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UNIVERSIDAD DE CHILE

FACULTAD DE DERECHO
DEPARTAMENTO DE CIENCIAS PENALES
CURSO: DERECHO PENAL III
Prof. Dr. Juan Pablo Mañalich R.

EL DELITO DE AUXILIO AL SUICIDIO

1. El auxilio al suicidio como delito contra la vida humana independiente

El art. 393 CP tipifica el así llamado “auxilio al suicidio”, cuya reconstrucción dogmática
es indispensable para la reelaboración sistemática de la regulación de los delitos contra la
vida humana independiente.
La dificultad principal está constituida, en lo inmediato, por la clarificación de su
estructura típica. Pues el núcleo del tipo está constituido por la descripción “prestar auxilio
a otro para que se suicide”, lo cual podría sugerir, a primera vista al menos, que aquí se
encontraría tipificada nada más que una forma de comportamiento que no constituiría más
que una modalidad de participación en el hecho imputable a otro, a saber: en un suicidio
ajeno. La premisa sobre la cual se encontraría construida esta última tesis tendría que ser la
siguiente: el suicidio constituiría una forma de comportamiento con relevancia de injusto, la
cual sólo se encontraría exenta de punibilidad por razones de prudencia político-criminal.
Pues aun prescindiendo de la inverosimilitud fenoménica de la punición de una persona ya
muerta, el hecho de que la regulación reconozca la muerte del responsable como causa de
extinción de la responsabilidad (art. 93 Nº 1 CP) restringiría la viabilidad de un
enjuiciamiento a los casos en que el suicidio no llegase a verse consumado. Y ciertamente
habría algo anómalo en la tipificación de un delito que sólo pudiera ser objeto de
persecución en casos de tentativa o delito frustrado, y jamás en casos de consumación.
Pero la premisa es manifiestamente problemática. Pues resulta mucho más
verosímil, precisamente en atención al modelo regulativo del derecho vigente, sostener que
el suicidio no exhibe contenido de injusto alguno, desde ya si se asume que la auténtica
anomalía de ese mismo modelo regulativo está representada, más bien, por la circunstancia
de que el consentimiento en principio carezca de eficacia excluyente de la ilicitud del
homicidio. Si se repara, ahora bien, en las peculiaridades que distinguen al consentimiento
como modalidad de “disposición por delegación”, se vuelven comprensibles las
restricciones a las cuales queda sometida su operatividad tratándose de hechos constitutivos
de homicidio. Pero nada de esto obsta a que, en tanto modalidad de “disposición de propia
mano” sobre la propia condición de ser vivo, el suicidio no resulte sometido a un juicio de
desaprobación jurídica.
Sobre esta base, ahora bien, se vuelve inviable la tesis de que el auxilio al suicidio
no constituiría más que una variante de participación —esto es: de intervención accesoria—
en un suicidio ajeno, que se encontraría autónomamente tipificada en el art. 393. En contra
de tal tesis no sólo cabe esgrimir esgrimir la objeción de que, en esos mismos términos,
resultaría difícil explicar que la ley sólo criminalice esa modalidad de intervención,
consistente en prestar auxilio, y no así la inducción al suicidio de otro; ello parecería difícil
de conciliar con el hecho de que, bajo el régimen general al que queda sometida la
1
participación en el CP, la inducción lleve aparejada una respuesta jurídico-penal más
enérgica que la complicidad. La objeción capital en contra de esa misma tesis se sigue, más
bien, de la refutación de su premisa decisiva: puesto que no es correcto predicar relevancia
de injusto del suicidio, desaparece toda referencia al hecho principal de otro al cual pudiera
acceder la intervención del que presta auxilio a un suicidio ajeno.
Lo anterior exige asumir, como premisa inversa, que la relevancia jurídico-penal del
auxilio al suicidio tiene que ser reconstruida en términos de la tipificación de un delito
enteramente autonomizado respecto del género de los delitos de homicidio. El injusto
estrictamente autónomo del auxilio al suicidio tiene que ser identificado, entonces, con el
quebrantamiento de una norma que prohíbe prestar auxilio a que otro se mate a sí mismo,
norma que necesita ser legitimada bajo consideraciones diversas a aquellas sobre las cuales
se legitima la prohibición de matar a otro.

