(Cristóforo Colombo; Génova?, 1451 - Valladolid, 1506) Descubridor de
América. El origen de este navegante, probablemente italiano, está envuelto en el misterio por obra de él mismo y de su primer biógrafo, su hijo Hernando Colón. Parece ser que Cristóbal Colón empezó como artesano y comerciante modesto y que tomó contacto con el mar a través de la navegación de cabotaje con fines mercantiles.
Cristóbal Colón
En 1476 naufragó la flota genovesa en la que
viajaba, al ser atacada por corsarios franceses cerca del cabo de San Vicente (Portugal); desde entonces Colón se estableció en Lisboa como agente comercial de la casa Centurione, para la que realizó viajes a Madeira, Guinea, Inglaterra e incluso Islandia (1477).
Luego se dedicó a hacer mapas y a adquirir una formación autodidacta:
aprendió las lenguas clásicas, que le permitieron leer los tratados geográficos antiguos (teniendo así conocimiento de la esfericidad de la Tierra, defendida por Aristóteleso Ptolomeo y comúnmente aceptada entre los estudiosos del siglo XV), y empezó a tomar contacto con los grandes geógrafos de la época (como el florentino Toscanelli). Una idea audaz y equivocada
De unos y otros llegó a Cristóbal Colón la idea de que, siendo la Tierra
esférica, la costa oriental de Asia podría alcanzarse fácilmente navegando hacia el oeste. Una serie de cálculos erróneos le habían hecho subestimar el perímetro terrestre y le llevaron a suponer, en consecuencia, que Japón se hallaba a 2.400 millas marinas de Canarias, distancia que, en realidad, es la que separa las Antillas del archipiélago canario.
Por otra parte, algunos marineros portugueses versados en la
navegación atlántica le informaron seguramente de la existencia de islas que permitirían hacer escala en la navegación transoceánica; e incluso es posible que, como aseguran teorías menos contrastadas, tuviera noticia de la existencia de tierras por explorar al otro lado del Océano, procedentes de marinos portugueses o nórdicos (o de los papeles de su propio suegro, colonizador de Madeira). En cualquier caso, hacia 1480 Colón estaba decidido a acometer la empresa de abrir una ruta naval hacia Asia por el oeste, basado en la acertada hipótesis de que la Tierra era redonda, y en el doble error de suponerla más pequeña de lo que es y de ignorar la existencia del continente americano, que se interponía en la ruta proyectada. El interés económico del proyecto era indudable en aquella época, ya que el comercio europeo con Extremo Oriente, basado en la importación de especias y productos de lujo, era extremadamente lucrativo; dicho comercio se realizaba por tierra a través de Oriente Medio, controlado por los árabes. Los portugueses llevaban años intentando abrir una ruta marítima a la India bordeando la costa africana, empresa que culminaría Vasco Da Gama en 1498. El descubrimiento de América Colón ofreció su proyecto al rey Juan II de Portugal, quien lo sometió al examen de un comité de expertos. Aunque terminó rechazando la propuesta, el monarca portugués puso previamente como condición que no se zarpase desde las Canarias, pues, en caso de que el viaje tuviera éxito, la Corona de Castilla podría reclamar las tierras conquistadas en virtud del Tratado de Alcaçobas. Colón encontró demasiado arriesgado partir de Madeira (sólo confiaba en los cálculos que había trazado desde las Canarias) y probó suerte en España con el duque de Medina Sidonia y con los Reyes Católicos, que rechazaron su propuesta por considerarla inviable y por las desmedidas pretensiones de Colón. Finalmente, la reina Isabel la Católica aprobó el proyecto de Colón por mediación del tesorero del rey, Luis de Santángel, a raíz de la toma de Granada, que ponía fin a la reconquista cristiana de la Península frente al Islam (1492). La reina firmó las llamadas Capitulaciones de Santa Fe, por las que concedía a Colón una serie de privilegios como contrapartida a su arriesgada empresa. Obtenida la financiación necesaria, y contando con la inestimable ayuda de Martín Alonso Pinzón, Colón armó una flotilla de tres carabelas (la Pinta, la Niña y la Santa María) con las que partió del puerto de Palos (Huelva) el 3 de agosto de 1492.
