Jorge de
Mina, en 1637, interrumpió la forma corriente del suministro de esclavos a Brasil. Esto, más la pérdida de
Angola en 1641, guió la legislación real de 1644, permitiendo el comercio directo de esclavos entre África y
Brasil, sin beneficio alguno para la metrópoli. Los holandeses limitaron el comercio portugués a cuatro
puertos de la costa de Mina, y prohibieron la introducción de cualquier artículo, excepto tabaco brasileño.
Esto estimuló la expansión del cultivo de tabaco en Brasil. La creación de la administración del monopolio
real, la Junta da Administragáo do Tabaco, en 1674, fue un intento para controlar este producto, pero su

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mayor esfuerzo estuvo dirigido a limitar la producción y el contrabando en el mismo Portugal. Mientras los
plantadores brasileños se quejaban del monopolio, ellos continuaban sacando beneficios regulares de la venta
del tabaco a África y a Europa. Su posición se reforzó considerablemente con el descubrimiento de oro en
Minas Gerais, en 1695, y la resultante subida vertiginosa de la demanda de mano de obra esclava en la
colonia. El tabaco y oro brasileños se convirtieron en los artículos necesarios para el comercio de esclavos en
el siglo xviii.

Dos paradojas curiosas marcaron el comercio de tabaco brasileño. Primero, para asegurar que Brasil tendría
un suministro del tabaco de mejor calidad, Portugal prohibió la exportación de las dos primeras calidades a
África. La tercera calidad, refugado, tuvo que ser libremente tratado con jarabe de melaza, subproducto del
azúcar, así podría ser enrollado, pero era precisamente este tratamiento el que le proporcionaba el aroma y el
gusto dulce, y que lo convertía en tan popular en la costa africana, como también en un artículo comercial
importante para los indios en el tráfico de pieles canadienses.

El monopolio portugués también intentó fijar el precio del tabaco de alta calidad para asegurar un beneficio a
los comerciantes metropolitanos. Esta situación condujo a los plantadores a concentrarse en el desarrollo de
calidades inferiores para vender en África o para participar en el floreciente comercio de contrabando de
tabaco. Hacia los años de 1730, la corona intentó implantar algunas medidas para controlar el comercio con
Mina y para mantener las cantidades que se dirigían a Portugal, pero éstas tuvieron escaso efecto. Finalmente,
en 1743, el comercio con Mina se reorganizó en favor de los comerciantes brasileños. Solamente se
permitieron 30 barcos por año para el comercio con la costa de Mina, de esta manera garantizaban los límites
en el abastecimiento y precios altos en los artículos brasileños.

A pesar de las prohibiciones y duras sanciones, el cultivo se desarrolló en Portugal y, todavía más importante,
los marineros y patrones de las flotas brasileñas parece que estuvieron implicados en el contrabando a gran
escala.

La ganadería En el siglo xvi se introdujeron en Brasil varios tipos de animales domésticos. Los caballos se
desarrollaron en Bahía, y hacia los años de 1580 existía un comercio de caballos desde Bahía a Pernambuco e
incluso a Angola, donde de manera exitosa se usaron tropas montadas contra los africanos. Sin embargo, el
ganado fue más importante, ya que los ingenios requerían un gran número de bueyes para las carretas y, las
unidades más pequeñas, como fuerza motriz.

La historia de la mayor parte del interior del noreste puede resumirse como exploración, exterminio de
indios, grandes concesiones de tierra y establecimiento de estancias ganaderas. Por la primera década del siglo
xviii, en el noreste había cerca de 1.300.000 cabezas de ganado abasteciendo las necesidades de las industrias
del azúcar y del tabaco y las ciudades costeras. La tenencia de la propiedad de la tierra en el sertáo era
verdaderamente extensa. Aunque existió una legislación que limitaba el tamaño de los sesmarias a tres leguas
cuadradas, esta restricción fue simplemente desatendida. Por regla general, las zonas de estancias ganaderas
del interior tendieron a estar divididas en grandes fincas, escasamente pobladas por vaqueros y agricultores de
subsistencia y dominadas por grandes familias estancieras, las cuales, a menudo, estaban vinculadas a la élite
plantadora de la costa. Al estar los estancieros ganaderos más lejos de los centros del gobierno real, menos
coartados por las instituciones municipales y controlando terrenos inmensos, pudieron ejercer un poder más
amplio que el de los plantadores azucareros.

El gran período de expansión ganadera, conjuntamente con la industria azucarera, va desde los años de 1590 y
la primera década del siglo xviii. Durante esta época se desarrolló una organización social y un estilo de vida
distintivos. Las órdenes misioneras, especialmente los jesuítas, a menudo jugaron un papel crucial en la
exploración de nuevas zonas y en la pacificación de los indios.

Con el tiempo, se produjeron conflictos entre los estancieros y los jesuítas, debido a que estos últimos
controlaban la mano de obra indígena y poseían inmensos rebaños. A la larga, el contacto entre los ganaderos
y los indios dio lugar a una población mestiza, llamada regionalmente cabras o caboclos. El cruce de razas era
frecuente y la población del sertao estaba compuesta principalmente por gente de color, indios, caboclos y
negros.

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La esclavitud fue también una característica de la forma de trabajo en el sertáo. La forma más corriente era
usar esclavos y trabajadores libres como vaqueros, colocándolos junto a sus familias en un rancho distante y
cuidando el ganado de manera completamente independiente. Las cuentas se realizaban periódicamente y,
algunas veces, se permitía que los trabajadores se quedaran con una porción del incremento anual en crías,
como compensación del buen servicio realizado.

No existió incompatibilidad entre el funcionamiento de una estancia ganadera y la esclavitud. La sociedad del
sertáo, al estar vagamente estructurada y libre de gran parte de la interferencia directa de la corona, desarrolló
sus propias características peculiares. Los fazendeiros (hacendados) ejercieron un poder político y social
amplio sobre sus esclavos y agregados. El control de las riberas del río y lagunas fue esencial para su éxito.

Materialmente pobres, la gente vivía literalmente del cuero. Todo se hacía de cuero —prendas de vestir,
utensilios caseros, monturas, cubiertas de ventanas y herramientas. Esta sociedad fue más pobre que la de la
costa, pero más móvil y menos constreñida por las leyes metropolitanas, aunque también dependió totalmente
de la economía dominante: la ganadería, la cual a su vez estaba vinculada a la industria azucarera.

En el siglo xviii se observaron, también, otros dos movimientos: la expansión de la frontera ganadera hacia el
norte y hacia el oeste, por una parte, y el desarrollo de los productos ganaderos para la exportación, por otra.

La mandioca, producto básico indígena, fue adoptada rápidamente por los portugueses, al encontrar que su
familiar trigo y otros granos no florecían en los trópicos. La mandioca era fácil de cultivar y podía prepararse
de diferentes maneras.

En las regiones de cultivo azucarero, en general, la mandioca y la agricultura de subsistencia fueron activadas
en las tierras más marginales. El gobierno colonial tomó varias medidas para asegurar un suministro de
alimentos adecuado, pero éstas tuvieron un éxito muy limitado. Detrás de estas medidas había la idea de que
un tercio de la mandioca producida alimentaría a los cultivadores y sus esclavos, mientras el resto llegaría al
mercado. Una última respuesta, en relación al problema del abastecimiento alimentario, merece ser
mencionada. Los plantadores azucareros del Caribe llamaron «sistema brasileño» al método por el cual los
plantadores permitían a los esclavos mantener sus propios terrenos para cultivar su propio sustento
alimentario y, algunas veces, comercializar el excedente en las ferias locales. Si bien este sistema fue relatado
en varios lugares y normalmente dio lugar a que los viajeros en Brasil hicieran observaciones al respecto, no
está claro en qué grado dicho sistema fue practicado. Desde el punto de vista de los plantadores, el sistema
trasladaba la responsabilidad del sustento a los esclavos mismos. Además, esto podía dar beneficios directos a
la administración de la finca. Se instruyó a los supervisores de la Fazenda Saubara para que permitieran a los
esclavos y gente pobre sembrar sus rozas en los matorrales, pero nunca en el mismo lugar durante más de un
año; de este modo, continuamente serían aclaradas nuevas tierras para pastos. En el Ingenio Santana, en
Ilhéus, se compraba mandioca a los esclavos en un 20 por 100 inferior de lo que se pagaba a los hombres
libres. No obstante, las lamentaciones de escasez y hambre indican que los terrenos de esclavos eran
inadecuados como medio de procurar alimento.

PERIFERIAS DEL NORTE Y DEL SUR

En los extremos septentrional y meridional de la colonización portuguesa, a lo largo del litoral brasileño, los
asentamientos tomaron formas que se diferenciaron considerablemente de las zonas de plantación de la
húmeda costa occidental norteña. A lo largo del siglo xvii, Sao Vicente, en el sur, y MaranháoPará, en el
norte, fueron zonas periféricas que carecieron de población europea de cualquier tipo, y estuvieron integradas
sólo marginalmente con la economía exportadora del resto de la colonia.

La geografía, el clima, las dificultades de comunicación y la naturaleza y distribución de las poblaciones


indígenas, impulsaron a estas regiones hacia trayectorias económicas y sociales distintas. A pesar de que el
lejano norte y el lejano sur eran diferentes en muchos sentidos, ambos eran fronteras pobres, con pocos
hombres blancos, menos mujeres blancas, escasa riqueza y casi ningún esclavo negro. En estas zonas se
reprodujeron las instituciones portuguesas, pero éstas existieron de forma atenuada.

Desde el punto de vista cultural y étnico, ambas regiones fueron marcadamente de carácter indio. Se
desarrolló una población mestiza relativamente grande. Los orígenes de Sao Vicente y sus áreas vecinas hacia

250
el sur fueron muy parecidos a las de otras capitanías. A principios del siglo xvi, los viajeros españoles y
portugueses habían navegado a lo largo de la costa meridional. Unos cuantos náufragos se instalaron entre la
población indígena y se establecieron unos cuantos lugares pequeños de desembarco.

Santos, fue fundado, en 1545, por Bras Cubas, un enérgico y rico funcionario real. Los ingenios azucareros se
establecieron a lo largo de la costa húmeda, detrás de esos pequeños asentamientos costeros. El azúcar se
producía para la exportación, pero la distancia adicional a Europa y la ausencia de tierras adecuadas colocó a
Sao Vicente en una situación desventajosa con respecto a la competencia de Pernambuco y Bahía. No
obstante, estos asentamientos costeros parecieron más bien reproducciones pobres de los de más al norte.

El futuro de estas capitanías meridionales, sin embargo, no dependió de los puertos. Detrás de la franja
costera, se levanta la Serra do Mar, cuyas alturas abruptas llegan a 800 m. Más allá se extiende la meseta
formada por el Tieté y otros ríos, cuyas arboladas colinas, el clima templado y la población india
relativamente densa, atrajeron a los europeos. En Santo André da Borda do Campo se desarrolló un pequeño
asentamiento, pero pronto Sao Paulo de Piritininga, poblado creado por los jesuítas entre los indios de la
meseta, lo sobrepasó en importancia. Los dos asentamientos fueron unidos, en 1560, y el año siguiente Sao
Paulo alcanzó la categoría de vila. Durante las dos décadas posteriores, los jesuitas continuaron jugando un
papel importante en la pacificación de los grupos indígenas locales, y hacia los años de 1570, la existencia de
Sao Paulo estaba afianzada. Al estar Sao Paulo, por mediación de la Serra do Mar, separada de la costa, los 80
km existentes entre Sao Paulo y Santos, sólo podían ser recorridos a través de senderos, y las mercancías
tenían que ser transportadas a las espaldas de los porteadores.

Sao Paulo se convirtió en un lugar de control y contacto con la población indígena del interior, sirviendo
ambos de base adelantada contra los hostiles tamoio del norte, y los carijó del sur, y como suministrador de
indios cautivos para los ingenios de la costa. Hacia fines del siglo xvi, los asentamientos costeros de Sao
Vicente estaban en declive, pero en la meseta las características sociales y económicas de Sao Paulo de la
centuria posterior estaban bastante establecidas.

Sao Paulo no llegó a ser una comunidad campesina de estilo ibérico. Desde los inicios, los portugueses
vivieron en un mar de indios, puesto que los misioneros jesuítas y las expediciones militares dominaron a las
tribus de las proximidades inmediatas. La comunidad era pobre y modesta. En 1600, el pueblo tenía menos de
2.000 habitantes. El trabajo en las casas y fincas de los portugueses se cubrió con indios cautivos y
semicautivos. Pocas mujeres portuguesas fueron atraídas hacia esta zona, y las uniones ilegales entre los
hombres portugueses y las mujeres indias fueron comunes, resultando de esta unión un número elevado de
mamelucos (término local equivalente a mestizo).

Bien entrado el siglo xvii, en los testamentos de los «paulistas» (residentes de Sao Paulo) figuraban esclavos
indios, y a pesar de la legislación antiesclavista, iniciada en 1570, siempre se hallaban escapatorias. Los
portugueses de Sao Paulo medían su riqueza mediante el número de esclavos y partidarios a los que ellos
podían recurrir. Una descripción común para los ciudadanos más prominentes de la meseta fue la de «rico en
arqueros». A pesar de que las distinciones jerárquicas de noble y plebeyo fueron transferidas de Portugal, la
pobreza general de la región, su pequeña población europea y la necesidad de cooperación militar en contra
de las tribus hostiles, tendieron a nivelar las diferencias sociales entre los europeos, que incluían a un número
relativamente grande de españoles, italianos y alemanes. Al principio de la historia de Sao Vicente se hacía
poca distinción entre mamelucos y portugueses, ya que los primeros estuvieron dispuestos a vivir según lo
que estaba aceptado por las normas europeas. En realidad, la fusión cultural tuvo un gran alcance. La cultura
material indígena —herramientas, armas, artesanías, alimentos y prácticas agrícolas—, fue ampliamente
adoptada y usada por los portugueses. Los paulistas, a menudo, llegaron a ser igual de habilidosos con el arco
que con las armas de fuego. La principal lengua indígena, el tupí, se habló en todos los niveles de la sociedad
hasta bien entrado el siglo xviii. Los portugueses, rodeados de criados, esclavos, aliados y concubinas
indígenas, hablaron dicha lengua según el grado de conveniencia y necesidad, y algunos paulistas llegaron a
tener más soltura en la lengua indígena que con su nativo portugués.

Las formas e instituciones portuguesas estuvieron siempre presentes, especialmente, en cuestiones de


gobierno y religión, aunque limitadas por la pobreza, por la escasa población europea y el relativo aislamiento
de la región. Sao Paulo, a lo largo del siglo xvi y gran parte del xvii, permaneció pequeño y pobre. Las

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familias más importantes vivían en sus haciendas y, también, mantenían una segunda residencia en la ciudad
o, simplemente, iban a ella para servir en el senado da cámara o participar en las procesiones religiosas.

Las posesiones materiales eran escasas. De manera frecuente, la economía local sufría por la escasez de
circulante, y, en gran parte, el comercio se realizaba mediante trueque. Pero hacia mitad de la centuria, la
rusticidad ya había empezado a desaparecer de Sao Paulo. Los carmelitas, benedictinos y capuchinos de San
Antonio construyeron iglesias, al lado de los jesuítas, cuyo colegio era uno de los edificios más importantes
de la ciudad. Desde mediados de siglo, las voluntades y testamentos, también parecen reflejar menos pobreza
que los anteriores. Los cultivos que introdujeron los europeos se desarrollaron bien en la meseta. De la misma
manera, el ganado también tuvo su propio desarrollo.

En 1629, el comercio exterior de la ciudad se creció. Hacia mediados de! siglo xvii, la capitanía de Sao
Vicente dejó de estar aislada del resto de la colonia. El descenso de la población indígena local y los rumores
en torno a la existencia de oro, plata y esmeraldas en el interior condujeron a los paulistas a desviar sus
ambiciones hacia el sertáo. Los ríos que fluyen hacia el oeste eran vías naturales de penetración que
conducían al interior. Alrededor de los años de 1580, las columnas móviles encabezadas por portugueses y
mamelucos, pero integradas principalmente por indios aliados, se dirigieron hacia el oeste o hacia el sur a la
caza de indios cautivos y búsqueda de riqueza mineral. Estas expediciones estaban organizadas en compañías
cuasimilitares, denominadas bandeiras. El sertáo y las bandeiras se convirtieron en un medio de vida. En
campaña, el bagaje indígena de los paulistas fue incalculable, pues éstos vestían, hablaban y vivían, más o
menos, igual que los indios que ellos dirigían, al igual también que aquellos a los que perseguían.

En la década anterior a 1638 se habían capturado entre 70.000 y 80.000 indios. Más que el noreste, las que
absorbieron la mayoría de los indios cautivos fueron, probablemente, Río de Janeiro y Sao Vicente. Sao
Vicente a través de la exportación de indios y de alimentos entró en contacto con el resto de la colonia. La
mano de obra india y la esclavitud de los indios permanecieron como uno de los aspectos centrales de la
economía paulista durante la mayor parte del siglo xvii, y un asunto de preocupación vital en la capitanía.

El aislamiento que había caracterizado a Sao Paulo a lo largo del siglo xvi, y que contribuyó a su formación
cultural y social, empezó a cambiar a partir de 1600. En 1681, Sao Paulo pasó a ser la capital de la capitanía
general, y en 1711, dos años después de la creación de la engrandecida capitanía de Sao Paulo y Minas de
Ouro, alcanzó la categoría de ciudad. Unas cuantas familias importantes dominaron la vida social y las
instituciones municipales de Sao Paulo.

El control real sobre la región era mínimo. En 1691, el gobernador general de Brasil escribió que los paulistas
«no conocen ni Dios, ni ley, ni justicia». Pocos años más tarde, éstos fueron descritos por otro funcionario de
la corona como «profundamente dados a la libertad, de la que siempre han gozado desde la creación de su
pueblo»." Pero de hecho fue constante su lealtad a la corona portuguesa.

En 1629, los jesuítas españoles obtuvieron del papa Urbano VIII la bula Commissum nobis, en la cual se
reiteraba la prohibición contra la esclavitud de los indios, y específicamente mencionaba Brasil, Paraguay y el
Río de la Plata. Este documento y la ley real de 1640 que lo acompañaba, causaron furor entre los principales
consumidores y suministradores de mano de obra india. En Río de Janeiro hubo un amotinamiento y, en 1640,
se expulsó físicamente a los jesuítas de Santos y Sao Paulo. A pesar de que, en 1653, se permitió el retomo de
los jesuítas, la truculenta independencia de los paulistas hizo que la corona actuara cautelosamente en la
capitanía. No fue hasta la Guerra de las Emboadas en Minas Gerais (1708-1709), y la consiguiente derrota de
los paulistas, que sus pretensiones quedaron sometidas y bajo control. A pesar de que la corona a menudo
consideraba las actitudes y peculiaridades de los paulistas como una molestia o un problema, ésta empezó,
cada vez más, a invocar sus habilidades y experiencias para propósitos reales. Las expediciones, con
frecuencia, estaban todavía organizadas en forma privada, pero la corona portuguesa y sus representantes en
la colonia hallaron empleos precisos para los bandeiraníes.

En el árido sertáo del noreste, especialmente al sur de Bahía, se encontraron otros empleos para los paulistas.
Desde 1670 en adelante, se podían encontrar grupos de paulistas llevando estancias en sus propias tierras,
esclavizando indios cuando podían, y deseaban ser empleados por el Estado. En los años de 1680, los
paulistas y habitantes de Bahía fueron principalmente los responsables de abrir el área de Piauí a la
colonización. La participación en esta acciones, respaldadas por el gobierno, era particularmente atractiva

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porque estaban consideradas «guerras justas», y por consiguiente, los indios capturados podían ser legalmente
vendidos como esclavos. La corona sacó crecientes beneficios en todas partes que usó la experiencia y
belicosidad de los paulistas para propósitos estatales. También podían enfrentarse a otro tipo de amenazas que
afectara a la seguridad interna. En el lejano sur, las tradicionales actividades e intereses de los pauiistas
hicieron que los portugueses se preocuparan de impulsar el debate en tomo a la frontera con la América
española. Tanto los pauiistas como sus rivales tradicionales, los jesuitas españoles de Paraguay, estaban
implicados en la exploración y colonización de las tierras situadas al sur de Sao Vicente. Más hacia el sur, los
jesuitas, por lo visto, esperaban extender sus misiones tape por todo el camino hacia el mar de Lagos dos
Patos, pero las bandeiras de los años de 1630 forzaron su retirada. Los jesuitas volvieron después de 1682 y,
entre esta fecha y 1706, establecieron siete misiones al este del rio Uruguay, que pasó a ser el Rio Grande do
Sul. El ganado que se introdujo en la región desde Sao Paulo y el que dejaron errante los jesuitas en las
llanuras templadas, se multiplicó en grandes rebaños salvajes. Hacia los años de 1730, en esta zona había
cazadores portugueses de ganado, quienes explotaban dichos rebaños para obtener pieles.

La creación, en 1680, del puesto fronterizo portugués en Colonia do Sacramento, en las riberas del Río de la
Plata, fue una maniobra geopolítica y económica concebida para presentar las reivindicaciones de Portugal en
esta zona, y para que sirviera como base del comercio con el Alto Perú y de circulación de la plata. La historia
posterior del lejano sur fue la de completar la extensión del territorio que se situaba entre los pequeños
asentamientos de Paraná y el puesto de Colonia. También fue la historia de la interacción de las acciones del
gobierno y de las empresas privadas. En los años de 1680 se crearon asentamientos en Santa Catarina, siendo
el más importante el de Laguna (1684), que fue colonizado por parejas pauiistas y de las Azores, mandadas
expresamente por la corona. Hacia 1730, el descubrimiento de oro en Minas Gerais, dio lugar a una gran
demanda de ganado del sur, y se abrió un camino por el cual se conducían las mulas y caballos destinados a
las zonas mineras. La primera penetración de los territorios de más al sur se llevó a cabo por diversas
bandeiras, pero hacia los años de 1730 la realeza tenía interés en ocuparlas.

La sociedad en las regiones que se extendían al sur de Sao Paulo variaba, en cierto modo, de acuerdo a la
actividad económica principal de cada una de ellas. La región del Paraná moderno fue una extensión de Sao
Paulo. La actividad minera inicial estuvo caracterizada por el uso de esclavos indios, y hacia la mitad del siglo
xviii se usaban negros en un número cada vez más elevado. Con el tiempo, las haciendas ganaderas que se
desarrollaron en la región se basaron, también, en mano de obra esclava.

La vida en el sur se organizó en torno a los puestos militares dispersos y a la explotación de rebaños de
ganado. El caballo era un medio de vida esencial, al igual que el mate y la carne asada. Los pequeños
asentamientos se desarrollaron alrededor de los fuertes militares o en los cruces de los ríos. En general, fue
una sociedad pastoril simple, en la que el robo de ganado, el contrabando y la caza fueron las actividades
principales.

EL NORTE ECUATORIAL

La periferia septentrional, aunque separada de Sao Paulo y de las planicies de la frontera meridional por miles
de kilómetros, y a pesar de su geografía y clima notablemente diferentes, el desarrollo de su sociedad y su
economía mostraron muchos paralelismos con el extremo sur. En el norte, el fracaso en la creación de una
economía de exportación adecuada, la escasez de población europea (especialmente, la ausencia de mujeres),
la poca cantidad de esclavos negros, la actitud independiente del gobierno local, la fusión biológica y cultural
de los europeos e indios, y, principalmente, el papel central de los indios en la vida de la región reprodujeron
las modalidades del lejano sur.

A pesar de la creación de capitanías hereditarias en la costa septentrional del Brasil durante los años de 1530,
éstas no fueron ocupadas por los portugueses, pues fueron los franceses los primeros que mostraron interés en
la «costa esteoeste» del norte. Sin embargo, en 1612, los portugueses empezaron a tener interés en esta zona.
Y después del abandono de Sao Luís, en 1615, los portugueses extendieron su control hacia el Amazonas,
estableciendo Belém en 1616. Belém sirvió de base de operaciones para luchar contra los pequeños fuertes
comerciales holandeses e irlandeses, ubicados en el bajo Amazonas, los cuales fueron destruidos por los
portugueses.

253
En 1621, la extensa región del Brasil septentrional se creó como un estado separado, con su propia
administración y su propio gobernador. Belém, en 1737 se convertiría en la capital. Debido a la escasez de
recursos y de habitantes en el estado de Maranháo, la corona creó otra vez capitanías hereditarias, como
medio de trasladar la responsabilidad colonizadora a manos privadas.

Ninguna de las concesiones resultaron tener un éxito particular y, con el tiempo, fueron abolidas. Hacia los
años de 1680, el control efectivo de los portugueses quedaba limitado en torno a las zonas de alrededor de las
ciudades de Sao Luís y Belém y a unos cuantos puestos ribereños, destinados a controlar la circulación de
canoas y la esclavitud indígena.

Tanto Belém como Sao Paulo permanecieron simbólicamente en los extremos de la efectiva colonización.
Ambas estaban ubicadas a la entrada de los grandes sistemas fluviales que facilitaban el movimiento hacia el
interior y servían de base para continuas expediciones. En el norte, los portugueses y sus hijos caboclos,
acompañados por sus esclavos indios o trabajadores, organizaban expediciones o entradas río arriba en
búsqueda de productos silvestres, como cacao y vainilla, a la vez que se dedicaban a la caza de indios, que
podían «rescatar» de sus enemigos, para uso de los portugueses.

La vida de estos sertanistas era difícil y peligrosa. A veces, sus expediciones a lo largo del río duraban meses.
En el interior, los europeos adoptaron muchos aspectos y costumbres de la vida indígena. Una derivación del
tupí se habló como lingua franca en el estado de Maranháo. En la otra dirección, las influencias culturales
estuvieron simbolizadas por el hacha de acero y la Iglesia católica, pero en el lejano norte, al igual que en el
sur, el impacto indígena fue mucho mayor y duró más tiempo que en las zonas de plantación de la costa.

El carácter fronterizo del estado de Maranháo estuvo marcado por su escasa población europea. Ya en 1619,
se realizaron intentos para enmendar esta situación mediante el envío de inmigrantes de las Azores a Sao
Luís. Sin embargo, a pesar de tales medidas, la población europea siguió siendo pequeña. En 1637, Sao Luís
tenía sólo 230 ciudadanos y Belém 200. Hacia 1672, se pensaba que en todo el estado de Maranháo no había
más de 800 habitantes europeos.

No obstante, en el siglo xviii, Belém empezaría a crecer. Al igual que en el sur, el escaso número de europeos,
el aislamiento físico de los centros de gobierno colonial, el alto porcentaje de indios en la población,
combinado con las oportunidades económicas que ofrecía la explotación del sertáo, crearon las condiciones
por las cuales las instituciones portuguesas se vieron atenuadas y, en cambio, la cultura europea se impregnó
profundamente de los elementos indígenas.

Normalmente, las «entradas» estaban dirigidas por europeos, pero los indios eran quienes remaban las canoas.
En los diseminados fuertes y puestos fronterizos, que con el tiempo fueron estableciéndose río arriba, vivieron
guarniciones de reclutas aislados. Los soldados, hombres de frontera y desertores se convirtieron en
cunhamenas, engendrando niños mestizos y, de manera frecuente, permaneciendo como representantes de los
misioneros o de las entradas patrocinadas por el gobierno.

El control real sobre la región fue tenue. Los colonos de Para y Maranhao demostraron ser tan crueles e
independientes como habían demostrado ser los paulistas. Los senados da cámara de Belém y Sao Luís
forzaron a los gobernadores a comparecer ante ellos para explicar la política, hasta que la corona pusiera fin a
tal práctica. Los funcionarios reales que favorecían los intereses de los colonos en cuestiones relacionadas con
los impuestos o el uso de la mano de obra indígena fueron apoyados, pero aquellos que defendían los
esfuerzos de los jesuítas para limitar el uso de los indios recibieron una fuerte oposición. En dos ocasiones,
los jesuítas fueron expulsados de las principales ciudades, y en los años de 1720 se lanzó una campaña de
denigración y denuncia en contra de ellos, que a la larga contribuyó a su expulsión definitiva del Brasil.
Algunas veces, los colonizadores encontraron un apoyo considerable de los gobernadores aunque ellos
mismos eran violadores de las leyes contrarias a la esclavitud indígena. La virulencia que alcanzó la lucha
entre los colonos y las órdenes misioneras, en el fondo tuvo sus raíces en la economía y en el papel central
que desempeñó la mano de obra indígena dentro de ella.

Desde un principio, los portugueses intentaron crear, en el norte, una economía orientada hacia la exportación.
Tanto la corona como los colonos trataron de impulsar plantaciones azucareras. Ya en 1620 se concedieron
privilegios a aquellos que prometían construir ingenios en Maranhao. Pero los serios problemas existentes,

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tales como la persistente escasez de artesanos y de técnicos, impidió el crecimiento de la industria. Pero
todavía más seria era la escasez crónica de mano de obra.

Los colonos agitaban en favor de la importación de africanos, y con un escaso capital privado local, la propia
corona patrocinó una compañía para abastecer, al menos, 145 esclavos al año al estado de Maranháo. Este
pequeño suministro de esclavos hizo poco para estimular la producción, y provocó nuevas demandas. Los
colonizadores se quejaban de los precios elevados que se les cobraba, y los de Para protestaban de que los
barcos descargaran los mejores esclavos en Sao Luís.

La producción azucarera sufrió también otro tipo de problemas. El transporte marítimo hacia el norte, a
menudo, era irregular. El azúcar, ya de por sí de calidad inferior al de Bahía, a menudo permanecía largo
tiempo aguardando en los muelles, donde su valor todavía descendía a un nivel más bajo. Los propietarios de
ingenios, tanto colonos como órdenes misioneras, pasaron cada vez más a producir ron para el consumo local,
en lugar de azúcar para la exportación. A pesar de los intentos reales, en 1706, para frenar el proceso en torno
a la destilación, la producción de ron continuó. Si bien algunas de estas propiedades realizaban grandes
operaciones, como las de los jesuítas y las de los carmelitas, la mayoría eran pequeñas unidades que
producían ron para el consumo local.

También se desarrollaron otros cultivos comerciales. El algodón se extendió especialmente en Maranháo.


Pero no figuró como artículo de exportación importante hasta fines del siglo xviii. Enfrentados con el fracaso
general para desarrollar cualquier cultivo de exportación, los colonos fueron dependiendo, cada vez más, de
los productos del bosque, tales como vainilla, zarzaparrilla y cochinilla, que podían ser colocados en los
mercados europeos. Pero de todos estos productos, denominados drogas do sertáo, ninguno fue tan importante
como el cacao.

Entre 1678 y 1681, la corona intentó, con poco éxito, estimular la producción de cacao. Los colonos preferían
mandar a los indios hacia la selva amazónica en busca del cacao, en lugar de cultivar la variedad domesticada
más dulce.

La deserción, los ataques indios y la carencia de oportunidades obstaculizaron el comercio del cacao. Sin
embargo, en la medida que, poco a poco, en España e Italia se iban desarrollando mercados para el cacao del
Amazonas, el comercio se fue incrementando. A mitad de la década de 1720 se concedieron unas 100
licencias a canoas para la recolección del cacao, elevándose a 250 en 1730, y a 320 en 1736. Durante este
período de apertura, antes de 1755, el cacao fue el producto de exportación principal de Para. Entre 1730 y
1744, éste constituía sobre un 90 por 100 de las exportaciones de la capitanía. Pero después de 1745 las
exportaciones pasaron a ser cada vez más irregulares, a causa de la escasez de mano de obra, insuficiencia de
envíos y caída de los precios del cacao. El fracaso en desarrollar un cultivo de exportación seguro durante la
mayor parte del siglo xviii muestra la pobreza del norte. Los colonos estaban en déficit. El diezmo recaudado
en Maranháo normalmente no lograba cubrir los costos del gobierno, y lo mismo ocurría en Para hasta 1712.

Belém y Sao Luís fueron poblaciones pobres. Al igual que en Sao Paulo, los productos de importación eran
una rareza, y la población dependía de los bastos artículos fabricados en la localidad. El capital disponible
para la inversión era reducido, y a ello hay que añadir la escasez crónica de circulante. Hasta 1748, cuando
Lisboa acuñó moneda, específicamente para Maranháo-Pará, la mayoría de las transacciones se realizaban a
través del trueque o usando ropa de algodón o cacao como medios de intercambio. La moneda que había
circulaba al doble de su valor, y los artículos que se usaban para el intercambio, a menudo se daban en un tipo
de intercambio oficial diferente al de su valor de mercado, dificultando así los negocios.

En el fondo, los indios fueron la clave del desarrollo en el norte. La corona, los colonos y las órdenes
misioneras trataron por varias razones y bajo distintos pretextos, someter a los indios bajo el control de los
europeos. Casi desde los inicios de la colonización del norte, esta cuestión llevó a los colonos a enfrentarse, a
entrar en conflicto directo con las órdenes religiosas, especialmente con los jesuítas, y, también de manera
frecuente, con la corona y sus representantes. El norte de Brasil se convirtió en un gran campo de misión. Ya
en 1617, los franciscanos se establecieron en Para, pero hacia los años de 1640, los jesuítas desplazaron a los
franciscanos como la principal orden misionera del norte.

255
Por consiguiente, el estado de Maranháo dependió de una variedad de formas de mano de obra indígena,
basadas todas, en grado mayor o menor, en la coerción. Los indios esclavos, adquiridos legalmente o
ilegalmente, se usaron en todas partes, y se les podía encontrar en la casa de los gobernadores, en las
plantaciones de los jesuítas y en las haciendas de los colonos. Además, los indios «rescatados» y aquellos que
llegaban por su propia voluntad eran alojados en las aldeias (poblados indígenas) bajo el control de los
misioneros.

Los poblados indígenas eran de distinto tipo. Los había que estaban cerca de los centros de la población
portuguesa, suministrando mano de obra, bajo contrato, a los colonos. Existían unos cuantos que eran de la
corona, usados exclusivamente por el gobierno para proveer remadores de canoas, o trabajadores para las
salinas. Las órdenes misioneras estaban también autorizadas para el uso exclusivo de algunos poblados para el
mantenimiento de sus establecimientos. En el lejano interior estaban los poblados indígenas fronterizos, a
cuya mano de obra sólo se recurría cuando pasaba la tropa de rescate.

El éxito de las aldeias y la interferencia de los misioneros, en lo referente al acceso de los colonos a la mano
de obra indígena, junto con las actividades económicas de las órdenes religiosas, fueron los aspectos que
provocaron las quejas más virulentas de los colonizadores.

Como siempre, los jesuítas fueron el blanco principal. En el norte, la Compañía de Jesús había adquirido y
desarrollado extensas propiedades. Aunque los mercedarios y los carmelitas también poseyeron grandes
propiedades, fueron los jesuítas los que siempre formularon las críticas más encarnizadas, posiblemente por
su desacuerdo en torno a la cuestión de la esclavitud indígena.

Se debería tener en consideración que, desde la perspectiva indígena, el problema no era de trabajo, sino de
supervivencia. Las demandas hechas por los portugueses y el mal trato que éstos dieron a los indígenas, a la
larga tuvieron su propio coste. Periódicamente, las epidemias diezmaban a la población india. Cada brote era
seguido por una disminución de la mano de obra, llevando ello a una renovación de la esclavitud. Las
regiones se despoblaban como consecuencia de las enfermedades o se quedaban sin esclavos.

A medida que los portugueses penetraban en la región de los ríos Negro, Japura y Solimóes, encontraban cada
vez más difícil canjear cautivos, debido a que las tribus ribereñas ya disponían de herramientas y armas de
acero, adquiridas a través del comercio con grupos en contacto con los holandeses del bajo Essequibo. Frente
a esta situación, las tropas de rescate dependieron, cada vez más, de la fuerza directa.

La respuesta a tales actividades fue la resistencia llevada a cabo por el populoso grupo manao, derrotado, en
los años de 1720, tras una serie de campañas punitivas, siendo los supervivientes vendidos como esclavos en
Belém. La región fue concedida a los carmelitas como tierra de misión. Si bien ellos fundaron algunas
misiones, sus esfuerzos a menudo se concentraron más hacia la obtención de ganancias económicas, que hacia
el cuidado espiritual de los indígenas.

Finalmente, en esta lejana frontera, al igual que en el sur, los intereses de Portugal entraron en conflicto
directo con los de España. Después de algunas maniobras diplomáticas y alguna que otra lucha, se obligó a
los jesuítas españoles a retirarse de la región.

En resumen, los extremos meridionales y septentrionales de la América portuguesa parecieron rezagarse de


los centros de colonización. La vida e intereses de Belém y Sao Paulo, en 1680, eran muy semejantes a los de
Salvador u Olinda en 1600, en cuanto al papel de los misioneros, acceso a la mano de obra indígena y
aprovechamiento del tráfico atlántico de esclavos. Las relativas proporciones raciales de la población —
pequeño número de blancos, pocos africanos, muchos mestizos y elevado porcentaje de indios— en ambas
periferias recordaban también las primeras épocas de las zonas de plantación de la costa.

Sin embargo, las diferencias no fueron cronológicas, sino estructurales. Éstas estaban relacionadas con la
manera en que ambas periferias se integraron dentro de la economía exportadora de la colonia. Sao Paulo,
primero empezó a crecer suministrando mano de obra y productos alimenticios a otras capitanías. Luego, con
el desarrollo de la minería en la capitanía, especialmente después de 1700, la dinámica anterior empezó a
cambiar. En la medida que fue introduciéndose en el suministro y explotación de las minas, Sao Paulo pasó a
parecerse, cada vez más, a las capitanías del noreste. En la Amazonia, la transformación fue mucho más lenta.

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El fracaso en desarrollar un cultivo de exportación fue la razón principal. A pesar de que en los años treinta
del siglo xviii, el cacao y otros productos del bosque encontraban alguna salida, no fue hasta después de 1755,
con la intervención del Estado en la economía y en la sociedad, que la periferia norteña se integraría también
dentro del sistema comercial atlántico.

LA ORGANIZACIÓN URBANA

Las ciudades brasileñas situadas en las zonas dedicadas a la agricultura de plantación, al igual que las
ubicadas en las extremidades de la colonización portuguesa, fueron esencialmente una creación de la
economía de exportación.

Todos los centros principales eran puertos, que servían de nexo para los intercambios comerciales de
productos brasileños con productos manufacturados, para los inmigrantes y esclavos que llegaban procedentes
de Europa y de África.

Existían pocas poblaciones de carácter secundario, las cuales generalmente eran pequeños asentamientos
agrícolas, situados en zonas ribereñas o en puertos de poca importancia, que estaban vinculados con los
centros marítimos a través del cabotaje costero. En el noreste, los pueblos secundarios eran escasos y tuvieron
un desarrollo lento, a causa de la atracción que ejercían los ingenios. Tanto los habitantes como los recursos
económicos tendían a concentrarse alrededor de las plantaciones azucareras

La ausencia de pequeños pueblos campesinos al estilo portugués fue notable, pero en el contexto de una
economía de plantación de base esclava, éstos hubieran tenido poco sentido. Sólo Sao Paulo y los pueblos de
la meseta se desarrollaron como asentamientos interiores relativamente al margen de la orientación
exportadora del resto de la colonia.

No fue hasta la segunda parte del siglo xviii, con la apertura de Minas Gerais, que la red urbana empezó a
ampliarse hacia el interior. De hecho, se podría defender la interpretación de que en Brasil no existió una red
de ciudades estrechamente conectadas, sino más bien un archipiélago de puertos, cada uno rodeado por una
zona agrícola propia, y más vinculadas con Lisboa que entre ellas mismas. Esta situación fue el resultado de
una economía centrada en la exportación y de la estructura del Imperio portugués que trató de mantener a
cada capitanía directamente dependiente de la metrópoli.

