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Cristóbal Colón

(Cristóforo Colombo; Génova?, 1451 - Valladolid, 1506) Descubridor de


América. El origen de este navegante, probablemente italiano, está
envuelto en el misterio por obra de él mismo y de su primer biógrafo, su
hijo Hernando Colón. Parece ser que Cristóbal Colón empezó como
artesano y comerciante modesto y que tomó contacto con el mar a
través de la navegación de cabotaje con fines mercantiles.

Cristóbal Colón

En 1476 naufragó la flota genovesa en la que


viajaba, al ser atacada por corsarios franceses
cerca del cabo de San Vicente (Portugal); desde
entonces Colón se estableció en Lisboa como
agente comercial de la casa Centurione, para la
que realizó viajes a Madeira, Guinea, Inglaterra e
incluso Islandia (1477).

Luego se dedicó a hacer mapas y a adquirir una formación autodidacta:


aprendió las lenguas clásicas, que le permitieron leer los tratados
geográficos antiguos (teniendo así conocimiento de la esfericidad de la
Tierra, defendida por Aristóteleso Ptolomeo y comúnmente aceptada entre
los estudiosos del siglo XV), y empezó a tomar contacto con los grandes
geógrafos de la época (como el florentino Toscanelli).
Una idea audaz y equivocada

De unos y otros llegó a Cristóbal Colón la idea de que, siendo la Tierra


esférica, la costa oriental de Asia podría alcanzarse fácilmente
navegando hacia el oeste. Una serie de cálculos erróneos le habían
hecho subestimar el perímetro terrestre y le llevaron a suponer, en
consecuencia, que Japón se hallaba a 2.400 millas marinas de Canarias,
distancia que, en realidad, es la que separa las Antillas del archipiélago
canario.

Por otra parte, algunos marineros portugueses versados en la


navegación atlántica le informaron seguramente de la existencia de islas
que permitirían hacer escala en la navegación transoceánica; e incluso
es posible que, como aseguran teorías menos contrastadas, tuviera
noticia de la existencia de tierras por explorar al otro lado del Océano,
procedentes de marinos portugueses o nórdicos (o de los papeles de su
propio suegro, colonizador de Madeira). En cualquier caso, hacia 1480
Colón estaba decidido a acometer la empresa de abrir una ruta naval
hacia Asia por el oeste, basado en la acertada hipótesis de que la Tierra
era redonda, y en el doble error de suponerla más pequeña de lo que es
y de ignorar la existencia del continente americano, que se interponía en
la ruta proyectada.
El interés económico del proyecto era indudable en aquella época, ya
que el comercio europeo con Extremo Oriente, basado en la importación
de especias y productos de lujo, era extremadamente lucrativo; dicho
comercio se realizaba por tierra a través de Oriente Medio, controlado
por los árabes. Los portugueses llevaban años intentando abrir una ruta
marítima a la India bordeando la costa africana, empresa que
culminaría Vasco Da Gama en 1498.
El descubrimiento de América
Colón ofreció su proyecto al rey Juan II de Portugal, quien lo sometió al
examen de un comité de expertos. Aunque terminó rechazando la
propuesta, el monarca portugués puso previamente como condición que
no se zarpase desde las Canarias, pues, en caso de que el viaje tuviera
éxito, la Corona de Castilla podría reclamar las tierras conquistadas en
virtud del Tratado de Alcaçobas. Colón encontró demasiado arriesgado
partir de Madeira (sólo confiaba en los cálculos que había trazado desde
las Canarias) y probó suerte en España con el duque de Medina Sidonia
y con los Reyes Católicos, que rechazaron su propuesta por considerarla
inviable y por las desmedidas pretensiones de Colón.
Finalmente, la reina Isabel la Católica aprobó el proyecto de Colón por
mediación del tesorero del rey, Luis de Santángel, a raíz de la toma de
Granada, que ponía fin a la reconquista cristiana de la Península frente al
Islam (1492). La reina firmó las llamadas Capitulaciones de Santa Fe,
por las que concedía a Colón una serie de privilegios como contrapartida
a su arriesgada empresa. Obtenida la financiación necesaria, y contando
con la inestimable ayuda de Martín Alonso Pinzón, Colón armó una flotilla
de tres carabelas (la Pinta, la Niña y la Santa María) con las que partió del
puerto de Palos (Huelva) el 3 de agosto de 1492.