El descubrimiento de América (cuadro de
Dióscoro Puebla, c. 1862)
Colón navegó hasta Canarias y
luego hacia el oeste, alcanzando la isla de Guanahaní (San Salvador, en las Bahamas) el 12 de octubre de 1492. Por primera vez (si se prescinde de la gesta sin consecuencias de los vikingos) un grupo de europeos pisaba tierras americanas, aunque ni Colón ni sus tripulantes eran conscientes de ello. En aquel viaje descubrió también Cuba y La Española (Santo Domingo), e incluso construyó allí un primer establecimiento español con los restos del naufragio de la Santa María (el fuerte La Navidad). Persuadido de que había alcanzado las costas asiáticas, regresó a España con las dos naves restantes en 1493.
Colón realizó tres viajes más para continuar la exploración de aquellas
tierras. En el segundo (1493-1496) tocó Cuba, Jamaica y Puerto Rico y fundó la ciudad de La Isabela; pero hubo de regresar a España para hacer frente a las acusaciones surgidas del descontento por su forma de gobernar La Española. En el tercer viaje (1498-1500) descubrió Trinidad y tocó tierra firme en la desembocadura del Orinoco; pero la sublevación de los colonos de La Española forzó su destitución como gobernador y su envío como prisionero a España.
Tras ser juzgado y rehabilitado, se revisaron sus privilegios (quedando
excluido el poder virreinal) y emprendió un cuarto viaje (1502) con prohibición de acercarse a La Española; recorrió la costa centroamericana de Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá. Regresó a España en 1504 y pasó el resto de su vida intentando conseguir mercedes reales para sí mismo y para sus descendientes, pues el rey Fernando el Católico intentaba recortar los privilegios concedidos ante las proporciones que iba tomando el descubrimiento y la inconveniencia de dejar a un advenedizo como único señor de las Indias.
Colón había descubierto América fortuitamente como consecuencia de su
intuición y de su fuerza de voluntad. Aunque fracasó en su idea original de abrir una nueva ruta comercial entre Europa y Asia, abrió algo más importante: un «Nuevo Mundo» que, en los años siguientes, sería explorado por navegantes, misioneros y soldados de España y Portugal, incorporando un vasto territorio a la civilización occidental y modificando profundamente las condiciones políticas y económicas del Viejo Continente.
De Américo Vespucio procede el sonoro nombre con que se bautizó al
Nuevo Mundo; no es extraño que una etimología popular (falsa porque Colón es una castellanización de su apellido italiano) hiciese derivar del nombre del descubridor términos nada prestigiosos, como colonialismo o colonizar. El descubrimiento de América fue, en efecto, el pistoletazo de salida de la colonización europea del continente, empresa en la que se dieron cita el heroísmo y la barbarie, el propósito evangelizador y la explotación o exterminio de los indígenas, el ideal imperial y la sed de oro y poder. Pioneros de este proceso, que ocuparía todo el siglo XVI y al que pronto se sumarían otras potencias europeas, fueron los llamados conquistadores, como Hernán Cortés (México), Francisco Pizarro y Diego de Almagro (Perú) o Pedro de Valdivia (Chile), entre otros muchos. Aunque los vikingos habían llegado a América del Norte unos quinientos años antes (expedición de Leif Ericson), no habían dejado establecimientos permanentes ni habían hecho circular la noticia del descubrimiento, quedando éste, por tanto, sin consecuencias hasta tiempos de Colón. Hernán Cortés (Medellín, Badajoz, 1485 - Castilleja de la Cuesta, Sevilla, 1547) Conquistador español de México. Pocas veces la historia ha atribuido al brío y determinación de un solo hombre la conquista de un vasto territorio; en esta reducida lista se halla Hernán Cortés, que siempre prefirió quemar sus naves a retroceder. Con escasos medios, sin apenas más apoyo que su inteligencia y su intuición militar y diplomática, logró en sólo dos años reducir al dominio español el esplendoroso Imperio azteca, poblado, según estimaciones, por unos quince millones de habitantes.
