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CAPÍTULO II. REVOLUCIÓN,
INDEPENDENCIA Y CONSTITUCIÓN EN
ESTADOS UNIDOS
INTRODUCCIÓN
La influencia de Estados Unidos en la historia del constitucionalismo es muy
significativa en la medida en que allí se crearon, o por lo menos se perfeccionaron, la
mayor parte de las instituciones constitucionales que hoy conocemos: la idea de
constitución escrita, rígida y superior a las leyes ordinarias (supremacía constitucional);
como consecuencias de esta concepción, el control judicial de la constitucionalidad de las
leyes (ya sea por un tribunal especializado, ya sea por parte de todos los jueces); una nueva
forma de organización territorial del Estado: el federalismo; una reelaboración y
reconceptualización de la idea de separación de los poderes, fundamentada en el control
mutuo entre ellos y llevada a la práctica con la creación del régimen presidencial; una
nueva visión de la democracia que es conocida como la «democracia madisoniana», en
honor a uno de los grandes líderes de la revolución estadounidense (James Madison);
finalmente, la instauración, por primera vez, de un régimen «republicano» (así
denominado por los constitucionalistas estadounidenses de finales del siglo XVIII), en
donde democracia y constitución dejaron de ser dos conceptos excluyentes 1 pues tal forma TPF FPT
de gobierno no se basaba ni en el derecho divino de los monarcas, ni en la tradición, sino
que tenía origen en la voluntad del pueblo manifestada a través del voto 2 . TPF FPT
1 Bien lo señala Mauricio Fioravanti (2001: 109): «Si ahora miramos la experiencia constitucional americana en su
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conjunto, nos damos cuenta de que está sustancialmente dirigida a conciliar la tradición del constitucionalismo con la
novedad de la soberanía popular». Se trata pues de una especie de ajuste de dos de los conceptos centrales de la teoría
constitucional que se desarrolla en el constitucionalismo estadounidense.
2 Pocos años después de la entrada en vigor de la Constitución de los Estados Unidos, algunos autores percibieron
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su importancia en el ámbito de la teoría política y la teoría constitucional. Tal vez el más célebre de ellos fue el francés
Alexis de Tocqueville (1805‐1859), quien afirmaba en su texto La Democracia en América (1835‐40): «Esta Constitución, que
a primera vista tiende a confundirse con las constituciones federales que la han precedido, descansa, en efecto, sobre una
teoría enteramente nueva que debe ser señalada como un gran descubrimiento de la ciencia política de nuestros días. [...]
Los Estados americanos que se unieron en 1789, no sólo consistieron que el gobierno federal dictase las leyes, sino que
fuera él mismo quien las hiciera ejecutar». De la Démocratie en Amérique, parte I, cap. VIII (Tocqueville, 1980: 145). Autores
contemporáneos no dejan de subrayar la importancia del texto constitucional norteamericano. Por ejemplo, para Blanco
1
Como se puede observar, las contribuciones del constitucionalismo estadounidense
son enormes y supremamente significativas. Sin embargo, es posible hallar también ciertos
aspectos que no tienen un carácter tan positivo y de los cuales los estadounidenses no
podrían mostrar ese orgullo que en ocasiones tienen por sus instituciones político‐
constitucionales 3 . Así, en la práctica —una práctica que no deja de tener alguna conexión
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con lo previsto en las normas— se desarrolló una democracia restringida de la cual estaban
excluidos ciertos grupos raciales (en particular las personas de raza negra), los no
propietarios y las mujeres; en otros términos, en sus orígenes la democracia era
particularmente limitada. En segundo lugar, si bien en Estados Unidos se logró consolidar
a nivel interno algunas estructuras democráticas y un cierto respeto por las libertades,
hacia fuera este país no tiene una historia tan gloriosa de defensa de estos ideales
constitucionales y democráticos; el mejor ejemplo de ello es la manera como los gobiernos
estadounidenses han obstaculizado en algunos casos la consolidación de la democracia en
América Latina. Por lo tanto, un balance global y preliminar del constitucionalismo
estadounidense —si pretende ser un fecundo punto de partida— ha de evitar un
exagerado optimismo y admiración, como una crítica exigua. Sea como fuere, resultan
bastante impresionantes los aportes de este proceso a la práctica y a la teoría
constitucionales, lo cual justifica conocer los orígenes y el desarrollo del modelo
constitucional estadounidense 4 . TPF FPT
Valdez (1994: 88) la Constitución de Estados Unidos debe ser analizada como un modelo que influyo en la experiencia
constitucional francesa de finales del siglo XVIII. Con esto, este autor confirma lo que ya había señalado André Hauriou:
«La Constitución de los Estados Unidos ha sido objeto de frecuentes imitaciones. En el nuevo mundo ha sido copiada, en
primer lugar, por los Estados miembros de los Estados Unidos; también ha sido imitada por los Estados de América
central y de América del Sur. En ella se inspiran en gran manera las Constituciones francesas de 1791 y de 1848 y, en
menor grado, la Constitución alemana de 1919, llamada Constitución de Weimar». No obstante, el mismo autor pone en
duda la idea de que este transplante signifique la consecución de ciertos logros inmediatos: «Siempre que se intenta un
transplante de la Constitución americana fuera de su lugar de origen, los resultados sueles ser poco convincentes»
(Hauriou et al, 1980: 476).
3 Por ejemplo, el autor y político británico William Gladstone afirmó que la Constitución de Estados Unidos es «...
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la obra más maravillosa realizada en cualquier periodo por el cerebro y la voluntad del hombre», lo cual no deja de tener
cierto carácter extravagante (Pritchett, 1965: 3; Hauriou et al., 1980: 475). Algunos autores han resaltado semejante
entusiasmo que genera el texto constitucional de 1787 y se refieren a su carácter sagrado o a la «beatificación» de la
Constitución (Hockett, 1955: 255‐256).
4 Como si fuera poco, Estados Unidos es y será un país influyente sobre América Latina, por lo cual es conveniente
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comprender su historia constitucional y conocer la lógica del funcionamiento de sus instituciones, así sea como una
medida de prudencia elemental. Inclusive, Juan Agustín Moyano (en la introducción a uno de los textos del
constitucionalista estadounidense Edward S. Corwin) llega a afirmar que «si todas las modalidades de la vida
norteamericana despiertan una viva simpatía en Sud América, lo que se siente con mayor fuerza es el deseo de conocer su
vida constitucional, ajustada a normas similares a las que presiden el desarrollo de las demás repúblicas des continente»
(Corwin, 1942).
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(momento clave de la consolidación de la nación) y que termina con el fallo Marbury contra
Madison de 1803 que estructura el control judicial de la constitucionalidad de las leyes. En
estos años Estados Unidos diseñó sus principales instituciones constitucionales que
actualmente continúan en vigor 5 . Sin embargo, es preciso tener cuidado en no desconocer
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las transformaciones profundas que se presentaron con posterioridad, puesto que no es lo
mismo el funcionamiento de unas instituciones en un país eminentemente agrario con
poco más de dos millones de habitantes que era Estados Unidos en 1787, que el
funcionamiento de esas mismas instituciones hoy en día cuando Estados Unidos es uno de
los grandes centros del poder político mundial. De todas maneras, la realización de todas
esas innovaciones constitucionales en sólo treinta años es una labor histórica notable. De
otro lado, cuando se observa detenidamente la evolución general de Estados Unidos, algo
sorprendente no es sólo su éxito institucional consistente en consolidar esas estructuras,
sino también la rápida transformación de esas trece colonias agrarias (que tenían una
industria y un comercio incipientes 6 ) en la gran potencia económica que conocemos
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actualmente.
Surge así una obvia comparación entre la relativa estabilidad político‐constitucional y
los resultados económicos de Estados Unidos, por un lado, y las enormes dificultades
constitucionales, políticas y económicas de América Latina, por el otro. Son regiones que
acceden a la independencia en un mismo periodo (a finales del siglo XVIII y comienzos del
siglo XIX respectivamente); sin embargo, en pocas décadas Estados Unidos se consolida
como potencia mundial y logra estructurar instituciones constitucionales estables, mientras
que la América española, que era una unidad política, se fragmenta en más de veinte
naciones donde el desarraigo político es profundo, las instituciones constitucionales no
logran consolidarse y la participación de América Latina en los destinos planetarios, si se
compara con la de Estados Unidos, es particularmente débil. Entonces, la pregunta que
ante todo debemos plantearnos, si queremos comprender la revolución estadounidense,
sus instituciones y su contribución al constitucionalismo mundial, es obviamente la de
cuáles son las características que permitieron que Estados Unidos tuviera éxito en la
consolidación de sus instituciones y en su progresivo desarrollo económico y político hasta
convertirse en un régimen que ha llegado a «exportar» su constitucionalismo 7 . También TPF FPT
5 En este mismo sentido: Berger, 1969: 8‐48; Jackson, 1949: 4; Blondel, 1928: 19‐20. Otros autores restringen aún más
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el periodo de los grandes aportes del constitucionalismo americano; por ejemplo, Leonard W. Levy (1987: ix‐xl), lo ubica
entre los años de 1776 y 1789, sin que con ello niegue toda trascendencia a la sentencia Marbury contra Madison de 1803.
6 Antes de 1660, la participación de las trece colonias en el comercio mundial era más bien reducida, sobre todo en
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comparación con otras regiones del continente americano, por ejemplo, la isla de La Española (actualmente Haití y
República Dominicana). Por ello «el inglés medio de la clase gobernante consideraba todavía [en 1660] a aquellas colonias
de Ultramar como meras ‘plantaciones’ de escaso valor en comparación con el dominio imperial español» (Morison y
Commager, 1951: 73).
Un ejemplo de este fenómeno de «exportación» del constitucionalismo estadounidense se encuentra en las
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prolegómenos de la revolución francesa, cuando el marques de Condorcet (1743‐1794) escribió el texto Le gouvernement et
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hay que preguntarse cuáles fueron las razones que llevaron al relativo fracaso de América
Latina en esos proyectos. De esta manera, la primera parte de este trabajo es un análisis del
contexto histórico, social, político y jurídico que subyace a la revolución estadounidense y
al desarrollo de su constitucionalismo (a manera de contexto estructural); luego, en una
segunda parte, nos detendremos en los principales momentos histórico‐constitucionales de
este periodo (la Declaración de Independencia, la redacción de la Constitución de Filadelfia
y el fallo Marbury contra Madison), con el fin de extraer las principales contribuciones
ideológicas e institucionales de Estados Unidos a la teoría constitucional.
I. CONTEXTO HISTÓRICO ESTRUCTURAL
El contexto histórico de la evolución del constitucionalismo estadounidense puede
verse desde diversas perspectivas. Sin embargo, la pregunta que, dentro del ámbito de la
teoría constitucional, vale la pena plantearse es la de porqué los estadounidenses tuvieron
significativos logros donde América Latina fracasó. Obviamente, algunos dirán que tal
éxito puede ser puesto en duda; pero partiendo de la idea de que tener un crecimiento
económico expansivo, consolidar instituciones políticas estables y tener mayor presencia
internacional, son síntomas del éxito de una nación, sería necesario decir que Estados
Unidos tuvo avances muy significativos donde América Latina como conjunto ha tenido
bastantes reveses. El propósito es aproximarse a este contexto histórico de la formación de
los Estados Unidos tratando de analizar diferencialmente el éxito relativo de los Estados
Unidos frente al fracaso, ya no tan relativo, de América Latina.
Sobre este punto hay muchas respuestas. Algunos de carácter geográfico: el trópico
nunca ha producido cultura; otros tienen respuestas de carácter étnico‐cultural: los
anglosajones tienen una cierta superioridad para las producciones políticas frente a los
latinos 8 . Son, todas ellas, visiones bastantes desafortunadas y desacertadas de la
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comparación. Por el contrario, una de las mejores formas de analizar tales diferencias se
relaciona con las disparidades profundas en el proceso de colonización inglés en América
les lois des États d’Amérique (1784) y tradujo el mismo año de su aprobación la Constitución federal. Véase: Matteucci, 1998:
223‐224; Raynaud, 1992: 437‐442.
Algunos autores han enfatizado en la situación climática como obstáculo frente a la formación política y cultural.
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Samuel Flagg Bemis, por ejemplo, expone el concepto de «energía climática» argumentando que los sitios que la poseen
—Europa, Los Estados Unidos, Nueva Zelanda y una parte de Australia y Sur Africa— son aquellos en donde es
plausible el florecimiento de una sociedad productiva. «Es un hecho científico de la política, de la economía, y de la
geografía social que las áreas con la mejor energía climática, y aquellas que están en segundo lugar al respecto, coinciden
geográficamente con la más impresionante evidencia de la civilización humana, con un máximo de cosechas de trigo, un
máximo de ocupaciones profesionales, un máximo de producción industrial, un gran número de escuelas y colegios, de
automóviles y de teléfonos per cápita, un máximo de redes ferroviarias y la mejor salud de los humanos. Esto es,
simplemente, un progreso social y una estabilidad política. Un clima favorable es la base necesaria de la civilización
moderna» (Bemis, 1943: 6).
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del norte frente al proceso de colonización español en lo que hoy es América Latina. Hacer
esa comparación es útil no sólo en términos de la interpretación histórica, para tratar de
comprender las diferencias entre las dos regiones y sus destinos diversos, sino también
porque ayuda a comprender la lógica del desarrollo institucional de los Estados Unidos.
Por lo tanto, en esta primera parte se intentará comparar y ante todo diferenciar el proceso
de colonización anglosajón frente al proceso de colonización español.
Comparar detalladamente los procesos de colonización de dos regiones distintas es
un ejercicio histórico bastante complejo que supera los objetivos de este trabajo. Por
consiguiente, nos limitaremos a destacar algunos rasgos de tales procesos que son
particularmente significativos y así realizar la comparación. Un modelo simple y, por ello
mismo, pertinente para hacerlo es el consistente en determinar quiénes eran los
colonizadores y qué fue lo que encontraron, es decir, comparar los aspectos generales de la
cultura, los territorios y las poblaciones de llegada, por una lado, con los aspectos generales
de la cultura, los territorios y las poblaciones de partida, por el otro; en otros términos,
determinar qué es lo que encuentran los colonizadores en América del norte y en América
del sur y qué características diferenciales tienen quienes llegan a América del norte y
quienes lo hacen a América del sur. Comparando esos dos procesos es posible tener pistas
de interpretación que permitirán comprender los logros institucionales, sociales y políticos
de Estados Unidos y los retrocesos en estos mismos ámbitos en América Latina.
1. LOS TERRITORIOS AMERICANOS
A partir del anterior esquema, es preciso entonces iniciar con las características
generales de la situación de los territorios americanos al momento de la llegada de los
europeos. En primer lugar, en cuanto a la América española, se deben subrayar dos
elementos específicos. El primero de ellos es el hallazgo de inmensas cantidades de metales
preciosos (en especial oro y plata). El segundo consiste en el hecho de que los españoles
encontraron no sólo metales preciosos sino también la mano de obra para extraerlos,
puesto que en lo que hoy es América Latina existían culturas indígenas con cierto nivel de
desarrollo en sus estructuras políticas 9 . Estos dos aspectos hacen que la colonización
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TP «La conquista española fue una empresa marcada por el oro. Ya desde Colón, quien buscó obsesivamente minas
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de ese metal, el principal motor de la actividad hispánica será el metal precioso. El territorio colombiano, rico en minas y
en grupos indígenas capaces de trabajarlas, parecía ofrecer una promesa de riquezas inverosímiles» (Melo, 1989: 109). «El
oro y la plata americanos tuvieron un papel importante en el tráfico mundial que comenzó a organizarse en torno a un eje
atlántico después de la época de los grandes descubrimientos. Para entonces los metales preciosos extraídos de América
era, literalmente, mercancías» (Colmenares, 1989: 122). El hecho de que los conquistadores españoles encontraron
culturas indígenas con cierto nivel de desarrollo socio‐político es confirmado en el relato que sobre las costumbres de los
Chibchas hizo Gonzalo Jiménez de Quezada: «Este Nuevo Reino se divide en dos partes o provincias; la una se llama
Bogotá, la otra, de Tunja, y así se llaman los señores de ella del apellido y tierra. Cada uno de estos dos señores son
poderosísimos de grandes señores y caciques que le son sujetos a cada uno de ellos» (Melo, 1989: 66).
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española esté dirigida hacía una economía de carácter extractivo o de enclave en donde se
ocupa el territorio con el único fin de explotar las riquezas y llevarlas a la metrópoli.
En segundo lugar, en la colonización inglesa de Norteamérica se destacan dos
elementos que se contraponen a los que acaban de ser indicados en cuanto al caso español.
Por una parte, los ingleses que llegaron a América del norte no encontraron metales
preciosos en las mismas cantidades que los españoles en América del sur, lo cual explica
un rápido viraje en el que se abandonó la explotación minera para pasar a la producción
agrícola 10 . Por otra parte, los colonizadores procedentes de Inglaterra no se enfrentaron a
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grandes culturas indígenas sino a algunos grupos nativos con estructuras socio‐políticas
bastante sencillas 11 . Este último aspecto permite comprender en qué medida la dominación
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colonial de grupos nativos que tenían algún nivel de organización en el ejercicio del poder
político estuvo sometida a menos obstáculos que aquella que se realizó contra los nativos
que habitaban América del norte, en la medida en que económicamente era mucho más
difícil someter a una cultura cuyas estructuras políticas y económicas eran menos
desarrolladas. «Se aprecia como tendencia general que cuanto más avanzada era la
organización social aborigen más fácil se hacía la dominación española y la extracción de
tributos; y mientras más “atrasado” el desarrollo indígena, más dificultoso para los
conquistadores imponer el trabajo continuo y la tributación» (Kalmanovitz, 1985: 22‐23).
Por consiguiente, la colonización inglesa y la española en América tuvieron divergencias
importantes en cuanto al tipo de organizaciones político‐sociales de los pueblos
americanos.
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TP Esto fue así especialmente en el caso de la colonia de Virginia, cuya explotación fue encargada inicialmente por
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el rey Jacobo I a la «Compañía de Virginia», la cual tenía como propósitos «convertir a los indios, descubrir minas de oro,
hallar el paso del Noroeste, obtener ‘todos los productos propios de Europa, África y Asia, y llenar todas las necesidades
de nuestro decadente comercio’» (Morison y Commager, 1951: 46). El hecho de que en esta región el oro era más bien algo
escaso hizo que se recurriera a la agricultura como tabla de salvación de las expediciones colonizadoras: «El cultivo de
tabaco, que no había entrado nunca en los planes de los fundadores, fue lo que salvó a Virginia» (Morison y Commager,
1951: 48). Para Matteucci, la política de los primeros intentos colonizadores de Inglaterra en América «estaba dirigida
sobre todo a finalidades comerciales (la vía de las Indias, el paso Norte‐Oeste) o a la explotación de los posibles recursos
minerales del nuevo continente. [...] En pocas palabras: se obedecía a la tesis del mercantilismo, y no se pensaba en
realidad en poblar sistemáticamente los nuevos territorios deshabitados para construir un imperio sólido» (Matteucci,
1998: 170‐171). El paso de una explotación minera a una explotación agrícola explica en buena parte que el modelo de
colonización cambiara: «Aquellas mil personas [los habitantes de Virginia en 1624] sobrevivían en parte gracias al
descubrimiento del cultivo de tabaco, en parte porque se habían identificado con una nueva función, la misión de edificar
una nación donde antes no había ninguna» (Matteucci, 1998: 176).
11 «Cuando llegaron los primeros europeos, los indios que vivían al este del Mississippi probablemente no
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pasaban de doscientos mil. Los de todo el continente, al Norte de México, seguramente no pasaban de quinientos mil. […]
La mayor parte de los centenares de tribus de la cincuenta y nueve “familias” reconocidas al Norte de México, eran
pequeñas y no podían disponer de gran número de guerreros. La organización india más poderosa era la de las Cinco
(después Seis) Naciones de la familia iroquesa, cuyo centro principal estaba al Oeste de Nueva York, que tenía un consejo
general y desarrollaba una política agresiva que ñas hizo temibles para las vecinas tribus algonquinas» (Nevis y Steele
Commeger, 1963: 14‐15).
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2. LOS COLONOS EUROPEOS
La otra pregunta que es necesario plantear se refiere a quiénes llegaron a América
Latina y quiénes a Norteamérica, y cómo lo hicieron. Aquí la diferencia se refiere al hecho
de que las personas que arribaron a Suramérica eran portadoras de una cultura política de
carácter feudal arraigada en España, país que solamente comenzó a configurar un modelo
de Estado nación unos años antes del inicio de la colonización. Así, además del
descubrimiento de América, se produce la expulsión de los moros del territorio ibérico y la
consolidación del absolutismo católico fundamentalista de la monarquía Española 12 . Los TPF FPT
españoles e incluso los portugueses que llevaron a cabo todo el proceso de expansión
colonial eran, en general, portadores de este modelo social y político; ello sin desconocer la
heterogeneidad de los grupos sociales que vinieron a América Latina. Todos los esfuerzos
estuvieron dirigidos a tratar de reproducir en América del sur el modelo feudal de ejercicio
del poder político vigente en ese momento en España y Portugal. Esto explica que la
primera tarea fuese la de imponer en las colonias este tipo de organización política y social,
lo cual tuvo como consecuencia un control rígido de los españoles sobre las actividades
políticas y económicas de los americanos. Ni siquiera los criollos hijos de españoles tenían
acceso a los cargos públicos, y no pudieron tener, por ende, experiencia o tradición de
gobierno 13 . Una segunda consecuencia de la imposición del modelo feudal fue la forma de
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tenencia de tierras en la América española, muy similar a las estructuras feudales
latifundistas europeas y cuyo ejemplo más patente fueron los poderosos encomenderos 14 . TPF FPT
Por todo lo anterior, es posible afirmar que más que un proceso de colonización, en
América Latina se produjo un proceso de conquista y extracción de riquezas sin que haya
habido una verdadera ocupación y valorización del territorio por los españoles.
El proceso de colonización de lo que es hoy los Estados Unidos fue muy diferente
porque el contexto político en el que se desarrolló era distinto y las personas que lo
llevaron a cabo tenían otras características y propósitos. Inglaterra inició el proceso de
colonización algo más tardíamente que España, a comienzos del siglo XVII 15 . Este periodo TPF FPT
12 A pesar de que estos acontecimientos ejercieron una innegable influencia en la expansión del imperio español,
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no fueron suficientes para superar los modelos feudales de producción en la península ibérica. «La rápida unificación de
España bajo los reyes católicos y su expansión vertiginosa en Europa y en el Nuevo Mundo, correspondía sin duda a las
necesidades de la época cuyo imperativo fue la concentración del poder político y militar, pero no correspondía en
cambio al desarrollo económico de la península, y este desequilibrio pesará fatalmente sobre todas la evolución del
imperio español» (Zuleta, 1977: 26).
13 Sobre la política rígida y restrictiva de la corona española sobre las colonias véase en particular Haring, 1947;
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Jaramillo Uribe, 1989; Lynch, 1962; Ots Capdequi, 1941.
14 Respecto al carácter feudal o «pre‐capitalista» de la propiedad de la tierra durante la colonia véase, para el caso
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colombiano, Colmenares, 1973: 122‐124; Kalmanovitz, 1985: 22‐38; Zuleta, 1977: 97 y ss. En lo referente a América Latina,
véase: Góngora, 1951:157.
«Las trece colonias inglesas que se confederaron para formar los Estados Unidos de América fueron fundadas,
15
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menos una, como resultado de dos grandes corrientes de actividad colonizadora en el siglo XVII. La primera de estas
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fue bastante turbulento en Inglaterra por el intento de consolidación del absolutismo
iniciado por los Estuardos y por la enorme resistencia política que esto generó por parte
del Parlamento y otros sectores sociales ligados a una burguesía en fuerte ascenso.
