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Lenkensdorf, Von Humboldt, Wittgenstein y muchos islandeses optimistas.


Alejandro Ruelas Velásquez
Licenciatura en Filosofía
Facultad de Estudios Superiores Acatlán
zeroyo58@gmail.com

Resumen: Existe una relación intrínseca entre el idioma (el lenguaje) y la forma
de vida de una sociedad o país, lo cual se nota en ambos aspectos y esto se hace
patente cuando se investiga en casos particulares. Para este respecto mis casos
serán el lenguaje tojolabal, una expresión en islandés y una palabra en alemán.
Luego de la investigación de estos casos, planeo fortalecer mi postura con ideas de
Las Investigaciones filosóficas de L. Wittgenstein.
Palabras clave: Lenguaje, idioma, tojolabal, islandés, alemán, Von Humboldt,
Lenkensdorf, þetta reddast, fernweh, nosotros, Wittgenstein, juegos del lenguaje.

Abstract: There is an intrinsic relationship between the language and the way of
life of a society or country, which is noticeable in both aspects and this becomes
clear when investigating in particular cases. In this respect my cases will be the
Tojolabal language, an expression in Icelandic and a word in German. After the
investigation of these cases, I plan to strengthen my position with ideas from The
Philosophical Investigations of L. Wittgenstein.
Key words: Language, tojolabal, icelandic, german, Von Humboldt, Lenkensdorf,
þetta reddast, fernweh, nosotros, Wittgenstein, Language games.