Hernán Cortés
Es cierto que diversas circunstancias
favorables lo acompañaron, y que, llevado por la ambición y la sed de honores y riquezas, cometió abusos y violencias, al igual que otros conquistadores. Pero, de todos ellos, Cortés fue el capitán más culto y más capaz, y aunque ello no sirva de atenuante, lo impulsó también un gran fervor religioso; su conciencia moral llegó a plantearle si era lícito esclavizar a los indios, una duda insólita en los albores del proceso colonizador que siguió al descubrimiento de América. Biografía Procedente de una familia de hidalgos de Extremadura, Hernán Cortés estudió brevemente en la Universidad de Salamanca. En 1504 pasó a las Indias, recién descubiertas por Cristóbal Colón, y se estableció como escribano y terrateniente en La Española (Santo Domingo). En 1511 participó en la expedición a Cuba como secretario del gobernador Diego Velázquez de Cuéllar, con quien emparentó al casarse con su cuñada; Velázquez le nombró alcalde de la nueva ciudad de Santiago. En 1518 Diego Velázquez puso a Hernán Cortés al mando de una expedición a Yucatán; sin embargo, el gobernador desconfiaba de Cortés, a quien ya había encarcelado en una ocasión acusado de conspiración, y decidió relevarle del encargo antes de partir.
Advertido Cortés, aceleró su marcha y se hizo a la mar en 1519, antes
de recibir la notificación. Con once barcos, unos seiscientos hombres, dieciséis caballos y catorce piezas de artillería, Hernán Cortés navegó desde Santiago de Cuba a Cozumel y Tabasco; derrotó a los mayas allí establecidos y recibió (entre otros regalos) a la india doña Marina, también llamada Malinche, que le serviría como amante, consejera e intérprete durante toda la campaña. Desobedeciendo órdenes expresas del gobernador Velázquez, fundó en la costa del golfo de México la ciudad de Veracruz, llamada entonces Villa Rica de la Vera Cruz. La conquista del Imperio azteca Allí tuvo noticias de la existencia del Imperio azteca en el interior, cuya capital se decía que guardaba grandes tesoros, y se aprestó a su conquista. Para evitar la tentación de regresar que amenazaba a muchos de sus hombres ante la evidente inferioridad numérica, Hernán Cortés hundió sus barcos en Veracruz; de este episodio procede la frase hecha quemar la naves, expresión de una determinación irrevocable. Pronto logró la alianza de algunos pueblos indígenas sometidos a los aztecas, como los toltecas y tlaxcaltecas. Tras saquear Cholula, Cortés llegó a la capital azteca, Tenochtitlán, en donde fue recibido pacíficamente por el emperador Moctezuma II, que se declaró vasallo del rey de Castilla. La posible identificación de los españoles con seres divinos y de Cortés con el anunciado regreso del dios Quetzalcoátl favoreció quizá esta acogida a unos extranjeros que, sin embargo, empezaron enseguida a comportarse como invasores ambiciosos y violentos.
El asalto a Tenochtitlán (óleo de Emanuel
Leutze)
Mientras tanto, para castigar la
rebeldía de Cortés y obligarlo a volver a Cuba, el gobernador Diego Velázquez envió contra él una expedición al mando de Pánfilo de Narváez. Cortés hubo de dejar la ciudad a su lugarteniente Pedro de Alvarado para hacer frente a las tropas de Narváez, a las que derrotó en Cempoala en 1520, consiguiendo además que se uniese a él la mayor parte del contingente. Cuando regresó a Tenochtitlán, Cortés se encontró con una gran agitación indígena contra los españoles, provocada por los ataques realizados a sus creencias y símbolos religiosos y por la matanza que había desencadenado Pedro de Alvaradopara desbaratar una supuesta conspiración. Cortés hizo prisionero a Moctezuma II e intentó que éste mediara para calmar a su pueblo, sin lograr otra cosa que la muerte del emperador. Hernán Cortés se vio entonces obligado a abandonar Tenochtitlán en la llamada «Noche Triste» (30 de junio de 1520), en la que su pequeño ejército resultó diezmado. Refugiado en Tlaxcala, siguió luchando contra los aztecas (ahora bajo el mando del emperador Cuauhtémoc), a los que venció en la batalla de Otumba; y, finalmente, cercó y tomó Tenochtitlán (1521). Destruida la capital azteca, construyó en el mismo lugar (una isla en el centro de un lago) la ciudad española de México. Gobernador de Nueva España Dominado ya el antiguo Imperio azteca, Cortés lanzó expediciones hacia el sur para anexionar los territorios de Yucatán, Honduras y Guatemala. Los detalles de la conquista de México, así como los argumentos que justificaban las decisiones de Hernán Cortés, fueron expuestos en las cuatro Cartas de relación que envió al rey. En 1522 fue nombrado gobernador y capitán general de Nueva España, nombre que dieron los conquistadores al territorio mexicano. Sin embargo, la Corona española (ya en manos de Carlos V) practicó una política de recorte de los poderes de los conquistadores para controlar más directamente las Indias; funcionarios reales aparecieron en México enviados para compartir la autoridad de Cortés, hasta que, en 1528, fue destituido y enviado a la Península.