Al estar las ciudades brasileñas situadas en la costa, los aspectos relacionados con su fortificación y defensa
exigieron atención y gastos constantes. Los traficantes holandeses e ingleses atacaron con frecuencia los
puertos brasileños durante el período 1580-1620 y, a partir de 1620, estas ciudades fueron vulnerables al
asedio a causa de conflictos más amplios, como fue el caso de los holandeses al ocupar Salvador en 1624, o
cuando los franceses atacaron Río de Janeiro en 1710. En comparación con el prototipo de las ciudades
europeas de la época, las de Brasil eran pequeñas y poco imponentes. Las ciudades del norte eran aún más
pequeñas.

Estas ciudades cumplían la función de centros civiles y eclesiásticos. En la ciudad-capital de cada capitanía
residían el gobernador, el presidente del tribunal y los principales cargos de la justicia. Al ser ciudades
exportadoras, los puertos brasileños adquirieron una cierta semejanza de organización, surgida de la necesidad
y de la función que desempeñaban. El comercio se concentraba cerca de los muelles y almacenes, donde se
acumulaban, pesaban y tasaban el azúcar, el tabaco y las pieles. Los residentes adinerados, plantadores o
comerciantes, intentaban apartarse del mundo de los puertos. Por lo tanto, existió una separación entre los
muelles y las zonas residenciales.

Las universidades jesuítas, construidas en las ciudades principales a fines del siglo xvi, estuvieron entre los
edificios más importantes, al igual que las iglesias y monasterios franciscanos. Las iglesias definían los
barrios de las ciudades, porque las parroquias eran a la vez el núcleo de la vecindad y de las cuestiones civiles
y religiosas. Una característica que distinguía a las ciudades de Brasil de esta época era la ausencia de los
ciudadanos más ricos y prominentes durante la mayor parte del año. Los plantadores azucareros y los
estancieros mantenían residencias urbanas, pero pasaban mucho tiempo en sus fincas. La ciudad y la
plantación, o el puerto y sus inmediaciones, no fueron polos opuestos, sino parte de una continuidad

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integrada. Existió una reciprocidad continua entre la ciudad y el campo, que fue facilitada por el hecho de que
la gran mayoría de la población rural vivía a pocos días de distancia de las ciudades costeras.

Las ciudades nacieron bajo una diversidad de condiciones políticas. Donde los donatarios originales eran
débiles, los intereses particulares no constreñían mucho a los organismos municipales. En los pueblos más
pequeños y más aislados, existieron menos obstáculos, y los grupos económicos localmente dominantes solían
abogar por sus propios intereses sin reservas, expresándose a través de los organismos municipales. La vida
política se centraba en el senado da cámara, que normalmente se componía de tres concejeros, uno o dos
jueces municipales y el abogado de oficio.

A los miembros del senado, con derecho a voto, se los escogía mediante un complicado sistema de elección
indirecta, seleccionándolos de una lista de aquellos hombres que cumplían con determinados requisitos
sociales. Se suponía que estos homens bons eran propietarios, residentes en la ciudad, y que no procedían de
los sectores artesanales, ni estaban contaminados de impurezas religiosas o étnicas.

Las cámaras controlaban todos los aspectos de la vida municipal, y a menudo los de los campos de los
alrededores. Las actas de las actividades realizadas por la cámara durante un mes representativo podían
incluir, a mediados del siglo XVII, actividades muy variadas. Con el tiempo, los senados da cámara trataron
de ampliar su autoridad, lo cual causó descontento a los gobernadores reales, magistrados y prelados. Muchas
veces las cámaras se comunicaban directamente con Lisboa, y en ocasiones mantenían procuradores en
Portugal para velar por sus intereses. Cuando parecía que la legislación o la política de la corona amenazaba
los intereses de la élite local, la oposición se unía alrededor de la cámara.

Es evidente que, aunque las cámaras intentaron fomentar el bienestar general del municipio, estos cuerpos
representaron con más vigor los intereses de los grupos localmente dominantes. Ser miembro del senado no
era del dominio exclusivo de un grupo, pero claramente dominaba el sector azucarero, y en las listas se
repetían los mismos nombres familiares cada año.

Se puede suponer que la tendencia hacia la representación limitada fue aún más intensa en los lugares más
pequeños, donde el número de posibles concejeros era reducido. Las cámaras tendían a definir los intereses
comunes de acuerdo a los intereses de los grupos económicos de los cuales ellos procedían. Así que los
senados de Belém y Sao Paulo obraron con ardor para proteger el derecho de organizar expediciones para la
búsqueda de esclavos indígenas, mientras los de Bahía y Río de Janeiro se ocupaban de establecer una
moratoria sobre las deudas contraídas por los plantadores de azúcar, o luchar contra el monopolio real del
comercio.

Dentro del contexto de la vida política urbana, es conveniente hablar de dos grupos sociales, los artesanos y
los comerciantes, cada cual con destinos políticos muy distintos en las ciudades del Brasil colonial. En
contraste con Portugal, donde la representación artesanal en los senados era una característica permanente de
la vida urbana, en los senados brasileños normalmente no existió semejante representación. Cuando los
artesanos lograron participar en los senados, generalmente fue sólo en relación con los asuntos que afectaban
directamente a las artesanías y al comercio.

A partir de 1640, las organizaciones artesanales jugaron un papel más activo, eligiendo jueces para cada
especialidad comercial, y aconsejando al senado sobre determinados asuntos, pero con una posición tan
secundaria que estaban obligados a sentarse fuera del alcance del oído de la mesa principal, para impedir su
participación en aquellos temas que no les afectaban. La complicidad de los artesanos en el proyecto para
limitar el número de nuevos ingenios, y en un motín sobre los impuestos en 1710, se ganaron la enemistad de
los plantadores, que lograron acabar con la representación artesanal.

El hecho de que hubiera pocos artesanos urbanos, y que su posición política fuera relativamente débil, era
debido a diversos factores. Primero, la demanda de artesanos cualificados en las plantaciones de azúcar los
atraía hacia el campo, reduciendo de este modo su presencia y su poder en las ciudades. Un «oficio
mecánico» era considerado una profesión «innoble», de acuerdo a los conceptos de la sociedad tradicional, y
debido a ellos se discriminaba a los artesanos. Los cargos reales, el ingreso en las órdenes de caballería y otro
tipo de honores similares estuvieron fuera del alcance de los artesanos. En los regimientos de milicia, los
artesanos raramente recibieron cargos oficiales. La influencia que ejerció la esclavitud en el sector de los

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artesanos contribuyó a su posición modesta. Muchos esclavos aprendieron a ejercer los «oficios mecánicos»
con bastante destreza. Además, la gente libre de color consideraba a los oficios especializados como un medio
de ascender en la escala social, y siempre que podían abrían un puesto o una tienda. La mano de obra esclava
tendía a hacer disminuir los sueldos y a debilitar las distinciones cualitativas tradicionales entre mestre
(maestro) y aprendiz, características del sistema gremial portugués. La existencia de un pequeño grupo,
aunque creciente, de artesanos pardos degradaba el prestigio de los artesanos como grupo.

En resumen, la posición de los artesanos, que incluso en Portugal nunca llegó a ser alta, fue aún más baja en
Brasil, dentro de un contexto de una sociedad basada en la esclavitud.Sin embargo, esto no significa que los
artesanos no fueran importantes en las ciudades brasileñas. Aun así, su poder como gremios fue débil, y en la
mayor parte permanecieron bajo el control de los senados da cámara o gobernadores.

En cuanto a la posición social y política de los comerciantes, los portugueses mantuvieron una postura
ciceroniana hacia el comercio. Cicerón había escrito: «El comercio si se ejerce en pequeña escala debe ser
considerado innoble; pero si es en gran escala y extenso, importando muchos productos de muchos lugares y
distribuyendo a muchos sin ninguna desnaturalización, no debe censurarse mucho». Esta era exactamente la
idea que existía en el Brasil colonial.

En teoría, cualquier comercio hecho en nombre propio era considerado como oficio innoble, y tener orígenes
mercantiles era causa para ser excluido de las distinciones civiles y honoríficas.

Otra desventaja provenía del hecho de que los comerciantes, en la mayoría de las veces, eran considerados
conversos (por ejemplo, judíos), lo cual añadía otro motivo para la discriminación contra ellos. Sin embargo,
en el contexto de una economía orientada hacia la exportación, en la cual el comercio jugaba un papel
esencial, este tipo de desventajas no fueron inmutables. A los tenderos se les impidió de manera continua
ascender dentro de la escala social, pero los comerciantes dedicados a la exportación, no pudieron ser
excluidos del ascenso político y social.

Aunque nunca llegaron a ser muy numerosos, los comerciantes tenían algunos atributos que les facilitaba
ascender socialmente. La gran mayoría de ellos eran europeos, y muchos llegaron a Brasil como
representantes de los comerciantes de su tierra, o llevados por algún tío o primo que ya tenía negocios en
Brasil. No es sorprendente que muchas mujeres brasileñas, que muchas veces eran hijas de la élite
terrateniente, estuvieran dispuestas a casarse, en algunos casos, pasando por alto la «contaminación»
conversa. El éxito también facilitaba su propio ascenso, puesto que los comerciantes adinerados podían
comprar ingenios o estancias y llegar a ser miembros de grupos de prestigio como las hermandades terciarias
de los franciscanos o de Misericordia.

Bajo diversas formas, el sector mercantil fue absorbido por la élite terrateniente a través de un proceso
gradual, que hacia los últimos años del siglo xvii había difuminado las distinciones sociales entre los dos
grupos. Tal fusión, sin embargo, no eliminó el antagonismo inevitable entre los comerciantes y los
productores, surgido de su relación económica. Las quejas de los plantadores contra la «extorsión» de los
comerciantes persistieron a lo largo de este período en todas las capitanías. Los plantadores tenían la
costumbre de comprar el equipo de herramientas a crédito con un 20-30 por 100 superior al precio de Lisboa,
hipotecando la próxima cosecha a un precio fijo inferior al de su valor de mercado, lo cual provocaba una
interminable acritud y continuas protestas a la corona.

El ascenso social y político de los comerciantes parece haber empezado a mediados del siglo xvii e
intensificado durante las primeras décadas del siglo xviii. Esta fue una época de mucha tensión en el Imperio
portugués del Atlántico, y la corona respondió con una serie de medidas mercantilistas, proyectadas para sacar
a flote la decadencia en la que se encontraba la economía. Estas medidas, que a veces afectaban de manera
negativa los intereses de los comerciantes brasileños, fueron vistas con un desagrado especial por parte de los
plantadores y otros colonizadores, y, de este modo, tendieron a intensificar el conflicto tradicional entre los
plantadores y los comerciantes. Así que, durante un período en el que los comerciantes se estaban volviendo
cada vez más importantes y prominentes como grupo social, se intensificaba la resistencia hacia ellos y hacia
las medidas mercantilistas promulgadas por la corona. En dos lugares, el conflicto estalló en forma de
confrontación violenta.

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La Guerra de los Mascates reveló las naturales tensiones entre los comerciantes y los plantadores, y también
el importante papel que jugaría el sector de comerciantes dentro de la orientación cada vez más mercantilista
de la colonia. El final de siglo no sólo trajo una participación mercantil más activa en la vida política y social
brasileña, sino también una intensificación del papel de la corona en el gobierno municipal, como parte de un
nuevo activismo del Estado. Un cambio importante en el gobierno local ocurrió entre 1696 y 1700, con la
creación de los juizes defora en las ciudades brasileñas. Estos jueces municipales profesionales, designados
por la corona, presidían las cámaras y ejercían su autoridad en la preparación de las listas electorales. La
corona justificaba su presencia en Brasil como un medio para eliminar el favoritismo y el nepotismo en los
senados da cámara, pero la consecuencia final fue la disminución de la autonomía local de las cámaras.
Además, la expansión de la colonización hacia el interior y el crecimiento de pueblos secundarios cerca de la
costa indujeron, en las primeras décadas del siglo xviii, a la fundación de nuevos senados municipales,
acontecimiento que hizo disminuir la autoridad anterior de los centros costeros. Por ejemplo, los plantadores
elegidos para el senado da cámara, se negaron, cada vez más, a ejercer sus cargos, al preferir ocuparse de sus
ingenios o asumir cargos en el senado de las nuevas cámaras rurales. En otras ciudades portuarias fueron
aumentando las oportunidades para los comerciantes. Sin embargo, las posiciones que éstos lograron alcanzar
hacia mediados del siglo xviii, eran en instituciones menos poderosas.

LA ESTRUCTURA SOCIAL

Desde los primeros años de la colonización, Brasil era un área demasiado extensa, con una economía
demasiado diversificada y compleja en relación a su naturaleza política y social para llegar a ser meramente
una plantación azucarera a lo grande, pero, como ya se ha visto, la demanda de la agricultura de azúcar y las
peculiaridades de su organización contribuyeron de manera considerable al ordenamiento de la sociedad.

Los portugueses trajeron consigo un concepto idealizado de jerarquía social apoyado por la teología y una
comprensión práctica de posiciones y relaciones sociales, tal como ellas funcionaban en Portugal. Estos
conceptos y experiencias determinaron la terminología de la organización social y fijaron los parámetros
dentro de los cuales evolucionó la sociedad. No obstante, la agricultura de exportación y la plantación crearon
sus propias jerarquías y realidades.

En una economía basada en la agricultura comercial, existió un orden social natural. Los propietarios de los
ingenios iban en primer lugar, seguidos por los labradores de caña. Luego se mencionaba a los que se
ocupaban de otras actividades relacionadas con la exportación. Los hombres dedicados a la agricultura de
subsistencia, u otras actividades parecidas, recibían una atención especial.

Aunque dicha descripción refleja una realidad esencial, ésta se nos presenta incompleta al tratar sólo de la
población libre. La gran mayoría de la población —indios y, más tarde, esclavos africanos— no queda
incluida. En realidad, además de la jerarquía agraria profesional, la sociedad brasileña estaba regida por
otros dos principios: una división jurídica basada principalmente en la distinción entre esclavos y libres, y
una gradación racial que iba del blanco al negro.

La clase plantadora fracasó en sus intentos de convertirse en nobleza hereditaria, y todos los blancos aspiraron
a alcanzar el rango social más elevado. Los fidalgos (nobles) y clérigos continuaron disfrutando de ciertos
derechos jurídicos y exenciones. Sin embargo, en Brasil la existencia de otras formas de organización social
hizo que los principios tradicionales de estratificación fueran menos importantes. Jurídicamente, la sociedad
brasileña estaba dividida entre los de condición esclava y los de condición libre. A causa del elevado número
existente de mano de obra no libre, indios y africanos, la distinción entre esclavo y hombre libre fue crucial.
Pero incluso dentro de la clara separación legal de condición libre y condición esclava, existieron categorías
intermedias. Los indios que habían sido capturados y puestos bajo la tutela de los colonizadores, los llamados
forros o administrados, legamente eran libres, pero en la práctica se los trató como si fueran esclavos.
Además, los esclavos que habían realizado pagos para obtener la libertad, o quienes habían recibido la
libertad, bajo la condición de futuros servicios o pagos, aparentemente disfrutaban de la condición de
coartados, una posición legal que los distinguía del resto de los esclavos. Así que, a pesar de la existencia de
las divisiones jurídicas de una sociedad europea basada en los estados, en Brasil éstas tuvieron escasa
importancia, al ser una colonia donde la estratificación social estaba marcada por las distinciones que suelen
caracterizar a una sociedad basada en la esclavitud.

260
Por otra parte, la existencia de tres grupos raciales principales —europeos, indios americanos y africanos— en
una colonia creada por europeos, resultó en una jerarquía basada en el color, con los blancos ocupando la
posición más alta y los negros la más baja. La posición que ocupó la gente de origen mixto —los mulatos,
mamelucos y otras mezclas similares— dependió de la gradación de color más clara o más oscura y del grado
de aculturación hacia las normas europeas.

Al sector de la población libre de color le tocó ocupar los puestos menos prestigiosos. A pesar de su posición
legalmente libre, éstos sufrieron de ciertas desventajas. Estuvieron excluidos de los cargos municipales o de la
pertenencia a las hermandades laicas más prestigiosas. Ellos eran conscientes de sus desventajas e intentaron
modificar su situación, siendo causa de incidentes varios. La antipatía para con la gente de color era profunda,
y afectaba a todos los aspectos de la vida. El comentario definitivo sobre su incapacidad era el hecho de que
se podía revocar la libertad de un antiguo esclavo por su falta de respeto hacia su antiguo amo Entre la
población libre de color se desarrollaron instituciones paralelas a las de la sociedad blanca, que
proporcionaban un sentimiento de comunidad y de orgullo. Las unidades de milicia proporcionaron un punto
de cohesión y, con el tiempo, una plataforma desde donde poder expresar las quejas. Posiblemente de una
importancia mayor fueron las cofradías o hermandades laicas de negros y mulatos, que facilitaban servicios
sociales, limosnas, dotes, entierros y prácticas religiosas organizadas. A pesar de que algunas hermandades
estaban abiertas a hombres y mujeres de todas las razas, otras tenían restricciones según el color o el país
africano de origen.

Para la gente de color, ser elegido miembro para el consejo directivo de una hermandad, o conseguir un grado
de oficial en la milicia, era indudablemente un logro y éxito social importantes, pero las oportunidades que la
sociedad colonial les ofrecía siempre estuvieron limitadas y restringidas.

Además de las diferencias fundamentales de posición civil y raza, existieron otras de especial importancia
para la población blanca. Los hombres casados, con residencia fija, eran los colonizadores preferidos y
favorecidos, en cuanto a cargos municipales y derechos. Como índice social, también se usaban los orígenes
religiosos o étnicos. A los que tenían linaje o parentesco converso (es decir, judío) se los consideraba
sospechosos respecto a su religión y cultura, y eran discriminados legalmente y económicamente. Sin
embargo, en Brasil con frecuencia se superaban este tipo de desventajas mediante logros económicos. Los
cristianos nuevos jugaron un papel importante en la colonia durante todo el siglo XVII. Los conversos
estuvieron mezclados en la empresa brasileña desde los inicios, y el hecho de que la Inquisición portuguesa
no fuera establecida hasta 1547 hizo que la colonia estuviera relativamente libre de la lucha contra la herejía.
En Brasil, los cristianos nuevos llegaron a ser no sólo comerciantes, sino también artesanos, plantadores
azucareros y labradores de caña, y ejercieron cargos eclesiásticos y civiles.

El período de la unión ibérica (1580-1640) convirtió a los cristianos nuevos en el centro de atención de la
colonia. Las visitas que la Inquisición realizó a Pernambuco y Bahía, en 1591-1595 y 1618, provocaron una
gran consternación en la comunidad conversa, pero la incapacidad de la Inquisición para establecerse
fijamente en Brasil pudo deberse a la influencia que este grupo había adquirido en la colonia. Los obispos
tenían poderes inquisitoriales, y los usaban de vez en cuando, pero la persecución de los cristianos nuevos en
Brasil fue menos eficaz que en Hispanoamérica. Las presiones sobre los conversos en Brasil, y las
oportunidades para el comercio, que creó la unión con España, hizo que muchos conversos emigraran o
establecieran empresas comerciales en la América española, sobre todo en el virreinato de Perú. Por motivos
económicos, nacionales y religiosos, los peruleiros estaban mal considerados. En Hispanoamérica, el término
«portugués» se convirtió en sinónimo de judío, y con la separación de España y Portugal en 1640, se
convocaron una serie de autos-da-fé (autos de fe) en Lima, México y Cartagena, dirigidos principalmente a
los comerciantes portugueses.

Existe una polémica apasionante entre los especialistas del tema en cuestión, para determinar hasta qué punto
los cristianos nuevos brasileños o portugueses eran o no eran judíos, y si los esfuerzos llevados a cabo por la
Inquisición fueron concebidos para fomentar la ortodoxia religiosa, o fueron simplemente un instrumento de
la nobleza para deslomar, mediante la persecución y la confiscación, a la creciente burguesía.

Desde 1660 hasta principios del siglo posterior, la preocupación en relación a los cristianos nuevos parece
haber disminuido. La tradicional discriminación contra los cristianos nuevos continuó siendo una realidad.

261
Con el descubrimiento del oro se intensificaron las detenciones y confiscaciones inquisitoriales. En total, la
Inquisición juzgó aproximadamente a unos 400 cristianos nuevos brasileños.

Hacia el siglo XVIII, sometidos a la vigilancia de la Inquisición y de sus vecinos, las distinciones culturales y
religiosas, características de los cristianos nuevos, empezaron a desvanecerse, aunque permanecieron como un
.sector perjudicado de la sociedad brasileña.

Por último, en la sociedad colonial brasileña existió, además de los prejuicios de color, credo y origen, el del
sexo. Los brasileños compartían la típica mentalidad europea que predominaba en esa época hacia las
mujeres, pero con tal intensidad, que hasta provocaba comentarios entre sus vecinos españoles. En teoría, se
suponía que las mujeres debían estar protegidas y apartadas de los asuntos del mundo, y se esperaba que
estuvieran dedicadas a una vida de hijas obedientes, esposas sumisas y madres cariñosas. La doble y rígida
moralidad existente —castidad y fidelidad femenina y promiscuidad masculina— se aceptaba hasta tal punto,
que la ley permitía que un esposo matara a su mujer si la descubría en situación de adulterio.

En la sociedad colonial existieron varias instituciones que apoyaban o aseguraban que las mujeres de «buena
familia» cumplieran con las normas establecidas.

En realidad, el papel de la mujer en la sociedad colonial era más complejo de lo que normalmente se lo
presenta. Sí bien en un pleito legal, una de las partes podía argumentar que su propiedad había estado en
peligro por haberse hallado en manos de su mujer, y las mujeres eran «por naturaleza ... tímidas e incapaces
de cuidar de tales asuntos, rodeadas de niños delicados y sin protección», de hecho, muchas mujeres
asumieron el papel de cabeza de familia, en su viudez, o por causa de abandono. Había mujeres propietarias
de plantaciones, labradoras de caña y dueñas de bienes raíces urbanos. En cierta medida, esta situación era
producto de las leyes hereditarias portuguesas, las cuales aseguraban que todos los herederos recibieran partes
iguales, y preveían que el cónyuge sobreviviente heredera la mayor parte del patrimonio. Además, si
descendemos a los estratos de clase y color, se notaba cada vez más que las mujeres desempeñaron papeles
activos en la vida económica. Por ejemplo, las mujeres de color, libres y esclavas, controlaban casi siempre el
comercio al por menor ambulante a pequeña escala en las ciudades coloniales.

El gobierno y la sociedad brasileños formaban dos sistemas que se entrelazaban el uno con el otro. El
gobierno trató de vincular a los individuos y a los grupos corporativos a las instituciones políticas formales
del Estado, e intentó crear las condiciones para que facilitaran y mantuvieran la capacidad productiva de la
colonia. Por otro lado, los principales factores que unieron e impulsaron la sociedad eran las relaciones
personales basadas en la familia extensa y en grupos de parientes, la posición social, las metas e intereses
económicos que se compartían. Durante el período colonial, el Estado y la sociedad estaban vinculados de tal
forma que aseguraban la sobrevivencia de la colonia y el dominio económico y social de aquellos grupos que
controlaban la producción y distribución de los principales artículos de exportación brasileña. En la colonia
había, por lo menos, tres niveles de organización gubernamental. Los cargos nombrados por la corona —el
virrey, los gobernadores, disembargadores (jueces del tribunal supremo) y otros magistrados reales— eran los
representantes directos de la autoridad portuguesa. Éstos eran, al menos en teoría, una burocracia de
profesionales. Normalmente, los que ejercían los cargos ejecutivos más altos eran seleccionados de la nobleza
portuguesa, quienes se suponía tenían el entrenamiento y la propensión para ser militares. Los magistrados
eran letrados, abogados con preparación universitaria, que constituían una creciente clase de burócratas
profesionales de la corona. Conjuntamente, los militares y los abogados, desempeñaron los cargos más
importantes de la colonia. Por debajo de ellos había un segundo nivel de gobierno, constituido por
innumerables cargos de carácter secundario, funcionarios del tesoro, recaudadores de aduanas, inspectores de
mercado, notarios, escribientes y vigilantes. En un principio, todos estos cargos fueron ejercidos por
portugueses europeos, pero hacia mediados del siglo XVII, los colonos ocupaban muchos de ellos, algunos
habían sido comprados y otros obtenidos a través de herencias. Finalmente, existía un tercer nivel, constituido
por los cargos de gobierno municipal, y los jueces elegidos y vereadores (consejeros) de las cámaras y
muchos otros cargos inferiores, que eran nombrados por los organismos coloniales locales. En el campo, el
gobierno estaba muchas veces en manos de los oficiales superiores de la milicia, quienes cumplían funciones
paramilitares, tales como policías, recaudadores de impuestos y, a veces, empadronadores. Desde el tiempo de
las capitanías de donatarios, el poder privado jugó un papel importante en la organización de la colonia y,
aunque la corona continuamente imponía su autoridad, los grupos dominantes de la colonia encontraban
medios para obligar al gobierno a hacer frente a sus necesidades. La élite económica local normalmente

262
dominaba los cargos municipales, y llegaron a controlar también muchos de los cargos menores, relacionados
con la justicia o con la tesorería. En las zonas rurales, raramente se encontraba a un coronel militar que no
fuera también plantador o estanciero. La élite brasileña llegó a penetrar e incorporarse hasta en la categoría de
los cargos reales más altamente profesionalizados: la de los magistrados. A pesar de la rigurosa prohibición de
que los brasileños ejercieran puestos gubernamentales de alto rango en la colonia, y en contra de que los lazos
familiares pudieran influir en la imparcialidad de un magistrado, se formaron redes familiares y de afinidad
entre los oficiales de la corona y la sociedad local. Veinticinco jueces de la Relafáo se casaron con brasileñas,
quienes normalmente eran hijas de los plantadores azucareros, y otros se vincularon con la élite colonial a
través del compadrazgo, tratos comerciales, o participación común en las hermandades laicas. En resumen, la
élite colonial trató y logró que los gobiernos municipales y reales fueran sensibles a sus intereses y
ambiciones. El gobierno era a menudo ineficaz, a veces opresivo y normalmente corrupto, pero, a pesar de
que Portugal intentara anteponer sus propios intereses, raramente se consideró al gobierno una fuerza
extranjera y externa. Es evidente que la familia jugó un papel importante en la vida política y social de la
colonia. El predominio de las familias donatarias era comparable al poder extenso sostenido por los grupos
familiares de los plantadores azucareros, ganaderos y otros magnates rurales, interconectados entre sí, a pesar
de las frecuentes hostilidades existentes.

La familia extensa patriarcal, con sus múltiples miembros vinculados por sangre, matrimonio y compadrazgo,
incluyendo sirvientes y esclavos, fue un concepto ideal para atravesar las jerarquías sociales antes
mencionadas. La formación y mantenimiento de estas élites familiares, sus estrategias para conseguir las
herencias, sus conexiones y su continuidad son temas que merecen una gran atención.

Finalmente, la relación del Estado y la sociedad debe considerarse en el contexto de la economía brasileña y
la forma predominante de sus relaciones laborales, basadas en la esclavitud. El Estado portugués y sus leyes
proporcionaron un sistema para el control de la propiedad, las transacciones comerciales y la distribución y
control de la fuerza de trabajo. Una vez que la colonia se hubo lanzado como productora de cultivos de
exportación, basados en la mano de obra esclava africana o en la mano de obra indígena forzada, el Estado
intervino muy poco en los aspectos internos de la economía, en el ordenamiento de los factores de
producción, o entre las relaciones amo y esclavo.

Mientras los principales ingresos económicos procedieron de la clase plantadora, éstos actuaron a rienda
suelta, y la corona se mostró satisfecha de recaudar los diezmos y los diversos impuestos sobre la exportación
e importación. Después de 1650, cuando los precios de las exportaciones agrícolas brasileñas fluctuaron, la
corona emprendió una serie de medidas para mejorar y estimular la posición de los plantadores azucareros,
medidas que a menudo fueron en detrimento de los grupos comerciales de Portugal y de la colonia. Sin
embargo, ya a principios del siglo xviii, los cambios de la situación europea, el planteamiento colbertiano en
la economía política, la creciente importancia de los grupos mercantiles dentro de Brasil y en la metrópoli y el
descubrimiento del oro, todos combinados hicieron virar la relación entre el Estado portugués y su colonia
americana. El hecho de que la élite agraria brasileña fuera capaz de absorber a las clases mercantiles y
mineras, de importancia reciente, y de adaptarse a un Estado más activo e intervencionista, fue debido
principalmente a que tanto ella misma como el estado colonial estaban firmemente basados en la institución
de la esclavitud y las consiguientes distinciones sociales que la acompañaban.

Faltan

-ASSADOURIAN, Carlos Sempat, “Integración y desintegración regional en el espacio colonial”, “Sobre


un elemento de la economía colonial: producción y circulación de mercancías en el interior de un conjunto
regional", en ASSADOURIAN, C.S., El sistema de la economía colonial, Lima, IEP, 1982 [1973] pp. 135-
146 y pp. 209-221.

-ASSADOURIAN, Carlos Sempat, "La producción de la mercancía dinero en la formación del mercado
interno colonial. El caso del espacio peruano, siglo XVI", en, FLORESCANO, E., Ensayos sobre el

263
desarrollo económico de México y América latina. (1500-1975). Fondo de Cultura Económica. México, 1979,
pp. 223-292.

-BAKEWELL, Peter, Mineros de la Montaña Roja, Alianza, 1989.

-PEREZ HERRERO, Pedro Comercio y mercados en América Latina colonial, Colección MAPFRE, Madrid,
1992, pp. 227-317

UNIDAD VI

SOCIEDADES Y CULTURAS COLONIALES


1- La sociedad americana. Etnicidad, territorialidad e identidad. Perduración y nuevo orden de las poblaciones
originarias y de los migrantes o forasteros. Grupos étnicos y mestizaje. Conceptos de hibridez y aculturación. La
experiencia de la diversidad.
2- La familia. Elites, prestigio y estrategias de reproducción social. El análisis de redes. La familia indígena y la
familia esclava.
3- Iglesia y religiosidad. La sociedad y el control moral y social. La Inquisición. Pervivencia de cultos aborígenes y
africanos. Persecución de las idolatrías. Sincretismo. Las cofradías y las hermandades.
4- Sociedades urbanas y rurales. Hispanoamérica y Brasil. Las colonias británicas y Nueva Francia. El Caribe. Las
plantaciones y la jerarquización social.
5- Los sectores subalternos y marginales. La movilidad social y espacial. Las redes y el control social:
vagabundaje, cimarronaje, delincuencia.
6- Educación, universidades e ideología. La participación de los jesuitas. Salud, mortalidad y enfermedades.
Vivienda y hábitos de consumo.

BOWSER, F

264
Capítulo 5 LOS AFRICANOS EN LA SOCIEDAD DE LA AMÉRICA ESPAÑOLA COLONIAL

Los africanos participaron como esclavos en los primeros viajes y expediciones al Nuevo Mundo. Sin
embargo, hasta el último cuarto del siglo xvi, ante una numerosa, aunque ya en declive, población nativa
americana a la que explotar, la demanda de trabajo esclavo africano en Hispanoamérica fue modesta, excepto,
hasta cierto punto, en las islas del Caribe y las costas tropicales del continente, de las cuales los indios
desaparecieron virtualmente durante las primeras etapas de la colonización.

Para el período de 1521 a 1550, el cálculo más fiable, el de Philip D. Curtin, ofrece un total de 15.000 negros
desembarcados en Hispanoamérica (un promedio anual de 500), y para los años que van de 1551 a 1595, la
cifra se eleva sólo a 36.300 individuos (un promedio anual de 810).' Sería una temeridad calificar a los
esclavos africanos de artículo de lujo en este período —los esclavos lavaban oro, trabajaban en las
plantaciones (principalmente de azúcar) y también en el servicio doméstico—, pues los negros estaban
regularmente distribuidos y, hasta entonces, ninguna región en particular dependía de la esclavitud como
institución laboral.

No obstante, hacia finales del siglo xvi, mientras la población india en los principales centros del imperio
español, México y Perú, iba declinando con rapidez, colonos y funcionarios del gobierno elevaron a la corona
un número cada vez mayor de peticiones exigiendo un acopio de mano de obra adicional, y la fuente
indiscutible era África.

La introducción, en gran escala y de un modo sistemático, de esclavos africanos en Hispanoamérica planteaba


dos problemas, uno moral y otro económico. El problema moral presentaba varios aspectos, el primero
concernía al posible impacto del creciente número de africanos sobre la cristianización de los nativos
americanos. A los indios cada vez les resultaba más difícil vivir todo el año en pueblos aislados bajo la tutela
de un fraile, pues los sistemas obligatorios de trabajo ordenaban que dejaran sus hogares para realizar los
servicios requeridos. Este proceso los puso en contacto de modo automático con la sociedad española, una
conexión que la Iglesia esperaba ingenuamente evitar en el primer período de actividad misionera. Para
algunos misioneros lo peor consistía en que, si una gran cantidad de población africana era trasladada a
Hispanoamérica, no podrían evitar la contaminación de las almas de los nativos recién convertidos, frente a
las prolíficas hordas con creencias paganas teñidas de un leve barniz de cristianismo.

También hay que tener en cuenta la preocupante cuestión de la magnitud del comercio de esclavos. Aunque la
esclavitud africana apenas era conocida en la sociedad ibérica bajomedieval, existía un tráfico de negros a
pequeña escala y se complementaba con un flujo de esclavos blancos, algunos de ellos cristianos, procedentes
de algunas zonas del Mediterráneo oriental y del mar Negro. La reducida proporción y la imparcialidad étnica
determinó que rara vez se cuestionara la moralidad de estas operaciones. Pero la moral es a menudo una
cuestión más de grados que de principios, y el comercio de esclavos a América suponía una brusca fractura en
la cómoda tradición. Para ser eficaz, su magnitud debía ser mucho mayor que el comercio realizado por los
españoles en el Mediterráneo y de sólo una raza, la africana. ¿Era moralmente justificable un incremento tan
grande en la esfera de la esclavitud humana a expensas de un solo grupo étnico? En realidad, rara vez se
planteó esta cuestión, hasta el momento en que el comercio de esclavos americano pareció irreversible. E
incluso cuando los horrores cometidos en la costa africana y en la travesía del Atlántico fueron mejor
conocidos, sólo existió una minúscula y apenas leída colección de literatura crítica sobre el tráfico de
esclavos. Además, es importante destacar que ni siquiera estos críticos dudaban de la legitimidad de la
esclavitud en sí misma y estaban de acuerdo en que la propagación de la verdadera fe a lo largo de la costa
africana, sustento moral de la esclavitud, era una finalidad encomiable. Sin embargo, creían que las incesantes
y elevadas demandas del comercio de esclavos estaban convirtiendo en más bárbaro a un pueblo que ya lo era.

En busca de beneficios, los africanos se cazaban entre sí como si fueran ciervos, aplicando la estructura de la
ley y de la costumbre hasta hallar todavía más fundamentos para la esclavitud. La guerra tribal aumentó en
esta búsqueda de prisioneros e incluso se inducía a los padres a vender a sus hijos como esclavos.
Argumentaban que seguramente con un movimiento misionero más vigoroso en la propia África.

En lo que respecta a las condiciones de los barcos de esclavos, fueron descritas con todo lujo de detalles y
consideradas injustificables. No obstante, más de un casuista (normalmente un clérigo) encontraba los medios

265
para disolver estas dudas morales. Se declinó en los gobernantes de África toda la responsabilidad legal y
moral con respecto a la esclavitud. Según este razonamiento, los negros tenían que ser vendidos por su propia
gente en el mercado por una causa justa. No era asunto de los europeos divagar sobre el sistema de justicia
africano o intervenir en los asuntos políticos africanos. Bien podía ser —continuaba la argumentación— que
los negros fueran vendidos como esclavos sin justificación moral, pero era problema del vendedor africano el
determinarlo, no del europeo que los compraba de buena fe. En cualquier caso, los africanos adquiridos por
los comerciantes de esclavos eran liberados de una existencia primitiva y recibirían instrucción en la fe
cristiana. Según este arreglo, las condiciones que prevalecieron en el comercio atlántico fueron evitadas con
delicadeza. Los detractores del comercio no tardaron en condenar las falacias de este argumento, pero
mantuvo su vigencia, y fue aceptado con presteza por los españoles cuya meta principal era enriquecerse.

Tanto los críticos como los defensores del comercio de esclavos coincidían en un punto: la esclavitud de los
africanos podía justificarse sólo por la propagación simultánea de la religión católica. Los sensatos y los
diligentes, los sacerdotes en el terreno, pronto comprendieron que éste era un propósito más fácil de
proclamar que de cumplir. Catequizar superficialmente a un pequeño número de esclavos resultaba muy
sencillo en España, pero la labor se hizo muchísimo más difícil entre los cientos de africanos que cada año
fueron embarcados hacia las Américas. En primer lugar, los negros de la costa occidental de África hablaban
una variedad asombrosa de lenguas y dialectos. Existía también el mayor e igualmente irritante problema de
la diversidad cultural. La cristianización significaba aprender, al menos de un modo rudimentario, una serie
de abstracciones definidas con bastante precisión y para muchos negros los principios de la fe cristiana
resultaban incomprensibles. El misionero debía considerarse satisfecho de realizar lentos y costosos progresos
con sus numerosos discípulos. En estas circunstancias, incluso el más entusiasta de los misioneros pronto se
resignaba a una instrucción rudimentaria de los esclavos, que llegaba hasta el bautismo. Sin embargo, otros
frailes simplemente desistían de sus obligaciones en todo, excepto tan sólo de nombre, y se convirtieron a la
larga en un reflejo de la actitud de la población, tratando con indiferencia a los negros recién llegados. De
hecho, con mucha frecuencia las etapas iniciales de la conversión distaban mucho del ideal. De las órdenes
religiosas del período colonial, tal vez sólo la Compañía de Jesús cumplió sus responsabilidades y con más
notoriedad

No obstante, fue el número de esclavos y la organización del comercio, y no su moralidad, lo que presentó
problemas a los funcionarios españoles durante el período colonial. En 1494, cuando por el tratado de
Tordesillas España y Portugal se repartieron entre ellos el inmenso mundo colonial, la primera de estas
naciones cometió un error significativo. Por este acuerdo, España cedía a Portugal todos los derechos de
explotación de la costa occidental africana y, con esta concesión, cedió cualquier participación directa en el
comercio de esclavos. Durante décadas no se percataron del error. En esa época, España tenía poca necesidad
de esclavos y, a principios del siglo xvi, los ojos de las autoridades se dirigieron hacia el oeste, en dirección al
otro lado del Atlántico, no hacia el sur en dirección a África. El limitado número de esclavos importados a las
colonias hispanoamericanas durante el siglo XVI fue abastecido por los portugueses, con autorización real.