I La importancia de aprender idiomas


Si hay una idea que defender y tratar de justificar en este evento es que aprender nuevos
idiomas abres nuestros horizontes como seres humanos en muchos y muy variados aspectos.
Y la pregunta es, ¿Cómo? Es decir, ¿Qué hay en el aprendizaje de los idiomas que sea
equiparable con el conocimiento que ofrecen otras disciplinas como la ciencia o el arte? Para
contestar a esta pregunta y para argumentar mi respuesta quiero hacer mención de una
característica particular que hace del aprendizaje de otro idioma algo que lo conecta
precisamente con esas otras disciplinas: la cualidad de hacernos ver algo que está ahí, pero
que no vemos en su profundidad hasta que nos sumergimos en el estudio de la disciplina en
cuestión. Así pues, ¿Cómo el aprender otro idioma nos enseña cosas que no sabíamos, pero
que en última instancia resultan estar tan cerca de nosotros?
Más allá del hecho de que aprender un idioma es conocer y manejar un sistema de
signos y gramática nuevos, es más o menos evidente que este aprendizaje trae consigo una
carga extra que no puede explicarse, únicamente, en términos del adiestramiento y manejo
de dicho sistema. En otras palabras, aprender a traducir de un idioma a otro, aunque
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necesario, no es suficiente para obtener lo más sustancial que puede ofrecernos un idioma
ajeno a nosotros.
Para defender esta idea es conveniente buscar y exponer pues, ciertas expresiones que
estén más allá de este simple traducir, y que al mismo tiempo muestren algo que no se nota
en el significado meramente literal de las palabras y las oraciones de un idioma. Ese algo,
cómo veremos, reflejará un aspecto característico de una comunidad y de su forma de vida a
través del lenguaje. Entonces, quiero remitirme a explicar o tomar en cuenta tres casos
específicos en los que esta cualidad se hace patente y en los que he puesto mi atención
recientemente: Mi primer ejemplo tiene que ver con la manera de hablar de un pueblo
originario del sureste de nuestro país, los tojolabales. Los cuales ofrecen no una expresión
“intraducible” al español sino una forma diferente de entender las mismas expresiones,
modificándolas para poco a poco, como veremos, desapegarse de la noción del “yo” y prestar
más atención al “nosotros”. El segundo caso tiene que ver con cierta expresión del lenguaje
islandés en la que se ve reflejada la forma de vida y el pensamiento de una nación que no
sólo ha sufrido mucho, sino que ha superado sus peores épocas con un espíritu valiente,
humilde y perseverante, lo cual la ha llevado a convertirse en un país muy popular.
Finalmente me quiero enfocar en una palabra alemana que ha atraído mi interés desde el
primer momento en que se me explico lo que significaba. Explicare por qué me llamó la
atención debido a que al escucharla me pregunté si alguna vez en mi vida esa palabra me
había hecho falta o si más bien nunca la necesite hasta que la escuche, y quiero, de ser posible,
transmitirles esa duda. Para terminar este trabajo planeo exponer desde una postura
filosófica(Wittgenstein 1998) en qué sentido las expresiones de nuestro lenguaje afectan tan
directamente nuestra forma de vida que casi son indistinguibles lo uno de lo otro.
Para llevar a cabo la explicación de estas expresiones me ayudaré con algunas
investigaciones, artículos y notas que se han hecho en torno a ellas. Por ejemplo ahondaré
brevemente en cierto artículo de Carlos Lenkensdorf (Lenkensdorf 2009), un antropólogo
que vivió muchos años estudiando de cerca al pueblo tojolabal y sus costumbres. Para la parte
del idioma alemán mencionaré ciertas ideas de Alexander Von Humboldt, quien fue filosofó
y viajero de profesión, además de que fue quien acuñó la palabra que expondré en un tercer
momento. Cabe mencionar que debido a la poca información que hay sobre el lenguaje y
cultura de Islandia las fuentes son menos cuantiosas, pero al mismo tiempo de importantes
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por ello, pues su actualidad y simpleza las hacen bastante accesibles. No pretendo dar una
explicación sustancial y explicita del funcionamiento de los idiomas a los que remitiré aquí;
más bien, mi intención es dar una visión panorámica de casos particulares en los que el
lenguaje puede ser algo más que simplemente aprender a traducir textos.
II “Nosotros”: Los tojolabales
Carlos Lenkensdorf dice en un artículo relacionado con la filosofía y la forma de vida del
pueblo tojolabal: “El concepto clave para ellos es el Nosotros” (Lenkensdorf 2009). La
cultura tojolabal que es una ramificación de nuestros antepasados mayas y que se asienta
principalmente en los Altos de Chiapas. El motivo de Lekensdorfs para hacer esta
aseveración se hace notoria en cuanto expone su primer ejemplo en donde compara el
lenguaje tojolabal y el español: “Los tojolabales dicen: “uno de nosotros cometimos un
delito” (june ja ke´ntiki jta´atiki jmui), comparado con el español: “uno de nosotros cometió
un delito.”” En este caso específico, podemos ver que para los tojolabales no es el sujeto
privado en el que recae la culpa del delito, sino que la culpa es puesta, de alguna manera, en
toda la sociedad. En el pensamiento tojolabal, la sociedad en conjunto tiene la tarea y la
responsabilidad de cuidar de sus “individuos” y el fallo o crimen de uno es el reflejo de toda
la sociedad. Por ello, en tojolabal el “nosotros” es tan importante, tanto que existen dos
maneras de expresarlo (Lenkensdordf 2010): primero, cuando se menciona al otro como en
“Lo vimos” (kilatik) en donde se dice que yo y tu vimos algo. Y la segunda forma en donde
“Lo vimos” (kilatikon) refiere a que yo y otro, pero no tú, fuimos quienes vimos ese algo. Y
¿Por qué tanta insistencia del tojolabal en dar preeminencia al “nosotros?” Ah, pues porque
para el tojolabal todo, y quiero decir todo, es un nosotros. Veamos en qué sentido y cómo
esto se conecta con el pensamiento y forma de vida de este pueblo originario.
En español decimos “Yo te dije…”, mientras que en tojolabal se dice “Yo te dije, tú
escuchaste” (kala awab´i). En español, como podemos ver, tenemos un sujeto que afecta a
un objeto, mientras que en tojolabal tenemos un sujeto que interactúa con otro sujeto. Y
ocurre con en todo el lenguaje tojolabal, no hay objetos sino muchos sujetos puestos en
diferentes situaciones, relacionados entre sí. Y los objetos en el tojolabal son tan escasos que
incluso las cosas inanimadas, por ejemplo la casa, los animales y demás, son sujetos. En este
sentido, para ellos, la naturaleza es un “nosotros” nos conforma y nos relacionamos con ella,
nuestra madre. En tanto que sujetos con complementamos. Dice Lenkensdorf: “Es una
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subjetividad intersubjetiva.” (Lenkensdorf 2009) Esto quiere decir que los sujetos siempre
están activos, interactuando los unos con los otros, viviendo en comunidad. Esta peculiaridad
se ve reflejada en que para los tojolabales estar fuera de este “nosotros” es como no existir,
por ello en su cultura el peor castigo es quedar fuera del grupo, lo cual, cabe mencionar, es
exclusivo para los criminales. Ahora bien, ¿de qué depende que se de esa “nosotrificación”
en este pueblo originario? no, no es que en cuanto uno nace en el pueblo tojolabal en
automático se vuelve parte del “nosotros” y lo comprende a detalle. Como todo lenguaje y
forma de vida, requiere un aprendizaje y una instrucción. Por ejemplo, en la escuela digamos
“primaria” no se pone a los alumnos a hacer sus exámenes en privado y sin copiar. Los niños
tojolabales son instados a realizar el examen en grupo, pues para ellos “muchas cabeza
piensan mejor que una sola”. Como podemos ver, en contraste con nuestro sistema educativo,
ahí, en el salón tojolabal no hay competencia, no hay un aprendizaje individual, el
conocimiento es comunal. Para este pueblo, todos son (somos) parte de la solución de los
problemas, lo cual, cuando crecen, es llevado a la vida política, con lo cual los problemas del
pueblo los resuelven todo juntos como uno solo. Así, en la cultura tojolabal no hay egoísmo,
al menos no en el mismo sentido que lo hay en nuestra sociedad.
Para finalizar, creo que se puede resumir la filosofía tojolabal con una cita de
Lenkensdorf que habla acerca del pensamiento de este pueblo: “Formamos parte de una
democracia activa y participativa de extensión cósmica, dicen…” (Lenkensdorf 2009) Y
quizás sí, la cultura tojolabal no es perfecta, pues como en toda sociedad hay muchos
individuos que no desean ajustarse a las costumbres y prácticas del resto, por más benéficas
que estas costumbres sean, el pueblo tojolabal no es utópico. Sin embargo también hay que
tomar en cuenta que parece demasiada coincidencia que cerca de los lugares en donde viven
este tipo de pueblos sea en donde el ambiente está mejor cuidado y en constante desarrollo,
al menos dentro del contexto de nuestro país. Y digo esto porque quizás no sea coincidencia
que aquellos que hablamos español, fuera de ese “nosotros” tojolabal, también seamos los
que en la cuestión ambiental cada día estamos peor.