Asimismo, fue un periodo de profundos conflictos religiosos, porque los Estuardos no sólo
querían consolidar el absolutismo fundamentado en la teoría del derecho divino de los
reyes a gobernar, sino que pretendían también consolidar el anglicanismo, es decir, una
religión oficial del Estado inglés. Por lo tanto, en estos años se incrementaron las
persecuciones contra los que no fueran anglicanos, por ejemplo los puritanos, los baptistas,
los presbiterianos, los católicos y los miembros de otras confesiones. Teniendo como telón
de fondo este contexto del siglo XVII inglés 16 es posible entender dos cosas: la primera es
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que en medio de tales conflictos la corona inglesa no tuvo la posibilidad de controlar de
manera activa el proceso de colonización, lo que dio lugar a lo que algunos historiadores
han denominado la «saludable indiferencia» 17 . Por consiguiente, aunque no se puede
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afirmar tajantemente que el proceso de colonización inglés estuvo exclusivamente
fundamentado en la acción de los particulares, pues de todas maneras se realizó bajo el
amparo de la corona inglesa, es sin embargo un proceso en el que la iniciativa privada
tiene un papel mucho más notable que en el proceso de colonización español, en gran
medida porque fue realizado por distintos grupos —ya fueran de empresarios reunidos en
empresas por acciones, ya fueran propietarios individuales— que llegaron con el
consentimiento de la corona de Inglaterra, pero que gozaban de cierta autonomía. «Según
la ley inglesa, todo el territorio reclamado en América pertenecía a la Corona. El monarca
podía disponer del mismo, reservar cualquiera de sus partes como dominio real, o cederlo
por carta o patente, en grandes o pequeñas parcelas, a las compañías o particulares
privilegiados. Por esta razón recurrieron a la Corona los empresarios ingleses dispuestos a
colonizar América, a fin de obtener concesiones de tierra y poderes de gobierno. Y la
Corona, al extender tales concesiones por carta o patente, creó dos tipos de agencias legales
corrientes, que se inició en 1606 y perduró hasta 1637, estableció tres grupos de colonias: “las dos fértiles hermanos
Virginia y Maryland”, en la bahía de Chesapeake, con su lejana hermana, la Bermuda; las repúblicas puritanas de Nueva
Inglaterra, y las Indias Occidentales Británicas» (Morison y Commager, 1951: 45). Las fechas de fundación de las trece
colonias son: Virginia, 1607; Massachusetts, 1630; Maryland, 1634; Nueva York (fundada como Nueva Holanda en 1624)
1664 (fecha en la que los ingleses se apropiaron de esta colonia); Rhode Island, 1653; Nueva Jersey, 1664 (fecha en la que
fue tomada en posesión por los ingleses); Carolina del Norte, 1665 (inicialmente fue una concesión real a propietarios;
sólo en 1729 pasó a ser un estado autónomo como Provincia Real); Carolina del Sur, 1665 (primero fue una concesión a
propietarios; en 1792 se transformó en provincia real); Delawere, 1664 (fecha en la que fue tomada en posesión por los
ingleses); Pennsylvania, 1681; Nueva Hampshire, 1679; Georgia, 1732; Savannah, 1733. Véase, Beard et al., 1962: 17.
16
TP Véase la introducción del capítulo sobre la revolución inglesa.
PT
17
TP Así, para Morison y Commager, (1951: 70) la primera revolución del siglo XVII en Inglaterra (1648) dio lugar a
PT
una especie de política de abandono: «La “saludable indiferencia” de Inglaterra, que, según afirmó más tarde Edmund
Burke, fue una de las principales razones de la prosperidad norteamericana, no fue nunca tan evidente como en los veinte
años que transcurrieron de 1640 a 1660. La Guerra Civil y otras conmociones que duraron de 1641 a 1653, cuando Oliver
Cromwell fue nombrado Lord Protector de la república inglesa, permitió que los dos grupos de colonias tuvieran una
posibilidad de desarrollarse a su modo, con un mínimo de influencia de la madre patria».
8
de colonización: la corporación y la propietaria» (Beard et al. 1962: 15). Posteriormente
surgió una tercera forma de colonización constituida por «asentamientos que no
dependían de un señor feudal [propietario], ni de una compañía comercial, sino del rey, y
eran administrados por éste», y que se conoció con el nombre de las «colonias de la
Corona» (Matteucci, 1998: 179‐181). A partir de la última década del siglo XVII buena parte
de las colonias cambian su status y pasan a ser «colonias de la Corona», lo cual respondía a
una clara política de mayor control de los dominios americanos por parte de las
autoridades inglesas. Finalmente, en los preludios de la revolución independentista habían
ocho colonias bajo este tipo de dominación (New Hampshire, Massachusetts, Nueva York,
Nueva Jersey, Virginia, Carlina del Norte, Carolina del Sur y Georgia) mientras que habían
dos incorporadas (Connecticut y Rhode Island) y tres en propiedad (Maryland, Delaware y
Pennsylvania).
El segundo punto es el de la participación en el proceso de colonización de Inglaterra
en América del norte de muchos perseguidos políticos y, sobre todo, religiosos. Por
ejemplo, participaron muchos puritanos que fueron perseguidos por el anglicanismo y
también muchos miembros de Iglesias que contestaban al puritanismo que fueron
perseguidos durante la dictadura de Oliver Cromwell. De esta manera, se presentaron en
las colonias norteamericanas un buen número de grupos religiosos que huían de Europa y
que no creían en las estructuras político‐sociales que dejaban atrás. Su idea no era la de
reproducir en las colonias tales estructuras que habían sido abandonadas, sino la de ocupar
y valorizar el nuevo territorio 18 . Como si fuera poco, el control que sobre estos grupos
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ejercía la corona británica no se caracterizaba por su contundencia y efectividad, lo cual se
debía principalmente, como acabamos de ver, a todos los conflictos que en ese momento
trastornaban a Inglaterra.
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TP Es innegable el hecho de que la persecución religiosa en Inglaterra fue uno de los factores fundamentales del
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proceso de colonización en Norteamérica: «Sin duda, la fuerza de los diversos motivos para emigrar, variaba de
inmigrante a inmigrante, de grupo a grupo. Es imposible asignar una importancia específica a los motivos. Pero entre
éstos, el deseo de gozar de una mayor libertad religiosa fue ampliamente reconocido por muchos inmigrantes, como el
más significativo y pujante. Prácticamente todos los inmigrantes eran miembros de alguna iglesia o adictos de alguna fe
religiosa» (Beard et al. 1962: 30). Sin embargo, esto no significó que inmediatamente «desde los primeros tiempos, las
colonias inglesas fueron el hogar de muchas sectas que aprendieron a vivir juntas en armonía» (Nevis y Steele
Commager, 1963: 28). Por el contrario, es posible constatar que en varias de las colonias lo que imperó fue una fuerte
política de rechazo a las tendencias religiosas distintas de la que profesaban oficialmente las autoridades de la respectiva
colonia. Uno de los ejemplos más patentes es el de la colonia de la bahía de Massachusetts que entre 1630 y 1648 vio
surgir un intenso conflicto entre «los freemen y el grupo dirigente de la Compañía, los ‘regenerados’ que querían
mantener la dirección de la colonia para realizar el ‘sagrado experimento’: la creación de la ‘ciudad sobre la colina’»
(Matteucci: 1998: 198). Una de las manifestaciones de esa política fue la de exigir que los miembros General Court de la
Compañía (la asamblea de accionistas) debían ser miembros de la verdadera Iglesia, es decir, la puritana. Es cierto que en
otras colonias la tolerancia religiosa tuvo manifestaciones más claras, como las leyes de tolerancia de Pennsylvania
(1682)y Maryland (1649). Sin embargo, más que una generalización, es mejor constatar las diferencias que sobre el asunto
religioso se presentaron en las colonias inglesas.
9
Todas estas características del proceso de colonización en América del norte permiten
llegar a algunas conclusiones. En primer lugar, es posible considerar la colonización
inglesa, oponiéndola a la española que fue de conquista y de economía de enclave, como
una colonización de poblamiento y valorización del territorio. Es por esto que en esa época
cuando se pensaba en la América española la idea presente era la de El Dorado, mientras
que cuando se hacía referencia a la América inglesa la idea de los europeos (que se
extendió hasta bien entrado el siglo XIX) era la del «nuevo mundo» en donde existía una
«profunda esperanza de crear algo nuevo, que influirá de diversas maneras directamente
en la historia del constitucionalismo americano» (Matteucci, 1998: 184). En segundo lugar,
se trata de una colonización muy heterogénea desde el punto de vista religioso, mientras
que la colonización española es homogéneamente católica. Sin embargo, como se indicó, el
pluralismo religioso de la colonización en Norteamérica no significó inmediatamente la
tolerancia y la libertad religiosa; todo lo contrario: algunas veces los puritanos o los
anglicanos en las colonias eran tan intolerantes como lo eran sus pares en Inglaterra 19 . No TPF FPT
obstante, cuando se tiene una cantidad tal de grupos religiosos coexistiendo en un
territorio es mucho más fácil que surja la idea de libertad y tolerancia religiosa que cuando
se tiene, como en la América española, una sociedad forzosa y homogéneamente católica.
En tercer lugar, en Norteamérica hubo un proceso de valorización del territorio, puesto que
los colonos llegaron con la idea de establecerse y de desarrollar productivamente sus
dominios —a través de cultivos en el sur y manufacturas en el norte—, con lo cual se
expandió un mercado interno muchos más dinámico que el que existía en la América
hispánica. En cuarto lugar, el proceso de colonización en Norteamérica se hizo
precisamente cuando en Inglaterra, poco a poco, tanto en la revolución de 1648 como en «la
gloriosa» de 1688, empezaban a consolidarse, al menos en la filosofía política y
parcialmente en la práctica, las primeras libertades constitucionales. Se trata del periodo en
el que comienza a triunfar la idea de que el rey tiene limites, los ciudadanos tienen
libertades y derechos y las autoridades tienen que proteger y amparar esas libertades y
esos derechos, todo ello previsto por un modelo de constitución característico del siglo
XVII. Entre estos principios, uno de los más importantes, que ya estaba plasmado en la
Carta Magna de 1215, advertía que legislación debía contar con el consentimiento de los
representantes de los gobernados, especialmente en materia tributaria. A partir de este
principio se fueron desarrollando progresivamente en las colonias asambleas
representativas locales, de tal manera que en la mayoría de los asuntos el representante del
rey (el gobernador) tenía que contar con el consentimiento y el asentimiento de los
representantes de los colonos. Por lo tanto, las concepciones políticas de los colonos de
Norteamérica son muy distintas de las de los colonos de América Latina porque hubo una
influencia trascendental de la idea de que gozaban de ciertos derechos que tenían que ser
19
TP Véase nota anterior.
PT
10
respetados, por lo cual prácticamente desde el inicio de la colonización ejercieron funciones
de gobierno en la medida en que participan al interior de las asambleas representativas.
Incluso muchos de ellos participaron en el ejercicio de la autoridad local 20 . Los colonos en TPF FPT
la América anglosajona tenían frente a los de la América hispánica una tradición de
autogobierno muy fuerte que nunca tuvieron estos últimos, ya que siempre estuvieron
excluidos de cualquier función de gobierno. Esta tradición de autogobierno no es otra cosa
que la consecuencia natural de la autonomía de las colonias frente a las autoridades
inglesas que fue, en definitiva, la nota característica del periodo de colonización en
Norteamérica, por lo menos en su primera parte: «Una cosa tuvieron estas colonias de
Nueva Inglaterra en común hasta 1680: todas eran virtualmente repúblicas independientes,
con todo y reconocer su vasallaje a cualquier autoridad que gobernara a Inglaterra; pero
hacían sus propias leyes, comerciaban con quien se les antojaba, se defendían sin la ayuda
de la metrópoli y elaboraban sus propias instituciones. Sus relaciones con la madre patria
eran sentimentales y tradicionales más que de sumisión; eran en todo tan independientes y
autónomas como los dominios británicos de hoy» (Nevis y Steele Commager, 1963: 66).
3. LOS PACTOS ESCRITOS EN LA COLONIZACIÓN NORTEAMERICANA
Hay otro elemento propio de la colonización norteamericana que es valioso porque
expresa la importancia de la noción de pacto o, más concretamente, de constitución escrita
en la tradición estadounidense. Ya se indicó como en las trece colonias el proceso de
colonización se fue desarrollando a medida que la corona otorgaba una serie de cartas de
colonización ya fuera a una sociedad por acciones, ya fuera a algunos propietarios
individuales. En estas cartas se expresaban los derechos del propietario y los de los
colonos. Cuando las cartas entregaban un territorio a una empresa o sociedad por acciones,
establecían además ciertos derechos en beneficio de los accionistas e incluso algunos
derechos de los nativos. Por lo tanto, desde muy temprano, en el proceso de colonización
inglés en América del norte surge la idea de que pueden establecerse pactos contenidos en
documentos escritos, que consagren derechos y establezcan formas de gobierno. Esto es
muy importante porque inscribe, en la cultura jurídica, la idea misma de constitución
escrita que no existe en absoluto en la tradición colonial española.
20
TP Para Charles A. Beard «existía una diferencia fundamental entre la política del gobierno francés y español y la
PT
política del gobierno inglés. Las colonias francesas y españolas se hallaban totalmente dominadas por gobernadores
reales que desempeñaban sus cargos con la complacencia real. En las colonias, los habitantes no podían tomar parte
activa en su propia legislación, en la imposición de gravámenes, en la elección de funcionarios y en la decisión de cómo
podrían manejarse en otra forma los asuntos públicos. Por el contrario, en todas las colonias inglesas, una considerable
parte de los habitantes gozaba de una gran medida de autonomía; en algunas, desde el comienzo mismo, en otras
después que se hubieran instalado definitivamente. Para el desarrollo de la independencia y de la libertad, el ejercicio de
los derechos de la autonomía, al menos en cierta medida, resultaba tan esencial como las actividades agrícolas,
industriales, comerciales y cualquier otra fase de acción autónoma» (Beard et al. 1962: 30).
11
Un ejemplo clásico, que muestra la importancia de la tradición escrita en el
establecimiento de derechos y formas de gobierno en germen, y que además tiene un
carácter mítico —su importancia ha sido varias veces exagerada— en la historia
constitucional estadounidense es el de la historia de un grupo de puritanos que huyen de
la Inglaterra de los Estuardos (hacia finales del año 1620) a quienes se les da la oportunidad
de instalarse en un territorio que hacía parte de la colonia de Virginia. Sin embargo, ellos
no llevaban ninguna carta del rey donde estuviesen definidos sus derechos y sus deberes.
Por ello, a bordo de uno de los barcos que los transportaba, el «Mayflower», los jefes de
familia se reunieron e hicieron un pacto escrito (el pacto de Mayflower) donde
determinaban los principios de gobierno por los cuales se iban a regir 21 . Empieza con TPF FPT
algunas manifestaciones en favor del rey de Inglaterra para en seguida declarar: «por la
presente, solemne y mutuamente, en presencia de Dios y del uno frente al otro, acordamos
y nos unimos todos en un cuerpo político‐civil, para construir un orden y preservar
nuestros derecho y lograr los fines antes mencionados» 22 . Es un pacto simple pero que
TPF FPT
contiene una idea muy profunda: es posible construir un cuerpo político donde se
establezcan derechos, deberes y principios de gobierno y reducirlo por escrito y obligarse a
respetarlo. En fin, detrás de todo ello está la concepción profunda de constitución escrita 23 . TPF FPT
Para terminar es conveniente volver a la pregunta inicial: ¿cómo explicar el hecho de
que estas trece colonias, que constituían entidades independientes con pocos intereses
mutuos, logren en pocas décadas constituirse en una única potencia mundial y logren
consolidar unas instituciones constitucionales eficaces y duraderas, frente al fracaso, en
estos aspectos, de la América española?. Si se tienen en cuenta las diversas características
del proceso de colonización es posible que esta pregunta pueda tener algunos principios de
respuesta. La adhesión de los estadounidenses a los principios constitucionales y el arraigo
de las instituciones políticas en ese país, frente a la imposibilidad de estabilidad en
América Latina, se explica, en primer término, por el hecho de que en las colonias inglesas
de América del norte, al momento de lograrse la independencia, existía ya una muy fuerte
tradición de autogobierno; en segundo lugar, se presentaba una amplia aceptación de
ciertos principios básicos de lo que sería su ordenamiento constitucional: la idea de que se
pueden hacer pactos proclamados en constituciones y la idea de que esos pactos expresan
una especie de ordenamiento superior que hay que respetar; en tercer término, es posible
constatar el desarrollo de ciertas prácticas de representación en las colonias de
21
TP El pacto de Mayflower es el más celebre de una serie de acuerdos que fueron conocidos en general con el nombre
PT
de Convenants, cuyo origen se encuentra en los acuerdos que en Europa servían para constituir Iglesias libres e
independientes especialmente de las jerarquías anglicanas. Sin embargo, es en América donde los Convenants abandonan
su carácter exclusivamente religioso y asumen la función de «pactos sociales» que dieron origen a nuevos cuerpos
políticos. Para Nicola Matteucci, los Convenants fueron una de las «vías autónomas que permitieron una maduración de
nuevas formas de organización social» (Matteucci, 1998: 185‐ 191).
22
TP El texto completo del Pacto del Mayflower es reproducido más adelante; véase infra p. [...].
PT
23
TP Sobre el pacto de Mayflower véase en particular: Morris, 1962: 9‐11; Jacobson, 1932: 15‐17.
PT
12
Norteamérica por medio de las asambleas representativas locales; en cuarto lugar, se
produjo una progresiva valorización del territorio que va permitir construir una economía
interna cada vez más dinámica, con un intercambio comercial muy fuerte entre las colonias
(contrario a lo que sucedió en la América hispánica, donde la economía giraba en torno al
comercio con la metrópoli) y con un desarrollo de la propiedad algo más democrático (la
figura del latifundista, que no tiene un papel preponderante en la colonización
norteamericana, en América Latina ocupa un lugar predominante). De esta forma es
posible comprender cómo las colonias norteamericanas, a pesar del pequeño comercio
exterior de los comienzos, se convirtieron en una sola nación y fueron económicamente
mucho más vigorosas que las naciones de América del sur y desarrollaron, además, unas
instituciones constitucionales mucho más arraigadas.
A pesar de que estas cuatro características comparativas del proceso de colonización
inglés frente al proceso de colonización español ayudan a responder a la pregunta inicial,
no hay que olvidar que no todo estaba predeterminado por las raíces coloniales. Es
necesario tener en cuenta también que la construcción del constitucionalismo
estadounidense no se detiene en los años posteriores a la independencia y a la expedición
de la Constitución de Filadelfia y que, por ende, la evolución tanto de las instituciones
como de las prácticas constitucionales es un elemento de suma importancia para entender
su significado actual. Se trata, eso sí, de un principio de respuesta que debe profundizarse.
De todas formas, esta comparación siempre será útil para comprender mejor, no sólo las
particularidades del desarrollo social, económico y político de Estados Unidos, sino para
comprender igualmente las de los países de América Latina.
Después del estudio del contexto histórico estructural el propósito de esta segunda
parte es el de detenerse en los grandes eventos de los primeros años de la evolución
constitucional estadounidense y, por esta vía, en los aspectos más importantes de las
instituciones constitucionales de mayor trascendencia en este país. Para ello se seguirá en
cada caso una estructura metodológica que comenzará con una breve presentación del
contexto socio‐político, para pasar luego al análisis de las discusiones político‐
constitucionales que se promovieron y finalizar con un examen de los documentos de
índole constitucional que se forjaron y de las principales instituciones por ellos previstas.
De esta forma será posible también examinar los conceptos sobre los cuales se
fundamentan tales instituciones constitucionales.
13
1. LA DECLARACIÓN DE INDEPENDENCIA DE 1776
La Declaración de Independencia constituye el primer evento significativo dentro de
la evolución de la historia del constitucionalismo estadounidense. El objetivo es el de
rastrear el origen de la Declaración para poder comprender mejor la filosofía constitucional
implícita en este documento. No se trata entonces de hacer un análisis profundo del
proceso de independencia de los Estados Unidos, sino de estudiar los eventos centrales y
las tendencias políticas más relevantes que llevaron al desencadenamiento de la guerra y a
la Declaración de Independencia e interrogarse sobre el debate constitucional implícito en
estos acontecimientos. En la medida en que éste es un estudio de teoría constitucional,
enfatizamos en los aspectos institucionales y constitucionales sin que ello signifique que
sean obligatoriamente los más importantes. Es muy posible que los económicos o los
sociológicos lo sean aun más, pero aquellos son los más relevantes para nuestra reflexión.
Por lo tanto, veremos brevemente las tensiones que llevaron al desencadenamiento de la
independencia estadounidense, el debate constitucional que está detrás de la Declaración
de Independencia y los contenidos centrales de este documento.
1.1. Del debate constitucional de los orígenes al enfrentamiento político‐
ideológico
Señalar cada uno de los factores que condujeron a la Declaración de Independencia es
una tarea tan compleja que rebasa los objetivos de este trabajo. Por ende, sólo serán objeto
de examen aquellos que permiten observar el debate constitucional que se presentó al
comienzo de las tensiones entre el gobierno británico y las colonias norteamericanas. El
primero de ellos se refiere al permanente estado conflicto entre Francia e Inglaterra desde
1689 hasta casi 1770, lo que es denominado por algunos historiadores como la «segunda
guerra de los cien años» 24 . El propósito fundamental de estas dos potencias era el de
TPF FPT
imponer una hegemonía de sus intereses en Europa y en el resto del mundo (especialmente
en sus colonias). La guerra de los Siete Años (1756‐1763) es la manifestación más clara de
este conflicto permanente, que conduce a varios enfrentamientos en las respectivas
colonias de las dos potencias: en Asia, en África y, especialmente, en América del norte.
Este conflicto, considerado por Churchill (1957: 148 y ss.) como «la primera guerra
mundial», constituye el telón de fondo de la Declaración de Independencia de los Estados
Unidos, puesto que ambos países intentaron colonizar Norteamérica: los ingleses en el
territorio de las trece colonias y los franceses en los territorios de Luisiana y en la provincia
del Québec 25 . Es preciso destacar tres consecuencias de estos acontecimientos: en primer
TPF FPT
24
TP En este sentido véase: Morison y Commager, 1951: 91‐96; Miller, 1970: 89‐92; Beard, 1962: 23‐24.
PT
25
TP La «Guerra de los Siete Años» (nombre europeo) o «Guerra Franco‐india» (nombre colonial) es el último de una
PT
serie de conflictos que enfrentan no solamente a Inglaterra y a Francia sino a otras potencias europeas desde 1689 hasta
1763. La primera guerra es la llamada «Guerra del Palatinado» (nombre europeo) o «Guerra del Rey Guillermo» (nombre
14
lugar, el triunfo de los ingleses y la consolidación de su control sobre las trece colonias,
haciendo que a finales de 1763 la amenaza militar francesa fuese derrotada; en segundo
término, la participación de los colonos en la defensa de las colonias inglesas, la formación
en estas guerras de los generales —la élite militar— de los futuros ejércitos
independentistas (el caso de Georges Washington (1732‐1799) es el más célebre 26 ) y la TPF FPT
profundización de los contactos entre las colonias (gracias a la percepción de algunos
intereses comunes, por ejemplo, la defensa nacional frente a las amenazas de invasión), lo
cual permite el desarrollo de un cierto sentimiento de identidad a pesar de las
particularidades existentes entre ellas; en tercer lugar, el gran costo del enfrentamiento con
Francia para las finanzas del imperio inglés, lo que condujo a una profunda crisis fiscal
durante los años posteriores a la guerra.