En España salió absuelto de todas las acusaciones e incluso fue
nombrado marqués del Valle de Oaxaca, además de conservar el cargo honorífico de capitán general, aunque sin funciones gubernativas. De vuelta a México en 1530, todavía organizó algunas expediciones de conquista, como las que incorporaron a México la Baja California (1533 y 1539).
Regresó nuevamente a España para intentar obtener mercedes de la
Corona por los servicios prestados, para lo cual llegó a participar en una expedición contra Argel en 1541, pero sus reclamaciones nunca obtuvieron plena satisfacción; mientras aguardaba respuesta, se instaló en un pueblo cercano a Sevilla, en donde reunió una tertulia literaria y humanística y pasó los últimos seis años de su vida. Pedro de Alvarado (Badajoz, 1485 - Guadalajara, actual México, 1541) Conquistador español. Tras haber participado en la ocupación definitiva de Cuba, se unió a la expedición de Hernán Cortés a México. El 8 de noviembre de 1519, ambos conquistadores entraban en Tenochtitlán, donde fueron recibidos por el rey azteca Moctezuma Xocoyotzin, quien los alojó en uno de los palacios de la ciudad.
Pedro de Alvarado
Cuando Cortés salió a combatir a Pánfilo de Narváez,
que tenía órdenes de deponerle del mando y apresarlo, dejó en la capital azteca una pequeña guarnición al mando de Alvarado (1520). Días después se celebraba la fiesta del Toxcatl. Alvarado sospechó que se preparaba una insurrección, y para evitarla atacó a traición a los mexicas. Cuando Cortés regresó, después de haber derrotado a Narváez, decidieron abandonar sigilosamente la ciudad, pero en la retirada fueron acometidos por un gran número de hombres, en el episodio que se conoce como la «Noche Triste». En 1523, ya consumada la conquista de México, se dirigió a América Central al frente de un pequeño ejército y se apoderó de Guatemala (donde fundó la ciudad de Santiago de los Caballeros de Guatemala en 1524) y El Salvador, una vez derrotada la resistencia de los diversos señoríos que por aquel entonces, extinta ya la hegemonía de la cultura maya, rivalizaban entre sí por el control del territorio. En 1527 regresó a España; el rey y emperador Carlos V lo nombró gobernador, capitán general y adelantado de Guatemala. De nuevo en las Indias, en 1534 las noticias de las fabulosas riquezas de Perú le incitaron a participar en su conquista, pero después de un encuentro en los Andes con Diego de Almagro, desistió de ello a cambio de una importante compensación económica. En 1539 desembarcó en Puerto Caballos (Honduras), y pasó después a México para preparar una expedición a las islas de Poniente, que nunca se llevó a cabo, pues en los preparativos se produjo en Nueva Galicia una insurrección indígena que tuvo que acudir a sofocar. Murió a causa de las heridas recibidas en el curso del asalto a Nochistlán. Álvar Núñez Cabeza de Vaca (Álvar o Álvaro Núñez Cabeza de Vaca; Jerez, 1507 - Sevilla, 1559) Conquistador español. Miembro de la fracasada expedición de Pánfilo de Narváez a la Florida (1527), vivió durante ocho años entre los indios y, tras un largo y penoso viaje, logró reunirse con los españoles en México. Entre 1540 y 1544 fue gobernador del Río de la Plata.
