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TEXTOS LÍRICOS

Introducción

La lírica es el género subjetivo por excelencia y por cubrir meras figuras, y debe cifrarse en la determinación
ello el más próximo al lector: leer un poema es un acto del valor preciso con que funcionan en el contexto a que
íntimo, tan incomunicable como la propia poesía. En es- pertenezcan. Por otra parte, y soslayando la cuestión de
ta subjetividad somos siempre dos los implicados: autor si debe entenderse sistemáticamente la «figura» como
y lector podemos identificarnos por igual en el poema. desvío respecto de la norma gramatical, hemos de consi-
Sin embargo, el texto lírico es también –como el resto derar que el género lírico se fundamenta en «figuras» no
de los textos literarios– una «ficción». Como señala reconocidas como tales por las preceptivas clásicas. Así,
Carlos Bousoño, la poesía no comunica lo que se siente, destacaremos la importancia clave de la recurrencia en
sino la contemplación de lo que se siente. Habremos de todos los niveles (fonológico, morfosintáctico, semán-
discernir, pues, entre la subjetividad del hablante, como tico) como factor de coherencia y unidad internas.
individuo real, y la del ‘yo’ emisor del texto, como indi- La insistencia en el valor intrínseco del texto lírico no
viduo literario. El ‘yo’ enunciador es inseparable de la invalida, no obstante, el enfoque diacrónico. Hemos
propia enunciación. Ese pronombre personal sin ante- querido compaginar el acercamiento al poema como ob-
cedente, en el que nos reconocemos los lectores, es un jeto autónomo con su dependencia indiscutible de unas
fenómeno exclusivo de la poesía, que crea una ambigüe- coordenadas históricas y temporales. Las palabras del
dad propicia para la generalización de la experiencia y poeta son a la vez suyas y ajenas, son palabras «históri-
la identificación del lector con ese ‘yo’ implícito en el cas», porque el lenguaje es también historia. El poema
texto. no es una forma literaria –dice Octavio Paz–, sino el lu-
La tendencia general de interpretar los textos con in- gar de encuentro entre la poesía y el hombre. Si hemos
tención biográfica nos parece un notable empobreci- empezado hablando de subjetividad, acabaremos recor-
miento de la independencia artística del poema, cuyo dando que toda ficción –incluso la más subjetiva de to-
análisis debe centrarse en su configuración interna y en das, que es la lírica– nos remite siempre, inevitablemen-
sus posibilidades semánticas propias. No se trata, natu- te, a la realidad. Además de la manifestación de un
ralmente, de negar afinidades entre la experiencia real hablar consigo mismo en soledad, el poema es el reflejo
del escritor y el significado emotivo del poema, sino de de su autor y su época. De ahí que hayamos recorrido, si
preservar la autonomía de éste como texto artístico. De bien someramente, algunas páginas de nuestra mejor
ahí que en nuestros comentarios hayamos insistido en literatura, intentando acudir a los escritores y períodos
los valores puramente textuales, partiendo de la premisa más representativos, conscientes de haber dejado en el
de que todo poema debe explicarse como construcción camino, por falta de espacio, a algunos poetas impres-
estructurada con unidad de sentido, y no sólo como la cindibles.
suma de recursos métricos y retóricos. La interpretación, sin embargo, no agota jamás el tex-
Respecto de la tan manida preferencia por reducir el to, ni siquiera es capaz de desvelar su misterio. Y más
comentario a una pesquisa de figuras retóricas, se impo- cuando, como en el caso de la lírica, la palabra está dota-
ne recordar que la presencia de éstas, lejos de ser exclu- da de una especial musicalidad. Es fundamental, pues,
siva del lenguaje literario, resulta no menos común en el ahondar en el valor del lenguaje, en el poder casi mágico
poema que en otros planos y registros del lenguaje, co- de la palabra. No existe un mundo poético, sino una ma-
mo el coloquial o el publicitario. No olvidemos que nera poética de ver el mundo. Queremos insistir, en este
cuando Jakobson expuso su concepto de función poética sentido, en la importancia de la lectura, al margen de la
no lo ilustró con verso alguno, sino con la célebre frase interpretación, como fuente de placer estético y de emo-
«I like Ike», procedente de la campaña política del ge- ción lírica; y de la lectura en voz alta, tanto por parte del
neral Eisenhower en las elecciones a la presidencia de profesor como por parte de los alumnos. Aprender a
los Estados Unidos. La descarada aliteración no es ni amar la poesía es también aprender a paladear su textura
más ni menos «poética» que las que abundan en tantos sonora: que se nos llene la boca con su magia y con su
poemas. La función del comentario va más allá de des- música.
Análisis de textos

A. Garcilaso de la Vega
Soneto XIII
1 A Dafne ya los brazos le crecían,
y en luengos ramos vueltos se mostraban;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos que al oro escurecían.
5 De áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros, que aún bullendo estaban;
los blancos pies en tierra se hincaban,
y en torcidas raíces se volvían.
Aquel que fue la causa de tal daño,
10 a fuerza de llorar, crecer hacía
el árbol que con lágrimas regaba.
¡Oh miserable estado, oh mal tamaño!
¡Que con lloralla cresca cada día
la causa y la razón por que lloraba!

El presente poema constituye un ejemplo ilustrativo de de la primera persona en todo el soneto, como si el ‘yo’
las relaciones que a veces se establecen entre «texto» y emisor hubiese presenciado, oculto, el drama y no qui-
«pre-texto», es decir, entre la composición propiamente siera; es decir, la discreción textual simboliza lo furtivo
dicha y el previo objeto de que parte. Tal objeto perte- de la presencia real:
nece en este caso a la cultura, concretamente a la mitolo- en verdes hojasvi que se tornaban
gía clásica(1), tan frecuentada por la lírica del Siglo de Oro.
Según el mito, Apolo, enamorado de Dafne, la persi- Retóricamente, estos dos cuartetos aparecen articu-
gue. Ella, atemorizada, huye a la carrera, impetrando el lados mediante paralelismos, correlaciones y empareja-
auxilio de su padre, el dios-río Peneo, que salva a la ninfa mientos. De Dafne se nombran brazos, cabellos, miembros
transformándola en laurel. y pies, conforme al orden sucesivo de la descripción clá-
En este soneto se muestra únicamente el desenlace de sica: de arriba abajo. Cada uno de estos elementos se
la historia: la gradual metamorfosis de Dafne y la amar- convierte en otro tras la transformación: ramas, hojas,
ga decepción de su perseguidor. Por tanto, si no se corteza y raíces, respectivamente. Si nos fijamos, cada
conociese, por vía extrapoética, el «pre-texto», el soneto pareja de nociones abarca dos versos, que además apare-
cen trabados por la similicadencia, es decir, por la iden-
resultaría extraño, incomprensible. ¿Quién es Dafne?,
tidad gramatical de esos finales en imperfecto, verbos de
¿por qué le crecen los brazos?, ¿por qué se convierte en
movimiento en su mayoría, que insisten en el carácter
árbol? Nada se dice al respecto. Como vemos, el poema
dinámico de la transformación. Trabazón reforzada por
presupone el conocimiento previo del mito. Dafne,
los epítetos, todos ellos antepuestos: luengos, verdes, áspera,
nombre propio, es utilizado con la misma garantía de
tiernos, blancos, torcidas
.
comprensión que si se escribiera «luna», «mar», «arrepen-
La única noción sustantiva carente de calificación ad-
timiento», etc.; es decir, como un vocablo absoluto, jetiva propiamente dicha es el cabello, cuyo rubio es-
autosuficiente, lo mismo que cuando en la lengua coti- plendor queda perifrásticamente realzado oponiéndolo,
diana hablamos de alguien conocido y por tanto su con ventaja, al oro, según el consabido tópico. Así:
nombre no requiere aclaración alguna.
Obsérvese asimismo cómo no aparece en todo el texto, A Dafne ya losbrazos lecrecían
ni una sola vez, el nombre de Apolo, suplido perifrásti-
camente al arrancar el terceto primero: y en luengos ramos vueltos mostraban
se
Aquel que fue la causa de tal daño...
en verdes hojas vi que se
tornaban
En suma, el texto prescinde de su «pre-texto» porque
lo presupone. Tal paradoja retórica es de comprensión loscabellos que al oro
escurecían
obligada para determinar el sentido del poema.
Si nos fijamos ahora en la estructura del soneto, vemos De áspera corteza secubrían
cómo los cuartetos están dedicados exclusivamente a la
figura de Dafne y a su asombrosa transformación física: lostiernos miembros que aún
bullendo estaban
De áspera corteza se cubrían losblancos pies en tierra hincaban
se
los tiernos miembros, que aún bullendo estaban;
los blancos pies en tierra se hincaban, y en torcidas raíces se
volvían
y en torcidas raíces se volvían.
Resulta enigmática la presencia, en el verso tercero, (1)
Leyenda extraída de la obra Las Metamorfosis de Ovidio (li-
de un testigo ocular de la escena, único ejemplo del uso bro I, fábula X.)
Como vemos, lo blanco, tierno y recto se oscurece, se Es de destacar también otro ingrediente retórico pro-
torna áspero y se retuerce. pio de toda la composición: la elipsis, que se manifiesta
Si observamos atentamente esta estructura comproba- ya desde el mismísimo comienzo in medias res. Igual-
remos cómo se han distribuido los distintos elementos mente, la metamorfosis de la ninfa se centra exclusi-
de forma inversa en cada cuarteto, de manera que si al vamente en los cuatro términos citados, los cuales fun-
principio lo humano rodea a lo vegetal, al final es el ár- cionan a modo de sinécdoque de la totalidad. También
bol quien se va apoderando de Dafne; la ninfa queda se omite la llegada de Apolo junto al árbol y, mediante
definitivamente atrapada dentro del laurel: elipsis narrativa, se pasa directamente a la desesperada
reacción del dios.
DAFNE brazos
Todas estas omisiones nos llevan de nuevo a la consi-
ramos comienza la transformación
deración inicial sobre la curiosa relación entre «texto» y
hojas
«pre-texto». Como se infiere, el «pre-texto» acaba con-
cabellos
virtiéndose en un mero pretexto para un poetizar libre,
imaginativo, espontáneo y creador. En definitiva, la fá-
corteza
bula acaba convirtiéndose en una excusa para la expre-
miembroslo vegetal se impone
sión del «dolorido sentir», verdadera razón última del
pies
poema.
LAUREL raíces
A la clásica verticalidad renacentista de la descrip- Guía para el comentario
ción, se añade, en este caso, el efecto también vertical
de la evolución de Dafne desde el agitado movimiento Tema
de los brazos hasta el estatismo final de los pies, ya La libre recreación del mito de Dafne constituye un
raíces, hincados en tierra. La sistemática estructura no pretexto para la plasmación del amor imposible. A partir
está reñida sin embargo con la flexibilidad sonora, con de esta idea se insistirá en que la decepción final de Apo-
la musicalidad, gracia y fluidez tan comunes en Garci- lo no es sino el reflejo de cómo la ingrata realidad se
laso. acaba imponiendo a los ideales.
El primer terceto está dedicado a la figura de Apolo,
cuyo nombre, como ya hemos señalado, no se hace ex- Estructura
plícito:
Es importante señalar el carácter unitario que impone
Aquel que fue la causa de tal daño la forma soneto y su autonomía poética como estructura
a fuerza de llorar, crecer hacía cerrada. El soneto se articula en tres partes:
el árbol que con lágrimas regaba.
1.a. Los cuartetos describen la metamorfosis de Dafne.
El carácter de los cuartetos era exclusivamente físico, 2.a. El primer terceto expresa la dolorida reacción de
pues no se hablaba en ellos sino de la transformación de Apolo.
la perseguida, mientras que cuando surge Apolo en escena a
3. . El segundo terceto constituye la reflexión lírica
lo hace también el plano afectivo y moral. Además, a partir del mito: se trasluce una identificación
aporta el poema a la leyenda un rasgo de originalidad: subjetiva entre el sentimiento amoroso y la fábula
paradójicamente el llanto del dios es tan copioso que clásica.
determina el crecimiento del árbol, lo cual es causa de
más llanto y de más pena, ya que aumenta el volumen Claves del texto
de su origen.
Como vemos, el plano de Dafne es una veloz línea • La primera fase del poema, constituida por la con-
recta hacia la transformación; el de Apolo, un dramático templación directa de la metamorfosis, y que gira
círculo en el que parece remansarse toda la desolación por tanto en torno a ese vi, se halla descrita muy
del dios. plásticamente, con profusión de elementos visuales
El último terceto es de clara naturaleza reflexiva: y táctiles. Se insistirá en la violencia de la descrip-
ción, conseguida por medio de los siguientes proce-
¡Oh miserable estado, oh mal tamaño! dimientos:
¡Que con lloralla cresca cada día – el dinamismo de los verbos, colocados estratégi-
la causa y la razón por que lloraba! camente al final;
Cabe suponer que estos tres versos constituyen una – la antítesis entre los elementos sensoriales positi-
reflexión final o epifonema por parte de ese discreto tes- vos y negativos referidos a lo humano y a lo vege-
tigo ocular del verso tercero que ahora reaparece con to- tal: tiernos /áspera, blancos /torcidas
;
da su fuerza y que expresa exclamativamente –con toda – la utilización del hipérbaton, que confiere tensión
la carga de subjetivismo que ello conlleva– toda la pie- al discurso.
dad que le inspira la pesadumbre del dios. • En el primer terceto, con la aparición del dios, tra-
Así como en el primer terceto el discurso adoptaba un sunto de la propia agitación del ‘yo poético’, el texto
carácter más lineal, sin correspondencias ni paralelis- se carga de subjetividad. Ésta aparece expresada me-
mos, en éste, mediante el uso de sinónimos, se restable- diante la descripción hiperbólica del llanto, el léxico
ce la densidad retórica del comienzo: relacionado con el campo semántico del dolor –daño,
miserable estado mal tamaño llorar, lágrimas– y el uso de exclamaciones e inter-
causa razón jecciones.
• Frente al carácter contemplativo de las tres primeras idealismo renacentista y del interés que suscita en esa
estrofas, con verbos en pasado, la última estrofa cons- época todo lo relacionado con la antigüedad grecolatina.
tituye una meditación atemporal, que con ese verbo Se hará especial hincapié en la forma particular que tiene
en subjuntivo –cresca– parece estar proyectando hacia Garcilaso de tratar la mitología como expresión de los
el futuro el drama presenciado. Así, de la revisión de sentimientos personales.
un mito concreto pasamos a una consideración ge-
nérica sobre la tragedia del amor imposible. Otras actividades
• Conviene señalar la configuración paralelística del 1. El mito de Dafne ha sido uno de los temas predilec-
poema y cómo éste se articula en torno a una serie tos tanto de la literatura como de las artes figurati-
de estructuras binarias en que cada término tiene vas. Podemos mostrar en clase reproducciones que
bien su contrario, bien su sinónimo: Dafne/aquél, traten el mito, como la pintura de Tiziano o la es-
brazos/ramos, hojas/cabellos, corteza/miembros, pies/ cultura de Bernini.
raíces, miserable estado/mal tamaño, causa/razón... 2. Comentario de algunos mitos clásicos tratados tam-
• El poema depara la ocasión de comentar el valor ex- bién por Garcilaso: Orfeo y Eurídice (Égloga III),
presivo de los epítetos, los cuales, aun sin modificar Adonis y Venus (Égloga III) y Hero y Leandro
la extensión del sustantivo, potencian la cualidad (Soneto XXIX).
que interesa en cada caso. Garcilaso muestra aquí su 3. Comparación del soneto con el mismo episodio mito-
preferencia por la anteposición del adjetivo. lógico recreado por Garcilaso en la Égloga III (vv. 145-
168). Observar el contraste entre el idealismo de ambas
Relación del texto con su época y autor versiones frente al tratamiento satírico y burlesco que
El comentario del soneto puede servir para explicar Quevedo hace del mismo mito en su soneto A Dafne,
cómo la recreación de un mito clásico no constituye un huyendo de Apolo, donde la trágica historia de amor
fenómeno aislado, sino que es un revelador ejemplo del se ve degradada a vulgar receta de cocina.