La consolidación del parlamentarismo en Inglaterra durante todo el siglo XVIII, a
partir de los fundamentos que se encuentran ya en el siglo XVII y que se manifiestan
principalmente en la Revolución Gloriosa, es otro factor —el más interesante para nuestros
propósitos— que explica la independencia de las colonias americanas. El enfrentamiento
entre los dirigentes políticos de las colonias y el Parlamento inglés comienza cuando este
último quiso sacar provecho de la guerra de los Siete Años y pretendió hacer efectiva una
especie de «cuenta de cobro» por los gastos de defensa de las colonias, puesto que
consideraba que los costos de la guerra en América no debían ser sufragados
exclusivamente por los ingleses, sino ante todo por las colonias mismas. Obviamente otra
cosa pensaban los colonos, que creían que habían sido ellos los que habían salvado las
posesiones inglesas en América 27 . Toda esta controversia se desarrolla en el marco de una
TPF FPT
progresiva pacificación interna de Inglaterra durante el siglo XVIII, aspecto que lo
diferencia del siglo anterior caracterizado por profundos conflictos en la metrópoli. Son
dos las principales consecuencias de aquel enfrentamiento: en primer lugar, los choques
entre las autoridades inglesas y los colonos implicaron una regulación del comercio más
rigurosa, lo cual impidió que las colonias comerciaran libremente y que se continuara con
la práctica del contrabando, bastante extendida en las trece colonias. El propósito era
entonces que las colonias generaran más ingresos para el Estado inglés 28 . TPF FPT
colonial) que enfrentó, entre 1689 y 1697 a Francia, Inglaterra y Holanda; la segunda es la «Guerra de la Sucesión
Española» (nombre europeo) o «Guerra de la Reina Ana» (nombre colonial) en la que se enfrentaron Francia, Inglaterra,
España, y Holanda entre 1702 y 1714; la tercera es la «Guerra de la Sucesión Austriaca» (nombre europeo) o «Guerra del
Rey Jorge» (nombre colonial) que envolvió a Inglaterra, Francia, España, Austria y Prusia, y que se desarrolló ente 1739 y
1748.
26
TP En este sentido véase: Churchill, 1957: 184‐185.
PT
Sobre la posición que el gobierno inglés asumió en este enfrentamiento y, en general, sobre las políticas
27
TP PT
británicas en las colonias véase la obra de L. B. Namier, (1930). Respecto a la respuesta de las colonias a las medidas
británicas, es particularmente pertinente el texto de Bailyn (1965) que presenta varios folletos y panfletos aparecidos en
las colonias entre 1760 y 1776.
28
TP Sobre el comercio y el contrabando en las trece colonias durante el siglo XVII véase: Bailyn, 1955; Andrews, 1964.
PT
15
Sin embargo, desde el punto de vista constitucional, hubo una segunda consecuencia
aún más substancial: el Parlamento, siguiendo una propuesta del gobierno, decidió
establecer nuevos impuestos a cargo de los colonos, el más célebre de los cuales fue el
denominado «impuesto de timbre» (Stamp Act de 1765). La reacción de los colonos ante la
implantación de este impuesto no fue tan solo de descontento. Hubo también un
cuestionamiento de la legitimidad misma de la medida, pues se consideraba que
desconocía el principio, contenido incluso en la Carta Magna, según el cual no debe haber
impuesto sin representación. El propósito no era el de establecer una representación de las
colonias en el Parlamento inglés para así observar tal principio, sino el de aceptar que en
las asambleas representativas de cada colonia se aprobaran los tributos que afectaran
directamente sus intereses internos 29 . Se trataba entonces —y esto es lo más importante—
TPF FPT
de un argumento de carácter constitucional, lo cual permite constatar que el proceso de
independencia en Estados Unidos se inicia con discusiones constitucionales (un tipo debate
que en absoluto se produce en la revolución francesa de 1789 30 ) que luego se trasformarán TPF FPT
Estamos ante una disputa que enfrenta dos concepciones opuestas de la Constitución
inglesa: por un lado, la de las autoridades inglesas, que defendía la tesis de la soberanía del
Parlamento y que consideraba que la constitución era un documento que otorgaba
competencias de creación normativa, pero que no establecía límites en el ejercicio de estas
29
TP «Ninguna otra distinción podía ser más obvia o fundamental que la existente entre hechos “internos” y hechos
PT
“externos”. [...] Por ser una distinción común introducida ya en las discusiones teóricas, empleada de muchas maneras en
el lenguaje cotidiano, no tardó en ser incorporada a la polémica de las relaciones anglo‐norteamericanas. Se la utilizó
libremente durante todo el periodo prerrevolucionario, aplicándosela por lo general a las esferas del gobierno, a veces
específicamente al problema de los impuestos» (Bailyn, 1972: 195).
30
TP «La Revolución Norteamericana nace bajo el lema de la oposición de la constitución a la ley del parlamento. Así,
PT
en las deliberaciones en la asamblea de Virginia de 30 del mayo de 1765 podemos leer que el acto impositivo de tributos
por parte del parlamento inglés debe considerarse ‘ilegal, inconstitucional e injusto’» (Fioravanti, 2001: 104). En este
mismo sentido véase: Corwin, 1964: 1‐24; Morison y Commager, 1951: 152‐153; Bailyn, 1972: 165‐173. Los principales
documentos publicados a raíz de las controversias sobre los impuestos establecidos por el gobierno británico en las
colonias americanas están recogidos en el texto de Morgan (1959: 44 y ss.).
31
TP «La revolución americana empezó y terminó con actos políticos mediante los cuales la soberanía británica sobre
PT
las trece colonias inglesas en Norteamérica fue definitivamente rechazada. Todo lo demás no fue sino una causa o un
efecto de este hecho. De las causas algunas fueron económicas, otras sociales y otras más constitucionales. Pero la
revolución en sí misma no era ni social, ni económica, ni siquiera constitucional; era un acto político, y un acto de este
tipo no puede ser constitucional y revolucionario a la vez: los términos son mutuamente excluyentes. Siendo la oposición
americana de carácter constitucional, no podía ser, por ende, revolucionaria. Cuando de hizo revolucionaria, dejo de ser
constitucional. ¿Cuándo se alcanzó ese momento? Los americanos insistieron vehementemente durante todo su
enfrentamiento con el Parlamento, hasta el verano de 1776, que su resistencia era una resistencia constitucional contra
actos inconstitucionales. Si su punto de vista hubiese estado justificado, no podría decirse que la revolución comenzó
antes de mayo del 76. La base del argumentación americana era que el Parlamento no podía aprobar una ley que afectara
la política interna de las colonias. Por consiguiente, la oposición a tales leyes no podía ser revolucionaria. Sólo cuando la
oposición se hacía contra la propia autoridad constitucional podría considerarse a esta oposición como realmente
revolucionaria; y para los norteamericanos solo había una autoridad: la de la Corona y no la del Parlamento» (McIlwain,
1923: 1‐2).
16
competencias; por otro lado, el concepto de Constitución de los dirigentes de las colonias
que, por el contrario, estimaba que su característica fundamental era la de establecer
límites materiales al ejercicio del poder político mediante la creación del Derecho. El
constitucionalismo inglés del siglo XVIII se enfrentó así al constitucionalismo inglés del
siglo XVII: el Parlamento había olvidado el último para fundamentar la tesis de su
soberanía mediante el primero; las colonias no podían abandonar el pensamiento del siglo
XVII en tanto que era uno de los presupuestos que sirvió para la construcción de ese nuevo
mundo en América 32 . TPF FPT
Al momento de implantarse el Stamp Act, los colonos no pretendían en absoluto
separarse de Inglaterra, sino cuestionar la legalidad de este acto frente al Derecho inglés.
Aún se sienten súbditos de la corona inglesa y se limitan cuestionar un acto del Parlamento
con base en los principios contenidos en la Constitución. La discusión era de carácter
jurídico‐constitucional y no había tocado el problema del titular del poder político en las
colonias 33 . Por otra parte, la repuesta del Parlamento se fundamentó en dos argumentos.
TPF FPT
Mediante el primero se defendía una particular concepción de la representación: «el
principio ortodoxo inglés era el de la “representación virtual” es decir, la representación de
clases e intereses más bien que la de localidades, y para los parlamentarios ingleses las
colonias norteamericanos estaban tan bien representadas como las ciudades de Liverpool,
Sheffield o Birmingham» (Morison y Commager, 1951, 153) 34 . En Inglaterra existían TPF FPT
ciudades que no tenían representantes en el Parlamento, en la medida en que un
parlamentario no representaba la región en la que fue elegido sino a la nación inglesa en su
conjunto; estas ciudades, como las colonias —en tanto que sus habitantes eran
considerados ciudadanos del imperio inglés— no podían argüir que el Parlamento no tenía
la facultad de imponerles contribuciones pues ellos, de todas formas, estaban
representados. Por consiguiente, el Parlamento sostuvo que las colonias hacían parte de la
nación inglesa, que ellas estaban representadas virtualmente en el Parlamento y, por lo
32
TP Sobre este punto véase: McIlwain, 1939: 26‐29 y 52‐55; 1923, 5. Véase también: Mosse, 1950; Morgan, 1988; Reid,
PT
1988.
33 Esta discusión jurídico‐constitucional sirvió de marco para la publicación, entre 1761 y 1776, de una serie de
TP PT
escritos en los que se defendía la posición de los colonos. El más célebre de ellos es el de James Otis, tutulado The rights of
the British Colonies asserted and proved (1764) en el que se plantea la nulidad de la ley que desconozca la constitución y se
percibe, además, la clara influencia del constitucionalismo del siglo XVII que hunde sus raíces en la Carta Magna y que es
estructurado, entre otros, por el juez Coke en su obra Instututes of the Laws of England (véase infra n. 40). De esta forma,
Otis llega a afirmar tajantemente que «una ley contraria a la Constitución es nula». Sobre el papel de Otis en el debate
constitucional anterior a la independencia véase: Hockett, 1955: 74 y ss; Matteucci, 1998: 162 y 167.
34 En esa época ciudades tan importantes como las mencionadas no tenían representación en el Parlamento porque
TP PT
las leyes que regulaban la representación eran muy antiguas y no tenían en cuenta el desarrollo industrial y comercial de
ciertas ciudades. Sobre la teoría de la representación virtual y los debates que produjo véase Carpenter, 1930: 47 y ss.;
Bailyn, 1972: 159‐161 y, en general, Bishop, 1983 y Kammen, 1969.
17
tanto, este último podía imponerles todos los impuestos que considerara convenientes 35 . TPF FPT
En segundo lugar, el gobierno y el Parlamento británicos pusieron en duda el fundamento
de la tesis de las colonias de acuerdo con la cual se estaba desconociendo los principios del
Derecho inglés contenidos en la Carta Magna. En este sentido, se afirmaba que después de
la Revolución Gloriosa de 1688 invocar la Carta Magna no era un argumento válido
porque, a partir de esta revolución, se impuso el principio de la soberanía del Parlamento.
Por lo tanto, en el siglo XVIII las autoridades inglesas consideraban que la Carta Magna no
podía limitar el poder del Parlamento porque éste era soberano tanto en el territorio de la
metrópoli como en el de las colonias norteamericanas 36 . TPF FPT
Al pasar los años, este debate constitucional no encontró un punto de equilibrio que
permitiera un acuerdo. Así, los colonos se opusieron a la teoría de la representación virtual,
señalando que la situación de las colonias era distinta a la de las ciudades inglesas sin
representación parlamentaria, pues no sólo no se podía aplicar a las colonias los mismos
principios que al reino, sino que cada ciudad tenía una representación, por ínfima que
fuera, gracias al hecho de hacer parte de un condado (McIlwain, 1923: 170). Además no se
aceptó ni la existencia de una identidad de interese entre el imperio y las colonias, ni la
teoría de la soberanía del Parlamento. Era inevitable entonces que la pugna entre los dos
extremos se radicalizara y transformara la discusión constitucional en otro tipo de
enfrentamiento que sólo pudo resolverse mediante una revolución que giro en torno a la
Declaración de Independencia 37 . TPF FPT
35
TP Un folleto publicado por Thomas Whately (The Regulations Lately Concerning the Colonies and the Taxes Imposed
PT
upon Them, Considered, Londres, 1765), es un buen ejemplo de este tipo de argumentación: «Cualquier miembro del
parlamento se sienta en la Cámara [de los Comunes], no como representante de su propio distrito, sino como integrante
de esa augusta asamblea por la cual se hallan representados todos los comunes de Gran Bretaña. Sus derechos así como
sus intereses, pese a que su propia localidad pueda verse afectada por disposiciones de carácter general, deben ser el
objeto fundamental de su atención y las únicas normas de su conducta, y sacrificar tales derechos e intereses por una
ventaja parcial a favor del lugar que lo eligió, sería una trasgresión de sus deberes» (citado en Bailyn, 1972: 158).
36
TP Sobre este argumento véase: Bailyn, 1972: 185‐188; McIlwain, 1939: 63‐65.
PT
37
TP Andrew C. McLaughlin (1965: 17‐35), advierte que donde empieza la revolución necesariamente terminan los
PT
debates constitucionales; sin embargo, en la revolución estadounidense no es muy claro donde termina el debate
constitucional y donde comienza la insurrección, la revolución y la independencia (véase supra n. 31) . Vimos que
inicialmente, hacia la década de 1760, las controversias entre el gobierno británico y las colonias se presentaron como un
debate constitucional. Ello explica el lenguaje utilizado en la declaración final del Congreso del Stamp Act, reunido en
Nueva York en octubre de 1765 y en el que participaron nueve colonias. Los argumentos de la declaración se
fundamental principalmente en el Derecho constitucional inglés, ya que afirma, por una parte, que «no habían existido
nunca impuestos ni podían imponérseles constitucionalmente, a no ser por sus respectivas legislaturas [las de las
colonias]» y, por la otra, que la Ley de Timbre tenía «una manifiesta tendencia a subvertir los derechos y las libertades de
los colonos» (cita en Morison y Commager, 1951: 153). No obstante, Benjamín Franklin en 1768 ya planteaba los términos
de una discusión que superaba cualquier marco constitucional: «Cuanto más medito y estudio sobre esta cuestión, más
me afirmo en la opinión de que no pueden adoptarse términos medios. Quiero decir que no se pueden adoptar
claramente con argumentos comprensibles. Debe hacerse algo con uno de los dos extremos: o el Parlamento tiene
facultades para imponernos todas las leyes, o carece de facultades para imponernos ninguna ley; y creo que los argumentos
en que se apoya esta última opinión son más y de mejor peso que los que apoyan la primera» (citado en Morison y
Commager, 1951: 157).
18
El conocimiento de esos debates constitucionales es esencial, no sólo porque
contextualiza el proceso de independencia sino porque en ellos se consolidan las ideas que
fundan el constitucionalismo estadounidense. Así pues, es posible identificar varias fases a
través de las cuales se desarrollaron los debates constitucionales anteriores a la
independencia de las trece colonias. En la primera hay una dependencia de los argumentos
de los colonos norteamericanos respecto a las leyes fundamentales inglesas (charters) (las
cuales, en términos actuales, tenían un carácter más legal que constitucional) que termina
por desaparecer en 1765 cuando, después de un considerable debate, el Congreso de la Ley
de Timbre (Stamp Act Congress) decidió basar sus protestas sobre los más amplios derechos
de los ingleses —estos sí con una clara naturaleza constitucional—, teniendo tales leyes
fundamentales un papel menor respecto a otros argumentos de mayor alcance. La segunda
etapa se caracteriza por la defensa norteamericana de la tesis de que la Constitución
inglesa, basada en el derecho natural, era una Constitución libre, garantizando a todos los
individuos, sin importar donde estuvieran, sus derechos fundamentales que eran
consecuencia de un gobierno igualmente libre. La tercera etapa giró en torno al argumento
tomado de la «Constitución del Imperio», tal y como se estableció en la declaración del
Congreso Continental de 1774, según la cual «los habitantes de las colonias inglesas en
Norteamérica, por la inmutable ley de la naturaleza, por los principios de la Constitución
inglesa y las diversas cartas y acuerdos» 38 tenían determinados derechos, entre los cuales
TPF FPT
se destacaban la vida, la libertad y la propiedad, y, además, tenían la prerrogativa,
reconocida por tal constitución, de gozar de cierta autonomía respecto a los asuntos
particulares de las colonias. Esto último supuso el abandono del debate jurídico y dio paso
a la revolución y al recurso, político y no constitucional, del derecho natural, que ya no
hacía parte de la Constitución británica —que queda totalmente excluida de la
argumentación— sino de los derechos de los hombres en general; un recurso dirigido no
sólo a los ingleses sino a todo el mundo (McIlwain, 1923: 152).
2.2. Los acontecimientos revolucionarios
Varios hechos contribuyeron también a que fuera la vía revolucionaría la escogida
por las colonias para reaccionar a las mediadas tomadas por la metrópoli inglesa. Esta
reacción se realizará mediante actos oficiales de las asambleas representativas de las
colonias y mediante acciones populares que implicaron en varios casos el uso de la
violencia. Entre los primeros cabe destacar la aprobación, en 1768, de una Carta Circular
por parte de la asamblea de Massachusetts en la cual se enumeraban los agravios
provenientes del gobiernos inglés y se invitaba a las demás colonias a unir sus intereses
contra las medidas tomadas por este último. El gobernador real de Boston respondió
38 El texto completo en inglés de la declaración del Primer Congreso Continental de 1774 se encuentra en
TP PT
Commager, 1949: 82‐84.
19
disolviendo la asamblea, mientras que las asambleas representativas de las demás colonias
acogieron las doctrinas de la Carta Circular, siendo disueltas a su turno por los respectivos
gobernadores. En cuanto a las acciones populares violentas, hay dos que demostraron que
los ánimos estaban lejos de calmarse. El primero de ellos ocurre en 1770 cuando un
contingente de soldados británicos estacionados en Boston abrió fuego contra una multitud
que protestaba por su presencia en este puerto, causando la muerte de cinco personas y
heridas a muchas más. La «Masacre de Boston» fue sentida en la mayor parte de las
colonias como un ataque directo de las autoridades reales contra los habitantes de las
colonias. En segundo término entre 1772 y 1774 se producen una serie de ataques contra
navíos ingleses, destacándose el episodio del Hundimiento del Te de Boston en el que un
grupo de hombres tomaron algunos barcos y hundieron sus cargamentos. Regresando a las
respuestas oficiales de las asambleas coloniales, éstas deciden, a pesar de haber sido
disueltas en la mayoría de las colonias, reunirse en un congreso continental con el objetivo
de tomar las medidas necesarias para recuperar los derechos de los norteamericanos y
alcanzar unas relaciones menos tensas con la metrópoli. El 5 de septiembre de 1774 se
reunió en Filadelfia el primer Congreso Continental bajo el liderazgo de Samuel Adams y
adoptó una serie de resoluciones en las que establecía los derechos y libertades de los
colonos y señalaba las medidas del gobierno británico que desconocían tales libertades y
derechos 39 . Todos estos acontecimientos estuvieron enmarcados por un debate ideológico‐
TPF FPT
político que ya había trascendido el debate jurídico‐constitucional (el cuestionamiento de la
validez de las medidas del Parlamento desde el punto de vista de la Constitución inglesa).
Asimismo, la acción de los colonos fue alentada por varios textos y documentos 40 ; entre TPF FPT
ellos el más conocido es el de Thomas Paine (1737‐1809) titulado «Sentido Común». Este
autor, a pesar de su origen inglés, defendió la independencia de las colonias (luego
Una descripción detallada de estos acontecimientos puede encontrase en: Beard, 1962: 111‐127; Jacobson, 1932:
39
TP PT
88‐93; Miller, 1970: 96‐106.
40
TP Charles Beard (1962: 81‐82) considera que cuatro obras extranjeras ejercieron una influencia indudable en el
PT
liderazgo intelectual norteamericano: la de Edward Coke titulada Instututes of the Laws of England (1628‐1644) (véase la
reedición: Coke, 1979), el Tratado sobre el Gobierno Civil de John Locke, la obra de Montesquieu, El Espíritu de la Leyes y el
texto de Adam Ferguson titulado An essay on the history of civil society (publicado por primera ves en 1767, véase la
reedición: Ferguson, 1995). En su texto sobre los orígenes ideológicos de la revolución norteamericana, Bailyn (1972: 36‐
44) destaca cuatro fuentes intelectuales de los textos (folletos, periódicos, hojas, etc.) que se publicaron durante la
revolución: la Antigüedad clásica, que según el autor es «la influencia más notoria» puesto que la citación de textos
griegos y romanos era bastante constante; la literatura del racionalismo de la Ilustración, bajo la cual «el pensamiento de
la generación revolucionaria fue cobrando forma bajo [su] influencia mucho más directa»; la tradición del common law
inglés, cuyos escritores ejercieron «una influencia destacada y, de alguna manera, vigorosa»; las teorías sociales y
políticas del puritanismo de Nueva Inglaterra que «aportaban las ideas más amplias, ya que brindaban a los sucesos
cotidianos nada menos que un contexto de proyecciones cósmicas». La conclusión de este autor sobre la presencia de
todas estas corrientes en el pensamiento revolucionario es que «pese a la importancia que toda esta serie de ideas
pudieron tener, no constituían por sí mismas un esquema ideológico coherente, y por otra parte no agotan los elementos
que contribuyeron a plasmar el pensamiento revolucionario. Se observan entre ellas, en definitiva, evidentes
incongruencias y contradicciones» (Bailyn, 1972: 44).
20
defendería también la revolución francesa en contra de la reacción oficial inglesa) y afirmó
que ya no tenía sentido intentar restablecer los vínculos de las colonias con Inglaterra. La
decisión que se imponía era entonces la de la independencia y la adopción de una forma
republicana de gobierno, a partir del principio según el cual el rey no es la ley, sino la ley
es la que reina, es decir, la implantación de un Estado de leyes y no de personas 41 . TPF FPT
A todo este ambiente de tensión y enfrentamiento, se suman los acontecimientos
ocurridos en Lexington, un poblado cercano a Boston, en abril de 1775. Desde esta ciudad
es enviado un número no muy grande de soldados con el propósito de apoderarse del
armamento que supuestamente estaba almacenado en Lexington. Algunos milicianos
norteamericanos que hacían guardia a la entrada del pueblo decidieron abandonar sus
posiciones y no comenzar un inútil enfrentamiento con los soldados británicos. Sin
embargo, se escuchó un disparo desencadenando un enfrentamiento armado que es
considerado como la primera de las batallas de la campaña militar independentista de las
colonias norteamericanas 42 . Este es el estado de las relaciones entre las colonias y el
TPF FPT
gobierno británico cuando en mayo de 1776 se reunió el segundo Congreso Continental,
nuevamente en la ciudad de Filadelfia. Aquí se tomaron dos decisiones importantes: la
primera fue la invitación dirigida a las trece colonias para que empezasen a adoptar
constituciones que les permitieran organizarse como gobiernos completamente autónomos
de la autoridad inglesa. Algunas se limitaron a adoptar como texto constitucional la carta
colonial que les había otorgado el rey mientras que otras redactan nuevas constituciones
estableciendo formas republicanas de gobierno, el principio de la división de poderes y
declaraciones de derechos, todo lo cual es bastante novedoso en el contexto del siglo
XVIII 43 . Dentro de estas últimas, una de las más célebres es la Constitución de Virginia,
TPF FPT
cuya declaración de derechos va a servir de base a la Declaración de los Derechos del
41 Sobre la influencia del radicalismo de Thomas Paine en los acontecimientos revolucionarios y en pensamiento
TP PT
de sus protagonistas véase, entre otros: Jacobson, 1932: 103‐ 106; Fioravanti, 2001: 110‐111; Heffner, 1999: 6‐9; Matteucci,
1998: 162‐164. Existen recopilaciones de los escritos de Paine en inglés (Paine, 1995), y en español (Paine, 1990).
42 «Aunque la persona que disparó el primer tiro en ese diecinueve de abril de 1775 deberá permanecer anónima
TP PT
para siempre, es cierto que ese disparo fue seguido durante todo el día por un tiroteo, pues los milicianos comenzaron a
surgir de los territorios vecinos y persiguieron a las tropas británicas durante toda su retirada hasta Boston. También fue
cierto que ese disparo, ‘escuchado alrededor del mundo’, desencadenó una guerra» (Beard et al., 1962: 131). Sobre los
acontecimientos de Lexington véase: French, 1925.
