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Un esperado encuentro

En la casa de Zacarías e Isabel, las cosas habían cambiado rotundamente después de la visita del
Ángel Gabriel. Zacarías no podía hablar ni escuchar, mientras que a Isabel ya le pesaba bastante su
vientre. Además, la comunicación entre ellos era difícil pues todo ahora debía ser por medio de señas.
Lo más preocupante del caso es que era esta una pareja de ancianos que estaban viviendo solos
y a escondidas debido a que se sentían avergonzados.
Zacarías se avergonzaba de haber quedado mudo por pedir al Ángel una señal que fuera la
garantía de que su esposa quedaría embarazada. E Isabel sentía pena porque en esa época el no poder
tener hijos era visto como una humillación o un castigo. Y ahora en medio de un embarazo tan
peligroso, por su vejez, debía de cuidarse extremadamente, al punto de que llevaba cinco meses oculta
en su casa.
Viviendo en tal aislamiento, nadie se daría cuenta de la situación por la que estaban pasando
Zacarías e Isabel. Nadie, excepto alguien a quien Dios por medio de su Ángel se lo hubiera revelado.
Por tanto, al enterarse María gracias el anuncio del ángel de que su pariente también estaba
embarazada, pero en tan difíciles condiciones, no dudó en levantarse y dirigirse a prisa hacia ellos por
en medio de las montañas. Algunos ratos a pie y otros en burro, recorriendo al final ciento veinte
kilómetros, llegando por fin a Judea, en dónde se dispondría a acompañar a y servir a Isabel.
Entró sin avisar en casa de Zacarías y saludó de inmediato a Isabel. Su saludo causó una
impactante sorpresa en ella, al punto de que el vientre de Isabel se movió de inmediato. Isabel abrió
grandes sus ojos y sus manos. Observó de inmediato los ojos de María y despacio colocó sus manos en
su propio vientre. María se asustó, su inesperada visita y su repentino saludo podía haber causado un
impacto peligroso en una anciana a la espera de un hijo. Pero Isabel llena del Espíritu Santo exclamó con
voz fuerte:
-Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre- María se tranquilizó, Isabel continuó
diciendo:
- ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? María la abrazaba mientras Isabel le
explicaba:
-En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura dio un salto de gozo en mi vientre. Comprendí
entonces que en el tuyo nos has traído al mismo Dios, y por eso nos has llenado con la luz del Espíritu
Santo. ¡Dichosa tú que creíste! Porque se cumplirá lo que el Señor te anunció.
– Es cierto- Expresó María -Hoy en nuestros hijos se ha empezado a cumplir un esperado encuentro,
por eso mi alma canta la grandeza del Señor, mi espíritu festeja a Dios mi salvador…-
De repente apareció Zacarías como si alguien le hubiera llamado. Será que ¿ha recuperado la escucha
y con ella también el poder hablar pensó Isabel? Pero no, por señas les explicó Zacarías que había
sentido como el mismo Sol se acercaba hoy a darle el saludo de los buenos días en este nuevo
amanecer.
María con el Sol en su vientre se quedó acompañándolos y sirviéndoles por tres meses. Después,
volvió a su casa en Nazaret.
Luis Esteban Fernández Vargas

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