Você está na página 1de 48

1

INTROCUCCION GENERAL A LA BIBLIA


P. GALO SÁNCHEZ BRAVO PSS

1.LA BIBLIA, LIBRO DE LOS LIBROS.


La Biblia es el libro más difundido y traducido en todo el
mundo. En alguna de sus partes, es de lo más antiguo que
conocemos de la historia humana. Su composición se ha
extendido por más de un milenio y, con sus 73 composiciones, la
Biblia es una biblioteca.

La Biblia es el libro más leído en la historia de los hombres y


hay razón. El hombre necesita de un sentido para su vida y la
Biblia posee la clave. El cristiano informado bebe de esa fuente
y en la Biblia se apoya para orientar su vida. Pero, para la
mayoría de los cristianos, la Biblia sigue siendo desconocida. Si
es leída, todavía no es bien interpretada. Más aún, problemas de
orden general y que tienen que ver con los libros de la Biblia, en
su conjunto, son todavía problemas no resueltos.

Para el creyente, cristiano o judío, la Biblia es algo más que un


libro antiguo e interesante. En ella, el Padre, que está en los
cielos, se dirige con amor a sus hijos, pero se dirige en lenguaje
humano. La Biblia es el testigo de los actos de Dios en la
historia de la humanidad. Todos los sucesos de la historia
sagrada, desde Abraham hasta la fundación de la iglesia
apostólica, se ubican en el mismo plano de la acción de Dios.
Todos los libros sagrados constituyen uno solo, la Biblia,
pacientemente compuestos bajo la inspiración única de su divino
autor. ¿Cómo aconteció todo esto?
2

Para el cristianismo, la Biblia es un libro canónico, es decir,


normativo en asuntos de fe y costumbres de los creyentes. Todos
los libros de la Biblia, tan diferentes entre si, son reunidos bajo
el único nombre de “Sagrada Escritura”, cuyas partes se
iluminan y se complementan recíprocamente. La iglesia católica
reconoce 73 libros canónicos, de los cuales 46 pertenecen al AT
y 27 al NT. Dios se reveló con hechos y palabras, y las
Escrituras son el testimonio de esta revelación. Los escritores
sagrados (profetas, sabios, escribas, evangelistas, etc.),
inspirados por el Espíritu de Dios, escribieron todo y sólo lo que
Dios ha querido revelar de su voluntad salvífica. ¿Qué quiere
decir que un libro es canónico?

La Biblia es Palabra de Dios, pero se expresa en lenguaje de


hombres. En ella se reflejan las diferentes mentalidades
humanas, corregidas quizá, pero asumidas por Dios para la
revelación de su amor a sus criaturas. La Sagrada Escritura no es
un libro caído del cielo. Una comunidad de fe, que experimentó
la acción de Dios en su historia, está detrás de esta palabra
humana, inspirada por el Espíritu. “Todos los textos de las
escrituras son inspiradas por Dios y son útiles para enseñar, para
rebatir, para corregir, para guiar en el bien. La escritura hace
perfecto al hombre de Dios y lo deja preparado para cualquier
buen trabajo” (2Tm 3,16-17).

En las cartas del “hermano Pablo”, dice Pedro, “hay algunos


puntos difíciles de comprender que las personas ignorantes y
poco firmes en su fe tuercen, lo mismo que las demás escrituras,
para su propio perjuicio” (2Pe 3,16). Por eso, “nadie puede
interpretar por sí mismo una profecía de la escritura, ya que
ninguna profecía viene de una decisión humana, sino que los
hombres de Dios hablaron, movidos por el Espíritu Santo” (2Pe
1,20-21).

La Biblia, para el católico consciente de su fe, es el libro por


excelencia, directamente ligado a la revelación que es el objeto
de su fe. La iglesia recibió de Dios este libro inspirado y ella nos
transmite sus enseñanzas en el contexto de su tradición viviente.
Ella desmenuza para nosotros el contenido de ese libro. ¿Cuál es
el papel de la tradición y el magisterio?
3

La Biblia es el principal documento del proceso histórico de la


fe y está dotada de un valor absoluto que tiene que ser
descubierto por todos los mortales para su beneficio temporal y
eterno. Las escrituras son inspiradas, pero también son
inspiradoras. La Biblia ha dejado ya huellas indelebles en la
historia de la humanidad. Sobre todo en la cultura occidental, se
percibe su influencia en el arte, la literatura, la música, la vida y
las costumbres desde el comienzo de la era cristiana. ¿Cuál es el
compromiso del cristiano en relación con la difusión de la
Palabra de Dios?
Con esta visión panorámica, abrimos nuestra reflexión sobre la
introducción general a la Biblia.

2. ¿POR QUÉ UNA INTRODUCCIÓN A LA BIBLIA?


La Biblia, en su conjunto, es el libro que conserva la experiencia
de fe del pueblo de Israel y de los primeros cristianos. El
Antiguo Testamento (AT) registra la fe de Israel desde tiempos
ancestrales. Abrahán, con su fe inquebrantable, dio inicio a la
familia que terminaría haciéndose un pueblo. La liberación de la
esclavitud de Egipto y el pacto del Sinaí hacen de Israel un
pueblo consagrado a Dios. Desde entonces la acción salvadora
de Dios se prolonga a lo largo de toda la vida de ese pueblo
elegido y se proyecta sin fin (NT) hasta los últimos tiempos, a
través de la Iglesia, instituida por Jesús. Esta experiencia de fe
se transforma en Escritura Santa, gracias a la inspiración divina
y al esfuerzo de los que prestaron este servicio a los hermanos.
Este escrito sagrado da luz a la humanidad en cuanto a lo que es
y lo que debe ser, nos da la verdad de Dios en relación con el
mundo y la verdad del ser humano en relación con Dios.

La Biblia es indispensable para nuestra vida cristiana porque es


la Palabra con la cual Dios nos habla (DV 21). Efectivamente,
“No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale
de la boca de Dios” (Mt 4,4). La Biblia ya está en nuestras
manos, pero necesitamos de una introducción. Esta necesidad no
es de ahora solamente, “La introducción a la Biblia” es una
disciplina antigua –comenzó en el s. XI con el Monje Adriano y,
de modo más preciso, con Sixto de Siena apenas después del
Concilio de Trento-, pero, como disciplina autónoma, en vista a
esclarecer los aspectos comunes a todos los libros, es una
disciplina reciente.
4

A un joven sacerdote, llamado Paulino, que le había consultado


a San Jerónimo (394) sobre cómo encontrar la perfección
cristiana, el santo le contestó que estudiando las Sagradas
Escrituras. Pero añadió que tal esfuerzo necesitaba ser
acompañado de una guía. La Introducción a la Biblia es
insustituible y no se debe reemplazar por otra clase de estudios.
Aquí se presentan los conocimientos necesarios para acercarse a
la Biblia con un mínimo rigor científico. Se evidencian los
aspectos generales a todos los libros de la Biblia, su estructura,
su composición, su aceptación oficial por la comunidad de fe
como libro sagrado o canonicidad, la historia de su
conformación actual; dónde y cuándo fueron escritos los libros,
las lenguas que se utilizaron, los géneros literarios más
comunes. Se enfocan también los diferentes métodos utilizados
y el influjo de las ciencias modernas en la interpretación. Todo
esto tiene su importancia a la hora de querer leer la Biblia con
un poco de sentido. Por eso, una Introducción General a la
Biblia es, a todas luces, necesaria.

3. LA BIBLIA, PALABRA DE DIOS.


La palabra humana puede errar y engañar, pues el hombre no
ofrece una seguridad total, mas la Palabra de Dios no comete
errores ni engaña. En el AT, lo que Dios dice se realiza, según el
grado de expresión de su voluntad: un acto de la creación, un
enunciado de la ley, un oráculo profético o un consejo de algún
sabio. Para el NT, toda escritura divinamente inspirada es útil
para enseñar, para reprender, para corregir, para educar en la
justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y
capacitado para toda buena obra (2Tm 3,16). Por eso, por la
paciencia y consolación de las Escrituras, permanecemos
firmes en la esperanza (Rm 15,4).

¿Cómo así que una palabra humana es tomada como Palabra de


Dios? Por la inspiración divina. “En la redacción de los libros
sagrados, Dios se valió de hombres elegidos que usaban sus
propias facultades y medios, de forma que obrando Él en ellos y
por ellos, escribieron, como verdaderos autores, todo y solo lo
que Él quería. Como todo lo que los autores inspirados y
hagiógrafos afirman debe tenerse como afirmado por el Espíritu
Santo hay que afirmar que los libros de la Escritura enseñan
firmemente, con fidelidad y sin error, la verdad que Dios quiso
consignar a las sagradas letras para nuestra salvación” (Dei
Verbum 11).
5

Dios transmite su palabra por medio de sus profetas. La locución


directa de Dios se da por medio de los oráculos; la palabra de
Dios escrita se da por la inspiración.

Naturalmente, decir “palabra de Dios” comporta haber entrado


en el ámbito de la fe. Sólo por la fe, tenemos acceso al ámbito
divino. Partiendo de la fe en la palabra, se examina el alcance de
las afirmaciones de la locución divina. Así, sólo la palabra de
Dios tiene fuerza infalible (Is 55,10-11). La palabra que lleva la
marca de esa eficacia absoluta es, legítimamente, la Palabra de
Dios. Esto ocurre en las tres principales formas de la expresión
de Dios en el AT: la ley, la sentencia sapiencial y el oráculo
profético (Jr 18,18).

El AT tiene la conciencia clara de poseer una palabra distinta de


la mera palabra humana. Israel cree ser la única nación que ha
conocido la locución divina directa: “Él revela a Jacob su
palabra, sus juicios y sus preceptos a Israel; con ninguna
nación obró así, ni les dio a conocer sus mandatos” (Sl 147,19-
20). Los contornos de esa palabra, inicialmente y por obvias
razones, son imprecisos. Israel no llegó a determinar el canon de
la Palabra de Dios, sino después de una experiencia de fe bien
consolidada en la tradición. Sólo el NT llegó a definir el
contorno de lo que es la Palabra de Dios, con la presencia visible
del Hijo de Dios encarnado.

La evolución de esta convicción, iniciada con Israel, tiene tres


momentos: 1) El AT adquiere identidad y es considerado
normativo. Estamos en la época de la composición de los libros
de AT. 2) La predicación apostólica es considerada palabra de
Dios. Es el tiempo de la formación de los evangelios. 3) El NT,
utilizado en la predicación cristiana, es considerado palabra de
Dios. Es el tiempo de los últimos escritos del NT.

Para el cristianismo, la Palabra de Dios comprende la Escritura


del AT, la predicación de Jesús y el mensaje cristiano
transmitido en su nombre y por obra del Espíritu Santo. Cuando
el NT recibió su forma escrita definitiva, su canonización
6

significó la homologación de ambas escrituras y la unidad de los


dos testamentos como única Palabra de Dios. De modo que la
atribución global de la condición de Palabra de Dios a toda la
Escritura es un fenómeno cristiano. Finalmente, el magisterio,
en nombre de la tradición, se encargó de limitar la canonicidad
de los libros, o sea, su carácter inspirado.

Jesús, Verbo encarnado, es la suprema forma de locución divina,


a la cual compete, en sentido estricto, la condición de Palabra de
Dios. La Encarnación del Verbo es el momento culminante del
misterio de la palabra humana considerada estrictamente Palabra
de Dios.

La palabra humana es elevada a la condición de inspirada de dos


formas: cuando la palabra santa, conservada como tal en la
transmisión oral, recibe, por la acción del Espíritu, una forma
literaria. El Espíritu Santo actúa en personas dotadas de
cualidades literarias para dar a la palabra una existencia nueva.
La segunda forma tiene lugar cuando Dios actúa moviendo al
mediador carismático a escribir una palabra nueva. La palabra
de Dios no pasa por el estadio de la transmisión, sino que recibe
inmediatamente la forma literaria escrita. Este caso pertenece al
orden de la locución divina que, en lugar de ser oral, es escrita.

4.BIBLIA Y PUEBLO DE DIOS.


La Biblia es el libro de la experiencia de fe del pueblo de Israel,
en lo que atañe al Antiguo Testamento. La liberación de Egipto,
cuya acción se prolonga a lo largo de la toda la vida de ese
pueblo elegido, es la experiencia fundante de esa relación de
Dios con su pueblo.

Pero, antes que el pueblo tomara consciencia de su realidad


como pueblo, la providencia divina ya preparó el camino. Por
inspiración divina, los patriarcas (Abrahán, Isaac, Jacob) y,
sobretodo, Moisés, el mediador de la Alianza entre Dios y su
pueblo, implantó la fe en Yahvé y colocó las bases de
predicación profética. La fórmula, que resume una antigua
confesión de fe, es: Yahvé sacó a Israel de Egipto (Os 11,1).
7

En el NT, se registra un nuevo comienzo en la persona de Jesús,


Palabra de Dios encarnada. La fórmula: Jesucristo es el Señor
(1Cor 12,3) es la expresión de esa fe, centrada en la
resurrección, de la cual los apóstoles son los testigos (Lc 1,2).

Los hagiógrafos, sea del Antiguo como del Nuevo Testamento,


hacían parte de una comunidad, donde la fe en Dios y la práctica
de la justicia eran el eje de la vida. Ellos/as hablaban para
instruir a los hermanos, criticar abusos, denunciar desvíos,
recordar el camino ya hecho y apuntar a nuevos rumbos,
siempre en la convicción de cumplir la voluntad de Dios
expresada en los escritos, considerados después “inspirados”.
Sólo algunos escribieron, otros sólo hablaron, pero todos
animaron al pueblo a vivir conforme la Palabra. Por eso, el auto-
testimonio bíblico (autopistía), en relación a la canonicidad,
debe ser complementado por la tradición, formada en el seno de
la comunidad.

La Palabra inicialmente fue transmitida sólo oralmente, después


fue escrita para no permitir que esas enseñanzas cayesen en el
olvido y porque el pueblo quiso distinguirlo de otras enseñanzas
que no contribuían para la formación a la fe y la justicia del
pueblo. Las cosas del pasado acontecieron “para servir de
ejemplo, y fueron escritas para advertirnos, para quien llegó la
plenitud de los tiempos” (1Cor 10,11).

La Biblia nos relata una historia en la que Dios se revela como


salvador, comenzando por la liberación de su pueblo de la
esclavitud de Egipto (Ex 14,5-31). La Biblia es fruto de esa
experiencia de fe, vivida por el pueblo de Israel y transmitida de
generación en generación. Los hechos fundantes han sido
interpretados y reinterpretados por cada nueva generación hasta
que llegó el momento de ser escritos para el beneficio de las
generaciones futuras. Ese es el AT que leemos y lo actualizamos
para nosotros, diciendo: Dios nos liberó de la opresión y nos dio
a conocer su amor.