El descubrimiento de América (cuadro de


Dióscoro Puebla, c. 1862)

Colón navegó hasta Canarias y


luego hacia el oeste, alcanzando
la isla de Guanahaní (San
Salvador, en las Bahamas) el 12
de octubre de 1492. Por
primera vez (si se prescinde de
la gesta sin consecuencias de
los vikingos) un grupo de europeos pisaba tierras americanas, aunque ni
Colón ni sus tripulantes eran conscientes de ello. En aquel viaje
descubrió también Cuba y La Española (Santo Domingo), e incluso
construyó allí un primer establecimiento español con los restos del
naufragio de la Santa María (el fuerte La Navidad). Persuadido de que
había alcanzado las costas asiáticas, regresó a España con las dos naves
restantes en 1493.

Colón realizó tres viajes más para continuar la exploración de aquellas


tierras. En el segundo (1493-1496) tocó Cuba, Jamaica y Puerto Rico y
fundó la ciudad de La Isabela; pero hubo de regresar a España para
hacer frente a las acusaciones surgidas del descontento por su forma de
gobernar La Española. En el tercer viaje (1498-1500) descubrió Trinidad
y tocó tierra firme en la desembocadura del Orinoco; pero la sublevación
de los colonos de La Española forzó su destitución como gobernador y su
envío como prisionero a España.

Tras ser juzgado y rehabilitado, se revisaron sus privilegios (quedando


excluido el poder virreinal) y emprendió un cuarto viaje (1502) con
prohibición de acercarse a La Española; recorrió la costa
centroamericana de Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá. Regresó
a España en 1504 y pasó el resto de su vida intentando conseguir
mercedes reales para sí mismo y para sus descendientes, pues el
rey Fernando el Católico intentaba recortar los privilegios concedidos ante
las proporciones que iba tomando el descubrimiento y la inconveniencia
de dejar a un advenedizo como único señor de las Indias.

Colón había descubierto América fortuitamente como consecuencia de su


intuición y de su fuerza de voluntad. Aunque fracasó en su idea original
de abrir una nueva ruta comercial entre Europa y Asia, abrió algo más
importante: un «Nuevo Mundo» que, en los años siguientes, sería
explorado por navegantes, misioneros y soldados de España y Portugal,
incorporando un vasto territorio a la civilización occidental y modificando
profundamente las condiciones políticas y económicas del Viejo
Continente.

De Américo Vespucio procede el sonoro nombre con que se bautizó al


Nuevo Mundo; no es extraño que una etimología popular (falsa porque
Colón es una castellanización de su apellido italiano) hiciese derivar del
nombre del descubridor términos nada prestigiosos,
como colonialismo o colonizar. El descubrimiento de América fue, en efecto, el
pistoletazo de salida de la colonización europea del continente, empresa
en la que se dieron cita el heroísmo y la barbarie, el propósito
evangelizador y la explotación o exterminio de los indígenas, el ideal
imperial y la sed de oro y poder.
Pioneros de este proceso, que ocuparía todo el siglo XVI y al que pronto
se sumarían otras potencias europeas, fueron los llamados
conquistadores, como Hernán Cortés (México), Francisco Pizarro y Diego de
Almagro (Perú) o Pedro de Valdivia (Chile), entre otros muchos. Aunque los
vikingos habían llegado a América del Norte unos quinientos años antes
(expedición de Leif Ericson), no habían dejado establecimientos
permanentes ni habían hecho circular la noticia del descubrimiento,
quedando éste, por tanto, sin consecuencias hasta tiempos de Colón.
Hernán Cortés
(Medellín, Badajoz, 1485 - Castilleja de la Cuesta, Sevilla, 1547)
Conquistador español de México. Pocas veces la historia ha atribuido al
brío y determinación de un solo hombre la conquista de un vasto
territorio; en esta reducida lista se halla Hernán Cortés, que siempre
prefirió quemar sus naves a retroceder. Con escasos medios, sin apenas
más apoyo que su inteligencia y su intuición militar y diplomática, logró
en sólo dos años reducir al dominio español el esplendoroso Imperio
azteca, poblado, según estimaciones, por unos quince millones de
habitantes.