43 Los Estados que decidieron mantener con muy pocos cambios sus cartas coloniales fueron Connecticut y Rhode
TP PT
Island. Por el contrario, adoptaron nuevas constituciones en el año de 1776: New Hampshire el 6 de enero; Carolina del
Sur el 26 de marzo; Virginia el 29 de junio; New Jersey el 2 de julio; Delaware el 22 de agosto; Pennsylvania el 28 de
septiembre; Maryland el 11 de noviembre y Carolina del Norte el 18 de diciembre. En 1777 lo hacen: Georgia el 5 de
febrero; Nueva York el 20 de abril y Vermont el 8 de julio. El 19 de marzo de 1778 Carolina del Sur, por segunda ocasión,
adopta una constitución; Massachusetts lo hace por primera vez el 15 de junio de 1780 y New Hampshire, también por
segunda ocasión, el 13 de junio de 1784. Sobre la adopción y la entrada en vigencia de estas constituciones son
pertinentes, entre otros: McLaughlin, 1932; Ford, 1898; Bolis, 1957; Wood, 1969; Dealey, 1915.
21
Hombre y del Ciudadano de 1789 en Francia 44 . La segunda decisión importante fue la de
TPF FPT
aprobar una Declaración de Independencia, redactada por un comité a la cabeza del cual se
encontraba Thomas Jefferson (1743‐1826). La Declaración de Independencia es el
documento que por antonomasia sirve como referencia para comprender el espíritu
filosófico de lo que va a ser el constitucionalismo estadounidense.
manifestada sintéticamente en los dos primeros párrafos del texto. Es más, el pensamiento
de este autor anima no sólo la Declaración de Independencia, sino buena parte de los
primeros documentos del constitucionalismo estadounidense 47 . Al recoger las ideas TPF FPT
44
TP Fue precisamente Virginia el primer Estado que, en junio de 1776, promulgó una declaración de derechos; le
PT
siguieron Pennsylvania y Delaware en septiembre, Maryland en noviembre, Carolina del Norte en Diciembre y
Massachusetts en 1780. Sobre la influencia de las declaraciones de derechos americanas en la Declaración de los Derechos
del Hombre y del Ciudadano francesa de 1789 es preciso hacer referencia el célebre debate que se produjo a inicios del
siglo XX entre Georges Jellinek (1902 y 1945) y Émile Boutmy (1902). El primer autor consideraba que la declaración
francesa se limitó a retomar los contenidos de las declaraciones de las antiguas colonias inglesas, por lo que negaba toda
originalidad a aquella, mientras que el segundo respondió afirmando la existencia de varias diferencias entre estos
documentos, la más importante de las cuales era la de que las declaraciones de derechos americanas fueron concebidas
para ser defendidas en los tribunales, mientras que la declaración francesa fue formulada como un conjunto de principios
«para la enseñanza del mundo». Sea como fuere, no es difícil constatar la influencia americana en la declaración francesa
si se tienen en cuenta varios hechos, entre los que cabe destacar, en primer lugar, que Franklin hizo publicar en francés
entre 1778 y 1783 las Constitutions des Treize États‐Unis de l’Amérique y que «está perfectamente probado que estuvo en las
manos de los constituyentes más influyentes y que incluso fue citado con frecuencia durante el debate del que salió la
Declaración de 1789» (García de Enterría, 1999: 66‐67); en segundo lugar, la publicación de un texto de Condorcet en 1786
titulado De l’Influence de la Révolution de l’Amérique sur l’Opinion et la Législation de l’Europe; en tercer lugar, el hecho de que
hubiera sido La Fayette, en la época un gran conocedor del sistema norteamericano, quien propusiera por primera vez la
discusión sobre una declaración de derechos en la Asamblea Nacional y, además, el hecho de que Jefferson (embajador de
los nuevos Estados de Norteamérica en París) haya colaborado en la redacción del texto de 1789 (Conac, 1993: 12 y ss.;
Petersen, 1991: 19 y ss.). En este sentido véase también: Rials, 1988: 44 y ss.; Seurin, 1991: 75 y ss.; Raynaud, 1992: 446‐448;
Gauchet, 1992: 123‐126 y 1989: 37 y ss.; Lavroff, 1991: 61 y ss.; Dufour, 1991: 16 y ss; Ceaser, 1991: 43 y ss. Con todo, al
constatar esta influencia es preciso no dejar de señalar la evidente importancia de la Declaración de los Derechos del
Hombre y del Ciudadano francesa y la enorme influencia que ha ejercido en las ideas y en los hechos (véase la
introducción al capítulo sobre la revolución francesa).
45
TP Para un análisis similar que divide el contenido de la declaración entres partes, véase: Hockett, 1955: 110‐113.
PT
Algunos historiadores de la política tratan de minimizar la importancia de Locke al afirmar que no es un
46
TP PT
pensador original ya que no descubrió nada nuevo. Se trata de una visión que puede ser puesta en duda porque Locke
fue, por lo menos, el gran sistematizador de la filosofía política liberal iusnaturalista y su gran divulgador. En este
sentido, véase Dunn, 1969. En lo que respecta a este debate es pertinente el análisis de Jean‐Fabien Spitz (1994: XXXIX‐
LXXV) sobre lo que él denomina «problemas de interpretación» a propósito del Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil y
que explican las disímiles posiciones que se han asumido frente a esta obra.
47 Sobre la influencia del pensamiento de Locke en los acontecimientos revolucionarios y constitucionales de
TP PT
finales del siglo XVIII en Estados Unidos véase: Arniel, 1996; Ashcraft, 1986; Lebovics, 1986.
22
centrales de Locke, principalmente las del Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, la
Declaración de Independencia acoge la filosofía liberal iusnaturalista del siglo XVIII 48 TPF FPT
expresada a través de los siguientes principios: en primer lugar, la existencia de ciertos
derechos naturales —naturales en la medida en que su existencia no depende de la
voluntad humana— que poseen todas las personas y que pueden ser comprendidos sin
mucha dificultad 49 ; en segundo término, el principio de acuerdo con el cual los gobiernos
TPF FPT
(entendiendo el concepto de gobierno en su más amplia acepción que corresponde
actualmente al concepto de Estado), no tienen una existencia autónoma, pues ellos nos son
un fin en sí mismos, sino que existen únicamente en la medida en que protegen y
garantizan esos derechos naturales 50 ; en tercer lugar, siendo todas las personas titulares de
TPF FPT
unos derechos naturales y siendo el Estado una realidad únicamente en tanto protector de
esos derechos, este último tendrá tres características: primero, la acción del Estado —en
especial la producción de Derecho— se encuentra necesariamente circunscrita a unos
límites representados en los derechos de las personas 51 ; segundo, puesto que sólo a través
TPF FPT
de su voluntad los individuos pueden someterse al poder político, la existencia del Estado
se fundamenta exclusivamente en el consentimiento de las personas 52 ; por último, si el TPF FPT
Estado llegara a desconocer los derechos de las personas, perdería toda legitimidad dando
lugar a un derecho de insubordinación que sería ejercido directamente por el pueblo 53 . TPF FPT
48
TP Carl Becker (1953: 24‐79) hace un completo análisis de la filosofía de los derechos naturales como uno de los
PT
antecedentes históricos de la Declaración de Independencia. Este autor se ocupa principalmente de la influencia de Locke
y de Rousseau. Específicamente señala: «Es cierto que no todos los americanos habrían aceptado la filosofía de la
Declaración tal como Jefferson la enunció, sin especificar, como “el sentido común de los hombres”. Pero se puede decir
que las premisas de esta filosofía, los conceptos básicos de los cuales se deriva, fueron comúnmente e inmediatamente
aceptados: que hay un orden natural de las cosas en el mundo, diseñado correcta y hábilmente por Dios, para que el
género humano disponga de él; que las “leyes” de este orden deben ser descubiertas por la razón humana; que las leyes
así descubiertas forman un estándar confiable e inmutable para poner a pruebe las ideas, la conducta y las instituciones
de los hombres. Esas fueron las premisas aceptadas, los conceptos que en gran medida forman parte del pensamiento del
siglo XVIII, no sólo en América, sino también en Inglaterra y Francia» (Becker, 1953: 26‐27).
49
TP De esta forma, la Declaración hace referencia a ciertas «verdades» que califica como evidentes: «que todos los
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hombres son creados iguales; que son dotados por su creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la
vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad [...]».
Otra de las verdades evidentes de la Declaración es precisamente la de que «para garantizar estos derechos [los
50
TP PT
señalados en la nota anterior] se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del
consentimiento de los gobernados; [...]».
«[...] a pesar de que no sea ahora mi propósito entrar aquí en el detalle de la ley de naturaleza [...]». J. Locke,
51
TP PT
Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, § 12.
52 «Al ser los hombres [...] todos libres por naturaleza, iguales e independientes, ninguno puede ser sacado de esa
TP PT
condición y puesto bajo el poder político de otro sin su propio consentimiento. El único modo en que alguien se priva a sí
mismo de su libertad natural y se somete a las ataduras de la sociedad civil, es mediante un acuerdo con otros hombres,
según el cual todos se unen formando una comunidad [...]».J. Locke, Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, § 95.
53 Uno de los preceptos más célebres de la Declaración es el que asegura que «cuando quiera que una forma de
TP PT
gobierno se haga destructora de estos principios, el pueblo tiene derecho a reformarla o abolirla e instituir un nuevo
gobierno que se funde en dichos principios, y a organizar sus poderes en la forma que a su juicio ofrecerá las mayores
probabilidades de alcanzar su seguridad y felicidad».
23
La premisa menor del silogismo que estructura la Declaración de Independencia está
constituida por la exposición de todos los abusos y atropellos que las autoridades inglesas
habían cometido contra los colonos. Uno de los aspectos notables dentro del listado de
excesos que contiene la Declaración es que los reclamos van dirigidos contra el Rey de
Inglaterra, Jorge III 54 , a pesar de que inicialmente todo el debate se desarrolló contra el
TPF FPT
Parlamento. ¿Cómo explicar este cambio de interlocutor realizado por los colonos?
Originalmente, los líderes políticos de las colonias al plantear el debate constitucional
quieren, al mismo tiempo, mantenerse como súbditos ingleses y reconocen lealtad al rey.
Sin embargo, cuando el debate constitucional se transforma en un enfrentamiento
ideológico‐político de carácter revolucionario a través de la cuestión de la independencia,
no es posible continuar la discusión con el Parlamento, sino con quien encarna la
representación internacional de Inglaterra, es decir, el Rey. Así, los colonos atribuyen al rey
todas los abusos de los que, inicialmente, acusaron al Parlamento. Por otra parte, con esta
transformación los colonos se consideran haciendo parte de la comunidad de naciones
(McIlwain, 1923: 192).
Finalmente, la conclusión no puede ser otra que declarar «que estas Colonias Unidas
son, y deben serlo por derecho, Estados Libres e Independientes; que quedan libres de toda
lealtad a la Corona Británica, y que toda vinculación política entre ellas y el Estado de la
Gran Bretaña queda y debe quedar totalmente disuelta» 55 . En resumidas cuentas, la
TPF FPT
Declaración de Independencia es un documento completamente diferente de sus
antecesores. Por primera vez los reclamos son dirigidos contra el Rey y no contra el
Parlamento; está dirigida al mundo y no simplemente a la Gran Bretaña, con lo que el
fundamento de tal protesta será naturalmente entendido por un mundo que sabe poco de
la Constitución británica y se preocupa cada vez menos por ella. Por ende, la Declaración
está basada en el derecho natural y no en la Constitución del imperio. Todo esto nos
permite captar el carácter fundacional de este documento, carácter que de hecho fue
apreciado por los protagonistas de la construcción del constitucionalismo estadounidense a
finales del siglo XVIII, quienes le dieron las más diversas interpretaciones, desde las más
conservadoras, pasando por las interpretaciones liberales, hasta llagar a las más radicales
desde una perspectiva demócrata.
Como si fuera poco, la Declaración de Independencia tendrá un profundo impacto en
el viejo continente, a pesar de que se basa en una doctrina política de origen europeo 56 . Si TPF FPT
54 Un interesante análisis sobre el papel de Jorge III durante la revolución independentista es el que realiza L. B.
TP PT
Namier en tres ensayos aparecidos en su libro sobre personalidad y poder (Namier, 1955). Para una respuesta a las tesis
de este autor véase: Butterfield, 1959.
55
TP El texto completo de la Declaración de Independencia es reproducido más adelante; véase infra p. [...].
PT
A propósito del efecto de la Declaración en la filosofía política del siglo XIX véase: Becker, 1953: 244‐279;
56
TP PT
Sutherland, 1972: 178‐183; Tyler, 1897: 499. En cuanto al origen europeo del pensamiento político de la revolución y de la
Declaración independentistas, es preciso indicar que aunque no es difícil demostrar tal origen, se trata de una sola de las
visiones que puede tenerse sobre este aspecto en particular. De esta forma, Bernard Baylin (1972: 10‐11) explica que «las
24
se compara con las tendencias dominantes en la Europa del siglo XVIII, ella marca una
filosofía constitucional distinta porque acaba parcialmente con la idea de soberanía. No se
piensa más en un ente soberano, pues si así fuera no podría tener límites. Por el contrario,
de acuerdo con este texto el gobierno está, por un lado, conceptualmente separado de la
sociedad y, por el otro, en tanto que gobierno limitado, despojado de la noción de
soberanía. Este último punto causa una profunda impresión en las doctrinas políticas
europeas y en el debate político mismo (las discusiones durante la revolución francesa
entre 1789 y 1791 así lo muestran 57 ), porque corrobora la posibilidad real de un gobierno
TPF FPT
constitucional en las antiguas colonias, es decir, la realidad un gobierno limitado, con
controles recíprocos para evitar los abusos, destinado a proteger los derechos de las
personas y con un germen democrático, en tanto que consentido por los gobernados.
2. LA REDACCIÓN Y LA ENTRADA EN VIGENCIA DE LA CONSTITUCIÓN DE FILADELFIA DE
1787
El examen de la Constitución de Filadelfia de 1787, que continúa vigente en los
Estados Unidos a pesar de las numerosas enmiendas de las que ha sido objeto, se realizara
más de las veces el pensamiento de la Revolución ha sido considerado meramente como una expresión de la filosofía del
derecho natural: las ideas del contrato social, derechos inalienables, ley natural y fundamento contractual del gobierno.
Pero algunos han denunciado esta interpretación como un “obtuso secularismo” y, después de leer los sermones de la
época con perspicaz sensibilidad, arguyen que solamente por respeto a la opinión mundial los Fundadores se vieron
impulsados a exponer su causa “en el ceñido lenguaje del siglo de la razón”, y que el éxito del movimiento revolucionario
sólo puede ser entendido a la luz de la persistente creencia en el pecado original y en la necesidad de la gracia. Otros,
inclusive, describen los sermones de ese periodo como una forma deliberada de propaganda mediante la cual las ideas
revolucionarias eran inculcadas disimuladamente en una plebe desprevenida, por un “regimiento negro” de clérigos
adictos, por razones no especificadas, a la idea de rebelión. Y otros, asimismo, niegan la influencia tanto de la teoría de la
Ilustración como de la teología, y no consideran en absoluto a la revolución como tal sino más bien como un movimiento
conservador llevado a cabo por partidarios del derecho común, consagrados a preservarlo incólume, con todas las viejas
libertades que invocaban».
57
TP Ejemplo del la recepción e, inclusive, del temor que generaron en ciertas tendencias al interior de la Asamblea
PT
Nacional Constituyente, en especial entre los «monárquicos», los sucesos revolucionarios y constitucionales de los
Estados Unidos es el siguiente extracto del discurso del conde de Lally‐Tollendal pronunciado el 31 de agosto de 1789:
«No pretendemos establecer una comparación entre Francia y los Estados Unidos de América. Sabemos que sería hacer
un extraño abuso del razonamiento y de la palabra querer asimilar dos pueblos y dos posiciones tan disímiles. De un
lado, una república federativa formada por trece repúblicas recién nacidas en un nuevo mundo; tres millones de
habitantes, es decir, quinientos mil jefes de familia, casi todos propietarios agricultores; unas vecindades esparcidas;
ningún enemigo que combatir; ningún vecino que temer; costumbres simples, necesidades limitadas; de otro lado, una
monarquía antigua en el viejo mundo; veintiséis millones de hombres, de los cuales dos millones a lo más son
propietarios de tierras; una población amontonada; siempre con vecinos y rivales; frecuentemente con enemigos
exteriores, y como enemigos interiores prejuicios, necesidades, pasiones, todo lo que es su continuación y todo lo que
debe ser su freno». Archives Parlementaires de 1789 à 1860. Recueil Complet des Débats Législatifs et Politiques des
Chambres Françaises, Première Série (1789 à 1799), t. VIII, p. 518. Sobre los debates constitucionales y las posiciones al
interior de la Asamblea Nacional véase la introducción al capítulo sobre la revolución francesa, infra p. [...].
25
partiendo de una breve exposición del proceso histórico que dio lugar a la elaboración de
este texto, para luego pasar al estudio de los principales contenidos de la Constitución.
1.1. El proceso histórico de elaboración de la Constitución
Una vez adoptada la Declaración de Independencia se producen dos acontecimientos
importantes. El primero es el desencadenamiento de la guerra de independencia que
durará unos ocho años y que terminará con un triunfo de las colonias por dos razones
principales: por una parte, los errores militares de los ingleses y, por la otra, la alianza de
las colonias con Francia 58 . Finalmente se firma el 20 de enero 1783 la «paz de París» que
TPF FPT
consolida la independencia 59 . El segundo hecho importante, al cual ya se ha hecho
TPF FPT
referencia, es la necesidad ante la que se encuentran los nuevos Estados de establecer
gobiernos, por lo cual, siguiendo las directrices del segundo Congreso Continental de
Filadelfia, adoptaron constituciones que preveían diversas formas de gobierno, todas ellas
republicanas. No obstante, se diferenciaban en el grado de incorporación de los principios
democráticos según la amplitud del derecho al voto. Además, en algunas colonias se le
otorgaba un mayor predominio al ejecutivo y en otras al legislativo 60 . Lo que hay que TPF FPT
subrayar es, por una parte, que se adoptaron formas republicanas de gobierno
fundamentadas en la división tripartita de poderes y, por otra parte, que las colonias son
independientes entre sí. En lo referente a este último punto, es preciso tener claridad del
hecho de que cuando se produce la Declaración de Independencia, no se trataba de la
separación de los Estados Unidos de Imperio Británico, sino de la independencia de trece
colonias autónomas. Cada antigua colonia adopta una forma de gobierno, pero establece
también una especie de tratado con las demás, siguiendo el modelo de la Confederación.
Por consiguiente, los dos puntos institucionales centrales de esta época son el desarrollo de
formas republicanas de gobierno en cada uno de los nuevos Estado y el establecimiento de
los «Artículos de la Confederación» 61 . TPF FPT
58 Al no ser nuestro propósito hacer una descripción detallada de los sucesos de la guerra de independencia, nos
TP PT
remitimos a tres obras imprescindibles sobre el tema, que examinan las estrategias militares y las alianzas de los dos
bandos en conflicto: Mackesy, 1992; Alden, 1987; Morris, 1967.
59 En una carta dirigida a Shelburne unos días antes de la firma del tratado, el rey Jorge III manifiesta su
TP PT
intransigente posición respecto a las colonias, lo cual no impidió la independencia de éstas: «No puedo terminar sin hacer
mención de lo mucho que lamento la pérdida de América para este imperio, y me sentiría profundamente desgraciado si
no fuera porque estoy convencido de que no se me puede reprochar nada en este asunto, y porque me parece que la
bribonería es la característica predominante de los habitantes de aquel país, por lo que bien podría ser que, en resumidas
cuentas, no fuera ninguna desgracia el que se hayan separado de este reino» (citado en Morison y Commager, 1951: 226).
Para un análisis detallado del Tratado de París y de otros triunfos diplomáticos de las antiguas colonias véase Morris,
1983.
60 Para un examen detallado de los contenidos de las constituciones de los Estados aprobadas entre 1776 y 1784
TP PT
véase en particular: McLaughlin, 1965: 91‐99; Corwin, 1964: 1‐24; Morison y Commager, 1951: 231‐234.
«El 7 de junio de 1776 propuso Richard Henry Lee que el Congreso [continental] nombrara una junta encargada
61
TP PT
de redactar los artículos de una confederación entre los diversos Estados. Se eligió una comisión integrada por un
26
En algunas de las asambleas representativas de los nuevos Estados, durante el
periodo de vigencia de los Artículos de la Confederación, triunfan grupos radicales muy
cercanos a personas que habían contraído grandes deudas durante la guerra y que, en
general, se proponían defender los intereses de los desposeídos. Por tal razón, se pusieron
en práctica diversas medidas legislativas destinadas a proteger a toda costa los deudores.
Por ejemplo, se establecieron políticas inflacionistas mediante las cuales se hacía que el
monto real de la deuda disminuyera con el paso del tiempo 62 . Sin embargo, estos grupos TPF FPT
radicales no se limitaron a la acción legislativa. En aquellas antiguas colonias donde no
lograron controlar la asamblea representativa, se produjeron verdaderas insurrecciones de
deudores. La más célebre de estas insurrecciones fue comandada por un antiguo capitán
del ejército revolucionario, Daniel Shays, y se prolongó durante el otoño de 1786. Los
campesinos, y en general los pequeños propietarios, agobiados por las deudas comenzaron
a impedir que los tribunales de los condados de Massachusetts (Estado donde los hechos
revistieron de una especial violencia) se reunieran para que sus cosechas, sus ganados y
sus pequeñas propiedades no fueran perseguidas y rematadas. La reacción de las
autoridades, en cabeza del gobernador James Bowdoin, fue implacable, lo cual implicó una
radicalización de las posiciones y un aumento de la violencia. De esta forma, la rebelión fue
militarmente sofocada; sin embargo, meses después, los cabecillas fueron beneficiados con
una amnistía general 63 . Se presentan así varias manifestaciones políticas de mayorías
TPF FPT
democráticas tendientes a desconocer el derecho de propiedad y a rechazar el pago de las
deudas, lo cual, obviamente, no es del agrado de los propietarios y de los acreedores.
Inclusive, esta especie de insurrección democrática ya se había manifestado durante el
proceso independentista. «A medida que la rebelión contra Gran Bretaña se iba
aproximando al triunfo, se iniciaba una revolución civil en la sociedad norteamericana. En
la etapa prebélica de la controversia por las políticas británicas, los leales habían advertido
a los conservadores del partido patriótico que la destrucción del dominio británico llevaría
a la insubordinación popular y los ataques contra los privilegios de propiedad y clase. Sus
profecías se cumplieron ampliamente durante el transcurso de la Revolución» (Beard et al.
1962: 148). Para Morison y Commager (1951: 131) estas insurrecciones demuestran que
además del problema horizontal o federal de «distribuir el poder entre un gobierno central
delegado de cada Estado, que el 12 de julio presentó un proyecto de Artículos de la Confederación y Unión Perpetua,
redactado por John Dickinson. Este proyecto fue considerablemente modificado por el Congreso, y no se aprobó de modo
definitivo hasta noviembre de 1777; y como era indispensable la ratificación de cada uno de los Estados, los artículos no
entraron en vigor hasta 1781» (Morison y Commager, 1951: 252). Varios textos se han ocupado del periodo de la
Confederación, entre los cuales vale la pena destacar: Fiske, 1916; Pleasants, 1968; Jensen, 1970; McLaughlin, 1987;
Silberdick, 2002.
La emisión de grandes cantidades de papel moneda hizo parte de estas políticas inflacionistas que implicaron,
62
TP PT
además, un agravado obstáculo al comercio entre las antiguas colonias. Para más detalles véase: McLaughlin, 1965: 59‐69
y 100‐109; Nevins y Commager, 1963: 107‐112.
63
TP Sobre los acontecimientos de la «rebelión de Shays», véase: Feer, 1988; Minot, 1970; Szatmary, 1980.
PT H H
27
y otros muchos gobiernos regionales», se presentó también el problema vertical o
democrático del «grado de intervención que en el poder han de tener las masas». Esta
profunda tensión se extenderá hasta los años de la Convención constitucional, al interior
de la cual es posible evidenciar distintas tendencias. No obstante, en la Convención
tuvieron un mayor peso las posiciones más cercanas o que tendían al conservadurismo y al
liberalismo, sobre todo si se las compara con las democráticas que, en últimas, fueron
relegadas y tuvieron una influencia menor en esta asamblea.
