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El Ojo Breve / Hecho en el territorio perdido

Por

James Oles

(07-Feb-2001).-

Made in California: Art, Image, and Identity, 1900-2000

Museo de Arte del Condado de Los Angeles

Hasta el 25 de febrero del 2001

El Museo de Arte del Condado de Los Angeles cierra el milenio con


la más grande exposición jamás realizada por la institución Hecho
en California.

"Arte, imagen e identidad, 1900-2000" explora la cultural visual


del estado norteamericano que ha llegado a simbolizar el Siglo 20,
a través de 800 obras de arte -desde pintura y fotografía hasta
cine, video, diseños textiles y dibujos arquitectónicos-, y unos 400
documentos y objetos de cultura popular -tarjetas postales,
recortes periodísticos, carros, mapas de Disneylandia, la primera
versión de la muñeca Barbie, etcétera (esta separación entre "obra"
y "documento" es un poco ilusoria; sin embargo, en el catálogo, las
obras merecen entradas, los documentos no). Testimonio de la
magnitud del proyecto, estuvieron involucrados 18 curadores, más
unos cuantos asesores, quienes trabajaron durante seis años en la
elaboración del guión. Dos publicaciones imprescindibles
complementan la muestra: un catálogo enfocado a las obras
expuestas, y un libro complementario de ensayos analíticos
(titulado Reading California (Leyendo a California); por fin, a
alguien se le ocurrió ayudar al lector evitándole un mamotreto de
10 kilogramos, imposible de cargar).

Mil 200 objetos expuestos es, simplemente, demasiado (imposible


absorber toda la información didáctica y estética en una visita).
Pero la decisión curatorial de investigar e incluir "toda" la cultura
visual de un periodo o de un lugar, como lo vemos en Hecho en
California, permite que temas previamente olvidados u
oscurecidos puedan ser examinados de manera clara por primera
vez. Son varios los hilos conductores que entrelazan los cinco
apartados cronológicos, de 20 años cada uno. El más obvio es la
"Tierra", en su estado natural (el paraíso prometido) o
transformada a lo largo del siglo en red de autopistas, barrios y
suburbios (el infierno realizado). Otra constante importante es el
flujo de gente: California es un estado de inmigrantes. La industria
del cine fue trasplantada de New Jersey a Hollywood en los años
10, los padres de los surfers de los 70 llegaron de Oklahoma y
Kansas durante la Gran Depresión de los 30; y varios de los
artistas californianos más importantes fueron forasteros: el
fotógrafo Edward Weston nació en Illinois, el arquitecto Richard
Neutra en Austria... Por eso, no es ninguna sorpresa que Hecho en
California también se enfoque en la relación, cercana pero difícil,
de California con Asia y con México.

Aunque no exclusiva, la importancia de la cultura "mexicana" en la


visualización de California ha sido profunda. Desde la década de
1910 proliferaron fotografías borrosas y cuadros
posimpresionistas de las misiones coloniales (algunas en ruinas,
otras restauradas), románticas visiones de un mundo premoderno.
Por todo el estado, las misiones también sirvieron de modelo
arquitectónico para museos, estaciones de trenes y escuelas. El
arte popular y prehispánico de México inspiró asimismo a los
artistas (esta compleja fecundación es evidente en una fotografía
de 1932 del inmigrante japonés Toyo Miyatake, formalmente
ligada a la visión moderna de Weston, que representa una pila de
cerámica industrial californiana derivada de diseños mexicanos). A
lo largo del siglo hubo intercambios de artistas: los mexicanos
fueron a California (Rivera, Orozco, Siqueiros, Ramos Martínez,
más tarde Rubén Ortiz Torres -además de otros no incluidos aquí,
como Xavier "Tizoc" Martínez, Martín Ramírez y Francisco Cornejo),
y los californianos llegaron a México (Weston y Maxine Albro, entre
muchos otros). Sin embargo, hasta los 60 fueron pocas las
representaciones siquiera corteses de los hispanos: la idealizada
Madonna del barranco Chávez (1932), de Frederic Penney, y las
fotografías que documentaron la vida de los trabajadores
mexicanos en los 30, son las pocas excepciones. Sólo con la
emergencia del movimiento chicano en 1968, los mexico-
americanos empezaron a representarse a sí mismos, forjando una
"patria" distinta al mundo de Disney, de Malibú, de McDonnell
Douglas..., aunque el resurgimiento del racismo en los 90 (en
particular, la Iniciativa 187) pone en duda que los residentes del
Edén acepten completamente la diversidad cultural promovida por
Hecho en California.
En una amarga reseña, Roberta Smith, columnista de la sección
cultural del The New York Times ("Memo to Art Museums: Don't
Give Up on Art", 3 de diciembre del 2000), atacó la exposición por
seguir una tendencia museística ya bastante común, de no poner
la innovación formal y la grandeza del "Arte" en primer plano. En
referencia a la turbulenta mezcla de autores, materiales y
mensajes en Hecho en California, Smith lamentaba que " si el
trabajo creativo y misterioso del curador se reduce al de un
historiador de arte, de un historiador social o de diseñador de
vitrinas, y si no se le da su verdadero lugar, es muy posible que el
arte pierda la batalla del interés público ante los ojos de los
patrocinadores, de las encuestas de públicos y de las narrativas
históricas". Resulta obvio que todavía mucha gente espera que los
museos sean simples templos de la contemplación visual,
tranquilos espacios alternos, lejos de los enredos de la vida diaria
(real). De hecho, fue justamente esa manera "misteriosa" de
privilegiar ciertas cosas y no otras, que distanciaba el gran público
de los museos de arte hasta hace relativamente poco. Sin la
historia (y sin el historiador del arte tan despreciado por Smith), el
"Arte" se convierte en lenguaje hermético para un culto reducido y
muchas ricas narrativas (como la compleja "re-mexicanización" de
la Alta California, tan bien tratada en Hecho en California) se
mantienen convenientemente enterradas.

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