B. Antonio Machado
Campos de Castilla, Poema CXXV
1 En estos campos de la tierra mía
y extranjero en los campos de mi tierra
–yo tuve patria donde corre el Duero
por entre grises peñas,
5 y fantasmas de viejos encinares,
allá en Castilla, mística y guerrera,
Castilla la gentil, humilde y brava,
Castilla del desdén y de la fuerza–,
en estos campos de mi Andalucía,
10 ¡oh tierra en que nací!, cantar quisiera.
Tengo recuerdos de mi infancia, tengo
imágenes de luz y de palmeras,
y en una gloria de oro,
de lueñes campanarios con cigüeñas,
15 de ciudades con calles sin mujeres
bajo un cielo de añil, plazas desiertas
donde crecen naranjos encendidos
con sus frutas redondas y bermejas;
y en un huerto sombrío, el limonero
20 de ramas polvorientas
y pálidos limones amarillos,
que el agua clara de la fuente espeja,
un aroma de nardos y claveles
y un fuerte olor de albahaca y hierbabuena,
25 imágenes de grises olivares
bajo un tórrido sol que aturde y ciega,
y azules y dispersas serranías
con arreboles de una tarde inmensa;
mas falta el hilo que el recuerdo anuda
30 al corazón, el ancla en su ribera,
o estas memorias no son alma. Tienen
en sus abigarradas vestimentas,
señal de ser despojos del recuerdo,
la carga bruta que el recuerdo lleva.
35 Un día tornarán, con luz del fondo ungidos,
los cuerpos virginales a la orilla vieja.
Esta composición, fechada en la primavera de 1913, se Duero–, y siguiendo por dos toques, orográfico uno, el
inscribe en un grupo de poemas que son básicamente la otro botánico, que funcionan a modo de sinécdoques, ya
plasmación del recuerdo de Leonor y de Soria(2), y cons- que las grises peñas(v. 4) y los fantasmas de viejos encinares
tituyen la expresión de la soledad, tristeza y abatimiento (v. 5) remiten a un escenario natural más completo, a un
del poeta. paisaje inconfundiblemente mesetario; y se concluye
En cualquier caso, e incluso prescindiendo de todo mediante una sucesión de epítetos con valor de metoni-
vínculo con la realidad biográfica, el poema es el dolorido mia: Castilla ( los castellanos) es mística, guerrera, gentil,
canto de un alma desarraigada. Es más, puede decirse que humildey brava, sin que falte el recurso de la cita cidiana
éste es el poema que nunca existió, o si lo preferimos, la –Castilla la gentil–, sumamente expresiva. Evocación
promesa de un futurible poético, de un texto por escribir. muy tópica, muy «literaria», cuyo matiz noventayochis-
Cantar quisiera(v. 10), afirma el emisor. Acto seguido, ta es muy evidente.
enuncia, mediante amplias pinceladas poéticas, un vario Acabado el paréntesis, se completa en dos versos la
repertorio de objetos de la memoria. Pero una vez con- frase iniciada en los dos primeros:
cluida la evocación, se expresa una carencia: este conglo-
merado de recuerdos no tiene vida, es decir, no se pre- en estos campos de mi Andalucía
senta con la urgencia nostálgica del «tiempo recuperado». ¡oh tierra en que nací!, cantar quisiera.
Se recuerda, sí, pero de modo inerte, como quien contem-
pla un álbum de fotografías ajenas. De este modo, al faltar Estos dos versos suponen la vuelta a la realidad, al espa-
la emoción temporal, queda el poema en proyecto. cio andaluz, personificado emotivamente por medio de la
exclamación. Y con este cantar quisiera(v. 10) se expresa la
Por tanto, el texto real se edifica sobre la intuición de lo
venidero, conforme la segura afirmación de los versos fi- dificultad de vinculación con su paisaje y con su tierra na-
nales. Así, la memoria ha de renacer, pero vivida, animada: tal. Bien podríamos enlazar este cantar quisieracon el se ha
con «alma», en el sentido etimológico de principio vital. dormido la voz en mi garganta y el cantar no puedodel poe-
Los primeros versos constituyen ya la plasmación ma CXLI(3), escrito meses antes.
directa de la desolación que embarga al ‘yo lírico’: Se enlaza a continuación con la evocación del espacio
andaluz, constituido por una sucesión de impresiones no
En estos campos de la tierra mía actuales, sino pretéritas, de la infancia:
y extranjero en los campos de mi tierra
Tengo recuerdos de mi infancia, tengo
–yo tuve patria donde corre el Duero
imágenes de luz y de palmeras,
por entre grises peñas
y en una gloria de oro,
y fantasmas de viejos encinares,
de lueñes campanarios con cigüeñas,
allá en Castilla, mística y guerrera,
de ciudades con calles sin mujeres
Castilla la gentil, humilde y brava,
bajo un cielo de añil, plazas desiertas
Castilla del desdén y de la fuerza–,
donde crecen naranjos encendidos
en estos campos de mi Andalucía,
con sus frutas redondas y bermejas;
¡oh tierra en que nací!, cantar quisiera.
y en un huerto sombrío, el limonero
de ramas polvorientas
El poema arranca con dos versos de claro carácter
y pálidos limones amarillos,
paradójico en los que se apunta lo que va a conformar
que el agua clara de la fuente espeja,
la esencia del poema: el ‘yo lírico’ se encuentra en su
un aroma de nardos y claveles
tierra, en su Andalucía, pero se siente extranjero, extraño,
y un fuerte olor de albahaca y hierbabuena,
alienado en ella. Así, lo entrañable de la fórmula primera
imágenes de grises olivares
–tierra mía–, con el posesivo enclítico, queda contradi-
bajo un tórrido sol que aturde y ciega,
cho en el verso siguiente: extranjero en los campos de mi
y azules y dispersas serranías
tierra, que expresa todo el desarraigo para con lo inicial-
mente formulado con gran ternura. con arreboles de una tarde inmensa;
Sigue inmediatamente, como en paréntesis, la rápida No puede pasarse por alto que cuando se habla de An-
evocación de Castilla, tierra con la que sí se siente vincu- dalucía se está haciendo de manera retrospectiva: el es-
lado emocionalmente: pacio se ha vuelto tiempo interior y la realidad objetiva,
inmediata, no cuenta, no existe.
yo tuve patria donde corre el Duero
Así, mediante el recurso de la epanadiplosis(4) se intro-
duce un dilatado emparejamiento de contenido visual y
Nótese la oposición extranjero/patriaque contrapone a
las dos tierras: Andalucía/Castilla.
(2)
La utilización del verbo tuve y del adverbio allá nos Nos referimos a los poemas CXVI a CXXVII de sus Poesías
remiten a un pasado temporal y a una lejanía espacial. Así, completas, escritos probablemente todos ellos en Andalucía a
finales de 1912 o principios de 1913, una vez que Machado se
en realidad, los dos espacios que se evocan en el poema traslada a Baeza en noviembre de 1912, tras la muerte de Leo-
constituyen sendas pérdidas: el andaluz, porque al con- nor en agosto de ese mismo año.
templarlo a través del filtro retrospectivo no rinde todo el (3)
El poema A Xavier Valcarce apareció publicado en enero de
jugo de emoción que se espera obtener de él; y el caste- 1913 a modo de prólogo de un libro de este gran amigo. Es muy
llano, por cuanto no se está ya en él, y, en consecuencia, probable que fuera lo primero que escribió después de muerta
Leonor, tal vez en septiembre u octubre, cuando todavía estaba
supone una imposibilidad material o física, en este caso. en Madrid –donde vivía Valcarce– antes de trasladarse a Baeza.
La evocación de Castilla se centra en la descripción de (4)
Repetición al final del verso de la palabra que lo abre: Tengore-
lo característico, empezando por la concreción –el río cuerdos de mi infancia,
tengo...
olfativo donde confluyen lo astronómico –cielo, sol, tar- (¿cuándo?) se recupere la emoción perdida a modo de
de–, lo natural –palmeras, serranías, naranjos, limo- último consuelo.
neros, nardos, etc.– y lo urbano –ciudades, calles, cam-
panarios.
Guía para el comentario
Esta evocación se expresa mediante un lenguaje lleno
de sensualidad y cromatismo, que enlaza con la poesía Tema
modernista de Soledades y en donde se recrean algunos
Sensación de desarraigo que el ‘yo lírico’ siente ante el
de los símbolos preferidos de esa primera etapa: la luz, el
recuerdo de sus días infantiles en tierras andaluzas y la
agua, el limonero, la fuente, la tarde...
esperanza de recuperar la sensibilidad evocadora.
Como vemos, la descripción constituye un magnífico
ejemplo de lo que Octavio Paz denomina «segundo mo- Estructura
dernismo», el intimista y desencantado, el que no teme el
prosaísmo ni la vulgaridad léxica, ni el tono «modesto». El texto es una silva romance (composición poética en
La enumeración de lo andaluz presenta cierto aire de que se alternan los endecasílabos y heptasílabos en nú-
monólogo interior, en cuyo fluir van brotando las imá- mero y combinación indeterminados, con rima asonante
genes con espontaneidad sincera, en «inocente desor- en los pares). Prácticamente la totalidad de la composi-
den». Las sueltas pinceladas evocan la técnica impresio- ción se adapta a esta forma métrica, salvo los dos últimos
nista, sólo que se trata, claro está, de un impresionismo versos que son alejandrinos.
interior, cuyos datos surgen no de la percepción visual, La estructura es la siguiente:
inmediata, sino de la memoria, o del sueño. Los toques – Los diez primeros versos constituyen la plasmación
cromáticos –oro, añil, bermejas, amarillos, azules, etc.– y de la carencia y el recuerdo de una tierra reciente-
los olfativos –nardos, claveles, albahaca, hierbabuena
–, con- mente perdida, la castellana.
trastan con la austeridad de la evocación castellana. – En los dieciocho versos siguientes (vv. 11-28), me-
Se trata de una visión de la infancia desde la lejanía, diante una concentración bellísima de imágenes, se
con un sentimiento de orfandad, de vacío. El yo emisor evoca el espacio de la niñez: las tierras andaluzas.
es doblemente extranjero: en el espacio, para con Cas- – En los seis versos siguientes (vv. 29-34) se explica
tilla; en el tiempo, respecto de Andalucía. Ninguna de el porqué de esa carencia apuntada al principio: al
las dos categorías lo acepta en su seno. Y, en el fondo, recuerdo le falta la emoción de lo evocado.
ambos rechazos no son sino uno y el mismo, por cuanto – En los dos últimos versos se expresa la esperanza de
también Castilla ha naufragado en el tiempo, y un posi- que esos cuerpos, ahora inertes, recuperen la vida.
ble retorno material ya no devolvería las emociones
intensas de antaño. Late con fuerza el sentir romántico Claves del texto
bajo la frustración.
Acabada la descripción, el mas (v. 29) adversativo • El poema se articula en torno a tres tiempos dife-
constituye la explicación de la carencia: rentes: un pasado, un presente y un futuro, los cua-
les se corresponden con las formas verbales caracte-
mas falta el hilo que el recuerdo anuda rísticas. El pasado –yo tuve patria(v. 3)– supone la
al corazón el ancla en su ribera, evocación de Castilla. El presente –tengo recuerdos
o estas memorias no son alma. Tienen, (v. 11)– es la descripción de las tierras andaluzas. El
en sus abigarradas vestimentas, futuro –un día tornarán (v. 35)– plasma esa puerta
señal de ser despojos del recuerdo, abierta a la esperanza de recuperar la emoción de
la carga bruta que el recuerdo lleva. antaño.
Un día tornarán, con luz del fondo ungidos,
los cuerpos virginales a la orilla vieja. • Las dos descripciones paisajísticas están hechas
desde la distancia: espacial en el caso de Castilla y
El ‘yo lírico’ tiene recuerdos, sí, pero falta el hilo me- temporal en el de las tierras andaluzas. Sin embargo,
tafórico que debería unirlos al corazón. Estas imágenes al cotejar ambas evocaciones vemos el distinto tra-
constituyen todo un mundo que sólo cobrará su signifi- tamiento de lo castellano y lo andaluz. Así, a la des-
cado pleno cuando se transfigure en evocación honda- cripción colorista y sensorial de Andalucía –cielo
mente sentida. Pero, ¿qué hace falta para que se obre el añil, naranjos encendidos– se opone la grisura y aus-
milagro? Ese retorno anhelado, que sobrevendrá un día, teridad del paisaje castellano –grises peñas, viejos enci
-
esa reviviscencia de lo inerte, esos cuerpos virginales(es nares–, en el que predominan cualidades espirituales
decir, la emoción paradisíaca de la infancia) sólo regre- –gentil, humilde, brava –. Esta oposición de lo sen-
sarán a la orilla vieja (esto es, al momento presente del sorial y lo espiritual puede relacionarse con un he-
poeta) una vez recobrada la sensibilidad evocadora, per- cho evidente: el yo se sitúa físicamente en Baeza,
dida como consecuencia de su desgana existencial. pero anímicamente en Soria.
Comprobemos cómo en estos dos últimos versos, que • Destaca el carácter impresionista de las descripcio-
son los únicos en que se hace referencia al futuro, se nes. No se trata de un «recuento» ordenado y siste-
rompe con la forma métrica utilizada a lo largo de la mático, sino de manchas, de pinceladas sueltas me-
composición –la silva romance– y se hace uso del alejan- diante las que se logra una completa visión de
drino, lo cual confiere un ritmo lento y sentencioso a conjunto. De ahí la abundante adjetivación, que
este final cargado de esperanza. puede dar pie para comentar la importancia de
Así, el poema es la metáfora de una resignación; re- dicha categoría gramatical en la configuración del
signación que se torna en esperanza de que un día sustantivo al que acompaña. Se puede comprobar
• incluso cómo la eliminación de los adjetivos super- machadiana (la poesía como «palabra en el tiem-
fluos o epítetos supone un profundo empobrecimien- po»). En él se produce el salto desde el presente
to del texto. al pasado (contemplación-evocación) tan caracte-
• En el texto abundan las estructuras bimembres. rístico en el poeta andaluz. La importancia del
Así, los sustantivos se asocian en parejas: grises recuerdo en Machado es lo que da sentido a esta
peñas–viejos encinares, imágenes de luz y de pal- escisión interna del hombre entre las vivencias
meras... Este recurso es especialmente llamativo en de la infancia andaluza y las de la madurez cas-
la adjetivación: a cada sustantivo le corresponde a tellana.
menudo más de una cualidad: Castilla es mística y – Por último, no hay que desdeñar el significado bio-
guerrera, humilde y brava; las frutas son redondas gráfico del texto, que se incluye, como hemos visto,
y bermejas... Se puede relacionar esta tendencia a la entre aquellos que el poeta dedica, desde Baeza, al
bimembración con la dualidad básica del poema: recuerdo de Leonor.
la oposición de dos espacios –Castilla/Andalucía– y
de dos pasados –uno inmediato y otro remoto. Otras actividades
• Algunas de las palabras que usa el ‘yo’ en sus des-
cripciones tienen en la poesía de Machado un claro 1. Comprobar que este poema no constituye un caso
sentido simbólico, que no se puede soslayar: el aislado en la obra machadiana, sino que participa
limonero, relacionado siempre con la infancia; de una de las constantes que más intensamente le
el agua, que tantas veces canta el paso del tiempo; preocupó: la plasmación de la temporalidad. Leer
la tarde, que asociamos inevitablemente con la de- y comentar otros poemas donde se aprecia clara-
cadencia... Especialmente significativas son en mente esta constante:
este poema las metáforas machadianas del hilo que – La plaza y los naranjos encendidos (III)
anuda el recuerdo al corazón y de la orilla vieja de – Yo voy soñando caminos (XI)
la vida presente.
– Hacia un ocaso radiante (XIII)
Relación del texto con su época y autor – La noria (XLVI)
Este poema es una perfecta muestra de la obra poética – Hastío (LV)
de Antonio Machado, en la que confluyen la estética mo- – Poema de un día (CXXVIII)
dernista y la actitud noventayochista. Responde a un
2. Pese a que este poema se integra en la segunda etapa
auténtico momento de encrucijada vital –amor perdido,
machadiana, la de Campos de Castilla, su lenguaje
ausencia de Soria– y literaria –superación del modernis-
y estilo poseen muchos puntos de contacto con la
mo, ingreso en el 98–. Así:
etapa modernista anterior, la de Soledades, lo cual
– Se trasciende el modernismo, del que aún perviven
sustenta la tesis de que hay que considerar el queha-
muchos rasgos (véase la descripción sensorial del
cer poético de este autor como una unidad indivisi-
mundo andaluz) para llegar a una meditación más
ble en la que, en mayor o menor medida, aparecen
honda, de tono existencial. Recordemos que para
recurrentemente los mismos temas.
Machado la poesía, arte de la sugerencia en la más
pura línea simbolista, ha de mostrar «lo que está Un poema que guarda muchas afinidades con el
lejos dentro del alma». comentado es el número VII (El limonero lánguido
suspende...). Establecer los elementos que hay en
– La visión de Castilla, como paisaje y como símbolo
común en ambos textos.
espiritual, es netamente noventayochista. La con-
tradicción que la define se refleja en los adjetivos 3. Si la situación del centro escolar lo permite, se pue-
antitéticos con que es calificada en el texto. den realizar recorridos machadianos: tierras soria-
– Es fundamental que se entienda el poema desde nas, andaluzas, segovianas... En caso contrario, se
la perspectiva temporal que explica toda la obra pueden recrear paisajes machadianos.
TEXTOS NARRATIVOS

Introducción

Quizá no haya una necesidad tan antigua y permanente lugar del que parte el relato, la mirada que preside ese
en el hombre como el deseo de salir de los estrechos cau- universo imaginario. La composición de una novela o un
ces de su existencia por medio de la narración. En esta ne- cuento depende, en última instancia, del punto de vista.
cesidad se encuentra el origen de los mitos, de las reli- «Llamadme Ismael», nos dice el protagonista narrador
giones y de la literatura. Desde los grandes poemas de Moby Dick de Herman Melville. Y esa voz que nos
épicos a la novela moderna, desde las viejas colecciones llega desde el tiempo detiene el tiempo.
de cuentos orientales al folletín burgués, la historia de la Porque novelar es un arte temporal, donde el espacio
literatura es, ante todo, la historia de un continuo relato deviene tiempo. Éste será el gran tema de la novela con-
que el hombre se cuenta, una y otra vez, incansable. Con temporánea, que llega al extremo de desintegrar la acción
el nacimiento de la imprenta, surge un nuevo tipo de y convertirla en descripción de impresiones, sensaciones y
lector. De la exótica Scherezade que mantiene en vilo su nostalgias: huyendo del olvido, caemos en las sinuosas
vida, a la vez que la atención del sultán, pasamos al hi- trampas de la memoria. Por eso, la voz narradora se mul-
dalgo manchego que enloquece leyendo libros de caba- tiplica y se transforma en un caleidoscopio de voces y
llerías. La ficción, lejos de imitar la realidad, viene a sus- miradas: la omniscencia o el protagonismo del narrador,
tituirla, a salvarnos de ella. Ortega, contraviniendo la el diálogo objetivo o el monólogo interior del personaje.
imagen que proponía el espejo stendhaliano, dice que El propio lector aporta su mirada; el libro es un «tema»
sólo es novelista quien se atreve a olvidar –y a hacernos sobre el que ejecutamos distintas variaciones. Leer es otra
olvidar– la realidad. Más osado todavía, ese narrador forma de vivir: Madame Bovary también somos nosotros.
magistral llamado Borges idea un «libro de arena» infi- Nuestra literatura está llena, pues, de voces y miradas
nito, una novela-laberinto donde todos los desenlaces que, en el fondo, siempre nos hablan de nosotros mis-
posibles pudieran producirse. mos. Podemos recorrer el camino que lleva desde el
Pero, ¿qué es lo esencial del arte de narrar? No es la apólogo medieval al cuento contemporáneo, pasando
historia que se nos cuenta, ni las vicisitudes de ese perso- por los fundamentos de nuestra novela moderna. Mien-
naje en quien, sin dudarlo, nos encarnamos. No es la tras tanto, nosotros nos dejamos engañar gustosamente,
avidez con que escuchamos, ni la delectación con que enamorados impenitentes de esa falacia en la que se con-
pasamos las páginas. Lo esencial es la voz narradora, el tiene toda la verdad.