III “¡todo saldrá bien!”


Hoy día sabemos que Islandia no es sólo un lugar al que a muchos, incluyéndome, les gustaría
ir de viaje sino que posee muchas cualidades que la hacen uno de los países más exitosos del
mundo. Podemos mencionar que es el país en donde el 100% de su población tiene acceso a
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internet, o que es el país en donde se publican más libros por persona en un año, o que es el
único país que no tiene ejército, ni fuerza aérea, ni naval, y que en sus primeras apariciones
en competencias deportivas, como la Eurocopa o el mundial de futbol, ha obtenido muy
buenos resultados. Pero hemos de enterarnos que no siempre fue así de fácil para Islandia, de
hecho todo lo contrario. Si he se puede denominar de alguna manera a Islandia es como “La
pequeña isla que pudo”. Veamos por qué.
Desde su clima siempre cambiante, entre el hielo y el fuego, con catástrofes como un
volcán que, en el siglo XVIII, acabó con el 80% de su principal producto ganadero: las ovejas
y que mató al 20% de su población. Hasta una crisis financiera que los obligo a sacar a
McDonald’s del país en 2008, por ser una empresa demasiado cara. Hay que relatar, también,
las múltiples invasiones y conquistas por las que se ha visto asediada la isla. Pues, aunque es
muy extendida la idea de que los islandeses son descendientes de los vikingos, la realidad es
que más bien fueron granjeros y campesinos noruegos los que fundaron Islandia, huyendo de
la tiranía del rey Harald Finehair. Así, esta nación se ha enfrentado a innumerables retos
desde que se asentó cerca del siglo XI. Y entre hundimientos de barcos pesqueros, e inviernos
con cuatro horas sol al día Islandia, lo logró. ¿Cómo? Con una sola frase: ¡þetta reddast! (zet-
ta red-ast) que en español viene a ser: “¡todo saldrá bien!”, pero ¿Cómo un pueblo que vivió
tantas desgracias puede decir que al final todo saldrá bien? La respuesta es simple:
precisamente el vivir esas desgracias forjo el carácter de toda su gente en una dirección muy
marcada.
Esta expresión, “þetta reddast”, no remite a un optimismo ingenuo de que las cosas,
por arte de magia irán bien y que uno sólo debe quedarse esperando a que las épocas malas
se acaben. No, el islandés ha aprendido, a lo largo de su historia, que las cosas salen bien si
confías en tus capacidades, tienes en mente tus limitaciones y actúas teniendo estas dos ideas
en mente. Desde esta óptica, parece más razonable que los islandeses sean sucesores de grupo
de noruegos que camino 1500 kilómetros sin mapas, ni conocimientos de navegación, tan
sólo para no ser atemorizados por un tirano nunca más. Hay la seria creencia de que si algo
caracteriza al pueblo islandés es que son expertos en siempre tratar de hacer lo imposible.
Lo cual dicho así parece una frase sacada de un libro de superación personal o afín, pero la
realidad es que, en 2017, un estudio hecho por la universidad de Islandia mostro que el “þetta
reddast” era considerada por casi la mitad de su población como una postura filosófica ante
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la vida, como algo que los hacía continuar como personas y como sociedad, algo que tener
en mente en cada una de sus actividades diarias. Así los islandeses llevan consigo
constantemente la idea de que a pesar de todo lo malo uno siempre podía crecer y ser mejor,
desde el plano personal, hasta el plano político internacional. Lo cual se ve reflejado en el
exitoso que utlimaente esta teniendo este país nordico. Entonces cabe preguntarnos: ¿Qué
tanto como personas y como país hispanohablante nos hace falta creer más que todo saldrá
bien?

