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MONOGRAFÍA TEORÍA LITERARIA II

De la construcción del monstruo por el Estado biopolítico, al personaje


literario monstruoso que parodia al Estado.

Año: 2015

Estudiante: Elis Victoria Rizzo

CONSIGNA 1:

- Proponga un abordaje teórico a la secuencia constituida por cuerpos, sexualidad, biopolítica,


excepcionalidad tomando en cuenta al menos dos autores (Roberto Esposito, El dispositivo de la
pesona; Michel Foucault, "El triunfo social del placer sexual"; Beatriz Preciado, "Historia de la
tecnosexualidad" y "Pornopoder"; Roland Bathes, "El arbol del crimen/Sade I") y teniendo en
consideración La filosofía en el tocador de Sade o Drácula de Bram Stoker.
Pensar los objetivos de la biopolítica es pensar las bases del control y de regularización de la
humanidad en términos de especie, habilitando el análisis de los dispositivos utilizados por el
Estado para llevar a cabo dicha tarea. ¿Qué cosas son necesarias controlar para que se cumpla
satisfactoriamente, el dominio del poder biopolítico? Para llevar a cabo la tarea de controlar
demográficamente a una población, regular la mortalidad y la natalidad de la misma, es necesario
llevar el control también, de la vida individual de sus integrantes. El control que se ejerce a través
de las instituciones que cotidianamente los individuos frecuentan a lo largo de su vida, posibilita el
marco de disciplina y direccionamiento tanto del comportamiento moral y sexual como de la
construcción de una subjetivación homogénea dentro de la población. La regularización de la
especie atañe a las diversas culturas que conviven en una población, al cuerpo de los individuos que
la componen, a su sexualidad, y lo más importante, al trazar los límites tanto de lo que se considera
normal como anormal tanto en el comportamiento como en la biología de los sujetos que conforman
a la especie humana. Esta linea divisoria que regula y normaliza la vida de los individuos, es
esencial para la manutención del poder biopolítico sobre una población y, genera a su vez, una
grieta irreparable en el seno de una sociedad. Esta grieta divisoria que representa al concepto de
normalidad, excluye separando a todo el que es considerado normal del que no puede ser
denominado con ese concepto, es decir, del anormal.

En este marco, se sientan las bases para pensar el término que es utilizado por los poderes
jurídicos y biológicos para englobar a todo individuo que no encajara en lo que se establecía como
normalidad, todo aquel que formara parte de la excepción. El término de monstruo, tan utilizado
para denominar al individuo que cometiera un crimen atroz y justificar, de ese modo, su conducta
anormal, es una de las raíces que permite entender el por qué de la clasificación, separación, la
consecuente marginación y hasta el exterminio de una parte de la especie humana que representaba
a la alteridad diferente. Se tomará el término de monstruo según sostiene Foucault:

“La primera de las figuras es la que llamaré el monstruo humano. El marco de referencia de éste,
desde luego, es la ley. La noción de monstruo es esencialmente una noción jurídica -(…) no sólo es
una violación de las leyes de la sociedad, sino también de las leyes de la naturaleza-. Es, es un doble
registro, infracción a las leyes en su misma existencia. El campo de aparición del monstruo, por lo
tanto, es un dominio al que puede calificarse de jurídico biológico.” (Foucault, 2000, p.61)