Nieto de Pedro de Vera, conquistador y primer
gobernador de la isla de Gran Canaria, Álvar Núñez Cabeza de Vaca partió en 1527 hacia las Américas, junto a su esclavo negro de origen marroquí Estebanico, enrolado como tesorero en la expedición de Pánfilo de Narváez que tenía como misión la exploración de la costa del golfo de México entre la Florida y el río de Las Palmas (actual río Grande del Norte). La flota, compuesta por cinco navíos y seiscientos hombres, zarpó de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) y, tras hacer escala en Santo Domigo y Cuba, se encaminó hacia las costas de Florida, donde, en abril de 1528, una tempestad les obligó a desembarcar en la bahía de Tampa.
Pánfilo de Narváez decidió, en contra de la opinión de Álvar Núñez,
seguir la expedición por tierra, mientras mandaba su flota hacia el oeste en busca de un puerto seguro en el río Grande, que creía erróneamente cercano. Tras un periplo en el que se internaron por tierras de los hostiles indios apalaches, sufrieron la escasez de víveres y el acoso de enfermedades, lo que les hizo regresar al litoral; al no encontrar los navíos de su flota, continuaron la travesía en busca del río Grande en cinco canoas improvisadas que volvieron a naufragar poco después de superar el delta del Mississippi, en la isla del Malhado, a la altura de Galveston (Texas).
Narváez y la mayoría de los expedicionarios murieron, mientras que
unas pocas decenas de supervivientes, con Álvar Núñez entre ellos, fueron hechos prisioneros por los indígenas. Núñez consiguió sobrevivir gracias a las virtudes curativas que los indígenas le atribuyeron, y tras pasar dos o tres años de tribu en tribu como curandero o mercader, siguió su viaje hacia el oeste junto al negro Estebanico, Andrés Dorantes y Esteban del Castillo.
Recorrieron el sur de Texas, cruzaron el río Grande aproximadamente a
la altura de la actual ciudad de El Paso y, tras atravesar los actuales estados mexicanos de Coahuila, Chihuahua y Sonora, se encontraron, cerca de ocho años después de su partida y tras haber pasado por innumerables penalidades, con un grupo de exploradores mandado por el capitán Álvarez, quien en mayo de 1536 los condujo a Culiacán y, más tarde, a Ciudad de México, donde fueron recibidos por el virrey Antonio de Mendoza y por Hernán Cortés con todos los honores. Álvar Núñez trajo consigo, además, las primeras noticias sobre las legendarias siete ciudades de Cíbola y Quivira, ricas en oro, que expediciones posteriores, como las de Marcos de Niza o Vázquez de Coronado, intentaron hallar. Tras retornar a España en 1537, en 1540 Álvar Núñez Cabeza de Vaca logró de Carlos I de España una capitulación para sustituir a Pedro de Mendoza, muerto poco tiempo antes, en la exploración del Paraná, y para socorrer a la colonia española establecida en la zona, comprometiéndose además a aportar 8.000 ducados propios para financiar la expedición; a cambio, Carlos I lo nombró capitán general, gobernador y adelantado del territorio del Río de la Plata. La expedición, formada por tres navíos y unos cuatrocientos hombres, zarpó de Cádiz en noviembre de 1540 y arribó en marzo del año siguiente a la isla de Santa Catalina (Brasil). Allí llegaron a Álvar Núñez las noticias sobre la muerte de Ayolas (el gobernador dejado por Mendoza antes de su muerte), sobre el abandono de Santa María del Buen Aire (Argentina), la huida de la colonia española y el traslado de la capital a Asunción (Paraguay). Decidió entonces, tras enviar pequeñas expediciones de reconocimiento, llegar por tierra hasta Asunción siguiendo la ruta que había abierto Alejo García quince años antes. En su marcha, que se inició en noviembre de 1541, atravesó parte de las selvas brasileñas y descubrió las cataratas del Iguazú.
Llegó a Asunción en marzo de 1542, y se hizo cargo del gobierno que
hasta la fecha había ejercido Martínez de Irala. Durante su gobierno en Paraguay llegó a tratos con los indios guaraníes para pacificar el país y mantener bajo control otras tribus indígenas más belicosas, y a pesar de que fracasó en su intento de repoblar Buenos Aires y de adentrarse por la región del Chaco, remontó el río Paraná y fundó en 1543 el puerto de los Reyes.