Análisis de textos

A. Benito Pérez Galdós


Fortunata y Jacinta
Iba Jacinta tan pensativa, que la bulla de la calle de Toledo no la distrajo de la atención que a su
propio interior prestaba. Los puestos a medio armar en toda la acera desde los portales a San Isidro,
las baratijas, las panderetas, la loza ordinaria, las puntillas, el cobre de Alcaraz y los veintemil
cachivaches que aparecían dentro de aquellos nichos de mal clavadas tablas y de lienzos peor - dispues
tos, pasaban ante su vista sin determinar una apreciación exacta de lo que eran. Recibía tan sólo la
imagen borrosa de los objetos diversos que iban pasando, y lo digo así porque era como-si ella estu
viese parada y la pintoresca vía se corriese delante de ella como un telón. En aquel telón había
- raci
mos de dátiles colgados de una percha; puntillas blancas que caían de un palo largo, en ondas, como
los vástagos de una trepadora; pelmazos de higos pasados, en bloques; turrón en trozos como sillares,
que parecían acabados de traer de una cantera; aceitunas en barriles rezumados; una mujer puesta
sobre una silla y delante de una jaula, mostrando dos pajarillos amaestrados; y luego, montones de
oro, naranjas en seretas y hacinadas en el arroyo. El suelo, intransitable, ponía obstáculo sin fin;
pilas de cántaros y vasijas ante los pies del gentío presuroso, y la vibración de adoquines al paso de los
carros parecía hacer bailar a personas y cacharros. Hombres con sartas de pañuelos de diferentes
colores se ponían delante del transeúnte como si fueran a capearlo. Mujeres chillonas taladraban el
oído con pregones enfáticos acosando al público y poniéndole en la alternativa de comprar o morir.
Jacinta veía las piezas de tela desenvueltas en ondas a lo largo de todas las paredes, percales azules,
rojos y verdes, tendidos de puerta en puerta, y su mareada vista le exageraba las curvas de aquellas
rúbricas de trapo. De ellas colgaban, prendidas con alfileres, toquillas de colores vivos y elementales
que agradan a los salvajes. En algunos huecos brillaba el naranjado, que chilla como los ejes sin grasa;
el bermellón nativo, que parece rasguñar los ojos; el carmín, que tiene la acidez del vinagre; el
cobalto, que infunde ideas de envenenamiento; el verde de panza de lagarto, y ese amarillo tila que
tiene cierto aire de poesía mezclado con la tisis, como en la Traviatta. Las bocas de las tiendas,
abiertas entre tanto colgajo, dejaban ver el interior de ellas tan abigarrado como la parte externa;
los horteras, de bruces sobre el mostrador, o vareando telas, o charlando. Algunos braceaban, como si
nadasen en un mar de pañuelos. El sentimiento pintoresco de aquellos tenderos se revela en todo. Si
hay una columna en la tienda la revisten de corsés encarnados, negros y blancos, y con los-refajos ha
cen graciosas combinaciones decorativas.
Parte Primera. Capítulo IX (Fragmento).

Este fragmento de Fortunata y Jacinta constituye la tampoco éstos añaden ninguna nota de orden y armonía
animada descripción de un mercado popular en el Ma- al conjunto:
drid del siglo XIX. puestos a medio armar (...) nichos de mal clavadas
En este pasaje, Jacinta, una de las protagonistas de la tablas y de lienzos peor dispuestos.
novela, baja por la calle de Toledo sin prestar mucha
atención al bullicioso jaleo que la rodea porque se en- A continuación, después de mostrarnos cómo veía
cuentra sumida en profundas cavilaciones: va en busca Jacinta los tenderetes callejeros, el narrador agudiza su
de un supuesto hijo natural de su marido. En su casa capacidad de observación para detallar qué otras cosas
nadie sabe de sus indagaciones y ella, entre temerosa y «había» en este telón que se deslizaba ante ellos. Estos
esperanzada, se dirige al lugar donde va a conocer a este objetos constituyen la segunda enumeración –también
niño al que desea adoptar. De ahí que los puestos del de seis elementos–, donde ya aparecen algunos detalles
mercado y la gente que vocea no le interesen en absoluto muy concretos; en ella, con una sola excepción, los nom-
y entorpezcan su camino. bres pertenecen al campo semántico de lo comestible y,
Aparentemente, el lector ve el mercado a través de una sin embargo, el narrador, con total carencia de delecta-
mirada indiferente y aturdida, la de Jacinta, una mirada ción, subraya tan sólo el aspecto físico más externo, en
que oscila entre la borrosa percepción inicial de unas un dibujo cubista de líneas y volúmenes:
baratijas en unos puestos a medio armar y la delirante racimos de dátilescolgados de una percha; pun-
danza de formas y colores del final de la escena. Lo pri- tillas blancasque caían de un palo largo (...); pel-
mero que nos llama la atención es el contraste entre la mazos de higos pasados,en bloques; turrón en tro-
indiferencia del personaje hacia su entorno físico y zos como sillares, que parecían acabados de
la minuciosa descripción de los detalles precisos que traer de una cantera; aceitunasen barriles rezu-
vamos percibiendo en este lugar tan pintoresco. mados;
Descubrimos así que al lado de Jacinta va un narrador
objetivo que no sólo nos da una fina y detallada descrip- Parece que el narrador subraya los volúmenes y las
ción de las cosas y de la gente, sino que nos introduce formas para señalar de qué manera bloques, racimos y
también en el ánimo de la protagonista. De esta manera, barriles forman un cúmulo de obstáculos que hacen de
las características plásticas y sonoras del mundo exterior la calle un lugar difícilmente transitable y aún más si nos
entran en colisión con la percepción ensimismada del fijamos en que la superficie de estos objetos o su reci-
personaje, y acabamos percibiendo una doble realidad: piente son húmedos y pegajosos, cosa que hace temer
el mundo exterior –el mercado– y el mundo interior, por la blancura de las puntillas que ondean entre ellos y
sensible y atormentado, de esta mujer. por la pulcritud con la que imaginamos vestida a Jacinta.
El texto se articula en tres enumeraciones de seis ele- Entre estas sustancias toscas y pegajosas brilla, por
mentos cada una de ellas y cuya estructura semántica y contraste, el último elemento de la enumeración:
sintáctica es cada vez más compleja y más rica en rasgos montones de oro, naranjas
subjetivos. Partimos de un iba Jacinta tan pensativaque
es como si ella no caminara y fuera el mercado quien La visión de las naranjas amontonadas no sólo supone
desfilara ante ella: un estallido de luz y color en esta serie de elementos
hasta ahora pintados en blanco y negro, sino que tam-
como si ella estuviese parada y la pintoresca vía sebién representa la primera concesión al entusiasmo que
corriese delante de ella. siente el narrador «objetivo» por este pintoresco mer-
Ante los ojos distraídos de Jacinta, que no ven
, tenemos cado callejero. Notamos un cierto lirismo en esta expre-
la primera enumeración de seis objetos del mercado, sión donde el término real –naranjas– se convierte en
citados con un cierto laconismo distante y objetivo: aposición de la imagen metafórica –montones de oro –.
A continuación, y como si el narrador quisiera corregir
las baratijas, las panderetas, la loza ordinaria, las
el exceso lírico de su apunte, añade:
puntillas, el cobre de Alcaraz y los veinte mil cachi
-
vaches. naranjas en seretas, hacinadas en el arroyo.
Vemos aquí objetos baratos, nombrados genérica- Parece que se le resta valor al oro mediante el rústico
mente, poco definidos, alguno de ellos con una valora- serón que lo contiene y el humilde lugar donde se en-
ción casi despectiva –baratijas, cachivaches–, objetos cuya cuentra; así recuperan las naranjas su condición de fruta
escueta enumeración, desprovista de calificativos, sin popular y callejera.
apenas un determinativo, nos da la medida de la poca A partir de la mitad del texto nos damos cuenta de que
curiosidad que pueden despertar en Jacinta. Esta primera el sonido y el movimiento del mercado crecen. El bulli-
serie de cacharros y baratijas está enmarcada por una cioso fluir de la gente entre las mercancías se va hacien-
breve descripción de los puestos donde se exhiben, y do autónomo con respecto a la percepción de Jacinta,
que empieza a sentirse avasallada, casi agredida por todo hemos pasado a sentir la presencia corpórea y agresiva
lo que la rodea. Tres elementos nos transmiten esta sen- de la realidad de las cosas. El mercado se ha convertido
sación de que Jacinta está en un medio hostil: en una selva donde las fieras campean y amenazan a los
El suelo (...), intransitable, ponía obstáculos sin fin;transeúntes. En esta descripción, Galdós nos sitúa ante
(...) la vibración de los adoquines al paso de los carrosuna paradoja: parece que el autor nos va a mostrar toda
parecía hacer bailar a personas y cacharros. la vida de un mercado popular en sus aspectos más pin-
torescos y, sin embargo, no nos lo refleja como en un es-
Hombres con sartas de pañuelos (...) que se poníanpejo colocado a lo largo del camino, según la clásica de-
delante del transeúnte como si fueran a capearlo.finición de novela realista, sino a través del sentimiento
Mujeres chillonas taladraban el oído con pregonesde una mujer inquieta y angustiada. Lo que realmente
enfáticos acosando al público. conocemos y compartimos después de leer esta descrip-
La barahúnda del mercado se ha convertido en acoso, ción es algo más sobre la sensibilidad de Jacinta, sobre
en lucha cuerpo a cuerpo entre los compradores que su ánimo, en este momento contradictorio y apesadum-
quieren avanzar y los vendedores que reclaman la aten- brado.
ción; el peligro para su integridad física que sienten los Al final del fragmento, el narrador, por última vez en
transeúntes queda bien patente en la disyuntiva con que esta descripción, se aleja del mundo visionario de Jacinta
se cierra el párrafo: e incluye una observación objetiva y distanciadora:
poniéndole [al público] en la alternativa
de comprar El sentimiento pintoresco de aquellos tenderos se
o morir. revela en todo. Si hay una columna en la tienda
la revisten de corsés encarnados, negros y blancos, y
A partir de aquí, y a través de la sensibilidad de Jacin- con los refajos hacen graciosas combinaciones -decora
ta, vemos cómo los puestos del mercado se transforman tivas.
en una alucinada pintura de colores estridentes. Con
una técnica expresionista próxima al esperpento, se nos Con esta frase el narrador objetivo nos aleja de la
muestra una escena distinta: toda la parafernalia del escena, de la vivencia del personaje, y nos aproxima a
mercado popular no sólo entorpece el paso y resulta una la simpatía que sentía Galdós por el pueblo: por aquello
molestia epidérmica para la protagonista, sino que, aho- que constituye los instintos primarios de la gente senci-
ra, el narrador omnisciente nos cuenta cómo ésta se lla, por su estética elemental y barroca, por su vitalidad
siente violentamente agredida en su intimidad: en la si- irracional. La frase con la que se cierra este texto tiene el
guiente descripción, los colores se independizan de los tono de una secreta confesión y nos suena a un comenta-
objetos y adquieren un protagonismo absoluto. Colores rio del propio autor.
primarios y en contraste violento: Y volviendo al personaje: ¿Qué es lo que está dando
tanto miedo a Jacinta? ¿Por qué se siente en peligro y cree
percales azules, rojos y verdes, tendidos de puerta en
desfallecer ante unos humildes puestos de mercado? No
puerta (...) toquillas de colores vivos y elementales
se trata únicamente de que su refinada sensibilidad bur-
Y estos colores vivos se apoderan de todo el campo vi- guesa rechace los toscos objetos o que se le haga insopor-
sual del lector y se agigantan en prosopopeyas y sineste- table el griterío de la gente; hay algo más: el mercado, con
sias hiperbólicas: su bullicioso fluir, lleno de color, es símbolo de la vida
elemental, popular y alegre. Y esta es la vida –torrente de
el naranjado, que chilla
vida– de Fortunata, la mujer del pueblo. El mercado
el bermellón nativo, que parece rasguñar los ojos
representa metonímicamente a Fortunata, la mujer que,
el carmín, que tiene la acidez del vinagre con su esplendor físico, con la gracia y la fuerza vital que
el cobalto, que infunde ideas de envenenamiento la caracterizan, ha arrasado en el corazón del señorito
el verde de panza de lagarto Santa Cruz; y aún más, esta mujer alegre y generosa es
eseamarillo tila que tiene cierto aire de poesía mez
- también símbolo de la maternidad que Jacinta no podrá
clado con la tisis conocer. Jacinta siente en este entorno popular, como
La escena es un conjunto abigarrado de grandes man- una agresión, la presencia de Fortunata.
chas de color, que brillan como animales salvajes amena-
zadores, y no nos permiten ver los objetos. Guía para el comentario
En estos momentos estamos sintiendo ya cómo Jacin-
ta percibe el mundo exterior: a través de su vista pertur- Tema
bada y en la desazón de su intimidad, los colores del Este fragmento de Fortunata y Jacinta nos sumerge
mercado chillan, rasguñan los ojos, son ácidos como el en el ambiente abigarrado de la madrileña calle de Tole-
vinagre e infunden raras ideas de enfermedad y envene- do en un día de mercado. Pero por debajo de esta deta-
namiento. Este paisaje onírico se cierra con una nueva llada descripción se trasluce un elemento narrativo: el
concreción escénica totalmente expresionista: conflicto que preocupa a Jacinta, la mujer de la burgue-
Las bocas de las tiendas, abiertas entre tanto colgajo,sía, y el enfrentamiento de este personaje con el mundo
- so de Fortunata, la mujer del pueblo.
dejaban ver el interior (...) los horteras, de bruces
bre el mostrador, braceaban como si nadasen en un
mar de pañuelos. Estructura
El fragmento empezó con una visión confusa y distan- La escena constituye, en realidad, una única parte in-
te de unos puestos de mercado a medio armar. De ahí divisible en la que lo narrativo ha desaparecido. La ac-
ción novelesca se ha detenido en una descripción minu- Relación del texto con su época y autor
ciosa, y, por lo tanto, el texto no progresa.
Este texto muestra una de las características principales
Sin embargo, hemos visto que se puede articular a
de nuestro novelista: su habilidad para mezclar admirable-
partir de las tres enumeraciones que lo configuran y
mente la geografía local urbana con las vidas de sus perso-
que entre ellas apreciamos una cierta gradación que va
najes, su certeza de que la comprensión de un lugar es un
desde lo indeterminado e impreciso (veinte mil cachiva-
aspecto esencial en la presentación de los individuos y la
che)s a lo minuciosamente descrito (una jaula, mostrando
sociedad. Toda la novela está llena de detalles topográficos
dos pajarillos amaestrados ), para desembocar en un es-
que denotan una extraordinaria y afectiva familiaridad con
pectáculo de tintes expresionistas (el verde de panza de
las calles y la vida popular de Madrid. El realismo de Gal-
lagarto). Es decir, el texto sí progresa desde la objetivi-
dós no consiste en una mera copia de las cosas: la capta-
dad –visión del narrador– a la subjetividad –visión del
ción del espacio y el ambiente alcanza también el carácter
personaje.
y la condición de las gentes que lo habitan.
Claves del texto Por otra parte, en estas líneas encontramos la voz in-
confundible del narrador galdosiano, ese narrador que
• Hay que diferenciar en el texto dos voces narrativas, no duda en entrometerse en el relato, hacer digresiones
o lo que es lo mismo, dos puntos de vista: y comentarios, esgrimir la primera persona o confesarse,
en ocasiones, amigo o conocido de sus personajes.
• – el narrador omnisciente (realidad objetiva);
Finalmente, resaltaremos el gusto por la caricatura y los
• – el personaje (subjetividad de la percepción).
elementos grotescos que se refleja en la parte final de la
Desde el principio se hace depender la descripción, descripción, esa que no hemos dudado en calificar de «ex-
significativamente, no de la mirada atenta de la prota- presionista» por sus notas esperpénticas. Un nuevo ejem-
gonista, sino de su falta de atención. Se nos propone plo de cómo Galdós trasciende el realismo neutro y docu-
una imagen borrosa de los objetos, comparados en afor- mental para ofrecernos, de forma más compleja y rica, la
tunado símil con un telónque se desplegase ante los ojos riqueza y complejidad de la propia realidad que retrata.
del personaje.
Sin embargo, el detallismo de la descripción central Otras actividades
del mercado –objetos, alimentos, vendedores, sonidos– 1. El deambular de Jacinta entre los tenderetes de la
depende inequívocamente del punto de vista de un narra- calle de Toledo puede compararse con los dos pase-
dor muy observador. os de Fortunata, el uno por la avenida de Santa En-
Por su parte, el punto de vista subjetivo de Jacinta, gracia(5) y el otro cuando, camino de la casa de los
desde su mareada vista, se refleja en la descripción final, Santa Cruz, se sienta en la fuente de la Puerta del
donde los colores se independizan de las telas. Sol(6). En los trayectos de ambos personajes la deso-
• En dos momentos la voz del narrador sobresale del rientación espacial es un trasunto de la desorienta-
texto y se independiza en digresiones llamativas: ción interior.
– en el inciso sobre el propio proceso de la escri- 2. Proponemos también fragmentos de otros textos re-
tura, es decir, a su condición de narrador: y lo alistas, centrados en el caminar de distintas heroínas:
digo así, porque era como si ella estuviese parada... desde la Isidora Rufete de La desheredada a la Be-
(líneas 7-9); nina de Misericordia, sin olvidar, naturalmente, a la
– en el comentario final, una observación al margen Anita Ozores de La Regenta (véase su paseo por el
del relato, donde el narrador «opina», acudiendo «boulevard» tras la confesión con el Magistral(7)).
al verbo en presente de carácter genérico: El senti- 3. La descripción de lugares y ambientes es un ejerci-
miento pintoresco de aquellos tenderos se revela en cio clásico de composición. Cada alumno puede
todo...(líneas 31-34). escoger un asunto diferente, para leer y comentar
• Como procedimiento básico del texto hemos seña- después en clase sus redacciones.
lado ya la enumeración. Añadiremos ahora la adjeti-
vación, fundamentalmente especificativa –loza ordi- (5)
Fortunata y Jacinta, II, VII, 5
naria, mal clavadas tablas, lienzos peor dispuestos
– y, (6)
Fortunata y Jacinta, III, III, 2
(7)
sobre todo, el cromatismo de la descripción. La Regenta, capítulo IX.

B. Julio Cortázar
Continuidad de los parques
Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a
abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por - el di
bujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir -con el ma
yordomo una cuestión de aparcerías, volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia
el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito, de espaldas a la puerta que lo hubiera
- mo
lestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y
otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los
nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida. Gozaba del
placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que
- su ca
beza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían - al alcan
ce de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra
a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se
concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña - del mon
te. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo
de una rama. Admirablemente restañaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias,
no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas
secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada.
Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que- todo esta
ba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo
retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario - des
truir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada
- ins
tante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas
para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.
Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la
cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió - un ins
tante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez parapetándose en los árboles y los setos,
hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no
debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres - pelda
ños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer:
primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. - Na
die en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la
mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre
en el sillón leyendo una novela.
De Final de juego.

