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SERMÓN: SANTIAGO 1:12-18 ASIGNANDO RESPONSABILIDADES

RVR196
12Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba,
recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman. 13Cuando alguno es
tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el
mal, ni él tienta a nadie; 14sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia
es atraído y seducido. 15Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el
pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.
16Amados hermanos míos, no erréis. 17Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de
lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación. 18Él, de
su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus
criaturas.
NIV
12Dichoso el que resiste la tentación porque, al salir aprobado, recibirá la corona de la vida
que Dios ha prometido a quienes lo aman.
13Que nadie, al ser tentado, diga: «Es Dios quien me tienta». Porque Dios no puede ser
tentado por el mal, ni tampoco tienta él a nadie. 14Todo lo contrario, cada uno es tentado
cuando sus propios malos deseos lo arrastran y seducen. 15Luego, cuando el deseo ha
concebido, engendra el pecado; y el pecado, una vez que ha sido consumado, da a luz la
muerte.
16Mis queridos hermanos, no se engañen. 17Toda buena dádiva y todo don perfecto
descienden de lo alto, donde está el Padre que creó las lumbreras celestes, y que no cambia
como los astros ni se mueve como las sombras. 18Por su propia voluntad nos hizo nacer
mediante la palabra de verdad, para que fuéramos como los primeros y mejores frutos de su
creación.
Significado de concupiscencia: es el deseo desmedido de satisfacción carnal.
Hay un dicho popular que dice: que la culpa es huérfana. Con esto se quiere decir que a
nadie le gusta que se le eche la culpa por algo que esa persona hizo. La tendencia del ser
humano es echarles la culpa a otras personas o a las circunstancias de la vida del por qué
alguien hizo lo que hizo, si esto salió mal. Si salió todo bien la razón de esto es mis
habilidades. Si algo salió mal la culpa la tienen otros o las circunstancias que propiciaron que
eso malo ocurriera.
¿De dónde viene eso? La Biblia nos enseña que esta práctica viene desde Adán y Eva. Eva
le echó la culpa a la serpiente, Génesis 3:13 “La serpiente me engañó, y comí.” Y Adán le
echó la culpa a Eva y a Dios mismo cuando dijo en Génesis 3:12 “La mujer que me diste
por compañera me dio del árbol, y yo comí.” Y aun luego de miles de años los seres
humanos, cual pecadores, siguen haciendo lo mismo. Nadie quiere asumir responsabilidades.
O muchos no quieren hacerlo.
De esto mismo trata Santiago en el pasaje que tenemos presente. Santiago trata acerca de
asumir nuestras responsabilidades delante de Dios en medio de las pruebas y las tentaciones.
El desea corregir un error común que estaba presente entre los hermanos a quienes le dedica
la carta. Y él les dice que en medio de las pruebas y las tentaciones tenemos que asumir
nuestra responsabilidad y asignarla a la persona correcta. Y para poder hacer esto es necesario
aceptar y reconocer tres cosas. Para poder asignar responsabilidades es necesario reconocer
tres cosas. ¿Cuáles tres cosas debemos reconocer?