IV ¿La nostalgia generada por algo… que aún no ha pasado?


Quienes hayan estudiado uno o dos semestres de alemán, estarán de acuerdo conmigo que
más de una vez este idioma nos ha dejado con una tremenda cara de confusión. Y no es para
menos, pues llega un momento en el que en el salón de clases se aparecen palabras como
“fünfundfünfzig”, “Naturwissenschaft” o “Unternhemenstuerfonterwicklungsgesetz”, que
significan “cincuenta y cinco”, “Ciencia natural” y “Ley de desarrollo del impuesto sobre la
sociedades” respectivamente. Sin embargo, más allá de su casi imposible pronunciación estas
palabras expresan cosas que si nos esforzamos un poco podemos comprenderlas, lo que
pretendo en este respecto es más bien preséntales una palabra que, aunque más simple en
pronunciación, tiene un significado mucho más difícil de entender, dicha palabra es
“Fernweh”. Antes de intentar comprender el significado de esta palabra, me gustaría dar un
breve recorrido histórico por la vida de aquel que la uso por primera vez. Para ello hablemos
de Alexander Von Humboldt.

Von Humboldt (1769-1859) fue un geógrafo, astrónomo, humanista naturalista y


explorador. Dentro estas cualidades, quiero enfocarme en esta última, la que tiene que ver su
afán por ver el mundo y conocer nuevas lenguas, lugares y formas de vida, su calidad de
explorado es posiblemente lo que más le ayudó a desarrollarse en el resto de áreas en las que
se vio inmerso. Así pues, es conveniente mencionar que Von Humboldt viajo a lo largo de
su vida algo así como 38 mil kilómetros, lo cual es equivalente a darle una vuelta completa
a la circunferencia de la tierra. Sus viajes se centraron en Sudamérica, México y Cuba. Y fue
tan grande su investigación en estas zonas que Bolívar llegó a referirse a él como “el hombre
que en verdad descubrió América”, esto, debido a que hizo importantes avances enfocados
en esa zona del mundo, dentro de sus áreas de investigación se encontraban la biología,
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botánica, física y geografía. Su vida se define como la de un explorador que recorre el mundo
descubriendo especies nuevas, haciendo mapas de lugares desconocidos, catalogando los
fenómenos magnéticos y físicos, etc. Para mí, Humboldt, padre de la geografía moderna,
viene a ser el arquetipo de lo que llamaríamos “Un verdadero viajero”. Por ello, no es
casualidad que el “Fernweh”, la enfermedad centrífuga, sea también invento suyo. Pasemos
pues a explicar dicha expresión.