Durante el último cuarto de siglo, a medida que la demanda de esclavos se intensificaba, la unión dinástica
que en 1580 convirtió a España y Portugal en el primer imperio colonial donde verdaderamente el sol no se
ponía jamás, no pudo ser más fortuita. El abastecimiento portugués de negros se reconciliaba con la demanda
colonial dentro de la misma estructura del imperio, permitiendo que la esclavitud africana en la América
española deviniese una fuente de trabajo y de ingresos gubernamentales más importantes de lo que había sido
en el pasado. Durante la fusión de las dos coronas, que duró hasta 1640, España controló, por contrato del
gobierno, el número de negros embarcados hacia las colonias americanas y aseguró al mismo tiempo su
propio beneficio. Dicho brevemente, un empresario portugués, a cambio del pago a la corona de una
sustanciosa suma, disfrutaba de un contrato de monopolio para conceder licencias a sus asociados
mercantiles, normalmente establecidos en Sevilla o Lisboa, que a su vez les facultaba para vender cierto
número de africanos en Hispanoamérica. El detentador de este contrato, que se denominaba «asiento», obtenía
beneficios de dos modos: se le permitía cargar a sus clientes más de lo que él pagaba al gobierno y, si lo
deseaba, tenía derecho a comerciar directamente en esclavos.

El gobierno español desestimó invariablemente la demanda colonial de esclavos, propiciando un extendido


comercio de contrabando que durante muchos años duplicó o triplicó las cuotas de importación autorizadas.
La corona hizo lo que pudo para controlar estas ilegalidades. Permitieron sólo dos puertos de entrada de
primera magnitud para el comercio de esclavos, Cartagena y Veracruz, donde no sólo se contaban los

266
esclavos, sino que se registraban los buques en busca de mercancías no autorizadas procedentes del norte de
Europa.

Los esclavos fueron llegando a otros puertos, y no sólo en el Caribe. En concreto, Buenos Aires cerrado
oficialmente a todo comercio excepto a una reducida cantidad, se convirtió en una herida abierta en el sistema
comercial español. Esclavos —y manufacturas— entraban por Buenos Aires y cruzaban los Andes desafiando
cualquier intento de control del gobierno. Pero sucedió algo todavía peor: la guerra de los Treinta Años
(1618-1648) anunció el toque de réquiem de la dominación lusohispana del mundo colonial. Aunque
indiscutiblemente se trataba de un conflicto europeo, durante estos años de guerra los subditos holandeses de
España, sumidos en una amarga lucha contra el dominio Habsburgo durante medio siglo, encontraron por fin
la fuerza y la voluntad para establecer un imperio colonial propio. El poder español, expandido tenuemente
por el mundo, no pudo reunir los recursos necesarios para sostenerlo. Por ejemplo, en las décadas centrales
del siglo xvii, el noreste de Brasil, rico en azúcar pero militarmente débil, fue una zona ocupada por los
holandeses, y sus nuevos conquistadores descubrieron lo que los portugueses sabían desde hacía ya tiempo:
no puede haber azúcar sin esclavos. Los holandeses utilizaron su excelente fuerza naval para romper de una
vez por todas la dominación portuguesa del comercio de esclavos africanos. En 1640 Portugal reconquistó su
independencia de una España cada vez más impotente, restableció su control en una parte considerable de la
costa occidental africana (de modo especial en Angola), e incluso expulsó a los holandeses de Brasil. Pero el
comercio de esclavos nunca volvería a ser el mismo. En África, donde los holandeses habían abierto camino,
ingleses y franceses no se rezagaron, y el tráfico de esclavos se convirtió en un asunto internacional.

A partir de este momento, para España el comercio de esclavos se transformó en el poco envidiable asunto
que tenía que tratar con sus pasados y potenciales enemigos. La reacción española fue predeciblemente
orgullosa y poco realista: casi un cuarto de siglo después de 1640 la importación de africanos a
Hispanoamérica, donde la demanda era en ese momento baja, estuvo terminantemente prohibida. Sin
embargo, los esclavos se importaban de modo ilegal a través de las recién establecidas colonias holandesas,
inglesas y francesas del Caribe.

En 1662, España cedió con reticencia a la realidad y resucitó el sistema del asiento. No sólo los comerciantes
portugueses, a quienes los españoles se habían acostumbrado, sino también los genoveses, holandeses,
franceses e ingleses intentaban ahora probar suerte en la venta de negros en Hispanoamérica, legal e
ilegalmente.

Por fin, en 1789, convencido del valor del azúcar en el mercado europeo, el gobierno español cambió
drásticamente, reconociendo el potencial agrícola de Cuba y su necesidad de mano de obra. Abandonó el
antiguo y vano esfuerzo por regular escrupulosamente la cantidad de negros importados a Hispanoamérica, y
abrió el comercio de esclavos a todos los interesados. Desaparecieron las obligaciones de importación y las
cuotas arbitrarias del asiento, y españoles e hispanoamericanos fueron libres para comerciar con cualquier
proveedor de esclavos extranjero que en ese momento satisficiera su conveniencia mercantil. El resultado fue
un espectacular incremento del volumen del tráfico en ciertas regiones. Ni siquiera la sangrienta revuelta
racial que se desató en Haití dos años más tarde, aunque despertara un profundo recelo entre los propietarios
de esclavos y los funcionarios análogos, alteró la nueva política del gobierno. En realidad, la eliminación de
Haití como proveedor de azúcar a Europa contribuyó a la prosperidad y al crecimiento del tráfico cubano de
esclavos. El cálculo de la magnitud del tráfico de esclavos hispanoamericano, desde la disolución del
monopolio portugués en 1641 hasta la independencia a principios del siglo XIX, es una empresa difícil y
delicada. Curtin, el más preciso estudioso del tema, prefiere dividir este período en dos partes. La primera se
extiende desde 1641 a 1773, momento en que se percibe poca variación regional en la demanda de esclavos, y
en el que cifra un volumen de importación total de 516.000 individuos, o un promedio anual de 3.880. La
segunda parte de lo que Curtin denomina los «números del juego», abarca los años comprendidos entre 1774
y 1807, y en los que cifra un total de 225.100 negros importados, o un promedio anual de 6.600.

Debido al contrabando y a la naturaleza parcial de los testimonios escritos, nunca se sabrá el volumen preciso
del comercio de esclavos a Hispanoamérica durante el período colonial, pero aceptamos aquí el cálculo de
Curtin, según el cual algo menos de un millón de africanos fueron importados entre la conquista y los
primeros años del siglo XIX. En gran medida debido al auge repentino del azúcar cubano, esta cifra aumentó
hasta un total de un millón y medio hacia 1870.

267
Por razones que todavía deben ser satisfactoriamente exploradas, la población esclava de la mayoría de las
regiones de la América española (aunque no en todas), habría declinado con el tiempo sin las infusiones
constantes de nuevos esclavos procedentes de África. Pero incluso este intento de compensar un descenso
natural de población esclava no resolvió el problema e, irónicamente, aseguró que la tendencia persistiera,
pues los nacidos en África sufrían tasas de morbilidad y mortalidad más elevadas que los nacidos en América,
y los cargamentos de esclavos importados por lo general contenían bastantes más hombres que mujeres,
proporción de sexo desfavorable a una abultada tasa de natalidad. De este modo, un elevado volumen de
importación no implicaba un incremento proporcional de la población esclava. Por el contrario, el número de
personas libres de color en Hispanoamérica creció de modo sostenido en cada década, fenómeno debido no
sólo a la manumisión, sino quizás resultado de una mayor inmunidad a la enfermedad, mejores condiciones de
vida y mayores deseos de tener hijos.

Es difícil establecer el tamaño de la población esclava de la Hispanoamérica colonial en cualquier período. En


primer lugar, España nunca tuvo motivos para determinar el número de esclavos en sus dominios de América.
Una vez satisfechas las deudas de importación, los propietarios de esclavos no tenían ninguna obligación,
excepto pagar las muy variadas tasas locales de impuestos sobre sus negros. Además, los burócratas y
observadores de la época estaban más acostumbrados a los números redondos que a la exactitud.

Es necesaria otra reflexión: la esclavitud africana no tuvo la misma importancia en todos los lugares ni en
todas las épocas. Por ejemplo, Cuba (respuesta a las crecientes necesidades de las plantaciones de azúcar). Por
el contrario, en un recuento característicamente impreciso de México en 1645, un observador coetáneo
aventuraba un cálculo de 80.000 esclavos, total que se reduce a unos 10.000 hacia 1793. Si deseamos conocer
los resultados demográficos de más de 300 años de esclavitud en todo el imperio, sólo son posibles ilustradas
conjeturas, pero parece razonable fijar la población esclava a principios del siglo xix en unas 550.000
personas, con un número de negros libres que iguala y probablemente supera esa cifra.

Para la comprensión de la importancia del esclavo africano en Hispanoamérica es más importante la actuación
de los esclavos en la actitud económica de sus diversas regiones, que su simple cómputo. En el subsuelo de
las minas de plata en el Alto Perú (la moderna Bolivia) y México, el esclavo africano tuvo una importancia
marginal.

En las zonas de minería de oro de Nueva Granada —Antioquía, Popayán y el Chocó— la situación era muy
diferente. En el siglo XVIII eran necesarios esclavos para sustituir a una población nativa diezmada por las
enfermedades y hostil por añadidura, y los negros constituían una inversión relativamente segura, pues se
encontró oro en los depósitos de aluvión, lo cual entrañaba escasos riesgos durante la extracción.

En la agricultura, el trabajo negro fue de vital importancia. Las dos colonias más ricas de Hispanoamérica,
México y Perú, proporcionan quizás los ejemplos más interesantes de los variados modos de utilizar a los
esclavos.

El litoral de Perú ofrece otro aspecto. Allí, tras haber diezmado la población indígena en el siglo xvi, el
trabajo esclavo determinaba prácticamente todas las ocupaciones agrícolas, sobre todo en la producción de
vino, azúcar y trigo, y en la horticultura de mercado. Aunque la importancia del trabajo esclavo en México
declinó a medida que avanzaba el siglo xviii. Se estimaba que en 1793 México tenía sólo 10.000 esclavos,
mientras que en 1812 Perú tenía 89.241.

En los siglos XVII y XVIII, los esclavos negros jugaron un papel importante en la producción de cacao en
Venezuela y Quito, y destacaron en el cultivo de trigo, el cuidado de ganado y la elaboración de vinos en las
regiones argentinas de Tucumán, Córdoba y Mendoza. En las economías de pastoreo de Uruguay y Paraguay,
y en el Chile triguero, los negros no constituían una cifra insignificante, aunque (a excepción de Panamá), no
ocurría lo mismo en las economías domésticas de América central. Como hemos visto, la esclavitud africana
fue, de modo más drástico, el núcleo del auge súbito del azúcar cubano que empezó a finales del siglo xviii,
para transformar la isla de una sociedad con esclavos en una sociedad esclavista.

La esclavitud en Hispanoamérica también era en gran medida una institución urbana. Entre las familias con
pretensiones de respetabilidad, la posesión de criados negros proporcionaba cierta distinción social. Sin
embargo, los esclavos urbanos no sólo eran útiles por una cuestión de prestigio. Para beneficio de sus amos,

268
los esclavos se convirtieron en vendedores de fruta y quincallería; eran trabajadores no cualificados, por
ejemplo acarreaban ladrillos, pero no sabían cómo colocarlos; o eran trabajadores en los famosos talleres
textiles (obrajes) que salpicaban el paisaje allí donde se podía disponer de algodón o lana para el vestuario. Si
creemos en el testimonio de los observadores, a menudo las mujeres eran obligadas a prostituirse, pagando
una cuota fija de dinero a sus amos. Con suerte y, por lo general, bajo asesoramiento español, los negros
esclavos (y libres) se convirtieron en artesanos especializados.

Cualquiera que fuese su ocupación, está claro que los negros de las ciudades formaban una parte esencial de
la economía. Quizás al adaptarse a la vida urbana con mayor facilidad que los indios, dependían de los
trabajos que era necesario hacer, pero que los hombres blancos despreciaban.

En resumen, el historiador de la esclavitud en Hispanoamérica se enfrenta a una institución introducida y


mantenida por los cambiantes requerimientos económicos regionales de mano de obra. Importante para
cualquier tipo de empresa rural y para el funcionamiento de las áreas urbanas, la esclavitud se convirtió en
una costumbre, una tradición, casi un modo de vida para muchos amos. Eran negros quienes abrían las
puertas, servían la comida y llevaban en literas a las damas a la misa matinal. Se adquirió con facilidad el
hábito de la dominación y pronto llegó a parecer el natural e indispensable orden de cosas.

Ahora debemos preguntarnos qué recompensas, si es que tenían alguna, recibían los esclavos por su trabajo.
O, dicho de otro modo, ¿tenían como mínimo en sus vidas posibilidades de compensar las realidades del
trabajo incesante y la muerte? En 1947 Frank Tannenbaum sostenía que los negros de Latinoamérica fueron
más afortunados que sus compañeros del sur de los Estados Unidos. Con frecuencia, el profesor Tannenbaum
basó sus conclusiones en falaces fuentes impresas, pero se advierte cierta validez en sus afirmaciones. Los
españoles (y los portugueses), a diferencia de los ingleses, se habían acostumbrado cada vez más a la
esclavitud negra, sintiéndose casi cómodos ante ella, siglos antes de la colonización del hemisferio occidental,
y el rango de los sometidos a esclavitud estaba definido con más o menos precisión. El Estado y la Iglesia
reconocían la esclavitud como nada más que una desafortunada condición secular. El esclavo era un ser
humano que poseía un alma, igual que cualquier persona libre ante los ojos de Dios. La Iglesia alababa la
manumisión como un acto noble, y muchos amos, pensando en su salvación, la complacían en algún momento
de sus vidas. Según Tannenbaum, esta indulgencia, esta tolerancia, también facilitaba la incorporación de los
ex esclavos en una sociedad más tolerante. Curiosamente, casi pasa por alto el crecimiento, durante el período
colonial, del prejuicio racial, tan importante para la comprensión del desarrollo de la esclavitud. Pero señala
otros temas dignos de destacar: en su opinión, Latinoamérica contrastaba violentamente con el viejo sur,
donde las instituciones de la Iglesia y el Estado se mostraban inmaduras e indiferentes hacia los esclavos, y
donde los ingleses convertidos en americanos no sabían qué hacer con respecto a la emancipación y el rango
de los negros libres en una sociedad esclavista.

El libro causó un enorme impacto dentro de un círculo limitado, y con el paso de las décadas influyó en la
publicación de un gran número de monografías sobre la esclavitud en Hispanoamérica y unas cuantas
tentativas de hacer una historia comparada más detallada, muchas de las cuales discrepaban de uno u otro
aspecto de la tesis general de Tánnenbaum. El problema de este debate sobre la relativa liberalidad de la
esclavitud latinoamericana radica en que a menudo discípulos y detractores malinterpretaron el significado de
lo que Tannenbaum había dicho, e intentaban razonar o destruir este argumento con hechos relativos a la
condición material del esclavo. La calidad de la dieta, la incidencia del matrimonio, los índices de mortalidad,
la severidad del castigo corporal y cosas por el estilo se empleaban, no siempre de un modo consciente, para
defender, refutar o modificar la tesis de Slave and citizen. El resultado ha sido un debate académico bastante
estéril sobre los dudosos méritos de la esclavitud hispanoamericana, un intento de medir los grados de
inhumanidad. Sin embargo, Tannenbaum estaba interesado al máximo en cuestiones de mayor importancia. El
hecho de que los esclavos comieran más plátanos que cerdo, carecía de importancia sobre el impulso de su
trabajo. Tannenbaum estaba interesado en problemas de aceptación e integración humana. Se puede
argumentar que las condiciones materiales y espirituales no pueden separarse, y es cierto que su estática y
noble aproximación al tema esencial de la igualdad y las gradaciones intermedias, arruinan su obra. No
obstante, quienes han seguido sus pasos han caído con frecuencia en la misma trampa, al no comprender lo
impracticable que resultan las generalizaciones que incluyen a toda Hispanoamérica en todas las épocas. Por
ejemplo, un esclavo urbano en Ciudad de México, producto de generaciones de esclavitud, imbuido del
lenguaje y como mínimo de una parte de la cultura de los blancos, tenía, casi con certeza, una idea de su

269
situación distinta a la de un negro recién desembarcado de África, que lavase oro en las tierras vírgenes de
Colombia.

Las mejores historias de la esclavitud hispanoamericana han sido, y serán, aquellas que combinan
planteamientos culturales y materiales con un intenso sentido de lugar y de época. Los historiadores de todas
las creencias coinciden en un punto: los códigos legislativos formulados en España no podían definir y, de
hecho no definían, la realidad hispanoamericana. Debemos suponer, con Tánnenbaum, que el mismo espíritu
con el que se concibieron las leyes que ordenaban al amo cristianizar a sus esclavos, tratarlos bien e incitarlos
al matrimonio, también guiaba y motivaba al propio propietario de esclavos. Pero la verdad es que aunque la
ley imperial resulta muy clara, también era relativamente breve y poco detallada en lo que respecta al trato de
los esclavos en Hispanoamérica y, excepto para negar el derecho a ejercer la pena de muerte, el sistema
legislativo colonial concedía una autoridad casi absoluta al propietario de esclavos. Y los amos trataron de
que así permaneciera.

Así, la suerte de los esclavos en Hispanoamérica fue determinada no tanto por la ley, como por la
personalidad del amo y por el entorno social y económico que variaba enormemente de una región a otra, y de
una década a otra.

A pesar de que a algunos negros les iba mejor que a otros, sería difícil argumentar una existencia fácil para la
mayoría de los esclavos africanos.

Sin embargo, el historiador debe recordar que la población libre pobre de Hispanoamérica, fuese del color que
fuese, compartía la mayor parte de esta existencia. El mandato del amo definía la vida del esclavo. Para las
personas libres pero de baja extracción, las realidades socioeconómicas obraban hacia un fin parecido. Existen
pocas razones para dudar que el equivalente a la violación era tan común entre los pobres libres como entre
amo y esclavo. También debe observarse que no todos los amos eran ricos propietarios de casas en la ciudad,
vastas plantaciones y grandes minas. En realidad, una gran cantidad de negros era propiedad de individuos de
medios modestos, cuyas condiciones de vida no eran mucho mejores que las de sus propios esclavos. En otras
palabras, las condiciones de vida miserable eran una realidad para la mayoría de hispanoamericanos y la
distinción crucial no era tanto entre esclavo y libre, como entre rico y pobre.

Al enfrentarse ante las realidades de la esclavitud, la Iglesia se contentaba con ofrecer las recompensas del
más allá a quienes eran pacientes en la tierra. Cuando se trataba del cuidado espiritual del africano, el
problema se convertía en una cuestión de mandato e interés. En teoría, los esclavos que llegaron de África
eran ya cristianos inteligentes y bautizados, y en consecuencia, estaban bajo la administración del clero
secular de Hispanoamérica. Pero, ni siquiera la corona, con su tendencia a las mentiras legalistas, estaba
preparada para aceptar este mito, y por tanto, aunque no estuvieran específicamente autorizadas, permitía e
incluso apreciaba las actividades de los jesuítas en los puertos de esclavos.

Aunque durante mucho tiempo los jesuítas fueron los mayores propietarios de esclavos del hemisferio
occidental, hasta su expulsión de América en 1767, la Compañía de Jesús tomó en serio sus responsabilidades
misioneras, sobre todo entre los africanos recién llegados (los llamados «bozales»).

Careciendo de autorización y (quizás) de determinación, las demás grandes órdenes religiosas —los
dominicos, los franciscanos y los agustinos— fueron menos consecuentes con su trabajo y prefirieron
dirigirse a las necesidades espirituales de los negros «ladinos», aquellos que tenían cierto conocimiento del
idioma y la cultura española. En cualquier caso, allí donde hubo un número suficiente de estas órdenes, se dio
una imagen de catolicismo e interés.

Con respecto al brazo secular de la Iglesia, cuya responsabilidad nominal era el cuidado del bienestar
espiritual de los negros, el veredicto no puede ser unívoco. Durante siglos de esclavitud, la corona fue muy
crítica con los esfuerzos del clero secular entre los esclavos, y de Madrid salió un torrente de cartas
exhortando a una mayor diligencia y cuidado. La respuesta de los obispos era invariablemente la misma: la
población esclava crecía demasiado deprisa como para ser atendida con los fondos y el personal disponible, y
se instaba al gobierno a ceder una parte de sus diezmos para corregir la deficiencia. La corona se negó a
hacerlo y hasta finales del siglo XVIII, cuando aumentó el número de sacerdotes seculares y la población
esclava más o menos se estabilizó, apareció la práctica del rito cristiano de un modo que los españoles

270
consideraron normal. Por ejemplo, si medimos la salvación en función del número de bautismos y
matrimonios que se dieron entre los negros, el clero secular de Cuba se comportó muy bien durante los
primeros años del auge del azúcar.

Es difícil hacer una valoración de la obra de la Iglesia entre los negros de Hispanoamérica, y el historiador
siempre vuelve a una antigua pregunta: ¿se trata de una institución que de algún modo alivia, pero a la larga
apoya, un mal que de cualquier modo existiría para ser alabado o condenado? En este caso, la Iglesia fue la
justificación definitiva de lo que habría de considerarse una servidumbre injustificable, pero sus intentos por
mejorar, aunque ligeramente, la humillación fundamental de la esclavitud no se pueden menospreciar a la
ligera.

Por supuesto, esto no equivale a decir que todos los negros en todas las épocas aceptaron su condición. Aparte
de reacciones espontáneas al trato cruel o al trabajo excesivo, se dieron frecuentes rebeliones. De hecho, la
resistencia organizada negra a la esclavitud ha sido tema de una abundante atención erudita en los últimos
años. No obstante, cuando se analizan estos disturbios por región y por década, la inevitable conclusión es que
la mayoría de esclavos africanos se resignaron a su destino. La inquietud manifiesta de los amos
hispanoamericanos y las autoridades en relación con la agitación esclava no debe disimular el hecho de que
fueron raras, aunque muy temidas, las revueltas de esclavos en la mayoría de las regiones. Además, aunque
los españoles en general temían los comportamientos de sus esclavos, pronto aprendieron una realidad
esencial sobre quienes estaban por debajo de ellos. Los africanos de entornos tribales diferentes estaban tan
enfrentados entre sí como resentidos con las autoridades blancas, y los españoles se cuidaron mucho de
cultivar esta enemistad. La estrategia dio resultado. Entre los africanos de Hispanoamérica jamás surgió nada
parecido a la unidad y, en consecuencia, las revueltas de esclavos estaban en última instancia destinadas al
fracaso.

Dos manifestaciones distintas de la agitación esclava afectaron enormemente a sus amos. La primera podía
calificarse de resistencia pasiva. A pesar de entender las órdenes del amo a la perfección y a la primera, un
esclavo pedía que se las repitiera dos o tres veces para después realizar mal la tarea. Las herramientas se
rompían o se perdían, el ganado aparecía misteriosamente asesinado o tullido, las zanjas y canales de
irrigación se desviaban, y el incendio premeditado no era desconocido. La lista era larga y sólo la constante
vigilancia del amo o de un supervisor de confianza podía evitar que se repitiera. Lo mismo ocurría entre el
servicio doméstico. Así los esclavos aprendieron a dar salida a sus frustraciones sin cruzar la delgada línea
entre la indolencia reconocida y la insolencia. La primera era tolerada a regañadientes por el amo blanco
como una característica racial imposible o difícil de corregir, pero la segunda recibía las tiernas gracias del
látigo o algo peor.

Más turbador para los propietarios de esclavos hispanoamericanos era el problema de los esclavos que,
cansados de las cargas y la monotonía que delimitaban sus vidas, huían para liberarse. Estos fugitivos se
denominaban «cimarrones» y algunos escaparon con éxito. Los amos respondían con ojos vigilantes y
candados en las puertas, pero es evidente que los esclavos debían disfrutar de cierta movilidad para ser de
alguna utilidad. Las autoridades hicieron lo posible para colaborar. Se impusieron severos castigos legales
(incluidas la mutilación y la muerte) por deserción y, en muchas zonas se estableció una policía civil
denominada la «santa hermandad» para capturar y devolver a los fugados. En el mejor de los casos, estas
medidas constituyeron éxitos parciales, pero el problema persistió y nunca fue resuelto. En las ciudades de
Hispanoamérica, los negros que habían escapado a la esclavitud se refugiaban en el anonimato urbano y
recibían trabajo de cínicos patronos que no hacían preguntas sobre su condición. En zonas rurales como
Panamá, el este de México y Venezuela, los cimarrones tendieron a agruparse en asentamientos conocidos
como «palenques» o cumbes con el fin de conseguir ayuda y camaradería.

Aunque irritantes, estas agrupaciones no suponían una seria amenaza para la autoridad blanca. Era evidente
que los propietarios de esclavos perdían dinero y orgullo cuando los esclavos escapaban a su cautiverio (fuera
temporal o permanentemente), pero los negros fugitivos estaban desarmados y no deseaban desafiar a la
autoridad blanca, sino escapar de ella. El problema consistía en que rara vez las comunidades de cimarrones
eran autosuficientes, y sus incursiones a las plantaciones vecinas obligaban una y otra vez a los furiosos
agricultores a solicitar una acción por parte del gobierno. Los gobernantes de Hispanoamérica eran
complacientes, pero por la misma razón no deseaban perder la preciosa renta de la corona en confrontaciones
armadas con los bien organizados palenques de zonas remotas. En más de una ocasión se alcanzó un

271
compromiso por el cual el campamento de fugitivos reconocía la autoridad española, admitiendo (y algunas
veces solicitando) un sacerdote, y convirtiéndose en una comunidad autogobernada. Pero donde no había
campamento al que unirse, un pobre e incapacitado fugitivo, ante el temor constante de ser descubierto, solía
estar dispuesto a cambiar su terrible libertad por la espantosa seguridad de la esclavitud. Al menos en Cuba,
tenemos la curiosa costumbre del «compadrazgo», por el cual un cimarrón reflexionaba sobre lo que había
hecho, se procuraba los servicios de un tercero para pedir disculpas al señor, acelerando su regreso a la
servidumbre sin castigo.

A medida que avanzaba el período colonial, la esclavitud dejaba de ser la condición predominante de los
africanos en la Hispanoamérica continental. Este fue en primer lugar el resultado de la manumisión, aunque
las cifras de negros libres se reforzaban década a década con la procreación. Así, tras intervalos variados y
con frecuencia en sus últimas voluntades ya en el lecho de muerte, cuando el beneficio económico de repente
parecía menos importante que la salvación espiritual, los amos liberaban voluntariamente a sus esclavos
especificando que la compasión y el fiel servicio motivaban el acto.

Se liberaron cantidades más pequeñas de esclavos bajo la promesa de un futuro servicio hasta la muerte del
amo, o en otros casos legados a parientes pobres hasta sus muertes. Estas disposiciones quizá no tuvieran
ningún valor en el caso de los esclavos ancianos, pero al menos aseguraban que los descendientes que le
sobrevivieran, serían libres. El resto de los negros o vieron comprada su libertad por terceras partes, o
compraron su libertad a un precio pactado al permitírseles trabajar por su cuenta para acumular capital con
este fin.

Pero la caridad cristiana tenía sus límites y pruebas convincentes indican que la manumisión era
principalmente una oportunidad accesible a niños y mujeres. El trabajo de un esclavo adulto era demasiado
valioso como para ser cedido con ligereza. Debe señalarse que a pesar de que según la ley la liberación era
una oportunidad accesible por igual a los esclavos rurales y urbanos, investigaciones más detalladas revelan
que en la práctica era muy diferente. Los esclavos rurales se llevaron la peor parte. Ignorantes, aislados, en
general con una capacidad lingüística y unos recursos financieros mínimos, no sabían prácticamente nada
sobre los tribunales de justicia de Hispanoamérica, y los preceptos morales por los cuales mantenerse a la
expectativa. En general, los negros de las plantaciones de Hispanoamérica vivían y morían según la voluntad
de sus amos y capataces. Existía poco diálogo, simplemente un cambio de órdenes y aceptaciones, aderezado
sin duda por chanzas sin sentido. Por el contrario, para el esclavo urbano más versado en los usos sociales y el
modo de operar de la justicia hispanoamericana, fue más fácil obtener la liberación. Los negros de las
ciudades trabajaban más cerca de sus amos, y con frecuencia sus posiciones inspiraban y exigían sinceridad y
confianza mutua. El oído del amo humano estaba en general disponible y se esperaba de él justicia,
indulgencia y muy a menudo una oportunidad de libertad, aunque quizás a un precio.

Las investigaciones de otros estudiosos parecen confirmar la afirmación de Tannenbaum de que los
latinoamericanos aceptaban de buena gana la presencia de negros libres, para asimilarlos en una sociedad más
tolerante (aunque en sus niveles más bajos) e incluso otorgarles cierto respeto como artesanos o como
oficiales de la milicia. No hubo linchamientos en Hispanoamérica y la ruidosa oposición a los negros libres
que prevaleció en el sur de los Estados Unidos no llegó, ni mucho menos, a un extremo parecido, aunque eso
no niega una gran dosis de sutiles prejuicios. Sin embargo, esto se borró con el proceso de mestizaje entre
españoles, africanos e indios que continuó a través de los siglos, insensible a las exigencias de la corona y la
Iglesia. En lugar de las definiciones estrictas de negro y blanco que evolucionaron en el sur de los Estados
Unidos, los hispanoamericanos desarrollaron lo que puede denominarse una «escala resbaladiza» de color de
la piel y rasgos, y un individuo ascendía o descendía dentro de un objetivamente amplio abanico, dependiendo
tanto o más de su situación económica y su posición social, que de su aspecto físico. Sin embargo, no hay
duda de que, a pesar de ser libres, a las personas de tez oscura les era difícil ganarse la vida.

En resumen, la benevolencia, el hecho de comprar la libertad y el incremento natural contribuyeron al


crecimiento del número de hispanoamericanos libres descendientes de africanos, desarrollo más evidente y
significativo en las zonas urbanas que en el campo. Afrontando grandes dificultades para obtener su libertad,
los negros rurales una vez libres continuaban trabajando en condiciones de inferioridad. Raras veces poseían
una propiedad agrícola. Tras la recuperación demográfica, los indios fueron muy reacios a renunciar a lo que
los hispanoamericanos blancos no habían comprado o robado durante los primeros siglos del período colonial,
salvo en circunstancias desesperadas. Con suerte, un negro libre podía comprar una miserable parcela de

272
tierra, podía hacerse aparcero, podía volver a trabajar de modo remunerado para su antiguo amo o para otro
terrateniente, pero poco más.

Sacaban relativamente buenos beneficios como buhoneros, se hacían artesanos y poseían casas modestas. Los
negros libres de las ciudades eran miembros fieles de sus hermandades religiosas, cuidadosamente
segregadas, en su origen divididas sobre la base del origen tribal africano y luego cada vez más sobre criterios
como la palidez de la tez y la situación económica, mientras el mestizaje y la asimilación en los niveles
superiores de la economía dominada por los blancos creaba clases dentro de su grupo étnico.

Por supuesto, ciertas posiciones estaban más allá de los límites. Los negros servían como oficiales en las
unidades de una milicia en que todos eran de color, pero no mandaban sobre blancos. La asistencia a la
universidad estaba fuera del alcance de todos, excepto de los de tez más pálida y más favorecidos, de modo
que las profesiones les estaban negadas. Ser miembro del consejo de la ciudad habría sido impensable. Pero,
salvo entre las altas jerarquías, existía cierta dignidad y confort al alcance de las personas libres de color
afortunadas y de talento.

La documentación de este período sugiere que los negros libres demostraron poca o ninguna simpatía hacia
sus camaradas étnicos esclavizados. No existió ningún sentido de la solidaridad étnica. En cambio, el objeto
de la libertad, promovida con una astucia inconsciente por la sociedad más tolerante, consistía en
«empalidecer». Sin duda, en raras ocasiones un negro libre se casaba con una esclava, ni reconocía el
parentesco, sino que en general estos descendientes de africanos que obtenían la libertad, se esforzaban por
desconectarse de la población esclava. Imitaron la cultura española con tanta fidelidad como les fue posible,
aprendieron con interés el castellano, fundaron hermandades y dispusieron matrimonios con quienes, como
mínimo, eran tan blancos y ricos como ellos. En Hispanoamérica, las luchas de un individuo negro por la
emancipación, la verdadera independencia, el respeto propio y el privilegio, hasta lograr cierto nivel de
aristocracia, fueron largas y solitarias.

A principios del siglo xix, en las batallas por la independencia de Hispanoamérica, los esclavos eran, en
general, meros reclutas, luchando por los realistas o por los llamados patriotas con más o menos la misma
falta de entusiasmo, probablemente movidos por las promesas de libertad a cambio de lealtad. A medida que
el dominio español se derrumbaba, la esclavitud negra era abolida en zonas como Argentina y Chile, donde
nunca había gozado de una vital importancia, y en América Central y México, donde la población india y
mestiza había sido durante mucho tiempo privada de su lugar y su función económica. En las naciones recién
independizadas, como Venezuela y Perú, donde la esclavitud estaba fuertemente arraigada, la emancipación
de los negros encontró más resistencia y no se consiguió hasta mediados del siglo XIX, cuando la esclavitud
africana en la Hispanoamérica continental dejó de existir. En las islas de Cuba y Puerto Rico los patéticos
pero aprovechables restos del imperio español en América, donde la industria del azúcar en expansión
estimuló el comercio de esclavos y un crecimiento enorme de la población negra, la esclavitud africana no fue
definitivamente abolida hasta 1886.

Defendida durante siglos con farisaicos sofismas en las raras ocasiones en que fue desafiada, la esclavitud en
Hispanoamérica fue abolida en todas partes con una retórica ñorida y teñida de indiferencia hacia una
población negra que ya no era vital para los intereses blancos.

Lockhart
Capítulo 1

LA POBLACIÓN DE LA AMÉRICA COLONIAL


ESPAÑOLA

Cuando los españoles pusieron pie en el Nuevo Mundo. La distribución de la población era desigual, siendo
Mesoamérica y los Andes centrales los puntos de máxima concentración poblacional, al haber alcanzado allí
altos niveles de organización económica, social, política y cultural.
La interacción entre población y colonización constituye el tema central de este capítulo, en el cual los tres
siglos de dominio español han sido divididos en dos partes. La primera trata del contacto inicial, brusco y
violento, entre invasores e invadidos, que fue seguido por una abrupta mengua de la población nativa

273
americana. Esta sección considera además la repercusión de la inmigración europea y africana en el Nuevo
Mundo durante el siglo xvi y primera mitad del xvii.
La segunda sección examina la lenta recuperación de la población india, mediada la era colonial, y la
expansión rápida de la población mestiza y blanca, especialmente en el siglo xviil.

L A POBLACIÓN AUTÓCTONA: DERRUMBE DEMOGRÁFICO

De los 25 millones que poblaban el México en 1519, solamente quedaban 17 millones de indígenas 4 años
después de la invasión; en 1548, siempre según los mismos autores, sólo 6 millones; 20 años después, 3
millones; hacia 1580, 2 millones; y a principios del siglo xvii, hacia 1630, según sus estimaciones más
recientes, apenas quedaban en el México central unos 750.000 indios, es decir, sólo el 3 por 100 de la
población anterior a la conquista. No todos los lugares siguieron el mismo ritmo de descenso: las tierras bajas
cercanas al golfo y a las costas del Pacífico experimentaron antes, y con mayor rapidez, la desaparición virtual
de la población indígena; las tierras altas retuvieron a su población india durante más tiempo y en mayores
proporciones.
Las valoraciones más elevadas de la población de las Antillas y del área circuncaribeña con anterioridad a la
conquista nunca han sido, ni mucho menos, totalmente aceptadas. Si la isla de La Española contaba con una
población de 8 millones de habitantes o sólo de 100.000 en 1492, el caso es que tan sólo quedaban unos pocos
cientos de supervivientes en 1570. En Centroamérica, el descalabro fue igualmente brusco. En este caso, sin
embargo, al parecer se detuvo a tiempo precisamente para que la población indígena no se extinguiera como
ocurrió en las Antillas. Irónicamente, el temprano estancamiento económico que afectó a esta región alivió la
presión a que estaban sometidos los aborígenes, salvando bastantes vidas.
La historia demográfica de la América andina está mucho mejor documentada que la de las Antillas o el
istmo.
En la actual Colombia, la población indígena menguó a una cuarta parte en los tres primeros decenios de la
conquista.
Los incas llevaron cuenta cumplida de los subditos sujetos a tributo. Antes de las campañas septentrionales de
Huáscar, Chucuito contaba con 20.280 hombres tributarios de entre 30 y 60 años de edad, equivalentes a unas
170.000 personas. En unos 40 años la población se había reducido, pues, a poco menos de un tercio.
Para los primeros años del Perú colonial, estiman en 9 millones la población con que contaba el Perú actual en
el tiempo de la conquista, valoración que sugiere una ocupación relativamente densa de la tierra, decayendo a
1,3 millones en 1570. Concluida la congregación en pueblos de los indios dispersos, el virrey Toledo los
enumeró entonces con el fin de fijar cuánto debería pagar cada comunidad. A medida que la población
indígena se reducía, fue necesario ir ajustando las tasas. De tanto en tanto, un recuento parcial evidenciaba la
disminución ocal. En lo que atañe a Perú, Cook ha reconstruido la evolución general de la población entre
1570 y 1620 sobre la base de esas revisitas: llega a la conclusión de que la población india de las tierras altas
decayó de 1.045.000 a 585.000 y la población costera se derrumbó de 250.000 a 87.000.
La distinción que el padrón de 1683 introduce por primera vez entre indios «originarios» —miembros de las
comunidades constituidas por el virrey Toledo y, por ende, sujetos a tributo— y los «forasteros» —emigrantes
y sus descendientes, exentos de esa carga—, autoriza a discriminar tendencias y a calibrar las migraciones
internas. A finales del siglo xvii. Los forasteros eran nada menos que el 45 por 100.
El declive demográfico se dilató más en Perú que en México. No se detuvo hasta después de la gran epidemia
de 1719. Perú registró entonces el mínimo demográfico del período colonial, que en Centroamérica suele
situarse a fines del siglo xvi y en las tierras altas de Nueva España y de Nueva Granada a mediados del siglo
siguiente. De la Amazonia, las llanuras pampeanas y los valles de Chile, quedan testimonios parcos pero
inequívocos de un desplome demográfico durante aproximadamente el primer siglo de dominio colonial
español. Las consecuencias no fueron uniformes en toda Hispanoamérica ni en intensidad ni en duración, pero
no cabe duda de que no hubo zona que escapara a ellas.
¿Qué provocó, pues, esta catástrofe demográfica?
El fraile dominico Bartolomé de las Casas ha centrado la explicación del fenómeno en la violencia ejercida
por los conquistadores sobre la población indígena. Desde las intervenciones puramente bélicas y su corolario
habitual hasta otros de orden más económico —exacción pública o privada de tributos, servidumbre,
sobreexplotación en las labores agrícolas o mineras.
Aunque sin duda todas ellas fueron letales, las guerras de conquista no duraron ni afectaron por igual a toda la
población. La guerra sólo provocó, pues, estragos momentáneos, limitados en cantidad y de duración poco
prolongada.