En el presente trabajo se propone pensar como los Estados a través del poder que ejercen con la
biopolítica sobre las poblaciones, (términos que son tratados primeramente por Michel Foucault)
constituyen y generan monstruos que luego se proponen eliminar. Estos sujetos excepcionales,
moral, jurídica y hasta biológicamente incorrectos, son colocados del lado de la anormalidad que se
pasa ya al límite de la monstruosidad. Para que estas personas, que prácticamente han perdido esa
categoría, sean clasificadas como anormales, es necesario que del otro lado otras personas sean
clasificadas como normales y así, de este modo, la humanidad se conforme por dos bandos, por un
lado los que sientan las bases de la normalidad y se clasifican dentro de ella y por el otro los que
forman parte del polo opuesto, lo anormales, que no sólo contribuyen sino que son necesarios para
que el estatus de normalidad puede seguir en pie. El monstruo entonces, es una construcción
necesaria para sostener los dispositivos de control sobre las personas y el poder biopolítico sobre
una población, ya que no podría ser por otro medio, sino es a través de la separación y la exclusión,
la dominación de la especie.
Para trabajar con esta problemática teórica se analizará, como el monstruo, tan utilizado dentro
de diversos relatos a lo largo de los siglos, se construye y permite las diversas lecturas dentro de la
literatura. Se trabajará específicamente con el personaje de Drácula, de la novela de Bram Stoker, al
cual se lo leerá en clave paródica como la representación del Estado biopolítico y sus dispositivos
utilizados para el dominio de la especie. Se trabajará, principalmente, para esbozar la teoría con los
autores Roberto Esposito, Michel Foucault y Beatriz Preciado.

Esposito en su libro El dispositivo de la persona, trabaja justamente la reconstrucción del


dispositivo que conforma a la noción de persona. Él explica que este dispositivo genera una fuerte
separación implícita dentro de la misma persona, ya que desde sus raíces tanto jurídicas, teológicas
como filosóficas se separa al cuerpo de su componente espiritual-racional. El autor se remonta, para
rastrear los orígenes de esta separación y el consecuente sometimiento de una parte de la población
humana a la condición de no persona, al derecho jurídico romano, en el cual se presenta la primera
distinción entre la persona y el hombre. El humano reconocido jurídicamente como persona, era
aquel que se consideraba un ciudadano libre y podía adquirir posesiones, ya sean materiales como
hombres esclavos. El humano no reconocido como persona, ya sea el hombre esclavo o la mujer,
era clasificado jurídicamente, más cercano a la categoría de cosa. Esta distinción, entre cuerpo y
razón-espíritu o entre persona y no persona, realizada tanto por el cristianismo a lo largo de la
historia como por el derecho romano, acentuaba la unificación de una parte del género humano por
medio de la separación de otra. Al exigir que el humano que formaba parte de la categoría de
persona tuviese que poseer como bien material a otro humano esclavizado, se condenaba a una parte
de la humanidad a la cosificación para que otra, pudiera gozar de la noción de persona.

“(…) si la persona pierde el propio cuerpo, este, a su vez, ya no reencontrará a la propia


persona.” (Esposito, 2011, p. 29-30)

También al separar tan fervientemente el cuerpo orgánico de lo que sería la parte inorgánica del
hombre, lo que constituye su identidad personal, ya sea el alma, la razón o el espíritu, se alimenta
esta posibilidad de reificar a los humanos, facilitando el control de su subjetividad y su
sometimiento, donde a la vez, se pone en juego el concepto de bioética con el cual Esposito trabaja
para hacer referencia al comienzo y al límite de la vida cualificada y a quien en realidad, le
pertenece.