Etimológicamente al expresión “Fernweh” se compone de dos palabras: “fern” (lejos)


y “weh” (dolor) entonces literalmente significa: el dolor por lo lejano. Lo cual, en alguna
medida se puede entender como el dolor que siente uno por algo que está lejos o que no puede
tener. Parece ser que en primera instancia el “Fernweh” es muy parecido a lo que nosotros
denominamos como “nostalgia”, sin embargo, como veremos, no son lo mismo, de hecho
son casi opuestos. Para “nostalgia” el alemán tiene la palabra “Nostalgie” y más
específicamente “Heimweh”, lo cual se conforma por el “Heim” (casa) y de nuevo “weh”
(dolor). Entonces la nostalgia en el alemán refiere al dolor que nos provoca el pensar en el
hogar, en aquello que nos da seguridad. Por lo cual “Fernweh” vendría a ser el dolor o el
ansia por pensar en lugares lejanos y desconocidos. Ahondemos un poco más en esto.
Cuando decimos en español que algo nos causa nostalgia, a lo que nos referimos es a
que hay algo del pasado que estamos añorando, ya sea la sensación de estar en casa, de estar
en un lugar cómodo en el que pasamos gratos momentos, una persona que nos hacía sentir
bien, etc. El asunto es que remembramos algo del pasado y lo que nos causa dolor, o angustia
es no poder tener ese algo ahora. Sin embargo ¿podemos “extrañar” algo que aún no hemos
conocido? Pues para los alemanes, como Von Humboldt, sí. En este sentido el “Fernweh”
viene a ser la añoranza por aquellos lugares a los que nunca hemos ido, y en un sentido más
amplio, es como una enfermedad que se cura al encontrarse con lo ajeno, al atravesar la
burbuja de la zona de confort, tomar la “Rucksack” (mochila de viaje) y ponernos en marcha
hacia lo desconocido. Esto aplicado a la vida y obra de Von Humboldt encaja a la perfección,
pues el “Fernweh” no hace referencia únicamente a una noción espacial de lo desconocido,
sino que remite a hacer lo desconocido, hablar lo desconocido, sentir lo desconocido.
Cuando me tope por primera vez con esta palabra alemana, me pregunte “¿Ya he
sentido esta emoción antes?” y para mi propia sorpresa, mi respuesta fue afirmativa, pues no
es que los alemanes tengan un don particular para sentir emociones que sólo ellos pueden
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nombrar, no, ciertamente muchos hemos tenido la sensación de que hemos pasado mucho
tiempo en un lugar, en un trabajo, en una actividad, en una relación, y que este “rezago” nos
agobia. Ahora bien, creo que la pregunta más bien es la siguiente ¿Qué tanto hacemos para
curar nuestra “Fernweh”?, ¿Qué tanto estamos dispuestos a abandonar para adentrarnos en
lo desconocido? Y como dicen por ahí ¿Qué tanto queremos conocer las islas por conquistar?
Antes de terminar quiero remarcar el hecho de que he dejado al aire muchos detalles de la
vida de Von Humboldt a propósito, con el afán de que ustedes mismos puedan examinar que
tan grande es su “Fernweh” y para que si es suficientemente agobiante este deseo de algo
nuevo y lejano se interesen por ello y se encamine igual que él, hacia lo desconocido. O para
que al menos le den una leída a su biografía.