274
Entre las matanzas provocadas por la guerra, habría que incluir además las suscitadas por las contiendas entre
indígenas. A lo largo del período colonial, los indios rebeldes o nómadas hostigaron a los pueblos de sus
congéneres sumisos o sedentarios.
Los apremios a que sometieron los conquistadores a aquellos indios que se mostraban remisos a entregar sus
vituallas, proporcionaron otra hornada de víctimas al principio de la colonización. Más grave que esta punción
directa fue, sin embargo, la provocada por la confiscación de las reservas alimenticias.
La movilización de los indios para el acarreo de armas o bagajes restó brazos. En una economía agraria,
menos mano de obra suponía menos bienes a disposición de la comunidad. La mano de obra fue requisada
también localmente para servicios personales o de las instituciones coloniales. La suma de tales punciones fue
igualmente calamitosa, fray Toribio de Motolinía llamó a la reconstrucción de Tenochtitlan la «séptima
plaga» por las vidas que se cobró. El grandioso programa arquitectónico en que se embarcaron las órdenes
monásticas en México de 1530 a 1570 tuvo, en efecto, un costo humano considerable.
Con frecuencia se alega que las labores mineras provocaron la muerte de multitud de indios. No obstante, en
el momento en que las minas empezaron a operar en gran escala y requirieron abundancia de brazos, la
población había disminuido ya en más de la mitad. La gran minería agravó el declive demográfico, pero no lo
desencadenó.
Ante el derroche de vidas, algunas autoridades no tardaron en levantar su voz de alarma, obteniendo respuesta
de la corona. Se promulgaron leyes que prohibían, por ejemplo, el trabajo forzoso de los indígenas en las
minas. Algunos abusos fueron mitigados, pero los naturales no cesaron de disminuir. Por entonces, ello no era
tanto consecuencia de los malos tratos recibidos, como del régimen socioeconómico al que se veían
sometidos.
La conquista importó un cambio de dieta a la vez que una alteración del modo de producción. Los españoles
introdujeron en las Indias la aUmentación mediterránea basada en trigo, vino, aceite, carne ovina o bovina y
dulces (miel o azúcar).
El ganado y la caña encontraron en América condiciones óptimas para su propagación; el trigo menos. La
agricultura y la ganadería europeas se extendían, pues, a expensas del indígena: contra más plantas o más
animales, menos hombres.
La introducción del trigo ocasionó una nueva distorsión al forzar a los indios a alterar los cultivos. Sus
mejores tierras hubieron de producir ese cereal para pago del tributo o para abastecer a las ciudades.
La despoblación inicial facilitó la apropiación del suelo para producir bienes de consumo para la sociedad
colonial o de exportación para la metrópoli. El cacao y el añil de Guatemala constituyen ejemplos de estos
cultivos comerciales. La cuña introducida así en la economía indígena de subsistencia profundizó más aún el
declive demográfico. Guerra y violencia suscitaron la primera contracción; el reacondicionamiento
económico y social aceleró el derrumbe.
A las causas materiales se sumaron motivos psicológicos. La pauperización, unida a la pérdida de la cultura
propia, estrangularon, pues, la capacidad reproductiva de los naturales. La contracción no procede sólo de la
mortalidad causada por violencia o desnutrición, sino de una caída de la fertilidad, fundada no tanto en
razones biológicas, aunque probablemente también las hubo, como en una decisión personal.
El tamaño de la familia indígena empezó a menguar pronto. La familia aborigen se redujo adrede. El aborto y
el infanticidio eran prácticas frecuentes
El desánimo no sólo limitó la descendencia. En casos extremos llevó a atentar contra la propia vida. El
suicidio por malos tratos o por huir del tributo fue relativamente común. Causa nada deliberada del descenso
de la población fue, en cambio, la propagación de las epidemias. Estos morbos —especialmente la viruela, la
malaria, el sarampión, el tifus y la gripe— que asolaban a Europa regularmente, saltaron pronto al Nuevo
Mundo. Vinieron a la rastra de los invasores y encontraron aquí huéspedes sin inmunidad.
Los efectos de aquellos males fueron fulminantes. Poco tiempo después, África hizo llegar sus infecciones
tropicales a las tierras bajas de América. La fiebre amarilla vino en los buques de negreros. En los indios,
vulnerables tanto más por la malnutrición derivada del cambio en la dieta y por los abusos de la explotación,
los agentes patógenos se ensañaron con virulencia. Tras el paso de la epidemia en más de un lugar, de cada
diez indios sólo quedó uno. En fechas tan tempranas como mayo de 1519, los oficiales de La Española
manifestaban que la viruela había diezmado a los naturales de la isla. Los hombres de Cortés la introdujeron
luego en el continente. La epidemia desbarató la resistencia azteca y mató al sucesor de Moctezuma. De
México, se propagó a Centroamérica y de ahí pasó al hemisferio sur, donde precedió en más de un lustro a los
soldados españoles. En Perú, la viruela abrió el continente americano a la dominación española. Sin su ayuda,
los conquistadores no habrían podido someter a las masas indígenas.

275
La malaria no tardó en instalarse en las costas tropicales. El sarampión estalló en 1529 en el Caribe, barriendo
una buena parte de la población indígena remanente. México fue alcanzado en 1531, de donde pasó a la
América Central. El matlazáhuatl, como los aztecas llamaron al tifus, devastó Nueva España en 1545. Un año
después azotó Nueva Granada y Perú. La epidemia de gripe, muy severa ya en Europa, cruzó el océano hacia
1558, siendo particularmente letal entre los naturales. El continente americano también padeció el coliztli, una
perniciosa variedad de calenturas. La epidemia provocada por este mal en 1576 fue una de las más mortíferas,
al punto que la capacidad productiva de Nueva España y Centroamérica quedó gravemente afectada.
De la secuencia cronológica se desprende que las epidemias tuvieron una recurrencia casi decenal a lo largo
del siglo xvi. No se había repuesto una generación de uno de estos males, cuando otro más virulento volvía a
barrer a la población.
De una a otra crisis, los efectivos disminuían.
Por el contrario, gran parte de las epidemias que brotaron a lo largo del siglo XVII tuvieron un origen local,
quedando confinadas geográficamente. Epidemias de tifus, peste o viruela. Entre los males que pasaron a ser
endémicos destaca la fiebre amarilla.
Las costas bajas tropicales americanas brindaron al mosquito portador de la infección condiciones de
reproducción similares a las que disfrutaba en África.
En general, sin embargo, por una serie de razones, los europeos resultaron menos vulnerables que los indios a
las epidemias, ya fuera porque llegaron inmunizados de ultramar, ya porque hubieran heredado mecanismos
de defensa de sus antepasados, o porque sin duda vivían en condiciones más higiénicas y saludables.

INMIGRACIÓN Y ASENTAMIENTO

Los viajes de exploración y las primeras conquistas arrastraron a un puñado de marineros, soldados,
funcionarios y clérigos.
Espontánea en un principio, la corriente fue pronto regulada. La corona castellana prohibió la entrada en
Indias de ciertas categorías de personas a fin de mantener la integridad ideológica en las tierras conquistadas.
Moros, judíos, gitanos y condenados por la Inquisición vieron así cerrado el paso. La ley impidió también el
embarque de extranjeros e incluso en un principio de los naturales de la corona de Aragón. El principio era
reservar el derecho a la emigración a América para los subditos de la corona de Castilla.
Legalmente, el traslado a Indias requería la autorización oficial.
Insuficientes para dar una cuenta cumplida del volumen de los desplazamientos, el Catálogo y el índice
brindan en cambio muestras representativas de la población emigrante. El sexo masculino predomina, por
supuesto, en ella. Sólo el 10 por 100 de las licencias de embarque fueron concedidas a mujeres.
Para afianzar su dominio en América, la corona intentó desarrollar una población española más estable y
equilibrada. Fomentó la emigración a ultramar de mujeres, así como de familias enteras. Funcionarios reales y
encomenderos fueron alentados a casar con españolas o a llevar a sus esposas y familiares al Nuevo Mundo.
La alta proporción de hombres jóvenes, solteros en su mayoría, que cruzaban de continuo el océano, impidió
que esa política tuviera éxito y que se corrigiera el déficit crónico de españolas en tierras americanas. Por
culpa del mismo, cundió la unión más o menos duradera de hombres españoles con mujeres aborígenes.
Consecuencia de ello fue la formación de una amplia capa de mestizos no siempre tenidos como tales. De
hecho, muchos criollos, sobre todo al principio, se integraron al estrato de sus padres, gozando de sus
privilegios y pasando por europeos.
El Catálogo y el índice, así como los empadronamientos locales, revelan igualmente la procedencia de los
migrantes. El puerto de embarque era Sevilla. No debe sorprendernos, por tanto, que Andalucía proporcionase
más de un tercio de los emigrantes, y Extremadura casi una sexta parte. Ambas Castillas y León aportaron
otro tercio, la mayoría procedente de Toledo, Valladolid y Salamanca. De la periferia, el País Vasco,
principalmente la provincia de Vizcaya, hizo una contribución de alguna cuantía. Catalanes, valencianos,
aragoneses, así como gallegos y asturianos, también cruzaron el mar en el siglo xvi, conforme atestiguan las
fuentes. Su número fue de todos modos reducido. A pesar de la prohibición, más de un millar de extranjeros
pasaron también a Indias abiertamente durante el primer siglo de la colonización.
Entre los inmigrantes abundaron, por lo que sabemos, los hidalgos, algunos de los cuales alcanzaron quizá esa
alta condición en América. Aparte de los mercaderes o de los funcionarios, también ios estratos populares,
campesinos y artesanos afluyeron en gran número. Es notable, por otra parte, el hecho de que más de la mitad
de los emigrantes procediera de ciudades o pueblos y no tanto de las áreas rurales. El retorno a la península no
fue infrecuente, pero la mayoría echó raíces en el Nuevo Mundo. En sí misma, la cifra exacta importa poco;

276
lo que cuenta en realidad es el orden de la magnitud dentro de la cual se halle. Ante los millones de indígenas
que habitaban en los dominios castellanos, aun después del derrumbe demográfico, aquellas decenas de miles
de españoles se hallaban en franca minoría.
Los pobladores españoles del Nuevo Mundo habrían triplicado su número entre 1570 y 1620. Cerca de la
mitad procedía de la inmigración. Siendo así, el número de españoles se habría duplicado en medio siglo por
reproducción natural, gracias a una fertilidad elevada nada común en la Europa de aquel entonces.
Donde la población blanca progresó más deprisa fueron la audiencia de Charcas, debido a la bonanza minera,
y la de Quito, por el auge de las plantaciones de la costa y de la ganadería serrana. Los españoles aumentaron
también en México, aunque tal vez no tan rápido. Las audiencias de Panamá y Guatemala aparecen
estancadas.
Chile, parcialmente despoblado, sufría las consecuencias de los sangrientos encuentros que españoles y
araucanos venían sosteniendo por más de cuatro decenios.
Los europeos no fueron los únicos pobladores nuevos del continente americano. Al principio, el africano
integró las huestes expedicionarias a modo auxiliar, aunque pronto su número se vio incrementado. Su
traslado al Nuevo Mundo fue, no obstante, involuntario y obedecía a finalidades ante todo económicas. La
desaparición de los indios antillanos coincidió con los comienzos de la agricultura de plantación. Las Casas,
con el fin de detener la hecatombe, propuso que fueran reemplazados por mano de obra africana esclava. Los
africanos habían demostrado buena adaptación al Caribe y terminaron por ocupar el lugar de los naturales en
las tierras calientes del continente. El negro fue introducido en todo el continente, incluso en las haciendas
ganaderas. Buena parte pasó a engrosar el cuerpo del servicio doméstico. El esclavo africano constituyó un
bien de capital y su introducción se rigió por las leyes de comercio.
Los conquistadores o los oficiales reales en Indias recibieron las primeras licencias de importación como
premio por servicios prestados o como compensación por los gastos personales incurridos en el
descubrimiento o en la conquista.
Pronto la concesión adquirió un sello más mercantil y mayor envergadura. Hubo que ir por ellos al África y
conducirlos luego a los puertos especialmente habilitados del Nuevo Mundo, los puertos de las Antillas,
Veracruz, Nombre de Dios y Cartagena.
Apremiada por gruesos compromisos financieros, la corona de Castilla instauró, a fines del siglo xvi, un
monopolio por el cual obtuvo pingües beneficios. Cada «asiento» estipulaba la duración del privilegio y el
volumen de esclavos a transportar. El monopolio duró, con altibajos, hasta bien entrado el siglo xviii. Las
primeras compañías en beneficiarse fueron lusitanas. Los portugueses, subditos entonces del monarca
hispano, disponían de gruesos caudales y tenían una larga experiencia en la trata de Cabo Verde y Santo
Tomé. A grandes rasgos, parece que los negros transportados al Nuevo Mundo durante el siglo xvi procedían
de Senegambia, Guinea o la desembocadura del Congo, es decir que fueron mandingas, minas o congos. Al
empezar el segundo cuarto del siglo XVII, Angola tomó la delantera y casi monopolizó el aprovisionamiento.
La trata de esclavos africanos culminó en el último quinquenio del siglo xvi. De 1641 a 1650, la trata estuvo
incluso suspendida oficialmente. De acuerdo con las licencias y asientos estudiados por Pierre y Huguette
Chaunu," la corona castellana autorizó la extracción de 170.000 piezas de 1551 a 1640, de las cuales, 100.000
fueron transportadas en los cuatro primeros decenios del siglo xvil. Si bien la alta mortaUdad padecida en alta
mar redujo el cupo que finalmente ponía pie en tierra, en contrapartida, las restricciones legales también se
burlaron más de una vez y no faltó el contrabando. Philip Curtin, supone unos 200.000 en siglo y medio.'*
Éstos representaban menos de la mitad de la inmigración española en el mismo tiempo.
Los esclavos se reprodujeron mal. Aparte de la dureza de sus condiciones de vida y de trabajo, causantes de
su deterioro físico y de su alta mortalidad, los sexos no estaban proporcionadamente distribuidos. El negro,
sin embargo, contribuyó a su manera a la mezcla de razas en América. De su cruce con india nació el zambo,
y la unión del blanco con la negra produjo el mulato.

La conquista de las Filipinas abrió un tercer cauce para la inmigración a América, tan poco voluntaria como la
que vino de África. A partir del viaje de Legazpi en 1566 —y especialmente tras la unión de las coronas de
Castilla y Portugal en 1580—, Acapulco vio llegar por el poniente algunos miles de esclavos filipinos, a los
que se añadieron algunos chinos, japoneses e incluso indios orientales. La mayoría permaneció en México.
Eran en su mayor parte artesanos y sirvientes. Esta corriente, nunca numerosa, se cegó al prohibir Felipe II la
trata de orientales en 1597.

Las altas civilizaciones de Mesoamérica y de los Andes habían erigido metrópolis como Tenochtitlan o
Cuzco, equivalentes en tamaño y funciones a las urbes europeas o asiáticas de la época. Por debajo de

277
aquéllas se extendía una malla tupida de ciudades y pueblos de categorías decrecientes. La invasión supuso,
en el área de los grandes imperios, que los españoles ocupasen esos centros, suplantando a sus dirigentes y
ocupándose luego de reordenar su configuración. En términos generales, prefirieron la conquista de las zonas
más pobladas y más urbanizadas. Algunas ciudades indígenas desaparecieron; en algunos casos, los españoles
fundaron otras. Con todo, la primitiva red urbana sobrevivió. Donde ios españoles hallaron una población
dispersa, fundaron sus propios núcleos en función de los requerimientos administrativos, económicos o de
comunicación del sistema imperial. Zacatecas, Santiago de Chile o Buenos Aires responden a necesidades
distintas.
A diferencia de otras colonizaciones, la española fue eminentemente urbana.
Su asentamiento en grupos era además imperioso. Agrupados, pudieron conservar su identidad, su idioma y
sus costumbres. Aun cuando sus intereses los retuvieran parte del año en el campo, solieron mantener casa
abierta en la villa o pueblo más próximos.
Españoles e indios habitaron, por ley, lugares separados. Los españoles tenían prohibido instalarse en pueblos
de indios. Éstos tampoco podían hacer lo inverso, salvo los requeridos para servicios en la ciudad. La
muchedumbre de operarios o traficantes que acudían a diario a la ciudad moraban extramuros en las
poblaciones satélites. La sociedad aborigen dejó de dominar los centros urbanos. Mas no por eso su habitat
fue más disperso. Estado y religión coincidían: a ambos convenía mantener agrupados a los aborígenes. Su
gobierno y su adoctrinamiento resultaba así más fácil. Sin perjuicio, además de que el reagrupamiento dejaba
vacante, a disposición de la corona, grandes extensiones de tierra, con las que podía gratificarse a los
colonizadores.
La mayoría de los españoles vivían en las ciudades principales, mientras los indios quedaron relegados a los
pueblos más pequeños. A pesar de las leyes, la segregación en dos «naciones» no se aplicó con rigor. Nunca
faltaron los indios en las ciudades, donde se les necesitaba para un funcionamiento eficaz. Por otra parte, los
españoles fueron entrando poco a poco en los pueblos ricos de indios o formaron al pie de sus haciendas
pueblos cuyo estrato inferior estaba formado por peones indígenas o mestizos.

RECUPERACIÓN DEMOGRÁFICA

Durante los siglos xvii y xviii, los índices de mortalidad siguieron siendo altos. La mortalidad infantil en
particular arrebataba una fracción regular de los más jóvenes.
Aparte del goteo que día a día producían las defunciones individuales, cada tanto sobrevenían mortalidades
extraordinarias.
Perturbados la fisiología y los ánimos, la brusca subida de las defunciones acarreaba una disminución
inmediata de los nacimientos, a la vez que una reducción de los matrimonios. Las perturbaciones de 1692 y
1727 corresponden a las epidemias de sarampión, las de 1737, 1761 y 1779 al tifus (matlazáhuatt), la de 1797
a viruela, y la de 1813 a gripe.
El hambre, tan frecuente en la época, era también causante principalísimo de las sobremortalidades. En el
Bajío, las puntas de mortalidad se han relacionado con las carestías y, por ende, con la escasez de maíz.^' Las
crisis de subsistencia procedían o seguían a ataques infecciosos. El hambre, en efecto, debilitaba los cuerpos,
presa fácil de los virus; la epidemia, por otra parte, al eliminar brazos, desorganizaba la agricultura y, por lo
tanto, el abasto. El hambre también impulsaba a los indios a huir.
Además de las enfermedades y del hambre, calamidades naturales como los terremotos arrasaron de tanto en
tanto las ciudades, causando grandes mortandades, especialmente en la zona del Pacífico, donde se encuentran
los plegamientos orográficos más jóvenes.
El retroceso de la muerte que puede observarse a fines del siglo xviii, tímido y contradictorio, no se explica
fácilmente. La acción más sonada en este terreno fue la introducción de la vacuna contra la viruela en 1780. A
este primer paso siguió una intervención más enérgica en 1797-1798. Cinco años después, las autoridades
emprendieron finalmente una ambiciosa campaña cuasicontinental de vacunación.
Por más que la expedición de Balmis haya recorrido Hispanoamérica casi de punta a punta, mal pudo atender
a todos sus habitantes. Los niños tuvieron prioridad.
Grandes ciudades y puertos fueron los lugares más beneficiados por la campaña y, en ellos, las capas más
esclarecidas, naturalmente. La aplicación de la vacuna entre los campesinos y otros estratos populares, aunque
gratis, resultó difícil, por el recelo con que se la acogía.
La muerte dominaba, pero la vida empezaba a levantar cabeza. En términos generales, los años favorables
compensaban los años catastróficos, sobrepasando, en los primeros, los nacimientos a las muertes. A pesar de

278
que no se rebajaron los altos índices de mortalidad infantil, también padecidos por otros grupos de edad, la
población aumentó.
Hay indicios aquí y allá de que las mujeres indígenas contraían matrimonio más jóvenes, aumentando así el
período de posibilidad de la concepción. Las familias también solían tener más descendencia. En general, las
mujeres de ascendencia europea tenían más hijos que las indígenas, y éstas, más que las de origen africano. El
matrimonio es escasamente significativo de las tasas de fecundidad de la era colonial. Parte considerable de la
procreación se gestó fuera de uniones canónicas.
Las parejas de blancos y de indios concibieron menos hijos extramatrimoniales que las parejas mixtas. La
ilegitimidad, ciertamente no exclusiva de las castas de mezcla, recogió, sin embargo, una fracción importante
del fruto de las crecientes uniones interraciales. A pesar de las barreras legales o del prejuicio, las uniones
consensúales fueron comunes a lo largo del siglo xviii. El mestizo constituye el sector que, al parecer, creció
más rápido.
En el siglo xviii, las tendencias demográficas de la población indígena no fueron determinantes del tamaño de
la población de Hispanoamérica, como sí había ocurrido en los dos siglos precedentes. Sin embargo, no deja
de ser significativo que las áreas de mayor implantación aborigen —centro de México y los Andes centrales
comenzasen a recuperarse desde el punto más bajo del bache demográfico, a pesar de que la tendencia general
fuera lenta e interrumpida con frecuencia por brotes epidémicos.
Cuando más entrado el siglo xviii, la intensidad del crecimiento demográfico aumenta.
La progresión lenta del mundo rural indígena contrasta con otras vivaces observadas en las costas,
principalmente de la vertiente atlántica del continente, consecuencia de la presión demográfica del interior y
la expansión de la demanda europea de productos agrícolas. Las pampas del Río de la Plata se poblaron de
gauchos, en tanto que los puertos gozaban de un formidable auge económico y demográfico. Los llanos del
Orinoco vieron multiplicarse el ganado, tras el cual acudían los llaneros. Tkmbién el litoral septentrional de
América del Sur progresaba y, al igual que él, las islas del Caribe —Cuba, La Española y Puerto Rico—. La
frontera septentrional de Nueva España avanzó profundamente hacia el norte, habilitando es-
pacios para la colonización.
Chile constituye un tercer ejemplo de rápido desarrollo. Su población creció más a instancias de los
requerimientos de la vecina Lima que de los de la distante Europa.
En esta fase de expansión demográfica, se desplazaron considerables masas humanas, tanto a largas como a
cortas distancias. Los indios, forzados a congregarse en pueblos a fines del siglo xvi, optaron de nuevo por
dispersarse. Los indios en verdad procuraban eludir, lejos del alcance de los recaudadores de tasas o de los
capitanes de mita, las obligaciones impuestas. Como ya se ha dicho, reaparecían luego en tierras «extrañas»
con título de «forasteros», exentos ya de esas obligaciones.
Los forasteros acudieron a los valles más fértiles, pero también se instalaron en el altiplano, pobre de
recursos. A emigrar incitaba, más que las apetencias ambiciosas, la insatisfacción con las condiciones de vida
en las comunidades. El forastero pobló, como peón, las haciendas de españoles, pero también reanudó la
dispersión por el campo.
En el siglo xviii, la corona ya no insistió en que se congregara a los indios, salvo en las fronteras, donde una
amplia ofensiva misionera secundada por el Estado logró instalar, de Cahfornia a la Patagonia, cientos de
doctrinas o reducciones en territorios insumisos. En un vuelco de su política, preconizó el reparto de tierras
entre los naturales a título personal, lo cual, naturalmente, favorecería la dispersión. Expulsados los jesuítas,
el estricto orden que habían impuesto en sus misiones se resquebrajó al pasar a tutela de la administración
civil o de otras órdenes religiosas. El desbande fue particularmente inmenso en Paraguay, donde los naturales
volvieron a la selva o marcharon río abajo a ganar su sustento en las estancias del litoral del Río de la Plata.
En México, por otra parte, las migraciones parecen haber obedecido a motivaciones más positivas. El Bajío,
antiguo campo de correrías de los nómadas chichimecas, reveló la fertilidad de su suelo y fue ocupado por
indios sedentarios procedentes de diversos puntos del centro del país. Su próspera agricultura hizo que la
población se multiplicara cuatro veces y media durante la segunda mitad del siglo XVII, y cinco veces
durante el siglo xvill. El auge ganadero atrajo población a las «provincias internas» del norte de la Nueva
España, algunas situadas hoy más allá de las actuales fronteras de México.

LA INMIGRACIÓN EN EL SIGLO XVIII

Los aportes migratorios provenientes de Europa siguieron siendo una fuente importante del crecimiento
demográfico de finales de la era colonial. Se ha estimado en 53.000 los españoles que emigraron a América

279
en el curso del siglo xviii. Muchos de los recién llegados ocuparon las altas esferas de la burocracia civil,
militar o eclesiástica, así como del comercio. Algunos vinieron, sin embargo, en tanto que simples colonos.
Gallegos, asturianos y montañeses acudieron a poblar las nuevas plazas o colonias agrícolas.
El foco de expulsión se había desplazado del sur al norte de España, incluyendo numerosos catalanes. La
corona española estaba también interesada en ocupar las extensas zonas sobre las cuales disfrutaba de título
legal pero en las cuales no había llegado a asentarse, en una área crecientemente conflictiva. Las frustradas
colonias de la Patagonia, establecidas en 1779 y 1786 en parajes inhóspitos, perseguían ese objetivo. La
inmigración promovida en tiempos del intendente Ramírez por la Junta de Población Blanca tuvo como
propósito contrabalancear la entrada masiva de esclavos africanos en Cuba.

La corriente migratoria más voluminosa entonces fue involuntaria y procedía de África. Levantada la
prohibición de introduir esclavos que rigió de 1640 a 1651 en los dominios españoles, la corona, de la
administración directa pasó a contratos de corta duración con diversos asentistas. A favor del acercamiento
entre España y Francia, motivado por el cambio de dinastía en Madrid, la Real Compañía Francesa del Golfo
de Guinea obtuvo, en 1701, el privilegio de introducir esclavos en el mercado hispanoamericano. El tratado de
Utrecht concedió, en 1713, ese monopolio a Inglaterra.
El agudo incremento de la trata de esclavos durante la segunda mitad del siglo XVIII se debió a la expansión
de los cultivos tropicales, sobre todo de azúcar, en el área caribeña. Cuba y, en menor grado. Puerto Rico
monopolizaron casi por completo la totalidad de los arribos. La inmigración africana modificó la composición
étnica de las islas. Para entonces, la sangre negra era ya mayoritaria en la isla. El componente africano abundó
igualmente en la costa septentrional de América del Sur, no tanto en Barcelona o Cumaná, en el oriente
venezolano, como en los valles y costas centrales o, sobre todo, en el golfo de Maracaibo. El litoral atlántico
de Nueva Granada, centrado en Cartagena, contó asimismo con una fuerte proporción de africanos en su
población.

Al concluir el período colonial, la población de Hispanoamérica formaba, pues, un rico mosaico étnico. Los
indígenas, tronco principal de la estructura demográfica, representaban alrededor del 45 por 100. Aunque la
población indígena se había resarcido parcialmente de la larga catástrofe demográfica, no había recuperado
todavía el volumen que ostentaba a fines del período precolombino. De algunas zonas había desaparecido por
completo o quedaban leves rastros en la sangre de mestizos o zambos. Allí donde aún prevalecían,
aferrándose tenazmente a sus tierras y a sus lenguas —en los valles y montañas del México central, entre el
istmo de Tehuantepec y Costa Rica, al sur de Nueva Granada (especialmente en Quito), y a lo largo de los
Andes peruanos y el altiplano boliviano— su crecimiento fue generalmente bajo. La prole de los
conquistadores y de los inmigrantes subsiguientes seguía siendo minoría. A pesar de haberse multiplicado
rápidamente, la población blanca no llegaba a ser la quinta parte de la población total. Los mestizos de uno y
otro tipo, y de uno y otro color, superaban escasamente la tercera parte. Los negros tan sólo eran el 4 por 100.
La población hispana predominaba a su vez entre la población diseminada del Río de la Plata y también en el
Chile central, en las regiones costeras del sur y centro de Perú, en el valle occidental de Nueva Granada, y en
los Andes venezolanos. Fuera de la América del Sur, se hallaban concentraciones de blancos en Costa Rica,
en el norte de la Nueva España, donde los americanos autóctonos nunca habían sido numerosos, y también en
ciertas zonas de Santo Domingo, Cuba y Puerto Rico.
Hacia 1800, Hispanoamérica contaba con una población cercana a los 13,5 millones de habitantes.
Nueva España, incluidas las remotas «provincias internas» y las dos Californias, albergaba la mayor
proporción. Sus 6 millones representaban el 44 por 100 de la población total de Hispanoamérica; de ellos,
cerca de nueve décimas partes se concentraban en el centro y sur del país. Las Antillas y la capitanía general
de Venezuela reunían el 12 por 100 de la población hispanoamericana; la mayoría se concentraba en Cuba y
Caracas. Centroamérica —de Chiapas a Panamá— alojaba al 8 por 100. Los Andes, de la costa neogranadina
al vasto altiplano peruano, concentraban 3,5 millones, aproximadamente el 26 por 100 del total. La zona
austral templada de Chile y del Río de la Plata —incluidos aquí la Banda Oriental (hoy Uruguay) y Paraguay
con sus decrépitas misiones—, donde el valle central de Chile era el más densamente poblado, concentraba a
1.300.000 habitantes a uno y otro lado de los Andes: algo más del 10 por 100 del total de la población
hispanoamericana.

Faltan

280
-ARES QUEIJA, Berta “Las categorías del mestizaje: desafíos a los constreñimientos de un modelo social en
el Perú colonial temprano” Histórica, XX pp. VIII, 1, 2004, pp.193-218.
-BERNARD, Carmen Negros esclavos y libres en las ciudades hispanoamericanas, Madrid, Fundación
Histórica Tavera, 2000.

-BRADING, David “La ciudad en la América borbónica: élite y masas” en Hardoy,J., Morse, R. y Schaedel,
R. (comps.), Ensayos histórico-sociales sobre la urbanización en América Latina, Buenos Aires, SIAP,
1978.

-FABREGAT, G. Esteva El mestizaje en Iberoamérica, Madrid, Alhambra, 1988.

Cap 1 “Conceptos” y Cap 2 “Aculturación y mestizaje”

-GONZALBO Aizpuru, Pilar, Familia y Orden colonial. México, El Colegio de México, 1998. Capítulo 2
“Las contradicciones de las normas”, pp. 49-74.

-KARASCH, Mary. “Proveedores, vendedores, sirvientes y esclavos”, en SOCOLOW, Susan y


HOBERMAN, Louisa, comp. Ciudades y sociedad en Latinoamérica colonial, Buenos Aires, Fondo de
Cultura Económica, 1986. pp. 287-330.

-KLEIN, Herbert, La esclavitud africana en América Latina y el Caribe, Madrid, Alianza América, 1986, pp.
93-171.

-LAVRIN, Asunción, (coordinadora) Sexualidad y matrimonio en la América hispánica. Siglos XVI-XVIII,


México, Grijalbo, 1989.

-STERN, Steve, Los pueblos indígenas del Perú y el desafío de la conquista española, Madrid, Alianza, 1986.
pp. 59-116.

UNIDAD VII

EL SIGLO XVIII. LA REFORMULACIÓN DE LA POLÍTICA COLONIAL

DISOLUCIÓN DEL ORDEN COLONIAL Y QUIEBRE DEL ANTIGUO RÉGIMEN

1-El Antiguo Régimen y la Ilustración. Un nuevo sistema de relaciones coloniales. Secularización y reestructuración de
las monarquías ibéricas. Las nuevas jurisdicciones: Virreinatos, Audiencias e Intendencias

2- La reorganización territorial, administrativa y económica de las colonias portuguesas en Brasil. Las plantaciones
esclavistas en Brasil y las Antillas. Las reformas pombalinas en Brasil. La expulsión de los Jesuitas y la reforma de la
Iglesia. El proceso de secularización del Estado.

3- Las rebeliones indígenas: ¿movimientos anticoloniales?. El criollismo y la politización creciente. La particularidad del
proceso histórico de Brasil.

281
4- El panorama internacional: los intereses en el Atlántico, la expansión napoleónica y la crisis del orden colonial. 1790-
1810. América del Norte: Relaciones entre Nueva Francia y las colonias británicas. Los repartos de territorio. La
independencia de los Estados Unidos y la rebelión en Haití. Cuba y el Caribe. El comienzo de la emancipación.

Gelman

LA LUCHA POR EL CONTROL DEL ESTADO: ADMINISTRACIÓN Y ÉLITES COLONIALES EN


HISPANOAMÉRICA

Desde mediados del siglo XVIII, y sobre todo durante el reinado de Carlos III (1759-1788) y la presencia en
el Consejo de Indias de José de Gálvez (1776- 1787), la Corona española lleva adelante grandes reformas
político-administrativas en sus colonias americanas.
Estas reformas habían comenzado dentro de la propia Península Ibérica con la llegada de los Borbones al
trono de España a inicios del siglo y tímidamente en América durante el reinado de Fernando VI (1746-1759),
una vez que el final del asiento inglés de esclavos en 1748 y el tratado de limites con Portugal en 1750,
despejan el horizonte de conflictos euro peos inmediatos.
Con Carlos III, las reformas adquieren un verdadero plan de conjunto para transformar las estructuras de
poder imperantes en América durante casi dos siglos.
Transformación política que buscaban consolidar los límites y la segur dad del Imperio, promover el
crecimiento económico español y asegurar a la Corona un volumen creciente de ingresos fiscales.
A fin de reorganizar la economía, cobrar mejor y más impuestos, defender el territorio, terminar con el
contrabando y disciplinar a la población de las colonias, era menester primero realizar, una profunda reforma
político-administrativa en América, fortalecer el aparato estatal, instalar en el mismo a funcionarios
honrados y fieles, terminar con la corrupción generalizada y con la influencia de las élites locales en la
administración.
Nuestro objetivo será entonces analizar las transformaciones de las estructuras del poder en
Hispanoamérica a lo largo del siglo XVIII.
Nos centraremos para ello en el ámbito de la administración del Estado, en la constitución de las élites
americanas y en su relación cambiante con las estructuras del poder a lo largo del siglo. La estructura del
poder y las definiciones políticas en América no eran sólo el resultado de la voluntad de la Corona y sus
ministros metropolitanos, sino de la combinación de la misma con los factores de poder de las colonias,
los propios funcionarios y sobre todo, las poderosas élites locales.

LAS ESTRUCTURAS DEL PODER ANTES DE LA OFENSIVA BORBÓNICA

Sobre el siglo XVII «... en cada provincia del Imperio, la administración había llegado a estar en manos de
un pequeño aparato de poder colonial, compuesto por la élite criolla —letrados, grandes propietarios y
eclesiásticos—, unos pocos funcionarios de la Península y1os grandes mercaderes dedicados a la
importación. Prevalecía la venta de cargos en todos los niveles de la administración»
Por ejemplo, si tomamos las Audiencias, la mayor instancia judicial en América, sabremos que entre 1687, en
que se empiezan a vender los cargos, y 1750, se nombran 138 criollos y 157 peninsulares. Se destacaban
los miembros de la élite limeña. Gran parte de los peninsulares que figuraban en esta institución estaba
fuertemente ligada a las élites locales (por matrimonio, compadrazgo, transacciones económicas, etc.), con lo
cual la influencia de estos sectores era ampliamente mayoritaria.
La instancia más baja del poder en las ciudades eran una virtual representación de las élites urbanas,
encontramos una situación similar en el caso de los corregidores de indios o alcaldes mayores. Estos
funcionarios, impuestos por la Corona a finales del siglo xvi para limitar el poder de los encomenderos,
organizar la explotación de la población indígena en beneficio del conjunto de los colonos españoles y de la
Corona
se convierten, por su papel de bisagra en una pieza clave del sistema colonial. Muy pronto las élites
procurarán influir sobre estos funcionarios para acceder más fácilmente a la mano de obra indígena para
convertir a esa población en un mercado cautivo. Desde 1678 se empiezan a vender oficialmente estos
cargos, con lo cual los sectores más adinerados de las colonias tendrán la posibilidad de adquirirlos
directamente.

282
Los oficiales de real hacienda, en el período preborbónico y así podríamos seguir enumerando. Esta amplia
influencia directa e indirecta de las élites sobre el poder se va a manifestar de manera evidente en el
desarrollo a gran escala de actividades, no siempre legales, amparadas por el Estado y que favorecían a
estos sectores: Los «repartos de mercancías» que imponían los corregidores a los indígenas.
El contrabando, que parece ser de lejos la principal forma de comercio exterior americano en el siglo
XVII y la primera mitad del siguiente.
De estas y otras razones se derivaba que la Corona perdiera progresivamente el control directo de la
situación colonial y que se redujera también la recaudación fiscal.
El grado de control de las élites locales sobre el aparato del Estado, la generalización de la corrupción y el no
respeto a la legislación real, permiten hablar de la existencia en los hechos de una primera independencia
americana en el siglo XVII y la primera mitad del XVIII.
En estudios se concibe el Estado colonial, por lo menos durante el lar• go reinado de los Austrias y en el
primer período borbónico, no como una institución fuertemente centralizada y excluyente de los factores
de poder local, sino, por el contrario, como un sistema de una gran flexibilidad, que buscaba constantemente
un delicado punto de equilibrio entre los intereses de las autoridades metropolitanas y los factores de poder
local, sobre todo las élites, inclusive los burócratas coloniales. No era contradictorio con la lealtad al Rey,
dada la característica patrimonial del Estado, que se hacía extensiva a los propios funcionarios.
Estos burócratas no formaban una estructura vertical de poder, aparecían todos vinculados directamente al
monarca y con poderes imprecisos, que permitían gran flexibilidad, ambivalencia y negociación a todos
los niveles.
En la relación monarca- súbditos primaba la lealtad sobre el cumplimiento estricto de las órdenes reales.
En este sentido, la famosa fórmula «se acata pero no se cumple», empleada una y mil veces por los
funcionarios para salvar la lealtad al Rey y no aplicar una real orden, era algo consagrado por las ideas
imperantes y aun por la misma legislación de Indias.
En esta línea de interpretación, la corrupción se puede entender, sino como uno de los me• dios
privilegiados del sistema para permitir esta búsqueda de equilibrio entre intereses a veces contradictorios,
salvando a la vez la autoridad del monarca. La corrupción era una verdadera válvula de escape a las
contradicciones del sistema.
De la misma manera, aparece como algo natural la participación de las élites locales en las estructuras del
poder colonial.
Estas élites, definidas como los sectores que concentran en mayor grado el poder, la riqueza y los honores
en las ciudades hispanoamericanas, reúnen un vasto conglomerado de actividades y atributos. La riqueza era
una condición sine qua non, para acceder a la élite, pero ésta se consolidaba con el poder y el honor.
La estrecha relación entre las élites y el aparato del Estado colonial parece haber sido desde muy temprano
una regla en la realidad americana.
Las modalidades de acceso a la administración y al poder por parte de estas élites eran múltiples y, si bien la
venta de los cargos favoreció enormemente este proceso, sería un error considerarla como su causa y forma
excluyente. Estas élites accedían al poder, quizás sobre todo mediante la incorporación de los funcionarios a
su mundo. Casando a sus hijas con los burócratas más altos o ubicados en lugares estratégicos para sus
negocios; estableciendo relaciones de compradazgo, lazos económicos diversos; promoviendo la corrupción
en todos los niveles, las élites conseguían en general integrar a los funcionarios en su ámbito.
Esta pregunta resulta difícil, pero una serie de estudios tienden a mostrarnos cómo esta integración élites-
Estado no cuestionaba la dominación colonial, en tanto que los intereses de la metrópoli eran, en buena
medida, coincidentes con los de las élites, y, sobre todo, que se necesitaban mutuamente. La Corona carecía
de un aparato de facto capaz de mantener la disciplina de las colonias en contra de la voluntad de
éstas y las élites necesitaban la legitimidad que les brindaba el poder real. Por otra parte, los intereses
divergentes de los sectores americanos, aun dentro de las mismas elites, facilitaban la labor de la
Corona como mediadora indispensable, una de cuyas armas más eficaces fue el uso de la justicia.
En este sentido la idea de una primera independencia americana durante el siglo XVII y parte del XVIII
aparece cuestionada, así como también la idea de las reformas borbónicas como una reconquista. Más bien,
lo que las reformas van a intentar es un cambio —radical— en el sistema de dominación colonial y en la
participación que en éste va a dejar para las élites locales y los burócratas.