He aquí un cuento que trata sobre una novela. A la ficción (lo mismo da) uniformadas por un mismo otoño,
manera cervantina, en un juego de espejos, asistimos un mismo crepúsculo.
al milagro de la lectura: este hombre del que nada sabe- Estamos, pues, ante un personaje sin nombre del que
mos, que se sumerge en el relato de un adulterio crimi- comienza a hablarnos el cuento desde la primera línea. Y
nal, no es otro que nosotros mismos. Con él entramos su condición de lector es lo único que –de momento–
en la historia, nos abandonamos a la intriga y desperta- parece importar. El pretérito pluscuamperfecto nos
mos bruscamente en esa sorpresa final donde ficción y conduce de golpe, sin embargo, a la intriga, creando un
realidad se confunden. espacio narrativo lleno de misterio:
Así pues, ¿de qué habla nuestro cuento? Habla de la
pasión de leer y de la fascinación y la magia de la litera- Había empezado a leer la novela unos días antes
tura. Pero también de la borrosa frontera del mundo Se inaugura un breve período que nos informa de las
que creemos real y el que suponemos ficticio. ¿Dónde vicisitudes del proceso de lectura, a la vez que de la im-
empieza el uno y acaba el otro? ¿Qué es la vida y qué es paciencia que se suscita por el libro, como medio de eva-
el sueño? Definitivamente, la vida se parece a la litera- sión de una realidad prosaica:
tura; peligrosamente, añadiremos, si pensamos en el de-
senlace del relato de Cortázar. El título de este cuento (l. 1) La abandonó..................por negocios urgentes
con trampa alude a esa otra continuidad entre vida y (l. 1) Volvió a abrirla............cuando regresaba en
literatura de la que, quijotescamente, todos estamos tren a la finca
hechos. Y nos remite al infinito: detrás de nuestro sillón
En esta primera parte del relato, que funciona a modo
alguien respira entrecortadamente. No es nuevo este
de introducción de la acción propiamente dicha, obser-
mecanismo literario del libro dentro del libro –mejor,
vamos el predominio de las perífrasis verbales de infini-
en este caso, del lector dentro del lector–. A la manera
tivo –empezar a leer, volver a abrir–, así como la presencia
de Unamuno, recordaremos que somos el sueño de otro
de términos que recalcan la duración –el adverbio lenta-
y que vivimos nuestra «novela» sólo hasta que dejemos
mente, el verbo dejaba en imperfecto–. Estamos ante un
de ser soñados (o leídos).
Pero la continuidad adquiere, además, una configura- «tiempo de espera», una espera casi ansiosa, retardada
ción literaria bien precisa. Este cuento brevísimo, con- hasta la llegada a la finca. El personaje se abandona poco
densado, adopta una estructura circular: su final nos a poco a la lectura, y resalta su carácter pasivo frente a la
devuelve brusca e inesperadamente al principio. Regre- actividad que irradia la novela:
samos a la novela de la que habíamos partido, de la que por la trama
había arrancado el relato. Ella es la verdadera protago- Se dejaba interesar lentamente
nista, quedando el personaje reducido a una presencia
anónima, una cabeza que asoma tras su respaldo de ter- por el dibujo de
ciopelo, una mirada perdida en los robles del parque. El los personajes
ventanal es la pantalla en la que, sin saberlo, nuestro lec- Ya en la casa, una vez concluidas sus obligaciones, se
tor asiste a su propia historia, como esa otra «pantalla» dedica a la lectura. Y el verbo es, significativamente, vol-
constituida por la página en que se demora, inconsciente ver, es decir, regresar; el acto de leer ingresa al protago-
de estar dando una ligera tregua a su suerte. Realidad o nista en otro espacio:
después de escribir
–una carta– a Pero lo más llamativo es cómo se expresa el final de esa
su apoderado y transición de la realidad a la ficción: el personaje, intro-
Esa tarde ducido ya del todo en su novela, ha olvidado que está le-
de discutir–un asunto de aparce- yendo. Y a medida que se sumerge en la historia noso-
rías– con su mayordomo tros nos sumergimos con él. Se duplica así la fascinación
de un relato en el que el protagonista es nuestra propia
volvió al libro en la tranquilidad del estudio que imagen, nuestro reflejo. De modo que olvidamos con él
miraba al parque de los robles. todo lo anterior –el tren, la finca, el parque de los robles,
El relato de Cortázar se demora entonces en la des- la propia novela– y nos interesamos sólo por la «sórdida
cripción del acto de la lectura, un placer casi perverso : disyuntiva de los héroes».
aparcadas las tareas cotidianas, «de espaldas a la puerta Entramos, pues, sin transición (no hay punto y aparte)
que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad en la tercera parte del relato, contada como si ocurriera
de intrusiones», nuestro hombre se entrega a su novela. ante nuestros ojos. El pretérito tiene aquí, misteriosa-
La escasa acción que hasta este momento contenía el mente, toda la fuerza de un presente –ahora llegabael
cuento, una acción hecha de negocios, cartas y aparcerí- amante (l. 13)–; pero nos recuerda que estamos leyendo
as, se detiene en un acto de escritura inusitado: no se nos una lectura, es decir, que no leemos la novela directa-
narra lo que lee el personaje, sino cómo lo lee. Y con la mente, sino que recibimos la impresión del personaje
(8)
acción desaparece, también, el protagonismo de este lec- que la lee . Asistimos al encuentro amoroso en la caba-
tor, definitivamente convertido en una persona pasiva, ña del monte; se trata de una cita criminal, en donde el
un filtro más entre nosotros (los auténticos lectores) y su amor y la muerte configuran dos campos semánticos
libro. Arrellanado(l. 4) en su sillón favorito –obsérvese el contrapuestos:
valor pasivo del participio– el personaje es ahora la mano los besos y caricias ............. la sangre
que acaricia el terciopelo verde, la memoriaque retiene la libertad ........................ el puñal
imágenes y nombres. Y la verdadera protagonista es, cla- el cuerpo del amante ........ ese otro cuerpo que es necesario
ro está, la novela: destruir
(l. 8) la ilusión novelesca lo ganó casi en seguida
La terrible disyuntiva de los dos amantes se refleja en
La descripción de este acto íntimo y solitario que su- la estructura binaria de muchas de las frases del texto
pone la lectura se plantea como un doble abandono, al (construcciones coordinadas copulativas y adversativas).
libro y a la comodidad física que lo rodea. Esta dualidad, La vigencia del momento se apodera de la propia escri-
ya insinuada en las dos sinécdoques anteriores –su mano tura y las palabras, de pronto, parecen cobrar vida:
y su memoria– uniforma en un solo placer una situación (l. 18) Un diálogo anhelantecorría por las páginas
teñida de sensualidad: como un arroyo de serpientes, y se sentíaque
(l. 8-9) Gozaba delplacer casi perverso todo estaba decidido desde siempre.
de irse desgajando línea a línea de lo que le rodeaba
Ésta es, sin duda, la parte más dramática del texto, y
tal vez por ello, la más poética. La metáfora, el símil y la
(TACTO) que su cabezadescansaba
prosopopeya animan una escena donde todos los ele-
cómodamente...
mentos adquieren la vida que los personajes van a arre-
(GUSTO-
OLFATO).....(de) sentir que los cigarrillos seguían batar: bajo el puñal latía la libertad agazapada, el diálogo
al alcance de la mano... corría por las páginas, las caricias, como queriendo retener y
(VISTA- disuadir al cuerpo amado dibujaban la figura de otro
que más allá de los
OIDO) cuerpo. Los amantes mismos desaparecen como sujetos
ventanales danzaba el aire...
sintácticos, víctimas a su vez de una fatalidad inevitable;
la formulación en voz pasiva de sus planes –nada había si-
Instalado en una aparente seguridad frente al mundo
do olvidado– crea, de repente, una terrible distancia entre
que lo rodea, el lector se separa de la realidad progresi-
ellos y sus propósitos. Nuevamente, la sinécdoque los
vamente. Este paulatino proceso de evasión se nos trans-
representa: si el lector era esa mano que acariciaba el
mite por medio de la repetición de palabras –una y otra,
terciopelo de su sillón, ellos son una mano que acaricia
línea a línea, palabra a palabra–, los paralelismos sintácti-
una mejilla.
cos y las enumeraciones. Hasta que, poco a poco, sobre
esa descripción deleitosa se impone, finalmente, la fic- Con la llegada de la noche se precipita el relato hacia
ción novelesca: su desenlace, cobrando movimiento. Es significativo que
sea este el único punto y aparte del texto; una pausa trá-
absorbido por la sórdida gica, cargada de premoniciones, que no separa, como se-
disyuntiva de los héroes ría previsible, dos planos narrativos diferentes, sino que
palabra a palabra sirve para acentuar la tensión dramática. En este punto y
dejándose ir hacia las imágenes aparte coincidimos de pronto lectores y lector, ya com-
que se concertaban y adquirían pletamente olvidada la circunstancia inicial de que habí-
color y movimiento amos partido. Los personajes recuperan el protagonis-
fue testigo del último encuentro en la cabaña del bosque mo de la acción, a medida que ésta se acelera; el
narrador insiste en la fatalidad que los arrastra –atados
El cambio verbal del pretérito imperfecto (descrip-
ción) al perfecto simple (acción) es más que significativo. (8)
Podríamos hablar de una lectura de segundo grado.
rígidamente a la tarea que los esperaba
–. Si el fragmento 1.º: Un hombre lee una novela. Se describe el acto de
anterior tenía toda la emoción de la mejor literatura, és- la lectura en sí: sus preliminares, su ritual.
te reviste sin duda un tono cinematográfico: la imagen 2.º: Argumento de la novela: dos amantes preparan un
de la cabellera al viento, la bruma malva del crepúsculo. crimen, que resulta ser el asesinato del lector del
La gradación de los verbos de movimiento –corrió, subió – primer relato.
queda interrumpida por la mención de esos designios fa-
tales que se cumplen puntualmente: Claves del texto
Los perros no debían ladrar,no
y ladraron. • Lo primero que hay que destacar es, obviamente, la
El mayordomo no estaría a esa hora,noy estaba. circularidad del relato, desde su primera frase –Ha-
Y a partir de este momento –no podemos levantar ya bía empezado aleer la novela unos días antes – hasta la
la mirada de la página– presenciamos, como proyectadas última –(...) la cabeza del hombre en el sillón leyendo
por una cámara subjetiva, las imágenes que recoge la re- una novela–. El cuento adquiere la disposición de
tina del amante, mientras recuerda las palabras de la mu- una trampa tendida a los lectores (similar a la tendi-
jer. La violencia estalla antes de tiempo en esa sangre ga- da al lector de la novela).
lopando en sus oídos(l. 29), expresión metafórica del pulso • Es necesario el anonimato del personaje, que co-
acelerado y del miedo. Después, sólo silencio, frases no- mienza su peripecia sin presentación previa, para
minales muy breves, donde la acción se desintegra susti- que sea mayor la identificación de los lectores con
tuida por la presencia terrible de los espacios sucesivos él. Además, este comienzo abrupto de la narración
–una sala azul, una galería, una escalera alfombrada, dos (que tanto nos recuerda al romancero viejo), res-
puertas–. Subimos nosotros también esos peldaños y nos ponde a la propia naturaleza del género cuento: bre-
asomamos a esas habitaciones vacías, que la anáfora del vedad y condensación, pero también cierto carácter
texto parece hacer más grandes: poemático.
Nadie en la primera habitación • La oposición vida / literatura, realidad / ficción es
nadie en la segunda. fundamental en el relato: negocios, cartay aparcerías
son sustituidos por la ilusión novelesca . Se nos cuenta
Tras la tercera puerta –y entonces...
– nos esperan las úl- un acto de evasión; «dar la espalda» a la puerta (po-
timas sinécdoques del texto: sibles intrusiones) es dar la espalda a la realidad.
el puñal en la mano • En estrecha relación con lo anterior, recordaremos
la luz de los ventanales que estamos ante un «metarrelato», es decir, una
el altorespaldo de unsillón de terciopelo verde narración sobre la lectura de otra narración. El acto
la cabeza del hombre leyendo una novela de leer se describe con deleite en lo que tiene de
Este desenlace fragmentario, donde ha desaparecido sensualidad, comodidad y abandono–un placer casi
del todo la acción, funciona como el montaje rapidísimo perverso– por medio de formas no personales del
de una serie de planos cinematográficos, que sustituye el verbo: irse desgajando, absorbido, dejándose ir.
esperado efecto de la violencia –el asesinato– por un • Destaca el carácter visual del relato novelesco, que
inesperado efecto sorpresa(9). Volvemos a la novela con convierte al lector en testigo. Desde el principio se
que habíamos empezado, al lector anónimo que la leía, habla de imágenes–las imágenes que se concertaban y
al estudio que da al parque de los robles. Porque, como adquirían color y movimiento –. Ya hemos comentado
en el cuento de Borges(10) (y este cuento tiene también el valor cinematográfico del texto, sobre todo al lle-
mucho de borgiano), es el espacio de la fatalidad, un la- gar a su desenlace: la sucesión de «campos vacíos»
berinto que conduce a la muerte. La evasión, finalmen- que recorre la mirada del asesino, el rápido montaje
te, no es tal: el protagonista no puede evitar su destino, de primeros planos que escamotea la aparición sor-
ni nosotros –narradores implícitos que cooperamos con prendente de la víctima.
nuestra inocencia de lectores– podemos escapar de la • Es significativa la adecuación de los tiempos verba-
trampa que el cuento nos tiende. les a la narración. Así, las perífrasis de infinitivo del
principio subrayan el aspecto incoativo de las accio-
Guía para el comentario nes –empezar a leer, ponerse a leer, dejarse interesar, - de
jarse ir–; los pretéritos imperfectos se utilizan para la
Tema
descripción de los preparativos en la cabaña; y el
La fascinación de la lectura, capaz de crear un mundo pretérito perfecto simple, en el desenlace, acelera la
autónomo dotado de realidad propia, hasta el punto de acción criminal.
que se pueden confundir los límites entre vida y literatura. En este cuento vemos una de las características princi-
pales de Julio Cortázar: la combinación de imaginación y
Estructura realidad, que convierte sus historias en aventuras con un
El texto adopta una estructura circular, pues su desen- desenlace inesperado. El propio autor reconoce no hacer
lace nos conduce a la escena inicial de la que partía el re- diferencia entre lo real y lo fantástico; para él lo fantástico
lato –un hombre leyendo una novela–. Con esta circula- procede siempre de lo cotidiano. Este aspecto de su obra
ridad se representa la continuidad entre realidad y ha de relacionarse con esa tendencia de la literatura hispa-
ficción a la que alude el título del cuento.
Por otra parte, podemos distinguir en el texto dos (9)
Pensamos, naturalmente, en el famoso asesinato de Psicosis, de
partes, correspondientes a dos relatos, el segundo de los Alfred Hitchcock.
cuales está incluido en el primero: (10)
Jorge Luis Borges, El jardín de senderos que se bifurcan.
noamericana que conocemos como «realismo mágico» 2. Realizar la confrontación con un cuento de Italo
(Borges, Rulfo, Carpentier, García Márquez...). Calvino, La aventura de un lector (de Los amo-
Por otra parte, en Continuidad de los parques se re- res difíciles).
fleja la capacidad de Cortázar para plasmar lo poético al 3. Aunque no se trate de un relato surrealista, su es-
margen del verso. No olvidemos que este escritor es, an- tructura recuerda algunas pinturas de René Magrit-
te todo, un maestro del cuento y que lo que define a este te, en donde también se juega con los planos de re-
género, frente al carácter abierto de la novela, es su for- alidad y ficción combinados de forma insólita. A
ma cerrada, su economía narrativa. El cuento tiene mu- este respecto, resulta significativo el cuadro titula-
cho que ver con el poema. do, precisamente, La evasión.
4. Otra actividad sugestiva es la visión de la película
Otras actividades
La rosa púrpura de El Cairo de Woody Allen,
1. Leer otros cuentos de Cortázar que mezclen la rea- donde de forma amena el alumno puede asistir a la
lidad y la ficción de forma inesperada, como La no- intersección del mundo fantástico –en este caso el
che boca arriba o Todos los fuegos el fuego. de la pantalla del cine– y el mundo real –la triste vi-
Comentar, en este sentido, relatos de escritores his- da de una sufrida esposa–; y donde, además, el me-
panoamericanos que traten lo maravilloso (Borges, canismo del cine dentro del cine funciona de modo
Bioy Casares, Fuentes...). similar al del libro dentro del libro.
TEXTOS DRAMÁTICOS

Introducción

A partir del momento en que adquirió la conciencia En cualquier caso, y aun conscientes de que en la obra
de su ‘yo’, el hombre ha buscado la autocontemplación teatral intervienen numerosos e importantísimos fac-
en un deseo de tomar conocimiento de su propia ima- tores extratextuales –gesto, movimiento, decorado, so-
gen. Así, desde la superficie de las aguas hasta el espejo, nido, luz, «attrezzo»–, queremos rescatar el valor dra-
pasando por los metales, ha ido encontrando los instru- mático de la palabra. Recordemos a este respecto que un
mentos para lograrlo. Pero la satisfacción de ese deseo gran dramaturgo como Valle-Inclán antepuso el texto
primario no le bastó y, conforme fue evolucionando y literario a su representación escénica, llegando a consi-
desarrollándose, continuó la búsqueda de su imagen más derar ésta como un «lamentable incidente».
allá de lo meramente físico e individual para hallar su Tal vez la manera de conciliar estas dos actitudes tan
proyección anímica, colectiva y social. Un nuevo espejo extremas es partir del material con el que contamos –el
en donde poder medir su comportamiento. texto–, para conseguir que los alumnos asistan a una re-
Se puede afirmar que el teatro consiste en representar presentación imaginaria. Como decía Lorca, «el teatro es
escénicamente la palabra, en dar vida a un texto por me- la poesía que se levanta del libro y se hace humana, y al
dio de la transformación de los actores en personajes hacerse, habla y grita, llora y se desespera. El teatro nece-
con la participación directa y consentida del público. De sita que los personajes que aparecen en la escena lleven un
este modo, aparece señalada en toda su evidencia la indi- traje de poesía y al mismo tiempo, que se les vean los hue-
soluble relación que une a los tres componentes del tex- sos, la sangre». Por eso, como no sólo estamos leyendo
to dramático: autor-actor-público. Si en los otros dos sino que estamos viendo y oyendo a los personajes, en
géneros literarios la relación que se establece entre el estos comentarios nos hemos detenido menos en el análi-
autor y el lector es una relación «de alcoba», íntima y sis estilístico para dar cabida a recursos puramente teatra-
directa, la intervención de los actores y la presencia de les como el aparte, la acotación, las estrategias, la trama,
un público colectivo hacen del teatro un acto «de sa- la intención de los personajes y el espacio escénico.
lón», social y compartido, que trasciende lo meramente En definitiva, mediante este acercamiento a los textos
literario. Así, numerosos críticos rechazan la autonomía teatrales, pretendemos que nuestros alumnos se aden-
del texto dramático, considerado por la tradición aristo- tren en el mundo mágico de la representación, tan inhe-
télica como un género literario, y opinan que el teatro rente al hombre y a su necesidad de conocerse. A la ma-
sólo alcanza su verdadera esencia en el momento de su nera de Pirandello, no buscamos un autor, sino muchos
representación. lectores para nuestros personajes.