Varios de los personajes más influyentes de la revolución estadounidense, como John
Adams (1735‐1826), Alexander Hamilton, John Jay y Benjamín Franklin, eran acreedores y
propietarios. Estas personas que representaban la élite política, económica y cultural de las
antiguas colonias, se vieron enfrentadas en los diferentes Estados a la misma situación de
insurrección democrática que tuvo su momento más radical entre 1785 y 1786. El temor de
que el Pacto de la Confederación no fuera lo suficientemente fuerte para asegurar la
independencia de los nuevos Estados frente a Inglaterra y otras potencias europeas, por un
lado, ni para proteger internamente los derechos de los asociados, por el otro, se extendía
cada vez más entre las clases dirigentes 64 . La debilidad del gobierno de la Confederación se
TPF FPT
explica por la forma como ejercía las exiguas facultades otorgadas por los Artículos de la
Confederación: a través de un Congreso que reunía representantes de las antiguas colonias.
Se tenía entonces, por una parte, que todas las decisiones debían tomarse por consenso
unánime de la totalidad de los representantes en el Congreso de la Confederación y, por la
otra, que la única institución que existía a nivel de la Confederación era precisamente este
Congreso, pero no existía ni una autoridad judicial ni autoridad ejecutiva confederal. El
hecho de que no hubiera un ejercito general, una moneda única y una reglamentación
comercial común, era considerado por los líderes de la revolución como algo
particularmente peligroso para el mantenimiento de la independencia. Se trataba de
factores que afectaban el desarrollo del comercio entre las antiguas colonias y no permitían
proteger adecuadamente los derechos de sus habitantes, especialmente el derecho a la
propiedad 65 . TPF FPT
Para enfrentar las dificultades que presentaba la Confederación y bajo la amenaza de
una invasión externa y una insurrección interna, el Congreso confederal se vio obligado a
convocar una Convención en Filadelfia en mayo de 1787 con el propósito de reformar los
Artículos de la Confederación. A ella asisten prácticamente todos los líderes políticos y
64 El año de 1786 fue uno de los más desalentadores. El país había sido tomado por los opositores que habían
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logrado tomar posesión del gobierno en la mayoría de los estados. La peligrosa agitación del pueblo, las extravagancias
absurdas de Rode Island y, sobre todo, la insurrección en Massachussets ensombrecieron a los conservadores. El Congreso,
solicitando poderes y dinero, planteó solemnemente ante el pueblo la decisión de vivir o morir como una nación; pero no
había muestras de voluntad por parte de los Estados para entregar dinero y así salvar al país de la desgracia»
(McLaughlin, 1965: 119).
65 Un análisis de las falencias institucionales de los Artículos de la Confederación puede encontrarse en Swisher,
TP PT
1958: 22‐27 y en Sutherland, 1972: 198‐ 206.
28
militares de la revolución que serán también los líderes del proceso de surgimiento y
consolidación de los Estados Unidos 66 . El objetivo inicial era el de hacer algunas
TPF FPT
correcciones a los Artículos de la Confederación; sin embargo, una vez reunida la
Convención, la primera decisión que se adoptó fue la de no limitarse a reformar los
Artículos del pacto sino ir más allá y redactar una nueva Constitución para una nueva
nación integrada por las trece colonias. Esta primera decisión fue particularmente osada
porque los convencionales habían sido delegados solamente para reformar los Artículos de
la Confederación y no para crear un nuevo texto jurídico. Por consiguiente, la reacción ante
semejante cambio de propósitos no podía pasar inadvertida. Una de las primeras provino
precisamente de los sectores democráticos radicales que acusaron a los representantes en
Filadelfia de perpetrar una conspiración aristocrática para eliminar los progresos que a
favor de las masas populares se habían logrado durante la independencia 67 . TPF FPT
Tan pronto la Constitución fue aprobada el 17 de septiembre de 1787, los miembros
de la Convención se tuvieron que enfrentar al problema de alcanzar un consenso mínimo,
necesario para la entrada en vigencia del nuevo texto, ya que ello suponía aceptar la
transformación de trece entes soberanos en un nuevo Estado, cosa que no se lograría
fácilmente 68 . La ratificación de cada Estado se imponía entonces como un requisito
TPF FPT
ineludible si se quería lograr la tan anhelada estabilidad. El último artículo de la
Constitución señalaba la manera como entraría en vigor: «La ratificación por las
convenciones de nueve Estados será suficiente para la vigencia de esta Constitución entre
Entre los delegados a la Convención se destacaron Georges Washington, James Madison, Georges Wythe,
66
TP PT
Georges Mason (autor de la Declaración de Derechos de Virginia) y Edmund Randolph de Virginia; Charles Cotesworth
Pinckney, John Rutledge y Pierce Butler de Carolina del Sur; Rufus King y Elbridge Gerry de Massachusetts; Roger
Sherman, Oliver Ellsworth y W. S. Johnson de Connecticut; Alexander Hamilton de Nueva York; Banjamin Franklin,
James Wilson, Gouverneur Morris y Robert Morris de Pennsylvania; John Dickinson de Delaware; William Paterson de
New Jersey; Luther Martin de Maryland. El único Estado que no tuvo representación fue Rhode Island. En total asistieron
cincuenta y cinco delegados. Las ausencias más notables fueron las de Thomas Jefferson (en misión diplomática en
Francia), John Adams (ministro en Inglaterra), y los radicales Thomas Paine y Samuel Adams (no salieron elegidos). Para
un análisis de los delegados y las tendencias al interior de la convención véase, Beard, 1953; Rossiter, 1987; Van Doren,
1986; Roche, 1987.
67 Amos Singletary, delegado de tendencia radical en la convención de ratificación del Estado de Massachusetts,
TP PT
expresa este descontento al afirmar que «esos abogados y hombres leídos y adinerados, que hablan tan bonito y
comentan las cosas con tanta suavidad y saben dorar la píldora para hacérnosla tragar a los pobres sin cultura, tienen
esperanzas de hacerse los amos del Congreso; esperan ser los administradores de esta Constitución y quedarse con todo
el poder y con todo el dinero, y tragarnos a nosotros, el pobre pueblo de poco más o menos, como el gran Leviatán. ¡Sí,
señor, exactamente igual que la ballena que tragó a Jonás! (Citado en Morison y Commager, 1951: 289‐290).
68 «Cuando el 17 de septiembre de 1787, el secreto de la convención fue violado y se dio a publicación el plan
TP PT
propuesto, se desató una tormenta de debates públicos acerca de sus méritos. Los críticos lo atacaron con todas sus
fuerzas. No era un plan para una unión “federal”, expresaban algunos, sino una oscura conspiración para establecer un
despotismo centralizado y reducir los estados a provincias. El presidente, insistían otros, se convertiría en un monarca,
quizás peor que Jorge III. Los radicales afirmaban que era un ardid mediante el cual los ricos y los poderosos gobernarían
el país y oprimirían a la gente sencilla con ejércitos, impuestos y deudas. Los amigos de la libertad protestaban que la
misma no tenía una carta de derechos. En verdad, ni una sola línea de la Constitución escapó al ataque, ya sea benigno o
apasionado» (Beard et al., 1962: 170).
29
los Estados que así la hayan ratificado». Es así como «la Convención Federal decidió
someter su obra a la ratificación de convenciones estatales de elección popular, más bien
que a las legislaturas de los Estados, a fin de dar a la Constitución una amplia base de
consentimiento popular» (Morison y Commager, 1951: 288). Podría decirse también que la
ratificación fue confiada a convenciones estatales para evitar los riesgos que suponía una
ratificación por parte de las legislaturas estatales ordinarias, las cuales, como se ha
indicado, estaban dominadas por tendencias radicales contrarias a la obra de la
Convención. Por ende, además de un objetivo ideológico (fundamentar democráticamente
la nueva Constitución), este mecanismo de ratificación perseguía un objetivo estratégico:
aumentar las posibilidades de una aceptación del texto propuesto en aquellos estados
cuyas legislaturas se oponían a un gobierno federal fuerte.
En cada una de las antiguas colonias se suscita un intenso debate político sobre la
aceptación de la Constitución. Ese mismo año la Constitución fue ratificada por los Estados
de Delaware, New Jersey y Pennsylvania (en este último el debate fue bastante agitado); al
año siguiente lo hicieron Georgia, Connecticut, Massachusetts, Maryland, Carolina del Sur
y New Hampshire. Nueve estados habían dado así su consentimiento. Sin embargo, sin la
ratificación de las asambleas convencionales de Nueva York y de Virginia era imposible
pensar en una efectiva entrada en vigencia de la Constitución. Precisamente es en el Estado
de Nueva York donde aparece por primera vez «El Federalista», el más celebre de los
millares de documentos y folletos que son publicados a raíz de la discusión sobre la
ratificación. Se trata de una serie de textos que permiten percibir la intensidad y la
magnitud del debate político que allí se desarrolló y que fueron publicados
originariamente como artículos de prensa. Es posible que sus tres autores, Alexander
Hamilton, James Madison y John Jay (los dos primeros fueron delegados ante la
Convención) nunca imaginaron que escribirían «una obra clásica de la literatura política»
(Nevins y Commager, 1963: 122) 69 . Después de una enconada oposición, los defensores de
TPF FPT
la ratificación triunfaron primero en Virginia (con 10 votos de mayoría entre 168) y
después en Nueva York (con tan solo tres votos de mayoría de un total de 57). De esta
forma la Constitución tenía la aprobación de once Estados a finales de 1788. Carolina del
Norte no la ratificará hasta noviembre de 1789 y Rhode Island en mayo de 1790 70 . A pesar TPF FPT
de la aprobación tardía de estos dos Estados, la Constitución comenzará su vigencia con un
nuevo gobierno el 4 de marzo de 1789, fecha fijada en la última resolución adoptada por el
69 «Se ha considerado que sus argumentaciones [las de El Federalista], acerca de la Constitución propuesta, tuvieron
TP PT
gran influencia en su tiempo, siendo ampliamente aceptadas como fuentes autorizadas de interpretación constitucional»
(Pritchett, 1965: 45). Dentro de la extensa bibliografía que El Federalista ha suscitado es posible destacar: Dietze, 1999;
Rossiter, 1964; Mace, 1979. Es preciso destacar que los escritos de quienes se oponían a la ratificación de la Constitución
H H
de Filadelfia —conocidos como los «antifederalistas»— también han sido recopilados en dos ediciones: la de Ralph
Ketcham (1986) y la más reciente de Bruce Frohnen (1999).
70 Un análisis exhaustivo del proceso de ratificación de la Constitución de 1787 puede encontrarse en Levy y
TP PT
Mahoney, 1987.
30
Congreso de la Confederación 71 . George Washington fue elegido como primer Presidente,
TPF FPT
prestó juramento el 30 de abril y gobernó hasta 1797.
Para terminar esta corta revisión del proceso de elaboración de la Constitución de
1787 es preciso subrayar que independientemente de la opinión que se tenga del gobierno
de los Estados Unidos, el origen histórico de las instituciones político‐constitucionales de
este país es, en el contexto mundial, bastante excepcional e incluso asombroso. El hecho de
que trece Estados independientes, que podrían haber terminado separados y enfrentados
entre ellos, logren, gracias a un proceso de deliberación y discusión política, unirse en uno
solo por medio de un proceso constituyente, no es algo muy común en la historia de los
gobiernos humanos. En términos de derecho comparado y de política comparada se trata
de un fenómeno bastante especial porque la construcción de las instituciones
estadounidense se realizó esencialmente por medio de un debate político, a partir de
formas parcialmente democráticas de decisión y sin recurrir continuamente a la violencia 72 . TPF FPT
Todo lo anterior explica por qué los estadounidense le otorgan cierto carácter mítico a este
proceso 73 , a pesar de que tales mecanismos de participación en la toma de decisiones eran
TPF FPT
bastante restringidos, pues sólo podían participar y votar minorías constituidas por
propietarios varones. De todas formas, no deja de ser notable este proceso histórico de la
elaboración y de aprobación de la Constitución de Filadelfia. No obstante, a pesar de lo
admirable de este proceso, gracias a su carácter pacífico y deliberativo, existen muchas
controversias sobre su significado social y político. Para algunos, este proceso consolidó el
legado de la independencia y de la revolución, al permitir darle una expresión
institucional. Para otros, por el contrario, fue una contrarrevolución que impidió la
consolidación de las pretensiones de sectores populares urbanos y rurales en detrimento de
doctrinas de tendencias más democráticas. La verdad, al menos como hipótesis, parece
más adecuado atribuirle cierto sentido conservador al proceso de construcción del
constitucionalismo en Estados Unidos a finales del siglo XVIII, un sentido que para la
época, sin embargo, supone ciertos avances políticos significativos, como veremos a
continuación.
En esta resolución, aprobada el 13 de septiembre de 1788, se designó también como sede del nuevo gobierno «al
71
TP PT
presente asiento del Congreso», es decir, la ciudad de Nueva York. Sólo once años después, en 1800, el presidente Adams
ordenaría el traslado de la sede del gobierno federal al Distrito de Columbia.
72 «Alborozados por su éxito, los triunfadores celebraron la ocasión organizando desfiles espectaculares en las
TP PT
principales ciudades. Con justa razón, consideraron el desenlace como un triunfo de la razón sobre la fuerza. Sin
necesidad de desenvainar la espada en una guerra civil, sin derramar una sola gota de sangre, un nuevo plan de gobierno
había sido propuesto, estructurado, discutido y aprobado» (Beard et al. 1962: 171).
73 Morison y Commager (1951: 274) hacen referencia a una «escuela de pensamiento» que, «apoyándose en la
TP PT
calificación de “semidioses” que Jefferson aplicó a los constituyentes (frase de que más tarde se arrepintió), considera
inspirados a éstos para redactar un documento de sanción casi divino».
31
2.2. Los debates constitucionales de 1787
2.2.1. Los consensos de partida
Visto el proceso de elaboración de la Constitución de 1787 es conveniente ahora hacer
referencia a los puntos que generaron un mayor debate durante la Convención y a algunos
aspectos principales de su contenido. Sin embargo, lo primero que se debe destacar es el
logro de consensos rápidos en ciertos puntos, a pesar de los fuertes enfrentamientos al
interior de la Convención entre Federalistas y Anti‐federalistas 74 . El primero de ellos, al TPF FPT
que ya se hizo referencia, es la adopción de una Constitución para una nueva nación, lo
cual implicó el abandono del proyecto de trece Estados independientes. No obstante, la
claridad del acuerdo sobre este punto se vio ensombrecida durante la Guerra de Secesión
en 1861, pues los Estados del sur pusieron en duda su continuidad en la unión ante la
llegada a la presidencia del antiesclavista Abraham Lincon 75 . Por ende, la conformación de TPF FPT
un gobierno federal fuerte frente al reconocimiento de ciertas autonomías de los diferentes
Estados reunidos bajo aquel —el núcleo esencial del problema que pretende solucionar el
federalismo— sólo se resolverá definitivamente después de tal Guerra, casi cien años
después de la adopción de la Constitución de Filadelfia 76 . El segundo punto que generó
TPF FPT
acuerdos se refiere al carácter republicano que adoptó el gobierno de los Estados Unidos.
Para los convencionales no podía existir un fundamento del ejercicio del poder político
distinto al consentimiento de los individuos. De esta forma, «el Preámbulo declaraba que la
Constitución era una constitución ordenada y establecida por el pueblo de los Estados
Unidos, no meros artículo de convenio entre los trece Estados» (Beard et al., 1962: 161). El
tercer punto fue el consenso sobre el carácter limitado del gobierno. No se otorgó una
soberanía ilimitada al Estado (ni a nivel federal ni estatal), sino que se le asignaron
74 El enfrentamiento entre Federalistas y Antifederalistas fue el elemento central del debate político‐constitucional
TP PT
de las primeras décadas de gobierno autónomo en Norteamérica. Más adelante (infra p. [...]) se hará referencia a la
composición socio‐económica y a las tendencias político‐constitucionales de cada uno de los grupos. Es preciso indicar
también que la Convención decidió que sus debates debían mantenerse en secreto: «The secret session of the Convention
[...]» (Jacobson, 1932: 169). A pesar de ello, se han hecho varias recopilaciones a partir de notas y apuntes tomados por
algunos de los delegados de la Convención —en especial por James Madison—, dentro de las cuales conviene destacar la
de M. Farrand (1911), porque es una de las primeras en ser publicada, y la de B. Baylin (1993) porque además de contener
los debates de la Convención, presenta los textos más importantes de la discusión entre Federalistas y Antifederalistas
aparecidos entre septiembre de 1787 y agosto de 1788. Asimismo, conviene hacer referencia a la recopilación de W. U.
Solberg (1990) y a la que hace J. Elliot (1996) de los debates desarrollados en las convenciones estatales de ratificación.
75
TP Este es la tesis general que Allan Nevins (1992) presenta en extenso estudio sobre la Guerra de Secesión.
PT
76 El problema que plantea el federalismo es el mismo que tuvo que enfrentar el gobierno inglés cuando quiso
TP PT
establecer el tipo de relaciones que tendría con las autoridades locales de las trece colonias. La solución que en la práctica
se adoptó fue la de acoger, así no fuera formalmente, el sistema federal entre el gobierno de la metrópoli y los de las
colonias. «De hecho, el imperio británico del siglo XVIII era federal, con su poder y autoridad divididos en dos niveles
gubernamentales por razones de conveniencia y necesidad. Sólo con que el sistema imperial hubiera podido ‘congelarse’
en 1763, todo el mundo, en una generación posterior, lo habría descrito como una estructura federal» (Morison y
Commager, 1951: 163).
32
competencias específicas para proteger los derechos de los individuos. Esto último a pesar
de que originariamente la Constitución no incluía una declaración de derechos.
Finalmente, se logró un consenso sobre el principio de la división funcional del ejercicio de
los poderes públicos en tres órganos distintos, que fue aplicado tanto en el plano federal y
como en el estatal 77 . TPF FPT
2.2.2. La fórmula federal
Los debates complejos se produjeron con respecto a ciertos elementos de la estructura
del gobierno federal. Un primer punto que generó gran controversia fue la oposición entre
los grandes Estados y los pequeños. Por ejemplo, la tensión entre Virginia, un Estado
extenso y con una gran población, y Estados como New Jersey, que tenían pequeños
territorios y una población reducida. La cuestión constitucional concreta era la de la
representación al interior del Congreso federal. Por un lado, los Estados pequeños
defendían la imposición de una representación igual para cada Estado, conjurando así los
peligros que para su autonomía significaría una representación de acuerdo al número de
habitantes y limitando además las ventajas que tendrían los grandes Estados; por otro lado,
estos Estados con población y territorios importantes pretendían que la representación
fuera proporcional al número de habitantes. Finalmente, la solución que adoptaron los
miembros de la Convención fue la de crear una estructura del poder legislativo que
representara tanto a la nueva nación como a cada uno de los Estados. Así, el legislador
federal comprende un Senado, que representa a los Estados individualmente considerados
y en donde cada uno de ellos tiene el mismo número de delegados, y una Cámara en la que
cada Estado tiene tantos representantes como habitantes en su territorio y que constituye la
representación de la nación estadounidense. La «fórmula federal», de la cual ya existían
algunos ejemplos en el pasado 78 , se logró desarrollar con un eficaz pragmatismo en
TPF FPT
Estados Unidos para resolver el conflicto entre los grandes y los pequeños Estados 79 . TPF FPT
Además, con esta estructura se buscaba un equilibrio entre la fuerza del nuevo gobierno
que se quería crear y la preservación de cierta autonomía para los Estados.
Respecto al carácter fundamental del principio de la separación de los poderes en el constitucionalismo
77
TP PT
estadounidense véase: Blanco Valdéz, 1994: 89‐104; Fisher, 1972: 1‐29; Gwyn, 1965: 104‐109.
78 «Los delegados de la Convención Constituyente tenían conocimiento de las aplicaciones históricas de la forma
TP PT
federal de gobierno practicada en la antigua Grecia y vigente en Suiza, pero lo que se denomina federalismo en el sistema
norteamericano de gobierno no fue el resultado de una teoría política preexistente a la que se hubiese dada forma legal.
En realidad la Constitución no emplea la expresión federalismo. Fue más bien el producto de la práctica colonial que
había permitido una considerable autonomía de los gobiernos locales, y de los compromisos políticos realizados en la
Convención de Filadelfia [...]» (Pritchett, 1965: 83).
79 Bien señala Carl B. Swisher (1958: 32) que «la disposición por la cual los miembros de la cámara baja del
TP PT
Congreso serían elegidos proporcionalmente a la población, y el Senado tendría igual representación por cada Estado,
fue uno de los más importantes compromisos de la convención». En este sentido véase: Van Doren, 1986: 110‐131.
33
La fórmula federal establece unas relaciones bastante peculiares entre el gobierno
federal y el de los Estados, de tal manera que aquel no puede inmiscuirse en los asuntos
particulares de éstos, pero los Estados tampoco pueden hacerlo en los asuntos específicos
correspondientes al gobierno federal. Esto explica el hecho de que la Constitución haya
establecido de manera explícita y minuciosa las competencias del gobierno federal,
especialmente las del Congreso (artículo I, sección 8), mientras que deja a los Estados el
ejercicio de las competencias no asignadas a aquel. Sin embargo, esta asignación estricta de
las competencias del gobierno federal se atenuará con la doctrina de los «poderes
implícitos» consagrada por el juez Marshall (el mismo de la decisión Marbury contra
Madison) en la sentencia del caso McCulloch contra Maryland de 1819 (reproducida
parcialmente en infra p. [...]). En esta decisión se extienden los poderes del gobierno federal
con fundamento en la denominada necessary and proper clause, de acuerdo con la cual «el
congreso tendrá facultad para: [...] Sancionar todas las leyes necesarias y convenientes para
poner en ejecución las precedentes facultades, como también todas las otras otorgadas por
esta Constitución al gobierno de los Estados Unidos o a cualesquiera de sus dependencias
o funcionarios» 80 . Las dos consecuencias principales de la adopción de la estructural
TPF FPT
bicameral fueron entonces, por un lado, establecer una formula de acuerdo entre los
grandes y pequeños Estados y, por el otro, delimitar la esfera de acción del gobierno
central en la medida en que se reconocía una representación de los Estados como entidades
autónomas en el Congreso federal.
2.2.3. La esclavitud
Una segunda gran discusión, que tuvo un carácter a la vez complejo y trágico, y que
estuvo a punto de dividir definitivamente a la Convención de Filadelfia, fue la que se dio
en torno al esclavismo. Dos razones fundamentales explican este debate: la primera es la
fuerte contradicción socio‐económica entre los Estados del norte, dominados por un
espíritu más burgués, poseedores de un incipiente aunque importante desarrollo
manufacturero y de una fuerza de trabajo libre con pocos esclavos, y los Estados del sur,
que basaban su economía de plantación en el sometimiento de esclavos africanos traídos a
América del norte para cubrir la carencia de mano de obra que se presentaba por la
ausencia de tribus indígenas nativas 81 . La segunda razón, que tiene un carácter menos
TPF FPT
pragmático y más ideológico‐jurídico, se encuentra en la contradicción profunda entre el
principio de igualdad, establecido en la Declaración de Independencia y en varias
declaraciones de derechos de los Estados 82 , y el reconocimiento jurídicamente implícito de
TPF FPT
Para más detalles sobre los «poderes implícitos» véase: Blanco Valdéz, 1994: 163‐166; Lenaerts, 1988: 39 y ss.;
80
TP PT
Jacobson, 1932: 190‐191.
81
TP En este sentido véase: Morison y Commager, 1951: 167‐184; Sutherland, 1972: 208; Swisher, 1958: 207‐209.