Hernán Cortés

Es cierto que diversas circunstancias


favorables lo acompañaron, y que, llevado
por la ambición y la sed de honores y
riquezas, cometió abusos y violencias, al
igual que otros conquistadores. Pero, de
todos ellos, Cortés fue el capitán más culto y
más capaz, y aunque ello no sirva de
atenuante, lo impulsó también un gran fervor
religioso; su conciencia moral llegó a
plantearle si era lícito esclavizar a los indios,
una duda insólita en los albores del proceso colonizador que siguió
al descubrimiento de América.
Biografía
Procedente de una familia de hidalgos de Extremadura, Hernán Cortés
estudió brevemente en la Universidad de Salamanca. En 1504 pasó a las
Indias, recién descubiertas por Cristóbal Colón, y se estableció como
escribano y terrateniente en La Española (Santo Domingo). En 1511
participó en la expedición a Cuba como secretario del gobernador Diego
Velázquez de Cuéllar, con quien emparentó al casarse con su cuñada;
Velázquez le nombró alcalde de la nueva ciudad de Santiago. En 1518
Diego Velázquez puso a Hernán Cortés al mando de una expedición a
Yucatán; sin embargo, el gobernador desconfiaba de Cortés, a quien ya
había encarcelado en una ocasión acusado de conspiración, y decidió
relevarle del encargo antes de partir.

Advertido Cortés, aceleró su marcha y se hizo a la mar en 1519, antes


de recibir la notificación. Con once barcos, unos seiscientos hombres,
dieciséis caballos y catorce piezas de artillería, Hernán Cortés navegó
desde Santiago de Cuba a Cozumel y Tabasco; derrotó a los mayas allí
establecidos y recibió (entre otros regalos) a la india doña Marina,
también llamada Malinche, que le serviría como amante, consejera e
intérprete durante toda la campaña. Desobedeciendo órdenes expresas
del gobernador Velázquez, fundó en la costa del golfo de México la
ciudad de Veracruz, llamada entonces Villa Rica de la Vera Cruz.
La conquista del Imperio azteca
Allí tuvo noticias de la existencia del Imperio azteca en el interior, cuya
capital se decía que guardaba grandes tesoros, y se aprestó a su
conquista. Para evitar la tentación de regresar que amenazaba a muchos
de sus hombres ante la evidente inferioridad numérica, Hernán Cortés
hundió sus barcos en Veracruz; de este episodio procede la frase
hecha quemar la naves, expresión de una determinación irrevocable. Pronto
logró la alianza de algunos pueblos indígenas sometidos a los aztecas,
como los toltecas y tlaxcaltecas.
Tras saquear Cholula, Cortés llegó a la capital azteca, Tenochtitlán, en
donde fue recibido pacíficamente por el emperador Moctezuma II, que se
declaró vasallo del rey de Castilla. La posible identificación de los
españoles con seres divinos y de Cortés con el anunciado regreso del
dios Quetzalcoátl favoreció quizá esta acogida a unos extranjeros que,
sin embargo, empezaron enseguida a comportarse como invasores
ambiciosos y violentos.

El asalto a Tenochtitlán (óleo de Emanuel


Leutze)

Mientras tanto, para castigar la


rebeldía de Cortés y obligarlo a
volver a Cuba, el gobernador Diego
Velázquez envió contra él una
expedición al mando de Pánfilo de
Narváez. Cortés hubo de dejar la
ciudad a su lugarteniente Pedro de
Alvarado para hacer frente a las
tropas de Narváez, a las que derrotó en Cempoala en 1520,
consiguiendo además que se uniese a él la mayor parte del contingente.
Cuando regresó a Tenochtitlán, Cortés se encontró con una gran
agitación indígena contra los españoles, provocada por los ataques
realizados a sus creencias y símbolos religiosos y por la matanza que
había desencadenado Pedro de Alvaradopara desbaratar una supuesta
conspiración. Cortés hizo prisionero a Moctezuma II e intentó que éste
mediara para calmar a su pueblo, sin lograr otra cosa que la muerte del
emperador.
Hernán Cortés se vio entonces obligado a abandonar Tenochtitlán en la
llamada «Noche Triste» (30 de junio de 1520), en la que su pequeño
ejército resultó diezmado. Refugiado en Tlaxcala, siguió luchando contra
los aztecas (ahora bajo el mando del emperador Cuauhtémoc), a los que
venció en la batalla de Otumba; y, finalmente, cercó y tomó Tenochtitlán
(1521). Destruida la capital azteca, construyó en el mismo lugar (una
isla en el centro de un lago) la ciudad española de México.
Gobernador de Nueva España
Dominado ya el antiguo Imperio azteca, Cortés lanzó expediciones hacia
el sur para anexionar los territorios de Yucatán, Honduras y Guatemala.
Los detalles de la conquista de México, así como los argumentos que
justificaban las decisiones de Hernán Cortés, fueron expuestos en las
cuatro Cartas de relación que envió al rey. En 1522 fue nombrado
gobernador y capitán general de Nueva España, nombre que dieron los
conquistadores al territorio mexicano.
Sin embargo, la Corona española (ya en manos de Carlos V) practicó una
política de recorte de los poderes de los conquistadores para controlar
más directamente las Indias; funcionarios reales aparecieron en México
enviados para compartir la autoridad de Cortés, hasta que, en 1528, fue
destituido y enviado a la Península.