DIAGNÓSTICO Y CURA

283
Los diagnósticos que se formulaban en España sobre lo que sucedía en América: imperaban allí la
corrupción generalizada y el control de las élites locales sobre el aparato administrativo. Las élites
constituían facciones que se disputaban constantemente el control del Estado en provecho propio,
desconociendo las normas emanadas de la Corona, desarrollando el contrabando, evadiendo impuestos, etc.
Se señalaba también que en la raíz de estos problemas se encontraba la práctica de la venta de los
puestos de la administración y había permitido a los sectores más poderosos de América instalarse a lo largo y
ancho de toda la estructura del poder. Se habían inutilizado los mecanismos de control de la burocracia, ya
que hasta los juicios de residencia que debían realizarse al final del mandato de cada funcionario se
vendían y compraban con asiduidad.
Era necesario terminar con este estado de cosas, suprimir la venta de los cargos que era «el origen de
todos los excesos», crear un aparato estatal fuerte, con funcionarios que tuvieran salarios adecuados para
impedir su participación en actividades ilegales, que fueran honrados, de carrera y con un sistema de
ascensos por buen desempeño. Había que alejar a las élites locales de la administración y aislar de su
influencia a los funcionarios. Las medidas orientadas a incrementar la recaudación fiscal, a fin de promover el
crecimiento económico y garantizar la defensa del Imperio. Era necesario disponer de un verdadero
Estado burocrático, con funcionarios fieles que cumplieran sin titubeos las medidas ordenadas.
Nuevo sistema de gobierno económico para la América, escrito en 1743, va a proponer que se realicen
«visitas generales» a toda América, que se eliminen el poder de las élites locales y la riqueza de la Iglesia,
que se implanten las intendencias y se construya un aparato administrativo fiel y eficaz.
Había por supuesto algunas voces disonantes, sobre todo del otro lado del Atlántico, que tienen que ver con
la resistencia que las reformas van a suscitar en distintos puntos de América. Las élites locales, criollos o no,
se creían con derecho a ocupar cargos en la administración de sus lugares de residencia. Las palabras del
fiscal de Cartagena de Indias, alegando que la corrupción se podía combatir mejor colocando en los cargos
a criollos ricos desinteresados en usufructuar los mismos en provecho, que a peninsulares pobres.
La Corona española, y sobre todo Carlos III y sus ministros, van a emprender reformas políticas de amplio
alcance, que marcarán toda la última etapa de dominación española en América.

LAS REFORMAS BORBÓNICAS:


OFENSIVA, RESISTENCIAS Y RESULTADOS CONTRADICTORIOS

El descontrol del aparato estatal, la presencia de las élites y la corrupción, las reformas borbónicas se
enfrentarán al conjunto de estos fenómenos con un impulso inicial de gran magnitud.
El globo de ensayo de las reformas fue la isla de Cuba y se instaló, en 1763, el primer intendente de
América. José de Gálvez, asignado al virreinato de Nueva España entre 1765 y 1771, considera
unánimemente la pieza clave de la ofensiva borbónica en América. Organiza el envío de las visitas
generales al virreinato del Perú y al virreinato de Nueva Granada.
Aparte de medidas trascendentes, como la organización de una fuerza militar en las colonias o la
expulsión de los jesuítas en 1767, las medidas más importantes de estas reformas administrativas son: la
creación de nuevos virreinatos (en 1739 el de Nueva Granada y en 1776 el virreinato del Río de La Plata)
el establecimiento de nuevas capitanías generales (Chile y Venezuela), nuevas Audiencias (Buenos Aires,
Cuzco y Caracas) y, finalmente, la instalación de intendencias en casi todo el territorio, suprimiendo los
corregido• res y alcaldes mayores, que habían sido señalados reiteradamente como uno de los sectores
más corruptos del sistema. Estos intendentes tendrían poderes muy amplios en sus territorios, serían
funcionarios peninsulares muy bien selecciona• dos y gozarían de salarios elevados, para evitar cualquier
posible corrupción. Se establece un servicio regular de correo (1764) que permita una fluida comunicación
entre las diversas instancias del poder y con la metrópoli, se crean las superintendencias de real hacienda
para desplazar a los virreyes del control financie• ro de las colonias, se incrementa notablemente la
burocracia fiscal asalariada, que recupera además el cobro de impuestos que antes se arrendaba a
particulares, se establecen nuevos monopolios reales, etc.
A primera vista, el resultado de las reformas es impresionante. Las intendencias se instalan primero
masivamente en el Río de La Plata (1782), dos años más tarde en el Perú y dos después en Nueva España y
que no se aplicarán a Nueva Granada y Quito. Esto tiene que ver con las resistencias potenciales o reales
a las reformas en América, que desde temprano empezarán a minar el ímpetu re• novador metropolitano. Algo
similar se puede seña• lar con la aplicación del llamado «comercio libre», decretado en 1778.
Las reformas a primera vista parecen conseguir es crear una aparato estatal más fuerte en manos de burócratas
peninsulares, de carrera, alejando a las élites locales del poder y combatiendo la corrupción. En las nuevas

284
instituciones y allí donde el aparato estatal previo a las reformas era casi inexistente fue posible instalar de
un plumazo toda una cohorte de «hombres nuevos», acordes al ideal reformador; donde había ya fuertes
aparatos administrativos previos se trató de ir reemplazando a los viejos funcionarios por otros nuevos,
suprimiendo la venta de los cargos, nombrando burócratas peninsulares de confianza de la Corona, y
quitándoles atribuciones a los cargos que eran más difíciles de controlar, como los virreyes (a través de
los superintendentes, por ejemplo).
Si antes de las reformas todas las instancias de la administración estaban controladas por funcionarios
criollos, miembros de las élites locales, o por funcionarios peninsulares con muy estrechos vínculos con
aquéllos, en la segunda mitad del siglo XVIII, empiezan a predominar claramente los «hombres nuevos»,
peninsulares, funcionarios asalariados y de carrera.
Esto sucede tanto en las audiencias como en las intendencias que reemplazan a los corregidores y alcaldes
mayores, así como en las nuevas instituciones fiscales y los monopolios del Estado.
Las soluciones propuestas buscarán atacar los problemas evidentes, sin tener en cuenta fenómenos
estructurales de la sociedad colonial, ni las resistencias que generarían los intentos reformadores.
Las reformas borbónicas. El poder real deja de aparecer como esencialmente de origen divino y
paternalista, para asociarse más directamente a los resultados materiales y económicos que consiguiera
para sus reinos. La Corona se hacía más terrenal y susceptible de ser juzgada por los resultados obtenidos.
Para conseguir los objetivos materiales que se proponía, era necesario transformar la estructura del Estado,
convirtiéndolo en una institución centralizada, con estructura jerárquica, cuyos funcionarios, ateniéndose a
normas estrictas, aplicasen las medidas ordenadas para promover el crecimiento económico, recaudar más
impuestos, etc.
Este nuevo sistema desconocía la necesidad de lograr el consenso político con los subditos y destruía la
flexibilidad del sistema anterior, que se había mostrado capaz durante dos siglos de absorber tensiones y
resolver conflictos.
Las reformas borbónicas desconocían de esta manera la «constitución no escrita», que había regido
por mucho tiempo la vida de las colonias y, por lo tanto, no preveían las resistencias que iban a generar.
Estas resistencias tenían que ver, por una parte, con la larga tradición de negociación y participación de las
élites locales en el poder, y por otra con elementos estructurales de la economía y la sociedad coloniales, que
la legislación difícilmente podía cambiar. Un ejemplo es el problema de los corregidores y los «repartos de
mercancías», que las reformas pretendieron suprimir. La Corona anuló el cargo de corregidor, prohibió los
repartos, nombró a los intendentes, y, sin embargo, los repartos continuaron, con mayor o menor
intensidad, según los casos7.
Las soluciones propuestas van a incidir sólo sobre las causas aparentes, dejando intactos los problemas de
fondo. Así, por ejemplo, van a suprimir la venta de los cargos y van a nombrar funcionarios peninsulares en
todas las instancias posibles de la administración; sin embargo no van a lograr erradicar totalmente la
corrupción, ni la influencia de las élites.
Esto se debió, en parte, a que los salarios que cobraban distaban en general de satisfacer sus necesidades,
debían seguir pagando altas fianzas para poder ejercer el cargo, etc. Incluso algunos funcionarios
importantes no cobraban salario directo, sino un porcentaje de lo recaudado entre la población indígena,
con lo cual se mantuvieron propensos a continuar las prácticas de los funcionarios que venían a reemplazar.
Por otra parte, la ecuación criollos=corrupción/ peninsulares=honradez iba a resultar errónea. El medio más
importante parece haber sido la incorporación de los funcionarios a la élite. A través del matrimonio, los
lazos económicos, etc., las élites van a conseguir en muchos casos mantener una fuerte influencia en el Estado
y, en algunos casos, aún superior al período pre-borbónico.
Los problemas estructurales que estamos mencionando y la fuerte resistencia que en algunos casos se produjo
van a provocar que en algunas décadas, el impulso de las reformas vaya.
La tardanza en aplicar ciertas medidas en lugares claves como Nueva España; en Nueva Granada nunca se
llegó a instalar las intendencias; los superintendentes de la Real Hacienda, que se suprimieron finalmente;
incluso poco a poco los criollos van a reaparecer en los cargos al Estado10. Algunos virreyes que inicia•
ron su mandato siendo férreos defensores del ideal reformista terminaron quejándose de la rigidez impuesta
por las reformas y adaptándose muy bien a la realidad colonial.
En México, las reformas parecen provocar una «revolución en el gobierno», desplazando a las élites locales
del poder. La medidas generan inicialmente resistencias violentas, como sucede con los levantamientos
provocados por la expulsión de los jesuítas, y más sutiles luego, para retrasar y limitar la aplicación del
«comercio libre», que van a ir minando poco a poco el impulso de las reformas, hasta provocar su fracaso

285
final. La supresión de los repartos de mercancías, llegó incluso a ser revocada por el virrey Branciforte
(1794-1798).
De América Central, la ciudad de Guatemala, el centro comercial por excelencia de ese ámbito, las
reformas no parecen haber producido grandes cambios en las estructuras del poder, ni haber encontrado
mucha resistencia.
En Cuba, las reformas iniciales parecen haber tenido éxito desde el punto de vista metropolitano y, al mismo
tiempo, haber sido recibidas con cierto beneplácito por las élites locales.
En Caracas, sucede algo similar a Cuba, mientras que en Nueva Granada y Quito las reformas provocan
inicialmente cambios importantes y encuentran fuertes resistencias que, por lo menos en el caso
neogranadino, van a frenar los impulsos reformadores12.
En Perú la situación es más compleja. Las élites se resisten y logran ir debilitando los aspectos más
irritatantes de las reformas. De hecho, las élites van a influir directa o indirectamente en las intendencias y,
sobre todo, en sus cargos subalternos (los subdelegados), y a través de ellos a continuar los repartos de
mercancías. El cargo de superintendente se va a suprimir a la muerte de Gálvez.
En Chile, si bien formalmente se constituye un Estado burocrático con funcionarios peninsulares, el éxito
político de las reformas parece haber sido nulo, habiendo logrado la élite incorporar a los mismos. No existe
aquí resistencia aparente.
Por fin, en Buenos Aires, las reformas alcanzan éxito al principio, se crea un aparato estatal fuerte a manos de
«hombres nuevos» y las élites parecen acoger con beneplácito los cambios.
Hubo variaciones en el interior de los mismos, como el caso del Perú, con una mayor resistencia a las
reformas en algunas provincias que en Lima.
Tienen que ver con diferencias reales en cada una de las regiones.
En primer lugar, lo que distingue los resultados de las reformas, es su carácter central o no, en el esquema
de poder previo a las mismas. Así, México y Lima, las dos grandes capitales de los únicos virreinatos pre-
borbónicos, con élites muy poderosas y acostumbradas a gobernar amplios territorios, verán las reformas
como una amenaza potencial y real, ya que cercenan sus jurisdicciones políticas y ponen en tela de juicio
sus monopolios, entre otras consecuencias. Por el contrario, las regiones antes marginales y ahora realzadas
en la nueva división político-económica (Ca• racas, Buenos Aires, Chile, etc.) tenían poco que perder y
mucho que ganar con la creación de nuevos cargos administrativos.
Un segundo factor que en varios casos moduló el impacto de las reformas fue la coyuntura económica de
cada región y el grado en que las reformas económicas afectaron a sus élites. En esto parece haber una clara
diferencia entre las dos gran• des capitales, Lima y México, ya que el territorio controlado por la primera
venía arrastrando una larga crisis y, con las reformas, pareció recuperarse, mientras que el territorio de la
segunda conoció una fuerte expansión bastante antes de las re• formas y éstas, al parecer, contribuyeron a
iniciar un ciclo de signo inverso13. Por el otro lado, regiones como Cuba, Caracas o Buenos Aires, con
economías de ex• portación en crecimiento, acogieron bien las nuevas posibilidades comerciales.
Un tercer elemento importante, y vinculado a los anteriores, es el carácter de las élites y de las sociedades
en que se asientan. Las élites de las grandes capitales y centros comerciales se dedican primordialmente al
comercio, pero tienen a su vez intereses diversificados. En estos núcleos urbanos hay una fuerte
integración entre criollos y peninsulares, con una movilidad social importante; allí, más tarde o más
temprano, las élites parecen haber ido incorporándose a los nuevos funcionarios. En ciudades como México,
Lima o Buenos Aires resulta casi irrelevante medir el mayor o el menor acceso de las élites al Estado, por la
mayor o la menor presencia de criollos o peninsulares, ya que aquí existían desde hacía tiempo
mecanismos que permitían una aceitada integración de los comerciantes y burócratas peninsulares en las
filas de las élites criollas.
Sin embargo, no todas las élites eran iguales a las de Ciudad de México o de Lima. En muchos lugares de
provincia, en pequeños pueblos, éstas tendían a ser grupos más cerrados, mucho más fuertemente apegados a
la tierra y a la explotación directa de la mano de obra. Estas minorías provinciales eran menos permeables al
acceso de forasteros y, a la vez, mucho más duraderas en el tiempo. Aquí sí es más posible que la
liberalización del sistema comercial en el período borbónico y la llegada de innumerables pequeños y
medianos comerciantes —y también funcionarios— peninsulares en la segunda mitad del siglo XVIII haya
generado una serie de conflictos, que se hayan expresado de manera evidente como enfrentamientos
entre criollos y peninsulares.
Aquí probablemente tenga algún sentido el cambio de criollos a peninsulares, en el Estado y en otras
instancias, a lo largo del siglo XVIII, y quizás sea sólo aquí donde la formación de una incipiente «conciencia
criolla» adquiera alguna relevancia.

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ALGUNAS CONCLUSIONES

Hemos visto cómo las reformas borbónicas intentan algunos cambios importantes en las estructuras de
poder en América. Sin embargo, no llegaron a cuestionar las razones más profundas que las explicaban.
En diversos lugares, las reformas generaron frustación en las élites, cuyas consecuencias se harán patentes
unas décadas más tarde.
En los lugares donde menos resistencia aparente hubo contra las reformas, y donde más provecho sacaron
las élites de los cambios, fue justamente donde éstas encabezaron más decididamente el movimiento
revolucionario, ante la caída del poder real en la metrópoli. En estos lugares, las reformas generaron poder
y expectativas para las élites, que luego no se vieron colmadas.
Al mismo tiempo, la realidad parece haber confirmado la tesis de que sólo la flexibilidad y no la autoridad
podía salvar al Imperio. Una prueba de esto puede ser que los altos funcionarios borbónicos que mejor se
adaptaron a la situación colonial, se aliaron a las élites locales, y defendieron la continuidad del sistema
ante la crisis metropolitana.
Los Borbones no comprendieron que si el Imperio había sobrevivido tanto tiempo, había sido gracias a ese
viejo sistema de gobierno donde todo se podía negociar, donde la corrupción era un arma para garantizar el
equilibrio de intereses y el apoyo de las élites.

BRADING

Capítulo 3 LA ESPAÑA DE LOS BORBONES Y SU IMPERIO AMERICANO EL ESTADO


BORBÓNICO.

No puede haber dudas, desde luego, sobre el estado de postración absoluta en que se encontraba España a
fines del siglo xvii. Hacia 1700, la población había descendido por lo menos un millón de personas por debajo
de su nivel en la época de Felipe II.

La crisis alcanzó su punto más bajo durante la década de 1680. Fue en esa época cuando se dieron los
primeros pasos para resolver los problemas financieros de la monarquía; se detuvo la progresiva inflación
causada por la devaluación repetida de la moneda, mediante una vuelta al oro y la plata como patrones de
valor. Sin embargo, nada de esto debería hacer olvidar el hecho de que España había perdido sus industrias y
se limitaba a exportar productos agrícolas como pago de las manufacturas extranjeras. Aunque las
condiciones de la economía puedan parecer desesperadas, era el debilitamiento de la corona lo que amenazaba
la supervivencia del país. Derrotado por Francia en su lucha por lograr el dominio de Europa, el estado
Habsburgo fue presa entonces de pugnas internas. La aristocracia territorial extendía su jurisdicción señorial
sobre distritos y ciudades enteras, y dominó los consejos centrales de la monarquía.

Por entonces, la prestigiosa élite de los letrados, en los que habían confiado los Reyes Católicos y sus
sucesores para gobernar el reino, había degenerado en una mera noblesse de robe que se formaba en seis
«colegiales mayores». Los famosos «tercios», que habían sido las primeras tropas de Europa, se rebajaron a
milicias locales reclutadas y mandadas por la nobleza.

En resumen, mientras que en el resto de Europa continental el absolutismo dinástico estaba basando su nuevo
poder en un ejército permanente y un control fiscal, en España la monarquía había sufrido una pérdida
progresiva de autoridad. El precio de una corona debilitada fue la guerra civil, la invasión extranjera y la
partición del patrimonio dinástico, porque la muerte de Carlos II en 1700 provocó una guerra general europea,
cuyo premio principal era la sucesión al trono de España.

287
La elección por las Cortes de Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV, obtuvo un amplio apoyo en Castilla, donde
sus tropas francesas fueron bien recibidas. Pero el contendiente Habsburgo, el archiduque Carlos de Austria,
contaba con el respaldo de Gran Bretaña, Holanda, Portugal, las provincias de Cataluña y Valencia y una
parte considerable de la aristocracia castellana. En el conflicto civil consiguiente, la península sirvió de campo
de batalla, con Madrid tomada y vuelta a tomar por las fuerzas en contienda antes de que las tropas francesas
aseguraran la victoria final borbónica.

El papel relativamente pasivo que desempeñó España en la guerra que decidía su destino se hizo patente en el
tratado de paz, firmado en 1713 en Utrecht, ya que, como compensación a su renuncia al trono español, el
emperador de Austria recibió los Países Bajos, Milán, Cerdeña y Nápoles. El rey de Saboya se quedó con
Sicilia. Y, lo que era peor, Gran Bretaña retuvo Gibraltar y Menorca y obtuvo el «asiento» durante un período
de 30 años. Por esta cláusula, Gran Bretaña gozaba de un derecho monopolístico de introducir esclavos
africanos por todo el imperio español. Finalmente se cedió a Portugal, fiel aliada de Gran Bretaña,
Sacramento, un asentamiento en la ribera oriental del Río de la Plata, con una situación ideal para el
contrabando.

La entronización de Felipe V bajo la amenaza de una guerra civil e invasión extranjera permitió a los
consejeros franceses sentar las bases de un estado absolutista con notable rapidez. Las insurrecciones de
Cataluña y Valencia facilitaron la abolición de sus privilegios. Y, lo que era igualmente importante, Felipe
siguió el ejemplo de su abuelo y excluyó a la aristocracia de los altos consejos del estado. Ya no influirían
más en las direcciones del gobierno de la corona. En el mismo sentido, la creación de secretarías de estado
redujo el papel de los consejos tradicionales a funciones de asesoramiento y judiciales.Otras reformas
marcaron el inicio de un nuevo ejército: un cuerpo de guardias reales con servicio en Madrid, unidades
distintas de artillería e ingenieros y la formación de una clase de oficiales de carrera.

Como resultado de los Pactos de Familia con los borbones franceses, firmados en 1733 y 1743, se modificó
parcialmente la Paz de Utrecht. Todavía tiene que estimarse el precio pagado por España en estas guerras.

La subida al trono de Fernando VI (1746-1759) marcó el abandono de la ambición dinástica en favor de una
política de paz en el exterior y de atrincheramiento interior. Se firmó un tratado de límites con Portugal
(1750), que estableció las fronteras entre los virreinatos de Perú y Brasil, eliminó fuentes potenciales de
fricciones internacionales. Sin embargo, sólo con la llegada de Carlos III (1759-1788) dispuso España, por
fin, de un monarca comprometido activamente con un completo programa de reformas. Su reinado estuvo
marcado por un notable aumento de la prosperidad, tanto en la península como en las colonias, y durante una
breve época España volvió a ser considerada una potencia europea. Era, sin embargo, la élite ministerial la
que introdujo lo equivalente a una revolución administrativa.

En el reinado de Carlos III la mayoría de los ministros nombrados después de 1766 letrados que no habían
podido entrar en los socialmente prestigiosos «colegios mayores» de Valladolid, Salamanca y Alcalá. Los
Borbones confiaban en una nobleza funcionarial, concediendo títulos a sus servidores de confianza, tanto en
calidad de recompensa como para reforzar su autoridad. Todos estos hombres buscaban una solución en la
corona. El estado absolutista fue el instrumento esencial de la reforma.

La tradición regalista del derecho canónico, obtuvo una señalada victoria en el concordato de 1753, en el que
el papado cedía a la corona el derecho de nombramiento de todos los beneficios clericales de España. En 1767
se expulsó de los dominios españoles a la orden jesuita, principal bastión de la Contrarreforma y defensora a
ultranza del papado. Tras toda esta actitud se encontraba la influencia de Francia. Sin embargo, la principal
preocupación de la élite administrativa era el gran problema del progreso económico. ¿Cómo iba España a
recobrar su antigua prosperidad?

288
Se construyeron canales y carreteras para abrir nuevas rutas al comercio. Los ministros de la dinastía
borbónica en España intentaron conscientemente aplicar medidas proteccionistas para librar a la península de
su dependencia de las manufacturas del norte de Europa. Eran las onerosas tarifas e impuestos interiores los
que habían destruido la industria interna y habían hecho depender a la península de las manufacturas
importadas del exterior. El remedio podría venir solamente aplicando “la nueva política” de Francia,
Inglaterra y Holanda, países cuyo comercio había aumentado a expensas de España. La premisa que subyacía
a estas recomendaciones era que una prudente regulación de tarifas liberaría la energía productiva de la
industria española.

Abogaba por una activa política de adquisiciones respecto al equipamiento, municiones y uniformes para las
fuerzas armadas, de manera que todo este aprovisionamiento viniera de talleres y fundiciones españoles. El
fin principal de esto era la creación de una armada fuerte, con sus barcos construidos, armados y equipados en
arsenales reales. Un requisito previo esencial era la expansión del poder armado de la corona.

El gran logro de la nueva dinastía fue la creación de un estado absolutista, burocrático, abocado al principio
del engrandecimiento territorial. El renacimiento de la autoridad y de los recursos de la monarquía fue
precursor, claramente, del despertar de la economía.

La principal innovación consistía en la confianza en los funcionarios de carrera, militares o civiles, sujetos a
una evaluación y promoción reguladas que vivían de sueldos fijos en lugar de gratificaciones o beneficios del
cargo. A la cabeza del nuevo régimen estaban los ministros, los secretarios de Estado, Hacienda, Justicia,
Guerra, Armada e Indias, que reemplazaron a los antiguos consejos de los Austria como la principal fuente de
la acción ejecutiva. A nivel provincial el intendente era la figura clave, el símbolo del orden nuevo,
encargándoseles la responsabilidad de recolectar los impuestos, dirigir el ejército, la promoción de obras
públicas y el fomento general de la economía.

El nuevo tipo de funcionario demostró su validez, ciertamente, ya que los ingresos públicos subieron sin
pausa desde unos 5 millones de pesos en 1700 hasta alrededor de 18 millones en la década de 1750, para
remontarse a partir de entonces a una media de 36 millones de pesos en los años 1785-1790. Los primeros
beneficiarios del presupuesto fueron la familia real y la corte (construcción de palacios en Madrid, Aranjuez y
La Granja). La mayor partida correspondía a las fuerzas armadas, que acaparaban alrededor del 60 por 100 del
ingreso público. Al terminar el reinado de Carlos III, la armada se jactaba de poseer una flota de 66 navíos,
apoyados por el acostumbrado acopio de fragatas y paquebotes.

Si el interés en el poder naval surgía de las necesidades estratégicas del imperio, el nivel de las fuerzas
terrestres reflejaba la ambición ultramarina de la dinastía. El reclutamiento se hacía por el sistema de levas, lo
cual evitaba tener que confiar en mercenarios extranjeros cómo los que se encontraban en otros ejércitos de la
época. Además, al menos un tercio de los oficiales eran de extracción popular. Sin embargo, fue la formación
de esta oficialidad lo que proveyó al estado dinástico de sus indispensables agentes de gobierno.

Desposeída de sus posesiones europeas por el Tratado de Utrecht, España dependía ahora, sin embargo, de su
vasto imperio americano para asegurarse un lugar en el concierto de Europa. En el Nuevo Mundo el estado
borbónico demostró tener un éxito notable, tanto a la hora de salvaguardar sus fronteras como al explotar los
recursos coloniales. Fue tan sólo en 1754, fecha en la que Julián de Arriaga fue nombrado secretario de la
Armada y de Indias, cuando el imperio dispuso por fin de un ministro con experiencia americana. Aunque
hasta entonces el máximo interés de los círculos ministeriales se había dedicado a Europa, la creación de un
nuevo sistema de gobierno y el aprovisionamiento de las guerras italianas. Esta preocupación por el Viejo
Mundo había conducido a un notable deterioro del poder imperial en América (portugueses establecieron la
colonia de Sacramento en el estuario del Río de la Plata y los franceses avanzaron hacia el sur desde Canadá
para fundar Nueva Orleans, en Nuevo México, los indios pueblo se rebelaron y expulsaron a colonos y

289
misioneros de una provincia que había estado ocupada de hecho durante casi un siglo). España se había
debilitado tanto que durante la Guerra de Sucesión fue necesario pedir la protección de barcos de guerra
franceses para que dieran escolta a la flota del Tesoro que regresaba desde Veracruz.

No es menos importante el hecho de que, en cada provincia del imperio, la administración había llegado a
estar en manos de un pequeño aparato de poder colonial, compuesto por la élite criolla —letrados, grandes
propietarios y eclesiásticos—, algunos funcionarios y mercaderes. Era el elemento clerical, religioso y
secular, más que los delegados formales de la corona, el que ejercía la autoridad real en la sociedad,
desempeñando el papel de dirigentes intelectuales y espirituales de la élite y de consejeros y guardianes de las
masas.

Si la nueva dinastía quería obtener beneficio de sus vastas posesiones de ultramar, tendría primero que volver
a controlar la administración colonial y crear entonces nuevas instituciones de gobierno. Sólo entonces podría
introducir las reformas económicas. El catalizador del cambio fue la guerra contra Inglaterra. Los ministros de
Carlos III se orientaron hacia el programa de reforma elaborado en el Nuevo sistema de gobierno económico
para la América. En él encontraron argumentos para la vuelta a la práctica de visitas generales llevada a cabo
anteriormente por los Austrias, a la que seguiría la instauración de intendencias permanentes. Si sus
propuestas en el ámbito político consistían a menudo en la aplicación en América de reformas ya introducidas
en España, su puesta en marcha resultó tener efectos más drásticos ya que la revolución administrativa del
imperio fue iniciada por soldados y funcionarios enviados desde la península.

No sorprende que haya sido llamada la reconquista de América. Como resultado de esta actividad, un informe
oficial de 1771 estimaba que había 42.995 soldados de diferentes categorías a lo largo de Hispanoamérica.
Este interés en la fuerza militar produjo frutos sustanciosos. En 1776 una expedición de 8.500 hombres
atravesó el Río de la Plata, recobró Sacramento por tercera y última vez y expulsó a los portugueses de toda la
Provincia Oriental, victoria ratificada por el tratado de San Ildefonso (1778). En esta decisión de afianzar las
fronteras de su imperio americano desplegó la monarquía borbónica, por fin, una operación expansionista
propia de una verdadera potencia colonial.

Junto al reclutamiento de regimientos coloniales mantenidos permanentemente en pie, encontramos la


organización de numerosas unidades de milicia. En Buenos Aires fue la milicia la que rechazó con éxito las
invasiones inglesas de 1806-1807. Igualmente importante era el hecho de que la distribución de cargos
militares y privilegios legales se consideraba un medio definitivo para despertar la lealtad de la élite criolla.

La monarquía reivindicó su poder sobre la Iglesia de forma dramática cuando, en 1767, decretó la expulsión
de todos los jesuitas de sus dominios. Era, por supuesto, una medida que avisaba a la Iglesia de la necesidad
de obediencia absoluta, dado que los jesuitas eran conocidos por su independencia de la autoridad episcopal.

Después, en 1771, se convocaron concilios eclesiásticos provinciales en Lima y México con la finalidad tanto
de estrechar la disciplina clerical, como de enfatizar la autoridad real sobre la Iglesia. Se desafió el principio
básico de la inmunidad clerical frente a cualquier jurisdicción real y, de hecho, algunos clérigos fueron
encarcelados. Sin embargo, estas medidas consiguieron bastante poco en cuanto a transformaciones reales. De
mayor alcance y eficacia fue la reforma radical de la administración civil.

En 1776 se estableció un nuevo virreinato con capital en Buenos Aires, que cubría la vasta área que hoy
ocupan Argentina, Uruguay, Paraguay y Bolivia. La inclusión del Alto Perú en el nuevo virreinato, con el fin
de proveer a Buenos Aires con los beneficios fiscales de Potosí, preparó el camino de la división política
permanente de la zona andina.

Carlos III, siguiendo la propuesta de Campillo, reactivó también la antigua solución de los Austrias para el
mal gobierno colonial, la «visita general». En ningún lugar fue más evidente el impacto de las nuevas

290
tendencias de la administración que en el cambio de composición de las audiencias, los altos tribunales de
justicia, cuyos jueces aconsejaban a los virreyes en todas las cuestiones importantes de estado.

Entre los años 1687 y 1712 y de nuevo durante la década de 1740, se ponían en venta cargos en las audiencias
americanas de manera que hacia la década de 1760 las audiencias de México, Lima y Santiago de Chile tenían
una mayoría de españoles americanos, parientes por sangre o por matrimonio de la élite terrateniente. En
1776-1777 se decidió a ampliar el número de miembros de la mayoría de las audiencias y después, mediante
una verdadera política de traslados, promociones y retiros, a acabar con el predominio criollo.

Junto con esta renovación del control peninsular, se registró una renovada insistencia en la promoción entre
las audiencias y dentro de ellas, sistema que se había visto interrumpido por la venta de cargos. En 1785-1786
se crearon nuevas audiencias en Buenos Aires y Cuzco. Los consejeros legales, tanto de intendentes como de
virreyes, se incluían ahora también en la escala de promoción.

Se creó un nuevo cargo judicial, el regente para sustituir a los virreyes como presidentes de las audiencias. El
sistema se completó con el traslado de los regentes y algunos oidores veteranos al Consejo de Indias, que por
primera vez en su larga historia, venía a tener una alta proporción de miembros con experiencia en el imperio
americano. De esta forma, observamos la formación de una verdadera burocracia judicial, cuya autonomía
respecto a la sociedad colonial se basaba en su procedencia española.

Como consecuencia, ya que los beneficios de la justicia y otras gratificaciones no cubrían su subsistencia,
muchos magistrados se involucraron en el comercio, distribuyendo mercancías y ganado a crédito y
adelantando dinero por productos como cochinilla, índigo y algodón. Estos repartimientos mercantiles,
ilegales al principio, fueron por fin reconocidos por la corona en 1751.

Los «repartimientos», que funcionaban en su mayor parte en zonas de población indígena donde los
funcionarios solían disfrutar de un virtual monopolio del comercio, provocaron a menudo un gran malestar
popular, dado que la mayoría de los corregidores sólo tenían cinco años para amortizar el coste de su cargo y
pagar a las grandes casas importadoras de Lima y México que los abastecían de dinero y mercancías.
Consiguientemente, la autoridad judicial de la corona se compraba y empleaba de hecho para la salvaguarda y
extensión del beneficio mercantil.

El momento clave de la reforma llegó en la década de 1780 y comenzó en 1782 con el nombramiento de 8
intendentes en el virreinato de La Plata, seguido, dos años más tarde, por otros 8 en Perú y coronándose con el
establecimiento en 1786 de 12 intendencias en Nueva España. A nivel de distrito, los alcaldes mayores y los
corregidores fueron sustituidos por subdelegados, que vivirían del 5 por 100 de los tributos y de los beneficios
proporcionados por la administración de justicia. El resultado fue que, o bien estos funcionarios se
seleccionaban entre la élite local, o bien se veían obligados a dedicarse al comercio.

En las capitales de provincia fue donde la reforma tuvo un impacto mayor, porque aquí los intendentes
desarrollaron su máxima actividad, pavimentando las calles, construyendo puentes y cárceles y reprimiendo
desórdenes populares. La administración colonial, liberada de su anterior dependencia respecto al crédito
mercantil, se reforzó enormemente con el nombramiento de burócratas de carrera, que mantenían su
independencia respecto a la sociedad que gobernaban en razón de su origen peninsular. En las capitales de
Lima, Buenos Aires y México, Gálvez instaló «superintendentes subdelegados de Real Hacienda»,
funcionarios que relevaron a los virreyes de toda responsabilidad en cuestiones de Hacienda. Además, se
estableció una Junta Central de Hacienda para supervisar la actividad de los intendentes y para revisar
cualquier cuestión que surgiera en la recaudación de las rentas. El hecho de que la mayoría de los virreyes
posteriores a Fernando VI fueran funcionarios de la carrera militar es un ejemplo ilustrativo de la nueva
naturaleza del estado colonial.

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Las innovaciones clave fueron el nombramiento de una burocracia fiscal asalariada y el establecimiento de
nuevos monopolios de la corona. A partir de entonces todas las ciudades principales se beneficiaron de un
director local y contador de alcabalas, asistido por un grupo de alguaciles. En efecto, el nombramiento de una
burocracia asalariada, respaldada por un considerable ejército de guardias, permitió a la monarquía española
recoger una extraordinaria cosecha fiscal como consecuencia de la expansión de la actividad económica
producida por sus reformas en el comercio y su fomento de las exportaciones coloniales.

En efecto, la revolución administrativa creó un nuevo estado absolutista, basado, como en el caso de Europa,
en un ejército permanente y una burocracia profesional. Pero se diferenció de sus modelos europeos en que no
consiguió formar ninguna auténtica alianza, fundada en intereses comunes, con los sectores dirigentes de la
sociedad colonial. En resumen, el precio de la reforma fue la alienación de la élite criolla. Sin embargo,
juzgada desde la perspectiva de Madrid, sus compensaciones fueron considerables. La revolución
administrativa permitió a la corona cosechar un notable provecho fiscal.

LA EXPANSIÓN DEL COMERCIO COLONIAL: El renacimiento de la economía colonial, tanto como el de


la peninsular, derivaba de la aplicación de medidas mercantilistas. Pero, para aumentar la demanda colonial
de manufacturas españolas, era necesario incorporar a los indígenas a la sociedad, eliminando los dañinos
monopolios y reformando el vigente sistema de gobierno. Era necesario también destruir la industria colonial.

Si la reforma avanzaba lentamente era porque la guerra de Sucesión y la subsiguiente paz de Utrecht dejaron
el imperio a merced de la navegación extranjera y del contrabando. El contrabando era moneda corriente,
mientras que las grandes casas importadoras de México y Lima seguían buscando el restringir la afluencia de
mercancías de la península para salvaguardar sus beneficios monopolísticos. Para que España obtenga
beneficios debía primero desbancar a las manufacturas extranjeras y al contrabando de su papel preeminente
en el comercio atlántico, y después desalojar a la alianza mercantil de su posición dominante en las colonias.

Enfrentadas con este abierto desafío al monopolio comercial español, las autoridades de Madrid intentaron
desesperadamente restaurar el antiguo sistema de flotas periódicas que zarpaban de Cádiz, con las ferias
comerciales de Portobelo y Veracruz como los únicos puntos legales de entrada para la mercancía importada.
Para Sudamérica esta decisión representaba la prolongación del cierre de la ruta del cabo de Hornos y una
severa restricción de las llegadas a Buenos Aires.

Aunque la presión diplomática aseguró eventualmente la exclusión de los barcos franceses de los puertos
coloniales, no había forma de escapar de los comerciantes ingleses, puesto' que la Compañía del Mar del Sur
disfrutaba del derecho, obtenido en el tratado de Utrecnt, a enviar un buque anual a Hispanoamérica.

La Guerra de los Nueve Años (1739-1748) supuso un cambio en el desarrollo del comercio colonial. Desde
entonces, todo el comercio legal con las islas del Caribe y con Sudamérica se hizo con «registros», barcos
aislados que zarpaban con licencia desde Cádiz. Tan importante como esto fue que se abriera la ruta del cabo
de Hornos y se permitiera a más barcos desembarcar en Buenos Aires.

El otro gran beneficio que trajo consigo la guerra fue el fin del comercio autorizado con otras potencias. Por
el tratado de paz de 1750 la Compañía de los Mares del Sur renunciaba al «asiento» y al derecho a un
mercante anual a cambio del pago de 100.000 libras. Por lo menos, después de cuatro décadas, España había
recobrado el ejercicio sin restricciones de su monopolio comercial sobre el imperio americano.

Un elemento importante del renacimiento del comercio español durante las décadas de mediados de siglo lo
aportó la Real Compañía Guipúzcoana de Caracas. Autorizada a contar con guardacostas para acabar con el
contrabando, en 1729 la Compañía estaba equipada con no menos de ocho barcos de guerra y levantó un
pequeño ejército tras la ruptura de hostilidades con Gran Bretaña. A partir de entonces, la curva de
exportaciones subió notablemente, con embarques de cacao que se multiplicaron. El éxito de esta empresa

292
vasca llevó a los ministros a patrocinar toda una serie de otras compañías, de entre las cuales las más
importantes fueron la Compañía de La Habana (1740), creada para manejar la exportación de-tabaco de Cuba,
y la Compañía de Barcelona (1755), para comerciar con las restantes islas caribeñas. Pero como a ninguna de
ellas se le aseguró un monopolio comercial, decayeron pronto.

Si para Sudamérica y el Caribe la década de 1740 suponía el inicio de una nueva época, por contraposición,
en Nueva España los definidos intereses de los consulados, las asociaciones mercantiles de Cádiz y México,
prevalecieron sobre la corona a la hora de restablecer el sistema de flotas. Pero aunque el renovado sistema
hizo sentirse seguros a los comerciantes de la península, la parte del león de los beneficios fue a manos de los
«almaceneros», los grandes comerciantes de importación de Ciudad de México. Este renacimiento del sistema
de flotas para Nueva España demuestra la naturaleza y el poder de los definidos intereses contra los que tenía
que luchar la élite administrativa.

Aunque se había expulsado por fin a los extranjeros que mantenían el contrabando en los puertos coloniales,
la expansión posterior del comercio español dependía ahora del enfrentamiento directo entre las grandes casas
de comercio de México y los armadores de Cádiz.