I. RECONOCER TU DEBER
V. 12 “Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya
resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le
aman”. Nuestro deber en medio de las pruebas es poner nuestra mirada en el galardón que
Dios nos tiene preparado. Fíjate que eso es lo primero que Santiago menciona. Él dice
tenemos que reconocer que nosotros, el pueblo de Dios que sufre en este mundo, somos los
benditos de Dios. Es bienaventurado el varón o la persona cristiana que soporta la prueba.
Yo sé que aparente ser todo lo contrario. Que cuando sufrimos creemos que no gozamos del
favor de Dios. Pensamos que Dios no se duele de nuestro dolor y lágrimas. Santiago nos dice
que es todo lo contrario. El cristiano que soporta la tentación o más bien la prueba, ya que la
palabra en el griego es [periasmós] significa tentación o prueba, el contexto determinará cuál
de las dos es la mejor traducción. El versículo mismo da a entender que la mejor es traducirlo
como prueba.
Santiago entonces nos dice que en medio de la prueba, cualquiera que esta sea es nuestro
deber poner nuestra mirada en el galardón. Somos los benditos, estamos bajo su favor y
gozamos de su bendición. ¿Por qué somos benditos? Porque Dios nos ha dado la promesa de
la vida eterna. Una vez nuestra vida finalice aquí recibiremos la corona de la vida o otra
traducción: la corona que es la vida misma, es decir, la gloria eterna.
Santiago entonces nos da una razón adicional para perseverar en medio de las pruebas. En
los versículos 2-4 nos dijo que debemos tener sumo gozo cuando nos hallemos en diversas
pruebas. ¿Por qué? Por el fruto que esta produce: paciencia, porque por medio de ella
maduramos en la fe cristiana. Y por medio de ellas somos transformados a la imagen de
Cristo. Pero ahora nos da otra razón: la razón del galardón que Dios ha prometido a quiénes,
a los que le aman. En otras palabras, cuando nosotros perseveramos hasta el fin nosotros
demostramos que le amamos. La evidencia de amar a Dios es que perseveramos hasta el fin.
Y los que perseveran hasta el fin serán glorificados.
Fíjate que esta promesa no es para todos los que sufren. Esta promesa es para todos los
que permanecen fieles a Dios hasta el fin. “Bienaventurado el varón que soporta la tentación;
porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida”. Algo importante que
aclarar. No es meramente resistir la prueba. Hay algunos que resisten porque no les queda
más remedio. Están en medio de la prueba y no pueden zafarse de la prueba y tiene que hacer
como se dice en Puerto Rico, tiene que chupársela porque no le queda más remedio. Esa no
es la idea. La palabra para resistido la prueba en el griego es [dókimos] que significa haber
aprobado la prueba. En otras palabras, la bienaventuranza no es para que el soporta la prueba
y mientras lo hace maldice a Dios o niega a Dios sino para aquel que es fiel a Dios en medio
de la prueba. ¿Cuál prueba? La prueba de la vida. Toda nuestra vida está llena de pruebas. Y
son coronados con gloria no los que corren la carrera sino los que llegan a la meta. Los que
se rajan en el camino no son coronados.
Así que Santiago nos dice: reconoce tu deber. ¿Cuál? Pon tu mirada en el galardón. Tú
eres bendito de Dios y recibirás al final de los días la corona de la vida la cual Dios prometió
a los que le aman. ¿Qué debo hacer entonces? No pongas tu mirada en las cosas de la tierra:
en lo que no tienes, en los problemas que tienes, en los sufrimientos y las pruebas que estás
padeciendo, reconoce que te espera una corona de vida al final del camino. Por tu mirada en
esa corona que te espera y persevera, sigue luchando. Esa lucha no es en vano. Sé fiel. Mira
la gloria que te espera. Dios nos está preparando para la gloria celestial.
Eso mismo dijo Pablo en Romanos 8:18 “Pues tengo por cierto que las aflicciones del
tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de
manifestarse.” En otras palabras, cuando comparamos la gloria venidera, es decir, la, paz,
la alegría, la santidad y perfección del estado eterno, con las aflicciones de ahora, tenemos
que decir: no hay comparación. La gloria venidera sobrepasa por mucho las aflicciones del
tiempo presente.
Pon tu mirada en la corona que te espera y entonces persevera. Ese es tu deber.