Análisis de textos

A. Fernando de Rojas
La Celestina, Acto IV (Fragmento11)

LUCRECIA. ¿Quién es esta vieja, que viene haldeando?


CELESTINA. Paz sea en esta casa.
LUCRECIA. Celestina, madre, seas bienvenida. ¿Cuál Dios te trajo por estos barrios no acostum
-
brados?
CELESTINA. Hija, mi amor, deseo de todos vosotros, traerte encomiendas de Elicia y aun ver a tus
señoras, vieja y moza. Que después que me mudé al otro barrio, no han sido de mí visitadas.
LUCRECIA. ¿A eso sólo saliste de tu casa? Maravíllome de ti, que no es esa tu costumbre ni sueles
dar paso sin provecho.
CELESTINA. ¿Más provecho quieres, boba, que cumplir hombre sus deseos? Y también, como a las
viejas nunca nos fallecen necesidades, mayormente a mí, que tengo de mantener hijas ajenas, ando
a vender un poco de hilado.
LUCRECIA. ¡Algo es lo que yo digo! En mi seso estoy, que nunca metes aguja sin sacar reja. Pero
mi señora la vieja urdió una tela: tiene necesidad de ello, tú de venderlo. Entra y espera aquí,
que no os desaveniréis.
ALISA. ¿Con quién hablas, Lucrecia?
LUCRECIA. Señora, con aquella vieja de la cuchillada, que solía vivir aquí en las tenerías, a la
cuesta del río.
ALISA. Agora la conozco menos. Si tú me das a entender lo incógnito por lo menos conocido, es
coger agua en cesto.
(11)
Edición de Bruno Damiani, Madrid, Cátedra, 1984.
LUCRECIA. ¡Jesú, señora! más conocida es esta vieja que la ruda. No sé cómo no tienes memoria
de la que empicotaron por hechizera, que vendía las mozas a los abades y descasaba mil casados.
ALISA. ¿Qué oficio tiene? Quizá por aquí la conoceré mejor.
LUCRECIA. Señora, perfuma tocas, hace solimán, y otros treinta oficios. Conoce mucho en hierbas,
cura niños y aun algunos la llaman «la vieja lapidaria».
ALISA. Todo eso dicho no me la da a conocer; dime su nombre, si le sabes.
LUCRECIA. ¿Si le sé, señora? No hay niño ni viejo en toda la ciudad que no le sepa; ¿habíale yo
de ignorar?
ALISA. ¿Pues por qué no le dices?
LUCRECIA. ¡He vergüenza!
ALISA. Anda, boba, dile. No me indignes con tu tardanza.
LUCRECIA. Celestina, hablando con reverencia, es su nombre.
ALISA. ¡Hi, hi, hi! ¡Mala landre te mate, si de risa puedo estar, viendo el desamor que debes de
tener a esa vieja, que su nombre has vergüenza nombrar! Ya me voy recordando de ella. ¡Una
buena pieza! No me digas más. Algo me verná a pedir. Di que suba.
LUCRECIA. Sube, tía.
CELESTINA. Señora buena, la gracia de Dios sea contigo y con la noble hija. Mis pasiones- y enfer
medades han impedido mi visitar tu casa, como era razón; mas Dios conoce mis limpias
entrañas, mi verdadero amor, que la distancia de las moradas no despega el amor de -los cora
zones. Así que lo que mucho deseé, la necesidad me lo ha hecho cumplir. Con mis fortunas - adver
sas otras, me sobrevino mengua de dinero. No supe mejor remedio que vender un poco de hilado,
que para unas toquillas tenía allegado. Supe de tu criada que tenías de ello necesidad. Aunque
pobre y no de la merced de Dios, veslo aquí, si de ello y de mí te quieres servir.
ALISA. Vecina honrada, tu razón y ofrecimiento me mueven a compasión y tanto, que quisiera
cierto más hallarme en tiempo de poder cumplir tu falta, que menguar tu tela. Lo dicho- te agra
dezco. Si el hilado es tal, serte ha bien pagado.
CELESTINA. ¿Tal señora? Tal sea mi vida y mi vejez y la de quien parte quisiere de mi jura.
Delgado como el pelo de la cabeza, igual, recio como cuerdas de vihuela, blanco como el copo de la
nieve, hilado todo por estos pulgares, aspado y aderezado. Veslo aquí en madejitas. Tres monedas
me daban ayer por la onza, así goce de esta alma pecadora.
ALISA. Hija Melibea, quédese esta mujer honrada contigo, que ya me parece que es tarde para ir a
visitar a mi hermana, su mujer de Cremes, que desde ayer no la he visto, y también que viene su
paje a llamarme, que se le arreció desde un rato acá el mal.
CELESTINA. (Por aquí anda el diablo aparejando oportunidad, arreciando el mal a la otra. ¡Ea,
buen amigo, tener recio! Agora es mi tiempo o nunca. No la dejes, llevámela de aquí a quien digo.)
ALISA. ¿Qué dices, amiga?
CELESTINA. Señora, que maldito sea el diablo y mi pecado, porque en tal tiempo hobo de crecer el
mal de tu hermana, que no habrá para nuestro negocio oportunidad.¿Y qué mal es el suyo?
ALISA. Dolor de costado y tal que, según el mozo supe que quedaba, temo no sea mortal. Ruega tú,
vecina, por amor mío, en tus devociones por su salud a Dios.
CELESTINA. Yo te prometo, señora, en yendo de aquí, me vaya por esos monesterios, donde tengo
frailes devotos míos, y les dé el mismo cargo, que tú me das. Y demás de esto, ante que- me desa
yune, dé cuatro vueltas a mis cuentas.
ALISA. Pues, Melibea, contenta a la vecina en todo lo que razón fuere darle por el hilado. Y tú,
madre, perdóname, que otro día se verná en que más nos veamos.
CELESTINA. Señora, el perdón sobraría donde el yerro falta. De Dios seas perdonada, que buena
compañía me queda. Dios la deje gozar su noble juventud y florida mocedad, que es el tiempo en
que más placeres y mayores deleites se alcanzarán. Que, a la mi fe, la vejez no es sino mesón de
enfermedades, posada de pensamientos, amiga de rencillas, congoja continua, llaga incurable,
mancilla de lo pasado, pena de lo presente, cuidado triste de lo porvenir, vecina de la muerte, choza
sin rama, que se llueve por cada parte, cayado de mimbre, que con poca carga se doblega.
MELIBEA. ¿Por qué dices, madre, tanto mal de lo que todo el mundo con tanta eficacia gozar y ver
desea?
CELESTINA. Desean harto mal para sí. Desean llegar allá, porque llegando viven y el vivir es
dulce y viviendo envejecen. Así que el niño desea ser mozo y el mozo viejo y el viejo, más; aunque
con dolor. Todo por vivir. Porque como dicen: «viva la gallina con su pepita». Pero ¿quién te
podría contar, señora, sus daños, sus inconvenientes, sus fatigas, sus cuidados, sus enfermedades,
su frío, su calor, su descontentamiento, su rencilla, su pesadumbre, aquel arrugar de cara, aquel
mudar de cabellos su primera y fresca color, aquel poco oír, aquel debilitado ver, puestos los ojos a
la sombra, aquel hundimiento de boca, aquel caer de dientes, aquel carecer de fuerza, aquel flaco
andar, aquel espacioso comer? Pues ¡ay, ay, señora, si lo dicho viene acompañado de pobreza, allí
verá callar todos los otros trabajos, cuando sobre la gana y falta la provisión; ¡que jamás sentí
peor ahíto, que de hambre!
MELIBEA. Bien conozco que hablas de la feria, según te va en ella: así que otra canción dirán los
ricos.
CELESTINA. Señora, hija, a cada cabo hay tres leguas de mal quebranto. A los ricos se les va la
bienaventuranza, la gloria y descanso por otros albañares de asechanzas, que no se parecen,
ladrillados por encima con lisonjas.
MELIBEA. Madre, pues que así es, gran pena ternás por la edad que perdiste. ¿Querrías volver a
la primera?
CELESTINA. Loco es, señora, el caminante que, enojado del trabajo del día, quisiese volver de
comienzo la jornada para tornar otra vez aquel lugar. Que todas aquellas cosas, cuya posesión no
es agradable, más vale poseellas que esperallas. Porque más cerca está el fin de ellas, cuanto más
andado del comienzo. No hay cosa más dulce ni graciosa al muy cansado que el mesón. Así que,
aunque la mocedad sea alegre, el verdadero viejo no la desea. Porque el que de razón y seso carece,
casi otra cosa no ama, sino lo que perdió.
MELIBEA. Siquiera por vivir más, es bueno desear lo que digo.
CELESTINA. Tan presto, señora, se va el cordero como el carnero. Ninguno es tan viejo, que no
pueda vivir un año, ni tan mozo, que hoy no pudiese morir. Así que en esto poca ventaja nos
lleváis.
MELIBEA. Espantada me tienes con lo que has hablado. Indicio me dan tus razones que te haya
visto otro tiempo. Dime, madre, ¿eres tú Celestina, la que solía morar a las tenerías, cabe el río?
CELESTINA. Señora, hasta que Dios quiera.
MELIBEA. Vieja te has parado. Bien dicen que los días no se van en balde. Así goce de mí, no
te conociera, sino por esa señaleja de la cara. Figúraseme que eras hermosa. Otra pareces, muy
mudada estás.
LUCRECIA. (¡Hi, hi, hi! ¡Mudada está el diablo! ¡Hermosa era con aquel su Dios os salve, que
traviesa la media cara!)
MELIBEA. ¿Qué hablas, loca? ¿Qué es lo que dices? ¿De qué te ríes?
LUCRECIA. De cómo no conocías a la madre en tan poco tiempo en la filosomía de la cara.
MELIBEA. No es tan poco tiempo dos años; y más que la tiene arrugada.
CELESTINA. Señora, ten tú el tiempo que no ande; terné yo mi forma que no se mude.¿No has
leído que dice: «verná el día que en el espejo no te conozcas?». Pero también yo encanecí temprano y
parezco de doblada edad. Que así goce de esta alma pecadora y tú de ese cuerpo gracioso, que de
cuatro hijas que parió mi madre, yo fui la menor. Mira como no soy vieja, como me juzgan.
MELIBEA. Celestina, amiga, yo he holgado mucho en verte y conocerte. También hasme dado
placer con tus razones. Toma tu dinero y vete con Dios, que me parece que no debes de haber
comido.