PT
Por ejemplo, la Declaración de Independencia de 1776, en su parágrafo segundo, afirma que «todos los hombres
82
TP PT
son creados iguales» y que uno de los «derechos inalienables» de los individuos es la libertad. En cuanto a las
34
la esclavitud. Esta contradicción permite observar que si bien la Declaración de
Independencia fue una obra admirable en términos de una cierta sabiduría política, estuvo
llena también de transacciones no precisamente muy decorosas. La Constitución de 1787
tampoco resuelve explícitamente el problema de la esclavitud (aquí también será necesario
esperar hasta la Guerra de Secesión y la enmienda décimo tercera 83 ); solamente hace una TPF FPT
referencia bastante implícita al establecer el concepto de población de un Estado, concepto
necesario para determinar el número de Representantes a la Cámara y el monto de la
participación de cada Estado en los impuestos de la nación. Se produce entonces una
discusión bien compleja: por un lado, los Estados del norte afirmaban que en tanto los
esclavos no fueran considerados como personas no sería posible tenerlos en cuenta al
establecer el número de representantes a la Cámara, pero sostenían, al mismo tiempo,
contra los Estados del sur, que al participar los esclavos en la producción entonces debían
ser incluidos para determinar el monto de los impuestos; por otro lado, los Estados del sur
consideraban que como los esclavos no pagaban los impuestos, sino que lo hacían las
personas libres, entonces aquellos no debían ser tomados en cuenta al determinar el monto
de los tributos, pero si para establecer la representación en la Cámara, pues los
representantes lo son de todos los habitantes. Esta discusión en torno a la inclusión de los
esclavos en la población de referencia para determinar la representación en la Cámara y el
monto de los impuestos de cada Estado estuvo a punto de impedir el logro de un acuerdo.
Un intento de solución a este dilema se plasmó en el artículo primero, sección segunda, de
la Constitución: «los representantes y los impuestos directos serán prorrateados entre los
diversos Estados que puedan formar parte de esta Unión según la cantidad respectiva de
sus habitantes, la cual será determinada añadiendo al número total de personas libres,
entre las que se incluye a aquellas que están al servicio por un cierto número de años y se
excluye a los indios que no paguen contribución, las tres quintas partes de todas las demás
personas». Todas las «demás personas» eran precisamente los esclavos. De todas maneras,
es difícil comprender el acuerdo sobre esta fórmula, pues el problema de la inclusión de los
esclavos en la población no se resuelve, más bien se oculta y se aplaza. Lo que si muestra es
la cara obscura de la asamblea constituyente de Filadelfia que mientras reconoció el
principio de igualdad, consagró al mismo tiempo dos elementos que contradicen tal
declaraciones de derechos de los Estados, la de Virginia, por ejemplo, sostenía que «todos los hombres son, por
naturaleza igualmente libres e independientes».
83
TP «La historia del problema de la esclavitud en los Estados Unidos ilustra este peligro de tal manera que no
PT
necesitamos ningún otro ejemplo. La Constitución de 1787 reconocía la existencia de la esclavitud, pero dejó sin resolver
varias cuestiones, en particular, la de la extensión de la esclavitud a nuevos territorios y estados. Treinta años más tarde
estos asuntos llegaron a ser motivos de disputas, y después de otros treinta años estas disputas se agudizaron hasta el
punto de amenazar la paz del país. Las dos partes contendientes pretendían que la Constitución estaba de su lado. Si no
hubiese existido una Constitución contenida en un instrumento difícil de cambiar, o si hubiese sido posible enmendar la
Constitución de forma que la mayoría del congreso hubiese podido tener en los primeros momentos manos libres para
tratar la cuestión, es posible —aunque nadie puede asegurarlo— que se hubiera evitado la Guerra de secesión» (Bryce,
1963: 135‐136).
35
principio: por un lado, la aceptación implícita de la esclavitud a través del eufemismo de
«todas las demás personas» y, por el otro, la prohibición al Congreso hasta 1808 de
intervenir sobre este asunto 84 . TPF FPT
2.2.4. El ejecutivo federal
Otra de las discusiones complejas se produjo cuando se quiso definir el modo de
elección del jefe del ejecutivo. Antes de iniciarse los debates en la Convención, llegó a
proponerse que fuera un monarca quien ocupara ese importante lugar en la estructura
institucional federal, propuesta que fue planteada concretamente a Washington. Sin
embargo, esta iniciativa no genero ningún consenso en la élite política estadounidense 85 . TPF FPT
Por ende, ante la imposibilidad de establecer una monarquía en Estados Unidos, el
problema fue el de instituir una forma de gobierno no monárquica que sólo podía
legitimarse —si se quería ser congruente con los principios establecidos en el preámbulo de
la Constitución— a través del principio democrático del voto. Con todo, se tenía una gran
desconfianza en la aplicación de semejante mecanismo democrático para la elección del jefe
del ejecutivo y, como si fuera poco, no podía dejarse de lado la participación que los
Estados indispensablemente debían tener en la determinación de tan importante
funcionario. Fue así que durante la Convención la «cuadratura del círculo» se planteó, en
primer lugar, con la discusión sobre el carácter colegiado o unipersonal del ejecutivo. Por
una parte, el convencional Randolph propuso que estuviera encabezado por un consejo
directivo compuesto de tres miembros, mientras que, por otra parte, varios delegados se
opusieron y plantearon la necesidad de un ejecutivo unipersonal, posición que triunfaría
finalmente. No obstante, los problemas no terminaron allí, y la discusión ardua se dio
sobre el tema del modo de elección y el término del mandato del presidente como cabeza
única del ejecutivo. Dos posiciones fueron defendidas a este respecto: por un lado, la
elección del presidente por el Congreso para un periodo considerablemente extenso e
incluyendo la prohibición de la reelección; por otro lado, la elección popular de electores
84 La cláusula primera de la sección 9 del artículo primero de la Constitución imponía un límite a la regulación del
TP PT
comercio de esclavos por parte del Congreso: «La migración o importación de personas que alguno de los estados hoy
existentes creyese conveniente admitir, no será prohibida por el Congreso antes del año de mil ochocientos ocho [...]».
Igualmente, el artículo quinto sobre la reforma de la Constitución impone que «ninguna enmienda que pudiera hacerse
antes del año mil ochocientos ocho altere en manera alguna las cláusulas primera y cuarta de la sección novena del
artículo primero». Sobre las contradicciones entre la adopción del principio de igualdad y libertad en las declaraciones de
derechos y vigencia de la esclavitud es preciso destacar las obras de M. K. Stampp (1989) y E. D. Genovese (1989). Una de
las obras de referencia sobre la esclavitud en Estados Unidos desde la aprobación de la Constitución de 1878 hasta la
Guerra de Secesión es la de A. Weinstein, F. O. Gatell y D. Sarasohn (1979). Un interesante análisis sobre la esclavitud
como causa de la Guerra de Secesión se encuentra en el libro de D. L. Dumon (1980).
85 El mismo Washington negaba la posibilidad de un gobierno monárquico, pues consideraba que «la preservación
TP PT
del fuego sagrado de la libertad y el destino del modelo republicano de gobierno son quizá justamente considerados,
como profunda y finalmente arraigados en el experimento confiado a la voluntad del pueblo norteamericano» (discurso
de posesión como primer Presidente de los Estados Unidos del 30 de abril de 1789, citado en Beard et al., 1962: 173).
36
en cada Estado que, a su turno, elegirían al presidente para un término más breve y con
posibilidades de reelección. Fue tan compleja la discusión que la Convención remitió una
primera decisión estableciendo la elección legislativa por un periodo de siete años, sin
reelección, para que fuera ratificada por la comisión de redacción. Sin embargo, al interior
de esta comisión continuaron los debates entre quienes proponían el nombramiento del
presidente por el Congreso y quienes lo proponían mediante electores, por lo que fue
necesario designar otra «subcomisión» de once personas que se ocupara del tema.
Finamente la decisión de esta subcomisión fue la de separarse de la que había sido tomada
por la Convención y proponer que el presidente fuera elegido por electores designados en
cada Estado, los cuales se reunirían en cada uno de ellos para votar por dos personas (una
de las cuales no podía ser habitante del mismo Estado); posteriormente, las boletas de
votación serían llevadas a la sede del gobierno federal para ser escrutadas por el Senado y
el candidato que recibiese la mayoría de votos sería consagrado presidente para un
periodo de cuatro años, mientras quien resultare segundo sería vicepresidente para el
mismo periodo; si ningún candidato obtuviera la mayoría (como se pensaba que ocurriría
normalmente) o empatasen dos, sería el Senado quien elegiría al presidente entre los cinco
primeros candidatos que hubiesen recibido más votos de los electores estatales. Esta
compleja proposición de la subcomisión fue examinada por la Convención, la cual, ante el
peligro de una incitación hacia la aristocracia, decidió que fuera la Cámara de
Representantes, y no el Senado, la que eligiera al presidente en caso de no darse la mayoría
o de empate, siendo necesario un quórum especial y que la representación fuera de un voto
por cada Estado 86 . De esta manera se compuso la cláusula tercera, de la sección segunda,
TPF FPT
Todo este enrevesado proceso de designación del presidente —cuyo propósito
primordial era reconocer a los Estados algún papel en la elección de este funcionario— ha
sido afectado por la práctica política posterior a 1787, sobre todo por la implantación del
bipartidismo, acentuado durante el siglo pasado. Sobre la forma de designación de los
electores, la Constitución prevé que «cada Estado nombrará, del modo que su legislatura
determine, un número de electores igual al total de senadores y representantes que tenga
derecho a enviar al Congreso» (artículo II, sección 1). Actualmente, en todos los Estados se
ha establecido la elección popular de los electores, con lo que en cada uno de ellos,
mediante distintas modalidades, los ciudadanos votan por la lista de electores de los
partidos que hubiesen presentado candidatos a la presidencia. La lista que sume el mayor
número de votos obtendrá la totalidad de electores que el respectivo estado tenga derecho
a designar, lo que explica que las campañas presidenciales sean más intensas en los
86
TP Los detalles del debate en la Convención sobre el ejecutivo federal pueden encontrarse en: Pritchett, 1965: 38‐41;
PT
Beard et al., 1962: 163; Thach, 1969: 20 y ss.
87
TP Véase el texto de este artículo y las enmiendas más adelante, infra p. [...].
PT
37
Estados con grandes poblaciones, pues ellos representan un número mayor de electores.
Gracias al fenómeno del bipartidismo, muy pocas veces ha sido necesario recurrir a la
elección del Presidente por la Cámara de Representantes (solamente en 1801 y 1825), pues
algún candidato de los dos grandes partidos ha obtenido la mayoría de los votos de los
electores y no se han presentado empates 88 . TPF FPT
Varias veces se han puesto en duda las ventajas de este sistema de elección
presidencial en Estados Unidos. El último capítulo de esta controversia se produjo a raíz de
los acontecimientos de la elección presidencial del año 2000, en la que se enfrentaron el
candidato republicano Georges W. Bush y el demócrata Al Gore. Debido a que ninguno de
los dos tenía un gran respaldo electoral, los resultados de las votaciones dieron como
triunfador al candidato republicano, pues obtuvo el mayor número de electores, a pesar de
que fue el candidato demócrata el que, en la suma total a nivel nacional, obtuvo la mayor
votación, eso sí, por un pequeño margen. Varios fueron los que reclamaron la revisión de
este sistema de elección y otros tantos los que propusieron la implantación de la elección
popular directa del presidente. No obstante, el sistema se mantiene, lo cual se explica,
desde una perspectiva teórico‐constitucional, por dos razones. En primer lugar, este
complejo mecanismo de elección del presidente busca articular el ámbito estatal con el
federal, pues se trata de un sistema de elección indirecta donde los ciudadanos no eligen
inmediatamente al presidente sino que eligen a unos electores para que sean ellos, en
representación de los Estados, los que elijan al Presidente de manera directa, con lo cual se
pretende mantener una forma de reconocimiento de la soberanía residual de los Estados.
No obstante, el régimen federal estadounidense después de doscientos años de desarrollo
ha consolidado de manera importante el gobierno central y hoy se cree que ese sistema es
arcaico porque los estadounidenses no conciben al presidente como el representante de
una unión de Estados sino como el presidente de una nación, por lo cual se plantea que sea
elegido mediante el voto directo de los ciudadanos. En segundo lugar, esta forma de
designación pretende evitar un dominio absoluto de las mayorías en detrimento de las
minorías, especialmente de la minoría de los Estados más pequeños. Se trata de la «tiranía
facciosa» tan temida en El Federalista y a la cual se hará referencia más adelante. Así pues,
hay que tener en cuenta una perspectiva histórica si se quiere comprender la racionalidad
del sistema; por el contrario, si se descontextualiza podría parecer un sistema incoherente y
TP
88 «Los partidos políticos han hecho los nombramientos a partir de 1792, y los electores presidenciales se limitan a
PT
comprobar la voluntad de la mayoría en los Estados. Este hecho constituye actualmente una disposición no escrita tan
fuerte como cualquiera de las que constan en la Constitución escrita; y aunque algunas legislaturas de Estados no
nombraron electores presidenciales hasta 1860, el voto popular se ha convertido en el sistema universalmente aceptado.
Es interesante hacer notar que en este aspecto, en el que la Convención federal no poseía casi ninguna experiencia, se creó
un sistema poco hábil que tuvo que ser complementado por la Enmienda Duodécima y cambiado por la costumbre y por
la intervención de los partidos» (Morison y Commager, 1951: 284). Sobre el desarrollo del sistema presidencial y el
bipartidismo en Estados Unidos véase: Corwin, 1984; Gérard, 1991; Charles, 1956.
38
cometerse errores al respecto. Sin embargo, es innegable el surgimiento de un importante
debate que plantea la necesidad de un cambio en la forma de elección del Presidente.
3.3. Los contenidos de la Constitución: la democracia madisoniana
Volviendo a los consensos que se lograron en Filadelfia, éstos permitieron desarrollar
lo que se conoce en la historia del constitucionalismo como la «democracia madisoniana».
Su característica esencial es la de enfrentarse al dilema consistente en conciliar, por una
parte, un régimen republicano con origen en el voto popular y fundamentado en el
principio de la separación de poderes —abriendo así las puertas a una concepción del
gobierno limitado y al régimen presidencial— y, por la otra, el temor por parte de los
constituyentes frente a las consecuencias de la implantación de una democracia sin
controles, acrecentado por las insurrecciones de deudores ocurridas especialmente entre
1776 y 1787. A pesar de este temor, no existía otro camino distinto al de la legitimación a
través del voto, en la medida en que la monarquía había sido descartada desde la
Declaración de Independencia. El punto de partida necesario era entonces fundamentar el
nuevo régimen político en el consentimiento de los gobernados expresado por medio del
voto que, sin embargo, tenía limitaciones de carácter censitario. El miedo a cierta
concepción de la democracia se manifiesta de manera patente en El Federalista cuando se
defiende al nuevo gobierno como una república y cuando se utiliza el término democracia
para designar un sistema inconveniente porque es considerado como el primer paso hacia
una tiranía facciosa. Los autores de El Federalista estiman que el riesgo de que se presente
esta especie de degeneración es mucho mayor en la democracia porque ofrece más
oportunidades para que una facción —un grupo de individuos que buscan exclusivamente
satisfacer sus intereses personales— forme una mayoría que oprima y desconozca los
derechos de las minorías 89 . De esta forma, en El Federalista se abandonan las visiones
TPF FPT
gloriosas del pueblo y de las mayorías defendidas por los demócratas radicales y, por el
contrario, se tiende a una visión particularmente pesimista del ser humano, del pueblo y,
89
TP El principal efecto de la forma de gobierno republicana es que «afina y amplía la opinión pública, pasándola por
PT
el tamiz de un grupo de ciudadanos, cuya prudencia puede discernir mejor el verdadero interés de su país, y cuyo
patriotismo y amor por la justicia no estará dispuesto a sacrificarlo ante consideraciones parciales o de orden temporal.
Con este sistema, es muy posible que la voz pública, expresada por los representantes del pueblo, esté más en
consonancia con el bien público que si la expresara el pueblo mismo, convocado con ese fin»; mientras que, por el
contrario, el efecto de la democracia es que «hombres de natural revoltoso, con prejuicios locales o designios siniestros
pueden empezar por obtener los votos del pueblo por medio de intrigas, de la corrupción o por otros medios, para
traicionar después sus intereses» (ambos extractos son de Hamilton , Madison y Jay, El Federalista X; véase el texto
completo en infra p. [...]). También John Adams diferencia claramente la república de la democracia destacando los
defectos de la segunda: «Siempre abogué por una república libre, no por una democracia, que es una forma de gobierno
arbitraria, tiránica, sanguinaria, cruel e intolerable, tal como se relata que fue la de Falaris con su toro. Robespierre es el
ejemplo perfecto del carácter del primer carnero adalid en una democracia» (citado en Bailyn, 1972: 255, n. 50)
39
por ende, de tales mayorías 90 . La gran dificultad es entonces la de constituir un gobierno
TPF FPT
fundamentado en el voto popular pero que al mismo tiempo proteja a las minorías de una
posible tiranía facciosa de las mayorías. Este dilema, que supuso también una gran
discusión al interior de la asamblea constituyente en Filadelfia, puede plantearse a través
de los siguientes interrogantes: ¿cómo evitar que un gobierno republicano fundado en el
principio de la mayoría conduzca a la tiranía facciosa?, ¿cómo proteger los derechos de las
minorías en una democracia?. La respuesta a estos interrogantes —y, asimismo, al que
pretende resolver la fórmula federal— determinarán en buena parte los diseños
institucionales que estableció la Constitución de 1887.
La respuesta que presenta este texto constitucional y defendida particularmente por
El Federalista puede sintetizarse en las siguientes consideraciones: en una sociedad
republicana (en términos actuales, en una sociedad «democrática») el conflicto entre los
grupos que la constituyen es inevitable, puesto que es imposible establecer una sociedad
humana de plena armonía. Siempre habrá grupos con intereses encontrados y siempre
habrá conflictos entre estos grupos 91 . Incluso es posible considerar que algunos aparates de
TPF FPT
El Federalista anuncian el lenguaje dialéctico del marxismo, aunque es claro que los
propósitos de este texto son distintos a los de la filosofía política marxista en la medida en
que esta última utiliza la tesis del enfrentamiento entre grupos sociales para radicalizar la
oposición entre las clases y plantear la superación del Estado, mientras que Madison,
Hamilton y Jay trataron de encontrar un equilibrio entre los distintos intereses de los
grupos encontrados. Sea como fuere, para estos autores es algo inevitable que en toda
sociedad haya intereses encontrados, y si además se tiene una sociedad donde hay cierto
nivel de libertad política, esos intereses estarán más propensos a enfrentarse y uno de ellos
tratará de imponerse a los otros y de establecer así una tiranía facciosa. De esto a decir que
la historia de la sociedad es la historia de la lucha de clases no hay una gran diferencia
analítica. Por lo demás, de acuerdo con El Federalista el hecho de que en una sociedad
existan intereses encontrados es en el fondo una consecuencia de la distinta relación con la
90 «Todo el Federalist está dominado por una antropología pesimista que parece tener ascendencias maquivelianas
TP PT
y hobbesianas, precisamente porque tiene en cuenta el efectivo comportamiento del hombre, en el cual la razón coexiste
con muy fuertes pasiones, y, entre éstas, el amor por el poder, que es sentido por cualquier individuo razonable»
(Matteucci, 1998: 211).
91 «Las causas latentes de la división en facciones tienen su origen en la naturaleza del hombre; y las vemos por
TP PT
todas partes que alcanzan distintos grados de actividad según las circunstancias de la sociedad civil. El celo por
diferentes opiniones respecto al gobierno, la religión y muchos otros tantos puntos tanto teóricos como prácticos; el apego
a distintos caudillos en la lucha ambiciosa por la supremacía y el poder, o a personas de otra clase cuyo destino ha
interesado a las pasiones humanas, han dividido a los hombres en tantos bandos, los han inflamado de mutua
animosidad y han hecho que estén mucho más dispuestos a molestarse y a oprimirse unos a otros que a cooperar para el
bien común» (Hamilton , Madison y Jay, El Federalista X).
40
propiedad, lo cual significa, en otros términos, que la fuente de divergencias sociales está
estrechamente ligada a la distribución de los bienes entre distintos grupos sociales 92 . TPF FPT
Una vez planteada esta premisa, se afirma en El Federalista que es imposible tratar de
remover las causas que explican la existencia de conflictos al interior de la sociedad y que
son el origen de una eventual tiranía facciosa. La solución, en la medida en que no se
pueden atacar las causas del conflicto, es la de controlar sus efectos para evitar que
degenere en un despotismo de las mayorías. Lo que se intentará controlar, a través de los
diseños constitucionales, es precisamente los efectos de los enfrentamientos. En pocas
palabras, el hecho de que existan luchas entre los grupos sociales es para los autores de El
Federalista algo inevitable, pero lo que puede evitarse es que estas luchas conduzcan a una
tiranía de uno de tales grupos 93 . Este es, en últimas, el gran problema del diseño de una
TPF FPT
constitución, problema para el que Hamilton y Madison 94 ofrecerán una solución doble. En
TPF FPT
primer lugar, si estamos frente a las pretensiones de unas facciones que son minoritarias, el
propio principio republicano de toma de decisiones a través de las mayorías se encargará
de impedir la tiranía facciosa de una minoría. En una democracia que funcione sobre el
principio de la mayoría es impensable una tiranía duradera de una minoría. Entonces, en
segundo lugar, el problema complejo es el de cómo evitar la tiranía facciosa de las
mayorías que de al traste con el régimen republicano. Es por esto que buena parte del
diseño constitucional de Filadelfia, e incluso del que propone el constitucionalismo liberal
clásico, responde a este segundo interrogante.
La primera solución institucional que se propuso es la de evitar que se formen
mayorías estables y duraderas a través de varios mecanismos. Uno de ellos es el de
establecer procesos distintos de selección de los funcionarios públicos que pueden parecer
muy enrevesados y complejos, pero que si se tiene en cuenta su propósito final, se
entienden plenamente. Así, en Estados Unidos no existe algo parecido a una elección
general, como si sucede en Inglaterra o en buena parte de los países latinoamericanos,
porque los periodos electorales comienzan y terminan en distintos momentos. Por ejemplo,
a nivel federal, la Cámara de Representantes se elige cada dos años, el Senado cada seis
renovándose por tercios cada dos años, el presidente cada cuatro años, mientras que a
nivel estatal, las elecciones no coinciden necesariamente con las federales. Así, se logra que
los ciudadanos hagan parte de distintas «mayorías» y se evita que exista una excesiva
92
TP «La fuente de discordia más común y persistente es la desigualdad en la distribución de las propiedades». «Los
PT
propietarios y los que carecen de bienes han formado siempre distintos bandos sociales. Entre acreedores y deudores
existe una diferencia semejante» (Hamilton , Madison y Jay, El Federalista X).
93 «La conclusión a que debemos llegar es que las causas del espíritu de facción no pueden suprimirse y que el mal
TP PT
sólo puede evitarse teniendo a raya sus efectos» (Hamilton , Madison y Jay, El Federalista X).
94 La participación de Jay en este aspecto fue bastante reducida: «La contribución menor fue la de Jay, que se
TP PT
ocupó de las relaciones internacionales con cinco artículos; Madison compuso entre catorce y veintiséis sobre la teoría
económica y sobre la estructura federal; Hamilton compuso entre cincuenta y uno y sesenta y tres de teoría política; por
último, tres son de Hamilton y de Madison».