En España salió absuelto de todas las acusaciones e incluso fue


nombrado marqués del Valle de Oaxaca, además de conservar el cargo
honorífico de capitán general, aunque sin funciones gubernativas. De
vuelta a México en 1530, todavía organizó algunas expediciones de
conquista, como las que incorporaron a México la Baja California (1533 y
1539).

Regresó nuevamente a España para intentar obtener mercedes de la


Corona por los servicios prestados, para lo cual llegó a participar en una
expedición contra Argel en 1541, pero sus reclamaciones nunca
obtuvieron plena satisfacción; mientras aguardaba respuesta, se instaló
en un pueblo cercano a Sevilla, en donde reunió una tertulia literaria y
humanística y pasó los últimos seis años de su vida.
Pedro de Alvarado
(Badajoz, 1485 - Guadalajara, actual México, 1541) Conquistador
español. Tras haber participado en la ocupación definitiva de Cuba, se
unió a la expedición de Hernán Cortés a México. El 8 de noviembre de
1519, ambos conquistadores entraban en Tenochtitlán, donde fueron
recibidos por el rey azteca Moctezuma Xocoyotzin, quien los alojó en uno de
los palacios de la ciudad.

Pedro de Alvarado

Cuando Cortés salió a combatir a Pánfilo de Narváez,


que tenía órdenes de deponerle del mando y
apresarlo, dejó en la capital azteca una pequeña
guarnición al mando de Alvarado (1520). Días
después se celebraba la fiesta del Toxcatl.
Alvarado sospechó que se preparaba una
insurrección, y para evitarla atacó a traición a los mexicas. Cuando
Cortés regresó, después de haber derrotado a Narváez, decidieron
abandonar sigilosamente la ciudad, pero en la retirada fueron
acometidos por un gran número de hombres, en el episodio que se
conoce como la «Noche Triste».
En 1523, ya consumada la conquista de México, se dirigió a América
Central al frente de un pequeño ejército y se apoderó de Guatemala
(donde fundó la ciudad de Santiago de los Caballeros de Guatemala en
1524) y El Salvador, una vez derrotada la resistencia de los diversos
señoríos que por aquel entonces, extinta ya la hegemonía de la cultura
maya, rivalizaban entre sí por el control del territorio. En 1527 regresó a
España; el rey y emperador Carlos V lo nombró gobernador, capitán general
y adelantado de Guatemala.
De nuevo en las Indias, en 1534 las noticias de las fabulosas riquezas de
Perú le incitaron a participar en su conquista, pero después de un
encuentro en los Andes con Diego de Almagro, desistió de ello a cambio de
una importante compensación económica. En 1539 desembarcó en
Puerto Caballos (Honduras), y pasó después a México para preparar una
expedición a las islas de Poniente, que nunca se llevó a cabo, pues en
los preparativos se produjo en Nueva Galicia una insurrección indígena
que tuvo que acudir a sofocar. Murió a causa de las heridas recibidas en
el curso del asalto a Nochistlán.
Álvar Núñez Cabeza de Vaca
(Álvar o Álvaro Núñez Cabeza de Vaca; Jerez, 1507 -
Sevilla, 1559) Conquistador español. Miembro de la
fracasada expedición de Pánfilo de Narváez a la Florida
(1527), vivió durante ocho años entre los indios y, tras
un largo y penoso viaje, logró reunirse con los
españoles en México. Entre 1540 y 1544 fue gobernador
del Río de la Plata.