Mucho se ha escrito y discutido sobre si la Tragico- las interpolaciones– y por sus largas descripciones retóri-
media de Calisto y Melibea fue novela dramática, cas y eruditas, La Celestina fue y es todavía una comedia
comedia humanística o diálogo moralizante. No cabe difícilmente representable. Más parece una obra para ser
duda de que es una obra extraordinaria que supera con leída que para ser escenificada. En cualquier caso, los per-
mucho todos los géneros dramáticos de la Edad Media, sonajes manifiestan una personalidad tan rotunda, esta-
tanto profanos como religiosos, y que representa un avan- blecen unas tensiones tan creíbles entre ellos y, en mu-
ce excepcional en la descripción de caracteres, en la pin- chas situaciones, alcanzan tal fuerza y verdad dramáticas
tura de ambientes y situaciones y en la expresión de los que están pidiendo a gritos un director de escena que les
distintos registros, cultos y populares, en la lengua del deje crear toda la ilusión de vida que llevan dentro.
siglo XV. Por otra parte, aunque es imposible clasificar es- En este fragmento del principio del acto IV tiene
ta obra como drama antiguo o moderno atendiendo a la lugar el primer encuentro de Celestina con Melibea. El
regla clásica de las tres unidades, ampliando el concepto lector de la obra acaba de ver (final del acto III) una
de «obra dramática», descubrimos y admiramos aquí una escena de brujería en la que la alcahueta conjura a Plu-
serie de características muy propias de este tipo de litera- tón para conseguir que el poder maléfico del diablo im-
tura: una clara alusión al espacio escénico, la veracidad pregne los hilos de unas madejas que tiene intención de
realista de los personajes y las situaciones, el desarrollo vender a la doncella. El acto IV empieza con un solilo-
del conflicto y, sobre todo, la sensación de que estamos quio de Celestina mientras se dirige hacia la casa de Me-
presenciando unas escenas de la vida real de cualquier libea; en el camino va considerando el peligro que corre
pequeña ciudad castellana del siglo XV. La prosa de La si los padres de la joven descubren su auténtico propó-
Celestina enlaza directamente con la retórica medieval, sito. Por otra parte, si no secunda los deseos de Calisto,
pero la eficacia de la imagen y la gracia de su disposición, perderá una buena ganancia, porque el enamorado es
así como la visión negativa y desolada de la realidad, rico y liberal. Sopesando las razones a favor y en contra,
abren la puerta a lo que medio siglo más tarde será el Celestina ni quiere que la tomen por cobarde ni por em-
arranque de la novela moderna, el realismo y la picaresca. bustera, ni –y eso sería para ella lo peor de todo– poner
Por la peculiar forma en que se presentan el espacio y en peligro su fama y su prestigio en asuntos de tercería.
el tiempo en la obra, por su extensión –incluyamos o no Se da coraje a sí misma:
Mejor es la vergüenza de quedar como cobarde, este recurso en forma de frases breves y precisas, ano-
que la pena, cumpliendo como osada lo que prometí,tadas aparte (sale, entra...).Sin embargo, aquí, embebidas
pues jamás al esfuerzo desayudó la fortuna. en el diálogo, las acotaciones nos transmiten gran canti-
dad de información sobre dónde y cómo se mueven los
La alcahueta está viendo ya el portal de Pleberio
personajes en la escena, su aspecto, su rostro, su atavío.
cuando se siente cada vez más segura de la determina-
Justo antes de empezar el diálogo entre Lucrecia y Ce-
ción que acaba de tomar. Además, todos los agüeros con
lestina (inmediatamente antes del principio de este frag-
los que se ha topado a lo largo del camino le van siendo
mento), ésta dice, teniéndolo por buen agüero:
favorables. En este momento Lucrecia, la criada de Me-
libea, está en la puerta y se pregunta quién será la vieja Y lo mejor de todo es que veo a Lucrecia a la puerta
que, con gran revuelo de faldas, se acerca a la casa. De de Melibea. Prima es de Elicia; no me será contraria.
este modo aparece Celestina en escena y empieza este Otra técnica teatral que aparece con frecuencia en la
fragmento. tragicomedia es el aparte, intercalado entre las réplicas
En primer lugar fijaremos nuestra atención en el uso de los personajes plebeyos. Si tradicionalmente este pro-
de algunos recursos escénicos. Uno de ellos, que se en- cedimiento permite conocer el pensamiento de quienes
contraba ya en la comedia latina, es la acotación : el autor lo pronuncian, en este caso responde además a un inge-
de La Celestina lo recoge «variándolo y multiplicándolo nioso intento de dar naturalidad y realismo al diálogo: el
hasta convertirlo en uno de los resortes de su técnica hablar entre dientes de los criados y de Celestina obliga
dramática»(12). La mayor parte de las acotaciones están a sus interlocutores nobles a pedir una aclaración que, a
«insertas» en el diálogo y nos indican los movimientos la vez que provoca un efecto cómico, caracteriza a los
que realizan los personajes o la situación de éstos en el personajes de clase baja como hipócritas redomados.
escenario. Las acotaciones insertas son mucho más deta- Así, Celestina, al ver que se le ponen bien las cosas
lladas y precisas que las que aparecen en el teatro del porque Alisa va a dejarla a solas con Melibea, dice para
Siglo de Oro. Aquí, al principio de esta secuencia, sabe- sus adentros:
mos que Lucrecia ve venir a Celestina desde lejos, sin
distinguirla del todo bien, porque dice: ELICIA. Por aquí andael diablo aparejando opor
tunidad, arreciando el mal a la otra. ¡Ea, buen
¿Quién es esta vieja que viene haldeando? amigo, tened recio! Agora es mi tiempo o nunca.
También vemos cómo Alisa y Melibea están en una No la dejes, llevádmela de aquí a quien digo.
cámara alta mientras Lucrecia y Celestina están hablando A LISA . ¿Qué dices, amiga?
en la planta baja, junto a la puerta de la calle: C E L E S TINA. Señora, que maldito sea el diablo y
mi pecado, porque en tal tiempo hobo de crecer el
ALISA. (...) Algo me vendrá a pedir. Di que suba. mal de tu hermana, que no habrá para nuestro
LUCRECIA. Sube, tía. negocio oportunidad.
Más adelante, cuando Alisa se despide, es porque ha La alcahueta, astuta, contesta otra cosa, pero incluye
recibido algún aviso, pues dice: en su respuesta alguna de las palabras del aparte, por si
el otro las hubiera oído. Lo mismo ocurre, un poco más
ALISA. (...) que viene un paje a llamarme.
adelante, entre Lucrecia y Melibea:
Así, la presencia de los personajes o sus movimientos LUCRECIA. ¡Hi, hi, hi! ¡Mudada está el diablo!
en el escenario son conocidos gracias a lo que dicen, di- ¡Hermosa era con aquel su Dios os salve que tra-
sociándolo de la acción, como en: viesa la media cara!
LUCRECIA. Entra e espera aquí, que no os desa- MELIBEA. ¡¿Qué hablas, loca? ¿Qué es lo que dices?
vendréis. ¿De qué te ríes?
LUCRECIA. De cómo no conocías a la madre en el
Otro tipo de acotación muy frecuente también es la pocotiempo, en la filosomía de la cara.
que Rosa María Lida de Malkiel llama «acotación des-
criptiva». No se refiere a objetos evocados, sino a aque- Como éstos, todos los apartes de La Celestina son
llos que el lector tiene que «ver» al alcance de la mano fuente inagotable para conocer los matices más sutiles
de los personajes o imaginar que forman parte del de la psicología de los personajes: la doblez de los cria-
atuendo de los mismos. El que viene haldeando, dicho por dos, el antagonismo entre unos y otros, la inquietud o el
Lucrecia, nos sugiere el modo de andar de Celestina: de- estado de ánimo. En definitiva, con ellos obtenemos una
cidido, desplazando mucho aire, quizá cojeando ligera- doble radiografía del personaje: conocemos simultánea-
mente... Cuando Lucrecia quiere recordarle a su ama mente la verdad de sus pensamientos y el disfraz de sus
quién es la vieja alcahueta, le dice: aquella vieja de la cu
- palabras(13).
chillada. Y ella misma, Celestina, reconoce que su aspec- Las múltiples formas de diálogo que aparecen en la
to es más avejentado de lo que le corresponde: Tragicomedia representan otra de sus mayores riquezas
dramáticas y literarias. Encontramos desde el diálogo
CELESTINA. (...) Pero también yo encanecí tem-
prano y parezco de doblada edad (...) Mira cómo (12) Rosa María Lida de Malkiel, La originalidad artística de La
no soy vieja como me juzgan. Celestina, Buenos Aires, Eudeba, 1962. Para el comentario de
todos los recursos dramáticos apreciables en el fragmento, se-
De este modo nos damos cuenta de que en toda la guiremos también las directrices que marca esta autora en su
tragicomedia no existe la acotación en el sentido tradi- completísimo análisis de la Tragicomedia.
(13)
cional de este término y como aparece en el teatro mo- Recordemos la distinción que hace Stanislavski entre «inten-
ciones ocultas» e «intenciones explícitas». En La construc-
derno. Sólo a partir del Siglo de Oro empieza a usarse
ción del personaje, Madrid, De. J. García Verdugo, 1992.
rápido, vivo, en brevísimas réplicas, hasta los largos par- lo pasado, pena de lo presente, cuidado triste de lo
lamentos oratorios donde se condensa el saber humanís- porvenir, vecina de la muerte, choza sin rama, que
tico, la erudición clásica y petrarquesca y el discurso ra- se llueve por cada parte, cayado de mimbre, que con
cionalista, rasgos todos ellos tan del gusto de la época. poca carga se doblega.
Un ejemplo de los primeros lo tenemos aquí: Las enumeraciones son largas, detalladas y ricas en
LUCRECIA. ¿A esto sólo saliste de tu casa? Mara- imágenes y en comparaciones. En esta desolada descrip-
víllome de ti, que no es esta tu costumbre ni sue- ción de la vejez, Celestina, sin embargo, no deja de po-
les dar paso sin provecho. ner su riquísimo lenguaje y su labia al servicio de sus
CELESTINA. ¿Más provecho quieres, boba, que cum- intereses personales: la vieja maestra inicia su famoso
plir hombre sus deseos? Y también como a las vie-carpe diem, preparando el terreno para que luego Me-
jas nunca nos fallecen necesidades, mayormente libea no tenga otro remedio que rendirse ante su poder
a mí, que tengo de mantener hijas ajenas, ando a de convicción. En este primer encuentro entre Melibea
vender un poco de hilado. y la alcahueta, a través del diálogo, se va perfilando ya el
LUCRECIA. ¡Algo es lo que digo! En mi seso estoy,carácter de estas dos mujeres.
que nunca metes aguja sin sacar reja. Pero mi Como hemos visto hasta ahora, los recursos más
señora la vieja urdió una tela: tiene necesidad de externos, es decir, la acotación, el aparte y los diversos
ello, tú de venderlo. Entra y espera aquí que no ostipos de diálogo, reflejan bien a las claras el carácter tea-
desavendréis. tral de la obra. Ahora bien, donde mejor se aprecia la au-
En estos diálogos breves de este tipo abundan las in- téntica condición dramática del texto es en la creación de
terjecciones, las expresiones populares –si no vulgares caracteres. En este breve fragmento que comentamos
y obscenas–, el tono exclamativo que refleja las reaccio- empiezan a pergeñarse cuatro grandes tipos femeninos:
nes más primarias e instintivas de los personajes, como Alisa, la madre de Melibea, es una mujer decidida,
la impaciencia, la ansiedad, la ira, el temor... A veces, el satisfecha de su posición económica, llena de obliga-
lenguaje nos recuerda al del Corbacho del Arcipreste ciones sociales como socorrer a los necesitados y visitar
de Talavera; ambas obras nos ofrecen un amplio mues- a parientes enfermos, es locuaz ante su criada, amable
trario de expresiones populares de la época. De todos en el trato cotidiano, «diplomática» con la vieja Celes-
modos, en La Celestina, este diálogo breve y ágil siem- tina:
pre está al servicio de la vivacidad y de la tensión dramá- ALISA. Pues, Melibea, contenta a la vecina en todo
tica de la escena; nunca, como ocurre en la obra del Ar- lo que razón fuere darle por el hilado. Y tú, ma-
cipreste, lo percibimos a título de inventario de giros y dre, perdóname, que otro día verná en que más nos
frases tópicas del habla coloquial. veamos.
Estos diálogos, ágiles y rápidos, constituyen otra de En la actitud de Alisa nos parece ver un atisbo de
las excelencias indiscutidas de La Celestina. En ellos se irresponsabilidad o un exceso de confianza en su hija
puede estudiar gran parte de la riqueza léxica de la obra. porque, joven e inexperta, la deja entre las garras de Ce-
Todo el bullicio de una comunidad popular de finales de lestina, sabiendo quién es la vieja alcahueta. Ella misma
la Edad Media revive en los múltiples detalles del habla acaba de decir: ¡una buena pieza! No me digas más. Ple-
cotidiana y familiar que salpica los diálogos y los parla- berio y Alisa, padres tan amantes y orgullosos de su única
mentos: maravíllome de ti, ¡Jesú, señora!, más conocida que hija, para quien edificarontorres, adquirieron honras, plan -
la ruda, ¡he vergüenza!, ¡mala landre te mate! , etc. Frases taron árboles, fabricaron navíos (14)
, cometen un único
hechas y refranes que nos anuncian, con cien años de error: no haber cerrado la puerta a Celestina. Son culpa-
antelación, la popular verborrea de Sancho Panza: nunca bles por omisión y por ello desearán la muerte al cono-
metes aguja sin sacar reja, ni sueles dar paso sin provecho; escer la desgracia de su hija. Ambos son clave, por su acti-
coger agua en cesto; ¡viva la gallina con su pepita!
; hablas de tud y por sus palabras, para la interpretación de la
la feria según te va en ella. A cada cabo hay tres leguas de malmoralidad de la obra, sobre la que se han escrito tantas
quebranto.Tan presto, señora, se va el carnero como el cordero
. páginas desde el siglo XVI hasta hoy en día(15).
Vocativos y apelativos afectivos: boba, madre, vecina hon - Lucrecia es la criada de Melibea; se distingue de las
rada, tía, amiga, etc. otras mozas y criados de la obra por su carácter y su ofi-
Otro tipo de diálogo es el que se ha venido en llamar cio: es más honrada que las demás, bastante leal con su
«diálogo oratorio»: está formado por párrafos largos y dueña; es crítica y habla con ironía cuando juzga las aten-
por un lenguaje amplificado, culto, algo amanerado. ciones y los desvelos que Celestina dispensa a su ama:
Proviene de Plauto y de la comedia y la tragedia huma-
nísticas y es, ante todo, un ejercicio de erudición. La (14)
Como reconoce Pleberio, el padre de Melibea, en el desolado
obra se aleja del tono conversacional, su andadura se parlamento con el que se cierra la obra (acto XXI).
remansa y se hace densa sin perder la tensión dramática. (15)
Podemos leer ya en las primeras ediciones, después del prólo-
Alguno de estos parlamentos retóricos son justamente go: Compuesta en reprensión de los locos enamorados, que, vencidos
famosos, como aquel del acto I, cuando Calisto hace una en su desordenado apetito, a sus amigas llaman y dicen ser su Dios.
descripción –prosopografía– de la belleza de Melibea Asimismo hecha en aviso de los engaños de las alcahuetas y malos y
lisonjeros sirvientes.
Esta interpretación de La Celestina como
(Comienzo por los cabellos... ). Igualmente antológica es la obra moralizante se ha mantenido durante todo el Siglo de
descripción de la vejez que Celestina hace a Melibea en Oro; contrasta con la romántica que sólo vio en la obra el
esta secuencia que estamos comentando: triunfo del amor todopoderoso y los excesos a los que se entre-
gan los dos enamorados la hacían aún más admirable. En el si-
Que, a la mi fe, la vejez no es sino mesón de enfer
- glo XX, el gran hispanista Marcel Bataillon ha vuelto a defen-
medades, posada de pensamientos, amiga de -renci der la opinión de que La Celestina fue fundamentalmente
llas, congoja continua, llaga incurable, mancilla de una moralidad.
LUCRECIA. ¿A eso sólo saliste de tu casa? Mara- terlocutor, lanzándose en picado o replegándose en el
víllome de ti que no es esa tu costumbre ni sueles silencio, halaga y adula o se revuelve y ataca, si hace falta.
dar paso sin provecho. Con bellas frases dirigidas a Alisa, pero que Melibea oye,
empieza a enhebrar imágenes y sentencias de Petrarca,
Tanto conoce la muchacha a la vieja alcahueta que se
con el fin de ganarse la confianza de las dos mujeres de
sonroja al tener que nombrarla ante Alisa:
alta posición. Muy de otra manera y con otro estilo, des-
¡He vergüenza! (...) Celestina, hablando con reve
- pertando su lujuria y su codicia, doblegará la voluntad de
rencia, es su nombre. los criados, si éstos se le muestran desfavorables (16 ).
Lucrecia es una muchacha prudente, observadora, En el texto podemos ver cómo, con gran amabilidad y
práctica: no puede imaginarse a Celestina joven y bella, considerable astucia, Celestina se dirige a la madre de
como hace su ama dejando volar la fantasía. A lo largo Melibea para que se vaya tranquila:
de la obra no se excede nunca en su papel de criada, aun- CELESTINA. Señora, el perdón sobraría donde el
que algunas veces murmura algo con envidia o despre- yerro falta. De Dios seas perdonada que buena
cio, y al final será ella quien imponga la norma social compañíame queda. Dios la deje gozar de su
cuando Melibea, abrumada por el dolor, olvida las obli- noble juventud y florida mocedad, que es el tiem-
gaciones de su honra. po en que más placeres y mayores deleites se al-
Melibea está lejos de ser la copia en femenino de canzan...
Calisto. Desde que aparece nos va mostrando su perso-
nalidad fuerte y decidida. Aquí, por ejemplo, sabemos Y acto seguido, cuando se supone que Alisa ya ha salido
que, al principio, está en escena sin hablar; se nos mues- de la estancia, Celestina empieza a disparar sus andana-
tra, por lo tanto, sosegada, observadora, amigable, cu- das contra la firme ingenuidad de Melibea presentándole
riosa. Con sus preguntas y observaciones da ocasión a los estragos irreversibles que causa el paso del tiempo.
que Celestina vaya urdiendo su tela: Inicia así su personal carpe diem, lento, pero de largo al-
cance. Como los poetas clásicos, empieza por recordar a
MELIBEA. ¿Por qué dices, madre, tanto mal de lo la joven que el tiempo es breve y que belleza y mocedad
quetodo el mundo con tanta eficacia gozar y ver duran poco; que hay que aprovechar el momento para go-
desea? (...) zar de todos los placeres de la vida. La alcahueta habla
MELIBEA. (hablando de la edad) ¿Querrías vol- con pausa e incisivamente de lo que conoce bien: la vejez.
ver a la primera? (...) Su parlamento es un buen exponente de cómo, ante el
MELIBEA. ... ¿eres tú Celestina, la que solía mo- gran valor estilístico de la obra, queda eclipsada su dis-
rar en las tenerías, cabe el río? cutida condición teatral. Veamos, por ejemplo, la des-
Más adelante, cuando Melibea cae ya en brazos de cripción de los estragos que causa el paso del tiempo; la
Calisto, irán apareciendo su temple, su carácter apasio- vida del viejo es:
nado y voluntarioso, su sensualidad, su arrebato, su mesón de enfermedades
desesperación final... posada de pensamientos
Por último, vamos a fijar nuestra atención en el gran amiga de rencillas
personaje de la obra: Celestina. Desde el principio, la congoja continua
alcahueta se va perfilando como protagonista absoluta llaga incurable
de la Tragicomedia. Aun antes de aparecer en escena,
cuando Pármeno la describe a su amo Calisto, la acti- Usando estructuras sintácticas paralelas, el autor
vidad de la vieja buscona, su fortaleza y su vitalidad, la acumula imágenes que dan fuerza y veracidad a la enu-
convierten ya no sólo en el personaje más poderoso de meración: sintagmas breves para conceptos reiterati-
la obra, sino en uno de los más importantes de la litera- vos, que sólo se amplían un poco al final de la serie con
tura universal. Celestina es hábil, interesada, tenaz, infa- las dos oraciones adjetivas que complementan a chozay
tigable, razonadora, hechicera. Con firme decisión hace a c a y a d o
.
lo que la naturaleza y la vida le han deparado como tarea Todos los elementos de esta larguísima enumeración
y lo hace mejor que nadie. Vive de su oficio y se entrega expresan el poder corrosivo y destructor del paso del
a él en cuerpo y alma. Fijémonos en qué maravillosa- tiempo, no sólo por su significado sino también por una
mente bien hace la propaganda de su hilado, cuya venta, suerte de oposición semántica interna que se establece
como sabemos, no es más que un pretexto para acercarse entre los rasgos connotativos de los dos nombres que los
a la casa y a la persona de Melibea: componen; así, si un elemento aparece con un signifi-
cado de connotaciones positivas o neutras, el otro –nú-
CELESTINA. Delgado(el hilado) como el pelo de
cleo o adyacente, según los casos– aportará el significado
la cabeza, igual, recio como cuerdas de vihuela,
negativo que da, con su valor antitético, tensión interna
blanco como el copo de nieve, hilado todo por estos
pulgares, aspado y aderezado. Veslo aquí en ma-
dejitas. Tres monedas me daban ayer por la onza, (16) Así ocurre con Pármeno, que en principio se opone a los pla-
así goce de esta alma pecadora. nes de la alcahueta y desea prevenir a su amo contra ella. Ce-
lestina le dice: No vivas en flores. Deja los vanos prometimientos de
No falta detalle de buena vendedora en el ofrecimien- los señores, los cuales desechan la sustancia de sus sirvientes con huecos
to de su producto: la calidad, el valor, la autenticidad y el y vanos prometimientos. Como la sanghijuela saca la sangre,- desa
gradecen, injurian, olvidan servicios, niegan galardón. (...) El deleite
buen trabajo artesano, la belleza y... el precio. Con buen es con los amigos en las cosas sensuales y en especial en recontar- las co
temple y con gracia va llevando el agua a su molino. Ma- sas de amores y comunicarlas: eso dice, esto otro me dijo, tal donaire
estra en la palabra, Celestina improvisa, se adapta al in- pasamos, de tal manera la tomé, así la besé, así me mordió... (...).
al sintagma y expresa de una manera casi física la des- den convencional de los elementos de la belleza femeni-
trucción: na: cara, cabellos, ojos, gesto, figura(17 ).
mesón deenfermedades Y para cerrar con broche de oro esta pintura del aban-
posada depensamientos (malos) dono y de la muerte que se adelanta a las descripciones
amiga derencillas del realismo naturalista, la vieja alcahueta añade una
mancilla de lo pasado grave y dolorosa circunstancia más con la que la vida y
pena de lo presente sobre todo la vejez pueden ir aparejadas: el hambre. Y lo
cuidado triste de lo porvenir hace con una magnífica antítesis paradójica, en una frase
vecina de lamuerte exclamativa y –¡teatro dentro del teatro!– doliente:
choza que se llueve por cada parte Pues ¡ay, ay, señora!, si lo dicho viene acompañado
cayado que con poca carga se doblega de pobreza, allí verá callar todos los otros trabajos,
cuandosobre la gana y falta la provisión; ¡que
A la tensión interna que genera el significado en cada
jamás sentípeor ahíto que de hambre!
una de estas parejas de conceptos se une, como una pro-
paganda subliminal, la idea del correr inexorable del ¿Qué puede argüir Melibea ante la exuberante ima-
tiempo hacia la muerte. La secuencia central vertebra la ginación de Celestina? ¿Cómo puede defenderse del po-
larga enumeración de imágenes anteriores: lo pasado - lo der de su palabra?
presente - lo porvenir - la muerte. En esta secuencia, como en otras muchas de la Tra-
Y no acaba aquí la siniestra pintura: se sigue subra- gicomedia, queda patente que Celestina es un perso-
yando lo inexorable del paso del tiempo al presentarlo naje de ficción que trasciende el simple protagonismo
de una manera clara y concisa en una serie de concate- de una obra dramática, por innovadora y grande que
naciones que son el enlace y el intermedio entre la pri- esta obra sea. Durante cinco siglos la tragedia de Ca-
mera enumeración que acabamos de ver y la que seguirá a listo y Melibea ha sido valorada como la primera mues-
continuación. Además, la repetición anafórica del verbo tra de una nueva y fructífera manera de escribir: el rea-
desearpotencia la idea del desasosegado vivir: lismo(18). El mismo Cervantes llegó a pensar que La
Desean harto mal para sí, desean harto trabajo. Celestina sería un libro divino si encubriera más lohu-
Desean llegar allá, porquellegando viven y el mano. Lo humano en Celestina, y de ahí su profundí-
vivir es dulce yviviendo envejecen. Así que el
niño sima universalidad, no reside en lo demoníaco de sus
desea ser mozo y el mozo viejo y el viejo, más; recursos sino en cómo pone su magia, sus palabras y su
aunque con dolor. Todo por vivir. vida entera al servicio de sus intereses más positivos:
«Celestina medra de las pasiones, de los vicios y la mi-
Si en la primera serie de sustantivos que expresan los seria moral del prójimo; sabe que “la naturaleza huye lo
estragos de la vejez se han utilizado conceptos generales, triste y apetece lo deleitable” y a procurarlo se dedica
ahora acaba el discurso con una larguísima enumeración y de lograrlo vive»(19). Si Celestina viviera hoy en día –y
de imágenes más próximas a lo concreto, a lo real y a lo seguimos glosando la idea de J. L. Alborg–, también la
cotidiano. Los sustantivos que componen esta segunda conoceríamos como «ministradora de deleites», sólo
enumeración van sin adyacentes, desoladamente yuxta- que en lugar de almacenar aceite serpentino, pellejos
puestos, amplificados tan sólo por el uso del plural re- de gato y sangre de murciélago, sería más experta en
tórico y subrayada la larga retahila por el uso anafórico química y negocios que en hechicerías, tendría sus ofi-
del posesivo: cinas en Los Ángeles o en Nueva York, desplegaría un
¿quién te podría contar, señora,sus daños,sus in- importante aparato de falsa publicidad, se comunicaría
convenientes,sus fatigas, sus cuidados,sus enfer- por Internet y dirigiría una mafia, con numerosos enla-
medades,su frío, su calor, su descontentamiento, ces, para el tráfico de drogas, de armas y de prostitu-
su rencilla,su pesadumbre (...)? ción. Pero su lema seguiría siendo el mismo que en los
albores del siglo XV, en un momento de sinceridad, ex-
Y la enumeración de las imágenes que describen el presó ante Pármeno:
agravio de la vejez continúa, pero ahora con un cambio
de ritmo fónico significativo: del insistente posesivo en ¡A tuerto o a derecho, nuestra casa hasta el techo!
tercera persona con el que empezaban los sintagmas
anteriores se pasa al demostrativo aquel, aquella. Este
cambio, además de romper la monotonía del su, sus,de (17)
Se puede establecer una comparación entre esta descripción y
los primeros elementos, hace más suave la entonación y el retrato que hace Calisto de Melibea en el acto y que obedece
aporta un valor intensificador y evocador dirigido, por a una larga tradición retórica: Comienço por los cabellos (...) su
supuesto, a envolver la sensibilidad de Melibea, pero en longura hasta el postrero asiento de sus pies; después, crinados
- y ata
el que también queda preso el lector: dos con la delgada cuerda, como ella se los pone, no ha más menester
para convertir los hombres en piedras (...) los ojos verdes, rasgados,
¿(...) aquel arrugar de cara,aquel mudar de cabe- las pestañas luengas...
(18)
llos su primera y fresca color,
aquel poco oír,aquel En el artículo «El triunfo de la literatura», (del libro de Fran-
debilitado ver puestos los ojos a la sombra,
aquel cisco Rico, Breve biblioteca de autores españoles. Barcelo-
na, Seix Barral, 1990) dice Gonzalo Torrente Ballester que
hundimiento de boca, aquel caer de dientes,aquel «hombres, acciones, tiempos y lugares aparecen en la Tragico-
carecer de fuerza,aquel flaco andar,aquel espa- media con una fidelidad a los hombres, acciones, tiempos y lu-
cioso comer? gares de la vida, como nunca jamás se había dado antes en la li-
teratura de Europa».
Acabamos de leer el anti-retrato de la dama hermosa (19)
Juan Luis Alborg, Historia de la literatura española. Ma-
de los poetas petrarquistas. Incluso hemos seguido el or- drid, Gredos, 1970, pág. 569.
Guía para el comentario nes, metáforas, concatenaciones, paralelismos, an-
títesis.
Tema
Celestina, en su primer encuentro con Melibea, le ad- Relación del texto con su época y su autor
vierte, con la intención de que acepte el amor de Calisto,
Aunque las primeras ediciones llevaban por título Co-
de los males de la vejez y de la brevedad de la vida.
media o Tragicomedia de Calisto y Melibea, la prota-
Estructura gonista de la obra se ha apropiado, con justicia, del título
definitivo: La Celestina. En efecto, este personaje dramá-
Podemos distinguir en este texto cuatro partes: tico, además de una creación genial, constituye un tipo
– Breve diálogo de salutación entre Celestina y Lu- universal como Don Quijote, Don Juan, Fausto o Hamlet.
crecia. Dejando al margen su discutida condición teatral,
– Diálogo entre Lucrecia, Alisa y Celestina donde se presentaremos la Tragicomedia como una obra de tran-
descubre la verdadera personalidad de la alcahueta sición entre la Edad Media y el Renacimiento, que por
y los auténticos móviles de su visita. una parte contiene una lección moralizante y didáctica y
– Parlamento con Melibea en el que Celestina habla de por otra adelanta una visión del mundo ya plenamente
la vejez, resaltando sus molestias e inconvenientes. vitalista. Hay que insistir también en el reflejo de la
– Diálogo final entre Melibea y Celestina donde se sociedad urbana del gótico, donde han desaparecido ya
habla del paso del tiempo de una forma más llana las rígidas estructuras jerárquicas y el dinero se ha cons-
y personalizada. tituido en un bien supremo.

