Made in California: Art, Image, and Identity, 1900-2000
Museo de Arte del Condado de Los Angeles
Hasta el 25 de febrero del 2001
El Museo de Arte del Condado de Los Angeles cierra el milenio con
la más grande exposición jamás realizada por la institución Hecho en California.
"Arte, imagen e identidad, 1900-2000" explora la cultural visual
del estado norteamericano que ha llegado a simbolizar el Siglo 20, a través de 800 obras de arte -desde pintura y fotografía hasta cine, video, diseños textiles y dibujos arquitectónicos-, y unos 400 documentos y objetos de cultura popular -tarjetas postales, recortes periodísticos, carros, mapas de Disneylandia, la primera versión de la muñeca Barbie, etcétera (esta separación entre "obra" y "documento" es un poco ilusoria; sin embargo, en el catálogo, las obras merecen entradas, los documentos no). Testimonio de la magnitud del proyecto, estuvieron involucrados 18 curadores, más unos cuantos asesores, quienes trabajaron durante seis años en la elaboración del guión. Dos publicaciones imprescindibles complementan la muestra: un catálogo enfocado a las obras expuestas, y un libro complementario de ensayos analíticos (titulado Reading California (Leyendo a California); por fin, a alguien se le ocurrió ayudar al lector evitándole un mamotreto de 10 kilogramos, imposible de cargar).
Mil 200 objetos expuestos es, simplemente, demasiado (imposible
absorber toda la información didáctica y estética en una visita). Pero la decisión curatorial de investigar e incluir "toda" la cultura visual de un periodo o de un lugar, como lo vemos en Hecho en California, permite que temas previamente olvidados u oscurecidos puedan ser examinados de manera clara por primera vez. Son varios los hilos conductores que entrelazan los cinco apartados cronológicos, de 20 años cada uno. El más obvio es la "Tierra", en su estado natural (el paraíso prometido) o transformada a lo largo del siglo en red de autopistas, barrios y suburbios (el infierno realizado). Otra constante importante es el flujo de gente: California es un estado de inmigrantes. La industria del cine fue trasplantada de New Jersey a Hollywood en los años 10, los padres de los surfers de los 70 llegaron de Oklahoma y Kansas durante la Gran Depresión de los 30; y varios de los artistas californianos más importantes fueron forasteros: el fotógrafo Edward Weston nació en Illinois, el arquitecto Richard Neutra en Austria... Por eso, no es ninguna sorpresa que Hecho en California también se enfoque en la relación, cercana pero difícil, de California con Asia y con México.
Aunque no exclusiva, la importancia de la cultura "mexicana" en la
visualización de California ha sido profunda. Desde la década de 1910 proliferaron fotografías borrosas y cuadros posimpresionistas de las misiones coloniales (algunas en ruinas, otras restauradas), románticas visiones de un mundo premoderno. Por todo el estado, las misiones también sirvieron de modelo arquitectónico para museos, estaciones de trenes y escuelas. El arte popular y prehispánico de México inspiró asimismo a los artistas (esta compleja fecundación es evidente en una fotografía de 1932 del inmigrante japonés Toyo Miyatake, formalmente ligada a la visión moderna de Weston, que representa una pila de cerámica industrial californiana derivada de diseños mexicanos). A lo largo del siglo hubo intercambios de artistas: los mexicanos fueron a California (Rivera, Orozco, Siqueiros, Ramos Martínez, más tarde Rubén Ortiz Torres -además de otros no incluidos aquí, como Xavier "Tizoc" Martínez, Martín Ramírez y Francisco Cornejo), y los californianos llegaron a México (Weston y Maxine Albro, entre muchos otros). Sin embargo, hasta los 60 fueron pocas las representaciones siquiera corteses de los hispanos: la idealizada Madonna del barranco Chávez (1932), de Frederic Penney, y las fotografías que documentaron la vida de los trabajadores mexicanos en los 30, son las pocas excepciones. Sólo con la emergencia del movimiento chicano en 1968, los mexico- americanos empezaron a representarse a sí mismos, forjando una "patria" distinta al mundo de Disney, de Malibú, de McDonnell Douglas..., aunque el resurgimiento del racismo en los 90 (en particular, la Iniciativa 187) pone en duda que los residentes del Edén acepten completamente la diversidad cultural promovida por Hecho en California. En una amarga reseña, Roberta Smith, columnista de la sección cultural del The New York Times ("Memo to Art Museums: Don't Give Up on Art", 3 de diciembre del 2000), atacó la exposición por seguir una tendencia museística ya bastante común, de no poner la innovación formal y la grandeza del "Arte" en primer plano. En referencia a la turbulenta mezcla de autores, materiales y mensajes en Hecho en California, Smith lamentaba que " si el trabajo creativo y misterioso del curador se reduce al de un historiador de arte, de un historiador social o de diseñador de vitrinas, y si no se le da su verdadero lugar, es muy posible que el arte pierda la batalla del interés público ante los ojos de los patrocinadores, de las encuestas de públicos y de las narrativas históricas". Resulta obvio que todavía mucha gente espera que los museos sean simples templos de la contemplación visual, tranquilos espacios alternos, lejos de los enredos de la vida diaria (real). De hecho, fue justamente esa manera "misteriosa" de privilegiar ciertas cosas y no otras, que distanciaba el gran público de los museos de arte hasta hace relativamente poco. Sin la historia (y sin el historiador del arte tan despreciado por Smith), el "Arte" se convierte en lenguaje hermético para un culto reducido y muchas ricas narrativas (como la compleja "re-mexicanización" de la Alta California, tan bien tratada en Hecho en California) se mantienen convenientemente enterradas.