2. El auxilio al suicidio como delito de peligro: ¿concreto o abstracto?

Así planteado el problema, la pregunta fundamental pasa a ser la siguiente: ¿en qué medida
la prohibición de prestar colaboración a que otro se suicide puede ser legitimada por
referencia a la finalidad de protección de la condición de ser vivo de otra persona? La
primera observación que aquí se impone es puramente negativa: si el auxilio al suicidio ha
de ser entendido como un delito contra la vida humana independiente, no es posible
identificar el contenido “material” de ilicitud del auxilio al suicidio con una lesión del bien
jurídico de cuya protección se trata. Pues por “lesión” del bien jurídico identificado con la
condición de ser vivo de otro sólo cabe entender, precisamente, la terminación de su vida,
esto es, un resultado consistente en la muerte de otro. Y a pesar de que el art. 393 somete la
punibilidad del auxilio al suicidio a la circunstancia de que “se efectú[e] la muerte” (del
suicida), no cabe interpretar esta cláusula como si se tratara de la especificación del
correspondiente resultado del hecho así tipificado.
La razón para esto no se encuentra en que la colaboración en el suicidio de otro
carezca de relevancia causal para la muerte de quien logra, de ese modo, poner término a su
propia vida. Por el contrario: si A provee a B de una dosis de arsénico que éste
posteriormente ingiere, resultando muerto minutos después, es claro que el suministro de
arsénico es componente necesario de una condición mínima suficiente que explica, con
arreglo a las leyes causales pertinentes, el acaecimiento de la muerte de B.1 La razón se
encuentra, más bien, en que la muerte de B constituye, en tal caso, el resultado que cuenta
como criterio de éxito de la propia acción suicida, respecto de la cual la acción de B
constituye una acción (lógicamente) auxiliar. Esto significa que el contenido de injusto del
auxilio al suicidio sólo puede identificarse con la posibilitación o la facilitación de que otro
se mate a sí mismo, y no con la causación de la muerte de éste (aun cuando esa misma
posibilitación o facilitación en efecto tenga relevancia causal para la muerte del suicida).
Una vez que se descarta que el auxilio al suicidio pudiera exhibir el carácter de un
delito de lesión, hay que establecer si se trata, por defecto, de un delito de peligro concreto
o bien de un delito de peligro abstracto. A primera vista, la primera caracterización parece
plausible sin más: la colaboración en el suicidio de otro ex definitione genera o incrementa

1
Por cierto: la misma conclusión se sigue de la tradicional fórmula de la condicio sine qua non, cuyos
defectos no necesitan ser considerados aquí.

2
la chance de que tenga lugar la muerte del suicida. Esta observación pone de manifiesto,
empero, que el concepto de peligro concreto es parasitario respecto del concepto de lesión:
un peligro concreto no es sino un peligro concreto de lesión, esto es, una posibilidad
situacional de que el respectivo bien jurídico resulte efectivamente lesionado. Pero puesto
que, tratándose de un suicidio, la lesión del bien jurídico resulta inmediatamente
condicionada por la propia acción del suicida, y puesto que la producción de semejante
resultado de lesión no se encuentra jurídicamente prohibida, resulta inverosímil suponer
que el favorecimiento de la posibilidad de esa lesión pudiera resultar prohibida
simplemente en pos de la evitación de esa misma lesión.
Si lo anterior es correcto, sólo restaría examinar la viabilidad de asociar el injusto
del auxilio al suicidio a la modalidad de menoscabo sui generis que distingue al peligro
abstracto. Que esta modalidad de menoscabo no es igualmente parasitaria de la eventual
lesión del bien jurídico de cuya protección se trata, se deja establecer en atención a que la
prohibición de la generación de un peligro abstracto para un determinado bien jurídico
puede ser legitimada al modo de una protección general de ese mismo bien jurídico. En lo
que aquí interesa, ello significa lo siguiente: el injusto del auxilio al suicidio tendría que
identificarse con una afectación de un presupuesto de la confianza en la posibilidad de
disponer despreocupadamente de la propia vida por parte de cualquiera, y no
específicamente por parte del suicida así auxiliado. En tal medida, la prohibición del auxilio
al suicidio tendría que ser entendida como una norma que refuerza colateralmente la
finalidad de protección perseguida a través de la prohibición de matar a otro: la prohibición
de colaborar en el suicidio de otro serviría al fin de morigerar la sola sospecha de que el
suicidio en cuestión haya podido no ser plenamente auto-responsable, en circunstancias de
que esa sospecha equivaldría a la sospecha de que lo que a primera vista parece ser un
suicidio pudiese constituir, más bien, un homicidio imputable a título de autoría mediata.2
Ciertamente, que por esta vía pueda explicarse la decisión legislativa plasmada en el
art. 393 no significa que esa misma decisión resulte legitimada. Esta última, empero, es una
pregunta políticamente abierta.

