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El Concilio de Trento: fue un consejo convocado por el papa Pablo III entre 1545 y 1563, bajo la presión del

emperador
Carlos V en respuesta a la Reforma protestante. Su propósito inicial fue condenar y negar las ideas de los teólogos
Martin Lutero y Juan Calvino, que habían ganado terreno en Europa. El Concilio fue convocado con el doble propósito de
reformar al interior de la institución romano papista y de hacerle frente a la Reforma protestante en marcha. La reforma
al interior del catolicismo romano era una imperiosa necesidad desde hacía muchos siglos. El consejo se reunió en la
ciudad de Trento (Italia) En el concilio participaron inicialmente unos cuarenta clérigos católicos, principalmente obispos
italianos. Las deliberaciones se extendieron durante veinticinco sesiones, distribuidas en tres períodos a lo largo de 18
años. Antes del concilio la misa se celebraba en latín, que nadie, además de los sacerdotes, entendía. Y también se
usaba que el sacerdote diera la espalda a las personas durante la celebración. La Biblia era un objeto desconocido entre
los fieles, prácticamente nadie la tenía en casa o era capaz de leerla. El Concilio produjo una profunda renovación en la
ceremonia, en los estudios bíblicos, en el diálogo con las demás Iglesias. Reafirmó los derechos humanos y entre ellos el
de la libertad religiosa. Entre los puntos discutidos, podemos desglosar los siguientes.
La tradición y las Escrituras: Por iniciativa del papado romano, la Biblia había sido un libro de prohibida lectura por el
lapso de casi mil años. Una de las características de la Reforma protestante fue la de poner a las Escrituras como única
fuente de la verdad, y cuya autoridad está por encima de la de la Iglesia. Ante la avalancha de la Reforma protestante,
este concilio declaró que la Biblia, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, le otorga igual autoridad a las Escrituras
como fuentes de la verdad. A fin de prohibir y descartar las versiones bíblicas a los idiomas vernáculos ¿Por qué ese afán
de acallar las Escrituras? Porque la Palabra de Dios desenmascara las mentiras y los oscuros propósitos de ese sistema
religioso.

Justificación: la razón de ser de la Reforma protestante es la justificación por la fe, lo cual removía las bases mismas de
las doctrinas salvíficas reinantes en el sistema católico de la Edad Media. De ahí que este tema fuera uno de los primeros
que abordó el Concilio de Trento. Sin embargo, este concilio define un agustinianismo, es decir, respecto de la gracia,
manteniendo el énfasis en la gracia de Dios, pero afirmando, además, el libre albedrío y la necesidad del hombre de
cooperar con la gracia. Ampliando un poco más, tenemos que el Concilio de Trento declaró que Dios por su gracia
mueve a los hombres para que vuelvan a Él y que usando de su libre albedrío pueden rechazar o cooperar en la gracia. El
concilio expresó asimismo que no se podía aseverar que uno sea justificado por la fe solamente, afirmando que los
cristianos pueden progresar y ser justificados aún más, cooperando con las buenas obras.

Sacramentos: En contraposición a la Reforma protestante, el concilio reafirmó la creencia en siete sacramentos,


declarándolos necesarios para la salvación y como medios para recibir la gracia por el acto en sí. Contraponiendo la
posición de mucha parte de la Reforma protestante, el concilio se opuso al acceso de todos los cristianos de administrar
la Palabra y los sacramentos, repudiando de paso el sacerdocio de todos los creyentes, el concilio declaró que solamente
los obispos y los sacerdotes tenían el poder de pronunciar el perdón de los pecados. Lutero enfatiza que esa confesión
privada requerida por el catolicismo romano es apenas una ordenanza humana, pues la confesión se debe hacer a Dios
directamente.

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