Explicable, entonces, que el recuerdo del éxodo impregne todas


las paginas de las escrituras, como fundamento de la alianza que
Dios estableció con el pueblo (Ex 24,1-18). Esta experiencia del
pueblo de Israel representa, en el Antiguo Testamento, el pilar
más destacado y fundamental de la historia de Israel.
8

Girando en torno al Éxodo, los patriarcas reconocen la presencia


de Dios en medio de ellos; los profetas denuncian los pecados de
Israel, infiel a la alianza, y anuncian la salvación futura con la fe
y la espera del Mesías salvador; los sabios se abren a una fe
universal.

El Nuevo Testamento gira en torno a la muerte y resurrección de


Jesucristo (Mt 27,32-28,7), cumplimiento de la nueva alianza,
prometida por boca de los profetas. Los apóstoles son los
encargados de manifestar la salvación definitiva para el pueblo
(Mt 28,19-20) por medio de la fe en Cristo Jesús, muerto y
resucitado para la salvación de la humanidad. Jesús es la
definitiva presencia de Dios en medio de los hombres, y él
sigue conduciendo a su Iglesia por medio de su Espíritu.

La experiencia espiritual del pueblo de Israel, de ese modo, fue


una experiencia anticipada del misterio de Cristo. Las
realidades del Antiguo Testamento estaban puestas para recibir
su consumación escatológica (Mc 1,15). En Cristo se manifiesta
la justicia salvífica y definitiva de Dios. El pueblo elegido por
Dios, la descendencia de Abraham, se resume en Cristo,
salvación para todos los pueblos.
La Biblia, entonces, se identifica con la vida del pueblo, esa
comunidad de fe que cree en los valores que le dan forma, y no
existiría sin el pueblo. Por eso, la Biblia sigue teniendo valor
sólo en el seno del pueblo creyente que quiere perpetuar la vida
de Dios en su vida.

5.INSPIRACIÓN DE LA BIBLIA.
La palabra “inspiración” se deriva del latín “inspirare”, que
significa “soplar”. El Espíritu alienta en la Palabra, escrita por
el hagiógrafo; está en el origen mismo del lenguaje y se
encuentra en el autor humano y en el escrito, porque la
inspiración está en función de La Palabra de Dios. Dios es el
inspirador, el hagiógrafo es el inspirado, y los escritos son el
término de la inspiración.

La Palabra como acto de lenguaje oral y escrito, con sus tres


vértices, locutor (Dios), locución (palabra) y destinatario
(pueblo) es lo que interesa a la teología de la inspiración.
9

La decisión de la Trinidad Santa, que decide revelar su Palabra a


los hombres mediante la encarnación de su Hijo, está a la base
de la inspiración. Efectivamente, la escritura supone la presencia
activa de cada una de las personas de la Santísima Trinidad. Por
la acción del Espíritu Santo, Jesús es concebido y confirmado en
su misión; y por la acción del mismo Espíritu, la Escritura surge
de la vida y de la experiencia de fe del pueblo, y viene a ser para
nosotros la Palabra de Dios.

La Biblia es fruto de la inspiración del Espíritu de Dios, que


iluminó al hagiógrafo para actuar, hablar y escribir. Por esa
inspiración, el intelecto es elevado para que el hombre perciba
las verdades reveladas. Por eso, la Escritura es comparable con
la lluvia que cae de lo alto, penetra en el suelo, y despierta a la
simiente que produce la planta (Is 55,10-11).
En la Biblia, los eventos de la historia sagrada, conducidos por
el Espíritu Santo, son explicados por las palabras escritas por
inspiración del mismo Espíritu, que preservan la enseñanza de
esos eventos.

Sólo la Iglesia, continuación de la comunidad religiosa israelita


del AT y de la predicación de los Apóstoles, puede garantizar,
con su tradición, el carácter inspirado de cada libro.
Por la inspiración, los libros forman parte de la Biblia. La
inspiración es previa y necesaria para que ese escrito sea
canónico. La inspiración divina es un carisma sobrenatural, dado
por Dios al hagiógrafo, para que ponga por escrito y sin error lo
que Dios ha revelado y quiere comunicar a los hombres. El
carisma de la inspiración es transitorio, sobrenatural y gratuito,
que proporciona luz al entendimiento del hagiógrafo para juzgar
con "certeza" divina, no para beneficio privado, sino para el bien
de toda la Iglesia.

Todo el mecanismo de concepción y expresión del autor sagrado


se halla elevado, movido e impulsado por ese misterioso influjo
inspirativo de Dios. La extensión de la inspiración abarca la total
composición del libro, pues esa totalidad procede del autor
divino y del autor humano.
Aquel mismo Espíritu nos ilumina hoy, cuando leemos la Biblia.
El nos ayuda a oír y a practicar la Palabra de Dios. Sin Él, no es
posible descubrir el sentido que la Biblia tiene para nosotros (Jn
16,12-13; 14,26). El Espíritu Santo no se compra ni se vende (At
8,20), ni es fruto del estudio; es un don de Dios que debe ser
pedido en la oración (Lc 11,13).
10

6.CANON/NORMA DE VIDA EN LA BIBLIA.


La palabra “canon”, originalmente, designaba una vara para
medir. Para nosotros, ahora, significa regla de fe y conducta.
Siendo la Biblia la base de la vida cristiana, Canon, entonces, es
la lista de libros oficialmente reconocidos como inspirados por
Dios y considerados normativos para la vida de fe de la Iglesia.
Los libros canónicos son aquellos que dan la norma de fe y vida
al pueblo, y constituyen los “libros sagrados”.
La Biblia es el fruto de la contribución, prolongada en la
historia, del pueblo que procuró descubrir, practicar, escribir y
transmitir la Palabra de Dios presente en su vida.

La sagrada escritura nació en el contexto de una comunidad de


fe, bajo la guía del Espíritu Santo. Esta misma comunidad es la
que, más tarde, bajo la acción del mismo Espíritu Santo,
reconoce la escritura como normativa, o sea canónica.
La conciencia de poseer un tesoro divino, llamada “consciencia
canónica” fue apareciendo a medida que la Palabra de Dios se
hacía indiscutible (Ex 24,1-11; Dt 31,9-14.24.29; prólogo de
Eclo; 36; Jr 30,2).
El canon alejandrino, que contiene los libros
"deuterocanónicos", fue reconocido por los judíos del tiempo de
Jesús y por los autores del Nuevo Testamento. La Iglesia, fiel a
su Señor, lo asumió y lo defiende.

En el NT, la primera conciencia canónica de unos escritos


aparece en el prólogo de Lc 1,1-4 “Puesto que muchos han
intentado narrar ordenadamente las cosas que se han verificado
entre nosotros, tal como nos las han transmitido los que desde
el principio fueron testigos oculares y servidores de la Palabra,
he decidido yo también, después de haber investigado
diligentemente todo desde los orígenes, escribírtelo por su
orden, ilustre Teófilo, para que conozcas la solidez de las
enseñanzas que has recibido”. Luego, encontramos la misma
“fórmula canónica”, que fue válida para el Antiguo (Ap 22,18-
19): “nadie puede quitar o aumentar nada”.

El adjetivo “canónico”, en el sentido nuestro, está presente en la


Iglesia sólo desde el siglo IV, pero la realidad ya venía desde el
AT.
11

Los judíos sellaron el canon de la Biblia Hebrea en Jámnia en el


año 90 d.C., incluyendo sólo los libros de los que se poseía,
entonces, su original hebreo, excluyendo lo deuterocanónicos.
Ellos querían cerrar el período de revelación siglos antes de la
venida de Jesús, buscando así distanciarse del cristianismo. Por
eso cerraron el canon con los profetas Esdras (458 a.C.),
Nehemías (445 a.C.), y Malaquías (433 a.C.).

El canon de la escritura fue pacíficamente aceptado por todos


los cristianos a lo largo de la edad media. La cuestión vuelve a
ser planteada en el concilio de Trento, en el s. XVI, a causa de la
reforma protestante que asumió el canon corto de los judíos, en
relación al AT. San Jerónimo también defendía la “hebraicas
veritas”.
El Concilio de Trento, en su decreto de la sección cuarta del 8 de
abril de 1546, declaró solemnemente para la Iglesia católica la
canonicidad de los libros contenidos en la Biblia Vulgata, en
todas sus partes. El Vaticano I, 1870, lo ratifica. La lista de
libros canónicos ya se había fijado en el Concilio de Florencia
en el año de 1441.

Los hermanos protestantes, después de Lutero, también


determinaron su canon y, por lo que se refiere al AT, tomaron
como canónicos los mismos de la Biblia hebrea. El NT quedó
inalterado, pero determinaron un canon dentro del canon debido
a que consideraron “menos inspirados” algunos libros.
Concretamente, Lutero distingue entre libros privilegiados, que
reflejan el testimonio apostólico sobre Cristo (Rm, Gl); libros
ordinarios, que dan testimonio de un catolicismo primitivo; y
libros postergados, que no conducen adecuadamente a Cristo
(Hb, Jd, 1Pe y Ap). Los protestantes se esfuerzan por lograr su
fundamentación en la misma escritura (autopistía); limitando el
papel de la tradición eclesial, defienden el principio de la “sola
Scriptura”.

La razón última de la normatividad de la escritura es el


testimonio de Jesús, de su Espíritu y de Dios que son la norma
suprema. La Iglesia, poseedora de una experiencia carismática
recibida del Espíritu de Jesús, hereda intacta la escritura y su
finalidad. No es que la escritura se halle sometida a la Iglesia, al
contrario, es la vida de fe en la Iglesia que va concretándose en
escritos y, más tarde, en escritos canónicos, dentro de la misma
Iglesia.
12

Cada Iglesia determina el número de sus libros canónicos en


función de la doctrina que defiende. Sólo la Iglesia católica
mantiene y defiende la herencia de Jesús y los apóstoles.

7.LIBROS CANÓNICOS EN LA BIBLIA.


El pueblo de Israel, fiel a su Dios y la sus tradiciones, fue
haciendo una selección de aquellos escritos que venían siendo
considerados de grande importancia para su vida. Así surgió una
lista de libros, reconocidos por todos, como expresión de la fe,
de las convicciones, de la historia, de las leyes, del culto y de su
misión. Leídos, comentados, releídos y corregidos en las
celebraciones del pueblo, los libros de esta lista fueron
adquiriendo, poco a poco, una grande autoridad y una
normatividad tal que no fue más posible cambiar, quitar o
aumentar nada. El uso constante y universal de los escritos,
considerados inspirados (Neh 8), y la tradición, creada en torno
a la autoridad de Jesús transmitida a los apóstoles, en el NT, son
los criterios fundamentales de la canonicidad de los libros
sagrados. Así pasaron a ser el patrimonio sagrado del pueblo,
porque le revelaban la voluntad de Dios. De ahí viene la
expresión “Escritura Sagrada”.

De modo que, libros canónicos son los libros del Antiguo y


Nuevo Testamento, escritos bajo la inspiración del Espíritu
Santo que, como tales, fueron entregados a la Iglesia.
En la Introducción a la Biblia, distinguimos entre “Libros
Protocanónicos” y “Deuterocanónicos” (Tobías, Judith, Baruc,
Eclesiástico, Sabiduría, 1-2 Macabeos, y algunas partes de
Daniel y Ester). Los primeros son los mismos del canon judío de
Jamnia. Los otros también fueron declarados canónicos por la
Iglesia, no porque ella tuviera algún poder sobre ellos, sino
porque ellos ya eran norma de fe y vida de la Iglesia al tiempo
de Jesús y los apóstoles, y los debía reconocer su canonicidad.
13

Libros apócrifos. Apócrifo significa “oculto, escondido”. Los


apócrifos son contemporáneos a los canónicos, pero no llegaron
a la categoría de éstos. Los hay en el Antiguo y en el Nuevo
Testamento.
Para más claridad, los libros Protocanónicos son los que fueron
aceptados como canónicos desde siempre y sin discusión; los
deuterocanónicos son los canónicos de un segundo momento,
cuya canonicidad viene desde Jesús y los apóstoles. A estos
últimos los protestantes llaman apócrifos.

Los libros apócrifos llevan temas y títulos semejantes a los


canónicos, pero no fueron admitidos en el Canon de la Iglesia.
Algunas veces contienen datos que fueron útiles a la tradición
católica, como los nombres de los padres de la Santísima Virgen,
Joaquín y Ana; el nombre del buen ladrón, San Dimas, etc.,
pero, en su conjunto, no dieron la talla para ser canónicos. El
primero en hablar de los libros apócrifos es Clemente
Alejandrino.
Los apócrifos del NT nacieron de la curiosidad y la piedad
populares que buscaban completar el esquema de los libros
canónicos, abordando episodios de fantasía religiosa que
halagaba a los creyentes; por eso son más abundantes en
aquellas partes donde mayor es la laguna de los textos
inspirados: la infancia de Jesús, la suerte de los apóstoles y el
problema escatológico.

Los apócrifos ahora nos son útiles porque ilustran el ambiente


judío y cristiano del tiempo en que fueron escritos y confirman
la veracidad de los canónicos.
Hay problemas no totalmente resueltos a este respecto. Por
ejemplo, si la Carta de Pablo a los Laodicenses (cf. Cl 4,16)
fuese encontrada, ¿sería un escrito canónico?

8.LOS LIBROS DE LA BIBLIA.


El término Biblia llegó al latín del griego biblia, ‘libritos’, forma
plural diminutiva de biblos (biblion), ‘papiro’ o ‘papel’ que se
exportaba desde el antiguo puerto fenicio de Biblos. En la edad
media, los libros de la Biblia se reunieron en un solo libro, la
Biblia.
La Biblia es un libro sagrado para judíos y cristianos, pero su
presentación difiere en varios aspectos. El orden y el número de
14

los libros son distintos entre las versiones judía, protestante y


católica.

La Biblia judía consta de 39 libros escritos en su versión


original, hebreo, a excepción de pocas partes redactadas en
arameo. Esta Biblia se divide en tres partes: la Torá, o Ley;
Profetas, o Nebiîm (Profetas Anteriores y Posteriores); y
Escritos, o Ketubîm (Salmos, libros sapienciales y didácticos).
La Biblia católica consta de dos partes: el AT con sus 46 libros y
los 27 del NT. El AT tiene los mismos libros de la Biblia judía
(Tanak) más otros siete libros y adiciones, llamados
“deuterocanónicos”. Algunos de estos libros fueron escritos en
griego, al igual que el NT.
El AT cristiano organiza los libros según su contenido:
Pentateuco; libros históricos; libros poéticos o sapienciales, y
libros proféticos. Las versiones protestante y católica del AT
ordenan los libros en la misma secuencia, faltándoles a los
protestantes los deuterocanónicos.