El catalizador del cambio fue, una vez más, la guerra con Gran Bretaña, cuando la tardía intervención de
España en la Guerra de los Siete Años trajo consigo la captura de Manila y La Habana, al tiempo que la
ocupación inglesa de La Habana producía un notable aumento de las exportaciones cubanas. La necesidad de
una reforma, administrativa y comercial, era desde luego evidente. En consecuencia, en 1765 a las islas del
Caribe se les dio vía libre para comerciar con los nueve puertos principales de la península.

El éxito de estas medidas hizo posible la promulgación en 1778 del famoso decreto de «libre comercio», el
cual finalmente abolió el embudo que significaba Cádiz y el sistema de flotas. Desde entonces el comercio
entre los puertos principales del imperio y la península comenzó a efectuarse por medio de buques mercantes
aislados. El periodo comprendido entre la declaración del «comercio libre» y la apertura del bloqueo naval
inglés resultó ser una breve edad de oro para el comercio colonial. En una década se triplicaron las
exportaciones registradas. Una vez que concluyó la guerra de la independencia norteamericana (1779-1783),
insólitas cantidades de mercancía europea inundaron los puertos coloniales.

El resultado a corto plazo de este flujo fue, por supuesto, una crisis comercial. Por todo el imperio los precios
se derrumbaron y decrecieron los beneficios a medida que los mercados se saturaban con las importaciones.
Muchos comerciantes se arruinaron y otros consiguieron cortar sus pérdidas retirándose del comercio
transatlántico y prefiriendo invertir su capital en la agricultura y la minería. El metal precioso desapareció de
la circulación local a medida que se exportaban grandes sumas para financiar la corriente creciente de
importaciones europeas.

En general, las estadísticas coinciden en demostrar que el aumento del valor de las importaciones iba
estrechamente unido a la curva ascendente de la producción de plata. No se puede dudar de que estos años
dan muestras de un extraordinario florecimiento de las exportaciones coloniales. El rápido crecimiento de
Buenos Aires es un testimonio de la eficacia de la nueva política.

Si los monopolistas de Cádiz venían a ser meros intermediarios que trabajaban a comisión, no debe resultar
sorprendente saber que en la misma época la contribución de la industria española a las exportaciones
coloniales era ridícula. En cuanto al comercio colonial, España figuraba como exportador de productos del
sector primario con poca importancia en lo que respecta a productos elaborados.

¿Y los años posteriores a 1778? La naciente industria textil del algodón de Cataluña, con maquinaria
comprada a Inglaterra, competía de forma efectiva en los mercados americanos. De hecho, esta era una
industria cuyo crecimiento, en gran medida, se derivaba del comercio colonial. Puesto que el grueso de las

293
exportaciones registradas, estimadas en valor, consistía en textiles, se deduce por lo que sabemos de la
industria española que una abrumadora proporción de estos productos venían del exterior. Y de hecho, incluso
del algodón catalán y la seda de Valencia se puede afirmar que se trataba de productos franceses llevando un
estampado español.

Sim embargo, no se puede dudar de que en el siglo xviii se registra una notable expansión del comercio
trasatlántico con Europa. Hay que resaltar la base tradicional de la expansión del comercio trasatlántico. En
los años 1717-1778 el metal precioso seguía representando el 77,6 por 100 del valor estimado de los
embarques del Nuevo Mundo registrados en Cádiz, siendo el resto de los cargamentos tabaco, cacao, azúcar,
índigo y cochinilla. Todavía en la década de 1790 los embarques de metal precioso seguían formando el 60
por 100 del valor de las exportaciones coloniales a la península.

LAS ECONOMÍAS DE EXPORTACIÓN: Mientras que la península sólo recogía un modesto beneficio de la
recuperación del comercio atlántico, muchas colonias americanas estaban naciendo de nuevo.

Hacia el siglo xviii, el equilibrio regional de la actividad comercial se había desviado desde las zonas
nucleares de las culturas mesoamericanas y andinas hacia áreas fronterizas (pampas del Río de la Plata, las
zonas de haciendas del centro de Chile, los valles cercanos a Caracas, las plantaciones de Cuba, y las minas y
haciendas de México). La fuerza de trabajo la formaban trabajadores asalariados libres reclutados en las
«castas» o en la comunidad criolla o, alternativamente, esclavos importados de África.

La antigua economía dirigida sobrevivió sólo en la mita de Potosí y en los denigrantes «repartimientos de
comercio», donde se empleaba la autoridad real para obligar al campesino indio al consumo o a la producción
de mercancías. Pero sería falso suponer que la mera llegada de mercancías de Europa pudo estimular la
agricultura o la minería locales. La mayor disponibilidad de las manufacturas en los puertos americanos no
conllevaba por sí sola una similar oferta de las exportaciones.

El agente decisivo que había detrás del crecimiento de la época borbónica era una élite empresarial compuesta
por comerciantes, plantadores y mineros. Fue un número relativamente reducido de hombres de negocios
coloniales, el que se aprovechó de las oportunidades que ofrecía la apertura de nuevas rutas comerciales y los
beneficios fiscales que proporcionaba la corona. Estos hombres adoptaron prontamente nueva tecnología
donde se demostró conveniente y no dudaron en invertir grandes sumas de capital en empresas. La aparición
de esta élite es aún más de resaltar si nos detenemos a considerar que en la península la clase comerciante se
limitaba, en su mayoría, a actuar como intermediaria de los comerciantes extranjeros. Por el contrario, en el
Nuevo Mundo, los comerciantes apoyaron el desarrollo de las minas y de las plantaciones y, a veces,
invirtieron capital en la producción para la exportación.

La obra maestra de la era borbónica fue, sin duda, la industria de la minería de plata mexicana; la producción
creció uniformemente hasta llegar a 24 millones de pesos hacia 1798. Al cuadruplicar su producción en el
curso de un siglo, la industria mexicana llegó a representar el 67 por 100 de toda la plata americana. La
corona española desempeñó un papel crucial a la hora de promover este llamativo resurgimiento. Inició una
política de garantizar exenciones de impuestos y ofrecer reducciones para la renovación o iniciación de
nuevas empresas de alto riesgo, que requerían una gran inversión de capital. Se introdujo un nuevo código en
la ley de minería y se hizo responsable al tribunal de un banco financiero que patrocinaba la inversión y las
renovaciones.

Los trabajadores mineros mexicanos, en su mayor parte, mestizos, mulatos, criollos pobres e indios
emigrantes, formaban una aristocracia laboral libre, bien pagada, de gran movilidad y a menudo hereditaria,
que en la mayoría de los campamentos obtenía una parte del metal además de su salario cotidiano.

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Pero el elemento decisivo de la expansión hay que buscarlo en la actividad y colaboración de los
comerciantes-capitalistas y los mineros. La industria se apoyaba en una elaborada cadena de crédito que iba
de los bancos de plata y los comerciantes financieros de la Ciudad de México a los comerciantes locales y a
los refinadores de los campamentos principales que, a su vez, respaldaban a los verdaderos mineros.

El hecho de que los incentivos gubernamentales no eran suficientes para reactivar una industria enferma lo
demuestra el ejemplo de Perú, porque en las tierras altas andinas el resurgir de la minería fue lento y limitado.
La base de esta reactivación fue la creación de nuevos campamentos, como Cerro del Pasco, que dependían de
trabajadores asalariados, y de la supervivencia de Potosí, con el subsidio laboral de la mita. La mayoría de las
minas siguieron siendo pequeñas, y empleaban sólo un puñado de trabajadores, a lo que se añade que la
industria andina se quedó atrás respecto a su rival del norte en cuanto a la aplicación de la tecnología
disponible. Sin embargo, la lenta recuperación no se derivó de ninguna concentración de capital o de trabajo,
sino más bien de los nuevos descubrimientos y de la mera supervivencia de pasados logros.

El restante comercio de exportación dependía del capital mercantil que financiaban diversos productores,
desde campesinos indios y pequeños propietarios mestizos hasta mineros chilenos y estancieros de las pampas
argentinas.

Es difícil señalar una causa definitiva para el crecimiento de la exportación en estas regiones, a no ser la
simple apertura de rutas comerciales por el Río de la Plata y el Cabo de Hornos, combinada con un
crecimiento de la población suficiente como para aportar la fuerza de trabajo. Las otras corrientes principales
del comercio de exportación de Hispanoamérica consistían en productos tropicales del Caribe y oro
colombiano. La fuerza de trabajo de todas estas zonas se surtía de la importación de esclavos de África.

A pesar de lo impresionante y rápido de la transformación económica producida en Hispanoamérica a raíz de


la importación de esclavos o de la inversión en los profundos pozos mineros, la base tecnológica de este
desarrollo siguió siendo totalmente tradicional. La compra de unas pocas máquinas de vapor no produjo una
revolución industrial.

Así, a pesar de haber surgido grandes empresas capitalistas, tanto la minería como el cultivo del azúcar
permanecieron anclados en una etapa de producción en la cual el músculo humano era la principal fuente de
energía, bien para la extracción del metal o para el cultivo de la caña de azúcar.

LA ECONOMÍA INTERIOR: Todas las evidencias de que disponemos afirman la existencia de un vigoroso
círculo de intercambios que, en su extremo más bajo, consistían en relaciones basadas en el trueque dentro de
los pueblos o entre ellos; al nivel medio, se centraban en la demanda urbana de alimentos; y en sus líneas más
rentables incluían la distribución interregional y a larga distancia de manufacturas, ganado y cosechas
tropicales. La clave de este crecimiento económico y esta prosperidad fue el aumento de la población.
Especialmente en zonas antes consideradas periféricas como Venezuela, Nueva Granada, Chile, Argentina y
México. Se ha estimado que hacia 1800 el imperio americano poseía una población de 14,5 millones de
personas, frente a una población de España de 10,5 millones.

La mayor parte de las comunidades indias producían el grueso de sus propios alimentos y tejidos. Su
intercambio de productos se extendía raramente más allá de la localidad y la producción para el mercado era
limitada. En contraste, los latifundios estaban dirigidos desde el principio a la economía de mercado y, en
particular, a la producción para las ciudades. Las estancias ganaderas se dedicaban ampliamente a los
mercados domésticos: sólo las pieles de Argentina se enviaban a Europa en cantidad considerable.

En estas zonas fronterizas la fuerza de trabajo, gauchos, llaneros o vaqueros, eran trabajadores libres atraídos
por salarios pagados tanto en moneda como en especie, y, de modo diferente a los esclavos africanos de las

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plantaciones azucareras, formaban por sí mismos un significativo mercado para la producción de la industria
colonial.

La tendencia de las haciendas era a depender de un pequeño núcleo de peones residentes y contratar trabajo
estacional de los pueblos vecinos o de los mismos aparceros de la propiedad. El desarrollo del latifundio fue
acompañado, de esta forma, por la aparición de un nuevo campesinado compuesto de mestizos, mulatos,
españoles pobres e indios aculturados.

Pero por todo el imperio fue el mismo grupo social el responsable en mayor medida del aumento demográfico
y del crecimiento económico de las regiones fronterizas que jugó un papel tan importante en el resurgimiento
borbónico. Junto con este diverso esquema de producción en el campo, había una cantidad considerable de
actividad industrial, tanto rural como urbana. Había también un gran número de familias, residentes en las
ciudades principales, en los campamentos mineros y en las regiones fronterizas, que dependían de la industria
colonial para proveerse de vestidos y otros artículos de uso doméstico. Este mercado doméstico floreció por la
simple razón de que obviaba el coste del embarque trasatlántico.

El punto de partida de cualquier análisis radica en las décadas de mediados del siglo xvii, en las que la crisis
de la producción de plata y el fracaso del sistema de flotas de Sevilla provocó la expansión de una economía
doméstica que suplía las necesidades de la creciente población hispánica y las castas. Según todos los
indicios, el siglo xvii fue la edad de oro de los «obrajes».

En resumen, la postración de España, combinada con el firme crecimiento de la población colonial, permitió
la aparición de una economía claramente americana, basada en el intercambio interregional y a larga distancia
de alimentos, metal precioso y manufacturas, y con Ciudad de México y Lima actuando como los centros
predominantes de esta red comercial.

LOS ÚLTIMOS AÑOS DEL IMPERIO: El crédito público se encontraba en un nivel tan alto que las deudas
contraídas durante la guerra de independencia norteamericana se habían consolidado por el nuevo banco de
San Carlos mediante la emisión de «vales», bonos que circularon con valor nominal. Se detectó una cierta
pérdida en la dinámica ejecutiva en la administración colonial tras la muerte de Gálvez, cuando, en 1787, el
ministerio de Indias se dividió primero en dos y luego se abolió virtualmente, quedando distribuidas sus
funciones entre los demás ministerios, y dejando sólo al Consejo de Indias como responsable exclusivo del
imperio americano.

Pero el renacimiento borbónico de la monarquía española había dependido siempre de la protección prestada
por el equilibrio de poderes en Europa. En 1793 la corona, imprudentemente, se unió a la coalición
continental contra el régimen revolucionario de Francia, sólo para sufrir una flagrante derrota directa cuando
las tropas francesas atravesaron los Pirineos. A fines de 1795, España se vio forzada a firmar la paz, y
obligada tanto a renovar la tradicional alianza.

Las consecuencias de este revés fueron incalculables, puesto que la flota inglesa impuso entonces un riguroso
bloqueo naval. Se suspendió todo comercio entre España y el imperio hasta que la invasión francesa de 1808
levantó el asedio de sus puertos. Las principales casas comerciales de Cádiz se vieron forzadas a cerrar. Al
mismo tiempo la crisis comercial conllevó un drástico descenso de las rentas, de forma que, ya con el
presupuesto anual alterado por los altos costes de la guerra contra Francia, el Tesoro se encontró rápidamente
hundido en las deudas. A medida que la cantidad de «vales» en circulación crecía sin pausa, se colapsó el
crédito público. Cualquier esperanza de una recuperación inmediata se apagó con la derrota y destrucción de
la flota española en el cabo San Vicente (1798) y Trafalgar (1805).

Además, estos años de humillación internacional estuvieron acompañados de un marcado deterioro de la


calidad del gobierno interno. No sorprende que muchos ilustrados saludaran el advenimiento de José

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Bonaparte como un medio de conseguir la reforma. Para el imperio americano la imposición del bloqueo
inglés ofreció una humillante prueba de la incapacidad de España para proteger los intereses de sus súbditos
coloniales.

Si el impacto del bloqueo fue menos severo de lo que podía haberse pensado, fue, en gran medida, porque en
1797 se concedió un permiso a los barcos neutrales para que llegaran a los puertos coloniales, concesión que
fue renovada en los años 1805-1807. Durante este período el contrabando fue moneda corriente. Aunque los
productos franceses fueron eliminados efectivamente del Atlántico, ahora las mercancías inglesas fluían hacia
Hispanoamérica. Este éxito de las colonias a la hora de mantener su prosperidad a pesar de la ruptura
comercial con la metrópoli puso en entredicho, evidentemente, el valor de la relación imperial.

En resumen, independientemente del grado de movilización popular, fue la implicación y el liderazgo de la


élite criolla el agente decisivo. La tradicional lealtad hacia la corona se deterioró con el ataque borbónico a la
Iglesia, al ir seguida la expulsión de los jesuitas de una serie de medidas tendentes a acabar con la jurisdicción
y autonomía eclesiásticas. Con las lealtades tradicionales bastante desgastadas y el ejemplo de las Trece
Colonias ante sí, no sorprende que, cuando llegó la noticia de la abdicación de Carlos IV, la élite criolla
aspirara a hacerse oír en el gobierno de sus países. En 1808, cuando las bayonetas francesas proclamaron a
José Bonaparte rey de España, la élite criolla de la mayor parte de las provincias del imperio exigió «juntas»
representativas que ofrecieran una base legal para el gobierno. Los acontecimientos de Europa facilitaron así
la ocasión más que la causa de la revolución política de América.

HALPERÍN DONGHI

A medidos del s XVIII Reformas se dieron primero en Portugal y luego en España, dando origen a una
reordenación profunda de las relaciones administrativas, militares y mercantiles con sus posesiones
americanas. Como consecuencia de darse cuanta del lugar marginal que ocupan con el ascenso de otras
potencias.

Portugal, tras su ind. Se pone bajo la protección de INg,, así los comerciantes ingleses organizados en Lisboa
y Oporto gozan de privilegios que les permiten actuar sobre la metrópoli y su colonia americana.

España desde el Tratado de Utrecht debe asentar con una compañía privilegiada británica la importación de
esclavos a sus dominios americanos. Aunque esta consecion se ve revocada, no todos sus efectos desaparecen.

Se teme por las posesiones americanas, se sabe que estas son pales. Y la metrópoli accesorias., sobre todo por
Brasil y tras la toma de la Habana en 1762. Llevando a que la reforma militar sea eminente (a la que hay que
sumarle las rivalidades entre potencias y pensar en Sacramente).

España: el resurgimiento que se comienza dar en 1680, se ve interrumpido por al Guerra de Sucesión, y en
1750 siendo evidente esta sit. Se busca la rearticulación con la economía de las colonias.

En su dimensión econ.-mercantil las reformas buscan a la vez crean en las colonias econ complejas y
aseguran la complementariedad con la metrópoli (ambas objetivos no son fáciles de integrar). EL fomento
se dará en área capaces de producir bienes agrícolas exportables.

Cambia la re al pasado: admiten como nec el acrecentamiento del volumen de tráficos atlánticos; reflejan la
decisión de cambiar las modalidades del monopolio legal metropolitano sobre el comercio colonial, con la
creación de compañías privilegiadas.

/ el rumbo de la reforma econ. Esta asociada a la militar.

297
Ese influjo se hace sentir meno en un sector que sigue siendo el K en la econ. Colonial: el minero. La razón es
obvia, el mantenimiento de la administración colonial exige recursos, y estos deber ser mayores puesto que
esa administración toma a su cargo nuevas tareas y encara las que siempre considero suyas con una seriedad
nueva.

Es en la reforma administrativa-militar concede ese aspecto conflicto se hace mas evidente. La eficacia
administrativa de un poder colonial no suele ser parecido como ventajoso por sus administrados. EN efecto, el
intento de imponer una administración mejor org. Y centralizada no solo en el campo militar no puede sino
afectar el sutil equilibrio entre el poder de la corona y otros poderes arraigados en realidades econ-sociales y
jurídicas de base local.

LA guerra de los 7 años basto para frenar el impulso renovador pombalino en Brasil, o por lo menos para
orientarlos por carriles menos renovadores. EL ciclo español de reformas, perdió parte de su ímpetu al
incluirse en el ciclo guerrero abierto por la Francia revolucionaria, pero no se agoto del todo hasta la crisis
fiscal del Antiguo régimen.

Deducir de ella que las reformas borbónicas y pombalinas fracasaron quiera tan solo decir que no lograron dar
a España y Portugal mayor vigor y cap. De resistencia que a Holanda, Austria, Prusia, Suecia, Toscana y al
entero sist. Europeo, en cuyo marco esas reformas habrían sido concebidas.

Brasil y las reformas Pombalinas

Cuando la metrópoli portuguesa intenta reordenar radicalmente sus relaciones con sus gigantesca colonia
americana, esta dejando atrás de su breve edad de oro, abierta por los descubrimientos de los años finales del
sXVII. EN la breve curva de la bonanza aurífera, 1740 marca el punto de inflexión: a partir de entonces el
descenso, primero lento y a partir de 1770 vertiginoso, refleja agotamiento de las fuentes mas abundantes y de
explotación menos costosa,; los diamantes han de seguir algo mas tarde una trayectoria sustancialmente
paralela, y nunca alcanzaran por otra parte la gravitación del oro en los valores de la producción exportable
brasileña.

Esa efímera ola de prosperidad ha dejado de un brasil que seria ya imposible de reconocer en 1700. Ha
variado su lugar en el cuadro imperial portugués. EN el las posesiones asiáticas has dejado de contar y, entre
las africanas, solo Angola adquiere nueva significación, como satélite y proveedora de esclavos para Brasil.

Desde comienzos del s, Mina Gerais, el territorio del oro y de los diamantes, crece rápidamente en población,
que trae del Brasil, de Portugal y de África, y con ello modifica para siempre el centro de gravedad de la
América portuguesa. El traslado de la sede del virreinato del Brasil de San Salvado de Bahía a Río de Janeiro
en 1763, significativa el tardío reconocimiento oficial de ese hecho nuevo.

Brasil posee ahora en rigor dos centros, el viejo de la plantación y el nuevo de la minería, y por añadidura en
torno a ellos estructura un conjunto más complejo de regiones satélites. LA ganadería será la act. Mas
favorecido en esas áreas.

Los paulistas intentan reservar para si la explotación de ese rincón de su antiguo territorio que es Mina de
Gerais; la guerra de emboabas, contra los ya densos grupos de inmigrantes que han acudido al señuelo del
oro, es resuelta en 1709 con una decisión de la autoridad regia hostil a la pretensión paulista: Entre esos
inmigrantes figuran las del nordeste, señores del ingenio y dueños de esclavos que se trasladan con sus
hombres a tener fortuna en las tierras del oro, pero tamb. Metropolitanos. Portugal asistirá en el s XVIII a una
emigración que en algunas regiones alcanza proporciones inquietantes. Si la corona ve con aprobación la de

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las sobre pobladas Azores, la del campesinados de la tierras del vino, en el norte portugués, causa alarma suf.
Como para provocar en 1720 su prohibición legal, de éxito al parecer solo aproximativo. LA importación de
esclavos de Guinea y Angola crece tamb. Rápidamente: cerca de 800 mil inmigrantes involuntarios son
introducidos en el Brasil en la primera mitad del s XVIII, y más de 900 en la segunda, mientras la parte de
Angola en ese flujo humano crece continuamente.

El predominio africano n la frontera minera significa el de la esclavitud institución social básica en el sist.
Productivo de esta. Aun así su condición parece haber sido pero que la de los que servían en act. Urbanas,
domesticas o artesanales.

Al mismo tiempo, la minería del oro, dedicada hasta muy tarde al superficial no exige las inversiones
requeridas por la de plata en Hispanoamérica.

LA situación de los productores mineros es particularmente vulnerable, debido a la preferencia del fisco regio
por los gravámenes que inciden sobre la minería, así como por la necesidad constante de comprar esclavos en
el mercado. Cuando Portugal entre por el camino de las reformas coloniales muy pocos, en la metrópoli o en
la colonia, creen cercano el momento de esa declinación minera.

En 1750 el nuevo soberano de Portugal, José I, entrega a dirección de los asuntos de Estados a Sebastián José
de Carvalho y Melo, el futuro marques de Pombal. Este lanza una reforma radical del entero sit. Pol. Y
comercial. La hegemonía pol. Británica tiene ya un siglo, se consagra tras el Tratado de Methuen en 1703.
Esta agrega a los privilegios alcanzados por los mercaderes británicos que trafican en el mercado portugués
conseciones muy imp. En cuanto al comercio entre Gran Bretaña y Portugal. A este le garantiza el acceso de
sus vinos al mercado ingles en condiciones ya vigentes en el momento de su concertación, a aquella le
concede la apertura del mercado portugués para sus telas de lana, cuya importación había sido prohibida en
1698.

Pero lo que hace del Tratado de Methuen la base estable de le re/ mercantil entre Ing Portugal es la bonanza
aurífera, que permite al reino lusitano reequilibrar su balanza de comercio pese a la subida de las
importaciones y hace irrelevante una obvia limitación del tratado: si este garantiza la apertura del mercado
ingles al pal. Rubro de exportación metropolitana, no ofrece paralela ventajas a los productos de la agricultura
colonial.

En consecuencia, mientras Portugal expande su comercio con INg sobre la base de las exportaciones, el resto
de su producción colonial encuentra su pal. Mercado en Europa continental. Pero aun en esas rutas los
mercaderes británicos pueden usar sus privilegios en las plazas portuguesas para tallarse una posición
dominante.

Las reformas pombalinas van a atacar sobre todo a la factory británica en Lisboa y Oporto; ellos no se debe
solo a consideraciones tácticas, sino a la convicción de que la tarea mas urgente para mejorar la posición
internacional de Portugal es la nacionalización del lucro mercantil.

Las compañías privilegiadas tienen un papel esencial en esa nacionalización. EN la metrópoli misma se crean
la del Alto Duero y la de la pesca de Algarbe; en el Brasil las de Para y Maranhao en 1755, y de Pernambuco
y Paraiba en 1759, destinadas ambas a adquirir mayor importancia que las metropolitanas.

Las compañías más allá de su finalidad del fomento, constituyen una tentativa de reservar ciertas etapas de
comercialización al comercio nacional, pese a que las limitaciones estatutarias a la participación de
mercaderes extranjeros no van más allá de prohibirles el acceso a cargos directivos.

299
Otros aspectos de las reformas pombalina debían causar otras mas inmediatas, sobre todo porque en su
segunda becada el impulso renovador se desplaza de la esfera mercantil a la administrativo-militar. Se
relacionan en último término con la agudización de los conflictos europeos que supone la Guerra de los Siete
Años, y la consolidación del predominio británico fuera del continente que su desenlace trae consigo. Portugal
se ha aferrado a la neutralidad; la protección militar británica u los intereses de la potencia protectora al fijar
su propia pol. Mercantil La paulatina separación de intereses entre la econ. Inglesa y la factory podía hacer en
rigor tolerable al gob. Británico el esfuerzo de Pombal por devolver a Portugal alguna autonomía mercantil.
(…) El resultado es uqe la compañía de Bahia, destinadas a coronar la reforma pombalina del comercio de
frutos tropicales, no iba a ser creada nunca. Al mismo tiempo, si no se sigue avanzando por el camino de la
reforma mercantil, las innovaciones ya introducidas son tenazmente defendidas de cualquier tentativa de
revisión, e indirectamente consolidadas mediante la reforma administrativa destinada a colocar al Brasil mas
completamente bajo la autoridad regia.

ES central en ella la reestructuración del fisco regio que busca dotarlo de una estructura a la vez centralizada
y lo bastante compleja para llevar un control más afectivo de las finanzas en los distintos dominios
portugueses.  la multiplicación de las capitanías grales. Refleja la toma de conciencia de la nec. De crear
autoridades mejor integradas en el sist. Administrativo imperial en áreas antes entregadas a otras desde origen
total o parcialmente local; al mismo tiempo, la afirmación de la supremacía del virrey sobre los capitanes
grales., que avanza pese a los obstáculos, expresa la preocupación por impedir que esa introducción de
autoridades administrativas locales disminuya el control del sist. Imperial desde su cúpula.

Todo ello hace de Río de Janeiro, la nueva sede Virreinal, un remedo mas convincente del K, para lo que en
INg sigue designándose como los Brasiles, de los que nunca había alcanzado a ser Bahía; en Río desde 1769
un marques intentara llevar adelante esa afirmación de su propio poder, que no es sino un aspecto del que la
corona quiere alcanzar sobre su dominio americano.

En cuanto a la justicia la reforma pombalina acentúa la tendencia que ha comenzado con el siglo: al
multiplicar a los Guises da fora y ouvidores, no solo a través de las fundones judiciales de unos y otros, sino
mas aun mediante la participación de los primeros en las deliberaciones de las cámara municipales, y del
control de legalidad que los segundos ejercen sobre las resoluciones de aquellas.

Las fuerzas ptes. En Brasil debían ser plenamente integradas en un ejército portugués, el mismo sometido a
profunda reorganización.

La expulsión de la Compañía de Jesús de todos los dominios portugueses, en 1759, se dio tras ser tenida
responsable de la resistencia que la rectificación de las fronteras americanas entre España y Portugal, decidida
en 1750, que se encontró entre los indígenas de sus misiones orientales del Uruguay. La ocasión para el
conflicto que terminaría en expulsión no vino de allí, sino de la oposición jesuítica a las innovaciones
introducidas por la administración pombalina en el Marañhao., en cuya área la act. Misional de la Compañía
había asegurado un fuerte ascendente espiritual y econ.

Ya la creación de la compañía privilegiada, en 1753, significaba un desafía a ese ascendente, y encontró viva
oposición en que se unieron los mercaderes excluidos por el monopolio de los predicadores de la Compañía.
La acción contra los jesuitas tardo mas en llegar, en 1758 fueron privados de toda autoridad temporal sobre
sus catecúmenos; al año sig. Fueron expulsados de los dominios portugueses: se abría un proc. Que
culminaría con al disolución de la Compañía por el pontífice; en el camino Pombal había buscado y hallado
imitadores en los Borbones de España y Francia. En la Compañía había creído encontrar Pombal el centro
organizador y director de la resistencia a la afirmación del poder regio y a la pol. De reformas, y llego a creer
con una certidumbre que no dejaba de tener aspectos paranoicos en su influjo omnipresente: la oposición que
su pol. Encontraba en Londres o Madrid, o entre comerciantes perjudicados por sus reformas, no podía a su

300
juicio explicarse por una percepción justa de los intereses que el venia a herir, sino por la acción secreta de los
Jesuitas. (la compañía de Jesús esta en el nudo de las oposiciones que su pol. Encuentra dentro de Portugal.)

Por otra parte su obra misional es incompatible con la pol. Indígena del gran ministro: para el se trata de
incorporar rápidamente a los indios a la economía y a la soc. portuguesa, y no hay duda de que ese objetivo,
que supone la destrucción de las barreras que los jesuitas ha erigido a la asimilación, es sostenido por el con
sinceridad.

Por audaz que pareciera como desafió a una poderosa org. Supranacional, la expulsión de los jesuitas no
excedía tanto a las fuerzas reales del portugués como la reforma del propio Estado, a la que Pombal aspiraba.
La pol. De reformas da por descontada la disposición de los súbditos de un poder por el momento débil, a
allanarse las innovaciones que, para mejor servir al interés de ese poder, barren con ventajas, convicciones o
aun prejuicios tradicionales. Así el doblamiento pombalino, no inspirado en ninguna preocupación
filantrópica o igualitaria, al aconsejar la incorporación de los indígenas y de las misiones paraguayas, y la mas
plana de los hombres libres de color, usando para ello al unión familiar con europeos y criollos, choca con
principios que son algo mas que prejuicios individuales, ya que están en la base misma de la sociedad
brasileña Se un la metrópoli la abolición de distinciones entre cristianos viejos y nuevos y la disminución de
las que se daban entre nobles y plebeyos despertaron fuerte resistencia, las innovaciones paralelas en la
colonia encontraron algo mas eficaz que la mera resistencia: no logaron incidir en lo absoluto en las re/
étnicas que se habían propuesto redefinir tan radicalmente.

El mapa de xitos y fracasos de la reforma pombalina revela, en efecto, que esta no logro tratar al Brasil como
un objeto maleable a remodelar para mejor servir los intereses de la corona: sus éxitos se alcanzaron
precisamente allí donde la reforma logro a la vez servir a otros intereses, y gano el apoyo de estos (como el
éxito pleno en cuanto al algodón, éxito menor en cuanto al tabaco, éxito en cuanto al trigo y arroz).

Desde el comienzo, la recolección de diamantes había sido mas estrechamente controlada que la de oro. No se
trataba tan solo de asegurar al fisco de su parte, sino aun mas de evitar que una explotación desenfrenada
causara una catastrófica caída de precios en el mercado europeo, como ocurrió en 1730 tras el
descubrimiento. Desde entonces se suceden las medidas destinadas a aislar al distrito diamantino, en la serra
do Frio de Mina Gerais: prohibición del ingreso en el de personas libres de color, fijación de un num. máximo
de esclavos que asegure su adecuada supervisión por capataces blancos, prohibición incluso de la presencia en
el área de mujeres de color, acusadas de ser el pal. Vehiculo de del contrabando. Se trata en suma de
asegurarse a la vez contra el riesgo de robo de los esclavos recolectores y el de la venta ilegal capaz de
alimentar una corriente de contrabando. La legislación se aplica con mayor tenacidad de lo habitual, y cuanta
en su apoyo con los dragones de Mina de Gerais, reducida fuerza formada por soldados de origen
metropolitano, que logra hacerse temible a sus vigilados. Aun así, las restricción solo alcanzan éxito parcial.

En 1734, la corona decide reemplazar el quinto dee oro con una capitación que afecta a la entera pob. De
color, libre y esclava, mayor de doce años, y a alos trabajadores y dueños de establecimientos. La razon es
obvia: un impuesto porcentual a la producción es una tentadora invitación al fraude, mucho más difícil en un
impuesto personal.

En 1750, la capitación es abandonada en favor de un retorno al quinto, con cuanto mínima de 100 arrobas
anuales de oro.

La decadencia de la minería del oro tuerce de nuevo el curso de la reforma pombalina, ya afectado en el
sentido de una mayor cautela, por la reafirmación de la hegemonía pol-militar británica que legan las guerras
de mediados del siglo.

301
La expansión industrial que las reformas habían buscado inducir sin demasiado éxito y con considerable
timidez avanza ahora impulsada por la crisis del comercio exterior, que obliga a sustituir importaciones

En 1777, la muerte del rey José trae consigo la caída del POmbal: el balance de un cuarto de siglo de reforma
muestra trazos negativos. LA caída del todopoderoso ministro crea un oportunidad para cambiar ese rumbo
peligroso; esa oportunidad es mas aparente que real, ya que por detrás de su pol., son los cambios inducidos
por la irreversible decadencia de la minera aurífera los que han provocado ese asunto de tensión, y no hay
motivo alguno para esperar que su influjo amengüe en el futuro.

En la América portuguesa, las primeras tormentas anunciadoras de la crisis final del vinculo colonial se darían
en el marco de la desorientación y reorientación que sigue al fin de la etapa de reformas; las que una década
antes se desencadenan sobre la América española son en cambio una de las reacciones frente a las reformas
allí mas tardías.

Hispanoamérica y las reformas borbónicas.

Aquí es donde la pob. Es 7 veces mayor que Brasil para el SXVIII. Casi la mitad se agolpa en la Nueva
España.

La minería requiere inversiones considerables, que solo pueden provenir de quienes han acumulado capitales.
Estos son loa aviadores, comerciantes de las áreas mineras cuyo giro se apoya a su vez en el crédito de los
grandes almaceneros de la ciudad de México; todavía en esta etapa ni siquiera los grandes mineros han
ganado autonomía financiera. Solo cuando el metal es acuñado, el miero recibe su precio, descontados desde
luego los diversos impuestos y costos de servicios.

Por debajo de esas razones, especificas a la minería, hay otras más grales. Tienen que ver con el sist.
Mercantil aun vigente en la primera mitad el siglo.

Hay otras razones todavía para que la minería mexicana sufra por esa dificultad de acumulación: cuentan con
muy escasas fuentes de mano de obra legalmente obligada al servicio de minas, y deben reclutarla casi
exclusivamente en el mercado de trabajo.

El México de la minería es parte de ese centro-norte y norte que va a ser de la ambigua prosperidad de la
Nueva España borbónica. EL proc. Subyacente parece ser, ante que la expansión minera, la de la agricultura,
sostenida a su vez por el crec. De la población.

En el paisaje rural no hay que perder de vista al rancho, así como el caserío: realidad informal pero no ilegal,
en que se congregan arrendatarios o labradores ind. Pero de parcelas ínfimas. El caserío no ofrece el marco
institucional comunitario propio de los pueblos indios; su pob. No es nec. Ni menos exclusivamente indígena;
aun así, una vez consolidados no serán pocos los caseríos que querrán ser reconocidos como pueblos. Buscan
con ello sobre todo asegurarse un ejido.

Las haciendas serán trabajadas por gañanes, suplementados en medida muy variable por la mano de obra
temporaria ofrecida por los trabajadores que explotan tierras arrendadas o a partido.

La agricultura para el mercado no esta exclusivamente a cargo de las haciendas. Haciendas, comunidades y
ranchos participan en ella.

302
Si los servicios que el repartimiento presta a los indígenas son a menudo ilusorios, lo que ofrece el sist.
Mercantil imperial son en cambio evidentes: gracia alas comunidades que mantendría relaciones limitadas
con el mercado externo se ven forzadas a producir excedentes que este requiere.

En Oaxaca, la producción de la grana puede llevar adelante sin interferir con el ciclo agrícola de las
comunidades; permití entonces la integración de estas con el circuito de tráfico internacionales promovido por
la corona de modo que mantiene y consolida la estructura comunitaria.

EN América central otra materia tintórea es el primer rubro de exportador: el añil. Este requiere el cultivo del
índigo, y favorece la creación de plantaciones españolas en la zona de San Salvador.

Este liga a ala comunidad indígena con los tráficos imperiales, de manera ala vez mas indirecta y mas
perturbadora que en Oaxaca. EL repartimiento consolida tamb. Al existencia institucional de la comunidad.
LA gravitación de los ladinos (=mestizo o indios hispanizados) crece en los que será el Salvador, mas que en
Oaxaca p que en la vecina Guatemala, donde los comerciantes controlan el trafico de añil, pero cuya densa
pob. Indígena rural no contribuye todavía a ninguna corriente exportadora.

Los ladinos aparecen como auxiliares de la agricultura de hacienda, pero tamb como rivales de esta y de la
comunitaria; ocupantes precarios de tierras baldías, ocupantes a partido de tierras de haciendas, o desafiantes
intrusos en las de los pueblos.

El añil, es lejos, el más imp rubro de las exportaciones centroamericanas, pero la mayor parte del territorio del
reino de Guatemala permanece al margen de su producción.

A mediados del s XVII, las Antillas españolas no han abandonado su estancamiento secular. España ha
perdido ya casi todas las Natillas menores y el oeste de Santo Domingo a manos de los Holandeses, ingleses y
franceses. Esta retirada se debe, más aun a q a la innegable debilidad militar de España a la insuficiente
presencia española en el área en que ha comenzado la conquista y colonización de las Indias. Las Antillas
siguen siendo vitales para España como nexo con sus posesiones continentales, pero tiene muy escaso interés
directo para la metrópoli. La ganadería es aquí tamb. La act. Dominante, aunque en las tres islas- Cuba, Sto.
Domingo y Puerto Rico- el azúcar no es desconocido y en Cuba el tabaco ha comenzado a explotarse en
volúmenes significativos.. En las antillas el pasado indígena ha sido borrado más que en cualquier otra parte.
Las necesidades de fuerza de trabajo han sido suplidas mediante la importación de esclavos africanos, pero
esta es todavía reducida y el equilibrio entre las castas se expresa en una mayoría de origen europeo. Ese
equilibrio es consecuencia de que las Antillas españolas no han tomando aun el camino de la econ. De
plantación, la cual avanza en las británicas, holandesas y francesas. En la América del Sur española,
Venezuela ha comenzado a desarrollar, desde fines de la centuria anterior, exportaciones no mineras con vigor
excepcional. Con ello se transforma en un área problemática y es que su ascenso se debe más que a las
legales al contrabando. El contrabando es de perlas, esmeraldas y oro traídos desde Nueva Granada, pero
sobre todo productos tropicales, entre los cuales domina el cacao.

La presencia india se hace sentir solo tenuemente en Venezuela, tierra en que predominan las castas
mezcladas, y aun en Nueva Granada no alcanza la significación que tiene en Meso América.

Si económicamente Nueva Granada permanece a mediados del siglo muy cercana al estancamiento, su papel
administrativo y militar en el sit. Imperial es considerable. Desde el siglo anterior Cartagena de Indias, se ha
constituido en el más imp. Centro de poderío miliar y naval de Caribe español.

El Perú, nuca ha sido un área marginal. EN ella se encuentra la K virreinal, Lima, y los centros de agricultura
de hacienda mas desarrollados: azúcar, algodón, viña, que han desplazado al cultivo del trigo de menor

303
rendimiento, incluso en el área limeña. La K, centro administrativo de las posesiones españolas de guayaquil a
Buenos Aires, es tamb. Nudo comercial para esa región.