Nieto de Pedro de Vera, conquistador y primer


gobernador de la isla de Gran Canaria, Álvar Núñez Cabeza de Vaca
partió en 1527 hacia las Américas, junto a su esclavo negro de origen
marroquí Estebanico, enrolado como tesorero en la expedición de Pánfilo
de Narváez que tenía como misión la exploración de la costa del golfo de
México entre la Florida y el río de Las Palmas (actual río Grande del
Norte). La flota, compuesta por cinco navíos y seiscientos hombres,
zarpó de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) y, tras hacer escala en Santo
Domigo y Cuba, se encaminó hacia las costas de Florida, donde, en abril
de 1528, una tempestad les obligó a desembarcar en la bahía de Tampa.

Pánfilo de Narváez decidió, en contra de la opinión de Álvar Núñez,


seguir la expedición por tierra, mientras mandaba su flota hacia el oeste
en busca de un puerto seguro en el río Grande, que creía erróneamente
cercano. Tras un periplo en el que se internaron por tierras de los
hostiles indios apalaches, sufrieron la escasez de víveres y el acoso de
enfermedades, lo que les hizo regresar al litoral; al no encontrar los
navíos de su flota, continuaron la travesía en busca del río Grande en
cinco canoas improvisadas que volvieron a naufragar poco después de
superar el delta del Mississippi, en la isla del Malhado, a la altura de
Galveston (Texas).

Narváez y la mayoría de los expedicionarios murieron, mientras que


unas pocas decenas de supervivientes, con Álvar Núñez entre ellos,
fueron hechos prisioneros por los indígenas. Núñez consiguió sobrevivir
gracias a las virtudes curativas que los indígenas le atribuyeron, y tras
pasar dos o tres años de tribu en tribu como curandero o mercader,
siguió su viaje hacia el oeste junto al negro Estebanico, Andrés Dorantes
y Esteban del Castillo.

Recorrieron el sur de Texas, cruzaron el río Grande aproximadamente a


la altura de la actual ciudad de El Paso y, tras atravesar los actuales
estados mexicanos de Coahuila, Chihuahua y Sonora, se encontraron,
cerca de ocho años después de su partida y tras haber pasado por
innumerables penalidades, con un grupo de exploradores mandado por
el capitán Álvarez, quien en mayo de 1536 los condujo a Culiacán y, más
tarde, a Ciudad de México, donde fueron recibidos por el virrey Antonio de
Mendoza y por Hernán Cortés con todos los honores. Álvar Núñez trajo
consigo, además, las primeras noticias sobre las legendarias siete
ciudades de Cíbola y Quivira, ricas en oro, que expediciones posteriores,
como las de Marcos de Niza o Vázquez de Coronado, intentaron hallar.
Tras retornar a España en 1537, en 1540 Álvar Núñez Cabeza de Vaca
logró de Carlos I de España una capitulación para sustituir a Pedro de Mendoza,
muerto poco tiempo antes, en la exploración del Paraná, y para socorrer
a la colonia española establecida en la zona, comprometiéndose además
a aportar 8.000 ducados propios para financiar la expedición; a cambio,
Carlos I lo nombró capitán general, gobernador y adelantado del
territorio del Río de la Plata.
La expedición, formada por tres navíos y unos cuatrocientos hombres,
zarpó de Cádiz en noviembre de 1540 y arribó en marzo del año
siguiente a la isla de Santa Catalina (Brasil). Allí llegaron a Álvar Núñez
las noticias sobre la muerte de Ayolas (el gobernador dejado por
Mendoza antes de su muerte), sobre el abandono de Santa María del
Buen Aire (Argentina), la huida de la colonia española y el traslado de la
capital a Asunción (Paraguay). Decidió entonces, tras enviar pequeñas
expediciones de reconocimiento, llegar por tierra hasta Asunción
siguiendo la ruta que había abierto Alejo García quince años antes. En su
marcha, que se inició en noviembre de 1541, atravesó parte de las
selvas brasileñas y descubrió las cataratas del Iguazú.

Llegó a Asunción en marzo de 1542, y se hizo cargo del gobierno que


hasta la fecha había ejercido Martínez de Irala. Durante su gobierno en
Paraguay llegó a tratos con los indios guaraníes para pacificar el país y
mantener bajo control otras tribus indígenas más belicosas, y a pesar de
que fracasó en su intento de repoblar Buenos Aires y de adentrarse por
la región del Chaco, remontó el río Paraná y fundó en 1543 el puerto de
los Reyes.