El AT consta de: Pentateuco, Profetas, Históricos, Sapienciales,


Poéticos y Salmos, y El NT de: Evangelios, Cartas, un Histórico
(Hch) y un Profético (Ap).
Originalmente no existía la división por capítulos y versículos;
esta división es relativamente reciente: comienza con Esteban
Langton (1228), para los capítulos; y, con Santos Pagnino, para
los versículos. La división actual viene de Roberto Estienne
(1555).
La Biblia gira en torno a una alianza de Dios con la humanidad;
en esta alianza tienen contexto las leyes de Dios que nos
conducen a la felicidad eterna. El AT nos refiere la manera como
Dios preparó a pueblo de Israel para que, llegada la plenitud de
los tiempos, reconozca en Jesús la plenitud de su maravillosa
Alianza con los hombres.

La Biblia es la interpretación teológica de la historia de Israel


(AT) y de la de los primeros cristianos (NT), y quiere ayudarnos
a interpretar nuestra historia, con la misma visión de fe de la que
ella se sirve. De ese modo, se ha transformado en la base de
nuestras culturas occidentales y sigue siendo la luz en nuestro
camino. Damos un brevísimo resumen de los libros:

PENTATEUCO: GENESIS narra los orígenes del mundo y de


la humanidad, y el origen del pueblo de Israel. ÉXODO relata la
15

salida de Egipto, la gran hazaña de Dios que fundamenta de la


existencia del pueblo de Israel y su alianza con Dios.
LEVITICO reglamenta el ministerio de los sacerdotes y levitas,
como prolongación de la ley de la alianza. NUMEROS refiere
la continuación de la marcha por el desierto hasta las montañas
de Moab. DEUTERONOMIO contiene tres discursos de
Moisés, recomendando a Israel la fidelidad a la alianza con
Dios.

LIBROS HISTÒRICOS: JOSUE introduce al pueblo de Israel


en la Tierra Prometida. JUECES, enviados por Dios, liberan al
pueblo de los enemigos que aparecen como consecuencia de las
infidelidades del pueblo. RUT es una novela que fomenta el
espíritu supranacional. I SAMUEL relata la transición los jueces
a la monarquía, comenzada con Saúl. II SAMUEL narra los
hechos de David, rey. I REYES refiere las vicisitudes del reino
unido hasta Salomón. II REYES sigue la historia de los reinos
divididos: el norte y el sur, Israel y Judá hasta la deportación del
pueblo a Babilonia. I y II CRONICAS repiten la historia de
Israel, desde la creación hasta el retorno del Exilio de Babilonia.
ESDRAS Y NEHEMIAS nos proporcionan informaciones
sobre el restablecimiento de la comunidad venida del Exilio. I
MACABEOS nos muestra un pueblo que considera su fe más
preciosa que la existencia en tiempo de la persecución
Ptolemaica. II MACABEOS no es continuación del primero. Es
una serie de comentarios y leyendas, resaltando las esperanzas y
los sufrimientos de los creyentes perseguidos. TOBIAS, es la
historieta ejemplar de un judío en la diáspora. JUDIT es una
novela corta que infunde confianza en Dios a los judíos en
prueba. ESTER es una novela que expresa las angustias, los
rencores y las esperanzas de los judíos dispersos.

SAPIENCIALES: JOB, más que una "historia", pondera los


grandes interrogantes de la condición humana. SALMOS
recopila los cánticos del culto de Israel, transmitidos a través de
los siglos. PROVERBIOS recoge la sabiduría popular
decantada a lo largo de los siglos. ECLESIASTES hace ver que
los hombres son incapaces de encontrar “el sentido de la obra
divina desde el principio al fin". CANTAR DE LOS
CANTARES es un poema que nos abre al universo del amor de
Dios. SABIDURIA es el primer esfuerzo de un judío por entrar
en dialogo con la cultura griega. ECLESIASTICO escrito por
Jesús, hijo de Sirá, es una síntesis de las tradiciones y de las
enseñanzas de los sabios.

PROFETAS: I ISAIAS, anterior al exilio, es el profeta-poeta


más destacado. II Isaías se ocupa de consolar a Israel en tiempos
16

del exilio. III Isaías ayuda a reconstruir la comunidad después


del retorno del exilio. JEREMIAS cumple su misión con su
vida, en los momentos más difíciles del fin de la monarquía.
BARUC desarrolla de una liturgia penitencial conmemorativa
de la destrucción de Jerusalén, con material heterogéneo.
EZEQUIEL es un joven sacerdote, desterrado a Babilonia
después del primer sitio de Jerusalén, en el año 598 a.C. Sus
profecías se refieren a esa época. DANIEL es un maestro de la
Ley que anima a la resistencia espiritual de su pueblo, en tiempo
de la gran persecución a los Macabeos. OSEAS descubre el
amor persistente de Dios por su pueblo. JOEL con ocasión de
una invasión de langostas, aprovecha para exhortar al pueblo a
la conversión. AMOS en el reino de Israel, denuncia las
injusticias sociales y la religión que se contenta sólo de ritos
externos. ABDIAS predice la conquista de Edom. JONAS es
una narración ejemplar, exalta la grandeza de la misericordia de
Dios con todos los pueblos de la tierra. MIQUEAS,
contemporáneo del I Isaías, muestra la grandeza de la humildad.
NAHUM profetizó contra el poderío asirio, cuya capital es
Nínive. HABACUQ pregunta con osadía: ¿Por qué deja Yahvé
que triunfe la injusticia? Y Yahvé responde: el justo vivirá por su
fe. SOFONIAS contemporáneo a Jeremías, predica el día del
Señor. AGEO profeta posterior al destierro, anima la
reconstrucción del templo de Jerusalén. I ZACARIAS, como
Ageo, participó en la restauración del pueblo de Dios y del
Templo, cuando los judíos regresaron de Babilonia. II Zacarías
se ocupa de las profecías mesiánicas en tiempos posteriores a la
conquista de Alejandro magno. MALAQUIAS corrige las
costumbres de la comunidad. Yahvé discute con esos
razonadores que le piden cuentas y no reconocen su amor.

NUEVO TESTAMENTO: MATEO escrito en una comunidad


cristiana de origen judío. Refleja una situación conflictiva entre
judíos y cristianos. MARCOS nació de las tradiciones orales
que recogían la predicación del apóstol Pedro. Es el primer
evangelio escrito (64). LUCAS, hacia el año 70. El evangelista
disponía de varios escritos que contenían hechos y milagros de
Jesús, los mismos que usaron Marcos y Mateo. Tiene una visión
universalista. JUAN tiene un mensaje claro. Jesús de Nazaret
fascinó al autor, que lo describió como Palabra eterna del Padre.
HECHOS DE LOS APOSTOLES también de Lucas, cuenta la
acción del Espíritu Santo en el inicio de la Iglesia, después de la
ascensión de Jesús.

CARTAS DE SAN PABLO: ROMANOS es una extensa


exposición sobre la vocación cristiana a la libertad y la
17

necesidad de la fe para la salvación. I CORINTIOS se refiere a


las debilidades de los creyentes de los primeros tiempos y
resuelve problemas sobre la resurrección. II CORINTIOS
Pablo ilustra el sentido de la comunión de los bienes entre las
comunidades cristianas y defiende su ministerio, entre otros
temas. GALATAS es un bosquejo de la carta a los romanos: la
libertad de la ley. EFESIOS expone el plan amoroso de Dios a
través de Jesucristo. FILIPENSES, carta afectuosa en que
declara su vivir en Cristo. COLOSENSES expone la
centralidad de las riquezas de Dios depositadas en Cristo. I
TESALONICENSES del año 50. Una apremiante exhortación
a vivir en santidad de vida, teniendo presente la segunda venida
de Cristo. II TESALONICENSES la comprensión del día del
Señor hará que mejoremos nuestro estilo de vida. I y II
TIMOTEO el trabajo pastoral cristiano tiene su fisonomía y sus
exigencias. TITO es un manual de conducta en la vida de la
Iglesia. FILEMÓN prácticamente es un primer intento por
abolir la esclavitud. HEBREOS presenta la superioridad de
Cristo en relación a todas las instituciones del AT, especialmente
sobre el sacerdocio.

CARTAS CATOLICAS: SANTIAGO enseña cosas sencillas y


prácticas. La fe no puede estar separada de las buenas obras. I
PEDRO, hacia el año 64, exhorta a aprender a sufrir por Cristo.
II PEDRO incita a no dejarse engañar de los falsos profetas. I
JUAN nuestra unión con Dios debe producir en nosotros el
amor al prójimo. II JUAN no dejarse engañar de los que no
aceptan a Cristo. III JUAN la vida cristiana nos exige vivir en
comunidad. JUDAS no exhorta a luchar debidamente por la fe.

APOCALIPSIS Dios se reveló completamente en Cristo. La


muerte y resurrección de Jesús hace de Él el cordero de Dios
que quitó el pecado del mundo. Esperamos su segunda venida en
gloria.

9.AUTOR DIVINO DE LA BIBLIA.


El Espíritu Santo inspiró los escritos sagrados, por eso, Dios es
el Autor principal de los libros de la Biblia. “Como todo lo que
los autores inspirados o hagiógrafos afirman debe tenerse como
afirmado por el Espíritu Santo hay que confesar que los libros
de la Escritura enseñan firmemente, con fidelidad y sin error, la
verdad que Dios quiso consignar las sagradas letras para
nuestra salvación” (Dei Verbum 11).
18

La Biblia contiene palabras inspiradas por Dios, pero no como si


los textos hubiesen sido escritos por un autor que simplemente
anotó las palabras dictadas literalmente por Dios. Dios,
sirviéndose de la colaboración del hombre, respetó en todo la
condición humana de los autores que contribuyeron. Ellos son,
cada uno en su proporción, verdaderos autores humanos de los
escritos bíblicos. “En la redacción de los libros sagrados Dios
se valió de hombres elegidos que usaban sus propias facultades
y medios, de forma que obrando El en ellos y por ellos,
escribieron, como verdaderos autores, todo y solo lo que El
quería” (Dei Verbum 11).

Los textos bíblicos están relacionados con hechos históricos y


personas concretas. Los hagiógrafos fueron personas de todas
las clases, conocedores de las tradiciones de Israel, profetas y
sabios que, unidos en la misma preocupación de construir un
pueblo hermano, donde reinasen la fe y la justicia, promovían el
amor y la verdad.

Dios se reveló a personas que lo aceptaron por la fe y esta


revelación se mantuvo en la tradición oral y luego en la escrita.
En el AT, la manifestación de Dios a los profetas se concretiza
con la expresión “Oráculo del Señor” o “Palabra de Dios” (Os
2,15; Jr 31,36). En efecto, el mensaje transmitido por los
profetas no era de elaboración personal, sino de origen divino.
Posteriormente, esa experiencia de fe se plasmó en un escrito,
que fue revisado, copiado, interpretado a lo largo del tiempo y,
por inspiración del Espíritu Santo, consignado en los libros que
ahora conocemos como Palabra de Dios.

La expresión “para que se cumpla la escritura” (Jn 19,24.36;


13,18) manifiesta la convicción de que la Escritura Sagrada no
era simplemente palabra humana, sino efectivamente Palabra de
Dios. San Pedro decía: “Ninguna profecía de la Escritura puede
interpretarse por cuenta propia; porque nunca profecía alguna
ha venido por voluntad humana, sino que los hombres, movidos
por el Espíritu Santo, han hablado de parte de Dios” (2Pe 1,20-
21). San Pablo también era de esa convicción: toda la escritura
es “divinamente inspirada” (2Tim 3,16).

Dios habló por medio de los profetas (Lc 1,70; Rm 1,2), y luego
guió la actividad de los hagiógrafos (2Mac 2,19-33; Lc 1,1-4; Jn
1). De modo que Dios es autor de la Biblia, pero no de la forma
en que lo es el autor humano. El término “autor”, referido a
Dios, hay que tomarlo en el sentido de causa. Dios es causa de
los libros sagrados, no porque El los haya escrito, sino porque El
19

es la causa del plan de salvación contenido en la Escritura. El los


ha promovido, asistido e inspirado.

10.TIEMPO DE COMPOSICIÓN DE LA BIBLIA.


El protagonista principal de la Biblia es Dios. Dios crea al
hombre, lo rescata después de la caída y le promete la salvación.
El hombre, respondiendo con docilidad a los planes de Dios, se
hace también protagonista de su salvación.
La Biblia no sólo narra los hechos de Dios. Dios y el hombre
tejen una historia común. La Biblia es la teología de la historia
de las relaciones de Dios con la humanidad.

La Biblia es palabra de Dios y es palabra del hombre. Es palabra


de Dios, pero con lenguaje y sentir humanos. La Biblia refleja el
estilo y el carácter humano de quien la escribió. "Dios habla en
la Escritura por medio de hombres y en lenguaje humano" (Dei
Verbum 12). Este proceder de Dios demuestra su bondad infinita
que ha querido llegar más adecuadamente al hombre de todos
los tiempos. Para darse a entender a los hombres, Dios se revela
hablando en palabras humanas, en lenguas humanas y en
historias humanas (Catecismo de la Iglesia Católica 101). Por
eso, a pesar de la diversidad de los autores, épocas y contenidos,
la Biblia es un solo libro, porque uno es el Espíritu que la
inspiró.

Dios creó un pueblo, Israel y, desde el inicio le fue manifestando


sus designios de salvación, por medio de los acontecimientos y
las obras que fue disponiendo (Dei Verbum 14). Toda la
Escritura es obra de Dios. "La profecía no ha sido jamás
pronunciada por humana voluntad, sino que, llevados del
Espíritu Santo, hablaron los hombres de parte de Dios” (2Pe
1,21).
Se entiende por qué la Biblia llevó mucho tiempo para ser
compuesta; más de 1.200 años, sin contar el tiempo de la
tradición oral. Antes todavía de ser narrada y contada, la Palabra
ya fue vivida por muchas generaciones con un esfuerzo
insistente y fiel de colocar a Dios en el centro de la vida y
organizar la convivencia humana de acuerdo con su santa
voluntad.

