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Escritor guayaquileño nacido el 9 de abril de 1909, hijo del Sr. Joaquín Gallegos del
Campo y de la Sra. Emma Lara Calderón. Tuvo la desgracia de nacer con una grave lesión
en la columna vertebral que le atrofió las piernas impidiéndole caminar y condenándolo
a arrastrarse por el suelo para poderse movilizar. Por eso, al no poder asistir a la escuela
ni jugar como los otros niños, dedicó todo su tiempo al estudio y la lectura dentro de su
casa, empeñándose en aprender idiomas y llegando a dominar casi perfectamente el
francés, el alemán, el italiano y el ruso.
En 1946 publicó la novela "Las cruces sobre el agua". Esta novela es un retrato de la
ciudad de Guayaquil a comienzos del siglo 20; el crecimiento y la evolución de los
personajes principales llegará a ponerlos en medio de la matanza de obreros
"Confederación de Trabajadores del Ecuador" ocurrida el 15 de noviembre de 1922 y que
según varias fuentes es, proporcionalmente la mayor matanza de obreros en el mundo,
siendo este el Primer Baño de Sangre de la Clase Obrera Ecuatoriana.
2) Contexto histórico-social
El 15 de noviembre de 1922 es un suceso que parte al Ecuador entre lo que hasta entonces
fue y lo que desde ese día comenzó a ser. Por ello la polémica se mantiene entre quienes
no creen que ocurriera y quienes saben hasta qué punto es cierto; entre quienes intentan
minimizar la importancia del suceso para la historia nacional y quienes hablan de aquella
fecha como la del bautismo de sangre de la clase obrera ecuatoriana. El 15 de noviembre
de 1922 es, por eso, realidad y leyenda. Real porque sucedió. Las crónicas de los
periódicos de la época, los estudios y los testimonios posteriores y las referencias
históricas así lo confirman. Diferencias de matices existen en cuanto a la magnitud del
movimiento obrero y popular y en cuanto al alcance de la represión gubernamental, las
protestas contra éste y al malestar que le siguió.
La inmensa mayoría de los historiadores nacionales coincide, sin embargo, en señalar una
nítida y precisa división entre el Ecuador anterior a aquel 15 de noviembre, sin
organización obrera ni expresión reivindicativa popular, y el Ecuador donde ya comienza
a forjarse el movimiento sindical, obrero y campesino, cuyas luchas, frustraciones y
conquistas corresponderá juzgar sólo cuando llegue el tiempo. Leyenda porque traduce
algo que es una constante histórica y social del país, una constante que a lo largo del siglo
para los ecuatorianos ha sido y es sueño o pesadilla, pasión o indiferencia, pasado de
gloria o imposible futuro, verdad de muerte o ficción importada.
En el 1900 el puerto marítimo de Guayaquil concentraba la mayor riqueza del país gracias
al auge cacaotero mundial, uno de cuyos principales protagonistas como exportador en el
Ecuador. A Guayaquil se le llamaba la "Perla del Pacifico" y reunía una diversidad
insólita de inmigrantes nacionales y extranjeros, que llegaron al puerto atraídos por el
fascinante aroma del cacao el extraordinario progreso que, se decía, estaba trayendo la
venta del producto en los grandes países capitalistas. Los terratenientes cacaoteros y sus
familias vivían en París. A la sombra de sus posesiones floreció en Guayaquil una
burguesía comercial y financiera, que se entretenía en esperar anhelante al inmigrante
español o italiano, vestir de seda y plumas, comprar pianos y ser espectadores de las
modas artísticas importadas de Europa. Entre tanto, los inmigrantes ecuatorianos,
aquellos montubios e indios de costa y sierra, que llegaron a Guayaquil persiguiendo el
mismo olor del cacao y se convirtieron en cargadores, estibadores, escogedores y
secadores del grano, levantaron sus casuchas junto a las de los obreros de las primeras
fábricas y las de los artesanos.
Las diferencias sociales que se establecieron de principio abrieron una brecha enorme
entre quienes lo tenían todo y quienes todo lo soñaban. De pronto, las plagas diezmaron
las grandes plantaciones de cacao. En el mercado internacional cayó bruscamente el
precio del producto. El gobierno defendió a los exportadores y a los banqueros, mediante
sucesivas devaluaciones del sucre que afectaron gravemente a la clase media y, en
especial, a los más pobres. Salario y trabajo se volvieron inciertos e insuficientes; los
pocos que trabajaban cada día se sentían mal pagados o robados; las epidemias se cebaron
en quienes carecían de los más elementales servicios y recursos.
Para 1921 la crisis se desbordaba. El cacao se acabó. La gente que antes se salvó de la
peste moría ahora de hambre en las calles. Apenas veinte años después de la revolución
liberal de 1895 (EloyAlfaro, Plaza Gutiérrez, Lisardo García), el pueblo sintió que aquel
liberalismo triunfante lo había traicionado. Los nuevos gobiernos conservadores no
comprendieron, ni calcularon ni canalizaron el descontento popular. En 1922 el incipiente
movimiento de los trabajadores se lanzó a una huelga,