Las dificultades más importantes de su gobierno surgieron en su relación


con los oficiales del rey y con la camarilla de Martínez de Irala, que
ambicionaba todavía el gobierno del Río de la Plata. En 1544, a la vuelta
de una de sus expediciones, estalló en Asunción una sublevación dirigida
por Domingo Martínez de Irala, que acusaba a Álvar Núñez de llevar un
gobierno personalista y dictatorial y de proteger en exceso a los indios, y
a la que Álvar Núñez no pudo responder personalmente a causa de un
ataque de malaria que le había postrado en cama; así, fue apresado,
juzgado y encerrado durante diez meses, al cabo de los cuales fue
deportado a España, saliendo de Asunción a bordo del navío El
Comunero en marzo de 1545.
A su llegada a España, el Consejo de Indias confirmó el destierro,
deportándolo a Orán (Argelia). Tras un periodo de ocho años, Felipe II le
concedió el indulto y el cargo de juez en la Casa de Contratación de
Sevilla. Los últimos años de su vida los pasó como prior de un convento
sevillano, donde, según todos los indicios, falleció.
Francisco Pizarro
(Trujillo, España, 1478 - Lima, 1541) Conquistador del Perú. Las
décadas posteriores al descubrimiento de América tuvieron como grandes
protagonistas a los llamados conquistadores, militares españoles que en
algunas ocasiones, con escasos recursos y adecuadas dosis de osadía y
sagacidad, lograron adueñarse de inmensos territorios. Tal fue el caso
de Hernán Cortés, el conquistador de México, y de Francisco Pizarro,
conquistador del Perú, que en apenas tres años (1531-1533) se hizo con
el control del rico y poderoso Imperio Inca.

Francisco Pizarro

Hijo natural del capitán Gonzalo Pizarro, desde


muy joven participó en las guerras locales
entre señoríos y acompañó a su padre en las
guerras de Italia. En 1502 embarcó en la flota
que llevaba a las Indias a Nicolás de Ovando, el
nuevo gobernador de La Española.
Hombre inquieto y de fuerte carácter, Francisco Pizarro no logró
adaptarse a la vida sedentaria del colonizador, razón por la que decidió
participar en la expedición de Alonso de Ojeda que exploró América Central
(1510) y luego en la de Vasco Núñez de Balboa que descubrió el océano
Pacífico (1513). Entre 1519 y 1523, sin embargo, se instaló en la ciudad
de Panamá, de la cual fue regidor, encomendero y alcalde, lo que le
permitió enriquecerse.
La conquista del Perú
Conocedor de los rumores que hablaban de la existencia de grandes
riquezas en el Imperio de los incas, decidió unir la fortuna que había
amasado con la de Diego de Almagro para financiar dos expediciones de
conquista (1524-1525 y 1526-1528), que se saldaron con sendos
fracasos. A causa de las penalidades sufridas en el segundo intento,
Pizarro se retiró a la isla del Gallo con doce hombres, mientras Almagro
iba a Panamá en busca de refuerzos. Los «trece de la fama»
aprovecharon para explorar parte de la costa oeste de América del Sur,
región que denominaron Perú, tal vez por la proximidad del rio Virú, y
tuvieron constancia de la existencia de una gran civilización.
No obstante, ante la negativa del gobernador de Panamá a conceder
más hombres a Almagro, en 1529 Pizarro viajó a España a fin de
exponer sus planes al rey Carlos V, quien, en las capitulaciones de Toledo
(26 de julio de 1529), lo nombró gobernador, capitán general y
adelantado de las nuevas tierras, designación real que provocó el recelo
y la frustración de Almagro.
De regreso en Panamá (1530), Pizarro preparó una nueva expedición de
conquista, y en enero de 1531 embarcó con un contingente de 180
hombres y 37 caballos hacia Perú. Informado de la guerra que
enfrentaba al emperador inca Atahualpacon su hermanastro Huáscar, el 16
de noviembre de 1532 el conquistador español se entrevistó en la ciudad
de Cajamarca con Atahualpa y, tras exhortarle sin éxito a que abrazase
el cristianismo y se sometiera a la autoridad de Carlos V, lo capturó en
un sangriento ataque por sorpresa.