Las dificultades más importantes de su gobierno surgieron en su relación
con los oficiales del rey y con la camarilla de Martínez de Irala, que ambicionaba todavía el gobierno del Río de la Plata. En 1544, a la vuelta de una de sus expediciones, estalló en Asunción una sublevación dirigida por Domingo Martínez de Irala, que acusaba a Álvar Núñez de llevar un gobierno personalista y dictatorial y de proteger en exceso a los indios, y a la que Álvar Núñez no pudo responder personalmente a causa de un ataque de malaria que le había postrado en cama; así, fue apresado, juzgado y encerrado durante diez meses, al cabo de los cuales fue deportado a España, saliendo de Asunción a bordo del navío El Comunero en marzo de 1545. A su llegada a España, el Consejo de Indias confirmó el destierro, deportándolo a Orán (Argelia). Tras un periodo de ocho años, Felipe II le concedió el indulto y el cargo de juez en la Casa de Contratación de Sevilla. Los últimos años de su vida los pasó como prior de un convento sevillano, donde, según todos los indicios, falleció. Francisco Pizarro (Trujillo, España, 1478 - Lima, 1541) Conquistador del Perú. Las décadas posteriores al descubrimiento de América tuvieron como grandes protagonistas a los llamados conquistadores, militares españoles que en algunas ocasiones, con escasos recursos y adecuadas dosis de osadía y sagacidad, lograron adueñarse de inmensos territorios. Tal fue el caso de Hernán Cortés, el conquistador de México, y de Francisco Pizarro, conquistador del Perú, que en apenas tres años (1531-1533) se hizo con el control del rico y poderoso Imperio Inca.
Francisco Pizarro
Hijo natural del capitán Gonzalo Pizarro, desde
muy joven participó en las guerras locales entre señoríos y acompañó a su padre en las guerras de Italia. En 1502 embarcó en la flota que llevaba a las Indias a Nicolás de Ovando, el nuevo gobernador de La Española. Hombre inquieto y de fuerte carácter, Francisco Pizarro no logró adaptarse a la vida sedentaria del colonizador, razón por la que decidió participar en la expedición de Alonso de Ojeda que exploró América Central (1510) y luego en la de Vasco Núñez de Balboa que descubrió el océano Pacífico (1513). Entre 1519 y 1523, sin embargo, se instaló en la ciudad de Panamá, de la cual fue regidor, encomendero y alcalde, lo que le permitió enriquecerse. La conquista del Perú Conocedor de los rumores que hablaban de la existencia de grandes riquezas en el Imperio de los incas, decidió unir la fortuna que había amasado con la de Diego de Almagro para financiar dos expediciones de conquista (1524-1525 y 1526-1528), que se saldaron con sendos fracasos. A causa de las penalidades sufridas en el segundo intento, Pizarro se retiró a la isla del Gallo con doce hombres, mientras Almagro iba a Panamá en busca de refuerzos. Los «trece de la fama» aprovecharon para explorar parte de la costa oeste de América del Sur, región que denominaron Perú, tal vez por la proximidad del rio Virú, y tuvieron constancia de la existencia de una gran civilización. No obstante, ante la negativa del gobernador de Panamá a conceder más hombres a Almagro, en 1529 Pizarro viajó a España a fin de exponer sus planes al rey Carlos V, quien, en las capitulaciones de Toledo (26 de julio de 1529), lo nombró gobernador, capitán general y adelantado de las nuevas tierras, designación real que provocó el recelo y la frustración de Almagro. De regreso en Panamá (1530), Pizarro preparó una nueva expedición de conquista, y en enero de 1531 embarcó con un contingente de 180 hombres y 37 caballos hacia Perú. Informado de la guerra que enfrentaba al emperador inca Atahualpacon su hermanastro Huáscar, el 16 de noviembre de 1532 el conquistador español se entrevistó en la ciudad de Cajamarca con Atahualpa y, tras exhortarle sin éxito a que abrazase el cristianismo y se sometiera a la autoridad de Carlos V, lo capturó en un sangriento ataque por sorpresa.