Retomando la noción del monstruo planteada por Foucault, se puede vincular con, por un lado
el dispositivo de persona que escinde el cuerpo de la personalidad y por el otro con la dialéctica
entre personalización y despersonalización que se da en una sociedad. El monstruo surge acá como
figura para denominar al individuo excepcional que ha sido despersonalizado a través de la
intervención de los dispositivos médicos y psiquiátricos que confluyen para entender su accionar y
para reforzar el control del aparato judicial.
Este individuo que ha cometido un crimen atroz o bien es un individuo que va en contra del
régimen y se lo constituye como monstruo en relación a su figura y sus accionares políticos, se
coloca del lado de la anormalidad, de la exclusión, de la política y el encierro.
El personaje de Drácula, posibilita una lectura un tanto evidente, a la hora de pensar en el rol del
Estado en el manejo demográfico y la constitución de los grupos de poderes como tales, en el centro
de manejo de una sociedad. Este personaje, como bien se sabe, es un ser que se encuentra entre la
vida y la muerte, es una persona con un poderío económico que posee un linaje alcurniado y
reconocido, y a su vez es un monstruo que traspasa los límites de la mortalidad y que depende de la
sangre de otros seres humanos para mantenerse con fuerzas. En este punto de anclaje hay que leer a
Drácula en paralelo al Estado y la biopolítica ejercida, ya que como se estuvo esbozando, el Estado
para llevar a cabo sus dispositivos de control sobre la especie, necesita separar a la población para
poder dominarla. Le es necesario mantener el control y que los grupos de poder continúen
ejerciéndolo, para esto necesita separar a las personas en categorías de normalidad y anormalidad.
Necesita crear marginalidad y alteridad para poder mantener sus fuerzas políticas y que los grupos
de poder se mantengan firmes en el estatus de normalidad. Se necesita de los otros para sobrevivir.
Pero siguiendo esta línea de análisis, se puede pensar que la cualidad más particular del
personaje de Drácula que lo coloca en la esfera de la monstruosidad, hace alusión directa a los actos
que se le están adjudicando al Estado. El hecho de chupar sangre para mantener sus fuerzas y su
inmortalidad monstruosa, es la clave para pensar el accionar del Estado biopolítico como se explicó
recientemente, con respecto a la dialéctica de la despersonalización que conlleva a la esclavitud y al
exterminio y a la construcción de una zona de la anormalidad. En este análisis, representado por
Drácula, el sustantivo de monstruo que el poder impone para referirse a la alteridad anormal, se
vuelve en su contra y hace referencia directa contra éste. El verdadero monstruo, en este punto,
sería el Estado biopolítico.
Tal vez este juego paródico de colocar al Estado en la posición de Drácula, sea más claro en
relación con la figura del déspota que plantea Hannah Arendt cuando analiza los orígenes de los
Estados totalitarios. Según la autora, el verdadero y permanente monstruo es el déspota que dirige
un régimen totalitario sometiendo a una parte de la humanidad al exterminio, como sostuvo el
nazismo, para la purificación de la raza. El hombre que comete un crimen atroz, ya sea por un acto
de pasión o porque se encuentra fuera del límite que plantea la psiquiatría como cordura, es un
déspota temporal y accidental, mientras que el déspota permanente, es el que posee plena
conciencia de sus actos y los realiza con una total voluntad. En este sentido, una vez más, el
monstruo hace alusión al poder ejercido por los Estados.
Es importante pensar, para fines del trabajo, el papel que posee la sexualidad en este marco de
normalidad y anormalidad. La sexualidad, como bien trabaja Foucault en Historia de la sexualidad,
ejerce el rol de la articuladora entre los dispositivos de control y regulación de la persona con el
control y la regulación de la especie. Controlar y declarar las zonas normales y anormales