Con bajas inversiones y una población estancada; si bien Potosí y los centros mineros siguen absorbiendo las
mulas criadas en el Rió de al Plata, no expanden su consumo de textiles andinos o importados, o de los
productos de la agricultura de la costa peruana, el norte rioplatense y aun de Charcas. Antes que la crisis de
las comunicaciones atlánticas provocadas por las guerras se abren en 1796 le ponga fin se revela incapaz de
dinamizar la economía regional.

Al sur, las tierras rioplatenses comenzaban en las décadas que abren la segunda mitad del SXVIII un proceso
ascensional todavía lento, en el que apenas se perfila el futuro predominio de las tierras bajas. Este ascenso se
apoyaba sobre todo en la expansión del comercio atlántico.

Las tierras inmediatas a la ciudad. Laxamente pobladas desde el sXVI, mantenían una agricultura poco
prospera y una ganadería que pronto iba a encontrar nuevas oportunidades gracias al agotamiento del ganado
cimarrón-salvaje- cuya caza había alimentado hasta mediados del s. las exportaciones rioplatenses de cuero.
Este agotamiento acelera la transición a la cría den estancias de rodeo en la campaña de Buenos Aires y Santa
Fe, y favorece la expansión de análogas estancias en Corrientes y Paraguay, mientras que en las tierras de
nueva colonización amas allá del Paraná y el Plata la caza de ganado bravío va a coexistir con la cría de
ganado manso. Iniciada por las órdenes de misiones, comienza a ser practicada por pobladores no siempre
propietarios.

Tanto la caza del cimarrón como la expansión de la estancia se ven favorecidas por la presencia de un
mercado ilegal. (LA colonia de Sacramento desde principios del s VXVII trafica intensamente cueros).

La expansión de la ganadería es significativa, lo que la estimula es la disponibilidad mayor y más regular de


bodegas: todavía a mediados del siglo el cuero es un producto que se deteriora con relativa rapidez. La
introducción de veneno para retardar su putrefacción permitirá aliviar el problema. Aunque no quita que
hasta la ind. El gran producto de exportación de BS. AS. Siga siendo la plata altoperuano.

En el Alto Litoral- Corrientes, el Paraguay, Las Misiones- la ganadería vacuna esta en claro avance. La yerba
mate que los jesuitas han enseñado a preciar a las poblaciones sigue exportándose a su vasto mercado (desde
río de la Plata Quito).

Ni a mediados del siglo, ni al terminar este, el ascenso de Buenos Aires sobre el espacio rioplatense,
altoperuano y aun chileno es suf. Para reorganizar ese espacio en torno al nuevo centro dominante.

(Chile: ni aun las reformas borbónicas o van a liberar de la sujeción a Lima, y cuando lo hagan será para
suplantarla por Bs. As.)

El impacto de las reformas borbónicas.

A diferencia e Portugal, donde la etapa pombalina marca un brusco y deliberado cambio de rumbo, en España
la etapa de reformas por excelencia- la que va desde la toma de La Habana hasta la muerte del influyente
ministro Gálvez, en 1787- no supone sino la intensificación de una tendencia que se hacia sentir desde la
instalación de la dinastía borbónica, al abrirse el siglo.

Ello supuso la primera derogación de las pol. De aislamiento comercial, corregidas antes por el contrabando,
facilitado desde medidos del s XBII por los avances holandeses, ingleses y franceses en las Antillas.

304
La segunda estaría solemnizada en el Tratado de Utrecht: en el España concedía a una compañía privilegiada
inglesa el monopolio del trafico de esclavos en sus Indias: como consecuencia de ello, por casi dos décadas,
se establecen factorías inglesas desde Veracruz a Buenos Aires en las que no es el trafico de negocios el único
que se practica.

Más imp. Aun es la reforma del trafico metropolitano: desde 1721 las flotas y galeones son complemetentados
con navios de registro, que- tras obtener autorización administrativa- afrontan la navegación colonial uno a
uno, sin ajustarse a la la vieja ruta del monopolio. ES el comienzo del fin del viejo sist. Mercantil. El nuevo
sist. Se revelo adecuado para afrontar la amenaza militar en el Atlético en época de guerra. Los navíos
individuales tenían limitada la cap. De repeler el ataque, las posibilidades de esquivarlo pasando
desapercibidos era en alta. Además suponía una expansión considerable del volumen de bodegas disponible
para la ruta d Indias.

La España renaciente comienza a ver en sus colonias no tanto las proveedoras del tesoro metálico que desde
la conquista es pieza esencial de sus sit. Fiscal, ni las proveedoras de algunas materias primas útiles para el
tráfico internacional o para el consumo metropolitano, sino el desemboque para la producción metropolitana,
industrial o agrícola.

Esa es la perspectiva adoptada en 1743 por Campillo, que como mas tardee Pombal en el Brasil, quiere
incorporar la masa indígena a la soc. española, eliminando el régimen de las tierras comunitarias. El
complemento de la reforma económica es la de la administración, mediante la creación de intendencias,
centros ejecutivos de jurisdicción más reducida que los virreinatos, que reúnen atribuciones en la esfera de
guerra y hacienda.

Si las nociones básicas de la reforma colonial dominan ya en los altos niveles de administración borbónica,
han de pasar 20 años antes de que se intente implicarlas, y aun entonces el estimulo decisivo llegara de la ya
evocada toma de La Habana por los ingleses. Esta persuadió a la administración regia de la urgencia de
implementarlas.

Aunque la sorpresa de LA Habana lanzo a España en el camino de la reforma colonial, no la emprendió de


modos sistemático y global. Cuba ser la primera área tocada por el impulso renovador; pero a ello iba a seguir
un esfuerzo experimental y parcial en México; pasarían 14 años antes de que se afrontar la reforma a escala
imperial.

La reforma más irritante no estaba inspirada por la preocupación de ampliar la econ. De mercado, sino por la
fiscal: era la implementación del estanco del tabaco, que regulaba las áreas de producción de la hoja y
reservaba a la Corona el monopolio de su compra y manufactura. Esta causo menos controversia en el
continente, pese a que Cuba contaba con un grupo de productores d e peso social considerable: la clara
alternativa que le ofrecía el azúcar disuadía a los más poderosos de entre ellos de defender conflictivamente
los lucros potenciales que un sist no mercado por el monopolio podía ofrecerles en el ramo del tabaco.

La roma de LA Habana había revelado bruscamente las consecuencias e su apertura al comercio ingles.

Si en la Gran Antilla las reformas favorecen una expansión larga y sostenida, cuyo ritmo se acelerara solo
gradualmente, en el continente estas van a atener un eco mas inmediato, pero meno uniformemente positivo.

La vista mostrara a Gálvez decidido en la vía de las reformas: establecimiento de milicias regladas, del
estanco de tabaco; fomento de la minería mediante la reducción del precio del mercurio nec para la
amalgama, y provisto para la Corona a los mineros, y tamb. Gracias a la gestion directa dee la producción de
polvora, que logra aumentar el volumen producido y reducir su precio; por ultimo, algunas exenciones
impositivas ad honores para quienes abrían nuevas explotaciones mineras.

305
La visita tuvo efecto mas limitados en la estructura administrativa del virreinato: sin duda la administración
de hacienda se hace mas compleja y eficiente, pero en la década anterior se han dado avances decisivos e en
este sentido: administración directa de la alcabala en el distrito capitalino, antes a cargo del Consulado del
Comercio. El esfuerzo reformador era penosamente claro: se trataba de retomar el control de esa alta
burocracia, marginalizando a los miembros reclutados localmente a favor de otros que, oriundos sobre todo de
la Península o de otras regiones indianas, pueden ofrecer a la Corona y sus ministros una lealtad menos
dividida. Ello se lograría como consecuencia del recorte de las atribuciones de las magistraturas tradicionales
a favor de una nueva burocracia administrativa y militar, y de grupos funcionales y sociales a los que se
trataba de dotar de fueros privilegiados.

(A su vez interesan menos a ese México meridional fuertemente indígena)

Así limitada, la oleada de reformas provoca fuertes reacciones que se agravan porque a ellas se acompaña una
medida que afecta a todas las posesiones del

rey de España: los jesuitas son extrañados. Propietarios de fincas rusticas, proveedores de créditos para más
de un hacendado, educadores de la elite en el colegio de San Idelfonso, en sus filas se encuentran algunos de
los protagonistas de la Ilustración mexicana, cuyos aportes a la formación de una conciencia criolla ha ganado
el interés de los historiadores. Su expulsión agrega una dureza nueva a la relación entre la leite colonial y la
Corona.

Tantas innovaciones van a provocar reacciones negativas, que van desde tumultos contra el enrolamiento en
la milicia y las nuevas tasas y monopolios hasta rebeliones abiertas, pero localizadas, luego de la expulsión,
que tendieron en algún caso a fundirse con las inspiradas por la resistencia al cobro mas eficiente del tributo
indígena. Entre la elite administrativa el descontento tuvo expresión menos violenta, pero a la vez menos fácil
de reprimir.

En 1770 el esfuerzo renovador se hace cada vez mas generalizado; en México, en cuanto a la hacienda regia,
se suprime en 1776 el estanco de la percepción de impuestos excepto en zonas apartadas y de rendimiento
limitado. El resto de Hispanoamérica continental es incorporado al proc.; en 1776 es creado el Virreinato del
Río de La Plata. En 1739se había restaurado el de Nueva Granada.

En 1778, la reforma del sist. Mercantil es impuesta a escala imperial con el Reglamento del Comercio Libre,
en 1782, la Ordenanza de Intendentes marca el punto mas alto de la reforma administrativa. Una y otras van a
tener resultados más limitados de lo que se esperaba de ellas.

La reforma mercantil abre al comercio reciproca un largo num. De puertos peninsulares y americanos, entre
los cuales establece un libre comercio. Este aporta como innovación el sistema de navíos de registro. El
reglamento de comercio libre, no abría las colonias al comercio extranjero. Su propósito era el opuesto: dar
nuevo vigor al comercio metropolitano frente a la presión incesante del contrabando. Los productos de origen
español podían alcanzar los mercados coloniales de modo legal solo a través de la intermediación por la
metrópoli, y pagando impuesto adicionales.

Las reformas iban a tener impacto más fuerte sobre el aparato mercantil que sobre el peninsular. LA pedida
del monopolio legal iba a privar a Cádiz de su posición dominante en el tráfico ultramarino. Esta posición no
había salvado al comercio gaditadino de una creciente dependencia frente a sus proveedores de mercancías y
créditos.

Pero ese ascenso del influjo mercantil y creditito de las zonas ahora mas dinámicas de la economía española
no se acompañaba de si ascenso marcado como proveedora de mercancías para ultramar esto demuestra que

306
uno de los objetivos de la reforma se cumple limitadamente: ellas no permiten a España transformarse en la
metrópoli industrial de unas colonias orientadas a las exportaciones primarias.

Mas éxito que las exportaciones industriales de la península alcanzan quizás las agrícolas, facilitadas por la
reducción de los impuestos a la exportación a las indias, que habían golpeado fuertemente a las de vino. EL
costo comparativamente mas bajo del transporte marítimo sobre el terrestre asegura en las puertas de la
victoria de las importaciones ultramarinas frente a las de retaguardia continental: así el vino de las regiones
andinas de lo que será la Argentina es barrido del mercado de BS. AS. Por el español; an en el mas remoto
interior la liberación comercial provoca para el una brusca baja de precios, y una mas que proporcional de
lucro de productos (del mismo modo que las importaciones agrícola, las textiles debían ofrecer seria
competencia a la indiana)

El impacto por la liberalización comercial en la esfera productiva es menos intenso que el que se produce
sobre la estructura comercial indiana. Los centros privilegiados del viejo comercio sufren un golpe del que no
han de recuperarse; en esos centros mismos, nuevos grupos mercantiles reemplazan a los antes dominantes.
Entre ellos predominan los oriundos de ese norte peninsular que esta poniéndose a la cabeza de la economía
metropolitana. Estos nuevo reclutas de las clases mercantiles indianas, cuyas raíces se encuentran no solo en
el comercio de Barcelona y Vizcaya, sino a menudo en el campesino ind. Y razonablemente prospero de la
retaguardia territorial de esos centros mercantiles, traen actitudes vitales distintas de las vigentes en la
sociedad criolla; duros consigo mismo y con los demás, estos ascetas de la acumulación de K derrochan cada
generación lo acumulado dividiéndolo entre sus descendentes. Su esfuerzo sirve entonces para crear, en una
segunda generación caballeros criollos de decente fortuna. Cuando parece así esterilizarse, lo retomara un
nuevo recluta ultramarino, pariente pobre que deber comenzar de nuevo al cíclica hazaña de transformar en un
generación el k. Brading iba descubrir que ese modelo reflejaba la trayectoria de demasiados familias
elevadas a posición prominente en el gran comercio mexicano durante la segunda mitad el s XVII, el mismo
descubrimiento iba a hacerse para Bs. AS virreinal.

Estos nuevos mercaderes no solo conservaron con su comarca de origen lazos mas estrechos que los pasados
inmigrantes, sino que oponen al acriollamiento inevitable la regeneración del lazo mediante la recluta en
aquella de quienes han de reemplazarlos en la aventura mercantil, que es mas la de un linaje que la de un
individuo. La emergencia de grupos regionales separados es un hecho nuevo, fruto de una inmigración más
numerosa.

Ahora analizara el impacto del nuevo pacto colonial sobre la Econ. Productiva, que no entra en concurrencia
con las importaciones. NO hay duda de que el redefinido paco comercial es más favorable a esa econ. EN
México, como en Lima, el auge minero y agrícola se vinculan con la perdida de ventajas mercantiles de
ambas centros a favor de Veracruz y Bs As., y la reorientación del capital mercantil allí acumulado.

El impacto econ. De la reforma es difícil de evaluar, excepto en donde introducía modificaciones en el


equilibrio entre regiones coloniales. EN cuba y Venezuela, favorece la expansión de la agricultura
exportadora (aunque no al mismo tiempo). En Perú, el balance es ambigua: la liberación mercantil es un golpe
a la posición privilegiada de Lima, pero no es tan así la minería del Bajo Perú va a producir en volúmenes
comparables a los de Charcas, colocados bajo la jurisdicción de BS. AS para dar mayor enjundia a los
recursos fiscales del nuevo virreinato.

Esos resultados ambiguos y contradictorios tienen que ver con contradicciones y ambigüedades del proyecto
reformista, con la complejidad del cambio económica en curso, que la Corona conoce mal y que de todos
modos seria incapaz de orientar desicivamente modificando las normas que rigen el comercio colonial.

307
Si en las áreas mineras que formaron el núcleo del imperio bajo el viejo pacto colonial, el impacto de la
reforma mercantil puede ser ambiguo, contiene menos elementos negativos en las de producción primaria no
minera: Cuba, Venezuela, el Río de La Plata.

No es sorprendente que, en la reacción colonial a las reformas, las mercantiles hayan pasado menos que las
administrativas y sobre todo las fiscales. El aspecto mas irritante de las reforma mercantil era la implantación
de la soc. colonial de una nueva elite comercial que ha de conservar con la metrópoli lazos mas robustos que
aquella a la que vine a reemplazar. Ahora bien, estos, que era un aspecto al cabo secundario de la reforma
mercantil, es un elemento esencial de la administrativa: desde México a Córdoba, en el Río de la Plata, los
quejosos ven en ella sobre todo un esfuerzo por despojar a la elite criolla de sus bases en la administración, a
justicia, la I. LO que es nuevo es el impacto inmediato y devastador que el esfuerzo por constituir bandas
poderosas en la corte tiene sobre las antes mejor abrigadas bandas coloniales; ese impacto refleja el éxito de
un esfuerzo centralizador que no se ha iniciado por cierto con Gálvez.

No conviene exagerar el crear la burocracia imperial. El equilibrio en las audiencias se transformaría a favor
de los oriundos de la metrópoli, y entre ellos en beneficio de quienes tiene lazos mas tenues con el área de su
jurisdicción; tamb. La creación de nuevos organismos administrativos asegura que en estos los nuevo criterios
de reclutamiento serán dominantes.  el control ha sido arrebatado a quienes lo han ejercido largamente, pero
estos ni han sido del todo desplazados, y asistirán como espectadores embelesados a los tropiezos de quienes
tan descortésmente los han desalojado de la preeminencia.

Si la reforma administrativa no provoca reacciones que van mas allá del mal humor de quienes se sienten
marginados por ella, hay otras que originan en la América del Sur española reacciones mas violentas. En
Nueva Granada con en el Perú el aspecto fiscal de las reformas origina protestas mas violentas y amplias que
la conocida pro Gálvez en México.

En 1776 el virrey Flores reorganiza el estanco del tabaco, limitando las áreas de cultivo. Ese mismo año, este
reorganiza el monopolio de aguardiente; la explotación de las minas, que la costumbre concedía a algunos
grupos indígenas, es tamb. Retomado en gestión directa.

Todo esto no satisface aun al regente visitador enviado a reorganizar la hacienda y la administración. EN
cuanto al tabaco, se trata ahora de restringir la producción al volumen nec. Para el consumo local, otras áreas
son preferidas para surtir a la metrópoli y a las colonias no productoras, y su cultivo es ahora prohibido en la
mayoría de los distritos en que el virrey lo había autorizado dos años atrás. Una reorganización análoga afecta
al aguardiente. EN 1780, para que rindan más esos monopolios, se aumenta el precio de la venta de tabaco y
aguardientes. El resultado es halagüeño y se suma a los lucros acrecidos por la gestión directa.

El regente visitador no temía reacciones demasiado violenta: y rechaza la idea de constituir una milicia
desicion errónea, ya un día después de la publicación de los nuevos impuestos, un motín agita la villa e
Socorro. Aquí luego de tres días de agitación protagonizada por la plebe, los notables se ponen a la cabeza del
mov.

EN Nueva granada no se introducirán intendencia, esa novedad impondría demasiadas tensiones a una elite
administrativa ya muy sacudida por las experiencias recientes. LA paz se ha rehecho, y si la Corona no ha
podido reemplazar del todo a la elite administrativa local con una de veras imperial, en otro aspecto ha tenido
mas éxito: pese a la supresión y rebaja la recaudación ha subido considerablemente; Nueva Granada comienza

308
a pagar el costo de la defensa de su costa atlántica y a participar modestamente en los envíos de metálico al
tesoro metropolitano.

El episodio neogranadino palidece al lado peruano. Aquí el alzamiento es más prolongado y sangriento, con
una extensión geográfica muy vasta.

/ El mov. Encabezado por Tupac Amaru II será algo muy distinto, más que en sus orígenes en su impetuosa
pasión. EL jefe de la sublevación, José Gabriel Condorcanqui, cacique pal. Mestizo. Alzado en rebelión
abierta en nov. De 1780 Tupac Amaru era derrotado y capturado en abril del año sig. En Puno, la resistencia
india iba a durar todo 1781. En el Alto Peri, desde medidos de 1780 se había desencadenado la rebelión de
Chayanta, encabezada por Tomas Catari, y surgida por un conflicto de corte tradicional provocado por un
corregido, los enfrentamientos iban a durar hasta entrado 1782  el acontecimiento mas imp. Fue el sitio de
La paz, donde se da una alianza estable entre elementos de castas distintas.

A la rebelión siguió la represión, con el aparatoso suplicio de Condorcanqui en la plaza mayor d Cuzco, y la
de la mayor parte de los jefes militares de los distintos alzamientos. Pero no todos los sospechosos iban a ser
tratados de la misma manera (no hay que olvidar que muchos integrantes del clero apoyaban estas
sublevaciones, auque con posturas ambiguas.)

Estos linajes colocados en la cumbre de la soc. india eran lo que tenían mas íntimos contactos con la soc.
heredera de los conquistadores. Como cacique sostenía al obispo de Cuzco, este conflicto hundía sus raíces en
la administración colonial anterior a la reforma borbónica que tenia entre otros objetivos eliminar los
corregimientos.

El esfuerzo por aumentar, por distintos medios, el ingreso provocaba en las áreas indias reacciones
coincidentes en sectores muy heterogéneos.

Si como alzamiento indígena el desencadenado por Tupac Amaru fue un fracaso, como advertencia sobre los
riesgos de una pol de reforma en una soc. y u orden pol. De extrema fragilidad resulto más eficaz. Rebelión y
represión habían costado el equivalente de los ingresos fiscales cuyo objetivo mas inmediato esa ampliar el
ingreso fiscal provoca ese resultado, no sorprende que su aplicaron se haga mas cautelosa. Aunque el impulso
reformador iba a traducirse todavía en cambios institucionales y legislativos imp., no conservara el ímpetu
que caracterizo a la vista de Gálvez y de sus emisarios a los virreinatos andinos.

En la intención de Galvez, la creación de la administración, tras las finazas, la justicia y la defensa para
distritos más a manos que un virreinato debía, a la vez que hacer más eficaz la administración local, recorta
drásticamente la esfera de decisión ind. De los virreyes.

Con este preciso fin nacería la figura del superintendente, que en cada sede virreinal tutelaron a los
intendentes de esa jurisdicción, que ejercería directamente la intendencia capitalina. Si bien el superintendente
su decretado en 1782, una década mas tarde será abolida, por los contratiempos que causaban los conflictos
entre este y el virrey, que trababan la administración.

Las intendencias daban enjundia administrativa a territorio que no la había tenido antes al lado del regente y
el obispo, el intendente se destacaba como el agente de un programa reformador y de la autoridad soberana.
El intendente no llegaba con facilidad a la vida local, para lo que contaba con el auxilio de subdelegados.

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Desde mediados de la década de 1790 se hace evidente que España no podrá ganar la apuesta que fueron alas
reformas. Han logrado estas crear un cúpula administrativa, militar y eclesiástica verdaderamente imperial,
pero han tenido menos éxito en la soc. colonial.

En la cima de la soc. colonial, el proc. Introdujo nuevos fronteras internas, en parte como consecuencia no
deliberada de acciones que tenían objetivos distintos.

Las reformas acentuaron al fragmentación interna de la soc Hispanoamérica, sobre todo en sus sectores mas
altos, y contribuyeron a así a hacer mas pesada la herencia colonial. LOs fueros especiales para comerciantes
agrupados en consulados tiene sin duda una significación amplia, y contribuyeron a hacer de la cúpula
mercantil el núcleo de las clases propietarias en los centros urbanos coloniales, pero no necesariamente a
asalarias del resto de esas clases.

La creación de una miliciana provista de fueros personales parece a primera vista un innovación mas grave;
en un sugestivo ensayo, Lyle McAlister propuso hace 20 años buscar en ella la raíz histórica del llamado
militarismo de la Hispanoamérica Independiente.

Si cabe dudar de que esas innovaciones hayan agravado seriamente la fragmentación interna de una soc. desde
su rigen mal integrada, puede achacárselas otra consecuencia paradójica: gracias a ella una reforma de
vocación absolutista, que busca debelar las fortalezas erigidas por la tradición y la rutina contra afirmación
del poder central erige otras nuevas, en que la justicia corporativa desplaza a la del soberano.

Hacia 1790 emerge de un cuarto de siglo de reformas intermitentes una Hispanoamérica menos renovada que
la anticipada por Campillo: las económicas coloniales han debido soportar una carga impositiva ampliada. Si
no hay motivo para creer que esa adaptación necesaria dejo de inspirar resentimiento y nostalgia, tampoco lo
hay para suponer que esos resquemores podían estar en la base de una reacción pol temible para la autoridad
regia. LO que iba a poner en crisis el orden colonial no fue, la afirmación mas vigorosa de esa autoridad en un
cuarto de siglo de reformas; fue el progresivo derrumbe de esa misma autoridad cuando la crisis militar y
politica Europea se revelo demasiado fuerte para las defensas que esas reformas habían intentado erigir.

SILVA, A.M-D

PORTUGAL Y BRASIL:
LA REORGANIZACIÓN IMPERIAL,
1750-1808*

Con la carencia y la poca diversidad de sus recursos naturales y sus manufacturas, su limitada población y su
escaso poder militar y naval, Portugal no podría haber sobrevivido durante dos siglos y medio la corona
portuguesa y gran parte de la población obtuvieron sus principales ingresos de la explotación comercial de los
recursos de sus territorios ultramarinos. Hacia mediados del siglo xvm, Brasil era, con mucho, el más
importante de ellos.
Hacia el este del cabo de Buena Esperanza, el Estado da India, que comprendía todas las posesiones
portuguesas desde la costa oriental de África hasta Macao y Timor y que se controlaba desde Goa en la costa
occidental de la India, había sufrido rebeliones locales y guerras, así como incursiones de otras potencias
coloniales europeas. Los portugueses habían perdido hacía tiempo su monopolio del comercio y de los
embarques en Oriente. El Estado da India estaba, así pues, debilitado territorialmente, y también
económicamente. Se enfrentaba con una competencia de Inglaterra, Holanda y Francia a la hora de importar
productos de Oriente y había abandonado prácticamente las importaciones de Mozambique (marfil, esclavos,
oro).
Varias colonias portuguesas de la costa occidental de África habían sido atacadas repetidamente por
extranjeros o bien habían sido escenario de sublevaciones locales, especialmente en las islas de Cabo Verde y

310
en Angola. Brasil había sufrido dos guerras civiles (la guerra de las Emboabas, en las minas de oro del Rio
das Mortes, 1708-1709, y la guerra de los Mascates, en Recite, 1710-1711)
y dos ataques españoles a la avanzada de Colonia do Sacramento en la desembocadura del Río de la Plata
(1706 y 1736).
Desde el punto de vista económico, Angola y los territorios del golfo de Guinea se consideraban como
reservas de esclavos, de Minas Gerais, Mato Grosso y Goiás venía oro, y del Serró do Frió, diamantes; de
Grao Para e Maranháo venían café y cacao, que se añadían a las exportaciones tradicionales de Brasil: azúcar,
tabaco, palo de brasil, maderas, productos medicinales y especias, aceite y barbas de ballenas. Todos los años
las frotas (flotas) de Bahía, Pernambuco, Río de Janeiro y Maranháo desembarcaban cargamentos de azúcar y
tabaco en Lisboa, por donde tenía que pasar todo el comercio del imperio. Se destinaba la mayor parte de las
exportaciones de Portugal, vinos de Oporto y aceite, a los grandes mercados de Europa, donde se cambiaban
por productos manufacturados y grano que volvía entonces a Brasil vía Lisboa. Crecientes cantidades de oro
de Brasil llegaban también a los centros del comercio extranjero, especialmente a Londres, como un medio
oficial de equilibrar el déficit comercial, pero también como resultado del contrabando.
Brasil se había convertido de esta manera, hacia mediados del siglo xvm, no sólo en un elemento importante
para la riqueza de la metrópoli sino también en una de las principales fuentes de ingresos del gobierno. Esto
se logró mediante un complejo sistema fiscal que abarcaba impuestos sobre la producción, consumo,
circulación interna, importaciones y exportaciones.
Durante la segunda mitad del siglo xviii y los primeros años del siglo xix —los reinados de D. José I (1750-
1777), D. María I (1777-1792) y el príncipe regente D. Joáo (1792-1816) , D. Rodrigo de Souza Coutinho
(1755-1812). Los tres eran de noble cuna, todos habían estudiado derecho en la Universidad de Coimbra, y su
política se basaba en una firme creencia en el poder absoluto del rey, apoyado por un gobierno «ilustrado». En
lo que concernía a la política colonial, sus fines eran idénticos: creían que Brasil tenía una importancia vital
para la supervivencia de la metrópoli, y, por tanto, querían extender su territorio tanto como fuera posible,
fortalecer sus estructuras administrativas, judiciales y militares, reforzando el poder absoluto de la monarquía,
y asegurarse de que la economía brasileña se desarrollara estrictamente dentro de la estructura del pacto
colonial, o, dicho en otras palabras, para el exclusivo beneficio de la metrópoli. Su intención era mantener la
unidad interna del enorme territorio de Brasil y, sobre todo, la unidad del imperio como un todo, lo cual se
logró con el establecimiento de la corte portuguesa en Río de Janeiro en 1808.

CAMBIOS TERRITORIALES EN BRASIL

El último hecho importante del reinado de D. Joáo V había sido el Tratado de Madrid (1750) había intentado
delimitar las fronteras de las posesiones españolas y portuguesas en América, África y Asia sobre las bases de
la ocupación de hecho. Aunque se alcanzó un acuerdo sobre las fronteras, el intercambio de territorios fue
abiertamente criticado por muchos, tanto en Madrid como en Lisboa, así como en Sudamérica.
Las negociaciones acerca de la aplicación del tratado transcurrieron en una atmósfera de desconfianza mutua.
Mientras tanto, en el territorio de las Siete Misiones, los jesuítas españoles y los indios guaraníes se negaron a
obedecer la orden de desalojarlo y en 1754 se rebelaron abiertamente contra las tropas del rey de España. La
guerra de los guaraníes terminó en 1756 con la destrucción de la resistencia organizada, aunque la paz no se
reestableció en la región. Las sospechas mutuas se hicieron más profundas, las discusiones fueron haciéndose
cada vez más hostiles y se evidenció que el Tratado de Madrid no se podía poner en cumplimiento. El 12 de
febrero de 1761, mediante otro tratado firmado en El Pardo, aquél se anuló.
Las disputas territoriales entre Portugal y España continuaron. El Tratado de San Ildefonso (1 de octubre de
1777) fue menos favorable para Portugal que los dos tratados anteriores, pues su única ventaja era retener su
soberanía sobre el Rio Grande de Sao Pedro y la isla de Santa Catarina, mientras que perdía Colonia do
Sacramento, así como el territorio de las Siete Misiones.
Mientras seguían las operaciones militares en la parte sur de Brasil durante todo el reinado de D. José I,
Pombal, aprovechaba las ventajas de Portugal en las zonas claves del norte y el oeste, vastas regiones aún no
exploradas totalmente. Antes de que las comisiones mixtas hispano-portuguesas empezaran a trabajar en las
fronteras había que demostrar la soberanía de la corona portuguesa en una zona tan amplia como fuera
posible. Para lograrlo, los portugueses reforzaron sus defensas aumentando la red de plazas fuertes en el río
Amazonas y sus principales afluentes, y fomentando la ocupación de zonas que aún estaban desiertas o cuya
población había sido diezmada por epidemias.
El propio Mendonca Furtado deseaba introducir casáis de las Azores en los pueblos de los indios xingú y
tapajós para fomentar una activa relación entre los dos grupos, lo cual estaba prohibido en la Constitución de

311
las misiones jesuítas, y no dudaba en defender que los matrimonios entre hombres blancos y muchachas
indias, puesto que esta era la única forma de «poblar este vasto estado y demostrar a la población local que los
honramos y estimamos y la más adecuada para convertir en verdadero amor la enemistad que sienten. Los
intereses del estado se hacen evidentes en estas afirmaciones, así como la hostilidad soterrada del gobierno
portugués hacia los jesuítas y su misión de convertir y educar a los indios. Las aldeias se convirtieron en
parroquias (paróquias) bajo jurisdicción del clero secular.
En la mitad sur del país se produjeron intentos parecidos de anticiparse a los invasores extranjeros por medio
de un programa de colonización, aunque este programa se planteó de forma diferente. Las defensas de Rio
Grande de Sao Pedro y la isla de Santa Catarina se reforzaron y se facilitó activamente que casáis de las
Azores y emigrantes de otras partes de Brasil se establecieran allí. En la capitanía de Sao Paulo, Pombal
deseaba mantener la soberanía portuguesa en los territorios occidentales estableciendo colonias cada 10
leguas, civilizando a los indios y enseñándolos a trabajar.

Al fin, Pombal completó la reorganización administrativa de Brasil que había comenzado durante el reinado
de D. Joáo V. La idea era dar forma a una estructura política y administrativa que sirviera a las necesidades
geográficas y estratégicas nacidas del Tratado de Madrid y a las nuevas realidades económicas y a los
problemas de comunicaciones surgidos de la continua explotación y colonización del interior de Brasil.
Esencialmente, las medidas eran de dos tipos: primero, se establecieron nuevas capitanías en territorios que
eran demasiado vastos y demasiado difíciles de administrar directamente, y, en segundo lugar, fueron
recuperadas por la corona las pequeñas capitanías que quedaban nominalmente en manos particulares pero, a
menudo, abandonadas por sus donatarios.
El Estado se dividió en dos gobiernos, con un gobernador y capitán general residiendo, permanentemente, en
Belém do Para, la capital desde 1737, y un gobernador subordinado que vivía en la antigua capital, Sao Luís
do Maranháo.
Finalmente, la sede del gobierno se trasladó en 1763 de Bahía a Río de Janeiro. Esto fue una consecuencia
lógica del desplazamiento de los centros de gravedad económicos, políticos y estratégicos del Estado do
Brasil, que había ido registrándose desde finales del siglo xvn, desde el nordeste (Bahía y Pernambuco) hacia
el centro (Minas Gerais, Sao Paulo y Río de Janeiro) y el sur (Isla de Santa Catarina, Rio Grande de Sao
Pedro, y Colonia do Sacramento). Por último, el deseo del gobierno de Lisboa de unificar todos sus territorios
sudamericanos primó. Se disolvió el Estado do Grao Para e Maranháo en 1774.
Sus capitanías se transformaron entonces en capitanías generales (Para y Maranháo) y capitanías subordinadas
(Sao José do Rio Negro y Piauí) y se integraron en un solo y reforzado Estado do Brasil.

L A REORGANIZACIÓN ADMINISTRATIVA

El proceso de simplificación de las divisiones administrativas de Brasil no se acompañó de una simpliñcación


paralela de la maquinaria administrativa del gobierno, ni en la metrópoli ni en la colonia. A lo largo de la
segunda mitad del siglo xvm, y a medida que crecía la dependencia de la metrópoli hacia su colonia más rica,
la autoridad política se centralizó y se reforzó aún más.
En Portugal, el nuevo gobierno de D. José I, pronto dominado por Pombal, tomó diversas medidas destinadas
a reestablecer el respeto por la autoridad del estado y a eliminar las disputas que obstaculizaban el buen
funcionamiento del gobierno. Se eliminó a los particulares, facciones o instituciones acusados, o simplemente
sospechosos, de criticar el poder del estado. Se acusó a familias aristocráticas de complots contra el rey y se
las ejecutó o encarceló de por vida; otros nobles acusados de conspiración, críticas, mala administración o
corrupción fueron encarcelados o enviados al exilio; y los jesuitas fueron expulsados en 1759 de Brasil y de
todo el imperio portugués.

Durante D. José I, D. María I y el príncipe regente D. Joáo hubo una larga campaña, que no alcanzó un
completo éxito, por racionalizar y reforzar la maquinaria del gobierno en lo que concernía a Brasil. Pero fue
Pombal el principal responsable de que el sistema funcionara y de dar control efectivo al ministerio de
Armada y Territorios de Ultramar. Esta institución más alta, bajo el directo control del rey, nombraba los
principales funcionarios: el virrey, los gobernadores de las capitanías, los funcionarios financieros y
judiciales, los cargos más altos del ejército y de la Iglesia. También supervisaba la política general y la
administración de justicia. Sin embargo, algunos asuntos específicos siguieron funcionando a través de los
canales tradicionales de los consejos y organizaciones establecidos, como el Conselho Ultramarino, la Mesa
da Consciéncia e Ordens, el Conselho da Fanzenda, la Junta do Tabaco. Incluso se combinó con la creación

312
de nuevas corporaciones administrativas. La Junta do Comercio tenia como proposito el fomento y la
regulación del comercio. Era un símbolo de la estrecha alianza entre los grandes comerciantes relacionados
con el estanco del tabaco y el gobierno central, y adquirió poderes cada vez mayores hasta que, en 1788, fue
elevado a la categoría de tribunal real con el título de Real Junta do Comercio, Agricultura, Fábricas e
Navegacóes destes Reino y seus Dominios. La Real Hacienda {Erario Regio, 1761) tenía todo el control de
las transacciones financieras de la metrópoli y sus colonias. El Consejo de
Hacienda se encargaba de las disputas existentes acerca de la recaudación de los ingresos de la corona. El
Ministerio de Asuntos Financieros cubría todos los aspectos económicos del imperio. El Consejo del
Almirantazgo era responsable de la armada y, por ende, de organizar convoyes para la flota mercante.
En Brasil, siguiendo la transferencia de la sede del gobierno de Bahía a Río de Janeiro en 1763, era costumbre
que el gobernador general recibiera patentes designándolo como «Vice Rei e Capitáo General do Mar e Terra
do Estado do Brasil». Con autoridad sobre todas las capitanías. En la práctica, su única autoridad verdadera,
como antes, se refería a la capitanía en la que vivía —antes Bahía, ahora Río de Janeiro—.
Todos los gobernadores de capitanías generales dependían directamente del Ministerio de la Armada y de los
Territorios de Ultramar, en Lisboa.
Los cabildos (Cámaras) representaban un importante sector de la población natural de Brasil y suponían una
fuente de conflictos en potencia con Lisboa. Sin embargo, en ausencia del virrey o el gobernador, el cabildo
había sido en principio responsable de la administración interina de los asuntos públicos, pero en 1770
Pombal retiró esta prerrogativa en favor de un gobierno provisional de tres miembros: el obispo o deán, el
presidente del Tribunal de Apelación y el oficial de mayor graduación del ejército.
La creación del Erario Regio en Lisboa produjo una reforma importante.Desde 1767, la Hacienda de cada
capitanía principal fue administrada por una Junta da Fazenda controlaban la recaudación y la distribución de
los ingresos reales. Habría que mencionar también una campaña para eliminar la corrupción y el soborno y
elevar el nivel de la administración: los derechos y deberes de los distintos cargos se definieron y se
introdujeron salarios fijos.

La primera medida judicial llevada a cabo por el nuevo gobierno de D. José I fue establecer en 1751 una
segunda Relacao (Alto Tribunal de Apelación) en Río de Janeiro. El intento de acelerar los procedimientos
judiciales estuvo respaldado por la creación de juntas de justicia. Otra innovación importante fue el abandono
del derecho romano en favor del derecho natural e internacional, y que no se permitió a los magistrados
seculares basar sus decisiones en la legislación canónica. Esta modernización de los conceptos judiciales
podría compararse con otras decisiones tomadas durante el ministerio de Pombal, como la libertad garantizada
a los indios en Brasil (1755 y 1759), la abolición de la esclavitud africana en Portugal (1761 y 1773), la
abolición de la discriminación entre «cristianos viejos» y «cristianos nuevos» (1768 y 1773), un intento por
liberar a Portugal del oscurantismo y de colocarla entre las naciones más ilustradas de Europa.

El Tratado de Madrid centró su atención en la necesidad de defender las fronteras de Brasil y condujo, como
hemos visto, a la construcción y reparación de plazas fuertes en el norte y en el sur. Empezando con el
reclutamiento de tropas regulares en el Portugal metropolitano.
Durante la Guerra de los Siete Años, no sólo las tropas españolas invadieron el noroeste de Portugal sino que
desde Buenos Aires los españoles tomaron Colonia do Sacramento (octubre de 1762) y atacaron con éxito la
capitanía de Rio Grande de Sao Pedro (abril de 1763). Estas derrotas resultaron particularmente severas a
causa de la falta casi total de resistencia de las tropas portuguesas, su indisciplina y el número excesivo de
deserciones. Para remediar esta situación, Pombal acudió a su tradicional aliada, Inglaterra, que
inmediatamente mandó refuerzos a Portugal.
Sus reformas, que sólo afectaron a Portugal, abarcaron toda la organización del ejército, desde el
reclutamiento y el equipamiento hasta las tácticas.
En Brasil, Pombal, preocupado por la protección de las amenazadas capitanías del sur, envió en 1767 a Río de
Janeiro tres de los mejores regimientos portugueses. Desde los inicios del primer gobierno general, 1548, la
milicia permanente se reclutaban sin salario y con oficiales del mismo tipo que a veces recibían instrucción de
oficiales de los regimientos portugueses, y las tropas de reserva incluían el resto de la población masculina
disponible.
Durante la segunda mitad del siglo xvm, los distintos ministros a cargo de la política colonial urgieron a los
gobernadores de las capitanías brasileñas a reducir la cantidad de exenciones y privilegios a los que podía
recurrir gran parte de la población masculina para evitar el servicio militar, así como a organizar y ejercitar las
tropas necesarias para complementar los regimientos portugueses de la tropa paga.