La Biblia salió de la memoria del pueblo inspirado por el


Espíritu Santo y nació de la preocupación de no querer olvidar el
pasado y de transmitirlo a las futuras generaciones, por obra del
mismo Espíritu. "La Iglesia reconoce que todos los libros del
20

Antiguo y Nuevo Testamento, con todas sus partes, son sagrados


y canónicos, por que fueron escritos por inspiración del
Espíritu Santo, tienen a Dios como autor y como tales han sido
confiados a la Iglesia" (Dei Verbum 11).

Los textos no presentan reportajes de los hechos, ni narraciones


históricas o científicas. Son, más bien, reflexiones de la fe sobre
las grandes cuestiones del hombre o sobre los problemas que
golpean a la vida de la comunidad en un determinado momento.
Estas reflexiones hacen avanzar la revelación a través de todo el
Antiguo Testamento, hasta llegar a su plenitud con el Nuevo. En
todo este proceso, siempre actúa la asistencia del Espíritu Santo.
La Biblia no es un libro caído del cielo, ella tuvo una larga
historia, cuya reconstrucción está llena de dificultades: no
disponemos de fechas precisas y datos para todos los libros de la
Sagrada Escritura.

Por eso, junto a la Sagrada Escritura, no podemos descuidar el


dato de la tradición oral que acompañó a la comunidad de fe,
antes, durante y después de la composición de los libros
bíblicos. La tradición, en la comunidad de fe, se mantiene viva e
interactúa con los escritos durante toda la historia del pueblo de
Israel y de la Iglesia.

Intentemos comprender la formación del AT. En primer lugar


están los acontecimientos vividos en la fe del pueblo. Durante el
período patriarcal, con Abraham, Isaac y Jacob, aparecen las
primeras tradiciones orales. Estamos por los siglos XIX al XII
a.C.. Con el Éxodo de Egipto, 1250-1200 a.C., Moisés y un
grupo de esclavos llevan consigo la revelación del Dios de
Israel, Yahvé. Las tradiciones pasados se juntan en torno a la
Alianza del Sinaí. Israel se entiende a sí mismo como un pueblo
aliado con su Dios. Después de la posesión de la tierra
prometida, sigue la dura experiencia de la monarquía (1000 al
587 a.C.) que termina con la deportación a Babilonia. Mientras
tanto, las tradiciones orales ya han venido escribiéndose. Con la
caída de Jerusalén, se desmorona la historia de Israel.

Se pierde la tierra, la autonomía, el culto. Estando a punto de


perderse la dinastía de David, crece robusta la esperanza
mesiánica en boca de los profetas. En este momento difícil de la
historia de Israel, surge la necesidad de escribir el Pentateuco,
como justificación ante las autoridades persas y como un
instrumento de unificación del pueblo disperso. Así regresan a
Jerusalén los repatriados a reconstruir el templo, las murallas de
Jerusalén y, sobre todo, la comunidad. Mientras tanto, ya se han
escrito algunos libros proféticos y ahora es el tiempo de la
21

compasión del resto y, sobre todo, de los libros sapienciales. Los


salmos y los cánticos son composiciones que cubren toda la
historia de Israel, de principio a fin. A partir del retorno de los
expatriados, con esperanza viva se sueña en la llegada del
Mesías.

Esta vivencia fue transmitida de viva voz, de generación en


generación. A medida que pasaba el tiempo, estas tradiciones se
fueron completando con interpretaciones, que descubrían mejor
su sentido. Estas interpretaciones estaban siempre iluminadas
por la fe. Cuando la escritura entró en Israel y debido a la
necesidad de conservar esas tradiciones para beneficio del
pueblo, se comenzó a escribir. Cuando los tiempos fueron
maduros, alguien recopiló los diversos escritos, las tradiciones
orales y los otros documentos existentes, elaborando la
redacción final. Difícil precisar la fecha en que fueron escritos
cada uno de los libros de la Biblia. La antigüedad del contenido
y la diversidad de manos que intervinieron en la composición de
cada uno de ellos es la razón de esa dificultad.
Aproximadamente, podemos decir que los libros del AT fueron
compuestos entre el siglo X y el I a.C.. Con otras pocas
correcciones y añadiduras, estas redacciones se convirtieron
finalmente en los libros que ahora conocemos.

El NT, igualmente, tiene una primera fase que es la presencia


histórica de Jesús, sigue el largo período de predicación
apostólica y, finalmente, el tiempo de la composición de los
libros. Los escritos comienzan con las cartas de Pablo, unos
veinte años después de la muerte y resurrección de Jesús. Los
evangelios nos reportan la fe de la segunda generación de
cristianos, después de muerte de los apóstoles (64 al 100 d.C.).
La redacción final del NT fue fruto de una larga historia, a partir
de aquellas primeras tradiciones parciales, puestas
ocasionalmente por escrito; se coloca entre el año 50 y 100 d.C..
Apocalipsis y la Carta a los Hebreos son los últimos a ser
escritos. La Biblia se terminó de escribir en torno al s. I d.C.

11 ¿DÓNDE FUE ESCRITA LA BIBLIA?


La Biblia fue escrita en países diferentes. La Biblia no cayó del
cielo, ya hecha. Su redacción se debe, en muchos casos, a la
transmisión de hechos históricos y sus respectivas tradiciones
que, al inicio, pasaron oralmente de generación en generación,
desde tiempos remotos. Efectivamente, la Biblia en su mayor
parte, antes de ser escrita, fue una enseñanza oral. La mayor
parte del Antiguo y del NT fue escrita en Israel. Allí vivió el
pueblo, por allí Jesús pasó y allí nació la Iglesia.
22

Israel siempre se diferenció de los otros pueblos por la


concepción de su Dios, personal, vivo y, sobre todo, único. La
presencia de este Dios único inspira la vida de Moisés (1250-
1230) y, desde entonces, alguna cosa comenzó a ser escrita. Este
interés por escribir las tradiciones orales aumenta en tiempo de
los Jueces (1200-1025), pero sobre todo a lo largo de la
monarquía, comenzando por David y Salomón. Estamos en
Israel. Después del exilio babilónico, siempre en Israel, se
organizó la mayoría de los libros del AT que ahora disponemos.

La Biblia no fue escrita de un solo tirón. Las repeticiones de


hechos, la falta de orden, los datos contradictorios, que se
encuentran en la Biblia, nos indican que en la redacción
definitiva del AT intervinieron varios autores o grupos de
autores que se sirvieron, a su vez, de las tradiciones orales y
escritas, que siempre fueron respetadas. Estas composiciones se
unieron con otras nuevas, hasta conseguir una redacción final
que dio forma a los libros que nosotros conocemos. Algunas
partes del AT fueron escritas en Babilonia, donde el pueblo vivió
en cautiverio en el siglo VI a.C.; otras en Egipto, para donde
mucha gente emigró después del cautiverio de Babilonia. En
Alejandría fueron escritos la mayor parte de los libros
Deuterocanónicos.

En relación con el NT, hay partes que fueron escritas en Siria, en


Asia Menor, en Grecia y en Italia, donde había muchas
comunidades, fundadas o visitadas por los apóstolos,
principalmente Paulo.
Los Evangelios relatan los hechos y la doctrina de Jesús,
transmitidos por el testimonio de los apóstoles. Esta fe, vivida y
desarrollada por la segunda generación cristiana, es la que los
hagiógrafos, guiados por la inspiración del Espíritu Santo,
consignaron por escrito a la comunidad. Ya antes de los
Evangelios, existían colecciones de frases, controversias y
milagros de Jesús que luego hicieron parte en la redacción de los
Evangelios. El primero que escribió estas catequesis
(enseñanzas) de los Apóstoles, en una forma ordenada y paralela
a la tradición oral del Evangelio, fue San Marcos, entre los años
60, en un griego popular. Substancialmente era el fruto de la
predicación de San Pedro. Estamos en Roma-Italia.

San Lucas recogió datos de primera mano en Palestina (quizá


también de la Virgen María) y compuso, en un griego de calidad,
el tercer Evangelio, hacia los años 80. Estamos en Antioquía-
Siria. Contemporáneo a Lucas está Mateo, escrito, posiblemente,
23

en Palestina o quizá la misma Siria. El cuarto Evangelio lo


escribió el discípulo a quien Jesús amaba, sin que sea
necesariamente San Juan el apóstol, entre los años 90 y estamos
en Grecia.
Las cartas del NT deben su existencia a la rápida multiplicación
de las comunidades cristianas. Efectivamente, San Pablo y los
demás Apóstoles no podían personalmente atender a todas las
comunidades, distantes entre ellas. Nos referimos a la estancia
del apóstol en Asia Menor.

La Biblia es una obra colectiva de todo un pueblo que, a través


del tiempo y en los lugares por donde pasó, escribió lo esencial
de la teología de sus tradiciones. Esos momentos y lugares
oportunos tienen el sello del Espíritu de Dios.

12 LENGUAS DE LA BIBLIA.
La Biblia fue escrita en tres lenguas diferentes. La mayor parte
del AT fue escrita en hebreo. Esta lengua se hablaba en Israel
antes del exilio. Después del exilio, comenzó el arameo por el
influjo de la cultura Siria y Mesopotámica. Pero la Biblia
continuó a ser escrita, copiada y leída en hebreo. Sólo una parte
mínima del AT fue escrita en arameo (Gn 31,47 dos palabras; Jr
10,11; Esd 4,8-6,18; 7,12-26; Dn 2,4-7,28).

El hebreo es conocido en la Biblia como la lengua de Canaán


(Is 19,18) o Judío (Is 36,11; 2Cr 32,18) que los israelitas
adoptaron a su llegada a Canaán. El alfabeto hebreo contiene 22
caracteres, se escribe de derecha a izquierda y sin vocales.
Admite sólo frases breves y no existe la subordinación; el
hebreo es relativamente pobre en adjetivos. El Hebreo Bíblico o
Clásico sobrevivió como lengua hablada y escrita en Israel,
durante la época helenística y romana.

El arameo es una lengua del grupo semítico occidental del


norte, semejante al fenicio y al hebreo. Emparentada con el
árabe, esta lengua pertenece a la misma familia de la lengua
Hebrea. El arameo es originario de las poblaciones
seminómadas de Siria-Mesopotamia. Las inscripciones arameas
más antiguas que se conocen datan del siglo IX a.C..
Posteriormente se convirtió en la lengua oficial de los imperios
asirio, neobabilónico y persa.

Tras la conquista de Alejandro Magno, aunque el griego


comenzó a desplazar el arameo, este siguió siendo la lengua de
mayor difusión. Jesús y los apóstoles hablaron arameo. En esta
24

lengua están redactados algunos capítulos del libro de Daniel


(2,4-7,28; 168 a.C.), así como algunos textos hallados en
Qumrán: el libro de Tobías, el sueño de Nabónido, fragmentos
de Henoc y Melquisedec, el Génesis apócrifo, el testamento de
Leví y el Tárgum de Job. El NT conserva algunas expresiones
de esta lengua como talitha Kum; Maranatha; Effatha; Eloí,
eloí, lama sabachthani y Rabouní, así como nombres propios y
toponímicos: Acéldama, Gólgota, Getsemaní, Betesda. El
arameo reciente se extiende hasta después de la conquista árabe
(del 200 al 900 d.C.) y aparece fraccionado en dialectos.

El griego era la nueva lengua del comercio que invadió el


mundo de aquel tiempo, después de las conquistas de Alejandro
Magno, en el s. IV a.C.. Pero el griego bíblico no es el clásico
de Tucidides o Demóstenes, sino el griego común (Koiné
dialektos) de los LXX y el NT, que, a partir del siglo V a.C., se
extendió por la cuenca del mediterráneo oriental.

Este griego, en la Biblia, lleno de semitismos. Sus escritores


pensaban en arameo o, por lo menos, su formación era aramea.
Hacía la mitad del siglo III a.C., la comunidad judía de
Alejandría comenzó a traducir la Biblia en griego, a partir del
original hebreo y arameo. La Biblia hebrea, después de una
primera etapa dedicada al Pentateuco, prosiguió con los demás
libros y finalizó en siglo I a.C.. El prologo del Sirácida, 132
a.C., da como concluido el AT. La traducción griega, llamada
septuaginta o versión de los Setenta (LXX), fue hecha en una
época en que el canon de los libros sagrados todavía no se
serraba. A ellos se añadieron Eclesiástico (original hebreo),
Sabiduría y 2Macabeos, Baruc, Tobías, Judith, parte de Esther y
parte de Daniel, compuestos directamente en griego.

Por eso, la lista de los libros de esta Biblia griega (BH) quedó
más extensa de la lista de los libros de la Biblia hebrea (BG).
Los judíos y los protestantes prefirieron la lista más corta de la
BH, y los católicos, siguiendo el ejemplo de Jesús y de los
apóstoles, quedaron con la lista más extensa de la BG. Por eso,
hay siete libros más en la Biblia de los católicos.
Mas tarde, San Pablo escribe sus epístolas y los evangelistas la
vida de Jesús en esa misma lengua. El estilo de la carta a los
Hebreos es elegante y respeta las reglas de la retórica más que
cualquier otro escrito del NT. El griego del NT tiene también un
buen número de latinismos.

13 CULTURAS EN LA BIBLIA.
25

Variadas costumbres, culturas, situaciones económicas, sociales


y políticas de todos los pueblos, donde la Biblia fue escrita,
dejaron marcas y tuvieron su influencia en la manera como la
Biblia nos presenta el mensaje de Dios. De ahí se entiende
porque sea necesario estudiar las materias afines para percibir
estas influencias: arqueología, historia, geografía, religiones
comparadas, literatura extra-bíblica..., sobretodo, las lenguas
bíblicas (hebreo, arameo, griego y latín). Ahora, nos limitamos
a ilustrar el ambiente del tiempo de Jesús.
Los judíos poseían una fuerte identidad étnica y religiosa. Lo
cual no fue sin el contacto directo con la cultura helenística de
los pueblos de su entorno.

En el año 63 a.C., el general Pompeyo conquista Jerusalén,


integrando a Israel en el imperio de Roma. Desde entonces, la
historia de Israel queda dominada por la autoridad Romana. El
país de Jesús vive en régimen de ocupación. Las esperanzas
Mesiánicas, la efervescencia Apocalíptica y el auge del
Nacionalismo Judío serán fruto de esa presión política de los
romanos, lo cual conducirá a Israel a la guerra judía (66-70), que
terminará, de forma catastrófica, con la identidad de Israel y la
destrucción del templo de Jerusalén.

El templo es el corazón político y religioso de Jerusalén.