permitidas para la proliferación de la sexualidad, ayuda a controlar la natalidad de las poblaciones y
a ejercer un control directo sobre los cuerpos y el comportamiento de las personas. A mediados del
siglo XVII se empiezan a generar distintos dispositivos de control para sancionar y normalizar el
comportamiento sexual de los individuos, ya sea a través del dispositivo de la confesión como de la
inserción de la psiquiatría como clasificadora de los cuerpos y las anomalías sexuales de los
individuos para comenzar a generar categorías y establecer la zona del comportamiento sexual
permitido. Se declara el límite de la normalidad sexual, regulando así los cuerpos de los individuos
a través, por ejemplo de la pedagogía del sexo del niño, la regulación de las conductas de
procreación y la psiquiatrización de lo que se consideraba como placeres perversos.
Siguiendo esta línea, la autora Beatriz Preciado toma este proceso de modernización de la
sexualidad, planteado por Foucault, (junto con otras teorías) para hablar de la sexopolítica.
“He denominado sexopolítica, (…) a una de las formas dominantes de esta acción biopolítica
que emergen con el capitalismo disciplinario. El sexo, su verdad, su visibilidad, sus formas de
exteriorización, la sexualidad, los modos normales y patológicos del placer, y la raza, su pureza o
su degeneración, son tres potentes ficciones somáticas que obesionan al mundo occidental (...)”
(Preciado, 2008, p. 58).
Esta relación que plantea la autora entre sexo, sexualidad y raza, son los componentes perfectos
para la regulación de la especie, la normalización de los individuos y la consecuente separación y
marginalización de una parte de la sociedad. Sostiene Preciado:
“ (…) la sexopolítica se desmarca como uno de los modos dominantes de la acción biopolítica a
finales del siglo XIX. El sexo entra a formar parte de los cálculos de poder, (…) y las técnicas de
normalización de las identidades sexuales se transforman en agentes de control y modelización de la
vida: (…) las sexualidades normales y perversas; estas identidades sexuales se vuelven por primera
vez objeto de vigilancia y represión jurídica; (...)” (ídem, p. 58) .
Estas identidades sexuales calificadas como perversas, forman parte de la zona de la
monstruosidad. Sujetos que violaban tanto el pacto social de la moral, como los límites jurídicos y
biológicos eran englobados dentro de este término para justificar sus anomalías perversas y evitar el
posible contagio a la parte normal de la población. El devenir de estos sujetos, era
consecuentemente, al igual que a los criminales que cometían atrocidades, una vida destinada al
encierro permanente.
Retomando al personaje de Drácula, y la alusión a la relación entre su categoría monstruosa y
los placeres libidinosos que conlleva el acto de succionar la sangre de las víctimas,se podría decir
que este es un recurso ficcional muy recurrente para trabajar con los personajes de los vampíros. La
categoría del monstruo que se rejuvenece y recobra fuerzas a través del derrame de la sangre de sus
víctimas, atañe toda una connotación sexual relacionada con los placeres denominados perversos.
¿Por qué Drácula para tener su máximo arrebato de amor, tiene que derramar la sangre de sus
víctimas? A pesar de ser parte de una construcción ficticia, este monstruo cumple con el perfil de lo
que se enmarca dentro de la anormalidad sexual y la codificación de la perversidad. Múltiples
individuos gozan de placer, a través de diversos actos sexuales que exceden, para los límites de los
dispositivos de control del Estado, el límite de la normalidad, como por ejemplo, la sodomía y la
pedofília. Muchos individuos gozan de placer al matar a sus víctimas y practicar sexo con ellas,
como lo denomina la necrofilia. Se puede pensar que el campo del placer sexual es ilimitado y el
límite que se impone para considerar la normalidad de estos placeres es calificado como perversión.