Claves del texto Otras actividades


• Se insistirá en el carácter dramático o teatral de la 1. Entresacar refranes y giros populares del texto,
obra analizando los recursos propiamente escénicos aclarando su significación. Buscar en el habla colo-
que presenta: acotaciones insertas, apartes, diálogos quial del ambiente en el que se mueven otros giros
breves y oratorios. y refranes que por analogía o por oposición se les
• A pesar de que los personajes se caracterizan única- puedan comparar.
mente a través del diálogo, hay que resaltar su con- 2. Comparar el retrato literario de una dama en un so-
dición de individuos y no de estereotipos. La gran- neto del Siglo de Oro (Garcilaso, Herrera, Góngora)
deza de la Tragicomedia radica precisamente en la con el que realiza Calisto de Melibea en el Acto I.
creación de caracteres como el de Celestina, magis- También se puede relacionar el tópico del carpe diem
tralmente reflejado en el fragmento: su don de per- que encierran muchas de estas composiciones con la
suasión, su dominio de la palabra, su astucia. exposición en prosa que aquí desarrolla Celestina.
• Como ejemplo del vitalismo prerrenacentista de la 3. La lectura del episodio de Don Melón y Doña En-
obra, se puede aislar y comentar el tópico literario drina en el Libro de buen Amor de Arcipreste de
del carpe diemcon el que la alcahueta pretende con- Hita permite conocer el personaje de Trotaconven-
quistar la voluntad de Melibea. tos, antecedente literario de nuestra Celestina. Asi-
• El texto alterna dos registros del habla de la época: mismo, proponemos leer en clase el cuento de Azo-
por una parte, un lenguaje más culto y refinado, y rín Las nubes, perteneciente a su libro Castilla,
por otra, un lenguaje coloquial. En este último donde se da un desenlace completamente distinto al
registro, destaca la abundancia de refranes, giros de Fernando de Rojas. Se puede abrir un debate so-
coloquiales y expresiones populares. bre tan distintos finales.
• Por último, en el parlamento en el que Celestina 4. Se puede proponer a los alumnos la elaboración de
describe los estragos de la vejez, encontramos una retratos o semblanzas de distintos personajes de La
muestra del rico lenguaje de la obra: enumeracio- Celestina.
B. Valle-Inclán
Los cuernos de Don Friolera(20)
(Escena Primera)
San Fernando de Cabo Estrivel: Una ciudad empingorotada sobre cantiles. En los
cristales de los miradores, el sol enciende los mismos cabrilleos que en la turquesa del
mar. A lo largo de los muelles, un mecerse de arboladuras, velámenes y chimeneas. En la
punta, estremecida por bocanas de aire, la garita del Resguardo. Olor de caña quemada.
Olor de tabaco. Olor de brea. Levante fresco. El himno inglés en las remotas cornetas de
un barco de guerra. A la puerta de la garita, con el fusil terciado, un carabinero, y en el
marco azul del ventanillo, la gorra de cuartel, una oreja y la pipa del Teniente don Pas-
cual Astete –Don Friolera–. Una sombra, raposa, cautelosa, ronda la garita. Por el ven-
tanillo asesta una piedra y escapa agachada. La piedra trae atado un papel con un escrito.
Don Friolera lo recoge turulato, y espanta los ojos leyendo el papel.
DON FRIOLERA. Tu mujer piedra de escándalo. ¡Esto es un rayo a mis pies! ¡Loreta con sentencia
de muerte! ¡Friolera! ¡Si fuese verdad tendría que degollarla! ¡Irremisiblemente condenada! En el
Cuerpo de Carabineros no hay cabrones. ¡Friolera! ¿Y quién será el carajuelo que le ha trastornado
los cascos a esa Putifar?... Afortunadamente no pasará de una vil calumnia. Este pueblo es un pue-
blo de canallas. Pero hay que andarse con pupila. A Loreta me la solivianta ese pendejo de Pache-
quín. Ya me tenía la mosca en la oreja. Caer, no ha caído. ¡Friolera! Si supiese qué vainípedo escri-
bió este papel, se lo comía. Para algunos canallas no hay mujer honrada... Solicitaré el traslado por
si tiene algún fundamento esta infame calumnia...Cualquier ligereza, una imprudencia, las mu-
jeres no reflexionan. ¡Pueblo de canallas! Yo no me divorcio por una denuncia anónima. ¡La des-
precio! Loreta seguirá siendo mi compañera, el ángel de mi hogar. Nos casamos enamorados, y eso
nunca se olvida. Matrimonio de ilusión. Matrimonio de puro amor. ¡Friolera!
Se enternece contemplando un guardapelo colgante en la cadena del reloj, suspira y
enjuga una lágrima. Pasa por su voz el trémolo de un sollozo, y se le arruga la voz, con
las mismas arrugas que la cara.
DON FRIOLERA. ¿Y si esta infamia fuera verdad? La mujer es frágil. ¿Quién le iba con el soplo
al Teniente Capriles?... ¡Friolera! ¡Y era público que su esposa le coronaba! No era un cabrón
consentido. No lo era... Se lo achacaban. Y cuando lo supo mató como un héroe a la mujer, al
asistente y al gato. Amigos de toda la vida. Compañeros de campaña. Los dos con la Medalla de
Joló. Estábamos llamados a una suerte pareja. El oficial pundonoroso, jamás perdona a la esposa
adúltera. Es una barbaridad. Para muchos lo es. Yo no lo admito: A la mujer que sale mala
pena capital. El paisano, y el propio oficial retirado, en algunas ocasiones, muy contadas, pueden
perdonar. Se dan circunstancias. La mujer que violan contra su voluntad, la que atropellan
acostada durmiendo, la mareada con alguna bebida. Solamente en estos casos admito yo la caída
de Loreta. Y en estos casos tampoco podría perdonarla. Sirvo en activo. Pudiera hacerlo retirado
del servicio ¡Friolera!
Vuelve a deletrear con las cejas torcidas sobre el papel. Lo escudriña al trasluz, se lo
pasa por la nariz, olfateando. Al cabo lo pliega y esconde en el fondo de la petaca.
DON FRIOLERA. ¡Mi mujer piedra de escándalo! El torcedor ya lo tengo. Si es verdad, quisiera
no haberlo sabido. Me reconozco un calzonazos. ¿Adónde voy yo con mis cincuenta y tres años
averiados? ¡Una vida rota! En qué poco está la felicidad, en que la mujer te salga cabra. ¡Qué
mal ángel, destruir con una denuncia anónima la paz conyugal! ¡Canallas! De buena gana - qui
siera atrapar una enfermedad y morirme en tres días. ¡Soy un mandria! ¡A mis años andar a
tiros!... ¿Y si cerrase los ojos para ese contrabando? ¿Y si resolviese no saber nada? ¡Este mundo
es una solfa! ¿Qué culpa tiene el marido de que la mujer le salga rana? ¡Y no basta una honrosa
separación! ¡Friolera! ¡Si bastase!... La galería no se conforma con eso. El principio de honor
ordena matar. ¡Pim! ¡Pam! ¡Pum!... El mundo nunca se cansa de ver títeres y agradece el - espec
táculo de balde. ¡Formulismos!... ¡Bastante tiene con su pena el ciudadano que ve deshecha su
casa! ¡Ya lo creo! La mujer por un camino, el marido por otro, los hijos sin calor, desamparados.
Y al sujeto, en estas circunstancias, le piden que degüelle y se satisfaga con sangre, como si no
tuviera otra cosa que rencor en el alma. ¡Friolera! Y todos somos unos botarates. Yo mataré como
el primero. ¡Friolera! Soy un militar epañol y no tengo derecho a filosofar como en Francia. ¡En el
Cuerpo de Carabineros no hay maridos cabrones! ¡Friolera!
Acalorado, se quita el gorro y mete la cabeza por el ventanillo, respirando en las ráfa-
gas del mar. Los cuatro pelos de su calva bailan un baile fatuo. En el fondo del muelle,
sobre un grupo de mujeres y rapaces, bambolea el ataúd destinado a un capitán mer-
cante, fallecido a bordo de su barco. Pachequín el barbero, que fue llamado para rapar-
le las barbas, cojea detrás, pisándose la punta de la capa. Don Friolera, al verle, se reco-
ge en la garita. Le tiembla el bigote como a los gatos cuando estornudan.
(20)
Martes de Carnaval. Madrid, Espasa Calpe, 1984.
DON FRIOLERA. ¡Era feliz sin saberlo, y ha venido ese pata coja a robarme la dicha!... Y acaso
no... Esta sospecha debo desecharla. ¿Qué fundamento tiene? ¡Ninguno! ¡El canalla que escribió
el anónimo es el verdadero canalla! Si esa calumnia fuese verdad, ateo como soy, falto de
- los con
suelos religiosos, náufrago en la vida... En estas ocasiones, sin un amigo con quien manifestarse y
alguna creencia, el hombre lo pasa mal.. ¡Amigo! ¡No hay amigos! ¡Tú eres un ejemplo, Juanito
Pacheco!
Cambia el gorro por el ros y sale de la garita. El carabinero de la puerta se cuadra,
y el teniente le mira enigmático.
DON FRIOLERA. ¿Qué haría usted si le engañase su mujer, cabo Alegría?
EL CARABINERO. Mi teniente, matarla como manda Dios.
DON FRIOLERA. ¡Y después!...
EL CARABINERO. ¡Después, pedir el traslado!