Inicialmente, fue levantado por Salomón (s. X a.C.). El poder
Babilónico lo destruyó (586 a.C.) y, a la vuelta del exilio, los
repatriados de Babilonia se apresuraron a reconstruirlo (515
a.C.). Los diferentes lugares del Templo, destinados para las
mujeres, los hombres, los sacerdotes y los sumos sacerdotes,
muestran la jerarquía de la sociedad judía en la época de Jesús.
Los textos del Antiguo Testamento, escritos en papiros o
pergaminos, se mantenían en rollos dentro estuches (teujos). La
mayoría de los libros ya había recibido la autoridad indiscutible
del canon y el pueblo buscaba, en la ley Mosaica y en los
Profetas, la luz para su existencia.

Debido a la persecución Ptolemaica, aparece, entre 200 a.C. y


200 d.C., una floración de obras llamadas Apócrifos del Antiguo
Testamento (intertestamento). Estas son obras que prolongan la
Escritura en función de un nuevo horizonte teológico. Jesús y
sus discípulos no se guiaron por los escritos apócrifos, pero
estos escritos se mantuvieron por algún tiempo dentro de la
comunidad.
En Israel los judíos contaban con una sola ciudad digna de este
nombre: Jerusalén. Las casas estaban construidas de materiales
muy ligeros, que no resistían al paso del tiempo. En Cafarnaún,
en cambio, los muros eran de basalto. En Jerusalén, las calles
26

demarcaban las manzanas de casas poco abiertas al exterior. Los


tejados eran de ramajes mezclados con barro seco, y sostenidos
por columnas internas. Los habitantes vivían al ritmo del día
solar y se acostaban pronto. Padres e hijos dormían en la misma
habitación, después de haber asegurado la puerta.

La base de la alimentación era el pan de cebada o de trigo.


Algunas familias poseían huertos con legumbres (cebolla,
lechuga, lentejas, habas). El pescado era abundante y constituía
la base de la alimentación. El cordero y la cabra eran reservados
para los días de fiesta, lo mismo que el vino.
Los vestidos eran de lana, la túnica de los varones era una
especie de saco con aberturas para pasar la cabeza y los brazos;
bajaba hasta las rodillas, se ceñía con un cinturón de cuero o de
cuerda. Un manto sin mangas, que se ponían sobre las espaldas,
les permitía cubrirse más, cuando viajaban o en invierno. Las
sandalias eran de cuero, usadas sobre todo para los
desplazamientos; el resto del tiempo, andaban descalzos.

Los varones estaban dedicados a la satisfacción de las


necesidades alimentarias. Eran agricultores, pastores o
pescadores. Tejer y hacer cestos eran actividades domésticas.
Los artesanos, albañiles y carpinteros se dedicaban a la
construcción. Los pastores y guardianes de los rebaños eran
contratados por los propietarios. Vivían fuera de los pueblos.
Por la noche, mientras que los animales de varios rebaños eran
agrupados en un sitio cerrado, uno de ellos montaba guardia y
los demás dormían. Semejante vida no les permitía practicar,
sino muy malamente la ley judía; por lo general eran tenidos por
malos observantes. Peor era la reputación de los publicanos.
Estos eran judíos al servicio del dominador romano para la
recaudación de los impuestos. Estaban en contacto permanente
con los paganos impuros. Generalmente eran tenidos como poco
honrados, pues sus ingresos provenían de los impuestos
percibidos. Eran literalmente gente sin honra.

La educación judía se distinguía de la de los países del entorno.


En Israel todos aprendían a leer lo que les permitía participar
activamente en la oración sinagogal, cuando eran invitados. Se
leía la Torá y los profetas. Un joven llegaba a la mayoría de de
edad a los trece años; las jóvenes a los doce y medio, por lo
general. A esa edad, los padres de las chicas decidían su
matrimonio. La vida social estaba ritmada por las fiestas
religiosas, el sábado era el día de reposo obligatorio y de
oración en la sinagoga. Quien no respetara esto se ponía al
margen de la vida religiosa y social del pueblo.
27

14 GÉNEROS LITERARIOS EN LA BIBLIA.


La Biblia nos habla de la participación de Dios en la historia de
la humanidad y abarca todos los ámbitos de la vida humana.
Hay leyes que organizan la vida del pueblo, historias,
proverbios, profecías, cánticos, salmos, lamentaciones, cartas,
sermones, meditaciones, reflexiones filosóficas, romances,
cantos de amor, biografías, genealogías, poesías, parábolas,
comparaciones, contratos, leyes para organizar el culto; cosas
alegres y tristes; hechos verdaderos, ficticios y simbólicos; cosas
del pasado, presente y futuro. Hay libros didácticos que
comunican alegría, esperanza, coraje y amor. Hay otros que
denuncian errores, pecados, opresión e injusticias. Hay páginas
escritas por el gusto de contar historias para descansar la mente
del lector y abrirlo a la esperanza. La Biblia habla de Dios, que
va en busca del su pueblo; y habla del pueblo, que va en busca
del su Dios. Ahí se cuentan virtudes y pecados, aciertos y
engaños, puntos altos y bajos. Nada se esconde.

Los géneros literarios son las diversas formas de expresión que


usualmente se emplean para transmitir unos determinados
contenidos y que responden a una concreta intención del
escritor. En los libros nos encontramos con contenidos distintos:
un cuento, un poema… estos contenidos distintos responden a
intenciones concretas: el cuento pretende distraernos y
ofrecernos una enseñanza que se derive de su narración ficticia;
el poema es la expresión de los sentimientos de su autor, de los
que quiere hacer partícipes a los demás. Los contenidos tienen
su intención, incluso un mismo acontecimiento puede ser
interpretado en claves distintas: histórica, filosófica, poética…;
todos dicen la verdad, pero la expresan en forma distinta.

La Biblia es tan variada como es variada la vida del pueblo. De


ahí la necesidad de entender cada libro, cada perícopa y, hasta
cada frase o palabra dentro de aquel particular modo de
expresión, común para su género. Estos modos de expresión
comunes para determinada época y lugar, colocados en relación
constante con determinados contenidos, son los géneros
literarios que guían en la comprensión del sentido del texto. Por
eso, en una historia familiar, usted no se sorprende de encontrar
un perro junto a un ángel (cf. Tb 6,1).
La lectura fundamentalista de la Biblia (al pie de la letra), no
aceptando el método histórico-crítico que descubrió los géneros
literarios, es muy peligrosa.
28

La Biblia fue escrita por individuos concretos con una


individualidad cultural bien establecida. Es palabra humana
inspirada, escrita en un lugar y época determinados. Como toda
obra literaria humana, los libros de la Biblia tienen su género
literario propio. De la correcta catalogación de un escrito en su
género literario depende la correcta interpretación. “El
conocimiento de los géneros literarios puede ayudar a resolver
mejor muchas dificultades que se presenten en relación con la
verdad y fidelidad históricas de las divinas letras, tratando de
conocer con mayor luz la mente del sagrado autor” nos decía Pío
XII (Divino afflante spiritu).

Distinguimos siete grandes géneros literarios que incluyen


diversos subgéneros:
1. Narrativo: en este género están los relatos de sucesos, sean
históricos que imaginarios. Los subgéneros son:
 La parábola es la narración breve de un suceso imaginario,
del que se deduce por comparación, una enseñanza moral. En
este relato esquematizado, se describen hechos de la vida común
que pueden ser corregidos. La intención es enseñar. En los
evangelios, las parábolas son abundantes (la oveja perdida Lc
15,4-7; los dos hijos Mt 21,28-32).

 La narración didáctica tiene una raíz histórica, pero el


desarrollo es imaginario en su mayor parte, del que se pretende
sacar una enseñanza. Estos relatos no guardan relación con la
realidad, los protagonistas son idealizados. De este género son
los libros de Jonás, Tobías, Judit, Rut.
 La épica parte de un dato histórico, transmitido de generación
en generación. La épica lo embellece, magnífica y se le atribuye
causalidades de sucesos posteriores. La intención es ofrecer
historia, pero idealizada con mucha imaginación. En este género
están muchas de las narraciones del libro del génesis y, en
general los libros históricos: diluvio (6-7), destrucción de
Sodoma (19,12-13), el sacrificio de Isaac (22,1-2).

 Las crónicas son consignaciones de datos independientes,


cuya intención es informar. Ejemplos de este género lo
encontramos en las listas de los que regresan de la cautividad
(Esd 2), en algunos de los viajes de Pablo (Hch 21,1-10).
 El subgénero histórico consigna gran número de detalles: de
tiempo, de lugar, de personas. La intención es informar e
interpretar los acontecimientos. Este género lo encontramos en
los libros de los Reyes (2R 13,14-21; 1R 9, 25) y en general en
los libros históricos.
29

2. Jurídico: son colecciones de preceptos, normas,


costumbres… La intención es regular la alianza con Dios y las
relaciones mutuas. Se encuentra principalmente en algunos
libros del Pentateuco: Éxodo, Levítico, Números,
Deuteronomio, donde aparece la ley de Moisés.
3. Profético: el mensaje de Dios es transmitido al pueblo de
Israel por medio de los profetas. Los profetas, llamados por
Dios, tienen la tarea de denunciar, llamar a la conversión,
anunciar el castigo o la salvación. Este género lo encontramos
en el gran bloque de los libros proféticos del AT.

4. Lírico: expresa vivencias y sentimientos despertados por la


contemplación de la realidad. En la Biblia, se trata de una lírica
religiosa, o al menos, interpretada como tal. Se expresa con
fuerza el amor, el dolor, la alabanza, la confianza…,
especialmente en el diálogo con Dios. La lírica la encontramos
en el libro de los salmos, en el cantar de los cantares y en las
lamentaciones.
5. Sapiencial: recoge la experiencia de los sabios; se expresa,
de ordinario, en forma sentenciosa. La intención es llevar a
reflexionar sobre la realidad para buscarle un sentido más
profundo. Lo encontramos en los libros de Job, Proverbios,
Eclesiastés, Eclesiástico y Sabiduría, y en algunos salmos y
cánticos.

6. Apocalíptico: aparece en los relatos de visiones, de sueños y


utiliza un lenguaje simbólico. Este género trata de interpretar el
sentido global de la historia y levantar los ánimos decaídos en
tiempos de desgracia o persecución. Dentro de este género
ubicamos el libro de Daniel (4, 1-15), algunos capítulos de
Isaías y Ezequiel y, sobre todo, en el libro del Apocalipsis (14,6-
13).
7. Epístola y Carta: son exposiciones doctrinales y
exhortaciones dirigidas a colectividades (epístola) o individuos
(carta) determinados por el escrito. Estas epístolas/cartas tienen
la intención de adoctrinar, exhortar, corregir, más
específicamente, de evangelizar a distancia. Aquí estás las
cartas de San Pablo, San Pedro, San Juan, San judas y Santiago.

15 LA VERDAD BÍBLICA.
La verdad que la Biblia persigue tiene presente la voluntad de
Dios, empeñado en la salvación de su pueblo. La Iglesia
manifiesta que no se trata de verdades que van más allá de la
verdad cristiana, resumida en esta frase: Dios se reveló en Cristo
para nuestra salvación (DV 11).
30

El tema de la inerrancia en la Biblia ha tenido siempre su


importancia en la historia de la Iglesia. Expresiones como “La
Palabra de Dios dura por siempre” (Is 40,8) o “el cielo y tierra
pasaran, mis palabras no pasaran” (Mc 13,31) han dado
motivos para ahondar en la cuestión.
Desde los orígenes del cristianismo, en el mundo helenístico
donde se expande y en la cultura occidental, la cuestión bíblica
por excelencia ha sido la verdad de la Escritura.

Para el griego la verdad es la realidad, oculta en la naturaleza,


permanente y fija que da razón de todos los cambios. Para el
israelita la verdad es la fidelidad, la firmeza, la seguridad, la
estabilidad de Dios, primero y, después, del hombre.
El griego ve en la naturaleza la verdadera realidad, la divinidad.
El hebreo la ve en la fidelidad del ser personal de Dios. La
verdad primordial es Yahvé, verdad religiosa que se realiza en
acontecimientos.
El griego insiste en la contemplación filosófica de la naturaleza.
El israelita, en la fe a la Palabra de Dios. La verdad israelita está
en el enunciado bíblico y su realización.

La verdad cristiana se mantiene en el marco hebreo, añadiendo


un elemento nuevo: Cristo, verdad de Dios que se manifiesta.
No existe otra Verdad fuera de Él. La Verdad última y primordial
es Cristo, manifestación total de la gloria del Padre.
En la Biblia encontramos algunos niveles de verdad: verdad real
es la presencia actuante de la realidad sobre la mente humana.
Verdad de conocimiento consiste en la correspondencia entre lo
percibido en el momento de la verdad y lo mentalmente
fragmentado en conceptos y enunciados. Verdad de expresión
consiste en la conformidad entre el lenguaje utilizado y lo
elaborado en el conocimiento. Verdad de verificación otorga un
motivo de certeza por el hecho de haberse comprobado y
controlado el alcance de las expresiones.

La verdad de la Biblia es un efecto de inspiración de Dios y está


en relación con el canon. La Escritura actúa en el ámbito de la fe
y la verdad bíblica es una realidad del orden de la salvación, de
la realización de las promesas hechas por Dios en Cristo:
“Santifícalos en la verdad. Tú Palabra es verdad” (Jn 17,17).
En la Biblia pueden existir errores de gramática, de historia, de
geografía... que, siendo errores “humanos”, no tocan la verdad
salvífica; de ahí que, por lo que respecta al valor científico en la
Biblia, la inerrancia es relativa.
31

16 HISTORIA SAGRADA EN LA BIBLIA.


La Biblia dedica los once primeros capítulos del Génesis a la
narración de los orígenes del mundo y de la humanidad. Luego,
Abrahán fue el primero en oír la voz de Dios, después Moisés y
el pueblo oprimido en el Egipto. Ellos dieron su respuesta y, así,
inició la experiencia de fe del pueblo de Dios. Su historia
comprende el periodo entre el año 1850 a.C., tiempo de la
emigración de Abraham de Ur a Palestina, y el año 70 d.C.,
tiempo de la destrucción de Jerusalén y la grande dispersión del
pueblo judío entre las gentes.