41
concertación mayoritaria permanente —o por lo menos que ello sólo ocurra
excepcionalmente— porque lo que puede hacer una mayoría, por ejemplo en la Cámara de
Representantes, puede ser contrarrestado en el Senado donde pueden estar representados
otros intereses, y lo que eventualmente el Senado y la Cámara actuando de manera
concertada lograran hacer, el presidente puede objetarlo, y aun así si estos tres órganos
federales se ponen de acuerdo, a nivel estatal pueden encontrar resistencias. Se necesitaría
entonces una conjunción de demasiados elementos para que todas estas instituciones
lograsen ponerse de acuerdo para generar una mayoría inalterable que pudiera convertirse
en una tiranía facciosa. El papel de la Constitución, al establecer un régimen federal frente
a varios regímenes estatales, y al instituir distintas ramas de gobierno en ambos niveles
(legislativo, ejecutivo y judicial tanto estatales como federales) es entonces el de distribuir
el ejercicio del poder político entre tantas instancias que éstas lleguen a controlarse
mutuamente y que, al controlarse mutuamente, de la competencia entre ellas surja un
equilibrio que evite la tiranía mayoritaria. Esta es la idea de democracia madisoniana: la
idea de competencia entre distintos grupos sociales ubicados en distintas instancias del
poder que logran un equilibrio y garantizan un gobierno limitado que respeta los derechos
de la persona 95 . TPF FPT
El anterior es sólo uno de los mecanismos institucionales que, sin embargo, está
articulado a otros mecanismos y a otras ideas que desarrollaron los constituyentes de
Filadelfia y que, en su conjunto, integran las grandes contribuciones teóricas e
institucionales del constitucionalismo estadounidense. La diversificación horizontal
(realizada a través de la fórmula federal) como vertical (plasmada en la división funcional
de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial) de la estructura de gobierno se
complementa, en primer lugar, con una concepción de la sociedad donde la multiplicación
de los grupos que la constituyen es una de sus características fundamentales, lográndose
de esta forma que un ciudadano nunca haga parte de una mayoría estable sino de distintos
grupos que se equilibran entre sí 96 . En segundo lugar, como ya se indicó, se propone la
TPF FPT
distinción entre democracia y república ya que la primera sólo se concibe en su versión
directa, mientras que la segunda se configura por esencia como un régimen
95 «La influencia de los líderes facciosos puede prender una llama en su propio Estado, pero no logrará propagar
TP PT
una conflagración general en los restantes. Una secta religiosa puede degenerar en bando político en una parte de la
Confederación ; pero las distintas sectas dispersas por toda su superficie pondrán a las asambleas nacionales a salvo de
semejante peligro. El entusiasmo por el papel moneda, por la abolición de las deudas, por el reparto de la propiedad, o a
favor de cualquier otro proyecto disparatado o pernicioso, invadirá menos fácilmente el cuerpo entero de la Unión que
un miembro determinado de ella» (Hamilton , Madison y Jay, El Federalista X). A propósito de la estructura federal como
sistema de control de las mayorías políticas véase, entre otros: Beard, 1953: 157; Miller , 1970: 116‐121; Blanco Valdés,
1994: 100‐104.
96 «Cuanto más pequeña es una sociedad, más escasos serán los distintos partidos e intereses que la componen;
TP PT
cuanto más escasos son los distintos partidos e intereses, más frecuente es que el mismo partido tenga la mayoría; y
cuanto menor es el número de individuos que componen esa mayoría y menor el círculo en que se mueven, mayor será la
facilidad con que podrán concertarse y ejecutar sus planes opresores» (Hamilton , Madison y Jay, El Federalista X).
42
representativo 97 . El establecimiento de este tipo de régimen que deja de lado la idea de
TPF FPT
democracia directa tiene para los autores de El Federalista dos efectos positivos: primero,
la deliberación entre representantes se facilita muchísimo más y hay una mejor
comprensión del interés general que cuando todos los ciudadanos participan de manera
directa, teniendo en cuenta que la representación permite moderar las pasiones y evita los
riesgos de una tiranía mayoritaria; segundo, la representación posibilita la existencia de un
régimen republicano en un país de una gran extensión, característica que además hace
mucho más difícil que los intereses logren concertarse para establecer una mayoría
duradera 98 . Así, si eventualmente una facción logra el control del gobierno en uno de los
TPF FPT
Estados de la unión y pretende imponer medidas arbitrarias en contra de las minorías,
puede ser contrarrestada ya sea por el gobierno federal, ya sea por los de los otros Estados,
y sería muy difícil lograr una tiranía facciosa en un régimen representativo —republicano
en términos de Madison y Hamilton— al interior de una gran Nación.
Un tercer mecanismo que se suma a la idea del enfrentamiento y el equilibrio entre
grupos sociales y al régimen representativo, es el concepto mismo de separación de
poderes que en el constitucionalismo estadounidense se consagra de manera muy estricta.
De acuerdo con El Federalista la separación de poderes no consiste solamente en radicar
distintas funciones en cada órgano (ejecutivo, legislativo y judicial), sino en establecer
también un sistema de frenos y contrapesos (checks and balances) en donde cada poder
controla las eventuales extralimitaciones del otro 99 . De esta forma, existe una marcada
TPF FPT
independencia entre los poderes, dado que cada uno se mantiene en funciones durante
todo el periodo prefijado de sus mandatos, siendo imposible que el uno afecte la
composición política del otro (como si sucede en el parlamentarismo británico a través de
los mecanismos de disolución del Parlamento y voto de censura a los ministros), sin que
ello signifique que no fueran previstos dispositivos para contrarrestar las posibles
intromisiones de un poder frente al otro. De esta manera, como los distintos poderes se
controlan, se tiene un gobierno por esencia limitado y respetuoso de los derechos de las
minorías y de las personas. Este mecanismo de separación estricta de poderes es una de las
grandes invenciones del constitucionalismo estadounidense, conocida con el nombre de
97
TP «Las dos grandes diferencias entre una democracia y una república son: primera, que en la segunda se delega la
PT
facultad de gobierno en un pequeño número de ciudadanos, elegidos por el resto; segunda, que la república puede
comprender un número más grande de ciudadanos y una mayor extensión de territorio» (Hamilton , Madison y Jay, El
Federalista X). 39
98 «El gobierno republicano puede regir a un número mucho mayo de ciudadanos y a una extensión territorial más
TP PT
importante que el gobierno democrático; y es principalmente esta circunstancia la que hace menos temibles las
combinaciones facciosas en el primero que en este último» (Hamilton , Madison y Jay, El Federalista X).
99 «La mayor seguridad contra la concentración gradual de los diversos poderes en un solo departamento [en el
TP PT
ejecutivo, el legislativo o el judicial] reside en dotar a los que administran cada departamento de los medios
constitucionales y los móviles personales necesarios para resistir las invasiones de los demás» (Hamilton , Madison y Jay,
El Federalista LI).
43
«régimen presidencial», por oposición al «régimen parlamentario» que es un régimen de
separación flexible de poderes en tanto que hay una influencia orgánica del legislativo en
la conformación del ejecutivo y viceversa. De manera contraria, en el régimen presidencial
hay una separación orgánica estricta, pero también una interdependencia funcional que
permite que los distintos poderes se controlen unos a otros 100 . Por ejemplo, en el régimen
TPF FPT
presidencial estadounidense el ejecutivo controla los desafueros del legislativo a través del
reconocimiento de un veto a favor del presidente 101 . Ahora bien, según los autores de El
TPF FPT
Federalista, el legislador no requiere una protección especial pues «en el gobierno
republicano predomina necesariamente la autoridad legislativa» 102 . Los que precisarían de TPF FPT
dispositivos particulares de protección son el ejecutivo —sobre todo frente a las
usurpaciones del legislativo— y el judicial, para que éste ultimo, garantizada su
independencia, juegue un papel fundamental en la consolidación de este tipo de
democracia 103 .
TPF FPT
Finalmente, existe un último mecanismo que se relaciona precisamente con esa
función especial que va a realizar el poder judicial. Con miras a que el régimen republicano
no degenere en una tiranía facciosa, es preciso, por una parte, el establecimiento de una
constitución escrita y, por la otra, el ejercicio por parte del poder judicial de un control de
la constitucionalidad de las leyes. Son dos elementos de un mismo mecanismo que evita tal
tiranía porque, en primer lugar, el propósito con una constitución escrita —mejor aún, con
una constitución rígida 104 — tal y como es concebida por los constituyentes de Filadelfia, es
TPF FPT
precisamente el de ser un instrumento para garantizar un gobierno limitado, puesto que
determina de manera categórica las facultades de la autoridad política, protegiendo, al
mismo tiempo, los derechos de los individuos, incluyendo los derechos de las minoría. Sin
embargo, el carácter escrito de la constitución no basta para garantizar la observancia de
sus postulados. Ello explica entonces que para evitar la tiranía de una facción mayoritaria
sea necesario, en segundo lugar, un dispositivo mediante el cual una ley que desconozca
100
TP Es clásica la diferenciación propuesta por Hauriou cuando señala que el equilibrio en los regímenes políticos
PT
basados en la separación de poderes «ha sido buscado de dos maneras: en primer lugar, por medio de una separación
tajante o acentuada entre los poderes, que conduce, con su aislamiento, al régimen presidencial; en segundo lugar, por medio
de una separación matizada o atenuada que facilita su colaboración, y da como resultado el régimen presidencial» (Hauriou,
1980: 267). Además de las obras referenciadas en infra n. 77, véase también: Knight, 1989.
TP El veto presidencial de carácter suspensivo es previsto por el parágrafo segundo, sección séptima del artículo I
101 PT
de la Constitución (véase infra p. [...]).
102
TP Hamilton , Madison y Jay, El Federalista LI.
PT
103
TP Una reflexión detallada sobre el carácter predominante del legislativo y de los mecanismos de los que disponen
PT
los otros poderes para contrarrestarlo puede hallarse en: Fioravanti, 2001: 108‐109; Pritchett, 1965: 35‐37; Jacobson, 1932:
173‐175.
104 «Las constituciones del tipo más antiguo pueden llamarse flexibles, porque poseen elasticidad y se adaptan y
TP PT
alteran sus formas sin perder sus características principales. Las constituciones del tipo más moderno no poseen esta
propiedad, porque su estructura es dura y fija. Por lo tanto, no hay inconveniente en darles el nombre de constituciones
rígidas» (Bryce, 1963: 26). [cita de Ignacio de Otto]
44
los contenidos de la constitución escrita sea declarada nula y pierda su vigencia, a pesar de
haber sido aprobada por la mayoría del cuerpo legislativo. Es así como se salvaguardarían
los derechos de las minorías porque las mayorías no podrían hacer cualquier cosa a través
de la ley. Por lo demás, los protagonistas de la puesta en práctica de este dispositivo son,
de acuerdo con Hamilton y Madison, lo veremos enseguida, los jueces y los tribunales. De
esta forma se configura al interior del constitucionalismo estadounidense la idea del
control judicial de constitucionalidad de las leyes. Uno de los aspectos particulares de este
tipo de control es precisamente el papel preponderante del juez, por más de que en Estados
Unidos sea objeto de una elección política (al menos a nivel federal), realizada por el
presidente con el visto bueno del Senado 105 . De todos modos, una vez en el cargo, el juez
TPF FPT
permanecerá en él de por vida, con lo cual se asegura su independencia frente a las fuerzas
políticas 106 . Esto último, sumado a que los jueces no tienen por qué seguir las instrucciones
TPF FPT
de las mayorías en la medida en que no dependen de ellas, permite que se le asigne el
control de la constitucionalidad de las leyes, con el propósito, siempre presente en el
constitucionalismo estadounidense, de garantizar el gobierno limitado y la protección de
los derechos de las minorías. Así pues, para que una mayoría en Estados Unidos logre
controlar todo el aparato institucional del Estado necesitaría no sólo dominar la Cámara y
el Senado (lo cual es ya difícil porque tendría que ser mayoría por lo menos durante seis
años), alcanzar la Presidencia y apoderarse de los gobiernos de los distintos Estados de la
unión, sino además tendría que imponerse durante mucho tiempo para poder sustituir los
jueces de una postura jurídico‐política contraria a la suya, tanto a nivel estatal como a nivel
federal. Si una mayoría lograra controlar el ejecutivo y el legislativo a la vez, encontrará de
todos modos talanqueras y límites en un poder judicial orgánicamente independiente de
los órganos políticos y con la formidable posibilidad de controlar la constitucionalidad de
la leyes. Así se cierra el círculo y los constituyentes consiguen construir un estructura de
gobierno republicano que no degeneraría en una tiranía de las mayorías y que sería
respetuoso de los derechos de las minorías y, en general, de los de las personas.
Todas las anteriores son concepciones bastantes profundas y originales en el
momento histórico en que surgen porque se pensaba que sólo podían existir democracias
en Estados pequeños, ya que los de gran extensión no podían asumir una forma distinta a
la monarquía 107 . Por el contrario, para Madison y Hamilton en un Estado cuyo territorio no
TPF FPT
El presidente «propondrá —y con acuerdo y consentimiento del Senado nombrará— a [...] los jueces de la Corte
105
TP PT
Suprema [...]» (parágrafo segundo, sección segunda del artículo II).
106 «Los jueces, tanto los de la Corte Suprema como los de los tribunales inferiores, conservarán sus cargos
TP PT
mientras dure su buena conducta [...]»(sección primera del artículo III).
107 «Si en los diferentes Estados el número de magistrados supremos debe estar en razón inversa al de los
TP PT
ciudadanos, se deduce que, en general, a los Estados pequeños les conviene el gobierno democrático, a los medianos el
aristocrático y a los grandes la monarquía. Esta regla se deduce directamente del principio, pero ¿cómo dar cuenta de la
gran cantidad de circunstancias que pueden dar lugar a excepciones?» J‐J. Rousseau, El Contrato Social, Libro III, capitulo
III.
45
fuera muy grande no se lograría consolidar un régimen republicano, dado que esta
característica permite la reunión de una mayoría estable que podría degenerar en una
tiranía facciosa; en cambio, en un gran territorio los distintos grupos sociales no podrían
reunirse y se generaría una competencia entre ellos, condición necesaria para la existencia
de un régimen republicano equilibrado, limitado, respetuoso de los derechos individuales,
que busque el bien común y que no se convierta en una tiranía de las mayorías 108 . Se TPF FPT
podría afirmar entonces que lo que busca el diseño constitucional estadounidense es
implantar una especie de «democracia anti‐mayoritaria» en donde, por paradójico que
parezca, las mayorías encuentren limites al ejercicio del poder político, garantizándose así
una continuidad institucional de modo que las reglas de juego no cambien cada vez que
una mayoría distinta llegue al poder, sino que sólo se vean afectadas algunas políticas
puntuales sin modificar radicalmente la estructura constitucional. No sucede esto en
regímenes que como el inglés ofrecen las condiciones para que una mayoría estable cambie
aspectos estructurales importantes. Afirman los defensores de una «democracia anti‐
mayoritaria» que la competencia entre diversos grupos sociales es precisamente una
manera de evitar cambios políticos bruscos, a fuerza de producir una especie de
compensación donde un grupo mayoritario al interior de un órgano debe negociar y
buscar consensos con el grupo mayoritario de otro órgano 109 . El efecto perverso de este
TPF FPT
modelo, según sus críticos, es el de evitar el ejercicio real del gobierno por parte del pueblo,
que limita su papel al de ser el contenido de un enunciado retórico de legitimación. Todo el
discurso señala que la existencia de la autoridad política está fundamentada en el
consentimiento del pueblo, pero cuando se establecen los mecanismos institucionales para
hacer operativo el ejercicio del poder político, el pueblo, como mayoría, es excluido,
exclusión que sería la manifestación del gran «temor al pueblo» que caracterizó la
Convención de Filadelfia. Es por ello que «Richard Henry [antifederalista de Virginia], el
más grande orador norteamericano de su época, tronó contra la constitución tachándola de
antidemocrática, cotejó cada una de sus cláusulas con los prejuicios regionales y populares
y pintó el horrendo espectáculo de un presidente avanzado al frente de su ejercito para
dar “un salto mortal al trono de América”» (Morison y Commager, 1951: 290) 110 . TP F FPT
TP «La misma ventaja que posee la república sobre la democracia, al tener a raya los efectos del espíritu de partido,
108 PT
la tiene una república grande en comparación a una pequeña y la posee la unión sobre los Estados que la componen».
(Hamilton , Madison y Jay, El Federalista X).
109 Esta característica del régimen constitucional estadounidense explica en parte la distinción establecida por A.
TP PT
Lijphart entre los modelos de democracia de «mayoría pura» y los modelos de «democracia de consenso» que se
diferencian entre sí esencialmente por el reconocimiento, en el modelo consensual, del derecho de las minorías a ejercer
— a través de ciertos mecanismos institucionales— un veto en contra de las decisiones mayoritarias, mientras que en el
modelo mayoritario puro las minorías no tienen esa posibilidad. El sistema mayoritario inglés corresponde a éste modelo
y el régimen republicano madisoniano corresponde a la democracia de consenso (Lijphart, 1987, 204‐207).
110 Para un análisis general de las críticas de este género que suscitaron los mecanismos anti‐mayoritarios de la
TP PT
Constitución de 1787 véase: Main, 1961; Rutland, 1966; Boyd, 1979.
46
3. LA SENTENCIA MARBURY CONTRA MADISON
El proceso mediante el cual se estableció el control judicial de la constitucionalidad de
las leyes en Estados Unidos tiene ciertas características peculiares que se explican
principalmente por el hecho de que en el texto de la Constitución de Filadelfia no está
previsto en ningún artículo este tipo de control. El camino elegido no fue entonces el de la
previsión constitucional expresa, sino el de la interpretación de la Constitución por parte
de los jueces. Llegamos así al último de los grandes eventos del constitucionalismo
estadounidense: la sentencia de la Corte Suprema de los Estados Unidos del 24 de febrero
de 1803 que resolvió el caso Marbury contra Madison y a partir de la cual se consolida el
mecanismo del control de la constitucionalidad de las leyes realizado por los jueces y
tribunales. El análisis de esta decisión judicial —seguramente la más trascendental en la
historia de la Corte Suprema 111 — se hará en dos tiempos. En el primero se presentará el
TPF FPT
contexto histórico que permite entender el caso que resuelve la sentencia; en el segundo se
estudiará el contenido conceptual del fallo y su importancia.
3.1. El contexto político
Los acontecimientos sucedidos antes de la sentencia y el contexto político en el que se
produce ayudan a comprender su filosofía e incluso, según algunos, el oportunismo del
juez John Marshall 112 —Presidente de la Corte Suprema al momento de resolverse el caso—
TPF FPT
, si bien restringir esta decisión a una cuestión de oportunidad es más bien una visión que
es necesario superar.
En lo referente al contexto político, durante los primeros años de gobierno
independiente, concretamente a partir de 1789 (fecha en la que se posesiona Washington y
se elige el primer Congreso), en los Estados Unidos se consolida, a partir de las ideas de la
tendencia que triunfó en la Convención, el grupo político de «los Federalistas» que
argumentaba en favor de un Estado federal fuerte y, por ende, interpretaba ampliamente
las facultades del gobierno nacional en detrimento de las competencias de los distintos
Estados. Desde un punto de vista socio‐económico, este grupo estaba liderado sobre todo
por propietarios de grandes manufacturas, por comerciantes, por banqueros y por dueños
de considerables extensiones de tierra y plantaciones con esclavos, quienes estaban
111 Para H. J. Abrahan, la sentencia Marbury contra Madison (denominada por buena parte de los historiadores del
TP PT
constitucionalismo estadounidense como el mandamus case o «caso del mandamiento») es una de «las cuatro más
trascendentales decisiones en la historia nacional» (las otras tres son: McCulloch contra Maryland, a la cual ya se hizo
referencia; Dartmouth College contra Woodward y Gibbons contra Ogden) (Abrahan, 1992: 83‐84). Afirmaciones similares
hacen A. Tunc (1954: 107) y M. Tushnet (2000: 17).
112 D. Rousseau asegura que la sentencia Marbury contra Madison es una «verdadera obra de arte de estrategia
TP PT
constitucional» (1999: 14, n. 9), mientras que B. Schwartz (1985: 59) considera que «desde un punto de vista estratégico, no
se podía haber elegido un caso mejor para la declaración del poder que ha sido considerado desde entonces como la
salvaguardia de la estructura constitucional norteamericana».
47
interesados en un gobierno fuerte que garantizara la pacificación de la sociedad, la
imposición de una política económica unificada y la protección de la propiedad y de los
contratos. Son dos los grandes dirigentes de la corriente federalista: Georges Washington,
quien, a pesar de su posición moderada, fue el gran impulsor del gobierno federal, y
Alexander Hamilton, secretario del tesoro durante el gobierno del primero y defensor de
un control importante de las finazas públicas por parte de la administración federal 113 . TPF FPT
Frente a este grupo político se desarrolló otra tendencia inicialmente conocida como «los
anti‐federalistas», posteriormente como «los Republicanos» y finalmente con el apelativo
más radical de «los demócratas» 114 . Liderado por Thomas Jefferson y por James Madison
TPF FPT
(uno de los coautores de El Federalista), tenía como objetivos la preservación de los
derechos de los pequeños propietarios (la «pequeña burguesía» en términos marxistas: los
artesanos, los pequeños comerciantes urbanos, los dueños de parcelas no muy extensas,
etc.) y la limitación de las prerrogativas del gobierno federal. La oposición entre estos dos
grupos se fue haciendo cada vez más aguda por varias causas, entre las que se destacaba la
defensa de los diferentes intereses socio‐económicos que cada uno representaba. A esto se
suman otros factores de diversa índole, como por ejemplo la posición de defensa o rechazo
frente a los acontecimientos de 1789 en Francia: mientras que los republicanos respaldaban
la revolución francesa, los federalistas eran más cercanos a la visión suspicaz y temerosa de
Inglaterra frente a los sucesos de Francia 115 . TPF FPT
Durante algo más de diez años gobernaron los federalistas Washington (de 1789 a
1797) y Adams (de 1797 a 1801). Sin embargo, las elecciones realizadas en 1800 dieron
TP
113 Las medidas tomadas por Hamilton como secretario del tesoro fueron objeto de una gran crítica, sobre todo
PT
aquellas mediante las cuales el gobierno federal asumió las deudas de la Confederación (tal como lo preveía el artículo VI
de la Constitución) puesto que los títulos de deuda pública emitidos antes de 1787, que habían sido en buena medida
comprados por cultivadores, pasaron a manos de especuladores que los adquirieron a muy bajo precio, en detrimento de
los primeros. Para más detalles sobre las medidas fiscales de Hamilton véase: McLaughlin, 1935: 225‐234; Morison y
Commager, 1951: 324‐327; Tunc, 1954: 89‐92.
114 Sobre las tendencias políticas opuestas al federalismo —que aquí hemos reunido bajo la denominación general
TP PT
de «los antifedralistas»— véase las obras citadas en infra nn. 69, 74 y 110.
115 A propósito de las dificultades y las discusiones en Estados Unidos sobre la Francia revolucionaria véase
TP PT
especialmente el capítulo sexto de la obra de T. A. Bailey (1946) y los análisis de A. E. Sutherland (1972: 299) y de S. L.
Morison, y H. S Commager (1951: 339‐343). Ya se ha hecho alusión varias veces al enfrentamiento entre Federalistas y
Antifederalistas (véase infra nn. 69 y 74). Además de las obras anteriormente citadas, se ocupan específicamente de este
debate los textos de J. C. Miller (1960), D. H. Fischer (1969) y W. N. Chambers (1963 y 1972).
Es preciso hacer una breve aclaración sobre el origen y el desarrollo de los partidos políticos en Estados Unidos. Tanto
el partido Republicano como el partido Demócrata actuales aparecen algunos años después del periodo de
enfrentamiento entre Federalistas y Antifederalistas (estos último llamados también, como acaba de indicarse,
«republicanos» o «demócratas»). El partido Republicano actual tuvo en sus orígenes como principal líder a Abraham
Lincon y era de carácter antiesclavista y progresista. Lo que explica la naturaleza conservadora que hoy en día se le
atribuye es el hecho de que durante el gobierno de Franklin D. Roosevelt el partido Demócrata gana la simpatía de los
sectores urbanos excluidos, razón por la cual este último tiene sectores muy progresistas pero también los más
conservadores representados en las tendencias racistas del sur de los Estados Unidos. Para un análisis más detallado del
sistema bipartidista en Estados Unidos véase, entre otros: Charles, 1956; Chambers, 1975; Hofstadter, 1969.
48
como ganador al republicano Jefferson. Ante semejante triunfo de la oposición anti‐
federalista, que no sólo alcanzó la presidencia sino también la mayoría en el Congreso, el
Presidente saliente Adams (junto con su secretario de Estado y futuro Presidente de la
Corte Suprema, John Marshall), queriendo atenuar la derrota del partido federalista, no
encontró otro camino distinto al de ocupar la rama (en lenguaje jurídico estadounidense, el
«departamento») judicial con jueces de esta tendencia política. Con este objetivo, en el
interregno entre la elección (noviembre de 1800) y la posesión de Jefferson (marzo de 1801),
se aprobaron varias leyes mediante las cuales se creaban nuevos cargos judiciales 116 ; TPF FPT
enseguida, el gobierno empezó a nombrar jueces de talante federalista en tales cargos.