Nadie duda en considerar la dramaturgia de Valle- Literatura pues, sobre literatura, aun cuando la inten-
Inclán como una de las aventuras más apasionantes del ción paródica, rebasando este marco, trasciende a la rea-
teatro europeo contemporáneo. Su obra, calificada por lidad: «la corrupción del cuerpo de carabineros y su im-
Ruiz Ramón como un «auténtico acto revolucionario»(21), plicación en el contrabando»(24). En cualquier caso,
constituye un continuo experimentar de nuevos cauces soslayando la reiterada cuestión acerca de si conviene
de expresión hasta cristalizar en el esperpento, cuya interpretar el esperpentismo como crítica social y nacio-
estética descoyunta la realidad precisamente para hacér- nal o bien como procedimiento estético autónomo, lo
nosla ver en su auténtica dimensión: como bien dice incuestionable de la obra reside en la visión deforma-
Max Estrella, «el sentido trágico de la vida española sólo dora de los dramas donde trata Calderón el asunto del
puede darse con una estética sistemáticamente deforma- honor conyugal entre aristócratas, cuyas rigurosas leyes
da»(22) . implícitas exigen que el marido, real o supuestamente
Al ciclo esperpéntico corresponde Los cuernos de burlado por su esposa, lave con sangre una afrenta que
Don Friolera (1921), primera de las piezas que compo- no concierne sólo a él, sino a todo el estamento. Así, la
nen, junto con Las galas del difunto y La hija del frívola conducta de doña Loreta y su infidelidad conyu-
capitán, la trilogía denominada Martes de carnaval. gal ofende no sólo al pusilánime don Friolera sino a todo
Hagamos una breve sinopsis de la obra: en San Fer- el cuerpo de carabineros, de donde se sigue la exigencia
nando de Cabo Estrivel, imaginaria ciudad costera, el de una reparación cruenta. Pero si los nobles del teatro
teniente de Carabineros, Don Pascual Astete, conocido barroco no fallan cuando –aun a pesar suyo, movidos no
popularmente como don Friolera, recibe un anónimo tanto por los celos cuanto por la impuesta moral social–
por el que es advertido de los amores adúlteros de su acaban con la vida de la infeliz esposa, Don Friolera,
esposa, doña Loreta, con Juan Pacheco, un barbero cojo ebrio, yerra al disparar y mata a la hija.
al que se le aplica el apelativo de Pachequín. El carácter La escena primera de la obra, objeto del comentario,
más bien pacífico de don Friolera le impide tomar la contiene un dilatado monólogo del protagonista, el te-
decisión de dar muerte a los amantes como impone el niente Astete. Este nombre, quizá intencionado por evo-
código de honor imperante. Duda antes de sucumbir a car de manera irónica al célebre padre Astete, autor de
la presión social y cuando al fin decide vengar la afrenta, un famoso Catecismo, y por su similitud fonética con
dispara sobre los culpables con tan mala suerte que, en «asta», es sustituido comúnmente por el de Friolera,
un trágico error, mata a Manolita, su propia hija. produciéndose a la vez un uso metonímico –el personaje
Ahora bien, este cuerpo central de la obra, compuesto usa con frecuencia este vocablo a modo de interjección–
por doce escenas, se halla enmarcado entre un prólogo y metafórico –su naturaleza insignificante se corresponde
y un epílogo, de manera que se nos presenta el mismo bien con la definición académica del término: «cosa
hecho desde tres ópticas distintas. Así, en el prólogo, de poca monta o de poca importancia»(25).
contemplamos a unos títeres que, manejados por el com- Se articula el soliloquio del teniente en cuatro frag-
padre Fidel, realizan una farsa guiñolesca totalmente mentos, seguidos de otras tantas acotaciones, a las que
desmitificadora de los hechos, mientras que el epílogo debemos añadir la de apertura, que describe el escenario
toma forma de un romance de ciegos en el que el tema y el ambiente.
del marido ultrajado reviste un tono grandioso y miti- Dirijamos en primer lugar la atención al parlamento
ficador: don Friolera, tras matar a la esposa adúltera y del personaje. La característica más destacada es la inde-
lavar públicamente su honra, se convierte en héroe de
(21)
guerra. Francisco Ruiz Ramón, Historia del teatro español. Siglo XX.
De esta manera, el autor nos hace ver claramente Madrid, Cátedra, 1977.
(22)
Palabras puestas en boca de Max Estrella en Luces de Bohe -
cómo la creación esperpéntica, situada entre el prólogo
mia, escena duodécima.
y el epílogo, equidista tanto de la pura farsa popular como (23)
En la escena IV de la obra aparecen las siguientes acotaciones:
del melodrama literario: es, en definitiva, una visión de «Don Friolera, en el reflejo amarillo del quinqué, es un fanto-
la realidad en donde lo grotesco y lo trágico se funden che trágico». (...) «El movimiento de las figuras, aquel entrar y
en síntesis personalísima –por otro lado tan española– salir con los brazos abiertos, tienen la sugestión de una tragedia
de fantoches».
dando como resultado una «tragedia de fantoches»(23). (24)
Ricardo Senabre, Prólogo a la edición de Los cuernos de
En Los cuernos de Don Friolera el modelo que se Don Friolera. Madrid, Clásicos Castellanos, 1990.
deforma lo proporciona el drama de honor calderoniano. (25)
Definición del DRAE, Decimonovena edición.
cisión, el contraste, veloz, entre emociones y criterios normas ferozmente hispánicas del mundo a que per-
distintos. En este sentido, puede decirse que el texto no tenece:
progresa, de manera que todo él constituye un brutal Ateo como soy, falto de los consuelos religiosos,
- náu
enfrentamiento del personaje entre sus dos naturalezas, frago en la vida...
la social y la individual.
Al principio del monólogo, nada más leer el anónimo, Así, monólogo cíclico que se abre y se cierra en el
aflora inmediatamente en don Friolera el código profe- mismo punto; círculo perfecto que atrapa a ese pobre
sional al que se debe y sin pensárselo dos veces exclama: «fantoche trágico», a caballo entre la risa y la lágrima.
¡Loreta con sentencia de muerte! (...) En el Cuerpo Si analizamos el lenguaje subliminal del monólogo,
de Carabineros no hay cabrones. advertimos la repugnancia de don Friolera para expresar
directamente que va a matar a su esposa. Las referencias
Acto seguido, aun reconociendo que el persistente ga- a la ejecución, o bien aparecen en condicional: Si fuese
lanteo del peluquero Pachequín puede inducir a Loreta verdad, tendría que degollarla.
a conducta reprobable, se deja llevar por la duda de que O bien son dictadas por un código ajeno a él:
todo sea una «vil calumnia»:
¡Loreta con sentencia de muerte! (...) A la mujer que
Cualquier ligereza, una imprudencia, las mujeres sale rana, pena capital.
no reflexionan.
Como vemos, el uso de los conceptos «sentencia
Sin embargo, en seguida se impone el sentido del de muerte» y «pena capital» son fórmulas legalistas.
deber: Solamente utiliza el verbo «matar» en tres ocasiones.
El oficial pundonoroso, jamás perdona a la esposaLa primera, referida a una tercera persona, el teniente
adúltera (...) Sirvo en activo. Capriles, modelo del deber cumplido y, por tanto, digno
de emulación:
Vemos cómo don Friolera busca ejemplos ajenos a
que adecuar su conducta, como el de su camarada de Y cuando lo supo mató como un héroe a la mujer, al
armas, el teniente Capriles –otro nombre metafórico–, asistente y al gato.
que, burlado, mató como un héroe a la mujer, al asistente y Sin embargo, mediante esta esperpéntica enumera-
al gato. ción de las víctimas, con gato incluido, se destruye todo
Su sentido del deber, al momento, queda en entredi- lo que de heroico pudiera tener el acto.
cho. Friolera manifiesta ahora su propia miseria y su La segunda ocasión en que aparece el término, don
incapacidad para representar el papel que se le asigna Friolera no habla por boca propia, sino guiado por im-
desde fuera: perativos ajenos:
Me reconozco un calzonazos. ¿Adónde voy yo con mis El principio de honor ordena matar. ¡Pim! ¡Pam!
cincuenta y tres años averiados? (...) De buena gana ¡Pum!
quisiera atrapar una enfermedad y morirme en tres
días. (...) ¡A mis años andar a tiros! De nuevo, todo lo que de honorable pudiera tener el
principio, se viene abajo mediante ese «pim pam pum»
Su falta de ánimo para llevar a cabo lo que se le exige, guiñolesco y, por supuesto, esperpéntico.
se convierte finalmente en un poner en tela de juicio,
con una lucidez encomiable, un código de honor africano Y por último, cuando don Friolera parece tomar la
y teatral anclado en el pasado: decisión de llevar a cabo su venganza, usa por fin la pri-
mera persona:
¿Qué culpa tiene el marido de que la mujer le salga
rana? ¡No basta con una honrosa separación! (...) La Yo mataré como el primero.
galería no se conforma con eso. El principio de honor Pero ese «yo» no es personal; podría muy bien sus-
ordena matar. ¡Pim! ¡Pam! ¡Pum! El mundo nunca tituirse por un «nosotros», puesto que se refiere a un
se cansa de ver títeres y agradece el espectáculo enestamento, ya que añade a continuación: Soy un militar
balde .¡Formulismos! español.
Y cuando parece que don Friolera, rendido a la diosa La rápida transición de estados anímicos recuerda,
Razón, se va a rebelar contra lo impuesto, volvemos al salvando todas las distancias, al conocido monólogo del
punto de partida: acto XIV de La Celestina, en que Calisto, sabedor de la
muerte de sus criados, resuelve primero ser injusta la
Yo mataré como el primero. ¡Friolera! Soy un- mi
sentencia que los ha condenado a esa pena, por la indig-
litar español y no tengo derecho a filosofar como en
nidad que se le sigue de la ejecución, y, mudando luego
Francia. ¡En el Cuerpo de Carabineros no hay
por completo, decide que ha sido un acierto castigar a
cabrones!
los culpables, y en hora tan temprana que nadie, o casi
Valle-Inclán, con el sarcasmo que lo caracteriza, nos nadie, haya podido conocer el caso. Tan violento cam-
ahorra mediante el no tengo derecho a filosofar como enbio de opinión denuncia el confuso ánimo del personaje,
Francia una perorata sobre la contraposición Ilustra- y cómo a su razonamiento se imponen sus emociones.
ción/honor calderoniano, que, en definitiva, constituye Otro tanto sucede a Friolera, cuyas indecisiones y altiba-
la base de toda la obra. jos manifiestan su falta de criterio propio. La iniciativa
No debe pasar inadvertida, al final del monólogo, la vengadora, tan pronto escogida como rechazada, no es
confesión de ateísmo del personaje, que viene a signifi- fruto espontáneo, sino aplicación mecánica de un proce-
car su completo abandono, su desamparo frente a las der inerte, impersonal.
Tras el dilatado monólogo, la escena se cierra con un A continuación, el escenario aparece descrito mediante
corto diálogo entre don Friolera y el centinela, al que un despliegue de impresiones yuxtapuestas, de carácter
mira «enigmático» para no dar a entender a éste el ver- cubista, en donde los diversos sentidos se funden en una
dadero alcance de su pregunta: sugerente visión de conjunto:
¿Qué haría usted si le engañase su mujer, cabo-Ale Impresiones visuales:
gría? En los cristales de los miradores, el sol enciende los
mismos cabrilleos que en la turquesa del mar.
Pregunta que, sin duda, busca la autoafirmación. La
respuesta del cabo no tiene desperdicio: Impresiones olfativas:
Mi teniente, matarla como Dios manda. Olor de caña quemada. Olor de tabaco. Olor de
brea. Levante fresco.
Una vez más, la voluntad divina como sustento de una
cultura, ¿o incultura?, basada en la sinrazón. Impresiones acústicas:
El discurso de Friolera es, como cabría esperar, muy El himno inglés en las remotas cornetas de un barco
entrecortado y discontinuo, abundante en exclamacio- de guerra.
nes, entre las cuales, la del término que le sirve de apodo
constituye un claro ejemplo de repetición diseminada, Sensación de movimiento:
como sucede a veces en los monólogos interiores de ... un mecerse de arboladuras, velámenes y chimeneas.
algún personaje galdosiano –recuérdese el «¡puñales!» o En la punta, estremecida por bocanas de aire, la
«¡ñales!» de Torquemada. garita del Resguardo.
El léxico presenta, según el gusto valleinclanesco,
Tras este despliegue sensorial, que invita a la inac-
coloquialismos y expresiones regionales y foráneas: cara-
ción, a la contemplación, se nos presenta al personaje
judo como «despreciable»; pendejo , americanismo que
principal, reducido metonímicamente a unos detalles
significa «canalla»; vainípedo, que, a juicio de Senabre es
aislados, despersonalizados:
derivación humorística sobre «vaina» y «bípedo»; coro-
nar como «poner los cuernos»; mal ángel, andalucismo En el marco azul del ventanillo,
la gorra de cuar-
con valor de «ruin»; salir rana, que en este caso significa tel, una oreja y la pipa del teniente don Pascual
«torcida», «lúbrica»; Putifar, que vale lo mismo... Astete –don Friolera.
En cualquier caso, nada de ese barroquismo subur- Y acto seguido, la presencia de quien arroja furtiva-
bano castizo que abunda tanto en Luces de bohemia y mente el mensaje delator, a través del ventanillo. Este ser
enlaza con el rebuscamiento achulado del habla de la fantasmal no tiene más realidad que la de una sombra:
zarzuela y el género chico. La ubicación de la obra en
Una sombra, raposa, cautelosa, ronda la garita.
la costa –¿acaso se refiere a San Fernando, en Cádiz?– Por el ventanillo asesta una piedra y escapa agachada.
nos sitúa muy lejos del escenario madrileño y de su len-
La piedra trae atado un papel con un escrito. Don
guaje, tan característico.
Friolera lo recoge turulato y espanta los ojos leyendo
Uno de los aspectos más llamativos y originales del el papel.
teatro de Valle Inclán lo constituyen las acotaciones, que
nada o casi nada tienen que ver con el resto de los dra- Así, la monotonía de la ciudad, de la garita y del
maturgos. En ellas, el autor realiza tal sorprendente des- teniente se rompe súbitamente y se pone en marcha el
pliegue de efectos, que se ha llegado a poner en tela de drama –mejor decir «tragedia grotesca»–. Como vemos,
juicio que sus obras sean representables. No debemos la ruptura de la cotidianidad es repentina y el efecto dra-
olvidar al respecto que el propio Valle-Inclán, refirién- mático, seguro, predisponiendo al espectador a contem-
dose en conjunto a su producción dramática, observaba plar un hecho extraordinario.
que las acotaciones hacían innecesaria la representación, Las tres acotaciones siguientes que dividen los cuatro
llegando al extremo de considerar ésta como un «lamen- bloques del monólogo son las que, quizá más que el texto
table incidente»(26). propiamente dicho, marcan el carácter esperpéntico y
Las acotaciones de esta escena constituyen un magní- distanciador de la escena. Tras leer la denuncia de la trai-
fico ejemplo del característico despliegue de efectos y ción, don Friolera, abatido, recuerda la felicidad perdida:
modalidades valleinclanescas: lenguaje muy literaturiza- Se enternece contemplando un guardapelo colgante
do, pincelada breve y sugestiva, disolución impresionista en la cadena del reloj, suspira y enjuga una lágrima.
de los datos, riqueza de sensaciones.
Hasta aquí, la imagen es conmovedora, pero la carica-
Fijémonos en la acotación de apertura, en donde se
tura no tarda en hacer acto de presencia:
nos describe, o mejor dicho, se nos sugiere el escenario
en donde va a desarrollarse la acción. Reparemos en pri- ... se le arruga la voz con las mismas arrugas que la
mer lugar en la aposición de apertura: cara.

San Fernando de Cabo Estrivel: Una ciudad empin


- (26)
Ricardo Senabre, en su artículo Valle-Inclán y el teatro, publi-
gorotada sobre cantiles. cado por la revista ABC en septiembre de 1990, da cumplida
cuenta de todo ello. Este crítico recuerda, asimismo, cómo dar
El verbo «empingorotar» es de uso familiar y de reso- vida a Pachequín o a doña Loreta mediante actores de carne y
nancias un tanto burlescas, lo que redunda en efecto hueso constituye una innovación ajena por completo al pensa-
miento y a la voluntad de Valle-Inclán. Con todo, Senabre no ex-
cómico sobre la ciudad y señala ya con una marca la cluye que la representación por parte de actores resulte disparata-
acción que se avecina, a modo de anticipación y deter- da, sino que justifica la diversidad de fórmulas, «porque en
minación metafórica. literatura no existen dogmas».
Consigue Valle-Inclán su objetivo: don Friolera nos da más humano y, por supuesto, más lúcido y razo-
pena y risa a la vez, atrapado entre la farsa y el melodrama. nador.
Igualmente, en la acotación siguiente vemos a un don • Dado el estado de ánimo del personaje, su discurso es
Friolera ridículo, animalizado, olfateando absurdamente entrecortado y discontinuo, plagado de exclamacio-
la carta: nes, entre las que destaca la del término que le sirve
Vuelve a deletrear con las cejas torcidas sobre -el pa de apodo, la cual, a modo de repetición diseminada,
pel. Lo escudriña al trasluz, se lo pasa por la nariz subraya todo ese estado de confusión que lo invade.
olfateando. • El léxico utilizado por don Friolera parece recorrer
el mismo camino sinuoso que recorre su mente:
A continuación, el autor dirige la mirada a aspectos
todo el soliloquio constituye una alternancia de fór-
muy concretos y aislados, que equivalen, por tropo, a la
mulas grandilocuentes –el oficial pundonoroso jamás
condición moral del personaje. Así, cuando consternado,
perdona a la esposa adúltera– y expresiones coloquia-
se asoma por el ventanillo de la garita, apreciamos su
les y desprovistas de toda grandeza –a Loreta me la
escasa fuerza moral:
solivianta ese pendejo de Pachequín.
Los cuatro pelos de la calva bailan un baile fatuo. • Uno de los aspectos en que se hará más hincapié lo
Y finalmente, cuando divisa a su rival, el peluquero constituyen las acotaciones, que nada o muy poco
Pachequín, se nos muestra definitivamente como un tienen que ver con el concepto tradicional del trata-
animalillo asustado: miento del espacio escénico. El autor parece salirse
de los estrechos límites del escenario para, con una
Don Friolera, al verle, se recoge en la garita. Le
técnica supragenérica, sumergirnos en un mundo en
tiembla el bigote como a los gatos cuando estornudan.
que las diferentes sensaciones se entrelazan dando
Estas miradas a objetos minúsculos equivalen al close-up como resultado una sugerente visión de conjunto.
cinematográfico, y son una prueba más de cómo la dra- • Se recordará las técnicas distanciadoras propias del
maturgia del Valle esperpéntico prescinde de las con- esperpento, que encontramos tanto en el monólogo
venciones clásicas y procede con libertad, si no agenérica, como en las acotaciones: así, hallamos animalización,
sí al menos supragenérica. cosificación, hipérbole grotesca, reducción metoní-
Mediante estas técnicas distanciadoras, Valle-Inclán, mica de los personajes, close-upcinematográfico...
adelantándose a lo que Brecht convirtió en el manifiesto
de todo su teatro, nos impide identificarnos plenamente Relación del texto con su época y autor
con el personaje para evitar que la emoción dificulte la
No debemos olvidar que el esperpentismo valleincla-
comprensión de un problema que no sólo atañe a don
nesco, pese a su profunda originalidad, no constituye un
Friolera, sino a todo ese sector de la España profunda
fenómeno aislado, sino que enlaza tanto con la larga tra-
que tanto detestaba. El esperpento está servido.
dición española tendente a distorsionar y caricaturizar la
realidad –Cervantes, Quevedo, Goya– como con la gran
Guía para el comentario corriente de vanguardias que surge en toda Europa,
Tema consecuencia de la crisis de fin de siglo y cuyas manifes-
taciones artísticas nos hacen tomar conciencia de que vi-
En esta primera escena de la obra presenciamos la es- vimos en una realidad grotesca y de que son grotescos
cisión del protagonista entre sus dos naturalezas: la los pilares sobre los que se asienta nuestra sociedad. Pe-
social, que impone matar a la esposa adúltera y la indivi- se a que sea Luces de bohemia la primera obra a la que
dual, que nos muestra a un ser falto de carácter e incapaz Valle-Inclán bautiza como «esperpento», esta estética es
de llevar a cabo el papel que se le asigna desde fuera. una constante en toda su trayectoria.
Estructura Otras actividades
La escena se articula de la siguiente manera: 1. Comparar las acotaciones de Valle-Inclán con aco-
– Una extensa acotación de apertura, que dibuja el taciones tradicionales, meramente funcionales. Para
escenario y el ambiente para la acción. ello, aconsejamos utilizar las acotaciones de drama-
– Cuatro dilatados monólogos del protagonista, don turgos como Jacinto Benavente, Miguel Mihura o
Friolera, seguidos de otras tantas acotaciones que nos Buero Vallejo, cuyo detallismo responde a criterios
aportan reveladores datos sobre su actitud titubeante. puramente escénicos.
– Un breve diálogo final de don Friolera con uno de 2. Leer en clase fragmentos teatrales de textos clásicos
sus subordinados. en su tratamiento del tema de los celos, como las
tragedias calderonianas o el Otello shakespeariano.
Claves del texto
3. El tratamiento distorsionado de la estética esperpén-
• Lo más llamativo de la escena es ese cambio brusco tica de ValleInclán no es exclusivo de la literatura, si-
de estados de ánimo por parte del protagonista, al no que aparece en otras manifestaciones artísticas.
cual tan pronto vemos como un «heroico» militar Un buen ejemplo lo constituirá la audición en clase
revestido de todos los tópicos al uso como a un de «Le Valse» de Ravel, pieza que somete a una de-
pobre hombre asustado con el destino que se le im- formación sarcástica la melodía amable de una pieza
pone. Pero curiosamente, comprobaremos cómo en tan clásica como es un vals. Asimismo, pueden anali-
los momentos en que don Friolera se despoja de su zarse pinturas expresionistas –E. Munch, E. Schiele,
máscara social es cuando se muestra más auténtico, O. Kokoshka–, de claro carácter deformador.

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