Dentro de la novela de Stoker, Drácula, no es el único que se construye como una figura
libidinosa que goza de placer al entrar en contacto con la sangre. El papel de las mujeres, tanto del
personaje de Lucy, como el de Mina, son llevados a cabo a través de la carnalidad, la sensualidad
como construcción propia del género femenino, y el pecado. La depravación del cuerpo femenino al
entrar en el proceso de vampirización, que está fuertemente relacionado con la sexualidad y la
sangre, como símbolo de la lujuria y animalidad, se convierte en un mal al que hay que evitar y
exterminar. En una escena de la novela donde el personaje de Harker es seducido por las vampiras,
se muestra como la sexualidad de la mujer, su voluptuosidad y lujuria son utilizadas para atraer a las
víctimas. Esto se puede pensar como una construcción de la normalización de la sexualidad, la cual,
en la mujer, recaía de forma fuerte como sujeto de deseo que conducía al hombre al camino del
pecado, en términos teológicos.

Las tres tenían dientes blancos y brillantes que relucían como perlas contra el rubí de sus
voluptuosos labios. En ellas había algo que me hacía sentir inseguro, algo que me excitaba y su vez
me daba un miedo terrible. (…) La joven rubia avanzó y se inclinó sobre mí (…). En cierto modo su
respiración era dulce, dulce como la miel. Y me producía la misma perturbación en los sentidos que
su voz, pero por debajo había cierta amargura, una amarga repugnancia, como la que olemos en la
sangre. (Stoker, 2005, p. 63-64)

Sin embargo, se realiza la construcción de dos personajes femeninos de manera enfrentada, para
reforzar el modelo de la normalización sexual. Por un lado el personaje de Lucy se deja llevar por
este deseo libidinoso que le produce la vampirización llevada a cabo por Drácula, y es construida
como la mujer pecadora que más tarde, por consecuencia de estos actos, es asesinada con una
estaca. Por el otro, se encuentra Mina, la mujer inteligente, de gran corazón y admirada por los
hombres, a la cual se la construye como una figura prácticamente asexuada y virginal. Ella también
es conducida a estos actos de lujuria, pero su resistencia es tal al pecado carnal, que se le abren las
puertas a la posibilidad de la vida y la salvación.
Se puede ver con claridad, como estos personajes representan en la novela el ideal victoriano de
la mujer como símbolo de pecado y lujuria, el cual había que controlar. Esta época en la cual se
inserta la novela es la época justamente, donde los dispositivos de control sexual y normalización
comienzan a acentuarse más.
Entonces, si bien Drácula representa al Estado biopolítico, siguiendo la línea de lectura
planteada, las mujeres representan la zona de control sexual y la normalización de los cuerpos
aplicados por el Estado.

Otro elemento importante de la novela que habilita al análisis planteado en relación con la figura
del monstruo, es el encierro. Drácula es un personaje que habita en un castillo alejado y aislado de
todo tipo de contacto exterior. Este encierro ataña una serie de cosas que van más allá del simple
factor de la privación de la libertad. El estar encerrado en su castillo, representa un mundo de
clausura y de aislamiento del monstruo para poder cumplir todo lo que rompe con el pacto social, en
este caso, el poder continuar su inmortalidad a través de la succión de la sangre de sus víctimas. Ese
encierro representa al secreto de su condición y su forma de sobrevivir; de alguna forma ese secreto
y ese encierro representan el espacio, donde todas las cosas podrían llegar a ser posibles, donde su
vida podría continuar. De la misma forma, el monstruo construido por los límites de la anormalidad,
debe ser encerrado y alejado del contacto social. La utopía social, para funcionar, debe aislar a toda
la alteridad no perteneciente a la normalidad, por eso la figura de Drácula o la del criminal
monstruoso, jamás podría funcionar conviviendo en armonía con el conjunto social.

Retomando la hipótesis planteada, Drácula es un buen representante del poder que ejercen los
grupos de poder biopolíticos, no solo por la necesidad vital de la existencia de la alteridad para
ejercer el dominio, sino también por su posición y poderío económico. Como todo grupo de poder
dominante, Drácula proviene de un mundo de riquezas y de una familia prestigiosa y noble tanto
por su linaje como por su construcción bélica.
Paradójicamente, el personaje de Drácula se construye a través de sus relatos familiares, como
una figura heroica, que participó de múltiples batallas para eliminar los ataques bárbaros de la
región de sus tierras. Pero a excepción de todo héroe, Drácula decide seguir viviendo una vida
inmortal, en vez de morir dignamente en el campo de batalla. Se podría pensar entonces, que su
papel de monstruo tiene dos raíces posibles. Por un lado la evidente, relacionada con la
inmortalidad que rompe el pacto juridico, biológico y social de la normalidad, y por el otro su figura
heroica que puede haber estado relacionada con alguna revuelta políticamente conflictiva para los
intereses del Estado. Estas dos raíces, evocan en un mismo monstruo, rechazado por la sociedad.
Volviendo a la cuestión del poder económico del personaje, no es un hecho menor que éste posea
este poder para poder llevar a cabo su empresa de sobrellevar su inmortalidad. Tanto el hecho de
sustentar una buena alimentación a sus víctimas para que la sangre este limpia y sea pura, como la
vestimenta que se relaciona con su alto estatus, demuestran la importancia que cumple la riqueza
del monstruo para poder llevar a cabo su objetivo. Al igual que los grupos de poder que imponen las
bases del juego en las sociedades, el dinero es lo que los posibilita a centrarse en esa posición de
control, y lo que contribuye enormemente a llevar a cabo sus objetivos. El monstruo criminal que es
condenado a la vida de encierro, muere pobre, loco y privado de su libertad, sin los privilegios que
obtienen los que sí poseen poder. Entonces en este marco, Drácula se familiariza mayormente con
los grupos de poder económicos que con el criminal social.