Estos jueces son conocidos de manera despectiva como los «jueces de media noche», pues
varios de ellos fueron elegidos hasta la media noche del último día del mandato de Adams.
Uno de los jueces así elegidos fue William Marbury quien había sido designado como juez
de paz del distrito de Columbia. El secretario de Estado alcanzó a formalizar el
nombramiento mediante la imposición del sello oficial, pero no tuvo tiempo para
entregarlo y hacerlo efectivo. Cuando Jefferson y su secretario de Estado, James Madison,
se dieron cuenta de estas designaciones de jueces realizadas en último momento, deciden
evitar el atrincheramiento en la judicatura del federalismo y, por ende, no hacer efectivos
varios de estos nombramientos 117 . Ante la negativa de ejecutar el nombramiento, Marbury
TPF FPT
interpuso una acción judicial ante la Corte Suprema, para que mediante un mandato
judicial ordenara al secretario de Estado hacer efectivo su nombramiento como juez de paz.
La acción estaba fundamentada en la ley de organización judicial de los Estados Unidos (la
Judiciary Act de 1789) que otorgaba competencia a la Corte Suprema respecto de los
mandatos judiciales dirigidos a funcionarios del orden federal. Se trataba entonces de una
situación bastante compleja para el juez Marshall porque, por un lado, si no le concedía el
mandato judicial a Marbury podía ser visto como un traidor de la causa federalista y, por
el otro, si lo otorgaba, el riesgo de una negativa de Jefferson y Madison de hacer efectivo el
nombramiento y, por ende, de una crisis institucional de consecuencias incalculables era
muy grande 118 . Es más, en el Congreso se llegó a proponer que en caso de una decisión
TPF FPT
favorable a Marbury, se iniciaría un juicio político para destituir a Marshall.
116
TP Se trata específicamente de la Circuit Court Act de enero de 1801, que modifica la Judiciary Act de 1789.
PT
TP Jefferson, agobiado por la situación, escribió: «Los federalistas, derrotados en los comicios, se han refugiado en
117 PT
el poder judicial, y desde esa trinchera esperan echar abajo todos los baluartes del republicanismo» (citado en Morison y
Commager, 1951: 387).
118 «Si la Suprema Corte hubiera ordenado a Madison que hiciera entrega de los nombramientos, y Madison se
TP PT
hubiese rehusado a hacerlo (lo cual debe considerarse seguramente posible), no hubiera habido manera viable de
enjuiciar por desacato al secretario de Estado. La Suprema Corte se habría convertido en el hazmerreír de los
jeffersonianos. Por otra parte, si la Suprema Corte sobreseía el caso, las doctrinas sustentadas por los republicanos de que
los tribunales federales no podían ordenar a la rama ejecutiva que acataran las leyes, y de que los jueces no podían en
realidad invalidar leyes por considerarlas inconstitucionales, quedarían convalidadas al menos en la apreciación
popular» (Sutherland, 1972: 397).
49
3.2. El contenido del fallo
¿Qué hizo el juez Marshall ante este difícil dilema? En primer término, reconoció que
Marbury tenía derecho al cargo, puesto que «al firmar el Presidente de los Estados Unidos
el nombramiento del Sr. Marbury, lo eligió como juez de paz del Estado de Washington
[...]; tal elección le confiere, por tanto, un derecho legal al cargo por espacio de cinco
años» 119 . En segundo lugar, respecto a la medida que podía remediar el desconocimiento
TPF FPT
del derecho atribuido a Marbury, consideró que este era un «claro caso en el que
corresponde emitir un mandamiento, sea de entrega del nombramiento o de una copia de
la misma extraída del registro». Sin embargo, al examinar las facultades de la Corte, en
otros términos (los utilizados por el propio Marshall), al establecer «si puede el Tribunal
emitir este mandamiento», toma finalmente la decisión de no hacerlo, dado que «la
autoridad otorgada a la Corte Suprema por la ley de organización judicial de los Estados
Unidos para dictar mandamientos a funcionarios públicos, no parece hallarse respaldada
en la Constitución» 120 . TPF FPT
La decisión tomada por el juez Marshall tiene dos consecuencias fundamentales. En
primer lugar, establece que la ley que otorga competencia a la Corte Suprema para emitir
mandatos judiciales es contraria a los contenidos de la Constitución, puesto que reconocía
una competencia originaria y directa a la Corte por fuera de los casos previstos
taxativamente en ella 121 . Como la ley le otorga una competencia originaria suplementaria,
TPF FPT
es por ende inconstitucional. Ésta sólo podía haber otorgado otras competencias a la Corte
por vía de apelación, pero no por vía originaria. Por consiguiente, la ley aplicable al caso es
inconstitucional y Marshall concluye que Marbury tiene derecho al cargo, pero también
que la Corte no es tribunal competente para expedir el mandato judicial. Lo importante
aquí no es tanto la manera como se resuelve concretamente el caso, sino el principio
general que le sirve de fundamento, que confirma la concepción rígida de Constitución
característica del constitucionalismo estadounidense: «Ciertamente, todos aquellos que han
elaborado constituciones escritas las consideran la ley fundamental y suprema de la nación
119
TP El texto completo de la sentencias es reproducido más adelante en infra p [...].
PT
120 La sentencia Marbury contra Madison ha suscitado un gran interés, lo que explica la inmensidad de la
TP PT
bibliografía que se ocupa de su contexto político, de la vida del juez Marshall, de sus consecuencias constitucionales, y de
otros muchos aspectos. Para los propósitos de este trabajo basta con destacar algunas obras que se han ocupado
particularmente de los conceptos constitucionales alrededor de los cuales gira la sentencia: Blanco Valdés, 1994: 143‐160;
Blondel, 1928: 34‐36; Corwin, 1914; García de Enterría, 1985: 123‐128; Haskins, 1981: 182‐204; Kelly, Harbison y Belz,
1983: 176‐182; Lambert, 1931: 37‐52; Lenaerts, 1988: 10‐26; Matteucci, 1998: 168‐169; McCloskey, 1994: 25‐28; McLaughlin,
1935: 305‐319; Nelson, 2000: 10 y ss; Schwartz, 1985: 57‐63; Sutherland, 1972: 387‐415; Swisher, 1958: 91‐96; Tushnet, 2000:
17‐22; Warren, 1922: 200‐203.
121 La sección 2 del Artículo III de la Constitución reconoce explícitamente en dos casos una competencia originaria
TP PT
o de primera instancia a la Corte Suprema: «En todas las causas concernientes a embajadores, otros ministros públicos y
cónsules [primer caso], y en aquellas en que un Estado sea parte [segundo caso], la Corte Suprema tendrá jurisdicción
originaria. En todas las demás causas antes mencionadas, la Corte Suprema tendrá jurisdicción apelada [...]».
50
y, consecuentemente, la teoría de cualquier gobierno de ese tipo debe ser que una ley
repugnante a la Constitución es nula» 122 . TPF FPT
En segundo lugar, el fallo revela los argumentos a partir de los cuales Marshall
afirma que es competencia del poder judicial establecer si una ley es contraria a la
Constitución y, en caso de serlo, declararla nula. El punto de partida del argumento es la
idea de que la Constitución es una norma que posee una fuerza jurídica superior a la de la
ley ordinaria (tomando prestado el lenguaje kelseniano, una norma de «superior
jerarquía») y, por consiguiente, una ley ordinaria cuyos contenidos sean contrarios a los de
la Constitución no puede ser válida 123 . A esta idea se suma la facultad propia del juez
TPF FPT
consistente en determinar cuál es el derecho aplicable al caso: «Sin lugar a dudas, la
competencia y la obligación del Poder Judicial es decidir qué es la ley. [...] Si dos leyes
entran en conflicto entre sí, el tribunal debe decidir acerca de la operatividad de cada una».
Precisamente, en caso de conflicto entre una ley y la Constitución, siendo esta última de
mayor jerarquía, debe prevalecer sobre la ley y debe ser aplicada por el juez del caso.
Como el juez debe aplicar la Constitución y no la ley contraria a ella, Marshall considera
que la Corte Suprema no debe aplicar la ley que le confiere competencia originaria para
extender mandatos judiciales y que, por el contrario, aplicando la norma constitucional que
regula el caso, debe declarar su incompetencia. Si bien la decisión va finalmente en
contravía de los intereses de Marbury, que era copartidario de Marshall, permite también
abrir la puerta para que la Corte Suprema se otorgue la facultad del control de
constitucionalidad de las leyes. Se puede pensar, de manera gráfica, que la Corte dio un
pequeño paso atrás en la solución de un caso concreto para dar un formidable paso hacia
delante en el ámbito de sus competencias. En definitiva, es la primera vez que en un
Estado occidental se establece un sistema de control externo y judicial a la legislación para
garantizar la supremacía de la constitución 124 . TPF FPT
TP Bien señala R. L. Blanco Valdés (1994: 157) que uno de los elementos centrales de la decisión Marbury contra
122 PT
Madison es «la afirmación de la imposibilidad de modificar la Constitución por medios ordinarios y de la consiguiente
inadmisibilidad de considerar viva en el ordenamiento —por más que siguiera estándolo on the books— una norma cuyo
contenido fuese contradictorio con el de la Constitución y supusiese, por lo tanto, su modificación tácita. [...] La
superioridad formal de la Constitución sobre las leyes [...] es consecuencia del carácter escrito de la misma e impide su
modificación por medios ordinarios».
123
TP De acuerdo con Marshall, negar la validez de una norma contraria a la constitución es uno de los elementos que
PT
permite la configuración de un gobierno limitado: «El gobierno de los Estados Unidos es de esta última clase. Los poderes
del legislativo están definidos y limitados; y para que estos límites no se confundan u olviden, la Constitución es escrita.
¿Con qué objetivo se limitan los poderes y a qué fin se establecen tales límites por escrito si aquellos a quienes se refieren
pueden obviarlas en cualquier momento? Si tales límites no se restringen a aquellos a quienes afectan y no hay diferencia
entre actos prohibidos y actos permitidos, la distinción entre gobierno limitado y gobierno ilimitado queda abolida. Está
fuera de discusión que o bien la Constitución controla cualquier ley contraria a ella, o bien el Legislativo puede alterar la
Constitución a través de una ley ordinaria».
124
TP «Por primera vez en esa famosa sentencia se anula una ley federal, partiendo de la observación elemental que
PT
hace el juez Marshall de que cuando una ley se encuentra en contradicción con la Constitución la alternativa es muy
simple: o se aplica la ley, en cuyo caso se inaplica la Constitución, o se aplica la Constitución, lo que obliga a inaplicar la
51
Aparte de la lectura de los hechos que rodearon la elaboración del fallo, es posible
hacer un examen más profundo. Así, en primer lugar, la sentencia Marbury contra
Madison no es solamente la decisión coyuntural de un juez que busca superar una
situación compleja, sino también la manifestación de una idea profunda del
constitucionalismo estadounidense: la Constitución es una norma de fuerza jurídica
superior a la de la ley, que asegura la continuidad del gobierno limitado y, por ende, que
está garantizada mediante el control de la constitucionalidad de las leyes otorgado a los
jueces. En últimas, la sentencia no debe ser observada como una decisión aislada de toda la
tendencia ideológica del constitucionalismo estadounidense; por el contrario, el concepto
de control de la constitucionalidad de las leyes por parte del juez estaba presente de
manera clara en los antecedentes del fallo. Cuando Marshall presenta su decisión no es
vista como algo estrambótico o extraordinario, sino como un principio propio del
desarrollo jurídico‐ideológico de la tradición constitucional estadounidense que retomó la
vieja idea del juez inglés Eduard Coke ( ella si considerada, en su tiempo, como extraña y
por esto dejada de lado) según la cual una norma legal que fuera contraria a los principios
jurídicos superiores (sobre todo al common law) debía ser declarada nula 125 . Los TPF FPT
estadounidense la trasladan al caso de una constitución escrita: una norma que sea
contraria a principios superiores consagrados en la Constitución debe ser considerada
como nula por los jueces. Se trata pues de una idea que se encontraba latente en el
ambiente jurídico norteamericano y que, a pesar de que en ninguna parte la Constitución
de los Estados Unidos se estableciera explícitamente, era relativamente aceptada por la
mayor parte de la comunidad jurídica de ese país. De esta forma, el «mandamus case» no era
una novedad constitucional, ya que es posible identificar tres antecedentes de la doctrina
según la cual la Corte Suprema puede declarar la inconstitucionalidad de una ley: el
primero es la decisión US contra Todd que en 1794 invalidó una ley federal de 1792; el
segundo es el reconocimiento que en El Federalista LXXVIII, publicado diez años antes del
fallo Marbury contra Madison, se hace del poder de los tribunales federales de rechazar las
leyes que fueran incompatibles con la constitución 126 ; el tercero es la aceptación de los
TPF FPT
ley; el opta por esta segunda solución, naturalmente, que juzga the very essence of judicial duty [...]. Desde entonces, desde
esa capital sentencia de 1803, la judicial review , entendida como control judicial sobre la constitucionalidad de las leyes, va
a desarrollarse y va a concluir siendo pieza control del sistema, incluso de la sociedad americana entera» (García de
Enterría, 1985: 126).
125 Un análisis minucioso del carácter jurídico‐normativo que Coke asignaba a la antigua Constitución inglesa, «en
TP PT
calidad de common law, capaz de circunscribir, mediante la obra de los jueces, la fuerza de la misma ley del parlamento»,
puede encontrarse en la obra de Fioravanti (2001: 67‐68).
126
TP «La independencia completa de los tribunales de justicia es particularmente esencial en una Constitución
PT
limitada. Por Constitución limitada entiendo la que contiene ciertas prohibiciones expresas aplicables a la autoridad
legislativa, como, por ejemplo, la de no dictar ciertos decretos que impongan penas e incapacidades sin previo juicio,
leyes ex post facto y otras semejantes. Las limitaciones de esta índole sólo pueden mantenerse en la práctica a través de los
52
líderes antifederalistas de la doctrina de que las leyes federales eran inoperantes cuando
estaban en pugna con la Constitución (Sutherland, 1972: 398‐399). A estos tres antecedentes
es preciso sumar otro aun más remoto: se trata de las ideas de James Otis (a las que ya se
ha hecho referencia) en el debate entre las trece colonias y el imperio británico respecto a la
nulidad de las leyes contrarias a la Constitución.
Un segundo elemento que es preciso tener en cuenta en una lectura más profunda del
fallo Marbury contra Madison es el de la consistencia del argumento del juez Marshall, el
cual otorga una supremacía normativa a la Constitución y considera al poder judicial, en la
medida que es por excelencia el órgano de aplicación del derecho, como el protector de esa
supremacía frente a los eventuales conflictos con la ley. El carácter problemático lo tiene
precisamente este último aspecto del argumento que configura el modelo de control
judicial de la constitucionalidad de las leyes. Marshall afirma que ese control corresponde
hacerlo a los tribunales y, en última instancia, a la Corte Suprema. Sin embargo, de la
premisa de que las constituciones son normas de superior jerarquía y son intentos para
limitar los gobiernos y garantizar los derechos de las personas, no se desprende
necesariamente que sean los jueces quienes deban declarar la inconstitucionalidad de la
leyes. Podría decirse, por ejemplo, que esa función corresponde al mismo legislador, a lo
cual podría responderse que es precisamente este órgano el que está atado a la constitución
y al cual se dirigen las limitación que ésta contiene. De todas formas, en la medida en que
la Constitución estadounidense no dice nada al respecto, puede percibirse una especie de
salto en el argumento, en el sentido de que de la supremacía de la Constitución se concluye
inmediatamente el control judicial de constitucionalidad de las leyes 127 . Se trata de un TPF FPT
argumento relativo porque se podría garantizar la supremacía de la Constitución mediante
mecanismos distintos al judicial, por ejemplo, a través de mecanismos políticos en cabeza
del jefe del ejecutivo (fue así que se reconoció en la Constitución Francesa de 1791 un veto
en favor del monarca contra las leyes aprobadas por la Asamblea Nacional). Tanto el uno
como el otro tipo de control tienen sus riesgos y sus beneficios. En fin, todo esto muestra
que la institución del control judicial de la constitucionalidad de las leyes está
particularmente sujeta a discusiones jurídico‐conceptuales, pues si una democracia se rige
por el principio de mayoría y se supone que persigue el gobierno del pueblo por medio de
sus representantes, no parece muy congruente que al interior de esta democracia unas
personas, que no son electas, como los miembros de la Corte Suprema o de cualquier
tribunal constitucional, tengan esa poderosa facultad de anular las decisiones de los
tribunales de justicia, cuyo deber ha de ser el declarar nulos todos los actos contrarios al sentido evidente de la
Constitución. Sin esto, todas las reservas que se hagan con respecto a determinados derechos o privilegios serán letra
muerta».
127
TP En este sentido véase: Lambert, 1931: 47; Kelly, Harbison y Belz, 1983: 181.
PT
53
representantes del pueblo 128 . Es este punto el que ha generado todo el debate en torno a la
TPF FPT
justicia constitucional que se prolonga en Estados Unidos por más de doscientos años y
que se presenta en los países que poseen esta institución.
III. A MANERA DE CONCLUSIÓN
Después de haber analizado los tres más importantes eventos de la evolución
constitucional de los Estados Unidos, es conveniente hacer una valoración general de sus
contribuciones al constitucionalismo actual. Como ya se indicó en la introducción, la
perspectiva desde la cual es posible examinar estas contribuciones puede asumir un
carácter positivo o hacerse con más cautela. Así, por una parte, es innegable que el
constitucionalismo en Estados Unidos logró, en sólo treinta años, innovaciones de enorme
envergadura: una filosofía del gobierno limitado aplicada en la práctica; la idea misma de
constitución escrita, rígida y con supremacía frente a la ley; la institución del control
judicial de constitucionalidad de las leyes; un concepto especial de régimen republicano
que también fue aplicado por primera vez en un Estado de considerable extensión; la
estructura del sistema federal; el régimen presidencial y finalmente, detrás de todo esto,
una nueva concepción de la democracia como un gobierno producto del equilibrio entre
distintos grupos sociales 129 . Desde un punto de vista teórico y conceptual, son todas
TPF FPT
contribuciones notables y trascendentales; además, como si fuera poco, en la practica se
trata de contribuciones duraderas y estables en la medida en que han funcionado con
cierto éxito en Estados Unidos durante muchos años y en que han sido adoptadas por las
constituciones de muchos otros países 130 . Este espíritu pragmático del constitucionalismo
TPF FPT
estadounidense, que deja de lado las grandes discusiones teóricas pero que se concentra en
128
TP Muchísimos otros tipos de crítica se han hecho a la sentencia Marbury contra Madison. Por ejemplo, en cuanto a
PT
la solución que plantea el fallo para el caso concreto, se ha dicho que el primer asunto que un juez debe resolver cuando
va a decidir un caso es el de la competencia. Sin embargo, Marshall hace lo contrario: resuelve el fondo del asunto para
luego declarase incompetente para resolver el caso, lo cual se explica en la medida en que este juez buscaba darle en parte
razón al federalista Marbury. Si sólo se hubiera presentado la última parte de la sentencia —la incompetencia de la Corte
por la inconstitucionalidad de la ley que se la otorgaba—, ello hubiera significado un apego estricto a la técnica jurídica,
pero también dar demasiada razón a los republicanos y a Jefferson (Sutherland, 1972: 400; Warren, 1922: 249). Otro tipo
de crítica, a la cual ya se ha hecho alguna alusión y que tiene un carácter más general que la anterior, es la que resalta el
hecho de una «auto‐atribución» o una «usurpación» de la competencia de revisar la constitucionalidad de las leyes por
parte de la Corte Suprema, en la medida en que la Constitución no prevé expresamente el control judicial de la
constitucionalidad de las leyes. Para una exposición de este tipo de crítica véase: Bickel, 1962: 15; Berger, 1977: 351 y ss.;
Corwin, 1963: 1 y ss.
129
TP N. Matteucci (1998) no duda en afirmar que «en el breve transcurso de pocos años, trece pendencieras e
PT
indisciplinadas colonias habían conseguido, mediante una guerra y en medio de tensiones políticas y sociales, convertirse
en una nación, dándose nuevas constituciones, de acuerdo con fórmulas desconocidas para el constitucionalismo europeo
que se mostraron válidas y eficaces, y unirse en un Estado federal, cuya constitución se encuentra todavía en vigor».
TP Para el caso particular de la influencia del constitucionalismo estadounidense en América Latina véase el texto
130 PT
de T. Buergenthal, J. L. García y R. Piza (1987).
54
la solución de problemas institucionales concretos, es indudablemente uno de sus
elementos más notables.
Por otra parte, una visión crítica muestra que la evolución constitucional
estadounidense fue, en varios aspectos, poco democrática y poco igualitaria en el ámbito
interno. Fue poco democrática durante mucho tiempo porque se fundaba, en varios
Estados, en sistemas de voto restringido muy estrictos, por lo que no es exagerado
considerar que se trataba de un constitucionalismo eminentemente liberal —e incluso un
«constitucionalismo excluyente»— con un carácter democrático bastante limitado 131 . La TPF FPT
externo, el gobierno estadounidense, a pesar de exportar continuamente el discurso, se
caracteriza por olvidar en la práctica casi todos sus postulados constitucionales. Los
ejemplos en América Latina son numerosos. Hay uno que por su relación con la aplicación
de principios constitucionales es bien interesente para nuestros propósitos: hace algunos
años agentes de la agencia federal contra el narcotráfico (DEA) secuestraron y llevaron a
Estados Unidos a un mejicano que había estado involucrado en el asesinato de un agente
de esta agencia. Cuando el acusado compareció ante las autoridades judiciales
estadounidenses alegó una violación al debido proceso en la medida en que no existía una
orden judicial para su detención. La Corte Suprema, al conocer el caso, afirmó que allí no
había ninguna violación del debido proceso, para lo cual señalo dos argumentos que
muestran como para el gobierno estadounidense la democracia es un beneficio exclusivo.
En primer lugar, la Corte aseguró que si bien había un tratado de extradición entre México
y Estados Unidos, en este documento no se prohibía el secuestro, por lo cual no se trataba
de un acto ilícito. En segundo término, argumentó la Corte que los derechos de las
personas protegidos por la Constitución de Estados Unidos no se extendían más allá de las
fronteras de este país salvo, claro está, para los mismos estadounidenses; en otros términos,
los agentes del Estado norteamericano pueden hacer fuera de las fronteras de Estados
Unidos violaciones de los derechos constitucionales porque hasta allá no se extiende la
131 Por ejemplo, sólo hasta 1920 la enmienda diecinueve prohibió a los Estados negar o restringir el derecho al voto
TP PT
en razón del sexo, y sólo hasta 1965 la llamada «Ley del Derecho al Voto» estableció los mecanismos para eliminar los
obstáculos al voto de los negros que persistían en algunos Estados. Para un análisis detallado del la evolución del derecho
al voto en Estados Unidos véase: Keyssar, 2000, Rogers, 1992.
132 Este problema ha sido objeto de numerosos análisis. Basta con destacar aquí, a manera de ejemplo, los textos de
TP PT
E. Lambert (1921), de H. Gillman (1993: 61‐99) y de E. S. Corwin (1964: 109‐125) que se han ocupado de la jurisprudencia
de la Corte Suprema al respecto.
55
protección de la Constitución 133 . Este ejemplo muestra entonces que aunque las
TPF FPT
contribuciones de Estados Unidos al constitucionalismo son valiosas y que hay muchas
cosas que aprender de los debates estadounidenses sobre el diseño de las formas de
gobierno, esto no nos debe conducir a una idealización de ese régimen constitucional,
teniendo en cuenta que presenta también facetas obscuras tanto desde una perspectiva
interna como externa.
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