313
L A REORGANIZACIÓN DE LA ECONOMÍA

Un balance de la economía portuguesa a mediados del siglo xvm revela la desastrosa situación a la que,
paradójicamente, el oro y los diamantes brasileños habían llevado al imperio durante los 50 años anteriores.
Prisionera de las cláusulas del famoso Tratado de Methuen de 1703, Portugal había abandonado poco a poco
sus florecientes manufacturas en favor de una vuelta a la viticultura y a la exportación de vino y aceite de
oliva. Se encontró cada vez más dependiente del mundo exterior y, sobre todo, de Inglaterra, su principal
socio en el comercio y proveedor de bienes manufacturados.
El oro y los diamantes brasileños se usaron para gastos suntuarios y, sobre todo, como medio fácil de
financiar el déficit, que empeoraba cada vez más, de la balanza de pagos. Al mismo tiempo, el oro brasileño,
tanto clandestino como legal, era uno de los factores del propio crecimiento industrial y comercial de
Inglaterra. Hacia finales del reinado de D. Joáo V los signos de la crisis se hacían más y más evidentes, y
durante el reinado de D. José I la crisis se acentuó.
Lisboa fue destruida por un terremoto y un incendio el 1 de noviembre de 1755 y su reconstrucción fue muy
dispendiosa. Dos guerras costosas con España en las fronteras del sur de Brasil durante el tercer cuarto de
siglo causaron nuevos daños en los recursos de Portugal. Y al mismo tiempo, los ingresos que la corona
recibía de Brasil disminuyeron sensiblemente desde la década de 1750 a la de 1770, en gran medida por una
caída del 50 por 100 en la producción de la minería de oro y diamantes.

La política económica con Pombal

Pombal con ideas mercantilistas estaba impresionado por la riqueza y el poderío de Inglaterra. Era sin duda el
político de su época más consciente del grave desequilibrio de la economía portuguesa y de sus causas.
Pombal, pragmático, encontró las armas de su política en el tradicional arsenal de las ideas mercantilistas.
Puesto que el azúcar, el tabaco, el oro y los diamantes, principales productos de Brasil, tenían un papel crucial
en la balanza total del comercio y en los ingresos de la corona, Pombal dirigió su atención en primer lugar a
ellos cuando intentó estimular la economía mediante la introducción de medidas fiscales que controlaran la
producción, los precios y los costos de transporte. En cuanto al oro, Pombal abandonó el impuesto personal
que había sido obligatorio desde 1734 y volvió al sistema de tomar forzosamente el 20 por 100 del polvo de
oro fundido en las Intendencias do Ouro y las Casas de Fundicáo. En cuanto a los diamantes, la abundancia
era tal que había provocado una caída de los precios en los mercados europeos, y, a pesar de la imposición de
severas penas, la minería daba lugar a un contrabando desenfrenado. Puesto que las tasas se pagaban a la
corona en forma de un impuesto personal aplicado a cada esclavo empleado, según un sistema de asiento
(contrato) obligatorio desde 1739, se cambió la administración, estableciendo una inspección general para los
diamantes. Ésta dependía tan sólo del Erario Regio y su función era administrar directamente el monopolio
real de la minería y la venta de diamantes.
En vista de que el azúcar y el tabaco tenían tantos impuestos que dejaban de ser competitivos con estos
mismos productos provenientes de las colonias inglesas, francesas y holandesas, se dieron los pasos para
aligerar las tasas de exportación y reducir las cargas de los fletes. Se establecieron oficinas para controlar la
calidad y el precio de estos dos productos (las Mesas de Inspec^áo do Adúcar e Tabaco, rstablecidad en
1751). También se intentó desarrollar el cultivo de estos productos en nuevas zonas (por ejemplo, tabaco en
los alrededores de Río de Janeiro y azúcar en la cuenca del Amazonas). Pombal prestó una atención especial a
fomentar el cultivo, acondicionamiento y comercio del tabaco.
Estaba claro que si estas industrias iban a ser estimuladas harían falta más esclavos, y se hicieron varios
intentos para canalizar el comercio de esclavos hacia Brasil: se prohibió totalmente la exportación de esclavos
africanos fuera de las colonias portuguesas en 1751, se les dio la libertad a los esclavos enviados a Portugal en
1761, y a estas dos medidas siguió, en 1773, lógicamente, la total abolición de la esclavitud en Portugal.
Finalmente, condujo a un fortalecimiento del sistema de flotas en el cual los navios que iban entre puertos
brasileños y portugueses zarpaban en fechas fijas. Los comerciantes itinerantes a pequeña escala, entre
Portugal y Brasil fueron eliminados.
La política de Pombal de crear un sector comercial altamente estructurado, del que se iba a apartar a los
pequeños y medianos comerciantes en favor de los poseedores de grandes capitales y se iban a fomentar las
compañías comerciales monopolísticas creadas sobre el modelo de las inglesas, holandesas y españolas.
Está claro, a partir de la constitución de las grandes compañías, que Pombal quería atraer a los poseedores de
grandes capitales. Las nuevas compañías iban a fomentar la construcción de barcos así como la navegación y

314
a desarrollar grandes zonas de Brasil, mejorando los métodos tradicionales de producción e introduciendo
nuevos cultivos. Pombal esperaba también que, mediante estas compañías, podría controlar toda la actividad
económica, evitar el exceso de producción, establecer los precios según la competencia internacional de los
mercados europeos, garantizar la calidad de los productos y, finalmente, conseguir un mejor equilibrio entre
las importaciones de manufacturas y la manera de pagarlas.
Tres compañías comerciales monopolísticas se crearon para Brasil: la Companhia Geral do Comercio do Grao
Para e Maranháo (1755-1778) se estableció, en primer lugar, como medio para poder introducir esclavos
africanos en la cuenca del Amazonas; en segundo término, para contribuir al desarrollo agrícola de una región
potencialmente rica y, por fin, para controlar y regular las importaciones de manufacturas procedentes de
Portugal, mediante un monopolio de comercio y navegación.
La Companhia Geral do Comercio de Pernambuco e Paraíba (1759-1779) se encargaría de la importación de
grandes cantidades dé esclavos africanos y contribuiría a un renacimiento de la producción y exportación de
azúcar. Finalmente, la Companhia de Pesca da Baleia das Costas do Brasil (1765-1801). Aumentó la cantidad
y calidad de ballenas capturadas y de la consiguiente extracción de aceite y barbas.
Durante el período 1753-1765 el comercio colonial se había reorganizado considerablemente: se controlaron
los embarques, se concentró el capital, se reforzaron los monopolios. La conservación del sistema de frotas
ya no era tan importante, por lo que en 1765, con una maniobra que ilustra el pragmatismo de Pombal, las
flotas fueron abolidas. Naves con licencia podían zarpar de y hacia los puertos de Bahía, Río de Janeiro y
todos los demás puertos donde las compañías no tenían derechos exclusivos, y en los años siguientes se
levantó también la prohibición del comercio costero entre los puertos de Brasil.
Los historiadores suelen fechar el inicio de la política «industrial» de Pombal en los años 1769-1770. La
política industrial de Pombal se basaba en dos elementos fundamentales: 1. obtener materias primas de
Portugal y las colonias, y 2. mantener y desarrollar pequeñas unidades manufactureras cuyos productos
pudieran integrarse en el trabajo de unidades mayores que asumirían los procesos finales. La organización
encargada de promover el desarrollo industrial mediante el reclutamiento de maestros artesanos extranjeros, la
creación de talleres, fábricas y unidades productivas mayores y la garantía de privilegios de manufactura y
venta era la Junta do Comercio.
Se hizo más necesario que nunca reducir el déficit de la balanza comercial, especialmente estimulando la
producción de manufacturas portuguesas que compitieran con los productos ingleses y franceses en Portugal,
Brasil y otras colonias. La Junta do Comercio puso en marcha por medio de préstamos la política de
sustitución de importaciones, que Pombal había planeado a partir de la creación de fábricas y talleres. En los
años 1765-1766, y continuando hasta principios del siglo xix, se crearon fábricas que producían algodón, lino,
productos de madera y seda, sombreros, artículos de piel, lozas, vajilla de estaño, cristalería, tapices, relojes,
botones, hebillas de metal, peines de marfil y otros muchos artículos de lujo, en gran parte debido a la
iniciativa «privada». Los años 1769-1770 representan la culminación de una iniciativa oficial que ofreció
ayuda a unas pocas fábricas grandes e impuso diversas medidas proteccionistas. Las manufacturas
portuguesas tenían estrechos lazos con las compañías comerciales brasileñas, que les aportaban las materias
primas, por ejemplo para teñir y tejer, y luego transportaban los productos acabados a Brasil.
Mientras que en las capitanías del norte y del nordeste de Brasil las grandes compañías comerciales ayudaban
a fomentar la producción y exportación de los artículos tradicionales (cacao en Para, azúcar en Pernambuco),
y a introducir nuevos cultivos de exportación (algodón en Maranháo, arroz y café en Maranháo y Para),9 en
las capitanías del centro y del sur las autoridades intentaban con cierto éxito estimular la agricultura
tradicional (azúcar y tabaco). Contaron con el apoyo de Pombal, especialmente empeñado, después de 1765,
en diversificar la agricultura y aclimatar productos que pudiesen encontrar nuevas salidas en la metrópoli
(política de sustitución de importaciones) y en el mercado europeo (política de expansión comercial). Esta
política no siempre funcionó en la práctica, por causa de la deficiencia de la iniciativa privada y de la escasez
de la Hacienda Real: hubo tanto éxitos como fracasos. El tabaco fue un fracaso comercial. También
fracasaron el algodón y la seda. Sin embargo, se registraron varios éxitos significativos.
Por ejemplo, aumentó considerablemente la producción de azúcar en la región de Campos de Goitacazes, al
nordeste de Río de Janeiro. El trigo, ya cultivado en la capitanía de Sao Paulo, se introdujo sin dificultad en
Rio Grande de Sao Pedro. Finalmente, el arroz y el índigo fueron protegidos. La exportación de estos
productos a la metrópoli empezó entonces en cantidades
progresivamente crecientes.
El déficit de Portugal se había reducido aproximadamente en un 70 por 100, habiendo aumentado las
exportaciones y disminuido las importaciones. La acusada contracción de las importaciones de bienes
manufacturados prueba el éxito de la política conjunta de Portugal de sustituir la importación de manufacturas

315
y de las grandes compañías coloniales. El 78 por 100 de las manufacturas importadas a Brasil procedían de la
Real Fábrica das Sedas de Lisboa (sedas y diversos tejidos, botones, sombreros, peines, relojes, etc.).10

La política económica después de Pombal

Al acceso al trono de D. María I le siguió inmediatamente la caída de Pombal, la política económica continuó
las mismas líneas maestras. Hubo muy pocas medidas que se enfrentaran directamente con la política de
Pombal. Martinho de Mello e Castro, por ejemplo, había sido secretario de Estado para la Marina y los
Territorios de Ultramar y siguió siéndolo hasta su muerte en 1795.
La Companhia Geral do Comercio de Grao Para y Maranháo fue suprimida en 1778 y la de Pernambuco y
Paraíba, en 1779. Se estableció el comercio libre entre Portugal y el norte de
Brasil. Por otra parte, no sólo se llevó a cabo la política de sustitución de importaciones y de expansión del
comercio con notable continuidad a lo largo del reinado de D. Maria I y la regencia defacto de su hijo, D.
Joáo, después de 1792, sino que también se reafirmó el principio del pacto colonial en diversas Ocasiones.
En la metrópoli siempre se dio preferencia a la empresa privada, de forma que se establecieron nuevas
fábricas. Los esfuerzos del propio estado se concentraron particularmente en estimular la manufactura de
seda. Finalmente, las nuevas tarifas proteccionistas favorecieron la entrada en las colonias de productos
manufacturados en Portugal (1794 y 1797).
En Brasil siguió fomentándose el desarrollo y producción de géneros tradicionales y nuevos, y la política
económica iniciada por Pombal se benefició de dos importantes cambios geopolíticos. El primero ocurrió tras
1777, cuando la guerra de independencia norteamericana forzó a Inglaterra a buscar nuevas fuentes de
materias primas para su industria en rápido desarrollo, especialmente algodón y tintes, y el segundo tuvo lugar
después de 1789, cuando la revolución francesa y la subida al poder de Napoleón provocaron la revolución de
Santo Domingo (y la destrucción de la principal industria azucarera del mundo) y la guerra en el continente
europeo. Como consecuencia, Portugal encontró otras salidas provechosas en el mercado internacional para
sus productos coloniales, como azúcar (de Pernambuco, Bahía y, cada vez más, Río de Janeiro), algodón (de
Maranháo, pero también ahora de Pernambuco, Bahía y Río de Janeiro), tabaco, índigo, cochinilla y cacao, y,
naturalmente, la demanda hizo subir los precios. Además, la producción de arroz se estaba extendiendo
rápidamente en Río de Janeiro. El arroz, como el índigo, fue objeto de medidas proteccionistas muy
importantes. El cultivo de café se extendió por Brasil durante el siglo XVIII . Su producción se concentraba
ahora en las capitanías de Río de Janeiro, Sao Paulo, Espirito Santo y Minas Gerais.
Mientras tanto las distintas formas ilícitas de comercio (contrabando de oro dentro y fuera de Brasil,
exportaciones de productos coloniales e importaciones de manufacturas extranjeras ilegales) estaban
socavando toda la política económica de Portugal durante los difíciles años de la recuperación, pero no eran
los únicos problemas. Estaban proliferando pequeños talleres que producían toda clase de tejidos de lujo y de
bordados de oro y plata. Esta producción local no sólo competía con industrias parecidas de la metrópoli, sino
que a largo plazo amenazaba engendrar en las colonias más ricas de Portugal un deseo de independencia
económica y política. Estos problemas llevó a Martinho de Mello e Castro a reforzar las medidas contra las
formas de fraude y contrabando, mientras que cerraran todos los talleres y fábricas de Brasil que produjeran
tejidos diferentes a los paños bastos de algodón que servían para la ropa de los esclavos. La política
«pombalina» adoptada por Mello e Castro reafirmó la dependencia política y económica de Brasil respecto a
la metrópoli, de acuerdo con los principios del sistema colonial mercantilista. Sin embargo, puede detectarse
la influencia progresiva de un espíritu más liberal, particularmente en la actitud del sucesor de Mello e Castro,
D. Rodrigo de Souza Coutinho, quien formuló argumentos que se inspiraban en el «mercantilismo
influenciado por la Ilustración, mercantilismo ilustrado»," y una nueva visión del imperio portugués.

Los primeros intentos de reformar el sistema educativo portugués se habían iniciado a instancia de Pombal, y
continuaron durante el reinado de D. María I. Produjeron rápidamente una generación de hombres con una
nueva mentalidad filosófica, científica o técnica, que unieron sus fuerzas a las de una generación anterior de
hombres «ilustrados» en un intento de introducir la reforma y el progreso en Portugal.
En Brasil se creó la primera academia científica del imperio portugués. Fue la Academia Científica de Río de
Janeiro. En Lisboa, la Academia Real das Sciencias, fundada en 1779, tuvo un papel importante al despertar
el interés público por el estudio de temas conectados con la economía y la industria. La Academia de la
Ciencia se dedicó a estimular la agricultura, pero como parte de una corriente agraria que ponía énfasis en el
desarrollo agrícola más que como resultado de una verdadera influencia fisiocrática.12 Sin embargo, no
dejaba de interesarse por la metalurgia.

316
Pero, evidentemente, era en el propio gobierno donde se hallaban los hombres ilustrados, capaces de formular
políticas globales, de influir sobre las decisiones del monarca y de modelar el destino de la nación. El más
importante de estos hombres fue sin duda el sucesor de Martinho de Mello e Castro, D. Rodrigo de Souza
Coutinho. Primero, como secretario de Estado para la Armada y los Territorios de Ultramar (1796-1801), y
más tarde, como presidente detóErário Regio (1801-1803). Se mostró incansable en el interés por promover el
progreso en todos los aspectos de la vida brasileña, especialmente en el sector económico. Intentó llevar a
cabo una revisión catastral del territorio; también quiso introducir el arado tirado por bueyes y popularizar la
agricultura «científica», quiso extender el uso de las máquinas de limpiar y descascarillar el algodón y el café,
y de la nueva tecnología relacionada con la producción de azúcar, desarrollar allí la naciente industria del
hierro y del acero, promover el establecimiento de bancos que ofrecieran créditos y descuentos a la agricultura
y el comercio, y promover la libre circulación de productos dentro del Brasil.
Souza Coutinho estimó su deber sugerir formas de remediar el lamentable estado de las finanzas reales. No
sólo propuso vías para reformar su administración, sino también para modificar la propia política fiscal.
Sugirió que en cada capitanía la Junta da Fazenda debería administrar directamente todos los impuestos. En
otras palabras, el «pernicioso» sistema de arrendar los impuestos (contratos) debería ser abolido. Se aboliría la
moneda local y la circulación del oro en polvo a favor del papel moneda. Todas las tasas sobre importaciones
y exportaciones se reducirían y se introduciría un sistema preferencial para los productos procedentes de la
metrópoli. Las tasas que se pagaban por los esclavos negros se suprimirían en todo Brasil. Las tasas especiales
de importación sobre los esclavos negros y diversos productos (hierro, acero, cobre, oro en polvo, aceite y
vinos) serían eliminadas en la capitanía de Minas Gerais.. Se introduciría un servicio postal en el interior de
Brasil.
Para Souza Coutinho, influenciado por Adam Smith, la riqueza de las naciones se basaba en «los productos de
la tierra, los salarios de los trabajadores agrícolas y de los artesanos, y de los ingresos del capital acumulado
que se usaba bien para mejorar la tierra y hacerla productiva, bien para aumentar la mano de obra, y sólo en
nuestra época se ha ocultado esta indiscutible verdad con las sutilezas de la secta de los Economistas», en
otras palabras, fisiócratas. Souza Coutinho ideó una reforma del sistema fiscal que afectaría no sólo a Brasil
sino a todo el imperio: al aligerar la presión fiscal, esperaba, por supuesto, estimular la actividad económica
en Brasil, pero también en Portugal, puesto que cualquier aumento en la producción de las colonias mejoraría
su comercio.
No debe sorprendernos que muchas de las medidas presentadas por D. Rodrigo de Souza Coutinho en su
informe de 1798 sólo se realizaran lentamente, y que otras muchas se pospusieran indefinidamente.
Souza Coutinho estaba especialmente preocupado por la decadencia de la producción de oro. Se crearían
oficinas de cambio para el oro en polvo en cada una de las capitanías referidas; la ceca de Río de Janeiro se
transferiría a Minas Gerais y la de Bahía a Goiás; y se crearía una junta para administrar las minas y la
acuñación de moneda. Esta junta se compondría, principalmente, de mineralogistas trabajando a lado de
funcionarios civiles, también buscaba crear escuelas locales de mineralogía y metalurgia. Se esperaba que el
progreso tecnológico resolvería las dificultades que experimentaba la producción de oro desde 1765. Para
facilitar los esfuerzos de los propietarios de las minas se redujo el «quinto» a un impuesto del 10 por 100. En
cuanto a los diamantes se volvió a abrir el Districto Diamantino.
Se puede formar una idea justa del éxito de la política económica de los sucesores de Pombal al examinar el
comercio de Portugal con Inglaterra.
Entre 1776 y 1795, se registró la misma tendencia en el comercio anglo-portugués ya observada en la época
de Pombal.
Entre 1776 y 1795 las exportaciones de Portugal a Inglaterra aumentaron en un 90 por 100, mientras que las
importaciones de Inglaterra aumentaron sólo un 13 por 100. Durante el período 1791-1795 se dio el primer
vuelco espectacular de la balanza comercial a favor de Portugal. Beneficiándose de las tendencias
internacionales que favorecían su comercio por medio de la promoción de sus productos coloniales. El
algodón brasileño, por ejemplo.
Para el mismo período 1776-1795, las fuentes portuguesas indican que estaba teniendo lugar un cambio
radical en la estructura económica del imperio portugués.
Las colonias tendían a mejorar su posición económica frente a la metrópoli, y la posición dominante de Brasil
preparaba el camino para su independencia económica y política.
El período 1796-1807 parece haber sido una nueva edad de oro del comercio portugués. En su trato con países
extranjeros, Portugal disfrutó de un constante superávit de su balanza comercial.
Después de 1798, el comercio de Portugal con Inglaterra siempre se mostró favorable a Portugal, y desde
1800 hubo, incluso, algunas mejoras significativas. Aunque Inglaterra seguía siendo uno de los principales

317
socios comerciales de Portugal, ya no era el socio casi exclusivo que había sido durante tanto tiempo. Portugal
mantenía relaciones comerciales regulares con unos 15 países.
Un análisis de las balanzas comerciales de Portugal desde 1796 hasta 1807 muestra un déficit en la balanza
comercial.
Las importaciones oriundas de las colonias crecieron anualmente 10 por 100. Por otra parte, la tasa de
crecimiento de las exportaciones de Portugal a las colonias, que había alcanzado un promedio del 17 por 100
al año hasta fines de 1799, decayó después de este año por debajo del 3 por 100 al año. Al final del período, la
balanza comercial muestra un superávit global del 10,6 por 100 a favor de las colonias.
Estas balanzas del comercio nos permiten también determinar el lugar exacto que ocupaba Brasil en el
volumen total del comercio de Portugal: Brasil representaba más del 83 por 100 del valor total de los
productos importados por Portugal de sus colonias, y el 78,5 por 100 de las exportaciones de Portugal a sus
colonias.
Así pues, a pesar de cierta reactivación del comercio portugués con sus colonias de Asia, la abrumadora
preponderancia de Brasil está clara. El comercio internacional de Portugal debía su balance positivo a la
exportación de productos brasileños.

A fines del siglo xvm, cuando ya se había roto la unión de Inglaterra y Francia con varias de sus colonias
americanas, surgió la cuestión de la dependencia de Brasil respecto a Portugal. D. Rodrigo de Souza Coutinho
(a cargo de los asuntos coloniales desde 1796) exponía sus ideas sobre el sistema político que, según él,
permitiría a Portugal mantener su imperio de ultramar. El ministro defendía «el inviolable y sacrosanto
principio de unidad, base de la monarquía, que debe mantenerse celosamente de forma que los portugueses,
donde quiera que hayan nacido, puedan considerarse a sí mismos únicamente portugueses». Era importante
reforzar los lazos comerciales entre la metrópoli y sus colonias, sobre todo Brasil. Para asegurar la defensa de
Brasil respecto a sus vecinos, D. Rodrigo recomendaba que se dividiese de nuevo en dos grandes regiones,
dependiendo cada una de un centro militar, Belém do Para en el norte y Río de Janeiro en el sur.
Poco después de la ruptura de la Paz de Amiens (1802), Souza Coutinho y otros consejeros, apreciando «los
nuevos riesgos e inminentes peligros» que amenazaban a la monarquía portuguesa, decidieron en último
término que el príncipe regente debía trasladarse a Brasil.22 Sin embargo, el sueño no se hizo realidad hasta
que Francia invadió Portugal. El 28 de noviembre de 1807, bajo la protección de una escuadra inglesa, la
familia real y parte de la corte dejaban Portugal camino de Brasil.
Así pues, la reorganización de! imperio, que había ido progresando desde 1750, llegó a su conclusión lógica
por medio de la presión de fuerzas exteriores.
Elemento económico más importante del imperio portugués, Brasil se convirtió en su centro político desde
1808 hasta 1821, cuando el ex príncipe regente, D. Joáo VI, rey de Portugal y Brasil desde 1816, tuvo que
regresar a Lisboa.
El paso dado en 1807 había sido decisivo, pero no de la manera que Souza Coutinho había imaginado. En vez
de servir como base para la «completa reintegración de la monarquía», Brasil inició la desintegración del
imperio portugués al proclamar su independencia en 1822.

SERULNIKOV

Introducción:
Sergio Serulnikov es Licenciado en Historia de la Universidad de Buenos Aires. Durante su carrera ha
dictado cursos sobre historia latinoamericana, el mundo andino, movimientos sociales comparados, historia
social general e historiografía, lo cual hace de sus obras un material obligatorio para el estudio de la historia
colonial de nuestra América. En el presente libro titulado “Revolución en los Andes, la era de Tupac Amaru”,
el autor desarrolla cuatro preguntas que dan cuenta del cómo se articularon los levantamientos indígenas para
restituir el imperio incaico, estas preguntas son: ¿Cómo fue posible que los pueblos andinos se levantaran en
masa para restituir el antiguo orden precolombino? ¿Cuáles fueron los cambios y las ideologías de la rebelión
tupamaristas de 1780? ¿Qué tenían en común y en que se diferenciaban los movimientos liderados por Tupac
Amaru II en el Cuzco y los de Tomas Katari en el alto Perú? ¿De qué manera los diversos modos de

318
organización social y experiencias políticas de las comunidades indígenas dieron forma a distintos proyectos
de cambio? Estas son las preguntas a las que daremos respuesta en el siguiente informe.

En el alto Perú, desde hacía mucho tiempo que se desarrollaban disputas por los cacicazgos, estos tenían
mucha influencia sobre la comunidad, pues, por ejemplo, eran los jefes étnicos quienes decidían que indios
afrontarían la “mita” y quienes estarían a cargo de las celebraciones religiosas cada año. Además eran los
administradores de la producción y representantes de los “ayllus” ante cualquier problema local. Sin embargo,
durante fines del siglo XVII estas funciones habían tendido a quedar en manos de individuos impuestos por
los corregidores, y aquellos caciques que sí descendían de antiguas familias nobles no gozaban de mejor
reputación. Hacia el siglo XVIII, en la mayor parte del sur andino, los caciques habían perdido prestigio, eran
mestizos producto de las relaciones culturales y económicas con los hispanos. En estas circunstancias
surgieron los cuestionamientos por el cómo se debía articular, administrar y proteger a la comunidad. Junto a
esto, devino un periodo de auge comercial que sometió a los indígenas al trabajo forzoso, además hubo una
escasez de tierras que tensionaba con un permanente ciclo de aumento demográfico. Por lo demás, las
materias primas que los indígenas vendían en los mercados experimentaron una sostenida baja, por tanto no
había dinero suficiente para pagar tributos y repartimientos, así como tampoco los había para financiar las
extravagantes fiestas de los santos patrones, las ofrendas a la iglesia y los sacramentos administrados por los
curas.

Otro antecedente propicio para el levantamiento indígena fue el aumento de impuestos a la venta de bienes
propios, esto se hizo durante el reinado de Carlos III en donde además se establecieron aduanas en las
entradas de las ciudades. Pero el área nuclear del conflicto estaba en la “mita” minera, pues se aumentó la
producción gracias a nuevas y brutales formas de trabajo “mitayo”. Producto de estas condiciones las
comunidades comenzaron a experimentar crecientes dificultades para afrontar las cargas sobre ellas. Estas
tensiones derivaron en la sublevación indígena. Por esta razón se fueron definiendo repertorios de acción
colectiva. En primer lugar, las comunidades indígenas tendían a pensar sus demandas en términos de derechos
generales puesto que los habituales motivos de descontento no obedecían a abusos particulares sino a políticas
estatales y tendencias socioeconómicas globales. No hubo revuelta comunal que no estuviera precedida por
apelaciones legales y/o violencia. Además existió un conjunto de mecanismos de sociabilidad que favoreció
las vías de comunicación y la propagación de las protestas de una comunidad a otra. Así, la rebelión
protagonizada por Tomás Katari en Chayanta durante 1780 no tardó en transmitirse hacia el Cuzco en donde
José Gabriel esperaba el momento para sublevar a los suyos. José Gabriel pertenecía a una de las varias
familias de la región que descendían de los antiguos linajes nobles incaicos. Se llamaba Tupac Amaru, así
figura en su partida de bautismo, por ser uno de los descendientes por vía paterna de Tupac Amaru I, el último
Inca derrotado por los españoles en 1572. En 1780 José Gabriel se reunió a las afueras de la ciudad de Tinta
con una decena de seguidores que lo estaban esperando. Esa misma noche el corregidor Arriaga fue
emboscado y tomado prisionero en la celda ubicada en el domicilio de José Gabriel. El corregidor fue
obligado a solicitar, con un falso pretexto, armas, pertrechos y dinero. Esa noche también se convocó a los
habitantes a una reunión en Tungasuca para clamar un alzamiento contra los poderes constituidos apelando a
símbolos políticos incaicos. Por esta razón la población cuzqueña se vio interpelada, pues tenía motivos de
vieja y corta data, económicos y culturales, para sentirse conmovida. Así llegó a pensarse que luego de las
revueltas indígenas el Reino del Perú ya no sería gobernado por un europeo sino por un Inca y esa era la
principal ideología de la rebelión de Tupac Amaru II, “restituir el gobierno a los antiguos dueños de la tierra”.
Entre este episodio y el sucedido en el alto Perú existe cierto paralelismo.

La rebelión de Tomas Katari y Tupac Amaru II presenta similitudes ideológicas y a la vez físicas: ambos
viajaron a capitales virreynales, Buenos Aires y Lima, para hacer sus reclamos y, aunque sus denuncias contra
la “mita” fueron denegadas, las acciones de Tupac Amaru II ante el virrey del Perú debieron haber despertado
un sentimiento de aprobación, tal vez admiración, similar al que suscitaron las de Tomás Katari ante el virrey
del Río de la Plata. Ambos líderes apelaron a órdenes superiores para destituir en un caso y ajusticiar en el

319
otro a sus respectivos corregidores. La disminución o abolición del reparto de mercancías fue explícitamente
mencionada en ambos incidentes y, finalmente, ambas rebeliones no se hicieron contra el rey sino más bien en
su nombre. Sin embargo, detrás de los paralelismos se erigen diferencias de contenido no menos
significativas, por ejemplo: la rebelión de Chayanta fue parte de un proceso político en marcha. La batalla de
Pocoata en 1780 fue el corolario esperable de este proceso. La expulsión de Alós fue al mismo tiempo un acto
sedicioso y genuina ceremonia jurídica. Las providencias que allí se leyeron y acataron fueron autenticas. La
estrecha articulación entre violencia y derecho estuvo en el corazón mismo del fenómeno insurreccional y los
indios se encargaron de hacerla visible a cada paso. Por el contrario, la rebelión del Cuzco fue una
conspiración secreta, se hizo en nombre del rey, pero un rey implausible que poco tenía que ver con la imagen
del monarca. Por otra parte, el autor señala que las diferencias que se dieron en ambos episodios se
encuentran en las peculiares realidades del sur peruano. En el área del Cuzco, la relación entre los sectores
indígenas y la sociedad colonial estuvo dictada por dos rasgos fundamentales, a saber: el renacimiento
cultural incaico, representada por el resurgir de un líder Inca, Tupac Amaru II, y el elevado estatus social de la
aristocracia indígena tanto entre las comunidades campesinas como entre la población hispana. Esto quiere
decir que, en conjunto, la aristocracia indígena cuzqueña disfrutó durante los años previos al levantamiento de
1780 de un prestigio social sin parangón en el resto de los Andes. Con relación a esto último puede decirse
que durante los años previos a la rebelión de Tupac Amaru II hubo cierta equivalencia entre la nobleza andina
y la élite criolla en términos de estatus social, poder económico y prestigio cultural. Como hemos mencionado
anteriormente, antes del levantamiento indígena se conjugaron fenómenos económicos y políticos que
incrementaron el repartimiento forzoso de mercancías, la caída de precios de los bienes que los indígenas del
Cuzco vendían en el mercado y la creciente presión demográfica golpearon con fuerza la economía comunal.
Así, la acumulación de agravios por parte de múltiples grupos sociales provocó un generalizado clima de
descontento con la administración española y sus beneficiarios directos lo cual se tradujo en importantes
movimientos de protesta. Con respecto a los diversos modos de organización social y experiencias políticas
de las comunidades indígenas se puede decir que en el caso de Tomas Katari el núcleo ideológico de la
rebelión puede apreciarse en los incidentes que ocurrieron durante los días de la conflagración en Pocoata. El
primero tuvo lugar durante el aislamiento del contingente de mitayos que ese año irían a Potosí. Alós
anticipaba que los indígenas querían librarse de los tributos a la Corona, por esta razón el corregidor dispuso
que doce hombres armados lo acompañaran a las afueras del pueblo, donde se pasaba lista a los mitayos de la
provincia. El problema no era el cumplimiento de las cargas estatales sino los tratos y la explotación a la cual
se les sometía. Por esta razón cuando Alós, por algún motivo, intentó arrestar a uno de los mitayos, los indios
salieron de inmediato en su defensa y lo rescataron.

Por otra parte, la “mita”, lejos de ser el blanco de la violencia colectiva, era una institución que establecía un
vínculo privilegiado entre las comunidades y el rey, por tanto se puede decir que las comunidades dejaron de
considerar al corregidor un mediador legítimo de la corona. Así, puede concluirse que lo sucedido en el Alto
Perú obedecía a un cambio de trato, una nueva forma de hacer un gobierno local sin contar con los ilegítimos
tiranos de la colonia. Por otra parte, el caso de Tupac Amaru II quiere ir más allá del cambio de trato y el
paulatino desarrollo de una política local. Cuando éste regresó de su campaña contra los criollos e hispanos a
mediados de diciembre de 1780 la situación en el Cuzco comenzaba a complicarse, las autoridades cuzqueñas
se abocaron a la formación de destacamentos de vecinos de la ciudad. Bajo el mando de la Junta de Guerra, se
movilizaron alrededor de tres mil hombres. El 20 de diciembre, estas mismas fuerzas realistas lograron
derrotar a los insurgentes en las afueras del pueblo de Ocongate, provincia de Quispicanchi. Este fue el primer
traspié militar importante de los tupamaristas. Por esta razón, el 28 de diciembre de 1780 la antigua capital
incaica despertó con la noticia de que unos 30.000 indígenas estaban preparando una contraofensiva. Para este
episodio Tupac Amaru no pondría en cuestión la soberanía real o incluso los vínculos comerciales que unían
al Cuzco con el Virreinato del Río de la Plata, el tema dominante de sus escritos fueron los derechos de los
pueblos nativos. Estas reivindicaciones estaban articuladas a un relato histórico mayor, pues los abusos no
eran de ahora, venían de muy lejos. Estaban originados en el flagrante desconocimiento de las leyes que los
reyes de España habían promulgado desde la época de la conquista para proteger a los pueblos andinos. Para
desterrar estos males había entonces que revertir el discurso de la conquista: eran los conquistados quienes
ahora debían tomar las riendas del reino; encabezados por el propio Tupac Amaru, "la única que ha quedado
de la sangre de los Incas".

Faltan

320
-CALAZANS FALCONE, Francisco J. (2002) "La lucha por el control del Estado: administración y elites
coloniales en Portugal y Brasil en el siglo XVIII. Las reformas del despotismo ilustrado y la sociedad
colonial" en Historia General de América Latina, Vol. IV, UNESCO, Editorial Trotta, París, Francia.

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Estudios Regionales Andinos Bartolomé de Las Casas, Cusco, Perú, 1991, pp. 125- 147

UNIDAD VIII

1- La historia de la conquista y su interpretación a través del tiempo. Entre los cronistas,


los historiadores y los antropólogos.
2- El concepto de “colonial”. La leyenda negra. La(s) teoría(s) de la dependencia.

321
3- Los modos de producción en América Latina: feudalismo y capitalismo. Categorías
marxistas para el estudio de la economía de la América colonial.
4- Chayanov y la lógica campesina. Polanyi. Concepto de reciprocidad, redistribución y
mercado: debate sustantivistas-formalistas.
5- Sociedad colonial. La noción de elite. Las categorías de raza, clase, clan indio, vecino.
Familia y análisis de redes.
6- La perspectiva decolonial. La colonialidad como el lado oscuro de la modernidad

Carmen Bernand

De colonialismos e imperios: respuesta a Annick Lempérière

Para Annick Lempérière el uso de los términos colonialismo e imperialismo conlleva una interpretación
ideológica y reductora de los tres siglos de dominio español en América Uno de los argumentos esgrimidos es
que ambos vocablos son relativamente recientes y han sido forjados a lo largo del siglo XIX para dar cuenta
de fenómenos específicos que poco tienen que ver con la experiencia americana

Este planteo incita a cuestionar toda reflexión basada en la utilización de modelos interpretativos construídos
fuera de los contextos de orígen

Yo creo que los modelos y los conceptos nos ayudan a entender los hechos, y que mas allá de la singularidad
y de la contingencia, aquellos nos ayudan a trazar tendencias, orientaciones, configuraciones formas o
estructuras comparables

El Mediterráneo, en la perspectiva de Braudel, constituye un modelo exportable a la manera que los tipos
ideales de Max Weber lo son, es decir a condición de no reducir los hechos al modelo teórico sino utilizar esta
construcción (basada en hechos empíricos por supuesto) para distinguir las variaciones posibles.

Empecemos con las nociones de « imperialismo » y de « colonialismo ». El que estas palabras no aparecieran
en los escritos de la época no significa que los hechos designados por ellas no existieran.

La vocación imperial precede a la elección del Emperador Carlos V. Recordemos que el tratado de Tordesillas
de 1494 divide el mundo (totus orbis) entre España y Portugal. Se trata de una forma de imperialismo « avant
la lettre » justificado por la evangelización

La “situación colonial” tal como la ha descrito Georges Balandier en 1955 es un tipo ideal cuyas variantes
pueden ser analizadas en distintas épocas, fuera del hecho que después de la independencia se viera el período
colonial como “despótico, inquisitorial o oscurantista”. La colonización, en la acepción mas general, implica
imposición de un poder exterior a las poblaciones sometidas; explotación de los recursos en beneficio
principal sino exclusivo del país “colonizador”, ausencia de derechos políticos a los indígenas, asimilación
forzada. Todos estos rasgos son aplicables a la expansión ibérica en el Nuevo Mundo. Ello no excluye
modalidades específicas.

Annick Lempérière tiene razón al recordar que el estatus legal de los indios es el de vasallos, pero una cosa
son las leyes y otra los actos, ya sea en el siglo XVI como en el XXI.

Ya en el siglo XVI hubo gentes que impugnaron la explotación de los indios y la ilegitimidad de la instalación
de los españoles en detrimento de los señoríos naturales. Por eso no puedo sostener de ninguna forma la idea

322
expresada por Annick Lempérière que se trataba, para los españoles de la época (¿quiénes, por cierto?) de
“una migración y una fundación que no implicaba la dominación de un pueblo sobre otro sino la toma de
posesión de un territorio”.

Por otra parte la “colonización” como “tipo ideal” no puede confundirse con la Leyenda negra, incentivada
por Alemania en un primer lugar y difundida con gran éxito por Inglaterra y los estados protestantes

Faltan

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324

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