Leemos en el Deuteronomio: ‘Mi padre era un arameo errante


que descendió a Egipto con un puñado de gente para morar allá
como extranjero. Pero él se volvió un pueblo grande, fuerte y
numeroso. Entonces los egipcios nos maltrataron y nos
oprimieron, imponiéndonos una dura esclavitud. y nosotros
clamamos al Señor Dios de nuestros padres, y el Señor oyó
nuestra voz y vio nuestra opresión, nuestra fatiga y nuestra
angustia; el Señor nos liberó de Egipto con mano poderosa y
brazo extendido, en medio de grande pavor de señales y
prodigios, y nos introdujo en este lugar, dándonos esta tierra,
tierra donde corre leche y miel. Ahora, pues, traigo los primeros
frutos de la tierra que el Señor nos dio (26,5-10). Este es el
núcleo de la fe del pueblo de Dios. ¡Una historia de liberación,
de la cual nació un compromiso mutuo!

La historia de la salvación empieza con Abraham, siguiendo con


su descendencia, Isaac y Jacob o Israel y luego el pueblo que
lleva este nombre. Estos patriarcas postdiluvianos, en el
contexto bíblico, son nómadas que, aproximadamente durante
tres siglos, se desplazan en ese entorno medio-oriental, según las
necesidades del pastoreo y amparándose bajo las tiendas
beduinas. Una hambruna excepcional cayó sobre la región y la
familia de Jacob fe a parar en Egipto, donde ya se encontraba
José, uno de los hijos preferidos de Jacob.

Durante la estancia en Egipto, el pueblo hebreo creció de tal


manera que su presencia, en las fronteras orientales de ese país,
preocupo a los faraones. Tras muchas vicisitudes lograron los
israelitas salir de Egipto, acaudillados por Moisés quien los unió
con la fe en Yahvé.

Cuarenta años peregrinaron los israelitas en el desierto. En el


Sinaí se concluyó la alianza que marcará para siempre a Israel
32

como pueblo de Dios. Moisés dejó al pueblo pronto para


conquistar la tierra, prometida a los patriarcas. El libro de Josué
se encarga de relatarnos el acontecimiento que termina con la
repartición de las tierras entre las doce tribus de Israel. Luego, el
libro de los Jueces describe fríamente la precaria situación de
Israel en Canaán, tanto el punto de vista religioso como político.
Con Samuel, comienza la monarquía. Saúl, primer rey, debe
dejar el puesto a David, prácticamente, el único rey conforme el
corazón de Dios. Los libros de los Reyes nos ilustran sobre la
historia de la monarquía, infiel a Dios, que termina en el castigo
del exilio.

Después de cincuenta años de deportación en Babilonia, con


Esdras y Nehemías, comienza la nación judía a poner las bases
de lo que será el pueblo que encuentra Jesús. Difíciles
momentos tuvo que pasar este pueblo con el dominio griego y
ptolomeo, narrados por los libros de Daniel y Macabeos.
Esta historia fue contada y cantada, en prosa y verso, de mil
maneras, por el pueblo, liberado de Egipto y reconstruido de la
dispersión babilonense. De ahí nacieron los 46 libros del
Antiguo Testamento.

En el año 63 a.C., Roma aparece en el horizonte político de la


nación judía. Herodes, el grande, reina sobre los judíos, por
encargo de Roma, desde el año 37 hasta el 4 d.C.. Buscó atraer a
los judíos edificándoles el suntuoso templo de Jerusalén.
Tito Flavio Vespasiano, nombrado emperador después de Nerón,
confío a su hijo Tito el ataque contra Jerusalén y la destrucción
del templo, predicha por Jesús. El 29 de agosto del año 70, el
templo fue tomado e incendiado.
En este contexto aparecen los libros del Nuevo Testamento
dejándonos la constancia de los difíciles momentos del inicio de
la Iglesia y el testimonio del triunfo del reino de Dios.

17 EL CULTO EN LA BIBLIA.
En el culto Israel cantaba las maravillas que Dios había hecho
por él y allí tomaba conciencia de la opresión en que vivía o de
la opresión que él mismo imponía a sus hermanos; allí entendía
la necesidad del cambio de mentalidad y el sentido de su
penitencia, y renovaba su compromiso de vivir como en familia.
Allí reabastecía su fe y alimentaba su esperanza. En el culto, el
pueblo celebraba sus victorias y agradecía a Dios por su
asistencia. Por eso, el culto es el corazón y el ambiente vital de
la interpretación de la historia con los parámetros de la fe
bíblica. Sin este ambiente de fe y de oración y sin la tradición
mantenida por los guías autorizados, no habría sido posible
33

aferrar la raíz de donde brotó la Biblia, ni sería posible descubrir


su mensaje central.

En todas las religiones, el culto establece las relaciones entre


Dios y el hombre. Según la Biblia, la iniciativa es de Dios.
Como respuesta, el hombre adora a Dios en el culto
comunitario. El culto expresa la necesidad que tiene el hombre
de su Creador y manifiesta la voluntad de Dios de elegirse un
pueblo sacerdotal, concretizado en Israel para el Antiguo
Testamento y la Iglesia para el Nuevo. En el culto, Dios viene al
encuentro de sus hijos (DV 21), su Palabra se transforma en vida
del pueblo, sobretodo, en la celebración litúrgica.
En la historia de Israel, vemos aparecer los elementos comunes a
todos los cultos: lugares, objetos y personas sagradas
(santuarios, arca, altares, sacerdotes); tiempos sagrados (fiestas,
sábado); actos culturales (purificaciones, consagraciones,
circuncisión, sacrificios); prescripciones cultuales (ayuno,
prohibiciones).

Antes del pecado del Edén, las relaciones del hombre con Dios
aparecen sencillas: un trato directo y confiado con Él, a
condición de no infringir la prohibición de comer del árbol de la
ciencia del bien y del mal.
Después, los patriarcas erigen altares (Gn 4,26; 8,20; 12,8). Pero
Dios no acepta cualquier culto; El mira las disposiciones
interiores del que ofrece y excluye ciertas formas exteriores,
como los sacrificios humanos (Gn 22).
Una vez que la alianza hizo de Israel el pueblo de Dios, el culto
es sometido a una legislación más exigente. El centro de culto
giraba en torno al arca, símbolo de la presencia divina hasta
cuando, finalmente, por obra de David y Salomón, toma su lugar
en el templo de Jerusalén (2Sm 6). Este templo, con la reforma
deuteronómica, fue el único lugar del culto sacrificial.

Después del exilio, el culto del segundo templo es reglamentado


por prescripciones rituales que se remontan a Moisés, vínculo
necesario para mantener la autenticidad del origen del único
culto verdadero (cf. 1Mac 1,41-64).
Por la fidelidad a la ley de la alianza, Israel prueba que su culto
es auténtico y que no tiene otro Dios, sino Yahvé. El Dios
salvador es santo y exige que su pueblo sea santo (Lv 19,2).
Los profetas, al recordar al pueblo estas verdades, les piden que
los sacrificios expresen actitudes verdaderas. Samuel afirma que
Dios desecha el culto de los que desobedecen (1Sam 15,22).
Amos e Isaías repiten esa idea enfáticamente (Am 5; Is 1),
Jeremías denuncia la vanidad del culto exterior (Jr 7). Ezequiel,
el profeta sacerdote, anunciando la ruina del templo
34

contaminado por la idolatría, describe el templo de la nueva


alianza (Ez 37,26-55).

Jesús corrige el culto antiguo y lo renueva con su espíritu filial.


Es presentado en el templo, ocho días después de su nacimiento
y, luego, sube para las fiestas y con frecuencia predica en
lugares de reunión cultual (Mc 14,49; Jn 18,20). Pero, con su
sacrificio, rebasa el culto antiguo y con su resurrección establece
un culto nuevo.
La iglesia no rompe con el culto figurativo del templo, pero lo
supera. Pablo participa en las prácticas culturales de los judíos,
pero predica que la circuncisión externa carece de valor si no
tiene la conversión interior. El culto cristiano es nuevo (Gl 5,1.6)
porque es espiritual. El sacrificio de Jesús funda el culto nuevo
para el perdón de los pecados y la comunicación de la vida
eterna a los que le obedecen.

El culto de la iglesia, como el de Israel, conmemora las obras


divinas del pasado; celebra la presencia salvífica de su Señor y
vive en la esperanza del día en que Cristo se manifestará en la
plenitud de la gloria de Dios. Pero el culto cristiano no es una
mera figura del culto venidero, la novedad del culto cristiano
está en el sacrificio perfecto y definitivo de Jesús, Hijo de Dios.
Por Él, el Padre es perfectamente glorificado; en Él, todos los
hombres son purificados de sus pecados y, con Él, son llenos del
Espíritu Santo para dar forma a la Jerusalén celeste.

18 MENSAJE DE BIBLIA.
El mensaje central de la Biblia es la revelación del misterio de
Dios comprometido con su pueblo. Su nombre, Yahvé (cf. Ex
3,14), es presencia salvífica permanente, Dios con nosotros para
liberarnos.

Después de la primera liberación, la de Egipto, Yahvé hizo


Alianza con su pueblo y repetía: “Seréis mi pueblo y yo seré
vuestro Dios” (Ez 36,28). No habiendo sido posible llevar a
cumplimiento esa alianza, a causa de la infidelidad de su pueblo,
Dios prometió una alianza nueva (Jr 31,31-34) que se cumplió
con Jesús (Lc 22,20). Así, el plan de Dios, que es la salvación
eterna de los hombres, tiene su realización total con la
encarnación, muerte y resurrección de su Hijo. De modo que
Jesucristo es el centro de toda la acción salvífica de Dios. Por la
resurrección de Jesús, Dios venció las fuerzas de la muerte y
abrió para nosotros el camino de la vida.
35

Este mensaje definitivo de la salvación tuvo su preparación, en


efecto, “Dios, que muchas veces y de varias maneras habló a
nuestros antepasados en otras épocas por medio de los
profetas, en estos días finales nos ha hablado por medio de su
Hijo” (Hb 1,1-2a).
Dios, dueño y señor de la creación y la historia, respetando
enteramente la libertad humana, se sirvió de la misma
humanidad para salvarla. La sagrada escritura, Antiguo y Nuevo
testamento, es testigo de la acción salvífica de Dios. En el AT,
Dios acompaña a su pueblo en todas las vicisitudes
fundamentales, desde la esclavitud hasta la libertad. El NT
muestra el amor total de Dios a toda la humanidad en el misterio
pascual de Jesús, mensaje siempre actual hasta el fin de los
tiempos.

Gracias a la fe, el creyente acepta el mensaje del evangelio “no


como palabra humana sino como palabra de Dios” (1Ts 2,13),
investida de poder de reconciliación y de anuncio de salvación.
La palabra de Dios no esta más allá del mar, sino en nuestro
corazón, y es mensaje para ponerlo en práctica.
Ser el pueblo de Yahvé significa ser libre de la opresión, como la
de Egipto; donde el hermano no explota más al hermano; donde
reinan la justicia, el derecho, la verdad y la ley de los diez
mandamientos; donde el amor a Dios se prueba en el amor al
prójimo.
Dios invita a todos a la salvación y nunca se arrepiente de sus
dones. Él quiere ser nuestro Dios para que nosotros seamos su
pueblo, a través de Jesucristo. Esta es la nueva Alianza de Dios
con nosotros (Hb 8-9), es la manifestación de su amor.

19 LOS PROFETAS DE LA BIBLIA.


El profeta es un personaje clave en la historia de salvación. El
explica el significado de los acontecimientos, es el intérprete de
los “signos de los tiempos”. Su mirada clarividente ve lo que los
demás no alcanzan a sospechar. Tienen una visión del futuro
fundada en su penetración del presente y en el conocimiento del
pasado.
El profeta no es un adivino que predice el futuro; él es un
hombre llamado por Dios para transmitir su palabra, para
orientar la vida de sus contemporáneos. Su exhortación a la
conversión va acompañada de referencias al futuro, prediciendo
el castigo o la salvación, pero su misión principal es iluminar el
36

presente: injusticias sociales, corrupción religiosa, desesperanza


y escepticismo.

Ser profeta es una tarea ingrata. Moisés fue criticado por sus
hermanos, mal pagado por su pueblo que murmuró contra él, y
murió sin entrar en la tierra de promisión.
El nombre profeta viene del griego prophetes, “el que habla en
nombre de”. Israel tiene diferentes palabras para denominar al
profeta: profeta, vidente, oyente (una revelación), falso profeta,
pero la palabra que se consagró para profeta es Nabí cuya
etimología es incierta. La idea clara sobre profetismo es del
tiempo de Jeremías, desde entonces, por retrospección, se
considera a Moisés como el más grande de los profetas del AT y
a Abrahán como haciendo parte del número de los profetas. Lo
esencial del profeta está en el contacto personal que tienen con
Dios, donde recibe su palabra y misión.

Los profetas bíblicos son hombres y mujeres, conscientes de


haber sido llamados por Dios. Iluminan la realidad a la luz de la
Alianza, plantean las exigencias concretas, rectifican
desviaciones y, en coyunturas difíciles, levantan los ánimos
hacia futuros esperanzadores. Son “hombres de fe enorme” en
Yahvé, y de apasionado celo religioso. El profeta es un
vocacionado. La iniciativa es de Dios, que le compromete, aun a
pesar suyo. Tiene que enfrentarse con el pueblo y con las
autoridades. Muchas veces no le harán caso e incluso sufrirá la
persecución.

El profeta es un hombre carismático y tiene que vérselas con los


profetas falsos, con los sacerdotes que practican un culto vacío y
con la monarquía cuando no actúa con fidelidad a la Alianza.
Al anunciar el fin de la antigua alianza, los últimos grandes
profetas abrieron la esperanza de una alianza nueva, inscrita en
el corazón de los fieles. Jesús, el siervo de Yahvé, profeta por
excelencia satisface las exigencias de la elección divina. En
Jesús, la voluntad humana se identifica por completo con la
voluntad de Dios y se cumple la alianza. Él es el nuevo profeta,
semejante a Moisés, prometido por Dios (Dt 18,18).

El fenómeno del profetismo supera la extensión de los libros


proféticos. Hay también profetas no escritores: Abraham es
llamado profeta por su amistad con Dios (Gn 20,7), Moisés por
37

hablar con Dios cara a cara (Dt 34,10) y Débora (Jc 4,4). Con
Samuel (s. XI a.C.) aparece el movimiento profético que se
extiende hasta el s. VIII. En tiempos de David recordamos a los
profetas Natán (2Sm 7,2s; 12,1s.); Gad (2Sm 24,11); Ajías de
Silo (1Re 11,29); Semaías (1Re 12,22), hasta llegar a las dos
grandes figuras del profetismo: Elías y Eliseo (s. IX), cuya
actuación recogen los libros de los reyes (1Re 17-2Re 13).
Pero la atención mayor recae sobre los Profetas escritores que, a
partir del s. VIII. a.C., se extienden hasta el s. V a.C.. En el
reino de Israel aparece Amos y Oseas (a partir del 760 a.C.) y, en
Judá, Isaías y Miqueas (a partir del 740), y se finaliza con
Malaquías hasta el 450 a.C..