La captura de Atahualpa
El inca acordó con los extranjeros llenar de
oro, plata y piedras preciosas una habitación a cambio de su libertad, pero de nada le sirvió cumplir su parte del pacto, pues Pizarro, reforzado por la llegada de Almagro al frente de un centenar de arcabuceros, acusó a Atahualpa de haber ordenado el asesinato de Huáscar desde la prisión y de preparar una revuelta contra los españoles, y ordenó su ejecución, que se cumplió el 29 de agosto de 1533. A continuación se alió con la nobleza inca, lo cual le permitió completar sin apenas resistencia la conquista de Perú, empezando por Cuzco, la capital del Imperio (noviembre de 1533), y nombrar emperador a Manco Cápac II, hermano de Huáscar. Poco después, Pizarro y Almagro se enemistaron por la posesión de Cuzco, y si bien primero unieron sus fuerzas para sofocar la rebelión indígena dirigida por Manco Cápac II contra el dominio español (1536), acabaron por enfrentarse abiertamente en la batalla de las Salinas, en abril de 1538. Derrotado y prisionero, Almagro fue procesado, condenado a muerte y ejecutado por Hernando Pizarro, hermano del conquistador (8 de julio de 1538). La venganza de los partidarios de Almagro, liderados por su hijo Diego de Almagro el Mozo, se produjo el 26 de junio de 1541, fecha en que Pizarro murió asesinado en su palacio de Lima, ciudad que él mismo había fundado a orillas del río Rímac seis años antes. Pedro de Valdivia (La Serena, España, 1497 - Tucapel, actual Chile, 1553) Conquistador de Chile. A pesar de que su obra se perdió tras una contraofensiva liderada por los caudillos araucanos Caupolicán y Lautaro, Pedro de Valdivia ha pasado a la historia como uno de los principales protagonistas en la empresa de conquista que siguió al descubrimiento de América.
Pedro de Valdivia
Militar desde muy joven, Pedro de Valdivia
participó en las campañas de Italia antes de pasar, en 1534, a Venezuela, y desde allí a Perú. En Perú fue nombrado maestre de campo por Francisco Pizarro, a quien apoyó en sus disputas con Diego de Almagro en 1538. En este contencioso participó en la batalla de Las Salinas, tras la cual Pizarro le otorgó una encomienda en el valle de la Canela (Charcas) y una mina de plata en Porco, y le encargó la conquista de Chile.
Valdivia partió de Cuzco en 1540 al frente de ciento cincuenta hombres y
llegó a Chile, donde exploró los valles del Copiapó, el Coquimbo y el Mapocho. A orillas del río Mapocho fundó en febrero de 1541 Santiago de la Nueva Extremadura (la actual Santiago), que le sirvió de base para la exploración y conquista del resto del territorio.
Poco tiempo después, aprovechando una expedición punitiva de Valdivia
a Cachapoal, los indígenas de Aconcagua destruyeron Santiago, que no tardó en ser reconstruida. Prosiguió sus exploraciones y en 1544 fundó la ciudad de La Serena, en el valle de Coquimbo, para facilitar las comunicaciones con Perú. Después de solicitar sin éxito a Perú y a la corte recursos para continuar con la exploración, Pedro de Valdivia se presentó en Lima en 1547. Allí intervino en las guerras civiles al lado del partido del virrey y fue ratificado en su cargo de gobernador de Chile en 1549.
En permanente lucha con los araucanos, Valdivia se dedicó a partir de
entonces a reorganizar las poblaciones destruidas por los indígenas, emprendió nuevas expediciones por el territorio chileno y fundó otras ciudades, entre ellas Concepción (1550) y Valdivia (1552). Cuando la resistencia indígena parecía sofocada, los caudillos araucanos Caupolicán y Lautaro encabezaron una sublevación general. Sorprendido por los indios en Tucapel, Pedro de Valdivia murió en combate el día de Navidad de 1553. La reconquista y pacificación de Chile corrió a cargo de García Hurtado de Mendoza, quien logró derrotar a Caupolicán en 1557. Uno de los acompañantes de Hurtado de Mendoza fue Alonso de Ercilla, quien elevó los hechos de la conquista a materia literaria en su célebre poema épico La Araucana.