II. RECONOCE TU PECADO


V. 13-15 “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque
Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado,
cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia,
después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz
la muerte.” Algunas de las pruebas que vienen a nuestra vida vienen en la forma de
tentaciones. Somos responsables de luchar contra las tentaciones y así perseverar hasta el fin.
Pero a veces pasa que caemos en la tentación. Y la tendencia del ser humano es a echarle la
culpa a los demás y a no reconocer nuestra responsabilidad cuando caemos en pecado.
Algunos le echan la culpa a los demás, otros le echan la culpa a Satanás y aun otros le echan
la culpa a Dios. Dirían: si todas las cosas están bajo el control de Dios, entonces es Dios
quien me puso en esta tentación y por tanto si yo peco es culpa de Dios.
Santiago nos dice: jamás pienses eso. “Cuando alguno es tentado, no diga que es
tentado de parte de Dios”. ¿Por qué? Por dos razones: (1) por causa de la naturaleza de Dios
“porque Dios no puede ser tentado por el mal”. Dios es santo en todo su ser y por tanto
no hay nada en Dios que lo tiente al pecado. No hay un deseo pecaminoso. No hay debilidad
en Dios para que le tiemblen las rodillas ante la tentación. (2) por causa de los propósitos de
Dios “ni él tienta a nadie”. Ese no es su propósito. Dios no busca que le desobedezcamos.
Pero, ¿acaso Dios no nos prueba? Es cierto, Dios prueba a su pueblo. Lo vemos en Génesis
22:1 “Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham”. ¿Con qué
propósito? Génesis 22:12 “ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu
hijo, tu único”. Probar si su amor por Dios es más grande que su amor por tu hijo, su único
hijo, el hijo de la promesa. Dios probó su obediencia.
De igual manera Dios hace con nosotros. Cuando estamos en diversas pruebas Dios está
probando nuestra obediencia a Él, nuestra fidelidad, nuestra confianza en Dios. De que
seguiremos en obediencia a Dios no importa lo grande que sea la prueba. Y que podamos
decir como dijo el salmista en el Salmo 27:3 “Aunque un ejército acampe contra mí, No
temerá mi corazón; Aunque contra mí se levante guerra, Yo estaré confiado.” ¿Por qué?
Salmo 27:1 “Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza
de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme?”
Así que cuando caigamos en la tentación reconozcamos que somos responsables por
nuestro pecado. Reconozcamos que hay concupiscencia en nuestros corazones, que hay
deseos pecaminosos todavía dentro de nosotros que es lo que nos lleva a suceder a la
tentación. Y que nuestro deber es resistir la tentación con la sabiduría que da Dios.
Aceptemos que somos débiles y que por tanto que no debemos jugar con la tentación porque
ella es fuerte, nos arrastra, nos seduce y nos lleva al pecado y con el pecado la muerte.

III. RECONOCE A TU DIOS


V. 16-18 “Amados hermanos míos, no erréis. Toda buena dádiva y todo don perfecto
desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de
variación. El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos
primicias de sus criaturas”. Santiago dice: hermanos míos no se equivoquen, Dios siempre
nos da cosas buenas. Todo lo bueno proviene de Dios. En medio de las pruebas no te olvides
Dios es bueno. Él no nos tienta, es imposible que así sea. ¿Por qué? Porque Dios es el Padre
de las luces, no hay tinieblas en El. El siempre da buenas cosas a sus hijos. Él es por nosotros
y nunca contra nosotros. ¿Cómo lo sabemos? Por el hecho de quién es El. Él es el Dios
inmutable. No hay mudanza en Dios. Él no es hoy una cosa y mañana es otra. Es imposible
que Dios sea bueno hoy y mañana sea malo. Eso es imposible. Ni hay la posibilidad de que
El varíe. De que hoy desee tu bien y mañana desee tu mal. Jamás eso podrá ocurrir.
¿Cómo lo sabemos? Lo sabemos por lo que Dios ha hecho con nosotros. Él nos ha dado
bien: de su voluntad, libre y voluntariamente y por amor, nos hizo nacer por la palabra de
verdad, es decir, por medio de la predicación del evangelio. Fue Dios quien nos convirtió.
Ese es su propósito. El desea salvarnos. El desea llevarnos a la gloria. Y al así hacerlos Él
quiso que fuéramos las primicias de sus criaturas, los primeros frutos de la cosecha. Somos
el comienzo de toda la renovación que Dios va a traer en el mundo para su pueblo.
En otras palabras, hermanos, Dios está de nuestro lado. Todo lo que Dios hace es para
nuestro bien. Las pruebas son para nuestro bien, recibámoslas no como enemigos sino como
amigos nuestros. ¿Cómo podemos hacerlo? Al poner nuestra mirada en el galardón, al
reconocer que si caemos en la tentación somos responsables por ello y reconozcamos que
nuestro Dios siempre nos da cosas buenas y la prueba de esto lo fue su amor en Cristo Jesús.
Porque por Cristo es que recibimos la vida eterna. Por Cristo recibimos la misericordia de
Dios. Por Cristo es que se nos predica el evangelio. Por Cristo es que recibimos todo lo bueno
de Dios. Y sin Cristo no somos nada. Amén.

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