En la Biblia griega, aparece la división de mayores y menores,


debido simplemente a la mayor o menor extensión del escrito.
Los mayores son: Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel; los
menores: Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahum,
Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías y Malaquías. Aunque
catalogados como libros proféticos, no todos pertenecen a este
género. Daniel, parte de Joel y Zacarías tienen un carácter
apocalíptico. Jonás es un relato de índole didáctica.
En los profetas tenemos tres clases de materiales: colecciones de
palabras o de discursos del profeta, relatos auto bibliográficos
que provienen de él mismo y relatos o datos biográficos que
provienen de otros sobre él.

El contenido profético gira en torno a tres aspectos: denuncian la


idolatría, la injusticia y el culto vacío; exhortan a la conversión;
y anuncian la salvación del resto de los pobres de Yahvé.
Entre los profetas, el Mesianismo tiene particular atención. Los
profetas no dejan de proyectar su mirada hacia el futuro, el reino
de Dios, cuyo protagonista principal es el ungido de Dios, el
Mesías. Para unos será un nuevo David, rey brillante y
conquistador; para otros será como un hijo de hombre celestial,
pero no llegaron a imaginar un Mesías sufridor de la talla del
siervo de Yahvé (Is 52-53), que sufre y muere en lugar de la
humanidad pecadora. Solo el NT, a la luz de la resurrección,
llegará a esa altura.

Los profetas son oradores-poetas; por eso, muchos de sus


escritos están en verso. Los mensajes son pronunciados en
forma de sentencias breves y rítmicas. El lenguaje es concreto,
revestido de abundantes imágenes y símbolos. La hipérbole es
uno de los recursos empleados.
38

Los profetas, hombres de la palabra, están al servicio de la


palabra. Ponen a disposición de Dios, sobre todo, su lenguaje.
En su lenguaje se encarna la palabra de Dios.

La palabra de los profetas sigue siendo válida para nosotros. Los


profetas declaran que aquello que Dios pide al hombre de todos
los tiempos es, en esencia, la justicia (Amós), el amor (Oseas),
la fe (Isaías), la humildad (Sofonías), y la religión interior
(Jeremías). Y el profetismo sigue en pie. Los escritos del NT nos
informan de la existencia de profetas en la iglesia primitiva. En
la unción bautismal se dice: “para que entréis a formar parte de
su pueblo y seáis para siempre miembros de Cristo, sacerdote,
profeta y rey”, aludiendo al carácter profético del cristiano.

20 JESÚS, LOS CRISTIANOS Y LA BIBLIA.


Jesús se colocó del lado de los pobres e invitó a todos a cambiar
de vida. Pero los jefes judíos rechazaron el apelo de Jesús y le
dieron muerte en la cruz con el apoyo de los romanos. El Padre
resucitó a Jesús. Animados por este mismo poder de Dios, que
vence la muerte, los primeros cristianos, organizaron sus vidas
en pequeñas comunidades y, guiados por el Espíritu Santo,
vivían en comunión fraterna y no había más necesitados entre
ellos (At 2,42-44). Con ellos apareció el NT.
En Jesús resucitado se completó el proyecto de salvación del
Padre que llamó a Abrahán y liberó a su pueblo de Egipto. Jesús
es la clave para la comprensión del sentido de esa experiencia de
fe del pueblo del AT. Los cristianos, usando esta clave,
consiguen abrir la Biblia y entender y realizar, también ellos, la
voluntad del Padre. En efecto, el AT se explica por el nuevo y
viceversa. Jesús está patente y claro en el NT, pero, para
entenderlo completamente, era necesario también conocer lo que
de él esta escondido en el AT. Eso aprendieron los discípulos, en
parte, del mismo Jesús (Lc 24,13-32).

De modo que el cristianismo estaba cimentado sobre la fe viva


de los discípulos de Jesús en la resurrección de su Maestro,
como aparece en la predicación de los apóstoles (Hch 2,14-36;
1Cor 15, 14-15) que no perdían ocasión para testimoniarla.
Los 2.000 Km., en línea recta desde Jerusalén hasta Roma eran
parte de un imperio que, en la actualidad, incluye más de 43
naciones europeas de Asia, África y Europa, con no menos de 50
millones de habitantes, cifra elevada para aquellos tiempos. La
lengua oficial era el latín, pero la mitad oriental hablaba griego,
39

lengua, entonces, muy conocida incluso en la misma capital.


Este fue el ámbito de la primera difusión del cristianismo.

La formación de las primeras comunidades cristianas por parte


de Pablo, judío-cristiano y ciudadano romano, fue un factor de
primera importancia. El ciudadano romano, en efecto, podía
transitar sin inconvenientes por las ciudades romanas; no debía
ser castigado sin antes ser sometido a proceso y nunca ser
azotado. Podía, por el contrario, exigir que su proceso fuera
llevado a los tribunales imperiales de Roma y nunca se le podía
aplicar torturas como la flagelación o la muerte en cruz.
La obra de Jesús no terminó con su partida de este mundo, ni
con la muerte de los apóstoles. Desde el cielo, el Señor
glorificado continúa actuando a través de los sucesores de los
apóstoles. El libro de los Hechos de los Apóstoles no es una
simple historia de la Iglesia primitiva, sino la exaltación de la
incontenible predicación del Evangelio hasta los confines del
mundo, conforme el mandato de Jesús (Hch 1,8).

Con esta venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles y María,
la Iglesia tomó fuerza necesaria para llevar su mensaje a toda la
humanidad. La comunidad de Jerusalén se distinguió por la
comunión, koinonía, la unión fraterna entre los creyentes y que
se manifestó, de modo concreto, en la participación comunitaria
de los bienes. Este modo de vida era la práctica del consejo de
Jesús, “en esto os reconocerán que sois mis discípulos: en que os
amáis unos a otros” (Jn 13,35), como yo os he amado. A esto se
añadía la enseñanza de los apóstoles, didake, y la fracción de
pan, o sea, el banquete eucarístico, instituido por Jesús. Todo
esto hacía que los cristinos tuviesen una identidad muy fuerte,
capaz de llevar a cabo el encargo dado por Jesús: llevar el
evangelio a los confines de la tierra.

Ahora, como entonces, los cristinos somos los responsables de


la evangelización del mundo. Para conseguir esta meta,
necesitamos, ahora, como entonces, vivir llenos del Espíritu de
Jesús y dejarnos conducir por el poder de su resurrección.

21 UNIDAD DE LA BIBLIA: AT Y NT.


El Antiguo y el Nuevo Testamento forman una unidad, siendo el
Nuevo la continuación y el complemento del Antiguo, bien que
la presencia de Jesús marque la discontinuidad que da origen a
la Iglesia. Efectivamente, los judíos esperaban un Mesías que los
librase de la opresión del imperio romano y no -como sucedió-
40

alguien que, semejante a todos los mortales y conviviendo con


los pecadores, los liberase del maligno a través del sufrimiento y
la muerte, según las Escrituras.
La experiencia de la resurrección revela a los cristianos la
unidad del AT y NT, como sucedió con los discípulos de Emaús.
En el día de Pascua, ellos lamentaban la muerte de Jesús, sin
percibir que caminaba con ellos (Lc 24,15-16). Cuando,
finalmente, lo reconocieron al partir el pan, Jesús desapareció
(Lc 24,30-31). Jesús les explicó lo que sobre Él decían las
Escrituras y ellos “resucitaron”, vencieron el desánimo y
regresaron a Jerusalén.

Necesitamos del AT para comprender la vida y la misión de


Jesús. Sigamos el modelo de lectura que Él utilizó: 1. Jesús
parte de la realidad de sus discípulos: se encuentran tristes,
desanimados, frustrados, con su esperanza en el Mesías perdida.
Los discípulos estaban cerrados a los signos de esperanza que el
anuncio de las mujeres significaba (Lc 24,13-24). 2. Jesús
enseña a sus discípulos a interpretar los hechos de su vida a la
luz de las Escrituras. Efectivamente, lo acontecido con su
muerte no escapaba del querer de Dios; Moisés y los profetas ya
traían luz para esa situación de tristeza (Lc 24,25-27).

3. Jesús, con gestos concretos de amistad, quedándose con ellos,


sentándose a la mesa, rezando con ellos y compartiendo el pan,
crea un ambiente acogedor de comunidad, donde se vive como
hermanos y se hace posible la experiencia del resucitado (Lc
24,28-32) y acontece el milagro: los cristianos abren los ojos,
descubren el valor del AT, se reencuentran y comienzan a
compartir. Sólo en esta dimensión, la cruz se hace señal de vida
y el miedo desaparece, la fe se afirma y la esperanza se renueva,
y el amor abre nuevos horizontes (Lc 24,33-35).

El Antiguo Testamento sin el Nuevo hubiera sido una


frustración, una promesa sin su cumplimiento, una antigua
alianza sin la nueva. La revelación encontró su cumplimiento en la
vida, enseñanza y, sobre todo, en la muerte y resurrección de Jesús,
fuente de perdón y vida eterna. "Cristo murió por nuestros pecados
según las Escrituras y fue sepultado; resucitó al tercer día según las
escrituras” (). Pero la presencia de Jesús en medio de la
humanidad no fue sin preparación. Jesús fue esperado y, con su
presencia, sobrepasó las expectativas.

Pedro y Pablo se apoyaron en el Antiguo Testamento para


afirmar que Jesús era el Mesías. Aunque la salvación se
encuentre en el Nuevo Testamento, el Antiguo ya tenía los
41

fundamentos y el comienzo de la revelación salvífica. El AT, con


las vicisitudes del pueblo de Israel, con su alianza y su rebeldía,
con sus fracasos y esperanzas preparan la venida del sol nacido
de lo alto: Jesucristo, nuestro Señor.
La salvación, traída por Jesús, es comprendida desde el
acontecimiento pascual, su muerte y resurrección, cuya figura es
el paso del Mar Rojo, leído y releído por los cristianos. El
Espíritu Santo, enviado por el Cristo glorificado a sus discípulos,
es ya el protagonista de la historia de la salvación, a partir de la
creación y de la actuación de los profetas del AT. La salvación
cristiana viene de los judíos (Jn 4,22).

22 INTERPRETACIÓN BIBLICA.
La historia de la interpretación comenzó con las relecturas que
el mismo AT hacía de sí mismo. La interpretación del Nuevo
Testamento se funda en la lectura y relectura del AT y en la
actualización propia del método midráshico judío con sus
variantes: Halakah, que son comentarios de tipo jurídico; y
Haggadah, que son comentarios de tipo didáctico.
Una vez sellado el canon, los padres de la Iglesia usaron
profusamente el alegorismo, descuidando casi el sentido literal.
La cercanía a los tiempos de origen y, sobre todo, la proximidad
a la tradición viva de la Iglesia naciente hicieron que este
método estableciera las bases de un sentir teológico válido para
todos los tiempos. Actualmente no nos atreveríamos a utilizar
ese método.

En la edad media, se llegó a establecer cuatro sentidos para el


contenido bíblico: el histórico (literal), el alegórico (referido a
Jesús o a la Iglesia), el moral y el anagógico (referido al más
allá).
Mucho tiempo pasó hasta llegarse a entender el valor histórico y
literario de la Biblia. Efectivamente, la palabra divina se expresó
con palabras humanas y había necesidad de leerla también a la
luz de las técnicas usadas con otros escritos antiguos.

En la interpretación de la Biblia hecha por los “profesionales”,


las palabras “hermenéutica” y “exégesis” son términos técnicos.
Hasta el siglo XVII, la hermenéutica se refería a las reglas de la
interpretación y la “exégesis”, a la puesta en práctica de esas
reglas. La hermenéutica ahora se refiere, sobretodo, al aporte del
lector en la comprensión de la Biblia y a la tarea delicada de
llevar el mensaje bíblico à humanidad hodierna; mientras que
exégesis continua siendo la práctica del estudioso que busca los
sentidos de los escritos bíblicos.
42

El método Histórico-Crítico comenzó una nueva época en la


interpretación de la Biblia y se tornó indispensable. Atento al
valor histórico de los textos procuró ubicar su comprensión en
los momentos, lugares y circunstancias que pudieran hacerle luz.
Investiga la época y lugar en que un texto fue escrito, la ocasión,
la finalidad y las fuentes del texto; cultura y mentalidad del
autor y del pueblo al cual pertenece. Lo cual se da con la ayuda
de la filología, la historia de las literaturas y religiones, la
historia, la geografía, la arqueología, la paleografía, etnología,
etc.…

Su procedimiento se llama diacrónico y los pasos que realiza


son: la crítica textual, que busca de establecer el texto más
próximo al original; la crítica literaria, que establece la unidad
del texto; la historia de las formas, que investiga el género
literario y el ambiente vital en que nacieron y se desarrollaron; y
la historia de la redacción, que busca la identidad del redactor
final de un texto.
Este método se complementa con otra práctica de lectura,
llamada sincrónica que, según el punto de referencia, es un
análisis literario (retórica, narrativa y semiótica) o un análisis de
la tradición (canónica, judaica, historia de los efectos del texto)
o de las ciencias humanas (sociología, antropología cultural,
psicología y psicoanálisis) o contextuales (liberación, feminista),
siempre circunscritas a las áreas de sus competencias.

Sólo la lectura fundamentalista, no aceptando que la Palabra de


Dios se expresó en lenguaje humano, y oponiéndose a la
utilización de los métodos y prácticas antes citadas, termina en
una interpretación pobre y peligrosa. Por otro lado, la lectura
adherida al principio de “sola scriptura”, separada de la
Tradición y el Magisterio, ha llegado a la proliferación sinfín de
sectas que desdicen de la seriedad de la Escritura Sagrada.
La Pontifica Comisión Bíblica se pronunció con respecto de la
interpretación católica en el año 1993, en clima de grande
despertar ecuménico. Ahí están los criterios que todavía están en
vigor para los especialistas y para todos los que quisieran “hacer
exégesis” bíblica.

23 VIDA EN BIBLIA.
La Biblia y la vida van juntas. El primer libro, escrito por Dios,
es la creación y todo su devenir. El segundo libro es la Biblia,
que no sustituye al primero, y fue escrito para ayudarnos a
43

entender mejor el sentido de la vida. Nuestra vida depende de


Dios. Dios es origen y fin de nuestra vida. Hay quien vive por
vivir, sin importarle cómo, quizá todavía no se preguntó sobre el
sentido de su vida.

