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¿Por qué nos cuesta tanto pedir?

“El arte de saber pedir es una de las competencias claves en el desempeño de las
organizaciones” Rafael Echavarría

Por Sandra Mateus - COA


coach@coachsandramateus.com

Uno de los mayores desafíos para lograr los resultados que queremos es hacer un efectivo uso del
lenguaje, en particular cuando de coordinar acciones se trata. Asunto no menor si tenemos en
cuenta que la coordinación de acciones es la forma que tenemos de relacionarnos con las
personas que nos rodean.

Aquí entran en juego tres actos del hablar fundamentales: pedidos (yo solicito algo que necesito),
ofertas (yo ofrezco algo que otros necesitan) y promesas (me comprometo con el cumplimiento de
mi palabra al aceptar un pedido o comprometerme con una oferta hecha por mí). Por eso, ser
cuidadosos en la administración de cualquiera de estas tres manifestaciones del lenguaje nos da
efectividad en nuestra vida y en la de nuestras organizaciones.

Tanto en el dominio personal como en el laboral, no son pocos los casos en los que no se pide.
¿Por qué? Entre las respuestas están: no sabemos CÓMO pedir, no sabemos QUÉ pedir, nos da
vergüenza, no queremos pedir para no sentirnos en deuda con otra persona, hay creencias de “yo
todo lo puedo”, pedir a otros sería mostrar un rasgo de debilidad o simplemente no nos
animamos. Esto sin contar que frecuente el pedido se confunde con una queja o una exigencia.
Todas estas, desde el coaching ontológico, son conversaciones de NO posibilidad.

¿Si ello es así, que pasa cuando flaqueamos en el pedir? ¿Cómo nos hacemos cargo de nuestras
necesidades?

Lo primero a tener en cuenta para desarrollar esta competencia es que quién lo hace debe ser
sincero en lo que requiere y aunque espera obtener del otro una declaración de aceptación, es
decir generar una conversación de posibilidad, está consciente de la posibilidad de que ello no se
dé. Partiendo de esto y para que haya un mayor chance de recibir un SI, el primer paso es elegir
acertadamente a la persona a quién considera podrá llevar a cabo la acción requerida y a partir de
allí crear un contexto adecuado en el cual podrán desarrollarse las conversaciones que sean
necesarias.

Ejemplo claro de incompetencia en el pedir en el ámbito laboral: encontrar casualmente a la


persona que requiere en situaciones como saliendo del ascensor o rodeado de otras personas y
“aprovechar” para hacer el pedido sin especificaciones ni contexto. ¿El resultado? Muy
seguramente será insatisfacción en lo que reciba.

¿Qué elementos deben estar presentes en una interacción efectiva en el pedir? Son ocho: algo
que falta (Qué necesito), partes intervinientes (orador y oyente), una acción concreta futura a
llevarse a cabo, condiciones de satisfacción (cual es el resultado específico que se espera obtener),
tiempo involucrado o fecha de cumplimiento, contexto compartido (no de obviedad) y una
respuesta comprometida.

Este último punto es fundamental, porque el pedido por sí solo no implica un compromiso con
realizar la acción. A veces creemos que por el simple hecho de haber realizado el pedido el
compromiso está tomado, pero para ello es imperante que el otro declare aceptación, es decir
diga claramente que entendió y va a llevar a cabo lo pedido.

Esto mismo ocurre en el dominio personal. “No es que siendo como somos no pedimos; más bien,
el no pedir nos hace ser como somos”.

¿Qué le está faltando a nuestros pedidos sin resultado?¿Qué me falta a pedir y a quién para
alcanzar aquello que quiero?¿Qué conversación puedo generar a partir de esto?

Si comenzamos a pedir donde no lo hacemos, transformamos nuestra manera de ser y tenemos


resultados donde antes no los teníamos

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