3. La muerte del suicida como condición objetiva de punibilidad

Ya se ha establecido que la cláusula de que “se efectú[e] la muerte” no admite ser


interpretada en el sentido de que la muerte del suicida contaría como resultado típico del
auxilio al suicidio. Por el contrario: entendido éste como un delito de peligro abstracto, se
vuelve mucho más verosímil la interpretación de esa cláusula como la formulación de una
condición de objetiva de punibilidad: el acaecimiento de la muerte del suicida es una
condición extrínseca al carácter delictivo del auxilio al suicidio, pero de cuya verificación
depende su punibilidad (stricto sensu), esto es, su sola relevancia como presupuesto de la
imposición de la correspondiente sanción penal. En tal medida, se trata de un “filtro” de
carácter extra-delictivo, que restringe la relevancia jurídico-penal del auxilio al suicidio a

2
De venir en consideración un homicidio en autoría mediata, se trataría de una imputación del homicidio en
el sentido de una autoría mediata “por autolesión del instrumento”. Respecto de los presupuestos de semejante
imputación, y en particular a favor de una aplicación analógica de los criterios de los cuales depende la
ineficacia del consentimiento (por “vicio de la voluntad”) para la especificación de las condiciones bajo las
cuales el suicidio no resulta auto-responsable, véase Mañalich, “La estructura de la autoría mediata”.

3
aquellos casos en que el suicidio así favorecido resulte efectivamente exitoso. Y tal filtro se
deja justificar en atención a la anomalía de la correspondiente técnica legislativa de
protección de la vida humana independiente: si el injusto del auxilio al suicidio es el injusto
asociado a una mera sospecha, parece razonable que el quebrantamiento (imputable) de la
respectiva prohibición sólo dé lugar a una reacción punitiva en caso de que la sospecha
resulte mínimamente irreversible. Pues para ponerlo plásticamente: sólo si el suicidio se
“consuma” será imposible descartar la sospecha, por leve que sea, acerca de una eventual
manipulación de las premisas decisionales de la acción del suicida; en caso contrario será
siempre posible averiguarlo, simplemente preguntándole.
Lo anterior no basta, sin embargo, para despejar todas las preguntas que trae
consigo el sometimiento del auxilio al suicidio a la ya mencionada condición objetiva de
punibilidad. Es usual que se sostenga, por ejemplo, que ello se traduciría en la falta de
punibilidad de la tentativa y el delito frustrado en este ámbito (así Politoff, Bustos y
Grisolía). Pero esta afirmación suele estar insuficientemente fundamentada, precisamente
porque, tal como ya lo hemos dicho, la muerte del suicida no cuenta como resultado típico
del auxilio al suicidio. Que por esa vía se vea excluida la punibilidad de la tentativa y el
delito frustrado sólo se sigue, más bien, en la medida en que la falta de consumación del
auxilio al suicidio sea incompatible con que “se efectú[e] la muerte”. Y esto sólo se deja
afirmar si la condición objetiva de punibilidad se redefine, con mayor exactitud, en los
siguientes términos: la muerte del suicida, cuyo acaecimiento condiciona la punibilidad del
auxilio al suicidio, ha de consistir en el resultado de una acción suicida efectivamente
favorecida por la acción del tercero, precisamente porque sólo en tal medida será posible
describir esta último como una prestación de auxilio al suicidio de otro.
Que con ello no quedan zanjadas todas las dificultades, se deja advertir de cara al
siguiente caso:

Ante el pedido de S, su amigo A le provee un arma, que S pretende usar para quitarse la vida. Usando
el arma, S se dispara en la sien, quedando moribundo. A, que ha estado observando a escondidas,
procede a llamar a una ambulancia, la cual recoge a S todavía con vida. En el trayecto al hospital, la
ambulancia es impactada por un automóvil que se desplazaba a exceso de velocidad, a consecuencia de
lo cual S muere instantáneamente.

¿Se ve realizada aquí la condición objetiva de punibilidad del auxilio al suicidio imputable
a A? Es indudable que el disparo sobre su propia sien, ejecutado por S, ha tenido relevancia
causal para su muerte; pero también es claro que el curso causal mediado por el impacto del
automóvil con seguridad se ha “desviado” de lo previsto por S y (también) por A. Lo que el
caso presenta, en otros términos, es una eventual divergencia entre la (inequívoca)
causalidad para la muerte de S de la acción ejecutada por el propio S, y favorecida por la
colaboración de A, y la eventual falta de éxito de esa misma acción en tanto acción suicida.
En consecuencia, sólo si la condición objetiva de punibilidad se redefine, estrictamente,
como la exigencia de que el suicidio haya sido exitoso, cabría afirmar aquí que A habría de
ser absuelto frente a un cargo por auxilio al suicidio.

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