La utilidad de la Palabra de Dios, para una persona sin fe, es


prácticamente nula. La palabra de Dios es como una semilla:
sólo revela el servicio que presta, cuando es colocada en tierra
buena y produce fruto. Efectivamente, sólo en la tierra fértil, se
va formando la vida, la flor va apareciendo y el fruto viene
luego y, por el fruto, entendemos el sentido de la semilla. Así la
Palabra de Dios, que el creyente acoge con fe, va dando señales
de vida lozana y robusta y, luego, va produciendo, en la vida del
creyente, frutos de vida eterna.

No todo terreno es capaz de hacer germinar la vida a partir de


una semilla. Del mismo modo, no todo ser humano, por sola su
capacidad y a partir de la mera lectura o audición de la Palabra,
puede producir vida eterna. Necesita la fe.
La vida que vivimos tiene una proyección eterna y la Palabra de
Dios nos la proclama a boca llena: no tenemos aquí una morada
permanente, buscamos la venidera (Hb 13,14).
El cristiano, que lee la Biblia, debe vivir la vida con seriedad y
tener una grande fe y disponer su voluntad sólo para el bien. La
Biblia es la respuesta de Dios a los problemas que la vida
suscita, siempre que la recibamos con la disposición necesaria:
la fe con vistas al amor.

Quien estudia la Biblia aprende a vivir con sensatez y la fe no le


permite descuidar la realidad en que vive. El cristiano que,
iluminado por la Palabra de Dios, no lucha por la justicia y la
fraternidad es infiel a la Palabra de Dios; no imita a Jesucristo y
traiciona a sus hermanos.

24 PRÁCTICA DE LECTURA DE BIBLIA.


La lectura de la sagrada Escritura no es para el cristiano cuestión
de curiosidad ni de sólo cultura. Los cristianos leen y estudian
asiduamente la Escritura para adquirir la ciencia de Jesucristo
(Fl 3,8), pues desconocer la Escritura es desconocer a Cristo.
Por eso acude al texto sagrado de buena gana, sea en la liturgia o
en la lectura Espiritual (cf. DV 25). Siendo un asunto de vida, es
urgente que se difunda la lectura de los libros sagrados y brille
la palabra de Dios (2Ts 3,1) y que el tesoro de la revelación
vaya llenando el corazón de los hombres (Cf. DV 26). La Biblia
44

es el alma de la teología, la fuente de la vida del hombre con su


Dios. De ahí la importancia de leer la Biblia y de ella recabar el
alimento espiritual.

Es verdad que sólo un profesional de la exégesis puede llegar a


una interpretación excautiva, pero también es verdad que
cualquier miembro del pueblo de Dios está en el derecho y la
capacidad de leer la Biblia y sacar sus enseñazas para alimento
de su espíritu. La lectio divina, practicada desde el inicio de la
cristiandad, nos propone procedimientos útiles para acceder al
mensaje bíblico.

Exponemos el procedimiento de la “lectura constextualizada”.


Conscientes de que no se debe dar al texto cualquier sentido que
no proceda de él, y de que en todos los textos hay cosas dichas y
cosas entrelineas, el siguiente procedimiento es muy útil: 1).
Recordar que la Biblia es Palabra de Dios y su lectura debe estar
acompañada de la convicción de que Dios nos habla. Una buena
interpretación no procede de nuestra capacidad y buena voluntad
solamente, sino, sobretodo, de la acción del Espíritu Santo.

Por eso, leyendo la Escritura, entramos en oración. 2). Escoger


una unidad literaria (perícopa). 3). (Ojalá) escribir el texto, lo
cual equivale la leerlo y releerlo hasta “entrar” en su contenido.
4). Sirviéndose de las siguientes preguntas: ¿Quién habla? ¿A
quién habla? ¿Qué dice? ¿En qué circunstancia se habla? ¿Cuál
es el género literario? ¿Qué interés se defiende?..., hacer un
resumen con las ideas principales del texto. 3). “Discutir” el
título adecuado para la perícopa. 5). Describir los contextos de
la perícopa (inmediato, en el libro y en la Biblia: textos afines y
paralelos). 5).Con esos datos, elaborar el propio comentario,
sirviéndose también de las introducciones del libro, de las notas
al pie de página, los mapas geográficos… La vivencia cristiana
y la experiencia acumulada en la lectura de la Biblia ayudan a
percibir lo que existe en las entrelineas del texto y son útiles
para mejorar nuestras actitudes.

El cristiano es consciente de no poder leer las Escrituras sin una


precomprensión que le guíe en su lectura: la fe compartida en
una comunidad, bajo la guía del magisterio pues solo la Iglesia
que, por estar asistida por el Espíritu Santo, es la maestra
autorizada, a la que hay que recurrir para no conferir a los textos
sentidos no auténticos.
Más allá del estudio y del intercambio de ideas y experiencias,
la lectura de la Biblia debe tener sus momentos de silencio,
oración, canto y celebración. Por eso, la Eucaristía dominical es
45

el momento privilegiado de la escucha de la Palabra porque las


homilías son bien preparadas.

Además, para que el cristiano se acerque con provecho a la


Sagrada Escritura, es indispensable una preparación remota,
para lo cual es bueno que:
- Disponga de una buena traducción y notas oportunas. Es lo que
hizo la Iglesia, desde el inicio, adoptando la traducción del AT
llamada de Los Setenta y, más tarde, la Vulgata (DV 22). Una
buena traducción facilita a la comprensión del mensaje.
- Lea asiduamente la Biblia a fin de que consiga captar las
diferencias entre los diversos géneros y formas literarias, y
perciba las intensiones del autor sagrado. Ayudándose de las
subdivisiones de la misma Biblia, sugeridas por los traductores,
procure encontrar la idea central del pasaje o frase. Esa idea
central se convierte en mensaje de Dios para el lector, una vez
actualizada a los condicionamientos personales y del momento.
- Acompañe, a la lectura, la oración y la sinceridad de corazón,
con lo cual llegará al descubrimiento de la voluntad santísima de
Dios. La verdad bíblica es una sola y ella procede de la guía del
Espíritu Santo y de unidad de toda la Sagrada escritura (DV 12).
Así estamos seguros de llegar al contenido de la revelación.
- Se disponga a llevar a la práctica las enseñanzas recibidas.
Ponga en juego todas las facultades: la razón, la voluntad, la
intuición que, dirigidos por la fe, van al encuentro de todas las
condiciones sociales y vivencias comunitarias.

25 MAGISTERIO DE LA IGLESIA Y LA BIBLIA.


La lectura y comprensión de las Sagradas Escrituras,
normalmente, no presentan trabas indescifrables. Sin embargo,
hay textos de difícil comprensión y actualización. Cuando esto
acontece y se discuten doctrinas que tocan la fe y las
costumbres, y ni los “profesionales” de la interpretación
consiguen resolver, el fiel cristiano tiene presente que: 1). La
Biblia es fruto de la vivencia de la fe de un pueblo que, apoyado
en las promesas de Dios, buscó su liberación. 2). La correcta
interpretación procede también de la comunidad de fe en que se
lee la Biblia. Aun en la lectura privada de la Biblia, el cristiano
sabe que está leyendo en nombre de la comunidad y por la
comunidad. 3). Nadie tiene el derecho de explicar la Biblia de
cualquier modo. Sabemos “que ninguna profecía de la Escritura
es de interpretación personal, porque jamás una profecía se
profirió por voluntad humana, sino fue por el impulso del
Espíritu Santo que los hombres hablaron de parte de Dios” (1Pd
1,20-21). 4). La Biblia fue entregada al magisterio de la Iglesia
para servicio del pueblo de Dios, para que se libere y, una vez
liberado, revele también a todo el mundo el amor salvador de
46

Dios. Para proceder correctamente en la interpretación de la


Biblia, el Papa Juan Pablo II aprobó el documento preparado por
la Pontifica Comisión Bíblica. 5). En esos casos difíciles de
resolver, el magisterio oficial de la Iglesia interviene
oportunamente. “El oficio de interpretar auténticamente la
Palabra de Dios escrita o transmitida ha sido confiado
únicamente al Magisterio vivo de la Iglesia, cuya autoridad se
ejerce en el nombre de Jesucristo. Este Magisterio,
evidentemente, no está sobre la Palabra de Dios, sino que la
sirve, enseñando solamente lo que le ha sido confiado, por
mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo, la oye
con piedad, la guarda con exactitud y la expone con fidelidad, y
de este único depósito de la fe saca la que propone como verdad
revelada por Dios para que sea creída” (Dei Verbum 10).

En el magisterio de la Iglesia distinguimos dos órganos oficiales


de doctrina: el magisterio ordinario (el Papa, obispos,
sacerdotes, que imparten la enseñanza recibida en exhortaciones,
homilías, etc.) y el magisterio extraordinario (el Papa que
expone la doctrina recibida en forma solemne y los obispos
reunidos con el Papa en un Concilio).
Por lo que atañe al magisterio ordinario, la Iglesia jamás ha
dudado del origen divino de la Biblia. Tanto los Papas como los
obispos y sacerdotes siempre han propuesto a los fieles la
doctrina firme sobre el origen divino de la Biblia.

Cuando surgieron dificultades, en el curso de los siglos, sobre la


doctrina recibida, se hizo oír la voz del Magisterio
extraordinario de la Iglesia en los Concilios tanto provinciales
como ecuménicos (universales). Los principales Concilios que
se han pronunciado acerca de la Sagrada Escritura son: el
primer Concilio de Constantinopla en el año 381, el Concilio de
Florencia en el año 1441, el Concilio de Trento en el año 1546,
el Concilio Vaticano I en 1870 y el Concilio Vaticano II, del
1962 a 1965.

“No es de admirar que la Santa Iglesia, tratándose de este tesoro


del cielo, que ella posee como preciosísima fuente y divina
norma sobre la doctrina de la fe y las costumbres, así como lo
recibió incontaminado de manos de los apóstoles, así lo haya
custodiado con todo esmero, defendido de toda falsa y perversa
interpretación y empleado solícitamente en el ministerio de
comunicar a las almas la salud sobrenatural, como lo atestiguan
a toda luz casi innumerables documentos de todas las edades”
(Lakatos).
47

26 FECHAS IMPORTANTES DE LA BILIA Y EN


RELACIÓN A LA BIBLIA.
Fechas importantes de la Historia Sagrada, antes de Cristo:
Hacia el 1800: Vocación de Abraham, Isaac y Jacob; 1580: José
en Egipto. 1440-1250: Éxodo de Egipto; 1180: Josué conquista
Canaán; 1000: David – Estado de Israel; 935: división del reino
de Israel. 721: Caída de Samaría; 621: “Aparición” del
Deuteronomio; 587: Caída de Jerusalén; 538: Decreto de Ciro,
regreso del exilio. 515: Dedicación del segundo templo; 450:
Formación del Pentateuco. 333: Conquista del Medio Oriente
por Alejandro Magno; 173: Rebelión macabea. 63: Pompeyo
toma Jerusalén; 40: Herodes el grande; 6: nacimiento de
Jesucristo; 4: muerte de Herodes. Después de Cristo: 30:
Crucifixión de Jesús; 48: Concilio de Jerusalén; 50: Primeras
cartas de Pablo; 64: Primer Evangelio, Marcos; 100:
Apocalipsis.

Fechas importantes con relación a la interpretación de la Biblia.


381: Primer Concilio de Constantinopla; 1441: Concilio de
Florencia; 1546: Concilio de Trento con Pablo III y Pío IV;
1870: Vaticano I; 1893: Providentíssimus Deus de León XIII;
1902: Pontificia comisión bíblica constituido por León XIII;
1909: Pontificio Instituto Bíblico creado por Pío X; 1943:
Divino Afflante Spiritu de Pío XII; 1963: Dei Verbum con Pablo
VI; 1993: Interpretación de la Biblia en la Iglesia de la
Pontificia Comisión Bíblica con Juan Pablo II.

26. Bibliografia
ARTOLA A.M., SÁNCHEZ CARO J.M., Biblia y Palabra de
Dios. Introducción al Estudio de la Biblia II (Verbo divino,
Navarra 1995).
ROBERT-FEUILLET, Introducción a la Biblia (Herder,
Barcelona 1970).
PONTIFÍCIA COMISION BÍBLICA, Interpretación de la
Biblia en la Iglesia (Librería Vaticana, Vaticano 1993. Cf.
Reproducción de Jaime Mora p.s.s., Cúcuta 2003).
HUNERMANN, Dezinger. El Magisterio de la Iglesia
(Herder, Barcelona, 1999).
LAKATOS JANOSKA LAKATOS, E., Introducción a la
Sagrada Escritura (Usta, Bogotá 1983).
HERRERA, C.S, Dios se hizo hombre (Paulinas, Bogotá 1969).
CROATTO, J.S., Historia de la salvación III (Paulinas, Buenos
Aires 1966).
FARMER R. William, Comentario Bíblico internacional (Verbo
Divino, Estella, Pamplona 2000).
Diccionario Enciclopedia de la Biblia, I A-B (Garriga S.A.,
Barcelona 1963).
48

LAKATOS JANOSKA E., Introducción a la Sagrada Escritura,


(Usta, Bogotá 1976).
CEPEDAL ROMAN, T., Curso de Biblia. Claves para leer el libro
sagrado (Perpetuo Socorro, Madrid 2001).
SICRE, L. J., Los profetas del pueblo de Israel y su mensaje, I parte:
¿Qué es un profeta? (Tierra Nueva, Quito 2000).
BEAUCAMP, E., Los profetas de Israel o el drama de una alianza
(Verbo Divino, Navarra 1988).
JIMENEZ GOMEZ, H.;- HERNANDEZ CARDONA, L.V., Profetas,
(Universidad de Antioquia, 1992).
AUSEJO, S. (Ed.), Diccionario de la Biblia (Herder, Barcelona
1985).
GONZALEZ, J., Los Hechos de los Apóstoles y el mundo
Romano, (Verbo Divino, Estella 2002).
ROLOFF, J., Hechos de los Apóstoles, (Cristiandad, Madrid
1984).
WIKWENHAUSER, A., Los Hechos de los Apóstoles (Herder,
Barcelona 1981).
CEPEDAL, T., Curso de Biblia. Claves para leer el libro
sagrado, (Covarrubias, Madrid 2001).
BAGOT, J. - DUBS, J., Para leer la Biblia (Verbo Divino,
Navarra 2001).

Você também pode gostar