Se ha analizado brevemente, en el presente trabajo el papel que cumplen los Estados biopolíticos
con respecto a la regulación y el control que asumen sobre las poblaciones. El Estado que es
controlado por los grupos de poder económicos, a través de instituciones que trabajan con los
dispositivos de control, dividen a la población humana para poder ejercer mejor su dominio. Esta
división se basa en crear una zona de normalidad, la cual excluye a todo el que no cumple con los
requisitos para formar parte de ella. Los poderosos, implantan las reglas para formar parte de esta
zona, de esta manera, son los que controlan tanto los valores morales como éticos de una sociedad,
su normalidad y su anormalidad. Para esclarecer mejor este análisis, se trabajó con el dispositivo de
persona planteado por Esposito, el cual demuestra que la zona divisoria que se produce entre los
considerados personas de los que no, es tan antigua como el derecho romano. Esta zona, es lo que
ha llevado a la humanidad a diversos exterminos como forma de regulación de la especie; ha
conducido a la esclavitud que en la actualidad ha evolucionado, tomando otras formas, como por
ejemplo, la explotación del trabajo sexual.
El concepto planteado por Preciado, de la sexopolítica, sirvió para esclarecer la relación de la
sexualidad con el control biopolítico de los cuerpos y de la especie, así como de las razas. Declarar
la normalización sexual es esencial para el control del Estado, ya que es lo que regula el
comportamiento de los individuos, sus posibles sexualidades desenfrenadas vinculadas con la
masturbación y la perversión, como el control de la procreación de la población y
consecuentemente de la mortalidad, que podría ser pensada no solo por el exterminio de diversas
culturas o de las guerras, sino por enfermedades de transmisión sexual que eliminan a cierta parte
indeseable, para los grupos de poder, de la población.
De la misma manera que lo planteado, el personaje de Drácula puede ser leido, al igual que
muchos otros relatos del género de terror, en clave con relación a los Estados biopolíticos y su
estructura para articular y controlar a la especie. Como se trabajó, Drácula, puede ser leído como
una parodia del Estado ya que sus fuerzas se basan en la debilidad de los otros. Se plantea en
términos parodicos, porque el autor, no escribió la novela pensando en un Estado biopolítico, y
hasta se lo podría leer con un tono irónico.
De esta forma, se demostró como el Estado genera a los mismo monstruos que luego quiere
exterminar en pos del bien social. Sin estos monstruos, sería imposible mantener el control y la
regulación de la especie. Se necesita de una alteridad anormal, deficiente y peligrosa para sostener
el dominio y el control de lo impuesto como normalidad.

Bibliografía

Esposito, Roberto (2011). El dispositivo de la persona. Amorrortu editores

Foucault, Michel (2000). Los anormales, Buenos Aires., FCE.

Preciado, Beatriz (2008), Testo-Yonqui, Espasa-Calpe.

Stoker, Bram (2005) Drácula. Gradifco.

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