La captura de Atahualpa

El inca acordó con los extranjeros llenar de


oro, plata y piedras preciosas una habitación
a cambio de su libertad, pero de nada le
sirvió cumplir su parte del pacto, pues
Pizarro, reforzado por la llegada de Almagro
al frente de un centenar de arcabuceros,
acusó a Atahualpa de haber ordenado el asesinato de Huáscar desde la
prisión y de preparar una revuelta contra los españoles, y ordenó su
ejecución, que se cumplió el 29 de agosto de 1533. A continuación se
alió con la nobleza inca, lo cual le permitió completar sin apenas
resistencia la conquista de Perú, empezando por Cuzco, la capital del
Imperio (noviembre de 1533), y nombrar emperador a Manco Cápac II,
hermano de Huáscar.
Poco después, Pizarro y Almagro se enemistaron por la posesión de
Cuzco, y si bien primero unieron sus fuerzas para sofocar la rebelión
indígena dirigida por Manco Cápac II contra el dominio español (1536),
acabaron por enfrentarse abiertamente en la batalla de las Salinas, en
abril de 1538. Derrotado y prisionero, Almagro fue procesado,
condenado a muerte y ejecutado por Hernando Pizarro, hermano del
conquistador (8 de julio de 1538). La venganza de los partidarios de
Almagro, liderados por su hijo Diego de Almagro el Mozo, se produjo el
26 de junio de 1541, fecha en que Pizarro murió asesinado en su palacio
de Lima, ciudad que él mismo había fundado a orillas del río Rímac seis
años antes.
Pedro de Valdivia
(La Serena, España, 1497 - Tucapel, actual Chile, 1553) Conquistador de
Chile. A pesar de que su obra se perdió tras una contraofensiva liderada
por los caudillos araucanos Caupolicán y Lautaro, Pedro de Valdivia ha
pasado a la historia como uno de los principales protagonistas en la
empresa de conquista que siguió al descubrimiento de América.

Pedro de Valdivia

Militar desde muy joven, Pedro de Valdivia


participó en las campañas de Italia antes de
pasar, en 1534, a Venezuela, y desde allí a
Perú. En Perú fue nombrado maestre de
campo por Francisco Pizarro, a quien apoyó en
sus disputas con Diego de Almagro en 1538. En
este contencioso participó en la batalla de Las Salinas, tras la cual
Pizarro le otorgó una encomienda en el valle de la Canela (Charcas) y
una mina de plata en Porco, y le encargó la conquista de Chile.

Valdivia partió de Cuzco en 1540 al frente de ciento cincuenta hombres y


llegó a Chile, donde exploró los valles del Copiapó, el Coquimbo y el
Mapocho. A orillas del río Mapocho fundó en febrero de 1541 Santiago
de la Nueva Extremadura (la actual Santiago), que le sirvió de base para
la exploración y conquista del resto del territorio.

Poco tiempo después, aprovechando una expedición punitiva de Valdivia


a Cachapoal, los indígenas de Aconcagua destruyeron Santiago, que no
tardó en ser reconstruida. Prosiguió sus exploraciones y en 1544 fundó
la ciudad de La Serena, en el valle de Coquimbo, para facilitar las
comunicaciones con Perú. Después de solicitar sin éxito a Perú y a la
corte recursos para continuar con la exploración, Pedro de Valdivia se
presentó en Lima en 1547. Allí intervino en las guerras civiles al lado del
partido del virrey y fue ratificado en su cargo de gobernador de Chile en
1549.

En permanente lucha con los araucanos, Valdivia se dedicó a partir de


entonces a reorganizar las poblaciones destruidas por los indígenas,
emprendió nuevas expediciones por el territorio chileno y fundó otras
ciudades, entre ellas Concepción (1550) y Valdivia (1552). Cuando la
resistencia indígena parecía sofocada, los caudillos
araucanos Caupolicán y Lautaro encabezaron una sublevación general.
Sorprendido por los indios en Tucapel, Pedro de Valdivia murió en
combate el día de Navidad de 1553.
La reconquista y pacificación de Chile corrió a cargo de García Hurtado de
Mendoza, quien logró derrotar a Caupolicán en 1557. Uno de los
acompañantes de Hurtado de Mendoza fue Alonso de Ercilla, quien elevó
los hechos de la conquista a materia literaria en su célebre poema
épico La Araucana.

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