V Hay que saber las reglas del ajedrez


Quiero terminar mi participación haciendo una serie aseveraciones generales en donde se
pueda explicar cómo el lenguaje tiene relación directa con el modo en que vivimos, lo cual
se hizo patente en los 3 casos presentados, pero que a mi consideración no dejaron del todo
claro cómo es que se da esa relación. Así pues, hablemos de Las investigaciones filosóficas
(Wittgenstein 1998)¸ obra representativa del segundo periodo del filósofo Ludwig
Wittgenstein. En dicha obra se hace una serie de elucidaciones en torno a la naturaleza del
lenguaje y se da preminencia a la idea de que si el lenguaje tiene algún significado, es decir,
que si las palabras tienen algo que ver con el mundo, este algo está determinado por la forma
de vida, el contexto, en que un lenguaje, un juego del lenguaje, es usado. Podemos ver esta
idea reflejada en los tres ejemplos presentados preguntando, ¿En que se basan las
características peculiares que posee cada una de las expresiones expuestas?
En el caso tojolabal la necesidad de que en su lenguaje se dé preminencia a esta
“subjetividad intersubjetiva”, creo yo, tiene que ver con varios factores, como el número tan
reducido de su población, el lugar tan rodeado de naturaleza en el que vive, sus tradiciones,
etc. En este sentido, los tojolabales necesitan ser un “nosotros” debido a que saben que se
enfrentan a un gigantesco “yo”, el cual está representado por la sociedad actual. Son un
“nosotros” con la naturaleza y los unos con los otros porque su forma de vida depende de
ello. Si me pierdo en la milpa seguro que no quiero estar solo, necesito de otros para conseguir
mi alimento, en cambio, en la ciudad de México ni siquiera tengo que ver a la cara al otro
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cuando necesito comida, tres clics y ya está, servicio a domicilio, vía dron. En el pueblo
tojolabal su lenguaje los conecta porque su propia forma de vida los orilla a eso.
Por su parte el caso de Islandia tiene que ver con el modo en que se forjo su nación,
sin “þetta reddast” no hay Islandia. Fue la perseverancia reflejada en esta frase, lo que ayudo
en muchas ocasiones a los islandeses a no perder la esperanza. Además, en este caso la
expresión se fortaleció, pues resulto ser una buena y eficaz formula en contra de la adversidad
y cuando las cosas se volvían a complicar el uso de la expresión se volvía necesario otra vez.
Aquí podemos ver muy claramente la relación: lenguaje-forma de vida. Como ambos son
como un par de organizamos que se alimentan entre si y crecen juntos.
Finalmente, Von Humboldt, viajero por antonomasia, es claro que explorando y
conociendo aquello que nadie más quería conocer, tuvo la oportunidad de escuchar y
aprender muchos idiomas, pero en ninguno de ellos halló una forma de expresar esta
necesidad por viajar y conocer, por lo cual tuvo que inventarse una. Dicha expresión la
tomaría para sí mismo como una enfermedad que tenía que curar y dicho tratamiento seria
origen de muchas de sus más grandes aportaciones a la ciencia y sociedad moderna.
Podríamos decir que fue algo así como un viajero en el lenguaje, llegó hasta sus confines
para poder explicar su ansia de explorar, y cuando se dio cuenta que el lenguaje le quedaba
chico, se adentró a lo desconocido, y así, al mismo tiempo nombro su enfermedad “Fernweh”
y halló la cura.
Volviendo a Wittgenstein, para él todo lenguaje es más bien un juego del lenguaje, y
como todo juego tiene reglas, las cuales tienen que ver con la vida y necesidades de las
personas y su contexto. Ahora bien, ¿de qué sirve la noción de “juegos del lenguaje” en el
aprendizaje de los idiomas? Pues si tomamos en consideración que los juegos del lenguaje
no son estructuras rígidas, sirve de mucho. Para Wittgenstein, uno puede jugar diferentes
juegos del lenguaje sin ningún problema, el asunto es ¿Cómo? El truco no es, como dijimos
al principio de este trabajo, aprender a traducir textos de un idioma a otros, sino que el
enfoque está dirigido a la idea de que hay que inmiscuirse con la forma de vida y pensamiento
del pueblo que habla dichos idiomas. Es en el acto en donde mejor podemos comprender el
idioma de un pueblo, por tal, si usted quiere realmente aprender tojolabal, trate de olvidar
que es un “yo” individual por un segundo y véase como un sujeto dentro de esta democracia
cósmica. Si quiere aprender islandés, aprenda a confrontar los problemas de forma valiente
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y perseverante, incluso cuando las cosas vayan peor. Y si quiere entender lo que significo
realmente el “fernweh” para Von Humboldt, viaje, haga cosas que le parezcan ajenas, hable
con quien nunca habló, enfréntese a lo desconocido. Hagamos del aprendizaje de los idiomas
un juego, aprendamos nuevas reglas e involucrémonos con las costumbres del pueblo o grupo
que habla el idioma que nos interese, y nunca deje de jugar en con y para el lenguaje.

Bibliografía
Hammel, Katie. The unexpected philosphy icelanders live by. 4 de Junio de 2018.
http://www.bbc.com/travel/story/20180603-the-unexpected-philosophy-icelanders-
live-by (último acceso: 3 de octubre de 2018).
Lenkensdordf, Carlos. Los tojolabales y el nosotros. 11 de Diciembre de 2010.
http://www.jornada.com.mx/2010/12/11/oja164-tojolabal.html (último acceso: 03
de octubre de 2018).
Lenkensdorf, Carlos. «La filosofía tojolabal.» En El pensamiento filosófico
latinoamericano, del Caribe y "Latino" (1300- 2000), de Eduardo Mendieta y
Carmen Bohórquez (editores) Enrique Dussel, 33-35. México : Siglo XXI, 2009.
Terrés, Jesús. Fernweh, el trastorno del viajero. 21 de Septiembre de 2017.
https://www.traveler.es/naturaleza/articulos/fernweh-pasion-por-viajar/11208
(último acceso: 3 de Octubre de 2018).
Wittgenstein, Ludwig. Investigaciones Filosóficas. México: IIF-Crítica, 1998.

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